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Una Oración por el Día de la Reforma

Por Nathan Busenitz

Hace cuatrocientos noventa y cinco años, Martín Lutero clavó sus 95 tesis en la puerta de la
iglesia del castillo en Wittenberg.

Las tesis fueron escritos originalmente en latín, y tenían la intención de ser parte de un debate


académico sobre la venta local de las indulgencias. Pero no pasó mucho tiempo antes de que
fueran traducidos al alemán y, gracias a la imprenta, se difundieron ampliamente a través de
Sajonia – y, finalmente, a toda Europa.

El resto, como dicen, es historia de la Reforma.

Cuatro años más tarde, en 1521, Martín Lutero fue citado ante la Dieta de Worms para ser
juzgado por su ataque a la enseñanza católica y la autoridad papal. Era aquí que él haría una
defensa audaz de la verdad del evangelio. Sus famosas palabras, pronunciadas el 18 de abril de
1521, estaban llenos de valor y convicción.

“Aquí estoy, no puedo hacer otra cosa.”

Sin embargo, un día antes, su fe casi le falló al considerar a hombres poderosos que se le
oponían, y la triste realidad de que lo más probable sería condenado a muerte. En medio de su
consternación, Lutero clamó a Dios por fortaleza y ayuda.

He aquí parte de la oración conmovedora de Lutero :

¡Todopoderoso y eterno Dios! ¡Qué terrible es el mundo! ¡He aquí cómo su boca se abre
para tragarme, y cuán pequeña es mi fe en Ti!

¡Oh, la debilidad de la carne y del poder de Satanás! Si tengo que depender de alguna
fuerza de este mundo, todo está perdido. ¡Oh, mi Dios! Ayúdame contra toda la sabiduría
de este mundo. Haz esto, te lo ruego.

La obra no es mía, sino Tuya. No tengo nada que hacer aquí. ¡No tengo nada que
contender contra estos grandes hombres del mundo!. Me volvería a pasar mis días en
felicidad y la paz. ¡Pero la causa es Tuya, mi Señor, y es justa y eterna! ¡Apóyame! ¡Oh,
Dios fiel e inmutable! No me inclino ante el hombre. ¡Sería vano!

Tú me has elegido para este trabajo. ¡Lo sé! Por tanto, oh Dios, ¡cumple Tu voluntad Se
conmigo en el nombre de Jesucristo, quien será mi refugio y mi escudo, sí, mi fortaleza
poderosa, a través de la poder y el fortalecimiento del Espíritu Santo.

Estoy dispuesto, incluso a dar mi vida por esta causa, paciente como un corderito. Porque
la causa es santa. Es tuya. Aunque este mundo sea lleno de demonios, y aunque mi
cuerpo, originalmente el trabajo y la creación de Tus manos, vaya a la destrucción en esta
causa – sí, a pesar de que se rompa en pedazos – ¡Tu Palabra y Tu Espíritu son buenos
para mí aún! Se refiere sólo al cuerpo. El alma es Tuya. A Ti te Pertenece y también
permanecerá contigo para siempre. Dios ayúdame. Amen.
Aunque Martín Lutero aún no escribía su famoso himno, Castillo Fuerte es Nuestro Dios, sino
hasta varios años más tarde – las raíces teológicas de la lírica atemporal se ven claramente en
esta oración.

Casi cinco siglos después, la oración de Lutero nos recuerda de la soberanía de Dios, nuestra
fragilidad, y la constante necesidad de depender totalmente de Cristo. Cuando nuestra fe es
probada o nuestros corazones sienten la tentación de la desesperación, nosotros también
podemos estar en la misma verdad que fortaleció al reformador asediado.

Él es nuestro escudo. Él es nuestra poderosa fortaleza.

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