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La Sangre 1

«Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre; y sin derramamiento de sangre
no hay perdón de pecados.» (Hebreos 9:22).

Nadie puede dar una razón satisfactoria de la esperanza que hay en él si esta persona es
extraña a la «sangre». Al mismo comienzo de la Biblia hallamos una referencia a ella,
en Génesis 3:21: «Y Jehová Dios hizo al hombre y a su mujer túnicas de pieles y los
vistió.» 

El amor de una madre

En la época de la fiebre del oro, de California, un hombre se fue al área de excavaciones


y dejó a su esposa para que le siguiera después. Cuando ésta iba a reunirse con él,
acompañada de su hijo pequeño, el barco se incendió y como había un polvorín a bordo
el capitán sabía que cuando las llamas alcanzaran el polvorín el barco volaría hecho
pedazos. No había manera de dominar el fuego, así que decidieron abandonarlo y entrar
en - los botes salvavidas, pero no había lugar para todos. Al ser empujado el último bote
quedaban aún sobre cubierta la madre y su hijo. Uno de los marineros dijo que no había
lugar para otro.

¿Qué iba a hacer la madre? Decidió perecer a fin de salvar a su hijo. Dejó caer a su hijo
en el bote y dándole una última mirada dijo: «Si vives y ves a tu padre dile que he
muerto en tu lugar.» ¿Creéis que cuando el hijo se hizo hombre pudo olvidar el amor
que su madre le mostró al morir por él? Amigos, esto es un tipo más bien débil de lo
que Cristo ha hecho por ti y por mí. Él murió por nuestros pecados. Él dejó el cielo con
este propósito. ¿Vas a irte diciendo: No veo belleza en él'> ¡Qué Dios ablande el
corazón de todos aquí! Vas a necesitarle cuando estés a punto de cruzar el Jordán. Vas a
necesitarle para presentarte ante el tribunal de Dios. Dios no quiera que cuando venga la
muerte te halle sin Cristo, sin Dios y sin esperanza.

No sólo es de importancia vital el tema de la «sangre de Cristo» en el Antiguo


Testamento, sino que se halla en muchos lugares del Nuevo.
Podemos hallarlo en los Hechos de los apóstoles, capítulo segundo, versículos 22 al 26.
«A éste, entregado por el determinado designio v previo conocimiento de Dios lo
prendisteis y matasteis por manos de inicuos, crucificándole.» ¿Qué es esto sino el
derramamiento de la sangre y la muerte de Cristo? Leed también Hechos 4:10, 5:28,
7:52, 8:32, 10:39, 17:3, 18:21; Hebreos 9:22; l.' Pedro 1: 19 y muchos otros pasajes que
pueden hallarse buscando la palabra sangre en una concordancia.

La redención

Un amigo mío estaba en Irlanda y vio a un muchacho que había cazado un gorrión y el
pobre pajarito estaba temblando jadeante en su mano, de la cual deseaba escaparse.
Estaba evidentemente aterrorizado. Mi amigo le dijo al muchacho que lo soltara, que no
podía hacer nada con el pájaro, pero el muchacho no quiso dejarlo escapar, porque había
estado persiguiéndole durante tres horas antes de pillarlo. Mi amigo entonces se ofreció
para comprarlo y el muchacho estuvo de acuerdo en el precio. Pagado el precio mi
amigo cogió el pájaro y lo sostuvo en la palma de su mano; el pájaro estuvo quieto un
momento hasta que se dio cuenta de que había recobrado su libertad; dando un alegre
pío se fue volando como para decirle a aquel hombre: «Tú me has rescatado.»

Ésta es una ilustración de lo que significa la redención. Satán es más fuerte que un
hombre. Éste no puede competir con él. Sólo Cristo puede habérselas con Satán. El león
del Calvario el león de la tribu de Judá- es más fuerte que el león del infierno. Cuando
Cristo en el Calvario dijo: «¡Consumado es!», éste fue el grito del conquistador. Vino a
redimir al mundo con su muerte.

Una vez, cuando fui a visitar mi aldea natal me dirigí a una población cercana para
predicar y vi a un joven que salía con un carro de una casa y en el carro iba sentada una
anciana. Me interesé en ellos y le pregunté a mi compañero quienes eran. Me dijo que
mirara al prado y pastos cercanos y a los grandes graneros y establos de la casa de
campo, así como a la casa. «Bien», dijo mi compañero, «el padre de este joven lo perdió
todo por causa de la bebida y dejó a su esposa en el asilo. El joven se fue a otra parte del
país y trabajando duro ganó el dinero necesario para volver a comprar la finca y ahora
es suya y lleva a su madre a la Iglesia.» Ésta es otra ilustración de la redención.
En el primer Adán lo perdimos todo, pero el segundo Adán ha redimido todo con su
muerte. Un amigo mío que vivía en París fue a una gran reunión de judíos presidida por
uno de ellos, el cual dijo que los judíos tenían el honor de haber dado muerte al Dios de
los cristianos; al oír esto los judíos presentes aplaudieron con entusiasmo. Los judíos,
ciegos de pasión, habían exclamado: «Su sangre sea sobre nosotros y sobre nuestros
hijos», y esta imprecación se ha cumplido literalmente en su historia. Ahora su sangre o
bien clama en favor de nuestra paz y salvación o por nuestra condenación.

La paz

En Colosenses 1:20 está escrito: «Y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas,
así las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo paz mediante la
sangre de su cruz.» Esto es lo que hace la sangre de la cruz: traernos paz. En Romanos 5
está escrito: «Por tanto, justificados, pues, por la fe tenemos paz para con Dios por
medio de nuestro Señor Jesucristo, por medio del cual hemos obtenido entrada por la fe
a esta gracia en la cual estamos firmes y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de
Dios.» En este pasaje se afirman tres cosas: hay «justificación» para el pasado, así como
paz. Cuando el creyente mira al Calvario la sangre habla de paz y perdón para la culpa.
Luego hay «gracia» para el presente y hay «gloria» para el futuro.

En Juan 19:34 está escrito: «Pero uno de los soldados le abrió el costado con una lanza
y al instante salió sangre y agua.» Hay un hecho sorprendente intimado por este
versículo. La lanza que atravesó el costado del Hijo de Dios era el acto final del pecado,
el crimen culminante de la tierra y el infierno. No considero que se pudiera haber hecho
nada más cruel que esto. ¿Qué acto podría haber sido más negro e infernal? Y la sangre
salió y cubrió la lanza y una fuente fue abierta de este modo en la casa de David para el
pecado. La sangre tocó la lanza romana y antes de poco el gobierno de Roma, por lo
menos nominalmente, era cristiano. La sangre cayó de su costado sobre la tierra y esta
tierra ha sido redimida por Él, porque Él poseerá el mundo al fin. Él es

El verdadero soberano

y antes de poco echará al príncipe de las tinieblas y empuñará el cetro desde un cabo al
otro de la tierra. Un poco más y Él vendrá personalmente a establecer su reinado del
Milenio y a regir la tierra. Él ha redimido la tierra con su sangre y tendrá con Él a todos
los que ha redimido.

La unidad en Cristo

¿Has sido tocado por la sangre? La sangre de Cristo nos hace uno, nos hace entrar en la
familia de Dios y nos capacita para decir: «Abba, Padre.» Durante la guerra de los
Estados Unidos, en los días de la esclavitud en este país, había muchas contiendas
políticas y muchos prejuicios contra los negros, especialmente por parte de los
irlandeses. Oí decir a un predicador que cuando él acudió a la cruz para obtener la
salvación le pareció hallar a un pobre negro a un lado y a un irlandés en el otro y que la
sangre goteaba sobre uno y otro y los hacía uno. Hay luchas en el mundo, pero aquellos
que han sido redimidos por Cristo son una familia. 

Son parientes de sangre. Cuando me presento ante una audiencia raramente hay en ella
alguna persona a quien haya visto antes, pero cuando empiezo a hablar del rey los ojos
de los presentes se iluminan y veo que todos son hermanos consanguíneos, y al cabo de
poco me encuentro unido a ellos. Un hombre puede ir a una ciudad sin conocer a nadie
en absoluto, pero tan pronto como encuentra a otros que aman a Dios todos serán uno.
Desearía que los cristianos disfrutaran de una unidad mayor. Espero que llegará un día
en que las paredes de los sectarismos serán derribadas y no habrá nadie que pregunte si
el otro pertenece a una Iglesia anglicana o metodista o bautista. Si hemos sido limpiados
por la sangre todos somos parientes de sangre. Creo que

Dios va a juzgar el mundo por la sangre

«¿Qué has hecho tú de la sangre?» será la gran pregunta aquel día. Si la has despreciado
y devuelto con un mensaje insultante diciendo que no la necesitabas te quedarás sin
palabras delante del tribunal de Dios. Si hemos despreciado esta sangre, ¿qué va a ser de
nuestra alma?

La justificación
La única forma en que un hombre puede entrar a formar parte de la familia de Dios es
por medio de la sangre, como se ve en Romanos 3:24: «Justificados gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús», y de nuevo en Romanos 5:9:
«Mucho más, pues, habiendo sido ya justificados en su sangre seremos salvos de la ira
por medio de él.» Justificados de todas las cosas de las que no podíamos serlo por la ley
de Moisés. Cuando Dios mira nuestro débito no halla nada en contra del hombre que ha
sido lavado en la sangre. Al ser sumergidos en la fuente carmesí el pecador queda
justificado a la vista de Dios. 

Cristo fue levantado de la tumba para la justificación de todos aquellos que han puesto
su confianza en Él y los tales no sólo están perdonados, sino también justificados. La
justificación es más que el perdón. Se dice e un emperador de Rusia que en cierta
ocasión mandó arrestar a dos nobles que habían sido acusados de participar en una
conspiración y el uno fue hallado perfectamente inocente, de modo que pudo regresar a
su casa justificado; el otro se vio que era culpable, pero fue perdonado. Los dos
regresaron a su casa, pero siempre hubo una diferencia en la estimación de su soberano
y sus vecinos. Aquí podemos ver la diferencia entre el perdón y la justificación.

La confianza

Cuando un hombre es justificado puede andar por el mundo con la cabeza alta. Satán
puede acercársela y decir: «Tú eres un pecador», pero la respuesta será: «Ya lo sé, pero
Dios me ha perdonado por medio de Cristo»; como está escrito en Apocalipsis 1:5: «Y
de Jesucristo e testigo fiel, el primogénito de los muertos y el soberano de los reyes de
la tierra. Al que nos amó y nos liberó de nuestros pecados con su sangre e hizo de
nosotros reyes y sacerdotes para Dios, su Padre; a Él sea la gloria y el dominio por los
siglos de los siglos.»

Muchos tratan de ir a Cristo, pero creen que no pueden hacerlo a menos que antes sean
buenos. Pero El ama a todos los cristianos incluso antes de que sean lavados en la
sangre. ¡Qué amor tan maravilloso! Pensar que Él nos ama antes de que seamos lavados
de nuestros pecados en su sangre! No hay demonio en el infierno que nos pueda
arrebatar de su mano. Estamos completamente seguros, porque hemos sido lavados en la
sangre del Cordero.
Sin sangre no hay remisión de pecados

Dice Hebreos 9:22: «Y casi todo es purificado, según la ley, con sangre, y sin
derramamiento de sangre no hay perdón de pecados.» Es totalmente imposible que un
hombre se salve si desprecia la sangre. No hay otro nombre debajo del cielo en que
podamos ser salvos excepto el nombre de Cristo Jesús. ¿Estamos dispuestos a recibir lo
que Cristo ya ha hecho? La salvación de los que confían en Él ya fue realizada cuando
Él dijo en la cruz: «Consumado es.»

En Mateo 26:28 leemos las palabras del mismo Jesús: «Porque esto es mi sangre del
nuevo pacto, que va a ser derramada por muchos para remisión de los pecados.» Esto es
lo que Cristo mismo dijo acerca de la sangre. Él podría haber conservado la vida, pero
amaba a la familia humana tanto que derramó su sangre para realizar la redención de la
misma. Abrió la fuente a la que nos referimos en las líneas:

«Hay una fuente llena de sangre salida de las venas de Emanuel.»

Este himno va a durar en tanto que la Iglesia esté en el mundo y resonará en el Cielo por
toda la eternidad.

«Roca de la eternidad, fuiste herida tú por mí. Déjame esconderte en ti.»

Se habla mucho acerca de la sangre en estos himnos y todos ellos van a perdurar. Todo
himno cuya trama esté constituida por el hilo carmesí va a durar. Hay otro dulce himno
que va a durar por los siglos:

«Tal como soy, sin una sola excusa, porque tu sangre diste en mi provecho.»

En Hebreos 10: 19 leemos: «Así que hermanos, tenemos entera libertad para entrar en el
lugar santo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que Él abrió para
nosotros a través del velo, esto es, de su carne.» Cuando quedó terminada la obra de
Cristo el velo del templo se rasgó de arriba a abajo. Dios salió del lugar santísimo y
ahora el hombre puede entrar en él. Dios hace a todas las personas en esta dispensación
reyes y sacerdotes. Cada uno de ellos tiene el derecho de la presencia del mismo Dios.
En la dispensación judía nadie excepto el sumo sacerdote podía entrar en el lugar
santísimo, pero al rasgarse el velo Dios salió de él y el hombre puede entrar por medio
del velo de su carne. «Acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe,
teniendo los corazones purificados de mala conciencia y los cuerpos lavados con agua
pura.» Mantengamos firme, sin fluctuar, la profesión de nuestra fe. El camino nuevo y
vivo ha sido abierto por su sangre. Lo único que Cristo dejó aquí abajo fue su sangre.
Cuando ascendió al cielo se llevó consigo la carne y los huesos, pero la sangre que
había derramado quedó en esta tierra.

La sangre clama en dos formas

0 bien clama para mi condenación o para mi salvación. Si desprecio la sangre y la


pisoteo entonces clama a Dios pra mi condenación. Dios juzgó a Caín y cuando Pilato
quería saber lo que tenía que hacer con Cristo se lavó las manos y dijo que era inocente.
Los judíos dijeron: «Que su sangre caiga sobre nosotros y sobre nuestros hijos, no para
salvarnos, sino para condenarnos.» Hubiera sido mucho mejor para ellos que hubieran
dicho: «Que su sangre caiga sobre nosotros para salvarnos y protegernos.» Hace casi
1.900 años desde entonces y los judíos son peregrinos sobre la faz de la tierra sin tener
rey alguno.

El que hayan estado esparcidos todos estos años es una prueba de que la palabra de Dios
es verdadera. Que nuestra oración hoy sea: que su sangre sea sobre nosotros y sobre
nuestros hijos, no para condenamos, sino para salvamos. Que nuestra oración sea para
que podamos conocer lo que es ser resguardado tras la sangre del querido Hijo de Dios.
La sangre de la cruz proclama paz. Si yo estoy cobijado por la sangre hay paz, pero no
hay paz hasta que me proteja. Si has cometido un delito contra un hombre no vas a tener
paz hasta que seas perdonado. Los hombres van en pos de la paz y si pudieran
comprarla en el mercado estarían dispuestos a dar centenares de libras esterlinas para
conseguirla. La sangre de Cristo da paz y traerá la paz a toda conciencia culpable y a
todo corazón dolorido hoy que la busque.

En Hebreos 10:28, 29 leernos: «El que viola la ley de Moisés por el testimonio de dos o
tres testigos muere sin compasión. ¿Cuánto mayor castigo pensáis que merecerá el que
haya hollado al Hijo de Dios y haya tenido por inmunda la sangre del pacto en la cual
fue santificado y haya ultrajado al Espíritu de gracia? Yo creo que éstos son versículos
muy solemnes. No comprendo que nadie pueda estar sentado aquí y escuchar estas
palabras y seguir tranquilo sin ser salvo. «Murieron sin misericordia», pero ¡cuánto más
terrible será el castigo de aquellos que viven en esta época, con la Biblia abierta, que
nos dice que Cristo murió para redimirnos y hacernos herederos del cielo! En el
Apocalipsis 12:11 leemos: «Y ellos han vencido por medio de la sangre del Cordero y
de la palabra del testimonio de ellos y menospreciaron sus vidas hasta la muerte.» Han
vencido por la sangre. No creo que haya una sola palabra en la Biblia que Satán tema
más que la palabra «sangre». 

Si he de juzgar por experiencias pasadas voy a recibir muchas cartas mañana


atacándome por lo que he dicho. Estas cartas dirán que es paganismo el ponerse tras un
púlpito y predicar un sermón que corresponde a una época sin luz o ilustración. Que
Dios perdone a los que se atreven a decir cosas semejantes. Si lees la Biblia a la luz del
Calvario vas a hallar que no hay otra manera de llegar al cielo sino por la sangre. El
demonio no teme ni a diez mil predicadores que prediquen una religión sin sangre. El
hombre que predica una religión sin sangre está haciendo la labor del diablo, no me
importa quién sea.

La victoria por medio de la sangre

Se dice del doctor Alexander, presidente del seminario de Princeton, que cuando se
despedía de los estudiantes que iban a predicar el evangelio les daba la mano y decía:
«Joven, tienes que darle mucha importancia a la sangre; haz caso de la sangre.»

Cuando en mis viajes he cruzado de arriba abajo la cristiandad he visto que un ministro
que hace resonar claramente esta doctrina consigue resultados. Un hombre que cubre la
cruz, aunque pueda ser muy intelectual y atraiga a las multitudes, no puede llegar al
corazón y la conciencia. No habrá vida allí y su Iglesia será un sepulcro dorado. A los
hombres que predican la doctrina de la cruz levantando en alto a Cristo como la única
esperanza del cielo para el pecador y como el único substituto para el pecador y dan
mucha importancia a la sangre, Dios los honra y se salvan almas donde esta verdad es
predicada. Yo digo:
Dadle mucha importancia a la sangre

Quiera Dios ayudarnos a dar mucha importancia a la sangre de su Hijo. Le costó mucho
a Dios darnos esta sangre ¿y nosotros vamos a apartarla del mundo que perece por falta
de ella? El mundo puede prescindir de nosotros, pero no de Cristo. Predicamos a Cristo
a tiempo y fuera de tiempo. Vayamos a los enfermos y a los que mueren y
presentémosles al Salvador, que vino a buscar y a salvar a los perdidos y murió para
redimirlos.

Cristo vencerá

Se dice de Julián el Apóstata, en Roma, que luchando en su intento de exterminar el


cristianismo fue herido en el costado por una flecha. Arrancó la flecha y recogiendo con
la palma de la mano la sangre que salía de la herida la arrojó al aire, gritando: «Galileo
has vencido.» Sí, este galileo va a vencer. Que Dios nos ayude a dejar esto bien claro
ante todos.

Más bien preferiría renunciar a la vida que a esta doctrina. Eliminadla y ¿cuál es mi
esperanza del cielo? ¿He de fiarme de mis obras? Perezcan mis obras cuando se trata de
la cuestión de la salvación. Debo obtener la salvación de todo aparte de las obras,
porque la salvación es «no para el que obra, sino para el que cree a Cristo». Nadie va a
andar por las calles de la ciudad celestial excepto los que han sido lavados en la sangre.
El primer hombre que partió de esta tierra fue, con toda probabilidad, Abel. Podemos
ver a Abel colocando el cordero sobre el altar, colocando así sangre entre él y su
pecado. Abel cantó un cántico al que los ángeles no podían unirse. Tiene que haber sido
un solo de redención en el cielo, porque no había nadie que pudiera juntar su voz a la de
Abel. Pero hay un gran coro ahora, porque los redimidos han ido ascendiendo allí desde
hace seis mil años y cantan a Aquel que es digno de recibir honor porque murió para
salvarlos de la condenación.

Vestiduras emblanquecidas por medio de la sangre

En Apocalipsis 7:14 leemos: «Yo le dije: Señor, tú lo sabes. Y Él me dijo: Éstos son los
que han lavado sus ropas y las han emblanquecido en la sangre del Cordero.» Pecador,
¿Cómo vas a conseguir emblanquecer tus ropas si no las lavas en la sangre del Cordero?
¿Vas a lavarlas tú mismo y dejarlas limpias? ¡Oh, que todos lleguemos al paraíso arriba!
Allí están cantando el dulce cántico de la redención, y que sea nuestra suerte el unirnos
a ellas.

Puede que no falta mucho para que podamos hallarnos todos allí y entonar el cántico de
la redención y cantar el dulce canto de Moisés y del Cordero. Allí «ya no tendrán
hambre ni sed y el sol no caerá más sobre ellos ni ardor alguno, porque el Cordero que
está en medio del trono los pastorearán y los guiará a fuentes de aguas de vida, y Dios
enjugará toda lágrima de los ojos de ellos» (Apocalipsis 7:16, 17:). En aquel día los
escépticos y los burladores pedirán a las rocas y a los montes que caigan sobre ellos y
los escondan del rostro del que está sentado sobre el trono y de la ira del Cordero. Si
mueres sin Cristo, sin esperanza y sin Dios, ¿dónde te hallarás? ¡Pecador, obra
sabiamente! ¡No desprecies la sangre!

El santo moribundo

Un anciano ministro del evangelio, al morir, dijo: «Traedme la Biblia.» Poniendo el


dedo sobre el versículo: «La sangre de Jesucristo nos limpia de todo pecado», dijo:
«Muero con la esperanza de este versículo.» No confiaba en los cincuenta años de
predicación ni en su larga vida al servicio al Señor, sino en la sangre de Cristo. Cuando
estemos ante el tribunal de Dios seremos puros, como Él es puro, si hemos sido lavados
en la sangre del Cordero.

La preciosa sangre

Durante la guerra civil de los Estados Unidos un médico oyó a un soldado que decía:
«.Sangre, sangre, sangre.» El médico pensó que lo decia porque había visto mucha
sangre derramada en los campos de batalla y procuró calmarle. El hombre se sonrió y
dijo: «No estaba pensando en la sangre de las batallas, sino en lo que será la preciosa
sangre de Cristo para mi cuando muera.» Al morir sus labios repitieron «Sangre, sangre,
sangre» y partió. ¡Oh!, será verdaderamente preciosa cuando lleguemos a nuestro lecho
de muerte. Será más preciosa para nosotros que si poseyéramos todo el mundo. Un
pecado es bastante para excluirnos del cielo, pero una gota de la sangre de Cristo basta
para cubrir todos nuestros pecados.

Vigila la forma en que tratas el mensaje del evangelio de la redención por medio de la
sangre.

Cuesta abajo

Un cochero, en la costa del Pacífico, según me dijeron cuando estuve allí hace tres años,
en su lecho de muerte estuvo moviendo el pie arriba y abajo mientras decía: «Voy
cuesta abajo y no puedo apretar el freno.» Cuando me lo dijeron pensé que son muchos
los que van cuesta abajo y no pueden alcanzar el freno y están muriendo sin Dios y sin
esperanza. Te ruego, compañero de viaje, que no salgas de esta sala sin poder decir: «El
cielo es mi hogar y Dios es mi Padre.» No hagas caso de los burladores que se rían de ti;
no se burlarán en el infierno. La sangre está sobre el propiciatorio y en tanto que está
sobre el propiciatorio puedes entrar en el reino. Dios dice: «Aquí está la sangre; es todo
lo que tengo que daros. En tanto que está aquí hay esperanza para vosotros. Estoy
satisfecho con la obra consumada de mi Hijo. ¿No podéis estarlo vosotros?» No salgáis
de esta reunión sin poder decir que esto es vuestro.

¡Qué oscuro y triste es estar junto al lecho de muerte de un incrédulo o un ateo, de uno
que muere sin la luz de la mañana de la resurrección. Pero si confías en Cristo la muerte
ha perdido su aguijón para ti y la tumba su victoria.

Un eminente ministro de los Estados Unidos, Alfred Cookman, el Robert McCheyne de


aquel tiempo, estaba muriendo y cuando sus amigos se reunieron alrededor de su cama
esperando verle partir para estar con Cristo levantó la cabeza y dando un grito de triunfo
dijo: « ¡Estoy cruzando las puertas lavado en la sangre del Cordero!» Y esto se vuelve a
oír una y otra vez en el país hoy día: «Estoy pasando las puertas lavado en la sangre del
Cordero.» ¡Que éstas pueden ser tus últimas palabras y que se te conceda una calurosa
bienvenida al cruzar estas puertas y entrar en la ciudad celestial!

¿Quiénes son éstos, junto a la ola fría, a la vera de la tumba silenciosa, proclamando el
poder de Jesús para salvar lavados en la sangre del Cordero? ¿Que de Jerusalén cruzan
las puertas lavados en la sangre del Cordero

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