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Prefacio

El propósito de este libro es ofrecer un marco conceptual unificador para el estudio normativo de la
fiscalidad y temas afines en la economía pública. Dicho marco comienza necesariamente con una
declaración del objetivo social, que aquí se toma como la maximización de una función de
bienestar social convencional, y luego se pregunta cómo se orquestan mejor los diversos -
instrumentos gubernamentales para lograrlo. La estructura se construye sobre la base de los
teoremas fundamentales de la economía del bienestar. La desviación clave se debe a la
inviabilidad de la redistribución mediante la imposición individualizada de una suma global. Debido
a esta limitación, el sistema fiscal se basa en gran medida en los impuestos sobre la renta, lo que
da lugar al compromiso básico entre distribución y distorsión.

Mi premisa motivadora es que el análisis de las diversas formas de fiscalidad y de muchos otros
temas debe basarse explícitamente en este marco. Como cuestión de teoría a priori, esta
afirmación parece evidente. Su importancia se ve reforzada por dos consideraciones. En primer
lugar, el uso óptimo de cualquier instrumento depende de los demás que estén disponibles y de
cómo se empleen. En el presente contexto, el papel fundamental del impuesto sobre la renta es
especialmente significativo, y el análisis que se centra en otros instrumentos de forma aislada
puede resultar problemático. En segundo lugar, en contextos complejos y de segundo orden, no
examinar todos los efectos de una política en términos de bienestar social puede ser peligroso. Por
ejemplo, una reforma que reduzca la distorsión de la oferta de mano de obra puede parecer
deseable por ese motivo, pero la reforma puede reducir al mismo tiempo la redistribución, quizás
hasta tal punto que el bienestar general sea menor. Examinar sólo un conjunto de efectos puede
ser engañoso, especialmente cuando los efectos omitidos pueden ir sistemáticamente en la
dirección opuesta.

La forma más directa de afrontar el reto sería optimizar todos los instrumentos simultáneamente.
Esta tarea, sin embargo, es bastante desalentadora incluso con sólo unos pocos instrumentos y
unos supuestos complicados mínimos, más aún cuando una parte del problema incluye el -
despliegue óptimo de un impuesto sobre la renta no lineal. Una estrategia alternativa, desarrollada
y aplicada con frecuencia en este libro, consiste en utilizar una construcción que permite dejar de
lado (legítimamente) mucha complejidad y examinar unos pocos elementos a la vez. En concreto,
para analizar una política determinada -como una modificación de los impuestos sobre los
productos básicos, la imposición de las transferencias (herencias y donaciones), la provisión de
bienes públicos o algún medio para regular las externalidades-, la política se combina con un ajuste
del impuesto sobre la renta que se compensa de forma distributiva. El resultado neto es un paquete
de reformas neutro desde el punto de vista de la distribución, que, como se verá, mantiene muchas
cosas constantes y deja en juego los efectos distintivos del instrumento político en cuestión, que
pueden evaluarse más fácilmente.

En la mayoría de las áreas de la economía, es una práctica habitual relacionar el análisis con un
escenario paradigmático, a menudo uno estrechamente relacionado con el mundo simplificado de
los dos teoremas del bienestar. Esta metodología aumenta el rigor, economiza el esfuerzo, genera
beneficios de fertilización cruzada y facilita la comprensión y la comunicación. Para la fiscalidad y
muchas otras cuestiones de economía pública, se pueden obtener las mismas ventajas adoptando
este enfoque, aunque, como se ha señalado, el escenario de referencia debería ser el segundo
mejor en el que existe un impuesto sobre la renta y la redistribución se realiza de forma imperfecta
y con un coste. Mi objetivo es seguir esta línea de investigación de forma sistemática para mejorar
nuestra comprensión de la teoría de los impuestos y de la economía pública en general.

La ambición de este proyecto es similar a la de Musgrave en The Theory of Public Finance y a la


de algunos de sus predecesores, como Pigou y Vickrey. La encarnación moderna más cercana es
Lectures on Public Economics de Atkinson y Stiglitz, que se basa en gran medida en el trabajo
seminal de Mirrlees sobre la imposición óptima no lineal de la renta. Desde estos trabajos se ha
producido un enorme crecimiento de la investigación, que se refleja en textos y estudios como los
de los cuatro volúmenes del Handbook of Public Economics.
Este libro pretende ser un complemento de esos esfuerzos más recientes. La mayoría de ellos son
más bien especializados, presentando desarrollos a menudo sutiles sobre temas particulares, pero
atendiendo menos a las interacciones entre las diversas piezas. Es inevitable y apropiado que la
mayoría de las investigaciones e incluso la mayoría de las síntesis de las investigaciones sean de
esta naturaleza. No obstante, de vez en cuando es útil dar un paso atrás y reflexionar con
detenimiento y precisión sobre el conjunto de la empresa y rastrear directamente las relaciones
entre cada una de sus partes constitutivas. Este ejercicio debería producir beneficios en varias
dimensiones. Los resultados existentes pueden consolidarse, comprenderse mejor y ampliarse;
pueden surgir soluciones para problemas antes insolubles y, en algunos casos, se pueden invalidar
conclusiones aparentemente sólidas. Además, los programas de investigación, tanto analíticos
como empíricos, pueden iniciarse, refinarse o reorientarse a la luz de lo aprendido. Después de
haber emprendido esta misión, creo que la experiencia produce todas estas recompensas. Los
lectores, por supuesto, juzgarán esto por sí mismos.

Comencé a trabajar en este libro en serio a mediados de la década de 1990, produciendo cientos
de páginas de manuscrito que aireé en cierta medida. Al reanudar el trabajo cinco años después,
tras completar otros proyectos, decidí desechar el borrador existente y empezar de nuevo. La
reflexión posterior y la investigación intermedia habían aportado nuevas ideas, perfeccionaron mi
pensamiento y, en definitiva, cambiaron mi enfoque. Además, deseaba crear un texto más uniforme
en profundidad y rigor, con un alcance más ajustado a mi tema central. En los años transcurridos,
mi trabajo alternó con frecuencia entre este libro y los artículos derivados (incluido un estudio del
Manual, Kaplow 2007g). Mientras trabajaba en determinados capítulos, a menudo descubrí -
importantes lagunas o deficiencias que requerían una atención independiente y sostenida. Al final,
es difícil decir qué artículos proceden del libro y qué capítulos o secciones del libro proceden de
artículos. Sin embargo, en todos los casos, los capítulos del libro se han escrito desde cero para -
optimizar su encaje en el proyecto actual.

Aunque las primeras pulsaciones de esta empresa se hicieron en 1995, sus orígenes intelectuales
son muy anteriores. Durante mi formación en economía, Hugo Sonnenschein y Michael Spence
fueron los principales responsables de inculcarme la virtud del rigor, el valor de rastrear los
problemas hasta sus fundamentos, la apreciación de la elegancia, la importancia de extraer y
comunicar las intuiciones básicas y la comprensión de la economía del bienestar y de la economía
de la información que subyace a este empeño. Mi interés por la economía pública, y por la
fiscalidad en particular, fue despertado muy pronto por Martin Feldstein, Richard Musgrave, Stanley
Surrey, Alan Auerbach y Lawrence Summers. Posteriormente, mi pensamiento ha avanzado y se
ha revisado notablemente como reacción a los animados debates en las reuniones periódicas del
grupo de economía pública de la Oficina Nacional de Investigación Económica y en los talleres
sobre fiscalidad de Harvard.

Recibí comentarios sobre el manuscrito del libro y sobre los artículos relacionados de los
participantes en muchos otros talleres y conferencias y en otros entornos más individualizados.
Joel Slemrod, Steven Shavell y David Weisbach han sido los que más han aportado. Además, a lo
largo de dos décadas me he beneficiado de innumerables conversaciones con David Bradford;
incluso desde su prematura muerte, me encuentro contemplando cómo podría haber reaccionado a
las nuevas direcciones que he seguido. En varios momentos, Alan Auerbach, Peter Diamond,
James Hines, Daniel Shaviro, Alvin Warren, árbitros y editores de revistas, revisores de prensa
universitaria y otras personas demasiado numerosas para mencionarlas, me han aportado
reacciones adicionales.

También estoy agradecido a un amplio e inusualmente hábil elenco de apoyo. Matt Seccombe y
varias personas de Princeton University Press me proporcionaron una excelente ayuda editorial y
de otro tipo; Molly Overholt y la difunta Regina Roberts me ofrecieron apoyo administrativo y de
secretaría; el personal de la biblioteca de la Facultad de Derecho de Harvard reunió el material; y
muchos asistentes de investigación ayudaron a lo largo de los años a revisar la literatura y a
comprobar el texto, las notas, las derivaciones y las referencias. Este último grupo incluye (con
disculpas a los omitidos accidentalmente) a Susan Amble, Mary Bear, Elizabeth Bell, Clifford Chen,
Ivan Chen, Eun Young Choi, Vicki Chou, Derek Colla, Ryan Copus, Shelley de Alth, Nicholas
Degani, Sameer Doshi, Stephanie Gabor, Ryan Gavin, Yehonatan Givati, Thomas Gremi- llion,
Zachary Gubler, Gregory Hannibal, Jeffrey Harris, James Hileman, Alexander Hooper, Anna Joo,
Jasi Kamody, Lisa Keyfetz, Summer Sung Eun Kim, James Kvaal, Stacy Lau, Jonathan Lin,
Richard Lin, Edward Locke, Daniel Lyons, Kenneth Moon, Kevin Mosher, Jesse Panuccio, John
Rackson, Manoj Ramachandran, Daniel Richenthal, Kathleen Saunders, Brian Sawers, Amy
Sheridan, Moshe Spinowitz, Andrew Steinman, Eric Sublett, Kevin Terrazas, George Wang, Tzung-
bor Wei, Gregory Weston y Jeremiah Williams. Por último, agradezco el importante apoyo
financiero del John M. Olin Center for Law, Economics, and Business y de la Harvard Law School,
así como el estímulo de los decanos Robert Clark y Elena Kagan.

Teoría de la fiscalidad y de la economía pública


I. Introducción
Este libro desarrolla y aplica un marco unificador para el análisis de la fiscalidad y temas afines en
la economía pública. Sus dos características centrales son la atención explícita al objetivo social de
maximización del bienestar y el examen directo de cómo deben orquestarse los diversos
instrumentos gubernamentales para lograr ese objetivo. La aplicación coherente de este enfoque
consolida y amplía algunos resultados e intuiciones conocidos, supera obstáculos aparentemente
intratables en relación con otras cuestiones y da un vuelco a varias concepciones importantes ya
establecidas.

Mirrlees (1971), aunque es más recordado por su innovador análisis técnico de la imposición no
lineal óptima sobre la renta, también proporciona la articulación moderna seminal de esta agenda
de investigación. Las preocupaciones sobre la distribución y la distorsión y el equilibrio entre ellas,
las cuestiones clave de su artículo, surgen en relación con muchos temas de la economía pública,
que van desde todas las formas de tributación a los bienes públicos y la regulación de las
externalidades a los seguros sociales. Sin embargo, las literaturas varían mucho en cuanto a la
medida en que el análisis se relaciona con una función de bienestar social y se conecta con la
columna vertebral de los sistemas fiscales modernos, alguna forma de imposición sobre la renta
del trabajo. Aunque los escritos sobre el impuesto sobre la renta óptimo se han ceñido
estrechamente a la línea de investigación sugerida por Mirrlees y adoptada aquí, los trabajos sobre
la imposición de las rentas del capital, los programas de transferencia, los bienes públicos, la
regulación, los seguros sociales y otros temas a menudo no lo han hecho, y la investigación sobre
otros temas como la imposición de las transferencias (herencias y donaciones) y el tratamiento
fiscal de las diferentes unidades familiares sólo en raras ocasiones intenta establecer los vínculos
necesarios.

Merece la pena detenerse a destacar el papel fundamental del impuesto sobre la renta en el
estudio de los distintos tipos de impuestos y de muchos otros problemas de la economía pública. El
tópico de que el uso óptimo de cualquier instrumento político depende generalmente de qué otros
son factibles es especialmente apto cuando uno de los instrumentos disponibles es el impuesto
sobre la renta. Consideremos la tributación óptima de los productos básicos, que se analiza con
más detalle en el capítulo 6. El conocido resultado de Ramsey (1927) para el caso básico sin
interdependencias de la demanda es que los tipos impositivos de los productos básicos deberían
variar de forma inversa a las elasticidades de la propia demanda; si se introduce la heterogeneidad
de forma que la distribución de la renta importe, los artículos de lujo deberían gravarse más que los
de necesidad, ceteris paribus. Pero estos resultados suponen que no es factible aplicar un
impuesto sobre la renta. Cuando se emplea un impuesto sobre la renta y se fija de forma óptima,
Atkinson y Stiglitz (1976) muestran que, con una débil separabilidad del trabajo en la función de
utilidad, no es óptima ninguna diferenciación en los tipos impositivos de los productos básicos; de
hecho, esto es así independientemente de las elasticidades de los precios propios y de las
elasticidades de la renta. Sin embargo, muchos estudios ignoran el impuesto sobre la renta
-supuestamente debido a la complejidad del análisis del impuesto sobre la renta óptimo- y elaboran
modelos como el de Ramsey, que pueden llegar a conclusiones inaplicables a una economía con
impuestos sobre la renta, como la mayoría de las economías desarrolladas de hoy.

Este libro relaciona el análisis de todos sus temas con el impuesto sobre la renta y atiende a cómo
influyen tanto la distribución como la distorsión en el bienestar social. En muchos contextos, resulta
útil cumplir esta misión empleando un procedimiento que construye paquetes de reformas
neutrales desde el punto de vista de la distribución (y de los ingresos). En concreto, el impuesto
sobre la renta se ajusta para compensar la incidencia distributiva de la modificación del instrumento
político directamente considerado, ya sea la imposición sobre los productos básicos, la imposición
sobre las transferencias, la provisión de bienes públicos o algún medio de regulación de las
externalidades. Este método no deja de lado el impuesto sobre la renta ni aspectos importantes del
bienestar social. Sin embargo, las complejidades del análisis del impuesto sobre la renta óptimo
son en gran medida discutibles porque no es necesario que el impuesto sobre la renta inicial sea -
óptimo ni que se determine el óptimo para aplicar este procedimiento. Además, como se explicará
a continuación, muchas de las complicaciones del segundo mejor pasan a un segundo plano.

Cuando todo el paquete de reformas es neutral desde el punto de vista de la distribución,


obviamente es apropiado ignorar los efectos distributivos, ya que no hay ninguno. Además, se
demostrará que los paquetes de reformas neutrales desde el punto de vista de la distribución no
tienen ningún efecto sobre la oferta de trabajo en un caso de referencia, de hecho, en el mismo
caso de separabilidad laboral débil señalado por Atkinson y Stiglitz (1976). En otras palabras,
según el enfoque propuesto, tanto la distribución como la oferta de trabajo -los elementos del
compromiso que constituyen el núcleo del problema del impuesto sobre la renta óptimo- pueden
dejarse de lado legítimamente. En consecuencia, lo único que queda por examinar son los efectos
distintivos del instrumento político original que se está considerando. En consecuencia, estos
efectos pueden evaluarse únicamente por motivos de eficiencia, ya que cualquier función de
bienestar social estándar favorecerá un paquete de reformas que aumente la eficiencia sin afectar
a la distribución.

En este contexto, es correcto seguir órdenes sencillas de primer orden, como la prueba de coste-
beneficio de Samuelson, la prescripción pigouviana de establecer impuestos y subsidios a la
contaminación iguales a los costes y beneficios externos marginales, y la fijación de precios del
sector público al coste marginal. Esto es así (con las salvedades que se analizarán) a pesar de las
preocupaciones del segundo mejor sobre la distribución y la distorsión de la oferta de mano de
obra que han ocupado una literatura cada vez más complicada, un trabajo que a menudo no
incorpora el impuesto sobre la renta y que con frecuencia atiende sólo a la distribución o sólo a la
distorsión, lo cual es bastante peligroso dada la inevitable compensación entre ambas y, en
relación con ello, la no aplicación de una función de bienestar social. En comparación, el método
adoptado aquí permite un análisis más ágil e intuitivo y, al mismo tiempo, más riguroso y fiable.

Además, como la misma técnica puede utilizarse para una gama tan amplia de problemas
aparentemente dispares -desde la fiscalidad de los productos básicos hasta la fiscalidad de las
transferencias, pasando por los bienes públicos y la regulación-, se producen importantes
economías de esfuerzo. Además, se facilita una mayor especialización porque las investigaciones
sobre temas específicos, debidamente enmarcadas mediante ajustes del impuesto sobre la renta
neutrales desde el punto de vista de la distribución, pueden limitar la atención a características
distintivas. Los estudios sobre la fiscalidad de los cigarrillos pueden centrarse en las ventajas de
desalentar el consumo de tabaco, las evaluaciones de la fiscalidad de las transferencias en las
virtudes de fomentar el consumo por parte de los donantes y no de los receptores, las evaluaciones
de los proyectos de infraestructuras en sus efectos sobre la productividad, y las valoraciones de las
medidas medioambientales en los costes directos de los diferentes modos de regulación y sus
consecuencias medioambientales. Otros investigadores pueden centrarse en el propio equilibrio
entre distribución y distorsión, lo que se hace más directamente en el contexto del problema
original del impuesto sobre la renta óptimo, que se beneficiaría de una mayor atención a una serie
de variaciones poco exploradas pero importantes. Hay, por supuesto, interacciones en algunos -
casos, pero se verá que éstas también se aclaran con el enfoque propuesto.

Como indica la discusión anterior, el enfoque metodológico de este libro es conceptual y normativo.
Por lo tanto, sólo se prestará una atención ocasional a los amplios trabajos empíricos que influyen -
de forma importante en las recomendaciones políticas finales, pero no tanto en la forma de
estructurar el análisis. Además, las consideraciones macroeconómicas y políticas se ignoran en
gran medida. Por último, salvo para fines ilustrativos ocasionales, no se examinan propuestas
políticas concretas. El objetivo es mejorar la comprensión de cómo debe realizarse el análisis y qué
agenda de investigación implica. No obstante, a lo largo del libro se verá que este enfoque tiene -
implicaciones políticas sustanciales y a veces poco convencionales.

El marco de análisis se presenta con más detalle en la Parte I. En el capítulo 2 se exponen los
argumentos a favor de una visión integrada de las diversas formas de tributación y de los temas
asociados en la economía pública y se comienza a explorar lo que implica esta visión. Se dedica
una atención considerable a la forma en que los ajustes del impuesto sobre la renta neutrales
desde el punto de vista de la distribución pueden utilizarse para facilitar el análisis de las políticas
fiscales, de gasto y de regulación. En el capítulo 3 se desarrolla la necesidad de explicitar el
objetivo social, se presenta la formulación estándar de la función de bienestar social que se
empleará a lo largo de todo el libro y se analiza una serie de juicios sociales sobre la redistribución
y cómo las diferencias entre ellos se relacionan con el análisis posterior.

La Parte II comienza la aplicación del marco examinando el problema de la imposición óptima de la


renta y las cuestiones conexas. El capítulo 4 presenta modelos y resultados estándar para la
imposición de la renta lineal y no lineal (laboral) que se utilizarán en los capítulos siguientes.
Incluso los lectores ya familiarizados con este trabajo encontrarán probablemente algunos matices
de interés. El capítulo 5 elabora y amplía el análisis clásico en una serie de dimensiones. Algunas
cuestiones son conocidas, como la importancia de la administración y la aplicación de la ley,
mientras que otras han recibido menos atención, como la imposición basada en la capacidad, la
complicación de que la renta pueda señalar diferentes preferencias en lugar de sólo capacidades, y
las implicaciones de las preferencias interdependientes. Muchos de estos temas merecen una
mayor investigación; en algunos casos, se esbozan líneas de investigación preliminares.

El capítulo 6, sobre la imposición de los productos básicos, es especialmente importante para este
libro porque presenta la formalización más elemental de gran parte del tema integrador. Utilizando
el enfoque neutro de la distribución, el resultado antes mencionado de Atkinson y Stiglitz (1976)
sobre la ineficiencia de la imposición diferencial de los productos básicos se extiende al caso más
general en el que el impuesto inicial sobre la renta es arbitrario en lugar de óptimo y a los casos
que implican reformas parciales. Una implicación directa es que los impuestos sobre el lujo, así
como las exenciones ampliamente utilizadas, como las de un IVA para los gastos en productos de
primera necesidad, son instrumentos ineficientes para lograr objetivos distributivos. Se discuten las
calificaciones de este análisis y su relación precisa con los supuestos y principios bien conocidos
asociados a la fiscalidad de Ramsey. Los resultados de este capítulo son una pieza central para
gran parte del análisis posterior del libro porque el método de compensación distributiva de los
ajustes del impuesto sobre la renta es genérico. En consecuencia, la lógica no se limita a la
imposición de los productos básicos y, por lo tanto, puede utilizarse para llegar a conclusiones -
importantes y a veces sorprendentes en relación con los bienes públicos, la regulación y otras
formas de imposición (como las transferencias privadas). Como se analizará en varios puntos del
libro, muchos instrumentos políticos son formalmente bastante similares a los impuestos sobre los
productos básicos, por lo que la unidad de los enfoques analíticos de estos temas dispares y la
similitud de los resultados no deberían considerarse sorprendentes.

La Parte III completa el marco integrado teniendo en cuenta los gastos públicos. El capítulo 7
examina los pagos de transferencia, complementando el tratamiento simplificado en el análisis
estándar del impuesto sobre la renta óptimo. Gran parte de los estudios de los programas de
transferencia y de los impuestos se realizan de forma aislada, lo que da lugar a una imagen
engañosa de la redistribución y de los incentivos a los que se enfrentan los individuos con ingresos
más bajos. En términos más generales, las opiniones existentes sobre el tratamiento óptimo en la
parte inferior de la distribución de la renta tienen elementos contradictorios: Los tipos impositivos
marginales efectivos extremadamente elevados (en gran medida por la eliminación progresiva de
los pagos de transferencias) son ampliamente condenados, mientras que el análisis del impuesto
sobre la renta óptimo sugiere que los tipos marginales elevados en los niveles de renta bajos son
atractivos aunque lleven a los individuos de menor capacidad a no trabajar. Estos elementos
contrapuestos se concilian, y los resultados se utilizan para determinar la forma óptima de
asistencia categórica, es decir, cómo deben diferir los niveles de asistencia y los tipos impositivos
marginales (incluidas las supresiones progresivas) entre los distintos grupos, como los
discapacitados y los capaces de trabajar. Parece que los grupos que suelen estar sujetos a tipos
marginales altos (bajos) deberían enfrentarse de forma óptima a tipos bajos (altos). Además, se
examinan los incentivos al trabajo, cada vez más populares, y se pone de manifiesto que la
mayoría de los regímenes existentes y propuestos pueden desviarse, quizá sustancialmente, de la
optimalidad.

El capítulo 8 aborda el gasto público en bienes y servicios. Una visión adecuada de la distribución
requiere prestar atención a cómo se financia el gasto público y cómo la combinación de gasto y
financiación afecta a la distribución y a la distorsión. Utilizando los ajustes del impuesto sobre la
renta neutrales desde el punto de vista de la distribución, introducidos en el capítulo 2 y analizados
en el capítulo 6, se demuestra que las preocupaciones sobre la distribución y el hecho de que la
financiación implique la imposición de la renta, con la consiguiente distorsión de la oferta de
trabajo, pueden ignorarse en gran medida a la hora de determinar la provisión óptima de bienes
públicos. Además, se examina la retroalimentación (si la hay) de la provisión de bienes públicos
sobre la fiscalidad redistributiva óptima; es decir, se determina cómo la modificación del nivel de los
bienes públicos afecta al alcance óptimo de la redistribución. El análisis de estas cuestiones
también aclara -y en algunos casos disuelve- los retos a los que se enfrentan los intentos de medir
la incidencia distributiva de las políticas públicas, y ofrece una nueva perspectiva en los debates
sobre las concepciones de la fiscalidad de los beneficios. Por último, el análisis de los bienes
públicos se modifica para obtener resultados análogos en relación con todo tipo de regulaciones
gubernamentales, como la del medio ambiente, que plantea preocupaciones similares en cuanto a
los efectos distributivos y la distorsión de la oferta de trabajo. Una vez más, los resultados se
apartan, a veces sustancialmente, de los de la literatura pertinente.

La Parte IV considera otras formas y dimensiones de la fiscalidad. El capítulo 9 va más allá del
modelo implícitamente estático de un solo período utilizado en el análisis clásico de la imposición
óptima de la renta -en realidad, el análisis de la imposición óptima de la renta del trabajo- para
considerar la imposición de la renta del capital. El uso del enfoque neutral en cuanto a la
distribución de los capítulos 2 y 6 para comparar diferentes niveles de imposición del capital sirve
para aclarar y elaborar el punto originalmente avanzado por Atkinson y Stiglitz (1976) de que la
imposición del capital es equivalente a la imposición diferencial de los productos básicos, en este
caso de los productos básicos en diferentes períodos de tiempo, y por lo tanto es ineficiente en el
caso básico. Se explora una serie de salvedades a este resultado, incluyendo la posibilidad de que
las decisiones de ahorro de los individuos no reflejen un comportamiento neoclásico maximizador.
Las conclusiones se utilizan para aclarar la elección entre los impuestos sobre la renta y el
consumo, los impuestos sobre el patrimonio y los impuestos sobre la renta de las empresas, y los
resultados se amplían para abordar las rentas del capital inciertas, los gravámenes sobre el capital
y determinadas transiciones de régimen fiscal, así como la imposición del capital humano. Como se
ha sugerido anteriormente, el análisis y algunos de los resultados de este capítulo difieren
notablemente de gran parte de la bibliografía existente sobre la imposición del capital, ya que
dichos trabajos emplean modelos de tipo Ramsey que asumen (a menudo implícitamente) la
inviabilidad de la imposición de la renta.

El capítulo 10 analiza la imposición (o subvención) de las transferencias privadas entre


particulares. Aunque la imposición de las transferencias suele entenderse como una fuente de
ingresos y un importante complemento redistributivo en el conjunto del sistema fiscal, estas
opiniones son erróneas si se une dicha imposición con un ajuste del impuesto sobre la renta que
compense la distribución. Entonces, la pregunta es la siguiente: en lo que respecta a los individuos
con un nivel de ingresos determinado (digamos, muy alto), ¿debería su carga fiscal global ser
relativamente más alta o más baja si su dólar marginal se entrega a los descendientes en lugar de
gastarlo en ellos mismos para que vivan de forma más opulenta? Esta formulación sugiere
inmediatamente una orientación totalmente diferente hacia la fiscalidad de las transferencias
voluntarias. El análisis se complica por dos conjuntos de factores: En primer lugar, las donaciones
afectan directamente a dos individuos, donante y donatario, de una manera cualitativamente
diferente a los gastos en consumo ordinario; esta característica da lugar a dos especies de
externalidades y tiene sutiles implicaciones distributivas que son cualitativamente distintas de las -
contempladas habitualmente. En segundo lugar, los regalos son inducidos por una amplia gama de
motivos que pueden tener diversas implicaciones para el comportamiento y el bienestar. El enfoque
neutro en cuanto a la distribución neutraliza lo que muchos consideran las consideraciones más -
pertinentes y saca a la luz estos importantes factores que hasta ahora habían quedado en gran
medida ocultos. El análisis se aplica también a otros temas, como la determinación de la política
óptima en materia de donaciones benéficas, un problema que también se plantea bajo una nueva
luz.

En el capítulo 11 se examinan aspectos de la seguridad social relacionados con los temas tratados
en otras partes del libro. En primer lugar, se señalan los aspectos puramente redistributivos de la
seguridad social. Se observa que la redistribución ordinaria a través de la seguridad social puede
asimilarse, en general, a la redistribución en el marco del impuesto sobre la renta. A continuación,
se analizan las dimensiones redistributivas más específicas, en particular el hecho de que los
regímenes de jubilación de la seguridad social dependan de los ingresos a lo largo de la vida (con
la consideración de cómo los tipos impositivos marginales varían de forma óptima a lo largo del
ciclo vital y si este patrón se refleja en el funcionamiento ordinario de los regímenes fiscales típicos
de la renta y la seguridad social), que puede haber una redistribución intergeneracional y que los
distintos tipos de familia suelen recibir un trato diferente. En segundo lugar, se analiza la dimensión
de ahorro forzado de la seguridad social, centrándose en la miopía y otros factores que son
fundamentales para algunas justificaciones de la existencia de los regímenes de seguridad social.
Se hace hincapié en cómo los impuestos a la seguridad social pagados durante los años de trabajo
pueden afectar a la oferta de mano de obra a la luz del hecho de que los individuos pueden ser
miopes y, por tanto, descontar excesivamente las prestaciones pagadas en un futuro lejano.
Algunos de los resultados son inicialmente sorprendentes: En particular, en la mayoría de los
aspectos, un sistema de seguridad social no tiene los efectos de un impuesto adicional que se
suma a un impuesto existente sobre las rentas del trabajo (el impuesto sobre la renta). El signo de
los efectos de la oferta de trabajo de la seguridad social se invierte bajo ciertas variaciones de los
supuestos y parámetros, y cuando la restricción de ahorro forzoso apenas comienza a vincularse
no hay un efecto de primer orden en un caso pero sí un efecto positivo en el otro, aunque uno que -
disminuye en lugar de aumentar a medida que la restricción se hace más estricta. Por último, se
examinan brevemente las características de la seguridad social más puramente aseguradoras.

El capítulo 12 aborda la heterogeneidad entre las unidades familiares, que es fundamental para
establecer la política del impuesto sobre la renta, diseñar programas de transferencia y elaborar
medidas descriptivas de la distribución general del bienestar. Anteriormente, muchas de las
cuestiones han resultado intratables y otras controvertidas. El presente enfoque proporciona una
reorientación e iluminación sustanciales, tanto al insistir en que el análisis se relacione
explícitamente con la función de bienestar social como al emplear ajustes del impuesto sobre la
renta con compensación distributiva para centrarse en aspectos distintivos del problema. El
capítulo analiza en primer lugar el tratamiento relativo óptimo de los distintos tipos de familia
-personas solas frente a parejas y aquellas con distinto número de hijos- abstrayéndose de
consideraciones de incentivos. Las asignaciones relativas pueden depender de la desigualdad en
el reparto, de las economías de escala, de los diferentes motivos que subyacen al reparto
intrafamiliar y de las diferencias en la forma en que los recursos se traducen en utilidad
(especialmente, por parte de los adultos en comparación con los niños). En cada caso,
dependiendo de los rasgos de las funciones de utilidad y de la función de bienestar social, los
resultados óptimos pueden diferir cualitativamente de las opiniones estándar. Por ejemplo, las
economías de escala podrían favorecer las asignaciones per cápita más generosas que las menos
generosas para las familias, y las asignaciones óptimas podrían favorecer a las familias con hijos
hasta el punto de que los padres puedan consumir más recursos que los que se ponen a
disposición de los adultos sin hijos. A continuación, el capítulo examina cómo estos principios de
asignación pueden requerir una modificación debido a consideraciones de incentivos relacionados
con la oferta de trabajo, el matrimonio y la procreación.

En la Parte V se revisan las cuestiones relativas a la justicia distributiva y el bienestar social que
plantea el marco económico estándar del bienestar introducido inicialmente en el capítulo 3 y
algunas de sus aplicaciones en los capítulos siguientes. En el capítulo 13 se examina el
asistencialismo, la opinión de que la evaluación social de las políticas debería depender
exclusivamente de cómo afectan al bienestar de los individuos. Dado que este enfoque es
controvertido, en particular entre los filósofos morales y algunos economistas del bienestar, y más -
concretamente porque ciertas normas prominentes de equidad fiscal, al ser examinadas, entran en
conflicto con el asistencialismo, se esboza una defensa. Se explica que todos los enfoques no
bienestaristas violan el principio de Pareto, y se dedica más atención a reconciliar el paradigma
bienestarista con las intuiciones morales que subyacen a los criterios normativos en competencia.
En este capítulo también se desarrolla el concepto de bienestar, que es fundamental para el
enfoque asistencialista, y se evalúa una serie de cuestiones que se han planteado con respecto a -
la acreditación de las preferencias de los individuos que podrían considerarse erróneas o
censurables por otros motivos. Las alternativas al asistencialismo que implican capacidades y
bienes primarios, asociadas a Sen y Rawls respectivamente, se muestran problemáticas porque,
entre otras razones, transgreden el principio de Pareto.

El capítulo 14 examina la elección de la función de bienestar social dentro del paradigma


asistencialista. En concreto, ¿la función de bienestar debe ser utilitaria o más igualitaria? Los
poderosos argumentos desarrollados principalmente por Harsanyi y otros análisis que se basan en
el principio de Pareto y en el requisito de consistencia temporal favorecen una función de bienestar
social utilitaria. Se abordan algunas preocupaciones estándar, a saber, sobre la posibilidad de
realizar comparaciones interpersonales de la utilidad y la suficiencia del peso dado a la igualdad. A
la hora de elegir una función de bienestar social, también es necesario articular quién debe
considerarse miembro de la sociedad cuyo bienestar debe maximizarse. ¿Debe centrarse en el
ámbito local, nacional o internacional? ¿Y las generaciones futuras? ¿Y cómo debe evaluar la
sociedad las políticas que afectan al tamaño de la población pertinente y que, por tanto, pueden
aumentar el bienestar total al tiempo que reducen el bienestar medio? La discusión de estas
cuestiones será breve y especulativa. El capítulo 15 presenta y critica otros criterios normativos
para la evaluación de la política fiscal. Se consideran varios enfoques de la medición de la
desigualdad, la pobreza, la progresividad y la redistribución; el concepto de equidad horizontal; y
las doctrinas clásicas, en particular las teorías del sacrificio, el principio del beneficio y la noción de
capacidad de pago. Muchos de estos preceptos evaluativos alternativos son incompletos. Otros
son redundantes, lo que hace que tengan poca utilidad normativa. Lo más preocupante es que
algunos entran en conflicto con el principio de Pareto. En consecuencia, cuando el análisis de las
políticas da peso a estos criterios, como se hace a veces, las prescripciones pueden ser perversas
de forma no reconocida. Se sugiere que el atractivo de estos diversos criterios radica en su
tendencia a servir como sustitutos de aspectos del bienestar social; por lo tanto, algunos pueden
tener un valor instrumental en determinados contextos, aunque no constituyan objetivos normativos
finales.

Después de la Parte V, en el capítulo 16 se ofrecen observaciones finales. La discusión se centra


en las virtudes centrales del marco conceptual unificador que se desarrolla y aplica a lo largo del
libro. Se extraen ejemplos de varios capítulos para ilustrar los diversos beneficios que genera el
tipo de investigación sistemática que se persigue aquí. Estos beneficios surgen especialmente del
uso del constructo de neutralidad en la distribución, del examen de las lecciones que pueden
derivarse del análisis del impuesto sobre la renta óptimo y de la referencia explícita a una función
de bienestar social. También se señalan las implicaciones para las agendas de investigación, tanto
analíticas como empíricas.

PARTE I: MARCO
2. Una visión integrada
Idealmente, el análisis de políticas intenta considerar políticas completamente especificadas,
adoptar una visión global del problema en cuestión con respecto a los instrumentos potencialmente
útiles, y presentar y evaluar las alternativas de forma comparable. Estas características son
especialmente importantes en el desarrollo de una teoría de la fiscalidad y en el examen de temas
relacionados con la economía pública.

La exhaustividad significa que una política debe estar plenamente articulada en todos los aspectos
pertinentes. Un requisito importante en el contexto actual es el equilibrio presupuestario .1 A pesar
de su familiaridad, a veces se olvidan sus dictados, lo que puede llevar al análisis por mal camino,
por ejemplo, al omitir los efectos de renta y sustitución de los gastos que en muchos casos se -
oponen a los de los impuestos que los financian, y también al ignorar las consecuencias
distributivas de los gastos. Además, al examinar cualquier política de impuestos o de gastos, existe
una variedad de formas de completar la especificación, cada una de las cuales puede tener
diferentes implicaciones para el alcance de la redistribución y otras consideraciones relevantes
para el bienestar. Por lo tanto, es necesaria una orientación adicional a la hora de elegir cómo
completar el sistema.

La exhaustividad indica la necesidad de considerar todos los instrumentos políticos pertinentes. Por
lo general, uno no querría utilizar un destornillador o un cuchillo para clavar clavos si se dispone de
un martillo. Del mismo modo, al considerar cómo se podría emplear el impuesto sobre el patrimonio
y las donaciones para aumentar los ingresos o la redistribución, hay que tener en cuenta la
disponibilidad del impuesto sobre la renta.

Por lo general, lo mejor es utilizar el instrumento que se adapte más directamente a la tarea que se
está llevando a cabo. Además, cuando también se utilizan otros mecanismos, hay que prestar
atención a las interacciones que pueden pasarse por alto al centrarse en un solo instrumento
político. En particular, muchas políticas interactúan con el impuesto sobre la renta en lo que
respecta a los efectos sobre la oferta de trabajo y la distribución de la renta. Por estas y otras
razones, deberíamos, por ejemplo, dudar a la hora de prescribir la política del crédito fiscal por
ingresos del trabajo sin tener en cuenta el estado actual de los programas de bienestar y las
posibles reformas de los mismos, y no podemos evaluar la imposición de las rentas del capital
independientemente de otros instrumentos fiscales que recaudan ingresos de los individuos en la
misma parte de la distribución de la renta.

La comparabilidad se refiere a la idea de que es más fácil evaluar opciones entre distintos tipos de
manzanas que entre manzanas y naranjas (o, peor aún, manzanas y elefantes). Al evaluar una
política determinada, suele ser más útil centrarse en una dimensión cada vez y, además, distinguir
las características intrínsecas de las accesorias. Al comprar un automóvil, no es muy útil comparar
un todoterreno blanco, de gama alta y gran tamaño, con un coche rojo, económico y subcompacto.

1
Véase, por ejemplo, la discusión de Musgrave (1959, pp. 212-215) sobre la "incidencia fiscal diferencial", y considérese también la noción
más amplia de "incidencia presupuestaria equilibrada".
Sería una tontería que los compradores con un presupuesto ajustado eligieran el todoterreno
porque odian el color rojo o porque viene con un horno microondas gratis que resulta que satisface
una necesidad actual. En su lugar, es más ilustrativo emprender una serie de comparaciones de
vehículos que son similares en todas las dimensiones menos en una, por ejemplo, investigar
subcompactos en otros colores si se odia el rojo y visitar una tienda de electrodomésticos si se
desea un nuevo horno microondas.

Esta noción de sentido común de la comparabilidad ha recibido muy poca atención en la teoría de
la fiscalidad. De hecho, la comparabilidad es una idea extremadamente poderosa, como se
demostrará en gran parte de este libro. En particular, resulta que en una gama sorprendentemente
amplia de casos, la comparabilidad es más nítida cuando se completa el sistema -por ejemplo, un
plan de impuestos de lujo o una propuesta de gasto en parques- utilizando una técnica particular:
un ajuste del sistema de impuestos sobre la renta (y de transferencias) que logra un resultado
global que es neutral desde el punto de vista de la distribución. De hecho, la disponibilidad del
impuesto sobre la renta como instrumento arroja una luz diferente sobre el análisis de políticas
como los impuestos sobre los productos básicos, los impuestos sobre los dividendos y las
ganancias de capital, los impuestos sobre el patrimonio y las donaciones, los seguros sociales, la
provisión de bienes públicos y la regulación económica. Resulta que, en general, no es sensato
utilizar diversas formas indirectas de impuestos, políticas de gasto o regulaciones para redistribuir
la renta si se dispone de un impuesto sobre la renta, como suele ocurrir en las economías
desarrolladas.

Entre los muchos instrumentos políticos que se suelen considerar en términos de distribución o
recaudación, el impuesto sobre la renta ocupa un lugar especial y, debido a este papel, los demás
deben analizarse de forma diferente a como se hace a menudo . 2

En conjunto, la exhaustividad, el carácter global y la comparabilidad son aspectos esenciales de


una visión integrada de la fiscalidad, el gasto público y la redistribución. Sólo se puede entender
cada instrumento político -cada pieza del rompecabezas- si los demás están también sobre la
mesa y se comprenden las relaciones entre ellos. La mayoría de los análisis son mucho más
especializados y se centran en una política concreta, de hecho, a menudo en un solo aspecto de
una política concreta, y hay buenas razones para esta división del trabajo. Sin embargo, la
investigación se orienta mejor y sus resultados son empleados con mayor eficacia por los
responsables políticos si se comprende bien el marco más amplio e integrado del que forman parte
y se mantiene claramente a la vista.

1. Exhaustividad de la especificación de la política

La idea que se desarrolla en esta sección, como se ha señalado anteriormente, es que no se


puede analizar adecuadamente el carácter redistributivo de una política a menos que ésta se
articule completamente en ciertos aspectos. Empecemos por considerar un aumento del impuesto
sobre la gasolina. Suponiendo que este impuesto sea moderadamente regresivo, el aumento bien
puede oponerse por motivos distributivos .3 A continuación, consideremos las mejoras en los
parques públicos. Suponiendo que estas mejoras tengan un valor algo mayor (medido en dólares)
para los individuos de altos ingresos, este plan también podría oponerse por motivos distributivos.4
2
Como se verá en los capítulos 4-6, no se trata tanto de un impuesto sobre la renta en sí como de un sistema fiscal personalizado en el que
los impuestos que pagan los individuos pueden variar en función de su nivel de bienestar. En la mayoría de las economías desarrolladas, es el
impuesto sobre la renta (combinado con programas de transferencia) el que desempeña esta función; como se indica en la subsección 9.B.1, esta
función también podría ser desempeñada por un impuesto sobre el consumo personal.
3
Esta objeción presupone que hay muy poca redistribución: Dado que la redistribución es generalmente costosa, debido a la distorsión de la
oferta de trabajo, existe un grado óptimo de redistribución (véase el capítulo 4). Si se supera ese grado de redistribución, entonces un cambio
regresivo sería deseable, no objetable, por motivos redistributivos. Sin embargo, cuando sea conveniente, la discusión seguirá la convención de
referirse a una mayor redistribución como deseable, lo que debe entenderse como un crédito a los beneficios de una mayor redistribución mientras
se abstrae de los costes.
4
En el capítulo 8 se hablará más de la relación entre los beneficios medidos en utilidad y en dólares.
Sin embargo, si estas dos propuestas se combinan en una sola, el efecto distributivo puede ser
favorable para los pobres, como se muestra en la figura 2.1. Aunque los individuos con menores
ingresos pagan una proporción algo mayor de sus ingresos en impuestos adicionales sobre la
gasolina, su pago sigue siendo una cantidad absoluta menor. Quizás los individuos que ganan
20.000 dólares pagan 20 dólares más en impuestos sobre la gasolina (0,1%) y los que ganan
100.000 dólares pagan 60 dólares más en impuestos sobre la gasolina (0,06%). En cuanto al gasto
en parques, supongamos que el beneficio equivalente en dólares para los que ganan 20.000
dólares es de 30 dólares y el beneficio para los que ganan 100.000 dólares es de 50 dólares. Si se
compensan estas cantidades, los individuos con menores ingresos ganan 10 dólares per cápita y
los individuos con mayores ingresos pierden 10 dólares per cápita.

Figura 2.1 Mejoras en los parques financiadas con el aumento del impuesto sobre la gasolina

La posibilidad de que dos políticas aparentemente regresivas, cuando se combinan, aumenten el


alcance de la redistribución se explica fácilmente por un uso bastante común, aunque incoherente,
de las líneas de base: proporcionalidad para el impuesto e igual beneficio en dólares para el gasto.5
En el caso de los impuestos, existe una larga tradición de evaluación por referencia a una norma
de proporcionalidad.6 En el caso de los gastos gubernamentales en bienes y servicios, pocos
describirían como "progresivo" un proyecto que beneficia a los millonarios con 1.000 dólares per
cápita y a los pobres con 50 dólares per cápita, incluso cuando el beneficio para los pobres es un
porcentaje mucho mayor de sus ingresos que el beneficio para los ricos.

La principal lección del ejemplo es que considerar que un cambio concreto en un impuesto o un
gasto aumenta o disminuye la redistribución es problemático. Si se trata de un aumento de
impuestos, hay que determinar cómo se gastarán los ingresos; si se recortan los impuestos, cómo
se abordará el déficit de ingresos. Para cualquier cambio fiscal, se puede imaginar la combinación
de una amplia gama de políticas de gasto u otros ajustes del sistema. Así, el hipotético aumento
del impuesto sobre la gasolina podría financiar mejoras en los parques, programas de bienestar,
protección policial, reducciones del impuesto sobre la renta o muchas otras acciones. Lo mismo
ocurre con los gastos.

El problema de las representaciones incompletas de las políticas queda bien ilustrado por el debate
sobre las propuestas de impuesto plano. Pensemos en la pregunta: ¿hasta qué punto es -

5
Esta observación también ha sido realizada por Steuerle (2003).
6
Existe una importante bibliografía, a menudo técnica, que mide la progresividad y la redistribución de los impuestos por referencia a la
proporcionalidad, la mayor parte de la cual no atiende a los problemas discutidos en el texto. Véanse, por ejemplo, los estudios y análisis de
Lambert (1999, 2001). Estas medidas se examinan en la sección 15.A.
progresivo o redistributivo un impuesto plano?7 La respuesta convencional es "en absoluto" porque,
como se acaba de señalar, la referencia estándar es la proporcionalidad y un impuesto plano es
perfectamente proporcional. Pero esta respuesta es muy deficiente. Tomemos un impuesto plano
puro: un impuesto lineal sobre la renta (una forma de "impuesto negativo sobre la renta") en el que
el tipo impositivo marginal uniforme es t y los ingresos se utilizan para financiar una subvención de
g a cada individuo.8 (Para simplificar la presente discusión, se ignoran tanto los efectos de los
incentivos como la necesidad de financiar el gasto público en bienes y servicios). Si t se fija en el
0%, en cuyo caso g debe ser 0, no se produce ninguna redistribución, lo que es coherente con la
visión estándar de un impuesto proporcional. Si t se fija en el 100%, en cuyo caso g sería igual a la
renta media, la renta después de impuestos (y de transferencias) de todos se iguala totalmente. En
otras palabras, en este mundo hipotético sin efectos de incentivo, tanto un impuesto totalmente no
redistributivo como el impuesto más redistributivo posible son impuestos planos. Para niveles de t
entre el 0% y el 100%, son posibles grados intermedios de redistribución.

Este ejemplo, al ilustrar la importancia de atender al gasto de los ingresos fiscales, ilustra la noción
más general de que una visión incompleta y no integrada puede ser muy engañosa.9 En realidad, el
problema del carácter incompleto es peor. En el ejemplo, se especificaba que todos los ingresos
financiaban un tipo de gasto concreto, a saber, una subvención uniforme a cada individuo. Pero
para cualquier tipo impositivo fijo t, se podría suponer, en cambio, que los ingresos financian bienes
públicos con prestaciones proporcionales a la renta, en cuyo caso no habría redistribución con
independencia del nivel de t (ya que los pagos de impuestos y los recibos de prestaciones se
compensarían en su incidencia). O los ingresos podrían financiar bienes públicos que valen más
desproporcionadamente para los ricos, en cuyo caso un nivel más alto del impuesto único
aumentaría la desigualdad. O los ingresos podrían dirigirse a los pobres, produciendo incluso más
redistribución que cuando los ingresos financian una subvención uniforme. Así, en abstracto, es
precario asociar cualquier valoración distributiva con el uso de una imposición puramente
proporcional, incluso si se conoce el nivel del impuesto .10 En términos más generales, las formas

7
Los impuestos progresivos, proporcionales y regresivos se definen normalmente como aquellos cuyos tipos medios aumentan, son
constantes o disminuyen con la renta. En ocasiones, estos términos se asocian a los tipos marginales, pero aquí no se seguirá ese uso. Una
motivación para centrarse en los tipos medios es que los impuestos "progresivos" suelen asociarse a los impuestos redistributivos. En cualquier
caso, el concepto de progresividad tiene una importancia limitada porque las políticas deben evaluarse utilizando la función de bienestar social
pertinente, no midiendo cómo les va con algún índice de progresividad (véase la sección 15.A).
8
Este impuesto se analiza formalmente en la subsección 4.B.1.
9
La lección específica de que el impuesto plano no puede caracterizarse en cuanto al grado de redistribución que implica
independientemente del nivel del impuesto sigue siendo cierta, aunque de forma menos extrema, incluso si las comparaciones se limitan a los
impuestos graduados y a los de tipo fijo, con los ingresos mantenidos constantes y las transferencias a través del sistema fiscal descartadas (o
mantenidas constantes). La razón es que el ajuste del nivel de exención en un impuesto plano -esencialmente utilizando los ingresos recaudados
por un tipo impositivo más alto para financiar una exención más generosa- permite que el grado de redistribución varíe sustancialmente. Así, para
un determinado impuesto sobre la renta graduado, un impuesto plano de igual recaudación con el mismo nivel de exención será inequívocamente
menos redistributivo. (Las personas con ingresos inferiores a la exención no pagan nada en ambos regímenes, las que tienen ingresos bajos por
encima de la exención tienen un tipo impositivo medio más alto en el impuesto plano, y las que tienen ingresos muy altos tienen un tipo impositivo
medio más bajo en el impuesto plano). Sin embargo, un impuesto único con una exención suficientemente alta (y un tipo impositivo
correspondientemente más alto, en particular uno al menos igual al tipo impositivo superior graduado) sería inequívocamente más redistributivo.
(Aquellos con ingresos moderadamente por encima de la exención del impuesto graduado no pagarían nada con el impuesto plano; aquellos con
ingresos algo más altos pagarían algo con el impuesto plano, pero todavía menos que con el impuesto graduado, y aquellos con los ingresos más
altos pagarían más con el impuesto plano). Para los niveles intermedios de la exención, los contribuyentes de renta media pagarían más con el
impuesto plano, mientras que los ricos y los casi pobres (aquellos con ingresos lo suficientemente altos como para pagar algún impuesto) pagarían
menos. El hecho de que esta situación bajo el impuesto único se considere más o menos redistributiva depende de si la mayor importancia se
asocia a que los pobres paguen menos o a que los ricos se libren más fácilmente. Para caracterizaciones más técnicas, véase Davies y Hoy (2002).
10
Sin embargo, en los debates políticos se cree generalmente que un impuesto plano sería menos progresivo. El Informe Económico del
Presidente (1996, p. 91) afirma sin rodeos que "el impuesto plano prototípico sería menos progresivo que el actual impuesto sobre la renta". Una
de las principales razones de la propuesta fiscal de EE.UU. a mediados de la década de 1990, una forma de impuesto al consumo graduado, era
superar lo que se entendía como las limitaciones inherentes del impuesto plano con respecto a la redistribución (véase, por ejemplo, Seidman
1997). Este (mal) entendimiento de los impuestos proporcionales frente a los graduados tiene un distinguido linaje, incluyendo la famosa
particulares de imposición -que van desde los impuestos sobre los dividendos y las ganancias de
capital o sobre las herencias y donaciones hasta los impuestos sobre el consumo-, así como las
políticas de gasto, se evalúan a menudo, en términos de efectos distributivos, en el vacío y, por lo
tanto, sin tener en cuenta cómo podría equilibrarse el sistema en su conjunto. A lo largo de este
libro se identifican y abordan estos problemas.

2. Amplitud de los instrumentos considerados

Las herramientas más pertinentes para la presente investigación incluyen los principales
mecanismos por los que los gobiernos recaudan o podrían recaudar ingresos y las diversas formas
en que se gastan dichos fondos.11 En consecuencia, es necesario considerar los impuestos sobre
la renta, los impuestos sobre los productos básicos, los impuestos de sociedades, los impuestos
sobre el patrimonio y las donaciones, y los impuestos sobre la nómina, así como los programas de
transferencia, los programas de seguridad de los ingresos para la jubilación, la discapacidad y el
desempleo, y los gastos públicos directos, ya sea en educación, policía, carreteras o cualquier otro
programa gubernamental.

Las ventajas de adoptar un punto de vista global se ilustran con la aplicación del análisis
económico al control de las externalidades, especialmente la contaminación ambiental. La
economía proporciona un marco útil para definir el problema -el propio concepto de externalidad
constituye una contribución significativa- y para evaluar las intervenciones -mediante la aplicación
del análisis coste-beneficio-. Además, y lo que es más importante en este momento, la economía
ha ofrecido una visión importante sobre la elección de los instrumentos para controlar las
externalidades. Además de las normas de mando y control, Pigou (1920) introdujo los impuestos y
las subvenciones, Coase (1960) destacó la posibilidad de la negociación privada y Dales (1968) -
sugirió las posibles virtudes de los permisos negociables. Podría decirse que la mayor contribución
moderna de la economía en este campo ha sido ampliar el enfoque con respecto al conjunto de
herramientas disponibles y ofrecer un análisis incisivo que indica qué herramienta o combinación
de herramientas es la mejor en función de las características particulares de un entorno
determinado, como la calidad de la información del gobierno.

Sin embargo, las ventajas que se derivan de una visión global de los instrumentos y de un intento
explícito de determinar sus ventajas comparativas no se han aprovechado plenamente en el
análisis de la fiscalidad y de los temas relacionados en la economía pública. Por ejemplo, es
habitual evaluar los efectos redistributivos de formas específicas de impuestos y tipos de gasto
público sin contemplar simultáneamente las alternativas y examinar qué políticas son superiores en
diversas condiciones. Así, un estudio puede considerar qué ajustes de un impuesto sobre las
ventas o del IVA -quizá exenciones para los alimentos- cumplirían mejor algún objetivo distributivo -
sin indagar si alguna combinación de cupones de alimentos (vales), transferencias de efectivo y
ajustes del impuesto sobre la renta podría alcanzar mejor el objetivo y suponer menos distorsión. O
un estudio puede evaluar las modificaciones de los impuestos sobre las transferencias (herencias y
donaciones) sin comparar los ajustes del impuesto sobre la renta que tendrían efectos similares
sobre los ingresos y la distribución.

Suele ser mejor utilizar los instrumentos más directamente relacionados con el asunto en cuestión.
En el caso de la redistribución, el sistema del impuesto sobre la renta (incluidas las transferencias
monetarias) es ese instrumento. Además, a la hora de identificar el papel principal del sistema del

discusión de Blum y Kalven (1952, 1953) sobre "El incómodo caso de los impuestos progresivos", que argumenta como si socavar las
justificaciones de la redistribución implicara que un impuesto sobre la renta proporcional es superior a uno graduado. Entre las críticas a Blum y
Kalven figuran Bankman y Griffith (1987). Algunos de los participantes en el debate pueden creer que los tipos de la mayoría de las propuestas de
impuesto plano son lo suficientemente bajos como para recaudar una cantidad de ingresos significativamente menor que los sistemas de
impuestos graduados a los que sustituirían, lo que haría que las propuestas fueran menos redistributivas si se añaden determinados supuestos sobre
la incidencia de los recortes de gastos resultantes (sobre los que véase la sección 8.E).
11
Esta afirmación es incompleta, ya que existen otras herramientas, como la regulación salarial, que son medios potenciales de
redistribución. Véase también la sección 8.G sobre los efectos distributivos de las regulaciones en general.
impuesto sobre la renta, también debe incluirse la función de recaudación de los impuestos, ya
que, si no fuera por las diferencias entre los individuos que dan lugar a preocupaciones
distributivas, los ingresos se recaudarían de forma óptima en su lugar a través de una imposición
uniforme a tanto alzado, sin causar ninguna distorsión.12 Los instrumentos de política distintos del -
sistema del impuesto sobre la renta tienden a ser ventajosos para perseguir los objetivos
distributivos y de ingresos sólo cuando son capaces de abordar las deficiencias particulares de un
enfoque más directo, como mitigar la evasión o reducir la distorsión trabajo-ocio de diversas
maneras sutiles. En consecuencia, a lo largo de este libro, el impuesto sobre la renta se mantendrá
siempre en el punto de mira, y otras formas de imposición, así como las políticas de gasto público,
se relacionarán explícitamente con él.

Aunque las consideraciones administrativas y políticas a menudo exigen desviaciones sustanciales


de lo que sería ideal, es difícil llegar a un acuerdo sensato sin obtener primero una visión
razonablemente completa de las opciones pertinentes. Un problema adicional es que un solo
instrumento o un paquete de reformas concreto -como la mejora de los parques financiada con un
aumento del impuesto sobre la gasolina- suele afectar a múltiples márgenes simultáneamente, lo
que complica la tarea de determinar qué combinación de instrumentos es la mejor cuando se
abordan múltiples objetivos. Este reto nos lleva al tercer componente de la visión integrada
propuesta.

3. Comparabilidad de las propuestas evaluadas

La sección A explica la necesidad de especificar una política de forma completa para poder
analizarla adecuadamente. Pero la exhaustividad, especialmente el requisito de equilibrio
presupuestario, puede lograrse de muchas maneras. Algunos medios facilitan más la
comparabilidad que otros. Además, la elección ingeniosa de las combinaciones de políticas puede
aprovechar el abanico de herramientas disponibles, como se sugiere en la sección B, al tiempo que
se aborda la dificultad de alcanzar múltiples objetivos simultáneamente.

Los métodos más exitosos para satisfacer estas demandas serán, por lo general, aquellos que
permitan realizar comparaciones de manzanas a manzanas, permitiendo así el examen por
separado de cada dimensión de una política, lo que a su vez permite la identificación de las
características intrínsecas de la misma. En el contexto actual, la mejor manera de lograr este
resultado es postular ajustes en el sistema de impuestos sobre la renta y de transferencias que
produzcan neutralidad en la distribución (y no sólo neutralidad en los ingresos). En concreto, este
enfoque es útil cuando la política en cuestión no es puramente redistributiva (como es el caso de
un impuesto sobre la renta del trabajo o de las transferencias de efectivo). El resultado de esta
técnica analítica es separar los efectos redistributivos de una política, junto con cualquier distorsión
causada por el propio acto de redistribución, de otros efectos de la política. El razonamiento en el
que se basa este punto de vista se presentará ahora de forma más completa, seguido de un
análisis más detallado de por qué este enfoque de la comparabilidad es tan poderoso para
proporcionar una comprensión integrada de la fiscalidad, el gasto público y la redistribución . 13

1. El problema

12
Es decir, la objeción distributiva a la imposición uniforme a tanto alzado cuando la capacidad de obtener ingresos de los individuos varía
sustancialmente es la principal justificación para confiar en la imposición distorsionadora, como el impuesto sobre la renta, que permite que las
obligaciones fiscales reflejen las circunstancias de los individuos. En consecuencia, gran parte del análisis de la eficiencia de los impuestos está
íntimamente relacionado con la distribución, aunque esta conexión a menudo no se reconozca o quede implícita. Para un análisis más detallado,
véase la sección 6.D sobre cómo la presencia de un impuesto sobre la renta y el problema de la distribución de la renta influyen en el problema
fiscal de Ramsey y el capítulo 8 (especialmente la subsección 8.D.3) sobre la relación entre la redistribución y la necesidad de ingresos para
financiar el gasto público en bienes y servicios como parte del problema del impuesto sobre la renta óptimo.
13
El enfoque que se presenta en esta sección se expuso inicialmente en Kaplow (1996d) y se desarrolla en
Kaplow (2004).
Para concretar el análisis, consideremos si se deben imponer impuestos sobre el lujo. A primera
vista, estos impuestos parecen ser redistributivos, y ese atributo es una motivación probable para
aplicar los impuestos sobre el lujo en particular.14 Sin embargo, como sabemos por la sección A,
esta caracterización es prematura porque la descripción de la política es incompleta. Por ejemplo,
si los ingresos se destinan a profundizar un puerto para que pueda acoger yates más grandes, el
efecto neto podría ser incluso favorable para los ricos.

Esta sección se centra en la forma de completar el sistema que mejor facilita la comparabilidad. Un
enfoque común para analizar la fiscalidad es mantener los gastos fijos (en nivel y composición), de
modo que la atención se limite a las diferentes formas de recaudar una cantidad específica de
ingresos.15 Para centrar aún más el análisis, se suele considerar la posibilidad de realizar ajustes
en el calendario del impuesto sobre la renta. Sin embargo, incluso con este grado de refinamiento,
sigue habiendo muchos grados de libertad, porque existe una variedad infinita de formas en las
que el impuesto sobre la renta puede ajustarse para cumplir un objetivo de ingresos determinado,
en nuestro ejemplo, para reducir la recaudación fiscal en la cantidad de fondos recaudados por los
impuestos de lujo propuestos. En cuanto a la redistribución, es posible prácticamente cualquier
resultado, sumando los efectos del impuesto de lujo y la reducción del impuesto sobre la renta aún
no especificada.

En este punto, se suelen invocar ciertos puntos centrales aparentemente neutros pero
esencialmente arbitrarios. Por ejemplo, se puede plantear la hipótesis de que el tipo marginal del
impuesto sobre la renta de todos se reduzca en la misma cantidad o porcentaje o que los pagos de
impuestos de todos se reduzcan en la misma cantidad o porcentaje. Sin embargo, incluso esta lista
incompleta permite una gran variedad de efectos distributivos. Por ejemplo, la reducción de los
pagos de impuestos de todos en la misma cantidad proporcionaría un beneficio en dólares igual
para todos; la reducción de los pagos en el mismo porcentaje beneficiaría a los individuos con
mayores ingresos sustancialmente más. Por lo tanto, dos analistas de una propuesta de impuesto
de lujo podrían proporcionar evaluaciones muy diferentes de la distorsión, el grado de
redistribución y el efecto sobre el bienestar general que produciría, incluso si coinciden en sus -
supuestos empíricos y otros factores relevantes. Y cuando la fuente subyacente de todo el
desacuerdo -los diferentes ajustes del impuesto sobre la renta- se menciona sólo de pasada, quizá
en medio de muchos otros detalles técnicos del análisis, resulta difícil para otros analistas -y
prácticamente imposible para los responsables políticos menos sofisticados técnicamente-
descifrar los resultados.

Además, incluso si todas las evaluaciones se hicieran por referencia a un ajuste de referencia
comúnmente acordado en el calendario del impuesto sobre la renta, seguiría siendo difícil
interpretar los resultados de los investigadores. La reforma compuesta resultante -introducción de
impuestos sobre el lujo combinada con una determinada reducción del impuesto sobre la renta- -
implicará en general (es decir, salvo coincidencia) cierta redistribución de la renta. El alcance y el
carácter, incluso la dirección, de la redistribución neta dependerá de la relación entre la política en
cuestión y el punto de referencia que se elija.

Cuando la política completamente especificada que se considera -es decir, la política original y la
forma de ajuste fiscal- implica redistribución, surgen dos problemas. En primer lugar, es difícil
interpretar los resultados porque los efectos intrínsecos de la política están mezclados con los
efectos de la redistribución. Cualquier medida de la distorsión o del bienestar agregado tendrá dos
fuentes separadas. Una política que reduce intrínsecamente la distorsión, por ejemplo, podría

14
Del mismo modo, se podrían considerar los subsidios a las necesidades, como los que proporciona
implícitamente la práctica común de eximir los gastos en alimentos de los impuestos sobre las ventas y el IVA.
15
Esta formulación es problemática porque muchos tipos de gastos, incluidas las transferencias, pueden realizarse dentro de algunos
sistemas fiscales, en particular como parte de un impuesto sobre la renta, como se hace en Estados Unidos a través del crédito fiscal por ingresos
ganados. En términos más generales, no existe una distinción teórica clara entre impuestos y gastos (véase Green y Kotlikoff 2007 y Shaviro
2004). El enfoque que se presenta más adelante, que implica una financiación neutra desde el punto de vista de la distribución, ofrece una
resolución determinada de la cuestión planteada en el texto sin basarse en ninguna de esas distinciones.
caracterizarse como un aumento de la distorsión total si la política compuesta implica una
redistribución suficientemente mayor. Del mismo modo, una política que aumenta la distorsión
podría parecer que la reduce si el paquete completo de reformas reduce la redistribución.

En segundo lugar, cuando dos analistas llegan a conclusiones contradictorias, a menudo será difícil
discernir si sus desacuerdos reflejan diferentes modelizaciones y estimaciones empíricas relativas
a la política objetivo o diferencias relativas a la redistribución. El análisis de la redistribución es
especialmente difícil de desentrañar porque la evaluación del bienestar de sus efectos dependerá -
de tres factores que pueden variar en los distintos estudios (o sólo de dos factores si se acepta un
ajuste fiscal de referencia común): el ajuste del impuesto sobre la renta asumido; el análisis de los
efectos redistributivos, en el que influyen tanto las hipótesis de modelización como las
estimaciones empíricas, como la de la elasticidad de la oferta de trabajo; y la elección de la función
de bienestar social. Por ejemplo, el análisis y la estimación asociados a los impuestos de lujo per
se pueden ser idénticos entre dos investigaciones, pero los analistas pueden estipular diferentes
medios para mantener el equilibrio presupuestario o utilizar diferentes estimaciones de la
elasticidad de la oferta de trabajo o diferentes funciones de bienestar social para evaluar los
efectos redistributivos y, por lo tanto, producir evaluaciones muy diferentes de la reforma global.
Otra posibilidad es que las conclusiones divergentes se deban enteramente a las diferencias en el
análisis de los propios impuestos de lujo.

En definitiva, incluso después de que se hayan realizado varios estudios sobre los regímenes de
impuestos de lujo, no será fácil articular los puntos de consenso emergentes ni identificar las
verdaderas fuentes de desacuerdo subyacentes. El problema es de comparabilidad. Dado que se
están variando múltiples dimensiones simultáneamente, es más difícil aprender sobre una sola
dimensión y desarrollar la mejor comprensión del conjunto. Esta dificultad se agrava porque cada
una de las dimensiones consideradas -en este caso, los impuestos sobre el lujo y la redistribución
de la renta- es en sí misma compleja.

Vale la pena subrayar que estos problemas no son meramente hipotéticos. Para prefigurar el
capítulo 8, décadas de análisis de los bienes públicos y de la regulación medioambiental han
utilizado a menudo simples ajustes de un impuesto sobre la renta proporcional como si fuera un
punto de referencia neutral. Sin embargo, este ajuste fiscal se combina después con proyectos
subyacentes cuya incidencia puede perfectamente no ser proporcional a la renta. De hecho, los
beneficios medidos en dólares suelen ser una proporción decreciente de la renta, aunque
normalmente no se reconoce que se produce una redistribución. Además, esta redistribución, y no
los bienes públicos o las normativas en sí, es con frecuencia la fuente principal de los efectos
identificados, sobre todo, en la oferta de trabajo. Además, estos trabajos pueden presentar
medidas de bienestar social que consisten exclusivamente en la pérdida de peso muerto, lo cual es
incompleto y engañoso cuando hay redistribución.

2. Ajustes del impuesto sobre la renta neutros como solución

Esta sección elabora una solución a este problema de comparabilidad que es aplicable a todas las
políticas que no son puramente redistributivas (es decir, distintas del impuesto sobre la renta y las
transferencias simples). El método consiste en postular que el sistema de impuestos sobre la renta
y de transferencias se ajusta de tal manera que produce una política compuesta -la política objetivo
combinada con el ajuste del impuesto sobre la renta- que es neutral desde el punto de vista de la
distribución. Este ajuste del impuesto sobre la renta será el que no sólo tenga el efecto necesario
de equilibrio presupuestario en los ingresos, sino que también refleje la distribución de la política
considerada, de modo que la incidencia distributiva neta del paquete completo sea nula. Hay que
subrayar que este ajuste del impuesto sobre la renta propuesto, visto de forma aislada de la política
objetivo, no es neutral en cuanto a la distribución, sino que la compensa. Por lo tanto, la expresión
"ajuste del impuesto sobre la renta neutro desde el punto de vista de la distribución" se utiliza aquí
de forma abreviada, refiriéndose al ajuste del impuesto sobre la renta que hace que todo el
paquete de políticas considerado sea neutro desde el punto de vista de la distribución.
El ajuste neutro del impuesto sobre la renta para el caso de los impuestos sobre el lujo lograría el
equilibrio presupuestario reduciendo más los tipos del impuesto sobre la renta para los ricos; la
cuantía de la reducción en cualquier nivel de renta vendría determinada aproximadamente por la
fracción de la renta (en ese nivel de renta) gastada en lujos gravados multiplicada por el tipo del
impuesto sobre el lujo propuesto. A modo de ejemplo, supongamos que se impone un impuesto de
lujo del 10%. Si los lujos gravados suponen un porcentaje insignificante (digamos, cero) del
consumo de los individuos de renta baja, sus impuestos sobre la renta se mantendrían igual; si los
lujos suponen el 5% de la renta de los individuos de renta media-alta, se les aplicaría un 0,5%
menos de impuestos sobre la renta; si los lujos suponen el 30% de la renta de los superricos, se
les aplicaría un 3% menos de impuestos sobre la renta. De este modo, todo el esquema del
impuesto sobre la renta se ajustaría para reflejar la incidencia de la política en cuestión, de modo
que los individuos de cada nivel de renta estarían en conjunto situados como antes. 16

Obsérvese que una de las diferencias entre el método de ajuste propuesto y un enfoque de
referencia fija es que el ajuste concreto del calendario del impuesto sobre la renta no sólo depende
de la cantidad de ingresos que se van a recaudar o reembolsar, sino también de la incidencia
distributiva de la política concreta que se esté considerando. Diferentes tipos de políticas objetivo -
se asociarán con diferentes ajustes del impuesto sobre la renta. La personalización de los ajustes
fiscales, sin embargo, da lugar a una uniformidad de ciertos efectos, y esta característica del
método propuesto de ajustes fiscales facilita enormemente el análisis.

La consideración de una política completa -una política de objetivos combinada con un ajuste del
impuesto sobre la renta- que no sólo es neutral en cuanto a los ingresos, sino también en cuanto a
la distribución, tiene la virtud evidente de que no se produce ninguna redistribución. Dado que
cualquier otro ajuste fiscal conlleva una redistribución, los efectos distributivos confunden
inevitablemente el análisis tanto de la distorsión (la redistribución, después de todo, suele
distorsionar el comportamiento) como del bienestar general debido a la consideración simultánea
de múltiples dimensiones, como se describe en la subsección 1. Por definición, el análisis neutro
en cuanto a la distribución evita estos problemas, y de forma exclusiva.

El enfoque recomendado no convierte el análisis de las políticas en un ejercicio sencillo. La


redistribución debe seguir siendo analizada; es el tema central de los capítulos 4 y 5 sobre la
imposición óptima de la renta y también del capítulo 7 sobre los programas de transferencia. 17Y
determinadas políticas, despojadas de sus efectos distributivos y de ingresos, pueden seguir
siendo difíciles de desentrañar. De hecho, a menudo son útiles otras descomposiciones. Por
ejemplo, al analizar la imposición sobre los dividendos, es útil distinguir (manteniendo constante) el
efecto global de un impuesto puro y uniforme sobre las rentas del capital o el ahorro de los efectos
específicos debidos a la imposición diferencial de formas particulares de rendimientos de la
inversión. No obstante, el enfoque neutral de la distribución propuesto para la comparabilidad -
facilita enormemente el análisis de la mayoría de los temas de este libro. La prueba se encuentra
en capítulos posteriores, pero es útil elaborar desde el principio algunas de las ventajas e
implicaciones genéricas de este método de análisis.
16
La exposición rigurosa de cómo se realiza el ajuste (teniendo en cuenta que los ajustes fiscales en este caso deben referirse en realidad a
reducciones de la renta disponible y no a la renta antes de impuestos y también que la política objetivo afecta al comportamiento y, por tanto, tiene
efectos adicionales sobre la utilidad de los individuos) aparece en los capítulos 6 y 8, donde el enfoque se articula plenamente en los casos de la
imposición diferencial sobre los productos básicos y los bienes públicos, respectivamente. (En cuanto a la viabilidad de los ajustes a la baja para
los individuos con ingresos inferiores al nivel de exención de un impuesto sobre la renta existente, debe tenerse en cuenta que las transferencias, a
través del sistema del impuesto sobre la renta o de otro modo, se entienden incluidas en las referencias al "esquema del impuesto sobre la renta").
17
El enfoque de comparabilidad propuesto, en el que la distribución se mantiene constante, es obviamente inútil cuando se analizan los
efectos puros de la redistribución, lo que explica las calificaciones anteriores que limitan el enfoque a las políticas distintas de la imposición de las
rentas del trabajo y las simples transferencias. Sin embargo, muchas políticas que se consideran ampliamente redistributivas -impuestos sobre los
dividendos y las ganancias de capital, impuestos sobre el patrimonio y las donaciones, impuestos sobre el lujo, etc.- no son puramente
redistributivas; de hecho, este marco será útil con respecto a todas las políticas fiscales, de gasto y reguladoras, excepto unas pocas, en particular,
un esquema puro de impuesto sobre la renta-transferencia (considerado en un modelo de un período) o un impuesto puro sobre los salarios o el
consumo personal en ciertos modelos multiperíodo.
Un enfoque neutro en cuanto a la distribución replantea y centra de forma útil nuestra comprensión
de muchas políticas. Así, en el caso de los impuestos sobre el lujo, en lugar de pensar
principalmente, o incluso sustancialmente, en los ricos, nos lleva a preguntarnos si un individuo con
una renta determinada (supongamos que alta) debería pagar más impuestos a medida que una
mayor proporción de las compras se desplaza a la categoría de lujo. Este tipo de pregunta es
cualitativamente diferente a la de si los ricos deberían pagar más impuestos.

¿Cómo se puede responder a este tipo de preguntas? El análisis en profundidad aparece


inicialmente en el capítulo 6, pero de momento consideremos dos rasgos comunes de las
respuestas. En primer lugar, la eficiencia será a menudo la preocupación central. Cuando los
individuos son llevados a comprar más de algunas cosas y menos de otras, su utilidad se verá
afectada; normalmente, se reducirá al introducirse distorsiones. Cuando existen otras distorsiones,
como las externalidades asociadas a determinadas compras, la evaluación del bienestar puede ser
diferente. Además, los impuestos sobre el lujo pueden implicar costes administrativos u
oportunidades de evasión diferentes de los asociados a la recaudación del impuesto sobre la renta
al que sustituyen. En cualquier caso, este análisis se sitúa en el ámbito de la eficiencia más que en
el de la igualdad. De hecho, esto es así por definición cuando la distribución se mantiene
constante. En segundo lugar, también puede surgir un problema de equidad en el presente
escenario cuando los individuos tienen diferentes gustos. Entre los que se encuentran en un nivel
de ingresos determinado, los individuos con gustos de champán se verán perjudicados por la
imposición de los lujos que los que tienen deseos más pedestres. Tales efectos, a menudo sutiles,
son de un tipo diferente a las consideraciones distributivas estándar porque, por definición, este
problema de equidad implica la heterogeneidad entre los individuos del mismo nivel de renta, en
lugar de la distribución entre los individuos de diferentes niveles de renta.

Estos aspectos de los impuestos sobre el lujo ilustran lo que se considera útilmente como las
características intrínsecas o inherentes del instrumento político. Los efectos resultantes tenderán a
surgir siempre que se apliquen los impuestos sobre el lujo, independientemente de que el conjunto
de reformas sea neutro desde el punto de vista de la distribución; por lo tanto, deben entenderse
independientemente de las circunstancias particulares. Y, como se ha explicado anteriormente, la
mejor forma de analizarlos -al igual que los efectos de la redistribución en sí- es de forma
individual.

A veces, el hecho de mantener constante la distribución tiene otra ventaja analítica, a saber, que -
pueden aplicarse (al menos aproximadamente) los principios económicos más simples y
conocidos. Por ejemplo, bajo ciertos supuestos, incluyendo la ausencia de externalidades, no
debería haber impuestos diferenciales sobre los productos básicos; la introducción de impuestos
de lujo, tasas preferentemente bajas para la compra de alimentos, etc., aumentarán la distorsión y
no tendrán ninguna otra virtud redentora. En cambio, si hay externalidades estándar, los impuestos
o subsidios pigouvianos fijados en función del daño o beneficio externo marginal son óptimos.
Además, incluso cuando consideraciones más sutiles de segundo mejor, incluyendo las relativas a
la propia redistribución, complican la historia, sigue siendo cierto que las lecciones del análisis
neutral de la distribución a menudo se aplican directamente. 18

3. Aplicabilidad

¿Tiene sentido pensar en términos de ajustes del impuesto sobre la renta que logren la neutralidad
de la distribución cuando muchas políticas pueden no ser implementadas de manera que sean de
hecho neutrales en cuanto a la distribución?19 El análisis anterior de las ventajas de examinar las
18
Por ejemplo, como se discute en la sección 6.C, el argumento de que puede ser deseable gravar (relativamente) los complementos del ocio
y subvencionar los sustitutos del mismo, para ayudar a compensar la distorsión causada por la imposición redistributiva de las rentas del trabajo,
se aplica cuando el nivel de redistribución se mantiene constante y puede comprenderse más fácilmente en tal escenario.
19
Cabe señalar que otros ajustes fiscales que suelen postular los analistas políticos no son especialmente probables que sean los que
realmente se apliquen. Dada la variación de los ajustes supuestos por los analistas, esto es necesariamente cierto en muchos casos. Además, es
difícil vincular determinados ajustes fiscales a reformas específicas, incluso a corto plazo, porque se aplicarán muchas reformas y puede ser difícil
políticas una por una sugiere una respuesta afirmativa a esta pregunta. Para profundizar en la
cuestión, es útil comenzar ofreciendo una simple descomposición en dos pasos de los paquetes de
políticas reales que no son neutrales en cuanto a la distribución.

Para cualquier política objetivo y cualquier método asociado (neutral en cuanto a ingresos) de
ajuste del impuesto sobre la renta, imagine la aplicación del ajuste fiscal en dos pasos:

1. Ajuste del impuesto sobre la renta neutro para la distribución. Supongamos que inicialmente la
política se aplica y va acompañada precisamente del ajuste del impuesto sobre la renta
establecido en el subapartado anterior.

2. Ajuste del impuesto sobre la renta puramente redistributivo. Supongamos que, inmediatamente
después del primer paso, se produce una nueva promulgación en la que el ajuste del impuesto
sobre la renta inicialmente neutro desde el punto de vista de la distribución se transforma en el -
ajuste real del impuesto sobre la renta asociado a la política. 20

Esta descomposición en dos pasos no es más que una forma concreta de plantear el punto
conceptual anterior sobre el aislamiento de las diferentes dimensiones de un paquete de reformas
para mejorar la comparabilidad. El análisis del primer paso, que aísla lo que se ha denominado las
características intrínsecas de una política objetivo, es el descrito anteriormente. Dado que la
política ha sido despojada de cualquier efecto distributivo, el análisis y la comparabilidad de los
resultados entre los estudios se facilita enormemente. En particular, se fomenta la especialización
de los investigadores. Los expertos en educación, regulación medioambiental, política sanitaria y
otros temas no necesitan dominar todos los aspectos de la política de redistribución, incluyendo la
modelización y el análisis empírico de la imposición de las rentas del trabajo y la determinación y
aplicación de las funciones de bienestar social .21 En su lugar, pueden centrarse en los factores
propios de su especialidad.

Para completar el análisis de toda la reforma, se añadirían entonces los efectos de la segunda
etapa. Hay que subrayar que el método de análisis en esta etapa es genérico porque este paso
implica una redistribución pura, independientemente del tipo de política que se haya aplicado en el
primer paso. Los investigadores pueden desarrollar el mejor análisis de los ajustes fiscales
puramente redistributivos (los mejores modelos, las mejores estimaciones de parámetros como la
elasticidad de la oferta de mano de obra), y este análisis puede entonces aplicarse de forma
generalizada, tanto a todas las reformas puramente redistributivas (para las que este análisis debe
realizarse en cualquier caso) como a la dimensión redistributiva de los paquetes de reformas que
tienen otras características. Para la infinita gama de posibles combinaciones de políticas, el
enfoque del segundo paso será esencialmente el mismo. 22Por lo tanto, además de una mayor
claridad conceptual, el uso de la descomposición en dos pasos propuesta produce una enorme
economía de esfuerzo analítico. 23

saber qué componentes serían diferentes si se omitieran o modificaran otros. Además, a largo plazo, un ajuste fiscal utilizado para financiar un
programa bien podría haberse utilizado en su lugar para financiar otro programa si el original no se hubiera promulgado. Y cualquier ajuste fiscal
realizado hoy puede ser modificado mañana. El análisis posterior de esta subsección aborda en parte estas cuestiones.
20
La descripción del segundo paso supone que el método de financiación postulado es un ajuste de los tipos del impuesto sobre la renta. Se
podría ampliar este enfoque a otros métodos de financiación -otros tipos de impuestos u otros cambios en el impuesto sobre la renta (por ejemplo,
el cierre de una laguna legal)- añadiendo otros pasos a la descomposición que aíslen cualquier otra dimensión del cambio.
21
Se podría añadir el campo de la economía política, en el que hay que dedicarse a hacer predicciones sobre qué ajuste fiscal redistributivo
es probable a largo plazo como consecuencia de otros cambios políticos.
22
Esta afirmación no es literalmente cierta porque el efecto de un determinado grado de redistribución, a partir de un punto de partida dado,
puede diferir como resultado de la reforma en el primer paso, en particular, cuando hay interacciones entre los aspectos no redistributivos de la
política objetivo y la redistribución. Véase, por ejemplo, la nota 18. Sin embargo, incluso en ese caso, el principal impacto se producirá
generalmente en la primera etapa, ya que tales interacciones tenderán a ser aplicables a todo el aparato redistributivo preexistente y no sólo a lo
que a menudo serán ajustes relativamente pequeños que se producirán en la segunda etapa.
23
Además, si el régimen preexistente estuviera en el óptimo distributivo y si el ajuste en el segundo paso fuera pequeño, no se requeriría ningún
análisis adicional debido a la propiedad estándar de un óptimo, que en el presente escenario significa que los impactos sobre el bienestar social de
Aunque el enfoque de este libro es conceptual, vale la pena señalar algunas características
prácticas del uso de los ajustes del impuesto sobre la renta neutrales en cuanto a la distribución y
la descomposición en dos pasos relacionada que acabamos de describir. En primer lugar, a
menudo es posible variar cada una de estas dos dimensiones de forma independiente. En los
sistemas fiscales con un impuesto sobre la renta y un sistema de transferencias, entre los que se
encuentran la mayoría de las economías desarrolladas, el impuesto sobre la renta, con su -
flexibilidad redistributiva, está de hecho disponible, por lo que se puede formular un paquete de
políticas netas neutras desde el punto de vista de la distribución. 24

En segundo lugar, a menudo tendrá sentido aplicar uno de los pasos de forma aislada. Al
considerar cualquier política compuesta como un todo inseparable, la aplicación es sensata si y
sólo si los efectos netos de todo el paquete son deseables. Pero a veces esto será así cuando las
consecuencias netas de un paso sean positivas y las del otro sean negativas. Por ejemplo, los
efectos intrínsecos de la política pueden ser muy deseables mientras que las consecuencias
distributivas son, en conjunto, modestamente perjudiciales. En estos casos, sería preferible aplicar
sólo el primer paso. Del mismo modo, a veces los efectos netos de todo el paquete serán negativos
aunque los de un componente sean positivos, en cuyo caso la aplicación de ese componente (solo)
sería apropiada.

Dicho de otro modo, tiene sentido (y puede ser políticamente factible) aplicar el primer paso si y
sólo si es beneficioso. Si lo es, puesto que la política es neutra desde el punto de vista de la
distribución, todo el mundo tenderá a salir ganando. Del mismo modo, si el primer paso fuera
perjudicial, todos los grupos de ingresos tenderían a salir perdiendo; incluso si el paquete en su
conjunto obtuviera apoyo, es plausible que también se eliminara el primer paso. Del mismo modo,
si se cree que una mayor o menor redistribución es deseable en general o, en cualquier caso,
cuenta con apoyo político, el segundo paso puede aplicarse o suprimirse independientemente de
que se promulguen las políticas del primer paso. En particular, cualquiera que sea el alcance de la
redistribución deseada, podría llevarse a cabo de la manera más eficiente en lugar de estar
vinculada a cualquier política con efectos distributivos incidentales que se proponga. (El -
diagnóstico político anterior está muy simplificado y es excesivamente optimista, pero, no obstante,
estas afirmaciones tienen cierta fuerza). Por supuesto, para que los responsables políticos apliquen
el paso uno o el paso dos de forma aislada, dependiendo de cuál sea deseable y cuál no, es
necesario que los analistas presenten los resultados por separado, empleando ajustes del
impuesto sobre la renta neutrales desde el punto de vista de la distribución, haciendo uso de la
descomposición en dos pasos.

En tercer lugar, como cuestión de realidad política, el enfoque neutro de la distribución en la


elaboración de políticas tiene cierta verosimilitud. Es posible que exista una especie de equilibrio
político en cuanto al alcance de la redistribución. Por lo tanto, puede haber una tendencia a que las
políticas -quizás no individualmente, pero sí en su conjunto durante un período de tiempo- se
apliquen de forma neutra desde el punto de vista de la distribución. Consideremos, por ejemplo, la -
Ley de Reforma Fiscal de 1986 en Estados Unidos, en la que una amplia gama de cambios
fiscales, muchos de los cuales afectaban principalmente a determinados grupos de ingresos, se
combinaron en un paquete, que también incluía ajustes de los tipos del impuesto sobre la renta,
que pretendía ser neutral en cuanto a los ingresos y a la distribución. En la medida en que la
neutralidad en la distribución tiene cierta tendencia a prevalecer en los hechos con el paso del
tiempo, el análisis hipotético de neutralidad en la distribución realizado en aras de la claridad
conceptual también tendería a tener una aplicabilidad práctica directa. Una conclusión similar surge

una redistribución ligeramente mayor (menor) y del aumento (disminución) de la distorsión que la acompaña se compensan.
24
El análisis práctico de las políticas en las economías que no cuentan con un sistema de impuestos sobre la renta y transferencias (o sustitutos
cercanos), como muchas economías en desarrollo, es considerablemente más complejo. El enfoque propuesto debería seguir siendo
conceptualmente esclarecedor. Además, podrían emplearse construcciones similares, diseñadas para aislar diferentes dimensiones de las políticas,
para centrarse en instrumentos fiscales distintos del impuesto sobre la renta. Es probable que surjan prescripciones políticas cualitativamente
diferentes. Por ejemplo, si un gobierno sólo es capaz de gravar un puñado de productos básicos y nada más, unos impuestos más altos sobre los
artículos de lujo pueden tener las atractivas propiedades distributivas que se les atribuyen convencionalmente.
incluso cuando el equilibrio político en materia de redistribución cambia. Así, si unas nuevas
elecciones dan lugar a un reajuste del poder que favorece una mayor redistribución de la renta, es
probable que ese grado de redistribución se produzca de una forma u otra, ya sea a través de una
reforma fiscal puramente redistributiva, de otros programas o de alguna combinación de ambos.
Tomando ese nuevo y mayor grado de redistribución como el nuevo equilibrio, se aplica de nuevo
el análisis anterior. Por ejemplo, en la reforma fiscal estadounidense de 1993, se combinaron
varios componentes (no todos ellos se entendieron como redistributivos) para producir un aumento
de la redistribución según el mandato percibido en las elecciones de 1992.

Los puntos anteriores sobre los aspectos prácticos de la política son ciertamente crudos. En el
mejor de los casos, cada una de las afirmaciones será cierta sólo de forma aproximada. No
obstante, el enfoque analítico neutral en cuanto a la distribución que se propone aquí por motivos
conceptuales no es irrelevante para comprender el mundo real de la elaboración de políticas. 25

Para concluir este capítulo, es útil esbozar cómo se emplearán estas ideas más adelante en el
libro. Después de evaluar la cuestión pura de la redistribución en los capítulos 4 y 5, en el capítulo
6 se presentará formalmente la primera aplicación plenamente desarrollada del enfoque neutral de
la distribución, para el caso de la imposición diferencial de los productos básicos. En este punto, se
tendrá en cuenta el efecto distorsionador de la imposición sobre la renta del trabajo y cómo puede
verse afectado a su vez por la imposición diferencial sobre los productos básicos. Esta discusión
reforzará el argumento a favor del análisis de neutralidad en la distribución, ya que se verá que
ofrece tanto una gran simplificación como una iluminación en lo que respecta a las distorsiones
fiscales.

Este enfoque se aplicará de nuevo en detalle en el capítulo 8, en el caso de los gastos públicos en
bienes y servicios. En este caso, por supuesto, el equilibrio presupuestario global no requiere la
neutralidad de los ingresos fiscales, sino un aumento de los impuestos justo para financiar los
gastos del gobierno. No obstante, el mismo esquema de neutralidad en la distribución, con la
misma descomposición en dos pasos, resulta útil, y precisamente por las mismas razones. A
continuación, en los capítulos 9 a 12, el análisis de neutralidad distributiva se desplegará (en este
punto, más rápidamente y con menos atención a las sutilezas metodológicas) a través de una serie
de temas: la imposición del capital, la imposición sobre el patrimonio y las donaciones, el sistema
de seguridad social y el problema de cómo deben ajustarse los impuestos a la luz de las diferentes
configuraciones familiares. En algunos casos, el enfoque reforzará los conocimientos existentes; en
otros, revelará que son malentendidos y abrirá el camino a nuevas ideas.

Lo que puede parecer más sorprendente del método presentado en esta sección es que una
amplia gama de políticas que se consideran sustancialmente, y a veces principalmente, en
términos distributivos se proponen para ser analizadas de forma neutral en cuanto a la distribución.
Esta característica puede parecer aún más inesperada en un libro que se ocupa sustancialmente
del tema de la redistribución. Sin embargo, hay que tener en cuenta que la descomposición en dos
fases no descarta los efectos distributivos, sino que los aísla de los demás efectos para que cada
uno de ellos se pueda enfocar mejor.

Resulta útil distinguir la cuestión de cuánto redistribuir de la de cuál es la mejor manera -es decir, la
más eficiente- de llevar a cabo la tarea. Si se puede responder a esta última pregunta, se puede
lograr una mayor redistribución con un coste determinado, o bien reducir el coste de lograr un nivel
determinado de redistribución. Todas las clases de ingresos saldrán ganando. Para lograr este
objetivo, es necesario conocer todas las herramientas disponibles y determinar qué herramientas
son las más adecuadas para cada tarea. Esto puede lograrse haciendo comparaciones de
manzanas con manzanas utilizando la técnica de los ajustes del impuesto sobre la renta neutrales
a la distribución. Este análisis revelará que, en lo que respecta a la redistribución, el sistema de

25
Además de las reservas señaladas en la nota 19, el presente debate arroja implícitamente más dudas sobre la realidad práctica de los demás
ajustes del impuesto sobre la renta que suelen postularse en diversas literaturas, precisamente porque no son generalmente neutros en cuanto a la
distribución.
impuestos sobre la renta y de transferencias es, en efecto, una herramienta distintiva. Otros
instrumentos políticos deben desempeñar a menudo papeles diferentes y más especializados (que
pueden ser cualitativamente diferentes de lo que cabría esperar), y en aquellos casos en los que
otros instrumentos pueden ayudar útilmente al impuesto sobre la renta a desempeñar su función
redistributiva, el análisis neutral de la distribución aclarará significativamente cómo deben utilizarse
de forma óptima en su función de apoyo.

El objetivo social
El análisis del impuesto sobre la renta óptimo emplea el enfoque estándar de la economía del
bienestar para la evaluación de las políticas. Dado que gran parte del análisis de la política fiscal y
de los temas relacionados en la economía pública no emplea este método, este capítulo comienza
explicando la necesidad de prestar atención explícita a la función objetivo social. Muchas de las
políticas que se van a examinar plantean compromisos, no sólo a la hora de elegir el alcance
general de la redistribución, sino también a la hora de tomar muchas decisiones de diseño
específicas, y la formulación coherente de estos compromisos es a menudo imposible sin una
referencia directa al objetivo social. Esta explicitación también es útil para articular las agendas de
investigación porque es necesario identificar qué factores y efectos deben analizarse en primer
lugar, y para muchas políticas fiscales la lista pertinente es difícil de discernir a menos que se
especifique el objetivo social.

A continuación, este capítulo desarrolla el marco económico del bienestar en la forma


habitualmente utilizada en el análisis del impuesto sobre la renta óptimo. Al hacerlo, se presta
atención a la diferencia entre una preferencia social por la igualdad debido a la formulación de la
función de bienestar social (SWF) y una preferencia por la igualdad derivada de la concavidad de
las funciones de utilidad de los individuos. Se comentan las relaciones entre diversas teorías de la
justicia distributiva y determinadas FSS, así como el carácter redistributivo de algunas FSS
estándar. Por último, el capítulo explica el impacto, o la falta de él, de la elección particular de un
SWF (dentro de una clase estándar) en el análisis del resto del libro.

A. Motivación

Esta sección comienza ofreciendo una serie de ejemplos que ilustran el abanico de demandas
relativas a la evaluación social de la política fiscal. A continuación, se exponen sus implicaciones.

1. Ejemplos

Evidentemente, es necesario poder medir cuantitativamente el beneficio de una mayor igualdad de


manera que se pueda responder a preguntas como si un determinado aumento de la igualdad vale
una determinada reducción de la renta media.26 También es necesario poder evaluar las reformas
cuyos efectos sobre la desigualdad son más complejos. Por ejemplo, la sustitución de un impuesto
sobre la renta graduado por un impuesto fijo -que recaude los mismos ingresos y tenga una
exención moderadamente más alta- puede mejorar la situación de los casi pobres y de los ricos a
expensas de la clase media.27 No es obvio que esta redistribución aumente o disminuya el
bienestar social.

El diseño de los impuestos plantea habitualmente cuestiones distributivas aún más sutiles, como
las que tienen que ver con la posibilidad de sustituir formas de imposición presunta
administrativamente más sencillas pero menos precisas, con cuánto gastar en la reducción de los

26
Este requisito tan conocido tiene implicaciones importantes, aunque a menudo no reconocidas, para la medición de la desigualdad, la
pobreza, la progresividad y la redistribución, como se analiza en la sección 15.A.
27
Para más detalles, véase la nota 9 del capítulo 2.
errores de evaluación y con el grado óptimo de aleatoriedad en la aplicación. En cada caso, las
soluciones más baratas pueden dar lugar a que algunos individuos paguen más y otros menos
impuestos de lo que sería ideal, planteando así otro tipo de compromiso entre eficiencia y
distribución.

Además, hay elementos importantes de heterogeneidad en la población que plantean problemas


de distribución. Por ejemplo, generalmente se supone que los individuos poco saludables o
discapacitados deberían pagar menos (o recibir más), ceteris paribus, pero no es obvio hasta qué
punto debería hacerse o cuán significativa sería la pérdida de bienestar si no se hiciera. Una
heterogeneidad sistemática aún mayor tiene que ver con las diferencias en las unidades familiares,
tanto en lo que se refiere al número de adultos que viven en el mismo hogar y a la relación entre
ellos como al número y la edad de los hijos u otras personas dependientes. Es necesario
determinar las cargas fiscales relativas apropiadas (o los derechos de subvención) entre los tipos
de familia, una cuestión de gran controversia que se ha resuelto de forma diferente a lo largo del
tiempo y en las distintas jurisdicciones.

Otros problemas específicos de política fiscal entrañan más complicaciones. Por ejemplo, a la hora
de evaluar los impuestos sobre el patrimonio y las donaciones, no basta con considerar cuestiones
como la posible distorsión del ahorro. Las transferencias afectan a la utilidad tanto de los donantes
como de los donatarios, lo que implica una especie de externalidad, y la imposición de las
transferencias afectará igualmente a ambos grupos. Además, estas transferencias privadas
implican una redistribución voluntaria.

Aunque se disponga de todos los datos pertinentes, sigue siendo necesario hacer un juicio de valor
en cada uno de estos casos. Conocer ciertas elasticidades ayudará, pero no es inmediatamente
obvio, especialmente en los últimos conjuntos de ejemplos, qué elasticidades son las más
relevantes, qué otra información se necesita y cómo deben combinarse todas las entradas para
formar una decisión social. Como corolario, establecer los programas de investigación en muchas
de estas áreas no es nada sencillo.

2. Implicaciones

El enfoque económico del bienestar para la evaluación social está diseñado para abordar las
cuestiones planteadas por los ejemplos de la subsección 1. Este método de evaluación tiene dos
aspectos: la especificación de un denominador común y la adopción de un método de agregación.
En primer lugar, se determinan los efectos de cualquier política considerada sobre la utilidad de
cada individuo -también denominada bienestar del individuo-. Así, tanto si se trata de cuestiones
relacionadas con la exactitud o los errores de evaluación, como con el tratamiento de las distintas
unidades familiares o con el impuesto sobre el patrimonio y las donaciones, el análisis positivo
necesario (y suficiente) implica identificar las consecuencias de las políticas para cada individuo.
En segundo lugar, para formar una evaluación social, la información sobre la utilidad de cada uno
se agrega utilizando un SWF, en particular un SWF individualista, que indica que el bienestar social
es una función (sólo) de las utilidades de los individuos. La forma funcional elegida indica
implícitamente el peso que se da a la igualdad, si, por ejemplo, los beneficios para los casi pobres
y los ricos bajo la reforma fiscal plana postulada compensan las cargas añadidas para la clase
media, y cómo se deben evaluar los efectos del impuesto sobre el patrimonio y las donaciones en
los donantes, los donatarios y otros individuos.

Aunque este método de evaluación social, que se desarrolla en la sección B, es ampliamente


aceptado por los economistas en principio (aunque no tanto por otros), no suele emplearse
explícitamente al estudiar muchas características de la política fiscal. A menudo, los analistas,
siguiendo a una serie de destacados economistas de las finanzas públicas, desde Musgrave y
Musgrave (1973) hasta Stiglitz (2000, pp. 456-481), se refieren a los múltiples objetivos de la
política fiscal, ofreciendo listas que suelen incluir la eficiencia, la justicia o la equidad (que a su vez
suelen ser multidimensionales, incluyendo la equidad horizontal y vertical, entre otros principios), la
adecuación de los ingresos, la simplicidad y la administrabilidad. Obviamente, estas formulaciones
adolecen de la falta de un denominador común y de un principio de agregación. Muchos de los
objetivos (por ejemplo, la simplicidad y la administrabilidad) están relacionados con la eficiencia,
aunque se enumeran por separado, y también pueden implicar preocupaciones distributivas y, por
tanto, estar relacionadas con la justicia o la equidad.

Como se analizará en el capítulo 15, estas nociones de justicia o equidad son especialmente
problemáticas. Muchas, como el conocido principio de "capacidad de pago", son muy
indeterminadas. Además, existen múltiples nociones de equidad fiscal, a menudo contradictorias,
que parecen invocarse de forma selectiva, de manera ad hoc, guiadas en gran medida por la
intuición. Algunos de estos conceptos son incompletos o incluso incoherentes. Por ejemplo, la -
insistencia en que los impuestos utilizados para financiar los bienes públicos se adhieran a una de
las denominadas teorías del sacrificio o al principio del beneficio sólo tiene sentido si no hay ningún
otro impuesto: Si la fiscalidad redistributiva también está presente -y por definición no necesita
adherirse a tales principios (¿cómo pueden los impuestos y las transferencias redistributivas -
implicar un sacrificio igual bajo cualquiera de las teorías del sacrificio? Además, algunos de estos
principios son arbitrarios incluso cuando se consideran los bienes públicos de forma aislada. En
particular, según las teorías del sacrificio, no es cierto en general que las cargas fiscales sean
iguales a los beneficios de los bienes públicos, por lo que hay una redistribución, y la magnitud de
esta redistribución viene determinada por la cantidad de bienes públicos proporcionados. Así, la -
casualidad tecnológica de qué bienes son "públicos" y cuáles de ellos resultan ser eficientes de
proporcionar determina el alcance de los impuestos y, en consecuencia, el alcance de la
redistribución resultante.

Tanto las listas de criterios generales como las nociones particulares de justicia y equidad pueden
entenderse como aproximaciones vagas e intuitivas al bienestar social, o al menos a algunos de
sus aspectos.28 En general, la simplicidad es una virtud (ceteris paribus, es decir). Lo mismo ocurre
con la administrabilidad. Una mayor eficiencia es mejor (de nuevo, ceteris paribus). Y algunas
nociones de equidad están relacionadas, aunque sea indirectamente, con una noción coherente de
bienestar social.

Sin embargo, esta relación imprecisa e incompleta entre muchos de los objetivos declarados de la
política fiscal y el bienestar social no es suficiente en muchos casos. En última instancia, es
necesario establecer con cierta precisión la función objetivo real. Sin ello, muchos de los ejemplos
de la subsección 1 no pueden analizarse de forma significativa. Por ejemplo, si no se especifica la
función objetivo, ¿cómo se puede compensar la mayor simplicidad y facilidad de administración de
las normas más estrictas con la consiguiente reducción de la equidad? Además, los análisis
parciales se toman a veces (quizás por los responsables políticos que no son conscientes de su
carácter indirecto) como completos, lo que puede ser afirmativamente engañoso.

En cuanto a esta última preocupación, un problema de gran relevancia para el tema de este libro
es el de los análisis que examinan únicamente la ineficiencia, a menudo captada por las medidas
de pérdida de peso muerto. Este enfoque es legítimo cuando no hay efectos distributivos. Así,
muchos estudios sobre las distorsiones entre activos o entre sectores en la fiscalidad del capital
pueden proporcionar una indicación razonablemente completa de los efectos globales sobre el
bienestar social, debido al patrón similar de propiedad de los diferentes activos físicos y -
financieros. Además, como se sugiere en el capítulo 2, a menudo es mejor -precisamente por la
relevancia normativa de los efectos distributivos- realizar comparaciones de políticas neutrales en
cuanto a la distribución, en cuyo caso sólo está en juego la eficiencia.

Sin embargo, el análisis neutro en cuanto a la distribución no es la norma en muchas áreas de


investigación, aunque a veces se ignora la distribución.29 El uso de modelos de agente
representativo -en los que se supone que todos son idénticos, en cuyo caso no hay efectos
distributivos- no legitima la aplicación de los resultados al mundo real de los individuos
28
Véase la subsección 13.A.3.c y el capítulo 15.
29
Este punto se desarrolla en la subsección 8.C.3 con respecto a los gastos gubernamentales en bienes y servicios, y se aplica a la regulación
en la sección 8.G.
heterogéneos. El problema es especialmente grave cuando los instrumentos fiscales que se
analizan, especialmente el impuesto sobre la renta, se emplean precisamente por motivos de
distribución. Por ejemplo, muchos análisis de políticas medioambientales -comparaciones de
reglamentos, impuestos, sistemas de cuotas y similares- presentan estimaciones de la pérdida de
peso muerto como medida del bienestar social, aunque la pérdida de peso muerto se debe en gran
medida (a veces predominantemente) a las diferencias en la redistribución de las políticas
consideradas. Dos políticas pueden tener efectos similares sobre el medio ambiente, pero una de
ellas puede implicar un mayor uso del impuesto sobre la renta redistributivo. La política más
redistributiva causará una mayor distorsión y, en consecuencia, se considerará inferior, pero la
mayor distorsión se debe precisamente al hecho de que la política aumenta la redistribución. Sin
embargo, el supuesto beneficio de esa mayor redistribución se ignora en la evaluación del
bienestar. Para evitar este tipo de problemas, incluso las políticas como ciertas intervenciones
medioambientales que pueden parecer no estar relacionadas con cuestiones distributivas deben
analizarse explícitamente en términos de un SWF bien especificado o, alternativamente, se debe
mantener la distribución constante o emplear alguna otra técnica adecuada si se quiere justificar el
análisis en términos de criterios parciales o indirectos.

Como sugieren los ejemplos de la subsección 1, ignorar la distribución cuando puede ser relevante
no es más que una parte del problema general. En algunos contextos, como en la decisión de
cómo compensar la desigualdad y la eficiencia o en la evaluación de la sustitución de un impuesto
sobre la renta gradual por un impuesto fijo, las preocupaciones distributivas están en primer plano.
Y en muchos otros contextos, como los relacionados con la precisión y el error, la tributación de la
familia y el impuesto sobre el patrimonio y las donaciones, el reto relativo a los efectos distributivos
más sutiles puede no ser el de evitar su omisión accidental, sino el de determinar cómo
incorporarlos.

La atención explícita al objetivo social ofrece la solución a estos problemas. En el estudio de la


política fiscal, esto se hace actualmente sobre todo en el ámbito de la imposición óptima de la
renta. De hecho, una de las contribuciones importantes (aunque poco destacadas) de Mirrlees
(1971) fue precisamente su síntesis del análisis positivo y normativo. Sin embargo, gran parte de
los trabajos sobre la fiscalidad y otros temas de la economía pública no se consideran
principalmente como el planteamiento de la disyuntiva entre la redistribución y la eficiencia, y
generalmente no se llevan a cabo utilizando este marco inclusivo. Hay una enorme variación en la
medida en que los trabajos existentes son deficientes por no haber realizado un análisis explícito
del bienestar social. Como se verá en capítulos posteriores, una cuidadosa atención al objetivo
social afirmará en muchos casos la validez de las concepciones existentes. En otros casos, habrá -
que modificar los resultados existentes. Y a veces será necesario reorientar sustancialmente el
pensamiento. Además, muchas cuestiones -como la fiscalidad de la familia- han resultado en gran
medida intratables, pero es posible realizar avances significativos cuando el análisis se relaciona
directamente con un fondo social. Proceder con el espíritu de Mirrlees, en lugar de invocar las
conocidas listas de criterios de política fiscal y las diversas nociones de justicia y equidad, tiene el
potencial de iluminar y guiar el análisis de una amplia gama de temas en la fiscalidad y otras áreas
de la economía pública. Importantes trabajos anteriores demuestran el valor de este enfoque, y
este libro trata de aplicarlo en otros ámbitos.

B. Exposición

Esta sección comienza presentando el enfoque económico del bienestar estándar que se aplica en
la evaluación de la redistribución de la renta. A continuación, se analiza una serie de posibles
fondos soberanos. Por último, se ofrecen observaciones sobre la importancia de la elección de un
determinado fondo soberano para el análisis del resto del libro.

La tarea aquí es puramente expositiva. Las cuestiones de justificación normativa se posponen a los
capítulos 13 y 14 porque la mayoría de los economistas y otros analistas políticos se sienten, al
menos, cómodos con el enfoque de la economía del bienestar y porque varias de las cuestiones
filosóficas más controvertidas no se relacionan, en cualquier caso, muy directamente con la mayor
parte del análisis de los capítulos intermedios.

1. Funciones de bienestar social

Una función de bienestar social SW(x) indica cómo se evalúa cualquier régimen o estado social x
(tomado como una descripción completa del mismo). Aquí nos ocupamos de las SWF
individualistas, en las que el bienestar social depende únicamente de la utilidad o el bienestar de
los individuos. La premisa normativa, denominada por Sen (1977, 1979) como "asistencialismo", es
que el único aspecto relevante de un régimen es la forma en que afecta al bienestar de cada
individuo. Una implicación es que las nociones de justicia o equidad no tienen ningún papel, a
menos que se refieran a la distribución de la utilidad o que sean, en algún sentido, una
representación de los efectos sobre la utilidad. (Para más detalles, véase la sección 13.A.)

Al evaluar la fiscalidad redistributiva, es habitual utilizar una función de bienestar social aditiva que
supone una población continua.

donde u es una función de utilidad, los subíndices indican los tipos de individuos, y f(i) es la
densidad de individuos del tipo i en la población.30 Dado que el bienestar se toma como la integral
de alguna transformación W de las utilidades de los individuos, esta forma funcional para el SWF
no es necesariamente utilitaria; la forma funcional de W en el lado derecho de (3.1) incorpora una
visión de justicia distributiva. Esto puede verse en la siguiente formulación utilizada, por ejemplo,
en Stern (1976).

donde e > = 0 indica el grado de aversión a la desigualdad en la distribución de los niveles de


utilidad.31 Así, e = 0 indica que el bienestar social es la suma de utilidades -utilitarismo- y tomando
el límite a medida que e se acerca al infinito se obtiene la formulación maximin asociada a Rawls
(1971), según la cual todo el peso se pone en la utilidad del individuo menos favorecido. 32

Es útil distinguir dos factores diferentes en la expresión (3.2) que pueden favorecer una distribución
más igualitaria de la renta disponible. La magnitud de e ya ha sido identificada como un factor:
Cuanto mayor sea e, mayor será el aumento del bienestar social debido a una determinada
redistribución desde un individuo con mayor utilidad a otro con menor utilidad, ceteris paribus. El
30
Para una población finita de n individuos,

SW (x) = W u (x)),

donde la suma es sobre i de 1 a n.


31
Para explicar la última versión en (3.2), para el caso en que e = 1, el numerador en la primera puede escribirse alternativamente como
ui(x)1-e - 1 (restando la constante que no tiene efecto en el ordenamiento de los estados). Entonces, tomando el límite a medida que e se acerca a 1
(utilizando la regla de l'Hopital) se obtiene la última expresión.
32
Para más información sobre Rawls y el maximin, véanse las subsecciones 13.B.4 y 14.A.1.a.
segundo factor es la concavidad de u, es decir, la tasa a la que la utilidad marginal del consumo de
los individuos disminuye a medida que aumenta el consumo, lo que equivale al grado de aversión
al riesgo de los individuos. Para explicarlo mejor, consideremos la función de utilidad de aversión al
riesgo constante, tan utilizada,

donde c denota el consumo (normalmente, la renta después de impuestos y transferencias) y p es


el coeficiente de aversión al riesgo relativo de los individuos.33 El caso en el que p = 0 es el de la
neutralidad al riesgo; niveles más altos de p indican una mayor aversión al riesgo, lo que a su vez
indica una mayor tasa de caída de la utilidad marginal del consumo a medida que éste aumenta.
Por lo tanto, ceteris paribus, una p más alta también favorece una mayor igualdad en la distribución
del consumo. (Nótese que, para facilitar la exposición en esta sección, la formulación en la
expresión (3.3) se abstrae del efecto del esfuerzo laboral sobre la utilidad, que obviamente será
importante en el análisis posterior de la imposición óptima de la renta en el capítulo 4).

En parte de la literatura, incluyendo el trabajo sobre la imposición óptima de la renta y la medición


de la desigualdad (véase Atkinson 1970, 1973), el análisis emplea una forma reducida de SWF
(que, de nuevo, se abstrae del efecto del esfuerzo laboral sobre la utilidad),

donde indica el grado de aversión a la desigualdad en la distribución del consumo. Es decir, en el


análisis formal y en las simulaciones, los analistas pueden considerar la aversión social global a la
desigualdad en el consumo, sin tener en cuenta qué parte de esa aversión es atribuible a la utilidad
marginal decreciente del consumo de los individuos (p en la expresión (3.3)) y qué parte es
atribuible a la concavidad de la FSI en los niveles de utilidad (e en la expresión (3.2)).

Es importante distinguir estos dos componentes porque el primero es una cuestión de hecho
empírico sobre los individuos mientras que el segundo implica un juicio normativo, externo a los
individuos en cuestión, que debe estar fundamentado en una teoría de la justicia distributiva.34
Cabe observar, además, que cuanto más cóncavas sean las funciones de utilidad de los individuos
(cuanto mayor sea p en (3.3)), menos relevante será el grado de concavidad del bienestar social en
función de los niveles de utilidad de los individuos (3.2). La razón de esta tendencia es que cuando
la utilidad es más cóncava, puede haber poca diferencia relativa en los niveles de utilidad, incluso
cuando hay diferencias relativas significativas en las utilidades marginales de consumo de los
individuos. 35(Otra complicación técnica que no se explorará aquí es que, a pesar de las

33
En cuanto al caso en que p= 1, véase la nota 6.
34
Los autores posteriores interpretaron que el parámetro de Mirrlees (1971) correspondiente a e implicaba un juicio normativo sobre las FSI,
mientras que Mirrlees (1982, p. 77 n. 21) indica que se adhiere a una norma utilitaria, con el parámetro e indicando los posibles grados de
concavidad de las funciones de utilidad de los individuos.
35
Véase Kaplow (2003a). Como se explica allí, este resultado es más pronunciado a medida que aumenta el consumo. Por lo tanto, es
probable que la concavidad en la función de bienestar sea más importante en el extremo inferior de la distribución de la renta (por ejemplo, para el
diseño de programas de transferencia que difieren en su tratamiento de los casi pobres y los muy pobres) y menos en la parte superior (por
ejemplo, para las opciones de graduación de los tipos impositivos que afectan a la distribución entre los individuos de renta media-alta y los ricos).
apariencias, hay dificultades para interpretar la función de la expresión (3.4) como un simple
compuesto de las de las expresiones (3.2) y (3.3). 36)

2. Comentarios sobre una serie de funciones de bienestar social

Aunque, como se explica en la siguiente subsección, la redistribución global de los fondos


soberanos (que puede captarse en la formulación de la expresión (3.4) mediante el parámetro
compuesto ) no afecta cualitativamente a la mayor parte del análisis de este libro, proporciona una
orientación útil para considerar una variedad de posibles fondos soberanos y el grado de
redistribución que conllevan. Resulta útil situar esta discusión considerando un espectro de teorías
distributivas, que podría presentarse de forma cruda como sigue:

En el extremo izquierdo está el igualitarismo puro, E, que favorece la igualdad total a toda costa. A
continuación está el punto de vista rawlsiano, R, que indica que se debe continuar con la
redistribución hacia el individuo menos favorecido hasta el punto en que una mayor redistribución
realmente empeore la situación de ese individuo. (Obsérvese que esta es la visión más igualitaria
que no es obviamente inconsistente con el principio de Pareto). El utilitarismo, U, favorece el grado
de redistribución que maximiza la suma de las utilidades de los individuos. El libertario, L, se opone
a toda redistribución. En el extremo derecho del espectro, denotado por X, se podría considerar un
punto de vista según el cual toda la riqueza posible debería concentrarse en manos de uno o unos
pocos elegidos (quizás una élite gobernante que se considere con ese derecho).

La formulación de la subsección 1, implicada por la SWF en la expresión (3.2), abarca el rango de


R a U y, por tanto, es restrictiva. Las posiciones a la izquierda de R podrían descartarse invocando
el principio de Pareto. (De hecho, incluso la posición R se entiende como bastante extrema, ya que
favorecería un régimen que redujera a todo el mundo a la miseria total siempre que promoviera el
bienestar del individuo más miserable incluso en una cantidad infinitesimal. 37) Si se adopta la
posición L, no se justifica ninguna redistribución, lo que hace que la investigación sobre la mejor
manera de redistribuir la renta carezca de interés. (Por supuesto, esto sigue dejando sin cubrir el
territorio potencialmente relevante entre U y L). Y la posición X, aunque desgraciadamente parece
describir de forma aproximada muchos regímenes reales de la historia, tiene poco apoyo
normativo.

Gran parte de las discusiones sobre el SWF adecuado proceden de la simple intuición. En una
época, el utilitarismo se consideraba bastante radical. Sin embargo, hoy en día, muchos
economistas y filósofos de mentalidad progresista consideran que el utilitarismo no se preocupa lo
suficiente por la igualdad. Tales expresiones son más corazonadas estéticas que argumentos,
como se analiza en la sección 14.A. Además, adolecen de una serie de inconvenientes específicos:
Estas opiniones a menudo no aprecian el grado de redistribución que implican los distintos fondos
soberanos; las intuiciones pueden basarse en la igualdad de la renta (que es directamente
observable y, por tanto, más tangible) en lugar de en la de la utilidad; y el grado óptimo de
redistribución que implica cualquier fondo soberano es en sí mismo una cuestión sutil que depende
de una serie de parámetros relativos a las funciones de utilidad de los individuos (el parámetro de
concavidad p y también los parámetros relativos a la elasticidad de sustitución entre el consumo y
el ocio), la forma de la distribución de la capacidad, la tecnología disponible de los impuestos y una
36
Si se combinan directamente (3.2) y (3.3), habría que multiplicar por la constante (1 - p) e en el lado derecho de (3.4), lo que no afectaría a
la optimización, y se tendría y =1 - (1 -p)(1 - e). Sin embargo, si se considera el caso en que p > 1 o e > 1, esta formulación es problemática. Para
más información, véase Kaplow (2003a).
37
Véase, por ejemplo, Arrow (1973, p. 251) y también la discusión posterior en la subsección 14.A.1.a.
variedad de otros factores potencialmente importantes. Por lo tanto, es difícil mantener cualquier
punto de vista sobre la cantidad de redistribución adecuada que evite los argumentos normativos y
el análisis técnico.

Otra forma de argumentar sobre la elección de un SWF procede del concepto de igualdad, pero la
igualdad tiene significados diversos y contradictorios. En un sentido formal, el SWF descrito en las
expresiones (3.2) y (3.4) es igualitario en el sentido de que la utilidad de cada individuo es tratada
simétricamente y, por tanto, se le da el mismo peso. Una visión libertaria que se opone a cualquier
redistribución también implica un sentido formal de la igualdad. Algunos están a favor de la
igualdad de oportunidades, pero esto también puede interpretarse como una visión libertaria o
puramente igualitaria. Si nos fijamos en el método específico de agregación, una visión utilitaria da
el mismo peso a las contribuciones a la utilidad de cada individuo, es decir, la utilidad marginal de
cada individuo se trata de forma idéntica. Los SWFs más igualitarios dan más importancia a la
igualdad de los niveles de utilidad, pero en el proceso no tratan las contribuciones a la utilidad de
cada individuo por igual. Por lo tanto, la creencia en la igualdad en abstracto no es una base
suficiente para elegir un SWF, incluso si se postula que la igualdad per se debería ser el único -
criterio de decisión.

Por último, consideremos brevemente el grado de redistribución que implican los distintos fondos
soberanos. La atención aquí se limitará a un SWF utilitario, pero como sugiere la discusión de la
subsección anterior, se pueden trasladar en cierta medida estos resultados a SWFs más cóncavos
mediante la reinterpretación de los distintos parámetros, concretamente, considerando un valor de
y en la expresión (3.4) que supere a p en (3.3). Inicialmente, supongamos que no hay efectos de
incentivo asociados a la redistribución. Entonces, en el caso simple en el que todos los individuos
tienen la misma función de utilidad y hay algún grado de utilidad marginal decreciente del consumo
(p > 0 en la expresión (3.3)), un FSI utilitario favorece la igualdad perfecta, como sugiere
Edgeworth (1897). (Lerner (1944) extiende este resultado al caso en que las funciones de utilidad
de los individuos pueden diferir y el gobierno no puede observar las funciones de utilidad). Por
supuesto, el resultado sería el mismo si el SWF fuera más cóncavo. 38

Consideremos, en cambio, el caso en el que la redistribución distorsiona el esfuerzo laboral. Este


problema, considerablemente más complejo, es el centro de atención del capítulo 4 y de gran parte
de lo que sigue. Sin embargo, se puede comprender rápidamente realizando un análisis parcial de
algunos casos sencillos.39 Supongamos primero que las funciones de utilidad de los individuos
vienen dadas por ln c, es decir, p = 1 en la expresión (3.3). La utilidad marginal es igual a 1/c. Por
ejemplo, la utilidad marginal de un pobre con un consumo de 10.000 dólares es diez veces la de un
individuo de clase media-alta con un consumo de 100.000 dólares y es cien veces la de un
individuo rico con un consumo de 1.000.000 de dólares. Por lo tanto, aunque la distorsión fuera tan
grande que por cada 10 dólares que se le quitara a la persona de clase media-alta (o cada 100
dólares al millonario) sólo llegara 1,01 dólares a la persona pobre, un FSI utilitario estaría a favor
de la redistribución. En cambio, si se toma el caso de p = 2, la utilidad marginal es inversamente
proporcional al cuadrado del consumo, por lo que los factores de diez y cien del ejemplo anterior se
convertirían en cien y diez mil. En consecuencia, la magnitud de la pérdida de peso muerto de la
redistribución que tolera un FSI utilitario es extremadamente alta. 40Además, hay que tener en
cuenta que los parámetros de concavidad de la función de utilidad en el rango de 1 a 2 se
consideran ampliamente plausibles, y algunas estimaciones (en particular, de la literatura

38
Sen (1973b), a su vez, extiende el resultado de Lerner a cualquier SWF cóncavo. Una característica interesante señalada por Mirrlees
(1971, p. 201) es que si el esfuerzo laboral estuviera involucrado pero se pudieran evitar los problemas de incentivos, la redistribución utilitaria
sobrepasaría el punto de utilidad igual porque los individuos altamente capaces trabajarían óptimamente muy duro -debido a su mayor
productividad- y a causa de la desutilidad del trabajo estarían peor que los menos capaces. Por lo tanto, un FSI utilitario sería en cierto sentido
más redistributivo que los FSI más cóncavos.
39
Las ilustraciones siguen haciendo abstracción del efecto del esfuerzo laboral sobre la utilidad. Como alternativa, se podría permitir que el
trabajo afecte a la utilidad de una manera separable de forma aditiva.
40
Estos ejemplos ofrecen una perspectiva sobre los estudios que informan de los altos costes de eficiencia de la redistribución. Por ejemplo,
Feldstein y Feenberg (1996) encuentran que el aumento de los tipos impositivos de 1993
financiera) son sustancialmente más altas. 41Por lo tanto, los SWFs en el rango de U a R, que son
comúnmente examinados en la literatura del impuesto sobre la renta óptimo, implican preferencias
sociales sustancialmente redistributivas.

3. Relevancia de la elección de una función de bienestar social concreta

Resulta que el grado de peso global sobre la igualdad en la FSS -el nivel de 7 en (3.4), ya sea
atribuible a la concavidad en u, como indica p, o a la concavidad en W, como indica e- a menudo
tiene poco o ningún efecto sobre la naturaleza cualitativa de muchos resultados de este libro. Una
de las razones es que, como se indica en la sección 2.C, gran parte del análisis se llevará a cabo
utilizando comparaciones neutras desde el punto de vista de la distribución, en cuyo caso el peso
social de la igualdad no importa en absoluto. Al igual que el análisis de rentabilidad es útil para
determinar, por ejemplo, cómo salvar el mayor número de vidas para un gasto determinado en
seguridad -sin tener que especificar un valor de la vida-, también la determinación de la mejor
manera de lograr un grado determinado de redistribución es esencialmente independiente del valor
social que se dé a esa redistribución.

Algunos análisis, en particular el del próximo capítulo sobre el grado óptimo de redistribución,
dependerán de los fondos soberanos. Sin embargo, se pueden explorar los resultados para una
serie de parámetros relativos a la preferencia general por la igualdad (7), lo que permite interpretar
dichos resultados para diversas combinaciones de estimaciones empíricas de la concavidad de las
funciones de utilidad (p) y opiniones sobre la concavidad adecuada de los fondos soberanos (e).
Normalmente, el efecto será de grado: Cuanto mayor sea la preferencia social por la igualdad, más
óptima será la redistribución.

Algunos problemas, sin embargo, implican una mayor sutileza, en particular, cuando una mayor
utilidad marginal del consumo se asocia con un nivel de utilidad total más alto que más bajo. Esta
conjunción no suele darse cuando se examina la redistribución de la renta, ya que, a medida que
se incrementa la renta de un individuo, la utilidad marginal disminuye a medida que aumenta la
utilidad, y a la inversa, cuando se reduce la renta. En consecuencia, la situación planteada de que
tanto los niveles de utilidad como la utilidad marginal sean mayores (o que ambos sean menores)
se debe generalmente a factores distintos de las diferencias en los niveles de consumo, como
cuando los individuos tienen constituciones diferentes (por ejemplo, discapacidades), están en
unidades familiares diferentes (por ejemplo, cuando hay niños) o son beneficiarios de servicios,
bienes públicos o transferencias en especie que influyen en la utilidad marginal del consumo de
forma diferente a como se ve afectada por los cambios en los niveles de consumo.

En estos casos, la forma funcional de W es importante. Con un FSI puramente utilitario (es decir, W
es lineal; equivalentemente, e = 0 en (3.2)), sólo importan las utilidades marginales de los
individuos a efectos redistributivos; ceteris paribus, siempre se favorece la redistribución hacia los
individuos de mayor utilidad marginal. Pero si W es estrictamente cóncavo (equivalentemente, e >
0 en (3.2)), entonces también es cierto que se favorece la redistribución hacia los individuos de
menor utilidad. Cuanto más cóncavo sea el SWF, como función de las utilidades, más importan los
niveles de utilidad y menos importan las utilidades marginales de los individuos. En el límite, a
medida que e se acerca al infinito (maximin), sólo cuenta el nivel de utilidad del individuo menos
favorecido, independientemente de lo baja que sea la utilidad marginal de esa persona o de lo altas
que sean las utilidades marginales de los demás. Por lo tanto, la dirección de la redistribución
41
en Estados Unidos, que se concentró en los individuos de altos ingresos, implicó tanta distorsión que por cada dólar recaudado, los
contribuyentes de altos ingresos empeoraron en dos dólares. Evidentemente, el valor social marginal de un dólar para los que se beneficiaron bien
podría haber sido mayor, sobre todo teniendo en cuenta que parte de los ingresos se utilizaron para financiar un aumento del crédito fiscal por
ingresos del trabajo. Véanse también Browning y Johnson (1984) (que concluyen, en su caso de referencia, que la pérdida equivalente de ingresos
para los individuos de los tres quintiles superiores es de 3,49 dólares por cada dólar de ganancia equivalente de ingresos para los del quintil
inferior) y Browning (1993) (que concluye que la pérdida marginal de eficiencia, teniendo en cuenta el valor del ocio adicional, es de 3,23 dólares
de un impuesto proporcional suplementario que financia una subvención igual para todos los hogares).
16
Véase, por ejemplo, Barsky et al. (1997), Campbell (1996), Choi y Menezes (1992) y Kocherlakota (1996).
óptima puede depender, en algunos casos, de la forma de las FAS.

Como anticipo del capítulo 12, un ejemplo importante de este fenómeno surge en relación con las
cuestiones relativas a la unidad impositiva adecuada. Por ejemplo, los adultos que eligen
voluntariamente tener hijos y consiguen tenerlos sanos, presumiblemente alcanzarán un mayor
nivel de utilidad como consecuencia (como implica su elección de concebir hijos). Sin embargo,
también pueden tener una mayor utilidad marginal del consumo porque sus recursos disponibles
deben repartirse ahora entre un mayor número de individuos. Si el SWF es utilitario o ligeramente
cóncavo, la redistribución hacia las familias con hijos tenderá a ser óptima, mientras que si el SWF
es fuertemente cóncavo en las utilidades, la redistribución sería óptima lejos de las familias con
hijos. En estos casos, el enfoque adoptado en este libro será presentar las posibilidades,
explicando cómo la naturaleza del SWF puede afectar al carácter del tratamiento óptimo.

La relevancia de la elección del SWF para la política fiscal óptima varía mucho: a menudo no tiene
efecto, a veces es una diferencia de magnitud y, en ocasiones, una diferencia de dirección. No
obstante, suele ocurrir que el análisis puede proseguir sin comprometerse con un SWF concreto.
En consecuencia, la exploración de la elección de un SWF se aplazará hasta la parte V. También
se aplazan otras cuestiones normativas, como los méritos del asistencialismo, la naturaleza del
bienestar, la posibilidad de realizar comparaciones interpersonales de la utilidad y la cuestión de la
utilidad de quién debe incluirse en el SWF.

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