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Título del original en inglés:
Academic Tribes and Territories
Intellectual enquiry and the cultures of disciplines

® Toni Becher, 1989


This edition is published by arrangement with Open University Press,
Buckingham and SRHE.

Traducción: Andrea Menegotto

Diseño de cubierta: Sebastián Puiggrós

Primera edición, Barcelona, 2001

Derechos reservados para todas las ediciones en castellano

® Editorial Gedisa, S.A.


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ISBN: 84-7432-757-1
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Diagonal 299, entresol Ia - 08013 Barcelona

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Cot, 31 - Ripollet

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Printed in Spain

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impresión, en forma idéntica, extractada o modificada, en castellano o en
cualquier otro idioma.
7
El contexto más amplio

El mundo académico en el mercado

Hasta ahora, se han formulado consideraciones basadas en un punto


de vista restringido y particular del mundo del aprendizaje. Mi inten­
ción fue explorar un problema que se encuentra en los márgenes de la
sociología del conocimiento y del estudio de la educación superior:
cómo la naturaleza del conocimiento está relacionada con las culturas
de quienes lo exploran. Para entender las complejidades de la cues­
tión, relegué aquellos factores contextúales que, por más que sean in­
trínsecamente importantes, parecen afectarla sólo de manera indirec­
ta. Al intentar en este punto ubicar mis observaciones en un marco
más amplio, otra vez limitaré deliberadamente mi ambición, al invo­
car las cuestiones más amplias del conocimiento y de la sociedad sólo
en tanto parezcan relevantes para los temas ya abordados. La cuestión
respecto de cómo los académicos se relacionan individualmente con
la sociedad más grande que habitan ofrece un punto de partida ade­
cuado para el tour d'horizon.
Una trillada imagen del mundo del aprendizaje (por diversos mo­
tivos menos en boga ahora que en el pasado) es la de la torre de marfil.
Por supuesto, se puede extraer beneficio y provecho académico al reti­
rarse del mundo cotidiano al claustro. Aunque se los ignorara por re­
motos e ineficaces, como dijo, mordazmente, Hilaire Belloc una vez,
los profesores universitarios elegirían sabiamente alejarse de las dis­
tracciones mundanas, del mercado y de la esfera política, para concen­
trarse mejor en su tarea primordial. Pero el beneficio puede tener sus
aspectos negativos, como Kenneth Boulding (1956) recordó a una ge­
neración anterior:

En tanto una subcultura está aislada del resto del mundo y todas sus lí­
neas de comunicación son internas, su imagen sueH autosustentarse y au-
toperpetuarse. Todos los mensajes que reciben los individuos que partici­
pan confirman sus impresiones, porque en gran medida los mensajes se
originan en esas impresiones. Una sociedad de admiración mutua es una

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buena manera de convencemos de que somos todos buenos muchachos,
ya que nadie jamás nos contradice.

Pero en otra lectura, el sentido de aislamiento siempre ha sido más ilu­


sorio que real. Como Bamet (1988) sostiene, «la educación superior en
el mundo moderno está ineludiblemente unida a su sociedad recepto­
ra». Rothblatt (1985) repudia claramente la noción de los académicos

que trabajan vigorosamente sin otra consideración que el intrínseco pla­


cer de la propia tarea intelectual. No negaré que haya un placer intrínseco,
pero estoy seguro de que nadie defendería que la búsqueda del conoci­
miento pueda discutirse separadamente de todas las demás presiones que
afectan a la actividad humana, aun las del tipo más cerebral. En esto los
economistas tienen un punto a favor. El trabajo intelectual debe apoyarse
en un superávit económico. Cómo se busque y se asigne ese superávit
económico es muy significativo en la discusión sobre la autonomía del
trabajo intelectual.

Regresaremos al último punto. No obstante, es necesario establecer


primero que, en tanto la actividad académica no puede en la práctica
estar prolijamente separada de las cuestiones seculares, entre ambas
existe un conflicto inevitable. Rothblatt (1985) agrega

dos diferentes conjuntos de presiones]...] El primeroj...] consiste en las


exigencias externas para un amplio rango de servicios científicos [que se
originan] en el gobierno, en las fuerzas armadas, en la industria, o más va­
gamente en el público]...] El segundo conjunto de presiones]...] se deriva
de la constitución interna de la ciencia, de su sistema cultural o de valores
y de las instituciones que los propios científicos han construido, o han
ayudado a construir, a fin de optimizar las condiciones bajo las cuales su
trabajo se lleva a cabo.

Gibbons (1985), en su tratamiento de la misma cuestión, habla de

la tensión entre la manera como la ciencia (o el conocimiento) se utiliza


en nuestras sociedades y la manera como se supone que se debe generar.
La tensión surge porque no está claro si el conocimiento que se genera se
utiliza adecuadamente, o si podría llegara utilizarse si se generara adecua­
damente.

Ya en 1939 J.D. Bernal aludió, brevemente, a esta tensión entre las con­
sideraciones intrínsecas y extrínsecas. Pero se ha hecho más notable
entre los sociólogos de la ciencia en los años recientes, «en un momen­
to en que la ciencia necesita cada vez más capital mientras que las polí-

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ticas económicas requieren restricciones y recortes en diversos sectores
de la sociedad» (Elzinga, 1987b).
Sin embargo, según Elzinga (1987b), la orientación cada vez más
política y comercial de la ciencia no es un proceso de sentido único.
Rechaza la idea propuesta por Weingart (1974) y otros de que «las in­
fluencias sociales "externas" se traducen en desarrollos cognitivos que,
a su vez, se traducen en la sociedad» y favorece, en cambio, la idea de
un «proceso de ordenamiento mutuo y de "mediación"» más fuerte­
mente recíproco. Opina que existe «una compleja interrelación de de-
sinstitucionalización o reinstitucionalización de la ciencia por un la­
do, y de una cientificación de la sociedad por el otro». Como Elzinga
(1987b) argumenta,

las estructuras reguladoras sociales y cognitivas interactúan recíprocamen­


te. En la práctica, a menudo es imposible trazar una línea netamente defini­
da entre las dos. Las actividades que exigen la verdad son al mismo tiempo
actividades que exigen poder social en el verdadero mundo de la ciencia en
la sociedad[...j A medida que, en la sociedad, las estructuras que exigen po­
der y conocimiento cambian y se vuelven más dependientes de la investiga­
ción básica, las actividades que exigen conocimiento y poder en la ciencia
se toman al mismo üempo selectivamente facilitadas y restringidas.

La relación simbiótica entre el desarrollo cognitivo y las influencias so­


ciales tiene, quizás, su mayor evidencia en los campos de las ciencias
naturales y en las profesiones basadas en las ciencias. Por cierto, la ma­
yor parte de lo que se ha escrito sobre el tema se ha basado en cuestio­
nes científicas y tecnológicas. Es más fácil, por lo tanto, pasar por alto
las diferentes consideraciones que se relacionan con las humanidades
y con las ciencias sociales por una parte, y las profesiones sociales por
la otra. En la discusión que sigue, intentaré tenerlas en cuenta siempre
que sea posible. Sin embargo, no estoy en posición de proporcionar
más que una mención al pasar de la interrelación, igualmente impor­
tante pero diferente, entre la enseñanza universitaria y las exigencias
externas, tanto porque se encuentra fuera del alcance de mi indagación
como porque se le ha dado relativamente escasa atención en la biblio­
grafía de investigación.1

Los académicos como animales sociales

La afirmación de Rothblatt (1985) de que «el trabajo intelectual debe


apoyarse en un superávit económico» se aplica de manera directa y evi­

174
dente al académico como individuo. El clima económico general es
uno de los principales factores que condicionan que la educación su­
perior esté en un período de crecimiento; de estancamiento o de con­
tracción. En el boom de los años sesenta, la educación superior, en mu­
chos países, se expandió: había muchos puestos académicos y buenas
perspectivas de progreso rápido y de promoción. En la recesión de los
setenta y en el relativo estancamiento de los ochenta, sucedió lo opues­
to: los puestos estables eran difíciles de conseguir, la competencia por
ellos era feroz y el período de espera en algunas disciplinas era largo,
los cargos no siempre eran cubiertos luego de que un titular se retirara,
y las oportunidades de hacer carrera eran relativamente limitadas.
Elay otras maneras, menos evidentes pero también importantes, en
que la vida profesional de un académico puede afectar, o verse afectada
por el entorno social más amplio donde trabaja. En algunos casos, la
investigación que hace puede tener consecuencias significativas para el
mundo externo. La especulación y la investigación académica han ori­
ginado muchas de las mejoras en la calidad de vida humana que ahora
se dan por sentado, y muchos de los beneficios del adelanto tecnológi­
co. Del lado más oscuro, los físicos pueden compartir una particular
sensación de responsabilidad por la creación de armas atómicas y nu­
cleares y los ingenieros, por la dudosa bendición de la energía nuclear.
La química ha dado lugar a sus propias formas de armamento; la bio­
logía, a la posibilidad de la guerra bacteriológica y, por otro sendero, a
las incertidumbres éticas de la ingeniería genética. Este tipo de acusa­
ciones no sólo se dan en las ciencias puras y aplicadas. La apelación a la
historia se encuentra detrás de algunas de las más amargas disputas te­
rritoriales y raciales; la teorización sociológica ha dado nacimiento a
poderosos y a veces destructivos movimientos ideológicos; la econo­
mía comparte algo de culpa por las políticas financieras desastrosas,
como así también algún mérito por las exitosas. Con todo, el saldo de
la investigación es una mixta bendición de la humanidad.
Pero esta clase de discusión tiene en cuenta dos posibles respuestas
y cuál se adopte es una cuestión de conciencia individual. Algunos aca­
démicos pueden estar de acuerdo con la preocupación general de que
su investigación tenga efectos negativos reales o potenciales; otros de­
searán disociarse de las consecuencias de su trabajo, al argumentar que
si éste es explotado y cómo, es cuestión de responsabilidad social colec­
tiva. Así, mientras que por un lado se encuentra la vieja generación de fí­
sicos que buscan la expiación por Hiroshima y lo que uno de mis en-
cuestados llamó: «satisfacer sus conciencias sociales», por el otro, se
encuentran los ingenieros, que al mantener su tradición pragmática,

175
tienden a apartarse de las políticas de protesta sobre Chernobyl y argu­ c
mentan naturalmente que, si algo funciona, debe ser bueno y que llega­ c
rá el día en que resulte infalible. «Los ingenieros», destacó uno de ellos, c
«no poseen conciencia social, aunque de la boca para afuera digan que d
deberían tenerla». Si los filósofos antiguos a cuya ideología apeló el ti
movimiento nazi hubieran estado vivos en ese momento, bien podrían q
haber negado su responsabilidad por las particulares maneras como se d
interpretaron y se pusieron en práctica sus puntos de vista. Vi
La decisión de comprometerse en la acción social o de evitarla se ex­ d
tiende también a aquellas áreas de problemas para los cuales la investi­ n
gación parecería ofrecer alguna respuesta o mejora, fuera eso o no la c<
preocupación original de los académicos. No muchos de los biólogos ir
del Reino LJnido de mi muestra decidieron comprometerse en grupos n
ecológicos o en otros grupos de presión, no sólo porque usualmente P
consumen mucho tiempo o porque sus miembros tiendan a adoptar P1
un punto de vista simplista de los problemas, sino también porque «no tr
agrega nada a nuestro prestigio profesional». Del otro lado del Atlánti­ Pi
co, los encuestados hablaron del creciente interés en las cuestiones so­ es
ciales del momento pero allí, también, «hay aún muchísimos biólogos no
a quienes les importa un bledo». En general, es más sabio, simplemen­ re
te, evitar las cuestiones de controversia. Los farmacéuticos académicos rr
tampoco suelen estar a la vanguardia en el compromiso en enfrentar el ve
abuso de drogas. Los economistas más ambiciosos y exitosos se ven h¡
más atraídos por las cuestiones intelectuales que por las sociales y las be
políticas, observó uno de mis informantes: para ellos, las consideracio­ b¡
nes éticas «no son mi problema». Los historiadores evitan, comúnmen­ ce
te, relacionar las cuestiones académicas con los asuntos contemporá­
neos, sobre la base de que la generalización de una situación a otra es al
sumamente sospechosa. En contraste, los sociólogos poseen menos in­ ir
hibiciones en conectar sus posturas académicas con sus actitudes hacia P
cuestiones políticas más amplias, aunque prefieren hacerlo desde la co­ se
modidad del sillón más que en el turbulento mundo de las campañas E
electorales o de las manifestaciones.2 d
Junto con los casos que hemos considerado hasta ahora de investi­ d
gación que contribuye a generar un particular conjunto de cuestiones q
sociales o que puede tener una respuesta pertinente para un particular v
conjunto de demandas sociales, hay ejemplos, a su vez, de trabajo aca­ n
démico afectado por factores externos. Los valores, las causas y las filo­ n
sofías que los académicos como individuos apoyan tendrán a menudo n
sus orígenes biográficos fuera de la biblioteca o del laboratorio. Es pro­ q
bable que sus manifestaciones más evidentes se vean en las áreas del c<

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conocimiento que están, por sí mismas, cargadas de valor. Los resulta­
dos de mi estudio confirman que la economía y la sociología son dis­
ciplinas donde la escala de valores de un académico en actividad pue­
de ponerse de manifiesto en su trabajo: los economistas de derecha
tienden a defender un conjunto de teorías y los economistas de iz-
quiércrá, otro. Sast&aces SGcáífogGS CGa&derótám que de?
del desvalido». Los historiadores, en común con los sociólogos, rara
vez utilizarían «tendencioso» como un término de crítica, porque «se
da por sentado que todo historiador es tendencioso de una u otra ma­
nera». Sin embargo, puede hacerse aquí una distinción entre el estar
comprometido con un conjunto de valores (y quizás permitirle que
influya en nuestra elección de la especialidad) y dejarlo «imponer un
modelo del pasado» o «deformar la evidencia para que se ajuste a los
preconceptos». La posición de los abogados académicos es más com­
pleja. De acuerdo con mis informantes, existe «la costumbre de cons­
truir argumentos a partir de diferentes conjuntos de valores», en una
profesión donde se considera que un argumento legal bien formulado
es independiente del lado del caso que tome. Los tradicionalistas «si­
mulan estar ejerciendo la ciencia de Weber, independiente de los valo­
res» y «considerarían un horror que se usara el derecho como una he­
rramienta de derecha o de izquierda». Los reformistas, por otra parte,
ven lugar para la función crítica dentro de los estudios legales: «puede
haber, ciertamente, mal derecho ideológico, pero también puede ha­
ber del bueno». Otras profesiones sociales, tales como educación, tra­
bajo social y salud pública, permiten una relación más directa, y a ve­
ces penosa, entre la creencia personal y la práctica laboral.
Parecería que algunos campos de la investigación estuvieran menos
abiertos que otros a la influencia de la ideología externa y que fueran
menos hospitalarios con los valores importados. Puede ser muy sim­
plista igualar esta diferencia con la distinción entre las disciplinas que
se ocupan de las cosas y las disciplinas que se ocupan de las personas.
En un sentido, la ingeniería se ocupa de ambas, pero los ingenieros aca­
démicos como grupo tienden a considerar que su trabajo es indepen­
diente de los valores y apolítico. Ninguno de los matemáticos, físicos o
químicos que entrevisté señalaría que alguna parte de su práctica estu­
viera sujeta a la influencia doctrinal externa, salvo en el sentido muy ge­
neral de que la visión del mundo de alguien influye su juicio profesio­
nal, aunque se señaló que la predilección por una teoría en vez de otra
no era inmune a la posterior demostración de falsedad. Y a pesar de
que, entre muchos otros, Rose y Rose (1974) argumentan en términos
convincentes contra la supuesta neutralidad de la ciencia, quizás sea

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significativo que elijan la neurobiología para mostrar que los enfoques
rivales reflejan perspectivas particulares sobre los seres humanos.
Las relaciones pueden aquí a veces ser tan profundas y esquivas co­
mo los trabajos sobre el Zeitgeist
* en sí mismo. Como implica el influ­
yente estudio de Foucault (1970), El orden de las cosas, el clima intelectual
contemporáneo condiciona lo que las personas ven y comprenden.3 Los
valores pueden asimilarse tanto consciente como inconscientemente:
los académicos «pueden encontrarse sujetos a "las mareas del pen­
samiento social" que atraviesan la sociedad», como observa Henkel
(1987). Quizás sea el fenómeno que se encuentra detrás de su sugeren­
cia de que «los valores académicos se están transformando!...] un proce­
so inevitable ya que los académicos están expuestos a más normas e in­
fluencias externas». Más específicamente, en relación con la historia,
Wesseling (1985) destaca la «vaga e inconsciente» respuesta de los inves­
tigadores a «lo que realmente sucede en la sociedad», y agrega que «bas­
tante más inconsciente que conscientemente, la sociedad influye sobre
qué tipo de investigación histórica tiende a realizarse».
No obstante, el proceso de internalización de valores puede, en al­
gunos ejemplos, ser más calculado que inadvertido. Henkel (1987)
destaca que:

La mayoría de los académicos no son títeres indefensos en el juego de


otros. Interpretan los cambios y se adaptan para mantener sus posiciones.
Donde pueden, eligen a los inversores externos y refuerzan su propaga­
ción en el mercado institucional y en el de los alumnos.

Sobre el mismo estudio, Kogan (1987) (»La receptividad de la educa­


ción superior a las influencias externas»), cita a un académico que de­
cía: «a menudo trabajamos no con el conocimiento directo de lo que
son las presiones extemas sino con nuestras propias construcciones y
mitos de lo que son y de lo que podrían ser» y «lo importante es la per­
cepción intema de lo que son las presiones exógenas». Pero también
hay pruebas de resistencia, la renuencia o el rechazo a estar de acuerdo
con las tendencias externas. Otro de los entrevistados consideró que es
posible que los académicos permanezcan como «especialistas no muy
afectados por la presión proveniente de las influencias externas» y un
tercero afirmó que «las amenazas del entorno se traducen en justifica­
ciones para lo que ellos ya están haciendo». Kogan (1987) llega a la
conclusión de que

* En alemán, el espíritu de un período histórico. [T.]

178
la retórica gerencial, centralizadora e instrumental ha afectado la estructu­
ra, la disposición y los contenidos de los cursos. Sin embargo, no es evi­
dente que las normas subyacentes del conocimiento o las ambiciones in-
telectuales[...| hayan cambiado. En respuesta a las demandas del sistema,
la enseñanza, en este aspecto, puede cambiar, mientras que la investiga­
ción y la erudición académica cambian menos[...] Es justo suponer que
cuando el cambio se impone desde afuera, por motivos que el mundo
académico puede no siempre compartir, la retórica del cambio sobrepasa­
rá su aplicación.

Enfrentados con esta desconcertante multiplicidad de consideraciones,


sólo pueden hacerse dos reflexiones generales. La primera es que conti­
núan manifestándose ciertas diferencias significativas entre los diferen­
tes campos del conocimiento (aunque, se puede acotar, la imagen se
complica, aquí también, por el hecho de que una especialidad particu­
lar puede abarcar no sólo temas con o sin relevancia social, sino tam­
bién elementos relativamente independientes de los valores y elemen­
tos muy cargados de valor: la taxonomía de las plantas junto a la
fisiología humana, la paleografía junto a la historia de la Europa moder­
na). La segunda es que el modelo de compromiso de los académicos
con las cuestiones sociales y con las políticas exteriores al mundo acadé­
mico surge, en parte, de sus preocupaciones personales o profesionales,
pero, comparativamente, en gran medida de consideraciones extemas.

Influencias externas sobre los grupos de especialistas

Debemos contemplar ahora algunas consideraciones nuevas que sur­


gen si dejamos de evaluar cómo el mundo externo incide en las aspira­
ciones y en los valores de los académicos individuales y pasamos a re­
señar sus efectos en los grupos de especialistas y, en particular, en la
estructura de sus redes de comunicación y la organización de sus acti­
vidades de investigación.
Desde un punto de vista colectivo, la investigación sobre un deter­
minado tema puede verse ampliada por desarrollos intelectuales y tec­
nológicos externos. Como ya hemos visto, las teorías y las técnicas ge­
neradas en un entorno pueden resultar aplicables en algún otro lugar;
el instrumental desarrollado en un escenario puede causar adelantos
significativos en otro. La computación proporciona un claro ejemplo
de cómo el progreso tecnológico puede afectar la forma de muchos
campos de investigación. Las contribuciones de este tipo son externas

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desde la perspectiva de una especialidad en particular, pero, en su ma­
yor parte son internas al mundo académico en general.
En la práctica, la disponibilidad de equipos costosos y del apoyo
técnico que los acompaña es un reflejo de la circunstancia económica.
Como observa Henkel (1987): «la capacidad[...] de atraer [contratos
de investigación] es un criterio importante de evaluación[...] particu­
larmente cuando la adquisición de equipos modernos, a menudo
esenciales incluso para mantener el ritmo de una especialidad de rápi­
do desarrollo, depende de ellos». Thagaard (1987), a su vez, enfatiza la
importancia de reforzar muchas áreas de la ciencia pura y de la ciencia
aplicada, cuando nos recuerda que «los instrumentos de investigación
no sólo influyen en la elección de los problemas a investigar, sino tam­
bién en la organización de la investigación. La costosa maquinaria de
avanzada requiere una organización a gran escala del trabajo científi­
co», privando así al académico individual, en alguna medida, de su li­
bertad de elección (Ravetz, 1971; Ziman, 1981).
Las restricciones económicas afectan más duramente a las áreas de
la «gran ciencia» urbana, que exigen mucho capital, que a las praderas
rurales de trabajo intensivo en humanidades y ciencias sociales. Pero
otros tipos de sanciones pueden afectar por igual a las áreas duras y
blandas, puras y aplicadas. Las objeciones del lego, o incluso de la le­
gislación formal, en contra de ciertas prácticas académicas puede mani­
festarse en áreas tan éticamente sensibles como la experimentación
genética, el tratamiento de los animales de laboratorio, el estudio del
comportamiento sexual, el reconocimiento crítico de la literatura por­
nográfica o la investigación de pruebas mentales que parecen ir en con­
tra de los requerimientos de igualdad racial. Las hostilidades políticas
pueden presentarse tanto dentro como fuera del mundo académico,
con la difusión de puntos de vista que puedan considerarse sediciosos o
blasfemos, o con el aparente apoyo a escritos social, o moralmente,
subversivos. Pueden aparecer demandas para que la investigación le dé
más relevancia a los requerimientos extemos. La presión por la mayor
rendición de cuentas académicas puede surgir tanto de consideraciones
políticas, sociales y éticas de este tipo como de preocupaciones pura­
mente económicas sobre la eficacia de la organización y sobre la capaci­
dad de la educación superior de devolverle al contribuyente impositivo
un buen servicio por su dinero.
Tendremos que regresar luego al requisito de relevancia, dado que
esto plantea un problema fundamental en relación con la autonomía
de las comunidades científicas. Puede ser útil primero, no obstante, mi­
rar hacia otra forma menos visible de inhibición de la actividad de in­

180
vestigación: la manera en la cual el mundo académico está en sí mismo
predominantemente organizado. Uno de los físicos que entrevisté ex­
presó, sobre la base de su experiencia personal, su preocupación por la
manera como un promisorio tema de investigación podía «caer en las
grietas» de las áreas de especialización consideradas legítimas por el gru­
po de pares académicos asentados y por los organismos financieros que
actúan sobre la base de su consejo experto. Grane (1972) se hace eco de
los puntos de vista de Ben-David (1964) y de Campbell (1969), quienes
sostienen que «si se requiere la especialización interdisciplinaria a fin de
desarrollar una innovación, la organización de los departamentos uni­
versitarios a menudo la inhibe». Una manera efectiva de revertir esta di­
ficultad, sugiere Geiger (1987), ha sido el desarrollo de «unidades de in­
vestigación organizadas» (UIO) establecidas dentro de las universidades
a fin de ubicar las formas de investigación que «no se ajustaban a la es­
tructura departamental, usualmente por motivos de tamaño, duración
y/o propósito». Demuestra que las UIO son un componente importan­
te en el reciente desarrollo de la investigación académica.

El departamento universitario norteamericano, a pesar de su considerable


flexibilidad, es una institución inherentemente conservadora cuando se
trata de asimilar nuevas formas de conocimiento, particularmente cuando
esto depende de hacer designaciones adicionales. En términos de llevar a
cabo la investigación[...] las UIO existen para hacer lo que los departamen­
tos no pueden hacer: es decir, expandirse en las áreas interdisciplinarias,
aplicadas o que exigen mucho capital, en respuesta a las demandas socia­
les de nuevo conocimiento.

En el curso de la misma discusión, Geiger distingue entre investigación


interesada y desinteresada: para la última, la «preocupación del inves­
tigador» es «la validez de la contribución del conocimiento, no el uso
que podría dársele», mientras que la investigación interesada la inicia
típicamente un patrocinador cuyo apoyo financiero se «justifica en la
probabilidad de que la contribución del investigador al conocimiento
tenga utilidad, al menos a la larga». Geiger enfatiza que «el eje de la in­
vestigación básica-aplicada no es, de ninguna manera, coextensivo con
el eje interesada-desinteresada»: los organismos financieros pueden
interesarse en la investigación básica con la expectativa de que pudiera
finalmente tener alguna compensación práctica mientras que algunas
actividades de investigación aplicada pueden realizarse por sí mismas
y no con un fin ulterior en vista.4
Elzinga (1987b) proporciona una detallada exploración de la mane­
ra como los motivos extrínsecos pueden apoyar la investigación básica:

181
El apoyo a la investigación básica se ha vuelto selectivo y los criterios de
selección están, para la sociedad, definitivamente unidos a la política eco­
nómica industrial o a la agenda de políticas sociales. Se tiende a favorecer
la investigación básica que pueda explotarse rápidamente o que tenga po­
tencial para futuros mercados tecnológicos. Así, se transfieren las deman­
das de relevancia social del campo de la ciencia aplicada a la investigación
básica[...] La legitimación de las decisiones en la investigación académica
incluyen cada vez más consideraciones «externas» tales como la relevancia
social, la utilidad y la adecuación, que estaban tradicionalmente reserva­
das para proyectos y programas de investigación sectoriales y orientados
hacia el resultado.

En consecuencia, Elzinga sugiere que: «se ha vuelto difícil separar la


ciencia básica de la ciencia aplicada, porque la perspectiva política de
fijación de metas y prioridades ha entrado en la escena de manera cen­
tral». Lo que esto implica es un proceso de «movimiento epistémico»,
que él define como «el cambio de un sistema tradicional de control de
la reputación asociado con la disciplina científica, a uno que está des­
conectado de la disciplina científica, y, así, más abierto a la regulación
extema por imposición de políticas gubernamentales y gerenciales»
(Elzinga, 1985); y también como «la tendencia por la cual las estructu­
ras de conocimiento y las estructuras sociales dentro del sistema uni­
versitario tienden a reorganizarse en modelos disfuncionales cuando
las comunidades de investigación sufren fuertes presiones externas por
la relevancia y la rendición de cuentas (Elzinga, 1987a).
El movimiento epistémico tiene, según Elzinga (1987a), dos cau­
sas distintas:

la constante presión por manejar la ciencia en consonancia con las institu­


ciones políticas y burocráticas ejecutivas, y a través de la presión del merca­
do, en un momento cuando los conjuntos tecnológicos emergentes como
la microelectrónica, la biotecnología y los materiales industriales avanza­
dos deben basarse en las reservas estratégicas de la investigación básica.

La primera tiende a empujar la investigación hacia la «politización» o


hacia la «socialización»: «la direccionalidad estatal o la orientación
que se deriva del gobierno». «El resultado de las regulaciones y contro­
les externamente basados»)...] puede cristalizarse alrededor de las fun­
ciones sectoriales de la utilización del conocimiento (vivienda, defen­
sa, ayuda para el desarrollo, cuidado de la salud, problemas sociales,
etc.)[...] o alrededor de los movimientos sociales y políticos (estudios
del medio ambiente, género, negros, etc.)». La última causa, es decir, la

182
presión del mercado, tiende a llevar la investigación hacia «la comer­
cialización» o hacia «la privatización»; de ahí el fenómeno de «los par­
ques científicos y tecnológicos [...] pequeños "Silicon Valleys",
* que apa­
recen alrededor[...| de las universidades» (Elzinga, 1987a) «un ejemplo
de capital multinacional que compra una platea para el espectáculo de
la Gran Ciencia» (Elzinga, 1987b).5
La vulnerabilidad al movimiento epistémico no está, por supues­
to, restringida a las áreas duras puras. Entre las comunidades acadé­
micas blandas puras, las ciencias sociales también son susceptibles al
patrocinio y la consultaría industrial, a pesar de que es más probable
que la investigación sea orientada, en general, por los organismos esta­
tales y los consejos de investigación con auspicio gubernamental que
favorecen lo que pueda considerarse socialmente útil. Sin embargo, en
las humanidades la investigación es relativamente inmune, tanto por­
que la contribución que pueden hacer a la sociedad más amplia es me­
nos utilitaria directamente, como porque la investigación académica
que realizan no es tan susceptible a la actividad colectiva a gran escala
ni, en su mayor parte, financieramente exigente, por los motivos ex­
plorados en los capítulos anteriores. Pero ipso fado, su independencia
de las cadenas del gobierno y del comercio es acompañada por la per­
cepción filistea de que es marginal e irrelevante, de escala pequeña y
trivial. La noción del movimiento epistémico es, también, menos per­
tinente para la investigación en las profesiones tecnológicas o sociales,
aunque por un motivo muy diferente. Estas profesiones no han dejado
ningún lugar al movimiento, en parte, porque tienen obligaciones con
los grupos profesionales más grandes cuyos intereses de formación e
investigación representan y, en parte, porque los grupos de investiga­
ción dura aplicada sufren los vaivenes de la industria privada y guber­
namental (incluida la militar) y los grupos de investigación blanda
aplicada, los vaivenes de los correspondientes ministerios y los orga­
nismos de bienestar social.
Las unidades de investigación organizada, tal como demuestra
Geiger (1987), pueden tener un papel importante como intermedia­
rias entre los patrocinadores y las comunidades de especialistas de cu­
yo saber buscan apropiarse: «la utilización de las UIO ha permitido a
las universidades norteamericanas expandir algunas partes selecciona­

* Silicon Valley, o Valle de Silicio, enclave urbano en California, EELIU. Su nombre se


deriva de la densa concentración de industrias y corporaciones dedicadas a la electró­
nica y la computación que surgieron a partir de la década del 70. [T.j

183
das de sus compromisos de investigación sin afectar significativamente
su misión fundamental de instrucción representada por los departa­
mentos académicos». En términos más abstractos, van den Daele et
al.(1977) se refieren a «nuevas formas de institucionalización y nuevas
estructuras de comunicación», agregando que «los problemas externos
fijados por los programas de políticas científicas se transforman en fo­
cos para la formación de nuevas comunidades». Las llaman «comuni­
dades híbridas» porque típicamente incluyen investigadores prove­
nientes de varias especialidades diferentes, junto con los no científicos.
Las comunidades híbridas, afirman, desarrollan sus propios «estánda­
res de evaluación, sus propias estructuras de reputación y sus propios
modelos de carrera». Whitley (1982) continúa el argumento, al obser­
var que «las metas y los ideales científicos se alteran para ubicarse en
estas nuevas relaciones (con los establecimientos médicos, de nego­
cios y políticos), ya que las nuevas comunidades de reputación se han
establecido alrededor de metas no académicas o cuasi académicas». El-
zinga (1987a)s agudiza el contraste: «Los sistemas tradicionales son
aquellos donde la reputación se incrementa a través del reconocimien­
to interno y de la revisión de pares; en los nuevos sistemas, la reputa­
ción puede estar unida al reconocimiento de los servicios a una elite
extema económica o política».
Elzinga regresa aquí a su opinión anterior de que la relación entre
«las estructuras regulativas sociales y cognitivas» no es en modo algu­
no unidireccional. «Los procesos externos de estímulo, profesionali-
zación, sectorización, etc., no provocan cambios estructurales orga-
nizacionales ni epistémicos directos en el sistema educativo superior,
sino más bien mediante la mediación, por ejemplo de las comunida­
des híbridas y de las comunidades de intermediarios»; al mismo
tiempo «una "comunidad híbrida de investigación" asociada con un
campo particular de investigación es buena si además representa exi­
tosamente los intereses de la comunidad de investigación y obtiene
dinero, puestos y recursos». Rip (1981), al criticar la anterior explica­
ción de las comunidades híbridas de van den Daele et al. (1977),
coincide en que «la aparición de las comunidades híbridas señala el
intento de control político de la ciencia, mientras que su éxito depen­
de de que la institucionalización de la normativa externa se realice de
manera compatible con la interna». También apoya otro punto im­
portante;

el estado cognitivo de una disciplina y la naturaleza de su normativa in­


terna son variables independientes que determinan las actitudes de los

184
científicos hacia la orientación externa. Esto implica que la resistencia de
los científicos no siempre puede ser reducida por las medidas institucio­
nales que los funcionarios puedan tomar (ej.: dinero, posibilidades, es­
tructura de carreras) y que la política científica debe tomar en cuenta los
aspectos cognitivos del objeto de su política. (Rip, 1981).

En otras palabras, una concentración demasiado exclusiva en los (hay


que admitirlo, intrigantes) procesos de negociación entre las comuni­
dades de investigación especializada, por un lado, y los auspiciantes
que desean arrearlos hacia metas seculares, por otro, minimiza dos
puntos fundamentales: primero, que es el conocimiento, visto como
una mercadería, el objeto de la preocupación compartida; pero, se­
gundo, que el conocimiento es más que una simple mercadería, sujeta
a las transacciones burocráticas. Gran parte de la discusión previa se
ha ocupado de establecer que su desarrollo no puede representarse
simplemente como un subproducto de consideraciones sociales, eco­
nómicas y políticas dentro y fuera del mundo académico, ni (como
dirían los relativistas) como una quimera creada por esas mismas con­
sideraciones.

Jerarquía disciplinar y poder

Pasaremos ahora a considerar las disciplinas de manera general, y no


como conglomerados de individuos o de grupos de especialistas. Un
acercamiento útil hacia la relación con el entorno es considerar cómo
nacen, cuales son las condiciones para su supervivencia y qué les suce­
de al declinar.
Parece haber acuerdo en que hay dos modos distintos de génesis,
aunque las variaciones en ambos modos se presentan bajo diversas for­
mas (comparar Becher y Kogan, 1980; Blume, 1985; Elzinga, 1987a).
Básicamente, hay disciplinas que deben sus orígenes a causas intemas y
hay otras que nacieron por motivos ajenos a la esfera de influencia pu­
ramente académica. No es necesario ocupamos aquí de las disciplinas
que se generaron internamente. Sin embargo, puede destacarse al pasar
la opinión de Becher y Kogan, para quienes las disciplinas surgen o
bien de la fisión, el proceso mediante el cual una especialidad grande y
cada vez más independiente se separa de la disciplina madre para esta­
blecer una existencia autónoma, como en la separación de la computa­
ción y de la matemática, o bien de la fusión, el mecanismo que rige la
amalgama de dos especialidades superpuestas provenientes de discipli-

185
ñas diferentes y su posterior emergencia como un nuevo campo, como
en el nacimiento de la bioquímica a partir de una fértil unión de la bio­
logía y la química. Blume se refiere, en cambio, a la diferenciación, un
concepto cercano a la fisión, si no idéntico, y a la extensión, a la que
describe como «el intento de extender la ciencia para cubrir áreas de ex­
periencia, fenómenos, donde previamente no había ciencia alguna» y
da como ejemplos el psicoanálisis desarrollado por Freud y el naci­
miento de la crítica práctica en la literatura gracias a I. A. Richards. *
Las disciplinas generadas externamente proporcionan un claro
ejemplo de la interacción entre el mundo académico y el que se en­
cuentra más allá de sus confines. Becher y Kogan llaman la atención ha­
cia un único modelo de origen: el que surge de la demanda del merca­
do potencial. Caracterizan la receptividad a las consideraciones del
mercado como «particularmente notable en relación con los cursos
prácticos», tales como contabilidad y enfermería, cuyo establecimiento
depende de que sean considerados «académicamente aceptables y via­
bles en términos de la cantidad de alumnos». Blume llama al mismo
proceso "profesionalización" y proporciona el ejemplo de la educación
en ingeniería, haciendo notar la «dinámica intelectualizante» que lleva
a «más autonomía, más instrucción teórica y más requerimientos para
el ingreso[...] el movimiento hacia un diseño auricular que gradual­
mente se va basando cada vez más en la teoría a expensas del anterior
énfasis en la práaica». Pero Blume agrega «un modo [más] mediante el
cual los nuevos campos de investigación llegan a establecerse en la uni­
versidad», que él llama "estimulación externa": «el desarrollo de un
campo técnico [que] comienza cuando alguien percibe la potencial uti­
lidad de un fenómeno en particular (un proceso o efeao natural) para
cumplir una determinada función social». Los ejemplos de este proceso
incluirían la ingeniería aeronáutica, la biotecnología y la física médica,
todas las cuales comprenden «la reorganización del conocimiento
existente y la generación de nuevas jerarquías de problemas[...] alrede­
dor de un concepto o de un conjunto de conceptos técnicos».
Elzinga (1987a) adopta un enfoque más ecléctico respecto de la
emergencia y el establecimiento de nuevas disciplinas, al tener en
cuenta tanto consideraciones internas y externas como sociológicas y
epistemológicas del mismo fenómeno. Su preocupación principal se

* Ivor A. Richards, crítico y poeta británico (1893-1979). Sus obras Principios de Crítica
literaria (1924) y Crítica práctica (1929) influyeron considerablemente en el desarro­
llo del movimiento de la Nueva Crítica en los Estados Unidos. [T.]

186
encuentra en los factores externos del cambio. Al tomar las categorías
de Blume, argumenta que la estimulación externa debería incluir «a las
variedades de aprendizaje y a las ciencias no tecnológicas», dado que
las ciencias sociales tienen usos administrativos y las humanidades
pueden servir a fines ideológicos: «en verdad, no es inusual encontrar
que nuevos campos de investigación cristalicen alrededorj...] de nue­
vas prácticas administrativas, de necesidades de bienestar o de discur­
sos ideológicos en la sociedad». Ejemplo de los últimos son las investi­
gaciones sobre la paz y los conflictos, la investigación ambiental y los
estudios de género, aunque Elzinga observa que «a medida que las exi­
gencias de los movimientos se traducen en problemas investigablesj...]
la investigación puede encapsularse y perder su punzante radicalidad»,
como resultado de la obligación de «ajustarse a las definiciones de las
corporaciones financieras». Su conclusión general es que

encontramos en la emergencia de algunas nuevas disciplinas la confluen­


cia de varios intereses y apuestas diferentes, a veces contradictorios: movi­
mientos de origen popular, disciplinas académicas o, más bien, los tradi­
cionales «portadores» de su conocimiento con sus propias disciplinas para
defender; la profesionalización de grupos específicos de personas suma­
mente calificadas o hábiles en la sociedad, y diversos intereses corpora­
tivos. Muchas de las nuevas disciplinas que aparecieron en los años se­
tenta... lo hicieron sobre la base del estímulo corporativo o profesional
externo, o bien gracias a las presiones desde abajo, de los movimientos
populares. En ambos casos, es cuestión de factores de motivos más exter­
nos que internos (Elzinga, 1987a).

Estos comentarios recuerdan la explicación de Elzinga, previamente ci­


tada, sobre el proceso de movimiento epistémico en el nivel de las es­
pecialidades de investigación. Una referencia más de Elzinga (1985) a
las cuatro fuentes de Blume sobre la génesis disciplinar acentúa la
comparación:

El marco conceptual de Blume permite interpretar los sucesivos cambios


de política desde los años 60 en adelante como el cambio del enfoque
central en las consideraciones políticas, de los factores cognitivos a los so­
ciales; las doctrinas de política científica, que en gran parte se habían ba­
sado o estaban envueltas en la consideración de reglas de tipo intemo,
han llegado a reflejar más intensamente los factores que pertenecen a los
dos procesos de tipo externos: la estimulación socio-económica y la pro­
fesionalización.

187
Cualesquiera sean sus orígenes, las disciplinas emergentes deben en­
frentar las demandas competitivas de las que ya están establecidas.
Crane (1972) observa que, en el desarrollo de un nuevo campo, «el sis­
tema académico existente debe ser capaz de expandirse, de crear nue­
vos puestos y nuevos departamentos a fin de absorber la innovación y
de permitir que se desarrolle». Si el recién llegado es visto como una
amenaza a los intereses establecidos, o como un rival que consume los
recursos disponibles, es probable que su desarrollo se vea inhibido
(Spiegel-Rösing, 1974).
Desde una perspectiva sociológica en particular, se puede ver que
las disciplinas se involucran en una constante lucha darwiniana por el
poder y el prestigio, en la cual los más duros y adaptables florecen,
mientras que los más débiles van al paredón. Henkel (1987) no es el
único atraído por «la analogía con la evolución y el concepto de la su­
pervivencia del más apto». Pero también debe reconocerse, como ya se
hizo antes, que la manera como el trabajo intelectual depende del
apoyo económico externo y de los medios para adquirir y distribuir
ese apoyo ocasiona gran parte de la competitividad. La necesidad de
persuadir a otros de que proporcionen los recursos necesarios general­
mente limita la libertad de investigación. Salvo que, como rara vez su­
cede, se disponga de suficiente dinero como para prescindir de toda
competencia, las disciplinas forzosamente forman grupos de interés ri­
vales. Su búsqueda de prestigio, que podría considerarse, en algunos
aspectos, análoga con la preocupación del académico individual por la
reputación, es estimulada no solamente por el orgullo tribal intrínseco
sino por la necesidad extrínseca de justificar su existencia y de mante­
ner su medio de vida colectivo. O, tal como lo plantea Spiegel-Rösing
(1974), la atribución subjetiva del status puede tener consecuencias
objetivas: el prestigio atrae los recursos esenciales para el desarrollo
cognitivo de la disciplina.
Henkel (1987) señala que las disciplinas «pueden encontrarse en
la necesidad de seleccionar y adaptar estrategias en el frente organizati­
vo, normativo y político a fin de manejar su cambiante entorno y de
competir exitosamente con los intereses rivales». La discusión de Spie­
gel-Rössing sobre el tema examina detenidamente la naturaleza de
«esas estrategias de la disciplina para mantener el status»; aquí, nos
ocuparemos sólo de unas pocas.
Ya se ha identificado un enfoque común en el anterior análisis del
movimiento epistémico: la pretensión de utilidad externa. En la ex­
ploración de Kogan, Henkel y otros sobre «la receptividad de la educa­
ción superior a las influencias externas», Henkel (1987) observó que,

188
con ciertas importantes excepciones, «el poder de las disciplinas indi­
viduales!...] dependía cada vez más de su contribución a la economía».
Cuando la naturaleza de la especialidad exige que esa contribución
sea, al menos, indirecta, sólo se puede argumentar la cuestión en tér­
minos más o menos complicados. Así, puede justificarse una investi­
gación aparentemente desinteresada, tal como la de la física de las par­
tículas en la constitución última de la materia, en términos de la
eventual posibilidad de que produzca resultados aplicables. En mu­
chas especialidades de las humanidades, las afirmaciones de este tipo
son tan manifiestamente inverosímiles que rara vez se hace el intento
de sugerirlas: aunque Kogan (1987) menciona el caso de un departa­
mento de historia (pero no, debe decirse, de una institución prestigio­
sa) cuya supervivencia continuada dependía de la modesta contribu­
ción que era capaz de ofrecer al estudio del turismo.
Pero incluso en el clima social más burdamente utilitario, la repu­
tación externa de una disciplina es, al menos en cierta medida, inde­
pendiente de su real validez económica. En la discusión sobre la je­
rarquía de las disciplinas del capítulo cuatro, se vio que, dentro del
propio mundo académico, los dominios del conocimiento duro tie­
nen más prestigio que los blandos y los puros más que los aplicados.
Los observadores extemos de la escena académica comparten, en cier­
to grado, esta percepción y tenderán, independientemente de los cál­
culos de utilidad, a demostrar mayor respeto por la investigación en
bioquímica y física, en un extremo, que por los estudios relacionados
con educación o trabajo social, en el otro. Establecer una imagen aca­
démica fuerte no es, por lo tanto, un movimiento irrelevante en el jue­
go por la credibilidad externa y el prestigio.
Spiegel-Rösing (1974) distingue entre las estrategias para mejorar
la imagen como tal y las que buscan, además, cambios más funda­
mentales de la sustancia. Las primeras pueden apoyarse en cuidadosas
reinterpretaciones de la historia de una disciplina o en las modifica­
ciones de lo que se considera la naturaleza de su misión fundamental.
Los cambios de nomenclatura pueden ser significativos. Lino de los
biólogos observó que varios departamentos de botánica opinaban que
valía la pena volver a llamarse departamento de ciencias de las plantas;
otro sugirió que, análogamente, entre los especialistas, la morfología
funcional había adquirido una imagen más vigorosa cuando se la ha­
bía renombrado biomecánica. En matemática, también, un informan­
te destacó que «las personas hacen juegos de palabras para mejorar su
status. Por ejemplo, el grupo que originalmente se autodenominaba
analistas luego tomó el nombre de analistas clásicos, luego se transfor­

189
mó en analistas funcionales y ahora se llama analistas duros». Elzinga
(1987a) observa que el establecimiento de la enfermería como campo
de investigación aplicada se había caracterizado por «las peleas sobre
si el nombre de una parte de la nueva especialidad debía ser "enferme­
ría" de manera general, "investigación sobre el cuidado de la salud" o
"investigación orientada a la sala de hospital"». Sin embargo, lo que
está en juego aquí es más que una mera elección del nombre: «la pelea
sobre la terminología|...] no es neutral. Más bien, refleja fuertes intere­
ses por parte de los diferentes actores» y el desacuerdo subyacente res­
pecto de cual es la forma del conocimiento que debe ocupar el foco
de atención principal. A su vez, en una disciplina asentada, el cam­
bio de nomenclatura puede surgir de algo más que de la preocupa­
ción social por el «manejo de la imagen», puede, tal como se sugirió
anteriormente, involucrar un cambio cognitive en la sustancia, seña­
lado por un cambio identificable en el paradigma, la visión de fenó­
menos familiares a través de nuevos ojos.
La viabilidad de una disciplina también está estrechamente unida
a su capacidad de atraer a los alumnos, hecho que no concuerda nece­
sariamente con la garantía de un empleo posterior. El mercado de los
ingresos en las disciplinas es tan impredecible y está tan sujeto a los ca­
prichos de la moda como el mercado laboral de los graduados, tal co­
mo puede verse por las sustanciales variaciones de poder y recursos
que una disciplina en particular puede manejar a lo largo del tiempo.
En su apogeo, el estudio de las lenguas y la literatura clásicas era el pi­
náculo del prestigio académico entre las disciplinas no profesionales,
como lo fue la teología entre quienes buscaban entrenamiento en una
profesión.
* Ahora, ambas disciplinas luchan por sobrevivir, ante la es­
casez de alumnos inscriptos incluso en los departamentos más anti­
guos y mejor considerados. Más recientemente, la gloria que disfmtó
la filosofía analítica en la generación de posguerra parece haberse opa­
cado y la lingüística, una mercadería, quizás, sobrevaluada hace una o
dos décadas, parece haberse quedado atrás, reflejando un valor de
mercado más modesto.
Las disciplinas aparentemente más seguras y respetadas no son in­
munes a esta clase de influencia externa. Muchos de mis encuestados
economistas informaron una declinación en el estado de ánimo den­
tro de su comunidad intelectual, relacionada ampliamente con el fra­

* Los institutos de teología (Divinity Schools) forman profesionalmente ministros


protestantes. Existen desde hace mucho tiempo en universidades en Inglaterra y Esta­
dos Unidos, entre ellas Cambridge y Harvard. [T.J

190
caso de las medidas económicas para hacer frente a la recesión mun­
dial de comienzos de los setenta. Henkel (1987) informa que:

En nuestro estudio se encontró que tanto la historia como la física esta­


ban amenazadas de distintas maneras[...j La física está sufriendo por la
pobre enseñanza escolar de la materia, la disminución de los subsidios de
investigación de la gran ciencia y la competencia con ingeniería por los
alumnos y por el apoyo institucional. Los historiadores estaban siendo
forzados a justificar ante sus empleadores la relevancia y el valor de su es­
pecialidad.

Los caprichos de la fortuna disciplinar pueden, entonces, verse como una


manifestación más de la compleja relación entre el mundo académico y
su entorno más amplio. Una tesis muy citada, bajo el nombre de teoría
de la finalización, une la vulnerabilidad a la influencia extema de las dis­
ciplinas científicas con las etapas de su ciclo de evolución. Bóhme et al.
(1976), de acuerdo con Kuhn (1962), argumentan que toda ciencia debe
pasar a través de una secuencia de tres fases: de la pre-paradigmática a los
paradigmas provisionales, y de allí al establecimiento de paradigmas cla­
ros y maduros. En la segunda de estas fases, cuando la preocupación se
encuentra en el desarrollo teórico, una disciplina es más o menos imper­
meable a los intentos de interferencia exterior. En la primera, sin embar­
go, es vulnerable a la invasión por parte de las consideraciones extemas
porque no hay fuertes reglas internas que puedan impugnarlas. Y en la
tercera, a veces llamada también fase post-paradigmática, no hay más ex­
pansión teórica; las reglas internas dejan de funcionar como motor prin­
cipal de la investigación y así la ciencia madura se abre nuevamente a la
intervención política y económica. Tal como Rip (1981) explica, «el río
de la ciencia ha alcanzado, por decirlo así, su delta y ahora se le puede
cambiar el curso muy fácilmente. La intemalización de las metas exter­
nas se llama finalización11 y los desarrollos especializados resultantes se
llaman especialidades o disciplinas finalizadas».
Aunque este análisis atractivamente simple de equivalencia disci­
plinar del movimiento epistémico en el nivel de los especialistas tuvo
considerable impacto en la sociología de la ciencia cuando fue pro­
puesto por primera vez, fue cuestionado posteriormente por varios mo­
tivos. Además de la vaguedad de la noción de madurez, como señala
Rip, entraña la hipótesis fuertemente reduccionista de que todas las
ciencias siguen el modelo de la física (en cuyo contexto esa teoría fue
desarrollada). También comparte los dejos deterministas por los cuales
se criticó el trabajo de Kuhn, que implican la inevitabilidad del modelo

191
de evolución, para lo que pueden hallarse, fácilmente, contraejemplos.
Elzinga (1987a) agrega dos fuertes acusaciones. Primero, «los estudios
de caso que se han llevado a cabo no han tenido éxito en demostrar có­
mo los factores sociales influyen en la "verdad" de los campos de cono­
cimiento. Más aún, esa misma tesis ha ayudado a avivar las llamas del
relativismo». Su segunda objeción es, quizás, más fundamental:

Aun si estuviéramos de acuerdo en que ciertos campos de la investigación


maduran, en el sentido de que no son necesarios ni posibles más desarro­
llos teóricos, no se sigue lógicamente que los investigadores pierdan el de­
recho y la responsabilidad de traducir los problemas profesionales en
problemas de investigación. Este no es un proceso automático. Los inves­
tigadores tampoco pierden la responsabilidad de mantener altos estánda­
res, de elegir metodologías o conceptos básicos, de aceptar o de rechazar
hipótesis, ni de publicar sus resultados para que la comunidad científica
los examine.

Cualesquiera sean los méritos o los desméritos de la doctrina de la fi­


nalización, todavía falta mostrar que pueda ser aplicada fuera del cam­
po de la ciencia dura, aunque sea en alguna forma modificada. Pero ya
se ha dicho, quizás lo suficiente, sobre cómo las especialidades no
científicas, a su vez, no pueden escapar a la necesidad de interactuar
con el mundo exterior y ajustarse a sus demandas. Parece que no se
puede argumentar a favor de ninguna forma extrema de aislamiento
disciplinar: ni siquiera una torre de marfil es inmune a las influencias
ambientales, sean éstas los vientos de la casualidad o el desgaste por la
contaminación atmosférica causada por el hombre .

Los dominios de conocimiento y la relevancia social

Un mapa del mundo tiene un uso diferente que un pequeño plano de


demarcación de un terreno y, en algunos aspectos, cumple un propósi­
to más útil. De manera algo similar, los cuatro dominios contrastantes
del conocimiento identificados en el capítulo uno (duro puro, blando
puro, duro aplicado y blando aplicado) sirven en el ámbito macroscó­
pico para consolidar las diversas características identificadas en los
ámbitos microscópicos del individuo y de la especialidad y en el nivel
intermedio de la disciplina. Este proceso de consolidación, aunque
desdibuja inevitablemente las sutiles variaciones que pueden obser­
varse desde una perspectiva cercana, tiene la ventaja de simplificar, y

192
por lo tanto, en alguna medida, de aclarar y subrayar, las características
salientes del mapa del conocimiento.
Con muchos de los detalles ya explorados, queda relativamente
poco para decir sobre la interrelación entre los dominios del conoci­
miento vistos de manera conjunta, el clima socioeconómico en el cual
tienen que justificar su existencia. Esta sección, en consecuencia, servi­
rá como breve síntesis de lo que se ha dicho hasta ahora, e intentará
extraer, también, sus principales consecuencias.
El conocimiento duro puro suele tener gran prestigio, al dedicarse
como lo hace a buscar las leyes generales que rigen las áreas de enten­
dimiento humano de las que se ocupa. Comúnmente, se dice que es
muy exigente intelectualmente y que atrae a los individuos de gran ca­
pacidad. La pureza y el elitismo se ven, no obstante, mitigados por la
promesa de que, de manera posiblemente inesperada, puede llegar a
encontrar una aplicación útil. Estas características ayudan a explicar las
importantes sumas que la sociedad parece preparada para invertir en
investigación centrada en problemas y que trabaja con explicaciones
causales de tipo general. Los subsidios de la «gran ciencia» requieren
un lobby político-profesional particularmente eficaz, es alentado por
poderosas asociaciones de especialistas bien organizadas y estrecha­
mente ligadas. Aun en las áreas de investigación menos costosas, la
condición para conseguir subvenciones es un arte que los académicos
de carrera exitosos deben cultivar: la obtención de fondos externos es
una influencia positiva en el proceso de reconocimiento y avance pro­
fesional. En términos generales, la sustancial dependencia de la inves­
tigación dura pura con el patrocinio externo abre el camino a la inter­
vención política y comercial y puede llevar, en algunas situaciones, a
enfatizar trabajos considerados socialmente aplicables, a expensas de
aquellas áreas de indagación cuya dirección está determinada por con­
sideraciones predominantemente epistemológicas.
En las áreas duras aplicadas, donde la función primordial del co­
nocimiento es la generación de técnicas orientadas a los productos, y
más directamente, de productos en sí, el perfil es diferente. El esfuerzo
no suele concentrarse alrededor de una limitada cantidad de proble­
mas sino que suele abrirse en un amplio frente. Por lo tanto, no es tan
fácil que un grupo de interés único se fusione y presente un caso cohe­
rente y unido para su financiación. La dificultad puede verse aumen­
tada por los criterios utilitarios invocados al evaluar la promesa de in­
vestigación. En particular, es probable que el punto de vista de los
profesionales no académicos en actividad en el campo de aplicación
tenga cierta influencia, empañando los procesos más simples y do-

193
mésticos del juicio del grupo de pares. El valor unido al conocimiento
directamente útil está relacionado con consideraciones culturales más
amplias y varía con el tiempo y el lugar. En Europa Occidental y Cen­
tral existe la tradición de estimar socialmente la investigación relacio­
nada con la práctica, tal como puede verse en la fuerte infraestructura
que tienen los institutos de tecnología y aplicación dentro de sus siste­
mas educativos en general. En Gran Bretaña, por otra parte, actitudes
sociales menos positivas fueron alentadas por la asociación del elitis-
mo y la pureza teórica con la burguesía y de la aplicación práctica con
las clases trabajadoras (véase Wiener, 1981; Bamett, 1986). Fue nece­
sario una infatigable insistencia política en la promoción de la investi­
gación utilitaria, basada en contratos, para cambiar el equilibrio y
favorecer la aplicación. Pero hay una tendencia inversa entre los cientí­
ficos aplicados de elite a lograr la independencia de la influencia exter­
na, favoreciendo los aspectos más teóricos y menos instrumentales del
campo: una forma particular de «cambio académico» (Neave, 1979;
Clark, 1983) que es el alter ego del cambio epistémico ya identificado
en la indagación dura pura.
Tanto el conocimiento duro puro como el duro aplicado compro­
meten a sus campeones en la competencia activa por los subsidios para
la investigación y en una correspondiente dependencia de la buena vo­
luntad tanto de los sectores públicos de la economía como de los priva­
dos. La presión de este tipo es notablemente menos intensa en el extre­
mo del campo blando puro que se ocupa de conocimiento inaplicable,
ampliamente ateórico, que comprende el estudio de lo particular más
que de lo general y busca la comprensión empática más que la explica­
ción causal. La visión desde el mundo extemo de esta forma de conoci­
miento es ambivalente. Por un lado, la erudición es un atributo y una
actividad respetada; por el otro, está abierta a la acusación hostil de ser
confúsa, endogàmica y mayormente sin sentido. Lo que a veces los aca­
démicos han designado orgullosamente como la búsqueda del apren­
dizaje por sí mismo puede ser comprensiblemente degrado por los le­
gos por su falta de justificación social más amplia, y, por lo tanto, tener
poco o ningún derecho al monedero público. Parece demasiado perso­
nal y específico para merecer grandes inversiones y es, en todo caso, de­
masiado económico para necesitarlas, al involucrar, característicamen­
te, una o, cuando mucho, dos personas en vez de un importante equipo
de investigación, y al exigir no más que el acceso al material fuente, mo­
destos fondos para libros y el costo de los viajes ocasionales. Dado que
la recaudación de fondos no es una actividad significativa, las especiali­
dades involucradas no tienen ninguna necesidad de fuertes relaciones

194
públicas promocionales. Esto, unido al individualismo, que es una de
las características inherentes de la investigación blanda pura, significa
que sus organizaciones profesionales, vistas como grupos representati­
vos de sus intereses hacia el mundo exterior, son relativamente débiles.
Pero el campo del conocimiento blando puro es quizás aun más
heterogéneo que sus contrapartidas, dado que también abarca áreas de
investigación que aspiran a algo de la generalidad de la investigación
dura pura y que ofrecen cierta aplicabilidad potencial. La economía es
una disciplina que cruza los límites de lo duro y de lo blando, de lo
puro y de lo aplicado: «el marco analítico de la economía neoclásica
determina mayormente qué es o qué no es un problema económico,
pero las influencias externas afectan realmente la variedad de las cues­
tiones abordadas y las exigencias de la política llevan a la extensión de
ese marco hacia nuevas áreas que no se consideraron apropiadas pre­
viamente» (Whitley, 1984); «se reclaman[...] teorías unificadoras y
también más sofisticadas. [Las] preocupaciones son sobre todo de ti­
po interno, a pesar de que las influencias de tipo externo sobre una es­
pecialidad tan ligadas con la sociedad son poderosas» (Henkel, 1987).
En la sociología, también, se buscan teorías grandiosas y envolventes,
en difícil conjunción con la tendencia hacia la indagación orientada
hacia la política: aunque aquí, la influencia de la investigación en la
práctica rara vez es muy directa, y toma más la forma de una ilustra­
ción general, una modificación de los conceptos comúnmente sosteni­
dos, que la de una eficaz prescripción para el adelanto o la mejora so­
cial (Weiss, 1977; Thomas, 1985). En las ciencias sociales en general,
el papel de los organismos políticos externos parecería ser más fuerte
que en las humanidades, en las ciencias naturales o en las profesiones
técnicas.
La característica predominante del conocimiento blando aplicado
es la susceptibilidad de su agenda de investigación al dictado de los in­
tereses no académicos. Dados sus estrechos enlaces y la pertenencia su­
perpuesta a la comunidad académica, las asociaciones de académicos
profesionales pertinentes tendrán a menudo una fuerte influencia en
la identificación de las cuestiones y de la aprobación de las estrategias
de investigación, como en los casos de enfermería y trabajo social. Los
ministerios gubernamentales tenderán, mediante el control de los pre­
supuestos sectoriales para investigación, a promover las actividades de
desarrollo junto a la investigación en temas «útiles» (Kogan y Henkel,
1983). Los grupos de clientes también pueden tratar de ejercer su in­
fluencia. Como observa Whitley (1984): «cuando poderosos grupos
no científicos (es decir, no académicos) definen en su mayor parte el

195
fenómeno central de un campof...] su autonomía es muy limitada y
está sujeta a la invasión en nombre de la "relevancia"».
La consecuencia de este análisis es que aun cuando se las observe
agrupadas en un nivel general amplio, las diferentes categorías episte­
mológicas están asociadas con conjuntos diversos de relaciones entre
las comunidades académicas involucradas y sus contextos más am­
plios. Ninguna parte del mundo del aprendizaje es inmune a la inte­
racción con su entorno, pero la forma que la interacción tome reflejará
claramente la naturaleza del dominio del conocimiento en cuestión.

Notas

1. La única excepción significativa que conozco es el estudio a gran escala de la educa­


ción superior y del mercado laboral que llevaron a cabo a mediados de los años 80
Maurice Kogan y otros (véase Boys et al., 1988).
2. La cuestión es quizás más complicada de lo que esto la hace parecer. Un sociólogo
que entrevisté destacó que «muchos sociólogos tienen fuertes sentimientos de justi­
cia social, pero la mayoría los subliman en la investigación en vez de traducirlos en
la acción». Pero el comentario de otro respecto de que «la clase de sociología que
practicamos es vista como una manifestación política y existencia!» permite una in­
terpretación diferente. En la verdadera tradición del disenso, Nicolaus (1972) acusa
a «la elite gobernante» de sus colegas de estar en el negocio de brindar «informa­
ción y consejo a la clase gobemantej...] sobre las maneras y los medios de mante­
ner a la gente oprimida»:
El sociólogo famoso, el sociólogo de gran status, el sociólogo próspero, el sociólogo del
jet-set, el sociólogo de un libro por año, el sociólogo que usa la librea, el traje y la corba­
ta de sus superiores: es el tipo de sociólogo que no es ni más ni menos que un sirviente
doméstico en el establecimiento corporativo, un Tío Tom intelectual y blanco]...| para
cualquier gobierno y para cualquier clase gobernante!...] La sociología ha trabajado
para crear y para incrementar la injusta distribución del conocimiento, ha trabajado pa­
ra hacer a la población de súbditos relativamente más impotente e ignorante.
3. Elzinga (1987b) brinda una linda ilustración, al pintar cómo han cambiado las
modas intelectuales de la sociología de la ciencia. Argumenta que «el esquema so­
ciológico de Merton y el filosófico de Popper» (véase Merton (1973) sobre las nor­
mas de la ciencia, y Popper (1979) sobre el principio de falsación) buscaban retra­
tar a la ciencia como funcionalmente autónoma y cognitivamente fidedigna y por
lo tanto, «relativamente inmune a las influencias sociales e independiente de ellas».
En «algunas de las tendencias más nuevas... se ve que, a veces, los hechos no están
formados principalmente o en absoluto por confrontación con la realidad objetiva,
sino por la mediación social y la trama cultural donde trabajan los investigadores...
se dice que los límites entre la ciencia y la no ciencia dependen de la negociación y
de las luchas por el poder, tanto a micro como a macro-niveles». En consecuencia,
«al contrastar la imaginería más nueva con la que ha legitimado la ciencia académi­
ca tradicional, la degradación del sacerdocio de la ciencia puede servir para legiti-

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mar la doctrina de la política científica pragmática[...] que forman la base de la
orientación hacia los resultados y de la politización de la ciencia».
4. Esta afirmación quizás no sea más que una indicación adicional de la diversidad
dentro de áreas disciplinares superficialmente homogéneas. La frase «investigación
aplicada desinteresada» podría razonablemente utilizarse para referirse al trabajo
predominantemente teórico en campos tales como la farmacia y la ingeniería me­
cánica. Un contraste podría observarse aquí con lo que a veces se llama «matemáti­
ca aplicada», es decir: temas de investigación dentro de los confines disciplinarios
de la matemática pura que prometen ser explotables en los campos de las especiali­
dades aplicadas.
5. La dependencia puede tener ventajas y desventajas. Henkel (1987) observa que
hay campos donde la industria está a la vanguardia del conocimiento. En física, los
ejemplos son la electrónica digital y la láserf...] algunos profesores de educación supe­
rior utilizaban sus contactos con la industria para obtener el conocimiento de los desa­
rrollos actuales en electrónica láser a fin de transmitirlo a los alumnos.
6. Sin embargo, esto es atemperado por Knorr-Cetina (1982), quien argumenta que
incluso en la aparentemente desinteresada ciencia pura, «las arenas de la acción
dentro de las cuales... se investiga son transepistémicas ,es decir, en principio inclu­
yen a los científicos y a los no científicos, y abarcan argumentos y cuestiones de...
naturaleza "no técnica"». Estas arenas transepistémicas son «el lugar dónde el esta­
blecimiento, la definición, la renovación o la expansión de recursos-relaciones se
negocia eficazmente».
7. «La "finalización" es un proceso a través del cual las metas externas de la ciencia se
transforman en las pautas para el desarrollo de la propia teoría científica» (Bóhme
etal., 1976).

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