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A fin de que se lleve a cabo una verdadera reforma, es necesario llamar la atención a, y

arrepentirse de, los errores que han entrado a la iglesia sigilosamente. Tal como Martín Lutero
clavó sus 95 tesis en la puerta de la iglesia de Wittenberg

Testimonios para la Iglesia, tomo 1, p. 331

También se me recordó el caso de Martín Lutero, a quien Dios preparó para que realizara una
obra especial. ¡Cuánto apreciaba él el conocimiento de la verdad revelada en la Palabra de
Dios! Su mente anhelaba intensamente un fundamento seguro sobre el cual edificar su
esperanza de que Dios sería su Padre y el cielo su hogar. La nueva y preciosa luz que lo había
iluminada desde la Palabra de Dios, tenía para él un valor incalculable, y pensaba que si
lograba difundirla, podría convencer al mundo. Se expuso a la ira de una iglesia caída y
fortaleció a los que con él se alimentaban de las exquisitas verdades contenidas en la
Palabra de Dios. Lutero fue el instrumento elegido por Dios para arrancar las vestiduras de
hipocresía de la iglesia papal y dejar en descubierto su corrupción. Alzó valerosamente su voz,
y con el poder del Espíritu Santo divulgó y reprobó los pecados de los dirigentes

Populares. Se dieron proclamas que instaban a la gente a matarlo en el lugar donde lo


encontraran; así quedó a la merced de gente supersticiosa que obedecía a la cabeza de la
Iglesia Romana. Pero Lutero no estimó valiosa su vida. Sabía que no estaba seguro en
ninguna parte, y sin embargo eso no le hizo temblar. La luz que había visto y de la que se había
alimentado, era vida para él, y la consideraba de más valor que todos los tesoros terrenos.
Sabía que esos tesoros perecerían; pero las ricas verdades abiertas a su entendimiento y que
obraban en su corazón, vivirían, y si las obedecía, lo conducirían a la inmortalidad.

La iglesia de los días de Lutero rechazó el llamado a la reforma, lo mismo que la iglesia ha
hecho en la mayoría de las generaciones. En vez de aceptar los mensajes del cielo, los
dirigentes de la iglesia demandaron la muerte de Lutero. ¿Será diferente hoy en día, o se
repetirá la historia?

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