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RAZA CrllLENA
LIBRO E.SCRITO POR UN CHILENO
Y PARA LOS CHILENOS
TOMO 1
SEGUNDA EDICIÓN
EDITORI.\L CHILENA
1918
r
RF\ZF\ CHILENA
LIBRO ESCRITO POR UN CHILENO
Y PARA LOS CHILENOS
SEGUNDA EDICIÓN
EDITORIAL CHILENA
1918
&S PROPI E DAD
NICOLÁS PALACIOS
RECUERDOS Í1iTDIOS
(1) Afios después fué erigido en el mismo sitio el monumento que hoy
existe. ¡Y lo que es In. ingratitud de los hombres y cuán ¡¡>ronto 11e olvi•
dan las acciones generosas( Al inau~urn.rse este nuevo monumento no
tu\'íeron sus.oradores ni la pren{lll una palabra siqmern. de recuerdo para.
quien 1ué el iuiciador de la idea. LimitArooee a cla\'ar en el monumento
la placa de piedra qne él hi110 tallar.
RJ-.:COF.R.J)OS LN'l'IMOS 21
dos que aun había en el Gobierno. Mas, pronto tuvo que con•
vencerse ante la evidencia de los hechos. H abía comenzado la
radicación de indígenas. A los araucanos se les quitaban sus
tierras con la fuerza de las a rmas. Luego siguió el éxodo de
miles de chilenos que se expatriaban conduciendo de la mano
a eus esposas e hijitos. Los gendarmes los expulsaban a bala•
zos, empujándolos con las puntas de las. bayonetas. Se necesi
taban sus tierras para entregárselas a los inmigrantes que iban
llega1¡do: andaluces, napolitanos, calabreses. bohemios, gita
nos, z{ngaros. Y con ellos iban !Jegando también los clfürrtrM,
los carlistas fa náticos, los vagos cubiertos de llagas, los auar•
qujstas, los criminales contratados en las pue1tas de llll! cá.rce•
les, los rufinues a la alta eeouela (caftens); y comu novedades
patológicas desconocidas en el país, iban apareciendo la lepra ,
el tracoma, la bubónica y todas Jas plagas repugnantes de las
mul!itudes famélicas de las últimas estratas sociales del viejo
mundo latino.
Loe Cónsules chilenos del Neuquén y de San Luis comuni,
oabnn que mi!Jares d e uhilenos con sus familias lrnsmontaban
la Cordillera pidiendo albergue y una nueva patria a la Ar
gentina. Su número pasó de 20.000 en poco tiempo.
En su ~uarida del Alto de Jaoín, corno felino en acecho.
pasaba Nicolás con el oído atento pareciéndole oir el ruido de
las armas y )ns voces pidiendo auxilio en aquella batida o ca
cerin ele araucanos y chilenos.
De súbito, con rugidos de león que defiende a sus cachorros.
saltó en defensa del roto, y tocando las campanas a rebato eu
un ac.-:eso de revuelta furiosa, se lanza a la prensa de !quique
anunciando el peligro, arrancando ml\scarae, desperta ndo 18-!!
conciencias, sacudiendo los egoísmos, soplando eo los cora1.o-
nes el inestinguible amor n la patria, en uoa serie de artículos
firmados • Un roto>.
E n ellos expresaba la exasperación de su alma cou una
acento de fiera grandeza, digno de los mejo1es profetas bibli
cos. Consciente de su fuerza , de su derecho y de la misión que
le corresponde en aquella causa, como un grande apostolado
a que le llamara el destino, fué un feroz fustigador dti los de•
tractores de su raza y de su patria, aseel8ndo golpes d e ma,¡n
a In hipocresía de aquellos fariseos que ~raficaban con lo más
sagrado de la nación, sin miramiento alguno por la situación
ofici11l de los hombres de gobierno.
Fueron sensacionales esos artículos. El elemento extranjero
de Tarapacá. sintióse alaTillado y el chileno profundamente
co.omovido, porque a ellos les hablaba el lenguaje del sentí•
miento.
26
Agosto de 1904.
PRIMERA PARTE
CAPÍTULO l
NA. OlMTENTO
2. EL UORE DE LA RAZA
cera. qoe cada una de las razas aoortara durante todo el tiem-
po que duró el mestizaje un solo elemento sexual, lo que ha
contribuido grandemente a la rápida uniformación del ser in-
termediario. La cuarta, que las dos razas primitivas fueran lo
qne se llama rozas puras, esto es. poseyeran cuaüdades esta-
bles y fijas desde gran número de. geueraciones anteriores. La
única raza que mostraba algunos sígoos de impureza era la
europea, pero, corno he recordado, sólo o.u 10 u 11 % de sus
individuos tenia mezcla con raza extnwa a la germana.
Sient-0 no tener más espacio para dar más latitud a estos io-
teres.antíaimos puntos. Especialmente. hoy que se trata de co-
lonizar el país, estas materias deberían ser conocidas detalla-
damente por los encargados de realizarlo. Desgraciadamente
parecen ignorarlas del todo.
úebo también recordar que nunca hubo en Chile esclavos
negros empleados en las faenas agrícolas o mineras. Los esca-
sos africanos que fueron traídos al país quedaron en las ciu-
dades, de caleseros o domésticos en las casas ricas. Sólo los
jesuitas, poco antes de su expulsión. habían empezado a trner
negros para ocuparlos en el campo. Cuando se decretó su sa-
lida del país, se encontraron en s us numerosas haciendas al-
gun:is centenas de esclavos de esa nza, los que (ueron vendi-
dos en el extranjero por cuenta aeL real tesoro.
Además, desde el principio los conquistadores pu~ieron ata-
jo a la impulsividad genésica de sus escl1svos negros cou pe-
nas más terribles que el lincho.miento que emplean los norte•
americanos con igual propósito. En el cabildo de SanUago de
23 de Noviembre de 1555 «mandaron. que de hoy en adelante
cualquier negro o negros que se alzaren o rebelaren del servi -
cio de su amo o no volviese dentro de ocho días desde el dfa
en que se huyere, o si forzara alguna india sea de algún caci-
que o principal, o de otra cualquiera manera que sea contra
su voluntad, que cualquier justicia de S. M. aute quien fuere
pedido, recibiendo información bastante, que sobre el mismo
caso puede el tal juez condenar por su sent-eucia a que le
(nombran las actas la eviración completa) de las demás penas
que al juez de la causa le parececonviene a la ejecución de la
justicia •. ·
Es por eeo que las poquísimas familias chilenas eu que aun
es dable notar indicios de sangre aúicana pertenecen a las ciu-
dades, los campos están en absoluto indemnes de ella.
No estará demás recordar aquí que la sangre negro tiene uu
poder de absorción mucho mayor que la blanca. Así, mientras
del blanco no queda ningún rastro a la cuarta generación uoi•
lateral con el negro, est-0 es, cuaudo auu queda en el mestizo
~l(,;r)l, .\S l'Al,ACh)S
CAPITOLO II
3. EL H"UENTI<-ÚN A,Jl,A.UC.lNO
4. ÉP100
voz torbndo por la cólera: ¿han visto... han -visto indio más
bribón? Pero han vis ... ¡Qué indio t.an bribón! Y lo!! oficiales
se preguntaban como autómah1s unos a otros si algoien babia
visto un indio más bribón.
Un soldadillo de cara araucana se ocultaba tras un cabo ta-
pándose con ambas manos la boca y las narices paro contener
un acceso irresistible de risa que le había cogido. Miró bnciu
atrás el cabo y. ni ver ni soldadillo, se contagió, lanzando la
primera explosión de una carcajada; pero con un esfuerzo po-
deroso de voluntad, se tragó el resto, y. volviéndose de frente
con las maudíbolas comprimidas y los ojo~ muy abierto(!, es-
peró inmóvil.
La tropa recobraba su formación, mientras el jefe miraba
nuevamente hacia el bosque. Allá venían dispersos. voh·iéu-
dose a veces inquietos a mirar hacia atrás. los perseguidores
del indio. El sargento mostraba en alto a guisa de lrofeo. un
manojo de crines. Quedóse el comandanle un rato inmóvil,
hablando consigo mismo en touo sentencioso:
-Sí. Si en lugar de decir yo .. og1\rrenlol.. . ¡hubiera dicho
.. . ¡roátenlol. .. Es cloro ... Pero el maldito caballol... Algo me
decía al corazón que este indio venía a jugarnos algunc.
Permaueció un momento pensativo y luego, alzando la ca-
beza, preguntó con ansiedad:
-¿Me saludó el indio cuando llegó?
-No saludó a uadie, contestó el ayudante con un gesto de-
sesperado de rabia.
-Abí está! ¿Y cómo dijo Ud. q11e el iudio venia a vender
el caballo?
-Yo no a6rmé .. .
Y el ayudante cortó eu seco su réplica sute la mirada de re-
proche airado con que el comon,(lanle lo midió de alto a bajo.
Y ahora yo pregunto a mi vez a los que han leído en los
poetas, en los romancistas, en los historiadores, los hechos
heroicos de los hombres, aquellos hechos de que la huo1ani-
dad guaTda solicita el recuerdo. porque son $U houor, su orgu-
llo, su ~loria, les pregunto si conocen uu he<'ho humano más
hermoso.
Este acápite de nuestra historia no pertenece a ningún cro-
nista, a mngúu historiador. En los uoohes de vivac de la
guerra del Pacífico tuve In dicba de oirlo, entre otros muchos
episodios coutemporáueos de la guerra de la frontera, de los
labios del entonces comandante Adolfo Holley, hoy nuestro
ilustre general, quien, como Canto, Pinto, los Wood y tantos
otros, templó su alma y su espada eu las postrimerías de
aquella epopeya viva.
76 NICOLÁS PÁLAOI08
5. DoCUlll,;NTOII l•ROIU'l'OlHOS
zas casas, quedan mny seguras con solo tapar sus puertas con
un ramo>.
Así se contradice a cada paso este autor. En parte llama
cobardes a los Araucanos y luego pondera su coraje; dice en
alguna página que son ateos y filisteos y despuás habla de su
dios y de sus sacerdotes. Los Anales tienen donde escoger, y
a fe que lo han hecho con acierto. Como muestra ab1 van al
gunos párrafos de esos archivos de nuestra U niversidad.
e Unos a otros se r obaban a mano armada y saqueaban sus
chozas en ataques y sorpresas que llamaban malón• . Los ma
Iones eran verdaderas guerras entre ellos. «En los primeros en-
cuentros con los conquistadores no entraban en batalla for.
mando cuadros simétricos sino pelotones sucesivos,. , Es edt.11,
como muchas otras, una invención universitaria. Ya vimos
que Valdivia afirma que torwnban escuadrones cerrados. Cer•
ca de u11 siglo ,mtes se presentaron a IJts huestes peruanas
mondadas por Yupanqui a couquietnr a Chile «aformados»,
no en pelotone!', según retiere Garcilaso de In Vega'(Oonumla•
rios reales del Perr,, pág. 248).
Los Anafe.~ pretenden establecer que los Araucanoa tomaron
de los espa1'\oles lo poco que entendían en cosas de ~uerrn.
Atirman que la b11taJI,- en que los indios vencieron y mal.aron
a \'aldi\'in fu é dispuésta y dirigida por Lnotaro, indio al ser•
vicio de los couqujstadores y de los cualei? había aprendido el
arte de peleRr. Ioveución. Lautaro se pasó al partido de sus
pnjsanos cuando vió que los caballos de los conquistadores es-
taban rendidos y próximos a iuutilfaarse, cosa que Caupolicán
el verdadero organizado r de aquella victoria, podía tal vez ig-
norar; así fué que la not,icia llevada por Lautaro les hizo co-
brar nuevos bríor, y finalizar la batalla.
«Ls ventaja de las armas de los castellanos, el empuje de
sus Cl\balgaduras, el estrépito, más que el efecto, de sus arca-
buces y artillería y la resistencia de sus armaduras, ct,ntribu-
yeron a poner de su parte la victoria en estas primeras batallas,
arrollando casi invariablemente estos pelotones desordenados
de salvajes.>
,Jamás dejaron de ftterrarse los indios coa el estruendo de
los canones y a rcabuces> . Afirmación verdaderamente audaz <le
los 1h1ale.s. Precisamente lo que más admiraba a los conquis-
tadores, y de que dejan constancia 1-0®s los cronistas, es que
las armas de fuego, qne en todo el continente habían produci-
do el espanto de los indígenas, no hicieran mella alguna en
el alma de acero de los Araucanos.
Ya recordá algunos hechos que lo prueban y cité la opinión
del mis mo González de Nájera, Córdova y Figueroa, qne fué
81
los que en Espann i.uelen dar verde a los caballos, que era la
<:osn más substa.n ~ial que en ellos se bl\Jlaba, y acabados (con
no poco sentimiento de los soldados) cargaban de otras hier•
bas no conocidas. de que se e1~fermabau algunos, y los sanos
\'ª uo se poclían tener en pie. Salín yo cada dfa en un barqui-
ilo que allí tenía (el 'fuerte estaba en las márgenes del Biobfo)
v iba el río arriba, de cuyas riberas traía cantidad de pencas
<le ái>pera comida, de unas gran.des hojas mayores que adar-
gas, de una hierba llamada. pangue, cuyas rafees sit•ve.n allá a
los t1uestroe de zumaque para cu rtir los cueros. La partioióu
de los cuales pencas era menester hacerla siempre con la es-
pada en -In mano, porque sobre el comer m<'IStraban ya atrevi-
miento los soldados y falta <le respeto. Llegó fina lmente el '
exi1emo de la hambre a tales términos, que no quedó en el
fuerte adBrga ni otra cosa de cuero. hasLa venir a desatar de
noche. la pali7.ada de que era hecho el fu erte, para comer las
correas de cuero crudio de vaca y podridas de sol y agua, cou
-q,ue estaba o.Jado el madera me•. e Por lo que tuve soldados l;llU)T
honrados eu prisioues, y a otros que los hallaba asando las co•
rreas debajo del rescoldo del fue~o• . Gom,ález estaba destacado
eouuo de los muchos reductos del Biobío. lejos de Couccpción,
que ern el centro de recursos. No.estaba directamente sitiado.
pero uo podía, cou s us dos co,npai'!ias, alejarse mucho de su
fuerte sin caer eu manos de esa •peste de Chile• , como llama
a \of Araucanos, asi es que esperaba el socorro de víveres, que
debía traer el ejército entero. Dumnte los sitios sosteuidos . a
los padecimientos del hambre se unían los ataques de los in-
~ios, que el mismo autor refiere con grau colorido.
Antes de dejar de eecrib'ir sobre estos hombres, que he lle
gado a querer y respetar cuando me be echado a conocerlos
por ,.ui cueotll., olvidando lo que de ellos me ensenaron, y la
caución del «trágala, trágala, Godo insensato• que me hacían
cantar cull..l.ldo nulo, he de deoir algunas palabras sobre lo que
pienso respeot<> a su exlinción.
Todos los escritores moderuQs creen que aquella est.irpe ger•
manica hn desaparecido par11 siempre de la faz de la tierra.
-:Yo con el temor que se comprende [ácihnente, me atrevo a
durlar de la opinión de es<>s autores.
Me fundo para pensar, aei. en primer lugar, en que uo en·
cuentro razón que me convenza de que uu pueblo entero
abandone su p1ltda sit\ que queden, aunque sen en lugnres
apartados del país, algunas fomilias que perpetúen su linaje.
Jordlltles dice que los Godos abaudonarou la Scnucia (Es •
eaudinavia) y se trasla<laron al sur, pero 110 creo que deba to-
rnarse al pie de In letra su afirmnoióu.
9(i ~IOOl.ÁS J> .\l, ACJóS
10. Roro, APODO NACI ONAL CHILENO. li'ot APLI CADO 1. LOS
CON~CTlS'l'AJ>OR.ES DESDE LOS PRntlYROS 'l'lElll'OS. SÓLO HOY
~E Al'l,lOA A l ,A. OLA.SE 1'013:RE, Y ESTO 8Ó t,0 POR ALGUNOS
CHILE.NOS.
CA.PÍTULO 1
EN DKFEYSA. DE LA R-lZ.l
l. Euos en el eict,ranjero de la difamación ele los Arancanos.-2. Quien
es roto en Ohile.-8. Campatla en cont-ra dél pueblo chileno.--4. llue•
1rn~ión e imeligencia.
Como los defectos y vicios que han aparecido o ha.u sido no-
tados en estos últimos tiempos en la población de nuestro país
sólo atal'ien, según se dice y publica, al roto chileno, ésta y las
si~uientes cartas se referirán especialmente n él.
Pero antes de entrar en materia es conveniente precisar el
significado del término «roto» , es decir, ver quiénes somos ro•
tos en Chile.
Hay en el país ti11as s<'is o siete familias que se creen ellas
soltts exentas dts ese calific:at.ivo. teniendo por «rotos, a todos
los deml;ls pobta,lores de la Repúbliet).
Pero existen otras coarerrta y tantas estirpes que uo aceptan
por nada de este mundo el exclusivjsiuo de las primeras. ,Dé-
jense de tibulos,, dice en(adado alguno de sus miembros si se
le promueve la cuestión, y metiendo el iodice y él pulgar al
bolsillo del chaleco, los sacan y muestran haciendo con ellos
un movimiento muy expresivo, co1no de qoieu cuenta chau•
chas, al mismo tiempo que guillan di.sirnuladameute uu ojo.
Eso si que, salvo ellas, tienen por verdad de fe que sus demas
compatriotas son, sfo duda alguua, cpuros rotos, .
Eutre esos demás com,patriotas están la inmensa mayorítl
de los ricos, de los hacendadQs, de los mineros, de los indus•
trinles, de los r,mistas, de los empleados, del ejército y mari-
na. emparentados con los de arriba y los de más arriba, pero
que rechazan el mote porque lo toman 1;11 pie de la letra. Del
bodegonero, del artesano abajo, comprenden el apodo, pero a
ellos? ... y se contemplan el h-l.lje, Esta categoi-(a de paisanos
es la que sonríe con un extremo de la boca cuando ve pasar a
su lado a un artessuo elegante.
No es que defienda el traje raído, sino simplemente que •
tengo empelle e--n que uo se tome el hábito por el mouje, por-
que en las tres categorías anteriores audau muy ufanos algu-
nos desgraciados a quienes tiene miserablemente engafia~os el
sastre, por lo que bay qae disculparlos de que no le paguen
sus cueutas.
IOli ~ ICOl,A» I' -\J,ACJOS
tos el estado moral de los rotos del siglo áutepasado, pues niu•
guno de los cronis~s e lüstoriadores de aquel siglo dice algo
parecido; muy al contrario, el mestizo fué deede que .nació el
mejor soldado de )Jl colonia, como lo dice hasta el wiswo Gon-
1.ález de Na.jera, difamador interesado en Lodo lo que no era
godo. El historiador Felipe Góm~z de Vidaurre, que vivió pre-
cisamente en ese siglo y que conoció pe.rsonalmente a los mes-
tizos chilenos. dice eu s u Hietoria geográ.JiAa, natural y oivtl
del Rey110 de Ohile. inserta en el tomo l ó de la Oolecci{m de
Hi.storiadores de Chile, y en la pág. 284, refü iéodose a los mes-
1izos: «Cuanto a las dotes del 1iujmo, se dicen en una sola pa-
labra, y es que aquellos sacaron todo lo b ueno de ambas un-
ciones•. Se ve ('!aro que no es éste el autor consultado por el
escritor uoiversitni,io. 1
Como preparación paro abordar el problema de nuestra
raza, tengo hecha mucha lecf.ora sobre etuogra!ía y puedo ase-
gurarle, sellor, que sólo en una que otra tribu ~11lvaje de las
Lná:- atrasadas del mundo. eu el centro del Africa, en Oceanía,
eu Iudostá.u, tribus pequeJ'\as, ai'3ladas, errantes, en climas in•
sQpol'tables para razas de mediana organización social, be en•
contmd(I un cúmulo de defectos y vicios tan afrentosos parn
la huronnidad. Lo.s que han estudiado aquellos seres intelices
no pueden oc.ulrar el horror, el desconsuelo que causa a u.o
howbre supe1·ior el espectáculo tristísimo de la contemplación
de l!eres tau d~graciatlos y abyectos pert:enecientes a la mis iua
espec:ie natural que ellos.
Está auuncüida uni,i comisión francesa que viene a Sud-
América a esLucliar sus razas. la que de segur<> astarii ya im•
puesta de la declaración oficial del Gobieruo de Ohile. lo qoe
fllcilitnrá grandemente su tarea en la parte más difícil y deli-
cada de la etuografi.a, la parte sicológica¡ lo demó.s es cuestión
de .mrmejar coro pases, i:eglas y números, tarea casi mecánica
para los que tienen práctica.
Tal ve~ con el fin de extender la propaganda., se encuentran
baratísimos eu las librerJas, tomos de algunas de las partes ya
publicadas de dicha Hi.stqria, cou el mfamo formato y el mis-
mo ro&teriaT d e los .Anales, no sé si por cuenta del f.esoro ul'.li•
versitario o como ~aje al redactor.
Después de esta enumeraoióu de nuestras cualidades, los
t!tiales se muestran muy optimtst.as respecto al poder oculto
ele la instrucción sobre «n uestras clases populares», para cam-
biar con ella los instintos heredados; per o como entre los sa-
bios de todas partes la ilust.rációu es tenida n la fecha como in-
capaz de modificar el carácter y las cualidades lllorale1:1 innatas
de las razas, mirándolas sólo como un velo que las encubre,.
110 NICOLÁ.g PALA.010S
CAP I TULO 11
Ll!NGU AJ E
l. Aon:&TENCU. S P RELllUNARES
las que le daré más adelante y por las que podrá juzgar de
la grande influencia en todos sentidos que el idioma de los
Godos ejerció en el castellano. En uu cálculo hecho a la ligera
para esta carta he anot'8do t¡1ás de doscientas voces espnflolae
que derivan de aquella lengua en la sola letra G del dio•
cionnrio espailol.
d) Una. de las causas de que ~e desconozca la influencia de
los Godos en la formación de los romances de la Peuínsula es
In iden errónea que se tiene reepecl,() al oúroero de ellos y al
lugar que ocuparon en la sociabilidad de ese pals.
La ocupación de Espaila por los Godoi «fué casi puramente
miliu.r» dice .Montan para explicar la ninguna influencia del
idioma de és1-0s que este aut-Or, comó los demás peninsulares,
uo conoce, en la forma ción del castellano. No es esa la verdad
Je los hechos.
JJa tribu de los Vándalos cruzó el Rín en dirección a Espa-
ña eu gr1lndíaimo número. El ejército q~e c ustodiaba a la
tribu se componía de 50 000 hombres. E s verdad que la ma-
yor parte posó al A frica, quedkoclo el resto en Audalucia; pero
del Africu voh•ieron a España después de ser derrotados por
el geuero.l rumano Belisario en 533. L os uevos salieron de
Alem11111a en c.·uutidad asimismo mu,· nuweroso, pue::1 sus gue-
m:ros solnmeute eran 30 000. Los Yís.il,!:odo~t>rnn los miís nu•
merosos de todo", pero no he encontrado cifras sobre su nú -
mero en los libros que be leid(I: ~ólo aproximarlameute puedo
calcularlo, como asimismo el de los Alanos. Durante la esta·
rlíu de 1>stas dos últimas triblll! en el sur de Francia, cuando
poseinu el lla mado reino de Tolosa, tuvo lugar la gran batalla
dP Clialons {-15 l), que, como se sabe fn é uno de los hechos de
anuas más grande de la historia y en el que pelearon los bár•
h11ro¡¡ unos contra otros, con gran contento rle los romanos.
En el ejército invasor, mandado por Atila, veníau los Huuos,
lo~ Ostrogodos y otras gentt>s menos numerosa::!. El ejército
que se le opuso, a las órdenes del general romano Aecio, esta-
hn dividido eu tres cuerpos: el t:le los Visigodos, con su rey
Teodorico el Visigodo a la cabeza, formaba el ala izquierda,
el de los Alanos el centro, y el ala derecha la componían le•
gil)nes romnnas, en las que veolau bárbaros de todas estirpes
que peleaban a sueldo del Imperio. Cálculos moderados ha•
ciau subir el ejército de Aecio a 500 000 hombres, de los cua-
les i,odra suponerse que los Visigodos y Alanos forma rían o
lo menos los tres fJUintos, esto es 300 000 soldados. En 553
los Ostrogodos 1tl:>audouaron la Itali~ con sus familias, sur.ni-
nistrándoles Narses, diuero y todo lo necesario parl\ su trasla•
cióu. Snlieron de esn península por el noroeste, pero no '38 sa•
120 NICOLÁ.S PALACIOS
5.
a) Es verdad que el lenguaje del campesino, del chileno que
no ha aprendido en la escuela o en la ciudad el castellano es
exclusivo de upestro pafs. Algunas de nuestras palabras se
usan tambien aquí o allá en algunas proviucias de Espana o
países de la Améric.-a latina; pero la lengua en su t(\talidad,
con sus voces, fonología, morfología y sintaxis particulares es
herencia privativa del chileno. Efectivamente, nuestro dialecto
era el hablado por los conquistadores de Chile, de lo que espe•
ro convencerlo en el curso <le la presente.
Para darse cuenta tabnl del lenguaje de Pedro <le Valdivin
y de s us compafleros y s uce-so1·es, hay q ue tener pre-sente estas
tres consideraciones:
l." El espnnol escrito en la Península en el siglo XVI, en
que empezó la conquista de Chile, era un idioma literario de
relnt.iva reciente creación, que el pueblo iletrado todavía no
hablaba allí.
2." El iriioma que aparece escrito en las obras de ese tiem•
po no se prouunciul,a entonces como lo pronuncian los espa-
ñoles a la fecha, por lo que tiene rozón Puigblunch al rlecir
que si fuera posible oir hablar a Cervantes o a L<>pe de Vega,
noi; parecerían extrnujeros por su acento.
8.ª Que el carupesino iletrado de Chile ha recibido su len•
gua por tradició11 oral de padres a hijos, por lo que uo es ex-
tl'aiio que uo bable el castellano actual, que los conquistado·
res, s us padres, no conociao por ser iletrados en so grao ma•
yorfa.
Eu el curso de la presente eucootrará Ud. la comprobación
de las aserciones anteriores. Hay además constancia histórica
de que tanto los mestizos como los indios que aprendían la
lengua castellana la pronunciaban como lo<J conquistadores, no
como los letrados. El padre Ovalle, nacido en Santingo en
1601 y muerto en 1661, t--rat~udo en su Hisrorica Relación ( Co·
leccióii de H-istoriadores, tomo 12, pág, 166) de la semejanza
de los mestizos con sos padres europeos, dice: cni en el modo
de hablar, ni eo la prononciación (difieren), y esto no sólo en
los meztizos. sino también eD los mesmos indios de aquella
tierra, los cuales cuando se crían entre nosotros, 1:ortan tao
bien la lengua espatlola, que ni en la frase oi en el modo de
pronunciar ni en los dejos se reconoce diferenoia PlgllllR>.
Esas expresiones cla pronunciación>, clos dejos> se refieren
seguramente al modo particular de hablar de los espai\olee de
NICOLÁS PALAOJOf;
6.
a) Antes de citarle documentos literarios eu comprobación de
que el espntlol nrcaico s uprimía la ,t de muchas palabras que
en el espailol actual la llevan, debo recordarle que tales doct?-·
menlos (ueroo escritos por pérsooas que poseían la ú nica ilus-
tración literaria de aquel tiempo, la latina., por lo q ue al escri -
bii; ei lenguaje corriente deburían tener presente la escritura
de aquel idioma, y así e~ romance escrito sería más latiuo que
el hablad.o por ellos mismos, y mucho más que el hablado por
los iletrados. No es inverosímil que les sucediera lo que se
cue11t-a del dómine colcbsgüiuo que, corrigiendo In plana.a uu
escolar, le deqía en tono de r-eproche: csordao s'eh cribe cou l
y con d».
Ha de tenerse prP.sente asimismo, para apreciar el valor
cronológico de algunos escritos espafloles arcaicos, que los
meouscritos más interesantes han '3ido retocados con el tin de
cambiarles su ortografía primitiva por otra en uso a la fecha
dt! In corrección. El manuscrito de El Oíd, antes recordRdo,
ha sido corregido en varias ocasiones con aquel propósito, y
sólo mediante procedimientos químicos delicados ba podido
reslablecerse su or~graUa primitiva, de 1307, según se oree.
Del beobo de que el idioma hablado en E spaila en los pri-
meros siglos de que uos quedan e¡¡critos eran más gótiro por
sus \..Oces y po-r su fonética bny numerosas pruebas.
Muchas palabras de origen germánico que se eucuentran en
103 primeros escritos castellanos fueron sieudo J>.lmlatinamente
re"mplazadas por otras de origen latino: ardido del gótico
hard14i cedió su puesto n esforzado, nnimoso; guisll de toisa, lo
cedió a manera, modo; fisgar de jiskf:m, a pescar; adrrunar
{palabra híbrida del latín ad y del gótico r rma=misterio, deli-
beración secreta) a adivinar¡ mat.nlotaje, Wbrida también, a
L-18 SIUOI..Í,S PAl,.-\Cl0$
que loe árabes decían loccao por locura, y primó esa op10100
hasta que se cayó en la cuenta de que desg~iadamente no
existía tal palabra en á rabe. También se ha propuesto una del
griego: alogos=el que no tiene la razón en las discusiones.
~foolau, que anali-za todas e,os etimologías, las desecha todas,
en 10 que aciert-a, y concluye diciendo: «Más probable e~, sin
embargo, que baya de acudirse a uu origen céltico~, en lo que
verra.
· Como le decía en uno de las carillas a o teriores. esh\n los
cas1ellanos atrasados t-ainbiéo en el conociruieuto de su lengua;
porque esas etiruologios que dejo npuutadas son de los que
llaman por consonancia los entendidos, o de sonsonete, como
decia Eduardo de la Barra.
Para proponer las eti mologías góticas q ue he apuntado he
1eoido e11 vistA no sólo la forma exterun de los voces sino tam•
bién su significado. F11ls está documentado en gótico en la
acepción de sucio, de pútrido. pero hay que recordnr que de
ese Mioma sólo se poseeu los (rogruentos de la Biblia que le
he recordado y una que otra corta inscripoióu, por lo que no
es muy nveotnrado que ee usara tatnbién con otros significa-
dos análogos y en sentido metafórico. En anglosnjón se decía
como en gótico f,,l. de donde el inglés moderno ba obtenido
In pulnbrn foul, que se 1:tplica especialmente eu sentido figura-
do para significar una persona despreciable, vil, de uatu ral per-
verso y repugnnnte. Eu casi todas las lenguas germanas exis-
ten palabras semejantes por la forma y por el significado a lo
gótiCil/u/s. En espn11ol antiguo se dijo folfm y más tarde fo.
llón, t"U tiempo de Oen·antes, palabras en las que se ve el sig•
oificndo traslaticio, pues eran empleadas en el sentido de co-
barde, malandrín, despreciable. Igual significado moral tiene
111 voz francesa fou, la italiana folle, que valen loco en cRete-
llano; la espai1ola, francesa y provenzal /eló11, y la i taliana
f~llone, etc.• etc.
De la idea de cosa repugnante y vii pasó el término gótico
castellanizado a siguificar personn de esas cualidades morales
Ymentales y en tal selltido se escribió por los letrados; pero
un hombre loco, un amente es mas digno de compasión que
de cens uru por su infeliz estado moral; as! quedaron sólo fo·
llbn. fel,m, fcl<mia, et.e., y para Cllracterizar al hombre que ha
perdido su rar.ón se tomó In voz loco d el lenguaje vulgar góti-
co que recuerda cunlidndes externas que uoeovuelveu censura.
El \·erbo lail.:a11 está documeutado en el sentido de saltar y
danzar, pero el ang losajón que conserva sus radicales laca11,
significa no sólo saltar siuo también nadar, combatir, modu-
lar; y el nórdico leika, gozar; saltar, el moverse de la llama, etc.
150 .XIC01.ÁS P,\LA CJOS
Decir de Moxica.
Son tau abundant~s los ejemplos que pudieran citarse de lt
-supresión de la d y auo de sílabas eo que entra en los escrito;
castellanos antiguos, que creo debe s uprimírsela de aquelloi.
versos en q ue convenga a s u exacta medida.
Así creo que J uan R ui1. pronunciaba como nosotros llalem
aunque escribía Magdaleoa, pues siendo, como era, u n vereif
eador cumplido, hacía un verso de ocho sílabas de •Santa ~la
ria ).lagdaleua,, que tiene nueve. El Arcbipreste media a
-0ilio y escribía segáo sus conocimien tos literarios, como m
paisano el dómine.
Ve Ud. que por mucha que sea n ues~ra voracidad, cnm~
dicen, respecto de esa consooaote, no hemos podido ejercitarlt
porque yn In habían devorndo oue'3tros abuelos de mucha;
pala bras que lo teníaQ, y asf mondadas nos las trasmitieron
L os que uos i nculpan esa falta no hau estudiado suficiente-
mente el punto.
e) Nnuca articulamos los chilenos la d con energía explosi-
va, que eoa conson ante es suave en ~stellano. E n chileno e;
aún más s uave, pero la pronunciamos corredamente y obUga
da lioguo-dental
1.0 Después de n, r, l, s, sea que pertenezcan a la roiemt
palabra o a la anterior, y después de .tt sibilante o aspirada
a mundo, lerdo, caldo, 'ebde, ·on J)amtán, color de oro, sol
de otono, meb d'enero.
2.0 Autes de diptongo: dia, duende, m edio.
3.0 Después de tliptongo y antes <le vocal: eoidnr, leídl
nnditorio. Sio i vecion es insegura: siuá o siudá, rhía o vlú
-da, si el acento carga en la primera vocal del diptongo, la 4
suena: deudo; si cargo en la seguudn, de ordinario se pierde-
mieo, ruen.
En las demás po11iciones la des muy suave o nula. Nóta..(t
eon todo la tendencia a no suprimir más de u na d en 11\ mism:
palabra: deo, dorndo.
Las cuatro consonantes que hacen obligada la pronuncia
ción de la d en chileno, son las misruas que la preceden et
gótico, y a tise origen fonético creo que debe el castellano e
que esñ sen también la posición en que dicha consonante sut
na más d istintamente.
8.
a) La s es otra de las letras castellanas que suprirnímos en
w uébas articulaciones, reemplazándola, siempre que esto su•
ceda, con una aspiración, o mejor expiración, producida Por
el pecho sin que sea modificada por los órganos vocales.
H.\1.A C Ull,E.SA lóH
12.
CAPITULO m
('0?\TL~UACION. GE~'ERALID.AUES
l. a) tendencil\S 2enerales del lenguaje chileno en BTruonía coo t
pensamiento de la 1"11.ZS. b) contTilcciooea, apócopes, etc. c) origen dela
nomenclatura en la métrica cutellana, y .Jel uso de la rima Ut·
nante en su versificación. d) contracciones en inglés. e) contracclonei
en chileno.-2. a) inOuencia de la escritora en el desarrollo de las leii
guas. Los aea.Jémicos. b) la tendenr.ia al pasado del castellano modem
tiene una cansa biológica. o) necesidad de saber un idioma germllol~
))lira estudiar las ciencias modernas. Germanos y latinos. d) temor la
fundado. e) una írase en chileno.
2.
1
,,} reugo un é.migo que me hace el servicio de apurarse por
mi, el cuul me obsPrvó, muy alar,nado. que en mi carta aur.e-
rior, en vez de un Godo de Espai'u1 yo babia puesto a un gua-
~o colchngüioo hublaodo con Oolóo, en lo cual había cometi-
do, por lo rue11os, llO anacronismo ~vidente. Esf)ero que, por
las suciutl,\s pruebas 'JUE' me h1t sido posible aducir en la pre-
gente, hoya cambiado de opioióo.
No tenemos por quó avergom:arnos de usar un lenguaje
más regular y más lacónico que el castellano moderno. Y aquí
me ha de perdonnr el que, en desquite de lo mucho que eu
lengua castellana se uos ha vituperado nuestro modo de ex-
presemos. le diga con sinceridad lo que pienso respecto de ese
idioma, eu el que usted ha obtenido ton envidiables triunfos.
'rodas las lenguas al hacerse lit.erarias sufren una detención
~n su deseuvolvimie11to bacia la regularización de su morfolo
gía y hacia Ja aiaiplificación y lógica de s u sintaxis, que es
eowo se cumple en el babia humana la ley universal del menor
esfuerzo. Esa detención Uega a su más nlto g rado cuando la
escritura documenta las formas y las relaciones de las paln-
bras en el discurso. Desde que la gni6cn empiezn a ejer cer su
.ac;cióu conservadora de los idiomas, el progreso de éstos se re•
duce casi a ia adquisición de voces y de giros nuevos, pero
eocuadrados dentro de IIU! leyes del desarrollo orgánico que
alcanzó el idioma antes de ser cristalizado por In escritura.
Desde esa etapa, el -progreso de ]as lenguas es lentísimo, y las
principales barreras que detienen su marcha son: la autoridad
de los grandes escritores, en las razas progresivas. y además
la tendencia al pasado que en esto como en todos los órdenes
de su actividad siquica se mnoifieata en las razas que, habien-
do en uu tiempo sido progresivas por el mestizaje con rnzns
superiores, purifican n In fecba su naturaleza primitiva por la
~limianción de la saugre extranjera. Entre estos tíltimos están
los ro,unoces, y eutre ellos el castellano, el que ba sido mas
~xhibido en su desarrollo por esa teudonc:ia atávica.
Es, como le be recordndo 1 por In escritura por donde hao
\'Uelto a la pronunciación lus formas latinas de las voces del
primitivo castellano. Ha sido tau grande la iufluencia de la
gráfica sobre Ja fonética en esta leugua, que es éste uno de
Jos capítulos más curiosos de 11u historia. Poseo, senor, un lío
192 ,¡Jl)OLÁ$ PALA010S
de apuntes sobr~ esto y puede ser que algún dia les desateel
balduque.
A esa metamot fosis retrógrada se debe que ni el italiao!l
ui el gallego, ni el catalán de hoy se diíerencieu tanto del qu~
aparece eu los primitivos documentos que se poseen de esu
lenguas, como se düerencia el espai1ol woderoo del ~e los pri-
meros escritores peninsulares. Cualquier italiano media-urunen-
te ilustrado puede leer sin ninguna diffonltad al Dante y de,
más escritores de los siglos Xlll y XIV, mieutras que paia
enteqder las obras 1iterarias y ca$tellanas de esos mismos si-
glos un espa11ol necesita hacer estudios especiales como si 5t
~ratara de otrn lengua.
Esft es la obra de los latinistas, de los etitnologistas, cul'a
~biduría le he manifestarlo tntl.s atrás. 'f odo el empello dt
los bumauistas de hablR castellana, con rarísimas excepcio-
nes, ba sido puesto en acercar s u lengua a la que hablaron
los romanos de ba veinte siglos, y en adornar la frase, redou
dear el periodo y dar sonoridad y demás cualidades e-xteru&!
a su idioma.
El lema de los liuinnuistas organizados en legión «Limpí-.
Fija y cla Esplendor>, ha cie enteuderse de una manera muy
particular. Entienden por limpiar la lengua encerrarla denlro
de u-ua muralla clúua para que no penetre eu ella ninguna
voz nueva, uingón neologismo o barbarismo, a los que tieuen
horror, de lo qoe h8 resultado, con el im.nenso desarrollo df
la vióa moderna, que pocos libros prestan menos utHid11d a
un hombre, de estudio que un Diccionario de la Academia. Úl!
editores libre ros bau subsanado en parte e&$ deficiencia pro-
porciona,,do al ptíblico de babia castellana diccionarios cou
«apéndice» , que va siendo ya tall voluminoso como el dktiu·
nario mismo, cosa no- vista ni oída de otro idioma.
No «Fija> sino que va hacia donde lo hemos visto, rcsuci
hmdo formas muertas por el uso del _le-guaje hablado. Eu su
tarea de restauración de fósiles ban ido los latinistas bsst.t
atre,.,erse con la misma lengua madre, y con el acierto que t!
de s uponer. Recuerdo que mj p rofesor de latín, Roorígutt
Ojeda , el querido Lioncbo, hacía retumbar la sala del fostilll·
to con el -um de temJJltmi. cuando es hoy sabido que desde rur
tes de la conquista de Ei¡pafín los romanos ya casi no pronun·
cía.bao la m final, y que esa u no era tampoco la 1, castellana.
Asimismo me ensei'laron que los romanos 11amnbao Oicer~•
su grao de orador, siendo que ese se.fior no respondla sino cuan·
do lo Jlamabau QHíquero, porque K sonaba la e latina .
«Esplendor> entendido como brillo externo, es ló úuico en
que el lema es verdadero. Ha sido esa una antigua aspiración
R.AZ., OHJLENA 193
CAPÍTULO I
LAS RAZAS PROGENlTOR.lS
l. (~odos. Caracteres Usicos.-2. Caraotore11 morales.-8. .Arnucu,
Caracte-ros físicos.
CAPÍTULO II
EL :MESTIZO
l. DESORIPClÓN
muy baja, con el cabello negro o muy obscuro y <'nn una ca-
beza de occipucio muy abultado.
En Italia queda asimismo el 6,% de rubios de ojos azules,
los cuales están muy clareados eu el centro y eu el sur, 'j acu.
mulados en el norte. El rubio del norte de ItaJia es de la raza
Ligara, braquicéfala, mezdnda con la Germana. Quedan sin
embargo, algunas familias blondas de talla mayor que la me-
dianl;l. eutre la clase distinguida, las cuales tienen, en cuauto
puede asegurarse, con la sola inspección ocular, la cabeza
oblonga.
En Francia se encuentran las mismas dificultades, aunque
eu eete país sou más frecuentes las personas de un origen
germano, indudable.
Como se ve, es más delicado de lo que pudiera parecer
el asegurar la ra1,tt a que pertenecen los rubios que aun que,
dan en el sur de Europa. Lo único que puede afirmarse es
que los rubios meridionales no son sino en muy corta pro•
porción de origen germano, y que los de este último origen
pertenecen a las famili as acomodndas, a In clase dirigente, 11
la que no emigra.
4. NEGROS. AOLUfATAClÓN
CAPÍTULO UI
de juramentos y amen8Uls.
¿Cómo explicar esa coexistencia del signo externo más elo-
tueute de la depresión del ánimo, de su sufrimiento inveoci•
ble, de su pesar. de su rendimiento al dolor moral, como sou
.¡g _lágrimas que uo arranca una pena física, con el grupo de
1ec1ones asimismo elocuerltes de la sobreactividad volitiva en
0 manifestación más enérgica: el ataque?
Soo dos estados de ánimo que parecen excluirse. No re•
<1lerdo coál de los cronistas de Chile dice que los Araucanos
le tenían miedo al miedo, y que, para arrojarlo-de e{ antes de
entrar en pelea, herían el suelo con golpes redoblados de sus
talones. ¿Cómo puede ,un mismo individuo tener miedo y
228 ~1(:()t,ÁS P J. l,ACI OS
t'ulpe anas cuántas líneas soQre ellas, aanque sea 1:u fonna
categórica, que no hay espacio para más.
Desde un polo al otro de la Tierra puedeu repasarse una a
una las distintas rozas buruauas y comprobar en todas ellas lo
que ya be dit'bo respecto a la diferenciación eutre el físico y el
carácter de ms hombres y de sus mujeres como signo inequí-
voco de perfección. A hombres de caracteres varoniles de~-
rrollados corresponden mujeres de feminismo también desa-
rrollado. y al contrario, o mujeres varoniles, hombres que
apenas lo son. Las mujeres ,1 aro11iles inglesas y norteamerica-
nas que tanto alaban los diarios y revistas de Santiago 110 son
taita mujeres varoniles. En esa raza no hay beroíuas ni gut
rreras ni cosa que lo valga. Las iuglesas y norteamericanas
van solas por las calles porque fabeu que los bombrel! no las
faltarán en lo mág ruiuimo, y si nlgunns se descomiden con los
homt>res, como dicen que sucede, es sólo debido a que ésto,
laR tieueu demasiado regalonas y basta consentidas; pero ~011
tau femeninas como la que más. Las conozco personalmente.
Las mujeres de cuRlidades morales e inl.electaa.Jes semejan-
tes a lns del hombre que s uelen aparecer en las razas superio-
res, tienen también afinidades físi cas con el varón: son poco
agraciadas dt: semblante, sueleu tener pelos en la cara, lo,
hombros cuadrados, su \'Oz carece de la duliut·a que para el
hombre tiene el acento femenino, etc., y no es raro que le!
guste vestirse de hombre; en cambio, esas mujeres de gran
talento que bao solido rivalizar con el hombre, eso!! fenóme-
nos, uo hau tenido descendencia. ¿Qué será? Los méui~
saben mucho de eso, pero a veces ni ellos mismos saben n que
carta quedarse.
Es muy fácil en Chile refutar esas doctrinas fiscales , porque
aquí van contra los sentimientos heredados de la pobhtcióu
Todo chileno de instintos correctos siente desvío por una mu·
jer talentuda y hombruna, el1 lo que uo hace más que seguir
las misteriosas, p~ro infalibles indicaciones t.le la unturnlozn.
En contra del ejemplo fiscal para mis paisanas, yo les ose•
guraré, sin pruebas por hoy, que hay pocos signos más elo•
cuentes de inferioridad de roza para non mujer que el de po·
seer carácter varonil, y que la inteligencia femenina no debe
pasar de ciertos límites si no quiere despertar sospechas. Esto
no es negar que haya mujeres de verdad que son mas iutelí·
gentes que muchos hombres, es afirmar sólo que el térwiuo
medio de la inteligencia femenina es inferior n In wasculioa,
y que dicha diferencia se acentúa a medida que se ascienda
en In est'nla de las razas, porque así, diferenciando las aptiw·
237
CAPITULO I
ESTADISTICA CUillL~AL
1. Falta d~ estudios 11erios 11obre criminalidad en Ohilo.-2. Base de toda
111:1tndí11tica orhninal.--3. CriDlinalidad de las colonias ex~ranjera, en
Cbilo y compnnu:lón con In nacional.-1. Influencia de In emhria
guez en la delincuencia de las distinl~s colonias.-!). Caum
de la &.'< CesiYa criminalidad de las colonias extranjeras.-6.
Criminalidad de la mujer.-7. Datos íaleos oficiales sobre la crimi-
nalidad chilena y su rectitlc~ción.-S. Comentarios y cálculo¡¡ oficia
les sobre criminalidad nacional. Repnro11 necesarios.-9. •Igualdad
ante la ley•· Crímenes cwiles y crimenes barbáricos. SigniflcndG Je
()ittos óltimos.-10. Famosos criminales chilenos que no son de rau
chilena. Influencia del despertar político del pueblo chileno sobre
,iu conducta.
por \!olonias en ese año, por lo que hay que recurrir al siguieu.
te. eu el cual se encaeutran los números requeridos.
En 1896 llegaron a O1.Jile 1 114 inmigrantes contratados y
unos 400 por su cuenta, In que da un tou.l de 1 51-l, que su.
mado a los que babia en en el país, Lace 74 326 extranjeros.
Es sabido que de los inmigrantes contratados quedaron muy
pocos eu Cbile, pero como uo hay datos exactos, los conside
ramos como existentes.
La Sit1ops1'.s E.9tadistica de 1896 do como población de Chi-
le 3 008 669, al que quitando la población extranjera en ese
ano. da como corre11pondiente a los chilenos la cifra 2 934 2-t.l
En los cómputos siguienter me retiero sólo a los hombres,
nacionales y exLrfmjel"os, que han delinquido, porque el nú-
mero de mujeres de algunns colonias es relativamente meuor
que el de mujeres chilenos comparado con la población tam,
bién chilena. Además, la mujer de nuestro país ba de llenAr
aquí el triste rol social que más a menudo la pone en relacio,
nes con la justicia.
Eutre esos reos ebrios están mis pai$auos, estoy seguro, por
que el chileno tiene susceptible y belicoso el vino. El alemát
tiene c,u cerveza sentimental o apática, condiciones qne no dan
que hacer a la policía. El francés sólo se achispa, pasando
rara vez de los cincuenta pontos y teniendo siempre presente
que el hoo;ibre ha de ser culto ante todo, por lo que tampoco
comete disparates en ese estado. El espa11ol se cura poco y en
raras ocasiones, y e.o pasando de los sesent-a o sesenta y cin~
puntos, sn vino es expansivo . y a mistos<', desfogando en ha-
blar la sobreexcitación pasajera del alcohol. El italiano no !t
embriaga casi nunca, y su cura es desconfiada y cau~IO!a.
evitando los alborotos.
Naturalmente, esas condiciones sufren excepción. Hay ch:
Jeuos que la agarran reída o llorada, alemanes que dan to
turbulentos, franceses que se ponen insoportables r bochiu
cberos, italianos que se vuelven rencorosos y sanguinarios, r
espauoles que dan en fantásticos y camorristas. Ni tampocoe
siempre neceaario que lleguen a los puntos dichos para qnt
cada cual descubra su característica, pues en algunos se meh
desde que empiezan a apunt.arse.
En esa cifra fatal de trece mil y tintos t1sttin también con>-
preudidos los marineros iuglePes y escaudinavos de los buque¡
mercautes que llegan a nuestras costas, los cuales tienen, an
mismo, engallado y frecuente el wisky. Los capitanes de eui
naves se -van derecho a las policías de los puertos a busw
a su gente que ha bajado a tierra con permiso, con la segun
dad de encontrarlos durmiéudola en sus calabozos, sin Q11f
falte uno.
Por lo que respecta a los escandinavos, la anterior aserciiit
se comprueba con el hecho de que todos sus reos han caído,
las policías de los puertos. Como esta.colonia es muy redo!l-
da en Chile (467 individuos), con la tripulación de dos buqll6
que en el Rfio baje a tierra, o a. la policía que es lo mismo,¡,
tiene proporción criminal para quedar en la columna por~
bajo de los sobrios chinos.
Las policías anotan la nacionalidad de los reos sit, expre:t
si son domiciliados en el país o simples transeuntes, obmn
ción que debieran hacer en sus libros para que no se cargr,
a los paisanos residentes, que son los únicos que forman
colonia, las cuentas con la justicia de esos desgraciados ~l'I'
llegan aquí con una sed atrasada de la rgos meses de oa\"egt
ción y abstinencia forzosa, y de la cual se desquitan mantt
niendo enarbolado el codo basta que se les cae el braio•
completar los cien punt-0s.
259
P E NlTE.NOIARÍA8
PRESlDTOS
rior. Este libro funda sus cálculos como lo hace en este parra.
fo de su página 13:
«Siendo la población total de Chile de 2 712 146 habitantes,
y la totalidad de reos entrados a las cárceles de 34 265 indh·i•
duC1e, resulta que la densidad de la criminalidad para la Re-
pública, viene a ser de 12.6 reos por 1 000 habit&ntes.»
Como se ve, la población que le sirve de base es la empa.
dronada en 1896, y la cifra de los reos es la de 1901, aflo en el
c ual la población del país era de más de 3 140 000 habitantes,
según la Sinopsi.s oficial, de modo que lo que «resalta» d~
<:omparar datos de tan dist.infas !echas no es lo que dice la e!·
tadfstica, ni resulta cosa alguna a no ser vellones, como dicen
los alegres australianos, · que resultan de s umar lijeras con
<:arueros sin esquilar.
Sobre esa base de población están fundados todos lol! demás
C1\lculos del proemio de ese libro, por lo que resultan natural,
mente falsos desde sus cimientos.
Es esa una de las C8ll88s de la creencia en el aumento dt
nuestra criminalidad: ven que la cifra total de reos crece pau
latina mente de allo en ano, y aseguran que la criruinalidad ~
In que crece, pues no toman en cuenta el aumento de In pobla
ción. Confunden el hecho, el crimen, con la criminalidad, que
~s relación numérica.
El mismo criterio iu(orma las demás conclusiones de esto
(1118 se llama estadística entre nosotros. Repitiendo lo dicho
-en todos esos libros, desde el quinqueuio de uueva invención,
<lespués de dejar constancia de que los ganaoes han arrojado
más de seis veces el número de reos dados por los 11irvienlef
<lomésticos y por los empleados a sueldo de todas categor!M,
trae est.e acápite alarmante en su página 10:
e Los gaflanes figuran, pues, en primera línea por la frecuen
,cia de los delitos. Vienen en seguida los obreros a jorual, llk
agricnltores, los oficios mecánicos» ...
No dice en ninguna parte, oi parece que lo cree necesario.
-0ual es la proporción que e~;ste entre los empleados y los ga-
fü1oes en Chile. Nota que éstos dan mayor número de N!(l!
que aquellos y, sin más, asienta la criminalidad cen primen
línea» de los gafíanes. El número de gananes es en Chile
como eu todas pa rtes, de quince a veinte veces superior al dt
los empleados, de modo que lo que resulta es precisamente~
contrario de lo que pretende hacer creer ese libro oficial. l.,:
mismo puede decirse respecto a los sirvient-es doméeticos y la:
<lemas profesiones que nomJ>ra.
En la página 19 repite la misma observación, por si al let
.tor se le hubiera escapado la de la página 10.
R.!ZA c u1u:S A 271
Hombres............................. . 3078
~Iojeres ........... .... ........... ..... . 179,.
CAPITULO II
CAPÍTULO 11.-LENOUAJE
'l'arcorn parte.-Etnografín
CA PÍTULO J.-L.18 &,\ZAS l'&O GE~ l TORAS