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Chile, país pequeño con mercado grande

A principios de los años noventa del siglo pasado Chile incorpora, como
complemento de su exitosa estrategia de apertura unilateral a la economía mundial, la
negociación de acuerdos de libre comercio con diversos países y conjuntos de países.
Estos acuerdos tienen por objetivo la eliminación de aranceles y demás restricciones a
lo esencial del comercio, pero sólo entre los países que los firman. Constituyen, por
consiguiente, casos de apertura restringida, pero con el interesante ingrediente de la
reciprocidad, que significa acceso garantizado al mercado de la otra parte del acuerdo.
Además en estos acuerdos se contrae el compromiso de respetar normas en campos
como inversiones, servicios y modo de solucionar controversias.
Los factores que explican el recurso a este tipo de instrumento son muy diversos,
pero comentaremos sólo tres, que destacan por su especial importancia.
En primer lugar, hacia 1990 se había configurado en la economía mundial un
escenario, caracterizado por una creciente tendencia de los países a constituir bloques a
través de acuerdos comerciales. El GATT en un informe de la época señala que hacia el
año antes indicado había 109 bloques en funciones, de los cuales un tercio era de
reciente data. Además estaba en carpeta la formación de otros como el MERCOSUR y
el NAFTA. Ahora bien, uno de los problemas que generan los bloques radica en que el
intercambio comercial entre los países que los integran tiende a aumentar, y este hecho
puede ir en desmedro de los países no miembros. La situación de Chile en este aspecto,
revelaba hacia 1990 una cierta precariedad al no ser partícipe de acuerdo de libre
comercio alguno.
En segundo término, hacia 1990 las exportaciones de Chile se basaban
principalmente en recursos naturales para cuya demanda no se visualizaba un futuro
muy promisorio. Había que pensar entonces en productos con demanda más dinámica, y
ese era el caso de bienes con mayor grado de elaboración doméstica, en especial, de las
manufacturas. Pero no era fácil exportar este tipo de bienes, porque nuestros principales
socios exhibían estructuras arancelarias escalonadas: A mayor elaboración, más alto era
el arancel. Los acuerdos de libre comercio emergían en estos casos como un
instrumento para eliminar estos obstáculos a la exportación de bienes con mayor valor
agregado doméstico.
Finalmente, para un país pequeño, enfrentado al imperativo de exportar para
progresar, los acuerdos comerciales constituyen una garantía de poder contar con acceso
expedito a mercados relativamente seguros y sujetos a reglas estables convenidas entre
los países signatarios y que, por tanto, no son modificables unilateralmente en cualquier
momento.
Los factores antes mencionados, más otros antecedentes, llevaron a nuestro país
a tejer con mucha visión una tupida red de acuerdos de libre comercio con el impactante
resultado que, si tomamos el Producto Interno Bruto (PIB) como una aproximación al
tamaño de un mercado, se tiene que las exportaciones de Chile, cuyo PIB equivale
apenas al 0,3% del PIB mundial, pueden acceder sin aranceles o con rebajas
sustanciales en éstos, a un 75% del PIB mundial, cifra que se elevará al 85% cuando
entre en operaciones el acuerdo con Japón. Estos datos constituyen un testimonio
elocuente del gigantesco mercado que hoy se abre a Chile. El desafío es emprender la
gran tarea de abordar con imaginación y audacia esta oportunidad histórica.

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