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Un abuelo, un nieto y un “negro artificial”

PUBLICADO EL 30 ABRIL, 2013 POR FIGAROXXIMAGAZINE

No es que yo lo diga, es que su propia autora en su momento reconoció en una carta


Maryat Lee que ‘El negro artificial’ era su relato favorito y probablemente lo mejor que había
escrito.
El cuento, el relato corto o la short story, como queramos llamarlo, se ha considerado
siempre la hermana pobre de la novela. Es más fácil acercarse al FNAC y coger el primer
libro del estante que rotule best seller. Cuando, en realidad, en el cuento se encuentra
condensada la vorágine de emociones que conducen al punto culminante, que puede estar
al principio, en medio o al final de la obra. En el caso de ‘El negro artificial’, perteneciente al
libro “A good man is hard to find”, lo encontramos al final.
Esta obra cargada de cronología representa una crítica feroz al racismo de los años 50 en la
América sureña, que no América del Sur. Al parecer, a la autora le enfurecía bastante la
política de colocar hombres afro-americanos de plástico, madera u otros materiales en
posición servil en los barrios ricos de gente blanca. En España su homólogo menos racista
pero igualmente grotesco sería la típica figura de cartón piedra de un camarero sonriente
sujetando una pizarra con el menú del día.

‘El negro artificial’, título en español que no refleja ni la mitad de su significado y


connotaciones originales (‘The artificial nigger’), guarda un carácter claramente cronológico.
Sin saltos en el tiempo, la historia del señor Head sobre cómo lleva a su nieto Nelson a la
ciudad para que descubra que “no era un lugar magnífico” y que estuviera contento de
quedarse en casa, en el campo.
Leer este relato de Flannery O’Connor es disfrutar con las visiones de los personajes. Un
abuelo y un nieto que a pesar de la diferencia de edad pueden parecer hermanos porque a
la luz del día el viejo parecía joven y el joven parecía viejo. Un abuelo que advierte a su
nieto de que la ciudad no le gustará porque “está llena de negros” y un nieto que dice haber
estado antes en la ciudad porque nació allí antes de que su madre lo abandonara con el
abuelo.

Digámoslo, el señor Head y Nelson no es que sean hombres de gran mundo. Incluso,
cuando el joven ve por primera vez a un negro en su viaje a la ciudad no lo reconoce. Este
será su primer encuentro con ellos. Pasará desde uno opulento con alfiler de rubíes en su
corbata en el tren, hasta la mayor degradación posible de un ser humano, su conversión en
sirviente inanimado en los barrios ricos.

El viaje de abuelo y nieto no es sólo de descubrimiento racial, aunque más para Nelson que
para el señor Head, sino también de la relación que ambos mantienen. Me río de ti porque
no reconoces a un negro y tú te enfadas. Después me burlo de la arrogancia de un
camarero afro-americano y te sientes otra vez orgulloso de mí. Después nos perdemos y me
echas la culpa y entonces nos separamos. Y te crees más listo porque has nacido en la
ciudad y yo soy un viejo de campo. Y al final Nelson, se podría decir que lo estropea
atrayendo incluso a la policía y terminado por perderse. Sin embargo, son abuelo y nieto y
se dan cuenta que, aún perdidos y enfadados el uno con el otro se necesitan. O’Connor aquí
tuvo un giro demasiado romántico, o en cierto modo realista, pero demasiado bonito de
hecho.

La autora nos introduce desde los años 50 en los años 80 o incluso 90. Su visión abierta,
transgresora e igualitaria rompe con la sociedad del momento. No existen colores, existen
personas. Nelson no reconoce al primer hombre negro que ve. Sólo ve a un hombre. La
imagen del negro artificial supone el punto culmen del relato, el clímax sobre el que todos
los demás elementos giran alrededor. Esas eran las maravillas de la gran ciudad:
segregación racial. Hasta el punto de crear un “negro artificial”.

Este relato de Flannery O’Connor es un must. La novela siempre está ahí y siempre hay
millones de aspirantes a escribir una paperback o cualquier otro tipo de literatura FNAC,
pero existen muy pocos que se atrevan a adentrarse en el cuento literario. Flannery
O’Connor lo domina.

Sergio Lozano Álvarez

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