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El Espíritu Santo en nosotros I Parte

“Mas vosotros no vivís según la carne, sino según el Espíritu, si es que el Espíritu de
Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si
Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está muerto a causa del pecado, mas el
espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a
Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús vivificará también
vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en vosotros. Así que, hermanos,
deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme a la carne; porque si vivís
conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis morir las obras de la carne,
viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de Dios, éstos son hijos de
Dios.” (Rom 8:9-14)
El Espíritu Santo viene a nosotros no para simplemente habitar, sino para producir la vida
de Cristo en nosotros (Hch 19:2, Rom 8:16, 1 Jn 3:24, 1 Jn 4:3, Rom 8:9, Jn 7:38).
Sabemos que somos cristianos por el Espíritu Santo que mora en nosotros. No es el ser
cristianos lo que nos da el derecho de tener el Espíritu Santo (por cierto, no es un derecho
tenerlo sino una necesidad), sino que es el tener al Espíritu Santo lo que nos da el derecho
de ser cristianos.
La prueba de la presencia del Espíritu Santo en nosotros.
Tres características que debemos esperar que se hallen en una persona en la que habita el
Espíritu Santo y le ha dado la libertad de operar en su vida:
o Hambre de conocer a Jesucristo.
o Hambre de ser como Jesucristo.
o Hambre de servir a Jesucristo.
o Aborrecer el pecado.
Hambre de conocer a Jesucristo.

“Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no


hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas
que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de lo mío, y os lo hará saber.” (Jn
16:13-14)
“Pero cuando venga el Consolador, a quien yo os enviaré del Padre, el Espíritu de verdad,
el cual procede del Padre, él dará testimonio acerca de mí.” (Jn 15:26)
Las tareas del Espíritu Santo para con nosotros son, entre otras:
• Revelarnos a Cristo (1 Cor 12:3).
• Recordarnos todo lo que Cristo ha dicho (Jn 14:26).
• Testificar acerca de Cristo (Jn 15:26).
• Glorificar a Cristo (Jn 16:14).
• Tomar lo que es de Cristo y hacérnoslo conocer (Jn 16:15).
Derivado de lo anterior, Jesucristo deja de resultarnos alguien lejano y místico, y se
convierte en alguien muy atractivo. Entonces, podemos concluir que donde no hay un
hambre de Cristo y el anhelo de una buena y más profunda relación con El, lo más
probable es que esté ausente el Espíritu Santo o esté apagado o contristado (entristecido).
Entonces también, desear conocerle mejor es una expresión de la vida del Espíritu dentro
de nosotros.
El anhelo de conocerle mejor implica un apetito por la Biblia que es la revelación
suprema de El (Jn 5:39-40). Estudiar las Escrituras solo por la satisfacción de conocerlas
no ayuda en absolutamente nada. El propósito de estudiarlas es hallar a Cristo porque son
la revelación de El. La Biblia solo tiene sentido a la luz de Jesucristo. El amor al Señor
Jesucristo siempre nos llevará a Su Palabra para que por medio de ella pueda haber una
revelación de la Palabra Viva, el Señor Jesús.
Hambre de ser como Jesucristo.
“Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará otro
Consolador, para que esté con vosotros para siempre: el Espíritu de verdad, al cual el
mundo no puede recibir, porque no le ve, ni le conoce; pero vosotros le conocéis, porque
mora con vosotros, y estará en vosotros.” (Jn 14:15-17).

“Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre enviará en mi nombre, él os


enseñará todas las cosas, y os recordará todo lo que yo os he dicho.” (Jn 14:26).
La persona que tiene al Espíritu Santo morando en ella no solo va a experimentar hambre
de conocer a Jesucristo sino también de ser como El, de experimentar el fruto del Espíritu
(el carácter de Cristo, Gal 5:22-23).
Este cambio de carácter se manifiesta de tres maneras:
• Un cambio de actitud hacia las otras personas.

➢ Amor, benignidad, bondad, fidelidad y humildad (Jn 13:35, 1 Jn 4:16, Fil 2:3-4, Mat
5:46-47): un cambio de actitud hacia aquellos con los que por naturaleza no nos llevamos
bien.

• Un cambio de actitud hacia nuestras circunstancias.


Cada uno de nosotros somos vulnerables a circunstancias que nos afectan. Dios nunca
nos prometió que no viviríamos circunstancias que nos afectaran pero si nos prometió
que por la presencia del Espíritu Santo en nosotros, tendríamos una nueva actitud hacia
ellas.
➢ Gozo: confianza en Dios por encima de las circunstancias, en su suficiencia (Fil 4.4,
Neh 8:10).
➢ Paz: saber que estamos en más grandes y poderosas que las de las circunstancias (Fil
4:6-7).
➢ Paciencia: ver más allá del presente y esperar Su manifestación (Rom 5:3).

• Un cambio de actitud haca nosotros mismos.

➢ Dominio propio: el poder de controlarnos a nosotros mismos (Prov 25:28). El Espíritu


Santo crea en nosotros un deseo y nos da el poder para ello, pero esto no excluye la
necesidad de la disciplina en todas las áreas de nuestra vida (2 Ped 1:3-7).

• Parte de la obra del Espíritu Santo en nosotros es crear un hambre de ser como Cristo,
para que las características que lo hicieron tan atractivo para las personas durante su
ministerio terrenal, sean visibles en este tiempo a través de nuestras vidas.

• Notemos que la Palabra les llama el fruto del Espíritu y no las flores del Espíritu. Esto
implica que no son para adorno ni para contemplación, sino para que otros se beneficien
de ellos, para que otros “coman” de ellos y se beneficien de ellos.
Hambre de servir a Jesucristo.
El Espíritu Santo viene a nosotros para fluir a través de nosotros (Jn 7:37-39). El Espíritu
Santo nos es dado en nuestras vidas como río para que pase a través de nosotros, de tal
manera que podamos ser una bendición para el enriquecimiento de las vidas de otros.
Buscar primeramente nuestro bien no tiene nada que ver con la vida cristiana ni con la
obra del Espíritu Santo en nosotros.
El Espíritu Santo está en nuestra vida para que tengamos un nuevo deseo y poder para
servir (Luc 4:18-19): los dones (1 Ped 4.10).
• Son habilidades valiosas para la edificación y crecimiento de la Iglesia, no nuestro.
• Son dados como herramientas para servir al Señor Jesucristo efectivamente, no para
servirnos a nosotros.
• Por ello, es un error centrarnos solamente en los dones; más bien necesitamos
centrarnos en el servicio.
• Servir efectivamente dondequiera que podamos y hacer lo que Dios nos ha dado para
hacer.
• Descubrir prácticamente como ser útiles y para qué.
• Anhelar unirnos al programa de Dios y adelantar Su obra
Aborrecer el pecado.
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio.” (Jn 16:7-8)
El Espíritu Santo es el que nos convence de pecado, de justicia y de juicio.
El Espíritu Santo es santo; necesariamente aborrece el pecado, todo lo que enturbia la
imagen de Cristo en nosotros.
Si el pecado no nos duele, si el pecado en cualquiera de sus manifestaciones, no nos
causa malestar, es probable que el Espíritu Santo esté contristado, que hayamos
endurecido nuestro corazón, o lo que es peor aún, que no seamos salvos.

El Espíritu Santo en nosotros II Parte


“Porque los que son de la carne piensan en las cosas de la carne; pero los que son del
Espíritu, en las cosas del Espíritu. Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el
ocuparse del Espíritu es vida y paz. Por cuanto los designios de la carne son enemistad
contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; y los que viven
según la carne no pueden agradar a Dios. Mas vosotros no vivís según la carne, sino
según el Espíritu, si es que el Espíritu de Dios mora en vosotros. Y si alguno no tiene el
Espíritu de Cristo, no es de él. Pero si Cristo está en vosotros, el cuerpo en verdad está
muerto a causa del pecado, mas el espíritu vive a causa de la justicia. Y si el Espíritu de
aquel que levantó de los muertos a Jesús mora en vosotros, el que levantó de los muertos
a Cristo Jesús vivificará también vuestros cuerpos mortales por su Espíritu que mora en
vosotros. Así que, hermanos, deudores somos, no a la carne, para que vivamos conforme
a la carne; porque si vivís conforme a la carne, moriréis; mas si por el Espíritu hacéis
morir las obras de la carne, viviréis. Porque todos los que son guiados por el Espíritu de
Dios, éstos son hijos de Dios. Pues no habéis recibido el espíritu de esclavitud para estar
otra vez en temor, sino que habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos:
¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de
Dios. Y si hijos, también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es
que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.”
(Romanos 8:5-11, 13-17).
Tenemos dos formas de pensamiento posible (no hay más).
• O pensamos en las cosas de la carne que producen muerte (y desasosiego, inquietud,
frustración, decepción, desánimo, tristeza, enfermedad.

➢ Sal 32:3-4: "Mientras callé, se envejecieron mis huesos en mi gemir todo el día.
Porque de día y de noche se agravó sobre mí tu mano; se volvió mi verdor en sequedades
de verano.).
• O pensamos en las cosas del Espíritu que producen vida y paz (Sal 32:1-2:
"Bienaventurado aquel cuya transgresión ha sido perdonada, y cubierto su pecado.
Bienaventurado el hombre a quien Jehová no culpa de iniquidad, y en cuyo espíritu no
hay engaño.").
¿Que es pensar en las cosas de la carne?

• Los deseos de los ojos --codicia--.


• Los deseos de la carne -- lujuria--.
• La vanagloria de la vida --autoestima, autorealización, autosuficiencia, orgullo--.
Si prioritariamente, o en una mayor medida nuestros días están saturados de
pensamientos de la carne.
• Estamos siendo carnales, y lo carnal no le agrada a Dios.

➢ Los designios (las acciones) de la carne son ENEMISTAD contra Dios.


➢ Vamos a vivir para agradar, seguir, obedecer, a la carne.

• No trae bendición sino maldición (muerte).

• La bendición solo viene cuando pensamos en las cosas del Espíritu, no en las de la
carne --> Sal 1:1-3, 3 Jn 2, Jos 1:8.
Pero el Espíritu nos ha sido dado para ayudarnos a vencer la carne.

• Los que somos del Espíritu pensamos en las cosas del Espíritu mayormente --> el
Espíritu dirige nuestros pensamientos a Dios, nos motiva a pensar en ello.
• Nos ayuda a hacer morir las obras de la carne.
• Crea en nosotros la convicción de que somos hijos de Dios, y si Hijos, herederos de
Dios --> no tenemos que estar corriendo afanosamente detrás de las bendiciones de Dios
porque sabemos que El es nuestro Padre:
• Que nos ama
• Que cuida de nosotros,
• Que quiere y hace lo mejor para nosotros (Jer 29:11).
• Que suple todas nuestras necesidades.
“Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne. Porque el
deseo de la carne es contra el Espíritu, y el del Espíritu es contra la carne; y éstos se
oponen entre sí, para que no hagáis lo que quisiereis. Pero si sois guiados por el Espíritu,
no estáis bajo la ley. Y manifiestas son las obras de la carne, que son: adulterio,
fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras,
contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas
semejantes a éstas; acerca de las cuales os amonesto, como ya os lo he dicho antes, que
los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Mas el fruto del Espíritu es
amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza; contra
tales cosas no hay ley. Pero los que son de Cristo han crucificado la carne con sus
pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. No nos
hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.” (Gálatas
5:16-26).
“Pero yo os digo la verdad: Os conviene que yo me vaya; porque si no me fuera, el
Consolador no vendría a vosotros; mas si me fuere, os lo enviaré. Y cuando él venga,
convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen
en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el
príncipe de este mundo ha sido ya juzgado. Aún tengo muchas cosas que deciros, pero
ahora no las podéis sobrellevar. Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a
toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que
oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir. Él me glorificará; porque tomará de
lo mío, y os lo hará saber. Todo lo que tiene el Padre es mío; por eso dije que tomará de
lo mío, y os lo hará saber.” (Jn 16:7-15).
“El Espíritu del Señor está sobre mí, Por cuanto me ha ungido para dar buenas nuevas a
los pobres; Me ha enviado a sanar a los quebrantados de corazón; A pregonar libertad a
los cautivos, Y vista a los ciegos; A poner en libertad a los oprimidos; A predicar el año
agradable del Señor.” (Luc 4:18, 19).
“Pero a cada uno le es dada la manifestación del Espíritu para provecho. Porque a éste es
dada por el Espíritu palabra de sabiduría; a otro, palabra de ciencia según el mismo
Espíritu; a otro, fe por el mismo Espíritu; y a otro, dones de sanidades por el mismo
Espíritu. A otro, el hacer milagros; a otro, profecía; a otro, discernimiento de espíritus; a
otro, diversos géneros de lenguas; y a otro, interpretación de lenguas. Pero todas estas
cosas las hace uno y el mismo Espíritu, repartiendo a cada uno en particular como él
quiere. Porque así como el cuerpo es uno, y tiene muchos miembros, pero todos los
miembros del cuerpo, siendo muchos, son un solo cuerpo, así también Cristo. Porque por
un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo, sean judíos o griegos, sean
esclavos o libres; y a todos se nos dio a beber de un mismo Espíritu.” (1 Cor 12:7-13).

EL ESPÍRITU SANTO: NUESTRO AYUDADOR.

Estamos en tiempos en los que la maldad es mayor no solamente en cantidad sino


también en calidad (más mala). Esto es una señal de anticipación de la pronta venida de
Cristo.
Pero ante ese incremento de la maldad en todas sus formas y dimensiones, el Señor no
nos deja indefensos. El nos dice en Su Palabra que en estos tiempos el Espíritu Santo se
derramará de una manera especial sobre sus hijos e hijas:
• Hag 2:9. “La gloria postrera de esta casa será mayor que la primera, ha dicho Jehová de
los ejércitos; y daré paz en este lugar, dice Jehová de los ejércitos.”

• Rom 5:20-21. “Pero la ley se introdujo para que el pecado abundase; mas cuando el
pecado abundó, sobreabundó la gracia; para que así como el pecado reinó para muerte,
así también la gracia reine por la justicia para vida eterna mediante Jesucristo, Señor
nuestro.”

• Joel 2:28-29. “Y después de esto derramaré mi Espíritu sobre toda carne, y profetizarán
vuestros hijos y vuestras hijas; vuestros ancianos soñarán sueños, y vuestros jóvenes
verán visiones. Y también sobre los siervos y sobre las siervas derramaré mi Espíritu en
aquellos días.”
Todo ello nos habla de una manifestación gloriosa, impresionante como nunca hemos
visto, del Espíritu Santo en nuestro tiempo. Pero así como en el tiempo de la Iglesia del
Libro de los Hechos que la manifestación del Espíritu Santo estaba disponible para todos,
no todos la tuvieron sino solo aquellos que lo desearon, que lo quisieron, que lo
anhelaron, que lo conocieron, así en este tiempo esa manifestación extraordinaria solo
estará disponible para aquellos que la busquen, la anhelen, y se sujeten al Espíritu Santo.
• Luc 11:13 “Pues si vosotros, siendo malos, sabéis dar buenas dádivas a vuestros hijos,
¿cuánto más vuestro Padre celestial dará el Espíritu Santo a los que se lo pidan?”
Si no conozco al Espíritu Santo no voy a tener todo lo que Él tiene para mi. Necesitamos
conocer al Espíritu Santo y conocer lo que Él hace para poder vivirlo y aprovechar todo
lo que Él quiere hacer con nosotros.
Muchos de nosotros al Espíritu Santo lo tenemos “sentado” por nuestra ignorancia de no
saber lo que Él puede y quiere hacer en nosotros. Lo reducimos a una fuerza, un poder,
una unción, y solo aprovechamos eso de Él, pero el Espíritu Santo es más que eso, mucho
más. Por ello necesitamos conocerlo a El y lo que puede y quiere hacer.
Aunque la unción, el poder, los dones son cosas importantes que hace el Espíritu Santo
no son las más importantes.
Jn 14:15-16. “Si me amáis, guardad mis mandamientos. Y yo rogaré al Padre, y os dará
otro Consolador, para que esté con vosotros para siempre:”
Al leer este pasaje nos tiene que surgir una pregunta: ¿de que manera un Consolador nos
va a ayudar a guardar los mandamientos? Cuando pensamos en un Consolador pensamos
en una persona que nos consuela, “apapacha”, consciente, mima, tiene compasión de
nosotros. Pero el Espíritu Santo, aunque hace eso, es alguien que hace más que eso.
La palabra que en nuestras Biblias en español se traduce “Consolador” en griego es
“Paracleto”. Y si bien una de las traducciones es Consolador, no por ello es la mejor
traducción, por lo menos en el contexto de este pasaje. El Paracleto es un amigo
inseparable para ayudarme en toda situación. Inseparable significa que nunca me va a
dejar, no importa la situación, el lugar, el tiempo, etc. Y ello para ayudarnos a cumplir los
mandamientos del Señor, a vivir el estilo de vida que Él quiere que vivamos.
La versión Reina Valera 1990 lo traduce precisamente así, como un Ayudador. Su
función principal es ayudarnos a hacer la voluntad de Dios, buena, agradable y perfecta,
que tenga vida y vida en abundancia, que se cumplan los planes que Él tiene para mi, que
mi vida sea como la luz de la aurora que va en aumento hasta que el día es perfecto.
Que el Espíritu Santo more en nosotros, significa que Él va a estar presente en toda
situación, y ello implica toda, no importa de que se trata, si es una situación personal,
laboral, familiar, eclesiástica, etc., sea buena o sea mala. El es quién nos quiere guiar,
quién nos quiere dirigir, quién nos quiere llevar hacia lo mejor que Dios tiene para
nosotros. Sin embargo, usualmente nosotros hacemos lo contrario, queremos llevar al
Espíritu Santo a donde nosotros queremos ir y para que haga lo que nosotros queremos
que haga.
Para poder aprovechar todo lo que el Espíritu Santo quiere hacer en nosotros, una de las
condiciones es que nos sujetemos a su dirección.

Sujetos al Espíritu Santo.

En el ambiente pentecostal actual, la idea de estar sujetos al Espíritu Santo es un tanto


alejada de lo que la mayoría creen. Más bien la creencia usual es que el Espíritu Santo
está allí para ayudarnos a nosotros cuando nosotros necesitamos o queremos.

Pero el Espíritu Santo, como es Dios, requiere también de nosotros sujeción, obediencia.
Una buena ilustración de ello es Mat 11:28-30: “Venid a mí todos los que estáis
trabajados y cargados, y yo os haré descansar. Llevad mi yugo sobre vosotros, y
aprended de mí, que soy manso y humilde de corazón; y hallaréis descanso para vuestras
almas; porque mi yugo es fácil, y ligera mi carga.”
En este pasaje Jesús nos ofrece descanso para nuestras almas, pero ese descanso implica
un par de condiciones: en primer lugar, que llevemos su yugo, y en segundo lugar que
seamos mansos y humildes de corazón. En el primer caso, el del yugo, Jesús se está
refiriendo a un madero al que se amarra la cerviz, nuca o parte superior del cuello de los
bueyes que van a jalar de una carreta.
Ese yugo es para que sean amarrados dos bueyes a él. Uno de los bueyes es un buey
experimentado, maduro, mientras que el otro es un buey joven, inmaduro, inexperto.
Como ambos van amarrados al yugo, el buey joven tiene que sujetarse al experimentado,
y de esa forma, gradualmente, va a ir aprendiendo el oficio. Allí es donde entra el
segundo tema, el de ser mansos (amansados) y humildes de corazón: solo el que se sujeta
–humildad de corazón—va a ser amansado para que sea un buey efectivo.
Y en la figura completa encontramos una representación del trabajo del Espíritu Santo
para con nosotros: en el yugo que Cristo nos invita a llevar para que hallemos descanso a
nuestras almas, el papel del buey experimentado lo hace el Espíritu Santo que nos guía,
nos entrena, para amansar nuestra carne, para ponerla en servidumbre, mediante la
obediencia a los mandamientos de Dios, para que podamos vivir la plenitud de vida, los
planes de bien, los propósitos de Dios y las bendiciones que de ello derivan.
El Espíritu Santo es nuestro ayudador para darnos toda su experiencia para llevarnos a
donde Dios quiere que vayamos para tener una vida plena.
Juan 14:17 nos enseña que el Espíritu Santo va a morar en nosotros, allí está siempre para
dirigirnos y ayudarnos en todo momento, en toda circunstancia, pero necesitamos
conocerlo y saber que función está haciendo en nosotros, porque algunas de las cosas a
las que Él nos va a guiar no nos van a agradar porque significa que tendremos que morir
a nuestra carne, o que sabiendo el futuro, nos está apartando de algo que nos agradaría
pero que a la larga no nos conviene, los caminos que nos parecen derechos en nuestra
opinión pero que terminan en problemas (Prov 16:25). El Espíritu Santo también nos
enseña las cosas que habrán de venir, o nos aparta de ellas para evitar que nos afecten
aunque nosotros no lo entendamos en ese momento.
A nuestra mentalidad “normal” le es difícil aceptar que el Espíritu nos quiere guiar en
todo, aunque no parezca nada espiritual. Nosotros creemos que Él está solo para las cosas
mega, hiper, super espirituales, o solo para las cosas que tienen que ver con la Iglesia,
pero eso no es más que el resultado de nuestra mentalidad mega, hiper, super religiosa,
porque lo que la Palabra de Dios dice al respecto de lo que hace el Espíritu está
relacionado con dirigirnos para todas las cosas.

Y eso de conocer más al Espíritu Santo no tiene nada que ver con cuanto ya lo podamos
conocer o dejarnos guiar por Él. Aunque ya lo oigamos de alguna manera, necesitamos
mejorar nuestra relación con Él y nuestro conocimiento acerca de Él, y ello es una
situación que nos va a seguir siempre. Cada día podemos conocer más y relacionarnos
mejor con Él, y por lo tanto, obtener un mayor nivel de bendición de parte de Él, y
cuando hablamos de mayor nivel de bendición estamos hablando de una mayor capacidad
para que nos vaya bien en todas las áreas de nuestra vida, que todo nos salga bien, que
vivamos dentro del propósito y la bendición de Dios.
El Espíritu Santo, nuestro Ayudador.
Como nuestro Ayudador el Espíritu Santo, por lo que nos enseña la Palabra de Dios que
es Verdad, cumple las siguientes funciones en favor de nosotros:
• El Consolador que alivia la pena o la aflicción (Jn 14:16).
• El Abogado defensor que defiende nuestra causa ante cualquiera que nos quiera acusar
o condenar (Rom 8:1).
• El Testigo que habla bien de nosotros (Rom 8:1).
• El Maestro que nos enseña (Jn 14:26).
• El Guía que nos dirige (Rom 8:14) a toda Verdad, y a conocer las cosas que habrán de
suceder (Jn 16:13) para que tengamos vida y paz (Rom 8:6).
• El Intercesor que obtiene para nosotros mediante súplicas (Rom 8:26-27).
• El Ayudador que suprime nuestra incapacidad y nos capacita para poder con la vida
(Hch 1:8, Efe 1:19-23).
• El Amigo inseparable que siempre está con nosotros en toda circunstancia para
ayudarnos con Su Sabiduría (Jn 14:16, Isa 11:2).
• El Transformador de nuestro carácter (hacer morir las obras de la carne, victoria sobre
la tentación y el pecado, Rom 8:13).
• La Presencia plena de Dios siempre presente en nosotros (Sal 139, Jn 16:13-15, 1 Cor
2:9-12).
• El que nos ayuda, nos anima, nos infunde valentía y coraje para la batalla (Rom 8:26).
• El que nos exhorta a realizar obras nobles (Rom 8:4), a cultivar pensamientos elevador
(Rom 8:5, Fil 4:8).
• El que nos infunde la seguridad de ser hijos e hijas de Dios (Rom 8:14-16).
• El que nos lleva al arrepentimiento cuando pecamos (Jn 16:8), el que se contrista y
nos redarguye respecto al pecado para que nos arrepintamos y para que regresemos a
caminar en la Voluntad de Dios y no nos perdamos las bendiciones que Él tiene para
nosotros.
• Las arras (enganche) de la garantía de nuestra redención (Rom 8:11, Rom 8:23).
• El Espíritu de amor, poder y dominio propio (Rom 8:15, 2 Tim 1:17).
• El que nos ayuda a que todas las cosas obren para bien (Rom 8:28) formando el
carácter de Cristo en nosotros (Rom 8:29, Gal 5.22-23).
• El que nos llama, aplica la salvación a nosotros, nos santifica y nos glorifica (Rom
8:30).

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