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HACIA UNA PARROQUIA MISIONERA

INTRODUCCIÓN
 Celebración de un acontecimiento importante: los cincuenta años de la creación de la
parroquia de San Pío X.
 Invitación de Ángel, vuestro párroco…: hablar sobre el tema de la parroquia como
comunidad misionera en marcha. De ahí el título que me sugirió: "Hacia una parroquia misionera".
 Comenzar haciendo alusión a los cincuenta años de existencia de la parroquia: la cifra
"cincuenta" habla de "jubileo", de "año jubilar".

I. AÑO JUBILAR
 Significado de la palabra "jubileo", jubilar": "júbilo", "alegría".
 "Año jubilar": orígenes bíblicos (Lev. 25).
 El año cincuenta es un año jubilar, un año sabático de años y por tanto un año santo,
es decir consagrado al Señor, año de gracia, de liberación (25,10-12; cf. Lc 4,19).
 Año jubilar, de retorno a los orígenes de recuperación de la tierra recibida en heredad
de parte de Dios (Lev 25,13.28.31).
 Año jubilar, de recuperación de la libertad (Lev 25,39-42.54).
 El año jubilar es pues el año de la vuelta a los orígenes del Pueblo de Dios, liberado de la
esclavitud de Egipto y heredero de la Tierra prometida.
 El año jubilar, en nuestro caso es, pues, algo más que un año de júbilo y alegría por haber
cumplido años, cincuenta, medio siglo, ahí es nada.
 Es un año, por supuesto, de recuerdo y de celebración gozosa, pero, sobre todo, es un año
de retorno a los orígenes. No es un retorno a los orígenes de hace sólo cincuenta años, sino que es
un retorno, una vuelta a los orígenes de la Iglesia, en cuanto pueblo de Dios, familia de Dios,
comunidad eclesial de la iglesia local diocesana de Zaragoza, en comunión con la Iglesia universal
de la que es parte integrante.
 Este año jubilar, más que un retorno, una vuelta a los orígenes de la Iglesia, tiene que ser,
diría yo, un retorno, una vuelta de la parroquia de San Pío X a la Iglesia de los orígenes que es y
será siempre el modelo, el espejo en el que la Iglesia se mira y tendrá que mirarse siempre.

II. LA IGLESIA DE LOS ORÍGENES, UNA IGLESIA MISIONERA


 La Iglesia, desde su nacimiento el día de Pentecostés, es una Iglesia misionera (Hch
2,1ss.). Como dice el Vaticano II sobre la actividad misionera de la Iglesia: "La Iglesia peregrinante
es misionera por su naturaleza, puesto que toma su origen de la misión del Hijo y del Espíritu Santo,
según el designio del Padre"1. Esta misión de la Iglesia radica en el amor originario del Padre que
envía al Hijo y al Espíritu Santo para ofrecer a la humanidad entera y a la realidad en su conjunto la
comunión de su amor, en el cual se encuentra la felicidad del ser humano, la reconciliación de la
familia humana y la superación de todo egoísmo y toda violencia. La misión de la Iglesia no es más
que el servicio a la misión de Dios realizada en la historia por el Hijo y el Espíritu. La
evangelización emerge así como la categoría fundamental de la naturaleza de la Iglesia, lo que
permite decir que la Iglesia es esencialmente misionera 2, siendo la Trinidad el fundamento, origen y
punto de partida de la misión de la Iglesia.
 Jesucristo tiene perfecta conciencia de ser el misionero por excelencia del Padre que lo ha
enviado y, a su vez, él envía a sus discípulos para continuar su misión (Jn 17,18). Esta misión es
universal (Mc 16,15; Mt 28,18-20). Esta misión es, ante todo y guiada por el Espíritu, "testimonio"
1
Concilio Vaticano II, Decreto Ad gentes, 2.
2
Ibid.

1
de la obra salvadora de Dios por medio de Jesús muerto y resucitado para la salvación de todos los
hombres (Lc 24,46-49; Hch 1,8). Esta misión es testimonio del amor del Padre por el mundo, hasta
el punto de darle su Hijo único para que todo el que crea en él se salve y tenga vida eterna (Jn 3,16).
Esta misión ha sido la preocupación y la tarea de toda la iglesia, de todos los tiempos, como
podemos ver, aunque sólo sea, en tres ejemplos del libro de los Hechos de los Apóstoles:
 Los discípulos perseguidos anuncian la Buena Nueva de la Palabra (Hch 8,1.4; 11,19-21).
 Pedro inaugura la misión entre los paganos (Hch 10,1-11,18).
 La comunidad de Antioquía envía en misión, bajo el impulso del Espíritu Santo, a Pablo y
Bernabé (Hch 13,1-3).
 La Iglesia ha continuado esta misión evangelizadora, como testimonia también la historia
de la Iglesia y de las misiones. Ahí tenemos la evangelización de Europa, la de América desde el
siglo XV por los jesuitas, franciscanos y dominicos, la de Asia, fundamentalmente por San
Francisco Javier y por los jesuitas, los dominicos y franciscanos, entre otros, la de África, sobre
todo a partir del siglo XIX, por los institutos misioneros, entre ellos la Sociedad de Misiones
Africanas, a la que pertenezco, los Padres Blancos, los Espiritanos, los Combanianos, etc…

III. LA IGLESIA ACTUAL, LLAMADA A LA MISIÓN UNIVERSAL


 A pesar de las dificultades, incertidumbres y crisis, el anuncio del Evangelio a todos los
hombres y la implantación de la Iglesia en culturas y naciones se han mantenido, pues, gracias al
fervor de la fe y a la presencia del Espíritu de Cristo resucitado3.
 Después del Concilio Vaticano II, los Papas han mantenido con fuerza la llamada a la
misión universal y a la evangelización sin fronteras. Sobre todo, Pablo VI (Exhortación apostólica
Evangelii nuntiandi) y Juan Pablo II (Encíclica Redemptoris missio) han afirmado que el envío
misionero sigue siendo urgente, porque está dirigido a toda la humanidad y, por ello, se encuentra
siempre en sus comienzos. El dinamismo misionero, nos recuerda Pablo VI, no es una tarea
suplementaria o añadida al quehacer de la Iglesia, sino que es su razón de ser: la Iglesia existe para
evangelizar y evangelizar es el gozo de la Iglesia4, es una obligación urgente, como decía san Pablo:
"Predicar el Evangelio no es para mí ningún motivo de gloria; es más bien un deber que me
incumbe. Y ¡ay de mí si no predicara el Evangelio!" (1 Cor 9,16).
 Como ha sucedido, pues, a lo largo de la historia, también en la actualidad confluyen una
serie de factores que afectan a los que son testigos y protagonistas de una nueva época para la
misión universal. A pesar del impulso recibido por el magisterio de la Iglesia, sobre todo de los
Papas y del envío misionero, cada vez más escaso, la dimensión misionera sigue encontrando no
pocas resistencias en la pastoral y en la pastoral parroquial concreta en particular. La necesidad del
impulso misionero queda a veces bloqueado, entre otras cosas, por la inmediatez de lo concreto o
por el mantenimiento de lo existente. Los animadores misioneros perciben en ocasiones que su
testimonio es poco valorado o lo es por criterios distintos a la fe y a la vida cristiana.
 Hay que reconocer, como dice la CEE, que se ha producido un cambio muy significativo
en la relación de la Iglesia con la misión: el paso de las "misiones" a la misión, es decir, de ver las
"misiones" como el trabajo de algunos "especialistas" (los misioneros) en tierras lejanas, a ver la
misión universal como un dinamismo que brota del corazón mismo de la Iglesia y, por lo tanto,
como una responsabilidad directa e irrenunciable de todos5.
 Esto tiene su luz y sus sobras, porque puede suceder y a veces sucede que "el uno por el
otro la casa sin barrer", de modo que la convicción de la responsabilidad de todos en la misión
universal de la Iglesia, si no se sitúa en la entraña de la pastoral parroquial concreta, la ayuda a las
"misiones" (de un modo puntual y esporádico), dicen los obispos, serviría de excusa para eludir la
cuestión de fondo: ¿en qué medida cada una de las realidades eclesiales realiza un discernimiento

3
Cf. XCII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, Actualidad de la misión "ad gentes" en España.
Instrucción Pastoral. Madrid 2008, n. 7.
4
Cf. Pablo VI, Exhortación apostólica Evangelii nuntiandi, 14.
5
Cf. XCII Asamblea Plenaria de la Conferencia Episcopal Española, op. cit., n. 32.

2
para valorar cómo su pastoral ordinaria refleja e irradia la conciencia de cada comunidad eclesial de
haber sido enviada al mundo entero?6 (ver ejemplos de la catequesis parroquial).
 El Vaticano II7, la Evangelii nuntiandi y la Redemptoris missio diversificaron los distintos
ámbitos de la acción evangelizadora: la pastoral se realiza en comunidades cristianas con
estructuras eclesiales adecuadas y sólidas; la nueva evangelización va dirigida a grupos enteros de
bautizados que han perdido el sentido vivo de la fe o que no se reconocen ya como miembros de la
Iglesia; la misión "ad gentes" se refiere a la actividad de la Iglesia entre "pueblos, grupos humanos,
contextos socioculturales donde Cristo y su Evangelio no son conocidos, o donde faltan
comunidades cristianas suficientemente maduras como para poder encarnar la fe en el propio
ambiente y anunciarla a otros grupos"8. Aunque no siempre sea fácil definir los confines entre estos
tipos de actividad eclesial, se debe evitar que las distinciones obscurezcan la interdependencia entre
ellas. Pero, en cualquier caso, se debe mantener la peculiaridad de la misión ad gentes. La atención
a los no cristianos del entorno inmediato, a los postcristianos del propio contexto cultural o a los no
cristianos de países lejanos van a la par y se exigen y potencian mutuamente9.

IV. HACIA UNA PARROQUIA MISIONERA

 El libro de los Hechos de los Apóstoles tiene, como decimos los biblistas, un final abierto
(Hch 28,30-31). Es decir, cada generación cristiana debe completar la labor misionera de la Iglesia,
de modo que la Palabra del Evangelio llegue hasta los confines de la tierra, cada vez más lejanos.
Cada generación cristiana debe completar los Hechos de los Apóstoles y nuestra generación debe
cumplir la parte que nos toca, escribiendo con nuestro testimonio las páginas que nos corresponden
de la epopeya de la Palabra de la Buena Noticia de la salvación en el mundo actual.
 La globalización, el largo e intenso proceso de secularización de nuestra sociedad, las
nuevas tecnologías de la comunicación, las oleadas de inmigración y de emigración han desplazado
las fronteras tradicionales de la misión ad gentes. Con lo cual, los pueblos y las culturas se mezclan
y la misión ad gentes ya no está sólo más allá de nuestras fronteras geográficas. "Nuevas
situaciones relacionadas con el fenómeno de la movilidad humana exigen de los cristianos un
auténtico espíritu misionero"10. Esta es nuestra situación actual en España, en Zaragoza y, por
supuesto, en esta parroquia de San Pío X.
 En una sociedad como la nuestra actual, en proceso de paganización progresiva y
constante, donde la misión de la Iglesia parece perder relevancia progresivamente, es
imprescindible, como nos dice Juan Pablo II, que la nueva situación nos haga comprender que la
misión de la Iglesia está todavía en sus comienzos11 y que debe de llegar a las nuevas fronteras12.
 En su Plan pastoral 2006-2010, la CEE nos dice que: "A los ámbitos geográficos es
necesario unir unos nuevos horizontes conocidos como los «nuevos areópagos o nuevas fronteras»
de carácter cultural, como el mundo de la comunicación, el compromiso por la paz, el desarrollo de
los pueblos, la investigación científica. O de carácter social, como son el mundo de la inmigración,
las grandes ciudades, el ámbito de los jóvenes, o las nuevas situaciones de pobreza, y de injusticia
social"13. Ante esta situación, la comunidad parroquial tiene que responder al reto de asumir la
misión a la que Cristo la llama y la envía, para dejar de ser una comunidad consumista de producto
religioso, una parroquia preocupada por conservar el "denario recibido" sin hacerlo fructificar (cf.
Mt 25,18.24-27), para emprender, en cambio, el camino "hacia una parroquia misionera" ad intra y
ad extra. Este es su origen y debe de ser su meta, porque la vocación misionera parroquial debe de

6
Ibid., n. 33.
7
Ad gentes, 13-14.
8
Redemptoris missio, 33.
9
Ibid., 34.
10
Ad gentes, 82.
11
Ibid., 1, 30, 40.
12
Ibid., 37.
13
Conferencia Episcopal Española, Plan pastoral 2006-2010, n. 13.

3
ser dinámica y orientada proféticamente hacia el futuro (hablar, como ejemplo, de las jóvenes
comunidades de África).

V. CONCLUSIÓN
 A modo de conclusión de este año jubilar de la parroquia, podríamos decir con las
palabras de Juan Pablo II, con ocasión del Jubileo por el nacimiento de Jesús, que éste ha sido
vivido "no sólo como memoria del pasado, sino como profecía del futuro. Es preciso ahora
aprovechar et tesoro de gracia recibida, traduciéndola en fervientes propósitos y en líneas de acción
concretas. Es una tarea a la cual deseo invitar a todas las Iglesias locales"14.
 De ahí, algunas pistas para la acción:
 Intensificar las iniciativas que fomenten, acompañen y atiendan las vocaciones misioneras,
sacerdotales, religiosas y laicas.
 Promover una fluida coordinación de las ayudas pastorales y económicas entre las
comunidades eclesiales de la parroquia y de otras Iglesias más necesitadas.
 Programar actividades para incentivar la pastoral vocacional misionera, sobre todo de por
vida, en laicos, sacerdotes, religiosos y religiosas, en colaboración con los organismos
diocesanos competentes y los responsables de los institutos y congregaciones
específicamente misioneros.
 Fomentar la cooperación misionera del Pueblo de Dios a través de la oración confiada y
suplicante, el sacrificio aceptado y ofrecido, y la cooperación económica para ayudar a la
acción evangelizadora en las Iglesias más necesitadas.
 La iniciación a la oración por los misioneros, la ofrenda de uno mismo y del sacrificio, y la
cooperación económica con los necesitados son una de las aportaciones esenciales para la
formación cristiana y misionera de los niños y jóvenes.
 Sentirse realmente y efectivamente implicados en la labor evangelizadora de la parroquia,
en sintonía y comunión con la Iglesia diocesana y la Iglesia universal.
 Apertura al mundo de los inmigrantes de la parroquia, por medio de la acogida fraterna y
del diálogo intercultural e interreligioso.
 Estudiar, valorar y ejecutar proyectos de acción misionera en los nuevos ámbitos culturales
y sociales de la misión ad gentes, con la colaboración de otras iniciativas eclesiales,
sociales o de relevancia misionera.
 En fin, vosotros mismos podréis fijaros metas, teniendo siempre presente que formamos
parte de la Iglesia Universal y que nuestra acción misionera debe estar en comunión con la de toda
la Iglesia, haciéndola nuestra.

14
Juan Pablo II, Carta apostólica Novo millennio ineunte, 3.

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