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ESPIRITUALIDAD, CARISMAS Y MOVIMIENTOS

EN EL MAGISTERIO DE SU SANTIDAD JUAN PABLO II

Exposición del Dr. Alejandro Gabriel Campos1


En el Seminario Internacional de homenaje a Juan Pablo II
Con motivo del 20 aniversario del Pontificado
Organizado por la Secretaría de Culto de la Nación
Buenos Aires, l7 al 19 de marzo de 1999

“Hay diversidad de dones, pero uno Mismo es el


Espíritu” ( 1 Cor. 12, 4)
“…todos los miembros no tienen la misma
función…”(Rom. 12,4)

El Espíritu Santo con su divino soplo suscitó a lo largo de la historia, y sigue suscitando, las fuerzas
de salvación necesarias para guíar los pasos de la Iglesia en orden a que ésta continúe con la obra
del Mesías en la Tierra. Así la Esposa de Cristo, peregrina de los tiempos, encuentra las respuestas
para que cada persona encuentre el mensaje universal del Evangelio en su propia época.
En la difícil y compleja encrucijada histórica que se dan en el último siglo del segundo milenio de la
era cristiana, se le plantea a la Iglesia el problema de reformular su relación con el mundo2.
El Concilio Vaticano II, se hace cargo de este desafío de implantar el Evangelio en una cultura
fuertemente marcada por grandes conquistas de la humanidad y, a la vez, aquejada por los graves
males generados por la pérdida del sentido de Dios y de la dignidad humana3.
Por las especiales circunstancias y procesos ocurridos en las dos últimas décadas de este siglo, al
Papa Juan Pablo II le toca un papel particularmente difícil en la historia de la Iglesia. El Papa se
hizo cargo del peso del gobierno de la Iglesia, asumiendo la misión de especificar y de encarnar en
la historia las líneas maestras trazadas por el Concilio, frente a los desafíos del tercer milenio. El
pontificado de Juan Pablo II confirma esa intervención providente del Espíritu Santo en este tiempo
que vive la humanidad, y la Iglesia con ella.

Una mejor comprensión teologal e histórica de este período de la Iglesia la da el mismo Papa en la
carta apostólica Tertio Millenio Adveniente. Desde la profunda contemplación del misterio de
Cristo, a la luz del significado que la Encarnación y la Redención supusieron para la humanidad y
para cada hombre en particular al liberarlos del pecado y abrir las puertas de la salvación, el Papa
proclama al año 2000, como año jubilar.

El Santo Padre traza todo un programa para la vida de la Iglesia hasta llegar al jubileo. Este
programa, que abarca la preparación espiritual para el encuentro con Dios, la vida moral y las
respuestas temporales, dedica los tres últimos años de preparación para el jubileo 2000 a las tres
personas de la Santísima Trinidad: a Dios Hijo (1997), a Dios Espíritu Santo (1998) y a Dios Padre
(1999).
El año 1998, año del Espíritu Santo, Paráclito, Dios Providente y Alma de la Iglesia, se dedica
especialmente al reconocimiento de la presencia y de la acción del Espíritu que actúa en la Iglesia

1
Secretario General de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino – F.A.S.T.A. -; Coordinador del Vicerrectorado de Formación de la
Universidad del Salvador.
2
Ver Constitución Pastoral Gaudium et spes, Sobre la Iglesia en el mundo actual, 40-45.
3
Ver Gaudium et spes, Exposición Preliminar: estado del hombre en mundo actual, 4 – 9.
1
tanto sacramentalmente como a través de los carismas, tareas y ministerios que El mismo suscita 4.
El Santo Pneuma es para nuestra época el agente principal de la nueva evangelización 5 , y los
creyentes somos llamados a redescubrir la virtud teologal de la esperanza6.
En el marco del año dedicado al Espíritu Santo, el Papa reúne a los movimientos y nuevas
comunidades eclesiales en un Congreso, y posterior Encuentro con el Sucesor de Pedro, para
reflexionar, en comunión, acerca del lugar que deben ocupar aquellos en la misión evangelizadora
de la Iglesia.

La explosión de los movimientos:

Es el Magisterio de Su Santidad Juan Pablo II el que con mayor profundidad y sistemáticamente


asume el problema eclesial, pastoral y apostólico que plantean los carismas y los movimientos en la
Iglesia.
El Concilio Ecuménico Vaticano II abre las puertas de la Iglesia para una auténtica y adecuada
renovación espiritual en su seno.
Entre otros signos de renovación espiritual, abre los caminos y promueve a nuevas formas de
apostolado e invita a muchas otras a renovarse para continuar con su misión de implantar el
Evangelio.
Dirigiéndose a los obispos, los Padres conciliares enseñan: “…úrjase cuidadosamente el deber que
tienen los fieles de ejercer el apostolado cada uno según su condición y aptitud, y recomiéndeseles
que tomen parte o ayuden en las diversas obras del apostolado seglar, y sobre todo en la Acción
Católica. Promuévanse y favorézcanse también las asociaciones que directa o indirectamente
buscan un fin sobrenatural, conseguir una vida más perfecta, anunciar a todos el Evangelio de
Cristo, promover la doctrina cristiana y el incremento del culto público, buscar los fines sociales, o
realizar obras de piedad y de caridad…”7.
Cómo olvidar los llamados que hace el Concilio a esta renovación al promover las formas asociadas
de apostolado8; al instar a la renovación y adaptación de la vida religiosa9 en sus diversos institutos;
y al convocar y abrirse a los laicos para que se incorporen activamente a la misión evangelizadora
de la Iglesia10...

Sin embargo, aunque los Padres del Concilio anunciaban la esperanza de la Iglesia - la llegada de la
primavera de la Iglesia -, en la década del setenta, algunos teólogos comienzan a decir que, en lugar
de la primavera, había llegado el invierno. Percibían cierto quietismo y hastío tras el dinamismo
inicial generado por el Concilio. Apuntaban el dinamismo hacia otra dirección: la construcción de
un mundo futuro sustentado en las propias fuerzas del hombre. Estos teólogos no querían
“incomodar” a Dios, pero no percibían su paso por la historia. Por el cansancio que veían en la vida
de la Iglesia, se preguntaban dónde estaba el Señor...
Pero, como señala el cardenal Joseph Ratzinger, “.... he aquí, de improviso que el Espíritu Santo,
digámoslo así, había pedido de nuevo la palabra.. Y en hombres y mujeres jóvenes, volvía a brotar

4
Cfr. carta apostólica Tertio millennio adveniente, n° 45
5
Idem anterior.
6
Cfr. Tertio millennio adveniente, n° 46
7
Decreto Christus Dominus, sobre la función pastoral de los obispos en la Iglesia, n° 17 “formas especiales de apostolado”. En similar sentido véase
Decreto Ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, n° 37.
8
Ver Decreto Apostolicam Actuositatem; especialmente Cap. IV, “las varias formas de apostolado”. En el n° 18 dice: “…Por consiguiente, el
apostolado asociado de los fieles responde muy bien a las exigencias humanas y cristianas, siendo al mismo tiempo expresión de la comunión y de la
unidad de la Iglesia en Cristo, que dijo: "Pues donde estén dos o tres congregados en mi nombre, allí estoy yo en medio de ellos" (Mt., 18, 20). Por
tanto, los fieles han de ejercer su apostolado uniendo sus esfuerzos. Sean apóstoles lo mismo en sus comunidades familiares que en las parroquias y
en las diócesis, que manifiestan el carácter comunitario del apostolado, y en los grupos espontáneos en que ellos se congreguen…”
9
Decreto Perfectae Caritatis . Ver especialmente n° 7, 8, 10. Además se promueve expresamente la fundación de nuevos institutos, n°19.
10
Ver especialmente: Lumen Gentium, Capítulo IV, “apostolado de los laicos” n° 30 a 35; Decreto Apostolicam Actuositatem, sobre el apostolado
de los seglares; Decreto Ad Gentes, sobre la actividad misionera de la Iglesia, n° 21 y 41;
2
la fe, sin “peros” subterfugios ni escapatorias...” 11 . Algunos intelectuales, en sus debates
abstractos, pregonaban la necesidad de construir sistemas puramente humanos, que sin incomodar a
Dios, fueran la respuesta de la Iglesia a este tiempo. Ahora el Espíritu Santo, con su paso, les
incomodaba sus debates.
Comienza a partir del Concilio una nueva floración eclesial manifestada, entre otras cosas, por una
notoria proliferación de estas nuevas realidades: los movimientos y nuevas comunidades. Esta
floración de las nuevas asociaciones, atraviesa por una primera etapa infancia y juventud, signadas
por cierta “...propención al exclusivismo, a insistencias unilaterales, y una cierta dificultad para
insertarse en las Iglesias locales...”12.
Es durante el papado Juan Pablo II que este proceso, desatado por el Concilio, comienza a tener
notas de plenitud y adultez. Madurez que se manifiesta, entre otras cosas, por la notoria cantidad de
movimientos nacidos en las últimas décadas; por la asombrosa coincidencia de los procesos
históricos, jurídicos, misionales que se dieron en el desarrollo de los carismas etc. Pero por sobre
todas las cosas, esta madurez se percibe en las notas de catolicidad, de universalidad, que se
comienzan a marcar el talante de la vida de estos movimientos.
El Papa Juan Pablo II se hace cargo de discernir y encausar esta nueva realidad que aparece en el
horizonte de la Iglesia.
El actual Pontífice ve en este proceso un signo evidente del paso del Espíritu Santo. Nos decía el
Santo Padre a los trescientos mil peregrinos reunidos en Plaza San Pedro en mayo de 1998
“...Siempre, cuando interviene, el Espíritu produce estupor. Suscita eventos cuya novedad asombra,
cambia radicalmente a las personas y la historia... Los aspectos institucional y carismático son casi
co-esenciales en la constitución de la Iglesia y concurren, aunque de modo diverso, a su vida, a su
renovación y a la santificación del pueblo de Dios... Vosotros aquí presentes, sois la prueba
tangible de esta «efusión» del Espíritu…”13.

Qué son los movimientos:

Define Su Santidad que el término movimiento“…sé refiere con frecuencia a realidades diferentes
entre si, a veces, incluso por su configuración canónica…”14.
Un movimiento es “…una realidad eclesial concreta en la que participan principalmente laicos, un
itinerario de fe y de testimonio cristiano que basa su método pedagógico en un carisma preciso
otorgado a la persona del fundador en circunstancias y modos determinados.”15.
Señala además que la misma Iglesia puede definirse como movimiento, “...pues es la realización en
el tiempo y en el espacio de la misión del Hijo por obra del Padre con la fuerza del Espíritu
Santo...”16.
Señala Juan Pablo II como notas comunes a todos los movimientos17:
- una conciencia común de la “novedad” que la gracia bautismal aporta a la vida,
- un deseo de profundizar el misterio de la comunión con Cristo y con los hermanos,
- la firme fidelidad al patrimonio de la fe transmitido por la Tradición.
- un llamado convincente a vivir en plenitud la experiencia cristiana.
- en su despliegue histórico se constituyeron principalmente, aunque no excluyentemente,
como espacios laicales.

11
Joseph Cardenal Ratzinger, Conferencia de apertura del Congreso Mundial de movimientos eclesiales, Roma 27/5/98.
12
Idem anterior.
13
Mensaje de S.S. Juan Pablo II a los Peregrinos de los movimientos eclesiales, encuentro en Plaza San Pedro, vigilia de Pentecostés, 30 de mayo
de 1998
14
Mensaje del Papa Juan Pablo II al Congreso Mundial de los Movimientos Eclesiales. Vaticano, 27 de mayo de 1998.
15
Idem anterior.
16
Idem anterior.
17
Cfr. Mensaje del Papa Juan Pablo II a los participantes del Congreso Mundial de movimientos, Vaticano 27 de mayo de 1998.
3
Remarcando e interpretando las notas con que el Santo Padre define y describe a los movimientos,
resaltamos:
- son una realidad eclesial;
- son un itinerario de fe;
- son un itinerario de testimonio cristiano;
- basan su método pedagógico en un carisma preciso;
- ese carisma preciso es una gracia del Espíritu Santo otorgada a un fundador;
- esa gracia se da, nace, en circunstancias y modos determinados, pero genera respuestas
válidas universalmente en el tiempo y para toda la Iglesia;
- están dados para el bien común de toda la Iglesia: una única misión, el encuentro de los
fieles con Cristo en los sacramentos.

La Eclesialidad de los movimientos

Enseña el Concilio que “…las asociaciones no se establecen para sí mismas, sino que deben servir
a la misión que la Iglesia tiene que realizar en el mundo; su fuerza apostólica depende de la
conformidad con los fines de la Iglesia y del testimonio cristiano y espíritu evangélico de cada uno
de sus miembros y de toda la asociación…”18
Siguiendo la línea del Concilio, marca S.S. Juan Pablo II, en la exhortación apostólica post -
sinodal Christifideles Laici - sobre Vocación y Misión de los Laicos en la Iglesia y en el Mundo
-, n° 30, “criterios de eclesialidad para las asociaciones laicales”19. Es obvio que, si bien el Papa
se dirige específicamente a las asociaciones laicales, su magisterio es universalmente válido para
todo tipo de asociaciones y carismas que nacen y viven en la Iglesia. Se siguen de aquí las notas de
eclesialidad que debe tener toda asociación y movimiento:

- El primado que se da a la vocación de cada cristiano a la santidad;


- La responsabilidad de confesar la fe católica, acogiendo y proclamando la verdad sobre Cristo,
sobre la Iglesia y sobre el hombre, en la obediencia al Magisterio de la Iglesia, que la interpreta
auténticamente;
- El testimonio de una comunión firme y convencida en filial relación con el Papa y con el
Obispo y la mutua estima entre todas las formas de apostolado en la Iglesia;
- La conformidad y la participación en el "fin apostólico de la Iglesia", que es la evangelización y
santificación de los hombres y la formación cristiana de su conciencia;
- El comprometerse en una presencia en la sociedad temporal, que, a la luz de la doctrina social
de la Iglesia, se ponga al servicio de la dignidad integral del hombre.

En ddefinitiva, enseña Su Santidad que lo escencial es, entonces, que los verdaderos carismas no
pueden menos que tender al encuentro de los hombres con Cristo en los sacramentos20.

Espiritualidad, carisma y movimiento.

Conforman el concepto de movimiento las nociónes de espiritualidad y de carisma.


La espiritualidad, en sentido estricto, es “…una experiencia de vida personal y comunitaria
original, definida como actitud y prácticas de vida cristiana integral, incluyendo la reflexión y la
elaboración doctrinal…”21.

18
Decreto Apostolicam Actuositatem, n°19.
19
Christifideles Laici, n° 30.
20
Mensaje de S.S. Juan Pablo II a los Peregrinos de los movimientos eclesiales, encuentro en Plaza San Pedro, vigilia de Pentecostés, 30 de mayo
de 1998.
21
Padre Federico Ruiz, citado por Jesús Castellano Cervera, artículo Vida religiosa y carisma del fundador.
4
Una espiritualidad, experiencia del misterio de Cristo en su relación con el Padre y con los hombres,
conforma, explica y da sentido al carisma.
El carisma es una gracia, un don que el Espíritu Santo suscita, sostiene y acrecienta para el bien
común de la Iglesia.
En el Evangelio que se despliega en el tiempo, con sus palabras de vida, tienen su origen los
carismas.
La originalidad propia de un carisma, da vida a un movimiento22.
El Espíritu Santo al actuar, suscita las respuestas en orden a desarrollar dos notas distintivas del
misterio de la Iglesia: la memoria y la conciencia. La memoria hace que los hombres y las
comunidades asuman el patrimonio y la tradición de la Iglesia, que se adhieran y confíen en la
verdad revelada, y que se inserten, con adhesión inconmovible y confiada, en el misterio de la
Iglesia. Al mismo tiempo, el Espíritu Santo derrama los dones que permiten a los hombres
desarrollar una fina sensibilidad para percibir lo que ocurre en el entorno de la Iglesia. A esto
llamamos conciencia de la Iglesia: es una fina percepción de la comunidad, desde esa dimensión del
misterio, para percibir el momento histórico de la Iglesia.
Citando al Fundador de F.A.S.T.A., el Padre Aníbal Fósbery O.P.,“...por gracia del Espíritu Santo,
se genera en un hombre, por Él elegido, una tensión. Una tensión entre la adhesión al misterio, que
es inmutable, y la necesidad de dar respuesta a la realidad histórica que está, al mismo tiempo,
percibiendo como conciencia. Una tensión permanente entre la adhesión al misterio de la Iglesia,
al ser Iglesia, y la necesidad de una respuesta a los reclamos del contexto histórico y de los
hombres y comunidades que lo transitan...”23.
“...De esa tensión entre la férrea adhesión al misterio, fruto de la memoria, y las necesidad de dar
respuestas a las circunstancias históricas, fruto de la conciencia, surge una respuesta a la mision
evangelizadora de la Iglesia. Esa respuesta es el carisma...”24.

Los carismas, entonces, nacen de una gracia del Espíritu vivida por una persona elegida por Dios –
el fundador - para fundar una obra suya en la Iglesia. Esa gracia es el carisma del fundador.
El carisma del fundador se hace carisma fundacional cuando aquel puede participarlo a una
comunidad. De la comunión con el carisma del fundador, surgen diversas respuestas personales y
comunitarias a una misión; nacen familias de personas que adhieren al carisma.
Así, nacen los movimientos: una gracia de participación y comunión que se transmite del fundador
a sus seguidores, para vivir una profunda experiencia del Espíritu.
El carisma es, entonces, una gracia del Espíritu Santo dada a una persona y, a la vez, la propia vida
de un movimiento que, con sus experiencias, participa de la gracia fundacional.
Enseña el Santo Padre que “...por su naturaleza los movimientos son comunicativos, y suscitan la
“afinidad espiritual entre las personas (cf. Christifideles laici, 24) y la amistad en Cristo, que da
origen a los ´movimientos´...”25.

Los movimientos: respuesta a este tiempo.

Por todo lo expuesto hasta aquí, se comprende por qué el Papa convocó a los movimientos y nuevas
comunidades eclesiales a la sede de Pedro, a reunirse en el primer Congreso Mundial de
movimientos y nuevas comunidades eclesiales, al cual.- tuve la gracia y el honor de asistir como
representante de la Fraternidad de Agrupaciones Santo Tomás de Aquino -F.A.S.T.A -.
El Congreso Mundial fue organizado por el Pontificio Consejo para los Laicos bajo la presidencia

22
Christifideles Laici, n° 30.
23
R.P. Aníbal Fosbery O.P.: Mensaje sobre carisma y espiritualidad a los dirigentes de F.A.S.T.A., Córdoba, setiembre 1998.
24
Idem anterior.
25
Mensaje de S.S. Juan Pablo II a los Peregrinos de los movimientos eclesiales, encuentro en Plaza San Pedro, vigilia de Pentecostés, 30 de mayo
de 1998.
5
de S.E.R. Francis Cardenal Stafford y se realizó en Roma del 27 al 29 de mayo de 1998.
Participaron 350 invitados procedentes de todo el mundo: obispos, representantes de diversos
dicasterios, observadores de diversas instituciones católicas, delegados fraternos de otras
comuniones cristianas y representantes de 56 movimientos especialmente invitados por la Santa
Sede.
Las jornadas, brillantemente coordinadas por los Sres. Secretarios del Consejo Mons. Stanislaw
Rylko y Subsecretario Dr. Guzmán Carriquiry Lecour, fueron abiertas con el mensaje del Santo
Padre, las palabras del Cardenal Stafford, y la conferencia magistral de Mons. Joseph Cardenal
Ratzinger.
En el transcurso de las jornadas se profundizó acerca de la naturaleza teológica de los movimientos;
su compromiso en la misión de la nueva evangelización; los carismas, las instituciones; las
relaciones entre la Iglesia Universal y las Iglesias particulares con los movimientos; los
movimientos como don del Espíritu y lugares de la humanidad transfigurada.
En la tarde del día sábado 30 de mayo de 1998, víspera de Pentecostés, en Plaza San Pedro, más de
trescientas mil personas, peregrinos de todo el mundo pertenecientes a los diversos movimientos, se
dieron cita para participar del Encuentro del Santo Padre con los movimientos. Durante su
desarrollo se alternaron cantos, testimonios y momentos de intensa oración. En nombre de todos los
movimientos, Chiara Lubic, Jean Venier, Kiko Argüello y Mons. Luigi Giussani se dirigieron a Su
Santidad para dar los testimonios de entrega al Evangelio de Jesucristo y de filial amor al Vicario de
Cristo. También estuvo presente el Fundador del movimiento del cual soy parte, F.A.S.T.A. el R. P.
Fray Aníbal Fosbery O.P. Además participaron numerosos fundadores de instituciones y
movimientos.
Culminó el Encuentro con la celebración de la Palabra y el Mensaje del Papa a los movimientos.

Asombra la verdadera revolución que sientan las líneas maestras del Pontificado de Juan Pablo II de
cara al tercer milenio que van mucho más allá de un congreso. Va mucho más allá e, incluso, del
multitudinario encuentro del Santo Padre con los peregrinos de los movimientos.

En esta nueva etapa histórica que le toca vivir a la Iglesia, el Papa plantea el desafío de
Evangelización a los movimientos. A ellos los llama a recoger el desafío y participar
protagónicamente de la misión de la Iglesia. A los movimientos y comunidades convoca a colaborar
en la misión de implantar el Evangelio en el mundo, aportando sus carismas en orden a la misión de
la Iglesia universal y las iglesias locales.
Los movimientos son uno de los frutos de esta nueva primavera de la Iglesia. Son un signo del paso
del Espíritu Santo.
Los movimientos expresan la madurez de sus carismas, el Santo Padre lo confirma. Es bueno que
los movimientos procuren su propio crecimiento y desarrollo. Pero el signo pleno de su madurez
eclesial pasa por la catolicidad: por la universalidad con la que asumen las dimensiones sacral,
apostólica y sapiencial de la Iglesia. Siempre fieles a su carisma propio y en obediencia a los
obispos.

Es el mismo Papa quien explica con profundidad lo que está ocurriendo en la vida del Cuerpo
Místico:
“Cada movimiento difiere del otro pero todos están unidos en la misma comunión y para la misma
misión. Algunos carismas suscitados por el Espíritu irrumpen como viento impetuoso que aferra y
arrastra a las personas hacia nuevos caminos de compromiso misionero al servicio radical del
Evangelio, proclamando sin cesar las verdades de la fe, acogiendo como don la corriente viva de la
tradición y suscitando en cada uno el ardiente deseo de la santidad.
“Hoy, a todos vosotros, reunidos en la plaza de San Pedro, y a todos los cristianos quiero gritar:

6
¡Abríos con docilidad a los dones del Espíritu! ¡Acoged con gratitud y obediencia los carismas que
el Espíritu concede sin cesar! No olvidéis que cada carisma es otorgado para el bien común, es
decir, en beneficio de toda la Iglesia.26
“...¡Cuánta necesidad de comunidades cristianas vivas! Y aquí entran los movimientos y las nuevas
comunidades eclesiales: son la respuesta, suscitada por el Espíritu Santo a este dramático desafío
del fin del milenio. Vosotros sois esta respuesta providencial27”.
En la solemnidad de Pentecostés, el domingo 31 de mayo de 1998, el Papa celebraba la Santa Misa
en Plaza San Pedro. Allí el Santo Padre dio “..gracias al Señor por esta primavera de la Iglesia,
suscitada por la fuerza renovadora del Espíritu...”.

El desafío de la evangelización es de toda la Iglesia. El Santo Padre - al modo de Cristo en la Cruz


que se dirigía al discípulo amado diciéndole “...ahí tienes a tu madre...”(Jn. 19, 27) - , a los
movimientos no dijo: ahí está el mundo, llévenle el Evangelio y sean fieles a la Iglesia, al Sucesor
de Pedro y a los obispos.
Así también - como Jesús que se dirigía a su Madre diciéndole “...mujer, ahí tienes a tu hijo...”(Jn.
19, 26) -, invita al resto de la Iglesia, y en especial a los pastores, invita a recibir la contribución que
pueden hacer estas nuevas realidades que están naciendo en el seno del Cuerpo Místico de Cristo28

Conclusión:

Sumando su voz a la de los Padres del Concilio Vaticano II 29 , Juan Pablo II, en la vigilia de
Pentecostés de 1998, rezaba junto con trescientos mil peregrinos de los movimientos venidos de
todo el mundo: “…Hoy, en este cenáculo de la plaza de San Pedro, se eleva una gran oración:
“¡Ven Espíritu Santo! ¡Ven y renueva la faz de la tierra! ¡Ven con tus siete dones! ¡Ven, Espíritu de
vida, Espíritu de verdad, Espíritu de comunión y de amor! La Iglesia y el mundo tienen necesidad
de ti. ¡Ven, Espíritu Santo, y haz cada vez más fecundos los carismas que has concedido! Da nueva
fuerza e impulso misionero a estos hijos e hijas tuyos aquí reunidos. Ensancha su corazón y reaviva
su compromiso cristiano en el mundo. Hazlos mensajeros valientes del Evangelio, testigos de
Jesucristo resucitado, Redentor y Salvador del hombre. Afianza su amor y su fidelidad a la
Iglesia…”30.

Unidos en el misterio de la comunión de los Santos, con el Concilio y con el Santo Padre, los
movimientos, nuevas comunidades y asociaciones recogemos el desafío de la catolicidad.
A Tus Órdenes Señor, pues Tú nos llamas.

26
Idem anterior.
27
Idem anterior.
28
Refiriéndose a los movimientos “... pues merecen atención por parte de todos los miembros de la comunidad eclesial, empezando por los pastores,
a quienes se ha confiado el cuidado de las Iglesias particulares, en comunión con el Vicario de Cristo. Los movimientos pueden dar, de este modo,
una valiosa contribución a la dinámica vital de la única Iglesia fundada sobre Pedro, en las diversas situaciones locales sobre todo en las regiones
donde la implantatio Ecclesiae está aún en ciernes afronta muchas dificultades...” Mensaje del Papa Juan Pablo II a los participantes del
Congreso Mundial de movimientos, Roma 27 de mayo de 1998.
29
“…Cree la Iglesia que Cristo, muerto y resucitado por todos [5], da siempre al hombre, por medio de su Espíritu, la luz y fuerza necesarias para
responder a su vocación suprema; y que no ha sido dado, bajo el cielo, otro nombre a la humanidad, en el que pueda salvarse [ 6]. Igualmente cree
que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se halla en su Señor y Maestro. Afirma, además, la Iglesia que bajo todas las cosas
mudables hay muchas cosas permanentes que tienen su último fundamento en Cristo, que es el mismo ayer, hoy y para siempre [7] . Iluminado, pues,
por Cristo, Imagen del Dios invisible, Primogénito entre todas las criaturas [8], el Concilio se propone dirigirse a todos para aclararles el misterio
del hombre, a la vez que cooperar para que se halle solución a las principales cuestiones de nuestro tiempo…”: Gaudium et Spes, nº 10
30
Mensaje de S.S. Juan Pablo II a los Peregrinos de los movimientos eclesiales, encuentro en Plaza San Pedro, vigilia de Pentecostés, 30 de mayo
de 1998
7

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