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APUNTES PRIMERA PRUEBA

MATRIMONIO

INTRODUCCIÓN

1. Preguntas que interpelan al hombre post-moderno sobre este sacramento

¿Qué es un matrimonio? Hay diversas concepciones: es un sacramento, un contrato


o, mejor dicho, una institución, una comunidad de vida y amor, una unión entre un hombre
y una mujer para la entrega, tiene como fin la procreación y unión, conlleva la educación de
los hijos, es una gracia.
El derecho canónico, en el canon 1055, dice: “1. La alianza matrimonial, por la que
el varón y la mujer constituyen entre sí un consorcio de toda la vida, ordenado por su
misma índole natural al bien de los ónyuges y a la generación y educación de la prole, fue
elevada por Cristo Señor a la dignidad de sacramento entre bautizados”. ¿Qué es lo que
llama la atención de esta definición? Es una definición natural y jurídica socialmente
aceptada, asociadamente al Código civil de Chile, pero que también se define una elevación
a la dignidad de sacramento, que tiene peso entre bautizados.

2. Fundamentación antropológica del matrimonio

El matirmonio, como institución matrimonial, designa ese conjunto de elementos


permanentes que, por designio divino, determinan el originarse y el posterior desarrollo de
esa forma de relación entre el hombre y la mujer que se llama matrimonio. También,
designa el conjunto de disposiciones que puede y debe dar la sociedad sobre la realidad
matrimonial.
En la Sagrada Escritura, se entiende por matrimonio a la estructura estable y
permanente (realidad natural), querida por Dios en los orígenes (realidad sobrenatural y
vocacional), para ser cauce de esa unión a la que está ordenada la diferenciación sexual a la
que fueron creados (distinción para la comunión), detrás de este tema esta la pregutna sobre
el hombre y sobre Dios.
En AL 73 dice: “El sacramento no es una ‘cosa’ o una ‘fuerza’, porque en realidad
Cristo mismo ‘mediante el sacramento del matrimonio, sale al encuentro de los esposos
cristianos’ (cf. GS 48). Permanece con ellos, les da la fuerza de seguirle tomando su cruz,
de levantarse después de sus caídas, de perdonarse mutuamente, de llevar unos las cargas
de los otros. El matrimonio cristiano es un signo que no sólo indica cuanto amó Cristo a su
Iglesia en la Alianza sellada en la cruz, sino que hace presente ese amor en la comunión de
los esposos. Al unirse ellos en una sola carne, representan el desposorio del Hijo de Dios
con la naturaleza humana. Por eso, en las alegrías de su amor y de su vida familiar les da,
ya aquí, un gusto anticipado del banquete de las bodas del Cordero”. Es la comprensión
sobrenatural de la realidad natural; no es simplemente una cosa o una fuerza, sino que es
mucho más que eso.
La persona siempre ha de ser tratada como fin. Así en la institución matrimonial se
vinslumbran tres fines:
 El bien de los esposos: la sexualidad, por pertenecer al ser constitutivo del hombre,
participa del valor y dignidad personal que, como tal, exige ser respetada por sí
misma. Aunque las relaciones sexuales son algo íntimo y exclusivo de los esposos,
éstas piden el marco público de la institución, tanto por consideración a los esposos
como a los demás. La abnegación, por ende, es un bien entre los esposos cuando es
recíproco. El matrimonio, sin donación absoluta, no se entiende; el matrimonio se
entiende solo cuando el esposo (esposa) es feliz cuando su esposa (esposo) es feliz,
es decir, uno piensa primero en la felicidad del otro.
 El bien de los hijos: porque la orientación a la fecundidad es una de las finalidades
inmanentes a la sexualidad, el matrimonio constituye el espacio para la transmisión
y educación de la vida humana. Este bien incluye la educación de darle a sus hijos,
puesto que este es un elemento central dentro del matrimonio.
 El bien de la sociedad: al casarse, los contrayentes deciden sobre la humanización
de la sociedad: ellos y los hijos que nacen son los que integran la sociedad. La
decisión de los contrayentes influye de tal modo en la sociedad que exige hacerse en
el ámbito externo y público. Este es un bien no tan explicitado, puesto que si se
debilita el núcleo familiar, se debilita la sociedad en cuanto mejores condiciones de
vida, es decir, un bien social.
Algunas críticas a esta forma de comprensión que tiene que ver con el derecho
natural son los siguientes:
 La ideología marxista rechaza el matrimonio y la familia tradicionales, que
interpreta como una forma de defensa de los valores de la clase burguesa.
 Para otros la institución del matrimonio monogámico es tan sólo un producto
cultural e histórico, que responde a una organización represiva de la sociedad.
 Postura liberal. Partiendo de la tesis de la evolución en la manera de concebir el
matrimonio, defiende la necesidad de una liberación de la foma tradicional de
plasmarse la unión matrimonial. Superadas las etapas anteriores de sacralización y
de secularización, debería caracterizarse por la provatización de la relación
matrimonial (que sea un asunto privado entre los contrayentes).
 Teniendo en cuenta la naturaleza del compromiso –el matrimonio es una comunidad
de vida y amor que ha de durar toda la vida–, sostienen que la decisión de casarse
sólo puede ser fruto de un proceso de maduración personal. Tiene que ver con la
comprensión subjetiva de formar una relación, pero también tiene que ver con otra
corriente que dice que nadie está suficientemente maduro para casarse, pero ¿quién
determina la maduración de casarse?
Hay componentes esenciales de la institución matrimonial (HV) que son:
 Recíproca donación personal.
 La comunión interpersonal y el perfeccionamiento de los esposos como personas y
como cooperadores de Dios.
 El mutuo perfeccionamiento.
 La colaboración con Dios en la procreación y en la educación.
El amor es, por tanto, la vocación fundamental e innata de todo ser humano (FC 11).
El hombre es creado a imagen de Dios y Dios mismo es amor. Por eso la vocación al amor
es lo que hace que el hombre sea la auténtica imagen de Dios: es semejante a Dios en la
medida en que ama (Benedicto XVI).
Con respecto al amor conyugal, la naturaleza (en semejanza análoga con la
relacionalidad Dios y el hombre:
 Tiene su origen en Dios y es fruto del designio de amor de Dios.
 Es derivación y participación del amor de Dios.
 Imagen y símbolo de la alianza de amor entre Dios y la humanidad (Cristo y la
Iglesia).
 Es don y tarea; vocación y respuesta.
Las características, que son simultaneas, puesto que si una de ellas falta, no se da
ninguna, son:
 Amor plenamente humano: es decir, de complementariedad (percibo la necesidad
del otro) y de benevolencia (busco el absoluto bien del otro).
 Amor total: de toda la persona a toda la persona y de manera definitiva. El amor
conyugal no es un acto, sino que se expresa a través de actos, pero es una
disposición estable (un hábito).
 Amor fiel y exclusivo: es total en la exclusividad y exclusivo en la totalidad.
 Amor fecundo: la apertura a la fecundidad es criterio de autenticidad del amor
conyugal, por cuanto este es naturalmente un don (cf. FC 14). Es decir, los hijos no
son un derecho, sino que son un regalo.
Con respecto al matrimonio como comunidad de vida y de amor, se entiende por
matrimonio como la celebración o el acto del matrimonio (alianza o pacto); pero también es
el estado o situación a que da origen la celebración, en cuanto vínculo o comunidad
conyugal.
Así, por la alianza conyugal se establece una comunidad por la que el hombre y la
mujer no son dos sino una sola carne (cf. Mt 19,6). La comunidad conyugal:
 Es un vínculo moral, social y jurídico.
 Se instaura por decisión libre de los contrayentes.
 Es posible esta decisión porque antes existe una inclinación a la mutua unión.
 El consentimiento matrimonial ha de estar motivado por el amor, pero no pueden
identificarse ya que puede haber un válido consentimiento sin que esa entrega sea
fruto del amor.
Por ende, una cosa es la alianza (consentimiento), otra cosa es la comunidad
conyugal (el vínculo), y otra cosa es la comunidad de vida y amor (el hecho y el deber de
amarse como casados). Esto se refiere al deber ser. Por ende, tiene caracteristicas de esta
comunidad:
 Ser un amor comprometido.
 Involucrar la expresión del amor y la complementariedad.
 Ser una comunidad de vida.
 Un espacio adecuado para la transmisión de la vida.
 El espacio adecuado para el acto conyugal.
Síntetizando, ¿qué es el hombre? ¿quién es Dios? La respuesta de la Biblia a estas
dos cuestiones es unitaria y consecuente: el hombre es creado a imagen de Dios, y Dios
mismo es amor. Por eso, la vocación al amor es lo que hace que el hombre sea la auténtica
imagen de Dios: es semejante a Dios en la medida en que ama. El cuerpo tiene un carácter
teológico:
 La conexión indisoluble entre espíritu y cuerpo. El hombre es alma que se expresa
en el cuerpo y cuerpo vivificado por un espíritu inmortal.
 El cuerpo del hombre y de la mujer no es simplemente cuerpo, y lo que es biológico
en el hombre no es solamente biológico, sino también expresión y realización de
nuestra humanidad.
 La sexualidad humana no es algo añadido a nuestro ser persona, sino que pertenece
a él. Sólo cuando la sexualidad se ha integrado en la persona, logra dar un sentido a
sí misma.
K. Barth afirma lo siguiente sobre el vínculo sexual: “es la relación con la mujer lo
que hace del hombre un hombre, y es la relación con el hombre lo que torna mujer a la
mujer” (principio de alteridad). Por consiguiente, el matrimonio es una institución natural.
Hombre y mujer son corpórea y síquicamente distintos, pero ambos hacen relación el uno al
otro. Al respecto, Juan Pablo II definió al ser humano como un ser esponsalicio: “el hombre
es un ser viviente (espiritual-racional), cultivador (domina la tierra por el trabajo) y
esponsalicio” (Audiencia General 16-01-1980). En consecuencia, la condición ordinaria del
hombre y de la mujer es la unión esponsalicia y como tal cabe definirlos. Esta común
vocación del hombre y de la mujer es lo que permite considerarlo como una institución
natural pues responde al ser y a la naturaleza auténticamente humana. Puede ser
considerada la más natural de las instituciones humanas porque en ella convergen el cuerpo
y el espíritu, el instinto y la razón, la tendencia teológica y el sentido de felicidad (el querer
de Dios y el deseo del hombre). De ahí que la familia que se origina en el matrimonio se la
considere también como una institución natural. En la concepción cristiana la condición
natural del matrimonio tiene origen divino. De ahí que el matrimonio sea natural,
precisamente porque es creacional. El misterio del amor de Dios a los hombres, recibe su
forma lingüística del vocabulario del matrimonio y de la familia, en positivo y en negativo:
en efecto, el acercamiento de Dios a su pueblo se presenta con el lenguaje del amor
esponsal, mientras que la infidelidad de Israel, su idolatría, se designa como adulterio y
prostitución. El CIC 1603 dice lo siguiente:
“La íntima comunidad de vida y amor conyugal, está fundada por el Creador y
provista de leyes propias. [...] El mismo Dios [...] es el autor del matrimonio" (GS
48,1). La vocación al matrimonio se inscribe en la naturaleza misma del hombre y
de la mujer, según salieron de la mano del Creador. El matrimonio no es una
institución puramente humana a pesar de las numerosas variaciones que ha podido
sufrir a lo largo de los siglos en las diferentes culturas, estructuras sociales y
actitudes espirituales. Estas diversidades no deben hacer olvidar sus rasgos comunes
y permanente. A pesar de que la dignidad de esta institución no se trasluzca siempre
con la misma claridad (cf GS 47,2), existe en todas las culturas un cierto sentido de
la grandeza de la unión matrimonial”.

MATRIMONIO EN LA SAGRADA ESCRITURA

1. El matrimonio en el Antiguo Testamento


En el Génesis, la creación del hombre culmina con la promesa de felicidad y de
bienestar en el paraíso. De la diferenciación sexual, se releva la dignidad del hombre y de la
mujer reconocida igualmente desde el comienzo. Su descubrimiento mutuo manifiesta la
atracción sensible: se convierte en una sola carne. El acento puesto sobre la imagen y
semejanza con Dios permite subrayar la comunión de amor y la capacidad de dar vida.
Con respecto a la estructura del matrimonio revelado en el Génesis 1,26-28 (fuente
sacerdotal, siglo VI a.C.), hay algunas afirmaciones fundamentales sobre el matrimonio:
 Ambos, hombre y mujer, son imagen de Dios (igualdad fundamental).
 El amor humano es capaz de manifestar esa semejanza con el Creador (imagen).
 La aparición del ser humano se hace en pareja. Existe una intercomunicación de la
primera pareja y Dios, que es su ser originario (comunión).
 Diferencia entre hombre y mujer deriva del acto creador (diferenciación).
 Bendición de la fecundidad. Procreación es participación en poder creador de Dios.
Con respecto al Gn 2,18-24 (fuente yahvista, siglo IX a.C.), siendo quizás la más
antigua descripción sobre la autocomprensión del hombre, hay algunos aspectos centrales:
 Igualdad esencial y diferenciación: entre hombre y mujer hay una identidad
esencial. El lenguaje emplea la misma raíz común para referirse al hombre (is) y a la
mujer (‘issah). Ni el hombre es más que la mujer, ni ésta es superior a aquel. Son
sólo diferentes.
 La diferenciación está orientada a la mutua complementariedad. Con relación a los
demás seres el ser humano se encuentra sólo. La mujer es otro “yo” en la
humanidad común. El ser humano no ha sido creado para vivir en soledad; sólo se
realiza plenamente existiendo con alguien o, mejor, para alguien. El hombre y la
mujer forman entonces una unidad social. Esta unidad es tan perfecta que serán una
sola carne.
 No está bien que el hombre esté solo. En Gn 2, Dios aparece particularmente atento
al bien del hombre: “Y el Señor Dios dijo: ‘No es bueno que el hombre esté solo:
quiero hacerle una ayuda que le correponda’” (Gn 2,18). La palabra “ayuda” no
tiene ninguna connotación de menosprecio que presente a la mujer como
subordinada al hombre. En el Antiguo Testamento la palabra “ayuda” se aplica con
frecuencia a Dios, cuando es invocado como escudo y defensor del pobre y del
indefenso, ante la amenaza de los enemigos. Dios quiere proteger al hombre no
tanto de la soledad en sí misma, como del aislamiento en una situación de peligro, y
lo hace mediante la creación de la mujer en vistas al Matrimonio. La soledad del
hombre en el peligro es considerada una mala nota en la gran sinfonúa de la
creación.
o “Cuando el Génesis habla de ayuda, no se refiere al ámbito del obrar, sino
también al del ser. Femineidad y masculinidad son entre sí complementarias
no solo desde el punto de vista físico y psiquico, sino ontológico. Sólo
gracias a la dualidad de lo masculino y de lo femenino lo humano se realiza
plenamente […] unidualidad relacional, que permite a cada uno sentir la
relación interpersonal y recíproca como un don enriquecedor y
responsabilizante” (Carta de Juan Pablo a las mujeres, 1995, 7-8)
 Creados como unidad de los dos, el hombre y la mujer están llamados a vivir una
comunión de amor, reflejando de ese modo la comunión que se da en Dios, por la
que las tres Personas se aman en el íntimo misterio de la única vida divina. “Esta si
es hueso de mis huesos, carne de mi carne. Se llamará mujer, porque ha sido
extraída del hombre” (Gn 2,23). (Comunión).
 Esa unión, de la que la corporalidad en cuanto sexualmente diferente y
complementaria es su elemento constitutivo, reviste una caracerísticas tan peculiares
que sólo puede darse entre un solo hombre y una sola mujer. “En el hecho de que al
hacerse ‘una sola carne’ se constituyen en un principio de vida de modo que puedan
transmitirla (CEC 372). “La unión proviene de la opción libre: el hombre deja a su
padre y a su madre para unirse a su mujer. En el matrimonio el hombre y la mujer
son dados –la diferenciación y complementariedad están inscritas en su humanidad–
y a la vez se dan –la decisión de unirse es fruto de un acto de elección–”.
 Prioridad del amor conyugal. “Por esto dejará el hombre a su padre y a su madre y
se unirá a su mujer, y los dos serán una sola carne” (Gen 2,24). En la institución
matrimonial la alianza que se viene a formar entre el marido y la mujer –hecha de
comunión física, espiritual y afectiva– es de tal manera nueva y apreciada a los ojos
de Dios al grado de convertirse en prioritaria, incluso respecto al mismo ligamen de
sangre con los respectivos progenitores. Se trata de una prioridad que los cónyuges
deberán recordarse en el futuro, en relación con los propios hijos. El primer
generado o el primer hijo al cual cuidar es la propia relación conyugal. La vocación
matrimonial es una relación de la otrosidad, es decir, con el otro yo soy y eso es lo
que uno dice en el día del matrimonio; sin el otro, yo no soy.

1.1. Origen divino del matrimonio

Dios es el autor del matrimonio (GS 48). Dios ha instituido el matrimonio en los
orígenes de la humanidad. Lo ha hecho de una manera determinada: con unas propiedades,
fines y leyes propias que, por pertenencer a la disposición creacional, tienen un carácter
permanente y universal. Es fruto de una donación especial por parte de Dios.
El matrimonio responde a las estructuras más íntimas del ser humano, hombre y
mujer. Como Dios es el creador de esa humanidad masculina y femeninna y de las
inclinaciones que llevan inscritas, la conclusión es que el mismo Dios es el autor del
matrimonio. Además de los textos vistos (cf. También ver Ef 5,21.28-33) puede citarse:
1Tm 4,3; la oración de bendición de Tobías (Tb 8,5-7); Ml 2,15 se refiere a que el
matrimonio ha sido instituido por Dios. Dios mismo ha instituido el matirmonio: es
explícito el testimonio del Señor (Mt 19,3-9) al referirse a la indisolubilidad como
propiedad que Dios ha querido para el matrimonio.
En los Santos Padres hay unanimidad al proclamar el origen divino del matrimonio.
Todos sostienen que el matrimonio ha sido querido por Dios desde “el principio”. No es
tanta la unanimidad a la hora de explicar la realización de ese designio originario de Dios.
El Magisterio de la Iglesia ha insistido en el origen divino de la unión matrimonial,
“fundada por el Creador y en posesión de sus propias leyes, la íntima comunidad de vida y
amor (…) una institución conformada por la ley divina (…) no depende de la decisión
humana sino del autor del matrimonio, que lo quiso dotado de unos bienes y fines
particulares” (GS 48). Trento con las palabras del texto sagrado expone y confirma que el
perpetuo e indisoluble vínculo del matrimonio, su unidad y estabilidad tienen por autor a
Dios (Sesión 24, can. 1-12).
1.2. La bondad originaria

Con respecto al pecado de los orígenes en la relación hombre-mujer (Gn 2,25;


3,7.16), estos textos ofrecen datos de la situación de bondad en las relaciones hombre-mujer
en los orígenes y explica el motivo de las alteraciones que el hombre y la mujer
experimentan en esas relaciones.
La inocencia originaria (a) se realizaba como dominio de sí. El hombre estaba
íntegro y ordenado en todo su ser (CEC 377). (b) No se daba ningún tipo de ruptura entre lo
espiritual y lo sensible. (c) Libres de toda coacción del propio cuerpo y sexo, gozaban de la
verdad de su reciproca humanidad y podrían convertirse en don el uno para el otro.
Cuando se habla del desorden de la sexualidad, es cuando se quiebra el orden y la
armonía en su masculinidad y feminidad (sienten la necesidad de cubrirse) que afecta a
cada uno en su relación con el otro, por la que se convierten en don recíproco (“hacia tu
marido y él te dominará”). Se averguenzan y tienen la necesidad de esconderse ante los
demás porque la relación inscrita en la sexualidad ha dejado de ser de donación para pasar a
ser de apropiación. Por el pecado original: (1) se quiebra el dominio de las facultades del
alma sobre el cuerpo; (2) la unión entre el hombre y la mujer es sometida a tensiones; (3)
sus relaciones estarán marcadas por el dominio.
Cuando se habla de bondad originaria, del Gn 3,20 se desprende que el pecado de
los orígenes no ha destruido el designio originario de Dios sobre la sexualidad y el
matrimonio. Uno de los elementos centrales de la enseñanza de la Sagrada Escritura
respecto a la sexualidad y el matrimonio se refiere a su bondad. La bondad y sacralidad de
la sexualidad deriva de que es una realidad humana que ha sido creada por Dios. Los
Evangelios insisten en el bien de la sexualidad y del matrimonio, que ha de vivirse según el
designio de “el principio” (cf. Mt 19,3-9).
Los escritos paulinos fundamentan la bondad del matrimonio en el hecho del
bautismo y en que el matrimonio ha sido instituido por Dios. En 1 Co 7,24-31 se enseña
que la virgindiad es una cosa buena y mejor que el matrimonio; pero el matrimonio es don
de Dios, algo bueno que debe ser respetado. En Ef 5,21-32 se presenta la relación
matrimonal como “imagen” del misterio de amor entre Cristo y la Iglesia. La referencia a
Gn 2,24 indica que el matrimonio está orientado desde “el principio” a ser “signo” del amor
de Dios por la humanidad y de Cristo por la Iglesia.

1.3. La ruptura de la unidad

La realidad matrimonial monogámica (una con otra) se ve rota como efecto del
primer pecado. Los datos de los 11 primeros capítulos del génesis así lo indican (cf. Gn 6,1-
3; 5-7; 11,1-9). Lamek, descendiente de Caín, por ejemplo, tiene dos mujeres (cf. Gn 4,19).
Luego Abraham está unido a Sara y Agar (Gn 16, 1-4); Jacob casado sucesivamente con Lia
y Raquel (Gn 29, 15-18; 30,1-13) y Esaú tiene tres mujeres (Gn 28,9). En tiempos de los
jueces se extiende la poligamia (Jue 8,30; 2Sam 3,2-5; 1 Re 11,1-3).

1.4. El divorcio

El Dt introduce la ley del divorcio (Dt 24,1-4): se trata de la ruptura de un verdadero


matrimonio; el libelo de repudio significa una verdadera ruptura de compromiso
matrimonial. Quedan libres para casarse. El motivo del divorcio era el siguiente: “si el
marido descubre en ella algo que le desagrada” (esto abre a una interpretación laxista). En
resumen, Dios no legisla el divorcio en el Antiguo Testamento, sino que, en el devenir
histórico de Israel se codifica una costumbre con el fin de evitar los excesos de la praxis
divorcista, ampliamente extendida y practicada.
Con respecto al Deut 24,1-4, para la interpretación hay dos grandes escuelas:
 Shammai: la justificación del repudio tenía un campo restringuido, reducido solo al
caso de la mujer adúltera.
 Hillel: hacía una interpretación laxista, de tal forma que la expresión algo le
desagrada se extendía a los casos más leves.
Esta es la disputa que los fariseos le proponen a Jesús (cf. Mc 10,2-12). Jesús zanja
la disputa de estas dos escuelas, no respondiendo como alguna de estas escuelas, sino que
dice que la causa del divorcio es por la dureza del corazón. La exégesis literal de este texto
y de las circunstancias que concurrieron en esta enseñanza de Jesús permiten concluir:
 Jesús reconoce la excepción de Dt 24, 1-4, pero reafirma la doctrinal original del
proyecto inicial de Dios: la ley de Moisés se debió a la dureza de su corazón, a que
no son fieles al plan originario.
 En consecuencia, ni Shammai ni Hillel tienen razón. No existe legitimidad alguna
para que el marido repudie a su mujer. De nuevo adquiere vigencia Gn 1-2.
 Jesús ratifica su enseñanza con dos conclusiones: I.- hombre y mujer unidos en
matrimonio no son dos sino una sola carne; II.- romper esa unión no está en manos
de los hombres, pues lo que Dios ha unido no lo puede separar el hombre.

1.5. Simbolismo de la Alianza matrimonial en el AT

En los libros proféticos, Oseas, con la historia de su matrimonio, desvela a la vez


que el hombre y la mujer unidos en matrimonio deben amarse con un amor fiel y gratuito.
Esa es la condición del amor de Dios a su pueblo que simboliza su matrimonio. En
Jeremías, habla de la Nueva Alianza en la que Israel responderá como esposa fiel al amor
del Señor, transportando al plano del simbolismo conyugal cuanto se dice sobre la Nueva
Alianza: el amor eterno de Dios hará nuevas todas las cosas, también la unión matrimonial.
Será posible triunfar sobre la dureza del corazón y transformar la infidelidad en amor. En
Ezequiel, utiliza la imagen del matrimonio para exprear el paralelismo entre el amor divino
absolutamente fiel al compromiso asumido en la Alianza y el amor del matrimonio. Isaías
proclama que la Nueva Alianza será como una alianza matrimonial: el amor del hombre y
de la mujer en el matrimonio ha de ser un compromiso duradero, como alianza matrimonio
que Dios hace con su pueblo. Malaquías procede a la inversa en el uso de la imagen
esponsal al hablar de las relaciones entre Dios y su pueblo. Pretende sobre todo mostrar la
naturaleza del matrimonio a partir de la consideración de la Alianza entre YHVH y su
pueblo, enseñando así que el matrimonio responde al proyecto de Dios en la creación del
hombre y la mujer.
El Cantar de los Cantares tiene un significado más profundo y completo, que está en
que se trata del cántico de las nuevas bodas de YHVH e Israel. Lleva a descubrir en la
sexualidad humana –feminidad y masculinidad– la riqueza de la persona cuya verdadera
valoración se da en la afirmación del hombre y la mujer como personas, mediante la
donación sincera de sí mismos.
La relación de Dios con Israel, en síntesis, se expresa por analogía con el
matrimonio, con frecuencia. La Alianza toma desde el comienzo la forma de una especie de
contrato, en el cual Dios tiene la iniciativa la cual denomina el respeto y cumplimiento de
su ley. Pero no nos podemos quedar con esta expresión contractual, porue descubrimos que
la Alianza manifiesta la benevolencia de Dios, a la cual debe responder la fidelidad del
pueblo. Existe una verdadera reciprocidad, que se traduce en la semejanza entre la fórmula
de la Alianza de Dios –Yo soy su Dios y ustedes serán mi pueblo– y la alianza matrimonial
según una expresión antigua: Yo soy para ti esposo, tú eres para mi esposa. La relación de
Dios con su pueblo tiene un carácter nupcial. Dios se compromete personalmente con su
pueblo en una relación fuerte. Él revela su nombre, es decir, se aproxima realmente. La
infidelidad frecuente de su pueblo no hace desaparecer ni su fidelidad ni su capacidad de
perdón; el profeta Oseas nos muestra que el Señor espera siempre el regreso de la esposa
infiel. En resumen, para los profetas, el matrimonio es un acercamiento auténtico de Dios y
una fuente de reflexión sobre Él.

2. El matrimonio en el Nuevo Testamento: Evangelios

Los libros del NT no nos dan una enseñanza sistemática acerca del matrimonio, sino
que hemos de deducir esta doctrina sirviéndonos de los datos que de forma fragmentaria y
ocasional nos ofrecen dichos libros. Nos aproximaremos al tema a partir de selección de
textos del NT.
Hay una dimensión nupcial en la obra de la salvación: en Mc 2,19-20 (Cristo
aparece como el novio), Mc 22,1-14 (las bodas reales), Mt 25,1-13 (se compara el reino de
Dios a las bodas, con referencia explícita al esposo), Jn 3,27-30 (el que tiene a la novia es el
novio), Jn 1,19ss (Bodas de Caná. El centro de esta boda es revelar a Jesús como el Mesías
de Israel). La relación nupcial está asociada a la obra de la salvación; por eso la Iglesia es
reconocida como Esposa, que sale al encuentro del Esposo que viene.
De los textos de Mc 10,9; Mt 16,18; 1 Co 7,10 se desprende inobjetablemente la
indisolubilidad del matrimonio (diferente de la nulidad, que prácticamente no existe porque
no se anula algo que no existe, sino que es inexistencia del matrimonio según casos y
condiciones, jurídicamente) como la voluntad incondicional de Dios. Se deja atrás Dt 24,1,
que las escuelas más estrictas (Shammai) entienden aplicables a contravenciones morales
(ej. Relaciones ilegítimas, incestos); las más laxas (Hilell) a cualquier cosa objetable (ej.
Algún comportamiento discutible). ¿Qué sucede en el caso de Mt? Mt establece un punto
discordante en esto. En Mt 19,3-9, sobre la indisolubilidad del vínculo, hay una pregunta
inicial: ¿cómo se comprende la relación entre Mc 10,11-12 y Mt 19,3-9 ya que ambos
pareciesen contravenirse en relación al tema de la excepción frente al divorcio, a partir de la
causal de excepta fornicationis causa? Este tema es fundamental por cuanto ha sido la raíz
que justifica en orientales y a algunos protestantes la licitud del divorcio. ¿Cuál es la
diferencia entre Mt y Mc? Coloca una epiqueya, una aproximación del término porneia.
¿Podemos entender que Mt consagra que divorciable? La característica propia de Mt es la
recurrencia al Antiguo Testamento; le habla a judíos conversos como destinatarios
objetivos. Es por esto que expresiones tan duras se entienden en una lógica mateana muy
bien por dirigirse a judíos conversos. En este texto, Mt refiere que el divorcio es un mal
menor permitido por Moisés, siendo una consesión histórica. Pero el problema es otro: ¿Mt
establece una excepción? En caso de fornicación (porneia). Cuando uno se aproxima a este
tema se dice: “el divorcio es un mal menor; Moisés hace una consesión en el pueblo y se
concita el divorcio que se vuelve más laxo por la escuela Hillel”. De ahí que le preguntan a
Jesucristo, en cuanto a las costumbres. Esa excepción, ¿qué quiere decir? Hoy en día, este
texto fue la fuente para poner en duda la licitud del matrimonio, pero ya no es así.
Veamos los textos de Mt 19,9 (cf. Mt 5,32) y Mc 10,11-12 (cf. Lc 16,18; 1 Co 7,10-
11):
“Que quien repudie a su mujer –no por fornicación– y se case con otra, comete
adulterio” (Mt 19,9).
“Quien repudie a su mujer y se case con otra comete adulterio contra aquella; y si
ella repudia a su marido y se casa con otro, comete adulterio” (Mc 10,11-12).
Sobre la palabra porneia, los exégetas dicen lo siguiente: según J. Sickenberg, se
trataría de un divorcio para los judíos; para G. Giavini, afirma que Jesús lo permite, al
declarar que para la gente de duro corazón puede valer la interpretación de Shammai; L.
Sabourin indica que se trata de la única excepción; K. Haaker dice que lo interpreta como
‘divorcio por la fe’ entendiendo porneia en sentido amplio como infidelidad. Sin embargo,
R. Schnackenburg sostiene que si se tratara de una excepción a la indisolubilidad chocaría
con la tendencia del Sermón de la montaña a radicalizar las exigencias morales de Jesús,
quien reclama de modo absoluto no disolver el matrimonio; y J. Meier sostiene que el
término fornicación refiere a matrimonio incestuoso y, por lo tanto, inválido (siendo esta
interpretación la mayoritaria). Algunas explicaciones para esta excepción de Mt:
 Los exégetas comúnmente reconocen que estas palabras en Mt (este paréntesis) no
contiene las palabras literaes de Jesús sino que se trata más bien de un añadido del
evangelista, del estilo catequístico, con el que quiso esclarecer la novedad de la
doctrina de Jesús a los judíos, a quienes dirige su Evangelio con el fin de dar
respuesta a algunas situaciones concretas de las primeras comunidades hebreas de
su tiempo.
 Los incisos no significan una excepción que abra la puerta a una posibilidad de
divorcio, sino que su sentido obvio mantiene la rigidez de la nueva normativa, tan
en contraste con la costumbre judía admitida con más laxitud que rigor por las
escuelas rabínicas (escuelas de Shammai y de Hillel). Solo si mantenemos la regla
con toda su dureza se explica la protesta de los discípulos. Si el Señor se hubiese
limitado a abogar a favor de la interpretación de Shammai, no tendría sentido la
contraposición entre Dt 24,1 y la nueva doctrina de Mt 5,31-32.
 Parece incomprensible que Cristo afirme, por un lado, que el matrimonio es
indisoluble desde el comienzo, que el libelo de repudio haya sido permitido solo por
la dureza de corazón de los judíos, y que el, Jesús, quiera ahora restablecer el
antiguo orden y paradojicamente, por otro lado, admita una excepción fundamental
–no contemplada en la situación original– a lo que está afirmando. Jesús quiere
renovar la realidad matrimonial en su primitiva pureza y, en consecuencia, no puede
aceptar una excepción contraria. La intepretación de Jesús, por lo demás, deja claro
que el adulterio lo comete tanto el marido como la mujer y que la indisolubiidad del
matrimonio es creada por Dios (cf. Mt 19,6).
Es imposible zanjar de modo absoluto entre las diversas exégesis pero lo esencial es
constatar que la Iglesia primitiva no se valió de esta clausula para relajar la disciplina del
matrimonio. Mt 5,31-32 era para los judeocristianos de aquel tiempo una frase muy dura,
pues la legislación de divorcio era valorada com un privilegio de Israel (Trevijano,
Matrimonio y divorcio en Mt 10,2-12). Kasper, al respecto, señala que si bien la
interpretación es controvertida la más probable la interpretación que considera la clausula
de Mateo sobre el trasfondo de la comunidad judeo-cristiana (cf. Hch 15,20-28). Señala que
“esta comunidad buscaba radicalizar el ideal de santidad del AT. En la separación de una
pareja que vive en situación de cualificada fornicación (incesto, prostitución, pervensión
sexual, adulterio continuado y otros) eso sería la voluntad de Dios (cf. Lv 18,19-22; Dt
24,1-4). Presumiblemente no se trata, por tanto, de un derecho a volver a casarse sino del
derecho (deber) de separarse por amor a Dios. ¿Qué nos dice Kasper? Que la separación
tiene que ver con la santidad y amor a Dios, en primer lugar, donde la no-admisión del
divorcio no significa la perpetuidad de la comunión de vida, y en segundo lugar, que la
excepción de la fornicación y sus formas de ejercicio refieren a la inexistencia del
matrimonio. Por lo que, cuando hablamos de porneia, estamos hablando de relación
incestuosa (relación entre familiares de consanguinidad de primera y segunda línea). Juan
Pablo II dice que:
“Citando estas palabras casi in extenso, por completo, Cristo les da un significado
normativo todavía más explícito (dado que podría ser hipotético que en el libro del
Génesis sonaran como afirmaciones de hecho dejará---se unirá… vendrá a ser una
sola carne). El significado normativo es admisible en cuanto que Cristo no se limita
sólo a la cita misma, sino que añade: ‘De esta manera que ya no son dos, sino una
sola carne’. Por tanto lo que Dios unió no lo separe el hombre. Ese no lo separe es
determinante. A la luz de esta palabra de Cristo, el Génesis 2,24 enuncia el principio
de la unidad e indisolubilidad del matrimonio como el contenido mismo de la
Palabra de Dios, expresada en la revelación más antigua” (Audiencia General, 5 de
septiembre, 1979).
En el Catecismo de la Iglesia Católica 1614, dice: “En su predicación, Jesús enseñó
sin ambigüedad el sentido original de la unión del hombre y la mujer, tal como el Creador
la quiso al comienzo: la autorización, dada por Moisés, de repudiar a su mujer era una
concesión a la dureza del corazón (cf. Mt 19,8); la unión matrimonial del hombre y la mujer
es indisoluble: Dios mismo la estableció: “lo que Dios unión, que no lo separe el hombre”
(Mt 19,6)”. El texto enseña que el amtrimonio tiene como propiedades fundamentales la
unidad y la indisolubilidad. Inscritas en la naturaleza humana, son propiedades que no se
pueden alterar: no está en manos del hombre hacer que sea de otra manera. No es que
elmatrimonio no sea indisoluble porque no deba serlo; es que no lo es porque no puede
serlo. Aunque el pecado de los orígenes ha dado lugar a la dureza del corazón y, como
consecuencia, al oscurecimiento del designio originario de Dios sobre le matrimonio, éste
no ha sido modificado, conserva toda su vigencia. El orden de la Creación subsiste, aunque
gravemente perturbado (CEC 1608).
En conclusión, la postura de Jesús contra del divorcio consta con claridad en la
primera tradición cristiana, según se deduce de los testimonios de Pablo y sinópticos. Los
esposos cristianos no deben separarse y, si lo hacen, ha de intentar reconociliarse, pero no
pueden casarse de nuevo. La excepción mateana se la explica San Jerónimo subrayando que
permitir a los esposos separarse, aunque no casarse de nuevo va en la línea de la tradición
de la Iglesia. En síntesis, los fariseos se han acercado a Jesús para pedirle concesiones
pastorales y el responde con el precepto de Dios.
Si confrontamos Mt con Lv 18, algunos exégetas sostienen que la excepción
porneia refiere a la tipificación de delitos a los que refiere Lv 18. Como puede observarse
en el texto, ellos son de tal naturaleza que significa la inexistencia del vínculo. Estas
uniones eran legales entre paganos, pero al momento de entrar en el cristianismo estas
corresponderían a matrimonios nulos por lo que, en estricto rigor no hay disolución (ver
nota de Biblia de Jerusalén a Mt 19,9). Algunos quieren ver en la expresión porneia la
fornicación en el matrimonio, osea el adulterio. Sin embargo si así fuera la palabra
adecuada hubiera sido moijeia. En cambio porneia, en el contexto mateano parece tener el
sentido técnico de la zenut o prostitución de los escritos rabínicos, la que refiere a toda
unión convertida en incestuosa por un grado de parentesco prohibido según la ley (cf. Lv
18). Uniones de esta naturaleza contraídas legalmente entre los paganos y toleradas por los
judíos entre los prosélitos debieron causar dificultades cuando estas personas se convertían
en contextos judeo-cristianos legalistas como el de Mateo (en definitiva estos no eran
matrimonios).
Con respecto al matrimonio como el Misterio o signo de comunión con Dios a la luz
de la Nueva Alianza, “en Cristo se revela la verdad del matrimonio en su totalidad: la del
matrimonio o alianza entre Dios y su pueblo (la humanidad), cuya plena realización es el
misterio de amor entre Cristo y la Iglesia; y también la del matrimonio o alianza conyugal
entre el hombre y la mujer, como signo y realización de la alianza de amor entre Cristo y la
Iglesia. El matrimonio es reconducido a la perfección de el principio” (cf. Mt 19,8).
Algunos puntos para la reflexión teológica, en base a los textos de Mt 19,1-8 y Mc 10,1-12,
se puede decir lo siguiente:
 Para referirse a la alianza entre Dios y su pueblo, realizada de manera definitiva en
la venida de Cristo, los Evangelios se sirven del lenguaje y terminología tomados
del matrimonio y la vida matrimonial. A veces se presenta a Cristo como el
“Esposo”.
 Para los Padres, la presencia de Cristo en las bodas de Caná indica claramente la
dignidad de matrimonio (cf. R. Schnackenburg).
 Pero también tiene un carácter cristológico. De hecho nunca se sabe el nombre de
los esposos, pero si se sabe de la presencia de Cristo. La Iglesia ve en ese mismo
acontecimiento el anuncio de que, en adelante, el matrimonio será un signo eficaz
de la presencia de Cristo. En estas bodas, Cristo manifiesta su gloria dándose a
conocer como el esposo de la nueva comunidad mesiánica.
 En los textos sobre la discusión del Señor con los fariseos acerca del libelo de
repudio (Mt 19,1-12 y paralelos) se penetra en el misterio del matrimonio: anuncian
la verdad sobre el matrimonio mostrando claramente la continuidad, en laNueva
Alianza, del designio manifestado en los orígenes.
Con respecto al matrimonio y las bodas del Cordero, no son raras las alusiones que
de forma simbólica hacen los escritos del Nuevo Testamento a las bodas de Cristo con la
humanidad. En Mt, se presenta la parábola del rey que celebra el banquete de bodas de su
hijo (Mt 22,2-14); la de las vírgenes necias y prudentes que esperan al novio (Mt 25,1-13).
En Jn, Cristo aparece en los evangelios a veces como el novio esperado (Jn 3,29) o ya
presente por lo que los invitados a la boda celebran la fiesta (Mt 9,15; Mc 2,19-20). La
imagen de las bodas expresa una realidad central de los evangelios: la llegada de Aquel en
quien se cumplen las promesas, que viene a sellar con su propia sangre la alianza de Dios
con su pueblo, que trae la paz y la reconciliación para todos los pueblos, que convoca a
todos al banquete celestial (Hb 6,13-20; 7,20-28; 8,6-9; Mt 26,28). A la luz de estas bodas
celestiales de la unión de Cristo con la humanidad redimida, la realidad humana del
matrimonio pasa a un segundo plano y aparece una nueva forma de vida que busca el
seguimiento de Cristo a través del amor consagrado a los valores del Reino. Las alusiones
en los evangelios a la renuncia al matrimonio por el amor al Reino de los Cielos y el deseo
que se propaga entre los cristianos de los primeros siglos de consagrar su vida a Cristo a
través de una vida virgen o célibe, son un testimonio fehaciente de que los cristianos ven el
matrimonio bajo una luz nueva, que nace de la manifestación del Reino de Jesús (Mt
18,12). En la parábola de Mt, en que el rey celebra el banquete de bodas, el traje de bodas
que se requiere es signo del valor superior y definitivo de las bodas celestiales (Mt 22,12).
Lc en la parábola similar del hombre que dio una gran cena pone como excusa para
rechazar la invitación el compromiso del matrimonio: “me he casado y por eso no puedo ir”
(Lc 14,20).

3. El matrimonio en el Nuevo Testamento: San Pablo

El matrimonio cristiano es un misterio que consiste en anticipar temporalmente la


unión eterna de la humanidad salvada (la Iglesia – Esposa) con su Salvador (Cristo – El
Esposo). El matrimonio de Cristo con la Iglesia es la realidad que no pasará. El matrimonio
cristiano es la sombra y figura de aquella realidad.
En 1Co 7,1-39, respondiendo a preguntas concretas de la comunidad de Corinto, se
afirma que el matrimonio cristiano es una cosa sagrada y, por eso, los cristianos sólo
pueden “casarse en el Señor”. Considera al matrimonio, no exclusivamente desde el punto
de vista del “remedio de la concupiscencia”, sino que afirma con fuerza su dimensión
“sacramental” y “carismática”.
En Ef 5,21-33 se presenta una relación esponsal de Cristo con la Iglesia. Algunos
elementos centrales sobre esto son los siguientes:
 Es el texto más importante del Nuevo Testamento sobre el misterio del matrimonio.
El pasaje forma parte del texto paulino sobre la moral familiar y, más
particularmente, matrimonial (Ef 5,22-33).
 Basándose en el Gn y continuando con la tradición del Antiguo Testamento, habla
de cómo el matrimonio ha de entenderse y vivirse a partir del misterio de amor que
se da en la unión entre Cristo y la Iglesia.
 Los vv. 29-33 tratan de las razones o motivos que fundamentan las relaciones y
deberes recíprocos entre el marido y la mujer, razones que se resumen en la
significación que encierra la unidad que han venido a constituir por el matrimonio.
Son dos las ideas de fondo: En primer lugar, el misterio de Cristo que se realiza en
la Iglesia, como expresión del plan divino, en cuanto que el gran misterio es la unión de
Cristo con la Iglesia (Ef 5,32). En este gran misterio los esposos han de descubrir el sentido
sacramental del propio matrimonio. En segundo lugar, el misterio de la vocación cristiana
como modelo de vida para cada uno de los bautizados. Como exigencia de la unión con
Cristo e incorporación a la Iglesia, producidas por el sacramento del bautismo, el cristiano
está llamado a vivir una vida santa e inmaculada en la presencia del Señor: esa es su
vocación. Entre el matrimonio y la unión Cristo-Iglesia hay una relación esponsal en dos
direcciones: la primera es la alianza propia de los esposos, que explica el carácter esponsal
de la unión de Cristo con la Iglesia y, a su vez, como segunda, esta unión –como “gran
sacramento”– determina la sacramentalidad del matrimonio como alianza santa de los
esposos, hombre y mujer. La comparación del matrimonio con la relación Cristo-Iglesia
descubre la verdad esencial sobre el matrimonio: éste responde a la vocación de los
cristianos únicamente cuando refleja el amor que Cristo-Esposo dona a la Iglesia, su
Esposa, y con el que la Iglesia trata de corresponder a Cristo. En este sentido se le podrá
llamar al matrimonio misterio grande. Es el amor de Cristo por la Iglesia el que participan
y han de realizar existencialmente los esposos. Tan sólo así su matrimonio se convertirá en
signo visible del amor eterno de Dios. El matrimonio de los cristianos convierte a los
esposos en signos del amor de Cristo por la Iglesia. Por eso sus relaciones mutuas deben
revestir las características del amor con el que Cristo ama a la Iglesia. Estas características
pertenecen también al matrimonio de los orígenes. En el texto del Gn, san Pablo descubre
una figuración profética del misterio de amor de Cristo y la Iglesia. Aunque el pecado de
los orígenes ha introducido el desorden en la relación hombre-mujer, el texto da a entender,
sin ningún tipo de duda, que continúa del todo vigente el designio originario de Dios sobre
el matrimonio.

En síntesis, tomando un texto de la Comisión Teológica Internacional (1977), el


Nuevo Testamento muestra bien que Jesús confirmó esta institución que existía “desde el
principio” y que la sanó de sus defectos posteriores (Mc 10,2-9, 10-12). Le devolvió así su
total dignidad y sus exigencias iniciales. Jesús santificó este estado de vida insertándolo en
el misterio de amor que lo uno a él, como Redentor, con su Iglesia. Por esta razón han sido
confiadas a la Iglesia la conducción pastoral y la organización del matrimonio cristiano (cf.
1 Co 7,10-16). Las epístolas del Nuevo Testamento reclaman el respeto de todos hacia el
matrimonio (Hb 13,4) y, respondiendo a ciertos ataques, lo presentan como una buena obra
de Dios creador (1 Tm 4,1-5). Hacen valer el matrimonio de los fieles cristianos en virtud
de su inserción en el misterio de la alianza y del amor que unen a Cristo con la Iglesia (Ef
5,22-33). Quiere, en consecuencia que el matrimonio se realice en el Señor (1 Co 7,39) y
que la vida de los esposos sea conducida según su dignidad de nueva creatura (2 Co 5,17),
en Cristo (Ef 5,21-33). Ponen en guardia a los fieles, contra las costumbres paganas en esta
materia (1 Co 6,12-20; cf. 6,9-10). Las iglesias apostólicas se basan en un derecho
emanado de la fe, y quieren asegurar su permanencia; en este sentido formulan directivas
morales (Col 3, 18ss; Tit 2,3-5; 1 Pe 3,1-7) y disposiciones jurídicas proyectadas a hacer
vivir el matirmonio según la fe en las diversas situaciones y condiciones humanas.

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