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Hace veinte años, cuando fue fundado el Centro Vasco de Caracas, nos encontrábamos !los
vascos, en la patria y fuera de ella, en todas las latitudes, frente a duras situaciones.
Salíamos de una guerra cruel en nuestro país, y otra, casi universal, alcanzaba a muchos de
nosotros, esparcidos por el mundo. Aquí y aillá, para hacer frente al incierto porvenir, se
crearon Centros Vascos
.
El de Caracas, verdadero modelo para todos, ha sido y sigue siendo la casa común de los
vascos, de la colectividad creada por las familias salidas de Europa en 1939-1940 y
acrecentada con la venida ulterior de parientes, amigos, asociados y nuevos emigrados, y
con el nacimiento de una posteridad numerosa de quienes en la capital de Venezuela se han
ido reuniendo. Ha congregado, además, y congrega a los vascos de las otras comarcas de
esta República americana cuando llegan o salen de ella o acuden a la gran ciudad que
regenta sus destinos.
Resumir aquí lo que han sido .para Euzkadi y para la colectividad vasca de Caracas los
veinte años transcurridos sería impropio de este lugar. Me faltaría el espacio exigido por un
esquema tan sintético como quisiera hacerlo.
El segundo aspecto sería la corresipondencia por parte de los vascos venidos a estas tierra
americanas. He dicho ya sobre ello cómo se expresaron ante mí los más eminentes de los
venezolanos de hoy, quienes llevan las responsabilidades primeras en la marcha de los
asuntos públicos.
El tercero y último aspecto a señalar —y ello como testimonio especialísimo— por mi parte,
atañe a la parte que ha tomado y toma la colectividad vasca de Venezuela en la acción
reconquistadora de la libertad de nuestro pueblo.
La venida de los vascos en 1939-1940 se presentaba a los ojos de ellos como una aventura.
Mas no la emprendieron por amor a la vida aventurera. Un precedente famoso en la vida de
la cultura mundial podría ser mencionado en este punto. Tenga o no el valor de un hecho
histórico, o confinado en la categoría de leyenda, el viaje de Eneas, cantado por Virgilio,
debe ser citado aquí. El piadoso troyano, llevando consigo los dioses patrios, salió por el mar
hacia occidente en largo y azaroso viaje, y luego de tocar el África arribó a las costas latinas.
Salió porque su patria había sido destruida por el enemigo. Llegó, pobló, edificó. Y perpetuó
el nombre y la gloria de patria perdida.
Con esta misma religiosidad partieron hace veintitrés años ;los vascos ante cuyos ojos había
surgido otro "caballo de Troya", real y verdadero, lanzándoles al exilio. Se había repetido el
legendario suceso de la proto-historía greco-latina. Navegaron por el mar occidental y
tocaron también en África una gran parte de ellos, antes de arribar a las costas americanas.
En ellas, por fortuna, otros les habían precedido más de un siglo antes y les recibían llenos
de simpatía.
Iniciada la Guerra Civil colaboró con la Junta de Defensa de Gipuzkoa hasta que a mediados
de setiembre de 1936 la capital cayó en manos de las tropas franquistas. Unos días más
tarde, el 7 de octubre fue nombrado por el Lehendakari Agirre consejero de Justicia y Cultura
del Gobierno vasco.
El periodista del Times, George Steer, lo describió así: “Bilbao estaba derrotada, pero el
hombre de rostro triste, de traje negro grueso, que la gobernaba, estaba decidido a que su
historia fuera diáfana hasta el final. En la Presidencia, al lado del teléfono, esperaba el
desenlace. Las líneas de su rostro reflejaban una calma total. Detecté, no por primera vez, en
su inmóvil simetría oval, una nobleza, una severidad propia de un carácter excepcional,
pocas veces observable en este mundo”.
Tras la caída de Bilbao y el traslado del Gobierno a Cataluña, Leizaola fue designado
responsable de la delegación del Gobierno Vasco en Francia y de su portavoz oficial "Euzko
Deya".
Encabezó la candidatura del Partido Nacionalista Vasco por Bizkaia en las primeras
elecciones al Parlamento Vasco celebradas el mes de marzo de 1980. Unos meses más
tarde, no obstante, renunció a su escaño.