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LA VIRGEN MARIA

La Virgen es la causa de fecundidad hacia la humanidad. Ella formó la cabeza y tiene que
formar los miembros. Tiene misión directa sobre nosotros. María es una pupila simplísima
que va hacia Dios, ha llegado a ser lo que debíamos ser nosotros. Es la plenitud, el
acabamiento, la idea ejemplar de Dios en la humanidad. En cambio nosotros nos
complicamos las cosas reflexionando sobre nosotros mismos, pareciéndonos a esos
árboles cargados de lianas. No perdamos tiempo analizando nuestras miserias, démoslas a
Jesús, El las devorará. Dejemos obrar el artificio como María.

El que no encontró a Maria, no encontró la plenitud del alma. Ella es la puerta. Mirando a
María todo se hace fácil. En ella se ha plenificado esa actitud de Dios, que nosotros, con
nuestros apegos, destruimos. La mejor definición de María es “receptividad
comunicante”: “Haced lo que El os diga”. Es pura adoración, ha logrado una perfecta
unidad con Dios, su hacer está asumido por Dios. No presenta ningún blanco al demonio
porque ha desaparecido para dar lugar a Cristo. La Virgen no desperdicia nada, no deja
nada para sí. Fue virginal en todo, tocaba las cosas sin tocarlas. No se le pegó la menor
partícula de polvo. Dejó Nasareth como si nunca lo hubiese conocido.

La humildad, al hacernos desaparecer, abre nuestras potencias para recibir a Dios. Pero ha
de ser una humildad no retraída, estéril, sino una humildad que aspira, que es una sed de
Dios. La ubicación perfecta es la de María. Su humildad es puro apetito de Dios. Ella tenía
como nadie esa actitud de dependencia, atraída a Dios a la tierra: “A los hambrientos
colmará de bienes”. En la medida que no soy nada por mí mismo, aspiro a Dios en Quien lo
tengo todo. El Verbo es la palabra de Dios y María es la palabra viviente del Verbo
encargado. Toda su actividad va hacia Dios porque es una pura palabra que se exhala
hacia El.

En Jesús se de manera eminente la función del Mediador, es Mediador por esencia. La


Santísima Virgen es Mediadora por participación. Es Mediadora porque es una sola cosa
con Jesús.

Los verdaderos hijos de María no son sentimentales. La mujer en la medida en que es


mujer, es pura inteligencia. María sacrifica a su Hijo, nada de sentimentalismos. En Ella el
sentimentalismo es asumido por una inteligencia perfecta de las cosas. Los hijos de María
deben ser “inteligencia perfecta de las cosas de la vida“, la sabiduría penetrándolo todo.

La Santísima Virgen es Sacramento de Jesús. Es la Esposa de Cristo. Lo que es la mujer


para el marido, es la Virgen para Jesús. La naturaleza humana completa es varón y mujer,
juntos forman el hombre total. Dios asume a la naturaleza humana completa: al hombre
en forma personal, y a la mujer llenándola de gracia. La humanidad necesita de esa
complementación de varón y mujer.
Si la Iglesia hace la ascética de separarlos, es para que se encuentren sus espíritus. Cristo
no podría tomar las cosas de otra manera. El no nombra a María porque ella no tiene
nombre: es El. Al pie de la Cruz, le dice: “Mujer, he ahí a tu hijo”, lo que hemos
engendrado los dos. Todo se deduce del desposorio de Jesús y María. La actividad de
María en nuestra formación es que está ansiando envolvernos y meternos en Ella. Por eso
la perfecta consagración a Jesús es entregarse a María. La actividad de María es solamente
dar a Jesús. Ella es el medio concreto para que se plasme en nosotros Cristo.

Tenemos que morar en María, entregarnos totalmente a Ella como el niño en el seno de la
madre. En la medida en que estamos cavilando, nos estamos muriendo. Estamos asistidos
cuando somos esclavos de María, no pasa nada que nos sorprenda o nos turbe. Tiene que
haber una voluntad concreta de esclavitud, en ella amaremos a Dios, no por sus dones,
sino por El. La libertad se cumple cuando somos los más rendidos esclavos: abandono
interior por nuestra sujeción absoluta. Cuanto más nos sujetamos a esa otra Voluntad,
tanto más libre seremos: ¡Señor, yo no quiero ser nada, sino una pupila que mira! La
esclavitud se nos da para que podamos sujetarnos libremente a Dios. Vamos a ser felices
el día en que sepamos ser esclavos. El hombre es allí tan real que se hace eterno. Somos
nosotros mismos cuando llegamos a esa unidad con Dios. El hombre es teológico por
naturaleza ya que su fin es Dios. Sus facultades existen para conocer el Sumo Bien y la
Suma Verdad.

Virginidad y Maternidad de María

Hoy trataremos de esa conjunción de Virginidad y Maternidad en María.

Primero contemplemos el orden natural. El alma es tan grande, tan rica, que tiene que
desplegar sus perfecciones en muchísimos individuos, sin agotarse jamás. Una persona
tendrá tal don en grado eminente, y tendrá otros en segundo y tercer plano; en otra
florecerá tal otra virtud, de manera que jamás existe igualdad entre dos almas. Cada uno
de nosotros tiene tal posibilidad de perfección, y de ella deberemos rendir cuenta Dios.

Ahora bien, si esto ocurre en el orden natural ¿qué diremos en el orden sobrenatural de la
Gracia?..La Gracia es ese don preciosísimo que se adhiere a nuestra alma con la
vehemencia de la paloma que se une a la fuente de agua. Ella está indigente en nosotros
porque el único lugar en la tierra en que puede posarse, es el alma humana. Para ella fue
creada, para que le diera tal esplendor, que la hiciera semejante a Dios. Es capaz de darle
a tu alma la máxima belleza.

Si comprendiéramos lo que es la Gracia, caeríamos en éxtasis. Ella es capaz de convertir


un alma rustica, débil como la de Pedro en ese ser lleno de amor, y la de un Pablo en esa
lengua finísima de fuego, septiforme, que incendio Europa y la Roma pagana. Es don tan
maravilloso, que Santo Tomas dice que la más pequeña de las gracias es mayor que todas
la concupiscencias juntas, y dice hablando del amor, que es el coronamiento de la gracia,
que el más pequeño acto de amor es capaz de borrar todos los pecados. ¡Sí! ¡El mundo
está cubierto por las aguas del bautismo y el Espíritu de Dios incuba en ellas!

Jesús no tuvo mejor manera de explicar lo que es la Gracia que con la comparación del
mercader que encontró una perla de gran valor y fue y vendió cuanto tenía para
comprarla, y con la mujer que habiendo perdido un dracma, da vuelta toda la casa hasta
encontrarlo. Y luego las palabras de Jesús a la Samaritana: “Si comprendieras el don de
Dios…” Por la Gracia, cuando hemos comprendido nuestro bautismo y somos fieles,
podemos colocarnos entre los coros angélicos.

Y ahora vamos a lo nuestro: ¡Cómo sería el alma de la Virgen, plena de Gracia! La Virgen
tenía en sí la Gracia de todos los santos. Ella actualizó al máximo su condición de criatura.
No solo no pensó jamas en otra criatura, sino que jamás pensó en si misma, toda su vida
fue un potentísimo impulso hacia Dios. Fue un abismo de transparencia que sólo reflejaba
a su Dios. Por eso, cuando queramos ofrecer a Dios un anhelo, un arrepentimiento, una
ofrenda, no dudemos de hacerlo por María, sepamos que entrará en ese impetuoso
torrente que lleva sólo a Dios. En la Esclavitud a María estamos seguros, como el niño en
el seno de su madre.

A María no hay que rogarle desde afuera, a María hay que entregarse. Permitidme que os
prevenga: que nunca sea vuestro Rosario como una adulación a una dama muy poderosa
para pedirle algo temporal. Que vuestro Rosario sea una ofrenda. A Ella le confió Dios la
plenitud de la Gracia dándole la fecundidad espiritual para qué, así como engendró la
divina Cabeza, engendra a sus miembros, el Cristo total.
La Asunción

Hoy Dios nos habla con el despliegue mas magnifico de la mujer. No solo se despliega
hasta el cielo, sino que es el mismo cielo. María es la mujer tal cual es en la mente divina.
¡María eres Tú, como Dios te quiere! Es la mujer en toda su plenitud.

El nombre de la mujer es indigencia y comprensión. Indigencia: capacidad de recepción.


Pero cuando esta capacidad receptiva se vuelca sobre sí misma y quiere acapararlo todo
para sí ¡que negra, que espantosa es! Es como esas tierras salitrosas que todo lo reciben y
nada producen. Es la aspereza de Mara. En cambio Violaine comprendió que para poseer
hay que desprenderse de todo. La mujer debe recibir para dar. Está entroncada en Dios.

Estamos viviendo una tremenda época de mentira. El hombre iguala a la mujer dándole
derechos que la igualan a él, pero solo pretende someterla a la peor servidumbre. Cuando
se desata la concuspicencia del hombre, la mujer es su primera víctima. Pronto veréis a las
mujeres llevadas y traídas como en mercado de esclavas como mercaderías sin precio.

¿Por qué la Iglesia, ante la disminución de días de fiestas de guardar impuesta por los
gobiernos, ha preferido posponer fiestas solemnísimas como San Pedro y San Pablo, la
Ascensión, y otras y a ésta la solemnizó más aún todavía, conservando el ayuno de
preparación? Para mostrar a la mujer su misión excelsa. Para mostrarle que toda ella es
sacramental no sólo un alma, sino también su cuerpo. Si es consagrada la virginidad, será
coronada con la maternidad más exquisita, la maternidad del espíritu. Y se selló su boda
con el “sí” ante el altar, su cuerpo será también sacramento creador de vida.

Sed mujeres que con vuestra sola presencia estéis proclamando pureza, castidad,
dignidad. El hombre necesita esas mujeres que cual brisas puras refresquen las sienes
cansadas. El hombre necesita la mujer casta que sólo inspira pensamientos castos y
elevados.

1953.

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