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LA EMPRESA
Domènec
Melé
Titular de la Cátedra Economía y Ética
IESE Business School, Universidad de Navarra
Barcelona-Madrid, España
Preparado para la II Semana Social de la Archidiócesis de San José de Costa Rica: «La
ética cristiana: una luz para el siglo XXI»
Introducción
Desde hace algunos años, y en no pocos países, conceptos como ‘ética empresarial’,
‘responsabilidades sociales de la empresa’, ‘empresa sostenible’ o ‘ciudadanía empresarial’ se
han popularizado en gran manera. Lo acreditan un gran número de libros, revistas
especializadas, artículos y monografías. Confirman también este interés numerosos congresos,
seminarios y encuentros que abordan temas específicos relacionados con la responsabilidad
social de la empresa y la ética empresarial.
También las empresas, sobre todo las de mayor tamaño, están prestando notable atención a
la ética empresarial y las responsabilidades sociales de la empresa. Muchas de ellas cuentan
con códigos de conducta, anuncian valores corporativos por los que regirse y publicitan sus
acciones de responsabilidad social en sus páginas web corporativas. No faltan tampoco las que
editan memorias anuales, más o menos extensas, rindiendo cuentas de responsabilidades más
allá de los resultados estrictamente económicos.
En esta ponencia revisaremos brevemente qué hacen las empresas en estas materias,
pero, sobre todo, prestaremos atención a cuestiones de mayor calado, como las siguientes:
¿cómo ha surgido y a qué obedece el interés actual por la ética empresarial y por la
responsabilidad social de la empresa? ¿Qué obstáculos ha sido necesarios vencer y cuáles aún
persisten para integrar ética y actuación económica? ¿Qué se entiende por ‘ética empresarial’ y
-2-
por ‘responsabilidad social de la empresa’? ¿Cuáles son los principales retos que se plantean en
los enfoques actuales de ‘ética empresarial’? Afrontaremos también la relación entre ética y
beneficios, sobre la cual, algunos afirman su incompatibilidad, mientras que otros aseguran con
rotundidad que la ética es rentable.
Un poco de historia
La ética en los negocios y en la empresa no es algo nuevo. Existen documentos muy
antiguos, tanto en el ámbito religioso como civil, en el que se detallan exigencias o prácticas
morales para moderar y encauzar el deseo de de dinero, poder o status social. Los jeroglíficos
del antiguo Egipto, la Biblia, el Código de Habmurabi, los escritos de Confucio, el Corán, así
como las tradiciones sapienciales de culturas ancestrales contienen prescripciones y consejos
morales para los negocios. Encontramos reflexiones de ética de los negocios en pensadores
griegos y romanos, en los Padres de la Iglesia y en los grandes teólogos medievales y
renacentistas, los cuales básicamente se ocupan de las cuestiones morales derivadas del
comercio de su tiempo.
En el siglo XVI y parte del XVII, los teólogos de la Escuela de Salamanca, en España,
estudian y publican tratados sobre nuevos problemas y situaciones relacionadas por el naciente
comercio internacional, entonces prácticamente reducido al ámbito europeo. Era un comercio
pujante, que se iba haciendo cada vez más amplio y estructurado, al tiempo que aparecían
nuevos instrumentos financieros, como la letra de cambio y el pagaré1. La doctrina de esta
Escuela sobre los contratos y otros aspectos de las transacciones comerciales tiene todavía hoy
mucha relevancia2. En el siglo XVIII, la moral de los negocios cayó en una casuística decadente,
aunque no se abandonaron sus contenidos, destacando la labor del gran moralista S. Alfonso M.
1
A. VICO, Cambistas, mercaderes y banqueros en el Siglo de Oro español. Madrid, BAC, 1997.
2
D. MELÉ, ‘Early Business in Spain: The Salamanca School’, Journal of Business Ethics 22 (1999) 175-189.
-3-
3
LEÓN XIII, Carta-Encíclica ‘Rerum novarum’ (1891). Múltiples ediciones, entre ellas VV. AA., Once grandes
mensajes. Madrid, BAC, 1991. Ver también en www.vatican.va (Santo Padre/León XIII/ Encíclicas).
4
H. R. BOWEN, Social Responsibilities of the Businessman. New York: Harper & Row, 1953.
-4-
La metáfora de la mano invisible, citada por Adam Smith y generalizada por sus
seguidores, postula la necesidad de actuar en los negocios buscando exclusivamente el propio
interés económico, contando con que, fuera de toda intención, una ‘mano invisible’ ya se
encargará de que generar espontáneamente la mayor utilidad posible para la sociedad. De esta
manera, para estimular la economía, crear riqueza y lograr el bien de la sociedad no habría de
preocuparse más que de buscar el propio interés individual. Aunque la metáfora de la ‘mano
invisible’ se dirige sobre todo a evitar la intervención de los gobiernos en economía,
indirectamente repercute también en la ética empresarial. Un Estado mínimo, con leyes que
garanticen el cumplimiento de los contratos, el orden público y el respeto a la propiedad, junto
con la ‘mano invisible’ que aseguraría el bien de la comunidad, haría prácticamente innecesaria
la preocupación por la ética en los negocios y en la empresa.
costosos y la posibilidad de disminuir precios y, por tanto, de aumentar las ventas. Sin embargo,
hoy se conocen bien un conjunto de fallos del mercado y de externalidades que cuestionan la
existencia de la ‘mano invisible’ en muchas situaciones. Además, la búsqueda del propio interés
no asegura el progresos de todos, y en concreto el de aquellos que no tienen acceso al sistema de
empresa o cuyas necesidades el mercado no puede solventar. Tal es el caso, por ejemplo, de
enfermedades peculiares de países pobres, cuya situación económica o la falta de subvenciones
no hace rentable la investigación y desarrollo de medicamentos apropiados). Finalmente, y no
por último menos importante, el progreso económico, aunque es completamente necesario, es
sólo un instrumento para el bien de la sociedad, pero no agota el bien común de la comunidad.
El bien de la comunidad requiere mucho más que la búsqueda egoísta del propio interés: exige
un comportamiento ético amplio y profundo.
El positivismo, de gran auge en el siglo XIX y gran parte de XX, es otra corriente de
pensamiento a considerar como obstáculo para el desarrollo de la ética empresarial. El
positivismo, tras distinguir cuidadosamente entre ‘hechos’ y ‘valores’ viene a fijarse
exclusivamente en los hechos, y sobre todo en los hechos que pueden ser experimentados y
medidos. Los datos obtenidos validan teorías y modelos que se han de utilizar para predecir
sucesos futuros y que se prescriben para dirigir. Así, por ejemplo, la correlación entre publicidad
y ventas o entre incentivos económicos y productividad. El positivismo no niega la existencia de
valores éticos en los sujetos que eligen o toman decisiones, pero al considerar exclusivamente
hechos, margina los valores éticos y con ellos toda ética de cualquier teoría o modelo, que
después se utilizará como guía para la acción, y concretamente para dirigir empresas.
moralidad. Hay hechos que la conciencia aprueba, mientras que otros son reprobados y si se
realizan remuerden la conciencia. Esta experiencia interior puede ser compartida dando lugar a
conocimientos dignos de consideración.
Los juicios morales concretos incluyen cierto relativismo circunstancial debido a las
circunstancias locales y las consecuencias razonablemente previsibles en cada situación, pero los
-8-
juicios se basan en unos principios que la ética presenta como referencias inmutables para
efectuar juicios morales. Así, por ejemplo, la exigencia de veracidad como principio ético
fundamental y permanente y el juicio moral acerca de la información concreta que tiene
obligación de suministrar una empresa determinada en unas circunstancias específicas
(dependerá de muchos factores, como el destinatario de la información, el derecho a recibir esta
información, confidencialidad de la misma, etc.). Por último, el relativismo moral llevaría a la
ruina la existencia de los negocios, al menos si no se aceptan unos mínimos éticos como el
cumplimiento de los contratos y la necesidad de actuar sin fraude ni engaño.
Qué están haciendo las empresas para incorporar aspectos éticos en su gestión
Entre las diversas iniciativas empresariales para incorporar aspectos éticos a su gestión,
cabe destacar las siguientes:
Las leyes y otras regulaciones presentan normas de conducta que incluyen normas
básicas para el funcionamiento de los negocios, como el cumplimiento de legítimos contratos,
actuar en el mercado sin engaño ni fraude y la prohibición de determinadas prácticas
monopolísticas. Existen, además, normas laborales, mercantiles, fiscales, normas sobre el
consumo y normas para el gobierno corporativo de la empresa. Dado el carácter coactivo de la
ley podría argumentarse que su cumplimiento es una actitud legalista, para evitar sanciones,
mientras que ética está orientada a actuar bien. Sin embargo, con independencia de la
motivación para actuar, no cabe duda que muchas leyes tienen importantes contenidos éticos.
Cumplir la legalidad es una exigencia ética, a menos que una ley resulte manifiestamente
injusta por ser contraria a la dignidad y derechos del hombre u otras reconocidas exigencias
éticas fundamentales. La razón está en que los principios éticos son muy genéricos y, en
determinados asuntos, es la legítima autoridad quien le corresponde especificar sus contenidos,
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dentro del ámbito de su incumbencia. Es de justicia, p.e., respetar la salud y a la integridad física
de las personas, también en el ámbito laboral. Pero, en la práctica, esta exigencia exige
especificar condiciones de trabajo, o niveles máximos permisibles de partículas tóxicas, en un
determinado ambiente laboral o exigir la información pertinente en la venta de un producto
cuando resulta peligroso si no se manipula adecuadamente. Y esto es precisamente lo que hacen
las leyes y las regulaciones de las agencias gubernamentales.
Las empresas ven en los códigos de conducta un modo de evitar riesgos derivados de
actuaciones negativas de directivos o empleados, que puede dañar la buena reputación de la
empresa y quizá llevarla a costosos procesos judiciales. Por otra parte, cuando los códigos se dan a
conocer, la empresa presenta un compromiso público de integridad y honradez, lo cual
proporciona buena imagen y reputación empresarial.
5
Vid. C. STONE (1975): Where the Law Ends, New York: Harper & Row y P. DRUCKER, ‘What is business
Ethics?’, The Public Interest, nº 84, Primavera 1981.
-10-
transparencia con el fin de evitar abusos de poder, conflicto de intereses, negligencia y falta de
veracidad en la información suministrada por la empresa.
En los Estados Unidos, desde 1991, las empresas que demuestran tener códigos de buena
conducta y haber puestos medios para la formación ética, se tiene en cuenta para rebajar la
sanción judicial, caso de que de la empresa, a través de alguno de sus miembros, incurra en
algún delito. Los códigos de buen gobierno, en muchos países, son exigidos por las leyes
mercantiles o por las autoridades correspondientes del mercado de valores. Tales disposiciones
oficiales pueden explicar en parte, aunque no exclusivamente, el auge de los códigos en muchas
empresas.
Desde hace años, se ha visto que los valores compartidos en una empresa, y asociados a
su misión, son un importante factor de unidad y que ayudan a difundir la filosofía corporativa de
la empresa y tomar decisiones de un modo consistente con ella. Por otra parte, en una
comunidad cuando se comparten valores y se actúa de acuerdo con ellos, se genera confianza y
se fomenta la cooperación. De aquí que muchas empresas hayan formulado declaraciones de
valores de empresa. Algunas veces no son más que un modo de explicitar valores ya existentes,
mientras que otras se proponen valores como ideales para quienes forman parte de la
organización. Son valores como el servicio al consumidor, calidad, integridad en las operaciones
comerciales, respeto a los empleados o actuar empresarialmente como un buen ciudadano.
Ciertamente, no todas las empresas que anuncian valores los viven como tales. Enron,
por ejemplo, publicitaba como valores corporativos: comunicación, respeto, integridad y
excelencia, cuando su actuación real fue bien distinta a esos valores. Pero actuaciones llenas de
-11-
cinismo, como ésta, en nada desmerece el esfuerzo de muchas empresas que toman los valores
de empresa en serio, y como un modo efectivo de dirigir. De hecho, los directivos de empresa
que han asumido la ‘dirección por valores’, consideran los valores, junto a la misión de la
empresa, como una guía fundamental para determinar de modo consistente estrategias, políticas
y prácticas en la empresa6.
Las competencias para liderar en la empresa no son, pues, actuaciones esporádicas, sino
hábitos. Algunas son de carácter estratégico, otras de tipo organizativo o de capacidades de
autogobierno del líder. Entre las numerosas listas de competencias de liderazgo abundan
virtudes, esto es hábitos operativos moralmente buenos. Otras competencias, sin ser propiamente
virtudes, su ejercicio requiere virtudes. Considerando ambas modalidades encontramos virtudes
como integridad, honestidad, capacidad de servir, preocupación y cuidado de las personas,
comprensión, tolerancia, sensatez, justicia sobre todo, en otorgar reconocimientos y
recompensas , veracidad en las comunicaciones, respeto, trato amable, coraje, resistencia ante
las dificultades, etc.
6
C. ANDERSON, "Values-Based Management." Academy of Management Executive 11(4) (1997) 25-46.
7
P. CARDONA – N. CHINCHILLA, ‘Evaluación y desarrollo de competencias directivas’, Harvard-Deusto
Business Review, n. 89 (1999).
8
P. CARDONA – P. GARCÍA-LOMBARDÍA, Cómo desarrollar competencias de liderazgo. Pamplona: Eunsa,
2005.
-12-
Por ser las virtudes algo directamente relacionado con la ética, aunque el foco se ponga
en las competencias, no cabe duda que cuando las empresas se preocupan de fomentar
competencias que implican virtudes, están favoreciendo la introducción de comportamientos
éticos en la empresa.
Muchas responsabilidades sociales son ya exigidas por las leyes, que incluyen
responsabilidades en materias laborales, de consumo y medioambientales. Pero más allá de lo
exigido por las leyes, muchas empresas desarrollan actividades de responsabilidad social, sobre
todo las de mayor tamaño, pero también algunas de tamaño pequeño y mediano. Abarcan, entre
otros aspectos, cuestiones relativas a la integridad en el trato, condiciones de trabajo, calidad y
seguridad en los productos y consumismo, conciliación de trabajo y familia, contribución al
desarrollo de a comunidad donde opera la empresa, derechos humanos, que se extiende no sólo a
los empleados propios, sino también a largo de la cadena de valor, exigiendo responsabilidad a
proveedores y cuando es posible incluso a los proveedores de los proveedores; medioambiente y
actuaciones filantropía más o menos relacionadas con la actividad de la empresa.
9
GARRIGA, E. y D. MELÉ, ‘Corporate Social Responsibility Theories: Mapping the Territory’, Journal of
Business Ethics, 53 (2004), 51-71.
10
Cfr. WORLD ECONOMIC FORUM, http://www.weforum.org/en/initiatives/corporatecitizenship/index.htm
Acceso: 3 de agosto de 2005.
-13-
Estos principios, con frecuencia de corte racionalista y de carácter formal (sin contenidos
específicos), están orientados a las relaciones interpersonales o intergrupales. Tal es el caso del
primer imperativo categórico kantianos, que exige actuar de tal modo que pueda tal forma de
conducta pueda erigirse en norma universal. Estos principios se utilizan de base para formular
deberes (prohibición de mentir, obligación de mantener la palabra dada, cumplimiento de los
contratos, etc.), que, a su vez, se utilizarán para la redacción de códigos de conducta.
Las personas y los grupos sociales asumen valores porque entienden que es conveniente
actuar de acuerdo con ellos. Aunque existen diversos tipos de valores (económicos, estéticos,
-15-
éticos, etc.), los valores éticos se presentan como finalistas frente a otros valores que tendrían un
carácter más instrumentales. Así, por ejemplo, es un valor ético el reconocimiento de la dignidad
del trabajador y los derechos que tiene como persona. Esto último, es un valor ético que al ser
incorporado a la empresa, tendrá como consecuencia, por ejemplo, invertir lo necesario para la
debida protección de la salud y la seguridad de los trabajadores, aunque suponga un aumento en
el coste de la producción.
11
R. SOLOMON, Ethics and Excellence: Cooperation and Integrity in Business. New York: Oxford University
Press, 1992 y A better way to think about business: how personal integrity leads to corporate success. New York:
Oxford University Press, 1999.
12
C. LLANOS, Dilemas éticos de la empresa contemporánea. México: Fondo de Cultura Económica, 1997.
-16-
modo, no se relacionan las virtudes con los bienes humanos ni se señala que hay virtudes
humanas, que son las virtudes propias del hombre, en cuanto hombre.
Este planteamiento y también los anteriores surgen en competición entre ellos, lo cual
introduce una dificultad adicional para desarrollar la ética empresarial. Cada uno de las
planteamientos señalados tiene algo que atrae. Pero, en realidad, cada una de estas propuestas
sugieren una visión fragmentaria de la ética, que no deja de ser problemática.
Europa de la Ilustración, a partir de los siglos XVII y XVIII, y con antecedentes en el siglo
XIV13.
Aristóteles, y de un modo más elaborado Tomás de Aquino, presentaron una visión
unitaria de la ética que integraba armónicamente principios, con sus normas derivadas, virtudes y
bienes humanos (relacionados con lo que hoy llamamos ‘valores éticos’). También la
preocupación y el cuidado por los demás, y la atención a las situaciones singulares, estaban
incluidas en el edificio pre-moderno. McIntyre, ha expresado este problema mediante una
atrevida comparación. Este filósofo, sugiere imaginar que por una extraña catástrofe se ha
perdido toda la ciencia natural, pero se encuentran fragmentos: experiencias de laboratorio,
algunos datos empíricos, conceptos. Entonces, las personas que encuentran estos fragmentos
quieren reelaborar la ciencia natural, pero contando sólo con el fragmento que poseen. El
resultado es sencillamente un desarrollo de fragmentos, no una reconstrucción.
Algo parecido ocurrió con la filosofía moral al derrumbarse el edificio que integraba
principios, bienes y virtudes. La modernidad centrada en la razón propuso principios universales
racionales, aunque a veces discrepantes entre sí (tal es el caso del formalismo kantiano y del
utilitarismo de J. Stuart Mill), dejando de lado las virtudes. La Postmodernidad del siglo XIX y
XX puso el acento en la importancia de los sentimientos hacia los demás; rechazando los
principios universales mientras se ponía todo el énfasis en las situaciones concretas. A finales
del siglo XX, como se ha dicho, ha habido un re-descubierto del papel de las virtudes con una
cierta vuelta a Aristóteles.
13
S. PINCKAERS, Las fuentes de la moral cristiana: su método, su contenido, su historia. Traducción de J. J.
García Norro. Pamplona: Eunsa, 1988.
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filosóficos que, en general, son muy diferentes. Frente a estas visiones, existe la alternativa de
entender la ética de un modo unitario, con un ‘pensamiento fuerte’ que incluya principios,
valores objetivos y virtudes consistentes entre sí. Una visión que armonice el carácter universal
de los principios éticos con la singularidad de cada situación, a través de juicios morales que
ponderen las circunstancias de cada caso. A juicio, este es el modo correcto de enfocar la ética
empresarial.
Esta visión unitaria de la ética se puede alanzar a partir de los grandes planteamientos
pre-modernos, re-pensados en términos actuales, y considerando la realidad de la empresa
contemporánea. En esta perspectiva, de la que participa la visión cristiana en su inteligencia
racional, la ética tiene como objeto orientar a la ‘vida lograda’, esto es a ‘la excelencia humana’.
En otras palabras, lo propio de la ética es la ordenación racional de los actos voluntarios hacia la
excelencia humana. El deber moral es sólo un aspecto derivado de la excelencia humana,
mientras que valores y virtudes son parte de esa excelencia. Aunque inicialmente cada uno tiene
sus propios valores, más pronto o más tarde surge la cuestión de si aquello que se acepta es
realmente un valor ético, o no lo es. Dicho de otro modo, uno se pregunta si aquello que se
valora es realmente conveniente para mejorar como persona, o no. Surge entonces una tensión
entre valores percibidos y unos valores éticos objetivos, relacionados con la excelencia humana,
que se presentan como una guía superior.
Por otra parte, la visión unitaria de la ética de la que venimos hablando permite superar
la disyuntiva entre ‘ética pública’ –en la cual estaría comprendida la ética empresarial- y ‘ética
privada’ como dos ámbitos independientes14, que puede conducir a una ‘doble moral’, de modo
14
A. CORTINA, Ética de la empresa. Claves para una nueva cultura empresarial. Madrid: Trotta, 1994.
-19-
que pueda existir una ética empresarial en oposición de lo que requeriría una ética personal
(p.e., mentir en la empresa, pero no en las relaciones personales externas a la empresa). La ética
empresarial, aun siendo expresión de una única ética, tiene, sin embargo, un ámbito peculiar.
La responsabilidad personal en la empresa depende del grado de libertad que tenga cada
consejero, directivo o empleado en tomar decisiones relativas a la actividad de la empresa. En la
empresa existen personas responsables de promover, en diverso grado, las actividades de la
empresa. Lo hacen mediante la formulación e implantación de estrategias, políticas, sistemas de
dirección y otras prácticas. La libertad relativa en tomar decisiones empresariales determinará la
responsabilidad de cada uno en las acciones propias de la ética empresarial.
Al hablar del ‘bien común de la empresa’ nos referimos a todo aquello que es bueno para
todos aunque cada uno tenga motivos o razones diversas para actuar. El concepto de bien
común de la empresa es muy amplio y no puede encerrarse en un listado. Sin embargo, es
importante considerarlo para orientar éticamente la empresa.
Los contenidos del bien común de la empresa pueden ser descubiertos fácilmente por
cualquier persona sensata y con conocimiento razonable de la empresa. Es bien común de la
empresa, por ejemplo, que ésta cuente productos vendibles, que pueda mantenerse competitiva
cara al futuro, que exista una cultura favorable a la cooperación, un liderazgo capaz de aglutinar y
motivar voluntades, un ambiente respetuoso con las personas y sus derechos, dónde la gente
trabaje a gusto y pueda desarrollarse, que existan sistemas de gestión que propicien la eficacia y
la eficiencia en la producción sin menoscabo de las personas, etc.
La empresa contribuye también al bien común, más amplio, de la sociedad en la que está
inmersa. Lo hace de diversos modos, entre ellos, haciendo accesibles productos de utilidad
humana y vendiéndolos con justicia, creando y distribuyendo riqueza, proporcionando trabajo
digno y justamente remunerado y organizando el trabajo de modo que la dignidad de las
personas sea respetada en el entero proceso de producción y distribución, y cada persona pueda
desarrollarse en el ámbito profesional y humano a través del trabajo; produciendo de un modo
sostenible, sin deterioro del medioambiente y atendiendo otros legítimos intereses de los
diversos grupos de personas implicados en la actividad empresarial (stakeholders), como
empleados, accionistas, consumidores, proveedores, etc. Al favorecer el bien común de la
sociedad, la empresa favorece su propio bien común, ya que todos estos efectos repercuten en la
empresa por su interdependencia con la sociedad y especialmente con los grupos implicados en
la empresa.
como cosas extrañas, sino como propias”15 Sin embargo, eso no excluye que un comportamiento
ético y responsable en la empresa tenga resultados favorables también en el ámbito económico.
Una empresa con calidad ética y consciente de sus responsabilidades sociales adquiere
reputación, que es un activo crecientemente valorado. Al mismo tiempo, se evita riesgos
derivados de descréditos, denuncias, juicios y sanciones. El reclutamiento y retención de
personas valiosas y su motivación para trabajar en una empresa está también relacionado con el
hecho de que la empresa goce de prestigio moral.
Los beneficios son necesarios a la empresa, como el respirar para vivir. Pero la empresa
es más que los beneficios, como vivir es más que respirar. La empresa ha de hacer beneficios
sirviendo adecuadamente a la sociedad, incluyendo a las personas que trabajan en la empresa.
En otras palabras, la eficacia empresarial ha de armonizarse con las exigencias éticas, sin
sacrificar estas últimas a lo primero. En la práctica tal armonía exige imaginación, competencia
y esfuerzo. Pero es un reto necesario. Como señala el Compendio de Doctrina Social de la
Iglesia, “es indispensable que, dentro de la empresa, la legítima búsqueda del beneficio se
armonice con la irrenunciable tutela de la dignidad de las personas que a título diversos trabajan
en la misma. Estos dos exigencia –añade– no se oponen en absoluto, ya que, por una parte, no
sería realista pensar que el futuro de la empresa esté asegurado sin la producción de bienes y
15
S. TOMAS DE AQUINO, Summa Theologiae, II-II, q. 107, a.1 ad 2.
-22-
servicios y sin conseguir beneficios que sean el fruto de la actividad económica realizada; por
otra parte, permitiendo el crecimiento de la persona que trabaja, se favorece una mayor
productividad y eficacia del trabajo mismo.”16
A modo de conclusión
En una ocasión, el gran Papa Juan Pablo II, señalaba que “cada vez con mayor frecuencia
nos encontramos frente a hechos y fenómenos sociales en que la economía afirma su
racionalidad sin ninguna referencia a la ética”17. La superación de esta separación entre
racionalidad economía y racionalidad ética es lo que se propone la ética empresarial. En la
concepción más profunda de la ética empresarial está la certeza, tantas veces enunciada en la
doctrina social de la Iglesia de que economía y técnica no tienen sentido si no son referidas al
hombre a quien deben servir. De aquí que “la ley fundamental de toda actividad económica es el
servicio del hombre, de todos los hombres y de todo el hombre, en su plena integridad material,
moral, espiritual y religiosa.”18 La ética empresarial no es competente, por sí sola para
determinar planes de acción empresarial, pero supone una orientación imprescindible para
orientar la empresa hacia el bien común y, en definitiva, para el servicio del hombre.
Al presentar qué están haciendo las empresas para incorporar ética empresarial y
responsabilidades sociales en su gestión hemos señalado avances y limitaciones. También hay
avances y limitaciones en los desarrollos teóricos que hemos tratado de esbozar. El camino está
abierto pero es necesario aún mucho trabajo para superar la fragmentación de planteamientos
actuales y, sobre todo, para entender, de un modo efectivo, la necesidad de una ética unitaria,
basada en la excelencia humana por el servicio a los demás, que impregne toda la actividad de al
empresa, desde las decisiones que allí se toman, ya sean estratégicas, tácticas u operativas, a la
generación de estructuras, sistemas y culturas mediante un liderazgo basado en el servicio.
16
PONTIFICIO CONSEJO ‘JUSTCIA Y PAZ’, Compendio de la Doctrina Social de la Iglesia, Librería Editrice
Vaticana, Ciudad del Vaticano, 2005, n. 340.
17
JUAN PABLO II, Discurso a empresarios del sur de Italia, 11 de noviembre de 1990, n. 6. En D. MELÉ,
Economía y empresa al servicio del hombre. Mensajes de Juan Pablo II a los empresarios y directivos económicos.
Pamplona: Eunsa, 1992, p. 341.
18
JUAN PABLO II, Discurso a empresarios argentinos, 11 de abril de 1987, n. 6. En D. MELÉ, Economía y
empresa al servicio del hombre, o.c., p. 230