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Pontificia Universidad Católica Argentina

Trabajo Práctico
“Caos: la creación de una ciencia”
James Gleick

Materia: Filosofía de la Naturaleza

Profesora: Lic. Larré, Olga

Alumno: Balero Reche, Nicolás


IDEAS PRINCIPALES

La ciencia clásica acaba donde la el caos empieza. Mientras los físicos indagaron
las leyes naturales, el mundo adoleció de una ignorancia especial en lo que concierne a los
desórdenes de la atmósfera y del mar alborotado; a las fluctuaciones de las poblaciones
silvestres de animales y vegetales; y a las oscilaciones del corazón y del cerebro. La
porción irregular de la naturaleza, su parte discontinua y variable, ha sido un rompecabezas
a ojos de la ciencia. En la década de 1970 un puñado de científicos matemáticos, físicos
biólogos comenzaron a buscar nexos entre las diferentes clases de irregularidades. El caos
se ha convertido en el nombre conciso de un movimiento, de crecimiento acelerado, que
reforma la trama del “establecimiento” científico ordenado.
El caos ha forjado técnicas privativas en la utilización de los ordenadores y géneros
peculiares de representaciones gráficas, imágenes que captan estructuras fantásticas y
delicadas, de complejidad subyacente. Incluso algunos físicos interpretan el caos como
ciencia del proceso antes que del estado, del devenir antes que del ser.
El caos asoma en todos aspectos, sea cual fuere el medio, el comportamiento
obedece a las mismas leyes, recién descubiertas. El caos salva las fronteras de las
disciplinas científicas. Por ser la ciencia de la naturaleza global de los sistemas, ha reunido
a pensadores de campos muy separados. Los creyentes en el caos especulan acerca del
determinismo y el libre albedrío, la evolución y la índole de la inteligencia consciente.
Sienten que interrumpen cierta tendencia de lo científico al reduccionismo, al análisis de
los sistemas en términos de sus partes constitutivas. Creen buscar la totalidad e incluso que
el siglo XX será recordado sólo por tres cosas: la relatividad, la mecánica cuántica y el
caos. El caos forma la tercera gran revolución de la ciencia física en esta centuria. La
relatividad eliminó la ilusión del espacio y tiempo absolutos, la teoría cuántica arruinó el
sueño del mismo sabio de un proceso de medición controlable y el caos barre la fantasía de
Laplace de la predecibilidad determinista.
El moderno estudio del caos comenzó en el decenio de 1960, donde se descubrió
una dependencia sensitiva de las condiciones iniciales de ciertos aspectos para llegar a
ciertas conclusiones. En el tiempo atmosférico, por ejemplo, ello se traduce en el “efecto
mariposa”, saber, si la mariposa agita hoy con su aleteo el aire de Pekín, puede modificar
los sistemas climáticos de Nueva York el mes que viene.
Un estudioso del tiempo llamado Lorenz, apreciaba las pautas que apuntaban y
desaparecían en la atmósfera: familias de mareas y ciclones, que obedecían siempre a

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reglas matemáticas, aunque nunca se repitiesen. Lorenz luego de ver ciertas leyes de la
naturaleza eligió 12, que eran reglas numéricas, ecuaciones que expresaban los nexos entre
la temperatura y la presión, y entre la presión y la velocidad del viento para introducirlas en
un ordenador.
Entiende las leyes y entenderás el cosmos, aquélla era la filosofía que se escondía
detrás de un modelo del tiempo atmosférico inserto en un ordenador para predecir
comportamientos.
La previsión meteorológica había esperado dos siglos una máquina que repitiera
millares de cálculos, una y otra vez, por fuerza bruta. Sólo un ordenador podía hacer
efectiva la promesa newtoniana de que el mundo se desplegaba con orientación
determinista, sujeto a leyes como los planetas y predecible como los eclipses y las mareas.
En hipótesis, un ordenador permitiría que los meteorologistas llevaran a cabo lo que los
astrónomos habían efectuado antes: averiguar con procedimientos matemáticos el futuro de
su universo desde sus condiciones iniciales y las leyes físicas que guían su evolución. El
tiempo atmosférico, aunque colosalmente más complicado se atenía a las mismas leyes que
predecían que el “cometa Halley reaparecerá por aquí en setenta y seis años”.
Dado un conocimiento, y esto es importante, aproximado de sus condiciones
iniciales y la comprensión de la ley natural, podía calcularse el comportamiento
aproximado de un sistema. Esta presunción ocupaba el corazón filosófico de la ciencia.
Pero un día por accidente Lorenz ingresó a su ordenador los mismos datos, que la
computadora almacenaba con seis decimales pero esta vez con tres decimales. El resultado
que debiera ser similar para no decir idéntica, mostraba que la nueva impresión era muy
diferente, tanto que al cabo de unos pocos meses (teóricos) cualquier similitud se había
borrado. Un pequeño error numérico, como el cambio de decimales que había hecho
equivalía a un imperceptible soplo de aire, pues soplos como aquéllos se extinguían o se
anulaban unos a otros antes que alteraran las condiciones importantes, a gran escala, del
tiempo. Pero en el sistema de ecuaciones de Lorenz, los errores ínfimos fueron
catastróficos.
Una de las razones de la gente para pensar que hubiera sido posible previsiones
anticipadas del tiempo atmosférico es que hay fenómenos físicos que uno logra pronosticas
con anticipación, pero éstos siempre tienen componentes periódicos. La persona corriente
se preguntaba al ver que se predecían las mareas con mucha certeza, por qué no se podía
hacer lo mismo con la atmósfera, que sólo es un diferente sistema de fluido, con leyes de

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complicación semejante. Lorenz llegó a la conclusión, respondiendo a esta pregunta que
cualquier sistema físico de comportamiento no periódico sería impredecible.
Más adelante Von Nuemann construyó un ordenador aún mejor y más rápido que el
de Lorenz, con la intención de dominar el tiempo, pero no había tenido en cuenta la
posibilidad del caos, la inestabilidad en todos los puntos. Pocos comprendieron cuán frágil
era el procedimiento de simular corrientes en los ordenadores, incluso cuando los datos
eran razonablemente fidedignos y las leyes físicas, como en el pronóstico del tiempo.
La razón de esta imposibilidad de precisión es el efecto mariposa. Cualquier
predicción se deteriora en seguida cuando los errores e imprecisiones se multiplican,
abultándose como un alud, a causa de una cadena de manifestaciones turbulentas.
El descubrimiento de Lorenz fue un accidente, uno más en la hilera que se
remontaba a Arquímedes y su baño. Lorenz no era de los que gritaban eureka, la casualidad
no lo llevó sino al lugar donde siempre había estado. Tanto en la ciencia como en la vida,
es harto conocido que una cadena de sucesos puede encarnarse a un punto crítico que
abultará los cambios insignificantes. Pero el caos denota que tales puntos se hallaban por
doquier. En sistemas como el tiempo atmosférico, la dependencia sensitiva de las
condiciones iniciales era consecuencia inevitable de cómo las escalas pequeñas se
entrelazaban con la grande.
Lorenz descubrió luego que en muchos fenómenos físicos no se da una regularidad
establecida, por ejemplo en una rueda de agua el giro puede invertirse en muchas
ocasiones, sin jamás adoptar una velocidad estable y sin jamás repetirse conforme a una
pauta predecible.

CONCLUSIÓN

A pesar de que hay un orden establecido en el universo, el hombre no puede


controlarlo o predecirlo, y esto está impreso en la propia naturaleza del hombre.
El caos me parece una explicación de lo que el hombre no puede predecir, pero sin
embargo las cosas intrínsecamente tienen un orden o una causación, es decir no pertenece
todo al azar. El efecto mariposa es muy cierto y digno de investigar pero no en conjunto
con la teoría del caos, porque lleva a una finalidad caótica que no se ve en la realidad.
Que no sean predecibles las cosas no significan que no tengan un orden intrínseco,
por eso no haría falta el caos como explicación de éstos fenómenos no predecibles, sino
una humildad en saberse creatura de racionalidad limitada pero en constante crecimiento.

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