Está en la página 1de 336

NICOLÁS PALACIOS

RAZA CrllLENA
LIBRO E.SCRITO POR UN CHILENO
Y PARA LOS CHILENOS

TOMO 1

SEGUNDA EDICIÓN

EDITORI.\L CHILENA
1918
r

Jó,pr.,ote UDJvualtarla. Bandera 130. Sa11Uaco de Chile


NICOLÁS PALACIOS

RF\ZF\ CHILENA
LIBRO ESCRITO POR UN CHILENO
Y PARA LOS CHILENOS

SEGUNDA EDICIÓN

EDITORIAL CHILENA
1918
&S PROPI E DAD
NICOLÁS PALACIOS

RECUERDOS Í1iTDIOS

Nació el autor de cRaza Chlleoa> el afio 1854, eu Sants


Or11'c, aldea colcbagiüua, y fueron sas padres don Faost1uo
Palacios y dolla Jesús Navarro, ambos chilenos, siendo Nicolás
el mayor de seis hermanos, tres de ellos mújeres.
Cobijó su cima un modesto bogar donde cantaba el grillo en
el dulce sosiego de una mansión campesina. Pero era dJgna de
rilspets> la ca..cta paterna y grande cbmo un solar ant.iguo, eon
un dellcioso huerto a orillás del estero Goirivilo.
Su p_ad~ dedicábase al comercio y trabajos agrícolas de es-
casa importancia., ctiliivando su vil1a y su potrero de siembra.
.Fué un nitlo sano y muy rubio, cuyos bucles de oro conser•
vó una de sus t.fas, mostrándolos, anos después, a los que du-
dabau viéndole su pelo negrísio;io como el ala de un cóndor de
nuestras montanas. Era el predominio racial en so primera in-
fancia de la herencia paterna, de estirpe godll casi pu.ra. Más
tarde comenzó a predori1iuar en él la herencia materna, más
rica en sangre arauca11a. R.3presentaba, por consiguiente, el
tipo netamente chileno, mestizo, producto étnico de la fusión
de dos razas, la conquistadora con la conquistada.
A los diez anos (y de esa edad lo veo al través de mis re-
cuerdos más remotos) descollaba por su geutil apostura y una
precoz iuteHgenc.in. Con desbordante alegria de niiio travieso
y siu miedo entrégábase a mil ejercicios t.emerarios, saltando
aceq:iias, trepáhdose a Jos árbol.es mús altos, mollt-ando potri•
llos indómitos o toreando vacas bra\'ias, con grave peligro y
riéndose a toda boca. A veces a campo traviesa rompiendo cer•
cos y corriendo por lC\s potreros. llegaba a las márgenes del '
8 SE ~É Ñ PA.LA.0 10 8

caudaloso Oolchugua, y desnudándose en un instante, a'.rrojá•


base ,desde algún barránco a lo más profundo y ancho para
cruzarlo a nado.
AquelJa vida libre como e,l viento, _en pleno ªO?biente ca~-
pesino, desarrolló su teroperameuto vigoroso, haciendo genm•
nar en su alma juve\iil un amor entusiasta por las bellezas de
su propia tierra, a las que tributó -eu seguida ese culto noble y
grande que los botnbres de sentimiento rindeu a la naturaleza,
trocándose mas Ulrde en amor fanático a su patria.
S u imaginación inquieta le arrastraba a oir con g ran interés,
e.xpresaodo la más viva emoción en el semblante, los cuentos
que se contaban alrededor del brasero, g ustando más de aque-
llas relaciones t:stupendae en que aparecía lt1 Oalchona, Pedro·
14t·demaJe.s o el Diablo.
Aprendió el silabario e hiio sus primeras letl'as en la escue-
la del pueblo, saliendo siempre victorioso en aquellas famosas
luchas entre cRoma y Cartago,. Durante los recreos nadie ju-
gaba mejor a la chueca, en cuyo ejercicio era diestro como un
araucano, ni naclie daba un salto más atrevido, u.na carrera
más rápida, ni una bofetada más fuerte ...
Por esa época murió nuestra madre, tan dulce y tan buena,
dejando a sus hijos en una semi orfandad: circunstancia q ue
influyó poderosamente en la educación ele Nicolás, priv:.áudole
del calor del regazo materno, de la mirada amaut"8 de infinita
dulzura y del beso en la frente, de toda esa infloencin feme •
uioa, en suma, q ue pone una nota de poesía en las dh:hae
del hogar. Falto de aquella influencia bienhechora, reaintióse
toda la vida de cierta rudeza varoojJ. Contribuyó 'poderosamen-
te a ello el quedar desde eul.Ouces bajo la exclusiva dirección
del padre, que siendo hombre dominante y severísimo. educa-
do a la antigua, y del tiempo en que los hijos trataban de s1,
merced al propio padre, besándole la mano en seJíal de vasn-
llaje~ exclu.ía del trato famillfor las intimidades carit1osas, cre-
yéndolas halagos mujeriles, propias tau sólo para _afeminar
el carácter y exigía, eu cambio, una obedieucit1 i un respeto
absolutQe. N'o obstante, sus hijos vivían segurós de su oari-
11.o, 'Viéndolo palpitar en el fondo de sus pequeños y pene•
trantes ojos zarcos cuando en silencio deteoíase a contem-
plarlos.' Por lo demás era persona inst:ruídn y gustaba por lae
uoobes explicar a Nicolás el movimieuto de los astros, ense•
ñándole (en laUn, como 1o aprendiera en la Recoleta Dominica
donde hizo sus estudios) el nombre de las constelaciones y
acostumbrándole desde uifio a leer eu eee gran libro ~el firma•
meut<>, que aesarrolla sus paginas como un grandioso cine,
matógrafo en el silencio solemne de la noche. A su lado y bajo
ese régimen comenz-ó Nicolás a ejercitar la atención, elevando
su peneamiento en meditaciones de un orden superior, yacen•
tuánd,,se su energía moral y su iudependeoc:ia altiva, dema,
siado altiva quizás, pues era soberbio y levantisco a veces, por
cuyo motivo sn padre, a fin de domarlo, le propinó mas de un
zurriagazo.
Llegó por fin el día en que fué necesario mandarle a estu•
diar a SanLiago. Entraba eu sus J.l a.noe de edad I había
aprendido en la escuela cuanto ahí podíru: enseilarle. Ese vin•
je {ué la realización de uu deseo largo tiempo acari<:iado por
aquel ruucbncho impresionable, que partió a la capital como a
un mundo maravilloso, lleno de o 1egría, pero lle'°óndose en el
alma el carino de los suyos y en el fond o de sus ojos la riaue•
fin imagen de su pueblo. La casa quedó como vacía con su
ausencia. •
Ingresó de ex.terno ol Instituto Nacional, regentado a la fe
cba por don Diego Barros Arana, el famoso o inolvidable Pa•
lote, ton querido y respetado de s us discípulos. Desde el pri •
mer din sentó plazo de guapo, poniendo a raya, gracias a sus
puilos, o los muchachos diablos que inteutnron tomarle lo ore
jn, al verle el pelo de la dehesa colchagüiua.
Cuando regresó por '\'acaciones traye'udo los certificados de
sus exámenes. iué grande el gusfo que tuvo mi prtdre al es•
trecharlo entre sus brazos, no (ué menor el nuestro, sus her
manos; pero más grande fué la alegria ruidosa de Nicolás r,I
verse entre los suyos, respirando n pulmones llenos el aire del
terruño. A nuestras preguntas de cómo era Santiago, púsose
a contarnos cosas prodigiosas, diciéndonos qué la torre de
San Francisco era más altn que un álamo (cosa c¡ue nosotros
pusimos en duda) y que el Portal Sierra Bella era unn casa mal!
grande que la P laza de Santa Cruz (lo qoe no creímos jamás!)
¡Qué vacaciooel! aquellas y todas las de su adolescencia di-
chosa! Ooo cuánta alegría regresnba cada a.ilo, divisando a ltt
distiancia los cerros de In comarca y el viejo campanario de la
iglesia confundirlo cou los álamos, y el río y lae casas del pue-
blo con sus huertas, todo alumbrado por u11 radiante sol. todos
.ami~os; y qué repiqutl de alborozo en el corazón al ver los
pa11uelitos blancos de las hermanas, agitados desde lejos en
se1ial de bienvenido carinosa! ·
Por esa época, comenzó a dar senales de una cosa inusitada
eu él, de un mal ext.rafio. Su alegría locuoz trocábase por ims•
tantes en silencioso recogimiento, y como la imagen de la me•
lancolfa, quedaba mustio y petisat1vo, mirando al suelo.
O bien, deteofase a mirar, entre risueno y triste, a Teresa,
una jovencita vecina nuestra, siguiéndola ttmbelesado con la
JO

,·istu. Un.din. a fil caída de lh tarde, les ví con loa w11uos


enlazadas. Otrn vez le sorprendí abrazándola debajo de los
naranjos, y al notar mi presencia, ella huyó veloz llena de ver-
güenza, y é\ we miró con euojo. En otra ocasión le encontré
~ólo eu la villa, tumbado de espa)das sobre el cesped, las ma•
nos cruzadas bajo la cabeza y mirando en silencio el cielo iu-
meuso.-¿Qué tienes? le pregunté, cunndo sigilosamente estu-
,·e n su lado.-¡Na, hombre, nal me contestó. Y poniéodo~e de
pie de un salto me lomó de la mano y nos fuimos corrieud(l a
ver el lazo que para CAiar pájaros tenfa armado bajo los man·
UUlOS.
Aquello que a mi me parecía un mal extrano. llenándome
de unn eepecie de terror, em la inquietud del adolescente al
sentir los primeros ensueílos de nruor, que como implacable
ley de In naturale1.a atormentábalo de un anhelo confuso y del
más grande y poderoso atractivo que iba a tener la vida para
él durante su juventud.
Por In misma ápoca despertóaele el gusto por los libros de
imaginación, devorando cuanto encontraba a mano y lo que
pudo conseguir en la Biblioteca Nncioual de Santiago, burlau-
110 la mirada escrutadora y vigilante del director {don JJriche),
fiscal autoritario que sólo q oería permitir a los jóvenes la lect u
ro de obras ejemplares, recomeudaudo al efecto la vid1l de los
santos y el .A,lO Oristümo. Un día que Nicolás pidió Las Ruinas
de Palmira, le fué negado el libro y t-úvosele por un joveu pe
ligroso.
Ruidosa fué su vida de estudiante eu el Instituto, estableci•
miento que t.uvo inf\uencin grande y perdurable en au educa-
ción. Ahí adquirió cierto espíritu posi~i\'o y cieutífico, y bebió
el germen de uo escepticismo religioso que hizo de él uu libre
pensador, siu q ue nunca, empero, fuese un sectario, porque
ya de hombre se inelinó siempre respetuoso onte las creetlcias
ajenas.
No fué de esos alumnos regaloues o distinguidos que se lle-
vaban los pre1uios. Impedíaselo aquella su altivez casi mout.n·
rnz que 110 le permitia adular, 11i le cuadrnbe tampoc~l el siste-
ma de castigos brutales que los profesores practica bao como u1\
sport, sacó.udale los pedazos de las manos a los alumnos, cowo
único medio de estimularlos. Una vez que un profesor le rlió
un coscacho, le arrojó el libro a la cara acompanado de uQ i11-
sulto, y salió indignado puert,a afuera.
Era arrebatado en sus actos y temerario en sos palabras.
Desde muchacho quiso tener la independencia de un hombre,
sin más guía que )a voz vigilante de su conciencia, ui nunca
fué experto en el &rte de aJclnr a los poderosos, lo que le ce•
UECtrERPOS Í1STl3tOS 11

rró más tarde las puertas de la fortuna fácil; ni cedía jamás n


lo que creyera una injusticia, ui .fué intrigante, ni sabia de do•
bleces y disimull.)s, desconociendo ese d{m de ge11tes que oo
supo asimilaTSe, ni quiso apr,euder tampoco, despreciándolo
como un dón de esclavitud.
En cambio, era de v.er el entusiasmo con que asistía a las ri•
tlas a bofetadns que se trababan eotre ba~dos de colegios rivu•
les. Se le eoceudia toda la sangre araucana que llevaba eo las
venas, esa sangre del rot-0 belicoso y guerrero qu-, bulle ·a bor-
botones cuando tocan a pelea. No le tenía miedo a nada ni u
nadie. Nó era discolo nj pendenciero; mas,seducíanle por tel.l1•
peramentp. de raza aquelll\S luchas que aquilatan las foer:111&
y el coraje de los hombres.
Sus córopaileros le idolatraban y juutos hacían la cimarra.
largandose eu alegre11 exel.ll'Sioues por los alrededores de Sru1-
tiago, a Reoca, Apoquindo, El Resbalón o San Beroardo, htt •
cieudo mil diabluras, escalando tapias y merodeando huert-011.
No perdían fiesta publica, cívica o relígiosn. En las del J S
eraQ de los primeros en llegar al Campo de Marte el día del fo.
gueo de las tropas. Enardecínse Nicolás con el eslruendo de
las armaa, el olor a pólvora y el 6ero ns pecto de l<-s soldados
rompiendo cartuchos con lo'! dientes; y sentíase electrizado con
la famosa carga de caballería qoe dubao los Paperos, qµ ienes
llrrnncabnn chivateando como lo!! araucanos, bl81¡rlie11do sos
largas l1rnzns de coligüe, oru,idas eu IIJ p uuta de rojns b1t0dt·
r()las y haciendo retemblar el suelo. ¡Vi\•n Chile! ¡Vh·a la Pa-
tria!, grltnban los colegiales lan2ando·sus gorras al njre. En lit
procesión del Viernes Santo. acompal1aban las andas llev an-
do v13liis encendidas y re1.audo con ,·02 gangoso y lastimera lai;
orad<>nes del Señor de la Agonía.
A los 18 ai'los de edad era un a rrogante mozo de espaoiosn
frente reflexiva y escaso bigote negro, siendo el rasgo doi:qi
nante la amplitud y firmeza de su ruaadlbula, signo <le uuR
voluntad euérgica. casi impulsiva. Cursaba sus últimos áf1os
de humanidades haciendo vida de estudiante en casa de pen •
sionist.us, jóvenes provincianos como él y s us oompal1E'ros cfo
estudios, div,ersioues, amorfos y de polémicas acalol"adísimas
que nrmaban por cualquier lllotivo, <lis<;utieun.o, con la exage·
ración propia de la edad, sobre ciencia. reli~ión, pnlitica. artes,
gritando rnu.:ho y arrebat.áudose 111 palabra.
Nicolás terciaba eo ellas con su veheanencia acostumbra.da.
Nuuca fué hombre de fácil palabra ni capaz de improvisar
medianamente en público, supliendo su ftt.lto de elocuenoia
coL1 el ge$tO enérgico, la expresión mordaz y el acopio de
ideas de que teniá bien nutrido su cerebro.
12 SK~ iN l'A.LACfOS

Ca8i t-Odos eran libre pensadores, dit>cípulos de las ideas de-


mocrátiells de Bilbao en política y de Darwin eu ciencias n11tu•
mies, cuyos apóstoles militantes eu Santiago eran el Patriarca
Matto. y dou Diego Barros Al'8.J.la. Algnuos se hicieron espiri•
tistas cou llasterrica o posifü."istas con Lastarria. Mi hermano
¡.,osó por todt\S esae evoluciones antes que su poderosa rueuta-
lidad encontrara su verdadero camino.
En ese Liempo comenzó a ejerdwrse en las letral'. escribien•
do verso y prosll, produccióu que destruyó por parecerle des•
pMe{da de mérito literario.
Eu 187-1 obtuvo su titulo de bachiller en humanidades,
ucoutecimienlo ni cual se daba grao imporlaucia, creyéndose
que aquel pomposo título obrfa las puertas poco menos que a
la celebridad.
Conforme a las ideas de esa época, quiso mi padre que si•
guíese una carrera profesional, dejándole libertad de eleccióu.
Optó por ln de médico. No pudo cometer error más graude.
No encontró en lo medicina la verdad científica y exacta que
se había imaginado, como en las matemáticas, siendo. como
era en esos af\os, empírica y rutinaria, con muchas de los afie•
jeces y aforismos en latlo del tiempo de ~a.leno, tan ridíouli •
zados por Le Sage en eJ Gil Bias y por Moli~re en El médico
a palos. La nueva escuela bacteriólogica no babfo ecl1odo nón
las bases verdaderamente científicas de la medioinn del porve•
uir, y de In cual la cirugio y la higiene moderna son ramas
del saber que bouran a la homnoidad.
A medida qoe se afirmaba la madurez de s u toleuto iba se•
leccionando las obras de su lectora. Las ideas atrevidas de
Darwin sobre el origen de las especies lo apasionaron de un
modo indecible. bi Quijote, qoe celebraba con grandes carca-
jndas, se lo sabio casi de memoria. De La Arauca11a recitaba
&11 e.Ita voz las esLrofas viriles que conta u los hechos heroicos
de la roza indomable.
Ln Academia Literaria, de la q ue no perdía sesión, organizó
certiimenee literarios en los cuales obtuvo Nicolás varios pre•
mios, siendo uno de ellos eu el temo: e Una novela cieutítica•,
género literario puesto en boga por Julio Verne.
Su actividad era asombrosa: estudios de medicina, lecturas
interminables, pintora, escultura, trabajos lit-erarios en prosa
y en verso y parlidns de llJedrez y de billar en el que llegó a
ser una notabilidad; y sus o.mores .. . que fueron infinito!! co-
mo las estrellas del cielo, siempre apasionado, jamás cautivo,
pues no se casó nunca.
Era el hombre más desarreglado para vivir, baciéudolo todo
á escape o a lo diabla. Se t·apaba en medio minuto, de dos
1n:ouimoos 1~T1lros 13

pasadas rápidas qe la navaja (tenía pocos pelos, es cierto) mu-


chas veces sin jabón y en seco, le daba lo mismo. Iguales erau
suii hábitos en el arreglo de su persona, pues jamás iba a la
moda, ni usó cadena de rtloj, corbata vistosa, ni chirimbolo
de ninguna suerte.
Tampoco era de los que llevan cuent-a prolija del dinero
que iovieden, y gastaba con mano abierta a la generosidad lo
poco que tenía. Caballeroso siempre, solla usar formas delica-
dísimae y originales para ayudar con diriero a sus amigos.
Uno de éstos, joven muy pobre y pundonoroso. andaba en
grondes o puros. SOpolo mi hermano y en el a<:to se (ué e ,er•
lo y le dijo:-¿Podrfn prestarme unos 20 pesos, compn.fiero?
El otro clavó los ojos al cielo y con cara de lástima y algún
sonrojo le confesó que no tenía ni para cigarros, pero que si
los tuviera, gustoso se los prestula.-Acéptemeloe entonces a
mí, porque ando en fondos, le dijo sonriendo, y le pasó el di-
nero. Así era él. La a va ricia y la cobardía fueron los vicios
que más detestó.
Una desgracia de familia, la muerte de una hermana en In
primavera de la vida, lo hizo pasar por una terrible crisis de
dolor que puso de relieve In sensibilidad de eu alma, dejñndo•
le eu un estado vecino al sonambulismo. Era una sombra y el
pobre andaba ocultándose para llorar. Mi padre, temeroso de
una doble desgracio, se lo llevó a Santa Cruz.
Aproximábase el afio de 1879, y pronto estalló la gnerra
del Pacifico, sacudiendo a Chile entero en una explosión de
patriotismo que corrió de uno a otro extremo como un regue-
ro de fuego, encendiendo el alma nacional eu un ardor bélico,
que bien -pronto se tradujo en una campana memorable.
Nada puede dar una idea de In emoción profunda que pro-
dujo aqu~lla noticia inesperada, ni de la excitación creciente a
medida que los acontecimientos se desarrollaban. Era una
eferve~ceocia que t.enía algo de locura, rumores recogidos y
comentados por un público impaciente, nervioso, gente que
interrogaba ansiosa, personas que so urrebataba:n los diarios,
la población entera en las calles, una multitud enorme pe-
chando frente a los balcones de la Moneda y n las puertas de
los cuarteles, pidiendo las gloriottas banderas.
Nicolás, eoferruo y débil, asistía al espectáculo conmovedor
de la nación levantada en guerra, oía los toques del clarín lla-
mando a los chilenos y vió partir de Santiago a las primera@
tropas que a t-ambor batiente desfilaron po,r ln Alameda en
medio de nna multitud delirante, en su mayoría gente del
pueblo. que acowpat1óudolas les deban sus adioses diciéndo-
les:-¡Hasta luego, hermanitos; de atrás nos vamos nosotros!
u
QuiS<> Nicolás partir de los primero~; roas, se lo impidió mi
padre, viéndole núu tan enfermo.
En el episodio que voy a refel'ir hay algo que mi padre ca•
liticó siempre d e providellcial, por In forma eo que mi herma-
no me salvó In vid11. Y al relalarlo, pido excmms por verme
obliga.do a. hablar de m i persona.
1w
Partí a lt\ guerra sio avisarlo a familia, sabiéndolo sólo
cuando desde el campamento escribí que formaba. parte del
batallón Atncama, ya famoso. Poco faltnba para que se diese
la batalla de Ta.cua y vivla mi padre cou la ane.iedad consi-
guiente, peueando eo la suerte que pudiera córrer el meuor
de sus hijos. Instábalo Nicolás a fin de que lo dejara ¡,artir y
oponiase él aduciendo toda suert-e de razonnroiell!os para ha-
cerlo desistir, basta llegar a decirle uu dfa, medio en serio,
1l1edio en broma, ambos paseándose en los corredores de nues-
tra casa de cnmpo:-¡Q,ué vas a hacer tú a ta guerra, allá no
necesitan tísicos!... A lo que respondió Nicolás, deteniéudose
y mirándole fijamente a los ojos:-¿Y si hieren a Sené'n , quién
lv cuidará? Palideció mi padre, y en silencio púsose a Har un
eigarrillo, muy trémulo de manos, lo que se notó (segúu me
contaron los de casa) al trat.ar de encenderlo. Dió eu seguida,
pausadamente, algunos paseos por el corredor, pensativo, mi-
rando al suelo. Brúscamei)te, arrojó el cigarro, detúvose freo•
te a mi hermano, que observaba atentamente las ~ribulaciooe6
<le! pobre viejo, y díjole con \"OZ rápida y tono persuasivo: -
Mat)aua mismo te vas, el corazóu me avi8tl que bns de llegar
a tiempo ...
Partió Nicolá-, a mediados de l\fayo. El 26 se <lió la batalla
de Tocna contra todas las fuerzllB reunidas de la Alianza Perá-
boliviana, y oua bora después de empezada, una bala me hirió
e11 la mitad del pE'<;ho, dejándome atravesado de parte a par te
y tendido de espaldas en la arena. Y abf quedé todo el día en-
~re numerosos muertos y heridos, muy cerca de uno que inten,
tuba incorporarse apoyándose futig<>snmente eu una mano, pa•
ra caer muerto con lá cabe,ta l1uudida eQ la arena, mientras
ruidosos vivas anunciaban la toma de un redacto y el triuo•
fo de los nuestros.
Y ahí pasé toda la noche en un silencio pavoroso y habría
exhalado mi último aliento sino me socorre y au~il.ia oportuna
y ,uiaericordi.,samente mi hermano. Q,uién, llegado la víspera
misma de la batalla. toma parte en ella como cirujano de , Ca-
zadores del Desierto> , y termina.da la a cción y cumplido sns
deberes profesioua.les con los beridoo de so : h- imiento, corre
al vivac del A.tacaron_, ya cerrada la noche. Sa6e mi mala suer-
te por el comandante del cuerpo, el bravo coronel Martíoez
RIW OJ!:RDOS ÍN4'UIOS 15

(que,lora la pérdida de sus dos úoi~os hijos, ll)uettos eo la ba·


talla). Prorrumpe en gritos de dolor mi pobre hermano y mur·
murando palabras que nadie puede comprender, sale en mi
busca desatentado y resuelto a encontrarme en aqueUa no•
obe oscura, envuelto en las tiniebla.a de una espesa caman-
cbaca, qoe como un sudario de muerte cubría aquel extenso
<:ampo de bataUa. Llámame por mi nombre en altas y desespe-
radas voces, y oye e~tertores de agonía y va tropezando a ca-
da instante con los muertos, extraviadó y perdido, pero re-
suelto a encontrarme a toda costa y siempre llamándome a
griitos por mi nombre. Y así anduvo toda la noche, sin encon-
trar tuás que muertos, muertos y más muertos, ya medio en-
loquecido pensando quizás en la cuenta que irá a dar al pobre
viejo abandonado, que sin duda no duerme allá lejos meditan-
do en sus amantes hijos.
Empezaron entretanto a disiparse las tiuieblas de aquelln
tcistisima noche y apareció por fin radiante el sol del nuevo
<Ha. Pero más radiante y berro.oso que el esplendor del ciel(I
azul me pareci.ó el rostro de mi herma.no y fué más grande ~-
luminosa mi alegría cuando ambos con el aliento suspendido
en silencio nos miramos un ins1ante.
Me sería imposible re!erir aquella escena y nue.s tra emoción
intensa, en mi la d.icba, en él la dicha también, pero velada
por la iorpresa, la duda y cierto espanto al ver mi rostro des-
íigurado por una máscara de sangre¡ duda disipada al ñn cuan•
do oon carit\osa voz lo nombré por su nombre y alcé mis bra-
zos para echárselo,; al cueUo.
Recuerdos ya tan lejanos palpitan vivos en mi corazón,
donde mi reconocimiento consagra un culto casi sagrado a la
memoria de mi hermano.
Después de recogerme en una camilla y de prel!tarme por
\"arios meses los cuidados que sólo las madres prodigan a sus
b.ijos, se en)barcó conmigo ba<>ia el sur, entregándome eu los
brazos de mi padre, como se lo tenia prometido.
Cumplida su misión regresa el norte, toma parte en las ba
tllllas de Chorrillos y Mira.flores y 'entra a la capital del país
vencido a celebrar el triunfo, gozándolo con locuras juveniles.
Terminada la guerra, volvió a Chile con el ejército victorio-
so, el que hizo su entrada trit;rnfal por la Alameda de Santia-
go, conduciendo en alto lo'3 estandartes de la patr testigos
elocuentes de la bravura de los soldados, porque las glorio;;as
inaignias venían acribj)ladas a balazos y teñidas cou su sangre:
atronando el aire con los bronces sonoros y las músicas guerre·
ras, en medio de a multitud inme1lsa que, llorando de ale-
gria, arrojaba flores a so paso, bombardeándolo de rosas desde
rn
las tribunas tendidas a lo largo de la Alameda, desde los bal-
cones de las casas y b~ta de los tejados, donde una concurren-
cia pintoresca y loca de entusiasmo agitaba sombreros y pa-
íluelos.
Siguióse para Nicolás un largo periodo de dos o tres atlos.
durante el cual, quizás cansancio o falto de un aliciente pode·
roso, parecía como hast.iado de la vida y era su humor som-
brío, viviendo de recuerdos, con crisis de tristezas y sin ánimos
ni para terminar sus estudios de medicina.
L\ s! siguió hasta el ano de 1886, fecha en que un amigo mi-
nero le propuso que se fuese de médico al mineral de e.Las
Condes,. Aceptó el puesto, y como aquel servicio era muy
extenso pnra un solo médico, me habló a mi para que fuésemos
juntos. Y una bermosn mailana de Noviembre nos largamos
de a cabnllo cuesll\ orribR a ejercer la profe!ión en plentl cor•
dillera, a -1,000 metros de olt1,1ra, segnro de ganarnos una for
tuna, segón l\Os nfirmaban. Aquella vida llena de peligros
entre nevasen!! y vendnvnles y abismos que daban miedo, fué
corno un latigazo que <lespertó el alma adormecida de mi her •
Ulnuo. Pronto se acostumbró a ello y le fu é t0mnndo gusto a
In miuerfa. Yo aguanté un ono nquelln vida de perros, y él se
quedó cuatro, bnciéndose, por último, uu minero en toda regln
y dueilo de una pertenencia qae explotó con las ilusiones de!
minero, creyendo hacerse millonario con un buen golpe de
suerte.
De regreso n Santiago en 1890, pobre y desengailado, con-
sintió, '\ instancias de mi patlre, en recibirse de médico. r.[as,
no quiso ejercer su profesión y volvierou para él los dfns de
nbntimient.o, tanto más sombríos cuaoCo que coruenznba a de-
clinar sú juventud, contando a In fecba 36 anos de edad.
Y aunque n In mitad tie la carrera de la vida y en el ,·igor
de ¡¡us fuer-tas físicas y la pleuüud de su talento, andaba, no
obsumte, sin rurobo fijo, corno extraviado r.aminaute que bus-
ca su camino, sin que de nada le sirvieran su experiencia. el
clnro juicio y su cordura. Almn que no sabía doblElgarse a las
ex;geooias tie un convencionalismo práctico, oo formaba parte
de ningoon sociedad, logia o agrupación humana, con cuyo
apoyo saben abrirse paso tan fácilmeute las mediocridades au-
daces. Buscaba o esperaba no sé quó, algo desconocido y más
alló. del mundo real en que vivía, quiui.s sonaba en al~ún
ideal elevado y noble, forjado con el poder de ilusiones de que
era rica su fantasía . Lelo mucho, meditaba más ano y foé ad-
quiriendo un gran caudal de collura intelectual y el sello pe•
cuJiar a los hombres de vida interior. De esa época data su
admiració¡1 por el filósofo Spencer, aut-0r que tuvo influencia
~I.OOF:)~00S ÍNTn1 08 17

poderosa en la orientación de sus ideas, haciéndole un conve-


cido individualista, enemigo del socialismo, itl que cond.e nó
siempre.
No obstante, por estimar que la supervivencia ele los más
aptos es la ley fund ~euial biológica del progreso humano,
seuti11se arrastrado hacia las clases proletarias, interesándose
por la suerte y el destfüo de los desheredados de la fortuna .
Eran los síntomas de uu uue\10 a mor que iría creciendo con el
tiempo y echando róices muy ·hondas, el cual se e;xteriorizaba
en forma dolorosa o irritable cuando le tocabau no punto muy
sensible que simultáneamente fué apareciendo en su alma: la
triste coodición del pueblo. en el qne crefrt encontrar las :más
grandes cualidades y virtudes. Pudiera referir uuroerosos
hechos que comprueban este sentimiento. Citaré uno.
Al rticogernos a caaa una noche fría de invierno encontra-
mos refugiado en la puerta de calle al policial del punto. Con•
dolido de la iuielii s uerte de aquel pobre roto, que mal vee.tido
y que tal vez cou hambre, estaba abí defendiéndonos viqa y
hogar, mi hermano púsole Cllrifiosamente nnn mano e11 el
hombro, preguntándole si tenía frlo.-Un nlgo, porque está
helando, con~stó el paco.-¿No te vendría mal, enton<;ee,
comerle on buen bocado2-¡Me pareusel contestó sonriéndose
el policial.--¿Y un trago de viuo también? Creyendo que esta
vez querían burlarse de él, un re presentante de la autoridad,
púsose serio el paco, y sacando un largo pito de boeso, que se
metió en la boca por entre los bigotes hechos unos carámbanos
en deshielo, larg(" in6audo mucho las mejillas, uo pitazo
agudo y h1.stimeró 1 terminá ndolo en un requiebro, a fin de
hacerse ptesent.e a s u cabo. Como intenta ra irse, detúvole mi
hermano, diciéndole qne se esperara un momento; y entró a
CB$a, volviendo !µego cou cuanta cosa de comer y de beber
encontró a mano. Quiso thlllbiéo pasarle un poncho que el
Qolicial dijo no podía aceptar, dando las gracias por lo demás.
En este estado de t'1U imo, lo encontraron los transtomoa
polít.jcos del 91. Desde el primer día hizo cnusa común con los
revolucionarios, convencido de que en aquella lucha de prin•
cipiós la razón y el bien público estaban de parte de quienes
luchaban poli los ideales de un gobierno parlamentario y la
libertad electoral, base de toda democracia. No pudo embar-
carse para. el Norte, pero trabajó para levantar la opinión pú-
blica en Santiago, exponiéndose eu más de una ocas.ióu a ser
victirna de su imprudencia temera'l'ia. Uoa noche que ,e u la
estación tomaban el tren ~.ropas del gobierno, custodiadas por
numerosos agentes de la Dictadw·a, lanzó un sonoro ¡Viva la
18 8~lN RN PAt.AólOS

-revolución!, que heló de espanto a las personas que lo rodea-


ban. Triunfante 1.>l partido del Congreso volvió a at1S lectur\is
favoritas, encerrado en su cuarto. El no era hombre para sacar
partido de aquella lucha entre hermanos que había eneaugreu-
tado el suelo de la patria.
Pero iba a franquear una nueva etapa en el camino de la
vida, donde de-jaria un hondo surco y el rastro luminoso de su
nombre. Cerea de 40 nílos contaba de edad cuaudo abandonó
la vida estrecha y sedentaria de Santiago. yéndose de médico
a la.ti oficinas salitreras, con resideuoia en el Alto de Junin.
Aquella nueva vida, en un medio SQcial de aspecto exótico y
cuyo escenario era un desierto, e1Ligiendo uuA. salud de fierro,
In afrontó con un entusiasmo que recordabtl sus mejores días.
Trabajt.r es vivir, es la fuerza que lo engendra t:odo en el
deseo ardiente de subir, de ir:_ más allá y tJ?áS lejos.
Con el alba, obscuro a veces, ya estaba en pie tomando su
caballo para la abrumadora jornada diaria, visitando las ofici•
nas s-alitrerus a su cargo, ubicada.a a largas distancias en la
pampa. Andaba siempre afanado, corrieudo al sol y al yienfo,
envuelto en 11ubes_ de polvo y bajo una reverberante luz de
fuego. Jamás dejaba de llevar algún libro fin la mano, cuando
no eran revistas asomándose!es por los bolsillos. Pronto fué
popular entre los Lrabajadores y se hizo querer de todo el
muudo, jefes y empleados, eu sa mayoría extranjeros, y en
particular de los rotos, sus pa.isaooa, que por instinto recono-
cieron en él un amigo, algo semejante en su rudeza y porte
altivo al otro paisano, el espino.
Er11 el alma de aquella sociedad cosmopolita y el iniciiidor
de &118 fiestas sociales o sportivas, que animaba con su chorla,
practicando el inglés con ellos, idioma que alcanzó a hablar,
corno hablaba en francés y podía traducir el itali1lno y un poco
el lat1n. No había persona que mejor supiese escuchar e inte·
resaree en la conversación. Sue exclamaciones vivas, sus geJl•
tos animados. y s u aire de buen muchacho en el q-ue se trans•
parentaba el alma de un hombre de bien, predisponían eo su
favor, in'vitando a las confidencias intimas, en la certeza de
que st depositaban en quien sabría intereearse por ellas.
Cuando hablaba de cieucias, de a-rte, de heroísmo, de lo que
eran sus ideales, conmovía por la sinceridad y vehemencia con
que expresabá sus emocion~ propias de hombres superiores
que ss.ben ~entir y el:presar las nobles alegrías espirituales.
A veces iba hasta la exageración. En su charla familiar usaba
del lengouje del pueblo, gustando de los chascarrós en que el
roto luce.su gracia picaresca. El dinero que ganaba prodigá-
balo a manos ,llenas, sosteniendo escuelas, sociedades obreras,
RECUERl>OS ÍSTUI OS 19

aparte de sus dádivas secretas. Si un empleado caía en des-


gracia o un jornalero se inutilizaba por accidente en el tra-
bajo, dejando familia en la miseria, allá estaba corriendo para
tenderles la mano 3 socorrerles. Poseía un elevado concepto
de justicia y de iudomable equidad, y al través de esos senti-
mientos encauzaba sus actós por el camino r1:ct-0. Siempre
rellido con el convencionalismo de que son eeclavas las multi-
tudes y ajeno a las vanidosas ostentaciones que tanto satisfa-
cen al egoísmo hulllano, no entendía de frases cortesanas
hipócritas que encubren los sentimient-0s, ni de genufiexiones
elegantes, usatldo por el contrario ulla franqueza ruda. Eea
carencia de hábil.Os cortesanos hacíale el hombre menos apro•
pósito para vivir en un circulo mundano o en una sociedad
galante. Sus hábitos llevaban el sello de su carácter y de un
hombre de trabajo, modesto, sencillo y sobrio, pudiendo afir.
mar que jamás se erobria~ó.
Ael fueron transcurriendo los prjmeros ai\os de su perma-
nencia en la pampa y Cué adquiriendo un gran prestigio, debí
do a su vasta ilus~ración y a la origmalidad de su carácter y
de sus ideas expresadas con una independencia de opinión
poco común. Contribuyeron a ese prestigio muchos actos rea-
lizados por él, que acusaban su belleza moral y su grandeza
de alma. Un libro pudiera lleMrse con estas acdoues. Citaré
algunas.
Un día, el vapor en que regresa del Sur choca contra una
roca, quedando en grao peligro de naufraga:r. El pánico y la
confusión son enormes, y se oye el c¡eálveae quien pueda! •
sugerido por el miedo J e loe cobardee. Nicolás corre a la cu-
bierta y grita:-¡Las mujeres y los niilos a los botes! Y arma•
do con lo primero que encuentra a mano y una resolución que
le relampaguea en los ojos, se opone al paso de los hombres.
consiguiendo hacerse respetar. Todos los pasajeros llevan
p13est0s sus ealvavidas, menos él. Viéndolo, le grita un inglés,
salitrero de Tarapacá:-1Doctor, póngase su salvavidal Conj u-
rado el peligro ee encierra bajo llave en eu camarote, huyendo
de monifeetacionee que le deeng radau.
Estaudo de visita una noche eu loe altos uua casa, en
Pieagua, húndese repentinRmente y con grand estrépito, el
piso del comedor, arrastraudo a dos mucbachas de la servi-
dumbre que se ocupaban del arreglo de la mesa. A los gritos
despavoridos que dau, pidiendo socorro viéndose entre los es•
combros y amenazadas por el fuego que lee lámparns encendi•
das habían comunicado, Nicolás uo vacila un segundo, y de
un salto se arroja a salvarlas, sacándolas al poco rato en sua
brazos.
20

Otro día lee eu los diarios que recibe de Valp11raí:;o la noti•


cia de que un guardián ha ejecutado un neto de arrojo, expo-
niendo su vida por salvar a un compMiero. AcoFtumbrado
de nti'lo a considerar el beroismo como el único fin de la vida
del soldado, apresúi·ase a enviarle, junto con sus calurosas fe •
licitaciones, uua gruesa suma de dinero. Al dar cuenta de ese
acto, la -prensa tuvo frases elogiosas para el aut-0r de aquella
generosidad poro común.
En otra ocasión le muestran en lois cerros de Valparaíso él
sitio desde el cual O'Higgins, Yieudo partir la escuadra liberta-
dora, pronunció aquellns célebres palabras: «De esas cuatro
tablas penden los destinos de Amério11>. Inmediatamente con•
cibe la jdea de consagrar aquel logar histórico con algún signo
visible que perpetúe su recuerdo a laa generaciones futuras.
Y al efecto hace tallar una placa conmemorativa, que con el
nombre de e.Miradero de O'IDggins> coloca allí, inaugurándo-
la con una gran fiesta costeada de su bolsillo, a la que invila
a los jefes de la Armada y a numeroso pueblo (l}.
Su actividad, que .era grande, la dedicó t-ambién al estudio
del problema industrial del eaHtre, viendo m odo de abarat-ar su
costo d-e p·roducción y aprovechar los terrenos de baja ley. fo.
ventó al efecto, asocia.do a un amigo, uu procedimiento para el
que pidió privHegio e hizo venir de Inglaterra las muquiuas
necesarias; Pero se estre.lló con los hábitos rutiuarios de los
salitreros, que no quieieron prestarle su apoyo.
Mas tarde escribió eu la prensa uoa serie de arUculos il.r·
dientes de patriotismo, encaminados a nacionalizar la indus-
tria, resguardánd:>la del truts o monopolio que con el nombre
de , Combinación Salitrera • perseguían los productores, aho•
gando su libre expansión en conira de los intereses del Estado.
Quería defender esta riqueza, decfA, de la voracidad de los ex-
tranjeros que ahi llegan como los amos, desalojando a los chi-
lenos u ocupándolos como bestias de carga y arrebatándoles
lo que conquistaron con su sangre y legítimamente les perte-
nece como premio a su heroísmo.
En esos escritos sensacionales iba apareciendo el fanático
defensor de su patria y el paladio de su raza. Frutó de sus
meditaciones i estudios, surgía lentamente en so. cerebro una
idea genial y se acentuaba sa perfil de apóstol de una causa

(1) Afios después fué erigido en el mismo sitio el monumento que hoy
existe. ¡Y lo que es In. ingratitud de los hombres y cuán ¡¡>ronto 11e olvi•
dan las acciones generosas( Al inau~urn.rse este nuevo monumento no
tu\'íeron sus.oradores ni la pren{lll una palabra siqmern. de recuerdo para.
quien 1ué el iuiciador de la idea. LimitArooee a cla\'ar en el monumento
la placa de piedra qne él hi110 tallar.
RJ-.:COF.R.J)OS LN'l'IMOS 21

santa. de una causa nacional. Y en esa obra. otra fas tuvo su


actividad mental mientras permaneció en el desierto de Ta-
rapacá.
Hacia at1os que venia ocupándose de un problema al que
dedicaba todo el tiempo que le dejaban libre sus tareas profe-
sionales: el problema interesantísimo del origen étnico del pue-
blo chileno. Sus lecturas prodigiosas babíanle preparado el
terreno. El contacto diario con los trabajadores de la pampa y
la observ1'1ció1~ atenta del carácter de los chilenos en general y
la espeoiallsima del roto, su aspecto fisonómico, costumbres y
sicología, en todo tan diverso del tipo, modo de ser, de pensar
y de sentir de los demás trabajadores de otras nacionalidades
que ahí babfan, ya sudamericanos, ya europeos del mismo
origen latino, iuerou generando en su pensamiento una con-
cepción nueva, una idea original respecto de los chilenos.
quienes, a su juicio, formaban una entidad racial bien defini-
da y única, oon caracteres propios, entidad que era la base
étnica de la nación. Muchas veces había oído decir a los ex-
tranjeros que nos visitan, o la babia leído en autores como
Darwin y otros, que cer, Chile hay ""ª raza particular di-i;ti11-
ta de todas las demás del 1111mdo• .
Convencido de la verdad de nquellns observaciones y de·
sesudo e:cplicarselru! y comprobarlas, se echó a rastrear con
una paciencia de benedictino los oifgeces de nuestra sangre.
leyendo todos los historiadores de Chile, desde sus fuentes
primitivas, las cart-as de Pedro Valdivia fil rey de Espa11a y
las actas del Cabildo de Santiago, y se hizo veni r de Europe
cuanto libro tratase de antropología, etnología, biologín, sico•
logfa etui('a, lingüística, filología. como asimismo las historias
de los pueblos que habitaron a Espalla desde los tiempos más
remotos, iberos, ceJta¡;, fenicios., vascos, romanos, godos, ára-
bes y bereberes africanos; y cuanta obra tratase de razas, mes•
tizaje, y de todo aquello, en suma, que pudiera aclarurl~ el
problema que investigaba.
Rabia tomado con tal apasionamient-0 aquellosest.adios que
eran como una obsesión y tema úuico de su pensamiento y
de sus conversaciones. Cuando nos veíamos. que era cou fre-
cuencia, no roe hablaba de otra cosa: ern su idea fija.
A m'?dida que leía y esLudiaba, unn luz i~a apareciendo
aute sus ojos asombrados, lleañudole de orgullo y alegria, por-
que iba convenciéndose, sin dejarle dudas, de que ciertameot-e
éramos una raza aparte, digna de respeto por la nobleza de su
sangre, un pueblo llam,tdo a gratides destinos por las virf.udes
y el heroísmo de sus progenitores.
El padre de la raza, según sus investigaciones, era el con-
22 i;¡.;:s F.N P .l. LAClOB

quistador godo, de filia ción germana y sicología varonil o pa•


triarcaJ,tdiametralmente opuesta a la latina) descendiente de
aquellos bárbaros rubios y guerreros que en 'sus migraciones
por Europa destruyeron al imperio romano de Occidente, y mas
tarde invadieron la Eseana, de donde partieron a la conquista
de Chile.
La madre d e la raza era la araucana, hija de la tierra como
la flor del copihue y botín preciado del conquistador (que no
tl'8jo mujeres) en aquella lucha secular y homérica en In cual
el araucano defendió sus lares y sus tierras hasta morir en la
contienda. • Y de la conjunción Jel elemento masculino del
vencedor con el femenino del vencido, nació la raza chilena,
meat.iza, como deben haber nacido todos los grandes grupos
humanos llamados razas hiEtóricas•. (1)
Sólo así pudo ex plfoarse Nicolás, el ti po tan com~n en nuea•
tro pueblo, principalmente en los campos, de esos rucios ca•
rantou es y patilludos. de mostachos colorines y ojos zarcos,
que parecen gen uauos con ¡,oucho y ojota. Y así pudo expli-
carse también muchos ras,ros de la sicología del chileno, su
energía moral, sa carencia de moneras córtesanas que le impi-
•len ser sonriente y zalamero, siendo por el contrario a11isco y
fiero; s us aptitudes militares y su genio belicoso, herencia an•
cestrol de sos mayores, el godo y el araucano que en viril
contienda esin,lltaron nuestra historia de grandes becbos
memorables y episodios heroicos cantados por la poesín
épir.a.
Sus convicciones a este respeeto fueron finalmente absolutas
y comprobadas éon razones. y argumentos sacados hasta del
modo de hablar de nuestro pueblo. Su admiración por la razn
ae trocó en amor fanático, ligándose para siempre al d estino y
11 la suerte del roto con un lazo más fuerl~ que la muerte. Le
l\pellidó •El Gran Huérfano , , diciendo que era , el deshereda-
do y paria dentro de su propia patria, a la que tanto ama.
cuyas glorias bao sido adqu iridas al precio de su sangre, y por
la cual está en todo momento pronto a dar alegre su vida• .
Y !o amó con carioo fraternal y compasivo al verle sudar san•
gre en aquel de@ierto (que a la la rga :io es siuo su cemente•
rio), q ui1,ás sonando, sin esperanzas, en arlq uirir un pedazo d e
suelo d e los fértiles campos de Chile, y viviendo resig nado a
su suerte perra entre aquellos extranjeros, donde no es otra
cosa que la fu ena bruta que los enriqueee, aceptando pacien-
te, demaaiado paciente, el mendrugo de pan que le arrojan de
las sobras de aquel banquete colo!!al.

(1) Rm11 Cliilci11.


.RECUF.RDOS 1N1' U IO$

Entonces emprendió una campaña en favor del pueblo con


toda la fe del nuevo culto que ardía eu sn alma, sembrando
sus ideas n los cuatro vieot-0s. Púsose en correspondencia con
el Congreso Social Obrero de Santiago, con DJputados y
hombres dirigentes del Partido Demócrata, directores de dia•
rios, sin distinción de colores políticos y con n u merosas per•
sonas de reconocido patriotismo, golpeando a todas las puer-
tas, pidiendo cooperación y ayuda en bien de los intereses
nacionales y de la clase prbletaria que defendía.
Leía cuanto diario o r~viet.a ee publicaba en el país y pneaba.
ate11to al rumor de la opinión pública. Pocos respondieroll a
su llamado. Estaba triste. As{ lo encontré uu día que fo{ a
visitarlo. Hallábase a la calda de la tarde, de fie y sin soro
brero, sobre el promontorio de rocas que en e Alto de Junfu.
al borde de una profunda barrnnca, domina el mar a 800 me•
trol! de altura. El sol, ocultándose con resplnodorea de incendio
iluminábole la faz y meditaba en el porvenir de su raza y en
In suerte del roto. As{ me lo dijo y not~ que tenla In mirada
perdida en In intneosidnd del océano, el deealiento eu el rostro
y la boca dolorosa.
.\1 comenzar el siglo emprendió viaje a Europa, estudiando
en las fuentes mismas de los países que ,·is.i taba cuanto pu•
diera servirle a reforis1r la tesis que sost~nía. Ea Londres es•
cribió articulos en defensa de Cbile.
A so regreso volvió a su.s doras tareas de médico en el de-
sierto. Pero asimismo, y con mayor apasionamiento que nuuca,
a su tema fnvorito, el origen del pueblo chileno r de su rep1 e•
senle mas genuino. el roto, tO!llando a.hora IR. cosa con tal
exaltación que raynbn en virulencia. No toleraba palabra o
concepto ui veladamente ofensivo a Cbile. irguiéndose en el
acto como un quisco espinudo. Y cuando le 10-:aban a su roto
grunia y mostraba -los dientes, tznltando como un tigre n su
defensa. Los e:uranjeros, eut-re quienes vivía, tan dados a mal-
decir del país que explotan (y del cual los ingleses se creen los
amos) tenían que refrenar su lenguaje. Un día que un emi-
grante buhonero le ofreció en vent.n uo Hbro poruográ6co, de
grnbados obscenos, le molió a bofetadas.
Eutre l.hnto, su orgullo de chileno est.abn pasando por una
dura prueba. La desmoralización y el desgobierno había co-
men1.ado en los hombres dirigentes del pals, y la corrupción
en las clases llamadas superiores, debido, sin dada, a In i11tro•
misión de una casta de advenedizo11 sin escrúpulos, cuyas ap•
tjtudes mentales y morales no correspondían a la situación
social ocupada. Habla ansia de dinero fácil, vida social escan•
dalosa y un lujo insultante, desconocido en nuestras austeras
24

costumbres: eíntomas inequívocos de una profunda decaden-


cia moral, de que la prensa venía ioforma udo a diario al dar
cue-0ta de n.:uoerosos desfalcos, falsificaciones, sustracció1-i de
d-0cumentos oficiales y otros crimen.es perpetrados por perso
nas de apellidos nuevos eu la familia chilen'a.
Para muchos aquello era la couse~ueucia inevitable de la
riqueza del salitre, colosal presente griego que estaba corro•
yendo 1~ conciencias y perturbando la tradicional probidad de
la República, t$'ll varonil y tau sana' hasta entonces en su po•
breza espartana.
Nicolás est,ába lleno de indignación y de vergüenza. Indig-
nación que se trocó en asombro a! ver la campana emprendi-
da en no.e stro desprestigio por algunos diarios de SautiAgo. Y lo
que era aún más grave, por publicaciones oficiales enviadas a
profu~ión al ex~raujero. L()S Atiales dela Ut1iversi4ad de Chile
publicaban una Historia encaminada a probar que los arnuca-
nos (nuestros progenHores) eron una horda de salvajes cobar-
des) La E stadística Oarcelaria nos pre-sentaba aute el mundo
civfüzado como un pais de criminales! Lo Sinopsis daba uuas
tablas horrorosas de mortalidad. Los diari-Os bo.blaban del e roto
inmundo y degenerado,, aconsejando la ::ouveuieuoia de arro•
jarlo del país y de reem pla1.arlo por emi~r.antes, porque cbieu
merecida se tenía su s uerte perra, l. ... .. (textual).
Pues bien. mi hermano comprobó que todas esas biatorins y
estadísticas eran falsas, absolutamente falso.s, plagadae de cra-
sos errores y escritas con non igt,ornocia suma o con mala fe
manitiest.a. Eo. esas publicaciones, costeadas con fondos de In
11ació11, sus autores, que no parecían chilenos sino sus mayo
res euetuigos, se habían dado un trabajo de cuervos rebuscan -
do cuanto pudiera degradar a In raza araucana, haciendo basta
citas truncas, cou la viIJanía de quien reniega de su sangre y
envilece a su propia madre. In famias que pare mi hermano
eran como otras tantas pullaladas que le nsésl.Aran en las en
trnfias.
Tomaba notn de todo y pronto adquirió el convencimiento
de que se trataba de una campana mercantil emprendida por
agente!! extranjeros de colonización (ayudados, es cierto, por
gestores administrativos chilenos) y si n otros fiues que apro-
piarse de los t.errenos de la nación, so l'retex-t,o de que sobra-
ban tierras, faltaban brazos y era beneficioso para el país
reemplazar al aracica110 cobarde y al-roto itmumdo por italiauos
y espaooles.
No creía que aq~ello pudlera realizarse tan fácilmente, con•
fiando en el patriotismo y buen !!entido de los chilenos honra-
RECUERDOS ÍNTntOS 2;;

dos que aun había en el Gobierno. Mas, pronto tuvo que con•
vencerse ante la evidencia de los hechos. H abía comenzado la
radicación de indígenas. A los araucanos se les quitaban sus
tierras con la fuerza de las a rmas. Luego siguió el éxodo de
miles de chilenos que se expatriaban conduciendo de la mano
a eus esposas e hijitos. Los gendarmes los expulsaban a bala•
zos, empujándolos con las puntas de las. bayonetas. Se necesi
taban sus tierras para entregárselas a los inmigrantes que iban
llega1¡do: andaluces, napolitanos, calabreses. bohemios, gita
nos, z{ngaros. Y con ellos iban !Jegando también los clfürrtrM,
los carlistas fa náticos, los vagos cubiertos de llagas, los auar•
qujstas, los criminales contratados en las pue1tas de llll! cá.rce•
les, los rufinues a la alta eeouela (caftens); y comu novedades
patológicas desconocidas en el país, iban apareciendo la lepra ,
el tracoma, la bubónica y todas Jas plagas repugnantes de las
mul!itudes famélicas de las últimas estratas sociales del viejo
mundo latino.
Loe Cónsules chilenos del Neuquén y de San Luis comuni,
oabnn que mi!Jares d e uhilenos con sus familias lrnsmontaban
la Cordillera pidiendo albergue y una nueva patria a la Ar
gentina. Su número pasó de 20.000 en poco tiempo.
En su ~uarida del Alto de Jaoín, corno felino en acecho.
pasaba Nicolás con el oído atento pareciéndole oir el ruido de
las armas y )ns voces pidiendo auxilio en aquella batida o ca
cerin ele araucanos y chilenos.
De súbito, con rugidos de león que defiende a sus cachorros.
saltó en defensa del roto, y tocando las campanas a rebato eu
un ac.-:eso de revuelta furiosa, se lanza a la prensa de !quique
anunciando el peligro, arrancando ml\scarae, desperta ndo 18-!!
conciencias, sacudiendo los egoísmos, soplando eo los cora1.o-
nes el inestinguible amor n la patria, en uoa serie de artículos
firmados • Un roto>.
E n ellos expresaba la exasperación de su alma cou una
acento de fiera grandeza, digno de los mejo1es profetas bibli
cos. Consciente de su fuerza , de su derecho y de la misión que
le corresponde en aquella causa, como un grande apostolado
a que le llamara el destino, fué un feroz fustigador dti los de•
tractores de su raza y de su patria, aseel8ndo golpes d e ma,¡n
a In hipocresía de aquellos fariseos que ~raficaban con lo más
sagrado de la nación, sin miramiento alguno por la situación
ofici11l de los hombres de gobierno.
Fueron sensacionales esos artículos. El elemento extranjero
de Tarapacá. sintióse alaTillado y el chileno profundamente
co.omovido, porque a ellos les hablaba el lenguaje del sentí•
miento.
26

No obstante, allá en la lejeudaria Araucauia continuaba el


lanzamiento inicuo de los chilenos, despojándolos a balazos de
sus tierras. Entonces poniéndo a Dios por testigo de aquella
horrenda injusticia y maldad, escribió su folleto ,¡Alza chile·
nosl• «¡Alerta, chilenos!• en el cual condensaba sus ideas
sobre colonización, repartiendolo profusamente en el pnis. '
Y su rostro tomo on sello sombrío. Andaba con la cerviz
abatida y la mirada ardiente del iluminado, casi de un loco.
Infundía lástima o miedo. Iba solo y la gente hacíase a un la•
do a su paso o se lo mostraban con lo. mano.
Recogió en silencio aquellos artículos en los que había va•
ciado su alma, les agregó algo más y se fué a Valparsíso, don•
de los hizo imprimir en un libro que tituló , Raza Chilena.
Libro escrit-0 por uo chileno y para los chilenos.» Y sin fi r•
roarlo siquiera, porque no buscaba gloria personal, lo entregó
al público y regresó al Alto de Jnnin.
Venia nacho una ruina, enfermo y deshecho. Bajo el ala de
su sombrero hongo, hundido basta las cejas, veíase ,su rostro
envejecido, susojossecosy seniles, ya marcados por el dedo de
la muerte. Al descubrirse mostraba un semicirculo de cobellos
caídos en la frente eu forma de aureoJa, daudo la impresión
dolorosa de un mártir coronado de espiuas. Eu este triste ea•
tado, casi moribundo, reanudó sus tareas de médico en el de·
sierto, sin querer aceptar ayuda de nadie. Le quedaba In euér•
gía de su voluntad indomable.
El oficio tle decir la verdad ha sido siempre ingrato y peli•
groso. Había puesto el fierro candente sobre muchas llagas,
provocando gritos de dolor y se le 1,ovo por uu hombre l,ru•
tal , peligrosísimo para mucha gente. En su gran amor al pue-
blo que sufre, los poteuuidos y aristócrat-as \"ierúll uoa ameua•
:,,a y lo trataron de anarquista. So patriotismo exaltado fué
motivo de alarma para los extranjeros duel1oP del saiitre, quie•
nes le miraban de reojo, tratándole de boxer, y gustosos le hu-
bieran arrojado de la provincia y del país, a fio de no tener
quien develara sos abusos. Se contentaron con quitarle su
puesto de médico de las sa!itreras. Y quedó sin empleo, enfer•
roo, abatido, deeilusionado, perseguido de boTlas, tratado como
un demente o un loco. Su libro no pasaba de ser la obra de un
visionario iluso, el romance en _prosa de un mislifieador.
Quedaba en la miseria, sin más bienes de fortuna que sus
libros y una bandera chilena que, oculta en la maleta, llevaba
siempre consigo, rogando a sus amigos que al morir envolvie•
ran su cuerpo en ella, sirviéndole de mortaja. Cuanto babia
ganado con su rudo trabajo.(una fortuna) habíalo repartido a
&ECUER'DOS LNT1MOS 27

manos llenas entre sus paisanos menesterosos. No podJa ver-


los enfrir. Huyendo de la jauría de sus perseguidores, se nfu-
gió en un hotel de !quique, viviendo encerrado en su enarto
como un anacoreta que se retira del trato de los hombres mal-
vados e ingratos.
Mas, no había recorrido aán todo sn calvario, ni apurado
todo el cáliz de amargura que el destino cruel le reservaro;
que sólo lo apuró hasta las b,eces viendo fusilar en masa a los
pobres trabajadores de las salitreras reunidos en una plaz~
publica de !quique para exponer sus justas quejas a sus pa-
trones, los millonarios duetto!! del saJitre. Cuando oyó el ho
rcible estrépito ~e las ametralladoras sembrando la muerte
entre aquellos infelicesTot-0s, _sus hermanos, que por centen11-
res quedaron palpitando en su agonía. dió un grito y se cubrió
el rostro con las manos .. . Y ya su alma desgarrada quedó
triste hasta la muerte.
Su libro, quizás el más audaz que se hubiese publicado en
Chile, supo crear una ~tación que repercutió en todo el paú,
como la encarnación de un anhelo nacional. Sus ideas tu \'ie-
ron influencia poderosa en la orientación del criterio públiC<1.
Hubo otra manera de apreciar muchas cuestiones de vitnl
importancia. Abrió nuevos horizontes a nuestro orgullo na
cional, dándole una base de nobleza étniea. Su atrevida con-
cepción marcó una nueva era, porque su pensamiénto arraigó
muy hondo y como un alto faro alambró con vastas proyec-
ciones; y tlesde entonces, y sólo desde entonces, nuestros
escritores comenzaron a hablar de una raza chilena, de m.,e.~tra
rtua. Y vive y vivirá siempre su influencia, despertando {'I
alma nacional y nuestro espíritu cívico.
Aquel autor anónimo creía que un pueblo que tiene moü-
vos para enorgullecerse de sus progenitores, debe velar por-
que no se bastardee .su sangr.,, debe respetar sus lradicione:.
y seguir el ejemplo de probidad de sos mayores; porque lo
que constituye la verdadera grandeza de una nación es su
grandeza moral, y atributos inseparables son de ella el orgullo
de raza, la honradez pública, las virtudes domésticas, el honor
milhar y la voluntad inquebrantable de alcanzar gloria en e\
mundo. Y terminaba gritando: <Den nos escuelas. Instruya-
mos al pueblo>.
Se podía admitir que hubiese algunas exageraciones en su
obra y que no se la pudiera aceptar en so integridad sino
hajo beneficio de inventario. Pero era forzoso reconocer un
grande, bien grande escritor, que· escribiéndola había queri-
do cumplir una misión, dándonos a los chilenos on alto con-
cepto d~ nacionalidad y de un elevado destino que cumplir.
28 81':NÉN PALAClOS

Su estilo persooalísimo, impregnado de un sentimiento sin-


gularmente ~ouruovedor, a vecee irónico; su grau erudición,
la exactitud de sus observaciones sagaces, la lógica irreeistible
ele su argumentación, y el calor de sus convicciones, presen-
taban a su autor, que nadie c.onocía, como el regenerador más
formidable, con no se qué de caballero errante, iluso y teme-
ral'iO, blandiendo su lanza en defensa de s u raza, levantando
los cargos de los detractores de eu patria, a la que amaba
sobre todns las cosas, fustigando vicios, apuntando errores,
destilando la amargura de su corazón arrastrado en su piedad
por la infeliz suerte del roto: su amor y su quimera.
Dícese que al leerlo nuestro gran poeta, don Eusebio Lillo,
exclamó entueiasmado:-c¡Hacía falta este libro en Chile!,.
Pocos anos más vivió en Santiago, re(irudo eu medio de sus
libros, compa11eros inseparables de su triste soledad. haciendo
vida ruodesLisima y ocultándose de todo ~¡ mundo, salvo de
contados amigos, sus admiradores, que le habían permanecido
fieles en la desgracia.
La enfermedad que le minaba el corazón habíale dado una
sensibilidad extrerua. Iba con la marca de sn incurable des-
consuelo y era su vida trisl.isima y atormentada, sin otras
nlegríne que la paz de so conciencia y la dulce amistad disfru•
tada en el seno de una familia amiga, In familia de la Maza,
que babia tenido la gentileza de ofrecerle su honrado y apaci•
ble hogar.
Su paseo fa vorito era el cerro de Santa Lucia. Subíalo fati •
gosament~. con algún libro en la mano, revolviendo el aire con
el sombrero y aspirando el húmedo llroma de las hierbas, qoe
le traían el recuerdo remoto de su infanciadicliosa y de su ju-
ventud ya tan distante. En su ru1ceJ1cióu deteníase siempre
frente al cCaupolicá.n >, aquel bronce que t-an admirablemente
simboliza la indómita fiereza araucana. Y va casi en la cum-
bre, sentábase a descansar frente a don Pedro de Valdivia, el
otro progenitor de la raza, que ahí esl.á en su pedestal con lae
armati que le dieran el triunfo, contemplando el pueblo que él
creó, pueblo que (bien lo sabe el godo) jamás nadie ba veoci•
do, ni espera hacerlo.
Un día pidiéronle que leyese algún trabajo en una sesión
del Ateneo. Le costó resolverse; no le gustaba exhibirse. Leyó
su trabajo cDecadencia del Espíritu de Nacionalidad,. Fué
una ovación estrueodoea, interminable. La concurrencia, de
de pie, aplaudía al autor de :&ua Chilena, proclamóodolo el
LDás chileno de los chilenos, emblema vivo del patriotismo
nacional.
JtECUEltl>OS iNTDIOS 29

Por esa época escribió su Demografía Gótica y la Rev-i.sii>~i


en América de la Hi,storict deZ Viejo M1mdo, obras aun inédi•
tas y que venía preparando desde tiempo atrás, destinadas a
.reforzar sus teorías sobre etnología chilena y n refutar las cri•
ticas heobas a Raza, de la que preparaba una segunda edi-
ción.
Pero sus dins estaban contados. La muerte seguía.le de cer•
ca. Algo sospechaba él. .Hacia tiempo que venía notando una
e:droiín sensació11 de ahogo, cowo si el corazón, demasiado
grande, no le cupiera ea la cavidad del pecho. Andaba taci•
turno, cavilaudo tristemente. Sentía frío en, el cuerp() y una
inquietud particular del alma, una sed de afectos, uu deseo de
consuelo compasivo para su tristeza, que iba a buscar refu-
giándose en el seuo de las personas de su (amilia, al calor de
los suyos, que Canto le querlan.
No cref11mos que su fin estuviese tan cercano. La irop}aca•
ble 1t10erte, al derribarlo de un golpe súbito, le engalló traido-
ramente dnndple una mentida apariencia de salud. Aquel día
fatal (ll de Junio de l911), sintióse casi sano y andaba muy
conteuto. Después de visitar a Ulll\ hermana, lo pasó conmigo
todo el qfa y estuvo espiritual y alegre, retirándose después de
comida, sin querer aceptar nuestra iovilación a qoedarae a
dormir eu casn, donde solía hacerlo eu la pieza que le teníamos
reservada. Abrazó a mi esposa, me estrechó la ruano y díjonos
¡adiós! Fué la última palabra que oímos de sus labios.
Se acostó a las diez y 110a hora más forde oyéronse en el
silencio de In noche las Mgostiadas , oces de mi pobre .her•
0

roano pidiendo socorro, gri1.ando ¡favorézcanmel. .. ¡auxHiol...


¡veng110 pronto, que me ruuerol
En un instante y a medio vestir acuden las personas de la
casa. ¡Qué cuadro más desgarrador fué el que presenciaron!
Nicolás, ya casi exánime y sosteniéndose trabajoeom.eute e1J el
marco de una veutana, arrojaba sangre a borbotones por la
boca. Luego ee empañó su vista y dobleg_audo la cabeza exhaló
su último aliento.
Se le había roto uu grueso vaso arterial (un aneurisma)
desgarrado a i..upulsos de las palpitaciones de su gran cora•
ZÓll.
¡Ahl la tristeui de sus pobres funerales en aquello frfa y
nebulosa tarde de invierno! Media docena de pariwltes, otros
tantos fieles amigos, algm1as palabras de adiós y desapareció
para siempre eúvuelto en la bandera de su patria, abrazado a
ella, su tíuico bien, en la noche obscura de su tumba. Y yacen
sus tristes despojos e'n el más abandonado rincón del cernen•
30

terio, awtado por el viento y por las lluvias, como si gimieran


y lloraran el tTiste fiu de los buenos (1).
SENBN p .4.U, 0 108.
1
(I) JUllto y consolador es con(.e.sRrlo, al día siguiente de su (alleci-
miento la prensa entera del país le tributó un homenaje j uatioiero, reco,
nociendo 110s méritos y proclamándole un gran ciudadano, cuyo talento
poderoso habfa sido con ■a,grado en bien de ea patrin, a la que amó aobre
~daa lu coeae, y cuyas ,•irtudes cívicas eran dignas de eeryir de ejem-
plo. La idea de erigir 110 monumento al autor de RAZA Omw.N.\, coa·
t eado ¡ior erogaciones populares, foé acogida con carifto por el público;
y el Oomité nombffldo con tal objeto liso.e ya asegurado el éxito.
So pueblo natal, Santa Cruz, hlzo colocar una placa de bronce en la casa-
donde nació, y dió so nombre a la calle principal <lel pueblo.-N. de
E. Ch,
PRÓLOGO

Oomo me tomaré la liberl-ad de enviar el presente libro a al•


gunns personas, les debo una explicadóo. Este prólogo es para
.,llits.
Empezado por simples cartas por la preusa a ULl distinguí •
do periodista nacional, escritas con el 60 de contrarrestar la
,opinión adversa al pueblo chileno que desde algún tiempo
atrás venia difundiéndose eo el público por algunos diarios y
revistas, este estadio tomó las proporciones de un libro, eu
vista de que aquella campana de desprestigio trajo como con•
secuencia el que el Gobierno baya puesto uua invencible resis•
1encia al cumplimiento de la ley de colonización nocional, y que
esté .entregando las tierras de la Na<'-ión a familias de raza ex•
tralla a la nuestra.
Algunas de las parles en que está dividido eate libro conser•
""ªº su for:na epistolar primitiva con la sola adición de algo•
uos documentos.
Escrito duraot.e eJ escaso tiempo que me dejan libres mis
ocupaciones, y en períodos separados unos de otros por largos
meses, la obra que ofrezco contiene ttlgunas faltas de compo·
sicióu y de redaccióc, sin importancia y que no ha sido posi•
ble subsanar por falta de tiempo.
Aeí imperfecta la entrego a la meditación de los chilenos,
porque, aunque descuidado en la forma , este libro es el fruto
de largos estudios, y porque algunas de las materias en él
tratadas requieren urgentemente ser conocidas por el público.
Para llamar la atención sobre problemas viejos, he tenido
<¡ue contemplarlos por una faz poco acostumbrada, lo cual,
atladido a las pequeflas novedades que en el libro se contienen
me hace temer que hubiera sido necesario una prueba más
NICOI,ÁS r .U , .4 010S

numerosa y mejor ordenada que la que me ha sido posible


aducir para llevar el convencimiento al ánimo del lector.
Ruego que no se me censure la dureza del lenguaje emplea-
do en algunas ocasiones, basta después de haberse impuest~
de las óJtimas partes del libro.
Si algunas de las personas a quienes me permito mandar
eala obra se sintiera lastimada por las ideas de moral u otl'as
que en ella se tratan, le ruego me disculpe. En sus mános es-
tá arrojar el libro.

Agosto de 1904.
PRIMERA PARTE

ETNOGENIA,- ORÍGEN.ES DE LA SA.t';'QR,E CHlLEN.A.

CAPÍTULO l

NA. OlMTENTO

l. La raza chilena e 11, mestiza. Su proco:i: aparición. Fe de bautismo de la


rua.-2. El padre de la raro.-3. Oni ror midad fís ica y síquica de la
rn.11a, su causa y su import.ancin. La l1Wl chilena no eft lath1n.~J. Fu•
ue11tos resllltados do la mezcla do IH nuaa d(lsemojan.tes. No debe
traers e colonos d& raza IMioa a Obile.-5. Cómo 110 forman las razu
mestiu s. Una de lns condiciones fa\•ornbles do la g,nesis de 111 rau
chilenn. Indios de Boroa. Orecidn descendencia ¡Je los conquhita•
clores.-6. Ln madre de la rn1.11 chilenn. Primeros mad res. Su gran
num ero. Su p:iralolismo menuil eón el conquistador. -7. Rapidei c9n
que 11aci6 la raza mestiza. 1'[ecnni11mo de en formación. Cálculos
so bre el nú mero de chilenos de In l.• ¡¡eneración. Número probabte
de los de la ·2.• y a.a generaclobes.--8. P rimeros s acerdo~ chilenos.
Nombres de algunos chilenos de la 1.a genorncióu.-9. Jb\Sl,!O domi•
nante d.e la llicología del weslil!o. Rapidez con que nacf11 In 2.• gene•
raei6n.-10. Principales condiciones 1,>iol6giélll8 y sicol6gicru1 que
favorecieron la uoi!órmidad y la establlldnJ de n:.iest-ra !'llza.

Distinguido sefior: R e tenido el gusto de leer los escritos en


los cuales Ud., con íntima sntis(acción, anota los beneficios
que ya. se dejan ver en In cruupao.a empreudida contra el alco-
holismo en Cllile. . '
En ellos hay un acápite que, por naber llamado mucho mi
atención, me voy a permitir comentar. Es el siguiente:
a
· Nl00L18 P•LA(J10S

c.-\. la activa campafla emprendida coJltra el abuso del atco-


hol deberá el país el grau servicio de couserva:rnos vigoroso y
sano al hijo del pueblo. Yo quiero al roto; sé que es mucho
mejor de lo que so le supoue; admiro en él el ingenio en la
rw.l.icidad y oreo que el país será grande si sabe conservar eu
el roto las preciosas cualidades qu e lo distinguen. 1'odo c011-
siste en alejarlo del vicio del licor. •
Copia Od. eu seg uida, para justificar la suya, la opinióu de
otro a utor, tan eucomhistica del rot<> chileno, que no me atrfVO
a reproducirla aquí, por temor de parecer e.tagerado.
Ante todo creo nectsario manifestarle mi opinión respectn
de quién es, como entidad humana. el r-0to chileno, cuáles son
los orígenes de su sangre, y cuál la causa de la \.miformidsd
<le su pensamiento. co11dición la más huportante en sociología
para caracter izar los grupos humanos llamados razas.
Poseo documentos 11uroerosos -y couolúyentes, tanto antro-
pológicos como Wstóricos, que me permiten asegurar que el
roto chileuo es una ent;tlad racial perfectamente definida y
caracterizada. E sLe hecllo de grau illlp0rtaucia para nosotros.
y que hn eido constatado por todos los observadores que uos
han conocido, desde Darwin hasta ll.ancock, l>arecen ignorarlo
los hombres dirigentes de Chile,
La ra1.a chilena, como todos saben, es una raza mestiza del
conquistador espatlol y del araucano, y vino al mundo en g ran
número desde los prirueros anos de la conquista, merced a la
extensa poligamia. que adoptó en nuestro país el conquistador
europeo.

l. L:\ RAZA cnn.EN.i. ES YliiS'rnA. Su PREooz ..\_P.uac16N.


0

Fs DE B .\ tJTt SMO DE L A RA7.A


Voy a copiar algunos de los Jocumentos que poseo sobre la
aparición de lns primeras generaciones del roto, o cmestizo•
como lo llaman los escrif-Ores de aquellos tiempos. Esos docu-
mentos son la fe de bautismo de n uestra raza.
El mós antiguo documento en que $& habla de la e.x.istencia
de mesLizos de conquistador y aranca11a da a entender que
eran ya numerosos. E n las actas del· Cabildo de Santiago, de
fecba 13 de Octubre de 1549, ocho ru1os solamente después de
la fuodaciou de esa ciudud, los cabildantes tomaron alguna,g
medidas para que los vecinos no eludieran el eumplimieuto de
una ordenanza -sobre cierta contribución de guerra dict;ada po-
co antes. pice el act-a: «Y algunas perso1,1as, con cautela y por-
q ue se desminuyan los diezmos de la iglesia y las reutas reales
RAZA CB l LE'NA 36

vengan a menos teniendo diez yeguaa, o nueve que pueda


decimar una crianzai ponen en cabeza de sus hijos mestizos
algunas yeguas, con color de pagar con cada crianza cinco pesos;
y dasto viene gran perjuicio a In real hacienda•. La ordenanza
aludida mandaba a los vecinos pagar una yegua de cada
diez, y cinco pesos a los que poseyaran nueve o menos. Como
las yeguas valfao mucho más de esa suma, el que tenía diez,
v. g., ponía a nombre de so hijo mestizo las necesarias pare
esquivar la entrega de on animal, dando en cambio cinco pesos
de contribución. El Cabildo resol vió cque mandaban e man-
daron, que uo teniendo las tales personas que bon de decimar,
sus hijos casados e velados, no dejen de pagar todo el diezmo
que debieran de las dichas yeguas por entero, conforme a la
ordenanza que sobre esto está heclm, no obstante que tengan
hechas cualesquier donaciones• (Actas del <Jabildo, Colección
de Hi-storiadore~ de Úkile, tomo 1, pág. 212).
Esos mestizos podían tener basta siete atfos de edad, y no
serían eu escaso oúmero cuando sos padres podíao causar a
la real )lacienda «gran perjuicio, donándoles algooas yeguas.
Autes de esa fecha el conquistador Valdivia se ré6ere a los
hijos que tenían en Chile sus soldados. En carta al rey de Es-
pana Onrlos V, fechada en La Serena el 4 de Septiembre de
1645, cuatro atlos solamente después de la foudacióu de San
tiago, entre otras cosas le dice que sos hombres están ,trnba
jados, muertos de ambre y frío con las armas a cuestas.
arando y sembrando por sus propias manos para la snstsenta-
ción suya 1 de sus hijos».
Eu carta escrita ese mis1:110 día a Heruaudo Pizarro, refirién-
dose al oi:írnero <le hijos que les nacían a los conquistadores,
dice Valdivia que este reino de Chile es cn1ltivo» ( Colecoi{m de
doc11me11to.i, inéditos p_ara la Bi.storia de Ohile, J. T. ~faornt,
tomo 8 pág. lOJ y 91),
El número de esos primeros mestizos debió ser grande desde
los primeros anos como podrá colegirse de los testimonios que
<:itnré más adelante.

2. EL UORE DE LA RAZA

El descubridor y conquistador del uue,•o muodo vino de Es·


palla, pero so patdn da origen era la costa dtil mar Báltico, es•
pecialmeote el sur de Suecia, la Gotin actual. Eran los des•
cendientes directos de aquellos bárbaros rubios, guerreros y
conquistadores, que en su éxodo al sur del continente europeo
36 l:( ICO~.Á8 P Al,AClOS

destruyeron el imperio romano de occidente. Erau c:sos los


Godos, prototipo de la raza teutónica, germflna o uórdics, que
conservaron casi del todo pura rn casta, gracias al orgullo de
su 1)rosapia y u las leyes que, por varios siglos, prohibieron
sus matrimonios cou las razas couquistadfls. Por los numero-
sos retratos o des.ciiipciones que conozco de los couquistadores
de Chile, puedo asegtmtr que a lo sumo el diez por ciento de
ellos presentan signos de mesth:aje con la raza autóctona de
Espafla, con la raza ibera; el resto es de pura snngre teutona,
como l:'edro de Valdivia, cuyo renat-0 es tan conocido.
Oomo e11 Chile no cesó de pelearse sino por breves espacios
durante los p1:1itn.e ros Liempos de la llaruada conquista, y como
por otra parte, esta región clel continente no producía ninguno
de los ricos arUcolos de comercio eu que abundaban lrui demás
colonias espailolas, sólo ,;•inierou a nue&tro pais los individuos
de la casta aventurero y belicosa de Ja peuíusuln. Los comer•
ciautes, los industriales, los art.es!\nos, los letrados, etc, ocupa•
cioues de:Sewpefladas en Espafia por los naturales, no teuían a
que venir a Chile, ni vinieron, sa.lvo uuo que otro secretario
u oidor, hasta mediados del siglo XVill. después de las pac~
séllndas con el toqui arauca;io AHla-Vilu; pero esos Iberos
fueron en núm•ero éscaao para que su influencia éLoica se de-
jara sentir en una población de 600 000 babitnntes, de los
cunles los cuatro quintos eran mestizos. Además solo se está-
bleoierou en las éiudades algo populosas.
A principios del siglo pasado vinieron soldados iberos, pero
se snbe que nb quedaron aquí sino los muertos. Sólo eu estos
últimos anos la colonia ibera ba sido numerosa en mtestro
país; pero como es bien sabido, sus relaciones de sangre con
nnesllro pueblo son sin importancia.
El roto <:bileoo es, pues, A-raucano-Gótico. H.acer la demos,
tración antropométrica y · etnogrtifica de este aserto. uo ~ de
una carta¡ pero si se formara polémica. sobre este tema, como
sobre cualquiera de las afirmaciones que pueda hacer más ade-
lan te, estoy listo a probarlo. Sólo exigire en el conteudor uua
preparación éieut.ifica su6ci~nte, pues eEhls matedas oo pue-
deu tratarse con cleo1amaciones ni con el mero auxilio de la
literatura.

3. U1,, F,OlllfIDAD"Fís1OA v ·sfQUIOA oF. u.


&AZA. Su o.A uu. -r su
UCPO&'l'ANCIA. L~ RAZA OHlL&.'IA NO .ES WTJN'.A.

Esta mezcla de sólo dos elementos étnicos eu nuestra raza


imprime a la fisouomia del chileno ciertos rasgos comuues s
RAZA CIJJ LE:S-~ 37

todos, aun a los de rostros más desemejantes, lo que hace de-


cir a los extranjero!: observadores que en Chile hay una raza
particular, distinta de t-0das las demás del roundo. Esto mismo
puede apreciarlo el chileno cuando pisa nuevamente las pla-
yas de la patria. después de haber visto otros pueblos.
Pero si la fisonomía física del chileno posee algunos rasgos
comunes característicos, su finonomin moral presenta tal uni-
formidad en sus líneas pricoipnles, que es éste uno de los fenó-
menos más interesantes de nuestra raza.
Toda la gama que va del roto rubio de ojos azules y dolico-
céfnlo, con 80% de sangre gótica, hast.<\ el moreno rojizo de
bigotes escasos, uegros i cerdosos, de cabello tieso corno quisca,
y braquicéfalo con 80% de sangre araucana, todos sentimos i
pensamos de idéntica manera en las ouestiooes cardinales, so•
bre las que se apoyan y giran todas las deúlús referentes a la
familia o a la patria, a los deberes morales o cívicos: es uno
mismo nuestro criterio moral y social.
Esta condición de nuestra sicologfa, cuyo alta importancia
parecen deeéonocer nuestTos hombres dirigentes, puesto que
pretenden perturbarla, se explica por la singular similitud de
los almas de nuestros progenitores. Efec!.ivamenti:. los Godos
y los Araucanos. tan dife('entes en su aspecto físico, poseian
ambos, con la misl.l)a nitidez y fijeza, todos los rasgos et1rncte-
rísticos de lo que los entendidos llamaí1\9i<:ología \"flronil opa•
tria.real, en la que el crilel'io del homt>re prima en absoluto
sobre el de la mujer en todas las esferns de la acth•idad men-
tol. No teugo para qué recordar la alUsima importancia que
los sociólogos atribuyen n la directriz pau iarco I en sicología
étnica. El perfecto patriarcado de In raza ge:-mé.oicfl es bien
conocido por todos, pero e1 de nuestro antepasado indígena
sólo parecen apreciarlo los sabios extranjeros, como ll. Spen-
cer, que lo pone como tipo, o Smith Honcock, que lo enco-
mian en grado sumo.
Los couquisLadbres notaron esa semejanza de los A.nuca•
nos con ellos desde los primeros momentos. Valdh·ia mismo
los compara a los tudescos en su arte de pelenr y eu la hidal-
guía absoluta con que se conducían en la lucha. Los cronistas
de aquellos tiempos los comparan a menudo a los antiguos ro•
manos o a los germanos que derribaron el imperio. En repe•
tidas ocasiones los capiLanes generales de CJ1ile uo desdet1aron
batirse personalmente, de c.aballero a caballero, en palenque
cerrado, con les toqujs aTaucauos, como lo hizo el orgulloso
Sotomayor, Godo emparentado con la casa reinante de la pe-
nínsula, lo que no habría hecho jamáe con un villano o ple•
bleyo.
38 NICOLÁS "PALACIOS

Uriel Hancock , el sabio escritor norteamericano aut~a nom-


brado, los compara con los highlanders escoceses y agrega:
•durante tres centurias y medie han combatido por su libertad
contra la raza doruiuadora. suscitaudo héroe tras héroe, como
las montanas escocesas, y Chile, como Escocia, se enardece al
recuerdo de su pasado histórico. Por eso es uu país belicoso,
heroico y progresivo.• cHabfa algo en el carácter araucano que
se imponía a la admiración de sus enemigoe; rare!I veces se ha
visto tau poce prevención al hablar Je In causa de uu adver·
sario, como eu los historiadores espníloles de las campanas
araucanas• .
• El inmortal Ercilla sintetizó en su poemn la admiración que
esta n.za cobriza y bá rbara del nuevo muudo bacía nacer en
el alma de aquellos insignes conquistadores. Eran, pues, dos
razas de corazón y de cerebro semejautes :as que en su choque
de dos siglos, con una epopeya por epitalamio, dieron el ser al
rol.O chileno. De allí la uuiformidnd de sus pensamientos.
De allí lambiéu la uelurnleia de su ser moral y mental.
• Yo quiero al roto, , dice Ud., y su opinión es u u dato más
para mis apuntes eobre sicología chilena, porque ha de saber,
seílor, que los chilenos 110 somos queridos sino por los extran-
jeros o por chilenos de la nueva generación que llevan apelli-
dos como el suyo, germano, comprendieu<lo con esta palabra
todas las extirpes dólico-blondas originarias del norte de Eu-
ropa.
Por lo demás, estamos pagados; los chilenos, n pesar de nues-
tro vivo sentimiento de raza, también queremos a Uds. y las
mezclas de nuestra sangre han sido en todo tiempo, desde
O'Higgins, Mackeuna, Miller, O'Brien, etc.• baeta Mac-Iver,
Walker, Lyncb, Booneo, Thomson, Konig, Williams, Tupper.
Clark, Bolley, etc., credencial segura de llegar a los más altos
!mestos en nuestra patria, sea cualquiera el campo en que ejer-
citen eu actividad. Hubo Senado en Chile que ha contado con
el 25 o( de apellido11 germanos, siendo que In colonia de esa
raz-a es relativamente exigua en uuestro país. Por el contrario,
lu colonia de razn latina o mediterránea, con ser ya múy nu-
merosa, uo ha producido sino rarísimos hombres euperiores en
sn cruza con la cbilenn. Es que el chileno legíti010 no tiene
sangre latina en sus veuns, por más que bable romance y lleve
apellidos castellanos. Las buenas o malas cualidades de los
mestizos tienen en biología una significación muy e)ocuente
respecto a las relaciones de naturaleza de los progenitores. El
mismo fenómeno que aquí observamos respecto n la calidad
<le los productos de dos razas. según sean éstas afines o no,
podemos observarlo eu otra parte eu lntfeima escala y con re·
liAZA ORll..E:)IA · 39

sultados probatorios definitivos. Me refiero a los Estados Uni•


dos. En ese gran país, de base étnica germana, el elemento
latino llega a cerca de 6 000 000 de individuos, y sin embargo
ni en las industrias, ni en las artes, ui en la banca, ni en la
política, ni en ninguna parte espectable se oye sonar un 1tpe•
llido latino, siendo que ali{ no hay nioguna preocupación que
estorbe la elevacién del más apto.
No simpatizan pues con el chileno loe pueblos latinos, por-
que no somos de la misma naturaleza y por lo tanto no nos
comprenden . Ud. sabe que el roto ,es mucho mejor de lo que
se le supone»; pero eso sólo llegan a saberlo los que0 como Ud.
pueden penetrar nuestro pensamiento. El chileno carece de la
,·iveza y brillo de la' imaginnción, cualidad rueridiooal en Euro•
pa y que sirve de cartabón al criterio latino para medir la talla
intelectual de los hombres y de las razas.
El ingenio que Ud. encuentra en el roto no lo ha!Ja el eepa•
nol, ni el italiano, ni el francés ineridiooal. El humeur del roto
está todo en el concepto, y le bnsta y aun busca el menor nú-
mero de palabras pnrn expresarlo, dejando a.l oyente el cuida-
do de comprender el chiste, al revés del latino, que busca la
gracia más en la forma que en el fondo. Por eso a las exagera-
ciones del andaluz, a los retruécanos del caetelláno, a los ca-
lembollrs de los franceses o a los C()11cettini del itaHano, el chi-
leno les encuentra apenas un simple ingenio conl3tru.-:tivo.
A propósito de la dificultad de comprendernos, le confesaré
que el motivo principal de la alegría con que "Vi promuJgaree
la ley de servicio miHtar obligatorio fué el de que los jóvenes
de uuestra clase aristocrática pudieran conocernos de cerca eu
el trato Intimo del cuartel, para q ue en su roce diario con el
camarada del pueblo pudieran aquellos apreciar la firmeza y
corrección de los instintos del bijo del pueblo, a quien un día
mandarán, velados sólo por su falta de cultura y por la reeer•
va natural de su carácter, como oculta su pobre traje la fibra
de sue mósculos, porque estoy convencido de que la causa
principal del desvío que desde algún tiempo a esta parte ae
nota en nuestra aristocracia respecto de nosotros, se debe a que
uo nos conocen con la precisión necesaria para la acertada di-
rección de nuestros destinos.
,Todo consiste eo alejarlo del vicio del licor,, dice Ud., y
yo rue permito anteponer nu ccasi» a eu pensamiento. La em-
briaguez es un vicio que compartimos con la raza del norte de
Europa. El meridional es sobrio.
Sería superfluo pondernr lo!! males que acarrea la embria-
guez habitual; pero es conveniente repetir, cada vez que ee
presenta la ocasión, lo que Ud. recuerda en su escrito: que el
-lO . ~lOOl,AS PAl,A-CIOS

alcohol i,nveoena el germen de la vida y trae la degeneración


de las razas, porque es esa la más funesta de sus múltiples
consticuencias.
Desde antiguo es conocida esa terrible propiedad del infame
alcohol. T ácito aconsejabn discret.amente n sus compatriotas
que trat-aran de dominar u los Germanos suministrándoles Ji.
core:3 embriagantes, a los que eran n;iuy aficionados, ya que las
legiones se mostraban incapaces de vencerlos.
Oreo por mi pare.e, que hay t-ambién, a propósito de esta
grave cuestión del alcoholismo, otra verd&.d que debe recordar-
se siempre que se pueda, y es que ninguun ley ni ninguna
propaganda ha producido buenos resultados si no ha cousegui•
do disminuir el número de tabernas Esta verdad, que está en
la coucieucia de t-0do el mundo, es olvidn<ln, discutida y hasln
negada por los duenos de ,·ilias y alambiq ues y sus agentes,
por lo cual hay que estar sobre a\"iso respecto al desinterés de
la dialéctica de estos iodusiriales.
El roto es agradecido, y desde el fondo de su pensamiento
anublado por In embriaguez, conoce quien lo quiere de veras,
si el que amnblemente lo invitti n tomar otra copita, o el que
con ruda frnnquoza le afea su ,ricio fatal. Asi, pues, los abue-
gndos filántropos que hoy dedican sus esfuerzos a combatir
entre nosolros esa plaga social deben contar cou la gratitud
eterna de nuestroe corazones.

4. FUNRST08 RESULTADOS DE L,\ h&ZCL_A DE RAZAS 1)18TINTA.8.


No DEBE TRA ERSE coLoNos DE BAZA LATINA A Oun..E.
El coaei• antepuesto es -para recordal' que, además del aleo•
bolis1:no, existe oLro modu de bastardear y aun de destruir unn
ra.;a, el cual se quiere implnutar en Chile y al que es necesa-
rio oponerse cou ·1a misma energía con que se combate aq uel
vicio.
Aludo a la propaganda que desde algún tiempo se l"ieue
,haciendo por uua parte de la prensa de In capital, por articu•
los de revistas y aun por algunos hombres públicos chilenos
sobre la conveniencia de fomenttlr en gran escala la inmigra•
cion de familias de In raza latina del viejo continente.
Mis inveteradas aficiones.a los estudios de biología me per-
miten atribuir a esos proyectos toda la graveclad que encierran,
y prever las funestíaimas consecuencias que su realización
acarrearfal( inevitablemente para el porvenir de nuestra raza.
No es posible en una carta entrar en detalles de doctrinas
extensas y.. complejas que juslHiqueu mi anterior afirmación,
RAZ~ CBILlí:S A 41

por lo que he de limitarme a recordar una de las couclusionee


mas sólidamente establecidas de la ciencia motlerou.
Ya recordé la mediocrid1td de los vástagos de dos razas
desemejantes; pues bien, cuando se insiste con 6ues experi-
mentales en cruza de esa natu{aleza, aparecen más o menos
pronto las dejeneraciones, los atavismos y la infecundidad.
que traen por fin la desaparición de la casta mez~iza.Estas ex-
periencias, que en grnn número se bao llevado a cabo en ani•
males y plantas, se bau visto plenntUeote confirmadas por In
observación de lo que acontece en los países en que se mez
clan varias razas humanas. Las cruzas de dos razas de sicol<•·
glas diversas, no hablo de distintos grados de cultura, traen
asimismo el desequilibrio de las relaciones nerviosas p~riféri-
cas con los centros receptores y moderadores cerebrales. Los
reflejos se hacen de preferencias espinales, sin que la corrien•
te nerviosa centrí(')eta alcance a los órgnoos encefñlicos que las
con vierten en ideas, perwilieudo sólo la reflexión que ol en•
tendimiento juzga necesaria. Carecen esos r.:lestizos de lo que
se llama control cerebral, y constituyen la cargo social de los
apasionados, de los impulsivos, de los atávicos, de los instintos
pen·ertidos, de los degenerados morales de toda especie. con
los que no es dable formar sociedad alguno, y a los <¡ue el
lenguaje corrieute llama con rnzóu <lesequilibrados. Esto ju11•
tifica la observación de la sabiduría popular, que CQnsidera al
zambo como más malo que el negro fino.
La inmigración en grande escala. a granel y f<m:ada, de
familias latinas, se ha tentado ya en nuestro pols hace unos
diez o doce anos. Se gastaron eo la tentativa más de dos 111i
!Iones y medio de pesos y el resultndo foé completamentu
nulo, como era lógico que Cuera. Ucia parte de dichos inmi-
grantes se quedó en Montevideo, ahorrándose la vuelta por
Magallnnes, pues los que no iuvieron ese acuerdo, hubieron de
atravesar In cordillero para ir a reunirse cou sus paisanos en
las márgenes del Plata. Aquí no quedaron sino algunos taber•
ueros y vendedorets de confctti, que no quisieron seguir las
huellas lle sus compolieros.
La colonia de raza la.tina que entre nosotros existe ba sido
seleccionada por las mismas dificultades que el europeo en-
cuentra para llegar a nuestro remoto país, sin ayuda extr8.lln
y con sus propios recursos, costeando un pasaje caro, trayen-
do algún dinero o alguna industria y, lo que vale más que
todo, animado de la voluntad decidida de crearse un campo
para su actividad en medio de la libre concurrencia que en
Ohile encuentran oaoionnles y extranjeros.
Muy otras serán las cualidades de los inmigrantes a quienes
42 -l-1001,ÁS P.\L.4.-0108

se tuerza a veo ir a uuestro pais,_ya sea costeándole'! un pasaje-


uuestro gobierno, los gobiernos de origen o las sociedades en•
c11rgadae en Europa de descargar del elemento pobre y sio
ocupación, aquellos países, o ya ofreciéndoles aquí uo puesto
\1ue ellos no habrían conquistado por eu solo esfuerzo, Esa
gente vendría aquí a trabajar de jornalero y entrar en concu·
rrencia con el roto, por lo que no es aventurado asegurar que
tambié)\ tra~montaría lol! Andes como sus antecesores. Allá, al
oriente de la cordillera, hay ancho oampo y falta de bra·zos, lo
contrario precisamente de lo que o.qui sucede, donde al par de
ser el país mas pequeílo de Sud-América en terrenos de
labta1,12a, ~on excepción del Uruguay, poseemos un sobrante
de población que se ve (orzado a emigrar por milea a las na-
ciones vecinas y aun a las remot.as.
Si se pensara atraer esa emigración cre~udole aquí una
situación privilegiada, como dtin'dole nuestras tierras o prefi•
riétldola en los trabajos ptíblicos, o de cualquiera otra manera
que estableciera u.o privile.gio eo su fa Mr, se cometería una
iojusticia y una falta. Las protestas del 1·ot-0 cfüleno se,,fao
unánimes, tanto de los analfabetos como de los que hemos
alcanzado algu11as letras.
La misma colonia latina establecida entre nosotros estaría
ernpeilada en evHar una siluación que no podría traer ventajas
a la trnuquilidad con que hóy labra su fortuna y contribuye,
en la medida de sus fuerMl.s, al progreso de esle libre país
americano.
Noto que discurro sobre una suposición gratuitf,\. Nuestro
,respetado prt-sideute ba prometido en varias ocasiones solero•
ne11 traer, si lo cree necesario, sólo inmigrantes escogidos, y
como la ley que rige esta materia lo faculta ampliamente para
darle cumplimiento en la forma que crea más couveuieote a
los intereses de la nnoión, no querrá seguramente cometer una
injusticia con este pu.eblo que tanto lo respeta y quiere.
Estimo también conveniente desvanecer una ilusióu. muy
común a propósito de la inmigración latina. Hay personas
que se imaginan gue entre los inmigrantes de aquella raza
puede venírsenos en persona o en germen algún Catón o,algáu
Miguel Angel, o bien un Oerva.utes o un Gonzalo de Oórdova.
Nada más destituido de fundameuto que eea esperanza. Las
razas qne produjeron e'ios genios e,:an muy distintas de las
que ti la fecha pueblan el medjodía de Europa.
Me he extendido tal vez más de lo preciso sobre este puuto
porgue, como he dicho, el problema de la inmigración tiene
para los países, especialmente los de col'ta población como el
nuestro, más importe.ncia de la que generalmente se le acuerda,
RAZA C:81LR:SA 43

pees 110 siempre se contempla bajo el punto de vista de las


razas. _
,Yo quiero al roto,, dicho con la llaneza y espontaneidad
con que Ud. lo publica en escritos que reproducen muchos
diarios del país y que son leid<•S con tanto agrado por la sen
satez. de sus juicios, por la ilustración que revelan, por sa
estilo sencillo y ameno y por su espirita tan chileno, mani·
fiesta en Ud. buena dosis de valor en los tiempos que corren.
El pueblo pobre de Chile, ese roto de quien Ud. no se aver-
güenza de publicar que lo quiere, es hoy el Grau Huérfano,
desheredado dentro de su propia patria, a lu que tanto ama,
cuyas glorias han sido adquiridas al precio de su sangre y por
la ouol está en todo momento pronto n,dar alegre su vida.
Las pruebas de la orfandad del roto, sus causas, sus coose•
ouencias y alguuos otros comentos a su geoeros1.1 artículo.
serán materia de otra carta. si esta merece su oceptación, puell .
la presente es ya demasiado extensa.
Concluyo, pues, senor, dándole en mi nombre y en el de
mis hermanos que uo ban lefdo su caritloso arUculo, por In
falta de ocasión o por no saber leer. los más ardientes agrade
cimientos desde el fondo de mi almn.-UN ROTO Ou u .ENO.

o. Cfüto SE PORMA.:S L .U 1u.zA.S llllSTJZ._u . Uiu CONDtoró~


J? á \'ORABLE DE Lá OÉ~ESIS DE LA R.t._ZA o sn.;&1u. bmos
DE BoR-OA . ÚR.EOlDA. DESS,ENDElW IA. D.& LOS CONQOl8TA-
DORBS.

Distiugnido senor: Prometí a Ud. en mi auterior justificar


el nombre de ,Gran Huérfano• que dí al rot-0 chileno, exponer
las causas de esa orfandad y analizar sus consecuencias, esto
1!3, tratar uu poco de sicología chilena.
Dicha promesa no puedo cumplirla hoy sino en parte,
porque be creído necesario primeramente levantar los cargos
que se nos hace, tal vez como justificación del tratamiento que
se nos da, y para emprender por ordeu esa tarea me he visto
obligndc n empezar por le,•autar los que se dirigen contra
nuestros progenitores, pues la campaf\u de despresligio ba
comenzado también por ellos.
Antes de tratar esa materia deseo insistir uu poc:> eu los orí-
jenes de nuestra raza y en el mecanismo de su formación .
El fenómeno del mesti7.aje entre la raza conquistadora y In
conquistada es unh-ersal e inevitable, puesto que una de In.e
wa~ codidndas presas del vencedor es en todas partes y ha sido
en todos los tiempos la mujer del vencido. En el caso nuestro,
44 lUO~LÁS PALACIOS

las condiciones de producción del vástago intermediario han


sido las mejores posibles. La distancia entre la patria de oriken
de los conquistadores y la nuestra, y las dificult,ades que en
aquel tiempo presentaba el viaje, obligaron a éstos a venir sin
sus mujeres, y la prolongación indefinida de la lucha, con In
inseguridad y escasas comodidaoes de la vida consiguientes,
prolongó por mucbos anos ese e.i;tnrlo de cosas. Por otra parte,
las pocas mujeres que arriburon a estas lejanas playas en la~
tres o cuatro primeras generaciones, eran en su mayoría
miembros de las fam ilias de los conquistadores y, por tanto,
de so misU'.la raza.
La circunstancia de q ue en la producción de los mestizos sel\
uun sofa ne las raz'1s progenitor8'3 la que Rporte el elemento
masculiuo y la otra el femenin o, tiene en biología grande im-
portau'!ia para In uniformidad y est~bilidnd de In Cllsla mesti•
za. Para no citM más que un caso bien conocido de este fenó•
meno, recorda~ el de In producción del mulo, híbrido del
burro y de In yegua, mieuiras que de la conj unción del padrón
y de la burr8 nace el burdégano o macho mohíno, tan dife•
rente del primero, a pesar de tener In misma mezcla de ohtu•
raleza, que parecf\11 animales de razas disLintas.
En Chile se produjo el mestizo de indio y espailola, pero
sólo en una región bien circunscrita del territorio. La toma
de Yaldivia, Imperial y otras pose$iones de los invasores en
1599 por los Araucanos dejó a éstos entre las presas una con•
siclerable cantidad de anojeres. Sólo ele la primera de las cia•
dades nombr8das t-0maron más de cuatrocientas <mujeres ru-
bias• . De ellas descienden los indios rubios de Boros, bien
diversos del chileno rubio, tanto física como iolelectuahueute.
El atribuir a origen holandés lae familias rubias y de ojos
azules de los Araucanos de esa región proviene de que se cree
generalmente qoe el conquistador tenia e l cabello y los ojos
negros. como el espallol de hoy din. Los holandese.s fueron
escasísimos en número y su estadía pasajera. Los signos ger•
mánicos de esos indígenas son mantenidos y reforzados por
una verdadera selección, pues son mirados por ellos como
rasgos de hermosura y nobli:za, y 110 contraou matrimonio con
los que oo los presentan.
En el resto del país. especialmente al norte del Biobio, la
c ruza Cué en todas partes de conquistador y araucana. Los gue-
rreros indígenas fueron cedif"ndo lentamente el terret10 de las
provincias del norte al extra11jero y retirándose n ultrn Biobío,
pero dejaban atrás sus mujeres, a ncianos y nif'ios. Estos. en
cuanto su edad lo permitía, corrían a presta1· su concurso a
sus hermanos del sur. A los prisioneros araurauos no se les
daba ocasión de reprod ucirse, pues se les manejaba encerrados
y aroarrados con cadenas.
En cuauto al caudnl de snngre gótica vertida en nuestro país
debe recordarse que mienlrM el resto del continente Cué domi•
nado en poco tiempo y por algunos ceoteuares de hoLDbres,
Cbile continuaba iudefiuidameu te, con 111 fama de su guerra,
atrayendo de todas partes al espallol guerre·ro, dejando en las
otras comarcas al ibero, tranquilo y laborioso, e.xplotando las
riquezas naturales en que abundaban las demás colonias. Del
Peró, de Bolivia, ele Nuevo Granada, de )féjico, de toda la
América llegnbnu a nuestro país ca probar mano> con nues-
tros antepasados iudfgenns. De Espafla, de Flandes, de Italia,
y hasta de Londres, como Ercilla, corrían pi:esorosos a este
rincón del mundo, en el que sabían que conliuuaba la cfun•
ción•.
Así llegaron o Chile durante las cinco primertl8 gen eracio-
nes más de 2ó 000 Godos. En las postrimerías de l'U vida
Felipe TI se quejaba de que la más pobre de eus colonias ame•
ricauas le consumía la flor de sus guzmane~ (Cór_doba y Figue-
roa, Colección de Hi,storiadores, tomo 2, pág. 29). Car vallo y
Goyeoecbe, en diversas partes de su Descripció,i histórico geo•
gráfica del Reyno de Ch-üe. tomos 8 y 9 de lo misma Coleccüm,
h11bla d~ los numerosos soldados venidos n Chile hasta fines
del siglo X\"Il.
Aquí peleaban basta morir o creformarse>, esto es, relirnrse
del servicio activo, cuando ya los acliaqoes do lo vejez o de su
duro vida los imposibilitaban para la lucha, y dejando larga
descendencia. Es Lradicioual que el Godo Aguirre ,el Adelnn•
lado•. compa1iero de Valdivia, dejó &u sus dominios de Co•
quimbo cincuenta hijos varoues reconocidos, fuera de los mu•
jeres, Je los por reconocer y de su familia legíLirua. El caso no
ern, ni con mucbo. inusitado en aquella épdcn eu Chile.
El padre Ovalle refiere q ue conoció vivQs a ochenta y siete
descendientes del hidalgo Cr istóbal de Escobar y Villnrroel.
Agrega que eu el número de descendientes, Escobar aventajó
a •muchos• otros uobles de Chile, lo que ind ica que babia
otros con mayor núwero. Se trata sólo de la descendencia le-
gitima.

6. LA MADRE I>F. r,A R-AZA orutl-:NA. PRn.ll'lRAS 1u .r>RES. So


GR.u/ NÚMERO. So rAJU Ll:LISMO MliNT.U, CON EL CON·
~UlSTAOOR.

La sangre ai:nncana era aportada por las innumerables mu -


jeres que dejaron los indios en las provincias del norte y por
46 NJCOt,Á8 PALACIOS

el gran número de •piezas> (emeofous qu~ cogían a los Arau-


Ci\nos eu sus continuas , guazábaras> o expediciones.
Las primeras madres de la raz,,. chileua de que queda cons-
tancia eu la historia fueron unas •quiuieutas mujeres solteras
y doncellas, ~odas de quince a veinte anos>, que el wulm.en
Michi-Malonco, sellor del valle del 'Mapocllo, entregó a Valdi-
via como precio de su rescate y eu prueba de paz y amistad
euJ541 •pnm que trabajaren 1,11 aquel oficio de labrar y sacar
-0ro> (Maril1o de Lovera, Crónica del Reyno de Chile, Oolecoi'.ó11,
tomo 6, pág. 55.) Este autor agreg1l eu la misma pñgiua: ,Es-
ta costumbre de beneficiar oro lM mujeres de.sta edad quedó
después por muchos al1os>. Se comp_rende fácilmente lo que
debía suceder, y que dub~ razón a Valdivia para afirmar,
cuatJ'o allos mñs tarde, que este reiuo ero • nativo>.
En repetidas ocasio-ues los goberuadores prohibieron el em•
¡)leo de mujeres eu las minM, pero luego se -vieron forzados a
dejar sin efecto sus decretos, pues hombres 110 había para otra
ocopación que la guerra. '
Lns inmensas estanciAs erao en realidad cultivadas también
por mujeres; los lavaderos y minas, cuyos desmontes y tra-
piches en roiuas se ven hoy en gran ul\.mero esparcidos por
todo el país. fueron asimismo trabajados por la hacendosa y
snfrida mujer arau<'ana. Centenares, millares <le mujeres erau
e1upleadas por los encoi;nenderos en esas faenas, basta que
el mestizo uació en número suficiente vara formar lo.s milicias
y suscituir en eus trabajos 11 la mujer indigena.
La humilde mujer araucana se bizo tall itldispensable a los
conquistadores, que no sólo ta poseían en grau número en sus
faenas agrícolas y mineras, sino q u e la llevaban conPigo en
sus expediciones guerreras. Todos los historiadores o cronis-
tas de aquellos tiempos hablan de ello, y a esl"8r a lo q u e di-
<?en cadu soldado se bacía acompnl1ar por varias de las más
jóvenes y robustas d e las que tenían a su servicio. El cronista
'!'ribaldos de Toledo ( Oolec-ión, tomo 4, pág. 79) dice que los
soldados salían d.e Santiago eo expedición a la frontera llevan-
do cuatro o seis mujeres cada uno ccou las que van ... haoien-
<lo vida marital,.
Esa gran cantidad de mujeres en una tropa en marcha co1ls-
ti tuia, como puede comprenderse, grave impedimenta, por lo
-que los goberuadoreS- trataron de su primfr dicha costumbre,
gpelando al rey de Espaila para vencer la resistencia que a
dejarla oponían los conquistadores.
En un inf9rme que don A.loaso de Sotomayor pasó desde
Méjico a Felipe m sobre el estado de la&- cosas en OhjJe le
<le~ía a este propósito: cLlevau también los soldados indias
IUZ,\ CHJLt:NA 47

para su servicio en la guerra, y ei hallara algún rPmedio paro


excusar que no las tengan cousigo, seré el hacerlo muy acer•
tado,, «y, en esto conviene ir despacio, porque quitar de golpe
una costumbre antigua y arraigada en los ánimos de la geute
<Je guerra de aquel reino, que es llevar iudias consigo, !!era
muy dificult.oso y se iran ofrecienrlo muclios ioconvenieotes,
y poco a poco tendrá mejor remedio• (id. id. pág. 72). Soto•
mayor fué gobernador de Oliile desde 1683 basta 1592.
Los inconvenienLes qoe resultarían de prohibir en absoluto
la comp11nío de mujeres en el ejército eran que no había hom •
bres r¡ue r¡uisiesen 'luednrse siu tomar !)arte activa en la gue•
mi. El muestre de campo del gobernador Lazo de la Vega,
•ion Sttntiago Tesillo, refiriéutlose a este mismo n&uuto, lo jus
titica con las siguientes razones: cPuedo asegurar que sirven
Jtl rey eu aquella guerra casi tanto las mujeres como los hom
bres, porque al tiempo que ellos están peleando ellas les están
previnieudo el descanso, la comido, la hierba para el caballo ~--
otra:i conveniencias que se encaminan al mayor servicio d<>l
rey y más breve fin de la conquista ( Guerra de Chile, Cofre•
ció1i, t-0mo 6, pág. 10 L). Tesillo se refiere ul primer tercio del
aiglo XVII, cuando él era el jefe del ejército de .Jhile.
Muchos cronistas hablan de la «chu,ma de las mujeres y ni•
1los• que habitaba en los fuertes de la frontera araucana con
los soldados que los guarnecían, chusma que era un gro ve in
eonveuiente, pues cousumfao gran parte de las escasa.e provi •
sioues de dichos fuertes, y hacían además muy dificil la mo•
,,jfaación de su tropa. Por estos motivos los jefes del ejército
de operaciones reprimían esa costumbre cuanto podían; sin
embargo. usaban de una discreta tolerancia. El cronista antes
<:itado, Mariiio, en la miema obra, págs. 100 y 101, refiere sin
ninguna extraneza que, habiendo sido comisionado por Lazo
de la Vega para trasladar la guarnición del fuerte de San Fe-
lipe a Angol, que se acababa de repoblar, condujo con felici
dad dicha guarnición, compuesta de cincuenta soldados y
cmas de doscientas mujeres, la más indias,, lo que hace más
de cuatro por soldado.
Por lo que sucedía en el ejército en marcha podre. colegirse
lo que pasaría en las haciendas, en las minas y en las pobla-
ciones. Los historiadores están contestes en afirmar una poli•
gamia numeros(sima en todo el país. Alvarez de Toledo dice
que la pérdida de la ciudad de Valdivia en 1669 se debió a que
los soldados que defendían esa pinza, a pesar de ser todos gu1.-
manes, o descendientes de nobles, «estaban más dados a Venus
que a Marte,, y que los hombree casados tenían basta treinta
<:<>ncubiuas (Pw·en It1d6mito, pag 351). Por lo que veremos lue•
:S ICOl,.\S l' .\l, A CJO$

go, puede afirmarse que en ChiUán, recién (uoilada, la propor


ción de UlUjeres respecto de los hombres no era muy diversa
de In de:Vnlclivia, lo que, por lo demás, debió suceder eu lodns
las ¡,oblaciones del país, especialmente en las inmediatas n hl
frontero.
La despropol'cióu eatre el número de hombres y de muje
res subsistió eu Chile mucho tiempo. Los cálculos a nlerio,
re~ se refieren desde el comienzo de la conquista, medindoli
del siglo XVI1 J111sta la medianía del siguiente.
On siglo más tarde. esto es, a mediados del siglo X\'ill
aquel estado de co11as no había variado.
En el informe que fray Joaquín de Villarroel pasó a Fer
uando V1 sobre la mejor manern de dominar a los Araucanos
dice que uno de los motivos do In rebeldín de éstos y de su
extinción en uua gmn parte del pnís, eran los vejamenes que
sufrian de parte de los espOO.oles, especial mente de los est.an
cíeros, quienes les quitaban sus Ulujeres. Eu comprobación.
cita una carta del obispo de la Concepoión escrita en lí39 al
rey Felipe V, rtlfirióndose a ella dice: e Y no falta quien. no
satisfecho con vivir enredado con cuantas chinas apetecía su
desenfrenado apetito, cogía a la usnuu\ dos o tres mujeres, te
niéndolas públicamente por tnles eu su caso al rito y admapu
,le los indios infieles; y en confirmación de esta verdad , re6et·t-
muchos sucesos particulares, que a no ser hm frecuentes pnre
cerían increlbles•.
El ,interior documento sólo nos deja comprender que el nú-
mero de mujeres de aquellos seoores feudaJes debió ser muy
crecido; poro existe otro eu que queda constancia de ese nú•
mero, por lo menos en las ciudades, donde el control socinl
debía poner alguna valla a esa poligamia. Por lo que en esas
ciudades 11comecia podemos colegi r lo que pasaba eu los
campos.
En un iuforme sobre el estado de esta colonia pasado por el
presidente don Domingo Ortiz de Rozas al rey de Esportn Fer•
nando VI, le decía eoLTe otras cosas: «eu los c,Uculoc; formados
eo 1746, eu la ciudad de la Concepción y Sant,iago por algo•
nos curiosos correspondeu a cada varón mas de diez muje-
res•, o sea el 9.9% de varones (Colección, tomo 10, pág 219).
Como los niuos nacen hombres y mujeres en número casi
igual, y los impúberes forman la r:nitnd de toda población
normal, la desproporción anotada por Orti7. de Ro~as debió
existir entre los adultos de esas ciudades, lo que da menos de
un 5% de varones en la población adultá del país en aquella
fechA.
Esto explica otro hecho c urioso de nuestra sociabilidad co·
RAZ.A.. Clfll,EN A 49

looial: bastaba conocer el apellido de ona persona para saber a


punto fijo la -provincia y aon el departamento donde había
nacido.
Hoy todavía, a pesar de las facilidades de locomoción y de la
mezcla de las familias de todo el país, no es aventorado decir
de donde son los Andrade, los Mancilla; de donde los Agüero,
los Molina; de donde los Lama, los Cast-ellón; de donde los
Donoso, los Vergara, los Silva, los Loyola, los Urzúa; de don-
de loe Correa, los Calvo, los Cuadra; de donde los Agoirre, et~.
A fines del siglo XVII don Ambrosio Ü'lliggins intentó
formar oua población con la sola descendencia de un inglés
qoe, abandonando su apellido, se firmaba lbáJ.1ez, pero 110 al-
canzó a realizarlo por haberse ido de virrey al Perú.
Un hecho tan singular en el mondo sólo podrán e:x:p1icárselo
los qoe conozcan nuestra historia patria, que bajo muchos res•
pectos es también única en el mundo. Daraute dos siglos,
-puede decirse sin exageración, no cesaron en nuestro suelo
las batallas. Aquella guerra permanente entre dos ele las razas
más belicosa de la homanidad consumía un número incalcu-
lable de hombres adultos de los dos bandos. $os combates
eran siempre a muerte, y rara vez cédía on contendor antee
de haber sufrido el 60,%' de bajas, sucediendo muy a menudo
que quedaba en el campo casi la totalidad del vencido. Chile
era conocido en Espaila con el nombre dt1 <cementerio de los
espnfioles>. De allí ese increíble y permanente exceso de mu-
jeres adultas.
No es sensato censurar tan duramente como 11e acostumbra
al conquistador por su intemperancia genésica. Nunca Cué las-
civo, y nfoguoo de loe cronistas qoe le vituperan su licencia
le enrostra otra cosa que Ja falta de respeto a la monogamia
consagrada. Salvo uuo que otro caso aislado, no hubo entre
ellos depravación de las costumbres. Tener el mayor número
posible de descendientes era uno de sus más vivos deseos. La
monogamia se establece en los pueblos patriarcales n ruego
de la mujer y en su beneficio, y es sostenida por el control
social. El Godo, que había sido polígamo algunas centurias
antes de su venida a América, se encontró en Chile con mu-
jeres de raza -patriarcal en plena poligamia, mujeres sumisas
y fieles, sin el menor asomo de celo sexual, y las circunstan-
cias que hemos visto las paaieron en gran número bajo so
mano. Representaban ademáe esas mujeres un botín de gue•
rra, esto es, el más abonado título de propiedad. Lo que suce•
dió es pues completamente lógico dentro de II\ natoraleza hu-
mana.
SICOLAS P~LACIOS

Recuérdese también que un extenso concubinaje fué la regla


durante toda la edad media eu los países conquistados por los
bárbaros, y que la bru::ragania, como la llaman los antiguos
autores ('Bpafloles, fué sancionada por la ley, sin que ésta li•
mitara el número de concubinas.
Los escritores de la edad media, especialmente los eclesiás•
ticos, truenan contra dicha costumbre, vituperáodola eu nom-
bre de la religión y de la moral¡ pero en ninguno de ellos se
verá que iuculpau a los bárbaro!! de lúbricos. de torpes, como
eran los hombres que ellos vencieron, sino de intemperant"6s,
de brutales, como los llaman algunos. No era el placer de los
sentidos su fin principal, sino el natural y correcto de la per
petuación.
A esos hechos debe uuestrn raza una de las más preciosae
condiciones de su génesis: la de que naciera eu grnu número
desde los primeros tiempos, cuaudo el conquistador poseía mas
pura su naturaleza teutónica.
Tampoco debemos dolernos demasiado de la condición de la
mujer indígena al pnsnr del poder de los hombres de su raza
ni de sus vencedores extranjeros. La mujer de las razas varo
niles no es esquiva con el ,•eocedor en .buena lid; por otra
pnrte los araucanos acostumbraban hacer trabajar a las mu-
jeres jóvenes solteras <para que no anrluviese1,1 barraganas> ,
según uu cronista. Si los trabajos peilados de la incipiente
agricultura indígena, como labrar la tierra, consmJir canales
de regadío, cortar y acarrear lena y otros incumbían por com•
pleto a los hombres, sembrar, regar, cuidar las siembras y co•
sP.char erau faenas propias de la wujer araucana. Además, és-
ta cuidaba la casa y la familia, tejía telas y confeccionaba 111
ropa. Jamns estaba desocupada, desde su bano matutino y
diario ni rayar el sol hasta la hora de recogerse. La nueva fae•
na de lavar arellllS para sacar oro no debió ser para ~llas tarea
pesada. Ningún cronista ni historiador, :iun de los que más
duramente censuran la conducta de los conquistadores, como
los jesuitas, por ejemplo, les reprochó jamás un trntamiento
desapiadado con sus operarias. Para el que conozca el espíritu
del Godo, esa couducLa es la natural, es parte del carácter ger-
mano el amor y In compasión por la mujer¡ no el mimo ni el
regalo, sino el amor correcto del varón por la débil compane-
ra a quien debe gratitud y amparo. Eutre la conducta con
ellas de sus antiguos setlores uilturales y la de estos extranje-
ros, las araucanas no encontraron diferencia.
Es bien explicable el que los cronistas no hablen directa•
mente del tratamiento que -los conquistadores daban a sus
esposas o amantes indígenae; pero de muchos pasajes históricos
ll-AZA- Cl:I IL I'~..\ 51

se desprende que sentían por las madres de sus hijos verdade•


ra ternura. Góngora Marmolejo refiere que don Gonzalo Me•
jla se ahogó eu un río cpor socorrer a uua mojer de ~u servi•
cio que se ahogaba, (Colección,. tomo 2, pág 183), y hay ma-
chos otros hechos que indire<:tamente prueban que el Godo
sentía estimacion y amor por las ruujeres de aquella raza, cu•
yos hombres se mostraban tan dignos de ellos.
Nació pues nuestra rnza como deben haber nacido todos los
grupos humapos llamados razas históricas: de la coujnncióo
del elemenLo ruasculino del vencedor con el femenino del ven•
cido, curnpliénrlose así la senteu~ia bíblica de que la mujer
vengará a su raza, perpetuándose por ella la sangre de la es•
tirpe vencida. En el nacimiento de la raza chilena se realizó
aquel tributo de viri!enes que re6ereu los poetas que cantan el
origen de los pueblos. Sólo la n;za germana y algunas de las
mestizas de su sangre han alcanuiJo el insigne honor de la
chilena, de que sus orígenes fueran cantados por la epopeya,
la más alta manifestacióu literaria de lo poesía.

7. R.lPrn&z ooN QUE NAOtó LA R.lZA. ltESTJZA . Mi::o.uwnto os


BU FOlnlAClÓN. ÚÁLCULOS SOBRE EL NÚMERO D8 OR 1LRN08
nx LA l.ª &ENt~RACIÓN. Ntbu:no i>ROBAUu: 01-: LOS o.i-
LA 2.-a Y 3.11 OENERAC10SE8.

Los mestizos de ambos sexos fuerou por lo tanto muy uu•


merosos desde los primeros tiempos, y las coujunciones se ve•
rificnron de meslizo a mestiza, de mestizo a indin, de Godo a
mestiza y de Godo a india, produciéndose así la raza iuterme•
dia con las más variadas proporciones de ambas sangres que
es posible imaginar. •
Cuando la cruza se perseguía en un solo sentido, esto es.
cuando el Godo se reP.roduc1a en una meet.iza de media san•
gre, que daba nacimiento a una cuarterona, luego en una
cuarterona, que producía una octavona, etc, aparecía. desde la
cuarta generación, el cbileno rubio con caracteres germanos
casi tan puros como en el europeo. Por el .contrario, cuando la
cruza tomaba la linea oraucaua, aparecía el chileno con signos
marcadamente indígenas. Es un hecho comprobado en biolo•
gfa que una raza no recupera jamás sus primitivos caracteres
una vez modificados por su alianza cou otra, por lo que ni el
Godo ni el AraucanQ pueden reopnrecer, por mas que se extre•
me la conjuución ouilaterol. El roder de ubsorción de lae
tazas gótica y araucana parece ser el mismo.
Esta amplia con junción de las dos rozas produjo luego un
52 NJOO~AS PALACJOS

tipo intermedio, con caracteres variables dentro de límites e


trechos y trasmisibles a la prole en las mismas proporcione
un tipo mestizo, equiHbrado, sin reversión atávica hacia oi1
gana de las razas 1 componentes, una raza, en fin, defiuilil
mestiza.
Los escritores de los primeros tiempos de la colonia habla
de los mestizos sin extra.fiarse de su existencia y como si 1
número fuera limitado. Dada In fecundidad de la mujer arat
cana y su grandísimo número, es fácil imagiuarse la rapidt
con que la nueva raza pobló el territorio. No hay constana
directa del número de mestizos, pero por lo que sabemos
por lo que puede deducirse de algmlos documentos, debemr
est.ar seguros de que los chilenos de la primera generación a
maban muchos miles.
Ya en 1551 fué necesario dictar una ordenanza para repr
mir el juego de los muchachos en las calles de Santiago:
ningun género de juegos; entiéndase de naipes e otros juegt
que ellos saben, (Cabildo de 31 de Julio de 1551, Oolecciá,
tomo 1). Diez anos solamente despues de la prenda de paz di
cacique del Mapocho, ya los primeros rotos salían a la calle, t
námer<' que estorbaba, a lucir esa afición a la sota heredod
de sus padres. Ninguno de esos muchachos podía tener más o
nueve ai1os. cE los otros juegos que ellos saben• no sería ei
trono que fueran las chapitas. la rayuela y la chueca, que 11a
auLigons entre lo~ niflos chilenos.
Eu 1586 mas o menos, el gobernador don Alouso de So·
mayor cmandó al sargento mayor a hacer l~s mayores red,
tas que pudiese en las poblaciones espa.tlolas y esle le oonduJ
dos mil de a caballo y un número considerable de infonterl,
(Góroez de Vidaurre, Coleccián. tomo 15, pág. 158).
Esos 2,000 de a caballo eran espanoles criollos y meslir.oc
pues a los indios auxiliares que los acompafiaban en sus oa111
panas no se les daba cabalgadura.
Según dou Diego Barros Arana la población de pura son~~
europea del país a fines de esesiglo,estoes, quince anos despué
de esa recluta ordenada por Sotomayor, era de unas 800 nlmat
Ahora bien, el total de hombres capaces de tomar las nrmnu
estima en el 12,%' de una población; pero como no es posible qo
toaos vayan de soldados. pues deben quedar en los servicio
dispensable civiles, agrícolas, etc., l\lguoos varones adultos,•
estima como el máximo de la tropll que en un momento dad
puede suministrar un pueblo el 10% del total. Esos 2 000 rt
elatas del ano 1585 dan por consiguiente como poblacióu .01
indigeoa en el pnfs la cifra de 20 000. La población de puri
sangre europea en ese tiempo debía ser algo menor que la d
RAZA_ OHlLEN A 53

6oes de ese siglo, por lo que no es aventurado suponer que


los mestizos en 1585 eran el doble más numerosos que los de
pura raza europea.
Pero la población blanca y mestiza de Obile debía ser ma•
cho más numerosa en esa fecha que lo que arrojan los ante•
riorés cálculos. Sotomayor había empezado su campana en
Araoco con más de 2000 hombres, mucbos de ellos mestizos
(Gómez de Vidaurre, (Jolecci{m, tomo 15 pág. 164.) Don Alon•
so llegó a Chile sólo con 400 espatloles. 'l'éngase ademas en
cuenta que parte del •número considerable de infantería• se•
ria 11siinismo compuesta de chilenos mestizos, pues el coutin•
gente de indios auxiliares oo se obtenía por reclutas, sino que
se exigía a los caciques aliados, y esto en los campos, no en
las •poblnciones espafiolas•, como dice el historiador citado.
Otra consideración de graD<le import.aucia que no debe olvi•
darse es la enorme desproporción que en esa época existía
entre los hombres y las mujeres e11 Objle, lo que elevaría mu•
cho la cifra de la población mestiza, aceptando para la de ori•
gen europeo el cómputo de don Diego.
Por 1n fecha de aquella recluta. debe tenerse a aquellos gue•
rreros mestizos como uacidos antes de ló70, es dec:r, que for·
mabnu parte de la primera geueracióu de la raza rhilena.
No he eocoutrado en ningún documento cáleulo aJguno so•
bre la proporción en que estaban los mestizos respecto de los
europeos durante Jas dos primeras generaciones; pero ex:isteo
algnnos que se refieren a la segunda y a la tercera generacio•
nes1 aunque en ellos sólo consta que los primeros eran más
numerosos que los segundos. v. g. UD acápite de la carta que
el Obispo de Santiago don Francisco de Salcedo escribió al
rey Carlos l1 de España sobre cla relajación de las costnm•
bres, de sus feligreses. cLas ,indias que han quedado
están eu esta ciudad o en las est-ancias repartidas, las
más asentadas por cartas o a su albedrío, de iorma que no se
easan (con los indios), -porque las que son mozas viven mal
cou mes~zos y espailoles, y pen3everan en s u pecado con ellos
de que tienen muchos hljos, que hoy hay en este reino más
mestizos habidos <lesta manera que espailoles• .
. .El mismo b,e cbo se desprende de lo que·dice Coroleu (Amé-
~ca. tomo t. pag. 255), respecto del gran aumento de los mee•
tizos eD Chile en la segundo mitad del siglo XVII. En su
Historia ae los Jesuítas en Chile, Colección, tomo 7, pág. 187,
refiere el padre Olivares que el apóstol de lapa~ con los aran•
canos, el padre Valdivia, consiguió con Felipe muna real or•
den terminante para qne no se hiciera la guerra a loe indfge•
nas no sólo con las tropas espailolas sino que tampoco con
54 :-.1co1.Ás PALACIOS

los mestizos. Valdivia temía que los partidarios de la g uerra


eludieran las órdenes anteriores del ruonarca espatlol en el
sentido de la paz que deberían respetar sus tercios castellanoe
continuando la campatla con sólo t~rcios chilenos. Como esto
sucedía en 1616, los soldados que habriau podido seguir solos
aquella guerra, segün Valdivia, muy conocedor del país en
ese tiempo, habían oacido en el siglo anterior, eran pues de la
segunda generación de la raza chilena.

8. PRHIEROS SAC!i:ROl)TES CHlL'E~S. ~Ol{BRE DE ALOtnlOS


CBJl, E:SO:<; DE LA PRnIBRA GE~ERAOlÓN,

Desde su advenimiento a la vida, la raza chilena tuvo sacer•


dotes de la religióD de sus padres, lo cual es romo la consa-
gración de su exislencia. El Obispo Medellíu, tercer prelado
de la diócesis de Santiago, confirió las órdenes mayores del
sacerdocio a varios mestizos (tres o cuatro, según don Diego
Barros Arana), hecho que debió tener lugar antes de 1585; por
lo cual, tenienrlo preeente la edad requerida para poder ser
consagrado sacerdote, esos primeros ministros del Dio11 de sus
mayores debieron pertenecer a la primera generación de nues-
lra raza.
Pocos soo los uol)lbres propios de mestizos cie aquella pri-
mera generación que nos han dejado los cronistas, pero hay
nlgu11os, y entre ellos tal ve~ de los hijos del tributo de douce-
llas del senor 1.lapocbo . .A..sí conozco, entre otros, a Jeróllimo
Heruández, «gran arcabucero• , que se pasó a los indios y roas
tarde(t586) filé hecho prisionero por los conquistadores. Diego
Díaz, pnsado asimismo a los indios y que, según pnrece, (ué el
primero que les ensenó 11 menejtu el caballo en 1588. Alonso
Diaz, nacido entre 1645 y 1550, y que llegó a ser toqui general
de los Araucanos con el nombre de Paioe-Ñamcu (azul aguilu-
cho). siendo el terror de las huestes espat1olas por varios aiios.
El mest.izo cdou Esteban de la Cueva•, hijo de don Cristóbal
de la Cuevn,«maucebo sef'lalado» por su coraje y su puno y que
eucootromos prisionero del wuhnen Tipaotue en 1579. Juan
Feruáude1., «mestizo platero, descontento con un oticio ni que
no tenia gusto instintivo, trRtó de sobornar a In tropa de la
guarnicióu de Angol para capitanearla e ir de su cuenta a con-
quistar tierras al oriente de los Andes. Fué descubierto y eje•
cutado en esa misma plaza el ntio l570 más o menos. Estaba
casado y con hijos, por lo que debe haber nacido antes de 1650.
Es el primer artesano mestizo que nombran las crónicas. E l
primer mestizo que se pasó al partido de su madre, y del
65

cual queda ,nemoria, fué uno de que habla el cronista Góngora


Marmolejo, aunque sin dar el nombre. Militaba ya ese roto en
las fila11 araucanas en tiempo del primer gobjerno de Rodrigo
de Quiroga, en 1566 mru¡ o menos. El t-al mestizo debió nacer
antes de l ó-15.
En varias crónicas y memorias de aquella época se habla de
artesanos indios, como también se llama «chinas, u las sir•
vieu111s domésticas. Creo que muchos de tales indios y , cbi•
nas• serían mestizas, porque es común basta hoy llnurnr cbi•
nas en los campos a las domésticas, 11uoque ,eon rubias y zar·
cas. Marh'io de Lovera babia de la mestiza Catalina Miranda,
esposa de Beruabé ~tejía, la cual fué asesinada estnnrlo encin -
ta el aí\o 1669 más o auenos, por lo que es de presumir que
había nacido autes de 16ó0. El mismo cronistn babia de la
mestiza Marí Sánchez, casada con Antonio Dínz, al cual su es•
posa pasnba armas en un ataque a los Araucanos a Uanet"6 en
L566, lo que hace presumir que esta meztizll era de la.a pdme•
ras de nuestra raza. Este autor no muestra extraneza alguna
de que en esos anos hubiera ya mestizas caeadas, por lo que
el hecho debíll ser frecuente. Marit1o vh'1ó en esos tiempos en
Chile.

9. RASGO DO.:lllXAN'rf; O'E L.\ 131COLOGÍA DRL ll"ESTIZO.


RA T'IDEZ CON QO'E 1'L~01A LA 2.• OE.'<ER.\.CIÓ~.

Desde que estuvieron en estado de cargar armas, los hom•


bres de la naciente raza seenrolarou eo el ejército. a cuyas hoa•
rosas filas los impulsaban las dos naturalezas que unió el des•
tino para formar la suya. Las aptitudes milhares del roto chi•
leno fueron uminimemente recon-0ddas desde que apareció en
In esceaa del wundo. Uno de los' cronistas de aquel tiempo,
que escribió con el propósito delibero.do de denigrnr a los
Araucanos y a sus mestizos, González de Nájem, no puede
menos que reconocer esa cualidad del roto primitivo, tau
evidente para todos los lectores de si: escrito. Dice: «IC1s mesti-
zos de Chile entre sus naturales defectos tienen una cosa bue-
na, que ser por excelencia buenos soldados (en lo cual sel\venta-
jan a todos los demús mestizos de la Indias, así también co-
molos niños iudios n los demás en ser belicosos)~. Este I\Utor
conoció y mnndó n los mestizos de la segunda generación, na•
cidos de~pués de 1570.
Esta segunda generación nacía en tanta abundancia como la
primera y como las que siguieron, pues los hábitos de los con•
quistadores no se modificaron hasta mucho después y en cam-
56 ~~COLÁS PALACIOS

bio los mestizos seguían las costumbres de sus padres. Pero es


convenient-e recordur siempre que esa rapidez con que se esta-
bleció la amplia base de nuestra raza no tiene comparación en
la bJstoria de ningún pueblo. Un hecho como prueba, de los
muchos que recuergan las crónicas: en Cbillán, recién funda-
da por Ruiz de G'a mboa eu 1680, había una guaruicióu de 210
hombres, cincuenta de los cuales estaban recién llegados de
Eepa11n. El número de mujeres que acompaflaba a esos hom-
bres debía ser muy crecido, pues que el cronista Marino de Lo-
vera, capitáo de ejército eu esa misma fecha, refiere que chu-
bo semana que dieron a luz sesenta indias de 19s que estaban
a su servicio, aunque no en el de Dios- Crónica del Rey110 de
Chile, Colección, tomo 6, pág. 395). Es la primera fe de bautis•
mo del roto chillanejo. Por la ralación de est-e cronista, se
comprende que ese caso no era aislado sino un ejemplo entre
ruucbQ,S de In manera de vivir de los conquistadores.
H11biendo cesado desde tres o cuatro generaciones atrás la
afluencia de las sangres primordiales. son sólo los mestizos
entre si los únicos que bao continuado reproduciéndose, de
modo que el mestizo equilibrado, el prototipo de la mza, que
describiré más adelante, es cada vez más numeroso, hasta for-
mar a la fecha, segú n mis cálculos, el 70.% de la poblacióu del
paía. Dos o tres geueraciones más y Ohile podrá contar con
una de las razas más unüormes del mundo entero. Para ello
es necesario que estos conocimientos se difundan entre los
que dirigen el porvenir del país, y que les deo la trascendental
importancia que encierran.

10. PRlNCll'ALl:S CO~Oi ctO);ES BIOLÓO I CAS Y SICOLÓGICAS


QUE FAV0REC IF.ROX LA USTP0lOHDAD Y LA EBT.\DILI0AD
DE NU'tSTRA RAZA.

Cuah-o priucipa!es son las afortunadas condiciones que bao


hecho posible el caso feliz para nuestra patria y tan raro en
la historia de las razas humanas, de la formación de una raza
mesliza permanente. La primera es la que acabamos de ana•
lizar: el que un número de los elementos componentes baya
estado reducido al miuirnun, esto es a sólo dos, hasta que la
raza era ya nnrnerosa, lo que ha hecho re!ativamente fácil ba-
1lar la proporción en que el poder vitlll de los elementos étnicos
conjugados se equilibran. La segunda es que dichos elemen-
tos poseyeran sicologías semejantes, lo cual ha iwpedido que
el proceso llamado por el sociólogo Lapouge «selección social>
tendiera a la separación de las naturalezas originales. La ter•
ltAZA CU lL-81C.\ .

cera. qoe cada una de las razas aoortara durante todo el tiem-
po que duró el mestizaje un solo elemento sexual, lo que ha
contribuido grandemente a la rápida uniformación del ser in-
termediario. La cuarta, que las dos razas primitivas fueran lo
qne se llama rozas puras, esto es. poseyeran cuaüdades esta-
bles y fijas desde gran número de. geueraciones anteriores. La
única raza que mostraba algunos sígoos de impureza era la
europea, pero, corno he recordado, sólo o.u 10 u 11 % de sus
individuos tenia mezcla con raza extnwa a la germana.
Sient-0 no tener más espacio para dar más latitud a estos io-
teres.antíaimos puntos. Especialmente. hoy que se trata de co-
lonizar el país, estas materias deberían ser conocidas detalla-
damente por los encargados de realizarlo. Desgraciadamente
parecen ignorarlas del todo.
úebo también recordar que nunca hubo en Chile esclavos
negros empleados en las faenas agrícolas o mineras. Los esca-
sos africanos que fueron traídos al país quedaron en las ciu-
dades, de caleseros o domésticos en las casas ricas. Sólo los
jesuitas, poco antes de su expulsión. habían empezado a trner
negros para ocuparlos en el campo. Cuando se decretó su sa-
lida del país, se encontraron en s us numerosas haciendas al-
gun:is centenas de esclavos de esa nza, los que (ueron vendi-
dos en el extranjero por cuenta aeL real tesoro.
Además, desde el principio los conquistadores pu~ieron ata-
jo a la impulsividad genésica de sus escl1svos negros cou pe-
nas más terribles que el lincho.miento que emplean los norte•
americanos con igual propósito. En el cabildo de SanUago de
23 de Noviembre de 1555 «mandaron. que de hoy en adelante
cualquier negro o negros que se alzaren o rebelaren del servi -
cio de su amo o no volviese dentro de ocho días desde el dfa
en que se huyere, o si forzara alguna india sea de algún caci-
que o principal, o de otra cualquiera manera que sea contra
su voluntad, que cualquier justicia de S. M. aute quien fuere
pedido, recibiendo información bastante, que sobre el mismo
caso puede el tal juez condenar por su sent-eucia a que le
(nombran las actas la eviración completa) de las demás penas
que al juez de la causa le parececonviene a la ejecución de la
justicia •. ·
Es por eeo que las poquísimas familias chilenas eu que aun
es dable notar indicios de sangre aúicana pertenecen a las ciu-
dades, los campos están en absoluto indemnes de ella.
No estará demás recordar aquí que la sangre negro tiene uu
poder de absorción mucho mayor que la blanca. Así, mientras
del blanco no queda ningún rastro a la cuarta generación uoi•
lateral con el negro, est-0 es, cuaudo auu queda en el mestizo
~l(,;r)l, .\S l'Al,ACh)S

un 6.25,% de wngre blanca, la naturaleza del negro es po&ible


constatarla basta la sexta generación, cuando sólo está N'pre-
seutada ea el mestizo por el 1.05;t del total; y las cualidades
cerebrales propias del negro: la falta de control mental, el pre-
dominio de la imaginación y la poca elevación de ideales, per-
sisten aún mucho más.
Por el modo como usted babia del roto, parece que partici-
para de la idea, muy co,nún a la fecho, de creer que el roto-
chileno es algo como una raza aparte, inferior en Oh.He. como
si nuestra patria encerrara dos razas distintas, rotos y no rotos.
Felizmente no hay nada de eso.
Dewe el citileuo más infeliz al más encumbrado, todos po-
seemos, en proporciones diversas, las llliswas SlUJgres europea
y americana que hemos visto. El cálculo de los c uatro quin,tos
de mestizos de que hublé en mi anterior, refiriéndome n la
época del siglo X\'IU en que llegaron al país algunas familia&
lnti11os, debe tenerse como el más moderado. Desde entc,uces-
acá especialmente después de la independencia, uo hay fami-
lia que no haya incorporado en sus venas algo de sangre ge-
nuioa!llente obilcnn.
Lo que ordiuariamente llaman roto, est-0 es, la clase pobre
de Chile, es lo que los entendidos llaman basé étnjca de una
nación, y que no poseell sino las que tienen suerte de conta~
con raza propia.
Es \e esa bnse, la más numerosa, saua y prolífica de los
países, de donde se ele,•1U1 por selección las clases media y su-
perior de la sociedad, pero sin que exista una líuea determi-
nada de separación eotre una y otra clase, pues tal ilivisióu
es ideada solamente para procurarse facilidades descriptivas:
Ese fundamento de las ra?'JlS ha merP.cido en Lodos los tiem-
pos y en todos los países especiales atenciones de los verdade-
ros estadistas, pues la miran, con razón, como la base de todo
el edificio sociaJ, y t,ienen por ella igual solicitud y el mismo
cuidado que prest.a el arquitecto a los cimientos de sus cons-
trucciones.
Entre nosotros, generalmente es el inquilino el que produce
el pequetlo propietario y luego el agricultor¡ del jornalero na-
cen el artesano que llega ll poner taller y hacerse industrial, o
el pequeno mercachifle, el buhonero, el comerciante, el dueno
de aJmacén¡ y sou los agricultores, los industriales, los comer-
ciantes los que logran educar a sus hijos, herederos de sus apti-
tudes, que adquieren títulos profesionales, son jueces, diputa-
dos, ministros, presidentes.
Lo que obscurece eslal! investigaciones es el tiempo en que
los hecbos se efectúan . Muchas veces no bastan una ni dos ge-
l<-AZA. GHll,EN A f>9

neraciones para que se rea'lice la evolución completa; en otras


la evolución comenzada se detiene y aun retrocede; pero para
el a6cionadó a la comprobacil)n experimental -de estos proble•
mas, aquel no es un inconveniente. Eu Ghile, donde por nues-
tra co11tn historia de raza y escusa población, las estirpes que
han producido hombres superiores son todavía poco nume•
rosas, y donde la documentación histórica abuudantísíma, ese
trabajo es relativamenté fácil. Aquí, como dicen, todos nos
conocemos.
Pero es efectivo que hay personas que se oreen de raza pri•
vilegiada. y superior a la chilena. Ambas creencias son erió•
neas. Hay otros que paré. creer en esa selección gradual que
he diseilado, y que vincula por lasaogre la clase inferior a la su•
perior, necesitarían ver a un chileno con una pala en una u10.-
DO y uua cartera de ministro en la otra. Es a éstos a los que-
priucipalmenle me dirijo, por lo que ha de disculparme que
haga a menudó observaciones que serán para Ud bien subidas.
Y con ser tau corta nuestra historia, hemos tenido el bermo•
so hecho social de la elevitción del mismo individtlO desde la
clase desheredada a los más altos puestos, merced a su talento
y patriotismo esclarecidos.
A los 01egtizos se les miró desde los primeMs tiempos :con
carifio y consideración, por más que algunos se , pasaron 11 los.
indios, como hemoS" visto. Mestizos fueron los primeros bom•
brea ricos de Chile: er.ao éstos los «lenguas, o «far::untes»,
como llnmaban los conquistadores a los intérpret.es eutre ellos
y los A1·aucanos, los cual~s supieron sacar grao partido de su
situacióu, según un cronista que los conoció personalmente. el
cual dice 1.se ve que están ricos de esclavos, go.nados, posesiones
y alquerías, y sobre todo de teios y barras de oro, al tiempo que
<'asi en todos los espatloles de quel l'eyno se ha acabado por
haber perdido las tierras de las mioas,. Afiade que lo¡¡ tales
«lenguas, se dejan parft si las mejores e piezas» femeninas, y
que el oficio resulta más importante y lucrativo que el de
gobernador.
Sólo se bacía distinción entre mesLizo legítimo e ilegítimo
en los primeros afl.os, antes que la primera generación propor•
cionara mestizas para esposas. Cuando las hubo en abundan•
cia y los matrimonios se hicieron frecuentes, los hijos de la se•
guoda o tercera geoeracióu eran cousidetados como los de eu•
ropeo y europea, como <criollos•; y usaban el don y U~ulos
paternos sin que a nadie causara extrat1e1,a.
En 1591 el c.apitán general de Chile don García Hurtado de
.Mendoza publicó el real decreto de Felipe II en que, atendien-
60

do el clamor general de sos lejanos y fieles súbditos, permitía


legitimar a los hijos naturales mestizos.
Además, al lado de los hijos ilegítimo~ crecían numerosos loe
de las uniones matrimoniales desde 1-0s primeros anos, estima•
lados por los sacerd.otes y por los mismos gobernadores. El
gobernador don José de Garro se ocupó especialmente de que
sus hombres contrajeran relaciones legítimas. cCasó muchas
hijas de caciques y de otros indios principales con espanotes.
y para estimular a otros, y empeilarles en semejantes enlaces,
les acomodó en empleos poUtioos y militares, con respecto a la
más o meuos hidalguía de sus mujeres• (Carvallo y Goyene•
che, Coleccifm, tomo 9, pág. 181). Es sabido que el capitán Gó-
mez. compaf\ero de Valdivia, se casó con una hija del wulmen
de 'ralagante, de cuya noble estirpe quedan a la fecha nume-
rosos vástagos en Chile.
La rar.a cbiiena nacía as{ sin obstáculos, sin prevenciones,
y se desarrollaba al través de los tiempos sin desmentir ni uun
sola vez sus orígenes, hasta nuestros días. Porque sólo desde
ayer se nota cierto alejamiento de la clase dirigente respecto
del pueblo.
¿Cuál es la causa de fenómeno tao extratlo? ¿Qué inHuen•
oía ejercieron, si es que hubo alguna, en nuestra clase supe·
rior, aquellos Iberos llegados A mediados del siglo XVIII?
¿Han tenido alguna culpa en esta disociaci9u del alma chilena
alianzas de nuestras familias distinguidas con personas de raza
de sicología diferen~ de la nuestra, efectuadas durante las ól•
timas generaciones? ¿O es sólo una consecuencia de fracaso
moral de nuestra clase dirigente producido por las riquezas de
Tarapacá, como cree Mac-Iver? ¿O son estas causas aunadas?
Poseo al respecto documentos muy interesantes.
61

CAPITOLO II

LA VERDAD JIISTÓRI C.\

l. Detroctoree <lo los Araucanos. Su mala !e.-2. Dole;¡ mililt\res de los


AtnnCAnos. No eran sólo heroico", sino también hábiles gnerrero11.-
3. g1 H ue nu ón Rraucano.-4. Épico.-o. Documentos prob111orio11.
-6. UnR estrof11 Jo don Alonso de Ercllla.-7. La11 calumniaa eu
í1onLr11 do los .\r11ucano11 alcan1&n directamen te a loe chilonos.-
8. Los Godos. Algunos de los rl\81?0 9 de eu cuerpo y do 11u nltno. t-11
º"
espíritu opuesto al latlno.-9. RuRO culminante dol Godo con•
qulsu1dor de América. ¿Está extingu ida la rau itótiCR?-10. ROTO.
apodo nacional chileno. Fné apllcaJo ttólo a los conqu letatforos desde
los primeros tiempos. Sólo hoy 88 aplica a la clase pobro y eJ!lO sólo
por algunos chilenos.

l. D :&TRACTORES DE tos AR.1. oc.1.sos. Su 11,, t,, v~:.

Corno he dicho, el disfavor en que se nos tiene eu la actua•


lídad proviene en gran parte del desconcepto en que be ido
cayendo nuestra raza indígena ante unn parte de In opinión,
debido a una larga e insensata camplll1a de desprestigio ero•
prendida en su contra por algunos diarios, revistas y basta
por publicaciones oficiales. Como se pretende que sólo el chi-
leno iletrado tiene en sus venas sangre indígena, se cree que
únicamente a él alcanza el descrédito.

Respecto a la sangre europea qae poseemos, es cierto qoe


no todos conocen su verdadera procedencia, pero como en es-
tas cartas ~stablezco su legítimo origen, be creído asimismo
necesario levantar los cargos que desde antiguo se formula
contra ella.
Tanto más necesario he considerado dedicar un párrafo a
restablecer la verdad respecto a esa uoble familia germana,
cuento que en Chile su nombre nos recuerda las resistencias
que encontró nuestra nación para alcanzar su independencia.
Aquí seguíamos llamando Godos, por costumbre tradicional,
a los soldados que envió Espaila a principios del siglo pasado,
62 !HCOL.lS PALACIOS

<mando en realidad la tropa, reclutada por quintas, pertenecía


a la raza indígena de la península. Apenas si algunos jefes
u oficiales mostraban signos germanos dignos de tomarse en
cuenta. También llamamos Godos, por insulto, a los espatio·
les que vinieron en 1864-, que eran eo su totalidad iberos o
latinos.
La cruzada contra los Araucanos, que e;,tá haciendo pensar
a allfUnos en la conveniencia. de suprimir de nuestro himno
patrio los versos en que nos gloriRmos de llevar s u sangre, ha
encontrado su más ardiente paladio en los ih1ales de la (h1i-
versidad <le Ohile.
Desde unos cuatro a1los se está publicando en dichos Ana~
una Historia de la civilización de la Araucanía, en In cual se
trata a nuestros an~paaados iodfgenas como a indios salvujes,
crueles, depravados, sin moralidad alguna, sin dotes guerreras,
e iut.erpretaudo como cohardfa de su parte algunos ardides de
combate.
Sólo uno de los innumerables cronistas e hiRtoriadores que
han escrito sobre las legendarias guerras de Arauco, Gonzále¡,,
de NájerR, tuvo la villanía de llamar cobardes a los Arauca-
nos; pero confiesa que t-0mó ,a cargo» escribir su libro (pág.
248 de su <•bra), pues se trataba eu esa f<'cha de desprestigiar
a nuestros iudígenas, con el pNpósito de couseguir del monar•
ca espai\ol permitiera tomar prisioneros araucanos para cam•
biarlos por esclavos negros en )051 mercados de Lirun o Buenos
Aires, por lo que asienta en una de sus páginas: ,aun para
esclavos son de ánimos los más serviles y abatidos que tiene
el mundo>. Así interpreta la acción d<' un joven noble arau-
cano que con su mano izquierda se cortó de un bacbazo la
derecha y se le mandó a su captor para que la hiciera trabajar
en sus minas. Por lo demás. el tal croni11ta, en las relaciones
que hace de las peripecias de aquellas guerras, se desmiente a
cada paso con una candidez inconcebible.
Tocaba a la revista oficial de nuestra Universidad conti•
ouar, después de tres siglos, la campana emprendida por
aquel cronista desvergonzado. Pero los A·mtles hao ido más
lejos. No sólo han imputado a uues~ros indígenas costumbres
contrarias a las suyas, describiendo como tales las de los Pe-
buenches y Iluilliches arrojados por los argentinos hacia nues-
tro territorio, sino que hon llegado hasta exhibir citas malicio-
samente truncas de autores respetabilísimos, como Nu1lez de
Pineda, con el propósito manifiesto de atacar la más pura de
las virtudes domésticas araucanas: la castidad y recato de sus
~sposas.
Nútlez de Pineda y Bascufláu era cbileno, n11cido eu Cbi-
63

lhiu en 1607, descendiente de estirpe gótica de la peníueula.


Fué militar desde nino. y cayó prisionero de los indios en In
iJatalla de las Cangrejeras, eu 1629. Después de rescatado, si-
·guió en el ejército de Chile, del cual llegó a ser jefe o maestre
de campo. Su obra, Oaul'iverio Fel.¡z, es por tant-o uno de los
docuLDentos más autorizados que poseemos sobre las costum-
bres araucanas de aquel tiemp◊. Su estilo sencillo refleja la
más pérfecta sinceridad del noble cronista. En diversas partes
de au obra alaba la castidad de la mujer arau~na, que él co-
uoció inLimameute. He aqu{ ua acápite: <Si entre nosotros
experimentabau adulterios. inc:estos, robos y latrocinios, estos
vicios entre ellos no eran conocidos. ni por sus efectos jamás
les habían visto las caras,. pues para ausentarse alguno de su
calla no necesitaba para dejarla segura de más llave, ni mura•
lht más fuerte, que uuas ramas verdes, que arriroadrus a la
puertll. del rancho, bastaban pera el seguro de lo que entre sus
pajas se encerraba: a 1u ujeres ajenas no había quien mirase,
tti se atreviese a hacer tl. nioguoa parLicolar ofensa, 11..i a in-
quietar doncellas que al abrigo de sue padres estaban recogi-
das• (Colección, tomo 3, pág. 231). Y más adelante, pág. 367.
añade: ,También hay que advertir y repaN\r, para doctrina y
eusel'laoza de las mujeres (se dirige el autor n la.s mujeres es-
pru1olas), que el recato y compostllríl eo ellas oo dan lugar,
1tun al mós desalmado y atrevido, a perder el 18$peto a la
houestidnd-. .
Relataudo este cronista uoa borrachera indígena, dice que
duró varios días con sus noches, gue los indios pasaron can-
tando, bailando y bebiendo hasta ·caer renfüdos. A dicha fiesta
no concurrían sino los de la última clase, lo cual repite en varias
ocasiones, pues se t rataba d e uua ceremonia ciomoral, , llama-
da hueyelptmm, o baile de los lweyes o machis, ceremo11ia de
orig('n indudablemente bui)liche, como lo vrobaré eu otra oca-
sión. Claro está, dice Núllez, .refiriéndose a esa escena, que a
donde quiera se diferencia la plebe y el común de la particu-
lar y de la nobleza,. La t-al fiesta termina eu uua embriaguez
general y completa, eu medio de la cual podían olvidarse las
reglas de la honestidad que regían las costumbres domésticas
indígenas, po:r lo que el autor dice: cy tal vez acontece eu se-
mejantes fiestas y concursos las mujeres de los unos revolver-
se con otros, por estar ti111 privados del juicio, que no eutieo-
deu ni saben lo que bacan• (pág. 134).
. Pues bien, los Anales, después de citur opiniones de bisto-
r)adores eclesiásticos, que siempre miraron como vicio y 1uju-
rm la poligamia sancionada por las instituciones sociales y re-
ligiosas de los Araucanos, y In del mentiroso González de
6-1 ~ICOLÁS PALACIOS

Nájera, agregan en acápite separado: cEl cronista Nútlez de


Pineda dice acerca de esto: cacontece en semejantes fiestas y
concursos lae mujeres de unos revolverse cou otros». (Anales
de la Utiivorsi.dad, tomo 1 de 1899, pág. 775). Los Anales no
dicen la pli.giua doude han tomado esa cita.
Suprimiendo el ,tal vez• del autor aludido y la parte final
que explico. In posibilidad' de un hecho inusitado, los At1ales-.
convierten eu absolutamente afirmativa la mera suposición
ocasional de Núflez de Pineda Todo el que baya leido la obra
de nquel ilustre cron:sta chileno, comprenderá cuanta maldad
se encierra eu ese fraude de la revista universitaria, que hnce
decir al noble Núller. lo contrario de lo que en cada página
efirooa sobre In corrección de las cnstumbres araucanas, que él
pone de ejemplo a sus compatriotas. Pues con esa honra-
dez está escrita t<>da In llamada Hi4toria di la oivilieaoión de
la Artmaa11ía, y los fines perseguidos en estos escritos oficinles,
coucordantes con otros que citaré después, los iremos eviden-
ciando más adelante.
Hoy día los est:idios de etnografía y de sicología etnográfica
están tomando una importancia inmensa en el munc.lo sabio
porque sus informaciones, uoa vez bien establecidas, son fuen-
te segura de inducciones de vastisimo alcance y de luces nue-
vas para la interpretación de todos los fenómenos socinlee de
no pueblo cualquiera; y la antropología biológica, basada en
aquellas ciencias, ha producido un trastorno completo eu la
manera de explicar el desarrollo de las naciones y los vaivenes
de su fortuna a Lra véS- de los t.iempos.
La tal Rütoria, inserta en la única revista oficial de ciencias
generales de nuestro pa!E, editada por nuestras Facultadee
universitarias y que mantiene canjes con las revistas aualo-
gas de !_os principales países, debe haber t>.ido leída, de seguro,
con detenimiento por el grao námero de hombres que a )a
fecha se dedican a estos estudios. Por ella babrán visto cou
sorpresa que los famosos Araucanos de la historia y de la epo-
peya, que hasta hoy eran considerados por los pensadores y
los sociólogos más eminentes, como una de las familias huma-
nas más admirables, no son en realidnd, o más bien no fueron,
sino unos salvajes vulgares, sin mérito ninguno, sin poseer si-
quiera organización militar: cine hordas salvajes atacaron•,
clae bordas salvajes boyaron» , etc., son las expresiones con
que describe los movimientos de las tropas indígenas ese es-
crito oficial.
RAZA CH[LENA 65
- - ----
~- DoTES lflLITARF.s DF. r.os .uuocANOS. No ER,u, SÓLO
m•:ROlCOS, srno TAMBIÉN HÁBILES OU'l:RREROS

Ya algunos cronistas, repr◊chando la parcialidad in~resada


con que otros referian los sucesos de la guerra araucana,
hablan dicho que la verdad de las cosas sólo se conocería cuan-
do los indios escribieran sus anales. Aunque soy Araucano
sólo a medias, he de recogP.r el guante en próxima ocasión,
en que estudiaré uo sólo las guerras sino también la eicol9gía
araucana, su organización p~lítica y social, especialmente su
religión y la constitución de su familia. Por hoy sólo recorda-
ré en forma sumaria sus notables dotes militares y aduciré
unos pocos ejemplos probatorios de que los «salvajes» chile•
nos no pelenbnn en chordes».
Recuérdese, pues, aquellos escuadt,"ones de filas correctísimas
y unidas que Valdivia, que acababa de conocerlos eu Flan-
des, comparaba con los tudescos; los movimientos de sus bata-
llones, sus evoluciones, sus dispersfones y concentraciones rapi•
dlsimas, ordenadas tanto dnrante el combate como en sus ejer-
cicios doctriunles, a toques de silbatos hechos de canillas; la ad-
ruimble disposición de sus tropas para entrar en batalla; el
acierto y serenidad coi, que era dispuesta y ejecutada la acción,
nprovecbando los menores descuidos de sus enemigos, los ac-
cidentes del terreno, la posición del sol, la dirección del vieuto
y cuanto recotso se presentaba en su favor, y esto con tal ra•
pldez de concepto y seguridad de ejecución, que dejaba pas·
mados a los ag11erridos y experimentados capitanes europeos¡
la disposición de sus reservas, los servicios de seguridad de
sus ejércitos alojados o en marcha, con grao guardia y de8CU•
oiertas que ea ocasiones cubrían uo radio de tres y más le-
guas; sus servicios anexos, cowo el de los honderos de fuego,
el de los encargados de retirru- del campo los muertos y los
heridos, el que debía rellenar los fosos de los reductos enemi-
gos; sus escuadroues de ?arias filas de lanceros, con que resis•
tían a pie firme los ataques de In caballería forrada en acero
de los conquistadores; s us retiradas en fal so, que ordinaria•
mente convertían en victorias; su bnbiHdad para apropiarse
cuanto les pareció útil de los conocimitmtos guerreros de sus
enemigos¡ la inteligencia con que cambiaron de táctica y adop•
taron armas nuevas frent~ a las nuevas necesidades del arte,
provocadas por el enemigo extranjero; el caudal inagotable,
por fi~, de ardides y estratagemas con que burlaban a diario
a los 10vasores.
N ICOLÁ.s P .U.j.Cf0S

El inmortal Ercilla, nuestro primer historiador, escribió


para sus contemporáneos, por lo que es completamente fide -
digno en todo lo que asevera respecto de las aptitudes guerre
ras de los Araucanos, a quienes conoció en cien combates, y
su gran fidelidad histórica y descriptiva es reconocida por
todos los críticos de su poema épico. De su canto 23 son estas
octavas:
Dejen de encarecer los escritores
a los que el ute m11itar bal111ron,
ni más celebren ya a los inventores
que el doro acero y el metal forjaron;
pues 101 últim~ indi0$ moradores
del araoCl\no estado a.,í alcanzaron
el orden de la guemi y diso.iplina,
qoe podemos tomar dellos dot-riua.
¿Qoitfo les mostró a formar los escuadrones,
representar eJl orden la batalla,
levantar cahnlleros y bastiones.
hacer defensa,., fosos y muralla,
trlncheRI!, nuevos reparos, invenciones,
y cuanto en uso miliuir se halla,
que todo ee un bastante y claro indicio
del valor deetn gente y ejercicio?

cNo hay máxima practicada por los más expertos generales


que no la veamos ejecutada por estos bárbaros chilenos> (Cór-
dova y Figueroa. Ooleccil)n, tomo 2, pág. 176).
cSe nos defendían bárbaramente, Ct>rrados eu un escuadrón
como tedeecos> ·(carta de Valdiv-!.a a Carlos V en ló60, Oolec•
cifm, tomo 1, pág. 23): Vsldivia los ataC'aba con caballería.
Creo iuút.il seguit· citando autores para probar lo que sólo
loe Anales niegao. El mismo González de Nájern, que Lrata de
cobardes a los Araucanos, confiesa que pelean por vicio y que
son temerarioi1, concluyendo por contradecirse, pues dice del
coraje con que atacaban los reductos esparaoles: ~este se puede
tener por grande, si se considera y mira la Ctllidad destos de
Chile, pues siendo unos indios bárbaros, descalzos y casi des-
nudos de ropa, las barrigas al aire, t~ngan una tan grao osadía
para acometer con tanto ánimo y resolución gente fortificadn
y a ellos superior en tao aventajaóas armas como son las ele
fuego-.. cPorque no dudo que nos pudiéramos despedir de la
pretensión de 111 conquista de aquel reyno, si en las armas nos
fueran iguales aqueUos indios» (tomo 16, págs. 187 y 201).
Es verdad que a lor. chilenos no se nos eusefla en la escuela
ni en ninguna parte la historia patria durnnte el tiempo eu
qoe formó nuestra raza siendo como es la más maravillosa cle
todas las historias del mundo, sin excepción algunn en cuanto
IU,Z..\ OSI LEN A M

6 hechos heroicos. Si se nos ensefiara desde la escuela, como


<leber!a hacerse, no tendrían que recurrir los maestros de uues•
ira juventud a ejemplos de civis,no tomados de la historia
griega o romana ni de ningún otro pueblo, porque eu nuestro
propio suelo y llevados a cabo.por nuestros antecesores direc•
t0s se encuentran a millares y de los más hermosos.
Varios bistoriarlores, especialmente los militares, dijeron
como Ercilla que los espanoles podían t-0mar cdotrina» del
ejército iunfgenn, de la tác.'trca de sus generales y de la el"tra-
legia desplegada en s us acciones de guerra. Uno de los servi•
cios anexos ni ejército araucano. y que nunca supieron implan-
tar los conquistadores, a pesAr de comprender la desventaja
en que quedaban por esa causa rei,pecto de los indígenas, íué
el del telégrafo. El eemáforo o telégrafo por medio de senales
fué uSAdo por los Araucanos tal vez desde antes de la couquie-
tn espnnola; pero durante é:lta dieron tal impulso y organiza-
ción a ese servicio que sería i11crelble si no quedara de ello
plena constancia por relatos e critos durante los acontecimieu-
t-Os, y por personas enteudidns y que presenciaron esos he-
chos. El semáforo araucano cousistin en sennles hechos con
ramas de árboles disimuladas entre el bosque de los cerros, y
sólo visibles para los que sabían su situac.ióu. De noche se ser•
,,fnn de antorcbas. El significado de los senales fu é guardado
siempre en el más absoluto secreto.
Por los allos 1771 y 1772 custodiaban las márgenes del Bio•
bío. ese Rín de CbJle. como dice Hancock, el comandante
O'Higgins y e! toqui Ailla-Pagui (rtueve leimes); el primero
guardaba la ribera derecha y la izquierda el segundo. Ambos
baudos se bacian todo el mal posible, enviando partidas al
campo enemigo; pero la ventaja que los ArRucanos tenían
sobre los conquistadores era grnucUsima, merced al teléJ!rnfo
de los primeros, qoe los espnlioles se contentaban con malde-
cir El historiad('lr Carvallo y Goyenecbe era teniente de las
fuerns espnfiolas. y estobn a cargo de uno de los fuertes de la
ribera norte del Biobío. En esta situación suírió directamente
las consecuencias del semáforo araucano, desquitándose con
insultar al hábil toqui. ,Se hizo jefe de los partidarios, escribe
Carvnllo, el toqui Aylla-Pagui, y fué el indio más ladrón que se
conoció en aquellos tiempos. Enviaba con frecuencia dos o
tres partidas por diferentes partes, y apostaba sus centinelas
en los cerros más elevttdos que tienen sobre el Biobío, para
ol>servar los movimientos de loe espofioles y avisar de ello a
su~ partidarios por medio de las seilales que les daba. y le
saltó tan bien esta operación , que no daba golpe en vago»
(Colecció11, tomo~. pág. 372). Por las noLicins de las incur:;io
N1COLÁS PALA0108

nes de las tropas araucanas dadas por el mismo Carvallo, ee


puede ver que Ailla-Pagui tenía su servicio telegráfico exteu
dido en más de treint"4 leguas de la ribera encargada a s11
cuidado. Él residía de ordinario en Angol, centro d e sus ope
raciones.
En cuanto a las falanges o escuadrones de ,•arias filas arma
das d e lan1,as con que los Araucanos se d efendían de la caba
Heria en pleno llano, y de la rapidez con que formaban eso~
cuadros, hay muchos ejemplos H e aquí uno d e ellos, que re
fiere Marino d e Lo,•era. Estando ooa división de tropa escogí
da d e Cllballería en un llano 1lamado 'rom4, vieron venir a lt
carrera y en d esorden UD gran pelotón de inoios. Los espafl o
les no creyeron que se atreviesen n atacarlo!!, • pero viendo qut
iba de veras• se aprontaron al combate saliéndoles al encueu
tro. «En comenzando a inclinarse h noia los indios hicieron
ellos alto en el lugar que los cogió la vista de los espa1ioles
Y corno don Miguel (de \'elasco, que era uno d e los coman
dantes de esa caballería) viese que cerraban el escuadrón, no
quiso que se cometiese basta mirar bien p rimero lo que seria
más ex pediente: lo cual le pareció a GMpnr de la Barrera mu•
c:bn dilación , y no pudiendo s ufrirla, acometió co11 su escuo
dra, ouuque, por estar el escuadrón de los contrarios UlU)
cerrado, y ser mucha la piqaerfn, no pudo rom per ni desbara
tarlo, y así bubo de dar la vuelta d ejando muerto uno de los
suyos llamado Luis de Villegas. que babia sido muy animoso
y valiente soldado. Viendo esto don Miguel d e Velasco, quiso
probar la mano, a ver si echaría w ejor lance, para lo cual salió
él con todo el resto del ejército, y a rremetió con grao furia,
sin ballar más entrada que los primeros, por teuer los indios
gran tesón en el DO menearse de sus puestos, con las picas ca•
ladas, sin hombre que un punto se desconcertase. P or esta
causa se retiraron los espaOoles y se comenzó a jugar la arti
llería y disparar los escopetas, sin ser parte para d esbara tar 11
los indios, antes se venían muy en orden, llegando n los re11•
les sin ponerles horror el ver los que iban cayendo heridos de
las balas. F o é tanta la determinación CNl que ncometieron que
los espafioles com enzaron n flnquear y se fueron h uyendo ,nu•
chos de ellos, uuos a la Imperial, y otros a los Infantes• (Co·
leetió11, tomo 6, pág~ 328). Esto s ucedín en 1570 más o menos.
Para apreciar el mérito de esa nccióu, relatada con tanta sen
cillez por ese cronista, oficial del ejército de Chile de ese
tiempo, hay que saber algo de cosas de milicia; pero aparece
claro para cualquiera que a llí 110 h ubo sah-ajes en hordas, ni
much <• menos.
lU.ZA omLENA ti!>

3. EL H"UENTI<-ÚN A,Jl,A.UC.lNO

Cuando los Araucanos tuvjeroo caballería, solían combatir


dispersos, en hordas, como dicen los Anales: pero esto sólo
cusndo uua pequeoa partida de Araucauos atacaba a un ejér-
cito, lo que sucedió ,•arias veces. Eu esas circoost.ancias cada
soldado iudígeua peleaba de s u cuenta contra varios enemigos,
sin que fuera poeible orden ninguno, pero conservando orga•
niz11ci(111. Carvallo y Goyeneche refiere uno de esos encuentros,
sucedido en su tiempo. .Oou Ambrosio O'Higgins, padre del
prócer don Bernardo, y el comandante Freira dirigían uoa
expedición eu el centro de Arauco, a la cabeza de dos mil hom-
bres escogidos de cabnllerfn y cou gran cantidad de caballos de
repuesto. Eo 28 de Febrero de 1770 llegó la expedición a la
conflueocin del río Tolpán cou el Vergara. cA poco rato de
haber campado, dice Carvallo, salió de un bosque inmediato
una parrida de cien indios de la parcialidad de Aogol, que
bárbaramente esforzados, emprendieron quitarles la re monta.
Y sin duda lo hubieran conseguido si no aceleran la acción,
y hubieran dado tiempo a que acabase de echar pie a tierra la
columna de don Ambrosio, que componía la retaguardia.
Algunas comparuas estaban todavía montadas y pronto.mente
salieron a contenerlos. Se pusieron eu defensa, y con t.al de-
nuedo y bizarría, que hicieron resistPncia a dos mil hombres,
y mantuvieron la guerrilla basta entrar la noche, 9ue se reti-
raron peleando los que salieron con vida,. (Coleccalm, tomo 9,
pdg. 3ó3).
.Eu cguerrilla•, d ice CarvaUo, no en Horda. Los ~uerrilleros
vau organizados, obedecen a los jefes, se prestan ayuda, etc.
Por e!!o pudieron retirarse organizados y peleando.
El abate Gómez de Vidaurre refiere (tomo 16, pág. 22ó) ot-ro
de esos combates desiguales: candaba a caza de araucanos
una pnrtiJll de ciucueuta espn.O.oles, siu penea.mieuto de tener-
los tan cerca, cuando dos a raucanos .1rritados contra so mismo
temor, salieron armados de sus lanzas y porras a presentarse
a los espanoles provocándolos al combate. Ellos, en efecto,
pelearon esforzadamente, ofendiendo y defendiéndose de tan-
tos enemigo~ por largo rato, ni se rindieron sino con la moer-
~ a balazos,. Nótese la iuterpretaoión que el buen abate da
del coraje de esos Araucanos: cirritados contra su mismo te-
mor, . Es corriente eu los cronistas e historiadores de Chile
desconocer o interpretar erradamente las acciones de nuestros
antepasados americanos. El mismo autor refiere qae a don
Alonso de Córdova, que iba con 550 hombres, le salieron 111
iO 11.'lCOLÁ.8 PALAOIOS

frente provocándolo cocho araucanos que cou temerario empe


fio se pusieron en defensa por no darse prisioneros» (tomo 15,
pág. 212).
Hay da esto innumerables casos. No había ano en que no st
presentaran. Los cro nistas llamaban a esos héroes de su palri1
cou el nombre de ,valentones,. Los Araucanos los llnmabnn
huentr(m, varonil, esforzado, Go1mUez de Nájera dice de ellos:
<Hállense tmnbiéu entTe los ind.ios onos insolentes valentoues,
que eon entre ellos los gallos, y los que más blademan del
nombre espartoh. De ordinario los valeutoues perLeuecían al
wulroenato de Puré11 , habitado por la tribu más noble de
Arauco.
Refiere Carvallo y Goyeneche otra acción de esus «ga llos,
d e Purén, q ue tiene de antecedente uua batalla que puede re
cordarJ;e como maestra d e las que se librabau en nuestro sue
lo entre Godos y Araucanos. Un teniente Muela, hidalgo, cou
600 hombres, dió una sorpresa a los de Pméu en pleno iu-
vieroo, tomándoles varios prisioneros. ,Se tocó arma eu Pu
réu y salió Hueuucalqoín (huenn, alto; calqoín águila=águila
de la altura. Parén tesis mio, no de Carrnllo) siguiendo a Mut1•
la, que ya regresaba en bueo orden, y le cortó la retiradu y le
esperó en una llanura para servirse bien d e los caballos. Llegó
a ella el teniente Muela y se trabó la n1ás porfiada batallo.
Comenzada, empezó a llover y fueron inútiles las arruas de
foego, y sólo se usaba de la blanca. El suelo estaba reebaladiio
y caían los caballos y apretó tauto la lluvia, que se separaron
por un breve tiempo. ~fas luego volvieron el combate y a las
retiradas, y en ciuco choques emplearon todo el día, hasta que
la noche los separó• . Este mismo teniente bizo poco despuéq
otra excursión en las cercanías de Purén con 500 hombres \.
!ué atacado por dos Araucanos, lucha que Carvallo refiere, con
los comentarios acostumbrados, de esta manera: • Estaban
éstos (los Araucanos) tan tenaces en la guerra, porque sólo ella
les parecía que podía libertarlos de la temida servidumbre,
que hasta dispersos hacían caprichosa resistencia. Bien lo
oomprueba el siguiente be•:ho: dos indios se bailaban seguros
en un bosque, y con todo, al pasar por sus inmediaciones el
escuadrón de Muela, le salieron armados, y con palabras inju·
riosas provocaron a los e-spaf\oles. Intentó Muela tomarlos vi·
vos, pero no fué posible. Embestían lo mismo que que si fue·
ran fieras sin conocimiento del peligro, y heria.u con tal coraje
y deser.peracióu, que para evitar sus golpes dispuso Muela
quitarles la vida.
e Yo les hubiera d ejado por frenéticos, pues no puede darse
m11yor frenesí que semejante conducta. Se deja entender que
RAZA CS:ILENA 71

quieren los de aquella nación hacer ver que se arrojan sólo


por morir~ . •Todo su objeto es mauifestar su odio a la Dl\cióu
coo·quistadora y dar a entender que de ningún modo quieren
la pau (Oolección, tomo 9, págs. 40 y 41).

4. ÉP100

Pero el hecho roás admirable de éstos, único eo el mundo,


uo imaginado siquiem por la fantasía de los poet-8.s, absoluta•
mente incrt:íble si uo hubiera de él constnncin i!lconcuaa. es
«JI robo de uíl hombre vivo de un batallón de infnolería for-
mado eu medio de uu llano, rifle al brazo y bala en boca, y
llevado a cabo por ou valentón a caballo en pelo y n medio
dh1. Reveln ese hechu, no sólo la falla completa de límitea a la
audacia araucana, sino también por los detalles de su ejecu•
ción, el conocimient-0 rnás perfecto del carácter del enemi~o, y
el concepto clarísimo de la sucesión lógica de todos los inci-
dentes de aquel hecho extraordinario. La serenidad impertur•
bable del héroe y la precisión y seguridad matemáticas de
todoe los movimientos necesarios a su realización, que tal
he::ho suponen, podrán parecer excepcionales, inusitados,
in\'erosfmiles en cualquier país, no en Arauco.
Sucedió así: En oo ancho prado limitado por la selva virgen
tle la •Frontera>, d esea.osaba de sus ejercicios doclrinales un
batallón de infantería, con sus armas en pabellones, y tMpa y
oficiales, tendidos-en la yerba, fumaban o charlaban recobran•
do fuerzas pam continuar los ejercicios. El bosque distaba seis
o siete cu11drns, pór lo que podian estar tranquilos. De repenw,
alguien vió aparecer un indio en la ceja de la selva, y todos se
pusieron de pie y en observación. Luego apareció otro inJio, y
después otro y otros sucesivamente; a nadie quedó dudas de
qne se trataba de un eecuadrón de caballería indígena oculto
en las sombras d~I bosque y que se preparaba para el ataque.
¡A formar! tocó el corneta del-comandante. Y en un mo-
mento el batallón estuvo en línea, con sos f.isiles en descanso,
la pequetla banda de cornetas y tambores a la cabeza. Al
freute estaba el bosque, en el que seguía aeomando y perdién-
dose algunos indlgeoas monlBdos. Todas las miradas estaban
fijes en ellos; todos los pensamientos penetraban al fondo de
111 espesura tratando de adivinar el número de enemigos. Eo
verdad que el peligro no podía ser grande: estaba ·lejos IR
épocR de los arcabuces y de los fusiles de chispa, que se car-
gaban en catorce tiempos; a la fecha el soldado poseía el fueil
Minié, de fulminante y carga rápida, con una zona de muerte
i2 NJOOt.ls Pil.A0108

macho más extenso y con tiro segaro de más de tres cuadras,


lo que babia hecho muy prudente a los indios para agredir a
campo raso; pero una larga experiencia babia ensei1ado al
ejército de Ohile que al frente del Araucano hay que estar
siempre lieto, por lo que nunca se alejaban de los reductos sin
llevar bien provistas las cartucheras.
-¡Viene uuol exclamó el ayudante, apantaudo al frente con
su rnauo. A,sí es, uno solo.
Todos lo v&íao. A gnlope tranquilo se desprendió del bosque
an indio en Unea recta al batallón . Su silueta se agrandaba
por momentos. ¿A qué vendrá? No trae banderola d e parla-
mento ni rama de canelo. Viene desarmado: ui lanza ni 1na-
cana. ¿A qué vendrá?
¡Atención! Firme! tocó el corneta. Y el comandante pnsó al
frente des~ batallón, coloctindose en su medianía hacia donde
se dirigía el indio. Y todos esperaron trnnquilos.
El indio se acercaba al mismo suave galope. A cincuenta
pasos se detuvo. Iomóvil, paseó su mirada de un extremo a
otro de la tropa. Como los guerreros, tenía el Ct1bello cortado
hasta cubrir la oreja y sujeto en la frente por un cintillo ador•
nado con plumas rojas de loica¡ como los guerreros. venía des•
nudo de la cintura arriba, luciendo su piel color lndrillo y sus
formas atléticas, descalzo, calzón nej?ro a wedia pierun, y
atado a la cintara un poncho li11tado. Pero renltueute no !rafa
arma alguna, ni penca, ni estribos: llegaba inerme unte seis-
cientas bocas de fuego. ¿A qué vendrá?
1Descansenl sonó la corneta.
Grande era el caballo, y negTo como un aznbacbe. Sólo un
instante permaneció en observación; diJ un cuarto de vuelta y
se dirigió al mismo _galope calmado paralelo al batallón, hacia
su extremo.
- ¡Qué hermoso animal! exclamó el comandante. Vendrá a
lucirlo.
-Debe venir a venderlo, cómpreselo, aiJadió el ayudante.
El indio llegó frente al extremo del bat,allón, dió unas cuán•
tas revueltas, se acerco más a las filas y volvió al trote, pasando
a unos treinta pasos.
De trote reposado y garboso, era l.lDirual sin tacha: nudillos
enjutos, pupila centelleante,oreja éhica y viva , de formas aca-
b!ldus, nuevo, airoso, fuerte. dócil, negro-lordo, sin mancha,
cola y crine~ crecidos y copiosos. Por todo jaez, una cincha y
cabezadas flamantes.
-Hemosísimo bruto, volvió a decfr el jefe. Es caballo para
el general.
Llegado a la cubeza del batallón, frente a la banda, el indio
R~ZA OlllLBNA ¡3

revolvió nuevamente su caballo en todas direcciones, luciendo


su habilidad de jinete y la agilidad de su animal, y emprendió
su regreso a buen galope, bast.a el otro extremo, en que repi-
tió sus pruebas de destreza.
Volvió, a galope tendido a hora y a quince pasos de las filas.
Lucía est-a vez su agilidad maravillosa, bajándose y subiéndo·
se de su caballo, tendiéndose sobre el lomo, echándose a uno
n otro costado de su beslia, de modo que a veces mostraba
todo su cuerpo. a vects l!Olo un pie y u11a mano.
Al pasar frente al centro. tomó la actitud 11alural del jinete
irreprochable, erguido y fi rme. Lleno el pecho, afaada la cabe-
za, el indio pasó mirando al batallón. Ibn sonriente, ,con la
sonrisa luminosa del triunfo. Su cintillo de plumas rojas bri-
llaba sobre su cabeza como una aureola de fuego.
Sin pestanear miraba el comandante el brioso oorcel, que
iba pidiendo riendas, cola y c rines, flotando al libre vient-0.
-¡Li ndísimo! me quedo con él. A la vuelta , hágalo hacer
alto.
-Perfectamente, mi comandante.
'i el jefe seguía con mirada complacida el garboso animal,
que aceleraba por momento su carrera.
Llegó a la cabeza del batallón. Y súbito como el rayo, de un
salto de tigre se metió eutre los cornetas, atropellando a va-
rios, y con puno de hierro, tomándolo de las ropa.e de la espal-
da, arrebató el indio a uu muchachón. Un grito de espanto y
luego ¡agárrenlo) ¡agárrenlo! Lo más próximos se abala nzaron
como gatos; pero el ind io no dió ~iempo. Su acción fué rápida
como la de un animal de presa; el primer instante de estupor
le fué sobrado para echarse el muchacho a la espalda y em•
prender la retirada por el flanco del bat.ollóu, tendido hacia
adelante y mirando a sus p6rseguidores por debajo del brazo.
Un tropel de hombres, soldados, clases, oficiales, los que pu-
dieron, seguían a un paso, casi tocando al indio audaz. E l sar-
jeoto de la banda, un bombronezo, alcanzó!\ tomar In cola del
caballo, otros se tomaron del sargento, que gritaba ¡agarren
al corneta! a las patas del indio! pero nadie alcauzaba, por 1.0ti s
que el cllballo llevara una carrera mediana, comprimida.
Detrás del primer g rupo seguían otros, a lo que daban las
piernas, y desbandados muchos más, esperando llegar a tiem•
to de auxi Liar a los primeros cuando lograran detener al indio.
El batallón se había corrido hacia la cabeza, y los que iban
persiguiendo miraban ansiosos esperando el resultado.
¡Lo ngarrnronl gritó alguien, y todos corrieron. ¡Nada! se les
val se les val exclamó el comandante, y se empinaban para
ver. Se les fué! 'ríreulel Pero por sobre los perseguidores sólo
NIOOLiS PAL AOJOS

se di visaban las piernas d el cometa haciendo en el aire con-


torsiones desesp1:rad11s. ¡Háganse il au ladu! ¡a un ladol grila-
1.aban varios. al mismo Liempo que OLros llamaban a voces a
los mejores tiradores; ¡sargento Coutreraal cabo Peoaloza! Los
oficial1;s arrebataban s us armas a los soldados, y todos, con el
fu sil R la cara, esperaban la ocasión de disparar. ¡Háganse un
lado! gritaban a lodo pulmón. Los mtis próximos se apartaban,
pero el sargento y su grupo eslabao ya U1uy lejos, e iban en-
sordecidos por la cólera, hasta que el comandante, haciendo
bocina de sus manos. gril.Ó con voz de trueno: ¡Háganse un
lnoao! Oyeron, comprendieron y se npartaron, el sargeuto
con uo mnnojo de crines en la mano. Pero ya el iudio se ba-
ufR alejado más de doscieutos metros. Además, el caso esli\ba
previsto. En cuu uto se aparta ron sus perseguidores, pegós'? el
fodio ol lomo de su caballo, alargó su presa hacia atrás para
cubrir las ancas y le solló las riendas. El inteligente bruto
partió como uua tórtola.
¡Tiren a las potosi a las patas del caballo. Sonó un tiro, otro,
vari~. Algunos corrían y disparaban . No babia tiempo que
perder. ¡A las palas! gritaba desesperado un oficial de gran
voz, que veía lo que todos: al muchacho dando frente atrás,
oubrieudo toda el anca del animal y haciendo dese&perados
esfuerzos po.- desprenderse de las garras del indio que apreta-
bun como muelas de bigornia, y por debajo lss patas del caba•
llo que volaban devorando el espacio.
-1A las patas!
¡Que patas ni patas! gritó colérico el comandant~, juraudo
crudo ¡A buen tiempo! Tiren al medio! Y el mismo a rrebató
un fu s il y l0 1descargó n toda alza.
En el acto sonaron tiros de aqw, de allá, de todas partes.
Pero e l valentón estaba ya fuera de la :rona de acción más o
menos segura del Minié, por lo que es de creer que el corneta
fué llevado ileso por su captor.
Un g rueso pelotón de indios salió a escape de aquella parle
del bosque a rfci bi r a su /wentr(m victorioso, a quieu llevaron
en triunfo, internándose en la selva en medio Je uu formida-
ble cbi vateo que atrouó el espacio.
Atónitos, mudos. con la vista espantada y la boca entre-
abierta. quedarQn todos: jefee, oficiales y tropa, permaneciendo
largo espacio mirándose loe caras eutClntecidas de idiota asus-
tado. La formación ee había deshecho, todc,s estaban revuel-
tos, los oficiales conservaban un fu sil humeante en ona mano
y la baqueta en la otra.
Pasado el primer moment,0, el comandante, q ue había de-
seo vaioado su espada, se paseaba furioso preguntando con lR
RAZA CHILENA

voz torbndo por la cólera: ¿han visto... han -visto indio más
bribón? Pero han vis ... ¡Qué indio t.an bribón! Y lo!! oficiales
se preguntaban como autómah1s unos a otros si algoien babia
visto un indio más bribón.
Un soldadillo de cara araucana se ocultaba tras un cabo ta-
pándose con ambas manos la boca y las narices paro contener
un acceso irresistible de risa que le había cogido. Miró bnciu
atrás el cabo y. ni ver ni soldadillo, se contagió, lanzando la
primera explosión de una carcajada; pero con un esfuerzo po-
deroso de voluntad, se tragó el resto, y. volviéndose de frente
con las maudíbolas comprimidas y los ojo~ muy abierto(!, es-
peró inmóvil.
La tropa recobraba su formación, mientras el jefe miraba
nuevamente hacia el bosque. Allá venían dispersos. voh·iéu-
dose a veces inquietos a mirar hacia atrás. los perseguidores
del indio. El sargento mostraba en alto a guisa de lrofeo. un
manojo de crines. Quedóse el comandanle un rato inmóvil,
hablando consigo mismo en touo sentencioso:
-Sí. Si en lugar de decir yo .. og1\rrenlol.. . ¡hubiera dicho
.. . ¡roátenlol. .. Es cloro ... Pero el maldito caballol... Algo me
decía al corazón que este indio venía a jugarnos algunc.
Permaueció un momento pensativo y luego, alzando la ca-
beza, preguntó con ansiedad:
-¿Me saludó el indio cuando llegó?
-No saludó a uadie, contestó el ayudante con un gesto de-
sesperado de rabia.
-Abí está! ¿Y cómo dijo Ud. q11e el iudio venia a vender
el caballo?
-Yo no a6rmé .. .
Y el ayudante cortó eu seco su réplica sute la mirada de re-
proche airado con que el comon,(lanle lo midió de alto a bajo.
Y ahora yo pregunto a mi vez a los que han leído en los
poetas, en los romancistas, en los historiadores, los hechos
heroicos de los hombres, aquellos hechos de que la huo1ani-
dad guaTda solicita el recuerdo. porque son $U houor, su orgu-
llo, su ~loria, les pregunto si conocen uu he<'ho humano más
hermoso.
Este acápite de nuestra historia no pertenece a ningún cro-
nista, a mngúu historiador. En los uoohes de vivac de la
guerra del Pacífico tuve In dicba de oirlo, entre otros muchos
episodios coutemporáueos de la guerra de la frontera, de los
labios del entonces comandante Adolfo Holley, hoy nuestro
ilustre general, quien, como Canto, Pinto, los Wood y tantos
otros, templó su alma y su espada eu las postrimerías de
aquella epopeya viva.
76 NICOLÁS PÁLAOI08

5. DoCUlll,;NTOII l•ROIU'l'OlHOS

Los A,1ales se hon, dado un tr11b11jo de cuervos, rebuscando


entre crouistas e historiadores todo lo que pudiera do11ar la
reputación de los Araucanos. No puedo seguirlos en su tarea;
pero deseo desvanecer uno de los cargos que más a menudo
les baceo: el de que etau los indígenas los que rompían las
paces que de cuando eu cuaudo dabau tregua a lo guerra se-
cular. L11 lealtad, el cumplimiento de la palabra ell)pellada (ué
uno de k,s más nobles rasgos del carácter nraucano. Jamás
foeron ellos los que faltaron a los pactos establecidos. J amás
atacaron a traición. Las sorpresas fueron su sistema más fre-
cuAnte y terrible de ataque; pero sólo eu estado de gue-
rra. Declarada ésta expresamente o por la violación de lo
acordado en anteriol' parlamento, como acostumbraban
los conquistadores, los indios se. creJau desligados del de-
ber de 1.:na declaración formal ele _guerra, y aun durante ésta,
jamás se valieron de e1,gaftos cobardes, de fingimientos para
ntilcnr. No teugo espacio paro recordar hechos, pol' lo qoe me
concretaré a cil.8.r la <'pittlóu de algonos aotores que los cono·
cierou personalmeuta, por los ynales se verán asimismo algu-
nas otras de las cualidades morales de uuestroa antepasados
indígenas.
«Por lo que toco a las dotes del ánimo I:·utn sido los indios
de Cbile muy mal ('81i6cados. Son hombres, se dice, siu dis-
cernimiento, sin cordialidad, sin gratitud. Por falta del prime-
ro, arnau fuera de modo ln' liberlad; por lo segundo, descuidnn
del todQ de sus hijos; y por lo tercero, todo creen que se lee
debe. El amor de la libertad los lleva a la obstinación, al des-
cuido de los hijos, a la brutalidad de matarlos y al derecbQ
que creen tener sobre todo, al exceso mayor de los robos.
Nada más falso que todo esto, Ninguno ciertamente de los
que los ba,n pintado _asf bao coúocido a fondo los á uimos de
los indios. Yo hallo esto por lo más dificil de penetrar, por-
que el indio pone todo su estudio en ocultar su ánimo y ha-
cerse capaz a fondo del de los o~ros•. R~fiere el 11utor los mil
ardides de que se valen los iridios para conocer el carácter del
que se les da por amigo y. agrega: «si decían en honor del su-
jeto, abrían_sus pechos parn darse a conocer. o los mantenían
ocultoS', si de hombres de corazóu no rP.cto para con ellos, y
de qoien como tal más daflo que provecho podian esperar».
Como consejos para atraérselos dice que no bay que herirlos
eu ~us cost,umbres sino coo la razón por delante, ni represen •
tarles los males de la guerra, de que no se curan. Especial•
,..,..
I\AZ.\ GtnLF.N A 11

mente no debe herí.rseles «en e1 pauto más sensible de su


reputación, que es el g uardar la pñlabra dada>. «Después de
hechas las primeras paces, a la verdad no ban ellos declarado
la guerra sino eo fuerza de algunas extor11iones que les han
hecho algunos particulares y que el gobierno no ba castig1tdo,
contra lo pactado en las capitalac.iones ,.
,En conclusión, yo dig1> que el indio chileno, por el respeto
a las ciotes del Animo, debe definir.se amante de la libertad al
exceso, despreciador de la vida cuando se trata de la couser•
vación de la patria, consLmt-e en las fatigas y empresas, vana•
glorioso y soberbio en sus fortunas, superior a sí mismo en
sus desgracias, ,mimoso e intrépido en los peligros, fiel en sus
contrates, hospitalario en su'l casns, generoso de sus bienes,
perspica~ en sus proyectoa, $tlgaz y astuto en sus trama.a, e
ingenuo con quien cree de su partido. Ama lo que c ree vir•
tud, como el coraje, la sagnoidnd, el s~ret-0, la astucia, la cien·
cia ruilitnr, el amor a la patria, el odio n todo género de servi•
tud, la constancia en las fatigas, y en sume. todas aquellas
cualidades que forman un hombre guerrero•. • Pocas familias
hobrn en Chile de las que hayan ellos derramado más fangre
que cJe la mía. El amor de la ,erdad es el qae me conduce, y
uo In ciega pasión con que !:ian escrito basta ahora los auto•
res•. (Oolecciém, tomo 1-1, págs. 307 a 310). El autor ciltldo es
un misionero jesuita que vivió e1~tre los indios ,uuchos R.ilos,
fray Felipe Gómez de Vidaurre, del cual dice el historiador
Juan I gnacio Molina, qne pintó las costuml>res araucanas
ccon suma inteligencia y acierto, . El abate Gómez escribió a
fines del siglo XVHI.
cfilllo es cierto que no hay cosa más óatural, ni <,le mayor
faena en los pechos humanos, que el amor de la libertad, y a
mi parecer sobre todas las naciones del mundo ban mostrado
siempre goza11 de ella estos rebeldes de Ohile•. Después de
comparar a los Araucanos con los bátavos mandados por
Ohmdio Zuul eu su resistencia a las legiones de Vespasiauo,
nf.tade: ,Nunca , a mi juicio, han necesitado de otro Olaudio
Zuul estos indios de Chile para sus movimientos, porque ellos
se imaginan todos clnodios en lo belico~o de su naturnl,.
«Su conservación nace de no tener otro oficio ui ocupación
que ser soldo.dos, y para esto introducen a las mujeres eo la
$gricoltora. Ellns cultivan los campos :y Misten a to<ios l{>S ejer•
cicios caseros. Y al vai:óo en quien reconocen incapacidad para
la guerra, con pusilnoiooidnd de corazón, le hacen p11stor de
gj\oados» (Guerras de Ohi1e, por Santiago TesiUo, Colecciim,
tomo 5, págs. 10 y 24). El autor ascendió desde soldado a
í8 NICOL ÁS PALACIOS

maestre de campo y corregidor de Concepción. EscriLió en la


primera mitad del siglo X'nI.
e Y es el reyuo de Chile y la tierra de la ma nera de una
vniua de espada, angosta y larga>. e Y es la gente della de
mucho trabajo, buen ser vicio y entendimiento, aunq ue bár ba-
ros». e Es gente bjen agestada, por la mayor parte blanca,
bien dispuestos, amigos en grnn manera de seguir la guerra y
defender su tierra, para lo cual han graodfsi1ua obediencia a
sus mayores>. cNunca jamás bau peleado con espat1oles, q ue
han sido infinitas veces, que primero no lo bagan saber y en•
víen a decir > ( Oolecci~n. tomo 2, págs. J y 2). El a utor, Gón•
gora Marmolejo, primer c ronista de Chile, peleó aquí desde
poco después de empezada la conquista. Escribió a fines del
siglo XVI.
,De esta calidad y naturaleza son los indios, q_ue algunos
llaman ingratos, desconocidos y traidores:; cuando con cier tas
experiencias y ondguos conocimie11tos podemos dtcir los que
dilutados tiempos los hemos manejado (dejando aparte el odio
y la ;,asióu que sos barbaridades han causado a muchos) que
su~ acciones y a rrestos veleroc;os bao sido justificados> es ele
Nu1'\ez de Piueda y Bascuflan, obra citada, pág. 28, estJi refie•
xióo, con que termina la re lación de una larga serie de aten·
ciones y favores que recibió de los Araucanos durante su caú·
tiverio. Escribió a mediados del siglo XVTI.
cEste belicoso y animoso brío cobran desde su lieroa edad,
platicando la costumbre de eus pasados y mayores, que a los
nit1os que comieozau a tener conocimiento de s us fuerza les
obligan cou dádivas y amenazas a subir de carrera por la c ues-
ta que más empinada y fragosa se baila a la mano un ra1.ona•
ble espocio en competencia uno de otro, previniéndole algún
pr ernio al vencedor•. cCuando después entran en mayor edad
y e.le mas firme-.ta, son sin ninguna ex~pción con rigor npre•
miRdos a los mayores trabRjo.s de ejercicios marciales con va•
ríos ensayos segón su má~ robusta nerviosidad,; •si acaso
entre los que así se inbAbililltn se tra,alace alguna flojedad o co•
bardía, u otra cualquiera iocapacidad para el ejercicio de la m i-
licia, desde luego lo babilitnn, . e De a.qui viene q ue los cargos
y gobieruos de la guerra 11_ ninguno se conceden por cumpli•
miento, favor, ni amor, ni por ser de mejor sangre procedido
n i más poderoso en bienes de fortuna, como riquezas y estado,
si el por su persona es flaco, medroso o de roio resolución; só•
lo se em plean en hombres diestros, de buenas rua nos, robus-
ta complexión, a trevidos, m afiosos y bien a fortunados, partes
que para tales ministerios son esenciales. pu_es los habilit,at, y
hacen ilustres en tre todos s us contemporá neos»; <como el fin
RAZA CHILENA 79

para que a su parecer fueron criados sea entre ellos morir o


vencer, no sólo son bravos para apetecer los encuentros dudo-
sos de lns batallas, sino pláticos y cautos en ordenar s us cam-
pos• (Coleuwn, tomo 4, pág. 17 y siguientes). El autor , Luis
Tribaldos de T oledo, fué cronista deludiae, b11jo Felipe IV, en
162ó. Tuvo a su disposición todo el Arhivo de Indias.
,Saben bien desplegar, desfilar y doblar sus escuadrones
cuando conviene; formarse en punta cuando quieren romper y
en cuadro para estorbar que los rompan; simular la foga cuan•
do quieren sacar al enemigo de algún lugar fuerte o erubestir-
lo desde emboscadas; y en fin hacer lodos aquellos moviroieu-
tos que aprende en las largas guerra!' una raza despierta, :
aun ciertas advertencias y maestrías, partos de una pulida en•
sellao1.a•. Aunque este autor no cree en más virtud que las re-
ligiosas cristianas, por lo que censura la poligamia indígena y
otras costumbres del admapii araucano, dice que observando
de cerca la familia indígena puedEI verse que posee ,un go•
bieroo doméstico hm cristiano y prudente que será arrogancia
si los espaooles se atribuyeu más•. , Los padres de familia no
ponen la consideración eu cosa que pare1.ca vrrtud o arregla-
miento sino en el recato de sus mujeres> ( C<Jlee.ci4n, tomo 4,
págs 51 y 61). Y más adelante (pág 334), a propósito dt> lo que
los indignaba el que los conquisuidores obligaran u trabajar
de esclnos a los prisioneros de guerra, aJ\ade: ,como loe in•
dios chileuos son por su naturaleza all.ivos y exentos. rlomados
para obedecer, no para servir (corno dijo Tacito de los ºbrita•
nos), no se puede e:tplicar buenamente con cuanta aversión
bao mirado s iempre este intolerable abuso y práctica inicun
del servicio personal>. El autor de estas- <litas, Miguel Olh•a-
res, fué padre misionero en Arauco más de treinltt af\os. Es·
oribió a mediados del siglo XVJII. ,
El ment,ado González de Nájern (ob. cit., pág. 93), cou su
inquina por eocargo, dice que los Araacauos han pelendo tAn •
lo cou los espa11oles e hasta venir u tener por deleite y vic:io el
ejercicio de la guerra. Todo lo cual, ñalllu.Hmte. bn bastado
para habérseles con-vertido en naturaleza tal profesión, cuando
uo los iuclinarn a ella particular fofiuen cia del plauetn, como
entiendo que los dispontJ>. , y así no hay que mar11bill1c1rse <le
sus blasones y arrogancias, con que s uelen decir mucllas veces
que y11 los espa11oles saben casi tanto como ellos». Y en la pu-
gina 136, refiriéndose n la elocuencia de l'>s jefes indígenas,
dice: cDe manera que por su mucha agudeza de ingenio, 1·e-
huso el darles a esto9 illdios el titulo de báTbnros, . Y en la ptl•
gina 48: ,aunque eutre ellos no hay ju!'tiC'in, no ee hurtan
unos a otros lo que tfoueu , porque, ausentándose de sus páji•
80 ~COLÁ8 PALACIOS

zas casas, quedan mny seguras con solo tapar sus puertas con
un ramo>.
Así se contradice a cada paso este autor. En parte llama
cobardes a los Araucanos y luego pondera su coraje; dice en
alguna página que son ateos y filisteos y despuás habla de su
dios y de sus sacerdotes. Los Anales tienen donde escoger, y
a fe que lo han hecho con acierto. Como muestra ab1 van al
gunos párrafos de esos archivos de nuestra U niversidad.
e Unos a otros se r obaban a mano armada y saqueaban sus
chozas en ataques y sorpresas que llamaban malón• . Los ma
Iones eran verdaderas guerras entre ellos. «En los primeros en-
cuentros con los conquistadores no entraban en batalla for.
mando cuadros simétricos sino pelotones sucesivos,. , Es edt.11,
como muchas otras, una invención universitaria. Ya vimos
que Valdivia afirma que torwnban escuadrones cerrados. Cer•
ca de u11 siglo ,mtes se presentaron a IJts huestes peruanas
mondadas por Yupanqui a couquietnr a Chile «aformados»,
no en pelotone!', según retiere Garcilaso de In Vega'(Oonumla•
rios reales del Perr,, pág. 248).
Los Anafe.~ pretenden establecer que los Araucanoa tomaron
de los espa1'\oles lo poco que entendían en cosas de ~uerrn.
Atirman que la b11taJI,- en que los indios vencieron y mal.aron
a \'aldi\'in fu é dispuésta y dirigida por Lnotaro, indio al ser•
vicio de los couqujstadores y de los cualei? había aprendido el
arte de peleRr. Ioveución. Lautaro se pasó al partido de sus
pnjsanos cuando vió que los caballos de los conquistadores es-
taban rendidos y próximos a iuutilfaarse, cosa que Caupolicán
el verdadero organizado r de aquella victoria, podía tal vez ig-
norar; así fué que la not,icia llevada por Lautaro les hizo co-
brar nuevos bríor, y finalizar la batalla.
«Ls ventaja de las armas de los castellanos, el empuje de
sus Cl\balgaduras, el estrépito, más que el efecto, de sus arca-
buces y artillería y la resistencia de sus armaduras, ct,ntribu-
yeron a poner de su parte la victoria en estas primeras batallas,
arrollando casi invariablemente estos pelotones desordenados
de salvajes.>
,Jamás dejaron de ftterrarse los indios coa el estruendo de
los canones y a rcabuces> . Afirmación verdaderamente audaz <le
los 1h1ale.s. Precisamente lo que más admiraba a los conquis-
tadores, y de que dejan constancia 1-0®s los cronistas, es que
las armas de fuego, qne en todo el continente habían produci-
do el espanto de los indígenas, no hicieran mella alguna en
el alma de acero de los Araucanos.
Ya recordá algunos hechos que lo prueban y cité la opinión
del mis mo González de Nájera, Córdova y Figueroa, qne fué
81

maestre ne campo del ejército, refiriéndose a unas de las bata-


llas de Hurtado de Meudoza con l9s araucanos dice: «Hizose
la descarga de la artillería q-ue llevaba y de la arcabucería con
suceso; mas la toleraron sin conCusión ni desorden, viniéndose
con denuedo y !nen.as. (Oo1eccwn, tomo 2, pág. 104). Y más
adelante, pág. 106, refiere el ataque de Caupolicán a Caoet~,
recién fundada, ataque que el toqui emprendió a la hora de la
siesta, en que creía d1.1rmiendo u los conquistadores, según fa).
!llmeute se lo babia dicho un yana.-:ona. Las descargas de to•
das las armas de fuego que llevaba don García causaron uua
terrible carnicería; ,el estrago de tan violento fuego, dice el
roo,estre d E1 campo, no los contuvo, ni menos la confusión que
pudo causarles caso t"'1n impensado COlllO era el ballar tanta
prevención donde discurrían descuido, y acometieron a las
puertns, que estaban abiertas. Prosigióse la acción y al fin de
un corto intervalo los acometió la caballería, y aunque todo
era terrible y de formidable aspecto no cedieron; ma.s, vieudo
que 110 empeno era infructuoso, se retiraron con notable pér•
dida, aire de fiereza y venganza,.
No se oponían a las balas de cpuro, vicio guerrero, como
dice Gom:ález de Nájera, sino porque no habin más remedio.
En uu tieUlpO idearon unos tablones que llevaban disi11:1ula•
dos y que se ponían delaute al tiempo de la primera descarga,
que era la más terrible, arrojándolos en seguida y marchaudo
a la carrera a trabarse mano a mano con el adversario; pero
el estorbo de llevar cargado tal escudo loa decidió a dejarlo,
prefiriendo arrojarse rápidamente al suelo en cuanto nivisaban
movel'S8 el rastrillo de los arcabuces o humear la cazoleta.
•Trafan los indios en este tiempo para defenderse de los
arcabuces unos tablones tan anchos como un pavés. y de gro-
sor de cuatro dedos, y los qne estas armas traían se poufau en
la vauguardia, cerrados cou esta pavesada para recibir el pri•
mer hnpetu d e la arcabucería • (Góngora Marmolejo, ob. cit.,
pág. 77).
Los araucanos usaron en diversas ocasiones los arcabuces y
hasta los callones que quitaron_ a los invasores; pero nunca
pudieron procurarse pólvora, aunqne supieron fabricarla. El
aalitre necesario no pudieron conseguirlo. Si su situación
aislada del resto del mondo DO hubiera sido siempre UD obs-
táculo insuperable a )a provisión de la pólvora, aquella guerra
habría t-0mado un aspecto bien diverso, como dice González
de Nájera.
En la afirmación de que ,jamas dejaron de aterrarse>, etc.
loa Anales no citan flutores; pero más abajo anaden: , En la
G
N 1001,ÁS l'A-LACllOS

batalla de los Cangrejeras, al oir las descargas de arcabucl's


unos se aterraban y otros saltaban al aire• y a,quí citan a Cór•
dova y Figrreroa, con la buena fe de siempre. Córdova toma
la descripc-.ión de e!ia batalla de la relación de Núflez de Pine-
da, actor y prisionero en ella, hecho bien sabido por los At1a•
let1. Nú.tlez 1·efiere realmente que los indios se les vinieron
encima muy ordenados y, ,por desmentir las balas, cosiéndose
con el suelo» (ob. cit., pág. 19). «Por desmentir las balas,, no
por miedo, pues esa acción de guerra fué una victoria <iomple-
ta de las armas indígenas, como que ma·1a:ron a 64 enemigos,
se llevarou 32 prisioneros y logrnron pasar 2000 caballos y
gran cantidad de gau11.do vacuno, presa que los conquistado-
res pretendieron arrel>atarles defendiendo el desfiladero que
<lió su nombre a esa bataJla (Carvallo y Goyeoeche, tomo 8,
¡,ág. 316).
Los Araucanos bah[au introducido en su táctica. la manera
de lleuar las l)ajas qoe las balas bacíau eo la primera fila de
sus escuadrones. cLos indios teu[au tanto aviso para no dar 11
entender que les mataba gente la artillería, que cuando algu•
no caía, los que estaban cerca se le ponfao delante por lll> dar
ánimo a los cristianos-> (Góngóra .Martnolejo, ob., cit.. pág.
195)
Antes de empezar una batalla, salían dé a ano oen pequeflos
grupos a desafiar a igual número de enemigos a combate siu•
guiar. Estos «insolentes valen tones> jugaban con lanza o maca-
na corriendo, saltando y bacieodo variadas pruebas de agilidad
y destreza en su manejo, ya lanzando al aire su lanza, y co·
giéndola al vuelo, o bien nrrastráodoln por . tiérra. e Los sobre•
salientes van delanta del ejéroito arrastrando por los cuentos
las picas: son éstos tau soberbios que desafían, como otros
Goliats, al enemigo a que salga al campo cuerpo a cuerpo y
aun hacen lo mesmo hoy con el espauol, como se verá eu su
lugar; marchan cou grande orgullo y bizarría, ambiciosos de
honra, al son de sus tambores y trompetas, matizando las ar-
mas con vistosos colores y con penachos de plumas muy ga•
Janos y hermosos~ (Alonso de Ovalle, tomo 12, pá'g. 15ó}.
Como parangói1 copio 1lespués de esta descripción de un
fraile misionero de aquellos tiempos. lo que de esos mismos
valentoues dice la revista universitaria:
«Antes que la pelea se trabase, salían algunos grupos como
de avanzada a desafiar al enemigo, y hacían gesticulaciones
ridículas, tomando poaturas extm0as, daban saltos, se tendían,
se levantaban y nrrasLrabnn las picas por el suelo,.
Todas las citas anteriores de los A11ales sou del número co·
rre.s poodiente a Noviembre de 1899, págs. 1013, 1014 y 1022.
83

Quedo con el lápiz afilado para eu otra ocasión barajar los


golpes aleves que la Universidad del Estado dirige en su re•
vista a las virtudes domésticas de nuestros antepasados chile-
nos.
Para terminar por hoy con los Araucanos y s us costumbres
guerreras, recordaré que para ellos la guerra ero un negocio
muy grave, que meditaban seriamente, discutiéndolo en una
asamblea póblica en la que tomaban parte todos los homares
en estado de cargar armas y los ancinuos experimentados. Una
~ei acordada se nombraba al general que debía dirigirla, nóm•
bromiento que se hacía por votación directa, pudiendo recaer
el cargo en cualquiera de los presentes, siu dist.inción de ran-
go social. El general o lmla toq11i quedaba a utoriz,ado plena-
mente para disponer t-0do lo necesario al bueu éxito de la
campaila, debiéndole todos obediencia absoluta.
La guerra tenía para los Araucanos cierto carácter sagrado.
El general se hacia aoompailar siempre por un sacerdote, uo
por ou machi o médico adivino, que para los A.ttales eran los
sa<.-erdotes indígenas. sino por un tiiigue, con la iin•estidura de
supremo sacerdote o niigl'e topri, el cual como }os augures ro-
mnnos, consultaba la voluntad di viua en el vuelo de ciertos
pájaros o en el a'Specto de sus entrauas, antes de decidir una
batalla. Todos los individuos del ejército desde el buta-loqui
hnsta el últ.imo cona o soldado, casados o no, se preparaban
para entrar en ca01pada, guardando la más severa abstinenci, .
Los que morían en el campo de batalla tenían asegurado un
puesto en la mansión celeste, campo permanente de grandes y
divinas batallas como el empíreo escandinavo, que había s ido
por tanto el cielo de la relrgióu de los Go.dos en su etapa de
barbarie. cuando tellía a Odfn por suprema divinidad. La pe•
rorata de s us je(es antes de entrar en acción impresionaba y
hada 4erramar abundantes lágrimas a los combatieu~.

6. UNA 1:STROFA DF. DON A LONSO OE EROILLA

Los jefes araucanos combatían a la cabeza de s us tropas du-


rante el ataque y a su retaguardia cuando había precisióu de
retirarse. En esa protección de uu ejército en derrota que
conduce sus muertos y heridQs, como lo hacían los araucan.os,
es donde puede aquilat-s.rse mejor la energía y la serenidad de
aquellos hombres. Hay de ello ejemplos brillantísimos y nn-
merósos; pero el espacio me falta, por lo que sólo recordaré la
protección del ejército araucano por R engo en la derrota de las
LagunillasJ aprovechando esta ocasión para engalanar mi escri•
~ICOL!S PALÁCIOS

to con la má.s hermoso octava real del castellano. escrita en


Chile y por el inmortal cantor de nuestra ra~, aunque esa jo,
ya inimitable venga aquí como diamante engastado en plomo.
El literato y crítico francés J . Ducamio, en su esturlio da
nuestro epopeya nacional (1900), comparando a Ercilla con
Homero, encuentr-a que el autor de la At·aucana iguala y aun
sobrepasa al príncipe de los poetas en la energía, precisión y
sobl'iedad de all?unas de sus descripciones. •No sé, por ejem-
plo, dice Ducamin, qúe ea la niada o en la Odisea se encuen-
tre una comparación a la ve--1. u.His digna de un gran pintor y
de un gran poeta que la que nos da la estrofa 44 del canto 21,
que nos préseut-a a Rengo protegiendo, en medio de uuas
charcas, la retirada de los araucanos•. La copia y después
ai'lade: (Fácilmente podrín emplearse una página en analizar
las bellezas de fondo y de forma de esos ooho versos. Mas, si se
quisiera calificarlos con una sola palabra, no se enconlirarla
sino un epíteto justo, que se presenta naturalmente: ellos son
homéricos,. He aquí )a octava:
Por Is falda del monte le,·snt.sdo
iban 1011 8erol! bárbaros saliendo;
Reni;:o bruto, soo¡;rieoto y eolododo
los lle,·a en remguardia recogiendo,
como el celoso toro madrigado
que la tarda ,•iH:ada ,•a siguientlo,
mo,·iendo acá y ali! espaciosamente
el doro cervigoillo y la alta frente.

7. L.l.S CA.LtrlU,'l.A8 CON'l'&A_ LOS AIU.UCA¡NOS NOS ALOANZAll


DlRBCTA-1tBNTX A LOS OllU,ENOS

A pesar de lo aseverado unánimemente por todos los distin•


guidos militares, auu por el mismo González de Nájera, que
mandó el monarca español a esas campanas, respecto a las do•
tes iuerreras de los Araucanos, y que los obligaron más de una
vez a declarar que ellos no te11ían nada que ense,:iar en lama•
· teria a esos bárbaros y sí mucho que aprender, como be reCOI'·
dado, y que indujo al capitán geuerál d<>n Alonso de Sotomayor
a profetizar eu el siglo XVI que los Araucanos nunca serían
conquistados cuando obtuvieran caballos, a pesar de eso, digo,
los que lean el malhadado escrito de los Atialej tendrán ¡,or
fabuloso lo asegurado sin discrepancia por los historiadores,
pues es imposible que se imaginen que nosotros mismos este-
mos empeflados en denigrar a una ráza cuya sangre llevamos
con ol'gullo en nuestras·venas.
Y que es una realidad el que lleyamos esa sangre y por
BAZ.6. CBILEN'A 85

tanto su pensamiento, sólo en Chile hay quien lo dada. Por


los líneas que antes cité del oistoriador .Eiancock podrá verse
coino dicho autor pasa de la sicología araucnna a la chilena
sin que orea necesario explicar la transición.
Sio embargo, abrigo In esperanza de que las apreciaciones
falsas, los errores y hasta las cit-as truncas de esa desgracia-
da Historia, solo sean hijos de la ignorancia de su autor, e
inadvertencia de los decauos, pues la revela completa en sico-
logía moderna, indispensable de t-0do punto para dilucidar
cuestiones relativas a la civilización de aua raza. Así se le ve
en cada página mostrarse incapaz aun de distinguir la falta de
cultorl\ de la falta de ent<!ndimiento. De t-0das maneras el mal
estt\ hecho, y el descrédito que a los chilenos nos traerá esa
publicación es de mucho más entidad que el que pueden aca-
rrearllOS, las publicaciones de la prensa extranjera o las circu -
lares <le alguna de las colonias latinas establecidas entre noso-
tros, porque a,quella nos descouceplúa en nuestro origen étni-
co, es decir:, en nuestras cualidades instintivas, iumodi6cables
por la educación, y cuya importllncia he recordado. Además
ese desprestigio es ante las peraooas sabias y dirigentes de loe
grandes países, especialmente los del norte de Europa y los Es-
dos Unidos. donde esos estudios se culLivan con preferencia.
El descrédito que p~ede traernos la prensa empef:lnda en eea
tarea ante las naciones latinas podrá cuando más detener la
inmigración de esa raza en nuest-ro país, lo cual no creo un
mal, pues esa colonja ea ya demasiado numerosa en Chile. En
cqaoto a nuest111S relaciones comerciales con los países del sur
de Europa, aquellas publicapiones no nos producen ningún
dai\o: el alto comercio e12ropeo tiene fuente,; de información
mucho más seguras y fidedignas que los artículos de diarios.

¡_ Los 00D08. ALOU~OS DE LOS RA SGOS DE su CllBRPO Y Dl.': 81T


ALMA . Su ESPÍRITU BS OPUESTO AL LA.TINO.

Respecto a nuestra línea ancestral europea, puede decirse que


el denigrarla imputándole toda cluse de vicios y cr(menes ba
llegado a ser 110 lugar común entre los escritores chicos y gran-
des, tanto de Obile como de Espaila y demás países latinos..
La sicología del latino, t-ao profundamente diversa de la del
trntón, se muestra incapaz de penetrar en el alma del Godo.
Cuando hablo del criterio latino debe entenderse que lo digo
en términos generales, que no excluyen las excepciones nu-
merosas, sobre todo en Francia, donde la sangre germana al-
Cllnza todavía a un ló% de In poblnción. especialmente eu
N ICOl,ÁIJ PALACIOS

las ciudades derivadas de las estirpes godo, fraucn, burguuda


y otras.
Del brillante paso por el mundo de aquella virtuosa y audaz
falllilia germáuica, que fué el prototipo y núcleo ele toda dU
raza; que bajo el cetro de Hermanrico, el Alejandro godo,
como lo llaman los historiadores, logró formar una sola nación
de todo el norte de Europa que no era romano; que produjo
escritores y sabios como Jordaues, Wulfila, Isidoro de Sevilla,
Villeua, Alfonso X, etc.; estadisltls como Teodorico el Grande,
tenido como uno de los organizadores de unciones mds escla-
recidos de ta buwauidad; héroes como Teya. del cual dice
Procopio que cttinguuo de los héroes de H omero llevó a cubo
mayores prodigios de valor-; que prestó su ele\Tado espíritu
religioso al admirable estilo arquitectónico que IIP.va su nom-
bre; que descubrió y conquistó para su monarca de Espal1a
un imperio en t'l cual 110 !'(l ponía el sol¡ que con !!U fonética
particular contribuyó en gran parte a In formación del idioma
itAliano, dtl provenzal, do! espanol, del catalán y del portu•
gués o gallejJo; que con los últimos vástagos de su raza, pron•
1a R extinguirse, dió a la península ibérica aquel lustre pasa-
jero, pero altísimo. que en las letras y las artes la llevó a la
cumbre de su gloria iutelectunl; de esos hombres, los escrito•
res de criterio latino sólo recuerdan sus sangrientas guerras y
sus devastaciones de las provincias del imperio romano.
Los Godos fueron e absorbidos por los pueblos por ellos cou•
quistados• dice Henry Bradley. uno de sus historiadores. y
mds adelante nllade: cLas otras grandes naciones teutónicas
que recorrieron el imperio romano dejaron recuerdos de su
existencia en los nombres de las comarcas por ellos conquis~a•
<las. Los francos dieron su nombre a la Fraucia, loe borgono-
nes a la Borgo11n, los lombardos a la Lombardía y los ,•ándulos
,t In Andalucía. De las conquistas y dóminios de los Godos 110
ha quedado ni siqniera este pequetlo recuerdo». Como hl creen•
cia en el desaparecimiento de es~ estirpe germénicn es geue•
ral, los autores que se ceban en su memoria están seguros de
dar y no recibir.
A los Godos se les tilda de crueles y sanguinarios. No se go-
zaban en la contemplación de los sufrimientos ajenos, y si en
realidad fueron sanguinarios, debe entenderse esto sólo en el
sentido de que sus guerras eran a muerte; su lema Cué siemp{e
<vencer o morir, . .Batalladores seculare2, llegaron a mirar con
cuprema indiferencia la sangre y la vida propia y ajenas.
Debe tenerse presente para juzgarlos que las demás fami·
lias de su raza, que hoy forlllan las naciones más civilizadas
de Is tierra, en su estado de barbsríe fueron acreedoras al
mismo reproche.
De los Anglo-Sajones dice al filósofo Taine: «Piratas oute
todo, porque la ca.z a del hombre es la más noble y provechosa,
dejaban al cuidado de la tierra y de los rebaiíos a las mujeres
y a los esclavos: navegar, combatir y saquear era para ellos
cauuto competía a ou hombre libre. Se lauzabao al mar en sus
barcos de dos velas, arribaban a la ventura, mataban e iban a
otro lado a proseguir su1.1 fechorías, después de degollar en bo•
nor de sus dioses la décima parte de los cautivos, y dejando
tras de si el resplandor rojizo del incendio•. Y según el hiato•
riador inglés notes nombrado, eran estos bárbaros los más
próximos congéneres de los Godos.
Los Escandinavos, que ron en reaJidad, segúu creo, los más
próximos parientes de nuestros antepasado, europeos y que
forman a la fecha una de las naciones más cultÍU! y bondndo
sas de Europa, sin desmedro de su energía moral, tuvie1on
sacrificios humanos baswi el siglo :X:U de nuestra era.
Las piraterlRs y depre<laciooes de los Normandos se bau
hecho lejendnrias.
Los Vándalos ban e11riquecido el vocabulario de las lenguas
europeas cou el adjetivo q ue recuerda sus costumbres.
Lo que e:i.plica que los Godo1:, permaueciernn <lurúute lllA)'Or
tielOpo en estiuh.> de semi-baribarie que s us hern1tu1os, es el he·
cho histórico <le que a aquello!: uo les fué <lado dejar de IR ma•
no la espnda sino por cortos intervalos. Mieutrns sus otros pn•
rient~s formaban naciones y se ejercitaban en las artes de la
pnz, suavizando su genió, el Godo guerreaba sin cuartel con el
moro de Espalla durante siglos. Vencido al fiu el aga¡euo y
presa Granada, su ólLimo baluarte, aquellos guerreros tuvieron
un respiro, ntmque en verdad no muy extenso: sólo siete me·
ses después de aquel triunfo dejaba Colón el puerto de Palos
con su!! marinos godos y se ' lanzaba, en la más audaz de las
aventuras de que se tenga recuerdo, al descubrimiento de un
nuevo mundo. Y lo des.cubrieron, y lo cooquist.aron, con una
sola excepción: la parcela perdida en este inmenso ~ontinente,
llamada Ohili-mapu por sus aborígenes.
Antes de segufr le vantando cargos, quiero detenerme un
momento en ese becbo histórico memorable, porque da oca•
sión a poner de relieve uu rasgo saliente de la sicología goda,
que la historia oo aa1ota con el cuidado que merece.
Que Cristóbal Colón, gran navegante y astrónomo profuu•
do, estuviera pleuamente convencido de la redondez de la tie•
rra y de la posibilidad de darle IK vuelta navegando siempre
en la misma dirección, no es ile extnifiar, pues había muchos
88 NJCOL48 PALACIOS

que pensaban como él; que estuviera prOUI.() a exponer su vida


en comprobación de sus doctrinas, es prueba de un heroísmo
cientJfico digno del más alto renombre; pero que los Godos de
Espat"ia, que 110 euteudfao una jota de las astronomías del sa•
bio marino, ee hayan peleado por acompañarlo, es algo que ao
acertarán a explicarse jamás los que no couoce11 basta que gra-
do de alteza es capaz de llegar el corazón del hombre. Así los
autores no lo comentan.
Con qué agrado notaría Colón la diferencia entre el recibi-
miento que le dispensaron estos hombree y el que babia me•
recido de los poderosos del resto de Europa.
Mientras que en otrns partes, aunque en:111 admitidas sus
doctrinas científicas. cuando hablaba de realfaar la prueba y
se einpei\uba en dts\'auecer temores, afirmando que era ha('e•
dero y fácil navegar inclinduclose mds y mñs para rodear el
gran vientre del océano, luego navt>gur cttbeza abajo por el
uuiridiano de las antípodas, y, por fin. remontar las ondas para
asomar por el ludo opuesto del muudo, los más ardientes par-
tidario'! de la teoría lo habían tomarlo por loco peligroso: en
Espaoa, donde las f..eoríos no ~ozaban rle ~ran predicamento
en las academias y universidades, y aun hablan sido declarodas
heréticas, había encontrado una cast.tt de hombres que no po-
nían inconvenientes en arriesgar sus vidas tenuiudo esa prueba.
.Me figo ro la alegria con que el heroico sabio vería ilumiour-
se la f.az del primer Godo a qu:en se hubiera avocado para ex-
playarle so pino, en cuanto éste oyera lo de las ,riquezas del
fabu loso Cauiy•, cislas ACortuuadas,, •aventuras,. ~deecubri-
mieotos,, cconquis.tas", ,nuevos mundos•, y la dulce satisfac-
ción coo que habría cortado su discurso, mil ~•eces repetido,
aot~ la mano prudentemente olzocla del Godo que, queriendo
ahorrar trabajo inútil nl eabio, se habría apresurado a decirle,
en el castellano de uquel tiempo y con su fonética particular
que lo obligaba a suprimir la den cierta¡¡ posiciones y pronuu•
ciar las como h aspirada: ,No me'igaih mab, henor¡ conti'vos
conmigo ende agora mehmo,.
En mi próxima explicaré ese peculiar modo de hablar de los
conquistadores de Chile.
La historia debe por tanto dejar establecirlo que si Colón no
encuentra una reina goda que erupeíle sus joyas para ayudar•
lo y corazones godos que lo acompanen, el auda1, genovés ae
queda sencillamente sin realiza:- s u magna hazana. Ya lo ha•
bí& intentado en vano con otras ~entes.
Y volviendo a los cargos que se formulan contra esos hom•
bres, trataré de alzar el mas grnve de todos, según los litera•
tos e historiadores latinos y cbileuos, el de que aquellos b:ir·
JU.ZA C.lfl Lt.:NA

baros odinbau las nrtes y las letras y de qne hasta se jactaban


de uo saber ni fircuerse ~eu s u calidad de nobles• . Y se deleitan
esos escritores refiriendo anécdotas y mofándose de lo que
consideran el colmo de la petulancia y de la necedad.
:·opremo es el desdén con que los escritores de oficio llaman
,ignorant-es>, así en geueral, al que uo sabe leer ni escribir, y
de ignorante a palurdo no es costumbre bncer gran dife•
reucia.
Parece qne hnbiern &lgún inte rés en los literatos, t.tluw de
nqut como de otras partes, eu q ue las gentes confuudierau la
literfllura con e l talen to. Son cosas que pued en ir juntas, pero
esto ~ucede mas rara vez de lo que ordinariatbente se cree.
Espero que por esta reflexión uo se me tenga por enemigo de
las letrtts. Apena en , ealidad ver que hombres eruditísimos no
hayan aiinado a explicarse correctamente ese rasgo d el pen-
samiento godo, el r ual tampoco ern priv1uivo de ellos. sino de
toril\ su raza.
T11I vez teuga 1nucha culpo en esa ful~, uecriterio el deseo•
no<!imieutQ que, por rE>~ltt geueml, tienen dichos escritores de
111s <loctrinas moderuAs 11plicndus a esta clase d e invesii~acio•
nes. ~igue la cRsi w1alid11d de los nutores lati nos creyendo que
estos problem11l! se d ilucid an con los clásicos recursos de la
sicología purn, d e lo lógica abstracta y de lns verdades abso•
!utas. La bereucia, la selección, la variación, la adapt.ación,
etc., hnu r¡uedado entre ellos como simples divagaciones de
gabiuete, sio los caracteres d e ciencia posith;a con a¡,licacio•
nes inmediatas a la vida real.
Y no es porque los chilenos peusemos así que uue!ltros es•
critores imitan a los latinos, sino por la t~nacidad que s1:1 em•
plea en iocolcaruos uua educació n y un cri~1io que no son
nuestros, que están en pugna cou nuestra naturaleza mentnl
y que está p roduciéndonos yn graves males. porque la falta de
correspondencia entre nuestro pensamiento íntimo y lo que se
nos eusei'ia como verdad trae fatalm ente In deacootianzs eu
nuestros propios juicios, la indecisióu de nues tra yoluutad. In
anar<¡ofa mental y, por tiu , el escepticismo corruptor y disol ·
vente.
La raza latina muestra realmente una singular predisposi-
ción a permanecer iumóvil en los autiguos métodos y cierta
repugnancia en apropiarse el último paso dado en la e,olución
ment.al por la especie humaun.
Digo qoe los chilenos u9 pensamos así rorque tengo muchas
pruebas de ello en múltiples inYestigaciones con toda clase d e
personas. Auu las conclusiones más recientes d e lll biología ,
como lo transmisión por herencia rlel alma de los hombres y
!lO Nh!OLAl' PAl, A.ClOS

de los pueblos, o del fuocionamieuto especial del órgano sobre


el que aquella accioua, que da lo mismo, y que han eucoutra-
do tantos incrédulos en otras paTtea, no be visto que entre no-
sotros sean resietidas. Nanea olvidaré el o~rodo con que eo
uua ocasión oí al distinguido general don Salvador Vergara
expli<'or la existencia del roto rubio de ojos azules con cnrac-
t-éres germánicos al parecer exclusivos, siendo como es, hijo
de araucana. Su explicación, perfectamente njustada a la bio-
logía, era dictada sólo por su buen sentido.
Es el couocimieuto que tengo de nuestro criterio lo que me
ha decidido a adoptar el método moderuo do raciocinio en
estas cartas, siu miedo de que, por falta de estudios especiales
eo algún lector. quede sin ser comprendido.
Después de esta divagnción. Yuelvo a los Godos. que se en•
tran como legión de bárbaros desatados en la histórica Grecia,
,cuna del arte,, llevándolo todo a saugre y fuego, destrozando
cou el'pecinl ens111\amiento estatuas y relieves, templos y bi-
bliotecua, y que hocen arrojar a liuascazos por sos soldados a
uno procesión de retóricos que venían, muy humildemente. a
solicitar, no se supo qu~. del jefe godo.
¿Por qué esa rabio particular de estos guerreros cou ias escul•
turas griegas? ¿por qué profanaron los templos? ¿por qué tra-
1abau 1-0.u cruelment~, sin oírlos, a los maestros de la juven•
tud ele todo el mundo romano?
¿Ern odio al nrte, odio a la divinidad, odio a la sabiduría y
u las letras el de estos ignorantes coutumaces, como me ense-
11aro11 en el Instituto Nacioual y siguen ensenando a nuestros.
jóvaues? Nó, absolutamente.
!:.a cóleru terrible que armaba su brazo destructor, el des•
precio, o más bien el asco que aeutían por los letrados, sacer-
dotes y dioses del mediodía, tenían una sola, justa y santa
cansa: era el h orror invencible, inmenso, a la corrupción sin
freuo ni limites que invadía hasta la médula a todo el mundo
meridional entregado a eu e~pada vengadora.
Antes de sa·iuvasión ni imperio romano, loa Godos babiau
vivido largo tiempo en el sur de Rusia, desde las márgenes del
Danubio hacia el or.iente. Allí supieron por los comerciantes,
por )c;s viajeros, etc., la gangreua que corroía a sus vecinos del
snr, por lo que siempre tomaron sus medidas para que la
juventud goda no intimara con sus habitantes. Cuando forma·
rou sus ejércitos y decidieron In invasión, venían penetrados
de su papel de vengadores de la moral y del Todopoderoso,
vilmente ultrajados por esn raza inferior <1.e hor.ibres afemina·
dos y corrompidos. «No puedo detenerme, es Dios quien me
!U

impulsa hacia adelaute>, co11testó Alarico a un saoto ermitru1o


que le salió al paso a suplicarle que no avanzara.
Pei-o <mando contetnplaron de cerca el cuadro de aquella
civiliznción táu decantada, su iJldigna~ión no tuvo límites. El
alma castísima y profundamente reHgiosa de los Godos s ufl1ió
el más amargo y rudo choque a la vista de las esculturas de
impudor repugnante y de hombres-animales que llenaban los
sitios públicos y los destinados a la oración. y ]as cuales se les
dec.!n el"an de los dioses. No es s.eu suto exig ir que esós hom-
bres hubierun ido fijándose, para respetarlas, en las obras fir-
mndas por Fidias, para que las edades futuras se deleitaran en
so contemplación .
De los sacerdotes y sacerdotisas de t.ales dioses, los Godos
tenlllu noticias antiguas y seguras.
Mujeres meridionales en gran número emprend ían con t.i-
nuamente viaje a la patria de estos bárbaros, a d onde llegal.,1111
cou aire roi!3terioso, diciéndose adivioas, descifrando runas y
leyeudo la suerte eu. las rayas de la lllano. Los jóvenes g uerre-
ros, de fonuas apolinas. de cutis albH1iroa, s urcada de vetras
azules como su s iris, d e cabeza semejante a u1~ cesto d esbor•
dada de anillos de oro, que se ruborizabau como uua virgen
por una uouada y que habían de ser n:iás tarde el te11ror de las
légiones romanas~ no iutimidaban a esas mujeres de ojos ne-
gros, de cutis pálida y d e mirar sugesti vo. Pero llegó no día
ell que aquellos bárbaros descubrierOt? que las tales adivinas
estabau introduciendo en sus familias costumbres impúdicas
-y corroro pieu<l<.> a su juventud, por lo que el rey godo- Filiroer
las llizo e-xpula1u· ig nomi1úosament.e de todos s us estados. En
su marcha a l aur, encontraron n estas mismas mujeres inter-
pretando la palabra divina eo los tem plos griegos y dictsmdo
In ley a los h ombres.
Si n uno le dijeran estas cosas en el fostituto, tendría que
juzgal' de otra manera a esos bárbaros y le aborraríau el que,
para conocer la v erdad, tenga uno que empezar de nuevo,
después de viejo, a estudiar historia; pero n uestros libros son
latinos y no pueden dar importa.ocia a lo que se les antoja
detalles nimios, y así resulta latina la interpretación de los
acontecimientos y su j uicio sobre los hombres.
No eran los Godos individuos que se pa~aran de disc ursos;
al contrario, r.,or beta llamaba.o 11 Los meridiooales • lengua
sin brazos,, por lo que las peroraciones de los retóricos. cuyas
costumbres conocí1J.n, serl'iríao más bien para exasperarlos, y
así debe tenerse por oo neto de modemción de su part,e el que
se bubferan limitado a echarlos a azotea d e su presencia. Ni
tampoco les imponíau gran respeto la gravedad, la prosopo•
92 NICOLÁS PALACIOS

peya, la énfasis que gastaban los académicos latinos o griegoa,


a los cuales llamaban «adornos de baocos», gente sólo «buena
vara mover los brazos en tiempo de paz y las piernas durante
In guerra».
01,idan de ordinario los que tratan de estas cosas que la
Grecia de esos tiempos erau muy otra q:ae la de Pericles; que
los sofistas representaban muy mal a Sócrates. Platón y Aris-
tóteles. y que ya no había en Atenas un Alcibíades que salfora
<le noche a mutilar con so bastón las estatuas desnudas de
ciertos dioses a que los griegos eran mny devotos, y así las
efigies del grau dios Prp. babfau surgido nuevamente eohies-
rni- y re!lpetadas por plazas y templos.
Por lo que hace a los famosos pedagogos griegos, aut.es de
ensel'lor grnwática y retóriett a sus discípulos. empezaban por
iniciarloti en los ejercicios de que babia Petronio eu su Satiri-
cón. Creo que no obran discretamente nue!:tros profesores al
hacerse solidarios de aqneJlos maestros y dolerse tanto de los
zurriagu_zos qne les propinaron los Godos.
De la honestidad inmacuJadn de las costumbres domésticas
de los GP.rmaaos. Tácito, que los conoció de cerca, babia lleno
de asombro. No acierta a explicarse cómo anos bárbaros rudos,
feroces y ebrios consoetadinarios poseyeran hábitos de tan
perfecta pureza. Han pasado muchos siglos ant.es que la cien•
cia moderna explicara ese fenómeno, haciéndolo entrar en el
cuadro de la sicología de las razas patriarcaJes. Hoy se sabe
que es el dominio del criterio varonil el que hace nacer y
desarrollarse- el pudor y la castidad eo la familia humana. No
e~ el acaso el que ha hecho que vir y virtus tengan la misma
radical etimológica.
Los Godos encontraron eu t-0das las comarcas meridionales
que recorrieron, desde Anatolia a Espaí\a, siempre unidos en
loa mismos hombres, las letras y los vicios, la cultura y la co•
rropcióo, por lo que no e~ de extrn:tlarse que aquellas ideas
lle~rau a confundirse eo su espirit.u.
Noble, iletrado y virtuoso llegaron a €er para ellos distinti-
vos de raza, y dejaban de ello coustancia cada vez que se pre·
sentaba la ocasión. Cuando pudieron darse cuenta de que es-
taban en ao error, repararon con creces el tiempo perdido: de
estirpe hidalga fueron Ercilla, Cervantes y los más grande$
escrif.Qres y artistas anteriores y contemporáneos a ellos en
Espal'la.
Otro de los cargos que se les dirige es que eran fanáticos
en religión. Error.
Todos los actos de los Godos que se interpretan como fana•
tiemo tienen fácil explicación examinando la situación poli•
tica en que se produjeron. Baste recordar que al hacerse ca-
tólico el rey Recare.do, con una sinceridad que lo honra, quiso
y obtuvo que se de-jara constancia en las actas del tercer con-
cilio de 'foledo, en Mayo de 589, de que «motivos terrenales,
habían contribuido a s u conversión. Sólo las mujeres godas
eran algo fanáticas.
Dahn cree fau áticós a los Godos, y la aut0ridad de este es-
critor alemán es- de mucho peso. No ee esta la ocasión de ana-
lizar por extenso esta materia; pero debo hacer presente que
el fonaliismo religioso que se atrjbuye a los Godos es ilógico
ante el hecho histórico de sos frecuentes cambios de religión.
De idólatras o adoradores de sus divinidadei¡ germánic,as, se
hicieron cristianos arrianos con Wul61a,ilespués católicos con
Recaredo, más Lf;lrde una gran parte de ellos abrnzaron el isla-
mismo con los Arabas, hMiéndose nuevau1ente católicos a :;u
expulsión. En Ohile, varios conquistadores de los primeros
tiempos se. resistían a bautizar u los nulos uraocauos que co
gian. porque estaban seguros de que huíría11 una vez mozos a
reunirse con s us compatriotas, y que si era o n uevamente apre•
sados ei:i alguua acción de guerra. babríllll sido castigados
como apóstatas. Otros Godos collquistadores aceptaron la oons-
tiluoióu familiar araucaua y se Llegaban a bautizar a sus hijos
mestizos.
Ateodieudo a esos múltiples cambios de creeucias, algunos
autores t-ildau a los Godos de indiferentes en rna~rias religio-
sas, lo que también es erróneo. Ln verdad es otra.
Los sacerdotes cronistas del coloniaje se quejan también
unánimemente de la impiedad de los conquistadores manifes-
tada en sus juramentos.
No tuvieron nunca los Godos, como tampoco los tienen las
demás familias de s u ra1,e., reniegos ni juraroeüt.os deshones-
to~, que son exclu.s.ivamente meridionales en Europa, sino su-
cios o impíos. El más comúu en ellos, de!!pués del carobronia-
uo, era el de jurar por la salvación de so alma, diciendo •me
condeno si no cumplo tal cosa> o bien redaci~ndo la frase a la
palabra cmecón>, como el damtl inglés, y que horrorizaba a
los cronistas.
Esa palabra ba seguido mirándose en Chile como impía y
pecaminosa. Recuerdo baberm.e confesado cuando muchaoh°'
del pecado de decir mecón, y lo llevaba entre loe mortalea.
Otras tacha& menores suelen pouérseles a los Godos, pero-
n{1 vale la pena de ocuparse en refutarlas, como aquella que-
les dirige un ilustre historiador nacional, de qne eran muy
aficionados al oro, y que hace sonreir.
Sometida durante larguísimos siglos a In más d..ura eelec-
NICOLÁS PAL ACIOS

cióu, esa raza humana, que en dotes intelectuales produjo in-


dividuos que están a la altura de los más ilustres, fué en dotes
físicas y morales el ejemplo más brillante de lo que es capaz
de alcan1,ar el procedimiento selectivo en el perfeccionamien-
to de los seres orgánicos.
Su esbelta talla hizo que noble y grande fueran &inónimos
en los países del sur. Hidalgo, o hijodalgo, como se decía au-
t,iguamente, hijo del Godo (hi, del, got) significa, en todos los
idiomas modemos de Europa, noble por naturaleza, por lina-
je; y para explicar la significacióu de la palabra bidalgufo, los
<licciounrios acumúlan frases y sustantivos como .-acción de
alma noble>, e corazón magnánimo>, «sinceridad> , cgeuerosi•
dad•, etc., y se quednn cortos.

~- RASGÓ "3!OR,U, OULMUU.NTE OEL OON~1118TADOR DE AllÉIUCA.


¿ESTÁ EXTUiGllTOA LA IU.2A GÓTICA?

El noble carácter de los Godos conquistadores de América


se evidencia en cada una do las brillaut~s páginas que escri•
bieron con ·sus propios actos. Sos defectos son precisamen~
los de su raza germ1mn, defecto!! muchos de ellos que eran en
realidad sólo manifestaciones de una energía morru digna del
más alto encomio. Es la energía moral el pi,iruer faofor de
la grande~ de las naciones de raza germana, energía puesta
boy al servicio de los nunos rumbos de la. civilización mo-
derua.
Los Godos conquistadores de Chile dieron infinitas rouea-
trns de esa culminante virtud en su batallar iocesaute con
nueslros indígenas. Tomo de Gonzále,1: de Nájera, por ser este
cronista el autor que posee el estilo más animado y pintoresco
<le cuautos hao escrito sobre la colonia, un acápite que piuta
los sufrimientos de aquellos nombres en este extremo del
mundo.
La página _189 de so obra citada está de.dicadu a relatar
aquellos padecimientos. Cuenta que eu los fuertes ubicados
en medio del paf~ enemigo, la guarnición quedaba sin misa
anos enteros (él e.rn hombre observaute), casi sin ropa, de puro
remendada y rota, con cuatro celemines de hnriua de trigo o
cebada al mes por cabeza, sin sal ni ningún otro condimeuto;
el demás sustento había que buscerlo en los alrededores del
fuerte, arcabur., eu mano-. e Llegado el tiempo en que se aca-
baron la~ tasadas raciones de trrgo y cebada, ordené 111 princi-
pio que de dos compañías que conmigo tenía, saliese 1;ada día
la una a los infructuosos y estériles campos a Lraer cnr;dos, d1i
R.\ ZA CU 11,F.:S .\ 96

los que en Espann i.uelen dar verde a los caballos, que era la
<:osn más substa.n ~ial que en ellos se bl\Jlaba, y acabados (con
no poco sentimiento de los soldados) cargaban de otras hier•
bas no conocidas. de que se e1~fermabau algunos, y los sanos
\'ª uo se poclían tener en pie. Salín yo cada dfa en un barqui-
ilo que allí tenía (el 'fuerte estaba en las márgenes del Biobfo)
v iba el río arriba, de cuyas riberas traía cantidad de pencas
<le ái>pera comida, de unas gran.des hojas mayores que adar-
gas, de una hierba llamada. pangue, cuyas rafees sit•ve.n allá a
los t1uestroe de zumaque para cu rtir los cueros. La partioióu
de los cuales pencas era menester hacerla siempre con la es-
pada en -In mano, porque sobre el comer m<'IStraban ya atrevi-
miento los soldados y falta <le respeto. Llegó fina lmente el '
exi1emo de la hambre a tales términos, que no quedó en el
fuerte adBrga ni otra cosa de cuero. hasLa venir a desatar de
noche. la pali7.ada de que era hecho el fu erte, para comer las
correas de cuero crudio de vaca y podridas de sol y agua, cou
-q,ue estaba o.Jado el madera me•. e Por lo que tuve soldados l;llU)T
honrados eu prisioues, y a otros que los hallaba asando las co•
rreas debajo del rescoldo del fue~o• . Gom,ález estaba destacado
eouuo de los muchos reductos del Biobío. lejos de Couccpción,
que ern el centro de recursos. No.estaba directamente sitiado.
pero uo podía, cou s us dos co,npai'!ias, alejarse mucho de su
fuerte sin caer eu manos de esa •peste de Chile• , como llama
a \of Araucanos, asi es que esperaba el socorro de víveres, que
debía traer el ejército entero. Dumnte los sitios sosteuidos . a
los padecimientos del hambre se unían los ataques de los in-
~ios, que el mismo autor refiere con grau colorido.
Antes de dejar de eecrib'ir sobre estos hombres, que he lle
gado a querer y respetar cuando me be echado a conocerlos
por ,.ui cueotll., olvidando lo que de ellos me ensenaron, y la
caución del «trágala, trágala, Godo insensato• que me hacían
cantar cull..l.ldo nulo, he de deoir algunas palabras sobre lo que
pienso respeot<> a su exlinción.
Todos los escritores moderuQs creen que aquella est.irpe ger•
manica hn desaparecido par11 siempre de la faz de la tierra.
-:Yo con el temor que se comprende [ácihnente, me atrevo a
durlar de la opinión de es<>s autores.
Me fundo para pensar, aei. en primer lugar, en que uo en·
cuentro razón que me convenza de que uu pueblo entero
abandone su p1ltda sit\ que queden, aunque sen en lugnres
apartados del país, algunas fomilias que perpetúen su linaje.
Jordlltles dice que los Godos abaudonarou la Scnucia (Es •
eaudinavia) y se trasla<laron al sur, pero 110 creo que deba to-
rnarse al pie de In letra su afirmnoióu.
9(i ~IOOl.ÁS J> .\l, ACJóS

Además este autor G~o escribió en Italia eu el siglo \'J y


refiere el éxodo de su raza, fundándose solamente en algunas
tradiciones que se perpetuaban eutre ellos sobre aquel aconte,
cimiento.
En segundo lugar está el hecho de que es en las tierras que
bat"la el KaLtegat donde viven a la fecha los hombres más p11,
recidos n las esculturas, dibujos y retratos que representnn a
los Godos que invadieron el Imperio romano, y que quedan
espnrcidos eu los disüotos países que Liabitarou. Loe más im
portanLes de estos recuerdos sou los que quedan de la colum-
na de Teodosio, los del sepulcro de 'reodorico el Grande en
Ravena y -las numerosas estatuas y relieves de las iglesias gó-
ticas antiguas de Espnna, especinhneote el pórtico de la cate-
dral de León, cuyas estatuas de saut.os godos se conservan ad-
mirablemente '// son del ano 1200 y tantos.
Estudiando esas representaciones de la fisonomía goda, be
llegado a convencerme de que el tipo dominante entre e110$
era el de cara ovalada corta, nariz ondulada o recta, peque1111.
y cabellos muy crespos; el simplemente ondeado o liso era la
excepción. Ln foz alargada con nariz prominente algo corva es
excepcional. La nariz corva en pico de águila no existía entre
los Godos: es ibera, berberisca o árnbe.
Es ese tipo común gótico el que existe a la fecha en el norte
de la Jutlandia y en la parte sur de Escandinavia, con los ca-
racteres más uetsunent~ diaellados. Tengo pues por góticas esa
y otras estirpes que a la fecha viven en la primitiva patria de
los Godos, en una área de alguna extensión.
La persisi.encia de las fisonomías de las razas a través de
larguísimos tiempos fué ya seJ'\alada por Heródoto a propósit'l
de los colcos; pero In observación más interesante es la del an-
tropólogo inglés E. B. Tylor respecto a la semejanza completa
de la cara de estatuas y dibujos del antiguo Egipto con la de
sus habil-antes actuales, conservada a través de más de ciuco
mil anos.
Hoy es un hecho comprobado que la exiremadn lentitud con
que se modifican los c-aracteres íísicos de ltls razas alcanza tam,
bién a su idiosincrasia intelectual y moral. No es sólo In for•
mn de la cabeza la que perdura a través de los siglos, sino
tambiéu el funcionamiento particular del órgano maravilloso
que aquella encierra, el cerebro.
Aunque fuera verdad que el Godo como linaje en estado de
pureza hubiera desaparecido del mundo, la humanidad no ol·
vidará por eso su nombre, ni sus virtudes guerreras, ni so
energía indomnblé, ni las glorias de sus héroes, ni In fama de
sus gobernantes, ni sus :-aaravillosas aventuras, porque el ge·
97

uio poético del hombre las recordará eternamente en i:aatro


epopeyas: los Nibel1mge'II, los Edda, el Cid Campeador y la
Araucana.
$el1or, encuentro a Ud. sobrada ra1,ón si piensa que al en•
salzar a mis progenitores no peco de modesto; pero he creído
llegado el momento de hacerlo, como vera Ud. eo mis próxi·
mas, sin detenerme en consideracion83 secundarias.
Sí en una familia seria y de autecedeotes honorables nace
un vástago torcido, degenerado, iocapllz de procurarse por sí
&'>lo el rango y consideraciones sociales que a su familia co-
rresponden, sus parientes lo ayudan y encobren com.o pueden
sos qaiebras y flaquezas, y todo queda en casa. Pero si el ll\UY
bellaco, para justificar su incapacidad y sus tor pezas, se sale a
In calle a gritar que su inepcia es una fatalidad sin remedio,
1lebida al origen rufo de sus padres, y la calumnia es creída y
empieza n Lmer las naturales consecuencias n la familia, ésta
tiene el deber morul de sacudir un tanto el polvo a sus perga•
minos. y de ahuyentar al tubante.

10. Roro, APODO NACI ONAL CHILENO. li'ot APLI CADO 1. LOS
CON~CTlS'l'AJ>OR.ES DESDE LOS PRntlYROS 'l'lElll'OS. SÓLO HOY
~E Al'l,lOA A l ,A. OLA.SE 1'013:RE, Y ESTO 8Ó t,0 POR ALGUNOS
CHILE.NOS.

Para terminar alguna ver. In presente, voy a permitirme, se•


nor, recordar el origen y sign ificado de nuestro apodo, que hoy
.e toma eu mnla parte o con el sólo significado de pobreza, y
')Ue nosotros admitimos en su acepción original.
Desde los primeros cronistas puede verse que Jlnblan de los
conquistadores como hombres pobrísimos de traje, y algunos
autores anotan In palabra •ro'to~ para expresar aquella escasez
de iudu1neutaria. La palabra debía por taut-0 ser común en el
leogunje corriente de aquellos tiempos.
Aislados de todo centro de recursos por el mar, la cordillera
Yel desierto, aquellos hombres que, cuando no pe!eaban, ae
veían obligados a vivir con la barba sobre el hombro, según la
gráfica expresión de Marino de Lovera, para· no ser victimas
de las sorpresas de los indios, se habituaron a no curarse gran
cosa de su traje.
. Refiriéndose a esa falta de ropa en el ejército conquistador,
dice el historiador Carvallo y Goyenecbe, q_ue ella e ba sido
s~empre la piedra de toque con que se ha probado lu obedien-
cm y subordinacióu de la tropa de Chile• .
7
98 NICOLÁS PAl,AClOI>

El cronista Marino, tratando sobre lo mismo, dice: •Con


t>~te orden se sustentaron los espanoles siete ailos, con no 018!
avent-ajados vestidos que bastimeutos, poes los más pulidos y
galanos eran de cueros de perros>.
«Estaban núestros bravos espai!oles
conqui11tadore11, BOTOS y desnudos,
faltos lle municiones y ¡>erdido11
no pudiendo al Piró y comunicarse.
Y era lo más sensible que no hallaban
c11mino alguno de esperar mejora,
noToi; ya y destro,.ados y perdidos
quo aunque tenían de oro 11lguna suma,
ni loa vestía ni lett &ustentaba.•
.
(De la crónica rimada de don Melcbor Jufré del Aguila.
escrita en Santiago a principios del siglo XVll).
De la relación de Francisco Bilbao a S. M. Felipe II en
1574, se lee que después de las ,campeadas, o expediciones
contra les indios, los conquistadores quedaban •pobres, ROTOS,
desarrapados• (Colección de cu,cumentos, tomo 9, pág. 470).
González de Nájera (ob. cit., pág. 173) dice asimistno que
los conauistadores volvían de sus expediciones ,descalzos
ROTOS y casi desnudos> .
Góngora )larmolejo refiere que don Manuel de Velnsco se
quejó a la Audiencia, recién establecida, de que sus hombres
t>staban •ROTOS y muy pobres• (ob. cit., pág. 161). Usado como
apodo de personas sólo lo he bailado en Cervantes. Este autor
emplea el vocablo no sólo en el sentido de raído, pobre. re
mandado, sino también en el de ext-ravagante, de risible, como
debió ser el de cuero de perro que llevaban los conquistadore!,
según Maritlo. Cervantes llamó Roto a don Quijote, cuyo
traje, más que roto era extravagante, y aplicó el mismo molt
al loco de Sierra }forena, el cual renlmeote llevaba uo traje
raído. Véa!!e el siP,uiente pasaje del capitulo XXill del tomo!
que refiere el encuentro del roto de Sierra Morena con el caba·
llero de la Mancha: cEu llegando el mancebo a ellos, los saludó
con uDa voz desentonada y bronca, pero con mucba cortesfa
Don Quijote le. volvió las saludes con no menos comedimiento.
y apeaodose de Rocinante, con gentil continente y donaire le
fué a abrazar, y le tuvo un buen espncio estrechamente entn
sus brazos, como si de luengos tiempos le hubiera conocido
El otro, a quien podemoe llaOJar el Roto de la mala figort
(como a don Quijote el de la triste) despu~s de haberse dejadc
abrazar le apartó un poco de sí, y puestas sus manos en los
hombros de don Quijote, le eetuvo mirando como que quería
ver si le conocía•.
KAZA CRtLl:::SA

Era, pues, muy común el empleo de la palabra croto, apli-


cada a los conquistadores. Del Perú venían las arruas y la
ropa, al Perú enviaban de continuo los gobernadores de Chile
comisionados a traer elementos bélicos, hombres y-género para
aos trajes, los tres elementos que más consumo tenían en este
,reino, . Creo por tanto que fué en aquel país, donde :1us po-
bladores de origen europeo eran ya elegantes, donde se pro-
pagó primero ese énlificati-vo aplicado a los soldados de la gue-
rra de Arapco, y del Perú pasó a las demás colonias espal'.'iolas
de América; no en el sentido de pobre de dinero, puesto que
aquellos enviados llevaban de recomendación a la corte de los
virreyes algunas talegas de pepitas de oro, ni menos en el sen-
tidQ de gente de la tfüima esfera , ya que ali( era bien conocida •
la nobleza de tales guerreros. RoTo era sinónimo de militar de
la guerra de C:bile, y como aquí todos lo eran, pasó a significar
cllileuo. En este sentido es empleado basta la fecha en aquel
país y en el resto del continente.
Hny además antecedentes históricos de que los Godos oo se
preohibau de lujosos en el vestir, cualidad que era de raza:
Tácito lo dice eo general de todos los Germanos. Los Godos
tuvieron siempre como signo de afeminación y de superticia-
lidnd de carácter el gusto por los perfumes, las joyas y los tra•
jes elegantes de los meridionales europeos. Una de lns rozones
que daban los Godos de Espana que se rebelaron contra el rey
don Rodrigo era que este principe se presentaba eu público
ve!tido de seda y cargado de joyas, lo que para ellos era signo
evidente de corrupción.
Sabido es que el eruperador Teodosio contuvo por algún
tiempo la invasión de estos bárbaros pactnndo alianza con
ellos, dándoles puestos en su ejército. en el seoado, etc., y tra•
tándolos con grandes miramientos. Pues bien, lo que más in•
dignaba a los bizantinos contrarios a esa política del hábil em-
perador era el desprecio de los Godos por la majestuosa toga
romaon. Véase lo que deoía a este propósito el orador Sinesio:
1 Témis y ~ltlrte deben taparse el rostro al ver a estos bárba-

ros cubiertos de pieles, mandar n hombres que ostentan el trnje


de guerra romano; arrojar In piel de carnero que los cubre y
cambiarla por In toga para luego decidir en consejo con los
magistrados romanos de la s uerte de nuestro país¡ ocupar los
asientos más honoríficos delante de romanos nobles inmedia-
t-0s al cónsul, y saliendo de la curia, arrojar riendo la toga que
estorba, según dicen, para saoor In espada, y volver a ponerse
la piel de carnero.>
Aun parece que también hacían alarde de su desalit'!ado
traje como de su iguoranoia literaria y de todo lo que sigoifi-
100 :SlCOl.ÁS PALA.ClOS

cara apariencia engaflOsa. Recimiro, el Godo, que durl\11te die.


cisiete ai1os fué todopoderoso en Italia, nombrando y destitu.
yen.do emperadores de occidente-en aquel tiempo en que esto.
personajes se sucedían en el trono de los césares casi con hi
frecuencia con aq ui se cambia u ministerios-sin que se dignara
ni una sola v&z quitt1rse el traje de pellejo para vestir la pur-
pura impel!ial, así lo dejó comprender al teuer conocimiento
de que el emperador Autemio ese lamentaba en público de
haber dado so hija como esposa n un bárbaro aun vestido de
pieles>. Este Aotemio e,a un señor que tenía ur1a bija muy
h ermosa, y como Recimiro no quisiera casarse con plebeya, lo
nombró emperador. El suegro creyó que en realidad ern el
soberano de Iialia y ahusaba de la paciencia de su hijo, políti
co; pero cuando se permitió tenerlo en menos por su traje.
este antecesor de los rotos conquistadores de Obile montó eu
cólera, se trasladó a Roma, depuso al elegante Antemio y lo
hizo decapit'8r.
No est-t1.rá de más recordar que fueron los bárbaros los que
enseilarou a los meridionales el uso del honesto pautalóu, que
el Godo llevaba tan largo como los nuest,_-os y abrochados so-
bre la cadera.
La costumbre de reforzar la ropa con piel duró eu Chile
basta hace pocos aílos; eso sí que ell los últiinos tiempo;
trat-ábamos de encubrir el verdadero objeto de esa medida eco
nómica daodo al parche pretensiones de adorno, recorumdo el
cuero o cbarol en forma de corazón de naipe para coserlo en
las partes del casi,nir más espuestas t1l roce. Las grandes po
lainas de cuero de perro que usan algunos bnasos. recuerdan
el trajedel mismo material usado por sus abuelos.
Aquellos mensajeros se presentaban en la ciudad de los vi
rre.yescon los trajes más extrallos que es dableiruagíuar: gasta•
dos, descoloridos. llenos de zurciduras y remiendos de t-0do gé
nero y refo,rzados aquí y allá con trozos de piel de oveja, y
hasta CQD calzones de indio y e capa de cuatro puntas">, como
llamaban al poucbo indígena.
Ufnnos llegaban pues a Lima los conquistadores con sus
extravagantes trajes, q11e debieron seguramente hacer reir a las
limetlas a .carcajadas de los 4rotos> de Chile.
Las propagadoras del vocablo conservan a éste su aigni6oa·
do primitivo, como lo prueba el que cuando en 1881 fuimos a
verlas, a pesar de no ir a lo pobrtt y de haber entrado a la ca•
pital en traje de parada, como era de rigor, «rotos, nos decfllll.
El roto iletraoo da también al apodo nacional ese mismo al,
canee, como puede colegirse de la ocurrencia que va en segui•
da, de eaas al vuelo y sin molde; un trabajador extranjero de
R~ZA CB ILEN A 101

esta proviucia dijo a un chileno: • vea Ud. pues, hombre, yo


tambiéu soy roto,, y le mostraba un de.sperfecto de sus pan•
talones. Dióle una mfrada el roto auténtico y le replicó con
calma: ,rotoso herih, quepa roto te falta mucho,, y atladió
tras corta pausa: cy te sobra• . .,
Olvidados del muudo y de si mismo aquellos ilustres con-
quistadores, atentos únicamente o cumplir lo mejor posible
sus deberes para con su lejana patria, si.o sueldo, semidesnu •
dos y hambrientos, sostenidos sólo por s u alma heroica, reci-
hiero11 un sobrenombre que era la expresión de- sus virtudes.
Para ellos parece haber sido escrito el proverbio latino: ,ion
e.si cicatria; turpis guam virtus parit.
Remos heredado, como se ve, con su sangre, su_ apodo elo•
eueute. Y ,quien lo hereda no lo harta,.-UN ao1·O CJilLE'?(O.
Marzo de 1903.
SEGUNDA PARTE
EL PUEBLO CHILENO Y SU LENGlJA

CA.PÍTULO 1

EN DKFEYSA. DE LA R-lZ.l
l. Euos en el eict,ranjero de la difamación ele los Arancanos.-2. Quien
es roto en Ohile.-8. Campatla en cont-ra dél pueblo chileno.--4. llue•
1rn~ión e imeligencia.

l. Ecos F:N EL E XTIUNJ'ERO DJ,; L.\ DIFA)IACIÓN


01:: Los ·A1u.uoA..-.¡os

Señor: Cuando en mi anterior 1e decía que la publicación de·


nigrante para la raza indígena de Chile, y por lo tauto para
su raza actual, seria leída con detención en los países que se
ocupan del capital problema de las razas, estaba s~oro de lo
que afirmaba, porque bojeo revistas científicas de todos los
países y estoy ál corriente de la gran importancia que está to-
mando en todas partes el estudio de la etnografía. No larda-
ron en cumplirse mis temores. El últiwo correo me trajo los
dos ültimos tomos de las Mémoirt:-$ de la Société d' .tfotl·opologie
de Parfs, y en el tomo 3.0 , serie 5.ª, se inserta no estudio de
M11. G. de Rialle sobre la edad de la piedra en Obile, en el cual
s.e cita el desgraciado escrito de los A11ales de la UtJiversid.ad
de Chile.
A propósito de las piedras agu'jereadas, tan comunes eutre
los Araucanos, entra el autor de eRe estudio en eruditas con-
sideracioues respecto de sa probable uso. Parece que eo la
Universidad le insinuaron la i~ea de que tales piedras podrían
ser un fetiche araucano qae representaría alguna divinidad
femenina, un litigat1 chileno. Felizmente Mr. de Rialle sabe
104 NJCOI,ÁS PALACIOS

más que nuestra revista universitaria sobre el significado de


un dios femenino en u Da raza, por lo que dice: «Je 11asse s11r
l<1 théorie qui e,1 f ait des feUch.es ·représet1tcn1t le sexe Jém1n1i11,
celle ci etant en co11tradiction avec ce que l'on connait des croya11-
ces des anmens Arauca11s• . Pero por desgracia acepta, segura,
mente por falta de couooimiento perso)la) del asuuto, que la
raza araucana se extendia al orientie de los Andes, como afir.
man los Anales, error que no puedo dejar (¡ue se propale sin
mi protes~a.
El Araucano de pura raza sólQ existió enti:e Jos ríos Acou,
cagua y Toltén. Al norte y al sqr de esos limites los indígen~s
eran sólo mestizos del cbileno. La frontera orieµtal iué sieru.
pre la cordillera hasta el Itat4l, y de ali( al sur los valles occi-
dentales d e los Andes estaban habitados por los Pehuenche;;
al norte y por los Hnilliches ni sur, familias cuya base étnica
estaba en las pampas a rgentinas, siendo únicamente mestizos
de Araucano las tiribus colindantes con los chilenos. El Hoilli•
cbe es dolrcocéfalo o sub-dolicocéfolo, mientras que el Arau,
cano es braqui o sub-braqoicéf.alo. El Pehuenche, mesti1.o de
Patagón, tieue una talla media de 1.68 metro, sieudo la del
Araucano de 1 62 metro únicarueut.e.
Muy poco importaría que el hombre fuera blanco, negro o
amarillQ, ni que su cráneo fuera más o menos ovalado o que
sus huesos estuvieran aJgonos centímetros de más o de menos,
si no foese que esos signos exJ,er'nos de las razas corresponden
a alruas diversas. y son las cualidades moraJes e inteleotua.ies
lo que establece la gerarquía entre las razse buroanas.
~fieutras_que uues{ros antepasados indigeuas erau , como he
dicho, una de las familias más uetameute pat..riacnrles de toda
la especie, los Huilliches erau y son una case.a matriarcnl típi·
ca, con todos los estigmas ll)o.,.ales correspondientes. Baste
recordar que entre ellos la poliandria ha subsistido Ltasta que
los argemiuos tomaron posesión de sus tierras. Una mujer se
casaba de ordinario con cuatro hombres y tenía sobre ellos un
domhiio despótiéo. Los PebuellChes eran matriacarles ate·
nuados, pcr lo menos los vecinos de los Araucanos; ein embar·
go sus mujeres eran altanerns y licenciosas, saliendo a la goe•
rra cabalgando a horcajadas y lanza en ristre.
No sólo Mr. d e Rialle ha sido inducido eu e1·ror por los A11a·
les a este re!lpecto, sino que también ullo de los más laborío•
sos e ilustrados profesores alemanes de Santiago hfl tomado
por Araucanos a los indígeuas nombrados porque hablan dia·
lectos del idioma araucano, y rlescribe ídolos huillicbes y dio•
ses patagones con bijas envueltas en líos amorosos, cc>mo per•
tenecientes a la religión de uuestrns antepasados, que. tenían
105

uua religión sin ídolos de ninguna especie, sencilla y el~vada.


Ze-ballos y otros escritores argentinos son los i11v-entores de
la especie de que todos los indios de sos pampas soll de estirpe
a,raucana, teoría aceptada por nuestra Uuiversidad. Ilusiones.
Tomar por a11aucaoas a todas las tribus indígenas que
uablan Ohü·idugu es lo ruismo que creer que son franceses los
oegros de la Martinica, y Anglo-Sajones los once millones de
nfriconos que bay en Eetados Unidos.

2. Q,uu•}N ES «&OTO> EN CB1LE

Como los defectos y vicios que han aparecido o ha.u sido no-
tados en estos últimos tiempos en la población de nuestro país
sólo atal'ien, según se dice y publica, al roto chileno, ésta y las
si~uientes cartas se referirán especialmente n él.
Pero antes de entrar en materia es conveniente precisar el
significado del término «roto» , es decir, ver quiénes somos ro•
tos en Chile.
Hay en el país ti11as s<'is o siete familias que se creen ellas
soltts exentas dts ese calific:at.ivo. teniendo por «rotos, a todos
los deml;ls pobta,lores de la Repúbliet).
Pero existen otras coarerrta y tantas estirpes que uo aceptan
por nada de este mundo el exclusivjsiuo de las primeras. ,Dé-
jense de tibulos,, dice en(adado alguno de sus miembros si se
le promueve la cuestión, y metiendo el iodice y él pulgar al
bolsillo del chaleco, los sacan y muestran haciendo con ellos
un movimiento muy expresivo, co1no de qoieu cuenta chau•
chas, al mismo tiempo que guillan di.sirnuladameute uu ojo.
Eso si que, salvo ellas, tienen por verdad de fe que sus demas
compatriotas son, sfo duda alguua, cpuros rotos, .
Eutre esos demás com,patriotas están la inmensa mayorítl
de los ricos, de los hacendadQs, de los mineros, de los indus•
trinles, de los r,mistas, de los empleados, del ejército y mari-
na. emparentados con los de arriba y los de más arriba, pero
que rechazan el mote porque lo toman 1;11 pie de la letra. Del
bodegonero, del artesano abajo, comprenden el apodo, pero a
ellos? ... y se contemplan el h-l.lje, Esta categoi-(a de paisanos
es la que sonríe con un extremo de la boca cuando ve pasar a
su lado a un artessuo elegante.
No es que defienda el traje raído, sino simplemente que •
tengo empelle e--n que uo se tome el hábito por el mouje, por-
que en las tres categorías anteriores audau muy ufanos algu-
nos desgraciados a quienes tiene miserablemente engafia~os el
sastre, por lo que bay qae disculparlos de que no le paguen
sus cueutas.
IOli ~ ICOl,A» I' -\J,ACJOS

&! mis,uo 11rLl!s11110 qne ha logrado comprarse uu trajecito


dominguero y que eu el t-aller ~a~ el ano con el mismo ternQ,
hal>lan también de •rotos, como de algo que no le atane y con
la satisfacción con que el cabo babia del soldado raso, porque
ht: uotado que los cabos uuuca diceu soldado a sAcas. El ar-
tesano llama «roto, al c:ouciudadano que vive a jornal del tra,
bajo de sus müsculos.
Este último es el único que, si se le pregunta si es roto.
contesta: e.roto chileno soy, y d'ey?, ... Y le mira al preg~111tón
las pupilas.
Con é$te me quedo, sei\or; en nombre de él principalmente
escribiré hoy, porque es el 1oás débil, el más indefellflo, uues•
tro hermano menor, «los nii\os,, como ellos r,e llaman, y lo
son reulmeote de nuestra raza, los cuales están entregados con
todu la bueun fe de sus varoniles corazones a los que deben
e:uiar sus destinos. a sus hermanos ilustrados, ricos, que bsn
11ceptado la ttirea de gobernarlos.
¿Deben condenarse el orgullo del cabo por su jineta, el del
artesano por su traje o el del magistrado por su posición dis-
tinguida? De niuguna manera. El chileno, especialmente
1:1quel cuyos sentimientos uo hao sido pertnrbados por una
falsa educación, tiene asentados en lo iutimo de su ser los
1oás correctos instintos individualistas. 'fiene pues, el roto,
aunque uo sepa explicárselo en cietalle, ni sienta la necesidad
tie litlberlo, el convencimiento de qne es la dulce satisfacción
que experimenta el hombre que ha salido victorioso en la eter-
na lucha de la selección, el más eficaz estímulo del períeccio•
11amiento, y tieue eea convicción porque él siente vivíeilno el
urf!ullo del ascenso.
Ningún código moral del mundo condena el orgullo legítiwo,
pero ~í In soberbia, por lo que el cabo no debe olvidar que s11
ji11eu1 es ante todo uoa insignia de deberes superiores a lo9
del soldado raso, y que sólo por eso es honrosa. Que tenga
presente que, si por atender más a sus derechos que a sus de•
beres, se le arranca algún día su insignia, iró. n forl)Jar eu su
ba1a!lón después del último soldado, y que un cabo dado de
bajo es uua nota triste pnra el regimiento entero, porque re-
presenta un intento fracasado de selección. doloroso como todo
fracaso moral.

3. CA~IPA~A EN CONTH A 081, POIUlLO CB I LE.NO

Tengo aquí al frente algunos ejemplares del diario santia•


goino en que aparecen los más hirientes escritoto en contra del
roto chileno, esa base de nuestra ra7.a. Son varios números
RAZA Cl¼IU:NA 107

desde AgQsto del ano pasado hasta el que me trajo el úlLjinq


vapor. Su tarea es pues sistemática y como es el órgano o.ficiul
de un partido político que aspira nuuralmeute a gobernarnos,
es de temer que esa propaganda forme parte del programa
de dicho partido.
Con ocasión de los preparativos que se hacían en la capital
para recibir digQamente a la comisión argeutina que uos visi•
tó en cetebració11 de los tratados de paz, aque.l dia rio toma uo•
ta de que el roto no manifiest,a todo el entusiasmo que debiera.,
y por tal motivo, después de eu.rostrarle los más denigrantes
epítetos que se le vinieron a la µluma, concluye con esta ex•
clamación de su dE.-seo: «bien merecida se tiene su suerte pe•
rra•.
A pretexto de analizar el primer afio <le la actual admiuis•
lraoióo, oti-o diario de Santiago estuvo publicando un programa
de bueu gobierno para nuestro país, y eu dicho programa se
encomienda la necesidad de apresurar la iumigracióo de arte•
sanos e."<traujeros e para ir reemplazando a los cbHeoos, sotl
sos alabras.
1
E 1füi-p10 uó.mero que me llega de ese mismo diario da
cuenta alborozado de la llegada de colonos boers para reetn'
pl~r a nuestra raza «cor:rompidn y degenerad.a».
Ha hecho ese diario una incesante campatla en contra de
la colonización del sur coo .íamilias chilenas, y hay que con•
fesar que ha gauado la partida, a lo menos por ahora.
Sólo un diurio de provincia, perteneciente a una colonia la-
tiua de Valpuaíso1 el que ha extremado sus epiLetos eungden•
tos en contra del pueblo que lo hospeda, acompaña a esos re-
presentantes de la preusa de la capital eu s u tarea malsana.
Dichos diarios santiaguinos están redactados en la secció11
hostil por persouaa de r&?A que 110 podrá jamás comprender
el lllma chilena, y así se les ve predicar a diario, tanto los de
Santiago como el de Valparaíso, el socialismo y el feminismo
como panaceas de regeneración social, y esto con la mejor bue•
un .fe del mundo.
Los diarios no nos desprestigian en el e~traujero, porque
esos artículos uo son leídos fuera del país; sólo sirven para
extraviar el ju.ioio a la fecha vacilante eu Chile sobre materia
de tanta trascendencia, por lo que precisa saHrles al paso. Pero
110 sucede lo mismo con los estudios publicados en revist.a co•
molos .tbiales universitarios que tienen el doble prestigio de
ser revi:ir.a cien~fica y oficial de nuestro Gobiemó. Ya le he
dado una prueba de que so11 leídos por los hombres de estudio
extranjeros.
En dicho periódico oficial habrán leido eu Europa y Norte•
108 :(lCOl.ÁS l'.t\LA.(' 105

América las coodicioues morales e intelectuales del pueblo


chileno, apreciadas por los que mejor deben conocel'lo, por
sus propios gobernantes, [os que declaran así su opinióu en el
número correspondiente a Octubre de 19 01. págs. 491 y 492.
Se refieren los .1:b 1ale.s a los fines d el siglo XVID.
cLa mayoria de la población la co1nponía la clase ínfima de
los mestizos, embrutecida y pobre en parte, laboriosa y útil eu
otra. Al terminar ese siglo, la fu sión de espalioles y de indios
se había operado por completo en el norte y casi t0talmeu·te
entre Cbillán y el Biobío. Se generalizó, pue:., de esi.a manera
en t-0dos los distritos este elemento de raza que -qino a reem-
plaza r a la 11burige11 y d e que derivaron uueslras clases popu-
lares.
~Los mestizos fuerou quedando rad icados en loe campos y
poblaciones, eo los fundos, como mayordomos, inquilinos, va-
queros y•peoues, y en 1~ ciudades, COlnO artesanos, sirvientes
doinés~icos y trabajadores a~ día...
U aciendo alusión a los defectos que eu 1lúineros anteriores
encontró a Godos y Araucanos, a1iade la revista, a propóltito de
la casta roesti7.a, y cou el tono decisivo de.l matemático que des-
pués de largos cálculos encuentra la regla y la auuucia con un
•que era lo que querfa.ruol!demoilt rar,, a1'tade1 digo, lo siguiente:
cHabia heredado los defectos de las rAZtlS de q ue provenía:
int~mperaute, imprevisor, supersticioso y propenso a l ocio y
al robo por el lado indígena; peudeuciero, valiente, fanático y
fatali sta e inclinado a .la vida errante por lo q ue le t-0cabu do
español. >
Como Ud. ve, el «defecto• de ser valieutes sólo nos viene
-por el conquistad or, el cua l, después d e pasearse vfotorioso
por d os mundos, no pudo conquistar en m4s d(: tres siglos, con
todo clase de arruas y de recursos, a los cobardes Araucauos,
que peleaban casi desu udos, ~iu más auxilios que los de sus
mo utes y cou una maza de pellíu y uu coligüe aguzadQ por
principales ilrwas.
¿Si será un sigoo 'd e los tiempos que alcan zarnos lo de ele-
var a virtud la condición opuesta a l valor? Puede ser que esta
novedad abra los ojos d e los lectores europeos respecto a la sa•
biduría ele uuest.ra revista y ponga e n duda el que sen po<Jible
la existencia de una cae.ta humana con taoto!I y tau gr9ives ele·
fectoe iuoatos como se uos atribuye. Auoque es más lógico
qoe piensen, en -vista de esa muestra iutelectual , que el autor
se hace ilusiones al decir que sólo cen parte» estaban los chi-
lenos embrrutecidos. ,
No be podido averiguar cómo llegó a s~ber el redactor de
esa Hütoría con tanta certidumbre y con detalles tan comple·
109

tos el estado moral de los rotos del siglo áutepasado, pues niu•
guno de los cronis~s e lüstoriadores de aquel siglo dice algo
parecido; muy al contrario, el mestizo fué deede que .nació el
mejor soldado de )Jl colonia, como lo dice hasta el wiswo Gon-
1.ález de Na.jera, difamador interesado en Lodo lo que no era
godo. El historiador Felipe Góm~z de Vidaurre, que vivió pre-
cisamente en ese siglo y que conoció pe.rsonalmente a los mes-
tizos chilenos. dice eu s u Hietoria geográ.JiAa, natural y oivtl
del Rey110 de Ohile. inserta en el tomo l ó de la Oolecci{m de
Hi.storiadores de Chile, y en la pág. 284, refü iéodose a los mes-
1izos: «Cuanto a las dotes del 1iujmo, se dicen en una sola pa-
labra, y es que aquellos sacaron todo lo b ueno de ambas un-
ciones•. Se ve ('!aro que no es éste el autor consultado por el
escritor uoiversitni,io. 1
Como preparación paro abordar el problema de nuestra
raza, tengo hecha mucha lecf.ora sobre etuogra!ía y puedo ase-
gurarle, sellor, que sólo en una que otra tribu ~11lvaje de las
Lná:- atrasadas del mundo. eu el centro del Africa, en Oceanía,
eu Iudostá.u, tribus pequeJ'\as, ai'3ladas, errantes, en climas in•
sQpol'tables para razas de mediana organización social, be en•
contmd(I un cúmulo de defectos y vicios tan afrentosos parn
la huronnidad. Lo.s que han estudiado aquellos seres intelices
no pueden oc.ulrar el horror, el desconsuelo que causa a u.o
howbre supe1·ior el espectáculo tristísimo de la contemplación
de l!eres tau d~graciatlos y abyectos pert:enecientes a la mis iua
espec:ie natural que ellos.
Está auuncüida uni,i comisión francesa que viene a Sud-
América a esLucliar sus razas. la que de segur<> astarii ya im•
puesta de la declaración oficial del Gobieruo de Ohile. lo qoe
fllcilitnrá grandemente su tarea en la parte más difícil y deli-
cada de la etuografi.a, la parte sicológica¡ lo demó.s es cuestión
de .mrmejar coro pases, i:eglas y números, tarea casi mecánica
para los que tienen práctica.
Tal ve~ con el fin de extender la propaganda., se encuentran
baratísimos eu las librerJas, tomos de algunas de las partes ya
publicadas de dicha Hi.stqria, cou el mfamo formato y el mis-
mo ro&teriaT d e los .Anales, no sé si por cuenta del f.esoro ul'.li•
versitario o como ~aje al redactor.
Después de esta enumeraoióu de nuestras cualidades, los
t!tiales se muestran muy optimtst.as respecto al poder oculto
ele la instrucción sobre «n uestras clases populares», para cam-
biar con ella los instintos heredados; per o como entre los sa-
bios de todas partes la ilust.rációu es tenida n la fecha como in-
capaz de modificar el carácter y las cualidades lllorale1:1 innatas
de las razas, mirándolas sólo como un velo que las encubre,.
110 NICOLÁ.g PALA.010S

hnciéndolns por lo mismo más peligrosas, las esperanzas de


nuestro gobierno al respecto serán tenidas como una utopía
pueril.
De modo que, descartando lo de valientes, sumando ambas
sábanas y a<·larando términos, tenemos que el gobieruo que
nos hemos dado declara que el pueblo a quien tíene la ... des-
gr1tcia, creo que debo decir, de gobernar, es, por nataraleza he,
reditllria, intemperante, imprevisor, supersticioso, floj o, ladrón,
pendenciero, fanático, fatali sta y vagabundo. Sea todo por el
amor de Dios!
4. lLusTRAClÓN E INTELIOENOU.

No voy a ocuparme en ésta de deroostrarquesoo iujustos esos


cargos; los apunto porque son ellos los que se invocan en la
campat'!ll sistematizada de eliminación de la raza chilena qae
se está llevando a cabo en nuestra propia patria, como tendré
octlSión de probarlo más adelante, campalla que encontrará se•
guramente aplausos eu las naciones extranjeras que viven
atareadM buscando plaza en el mundo para sus hijos, y que
encuentra compatriot-as nuestros que la lle\'ac a la prálica con
la satisfacción de quien realiza una obra benéfica, sencilla y
si11 resistencia ni peligros.
Andan por allí muy acreditados tres cargos hechos al pue-
blo claileuo, y aunque no figuran en la lis ta oficial, de ellos me
ocuparé con preferencia, porque los ·considero de mayor vero•
similitud, y son:
1.0 El de que est,nmos convirtiéndonos en socialietas pell•
grosos, condición moral, que no intelectual, tenida por la cien•
cin moderna como signo segur9 de inferioridad étuicn, por lo
cual ur~e refutar;
2.0 Que somos una casta de criminales que debiéramos estar
en presidio perpetuo;
~-º El de que coo m,1estrn rudimentaria inteligencia hemos
corrompido Ja·gl\lana babia de Castilla, convirtiéndola eu una
jerga inioteHgi\?le que es una vergüenza nacional.
He de priúcipiar por este último número, pues que a ser
cierto indicllría realmente una deficiencia mental que justifica•
ria los otros cargos y baria inútil el ocuparse en defender uua
casta de imbéciles.
Creo también urgente refutar eete e·rror porque, siendo el
habla del pueblo iletrado de Chile esencialmente diversa de la
de la parte culta de su población, ha contribu1do sin duda a
difundir la creencia de que existen dos rszes en nuestro país;
error funesto que debemos destruir de raíz allegando a su ex•
111

tirpación total el concurso de todos los que algo sepan o pue-


dan, en la convicción de que sos esfuerzos sou empleados en
una obra de trascendental importancia.
Entre los extra.nos desvíos rle criterio que de algún tieml'º
a esta parte trabajan el sentido común del público eu Chi e,
debe contarse el olvido de la gran diiereucia que la ilustración
y la c-ultura establecen entre las personas; ese ol vido es el que
lleva e la generalidad a despreciar y ridiculizar a la población
chilena inculto, tomando su modo de ser por siguo inequívoco
de estupidez. No hay aquí, como en todos partes, ilustrados e
ignorantes, ciudadanos y campesinos, educados y rústicos, sino
inteligentes y estúpidos. Dos razas con potencias cerebrales
bien diversas.
Esto me ha hecho pQnsor muchas ,·eces en que la ilustra-
ción con sus inmenso!' beneficios tiene sin embargo su reverso:
el de que se la confunde con el entendimiento, y el de que se
crea que puede reemplazarlo y !!uplontarlo, invirtiendo la ge•
rarquia verdud~ra en cuestión In más importante de todas.
Indudable es que In fucilidad que presta la ilustración de
permitir al hombre abarcar con su pensamiento el oúroero
casi iufinit-0 de hechos que a él mismo i.e refieren y al medio eu
que se hao desarrollado, en la larga serie de sigloi; cuya his-
toria conocernos, proporciono al criterio un número de dat-0s
sobre que basar sus juicios incomparablemente superior al
que puede recoger un individuo con su experiencia pereonal.
La discasiót1 e interpretación de esos b,:,cbos por los hombres
de talento que ha producido la especie bur:nana en lo~ diferen•
tes países y siglos, abre al espíritu uu Cfl.lllpo nuevo e inmenso
de luz, extendiendo la vidn cerebral tin espacio, tiem?O e in-
tensidad de una manera imposible siquiera de ser imaginada
por el ignorante. Pero ese poder marnvilloso de la ilu!!tra<:ióu
es incapaz de crear el talento, de hacer que un cerebro mal
dotado forme juicios ex.netos dt, la comparación entre di.,ersas
impresiones mentalel!. El poder de comparar y de juzgar con
acierto, esto es, e1 criterio, el juicio, es cualidad del espíritu y
depende de la coustitu~ióu mt1terial del encéfalo, y mientras
má;J datos tenga a la vista uo cerebro incapaz, mayores eeráu
la indecisión y el embrollo de sus determinaciones.
El mal está pues en que se confunde a menudo ht memoria
con el juicio, y esa confusión halaga a los 1lustrndos, porque el
enriquecer la reteuti.,a es iuds o menos fticil y has ta facilísimo
pa1a algunos, mie11tratt que nacer con un cerebro bien cous-
titufdo es uu don de In naturale1.8, desgrttci1tdnme ute raro .
. Uno de los caracteres del pessamieuto lotiuo que nos está
tovadiendo es precisamente el de tomar la nparienC'ia por la
NICQLÁ~ PALACIOR

real idad, la forma por el fondo de las cosas, y para poner en


evidencia la falsedad de esa maoera de peosar fué que me
detuve en los pellejos de carnero de los Godos, y por lo mismo
me dilato en este párrafo, y me extenderé, eeilor, ca lculando
el máximum de su pacieucia, eu el le11guaje del roto.
Ni el traje, ni lns maneras, ni el lenguaje producen. una ilu-
sión tnn engailosa coroo la memoria feliz y enriquecida de uu
individuo do escaso meollo, ni uinguna puede traer más gra-
ves y desgrnoitulas consecuencias. Un touto ilustrado, espe-
cialmente si tiene facilidad de expresarse y modales distiu,
guidos. puede llegar a ser una calamidad nacional en un pue-
blo que dé en la flor de tomar a los letrados por estadistas y a
los cortesar.os por diplomáticos.
Oon este triunfo de la forma externa est~ sucedieudo en
nuestro país que ya uadif' sabe o cri,e saber algo que para
decirlo no adopte un continente solemne, ahueque la voí y
estire el pescuezo, porque decirlo sencillamente, a In llana. 11 In
thilena antigua. no convence a nadie. Los tiempos de Do-
meyko, BaMos Araua, Philippi. Amunátegui, Cood, Fabres,
etc., sencillos y sabio~ de verdad, son del siglo po.sado. Vamos
con demasiada rapidez por esta pendiente y proulo llegaremos
a tomar por barra tallada de metal fino lo que uo sea sino
moldura dorada sin un quilate de ley, dejaodo a otros menos
ciegos la Tiqueza ciert-a.
Si hay hombres a quienes perjudique esta manera superfi-
cial y afeminada de aquilatar su valer, esos hombres son los
rotos chilenos. El roto ni es de facciones finas, ni es zalamero,
ni se paga de adornos y afeites; no es hombre lindo ni lo
desea. Su exterior tiene algo de la rigidez ◊paca del espino,
mientras que la plebe europea con la que se pretende reem-
plazarlo posee el exterior liso y relumbrón de la caila.
Hija legítima de f::Ste culto a la apariencia es esa gmvcrlad
estirada do grandes y chicos, que adoptan a la .fecha nuestros
pai~anos de las ciudades, y que va siendo una curiosidad para
los viajeros que visitan a Chile. En Estados Unidos e lnglat.e•
rra he visto muchns veces a hombres verdaderamente supe-
riores por su ilustración, su posición social y su riqueza, tomar
parte en los juegos de sport, darse costaladas en el pasto y
reir a toda 'boca de los incidentes de la partida, cosas que
parecerían indecorosas en SAntiago a uu simple candidato a
cualquier puesto. Hay hombres serios y graves por carácter en
todas partes; pero la asombrosa cantidad y precocidad que se
ven hoy aquí son signos latinos de los tiempos: es que muchos
de esos hombres graves explotan el falso criterio reinante.
El chileno no tiene por qué ser grave. El Araucano era,
113

solo, serio porque daba a todos los actos de sn vida cierto


carácter religioso¡ el Godo, con su alma abierta a todo lo
grande, era de genio expansivo y alegre en su t,rato fami liar,
listo para poner un mote y celebrar un dicho agudo, como
para dar y recibir las bromas más pesadas. Bl chileno que
está a mucha altura sobre los demás hombres de estado q ue
ha producido el país, Port.ales, godo fino de cuerpo y alma,
con su carácter alegre, sus bromas legendaiias y su afición a
puntear la vihuela, es probable que h u biera quedado descooo•
cido en estos tiempos de tanta gravedad apflrente y liviandad
,en!.

CAP I TULO 11
Ll!NGU AJ E

l.-A<lvertenciM preliminares. 2. Razas y leogUAS de EspnOa. a) del


éUJ1cnro ni lntín. b) del lntin al roUlnnce. e) el t:Mtellano no ea el latín
rorrompi<lo. d) número de Germanos qlle invadió la penfosulu. e) ;,qué
fu~ de los Godo11 n la llegado de los Antbe!l. f) Godos e lbero11.-8. a) como
~~ moditlcó el lutin. b) el verbo en lntin y e,n gótico: un , 1erbo gólii:o en el
leu¡¡onje chileno. e) el ploral en castellnno. d) los apellidos patronímicos
en espnnol. e) influencia del gótico en la formación rlel CMtellnno; nls.:u•
nos ejemplos. f) el latín rúinico.-4. Influencia de los GoJos eo la forma•
ción de los romances meridionales. a) italiano. b) provenzal. e} lucho do
ruas.-6. a) el dialectc. chileno 88 el lenguaje de loe conqui11tadores ¡¡:o,
,tos de Chile. b) el ,·olor de la den chilnno.- 6. a) perdida do palabra.s do
origen ¡iótico en el espaaol moderno. b) chilenismos de orígen gótlco.-
7. a) IR den espnflol nrc_:iíco. b) pruebas documentnJes. c) empleo de la d
en cbileno.-8. R) el valor de la ,. b) la , en latín. c) IR, en gótico. d) la ,
tn cas1ell11no. e~ la • en chileno.-9. a) la h 9.!JJ)irada en español y en chi•
leno. b) influencia del ler>gnajo araucano (cMlid11g11,) en el chileno.-10.
•' la l y la,,. en chileno y en castellano. b) pmebas documentale11.-l l. a)
de los grupos consonánticos pt, p,, kt ks, en gótico. b) do los mismos en
cu1el111no. e) del grupo gn. d) eufonisación de esos grupos en chileno.-
12. a) reminiscencias del gallego en el chileno. b) palabras castellanas de
origen alemán. e) los conqnistadore11 de Chile vinieron de todM partes,
pero ele todas partes solo los qoo tenían sangre y esp[rito góticoe.-13.
•. aobre la b y la II castellanas y la ,e gótica. b) del uso do t'03 en espaOol
antiguo y en chileno. e) la voz hombre en chileno. d) ,·ocales en chileno.
e) preposiciones. f) negati,·o de persona. g) cambios d~ forma de algunl\8
palabraa. h) coll8onante Echo,·erria.

l. Aon:&TENCU. S P RELllUNARES

La creencia arraigada y general de q ue el pueblo chileno ha


corrompido el idioma espafiol es antigoa eo el país y luvo por
sus principales y primeros sosten edores a dos autorid11des tan
s
114 IS'ICOL.\S PALACIOS

esclarecidas como J. J. de Mora v el sabio A. Bello. No es extra


no por lo tanto que los hablistas nacionales hayan seguidos~.
teniendo lo mismo, ni quP. uno de nuestros profesores extran.
jeros lo haya dado como uo hecho cierto y esté empet1ado en
buscar la causa de dicha corrupción.
Antes de abordar est-a materia, debo recordarle que en una
carta por la prensa es muy dillcil tratarla convenientemeut<-
La filología es una ciencia moderna que posee so termioolo
gia técnica particular y signos especiales para representar lo!
diversos sonidos del lenguaje Liablado, términos y signos que
110 pueden emplearse eiu entrar eu largas explicaciones, por
lo que en la presente me veré for-¿ado a emplear términos dt
uso corriente y los signos ortográficos del castellano, escribien
do asimismo los diptongos COll la vocal castellana que percibt
d oído o con la que más se le a.semeje. Estas dificultades tnt
impedirán apuntar las palabras de otros idiomas correspon
dientes a la que cite. y que tanto ilustran una disertación su-
bre filología. Pido a Ud. que disculpe esta deficiencia.'.De todO!
modos creo fácil llenar mi tarea de probarle que no hay ta.
corrupción y que si Chile tuviera oigo de que avergon;:am
no serfa de nuestra mauerR de ~xpresaroos.
Otra advertencia preliminar es la de que hoy por hoy no e:
posible tratnr oiugúu problema social siu ahondar algo en su;
orígenes, por lo que me será necesurio dar una rápida ojeada
a la formación del castellano, cuestión en la que corren admi·
tidas por pe.uiosulares y arn.ericanos muchas ideas inexacta!
que necesito rectificar para desenvol\'er mi tesis.
En un tema tan escaso de interés para los que no son ali
ciouados como este de las lenguas, aunque tau hermoso pan
sus cultivadores, no pondré gran empano en detener mi lapi1
cuando se desvíe siguiendo una idea lateral asociaos, pero
manteniéndome siempre dentro del tema general que con mi!
cart-as me be propuesto.

2. RAZAS Y LBNOUAS 1>F: EsuÑA

a) Es 9pinión admitida que los primitivos pobladores de la


PenínsuJa Ibérica hablaban una lengua aglutiuante, como el
vasco actual, si es que no era este tpismo vasco o éuscaro tl
usado por todos !!US pobladores.
Este pueblo fué invadido en tiempos prehistóricos por OlNl
pueblo, de idioma de flexión, los Celtas; pero su leugua no de
jó rnstros conocidos en Espat1a. G. de Humboldt cree que 1~
nombres geográficos terminados en b,·iga sou de origen célúoo
IUZA Cffll,f:NA l 15

Unas pocas palabras que quedan en castellauo de ese mismo


origen parecen haber venido posteriormente.
La misma escasa in6aencia sobre el idioma ibero tuvieron
los griegos y los fenicios, que poseyeron algunas factorías o
estaciones marltimas en laa coslllS de ese país varios siglos an-
tes de J. C., y los cartagineses, de lengua fenicia, que akauza-
ron a emprender la conquista de Espafla, pero de donde fue-
ron luego arrojados por los romanos.
Más de un siglo antes de nuestra era y más de cuatro des-
pués de ella, Roma fué daef\a de toda la P enínsula. La cultura
en todos sentidos implantada por los romanos dominado-
res, colonizadores e ilustrados de ese país, trajo como conse-
cuencia el cambio de idioma en todos sus pobladores, siendo el
la1111 el único hablado por todos los I beros, con excepción de
los vascueuses, que hasta hoy conservan s u idioma y reclaman
eos foeros.
Era pues el laün, desde varios siglos atrás el lenguaje de la
Península co1rndo empezaron a Uegar a elJa en el @iglo V pue-
blos de sangre y le11gua completamente diversas: los bárbaros.
Algunos aOos ant,e:,f varias partidas de estos hombres cabían
recorrido el norte de Espaffa, pero con el solo objeto del pilla-
je. Esta vez llegaban en graudú,imo número, trayendo sus fa-
milias en grandes carros tirados por bueyes. Venían a estable-
ceue en el país, abaudonando para siempre sus moradas dal
sur de Alemania, donde habían vivido ,•arios siglos. Era el
éxodo de laB.familias góticas Uamndas Suevos y Vándalos
y algunas otras menores, las que venían a tomar posesión
de esta provincia romana y a multiplicar en ella su estirpe
~406 antes de J. C.).
Los Vándalos se establecieron en el noreste de la Penínsu-
la, en lo que hoy es Aragón y Catalulla y los Suevos asenta-
ron sus dv.niuios en parte de Castilla la Vieja, en León, Astu-
rias y Galicia. Los jefes edificaron sos residencias en las altu-
ras que dominaban los valles escogidos de su nueva patria, en
los que se establecieron sus súbditos.
Los romauos estaban eu esa i echa muy desorganizados y de-
cadentee para resistir esl&! invasiones; pero conservaban una
cualidad de que sacaron gran partido en esos apuros: su habi-
lidad para la intriga, arma que no sabían esgrimir 1011 invaso-
res. Hicieron, pues, luchar a los bárbaros unos con otros y de
este morlo se defendieron algún tiempo.
En 413 llegaron k,s Visigodos a,Espatla y atacaron y ven-
cieron a lus Vándalos en Barcelona, ciudad en la que el rey
visigodo Atanlfo asentó su trono. Los vencidos se corrieron a
Andalucía y de alli pasaron en gran número al A.frica.
116 ~ICOLÁ$ PAJ.AClOS

Pero los dominios de los Visigodos estaban priucipalment~


al :norte de los Pirineos¡ su reino se extendía desde el Loira al
sur y desde el Ródano al onéauo, por lo que luego hicieron de
la ciudad francesa, Tolosa, la capital de sus estados.
En 418 Walia, rey visigodo de Tolosa, con anuencia de Ro-
ma, emprendió la conquisto. del reino snevo de España, pero
sin resultados satisfactorios. Eu 455 Teodorico Il, después de
larga campai'la venció por fin a sus hermanos suevos, quedan
do sólo Galicia en poder de éstos, aunque pegando tributo, y
siendo el resto de sus domfoios gobernados por jefes visi
godos.
Esa s ituación se prolongó hasta 607, atlo en que Clodoveo v
sus frnucos. auxiliados por los indígenas católicos, del reino
de Tolosa, arrebataron a los Visigodos sus dominios de Frau
cia, obligándolos a refugiarse en Espafln, conservando sólo en
aquel país la provincia de Septimauja .
Estos recuerdos históricos eon indiepensables pnra darse
cuenta cabal de la formación del romauce castellano. La filolo-
gia es solo una rama de la antropología, y por haber olvidlldo
esta ve rdad, q ueriendo hacer del lengunjP. humano una ciencia
separada de las demás que al hombre se refieren, la filología
hn vist.o perturbado su desarrollo por mucho tiempo. Es a ese
olvido al que debe atribuirse el que los estudios sobre el origen
del idioma castellano sean a la fecha t.an deficientes.
Suevos, Vándalos, Visigodos, H érulos, Jépidos, Alano~, etc.
eran solo tribus de la misma familia gótica y hablaban todos el
mismo idioma, según San lsidoro; pero hay a este propósilo
UDa observación muy importante que hacer: los Visigodos y
Ostrogodos habían morado entre el Dnieper y el Danubio pro
bablemente desde el priLiler siglo de la era cristiana y sólo enei
siglo IV emprendieron su marcha al occidente, mientras que
los Suevos, Vándalos y Alanos permanecieroo•en Alemania tal
vez desde que s1tlieron de Scancia. y de Alemania, de ll\ Alta
Aleroauia o Alemania del S ur emprendieron directamente su
marcha a Espaila. Estuvieron pues separados los primeros de
los segundos por algunos siglos, lo que hace verosímil que
hubiera entre unos y otros algunas dife rencias dialectales, su•
posición que ,,eremos reforzada más adelatlt,e.
Todos lC1s bárbaros germanos adoptaron el idioma de las
provincias por ellos conquistadas, esto es el latin, al principio
en los documentos escritos, en sus códigos, ya que ellos uo
sabían escribir y que en latin estaban las leyes porque
se regían los aborígenes de sus nuevos estados. Asf aparecie•
ron eo leng ua romana el Edictiim Teod-0rici, el B reviar«m de
Alarico, el F1,ero Juego, etc. Los mismos jefes y autoridadea
RAZ:.1 OinLF.NA 117

de todas categorías pertenecientes a la raza domfoante debie-


rou versa precisados a aprender el lenguaje de sus nuevos
súbditos latinos, y !ns relaciones múltiples de ambos pueblos
trajeron al fin la adopción del idioma latino, que era el más
cultivado y literario por todos los conquistadores.
Es uo hecho conocido que del contado suficiente de dos
pueblos, el menos letrado toma con el tiempo el lenguaje del
que lo es más, aunque aquel sea el dominante: los romanos jm.
puaieron su idioma eu las proriucias del imperio que retovie•
coa por espacio suficiente, menos en Grecia, que era más ilus•
trarla, la cual dió su lengua a la Corte del Imperio romano es-
tablecida en Coustautioopla.
Pero el latín de las proviQciaa romanas ocupadas por los
barbaros sntrió luego un cambio tao considerable, que se tras-
formó en idiomas distintos, llamados romances en general, y
esp11nol, frsacés, provenzal. italiano, r:.11neno, portugués y
otros, según la región del imperio eo que se les vió nacer.
Estos romances apl}reeieron eu los primeros siglos de la
ocupación por los bárbaros de diclias provincias. Por tanto la
inftuoncia de esos G~rmanos en la formación de las nuevas
leoguas no debería ponerse en durla; sin embargo, bn quedado
hasta aquí desconocida su grande importancia, basta ser nega•
da por algunos, especialmente en el castellano, que se mira
por un autor como m1a lengua latiuo-á.rabe. Más adelante de•
mostraré cuanto desconocimiento manifiestan esas opiniones.
b) Dos son las causas principales de la trasformación que
su.frió el latín con la invasión gótica en Espat'la, que sólo del
roman<'e espaflol me ocuparé en la presente, aunque lo que
de él diga es aplicable e.así en todo a las otras lenguas herma-
nas.
La primera es sicológica, debida al ordennmieuto de las
ide~s e~ el cerebro de In raza forastera, y que reformó la sin•
taxis del idioma latino e introdujo alteraciones en su morfolo-
gía y aun en la estructura de su!! voces.
La segunda fué una causa fisiológica, fauciooal, debida a
la diferente estructura de los órganos vocales de los Teutones
Yqo.e produjo altel'aciones considerables en la pronunciacióu
de las pnlnbras latinas. A esta causa se refiere Max MüUer
cuando dice que «los romances son el lntin en bocas tudescas>.
De las modificaciones sufridas por las palabras eu su pro•
ouuo.iación, -pasaron a escribirse con su nueva forma.
El romance que surgió en Espaua debió iniciar sus prime•
ros pasos desde el establecimfoni-o de las tribus góticas en el
país, sino antes, nuuque no nos queden docuroen.tos escritos
en él, ya que era el latín el que se empleabl.l eu la escritura.
118 ~ I Cot.ÁS P.H,AC:105

Eo esa leugua naciente debfau alternar palabras góticas con


romanas, corno es lógico suponer, alterados las latinas por l()a
Godos, y las <le éstos por los Iberos. $au Isidoro se refiere en
muchos pasajes de sus obras a ese lenguaje hablado, al len-
guaje vulgar, que estaría ya for mado desde wucl10 tie1npo an-
te$ de la fecha en que él escribió, que fué en el mismo siglo
en que los Visigodos se trasladar<m rle Francia a Espat1a. J.
R Hart,zenbuscL cita documentos ant.eriores en los que se des-
lizaban a los esodtores latinistlls algunas palabras castellanas,
y otras lntioas que !.le habían heého indeclinables, supliéndose
los caeos con preposiciones.
Nació, pues, la leugua en que le escribo la preseute antes de
la iuvasióu de los árabes y siguió clesarrollándose en el centro
y norte de la Peniusula, fuera de toda influencia semítica.
Es tambiéu sabido que en las mismas posesiones de los sa-
rracenos los pobladores esptítíoles contin\uaron hablando au
leng1,1a romance sin que sus nuevos sen.ores los incomodaran
por ese motivo.
é) Es opinión corrieu_te en Espaf\ a y América que el caste-
llano es sólo el latín corrompido por la desaparición de la cal,
t.oro. que fué consecuencia de la invasión germana de ese país,
sin que en lo formación del romance espailol baya tenido el
lenguaje de los sefiores de la Península, en el tiempo en que
Apareció allí esa,.uueva lengua, más iní:luéncia que la de dejar
en él uoas cincuenta voces.
Desde que el filólogo alemán F riedricb Diez dijo que IR
lengua gótica sólo había cootríbuído con cincuenta palabras a
euriquecer el idioma castellano, los etitllologistas de todas par-
tes han seguido creyéndolo, sin que nadie se baya tomado el
t rabajo de ratificar esa opiuión. Monlau J,ace subir ese núme•
ro a cien, agregándole los nombres propios d~ personas.
A ninguno de los etimologistas que se bau ocupado eo ave-
riguar el origen de las palabras castellano.s se le ha ocurrido
imponerse del idioma que bablaban los Godos, para. ver si en
su lengua .se encuentra alguna voz de que pnedau derivarse
las innumerables palabras espailolos, cuya etimología no se
1;onoce o se hacen derivar de lenguas con las cuales nada fu•
vo que ver el castellano. Diez escribió sus principales obras
euJa priUlera mitad del si~lo pasado, y es después de él que
~¡ estudio del gótico ha tomado la grande itnportaocia que
hoy tiene, como que es el idioma germano del cual la ciencia
posee documentos más antiguos.
Varios autores han supuesto que los germanos deben haber
<:ontribuido en grRo parte a la iormapión de los romances me·
rídionales; pero h11sta. aquí no han p resentado pruebas como
RAZA CHJ LE:; A 119

las que le daré más adelante y por las que podrá juzgar de
la grande influencia en todos sentidos que el idioma de los
Godos ejerció en el castellano. En uu cálculo hecho a la ligera
para esta carta he anot'8do t¡1ás de doscientas voces espnflolae
que derivan de aquella lengua en la sola letra G del dio•
cionnrio espailol.
d) Una. de las causas de que ~e desconozca la influencia de
los Godos en la formación de los romances de la Peuínsula es
In iden errónea que se tiene reepecl,() al oúroero de ellos y al
lugar que ocuparon en la sociabilidad de ese pals.
La ocupación de Espaila por los Godoi «fué casi puramente
miliu.r» dice .Montan para explicar la ninguna influencia del
idioma de és1-0s que este aut-Or, comó los demás peninsulares,
uo conoce, en la forma ción del castellano. No es esa la verdad
Je los hechos.
JJa tribu de los Vándalos cruzó el Rín en dirección a Espa-
ña eu gr1lndíaimo número. El ejército q~e c ustodiaba a la
tribu se componía de 50 000 hombres. E s verdad que la ma-
yor parte posó al A frica, quedkoclo el resto en Audalucia; pero
del Africu voh•ieron a España después de ser derrotados por
el geuero.l rumano Belisario en 533. L os uevos salieron de
Alem11111a en c.·uutidad asimismo mu,· nuweroso, pue::1 sus gue-
m:ros solnmeute eran 30 000. Los Yís.il,!:odo~t>rnn los miís nu•
merosos de todo", pero no he encontrado cifras sobre su nú -
mero en los libros que be leid(I: ~ólo aproximarlameute puedo
calcularlo, como asimismo el de los Alanos. Durante la esta·
rlíu de 1>stas dos últimas triblll! en el sur de Francia, cuando
poseinu el lla mado reino de Tolosa, tuvo lugar la gran batalla
dP Clialons {-15 l), que, como se sabe fn é uno de los hechos de
anuas más grande de la historia y en el que pelearon los bár•
h11ro¡¡ unos contra otros, con gran contento rle los romanos.
En el ejército invasor, mandado por Atila, veníau los Huuos,
lo~ Ostrogodos y otras gentt>s menos numerosa::!. El ejército
que se le opuso, a las órdenes del general romano Aecio, esta-
hn dividido eu tres cuerpos: el t:le los Visigodos, con su rey
Teodorico el Visigodo a la cabeza, formaba el ala izquierda,
el de los Alanos el centro, y el ala derecha la componían le•
gil)nes romnnas, en las que veolau bárbaros de todas estirpes
que peleaban a sueldo del Imperio. Cálculos moderados ha•
ciau subir el ejército de Aecio a 500 000 hombres, de los cua-
les i,odra suponerse que los Visigodos y Alanos forma rían o
lo menos los tres fJUintos, esto es 300 000 soldados. En 553
los Ostrogodos 1tl:>audouaron la Itali~ con sus familias, sur.ni-
nistrándoles Narses, diuero y todo lo necesario parl\ su trasla•
cióu. Snlieron de esn península por el noroeste, pero no '38 sa•
120 NICOLÁ.S PALACIOS

be a punto fijo a donde fueron a establecerse, auuque es pro,


bable que lo hicieran en las posesiones de sus hermanos lo~
Visigodos, pues la Francia estaba en esa f-echa en poder de los
Francos, enemigos de los Godos.
A propósito de la incógnita J}istóric.-a del paradero de los Ú$
trogodos, h e de decirle que poseo un dato que rue permite
opinar, cou todo el temor que Ud. comprenderá, que esa tribu
se unió por lo menos en gran parte a las que habitaban en Es.
paoa. El dato es el $iguieutie: En mis investigacioneH sobre la
fi sonomía de los Godos de Es pafia, registrando cuadros antiguos
o deso1·ipciones de aquellos hombres, me he eucontrado cou
algunos, raros eu verdad que tenían el pelo negro, talla ele,
vadn y los mostachos caí~os y lisoe como el cahello. Por In ta•
lla esos hombres no emn Iberos y por el color d el pelo uo erau
Germanos ¿de qué raza eran entonces? En el poema del Edda
ee b(tbla de algunos nobles del ejército de Etzel. nombre que
se da en ese poema a Atila, los cuales eucenclíau P.l amor de
las bero{uas con so hermosa cabellera negra y su elevada y
elegante talla. Ahoro bien, es SAbido que la ;1obleza ostrogoda
contrajo múltiples nliauzas de sangre con la nobleza hirtnrn
que mandaba la invasión asiiHicn en Europa eu el siglo IV, y
que juutos, Ostrogodos y Hunos, emprendieron la couquista
del Imperio Romano, empresa que coucl uyó con la derrotn de
Obnlons, después de la cual los Ostrogodos se sepornroll de
sus aJiados asiáticos. Creo por lo tanto rle origen ostrogó~ico-
tártaro los escasos nobles godos espaooles de cabello negro y
liso que he bailado en la P euíosola entre algunas de las iu:\s
nobles familias cotllo la de los Hurtado de Mendcza por ejem•
plo. Hay sin embargo autores que a6rmau que los O~trogodos
se est-ablecieron en la Provenza y en ella quedaron como súb,
ditos de los Francos, cuao<lo los Vi$igodos emigraron a Es·
paila.
Y volviendo o los cálculos sobJe la cantidad de Germanos
que se estableció en Es pano. le recordaré que los Ostrogodos
eran por lo menos tan numerosos corno los Visigodos. Pero
sólo cont-audo aquellos cuya entrada o la Península se sabe de
cierto y haciendo las rebajas necesarias, tendríamos que el nít•
mero de soldndos que arribó a ese país podría estimar se as1:
suevos 30 000, la mitad de los nindnlos 26 000, visigodos y aln·
11oe 200 000, lo que da un total de 266 000 soldados, los cua•
les, repito, trnfan a sus auoinnos, mujeres y ninos en grandes
carretas con toldo, tirarla$ por largas fi,lns de yuntas de bue·
yes. Pérez Pujo!, autor entendidC\ e11 esta materia, en su obrn
Instituciones Sociales de la Espaila.,qoda, eolculn en 300 000 el
IUZA CBll,P.NA 121

uúUlero de la tropa goda de Espafla y sur de Francia en esa


fecha.
La proporción de los hombres de 18 a 46 ailos, capaces de
cargar las armas en uso en aquel tiempo, puede estimarse en
un octavo de la población, esto es, el máxiruo que arrojan las
e$ladísticas, lo que dari,1 como nú1llero tot.al de Germanos la
ciira de 2 040 000. Por lo demás concuerda con la proporción
qoe los historiadores bizantit10s dau a la tribu visigótica que
atraYesó el Danubio en 376: el ejército de Fritigerno era de
cerca de 200 000 guerreros, y su pueblo lo componían más de
un millón de mujeres, nitlos y trncianos.
Por mñs de trescientos oi1os estos Germanos fueron se1lores
de Espaíia, ocup,rndo, como es lógico suponer, sus valles más
ricos y sanos, por lo que al arribo de los Arabas deberían su-
mar varios millones de Godos de pura sangre, pues, como be
recordado, su ley les prohibía casarse con los Iberos. Se sabe
que se dejaron para su uso exclusivo los dos tercios de las tie-
rras de labranza, en las que hobilaron separados de los natu•
rales.
e) Pero estos hombres, que llennban el reino, ¿que se hicie-
ron después del desastre cle Guadalete? Los historiadores espa-
11oles dicen que se refugioron en las rnont.ailas de Asturias,
desde donde con s u rey, Pelnyo, emprendieron la reconquista.
Eran pues en escaso número si esas mont-atlas fueron suficien-
tes para albergarlos. La verdad hJslórica es muy otra, y si los
peninsulares no han rectificado la historia de su patria a este
respecto es sólo por descuido, porque en su misma casa tienen
los documentos de que habría menester para ello; pero a mí
me es necesario para mi tema poner esto en claro, aunque no
pueda darle aquí todas las pruebes que poseo.
Los Arabes, aunqu~ llevaron a cabo algunas expediciones al
norte de ·Ja Penfoeula, no la conquistaron jamás, y como desde
un principio fué esa parte de Espai\a el principal asiento de los
Godos, hacia ella corrieron los que no quisieron sujetarse al
<!<¡minio de la media luna; pero quedaron en todas partes de la
Península, en sos propias posesiootls, innumernbles familias
godas sin que por su saugre, ni por so religión, ni so lengua
fueran molestadas en lo más mínimo por loa sarracenos, que
adoptaron aquí.como en todas partes, una política conciliadora.
Los Arabas se ma1,tuvieron como duenos de gran parte de Es-
palla mediante la alianza con un partido político godo del país.
Los parciales de In dinastía derrocada de Witiza llamaron a los
Arnbes sólo como auxiliares para vencer al usurpador Rodrigo,
siu que creyeran que habían de quedarse allí de senores. e En
cuanto a esos estranjeros en lo que menos piensan es en esta·
122 NJCt)l,.\S P_\1,A-ClOS

blecer~e en el país; lo único que desean es el botín, y en cuunto


lo obtengan se marcharán> dice el historiador arábe Ajbar,
Machmua qne era como disccrríau los Witiza. Los Godo~ no
coutaban con la habilidad diplomática de esos extranjeros. El
general sarraceno Muza, jefe de los invasores, comprendió lue-
go que los partidarioe de Rodrigo eran la gran mayoría y que
sólo habían sido vencidos merced a so ayuda y a la traición,
por lo qne fué con éstos con los que se alió después de so
triunfo, afirmando la alianza por medio de matrimonios eutre
sus jefes y las mujeres godas, dando él mismo el ejemplo con
el matrimouio de su liijo. con la viuda del rey Rodrigo. Los
rodriguistas como diriamos nosotros, prefirieron que goberua-
ra11 los Arabes, antes qne los traidores que;babían llamado ex-
tranjeros al país para mezclarlos en ooa contienda civil, y
ademas porque los separaban antignas rivalidades cou eus
hermanos witicis1as.
Los Arab~ uo tmíau sus faroilias ni gente para poblar.
}fontenían un buen ejércit-0 de berberiscos mandados por
Arnbes, y merced a las rivalidades de los partidos naturales,
hábilmente aprovechadas, pudieron cimentar al fin su poder,
ilustrado, progresista, justiciero y t-0lernnt.e; pero se ,alieron
desde uu principio de los Godos aliados para encomendarles
los máa altos poesws eo la administradóu. como hay de ellos
11omerosos ejemplos fin los historiadores y cronistas árabea
traducidos por Dozy.
Lo que ha engallado a los historindores peninsulares es que
estos Godos aliados de los agarenos se hicieron mahometa-
nos, y al amparo del islamismo fundaron reinos independien-
tes de los que surgierou desde las mootrulas de Asturias, pero
que eran tan góticos como éstos. H oy se sabe que el reino mo•
ro de Aragón era tal, sólo·en el nombre, pues sos reyes y no-
bles eran godos, y sus súbdit0s eran loe mismos que allí babia
!lotes de Guadalete, ooos convertidos a la ley del profeta y otros
persistiendo en so antigua fe, por lo que los ejércitos de aque-
llos soberanos nos los dan las crJn.icas como compuestos de
moros y de cri8tianos; lo que ha sido entendido por de espa-
l"íoles y árabes.
La rliuastía aragonesa de los Beui-Casi, que dió tantos re·
yes y generales a todos los pequet1os estados que se formaron
en el noreste de Espaíla, era goda de alta alcurnia, segúu los
uistoriadores árabes. y lo dice también el Albeldense. Godos
eran asimismo los Beni-Hacbia, los Beui-Somadhi, los Todh-
bidas. Moza II. llamado ,el Tercer' rey de Es palla>, era. de la
casa de los Beni-Casi; al amparo de Abderrahillan II se hizo
todopoderoso eu esas regiones de la Península, y por fin, des-
123

conoció la autoridad de so protector, combatiendo p()r su cueu,


ta un día a los verdaderos Arabes, otro a los cristianos espa·
noles y otro a los franceses. Sus proezas en toda Espana fue-
ron famosas y sus correrlas se extendían desde Francia basta
Pottugal, en donde venció a los Normandos que en ese aiglo
(IX) tráta.roo de es,ablecerse eu 'eus costas. El rey de Fral'IOia
Carlos el Calvo compró su alianza merced a magníficos rega-
los y ateucioues. Son los nombres de esos Godos los que han
eognMdo por tnnto tiempt> a los historiadores. Algunas de lus
m1ts nobles familias seudo-árabes conservaban, 11in embargo,
11lgu11os de los (\pellidos primitivos, <.-omo las de Mobamed-Ibu•
Lope, Abdallab Pedro-Sseco, Beni-Gómez, Beni-Fernando,
etc.
Fué pues la escisión de la fall:lilia germana que don1inaba y
poblaba EspaOa des pués de la destrucción de la. monarquía de
Rodrigo. escisión favorecida por la diplomacia morisca, la que
permitió a los Arabes conservar sus dominios, y uo su núme•
ro, que nunca fué crecido.
~u las postrimerías del reino de Grana.da, lM verdaderos
nrabes o berberiscos eran eu número t.au reducido que forma-
ban uoa roloima parte de la población de la capital morisca.
Hemando del Pulgar, en su Tratad.o de los reye$ de Granada
y S"te ot·igen, citfl a Hernaudo de Baeta. individuo de la corie
de Boabdil, el cual aseguraba c,que de doscienta:s mil almas
que hnbiau en Ja ciudad de Grru,adu, auu 110 eran las quinien-
tas de la nación africana, sino naturales t-spatloles y godos
que se habían a plicado a la ley de los vencedores,. Ve Ud.
qne ese escritor uo coufundia a los «naturales espanoles> o
Iberos con los Godos. y esto sólo unos cuantos anos antes del
descubrimiento de Améri.ca. puesto que .Boabdil íué el último
rey moro de Granada. vencido en 1491 por Fernando e Isa-
bel. Tal coolusión entre esas dos razas tis creación de los his-
toriadores hispanos del siglo XVI adelante.
Sin duda que la catástrofe de GUtldolete, más moral y polí-
tica, que material, produjo en los Godos una impresión profun-
da, formándose numerosos estados independientes y rivales
de los giro1tes de la antigua monarquía, y obligándolos a did-
gir sus actividades por rumbos nuevos y a olvidar sus antiguns
tradiciones. «Los espanoles no qoisieron ser tenidos por Godos
desde que se perdió Espafla•, dice acertadamente Mayans y
Sisear. Así taé; los reyes de l<>s diversos estados que desde
aquella fecha comenzaron a formarse eu el norte y centro de
la Península ya no se titulaban godos sino espat\oles; pero uo
por eso había cawbiado su sangre n.i ellos olvidliron su raza
original: eran espai1oles de origen gótico. No sólo los reyes y
124

)os nobles de su raza conaervaron siempre viv<> el recuerdo de


su prosapia, sino que ta01bién la plebe goda, los vilis Gothtls,
como se les llamaba en !os tiempos de la antigua y úJ;lica 100,
uarquia, los cuales vivían en las tierras de sus nobles, de sas
condes como clientes o encomendados. Esa plebe hidalga si
era respetuosa y obediente respecto de sus se11:ores naturales,
era al mismo tiempo or~ullosa de su linaje respeéto a los Ibe-
ros, orgullo que conservó intacto hasta su ex.tincióu.
/) No conozco en la historia ejemplo más elocuente de la
superioridad de) carácter, aun sin cultura litéraria, sobre la solo
int-eligencia cultivada que el que presentó Espana en los últimos
a110s de la coexistencia eo su suelo de aquellas dos razas. La
pintara tan viva que Hurtado de Mendoza, Mateo Alemán,
Vicente Espinel y demás novelistas del género picaresco que
_florecieron en el siglo XVI, nos hacen de In sociabilidad espa•
fü,la de su tiempo. muestran tnn de relieve aquel contraste que
es él sin duda el aspecto más iúteresante de esas obras Se ve
en ellas al hidal~o engreído pasar las mayores estrecheces por
no rebajarse a trabajar en oficios que él tenía como propios so•
lo de gente rual nacida. Con :iUS pergaminos y su ti,,;ona toleda-
na por todo CJ1udal y sio conocer ni la o por lo redonda, mira•
bn pol' sobre el hombro a los ricos comerciantes iberos y a sus
bachilleres de Salamanca, los cuales, por lo demás, miraban
ese fenómeno como la cosa más natural, aceptando sus conse•
ouencias. Los hidalgos que no lograban enrolarse en los ter•
cios <lel rey que peleaban en Earopa o embarcarse con rumbo
a este continente, se quedaban aUá rumiando en silencio su.s
pobrezas y sotlando en aventuras arriesgadas y generosas en
las que hubiera que exponer la vida, o paseando su hidalguía
eu busca de alguna rica heredera plebeya que con los escudos
de su dote contrapesara los blasones del preteodieme y acalla•
ra la íudignación de los de su claae por esa alianza desigual:
Mientra.a llegaba la hora en que lo 11amnra el cladu o la boda
deseada. sus lacayos, que nunca les faltaban. les suministra•
ban algún dinerillo y les escribían los memoriales que de
cuando en cuauao · elevaban a S. R. M. o a algún duque su
protector y pariente lejano.
De segoro eran de la misma casta de los peniusul1nes aque·
llosl.<!_esc:endiente de los conquistadores de Ohile que en el si•
glo ..'l.. VID se refogiurou ~u Tale6 t\ esconder su pobre¼a, por·
que allí la vida era muy baratsi, &egún refiere un historiador,
los cuales se empecinaban en no trabajar eo uaQa sino en la
agricultura, y como sus padres, pór atender a la espada des•
cuidaron la caja, se veían a solas con sus pergaminos, hasta
que el rey de Espalla Carlos III, según creo, publicó un edicto
R.U.I. OJJILEXA 125
---- --------------------
declarando r.ompatibles el comercio con la nobleza. Sólo en-
tonces se vió en aquella mediana aldea de aquel tiempo a hi-
dalgos chilenos midiendo bayeta de Castilla, mogador. cai;ioe-
ta y quimón, l)esando charqui, vendiendo relbun y cachanla-
gua de <La Frontera,, chupallas de Ourepto y bouet-es de Mau-
le, mientras las sefioras de la casa, con sus deHcadas manos,
preparabuu las hojas de choclos de Colín para cigarrillos, cou
gran escándalo de los linajudos de Santiago.
No olvidarou, pues, o anca los Godos de Espana que s u san-
gre era muy diferente de la de los oaturale~. No sólo tenían
eso muy presente, sino que sabían perfectamente en que país
de Europa tenían consan~uíneos. En su obra Literattlra cas-
tel/aml y J)Orltlguesa, F . Wolf, recuerda que los españoles del
tiempo de la reconquis ta de Espatla se saludaban con los ale•
mnues que allí 11egaban a ejercitar el puno con los moros, con
la frase «¡Somos hermanos! , .
t,os conquistadores de Chile también '38 decían espatloles,
poro la caeta particular espatlola a que perteuecínn uo la olvi-
daron jamás. Durante un sangriento combate con los Arauca-
nos cerca de Yumbel, slgunos oficiale8 espnf\Qles maoiCestn-
rou a su jefe Rodrigo de Qainones, qoe la resistencia de In
tropa estaba ngotada. a lo que contestó Quii'iones «que mue-
ran o que venzan. pues son Godos> ,
Y fueron aquí en Chile tan delicados en conservar In pureza
de su raza como lo habían sido en t0das partes. El abate bisto-
ri11dor antes citado, Gómez de Vidaurre, lamentRUdo algunas
alianzas con plebeyos espanoles de algunas nobles íaruilins chi-
lenas a mediados del siglo XVTII, esto es, en sus tiempos, dice:
, ... ello no ba sido así en el pasado. Tuvieron Jos primeros es-
panoles tanto cuidado en conservar pura su nobleza que saca-
ron cédula de la Majestad de nuestros Reyes, para que todo
capitan de navío que tnljese pasajeros debiese dar informe al
Gobierno de t,ales sujetos; y no contentos con esto, si no pre-
seotabau sus documeut-os, no pasaban ellos a dar sus bijas al
europeo que se las pedía. Mediante esto se conservaron hasta
la mitad de este siglo puras y limpias las familias».
'fodavía la alta nobleza espanola, con justificado orgullo,
remonta el entroncamiento de su linaje basta arribar a la
cepa goda.
Hubo, pues, eu Espatln no sólo jefes germanos, como se cree
generalmeu~. sino un pueblo numeroso de ese origen, y su
iuflueucin moral e intelectual, grandísima en ese país, es un
capitulo que está por escribirse. En cuanto a su inüuencia en
In formación del habla espanola, le daré en seguida alguna&
pruebas, y más adelante, al tratar del leuguaje chileno, le se-
126 N IOOL..Í.S P.\.LA.ClOS

i'íaJaré la infiuenciR de la fonética del idioc1a gótico en las aJ.


teTaciones que sufrieron las palabras latina.e al convertirse en
castellano.
3.

a) La caracteristi~, general de las modificaciones que expe-


rimentó el latín al convertirse en romance castellano fué la de
su simplificación. Las voces se acol'ttaron y perdieron algunas
consonantes de pronunciación dura; su morfologi.a se redujo
perdiéndose casi del todo sus declinaciones y simpliñcándose
su conjuRación, y su sintaxis perdió la rigidez y el ordena-
mit>nto obligado de las palabras en la oración, adquiriendo las
voces gran libertad de colocucién.
En la pérdida de lus decli11acioues de los Qombres latinos
creo qoe debe hab1tr iofluído el idioma de los Godos, porque
en él los ocho caeos primitivos estaban reducidos a sólo tres,
put's el voca~vo de que hablan las grall.láticas era siempre de
la forma del nominatito, supliéndose todos los demás caeos
coa preposiciones, de que hacía 1111 uso frecuente, mientras
que el latfo consetvaba seis casos y el empleo de partículas
prepositivas era relativamente menos frecuente. La tendencia
ya antigua del gótico a reemplazar el cambio de formas de sus
sustantivos y adjetivos por preposiciones se extendió y gene-
ralizó en aquella época basta perderse del idioma !que na•
cfa, auxiliada por la dificultad que a los bárbaros presentaba
la compleja declinación de las palabras que tomaban de la len-
gua romana.
b) El verbo gótico es muy simple en su conjunción; sue
tiempos están reducidos al presente y al pretérito, expresando
la idea de foturo con el infinitivo del verbo y un auxiliar;
eÍJ) embargo, la acción por nnir e$taba en el cerebro de los
Godos más dividida, más especializada que en los romauoe.
Asf el simple futuro lo sigoiticabau con el auxiliar haban=ba,
ber, la idea de necesidad u obligación de que se cumpliera la
«ccióu del verbo la expresaban con skulan , y la de principiar
a verificarse "la acción , coa el auxiliar dugitman= come1lznr.
Eu espaflol tenemos tres futuro!½: el así llamado, que forma-
mos con el presente de infinitivo c;lel verbo que se conjuga y
con el -presente de haber: aruar-bé, amar- bás, etc., como en
.gótico; ~l futuro de pretérito o pospreté1·ito, que formamos de
un modo análogo aunque cou termiuooiones alteradas:
amar-fa, amsr-ías, etc., y el futuro hipotético amar-e, amar-ea,
-etc. En gótico ee emplea 'de rE'gla el presente del \"erbo, que
se conjuga sin ponerle auxiliar siempre que la idea de futu•
-i'O esté expresada por alguna otra palabra o por el cootestQ de
lt.\1.A CK ll,&S A 127

la frase, como en espanol: si no llueve· salgo=Si no lloviere


ealdré; maílana voy.
Las simplificaciones que enfrió el verbo latino son numero•
sas, sin qae dejen de poder ser expresadas en castellano las
más suLHes modificaciones de tiempo y modo de la acción ver•
bal, pues que ee suplen las formas perdidas con auxiliares,
como se hace en el gótico.
La conj ugación latina perdió desde luego la forma pasiva o
sea la mitad de su conjugación, la que se suple con el verbo
.str eu espal\ol y con su equivalente 1cri"8an eo gót.ico. El infi•
nitivo de los verbos góticos termina en ,1 como en alemán y
en araucano. En idioma gótico existe además otro auxiliar
para la significación pasiva, rcerzan=llegar a ser. Se perdieron
ademl\s el futuro de indicativo latino (amabo). los dos pretéri•
tos ele subjuntivo (amarem, amauerim), del infinitivo sólo que•
dó el ¡,reseute, olvidándose el perfecto y el futuro pasado
(amavisse), (amaturtl$ ess~), se perdieron asimismo los supinos
(amatum-"). Se olvidaron también las conjugaciones de ge·
rundio, los verbos deponentes. de forma paah•a y de significa·
do activo, engorro inútil de ese idioma. En cambio crearon
lo~ l-lodos loe futuros a su manera, las oraciones impersonales
y la pluralidad ficticia de l!egunda persona, modo ordfoario de
hablar en gótico, e hicieron del verbo haber el uso amplio y
general que daban a su auxiliar llaba11 y que los latiuos sólo
empleaban en algunos tiempos.
<.:ou los números siguientes podrá formarse uua idea más
exacta de la reducción en formas que la nueva coujugacióo
representa respecto de la antigua.
Un verbo regular tiene en la tin entre 160 y 160 voces dife•
rentes, sin conta r las formas compuestas d e la voz pasiva; un
verbo espallol regular sólo tiene ó2 palabras diferentes, y uno
gótico, para el singular y plural, 32. El góHco tiene además el
número dual, que perdió ni romancearse esa lengua. El verbo
icg1és es el wás simple de todos, pues sólo tiene cinco ,,aria•
ciones para todos sus modos y tiempos: to love=amar, varia
sólo 10110, loued, lo11it1g, loues, louest; esta última forma casi no
se usa. Con el empleo de auxiliares y pronombres no necesit4l
de más desinencias.
La supos'ición de que el verbo gótico influyó en Já forma•
ción del verbo castellano se refuerza no sólo por esa reducción
consirlerable de voces en su conjugación y con el uao amplio
de los auxiliares, sino tambiéu con la subsistencia en espanol
de voces muy poco odulterndas de uno de los auxiliares más
empleados en gótico. Ha sido siempre una dificultad insupe·
rabie para los etimologistas castellanos averiguar el origen de
128 NICOLÁS PJ.L.lCIOS

las tres personas del singular del presente de indicativo y


todas las del de subjuntivo del verbo haber: he, has, lw o hay;
haya, hayas, haya~ hayamos, hayais, haya11, las cuales no tie-
nen semejanza con las del latfn habeo. habes, habet. El habtre
latino no tiene presente de subjuntivo. Con el empeoo en ha-
cer venir este verbo del latín, no han parado mientes en el
au.~iliar gótico aigan=teuer, cuyo presente de indicativo for-
ma las tres primeras personas at'h, aih$, ain, escrita también
aig. La segunda no está documentada en Wulfila porque,
como be dicho, los Godos empleaban la segunda del plural;
pero por analogía puede congeturarse que tenía esa forma o
bien aigas. Esas formas del gótico se parecen más a la del
espat1ol arcaico hay, has, ha o hay escritas también sin h. La
forma 'iay para la primera persona del indicativo se perdió en
el siglo XV en la escritora castellana, siendo reemplazada por
el actual he; pero debió subsistir en el lenguaje hablado y por
ella llegó a Chile, donde la usamos al par que bey. El escribir
e..c:as voces con h inicial en castellano proviene del error res•
pecto a su origen.
En cuanto a las formas del presente de subjuntivo casteJla.
no pueden venir del indicativo de aigan que pasara a em•
plearse en preposkiones .subordinadas, como pasó el pJu¡¡.
cuamperfecto latino del indicativo al subjuntivo castellano,
o bien ser las formas del subjuntivo de aiga,i aJgo alteradae,
del cuaJ sólo se conocen tres personas: 3.• de singular aigi
(g=al sonido qae tiene en hago), 2.ª de plnrrJ aigiz, 3.• de
id. aigi11a.
El presente de subjuntivo eu chileno es, segurameate, el
indi~livo del gótico, como puede verse comparándolas:
Gótico Chileno
Sing. l.• aig aiga
• 2.• X l'.
• 3.• aig aiga
Plu. l.11 aigam nigamos
» 2.• aiga~ ª!gas
• 3.• aigan a1gan
La segunda a de las inflexiones góticas no es precisament.e
la a castellana sino un sonido intermediario entre la a y la e,
como suena la t, de la palabra inglesa gmi.=fusiJ. Tampoco la
z de aigaz es la castellana, pero era muy pareoida. La s del
chileno aigas ea una aspiración suave. Ni el gótico ni el cbi•
leno emplean la segunda' de singular porque usan pluralidad
ficticia. Ea Andalucía tienen el mismo verbo gótico que noso•
tros en ese tiempo.
1:29

Los etimologistas congeturo.n que en el latfo vulgar de los


siglos en que empezaron a formarse los romances existiría
algún ,erb,, extrailo del cual procederían esas formas castella-
nas. Vemos que be.u acertado.
La forma literaria del presente de subjuntivo de haber, haya,
hayas, etc., parece ser uno. síncopa de aiga., aigas, etc., con
pérdida de lag, cosa moy común en la romauciiación rlel latín
y del gótico, como veremos mas adel:iote. y es counin verla
escrita aia, aias, o haia, haias, en escritos antiguos, de donde
pasó a escribirse como en la actualidad.
En el empleo de los tiempos y modos verbnles como en sus
regímenes en cast~llauo es también grande In influencia del
peosamient-0 de los Godos expreso.do por la palabra, pero su
rlemostrnción es difícil aquí, porque alo.rgarfn demasiado esta
carht, y tendría que entrar en polémica. Sólo le recordaré que
el rerbo haber arcaico tenía el signitlcado del aipat1 gótico,
esto es tener, poseer, cuando no era nuxilior. Así decía el poeta
viendo marchnr a injusto destierro al Cid: <Dios que buen va-
snllo, si oviese buen Set1orl, Y lo ve Ud. sin h como el verbo
góticQ. Aunque esto del empleo de la h es capítulo aparte.
Como el habere era verbo incompleto y de uso limitado como
nnxilinr, es probnble que el haber oastellaoo sea sólo el haba11
~ótico, cuyas iofiexiones son muy semejantes a las latina.a y
esponolos. y eu el singular del indicativo presente y eo todo
el de subjuntivo lo sea de oigan.
e,) Es opi uióo aceptada que la terminación en s de los plu•
rnles c11stellanos viene del acusativo latino, que ordionrinmeo-
te terrniun eu s. Yo, sellor, no lo creo seguro. El caso nousati•
vo de los nombres tiene relaciones idealógfoas muy diversus
del nominativo en la oración para que los Godos lns confuo•
ciierun. Estos bárbaros, por otra parte, para significar la plurn-
lidud a~regabao ona so una silaba terminada en esa cousonau te
a la forma siogolar de los nombres: bandi=vendn, liga, bnn•
da, ba,ulíos¡ giba=dádiva, gibos¡ t1m9o=lengua, t1m9os; ma,1·
na=hombre, mans, etc. El ioglés forma sus plurales co11 s
siendo que en su morfología no tiene nada que ver el latín.
Creo pues que los Godos siguieron simplemente expresando
eu eu nueva len1:tun la pluralidad de las cosas con eu primiti-
vo modo de hacerlo. Además en latín hay también infinidad
de sustantivos que bncen su plural en s.
d) La existencia y In forma de los apellidos patronímicos
en castellano son también problemas que no bao podidc, ser
resueltos por los etiwologistas. E :-1: iste con todo el conveuci-
roiento de que In forma de esas palabras es un genitivo: Gon-
9
130 1'1COLÁ.8 PALAClOl:!

záleZ=de Gou1,alo, Alvarez=de Alvaro, etc.; pero los geoili-


Vt)S laJiuos no corresponden a esas terminaciones.
Eo esta investigación, como en todas las que s,e refieren al
origen del castellano actual, hay que interrogar al espailol ar-
caico, q ue por estar mas vecino de los idíomas que le dieron
nacimieuto, suministra datos o indicios q ue dan mucha luz a
eí!tas cuesLiooes. En antiguo casteUano, los patronil))icos ter-
miuaban en iz y oz: Roderfa., Goruiz, Gulier11iz, Alvaroz y Al
yarfa, Telliz, Sanchiz, Muiliz, Ovacoz, Vermudiz, etc. Andan-
do los tiempos mochos patronímicos tomaron la forma actual,
si u que por eso dejen de quedar ulgunos. con su terminadóu
primitiva, como Ruiz de Rui, Ferruudiz de Ferraudo, y otros
con ambas fo rmas arcaicas, coino Mut1oz y Mut1iz, Ostarroz y
Ustariz. Esas terminaciones t-0mpoeo corresponden a las de
los geuitivos latinos, por lo que permanecen mudas a !os que
creen que el castelluno no t.iene nada que hacer cou el gótico,
pero se explican perfectamente por los genitivos de este iaio
ma, que eran justamente eu i.s y en os: dag.s=día, dagis; word
=palabra, 1oordis; les-ins=1ecci6n, ensellan_za, l&i11os; gi'ba=
dádiva, gibos, etc. De igua I ri,auera los adjetivos: bli11d o blintu
=ciego, blimlis; hardt4 o hard11S"=duro, arduo hardji-s, ele
Los nombres que forl.llru1 s u genitivo de diversa manera son
la ex:cepción.
En cuauto a explicar el origen de la costaoibre de usar pa•
tronimicos en E spana goda, cosa uo vista allí antes de esa fe-
cha, también han divagado siu fruto los eruditos. Ríos y Río:,
'lue es el que más se ha ocupado de esta cuestión, y cuya,
opiniones son acatadas en Europa y América., en sa 09ra Apt
llidos ,Ctl$tella11-0s viaja por la Roma de los Patricios, por Gre•
<'ia, por Caldea o apela a los Arabes buscando lo que tenía et
casa. E s verdad que los Iberos no usaban verdaderos apellido¡
antes de Ja invasión germana de su país, y mucho menos pa-
tronírulcos, que tampoco emplearon los indfgeuas de Italia
pues usabau el de la madre, _basta la llegada de los germauOE
Patricios, llamados asf porque eran los únicos que tenían pa
dre cooocidG; pero ni ésws, ni los griegos, ui los caldeos, ni IO!
árabes emplearon una forma de apellido de la que pudiera de
Tivarse le espat1ola. Es el eterno descouooimiento de la iufluen
cia de los Godos en los países en que se establecier<>n, deseo
nocimtento 1que tiene los caracteres de uoa verdadera ioju,
ticia.
Yo que los he segu ido desde Scancia y las islas Ala.o y Go
tlau, del Báltico, a la. Prusia, al centro de tlemauia, al sur dt
Rn-sia y desde allí, paso n paso, a través del Imperió Rom11u~
hasta llegar a Espaf'!a, y embarcarse con Colon y Ilegal' a Am~
RAZA CHll.1,JNA 131

rica y .A.rauco; que h e estudiado sus leyes, eu religión y su


lengua para penetrar en su pensamiento, encuentro lo mas
natural y lógico, dentro de su sicología netamente patriarcal,
el que los Godos se nombraran recordando el nombre de sus
podres. El genitivo de los patronimicos significa chijo de,:
Gon:u1le2=hijo ne Gonzalo; Muñoz=hijo de ~Iufio, etc. Es la
costumbre en toda la raza; Perez en esp8.l1ol , Peterson en in-
glés, Petersen en l\lemán, P etrowitz en rt!SO, y en todos <hijo
de Pedro, .
Don Alonso de Ercilla llama muchas veces por el nombre
del padre a los hé roes de su iuruorl.ál epopeya , como algo muy
natural, para uhorrarse repeticiones de palabras.
Como pnréce privar a la fecba el origen árabe del uso de pa,
tro111micos eu la creencia corriente, he de recordarle, c;eno:-,
que los agareno=t autepouiao be11i o ib1i al norobre propio pa-
m significar la osceu<lencia, como Ibn-Radmir=hijo de Rami-
ro, Be11i-G6mez=descendiente de Góu1ez; no empleaban
pues genitivos sino una pal11bra que significaba la relación de
sangre, y la entepo11ia11 ul nombre sin que formara uno sola
voz con ella. Ademas los apellidos petronüuicos api.recieron
en la Peníns ula antes de la lle~ada de los Arabes y usados por
In ch1se mili1ar espanola. que era In clase germana. En el libro
Becerro de San Millán. con fecha de mediados del aiglo YfIL
el de la invasión sarracena, aparece uu sellol' dispouieodo de
los bienes heredados de su padre Bermudo Alvarii. el cual se•
guramente era nacido antes de 711 , fecha de Guadalete.
e) Por lo que respecta a las palabras de origen gótico que
hny en castellano. ya le be dicho que s.u número es grandisi•
mo; no le doy aquí cifras exactas porque estoy n la fecha es-
tudiando el punto.
Las Cuentes de qne derivan los etimologiew.s las "oces caa-
tellauas son el latíu en primer lugar, luego el árabe, el vas-
cuense, el griego, el alto-antiguo-alemán¡ el gótico y el caldro
y hasta PI turco v otros asiáticos.
El gótico. como le he dicho, ocupa uu lugar ins.igniñcante
con sus cincueotn palabras solamente. E l alto amiguo alemán
ha dado algunos ' centenares de voces, según Diez, que es a
quien copjan los peninsulares. Hay en realidad muchas pala-
bras oastéllauas cuya etimología puede encooLrarse en ese
idioma, como en el anglosnjóu, el escandinavo u otros del
mismo origen que el gótico, por lo que t:o es de e:xtrat'lar que
en 11lguuos de ellos encuentren las radicales de la voz espai'io·
la; si no las han encoutrado eu el idioma de los Ger manos es•
patloles es porque uo las han buscado en él, y no las han bus•
cado porque no se bau dado el trabajo de estudiarlo. Hay
132 ~HlOI,ÁS PALA.0108

además otra causa para explicar la semejanza de alguuas pala.


bras castellanas con el antiguo alemán de las regiones en que
habitaron los Suevos, los Alanos y los Vandalos, causa que
anotaré más adelante. Los etimologistas peniosularas se ex.
plican las palabras de ese origen diciendo que las trajeron l()s
tudescos que venían en peregrinación al santuario del apóstol
S11Dtiago en Gnlicia y los que vinieron a la conquista de Tole,
do en 1086 invitados por Alfonso VI, o los demás hermano!
alemanes que solían venir invitados o atraídos por el redoble
del tambor.
Voy a citarle sólo algunas de las palabras castellanas cuyo
origen latino es tenido por iodiscoi.ible a la fecha y que sin
embargo son góticas. Más adelfmte verá más.
Suegro, suegra; del latiu socero1 socera, con la diptongación
lle de la o latina, el cambio de la e en g y pérdida de la e, pér•
dida y mutaciones muy frecuentes.
Los Godos llamaban a los pad res de Sil consorte con las pa
labras Stoehro, swehro, que se pronuncian como las española;
con lag un poco aspirada, como pronunciamos nosotros su,
gro, sin que el dorso de la lengua toque ni palo.dar. No tuvie
ron pues los Godos para que apelar a las reglas de fooologl!
que citan los etimologista!:'.
Ojo; del latíu o,mlwt, nadie lo duda. Ese órgano de la cara
los Godos lo llamabao ogo, escrito at,go, pero ese diptongo e¡
pronunciaba o coaodo seguía cooso11aote aspirada, como en
este caso, pues esa g es parecida a aun j moderna espal'lola
En el Libre de Appolonío, estro.fa 313, poema del siglo XII i-
princi pios del siguiente, está escrito ogos, como esta escrit1
tmogo por euojo en e.l poema Los ires Reyes de Oriente dei mi!
mo siglo.
],fa1; del l~tín magi.9. En espatlól arcaico se (iecia a veo«
mais y tarµbién maes en Gonzalo de Berceo; mais di~
bo_y los iletrados en varias provincias de España y aun ei
Chile suele usarse; mais dicen h oy los gallegos y los portu
gueses, y mais, es la palabra gótica que equivale a mas C8!
tellano.
Agua; del lat.ín aqua. Oreo que a uadie ee le habrá oourridt
poner en duda esa etimología, y sin embargo leyendo los e!
critos.primitivos castellanos uno se convence de que no es así
La palabra agua en el espa.nol arcaico significaba no sólo lo, que
significa boj' sino que también río; así llamaban e.Agua cau
da) • 'al río Tajo, acepción .q ue nv tiene la latina agua, pero
que posee la gótica ahica que se pronuncia. como uoeotro:
pronu¿ciamos agua, con g fricativa, por lo que creo que IO!
Godos no tuvieron para que tomar en c:.Jenta la voz roroall!
133

v de l.iecbo no la tomaron, pues que usaron agua con los sig-


i,ificados que tenía en su lengua nativa, por lo que ia voz cas-
tellana es sólo la gótica.
Rny muchas otras palabras en ese mismo caso. La semejan-
1.a que existe entre algunas voces góticas y latinas proviene,
como es bien eabido, de que el latín es un idioma en parte de
origen iodogeranáoico o ari1mo1 como se decla antes y eu par-
te de los idiomas indígenas del centro de Italia, y el gótico es
iudo::termó.nico de pura extirpe.
Exi1.1ten füliinis rno en castellano muchas palabras de origen
gótico a lai' cuales no hnu podido encontrar etimología en la-
tín ni eu ninguna <le las otrae lenguas en que se acostumbra
buscarlas; pero que persis tiendo en sus costumbres de creer al
iclionrn romano como fuente casi única del espaí'i.ol, se inge•
uinn en hnllarlus en ól: v. gr. atwerso. El latín adverstts no
corresponde nl siguificndo de h1 caslellnun, por lo que ha sido
desechada, pero E-1 latín verStlS= vuelto y ad= hacia pueden
convenir, por lo que han discurrido así, para e xplicar l11 for-
ma de la palabra espanola: nu verso .es versu-ad en latín, esto
es. vuello-hacia=vuelto de frente= el trente de una medalla
o moneda. La ignorancia de los 1iempos en que se formaron
los romances, hizo que ad se con virtiera en a,i y que en lugar
de "enír después del adjetivo se le colocara antes, y salió an-
vtrso. Debo recordarle que los r omanos oo tenían palabra es-
pecial para. nombrar los planos de una moneda o medalla sino
que las llamaban simplemente facies = cnrns, de modo que
esos ignorantes dieron uua acepción particular a esa combina-
ción revesada de dichas palabras latinas, esto es, crearon una
yoz que no existía. Es fácil comprender que el rústico a quien
se le hubiera ocurrido hacer ese tra.etrueque y alteración de
palabras para darse a comprender no le habría ent.eudido na-
die y el iuvenf-0 habría fracasado. N() es así como forma el
vulgo las palabras, pero razonamientos cómo el anterior son
muy comunes eu los dice:ionarios etimológicos castellanos. Los
Godos uo inventaron anverso sino que es una palabra de su
idioma original apenas alterado, andwerei, que significa la en•
ra de las personas y el (rente o h1do priucipnl de las cosas.
~luchas otras palabras espnnolas que los etimologistas se
Yen precisados a ir a buscar a lenguas remotas. por uo encon-
trarlas eu latín son asimismo d el lenguaje godo: Horda; Diez
cree que viene del turco ordoe, y Phiau del turco ordou=cam-
po. Eguilas dice que es el turco-tártaro ordft=camparoento.
La forma de esas voces es parecida n horda, pero no su signi-
ficado. ~o tenían para que ir al Asia los Godos por esa pala-
bra, ellos llamaban herda a loe rebaflos y tropas de animales.
134 XICl.>L ÁS l'AI...\C I OS

Chllsma: del griego keleusma=mando, dominio, dice Diez


y emprende uo largo raciocinio poro explicar cómo llegó ~
eignificar al fin lo contrario. En gótico hiuhma vale mul titud
poblada, idea iusepnrable de In voz castellana.
Jardín; del nito-antiguo-alemán ga1·to=cercado. En gótico
cortijo, jardín se dice gards.
Grabar; dill alemán graben. ¿ 'i por qué uo del gótiéo gra,
ba11?
Zallar se decia eo Antiguo espailol por asestar la artillería.
La etimologín a<.'eptad~ para esta palabra indica claramente
hasta qué punto es dt>sconoeida la lengua de los Godos por
los que SEi hno ocupado de los orígenes del castellauo y de la
uinguna cuenta en que tieuen su presencia en la Peofnsulo,
Monlau afirme, sin qoe nadie se lo haya <'Ontradicho que
uillar es verbo árabe. derivado del alto-ant.iguo-alemán sa,
eia11= poner en su sitio, colocar algún objeto. No se snb('I que
los agarenos heyau ido a Alemania, ni que los tudescos hu
bioran venido hacia ellos trayéndoles vocablor., por lo que e!
más probable que la totnaran de los t~otoues qoe t~nian en
cesa, lo~ cuales decían salgiat1 por asentar o colocar algún ob
jeto. Esa palabra se ba encot.rado en escritos árabes más anti•
guos que los castellanos que la emplean. lo cool ba sido la
<:ausa clel error de lo'! etimologistas. Los Godos espatloles co
menznron tarde a poner por escrito su nueva lengua, porque
es.tuvieron ocupados en lo~ primeros tiempos, no en Lomar pa·
labras, que no necesitaban , sino proYiucias.
A los griegos les tomaron los Godos la palabra tata o taita
y rnmbién ..tJ.dela, y la serie de voces que de ellas derivan, put:
lo radical de todas atta =padre, es de origen griego. Así st
dice a la fecha. pero hay reparos que hacer a eso rnzonamien•
tO. No sólo el griego sino también el latín, el rumeuo, el e!!la•
voy muclios otros idiomas de las cinco partes del 1Uundo em
plelUl una palabre semejante para indicar padre, antecesor o
persona superior, palabras que son del lenguaje llamado in
faotil por los filólogos. El Padrenuest ro de Wul61a empieza
Atta ,msar·, y nosot ros heredamos de los conquistadores de
Chile la expresión tni ta Dios, y la cdstumbre de empezar la
oración domiuical Taita nueh tro , etc. Ni nuestra palabra tal
tita es uon exclamación, como apunte un diccionario de cht
lenismos, sino un diminutivo carh1oso. forma espai"tola, gótica
rasa, etc,, de signitkar afecto. Los eslavos dice1J a la íeche
tatitsa con el mismo signifi<.'ado que nosotros taitita.
Hay uua serie de palabras castellanas que podrían llamarse
híbridas, porque estáll compuestas en parte del latín y en par·
w del gótico. Sir van de ejemplo Bermtid,o, palabra compuesta
HAZA CIIU.l::S A 135

del gótico 1oer o ver=varón, y de la latina m"tuS=mudo, y es-


érita cou b porque el gótico no tiene v consonante. Al signifi-
cado de su nombre aludía el Cid cuando apostrofaba a Bermú-
dez, uno de s us hombres <¡varón que tanto callas!, Y se lo
decía por elogio.
Tllmbién son híbridas conmigo, contigo. consigo. Mucho han
divagaJo las etimologistas a propósito de estas voces castella-
nas, y hoy está a ceptada la explicación ioveutnda por Cabrera,
l)Uieu sostiene que ellas son voces pleonlislicas compuestas así
del latín: cmn+nl('+cwn, c11m+te+ciim. cwn+se+cum. Es-
tas expresiones uo hao exis"do jamas en latín, pues las equi•
,•alenleS a las castellanas sou mecúm, tecitm, ~ec(m1, pero todo
,,oede explicado con la rusticidad de aquellos tiempos y la fal-
ta <le literatos y academias. Dichas palabras son, como le be
dicho, hlbridas de la partícula prepositiva lotina cttm-con, y
de los ca~os terminales góticos mic, tic. sic, eu escandinavo
mig, lig, $Íg, con adición de una o eufónica, modo corriente
en la castelhmizacióo de las voces góticas _,. latinas., como ob-
tuvieron Diego de Didac, R odrigo d e Roderik, Sant.iago de
&un Yac, etc.
/) Los etimologistas npehrn a menudo al latín llamado rós-
iico en demanda d~ n lgunas voces <le que <lerivar lcLS- CilStella-
n AS ciue uo tieuen semeja111es en el lntin culto. En renli<lad se
encueu tran (-11 ese liufn de los primeros siglos d e la era cris-
tinnn ruucliai¡ voces y for mas nuevas <le voces antiguas, como
coostruccioues nuuca ,•isU\s antes eu latía, voces, trasforma-
ciones y construcciones que explican perfectauieot.e las de los
romances ; pero es que ese laúu rústico era el culto mooilicado
por los bárbaros, y las p11h1hras n uevas latinas eran simple-
mente palabras germnnas latJuizi\dns por los escritores, que
emn romanos en su tot-nlidad, y de fl]U la semejn.nza en voces
y sintaxis de ese latíu <corrom pido> con las de los romances.
Era que ya n11cíau la s uuevas lenguas cnestiz1,s.
Hu de disculparme Ud. unas cuantas palabras ruás sobre
este punto. que uo está del todo fuera de mi propósito.
Desde mucho autes de uues~ra era, existia en Italia un latín
del pueblo, llamado senno rusticus por los escritores, que lla-
mnhun al s uvo semw 11obilis o t,rbam,s. Hov es creeucia co•
rriente que ese se1'mG rnst1·cu.s, detenido algón tiempo por el
auge literario de la ednd llamada clásica. del latín, tomó grande
impulso en e1,1 tarea corru ptor&. en los siglos de la inYnsióu
bnrbarica del Imperio, siglos en loe que la cultura Literaria y
orbaua se vió desgraciadamente desestimada y destruida por
hordas vandálicas e ignorantes. No be podido convencerme,
sel°lor, de que eso sea verdad.
136 NICOLÁS PALAGIOS

El latín vulgar o r1ístico a que se refieren Q.uintiliano, Cioe.


ron y otros autores de la edad clásica, sólo se distinguía de1
literario en una que otra falt-a de concordancia ·de los comple-
j"s verbos latinos u otras leves licencias en la rigorosa sinta-
xis de aqueJla leugun y también en la supresión, al hablar de
algunas conson~ntes finales o eil la contracción de ciertas
palabras, citándose como de las más graves de éstas las expre-
siones grat-opus, speclri, en vez de grat·wn opus, especul1m1.
Muy diversa fué la alte1-ación del laLín de los siglos V y si-
gui~ut~s que aparece en los documentos escritos eu esa le11gu11.
E11 tos ve1·bos se nota desde luego el empleo general de los
auxiliate'S, las oraciones unipersonales, el futuro con la forma
compuesta que tien·e en los romances, la pérdida de la decli•
uación en varias palo.brAs, y por 6u una grau caut.idnd de vo,
ces jamás oídas eu boca del vulgo it.aliano en ningúó tiempo.
Esas palabras nuevas, esá siot.axis nueva son, para mí, prue-
bas inequfrocas de órganos vocales y cerebro distinto, de que
allí ha llegado, por lo w.nto, una raza diversa.
Audau eu Italia acred.Uadas las mismas falsas ideas que pri•
man eu España respecto a la influencia germana en la trnsfor.
maeión completa que e.%periment,aron !as provit1ciaa del Im-
perio al con,•enirse en naciones neolatinas . Como son ~ólo
literatos Jos que trat.an de estas cuestiones eo dicnos pafse$,
por reglu general, no les preocupa gran cosa la verdad históri-
ca, y además se palpa en s os escritos que todavía, a tiTBvés de
tantos siglos, no lec¡ perdonan a aquellos hombres de acción el
que uo supiesen leer y los lliunarau <adornos de banco>.
11.s\lia" iué invadida primero que Espaüa por los bárbaros,
pero uo sólo sufrió esas it1v11si0Des y el establecimiento de
esos hombres en so territorio, sino qoe esos mismos bárbaros
formaron la mayor parte de las legiones cou que el Imperio se
defendió de los otros bárbaros que campeaban por su cuenta.
Auu antes de J . O. hubo en Italia legiones enteras de gentes
del oorCe traídas por César y otros, además de los miles de es·
clavo~ de esa raza que las guerras aportaban a ese país. Los
ejércitos de Belisario, de Narses, de Aeoio, eran casi todos
compuestos de Germanos el servici.o de Roma y de Constan·
tinopla, y muchos rle s us mejores generales faeron también
germanos. Los latinos huían de los enrolamientos, su antiguo
espíritu viril y expansi\•o había pasado a la historia..
Estaban pues llenas de bárbaros las regiones .neridiooales
de Europa desde el srglo V adehmte. Eu sus areugas c:mtrs
los Godos el orador Siuesio, ya cita.do, esolaruaba en 396 ,¡ai
de nosotros el día en que sus ejércitos y su je.fes, que viveu
ahora del sueldo que les pagamos, se amotinen contra noso-
131

tros y se juuteu 11 ellos su:1 m uchos compatriotas esclavos des-


parramados eu todo el Imperio!• Despues de Sinesio siguie•
rou llegando a millares coD sus fami lias a cultivar esas tie-
rras como propias. füa fué la plebe rústica que trnsformó la
lengua de Virgilio y Cicerón.
Como ejemplo de palabras castellanas derivadas dP,l bajo In•
t(n o latíu ,ulgar le recordaré burgo q ue viene, dicen, del la-
tin rústico b"rg«s. Todos las !eug uas germanas poseen pula•
bl'8s derivadas d e uou antigua raíz iudogermana bliergli que
ha dado origeu a vo<'es quo significaban ciudad; lugar prote·
gido, altura, etc. En gótico Lay varias palabras venidas de esa
radical, entre otras borgs, escrita ba(U"gs, q ue significa precisa-
mente ciudad.-&.,1tarse. En latio liter11rio existe el verbo
.sidere=estar seot.ndo, pero que por eu fo rma ni su significado
corresponde ni cnstellauo, por lo que Diez recuerda un parti•
cipio arcaico sede11s, sedentis de ese verbo. Pero Scheler en•
contró en escritos de bajo latín el supiuo sedilllm, y desdo en•
touces no ha quedado duda de que existiría en esos tie01pos
de barbarie t riunfaute nlgún verbo rnlgar cowo setlitare, ,·. g .•
el que pasnodo por sodlare, sería el padre del set,tarse ('llStella-
110. Niuguno de e os verbos ni su pinos expresa la acción de
seutarse, el acto d t1 tomar asiento, que tiene el verbo gótico
sila11 y especialmentt1 s u compuesto ga s,tan. -Muta=trib uto
y 1111ctari1t-.~cobrador de contribuciones. fuerou palabras Apa•
recidas sin que se sepa de donde eu la Italia bnrbamad n. No
podían ser corrupción de palabra culta la tina, porque uo ha•
bfa ninguno que se les a semejara; pero tampoco faé ioveuto
de los italianos rústicos sino que eran palabras de los extran-
jeros que alli llegaron como seilores, imponiendo tributos o
mota, como ellos deci.a u, y percibiéndolos por medio de i;us re-
caudadores o motaris, palabras góticas que los pendolistas la-
tinos escribían a s u modo.-Treg14a; del latin bárbaro, aunque
hay q uien confiesa que puede venir del alemán /,-itca, que
significa leatad, fidelidad , y del alemán la tomaron los latinos
de ese tiempo. La palabra espaílc.la tregua, !a italiaon d e igual
forma, In francesa treue, In. portuguesu lrer¡oa significan pacto,
<'ouvenio, acuerdo parn zanjar controversins, ante!> que fideli-
dad, y aquella es también In significación d e la vo1. gótica
lriggua. -Gruta, del bajo latín grnpta. Los Godos decían grot
o hrot por un lugar abrigado o pvr el techo de las habitacio-
nes .Et sic de cateri$.
NICOl,.\S PA l,ACIOI!

4. bnuuotA DEr,os Gonos EN LA FOR!lACIÓN os LOS


ROMA~C'ES ma~tO1ONAT,ES.

a) Le decía en roi anterior que los Godos habían contribu1-


do a la formación del idioma it-aliauo y del fran cés del sur o
langue d'oc. llamado también provenzal, del cual deriva el ca
talán moderno. Voy a darle algunas pruebas.
Respecto al italiano, recuérdese que Italin fué habitada y
gobernada por tribus góticas, con fortuna "aria, d esde los pn
meros anos del siglo V hasta mediados del siguiente. Eu esos
ciento cincuenta on.os el romance nació allí. y bolbuceandolo
llegaron a su rt=ino d e Toloso, primero los Visigodos y luego
sus hermanos los Ostrogodos. A mediad os del siglo VI lleg11ron
a Italia los Lombardos, de la millmn raza que los Godos y de
lengua ttutónicn, a u nque d e diferente familia . Los Lomlm-
do:; se consumieron en ese país y su d ominio duró basta el si-
glo \'IU.
El romance que opnreció eu Italia se llamó lombardo al
¡,rinci¡,io,y luegotoscano;peroes de creer qao fué sólo el dese
rrollo del lenguaje que eu eaa región había comenzado a for
morse durante la estadía de los Godos. Ésa sll posición explits
103 hechos siguientes: eu el siglo VIll uo espanol y u n italia
110 ¡,odian entenderse directamente en 1·omnuce., según docu
mem o citado por J. E . Har12enbasch. César Oautú, cita vario;
<locumentos de lutfu vulgar d e ese siglo, en los cuales las pa
l:1bras vulgares anotadas son ta uto espanolas como italianas y
ulgunas de ellas sólo esponolas, como fué en vez defi,, y otras
q ue hoy sólo se osan en poesía, como ,·ío por jiume. Fué de
un emperador roma no de oriente eu el sigl<> VI , de quie n ha
'luedado ea documentos el más antiguo Cuturo verbal cons•
traído a la manera iótica, el íoturo darás, que en italiano mo-
derno es sin s 6nal ec la segunda d e s ingular. En los dialec•
tos mociernos del corte de Italia, asieuto d e los reyes godos,
quedan n la fecha muchas palabras espitfiolns: al arliculo el,
l"i reflejo se, la preposición de; asimismo tod os los infinitivo!
terro iuan en r, como en espanol. ·
Se oyen hoy día, aunque erau mds comunes en los dialec~s
urcaicos de dichas comarcas italianos, muchas palabras espa·
1'1olas, como razón, forastero, camisa, templo, etc. La suaviza·
dón dt> la t latina cambiándola en d, eufonizacióu que es es·
,anoln y no italia na , como en los participios, que en esos die·
lect-0s t~rm ina en do y no en to, que es la terminación italie·
,w; eufonizACión que se usa t.ambiéu en otras palabras como
lt.\ZA Cl;IILl-:N'A

sal11do, saludar, ca<ie11a, serenada, ciedo, et,c. En dialecto véneto


se suprime del todo la d derivada de la t del latín en muchas
palabras, como de<>, caet1a, croo, sea, monea, etc., tal como en
chileno. En ese mismo di&lecto italiano las letras s, o y z t:st.An
reducidas a la s chilena y a un sonido algo sordo en algunas
voces. En todas esas palabras el italiano conserva la t del
latín. Los filólogos de Italia admiten la influencia del proveo•
zal pnra explicar la formación del romance de su país, pero no
recuerd1rn que los bárbaros salieron de Italia para ir a esLable•
cerse en el mediodía de la Francia, por lo que los mismos
hombres iniciaron los dos romances.
b) Como prueba de que el proven1.al fué creado por los
mismos bárbaros que formaron los romances espaíloles, copio
a con1iuuoción una parte de los dos primeros artículos del
código del Gay saber o Gaya tiet1cia, como llnmaban e$paflo•
les y provenznles a la poesía, escritos muchos siglos después
que los Godos habían salido de Francia, y en los que el ro•
101\nce que ellos dejaron allí babia suf.rido lo influencia del
frnncés del norte o lengua d'011:
•Et1 la primera part tractarem de la ma11eiras de troban ....
,E1, la st:gonda particla tractareni de bordo11s, pausas 11011as
rimadas, de rims de coblas, -verses, chansons, dansas, ...
Algunas de lt\s palabras de, esas frnses que no son de caste·
llsuo moderno lo sou del arcaico, como bord<ms:=versos; verses
=estrofos; cob/as=<:oplns; part=parte.
Esns frases estáu en francés y como se ve. ni la Cormn de
las voces ni su sintaxis son francesas, sino catotellnnes o ponu•
gu11ses modernas.
La iuflucmcia del romanct! septentrional de Fraucin sobre el
prove11;,.nl se dejó sentir especialmente en su fonétiCA, lo que
he dndo origen a falsas interpretaciones r especto n la pronun-
Cillción del castellano antiguo.
Los Visigodos dejaron al norte de los Pirineos palabras que
aceptó el lenguaje culto, por lo que quedaron documentadas,
pero que en la Península no lo fueron, aunque debieron
persititir en el habla de los iletrados y con ellos llegaron
hasta Chile, de lo que ofreceré más adelante algunos ejem•
plos.
Como p ..oeb11 de que el castellano se formó principalmente
en el cerebro y en la boca de los Germauos establecidos en
Espaflo, y no en el cerebro y boca de los IberOP, <lehe tenerse
presente la trtrnsformación dirigida bácia el gótico que sufrió
In conjugación lntina, ya qoe el verbo es el habla. como dicen,
y además el hecho muy elocue11te de que las palnbras que pa-
Pnron del gótico al castellano ar,arecen con muy cortas wodi•
1-10 'SlOOLÁS PALAClOS

ficaciones, mientras que alguáas de las del latín han quedndo


inconocibles, como se verá más adelante.
e) Para los que estudian los movimientos de las familias
buruaoas, sus causas y sus consecuencias. no bay acouteci-
miento müs interesante en todo lo que el hombre conoce de
su propia historia como aquel choque de las razas del norte de
Europa con las meridionales del mismo continente. La exten.
sión inmensa del teatro eo que se produjeron los acontecí
miemos, la duración secular del drama, sus magníficos episo-
dios. y la circunstancia de ser los protagonistas la ra;r,a cuas
culrn y refinada del mundo en esa fecha, y la más ruda y bár-
bara de Europa, dan a es,, luohu gigfllnesca las µ roporciones
de la más grandiosa epopeya que registran los anales de la
humanidad.
Parn lo:! biólogos, aquella lucba A. muerte entre dos razas dt
la Lu:smn especie zoológica es un fenómeno natural' y que !t
repite incesantemente eu toda la escala orgánica. Es la eterna
ley del perfeccionamiento de los sel'es organizados sin excep•
ción, de la célula al hombre; es In admirable lucha selecti\"a
descubierta por Dnr\vin; la ley de la superviveDcia del mas
apto formulada por Spencer, tau universal e ioeludihle como
la de la gra,•itacióu. Sólo cesa In lucha e11 las especies gronta:
n extinguirse.
Por sobre los incendios de ciudades, los degüellos de pue•
blos, los torrentes de sangre, los mares de lágrimas, las impre,
cnciones de los vencidos y las elegías de sus poetas, los biólo-
gos contemplan entusiasmados aquella esplépdida prueba de
vitalidad de la especie superior de los vertebrados, y sus aplau-
sos calurosos y sin reserva sou para el vencedor de la jornada,
para el que eu lid gloriosa mostró el inext.iuguible vigor que
reservaba la especie en su ra1.a predilecl.n.
Los bárbaros rubios no sólo fueron destructores de hombres
y ciudades, sino que su sangre y su alma fueron el fermento
vital de aquella gestación poderosa que de entre ruinae y he-
catombes vió alzarse la civilización moderna. Eu een tarea
de resurrección de la humanidad caduca, tocó a la familia gó-
tica la contribución mds caudalosa de la sangre joven y vh·i•
ficttute.
La fall-A del conocimiento de In lengua de In familia gerwli·
nica que se estableció primeramente en Italia, luego en el sur
de Franci11 y por, fio en Espaíla, cuando en esas regione!! npa·
recieron los romances, ha sido la causa <le que el estudio cien•
tífico de estos idiomas sea hasta la fecha muy deficiente, y la
filología moderna tendrá que rever tod\) lo hecho y modificar
grau parte de la obra uutigaa.
l<AZ.A Cllll.ENA 1-H

5.
a) Es verdad que el lenguaje del campesino, del chileno que
no ha aprendido en la escuela o en la ciudad el castellano es
exclusivo de upestro pafs. Algunas de nuestras palabras se
usan tambien aquí o allá en algunas proviucias de Espana o
países de la Améric.-a latina; pero la lengua en su t(\talidad,
con sus voces, fonología, morfología y sintaxis particulares es
herencia privativa del chileno. Efectivamente, nuestro dialecto
era el hablado por los conquistadores de Chile, de lo que espe•
ro convencerlo en el curso <le la presente.
Para darse cuenta tabnl del lenguaje de Pedro <le Valdivin
y de s us compafleros y s uce-so1·es, hay q ue tener pre-sente estas
tres consideraciones:
l." El espnnol escrito en la Península en el siglo XVI, en
que empezó la conquista de Chile, era un idioma literario de
relnt.iva reciente creación, que el pueblo iletrado todavía no
hablaba allí.
2." El iriioma que aparece escrito en las obras de ese tiem•
po no se prouunciul,a entonces como lo pronuncian los espa-
ñoles a la fecha, por lo que tiene rozón Puigblunch al rlecir
que si fuera posible oir hablar a Cervantes o a L<>pe de Vega,
noi; parecerían extrnujeros por su acento.
8.ª Que el carupesino iletrado de Chile ha recibido su len•
gua por tradició11 oral de padres a hijos, por lo que uo es ex-
tl'aiio que uo bable el castellano actual, que los conquistado·
res, s us padres, no conociao por ser iletrados en so grao ma•
yorfa.
Eu el curso de la presente eucootrará Ud. la comprobación
de las aserciones anteriores. Hay además constancia histórica
de que tanto los mestizos como los indios que aprendían la
lengua castellana la pronunciaban como lo<J conquistadores, no
como los letrados. El padre Ovalle, nacido en Santingo en
1601 y muerto en 1661, t--rat~udo en su Hisrorica Relación ( Co·
leccióii de H-istoriadores, tomo 12, pág, 166) de la semejanza
de los mestizos con sos padres europeos, dice: cni en el modo
de hablar, ni eo la prononciación (difieren), y esto no sólo en
los meztizos. sino también eD los mesmos indios de aquella
tierra, los cuales cuando se crían entre nosotros, 1:ortan tao
bien la lengua espatlola, que ni en la frase oi en el modo de
pronunciar ni en los dejos se reconoce diferenoia PlgllllR>.
Esas expresiones cla pronunciación>, clos dejos> se refieren
seguramente al modo particular de hablar de los espai\olee de
NICOLÁS PALAOJOf;

Cliile, pues Ovalle escribió en Europa, y era, ademM, gran


latinista y literato.
Aquellos hombres que no sabían ni firm1trse, habían apren-
tlido igualmente de boca de sus padres el bubla que usaban,
por lo que su idioma represeot.aba el escrho en la peoiosula
en tiempo anterior ni descubrimiento de América. Bien cono-
cido es el hecho 'd e que las mudanzas que sufre un idioma
liu,rario llegan con mucho 1'81.9~0 al pueblo analfabeto.
Para e11coutrur, pues, uuestro rlialecto, que era, como e.reo
seguro, el que bnblaba Pedro Valcii via, aunque uo el que es-
cribía su secretario el b1tchiller CerdE-fla, hay que ir a buscarlo
en los escritos castellanos de los siglos XIV y XII y aun eu los
primeros dooumeutos del romance espanol. En aquellos siglos
quedt1ban en el romance peninsular muchas voces góLicas que
fueron olvidando los literatos, que tenían fija la vista en In
lengua que les servía de modelo, la romana, y por esn 01isu1a
tendencin ibAll recuperando uno forma cada vez más lutiua
las palabras de ese idioma que habían sido demasiado «estro•
pendas• por los Godos.
E!Ws mismas circunetaocias explicau dos de los caracteres
f)el lengunje chileno. Es el primero, el de que subsistun en él
muchas voces arcaicas, u.lgunas de una auti¡:iiednd remota y
e11 mucho mayor número que las apuntadas como tales en los
dfociounrios de chilenismos. El segundo es el de que ueomos
en Chile va.rías palabras de origen gótico que no se h11llon
documentadas en los escritos castellanos de niugún tiempo,
por lo que pasan como inventos nuestros, como chilenismos
verdaderos, siendo, sin duda, palabras empleadas por los Go-
dos iletrados, y que el lenguaje culto, el escrilo, no había
admitido.
b) Como uo es posible tratar aquí todo lo que concierne
a nuestra mauera de hablar, trotaré sólo de alguuos de los
puntos más comprensivos y característicos del dialecto chi•
leao.
Uno <le los cargos concretos que se hnceu al roto chileno
por uueetros compatriotas ilustrados, es el de que nos ,come-
mos, casi todas las d de las palabras castellanas.
Los ei<tranjeros de habla castellana dicen que todos los rotos
chilenos, ilustrados o no, tenemos esa teodeucia voraz respec·
t.o de In d; y los extranjeros de idioma diverso del espanol
afirman que eso es una condición genornl de este idioma. Pero
es la verdad que el roto iletrado no sólo debilita el sonido tJe
dicha cousquante, sino que la suprime del todo en varias po·
siciones.
El valor fonético linguo-dentnl de la d es uno de los que
ruayorea modificaciones l1a sufrido eu el curso del tiempo y a
través de lns di versas aptitudes vocales de los pueblos.
Eu las dos lenguas mfltrices rlel castellano, el valor de esa
letra venía sufriendo desde Rnt.igoo idéntica transformación:
wut0 en el latín como en el gótico teudia a perder so canic-
ter explosivo, fuerte , y. n tomar uno suave, semejante al de
111 z, o mejl'.>r ul de la th inglesa, en sus dos valores, y más
111rde concluyó por desaparecer completamer.te, primero de
In pronunciación y después de la escritora en mochas pula-
b~as.
En el latín antiguo, de siglo y medio o más antes de J. C.,
se escribían con d 6nal altod, magistratud, dictatored, si,prad,
publicod, ~te., pero es probnble que ya no se prouuuciarau,
por lo que en el latfn posterior a esa fecha esa d final se su•
primió tnrnbiéu de la escritura. Igual debilitamiento experi•
mentó esa consonante e11 medio de dicción cunado ern seguida
a
!le otra dental: rodtnm1, cadtus. etc., pasaron 1·ostr11m, castus.:
nsimismo, cunndo era seguí-in de una s como en pelis, pccuds,
iltC., ql1e se escribitron después pess, pec11ss, para llegar, final •
mente, a 2,es, pectts, en el latín cltisic'>.
En cuanto ni gótico, no se puede seguir In bistoria de sus
variaciones fouéticas o gráficas, porque sólo l!e posee un docu•
mento importante de dicbo idioma, una parte de la Biblia que
tradujo el obispo godo Wol61a, en el siglo IV de nuestra era,
cuando estos bárbaros moraban en el s uroeste de Rusia, .na•
uuscrito conocido con el nombre de Codea; Arge11ittS, Libro de
Plata, porque está encuaderuttdo en plata maciza, libro que se
conserva como reliquia en la Universidad de Upsnln, en Sue•
cio Los otros documeot.os en gótico son poco exteosos, t-al vez
COE'táueos o muy poco posteriores al Oodex. Sin embargo, oóta-
se en ese códex que no e."tiste la d explosiva Hngoo-dental, con
caracteres de fijeza en las variaciones morfológicas de las pa•
labras que la llevaban, sino en principio de dicción, y cuando
seguía a las consonantes ti, r, l, z. Entre vocales, aunque se es•
cribiera d, su valor como souido era el de th suave iuglesa.
Al fin de 1,1alabra Wulfila ei;cribia do tk, al parecer sin regla
6ja, prevaleciendo la primera sólo e11 el evangelio de San
Lucn1:1.
Esa era In precaria cóndición de dicha consonante ni tiempo
eu que los Godos arribaron n los pníses de habla latina. La
tendencia de In d a s uavizarse, n e:1tumarl!e hasta desaparecer
encontró aruplin frauqui cin en ar¡uellos tiempos de graudes
tempestades creadoras que los literatos dejaron pasar agacba-
d~s y mudos, y favorecida por In otra tendencia goJa a siru-
phticar y acortar las voces.
14-l X I COl,AS l>ALAC J OS

Pronunciaban pues los Goclos sin d mochas palabras latiu 83


que la conservaban , y así mutiladas tomaron plaza en el ro
:aaoce castellano: turbio de lurbidus, limpio de limpidtlS, hoy
de hodie. ver de uidere, ruhio de rtfbidu$, fiel de ftdelis, caer d,
cadere, R de ad, creer de credere, escam¡.,ar de discampar6, el(
Eu espaí\ol antiguo eran mucho mas numerosas, pero los eti-
mologistas latinizan tes, desde qae empezaron a asomar en pó
blico, iniciaron sus reclamos grit-ando ¡al bárbaro! ¡al rúslfoo'
¡al ignorante! y hubo qnieu les creyó. Restituyeron pues mu
chas de esas letras que había sido suprimidas, anotándolas en
s us escritos, y de la escritorll pasaron nuevamente a la pro-
nunciación .
E~a flojedad o negligencia en la pronunciación de la d, d~
bida sin duda a caueas fisiológicas vocales, trajo en espanol ei
cambio de la d latina por otras consonantes de más fácil art1
culacióH para los Godos. Es frecuente en el romance castella
uo In suslitución de la d latina por la l: cola de cauda, esquela
de scheda, olor de odore, ralea de rad-ice, etc. También esta
mut.ación era más frecuente en castellano arcaico; Juan Rulz,
poeta del siglo XIV~ escribía Sábalo por Sábado; en el Fuero
Jr1zgo y otros eecritos de ese tiempo se dice meleci1ia por medi-
cina, como decimos en Chile. Del septimana latino salió pr~
mero sedmana, luego selmnna, que se convirtió eu semaue.
ns{ como de Adefonsus salió .Alfonso. Gonzalo de Berceo escri-
bía lexar por dejar en el siglo Xll.
Uoa de !as numerosas formas eu que aparece documentado
el nombre de la ciudad que es hoy capital de España es JJ!ai-
rit, en que se ve perdida la primera d y sustituida la última
por una t, treta literaria para obligar a que se pronunciara la
d final, pues aquella t sonaba sólo como ésta. A pesar de esat
creo que los Godos prouuuciaban Mairil, que es como la pro
nunciamos en Chile, porque la l final queda en el adjetive
maarile,io, habiendo sido restituida la primera d posterionueo
te. De la misma manera la voz ardid debería ser ardil en ot
principio, puesto que persiste esa forma en el apellido AnlilM,
forma que nosotros conservamos en el sustantivo y en el ad·
jetivo: ardil, ardiloso.
Con lo anter ior estamos ya en aptitud de explicarnos algu·
nas de nuestras palabras más extrai\as, como el adverbio
airel=adrede, que ni stquiera se atreven a anotar los diccjoua
rios de cliilenismos, y n uestras voces ailante, alm.itir, alber·
siá., etc.
La dificultad que tenía el Godo para pronunciar In d Jiu~uo•
dental explosiva, subla de punto cuando esa letra entrab.a en
algunas corobiuaciones, v. g. en dr.
1-15

En gótico hao quedado documentadas muy pocas palabras


con esa combinacióu, sólo unos cuantos verbos y uno que otro
nombre la llevan y eso en principio de dicción. En medio de
palabra solamente se encuentra después de n o l, situación en
que, como he recordado, el gótico hace uso de esa letra: yen-
dre, allá; .stmdro, separadameute.
Es aun probable que la d,· los Godos In pronuuciarnu como
s menudo la pronuucian los ingleses, enic·ulándola con la
punta de la lengua y la parte anterior del paladar, por lo que
el sotÍido dental no se percibe, oyéudose sólo unn ,. particu-
lar. Así el gótico dri11i•a11= beber (anglosajón drinca11, inglés
to drink) creo que sounbu ea su boca m t.s como ,·itican que
como drincan de la maners '}Ue los ingleses pronunciau drit1k.
El Godo apeló para salvar esa dificultad a varios expedien-
tes eufónicos. El más común fu é el de anteponer una i a dr, y
usí declan o por lo menos escribían Peidro, Peidrez. Pero es de
creer que esR d no la pronunciaban en los primeros tiempos,
pues ese nombre aparece escrit.o Peyro al lado de Petn,s en
lus documentos priruilivo en que se ve ni latín nlteronr con
el romance nncieute (E . Gorra, Li11gua Spagnuola, pág 15.)
Ell not0bre Pedro sólo aparece en documentos muy posterio-
res al siglo X[, y sólo en el siglo XfV o XV se afirmó en la
escritura al lado de su forma sincopada Pero. Ea los nuterio-
res puede notarse su forma insegura y vacilante, pues es tá es-
crito <le varias mnnerns en un mismo documento.
En la donnción que Mari R oiz, de Castilla la Vieja, biw e u
1173 al hospital eu que se ~oraba, se lee: c:morndor e11 el hos-
pital '1e Sant Peidro de Cardeuua> (un=n) cdamos n vos don
~lnrtlu Abb,n e a los mouges del m onasterio de San Pedro de
Cnrdenna, et a los que vernao después de vos>... Entre los
l'Olindnntes de las tierras donadas figura un Miguel Peydrez,
~crito más 11bt1jo ~ligael Perez, y otro Pero Sancio. En el có-
riice del Poema del Ci<l perteneciente a Pidnl y ~Iou, el más
antiguo de los que se conocen, escrit0 antes de 1310. sólo en
una ocasión (verso 363) se lee Sant Peydro; eu las demás pnr -
tes siempre Snnt Pero. Pedro Bermúdez, el insigne varón del
Cid, se encuentra escrito muchas veces P ero Bermuez, una
sola Per Bermueü (verso 1841) y dos veces Pero Mudo (v. 3302
Y3310) aludiendo al significado de s u apellido; nunca Pedro
Bermúdez.
En varios otros documentos de Castilla la N neva del siglo
XU se encuentra escrito ese nombre Peydro, Peidro, Petrus,
Petro, Pero y Per y los patronímicos Pelriz, Petrez. Pey<frri.
!I
146 ?- ICOL,\~ PA.l,ACI OS

Pedrez. Un Pedro Pérez figu ra ya como testig-0 eu 1183 r.


una donacio11 de Pedro Ma u rique a la orden de Calatrava.
En escritos de esos siglo!! se ven tambiéu Piédrolas al lad
de Piérolas, Didaz había ya cedjdo su puesto a Díae.
La forma Peiro del chileno es pues la más arcaica del re,
manee castellano. En el djalecto véneto queda Piero eli \'t
del Pietro i1alia.no. Los proven zales escribían por esos tiemJX»
Pefre y · sus analógicos mayre, payre, peira. Los diptongos ai
ei se pronunciaban en P roveoip. e,• según los filólogos. ¿ú»
. habían pronunciado siempre así? Es largo este tema de b
diptongacióu de las vocales latinas al pasar a los roman~
pero esa e latina que hay en Petms. y en esa situación, no¡-¡
convit-tió n unca eu ei siuo en ie, quedó sin modificación. 1':
fo rmas Pietro italiana, Piero véneta y Pierre francesa, sot
11justadas a Ju reglas; pero la provenzal, la española arcaica,
la cb.ileua quedan sin e~-plicacióu si uo se acept.a el origá
eufónico que le he senalndo. Eo nuestra palabra pi&ira=p~
dra, hemos diptongado la e breve latina segúu las reglas, per,
hemos ai'ladido la i eufónica. Es esa la manera de explicar 1,
oreseucia de la i en airel, a_dmitienclo una forma intermedit
ria aidrel, forma que suele oí rse, aunque raras ?e<:,es, enti,
nosotros, y que es analógica de Pt:idro. Luego veremos 01n
de estas fes allegadizas, que no tienen otra razón de ex;isti:
que la dicha. A uo oído ejercitado no le es difícil oir un teno•
apéndice linguo dental antes de la r en nuestra voz P eirO!
sus analógicas ma:ire, paire, etc., en la proounoiacion de IO!
colchagüinos l curicanos especialmeute.
Las formas 1nar~. pare y otras atlalógieas de Pe1·Q, que sut
len oírse eu In peoiosula, sou de creación posterior a las 1,uet
tr&s, como Pero lo es respecto de Peyro.
Nuestras inflexiones verbales tenré, tenrfa, ,·euré, venrlt
etc., creo que eran las del habla común en Espaí1a, aunqll'
hasta el siglo XVIII solían escribirse, como:era de regla en~
primeros siglos, ter-né, ternía, verné, ve-n1ía, y lo creo asi por
q ue aq uella es la forma ,nás lógica según los antecedentes n
cordados, y porque al norte de los Pireueos se dijo y escribi
siem pre tenré, V<">Wé, etc. El verbo poder bacía su futuro y s:
pospretérito poyré. JJoyria en la Provenzn. como se conjuga e:
chjleno, e1,1 la ftlcha en que la escritura de la Península a~
rece con la forma a.ctulll o i,oderé, po(l.e,-ia.
Siu sali_r de, este tema hay toda vía muchas otras palabras di
nuestro dialecto que sólo quedaron documentadar en proveo
za} porque fué el primero de los romances qne se bi-zo litel1
, rio, conservando las formas más arcaicas de algunas palabrt
]atinas eufonizadas por los Godos; pero con las apuntadas P'
RAZA CRll,E-NA 147

drá Ud. convencerse de que uo hemos corrompido, como ee


asegura, esas voces castellanas.
En otros casos los Godos recurrían para ahorrarse la pro•
nuuciacióu de dr a cambios hoy iuexplicables; así llamaban
Esigrio al santo y sabio obispo godo que llevaba el nombre
griego de Isidro. La palabra latiná pigritia fu é aceptada sin
ynriación fon.é tica en el castellano antiguo. siendo reemplazada
pqr pereza sólo desde el siglo XIV. A la fech a creo que no se
usa la forma latina sino en chileno, y casi únicamente en la
frnse cte come Ja pigrisia..
Nuestras voces vig rio, vigriolo, etc., tiene como se ve an-
tecedentes analógicos.

6.
a) Antes de citarle documentos literarios eu comprobación de
que el espntlol nrcaico s uprimía la ,t de muchas palabras que
en el espailol actual la llevan, debo recordarle que tales doct?-·
menlos (ueroo escritos por pérsooas que poseían la ú nica ilus-
tración literaria de aquel tiempo, la latina., por lo q ue al escri -
bii; ei lenguaje corriente deburían tener presente la escritura
de aquel idioma, y así e~ romance escrito sería más latiuo que
el hablad.o por ellos mismos, y mucho más que el hablado por
los iletrados. No es inverosímil que les sucediera lo que se
cue11t-a del dómine colcbsgüiuo que, corrigiendo In plana.a uu
escolar, le deqía en tono de r-eproche: csordao s'eh cribe cou l
y con d».
Ha de tenerse prP.sente asimismo, para apreciar el valor
cronológico de algunos escritos espafloles arcaicos, que los
meouscritos más interesantes han '3ido retocados con el tin de
cambiarles su ortografía primitiva por otra en uso a la fecha
dt! In corrección. El manuscrito de El Oíd, antes recordRdo,
ha sido corregido en varias ocasiones con aquel propósito, y
sólo mediante procedimientos químicos delicados ba podido
reslablecerse su or~graUa primitiva, de 1307, según se oree.
Del beobo de que el idioma hablado en E spaila en los pri-
meros siglos de que uos quedan e¡¡critos eran más gótiro por
sus \..Oces y po-r su fonética bny numerosas pruebas.
Muchas palabras de origen germánico que se eucuentran en
103 primeros escritos castellanos fueron sieudo J>.lmlatinamente
re"mplazadas por otras de origen latino: ardido del gótico
hard14i cedió su puesto n esforzado, nnimoso; guisll de toisa, lo
cedió a manera, modo; fisgar de jiskf:m, a pescar; adrrunar
{palabra híbrida del latín ad y del gótico r rma=misterio, deli-
beración secreta) a adivinar¡ mat.nlotaje, Wbrida también, a
L-18 SIUOI..Í,S PAl,.-\Cl0$

provisiones, etc. Además, debieron usar muchas otras palab11.,


de origen gótico que no aceptaron los escritores, q ue 1>ólo que
darían en el lenguaje hablado por los Godos de Espano. Algu
nas de ellas aparecieron por primera vez en escritos castella
nos aquí en América, por lo que los diccionarios las dan coni.
americanismos, como invenciones de los conquistadores aqa
en el nuevo mundo conquistado por ellos. De esta clase sot
guazábara, sorpresa dada por los conquistadores a los indios, 1
que viene de hwasaba, Mita, repartimiento de indios. Eo
antiguo esp1nlol se decía mita por medida, pero la acepciót
dado en América a esa voz no era conocida eu Europa eu t
lenguaje escrito. Mita es palabra gótica, de mitá,11 que ,·alt
rept1rtir, dh•idi r pura distribuir. Tranca. en el sentido de em
briaguez, es el drnt1k góLico, de dri11kán=beber, trank en a!f
man. Guaraca, además del látigo con que se ejecuta, signi6u
el acto de perseguir a azotes, y así se dice ,conerle guaraca,
por perseguir o ahuyentar a alguien a azotes, del gótico wral.
= perseguir. Hay vRrias otras eu ese caso, las que emplearo:
unturnlwente los conquistadores en esta su nuevn patria
todnvía sin Correspondientes.
En la misma Peniosula aparecieron relativamente tard,
algunas palabras de origen germano, pero es de creer que o
fueron creadas en la fecha eo que nparecen en oocumeutOi
siuo que pertenecían al leng-uaje hablado y que aceptó el lilt
rario. Así bast.a el siglo XTV o XV se decía Jol por loco, psh
bra derivadR del f!.Ótico fuls, y desde esos siglos hasta el pn
seote se usa sólo loco, que también es gótica de origeu, pu!!
viene de laiká,i=saltar, hacer cabriolas, loquear.
'A propósito de IR etimología de estas palabras castell1101
fol y loco, corrf!D opiniones diversas entre los peninsulares q01
son muy ilustrati\'&S respecto n los puntos que calza el sabr
en esLa materia. Fol viene, se~úu dicen, del lntín follis=:fuefü
porque los locos se mueven balanceándose, con vaivenes, com
ese instrumento cuando juega su oficio. Oomo no hay t:
alguno de los idiomas a que recurren por etimologías, uioglllll
otrn palabra que se asemeje a /ol y folia {ttrcaico tocan
echaron mano del iostrmnento nombrado, y conformes. fü;
pecto a la voz loco, bau encontrado varias en latín muy pstt
cides: locus=:lugar, luc11s=:bosque, ZIIX=luz, bao sido prt
·puestas por autores grll ves, pero se han desechado en vista d
que no hay cómo relacionar las ideas entre la derivada y esa:
primitivas. Entonces se apeló al latín loqui=hablar, recor
dando lo cbarlataues que son algunos locos. Otro propuso di
la misma lengua ululare=aullnr, porque se dan algunos d1
estos desgraciados que aullau. No satisfecho otro autor, afil'll)i
1-19

que loe árabes decían loccao por locura, y primó esa op10100
hasta que se cayó en la cuenta de que desg~iadamente no
existía tal palabra en á rabe. También se ha propuesto una del
griego: alogos=el que no tiene la razón en las discusiones.
~foolau, que anali-za todas e,os etimologías, las desecha todas,
en 10 que aciert-a, y concluye diciendo: «Más probable e~, sin
embargo, que baya de acudirse a uu origen céltico~, en lo que
verra.
· Como le decía en uno de las carillas a o teriores. esh\n los
cas1ellanos atrasados t-ainbiéo en el conociruieuto de su lengua;
porque esas etiruologios que dejo npuutadas son de los que
llaman por consonancia los entendidos, o de sonsonete, como
decia Eduardo de la Barra.
Para proponer las eti mologías góticas q ue he apuntado he
1eoido e11 vistA no sólo la forma exterun de los voces sino tam•
bién su significado. F11ls está documentado en gótico en la
acepción de sucio, de pútrido. pero hay que recordnr que de
ese Mioma sólo se poseeu los (rogruentos de la Biblia que le
he recordado y una que otra corta inscripoióu, por lo que no
es muy nveotnrado que ee usara tatnbién con otros significa-
dos análogos y en sentido metafórico. En anglosnjón se decía
como en gótico f,,l. de donde el inglés moderno ba obtenido
In pulnbrn foul, que se 1:tplica especialmente eu sentido figura-
do para significar una persona despreciable, vil, de uatu ral per-
verso y repugnnnte. Eu casi todas las lenguas germanas exis-
ten palabras semejantes por la forma y por el significado a lo
gótiCil/u/s. En espn11ol antiguo se dijo folfm y más tarde fo.
llón, t"U tiempo de Oen·antes, palabras en las que se ve el sig•
oificndo traslaticio, pues eran empleadas en el sentido de co-
barde, malandrín, despreciable. Igual significado moral tiene
111 voz francesa fou, la italiana folle, que valen loco en cRete-
llano; la espai1ola, francesa y provenzal /eló11, y la i taliana
f~llone, etc.• etc.
De la idea de cosa repugnante y vii pasó el término gótico
castellanizado a siguificar personn de esas cualidades morales
Ymentales y en tal selltido se escribió por los letrados; pero
un hombre loco, un amente es mas digno de compasión que
de cens uru por su infeliz estado moral; as! quedaron sólo fo·
llbn. fel,m, fcl<mia, et.e., y para Cllracterizar al hombre que ha
perdido su rar.ón se tomó In voz loco d el lenguaje vulgar góti-
co que recuerda cunlidndes externas que uoeovuelveu censura.
El \·erbo lail.:a11 está documeutado en el sentido de saltar y
danzar, pero el ang losajón que conserva sus radicales laca11,
significa no sólo saltar siuo también nadar, combatir, modu-
lar; y el nórdico leika, gozar; saltar, el moverse de la llama, etc.
150 .XIC01.ÁS P,\LA CJOS

El alemán medio leicllen comprende asimismo los siguilicadO!


de saltar y gozar, y otros q ue encierran la idta de movimien-
to. La palabra loeg del antiguo irlnn dés, qae tieue la ruiallll
etimología qae las demds palabras recordadas, significa teroel'(¡
en atención a la actividad muscular mani festada en sus saltQ!
y cabriolas coutiuuns y alegres.
Tengo pocas dudas 1le que la voz espaoola loco, que tiene la¡
radicales de la gótica y demás a;mut.Adas, significó en un prin
cipio lo que sus congéneres de lae otras lenguas. Si los diccio
narios bo le dnn ese significado, en cambio al verbo loqu,ar
dan elde cregocijarse con demasiada bulla y alboroto». Cuantk
decimos de Ull ni!lo que es u n ,loco" porque es juguetoc
brincador y travieso, empleamos esa palabra eu su sentid
primitivo,
b) Foé naturalmente en este rincón de la América llamad
Chile, pauto de cita de los Godos de Espatla, en donde quri
el mayor número de esas voces del lt'nguaje primitivo genm
nico que ellos seguían u~ndo en su_ lenguaje y q ue el cas1t
llano litera.río no empleaba.
~luchas de las palabras oída~ sólo en n ue~Lro país a le fi
cha, los chilenismos verdaderos, y que tienen etimología go~
ca, fueron traídassegurament.e por los conquistadores: botar=
tumbar; botero=el que hace botas; botín; bototo; fut re; 6j¡
(a la); fri sen; frangn ear =conceder, prestar; r egodear; rud0=
intrincado, diiícil; rooa= mala suerte eo algunos juegos; en
seo y causiar=bocado delicado escogido q ue se come ll d1,;
hora, y su verbo; vuudear = roudar; aserse=del todo, corr.
pletameote; fajar o f11j ar Se=trabarse en lucha cuerpo a cut:
po, maltratar; gu aso; g aucho, palabra que creo nacida e
Chile¡ g rasar =allmeLUar la devastacióu de una peste o ctili
midad; liúd0=lacio. sin fuerza, que se dobla fácilmeute; t<
par=poner 60 a una contienda o riila de uo golpe dech
vo. eto.
También son góticas las interjecciones ¡hupa! q ue decimo
cuando ayudamos a alzarse a un n íilo u otra persona, y t
grito de entusiasmo o contento ¡hfa! como el ¡hopa! u ¡boupl
para detener con imperio.
Eutre las muchas costu mbres g9das que conservamos 1"
rotos existe eu lo§ cam pos la de detener t1.I con ocido que~~
con la frase c¡hopa, amigo! p'onde h e va pas1rndo1 ¿Que 110 n
qu' ebtoi Y<> aquH» con tono de reconvención o desafio H
broma. '
El héroe i nvencible de los títere~ de Obile, d on Oristóbs!
aparece eu el retablo desafü1ndo a cielo y tierra y diciendo•
gran des voces «yo soy ciou Oristébal ¡hopa! ¡hopa.! ¡hopa!,
IM ZA O 1:U LE:N A 151

cocorea como gallo y bornea el gorro. Es esa una parodia de


la lllltigua costumbre de los desafí.o s eutre los Godos, coma es
una reminiscencia atenuada de lo mismo h,1 costumbre dicha
de los campesiuos chilenos.
Esa interjección uo la be éncootrndo documeotnda, por lo
que persistió, como tantas otras palabras del mhruo origen,
sólo en el babia, y por ese camino llegó a nosotros, siendo por
tal moti yo mirada como nacida en nuestro s uelo.
El béroe titeretesco agrega generalmente a su nombr.e el del
logar de s u nacimiento, como acostumbraban los <::i-odos: e Yo
soy Rui Diaz el Cid campeador dti Vivar•. El rie mi tierra, de
voz es,entórea, g ritaba: e Yo soy don Cristóbal <if Colcbagua,
¡hopa! ¡hopa! ¡hopn ¡hopn? •
Como Ud. sabrá, los títeres chilenos son unas .fig1Uas dé ma-
dera runs bien pfotadae que tal111dns, con escasa iudumeutaria y
sin brazo!', y el retáblo, que represent.a el ¡mlenque, está redu-
cido a uua coi-tina por sobre la cual las figuras asoman de me•
dio cuerpo arriba.
Las evol uciones y alarde de destreza en el mauejo de las ar-
mas que acostumbraban los cam¡:>eqnes godos que salían a de-
satiar a la lisa, las parodia clou Cristóbf\l recorrieorio amena•
zante In cortiun de cabo fl CJ,1bo y haciendo molinetes con la
cabez11 1 su armn fonnidn\1I"', y lauzú11dose <le punta con todo
el cuerpo como ¡.¡A.ra 1,rasnusar de ¡,arte a parle el enemigo que
se presente, lo que hace verdnderameute cómica In purodia.
Es siempre don Cristóba l uu hombre rubio muy colorado,
y sus enemigos. a quie,nea despacha de unas cuautas cabez~-
das, son siempre pálidos, de barbas negras, meridionales. El
tipo de quintailoua bom-brona y peleadora, doíla Clara, alias
Man1a Laucha, es t~mbiéu meridio11al. La caiHioela de d.icba
eeJlora: •hipa hupa, gurupa, cuobupa, nipa, bu pa, que can•
tt1rrea en tono de zumba y con vocecilln de gallina con estR•
cas, parece ser sólo uno' de los modos de burlarse de O'tra per-
sona sacando consonancias a lo que dice, costumbre ruuy
usada por los Godos. Tanto lo recordado como otras escenas
de uuestros títeres los cr·eo u11 capítulo interesante del folkk,re
gótico eu Espatla, pero su análisis no es de este estudio.
La interjeocióu bQ~a parece ser la primera persona del pre-
sente de indicativo del verbo gótico 1uuopa11-=jactarse. espe-
cialmeute jactarse, de valiente, de esforzado, y equivaldría a
yo me jacto de vencer al que se preseQte, yo reto a duelo.
En rastellauo han quedado de ese origen varias voces, entre
las cuales está el verbo guapear, cuya etimolojria no conocen
e11 Espa.na, y que, según el di ccionario. significa ,ostentar
ánimo y bizarría en los peligros>, pero que en chileno no sig-
152 NICOLÁS PALACIOS

nifica eso sino lo que.el gótico, jactarse de valiente, de guapr


Cuando se clice -en chileuo que alguien es tá guapeando, qut
remos significar que coo sus palabras y su actitud está de~
fiando a poner a pruebas s us pm1os o sus armas, de hombre,
hombre.
Hopa y guapear llevan implícito el significado de ~ritar ,
aliar la voz: no se guapea en voz baja, ni esa interjección ~
acostumbra siuo en alta voz. Aunque htoopan ha quedado ~o!,
documentado tin el sentido de jacu1.rse o alabarse, es posibt,
que en gótico tuviera, asimismo, el signi ficado de alzar In voi
o g ritar. pues el iuglés 1011001> significa gritería, algarada, y i,
verbo to rohoop, gritar, y ui.mbiéu insuJtar en alta voz. t
francés houper envuelve también el significado de gritar. Eo
gótico hay un ,•erbo sio aspiración, 1oopia11, que significa gri
tar , invocar.
Respecto de eausn, recuerdo que en el Perú dan ese no01br1
n un g uiso particular, pero no la emplean en el sentido gent
rnl que uosotros. En Tri~te y otras ciudadea alemanas dt
Aus tria, rdgiones en un tiempo habitadas por loe Godos, uot•
rflro ver en las bos~rías u hoteles de los suburbios un letrtru
con la palabra ja1isse, qa e significa exucuuuente lo mieroo qo,
la nuestra cansa o eauseo, y que iud ica ni transeunte qu•
puede pasar a cualquiera hora a saborearlo. Asi mismo conjo
gau el verbo jausset1. Ni el verbo ni el susLIHlti vo perteneet
allí al lenguaje literario, están en las mismns condiciones qu
los nuest-Tos.
Las ,oces chilenas, y ta:nbiéo las austriacas probablementt
son las góticas kati.sia=eosa escogida, delicjldn especíi1lmtn
te al paladar, y el verbo ka«sian= probar, catar, escoger, pnb
bras de qoe provienen machas ot1'8S en los romances: proveo
zal ca11sir, italiano ciasire, fra ncés choi yfr, y en castelllll){
catar v sus deri vados.
Las· acepciones especiales que damos en Chile a algunas¡.-
labras castellanas, pienso asimis mo que llegaron aqu1 con lo:
cooquietadores. P or ejemplo, listo, que en es panol castizo signi
fica cdili{!ente, prontó, expedito>. tiene entre nosotros, adema:
de las del diccionario, u ua muy part.icular. Cuando alguiei:
dice a otro cCulano es muy listo > acom pal'ta In frase con un
gesto expresivo, alzando las cejas, cómo quien dice, cmucill
ojo amigo• . Es que listo es entre nosotros el astuto, el zorro
el bellaco agudo. ¿Cómo ha podido llegar a tener en Chile 1a
sigqificado eea voz? Creo qne los hidnlgos espal\oles siPmpn
conservaron tradicionalmente a dicha palabra la acepcióc
de la YOZ gótica que deriva lists en gót.ico n o quiere deci·
presteza ui d iligencia., sino astucio, tnaula, enga110. Grita
ltAZ.\ CIIfl.r.)U 11'>3

,levantar la ~oz más ele lo acostumbrado, dice el diccionar io.


En los campos de Chile llnmaa g ritón al ait10 lloróu; pudiera
creerse que emplean esa palabra atendiendo a la elevación de
l!l n>z durante el llanto, pero no es as(; yo que me he criado
hablando chileno. sé que uo es esa In razón del empleo de
aquella palabra: gritón quiere decir en chileno hombre que
se queja por un dolor que no vale la pena, qne se lruuenta o
gime por pc,ca cosa, aunque los quejidos y lamentos no sean
eu alta voz. Gri tón es. pues, equivalente a qoejulJlbroso; ese es
su significad o primiLivo, el <lado ni hombre que alza demasia-
do ln voz es secundario. El ve-rbo gótico gretan, de que viene
el cas~llnno grita,-, significa asiioismo quejarse. lameutarae,
llor11r. El verbo inglés to cry, que tiene la misma etimología
del gótico, signitica también gril-0r y llorar. Verso por estrofa
vino de la Proveuza litel'aria como vimos.
Los chilenismos de origeu gótico deben pues haber venido
de Espana con los conquistadores y serfun rle creación anti•
gun, ()orque n o es posible nd,uii.ir que .iquí fo11mnran pnla-
brns tomadas de su i'1ioma pr:mitivo, olvidado tltntos siglos
antes.
Los cbilenis1nos que pueden haber creado aquí los conquis•
!adores será11 los que se retieren a las condiciones de su vida
eu Chile o a los acontecimientos en que lómnrou parte. Hay
ea realidad muchos de ese origen: Pellojerins= sufrimientos,
escasez, que recmerrin los tieropos eu que pellejos t'ruu go tra•
je, pellejos eu inot1tura, pellejos su cama y pellejos sus libr(ls.
Se snbe que algunas aclas del Ot1bildo de Santiago se las co-
mieron los perros. Andando los tiemµ os empezó a llegar paüo,
pero no alcanr,aba más que cpara lo:3 de 1uisa, , y en los han•
queles y comidas, a que eran muy aficionados, sólo se sentlt•
bau a la mesa priu ci¡,al los que vesUau género. dejando a los
jó\•enes, a los amigos de coo6anzn y J>arieotes pobres la mesn
del pellejo. J.>arch e=los remiendos de cuero de eus vestidos,
aludiendo al parcbe de los l3mbores, y coi.no aquel menester
era frecuente, dió pnra verbo: °PllrCbnr. Las escasas mouedn-S
y las pepitas de oro qoe les tniinn las g11lclia$ aroucauos las
guardabau en pellejos de cabritillos nonatos, y asi las upost.a•
bau a la sota, porque, aunque eran a6ciouaclos como buenos
Germauos, nunca jugaban al crédito, sino Chivateado. Cuén-
tase de Vnldivia que apostó a uua de espada un cabritillo de
esos, que habría sido ya uato, porque contenía 18 mil pesos
de los de aquellos felices tiempos. El montero echó el siete
eu puerta y recogió si1: que a don Pairo se le moviera una
pestatla. Con los pellejos de cabros adultos suplieron por mu-
cho liempo, y aun hoy se usa en lC\s campos, los barriles para
15+

guardar y conrlucir el aguardiente. por lo que no es de extra.


fiar que éste adquiera algún olorcillo a chivato, nombr~ que
· dieron ol contenido. Oou el uso continu&do, empapadas y la.
Yadns hasta sus últilllas fibras. esos odrres perdían 81 fill su cá-
prico aroma, teniéudolo desde entonces como Curados, de
olores ~trníios, y así tambiéu llamaron a los prójimos que se
remojall y enjuagan por el mismo procedimiento, añadiendo
a veces para que no quedaran duda respecto del oril'{en de ese
chilenismo, la frase. también chileo{l., Como cuet·o. Sin nndar
forrado en pieles era par-a los Godos siuónomo de estl¼r cómo-
do, i1.brign<lo, provisto, estar Pelado signi6.::ó lo contra do, y eu
el oomiuente conquistado por ellos. pelar es desnudRr de su
buena fama al prójimo. En Chile usaron eu ese sentido fra.
ses ,nás enérgicils. como Sacar el pellejo, Saear el cuero.
Amelll.l1.a terrible rle uu Godo encoleriiado era la de Te saco
el odre .
U;;a11los en Chile nlguuas pah1bras que, aunque todR,•ía las
iraen los léxicos, no las emplean en nioguna parte a la fecha.
comQ v. gr. fajina eu el sentido de toque alegre cou el que se
despierta tt 111 t.ropa al alba. en los cuarteles y por e....:tensión,
el que cttusa alegría, como el de mucho. Los etimólogos pe-
uinsulares ui se acuerdan de esa voz castellana, Prnbablemen•
te creen que es sólo un empleo extravagante de la otra pnlnbm
fajina que viene del latín fa.sci11a, baz (de ramas); pero no es
11si: fojiua es palabra de origeu gótico que sigui6co alegria,
como/aj-i11ó11 es alegrar o alegrarse.
Puede asimismo uot.arse que en chileno empleamos de pre•
ferencia lila voces castellanas d,e origen germánico eq lugar de
httl siuóuimas de origen latino: agarrar, ag11antar, aguaitar,
gutmta<la, ganas, mara1la., matrero, gre.sca. pata, treb~jo, zalfl·
ga1·da, votar en el sentido de sufragar, et<:.
Con ;.sta palabra uotar les sucede a los etimologistas espa•
11oles lo que con fajina y varias otras que estan en el mismo
caso, esto es, que tienen homónimas, ,1 oces con igual forma,
pero de significado y origen completamente diversos. Parece
que consideraran más importante la forma que la idea expre·
ssoa en las palabras. Hay en castellano dos palabras voto, 1100
derivada del latíu votum=promesa hecha a los dioses, de 110
i;ere=prometer algo a lns divinidades, de cuyo origen, sou las
Mstellanas voto sagrado, hacer ¡¡otos, como de castidad, de p-0·
breza, etc., y el adjetivo r;otivo. No hay verbo simple para ex·
presar esa acción. El verbo votar, dejar constancia de su pa•
recer u opinión por medio de cédulas o de otra manera, y el
s ustantivo voto, su cognado, uo tienen ninguna relación idea·
lógica cqn los anteriores, son otras paJabra'3. ¿Cuál puede ser
RAZA. OHILBSA 165

la etimología de esta!.l últimas? Hay en gótico una serié de


palabJ'l\6 que significan parecer, testimonio, opinión, etc., y
que tienen la misma radical que voto, aunque ampliada, hecho
muy frecuente en lingüística. Así: uittuodi=testimouio, v#woz$
=as~veración, vitwodia11= testificar y variae otras, escritas
tRmbién con w inicial. Dejo sin respuesta la pregunta. La
lingüística no es ciencia matemática, por lo que en estas ma-
teriae caben pareceres discordante~, que no discuto por !nlt-a
de tiempo, espacio y autoridad.
7.
a) El Marqués don Enrique de -V illeoa, el Nigromántico,
decía en 1433 en su 11rte de T1·01Jar. «La ochava, Como se po·
oen algunas letras, e oo se prouuoeian: e otras se pronunci11n,
aunque no se poueu>. Y refiriéndose al débil sonido de la d,
al1ade más adeJaute: cE porque la D cuando viene cerca de O
siguiente, suena débilmente, afladiéodole una G como por
decir portado, portadgo; Infantado, lnfcmiadgo, e entonces
suena la D». Varios ardides como ese empluaron los escrito1·es
para latinizar la fonética del castellano primitivo, pero los anal-
fabetos seguirían diciendo portao, i,,jantao.
En el conocido Di<ilogo de la$ lenguas, escrito durante el
reicado de OarJos V, y atribuído a Juau Valdés, a propósito de
est-a misma letra, se enci:entrn eete pasaje:
cMaTcio.-¿Por qué entre vosotros unos ponéis unas veces
uno 4 al fiu de las segundas pérsonas de los imperativos, y
otros siempre la dejais, escribiendo unas veces tomá y olras
lomad; comprá y comprad¡ uuas comé y otras comed?
cValdés.-A los que no la ponen querría que pidiésedes la
causa, qu~ yo que la pongo1 bien os la daré.»
May8os escribía en 1737 en su obre Or-ig~1zes de la leng,,a
espa,1ola: iD quitada del fin, ad, a; volá, leé, oi, por la figura
apócope, eu luga1· de uolail, leed, oid, es muy frecuente eu los
que aman la suavidad; y singularmente en los poetas. maes-
tros de la dulzura del decir>.
En castellano moderno sólo se suprime esa d de los impera-
tivos cuando lle.van el os euclític-0: amaos, temeos, e'Xcepción
hecha de idos, CQmo recuerda Bello.
b) Pruebas documentales de la supresióu de esa consonante
eu variadas posiciones en los escritos antiguos las hay innu-
merables.
El Cid se dirigía a Burgos, en donde los burgaleses y bur-
galesas esperaban asomados a las ventanas para ver pasar al
héroe, que el poeta describe como de hermosa figura varonil;
156 ~tCOLÁS PALACIOS

mas como el Campeador fuera rodeado de sus varones, según


costumbre goda, el poeta exclama dirigiéndose a elJos: cexien
lo ver mugieres e varooesi>. En esta frase. además de la a.fé-
resie de la d de dejen, ha de uotarse la construcción activa de
la oracióu siendo pash·o su significad o. Tr~ladada al castella
no actual qnedaria e déjenlo ser visto por mujeres y varones, t
dejeu que lo vean» , etc. Esa sintaxis del poeta del siglo XII o
XIIT es a la fecha bast-ante común entre nosotros, y sólo E>ntre
nosotros, por lo que ese verso de E/. Cid no ba sido entendido
por algunos autores.
e Entre R acbel e Vidas a parle yxieron amos•. El Cid, verst
19 1. Yxieron=dijeron.
El verbo saludnr lo conjugaban sin d varios autores.
«Saluároula reverente segunt facerse debía~. Marqués de
Santillnun.
~Snluó al rei Autiocho e a la corte general». Libre de Ap-
JIOlonio. estrofa 19, de fin del siglo xno principios del SÍ·
goieute
JguAlmente el verbo adorar:
<En todo en lodo es nacido!
~on sé ,ri 11lgo e veido;
iré lo aonué,
y pregsr é y rogaré.>

Jfi,ste,-io de los reyes magos, siglo XIlI.


En esa misma composición ::;e encuentra en muchas parte;
ese verbo sin su d, pero en otras aparece con ella:
•Pos andad y boscad,
y a él adorad,
y por aqoi t-0mad;
YÓ nlá iré
y adorarlo e•.
cYmos en romerll\
aquel rey adoran.

La iu6exioo ciinos•=vamos, Así como la forma siocopnde


ep.us•=pues, se perdieron eo ei siglo XV (le la escritura eu
E spníia, pero de viva voz nos las trajeron los conquistadores.
que éscri bían imos por fuimos.
cEl vino torua en saugre, en carne la oblada,-Aóralos la
familia en la tierra postrada, . Gouzalo de Berceo, s iglo XIll
En lns obras escritas desde el siglo XJ1 hasta el XIV se pue•
deo ver sin d esmaido, esI,JeclirEe, espertar, estajo, e utro (el ad·
verbio <lentro), esperdecir, erecho, etc., etc.
En Juan Ruiz, el Archipreste de Hita, nombre con el que
es más conocido este célebre autor d el siglo XIV, es el único
lf>i

autor eu el cunl he etlcoutrado onde en vez de donde: cOnde


mayores peligros espera que han de ser•.
l!:a chileao hay dos adverbios de esa roieroa forma 'onde=
donde: ,de' onde vengo», y otro adverbio de esa misma forma,
pero de muy diverso aigniticado. En pronnzal y en portugués
hay ua onde semejaDte al nuestro, pero el que es del todo
igual al empleado en Chile es el que se ve con mucha frecuen-
cia en los autores itniianos de los siglos XIII y XIV, v. g.
• Ouan,1, io seutr come cosa cl10 Ctlda
Tronmr lo monte: onde mi preso un gelo
Qual prender suol coluy ch · a mor-te varia.•

Dante, Porgall.>rio, cauto XX.


No poseo unn traducción espaf\oln de la Divina Comedia,
pero ese onde debe estar traducido por algu11n frase cousecuen•
cini de adverbio o complementaria. Teniendo en cueut-t\ In es•
trofa anterior, ese terceto podría traducirse así: «Entonces
sentí temblar el monte como algo que se derrumba, por cuyo
motivo se apoderó de mi>, etc. ~o existe en castellano un ad-
verbio ni otra palabra equivalente, por lo que es de nece<Jidad
trnducirlo por una frase.
En chileno sería más o menos: cEnton eh oyf temhlnr el
monte como cosa que caye: onde me agnrr' uu )'elo, etc.
Onde iut.roduce uua consecuencia, auuncindll eu la escritura
por los dos punt-0s, ahorm una frase, dando mi\s concisión y
energía al discurso en chileno y en italiano que en espaílol.
Muy usado ese adverbio por los escritores chU1icos de Italia,
hoy vuelve a. emplearse por los literatos de aquel pais.
To en vez de todo se emplea a menudo en la Península en
prosa y en verso:
~Et octavo es: ·no,i diras falso testimo11Í{). En este peca qui
pnr sn paraula fnce perder al otro lo que a, e to omne que
mentira dice• ...
De los dúz matidamimtos, siglo Xlll.
•El pleyto será luengo, ca atat'le a to el concejo•. López de
Ayaln, siglo XIII.
•~faudó calvagar npriesn tos sos fijos dal~o,. El Cid, ,.
l 32. Uu corrector puso más tarde tlos encirun efe to., en el
inanm1crito de Pidnl.
Ya le he recordado que los et!critores solíAu poner ten -lugar
de den el final de ln.s palabras para obligar a pronunciarla:
•Pues declRrado ol primero,
Hay notnd o,
Como en In divinidst
Es el nmor yerdndero•.
158 XIOOLÁS P ALAC IOS

Decir de Moxica.
Son tau abundant~s los ejemplos que pudieran citarse de lt
-supresión de la d y auo de sílabas eo que entra en los escrito;
castellanos antiguos, que creo debe s uprimírsela de aquelloi.
versos en q ue convenga a s u exacta medida.
Así creo que J uan R ui1. pronunciaba como nosotros llalem
aunque escribía Magdaleoa, pues siendo, como era, u n vereif
eador cumplido, hacía un verso de ocho sílabas de •Santa ~la
ria ).lagdaleua,, que tiene nueve. El Arcbipreste media a
-0ilio y escribía segáo sus conocimien tos literarios, como m
paisano el dómine.
Ve Ud. que por mucha que sea n ues~ra voracidad, cnm~
dicen, respecto de esa consooaote, no hemos podido ejercitarlt
porque yn In habían devorndo oue'3tros abuelos de mucha;
pala bras que lo teníaQ, y asf mondadas nos las trasmitieron
L os que uos i nculpan esa falta no hau estudiado suficiente-
mente el punto.
e) Nnuca articulamos los chilenos la d con energía explosi-
va, que eoa conson ante es suave en ~stellano. E n chileno e;
aún más s uave, pero la pronunciamos corredamente y obUga
da lioguo-dental
1.0 Después de n, r, l, s, sea que pertenezcan a la roiemt
palabra o a la anterior, y después de .tt sibilante o aspirada
a mundo, lerdo, caldo, 'ebde, ·on J)amtán, color de oro, sol
de otono, meb d'enero.
2.0 Autes de diptongo: dia, duende, m edio.
3.0 Después de tliptongo y antes <le vocal: eoidnr, leídl
nnditorio. Sio i vecion es insegura: siuá o siudá, rhía o vlú
-da, si el acento carga en la primera vocal del diptongo, la 4
suena: deudo; si cargo en la seguudn, de ordinario se pierde-
mieo, ruen.
En las demás po11iciones la des muy suave o nula. Nóta..(t
eon todo la tendencia a no suprimir más de u na d en 11\ mism:
palabra: deo, dorndo.
Las cuatro consonantes que hacen obligada la pronuncia
ción de la d en chileno, son las misruas que la preceden et
gótico, y a tise origen fonético creo que debe el castellano e
que esñ sen también la posición en que dicha consonante sut
na más d istintamente.
8.
a) La s es otra de las letras castellanas que suprirnímos en
w uébas articulaciones, reemplazándola, siempre que esto su•
ceda, con una aspiración, o mejor expiración, producida Por
el pecho sin que sea modificada por los órganos vocales.
H.\1.A C Ull,E.SA lóH

Creo errónea la opinit\n de que la aspiración de In h, que


era la úpica, según dicen, que tenía el castellano basta el siglo
XYL en el (JUe la h dejó de tener valor, provenga de influeo-
<?ia árabe, lo que pudiera dar pie a la creencia de que las aspi•
raciones del dial~cto chileno tu.ierau el mjsmo origen.
El idioma de los árabes no tuvo la menor influencia en la
formaci ón del romance castellano, que est-aba ya forroudo
coando llegaron a Espa11a, y que continuó desarrollándose
fuera de todn iufluencia morisca. Es Eólo el vocabulario caste•
llano el que le debe voces y a eso queda reducido su influjo.
El holnndé., Dozy y el espanol Cobarruvias son los primeros
<iulpables de eRe error , así como Larrarnendi lo es de la creel.i-
<Jin en el influjo del vascuence, idioma del que existen muchas
\'OCes en castellano, pero nada más.
b) Pllsabn con In salgo semeja11ie a lo que ncontecín con la
<i en la época de la formación dtl castellano.
En latín In sera en general un aonido suave, hnc-iéudose a
veces inwercept.ible 111 oído. por lo que desaparecía aún de la
gni!ica. El vnlor sibilante liuguo-deutal de esta letra sólo sub-
sistía en principio de palabra, o en medio si era ecorupaonda
de otra coosouante.
Pero ni en esas posiciones teoía seguro su puesto. Si en
principio de dicción era seguida de otra cousouanle de ,micu-
lacióa e11érgie11 1 la s se suprimía rlel lenguaje: tego=yo encu-
bro, _parc0=yo economi?.o, <le siego, spatco; Rornn se llamó
Sroma eu un principio. Eo medio de dicción, pnra que con-
servara su souido era necesario que uo In siguieran m, 11, l, r,
a, pues si esto sucedía, esa cousooante no se pronunciaba, por
lo que se perdió también eu la escritor& de wucbas voces. Lo
mismo sucedía al fin de dicción, y estuvo perdida en la escri·
tura de algunas palabras, hast-a que los etimologistas latinos
la resucitaron. Mino por minus. locu por locus, i1úe,-diri por
i11terdi11s. etc.
r) Ya he recordad" que del gótico 110 queda más que un
docu1oento importante, por lo que no es posible segwr las
trans[orrnaciones que sufrió ese idioma, sino comparándolo
oon otro de su misma f111nilia. Pero eu ese escrito puede no-
tarse ya que las final tenia un valor insignificante, y que tal
Yez ni se hacía sentir en In pronunciación. p uesto que se su•
prim1a muy a menudo; Wulfila mismo se olvidó de ponerlo , o
no la pu110 porque su supresión uo alternba el significado de
la voz, ern una letra que no hncín fnlt11. La mayor parte de
los sustantivos terminados e11 s se encuentran, en el siugula r,
sfo ella, perroa11ecie11do sólo en el pltmd. Aun nombres ex
trnnjeros, como Satanas, q ue en griego y en latíu tienen In
160

misma forma custellana, se encuentra escrito Sataná eu Wu).


filn.
Sí no queclnn escritos en gótico de siglos posteriores, $ino
algunas cort11l:I inscl'ipc:iones, existen en cambio de un idioroa
111uy semejnute, especialmente en sus , oces y morfología, ni
~ótico: del antiguo alem1in del sur o alto-antiguo-alemán, como
lo llnmuu. EX"isten escritos de esa lengua, que remontan al sj.
glo VIII, el de la invasión arábiga en Espafla. Pues bien, las
palnbras que en ese alemán corresponden a las góticas qnt
termitum en s. en aquel están escrit'8s sio esa letra fiual: gótico:
<illgs= dfn, alto nutiguo-alemdn tac: gt. gast.= buésped, al-au-
n!. !Jast: gt. mans=bombre, al-an-al. man¡ gt. .fisks=pez al nn.
t\l. fiisc; gL. maht~ nocbe, al-au al. maht: gt. rikS=rico, prfn,
cipe, al-un al. ,•a•, etc.
Eu vista de esos antecedentes cabe pregunt-m· si los GodO!
d(:I tiempo de "\Vulfila pronunciaban esa consonante tiual, qa,
el propio obispo dejaba n menudo de escribir. ¿No iudicu ese
hecho el que la s final, pleuisonante nnteriormeute, comenu-
ba 11 perderse del idioma hablado? Pronunciaban esa letra final
los S11evos, los Alanos, los Vándalos. tribus que pennnneci~
ron eu In misma región alemana en que la s aparece suprimid!
aistemat.icamente del fin de las palabras en los primero~ docu-
mentos que de la lengua de esa región nos quedan?
Con los Visigodos y Ostrogodos andaban algunos fnruiliu
suevas y con los Yisigodos se quedó en el reino de 'l'olosa la
mayor parte de la numerosa tribu de los Alanos. Los Suev01
y los Vándalos faeron los iniciadores del rornar.ce en Espnna.
país que habitaron más de un siglo ant.es de que llegaran IO!
Visigodos y Alanos a establecerse 1ülí con sus familias. Fué eJJ
Andalucía en donde se estableció. sin mezcla de otras tribu:
góticas, uoa de las que venían directamente de la Alta Anti-
gua-Alemania, y es en Andalucía en donde a la fecha pronao
cian como aspiración, como nosotros, la s final y la que vieni
ante!\ de consonante.
Entre las consonantes que se trasforman en aspiración, 1~
filólogos r.uentan In s, y en sus investigaciones sobre etimofo
glas tienen esto muy presente. Por 8 principian muchas pals
brns latinas cuyas equivalentes griegas empiezan por h o esp;
rilu áspero: lntítl se:,;, griego he::,;; lt. s-upe,·, gr. ht,per; lt. so•
tws, gr. hyptios; lt. sudor, gr. lwdor; lt.. scptem, gr. liepta, etc
Me permito pues opinar que esn consonante sufría en b
fonética gótica non trasformación que In llevaba n sunvizarsu
articulación, a convertirla en una aspiración cada vez ma•
suave basta casi extinguirse, aspirncióu que, por no teners1g
RAZA CHILEN A l(il

no propio cou que ser representada en la gráfica, se In supri -


mió también en la escritura de muchas palabras.
d) Cowo sucedió con la d de las lenguas matrices, pasó
también con la s en la formación de las voces del castellano:
quedó perdida definitivamente eo las nuevas palabras sacadas
de las antiguas que la tenían. Del final de las palabras primi-
tiras desaparecieron casi todas, habiendo quedado el castella-
no, como los demás romances, sin palabras qne terminen en s
en singular, con pocas excepciones, cuando en latín y en gotico
enm numerosas. .
Hay una de las 10etamorfosis que sufrió la s del latín al
pnenr al castellano que es muy digna de notarse: es su trasfor-
wadón eu j sorda; v. g. pelroselinon dió perejil, to11soria, tije-
nl, passero, pájflro, vesica, vejiga, etc. Sobre esta trasformación
de las y sobre su pronunciación y la de las letras con que Be
la reemplazaba a menudo, andan ideas muy diecuLibles, pero
esta es cuestióu que no cabe aquí.
así como aparecieron terminando eu vocal la larga se1,ie de
voces latinas terminadas en 11s y en i-s del latín, así 1.Ambióu
romoncearon sas propias palabras: de /otus=pie, sacaron bota,
bototo, etc.; de hugrus= hambre, el monstruo hambriento
ogro: de 10igs, huf111a; de hilms, yelmo; de '1lots, lote; de lenks,
tacha, etc.
Los nombres personales como Roderiks, 'fbiundariks que
aparecen en los escritos del latín meoio y bajo terniinaodo en
us Rodericus, Teodoricus, esto es latiofaados por los escritores
t'Omo lo hacían con toda palabra bárbara, es probable, por lo
nicho anteriormente, que adquirieran su forma rom,rnce sin ~·
Anal, direcb1meote, sin que tomaran en cue,,ta el modo como
lus escribían los romanos. Hay algunos nombres como Totila,
Al8najildo, el rey godo de Espaila padre de Brinbiloa, una de
las heroínas de los Nibel,mgen y de los Edda, que pasaron,
creo, directamente a su forma castellana de la gótica Tofilas,
Athauahilds. Se cree asimismo que el nombre del célebre
obispo godo debe escribirse Wulfilas.
Pero nosotros. como los andaluces y castellanos del sur, cou-
vertimos en aspiraciones muchas de las ss que se les escaparon
a los &Corruptores> de aquellos idiomas en su tarea de compo-
nerse uno intermediario. ¿Es que seguimos en esto obedecieo-
dó a una conclición orgánica, heredada de nuestro apare.to
vocal? O es que los plumarios que trasladaron a la escritura
la palabra hablada de los Godos de Espnlla pusieron en ella
más ss de las que éstos pronunciaban?
A la primera pregunta puede contestarse que la afirmativa
u
ll:>2 Xll'Ol..1.S PAl,A.CIOS

está en lo lógico. A la segunda, que bay numero.sas prueba,


que así lo testifican.
Las supresiones de esta letra son mtis comunes en los fina-
les de palabra del espaüol nrcaico; pero también ocurren eu
medio de dicción ouaudo es terminal de sílaba. En este últi
mo caso es seguro que el ,,atol' de la s estaba muy debilitado
y probablemente reducido a la aspiración chilena. En el Arle
de !!}robar ya cita.do, dice el de \Tille1rn, tratando del s.onido de
las: ~E cuando la l' se encuentra con la S, suena poco; e por
eso la ayudan con la cousonancia de la X en medio, así como
por decir misto, se pone rnúcto. Tiene la E la misma con<li-
cióu; e ásí por <lecil· testo, dic·en te:tlo•. Aunque se pudier"
criticar el razonamiento del marqués, el hecho que apunta nb
tiene réplica.
Por sonar poco oo la oían en ocasiones los pdmitivos esorí
tores, o si la oían como aspiración, no tenían signo con que
representarla y _se la dejaban en el tiutero. Así se encueutra
eo El (Jia y otros escritos <le ese tiempo, vo por vos¡ jata
p,or Jagta, que era. como escribían hasta; deqt,e por desque,
contracción de e desde que~, que a la fecha sólo emplea el
chileno.
Nuestro adverbio quehque, el cual ya uo aparece eu ningµn
dicciooa1-io, 11i siquiera· en los de chile1lismo~, también se e11r
cuentra sin sus oh medianera:
tQueque la vi foera <lel uerto,
Per poéo non iuí muerto.•
Romance de Lope de JJfm·o~·. siglo XTII,
De la supi•esión de las final hay muchos ejemplo~. El mtl·
nuscrito de El Cid, antes citado, fué trasladado, según se cree
con mucho fundamento, de la memoria del copista o del reci·
ta.do de algúu trovero; al papel en que se encuentl'a. En dicho
manuscrito el pendolista suprimió una grao cantidad de 88 del
final de las palabras. Parece que el mismo copista, adver~ido
más tarde de su error, u otro con caligrafía semejante, estuvo
enmendando las faltas y escriQientlo ss sobre la última letra
de la palabra correspondiente, por no haber espacio entre és·
tas. Siempre quedaron muchas de menos, por lo que en tiem-
pos posteriores otrós copistas con distinta forma de le~ra Y
calidad de tinta se han ocupado en colocar algunas. A pesar·
de tantos correctores, todavía se echan de menos varias, y, lo
que es más digno de ntención, han puesto algunas donde ~o
s~ necesitaba.u. Esto no tiene, par.a mí, más explicación sal.is·
factoria que la de que los tales-correetores y pendolistas uo pro·
ounciaban esa consonante final, o lo hacían sólo como aspira·
lt.\7.A CHH,E:S A 163

cióu, que no tenia signo que la representara, por lo que


apelaron en su tarea de correctores a sus inseguros conoci•
mieutos literarios.
Le repito. sefior, lo que le dije respecto de la d: los que nos
increpan la aspiración de la s, creyéndola una corrupción de
nuestra cosecha y signo de escasez de entendimiento, tampo•
co han estq.diado bien ese punto.
B, e linguo-dental, y z, están en chileno reducidas as y h.
En dialecto véneto sólo existe la s como representante de los
tres signos. Bien sabido es que más o meuoa lo mismo sucede
en el castellano de todas partes, fuera de algunas provincias
de Espal'la, a pesar de los es(uerzos de los Académicos.
e) Ec. chileno es obligada In pronunciación sibilante de la s:
l.º Después de l, 11, r: Insulso, terso;
2.0 Antes de diptongo: siote, suerte;
3.0 Después de diptongo, siguiendo vocal: uusllio, meisal.
En todos los demás casos es más o menos aspirada, siéndolo
de regla In que entra en combinación inversa, o sea en fin de
silaba y palabra.
La i y la " siguientes facilitan In pronunciación de la s
sibilante.

a) Un autor nacional dice que no hay duda de que esa as-


piración de la s cast~Uaoa proviene de la influencia de la len-
gua indlgena de Chile, y parte del supuesto de que tal aspira•
ción es exclusiva de nuestro país. Ec Espana coooceu en el
acto al andaluz por esa aspiración, que alU creen también
exclusiva de los habitantes de la antigua morada de los V áo•
dalos eQ In Península.
El idiorua araucano ha tenido muy escasa influencia en la
fonética chlleoa, si es que ba tenido alguna.
Es efectivo que el chüidug1, no posee el perfecto souido de
la 8 sibilante, ni el de la d castellana, o por lo menos esos ,oui-
dos son muy raros en dicha lengua¡ pero tampoco posee aspi•
raciones de ninguna clase, por lo que no se explicaría el cambio
de In sen h.
Las nspiraciooes del antiguo castellano como las del chileno
son debidas a la fonética de los Godos, cuyo idioma estaba
llenoue aspiraciones de todas suertes, y del cual muchas voces
terminaban asimismo en una aspiración: 11oh=todavla, hlahian
= reir, iah= i, ltobis=más alto, sehsta==sesta, eu chileno sehta
o hehtn, etc.
164 ~lCOLÁS PALACJOS

En los e::icrito~ peninsulares de los primeros siglos literarios


se ven muchas palabras con h, como hir por ir, hoi,· por oir
hi por allí, Jumo, traher, hat1dar, etc. tiempos en que la h valb
una aspiración enérgica, que fué debilitándose paulatiuaroenlt
hasta desaparecer eu el babia de los ilustrados en el siglo X\l
e El pulmón con su aspiración forma la H.> «La H convie11t
con este son, diciendo hamlad¡ pero tiene esta especialidadla
H, qu~ no se puede poner sino en prin.cipio de dicción, e toda-
vía es plenisonante, , escribía Villena en su Arte de Trol>111
que, como recordé, es de principio del siglo XV. Esa frase
«todavía es plenisonante, indica que el agudo Nigromántico
había notado s u tendencia a desaparecer.
Eo el siglo siguiente la h era muda en algunas voces c..
pónenln algunos en hera, habla y han, y otros desta calidad:
pero esto bácenlo los que se precian de latinos; y yo, que que-
rría más serlo que preciarme dello, no pongo la h, porque le
yeudo no la pronuncio>. Contestación de Valdés a uno de su;
interlocutores del Diálogo de las le,1guas.
A pesar de la opinión de este autor, la aspiración de la Ji per
sistió durante todo ese siglo en algunos palabras, y de seguro
en bocas de los Godos. Cbristoval de las Casas en eu Vocabu
lario toscano castellano, decía en 1682: cLa h sirve de su oficfo
entre uosotro& como eu t-0sc:ino; en algunas dicciones suem
con más fuerza so aspiración, especialmente en las que den
vadns del latín tienen la h en lugar de/, como ha1-i11a, he111it.
en latfo Jarina, fervere>. La palabra cespecialmente> de eslt
1.1utox: indica que no sólo las h derivadas de la f latina conser
vahan su valor. Ea el siglo XVII la aspiración se perdió deli
nitivamente en la PeninsuJa, con excepción de Andalucía. En
la pérdida de las aspiraciones en los romances puede habei
influido el latfo, que de siglos atrás había abandonado lm
soyas primitivas.
b) Muchas palabras hemos tomado del araucano, pero SlJ
influencia en nuestra pronunciación creo que está reducida ,
muy poca cosa.
El sonido de la ll, que del Mataquito al sur es la del castt-
llano y del araucano, bien diferente del de la y con que se b
reemplaza en. el resto de Ohile, puede ser debido a la influen-
cia indígena.
Un siglo antes del descubrimiento de América empezó a
pronunciarse en Espafia la 11 con el sonido que ti1me actual
mente. En tiempos anteriores sonaba como l o 1-1 por lo qui
escribían con una 1 o con dos el, ela, mm·avila, estrela, vila, ali
cabalo, etc., y los infinitivos con artículo enclítico amal lo. lt
RAZA C.BILEXA 165

,ul-lo, cuhril-la. En la claee ilustrada debían quedar eu los


siglos XV y XVI wucbas palabras en que la ll sonaba aán
como en época anterior, especialmente en los nombres propios,
que son los que más resisten a los cambios; así el nombre del
autor de la Aratlca1ia se encuentra escrito Ercilla o Ercila in·
distintamente. Aunque los infinitivos con enclítico se hallan
sie1upre escritos con ll en ese siglo, su pronunciación restaría
la arcaka en los conquistadores, pues esa es a la fecba la pro-
uuuciación en chileno: amal•l.o, etc. El debilitamiento de In
\·ibrnción de la r antes de l es la regla en fonología latina. El
sonido de la ll Cflstellana, que poseen también el italiano (gl)
y el port11gués (lh) no existía en laúo, pero si en gótico, según
creo, (lj+vocal), aunque no tenía signo especial ni era uua
letra particulflr, siuo cine resultaba de la pronunciación de In
/ seguida de i consonántica y otra vocal. La profusión de esa
letra en castellano ea debida en la mayoría de los casos a la
influencia de la gráfic.a.
Otra influencia araucana en el chilano puede ser la pronun•
ciacióu de tr, que es muy diversa d'el castellano, y especial a
Chile. Sin embargo para decidir este pauto necesitaría saber
~-ómo protrnociabau los Godos esa combinación de coosouau•
tell. Los ingleses, cuya fonéliica es eo su gran parte heredada
de los Anglusnjoues, la pronuncian a menudo como nosotros.
~o es muy aventurado, creo, suponer que los Godos pronuu-
ciaron su palabra triu=árbol, como los ingleses true==verdad,
esto es como nosotros trigo.
Ln pérdida de la vibración de la r antes de 11 en chileno,
como en carne, perno,que suenan más bien canne, penno, uo
sé si sea debida a la influencia indígena. En araucano hay
una I" suave y otra vibrante.
Hay quien piensa que del araucano nos vienen algunas t"hl
que ponemos en voces castellanas que no las tienen a la fecha,
como Iludo, 1\iebla, etc., porque el idioma indígena hace mu-
cho uso de ese sonido. En t:spatiol arcaico, especialment-e en
el dialecto asturiano, esas palabras se escribían con ,1.
Tampoco es debida a influencia araucana la forma verdade-
ramente aglutinante, propia del idioma iudigena, que damos
a algunas palabrú8 compuestas, eomo démen en vez de demne.
En araucano ese es el modo ordinario de agregar al -verbo las
partículas modificativas; no las colocan ni al principio ni al fin
de la forwa verbal sino en medio de ella, englobándolas, aglu-
tinándolas. Así dicen eltm=doy, y para expresar la negación
de ese verbo, ponen la partícula negativa la entre la t, y la n
de el1m, y dicen elulan=no doy, como nosotros en démen. En
espaflol arcaico son muy comunes formas semejantes a esa
166

nuestra: amalde, dalde, levaldas. etc., por amadle, dadle, llevad.


la-., etc. Simples metátesis para facilita r la pronunciación.
«Tenendos a derecho, por amor del Criador• . El Cid v.
3580. Tenendos=teneduos.
l C.

a) Decimos treato o treatro, sordno, cabresto, pelra, eat·cu.


lo, etc., en vez de teatTo, soldado, cabestro, perla, cálculo, etc
sin atinar a dar a la l ni a la r su luga r correspoudiente y con•
fundiendo una con otra esas consonautes, porque así iusegur111
y permutadas andaban en boca de los esptu1oles que nos ense,
íloron a boblar.
Esas letras l, r, semi-vocales o líquidas, andan tambi~n 8!.
inseguras y cambiadas en varios idiomas antiguos.
En los tiempos de le .formacióu del castellano, tiempos dt
tanteos y ,•acilaciones de gente siu cultivo literario, e~as con-
sonantes debieron andar muy Cuera de sus casillas, porqut
cuando empe1.arou los espot"ioles a fijar las voces romances Jl(I•
medio de la escritura, a muchas de aquellas letras las pilloron
en lugar muy distinto del que tenían en las lenguas m&dl'e!.
otras no parecieron en ninguna parte o habían dejado a la
companere reemplazándola, y así han quedado bastn hoy: otro
del latín alter, oso de ursi,.91 milagro de miracultlm, cOC'Odrik
de cro~di./r,s, árbol de arbor, mármol de marmor, topo de la!
pa, costra de cru.sta, cautinela de cantilena, peligro de peria.
lllm, espolón del gótico sporo1i, palabra del latin, parabole
etc., et-e.
Creo que en ningún idioma es ta n uotable como eu los rr-
monces peninsulares esta particularidad. Aun en la castellaru
zación de palabras extranjeras relativamente modernas puedi
notarse el mismo fenómeno: corbata, de francés crauate, A1
gelio de Algérie, etc.
Como la pronunciación de esas con sonantes es fácil en ca1
tellauo y eran muy comunes en el gótico como en latín,J
su pérdida o permuta no afecta el significado de la voz, es di
pensar que tal inseguridad provenga de alguna condición fur
cion11I del órgano auditivo de los creadores del CllHtellauo.
b) En los primitivos escritores puede verse que muchas d,
esas consonantes movedizos no tenían la colocación que bo.
tienen en la lengua.
«Cazurros et de bulras, no cabrían eu dies priegos» . Ritz
estrofa 1488. Colección Sánchez.
cRespondiole el flayre quel non serian perdonados,. Ir
estrofa 1103, id.
Hi7

Ademas de .flayre debe notarse en este verso ese cquel non»,


el cual se escribía en tiempos del Archipreste cque nol, como
dedmos nosotros, siendo cnol• con tracción de cno le,, de
modo que el gran literato del siglo XIV hizo saltar una l de
uun palabra t'l otra. VerdRd es que tal ewigración es inusitada.
• A mi todos miedo 1110, han.
Tié11eome por oawrol,
~nlno iii es d on Yohan,
<}u(< quiso siem¡,le mi mah.
•Estos pah1bl'll8 decían
noncellntl en sus cnntare;r,
l,011 es tormentos lllnían
l'or IRS Hnell(8'1 los jo~mles.•

Emofas 2:29 y -106. Poema de Alíon~o Onceuo. Sánchez.


Siemple=aiem pre, estormeutos= ins ti-umeutos, jograles jo-
glares.
En Juan Ruiz y otros autores de s u tien1po se encuentral'I
1emplano, empreo, fraco, perli1do, ~[elrin, somble ro, uobre,
niebra, piado, probe, biRvo. caustro=cloustro, etc., etc.
Los gallegos hau qµedtldo diciendo hasta la fecha prácid.-0,
pola=por la, como nosotros, bulra, pelra, cabral-clavnr, probe
=pobre, etc.
Es pues derecho hereditario el que teuemos para decir ea-
lreal, arfarfll, p elch a, boira. Si quitamos una r eu nsucu, la
ponemos en brmluelo, y en paz.

a) ,Son iutei'e~autes las modificaciones que sufren los gru-


¡,os de cousonaotes pt. pii, kt, k$ (k==e a ntes ds consonante y
~e a. o, u), que, a pesar de ser contrarios a las leyes del desar ro•
llo del castellano, existen eu este idioma poc influencia de los
humanistas, , dice con mucha razón A . E cheverría y Reyes
eu su obra Voce$ "sadas tm Ohile y a propósito de las mlrne-
ras con que el obileuo eu foo izó esos grupos.
•Contrarios a las leyes del desar rollo castellano, pudo decir
!9mbiéu quo lo son a las del portugués, del provenzal, del
1tahano y ael gallego, q ue hasta hoy uo las emplean .
Realmente que tales grupos con sonánticos uo aparecen en
!os escritos castellanos a ntjg uos sino muy rara ve,.t y bajo la
mfiueucia e vidente de la c ultura latina del autor, y puede se·
guirse eu la literatura castellana paso a paso la a cción de los
humanistas en la restitución efe esas co1nbinacioues latinas.
. Cuando aparecen los primeros documentos castellanos, el
idioma estaba ya en áso cor~iente desde hacía varios siglos,
16 N IOOl,Á.S l'.~ l,ACIOS

durante los cuales las palabras latinas en que entraban dieboi


grupos se pronunciaban de otro modo que lo habían pronut
ciado los romanos y los Iberos; es pues pITobable que tal ea111-
bio se debiera a la fonética de la lengua gótica. Así [ué tt
realidad. El idioma de los Godos no contenía, en todo lo qo,
de él queda documentado, ni una sola palabra en que entran
alguna de las combinaciones que recuerda Echeverría. La len
gua gótica era muy suave, a pesa r de los grupos de consonan
tes que aparecen en algunas de sus voces, porque esos grupoi
representan generalmente un Sl))o sonido, la articulación de 10¡
grupos ltltioos recordados debía set· m•Jy difícil pnra los Godo,
por lo que los suprimieron o modificaron de las pnlabl'as dt:
laUn que adopf-aron.
Como los Iberos hablaban la lengua ne Ro01n desde un0¡
quinientos o mas anos antes de la llegada a Espana de lo¡
Germanos, es seituro que paro ellos no presentarían ya, si E·
que alguna vez la presentaron, dificultades vocales eeos gT11
pos. y su pérdida en el romance debe por lo tanto atribuitEt
a la vocalización exclusiva de los Godos, lo que es asimism,
otra prueba de que ellos fueron los priucipnles creadores de;
romance.
b) Sucedió con 'esos grupos lo que había sucedido con la
la s y las semi vocales del latín, esto es, que quedaron en CtU
tellnno muchas voces latfoas que son testigos elocuentes d,
aquelln di6cultnd vocal orgánica de los Godos. En alguuet
cosos se puede uotar la pérdida de la primera consonante. qu,
fué el proc1:dimiento más común: matar- de niactare. siete d,
septem, seis de se:c, junto de j 1mcfos; en otros se convirtióeL
un sonido si mple: hecho defactwn, pecho de 1,ect11s, tasnr d•
taxal't>, legía de lixivia; perdidos ambae: semana de septi111a114
peine de pecifft1: convertirla la primera en i: deleitar de dtlu
tare. afeitar de aflecta·re: en 11: cautivo de captirms, bautism
de baptm11-u$: perdidas o cnmbiadas de diversas maneras: prt
tina de pectorina (en que puede verse un gran salto de lo.,
fresno defraximM, recaudar de ,-ecaptare, lisión, como se di~
antiguamente (con probable inOueucia del gótico lesi,i$), d1
lexio, otoño de auctul1mmus, etc., etc. Todas eeos voces latina;
de pronunciación áspera y difícil, fuerou alteradas en los ro
manees creados por los Godos, y los hispanos, acostumbrado;
a ellas, hubieron de aceptar el habla de sus sellores. De igut.
manera pasó en la patria original del latín , en Italia misma
donde basta hoy quedan como foeron moditicadas, sin que al'
les hayan devuelto sn forma primitiva los humanistas: pdl
=pecho, /i>ttura=lectura, e/etto=efecto, battesimo-bautism~
esame=examen, sette=siete, r.icezione=recepción, etc.
lUZ.\ Cltl t. ►:S.1 JG!)

En esta dulcificación de las voces letioas no sé que parte


pudieron tener los idiomas indígenas de Italia y Espm1a, aot.e-
riores al empleo del latín. El éuscaro no es uua lengua suave,
y el estrusco, segun Mommseo, estaba lleno de los ,sonidos
más ásperos y rudos» .
Eu el gallego antiguo literario se uota la tendencia latini-
znute de los escritores, pero aparece de manifiesto la eufoufaa-
ción por medio de los diptongos ei eu tau CQmuues en eea len-
gua y que son uno de los distintivos de su fonética con la del
cnstellano. En el gallego vulgar. que ha permanecido basta el
presente, esos grupos consonánticos se resuelveu, o perdiendo
la primera, como sedlltor, vitoria; o convirtiéndola en ti: di•
reuto. rarat,te, co,1seucw11, etc. Es la misma eufonización em-
plen<la en AndnlucÍA a la feche.
En los escritoree del s iglo XIV adelante se encueutrai~ mu-
chns palabras cou 111 forma latina, pero es evidente que 110
pronunciaban sus autores la primera consonante. Así Santilla-
oa consuena escripias con fletas, y pueden verse eo las obras
de su siglo que se escribían indistintamente perfecto, perfec-
tion, perfeto, perfetto, y así igual iudecisión en la escritura de
las palabras semftjantes. Ercilla escribía vitoria, a t'etar, perfe•
t<i, plático= práfaico, etc. Igual cosa puede verse eu todos los
cronistas e historiadores de Chile de los siglos XVI y XYII y
aun postel'iores.
o) A los grupos de consonantes qoe apunta Echeverria hay
que agregar el de gn, que está en las mismae coudiciones que
aquellos: muy común en latín, falta por completo en el gótico.
En italiano se prononció como ,i, en gallego se convirtió la g
en u, y eo castellano se suprimió la primera consonante, re-
curso osado en ocasiones por el #{allego: en castellano antjguo
se dijo mano, en italiano hasta hoy maM (escrito magM). y
en gallego marmo=maguo en espaflol moderno, del latín
mag1111~.
En la escritura espalloln puede ir notando el que lo dt!see la
marcha progresivo de lo vuelta n lo forma latina del castella-
no, pero no ba de olvidaree de que la pronunciación seguía
con atraso la reforma de la gráfica.
El marqués de Villeno decía eu su obra citada: «e aquellas
Letras que se ponen, e no se pronuncian, según es común uso
algo anadeo al entendimiento e sú1ijicaeiim de la ditió11 don-
de son puestas. Aquí puede entnir mag11ijico, sa11cto, doctri,1a,
6Íg110,. Nótese que él no seguffl ese ccomúu uso», pues escri-
bía c1,'i,1ijicaci{m» y cdici{m» (Siglo .XV).
En el siglo XVI decía Vnlrlée en el Diálogo de las leng11M:
«cuando escribo para castellanos y entre castellanos, siempre
170

quito lag, y digo si11ificar, y uo significar; matiifico y no mag•


11ífico; dino y no digno; y djgo que la quito porque no la pro•
nuncio•.
En el último cuarto de ese mismo siglo (1678), don Antonio
Agustín, en carta a Zurita, le decía: cEu las ol'thograpbias V.
~1. hará lo que mandare; a mi mal me parece que se escriba
<le una manera y se bable de otra, oomo en la lengua irance•
Sil; y pues ninguno dice scripto, ni docto, ni r.cienC"ia, ni p1·e-
.•mmpcion, uo bay para que escribiUo• . .A pesar de sus escrúpu,
los, don Autonio escribía ortlUJgrnphia.
En 1733 Mayans y Sisear, comeutando til pas_a je citado de
Valdés, añade: cHoy, en vez de sitt(ficar, mat1ifico y di110, se
dice y escribe si.gt1ificar, magnífico y digtio. Lns tre11 palabras
castellanas vienen de otras trea latfoal! significo, ~agnific11s y
dig,ms, que tienen g; la pronw1ciaoión con esta Q,lt.ima letra es
más llena y sonora que sin ella•.
Las razones de lfayans son las que ha1r tenido en cuenta
los literatos cast.€llanos en s u obra de transformar su lengua:
acercarla al latín y dm-le sonoridad. Lo hao conseguido, y esa
es la diferencia esenciRI entre el babia casrellana y el habla
cbileua.
No somos ,nosótros los que hemos adulterado ni corrompido
el idioma peninsular, sino qoe es éste el que ha cambiado ale•
jáudose de la fonética y de la sintaxis del idioma germano y
acercánriose al que hablaban nntes del arribo de los Godos, ni
par que la uaturaleza reotónica ha ido iúendo absorbida por
los Iberos. o emjgrando de su país.
tl) La eufonización de los grupos neo-castellanós o latinos
pt, ps, kt, ks, g11 en chjleuo participa de las dos ramas principa•
les en que se dividió el romance peninsular, del castellano y
del gallego. Sopresióu de la primera consonante: r eset-0r,
eelise, dotor, eonduslon, indino; convefl'ión de la misma en
u: preseutor, cAusula, et'eoto, leusión, mauno. Es muy 1·1tro
el cambio de la primera en i como eu direisión, o su pérdid11
sin reemplazo como en lisión, formas que suelen a lternar coo
las anteriores. •
Es extra.no que los cb.ile~os ilustrados se rían de sus pe.isa•
nos que no lo son porque estos diceu séntimo, siendo que
aquellos dicen Se11ta que tiene la misma etimología¡ si l<>s ile•
trados u.icen eleosiones, los letrados dicen Eleuterio¡ si aque-
llos 1toto en todas part.€s, estos dicen lo mismo en los tribuna•
les. Es que es o:uis fácil reirse de las cosas que esLudiarlas, pero
de las personas no es aiempre lo mismo y si la burla iojusta
se dirige a • un hermano esa befa es como ..el salivajo lanzado
al cielo. •
RAlA CH I LENA 171

12.

a) No sólo esa eufonización particular del gallego tenemos


eu nuestro lenguaje, sino que también algunas voces de forma
gallega como laranja, láuno, la supresión de la ti 6nal de los
nombres terminados en en como imnje, ensame, virj e, etc.
Es también gallego el ti que suele oirse en reemplazo del vos.
como el miña 4ue se oye con los uombres de mujer: mii\a
Juanita. El gallego dice ti por tú, de iguul manera que en di&.•
lecto velleciuno. Ese mi>la es el posesivo de primera persoua
femenino gótico m-ina. •
Las dos últimas palabras, ti y 111ii'!a, sólo se oyen en boca de
la mujeres del campo. Conociendo que el rico no emplea el
vo~. ellas lo s ustituyeu al ti, que se ha trasmitido verbnlment6
en Ohile; por la misma razón es que suelen decir tis con s si-
bilante, pues snbeu que la supresión de esta consoi.laote es
uua de las censuras que se hacen al babia del pueblo. Es pues
ese empleo una «ultra corrección>, como llama Eobeverria n
lns correcciones desacertadas, como adre por aire, racto por
rapw, etc., que no soo chilenismos, que el roto legítimo ll<l
ernplea nunca, que son más bien manifestaciones morales o
t11eutales que vocales o lingüísticas. Es por eso que se oyen eu
bocas femeuiuas: es el eterno espíritu femenino, amante de la
foruia, que se muestra en esto corno eu todas sos manifestacio•
nes cerebralts. Es la mujer la que pone mfls cuidado en la pro-
nunciación de su idioma en todos los países del m1,1udo.
Estoy convencido de que no sólo a los Suevos y a los Vá11-
dalos erao iwprouuuciables los grupos la~inos de con sonantes
recordados, siuo que lo eran igualmente a todos los Godoi>.
Además del hecho tan elocuente de que no existiera en lodo
su idioma uua sola palabra en que se emplearan, mis iovesti•
gaciones sobre fonética chilena me bao llevado a la misma
conclusión.
Si se dirige uuo a campesinos an1tlfabetos1 a los que viven
retirados de las poblaciones, a los guasos, para nombrarlos con
un término de cuna gótica, especialmente a los grandes rubios
que acusan gruesa veua germana, y se les pide que pronun•
cien, v. g. la palabra perfecto, se disponen sonrientes a em•
prender la tarea, cuyas dificultades ya colloc&n, y principian
diciendo perfeuto en varios tonos y haciendo visajes extra.nos,
luego atinan a decir perfeito con el diptongo portugués,
o haciendo sonar mucho le t, perfetto, como los italianos, o
perfesto: volviend<1'nnevamente al perfeuto del principio. En
sus apuros por articular correct,amente no es raro que se les
lí2 Nl COLAS PALACIOS

disloque la r y digan prefeuto. Cuando se les muestra IR boca


para que vean la articuJacióu de la e entre el do~o de In len
gua y la parte posterior del paladar. dicen pe1fétj_11efo, con ,
pospalatal o velar, o bien divideu en dos la palabra. perfecto.
Concluyen al tio por molest~rse de su incapacidad vocal y le
dicen a uno con sorua amable t.pel'feuto no mah, mi eabaJle,
rito•.
Con la misma eufonizacióo hemos t.nl)dificado las voce~
arnuca11ns que poseen algunos de aquellos grupos: de Ragco
(rag= gredo, co= agua) S11lió .lraneo; de Cacliin Cantin; en
vez de Coyagn= parlamentar, escribían coyan los cronistas.
Es cierto que la g de coya_r¡n no es exactamente lag castellann
Es sabido que entre las diferentes tribus góticas existían
diferencias dialectales respecto a la pronunciación dP algunos
diptongos. :y tnl vez de algunas vocales. así por ejemplo 61
nombre que los Visigodos escribían en documentos latino!
Th~11dorictts o Theodoricus, aparece en escritmas de los \'ti:i-
dalos Theu<larix. y e11 las de los Ostrogodos Theucla,·ix o Thfo.
dori:c. a veces Thit,dori.c. Scibre estos problemas puede verse
Gotisclie Eleme11tarb11rh del Dr. W. Streitberg (Heidelberg,
1900).
El origen de esos siguos gallegos en nuestro leuguujc, 11(1
proviene de que fueran de Galicia una groo parte de los con
qufatadores, si.no de que foéel gallego el primer rornance peniu
sular. En el sjglo t:o que los Suevos permanecieron en Espuna.
antes de que se trasladaran a ella desde Francia los Visigo<lot,
iniciaron en las regiones que habitaban el rorna11ce con las eu•
fonizaciones mas Rdaptadas a su fonética particular, mienlrt1s
')ue sus ber01a110s del norte de los Pirineos echaban los base.
del roc1auce castellano, que allá fué li\ primera estratu del
proveu1,al. El castellano uncido en el sur de Frauci11, o tal vez
en Italia, encontró en Espai1a el romance gallego, que en aque-
llos tiempos se diferenciaba menos del castellano de lo que lo!
separa hoy día, y posiblemente en los primeros tiempos ,e
habló eu Castilla y Leóu un romauce que participaba de ambas
ramas, pues esas provincias fueron quitadas a los Sue,os por
los Visigodos, como lo recordé anteriormente.
En todos los escritos castellanos primitivos se ha notado por
varios autores la infiuencia del gallego, y basta el siglo XII y
XII[ era común en Castilla el empleo simultáneo de ambos
idiomas. El mismo Alfonso el Sabio se valía del castellano
para sus obras en prosa y del gallego para sue poesías. Parece
ser que fueron los literatos castellanos los que a~entuarun y
produjeron definitivamente In separación t'ntre esas dos ramas
dél romance penineular, pero como sucede con todos los cam·
173

bios erudiws del Jenguaje, esta diferenciación no llegó sino


muy tarde a los iletrados, entre los cuales, vuelvo a recordar, se
cootabau todos los Godos plebeyos y tambiéo muchos de sus
nobles, puest-0 que el romance castellano, como los demás, se
hizo literario eu la corte de. los reyes godos y fueron reyes,
príncipes, marl.Jueses y otros hombres de nobleza gótica caJifi.
cada, con raras excepciones, los primeros auto..-es castellanos.
De allí que hayan quedado en espallol muchas palabras en
que se emplea la eufonización sueva de aquellos grupos con-
Booáuticos, como le mostré más atrás.
b) A esa misma causa se debe, creo, el que algunas de las
palabras de etimología teutónica del castellano se asemejen
!!!ás al alto-antiguo-alemán que al gótico de Wulfila. Sirva de
ejemplo gala1·dó11, que según los etimologistas viene del ulto-
tmtiguo alemán widar/on con metátesis de la d y la l. El voca-
blo olemñn es compuesto del adverbio widar=de vuelta, de
retorno, y del substantivo Z011=salario. En gótico no conozco
un adverbio de esa significación, pero si el verbo 1uimdan, que
vale volver, retornar, por lo que su advettbio sería algo dife-
rente del alemán, y el sustantivo gótico que significa 8alario
es la1m, como se ve, asimismo dHerent.e de lo,i. Galardfm por
lo tanto tiene analogía más estrecha con la voz del alto-anti-
guo-alemán que cou las gót.icas. Yo me explico este fenómeno
recordando que los Si.:evos permanecieron en el sor de Ale-
mania hasta su éxodo en dirección a la Península, por lo que
el gJtico hablado por ellos tendría más analoglas con el idioma
de esas regiones de Alemania que las que tenía el hablado por
los Godos e.stablecidos eu el suroeste de Rusia, y que esas vo-
ces CHstellanas que se asemejan más al alemán que al gótico
fueron creadas por los Suevos y así formadas la aceptaron los
Germanos que llegaron a España después de ellos. Este es el
mismo procedimiento por el que quedaron en castellano tantas
voces latinas con eufonización gallega.
Marcelino Menéndez y Pelayo cree que el influjo d,el gallego
en el castellano autiguo vino sólo por la imitación de los poe•
tas castellanos de la poesía gallega, que apareció más de un
siglo antes que aquella; pero el erudito secretario perpetuo
sólo discurre dentro de la literatura, que es su fuerte. Imbuido-
en las ideas reinantes sobre la ninguna influencia de loe Godos
en In for.nación de los romances penínsulares, no toma para
nada en cuenta su presencia en Espat1a, desconocimiento que
se palpa en cada página de los hermosos prólogos que acom-
panau sus tomos Antología d.e Poetas Lfricos Castellanos.
Nuestro profesor Federico Hansen es el primero, según m"is.
noticias, que baya aíirmado que la diferencia entre el castalia-
17-l S 1(;()1••\8 PA l, ACIQ:,

no y el portugués, derivado este del gallego, proviene de que


el primero fué el romance formado por los \'isigodos, y el se-
~undo por los Suevos. Hauseu ~e explica el hecho de la iu.
fluencia gal1.ega eµ el caetellan..o por el fondo de aquella len.
gua dejudo por los Su.evos en las provinciru; que les arrebata.
ron los Visigodos. Exacto. Sou asit.nismo muy exactas sm
observaciones sobre que la influencia gallega en el dialecto
aragonés son si mplemente gráficas y no fonéticas, como han
.asegurado otros autores.
Es seguramente debido a la pronuuciación de loa habitante,
de León y Castilla, semejante a la de los de Galicia, que ICI!
historiadores árabes de Espano, especialmente Abeu Jalduo.
llaman gallegos a los leoneses y a los castellanos de aquelloi
tiempos.
Ese es pues el origen de las reminiscencias gallegas del dia
lect-0 chileno.
o) Es verdad que los Godos estuvieron siempre en mayor
uúmero en el norte de Espafla y eu Andalucía, pero a Chilt
,·iuieron de to<lae partes de la Península; pero de todas parte!
los mis1nos hombres, con su fonética, su físico y su alma par•
ticulares, hombres a los que los Araucnnos llamaban Quel/u
pallllm=roja•barba, y a los cuales un autor que los conocio
describe así, hablando de los espaíloles de Chile en mil eett
cientos y tantos: e Por lo ordinario, las facciones de sus roS1ro,.
como también el color y la estatura, son como la!! de los espa•
f\oles qoe nacen en las partes septentrionales de España, con
,quienes ciertamente tienen mayor semejanza, y est-0 nuuque
su padre sea de las partes meridionales de la misruu Es pana o
de alguna otra parte de la América>. Gómez de Vidaum,
oh. cit.
El buen abate no se explica ese fenómeno y la observnsión
la apunta a fuer de naturalista minucioso. Yo. le he recordado
-en prosa cual era la causa que a este suelo los con"ocaba y
cua1 la música que los atraía desde las más lejano.e regione!
ahora me perUlitirá que le cite lo que <le ellos decía eu \"erso
el inmortal ErciUo.:
«Anio1oe libres, de temor desnuc!os,
en los peli~ros siempre habituados,
que el suo horrendo que a Oll'OS atormenta
los alegra, despierta y alim1,nta.,

, Don Alonso pronunciaba lo. aspiración de la h, por lo que


eutre e siempre> y «habituados, no hay sinalefa, y el verso e:
-eudeonsflabc perfecto. .
Describe el vate inmortal como él mismo vino desde Lon·
li5

-dres y oti:os de distintas partes de Espalla y Europa eu busca


de alegría y alimento para sus almas, y, refiriéndose a la leva
<¡tte Hurtado de Mepdoza hizo en el Perú para venir a la gue•
rrn de A.rauco, atlnde:
< Del apartado Quito se movieron
1:tenies para hallarse en e;itn guerm:
de Loja, Pi u ra, de Jaén &alieron:
(le 'l'rujillo, ne Goánuco y su Lierra,
(le Gunmanga, ArequipR concurrierou
gmn copia; y de los pueblos ,le la sierrn,
In Pn1.. Cuzco, y 1118 Charcas bien 11rmado11
hnjnroo mucbotl plático:¡ solJados.,

Espero que no se me censure e-1que cite poetas como f.ueute


de informncióu histórica, porque además de ser reconocidu la
fidelidad del autor de la Araucmu, en los sucesos que relata,
roe habría parecido una impiedad, en uu eslodio sobre los orí•
~enes de nuestra ra1.a, no citar al cantor inmortal del heroísmo
de nuestros progenitores. e .••Si la Ara11ca11a es un wouumen•
to literario de la lengua castellana, debe ser además para lo5
-cliilen,os un Ubro nacional y querido: él es la fe de bautismo
de nuestra nación•. cQoe la Espalla perdone: Ercilla es el
prim.e r escritor chileno, el fundador de nuestra literatura e
.hisLoria patria. Es nuestro patrimonio y lo reivindicar,nos»,
dice Abraham Ki:>oig en el prólogo de su edición de la epo•
:peya nacional. Mientras el pueblo de Chile hace. un abono en
bronce a la deuda~oextiogui.ble de gratitud que tiene contraí,da
con su egregio poeta, que le sea permitida a un roto chileno
1a honra de citarlo.
Sobre el físico de los coaqwstadores el mismo abate Gómez
en o~ra parte de su obra nos da, indirectamente más detalles,
pues <lescribiendo a los rotos de su tiempo dice~ e Los mestizos
y cuarter.oues, por lo que toca a sos cuerpos, están bien he-
chos, blancos por lo común como los españoles, de modo que
si no fuese el pelo; que en ellos es liso, grueso y negro, aun
después de varias generaciones, no se distinguirían de uo puro
-espin1ol».
Fué pues de espaíloles de baen cuerpo, que no teoíau el
pelo liso, oi grueso, ni negro y que uo podían decir ~perfecto>
-de quienes heredamos la sangre y el ht\bla.
13.

a) l1ll cambio de la by de la v por g, que en chileno se acos-


tumbra diciendo gilltre, güeno, golber, regilelto, etc., pro•
176 '-lCOlu\S P .\LAOJ(IS

vit:ne de la influencia de la w gótica y de In confusión que en


castellano antiguo e.'<istía. entre la b y la v.
Eu gótico no existe el sonido Jubio-dental que representa la
v. siuo solament.e la b bilabial, la cual tenía dos valores, uuo
explosivo y otro fricativo. como los que tiene eu chileno: bar.
ca, explosiva, tocando los labios uno con otro; abarea, fricativa
t-ólo acercándolos. '
En romance castellano escribierou con g los mismos Godos,
cuando empezaron a escribir s u nueva lengua, la palabras qu~
en su idioma germnno comenzaban por w: gaje, del gótico
tuadi; gun.recer, de warian,: gufa, de toifa,i, ¡guay! de ¡wa-i! etc.
Los primitivos escritores e~pat1oles empleaban b o v indis-
tintamente; las reglas de que habla Rufiuo .J. Cuervo apropó•
sito del uso de esas consonantes son imagmarias, como lo son
algunas de sus aseveraciones sobre fonética arcaica. La pr(l-
uunciación labio-dental de la v en espaflol moderno es creación
de los latinistas iberos, por lo que a nosotros no ha llegado.
La u de los diptongos 11e ui se consonaotizn en castellano,
sonando como la u consonante, o ,ugólica, y en chileno sueua
como unu g suave: gilebo, alcagllete, que es el mismo valor
que tenia en gótico la te, por lo que sería más lógico escribir
cou esa letrn nuestras voces weso, winchu, etc., como witrt.
weno.
Tampoco es chilenis mo esa prounuciación: • Valdes.-Aun
juegan roas con .ta pobre g, poniendo algunas veces, como ~•a
os he dicho, la g en su lugar, diciendo gii.erca, giieso, giirro.
por Jwerta, l11tt:$0 1 huevo.
b) El vos que empleamos eu lugar de tú es el a1ismo que se
eucueutrn en todos los escritores antiguos:
, \'oz1 venís en grU8lil\ muln,
Yo en no ligero caballo.~
Del poema Castellanos y Leotteses, citado por Dozy.
e El vos de que i¡e hace tanto uso on Chile y en el diálogo
familiar, es una vulgnridad que debe evitarse, y el construirlo
con el singular de los verbos una corrupción insoportable•,
dice t10 su gramntica don Andrés Bello.
Lo de, vulgaridad» lo declinamos en nuestros abuelos, y en
cuanto a coustruirlo cou el singular de los verbos, es un error
del insigne gramático, e}tplicnble en él porque no supo dialec-
to chileno, y sólo oyó en Santiago algunas de sus ex.presioues
pa'rticulares.
Nuestras segundas personas de plural de los pretéritos sou
las antiguas castellanas sin i «vos amastes» en ,,ez de cvos.
amasteis:., que en chileno se pronuncian con la
s aepirarl&
177

amabt.eb, siendo la última h apenas perceptible para un ofdo


,1ue no esté aeostambrado a naestra fonética. Jamás comete•
mos los chilenos esa falta de <?Oncordaucia.
Seguramente cuando don Andrés oyó a algún colegial decir
\". g. ,rob lo agarrahteh• no percibió la última h y creyó
que decía ca~arraste", segunda persona del eingolar. De ahi
el enojo del bondadoso sabio.
Pero sucede a los provincianos que llegan al colegio n San-
tiago que alli apr.enden a decir tít por vos, y a pronunciar la s
!ibilaot pero siguen concordando el tí, con la segunda plural,
diciendo eta quisistes•, y ahí si que la yerran, por lo que
tatnbiéu aquí tuvo razón Bello en vituperarnos esa ccorrup•
tela,.
Tengo tardío el perdón para los que atacan a mi raza, pero
aparte de que Bello nos criticaba para ensef.leruos, y de que
~u su calidad de extrnojero y habit.ante de las ciudades no
pudo conocer nuestro lenguaje, los errores en In construcción
de los verbos debieron herirle en lo mtiP vivo de su snber, ya
que fué esa parte de la gramática la que él adelanl;ó e'lpecial-
mente, descobrienrlo con mi rada geninl horizontes nuevos, que
recorrió y analizó coruo maestro insigne. Lo~ chjlenos que
sigueu haciéudouos los mismos Teproches. son sólo ecos inoous•
cientes de aquel patricio ilustre.
Si Bello hubiera oído la s final de los verbos coll que con-
cordamos el vos, sólo nos habría criticado el que en Chile es•
1uviéramos todavía empleando formas verbales aot:iquísi1nas,
que él conocía muy bien, y que pueden verse en las siguien·
Ita estrofas escritas ahora unos quinientos aflos:

• Religiosos que quisistes


Foir a la soledad,
Ob1dlencia e castidad,
Pobreza qoe prometisi.es;
Sy a las -pompas vos distes
Dexando los monesterios,
Yo fallo que los lazerios
Tan sola mente íoysLes.
• El mundo pues qoe dex.aates
Gon presupuestos devotos
Observad aquellos ,•otos
Qoe de voluntad vot.astea;
y non, (doria que buscastes
En pena se t-0mará,
E tonto mayor será
Cuanto mas premia tomastes. •

~le be permitido copiarle esas dos estrofas para proporcio-


178 NI CO I...\S PALAClOS

uarle prueba documental abunda.de, y también porque esto.


versos se parecen como dos mellizos, tanto en su forma com~
ea sos ideas, a unos que poséo de un poeta popular curicaoo,
carpintero de oficio. Las que le dejo copiadas son del hidalgo
espanol Gómez Manríque.
Pueden verse eu esas estrofas algunas voces arcaica'> en u¡q
sólo en chileno a la fecha, como laseri0=laceria, obidiencia,
prosupuestos, premia. El verbo /oir=buir es et\cbileno raylr
con/ chilena (jt).
Tango mis razones part, creer que Gómez Manriqae pro,
uuociaba ese verbo como nosotros: con una/ que no es laea
paí\ola actual, con una o semejante a una "y con i consonlÍb
1,ica corno la qua pou e en «foystes>, i consonántica cuyo velo•
fonéti co hay que representarlo a la fecha gi en esa palabro.
El vos en chileno no tiene la forma integra vosotros, qui
tampoco tenía el castellano antiguo, y es inclina ble, por k
que en los casos complemenwios enclíticos nos valemos dt
los caeos del ti<: voh, de vob, con rob; salite o snH voh pu
salíos o salid vosotros.
Con el uso de vos nos ahorramos muchas de las frases am
biguas que resultan del empleo del su castellano.
o) Empleamos hom y bo por hombre sólo en vocativo sin
gular y plural: mir'bo, vengan, hom. En los demás ca¡.-.
usamos la voz castellana actual: el hombr~ ntira, lo' hombre!
Tienen.
En ant iguos escritores esl-a palabra se encuentra escriti
omne, ome, home, hom., y sólo en el siglo XV empiezan n u!.t
hombre algunos autores, apareciendo en ello esa r de las qc
andaban zumbando inquietas en el oído interno de los cread
res del romance.
La pronunciación de las formas home y ome parece que en
antiguamente igual a la nuestra, es decir que no sonaba la
final, puet así se deja comprender en la w edida de algun.
versos eo los q ue esa e está de más:

• ola con omo no te fi el!


Ni to allegues al espino.•

Dos hemistiquios de ocho silabas del Arcbipreste de Hi~


d) En cuanto a las permutas, cambios, s upresiones o ari
ciones (\e vocales de las palabras castellanas que usamoSt
chileno, le diré, sellor, que creo haberlas encontrado todaH
los escritores peninsulares anteriores al descubrimiento t
América: polido, 'l'reuidad. dicir, escrebir, sospirar, resplr.
dor, codicia, espfri encia, dormir, defun to, empremir, escur
17!)

quistión, entinción, etc., etc., sou voces empleadae por autores


Uiles como el Marqués de Santillana, Ferrán Pérez de Guz-
mán, el canciller López de Ayala, el rey sin corona don Alva-
ro de Luna y otros personajes incapaces de aguantar que
alguien se hubiera permitido andar rootejándoles el habla.
Dolor, color y otros sustantivos de terminación análoga eran
femeninos, como en chileno.
<E 11alíendo a rescebirme
El buen rey e su compafla,
Non pudo mñs encobrirme
Su dolor, que era tnmafia,.
Marqu~s de Sanfülnna.

e) Es cierto que no s<,o seguras nuestra fonología, nuestra


morfología nj nuestra sintaxis, observándose principalmente
mucha inseguridad en el empleo de las partfouJas preposiLi-
vas; pero igual cosa ocurre siempre en todo idioma basta que
Ee bace culto y la escritura fija las formas y las relaciones de
las palabras.
Entre las corruptelas que se nos reprochan está la de hacer
complemento ordinario con d~ el complemento directo de infi-
nitivo verbal. cons_trucción que es también sólo arcaica.
c;:iefiora, por cuanto supe
Tus acorros, en ú e:ipero,
E a tu caBB en Guadalupe
PrometCI <le ser ,-omero•.
Lópe1- de Ayala.

En los documentos escritos por los conquistadores y cronis-


las de Chile del primer siglo de la conquisto se eucuentran
asimismo nu~stras voces y frases más usadas hoy día. Las
apuntadas a contiuuación son tomadas de las cartas de Vnldi-
via, de los Cabildos de Santiago, de A.lvarez de Toledo, de
Gouzález de Nájera, de Nru1e.z de Piueda y de Góugora Mar•
molejo: lenguas=t\Oticia&, quema=qu~mazón, im.oS=fuimos,
depreuder=aprender, trujo=trajo, diaistiófl= desistimiento,
eosangost.ar=angostar, agora, meso10, ansi=así, cbjflar, fíutri-
~entb, asigurar. uiervo, busga= huyá, destruici611, concebi-
c16n=concepción, perfición, tato=tacto, ret,a=recta, soba1=
ve~cer, efetaar, -plático y prático= práctico, infrntuoso, indiuo
:::1nwg110, sinar=siguar, manijar, a.i1idir. asent~rse=seutar-
se, vido=vió, veya=vela, previlegio, lición, bivierno, sulcar
.:::¡¡urcar, arrimar-asentir a una opinión, peje=pez, alverjas,
celebr0=cerebro, asolt.ar-solt.ar, iuopia=privación, pobreza,
desapartar=apartar, etc., etc. Contracciones como desta, desa,
180

dalla, dacá, ques_, desque=desde que, quél, porqué] dél


guestaba, inter=entretanto, etc., son cortientes en todos 10 ;
escritores de aquellos tiempos. Nmlez de Pineda trae au <n~re-
oil~» por agradecila (pág. 146). En los escL·itores del eigloX11
se ve, como en los de la Penfosu1a, escrito cou 7. llnaJ el il1fini-
tivo con enclítico que empie)lja con esa misma letra: ama/la
de&ille, tenello, etc., pronunciándola amal-la, deeil-le, teuel:
lo, como nosotros.
/) El negativo de persona lo tenemos en chileno de seis.for.
mas: nadie, naide, na.dí, nai<len, nadien, nadin. La n final,
que no he encontrado documentada, creo que no es tampoco
invención nuestra. Ell prjroitivo significado de nadie era posi•
tivo. pues equivale a nacido, y sólo llegó a ser negativo por 111
frecuepcia de ser empleado en frases que lo eran. Ese apéndi-
ce de la letra negativa por excelencia én gótico y en latín creo
que la trajeron los conquistadores a Chile, y encuentro que no
le -viene mal. Hallo más negativo nuestro naclien que e1 sim-
ple n~die castellaoo.
g) Cuesta más iJe lo que ordinariamente se cree el que In
escritura .fije definjtivamente la fotma de una pa,h.1.bl'a. m
nombre de nuestra capital lo he encontrado escrito Sanct tac,
Sar¡,t Y:agtt<h Sant Yago. Santi Yago y Santiago. Peto sou las
voces en que entran las con.sonantes esquivas l y r las que han
pasado por más "Vicisitudes. Así a los hermanos conventuales
se les ha Uamado flayres, frailes, fraires, f reíles, /re-ilas, ft·ei·
res, frei1·as;freres, fMy .Y frey. Nosotros usatnoa la form11 ÍU·
tegra fraile y la sincopada frey.
Oreo que además de 1as documentadas debieron existir eu
el lenguaje hablado otras formas fotermediarias en los prüni•
tivos tiempos, pues 110 es posible explicar de otra suerte la ma·
tamorfosis de la t del latín frater en la l de fraile, ni tampoco
me satisface la diptongación de la a latina que dió origen al
ai de la pl'imera sílaba de la palabra espailola.
Dicen los etimologistas que muchas de la~ voces castellana;
vienen del acusativo o del ablativo de la correspondiente latí·
na. En el caso presente ftraile veudria de f ravrem o de fratre,
que. daTfa lo mismo, puesto que la m final no la pronnnciaban
los latinos de ese tiempo; esa palabra la oyeron f ratre los Go·
dos, y -:omo la t, según he recQrda,lo, sonaba d en boca d~
éstos en varias posiefones, quedó fraclre, impronunciable para
aquellos teutones sin la i eufónica que putsieron eu Peidro,
por lo que dijeron fraidre, o simplemente f1·aíre como Peiro,
y de ahí los fraile, flait-e, por las permutas comunes a esta~
semivocnles, preyaleohmdo al lin la primera. Las Formas frerr:
y frei son analo~icas de Pero y Per.
kAZA CHlLJ-::SA 181

Y ahí tiene Ud. la i ullegadfaa o epeutética que le babia


prometido.
h) Hay varios otros puntos muy interesantes en nuestra fo
oética. y que ayudan admirablemente a resolver los problemas
de la pronunciación del castellano arcaico, pero esta carta va
siendo demasiado larga. Quiero sólo apuntar aquí la erist~ncia
de un sonido particular al chileno, el de la/ de futre, fnmar,
fui, difunto, etc., sonido q ue reune en sí los de la f y la j ~s-
ieUanas y que describe Ecbeverría acertadamente diciendo que
,se pronuncian con doble fricación, una en los labios y otra
eu el paladar>, sonido que creo llegado a Chile desde Europa
~- traído por los Godo11.
Bieu conocidas son por los que se dedican a estos estudios
las disclllliones a que ha dado lugar el modo cómo los Godos
pro1111uciabau la/, problema que basta la fecha uo está resuel-
to. Wo16la lo representó con la q:, griega, cousouante bilabial,
como suena en chileno feo diferente de la / castellana que,
como la latina, se articula según la Academia eutre los dientes
superiores y el labio in ferior, siendo pues una consonante la-
bio-dental, como era la romana en tiempos de Wulfila.
En chileno fultn la/ ~stellaoa, poseyendo sólo la bilabial.
Eu c111nbio, nuestro dialecto posee esa articultlcióo doble espe-
cial 4ue Ecbeverría ha descrit-0 el primero, y qu e podr1a
representarse en la escritura jf, ya que. virtualmente a Jo me-
nos. la fricación ?aleta! precede a la labial.
El idioma de los Godos poseía vatias de esas articulaciooes
complejas que Wul61a representó con grupos de consonantes
del alfabeto griego, inveutando aJgunos signos para articula-
cioues especiales.
¿Cómo pronunciarían los Godos la/ de las palabras latinas
que tomaron, siendcJ que ellos no tenían uiuguua consonante
labio-denw.l? ¿Tenia el idioma gótico la articulación jf?
Hay estos heol:os entre otros: durante los siglos XIV y XV
ewpez-0 a perderse de algunas voces castellanas la / de las
palabras latines de que las castellanas provenían, y esa conso-
nante labial aparece en la escritura reemplazada por una h
que era pospalatal aspirada, semejante aJ eouido de laj del es•
~no) moderno, letra esta úllima que no tenían ni el latín ni el
~ra11ol arcaico. Así, de jüit'8 salió primero fijo, y despué:5
h1;0; de /O"rnt1s1 forno, escrito más tarde horno; de James, pn·
mero Jame, luego/ambre y por fiu hambre, el'c. En otras voces
aparecen desde un principio, ya con la consonante labial, que
ha persistido hasta la fecha, como fáci.l de jaci-li~, feroz de /t-.·
ro:c, o ya con l11, pospalatal, como haya de fagus, he-110 de f e•
num. Quedan aún en castellano muchas palabras en las que
182
-
puede ver~e esa bi(urcacióu de la/ latina: hmno y Jumo, dfi
latín' Ji,mus¡ homw y fondo, de fimdus; hambre y/amélico. ¿&
verificó, pues, en aquel tiempo una diferenciación, uu desdo,
blamiento de la articulación que dubnn los creadores del ~
manee a la f latina? ¿Es este uno de loa orígenes del sonido
de la j en espaflol moderno? ¿Cuál era lA. articulación gótici
que Wulfila representó con la phi griega? Del gótico falthai
(th=d suave, como th con voz inglesa), nórdico falda, derh·ai:
las españolas halda y Jalda¡ las voces castellanus fato y ha~
vienen de la gótica fatha. Se verificó, por tanto, con la/ goti-
ca el mismo desdoblamieuto que acaeció con In latina.
A propósito de In etimología de hato, en que estoy en deu
cuerdo con autores graves, le dire que para comprender la
idea que los Godos de EspafiR expresaban con la voz halo, ha
de tenerse presente que los conquistadores no empleaban aqc:
esn palnbra, sino el sustantivo aparta, que conserva la ideadt
la gótica. Ese chilenismo es, pues, de origen idealógico gótico,
aunque no formal.
El puso de una consonante de un grupo a otro, de una la
bial, v. gr.. a una palatal. corno bn sucedido eu el caso qae
hemos visto, es debido a la accióu preponderante de una d1
esas oonsonactes sobre la otra, n la asimilación, como dicte
los entendidos; pero en los casos estudiados no hay naih
semejnot.e; aciemé.a, no se trata de palabras aisladas, de tm
fenómeno siogular, sino de una serie, de una ley fonética~·
pecial. .
Así ha q uédndo perdida eu castellauo una de las letras d
mayor vitalidad del latín. La / latina era un sonido fricati;
fuerte que trausformaba o asimilaba las coosouautes vecina:
en vez de adJero se decía affero=aporto, cambiando In ling@
dental d en una/labio dental. Las/ del latía, como las del go
tico, qae a causa de esa escisión particular fueron ree,nplnz&dl!
por la gutural h de los Godos, quedaron al fiu perdido~, put
esa h foé soavizdudose gradualmente hasta representar hOJ
sólo un rudimento sin valor fonético.
En el habla de los iletrados y en los dialectos roman~,
quedan como eo archivo muchas palabras y sonidos particc-
lares a los hombres que los crearon, por lo que el estudio di
los dialectos tiene mayor importancia que la que hasta hoy t'
le acuerda ea la historia de la formncióu de los idiomas mo
dernos. Según Unamuoo, en varias regiones de Espafta seor•
en el pueblo iletrado palabras en las que la / castellana t
reemplazada por la j. Los andaluces dicen jembra=bembll
que se escribió antiguamente fembra, del latin femi,1a. It.;
andaluces no han inventado tal mudanza de consonantes. El
1 3

chileno decimos jeder=heder, de/<JJ.tere, y conjugamos con j


todo el verbo; jalar=halar, de origen nórdico o tal vez de
algún vocablo gótico que no ba quedado en documento3. Ese
cambio de una j por una h hace que las vocee chilenas Eean
muy düerentes de las castellanas, pues hoy la h no tiene '°ªº
lor; pero en lo antiguo oo fué así; la v<>z escrita chalar> la
prouunciab:m los conquistadores cjnlan, nues que nosotros
tampoco hemos inventado ese Nlmbio, que responde del todo
a las traosforrna<'iones que uemos visto, y que es sólo arcnis-
mo fonético. La ¡,a.labra castellana hedor es en chileno j edor,
y a ,·eces fetor, ambos arcaísmos traídos por lo~ couquis-
uidores. E sos eran seguramente los «dejos• del l11:1bln de los
con'}uistadores, a q ue se refiere el pndre Ovnl!e. Eutre esos
dejos creo que está la pronuociacióu de la consonante Ecbe-
\·erria.
Tenemos en chileno mucbas palabras en que esa consonan-
to doble suena perfectamente distinta: además de las nombra-
das jfutre, jfumar, dijfonto, y de jfogatn, jfaente, Aljfon-
llO, etc., coojugaruC1s con la misma consonante todo el ,•erbo
jfuyir= huir, y todas las formas de ir que principian por f:
jful, jfulhteh, jfné, etc., jfnese, jfnera, etc., como asimismo
las semejantes de ser. Se ve que eo el primer \"erbo hemos
sasfüufdo una h cast,ellaoa Qa arcaica) con la jf, y en los otros
hemos reemplazado una f con la misma consonante doble.
El araucano no posee el sonido f Ni Febrés, ni Hernáudez,
oi Valdivio. traen en s us obras palabras con dicha consonante.
Lenz dice que el idioma indígena de Chile carece de dicha
letra. Las raras que hoy aparecen en el chilidugu moderno
parecen originarias de los idiomas de oltracordillera, pues
se oyen entre los HuiJlicbes y los Pehnencbes especialmente.
El problema del origen de la consonante Eche\"erría da
materia para uo capítulo, pero sería necesario discutir opinio•
nes y llenar de nombres di! autores y de obras este pequen.o
~ludio, cosa que deseo evitar. Para nosotros tieue especial
importancia porque esas modulaciones particulares son debi-
das a la acción simultánea de grupos de mósculos de los ór-
ganos vocales, músculos que entran en actividad combinada
porque los nervios que los auiman tienen conexiones en los
centros cerebrales volitivos, cuya estructura se trasmite por
la herencia.
18-l NICOLÁS PALACIOS

CAPITULO m
('0?\TL~UACION. GE~'ERALID.AUES
l. a) tendencil\S 2enerales del lenguaje chileno en BTruonía coo t
pensamiento de la 1"11.ZS. b) contTilcciooea, apócopes, etc. c) origen dela
nomenclatura en la métrica cutellana, y .Jel uso de la rima Ut·
nante en su versificación. d) contracciones en inglés. e) contracclonei
en chileno.-2. a) inOuencia de la escritora en el desarrollo de las leii
guas. Los aea.Jémicos. b) la tendenr.ia al pasado del castellano modem
tiene una cansa biológica. o) necesidad de saber un idioma germllol~
))lira estudiar las ciencias modernas. Germanos y latinos. d) temor la
fundado. e) una írase en chileno.

a) Respecto a tendencias generales de nuestra lengua, pué


den citarse dos, que tienen lo. misma causal sicológica. La que
nos lleva a regularizar su morfología, como observa con acier
to respecto de las conjugaciones Echeverría y Reyes, y la de.
acortamiento y simplificación de la palabras y de las fras~
suprimiendo de las primeras letras o silabas y de las segunda¡
cuanta palabra pueda eliminarse sin oscurecer o dallar se
sentido.
Como esas manifest-ac.iones de-1 genio de nut!stra lengua sot
dinroetralmente opuestas a la del espafiol moderno, hao mel't'
cido de los críticos las más acerba.a censoras. Nuestras fnm·
cp'ir pa' l puerto>, .,mir'ho'> a otras despiertan el mal be
mor de los zoilos castellanos y la emprenden a denuestos cot
nosotros.
~o es dfüc.il encoutrar la relación que existe entre. el l!tco
uismo de nuestros dichos y ocurrencias qoe le hice notar en 1t.
primera carta, y esta supresión de Jetrae y palabrAs en nue:
tro discurso: ambos pertenecen al miswo orden de maniíesta
ciones mentales: a la es~riorización del pensamiento por mt
dio de la palabra, y en ambas se observa el mismo predom1
nio de la idea sobre la fortna, de lo esencial sobre lo secur.
dario.
Este rasgo del fuuciooamiento de nuestro cerebro es taw
bién heredado por ambas sábanas. como es fácil probar!~
y sus manifestaciones oo se limitan aJ lenguaje sino que im
primen su sello a t-odo nuestro ser moral y mental.
A los que oo tienen la costumbre de meditar sobre la cooe
xión estrecha que une las más variadas manife~taciooos df
pensamiento de un mismo individuo o de una m.isl])l
rftza, cuando ambos poseen esa armonía en el coujunt-0 di
sus operaciones mentales que se llama equilibrio, no les sel'i
185

facil hallar la relación entre lo que se ba llamado el ropaje del


pensamiento y el ropaje material, el vestido del individuo;
pero los '3ic6logos afirman que ambas exterioriizacioues del
peusamiento derivan de idéntico proceso ideruógico. El des·
pego pues del chileno a las frases rebuscadas y sonoras tiene
la misma causa interior que su desdén por el atavío y el ador•
uo de su persona. No hay oingt'10 pueblo que use menos
joyas que el chileno. Hast-a haceu pocos nfios ese 11echo era
general desde el roto infeliz al roto millonario; hoy empiezan
n cargar anillos con brillantes, cadenas QOll chiches y corbat-as
llamativas algunos jóvenes de Santiago, costumbre sólo de
tahures y petardistas en otros tiempos; pero el rot0 legítimo,
el que lia permanecido indemne, no ba entrado por esa cos-
tnmbre ni la aceptará mientras no CRmbie su ser moral; el
dejn las joyas y adornos para sus mujeres.
El sólo instinto dice al chileno que el esmero cuidadoso eu
el aiavío de la persona es signo de afeminamiento y la ciencia
roodema ha llegado hoy a la misma conclusión. Se tiene a la
!echa por eeguro que, <;leade el brillo metálico del escarabajo
macho, el plumaje coloreado y el dulce cauto del 1uacbo de
las aves, como los adornos naturales de los mamíferos del mis•
roo sexo. basta el atavío rebuscado y vistoso del varón, son
$Ígnos iuequivocos da! predominio de la f emima en la selec•
cióu de la especie. Las fosignias vistosas o ricas de mando o
de poder social tioneo otro significado.
b) Y volviendo a las contracciones, ~rásis, sJucopas, elisic.,-
nes, etc., que usamos en nuestro lenguaje, ellas no sou sino
efectos de her encia sicológica europea. Ya se habrá notado
que los Godos acortaron hasta hacer difícil encontrar su eti•
mologfo. latina muchas de las palabras del romance que toma-
ron de la lengua romana. Además de las recordadas pueden
citl:.rse muchas otras voces en las que pueden verse ha!ita In
reducción a una sola voz de frases latinas: aqueste de atqtte+
iste; aquel de atque+ille; otro, antiguamente al, de alte)·;
alg(I de aliquod; tame.llo de ta1it1w+mqg111'9; quizá de q11is+
eapit; después de de+ea;+post; cada uno, o caduno, como ee
deoía antiguamente y seguimos diciendo nosotros. de cada+
qui,9qu~+1mu.s. De pe.trula los Godos sacaron perla y los cas-
tellauos posteriores bao obtenido piedrezuela.
Desde fines del siglo XV o primeros ados del siguiente
cuando todavía no existf11 la Academia de la Leugua, la frase
,vuestra senor.ía> se contrajo en cusía», y la frase <vuestra
.nerced» pasó a cvuesa merced:o , y luego fué coutrayéudose
ha!ta queda-r reducida a una sola palabra d& tres letras: vuesa
erced, vuesarced, t1sarced, voadced, vu~ d, ti.sed, oacé y océ con
NTCúl,ÁS P.\LAOIOS

algunas otras formas iutermediarias. Hoy es tenido como


elegante en la escritura la vuelta a la forma íntegra pti•
lllitiva.
En los nombres propios de personas los Godos de Espafia
efectunbau la misma reducción en el lenguaje familiar y en
In escritura: Per de Peidro, Rui de Roderik. del patronímico
<le este último, Rodríguez, obtuvieron Roderiz y Ruiz de su
síacopa. Nosotros empleamos Roirib, y la forma íntegra e$
una de IQS palabras roás difíciles de pronunciar para noso,
tros, diciendo Roidrigueh o Roigrigueh. Del gótico Loudwin
bicieron Luis, hoy Lucbo, coUlo por teudencia castellaua se
alargan ordinariamente los nombres propios en esmo familiar,
contrariamente a las demás lenguas: Juancho de Juan, Ma-
1'1uugo o Maoongo de Manuel, Pt,rico de Pedro, Marica d& Ma-
ría, etc.
En el habla debieron usar muchas contracciones y apóco•
pes los antiguos espafíoles, pues aun eu sus escritos son muy
f1 ecuentes:
•C8da nn dla yo imagino
Como n 'nquel vos miré.
Y la hora determino
En qu· estonce,¡ vos hablé,
Y lo digo c'a mi ver
M e parece que dezia,
Y no es viendo rresponder
tUltes mi muerte qqerriR
Que tal pella pRdecer.>

Don Juan Ma110el, siglo XV.


En siglos nnteriorles ni siquiera :.e marcaba con uua coma el
lugar en que se omitía la letra sino que se bacía una sola voz
de los dos contraídas, coino en la pronunciación:
<La t-ristura e gran cuydado
Son conmigo toda\"fn,
I>ues plucer e alegría
.Así man desamparado.•

López de Ayala. Man= me han.


Eo el poema El Oi<l son muy frecuentes, y ba sido esa UD&
de las dificultades para comprender algunos pasajes, dificulta•
des que no existen para el que sabe chileno:
Verso 1448 «Hyas espiden e piensan de cabalgar. «Hyas
espiden>=ya se despiden.
Verso 1100 «Tras nocb_aron de noch al alva <le la man,.
Noch=noche, mnu=mai1ana.
Verso 1091 «aorient exe el sol e tornos aesa part,. Ese
cexe> es presente de indicativo, por lo debió escribirse exa:::
1 i

deja. La e final la puso el copista porque en la pronunciación


sólo se oye la e de el siguiente: «A orient' 'ej el soh se pro·
oUlll!Ía en ohiledo esa frase.
Eduardo de la Barra tuvo mucha razón al suprimir algunas
sílabas que están de más en algunas palabras de este poema;
pero son mucho más numerosas las que pueden y deben supri•
mirse para encontrar correcta la medida de algunos de s us
versos, sílabas escritas por el pendolista, pero que n o eran pro-
nnnciadas por los que lo cantaban o recitaban, porque estoy
convencido de que los poetas de aquel tiempo empleaban eu
el lenguaje hablado tantas comrn.cciones como nosotros, si no
mas. Hay eu esa magnífica epopeya algunos versos de longi-
tud desrnesurnda,1pero que resultan perfectos pronunciados en
chile,10; por ejemplo el verso 3725 est.á escrito en el códice
citado cA todos alcanza ondra por el que en buen hora nació».
Teniendo present~ que en esa época el hlato era la regla, ese
verso tiene dieciocho sílabas, cuando el poeta quiso hacerlo de
sólo dieciséis, con dos hemistiquios de ocho silabas onda uno.
El primero resulta de ocho. pero el segundo tiene diez, según
la nomenclatura castellana: por-el-que-en-buen-ora-na-ció.
Pronunciado en chileno tiene sus oobos cabales: por· '1-qu
'en-bue-no-rn-na-ció.
Eu este mismo poema es fácil notoar que la silaba o sílabns
que sjguen a la última acentuada de cada verso no se tomnn
eu cuenta para la rima, lo que indica que no se pronunoiabnn,
y no deben por lo tanto ser contudas al apreciar su medido .
.!sí se ve en una tirada monorima en a acentuada consonor
pnrt, adelante, maude, al, fablastes, caen, Fanez, calvagar,
etc., eu que adelante debe pronunciarse sólo at;l,elat1f¡ caen,
éólo can; fablastes, / a'l)l<1$l¡ etc. En otras partes eu que la rima
es eu o aguda, se ven consonar cort, AJfoneo, lidiador, Yheró-
oimo, en donde deben suprimirse la última süaba en Alfonso
y lns dos últimas en Yherónimo. Este procedimiento métrico
es corrient,e en El Cid y muy usado en las otras poesías de los
siglos XII y XID, en las cuole!I se ve indistintamente escrita
o suprimida eu la escritura. la última la sílaba, siendo sólo la
rima la que iudica si debe pronunciarse o no.
Todo el que haya oido cantar a las campesinas chilenas hn•
brá notado el mismo procedimiento: cuando el nombre de la
persona a quien se dirige la tonada es demasiado largo para
que ajuste a la medida de la música, la l",antora lo acorta
senciUameote todo lo que sea necesario, sin que nadie se ex-
trane de ello. Lo mismo hacen con los versos :na! medidos de
algunas poesías populares.
C) Probablemente a esa supresión o contracción facultativa
188 NICOLÁli l'ALACIOt-

de las sílabas que siguen a la última acentuada de los \'er~O$


del español priruitivo es debida a la noweuclarnru punicu.lar
de la métrica cnstellana, que considera siempre como existente
una sílaba despuéd de la última acentuada de cada "'erso, ,.
nunca 11Jó.s de una. ·
A ~se mismo desdéu en la pronuuciación de los demás soni-
dos 'lUe seguían a la vocal o diptongos tónicos finales creo que
debe atribuirse el empleo de la rima llamftda asonante, que 110
etuplearon ni el latín ni el grieJ?o; pero que era comúu eu ttl
gunas poesías antiguas del uorte cie Europa y que a lu fec~a
emplean el castellano y el aleman, novedad poética iotroduci,
dtt eu Provenz& y eu Espaoa por la fonétfoa de1 los Godos.
A igual procedimiento económico deben referirse los cam-
bios de "º~ales llenes por débiles que se notan en chileno,
trnyendo el acento a una silaba anterior a la que lo llevo en
castellano. pues de esa mauera se facilita la diptongación y el
acortamiento de la voz: mefh por mait, léldo por leido, Yul-
parélso por Valparaiso. etc.
d) Esa redocciQn que los Godos efectuaron cu les palabras
latinas y luego eu las romnuces por ellos creadns, y que sigue
verificándose en nuestro dialecto, no es u11 fenómeno ai&lado
en la historia de las lenguas. El caso más iuteresant.e a ea1e
respecto es el que presenta el idioma inglés, que tiene ~,or
base el anglosajón, idioma, como be recordado, muy parecido
al gótico.
El inglés tiene la tendencia a traer el acento a las primera:
sílabas de las palabras suprimiendo las vocales de las sílabas
postónicas y dejando 'esa cantidad de consonantes, impronuu
ciables muchas de ellas para los mismos ingleses, que aparecen
eu la gráfica, como los órgao~s en -vía de atrofia, siu fuucióu
~enc-iul, que se notan en alguoqs seres orgánicos. De )a ruisma
escritura han ido desapareciendo lentamente a pesar de la
oposicióu de los etimologistas. Pero fué en la época anterior a
la escritura de esas lenguas cuando sus posesores redujeron de
tal modo sus palabras que a la fecha es casi un idioma mono-
silábico, y simplificaron y regularizaron tanto su morfología y
su sintaxis, que es tenido como el más avanzado de los idiomas
de flexión.
Un ejemplo: lord es una lriocopa del anglosaj9n hlaford, que
a su vez es una contracc-ión de hlaf pau, y de affo,·d=dar.
En Londres ya no pronuncian la 1· de lord, quedando así redu·
ciclas a sólo tres laa diez letras primitivas1 y encerrando el
mi11mo significado, esto es, el que dn pan, el munífico, el pode·
roso. Del anglosajón hlaefda~g deriva el inglés lady.
En el diálogo familinr siguen los británicos acortando por
medio de contracciones todavía más su lenguaje; esta frase
yo11 had better do it, 1 will not forgive Yº" if yo,i do nof=.
bagalo usted mejor, no le perdonaré si no lo hace; la prouan•
ciau y la escriben así: Yo1id better do it, I won't forgive yo11
if yoti d<mt. O esta otra: I have been Mked lmt shall t1ot go
beca11se. I ca11 11ot=Yo he sido invitado, pero no iré porque n\l
puedo ir: la escriben así en los diálogos de sus novelas: I' ve
bte11 asked, but sha1•' t go l;ecause 1 cant. En estas frases poedeu
verse contracciones verdaderamente sorprendentesr como roan't
por will ,1ot en que la o de la segunda palabra ha pasado a la
primera reem¡>lnznudo a la i. E!!a trasposición de sonidos,
pedida por la eufonía, obliga a los escritores a poner la coma
que indica la supresión en nL1 lagar que no siempre corres-
ponde al que debieran ocupar las letras suprimidas. Ademes
e.a como, que como los últimos vestigios de los órganos que
la e,·olución bn suprimido en· los seres, vestigios llamados
,rudimentos, por los biólogos, tiene en lo gráfica, tendencia a
desaparecer, y así se ve o menudo shan't, contracción de shall
1
110/. escrito simplemente shant, do11't, de do not, sólo do11t , etc.,
eolllo los organismos en los que ya se ban perdido hasta. los
rudimentos anatómicos y presentan In nueva forma correcta
de so uueva faz evolutiva.
Puede notarse qoe el C1tstellano sigue, al jueto, el camino
opuesto. En los primeros escritores vimos que las supresioues
de sonidos no se marcaban en la escritura, después se set'laló
con una coma el lugar de la supresión, y más tarde se resti•
toyó la letra o letras suprimidas, primero eu la escritura y
después en la pronunciación.
La reducción n voces monosilábicas del vocabulario inglés.
y les contracciones tan frecuentes de que se valen en la con•
versacióu Lineen tan rápida In sucesión de las ideas en el
dialogo de esa lengua, que es ella una de las más graves difi-
cultades para que uua persona habituada al amplio lenguaje
castellano pueda seguir la ilación del discurso familiar en
lengua inglesa; y esa misma parvedad de sos palabras hace
imposible a los británicos pronunciar sfo ensayos previos las
voces de muchas sílabas del castellano, como paralelepipedoi-
dales, por ejemplo.
e) Las contracciones y tragposiciones eufónicas de los in-
gleses dejan muy atrás a las que usamos los chilenos, sin que--
a ellos nadie se las tache. Verdad es que las nuestras reducen
algo la forma castiza de l'>e vocablos ampulosos de la lengua
castellana. En la frase chilena: «tre' l catr' 'e fterr', ho'•=
•traed el catre de fierro, hombre,, reducimos a quince letras,
pronunciadas en cinco sílabas, las venticinco del espaiiol pro•
190 l'-ICOJ, ÁS l' .1L.\Cl0t<

nunciadas eu diez sílabas, ahorrando así la mitad del tiempo.


Algo es alga.
Los norteamericanos han ido más lejos que los ingleses en
la economía de sonidos en el habla y de su representación eu
la escritura, especialmente de las palabras modernas eruditas.
acortándolas por donde le$ parece conveniente y dejando en
la gráfica una coma de muestrn: alligator=caimán, lo escriben
'gator; hippopotamtlS=bipopótamo, lo recortan por el otro ex•
tremo y escriben hi1,o. A nadie se le ocurre en Norte Amé~ica
cens urar esas audaces mutilaciones sólo comparables a la de
man por maflana del poet-0 de El Cid. La observación de quf
hi,po sig11ifica caballo en griego, que pudiera hacerles algüu
etimologista de los nuestros, la mirarían con supl'elilo desdén,
pues t-llos uo tiene11 nada que ver con los griegos, ni escriben
purl\ griegos, ni pieu:mu en el idioma de naciones que fueron;
su vista está fija sólo en el por\'enir.
En lns nntigu as posesiones espat'lolas que boy son de EE.
UU. d'3jaron sus primeros posesores algunos n ombres geográ
licos entonados y sonoros como «San Francisco de California ,
por ejemplo, f rase demasiado larga para oot0bre de un solo
puerto, por lo que los norteamericanos la han l'educido al
malsonante «Frisco>, como los Godos redujeron a «Snntan
der> lo que los Iber\)3 llamaban ~P&rlus Sanoti Emeterii• . Son
diferencias que e¡itán en la masa de la sangre o eu la célula
cerebral de las razas.
Nuestro lenguaje que, como todo lo genuinamente chileno,
va. quedando c;omo patrimonio exclusivo del roto pobre, no es.
pues, un objeto digno de menosprecio, sino al coutrRrio, un
feuómeuo lingüístico lleno de interés para la ciencia y eu es
pecial para nosotros. Si es a la fecba tau inseguro en eu es·
tructura es porque no ha tenido la s uerte de encontrar hom·
brea de talento que lo baynu empleado para expresarse por
,escrito en él.
El dialecto véueto, que guarda como el nuel!tro, trasmitidas
de viva voz, machas reminiscencias del primer romance que
nació en Italia, tuvo en Goldoui, el célebre dramaturgo italia•
no del siglo XVill, quien lo ilustrara y precisara sus formas
con las creaciones de su iuteligeucia; el gallego moderno, que
se encuentra CD el mis mo caso que el chileno y el véneto, ha
sido ilustrado por el laureado poeta contemporáneo Curros
Euriquez; el lenguaje del roto espera s u hombre.
Sólo eu este último ano he tenido el gusto de leer en el de·
cano de los diarios de Santiago u1111 poesía en chileno dedica·
da a R odolfo Lenz, lo que me induce a creer que por insinua•
cioues de ese estudioso e iu~eligeute profesor del Instituto Pe·
KA?.A CH ILt:S.1

<lagógico de Santiago, el poeta ha empleado nuestra lengua en


sus versos. Gracias para el profesor y para el poeta.

2.
1
,,} reugo un é.migo que me hace el servicio de apurarse por
mi, el cuul me obsPrvó, muy alar,nado. que en mi carta aur.e-
rior, en vez de un Godo de Espai'u1 yo babia puesto a un gua-
~o colchngüioo hublaodo con Oolóo, en lo cual había cometi-
do, por lo rue11os, llO anacronismo ~vidente. Esf)ero que, por
las suciutl,\s pruebas 'JUE' me h1t sido posible aducir en la pre-
gente, hoya cambiado de opioióo.
No tenemos por quó avergom:arnos de usar un lenguaje
más regular y más lacónico que el castellano moderno. Y aquí
me ha de perdonnr el que, en desquite de lo mucho que eu
lengua castellana se uos ha vituperado nuestro modo de ex-
presemos. le diga con sinceridad lo que pienso respecto de ese
idioma, eu el que usted ha obtenido ton envidiables triunfos.
'rodas las lenguas al hacerse lit.erarias sufren una detención
~n su deseuvolvimie11to bacia la regularización de su morfolo
gía y hacia Ja aiaiplificación y lógica de s u sintaxis, que es
eowo se cumple en el babia humana la ley universal del menor
esfuerzo. Esa detención Uega a su más nlto g rado cuando la
escritura documenta las formas y las relaciones de las paln-
bras en el discurso. Desde que la gni6cn empiezn a ejer cer su
.ac;cióu conservadora de los idiomas, el progreso de éstos se re•
duce casi a ia adquisición de voces y de giros nuevos, pero
eocuadrados dentro de IIU! leyes del desarrollo orgánico que
alcanzó el idioma antes de ser cristalizado por In escritura.
Desde esa etapa, el -progreso de ]as lenguas es lentísimo, y las
principales barreras que detienen su marcha son: la autoridad
de los grandes escritores, en las razas progresivas. y además
la tendencia al pasado que en esto como en todos los órdenes
de su actividad siquica se mnoifieata en las razas que, habien-
do en uu tiempo sido progresivas por el mestizaje con rnzns
superiores, purifican n In fecba su naturaleza primitiva por la
~limianción de la saugre extranjera. Entre estos tíltimos están
los ro,unoces, y eutre ellos el castellano, el que ba sido mas
~xhibido en su desarrollo por esa teudonc:ia atávica.
Es, como le be recordndo 1 por In escritura por donde hao
\'Uelto a la pronunciación lus formas latinas de las voces del
primitivo castellano. Ha sido tau grande la iufluencia de la
gráfica sobre Ja fonética en esta leugua, que es éste uno de
Jos capítulos más curiosos de 11u historia. Poseo, senor, un lío
192 ,¡Jl)OLÁ$ PALA010S

de apuntes sobr~ esto y puede ser que algún dia les desateel
balduque.
A esa metamot fosis retrógrada se debe que ni el italiao!l
ui el gallego, ni el catalán de hoy se diíerencieu tanto del qu~
aparece eu los primitivos documentos que se poseen de esu
lenguas, como se düerencia el espai1ol woderoo del ~e los pri-
meros escritores peninsulares. Cualquier italiano media-urunen-
te ilustrado puede leer sin ninguna diffonltad al Dante y de,
más escritores de los siglos Xlll y XIV, mieutras que paia
enteqder las obras 1iterarias y ca$tellanas de esos mismos si-
glos un espa11ol necesita hacer estudios especiales como si 5t
~ratara de otrn lengua.
Esft es la obra de los latinistas, de los etitnologistas, cul'a
~biduría le he manifestarlo tntl.s atrás. 'f odo el empello dt
los bumauistas de hablR castellana, con rarísimas excepcio-
nes, ba sido puesto en acercar s u lengua a la que hablaron
los romanos de ba veinte siglos, y en adornar la frase, redou
dear el periodo y dar sonoridad y demás cualidades e-xteru&!
a su idioma.
El lema de los liuinnuistas organizados en legión «Limpí-.
Fija y cla Esplendor>, ha cie enteuderse de una manera muy
particular. Entienden por limpiar la lengua encerrarla denlro
de u-ua muralla clúua para que no penetre eu ella ninguna
voz nueva, uingón neologismo o barbarismo, a los que tieuen
horror, de lo qoe h8 resultado, con el im.nenso desarrollo df
la vióa moderna, que pocos libros prestan menos utHid11d a
un hombre, de estudio que un Diccionario de la Academia. Úl!
editores libre ros bau subsanado en parte e&$ deficiencia pro-
porciona,,do al ptíblico de babia castellana diccionarios cou
«apéndice» , que va siendo ya tall voluminoso como el dktiu·
nario mismo, cosa no- vista ni oída de otro idioma.
No «Fija> sino que va hacia donde lo hemos visto, rcsuci
hmdo formas muertas por el uso del _le-guaje hablado. Eu su
tarea de restauración de fósiles ban ido los latinistas bsst.t
atre,.,erse con la misma lengua madre, y con el acierto que t!
de s uponer. Recuerdo que mj p rofesor de latín, Roorígutt
Ojeda , el querido Lioncbo, hacía retumbar la sala del fostilll·
to con el -um de temJJltmi. cuando es hoy sabido que desde rur
tes de la conquista de Ei¡pafín los romanos ya casi no pronun·
cía.bao la m final, y que esa u no era tampoco la 1, castellana.
Asimismo me ensei'laron que los romanos 11amnbao Oicer~•
su grao de orador, siendo que ese se.fior no respondla sino cuan·
do lo Jlamabau QHíquero, porque K sonaba la e latina .
«Esplendor> entendido como brillo externo, es ló úuico en
que el lema es verdadero. Ha sido esa una antigua aspiración
R.AZ., OHJLENA 193

espailola: • Valdés: ... y sabed que la gentileza de la lengua cas-


tellana, eoLre las otras cosas, consiste en que los vocablos sean
Jleoos y enteros¡ y por esto siempre me veréis escribir los vo-
cablos con las más letras que pueda~, espíritu que, como se
ve, es diametralmente opuesto al que creó esta lengua.
Pero los hablistas castellanos ban tenido la felicidad de ver
coronados sus tenaces esfuerzos. Su lenguaje es, con mucho,
el más sonoro, el más ampuloso de los idiomas que conozco,
aunque haya quedado pobre en voces, y use dos negaciones
l'9ll\ uegar y haya que usar a cada paso de rodeos para evitar
lu anfibologías del posesivo s", estigma de infantilidnd que
un tenfo el castellano antiguo.
Re oído hablar en varios icliomas, por lo que mi opinión no
t, del todo empírica, como quisiera que fuese la de los que
b:111 de juzgar en esta materia, y puedo asegurarle que lo que
mus liorna la utención del viajero que no ba tenido oportuni-
dad rle oir hablar castellano por algún tiempo, es la sonoridad
porticulor de esta lengua. La abundancia de sus vocales, espe•
c18looeute de la a, que hiere coruo campana el oído, da la idea
,le que los que la hablan abren demasiado la boca y elevan
el tono, lo que, anido a la costumbre de gesticular y accionar
mientras se babia, que parece nativ~ de los que eu ella se ex•
presan, le da cierta prosopopeya, oierta éufasis e hinchazón
muy curiosn.s. Pero están de ello satisfechos; así, mientras que
los ingleses se glorfon de poseer el idioma 1oás locónico y pre•
c,so de los modernos, un eminente orador peninsular dice
del suyo propio: «Nada hay comparable a )1\ verba grandilo-
coente y abundoso de la rica y sosora habla castellana•. Cam-
pana. ¿Oye?
La escritura también ha logrado algo de adorno externo,
pues es de la única manera que puede considerarse la proCu-
!ióo de acentos ortográficos inútiles, no empleados en la es-
critura de niugaua otra leogoa. que usa el e11stellaoo. Y tam•
biéo hay progreso en esto: Rufino J. Cuervo pinta el acento a
palabras que se le escaparon a la Academia, y bn encontrado
razones para poner dos acentos ortográficos a algunas pala-
bras compuestas.
b) Peneaudo sobre esta tendencia al pasado de las famiJias
latinas, tan elocuente para los biólogos, estaba en estos días
cuaudo el cable nos anuncia que en Roma ha tenido gran su•
ceso un ,Cougreso Latino•. En sus sesiones, a las que concu•
rrieron rflpresentantes de las naciones neolati nas de Europa y
de algunas de América, se habló y deliberó sólo eu latín, se
lsyerou poesías en esa lengua muerta para siempre, y se repre-
1s
1!)-t N'ICOl..\6 P.\l,.\(;lOb

sentó w1 drama de antiguo escritor latino auténtico por eó-


micos que declamaban en latín y que en latíu oían los espec
tadores. No direu los cablegramas de que nacionalidad ernn
los tales cómico!!, co"Sa indispeneable para formarse una idea
de como sonaría el latín en sus bocas, puesto que cada una ,le
las naciones modernas de Europa pronuncia la lengua de Ki-
kero o Chir.:hero corno saeuu en boca de los italianos, a su nia
nera particular, aunque ninguna como In pronunciaban su~
antiguos dueños. Lo que es seguro, sin embargo de que no lo
dice el cable, es que si el autor de ese drama resucita para
asistir a ese· homenaje tan ... póstumo, diré, no habría etne11-
dido una pálabra, y habría creído <¡ue con toda esa graverlarl
postiza de antiguos romanos que adoptaban los concurrente,.
estaban confabulados para jugarle una broma de mal gusto.
Conozco a uno de los chilenos que debe baber asistido a la
represe11tacióu, y sé que sus conocimientos del lat.íu le habrán
alcanzado cuaudo más para lucir un «ego sum> al pasar su
tarjeta de entrada; lo que no le habrá impedido estar muy
ateo to, asiutieudo con la cabeza y hasta aplaudiendo alg11uos
pasajes, para ir después a su cuarto del hotel a reirse a carca•
jadas de la farsa. Cuáuta falta me hace la fusta de Voltaire
para mostrársela a todos esos comediantes!
e) La poca simpatía que abrigo por la sonora verba ele Cll$-
tilla proviene en parle de que tengo la íntima couvicción ,le
que por el habla romance que usamos en Chile es por domle
nos ha vellido el error perjudicialísimo de creeruos latinos Y
de raza latina, y por consiguiente destinados a pasar por la
servidumbre de razas superiores autes de desaparecer definiti-
vamente de la faz del planeta. E'ltoy asimismo convencido rle
que mientras a los chilenos sólo se nos enseñe espaflol, fran
cés o italiano, iremos quedándonos irremediablemente a ll\
~aga del magnífico progreso de la ciencia moderna.
Es una ilusión tau manifiesta creer que París sigue siendo
el cerebro del mundo, como la de imaginarse que Roma e~
aún su señora. La sede del saber y del mando en !& Tierra ha
cambiado de sitio y de raza.
En los últimos años la escuela darwiuia.na inglesa, encabe·
zada por Herbert Spencer, ha sosteuido cou la alemana de l~s
neo-danvinianos, cuyo jefe es Weissmano, uua larga y lunu-
nosa polémica sobre el mecanismo con que ambas escuelas ex·
plicau la trasmisión de la vida de padres a hijos, el proceso
hasta aquí misterioso que permite que de la fusión de dos cé-
lulas microscópicas resulte un ser único que reproduce los
caracteres físicos, morales e intelectuales de los individuos ge·
neradores de quienes se desprendieron aquellas célu.las.
R.\ZA ..:JJtLP.?C\ Hl6

Y como corolario de aquella polémica, la dilu<'idación del


problema de grande importancia social práctica de si las con-
diciones adquiridas por los padres pueden o no ser trasmitidas
a la progenie; o en otros términos, si un hombre que ha lo-
grado v. g. fortalecer su vitalidad o desarrollar sus músculoe
por medio de prácticas o ejercicios apropiados, trasmite o uo
a eus bijos esa robustez adquirida, con la cual no había nací•
do; o si otro, que por el estudio y el trabajo ment-al asiduo ba
conseguido aumentar el poder fnocional de su cerebro, puede
dar vida a hijos de inteligencia superior a la que habrían tenido
si él mismo no hubiera mejorado la suya por el ejercic\O. Se
treta por lo t.anto de r3aber si la educación es capaz de mejo•
rar In especie humana, tesis sost-euida por los ingleses, o si
eólo estA li~itado su poder ttl individuo. que es lo sostenido
por los alewaues, los cuales !ilirmau que la especie sólo es roo•
dificable por las leyes primitivas de Darwin , la variación y la
selección, doctrina a la que se están hoy adhiriendo los mis-
mos ingleses.
La discusión de este problema, el más pr◊fuodo de cuantos
hao sido abordados por el hombre desde que la filosoCín posee
la base experimental que le suministran los laboratorios y el
microscopio, que con su mirada poderosa sondea el mundo
mara\'illoso de lo infinitamente pequeílo, no bn sido siquiera
traducida a ningún idioma romance. Los sabios franceses que
uo han sabido alemán, inglés o ruso se han quedado a obscuras
robre ella.
Lo mas grave es que los latinos pnrecen no interesarse por
esta clase de investigaciones. Es de regla general que empiecen
m libros que llaman de sociología declara.udo que la biología
no lieue nada que ver con ellos, y dicen la verdad, como apa•
rece de manifiesto en sus lucubraciones. Han dejado de oom•
brar los silogismos. los sorii.es y los entimemas de los antiguos
escolasticos, pero han permaueci$lo en su roisma l'net.afuica, y
se wantienen, naturalruente, a la misma altura filosófica que
•quellos.
Las obras fundamentales del saber moderno, la Biología y
In Sicología de Spencer, uo están siq1:iera traducidas al espa-
flol ni al italiano, lo que no es un inconveniente para que los
escrit-ores de esos países se creau eu el del.,er de refutar las
?OCtriuas dtil Filósofo Excelso, para cuya comprensión están
1nhlbilitados. Es aún posible que encuentren inadecuado, sino
absurdo, el título de sicología dado a unn obra que emplea casi
todo el primero de sus dos tomos en la descripción anatómica
r en la 5siolog{a del sistema nervioso humano, ni que crean
19,6

que las expet•iencias hechas en plantas y e1-1 cuadrúpedos pue-


dan tener aplicació\i al « bípedo implume•.
No hay por lo tanto motivo para extrañarse de que en filo.
logía, ciencia alemwa, los latinos estén sin conocer su pl'opio
idióma, y en espera de algún sabio alemán, como dice Menéu-
dez y Pelayo, que venga a euseñsrles en su propia casa.
Persistiendo en la senda latina por la qae se nos arrastra,
tendremos al fin los chilenos que contentarnos con ilusiones y
palabras, creyéndonos todo.a uno.a portentos de saber como eu
Italia, donde hay una cantidad espantosn de sociólogps, peri>
en donde «sociología>1 ya no significa lo que Augusto Comte,
sa ilustre creador, quiso que significara, sfoo ftlgo que lleva
camino de ser precisamente lo contrario; o bien nos daremos
pol' satisfechos Jlamáudonos unoe a otros «mi sabio amigo),
«mi sapientísimo colega» como se saludan entre sí los de la
Real.
d) Antes de termiu~ la presente, me..-b,a de permitir calular
otra aJarma del amigo recordado. Teme ese buen seuor que si
llegaran a convencerse lae gentes de que realmente los chileuoS'
somos una ra~a aparte en el continente, quedaríamos aislados,
sin amigos, ein aliados. Se ha repetido tanto en estos últimos
tiempoe que debemos ser a~gos con éste e con aquel pueblo
porque tenemos el LUismo origen, somos de una 1.nisma 1,aza,
nos regimos por el mismo sistema de ·gobierno, hablamos el
mismo Mioma, practicamos la misma religión, habitamos el
mismo continente, es la misma nuestra historia y sel'á el mis•
mo nuestro porvenir, que no es extraño que mi buen amigo
crea que son necesarias todas esas similitudes entre Jas nacio·
nes para que puedan estimarse y respetarse mútuamente. Efec·
to del gran poder que las palabras están ejerciendo en algunos
de nuestros compatriotas. Los hechos, aunque tengan la eviaeu-
éiamás palmaria, 1:3jercen en sus juicios poca o ninglllla influeu·
cia, por lo que no los buscan m lo~ ven. Y en esta cuestión de
amistades entre pueblos los hay de tal evidencia que parecen
puestos de propósito para desmentir esa afirmación: la única
nación sudamericana que haya tenido diverso origen que In
nuestra, que habJa diverso idioma y que tu'\'7iera diverso siste·
ma de gobierno_en In época en que comenzó nuestra sincera
amistad es la nación hrasilera, y es precisamente la nación cuyo
pueblo siente más sinceras simpatías por nosotros, y por la cunl
el pueblo entero de Obile manifiesta más honda umtstad. Eo
Europa no hay alianza más firme que la de la Rusia y la Frao·
cia, que tienen distinta raza, distinta religión, distinto idiolll11 ,
disbinto sistema de gobierno, distintas costumbres, y toda lll
naturaleza de aque11os pueblos, no es sólo diatin~ sino qu&
.RAZA C Bll.J.: N A 197

opuesta en muchas de sus manifestaciones. Estoy por ~eerque


et rnás verdadero entre pueblos q ue entre in dividuos el pro-
verbio que dice «no hay peor cuf\a que la del mismo palo,;
pero discurriendo sólo sobre palabras se puede probar q ue es
de uoche a las doce del día, como lo probaban los sofistas
griegos. ·
Los pueblos no se aprecian y q uieren por igualdades de r~.za
oi de otras clases sino por motivos bien conocidos de todos.
Las tales ig ualdades múltiples que se iuvocan a la fecha como
lllZ-Oues necesarias son sólo lugares comunes de <liplomac:in
enana.
Seamos serios y respetables, mantengamos v iva en nuestros
corazones la noble am bición de ser los mejores y no ahorremos
~acrificio en conseguirló, y entonces mereceremos tener amis•
tades y sólo entonces las tendremos sii'\ceras. Queda servido
el amigo.
e) Y agora, 'on Cnlro' <1ue le ay reeordao el orige' y si-
nlfleao sicológico de nne.htr' abJa, ehpero de que uhté' no
~e abergonse on que se alga toma.o la franquesa d'ehcrebil-
le l' íirtímn rason cl'eht.a letra en su dialento lijítimo.
Ja-uio de 1903.
Us ROTO 0 Er1LE1:<o.
TERO.ERA PARTE
ETNOG.R,!Fll

CAPÍTULO I
LAS RAZAS PROGENlTOR.lS
l. (~odos. Caracteres Usicos.-2. Caraotore11 morales.-8. .Arnucu,
Caracte-ros físicos.

l. Gonos. ÚARACTF.RES i,•ís1cos

Toda esta parte e11 uu extracto de un estudio hecho en 111111


auteriorea. He suprimido del antiguo muchos datos an1ro¡<,
métricos referentes a nuestra raza, porque estudios posterior!
me han convencido de que no corresponden al tipo medio cll!
)eno. Al trat.ar de la migración interna en la, parte o.n de m
libro se verán las razones en que fundo mi desconfianza.
Mis estudioe sobre etnografin chilena los he hecho en~
proviucia de Tarapacá, en donde hay chilenos de todesbi
regiones del país; pero a eslu provincia no \liene el cbfüe
que representa el tipo medio, sino el más germanizado ii!lts
y moralmente. Por este motivo en esta parte del presente libli
me detendré de preferencia en el aspecto fisonómico. dejan~
los números para mejor ocasión. Ailadiré- también alguna
rasgos generales de sicología.
'la he dicho que el Godo era el tipo de la raia germam
cuyos principales caractere9 he recordado. La escasa propoi
cióu de mestizos lo era de las familias iberas distingoidae,r.
cas, que eran Jas únicas cou que contraían alianzas legítimi:
Oomo se t-rala de una raza desaparecida en estado de purtt.!
su descripción sólo puede hacerse por las descripciones liftll
rias que de ellos hicieron los qoe los conocieron, por las ese«
turas que los representan y poi· los magos comunes a toda i
raza, los cuoles pueden \'erse hoy en las regiones de Europa
en que la sangre g,ermana está más pura.
Aunque creo que eu el sur de Suecia y otras r~ones veci•
nas quedan a la fecha algunos tipos fisonómicos genuinamente
góticos, observando el aspecto de las esculturas que los repre-
;eutau, puede ver:.e c¡ue en su conjunto In estirpe gótica pre•
:enta algunos caracteres particuJare:i,. Los más fácilmente
apreci11bles eran: IR inclinación ne la ceja, cuya cola o extre-
midad exterlHl es más baja que la parte interna o cercana a la
nariz¡ tenían In ceja caída, como decimos \'ulgarweute. Este
ra~go es muy notabl~ ton los prisioneros godos del relieve de
un !arcófo~o romano clel siglo IIf, reproducido en grabado en
la obra <le Bmdley. De igual mauern puede verse en la meds.-
lln del Mrcófago de Estflicou y su esposa en San Ambrosio de
~lilán. Estílicon era de la familia de los Vándalos. El retrato
de la esposa tiene la ceja muy cníria. Los anntos godos o con
ñ:;onomfo gótica del pórtico de la catedral de León en Espai\a,
presentan asimismo ese rasgo especial. Olro -de los rasgoR
muy comunes e1, los Godos era el del cabello ondeado y auu
rizado. Los dos signos anteriores se hallan en toc!a la rn1A\ ger•
mnna, pero eaporádioameute, mientras q ue en loe Godos eran
IUU\' comunes.
El Godo era velludo y se dejaba crecer la paLilln. En Espa-
oa fué tnrobién esa su costumbre basLa el siglo XV, eu el cual
algunos se tlPjaban sólo los mostachos. Tenfnn, los de E spafln
por lo menos. la creencia de cierta relación entre el desarrollo
del sietema piloso en el hombre y s us cualidades varonile~: «el
hombre ua de ser peludo, , decían los conquistadores de Amé•
rica. Lo contrario de lo que crei1tn los Araucanos, que se
mancaban cuidadosamente los es<.'asos pelos de su cara.
Su cabello era rubio, tal vez de todos los matfoes, como en
el resto de In raza; pero sus mostachos y barbas eran de color
mús eoccudido, tirando a rojo. Recordé que los Araucanos
llnmnbau barba roja a los conquistadores. Lo~ pelos de la cara
son en general más e ncendidos de color en toda la raza rubia
de Europa.
Su talla sabemos que era alta, pero no se ha establecido aóu
eu números precisos. La t8lla media eacandinavn es a la fecha
de un metro sesenta y siete centímetros a ooo setenta (l.67,
1.70 mts.) según llipley. L:>s conquistador es tenían como a l-
tura media del hombre dos varas castelJanas, esto es un poco
~operior a un metro sesenta y siete cenUmetros (1.672). Pro-
bablemente en esa apreciación general tomaban en cuenta la
raza ibera, que es baja.
Hay mochos recuerdos históricos de hombres muy altos
200 SICOL.\S PALACIOS

entre los Godos, pero quedan también de la exiietencia de hom-


bres bajos, como aquel Eberwolfo, a1,e.s iuo del rey Ataulío en
Barcelona, durante el periodo de mayores disensiones iutesti
nas entre los Visigodos.
La fisonomía más general entre ellos, la que se ve en Cl!i
todas las estatuas y relieves que los representan, era la dt
óvalo ancho y corto. El esqueleto de su cara era desarrollado,
sin prognatismo. Frente amplia, nariz poco desarrollada
ondulada, de altura media o baja, si n ser chata, pómulos mar.
cados sin ser prominentes. El tipo de Ercilla. La parte inferior
de so faz la cubrían sus barbas. Ojos azules, outis tl'aslúcida,
sin pigmento, como el resto de su raza.
Era, pues, el Godo lo que podríamos llamar en cuatro pala
bras y en términos corrientes, un rucio flato, carautón, pntilln
do. Ese era, como digo, el tipo general. Existía lambiéu, es
pecialmeute en la tioblezn1 el tipo de cara ovalada, de faociontt
más finas, unriz recta algo corva, más prominente que en k
generalidad, de la que puede dar ona idea la nariz de d01
Diego Portales. He recordado que la nariz francamente con·1
era excepcion1tl. Debe haber existido asimismo el tipo de u11ri1
muy baja en el medio con el extremo libre redondeado y s.1
liente; lo que los etnógrafos 1-ranceses llaman 1uJZ catre, 11ari1
bandida. Ese tipo de nariz se encuentra en Europa sólo en 101
pueblos germanos, y eutre personas muy rubias o coloriulll
En Chile, donde también existe ese tipo, lo llamamos uato pt
tizo o simplemente petizo.
La forma de la cabeza del Godo era oblonga. Los esquelt
tos encontrndos en las sepulturas góticas acu88n un índice Cl'l
neaoo inferior a 76. Los suecos actuales tienen 77 segó:
Ripley. Los rubios de Chile son también los más dolicooéf,
los de nuestra raza. Una cort.a serie de 30 de los más robiO!
me dió 77 .8 de índice cefálico, lo que significa poco más dt
76 como índice craneano.
Eu cuanto a la mujer goda, debió parecerse a las de las 0111!
estirpes germauas. L1ls representaciones que de ellas quedan
especialmente en Espaila, cou6rmau la suposición. Como b
única estirpe rubia que ha venido a Chile es la gótica, las clu
lenas rubias, auuque son mestizas, están caracterizadas, es~
cialmente las de los campos, por su talla más elevada que~
media de la mujer chilena, que es de 1,54 m. , ojos aiole:.
cuello alargado, hombros caídos, carácter dulce y un femioil
mo muy acentuado.
Respecto a los caracteres germánicos de los couqoist-adow
de América, y en ·especial a los de Chile, hay numerosas prot
bas que los atestiguan.
!{AY.A Clfl l,E:S..\ 201

Dos de sus rasgos físicos más c11r11cterísticos y fácilmente


apreciables, su talla y el color de su cabello, aparecen constan-
temente en las descripciones literarias y en lo!! retratos que a
ellos se refieren.
Gondlez de N!ijera; hombre ob~erv1tdor, aunque bellaco,
dice que los conquist-adores de Cbile era n mucho más altos
que los Araucanos y más membrudos (ob. cit., pág. 39).
El que visita las galerías de pinturas de los países meridio-
nales de Europa con el propósito de estudiar tisonomins étni-
cas, queda sorprendido ante el hecno curioso de que sean
rabios de ojos azules la. to~Jidad de los retratos de los perso•
najes de la antigua nobleza de dichos países. Es raro el que
,iene pelo castaf\o. Si.1 fisonomía y las proporqiooes de su cuer-
po son, asimismo, perfect.amente germanas. Esto no sólo en
los retratos de la nobleza íitulada. sino en cuanto hombre no-
tAble ha sido retratado, de modo que, cuando después de per-
manecer algún tiempo estudiando fisonomfos históricas, uno
sale a la calle, se encueutra en presencia de indi ,riduos com-
pletamente diversos de tos reyreseutados por los artistas, y se
adquiere la co11vicción de que los retratados y los vivos perte-
necen a dos raias cowpletameute dist'intas. Esto es más not.a-
ble en Italia y en Espa.ila que en Francia.
Los conquistadores de Chile eran rubios en s u casi totali-
dad, y los que uo lo erau presentaban fll signo germano de su
elevada estatura. Recordé también más atrás lo que pienso de
algunos de esos conquistadores de elevada talla y cabellos
n~ros.
Los Araucanos, muy buenos observadores, confundieron
en uun ocasión a unos náufragos godos con los ingleses, que
ellos conocían bien. Un buque cou conquistadores que. venia
de la Península, según creo, se vió obligado a recalar en un
puerto al sur del Biobfo, y para. librarse del ataque de los in-
dios, se fingieron ingleses, que no comprendian el castellano.
Los indios lo creyeron, pero más tarde supieron que habí&n
sido burlados, por lo qtie, habiendo llegado poco después uuos
piratfls, ingleses de vetdad, los ATaucanos no les creyeron y
les dieron una soberana batida. Esto suceoió a .fines del siglo
XV[ (Marit10 de. Lovera, ob. cit., pág. 3~7).
. No sólo a los Araucanos podía suceder tál co~n. A un inglés
1lns~rado le aconteció lo mismo. Existe eu uno de los museos
de Londres, ei National Gallery, y bajo el número 1376, uno
de los más grandes r.uadFos d4l Veltisquez, U,i duélo en el Pra·
do, en el cual hay 111:1as diez figuras, eot~e duelistas, testigos,
f~iles y médrcos, etc. Cubrl cou mi catá:logQ la firma del autor
Y pregunté i. mi compai'lero de visita, ingl és instruido y que
:?02

babia viajado macho, por la nacionalidad de lae personas re.


presentadas en el cuadro. lngle¡¡es, me contestó sin trepidar.
Luego nombró varias otras nacioualidadee germanas. Cuando
le dije que eran retTatos de espanoles, no pudo creerlo hasta
que le expliqué el caso.
Ya vimos que el abate Gómez dice que los mestizos sólo se
diferenciaban de los espanoles en que aquellos tenían el cabe-
llo negro, liso y grueso, l,:1 que indirectamente significa que
éstos lo tenían rubio, ondeado y fino.
Las bijas de los couquis t~dores, las c11iollas, ernu rubios.
González de Nájera así lo afirma de las del siglo XVII (ob. cit.,
pág. 70). En el siglo siguiente decía el ab11te Gówez: ,De las
mujeres chilenas se debe decir que son generalrnen~ bellas,
de buen talle y proporcionado a su sexo, s u color blt1nco rcisa-
do y su pelo largo, rul,io y eutih (ob. cit., pág. 297). Podrílln
citarse muchos otros testimonios confirmando lo nse\'emdo
por estos autores.

2. Gono~. CARACTERES MORALES

Los etnógrafos dan al presente grande importancia a los ca•


racteres síquicos como distintivos de las razas. En el caso nues-
. tro esos caracteres tienen especial fuerza probatoria. El amor
ni combate bajo su forma más genuina, la guerra, el! de aque-
llos que no pueden fingirse, y bajo ese aspecto sirve tauto o
más que los rasgos físicos para caracterizar la raza a que per•
tenecían los conquistadores.
Otro de esos ra6gos, también muy elocuente, es el desprecio
dt-i los pueblos guerreros por los oficios manuales. por el CO·
roercio y por los letrados. Veremos dichos rasgos de nobleza
muy acentuados en las siguientes págiuas.
De la uobleza de los primeros conquistadores hablan todos
los cronistas sin discrepancia. Entendían entonces por noble•
zn, no log titn.los nobiliarios, sino la descendencia de hidalgos.
La misma sangre corría por )ns venas de los que siguierou
llegando. Sobre el contingente que trajo Monroy del Perú,
dice Marif1o de Lovera (ob. cit. pág. 86) después de nombrara
varios por sus nombres: cy otros muchos bijosdalgo basta lle•
gar al número de ciento y treinta», que íué el total de aquel
contingente.
Igual cosa dicen a una los historiadores y cronistas, sin tra·
tar especialmente de ello, sino que se ve intercalado en sus
narraciones como una c~a natural y sabida por todos. El his-
toriador Olivllres, hablando sobre las oualídadel! que deben te-
ner los misioneros extranjeros que se envíen a Chile en su
HAZA CBJl,E:(A- 203

tiempo. dice que deben ser •escogidos de cienc:a y experieu•


cia• ya que esta provincia (Chile) es clan dilatada y Uena de
gente noble• (Historia de la Compmlía de Jesú$, Colección,
tomo 7, pag. 12). Eu ese tiempo (siglo XVID) no se decía n o-
ble, caballero, hidalgo sino al que lo era de estirpe; se guarda-
ba en eso un cuidado escrupuloso. 'l'al vez atendiendo a eso el
historiador tantas veces citado, Carvallo y Goye.neche, dice en
la uot-a 10-1- al fin del primer tomo de su obra: cNo se extrane
le calidad de caballeros que al parecer con demnsioda genera•
lidad se da a los vecinos de la Serena y que deben entenderse
también de las demás ciudades de Chile. El mismo soberano
califica so nobleza, y da mnr~en pnra estn e~presióu. En uua
real cédula dada en Valladolid a 21 de Abril dti 15~7. que 11e
halla ei; el libro 3 de provisiones de la capital, a f. 182 vuelta,
dice ... Los pueblos de Chile están poblados de noble gente> ...
Ya he indicado la causa de In selección que se operaba en
In gente que venia entonces a Cbilti. Gracias al heroísmo arau
(1u10, aqu( no venían otros hombres que los que pudieran me•
1JirPe con ellos.
Las levas o reclutas de gente para la guerra de Arauco se
hnu!nn en la Península y en América a tambor batiente. Ernu
voluntario!; el soldado ~nía que costearse sus armas y arreos
por lo común. De esos soldados puede decirse lo que del cita-
do cronista ~Iarino de Lovera dice su albacea literario, fray
Bnrtolomé de Escobar: e Mas como don Pedro era tan aficioOR·
don los armas, y supo que en el reino de Chile había no poco
en que emplearse acerca desto por las continuas guerras que
hay entre los indios naturales de la tierra y los pocos espaiio
les, púsose en camino para allá, adonde 11eg6 el a no de ci11-
cuenta y uno >. Agrega el albacea crfüco «y aunque su len•
guaje y traza eu el escribir, demás de ser el que ordinarin•
mente usan los de Galicia, era de hombre ejercitado más en
armas qt1e en libros,.
Esa casta espanoia, guerrera de afición, era la que venía n
nuestra lejana tierra.
Los artesanos, los comerciantes, los letrados, que componían
la otra raza peninsular, no tenían a que venir. Los que se
aventuraban durante algún período de tregaa, o los que traían
por fuerza algunas veces, se f:scapaban de aquí en cuanto se
rompía la tregua, a la Argentina, al Perú o a so madre patria
•unos en su hábito y otros en el de fraile,, dice González de
Najera (ob. cit. pág. 162). También dice este autor, ponderan-
do el buen clima de Óhile, que en el hospital sólo están los
que de miedo se tiugen enfermos. En la página ló7 refiere
González que vecinos de Santiago y demás ciudades, salían
20-l

todas laa primaveras a la guerra; uo era obligación, pero ha-


bría sido vergonzoso excusarse, por lo que se preseutahau con
sus bjjos capaces de tomar las armas, los cuales erau propor-
<>ionados en su uúmero a los cuntivos» tiempos aquellos: El
padre Ovalle (tomo 12, pág. 307) dice que una primavera se
presentó el general don Luis de las Cuevas con ocho hijos
adultos ,al real ejército, en el cual sirvieron a Su Majestad
anuchos 11110s a su costa, porque en aquel tiempo no tenían
otra paga los vecinos encomendero!! y sus hijos que la lealtad
y gloria de servir a su rey.. Hasta los mismos sacerdotes se
vieron en ocasionea precisados a tomar las armas.
Las condiciones duras sobre toda pouderación de la guerrn
que se jugaba en Cb.ile en esos tiempos estableció la más rigo-
rosa sele~ción entre los que fueron nuestros abuelo . No eran
sólo las continuas batallas de aquella guerra siu término, que
ya excluía a la raza pacifica espatiola, sino los sufrimientos,
las h11mbres, las desouceces, las pellejerías, como ellos las lla-
maban, las que ejercían una acción selectiva dentro de le
misma casta guerrera. Son uumerosos los hechos que refieren
los cronistas, de desercióu de soldados y basta de ofi¡!iales
por aquellas causas. e Los trabajos de la guerra invictísimo
César, puédenlos pasar los hombres, porque loor es al solda-
do morir peleando, pero los del hambre concurriendo con
ellos, para los sufrir, más que hombres han de ser>, decia
Yaldivia a Carlos Veo carta desde la Serena
Por muy animados que vinieran desde Espafia, Italia o
Flandes aquellos guerreros, la sola marcha a pie desde Buenos
Aires a Santiago, desconsolaba a muchos. A Sotomllyor se le
desert.aron doscientos hombres de los seiscientos escogidos que
trajo de Espafia.
Se hizo tan conocida esa primera prueba de resistencia
antes de entrar a nuestro país, que en un informe elevado
al rey en 1752, eo el cual se le pedían quinieutos soldados,
se le advertía que los mandara por cabo de Hornos a Concep·
ción, porque si venían por Buenos Aires no llegarían ciu-
<menta.
Se sabe qce fué en un tiempo manera de ca<Jtigar a los re·
\'oltosos de las demás colonias, la de mandarlos a la guerra de
Arauco.
Se comprenderá fácilmente que no vinieran sino guerreros.
Los comerciantes, los artesanos y los letrados son, por lo me·
aos las dos primeras categorías, de gran utilidad eo toda so•
ciedad, por iucipieute que sea; así era que su falta se hacia
sentir gravemeute en la colonia, por lo que sus gobernadores
205

solicitaban a menudo, aunque infructuosamente, del rey de


Espai\a el envío de algunos.
Don Francisco Lazo de la Vega, conocedor de la falta que
hacían en Chile algunos hombres de la raza autóctona de Es-
paña, quiso traerse algunos a la fuerza , pero no lo consiguió,
pues obtuvieron del conde de Chinchón, que venfa de virrey
al Perú, que este se los llevase a Lima. En carta al rey fechada
en esta ciudad, en camino a Chile, a donde venía de goberna-
dor (1629), le daba cuenta de s u fracasado intento en estos
términos:
,Acordado de la diligencia que por mandato de V. M. se
puso en E spafia para que no se embarcase gente sin licencia,
para que no se despoblase, 1-eniendo noticia que venía (en los
mismos galeones en que él y el conde de CJhincbón hacían el
viaje desde Europa a tol.llar posesión de sus respectivos pues-
tos) cantidad sin ella, que l.)Ues la derrota que traínn era para
pasar a este reyno (el Perú), pedi al virrey que en Panamá se
hiciese lista de ellos y se les sentase plaza pllra Ohile, pues de
esto se seguían muchos efectos del servicio de V. M. como lle-
var gente donde tanta necesidad hay y donde de tan mala
gana van, y que esta estaba cost.enda por su cuenta bASta nlli, y
qne de esta mo.nera se estorbaba que los B.fios eiguientes se
embarcasen contra el orden de V.M., pues las nuevas de lle
varlos a aquel reyno los haría retroceder del ioteuto n los que
lo tuviesen,. e Vol vil e hacer este recuerdo en P1mamá, Parecióle
tiempo entonces, y pues no lo llevó a cabo, convino otra coso,
Yo sentí perder tan buena ocasión. y ahora más, pues bn sali-
do cierta mi presunción de que aquf se hace mal la ~ente para
Chile, porque como este (Lima) es paraje donde descansan los
que escapan de su guerra y describen tau mul sus comodida-
des, se guardan otros de ir a padecellas, .
Re~pecto de esa fama de C!hile, dice don Diego Barros:
,Contábase de él en Espaila y en América que poseía uo sue•
lo fértil y un clima beniguo, pero que sus minas rendían poco
oro, y que sos indígenas eran salvajes obstinados y feroces
con quienes era necesario sostener una locha acompatlada
de las mayores penalidades, y a la coal oo se le divisaba tér•
mino,.
Marino de Lovera, refiriéndo!.!e a los oficios que tenían que
desempefiar los hidalgos conquistadores, por la carencia de ar-
tesanos, dice que los heridos en los combates se curaban «sin
otros ciruianos más que los mesmos soldados por ser todos tos
de este reyno tao diestros eu ello como si no tuvieran otro
oficio, teniendo por maestra a la necesidad, la cual les ha
instruido en otras muchas semejantes _facultades, y así apena&
206 :SléOLÁS P.\LACIOS

se hallará soldado que no sepa ~urar un caballo; aderezar uoa


silla; herrar sin yerro como otros soelen; &ingrar a un bom.
bre y a un caballo; y aun algunos saben sembrar y arar;
hacer una pared; cubrir un aposento; echar una Yaiua a su
espada; y rellenar una cota; con mochos otros oficios semejan
tes que no los a prendieron eu su vida», (t.0mo 6, pág. 322).
González de Nájera que escribió. como he recordado, a
principios del siglo XYII, dice que el soldado tieue que hacer
en su casa, antes de salir a campat1a, el charqui, la barios.
mtmteca, tienda, herraje, hoces, etc., todo lo necesario para
sustentarse seis meses, e porque ninguna cosa destas se halla
ui se vende en Chile sino que es menester hacerlo cada uuo
eu su casa• (ob. cit., pág. ló7).
En los primeros tiempos, cuando se creía que los Araucauos
serian vencidos más o meaos pronto. vinieron algunos artesa-
nos, pero apenas se convencían de q ue estos indios 110 eran
como los del resto del ooutioente, se volvían por donde y
como podían . Por los acápites de las Actas del Cabildo de
Snntiago copiadas a continuación. se verá lo que sucedía a
este respecto. Las razones que aducen los cabildantes para
retener n los artesanos eran jastamente lo que más intilllidaba
n éstos:
Cnbildo del 31 de Enero de 1653: " En este día se ruaudó
que se notifique a Zamore, herrero, que por cuanto se tiene
noticirt que se quiere il' de esta ciudaq, y si él se fuere que·
cforá esta ciudad sin herrero, y no habría '}Uien aderezase IB.!
herramieotas para sacar oro y otras cosas ea esta ciudad; etc.;
que no se vayrt de esta ciudad sin licencia de este Cabildo. so
peua de quinientos pesos de oro para la cámara de S. M. y
obras públicas y de la iglesia wayor de esta ciudad, y más que
irán tras él y lo volverác a esta ciudad a su propia costa; y
así lo mandaron».
En el Cabildo de 20 de Julio de 15ó.t, cuando empezaron•
llegar noticias de la muerte de Valdi via, se da cuenta de qut
quisieron irse de Santiago varios artesanos, a quienes loe
cabildantes negaron el permiso. Dicen las Actas: <En este dia
se pidieron licencias para irse al Perú en el navlo q ue ahora
se va, y se les respondió que por ahora DQ ha lagar b astll que
vengo nnvio del Perá , porque h oy ha venido nueva que Id
tierra de arriba esti en grao n ecesidad. y aun se dice qae son
muertos los cristianos que ali~ bay;-y si fuere verdad, habra
gran necesidad en la tierra, e por esto se respondió así, hasi.
ver lo que s ucede; y especialmente se dió licencia a Jo8Jl
:M artín, carpintero, para que se fuese, porque presentó an1
RAZA C HILl1N.\ 207

provisión real en la que S. M. manda que se vaya si quiere~.


Se ve que maese Martín babia previsto el caso.
Igual cosa pasó con los mercaderes, a quienes los Godos
miraron siempre con desconfianza y menosprecio, rasgo típico
de pueblo guerrero, y cuya justificación científica abordaré
más adelante.
También vinieron comerciantes en los primeros aflos de la
conquista. Villagra trajo uuos veinte del Perñ cuando fué
enviado por Valdivia en busca de eocorros. Oomerciautes q ue
huyeron de Chile apenas se convencieron de que este no era
país de negocios sino de batallas, que son cosas distiutas.
Góngora Mariuolejo refiere que dos de ellos se quedaron en
Chile. «Fué Dios servido, dice el cronista, que el uno de ellos
muriese a wanos de los indios muerte muy cruel, y ~l otro
vivió pocos dias pobre, pudiendo vivir en el Perú ricos> .
Basta uo siglo después de la fundación de Santiago, puede
decirse que el comerciante espa1101 no se avecindó en Obile
sino en muy corto número. El padre Ovalle dice (tomo 12,
ptig. 281) que cuando él sa!jó de Santiago, eu 164 1, babia en
lll onpitnl unas doce tiendas de mercaderes. Es muy posible
que de esos doce, muchos no serían mesliizos sino hidalgos
puros, pues la necesidad de comerciantes se hizo sentir muy
teUlpran<>. lo que hizo aparecer algunos de la clase noble, con
graude escándalo por cierto de los demás bjdnlgos. En nota de
lll Real Audiencia al rey de Es patla en 16 11 se. quejaba, euire
otras graves irregularidades de este reino de Chile, de que
«algunos capitanes y solda.dos se babiau vuelto tratantes y
pulperos>. Núiiez de Pineda, algunos noos más tarde, decía
que la injusticia de nlguuos gobernadores de Chile había
<reducido ulgunos soldados antiguos envejecidos en el servicio
de S. M. a ser tratantes, pul-peros y mercaderes> (ob. c.it., pág.
369). Lo!! comerciantes a11meutaroll paolatiuameute durante
todo ese siglo XVII y pr incipios del .sigu iente, pero como las
condicioues materiales y morales del país permanecii3ron las
mismas, es de creer que dichos cómerciant.es eran chilenos,
por lo tnenos en su gran mayoría.
Los hidalgos de Santiago miraron siempre con menos.precio
a los comerciantes; tenían sus relaciones familiares separadas
Y hasta en las iglesias ocupaban sitios distint"Os. Había cofra•
día de caballeros y cofradía de mercaderes (Ovalle, tomo 13,
pag. 217). Diego García Villalóu, en un informe sobre derecho
a ci~rtos iuc:Iioa, decía, con la mayor naturalidad, que babia
llegado en una ocasión a Valdivia culUcho proveimiento de
armas y herrajes, pertrechos de guena, geute y metcaderes>
(Doctm1entos, tomo 12, pág. 162).
~ICOJ,ÁS l'ALACJOII

Fué después de las pMes de Negrete, en 1726, cuaudo ern.


pezaron a llegar inmigrantE's iberos, que se dedicaron al co-
mercio. • Los hombrE's espauoles de la clase inferior son meuoa
ocupados. Viveu del comercio inferior de tiendas y tabernas,,
dice Carvallo y Goyeueche refiriéndose a la sociabilidad chile-
na de ese siglo (tomo 10, pág. 62).
Un siglo notes hicimos untt buena escapada. Después de las
paces de QuilHu ( L640), que se creyeron definitivas, pues los
Araucanos consi#tuieron lo que quisieron, el gobernador, Ló-
pez de Zúniga, pidió a Espa.na mjl personas para distribuirlas
en las ciudades más necesitadas de gem~ q ue no fuera mili-
rnr. La guerra de Espaoa con el Portugal, y Muuricio de Nas-
sau, príucipe de Ornuge, que armó unA escuadra para saquear
las colonias espariolas, hicieron imposible el cumplimiento d&
los deseos de aquel gnbt>rnador Antes de que cesaran esos in,
couveuientes, ya en Arauco había empezado de nu~vo el e~-
truen<lo que ahuyentaba de Chile la inmigración de gentes
que pudieran bastardear nuestra ra1..a.
Los hidalgos chilenos tuvieron en vtlrias ocMione~ muestras
muy eloc:ueutes de las facoltades de gobemoute que calr.an
los mercaderes. Según como andaban las cosas en la metrópo-
li, así era IR calidad de los hombres que de allí venfau a dui,
gir las colonias americanas. El más famoso de esos gober11a-
riores mercaderea fu é un ee11or Ustáriz, comercio u te fllllido eo
E spaila. que compró el puesto de gobernador de Chile, y lo
,gobernó» a su modo desde 1709 hasta 1717. H omhre ,de
trato afable, nada vengativo, ni soberbio y muy dislnnte de la
inflada vanidad, compasivo y muy incliuado a favorecer al
prójimo,,, dice de ~l Carvallo. Nombrado con el propósito~
pecial de que posiera atajo a los contiuuos contrabandos de
los filibusteros franceses e ingleses, tomó Ustáriz sus ruedidli
con tanto acierto, que se hizo agradecer sus servicios en ca-
torce cédulas reales, Coando la corte creyó necesario investi-
gnr la verdad de los numerosos denuncios que le llegaban
sobre In hipocresía del goberuador, uombró al oidor de Lima.
don José de Santiago Concha, para que viniera a formar un
proceso sobre el as unto. El oidor comprobó que lo que babil
sucedido era que Ustáriz se eoteudia directamente con los con
trabaudis tas. habiendo mooopolizadv el ramo. Además se e~~
bleció que el mercader gobernnrior vendía los puestos públi
cos, mandaba hasta Bolivia a vender el ganado real, y no deje•
peculado ni fraude por cometer; tmjo una cantidad de hijot
sobrinos y amigos, entre los que distribuyó los más importan-
tes cargos; arrAsó con cuar\to pudo, lo desorganizó todo, pago
dfoero a los Araucanos para que lo dejaran , gobernar> trtll-
209

quilo, y es fama que, si no lo atajan, deja liwpio el reino. Cór-


dova y Figueroa, que se detiene algnnas página! en este pe·
riodo de nuestra historia, dice que los cargoe foeron tantos
, tan graves, cque eoo para verlos en proceso, que para refe•
nrlos en historia,. Los tiempos se alcanzan.
Los letrados, en el sentido que le daban los Godos, esto es,
de personn que tiene por único oficio las letras, ex.tre los cua-
les contaban a loe abogados, amanuenses, rábulas, secretarios,
redactores, etc., fueron asimismo mirados con menosprecio por
la razón dicha más atrás.
Valdivia ~ofa dos secretarios: el bachiller Oardel"ia, su se•
cretario privado, y un tal Gouzález, maestro de letras de Inés
de Sut\rez. Se sabe que a Valdivia ee le siguieron muchos car•
gos sobre la conducta del bachiller. En el proceso que se !!i•
guió, uno de los testigos, Cast.aneda, dice que tiene a Cardeila
,por oharlnu\u y hombre vano• . Car~et1a, como los demó.s
iberos que se aventuraron a venir en los primeros anos, las
emplumó después de la muerte de su amo.
Entre los oidores, vinieron a menudo letrados iberos, pero
iambién llegaban de origen hidalgo, de loe que en la Peníusu•
IK comenzaban a darse 9 los estudios. Entre éstoR, el más fa-
moso fné Merlo de la Fuente, gobernador interino en 1610,
hombre ya entrado en at1os, dado a los estudios desde su
javentud, aunque de sangre goda. Dejó momentáneamente la
pet1ola por la espada, y supo esgrimir_tsSn bien ésta como si
hubieee sido la ocapacióo de toda su vida. Venció en varias
batallas a los Araucanos, y obtuvo una victoria sobre los pu-
renes en las mismas vegas de Lumaco, la Rochela Araucana,
como la llamaban los cronistas, consideradas basta entonces
como un baluarte inexpugnable de los indómitos COtfM de Pa-
reo. Pero al lado de oidores de estirpe noble se sentaron mo-
chas veces letrados de raza ibera. Las costumbres de esos letra-
dos, tan opuestas a las de los hldal~os guerreros, sobre lo:1 que
aquellos tenían autoridad, e'3tableo1ó desde un principio cierto
antagonismo muy marcado entre unos y otros, y fué una pe•
renne fneote de diecordiae .
. Nút!ez de Pineda, que alcanzó el más alto grado en el ,Ejér-
cito chileno, haciéndose eco de aquella rivalidad entre los que
~leaban por su rey y los que reportaban las ventajas, dice:
•hene un oidor rle loe más pobres y ajustados de Chile, más
~oda) en alhajas y trastes de casa, que todos los capitanes
Juntos y generales del Ejército•. Se queja a la otra página
(401) de que estuvieran llegando en su tiempo escribientes, le-
trados, abogados, etc., en mayor número del conveniente, y a
14
210 Z-ICOLÁS PALACIOS

los q ue d ice cpolilla y carcoma de nuestra mc,uarquía crist~


ua,. c~uestro¡:i católicos Reyes y sellores al principio de e$la
couquistu tuvieron p revisto estos miserables tiempos, poes or
den aroo, uo uua. siuo repetidas veces, q_ue no pasasen a e!t::
partes letrados ni abogados de pleitos, porque se origina~
muchos con uno que pasase,. Realmente que los soberau(,¡
espailoles trataron de todos modos de evitar que vinieran ,
IM ludias letrados de oficio. Carlos V, entre las iostrucciollt!
q ue dió a Alvar NIÍilez, le decía: cqne no tolerase la presencia
de abogados ni procuradores en la provincia, por cuanto~
había enseiJndo In experiencia que eran graudes rémoras pan
el progreso de las colonias,. (Coroleu, América, tomo I, pa;
322).
Esta rivalídad entre letrados y militares, que en aquella el"
ca en Cllile era rivalidad de razas. ha continuado en nu~1r
país basta la emancipación, y después de una tregua de ce!ll
de un siglo, vuelve hoy mny manifiesta, no, según creo, ¡.i-
autagonismos ét,nicos. sino por la evolución particular retr
grada del criterio de la clase gobernante. A ese .espíritu nor
simo tan contrario al genio de nuestra raza, deben refenn-
mucbos de los actos más extraños de nuestro Gobierno respe,:
to a la atención que le merece nuestra fuerza armada y la sut'.
te de los chilenos que In forman. Apropósit<> de la ley dH
compensas a los sobrevi"ientes de la guerra del Pacífico, ee b
visto muy palpable ese antagonismo eutre los letrados disfn
tadores de las vict.orias de aquella g uerra, y los mismos hoe
bresque le dieron gloriosa cima. Siempre ba siclo costumbret.1
todos loe países asegu~r m1a subsistencia tan holgada como~
permitan los recursos del Estado a los soldados de la nscj('·
y a sus descendien tes, en lo cual se procede con sabia pl'fT'
sión, porque los gast-0s que origina no sólo son justos, s~
que estáu destinados a favorecer la per¡,otuación de lns fam
Has que han sumiuistrado sos hijos n la defensa del paíE, p.·
que es utopía peligrosa, y falsa n ojos vista, la <le cret
que ya llegamos al tiempo en q ue la:1 dHerencios iuter11t1~
nales se zanjarán a golpes de p luma, y qne por consiguier.·
sólo los plumarios deberán tener asegu rada la perpetuttcióo ~
80 estirpe para la efica~ defensa de u na nación.

3. a&AU C ..u,os. CARACTERES FÍSI COS

En cuanto a los Araucanos, son para todos nosotros bi6


con ocidos los rasgos de su 6souomía. Neta.mente americana
mongoloide, como la llaman algunos, es bastante uniformet.
8 0 talla y eu sus facciones.
211

Dos tipos, con lodo. pueden distinguirse entre ellos: uno de


nariz de dorso estrecho, rect.a, de labios más delgados que el
c,tro, el cual tiene la nariz roma, ondulada y más baja que el
tipo auterior. Es también este último de cara ruás corta que
el otro. Los tipos intermt>diarios son muy numerosos.
Algunos cronistas del siglo XVII adelante hablan de indios
de color muy claro, blancos, los cuales eran de seguro mesti-
ios, como lo afirma t>l historiador Olivares. -.Porque si vemos
tan larga descendencia de los espai1oles cautivos entre los in-
dios, que no sero encarecimiento afirmar que hacen ya la
cuarta parte del grueso de esa nación•. (Colección, tomo IV,
pág. 2ó2). Hoy se ha uniformado el color latericio de su piel
,nerced a In absorción de ln sangre europPa.
Los boronnos rubios y do ojos azules iron uu caso aparte de
mestizaje gótico.
De un modo general puede decirse que el Araucano tieue
facciones más toscas que muchos de los otros indígenas de
AméricA. El Quichua. el Aimará, el Azteca y muchos otros
poseen una cara más fina , nariz más saliente y aun encorvada.
Es bueno repetir que el Araucano de pura raza uo ba exis-
tido en los tiempos históricos sino entre el Aconcogua y el
Yaldivia, y ya mezclado bastR el Bueno, y que joml\s ha lle-
gado a la cima de la Coroillera, ni menos a la pampa ar~euti-
na. Durante el tiempo que estuvieron separados por el Biobío
de lo!' iovusores, el cent.ro de su patria, de su a-dmapu, fué la
Cordillera de Nabuelbur.a.
Cuerpo más bien grueso comparado a su talla; manos y pies
cortos y gruesos, miembros proporciooRdos. P43lo uegro, liso,
l.eso, abundante; barba es~sa o nula. Sistema piloso del cuer-
po poco desarrollado. Ojos negros, chicos, comparados con las
rezas europeas. Ceja poblada, rect.a, un si es no es al1.ada de
~u extremidad1 exteroa en raros ejemvlares. Boca, labios, dien•
tes_sin Dota particular entre la grlin subespecie americana.
'u frente es nncba, pero bajo, especialmente,eo los lados, en
donoe el cuero cabelludo principia un poco por encima de las
cejas. Es una frente calzada, como dice Góruez. El esqueleto
de su cara es bien desarrollado, pero sin proguaüsmo. El as•
pecto general de su fnz es severo sin ser duro. Gouzález de
Najera los compara a lo& dibujos de antiguas medallas roma-
n_as. Hay en su rnirnda, que es recto y franca, cierta fijeza,
cierta calma que le dnu un ligero tinte de tristeza. Sonríe poco.
ne tara vez.
El estadio de su sicología merece libro aparte.
Las principales cifras de su etnografía son:
212 NIUOL.ÁS l'ALAOJOS

Twla, hombre .................... ... . 162 cent.


> mujer ,...................... . 146 >
Indice craneano (Retzius) hombre. 82.7 >
> > mujer. .. 83.0 J)

> nasal .......................... . 47,2 >


> orbitario ...................... . 89.8 >
> facial (ofrión-mentón) ..... . 99.6 >
Capacidad craneana, hombre..... . 1420 > cúb.
> , mujer ...... . 1340 > >

(Hovelscque y Hervé para capacidad craneann).

CAPÍTULO II

EL :MESTIZO

l. Descrípción.-2. Algunos tlpoa eapeciales.-8. Mestizos europeoii


mestizos chilenos.-4. Negroa. Acllmatación.-5. El chileno no 11
buen mozo.

l. DESORIPClÓN

En esta descripción no se toman en cuenta los ext-ranje"'1


ni sus hijos nacidos en el país, ni los me11tizos de la priru!d
generación de esos extranjeros.
Raza mestiza de otras dos de aspecto tan desemejante co:i
)a gótica y la araucana, presenta los caracteres de ambas coc
binados en las más variadas proporciones. Desde el roto~
fisonomía araucana, al parecer pura, bast-a el roto rabio de11
pecto germano bien marcado, las gradaciones son todo lo e:
merosae que puedan concebirse. Sin embargo, existe un ti?
intermediario muy numeroso con loe signos combinados dei;i
dos progenitores, sin que sea fácil decir cual de los dos es1
predominante.
En tres porciones o grupos puede por lo tanto coueidera.,
dividida la raza chilena, para la facilidad de sn descripci•
Como los caracteres más desemejantes entre Godos y Am
canos eran el color de su piel, el de los ojoe y el del cabello.•
atendido a la coloración de los iris, del cutis y del sistemaf
loso que di'rideré los tres grupos.
Para el color de los ojos seguiré el método de Beddoe, ~
ser el que mejor se presta a nuestro caso, abandonando
extensa gama ideada por Broca, y aun\las simpliticadas
Fowler y de Hovelacque. Beddoe divide el color de los r;
213

eo tres categorías solamente: claros, negros, iutermediarios.


A la primera pertenecen los azules o azulados claros; a la se•
gunda, los llamados negros, aunque su verdadero color es el
del café tostado oscuro; a la t~rcera, todos aquellos que no per-
tenecen decididamente a ninguno de los anteriores, y en los
que los matices de ambos están combinados en cualesquiera
proporciones, formando colores verdes o verdosos, pardos y
amarillentos de dh·ersos tonos.
A estas tres di visiones del color de los ojos, corresponden
eo Chile sólo dos colores del cabello: los que tienen los ojos
claros poseen el cabello rubio o castatlo; Jas otras dos clases
lienen el cabello negro, pero la intel!medi'aria no tiene negros
los mostachos.
El primer grupo, de iris azules eu todos los ton.os (series
A, B, O, D de Bertillón), forma el 10.5% de la raza.
Su sist~ma piloso es bien desarrollado; cabello rubio o cas-
laf\o, del~ado. muchas veces ondeado y aun crespo; patilla
abundante, rubia, de color más encendido que el cabello, espe-
cialmente los mostachos, que tiran a rojo. Su cutis, aunque
blanca, uo tiene la trasparencia de los ru.bios del norte de
Europa, sino eu muy contados familias. Este grupo es más
«buuclante eu los campos de las provincias del centro y sur de
Chile. Así, mientrns en Santiago forma sólo 8,%', en algunas
subdelegaciones rnraies del territorio comprendido entre el
Rape! y el ltata, ese porcentaje es superior n 18.%.
El origen de este grupo es debido al cruz.amiento de euro-
peos cou mestizos en generaciones sucesivas hasta imprimir
al retono ese predominio de los signos germánicos.
El segundo grupo forma el 19,%' de la raza, y está com-
puesto de los individuos de pelo y ojos n egros. El cabello es
absolutamente negro, grueso, liso¡ los pelos de la cara son ne-
gros y escasos, y sus mostachos, de hebras tiesas como crío.
Sn cufü es comt.>letamente opaca y de color rojizo que recuer•
da el del Araucano, auuque mó.s claro.
El tercer grupo es el intermediario de lo.s anteriores; por su
número y por sus rasgos, es el representante genuino de la
rnzn chile.na. Forma alrededor del 70,% de la población chile-
na tlel país.
Su cabello es rubio o castallo en la infancia, pero se oscure-
~.e hMte convertirse en negro entre los siete y quince a11os; es
hso, ))oco flexible, rara vez ondeado; sus pa~illas, de variable
abundancia, son ordicariamente negras u oscuras; sus mosta-
chos, que siempre se deja, nunca son negros sino amarH!entos
0 rojizos, a, veces oscuros, como sollamados, con hebras rojas.
El color de sus iris es el intermediario de Beddoe; en algunos
21-1

ese color es amarillento o verdoso sombrío. Para apreciarlo


es uecesario mirarlo a plena luz y n un metro más o menos
de distancia, como aconseja Broca. Por no seguir esa indica-
ción y por la premura cou que se hacen las filiaciones de lo!
conscciptos, o tal vez por falta de indicaciones al respecto, es
que aparecen en ellas una proporción de ojos negros mayor
que la verdadera. El color de la cutis de los cbileuos de este
grupo recorre una extensa gama, yendo desde el blauco de !ere
trasparencia de los rubios de ojos aznl1is, basta el matiz mon,
goloide propio del segundo grup".
En general el color de In piel de In raza es más oscuro que
el de las razas blancas de Europa. A cierta distancia tieue el
tono de las fomilios triguellae del mediodía europeo, pero de
cerca se advierten diferencias susbmciales: el europeo de t-olnr
moreno es pálido, sus ojos y s•1 bigote son perfectamente ne
gros, mientras que eu el chileno el pigmento latericio ameri
cuno es siempre fácil de notnr, pues da al color del chileno uo
viso rojizo más o menos ncen~untlo, pero constante, 'lºª el me-
ridional europeo no posee nunca. Sus iris y mostacho~. que
nunca son negros, establecen también la djferencia étnica.
Ya vimos que el naturalista. Gómez de Vidaurre dice qued
mestizo que él couoció, medianía del siglo .XVIII, era «blanco
por lo común como los cspai'loles• y que so cabello era cliso,
grueso y n egro>. Un siglo antes {1645 más o menos) On1lle.
hablando del color perfectnmeut.e negro del pelo de los araaca
nos, atribuye con razón a herencia iudigeua ese color en el
cabello de los mestizos, sos coptemporáneos, teniéndolo como
disiintivo único entre éstos y sus padres Godos. Dice, pág. 166.
tomo 12 de la Coleccio,11: cde manera que los mestiz-0s, que son
los hijos de español y de india, no hay otrn senal vara distin
guirlos del paro espaflol, hijo de espa ñol y eepafioln, sino en el
pelo, que éste bastu la segunda o tercera generación no se mo-
clifica>.
E se color negro del cabello del mest.izo era muy notable eu
los tie1opos en que escribieron esos autores, pues los espa11ole;
residentes en Chile en esas fechas eran , como sabemos, rubios
casi en so totalidad. Gómez dice que ese color ciel cabello del
mestizo persiste «aun después de varias generaciones>. Ovalle
babia de dos o tres; mi experiencia personal y lo.s c·onclueio·
ues de la biología dan razón a Ovalle: creo que 1resgene1acio
11es unilaterales bastau para producir el mesti½O perfectamente
rubio y con los demás signos germánicos. Como se compren
de, liny en esto muchos factores que t.omar oo cuenta, los que
pueden hacer variar e!n apreciación.
Puesto que es el color de los mostachos uno de los sign0:
RAZA l!Hll.l~N.\ :21 ñ

más característicos del amplio núcleo central de la raza, para


su calificación debe estudiarse el hombre adulto. La mujer
parece a menudo, por este hecho, más araucana que el hom-
bre.
Los ojoe del chileno uo sou notables por su tamailo. Sou
horizontales, lo mismo que sus cejtt~, las cuales aparecen algo
caídas, como la gótiCA, en alguuas familias.
Su frente 110 es nunca fu~az, aunque no siempre nlta. L11s
excepcioues <le frenl~ iuclinada hacía atrás son rarísimas y las
creo de origen ibero, pues van siempre acompafü1das de otros
,i¡?nos perLeneoientes 11 e tu mza.
LM chileuo::1 no somos bombre::1 narigudos. L:1 ultura de la
unri:r. ,·1\, en lu grau nrnyoria de los casos, de la pequefüt a la
media. Lns narices altas son excepcionales, y In~ corvas, muy
r11ros, cuando uo van acompanadAS de siguos evidentes germa-
nos, son de origen ibero. El dorso de la uariz es sinuoso, no
íonun una líu<:a recta sino en una pequeoa minoría. El aspec-
to de In narh:, Algo cóucava, peqaena, de punta redondearla,
qae fo11ma uu buen porcentaje, es muy diferente de la que
¡¡osee esa (orma en algunos negros o zambos; pero es difícil
precisar esos detalles con la pluma. Si alguna vez puedo cum•
plir ruis rleseos de hacer uno. descripción de nuestra raza en
condiciones diferentes de lo actual, podrá n apreciarse esos y
otros detalles de so 6so!lomia en fot\.lgrabados y cromos, que
iauto ilustran estos estudios. En los rubios grandes de ojos
azules, la nariz es Lambién pequeila o mediantt, y muchas ,,e.
ces bilobnda, esto es, presenta una pequetla heudidura en su
punto. En estos mismos indi~iduos el mentón () barba presen•
ta asimismo una pequefü1 ueodidara en su parte media, men-
tón con íoseta de los etuógnúos.
Tampoco poseernos labios fiuos, siu que sea notable su
¡;rueso. El labio fiuo en Europa es meridional. Hay varias es-
ur¡ies iberas de labios delgados. La familia bumaua de labios
mas fiuos es la etrusca, como puede verse eu los numerosos
dibujos y también estatuas que de esR ra1.a nos quedan. s~s
descendientes actuales, los italianos del cen tro de la penínsu-
la, son también los europeos que tienen labios mas delgados.
Ynun c1·eo que son los lllRS delgados de toda la raza humaua
actual. La boca de los chilenos es medianR, inclinándose más
a grande que a cbictt.
El aspecto general de la fisonomía no es la del hombre buen
mozo. Sin ser verdaderamente proguato, su cara es algo gran-
de relativ1tmente a la cabeza; es megalognato. El esqueleto
facial es sólido y bien marcado. El óvalo del rostro es media-
no o corto. Los escasos individuos de faz alargarla, cuando no
216 NIC01,ÁS PALACIOS

está acompanada de signos germánicos bien definidos, lo qoe


es raro que suceda. son de origen ibero u otros extra.nos a 10$
generadores de nuestra raza.
cSus cuerpos, por lo general, eetán bien hechos> dice Gó-
mez de los mestizos del siglo antepasado. Seguimos así por lo
general. Sin ser fina, la talla del chileno está bien aistante d~
)a araucana, acercándose más a la del Godo. Ya recordé qoe
para que se tuviera por bien hecho a un hombre en ese tiem-
po, debía tener dos varas de talla. Las proporciones de los
miembros, como )as de las manos y pies, son uunbiéb más gó
ticas que araucanas.
Esta particularidad de heredar la estructura ósea pa~rna
de preferencia a la materna, fué notada también por el padre
Ovalle. La cita anterior de este autor sobre la persistencia del
color del cabello en los mestizos como signo distintivo entre
éstos y eus padres, la termina así: cen todo lo demás n.o hay
diferencia alguna, ni en las faiciones del rostro, ni en el talle
y brío, ui en el modo de hablar>. Tal vez es más exacto G<i,
mei, como naturalista que era, al decir cpor lo general> tra-
taudo de este punto. Como presunción de que Ovalle genera-
lizaba demasiado, puede verse que él decía cfaicioues, y
asegura implícitrunente que los mestizos decían así, cuando es
segnro que muchos dirfau faueiones. De todos modos, puede
asegurarse que las diferencias E1ntre padre e hijo no serían
notables en e2e respecto.
Las anteriores observaciones son generales para toda la
raza, pero aplicables especialmente al grupo intermediario, al
más genuinamonte chHeno.
Algunos datos autropométricos:

Talla, hombre ......... ...... ...... 1666 milímetros


> mujer........ ............... 1ó40 >
Indice cefálico ..................... 79.5 craneano=78
,. orbitario................. .. . 86
> nasal. ...................... 47
> facial (ofrióo,menlón)... 98.6
E stos son datos tomados sobre el vivo. La talla de los horu•
bres es la de los cooscriptos de veinte anos de 1901. No es
pues la del hombre en todo su desarrollo. Además, con moti·
vo de los rumores de complicaciones internacionales en ese
afio, se inscribieron muobos individuos que no tendrían 19 ni
aun 18 aiios, asf es que esa cifra es menor que la real para la
población chilena de esta provincia. De una manera general
puede afirmarse que los rubios sou más altos que los demás,
ili

y que loa de ojos negros son los más bajos. No be encontrado


aquí más que dos hombres con talla menor de !.55 metro.
Ambos chilotes, uno de ojos negros, y el otro de ojos ínter•
mediarios. Tampoco los hay muy elevados; la talla de 1.80 es
muy rara¡ uno solo be medido de 1.83.

2. ALOl7NOS TIPOS ESPRCIALES

Además de los tres grupos descritos, existen eu muy corto


número antiguas familias cbileoas de apellidos árabes, aunque
por lo ya dicho al respecto en la parte anterior, dichos apelli•
dos no son indicio seguro para tenerlas por de eaa raza.
Uno de los compa11eros de Valdivia se llamaba Juan de Al•
monucir, y consta que era hijodalgo a pesar de su apellido
árabe. Dicha constancia ha quedado en una iuformaoióu so-
bre servicios de ese capitán, el cual tenía ya hijos casados en
ló7ó, tiempos en que las gentes no llevaban con exactitud el
número de los hijos que tenían, según se puede colegir por la
pregunta 17 .• de esa información, en la cual se pide al testigo
que diga como es verdad que el capitán tenía «diez o doce
hijos, (Documentos, tomo 12, pág. 423).
Con todo, hay algunas, especialmente uua muy conocida
que ha dado jefes ilustres a nuestro ejército "j profesiouales
en todas las carreras, que tienen fisonomía marcadamente se•
mita, aunque unida a uua talla elevada. NCI es pues diCícil
que hayan venido algunos guerreros de esa sangre acom pa •
tlando a sus compatriotas germanos.
Exist-eo asimismo familias en las que el tipo moreno y el
tipo rubio se mezclan dificilmeote, apareciendo hermanos ru-
bios y morenos en la familia, comuumente sin el tipo inter•
mediario. Ambos, rubios y morenos, conservan latente el co-
rácler contrario al que manifiestan, pudiendo un individuo
moreuo de dichas familias tener hijos rubios j como uno rubio
tenerlos morenos. Hay eu el país uuas seis de estas estirpes
bien caracterizadas, y que poseen grao pode_r trasmisor de su
peculiaridad. He estudiado cou detención a dichas familias y
estoy convencido de que son de origen europeo. Tengo dato~
bistóricos sobre algunas que así lo confirman. Además, sus
caracteres antropowétricos dicen lo mismo. El moreno de esas
familias es dolicocéfalo (77) mieutras que el moreno de origen
araucano es el de mayor índice cefálico eu nuestra raza. El
rubio de esas familias es a menudo muy encendido y aun rojo;
sus iris son rara vez azules, lo común es que seau de un ama-
rillo leonado o verdoso; su cutis está sembrado de pecas, y.
cosa curiosa, los mismos individuos morenos suelen teoe1·las.
XICO L ÁS P4L~ClOS

Huy mnchos problemas al rededor del origen étnico de dichas


familias, pero la presencia de esas pecas me trae el convenci-
miento de que eo ellae existe algo de naturaleza céltica.
Los caracLeres de los progenitores no apareceu siempre eu
l'I mestizo mer.clados o combinados de la misma manera. Una
n1za rubio. alta y uua morena baja, como sou las que n os Lau
dado el ser, pueden producir en su cruza ya un vástag,, rubio
y bajo ya uno moreno y alt-0. De la misma manera sucecle
1·00 los demás signos, y esto uo sólo en los físicos sino 1am.
biéu en l<is morales e intelectuales.
Lq fisonomía y el esquelet0 de nuestra raza, desde la forma
del cráneo n la de los pies, tanto wás &emojante a la roza pa•
terna que 11 In iuaterna, pudiera hacer pensar que predomiu11
en nosotros lu naturaleza europea; s:a embargo, por lo que he
recordado del modo imprevisto cou que se combiuan los caro.e•
te1·es de los pl"ogeoit0res, uo se puede asegurar el predominio
eu la chilenu de ninguna de las razas generatrices. En la tulla
puede haber influido la selección guerrera 1\ que ha estado
sujeta nuestra raza desde que nació: siendo que eu h\s luchas
de aquel tietUpo tenía grande importancia In fuerza muscular,
que va de ordinario unida a la talla, es natural que íuerou los
más altos, los más membrudos, como decían, los preferidos
pura la milicia, y para las especiales facilidades de reproduc•
cióo de que gozaban los militares.

3. M ESTIZOS EUROPEOS Y :llESTIZOS 0811,HNO!l

Las in vasiones germanas ni sur de Europa han producido


allí roP.stizO$ q ue tienen aJgru1a semejanza con nosotros eu
cuanto a la coloración del sistema piloso, pues fué aquella una
crur.a entre la raza rubia dPI norte cou la de pelo negro del
sur. Lns diferencias eutre aquellos mestizos y nosotros son di
fíciles de notar para el que oo tenga algún bábito eu estos es·
tudios. Las dos diferencias más notables entre el elemento de
cabello negro del sur de E uropa y el de cabello de igual color
araucano, s011 la forma de la cabeza y el color de 11'1 c utis. La
raza Mt>diterráuea tiene la cabeza oblonga, es dolicocéfnlt1, y
In Araucana la tieue corta, es brnquicéfala . El Medit.erráneo
tiene la cutis blanca, a veces más blanca que el Germano, puP.s
es blauca opaca, el tejido conjuntivo de la piel refleja la luz y
da uu colorido albo a la piel, sien<to que el Germano tiene,
cot00 recordé, el corióu de In piel translúcido, dejando trans·
pMentarse las venns y la red capilar sanguínea, lo q u e hace
que su vel'dadero color sea ~I rosado. El mestizo de ambas ra·
zas es pues muy blanco, mucho más blanco que el término
medio de nuestra raza. Es así facil distinguir a un meridional
por la blancura pálida de ~u cutis. El chileno blanco es siem¡,re
mas rosado y con el tinte característico del pigmento araucano.
El meridional europeo de color trigueño tiene la cutis com
pletnmeote opaca, lo qoe uo sucede entre nosotros sino con los
que son cie ojos y mostachos negros, los del segundo grupo.
El pigmento obscuro de esos meridionales europeos es, según
los etnógrafos, de origen africano, de tono oliuatre, como di -
cen los fra nceses, esto es bruno aceitunado; de allí la diferen •
ciu con el tono moreno de nuestra raza. q ue proviene del
pigmento indígena, que es lntericio o rojo de ladrillo. Ademá::i,
fuera de los del segundo grupo, en los restantes se puede notar
siempre alguna transparencia de In piel, por trigoe11os que
sean. .
Las diferencias de formus de cabezas son mrui difíciles cie
est:1blecer sin usar compás, sobre todo si se tiene en cueo1~
sólo el índice cefálico, pues nosolros heredamos en gran parl~
~1 crun_eo oblongo de los Godos, pero es el oblongo frontal, no
el occipital de los l\Iediterráneos. El cráneo ibero, como el es•
1rusco. deben s u largo al desarrollo de la parte posterior, ni
occipucio o nuca como In solemos llamar.
Hay además sobre et!le asunto de !os rubios eu Espnt1u,
rranoia e Italia, otro problema que no puede resolverse situ,
teniendo couocimieutos técnicos. El es el siguiente: En Esp11-
lla bau exisLido algunas familias de pelo rubio desde untes de
In invasión de los Godos. Estrabon babia de rubios en til
ejército que eu Iberia resistió In conquista romana. Esos ru
bios de España pueden tener dos orígenes: o son restos de In
prehistórico invasión céltica de ese país, coLuo creen muchos,
o podr(all ser de In raza rubia que bobitó el norte del Africn eu
1iempos prehistóricos, de la que boy quedan familias en el de-
sierto de Sabara y en las is:as Canarias. De todas maneras lt,s
rubios de ojos azules eu la Peoíusula hacen hoy sólo el 6,%.
Entre ellos se cuentan los rubios de Galicia, de origen celta
según Pérez Pujo!, Menéodez Pelayo, Emilia Pardo B., y vn·
ríos autores extranjeros. Oloriz (Indice cefálico en Espa1la) dn
a los GaUegos un índice cefálico entre 80 y má.s de 81, lo qu~
es asimismo indicio de no origen celta. Con poco cuidado qu<:
se ponga. puede notarse perfectamente que la 6souomin del
espaüol rubio es mny diferente de la del chileno rubio. Sólo
en Andalucía existen a la fecha, muy escasas es cierto, fami
lías blondas de ojos azules que tienen fisonomía gótica.
Los ojos azules o azulados claros son bastnnte comunes en
la ciudades espnílolas, alcanzando en Madrid al 20,%¡ pero ese
siguo germano está alU aislado, pues coincide con una t-alla
i20 NICOLÁS PALACIOS

muy baja, con el cabello negro o muy obscuro y <'nn una ca-
beza de occipucio muy abultado.
En Italia queda asimismo el 6,% de rubios de ojos azules,
los cuales están muy clareados eu el centro y eu el sur, 'j acu.
mulados en el norte. El rubio del norte de ItaJia es de la raza
Ligara, braquicéfala, mezdnda con la Germana. Quedan sin
embargo, algunas familias blondas de talla mayor que la me-
dianl;l. eutre la clase distinguida, las cuales tienen, en cuauto
puede asegurarse, con la sola inspección ocular, la cabeza
oblonga.
En Francia se encuentran las mismas dificultades, aunque
eu eete país sou más frecuentes las personas de un origen
germano, indudable.
Como se ve, es más delicado de lo que pudiera parecer
el asegurar la ra1,tt a que pertenecen los rubios que aun que,
dan en el sur de Europa. Lo único que puede afirmarse es
que los rubios meridionales no son sino en muy corta pro•
porción de origen germano, y que los de este último origen
pertenecen a las famili as acomodndas, a In clase dirigente, 11
la que no emigra.

4. NEGROS. AOLUfATAClÓN

Es positivo que en los primero!! af\os de la conc¡nisla hubo


eu Chile bastantes negros para formar ea Santiago uua co•
fradía especial. La .causa de que no fueran más abundantes y
de que poco a poco fuera disminuyendo su número, fué el
elevado precio de un esclavo de color, que fluctuaba al rede•
dor de quinientos pesos, valor que no tenía su equitatiro
interés en este país sin las industrias agrícolas remonerath'as
de las colonias de las regiones tropicales. Luego que empezó
fl nacer el mestizo, este ejecutó los trabajos mineros y agríco-
lns, haciendo ionecesnria la introducción de extranjero~.
El negro en aquellos tiempos venia directamente de las re-
giones calientes del Africa a nuestro clima templado o frío,
por lo que se morfa aquí, seguramente de Lisis, como se mue-
re en los climas fríos el negro 110 aclimatado. El zambo mis·
mo es poco resistente al frío. Adelllás los negros parecen per•
der gran parte de su facultad reproductiva tuera de las regio·
nes cálidas.
H oy se sabe que In uclimatacióo de una raza es uu proceso
selectivo natural, que cuesta la vida a los inadaptados. Eo
EE.UU. viven a In fecha muchos negros bien aclimatados
hasta en las regiones más frías de aquel país. pero no es por·
que todos· los negros que han ido a establecerse en las partes
221

frias se hayan habituado a ese clima, sino porque de los mu


cbos que han ido sólo hau sobrevivido los que tenían cnali-
dades especiales de resistencia al frío, y sólo estos últimos han
dejado prole con esas cualidades de resistencia; los que no las
poseían, murieron más o menos pronto. La Naturaleza ba es-
cogido para que sobrevivan en ese clima tao opuesto al eu
que se ha desarrollado la raza negra, a los individuos que
presentaban como propiedad individual esa resistencia al cam-
bio de clima. Es pues una selección natu1al.
Así como es desfavorable nuestro clima para los negros, es
rouy adaptado p'ara las razas del norte de Europa. El Godo
prefirió eX) la misma Espaoa sus regiones más frescas. Gonzá-
lez de Nájera dice, refiriéndose al clima de Chile, que •no
prueba a los eepanoles,, esto ee, no los somete a la prueba de
la aclimatación, como los sometía en las demás colonias. Es
seguro que la suaYidad de nuestro clima ínvoreció eu gN10
lilauera la multiplicación de la raza rubia de Espana en Obile.
En lns regiones altas y frescas de los países intertropicales de
América, no es raro encontrar restos de la sangre germana de
los conquistadores. Asf se ven eu las cordilleras de Bolivia, en
las altiplanicies del Pero, del Ecuador, de Colombia, indi-
viduos rubios y de ojos claros haciendo porcentaje en eu po-
blación.
Los negros en Chile quedaron como he dicho en las ciuda
des de alguna importancia. En los campos fué casi desconoci-
da su existencia. Seguramente el climk ha becbo que el
negro no pasara de Talca, a donde desgraciadamente llevaron
consigo algunas escla\"as de color los nobles que allí se acu-
mularon en el siglo XVII1. En las provincias de Aconcagua
al uorte es aóu fácil encontrar individuos con signos eviden-
tes del antiguo africano ,-raído al país. El clima más tem-
plado de esas regiones ha cprobado> menos al negro. Ade-
más en las costas de esa parte de Chile vivía el Chango,
que era de color cobrizo mucho mós oscuro que el _Araucano.
Aconcagua ha estado siempre en inmediato contacto con Men-
doza, en donde ha habido y hay mucha sangre de color.
Las tres familias negras que conocí en Santiago en J 901,
compqetttas de unas veinte personas en aquella fecha, vivían
en el barrio de la Rec-olet.a y procedfau de negrillas traídas del
norte por oficiales del ejército que hizo la guerra del Pacífico.
Es difícil calcular cuanto mal puede hacer un sólo negro in-
troducido en un país.
Las familias chilenas que nao conservan al~una sangre ne-
gra deberían posponer toda otra consideración, al contraer
matrimonios, a la de eliminar ese resto de naturaleza inferior►
222

casándose con mujeres rubias chilenas o de los países del


norte de Europa. El mntri1:uouio ·de personas que manifiesten
los más leves indicios de sangre africana produce hijos que
acumulan en si las venas negras de sus padres.
La talla de nuestra raz-a es también otra prueba de que los
conquistadores, nuestros padres, no eran Iberos. El lbem tiene
una talla media de 1.63 metro más o menos, según Lapo11ge,
de 1.61 a l.64 según Ripley, est.o es alrededor de la del Arau-
cano, ob!Iervacióu que hizo ya González de Nájera. Este cro-
nista, como recordé, dice que el conquistador era mue:bo más
elevado que el Arnucano, el cual IJO era más alto que Ja rnz;i
inferior de las que habitaban eutonces la Peuiusula (ob. cit.
página 39).
Pol" e.sos mismos t,iempos, Cer-,.nntes caracteri1.aba la talla
de ]a¡¡ dos razas peuiusula res en la figuxa del hidalgo caballero
di! la Mancha y eu la de su rústico escudero.
Oon un padre de un metro seseuta y tres centímetros y uua
madre de un metro cuarenta y seis, la raza chilena habría sido
una. de las más bajas del mundo. pues es seguro que no ba,
hríamos alcanzado siquiera la diminuta talla del espa11ol actual.
f>. Er. ClULRNO 8'() ~•s BUEN MOZO

No s01Dos una raz-a de faccioues tinas,, cou predominio de


h1a Uuens rectas o curvas suaves y de proporciones griega!.
e Bl hombre para que sea llombre ba de ser feo• dice el pueblo
eu Chile. Estoy couvencido de que esa sentencin la ~rajeron
los Godos conquistadores, porque va ouida a 9t1"as dos condi-
cioues consideradaa indispensables al carácter varonil, y l:is
cuales son seguramente góticas: uua de ellas ya la recordé, la
de que ba do ser «peludo», y la otra es la de que ha •ie ...
e tener mar olor». Es sabido que los Iberos eucoutraban que
los Godos olfao mal, y que ést.os decían lo mismo de los pri•
meros. Esa falta de armonfo, de adaptación, entre el olor de
las emanacioues fisiológicas de cada wia de esas razns y lns
seu!Iaciones olfativas de lo. raza opuesta, es para los biólogos
de uua grande importancia para establecer la complet-a dese·
mejanza de entreambas.
Creo por tanto que lo de e feo, fué aplicado a los Godos por
ellc,s mismos, en oposición al aspecto del lberó. El Godo ple·
bey9 era, como dije, de cara gr11nde y facciones toscas, que
fol'maba n marcado contraste con la fisonomía fina de muchas,
estirpes ibera§, y cou la '})equel1ez de su cara relativar1:1eute al
tamafto de su cabeza. Tal vez implicaTía asimis.roo el .epíteto
<feo> la idea del poco cui~ado en adornar su persona y aun
RAí'.A (.'1111,F.N A

el descuido en s u traje y limpieza, cualidades que los meri-


dionales en general ~nrostrabau a los Godos. Hasta la fecha
los franceses dicen gothiqv.e por lo que es poco estético, sin
~racin, rústico. Como esos signos físicos de la raza con quis ta•
dora eran opuestos a la de la conquistada, creo que se vana•
gloriarían de ellos, como se vanagloriaban de sas cualidl\des
privatiYas morales. Así como es fácil explicarse el origen de
esa sentencia teniendo en cuenta lo recordado de Espaf\a, así
es dificil encontrar la razón de su existencia atendiendo a las
cualidades de las rnzas de Chile.
Si por parte de padre uo podemos esperar hermosura del
rostro, por parle de madre tampoco tenemos grandes esperan-
zas de com~irlo. La mujer araucana no es fea para india,
no 1iene ni con mucho la ordinaria tosquedad de la cara del
hombre de su raza; pero de allí n la bellezA, t-sil como se en-
tiende el vocablo aplicado a los rasgos de la fisonom ía, hay
distancia. N uestra esté~icn al respecto es In europea, derivada
de In griega clásica. Además se ve quo esas araucauas de faz
proporcionada y lfueas suaves, son madres de hombres oara11•
fones, de mandíbulas recias y lineas doras.
Pero l1ay en c1mtirlad apreciable hombres de facciones muy
regulares, fiuas y armónicas, a guiene!! puede tenerse por bue•
no~ mozos, y esto sin snlir de los rasgos característicos de la
razn, chilenos de pura sangre. Tipo escaso en las estratas in-
feriores <le la rt\7,a, va aumentando en número a medida que
se nsc:ienrle en In esenia social. Re dicho que entre los Godos
uobles era más común el tipo <le óvalo regular, de nariz mas
recto y fina, un tipo de fü,onomin más distinguida. como dec-i
mos. La existencia de este tipo no se debe a mezcla cou otras
nizRs sino que se produce dentro de la misma por selección
sexual dirigida por las ideas sociales sobre bérmosura.
Cuando la perpetuación de u ua raza ha estado largo número
de generaciones dirigida por la mujer, es decir, l'.'uando ll8 sido
eJla la que ba decidido cual hombre se reproducirá y oonl LDO·
rirá sin descendeucia, llega ni 6u diC'bn razn n reflejar en s us
hombres el sentimiento que ha di rigido la elección remeuina.
Y cuando ha sido el hombre el que ha poseído la facultad de
elegir consorte, cuando ha dependido de su decisión el que
una mujer tenga prole o no, entonces se ve que es la mujer la
que present-a los rasgos que indican la predilección del ,•11.róu.
Así pues en la!! razas matriarcales europeas, sou los h()mbres
loa que presentan más comun menle los l'asgos de la belleza
de la fiáonomía, tal co,no el sentimiento estético europeo In
eutiende; y en las razas patriarcales del mismo continente, las
mujeres son con mucho más hermosas que los hombres. La
224 ~lOOLÁS PALACIOS

belleza de la mujer en las razas matriarcales se produce indi-


rectamente, por la belleza de los padres, como la belleza de los
hombres e-s asimismo de origen indirecto en las razas varo.
niles. Hay que tener presente para explicarse este hecho el d&
que es bastante frecuente cierto dimorfismo sexual en relación
a los rasgos fisonómicos o a su mayor o menor belleza eu mu.
chas familias. Toda persona algo observadora habrá podido
notar que hay familias en las cuales las mujeres son hermo-
eas, mientras los hombres no lo son, o bien el caso opuesto,
sin que eso escluya el parecido natural entre hermanos. Así,
pues, en las razas en que la mujer elige., las familias que pro-
doceu hombres buenos mozos son las que se perpetúan con
más seguridad, sucediendo lo contrario en aquellas en que es
el hombre el árbitro.
Los capítulos 19 y 20 de la obra de Oarwin Descendencio
del Hombre. están dedicados a esclarecer con numerosos ejem-
plos y sabia doctrina la cuestión tocada en las lineas anterio-
res. De él es este cita: e Mochas personas están convencidas, y
creo que acertadamente, de que nuestra aristocracia (inclu-
yendo eu este término todas lal! familias ricas, ent.r e las que el
derecbo de primogenitura prevaleció largo tiempo), por haber
podido elegir como esposas s. las m aj eres más hermosas de
todas las clases durante muchas generacione¡¡, se ha vuelto
más hermosa que la clase media,. La cauea que segóu Dar•
win ha hecho más hermosa la clase superior in~leaa, es la
misma que produjo (ll tipo_distinguido entre los Godos y el
que ha hecho más irecaentes los hombres buenos i.nozos de
nuestra clase saperior, y traído especialmente la belleza de sus
mujeres.
Es por las mujeres hermosas de la clase inferior por donde
más comnnmeote se relaciona con ella la clase media, y por
las mujeres de la clase media llega su sangre a la superior.
Ese es el camino más frecuente.. Las familias toleran mas
fácilmente la aliallza de uno de sus hijos con una mujer de
posición inferior, siempre que ésta posea las dotes que en
todos los tiempos han nivelado las condiciones de la mujer: la
virtuo y la hermosura. La resistencia qae opone el conseufo
social al descenso en categoría dt, una mujer ha sido 11ie,npre
muy fuerte, y sólo es vencida por las dotes probadameute
saperiores del hombre de sangre inferior que-solicita su mano.
Para encontrar hombres feos en Europa hay que ir a los
países germanos. Los hay en ellos, ell la clase inferior sobre
todo, de una fealdad completa. En el bajo pueblo de lngla~e-
rra, de los países escandinavos, de Alemania, d~ Holanda, son
relativamente comunes los tipos rechonchos, de cara grand&
RAZ.\ C l:llLl-::lU. 225

buesada, bojos chicos, nariz chata, boca grande y <'.arnuda. No


1ienen en su abono más que el colur; ai se les tiilera de negro
0 siqaiera moreno, rernlt-arían feísimos. Pero como han sido y
son ellos !os que resuelven si se casan o nó, la casta de loe
feos se ha perpetuado eu esos pueblos, tal vez refinando s u
fealdad con la sustracción que de las mujeres que les puedan
uncer her:nosas, les baceo los que ocupan mejor situación que
ellos. En Ecipaoa es muy raro encontrar un hombre verdade-
ramente feo, y aun esos nunca en tanto grado como los caeos
1le mediana gravedad de los países del n orte. Es más común
en Espata encontrar mujeres de facciones toscas y poco agra-
,ldbles eu la clase baja, q ue hombres. Lo que es en ! Ullia, no
hi: visto ui uo solo hombre que pudiera llamarse verdadera•
111e11te feo; eu cambio bay muchas mujeres que tienen faccio•
ne· du1·as y poco agraciadas. Et1 Francia el fenómeno es
ineuos acentuado, pero siempre fácil de percibir. Esta particu-
luridad de la raza latina debió producirse eu los dilatados
hempos en q ue estuvo sometida ~I régimen matriarcal.

CAPÍTULO UI

AUrnxos IUSOOS DE SICOI,OUÜ nHI LE~.\

¡.;¡ 11hilono tieno i dcile11 lllS lágrimM.-2. El hombre no gusta 1lu IM


joyllt!.-3. N o:i bafü1111o;i separados los hombres de IRs mujeres.-
!. Cnt1tidnd de la wnjer nnmcann.-:,. a) R1tsgo de matrian:a,lo de
lo~ Godos rle E:1p:uia. b) Su arrnico en Cllile, :1l1-< con11ecnonci1U1.
e) ,\lgnno:1 apellidos de conquisl.Jldores.~. a) Plobo e uropea y
plebe 1:bilenn. b) Sanc.ho y el roto. e) La estrella y loi' colo re;, nn•
ciona les.

l. EL CUILE~O TlEN,E FÁCILES L AS LÁGRn.u s

La sicología de la raza chlleua eatá, en sus rasgos principn•


les, repartida en todo este libro. En cu8Jllo n su idea de Is
t•ropiedad. In trataré especialmente cuando estudie el concepto
oolitico de nuestra raza y levante "1 cargo de socialist-a que se
nos dirige.
L<>s sicólogos modernos tienen como verdad establecida la
mala calidad de los mestizos de razas 10uy desemejantes. Los
mestizo!! de que tratan, los únicos de que se han ocupado, son
los de Is raza ronquistadora de Europa con los diversos indí·
genas de las partea del mundo conquistadas. Como las razas o
familias de sicología patriarcal son tan raras en el mundo,
L6
NICÓl,ÁS l'ALAClOS

esos mestizos lo han sido siempre de dos razas de_ sicología


opuesta, matrio.rcal y patriarcai, lo cual explica la mala fama de
los mestizos. Del mestizo cbileuo ningúu cronista ni historindor
autiguo se expresa mal; bán sido los Anales universitarios los
pr_imeros ¡en falsear la verdad histórica, y luego han ,•enidQ
muchos otros documentos oficiales, que veremos después, 8
continuar la misma tarea. Debo, pues, repet.ir que la unifor.
1nidad y la corrección de la sicologla. de nuestra raza se debe
a que las dos que le dieron el ser poseían In mis,ua sicología,
ambas eran patriarcales, siéndolo más rígidamente la arauca-
na. Así es que, aunque los rasgos físicos acosan un e\lidente
m estizaje corporal de dos razas muy desewejnntes, los rasgos
morales e intelectuale¡¡ no presentan signo alguno de mezcla
<le almas disconformes <por la buena liga que han hecho la
sangre araucal'\8 y espall.Ola•, <!oroo dice el padre Ovalle lra,
t-ando de las condiciones morales de los lllestizos de su tiempo.
Sólo deseo aquí tratal' de algunos rasgos generales de nues-
tro carácter, y de un signo de ,nntriarcado de los Godos de
Espafla, 'y que Uegó con ellos tl Obile.
L os que bon viajado saben que Jos cbileuos tenemos fama
de llorones, fama muv exlendida eu las naciones americanas
del Pacifico, pero qÜe alcanza también o las del Athfotiro.
Para apreciar esos rasgos generales del carácter de un pueblo
se hace preciso haber estado en situación de poder hacer com•
pe.raciones, de haber conocido de cerca otros pueblos. Es de:s-
pués de viajar que roe he convencido de que esa. fama es me-
recida. Mas también he Uegado a convencerme de que no
eo1110:i los únicos que tenemos füóiles la$ lágrimas. De entre
los pueblos de Europa, los escandinavo$ y los alemanes son
también pronto¡¡ para enternecerse; pero los rusos no tienen
compatlero a la fecha en lo de llorones. No be conocido n un
solo ruso que uo fuera llorón. Tuve relaciones en París con
nna colonia de turistns rusos, y en IAS fiestas y comidas a qut
tuve el gusto de acompatlarlos, los vf llorar como ni11os cuan·
do se promovía el recuerdo de su patria. En ~oa ocasión eo
que se trataba de un aniversario cívico, un médico anciano de
barba de profeta no alcanzó a concluir de leer el discurso del
caso, porque las lágrimas lo cegaban y la garganta se le aca·
lambró.
Los chiJeuos tenemos a quien salir en esto del llanto. Ya re-
cordé que los Araucanos eran llorones y lo sou todavía.
En el poema El Oíd aparece este héroe, tipo acabado fisira
y moralmente del varón, llorando desde las primeras linea!,
así como los borgaleses y borgalesas cploraudo> se quedaron al
verlo pasar a injusto destierr~. Peto es la ternura patriótíci,
kA7.A.CB I LEN.\

diré así, la que más a menudo arrancaba las lágrimas al Cid,


como era la que enternecía al Araucano y enternece a lo!!
pueblos nombrados. Cuentan, los que lo han visto, que cuan-
do el zar pasa revista a sus tropas, muchos soldados y oficia-
les derraman silenciosas lágrimas. Cuando en la mañana del
26 de Mayo de l880. eo el Alto de la Alianza, las bandas del
ejército chileno rompieron con la Canción Nacional como
respuesta a los primeros cauonazos del enemigo, vi llorar a
todo mi batallón; después sape que el ejército entero había
llorado.
Esa manera de manifeel.ar la ternura pmriótica es menos
comúo de lo que puede parecer a los cbjleuos, que la poseen
de herenoin. Ningún pueblo meridional europeo manifiesta
de ese tnodo su amor 11 la patria, 11i tampoco los demás
pueblos de América. Los iugleses y los norteamericanos,
en lns ocasiones de emoción patriótica, permanecen con los
ojos secos, pero se ponen algo pálidos y su semblante se de·
muela.
La ternura patriótica tienen algunos signos particulares que
la distinguen de todas las demás. En general, la ternura es
uoe emoción deprimente de lt, voluntad, como lo son la nos•
talgin, l11 rt1eloncolfa y todos aquellos estados del ánimo a que
ie puede aplicar la palabra, que eo este caso es gráfica, cpe•
sar,. 1foy al contrario, el semblante compuug1do y lloroso de
fa emooión patriótica, cuando es fuerte, va siempre acompafla-
da de los signos externos más evidentes de la sobreexcitflción
de la voluntad: la contracción sostenida, tónica, de los múscu•
lin. Y ba de notarse que los músculos que entran eu acción
!4n los del acometimiento, los riel ataque: los de las piernas y
del pecho se alistan, las mandíbulas se compri.neo y los putlos
se_apriet.an. La mirada, por entre las lágrimas, adquiere un
bnllo más semejante al de la cólera que al de lu ternura, y
aun no es inusit-ado eu los casos gra\ 88 un murmurar quedo
1

de juramentos y amen8Uls.
¿Cómo explicar esa coexistencia del signo externo más elo-
tueute de la depresión del ánimo, de su sufrimiento inveoci•
ble, de su pesar. de su rendimiento al dolor moral, como sou
.¡g _lágrimas que uo arranca una pena física, con el grupo de
1ec1ones asimismo elocuerltes de la sobreactividad volitiva en
0 manifestación más enérgica: el ataque?
Soo dos estados de ánimo que parecen excluirse. No re•
<1lerdo coál de los cronistas de Chile dice que los Araucanos
le tenían miedo al miedo, y que, para arrojarlo-de e{ antes de
entrar en pelea, herían el suelo con golpes redoblados de sus
talones. ¿Cómo puede ,un mismo individuo tener miedo y
228 ~1(:()t,ÁS P J. l,ACI OS

deseos de pelear? ¿Por qué llora un hombre antes de eutrar


eu bat-alla, sieudo que está aoeioso de batirse? ¿Qué siguifirt
esa dualidad de sentimieutos? Cuentan de un geueral francét
que, conociendo por el campanilleo de sus espuelas el temblor
de sus pieruas en los momentos de empe~ar un comb111e, &CO!
tumbraba decir: ,¿Tiemblas, villano? ¿Qué harías si supiem
adonde pienso llevarte?, ¿A quién se dirigía el ~eneral'
Sterne, y después Javier de Maistre, en su Viaje al rededordt
mi cuarto, hau puesto tan de relieve esa dualidad interior bu
mana que no cabe duda de ello. El general recordado se diri-
gía a la parte sensible íísicameute de su ser, a su cuerpo, a !o
bestia, como diría de Maistre, la cual temblaba de miedo, dt
miedo al dolor, de miedo a la muerte, mientras su alma pun
donorosa y valiente iba al combate, burlándose de su limid1
companera.
Es admirable ese triunfo de los sentimientos relativamente
modernos de solidaridad social, de defensa de la patria, d,
puudonor cívico, sobreponiéndose eo el hombre a los instin-
tos primordiales y arraigados eu el fondo de todo ser vivo di!
miedo al dolor fieico, del horror a la muerte. Ese triunfo t!
la más brillante victoria de la seleccióu social. gn la batafü
de Tacua, a un subtenieute Guerrero, uo jovencito rubio, OOJ
un adolesceole, quiso huírsele la bestia a lo vista de la saugn
humana, según cuentan, y temiendo que lo ejecutara a pei!t
de sus órdenes, mandó a un sargento que lo detuviera, y r.:
brazos del sargento siguió dirigieudo a su gente por el camio
de la victoria, hasta que una bala justificó los temores.óc
aquella carne demasiado flaca para el alma que albergat..
separándola de ella para siempre. El soldado llora ante.di
entrar en batalla porque su_ bestia ha oído, allá. eu los aun,
misteriosos y secretos en que se elabora el pensamiento, qut•
hombre ba resuelto alcanzar la gloria ofrendando su tida t1
aras de la patria, y ella sabe que esa resolución es irrevocal>.t
Esas lágrimas que correo silenciosas de sus ojos, son de :i
bestia que gime. ¡Respetemos su llanto: ella es mottall

2. EL HOMBRE NO GUSTA DE LAS JOYAS

•No fundan su orgullo en el adorno de su persona: solo"'


escudos llevan pintados de variados y escogidos colores,, d(et
Tácito de los Germanos. Recordé que los Godos no usaban t,
yas ni adornos, y que uno de los <'argos que hacían los ~
darios de Witiza a don Rodrigo era el de que éste se eogali
naba como una mujer.
,Demás de que en general todos los indios de Chile, boit
l<AZ.\ CHIL ENA 229

bres y mujeres, andan, según dije arriba, vestidos aunque


descalz~s. es con roncha más honestidad que indios de cuales•
'loiera provincias, en las cuales no hacen diferencia de las
partes secretas a las públicas. Asimismo u o se pintan los ros•
iros ni cuerpo, como los del Brasil y otras parl-es, ni se h ora•
don los labios o bezos como los del Paraguay y Charrúas, y
otro~ muchos qlle traen bnesos y piedras labradas en ellos, a
qoe llaman los nuestros barbotes, ui menos usan, salvo las
mujeres, brazaletes ni gargautillas, ni de otro algún adorno
femenil rle que usaD los indios en otras muchas partes• (Gou·
zalez de Nájera, ob. cit. pág. 46). En lo de no usar adorno per-
sonal de niuguna especie, el Araucauo es una excepción en el
mundo entero. El m ismo autor, pát{, 96, dice que los Arauca•
nos se preocu paD tanto de sus armas que clM t raeD de conti•
noc, tan bien tratadas, limpias y resplandecientes, q ue hacen
eo ellll no sólo ventaja. pero hasta vergüenza a muchos de
nuestros espanoles• . Ese es el origeu de que la raza chile•
on sen la que hace menos uso de joyas a la fecha en todo el
mundo.
Los Ger1t1auQs como los Araucanos cuidnban cou esmero de
sus armas ,, las adornaban de \!arios modo~. Los Ara ucanos se
adornaban ·1a cabeza con pluru83 rojas y se ponían su ropa
más nuev1t y limpia para ir a campafla. Era la única ocasión
eo qoe se preocupaban de su peT'l!ona.
Repetidas \le<:es presencié eo la campana del Pacifico el he•
dm ~urioso de q ue todo el que podía, ya fuera soldado o jefe,
guardaba cuidadosamente a.lguoa CAmisa limpia o siquiera un
ruello y uu par de puños, lo más que se pudiera en esos tiem•
pos ile meses de vida eu el desierto, para ponérselos el dla de
la batalla, a la cual todos procai:aban i1' afeitados. limpios, lo
mas galnnos posibles. Era ese un deseo general, una aspira•
cióo intima; uadie se lo e:-cplicaba ni trntaba de explicárselo.
Era un deseo Datural el de presentar lo más engalanada y
liermosa que se pudiera la víctima ofrendada eD el altar st\·
grado de la patria. Ese es un ejemplo de lo que se llama he-
rencia sicológica.

~- ~os DAÑ".UlO!l SEPARAOOS t.Ofl ROM13R6S DE LAS MU.TE&ES

A la fecha creo que sólo los chilenos teDemos la costumbre


de bat1arnos separados los hombres de las m ujeres. Tácito, al
tratar del bailo eutre los Germanos, no dice nada sobre esto.
Ti10 Livio dice que los patricios romanos no sólo se b1111aban
separados los hombres de las mujeres, sino que aun los bom •
2130 )\JéOLÁS l'ALAClóS

bres adultos oo se br,fiabno juntos c!'n los niuos. No poseo da-


tos al respecto de los Godos de Espaoa.
Eulre los Araucanos se guardaba eo eso una <Jeparaoióu ab,
<Joluta en~e hombres y mujeres . .iLas mujeres se banan tam.
biéu diariamente. pero jaooás se las ve en los ríos ju.uto con
los hombres, siuo que buscan lugares apartados» (Compendio
(mó11imo, Oolecciim, tomo XI, pág. 258). Dejo la palabra a Isi-
doro Errázuriz, que presenció un bailo de muobacbas a.rauca.
na5: i Eo no remanso que forma el río, n pocos pasos del vadn,
se bañan cuatro o cinco indias vestidas con s us cbamnles, se
zabullen como patoi.:, se asean y juegan en li,s aguas crisialí-
nas, com o en su elemento. La barranca, cubierta de árboles
frooclosos, forma como Jn decotación de fondo del singular
esp~ctáculo, y euLre los r&)~os s uaves y luroiuoso~ del sol de
oróflo, brillan los ojos, brillan les agulls y brillan los robustos
brazos color de bronce oscuro y los cabellos negros chorreaudo
agua cristnJiun. ·
cTenemos curiosidad de 1niatir al ñu de ese bailo al auti~u~
esLilo araucano, parn presenciar la coufusióu de las indias a!
verse obligadas a salir del agua y a cambiar de ropa a la vista
de forasteros v de hui>1cas.
cPero estámos equivocados si contamos con tener fiestaa
costa de esta Taza tranquila y majestuosa en su orgullo de
duefln inmemorial de estas comarcas. Las abluciot1es, las 1.11•
bul!idns y In ontao.ión se pr.oloogan iodefinidameute;. y cUI\P·
do al 60 1 las indias van saliendo del agua, una en pos de otra,
no se les ocurre correr ul bosque en busca de un esconditeo
prorrumpir en risae, en gritos infantiles y demás recursosde!
pudor alarmado. Cada una de las bronceadas ninfas tiene de
repuesto, exteudida sobre un matorral, uua camisa blancai
limpia. Al salir del bailo, se la ponen sobre la ropa mojndA. r
ésta cae un instante después al suelo. S bbre la camisa se ajus-
tan rapidarneute ~n chamaJ seco, en que envuelven el pecho.
el vientre y los nieraas, lo prenden con un alfiler de plala, ~
ct1bren las espaldas con un segundo chama) seco, que les sim
como de capa. lo prenden sobre el pecho con otro grao alfiler,
recogen la ropn mojada, y siguen su aamino, c:on paso de gilll•
uástica1 y tau inmutables e indiíe-rentes como s.i nadie hubiera
pensado en profanar cou sus miro.das el casto bal1o de eslas
Dianas de In Araucaoia,. (.T,·es Ra.eas, pág. 40).
Hacen muchos siglos que los profauadores de la castidad de
las vírgenes araucnoas b~u estado sometidos a la peua. de ser
lanceados, esto es, jugar con ellos alzándolos eu las puntas de
sus lanzas hasta matarlos, tarea encomendada a los ofendido!,
231

as.i es que la casta de tales ofensores no ha podido prosperar


en esa raza.
Hacemos bien en seguir esa costumbre racial. Las familias
santiaguinas que empiezan a imitar a los extranjeros de Val-
raroiso, bal1ándose en común üombrf¡! y mujeres, hacen muy
wal. A los ingleses o alemanes o a los hijos de cualquiera otra
nación no les hace dalio ese bailo en común; pero es altamen-
te inmoral ¡:ara el chileno, porque biere un sentimienro étnico
relacionado co11 el pudor, que debe ser sagrado, y porque, acle·
mlll!, estamos nosotros en la razón eu esta materi11. He obser-
rarlo y con,·er ado mucho sobre est.o con ~eutes cie todas par•
1e-,. En los pa{!!es que deoen la c-ostumbre del bru)o tn común,
no fah1lll familia!! que no la sigau. E11 ~lanhattau-beac-h, baños
cercanos a New York, be visto faroj}jas cuyas mujeres toma-
ban sus bat1os a horas desacostumbrarlas, con la sola presencia
de algtio amigo o pariente que en las tribunas esperaba aleo to
para socorrerlas eu caso de neceadad.
En el sur de Europa es muy geuéral la costumbre del baño
eu común; pero en los p&{ses del norte se ha iotrodocido sólo
desde al~unos anos, sin hacerse frecuente, y eu muchas par-
tes no es aceptada.

-t CASTrDAD DE L .\ mJJ'BJt A.RAUC.\NA

Ya que he tocado el punto de la bonestidnd de la mujer


araucana, voy a permitirme agregar algunas líneas más sobre
lo mismo, eu atención a que nv es posibJe dejar que vayan
suelti1s por el mundo lns aseveraciones falsas de los Anales
e0bre esas mujeres, que son de las más virtuosas, si LlO las más
virtuosas de toda In bumaniJacl. Para los enlendidos eu sico-
logla étuica, es suficiente saber que el .Arauc.ano es uetamente
patriarcal, para estar seguro de que Ja castidad de sus mujeres
es un hecho lógico y necesario; pero como no todos se aplican
R ese est\1dio 1 voy a citar un autor que conoció e:I foudo mismo
?el alma de esas mujeres. el cual se maravilla en varios pasa•
Jes de su obra de la pureza inmaculada d~I al:na. de algunas
de ellas. Muchos cronistas hablan de esto, pero rotis de oídas
que por conocimiento personal.
~otre las personas que las conocieron bien, ningllllo está en
~eJores condicioues que los misioneros y los confesores de las
indias católicas, como lo eran las que acompanaban al conquis•
tador. Las indias que se entregaban al vencedor como esposas
0 concubinas no podían sentir mortificada su concieucia por
~e acto, puesto que esa era Ja costumbre consagrada de su
raza; pero fuera de esas relaciones, para ellas regulares, la vil'-
232 ~ICOt,ÁS PA1,AC!Otl

gen indígena prese,utaba a lo!! piratas de Amor una resistencia


sólo vencible por la faer1.a runscular. El padre Alonso de Ova.
lle dedica todo el capítulo que principia eu )a página 263 dél
segundo tomo de su Hi~rica Relación, a ensalzar la castidad
de la india araucana. Refiere numerosos casos conocidos per•
sonalmente por él en las anécdotas de su tiempo y eu las reji-
llas del confesonario, las cualt?s pone de ejemplo a los espall(I.
les con estas palabras: cverdaderarnente es grande argumento
de la fuerza de la divina gracia el ver que.esta gente tan nueYa
eu la fe teuga valor para resistir a la ocasión, q'tle le :dau tal
vez los mesmos que debían enseilarles más con s u ejemplo que
con sus palabras, y que viendo a los cristianos viejos doblar
la rodilla al ídolo de la seusualióad, estos nue\'0S cristianos lo
pisen y huellen con tanta constancia>, Refiere ta.nbién mu-
chos hechos que constan de las memorias anuales de los mi-
sioneros sobre 013te mismo asunw y dice: cDe otras muchal
indias nos cuentan las mesmas anuas grandes ejemplos de la
fortaleza con que ilau resistido a los que -pretendieron violar
los fueros de su purt1za, uo pudiéndolas rendir ni con dádivas
ni amenazas, antes expuéstose por est-0 a perder la vida del
cuerpo por asegurar In del alma, !)aliendo tal vez de estos con,
filctos y batallas mal heridas y bailadas eu sangre, como se vio
pocos años ba•. Luego se recrea el buen padre refiriendo cl\SOl
de pureza tau acttbada que oo había de qué absolverlas en
.el C()nfeaonario; de esa castrdad no sólo de obras sino tambieo
de deseos y de pensamientos. como la exige el confesor católl-
co, una caetidad que se ha becho naturaleza, producto admira-
ble de larguísima selección patriarcal: ca este modo, dice, pn,.
266. he tenido yo algunas peniteotas que se dal:>an tanto a!,
virtud y penitencia y tenían tan gran cuidado de sus alma¡,
que no daban eu sus confesiones materia s uficiente para b
absolución•.
Ent-re los muchos casos '}Ue refiere, hay uno que merece al
ganas líneas e~peciales; es el siguiente (pág. 265): cOtra india.
procedió con todo ejemplo de virtud, y saliendo un día rit
nuestra iglesia, un hombre en la calle hizo uua acción cou e\11
algo descompuesta, y con no haber sido ella sabidora, ni ínter·
venido m(nima insi1\uacióu ni consentimiento de s u parte, g
castigó. apartándose toda una oocbe a un rincón de casaa
llorar y rezar con uu rosario, y otra noche puso muohas espi
nas en la cama con que castigó e hirió toda la noche sus.car·
nes, . Este ejemplo ilumina con gran claridad el .fondo d~
alma de la mujer de las razas patriarcales. Tienen ~tas muje-
res la íntima convicción de que son ellas, sus atractivos feme-
niles, los responsables de la ,excitación producida eu el bolll·
ltAZA CMll, RSA

bre y que lo lleva a fallar. Sabe que es ella la qoe produce la


teotncióo, por eso se cubre, por eso se oculta, por eso se casti-
ga y llega en casos de excesivo y extraviado rigoriswo, a des-
truir lo que puede de sus encantos femeninos. Es el origen del
re('ato voluntario en la ruujer.
El padre Ovnlle asegura que la india no foé csabidora •, es
decir, uo previó lo que podía s u~eder al pasar tranquilamente
ol lado de un hombre .. Ella uo se perdonó esa imprevisión ;
podía haber pasarlo alejada de él o tomar cualquiera otru pre-
caución que hubiera evitado a ese uombre el pecado de ser
manilargo; esa fnlta de pruden cia, de recato de su parte, íué. lo
que llorf> ln pobreoilln y castigó poniendo espinas en su cama.
Si ni precio de sus lágrimas y sangre que a la humanidad ha
costlldo conseguir sus virtudes, se aquilatara el -valor de éstas,
después del patriotismo, debería ser el pudor el más preciado
tesoro de las razas superiores.
Todos los pueblos patriarcales uan tenido la misma idea de
que es la mujer la que incita, la que tienta al hombre. La re•
loción bíblica de Adán y Eva es la expresión de eea creencia.
A medida que avanza el desarrollo de la castidad en uua raza,
el sentimiento social e xige más y mas control ol hombre sobre
sus pasiones amorosas, disminuyendo a proporción la respou•
sabilidad de la mujer.
Debo agregar que la mujer a raucana era cobarde, humilde.
Ni una sola heroína araucana aparece en la historia. Jane-
qneo, esposa de Guepotaen, mandó tropas y combatió perso-
ualmeote en contra del conquistador¡ pero Janequeo era de
Villarrica, y por lo tanto huilliche. Don Alonso de Ercilla no
tnvo tiempo sino de conocer las costumbres guerreras de los
Araucanos; , si hubiera conocido sus hábitos domésticos y so•
cinles, no habría dicho que Lautaro llevaba a su esposa Gaa-
colda en du cowpafHa durante la atrevida cam paña de aquel
caudillo. Los Araucanos uo llevaban mujeres eu sus ejércitos:
se lo prohibía su religión, de la que erau c.-elosos observant.es.
Es casi seguro que el insigne poet-a compuso en Chile toda la
parte de su poema que se retiere a la guerra de Araaco, como
afirma Mosquera; pero. es también muy probable que lo reto·
cara y ai\adiera ulgutlfls escenas en Espal1a, p ues es sabido
que los quince primeros cau to!! sólo los dió a la preusa seis
anos después de haber arribado a ese país, en doude se dió al
estudio de los poetas italianos de ese tiempo. Aunque t>I epi-
sodio de Guacolda es sólo un idilio dulcísimo y casto, sin que
aparezca en ningún momento la mujer briosa y guerrera, é.l
es sin embargo contrario a las costumbres ara ucanas, y sólo
una fantasía poética de dou Alonso. Algunos cronistas han se-
23+

guido fielmente al poeta en todo lo que relata basta en lo que


a primera vista se comprende que son adornos poéticos del
autor. Siento mucho estar eu desacuerdo sobre esto con un
ilustrado escritor y hombre público chileno, pero mi convenci,
miento ni respecto es completo.
Es asimismo una suposición de algún cronista y adorno li-
terariq del autor de la .Jraucat1a la escena de Fresia, la espt•sa
del héroe Cnupolicáu, que iusulta eu la prisión al caudillo
araucano, idt,latrndo por sos compatriotas. Es t-an contrario a
111 sicología urnucana ese pasaje que debe tenerse por segura-
1ucute invtiulado en tiempos en que no se couociau les cos-
tumbres domésticas indígenas. Fué solo a fines del siglo XVT
o principios del siguiente cuando, por los misioneros o p<'r los
cnutivos rescatados como Nütlez de Pineda y Bascuiláu, hom,
bres que vivieron en lu intimidad de los Araucanos, se tuvie-
ron noticias más o menos exactas de las costumbres indígenas.
Uun mujer araucana, que veía en su esposo poco menos que
un dios, al verlo prisionero, cargado de cadenas y condenado
A. muerte, lo que habrín hecho, de seguro, hnbrín sido nrro-
jurse II sus pies noegada en un mar de lágrimas¡ iusultnrlo y
nrro3orle a su hijo no le habría pasado por la mente, tnl ve1.
ni aunque hubiera sido mujer buillicbe o pehuenche. E!a
escena, como las demás en que aparecen mujeres voro11iles,
fueron sugeridas aJ poeu1 por la lectura de los rornnoces ita•
linuos. lleuos de heroínas, y del gusto literario que empezaba
a co11dir en Espafia, muy adaptado al espíritu ibero.
Es bueno dejar sentado que en cuerpo y en almn In re1.a
tiraucaua es tal ve1, aquella en la que la difereuciacióu sexual
bu llegado al mayor desarrollo. Haciendo cont.raste cou el ca-
racter de energía indomable de sus hombres, aparece el genio
humilde y rendido de la mujer de esa·raza. Marii'io de Lovera,
el padre Ovalle, Núilez y cuántos conocieron a tales mujeres,
hablan de dicho contraste. E. Reuel Sruitb, en su libro The
Araucanians. hace igual observación. Asimismo este aut-Or
atribuye a herencia araucana la humildad de la campesina
chilena, poniendo como muestra de ese carácter la manera de
dar un recado de las sin•ienlás de 0bile: «Muy buenos d{ae,
seilorl como está s u merced? i\'fo11dn decir mi sefiorita doiia
Mnrequitá que como está la salud de su merced? que se alegra
mucho que no tenga su merced novedad ninguna, etc.>
Comentando ese rasgo dice: &Viniendo, como viene, de la
bondad de corazón e indicando una disposición amistosa, ella
atrae nuestra i11dulgencin, siuo uuestra admiración >. Este
autor es norteamericano. a quieues ngrnda un poco de inde·
peudeucia y de energía eu la mujer.
IMZA OMILF:~A 235

Una doncella adulta araucana tiene las proporciones y fiso-


nomía de uua niña impúber¡ siendo unos quince o dieciaéis
centímetros más baja que e hombre, lo que, dada la esc»~a
talla de Ja raza, es la desproporción más notable eu t-0da la
especie humana. La diferenciaciól} sexual es, como toda dife-
renciación, uoo de los caructeres mtis constantes y seguros del
progreso orgánico. Puede seguirse ese proceso paso .a paso
desde los seres celulares, quese r eproducen dividiéndose eu
dos o más, sin órganos reproductores, basta los hermafroditas
y los un.iáexuados. En estos ú.ltimos es tambieo más notable,
dentro de la misma especie, la diferencia entre los individuos
de sexo opuesto. concordante con otros s ignos de perfeccio11a-
mieuto. En la especie buruaoa, la~ diferencias corporaJes y
mentales se acrecientan emre los dos sexos a medida que se
nsoieode en la escala étuica y aun eu la escala social, según
Le Bon, opinión acatada por Darwiu.
Me ha mo vido a escribir lo anterior la edición oficial de la
Historia de Olu7e para lµ en.se,'Ianza primaria que acaba de
st11ir a luz, libro que resume lo que dicen los Anales respecto
de los Araucanos, at1adiendo que estos candabao casi eiempre
desnudos~ y que «cuando estaban en guerra, mataban a sus
enemigos y 1013 devoraban ,, cosas que no se atrevieron a decir
los Anales. El gobierno dice en su libro que los indios del
Perú ensenaron a los de Chile a vestfrse con tejidos de lana de
guanaco, qufao decir llama seguramente, y que llegaron en
sus con.quistas de Obile hasta el Biobío, de donde se retiraron
al norte. Garoilaso de la Vega, inca de sangre, es el úuico tes-
timonio fid~digoo de aquellas expediciones peruanas, y este
autor dice que sus 1>aisanos sólo llegaron al Mauli, y que allí
fueron derrotados por los purumaucns después de tres días de
pelear. Los purumaucas o prom1tucaes vivían d sor del Mai¡)O·
Rape!, por lo que es posible que sólo a ese limite llegaran lns
tropas del Inca. Está escrito ese texto de eneel1anzfl. con el
mismo espíritu de todos los documentos oficiales de ap.oco.r, de
denigrar a nuestros antepasados araucanos. Pero no era esto
lo que deseaba h11cer notar, sino que el texto ese encomia el
valor guerrero de uha mujer que acompanaba a los expedi-
cionarios que vinieron coo Valdivin, mujer cnatural de Pin•
aencia y casada eu Málaga> segúu Marino. cSe <menta que
ella, dice ese texto de eusefiauza, por so propfa mano degolló
~ ~no de los caciques prisioneros>. Hermoso eje1nplo que.
nrutar para las colegialas del país!
Estás cosas tien~n demasiada importancia en la dirección
del criferio moral de la juventud crulella para que se me dis-
236 NfCOl,AS PALACIOS

t'ulpe anas cuántas líneas soQre ellas, aanque sea 1:u fonna
categórica, que no hay espacio para más.
Desde un polo al otro de la Tierra puedeu repasarse una a
una las distintas rozas buruauas y comprobar en todas ellas lo
que ya be dit'bo respecto a la diferenciación eutre el físico y el
carácter de ms hombres y de sus mujeres como signo inequí-
voco de perfección. A hombres de caracteres varoniles de~-
rrollados corresponden mujeres de feminismo también desa-
rrollado. y al contrario, o mujeres varoniles, hombres que
apenas lo son. Las mujeres ,1 aro11iles inglesas y norteamerica-
nas que tanto alaban los diarios y revistas de Santiago 110 son
taita mujeres varoniles. En esa raza no hay beroíuas ni gut
rreras ni cosa que lo valga. Las iuglesas y norteamericanas
van solas por las calles porque fabeu que los bombrel! no las
faltarán en lo mág ruiuimo, y si nlgunns se descomiden con los
homt>res, como dicen que sucede, es sólo debido a que ésto,
laR tieueu demasiado regalonas y basta consentidas; pero ~011
tau femeninas como la que más. Las conozco personalmente.
Las mujeres de cuRlidades morales e inl.electaa.Jes semejan-
tes a lns del hombre que s uelen aparecer en las razas superio-
res, tienen también afinidades físi cas con el varón: son poco
agraciadas dt: semblante, sueleu tener pelos en la cara, lo,
hombros cuadrados, su \'Oz carece de la duliut·a que para el
hombre tiene el acento femenino, etc., y no es raro que le!
guste vestirse de hombre; en cambio, esas mujeres de gran
talento que bao solido rivalizar con el hombre, eso!! fenóme-
nos, uo hau tenido descendencia. ¿Qué será? Los méui~
saben mucho de eso, pero a veces ni ellos mismos saben n que
carta quedarse.
Es muy fácil en Chile refutar esas doctrinas fiscales , porque
aquí van contra los sentimientos heredados de la pobhtcióu
Todo chileno de instintos correctos siente desvío por una mu·
jer talentuda y hombruna, el1 lo que uo hace más que seguir
las misteriosas, p~ro infalibles indicaciones t.le la unturnlozn.
En contra del ejemplo fiscal para mis paisanas, yo les ose•
guraré, sin pruebas por hoy, que hay pocos signos más elo•
cuentes de inferioridad de roza para non mujer que el de po·
seer carácter varonil, y que la inteligencia femenina no debe
pasar de ciertos límites si no quiere despertar sospechas. Esto
no es negar que haya mujeres de verdad que son mas iutelí·
gentes que muchos hombres, es afirmar sólo que el térwiuo
medio de la inteligencia femenina es inferior n In wasculioa,
y que dicha diferencia se acentúa a medida que se ascienda
en In est'nla de las razas, porque así, diferenciando las aptiw·
237

des, masculinas y femeninas. es precisamente como batl llegado,


a ser superiores las razas que lo son.
La mujer germana tampoco fué guerrera. Si a veces acom•
pa.úaba a los ejércitos, nunca entró en combate, su papel era
el de preparar la comida y cuidar a los herido&. Las mujeres
que eu Chile han dado alguna mt1-.estra de energía varonil y
roerrera uo ha sido ni araucanas ni godas. Las heroínas eu·
;opeas hau sido meridiouale11. Juana de Arco era ibera del sur
de Francia.
Los Á·n al# diceo con acierto que entre los Araucanos había
roereLrices; pero no aciertan en la dallada intención con que
e11 dicha costumbre se detieneu. No es difícil explicarse la
existencia de esas mujeres en los pueblos de costumbres do·
més1icas se-veras. sobre todo en los pueblos polígamos como el
araucano, en los cuales ban de quedarse muchos hombres sin-
esposa. El órgano social que representa Ta institución de las
meretric(>s debe su existencia a una necesidad fisiológica, cuya
satisfacción asegura la correáción de las costumbres domésti-
cas eu dichas sociedades. Así es que todo. medida que tienda
asupriéúir o perturbar las funciones de dich.o órgano, va di•
rectamente en contra de lns buenas costumbres, df lo que lrny
ejemplos tau elocnem.e s corno tristes e1) Europa y A111érica.
¿Qué necesidad habría de Utles mujeres en los pueblos en
que las costumbres est-ablecidas, generales, fuera o dis<>lutas? O
en aquellos ea que la mujer domina y dispone del hombre?
Los antiguos Gei,mn.uos teoínu meretrices, por las cuales siQ
embargo su sociedad sentía profunclo des¡)recfo, cor.lo es na•
tura!. «Eu cuanto a la que prostituye públicnmeute su ho1Jor,
110 ha esperar perdón: ni belleza, ni edad, ui riquezas le harán
encontrar un esposo> (Tacito). El padre Ovnlle (ob. cit. tomo
2, pág. 284) 1·efiere que unos indios jóvene!! pretendían uua
,•ez matar a una de esas mujeres araucanas <porque decían
que vh•fa imeltameote>. Eran pues eu Arauco tan mal mira•
das como en el norte de Europa.

&. a) RAsoo DE MATJiU.ROADO DE 1.-0s GoDos DE Esu°RA. b) Su


ARRAIGO EN ÜIDLE, SUS OONSEOU'ENCU.S. e) AUHJN'OS Al!E·
LLIDOS DE CONQtnSTADORES.

a) La costumbre matriarcal que los GodosdeEspa11a t.raje•


ron a Chile es la de la persistencia del apellido de la mujer
de$pués de casadn, y como consecuencia, In de que muchos
chilenos tengan la costumbre iber.a de firmarse con dos apelli·
dos, el del padre y el de In madre.
Todo lo que sabemos de los habitantes de la antigua Iberia..
238

u os confirmo plenomente que el matriarcado o dominio ele la


mujer fué perfecto en tiempos pasado~. En tiempos de la coo.
quista romana de ese país persisUan aún muchas costumbl'e$
que lo atest.iguaban. Hoy mismo quedan uome11ol!as aupervi.
vencias de aq_uel régimen. Los escritores espanoles que se han
ocupado de esto traen muchas pruebas. La región del norte de
Espana, especialmenfo la vecina a los Pirineos, es la que ha
guardado más elocuentes signos matriarcales, entre los cuales
la cuvada es al más decidor. Esta costumbre, como se sabe,
<:ousiste en que el esposo se echa o. la cama oparentaudo eu.
fermedad en cuanto a la esposa da a luz. E n la cama es col,
ruado de atenciones y cuidados, guardando dieta por algunos
días, y recibiendo las felicitaciones por el arribo del nuevo
vástago. Es el Oll)do de a6rmar su paternidad respecto del re•
ciéu nacido. Hay en la lógica de esa praeba uu& petición de
principios, o pruebn de lo mismo con lo mismo, como decimos
vulgarmente, modo frecueut.e de razonar de los pueblos pri•
mi1ivos, pero no por eso es menos tenida como prueba indt1-
-0able de paternidad. Existía esa costumbre eu tiempos de
E~trabou , y Sule1J y J:"erré dice que aún subsiste. Ella prueba
que ell tiempos anteriores la filiación de la familia se hacia
sólo poi· la mujer, que e!ll sólo a su madre a la que conocían
-con seguridad los personas y que la mujer no era poseíd11 por
un 2010 hombre en sus relaciones marilales. De allí que el ape-
llido o distintivo de la familia o tribu de la 10ujer fuera el
único seguro para los descendientes, y el único que usaban.
La mujer ibera ba sido tan tenaz eu transmitir su apellido
a sus hijos, que puede segulrsela a través de la bistoria por
ese rasgo de su mente. Subido es que la ra•¿a ibera ocupó ea
tiempos prehistóricos y aun protohistóricos uo área muy ex•
t.ensa del continente europeo. Sus esqueletos se ban bailado,
oriemás de la península ibérica, eu todo el sur de Francia, en
el suroeste de Inglaterra y eo Irlanda. Cuando los Pictos, de
-0rigen celta. preparaban en Irlanda su expedición conquista•
dora sobre Escocia, las mujeres irlandesas se ofrecieron a
acompatlarlos, con la condición de que sua hij os llevaran el
apellido de sos madres. Entre los vascos espnfloles persistió
basta el siglo XVlil la costumbre, snocionada on In ley, de que
el hombre que se casaba con una ueredera perdiera el apellido
propio y tomara el de su esposa, y por lo tanto los bijC1s te-
nían el apellido de sus madres. El capitán don Melcbor Jufré,
autor del Compeudio Historial, no era Jufré sino Águila; Juíré
era el apellido de su madre, el cual puso don Melahor en pri•
wer lugar, porque era frecuente poner el de la madre antes
<¡ne el del padre. Sin embargo, ese capitán nombra a au pri·
::nogénito cou el apellido real de su padre, Águila, n priuci pios
del eiglo XVll. Muchos de los emig,:autes espanoles cambiau
su apel1ido pare11uo por el <le sus madres al abandoonr su pa-
tria. Es la madre espal1ola la que insiste tenazmente en con-
serrar so apl!llido. lo cual es sólo una de las muchas maoifes-
1acio11es evidentes de l!l iudependeQcia i11dh•idual que siente
dentro del matrimonio,
Sólo en la península ibérica y en las partes que fueron o
o son sus colo¡:iins, la esposa conserva su apellido. En Francia
e Italia sólo queda el nombre, tomando el apell ido de su espo•
so. En Inglaterra pierde aún el nombre, el cual sólo subsiste
en In intimidad del hoga r. Asl, María Pérez. casada coo Juan
Dh1z, se firnrn eu espni'\ol ~larín Pérer. de D. o María P. de
Diaz. Al uso italiano y francés, se fi rmaría Maríu Díaz. y eu
lnglate11ra, fuera de su casa, nadie la llamaría sino sel'lora
Jnan Díaz, corno ella se firma. Es coruúu encontrar ingleses
que no saben el apellido de su ma(ire, cosa. inconcebible para
aun espa.flola.
De allí 1-n costumbre de firmar coo rlos o más apellirlos en
Esp1111a, Portugal y demás países que de ellos bao recibido
t$11 costumbre. El empleo de más de uo apellido trae al fin
como resultado, en muchas familias, el que se pierda deliuiti
,•ameote el Apellido patero(), r¡uedándo sólo el último que se
poue. Este fenómeno· es debido a la mayor pe-rsisteocia en la
mernorfo auditiva del último sonido que se percibe.
A \'icuna Ma_ckeuoa muchos lo conocían sólo por Mackenna;
al novelista Pérez G-aldós nadie lo reconocería si sólo se le lla-
mara Pérez, pero uo habrín dudas si se dijera Galdós.
b), Hay 1nnohos ejemplos de es$ pét'dida del primer ape•
llido por dicha causa. ,Sólo entre los cronistas e h1storiador,es
<le Chile y olros nombres que he recordado, puede citarse, en-
tre otros, a Mariilo de Lovera, cuyo nombre era Pedro Rodrí-
guez¡ el padre Ovalle, a quien he putislo da testigo tan a me-
1ludo. era también Rodríguez por su padre. pues era hijo de
don Francisco Rodrígu.ez del Manzano y Ovalle. El uombre
de la calle de Santiago que .-ecuerda al primer historiador de
Chile, como lo llamó Vicuila Mackeuna, es pues el apellido de
In abuela paterna de dicho historiador. Al padre Gómez. Mo•
lina lo llama Vidaurre, y con este segundo apelJido es couooi•
do generalmente. Córdova y Figueroa era Gutiérrez por su
linea paterna. A.ltamirano era Grez. Rodrigo de Quiroga era
Camba, Hurtado de M'endoza era López por su liuea pat.erna,
el pintor Velázquez se llamaba Diego de Silva, y el nombre
~el iuolito conq uistador Valdivitt era tjou Pedro Oocas y Gu-
tiérrez, siendo Valdjvia apellido de su abuela roaterua.
2-lO NICl)l.,\S PAl,_\ClóS

Se compreuderti cuau dificil es seguir las geuealogías <le


--
algunas familias con ese cambio de apellidos, pues debe t~ner.
se presente que dichos cambios bao venido sucediéndose des,
de mucho nut&s de la épora en qae los he recordado; así el
padre Ovalle no era tampoco Rodriguez, pues figura en su fil!
tepasado paterno con el apellido Nieto; como Hurtado de Me11 •
doza t.iene un antecesor lfliguez; Córdova y Figueroa, antes
qne G utiérre¡,¡, tiene una serie de abuelos cada uno cou un
apellido disi.iuto.
E11 Chile bay muchas familias que lle'Van apellid·o materno
como al~;unos Aldunate, que so1, Mart.iuez· fü,Uesteros, que
son Rodríguez; Vttlenzuela, que sou Pérez¡ Bascuflán, queson
Nt\uez, etc., et.e.
Se ve por esto de que manera tau particular e.as insistencia
de la mujer ibera eu hacer que figure s u apellido, aunque sea
después del del esposo, ha traído como consecuencia que sea el
suyo el único que persista al fin. Este resultado ba sido im-
previsto seguramente por ella, pues es sólo la consecuencia
del fenómeno ar ústico recordado. como puede coroprobar:é
fácilmente. En Iuglaterra. especialmeote eu Irlandll, es y ba
sido muy común ~l apellido O'Neill, por lo que una de las ía•
mfüas de ese apellido agregó, para difEirenciarse de las demai
la palabra t·Ot'-~, escril-a des pués rQe, que se pro1luociün oliís o
meuos lo mismo; pues bien,• los descendientes actuales tlt
uquella familia O'Neill Roe, miembros de la cual existen hoy
en Cbile, se firman a In fecha solo Roe.
Hay todavía otro beobó curioso sobre Psto: cuando unn ía•
milia desea recuperar el antiguo apellido paterno ol~idado, a~
puede ponerlo eo el primer lugar, de la firma porque el 8pelli
do materno, que ha sido el usado en los (lltimos tiempos, e:lá
lig~do a contratos y forma pa1Le del uorobre con el que~
conocido en la &ociedad, por lo que se néostmubra cc,,loc·arl~
después del usado, del materno. Por esn c·ausa: se establece
una inversión en el orden de los apellidos primitivos. de lo que
hay también numerosos ejemplos en Espat1a y Portugal.)'
que oo faltan en Obile; así los lrarrázabal y AndJa, colllo h~
visto nombrar a esa familia, sou Andía Irtimii:abaJ, los Corté!.
.Monroy son Monroy Conés, los Solis de Obando son Obando
de Solis, etc.
Ha logrado pues In mujer qQe ha heredado esa costawbre
ibera ligar el nombre de su liuaje a los hombres que han ¡JS•
sa<io a la historia por sus hechos, dejando en el olvido el d~
padre de esos hombres¡ pero oo bn sido sin beueficio -de in
ventario que en algunos casos ha quedado el apellido materno
1-tAZ.\ CBILt,:S A 2.n

ligado a una fama poco envidiable: el tirano Rosas de la Ar·


gentina, por ejemplo, se llamaba Manuel Ortiz.
Esas mutaciones y pérdidas de apellidos en una sociedad,
uo sólo traen el ir;iconveniente de dificultar las investigaciones
geuealógicas, sino también el de encubrir las relaciones ue
1angre que inevitable aunque lentamente se establecen entre
todas las capas sociales, pues acontece que son las familias
que descuellan eu una estirpe las que acostumbran dos apelli•
,los, y por lo mismo las que al fin pierden el verdader(I. Ade•
mas, en nuestro país, como en muchos otros, los hijos natura•
lu toruan d e ordinario el apellido materno, y cuando toman
ti del padre, rarísima vez acontece que lo tomen íntegro,
uando este es compuesto; si al fin se pierde el primero de esos
•1•ellidos dobles, en algunas familias, quedarán por esa causa
'lllUO perteneciendo a estirpes distintas dos ramas del mismo
ronco. ¿Cuántos Pérez no tendrán el mismo abuelo que algu-
uos \ 'alenzuela? ¿Cuántos plebeyos Nó.tlez no serán del mismo
maje que algunas nobles Bascuflán? Los gananes Andía, de
.~ que hay muchos, tienen, de seguro, ac antepasado comúu
u,1 muy remoto con los marqueses de la Pica, puesto que uon
i<>la íamilia de aquel n obilísimo apemdo ha formado parte de
oaestra ra1.a. Hoy más que nunca es necesario recordar estas
Mas entre n osotros, hoy que un alejamiento insensato de las
daees gobernantes respecto del pueblo amenaza destruir nues-
tra sociabilidad.
Eu nuestra corta historia, puede ver13e cómo se bau suce•
·lido eu el escenario social unas a otras distintas familias.
üo es lo natural, lo lógico en toda sociedad correctamente
organizada, porque es sabido que la facultad de ¡.iroduoir
hombres s11perio1es se agota, tarde o temprano, en toda est.ir-
pe, por varias causas. Esta rotación de las familias en nuestra
~iedad está hoy dificultada basta 1A obstruccjón por causas
10orales más que mentales, causas que estudiaremos más ade•
'aote.
e) A,quí, ya que se trata de apellidos chilenos, voy a re-
~rdnr, algunos de los más frecuentes en el pueblo y que son
l$itniemo de ·1os más nobles, no en pergaminos, sino en
!ingre, en naturaleza, los cuales boy uo figuran o fig•irau
l.iOCO en la dirección del paí.s, pero que podrán hacerlo ma•
fiana.
Estos 124 apellidos fueron traídos a Chile por aquellos
guerreros godo:! que Valdivia calificaba de «más que hom-
bres, y por los que los siguieron poco después, acendrados
to la criba de apretadas mallas que hemos visto. Sólo pon-
NlCOL.ÁS l'ALAClOS

g() un máximo de seis eu cada letra, para no ocupar muchas


líneas.
Aguayo, AJfaro, Agurto o Aburto, Alegría, Atenas, Ayala·
Barrera, Barrial, Balboa, Basualto, Bobadilla, Burgos; Canii'.
lH), Canales, Castaileda, Cabello. Cereceda, Collasos; Delgadi.
llo, Delgado, Devia, Dinamarcs, Donaire, Durán¡ Elgueia
Erizar, Escalaute, Esca.lona, Escobedo, Estay, GáJvez, Galán'.
Gamboa, Ganga, Garay o Garey, Góogora¡ Hermosilla
Heruáudez, Herrero, Hidalgo, Hinojosa, H<morato; lbaea'.
che, lbarra, Illanes, Inostrosa, Iriarte. lLurra; Jaiia, Jar.
¡,a, Jerez, Jeria, J iron, Jorquera; Lagos, Lara, Lepe, Linar~,
Lores, Loyolo; Machuca, Maldona<lu. Mejía, Meléndez, Mello,
)fouteciuos; Navia, NavRrro, Neira, Nieto, Nino, Nút1ez: Olt,
no, Olea. Olmos, Ordenes, Ortiz. Osorio; Pacheco, Pautoja,
Pedrero, Peila, Peñalosa, Pulgar, Quevedo, Q,oezadu, Quijada,
Quintanilla, Quintero, Q,uiroga; Retamal, Reiooso, Roble,,
Roco, Rocha, R ojo; &gredo, Sanabria, Sande, Segovia, Sier
pe, Soto; Tapia, Téllez, T ejeda, Toledo, Torrejón, Truji119;
Ubilla, Ulloa, Urquieta, U rra; Vaüente, Valladar, Vallejo,
Veas. Vives, Vizcarra; Ztirate, Zelada, Zepeda, Zorrilla, Zulua,
ga, ZúiHga.
M:ucbos de esos nombres tieneo la honra altísima de qne
bayau sido cantados por la epopeya J)a.cional.
Esas estirpes, como t.ao1as otras, han permanecido en CbJ.
le perfectamente libres de mezcla con sangre extraña a nuei'-
tra ra1,n por el espacio de dos · y medio a tres siglos o mi:.
Las ramas que de dichas familias quedaron en Europa, ox
han e.xúuguido o se bao mezclado alli con sangre iber11. Bar
aquí algunas estirpes góticas muy numerosas. como los \'t
leuzuela, por ejemplo, extendidas eo todo el país y ec tod!;
las capas sociales, que son casi exolusivameutes chileuas. IÑ
una manera general puede decirse que loa apellidos chileuti:
antiguos no se conocen en Espafia, y sea que, por haber ptt·
tenecido a hijosdalgo, adoptaran éstos la costumbre, t1itcidi
en la Península eu los siglos XV y XVI, de agregar el apelli
do materuo, y de allí q ue se perdiera el del padre¡ o por qnt
se bayao agotado esas Iat:nilias en Europa. Fuera de los pal~
níruicos como Pérez, Gouzález, etc., los demás apellidos dt
los espai1oles actuales son extrr..fios a los nuestros. La saogrt
más genuinamente chilena está por tanto en los campo1,al·
deas y pequeñas ciudades de las p1·oviocias agrícolas, pUll~
a donde no ha IJe.gado e11 ninguQ tiempo e11 canti(]ad apredi
ble sangre m eridional europea ni africana.
MAZA (:Hll,E~A 2-l3

6. a) P1,EsE EUROPEA Y PLEBE ca1LE~A. b) SANCHO Y EL


ROTQ. C) LA ESTRELLA Y 1.OS COLO&l:S NACIONALES

a) Uuo de los más graves males causados por la cultura la•


tiuo introducida en Santiago en los últimos afios es, sin duda.
Is de pervettir el criterio con que ha de ser juzgado el pueblo
de Chile.
La literatura de molde meridional europeo, profusamente
circulada por los diarios ¡.,olíticos y por el número creciente
de revistas literarias llenas de recort.es de autores liüinos y de
imitacioues de esos autores, está afirmando en el juicio públi•
co una idea completamente falsa respecto de las cualidades de
Is inteligencia y del carácter de nuestra base étnica. Las re•
presentnciooes leatrales, poniendo a In vista las costumbres de
aquellos pu eblos, distintas sustancialmente de las nuestras,
tienen el mismo efecto perturbador.
Están los santiaguinos llegando a creer que el pueblo debe
m compuesto de toreros, de majos, de chulos y de manolas.
El descoco natural d~ la plebe meridional europea, exagerado
por los có.nicos al uso, hace un contraste completo con el roto
callado y tranquilo, y con la mujer del pueblo, modesta que se
desliza atemorizada por las calles de la capital. Para un habi•
tui a landas, PSto es, para la gran mayoría de los literatos, pe•
riodist.as y gente de posibles santiaguinos, la plebe chilena
a;>arece demasiado pobremente vestida, opnéa, desgarbada, in•
sustancial, tonta, despreciable.
La pintura que de los hábitos y pasiones del bajo pueblo de
Frllllcia, It-alia, Espaila hacen los novelistas de eso~ países,
creen los sautiaguinos que corresponde a los del pueblo chile•
no. El respeto del roto por su superior lo tienen por poquedad
de ánimo, y alaban el desplante con que el peón europeo llega
dándonos la mano y basta palmeáudouos el hombro a poco
que uno se descuide. Hay en ese juicio tanto desconocimiento
de nuestro modo de ser como de lo que significan el comedi-
miento del roto y el desparpajo del peón europeo, y del valor
que una y otra moda!idad mental tienen en la orgauizacióo
de la sociedad. Hombres respetuosos no los hay en llls bajas
capas sociales sino en los pafses del norte de Europa. H om•
bres humildes los hay en el sur, pero no en el norte de es~
continente.
En las naciones latinas el concepto moral en general es mu•
cho más elevado en las clases superiores <le la sociedad; igual-
mente el concepto político, religioso, etc.; las clases dirigeutes
están t:o una etapa más ndelantadn de su evolución síquica
~1COLÁS PA J,A.C IOS

que las clases dirigidas, inferiores, lo que ee natural. Las eos.


tumbres morales no siempre gu~rdao relüdJo directa con el
concepto, pues esa es cuestión diversa.
Así, refiriéndome sólo al sentimiento de la hooestid11d, eo
Italia y Espa11a es bastante desenvuelto en la clase superior,
pero rudimentario en la plebe. El ai1o antepasado se maudó
construir una fuente monumental en la plaza del Terme en
Roma, y cuando estuvo concluida los ediles la visitaron para
con templarla y acordar la fecha de su inaug uración. El arqui-
tecto se había tomado la libertad dé agregar COltlO adorno al,
ganas mujeres desnudas en actitudes que se consideraron
indecorosas por algunos ediles, por lo qce la fecha para des-
cubrir el monumento no pudo acordarse. El pueblo, siu auio-
rización de nadie, la descubrió un buen día y la encont~ de
su g usto, y allí quedó luciendo esa muestra del sentimiento
atávico 'd e aquel pueblo. En Chile, una coro prensión errada de
la belleza, contraria al sentimiento nacional de la honestida~
est-á poniendo de moda en Santiago el desnudo en la escultu-
ra, lo que produ<'e el escál)dalo del pueblo. el cual no hn lorci
do sus instintos con discursos matriarcales sobre la, belleza. Son
los diarios obreros del país los q ue más enérgicamente prótes-
tat1 de los bnile11 de máscaras, de loe carnaval~s y demás e~
pect.á.culos en 4ue la nota indecorosa lleva el sostet1ido de la
fiesta. Los operarios de Tarapacá bao protestado en repetida~
OCttsiones del lenguaje indecoroso que los pulperos da.11\s ofi.
oiuas salitreras em plean con las mujeres de aquéllos cuando
van a hacer sus co~pras. Nadie ha atendido esas quejas, tal
vez por creerlas sin importancia para el roto, cuyos sentimieu-
tos al respecto juzgan por los de la plebe de las tandas, paisa
nos de esos pulpero!'l, y por la que aparece en las novelas dt
las naciones latinas.
Las novelas de Zola, fotografías artísticas de las co2tumb~
del pueblo francés, son para cualquier observador y conOt't'
dor de nnestrae costumbres, una prueba palmaria de la oom
pleta diferencia entre la plebe francesa y la chilena. Nnda M
en ellas aplicable a nuestro pueblo, ni menos sus costumbffl
domésticas. Zola tocó muy hondo eo ocasiones el corazón hu-
mano, alcanzando eutonces a todas las razas con en talento,
pero fuera de allí, en lo demás, es completamente francés.~
cuando más, meridioual. Ni siq uiera los crímenes que descn·
be se conocen entre nosotros: aquel matrimocio de dos viej~
que se envenenan lentamente uno a otro poniendo &rsénico
en el salero de su cóuyuje, que pinta en La Bestia Human~
es absolutament~ incomprensible a un chileno del pueblo. r.,
bestia esa no es humana, en el sentido general que le dió sn
RAZA OHTLE!S'A 245

autor, porque e. nosotros no nos toca. El área geográfica de esa


bestia es más restringida de lo que creyó Zola.
El lenguaje mismo que empleó el autor es completamente
inaceptable para el pueblo de Chile. A esas novelas, como a
las demás que describen costumbres bajas, en lenguaje iude-
wroso, tipo latino de literatura, n o sería. s11.6cieute entre t;1oso-
lros ponerles en las tapas «sólo para hombres, sfoo csólo' pnra
ciertos hombres de la clase acomodada, , porque el pueblo en
Chile conserva intacto sus instintos bere(füarios en esto como
en lo demás. La perversión moral que con tan j11St:a razón
alarma a los chilenos patriotas y que a la fecha está introda•
ciéndose en nu estro país con el die!raz de cultura, está muy
lejos dtl roto.
En uno de los diarios eantiaguinos encargados de denigrar-
nos, y que, me trajo el último vapor, leo: «la corrupción del
bajo pueblo> , refiriéndose al cbileno y a propósito de un de·
eorden de borrachos. Ese es el modo corriente de expresarse
del pueblo en los diarios y libros del sur de Europa, y allí
podrá ser natural esa corrupción del bajo pueblo¡ pero en Chi-
le, sépalo ese <liaris ta, el roto no conoce ni de nom9re los cien
ricios que corroen el alma y los huesos de algunos de sus
compatriotas de las ciudades. Cuando el peón de los campos,
alrlells o villas del país llega a la capitaJ, oye alU, por primera
vei en su vida, ciertas palabras que sobresalt-an s u wma de
Dino, y aunque viviera cien anos en esa ciudad, siempre que-
daría igooraodo mucbas de esas cosas, porque no cabeo en su
espirita.
b) «Pensando hacer un libro de circunstancias, su genio
colosal creó un libro para todo~ Josºtiempos y para todos los
hombres,, dice don Diego Barros respecto <le Cervantes y su
obra mnes tra. Seguramente que este autor uo se propuso es•
cribir sobre sicología étnica diferencial de las dos razas que
en su tiempo habitaban la Penfosula, pero su ma-ravilloso
poder de observación, al pintar el contraste entre los seof.j.
mieutos elevados, cabaJlerescos del bidalgo don Quijote, y los
instintos groseros, materiales, egoístas, del rústico Sancho.
hizo el retrato, aunque exagerado, del pensamiento de aquellas
dos razas.
Cervante.q toúló su tipo del caballero de la raza hidalga.
que él sabía•muy bien que era gótica de origen, como lo dice
expresamente. Eotre las composiciones poéticas que agregó
Cervantes al principio de su libro, bay uu soneto titulado
El OabaUero del Febo a .Don Quijote d4 la Mancha, cayos dos
tercetos dicen:
246 KICOLÁ8 YALAClOS

•Améll\ por milngro 1\nico y raro,


'l ausente en su de11gracia, el propio infierno
Temió mi brazo, que domó sa robia.
:.\las vos, god~ Quijote, ilustre y claro,
Por Dulcinea sois al mundo eterno,
Y olla por vos famosa, hone!'ta y SAbia.•

Los labradores y campesiuos perteueceu eu todos los países


n In rn?.a aut.óctonn
El tipo físico de los dos principales personajes de esa crea.
cióu genial, es muy diguo de llamar In ateución. Don Quijote
C8 e ou hombre nito de cuerpo, seco de rostro, estirado y aYe-
llnnndo de miembros, eutrecauo, la narfa aguileña y algo
corvn, de bigotes grandes, negros y caídos•. La nariz, y sobtti
todo el colw de los bigotes hacen de dou Quijote un ti1l(l
mestir.o. Cervantes no podía ignorar que los bidnlgos de an
tiempo eran rubios. como nos lo muestran los centenares de
retratos que de ellos nos quedan, como era rubio él mhnno,
hidalgo de linaje. La nariz de don Quijote me buce deserhar
lo idea de que perteneciera a los escasos nobles de origtu
ostrogodo-tártaro, sin embargo, que la dirección de los pelo,
de los mostachos, de alto abajo o caídos, parece ruougólica o
tártara. Es, pues, la figura de don Quijote la de uu mestizo
ibero-gótico. ¿Por qué escogió Cervautes u11 mestir.o en vei
de un Godo de estirpe pura? Hidalgo <le estirpe, y rubio y
nito erau ideail asociadas en ese tiempo e11 Espafia. úr~o qur
es en el Louvre en donde existe un antiguo cuadro repr~en
taodo a don Quijote y a su escudero, y en el cunl In ligurt
del hidalgo es rubia y de ojos azules. El ¡;iotor creyó corregu
la plana en esto a Cervantes, pero estoy seguro de que ~t
et¡uivo~. Cervantes hizo el retrato ffsico y moral de uu me:
tizo, de uu desequilibrado de cuer po y alma, tipo moral q11r
su geuio de observador le hizo preferir como más apropiados
su l~éroe. Es muy digno de uotarsé que los dos locos que de
mano maestro, como pudiera hacetlo un profesor de enfermt-
dades mentales, nos pinta Cervantes en so obra, tuvieran la;
patillas negros. Aquel loco de amor que encontró don Quijote
en Sierra Morena. «el Roto de la Mala Figura•, como lo lla·
ma Cervaules, ero asimismo de barbas cegras, según el autor.
y sa calidad de hidalgo la declara el mismo loco: , Mi nombn:
es Cardenio, mi patria uua ciudad de las mejores de esm An·
dalucía, mi linaje noble, mis padres ricos, mi desventurt
tanta, que la deben de haber llorado mis pn<ires y sentido 1lll
linaje,. Estoy convencido de q•le Cervantes, en esta obra quo:
aparece tanto más admirable cuanto con mayores couocimien-
2-lí

tos se la estudia. eligió deliberudamente a un mestizo moral,


en el cual los ideales nobilísimos que lo impulsan tocau el
extremo de la fantasía insana del desequilibrado, y prestó n su
peuouoje la envoltura corporal qoe su experiencia le sugirió
como más apropiada.
El retrato de Sancbo Panza es el perfecto, física y moral-
mente, del tipo equilibre.do del rústico ibero. Cervantes hubo
de escogerlo, sin embargo, tan simple como eru necesario parn
que no estuviera seguro de la locura de su amo, y pudiera
creer en sos promesas y acompaOarlo en sos nlldallzas.
Unánimes estáu los críticos espanoles eu considerar a San-
cho como el t.ipo del hombre del pueblo, algo ma:1 simple que
la geueralidad, pero c:ou su groser1a, su ~uln, s u egoísmo, su
pereza, su pusilanimidad características. Representa la prosa
de la vida, lo positivo, lo que se pega al rinón, lo sensato, en
oposición al cnballero, que encama la pura poesía, lo ideal, lo
que alimenta, pero no engordo, lo fantástico, lo insensato.
Sancho, eu compensación de su simpleza, es hablador sem-
piteruo, a veces elocuente y bnsta espiritual. Lleno de rerranea
que ya vieoen ni pelo o ya so vau por los cerros de Ubeda.
l-Omo le decía don Qllijote, pero siempre graciosos. La mali-
cia, la socarronería, las jugadas que le bacía a su seüor, las
weutirillas del buen escudero, propias del rústico de aquel
pa1s, hacen de Sancbico uo personaje gracioso, simpático, para
los lectores hispanos. Ven en él, retratada por la mano genial
de Cervantes a la plebe de la Península. Estáu ell lo cierto,
pero yerran de medio a medio cuando afirruau que Cervantes
pintó eu Sancho a la plebe de t-0dos los paisee, que es el retrato
del hombre vulgar de todas las razas.
Pocos caracteres hay más absoluu1meute opueslos que el da
Sancho y el del roto, y es admiro.ble cómo algunos escritores
uncionales. copiando a los españoles, ballnu que Sancho paede
representar el tipo inferior de toda sociedad. Es rt11is que pro
bllhle que In estampa moral de aquel escuder(), ttrn conocida
por los intelecwales chilenos, haya contribuido en gran mane-
ra u formar el jufoio falsísimo que tienen del roto. En mis
mocedades. herido de esa desemejao1.a, glosé algunas el!cenai;
del Q1,ijr,te poniendo de escudero del ilustre manchego a un
roto chileno. Hube <le cambiar por coropleLO el desarrollo da
la aventura y su conclm,ióu. Haga esa prueba, aunque sea
mentalmente, cualquiera que conozca algo el carácter de nues
lto pueblo y verá que le sucede lo que a mí. Tómese a un
roto tau si mple como sen necesario para tener por cuerdo a
don Quijote, y désele a éste por su escudero, ya solo o bien
248 :SlCOLÁS l'AL,\CJ().

acompañado con Sancho, como he hecho, y se palpará la aut(.


tesis moral existente entre esas ilos plebes.
Para refrescar la memoria, voy a copiar del Quijote alguo~
líneas que pintan a Sancho y que no hay roto alguno al que
le vengan:
«Seoor, yo soy hombre pacifico, manso, sosegado, y sé di!i
mular cualq uiera injuria, porque leugo mujer y hijos que s~
tentar y criar. Así que sénle a vuestra merced también &\'Í$0
pues no puede ser waudato, que en ninguna manera pondré
mano a la espada ui contra villano ni contra caballero, y qut
d esde aquí para delante de Dios perdono cuantos agra,•ios me
bao hecho y han de hacer, ora me los baya hecho haga o ha\'t
de hacer persona alta o baja, rico o pobre, hidalgo o pechero,
sin ectta1· estado ni condición algu11a. Lo cual oido por su amu
le respondió: quisiera tener aliento para poder hablar un poco
descansado, y que el dolor que tengo en esta costilla se aplnro
ra tanto cuanto para darte a entender, Panza, en el error ,o
que estás. Ven acá, pecador, etc.• En la aventura de los b!-
taues, después tle hacer notar n Sancho los ruidos espaotablf¡,
la obscuridad de la noche y demás circunstancias temerosa:
que los acompatlabau, don Quijote empieza así esta plática:
«pues torlo eso que yo te pinto son ioceutivos y despertadorn
de mi ánimo, que ya hace que .el corazón me revieute en tl
pecho con el deseo que t.iene de acometer esta aventara por
más dificultosa que se muestre: Así que aprieta un poco la:
las cinch as a Rocionute. y quédnie a Dios, y espérame at!w
basta tres dias no más, en los cuales si no volviere puedes 111
voh•erte a nuestra aldea, y desde allí por hacerme merced ,
buena obra irás al Toboso, donde dirás a la incomparable <t-
tlom mía Dulcinea, que su cautivo caballero murió por ncomt
ter cosus que le hiciesen dign o de poder llamarse su~·o. Cuau-
do Sancho oyó las palabras de su arno comenzó a llorar con b
mayor ternurl\ del mundo y a deci rle: seflor, yo no sé porque
quiere vuestra merced acometer esta tau temerolia a ,·entura
abora es de noc.be, aqu í no nos ve nadie, l>ieo podemos tomr
el camino y desviaruos del peligro, aunque no bebamo~ to
tres días; y pues n o hay quien nos vea, menos habrá quien
nos note de cobardes: cuanto más que yo he oído muchas n·
ces pred icar al cura de nuestro lugar, que vuestra merced muy
bien con oce, que quieu busca el peligro perece en él: asi qut
no es bien tentar a Dios acometiendo tan desaforado hecho.
donde no se p uede escapar si uo por milagro; y basta los qot
ba h echo el cielo con vuestra merced en librarle de ser man·
teado como yo lo fuí, y en saca de ven cedor, libre y salvo de
rt.\ZA GHH,EN A

entre tantos enemigos como acompao.aban al diCunto; y cuan-


do todo esto no D'>ueva ni ablande ese duro corazón, muévala
eJ pensar y creer que apenas se habrá vuestra merced aparta-
do de aquí, cuando yo de miedo dé mi ánima a quien quiera
llevarla>.
~!ás adelante, en una de las aventuras de Sierra Morena,
don Quijote dice a Sancho que busque por un lado mientras
el va por otro, a lo que arguye el gracioso SatJc:ho: -rNo pod ré
hacer eso porque en apal:'táodome de vuestra merced luego es
conmigo el miedo, que me asalta con mil géneros de sobresal-
tos y visiones, y slrvale esto que <ligo de aviso para que de
aqní adelante uo me aparte uo dedo de s u presencia•. Si el
roto no aparece ni por asomos en esos pasajés, menos se divi-
sa en aquella falta tau particular de respeto de Sancho por su
senor: t.ercia eu cuanta conversacioo éste en.tabla con otra per-
sona. lo contradice, lo aconseja y basta lo amenaza. Habla
tanto que s u amo le su plica que calle, lo cita ejemplos r,le es-
cuderos mudos, y por fin llega n prohibirle que bable, de lo
que Sancho no hace caso. Y por fin el Saocbico, eil un alter•
cado con su oatural seilor, seile fué a las manos .. y arreme-
tiendo a su amo se abrazó con él a brazo partido, y echándole
un zancadllla djó con él eu el s uelo boca arriba; púsole la ro-
dilla derecha sobre el pecho, y con las manos le tenía las &lla-
nos de modo que no le dejaba rodear ni alentar. Don Quijote
le decfa: ¿cómo, traidor, contra ta amo y setlor natural te. des-
maudas? ¿con quién te da su pan te atreves? Ni quito rey ui
pongo rey, respondió Sancho, sino ayúdome a tai, que soy mi
senon.
Es verdad que don Quijote quería dar a su escudero algu-
nos azotes a cuenta de la pi!.rtida que, según receta de Merlín,
debía propinarse el escudero para que se desencantara In dama
del caballero; pero así y todo esa escena de lucha, esa zanca-
dilla, y el ponerle la roclilla al pecho a su amo, después de lo
cual Sa.uoho sigue tan calbpante ensartando refranes y acom -
pailaudo a don Quijote, es tan absurda para un cWJeno como
no puede ser más. Un rot-0 que por uu motivo éualquiera, el
más justificado posible, hubiera faltado de esa suerte a su pa•
trón, habría huído de su lado para siempre. De la misrlía ma-
nera, un roto cobarde siente tanta vergüeu1.a de su cobardía
que ni por la expectativa de todas las ínsulas del u,undo ha~
bría estlido exWbiendo a cada pnso so ruindad de ánimo ante
su patrón, ni ante, nadie. La actitud del roto ante un patrón
que lo trata bien, qoe le prueba de mil modos que lo aprecia,
ea la del protector, 1a del defensor de su patrón en todae la~
ocasiones. El i;erá siempre el primero que arrostre el peligro
qne lo ameuace, el qne marcbará adelante eu los pasos desco-
nocidos y eu que se presuman peligros, esto es, adoptará más
bien Ja actitud de don Quijote que la de Sancho. Este desgra.
ciado escudero, cobarde1 hablador, met1tiroso y falto de respe-
lt) eu abso_luto con su superior, sería un monstruo incompren-
sible para nu roto chileno. Esa es la verdad. Será Stmcho muy
gracioso y donairoso, y confirtl)ado por discreto para los fü(J.
ratos esptU1oles e hispanoamericanos, pero para el roto queda
siendo un feuómeno moral exfraol'dinariamente raro )' en de-
masía vergonzoso. Ni la aventura de los molinos de vieuto,
ni la de los leones, t1i ningnua otra habría sido -pa.ru u11 roto
signo inás claro de la locura del pobre caballero que la de ha-
cerse ucorupallar eu sus expediciones belicosaa con un hombre
tnn iuótil como Sancl10.
Si los alemanes y Sismondi bau encontrado que el Quijote
es el libro más triste que se baya escrito jaroásl por cuauto eu
él las inteucioues más generosas sólo reciben -palos )' burlas,
para los ingleses dicho libro es el más inmoral de cuant-0s se
1111n publicado. Ese libro, dicen, cuya lectura es obligada eu
las escuelas y colegios de Espafla, y que es el tema com;tnnle
de ectudio y roeditacióu de sus hombres ilustrados, bn. llegado
a destruir en los espai\oles s us autiguos ideales alzados y ra•
hallerescos por el temor de incurrir en la tacha de quijotes, y
el significado de quijotería ha ido exteudiéndose poco a poco
basta aplicarse n la fecha a accion.es simplemente generosas,
mientras que del buen Sancho, del gracioso Saucbo, del prác-
tico Sancho, del hombre de yantar sólido y do1:mir lo.rgo, pa•
rece que. quisiera hacerse uu ejemplo digno de ser imitado
por los hombres de seso, de meollo sano, que uo desean Mer
<i-n las quijoterías de aquel mf\nchego a quien ese le secó el
celebro, pensando en establecer el reinado de la justicia, en
desfacer entuertos, socorrer oprimidos, amparar doncellas y
viudas, ayudar a los menesterosos y otras locuras declaradas.
En justificación de Cervantes es bueno recordar que jamás
censura a don Quijote por ~us locuras generosas, como en uin·
guoá parte aplaude la roinde.d de Sancho. Cide Hamete se
concreta a referir.
El roto uo es, pues, la plebe latina. el roto es nna l'aza par·
ticular en cuerpo y en alma. L os males de imitar servilmente
las instituciones de los pueblos latinos, sus ideales soc;iales r
estéticos, s us costumbres morales puedeu set de tal modo fo
nestos a un pueblo de sicología patriarcal tau deterroioadl\
como el chileno, que no ,ólo perturbeu su desarrollo orgátlict
sino que lo detengan, anulen y-destruyan.
IU.Z A. CB U,EN .1

Lo dicho de la plebe de Francia y de Espana es aplicable R


la de Italia. EL que desee conocer las costumbres del bajo puE'
blo de esta nación, puede leer el hermoso libro de H. Tai11e
Un viaje en Italia, o las obras de los mismos escritores italin
nos como Sergi, F erri, Garofalo, et-e. Ni los vicios ni las \"ir
tudes de aquel pueblo son los nuestros: tienen otra alma. Ar
listas por naturaleza, sus ideales estéticos les son privativos.
Es error muy común en los críUéOs meridionales europeos el
de creer que lo que es bello para una raza debe serlo para to-
das. Ni aun la belleza simplemente plñstica, material, despier
ta los mismos sentimientos, mueve las mismas pasiones e11
pueblos desemejantes, cuanto mó.a IM obras de arte especiul-
meote destinadas a conmover los sentimientos fundamentales
1le la moral o los sociales. La obra maestra de la literatura irn -
linna, La Divina Ce>media, esta muy lejos de ser considera<in
como una obra verdaderamente poética por los críticos ele
otros países. Pura Mommsen la obra del Dante es sólo una
obrn de retórico, acabada, de hermosas cinceladuras de des -
cripciones maravillosas, de pinturas vivísimae, pero sin la ins
piración elevada y profunda del verdad~ro poeta. • Las inns
elevadas y felices prod uccione~ de s u genio, las divinas efu
sioues de la Comedia del Dante, las obms mA.estras de Salub
tio y de Maquiavelo, de Tácito y de Colletta, sou obras de n..
tóricos más bien que de pasión,. (Historia de Roma. tomo 1.
pág. 322, edición Góogora).
El fondo social y moral de la Di-vina Comedia hiere l11s
ideales de otros pueblos. La venganza privadR, que se mueYl•
eu el foudo de toda esa obra, es considerada como profundn •
mente disociadora eo el estado acLual de la civilización. Ya
Ascham en Inglaterra se quejaba de la funesta influencia qut-
su lectura producía en las costumbres inglesas. A Taine In
moral de la Divina Comedia le merece expresiones durfaima~.
como puede verse en su obra Li,teraltlra l11gli!$a, Los Orlge11e.,.
pág. 222, &paiia Moderna. ·
Los críticos santiaguinos que han aprendido la costumbre
rle tener por universales sus observaciones, por limitadas qut-
seao, deben recordar que esa facilidad de generalizar no si~-
nifica, eu la inmensa mayoría de los casos, siuo una falta de
espíritu analítico, un Limitado poder de observación: lo que-
creen universal sólo lo es en su mente, que no ba sido impr&•
sionada por las diferencias reales de las cosas. No pueden juz
gar del roto ~chileno sus hermanos que huyen su trato, y el
creerlo igual a la plebe europea meridional, que es la que CO·
noceu de cerca, es caer en un craso error. El mi:-arlo como in-
262 NICOLÁS PALAC IOS

ferior porque no le alcanza su jornal para vestirse de casimir


y ponerse sombrero de paílo, indica desconociroieuto de la
responsabilidad que afecta a los que dirigen sus destinos
CouCundir la palabrería fácil con la inteligencia, y la petulan
cia con la aptitud, es sólo propio de la miopía mental.
Si en la obra de Cervantes hay alguien que pueda compa
raree n1 roto, ese es más bien el loco manchego que .el csen€a
to, escudero. Aparte de las exageraciones insanas de aouel
desequilibrado mestizo de Godo y de Ibero. el alma de don
Quijote es para el roto el alma natural del hombre de bien
Ya veremos más adelante ulguuos chilenos quijotescos. Algo
nos santiaguinos suelen burlarse de sus compatriotas de Tales
diciendo de ellos que CJe jactan de poseer en In Catedral una
canilla auténúca del hidalgo manchego. ¡Que Dios se la con
serve!
e) :llieutras los hombres prácticos de Santiago están atarea
dos e radicando• a los Araucanos, esto es, quitándoles las escii-
das tierras qu e les hemos dejado para regalárselas, no al chi-
leno, su vencedor, sino a razas inferiores traídas con nuestro
dinero desde lejanos países, con el pretexto de poblar una ~-
gión que está repleta de pobladores, como veremos más ndt
!ante, y con el fin practico de dividirse esas tierras entre lo:
fora~teros y ellos, voy a terminar esta part.e recordando qut
los colores de nuestra bandera patria y sa simbólica y adorada
estrella las debemos a esa majestuosa raza, como la llamó fe,.
doro Errázuriz.
Los Araucanos llevaban a la cabeza de sus escuadrones uu
peqoef\o pabellón rojo con ona estre.Ua blanca de cinco pico~.
Esa estrella es la de nuestra bandera y la de nuestro escudo.
Los jefes y oficiales que mandaban las tropas indígenas u~a•
han como distintivo una faja tricolor terciada al pecho, como
la que sirve ·de insignia a nuesb-os presidentes, y de los mi;
mos colores, faja que en ocasiones llevaban también los sol•
dados cuando se trataba de ~ropa escogida.
El decreto s upremo de 1832 que fijó definitivamente la for·
ma y colores de nuestro escudo decía a este respecto: cEo e:
observará el Congreso un campo de dos esmaltes cuyos bieo
conocidos atributos cuadrau perfectamente con la natoraleu
del país y el carácter de s us habitantes. La estrella de plau
es el blasón que nuestros aborígenes ostentaron siempre Ell
sus pendones y el mjsmo que representa ese caro pabellón &
cuya sombra se ha ceflido la patria de tantos y tau glorio~
laureles> .
RAZA CHILENA 253

Reepec~ de los colores nacionales tenemos el tel!timonio de


un testigo presencial:
•l'asó tras este luego Taleabuano,
Que oifte el mar su tierra y la rodea,
Un mást.il grueso en la derecha mano,
Que como un tie!'llo junco le blandea,
Cubierto de altas plumas muy lozano,
Siguiéndole su gente de pelea,
Por los pechos al eeago atravesadas,
Band811 azules, blancas y encamadas.•
(Estrofn 40, canto XX de La Araucana, edición Konig}.
CUARTA PARTE
CRIMINA.LID.AD:MoRALmAD

CAPITULO I
ESTADISTICA CUillL~AL
1. Falta d~ estudios 11erios 11obre criminalidad en Ohilo.-2. Base de toda
111:1tndí11tica orhninal.--3. CriDlinalidad de las colonias ex~ranjera, en
Cbilo y compnnu:lón con In nacional.-1. Influencia de In emhria
guez en la delincuencia de las distinl~s colonias.-!). Caum
de la &.'< CesiYa criminalidad de las colonias extranjeras.-6.
Criminalidad de la mujer.-7. Datos íaleos oficiales sobre la crimi-
nalidad chilena y su rectitlc~ción.-S. Comentarios y cálculo¡¡ oficia
les sobre criminalidad nacional. Repnro11 necesarios.-9. •Igualdad
ante la ley•· Crímenes cwiles y crimenes barbáricos. SigniflcndG Je
()ittos óltimos.-10. Famosos criminales chilenos que no son de rau
chilena. Influencia del despertar político del pueblo chileno sobre
,iu conducta.

l. FALTA DI; ESTlTDlOS S.&RI OS SOBRE ORJMINAL I J)AD EN OIDLT.

Sef\or: Sobre la criminalidad en Chile bao escrito los jó-


veces cronistas de casi todos los diarios del país, pero ningún
estudio serio sobre tan importante materia ba llegado a mi1
manos.
Las continuas declamaciones de la prensa sobre la crimina•
lid ad bao establecido en la éonciencia pública chllena y auu en
la extranjera la cert.idumbre dolorosa y desconsoladora de que
nuestra raza es compuesta de criminales natos, de presidiari0:.
una parte de los cuales aloja en 11us celdas respectivas y la
otra permanece en libertad provisoria, y de que Chile es una
nueva Calabria.
Es cierto, desgraciadamente, que en nuestro país son muy
frecuentes los atentados contra las personas, los delitos de
sangre; 11ero ¿lo son en tanto número que justifiquen las alar·
roas de la prensa? No, seilor; esas alarmas son completamente
injustificadas. ellas son solamente uua de las maniféstaciC>nes
de esa ca.in paila de desprestigio de nosotros mismos en que des•
de pocos afios a esta fecha está empeñada una parte de la
prensa de Santiago y Valparaíso, apoyada en los docum"ntos
oficiales falseados que les proporciona nuestro gobierno. T riste
es decirlo. pero es así, y los tiempos urgen el esclarecimiento
de est-0s hechos.
Sou tantas las faltas en que be visto incurrir a los que nos
juzgan, que siempre me alisto a comprobar las aseveraciones
de los documentos oficiales y de los escritores que han em•
prendido la tarea de desprestigiar o nuestro pnis, desprestigian•
do a su base étnica, al roto chileno, declinando en él la res•
ponsabilidad de todos los males que boy afligen a Chile.
Hace runchos anos que he perdido In (e eu los di!lt:ursos, y
hasta me he convencido de 4ue son un si~110 de inferioridad
racial, por lo que en esta materia de nuestra crimiualidad uo
me he dejado llevar por lo que dicen los diarios ni las memo-
rius oficiales, sino que, teuiendo preseute que «los números
vencen en elocuencia a Demóstenes>, he ido n consultar las
est~d{sti<'as sobre la materia, en donde he lrnllndo lo que a s-
ted ,•eró.

2. 8AS>; OE TOOA F.ST.\DÍSTlOA CR Ull~AL

Para computar la frecuencia relativa de los actos de las per •


so1rn11, se precisa establecer previameute el uúmero de estas
con lu mayor exactitud posible.
El último ceuso de la República fué el de I "95. el cuaJ dió
como población empadronada el número de 2712 l.:ló iudivi-
dcos, <le los cuales 72 812 extranjeros y 2 639 333 chilenos.
El jeíe de aquella operación dice, en la págiua 1x de su 1:i"o•
licia preliminar del Censo Ge11eral, que en vista de las razones
que aduce, debe agregarse a ese número t.otal e l die1. por cien•
to para obtener lo más aproximadamente posible la verdadera
población de Chile, pues en_esu cautidud estima la porcióu de
habitantes qoe quedó sin ser empadronada en los distritos ru•
rales de la República. Así da, página x, como cifra muy cer·
cana d e la verdadera, la de 2 983 359 cowo poblnc:ióu total.
Oomo los extranjeros vh·en eo las ciudades o pueblos de
alguna importancia, la oifrn dada para ellos se considera exac•
ta, de modo que ese diez por ciento del total empadronado
<1ebe agregarse a la cifra correspondiente a los chilenos, lo que
da como población chilena eo Noviembre de 1895 el número
de 2 910 547.
Desgraciadameule no hay datos respecto a la crimjnalidad
:-aCOJ,ÁS PAl,ACIO).(

por \!olonias en ese año, por lo que hay que recurrir al siguieu.
te. eu el cual se encaeutran los números requeridos.
En 1896 llegaron a O1.Jile 1 114 inmigrantes contratados y
unos 400 por su cuenta, In que da un tou.l de 1 51-l, que su.
mado a los que babia en en el país, Lace 74 326 extranjeros.
Es sabido que de los inmigrantes contratados quedaron muy
pocos eu Cbile, pero como uo hay datos exactos, los conside
ramos como existentes.
La Sit1ops1'.s E.9tadistica de 1896 do como población de Chi-
le 3 008 669, al que quitando la población extranjera en ese
ano. da como corre11pondiente a los chilenos la cifra 2 934 2-t.l
En los cómputos siguienter me retiero sólo a los hombres,
nacionales y exLrfmjel"os, que han delinquido, porque el nú-
mero de mujeres de algunns colonias es relativamente meuor
que el de mujeres chilenos comparado con la población tam,
bién chilena. Además, la mujer de nuestro país ba de llenAr
aquí el triste rol social que más a menudo la pone en relacio,
nes con la justicia.

3. ORLM1NALIOAD DE LAS COLON IAS EXTRANJERAS EN 0HiU: Y


COXP.lRACTÓN CO!i J.,\ NACIONAL

En 1896 hubo eu Chile un total dfl 29 3'15 rt!os, ne los <:uu-


les 27 229 foeron oacionales y 2 114 extranjeros.
Dividiendo el número de habitantes chilenos por el de reo,
también chilenos. encontramos el cociente de 107 y frac<:ióu,
lo que indica que por cada 107 chilenos uno pasó por lo me
nos una noche en la policía o lo evitó por medio de ffauza .
Efectuando la misma operación con el número de habitan
tes extranjeros y de reos extranjeros, hallamos que entre ellos
bn delinquido uno por cada 35 personas.
Hay, por lo tanto, entre los extranjeros, proporcionalmente,
más de tres Yecea mayor número de delincuentes que entre
nosotros.
(Sinopsi8 EstadtstÍcll$ de 19Cl, página 292, para la pobla•
ción y criminalidad general, y Súwpsis de 1897, página 133,
para los reos por nacionalidades durante el aflo 1896).
En 1895 había en Chile:

8 296 espafloles 7 049 alemanes


7 809 franceses 6 241 ingleees
7 587 italianos

Para calcular el número de personas de cada colonia de Je¡


anteriores en el afio 1896, be agregado a cada una 250, núme•
JU.ZA OH1LEI\A 257

ro excesivo, segt1.ramente, dado el total de extranjeros lle-


gados ese afio, pero que afiado para no quedarme corto en
uiogún caso respecto a las cinco colonias más ilhportantes del
país.
Ahora bien, en ese afio hobo 187 reos espailoles, número
que sirviendo de divisor al de la población espafiola en ese
ruiemo afio, esto es a 8 296+250=8 646, nos da un reo espafiol
por cada 45 personas de esa nacionalidad.
Efectuando la misma operación con las otras colonias nom-
bradas, se hallan los nómeros siguientes: reos franceses 140,
auo por cada 67 personas; reos italianos, 179, uoo por cada
43; reos alemanes, 119, uno por cada 61; reos ingleses, 231,
uno por cada 28.
Con idéntico cálculo se obtienen las cifras que van en. se-
guida por orden creciente de criminalidad.
En 1896 hubo uu reo por cada

196 suizos 28 boliviauos


107 chilenos 27 in gleses
61 alemanes 27 peruanos
57 franceses 27 belgas
45 espafi'oles 16 chinos
44 argentinos 13 escaudinavos
43 italiauos 10 uruguayos
33 austriacos 6 gl"ie.gos

Los datos de la criminalidad por colonias para 1896 se ba•


ll~u en la Sinopsis de l 897, págiua 133. Los relativos al nú-
mero de personas de cada colonia en 189ó, en la Sinopsis de
1900, páginas l 27 y siguientes.
Ve Ud. qué lugar .tan prominente ocupamos en esa co-
lumna.
Hay todavía algunas consideraciones que tomar en cuenta,
las que son en nuestro abono.
4. 1'<.FLUE.'<OlA DE LA EM.BRl.AO;uEZ RN LA. DELlNCUENOIA
DE LAS DISTINTAS OOLO~TJAS

No todos los códigos consideran como circunstancia ate-


nuante la embriaguez, pero todos los cdminalistas tienen muy
en cuenta la perturbacióu cerebral pasajera que causa el en-
venenamiento alcohólico, para juzgar de la delictuosidad de
las acciones cometidas en ese estado.
De los 29 345 reos del afio 1896, delinquieron 13 227 en es-
tado de embriaguez.
17
268 !>JCOt..\8 P ..U,ACJOS

Eutre esos reos ebrios están mis pai$auos, estoy seguro, por
que el chileno tiene susceptible y belicoso el vino. El alemát
tiene c,u cerveza sentimental o apática, condiciones qne no dan
que hacer a la policía. El francés sólo se achispa, pasando
rara vez de los cincuenta pontos y teniendo siempre presente
que el hoo;ibre ha de ser culto ante todo, por lo que tampoco
comete disparates en ese estado. El espa11ol se cura poco y en
raras ocasiones, y e.o pasando de los sesent-a o sesenta y cin~
puntos, sn vino es expansivo . y a mistos<', desfogando en ha-
blar la sobreexcitación pasajera del alcohol. El italiano no !t
embriaga casi nunca, y su cura es desconfiada y cau~IO!a.
evitando los alborotos.
Naturalmente, esas condiciones sufren excepción. Hay ch:
Jeuos que la agarran reída o llorada, alemanes que dan to
turbulentos, franceses que se ponen insoportables r bochiu
cberos, italianos que se vuelven rencorosos y sanguinarios, r
espauoles que dan en fantásticos y camorristas. Ni tampocoe
siempre neceaario que lleguen a los puntos dichos para qnt
cada cual descubra su característica, pues en algunos se meh
desde que empiezan a apunt.arse.
En esa cifra fatal de trece mil y tintos t1sttin también con>-
preudidos los marineros iuglePes y escaudinavos de los buque¡
mercautes que llegan a nuestras costas, los cuales tienen, an
mismo, engallado y frecuente el wisky. Los capitanes de eui
naves se -van derecho a las policías de los puertos a busw
a su gente que ha bajado a tierra con permiso, con la segun
dad de encontrarlos durmiéudola en sus calabozos, sin Q11f
falte uno.
Por lo que respecta a los escandinavos, la anterior aserciiit
se comprueba con el hecho de que todos sus reos han caído,
las policías de los puertos. Como esta.colonia es muy redo!l-
da en Chile (467 individuos), con la tripulación de dos buqll6
que en el Rfio baje a tierra, o a. la policía que es lo mismo,¡,
tiene proporción criminal para quedar en la columna por~
bajo de los sobrios chinos.
Las policías anotan la nacionalidad de los reos sit, expre:t
si son domiciliados en el país o simples transeuntes, obmn
ción que debieran hacer en sus libros para que no se cargr,
a los paisanos residentes, que son los únicos que forman
colonia, las cuentas con la justicia de esos desgraciados ~l'I'
llegan aquí con una sed atrasada de la rgos meses de oa\"egt
ción y abstinencia forzosa, y de la cual se desquitan mantt
niendo enarbolado el codo basta que se les cae el braio•
completar los cien punt-0s.
259

OAU8AS D"E LA. EXCESIVA. CJtllCINALIDAD DE LAS COLONIAS


~XTRANJERAS

La comparación entre la criminalidad de los nacionales y


de los extranjeros en los aflos sjgnientes no es posib1e esta-
cerla porque falta el dato indispensable del númt:ro de ex-
njeros establecidos eu el país. La criminalidad de éstos ha
mentado mucho en los últimos años, pero será debida a
e el númeto de extranjeros ha aumentado también excesi-
eute.
Las Sinopsis sólo calculan la población total de cada afio
r los datos que arroja el Registro Civil y el aumento gradual
e habitantes 1rnotado de censo a censo; pero aun así, sin des-
nt.u.r la criminA.lidad tanto mayor de los extranjeros, puede
rse que no hay motivo para alarmarse de nuestra criminali-
d, como se manifiesta en el cuadro siguiente:
aíios población r(!OS uno por
1897 3 049 352 30 622 99
1898 3 082178 27 020 114
1899 3 110085 27 848 1,1 J
1900 3 ]28 095 27 844 112
1901 3 146 577 27 820 ll3
(D:uos de IR Sinopn, p11bltcada en rnoi. paglnn ~92).

Ud. ve que, salvo elpequeñoaumento del 97,la proporción


uctúa iusensiblemente, siendo siempre inferior a la de 1895,
ue fné de nuo por cada 107, como vimos, y con tendencia a
ejorar en los últimos años.
Se habrá extrañado tal vez de 1a excesiva y alal'mante cri·
iualidad de los extranjeros de Chile, comparada con la de
a nacionales, siendo que hay val'ias naciones europeas cuyo
dice de cricninalidad es inferior al nuestro.
Eu Europa se nota eu todos los países lo que Joly compro-
~ó para la Francia, esto es, que la criminalidad de los extran-
eros, especialmente de los países vecinos, es siempre superior
f& la de los naturales. La razóu es clara: los bellacos ponen
e uaudo pueden oua línea fronteriza de por medio con la jus-
fncia de su tierra. La lejanía de nuestra patria ha sido siempre
:ana causa natural de selección para los inmigrantes que nos
llegan del viejo mundo; pero si no sólo acortaroos art.ificial-
tneute esa distancia, sino que la anulamos pagándoles pasaje
~ ofreciéndoles sueldo y tierras en este apartado riucóu del
(!()otinente, tan alejado de las policías de sus países, se ven-
260 SICOL.Ó.8 PALA-ClOS

dróo gustosos a ejercitar entre nosotros sus instintos perver,


sos. Y aquí los tieue Ud.
Puede asegurarse qoe los extranjeros que vienen a Chil&
por su propia cuenta no darán un indice de criminalidad su-
perior al de sos respectivos países; pero los inmigrantes lrai,
dos a granel, reclutados por agentes a quieues uuestra ag1:ncia
de París paga hast-a diez pesos por cabeza, o l'eunidos por em.
presarios sin ninguna vigilancia de nuestro gobierno, para que
vengan a tomar posesión de uu.-stro patrimonio territorial,
realizando pingües negocios en relación directa con el número
de individuos que traigan, serán de aeguro vagos, criminales
y cretinos de los países europeos.
Por lo que res pecta a lo qoe está s ucediendo hoy en Chile,
lo anterior no es una suposición. Entre los datos que poseoal
respecto, le copio un acápik! del libro Chiloé, recién publicado
por A. Weber S., inspector de colonización de n uestro gobier
no y persona muy enterada de estos asuntos. Dice así, página
170. e Un caballero chileno que eu aquella época viajaba en
Europa, al pasar por primera vez por cierto pueblecito, fue
muy visitado y agasajado por las autoridades. Sorprendido, le!
preguntó cuAI era el motivo:-Es el caso, sefior, le respondió
el alcalde, que hace un pnr de meses pasó por acá un i11div1,
duo que nos llevó a buen número de pillos y truhanes d~!
pu~l,lo, eu calidtid de colonos. para una isla que llaman Chi,
loé, y como todavía nos quedan algunos y usted ea obilen(I,
creemos q ue• ...
Se refiere el seüor Weber a 1896, en que empe~ó la colom•
zacióu de aqu611a isla, arrojando con la policía a los chileu0:
que allí cultivaban algunos peqnerios retazos del suelo de EU
país, los cuales fueron entregados, amén del eneldo. aoimalt!
enseres de labranza y casa hecha por los mismos cbilotf$,1
esos criminales, algunos de los cuales Btl entregaron desde lut
go a asesinar cbiloles, hasta que se les dió pasaje para que tt
trasladaran al norte.
Esos mismos agentes bao segujdo reclutando los demás ic·
migrantes para el resto del país. Hay subagentes en Euroí;a
que son criminales a quieoea las policías no pierden de vi~ia.
y empresarios de colonización en Ch ile qoe son preeidiariO!
indult-ados o periodietas aventureros. Pero este tema de la co-
lonización nacional me va a dar materia para una próxima
Queda explicada la criminalidad aterradora de nuestras e&
lonias extranjeras.
Es pues seguro que el número de reos chilenos en estos úl•
timos anos debe ser muy inferior, proporcionalruente, al df
extranjeros, y así nuestra criminalidad debe haber disminuido
kAZ,\ C ltlL EXA 26 1

eo mayor escala de la que arroja el cómputo general hecho


más arriba. Es lo mismo que asevera el superintendente de la
penitenciaría de Santiago e n s u último informe.
En estos días se ha publicado en uno de los diarios de la
capital una protesta del comandante de loe Gen darmes de la
Frontera a las aseveraciones <le la prensa. que aseguro que
aquellas regiones están infestadas de partidas de bandidos ar•
mados que roban y asesinan a su a ntojo. Dice e l comandante
Trizano que no bay tales bandidos en c uadrillas ni de ningu•
na soerte, y agrega que los delitos son escasos, muchos menos
frecoent"8s que eu el norte del país. Yo, que estoy aquí eu el
norte, también protesto de lo dicho por el comandante. Yivo
en plena pampa del Tamarugal, y puedo a segurar q ue en un
radio de seis leguas, con más de diez mil hombres distribuí•
dos en las oficinas sal itreras, y con la facilidad de huir y ocul •
tarse en las calicberas, no babieudo más que cuatro policiales
en el ¡>ueblo de Dolores, sin embargo, foera de algunas ritlas
de ebrios, no existen tales crimiuales.
¿Qué significa entonces la g rita unánime y diaria de la pren•
sa snotiaguioa respecto al aumento terrible de los bribones en
el pueblo chileno? Alhar acas, senor.
Tnl vez con el propósito de comunicar a s us lectores noticias
sensacionales, recortan de sus canjes de toda la R epública los
crlmenes q ue encuentran y los anuncian en caracteres gordos
y con f mses espeluznantes, vengan o no al caso. Es común
leer en esos diarios la relación de algún cespantoso suicidio»
de uu aburrido que mordió 0 11 cartucho de dinamita, o el
•salvaje asesinato,. de ooo que mató a otro en alguna pelea a
puna!, o el chorrendo crimen de una madre desnatu1·alizadn,
por el infanticidio com etido por nlguna mujer io(éfü: abaudo-
n11da por uu cobarde. Alharacas; y como se imaginan q ue eso
deaprestigia al roto ¡,obre, que no t.ieoe quien saque la cara
por él, continúan alegres la campana sin sospechar lo que
hacen.

6. ÜRUIINALIDAO Ot: LA lIUJ"F.R

En cuallto a la criminalidad de la mujer chilena, le decía


que no e ra justo compararla con la de las colonias extranjeras.
Por cuanto éstas no tienen entre ellas la proporción de perso•
nas de sexo femenino que corresponde e. la natural, esto es,
tantas como hombres, con cortas diferencias. Las cinco colo•
oias europeas más importantes no tienen el 76% de las muje•
t~ que debieran tener. Este dato debe tenerse presente para
disminuir algo la criminalidad de 10s extranjeros, ya que el
262 :nooLÁS PALAOJOS

hombre es en todas partes seie u ocho veces más criminal que


la mujer. Recuérdese que el rol social, necesario aunque des,
graciado, de la meretTiz, fuente de delitos, recarga la cueuia
de las chilenas.
A peaar de esos doe factores en contra deJ1uestras paisauaa,
la comparación del número de sus delitos con la población
total chilena, y la de las mujeres delincuentes extranjeras
comparada con la población total extranjera, es favorable a
mis paisanos.
Eu 1896 hubo 3 993 reos de sexo femenino, 3 827 fueron
chilenos y 166 extranjeras. Con esos números se obtiene, por
el procedimiento conocido, que hubo eu ttse ano uun mujer
chilena reo por coda 766 bobitautes chilenos, y una reo ex-
t-ranjera por cada 447 ex~ranjeros (Si1wpsi8 del 97, pág. 133,
para la criminalidad, y Sit1opsis de 1901, ptig. 292, paro la po-
blación).
Los reos femeninos son suministrado~ en su grao mnyorla
por la'3 casas de tolerancia, como se desprende de que dt
6 319 reos mujeres. nacionales y extrOJljeras, que hubo tn
1900, correspondieron a Santiago y Valparaíso solamente mis
de la mitad, o sea 3 736.

7. DATOS FALSOS OFICIALES SO BRE LA CR IMINALIDAD OU ll,liS!


Y SO RECTIFICAOI Ó~.

La grita de alarma sobre el aumento de nuest,ra crimioali-


dad data de unos ires o cuatro anos a esta parte, y ellA ha tQ
mado pie en los datos falseados que le sumfoistran los docu-
mentos oficiales, como be dicho, de loa cuales han tomado a:;-
mismo sus datos l1ts es~dísticas extranjeras. Tengo que eo·
trar a probarle la verdad de esa tr is~ afirmación .
Entre todos los documentos oficiales en que si.stematici
mente se viene denigrando al pueblo de nuestra -patria ning¡r
uo me ba producido más amarga impresión que las adultera-
ciones de las estadísticas criminales del país, porque sus cimi
las apuot.au las estadísticas extranjeraa sin comprobar los o~
raciones que las han producido, pues no imaginarán jamás qct
se hayan falseado por nosotros mismos en contra nuestn.
~fochas noches de insomnio me deben esas estadísticas r a rit-
sar de eso, lo aseguro, no habría emprendido la ingratá tarei
de debelarlas ante el pueblo si uo fuera que sus datos meno
rosos se invocan para arrebatarle a mi raza el 11uelo de su~
tria, empapa~ aún con la sangre de sus progenitores, pait
entregarlo a la ínfima estTata de razas ex~ranas e inferio~•
la nuestra. Hay que hacerlo, y la tarea es urgente en n:11
RAZA CB1Ll:::S A 263

de la prisa que se dan nuestros gobernantes en distribuir


nuestra escasa herencia entre gentes de las ein<:o partes del
mundo.
Eu 1900 ordenó el gobierno de Crule la fo rmación y publi•
l'Jlcióu de una estad!stica carcelaria de la República lo más
completa y d1,t-allada po!!ible, que compreudiera desde el al1o
1894 adelante. Se formó y publicó en un volumen en cuarto
mayor con el título de Estadistica de la8 Penite'llciarías y Pre·
tidio$ correspondiente a los a,ios 1894.-1899 y se repartió pro-
fusamente dentro del país y en el extranjero.
Ese libro funesto, qae lleva en la carátula el nombre dE'
nuestra patria y un escodo mutilado y absurdo, Iué el que
dü-undió en lodas partes la f a_lsa alarmu de nuestra gran cri-
minalidad.
E11 las páginas XX y XXI del prólogo de d icho libro, en
que vienen los resúmenes generales de los dat-0s suminis•
trados por el texto, trae este cuadro de los reos de h omicidio
de todas clases, homicidios, parricidios, patricidios, infanti•
cidios.
Para las Penitenciarias
Afto.s Hombres Mujeres
189-L ........ ... ... ......... ... 109 o
1895.... ... ... ... ... ... ... ... ... 154 o
1896............. .. ....... ... ... 16 1 o
1897 .... ... ... ... ... ... ... ... ... 127 o
1898.... ... ... ... ... ... ... ...... 130 o
1809.... .. . ... .. . ... .. . .. . ... .. . ló5 o
Total........................ .. . e36 o
Para los presidios
Anos Hombree )lujeres
1895.... ... ... ... ... ... ... ... ... 82 5
1S96.... ... ...... ... ...... ... ... 88 11
1897 ... . ... ... ... ... ... ... ... ... 27 6
1898 . ... ... .. . ... ... ... ... ... .. . 32 6
1899.... ... ... ... ... ... ... ... ... 32 7
Total ............... .. ... .. ... 161 34

Sumaudo los tres totales se obti ene la cifra de 1 031, y asi


lo anota la Estadística.
cLa totalidad de los crímenes de sangre, para el quiuque•
Dio que nos ocupa, ha sido de 1 031 casos.>
26-l JSICOLAS PALACIO$

Como Ud. ve, llama quinquenio pa,ra las penitenciarías un


periodo de seis a1'los.
Preparando en seguida los datos para e] cuadro que ha ho-
rrorizado al mondo con nuestra criminalidad en su manifes,
tación más grave, el asesinato, a.t1nde, refiriéndose a esa cifra
1 031:
e A esto debemos agregar J 163 heridas inferidas con el in-
tento de matar.>
'fodos los jueces de Chile saben que la intención de matar
en tales casos sólo puede establecerse en rarísimas ocaaion~.
constituyendo lo que se llama homicidio frustrado, para lo
cual es necesario la proeba más completa de que la int.ención
deliberada y positiva fué ]a de quitar la vida, y de que, si la
lesión oo produjo ese resaltado, foé por causas independien•
tes de la voluntad del reo y de la eficacia del medio empleadh
al efecto. Por esto las sentencias condenatorias por homicidio
frustrado son rarísimas, y aquello de las lesiones cinferida;
con el intento de matar>, es para suposición de la Estadisfittz
oficial.
De esas heridas, 696 fueron declaradas graves, sin que cau
sarao la muerte, y 467 fueron declaradas leves.
Suma la Estadistica las cifras de los reos de homicidioscoo
las de los de heridas graves y Jas heridas leves y encuentra el
tolal de 2,19-1, el que, dividido por cinco, pues está convencid~
de que compota un quinquenio, le da:
,Número de crímenes de sangre anuales, 439>.
Dividiendo por cinco el número 2 194 sólo da 438 y fm-
ción, pero el libro ése afiada otra fracción para completar d
entero. Luego agrega:
cCon relación al número de reos entrados y a la poblacion
del país, esas ciCras nos dan ln.s proporciones siguientes:
e Número de crímenes de sangre anuales, 439.
,Proporción por cien reos entrados, 17.7.
JProporción por 100 000 habitantes. 32.o>.
El mhnero 32.3 lo completa mas adelante af'íadiendo 0111
decimal: 32.36.
Esta proporción de más ñe 32 reos de homicidio por cadt
cien mil habitantes es enorme en un país, pero debo declar&r
lo desde luego, ella, en cuanto se refiere a Chile, es PALSA.
Averiguando la proceden~ia de dicha cifra he hecho much03
cálcuJos, todos sfo resaltado, porque todos arrojan uu número
mucho menor. He sacado el prome<;lio de la población del pal,
durante el quinquenio de 1895-1899 y he calculado sobre6
comprendiendo los reos de homiéidio [de ese período; he ag¡t-
gado los reos de heridas graves y leves; he tomado un periodo
de seis ancs de reos considerándolo como quinquenio, y iodo
ha sido inútil: el reauhado es siempre inferior a la mitad del
apuntado en la estadística.
Siendo 32.36 los homicidas por cada cien mil habitantes, y
439 el número de homicidios en un atlo, la población del país
se obtendría multiplicando 439 por cien mil, y dividiendo el
producto por 32.36, operación que da 1 356 613, e11 decir, poco
mayor que los habitantes que tenía el país en el c~nflo de
18-13. ¿Cómo ha podido el autor de ese libro computar los
reos de homicidio del noventa y tantos con la población que
tenía Chile medio siglo antes para establecer la c riminalidad
del paía?
Pero ni la cifra que arrojó el censo de 1843 ni la del de
1 Só-1 dan como resultarlo 32.36. No hay, sellor, operación al,
guna que dé ese resultado. La que más se acerca es le que se
obtiene tomando el total de reos de homicidio en los seis afio!!
de las penitenciarías y loe cinco de los presidios, esto es 1 081.
y considerando que todos fueron cometidos en un solo ano, y
que la población fuera la empadronada en 1895. E se cálculo
da 38.0 por cada cien mil habitantes.
Teniendo en cuenta que el censo de Hs95 dió como pobla-
ción registrada el número de 2 712 145, y notAodo que en
otros cálculos nuestras estadísticas se refieren a dicho número
como si fuera la población invariable de Obile, he onlculado
sobre él, y el resultado es el siguiente:
Multiplicado por cien mil el número 439 de reos de homi-
cidio anuales, y dividiendo el producto por el número recor-
dado de la población, encontramos le proporrión de reos de
homicidio por cada cien mil habitantes: pues bien, el cociente
es 16.18. Multiplicando ese número por dos, nos da 32.26, que
romo se ve, es la cifra justa dada cpor la estadística oficial.
De modo que ptlra encontrar esa proporción de homicidas
en el pueblo chileno se ha procedido así: se han contado los
reos de homicidio entrados a las penitenciarías del país duran-
te seis anos y se les ba imputado a fólo cinco atlos; se h1
agregado a los reos de homicidio los que lo fueron por sim-
ples heridas, leves o graves; se ha anadido algo para c.alcular
sobre números enteros; se ha tomado como base de la pobla-
ción sólo la empadronada en el primer afio de ese quinquenio,
sin agregar el diez por cien~ que el mismo encargado de
aquel censo estima necesario, diez por ciento que agregan to•
das las Si1,opsi,s oficiales para las otras operaciones; y por fin,
ese resultado, ya por tantos motivos exagerado, se ha multi-
plicado sencillamente por dos. Dejo sin calificar ese procedí•
miento.
266 NlCOLAS l'.il,l,CIO!l

Todavía no es eso lo más grave. Ese número, que es de reos


de homicidio y de heridas, lo da en un cuadro comparativo
que ba recorrido el wundo, como la cifra de los asesinatos co-
welidos en Chile por cada cien mil habitantes en cada ailo.
En la página 21 inserta este cuadro de los homicidios anua-
les por cada cien mil habitantes en algunos paísee europeos:

,Italia.. .. .... ..... .. .... ... .......... . . 25.29


Espa11a .. ..... .. .. .. ........ ........ .. . 11.91
Aust,ria .. ·- ... ... .. ... .. . ....... .. .. . .. . -l.01
Bélgica ..... .. .. . ............. .. .. . ... .. . 3.02
Francia ... ... ... .. ....... .. .... ... ... .. . 2.73
EE. UU .......... .................... . 2.33
AJemauio ..... .. .... ...... ........ .. .. .. l.61
lnglaterra ..... ... .......... .. ........ . . 1.60>

Y poue, naturalmente. la ciCra 32.30, de geslación ton ex-


lra11a encontrada para Chile, a la cabeza de la lista, con este
ncápite explicativo:
, Supoujendo que esta proporción de 32.3, que correspoude
a los reos de homicidio, representa también la proporción de
los asesinatos por cada 100 000 habitanws, cosa que no debe
distar mucho de la verdad, la comparación con las cifrns que
arrojan las estadieticas de otros países daría a Cbile el lugar
más promfoente en esta desgraciada compdeucio.>
Nuestro Código Penal no habla de osesioatos sino de horui.
cidios, pero los criminalislas llaman asesinato a los homicidios
co11sllmados con alguna circunstancia agravante, como el in•
cendio intencional , el veneno, el descarrilamiento, el cometido
sobre seguro, etc.• pero siempre al homicidio oo,m,mado, uo al
intento de homicidio, ni a las heridas por más graves que seao
si uo produjeron la muerte. No puede haber un asesinato ~in
que baya un cadáver.
Si siquiera los est.adisticos europeos leyeran ese curioso pá-
rrafo que empieza cSupooiendo» .. . y 'en el que da como asesi-
nos a los reos de homicidio y de heridas; pero sólo se fijan en
los cuadros resómenes y en sus cifras, por lo que sólo repro-
ducen ese cuadro que ha llevado el espanto a Europa respecto
a nuestra criminalidad.
He de decirle que para conseguir la publicación de lo ante-
rior hube de llevar las Estadísticas referidas al editor, y él por
su mano ratificó mis cálculos.
Los números qoe indican los homicidios en los países ex·
tranjeros de la tabla apuntada, los doy como están, aunque no
sean iguales a los que dan los libros que poseo sobre esa me•
RAZA OHl LENA 267

teria. Así, refiriéntlose a la Italia, no sé de donde ha sacad(I el


número que apunta, ni a que ano se refiera, puee en un esLu•
dio sobre esto y para el trienio 1896~98, que ioeel"t.a N. Cola•
janni en la Bellista Popolare de ló de Febrero de 1902, pági•
nas 61 y siguientes, se ve qae los homicidios consumados dau
cifras muy val"iables según las regiones de aquel país, siendo
en extremo numerosas en el sur y sus islas basta Uegar a la
enorme cifra de 46.76 por cada cien mil habitantes en Gir•
guenti, mientras que en el norte son relativa.mente iosiguifi-
cautes, haciendo bajar el promedio auuo para ese trienio a sólo
12.38 de homicidios c01tst1mados de todas clases por cada cien
mil habitantes.
Las lesiones corporales anuas para ese mismo período fue·
ron de 277 .20 por cien mil. número que Colajanni se guarda
muy bien de agregarlo al de homicidios y mucho menos de
darlo como proporción de nse-sioat-0s.
Ese número menLirosó 32.36 no pusde ser error del tipógra·
(o porque está repetido varios veces en el libro, ni es error rle
cálculo, pues res'ponde basta con la segunda cifra de decima•
les a la operación que be mostrado.
Errores de cálculos los más sencillos son frecuentísimos en
esa publicación. Sin salir de la página 20 pueden verse estos
cuadros y sus cálculos. precedidos de este acápite:
«Todos los delincuentes que acabamos de analizar, faolo
nacionales como extranjeros, originaron a la sociedad nume•
rosas pérdidas de vidas, y cuantiosos perjuicios a sus intereses
tanto privados como generales¡ es lo que demuestra el cuadro
sigoiente:

P E NlTE.NOIARÍA8

AJloe Muertos Heridos


1894 .... ... ······ ··· .. . .. . ······ ... 101 17
1895 ............................... 126 27
1896 ............. .. , ............... 132 10
1897 ...... ................ ··· ·· · ··· 111 27
1898 .................. ............. 116 19
1899 .............................. 135 21
121
268 NlCOl,ÁS PALACIOS

PRESlDTOS

Años Muertos Heridos


1895......................... .. 36 155
1896...... . ... ... ...... ... ... ... 52 235
1897 ...... .............. . ······ 38 216
1898 .................. , .. . ... ... 35 268
1899.... ...... ... ..... . ... ... ... 43 168

Total ......... ...... 204 1042


o sean 925 individuos muerlos. y l 163 heridos, de los cuales
696 lo fueron gravemente, siendo leves las demás lesiones.
Término medio anual:
161 muertos;
135 heridos .graves;
93 heridos leves.»
Copiado al pie de la le.tra con las solas variaciones de poner
sobre las columni:ts las palabras , muertos», etc., -para la facili•
dad de su publicación eu las estTechas columnas de la pren~o.
palabras que en el libro están en seguida de los números.
Sieudo el total de los heridos 1 163, "!f el de los graves 696,
quedan 467 como cifra de los leves. Con t>stos números divi-
didos por ci nco, pues peraiste en tener como quinquenio los
seis ailos de las penitenciarías, y que suma al pie de las co-
lumnas, ha obt-enido los promedios anuales que apunta.
Siendo el total de los muertos 925 para el quinquenio, el
promedio anual es 185 y no 161. De ignal modo el promedio
anua! para los heridos graves no es tampoco 135 sino 139. En
el único que acierta es en el de los heridos leves, que es 93
realmente. De tres cortas divisiones por cinco, yerra dos; y así
está todo ese libro al que debemos la funesta re'Putación de
criminalee.
La verdadera proporción de los1reos de homicidio por cien
mil habitantes eu Chile, y por cada ano del quinquenio (de
ciuco anos) 1895-1899 se obtiene cou los datos que trae el mis•
roo libro de esta manera:
Reos en las penitenciarías................ 727
,, los presidios.,. ................... 196

Total ................. : . . . .. . .. . . . . .. . .. . 922

que dividido pcr oinco da 184.4.


26H

El promedio de la problación en ese período, según los da-


los de la Sinopns de 1901, publicada en 1902, página 292, es
de $ 046 708, lo que da como proporción de reos de homici-
dios 6.05 por r:ada 100 000 habitantes, quedando así cerca de
dos veces en menor proporción que Espaf\a, y más de cuatro
veces inferior a Italia.

8. ÜOM1':NTAR108 Y 0ÁLOOl.OS OFICULES SOBRE C1UIDNALIDAI>


lS'.A.ClONAL. REPAROS NECESARIOS

Los comentarios con que ese libro de nuestro gobieruo acom-


patla los resultados de sus cómputos son tan cándidos que se-
rian risibles si no se tratara de un asunto tao grave.
Al notar In excesiva t'rimioalidad de los extranjeros domici-
liados en Chile, se pregunta si la causa no será que cdesmejo•
ron wás entre nosotros,, tal vez con el contagio de «nuestras
clases populares».
En In misma página xx, después de sus cuadros por quiu•
queoios de eeis anos para los reos de bomidios, o asesinot-Os
nomo los !huna, se extrana mucho de la gran proporción que
suministran algunas profesiones especiales. y marca entre éstas
a los talabarteros con uno un décimo por ciento del total de
reos, y a los zapateros con el cuatro un décimo por ciento.
Parecería que el oficio de hacer zapatos inclinara al bombre a
los delitos de sangre, problema que debe haber sugerido pro-
iuodas meditaciones a nuestro criminalista. ¿Cual podrá ser
la causa oculta de tal inclinación per\'ersa? ¿No será que esos
hombres, pc,r razón de su oficio, se pasan todo el día con un
cuchillo en la mano, y que en sus rii1as, en vez de atizar un
bofetón, dan un tajo? Bien pudiera ser, porque, en apoyo de
esa suposición, existe el hecho comprobado ao todas partes de
que las lesiones inferidas con muleta sou particulares al gre-
mio de los cojos. A no ser que en esos lisiados se desarrolle
una inclinación especial a servirse como arn:Ja contuudente de
ese instrumento tan poco osado por el resto de los criminales.
Después de la publicación del funesto libro recordado, nues-
tro Gobierno manda imprimir todos los anos un grueso volu-
men, lujosamente impreso, con planos fotograbados, diagra-
mas en colores, que repiten los mismos números de los libros
anteriores y agregan los del ano que analizan.
En todos esos tomos se hacen las mismas pueriles observa-
ciones, y se hacen notar resultados a veces absurdos, a veces
malévolos.
El último gran tomo de esas llamadas Estadistica Criminal
que se ha publicado es la de 1902, con los datos del ano ante•
2i0 NICOLÁS PALACIOS

rior. Este libro funda sus cálculos como lo hace en este parra.
fo de su página 13:
«Siendo la población total de Chile de 2 712 146 habitantes,
y la totalidad de reos entrados a las cárceles de 34 265 indh·i•
duC1e, resulta que la densidad de la criminalidad para la Re-
pública, viene a ser de 12.6 reos por 1 000 habit&ntes.»
Como se ve, la población que le sirve de base es la empa.
dronada en 1896, y la cifra de los reos es la de 1901, aflo en el
c ual la población del país era de más de 3 140 000 habitantes,
según la Sinopsi.s oficial, de modo que lo que «resalta» d~
<:omparar datos de tan dist.infas !echas no es lo que dice la e!·
tadfstica, ni resulta cosa alguna a no ser vellones, como dicen
los alegres australianos, · que resultan de s umar lijeras con
<:arueros sin esquilar.
Sobre esa base de población están fundados todos lol! demás
C1\lculos del proemio de ese libro, por lo que resultan natural,
mente falsos desde sus cimientos.
Es esa una de las C8ll88s de la creencia en el aumento dt
nuestra criminalidad: ven que la cifra total de reos crece pau
latina mente de allo en ano, y aseguran que la criruinalidad ~
In que crece, pues no toman en cuenta el aumento de In pobla
ción. Confunden el hecho, el crimen, con la criminalidad, que
~s relación numérica.
El mismo criterio iu(orma las demás conclusiones de esto
(1118 se llama estadística entre nosotros. Repitiendo lo dicho
-en todos esos libros, desde el quinqueuio de uueva invención,
<lespués de dejar constancia de que los ganaoes han arrojado
más de seis veces el número de reos dados por los 11irvienlef
<lomésticos y por los empleados a sueldo de todas categor!M,
trae est.e acápite alarmante en su página 10:
e Los gaflanes figuran, pues, en primera línea por la frecuen
,cia de los delitos. Vienen en seguida los obreros a jorual, llk
agricnltores, los oficios mecánicos» ...
No dice en ninguna parte, oi parece que lo cree necesario.
-0ual es la proporción que e~;ste entre los empleados y los ga-
fü1oes en Chile. Nota que éstos dan mayor número de N!(l!
que aquellos y, sin más, asienta la criminalidad cen primen
línea» de los gafíanes. El número de gananes es en Chile
como eu todas pa rtes, de quince a veinte veces superior al dt
los empleados, de modo que lo que resulta es precisamente~
contrario de lo que pretende hacer creer ese libro oficial. l.,:
mismo puede decirse respecto a los sirvient-es doméeticos y la:
<lemas profesiones que nomJ>ra.
En la página 19 repite la misma observación, por si al let
.tor se le hubiera escapado la de la página 10.
R.!ZA c u1u:S A 271

«Los gat'lanes, los agricultores, los obreros a jornal, son los


que dan la proporción más alta en la escala de la criminali-
dad ,. Donde se ve más claro que este libro toma «porción,
por «proporción•, y «cri men , por «criminalidad, .
Llama agricultores a los jornaleros de las faeuas agrícolas,
cuyo número es crecidísimo en el país, aunque esto del oéroe-
ro de individuos de cada profesión para establecer la crimina-
lidad por profesiones, oo lo preocupa, como hemos visto. 1!:s-
tadística.
Puede consolarse el selior estadígrafo oficial, pues le daré la
notida de que esos gallaues y agricultores tan delincuentes
deben estar por acabarse. Mire usted: en 1896 murieron de
esos criminales 9 092, y empleados de todos e11tegorías y
clases sólo murieroll 87U. Como eu los demás años la propor•
ción ha sido más o menos la misma; el pais SE: \'"erá pronto
li10pio de facinerosos siu necesidad de estar arrojándolos con
111 ejército, y nos quedaremos sólo con los ,·irtuosos empleados
fü!ralee.
En la página 18 trne una tabla en que anota los reos según
so estado civil. y al ver que los solteros acusan un número
mayor de delincuentes que el que dan los cosados, se pone 8
filosofar sobre el tema y concluye diciendo que el estado de ca-
sado parece cuna garantía para la moralidad de la persona
humana,. Copia en esto lo que repiten constantemente lns
estadísticas de Francia. en donde los pensadoras uo desperdi-
eian ocasión de alent-ar a s us compatriotas al matrimonio y a
la paternidad, para evitar la disminución de loe habitantes de
su país; pero los franceses, al probar con números la menor
delincuencia de los casados, lo hacen a la vista de In cifra de
casados y de In de soheros en edad de delinquir. Nuestros
~stadísticos han simplificado mucho el procedimiento, bns•
tandoles, por simpatía, JI\ cifra de reos aei eo bruto. Cou
ese sistema se prueba que la mayor cgarnn tía para la mo-
ralidad de la persona buiuaua> no es precisamente el estado
de casado, sino el de viudo, según puede "'tlrse en t-0das las
estadísticas criminales. Nuestro criminólogo no e.punta esa
observación, tal ve1. porque no la traen las estadísticas fran-
cesas.
Por lo demás, este documento oficial de 1902, continúa la
tarea de difamación emprendida en este terreno por la Esta•
<ifstica de 1900. No analizo períodos, poi: lo que no sabe cuan-
kis ru1os asigna a uu quinq uenio, pero sigue el mismo sistema
de contar como reos de homicidio a los de heridas de cual-
quiera gravedad. En la página xv, trae un cuadro eu el que
la suma total de reos de homicidios de t-0das clases en 1901,
NlCOI ..\S l'Al,ACJO:-

fué de 1 002 (el número exacto es 1 001), y a11ade: cDebemoe


agrel{ar a esto 3 257 lesiones corporales, en las cuales cupo la
siguiente proporción a los dos sexos:

Hombres............................. . 3078
~Iojeres ........... .... ........... ..... . 179,.

Algunas líneas mds abajo ya toma por homicidios el núme-


ro de reos. por lo que dice: • El mes que s umiuistra mayores
caeos de homicidios, en el ano 1901, es Enero, cou 101 casos;
y aquel en que se auotau menos es Marzo, con 67,.
Gousla por los d,uos que el mismo libro dn eu la página
xx1, que el total de personas muertas ror los homicidios de
todas clases en todo Chile en ese Rilo, íué de 205, lo que da
uoa proporción de 6,0ó por cien mil, tomando en cuenta la
población de ese nfio.
El número de los reos de homicidios indica a wenudo eólu
la diligencia de los jueces en sus pesquisas; muchas vects
para esclarecer un infanticidiQ van a la cárcel provisoriamen•
te como reos ,·arias de las pei;sonas de la casa en que se
cometió el delito, y eu los libros ele esa cárcel quedan rigornn-
do {'Orno reos de iofaoticidio. E se es el motivo por el que, al
lodo de la tahla de reos de homicidio, colocan las estadisticas
las cifras que dao el número de condenados por ese delito,
y el de las ,ictimas que hao producido. Sólo a nuestras es
tadisticas se 1'1s ha ocurrido tomar corno nómero de asesinatos
perpetro.dos en el pais, el número de reos de homicidios de
todas clases.
Son esos cálculos y esas refiex-iones de nuestros documen-
tos otíciales los que hncen decir a los ingleses y franceses qoe
eu Chile no hay estadística sobre nada, a pesar de los gru~
sos tomos que con ese nombre mandamos imprimir tocios lo~
anos.
Son tales libros no producto típico del espíritu superficial.
de apariencia, latino, que está privando a la fecha eo los
hombres que nos gobiernan: de impresión esm13rada y hasla
lujosa,"ºº discursos elocueot~s y citas de filósofos de todas
las épocas, deEde la antigüedad clásica basta los modernos
criruinalisuis; pero les falta por completo lo que ninguna ilu~-
tracióu, por más exteusa que sea, puede dar, les fAlta el senu•
do común. Su autor o autores pertenecen al número de aque·
llos ilustrados peligrosos de que le hablaba en mi anterior.
Esa falta de criterio, tan manifiesta., no me habría quitAdo
el sueno, pero en cada uua de sus páginas se trasparenta otra
falta, la más grave que pueden tener los directores de uo&
273

uación, les falta por completo el amor a su pueblo. «Los ricos


tienen a:hora mal corazón con nosotros,, me decía un roto
calichero en días pasados, comentando la solicitud ante un
gobierno extranjero de algunos miles de chilenos laboriosos,
que prefieren abandonar su patria antes de sel' arrojados de
sus casas por- las bayonetas de aqueUos de sus hermanos que
la nación arma precisamente con el fin de proteger a los de-
más ciudadanos.

9. ~JOUALDAO A.NTE LA 'LEY > . C~í~N'.ES OTVlLES


y C&Ull:lN"EB llA.RBÁlUCOS. StGNl F,1,C AOO DE ESl'OS ÚL'.l'rnos

Eu la puerta de nuestras cárceles podría ponerse por lo


menos la primera parte del letrero Hue dicen tenla un mani•
comió: «No están todos los q ue son,, porque uuestro lema
1lgualdad ante la ley,, que tau bien expresa el sentimiento
jurídico .chileno, no resulta tampoco en la práctica.
Tenía unos npuot~s. que se me bao traspapelado, sobre el
número de cajeros y tesoreros qu-e en los últimos cinc:o anos
han buido con el dinero del pueblo puesto bajo la custodia de
so honorabilidad. No recuerdo exactamente su oúroe\·o, pero
puedo a~egararle que erao más de sesenta. Con el fin de eu•
contrar algunos datos al respecto, roe puse a bojear la última
Sinopsis, publicada E'l ano pasado. En sus págibas 298-299 trae
un grao cuadro que abarca las dos llanas, en el cual están cla-
sificados los bué$pedes de los presidios y penitenciarias de la
República por sus respectivas profesioues o oficios, y en él un
renglón que dice cOc,metidos por empleados públicos en el
desempeilo de sus cargos>. Corrí la vista hasta la columna de
los presidios, esperando encoutrar alU bien acoropailados a
mis hombres. ¿Sabe cuáut-0s coudeoados hay ea presidio., sel1or?
¡-l! cuatro por todo. Segui a las columnas de las penitenciarías
con uoa vaga esperania ... ea blanco, ¡ui uoo solo!
¿En dónde están entonces mis cajeros, los vendedores de
descansos de bronce y de resortes sin usar como fiérro viejo,
los ladrones de miles de toneladas de carbón de los ferrocarri-
les, loll de estampillas de correos y de impuestos y tantos
otros chicos y gra11des de que da cuent,a la prensa diaria? Pero
ni siquiera están allí los contratistas e inspectores de las obras
de 102 ferrocarriles del E stad o, quie1,1es por haberse robado al-
gunos miles de pesos dejan, a sabiendas, mal cimentado un
puente que cuesta millones, para que se hunda con un tren de
pasajeros, Jlenando de luto y de dolor a 'f am'ilias inocentes. De·
beráu estar en sus casas, quien sabe si en sus mismos empleos
274 .SICOl,Á~ P.\LACJ(IS

es1>s sujetos: porque, In verdad, no recuerdo que ge huya fusi-


lado a ninguno. Lo dicho: no están todos los que son.
Estos libros se canjean coo las eetad(sticas de todos los pai-
ees que las tienen, y en ellos verán confirmado por los nútn~
ros, que uo engat'lan, cuánta razón tenía el gobierno de este
país al asegursr oficialmente que In raza chilena babia here-
dado, precisamente, todos los vicios de las razas de que uro-
viene.
Esaa estadísticas son una prueba inoontestnble de que en
Obile hay dos razas, como lo aseguran, cada vez que se pre.
senta la ocasión , los documentos oficiales; una ruzn gobernan.
te, que sólo ha suministradt> cuatro miembros a los presidi0$,
y otra gobernada, los rotos, que llenan las cárceles. Bacen.
pues, muy bien los gobernantes en su tarea de suprimir esi.,
oasta estúpida, inepta y criminal armando a uun parte de ella
para que íasile o arroje de sas tierrlls a lx otra parte, y en pa
gar con las propias coutribuciolles de este pueblo despreciable
el pasaje de ganauee de cualquier otro país para que vengan
a sustituirnos.
Y pasando a otra cosa, me voy a permitir referirle uoa
anécdota que me contaron en Santiago: En una de los callei
centrales de la capit.al y a. medio día, vieron los transeunte!
correr como unn exhalación a un joven cdeceatemente vesti·
do» en actitud de quien persigue y gritando a todn boca ¡al
ladrón! al h\drónl atájeulol mientras senalaba con el índiceallt
adelante. Los circunstantes- quedaron creyendo que se trataba
de algún caballero n quien algún roto bellar.o habría arrebata•
do el reloj o la cartera. Luego llegó trol.ando y enredándoseea
el sable un policial, que preguntó a )a pa11ada:
-¿Por qué no lo atajaron patroncit.os?
-Pero si no lo hemos visto.
-Si er' el jfutre q'iba gritando.
Confieso que la anécdota es vieja, del tiempo en que los~
Liciales de a pie cargaban sable de caballería. La he referioo
sólo por cambiar de tema.
Si es cierto que eu números absolutos, no así con relación•
la población, la criminalidad aumetlta en nuestro país, el he-
cho que mñs llama la atención es la susfüución de los delit~
barbáricos por civiles. como dicen los criminalistas italiano.
Los delincuentes que han hecho subir el número total de re!\'
a pesar de la disminución de la delincuencia en el pueblo i!t
trado, son los ests11fadores, los monederos falsos, los contra~
distas, los incendiarios, los falsificadores, etc.
Este fenómeno, not.ado por la última estadística, no puedt
cargarse a la cuenta del roto pobre, por lo que dice aquel libr.
(página xv1): ~La iodostria práctica ,de alguna raza europea va
haciendo escuela entre nosotros>. Y con aventajados discípulos.
Sou esas «industrias> las que nos están trayendo las razas
de Europa que a la fechan están prefiriendo nuestros estadis-
tas como inmigrantes. La «industria práctica, de los incen-
dios, por t-jemplo, pertenece, eu más del cincuenta pur ciento a
una sola de las colonias latinas del país.
Allade más abajo: «Esta transformación del crimen feroz en
crimen interesado; esta sustit1,1ción de la satisfacción de pasio-
nes violentas por el apetito egoísta de goces, se opera gradual
·; paulatinamente. Diríase que el progreso de la inmoralidad
es la nota dominante del período que nos ocupa; a todos lados,
el fantasma de ona expeculación fácil es la palanca que mue-
,e el brazo y sojuzga al cerebro>. Es observación que apun-
tan muchos criminalistl)s, y que el autor t0ma hecha de
E. Ferri.
${, es la inmoralidad la not4l dominante y sostenida de los
ijempos que alcanzamos, y es ella la qve ha hecho subir el oú•
mero de delitos, a pesar de la disminución evideute de la cri•
minalidad del roto. No hay en Chile, sino aparentemente, la
•transformación del criroeu feroz en crimen interesado,; es
qúe el primero, que es má!! común en el pueblo, ha disminuí·
do, )' el segundo, que no es propio del pueblo. ba nume:,tado.
Los crímenes barbá ricos 110 han aumemado, a pesar de los
inmigrautes que nos es1a mandando la agencia de París.
Los homicidios entre nosotros no indican, eu el óOJí de
ellós, maldad innata de corazón. Son ril1as por rjvn.lidades,
terdaderos desafíos muchas veces, que no terroioao en cbam•
ps~azos, porque en sus coutieuda:a, ni en uada de rn vida, el
clnleuo admite farsas. De aJ11 el espa.u to que causan a los san-
tiaguinos esos homicidios, que allí llaman asesinatos.
Numerosos son los casos en que las luchas a n:iuerte entre
~os rotos no tienen mas objeto que la de dejar establecido a
6nne quien es más bornbre: reminiscencias raciales, atavisruos
~espertados por el t-ósigo alcohólico y que al 80,%' de los cbi-
l!nos, ricos 9 pobres, nos lleva n- guapear en pasando de los
60 ouotos. De los condenados o penitenciaria en 1901. el
l3.6_%' delinquieron en estado de embriaguez.
Es de es ta clase de crímenes de lo que mas facilmente pue-
de ;Urarse el hombre. Cuando tales delitos de sangre sc:>n co-
:lldos, como entre nosotros, en lucha abierta y de hombre a
mbre, oo por el veneno u otros medios cobardes, s011 $Ólo
~ott manifesta_ción de la energía del carácter; será todo lo bár-
!JarQ que se quiera, pero ese es !!U significado.
Precisamente 111 raza que hoy mucbn a la cabeza de la ci-
276 NICOLÁS PALACJOS

vilización se distinguió por esa clase de delitos. Los d~a


dientes de aquellos hombres de quieoee decía Tácito que ctt,
niau por pereza y cobardía el procurarse por el sudor lo q~
podía obtenerse por la sangre>, forman a la fecha las naciollet
en que aquellos delitos son menos frecuentes. Los más gena¡.
nos vástagos de esos bárbaros. de los que el mismo autor ditt
cbeber días y noches enteras no es una vergüenza para nadie
La embriaguez produce entre elloa frecuentes querella!, qtt
rara vez se limitan a injurias, pues casi siempre terminan~
heridas y muertes>, aunque no parecen dispuestos a dejar 11D
pronto su afición al whisky, abandonan a la justicia incorrar,
tibie y severa de so patria la sane1ón de las más graves OÍEI!
sas personales
Pero no hay necesidad de remontarse a los tit>mpos del ro
t-0r de las Costumbru d-e los Germam,s para encontrar el mi!
mo espirito de locha y de violencia en los pueblos de aqutli
raza.
Voy a permitirme copiarle un largo acápite sobre esta 111
teria, porque es muy instructivo respecto a ese espíritu C!
acometividad y del procedimient-0 infalible para dominar.
cuando se dirige al mal. El autor es sir Jobu FoTt&cue, et;
ciller cte Inglaterra eu tiempo de Enrique \'I, en Is medilllll
del siglo eu q ue se descubrió la América, quince siglos da
pués de Tácito. Dice así:
e Lo que impide a los franceses levautarse es la cobardía.•
falta de corazón y de valor, no la pobreza. Ningún ira~
tiene ese -valor como uu inglés. En Inglaterra se ba vistomu
chas veces a t.res o cuatro baodido2, aguijados por la pobttll
precipitarse sobre siete u ocho hombres honrados, y robane
a todos, mientras que eu F rancia no se ha visto siete u oói
bandidos bastante resueltos para robar a tres o cuntro bot:
bres honrados. Por eso es sumamente raro que en ese pais11
ahorque por robo a mano .armada, porque los franceses !'
tieuen pecho p1tra cometer una acción tan t~rrible. Así en L
glaterra se ahorcan en un rulo más hombres que en Fra11c.
eo siete, por robo a mano armada y por asesinato ... Si un :i
glés pobre ve a otro con riquezas que puede quitarle por
fuerza, no d~jará de hacerlo, a menos de ser completame°'
honrado.>
Esta cita la tomo de uno de los más grandes peusodoll'
franceses 1Dodernos, de H . Tafoe (LUeratu,ra inglesa, LJs 1¡1
genes, pág. 163), el cual lejos de espantarse de aquel estado&
barbarie de la nación rival de su patria, ve en ese mismur
piritu violento y atrevido el origen de la grandeza de aqt
pueblo. Aunadas aquellas férreas voluntades por una orgt
RAZA CJULEN A 277

zación política sabia, y dirigido su impuh:o eomúu al engrau-


decímiento de su patria, ha llegaqo la rflza aogloskjo:na a po-
sesionarse de la mitad del mundo, dando aJ mismo tiempo el
ejemplo más elocuente del grado de moralidad a que puede
llegar un pueblo que aplica ese mismo espíritu enérgico a la
supresión de los criminales.
Segúu ~foreau de Jooes, basta 1843 había eo Inglaterra cua-
1ro veces más crímenes de sangre que en Francia. Sólo a me-
dio.dos del siglo que acaba de pasar se suprimió en Iuglaterra
la pena de la horca por el robo de una oveja. Hoy sóló se abor-
1!$ eu ese país a los asesi1,1os¡ pero la ley se cumple, cualquiera
que sea la categoría del criminal, por lo que nadie se queja, y
la selección radical que s e obtiene cop dicha pena alcanza a
1odas las esferas sociales.
Qué lejos del estadista inglés que no se asusta del número
de bau<lidos de su tierra y del filósofo francés que lo comenta,
es1:iu los cronistas alharaquieut-0s de Santiago!
Nuestras estadísticas criminales podrían haber economizado
t<m doble fruto algún espacio del perdido en discursos pue-
riles o absurdos y haberlo dedfoado a investigar los móviles
de las acciones criminosas <lel ¡)ueblo chileno. E n ellos ba-
br!amo2 visto que ese 43.6 por ciento de presidiarios que de-
linquieron en estado de eoobriRguez pertenece por entero a los
que dan en guapear, y del ot;ro c>incuenta y tantos por cieuto
restante habría que rebajar asimismo una buena parte por
los que guapean y se desa(ían esMndo en sus cinco sentidos.
Podría así saberse cuál es la verda<fera proporción de crimina-
les. nfltos, sanguinarios, envenenadores y coba,rdes que bay
~ntre nosotros.
No p.oseo datos sobre criminalidad de estados sudnme-
ricano1! sino los de la ciudad de Buenos Aires para 1901,
qae pueden compararse con los dados para Obile en ese mis-
mo a.110.
Reos de homicidio 27.l O por cien mil babi tao tes, homici-
dios consumados 11.78 por cien mil. Suicidios 1.56 por cien
mil habitantes. En los homicidios consumados no se cuentan
lo! parricidios ni los nxoricidios.
Heridas de todas clases 319.08 por cien mil. .En Chile 103.50
('Or cien mil.
Eu ese ano 1901 hubo eu la ciudad de Buenos Aires Só2 es
lafas, y en Obile ea tero en ese mismo a110 489, compreodie.ndo
parn Uhile los delitos de epgru1o.
Ese gran número de estafas en aquella ciudad se explica
Por lo que los moralistas llaman «urbauismo:t, que allí e2tá
muy desarrollado.
2i8 NlCOLÁS P .U.A.ClOS

Eu 1900 y 1901 uo asienta la estadística criminal de Bue-


nos Aires niugún delito coutra las bueuas eostumbres. Ni 06
solo adulterio e u dos años en aquel Edén, a pesar de su grar.
de urbaufamo.
El cr iminalista italiano que firma Siculo. y del cual tomoei
tos datos de la Revista Popolare del 15 de Noviembre de IOOt.
páginas 682 y siguientes, parece creer que aquella wora)i(b¿
es sólo aparente y que la estadística de Buenos Aires oculta!&
verdad y así exclam11: e11ess1mo uel 1900 e 19011 Tanto rapi&
migliorameuto nei costuruj e uei reati sessuali lnscia increda-
lo chi conosce i costumi di u nn grande cittú, e particol11rmf0-
te di Buenos Ayres> .
Creo infundada la imputación que ese crimiualista i!Alieoo
hace a la est~distica bonaerense. Esa clitse de delitos es de 10!
que persigue la justicia sólo a peticióu de la parte ofeudida;t,
cuestión de suscepúbilidud; si nadie reclama los jueces no
puedeo encargar reos por aquella causa, y la estadística fütt
que dejar en blanco ese renglóu.
Me confirma esta opiuióa otro fenómeno ·social que ofrK!
aquella metrópoli: el de la disminución o¡eciente del uúm~
de meretrices anotadas eu el registro de so policía. En i~"
exisLfau alli 2 007, número que ha ido ea rápida. disminuc10:
hastn lleg~r sólo a 317 en 190 l. ci fra de e."\'.igüidad alarmante
tratáudose de uon ciudad coa 850 mil habitantes, y con r
excesb de hombres adultos solteros que es de suponer dadas
grande corrient-e inmigratoria. Entre esos dos (eoóme110H
ciales apunt.ados los moralistas saben que existe uoA relaci(l!
directa y constante.
He creído necesaria esta comparación de algunos de naf!
tros delitos con los de la capital arj?entina porque en la Sino¡,,
publicada el afio pasado, página 68, se da coent,a de que tr•
eswdiándose a n proeedimiento rápido y barato para desp,
zar al jornalero y al artesano chileno, sin perjuicio de otr
medios tendientes a ese fin, el cual cons iste en cprocurarqo,
se dirija a oaeslro país el excedente de la corriente inmig¡s
toria de lu República Argentina, para lo cual se necesite
establecer una oficina de propaganda e informaciones en Be:
nos Aires y reducir el precio de los pasajes a Chile por titm
mediante an auxilio del Estado•.
Ahora que en Buenos Aires están persiguiendo y aun ree:
barcando para Europa a costa del tesoro público argeutioo,
la cáfila de ociosos y criminales, socialistas y auarquistasr,
infestan la ciudad, la propaganda chilena y el ahor ro de di~
ro que ella traerá al país ve~ino, encontrará allá la más~¡-.
protección y aplausos por la sabid uría de nuestro gob1ero
279

aplausos tnnto más sinceros caaut.o que con aquellos bellacos


desalojaremoti a nuestro& agricultores .honrados, que tendrán
que emigrar a la Argentina, obteniendo así ellos doble prove-
cho. 00100 nosotros!

10. FAMOSOS CRU1TNALES OJULE:SOS QUE NO SON DE RAZA_ CID-


• LENA. lNPL U'E'.NO U. OE.L O~SPERTAR l'OLÍ'l'l CO DEL PU.EBLO
CU ll.&"NO SOBRE SU CONDUCTA.

Ya se bnbrá fijado que cuando hablo de chilenos Ule refiero


a los que lo son por raza, no a los de nacimiento, porque es
sólo por rui ra7.a por quien abogo, porque es mi raza la calum•
niada, y porque sólo á mi raza me debo.
La inmigración naturnl de extranjeros de cualquier país en
Chile nos ha ido dejando inrlividuos de varias rau.s, pero to•
dos participan más o menos de nuestro modo de ser moral, y
entre ellos los hay que sou tan chilenos de alma como noso•
tros mismos. Bien venidos seiml
Los que uo simpatizan con n osotros emigran más o menos
pronto buscando otros pueblos, otros hombres de espfrilu se-
u1ejante al suyo. Buen vinjel
Asimismo cuando reflexiono sobre la criminalidad de mi
raza, no confundo aquellos dos términos, no cargo a la cuenta
de mi raza los crímenes comet-idos por chilenos sólo de na•
cuniento.
Algouos de los más conocidos criminales de Chile, como
Cambiaso. el cruelisimo asesiuo de la goaroicióu de la colonia
penal de )fagalhmes¡ Demeo, que se cebó apuflaleaudo e in·
juriaudo el cadáver de su victima¡ Pancho Falcato, el asesino
que durante veinte 811os fué el t~rror de las provincias centra·
les dP.l país; Dott.ooe. el periodist-a santiaguiuo que en público
besaba el maugo del puftal con que se proponía ases.inar a
Bianchi, ot ro periodista de Santiago, q ue fu é, justamente, el
que asesinó a Douot1e, ambos sociólogos de las úhimas remesas
europeas; Camerati, el envenenador de Linares. que estando
procesado por el envenenamiento de so esposa, aprovecha su
libertad bajo fianza para envenenar a su hijo; Oamma, Sacco
Y tantos otros bribones de apellidos extranjeros de los últimos
tiempos, no son chilenos, aunque hayan nacido en nuestro
suelo.
Lo mismo en política, en administración y en todo lo que
se refiera a Cbile, estoy atento a los nombres para saber n que
atenerme a este respecto, y hay bec11os muy elocuentes que
están a la vista de lodos.
Cuando se publiquen las estadísticas crimfoales correl'pou-
280 ~TCOLÁS l'Al ,ACIOS

dientes a 1902 y 1903 veremos mucho más acentuada la di8•


minucióu de la criminalidad del roto, si es que se dau eu ci
fras separada la nuestra y la extranjera, y no cuentan entre
los criminales uatos a los reos por ebriedad que en complimien.
to de la ley última sobre penalidad de la embriaguez caerán
por miles.
Estoy plenamente convencido de esa dismin ución. no por
lo q ue arrojan las ci fras oficiales, sino por mi observación per•
sonal en In parte de esta provincia en que vivo. Estoy en in-
mediata y diaria comunicación cou el roto calichero, el arte-
sano, el cargador, etc y ese fenómeno del esfuerzo voluntario
y conscieute de refrenar su agresividad, de moderar sus pasio-
nes, que he venido notando en eU011 desde algún tiempo a esta
parte, lo be visto acrecentado y patente en las fiestas patrias
que acab1rn de pasar. El p ueblo de est-a provincia ha seutido
como unn necesidad íntima y viva de c~lebror con entusiasmo
nuestra fiesta cívica. Y así la hemos celebrado. Verdadero en
tusiosmo, recuerdos sinceros y agradecidos del fondo tJel alma
por h)s héroes de la patria bao embargado nuestro pensamien-
to en esos días. Pero ha sido u n entusiasmo contenido en sos
expansiones externas, ha habido menos embriague-t, menos gri•
ros, menos ril1as, los buenos componedores de lns disp111as y
querellas han estado más listos y han sido más n11merosos que
de ordinario. En cambio be observado n rotos viejos, de rostro
serio, empet1ados en entonar el himno patrio y bRciéodose
presente en todos los números del programa.
En Santiago son muchos, y entre ellos todos nuestros go-
bernantes, los que uo veu oi c,reen, aanque los que lo creeo y
lo ve1t se lo digan, que en el pueblo de Chile se opera a la fe-
cha con grande, energía y premura un despertar de su 1--on
cien cia política y t30cial que es uno de los fenómei:os sicológi·
cos más interesantes de uuestra época y q ue la bfatoria anotara
con cuidado porque tendrá, de segu ro, una importancia gran·
dísima en el desarrollo de los acontecimientos por venir.
El ¡,ueblo chileno, este Gran Huérfano, está dolorosamen1e
penetrado de su aislamiento, de su abandono, de su orfandad
con madrastra; por eso se asocia; por eso roba algunas horas
R su trabajo para dedicarlas n organizarse, a educarse eo poli·
tica, a buscar jefes lel\les y patriotas, a leer, a oír leer, atento,
grave, silencioso; por eso concentra sus fuerzas, modera sus
pasiones, economiza sus energías: presiente con su instinto
maravilloso de put\blo de roz11 uniforme que ba de llegar ~I
día en que pesarán sobre su cdnciencia grandes responsabih·
dades, y se preP.ara para afrontarlas y merecerlas.
Lo que llaman sicología de las multitudes, como todo feo~
281

meno muy c;omplejo y ext.enso, ba de estudiarse en sos dela•


!les para poder darse cuenta exacta de sus resultados genera•
les, de su síntesi~. Esa es mi opinión y mi método de estudio.
Couvereando, conversando con simples jornaleros. con mayor•
domos, con artesanos, es como me be impuesto de la uniCor·
midad de so pensamiento, y observando sus acciones, eus ac-
titudes. me he convencido una vez más de que el roto dice lo
que piensa y obra como dice.
c~rn que satisfacción he oído en las pasadas fiestas cívicas
reprocharse nnos a otros !JU falta de moderación o su intetn•
peraucial Fué muy manifiesta la rivalidad que se estableció
entre las distintas sociedades en que aqni están organizados
los trabajadores en portarse con la mayor cordura y corree·
ción. Aficionado como soy a estas observaciones, la compro•
baeióu de un hecho de esta naturaleza tiene para mí una her•
mosurn intrínseca muy particular, y cuando lo he visto pro-
ducirse espontáneamente en el roto, en mi raza, sin que él
mismo se imagine la gran transcendencia que encierra, be
sentido que se me refrescaba el alma.

CAPITULO II

.\LQUNAS IDEAS SOBRE llORAL, CONCEPTO JURiDlCO


Y SOCLAL Én'ICOS

l. Coocepto jurídico penal chileno: id. científico.-2. Beneficencia exa-


gerada y sns consecnencias.-8. Bene.licMcia exagerada, su cautll\
biológica. Coocept~ biológko de •raza latina•. Ley de' la clviliza-
ci,ón de Gumplowici.-4. U na cauaa biológica de la de<:adenoío. de
IIIJl 11ociedndes.-ó. Criterio vRronil y criterio femenino de la justi-
<iiR. Fundnmeoto Qiológieo de la ne<:esidad de las YÍTLndes domésti•
ca11, espeolalrue.i1t6 en la mujer. Transcendencia 11oclal.-6. Crisis
moral en los p(\{sos laúnos. Su causa biológíca.-7. La inmoralidad
de unn parte de nuestra aristocracia es reciente. Fecha de la apari.
ción ele algunos estigmas de decadencia moral. La ciencia ex:peri•
ment.al jos!i6ca las Yirt.odes doméstiuns.-8. Selección regresiva por
falta de sanción penal. A quienes y cómo éorrou1pen las riquezas.-
9. Desprestigio en el extranjero de nuestra clase gobernante.-10.
Procedimientos para combatir la criminalidad. ¡Dennos escuelRsl

l. CONCEPTO JURÍOlOO PENAL OBlLEl.O; ID. CIENTÍFICO

Pero aparte de los guapos, ebrios o no, tenemos desgracia-


damente entre nosotros y de nuestra propia raza, una propor•
ción excesiva de verdaderos criminales, si la comparamos con
la de los países de origen germano de Europa, y el deber de
282 ~lCOI.,\8 l' _.\ l, AC JOS

nuestros estadistas es aspirar, en esto como en todo, a que el


pueblo cbileuo esté a la altura de los mejores.
Hay en el ruundo muy pocos pueblos que estén eu tau bue-
nas condiciones morales innatas como nosotros para formar con
él uu ser sa perorgán.ico o social de organización fortísima. tal
como lo comprende y describe Spencer, esto es, un agregado
orgánico en el que se cumplen, además de las leyes generales
biológicas. las particulares sociales; orguniso10 eu el cual los
elemeutos cousfüutivos tiem:n vida propia independiente, por
lo que el -;abio los ha llamado «discretos», e11 oposición a los
seres siDgulares qa~ lllltnn «concretos». Ln fuerzu vital de
uno de esos seres superiores depende de dos fuentes de ener-
gía: una biológica, la vitalidad de cada ano de los individuos
que lo consLituyen, y otra sociológica, la concurrencia armó-
nica y voluntaria ll la coo¡>eración social. La robustez de cuer-
po y <le espíritu del rot-0 chileno es generalmente reconocida
por todos. mns no así su g ran disposición superor&áuica.
Ninguna ley es demasindo dura para nosotros siempre que
comprendamos que ha sido inspirada en el bien común y que
se cumpla por parejo, qut comprenda a t.otios los chlleuo2 siu
excepciones birieutes, que no pretenda ser la expresión de la
voluntad de una cnsta superior impuesta a esclavos. Nuestra
raza no puede ser gobernada de est-a manera; persistir eu ese
doble y errado criterio de aplicación de las leyes teudrá sólo
como fruto lógico el perturbar uuestro desenvolvimiento so-
cial, atrasar o pen•erlir la evolución histórica de nuestro
pueblo.
I lny quien cree que el roto es demasiado soberbio para que
pueda ser un individuo socialmente organizable. No saben lo
que dicen. La adaptación espontánea y rapidísima a la seve·
ra ordenanza militar es el mejor desmentido práctico ele esa
creencia. Si el roto. cou su faz alzada, mira las pupilas de su
interlocutor, no es que provoque n nadie, siuo que abre las
suyas para mostrar el fondo de su alma trasparente, sin que
en su espíritu sereno exista siquiera la sospecha de que hay
castas enteras de hombres que se sienten humillados y se dan
por ofendidos al conocer su i ncapacidad de hacer lo mismo.
Si no se sonríe al bnblar es porque sus padres no se Yieron
nun ca for2ados a solicitar g racia de amos displicentes. Si el
roto no se inclina cou gracia cortesana al saludar, es porque
heredó una columna vertebral enhiesta de dos razas qne jamas
fueron esclavas.
Otros, por el contrario, a6rman que el roto es humilde. No
poseemos eu grado notable esa virtud evr.ogélica. L() que hay
es que esas persouas con funden el apocamiento y la humil·
k-..U,.\ CH ILE.NA 283

dad cou la obedieucia, In subordinación, facultad superorgá•


nica. Darwiu, en su famoso viaje con Fitzroy a bordo de la
Beagle, notó ese hecho. Refiere el ilustre biólogo que los cam•
pesiuos chilenos que le sirvieron una merienda esperaron rle
pie 1:1 respetuosa distancia mientras él comía, cosa que le Sl1r-
prendió vivamente, pues en las demás regiones, los que le
habían proporcionado alimento se sentaban familiarmente a
su lado ayudándolo a dellpac:har. El 8llbio no tomó por humil-
dad semejante actitud, sino al contrario por subordinación so-
cial. No ee ¡,or humildad sino por respeto que el inquilino se
quita el sombrero para dirigir la palabra a su patróu. No es
In humildad sino el instinto de subordinación lo que hace de
un roto montaraz un soldado veterano en seis meses Es esn
subordiuacióu instinti\'a, heredada, lo que hace qoe este pue-
blo sen uno de los más fáciles de gobernar, pero de gobernnr
bien, y es su falta de humildad lo que hace que sea uno de
los más diCfciles de gobernar mal.
Noto que me he desviado del tema que me proponía tru111r
eo este número. La causa de ese desvío es que los paquetes
de diarios del sur que me trajo el último vapor han puesto 111i
lápiz más iusegaro que de costumbre.
Acabo de leer en esos diarios una 11ota que el cCoroité de
Emigración• de los pequellos agricultores chilenos de las pro-
villcias del sur dirige al Congreso Obrero de Santiago, eu la
cual se despiden de sus paisanos y explican las caas11s que los
obligan a abandonar con sus familias a su querida patria: 110
quieren esperar que se les arroje por la fuerza, ni se resuel-
ven a quedar de inquilinos de los nuevos setlores de su bere•
dad: quieren dejar constancia de qae no abaodonatl el pnts
por eludir obligaciones para con su patria; no se dirigen est-.a
vez al Congreso Nacional ni al Poder Ejecutivo, porque no
bao teuido la honra <le qae se les baya contestado a notas an•
teriores que les hao elevado respetuosamente sobre ese par•
ticulnr.
En los mismos diarios leo que ya se ha empezado con éxito
lisonjero la propaganda en el. Japón para traer peones coolies
a ftuienes dar las tierras de esos agricultores. Se anuncia que
hay listos cincuenta mil japoneses esperando que ae les pague
pasaje para venir a hacernos el favor de tomar posesión de
nuestras tierras. Nuestro gobierno, en uso de la facultad que·
le acuerda un proyecto sobre esta materia con aquella nación
oriental, proyecto de tratado que couozco, y en el cual se esti•
pula que el gobierno de Chile acordará la fecha en que ha de
iniciarse la colonización japonesa, ha declarado que no es tiem-
28-l NICOLÁS PA.l,AO l()S
------ - -
po aun. Esa espada de Damocles seguirá pendiente de su hilo
sobre la cabeza de los agricultores hasta mejor ocasión.
Dan también cuenta esos diarios de que ya s~ embarcó en
Teneriie la primera ~mesa de canarios (guanches mestizos
de negros), compuesta de más de tl,'escientos individuos de
ambos sexos que vienen a reemplazar a los chilenos despo-
seídos.
Leo asimismo que el gobierno <!e Honduras ha dado orden
a so representante en Santiago de que VeJJ. manera de dirigir
hacia aquel país la emigración chilena.
Cinco mil (6 000) son las familias de agricultores chilenos
que están eu lista para emigrar. Como la familia chilena cous-
ta de más de seis personas como promedio, los rotos que serán
arrojados directa o indirectam-eote de su patria en esta oca-
sión suman tilas de treiutli mil (30 000) personatt. Es pues un
triun!o nada despreciable de la propaganda en ese seor.ido de
algunos diarios chilenos de Santiago y Valparaiso y del ex•
tranjero latino de ese puerto. Deben participar con legitimo
derecho del conteotQ con que nuestros gobernantes(?) habrnn
rec.ibido la noticia de que principian a verse corouados cou
el éxito sus planes ta.o pacientemente elaborados.
Yo uo be podido participar de ese contento, no tengo pnra
qué negarlo, y esa he. sido la causa de esta digresión. Rubia
principiado este número recordando que tenemos realmente
una proporción excesiva de verdaderos criminales, y quer(a
decirle que eaa desgraeia de nuestra rnzn no se ha corregido
porque nuestros gobernautes n.o ha.u sabido interpretar nues-
tro espíritu en esta materia. Me acordaba en ese momento del
aforismo popular chileno, que expresa nue~tros sentimient-0s
en cuanto a sanción criminal: e El qoe la hace la paga•, y por
asociaojón de ideas me acordé del ot.-o cLa ley p-areja no es
dura•, y de allí que, dada la iutraoquilida.d que me han pro
ducido las noticias del sur, me apartara por esa senda del
asunto prinéipal. Vuelvo a él.
Realmente no somos los chi)enos liombres para andar asus-
tándonos de las penas impuestas a. los criminales. Ese miedo
exagerado a la muerte que manifiestan los pueblos latinos está
perfectamente comprendido dentro de su idiosincrasia y ex-
plica muchos capítulos de su historia. Hay algunos de esos
paises que fundan su orgullo ec haber abolido la pena de
muerte para los criminales, aunQue estén plagados de ellos, y
miran como atrasadas y se complacen en llamar aún bárbaras
a las naciones germanas porque t<)dnvía In aplican, a pesar de
estar ya casi purgadas de bribones.
Los criminfllistas modernos, que' ha.u hecho de su ciencia
285

una rama de Ju filosofía darwiniana y evolucionista, no invo•


can como razón de las penas ni la vindicta social, ni la eu-
mieuda de los crimiuale11, ni el ealudable terror y escarmiento
en cabeza ajena del reato de loa hombres. Su razón es bioló,
gica, selectiva: nJ cri.ninal nato. a aquel cuya estructura física
indeleble lo impulsará seguramente al crimen en -Cuanto se le
presenta la ocasión, se le elimina de la sociedad de cualquier
modo¡ a los demi\s se les impedirá de alguna manera que per-
turben la tranquilidad y seguridad sociales, aislándolos por el
Liempo que se juzgue necesario, consiguiéndose con ese aisla•
miento una de las ventajas más positivas: la de que durante ese
tiempo no se reproduzcan, pues está probado que las oualida•
<les attiviel\s, como perteuecient~s al Condo milenario de la es·
pecie, tienen una gran tendencia a trasmitirse a la progenie
del individuo en quien aparecen.
Si los tontos y los bribones no se reprodujeran, el mol que
cousnríuu a la soóiedad sería pequeno, porque SJJria pasajero¡
es su perpetuación indefinida lo que constituye la cargo social
más onerosa, y por eso la escuela criminalista científica atieo•
de de preferencia a ese aspecto de la cuestión, porque es el
que conducirá al hombre a su perfecciouamieuto definitivo.
hereditario; el que hará de este descendiente de aut.iguos no•
tropófagos un sér naturalmente bueno, con el cual sea posible
el nacimiento de sociedades que uo tengan que soportar la
carga material de cárceles y policfos, ni la moral de In repre•
eióu necesaria de sus miembros malvados. que nfligeu a las so-
ciedades presentes. El escarmiento. el «saludable terror• detie-
nen seguramente en muchos casos la mano crimiunl: disminu•
sen el número de los delitos; pueden reprimir la tentación a
cometer el primer acto delietuoso, que podría haberse hecho
kl fin un hábito; prestan por lo tanto positivos servicios a la
socieliad; pero su acción es sólo actual, nada tiene que ver con
el futuro del hombre delincuente. El ladrón que no roba por
temor a los azotes o por la vigilancia del policial, lo hará en
cuanto desapareicau esos inconvenientes; si por la permanen•
cia de esos obstáculos el ejercicio de sus instintos no logró en
toda so vida cometer un robo, su hijo cout.inuará acechando
el instante en que la sociedad se descttlde, y así no será posi-
ble el advenimiento del organismo superio{, perfecto del sér
social.
Es pues la defensa del sér social lo que tiene en vista la
nueva escuela; la defensa inmediata con la elimfoación o la
reclusión del criminal, y la defensa futura con la supresión o
limitación de su descendencia o selección moral que aquellos
medios procuran. La gravedad de las acciones criminosas s&
286 _s1COLÁS PA.t,ACIOS

aprecia ¡.,or el mal causado, como la perveraidad del criminal


se mide por el mayor o menor peligro que su e~istencia o su
libert-t1d pueden acarrear a la sociedad, esto es, por su temibi-
lidad, palabra creada por Garofalo y aceptada definitiv,mente
por la cieucia. Lo del arbitrio más o menos libre con que gra-
dúa la escuela antigua la responeabilidnd moral cie las acoio,
nes criminosas, suelen citarla hoy los autores a título de cu-
d osidad arqueológica.
Es verdad que este criterio moderno en criminología se abre
paso lentamente, y bastála fecha creo que sólo el último CO·
digo penal escandinavo contiene algunas disposiciones inspi-
radas eu es()S pu11t-0s de referencia ciéuillicos; pero he creído
pertinente recordarlos aquf, porque los pensadores de todos
los países, empezando por los de Italia, no descaus,m en su
tarea de a llegar uuevas pruebas y de ordenar sus razouamien-
tos para consolidar esa rama del saber y difundírla por todos
los medios a s u alcance, de tal modo que a la fecha es motivo
de serias meditaciones por los legisladores de todos los países,
especialment~ de los ~ermanos.
En Chile el gran Portales tuvo la visión clara del estadista
de genio en esta materia c:oruo eu las demás, adelantándose
en la prác~ica a las conclusiones de la ciencia actual. Es una
de las caract"8risticas de esos genios particulares que llaman
hombres de estado la de poseer inst.iutos de organfaación so•
cinl. Las- razas progresivas prodaceu esos eleméntos conscien-
tes de selección que cooperan con tanta eficacia a la lenta ,e-
lección iuconscjeute. Entre los signos distintivos de esos bom•
bres está el couceplo elevadísimo de la justicia y como conse•
e uencia el amor y protección al bueno, al ordenado, al socia•
ble, y su tremenda severidad para con el perturbador de la
cooperación tranquila social o de la paz poUtica. Esta faz de
su actividad organizadora les concit.a enemistades y odios que
perturban a tnenudo el criterio con que los juzgan 11us cou·
te1uporáneos; pero de quienes, pasados los días de pasión, la
bist(>ria a nota los Qombres en sus páginas de honor y sus con•
ciudadanos les erigen estatuas.
A rafa de la muerte de Portales comenzó la reacción y ha
llegado en los buenos tiempoi que alcanzamos a un exr,remo
que es una verdadera curiosidad cieotf6ca, y a este título
quiero dejar constancia de ella.
Los cerrillos de Teno y la cuesta de Prado se vieron por un
t.ieropo expeditas para ~1 tránsito obligado de los -viajeros de
la capit.al aJ sur y al puerto durante el gpbierno de Portales,
quien encerró en los c~lebres carros a los salteadores de aque•
Uos parajes y los empleó en trabajos de utifidad pública. Des
287

pué:1 del usesinnto cobnrde de aquel graude hombre, llevudo a


eabo por un bribóu que no tiene apellido cbileuo, se abolieron
los carros con reju de fierro, y los presidiarios se salían de las
drceles como los vecinos de sus caeas, volviendo a sus anti-
guos puutos estratégicos. Dominados un tanto durante el go·
bierno de Montt, llegttron a ser después de él casi tan funes-
tos como antes, h11sta que. multiplicadas las vías de comuni-
CAción, )lubierou de dispersarse en pequefias partidas que re-
corrínn el país ejerciendo la profesión de aquellos sus paisa-
nos de que habla Fortescue.
Pero hasta nllí uo más llega la paridad de las situacione¡¡
entre Iuglaterra y nuestro país. Ya vimos que el estadista
inglés se vanagloriaba de que en su patria se ahor<'al,an en un
a110 más facinerosos r¡ue en eiete anos en Francia.
Oon ese procedimiento, ahorcando hasta por el robo de uu
cordero, han concluido con la casta de los malhechores en In-
glaterra.
En Chile llegó después de Montt la era de h1s clt\grimas
mujeriles> en favor de los criminales, como llama l,ombroso
la extraoa generosidad y compasión que despiertau los malhe-
()h11res en algunos hombres.
Se habló de . que las cárceles eran incómodas, de que los
presidiarios pot.l{an corromperse ,-ivieodo muchos eo la misma
e>elda, de que s u alimentación no era suficieuteme11te nutriti-
va, que su ropa era poco abrigadora, y comenzó uQn campana
por la prensa en favor de los pobrecitos encarcelados. Se die-
ron bailes pagados, funciones teatrales, etc., para allegar fon-
dos con que socorrerlos, basta que los tales bellacos se vieron
colmados de regalos y golosinns de todas clases.
El superintendente de la penitenciaría de Santiago, senador
de IR República y caballero a las derechas, habilitó uu cuarto
<le) establecimiento en el cual los presidiarios casados pudie-
ran conversar a solas cClu sus esposas, cuarto a que los presoa
llamaban «confesonarios>. No estaba aún en bogo. la escuela
-0nrwiniaua.
Respecto a ese mismo feo ócui:uo en Italiti, doude es crónico
dice Ferri en su libro E'ltudios de AntrovololJía Ctinm1al, pá-
gina 33: «En su humanitaria preocupación en beneficio de
los condenados, han prescindido de unn serie de hech~s tan
fo1c1eparables del hecho criminal, corno In parte superior e infe-
rior de una superficie• ... «110 se bnn fljndo en que detrás del
delincuente están sus víctimns, sus familias y las person11s
honradas ofendidas directamente por el delito. Hnn olvidado
que el mismo hombre que en la cárcel se manifiesta sumiso y
<!&si siempre hipócrita ante el empleado o el director, tiene en
288

su vida asesinatos, homicidios, robos, etc., etc. Todo esto lo


olvidamos, principaJmente los pueblos latinos, que, impul@a-
dos por el sentimiento, mientras vemos al vulgar homicida eu
flagrante delito, nos sentimos inclinados a darle muerte, y
pasado algún tiempo le conci:idemos toda nuestra irrefJexh·a
compasión, lo cuidamos exageradamente en la cárcel, como a
un desventurado inocente, y no pensamos ni un momento qu&
en un sotabanco, acaso reducidos a la mayor miseria, lloran v
sufren los hijos., la mujer o la madre del muerto». ·
El seutimentálismo de la raza latina, como lo llama este au-
tor, significa en est~ caso que esos cerebros entran en función
sólo por la impresión actual inmediata que le suministran los
sentidos, sin que eu ellos existan ideas almacenadas recogidas
en impresiones anteriores. Este a atol' es latino y eu uu juicio
tan grave sobre su raza parece · que bu biera algaua exagera
cióu.
Eotouees debe ser latino er.e lagrimeo universal, qu&
después de permaoecer elljagado a.lguuos a11os, ha reapare-
cido nuevamente en Santiago en favor de los crimiuales y su
c:ast.a.
Vuelven l1oy a estar de moda las- mismas quf'jne por la de!-
graciada suerte de los presidiarios, y se renuevan los misrut1:
medios para socorrerlos que se vierou ahora treiuta al10!'; ¡mo
hoy el mal arrecia.
Al roiemo tiempo que se expulsa d el país a los agricultom
y se desplaza a los artesanos . con la inmigración oont.ra1ada
que he recordado, se ban establecido en la capital varios aci
los para criar con todas las comodidades del confort y de la
higiene más rigorosa A los mucbacboc; abandonados µor sus
propios padres, es decir a los retoíios de hombres destiluídos
del ruás rudimentario de los sentimientos animales de beutfi-
cencin, el de la paternidad, y que babráo Lrausmilido a e$-OJ
hijoe s us iustiutos de egoísmo brutaJ.
Educar a esos niflos, sacarlos del abandono y de la miseria.
eusenarles a leer, escribir y contar, adiestrarlos en algún 06•
t'io úí.iJ con el que puedan ganarse rods tarde honrado.mente
su vida y la de s u familia, y demás declamaciones corriente.
de los cronietas santiaguinos, soo nada más que pretextos coo
los que se engail.an sólo ellos mismos.
No son los hijos del gañán honrado ni del artesano lal»
rioso y honorable que hubieran quedado sin amparo por al·
guna fatalidad los que allí remueven la sensiblería de. las gen·
tes. A esos hay que ir a buscarlos- a las miserables chozas de
los arrabales o a los tugurios homildJsimos en que, agrupado,;
aJ rededor de una madre escuálida que no tiene entrafias para
RAZA CIDLENA 28fl

tirar por el torno del Patrnnato dEs la Infancia a sus pobres


criaturas, prefieren sufrir eu silencio sus angustias; son los
(rulos del vicio, de la cobardía, de la .niseria moral y física
los que consumirán el dinero del pueblo trabajador y virtuoso.
Si se interesaran por eJ porvenir de los hijos del pueblo,
como pregonan, habrfau oído el clamor de los tres mil artesa-
nos sin trabajo, sin pan ui abrigo para sus hijos, que en una
uota en que con documentos incontestables probaban la me-
jor calidad de la obra del operario nacional pedían respetuo•
~mente al Supremo Gobierno que se construyeran en el país
los materiah:s de los ferrocarrilel! del Est"8do. En vez de ateu-
rlerlos, se pedla por la prensa y por notas oficiales que se ac-
1irara en Europa la contrauición de artesanos, y cada vapor
que llega de aquel continente deja en Talcahoano y en Val-
paralso, a la vista de los artesanos chilenos sin trabajo, a los
extrm1os que llegan a sustitoir a los que todavía pueden pro-
curarse el pan para sus fami lias.
Las limosnas públicas djstribuldas cou graude apnrttto, ll8Í
como los banquetes a los pobres que están introduciendo las
~11mas santiaguinas mientras sus maridos, por gannrse una
propina, hacen veoir del extranjero lo que construído e11 el
país babrla hecho innecesaria la humillante limosuu, es uu
procedimiento doblemente desmoralizador y que mereció al
maestro Last.arria, refiriéndose a lo sucedido en Francia, las
más severas censoras. Es la organización de la caridad <para
reemplazar el derecho por la holganza, y la verdad por el
pau», proceder qoe el sabio Last.arria califica de cembuster<>
e hipócrita•, y agrega: cDe allí nos viene la modo, y los retró•
grados de América se apresuran n aegnir la senda de los de
Fraucia, para prodacir también en nuestras nacientes socieda•
des el caos al rededor del progreso moral, y extraviar en su
provecho las conquist-as de la verdad•.
Si quisieran educar en las artes manuales a los hijos del
JtUeblo, como pretenden hacernos creer, se admitirían en la
unica Escuela de Artes que ban Condado e11 la extensión de
cerca de 800 legua9 de lougitud que tiene Obile, a los niilos
pobres que llegan alll solicitando 'lUe se les ensel1e a manejar
alguna herramienta. La Esc11elu de Artes tiene capacidad para
!lOO alumnos; al principiar los cursos de 1902, sólo había en
ese establecimiento ló6 alumnos; a la matricula se presenta-
ron 213 niflos del pueblo. de los que sólo se aceptaro~ ~21,
rechazáudose a los demás porque poseían escasos conoc1m1en-
tos literarios. según la Sit1ops-is oficial de 1902, página 236.
Lo absurdo del motivo alegado por el gobierno para no com-
u,
290 NICOLÁS J>Al,AO I OS

pletar el número de alumnos de esa única escuela de artes del


país, que el!tá servida por cuareut.a y cinco empleados, sin
contar cc,ciueros, mozos, etc. ni la junta de vigilancia, lo hace
inaceptable.
Si 11e interesaran por el bijo del pueblo, no dormirían sueno
int~rmionble los numerosos proyectos sobre construcción de
eneas para obreros; no seguirían cobijados en ranchos, cuya
miseria es capaz pe quebrar el corazón , los hijos de los inqui-
liuog; y los cinco mil padnes de familias que serán expulsa-
dos de su patria habrían levantado una t~mpestad de indignt.
ción, de clamores y de protestas eo aquellt\$ almas santiaguintJ
que nos exhiben su ternura y 11u genero!lidad arrollando a 103
h ijuelos de sos propios desórdenes. Luego veremos cual ei
la causa verdadera de esa ñlautropía miope y de la ho11
undécima de aquellas gentes.

2. BE~Ei"IOENO U. EXAOERAOA Y SUS CO NSECtn-:?-C IA!l

La selección regresiva, anlinaiural y por lo mismo de fo.


n estos resultados que origina la protección a los desceudíeum
de los degenerados morales de toda e11pecie, hecha con el dJ.
oero de los virtuosos y sociables, ha producido ya eu olgunoi
países que s~ han adelantado al nuestro eu esa tarea iosen!l-
ta, males gravisimos, que han sido estudiados en sus detallei
y conjunto por sabios europeos.
Este punto de filosofía tiene estrecha relación con la tn-
minalidad de los países., por lo que me voy n permitir dedi-
carle algunas lineas más.
Ya Darwin, tratando de las consecu encias inevitables d~
espíritu exagerado de beneficencia, decía: e Los miembros dt
hiles de las sociedades civilizadas pueden as( reproducirsein-
deanidamente. Sin embargo cualquiera que se haya ocupado
de la reproducción de los animales domésticos sabe, sin duda
alguna, Juan perjudicial ha de ser para la raza bomaoa e!I
per petuación de los individuos débiles>.
Spen cer ha escrito mochas páginas sobre el mismo tópitt
De él es la cita siguiente: e Alimentar a los incapaces a ex~
sas de los capaces es una gran crueldad . Es uu acervo de °'.1
seria reunido a conciencia para las generaciones futuras.~
puede h acerse un regalo más triste a la posteridad que el di
llenarla de on número siempre creciente de imbéciles, de ¡t
rezosos y de criminales. Ayudar a los bribones a que se mtt
tipliquen eqoivRle, en el fondo, a preparar maliciosamente
nuestros descendientes una multitud de enemigos. Hay den
cho para preguntarse si la necia filantropía, que no pitll!l
~AZA CBH,ENA 291

sino en dulcificar los males del momento y persiste en no ver


los males indirectos, no produce, como resultado final, un
mayor cúmulo de miserias que el qne produciría un completo
egoísmo>.
La siguiente cita es del sabio francés contemporáneo G. V.
de Lapouge: cNo basta, bajo el punto de vista social, que el
criminal sea castigado. Eso importa muy poco. Las antiguas
ideas sobre castigo y enmienda de los criminales hacen eon-
reir. Por lo que al presente se refiere, lo que se precisa es po-
nerlos fuera de la posibilidad de dallar, y en cu.auto al porve-
nir, suprimir su reproducción. Todo descendiente de no mal-
hechor, aunque sea el hombre más honrado del mundo, lleva
en sí el germen de la criminalidad. Un golpe de atavismo, un
cruzamiento in coherente pueden hacerlo estallar en cualquiera
generaC'ióo. El disfavor y la discordancia son legítimos con
los descendientes eu el momento de la infracción, y también
con toda su familia. Para la posteridad futura ~ indispensable
que, si la pena de muerte no pudiera ser aplicada, el criminal
sea colocado fuera de la posibilidad de mauchar con so des-
cendencia el cuerpo social de que forma parte,.
Para comprender todo el mal que a una sociedad produce a
la larga eaa incubación arLifioial d~ los hijos de los tunantes y
bellacos, no hay que olvidar que el dinero que en ellos se
gasta uo viene de Jonja, sioo que pertenece a la sociedad toda,
y que muchas veces, por faltarle un centavo, una famfüa hono-
rable j pobre no alcanza a comprarse el alimento suficiente
para el día. Además, hay la tendencia natll1'al a preferir para
las ocupaciones a los que se hao criado en dichos invernácu•
los, por los ricos sus favorecedores y padrinos, desplaundo a
los nijos del pobre de antecedentes familiares honorables. Por
otra parte, los nii'los pobres que quedan desamparados por la
muerte de sus padres o por otra circunstancia fortuita tienen
una proporción regular en t-0das partes, mientras que los
abandonados por sn.s progenitores aumentan rápidamente con
la protección artificial Cuántas más casas se funden en :.llla
ciudad con ese objeto, mayor es el número de expósitos que
llenan los torno!! o se abandonan en las puertas de las iglesias
n otras partes. Nada prospera con mayor facilidad que el mili
cuando se le favorece¡ sólo la sanción ineludible y severa de
la naturaleza es capaz de en frenarlo.
Spencer se queja de lo qne sucede en Inglaterra, en donde,
tnás que la poor ta:,;, son las solteronas ricas las que contribu-
yen con su dinero y personalmente al fomento inconsiderado
de la filantropía con los nulos abandonados y los adult-0s vi•
292 ~ICOLÁS PALACIOS

ciosos y haraganes. El 80}t de los hooligatlS de Londres han


salido de esos criaderos de bribones.
La campaña en este feutido qae se lleva a cabo en Santiago
reviste caracteres verdaderamente alnrmantes. Si basta aquí
no se ba hecho sentir su infiuencia danosa, es porque ella e$
novísima, como todo lo extraño, malo y desgraciado que bor
aqueja al país; pero a seguir así, sus consecoenciru! natural~
serán inevitables: por una parte la actividad que se despliega
en hostilizar al elemento sano y trabajador, y por otra la inmi-
gración de criminales extranjeros y la protección a los crimi-
nales de casa harán que llegue el día en que Chile sea en rea,
lidad una nueva Calnbria o algo peor.
Se leCJ han beoh.., poco a los santiaguinos los numerosos rt
cursos antiguos de bailes, bazares, fiest-as teatrales, sobvencio-
nes particulnres y fiscales, leyes especiales del Congreso, etc.,
etc. Han apelado aún a recursos vedados: han infiuído pan
que se permitan ciertas apuestas llamndas honestnmente ma,
toas, declaradas inmorales por los jueces de Santiago, a con-
dición de que de las coimas de ese juego ilícito se les participe
un tant-0 por ciento. El ano pasado se repartió entre ocho in!
tituciones santiaguinas dedicadas a ese fin esa contribución Al
vicio del juego de azar, que es su autorización.
Pero lo qae colma la medida es que el 1.0 de Junio de eíle
8110 se inauguró COJ.l grao pompa en In capital, apadrinado ¡,et
las primeras autoridad8'3 políticas, uo establecimient-0 pue11~
bajo la protección de San Estanislao de Koska para crecogerr
educar a los hijos de los presidiarios».
Entre los numerosos padrinos .d e esa institución figoraba e
hombre que más ha contribuido a que sigan enviándose de:-Jt
Europa inmigrantes criminales, en lugar de hacer venir e.o.
gidos o de no hacer venir ninguno, como es lo natural, y esp¡-
rar que vengan de su cuenta.
Una de las notas curiosas de las Estad,sticas 0,-imínale~rt:
cordadas es la admiración que le causa el uúmero de reÍllti
dentes entre los criminales de Chile; y, como en todo,,.
explaya filosofando a su manera; pero no dice una palabra di
ln obra particular de un alto cuer po gubernativo chileno, qiY-
tiene como más frecuente labor la de perturbar la saoCI'
legal de los delitos.
En 1901 salieron de las penitenciarías 53 individuos por l:t
ber cumplido su condena, y 100 por iudulto del Consejo deli,
tado. Si a éstos se agregan 6 que fueron rel.,gados a di~tict1:
provincias, que vale tanto como indultarlos, tendremos dd-
ble justo de criminales perdonados.
A estar a lo que anuncia la prensa sobre los múltiple
JU.7.A CHILE~A 293

doltos que se conceden en cada reunión de aquel alto cuerpo,


no parece excesiva esa proporción de dos a uno en ese afto.
La razón es que el año anterior babia sido bastante. laborioso
e11 ese menester, y babia quedado poco trabajo para éste, como
ee ve por estas cifras: salidos de las penitenciarias en 1901)
por haber cumplido su condena, 32 reos; por haber sido rele•
gados a provindas, 4; salidos por indulto, 128. Cumplieron
por lo tanto la pena impuesta por Jos jueces menos de la cuar•
ta parte de los presidiarios salidos. Pero su bueno le cuesta:
eo un informe que se ha pnblicatio en los diarios de Santiago
a principio de este mea, se deja: constancia de que los huéspe•
des de la penitenciaría que por algún motivo han dejado la
casa basta la próxima reincidencia, salen a la calle sin un cen•
tavo de las economías que se han procurado con su trabajo en
los talleres del establecimiento, porque las han gastado en con•
se~uirse el indnlto.
Lo que es este afio da 1903 parece que también dejará muy
poco que hacer al próximo en esta rama de la administración,
porque a la tarea del Consejo de Estado se hn unido la de la
comisión nombrada para averiguar ciertas irregularidades que
se habían come~ido en la penitenciaría de Santiago. Dicha co·
misión, para regularizar la marcha del plantel, ha i~formado
que deben licenciarse juntos 58 de los alojados en la casa. No
sé eual sería el criterio que dirigió esa conmutación eu masa,
pero estoy seguro de que ella uo ha sido el poco tiempo que
les baya faltado a esos reos para cumplir su condena, pues
el úuico indultado que conozco por la list-a publicada, uc señor
Celedón, fué condenado a muert-e por uaber asesinado a bala•
zos a su madrastra, hace unos ocho anos; el Consejo de Esta·
do le conmutó esa pena por la de veinte anos de penitenciaría,
aei es que le faltaban doce pal'8. enterar la cuenta. No es tan
importante saber si ,este iodultado salió con ecouomias o no,
como el tener presente que cuando cometió su crimen tendría
a lo su:no unos veintiocho anos, de modo que a la fecha está
en plenas aptitudes para volver al establecimiento a economi-
zar para un nuevo indulto.
Como la criminalogía es sólo una rama de la antropología,
entra en mis aficiones, y con ese motivo me he procurado mu•
chos libros sobre este asunto, por lo que estoy en aptitudes
rara asegurarle que la serie de hechos que le he enumerado
en las carillas anteriores son una verdadera curiosidad en la
c~encia de los dalitos. Así segoir.emos adquiriendo una envi•
d1able fama en Europa, ya bastante adelantada con la publi•
cación de los At,ales y de la E stadistica critnit1al.
De acuerdo están los más entendidos criminalistas en con·
294 NICOLÁS PM...AC IOS

siderar el dinero que se gasta en cárceles (sin conf.esonario ni


asilos de San Kos.ka) como el único que a la fecha emplean!~
gobiernos directamente eµ la selección del pueblo que dirigen
y a ese título lo miran como uno de los inver~idos con mayo;
provecho social. La razón alegada por la comisión que pide
los indultos a granel de los presidiarios, porque no hay has.
tan tes celdas para hospedarlos aisladamente, si no es interesa&,
tampoco es cientítica. Ella puede 8er dictada pot la depresión
del nivel del concepto de justicia que dirige naestros destinos
1
de nación a la fecha.
En materia de penalidad de la deliucueueia el pueblo chile-
no no encuentra ni uguua demasiado s~vera, nunca ee ha que-
jado del rigor de los códigos. Lo que. rechazamos con toda
energía porque está en pugna directa ~on lo más íntimo de
nuestro sér, es que se preten<la di~tar leyes de carácter gene•
ral, pero cuya eanción sólo la sintarnos nosotros; que se pre•
teuda aplicar las leyes del país con distint-0 criterio según les
castas en que dicen est-á dividida la población, y que se deje
para nosotros lo angosto del embudo en nuestra calidad de in-
feriores, de esclavos. Es conveniente deaengai'iarse, uua rn
por todas, de que a este pueblo no se le podrá gobernar tl!l
jamás. El pa1s, el territorio podrá admitir esa desigualdad de
derechos cuando nuestros goberuantes hayan conseguido reem•
plazarnos a todos por razas inferiores. Pero bay que abando-
donar esa ilusióo, porque eso no ba sucedido eo la hisrorio
desde que el mundo es mundo.
Le repito que la vena de · muerte para los crímenes grave.
no nos ba asustado nunca; «el que )a hace la paga, y cpara
morir nacilllos» y «al que se muere se le entierra». Repetidos
son los casos en que un condenado a muerte ba pedido que se
le fusile. Conociendo él desgraciado roto que serti incapaz de
dominar sus instintos aaogui oarios, en frente del trauce terri·
ble de la muerte, sus sentimientos Booiales de justicia logran
ese triunfo magnifico sobre sus instintos de propia consma•
oión. Pronto estti el pueblo chileno a respetar )as leyes de
Dracón o cualesquiera otras siempte que se dicten en bien de
la patria y de la raza, y que se apliquen sin excepciones que
envuelvan una ofensa;• pero estamos . caneados de espem en
vano que se fusile a algún criminal de la clnse goberoante; al
contrario, vemos con verdadera indiguación que quedan un·
punes los crímenes más horrorosos cometidos por algunos ~e
sus miembros, como el envenenamiento de una pobre ma¡er
llevado a cabo con cálculo frío y tenaz que revela entrafias de
fiera y la mtis roín cobardía, clase de crímenes que jamás co,
mete el hombre del poeblo en Chile, porque repugna a so eér,
296

y que es privativo de la mujer en los países de sicología varo•


nil, siendo estigma inequívoco de sicología matriarcal de un
país el que los hombres apelen a ese medio cobarde de asesi-
nato. Todo diecurso es inútil enfrente de los hechos, porque
imaginarse qoe nos pagamos de palabras es doblar la ofensa.
Dos generaciones vnu corridas en las cuales la impunidad
de los criminales de la estrata superior de nuestra raza ha
debido ejercer, seguramente, su acción funesta en su selección
moral.
La campafia santiaguina en favor de loe criminales tiene
además el grave incouveoiente de perturbar el criterio del
pueblo, tan correcto en esto como en todo, y en ese sentido e!'
profaudamente disociadora e inmoral,
Las consecuencias lejanas de los actos no son vistas con
precisión sino por los cere~roe superiores; el pueblo ignorante
y atrasado en su desarrollo mental en Chile se adapta por
instinto al rigor de las leyes dictadas por sus compatriotas
ilustrados e inteligentes; pero si ve que esos mismos hombres
se empellan en atenuar ese rigor. sus sentinúentos de benevo•
leucia pa~a con sus hermanos primarán sobre los de equidad,
y todo lo que tienda a debilitar el severo sentimiento de
justicia secn que adorna tl nuestra raza es un crimen, un sa·
crllegio.
Seguramente que entre los sinsabores que experimentan los
hombres que guían a sus semejantes no será el menor el de
1ener que velar sin contemplaciones porque se cumpla la san-
ción de la ley. «No tienes el corazón bastante duro para gober•
nar al superhombre•, deoía Zarathustra. Doras son las leyes de
la Naturaleza. Dura le:t, sed lex, decían los romanos. La selec•
ción organica marcha sobre los cadáveres de los vencidos. Si
la especie humana ha llegado a ser la reina de la Creación, es
porque en ella la lucha selectiva ba r-evestido caracteres de es-
pecial dureza; sólo en nuestra especie sos individuos han he·
cho sistemáticamente r asto de sus semejantes: homo lunnitii
lupu~. Las razas superiores de la humauidad son el premio
alcanzado a costa de milloues incontables de sus propios her•
lOauos. Si el hombre desea coadyuvar a la acción de la Provi-
dencia, de la naturaleza en so obra más porteutoea, el perfec-
cionamiento de su creatura predilecta, debe tratar de imitarla.
La lucha y el premio al vencedor son la esencia misma del
progreso de todós lbs seres organizados. Doras son las leyes
de la naturaleza; pero tienen los méritos inestimables de que
se cumplen sin excepciones; de que no pueaen burlarse sin
sanción y de que han sido, son y serán un guía infalible de
perfeccionamiento. E l porvenir es de las razas que presentan
296

mayor docilidad a 111. an.aptación de leyes socit1les c.¡ue estén en


armouía cou la de Dios.

3. BENEF1CENO[A EXAGF.RAD;l., su CAUSA. BlOLÓOICA. COlí·


CEPTO BIOLÓGI CO DE «RMIA \.a.TrNA•. L EY UF. Ol VlLlZACIÓN
DE GuMPLOw1oz.

Es un fenómeno sicológico muy interesante por su sjgui6,


cado y por la constancia con que se produce. el de Is. simpatía
que despiertan los criminales en las sociedades en decadencia
ruoral. No faltó eu Grecia ni en Roma en su período de diso-
lución, y es hoy tan marcado en el mediodía de Europa, qoe
Ferri lo tieo_e 001110 uno de los caracteres de la raza latiua. ¿Es
el grito de la coucjencia, como creen algunos? ¿Es simpa tia por
el hombre cuya debilidad moral sienten ellos mismos en su
sér, como piensan otros?
Me inclino a creer qne no, seilor. Hay un rasgo general eu
todas esas manifestaciones de compasión, de ternura por el
hombre desgraciado o que cr~emos tal, que abarca todas las
modalidades de ese fenómeuo sicológico Ese rasgo es la ca·
ractedstica clel alma femenina: la protección al chico, ni débil.
al incapaz. Son las mujeres en todos los paises las más entu
siastas y abnegadas servidoras de esa campal'ía., que se extien
de prouto y con ardor a los nit1os de~validos, a los buérfon~.
a lns desamparados. Es el reinado de la beneficencia y el
triunfo de su reina, la mujer.
La selección hA desarrollado necesariamente en la hembra
de todos los animales ese instinto poderoso que la obliga a de-
dicar todos sos afanes, sus ternuras y su vida misma al sér
que en los primeros ruomeutos de sn existencia ha de deberlo
todo al esfuerzo extrallo. Ns la e...'Óstencin misma de la espe·
cie la que está ligada a ese instinto materno, instinto 111uto
más desenvuelto y enérgico cuanto mayor e~ la incapacidad
en que viene al mundo el ret.o1l() de la especie respecth·a, y ts
el vástago bm:nano uno de los más desvalidos en su primera
infancia. De allí que en la mujer ese iostiuto sea tan podero-
so. Nada tiene que hacer en esto la reflexión, no es en ella un
act9 cerebral de los que llaman voluntarios, es sólo producw
tie órganos, de vísceras particulares a su organismo femenino.
La frase ca.mor entratlable" que para el hombre es simple 6gn·
ra de retórica, expresa una realidad fi siológica para ella. No
uecesita de reflexiones de ninguna especie una ujfiita de cinco
a1Ios para arrullar amorosamente en sus brazos 1Jna botell&
envuelta en un pañuelo.
Los sentimientos de beneficencia, que en el hombre uaceu
IU:'.A C Hll,.t-:l'IA

sólo de la representación en nuestro espíritu del sentimien•


to 1tjeno, segón Spencer, tienen además en la l!lujer rafees
muy hondas, por lo que la exageración de tales sentimientos
en oua sociedad cualquiera son prueba ineqnivoca de la in·
fluencia femenina en la dirección social. Esa influencia más o
menos ostensible dt,J control de la mujer en todas las socieda-
des eu descenso moral, ha sido notada por todos los filósofos
de todos los tiempos. y viene siempre acompailada de lo que
se ba llamado afemioamieoto de los caracteres en los hom-
bres.
La concomitancia constante ent:-e ese femini smo general y
la depravncióo de las costumbres familiares y en consecuencia
sooinles, hizo pensar n los antiguos filósofos en la existencia
de alguna relación causal entre ambos fenómenos. Para los
sociólogos modernos bau cesado las dudas, la relación existe y
es inmediata. Es la obra del alma de la mujer.
Eo una carta sobre criminalidad, como In presente, no creo
que esté del todo fuera de Jugar abondar un poco en e11ta
cuestión de la moralidad doméstica y sus relaciones con la si-
cología femenina. E sta investigación cos hará conocer el íun-
dameuto de algunos rasgos de la sicología chilena que cou ella
se relacionau, y me servirá para manifestar lo que significa ln
expresión <raza latina> sicológicameute cousiderada, as unto
de actual interés en este üempo en que el país está amenazado
por la invasión de las costumbres y personflS de eea razn. Creo
además uecesarfo el esclarecimiento de este t.ema a la luz de
los conocirnient-0s modernos. porque es de trascenrlental im•
portaucia érica. y anda muy embrollado y hasta desconocido
del todo en Chile. Le dedicaré algunas carillas con lns reser·
vos que se hacen necesarias a un escrito ¡)or la. prensa sobre
esta delicada cuestión, confiando en que el buen sentido y la
correccióu de los instintos de los chilenos en esta materia ayu-
daran a los lectores que no posean conocimientos esp1:ciales
sobre ella, a comprender esta somera ex-posición de un tema
que necesitaría muchas páginas para ser dilucidado conve-
nientemente.
Para recordar sólo dos de las mlls conocidas y extremas, te•
nemos como ntenuAda la sicología latina de hoy día, que he
bosquejado en algunos pasajes auteriores y que seguiremos
Yiendo más adelante. Eu los comienzos de la hietoúa escrita
de ~tos pueblos, los signos tnntriarcales eran muy acentua•
dos. Las mujeres iberas las piuta Estrabón como m uy varo-
niles y peleando eu sus ejércitos al lado de los hombres. La
covada, signo matriarcal típico, era practicada por los Iberos.
La trasmisión de la herencia por la línea femenina y la del
2!18 NICOl,Á~ PAJ.,ACIOS

nombre de los descendienws parece que fné la regla, quedan-


do reducida en tiempos posteriores ese derecho sólo a la des-
cendencia de la primogénita, como recordé. La tenacidad con
que ·1a ibera ha perseguido en todo tiempo la imposición de su
nombre a sus hijos es curiosísima y la be seguido basta Irlan-
da y Escocia con los Pictos. A esa tenacidad es debida la cos-
tumbre actual eu Espana y otros países que la han heredado
de poner el apellido materuo al lado del paterno eo sus nom-
bres y firmas, como vimos más atrás. Sales y Ferré trae en
sos Estud·ios de Sociologia machos otros signos del matriarca-
do ibero. Los Etruscos, que bau dominado en tiempos proto-
históricos tal vez toda la Italia, se firmaban o nombraban asi
mismo sólo con el apellido o nombre materno. En los sepul-
cros que pe ellos se han descubierto, el nombre del muerto
aparece con la frase «hijo de .fuJnna , . Se sobe que eran en
gran parte comunistas, y sus fiestas religiosas tenían In mar<.'a
típica del matriarcado: la falta del recato. Las fiestas de las
Lupercales eran «un verdadero C(lrnaval de pastores; veíase
allí los lupercos (lt1perc-i, lol' que alejan el lobo) correr y balar,
con el cuerpo desnudo y con una piel de chivo rod~udo la
cintura, y aporreaban a los transeuntes a zaleazos ,. (Momm-
seu, Historia de Roma, tomo I, Los Sacerdotes). Describiendo
las .1Jfascarad0$ el mirmo autor (capítulo l ó}, dice que llega-
ban <1mucbas veces basta la licencia más desenfrellada•. Algo
atenuados, esos espectácnlos son los que hoy mismo se llaman
carnaval y mascaradas, que ae pretende introducir en uues-
tiraa costumbres, a pesar de lae protestas del «bajo pueblo,.
Mommsen dice que la palabra obceno viene de obsco, nombre
de un pueblo del centro de Italia, y que significa «trabajado•
res de los campos•. Lascivo, según el mismo, vieue de L<Z8t$,
nombre de los Buenos Genios etruscos, y que ciertas CRncio•
uea de las mascaradas se llamaban f escenitmas. Sou muchos
los signos de matriarcado etrusco que acompailabao a los nn•
teriores. De la misma manera eran matriarcales perfectos los
Pelasgos, pobladores de la Grecia y comarcas veciuas, los cua•
les, sicológicamente considerados, son también latinos, en la
acepción que aquí doy a esa palabra.
Como extremo a que puede llegar la falta de celo varonil y
dominio completo de In mujer, pueden citarse tlluchos ejem•
plos históricos y tawbién contemporáneos de razas inferiores.
Un ejemplo. Los Naire, de la costa de Malabar, en lñdostán.
«Hállase agrupada la sociedad nair en clanes, compuesto cada
uno de ochéuta a cien personas, y dividido en familias. Cons·
ta Ja familia de la madre, de los hijos y del tío mat-erno. El
marido es como un huésped, que sólo entra en la casa en
RAZA OUILEt-A

ciertos y determinados días, y aun entonces no puede sen-


tarse a la mesa con su mujer y sus hijos>. cLa madre goza
de la máe alta consideración, y después de ella la hija prin10-
génita>. •A la madre exclusivameme pertenecen los bienes,
que no se transmiten sino por las mujeres>. Después de rela-
tar las ceremonias nupciales, Sales (ob. cit., pág. 91) &grega:
,Desde eat" instante el matrimonio e1:1tá concluido y se consu-
ma. Pero esta ceremonia no tiene por objeto dar marido a la
joven; lejos <le esto, ol que ba oficiado de tal, sea pariente,
amigo o desconocido, no puede serlo, debiendo, a los cuatro o
cinco días abandonar para siempre la casa de la novia. Todo
el objeto de este cnsamiento se reduce a despojar a la donce,
lla de la castidad, y autorizarla, mediante esto, a tener aman-
tes, que In madre le ayuda a buscar; porque es artículo de fe,
entre los Nairs, «que la doncella que muere virgen no entra
en el paraíso,. Se ve que son preceptos religiosos inventadoi.t
por la mujer. cSi la novia es hermosa, pronto se asooiau tres
o cuatro Naire para mantenerla en común, y al paso que
crece el número de los asociados, asi sube la fama y ltt gloria
de la joven. Esta puede tener a un tiempo cuantos maridos
le plazca; pero suele contentarse, por lo general, con diez o
doce, que mira como otros tantos esclavos subyugados por
sus encantos>. No hay para qué decir que los tales Na.irs
son uua de las castas humanas más miserables y abyectas de
la humanidad. Hay en etnografía muchos ejemplos seme-
jautes.
Sabido es por todos que la familia es la piedra fundamental
de In sociedad. El mismo espíritu que preside a la formación
del grupo simple familiar rige el grupo complejo social. El
mismo concepto moral, jurídico, religioso, etc., dirige ambos
grupos con las solas diferencias externas de su aplicación a
entidades més o menos compuestas.
Los estudios de sicologí.a étnica tienen hoy comprobado que
en las razas de sicología patriarcal o varonil la organización de
la familia descansa en el celo sexual o egoísmo de reproduc-
ción del hombre, y que el pudor, el recato. virtudes funda-
mentales del grupo familiar en estas razas, deben so existen-
cia a ese mismo celo varonil.
En las razas matriarcales no siempre existe no grupo fami•
liar bien determinado 'y concreto¡ esa célula social es a menu-
do de contornos indefinidos, porque las relaciones sexuale~
en el!as razas no tienen ese núcleo vital de un solo hombre y
su progenie, que poseen las patriarcales. Per◊ lo que establece
su más marcada diferencia bajo el punto de vista moral, es
que su organismo doméstico no tiene por base el celo del
300 ~ICOLÁ8 PALACIOS

hombre, careciendo, en consecuencia, del sentimiento del pu-


dor. Es tan conocido ese rasgo del matriarcado, que a la vista
de figuras o de descripciones de cualquiera raza o estirpe hu-
mana en que aparezca de manifiesto por el traje o costumbres
de ella su falta de pudor, los sicólogos están seguros de que
en esa raza domina In sicología matriarcal con todos sus de-
más caracteres.
La limitación de las relaciones sexuales, que en la familia
varonil está regida por el egoísmo genésico del hombre y auxi-
liada por el recato, en la familia matriarcal obedece a reglas
extranas, como el tabit, relaciones de tribus, prescripciones re-
li~iosas, intereses materiales, etc. El hombre carece en ellas
de celo y aun de ioiciafü•a amorosa, siendo la mujer la que-
tiene bajo su control todo lo que a la perpetuación de la es-
tirpe se refiere. Hay, naturalmen te, muchas graduaciones en
esta materia.
Todas lus grandes civilizaciones que registrll la historia han
_florecido eu pueblos matriarcales gobernados por castas indi-
geoes o razas extranjeras patriarcales, con excepción de IRs
civilizacion es contemporáneas de las unciones teutónicas. Ese
es el fundamento bio-sicológico de In ley de la civili:i:acióu de
Gumplowicz: ct-0do elemento étnico esencial potente busca
par& hacer servir a sus fines al elemento débil que l!e encuen-
tra en su radio de potencia o que penetra en él. Esta tesis so-
bre la relación que presentan entre sí los elementos étnicos y
sociales heterogéneo~. esta tesis con las consecuencias que de
ella se derivan, sin que se p'Ueda exceptaar una sola, encierre
la solución completa del enigma del proceso natural de la his-
toria bamana:t. Hay pruebas sobradas de que el elemento e po-
tente, y el elemento cdébil:t correspondeµ al patriarcal y el
matriarcal respectivamente.
La raza dominante dicta las leyes e impone sus costumbres
a la dominada, tras resistencia de variable intensidad según
los casos concretos. La imposición del régimeu patriarcal eo
la~constitución de la familia y la del pudor como virtud do-
méstica a las razas débiles por las poteot.es, es la uota más
característica de la lucha moral que se entabla en las socie-
dades compuestaa de esos dos elementos. El criterio de moral
es el de la clase superior, y los escritores y los filósofos ben
teuido como base de la correcta administración de los esta·
dos la severidad de las costumbres domésticas de !?us manda•
tarios.
Todas las civilizaciones que han nacido bajo ese régimen
han decaído y muerto, después de un período más o menos
largo de esplendor. En las últimas etapas de su evolución es
ltA7.A CJfJLRNA 301

cuando se ha visto decaer el celo sexual varonil, amortiguar•


se el pudor, aflojarse los víneulos de la familia y,_ asomar de
mil maneras la influencia femenfoa en la dirección de la so•
ciedad.
¿Cómo se ha operado esa evolución? Los pensadores ant,i•
guos se explicaban esa rotación creyéndola una ley particular
a toda sociedad, que de la nil1ez a la muerte eran llevadas por
una fuerza !atal de origen desconocido. La evolución polítíca,
que marcha paralela a la moral de esas naciones, llevándola
de la monarquía a ltt democracia y a la anarquía para volver
a la monarquía nuevamente, la llamó rit-Ornelli Vico, circoli
Maquiavelo y ritmo!! otros filósofos. Hoy los biólogos conocen
la causa de ese proceso y sus etapas. Es sencilla y no tiene
nada de extrailo ni particular: la raza conquistadora es siem-
pre mucho menos numerosa que la que puebla el país eón·
quistado por aqu,élla, y además nacida y desenvuelta en clima
a menudo muy diferente del de sus nuevos dominios. La con-
junción de ambas razas, que viene tarde o temprano, trae
como consecuencia necesaria la absorción de la menos nume•
rosa por la que lo es más, absorción favorecida por los iucon-
veoientes que a los forasteros acarrea In aclimat.acióu. A estas
causas bioló~icas de agotamiento de. In clase de los sellores, se
unen las sociológicas de que son esos seilores los que pro•
porcionao mayor contingente de guerreros, sieudo a veces
ellos solos los que forman el ejército, y de que emigran en
gran número en busca de nuevas conqujstas, de nuevos ser-
vidores.
Todos los agricultores que se han preocupado de mejorar
sus castas de animales conocen perfecta.mente cómo se COJJSU·
me al cabo de algunus generaciones la sangre fit1a importada,
cuando a los mestizos se les deja reproducirse libremente eu-
tre ellos y con los animales criollos, basta que llega a real,are•
cer la casta ordinaria primitiva. El caso es el mismo, agravado
en el hombre por las causas sociales apuntadas.
Las fases de los ritmos o círculos de que. hablan esos auto•
res estáu caracterizaaas así: l.ª amos conquist.adores, patria rea-
les, de moralidad doméstica severa, régimen monárquico¡ 2.ª
periodo de mestizaje, ordinariamente el más brillante en cul-
tura y oiv.ilizacióo, atenuación de los signos patriarcales, éle-
bilitamieuto del pudor, régimen político menos t>ólido, wenoi.
exclusivo de una casta; 3.11 período de absorciQn o agot,gmien-
to de la sangre noble, decadencia moral en todos sentidos, el
gobierno pasa a manos de la raza inferior y se establece la de-
mocl'.acia matriarcal socialista igualitaria, seguida re.pidamente
po, la disolución moral. social y poütica¡ anarquía. El paf&,
302 SICOLÁS PAl,ACIOS

queda preparado para ona nueva invasión y comenzar un


noavo ritmo.
Les pacientes investigaciones a que se han entregado eu
este último tiempo algunos sabios alemanes y franceses rea.
pecto de los signos físicos de los pobladores de los países eu
que esas etapas Je civilización son mejor conocidas, coufirmau
por completo las deducciones s uministradas por la sicología.
(fomo la raza conquistadora ha sido la germana en los pue-
blos en que se han hecho esos estudios, los tres períodos es-
tán caracterizados: 1.0 por la existencia de dos razas, una ra-
bia alta y otra de pelo ne~ro y baja¡ 2.0 por individuos coo
•caracteres étnicos mezclados. y 3.0 por gran mayoría de per•
sona.s de pelo negro y talla pequena.
El régimen familiar y político patriarcal de los países del
s ur de Europa, ba sido impuesto por varias invasiones ger•
manas de esas regiones. La sicología indígena del mediodía
de ese continente es matriarcal perfectamente caracterizada.
Es sabidu que los primi~ivos griegos, los Pelasgos. no cono•
~ían el matrimonio. A los patricios romanos, de origen ger•
mánico, les parecieron tan extrallas las costumbres familiares
indígenas de Italia, que las llamaron mores f erarum; nadie
conocía allí a su padre. Los vascos espaíioles practican toda-
vía la <>uvada, y hast.a hace poco más de una centuria los hi•
jos y el esposo de uno heredera debían llevar el apellido de
-ésta, perditmdo el esposo el suyo propio.
El fenómeno de la decadencia de la raza latina, como lo
llama el profesor italiano Sergi y tantos otros, es pues sólo un
proceso de depuración de esa raza; no hay degeneración sioo
purificación, vuelta a su uat-uraleza primitiva por !a elimiua•
ción de la sangre extrana. El Pelasgo ha reaparecido eu Gre-
•<:ia y sur de Italia, el Etrusco en el centro y el Liguro en el
nort-e de esta penínsctla, como el Iberó en Espana y parte de
Francia. Los etnógrafos estiman en cinco a seis por ciento la
sangre germana que aun resta en esas comarcas.
La vuelta por lo tanto de ese espiritu femenino en el surde
Europa, una de cuyas numerosas y elocuentes manifestacio-
nes es esa temara por los presidiarios, es uno de los signos
síquicos, que al par de los físicos, comprueban la absorción
-de la sangre patriarcal que alli aportó la última invasión tea·
tóuica. Nada tiene pues de impropio que el sociólogo crimi·
nalista italiano antes citado tenga como latino ese fenómeno.
En los pueblos de sicología watriarcal, ya sea que siempre
lo hayan '>ido o que vuelvan lentamente a gu primitivo estado
-después de uu período impuesto de sicología patriarcal, ese
movimiento feminista no causa tan graves perturbaciones do-
l'UZA OU:lLl::NA

mésticas ui socialP.s como las que produce en los pueblos en


que uoa larga selección ha desenvuelto instintos profundos
-de sicología opuesta.
Eu las ra~s matdarcales los sentimientos y raciodnios, y
por lo tanto la conducta privada y póbliCli, sou armónicos, or•
gáuicos en sus tendencias. Ni e1 celo varonil ni el concepto
rigoroso de justicia han dirigiao en esas razas la formación
<le la familia tal como en ellos está constituida. ni tampoco el
ttgregl\do social, por lo que la pérdida del primero y el debili•
tamiento del segundo no perjudican la evolución de la socie-
dad, dentro del marco en que se desen vuelve en dichos pue-
blos.
Cuando, por el contrario, una causa cualquiera hace apare-
<:er en una ra:6a o capa social de instintos patriarcales primiti-
vos alguna manifestación dt: la influencia del espíritu femeni•
no. es porque ei control varonil, su celo y el recato, que
marchan juntos, están en quiebra, y como en estos pueblos
-eaos sentimieutos son la base de la correcta organi1.aoión de la
familia, su pérdida o su debilitamiento indican que se ha
,operado o está muy avanw.da la disolución del grupo orgáni•
-oo fundamental de la sociedad, que los cimientos del orden
eocial están socavados, que el peligro de derrumbe es inmi•
nente.
Es con razón que el consenso social en los pueblos patriar-
-cales consideran vinculados al celo varonil todus las demés
virtudes domésticas y sociales, y hace consiatir eu ese celo el
honor mismo del hombre. El individuo que no siente unido~
inseparablemente a so delicadeza la castidad y el pudor de las
mujeres de so familia es tenido, cOl'.l justicia, como un &ér de-
;gradado, villano, corrompido, en t1l cual la sociedad debe ver
uu enemigo.
La influencia del control de la mujer en las naciones latinas,
tanto en las costumbres domésticas como en la dirección del
Estado, es grandísiwa a la fecha, aunque generalmente ocal•
tP., porque sobe por tradición lo que disgustaba a los bárbatos
el que ellas se metieran en lo qoe no les incumbía, y aunque
~sos hombres hau dejado de ser amos directos, han formado
-en sus tierras primitivas naciones poderosas qoe miran de
reojo a las meridiouales.
Los latinos se glorían de la influencia mujeril en la cosa
pública. Adolfo Posada (Feminismo, pá1tina 225) rechaza con
-energía la creencia de algunos que niegan esa influencia en
Espafla. Dice: cPero /lo hay tal: porque ahondado on poco en
nuestra misma vida real se advierte que por costumbre, fuera
,o contra )a ley, la mujer ejerce un influjo persoualisimo en las
NlOOLÁS l'ALACIOS

esferas de la vida política milit.aote, y la opinión se da de ello


cabal cuenta. ¿Es un secreto para nadie que en las intrigas po-
líticas juegan gran papel las mujeres? ¿Lo es quizá como influ-
ye por medio de la mujer siempre la Iglesia en todas las situa.
dones? La opinión sabe que mil vece:i los títulos de Pres-idet1•
ta del Consejo o de Mitiútra, no son meramente honorarios,.
No trae Posada, como comprobante de la exceleucia del fo1ni-
oismo, que tauto alaba, ningún dato demostrativo del flore-
cieut~ progreso de aquella nación eu doude las mujer~ juega.u
las intrigas poUticas, y que tiene Presidentas y -Ministras de
verdad.
Es un hecho que las mujeres de las razas matriarcales tie,
neu más caráct~r, más iniciativas, ·sou más mandonas y ,·o.
luntariosas que sus hermanas de las razas patriarcales: ~011
meuos femeninas.
Las mujeres de los pueblos de sicología varonil deben, como
be dicho, sus virtudes domésticas al control del hombre, el
cual, impulsado por su egoísmo reproductivo, ha ido eliminan
do violeutumente durante largo nómero de generaciones a las
mujeres que no le daban una seguridad completa en SU$ as-
piraciones de ser él solo so varón. De allí que sólo hayan so•
brevivido esas .mujeres sumisas, devotas y fieles, q11e sou el
eucaot.o del corazón del hombre de esas mismas razas.
La trasformación, por lo tanto, que todos los observadores
uotao eo la raza del sur de Enropa, obedece a uno ley fatal
biológica, cayo cumplimiento uo detendrán la educación ger•
mana de su juventud, ni las declamaciones infout.ile-a de algu-
nos de sus pablicistaa. La energía de sus mujeres y la débil
acentuación del carácter de eas hombree, son una prueba de
que la diferenciación moral entre los dos sexos en esa raza está
atrasada en su evolución respecto de la germanica, y que la
labor de la cooperación social está menl)s especiafüada, menos
dividida, es ruás rudimentaria en las ra1,as matriarcales. o
«débHes>, como las llama Gumplowicz, que en las patriarcale3
o •fuertes, . Ese enfermo eatn desahuciado por los tkcoicos
porque tiene horror al único remedio que podría curarlo, y lo
rechaza bajo todas las formas que se lo presenten, se sie111e
incapaz de someterse al tratamiento salvador de la lucha se-
lectiva, tomada a fuerte dosis, como lo necesita.
lAl. gran participación que la mujer tiene en la perpetuación
de la especie ha hecho que la selección subordine a esas fun·
ciones todas las demás de su economía; por cuyo motivo ha
quedado atrasada respecto del hombre en su desarrollo físico,
moral y mental. Desenvueltas además sus virtudes domésticas
por influencia del hombre tin el último período de la evolución
RAZA OBILEtU. 305

de la humanidad, en el período sooial, las virtudes femeninas


se resieJJteu de la falta de- fijeza que poseen eua instiutos pd-
mordiales. De all( que la mujer de las razas patriarcales sienta
a menudo la necesidad del auxilio moral masculino para ven-
cer sus inclinaciones al mal; de allí que reclame como un de-
recho ese au~lio y experimente un dulce alivio al sentir sobre
su flaca humanidad la mano severa del esposo. No es raro que
ellas mismas snspendan sus lamentos para defender ese dere-
cho y el de su marido, y protestar de la intromisión de algún
extral\o que se retira creyendo estúpida a esa mujer.
La castidad sólo será una gran virtud cuando sea un instin-
to poderoso, dice Ñietzsohe. Zaratht1stra recibió en una oca-
sión consejos de una mujer. Era una anciana que sabía ana-
lizar su propio pen$amiento y que poseía u11 gran tesoro de
experiencia, en el cual lo más preciado era una pequefla ver-
dad. «Dame, mujer, tu peqo.efü\ verdad! le dije. Y la viejecita
habló así:
-¿1'ó vas donde las mujeres? No olvides la guasca>.
Antes era una costumbre general en Rusia, y hoy sólo existe
en algunas l'egiones, la de que el padre ele In novia regalara a
so futuro yerno, al tiempo de verificarse el matrimonio, uua
pequef\a guasca simbólica. Es aabido que los rosos son muy
amantes de sus esposas.
,La yerdad de que uoá mujer quiere a menado más a un
hombre fuerte que la maltrata, que a uno débil que la trata
bien, muestra cuan grande es la equivocación del marido que
acepta la posición de subc,rdinado• . H. Spencer.
Los Godos, amautísi,mos de sos familias, tenían ligera la
mnuo con s us esposal!; e11 cambio cuando faltaban carros en
alguna warchn de la tribu, los hombres ,cargaban a lu espalda
~ sos mujeres.
Entre los nombres que la espQsa araucana daba a su mari-
do uno era cpunamum, esto es, el que me lleva en sus brazos,
o ,en peso-,, coruo traducé Góruez.
Sabido es que el hombre ba tenido amplios derechos sobre
su esposa en todos los pueblos piariarcales, derechos que !Jan
ido disminuyendo al paso que las costumbres ban ido dulcifi-
cándose. El derecho de vida y muerte que teo.{a el esposo ro-
mauo sobre su mujer, no era ségunuueute sino la justificación
de antigua costumbre, derecho cousuetutlinario convertido en
Jerecho positivo, ell )ey escrita, costumbre que ha sido nni-
versnl en las razas pntriarcale_s, y que concluyó en época pre-
histórica en las familias g<irmaoas, con la mujer de instintos
poliándricos, hecho l}l cual se debió aqu.ella dulcificación de
10
$06 NIC01,ÁS 'PALACIOS

las ~ostumbres del hogat patriarcal y su expre2ióu en las leyes


escritas.
En las razas matriarcales es la mujer la que manda en la
familia, y también en el Estado en gran parte, por la línea
femenina se trasmiten heredital'iamente los derechos civiles y
polítfoos, de la madre heredan su nombre los hijos, puesto
que el nombre del padre no puede saberse de seguro cuando
son varios los esposos de una misma mujer. El estado de
perfecto matriarcado sólo se encuentra a la fecha en tribtl!
q ue permanecen en estado de salvajismo o de barbarie. En
las razas matriarcales que han llegado a la civilización, espe-
cialmente eu aquellas qu.e han est-ado largos siglos sometidas
a conquistadores patriarcales y que han mezclado su sangre
con ellos, los signos de matriarcado aparecen hoy muy atenua-
dos y sobre todo encubiertos; _siu embargo son siempre muy
visibles para 102 sicólogos,
LI\ esposa de ra¼a pat:riar<.-al o varonil se siente subordinads
n su marido, encuentra un íntimo placer en someter su ;o,
luntt\d basta en los detalles nimios de la :vida doméstjca a lt
volontad del padre de sus hijos. Con el matrimonio esacasta
de mujeres pierde grao parte de su propia pcrsonnlidnd y nuo
de su iotel!gencio, como afirma Spencer; elln y sus hijos~-
san a ser sólo una par te del hombre.
La mujer de las razas matriarcales, aun de las má!! eivifüa-
das, como las latioae, conserva supervivencias pasionales de
la época de su antiguo dominio. Se casa esta mujer teniendo
la intima convicción de que le corresponde de derecho y ¡icr
deber la dirección de su esposo, no sólo en lo de desviarlo de
algún habito pernicioso, 2-ino de imprimir en él su mododi
entender las cosas, su espíritu femenino, y de dirigir su ac-
tividad mental, de goberna rlo, en una palabra, de cllmanssrlo,
como suelen decir algunas, y se gloriar. como de un gtáQ
triunfQ, como de la obra más provechosa, cuando lo consiguw.
Ln direccióu moral y religiosa de sus hijos In disputa haeu
conseguirla; en el gobien10 de la casa no admite la menor in·
tervención, puesto que ella es la que entiende de esas eoSSS!
es la reina del hogar. como se proclama. Rara vez o nunca
dice «tus• hijos, hablando con su esposo, eino crois> bij0:
Esa situación de cada instaote y de por vida en el hogar~~
méstico, sostenida con la tenacidad -de una función orgán1a
necesaria, puesto que es sólo la esteriorización del funciona
mieuto de estructut'as cerebrales heredadas, es uno de los mJi
graves inconvenientes a la paz y felicidad d~l matrimo~o di
un hombre de sicología patriarcal con unn mujer de instin«t
opuest<JS. El es asimismo la más pesada -rémora de la evok
RA.Zi CIHLENA 301

ción al patriarcado da la raza latina, muchos de cuyos hombres


sientan la tendencia hacia esa evolución natural. Ya recordé
que la mujer presenta mayor resishmci11 que el hombre a la
evolución orgánica.
El celo feroz y sanguinario, producto en el hombre prehistó•
rico de su egoísmo reproductivo, terminó una vez llenada la
misión para que fué creado, y en BU lugar nació el celo vigi•
)ante de cada momento, pero sin j ropetuosidades violentas, que
ya no eran necesarias, y así se establecieron la relaciones se-
xuales ordenadas del matrimonio patriarcal con sus derechos
heredit-0rios a la vida. de la esposa.
Esa armonía síquica de los matriruonfos patriarcales ha con-
cluido por transformar el instinto ~enésicoanimal del hombre
primitivo en el amor del esposo, que no es la pasión sensual,
ni el amor apasionado del novio, sino un sentimiento trnnqui-
lo, natural, como el que se eiente por una parte del propio sér,
por la mejor parte del propio sér; sentimiento que no encuen-
tra amplia base para desarrollarse en los esposos m.atriarcales
en estado de transición, como es el que atraviesan los pueblos
meridionales eur opeos. De esto proviene el hecho co rioso de
que sea preoisa.mente en las razas cuyos antepasados bau de•
rramado a raudales la sangre de sus esposas, en las que a la
fecha sen. más raro, casi inusitado, el uxoricidio. E l esposo
ofendido en su honor P.Onyugal descarga de preferencia su
cólera sobre el hombre ofensor. Matar a su esposa sería para
u11 Germano de sentimientos correctos COlllO npuilalear su
propio corazón. Por el contrario, el matriarcal, a pesar de su
débil o nulo egoísmo reproductivo, la ofensa a su derecho le-
gal de propiedad, que es el más (uerte en él, o a su delicadeza
de esposo, la venga de preferencia eu su eterna rival de cada
iustante. No creo necesario repetir que lo anterior es lo gene-
ral. Las excepciones, aquí como siempre, coufirmau la regla .
Las consecuencias sociales que se desprenden de la diversa
sicología conyugal entre pat:-iarcales y matriarcales son nu-
merosísimas y transcendentales. Sin hablar de la importancia
de la intromisión de la mujer en la direcc:ión de la sociedad,
ni de las leyes que rigen la constitución de la familia entre
unos y otros, quiero decir aquí dos palabras sobre la diferen-
cia capital que existe entre lo que se llama feminismo en las
naciones matriarcales y lo que se nombra con la misma pala-
bra en las nariones germanas. .
En las naciones latinas lo que se entiende por feminismo es
realment~ la reversión atávica al dominio real de Ja mujer, a
la imposición de la sicología femenina en la rur eccióo del Es-
tado. Por eso se aunan en las doctrinas sociales feministas de
30$ NTCOL ÁS l'AL!.0108

aqnellos países las tres mnrcas más características del matriar-


cndo: el sentimiento comunista de la propiedad, la snstitación
de la justicia por la beneficencia en la distribucióu de los be-
neficios sociales, y la derresión de las vfrtndes qne en los pue-
blos patriarcales son el fund amento de la moralidad de la fa.
milia y de la moralidad general. El fetoio_istno político de
Inglnterra es un sentimiento completameute diverso: se illicia
allí el mistilo fenómeno interesantísimo que apareció en Austra-
lia y Nueva Zelanda: una reaccióll natural hMia un régimen más
rlemocrático. Como la mujer inglesa, de Eu ropa o de Oceauía,
no se permite opinar de diverso modo que su marido, el de-
recho de sufragio concedido 11 las mujeres casada$ en la Aus-
tralasia inglesa íué sólo el establecimiento espontáneo de lo
que los políticos llao:u~n vo~o proporcional: el hombre casado
tuvo m1í a su disposición dos sufragios. De ese modo en nque-
Jlas ·colonias inglesas se impusieron en su dirección política
lns doctri nas democriiticas, que las conduce.u rápidamente a
una prosperidad maravillosa. Obtenida la reacció11 dewocn\ti•
ca, l1a cesndo ya easi del todo la importancia ~l voto femeni•
no, y hoy las damas austrnlianus con pocas exeepciones se
quedan en sus cnsas el d!tl de las votaciones, y los austrnlia•
nos se rieu de buena\ gaua recordando los tiemp9,a de su her-
mosísima cam pana poliLica ganada con el sufragio de sus mu-
jeres.
El feminism.o de EE. UU. es sólo un problema moral tran•
sitorio desarrollado eh algunas de sus grand~ ciudades, pro-
blema que resol~erán satisfactoriamente el día eu que pongan
ma11os a la obra, tarea que ya empiezan sus grandes diarios.
Por eso no se ven ui en Inglaterra, ni t:n Australia, oi en
Norte-América los demás signos del matriarcado. El individua·
lismo que domina en EE. UU. es único eu el tnundo por su
severidad1 como lo veremos más adelaute. Las virt:ides varo-
niles <lomésticas inglesas son ejemplares bajo todas las lnlitu•
des. El feminismo latino y el feminismo germano son dos
fenómenos disf.frlt-0s con el mismo nombre. Analizaré más ade-
lante esta materia con mayor detención cuando trate del con•
cepto poUtico del pueblo chileno.
Y -rol vieudo a la condici,ón de In esposa en las razas patriar·
cales, recordaré que la mujer adúltera entre los Araucan05
perdía su derecho a la existencia, quedando sa vida a la vo-
luutad de su marido; sin embargo, el espoao indígena, que era
celosísimo e inexorable con el hombre que había atent-ado•
su honor, se limitaba de ordinario. a veoi:ler como esclava a la
esposa infiel o a devolverla a sus padres, el cual estaba ohü,
BAZA CBtLEN A 309

gado a restitoir al yerno o(endido Jo que de él hubiera recibi-


do al tiempo del matrimonio.
Mientras los antiguos romanos tuvieron derecho de vida y
muerte sobre sus esposas, la historia no registra J1i11gú11 caso
en que se hubiera ejercitado ese derecho; fué después que se
euprimió, en honor y beneficio de la mujer, cuando se vierou
los uxoricidios cobardes de todas clases haciendo número en
In insensata crimiunlidnd de los malos tiempos del Imperio.
Pero no hay manera cie cOtn'encer a los latinos con los he•
chos. La enseilnuza que encierran los hechos deriva del acervo
do ideas ahnacenado en la cabeza, y ya sabemos que el care·
b1 o de esta raza, según Ferri, sólo entra eu funciones por la
excitnoión del momento, yu sea producida por un heobo acLanl
o por pulnbras. Que sigan creyendo t1ue son ellos los que me•
jor eabeu nlllnr a sus mujeres porque piden para ellns todas
las libe11lndee, todos los derechos¡ pero que uo pretendan ha-
cernos creer a nosotros en esas palabras los mismos ql1e lus
dejan perecer en los incendios o ahogarse eu los naufrogios
siu prest-arlea ayuda.

4. UNA OA USA BlOLÓOlOA DE LA DJ::CADEiSCU. DF. LU


SOCH!DADES

El úUimo de los tres periodos eu que, pnra facilitar In des•


oripción, supuse dividido el cicl" 'ele lus civilizaciones, es el
mñs corto. El auge y eJ brillo alcanzlldos durante el periodo
del mesti1.aje prolonga a veces In vida de esas sociedades por
lu inercia de las cosas, cunudo uo se presunta la ocasión de
¡>oner a prueba su resistencia; pero bajo esa capa brillante se
tisconde en sus postrimerías un esqueleto roído por la carcoma
1noml. Desde entonces la pendieute se torna on precipicio.
¿De qué manera la corrupcióu de las costumbres trae lo que
llemau de~eneración de lns razas? Notada la simulurneidad
constante de esos dos hechos, los pensadores los han relacio•
uado, pero sin dar con su verdadera causa. No es la corrop•
c:ióo de las costumbres lo que trae la degeneración de una
raza o más bien de una sociedad de las que trato, es, al con•
trario, el agotamiento o extinción de la raza superior. cuyo
eeplrito había sido In fuerza creadora do esa civilización, lo
que produce su ruina moral y polítka. Pero es verdad que el
efecto se convierte n su vez eu causa aceleradora de la deca-
dencia: desenfrenadas las costumbre!! domésticas, desaparecen
rápidamente los últimos vástagos de la raza dominante.
Cuando los hombres de uua casta o capa• social superior en
una raza patriarcal pierdeu, ya sea por impureza de s u sangre
310 NICOLÁS P.U.ACIOS

o por otra causa, el celo sexual, el fenómeno de so degenera-


ción lo explican los sociólogos moderuos sin apelar a castigos
providenciales por la corrupción que le. pérdida de aquella
virtud trae cousigo, ni se contentan con suponer una causa
oculta. Proceden como los biólogos cuando desean e:xplicat'Re
un caso de variaoióQ extensa en w1a .especie: comiem.an por
averiguar las condiciones bajo las que se verifica la fuucióu ele
su perpetuacióu, antes de pasar a otras indagaciones, y ali(
la bao encontrado patente.
La degeneración eu este caso es sólo cuautif.ativa, no bay
un cambio radical sicológico sino únicamente descenso en sus
mauifestaciones: el carácter se amort.igua, la inteligencia se
obscurece, los ideales se apocan, las ambiciones se reducen.
Se han perdido pues precisamente los distintivos de superio-
ridad social. Es que el ojo avizor del celo es, sino el único, el
más eficaz gua1xHán de que la 61inoión real humaua corres-
ponda a la qt1e aparece eu los libros d el Registro Civil o pa,
rroquiales. En las clases en que el hombre ha perdido esa vir-
tud generadora de la moralidad de su hogar, se nota muy
pronto, a veces desde la primera generación, que los retonos
de estirpes que hao dado ciudadanos honorables y de alzados
anhelos patrióticos, aparecen mostrando, sin que se sepa de
quien los han heredado y en ocasiones con una precocidad
pasmoso, el genio trapalón de cocheros, instintos de piuche de
cocina o ambiciones de hortera. No hay en eso degeneración;
así uo degeuernn las espeoiee ni las razas; eso se llama susti•
tución. Y son desgraciadamente los hombres de -valer por sus
otros cualidades, aquellos cuya acth·idad cerebral consume en
provecho de lo sociedad misma la mayor parte de sus ener•
gias, las primeras víctimas de ese proceso bastardo.
En e;os tiempos de decadencias, los buenos, los previsores
se casan tarde, los JJ:lalos, aunados, los excluyen de los nego-
cios públicos y el malestar social aumenl-a y se extrema hasta
provocar Ía reacción. cLa superioridad individual, dice La·
pouge, es una causa no solamente de inferioridad positiva de
In natalidad, sino también de elimioacióu directa en los esta•
dos sociales imperfectos, y el mecanismo de la decadencia es
una selección regresiva eliminadora de los elementos superio-
res. Los economistas dicen que la moneda débil destierra n la
fuerte¡ en el conflicto de clases y de razas, la inferior derrota
a la superior>. Esto sucede cuando las razas superiores se
dejan embaucar por las declamaciones iutet'esadas de las in·
feriores respecto al absurdo de la igualdad de todas las rtuas
humanas.
llAZA OHI LEN A 311

6. ÜR>lTERTO VARONIL Y CltlTEB,1O FE31.ENL'<O DE LA JUSTlCI..\.


Fuwo. UIENTO lllOLÓGTCO DE LA !fECESIDAD DE LAS VlltTU·
DES DOMÉSTICAS, ESPECIAL:ll"E.NTE EN LA MUJ"F.R.

La locui:a filantrópica santiaguina tiene, como puede verse


por lo anterior, un significado mucho más grave del que pue•
de colegirse de un e:xnmen superficial. Ella es una manifesta-
ción visible del influjo perturbador de la mujer en In admi-
uietración del Estado.
cSólo la justicia hace grandes y felices a los pneblos> es
aforismo repetido por todos los pensadores. La mujer babia a
menudo de justicia; pero es necesario no pagarse de palabras
siuo observar lo que ella llama con ese término, y como p.ro-
cede.
Justicia, dice Spencer, implica cque cada individuo recoja
loe resultados favorables o desfavorables de eu propia natura-
leza y de la conducta consiguiente>, o como decimos nosotros
,u cada cual lo suyo y por so bueno,. cPero es nota especia-
lí:iima de la naturaleza de la mujer, anade el mismo filósofo,
consecuencia de sus funciones msternnles, distribuir los bene-
ficios no en proporción del mérito, sino en proporción de lu
falta de mérito, dando más donde la capacidad es menor,.
El que no lo ha visto comprende sin emburgo perfectamente
el caso de una madre virtuosa y sensata que espera, disi,nu-
lando su impaciencia, a que se duerma, rendido por el traba-
jo del día, el hijo que sostiene penosamente a su familia, para
eutrar en puntillas a su cuarto a registrarle los bolsillos y eus-
traerle su escaso dinero de reserva, saliendo triun.fnnte con sa
presa y murmurando con aire de quien proclama una verdad
inconcusa: cno es justo que éste tenga plata de más cuando al
otro le faltará muchas veces un peso para comer,. cEI otro,
ee el hijo mayor, el tunante de la familia, un bribón egoísta
que ha encontrado rozones para conveucerse de que sólo los
tontos trabnjan en este mundo.
Cuando desde esta pampa salitrera contemplo con la imagi•
nación a nuestros más encumbrados hombres dirigentes acer•
carse con u na sonrisa maternal a la cuna de un rorro de ban-
dido, de los patrocinados por San Koska, y hacerle carillitos
en los carrillos con la punta del dedo, mientras le dicen «agó,
con voz meliflua, veo como si lo estuviera mirando con los
ojos de la cara, que son las mujeres de tas familias de esos
ruaudatarios, esposas, madres, hermanas o hijas, las que los
han arrastrado a exhibirse tao tristement& note el pueblo viril
que gobiernan, pueblo que se impone con el espanto en el
312 1fICOLÁ8 1'.l.LACIO8

alma de esa extraf\a metamorfosis de sus hombres superiores


y que se pregunta augustiA.dó ¿,a dónde nos conducirán ,? '
¿Ignora alguuo que esté medianamente iwpuesto de uue8•
tra historio actual cuales fueron los dos ruisterios de que h11•
blaba Isidóro Errázuriz como causantes de los luctuosos suce.
sos del 91?
Chile ha estado ya eu una ocasión gobernado por faldas.
Hace ya de esto muchos ai1os. Fué a me<lilldos del siglo XVU
cuando llegó de gobernador a Chile el anciano Acufla. casado
cou una it~liana joven, la Pa\lavicini, la cual tomó el moudo
de la colonia mientras su esposo se curaba de tiutiguos reu.
mas. Vestida de hombre y monf..\da en brioso corcel dirigió
unu ca~peada en contra de los Araucanos par11 hace!' prisio
ueros y venderlo!! como e,sclavos. El resultado se adivino. El
desastre fué espautoso y estuvo a puuto de perderse la t'O•
looia. ·
Copio del hi~toriador Ottrv.allo y Goyeneche ( Historiad.orea
de Chile, tomo 9, páp;. 74 y siguíentes) las lineas•en que pne,
de verse lo que si~ni6caba cun alzamiento de indios• eu aqne•
r'los tiempos. El admirable espionaje que .nantenian los Aren,
canos les hizo saber cou mucha anticipación las intenciones
de la Presidenta y sus bermanos,,por lo que corrieron la fied1a
ordeuando el levantamieuto y fijau,lo dín_ y horo. Estos mo,·i•
mientos eran orgr..nizaJos con tanto sigilo y con n_rte tan con•
su mado que sus efectos erAu siempre terribles. Esto,s Vúuda-
los americanos erau tan destructores y lt:mibles eu sus expe·
dicioues guerrerlls corno los europeos. .
Al mando del toqui Leubu-Pílláo se lnanló en masa la
.Araucania. cEo uo mismo mome11t.o se ecbarou sobre t-0dos
los establecimientos y las estauciua del territorio compreudido
entre los ríos Muule y Biobio, y atacaron las plazas süuo<las en
su país interior. CauLivaron más de mil trescientas personas
éspanolas. Saquearon trescientas noventa y seis estauciss.
Quitaron cuatro"cientus piil cabezas de ganado vacuno, caballar,
cabrío y de lana; y ascenrlió lt\ pérdida de los vecinos y del
rey a ocbo millones de pesos. de que se hizo jurídica iuf<)rwa•
cióu . Se abar)dooarou las plazas :y fuertes shi que quedasen
otras que Arauco, Boroa y un Cortíu en el cerro de Chepe.
Arruinaron todas las casas de couveraión. Cautivaron a sus
conversores y se llevnroo y profaoaiou los vasos sagrados, Y
con SS\crílego 'desacato destrozaron y ultrajaron )as santos imá·
genes, y entreg11ro11' los terqplos al fuego,. Sigue el historia·
dor Carvallo enumerando los estragos hechos por los indios, Y
couch,1ye: cEstos horribles males causaron el interés y la adu•
IMión fomentados por una mujer>. ·
RAZ~ OHrtiEN A 313

El pueblo de Concepción se amotinó, y Acuna habría sido


linchado si uo se mete en el convento de los jesuftas. Fué al
fiu destituido, a pesRr de una información con testigos falsos
comprados con su hermosura, que mandó al rey la italiana.
Eu descargo de los ccohardes» Araucanos por su irreveren·
cía cou las imágenes, d,ebo recordar que nuestros antepasados
indígenas nunca tuvieron una iruag~n de su Dios, por lo que
creían que los conquistadores acioraban como a dioses las -imá•
genes de los santos, lo que hería vivamente s us ideas religio•
sRs, por cuya rm:óu ru.,ron siempre furiosos iconoclastas, como
lo habf11n sido lo!! couquist.R<lores en otro tie1upo. Cou las ca-
be1.as de las irn1\i?enes d e mu<lera jugaban los Araucanos gran•
des partidas d e chueca. Eran bárbaros.
La preseuciu de unn mujer en el Ejército extranjero hizo
alimentar tales esperanzas d e reconquist~ a los indios que en
realidad ecituvieron a punto d e conseguirlo. Hubo atin nlgu •
nos qne opinaron que se abandonara definitivamente la coU·
quieta de Arauco, y aun lo de todo el s ur.
Refiere el historiador Carvallo varios actos de los «va lento•
nes> indigenos que teofan verdaderamente aterrorfanQa a la
metrópoli militar de la colonia, a Concepción, de esos hechos
de audacia araucana de los huentrim, que los llevaban u c11bo
son, iendo, más como quien hace uuu broma que como quien
realiza una hazana, y te rmina Carvallo: e Y parn decirlo de
uua vez. llegó a tanto s u osadía, qne a las tres de la tarde cau,
tivaron dentro d e la población a un sacristán de la CatedraJ.
(tomo IX, pág. 00). Y después de esta digresión sobre hi!1to-
ria, que siemprtl em•eila a lgo, vuelvo al tema.
Probablemente }03 santiaguinos no se imaginan las deduc•
cioues que los que están al tanto de lo que siguitican esas
muestras de la inte rveucióu de la mujer eu los negocios de
afuera, puedan sacar respecto d e los que se ventilan dentro de
sus hogares.
Ya he recordado que en este pullto de moral la pendiente
es rapidísima. No h11y en él mnnifealncióu alguna. por iosig•
nificante que parezca. que 110 entrane graves consecuencias.
Como en todas las religiones de filiocióu patriarcal, la ciencia
darwininna considera 'lue, en todo lo que al.rule a la corree•
ció11 de las funciones que perpetúan las especies, no hay parve-
dad Je materia. Como 110 hoy tampoco insignificancia de tiem-
po: un minuto fatal puede destruir para siempre la obra selecti•
VI\ de largos siglos. Los be1wficios sociales que rerort-a el cum-
plimiento de IR ley de supervivencil\ del más apto, es1á11 fnti
mamante ligados a la perpetuación de lu naturaleza de los mas
capaces, uo a la ele sus apellidos. Es, pues, In moralidad fe •
314 NICOLÁS P3.LACJ08

menina en esta materia la que tiene capital importancia, y es


sólo en ella que la selección ha querido que esa virtud, posea
un siguo físico que acredite su exist-encia.
Siento no poder dar mayor desarrollo a esta tesis, quo es
una de lus fundaU1entales de la ética evolucionista y la de ma-
yor trascendencia, pero que no puede ser tratada por la pren-
sa. Y lo siento porque siendo ella, por su propia naturaleza, la
que mó.s genuinamente caracteriza la diferencia entre patriar-
cales y matriarcales en cuanto a moral sexual, su análisis más
detenido habría hecho comprender más claramente el abismo
que separa una de otro ambas sicolog(as.
Los que sólo leen las obras de los países latiuos o las pocas
de los países germanos traducidas a los romances porque en
algo concuerdan cou aquellas, no se imaginarán la gran dife.
reuoia de criterios sobre esta cuestión que dirige las literatu-
ras de esos pueblos. Menos podrán figurarse, si no han vivido
e11 la intimidad ge las familias de una y otro. raza, la dispari•
dnrl completa de ensel'lauza y de conducta en unas y otras.
El pueblo ignorRute germano no razona, pero posee sobre
estos instintos arraigados que lo dirigen¡ los más ilustredos se
dan de ello cueut.a muy cabal y le acuerdan toda la importan•
cia que merece. Dnraute la última exposición ut1iversal de
París, visitaba yo un día los palacios de las bellas artes en
compa11ín de un médico ruso, el cual me llamó In ntenoióu a
la gran diferencia que se notaba desde la primera mirada en
el uúmero de desnudos que se exbihían en las seccioues de
los países latinos comparados con los países germanos. Sólo
dos en la inglesa, el conocido de Lady Godiva y otro de iuten•
ción asimismo honesta; poquísimo en In alemana, y ninguno
en la rosa. En todos los desnudos de lqs países matriarcales
era muy manifiesta la intención de excitar la pasión sexual, y
eo muchos In impudicia que manchaba las obras de factura
más exquisita, especialmente en la escultura, causaba profun-
do disgusto. La serena y castísicna desnudez de l a estatua del
arte griego clásico no tenía aJU niugúu represe1ltnnt-e. Aunque
era observación que yo había heobo, el doctor sacaba de ella
consecuencias particulares. La completa t\useucia de desnudos
eu los cinco o seis grandes salones de su patria parecía llenarlo
de orgullo, y me la señaló como prueba coucluyeule de la su•
perioridad de s u raza, fundó en esn superioridad In justicia del
pa11slavismo o dominio del mundo por los eslavos, y me dijo,
con la convicción de un bárbaro del siglo V, que Dios tenía
destinada a s u raza para restablecer la virtud cu el mundo.
Me consta asimismo que las familias inglesas no visitaron
aquella exposición, más que por otra causa, porque la prensa
RAZA OEIIUlNA 315

de Inglaterra dió a conocer ese aspecto particular del arte que


allí se exhibía en salas, frontispicios, jardüies, avenidas, etc.:
eo todas partes y con cualquier pretexto.
Desde que Spencer publicó su Data.o/ ethie, a ningún hom•
bre de ciencia le es permitido creer en una moral absoluta y
universal. Cada pueblo, cada raza tiene lP suya propia, amol-
dada a sus costumbres pal'ticulares. Por lo tantQ, en la presen•
te cuestión, lo que es inmoral para los pueblos patriarcales, no
lo es para los demás. El dielintivo característico de las reHgio•
ues de los pueblos de sicología matriarcal es precisamente la
existencia de di\rinidades iemenioa.s eu su Empíreo coexis-
tiendo con ritos y prácticas que se llaman impúdicas por juz•
garlas con criterio moral varonil; pero que son tan puras y
sagradas para aquellos como son las nuestras para nosotros.
Las ncciones latinas no exbibirían a Ja vista del mondo esa
marca de su espíritu si la creyeran inmoral. Lejos de ocultarlo,
como not.an que ese signo de reversión síquica se acentúa
cada día más en ellos, lo miran como siguo seguro de progre•
so, de civilización, y si sus maniiestacioues públicas no son
todavía más aparente!!,, es sólo porque saben por tradición, por
el control que a la distancia ejercen sobre ellas las naciones
germanas y por la eosetlanza del crist-iaoismo, que .el pudor y
la castidad son la base de la moral de la familia.
Lo anterior es dicho, naturalmente, en tesis general. Es el
resaltado evidente de la comparación de esas dos razas, sin
que por ello olvide las numerosas excepciones que aparecen
en una y otra. Las cost11mbres primitivas pelasgas, etruscas o
ibera1:1 no volverán ya a dominar en toda su antigua crudeza
en el sor de Europa: la evolución natural del matriarcado al
patriarcado es una faz conocida del progreso moral.
6. ÜR,151S MOlU.L E~ LOS t>Ai1n:s LATINOS. Su OAUt!A DIOLÓGTCA .

Por lo anterior podrá apreciarse la gran verdad del mal


que las doctYinas de los pueblos latinos introducidas en Obile
podrán causar a nuestra roza, de sicología tan netamente pa•
triarcal.
Lo que ban dado en llamar «crisis moral> los escritores
ceoropeos, y que hoy aflige a lqs pensadores de aqae1 cootinen•
te, encierra en el tondo el confüct-0 sustancial de la sicología
étnica que he diseflado entre unos y otros de aquellos pue-
blos. A unn gl'an parte del pt\blico ilustrado no le bastan )ns
a6rmacion.es dogmliUcas religio~as en materia de moral, y
como los escritores generalmente no conocen la base biológica
de la ética, se e,n_ouentrau impotentes para dirigir por rumbo
316 NlOOLÁ8 PA.l,A.01011

determinado las contradictorias opiniones que alU se emiten y


que han producido por fiu una verdadera anarquía en los eá-
píritus. Ese conflicto es pues hondo, como lo son los orígenes
rnciales de que prt'>viene. En los pueblos latinos, que es donde
cunde la anarquía moral, los sentimientos íntimos heredados
pertenecen, con mayor pureza cada día, a las razas originales
de esoa poises, y el criterio con que se sigue apreciando las
manifestaciones visibles de aquellos instiDlos. esto es sus cos-
tumbres, es ~I que ell 111s trndicioues, literatura, le~slncióu,
etc:., bau dejuJo eu eaas comarcas los pueblos de sicología pa•
triarcal que los han poseído. El conflicto es pues entre el con-
cept-0 y el precepto; el primero pertenece a una raza y el
segundo a otra. Ln legislación romana y el criterio moral de
los patricios, que hasta la fecha ncalan do buen grado, con li-
geras variaciouca, l~s países J?ermanos de Europa, son resisti-
dos instiu tivameJ?te por los pueblos latiuos.
Esa anarquía moral empieza a dejarse sentir eu los escrito•
rea de nuestro país con su cortejo obligado de wales sin cuen•
to. Con mucba frecuencia leo en algunos diarios d~I sur espe,
cialmente de Sautiago, las más enérgicas censuras por la in-
tuoralidad política, la falta de honradez o.dministrotivu, la
venalidad de los funcionarios públicos, etr., etc., que desde
poco tiempo a esta parte viene genernlizáudose en Cbile. Pues
bien, esos mismos diarios se han declamdo ndalide!I entusius-
las y conveucidos del feminismo. doctrine, o cmovimiento,
como lo llaman, destinada a salvar a In humanidad de todos
sus males, y por ende a nuesko país. Y repiten todos los 11r•
gurnentos y rnzones de los escritoi:es de los pueblos rualriarcn•
les de Europa y AmériM.
El más furibundo fusLignd_or de las torpezas o de !ns molda,
des que nota en nuestros gobernantes es también el máti femi·
nista, y como es el i•ortl\VOZ de un part.ido político, teudríttmos
aquf aules que en los países latinos incorporado ese cmo\"i•
miento• en In política militante. No trepida ese diario en
admitir todas las consecueucias lógicas del feminismo en ar•
tículos de fondo llamando mojigatería al pudor e hipocresía al
recato, y la ponmixi1\ es su ideal de relaciones sexuales. No
tiene pues la más rerootn idea de la verdadero doctrina cíentl·
tifica en este aenuto. Se qaeja de los moles que ve cou criterio
chileno y aconseja los remedios con las ideas latinas en bogn
eu la capitfll. Esn incongruencia mental está haciendo escuela;
los diarios de ese partido eu provine-is siguen al de Santiago Y
el absurclo está tomando carla de naturaleza en Chlle, sin que
nadie t111te de combatirlo. Es convtn¡iente empezar.
Naturalmente que es nuestro maternal gobierno el que da
RAZA CHILEN" A 317

la nota por la que se afina toda la orquesta. No me refiero al


despojo del hijo trabajador en beneficio del tunant-e, sino a
un capítulo completamente original y sin precedentes en la
redondez de la tierra que trae la SitJOptrÍ$ Estadistica, etc.,
o6cilll de este po{s eo que habitamos los descendientes de Cau•
policán. Dicho capítulo se titula en letras gordas FE~UNIS3fO
y en él comienza el redactor oficial por laroent.arse de que eu
Obile no se haya emprendido todavía cona campana en pro
del feinioiemo, romo en algunos países de Europa,; pero se
consuela y disculpa ante el país y el extranjero enumerando lo
que ee hace en ese pro y lo sellala COlllO promesn del porvenir
halagador que aquí le aguarda en uo lejanos días. En ningu•
no de los países matriarcales, en donde el feminismo es innato
eu la población, los gobernantes lo han aceptado como progra•
ma ni como aspiración del Estado. La sonrisa burlona y des•
denosa que el solo nombre de feminismo pro\'oca en los países
de raza fuerte, y también el propio sentido común, los ba de•
jndo atrasados respecto de nuestro progresista gobierno en e~e
movimianto. La frase entre coruiJla es tomada de la Sinopsis
publicada el pdmer ano de este siglo, págiua 292.
De modo que parece que tenemos ya ul femiuismo como
programa político de un parLido, y, de seguro, como progm•
1na de gobierno desde el comienzo del siglo XX. Pero ya sa•
bemos que la intervención de la mujer en asuntos de la calle
indica descuido de los de la casa, flojedad del control varonil,
atrofia el celo y de las virtudes que de él se derivan. Hay ma•
nifeetaciones públicas de que el cuadro es completo, como era
lógico suponerlo.
Como e~tas cartas serán recopiladas en un pequeno volumen,
para lo que t~ugo su autorización, y como los libros tienen
lurga vida, quiero, set1or, dejar constancia de esos hechos y de
In fechll de su apnrición en nuestrn sociedad, pues cada día
que pnsa los pensadoreficle In escuela evoluéiot1ista dan mayor
importnncia a las cuestiones morales, cuyn base biológica se
preseuta hoy clara, eu In explicación de In marcha de las SO·
ciedades.
Es con el nlmn npenada que, en obedecimiento al m&ndato
Je intereses superiores de ra7.tt, voy a escribir las siguientes
páginas.
Quiero previamente afirmar, porque lo sé, que es falso que
toda nuestra clase superior, la f:lor de nuestra mza, haya sido
arrastrada por la vorágine maldita de iumornlidad y de cobar•
día qt~e hoy nílige al país. Las eetirpes mns 1?ol>les se han
retirado casi por entero de los negocios públicos. Si uno ee
fija, no en los chilenos, sino en los individuos de raza chilena.
318 NICOLÁS 1'.i.LA.010S

ve muy claro cuales ramas de nuestra aristocraci~ se ban ma.


leado, ·siendo fácil coostawr los apellidos latinos de moderna
data que aparecen en la dirección del Estado, aliados a ramas
de antiguas y nobílisimas familias chilenas, imprimiendo a
todo negocio que cae bajo su mano el sello de su alma par-
ticular. Más dificil, sino imposible, es, para los que uo hayan
practicado investigaciones especiales, conocer las e~tirpes chi,
lenos bastardeadas por la primera invasión latina de que ha-
bla el abate Gómez de Vidaurre, y que tan patrióticamente
deplora.
Hay que acostumbrar2e n hacer esa distinción entre chile•
nos da uacimieuto y chilenos de raza ai se quiP.re apreciar
nuestros caracteres étnico!¡, porqM ei bien es verdad que al•
gunas alianzas deeventajosas no han producido los males que
emu de temer, lo comúll es que en e~as almas mesti1.as aparez•
can des,•irtuadas nuestras cualidades rnciales, cuando no per•
vertidns, desequilibradas e, anuladas del todo.
El chileno es intelectualmente modesto, lo que unido n la
falta más o menos acentuada de brillo imaginativo, lo coloca
en condiciones desventajosas frente n lns razas meridionnles
europeas, cuando se juzga superficialmente de cualidar.les infe•
riores. El hombre honrado y patriota desconfía de sus aptitu-
des de goberuan~, teme la responsabilidad que pesaría sobre
su conciencia si los ser\"icios públicos por él desempeñado!ci, si
su patri!'I, resultaran perjudicados por su incompetencia y su
presunción . Esas condiciones de su carácter ban ido elimionndo
del escenario poUtico a muchos hombres verdaderamente su-
periores, los que han sido remplazados por otros de condicio•
nes opuestas, venidos de la variedad inferior de nuestra propia
raza o de mestizos de razas matriarcales.
Ese aesvío de los mejores ha arrastrado después a los bue-
nos y luego n los mediocres. Hoy se cuentan en los dedos rle
las manos los que aun bregan en contra del torrente <levaste•
dor. Las mujeres, que en procesión interminable trafican 1l Is
fecha por las escaleras del palacio de gobierno y llenan les sa·
las de espera, concluirán por aleja r de In Moneda a los pocos
hombres que todavía lucbnn, porque nada molesta más a los
hombres serios que In inten·encióu de lns faldas en los nego·
cios graves de Estado.
~7.A CB'.tLERA 319

7. LA INMO&ALlDAD D"E UNA PARTE DE NUESTRA ARJSTOCRA·


OIA ES RECIENTE. FEOBA DE LA AP,UUCTÓN DE ALGUNOS ES·
TIGllfAS DE DEOADE"NOlA MO&AL. LA CIENCIA EXPERUIENTAL
JlJSTIFlOA LAS VIRTUDES OOlt.ÉSTICAS.

cDiríase que el progreso de la inmoralidad es la nota domi•


nante del periodo que nos ocupa». Confesión de parte.
Se refiere el redactor de esa revista oficial a la expectativa,
o fantasma como él la llama, de pro:-urarse dioel'O sin traba-
jar, apelando a todas las variedades del fraude . El cuadro de
desmoralización y desgobierno que nos describen los diarios
de todos los partidos políticos es bien conocido para que tenga
necesidad de ser repetido en eehls páginas; pero es convenien•
te recordar que esos reproches no tocan a las capas cardinales,
al tronco y raíces de nuestra raza.
Voy pues a pejar constancia de algunos hechos públir.ob
tristísimos que revelan claramente que el mal ha llegado a In
médula y que su curación es sólo obra de cirujano. Lo que he
recordado como base de la moralidad privada y póblicn, lns
virtudes domésticas, que han colocado siempre o nuestras fo.
milias superiores a la altura de las más nobles de los países
varoniles de Europa, muestra hoy estig01as inequívocos de
d~generacióu. Quiero apuntar la fecha en que hnn aparecido
en nuestra sociedad porque ella prueba que el mal es reciente
y que su extensión debe ser todavía mui limitada,
l. En el otono de 1902 asistieron por primera vez en Cbjle
señoras y señoritas de nuestra aristocracia n presenciar la re•
presentación de piezas teatrales de carácter inmoral.
Esa clase de espectáculos es propiedad exclusiva de las oa•
ciones latinas europeas, latinos son sus actores y empresarios,
latinos sus temas y su enseíianr.a. El empresario santfaguino
comenzó la serie de tandas destina<lfls a In familias aristocráti•
cas de la capital con la destreza del corruptor de oficio: eaco•
gió de su repertorio lns piezas cuya bajeza no fuera tao evi-
dente ni sostenida, que dejaran a las damas oportuuidad de
disimular, tras de su abanico o entablando una conversación
repentina, s n falta de sonrojo en los pasajes crudos. Explorado
el terreno con ojo experto, comprendió que podía llegar pron•
to ni fin. Los diarios de Santiago han estado dando cuenta de
las tandas que han presencindo aquellas familias. Entre esas
tandas las hay que son indecorosas desde el título, en las cua-
les no sólo el argumento es proíondameute inmoral, sino que
sus escenas, sus palabras, su~ llamados chistes son de una li-
cencia impúdica tao desvergonzada que uo me atrevo a califi•
320 NJCOLÁS PAt,AOIOS

carla con las palabras que le conviene. La deshonestidad de


tales piezas es tan sostenida que parece calculada para que,
por muy hábil que sea el arte de disimular en la mujer que la
presencie. no puedan quedar dudas de su Jaita completa de
decoro. Pobrecillast· D-,sde lo más intimo de mi corazón las
compadezco. Ellas no tienen la culpa.
En esa escuela de enseilan1:a objetiva habrán apren,Hdo
que el matrimonio sólo es necesario paru la uniformidad del
apellido de·los hijos¡ que la fidelidad es una simpleza¡ que el
esposo es el sér ruás ridículo de la sociedad¡ que pudor, reca•
to, castidad y demás pamplinas que andan en boca de algunas
viejas son antiguallas y expresiones de su despecho y envidia¡
que el mundo marcba y va derecbo·nl triunfo definitivo y
comf)leto de la mujer. de la mujer libre.
Pero ellos estarán satisfechos. Ellas saben de me1norin lu
lección y están listas para ir n la Monee.la n couseguirles un
empleo, un conlrato, ua viaje a Europa, y llegaróu a ,Pala-
cio» con la sonrisa alentadora y In actitud rendida de la mu-
jer que solicita, mientras ellos esperan trnnquilos en el club o
en los paseos, 6losofan<lo sobre los vern.ajns de tener mujer
hermosa y In vista g')rda, y dándose esa importancia exagera•
da propia del marido consciente de su desgracia.
Esos hombres, que son los que han adulterado nuestra esta-
distioa criminal, deben estar ahora más convencidos ')Ue nun-
ca de lo tenaz e incurable in~ptitud de este f>Ueblo para
marchar adelante con la civilización, i,orque no bnbrát) dejado
de notar que a las tandas educadoras, la clase de-«merlio pelo,
ni las populares bao llevado a las mujeres ni siquiera a los
hombres jóvenes de sus familias, siguiendo en esQ el ejemplo
estúpido de la aristocracia que, según ellos, pt'\tmanece hipó•
crita y atrasada. Habrán uotado con disimulado encono que
las únicas mujeres que l!Sis ~Jan a esas tandas eran las suyas,
que ocupaban los asientos de primera clase, y allá eu el paraf-
so otras mujeres, las más desgraciadas de la sociedad. De ese
cuadro tomará notcA la historia.
Algunos diarios de SaoLiago, especialmente el decano de la
prensa de la capital, en un trerile11do articulo de fondo titula-
do El trirmfo del Oa11cá11, condenarQn en los términos más
enérgicos esa novedad en las costumbres santiaguinas; pero
su argum~ntación estaba falldada sólo eu el sent.imiento ins•
tintivo correct.ísimo de sus redactores en esa materia, o en los
preceptos de la moral cristiana. Existe, pues, en Cbile, como
en los literatos latinos que se titulan a sí mismos sociólogos,
desconoci1niento de la base biológica de In moral sexual, fun·
dnmento de la moralidad general en los pueblos de sicologla
RAZ& CHl.LE:-i.A 321

varonil. Por ese motivo me he detenido en estn cuestión de


tan capital impC1rtancia.
No es en nombre de ninguna doctrina filosófica especulati-
va, ni en nombre de ninguna religión, sino en nombre de la
ciencia moderna experimental que es hoy posible afirmar que
las virtudes domésticas, cantadas por los más grandes poetas
de todos los países y tiempos, son el Arca Santa, intocable,
que encierra el secreto de la felicidad y del perfeccionamiento
del hombre.
Pero, formando contrast-e con aquellos diarios, el órgnno
feminista de Santiago aplaudió calurosamente esa conducta de
una parte de la aristocracia chilena, llamándola «quitarse la
cureta,, y daba en lugar preferente de sus colamnas la lista
nominal de las damas asistentes a cada tanda. Allí quedarán
sus nombres nrchivaflos a perpetuidad para el que más tarde
desee averiguar las caueae intimas de los sucesos qae conti•
nuarán nuestra historia.
2. La invasión de novelas inmorales sin más mérito que su
impudicia descarada, que continúan IJ1 obra del «género chico,
de los teatros, novelas generalmente «ilustradas» con figuras
de la misma escuela, y que se sirven a domicilio o l)regonnn
en las calles y paseos. Janlos con éstas han aparecido en cáfl-
ln vendedores de estampas y fotografías indecentes, qqe pul u
lau CQU toda libertad en las ciudades y van extendiendo su
pnrroquin a las aldeas y a los campos.
A esta pampa ha llegado una verdadera plaga de talea co•
merciant<:s. Con una gran canasta a las espaldas reconeu lns
oficinas salitreras ofreciendo libros, oleografías y estampas obs-
ceuas a los calicheros.
Una anécdota personal a este propósito, y dispense.
Hará un mes que vi al primero de estos faltes eu uua esta-
ción de ferrocarril. En cuanto me vió, ·e) hombre se dirigió a
m1 y me alargó un cuaderno abierto de esos grabados. Lo re-
gistré un poco sin decir palabra, miré al sujeto y le devolví
el cuaderno.
Creyó tal vez que yo encontraba poco expresivas las figuras
por lo que me guh1ó un ojo y con una sonrisa cínica de rufián
deslió un paquete de fotografías y se me allegó para mostrár-
melas de cerca y en confianza. Era tan repugnante la inde-
cencia de las fotografías que alcancé a ver, que no pude
1eprimir el impulso de apartarlo de mí con un moderado em-
(lellón.
El hombre se enojó y e~gió que le explicara mi aetitnd,
lo que hice con este apóstrofe, más o menos: retírese el sin-
21
322 NlOOL.,_S PALACIOS

vergüenza. A eso has venido a América, a fomentar la eo-


rrupción en vez de venir a trabajar. Tus mismos pai!anoe
deberían impedirte que vinieses aauí a desacreditar a tu
patria.
Me retiraba cuando percibí que el tipo me seguía, y con
ademán provocativo, con la insolencia que les es particular, me
tomó de un brazo para que me detuviera. Me ví obligado,
seilor, para que 01e soltara, a darle unns cuantas bofetadas,"
ya con la sangre caliente le volqué el canasto y le rompí ade-
más algunos cuadernos.
Sé qae me ha demandado, y presumo que el juez me JUan-
dará pagar esa mercancía. que go1.a de franquicias en nues•
tras aduanas. Lo que es los golpes, creí habérselos dado en
justicia.
Y me aparté pensando en lo que dirá un roto que llegue
trista a su casa por no haber encontrado trabajo, ocupado !o
puesto por un extratlo traído de lejanas tierras con ese Clbjeto,
y que al entrar sorprenda a sus hijitos hojeando uno de esos
cua ,lernos, introducido eu su bogar por otro de esos e~dranos.
La i<lea de si le había dado los golpes al falte con ra1,Ón o
sin ella no estaba clara en mi cabeza, y me venía rumiando el
caso de conciencia, cuando de repente resolví el problema: las
bofetadas eran necesarias. justas; pero el que las había recibi-
do no las merecía. ¿Qué colpa tenía el desgraciado de que
hubieran ido o buscarlo a su tierra desde este mismo país que
rechA1.oba la única industria que el cono~ía, la de vender fo-
togra fíaa de los costumbres de aquellos lejanos pueblos? El
culpnble ero otro. La sonrisa del infeli7., que me pareció de
alcahuete, tal ve~ serla sólo la del mercachifle, que son muy
parecidas. De modo qoe la fórmula matemático. que resolvió
el problema fué: x = le tiré los bofetoues al moro y los recibió
el cristiano. Me servirá de experiencia.
3. Este ano que corre el diario feminista de Santiago n01
regaló s eus suscriptores un almanaque ilastrado, eu el cual
el programa y artículos de propagauda del partido político•
que sirve de portavoz alleruao cou grabados y textos porno·
gráficos.
4. Al Museo de Copias de escultoras de Santiago se ha lrai·
do el ano pasado nJguuas estatuas de sátiros y faunos. .
Las esculturas de esos 'lémidioses de la antigüedad latina
no faltan en ningún museo de algunos países de esa raza. W
gentes, especialmente las mujeres, las contemplan con cierto
resp&to religioso. Esas efi~ies reaniman en ellas estructllfl!
nerviosas no del todo atrofiadas, herencia orgánica de sus rt-
motos antepasados, y les despiertan reminiscencias pasionai!
no extinguidas aun de sus lejanos abuelos de nuwas ferarum.
Se lns ve permanecer largo espacio entre ellas, embelesadas,
estáticas, retenida.s por halago íuexplicable y suavísimo como In
úl~ima emanación de un aroma que se esfuma, coruo la dulce
melancolía de los recuerdos nebulosos de la remota infancia,
quedándose atenta como si a través de largas generaciones
oyeran t-n su interior la música lejana y misteriosa de los sil•
vooos <lt:I bosque sagrado que las llama al cumplimiento de
sus rálidos ritos; y allí demoran, embriagadas por la emoción
(:St6lica que conmueve el fondo de su alma racial. Esas esta•
tuos son pues )'Sra ellos profundamente artislicas.
¿Pero n los éhileuos qué uot pueden decir esos ingertos de
hombre eu chivo, esos seres extranos de cara humana lasciva
y pnt..as de cabro? A la generalidad sólo parecerán una !anta•
sía de estatuario loco. Los que sólo saben por los libros que
ht1bo en un tiempo hombres de carne y huesos que adoraban
~eres de esa forma, todavíaa no salen de su estupor. Ellas per•
maneceu pues mudas para los cbilenos, y una escultura para
<111e sea obra de arte tiene qu& hablar al alma. Para los chile•
nos que sabemos lo que aquellas figuras híbridas simbolizan.
ellas representan sencillamente una monstruosidad moral, que
no podemos \!Ontemplar sin ciert-a repugnanci!\.
Ya habrán llevado los santiaguinos a sus esposas, a sus hi-
jas, a sus bermaoas a admirar las nuevas adquisiciones del
Museo de Copias, y donde ellos nada bao comprendido, ello!l
habrnn hecho muchos cálculos, porque la mujer tieM e11
~sas materias intuicidnes maravillosas, y adivina lo que no
sabe.
o. Los diarios de la capital han dndo en la costumbre, desde
uno o dos alios a esta parte, de anuuciar los matrimonios aris•
tocrálicos diciendo la senorita fulana de tal se casará con don
zutuno de cual. Antes se casaban allí los hombres con las mu•
jeres. Esa alteración en el orden en que nombran a los nonos
podrti parecer a algunos de niruio significado; pero, teniendo
presentes los demás hecbos, ese orden en las palabras indica
la gerarquía de lns idens en la mente de esos diaristas, y aun •
que sea detalle. es detalle del misn.10 cuadro.
6. He aparecido en In bella literatura nacional, también de
dos o tres anos a esta parte, un rango mental que es asimismo
muy decidor.
Es él la profusión de poesías del género erótico y de la es
pecie cultivada por la poetisa Safo, esto es, de aquellas en que
al fuego de IR pasión amorosa va unido el de.seo de abatirse,
de humillarse, de sacrificarse por la persona amada, senti
mie1,to muy propio en aquella mujer poeta auoque desequi-
32-1 ?\'1001,ÁS P.U, ACl OS

librada y que la llevó por fin ni suicidio; pero en Snutiago ba


apttrecido en los hombres, aunque uo se suicidan.
Aquilatan ellos la belleza dé tales e poesías• por el grado de
humillación aute la mujer adorada que ha logrado expresar el
autor. Y los hay eximios en el ar,te. Es de ver el entusiasiuo
con que se declaran esclavos rendidos, anonadados a los pies
de s u reina, de su diosa, y el ingenio que muestran eu encon-
trar y darse ellos mismos los títulos más hwnillautes. E l icteal
del perfecto enamorado es, según ellos; permanecer la vido
entera, la eternidad mjsma agachados ante su ídolo, tan su-
misos, humildes, obedientes y fieles como un perro.
Los diario¡¡ llaman a esos escritores e poetas tropicales», ellos
se llaman entre sí e vates», con el aditamento de uno o más
adjetivos SOllOTOS.
El cnuto de esos vates me hace temer que baya germiuudo
ya en el país la casta de los gurruminos, porque cuando el
hombre se postra de esa suerte, la mujer empufla la guasca.
Y con razón.
De que es el control femenino en la seleccióu humuua, y
por consigwente signo matriarcal, la existencia de 4o.nbres
que sientan de esa manera la pasión amorosa, no puede po-
nerse en duda.
Entresaco del 1ibro L'Europa Giovane, del inteligente au-
tor latino G. Ferrero, las citas que van eu seguida sobre este
mismo tópico,
e La p rimera y más grande diferencia en el modo de sentir
la emoción amorosa entre los pueblos" <'.le! sur y los pueblos
germánicos. consiste en el diferente grado de idtalizacióu.
«Esta diferencia fundamental y orgánica _fletermina en l(l!
países germánicos toda uua moral sexual especialísima, que
puede estudiarse en lnglaterrA mejor que en cualquier otro
país. El hombre del sur se burla, en su ingenua ignorancie,
de esta moral; sin embargo, cosa que ellos no podrán siquiera
imaginarse, esta moral ea uno de los más grandiosos feu óme•
nas morales de toda la historia bu mana; y bien lejos de ser
una comerua hipócrita es, por el contrario, m1a de las más
serias y profundas creaciones de aquella ra1.a :t. Sin céuoci·
mieutos de biología este autor no p uede !undar oientífic1nnen·
te susopiuioues, aunque son excepcionalmente correctas entre
los escritores de su raza. ,
El germano, el patriarcal, lejos d e senLi r ese auouadamien·
to de la voluntad cuando está enamorado, experimen ta, por el
con trario, un iucremento de su energía; no sueña en humilla·
cioue·s ante nadie, ni es el placer m aterial el fin que ambicio-
na principalmente, por más que sea una aliciente natural que
RAZA CXlL~A 325

entra en sus cálculos. Su objetivo es la paternidad, fu ndar uu


hogar, tener seres de su propia sangre a quienes dedh:ar el
t'ruto de so actividad y la t-ernora de so corazón , hijos que
per petúen su nombre y hereden su energía. Su esposa es, antes
que todo, la madre de sus hijos, y laego carne de su carne,
hueso de sos huesos y alma de su alma¡ una ampliación de su
propio ser¡ pero carne, huesos y alma que necesitarán de aje-
no eefuer20 porque -son débiles; él lo sabe, y su naturaleza
varonil está de tal modo desenvuelta por la selección que su
energía se duplico, su ambición se e nsancha y se siente cou
las fuer zas necesarias para hacer con eUa en sus brazos el ca-
mino de la vida.
Es muy com tin en los pueblos germanos (lo era más en la
antigüedad) el que un hombre que desea casar!!e encargue a
su madre el cuidado de buscarle una esposa. Es proverbial la
felicidad de tales matrimonio~, y se comprende fácilmente.
Un matriarcal cree abs urdo, estúpido, el que un hombre ee case
sin estar enamorado ,has~ los huesos >, es decir baata ser vir-
tiroo de la fascinación particular que la mujer de dichas ra-
zas ejerce sobre el hombre, fascinación q ue es sólo sensual,
obra de la/emina, y que anonada o absorbe todas s us demás
energfos, provoC'audo un amor que con cl uirá con In hartura.
Dice Ferrero: cL' a more nell' uomo del Sud é sopr11tuu,o
I' nmmirazione per la beileZ'a fisica della donna, e il desiderio
di goderne>. cL' uno e l' altro di questi sentiu1enti hanno la
loro origine n el bisogno úsico, ma l' amore dell' uomo del Sud
6 pi\1 vicino che I' nmore ,tell' inglese aUa (unzione organ icn,.
Ecco. más vecino n In función simplemente an:mtil o iustio·
livn; la del germano es más e idealizada>, como dice el mistuo
autor, lo que para 1011 biólogos significa que el hombre del sur
va a la zaga del hombre del norte en s u evolución cerebral.
puesto que la .narcba del progreso sensiti,o va ·de la acción
refleja al instinto y a la idea. L as actividades cerebrales cons
cientes s ustituyen más y más a las instintivas iocouscieotes,
sometiéndolas a s u control e imprjmiéodoles el sello distintivo
de las funciones superiores del encéfalo.
Los «vates,, esos que jamás nombran siquiera la palabm
hijo, que concretan y resumeñ todas sus aspiraciones en In
posesión de la ccosa amada,, son pues matriarcales de la peor
casta.
7. Hace menos de un mes, el jefe del servicio de correos de
la República ba notificado por los diarios al público que en
las oficinas de ese servicio no se dal'á curso a las tarjetas pos-
tales con figuras indecentes. Y a la puerta de todas !as esta-
NTCOLÁS I'..ll.ACJOS

fetas ha debido pega~e ese aviso bochornoso. Ninguna de


esas tarjetas vi<:11e de los paises germanos, absoluta1uente
ninguna.

SELECC IÓX REGRESlV .\ POR FALT.\ DE SANClÓX PE:s'A I,


A QUIÉNES v c6:vo CORRO)JPJi:N LAS R!QUl':ZAS

Sólo a'luellas razas en que el sentimiento de igualdad note


la ley ha sido muy poderoso han logrado hacer práctico ese
sentimiento. Y es esa misma práctica uno de los más eficaces
factores de su propio progreso, porque con ella ha sido posi-
ble el que la selección, que lle\'an aparejadas la eliminac-ión o
la secuestración de los inadaptados al régimen social, aleauce
a tos ricos y a los poderosos, esto es a las familias de e!a
misma rnza que por las superiores cualidades de su espíritu
han descollado de las demás y dirigeu 1ms destinos.
Una de las causas de la degeneración moral de las clases
dirigentes ha sido en todas partes la impunidad que s u posi-
ción o su dinero han procurado a los aristócratas corrompidos
() criminales, impunidad que les ha permit,ido multiplicar
libremente su estirpe insana. Esa falta de selección e11 los
estrnt.os superiores de una ra7.a iuutiliza los esfuerzos y ~acri•
6ciu11, inbereutes a todo proceso selectivo, sufridos 'p or esa
raz11 eu la produccióu de hombres superiores, de eugénicos,
agotando sin provecho sn vitalidad étuica.
Ounndo el roto ignorante desea que se fusile al criminal
nristocrático que lo merece, no lo mueve niugúu espíritu de
crueldad ni de veu~n1.a, ui tampoco el sentjmiento razouedo
de sPlección : m uévelo sólo su instinto heredado de In necesidad
del sometimiento común a la majestad de la ley. Es el mismo
sentimiento innato que al roto ilustrado lo lleva a mirnr co100
uno de los más elocuentes signos de la perfeccióu polnica de
[oglaterra el que un juez de eea nación boga comparecer a
sus estrados n los nobles y a los príncipes de sangre rt>al y los
mida con la misma vara que al último de sus súbditos.
El espectáculo permanente a la vista del pueblo de In ,·ioln•
ción de la jgualdad con que se aplica la ley penal en Chile, es
lo que lo lleva a menudo a solicitar el indulto de la penn de
muerte impuesta a un criminal de sus filas. Esa es la sola
razón. Que se castigue a todos con las mismas penas. O se {u·
sila a todo criminal que lo merezca, eea cualquiera su posición.
o no se fusila a ninguno.
Siempre fué elástica la aplicación de la ley en Chile, pero
en loa últimos cuarenta o cincueut-a anos la impunidad de los
miembros de la clase superior ha sido casi oompletn. Este
RAZA CBILEX A

mal. como todos, ba recrudecido en estos últimos ailos. eu lo


que seguramente ba teuido gran parte la distribucióu llevada
a cabo con cualquier pretexto de la riqueza fiscal entre las
familias gobernantes del país.
Dos son los principales caminos por donde la riqueza adqui•
rida sin el esfuerzo personal lleva al hombre a su perversión.
Los bienes de fortuna no los adquiere en bu1ma lid, eu los
países bien organizados, sino el que posee excepcionales apti•
tudes superiores; pero cuando la riqueza llega por otros me-
dios a poder de hombree que uo la merecen, las leyes econó·
micas que gobiernan la acumulación y la dispersión de los
capitales arrebatan, tarde o temprano, a los indignos las
rique-Las mal habidas. Uno de los modos más comunes de ve-
rificarse ese rescate es el empleo que del dinero hacen estos
hombres, pues lo disperssu en una ostentacióu exagerada que
disimule su falta de méritos, o en reafümr sus ideales ioíerio•
,es de vida, procurándose sin l&sa los placeres de los sentidos.
En busco. de placeres llega pronto el hombre al ara en que
s11crifica su dignidad de varón, presentando el cuadro de mi-
seria ~oral que be bosquejado mós atrás.
El otro cnmíoo es el recordado de ll\ falta de csele<:oión pe•
1:ul • corno ia llama !Alpouge. Sus efectos iumediatos son la
de mauteuer en libert,ad a los bribones poderosos, y la de he•
rir el sentimiento popular de respeto a la ley, y 8 0 8 efectos
nlejados el de hacer a las geuernciones futuras el presente de
que babia Spencer, el legado de, criminales hereditarios y de
cretinos de alma y cuerpo, hijos legfümos de la embriaguez,
de la orgía o de la híPs.
Los efectos perniciosos de la riqueza se dejan sentir con
toda su desastrosa intensidad en los países de sentimientos
menguados de justicia, en aquellos en q-oo dicho sentimieuto,
el más elevado de los sociales, es reemplazado por el de bene•
ficencia, o lo que significa lo mismo, et1 los que el criterio fe-
menino de distribución de los beueficios sociales prima sobre
el ,·aronil. Y así ha podido decir G. Le Bon de esos pueblos:
•Cuando se quieni hacer fortuna a toda costa y su capacidad
uo les permite satisfacer ese deseo, se para poco en los me·
dios; la honradez se rebaja y la desmoralización se hace pron-
to genernl. Es lo que ba sucedido en la mnyor parte de los
países latinos. Puede hacerse en ellos, cada día con mayor ra•
zón, esta observación inquietante, que la moralidad de las e/a
Nes dirige,iles está. de ordit1ario muy pr,r debajo de la de las cla•
.,es populares>. Yo he subrfty~do la última frase.
A IR inveterada impuuidaa de los cr ímenes de sangre en
nuestra clase gobernante, ha veuido a sumarse en estos úlli·
328 NICOLÁS PilA.ClOS

mos tierupos lo. de los delitos contra }a propiedad, especial-


mente de los cometidos contra la propiedad de la Nación. A la
copiosa nomenclatura espaiiola de esta clase de delitos, come,
tidos por miembros de las familias pudientes, hay que agre•
gar el cha11tage de que ba denunciado algunos casos la preusa
de Santiago hace unos quince dias. Pero ha surgido última-
mente uno. clo~e particular de delit-0s contra la propiedad, de
que es menester dejar constancia por su gravedad temible.
Es la formación de compatlias por acciones con propósitos
ilicitos. La voz pública llama a estas cuadrillas con el nombre
de csindicatos•. Sus acciones son nomerosus y se repar~u
entre muchos para interesar en el locro y en el silencio al
mayor número posible de personas. El dinero aportado se
emplea en obtener la complicidad de funcionarios públicos o
en ,conseguir ioíluencias• como dicen los socios.
Hay varias de estas extratlas compauías¡ todos hablan de
ellas, todos conocen a sos organizadores, todos saben el filón
que serti explotado y los millone~ en expectativa; pero todos
los comentos se hacen en voz muy baja. a medias palabras,
porq ue los comprometidos son muchos y los principales ac•
ciooistas son poderosos.
Algunos de estos sindicatos ban escollado con la decisión
de los tribunales de justicia, por lo que a la íecha la primera
diligencia de sus gestores es hacer del objeto perseguido uu
negocio •administrativo>.
Esos fracasos judiciales y ~e empeño en huir de los tribu•
nales probarán, n los que n·o tengan más datos, que estas aso•
ciaciones para delinquir son también de aparición reeiellte eu
nuestro país: los ministros de las Cortes, con ser hombre\! jó•
veoes muchos de ellos, pertenecen a la generación anterior.
O~ro expediente usado por los • ladrones de levita•, como
los llama la prensa., para eludir la acción judicial, es nombror
de entre ellos uoa •comisión investigadora •, iugerto del Poder
Judicial uo creado por la Constitución, para que pesquise el
delito. Y, como los tiempos lo han requerido, bause nombra•
dos varias de esas comisiones, que hasta la fecha estarán pes·
guisando.
E stos procedimientos han producido cierta tirantez en las
relaciones del Poder J ndicial y los demás del Estado, creando
una situación llena de peligros, y que ya ha dado ocas ión a un
hecho grave: un mes hará más o menos que el jefe del Poder
Judicial de la República, hombre de probidad sin tacha y que
goza de la absoluta confianza de sus conciudadanos, tuvo que
retirarse de la Moneda, adonde había sido invitado, paru frus•
trar un intento preconcebido de desa.ire a s u alta magistratura.
RAZA~ CEILEN .\ 32!'1

~ - DESPRESTIGIO EN EL EXTRA-."J"ERO DE NUESTRA CL ASE


GOBERNANTE

Poderosos y muchos son los hombres que han emprendido


la tarea de desacreditar al roto chileno. Su trabajo ba sido lle-
vado con método y constancia. Yo empiezo &ólo hoy a levan-
tar cargos y alza r un ex.tremo del manto cou que se cubren
sus detractores; pero a peaar de esa enorme desigualdad en E:I
poder de los abogados de esta contienda, tengo la intima con -
vicción de que les gano la partida, porque mi causu es justa
y porque apelaré a un tribunal que no podrán eludir con co
misiones investigadoras.
Conozco los países que nos han querido y a los hombres de
esos países que deberán oir mi alegat0. Su fallo inapelable me
dará In razón. Con costas, danos y perjuicios.
He de ver lo que dirán del ejemplo de honestidad que ncs
están dando nuestros gobernantes, los hombres de aquel gran
país que al grito de ¡justicia! se alzaron un día airados en
contra de sus príncipes conculcadores de la moral y proúmn-
dores del templo de las leyes; de aquel gran país donde los
descendientes de aquelltJs mismos gobernantes extraviados
acaban de inmortalizar en bronce al puritano regicida.
Ni en Europa ni en ningún país civilizado creen que de u11
día parn otro se corrompa un pueblo entero que ha mostrado
desde que nació a la vida, no con pe.labras siao eu el crisol
incorruptible de los campos de batalla, que posee en nl tisiruo
grado la virtud cardinal del valor.
Sabeo en Europa lo que aquí pasa cnejor que nosotros mis-
mos. En 1900, en la oficina de redacción de uno de los prin•
cipales diarios de Londres, uno de su s redactores, después de
expresarse en términos en comiásticos del pueblo de CLile,
como para dorar una píldora de acíbar, me citó hechos con -
cretos y nombres propios de mi !eje.na patria que me dejaron
mudo de yergüenza. Eo Londres, eu Liverpool, en Hllmburgo
y en todos los grandes centros comerciales que tienen relacio-
nes con nuestro país, existen ciertas cuentas y ciertos recibos
firmados por chilenos como comprobantes de gastos particu-
lares hechos por los agentes en Chile de las casas de comercio
europeas, gastos que sólo desde muy pocos n.llos a esta parte
les ocasionan su s relaciones mercantiles con esta nación.
¿Ignoran nuestros gobernantes esos hechos? Cualquiera po-
dría creer que si, que no tienen noticias ni soepechas de tal
cosa, pues se muestran muy sorprendidos del descrédito en
que vn cayendo el nombre de Chile en el extranjero, y para
330 NICOLÁS -PAl,ACJOS

contrarrestarlo invierteu al rededor de cien mil pesos del tt>•


soro público al ano en mantener en Europa a sobrinos y ahi-
jados que escriban en los diaTios artículos laudatorios sobre
Chile y sus gobernantes.
Sólo fingirá.u creer en la degenerae:ióu moral del pueblo chi-
leno y en la virtud de sue clases dirigentes. fenómeno coutro.-
rio a l0 asent-ado por el sabio francés Le Bon, las naciones
que están interesadas en que 11ues.tTos virtuosos mandatarios
les obsequien nuestro sagrado patrimonio terrilorial pnra ins-
talar eu él a la plebe matriarcal de sos países.
Jautos han venido a nuestra patria la depresión de la idea
de justicia, el descenso de su nivel moro). el apocamiento
de los caraoteres. la desorganización administrativa y la no,•i-
sima preferellci8 por los ¡,aises latinos del viejo mundo.
No hemos sido los chilenos sino viajeros observadores los
que bao encontrado siempre una semejanza muy visible en-
tre tlOStros y algunas de las naciones de orígen germñnico de
Europa. ,Los ingleses del Pacífico», • los prusianos del Paeí6-
co> ban eido nombres que noll hau dadQ en repeCidas ocasio-
nes. Por otra parte el pueblo chileDo no ha ocultado sus pre·
ferenoias por Jas naciones clel norte de aquel contiuente. A
ellos mandó a &u juvenlud a educarse, de ellos trajo sus maes-
tros; sus costumbres y sus instituciooe~ nos sirven siempre de
modelo. E_special condición fu é siempre impuestá a los agen-
tes de colonizl\ción de que las familia s que iotrodujercm al
pafs fu eran de esas mismas naciones.
Sólo en el contrato Colson de colonización se vió por prime·
ra vez una concesión para que se agregara a las familias ger•
manas algunas francesus del norte de ese país, y esa concesión
no fué sin protestas. Ahora sólo los pnt>blos latinos nos sil'\·en
de modelos y de ellos y de africanos estamos poblando nues·
tro escasísímo terreno vacante, y aun el habitado por chilenos.
No es dificil explicarse la concomitancia de esos hechos. S6lo
deseo dejar coostapcia de que no es el pueblo chileno el c¡ ue ha
ca,nbiado de pensamieut.o ni de simpatías y de que el cambio
radical, operndo eu nuestros gobernaÓt.es no podrá ser impues•
to a nosotros sin graves resistencias y sin gravísimo dailo, :.i
e¡¡ que algulln vez lo cousiguen, lo que no creo.
Uua anécdota a propósito de esa transferencia• de simpntfos
eu la Moneda: el decano de una de las colonla.s germanas de
Santiago, hombre de negocios que habita en nuestro país cer·
ca de medio siglo y en donde ha formado su hogar, teniendo
a orgullo el qoe sus hijos sean cbilenos, flo pudo coutener las
lágrimas la primera vez que los empleados de la Monecla le
exigieron propina pnra dar curso a una solicitud ante el Go·
U.\ZA CD II.RNA 331

bierno; lloraudn bejó los escnler11s y llorando saHó a la calle,


eu donde encontró al atribulado y noble anciauo, el que me
ha referido el caso. E u cambio, el ¡.,riruP.r'trasgresor en gran-
de de la última ley sobre fabricación de alcoholes, un latino
que ha quedado sin castigo, sabe y baja la escalera de Palacio
canturreando «la dom1a e mobile», todas las puertas se abren
a su paso y sólo encuentra caras sonrientes y accesibles. El
caso es uuo, ¡,ero indica la serie, y es sugestivo. El primer
hecho tuvo lugar en 1892, y el segundo en los primeros meses
del ano en curso.

JO. PROCEOUIIEN'r08 P ,\ HA OOllBATJR. LA CRJll L',ALJD.AO.


10~:SNOS Ei:lOUELARI

Para concluir esta carla sobre criminalidad, voy a 11gregar


algunas lineas a lo rlfobo sobre la manera de combatirla.
El medio eficaz queda ya apuutado: la eliminación y la se•
caestracióu.
Las colonias penales hau sido un írocnso en todas partes.
con excepción de las rusas en la $iberia. Esta excepción se ex-
plica porque los penodos cou los cuales se han formado esas
colonias se componen de presos políticos, y porque están
siempre al alcance de los rifles de sue guardianes. Los deste•
rredos por crímenes \'ulgares no gozan en $ iberia de libertad
sioo a la hora del trabajo, en los ferrocarriles, cominos, cana•
les, ciudades. etc.. que ooo ellos construye aquel gobierno
rara sus ~úbditos hoorados; .e n ia noche vuelven n sus celdas.
Procedimiento Portales.
H e creído necesario recordar la falt-a c:ompleto de éxito de
todas las colouias formadas con criminales, porque conozco ou
proyecto de nuestro gobieruo para establecer una de esas colo-
nias en uuu de las mús hermosas islas aus trales. A dicha isla
serian truusladados sólo bnndid(\s caaados o se les obligaria a
elegir esposi1s en las en~ de correcoión para mujeres crimi-
nales, si los pícaros solteros (ut1r11 u necesarios para enterar la
población de la colo11i11. Un inYernáculo de criminales por
ambl\s sábanas.
No tengo pnrn qué recordar córno concluyó la colonia penal
de ~lagnllanes. En dos ocasion~s se be establecido una colonia
penal en Juan Fernóntlez, y en ambas los colonos se bau
transladado .en botes y balsas al continente.
Una de los Sillopsie oficiales dice que la colonización penal
dió muy buenos resultados en Australia. E sa aserción es fal
sa. Fué uu fracaso completo.
La razón eticiente de ese proyecto es un presupuesto preli•
332 SlC()l,ÁS PALACIOS

minar de S 400 000 para habilit.ar la isla que recibirá a dichos


colollos.
Oreo también necesario desvanecer la ilusión, muy corriente
en los países latiuos, respecto a la eficacia de la instrucción
paro combatir la crimiualidad. Esa idea errónea tiene el grave
iucouvenieote que se deje sin remedio un mal que lo tiene y
del cual debemos curarnos.
•Donde se abre una escuela se cierra una cárcel» es una de
esas frases típicas que tanto agradan a los que creen en las
palabras. No sólo nuestras estadísticas sino las de todas partes
comprueban con cifras que lo que sucede es precieamente lo
contrario.
Acaba de fracasar en nuestro Congreso el proyecto <le ley
de instrucción obligatoria, que habría traído el grao biea de
aumentar el número de escuelas, y fracasó porque sus soste•
nedores se apoyaron de preferencia en la decantada virtud de
la instrucción para combntir la criminalidad. Facilísimo les
fué a los impugnadores del proyecto probar con números to•
mndos de las estadísticas de todos los paisos que la criminali-
dad aumenta con la diiusión de la ensenauza.
La recordada Estadú tica que nos multiplicó nuestra crillli-
ualidad, la ruismn del q'linqneuio de seis anos, al notar In me,
uor criminalidad proporci-:>ual de los uoalfobetos en Chile, y
recordar el mismo fenómeno en todas pnrtes, dice, pñgiua x1:
, Parecería, pues, que la iustrncción constituyese, en el hom-
bre, una fuerza auxiliadora eu la perpetración de los crí-
1oeues>.
Algunos datos a este respecto. La instrucción escolnr nos
mantiene desde 1895 hasta el presente en la cifra vergo1.aute
de un 72% de analfabetos. sólo inferior a la <le 82,% de ile•
trados que arroja el sur de Italia. Pues bien, en 189ó el 56.9,!ó
de los reos era analfabeto, y en 1900 sólo lo fu é el 50.2.,."ó'.
Esos números prueban una grau disminución, cercana al
12;.,. en la delicueucia del roto pobre e iletrado, y un aumento
consiguiente de la criminalidad de, los letrados, puesto que la
p~oporción general de reos ha disminuido en muy cort-a can•
tid11d en ese período, como hemos visto.
Convencidos como deben haber quei:Jado nuestros mandata-
rios por la discusiJo de este asunto en las Cámaras de que la
criminalidad aumenta con la instrucción, y en vieta del hecho,
único en la historia, del miedo que los goberuaotes tienen a
los gobernados en este desgraciado país, me asalta el temor de
que principien n cenar escuelas. Cosas más extraílas estamos
vienilo. Hay por lo tanto que aclnrar el punto.
Hacer moral e iuteligente al hombre es mucho más difícil
RAZA CB l Ll::NA 333

que euseflarle a leer, escribir y contar. Aquellas cnaljdades


son el fruto de selección milenaria; la ilustración no cambia
la estructura cerebral, pero es un medio poderoso, el más
poderoso de todos los inventados por el hombre, de ejercitar
con provecho, de emplear t'OD un fin dado, en mayor exten·
sión y superior intensidad, las cualidades naturales, hereda•
das, tanto las buenas como las malas¡ aumenta la esfera de
accióu de la actividad huU>ana y el valor real y útil del llom•
bre en la sociedad, y por esas causas es la palanca más pode•
ro!!a del progreso.
Si i.ólo el aumento de la actividad crimfoal se comprueba
en lus estadísticas es por la sencilla ra:¿ón de que sólo los actos
delicloosos se a notan en ellas. La sobrenclividad que la ilu!!•
tración proporciona a los buenos, y por tanto el aumento de
acciones benéficas, no se upuuta en ningnna estadística. pero
no por eso es m enoe efect.iva ni escapa a los que eabeu ,·erla.
Si hubiera necesidad de abrir nuevas cárceles porque multi•
pli<:ilr.do las e!!cuelas los bribones se aprovecharían de su en-
sefinnza para nurneotar el número de sus cleJit.os, se abren ¡qué
!!e le va a !Jacer! No hemos de suprimir los ferrocarriles porque
los bellacos los nprovechan parn huir de los jueces.
La escuela es uno fábrica de fuerza viva social, y la ilustra•
ción una arma t-an poderosa de triunfo en la lucha por la Yida
que no debemos omitir esfuerzo algt1uo hasta obtener q ue
ningún chileno quede por esa causa en condiciones inferiores
de lucha.
Aumént~se las escuelas, aunque no sean obligat.orias, ui
loicas, ni conventuales, que sean como las que tenemos. Todo
roto conoce las ventajas de la ilustración; si muchos se quedan
ignorantes, no es porque no se les h$ya obligado sino porque
no han tenido una e!!cueln en cuatro leguas a la redonda a
donde asistir o mandar a sus hijos. Subordinar la ilustracióu
del pueblo a bander!as estrechas da pol(tic1:t milihlllte es dar
pruebas de incapacidad para gobernarlo.
Nuestro gobierno propone mucho'S medios para combatir y
aun destruir en germen }a criminalidod del roto chileno, del
rot-0 pobre e ignorante, que es en la única eu que cree; pero
en ninguna de ellos asomn el hombre de estado ni siquiera el
hombre estudioso que esté al corriente de lo que a fecha se
sabe en estos asuntos.
Como ejemplo de los medios preconizados con dicho fin,
recordaré que el gobierno cree en el grau poder de la música
pnra convertir a un criminal en honrado. Largamente desarro•
lla el tema, y cita autores. Parece c,¡ue supiera que algunos ca•
zadores de culebrns las adormecen tocándoles flauta. Así a lo
NtOOLÁS PALAClOS

menos puede colegirse por el acápite que le copio más abajo,


escrito en el estilo poético que corresponde al tema. Dice:
cLa música es el lengu&je del alma, de la que sabe traducir
las impresiones m ás intimas; tiene el poder de apaciguar los
idiotas y los insanos. La armon1a de los sonidos hace nacer
e n el espíritu más sencillo emociones a la vez sutiles y com-
plejns, que 1i-partao los malos instintos y tranquilizan los deseos
inquietos• (Estadística Orimi11al de 1901, pág. vn). Oou que
ctiene el poder de apaciguar los idiotas» nos viene pues de
molde.
E11 Italia muchos publicistas y basta Congresos d e orimiuó-
logos han aconsejado las di,;,ersiones y eutreteoimientos bones•
tos proporcionados a los crimfonles como medios ndecuudos
para regenerarlos, y es posible que de ellos haya copiado nues-
tra Estadística la receta del «lenguaje del alruth. Pero en la
misma Italia lo!! hombres entendidos han clamado en todos
los tono11 en contra de seil!ejantes ilusiones. Ferri concluye el
capitulo de su Antropología Crimiflal en que trata esta mate•
ria con la siguiente observación: e Un consejo sobre este pun-
to, y es que no se enteren de estas doctrinns los obreros ó
campesinos que viven en la miseria más dolorosa. mientras
pe>'manecen honrados, y a los que ninguna sociedad de patro•
nato les procorn el Domingo conferencias cientlficas, dibujo,
müsicn• ...
En conclusión, puedo afirmar qae la criminelidad general
no hn aumentado en Chile desde 1895, a-110 desde que se tiene
datos estadísticos; que la criminalidad del pueblo chileno ha
disminuido grandemente, equilibrando el aumento que se nota
en las clases SUp4lriores y en los inmigrantes co11tra tados.
La ignorancia y el criterio pueril y afeminado que se nota
en la redacción de las estadísticas criminales de nuestro pnis
podría el pueblo disculparlas, porque el roto sabe perdonar
mucho; pero las imputaciones falsas con el propósito de desli·
credHarlo y el espíritu de malevolencia en su contra que esas
estadfstican revelan, deben despertar en él la obligación de
velar por su honor y de permanecer alerta.
Octubre de 1903.

FIS D&I, T Ol!O PRll[EJ!O


ÍNDICE

1\ 1c oLÁS PALACIOS, Recuerdo!! íntimos, pág. 7.

Primera parte.-Etnogenia. Orfgenes de Ju sangre chilena


CAPÍTULO 1.-:SACUfl&NTO

l. La raza chilena es mestiza. Su precoz aparición. Fe de


bautismo de la raza, pág. 34-.-2. El padre de la rnzn ,
pág. 35.-3. Uniformidad física y síquica de la razn, su
causa y su importancia. La raza chilena no es lntinn,
pág. $6.-4. Funestos resollados de In mezcJ.(\ de razas dis-
tiutas. No debe traerse colonos de raza lnt.iua a Obile,
png -10.-5. Cómo se forman las raza.e mesLiMs. Una con-
dición favorable de la génesis de l1t raza chilena. Indios de
Boros. Crecida descendencia de los conquistadores, pág. 43.
-ti. La madre de la raza chilena. Primeras madres. Su gran
mhnero. Su paralelismo mental con el conquistador, pág. 45.
-7. Rapidez con que nació la raza mestiza. Mecanismo de
su formación . Cálculos sobre el número de chilenos de la
l.• gent.ración. Número probable de los de la 2.• y 3.• gene-
raciones, pág. ól.- 8. Primeros sacerdotes chilenos. Nom-
bres de algunos chilenos de la l .• generación, pág. 54.-
9. RMgo dominante de In sicología del mestizo. Rapidez con
que nacía In 2.• generación, pág. 55.-10. Principales con-
diciones biológicas y eicológicas que favorecieron la unifor-
midad y la estabilidad de nuestra raza, pág. 56.
OAPÍIJ'ULO II . -LA VE&OAD BISTÓRIOA.

1. Detractores de los Araucanos. Su mala fe, pág. 61.-2. Dotes


miUtares de los Araucanos. No eran sólo heroicos, sino taro-
336 l?,DICE

biéo hábiles guerreros, pág. 66.-3. E l Hueutrúo araucano,


pág. 69.-4. Epico, pág. 71.-5. Documentos probatorios.
pág. 76.-6. Uua estrofa de don Alonso de Ercilln, piig. 83.
-7. Las calumnias contta los Araucanos nos alcanzan
directamente a los chilenos, pág. 84.-8. Los Godos. Algu.
nos de los J1asgos de su cuer po y de s u alma. Sn espíritu es
opuesto al latino, pág. "85.-9. Rasgo moral oalmin1mte del
conquistador de América. ¿Está extinguida In raza gótica?
pág. 9i!,.-10. RoTo, apodo nacional cbJleuo. Fué aplicado a
los con quista.dores tlei:de los primeros tiempos. Sólo hoy se
aplica a la clase pobr1:: y esto sólo por algunos chilenos,
pág. 97.

Sognndn pnl'to.-.El pueblo chileno y su lengua


CA'PÍ1'ULO 1.- '&N DEPE:s'SA DE LA lu.Z¡i\

1. Ecos en el extTaujero de la difamación de los Araue&noa,


pág. 103.-2. Quién es ROTO en Chile, pág. 105.-3. Cam-
paila en contra del pueblo chileno, pág. 106.-4. Ilustración
e inleligencia, pág. 110.

CAPÍTULO 11.-LENOUAJE

l. Adverten.cias preliinioares, pág. 113.-2. Razas y lenguas


de Espaila: a) Del éuscaro al lat:Íni h) Del latín ni romance~
e) El castellano no es el latín corrompido; d) Número de
germanos que invadió la pel)ínsola¡ e) ¿Qué [ué de los Go•
dos n la llegada de los Ara.bes?/) G9dQs e Iberos, pág. 1 lJ.
-3. a) Oómo se modificó el latíu; b)"EI verbo en latín y en
gótico; un verbo gót.ico en el lenguaje chileno; e} El plural
en castellano; d) Los apellidos patronímicos en espa11ol;
e) Influeucia del gótico en la formación del castellano;
algunos ejemplos;/) El lat(n rúslico, pág. 126.-4;. fofiuen•
cia de los Godos en la formación de los romances meridio•
oales: a) I taliano; b) Provenzal; e) Lucha de razas, pág. 138.
-5. a) El dialecto cbileuo es el lenguaje de los co11quista•
dores godos de Obile¡ h) el valor de la d, eu chileno, pág. 14.l.
-6. a) Pérdida de palabras de ori~en gótico en el español
moderno; b) Chilenismos de origen gótico, pág. 147.- ·
-7. a) La den español arcaico; b) Pruebas documentales;
e) Empleo de la d en chileno, pag. 155.-8. a) E l valor de
la ~; b) La sen latíu; e) La s en gótico¡ d) La s en castellano¡
e) La sen chileno, pág. 158.-9. a) La h aspirada en espaiiol
RAZA CBI LESA 337

y en chilen o; b} Influencia del lenguaje araucano (chilt'dt1911)


en el chileno, pág. 163.-10. a) La l y lar en chileno y en
csstella110; b) Proebas documeuta.les, j'ág. 166.-1 l. a) De
los grupos consouánticos pt, ps, Id, k$ eu gótico; b) De los
mismos en castellano; e) Del gropo g>1; d) Eofonización de
esos grupos en chileuo, pág. 16i . -12. a) Reminiscencias
del gallego en el cbileuo; b) Palabrss css1ell11oas de origeu
alemán; e) Los conquistadores de Chile \"iniHon de todas
partes, pero de todtlS partes sólo 10::1 que tenían _angre y
espíritu góticos, pág. 171 .- 13. a) Sobre la by la 11 castella-
nae y la ·to gótiCS1; b) Del uso de vl>S en espanol antiguo y eu
c h ileno; o) La voz hombre en chileno; d) Vocnles en chileno;
e) Preposiciones; /) Ne~ati,·o de persono; g) Cumbios de
formn de algunas palabras; h) Consonante Echeverria,
pf\g. 176.

(U PÍ'rtJ C.O 111,-CON'l'lll: UACI ÓN. OCSF.RA l, lDADF.S

l. a) Tendenci11s generales del l enguaje chileno en armonía


cou el pensamiento rlé la r1t1.o¡ b) Contrncciones, apócopes,
etc.: e) Ol'igen de la uomeoclaturn eu la r'n étrica castellnnn ,
y del uso de la rima asonfmte eu au versificnción; d) Con•
tracciones en iogléto; e) Contracciones en cbjleno, pág. 183.
-2. a) fotlueucia Je la escritura en el d~arrollo de l11s leu-
guns. Los nca<léwicos; b) La tendencia al pasado d1:I caste-
llano moderno, tiene una cau~a biológica¡ e) Necesidad tle
saber uu idioma germánico para estudiar las de11cini1 mo•
derons. Gerruanos y la.tinos; él) Temor iuíund1\do; e) Uua
frase en dúleno, pág. 191.

'l'arcorn parte.-Etnografín
CA PÍTULO J.-L.18 &,\ZAS l'&O GE~ l TORAS

l. Godos. Caracteres físicos, pág. 198.-2. Godos. CAraclues


morales, pág. 202.-3. Araucanos. Caracteres iisicos, png.
2.10.
CAl'ÍTU t.O JT.-EL 1t!ES1'JZO

l. Descripción, pág. 212.-2. Algunos tipos especiales, pág.


2 1i .-3. i\•I estizos ea ropeos y mestizos chilenos. pág. 2 1S.
-4. Negros. Aclimatación, pág. 220.-5. El chileno no es
buen mozo, piig. 222.
338 NlCOLÁS PALACIOS

CAPlTULO 111.-ALOUNOS RASGOS Dl~ SICOLOCU Olill,EN A

l. El chilen9 tiene fáciles las lágrimas, pñ.g. 22ó.-2. El hom-


bre no ~usta de las joyas, pág. 22S.-3. Nos baila mos sepa,
rados los hombres de laa mujeres, pág. 229.-4. Castidad
de la mujer araucaua, pó.g. 231.-5. Rasgo de matritlr<:ado
de los Godos de .Espafla. Su t1rraigo en Oliile, sus couse-
cuencias. Algunos apellidos de conquistadores, pág. 237.-
6. Plebe europea y plebe chilena. Sancho y el roto. La es-
trella y los .colores nacionales, pág. 243.

Cunrta pnrte.-Orimiualidnd. Moralidad

CAPÍTtn,O l ,-f:STADÍSTJOA OR l ~U N,\'L

1. FAila de est-0dios serios sobre criminalidnd en Chile. pñf!.


254.-2. B11se de tQdn est.a,HsLica or imiolll, pág. 255.-3.
Criminalidad d e las colonias e~t.ranjerns eu Cllile y com¡,n•
ración con li1 nacionul, pág. 2!>6.-4. Influencia de In em-
briague¾ en la d elincuencia de las diferentes colonias. pág.
257 .- 5. Causas de la excesiva criminalidad de las colonh1s
extranjeras., pág. 269.-6. Ori1ninaJidtHl do la mujer, pág.
261.-7. Datos falsos oficioles sol.,r·e la crirui11alirlnd chile11a
y s u rect.iticación, pli_g-. 262.- 8. Corneot.arios y Cíilculos ofi•
dales sobre criminalidad nacionnl. Reparos necesarios, pág.
269.-9. e Igualdad n.nte la ley >. Crillleues ci viles y críme•
nes l,arb1hicos. Signific.1100 de estós últimos. pág. 273.-10.
Famosos cri minales chilenos que n o son de raza cliilenn.
Iufluencia del d ~spertar político riel pueblo chileno sobre su
coucluct,n, pág. 279.

CAl'ÍTULO ll .-ALOUNAS l J)E...\S SOBRE lfO:RA L, OONO~PTO


JORÍUl OÓ Y SOCIAL ÉTNlCOS

l. Concepto jurídico penal cbilello; id. científico, pág. 281.-


2. Beneticencia exagerndn y sus coo seeueocins, png. 290.-
3. Ben eñcenoia exagerado, su causa biológica. Concepto
biológico de Haza latina>. Ley de civilización de Guro•
plowic~. pág. 296.-4. Una causn bjológica de la decadeu•
cia <le las sociedades, pág. 309.-5. Criterio varonil y crite•
río femenino de la justicia. Funrlnmento biológi.co de la ne·
cesidad de lns virtudes domésticas, especialmente de la mu•
1 RAZA OBILE<A 339

jer, pág. 311.-6. Crisis moral en los pa!ses latinos. Su


causa biológica, pág. 315.-7. La inmoralidarl dE> unl\ parte
de nuestra aristocracia es reciente. Fecha de la aparición
de ulgu uos estigmas de <lecarJencia mornl. La ciencia expe•
rimental justifica las virtudes domésticas., pág. 319.-S.
Selección regresiva por falla de sanción penal. A q uienes y
como correspC111den las riquezas, pág. 326.-9. Desprestigio
en el extrnojero de nuestra clase goh6mante, pág. 329.-
Procedimientos para combaLir la criminalidad. ¡Dennos es•
cuelas! póg. 331.

También podría gustarte