Está en la página 1de 5

Donde nace:

Esta figura nace en el derecho estadounidense y posteriormente es acogida en


convenciones de derecho internacional americano. Una especial referencia a este
problema se encuentra en la Convención de La Habana del 29 de febrero de 1928,
sobre el Derecho y Deberes de los Estados en caso de Guerra. El artículo 30 de
esta Convención establece:
El buque insurrecto de guerra o mercante, equipado, por la rebelión, que llegue a
un país extranjero o busque refugio en él, será entregado por el gobierno de éste
al gobierno constituido del país en lucha civil, y los tripulantes serán considerados
como refugiados políticos. Dicha disposición deberá entenderse en el sentido de
los insurrectos podrán recibir protección como “refugiados políticos”, lo cual no
implica que se les otorgue personalidad jurídica internacional.
Este artículo pone de manifiesto que en el fondo la figura de los insurrectos tiene
una regulación especial y benévola para situaciones de marcado carácter político.
Estos grupos sólo gozan de subjetividad internacional si consiguen un apoyo
territorial para transformarse en beligerantes; de otra forma, solo se diluyen
buscando refugio político.

La diferencia entre insurrectos y beligerantes reside en el grado de dominio: los


insurrectos sólo poseen unos barcos o plazas, mientras que los beligerantes
ejercen un dominio efectivo sobre una parte importante del territorio.
En el contexto de un conflicto armado no internacional (CANI) surgen las figuras
de los insurrectos y los beligerantes. Los insurrectos son grupos armados
opositores al gobierno de un Estado, que pueden ser reconocidos como
“beligerantes” por terceros Estados o por el Estado central. Dicho reconocimiento
de beligerancia puede ser expreso, cuando se hace por medio de una ley, un
decreto o una declaración pública del gobierno, o tácito, cuando sin mediar un
reconocimiento expreso el gobierno su personalidad, por ejemplo, a través de
negociaciones de paz, el ejercicio del derecho de presa contra barcos que
conducen contrabando a los rebeldes, la celebración de un armisticio, la
aceptación de una mediación, etc.
El artículo 1.1 el Protocolo adicional II a los Convenios de Ginebra señalaba que:
El presente Protocolo, que desarrolla y completa el artículo 3 común a los
Convenios de Ginebra del 12 de agosto de 1949, sin modificar sus actuales
condiciones de aplicación, se aplicará a todos los conflictos armados que no estén
cubiertos por el artículo 1 del Protocolo Adicional a los Convenios de Ginebra del
12 de Agosto de 1949 relativo a la protección de las víctimas de los conflictos
armados internacionales (Protocolo I) y que se desarrollan en el territorio de una
Alta Parte contratante entre sus fuerzas armadas disidentes o grupos armados
organizados, que bajo la dirección de un mando responsable, ejerzan sobre una
parte de dicho territorio un control tal que les permita realizar operaciones militares
sostenidas y concertadas y aplicar el presente Protocolo.
De la lectura del precepto anterior se desprende lo siguiente:
A) Los insurrectos o beligerantes, según cuenten o no con el reconocimiento
de beligerancia, pueden ser “fuerzas armadas disidentes” en el caso de un
golpe de Estado, o “grupos armados organizados” en el supuesto de una
guerra civil.
B) Deben tener un mando responsable.
C) Deben tener control sobre una parte del territorio.
D) Han de realizar operaciones militares sostenidas (con cierta continuidad) y
concertadas (debidamente planificadas, es decir no espontáneas).
E) Tienen que respetar el derecho internacional humanitario
Sin embargo, de la lectura del artículo 1.1 del Protocolo adicional II antes transcrito
se puede observar que la aplicación de dicho de instrumento no está supeditada o
condicionada a que el Estado central o terceros Estados otorguen el
“reconocimiento de beligerancia” al movimiento insurrecto. En otras palabras, el
derecho internacional humanitario, será aplicable a los conflictos armados sin
carácter internacional sin importar si el movimiento armado es insurrecto o
beligerante, siempre que se cumplan los supuestos señalados por el artículo 1.1
del Protocolo II.
Organimos

Poder máximo de ese organismo beliberante

Donde se encuentra su sede

Los Insurrectos

La insurrección puede definirse en los términos utilizados en los diccionarios como


el levantamiento, sublevación o rebelión de un pueblo o ejército, o parte de ellos,
contra el régimen constituido. En el contexto del Derecho Internacional, constituye
un grupo de personas que se levanta en armas contra el gobierno de su propio
Estado, controlando algunas plazas y disponiendo de algunos buques de guerra.
Esta situación que es materia del derecho interno del Estado en cuestión implica
un reconocimiento, en el sentido de que sus actos oficiales no se consideran en
principio como actos de pillaje o piratería. Es muy discutida en la doctrina la
cuestión de saber si existe un deber de reconocer a los insurrectos cuando se
verifican las condiciones antes mencionadas, es decir el dominio efectivo y
exclusivo de una importante zona del territorio de un Estado por parte de los
sublevados. La doctrina dominante resuelve negativamente la cuestión relativa al
deber del reconocimiento: los terceros Estados no están obligados a reconocer a
los insurrectos como beligerantes, y tienen derecho a seguir tratando de manera
exclusiva con el gobierno central, único reconocido. Se llega incluso a afirmar que
antes del reconocimiento de los insurrectos los terceros estados están obligados a
no ayudarlos en modo alguno, sobre todo suministrándole armas, y ello por la
razón de que sólo el gobierno reconocido representa al Estado. Esta doctrina ha
plasmado en los acuerdos del Instituto de Derecho Internacional de 1900, en la
Convención Panamericana del 29 de febrero de 1928 sobre los derechos y
deberes de los Estados ante una guerra civil y en otras muchas declaraciones
oficiales.
En relación con terceros Estados, la insurrección puede implicar derechos o
privilegios que ellos han acordado conceder a la parte rebelde. Éstos varían de un
Estado y de una situación a otros, porque la insurrección no es una condición, que
como la beligerancia origine derechos y deberes definidos. Siendo ello así, no es
posible determinar de antemano los elementos de la reacción de los Estados
extranjeros ante la insurrección. Puede variar, desde la mera abstención de tratar
a los rebeldes como hostes generis humani, a un grado de relaciones semejantes
a las mantenidas con el gobierno constitucional.
Finalmente, de manera alguna debe hablarse de la subjetividad internacional de
los insurrectos. Son situaciones totalmente transitorias que, si consiguen apoyo
territorial, pueden transformarse en beligerancia. En caso contrario pronto se
diluyen buscando asilo político.

Aplicación en el derecho internacional de guerra

A la insurrección, a la que da lugar la existencia de un grupo de insurrectos, le


puede resultar de aplicación el derecho internacional de guerra, previsto éste de
un modo fundamental para los conflictos internacionales. Las normas esenciales
del derecho humanitario se aplican también no obstante a los conflictos armados
no internacionales (consecuencia de la insurrección). Se trata de normas mucho
más sencillas que las que rigen los conflictos internacionales. Tienen como fuente
principal el art. 3, común a los cuatro Convenios de Ginebra de 1949. En el
mencionado artículo se insta a las partes implicadas en un conflicto interno a
respetar algunos principios fundamentales del comportamiento humanitario. Lo
dispuesto en este artículo es de obligado cumplimiento tanto para los Gobiernos
como para los insurgentes, más sin conferir a estos últimos un estatuto especial.
El Protocolo adicional II de 1977 completa el art. 3 por cuanto contiene algunas
disposiciones más específicas, que contribuyen, por tanto, a reforzar la protección
humanitaria en situaciones de conflicto armado interno.
Ahora bien, la insurrección en la que participan un determinado grupo de
insurrectos, puede constituir un verdadero conflicto armado, en cuyo caso le
resulta de aplicación el Protocolo II de los Convenios de Ginebra o bien un simple
acto de bandidaje, o una insurrección desorganizada y de corta duración.
Como criterios de distinción se suelen emplear algunos de los siguientes criterios:
1º Que la parte en rebelión contra el Gobierno legítimo posea una fuerza militar
organizada, una autoridad responsable de sus actos, que actúe sobre un territorio
determinado y tenga los medios para respetar y hacer respetar el Convenio.
2º Que el Gobierno legítimo esté obligado a recurrir al ejército regular para
combatir a los insurrectos, que han de estar organizados militarmente y disponer
de una parte del territorio nacional.
3º Que el Gobierno legal: a haya reconocido a los insurrectos la condición de
beligerantes.
b que haya reivindicado para sí mismo la condición de beligerante;
c que haya reconocido a los insurrectos la condición de beligerantes
exclusivamente con miras a la aplicación del Convenio; o
d que el conflicto se haya incluido en el orden del día del Consejo de Seguridad de
la Asamblea General de las Naciones Unidas como constitutivo de una amenaza
contra la paz internacional, una ruptura de la paz o un acto de agresión.
4º Que los insurrectos:
a tengan un régimen que presente las características de un Estado;
b ejerzan el poder de facto sobre la población de una fracción determinada del
territorio nacional;
c estén a las órdenes de una autoridad organizada y estén dispuestas a
conformarse a las leyes y costumbres de la guerra;
d reconozcan que están obligadas por las disposiciones del Convenio;
Ahora bien, desde el momento en que los insurrectos se les reconoce como
"beligerantes", desde ese mismo instante se les puede considerar sujetos de
derecho internacional y las hostilidades, en las que ellos participan serán regidas
por el derecho internacional de la guerra.

Reconocimiento puramente constitutivo


Afín al reconocimiento de insurrectos, es el reconocimiento de beligerantes de
hecho, a los que se considera como beligerantes con derechos limitados. Por
ejemplo, durante la guerra civil española no se concedió al Gobierno del General
Franco el derecho de presa en alta mar, siendo, en cambio, reconocidos sus actos
de soberanía en su zona. Le fue reconocida así mismo por los tribunales británicos
la extraterritorialidad, que, por lo demás, sólo corresponde al Estado. También
esta práctica nos prueba que el reconocimiento de beligerancia de hecho es
constitutivo y, por ende, relativo; es decir, que sólo surte efectos frente
al Estado que procede al reconocimiento.

Reconocimiento puramente declarativo

EXPANSIÓN, s/p, México, 09 de enero de 2017, Documento recuperado en:


https://www.expansion.com/diccionario-juridico/insurrecto.html el día 03 de julio de 202

http://www.enciclopedia-juridica.com/d/insurrectos/insurrectos.htm

http://www.scielo.org.bo/scielo.php?script=sci_arttext&pid=S2070-81572011000100005

También podría gustarte