Está en la página 1de 11

FRANCISCO JAVIER CAMACHO.

POR NAPOLEÓN CAMACHO.

Escribir sobre los más profundos y finos afectos es realmente motivo


de levitación literal donde solo gravita como satélite el pasado.
Acordarse de este hombre responsable de todos de los que
formamos parte de las familias descendientes de los Camacho
Barrios, es profundizar la existencia misma, es rememorar parte del
discurso pronunciado por Francisco “Paco” Camacho Barrios, el 9 de
Noviembre de 1979, en la Plaza Bolívar de San Felipe, con motivo de
estarse conmemorando el 250° aniversario de la Real Cedula de la
ciudad de San Felipe:

“Solo me he permitido hundir la mano en esta tierra donde


descansan los huesos de mi hermano Napoleón, para que palpitara
el viejo corazón del recuerdo, como si fuera un ave canora con
mucho años de cautiverio”.

Francisco Javier Camacho, hombre de talla mediana, moreno y andar


ceremonioso con sus brazos hacia atrás, y con su eterno traje blanco,
sereno y sabio, con mirada taciturna, que al término de su vida,
viviera en la Calle 11 E/Av. 4 y 5 en la Qta Mi Ranchito de San Felipe,
casa de Familia de Los Pífano Camacho, de Carmen Elena Camacho
Barrios de Pífano, su segunda hija, quien caso con Mario Pífano,
hombre humilde y trabajador, hijo de inmigrantes italianos, oriundo
de San Felipe.

Donde celosamente guardaba en su cuarto de habitación, la


colección del periódico “El Nacional”, en paquetes de treinta a
cuarenta ejemplares en forma de dados, ordenadamente en
columnas para formar una gran ruma de periódicos que llegaba
hasta el techo de la pequeña habitación donde dormía, hecho que a
la tía Carmen Elena, molestaba y regañaba al abuelo hasta la
saciedad porque los periódicos guardados por mucho tiempo
producen mohos, polvo y olores que afectan y empeoraba su
condición de enfermo de una crónica y aguda afección asmática,
situación está que a Francisco Javier Camacho, no le era
impedimento alguno en su afán de resguardar el material histórico
informativo por su genio de gran educador que cabalga en el tiempo.
Este material histórico no se pudo donar a una hemeroteca de
alguna biblioteca pública, ya que después de seis años de su
muerte, fue cuando el Ejecutivo Regional crea la Red de Bibliotecas
Públicas del estado Yaracuy, el 14 de Diciembre de 1976, mediante
gaceta oficial Número 072. Teniendo como epónimo la Biblioteca
Pública Central al sabio yaracuyano Dr. Félix Pifano. (Premio Rafael
Rangel que concedió el Conicit en la Semana de la Ciencia por su
trabajo investigativo contra la leishmaniasis).

Es allí, en el hogar de los Pifano Camacho, custodios por muchos


años del Señor Camacho, que a sus ochenta y cuatro años de edad
agota su energía y se rinde en las manos del Señor, al final de la tarde
del martes 25 de agosto de 1970, a causa de una insuficiencia
respiratoria. Al siguiente día, miércoles 26 de Agosto de 1970, todo
el pueblo consternado desde muy temprano horas esperaba en la
plaza sin muñeco (plaza Andrés Eloy Blanco) los restos del Bachiller
Camacho, como también era conocido en toda la comarca, para que
en brazos de amigo, su pueblo compañero, lo condujera hasta su
descanso eterno, y cubrirlo con barro guameño por siempre.
Bajando por la Avenida Bolívar, fue la ruta escogida. A las 1:30 de la
tarde con la llegada del féretro comienza esta gran manifestación de
afecto y dolor. Sus condiscípulos entre anécdotas caminaban cerca
del cofre en custodia a quien le debían sus esfuerzos en esos
momentos difíciles de la niñez e inicios de su formación académica,
orientando sus vidas con rectitud. Muchos de los lugareños sin
distingo de sexos y de edad, alzaban sus brazos sobre los hombros
de la multitud, para tocar el ataúd y en señal de respeto y despedida,
santiguarse en reconocimiento a su obra de gigante talla.

Cerca de la comandancia de Policía desde una gran ventana de unas


de esas casas centenarias patrimonio sentimental de este hermoso
pueblo, se oye una voz quebrada por el tiempo, llena de dolor y
recuerdo, que despide a Francisco Javier Camacho---dejando oír--- lo
siguiente:

¡Adiós, Francisco…Amor de mi vida!.

Agitando enseguida sobre el paraban de la ventana un pañuelo


blanco en señal de despedida.

Por un momento se detuvo la marcha fúnebre en señal de respeto al


añejado recuerdo de una relación amorosa que dio como fruto a la
bella e inolvidable tía Catalina Linarez de López, que ejerció como su
padre un apostolado educativo, para orgullo de ella y nosotros sus
familiares en la escuela donde su padre Francisco Camacho, es el
epónimo, en la población de los chucos.

La iglesia San José de Guama y la plaza Bolívar, todas cubiertas por


los residentes de este pueblo donde el prócer Independentista José
Antonio Páez, vivió su infancia y casi toda su juventud y recibió sus
primeras enseñanzas en la escuela privada de la maestra Gregoria
Díaz.

Concluidos los actos religiosos prosigue la procesión hacia el antiguo


cementerio, por la calle Paez, que pasa por detrás de la vieja casa en
la que vivió Jose Antonio Paez y donde comenzó toda esta
maravillosa y bella aventura de nuestra existencia de pertenecer a la
familia Camacho Barrios. En este antiguo caserón la abuela Carmen
Barrios, todos los dias después del almuerzo familiar, abría el
portón del patio trasero para su labor de filantropía con los
desamparados, o los sin hogar o simplemente a los que ese medio
día le faltara el almuerzo. Como buena católica y fiel devota de la
Virgen del Carmen, creía firmemente, que la fe sin obra no tenía
nada de valor ante los ojos de Dios y de la Virgen, siempre
acompañada en esta labor cristiana de su sobrina Amanda Sánchez,
hija de su hermano preferido, Jesús Barrios, catire colorado,
rubicundo, sanguíneo, campeón de coleo de su pueblo y sus
alrededores.

“Cuando llegaban las grandes tardes de alegría con olor a sudor de


caballo, a brandy, a aire de sangre y tragedia, en mi casa había
tristeza porque esperaban que, de tantas veces, como si fuera un
torero, algún día Jesús barrios, que coqueteaba con la muerte y
desafiaba el riesgo vendría envuelto en sangre”. (Francisco “Paco”
Camacho. Libro Tiempo Duplicado. Editorial Cabildo, colección
Testimonio de 1984. Página 154).

En el viejo portón de la casa materna de los Camacho Barrios, el tío


“Paco”, pronuncia breves palabras dedicada a su finado padre,
donde esas viejas feas, llamada musas, se encargaron de la
profundidad poética y del fino y profundo afecto familiar de su
intervención.

Entrar y caminar por el viejo camposanto fue difícil y mucho mas


estar cerca de la fosa destinada para la sepultar al maestro Camacho,
ubicada cerca a la puerta de servicio que da al barrio “El
Cementerio”, custodiada por el viejo árbol de xxxxxx guardián del
sueño eterno del Sr. Camacho. No sé si es el mismo lugar donde
yacen los restos de la abuela Carmen Barrios (buscar partida de
defunción para la fecha y causa de la muerte) pero si es el mismo
cementerio, en que se encuentran enterrados la Tía Esther, la tía
Catalina, “Beto” y Abel, Regulo y Lorenzo mis primos hermanos, hijos
de Catalina con Don Miguel López Bravo y otros tantos familiares
que no conocí pero que en mi sangre galopan sus genes como
testimonio de haber existido, y será el mismo cuando entre en mi
sueño profundo para dormir tranquilo en las extrañas de este
maravilloso y bello pueblo de Guama, que su gentilicio es la única y
orgullosa herencia dejada por mi padre.

Francisco Camacho, lector infatigable de donde obtuvo su formación


autodidacta y una extraordinaria cultura general que le permitió ser
maestro del pueblo que lo tomó honrosamente como hijo adoptivo
e hizo suyo para la satisfacción de recibir sus consejos paternales,
sus enseñanzas y sus directrices.

El maestro J.A. Sosa Guillen, en su discurso pronunciado en el


homenaje tributado al Sr. Camacho en el trigésimo cuarto
aniversario de su iniciación magisterial. El viernes, 20 de abril de
1951. En su carácter de presidente de la junta administradora de la
“Casa del Maestro” en Barquisimeto, dice de quien fuera su maestro
lo siguiente:
“Para hablar fielmente de la personalidad el profesor Don Francisco
Camacho mi siempre bien recordado maestro, necesitaría haber
gozado de sus vivencias y enarbolado mi modesta persona frente a
la frondosidad de su sapiencia forjada en el yunque de sus esfuerzos
autodidácticos”. Prosigue diciendo más adelante:

“ El Sr. Camacho, sin haber sido alumno de alguna de nuestras


Normales ni de nuestros Colegios de Secundaria, es uno de los
mejores espíritus profesionales de que puede ufanarse Venezuela;
de ahí que quienes han ingresado al magisterio otorgando a él sus
vigilias, y vivido y sentido su obra progresiva su tradición y su destino,
saben cuánto vale en lo moral recibir de la Patria el galardón por
medio del cual es reconocida la labor fecunda, y la forma por medio
de la cual también, se estima en la dimensión de un puñado de
jóvenes la correcta valoración de unos esfuerzos. Y creo que nadie,
en límites geográficos yaracuyanos, ha sabido llevar con mas
nobleza, con mejor gallardía sobre la medalla del pecho su medalla
de amplio aprecio, distinción y querencias sanas, porque el Sr.
Camacho no ha sido nunca un escapado de su mundo interior, él ha
vivido siempre a tono con la realidad subjetiva de su identidad, de
esa pura cantera de su espíritu de donde se yergue ufano su perfil
exterior, la reposada dignidad que ha subordinado en acento de
constantes prácticas de maestro y testimonio de profunda
convicción”.

Podemos decir, que al Sr. Camacho, los dioses del saber le asignaron
este pequeño pueblo como el templo para su apostolado, en el
entonces Distrito Sucre. Más de cinco generaciones gravitaron en
torno a él, a quienes oriento´ con disciplina y con sabios consejos.
Solo bastaba su presencia y ahora su recuerdo para entender que el
educarse es el deber de todo guameño. Su legado ha sido
transmitido atraves del tiempo a las nuevas generaciones para
eternizar su obra, ganándose el respeto de todos y cada uno de los
habitantes de su amada Guama, en el corazón de Yaracuy, de quien
estaba pendiente y siempre solidario con sus pobladores. Donde
sepulto su amor y sus desvelos estaban dirigidos a su escuela que por
más cincuenta años dirigió.

Recordando lo dicho por el cronista Jose Miguel López Pinto. Que


cuando le preguntan: ¿quién fue don Francisco Camacho?
parodiando a Manuel Rodríguez Cárdenas, Les responde: “Un
maestro que está enseñando todavía”.( Tomado del Libro: “Guama.
Espíritu telúrico de una crónica.” Página: 43).

Periodista y editor de un pequeño periódico de nombre: “El Hijo del


Pueblo” por allá en el año de 1916. Oficio desconocido para todos,
incluyendo sus hijos. Francisco “Paco” Camacho Barrios, periodista
(Premio Nacional de Periodismo 1974, mención deportes), al
conocer este tránsito en el periodismo de quien fuere su padre,
escribe con mucha sorpresa y satisfacción, el descubrimiento de tal
hecho de la manera siguiente:

“Una mano amiga pone en las mías una revelación. Es un pequeño


periódico de nombre provinciano “El Hijo del Pueblo”---continua
más adelante-- Y este pedazo de papel amarillento penetra el alma.
Y provoca irse hasta allá, hasta la casa sola de los padres, con sus
silenciosos corredores que antes tenían sonidos y jazmines y azares,
para llorar de tiempo y recuerdo.

Pero reencontrar todo eso que se lo trago el mismo tiempo, es


absurdo, pretender encontrar otra vez el padre vertical es como caer
en un rio ceniciento y oscuro que se lo llevo disfrazado de muerte --
mas adelante, dice-- Ahora te descubrimos, padre, como humilde
obrero del periodismo y te agradecemos infinitamente.
Quisiera que volvieras padre, en ese oficio de periodista, que nunca
te conocí, para que siguiéramos en el.” (Tiempo Duplicado. Página
55). Con estas palabras de “Paco” Camacho, queda clara la incursión
de don Francisco Camacho en el periodismo provinciano.

A pesar del tiempo transcurrido, no se borran de la memoria,


vivencias que permanecen como testigo fiel de la relación de
profundo amor familiar. Una vez sentado en un banco de la vieja
plaza Bolívar de San Felpe, frente al hoy desaparecido Hotel Valle
Verde y con su mirada taciturna ve a quien con mucho respeto le
pide la bendición y el con la mirada fija y con una sonrisa en su
curtido rostro de padre y maestro vertical, responde de manera
rápida, lo siguiente:

No tengo plata…ni medio, hijo… golpeando con las yemas de sus


dedos el pequeño bolsillo a la altura de la correa de su pantalón
donde guardaba el sencillo en bolívares produciendo el
característico sonido de las monedas de plata para la época.

Causándome extrañeza la respuesta del Nono (llamado así por los


Pifano Camacho por su influencia Italiana). Pensé varias veces para
dirigirme de nuevo a él, y ya decidido hable para pedirle dinero a lo
que respondió con un tierno “Dios te cuide y te acompañe, hijo mio”.
En ese momento no entendí el porqué de las respuestas del abuelo
tan incoherentes por mi corta edad. Simplemente ya era víctima de
los años, paso inexorable del tiempo, enemigo tan cruel para el
hombre.
Este hombre nacido el 3 de Diciembre de 1885, en Campoelias, hijo
ilegitimo de Rosendo Barrios y Jovita Camacho. Teniendo como
hermana a Esther Camacho (Única hermana que logre conocer).

Comienza sus estudios en el Colegio Rivero propiedad de Don


Agustín Rivero y dirigido por el maestro Trinidad Figueira, curso su
primer grado en Campo Elías, ya que Federico Calderón, Presidente
del Concejo Municipal del Distrito Bruzual, traslada a Chivacoa el
mencionado Colegio para ampliar la matricula escolar e impartir a
mayor número de habitantes la educación. Esto solo era un pretexto
porque el verdadero motivo era para que el Maestro Trinidad
Figuera diera clases a sus hijos varones.

Comienza el peregrinar entre Campo Elías y Chivacoa para asistir a


clase, logrando terminar su educación primaria. Desde ese momento
da comienzo a su etapa de formación intelectual a través de la
lectura e investigación, convirtiéndose, como ya hemos dicho en un
gran lector para lograr su formación autodidacta y solida cultura
general.

Incursiona en la actividad comercial la cual ejerce con cierto éxito y


empieza a recorrer a caballo los caminos polvorientos entre Campo
Elías y Guama por la vía de Palo grande. Algunos dicen que era brioso
y blanco, el caballo que montaba Francisco Javier Camacho, con
mucha elegancia y estilo, cualidades entre otras, con que logra
impresionar a Carmen Barrios, mujer alta y clara, bella, de cabellos
largos y despierta, sastre siendo la única mujer del pueblo y sus
alrededores que cosía ropa para caballeros (pantalones, Camisas,
Blusas, fluxes, liquiliqui) teniendo como competencia al afamado
Papa Andrea, hija de Menandro Barrios y Juana Jacinta Piña, esta
mujer juega un papel protagónico en la vida del maestro Camacho,
con quien contrae matrimonio el 29 de Diciembre de 1912, en la
Iglesia de San Jose de Guama, siendo sus padrinos de boda
eclesiástica Tal y fijan residencia en Guama en la calle comercio casa
No 19, Castillo de nuestra génesis. Naciendo un año después el 11 de
noviembre de 1913 su primer hijo de Nombre Francisco Napoleón,
luego vinieron Carmen Elena, Josefina, Jose Ramón y Francisco
“Paco” Camacho Barrios y Jacinta que muere de meses de nacida a
causa de una neomenia.

El Sr. Camacho, fue el maestro más influyente del siglo pasado no


solo para sus alumnos, también en el colectivo guameño,
respondiendo así como hijo adoptivo con el desinterés de su función
docente. Forjador de enseñanzas logrando el reconocimiento de los
demás pueblos del estado, ubicando a Guama en el sitial de honor
llamándola “La Atenas del Yaracuy”, que con mucho orgullo llevan
los guameños como bandera por su dedicación y esfuerzos a la
mayor formación académica de sus habitantes.

Se pude decir con orgullo que Francisco Javier Camacho, fue un


hombre sin derrotas morales, con amplio concepto de la equidad,
nervio de esperanzas, fibra de estímulos, haz de serenas y nobles
emociones en la sencilla historia providencial de Guama.

También podría gustarte