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BI OGRAF IA

DEL CIUDADANO

MELCHOR OCAMPO
CUARTA KDI6I0H

M E X IC O
IMp«» U T . Y ENCÜADKRIf ACION DB I , PAR.
(»'!<•< de B . cura núin í.

ias«.
A LOS JOVENES ALUMNOS

DEL COLEGIO

PE 3AH N1CPEAS PE HIPAEPP


INTRODUCCION.

El deseo de contribuir con una ofrenda de


gratitud á la memoria del Sr. Ocampo, en el
aniversario de su muerte, que el 3 de Junio
de este año se celebró en el Colegio civil,
me hizo escribir á toda prisa un bosquejo
biográfico del filósofo michoacano.
Mucho tiempo hacia que deseaba consa­
grarme á este trabajo, á fin de que fuera co­
nocida de todos, una vida tan facunda para
la historia del país, como tan tierna y bien
hechora para la juventud.
Después de publicado el Bosquejo, que no
faé mas que un ensayo de este irab ijo, r»-u»
ni mayores datos, consulté documentos ofi»
cíales; estudié la hi-t iria do nu-stra- ú lti­
mas revoluciones, en el p nsami-nt >po'ítico
de las cuales tuvo el Sr. Ocampo un p u rti-
cipio tan directo y una iniciativa tan eficaz,
y finalmente, me oproveché de muchas no­
ticias que me fueron ministradas por los am i­
gos íntimos del filósofo. Así es que, aunque
imperfecto en cuanto á la forma el estudio
que hoy publico, puede considerarse comple­
to y exacto en lo que ve á la narración de los
hechos.
He dedicado mi trabajo á los jóvenes
alumnos del colegio civil, porque ellos son el
porvenir de Michoacan; porque Ocampo, vi­
viendo, los llamó sus hijos y porque para
ellos fué el úliimo pensaminto del m ártir, al
pasar de esta vida al cielo de la inmortali­
dad.
¡Ojalá y sepan corresponder con sus afa­
nes y con su patriotismo á esa espresion de
un noble y santo efecto!

Morelia, Diciembre 12 de 1875.

Eduardo R uiz,
La historia de ios hombres filántropos es
siempre sencilla y apacible. Le faltan las pe­
ripecias, las agitaciones, las aventuras que
hacen interesante la de los que se han dis­
tinguido por las armas, por las esploraciones
audaces ó por empresas arriesgadas.
La vida del guerrero es el curso del to­
rrente que desempeña de los montes, desga­
jando árboles y arrollando los obstáculos que
se presentan á su paso ; en tanto que la exis­
tencia del sabio es la mansa corriente de un
arroyo que vá tranquila, fecundando la tie ­
rra y hnciendo brotar flores por donde la
vista solo contemplaba un desierto árido y
triste.
10 MELCHOR OCAMPO.

A veces sin embargo, el hombre que pot


su ciencia se consagra á servir á la hum ani­
dad, aunque estrañoá los horrores de la gue­
rra, suele ser victima de las pasiones políti­
cas, solo porque proclama sus ideas á la som­
bra de una bandera bienhechora: á su lado
rujo la tempestad de la envidia que, impo­
tente pura producir el bien, es por desgracia
harto podero a para sembrar la muerte con
su hálito de destrucción.
Sócrates, Tomás Morus y tantos otros in­
signes li ósi.f is que no tenían inas delito que
soñar en la felicidad del inundo, cuando el
mundo ni la c on prendía, ni hubiera queri*
do ac-ptarla, son el ejemplo de esta triste
Verdad,
México, nación jóven, nación llenada su-
frim ient >s y v ictim a de los vaivenes políti­
cos en los primeros años de su existencia co­
mo cuerpo social independiente, nos ofrece
en la vida de Ocampo, una prueba más de
que el espíritu de partido, insaciable como el
dios fatal del paganismo, d ev o ra sus propios
h ’j ■s en una hora de criminal despecho y de
funesta importancia,
BIBLIOTECA » B “ LA P A TBIA ” 11

í Quiénes fueron los padres da Ocampo ?


Una discreción respetuosa, un acatamiento
al silencio que sobre este particular se im ­
puso siempre el m ártir de Tepeji del Rio,
nos ved» decirlo. Baste solo saber que m na­
cimiento fué el fruto de amores, ya que no
legítimos, sí limpios de todo crimen. Su nom­
bre debe estar registrado en una de les pa­
rroquias de la capital de la república, allá
por el año de 1815. Su apellido, q.ie no fué
para él la herencia de nadie, es hoy uoa de
las glorias naciunales, un timbre de esa no­
bleza que lega un hombre ilustie á la histo­
ria de su país.
Fué su madrina de bautismo la señora
doña Francisca Tapia, dueña de la hacienda
de Pateo en los alrededores del pintoresco
pueblo de Maravatío. Aquella mujer, de una
alma ardiente y generosa, dedicó toda su vi­
da á la educación del jóven Ocampo. Niño,
le llevó á su lado; y allí, on la* márgenes del
fecundo Lernas, en aquellas poéticas colinas,
en donde una Céres exuberante premia ca­
da año los tralwjos del labrador. Ocampo
im prim ióá «u alma el sello de un amor sin
límir.iR por la ciencia agrícola, que foé d u ­
rante su vida su única pasión favorita, el
ía MELCHOR OOAMP O

elemento más poderoso que tuvo •• para ha­


cer d sus semejantes todo el bien posi­
ble. ii
En los primeros años de su permanencia
en Pateo, aquel niño grave y meditabundo,
se divertía jugando & los jardines, d las
siembras, á las tomas de agua, á las n iv e ­
laciones de terrenos. Los peones le miraban
con respeto, y su madrina entreveía para el
un porvenir lleno de calma y bienestar, co­
mo es la vida que corre en el campo, agena
á los trastornos políticos, dulce y dichoso
estado que hizo decir á F ray Luis de León:

" ¡ Qué descansada vida


La del que huye el mundanal ruido,
Y sigue la escondida
Senda por donde han ido
Los pocos sabios que en el mundo han sido!„
¡Ay! aquella tierna madre no sabia que

la muerte, guiada por la mano de un asesino,


vendría á arrancar un dia á su hijo adopti­
vo de aquellas fértiles praderas, de aquel
sonoro rio, de aquel tranquilo lago.de aquel
espeso y misterioso bosque, para conducirlo
fríamente a1 cadalso.
BIBLIOTECA DE “LA PATRIA” 13

El niño Ocampo marchó á México, y allí


hajo el cuidado y vigilancia de su tutor el
licenciado don Ignacio A las,entróála escue­
la; era este un buen establecimiento, situa­
do en la calle de la Aduana vieja, bajo la di­
rección de un respetable é instiuido maes­
tro.
Por esos dias, la nación habia recobrado
su independencia, y en todas partes sfe res­
piraba el deseado ambiente de la libertad.
Una vida social, preñada de esperanzas, co­
menzaba para el país; y aunque imperfec­
tos, los principios del alma democracia, satu ­
raban las conversaciones particulares, las
lecciones de la escuela y los estudios del co­
legio. El pulpito mismo hacia resonar las
bóvedas del templo con los himnos de la vic­
toria do un pueblo. Hé aquí las impresiones
primeras del corazón de aquel niño. Desde
entonces su existencia estuvo siempre con­
sagrada á si patria, desde entónces guardó
inextinguible en el pecho el fuego de un
santo patriotismo.
El seminario conciliar de Morelia era en
aquel tiempo el mejor plantel de instrucción
do toda la república. Habia entónces en es­
ta ciudad un clero instruido, laborioso, libe­
14 MELCHOR OCAMPO.

ral, que llenaba con su prestigio las aulas


del colegio. Afluía de todas partes la juven­
tud mexicana que escuchaba de los lábios de
los tnaestros los principios republicanos,que
constituían el credo político de la época, épo­
ca como se ha dicho, llena de esperanzas, no
manchada todavía con loa mezquinos intere­
ses que más tarde se desataron como un hu­
racán sobre la desgraciada patria Nada en­
traño es en consecuencia que de este insti­
tuto clerical hayan salido grandes notabili­
dades del partido demócrata á desempeñar
altas puestos en la Federación y en los Es­
tados.
Hemos entrado en estos pormenores, por­
que influyen también en la vida de nuestro
Ocampo que habiendo regresado de México
después de concluir sus estudios en la recue­
la, hizo en el Seminario de esta ciud-.d una
brillante carrera, ocupando siempre los p ri­
meros lugares, respetado siempre de sus com •
pañeros y considerado por los superiores de
la casa.—Sllencio-o J meditabundo por n a­
turaleza, se mantenía p -r encima de las bur
las del colegial, pero cuando á'guien quería
molestarlo, disparaba sobre él una sátira te ­
rrible, Á la vez que tíni-ima, consiguiendo el
BIBLIOTECA DK ‘ LA PA TR IA ” 15

doble objeto de alejar al importuno y de no


captarse un enemigo. Conocemos no-otros
algunos da sus agudos d ía te <; pero lo- ca-
llame-, porque viven todavía las personas
contra quienes fueron dirigidos.
Sin embargo tli-1 esplendor del Seminario
y de su bien adquirida fama, la ambición
dol saber no tenia en aquel tiempo más ho­
rizontes que la profesión dol abogado ó el
esta lo eclesiástico. El srfl »r Ocampo siguió
el estudio de las leyeea hasta obtener el tí­
tulo de bachiller en derecho- Entónces vol­
vió á México para hac-r la práctica en el bu­
fete de un abogado distinguido.
No pasaremos adelante sin contar un de­
talle ile «ti carácter que influyó decisivameii»
te en el porvenir de su carrera.
La Señora Tapia habia muerto, nom brán­
dole su hereilero unii. trs il j h .ciendnel i-spe-
cial encargo de que se cm tm ua-e ba ta su
conclusión un negocio judicial á que e«tub¿
afecta la hacienda de Patio. El pleito se se
guia contra UII coheredero de la testadora:
8a huiluba en estado d e -ente>>Cta y era ine.t n»
cusoquo se obtendría uo éxito favorable pa­
ra ei «eñor Ocurrí} o . Cuando es»e vino de
México, «o iuformó de los derechos de su
16 MELCHOR OCAMPO.

contrario y persuadido de que, cualesquiera


que hubiesen sido los errores en la tramita*
cion del juicio, en el fondo la justicia no es­
taba de su lado, contra la opinión y los deseos
del abogado de la testamentaría, el señor
Ocampo transijió el negocio y reconoció en
su finca á favor del reciamente un capital de
veintisiete mil pesos.
El señor Ocampo no quiso concluir ya la
carrera de abogado y se entregó con decidido
empeño á los estudios de botánica, química,
astronomía, idiomas y agricultura para los
cuales tenia una predilección llena de entu­
siasmo y de constancia. Entonces fuó cuando
adquirió los sólidos conocimientos en esas
ciencias, que le grungearon en el país y en
el extranjero su reputación de sabio natura-
lista.
Así iba corriendo tranquila en México la
vida del señor Ocampo, agena á los embates
de la política, no porque los destinos de su
país le fuesen indiferentes, sino porque, es-
traño á la administración y enemigo del de*
rramamiento de sangre, en aquellos tiempos
en que los campos de batalla eran los que de­
cidían no solo de la suerte del país, sino de
la marcha de los gobiernos; querían abrir
BIBLIOTECA DE “ L a P A T R IA ” 17

nuevos senderos á los que trabajaban por la


íelicidad de México, por medio da estudios
útil-s que, dando á conocer los productos na­
turales con que Dios dotó á esta tierra pri­
vilegiada sirviesen para la explotación de las
riquezas y para el bienestar de los mexica­
nos.
Era la época en que se dieron á conocer
lo <primeros síntomas de separucion del im ­
portante territorio de Tejas, cuya pérdida
para México no se debe mas que ó la intole­
rancia religiosa y á la política esclusivista
dr-l partido conservador. No faltaban entón-
ces patriotas llenos de valor y de fé, que pro
vocando la zana iel hombre funesto, por cui
ya causa tantas d esmeinbraciones ha sufrido
nuestro antes riquísimo y estenso territorio
levantaran la voz en favor de los colones de
Téj is, mas bien dicho, en favor de los inte­
reses nacionales—Uno de ellos fué el señor
Martínez Caro que reveló á la nación mexi­
cana la oscura p lític a de don Antonio Ló­
pez de Santa-A nna y sus vergonzosos pro-
cedimi» utos en la acción de San Jacinto. Su
folleto provocó la cólera del partido entón­
eos dominante y la muerte del folletista fué
decrétala. Una muerte misteriosa y traído-
13 MELCHOR OCAMPO.

ra, según la práctica de los hombres promi­


nentes de e*e partido.
Una noche se verificaba una tertulia de
familia en la casa del licenciado Álas.Ocain-
po, que habia asistido á la reuüion, sulió á
desempeñar un encargo de la esposa de su
antiguo tutor. En vano se esperó su regreso
durante toda la noche, en vano se le bu.-có
en su casa al dia siguiente: Ocampo había
desaparecido y fueron inútiles las infatiga­
bles pesquisas que se hicieron para averi­
guar su paradero, hasta que un dia un ami­
go suyo, el señor licenciado Luis Cuuto (á
quien debemos la mayor parte de estos apun­
tes). recibió un papel súcio y aja lo, en el
que don Melchor le avisaba, que al salir de
la casa del licenciado Alas había sido asalta­
do por unos hombres desconocidos, había re­
cibido dos heridas en el costada izquierdo y
se le conducía por caminos extraviados, ig
norando el destino de este viaje miste­
rioso.
Vamos ahora á decir lo que habia pasado.
Martínez Oaro, el autor del folleto c <ntra
Santa-A nna tenia un completo parecido c >n
el Reñor Ocampo, y los asesinos oficiosos ú
Oficiales, al herir á éste último, creyeron he-
BIBLIOTECA D S “ LA P A TBIA ” 19

iir á la víctima designada. Cuando hubio-


ron conocido su engaño dieron aviso, y en-
tóncta...........había que ocultar un crimen
inútil. El señor Ocampo fné conducido á Ve-
lacruz, no faltó un nuevo Picaluga que lle­
vase un pasajero, sin consultarlo su volun­
tad, y el navio levó anclas y se perdió en
las llanuras del Atlántico.
Antes de ser embarcado, un amigo suyo
casualmente se encontraba en Veraciuz,
le proporcionó algunos fondos que le fueron
robados al llegar á L’ Havre, en cuyo punto
se le concedió marchar libremente á donde
quisiese. Así entró á Francia, solo, descono*
cido y sin dinero para vivir en aquel dis­
pendioso país.
Ya en el extranjero, el señor Ocampo,
sin proferir una queja contra sus agresores
avisó el punto de su residencia y pidió re­
cursos, que le fueron enviados de su hacien­
da. Entre tanto le llegaban, se ocupó en ha­
cer traducciones, viviendo con la pequeña
suma que estas le producían.
Este viaje imprevisto le sirvió para pro­
fundizar sus estudios en las ciencias natura­
les y para relacionarse con algunos sabios
eminentes, que siempre le distinguieron con
20 MELCHOR OCAMPO.

su amistad y que más tarde le propusieron


é hicieron aceptar como miembro de algu­
nas sociedades filantrópicas ó científicas.
Estuvo en París, visitó la Italia, admiró
los portentos de la industria y la actividad
del comercio en Inglaterra y gozó con la in ­
gente fecundidad de las tierras africanas.
Siempre estudiando en el gran libro de la
naturaleza, de dia en dia atesoraba la<t ri­
quezas de la ciencia, estudiaba los instru­
mentos agrícolas de Europa y veia las inte­
ligentes prácticas de las labores del campo.
Cuando volvió ásu país, se habia contraí­
do fuertes créditos por compra de libros y
de útiles de labranza. Poc<>, y siendo muy
niño, habia permanecido el señor Ocampo en
su hacienda de Pateo, de tundo que en rea­
lidad no era conorído ni de los dependientes
de la finca ni de los vecinos que habitaban
en los alrededores.
Se le aguarda! a más 1ien con curiosidad
por conocer al viajero que por ver al nuevo
propietario.
Tan ratos eran en aquel tiempo los viajes
á Europa, que esta sola circunstancia basta­
ba para que precediese á la llegada de Ocam­
po el prestigio de un inteiés, hasta cierto
BIBLIOTECA DE “ LA PA TR IA ” 21

pnnto romancesco. Se sabia que era un agri­


cultor consumado y que venia 4 implantar
nuevas prácticas en el sistema rural.
La rutina, siempre incrédula y e n v id io ­
sa, hizo de esto m a te ria para hurlas, que se
acopien, sin embargo, con alguna reserva
por los hom bres in stru id o s de la comarca.
A-í las cosus, una mañana se txtendió la
noticia de que el nuevo p; opietario de Pateo
estaba ya en sus dominios. Todos espiaron
Una op' rlnnidad para hablarle, y todos le
baldaron y todos le respetaron y le quisie
to n coi dial mente.
A los dio ños de lincas circunvecinas les
reft-ria lo- progresos i | j la agricultura, les
d.alt-i reglas pata obten, r dobladas las C0S6-
c h i - y les demostraba su si-toma con una
Convincente senc'llez; á lo- pi ones les esti­
m o alia Con el ejem plo, les tra ta b a CO11I0 Un
pailro c a riñ so á -us hij r ; á los pobres que
acudían a él, llevados por la f una de sus bon­
dad los acogía con tal cariño y les despe­
dí., con tinta generosidad, que pronto el
notol.r lie Oeampo <■ra bendecido en muchas
legti - rt la r do da.
Era un do. i|e t i -t.a para él. aquel en que
se vem tudt a lo de niños que le preguntaban.
22 MELCHOR OCAMPO.

cómo eran los paires que habia visitado, si


había luna y estrellas en aquel cielo y qué fio
res se recogían en aquellas tierras.
Ocampo se aprovechaba de ese hermoso
candor infantil, y su plática, llevada al al­
cance de sus pequeños interlocutores, se con­
vertía en insinuantes lecciones de geografía,
de astronomía y de botánic', que aquellos
tiernos séres aprendían corr o la cosa más na­
tural de! mundo, sin apercibirse de ello.
El elegante literato Jesús Echaiz cuenta
que una vez, siendo muy niño, fud á llevar
un recado do su ilustre padre D. Mateo pa
ra el Sr. Ocauipo. Habiendo penetrado al
estudio con otro joven de su edad, se olvidó
de su encargo, divagado á la vista de aves,
perfectamente disecadas y de libreros cu aja­
dos de vóluinenes que llamaban la atención
por su abundancia y por el lujo de sus pas-
tás. Uno de esos volúmenes sobre todo lla­
mó la atención del niño. Era un gran libro
de cortes dorados y Echaiz extendió invo­
luntariamente la manoháciael precioso ejem­
plar.
— 0*<aí votre ofjaire, lo dijo el Sr. Ocam.
po, es lo que ustedes necesitan, con tse libro
van á divertirse mucho. Y sacándolo del
BIBLIOTECA DE “ L A PA TRIA’ 23

estante lo sacudió con un plumero encarna­


do y lo arregló en un atril sobre ena mesa
de madera tina.11
Los niños comenzaron á ver flores tan
perfectamente pintadas, que las creian n a ­
turales y no daban crédito al filosofo que
las decía que no eran más que estampas.
“De improviso—dice Echaiz—ai volver
Una hoja un poco más gruesaquelas demás,
apareció á nuestros ojos un péjaro bellísimo,
balanceándose sobre una rama disponiéndo­
se para cantar.
“ Y desde aquel punto nos lanzamos en
pos de las aves, cada vez más divertido-, has­
ta encontrarnos con el ave del paraíso, cuyo
plumaje de oro nos llenó de admiración,
arrancándonos exclamaciones que atrajeron
al Sr. O campo. No le sentimos llegar y tu ­
vo ocasión de oírnos establee* r con loua for­
malidad, que el paraíso existía realmente y
que algunos viaj-ros habían tilo alia.11
Son tió . 1 filósofo y les dijo:
—En efecto, a la edad de ustedes existe
el puraiso.
24 M ILCHOR OCAMPO.

Bien pronto la reputación de sabio del se­


ñor Ocampo pasó las lindes del Di-trito de
Muravutio y se extendió por todo el Estado.
En las elecciones del año de 1842 -I pueblo
le llamó & ocupar un aliento en el Congreso
general. Antes de marchar á cumplir su en­
cargo, expidió una notable circular á lo»
Ayuntamientos de Miclioae-in, pid:óndoles
que le manifestasen sus principales necesi­
dades y d esenvolviendo un brillante progra­
ma. en el que ofrecía todo su empaño en fa­
vor do la instrucción pública, que desde en-
tó Ce» era su pensamiento do nioante. En
aquella circular se traducían claramente las
tendencias del joven diputa lo d introducir
Ja rt forma en Méxi o por medio de un siste­
ma más ampliamente libar d.
Ese documento llamó sobre manera la
atención pública en el Estado y dio á cono-
biblioteca ua “la patria ” 25

cer lo que el señor Ocatnpo podía valer, r i ­


giendo sus deslinos.
Desde entóneos, el partido puro de Mi-
choacsn no tuvo otro candidato para el go­
bierno.
Su profunda instrucción, la firmeza «lo
sus principios, su conver-ucion in-inu tote y
amena, su trato tiní-iino, le granjearon bien
pronto la amist-ul de cuantos en México fi­
guraban en primer término en tojas las cía-
Bes de la sociedad.
Sin que sus di-cursos brillasen por la
forma literaria, halda en ellos una argumen­
tación tan sólida, una tan clara expo-icion
de los principi s y nna Iónica tan severa y
tan convincente, que el señor Ocmipo con­
quistó Con mucha facilidad Un lu.ar d istin ­
guido entre los oradores de la Camsril.
N o s b . s t a h a b e r citado esa feche m em o­
rable—1842—para que n u e -tro s lectores r e ­
cuerden que el señor Ocatnpo j i r r U a r ó á
Uno de lo. C n g r e so s m á s n o ta b le s en 1« his-
toit i Je n u e-tio jal-.
Convocado >n cumplimiento d-* la cu arta
base de Tacuh-ya, su inision era la d • é ins­
tituir A la nación que en esa vez e-c ioio (,H.
ra que la representasen A los hombres más
28 MELCHOR OCÁMPO.

distinguidos, como Ocatnpo, Otero, Gordos,


de la R isa, Morales, R uuirez don Fernando,
Lafrugua, Cevallos, Baranda y Gómez Pe-
draza.
Los agentes del poder ejecutivo, asusta­
dos de la opinión dominante en el Congreso,
que quería dur uo pa-o más avai.Zido en el
sendero de las instituciones democráticas, co­
mo lo demostraban claramente los discursos
de Ocampo, Lalragua y otros, comenzaron á
ágil r e í paí-, promoviendo manifestaciones
que tenían por objeto qu? lo sc n -litu y e n te s
aceptasen la política del justo medio, y en las
que se les marcaba adoptaran una ley fu n ­
damental que fue e una amalgama de la
Constitución de 1821 y de las bases de Ta-
cu baja.
La marcha parlamentaria de aouel Con­
greso demostró evidentemente al Gobierno
que nada podia d e b .ita r el patriotismo y
energía de los diputados. Sm ita-A nna se re­
tiró á M mga de C avo, como acostumbra­
ba hacerlo siempre qu« trama ba algún gol­
pe de Estado, y su sustitu í) <1 g-neral B ra­
vo disolvió aquel cé ehre Congre-o el dia 19
de Diciembre d-- 1842.—La Cámara so ha­
bía instalado el 10 de Junio de ese afio; el
BIBLIOTECA DE “ LA P A T B IA ” 27

15 de Noviembre comenzó la discusión del


proyecto de la nueva constitución, y el 11 de
Diciembre, veintinueve veciuos del pueblo
de Huexotzingo se pronunciaron, descono-
ciando a! congreso y pidiendo que u n a j u n ­
ta de notables, nombrada por el Ejecutivo
formase la constitución. La guxrnicion de
México secundó este inconcebible plan y el
general Bravo lo ejecutó. Los diputados ul
encontrarse cerradas las puertas del salón de
su< sesiones se reunieron en la plaza de a r ­
mas y a'lí, en medio de un numeroso pueblo,
irotestaron solemnemente contra esta vio-
f encía. La persecución se de-ató contra m u­
chos de los representantes: los señores Ocam­
po, González Uruña y otros varios, volvie­
ron a Michoacan por caminos excusados, en
virtu I d« avi«os s.cretosqua les aconsejaban
estas precauciones,
Tao brillantes dore-', (pleno siempre se
encuentran t >das reunidas en los hombrea
públicos hicieron que lu is tarde—12 de Agos­
to de 1816-el gobierno g-neral le nombrase
gobernador <1,-1 E-tndo de Michoacan.-Ra
cuérd -sa que est-* nombramiento emanó del
gobierno estabb-cido en México, en virtud
del pronunciamiento en la Ciudadela del ge«
80 MELCHOR OCAMPO,

enemigo en las aulas seminaristas ; y cuen-


ta que en aquella época el clero tenia mono*
palizadas las cátedras. La gran cuestión de
la enseñanza laica, era totalmente desco­
nocida entre nosotros; no solo, si álguien se
hubiera atrevido á proponerla, fundándola
en su importancia social y política, hubiera
encontrado una resistencia tal que hubria
hecho inútiles todos sus esfuerzos. Champo
que lo comprendía bien, pero que no vacila­
ba en llevar á cabo esta resolución bienhe­
chora ; sin revelar el objeto de sus miras y
ánt-s bien, como halagando las ideas d,el ele-
r<>, reestableció el extinguido colegio de San
Nicolás Obi-po, á cuya historia están uni­
dos los nombres de F ray Juan de Saa Mi­
guel don Vasco dn Quiroga, do Hi ialgo y
de Morelys: en 17 de Enero de 1847, se
abrieron á la juventud las puertas de ese
instttuto civil, honor y gloria de Micboa-
Can.
Como un tributo á la justicia, debemos
consignar aquí, que en esta empresa le fu©
muy eüeaz la cooperación del entusiastad c-
t >t don Juan Gonzalos U rn ñ a; pero sobre
todo la del distinguido patricio Santos D e­
gollado, quien desde algún tiempo ántes ha-
BIBLIOTECA DX ‘ 'LA P A T R IA ’’ 31

hia concebido llevar á cabo esta obra* im­


portante. El señor Degollado disfrutaba un
elevado empleo en la Hacendoría de la Ca
tedral, que Je grangeó cierta influencia en­
tre los canónigos, influencia que él supo
aprovechar para que se cediesen al gobierno
los capitales de aquel antiguo colegio, el pri­
mitivo en la Nueva España. A-í, la historia
de ese establecimiento c< nsigna en sus pági­
nas nombres ilustres de santos obispos ; da
humildes, pero tiernos y generosos evunge-
lizadores ; de los dos más grandes héroes de
la independencia—Hidalgo y Morolos—y de
los dos más notubles ciinpeones da la gue­
rra de Reforma, Ocampo y Degollado.
32 MELCHOR OCAMPO.

Se ve pues que el Sr. Ocampo consegró


tiv*o su pensamiento á la educación litera­
ria .le I juventud en medio de circunetan
cías tan difíciles para lunación. Cu.de-quie­
ra que fuesen las necesidades de actualid ad
en aqn. Ha época en que lio p elemos decir si
habis más peligros para la patria de parte
del Kjéicito norte-auiericsno ó de parte del
bando c erical qu>. por -alvar una pequeña
parte de eii intereses, provocaba asonadas
y ponia t.« d i clase de trabas al g. bienio de
la naci.oi Oc m poc mprendía que el porve­
nir de li r» públii a no es I tro que abrir á les
j ó v e n e s las puertas del Haber, f u e n t e de pa­
triotismo y secreto donde sa encierran la
fueiza y el valor civiles.
BIBLIOTECA DB **LA P A T B IA ’ 33

Su nombre había alcanzado todo el pres­


tigio quo da el patriotismo desinteresado, y
lo vemos figurar, compitiendo con el de D.
Valentín Gómez Parías en la elección de Vi-
ce-presidente de la República hecha por el
Congreso de la Union, en momentos en que
ese funcionario debía forzosamente entrar á
hacerse cargo de la presidencia, por hallarse
á la cabeza del ejército el general Santa-
Anua, nombrado presidente.
El Sr. Oe?,mpo permaneció en el gobierno
hasta el 29 de Marzo de 1848, en que admi­
tida su renuncia entró á sustituirle el go­
bernador interino C. Santos Degollado. D u­
rante el desempeño de su encargo, al mismo
tiempo que fundaba escuelas y abria cole­
gios, prestó importantes servicios á su pa­
tria en aquella injustificable guerra quo no
reconoce otro origen quo la frase cabalística
y ambiciosa del destino manifiesto, alentó el
patriotismo de los pueblos, envió dinero y
armas para la campaña contra los america­
nos, siendo Michoacan y San Luis Potosí los
dos Estados que se distinguieron por su des­
prendimiento y avivó el espíritu público de
los michoacanos, participándoles con toda
verdad los sucesos desgraciados de la guerra.
34 MELCHOR OCAMPO.

Son notables en este sentido su proclama


después de la batalla de Padierna y su carta
al general Valencia, reprochándole su deso*
bediencia á las órdenes del superior y su de*
sacierto en la dirección de ese infausto he­
cho de armas.

Por algún tiempo y con licencia de la le­


gislatura del Estado, se reunió en Queréta-
ro con el gobierno general, emigrado de Mé­
xico, asistiendo á las dos juntas de goberna­
dores, convocadas por el Sr. Peña y Peña i
fin de tra tar asuntos importantísimos, entre
ellos las bases para los tratados de paz con
la república del Norte que poco después se
celebraron en la ciudad de Guadalupe Hi»
dalgo.
Más tarde, habiendo renunciado el cargo
de Gobernador, volvió á Querétaro á ocupar
su asiento en el Senado, y aunque las Cáma­
ras del Congreso no pudieron reunirse el dia
señalado, el Señor Ocampo ayudó al Gobier­
no con fus sabios consejos que no fueron es­
cuchados del todo, en medio do tantos inte­
reses opuestos y de la confusión de tan di­
versos elementos como habia en torno de a-
quel gobierno,
BIBLIOTECA. DE “ LA P A TR IA ” 35

Ocampo quería, 6 la paz con la dignidad,


ó la guerra indefinida.

Hemos indicado que su permanencia en


Europa le había hecho contraer algunos cré­
ditos que unidos á los veintisiete mil pesos
que reconocía en Pateo á favor de un cohe­
redero de deña Francisca Tapia, importaban
Una suma considerable que el seflor Ocampo
quiso pagar, sin omitir sacrificio alguno.
Con este objeto propuso en venta la referi­
da hacienda, que compró el señor don Clau­
dio Ochoa, habiéndose reservado su antiguo
propietario unu fracción inculta que ss lla­
maba uRincon de Tafollai,. Libre de esos
compromisos, se consagró á formar su nueva
finca rural: tomas de agua, potreros para las
sementeras, bosques, jardín, una modesta, pe­
ro poética casita; hé aquí la Ferney del ti->
lósofo michoHcano. Los viajeros que hacen
el camino entre México y Morelia, nunca
pasan por aquel sitio sin exular un suspiro
á su memoria. Los que por primera ves
transitan por aquel lugar preguntan cuál de
86 MELCHOR OCAMPO.

aquellas haciendas pintorescas se llama Po-


MOCA.
Pomoca, el anagrama de Ocampo, es hoy
el nombre de la humilde alquería.
Á pocos pasos corre un manso arroyuelo,
cuyas márgenes están cubiertas por secula­
res y oscuros sabinos que forman un bosque
misterioso. ¡Cuántas veces el sabio natura­
lista se en tregaba á la sombra de aquellos
ánboles á meditar en el porvenir de su pa­
tria! Quería la regeneración de esta, no por
la fuerza de las armas en combates sangrien- '
tos, sino por medio de la instrucción que es
el bautismo purificador de los pueblos. Que­
ría la prosperidad pública y el bienestar pri­
vado, no por la burocracia, sino por el trabajo
libre, p o r -el sudor del hombre, agua santa
que fecundiza la tierra y hace producir la
riqueza. Cáliz era su corazón, lleno de amor
y por eso le espantaban tanto las guerras
civiles: y desde el fondo de su retiro, envia­
ba A su país, envuelto en los horrores de la
revolución, aquella frase cristiana y sublime
que puede considerarse como el lema de su
vida pública: ,.HABLANDO y NO MATANDO
IS COMO HABREMOS DE ENTENDERNOS...
Pero si sus manos nunca empuñaron el
BIBLIOTECA DE “ L a P A T B IA ” 37

arma fratricida no por eso Ocampo esquiva­


ba el combate. Campeón denodado del p ro ­
greso y de ia libertad de los pueblos, entra­
ba con fé y con valor & la lucha, pero á la lu­
cha de la inteligencia contra las preocupa­
ciones, del derecho contra la tiranía. Su
campo de batalla ora el terreno de una leal
y franca discucion. Sus folletos contra los
abusos del clero y contra el depotismo del
partido conservador eran para sus enemigos
armas terribles que iban á herirles siempre
en el corazón, en tanto que para sus amigos
eran páginas santas del evangelio de la De
mocraci». Sus escritos se leian con avidez en
toda la república y se conservan todavía co­
mo venerandas reliquias.
Concluida la guerra con los americanos,
la nación entró en un momentáneo reposo
que todos creían un síntoma de bienestar y
de paz. Tanto el gobierno de la Union como
los de los Estados se apre-uraron a empren­
der vigorosamente la reorganización políti­
ca y administrativa del país, tan desatendi­
das durante la guerra. El Congreso habia
declarado presidente de la república al ge­
neral don José Joaquín de Herrera, uno de
los hombres públicos más patriotas y probos
33 MELCHOR OCAMPO.

que han honrado la suprema m agistratu­


ra-
El ejército invasor se habia retirado en
virtud del término de la guerra, y los Pode­
res de la nación volvieron á ocupar la capi­
tal. Allí vemos de nuevo figurar al señor
Ocampo entre los miembros más distingui­
dos del senado, en cuya Cámara propaso va­
rios proyectos que tendían á llevar á cabo la
obra de la reorganización.
Fácilmente se comprende que en aque­
llas circunstancias, el ramo de la adm inistra­
ción pública que más necesitaba de un cui­
dado especial, era el de la hacienda. El se­
ñor Ocampo fué llamado á ese ministerio,
en sustitución de don Francisco Elorriaga,
en 1 ? de Marzo de 1850 Se entregó con de­
cidido empeño y con la abnegación que le
era genial á moralizar la recaudación do los
impuestos y á crear, por decirlo así, el órden
y la economía en las oficinas.
Compreudiendo que en el sistema hacen­
darlo, más importa la estricta aplicación de
una ley sencilla qi e la aglomeración de nue­
vos proyectos, en vez de proponer, como era
costumbre de cuantos entraban á encargar­
se de esa secretaría de Estado, un plan nue­
BIBLIOTECA DK ‘ LA P A T R IA ’’ 39

vo de arbitrios, todos sus esfuerzos se diri»


jieron á que el Congreso se ocupase de Ua
iniciativas que le habían sido presentadas
por los anteriores ministros esperando indi­
car en la discusión las reformas que le pare­
cían convenientes ; pero el cuerpo legislati­
vo dedicó sus labores á otros asuntos de me­
nor importancia, y viendo el señor Ocampo
que no eran secundadas sus justas aspira­
ciones, renunció el ministerio y se retiró á
la soledad de su tinca, como lo hacia siempre
que su alma estaba cansada-
40 MELCHOR OCÁMPO.

El año de 1851 vino lleno de agitaciones


á presenciar una de las luchas electorales
más reñidas y de más oscuro éxito que ha­
yan tenido lugar en el país. El partido con­
servador que se había aprestado á la con­
tienda por medio de sus periódicos —en Mé­
xico con el Universal y en Michoacan con
el Sentido C om ún— se presentó insolente y
amias en los comicios, haciendo jugar el pres­
tigio de la religión j el poder d«l tesoro cle­
rical, en favor de sus candidatos. Sin em ­
bargo de todo ese imponente aparato, los li­
berales obtuvieron un espléndido triunfo:
el general A rista ocupó la silla presidencial,
y el decreto de la Legislatura de Michoacan
que declaraba al ciudadano Melchor Ocam­
po gobernador constitucional del Estado, fué
á sorprenderle en su querida Pomoca y á
arranca» le de sus estudios tranquilos y de
las gratas labores de sus siembras.
BIBLIOTECA DE “ t A PA TRIA”

La derrota electoral del partido-retrógra­


do produjo en este tal rabia de despecho ó
impotencia, que desde aquel tiempo se viene
notando el furor con que el clero se ha lan»
zado á combatir á los liberales, ya gastando,
como en la revolución de Jalisco, sus cuan­
tiosos tesoros; ya sosteniendo y casi deifi­
cando á Santa-A nna, el hombre más funes­
to de México; ya haciendo levantar al ejér­
cito contra la nación, como en las revo’ucio-
nes de Puebla y como en la que proclamó el
plan de T acubaya; ya trayendo al extrange-
ro para teñir con la san g re del m exicano los
verdes campos de la patria, como en la inter­
vención francesa, ya como hoy en que ha a r­
mado el brazo del fanatismo, ora con el pu­
ñal del parricida, ora con la tea del incen­
diario.
Así es que tal nombramiento no solo era
la espresion del afecto que el partido liberal
michoacano profesaba á su condidato: signi­
ficaba también los deseos de dar un paso en
la reforma del clero, como una necesidad
que cada dia se venia haciendo más apre­
miante pór los abusos que los clérigos come­
tían en el desempeño de sus deberes y por
el insultante orgullo qvwdesplegaban los al­
42 MELCHOR OCAMPO,

tos miembros de la gerarquía eclesiástica. En


esos dias, el señor Ocampo, no contento con
publicar folletos que ponían de manifiesto
esa conducta reprensible de los ministros de
un Dios que vino al mundo á predicar Ja
humildad y el amor á todos los hombres, ha-
bia'solicitado de la Legislatura la reforma
de los aranceles parroquiales.
La elección del señor Ocampo indicaba,
pue3, el triunfo délas aspiraciones del p ar­
tido liberal.
Aunque el decreto déla declaración esta1
ba fechado en 28 de Febrero de 1852, Ocam-
po no tomó posesión de un encargo, sino
hasta el 14 de Junio siguiente. Recordamos
que su primera visita oficial —él la llamaba
visita de familia —fué al colegio de San N i­
colás de Hidalgo. Pasó revista á aquella ju ­
ventud que él decía 8u ejército, dirijiendo al­
gunas preguntas y algunas frases llenas de
ternura á los estudiantes más niños, á quie­
nes nombraba los cazadores.
Dos meses después, la guerra civil habia
levantado su repugnante bandera en la ca«
pita! de Jalisco y no tardó en vérsela apa­
recer en Micboacan, cargada con las nubes
sombrías de un futuro barrascoso.
BIBLIOTECA DE <(LA P A T B IA ” 43

Llegó el 16 de Setiembre de ese año. Mo«


relia se apresuró á celebrar con espléndidas
fiestas el aniversario de la independencia na­
cional ; y para dar rr>á3 realce al programa,
la ju n ta patriótica nombró orador al ciuda­
dano Melchor Ocampo.
Estábamos ese día confundidos entro I03
alumnos del colegio civil que asistían al ac­
to oficial, vimos levantarse del sillón al in ­
signe patricio, que subió á la tribuna y que­
dó frente á frente del retrato de Hidalgo.
¿Qué simpática relación había entro esas dos
grandes figuras de nuestra historia? No
nos lo explicábamos entonces; pero nos
parecía que las palabras del señor Ocampo
hallaban una acojida protectora en la imagen
del venerable anciano de Dolores.
El discurso del orador causó grande sen­
sación en el Estado. Todavía hoy se citan
sus palabras solemnes, sus frases sentencio­
sas y la energía del estilo. Pintó á grandes
rasgos el cuadro sombrío de la situación, es>
puso los peligros en que se veia envuelto el
porvenir y conjuró al ángel de la unión para
que cobijase con sus alas al gran partido li­
beral. Estaban húmedos los ojos del tribu,
no, y la emoción arrancó lágrimas á los oyen»
44 MELCHOR OCAMPO.

ies que se dispersaron silenciosos, agobia­


dos de la más profunda tristeza. No quere*
mos pasar desapercibido que entre estos se
hizo notar el rector del colegio Seminario,
don Pelagio Antonio de Labastida, á quien
la opinión pública suponia uno de los direc­
tores de la revolución en Michoacan.
Es bien sabido en esta ciudad que habién­
dose denunciado entónces una reunión de
conspiradores, en la que figuraban hombres
notables del partido conservador y del clero,
una noche se presentó Ocampo en medio de
ellos, logrando con su sola presencia descon­
certar sus planes y hacer abortar un motín
que debía tener próximamente bu verificati­
vo en la capital misma del Estado. Aunque
en la junta, que se celebraba en uno de los
conventos de esta ciudad, no halló el gober­
nador una prueba evidente de que en ella
se conspiraba, algunos de los conjurados, te ­
merosos de que m is tarde se averiguase Ja
verdad, salieron á reunirse con los revolucio<
narios, y otros más confiados se quedaron
a q u í; pero de todos modos, Ocampo logró
su objeto, evitar un escándalo en la capital.
Sin embargo, la opinión pública y con ella
datos irrecusables, denunciaban al antiguo
BIBLIOTECA DE “ LA PATRIA* 45

reaccionario, general don José de Ugarte, de


estar fomentando la revolución y prestándo­
le todo el apoyo que le daba su prestigio de
gefe del ejército y de persona caracterizada,
el gobierno ordenó su prisión, y llevada á
cabo , supo el señor Ocampo que la familia
del preso estaba entregada al llanto y sumer­
gida en la más profunda aflicción. No pudo
su alma sensible m irar esta situación con la
indiferencia del juez ni con la sangre fria
del partidario, y aquel conspirador fué pues­
to en libertad, sin condición alguna, acto
que nadie dejará de considerar sino como
una debilidad; pero que prueba cuanta era la
bondad de sentimientos del señor Ocampo.
La revolución de Jalisco, aunque procla­
maba los principios de los liberales no engañó
á estos que no vieron en ella sino los ma­
nejos ocultos del partido clerical, partido
que nunca ha definido netamente su progra­
ma político, que siempre ha querido halagar
>1 pueblo, apellidando las ideas de libertad
y de patria y que avergonzado de sus pro­
pias aspiraciones, busca ocultarlas con el
manto de las ideas republicanas.
Bien comprendieron los demócratas á don­
de se dirijian las tendencias de los que La-
46 MELCHOR Or-AMPO.

hian promovido el motín acaudillado por


Blancarte: contra él protestaron enérgica­
mente el señor Ocampo, Gobernador de Mi-
clioacan y los que lo eran de México, Puebla,
Querétaro, Guanajuato, Veracruz, San Luis,
Oaxaca, Zacatecas, Guerrero y Tamaulipas.
Los pueblos de la república no fueron
indiferentes á ese grito de alarma del patrio­
tismo, y en todas partes, la revolución de
Jalisco causó una profunda indignación.
Pero entre los pueblos de la república,
hay uno de gloriosos antecedentes, inscrito
con letras do oro en la historia de nuestra
independencia, grande por el valor de sus hi­
jos, patriota hasta el fanatismo y que e3 el
orgullo de Michoacan. Podíamos abstener­
nos de escribir su nombre, porque todos sa­
ben que se trata de Zitácuaro.
En esa tierra de héroes, el grito retrógra­
do de Guadalajara produjo una reaedon con­
traria, y en Diciembre del mismo año, los
vecinos de la heróica villa se agruparon en
en la sala municipal y levantaron u n a acta
de pronunciam iento.
Los que dieron hospitalidad á Rayón, los
que dieron dias de gloria á la patria en las
asperezas de aquella serranía y en la majes­
BIBLIOTECA DE *'LA PATRIA” 47

tuosa cumbre del Cóporo y los que dieron


lecciones de arrojo y de temeridad Á las hues­
tes españolas, proclamaron entonces, por pri­
mera vez en México, la tolerancia de cultos,
la abolición de las alcabalas, la secularización
de los bienes eclesiásticos para protejer y fo ­
m entar la industria y la supresión de los
privilegios del clero y del Ejército.
Los habitantes de Zitácuaro sabían bien
que esto plan revolucionario era él credo po­
lítico del ciudadano Melchor Ocampo, y por
eso; el filósofo era llamado en el á ser'él cau­
dillo del movimiento republicano.
Ocampo ántes que partidario, antes que
político, era el hombre de la conciencia seve­
ra y del deber puro y limpio y Be negó á au­
torizar aquel pronunciamiento, que tanto h a ­
lagaba su corazón, pero que tendría que
combatir como gobernante leal y honrado.
Estos mismos sentimientos le impelían á
consagrar toda su atención & la campaña.
Reunía ó toda prisa los elementos con que
contaba Michoacan para combatir á loa re ­
beldes.
Inútiles fueron sus esfuerzos. Los ver­
gonzosos tratados de Arroyo-Zarco y el im ­
político golpe de Estado de Cevallos, intro­
48 MELCHOR OCAMPO.

dujeron el pánico entre los liberales. Los


acontecimientos se precipitaban y la confian­
za habia desaparecido. Hizo Ocampo renun­
cia del gobierno: el 24 de Enero do 1853 le
fué admitida en el mismo decreto en que lá
legislatura le acordaba un voto de gracias
por el buen desempeño de su administración.
Si Ocampo hubiera querido, el pueblo de
Morelia que le amaba y le veneraba como á
un padre, se habria levantado en masa con­
tra la revolución ; pero más que gobernante,
Ocampo era filósofo, y un derramamiento
inútil de la sangre de sus hermano, habrías
sido un remordimiento para su corazón.
Tranquilo y sin afectación ninguna pre­
paró su viaje á la vista de todos, y aceptan­
do los servicios del honrado, cuanto leal ami­
go suyo, don Cayetano Gómez, marchó á la
hacienda de San Bartolo, propiedad de aquel
señor: desde allí escuchó el estrépito lejano
de las armas, siguió la caída desastrosa del
partido liberal y supo que se entronizaba en
lu nación el gobierno m ilitar de S anta-
Anna.
BIBLIOTECA DH “ LA PA T B IA '’ 49

De nuevo los solitarios bosques dePomo-


ca le vieron llevar sus lentos pasos, de la bi­
blioteca al jardín, del jardín á las semente-
ras, de allí á la cabaña, donde alguno de
sus peones se hallaba enfermo, para prodi­
garle sus consuelos, recetándole él mismo y
proporcionando á la familia los medios de
subsistencia que aquel no podía entónces mi­
nistrarle.
Todo un libro se necesitaría para referir
los actos de caridad oportuna que ejercía con
tanta frecuencia, así como su generosa pro­
tección á los jóvenes que emprendían algu­
na carrera literaria, apropósito de lo que po­
dríamos referir interesantes episodios, que
callaremos por no lastimar á algunas perso­
nas que viven hoy colocadas en la sociedad,
si nó de una manera brillante, sí disfrutan­
do de consideraciones que deben su origen á
la munificencia y al desinterés dal filósofo.
No dejaremos, sin embargo, de consignar
algunos hechos que demuestran hasta qué
grado llevaba aquel hombre benéfico la san­
ta acción de su filantropía. Antes, manifes­
taremos que, estando en el gobierno del Es­
tado, fu n jó y reglamentó el hospicio de po­
bres que subsiste todavía, acojiendo á mu*
5
50 MELCHOR OCAMPO.

chos desvalidos, para quienes seria imposi­


ble recurrir á la caridad de los particula­
res.
*

» El señor Ocampo compró un solar en


esta capital para dedicarse al cultivo de las
flores en los ratos que le dejaban libres los
trabajos del gobierno. Sembró plantas es-
quisitas, confiando el cuidado del jardin á
un hombre del pueblo, permitiéndole que
vendiera las flores, sin más restricción que
la de dar á una hija del propietario las que
quisiera para su tocador. Una vez que aque­
lla joven hizo uso de tal derecho, el ingrato
jardinero le manifestó su desagrado en tér­
minos descomedidos. Luego que el señor
Ocampo supo tan desagradable ocurrencia,
quiso vengarse del ofensor de su hija y lo
hizo como acostumbraba. Remitió ¡a escri­
tura pública en la que trasmitía al jardine­
ro la propiedad de la casa y solar á título de
donación perpetua.

11 O tra vez llegó á manos del soñor Ocam­


po un folleto en que lo injuriaba gravemen­
BIBLIOTECA DE “ LA PATRIA” 51

te el médico don José Indelicato. Sus am i­


gos pensaban que el ofendido pediría satis­
facción individual á su calumniador, ó por
lo rnénos que, hecha la denuncia del libro
infamatorio, aguardaria el castigo del escri­
tor insolente. No fue así: hizo que se le die­
ra una fuerte cantidad de dinero, diciendo:
HEste desgraciado me insulta porque tiene
hambre, ii
" Pocos dias después el médico reconoci­
do escribió un artículo en que ponderaba las
virtudes de su benefactor. n
*

U n día se hallaba debajo de unos árboles


á la orilla del camino, cuando llegaba á su
hacienda un atajo suyo que le servia para
trasportar las semillas. U n peón que no le
habia visto, exclamó.
—Con este atajo seria yo feliz.
—Tómalo, es tuyo, contestó Ocamno, y
haz porque se realicen tus deseos, pensando
en tu familia.
*
O tra vez venia caminando de Túxpan
para Pateo en compañía del señor licencia­
52 MELCHOR OCAMPO

do Luis Couto. Les sorprendió una tempes­


tad deshecha. El señor Couto se abrigó con
un capote de hule y Ocampo Be tapó con un
magnifico zarape del Saltillo que acababa de
comprar en ciento cincuenta pesos. Un po­
bre salió al encuentro de los dos viajeros,
pidiendo una limosna. El señor Ocampo
se quitó el zarape y lo ofreció al mendigo
que asombrado le dijo:
—No señor, el zarape hace falta á su
merced.
—Recíbelo. Yo voy á llegar á la hacien­
da y no lo necesito.
—Pero, dirán que me lo he robado se­
ñor.
— Di que yo te lo regaló.
El señor Ocampo sabia en efecto que al
escuchar su nombre, nadie podia dudar de
la verdad del regalo.
El filósofo llegó á su hacienda, entera­
mente mojado, porque no quiso reservarse
ni siquiera la m itad del abrigo,
*

Se cuenta que una tarde venia por el ca­


mino de México, montado en un mal caballo
B IB L IO T E C A DE “ L a P A T R I á ” 53

un viajero que revelaba e«tar sumido en la


miseria. Oíampo que estaba parado en la
puerta de su habitación, conoció por el as­
pecto de aquel hombre que era una persona
de educación distinguida, víctima de loa
azares de la fortuna.
—Caballero, le dijo al pasar, trae usted
un caballo de raza pura que yo desearía po­
seer á cualquier.precio.
El hombre aquel le miró, como quien de»
sea saber si es el objeto de alguna hurla.
—Hablo seriamente, continuó diciendo.
Me llamo Ocampo, y sabe usted que poseo
Conocimientos en todos los ramos do la cien»
cia rural. Si usted gusta, escojerá un caba­
llo de los mios y aceptará algo en dinero
como ribete.
Ya que el viajero se persuadiera de que
efectivamente su caballo era un árabe ó un
andaluz de sangre pura, ya que adivinase
la manera fina con que Ocampo acurlia á
auxiliarlo, aceptó el trato y prosiguió su
marcha.
*

Los que hayan estado en alguna de las


haciendas, en que se cultivan los cereales*
54 MELCHOR OCAMPO.

habrán visto la animada concurrencia y los


alegres trabajos, cuando se hacen las trillas
del trigo.
El señor Ocampo sabia imprimir á estas
épocas del año agrícola todo el carácter de
una fiesta campestre. Ya sabían los peones
que el sudor de su rostro no corría solo para
el amo, sino que m ultitud de familias pobres
participarían de la cosecha. De aquí, la bulli­
ciosa y franca alegría que He notaba en Po-
moca desde la siega hasta el entrojamiento de
las semillas.
Sucedió una ocasión, que en medio del
ruido de las conversaciones que tenian va­
rios grupos de personas que rodeaban la era
de la hacienda, el oido finísimo del señor
Ocampo escuchó un diálogo entre dos ran­
cheros pobres do las inmediaciones. Uno de
ellos hacia tiempo que padecía una enfer­
medad crónica que le habia reducido á Ia
miseria, después do agotar inútilmente para
su curación, unos cortos bienes que poseía. Su
compañero le hablaba de sus males.
—Por qué no vas á México á curarte? le
preguntaba.
— No tengo recursos: he vendido mis va­
cas y mis bueyes; no tengo nada, y la cura-
BIBLIOTECA D E “ LA PATETA”

don, con Ion demas gastos de permanencia


en México, me han dicho que no podrá ba­
ja r de seiscientos ú ochocientos pesos. ¡Ojalá
que los hacendados del valle me ocuparan
en llevar el trigo á la capital: ganaría algo
y aprovecharía la ocasión de consultar á al­
gún’médico.
El señor Ocampo esperó que se retirara
la gente, y al ir á verificarlo también el en­
fermo, le llamó aparte y le dijo que había
escuchado su conversación y que no necesi­
tando por dé pronto el trigo que estaba tri­
llando, podía disponer de él é ir á México á
curarse. El enfermo rehusó, pero al dia si­
guiente vió entrar á su casa unas muías car­
gadas y recibió de parte de Ocampo un re­
cado, suplicándole que aceptace el trigo, co­
mo un auxilio para ateudes a su curación.
El enfermo marchó á la capital de la re­
pública, y volvió algún tiempo después en­
teramente sano. Dedicóse asiduamente al
trabajo, y su protector tuvo el gusto de sa­
ber que habiá prosperado en las labores del
campo y que disfrutaba de un cómodo bien­
estar.
56 MELCHOR OCAMPO.

Se nos ha referido que en el año de 1853


apareció un lobo rabioso en los alrededores
del pueblo de Tungareo de la municipalidad
de Maravatío. Causó grandes estragos entre
los peones de las haciendas inmediatas, has­
ta que los de Apeo lograron darle muerte.
El Ayuntamiento pidió entónces al gobierno
que le proporcionase alguna suma de dinero
para curar á las personas mordidas por el lo­
bo, solicitud que le fué denegada. Entonces,
el señor Ocampo en Pomoca, y Don Mateo
Echaiz en ApeOf recojieron á los heridos y
los estuvieron atendiendo á sus espensas.
Ocampo ensayó en esa vez la eficacia de la
trompetilla, flor silvestre cuyas virtudes
medicinales fueron descubiertas merced á los
estudios y conocimientos del sabio natura­
lista.
BIBLIOTECA B E “ LA PA TRIA” 57

No omitiremos en estos detalles de su vi*


da un hecho sencillo, pero que demuestra
con cuanta solicitud procuraba cumplir sus
deberes de gobernante.
En la primera época de su gobierno, los
vecinos de Puruándiro estaban d:vididos por
Una de esas discordias que tan frecuentes y
tan funestas son por desgracia entre los pue­
blos pequeños. Varias disposiciones se h a­
bían dictado para poner término al conflic­
to, pero todas habian sido inútiles.
El sí.ñor Ocainpo hablaba con su secreta­
rio Don Juan Cevallos y discurrían ambos
los medios de establecer la paz en Puruándi­
ro.
— El único medio es que yo vaya á re~
conciliarios, dijo el señor Ocampo. Cevallos
aceptó la idea y se despidió para retirarse á
su casa. Al dia siguiente, al entrar al despa­
cho, supo que el gobenador habia salido de
la ciudad acompañado de un solo mozo. Lla­
mó violentamente á algunos amigos y par­
58 MELCHOR OCAMPO.

ticipándoles lo que había sucedido les supli­


có fuesen á reunirse con Ocampo y le lleva­
sen una escolta.
Cuando la comitiva llegó á Puruándiro,
hallaron á la población entregada á las as­
piraciones del regocijo y por todas partes se
notaban la animación y la alegría de una
tiesta cordial. La palabra del señor Ocampo
había hecho ese prodigio, y él era aclamado
por todo un pueblo agradecido.
BIBLIOTECA DE “ LA PATRIA’ 59

Así se deslizaba la existercia del filósofo,


mientras que la nación era víctima de la ti­
ranía que desplegó entóncas el dictador.
Aquella vida dulce y tranquila fué interrum ­
pida repentinamente con una órden de des­
tierro que obligaba & Ocainpo á salir dentro
de pocos dias para el extranjero. Otras ór­
denes hacían marchar lejos de sus hogares
á Degollado, González Uruña, García Ana­
ya, Gabino Ortiz y otros patriotas michoa-
canos.
Con Ocarapo desplegó el tirano el lujo de
su ferocidad. Una escolta le llevó primero á
Tulancingo y después le condujo hasta Ve-
racruz. Los horribles calabozos de San Juan
de Ulúa lo abrieron sus puertas, mientras
venia algún buque que le condujera á las
lpayasdelos Estados-Unidos.
60 MELCHOR OCAMPO.

Amargos fueron para el señor Ocampo


los días del destierro. Falto de recursos; se
consagró en la Bahía de San Luis y en la
ciudad de Brownsville al oficio de alfarero,
con cuyos productos pudo atenderá sus gas­
tos. Una de sus hijas, la esposa del señor
Mata, le acompañó durante el tiempo de la
expatriación.
El odio del bando conservador contra
Ocampo no se contentó con verle abatido y
pobre en el destierro. Trató el gobierno usur­
pador de confiscarle su hacienda, y con este
motivo, el señor licenciado Francisco Beni-
tes le escribió á la B ihta de San Luis, pi­
diéndole instrucciones para salvar sus inte­
reses. Ya se ha visto que Ocampono tenis el
menor apega al dinero; así es que contestó
á Benitts una larga carta, hablándole de su
familia, del colegio de San Nicolás, de los re­
cuerdos de la patria, y en unas cuantas lí­
neas se ocupó de sus bienes, diciendo: que
no se preocupaba de ellos, porque había na­
cido desnudo y desnudo bajaria al sepul­
cro.
La gratitud acudió, sin embargo, á lle­
var una ofrenda al desterrado Aquel pobre
labrador que pudo ir á México y curarse de
BIBLIOTECA D S ‘'LA PATRIA*’ «1

sus enfermedades merced á la filantrópica


donación del trigo, regalado por el señor
Ocampo, le envió á B row nsville trescientos
lesos y, conociendo el carácter del ilustre
proscrito, le escribió una carta, suplicándo-
e que aceptase aquella cantidad, como un
préstamo que satisfaría inmediatamente des­
pués de su regreso, ¡ Acción noble que indi­
caba á la vez el deseo de servir á un protec­
tor y de no herir sus sentimientos 1 Aquella
cantidad no era ni la mitad del precio del
fr’g0- y no podía considerarse, en consecuen­
cia, como una retribución.
Entretanto, la bandera de la gloriosa re­
volución de A ju tla so paseaba triunfante
por el territorio de la república: el pueblo
mexicano se había levantado como un solo
hombre contra el gobierno de Santa»Anna.
De nada sirvieron á éste ni el apoye decidi­
do del clero ni el poder de su ejército de se­
senta mil hombres. Aterrorizado ante la
tempestad que se le venia encima, huyó otra
vez á disfrutar en Turbaco los placeres que
podían proporcionarlo los -inmensos tesoros
que habia sacado del país.
En medio de la inmensa alegría con que
el pueblo saludó la bandera triunfante de
62 MELCHOR OCAMPO.

Ayutla, la patria abría contenta sus puertas


á los desterrados. El señor Ocaunpo llegó á
la capital, á donde fueron á felicitarle por
su regreso muchos de sus amigos da Michos'
can. Para cada uno de ellos traía algún pe­
queño obsequio, un recuerdo del cariño que
les profesaba y que conservó vivo en el ex­
tranjero. Entre los que se apresuraron á
verle estaba el señor don Cayetano Gómez,
á quien trajo un magnífico mosaico que te ­
nia incrustado un cordero pascual. El señor
Ocampo halagaba así las creencias de su ge­
neroso y leal amigo.
Tampoco se le olvidó entóneos su ejérci­
to de nicolaitas. Usaban estos en el ojal de
la levita, según el reglamento del culegio,
el escudo de armas de don Vasco de Quiro-
ga, grabado en una cinta de seda, en diver­
sos colores según la cátedra que cursaban. El
señor Ocampo les envió una multitud de es­
cudos impresos en elegantes listones manda­
dos hacer por él exprofeso para sus cazado­
res. Pequeño obsequio es verdad, pero que
prueba cómo ocupaba siompre el pensamien­
to del íiiósoso la juventud estudiosa de stt
colegio
BIBLIOTECA DX “ LA P A TR IA ” 63

Don Juan Alvarez, ese Guillermo Tellde


nuestras montañas del Sur, caudillo de la
revolución de Ayutla, llegó á Cuernavaca,
en su marcha triunfal para México: allí in­
vestido del poder supremo de la nación,
nombró el gabinete, encargando su presiden­
cia y la cartera de relaciones al ciudadano
Melchor Ocampo, expresión neta de las as­
piraciones de aquella revelación regenerado­
ra. La secretaria de guerra se encomendó al
general don Ignacio Comonfort, el hombre
más popular entóneos, por haber sido el más
afortunado en la campaña.
MELCHOR OCAMPO.

Por desgracia, Comonfort era uno le esos


políticos da términos medios para quienes
no llega nunca la hora de dar un paso deci­
sivo, comprometiendo así con sus vacilacie-
nes la suerte de su país, carácter que era en­
teramente opuesto al del señor Ocampo. T ra­
tó éste de aprovechar los momentos de la vic­
toria, abriendo desde luego el camino de la
reforma, desiderátum, del gran partido de­
mócrata; pero Comonfort se opuso tenazmen­
te á este paso que le parecia prematuro y
arrastró del lado de su opinión á la mayo­
ría del ministerio. L'eno de energía, le dijo
Ocampo.
—Ó usted ó yo estorbamos aquí.
Pero, como el mismo señor Ocampo lo de­
cía, Comonfort estaba allí con el prestigio
militar, por lo que comprendió aquel la inu­
tilidad de sus esfuerzos, y de nuevo se reti­
ró de la vida pñblica, expidiendo á la nación
un célebre folleto, intitulado, "Mis quines
dias de m inisterio,” en que da cuenta de es­
tos hechos.
Que Ocampo tenia motivos para no hacer­
se solidario de Comonfort, lo prueba deina*
siado el funesto golpe de Estado de 1857>
BIBLIOTECA DE "L A P A T R IA " 65

que envolvió otra vez á la república en la


naáa sangrienta de sus guerras civiles.
Pero no nos anticipemos á los acontecí*
mientos.
Don Juan Alvarez se había retirado de la
presidencia de la república, contento y sa­
tisfecho con haber convocado al pueblo para
que eligiese un congreso constituyente, con-
forme á la solemne promesa del plan de Ayu-
tía. Los hombres pensadores del partido libe*
ral, los que deseaban que la reforma tan an­
siada fuese un hecho en la república, exigie­
ron entonces que los candidatos para la pre>
sidencia diesen su programa administrativo
y esos mismos hombres postulaban para tan
alto encargo, unos al C. Melchor Ocampo,
Otros al C. Miguel Lerdo de Tejada; pero los
dos ren nciaron sus candidaturas. Por otra
parte, la nación, deslumbrada por el brillo
de las victorias de Comonfort, acudió á las
ánforas electorales y depositó allí con entu'
siasmo el nombre del afortunado caudillo,
llamándole á que rigiese sus destinos.
A la sombra de este gobierno irresoluto y
que ciego, no quiera comprender el porvepir
de México, el congreso constituyente traba*
jó y expidió la carta fundamental de 1857,
6
66 MELCHOR OCAMPO.

que ha destruido para siempre en la repú­


blica el poder omnímodo del clero; porque
cualesquiera que sean la, emergencias por­
que pase este país, lo cierto es que el espíri»
tu liberal de esa constitución está ya inocu­
lado en el pueblo. Podrá amortiguarlo un fa l­
so sentimiento de religión, bajo el pretesto
de la libertad encadenada, pero esto mismo
prueba que es ya la libertad un hecho con­
sumado.
Ocampo había sido elegido por muchos
distritos para formar parte del congreso, y
éste le nombró secretario de la comisión que
había de presentarle el proyecto de consti­
tución. Vease, pues, cómo durante la vida de
este ciudadano ilustre, su nombre está aso­
ciado á las grandes ideas y á los glandes acon­
tecimientos de la patria.
La historia del congreso constituyente, es-
crita por el distinguido publicista Francisco
Zarco, da á conocer el importante participio
que tomó Ocampo en la redacción y en la
discusión de un código político, eminente­
mente liberal, que ha colocado á México á
la altura de las naciones más civilizadas del
mundo.
BIBLIOTECA. D S “ LA PATRIA*’ 67

Supo el clero aprovecharse de la debilidad


de aquel gobierno y haciéndole fácil instru­
mento de sus maquinaciones, logró arrojarle
mañosamente en un camino extraviado y
crim inal; pero Comonfort, asustado de su
propia obra y viendo que el golpe de E sta­
do, léjos de serv irá los intereses que se pro­
puso, habia entregado la situación en manos
del partido reaccionario neto, mandó poner
•u libertad al señor Juare?, Presidente de la
Suprema Corta de Justicia, que habia sido
reducido á prisión por el gobierno revolucio­
nario. Juárez con la constancia y el patrio­
tismo que erau en él naturales, organizó el
gobierno y formó un gabinete liberal, com­
puesto de los señores Ocampo, A rriagay Mi­
guel Lerdo.
88 MELCHOR OCAMPO.

Muy pronto el partido clerical bc adueñó


de la mayor parte del territorio, siendo po­
cos los Estados que, como Michoacan, Gue«
rrero y Veracruz, conservaron una actitud
imponente. Todo hacia creer en el triunfo
del plan de Tacubaya; más el gobierno legí­
timo, fiel á su bandera, en medio de tantas
adversidades, era el centro de los liberales y
procuraba á todo transe conservar y salvar
el depósito que tenia confiado.
Se estableció primero en Guanajuato, y
amagada esta capital por el ejército de Oso­
llos, se trasladó á Guadalsjara, en donde una
traición puso en inminente riesgo la vida de
sus altos miembros. Allí fue donde la elo­
cuencia de Guillermo Prieto y del peñor
Ocampo supo desarmar á los asesinos, hacer
caer de sus manos lo* fu-iles. próximos á h a ­
cer fuego y arrancar lágrimas á los ojos de
los soldados, que un momento antes brilla­
ban con la expresión siniestra del crimen.
Aquel gobierno errante se dirijió en segui­
da al Manzanillo y embarcado con rumbo í
Panamá, llegó algún tiempo después á los
muros de la heróica Veracruz.
Entonces comenzó para Ocampo la época
más gloriosa de su vida. Identificado con
BIBLIOTECA VE “ LA PA T R IA '’ 69

hombres como Juárez, Ruiz y Lerdo, ningún


obstáculo se presentó ya para llevar ácabo
su grande y soñada obra de la reforma.
En esta época llena de angustias y vici­
situdes, el gobierno legítimo no tenia más
apoyo que el de la conciencia de su derecho,
Las derentas y reveses de su tropa se suce­
dían sin interrupción en el interior de la re ­
pública: en el esterior, España, Inglaterra y
Francia se mostraban amenazantes y ya
desde entóneos podía preverse una coalición
de esas potencias para intervenir en los
asuntos de México. A este fin se dirijianloa
trabajos ocultos de los reaccionarios que, si
bien juzgaban que el gobierno liberal estaba
impotente, no ménos reconocían con toda
claridad que la reacción adolecía de esa ó
mayor impotencia y no contaba absoluta­
mente con la opinión pública. El tratado
Mon-Altno nte, llevado á cabo por el gobier­
no intruso vino á justificar estos temo­
res.
En medio de estas circunstancias, y cuan­
do los hombrea del partido liberal deberían'
haber mostrado más fé y decisión por su
causa, hubo nn momento en que ambas do­
tes faltaron á los gobernantes de Veracruz.
70 MELCHOR OCAMPO.

y se firmó el tratado Mac Lañe que, á par­


te de ser indecoroso para la dignidad del go­
bierno, comprometía seriamente los intere­
ses nacionales.
La prensa clerical se desató en injurias”
contra los que habían intervenido en ese do­
cumento diplomático; pero contra quien más
encarnizadamente se manifestó fuó contra
el ministro Ocampo, suponiéndole autor del
tratado. Aquel hombre justificado é intacha­
ble era el blanco de sus ataques. La envidia
nunca habia podido empañar su limpia re­
putación y esa vez, el despecho y el odio
del partido retrógrado, creyeron llegada la
hora de arrojar una mancha sobre la vida
pública de aquel demócrata puro.
La historia, sin embargo, ha venido á
poner los hechos en su verdadero punto de
vista. Juárez y Ocarapo no prestaron su con­
sentimiento á ese tratado, sino considerán­
dolo como uua exigencia de su partido y co1
mo el solo medio de oponer á las ambiciones
de Inglaterra, Francia y España el poder y
el prestigio de una gran nación, como los
E-tados-Uuidos.
Estos datos, oficiales, pueden leerse en la
historia de Jalapa y de loe revolucione» de
BIBLIOTECA DE ‘ LA PATRIA” 71

Veracruz. Allí constan también el empeño


de Ocampo en retardar l i conclusión defini­
tiva de ese convenio, los sinsabores que le
Causara y la enemistad que su resistencia le
ocasionó con uno de los hombres más distin­
guidos del partido liberal, enemistad que le
«izo renunciar el ministerio y permanecer
durante un corto tiempo en la nación vecina,
hasta que las repetidas instancias del señor
Juárez y la seguridad de que el tratado
M ac-Lane seria reprobado por el Senado
americano, como efectivamente sucedió, le
hicieron volver á encargarse del nuevo des­
pacho de la secretaría de relaciones.

Durante aquellas difíciles circunstancias,


por algún tiempo estuvo el señor Ocampo dé
único ministro del señor Juárez, dando prue­
bas de su patriotismo y de su amor á las ins­
tituciones.—Inflexible en el cumplimiento
de las leyes de reforma, expidió circulares,
previniendo á los gobernadores de los Esta­
dos que recojiesen todas las fincas rústicas y
Urbanas que hubieran sido devueltas al ele-
*o por los adjudicatarios y las mantuviesen
á disposición del gobierno y declarando in»
subsistentes y nulos los contratos de esos
72 MELCHOR OCAMPO

mismos bienes hechos por las comunidades


en favor de algunos particulares.
Firme en sus principios, se opuso á la
transacción solicitada por el general Echega-
ray,quien después de haber tomado participio
en el p¡an de Tacubaya, desconoció al gobier­
no emanado do ese ruotin y pretendía que la
constitución fuese reformada, á fin de que
el gobierno de Veracruz fuese reconocido por
la división de su mando. El señor Ocampo
rehusó la cooperación de aquel cuerpo de
ejército y prefirió afrontar una situación ca-
da vez más angustiada. Tratándose de su
conducta política acostumbraba decir: yo me
quiebro, pero no me doblo.
No por estar consagrado de toda preferen­
cia á los asuntos de la guefra olvidaba los
demas ramos que le estaban encomendados,
Comprendió que uno de los más poderosos
medios para el bienestar de México es la co­
lonización extrangera, como elemento indis-

contrató con una compañía el trasporte á


México de 400,000 alemanes, contrato que si
no se llevó á efecto, fué por que no insistie­
ron en él sus sucesores en el ministerio.
En cuauto á él no omitia medio alguno»
BIBLIOTECA D« “ LA PA TRIA” 73

para robustecer al país por el aumento de


población.
En esos días llamaron mucho ’a atencionpú-
blicasus comunicaciones al gobierno de Yu«
catan, prohibiéndole entérminos enérgicos
y con una filosófica exposición de los princi­
pios humanitarios, la horrible trata de escla­
vos que de los prisioneros indios se ha hecho
en la península, no solo por los hombres del
gobierno conservador, sino también, por uno
de los gobernantes liberales de aquel país.
Ante semejante atentado contra la civiliza­
ción y los derechos irialienables del hombre,
el señor Ocampo, lleno de indignación, llegó
á amenazar al gobierno deYucatan manifes­
tando que, supuesta la debilidad del gobierno
Nacional, se pediría el auxilio de la Inglate­
rra, la nación que más se ha distinguido por
su.ódio contra la trata de negros, para que f a ­
cilitase un crucero á fin de poner término á
áquel infame crimen cometido centra las le­
yes de la humanidad, en la garantía de las
Cuales deben estar interesadas todas las na­
ciones que sepan apreciarse á sí miomas.
La actitad enérgica y digna del señor
Ocampo bastó para que el gobierno de Y u­
catán acatase los fueros de la justicia, ce-
74 MELCHOR OCAMPO.

cando el horrible comercio de los desgracia*


dos indígenas.
Pero lo que más preocupaba la atención
del hombre de Estado; donde estaba concern
trado todo su afan, era en el desarrallo del
código de la reforma. En medio del estallido
de la guerra y cuando más fuerte rugía el ca­
ñón reaccionario, el gobierno de Veracruz^el
gobierno legítimo, hacia sentir-el poder de
su influencia moral con la expedición de una
nueva ley de reforma, una hoja de papel que
iba á debilitar la fuerza del partido usurpa­
dor, al dia siguiente en que sus arma3 ha-
bian obtenido alguna espléndida victoria so­
bre los batallones liberales.
Las leyes de reforma, minando el poder
del clero, á la vez que alentando las esperan­
zas del pueblo, destruyeron aquel gobierno
efímero, cuya estrella de tres años se eclip­
só para siempre en la batalla de Calpulál-
pan. 4
Juárez, el hombre extraordinario que lle­
na con su nombre tantas páginas brillantes
de nuestra historia, quiso que Ocampo fuese
el primero en ocupar la capital da la repú­
blica, y le envió á ella investido de faculta­
des extraordinarias en todos los ramos, nom-
BIBLIOTECA DK “ LA PA TRIA” 75

Arándole ministro universal. Acto do opor­


tuna justicia, porque en aquella guerra Be
habían conquistado loe principios de la re-
turnia y á Ocampo correspondía en cierto
Uiodo recibir el primero las ovaciones del
Pueblo agradecido.
A él tocó, pues, en suerte promulgar en
•México aquellas famosas leyes que fueron
Recibidas con el entusiasmo de un regocijo
8ln limites.

Los netos más notables de su ministerio


tueron la ejecución en la capital de esas mis-
hias leyes; el decreto, haciendo responsable
ul clero de las pérdidas y desgracias de aque­
llas guerras civiles, el destierro de los obis-
P°si y la expulsión de los ministros extran­
jeros que se habían inodado en la política
Interior, favoreciendo al gobierno reacciona­
rio, medida enérgica y severa que demuestra
cuánto sabia apreciar la dignidad de bu
país.
O campo que creyó haber concluido su m i­
sión de hombre público puso su renuncia dé
ministro, y aunque se instó repetidas veces
para que admitiera la dirección del Monte
de Piedad, empleo que parecia adecuado á
76 MELCHOR OCAMPO.

su carácter filantrópico, todo lo rehusó, reti­


rándose por última vez á los deliciosos cam*
pos de su hacienda de Poraoca.

Cuenta la historia que Licurgo, después


de haber dado á E-parta una sabia legisla­
ción que hizo la gloria de aquel pueblo, lla­
mó á los ciudadanos, y haciéndoles jurar que
observarían estas leyes hasta su regreso, SO
ausentó de su patria y no volvió jam is.
Oh ! si nosotros pudiésemos tender el v e­
lo de la au-encia sobre los últimos dias de
Ocampo, la pluma no se ca- ria indignada
de nuestras manos ni r bo.saria en . nuestro
corazón la sed de Injusticia no satisfecha!
¡ Aun viven los instigadores del crimen, ex is­
ten todavía impunes algunos de los verdu­
gos del mártir.
B IB L IO T E C A D X " L A P A T R IA ” 77

Al lado del cadáver ensangrentado, la his-


toria ha puesto las antorchas luminosas de
la verdad. Al esplendor de esos cirios se ve
un cuerpo acribillado por las balas y en el
cuello de la víctima la huella amoratada de
una cuerda. *
Un oscuro tribunal, reunido de noche ba­
jo las bóvedas de un templo, decretó la muer­
te del reformador. La3 bandas de Márquez
y de Zuloaga que mantenían en las monta­
ñas los horrores de la guerra civil, esperando
el día en que la traición arrojase á nuestras
playas los ejércitos extranjeros, cuyo auxi­
lio entónces se mendigaba en Europa, fue­
ron los verdugos nombrados para consumar
el frió y largo tiempo meditado crimen.
La vida agitada del filósofo que durante
algunos años le había tenido separado de
sus negocios, sus gastos precisos y sus cons­
tantes obsequios á los pobres, como sus con­
tinuadas donaciones á la instrucción públi­
ca, todo habia disminuido sensiblemente su
capital ; y realizadas ya sus aspiraciones po­
líticas pensó en consagrarse de nuevo al t r a ­
bajo del campo y restablecer su fortuna pa­
ra formar el porvenir material áe sus h i­
jos.
78 MELCHOR OCAMFO.

No obstante que había hecho pública su


resolución de apartarse de la política, el pue>
blo que no podía olvidar sus servicios ni
acostumbrarse á que no figurara su nombra
entre los de los que desempeñaban los altos
puestos del gobierno, le eligió representante
suyo en el Congreso general. El distrito de
U ruápan quiso honrarse con esta elección,
nombrando á la vez, como suplente al C. Lie.
Justo Mendoza, con la seguridad de que este
señor seria quien fuese á desempeñar el en­
cargo de representante, supuesta la voluntad
de Ocampo de retirarse á su hacienda.
Otra vez las fértiles campiñas de Pomo-
ca se sintieron reanimar ante la mirada de
aquel genio, que así sabia conducir el arado
por las sementeras, y sorprender el misterio
de la fecundación vegetal para enriquecerla
flora, descubriendo, más bien dicho, creando
una flor nueva, una variedad del rosal qua
lleva el anagrama de su nombre, como rotu­
rar una tierra virgen en el c«mpo de la po«
lítíca para que brotasen ideas generado­
ras.
Lijos del bullicio del mundo, Ocampo se
formaba una vi la aparte, con sus libros, con
las flores de su jardín, con los árboles de su
BIBLIOTECA DE “ L a P A T R IA ” 79

parque, con laa llanuras de sus trigales, so­


bre loa cuales una brisa perfumada hacia
Undular olas caprichosas y juguetonas. Un
nielo sin nube9 dejuba entrever horas de fe­
licidad y de calma.
Pero las horas de felicidad y de calma
pasan lugitivawjpor el cielo de nuestra vida
como brillantes meteoros que apenas noade'
Jan vislumbrar su huella luminosa.
80 MELCHOR OCAMPO.

Una mañana ; eran los últimos dias da


Mayo de 1861, la hacienda dePomoca se vió
rodeada da soldados: un oficial ^español, se­
guido de un pelotón de ellos se introdujo &
la sala y se apoderó de don Eutimio López,
creyendo apoderarse del dueño de la finca
La tropa iba á retirarse , conduciendo & su
P'isionero, cuando salió Ocampo que se ha­
llaba en las piezas interiores y que había sa­
bido la presencia de los reaccionarios y la
prisión de su amigo, cuyo silencio tenia por
objeto salvar al filósofo, bien persuadido de
que su muerte estaba decretada.
— A quién buxcan ustedes ? preguntó
don Melchor lleno de tranquilidad.
—A Ocampo, respondió Lindoro Cajigas>
comandante de la fuerza,
BIBLIOTECA DE “ LA PATRIA ” 81

—Yo soy Ocampo, llévéhme ustedes y de»


jen libre al señor, que está aquí de visita.
Cajigas ha de haber agradecido, no com­
prendiéndolo, este acto de heroísmo y de
honradez; y sin perm itir que su víctima to­
mase algunas monedas, un abrigo, ni siquie­
ra su sombrero, dio la órden de marcha.

En la noche llegó la fuerza aprehensora á


Maravatío. Aquel pueblo que siempre se ha
hecho notar por sus simpatías al partido con­
servador, pero que amaba á Ocampo y res­
petaba sus virtudes triste y lloroso, no omitió
ofrecimiento ni sacrificio alguno para líber-
tar ó para consolar al ménosal ilustre prisio­
nero.
El señor don Antonio Balbuena, arros­
trando los ultrajes de la soldadesca, intentó
dar á Ocampo los recursos que necesitaba,
lo que no le fué concedido.
Los jóvenes Urquiza proyectaron hora­
dar la prisión y sacarlo en el silencio de la
noche; pero desistieron de su intento, por­
que el preso tenia dos centinelas de vista
con la órden t -rminante de matarlo, al me­
nor movimiento que sintiesen. I«a ejecución
del crimen y los medios de consumarlo esta-
82 MELCHOR OCAMPO.

ban maduramente, previstos é inevitablemen­


te asegurados.
Al dia siguiente, la tropa emprendió su
camino para Tepeji del Rio. Los vecinos de
Maravatio pensaron armarse y arrebatar al
señor Ocampo de las manos de sus verdu­
gos; pero los retrajo el temor de comprome­
terlo más bien que salvarlo.
Ocainpo ilegó á Tepeji del Rio el dia 3 de
Junio, fuó presentado á Márquez y desde
luego comprendió que su m uerte estaba de­
cidida, Se le preguntó si queria un confesor;
y como lo rehusase, fué conducido á su p ri­
sión y rodeado de centinelas.
Durmió tranquilamente algunas horas,
habiendo sido preciso de-pertarlo cuando lle­
go el momento fntal.
—¿Ya vshora? pregunto sin que en su fi­
sonomía se n- tase la menor alteración. Se
arregló su abundante cabello y pidió recado
de escribir.
Los soldados estaban admirados de tarto
valor. Jam ás habían visto serenidad como la
de aquel hombre.
Escribió su testamento que publicamos
después de este bo-quejn. Escrito con mano
segura, ese documento revela la calma coa
BIBLIOTECA DK “ LA PATBIA” 83

<JUe fué meditado: hay en el un párrafo que


solo su familia pudo comprender, el relativo
á encontrarse oculto entre la mampara de la
sala y la recámara el testamento de Doña
Ana María Escobar; pues que siendo este un
papel sin importancia ninguna para otros que
no fuesen de la familia de Ocampo, supo asi
revelar a sus herederos el sitio donde tenia
guardadas algunas alhajas de valor. Hay
también en el testamento algunas palabras,
ininteligibles entonces, pero que después sir­
vieron para asegurar á un hijo póstuino al­
gunos cortos bienes. Este h jo se llama Mel­
chor, nació seis ó siete meses desques del ase­
sinato del señor Ocampo y hoy comienza sus
estudios en el Colegio de San Nicolás de H i­
dalgo.

Asegurados los intereses de su familia,


cen paso firme se dirigió al lugar de la ejecu­
ción: allí pidió de nuevo la pluma y el tinte­
ro, y sobre e! tronco del árbol en que fue col­
gado despees de su muerte, escribió su u lti-
uao pensamiento, al calce de la memoria tes»
tamentaria. Es el legado de su biblioteca al
Colegio de San Nicolás.
Después apoyó sus manus en el tronco
84 MELCHOR OCAMPO,

de aquel árbol, reclinó sobre ellas su cabeza


y oró algunos m inutos...........
Una descarga de fusilería segó aquella
vida tan fecunda en bienes para la patria.

Así murió Ocampo que i.hizo por la feli­


cidad de su país cuanto en conciencia creyó
que era bueno, n
¿Como sabréis pagar vosotros, jóvenes
alumnos del colegio que él tanto amó, vuestra
deuda de gratitud á su memoria?—Im itan­
do sus virtudes, conservando siempre su re­
cuerdo.
B IB L IO T E C A D E “ L a P A T B IA ” 85

*
• *

La noticia del horrible asesinato circuló


rápidamente en la república.
Las personas sensatas de todos los parti­
dos vieron en ese hecho el resultado de una
negra venganza, ejercida por la facción cleri­
cal contra un hombre pacífico enemigo del
derramamiento de sangre; pero sobre quien
pesaban el ó.lio de laa preocupaciones y el fu­
ror de la intolerancia religiosa.
Cuando se supo en la capital el infausto
suceso, la sociedad entera se sintió sobrecoji.
da de horror contra los asesinos, y el nombre
de Ocampo se trasmitía de boca en b.«ca, en
naedio de un silencio profundo, como el de
mártir hendí cidn. El pueblo se uglotr.e-
mba á leer en las esquinas un artículo vehe­
mente y tiernamente sentido escrito por el
Sr. Lie. Don Antonio Florentino Mircado, y
en gmpos amenazo!. res -e dirigiau después
i las galerías del 0, ngreso.
86 MELCHOR OCAMPO.

Nadie podra describir la indignación que


la noticia produjo en el ánimo de los diputa­
dos. La colera estalló en todos los bancos y
no se oian más que gritos de venganza. Se
votó en el acto una ley que señalaba precio
á las cabezas de Márquez, Z iloaga, Mejía
y Cobos, se expidió un apasionado decreto
sobro los plagiarios, en cuyo número fueron
comprendidos los ejecutores del crimen de
Tepeji’del R o y se aprobaron otras disposicio
nes que tendian todas á poner fuera de la ley
á los asesinos. El ilustre ciudadano Santos
Degollado, preso entonces á disposición del
gran jurado, se presentó á la Cámara pidió
j obtuvo el permiso de ir á batir á los ver­
dugos, upara vengar la muerte da su herma­
no.’’
Pocos dias después, el mismo Degollado
caia en manos da los reaccionarios y era ho­
rrorosamente mutilado.
El cadáver de Ocampo fuó conducido á
México; estuco primero en el hospital de
Tercero* y fuá puesto luego á la «spectacion
del público en el Palacio Municipal, en don­
de una inmensa m ultitud da personas per
maneció á -u lado durante todo el tiempo en
que allí quedó depositado; muchos cortaron
BIBLIOTECA DE (,LA PATRIA” 87

pequeños pedazos de su traje y fragmentos


del pelo para conservarlos como reliquias de
Un padre del pueblo. Allí se hizo la autop­
sia y se separó el corazón para enviarlo á su
familia. Personas veraces que han visto des­
pués el corazón aseguran que se le notan dos
pequeñas cicatrices, tal vez de las heridas
que recibió Ocampo al ser confundido con el
Sr. Mattinez Caro.
En la tarde del dia 6 de Junio, una in­
mensa comitiva, formada del presidente, de
los diputados que habían cerrado ese dia sus
sesionen, de los ministros, el ayuntamiento,
los colegios, los empleados y un considerable
número de personas de todas clases, acompa­
ñó al cadáver, á pesar de una fuerte lluvia,
su última morada. La procesión fúnebre
deelüó por las calles de Plateros, San Fran-
c seo, Santa Isal el y la Maríscala, ha-ta San
Fernando. El señor don Ezequiel Montes,
profund miente conmovido pronunció una
or«cion fúnebre, digna de bu elocuencia y
d.gna del grande hombre ¡í quien se consa­
graba. Los re-tos del señor Oeampo están
depositados frente al sepulcro que guarda
los de don Miguel Lerdo de Tejada.
88 MELCHOR OCAMPO.

I Para qué decir el duelo de Michoacan,


al saberse aquí que el padre de la juventud,
que el filósofo, que el benefactor había de­
jado de existir ?
En todos los pueblos se hicieron honras
fúnebres á su memoria,—Gabino Ortiz pro­
dujo, en las que ee verificaron en esta capi­
tal, la magnífica y sentida elejía quj todos
conocemos ; la legislatura decretó el 17 da
ese mes que el Estado llevase el nombre de
Ocatnpo y que fuese dia de.luto el 3 de J u ­
nio, conmemorándose cada afio el dia aciago
que nos arrebató al más ilustre de los Mi-
choacanos.

Mórelia, Junio 3 de 1875,

E duardo R uiz .
PENSAMIENTOS DE OCAMPO.
La publicidad ea la mejor de las garan­
tías en los gobiernos. Si cada hombre pú­
blico diese cuenta de sus actos, la opinión no
Be estraviaría tan fácilmente sobre los hom­
bres y sobre las cosas.
Mi carácter es tal, que prefiero quebrarme
d doblarme.
Recordad que si todas las virtudes son úti-
leo en su c^so, la beneficencia lo es en to­
dos ; que ella nos vivifica y es la que nos
asemeja á la Divinidad.
H ay quien cuestione si la independencia
de México fue un beneficio para nosotros.
Hecid's que no, si es de los que apetecen un
am o, poreue estos lo necetitan : no se sien­
ten cap¡<ceB de obrar por sí, te reconocen
pupilop, confiesan que aun no ton hombres.
Hacedlos depender del Rey bu amo.
90 MELCHOR OCÁMPO.

Se nocesita un fondo generoso, una gran


veneración por la justicia y cierta abnega­
ción para rconocer todos los beneficios y
confesarlos en toda su magnitud. '
¿H asta cuándo llegará el dia en que se
aprecie más al hombre que ensefia que al
hombre que m ata?
¿Queréis ser independiantes? Aprended,
trabajad, economizad. ¿Quareis que México
lo Biga siendo? ¡ Unios 1
É L C .L U IS COUTO, Gobernador y Coman­
dante Militar del Estado de Michoacán de
Ocampo, á sus habitantes, sabed que:

En uso de las amplias facultades de que


roe halla investido he tenido á bien decretar
lo que sigue:
Núm. 32.—Art. 1.® Se eleva á testamen­
to solemne la memoria privada que otorgó
ol Ilrntre Ciudadano Melchor Ocampo, cuyo
trn ir es el siguiente:
*’ Pióximo a set fusilado, según se me aca­
ba «le notificar, declaro que reconozco por
rois hijas naturales á Josefa, Petra, Julia y
Lucila y que en consi cueneia las nombro mis
herederas de mis pocos bienes.
‘‘Adopto como hija á Clara Campos, pa­
ra que herede el quinto de mis bienes, á fin
de recompensar de algún modo la singular
fidelidad y distinguidos servicios de su padre.
92 MELCHOR OCAMPO.

“ Nombro por mis albaceas á cada uno


inFÓlidum et in rectum á D. José María
Manzo da Tajimaróa, á D. Estanislao Mar­
tínez, al Lie. D. Francisco Benitez, para que
juntos arreglen mi testam entaría y cumplan
esta mi voluntad.

“ Me despido de todos mis buenos ami­


gos y de todos los que me han favorecido en
poco <5 en mucho y muero creyendo que he
hecho por el servicio de mi país cuanto he
creído en conciencia que era bueno.
“ T-pejidel Rio, Junio 3 de 1861.—M.
Ocampo,
“ Firman este á mi rubgo cuatro testigos
y lo d'-posito en el eeñor general Taboa-
da, á quien ruego lo haga llegar á mis al-
baceas ó á DAntonio Balbuena de Maravatío.
“ En el lugar mismo de la ejecución ha­
cienda de Tlaltengo como á las dos de la
tarde, agrego que el testamento de Doña
Ana María E-covar está en un cuaderno en
inglés entre la mampara de la sala y laven-
tana de mi recámara.
“ Lego mis lihros al Colegio de San Nico­
lás de Morelia, después de que ruis señores
albaceas y Sabás Imrhide tome • de ellos
los que les^gusten.—-M. Ocampo.— J. !• Qar-
B [BLIOTECA DE “ LA BATELA” 93

cía.— 'Miguel Negrete. — Juan Calderón. —


Alejandro Reyes."
Árt. 2 ? Eu virtud de lo prevenido en
el artículo anterior, este testamento surte
todos los efectos civiles, conforme.á las leyes.
Por tanto, mando se imprima, publique,
circule y se le dé el debido cumplimiento.
Palacio del Gobierno de Michoacan de Osara-
po Moreiia, Setiembre 15 de 1863.—Luis
Coutj.— Bruno Patino, Secretario.
EN LA MUERTE
DEL SEÑOR

DOW M ELCH O R OGA M PO

ELEJIA.

Voz de dolor, rugido de venganza,


Lúgubres ecos de pesar, de ira,
Lineen las cuerdas do mi triste lira,
Provocando sangrienta á la matanza.
Ll nenio de las furias que roe inspira
Arrnnquede mis lábios con espanto
Raudales de frenética armonía,
V en tan infando día
de rabia y de rencor mi canto.
86 MELCHOR OCAMPO.

I Desperación y luto en torno miro


Y fresca sangre que caliente hum ea.. . . !
Sangre también el corazón desea
Y á sangre sabe el aire que respiro.. . .
¡Qué Be hizo el hombre grande, el gnnio fuerto,
El sábio ’nichoacano, cuyo acento
Hizo temblar al fanatismo inerte
Y á la ignorancia en su profundo asiento?
¿Do está la antorcha luminosa y clara
Que el mundo de Colon bañaba un dia?
¿Dónde el escudo está que defendía
Los derechos del pueblo mexicano?
¿En dónde e®tá tu orgullo patria mía?
J OCAMPO, Ocampo, ILUSTRE CIUDADANO!
¡En dónde e s tá s..! ¡Oh Dios! Horrible crimen
¿Qué eípectái ulo atroz ante mis ojob
Ofrecen los esbirros del santuario?
De sangre pura, generosa y cara
Empapados están los latios rojos
Del aleve y fanático sicario. . . .
¿Qué visiones son esas que me oprimen..?
1Un sangriento cadáver in sep u lto ,. . . I
¡Tres niñas tiernas que espantadasjgimen. . I
¡Oh bárbaro atentado! ¡Oh negro insulto!
¿E impune queda un hecho tan salvaje?
¿No hay quién castigue tan feroz delito?
¿ Y sufre el pueblo tan mortal ultraje?
¿Y no hay quién lance de venganza el grito?
BIBLIOTECA D I “ LA PATBIA” 97

¡Maldito el Mejicano, sí, maldito,


Que, al escuchar el crimen de esas hiena*,
No siente convertida en fuego ardiente
Correr la sangre en sus hinchadas venas I
Contemplad con asombro aquella frente,
Del genio y el Baber profundo asiento.. . .
El sacrilego plomo del soldado
Vendido al clero del poder sediento,
Aleve ha traspasado.
Ese rostro, mirad, al que animaba
El rayo de divina inteligencia,
Cubierto ya de palidez horrible
Privado del calor ¿e b existencia.
Esa cabeza, ayer depositaría
De espirita creador, de ideas sublimes,
De hum anitarias, altas concepciones,
Cubierta está de veada funeraria.
V aquella boca, m anantial fecundo
D« alocución purísima, elocuente,
Aún entreabierta está, cual aspirando
E l soplo blando de la fresca brisa:
Generosa tal vez, aunque doliente,
En esos labios asomó vagando
Una inefable, celestial sonrisa,
A su asesino infame perdonando.
Mirad allí al hombre inmaculado,
Al gran republicano, al fiel patriota,
A un suplicio afrentoso condenado,
98 MELCHOR OCAMPO

Y, cual vil malhechor, cual un malvado,


Expuesto á la vergüenza en la picota.
¿Rebordáis, por ventura,
Sus ínclitas virtudes?
¿Su hermosa vida irreprensible y pura,
Gen afan incesante consagrada
De santa libertad al culto ar liento,
Al amor de bu patria infortunada
Y á la mejora de su triste gente?
¿Recordáis sus vigilias, estudiando
E n el inmenso libro de natura,
Por la noche los antros observando
Y bebiendo la ciencia en la lectura
De la antigua y actual filosofó»?
¿Recordáis igualmente su alm a pía,
Su noble corazón, que, generoso,
De la esperanza el bálsamo vertía
Con el pan que dió al menesteroso?
¿Recoidais su pasión por lo sublime,
Por lo puro, lo cándido, lo bello?
Cuando del sol el último destello
Dejaba el horizonte, m oribundo;
Cuando dormir parece el anoho mundo,
Arrullando en la mágioa armonía
Que al caer de la tarde se produce
Por ese vago y misterioso ru’do,
Del universo al declinar el día,
E n tr e lu z y tin ie b la s s u m e r g id o ;
BIBLIOTECA DE “ LA p a t r ia ” 99

El al Sefior de la oreaoion m andaba


Su ardiente corazón entre el aroma
He las modestas, campesinas flores,
Con el blando gemir de la pa'oraa,
Con el canto de tiernos ruisefiores ,
V á los cielos volaba su plegaria
En las alas del aura vespertina,
En la voz de la alondra solitaria,
En el vapor de fuente cristalina.
¿Lo recordáis? Pues todo ha sido vano
Ante el feroz y bárbaro asesino.. . .
I Solo queda un ca.iáver eq el llano
Oscilando en la ram a de alto pino..........
I Oh rabia, oh dolor, oh cruel agraviol
Que hace temblar la humanidad entera!
Horrible imprecación lanza mi lábio
Sobre la infame, voraz pantera
Que, sediente de sangre y de matanza,
Con sangre pura se sa'pica y m o ja .. . ,
He Tacubaya al tigre el alma arroja
Vn grito ie furor y de venganza,
¡Eterna maldición, C»'in inmundo,
Caiga del cielo en tu aplastada frente!
¡Maldígate el averno, el ancho inundo,
¡Los hombres de hoy, la venidera gente!
¡Ilustre sombra dsl ilustre Ocampo!
¡Mártir de libertad y de reformal
ido MELCHOR OCAMPO.

Ya tú dejaste de la vida el campo,


Y aquí tu nombre de preclara norma.
Al espirar, sin duda, una mirada
De inefable perdón diste postrera
A tus sangrientos, crueles enemigos,
Que generora y grande tu alma era.
Mas yo, que tengo el corazón herido,
Y orgullo tuve en ser de tus amigos,
Ante tus manes juro eterna guerra
Á tus viles, infames matadores:
Una guerra sin tregua á ese partido
Falaz y fementido,
De asesinos hipócritas traidores,
Que en el misterio y soledad del templo
Cruel y vengativo te condena
A ignominiosa pena,
A una muerte de horror y sin ejemplo.

Y porque nada falte á tus tormentos.


De tu carrera en el ocaso triste,
Amargo el cáliz del dolor bebiste
En tus débiles, últimos momentos.
La ingratitud, la envidia, la demencia
De los tuyos también emponzoñara
Tu mísera existecia.
No ha faltado insensato que soñara
Con el vapor de su asqueroso aliento
BIBLIOTECA DE “ LA y A T B IA ” 101

Empafiar el cristal brillante y paro


De tu virtud, tu nombre y tu ta le n to .. ..
Empero ya dejaste el triste suelo
Y en él grabadas tus preciosas huellas;
Hoy inmortal recorres por el cielo
El ignoto país de las estrellas.
Queda tan solo á Méjico tu gloria,
Tu genio, tu virtud, tn nombre al mundo,
A tus amigos un dolor profundo,
A mi alm a atribulada, tu memoria!

Oabino O,ti»

Mobeiia , J unio 17 de 1861.


COMPOSICION
Laida por bu autor, en laa honras fúnebre! que el Colegio
da San NlcolU de Hidalgo, de Morella, celebró
i la memoria del inmortal ciudadano,

MELCHOR OCAMPO,
LA NOCHE DEL 17 DE JUNIO DE 1861

L a más honda tristeza retratada


En todos los semblantes Hqní veo:
La rea’itbid dejó despedazada
La mágica ilusión de mi deseo.
Traigo el alma de pena empozoñada,
Lo que mirando estoy aperas creo;
Y áutes que el peso del dolor espire,
Quiero decir lo que el dolor me inspire.
104 MELCHOR OCAMPO.

n
i Quién me contara ayer 1 mísero vate
Que á Ocampo celebré, de orgullo henchido!
Que al Cn Ocampo, en desigual combate
De sucumbir debía, escarnecido ?
T a su esforzado corazón no late:
Por mano aleve sin piedad herido,
Ce>ó de respirar; y el ancho suelo
Por él se cubre de profundo duelo.
I .I
Cual Jesucristo, predicó eu la tierra
La virtud, la igualdad, la tolerancia;
Cual Jesucristo, soportó la guerra
Del vicio, la ambición y la ignorancia:
Hoy una tumba al redentor encierra:
Entre OcAMPO y el mundo hsygran distancia»
Mas las nobles ideas del patricio
No acabaron con él en el suplicio.
IV
Ellas existen, de verdad radiantes,
Como su autor las concibiera un día ;
Q led m aquí para marchar tiiunfantes
Y difundirse por la patria mía.
¡ Oídme bien, jesuítas vergonzantes,
R i vestidos de torpe hipocresía !
Pudo el hombre morir en el torm ento;
Puro ¿ cómo matais su pensamiento ?
BIBLIOTECA M “ LA BATRIa ” 105

V
Para llorar al héroe, falta llanto,
Para axecrar á su asesino, falta
U n nuevo idioma de terror y espanto.
Mi enardecido espíritu se exalta;
Y á la vista .teniendo crimen tanto,
En que la furia clerical resalta,
Ya no vacilo en renegar del clero
Que imprimió en su perdón: Sangre y dinero.
“ Sangre y dinero,n resonó en el templo,
11D inero y sangre,n respondió el sicario ;
Y, presentando escandaloso ejemplo,
Se unieron el puñal y el incensario.
En Ocampo la victima contemplo
De los viles ministros del san tu ario.. . .
Mas esa sangre pagaréis mañana,
Miserables bandidos de sotana.
V il
La cólera del pueblo se despierta,
La Justicia levántase imponente;
El universo á descubrir acorta
La marca de Caín en vuestra frente.
Decid ¡adiós! á la esperanza muerta,
Si esperanza abrigáis, mística gante;
Y Antes que el pueblo á destrozaros vaya
Bendecid al chacal deTacubaya.
106 MXLCHOB OCAMPO.

V IH
Agrupados allá en las sacristías,
Brindad por él y su fatal victoria,
Y á la siniestra luz de las bujías
Repasad con placer su negra historia.
[ Reid, danzad en lúbricas urgías!
Que allí estará de Ocampo la'memoria,
Y el tres de J u n io , en vuestra mente escrito,
Siempre os recordará vuestro delito.
IX
¡Ocampo, el tres de J u n io , el alto clero !
¡U n m ártir, una fecha, un asesino I
¿ Para qué agregar má»? el mundo entero
Ve fijado de México el destino.
, Alzate, Michoucan !—sé tú el primero
En perseguir al tigre que abomino;
Tú, que detestas su ominoso yugo,
Repite sin cesar: ¡ ¡¡ muera el verdugo !ll

VlCKNTK MORBXO.
Á L ILUSTRE MÁRTIR MICHOACANO.

C . M ELC HO R O C A M P O .

Composición leída por au autor


en el prim itiro y Nacional Col.gio d • San
VieoUa de Hidalgo, de M o relia, la ñocha dal 8 da Junio da 18TO.

I.

A quí estoy otra vez, yo, pobre vate,


Cantor de tu grandaza y tu talento;
Yo, á quien la n»-gra adeersidad combate,
Yo, que jamás oculto lo que siento.
¿Qué imperta que en mi trente se retrate
Ue mi angustiado espíritu el tormento,
en la tumba que guarda tua despojos
Puede» su llanto derramar mis ojob?
108 MELCHOR OCAMPO.

II.

| Aquí estoy otra vez! tan larga ausencia


No ha borrado tu imagen de mi alma,
Y tu recuerdo anima mi existencia,
Infundiéndome fé, da'ndome calma.
La Libertad, la Ilustración, la Ciencia,
En tus ma,ioj pusieron verde palma;
Y, pues ella tu triunfo simboliza,
El mundo de Colón te diviniza.
III.
Aquí estoy otra vez para admirarte,
Y mi culto fanátioo rendirte,
Y mi acendrada gratitud mostrarte,
Y una corona de laurel ceñirte.
Digno eres de mi amor, y debo amarte,
Y con santo respeto bendecirte,
Ya que cubre tu lápida mortuoria
Con sus alas el ángel de la gloria.
. IV.
Mas bjen que los vistoso» campamentos
Y el terrible rugido de la guerra,
Y el incendio, la sangre y loa l»men'0%
Que van llenando de pavor la tierra,
Me dan in«piiación los monumentos
E i donde, humilde, la virtud se encierra;
Por eso en tu loor, modesto sabio,
Himnos entona mi atrevido labio.
BIBLIOTECA D I “ LA PArBIA” 109

Vi

Fuó tu arma Bola tu valiente pluma,


La discusión tu campo de batalla,
Y del errcr sobre la densa bruma
Arrojaste verdades por metralla.
Por tí enfrenaron su arrogancia suma
Los enemigos de la v'l canalla•,
Y á tu palabra, de vigor henchida,
Se despertó la sociedad dormida.
VI.
De la reforma en la inm ortal bandera
Tu nombre «pareció, con fuego escrito,
Y el torpe Abuso y la Anihkión rastrera
Se miraron, absortos, de hito en hito
Tu voz les anunció su hora postrera j
Y, sin temer de la venganza el grito,
“/Paso al derechoP'-con ardor dijiste—
Y á la Nación esclava redimiste.
vn.
¡Honor á tí, patriota esclarecido,
Espanto de la mÍBtica sotana,
Fiel defensor del pueblo desvalido,
Encarnación de la conciencia humanal
(Honra y prez para tí, mártir querido,
Orgullo de la raza mezi.ana,
Cuya noble altivez y bizarría
CauBÓ vergüenza á ¡a traición impía.
110 MXLCHOB OCAMPO.

V IH .
Cual la memoria de mi padre guardo,
La tuya guardaré mientras aliente,
Aunque mi pecho, con punzante dardo,
Traspase la calumnia maldiciente.
Si algo en la vida miserable aguardo,
Es contemplar feliz é independiente
Este país do se meció tu cuna,
A la sombra de próspera fortuna.
IX.
Jóvenes qub me oís, bella esperanza
De mi nativo y adorable suelo:
Ocampo os demostró que el orbe avanza;
E l os abrió del porvenir el cielo;
E i él tmeis ejemplo de pujanza
Y de sublime abnegación modelo:
Tomad á Ooamp * por segura guía,
Y haréis la dicha de la patria mía.
V. Moreno.
Jk. O C A 5 IP O ,

Si 1» mano homicida
De un déspota inhumano,
Despedazó las flores de tu vida
P«r eclipsar tu genio soberano
Y envolver en la noche del olvido
Da sublime memoria
De tu nombre querido,
Usa mano maldita
Nunca pudo borrar de nuestra historia
La página bendita
Que guarda los destellos de tu gloria.
112 MELCHOR OCAMPO.

Filósofo profundo
Y apóstol incansable del progreso,
Con tu palabra conmoviste al mundo
Y con ella venciste al retroceso
Cuando luchando por la patria mía,
P atria cuyo adelanto fue tu norma,
Sentiste | oh m ártir I que en tu pecho ardía
La inquebrantuble fe de la Reforma.

Filántropo sincero,
Pura brilla la tus de tu conciencia,
Porque eras el primero
En tender una mano á la indigencia;
Y patriota constante,
Patriota á cuya voz el fanatismo
Inclinó su mirada repugnante,
Recibes como premio á tus virtudes
Un cadalso terrible en que perdonas
A esa turba inmoral, que en su delirio,
Te dió con la corona del martirio
La corona mejor de las coronas.

Y sucum bes... .y el déspota inhumano


Que dictó tu sentencia
Hollando los deberes del hermano,
Se goza en la dolencia
Del pueblo nosxicnno;
Pero, entonces, la historia
BIBLIOTECA DE “ LA PA TRIA” 113

Al recibir los besos de tu gloria,


Te consagra una página de bronce
Tara haper duradera tu memoria ;
Y cada corazón te eleva un templo,
Y cada lira te consagra un canto,
Mientras siguen tu ejemplo
Otros genios que luchan á porfía
Tor derroear á la traición imjiía,
Y que logran ornar de frescos lauros
L a noble frente de la patria mia.

Estás vengado ya, m ártir querido,


Torque la patria que encendió tu anhelo
Mira hoy brillar en su tranquilo cielo
El iris de la paz apeteoido;
Estás vengado, porque aquella turba
Eunesta y cerrompida,
Que en su demencia pretendió perderte,
Hundiéndote en la noche de la muerte
l e abrió las puertas de la nueva vida.
iMártir, adioB 1 como único tributo
~ e la suprema gratitud que inspira
1 u recuerdo bendito,
Vine a ofrecerte un canto de mi lira,
Un canto que en las alas de mi anhelo
Cruzando raudo la extensión gigante,
Llevara hasta tu cielo
E l eco rudo de mi voz vibrante.
A
114 MELCHOR OflAMPO.

¡Mártir, adiós I no temas que en la coche


Terrible del olvido,
Se pierda tu memoria,
Ni que empalie los timbres de tu gloria
E l torpe retroceso,
Pues mientras viva el genio de la historia
E n tu sepulcro llorará el Progreso!
—México, Junio 3 de 1874.

Agapito Silva.
¡OCAMPO!

Estaba consumado el sacrificio.


•La Reforma venía,
Ungida cen la sangre del suplicio,
y su clámide roja sacudía
cojiendo utopias y dejando creencias,
Que daban al ludibrio de los vienttis
los gérmenes de libre» pensamientos
como soplo creador de las conciencias,
116 MELCHOR OCAMPO.

E ra el instante lúgubre y sin nombre,


en que al morir al hombre,
la luz de su cerebro se derram a
rasgando del m artirio el humo denso
y se dibuja su perfil inmenso
en medio á la catástrofe del drama.
Ocampo, con valor que siempre lleva
el que la voz de su deber escucha,
después de combatir por la fe nueva
había espirado sin dejar la lucha.
E l encono del crimen tenebroso
arrojó el golpe destructor y fuerte,
y el excelso coloso
sereno y firme, se miró vencido
por la trágica esfinje de la muerte;
pero al caer inerte
no fue el díbil soldado que abatido
la frente dobla, con m ortal desmayo,
Bino el gran luchador que rueda herido
como el roble deshecho por el rayol
BIBLIOTECA DE “ LA PA TR IA ” 117

, Más ¿qué ciego destino


ó qué decreto de los dioses falsos
al apóstol detiene en su camino
Y lleva al redentor á los cadalsos?
¿Por qué tan pronto mueren
l°s que las tablas de la ley escriben,
y los que al hombre y al derecho hieren,
Para mengua del mundo, sobreviven?
¿Qué evangelio permite
Que el odio á la virtud el alma invada,
y que venza el pequeño
uaatando la justicia con la e sp ad a ? .. . .
I^i, al fin, aunque en la lidia
caiga el pendón deshecho
de mano aleve entre la red traidora,
las justas represalias del derecho
bou del pueblo la tabla salvadoral. . . .
118 MELCHOR OCAMPO.

¡Ay! Es preciso en el combate rudo,


para que el hombre las cadenas parta,
cediendo á los furores momentáneos
alim entar con cráneos
las sublimes victorias de la Esparta.
Y, así también, para que la obra quede
flotando encima de la furia inquieta,
es necesario que el apóstol ruede
con el golpe fatal de la piqueta!. . . .

E l m ártir es el inm ortal enviado J


que lleva en su camino por la tierra,
con la confianza que en el pecho siente,
el ideal sagrado
que moja con la sangre de su frente.
Y m archa por la senda
que la deidad de la yirtud ensancha;
BIBLIOTECA DE “ LA P A T B I a ” 119

para que ese ideal que le provoca


más tarde, sea la encarnación sin mancha
que se levante en pedestal de roca.
¡No hay misión más grandiosa que la suya!
¡No hay m artirio que iguale su martirio;
ni armonía superior ó la que arrulla,
al que lleva triunfante,
sobre sirtes y escombros,
audaz y vencedor, cual nuevo Atlante,
el mundo de la idea sobre los hombros!
¡Su rostro tiene las arrugas pa'lidas
que dejan los dolores por vestigio,
y en su sangre palpitan las crisálidas ¡
que fecundan los vientos del prodijio.
Al sentir en sus altas concepciones
con inefable calma,
un raudal de sublimes intuiciones
que rueda á las vorágines del alma,
alzándose de pie sobre la cima
domina y vence su dolor acerbo
para lanzar el soplo que reanima
la fe del hombre, con la luz del verbo;
y entre el arrullo de inmortales coros,
que cantan su grandeza de vidente,
arroja, como lluvia de meteoros,
las ideas agolpadas en su fre n te!.. . .
120 MELCHOR OCAMPO.

Apóstol noble, de virtud preclara,


cuya firmeza definir no puedo,
tú, que dejaste ardiendo sobre el ara,
la llam a luminosa de tu credo;
tú, que con redentora democracia,
llevaste siempre en la social laceria,
el cáliz del consuelo á la desgracia,
y el óbolo del bien á la miseria;
Ocampo, insigne Ocampo, cuyo grito
hizo rodar del cónclave las galas;
enviado, que al bajar del infinito
traías revelaciones en tus alas;
austero pensador, hum ilde sabio,
en tu camino, que el trahajo escombra,
cada palabra de tu excelso labio »
arrancó una conciencia de la sombra.
Al antro mismo del error oculto
fuiste en busca de todo lo que vuela;
la celeste deidad de cada culto
y la libre enseñanza de la escuela
or tí dejaron la guarida oscura
S e voraz y despótico vestiglo,
y pudieron volar hasta la altura
donde se mece el águila del sigloI
BIBLIOTECA DE “ LA P A T R IA ” 121

|T ú llevaste á la ciencia soberana,


en pos de nuevos y lucientes rastros,
Bobre las alas de tu mente ufana
á empaparse en el eter de los astros.
¡Por esa lucha formidable, inmensa,
de tu vida, sublime visionario,
pudo dejar el mundo del que piensa
la lobreguez antigua del santuario!. . . .

El alm a es grande, poderosa, libre,


nadie la vence con la fuerza, nadie
puede impedir que la centella vibre
y que el lucero de la noche radie.
Si un poder inclemente
en estrecho recinto la sofoca,
aun allí brillará resplandeciente
como brilla el carbunclo del oriente
escondido en las grietas de la roca.
E l ave prisionera
aunque esté lastim ada por los hierros,
que en su breve existencia nunca salva,
h a de cantar al ver la prim avera
y ha de cantar cuando despierta el alb a.
10
122 MKLCHOB OCAMPO.

¿Quién detiene los vuelos de la idea


apagando la luz del pensamiento?
¿Quien aprisiona el rayo que flamea
en la ancha inmensidad del firmamento.
¿Quién si el poder inquebrantable olvida
que el genio de los hombres atesora,
detiene al alma, de esperanza henchida
que en el espacio azul que amante explora
con santa inspiración y fe bizarra
acaso el poema del saber preludia?
¿Quién su ropaje virginal desgarra
y con encono que el deber repudia,
en el exceso de feroz violencia,
insensible verdugo herirla quiere?
¡Quien había de m atar la inteligencia
bí es fénix vencedor que nunca muere!....
¡Si cuando la opinión está oprimida
y en vano por librarse forcejea,
hay un volcán siniestro que trepida,
el pueblo siente horrible sacudida
y parece que Dios relam paguea!........ ..
BIBLIOTECA DE “ LA P A T R IA ” 123

Padre de nuestras creencias juveniles,


á tí que al ver del porvenir la aurora,
alzarse y fulgurar sin m ancha alguna
bendijiste su llama bienhechora;
á tí, cuya palabra
fué la arrebatadora
sibila que enseñaba en la tribuna;
soñando en tus inmensos poderíos,
al ver el templo de tu gloria abierto,
en la fruición de los anhelos míos,
he venido á decirte, que en tu patria
la reforma no ha muerto 1
¡Y si m uriera en tenebroso día
como Jesús, con su poder fecundó,
la losa del sepulcro rompería
para volver trasfigurada al m u n d o !.. . .

¡Oh m ártir de la idea,


hallar quisiera en mi abatido plectro
épicas m aravillas.
124 MELCHOR OCÁMPO.

para obligar al tenebroso espectro


que te maldice y odia
á caer de rodillas,
implorando perdón por sus m ancillas
ante el Dios tutelar que te custodia!
¡Mas aunque el vicio artero
la insensatez de su furor no ablande
tu imagen se alzará grande, muy grande
y el tiempo venidero
ha de enseñar á las ideas vencidas
sin que ese espectro su palabra estorbe:
que morir por las glorias oprimidas
es continuar la redención del orbe!

Carlos Lóptz.
La P atria consagra su número del domin*
go á honrar la memoria del ilustre m ártir de
la libertad Melchor Ocampo ; y mala memo­
ria comienza á tener el partido liberal, que
se olvida de uno de los hijos del pueblo que
más nombre le dieran y más útiles le fueran;,
apénas un periódico en toda la prensa liberal
ha consagrado un recuerdo á su memoria y
tributándolo el respeto y la admiración que
se merece.
El 3 de Ju n io hizo años que fué inmola­
do por los sicarios del partido clerical,
126 MELCHOR OCAMPO.

No es que nosotros tratemos de encender


malas pasiones y añejos odios; no es que
queramos avivar exaltándolas las pasiones de
partido; por el contrario, plácenos áese res­
pecto, la conducta moderada de ciertos órga­
nos de la prensa que á veces sacrifican has­
ta la firmeza de sus convicciones á los intore«
ses generales y serían capaces de sacrificar
también hasta los intereses de partido á la
estabilidad de la paz.
La paz, y esto todos lo dicen, es hoy án-
tes que todo.
Pero á pesar de ello no debe borrarse de
nuestra memoria, que hemos tenido mártires
de las ideas que propagamos y de los princi­
pios que sostenemos; y al recordar áOcam-
po, nó recordamos la villanía de sus asesinos,
no le enseñamos á los clericales la mancha
que su sangre les dejó en la frente, no, lo que
hacemos es demostrarles cómo esa sangre
fuó fecunda para esas ideas y para esos prin­
cipios, cómo no se borra de nuestros recuer­
dos, cómo le profesamos el culto á que ellos
le hicieron acreedor. Ocampo es hoy una do
nuestras grandes figuras políticas del pasado.
• Y tam bién del presente, porque vive
Ocampo entre nosotros, porque sus ideas no
BIBLIOTECA DB “ L a P A T B IA ” 127

han muerto, y esas ideas están allí para ser­


virnos de máximas morales y políticas que
en todos los momentos podemos aplicar.
No, el partido liberal es bastante grande
y bastante generoso para perdonar á todos
sus enemigos después que los ha vencido; no,
nosotros no tenemos palabras de rencor pa­
ra ellos, no tenemos odios, no tenemos pasio­
nes pequeñas, porque entre nosotros y en
ese gran partido, sóbranos la nobleza y lo3
elevados sentimientos que exigen el perdón.
Levantamos siempre al enemigo caído, pe­
ro si vuelve & tratar de acometornos, entón­
eos volvemos á doblegarlo y á vencerlo co--
mo ya otras veces lo hemos vencido. Ahora
no tenemos para el partido clerical mas que
frases de fraternidad ó ideas nobles; pero si
mañana volviese á levantarse con ideas tor­
cidas y malignas, si volviese á querer incen­
diar al país en una nueva lucha y en una gue­
rra fratricida, entonces volveríamos á despe­
dazarlo y á vencerlo, solamente para tener
el orgullo de volver á perdonarlo.
Porque nosotros olvidamos lo que es el
partido clerical, bien le conocemos bien sabe­
mos que el puñal, el veneno y la prostitu­
ción son sus armas favoritas, bien sabemos
128 MBLCHOR OCAMPO

que nada lo contiene y que ante nada vaci-


la paro lograr sus fines, bien sabemos que
es la hidra venenos* que se agita en nuestro
seno y dispone como aquella de millares de
cabezas que luchan envueltas entre la som­
bra agitando las conciencias y procurando por
todos los medios el volver al poder; bien sa­
bemos que el país ve marchar á la adminis»
tracion actual apoyándose en parteen el parti­
do que aludimos, y que ese mismo país cree po
sible que antes de mucho tengamos una reac­
ción clerical; pero creer eso, es extraviar la
opinión, es falsearla, es suponer lo que no
puede existir, es no conocer la firmeza de
ideas, de principios y de convicciones de
los principales jefes de esa misma admi­
nistración; creer posible una reacción cle­
rical, es simplemente absurdo, es tonto,
es ilógico, porque no olvidamos nuestros
antecedentes, no olvidamos nuestros már­
tires, los derechos adquiridos á costa da
tantas abnegaciones, los principios conquis*
tados á costa de tanta sangre y esperar una
reacción clerical sería tanto como esperar la
peor y la más sangrienta de todas las revo<
lucioaes.
Y hoy pensar en una revolución, cual-
BIBLIOTECA B E “ LA P A TR IA ” 129

quiera que esta fuese, es atentatorio y es cri­


minal ; y la ahogaríamos como ya otras ve­
ces la hemos ahogado en fuego y sangre.
El partido liberal no teme como nunca
ha temido, esta fuerte, compacto, constituido
como lo está el poder y lo esta el, porque lo
están sus principios y sus doctrinas y Bug
instituciones. ¥ el partido liberal observa
á la hidra moverse y sabe que conspira y
que lucha y que profana las conciencias y que
se prepara á combatir; pero al observar está
dispuesto á todo; á despreciar por la convic­
ción de su fuerza, á perdonar por la nobleza
de sus partidarios y á aniquilar por la rig i­
dez y la inviolabilidad de sus principios; el
partido liberal al observar vela y al velar
no se oculta, pues está dispuesto á combatir
y también á vencer.
Y hoy parece que la noble y digna figu­
ra de Ocampo se levanta de la tumba y apa­
rece ante nosotros, majestuosa, serena, estoi­
ca, recordándonos su sangre y la sangre de
tantas víctimas sacrificadas por el fanatis­
mo y por las aspiraciones de ese partido, que
no ha causado más qne males al país, ma­
les que le perdonamos y que no queremos
perm itir que los cause ya. Y esa figura de
11
130 MELCHOR OCAMPO.

Ocampo nos trae el contingente de sus prin­


cipios y de sus ideas que no han muerto y
como la figura del ncadáver del Cid que ga­
naba las batallas por el prestigio de su glo­
rian así Ocampo viene hoy inmortal y gran­
de á conquistar una victoria más en el terre­
no de las ideas.
Si el hombre se reconoce por sus obras,
obras son las ideas y ahí están ellas; ya an.
tes están citados algunos de sus pensamien»
tos sin encomio: son ideas que vivirán siena*
pre como producidas por aquel genio poli*
tico y como las hijas de uno de los Cristos del
partido liberal. Su memoria y su recuerdo vi­
ven entre nosotros y Ocampo lucha después
de muerto, como lucharán más tarde las por
hoy grandes figuras del partido liberal.

(La# Noticia#, Junio 6 de 1888.)


p . J W E L C H O ^ p CAMPO,
JUZGADO POR EL EX—PRESIDENTE

DON DELIX ZULOAGA.

Hace un año, el 8 de Abril, nuestro com­


pañero de redacción Sr. Angel Pola tuvo una
entrevista con el Sr. Féiiz Zuloaga, ex-pre-
eidente de la República.
£1 diálogo, de mucho interés para la his­
toria, en lo referente á Ocampo, es el si­
guiente:
Zuloaga-.— Descansábamos una m áñana
calurosa en Guacalco, cuando vimos por el
camino levantarse una espesa polvareda de-
132 MELCHOR OCAMPO.

trás de un jinete; nos pusimos en guardia,


creíamos fuera el enemigo: era el gachupín
Lindoro Cajiga que traía preso Á Ocampo,
habiéndolo aprehendido en su hacienda de
Pomoca. Márquez me dijo:
— Es preciso fusilar á Ocampo, es muy li­
beral, es el autor del tratado Mac-Lane.
—Nó, le respondí, porque no se le ha co­
gido con las armas en la mano. Enhorabue­
na que sea juzgado en consejo presidido por
usted, y que se le sentencie.
Llamé al general de caballería Antonio
Taboada, y le ordené que quedaba bajo su
vigilancia el Sr. Ocampo, que le guardara
toda clase de consideraciones, y que me res­
pondería de su vida.
Ocampo y yo estudiamos en el Semina­
rio, situado en ese pedazo de manzana á es­
paldas de catedral; él era capense, es decir,
externo, sostenido por un Sr. Alas, de Tolu-
ca, cuyo hijo, estudiante también, tenia amis­
tad íntim a con Ocampo, y se querían como
hermanos: hacía brillante carrera y lo res­
petaban por inteligente y aplicado. Ocampo
era un buen hijo, un cariñoso padre, un sin­
cero amigo, un verdadero patriota y libe­
ral.
BIBLIOTECA D E “ LA PA TR IA ” 133

Nos dirigimos á Tepeji del Rio, que es


una larga calle con casas á los lados y un
puente á la entrada. Esparcimos las fuerzas
por la población. A los pocos instantes fuá
sorprendida una diligencia por unos solda­
dos, en la que iba el temible León Ugalde.
—A éste sí, me dijo Márquez, lo fusilare­
mos.
—|3í, le respondí, á éste sí, porque es un
bandido. Llame usted al cura para que lo
confíese.
Márquez se separó de la casa en que es­
tábamos, casa del comerciante Piedad Trejo,
y ordenó á Antonio Andrade Coro, jefe de
su estado mayor, que dijera á Taboada que
por órden mia fusilara al prisionero. Leía
yo todavía sentado en la mesa la correspon­
dencia de Juárez que se le habia recogido á
Ugalde, cuando llegó Coro y avisó á Már­
quez que estaba cumplida la ó rden, que el
preso estaba fusilado.
—Pero i qué preso ? —preguntó con hi­
pocresía Márquez.
—Pues el S r. Ocampo, respondió Coro.
Me levanté indignado, mandé llamar á
Taboada y ordené que Coro y él fueran in­
mediatamente encausados, No hubo talequi-
134 MELCHOR OCAMPO.

vacación. Márquez había combinado con ellos


la manera de m atar á Ocampo y aparecer él
como inocente, Acababa de cometerse el fu­
silamiento cuando llegó de México Antonio
Coloni® con una carta de mi esposa, donde
me suplicaba encarecidamente la vida de
Ocampo, y otra del Sr. Nicanor Carrillo, que
había hecho muchísimos favores á Márquez,
en la que le pedia no fuera á fusilar á Don
Melchor.
Márquez contestó que ya no era tiempo,
porque yo lo habia ya mandado pasar por
las armas. Créalo usted,iba áfu silar ¿ M ár­
quez, Taboada y Coro; pero las circunstan­
cias críticas en que nos encontrábamos me
obligaron á desistir de la idea.
Pola.— Y ¿ habló usted con Ocampo ?
Zuloaga. —Sí; muchas veces, tenia un va­
lor admirable, le decía yo que no tuviera
cuidado y me manifestaba que solo descon­
fiaba de Márquez.
Tenia vivo interés en conservar la vida de
Ocampo, porque estában presos en México,
Zaldivar, Eiguero y Cuevas. Pensaba hace*
un canje con Juárez, enviárselo y que él pu­
siera en libertad á mis amigos presos.
Pola,—i Murió con confianza Ocampo ?
BIBLIOTECA DE “ L a P A T R IA ” 135

Zuloaga.— Con mucho valor, sin preocu­


parse, y escribió su testamento con pulso fir­
me en papel colocado sobre sus rodillas. ¡Ah!
nunca podré olvidar ese dia que fué uno de
lo3 muchos tristes y penosos de mi vida. Di-
cen que aquí al saberse la noticia del fusila­
miento, los clubs políticos recorrían las calles
pidiéndola cabezudo los prisioneros; pero
Juárez no era asesino, ni vengativo, ni in­
justo.

D iario del Hogar, Junio 9 de 1888.

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