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ÉTICA EMPRESARIAL Y RESPONSABILIDADES SOCIALES DE

LA EMPRESA

Domènec
Melé
Titular de la Cátedra Economía y Ética
IESE Business School, Universidad de Navarra
Barcelona-Madrid, España

Preparado para la II Semana Social de la Archidiócesis de San José de Costa Rica: «La
ética cristiana: una luz para el siglo XXI»

Introducción

Desde hace algunos años, y en no pocos países, conceptos como ‘ética empresarial’,
‘responsabilidades sociales de la empresa’, ‘empresa sostenible’ o ‘ciudadanía empresarial’ se
han popularizado en gran manera. Lo acreditan un gran número de libros, revistas
especializadas, artículos y monografías. Confirman también este interés numerosos congresos,
seminarios y encuentros que abordan temas específicos relacionados con la responsabilidad
social de la empresa y la ética empresarial.

También las empresas, sobre todo las de mayor tamaño, están prestando notable atención a
la ética empresarial y las responsabilidades sociales de la empresa. Muchas de ellas cuentan
con códigos de conducta, anuncian valores corporativos por los que regirse y publicitan sus
acciones de responsabilidad social en sus páginas web corporativas. No faltan tampoco las que
editan memorias anuales, más o menos extensas, rindiendo cuentas de responsabilidades más
allá de los resultados estrictamente económicos.

En esta ponencia revisaremos brevemente qué hacen las empresas en estas materias,
pero, sobre todo, prestaremos atención a cuestiones de mayor calado, como las siguientes:
¿cómo ha surgido y a qué obedece el interés actual por la ética empresarial y por la
responsabilidad social de la empresa? ¿Qué obstáculos ha sido necesarios vencer y cuáles aún
persisten para integrar ética y actuación económica? ¿Qué se entiende por ‘ética empresarial’ y
-2-

por ‘responsabilidad social de la empresa’? ¿Cuáles son los principales retos que se plantean en
los enfoques actuales de ‘ética empresarial’? Afrontaremos también la relación entre ética y
beneficios, sobre la cual, algunos afirman su incompatibilidad, mientras que otros aseguran con
rotundidad que la ética es rentable.

Un poco de historia
La ética en los negocios y en la empresa no es algo nuevo. Existen documentos muy
antiguos, tanto en el ámbito religioso como civil, en el que se detallan exigencias o prácticas
morales para moderar y encauzar el deseo de de dinero, poder o status social. Los jeroglíficos
del antiguo Egipto, la Biblia, el Código de Habmurabi, los escritos de Confucio, el Corán, así
como las tradiciones sapienciales de culturas ancestrales contienen prescripciones y consejos
morales para los negocios. Encontramos reflexiones de ética de los negocios en pensadores
griegos y romanos, en los Padres de la Iglesia y en los grandes teólogos medievales y
renacentistas, los cuales básicamente se ocupan de las cuestiones morales derivadas del
comercio de su tiempo.

Se menciona la responsabilidad asociada a las acciones humanas, también en el ámbito


de los negocios y la actividad productiva. Se señalan acciones improcedentes y se elogian ciertas
virtudes en profesionales y mercaderes. Así, se alaban la diligencia, la laboriosidad y el buen
hacer en los intercambios, al tiempo que se condenan los negocios turbios, los fraudes
comerciales y el abuso de los débiles sometidos a duras condiciones de trabajo.

En el siglo XVI y parte del XVII, los teólogos de la Escuela de Salamanca, en España,
estudian y publican tratados sobre nuevos problemas y situaciones relacionadas por el naciente
comercio internacional, entonces prácticamente reducido al ámbito europeo. Era un comercio
pujante, que se iba haciendo cada vez más amplio y estructurado, al tiempo que aparecían
nuevos instrumentos financieros, como la letra de cambio y el pagaré1. La doctrina de esta
Escuela sobre los contratos y otros aspectos de las transacciones comerciales tiene todavía hoy
mucha relevancia2. En el siglo XVIII, la moral de los negocios cayó en una casuística decadente,
aunque no se abandonaron sus contenidos, destacando la labor del gran moralista S. Alfonso M.

1
A. VICO, Cambistas, mercaderes y banqueros en el Siglo de Oro español. Madrid, BAC, 1997.
2
D. MELÉ, ‘Early Business in Spain: The Salamanca School’, Journal of Business Ethics 22 (1999) 175-189.
-3-

de Liborio, quien aportó valiosos criterios morales, siempre referidos a comerciantes y


mercaderes.

La situación de los negocios y la empresa moderna cambio sensiblemente en el siglo


XIX. El maquinismo y la Revolución Industrial, con la máquina de vapor, la concentración
fabril y la libre competencia en el mercado, ponía a la vista nuevos problemas que requerían
nuevos enfoques de la ética empresarial, más allá de ventas y contratos.

El Papa León XIII, en su celebrada encíclica Rerum novarum3 afrontó la nueva


situación, señalando nuevos enfoques que incidían en la ética empresarial, especialmente en el
ámbito laboral. Señalemos, entre otros, sus exigencias éticas para unas condiciones de trabajo
dignas y un horario razonable, un salario justo, la libertad de asociación (sindicación) y la
exigencia de justicia natural en los contratos laborales, más allá del ‘libre’ acuerdo entre las
partes que puede ser abusivo como consecuencia de la asimetría en el poder y necesidad de las
partes contratantes.

A lo largo del siglo XX ha habido un formidable despliegue de aspectos relacionado con


la ética empresarial en relaciones laboral, consumo, medio ambiente, competencia, etc., aunque
con frecuencia manifestado en términos de regulaciones legales que han seguido a movimientos y
presiones sociales. Desde finales de los años 1970s el interés por la ‘ética empresarial’ ha
creciendo y se da desarrollado, incluso como disciplina académica. Hoy muchos consideran
imprescindible la ética empresarial para la formación de directivos y gestores de empresa y para
el desarrollo práctico de la actividad empresarial.

La idea de que la empresa tiene responsabilidades sociales tampoco es nueva. Fue


formalizada desde mediados de los años 19504, aunque practicada por algunas empresas desde
bastante tiempo atrás. Desde sus inicios, el enfoque de la responsabilidad social empresarial
(RSE) ha tratado de poner coto al supuesto de que el beneficio económico debía ser el criterio
supremo de la actuación empresarial, limitado únicamente por las leyes establecidas en cada
tiempo y lugar. Primero la atención se fijó en aspectos negativos, como ciertas condiciones de

3
LEÓN XIII, Carta-Encíclica ‘Rerum novarum’ (1891). Múltiples ediciones, entre ellas VV. AA., Once grandes
mensajes. Madrid, BAC, 1991. Ver también en www.vatican.va (Santo Padre/León XIII/ Encíclicas).
4
H. R. BOWEN, Social Responsibilities of the Businessman. New York: Harper & Row, 1953.
-4-

trabajo calificables de inhumanas, la destrucción devastadora del medio ambiente, el


envenenamiento de entornos industriales por residuos nocivos atentado a la salud de personas,
animales y plantas, la publicidad engañosa, la venta de productos inseguros y peligrosos sin la
información pertinente para proteger la salud, y largo etcétera.

Aunque todos estos temas tienen un marcado carácter ético, la perspectiva de la


responsabilidad social empezó fijándose, sobre todo, en las expectativas que la sociedad tenía
respecto a la empresa. Y, consiguientemente, en las obligaciones que la empresa tenía respecto a
la sociedad dónde actuaba y que le permitía operar. Más recientemente, ha habido cierta
convergencia entre ética empresarial y responsabilidad social de la empresa, aunque sigue
habiendo muchos planteamientos que prefieren hablar de responsabilidad social, olvidando su
conexión con la ética social.

La integración de la ética en la actividad empresarial


La integración de la ética en la empresa no ha sido un camino fácil y, de hecho, estamos
aún lejos de haber logrado una plena integración de la ética en la dirección y en la vida de las
empresas. Varias corrientes de pensamiento han dificultado esta integración. Entre ellas, las que
se apoyan en la metáfora de la ‘mano invisible’, el pragmatismo, el positivismo y el relativismo
ético.

La metáfora de la mano invisible, citada por Adam Smith y generalizada por sus
seguidores, postula la necesidad de actuar en los negocios buscando exclusivamente el propio
interés económico, contando con que, fuera de toda intención, una ‘mano invisible’ ya se
encargará de que generar espontáneamente la mayor utilidad posible para la sociedad. De esta
manera, para estimular la economía, crear riqueza y lograr el bien de la sociedad no habría de
preocuparse más que de buscar el propio interés individual. Aunque la metáfora de la ‘mano
invisible’ se dirige sobre todo a evitar la intervención de los gobiernos en economía,
indirectamente repercute también en la ética empresarial. Un Estado mínimo, con leyes que
garanticen el cumplimiento de los contratos, el orden público y el respeto a la propiedad, junto
con la ‘mano invisible’ que aseguraría el bien de la comunidad, haría prácticamente innecesaria
la preocupación por la ética en los negocios y en la empresa.

Es cierto que el propio interés económico, en un mercado libre, tiende a dinamizar la


economía. Estimula la innovación, la búsqueda de procesos productivos y de distribución menos
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costosos y la posibilidad de disminuir precios y, por tanto, de aumentar las ventas. Sin embargo,
hoy se conocen bien un conjunto de fallos del mercado y de externalidades que cuestionan la
existencia de la ‘mano invisible’ en muchas situaciones. Además, la búsqueda del propio interés
no asegura el progresos de todos, y en concreto el de aquellos que no tienen acceso al sistema de
empresa o cuyas necesidades el mercado no puede solventar. Tal es el caso, por ejemplo, de
enfermedades peculiares de países pobres, cuya situación económica o la falta de subvenciones
no hace rentable la investigación y desarrollo de medicamentos apropiados). Finalmente, y no
por último menos importante, el progreso económico, aunque es completamente necesario, es
sólo un instrumento para el bien de la sociedad, pero no agota el bien común de la comunidad.
El bien de la comunidad requiere mucho más que la búsqueda egoísta del propio interés: exige
un comportamiento ético amplio y profundo.

El pragmatismo también ha tenido su papel en dificultar la integración de la ética en la


actividad empresarial. En el argot empresarial a veces se habla de ‘ser pragmático’ o de tener
‘sentido pragmático’ significado así la necesidad de atender a los resultados deseados. No cabe
duda que cualquier hombre o mujer de acción, los directivos de empresa ciertamente lo son
han de prestar gran atención a los resultados. Pero, a veces, los resultados, generalmente
expresados en términos económicos, se convierten en el criterio supremo para actuar. En este
último caso, nos encontramos ante una filosofía que valora la acción humana únicamente en
función de los resultados deseados: el pragmatismo.

El pragmatismo se caracteriza por su insistencia en las consecuencias, la utilidad y


practicalidad como componentes vitales de la verdad. De este modo, la eficacia de los resultados y
la eficiencia en el uso de los medios empleados pueden presentarse como únicos criterios para
valorar ‘la verdad’ de una acción, con independencia de la bondad del fin propuesto y la de los
medios utilizados. La ética queda entonces sencillamente excluida de la acción. A este
planteamiento responde el viejo lema business is business, que presenta los negocios y la
empresa al margen de toda ética, como actividad amoral. Lo único importante serían los
beneficios conseguidos, sin importar cómo se han conseguido. La ética sería algo ajeno a las
decisiones a tomar en el ámbito empresarial. Ya que la empresa se refiere a la economía, las
decisiones empresariales serían exclusivamente decisiones económicas.
-6-

El pragmatismo en los negocios ha llevado a manipular y explotar personas y a deteriorar


el medioambiente y aun esquilmar los recursos naturales. Estas consecuencias han generado la
reacción de cualificadas voces morales, de la sociedad civil y de gobiernos de muchos países,
que han exigido armonizar los resultados económicos con el debido respecto a personas y al
medioambiente. El pragmatismo falla al ignorar que toda acción empresarial, de uno u otro
modo, afecta a personas, a su dignidad, derechos y desarrollo y, por tanto, tiene un contenido
ético. Valorar una acción sólo por los resultados deseados es sencillamente improcedente, y la
amoralidad de los negocios un mito que, afortunadamente, se va superando.

El positivismo, de gran auge en el siglo XIX y gran parte de XX, es otra corriente de
pensamiento a considerar como obstáculo para el desarrollo de la ética empresarial. El
positivismo, tras distinguir cuidadosamente entre ‘hechos’ y ‘valores’ viene a fijarse
exclusivamente en los hechos, y sobre todo en los hechos que pueden ser experimentados y
medidos. Los datos obtenidos validan teorías y modelos que se han de utilizar para predecir
sucesos futuros y que se prescriben para dirigir. Así, por ejemplo, la correlación entre publicidad
y ventas o entre incentivos económicos y productividad. El positivismo no niega la existencia de
valores éticos en los sujetos que eligen o toman decisiones, pero al considerar exclusivamente
hechos, margina los valores éticos y con ellos toda ética de cualquier teoría o modelo, que
después se utilizará como guía para la acción, y concretamente para dirigir empresas.

En las últimas décadas, el positivismo ha encontrado numerosas críticas. Citemos


algunos argumentos contra el positivismo. Uno de ellos, es que la captación de hechos requiere
un marco valorativo previo. Alguien ha notado con ironía que un pez no es lo mismo para un
biólogo que para un cocinero, como no es lo mismo un trabajador para un director de recursos
humanos o para un dirigente sindical. Otro argumento es que hay muchos hechos que son
inobservables, o por lo menos pueden serlo durante bastante tiempo. Así, hay ‘activos’
empresariales, cada vez valorados, como la reputación corporativa, que no siempre han sido
valorados como hechos relevantes. Otro argumento es que la ética no se puede reducir a valores
subjetivos y los hechos, cuando se refieren a acciones humanas, tienen un contenido ético que va
más allá de las percepciones subjetivas. Una venta fraudulenta y una venta sin engaño, son dos
modos distintos del hecho de vender y su diferencia es precisamente su distinta calidad ética que
tiene el hecho de vender. Por último, el positivismo reduce la experimentación a la obtención de
datos empíricos externos, ignorando la experiencia interior de todo ser humano ante la
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moralidad. Hay hechos que la conciencia aprueba, mientras que otros son reprobados y si se
realizan remuerden la conciencia. Esta experiencia interior puede ser compartida dando lugar a
conocimientos dignos de consideración.

Por último, el relativismo ético. La constatación de que diferentes culturas valoran de


diferente modo acciones concretas y la extendida idea de la autonomía moral según la cual cada
uno crea sus propios valores ha llevado a negar que exista una ética objetiva y universal, sino
que en ética todo es relativo a cada persona o cultura. Y, si no hay una ética objetiva, ¿cómo será
posible hablar de ética empresarial? A lo sumo se podrán hacer estudios sociológicos de cómo se
valoran una acción o comportamiento entre diferentes personas, grupos o países. Aunque el
relativismo ético está todavía en auge, son muchos los que advierten que hay acciones
universalmente condenables, como cometer fraudes o estafas o pisotear derechos humanos
elementales, mientras que otras acciones, como las que suponen un sacrificio personal a favor de
otros, son universalmente aplaudidas. Por otra parte, más allá de las diferencias en las
valoraciones morales entre culturas o la tolerancia social ante distintas acciones, existen
principios más generales en los que hay más acuerdo que desacuerdo. Así, p.e., el soborno y la
corrupción, por extendidos que estén y por deteriorada que pueda estar la sensibilidad social en
un país determinado, raramente se encuentra quien afirme la bondad de la corrupción.

En el mundo de los negocios y la empresa, el relativismo moral ha perdido muchos


partidarios ante accidentes y escándalos que han conmovido a la opinión pública. Pensemos, por
ejemplo en el accidente de Bophal en India donde murieron centenares de personas por
negligencia en el adiestramiento en el uso de tecnologías de alto riesgo, o en el accidente de
Exxon Valdez, una de las catástrofes ecológicas más grandes de la historia, que podía haber sido
evitada. También escándalos como Enron, donde la ambición de unos pocos llevó injustamente a
la ruina de muchos, o sobornos masivos como la Lockheed en los años 1970s, o la explotación
de personas, trabajando en condiciones infrahumanas en muchos lugares todavía hoy, cuestionan
seriamente el relativismo ético. Todo ello pone de relieve que debe haber una ética objetiva y no
sólo percepciones subjetivas o las sensibilidades sociales, que pueden estar más o menos
manipuladas.

Los juicios morales concretos incluyen cierto relativismo circunstancial debido a las
circunstancias locales y las consecuencias razonablemente previsibles en cada situación, pero los
-8-

juicios se basan en unos principios que la ética presenta como referencias inmutables para
efectuar juicios morales. Así, por ejemplo, la exigencia de veracidad como principio ético
fundamental y permanente y el juicio moral acerca de la información concreta que tiene
obligación de suministrar una empresa determinada en unas circunstancias específicas
(dependerá de muchos factores, como el destinatario de la información, el derecho a recibir esta
información, confidencialidad de la misma, etc.). Por último, el relativismo moral llevaría a la
ruina la existencia de los negocios, al menos si no se aceptan unos mínimos éticos como el
cumplimiento de los contratos y la necesidad de actuar sin fraude ni engaño.

La superación paulatina de las citadas barreras ideológicas ha llevado a la incorporación


de ciertos aspectos éticos en los negocios y en la empresa. Trataré de sintetizarlos.

Qué están haciendo las empresas para incorporar aspectos éticos en su gestión
Entre las diversas iniciativas empresariales para incorporar aspectos éticos a su gestión,
cabe destacar las siguientes:

1. Refuerzo empresarial del cumplimiento de leyes y regulaciones civiles


Actuar fuera de la ley o eludir algunos de sus preceptos no es infrecuente en algunos
países o en determinadas situaciones. Un modo elemental de mejorar el nivel ético de la empresa
es cumplir las leyes establecidas, que, en principio, hay que suponer justas.

Las leyes y otras regulaciones presentan normas de conducta que incluyen normas
básicas para el funcionamiento de los negocios, como el cumplimiento de legítimos contratos,
actuar en el mercado sin engaño ni fraude y la prohibición de determinadas prácticas
monopolísticas. Existen, además, normas laborales, mercantiles, fiscales, normas sobre el
consumo y normas para el gobierno corporativo de la empresa. Dado el carácter coactivo de la
ley podría argumentarse que su cumplimiento es una actitud legalista, para evitar sanciones,
mientras que ética está orientada a actuar bien. Sin embargo, con independencia de la
motivación para actuar, no cabe duda que muchas leyes tienen importantes contenidos éticos.

Cumplir la legalidad es una exigencia ética, a menos que una ley resulte manifiestamente
injusta por ser contraria a la dignidad y derechos del hombre u otras reconocidas exigencias
éticas fundamentales. La razón está en que los principios éticos son muy genéricos y, en
determinados asuntos, es la legítima autoridad quien le corresponde especificar sus contenidos,
-9-

dentro del ámbito de su incumbencia. Es de justicia, p.e., respetar la salud y a la integridad física
de las personas, también en el ámbito laboral. Pero, en la práctica, esta exigencia exige
especificar condiciones de trabajo, o niveles máximos permisibles de partículas tóxicas, en un
determinado ambiente laboral o exigir la información pertinente en la venta de un producto
cuando resulta peligroso si no se manipula adecuadamente. Y esto es precisamente lo que hacen
las leyes y las regulaciones de las agencias gubernamentales.

2. Introducción en la empresa de códigos de conducta y de buen gobierno


Algunas empresas van más allá de las leyes, considerando la insuficiencia de las leyes
para regular adecuadamente la actividad empresarial y asegurar un clima ético y humano para
los negocios y las organizaciones5. Para ello establecen códigos de conducta empresarial que
incluyen, amplían y concretan las exigencias de las leyes.

Las empresas ven en los códigos de conducta un modo de evitar riesgos derivados de
actuaciones negativas de directivos o empleados, que puede dañar la buena reputación de la
empresa y quizá llevarla a costosos procesos judiciales. Por otra parte, cuando los códigos se dan a
conocer, la empresa presenta un compromiso público de integridad y honradez, lo cual
proporciona buena imagen y reputación empresarial.

Los códigos sirven también como mensaje de dirección a la organización de que no se


pueden conseguir beneficios con medios ilícitos. De este modo, la dirección por objetivos,
implantada con éxito en muchas empresas, se matiza con la advertencia de que no todos los
medios son aceptables para conseguirlos. Los códigos de conducta ayudan a discernir cuál es la
actuación esperada ante situaciones dudosas. Por otra parte, los códigos de conducta tiene una
implicación en la formación de directivos y empleados, al marcar unas pautas de actuación y
orientar comportamientos ante situaciones conflictivas más o menos habituales en cada empresa.
Junto a los códigos de conducta, muchas empresas cuentan también con ‘códigos de
buen gobierno’ para orientar y regular la actuación de los consejos de dirección y demás órganos
del gobierno de la empresa. Se ocupan, sobre todo, de cuestiones de justicia, diligencia, lealtad y

5
Vid. C. STONE (1975): Where the Law Ends, New York: Harper & Row y P. DRUCKER, ‘What is business
Ethics?’, The Public Interest, nº 84, Primavera 1981.
-10-

transparencia con el fin de evitar abusos de poder, conflicto de intereses, negligencia y falta de
veracidad en la información suministrada por la empresa.

En los Estados Unidos, desde 1991, las empresas que demuestran tener códigos de buena
conducta y haber puestos medios para la formación ética, se tiene en cuenta para rebajar la
sanción judicial, caso de que de la empresa, a través de alguno de sus miembros, incurra en
algún delito. Los códigos de buen gobierno, en muchos países, son exigidos por las leyes
mercantiles o por las autoridades correspondientes del mercado de valores. Tales disposiciones
oficiales pueden explicar en parte, aunque no exclusivamente, el auge de los códigos en muchas
empresas.

3. Incorporación de valores éticos a la dirección y al gobierno de la empresa


Las empresas, al igual que otros grupos y asociaciones humanos, comparten valores que,
en alguna medida, condicionan la conducta dentro la organización. Los valores de empresa
pueden tener diversos orígenes. En algunos casos vienen del fundador de la empresa o de los
valores que los líderes sucesivos trataron de comunicar a sus colaboradores más inmediatos y
que se han ido transmitiendo a quienes posteriormente se han incorporado a la organización.
Otras veces, los valores de una empresa derivan de la interacción entre sus componentes o
proceden, en mayor o menor medida, de los valores del entorno socio-cultural de dónde
proceden las personas que forman la empresa.

Desde hace años, se ha visto que los valores compartidos en una empresa, y asociados a
su misión, son un importante factor de unidad y que ayudan a difundir la filosofía corporativa de
la empresa y tomar decisiones de un modo consistente con ella. Por otra parte, en una
comunidad cuando se comparten valores y se actúa de acuerdo con ellos, se genera confianza y
se fomenta la cooperación. De aquí que muchas empresas hayan formulado declaraciones de
valores de empresa. Algunas veces no son más que un modo de explicitar valores ya existentes,
mientras que otras se proponen valores como ideales para quienes forman parte de la
organización. Son valores como el servicio al consumidor, calidad, integridad en las operaciones
comerciales, respeto a los empleados o actuar empresarialmente como un buen ciudadano.

Ciertamente, no todas las empresas que anuncian valores los viven como tales. Enron,
por ejemplo, publicitaba como valores corporativos: comunicación, respeto, integridad y
excelencia, cuando su actuación real fue bien distinta a esos valores. Pero actuaciones llenas de
-11-

cinismo, como ésta, en nada desmerece el esfuerzo de muchas empresas que toman los valores
de empresa en serio, y como un modo efectivo de dirigir. De hecho, los directivos de empresa
que han asumido la ‘dirección por valores’, consideran los valores, junto a la misión de la
empresa, como una guía fundamental para determinar de modo consistente estrategias, políticas
y prácticas en la empresa6.

4. Favorecer el desarrollo personal en la empresa y unas buenas relaciones


interpersonales

También muchas empresas se plantean cómo desarrollar competencias en sus empleados


y, sobre todo, en aquellos que han de dirigir la empresa. Las competencias, definidas como
“comportamientos observables y habituales”7 para una actuación exitosa, tienen gran influencia
para un liderazgo efectivo8. Desarrollarse con ocasión del trabajo es algo valioso en sí mismo,
pero también necesario con vistas a los beneficios a medio y largo plazo y, en definitiva, para la
continuidad de la empresa.

Las competencias para liderar en la empresa no son, pues, actuaciones esporádicas, sino
hábitos. Algunas son de carácter estratégico, otras de tipo organizativo o de capacidades de
autogobierno del líder. Entre las numerosas listas de competencias de liderazgo abundan
virtudes, esto es hábitos operativos moralmente buenos. Otras competencias, sin ser propiamente
virtudes, su ejercicio requiere virtudes. Considerando ambas modalidades encontramos virtudes
como integridad, honestidad, capacidad de servir, preocupación y cuidado de las personas,
comprensión, tolerancia, sensatez, justicia sobre todo, en otorgar reconocimientos y
recompensas , veracidad en las comunicaciones, respeto, trato amable, coraje, resistencia ante
las dificultades, etc.

Aunque la adquisición de virtudes es algo estrictamente personal, hay estilos de


dirección, culturas empresariales y modelos de conducta en la dirección y en los compañeros de
trabajo que facilitan o dificultan la adquisición de estas virtudes.

6
C. ANDERSON, "Values-Based Management." Academy of Management Executive 11(4) (1997) 25-46.
7
P. CARDONA – N. CHINCHILLA, ‘Evaluación y desarrollo de competencias directivas’, Harvard-Deusto
Business Review, n. 89 (1999).
8
P. CARDONA – P. GARCÍA-LOMBARDÍA, Cómo desarrollar competencias de liderazgo. Pamplona: Eunsa,
2005.
-12-

Por ser las virtudes algo directamente relacionado con la ética, aunque el foco se ponga
en las competencias, no cabe duda que cuando las empresas se preocupan de fomentar
competencias que implican virtudes, están favoreciendo la introducción de comportamientos
éticos en la empresa.

5. Desarrollo de actividades de responsabilidad social corporativa


El desarrollo de actividades de responsabilidad social corporativa es otro modo de incluir
aspectos éticos en la empresa. Aunque existen modos muy diferentes de entender la
responsabilidad social9, de algún modo, incluye la capacidad y responsabilidad que tiene la
empresa de contribuir al bien social más allá de la creación de riqueza y de los resultados
económicos.

Muchas responsabilidades sociales son ya exigidas por las leyes, que incluyen
responsabilidades en materias laborales, de consumo y medioambientales. Pero más allá de lo
exigido por las leyes, muchas empresas desarrollan actividades de responsabilidad social, sobre
todo las de mayor tamaño, pero también algunas de tamaño pequeño y mediano. Abarcan, entre
otros aspectos, cuestiones relativas a la integridad en el trato, condiciones de trabajo, calidad y
seguridad en los productos y consumismo, conciliación de trabajo y familia, contribución al
desarrollo de a comunidad donde opera la empresa, derechos humanos, que se extiende no sólo a
los empleados propios, sino también a largo de la cadena de valor, exigiendo responsabilidad a
proveedores y cuando es posible incluso a los proveedores de los proveedores; medioambiente y
actuaciones filantropía más o menos relacionadas con la actividad de la empresa.

Algunas empresas plantean su responsabilidad social asumiendo que la empresa ha de


actuar como ‘empresa ciudadana’ (corporate citizenship). Se refiere a la contribución que la
compañía hace a través de “sus actividades empresariales, su inversión social y de sus
programas de filantropía.”10

9
GARRIGA, E. y D. MELÉ, ‘Corporate Social Responsibility Theories: Mapping the Territory’, Journal of
Business Ethics, 53 (2004), 51-71.
10
Cfr. WORLD ECONOMIC FORUM, http://www.weforum.org/en/initiatives/corporatecitizenship/index.htm
Acceso: 3 de agosto de 2005.
-13-

6. Institucionalización de la ética empresarial y de las responsabilidades sociales


empresariales

El compromiso de la dirección por la ética empresarial y las responsabilidades sociales


se institucionaliza de diversos modos en el seno de las empresas. Se lleva a cabo de diversos
modos, simpre con un compromiso claro de la alta dirección y la asignación de un presupuesto.
Primero, la elaboración e implantación de códigos de conducta, a los que ya nos hemos referido.
Segundo, estableciendo un directivo o un equipo para coordinar, impulsar, evaluar aspectos
relativos a ética empresarial y responsabilidad corporativa. Tercero, articulado un sistema de
comunicación eficaz tanto para dar a conocer políticas y orientaciones en materia de ética y
responsabilidad como para canalizar acusaciones. Cuarto, organizando cursos, seminarios y
otras actividades de formación en ética y responsabilidad. Quinto, instaurando procesos
disciplinarios con las correspondientes normas y sanciones ante eventuales incumplimientos.
Sexto, creando un comité de ética empresarial o de responsabilidad social para desarrollar
políticas sobre estos temas, o para investigar o juzgar actuaciones de empleados y directivos que
presuntamente violen las normas establecidas en ética empresarial y responsabilidad social.

7. Dedicación continuada y efectiva para logar excelencia humana en la empresa


La búsqueda de la excelencia en la empresa sin duda ha de incluir también un esfuerzo
continuado y efectivo para lograr excelencia humana en quienes forman parte de la empresa. Y,
si la ética, como muchos entendemos ha de guiar la excelencia humana, este aspecto es
imprescindible. Las empresas que lo tienen planteado, ven los modos anteriores, como medios
para esta meta global. Meta que orienta y da sentido al cumplimiento de las leyes y códigos de
conducta, valores, competencias, responsabilidades sociales y los diversos modos de
institucionalización de estos medios. En realidad, no son muchas las empresas que explicitan el
objetivo de la excelencia humana, aunque algunas lo tiene asumido, al menos de modo implícito.
Una razón de esta omisión puede estar en los planteamientos actuales propuestos para la ética
empresarial y en su excesiva fragmentación.

Planteamientos actuales en ética empresarial


Las empresas han introducido aspectos de ética empresarial o de responsabilidad social
por presiones externas o porqué entienden que les conveniente. A veces también por imitación
de lo que hacen empresas destacadas. Pero estas realizaciones, con frecuencia, responden
-14-

también a planteamientos teóricos de la ética empresarial y de las responsabilidades sociales de


la empresa desarrollados en los últimos años. Estos, a su vez, están fundamentados en enfoques
éticos más antiguos, o en determinadas visiones filosóficas de la relación empresa-sociedad.
Veamos algunos de estos planteamientos:

1. Ética empresarial basada en principios y normas racionalistas


Existe un modo de entender la ética empresa como aplicación de teorías éticas que
proponen principios universales que se deben aplicar para resolver problemas específicos. Este
enfoque está orientado a facilitar el razonamiento ético y para formular juicios morales ante
decisiones empresariales concretas o para resolver dilemas. Los principios y normas determinan
si una acción es o no éticamente aceptable.

Estos principios, con frecuencia de corte racionalista y de carácter formal (sin contenidos
específicos), están orientados a las relaciones interpersonales o intergrupales. Tal es el caso del
primer imperativo categórico kantianos, que exige actuar de tal modo que pueda tal forma de
conducta pueda erigirse en norma universal. Estos principios se utilizan de base para formular
deberes (prohibición de mentir, obligación de mantener la palabra dada, cumplimiento de los
contratos, etc.), que, a su vez, se utilizarán para la redacción de códigos de conducta.

Otras veces, en lugar de este enfoque deontológico se utilizan planteamientos utilitaristas


que tiene como principio fundamental el logro de la máxima utilidad o satisfacción para la
mayor parte de afectados en la acción. Sin embargo, este último planteamiento suele ser muy
criticado por diversas razones, entre ellas por fijarse no en deberes de justicia sino sólo en las
consecuencias de una acción y en su valoración en términos de utilidad, lo cual no sólo presenta
una dificultad práctica en su medición, sino que lo aleja de la ética, como tradicionalmente han
sido entendida, haciéndolo más próximo a un estudio coste-beneficio que a un análisis ético
propiamente dicho.

2. Ética empresarial basada en valores


Frente a una visión de la ética basada en principios formales, se ha propuesto otra basada
en valores éticos, como el respeto a la dignidad de las personas, la justicia, la sinceridad y la
integridad.

Las personas y los grupos sociales asumen valores porque entienden que es conveniente
actuar de acuerdo con ellos. Aunque existen diversos tipos de valores (económicos, estéticos,
-15-

éticos, etc.), los valores éticos se presentan como finalistas frente a otros valores que tendrían un
carácter más instrumentales. Así, por ejemplo, es un valor ético el reconocimiento de la dignidad
del trabajador y los derechos que tiene como persona. Esto último, es un valor ético que al ser
incorporado a la empresa, tendrá como consecuencia, por ejemplo, invertir lo necesario para la
debida protección de la salud y la seguridad de los trabajadores, aunque suponga un aumento en
el coste de la producción.

Plantear la ética empresarial desde un conjunto de valores permite desarrollar normas de


conducta coherentes con ellos. Sin embargo, el objeto de la ética empresarial basada en valores,
no es tanto desarrollar unas normas como proponer valores, entre los que suele destacarse la
integridad, por abarcar un amplio conjunto de valores.

3. Ética empresarial basada en virtudes


Como reacción a una ética de principios y normas, que no considera el papel del carácter y
de las virtudes del agente, en las últimas décadas, se ha desarrollado una ‘ética de la virtud’ en la
que se pone el acento en las virtudes del quien actúa y en el papel, ciertamente importante, que
las virtudes desempeñan en la empresa11.

En este planteamiento se concede una gran relevancia a la prudencia o ‘sabiduría


práctica’. La ‘ética de la virtud’ sostiene que las personas virtuosas, a causa de su sabiduría
práctica, captan con mayor facilidad el bien y son capaces de hacer buenos juicios morales. La
formación de un carácter virtuoso es, pues, lo primero para actuar de un modo moralmente
correcto.

Se recupera así, al menos parcialmente, la tradición aristotélica, centrada en la virtud.


Entre las virtudes del directivo de empresa se mencionan, entre otras, la honestidad, la
veracidad, el coraje, la amistad, la misericordia, la lealtad, la paciencia y la magnanimidad12. A
veces, las virtudes se toman del contexto empresarial, y no de la naturaleza humana. De este

11
R. SOLOMON, Ethics and Excellence: Cooperation and Integrity in Business. New York: Oxford University
Press, 1992 y A better way to think about business: how personal integrity leads to corporate success. New York:
Oxford University Press, 1999.
12
C. LLANOS, Dilemas éticos de la empresa contemporánea. México: Fondo de Cultura Económica, 1997.
-16-

modo, no se relacionan las virtudes con los bienes humanos ni se señala que hay virtudes
humanas, que son las virtudes propias del hombre, en cuanto hombre.

4. Ética empresarial basada en la preocupación y cuidado por las personas


Por último, se han propuestos también planteamientos de ética empresarial, aunque en
menor extensión que los anteriores, basados en enfoques éticos centrados en la relación
interpersonal, priorizando la empatía, el logro de relaciones sociales armoniosas y, sobre todo, la
preocupación y cuidado que merecen las personas tratadas. Dejando al margen toda norma ética
se pone el énfasis en cada situación, que por su singularidad merece una consideración particular
dictada por la propia disposición y responsabilidad. A menudo estos enfoques se presentan en
oposición con los anteriores, principalmente con una ética basada exclusivamente en principios y
normas.

Este planteamiento y también los anteriores surgen en competición entre ellos, lo cual
introduce una dificultad adicional para desarrollar la ética empresarial. Cada uno de las
planteamientos señalados tiene algo que atrae. Pero, en realidad, cada una de estas propuestas
sugieren una visión fragmentaria de la ética, que no deja de ser problemática.

¿Una visión fragmentada o unificada de la ética empresarial?


Ciertamente, la incorporación de aspectos éticos en el ámbito empresarial y las propias
teorías éticas aplicadas a la empresa con frecuencia adolecen de una visión fragmentada. Se
aceptan aspectos éticos, pero falta una visión unificada de la ética empresarial. Esto puede dar
lugar a inconsistencias y, en cualquier caso, a una visión ética incompleta. Así, los códigos de
conducta están limitados a unas pocas normas que, por lo general, han sido seleccionadas por la
dirección. Algo parecido podría afirmarse de los valores empresariales seleccionados, que
pueden responder a deseos pragmáticos más que a exigencias éticas o de las virtudes
seleccionadas que pueden estar limitadas a lo que valorar el contexto empresarial en cada
momento.

También en los enfoques teóricos de la ética empresarial, es relativamente frecuente


encontrarse con enfoques de la ética que la reducen a principios racionalistas, a un conjunto de
valores consensuados o a un conjunto de virtudes que contribuyen al éxito empresarial. Esta
fragmentación no es más que un reflejo de la fragmentación de la ética que tuvo lugar en la
-17-

Europa de la Ilustración, a partir de los siglos XVII y XVIII, y con antecedentes en el siglo
XIV13.
Aristóteles, y de un modo más elaborado Tomás de Aquino, presentaron una visión
unitaria de la ética que integraba armónicamente principios, con sus normas derivadas, virtudes y
bienes humanos (relacionados con lo que hoy llamamos ‘valores éticos’). También la
preocupación y el cuidado por los demás, y la atención a las situaciones singulares, estaban
incluidas en el edificio pre-moderno. McIntyre, ha expresado este problema mediante una
atrevida comparación. Este filósofo, sugiere imaginar que por una extraña catástrofe se ha
perdido toda la ciencia natural, pero se encuentran fragmentos: experiencias de laboratorio,
algunos datos empíricos, conceptos. Entonces, las personas que encuentran estos fragmentos
quieren reelaborar la ciencia natural, pero contando sólo con el fragmento que poseen. El
resultado es sencillamente un desarrollo de fragmentos, no una reconstrucción.

Algo parecido ocurrió con la filosofía moral al derrumbarse el edificio que integraba
principios, bienes y virtudes. La modernidad centrada en la razón propuso principios universales
racionales, aunque a veces discrepantes entre sí (tal es el caso del formalismo kantiano y del
utilitarismo de J. Stuart Mill), dejando de lado las virtudes. La Postmodernidad del siglo XIX y
XX puso el acento en la importancia de los sentimientos hacia los demás; rechazando los
principios universales mientras se ponía todo el énfasis en las situaciones concretas. A finales
del siglo XX, como se ha dicho, ha habido un re-descubierto del papel de las virtudes con una
cierta vuelta a Aristóteles.

Resumiendo podríamos afirmar que se ha avanzado en la integración de la ética en la


empresa, tanto por vía teórica como práctica, pero existe una notable fragmentación. Esta
fragmentación es mantenida por un ‘pensamiento débil’ caracterizado por la provisionalidad
avalado por algunos logros parciales. Pero esta visión tan pobre está abocada al relativismo ético
y, con frecuencia resulta inconsistente. Para superar esta fragmentación, se podrían sugerir un
enfoque holístico que sumara principios, valores, virtudes y cuidado por las personas. Pero las
bases en que se sustentan estos modos de ética empresarial responden a enfoques y desarrollos

13
S. PINCKAERS, Las fuentes de la moral cristiana: su método, su contenido, su historia. Traducción de J. J.
García Norro. Pamplona: Eunsa, 1988.
-18-

filosóficos que, en general, son muy diferentes. Frente a estas visiones, existe la alternativa de
entender la ética de un modo unitario, con un ‘pensamiento fuerte’ que incluya principios,
valores objetivos y virtudes consistentes entre sí. Una visión que armonice el carácter universal
de los principios éticos con la singularidad de cada situación, a través de juicios morales que
ponderen las circunstancias de cada caso. A juicio, este es el modo correcto de enfocar la ética
empresarial.

Esta visión unitaria de la ética se puede alanzar a partir de los grandes planteamientos
pre-modernos, re-pensados en términos actuales, y considerando la realidad de la empresa
contemporánea. En esta perspectiva, de la que participa la visión cristiana en su inteligencia
racional, la ética tiene como objeto orientar a la ‘vida lograda’, esto es a ‘la excelencia humana’.
En otras palabras, lo propio de la ética es la ordenación racional de los actos voluntarios hacia la
excelencia humana. El deber moral es sólo un aspecto derivado de la excelencia humana,
mientras que valores y virtudes son parte de esa excelencia. Aunque inicialmente cada uno tiene
sus propios valores, más pronto o más tarde surge la cuestión de si aquello que se acepta es
realmente un valor ético, o no lo es. Dicho de otro modo, uno se pregunta si aquello que se
valora es realmente conveniente para mejorar como persona, o no. Surge entonces una tensión
entre valores percibidos y unos valores éticos objetivos, relacionados con la excelencia humana,
que se presentan como una guía superior.

Este planteamiento no es racionalista, en el sentido de ser un enfoque de la razón


encerrada sobre sí misma, sino que descansa sobre una base antropológica, que la razón se
esfuerza por descubrir. Se comprende que para señalar un qué consiste la excelencia humana es
necesario conocer al hombre y determinar en qué consiste su perfección como ser humano. No
es mi propósito desarrollar aquí todo lo que esto implica. Baste afirmar que este enfoque es
acorde con la moral cristiana y con los mejores desarrollos recientes dentro de la tradición
aristotélica.

Por otra parte, la visión unitaria de la ética de la que venimos hablando permite superar
la disyuntiva entre ‘ética pública’ –en la cual estaría comprendida la ética empresarial- y ‘ética
privada’ como dos ámbitos independientes14, que puede conducir a una ‘doble moral’, de modo

14
A. CORTINA, Ética de la empresa. Claves para una nueva cultura empresarial. Madrid: Trotta, 1994.
-19-

que pueda existir una ética empresarial en oposición de lo que requeriría una ética personal
(p.e., mentir en la empresa, pero no en las relaciones personales externas a la empresa). La ética
empresarial, aun siendo expresión de una única ética, tiene, sin embargo, un ámbito peculiar.

El ámbito propio de la ética empresarial


Si lo propio de la ética es la ordenación racional de los actos voluntarios hacia la
excelencia humana, aunque la ética sea única, habrá que distinguir el actuar de cada individuo
(ética personal) del que realiza la empresa como actividad de un conjunto de individuos (ética
empresarial).

En la empresa ciertamente hay actuaciones individuales, pero lo característico de la


empresa es la actividad llevada a cabo mediante la cooperación de muchos individuos llevada a
cabo de un modo coordinado. Quienes forman parte de la empresa llevan a cabo un conjunto de
acciones que integran una actividad conjunta, la cual está incentivada de diversos modos y
ordenada con funciones, objetivos, procedimientos y responsabilidades con vistas a unas metas u
objetivos comunes o dirigidos por la estrategia de la empresa.

En la ‘ética empresarial’ hay un ‘agente’ principal que es la comunidad empresarial.


Esto no significa en modo alguno que se elimine la responsabilidad en quienes dirigen la
empresa o actúan en nombre de la empresa. Ciertamente, la tienen, pero la ética empresarial no
se ocupa acciones individuales, sino de acciones relativas a la marcha de la empresa y de
actuaciones de personas que actúan no como individuos particulares, sino como alguien que
representa a la empresa.

La responsabilidad personal en la empresa depende del grado de libertad que tenga cada
consejero, directivo o empleado en tomar decisiones relativas a la actividad de la empresa. En la
empresa existen personas responsables de promover, en diverso grado, las actividades de la
empresa. Lo hacen mediante la formulación e implantación de estrategias, políticas, sistemas de
dirección y otras prácticas. La libertad relativa en tomar decisiones empresariales determinará la
responsabilidad de cada uno en las acciones propias de la ética empresarial.

Lo propio de la ‘ética empresarial’ es guiar las actividades realizadas en la empresa para


que contribuyan al bien común de la empresa. En esta guía u ordenación al bien común, la ‘ética
empresarial’ proporciona principios y criterios para la evaluación moral de metas o estrategias y
también de medios o planes de acción para hacerlos efectivos, al tiempo que señala virtudes
-20-

necesarias concretas para la excelencia humana en la empresa, valores éticos y directrices de


acción.

Al hablar del ‘bien común de la empresa’ nos referimos a todo aquello que es bueno para
todos aunque cada uno tenga motivos o razones diversas para actuar. El concepto de bien
común de la empresa es muy amplio y no puede encerrarse en un listado. Sin embargo, es
importante considerarlo para orientar éticamente la empresa.

Los contenidos del bien común de la empresa pueden ser descubiertos fácilmente por
cualquier persona sensata y con conocimiento razonable de la empresa. Es bien común de la
empresa, por ejemplo, que ésta cuente productos vendibles, que pueda mantenerse competitiva
cara al futuro, que exista una cultura favorable a la cooperación, un liderazgo capaz de aglutinar y
motivar voluntades, un ambiente respetuoso con las personas y sus derechos, dónde la gente
trabaje a gusto y pueda desarrollarse, que existan sistemas de gestión que propicien la eficacia y
la eficiencia en la producción sin menoscabo de las personas, etc.

La empresa contribuye también al bien común, más amplio, de la sociedad en la que está
inmersa. Lo hace de diversos modos, entre ellos, haciendo accesibles productos de utilidad
humana y vendiéndolos con justicia, creando y distribuyendo riqueza, proporcionando trabajo
digno y justamente remunerado y organizando el trabajo de modo que la dignidad de las
personas sea respetada en el entero proceso de producción y distribución, y cada persona pueda
desarrollarse en el ámbito profesional y humano a través del trabajo; produciendo de un modo
sostenible, sin deterioro del medioambiente y atendiendo otros legítimos intereses de los
diversos grupos de personas implicados en la actividad empresarial (stakeholders), como
empleados, accionistas, consumidores, proveedores, etc. Al favorecer el bien común de la
sociedad, la empresa favorece su propio bien común, ya que todos estos efectos repercuten en la
empresa por su interdependencia con la sociedad y especialmente con los grupos implicados en
la empresa.

Ética, responsabilidades sociales y beneficios empresariales


La ética empresarial orienta a obrar bien, y esto tiene valioso en sí mismo. “Los que
tienen el hábito de la virtud - afirma S. Tomás- se inclinan a obrar por actos de virtud por amor a
ésta, no por alguna pena o remuneración extrínseca… y por sí mismo se inclinan a ellos, no
-21-

como cosas extrañas, sino como propias”15 Sin embargo, eso no excluye que un comportamiento
ético y responsable en la empresa tenga resultados favorables también en el ámbito económico.

Muchas veces, un comportamiento ético exigirá negarse a determinadas prácticas que, al


menos a corto plazo, pueden resultar económicamente muy lucrativas o exigir costes
adicionales. La negativa a participar en acciones corruptas puede significar, en algunas
ocasiones, perder contratos, alguna venta o beneficios adicionales, pero en toda acción hay
aprendizajes y consecuencias a largo plazo. Al actuar mal uno se corrompe a sí mismo y se aleja
de Dios, y esta es una motivación importante para cualquier persona de bien. Pero, además, una
actuación sistemáticamente honrada genera confianza y buena reputación, lo cual significa
capital social, o dicho de otra manera, facilidad para actuar y tener buenos resultados en el
futuro. Y, al revés, engañar al cliente puede implicar perder al cliente. En la empresa, la
confianza es primordial, también hacia dentro de la empresa, cuya actividad para que sea
efectiva quiere buena voluntad y cooperación.

Una empresa con calidad ética y consciente de sus responsabilidades sociales adquiere
reputación, que es un activo crecientemente valorado. Al mismo tiempo, se evita riesgos
derivados de descréditos, denuncias, juicios y sanciones. El reclutamiento y retención de
personas valiosas y su motivación para trabajar en una empresa está también relacionado con el
hecho de que la empresa goce de prestigio moral.

Los beneficios son necesarios a la empresa, como el respirar para vivir. Pero la empresa
es más que los beneficios, como vivir es más que respirar. La empresa ha de hacer beneficios
sirviendo adecuadamente a la sociedad, incluyendo a las personas que trabajan en la empresa.
En otras palabras, la eficacia empresarial ha de armonizarse con las exigencias éticas, sin
sacrificar estas últimas a lo primero. En la práctica tal armonía exige imaginación, competencia
y esfuerzo. Pero es un reto necesario. Como señala el Compendio de Doctrina Social de la
Iglesia, “es indispensable que, dentro de la empresa, la legítima búsqueda del beneficio se
armonice con la irrenunciable tutela de la dignidad de las personas que a título diversos trabajan
en la misma. Estos dos exigencia –añade– no se oponen en absoluto, ya que, por una parte, no
sería realista pensar que el futuro de la empresa esté asegurado sin la producción de bienes y

15
S. TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, II-II, q. 107, a.1 ad 2.
-22-

servicios y sin conseguir beneficios que sean el fruto de la actividad económica realizada; por
otra parte, permitiendo el crecimiento de la persona que trabaja, se favorece una mayor
productividad y eficacia del trabajo mismo.”16

A modo de conclusión
En una ocasión, el gran Papa Juan Pablo II, señalaba que “cada vez con mayor frecuencia
nos encontramos frente a hechos y fenómenos sociales en que la economía afirma su
racionalidad sin ninguna referencia a la ética”17. La superación de esta separación entre
racionalidad economía y racionalidad ética es lo que se propone la ética empresarial. En la
concepción más profunda de la ética empresarial está la certeza, tantas veces enunciada en la
doctrina social de la Iglesia de que economía y técnica no tienen sentido si no son referidas al
hombre a quien deben servir. De aquí que “la ley fundamental de toda actividad económica es el
servicio del hombre, de todos los hombres y de todo el hombre, en su plena integridad material,
moral, espiritual y religiosa.”18 La ética empresarial no es competente, por sí sola para
determinar planes de acción empresarial, pero supone una orientación imprescindible para
orientar la empresa hacia el bien común y, en definitiva, para el servicio del hombre.

Al presentar qué están haciendo las empresas para incorporar ética empresarial y
responsabilidades sociales en su gestión hemos señalado avances y limitaciones. También hay
avances y limitaciones en los desarrollos teóricos que hemos tratado de esbozar. El camino está
abierto pero es necesario aún mucho trabajo para superar la fragmentación de planteamientos
actuales y, sobre todo, para entender, de un modo efectivo, la necesidad de una ética unitaria,
basada en la excelencia humana por el servicio a los demás, que impregne toda la actividad de al
empresa, desde las decisiones que allí se toman, ya sean estratégicas, tácticas u operativas, a la
generación de estructuras, sistemas y culturas mediante un liderazgo basado en el servicio.

16
PONTIFICIO CONSEJO ‘JUSTCIA Y PAZ’, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Librería Editrice
Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2005, n. 340.
17
JUAN PABLO II, Discurso a empresarios del sur de Italia, 11 de noviembre de 1990, n. 6. En D. MELÉ,
Economía y empresa al servicio del hombre. Mensajes de Juan Pablo II a los empresarios y directivos económicos.
Pamplona: Eunsa, 1992, p. 341.
18
JUAN PABLO II, Discurso a empresarios argentinos, 11 de abril de 1987, n. 6. En D. MELÉ, Economía y
empresa al servicio del hombre, o.c., p. 230

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