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Abstract
En
este
trabajo
se
ofrece
un
análisis
de
las
diversas
dimensiones
de
la
independencia
y
la
imparcialidad.
Entre
otras
cosas,
se
defiende
que
ambos
valores
son
perfectamente
distinguibles,
pero
están
íntimamente
relacionados
con
el
imperio
del
derecho.
Asimismo,
se
ofrece
una
concepción
de
la
neutralidad,
como
tercer
valor,
que
satisface
la
condición
de
no
redundancia
respecto
de
los
valores
anteriores.
En
este
sentido,
los
jueces
y
árbitros
deben
ser
independientes,
imparciales
y
también
neutrales.
Cada
uno
de
estos
valores
contribuye
de
manera
diferente
a
que
el
derecho
pueda
cumplir
su
función
distintiva
de
facilitar
la
interacción
social
en
sociedades
complejas
y
plurales.
1.
Introducción
La
literatura
sobre
independencia
e
imparcialidad
del
juzgador
y,
en
particular,
de
los
árbitros
internacionales,
aunque
profusa,
no
siempre
es
del
todo
clara.
Una
primera
dificultad
para
quien
se
aproxima
al
tema
radica
en
identificar
a
qué
se
refieren
los
autores
cuando
hablan
de
independencia
e
imparcialidad.
¿Se
trata
de
valores,
de
principios
jurídicos,
de
condiciones
institucionales,
de
genuinos
deberes
de
conducta,
de
características
personales
del
juzgador,
de
estados
mentales,
entre
otras
posibilidades?
En
segundo
lugar,
los
autores
discrepan
respecto
de
las
relaciones
conceptuales
que
existen
entre
la
independencia
y
la
imparcialidad.
¿Son
intercambiables
ambos
Profesor
de
filosofía
del
derecho,
Universidad
de
Girona
(España).
Agradezco
los
∗
comentarios
de
Sebastián
Agüero
San
Juan,
Marcela
Chahuan,
Pedro
Haddad,
Carolina
Fernández
Blanco,
Andrej
Kristan,
Matías
Parmigiani,
Lorena
Ramírez
Ludeña,
Pablo
Rapetti,
Marco
Segatti,
Jorge
Sendra,
Ilsse
Torres,
Carmen
Vázquez
y
Matija
Žgur.
1
Para
algunos
autores,
los
conceptos
de
independencia
e
imparcialidad
se
utilizan
1
1
Para
algunos
autores,
los
conceptos
de
independencia
e
imparcialidad
se
utilizan
2
2
Para
un
estudio
completo
de
la
independencia
judicial
en
el
ámbito
interno,
véase
3
5
ROMERO
SEGEL,
Alejandro,
“La
independencia
e
imparcialidad
en
la
justicia
arbitral”,
Revista
Chilena
de
Derecho,
vol.
28
nº
3
(2001),
pp.
509-‐535,
en
p.
518.
BROWN,
Chester,
“The
Evolution
and
Application
of
Rules
Concerning
6
GÓMEZ
MARTÍNEZ,
op.
cit.,
pp.
41-‐71,
en
p.
52;
TARUFFO,
op.
cit.,
p.
98;
ATIENZA,
Manuel,
“La
imparcialidad
y
el
Código
Modelo
Iberoamericano
de
Ética
Judicial”,
en
GÓMEZ
MARTÍNEZ,
op.
cit.,
pp.
167-‐186,
en
p.
174;
JIMÉNEZ
ASENSIO,
Rafael,
Imparcialidad
Judicial
y
Derecho
al
Juez
Imparcial,
Aranzadi,
Navarra,
2002,
p.
71.
9
CRAWFORD,
James,
“Challenges
to
Arbitrators
in
ICSID
Arbitrations”,
ponencia
4
10
Para
un
análisis
de
la
cuestión
en
el
arbitraje
internacional,
véase
BOTTINI,
5
11
Estoy
pensando
en
algo
parecido
a
lo
que
WIGGINS
denomina
“necesidad”,
a
diferencia
de
los
deseos.
Véase
WIGGINS,
David,
Needs,
Values,
Truth,
Oxford
University
Press,
Oxford,
1998,
en
p.
6
12
Véase
KAHNEMAN,
Daniel,
Thinking,
fast
and
slow,
Penguin
Books,
London-‐et.
al.,
en pp. 3-‐4.
6
objetivas
relativas
a
la
protección
institucional
de
que
goza
el
juzgador
o
sus
relaciones
preexistentes
con
las
partes
o
terceros
interesados.
13
Véase
ANDRÉS
IBÁÑEZ,
op.
cit.,
pp.
60,
63,
64.
7
2.3.
Valores
En
sociedades
complejas
y
plurales,
en
las
cuales
sus
miembros
sostienen
doctrinas
comprehensivas
divergentes,
incluso
los
individuos
de
buena
fe,
que
reconocen
a
los
demás
como
personas
libres
e
iguales,
merecedoras
de
igual
consideración
y
respeto,
pueden
tener
pese
a
todo
graves
dificultades
para
resolver
sus
controversias14.
En
estos
contextos,
el
derecho
puede
cumplir
una
función
fundamental,
puesto
que
puede
servir
como
lo
que
Bruno
Celano
llama
“un
dispositivo
neutral
de
interacción
social”15.
Un
conjunto
de
reglas
de
interacción
y
resolución
de
controversias
que
puedan
ser
identificadas
sin
recurrir
a
juicios
morales
—que
en
las
sociedades
plurales
es
probable
que
sean
altamente
controvertidos—
puede
satisfacer
esta
función
de
coordinación
e
interrelación
entre
personas
que
tienen
creencias,
deseos
e
intereses
muchas
veces
en
conflicto
en
los
niveles
más
básicos.
Ahora
bien,
para
que
un
sistema
jurídico
sea
capaz
de
promover
la
interacción
social
pacífica,
sus
normas
deben
ser
capaces
de
guiar
la
conducta
de
los
ciudadanos.
Y
estas
normas
jurídicas
solo
pueden
guiar
la
conducta
de
los
ciudadanos
si
son
correctamente
aplicadas
por
los
juzgadores.
De
lo
contrario,
si
el
individuo
no
puede
esperar
que
su
caso
vaya
a
ser
decidido
por
un
tribunal
aplicando
el
derecho,
¿qué
razón
tendría
para
obrar
conforme
dispone
el
derecho?
Si
los
jueces
en
lugar
de
decidir
por
las
razones
que
ofrece
el
derecho
obran
por
otras
razones,
entonces,
los
ciudadanos
pierden
toda
guía
de
conducta
y
la
función
del
derecho
se
frustra
completamente16.
Así
las
cosas,
la
capacidad
del
derecho
para
resolver
los
problemas
de
la
interacción
en
un
mundo
complejo
y
plural
depende
dramáticamente
de
que
los
juzgadores
obren
con
independencia
e
imparcialidad.
Ciertamente,
un
juez
que
recibe
fuertes
presiones
externas
o
que
tiene
14
SHAPIRO
habla
de
las
circunstancias
de
la
legalidad
para
referirse
a
los
contextos
en
que
“una
comunidad
afronta
muchos
y
serios
problemas
morales
cuyas
soluciones
son
complejas,
controvertidas
o
arbitrarias”
(SHAPIRO,
Scott
J.,
Legality,
Belknap
Press
of
Harvard
University
Press,
Cambridge,
2011,
p.
217).
El
derecho
se
vuelve
necesario
porque
en
estas
circunstancias
la
deliberación
colectiva
o
la
coordinación
espontánea
son
insuficientes
para
la
interacción;
de
ahí
la
necesidad
del
derecho.
15
CELANO,
Bruno,
“Positivismo
jurídico
normativista,
neutralidad
y
Estado
de
derecho”,
en
FERRER,
Jordi
–
MORESO,
José
Juan
–
PAPAYANNIS,
Diego
M.,
Neutralidad
y
teoría
del
derecho,
Marcial
Pons,
Madrid-‐Barcelona,
2012,
pp.
239,
273,
en
p.
258.
16
Véase
RAZ,
Joseph,
The
Authority
of
Law,
Oxford
University
Press,
Oxford,
1979,
pp. 216-‐217.
8
un
arraigado
prejuicio
hacia
una
de
las
partes
no
obra
por
las
razones
que
el
derecho
le
provee
sino
por
otras
distintas,
y
ello
socava
el
valor
que
el
derecho
tiene
al
promover
la
interacción
pacífica.
El
valor
de
la
independencia
y
la
imparcialidad,
en
suma,
radica
en
que
ambos
elementos
son
un
componente
necesario
para
permitir
una
interacción
social
respetuosa
de
la
libertad
e
igualdad
entre
personas
con
creencias,
intereses
y
deseos
divergentes.
Por
supuesto,
la
independencia
y
la
imparcialidad
no
son
condiciones
suficientes
de
esta
interacción
respetuosa,
sino
solo
necesarias.
17
AGUILÓ
REGLA,
Josep,
“Imparcialidad
y
aplicación
de
la
ley”,
en
GÓMEZ
MARTÍNEZ,
op.
cit.,
pp.
139-‐165,
en
pp.
142-‐143.
18
AGUILÓ
REGLA,
op.
cit.,
pp.
143-‐144.
9
en
términos
del
deber
de
“controlar
los
móviles
del
juez
frente
a
influencias
extrañas
al
Derecho”.
20
AGUILÓ
REGLA,
op.
cit.,
p.
148.
10
11
que
ha
de
ponderarse
en
las
circunstancias
del
caso
para
determinar
si
un
árbitro
que
tiene
relaciones
profesionales
preexistentes
con
alguna
de
las
partes
viola
su
deber
de
independencia
o
de
imparcialidad
indica
que
estos
deberes
no
operan
como
pautas
concluyentes.
En
algunos
casos,
sus
antecedentes
no
serán
relevantes,
pero
en
otros
pueden
ser
determinantes
para
que
proceda
su
recusación 24 .
Es
importante
destacar
que,
a
diferencia
de
lo
que
ocurre
en
el
ámbito
interno,
en
el
arbitraje
internacional
parece
que
los
peligros
inherentes
de
estas
situaciones
son
menos
graves.
Puesto
que
el
prestigio
de
un
árbitro
se
construye
a
partir
de
su
experiencia
y
los
buenos
resultados
obtenidos
(cuán
satisfactorias
son
sus
decisiones),
los
árbitros
están
motivados
a
conservar
cierto
decoro,
expresable
en
una
apariencia
de
independencia
e
imparcialidad.
Ser
marcadamente
parcial
en
un
caso
es
como
matar
a
la
gallina
de
los
huevos
de
oro,
puesto
que
en
el
futuro
sus
designaciones
serán
menos
probables25.
24
El
caso
típico
es
el
de
una
persona
que
actúa
como
árbitro
en
una
demanda
contra
un
Estado,
a
la
vez
que
representa
a
empresas
que
en
otros
litigios
demandan
a
ese
mismo
Estado.
Obviamente,
no
puede
utilizar
los
“dos
sombreros”,
de
árbitro
independiente
e
imparcial,
en
un
litigio,
y
de
abogado
comprometido
con
su
causa
en
el
otro.
Parece
razonable
exigir
al
individuo
en
cuestión
que
elija
uno
de
los
dos
roles.
Sobre
este
tema,
véase
en
general
HORVATH
-‐
BERZERO,
op.
cit.,
p.
5-‐6.
25
Véase
HARRIS,
op.
cit.,
p.
1.
26
La
enunciación
que
realizo
no
es
de
ningún
modo
exhaustiva.
Tampoco
mi
análisis
abarca
todas
las
posibilidades
lógicas
que
resultan
de
la
combinación
de
las
cuatro
dimensiones
de
la
independencia
y
la
imparcialidad
que
he
mencionado
y
las
cuatro
tesis
que
trato
a
continuación.
Por
razones
de
espacio,
me
he
centrado
en
las
que
considero
más
interesantes
por
su
valor
teórico,
aunque
sin
duda
este
punto
merece
una
mayor
atención
en
un
trabajo
posterior.
27
Véase
la
nota
8.
VÁRADY, Tibor – BARCELÓ III, John J. -‐ VON MEHREN, Arthur T., International
12
Commercial
Arbitration.
A
Transnational
Perspective.
Third
Edition,
Thomson-‐West,
St.
Paul,
en
p.
273.
29
Véase,
entre
muchos
otros,
MAHONEY,
Paul,
“The
International
Judiciary
–
Independence
and
Accountability”,
The
Law
and
Practice
of
International
Courts
and
Tribunals,
vol.
7
(2008),
pp.
313–349,
en
pp.
320-‐321;
PARK,
William
W.,
“Arbitrator
Integrity:
the
Transient
and
the
Permanent”,
San
Diego
Law
Review,
vol.
46,
nº3
(2009),
pp.
629-‐703,
en
pp.
635-‐638;
SHEPPARD,
Audley,
“Arbitrator
Independence
in
ICSID
Arbitration”,
en
BINDER,
Christina
-‐
KRIEBAUM,
Ursula
–
REINISCH,
August
–
WITTICH,
Stephan
(Eds.),
International
Investment
Law
for
the
21st
Century,
Oxford
University
Press,
Oxford,
p.
131-‐156,
en
p.
133.
30
AGUILÓ
REGLA,
op.
cit.,
p.
145.
13
4.
La
neutralidad
Existe
una
razón
metodológica
para
tratar
la
neutralidad
de
manera
separada
y
solo
después
de
analizar
la
independencia
y
la
imparcialidad.
La
estrategia
hasta
ahora
fue
partir
de
algunas
ideas
generalmente
aceptadas
para
esclarecer
el
discurso
en
torno
a
la
independencia
y
la
imparcialidad,
mostrando
que
tiene
sentido
hablar
de
estas
nociones
en
varias
dimensiones
(de
las
cuales
solo
abordé
cuatro).
Una
vez
hecho
esto,
fue
posible
establecer
y
descartar
ciertas
relaciones
conceptuales
entre
ambos
elementos.
Con
la
neutralidad,
en
cambio,
no
podemos
proceder
del
mismo
modo,
porque
no
encuentro
un
núcleo
compartido
suficientemente
sólido
desde
el
cual
iniciar
el
análisis.
Así
las
cosas,
creo
que
lo
mejor
será
intentar
determinar
qué
noción
de
neutralidad
encaja
mejor
con
las
concepciones
de
independencia
e
imparcialidad
que
he
expuesto
más
arriba.
Comenzaré
con
una
obviedad:
cualquiera
sea
la
noción
de
neutralidad,
si
vale
la
pena
introducirla
en
el
discurso
de
las
decisiones
judiciales
y
arbitrales,
no
puede
ser
redundante
con
la
independencia
o
la
imparcialidad,
o
una
combinación
de
ambas.
Si
fuera
redundante,
en
el
sentido
de
que
toda
afirmación
relativa
a
la
neutralidad
de
un
árbitro
puede
ser
sustituida
por
afirmaciones
respecto
de
su
independencia
y/o
imparcialidad,
entonces,
la
neutralidad
podría
ser
suprimida
sin
pérdida
de
significado
del
discurso
jurídico;
y,
por
razones
de
simplicidad
y
claridad,
debería
ser
suprimida.
Dada
esta
condición
de
no
redundancia,
algunas
posturas
resultan
objetables.
Por
ejemplo,
la
conceptualización
del
Código
de
Ética
para
Árbitros
en
Disputas
Comerciales,
aprobado
conjuntamente
por
la
American
Arbitration
Association
y
la
American
Bar
Association,
no
satisface
esta
condición.
Allí
se
afirma
que
“…
los
promotores
de
este
Código
creen
que
es
conveniente
que
todos
los
árbitros,
incluyendo
los
14
31
El
texto
del
Código
está
disponible
en
<https://www.adr.org/aaa/ShowProperty?nodeId=/UCM/ADRSTG_003867>
[Consulta:
16
de
marzo
de
2015].
La
traducción
es
propia.
32
Son
muchas
las
concepciones
de
la
neutralidad
que
tienen
estos
problemas.
Tomemos,
por
ejemplo,
dos
de
las
cinco
nociones
tratadas
por
Raúl
CALVO
SOLER:
1)
la
ausencia
de
alianzas
con
las
partes;
o
2)
el
trato
equitativo
prodigado
a
las
partes
en
el
proceso.
Ambas
nociones
parecen
colapsar
con
la
independencia
o
la
imparcialidad.
Véase
CALVO
SOLER,
Raúl,
“Jueces
y
mediadores.
Cuatro
modelos
de
neutralidad
del
tercero
en
la
resolución
de
conflictos”,
en
GARCÍA
FIGUEROA,
Alfonso
(coord.),
Racionalidad
y
derecho,
Centro
de
Estudios
Políticos
y
Constitucionales,
Madrid,
2006,
pp.
133-‐158,
en
p.
148-‐156.
33
Véase
la
explicación
de
BERNINI,
op.
cit.,
pp.
274
y
ss.
15
34
Véase
ATIENZA,
op.
cit.,
p.
175.
35 Son muchos los autores que han defendido el perspectivismo. Véase, entre otros,
RAZ,
op.
cit.,
p.
139-‐142;
SHAPIRO,
op.
cit.,
p.
184-‐188.
No
deseo
aquí
adherir
a
ninguna
postura
en
concreto,
sino
a
una
idea
muy
general
de
acuerdo
con
la
cual
el
juzgador
puede
suspender
sus
propios
juicios
morales
y
razonar
perfectamente
con
un
sistema
de
normas
y
valores
que
le
viene
dado
por
el
derecho.
36
Véase
HARRIS,
op.
cit.,
p.
1.
37 Véase FERNÁNDEZ ROZAS, José Carlos, “Alcance del deber de revelación del
16
Nightmare
and
the
Noble
Dream”,
Essays
in
Jurisprudence
and
Philosophy,
Clarendon
Press,
Oxford,
pp.
123-‐144.
39
Explica
HART
que
los
jueces,
al
decidir
casos
difíciles,
no
se
apartan
totalmente
de
las
guías
que
ofrece
el
derecho,
puesto
que
intentan
citar
algunos
principios
generales
o
algún
propósito
que
se
considera
relevante
a
fin
de
que
el
nuevo
derecho
creado
guarde
consistencia
con
el
existente.
Véase
HART,
Herbert
L.
A.,
The
Concept
of
Law,
2nd
Edition,
Clarendon
Press,
Oxford,
p.
274.
17
18
5.
Conclusión
El
análisis
precedente
muestra
que
nociones
como
la
independencia,
la
imparcialidad
y
la
neutralidad
son
escurridizas,
pues
son
empleadas
en
el
discurso
jurídico
con
varios
significados
diferentes
y
ello
nos
impide
contar
con
un
esquema
útil
para
evaluar
el
desempeño
de
jueces
y
árbitros
en
casos
concretos.
He
mostrado
que
en
el
discurso
jurídico
pueden
identificarse
al
menos
cuatro
sentidos
de
independencia
e
imparcialidad:
1)
a
veces
se
alude
a
estados
mentales;
2)
otras
veces
a
condiciones
institucionales;
3)
también
a
valores
relacionados
con
el
imperio
del
derecho;
y,
finalmente,
4)
a
deberes
de
conducta
(que
operan,
según
el
contexto,
como
reglas
o
como
principios).
Distinguir
estos
sentidos
es
fundamental
para
ordenar
el
debate.
En
segundo
lugar,
una
vez
realizada
la
tarea
conceptual,
he
intentado
ofrecer
una
interpretación
constructiva
para
identificar
dónde
radica
el
valor
de
la
independencia
y
la
imparcialidad
y
cómo
encaja
el
valor
de
la
neutralidad
con
los
dos
primeros.
He
argumentado
que
si
vale
la
pena
introducir
el
valor
de
la
neutralidad
en
el
discurso
jurídico,
debe
tratarse
de
un
valor
no
redundante
respecto
de
los
anteriores
y
normativamente
relevante.
El
contenido
de
cada
valor
debe
identificarse
por
su
contribución
al
imperio
del
derecho,
como
dispositivo
neutral
para
promover
la
interacción
entre
individuos
libres
e
iguales
que
sostienen
doctrinas
comprehensivas
del
mundo
divergentes.
Asimismo,
he
dicho
que
estos
valores
fundan
el
deber
del
juzgador
de
ser
independiente,
imparcial
y
neutral.
El
deber
de
independencia
consiste
en
resistir
toda
presión
de
las
partes
o
de
terceros
interesados
en
el
litigio.
El
deber
de
imparcialidad,
en
cambio,
impone
al
juzgador
el
deber
de
razonar
dejando
al
margen
sus
prejuicios
e
intereses
en
el
objeto
del
litigio,
llegando
a
excusarse
de
ser
necesario.
Por
último,
el
deber
de
neutralidad
exige
al
juzgador
que
adopte
el
punto
de
vista
del
derecho
para
razonar
y
decidir
el
caso
en
cuestión.
No
existe
vinculación
conceptual
entre
estos
deberes,
aunque
los
tres
son
necesarios
para
que
el
derecho
cumpla
su
función
de
dispositivo
neutral
para
la
interacción
social.
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