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El cerebro adolescente

No hace mucho tiempo, la mayoría de los científicos creían que el cerebro alcanza su madurez
plena para la pubertad. Ahora, los estudios con imágenes cerebrales revelan que el

cerebro adolescente todavía es un trabajo en progreso. Los cambios espectaculares en


estructuras cerebrales implicadas en las emociones, juicio, organización del comportamiento

y autocontrol ocurren entre la pubertad y la adultez joven. Es posible que estos hallazgos

ayuden a explicar la tendencia de los adolescentes a los exabruptos emocionales y los


comportamientos de riesgo (ACT for Youth, 2002) y planteen dudas acerca del grado en que
los adolescentes deberían considerarse legalmente responsables de sus actos.

Los adolescentes procesan información sobre las emociones de manera diferente a la

de los adultos. En una serie de estudios, los investigadores escanearon la actividad cerebral de
adolescentes mientras éstos identificaban emociones en imágenes de rostros que se
proyectaban en una pantalla de computadora. Los adolescentes tempranos (edades 11 a 13
años) utilizaron la amígdala, una pequeña estructura en forma de almendra que se encuentra
localizada a nivel profundo en el lóbulo temporal y que tiene una fuerte participación en las
reacciones emocionales e instintivas.

El primero de marzo de 2005, la Suprema Corte de Justicia de Estados Unidos, en una polémica
decisión cinco a cuatro, determinó que la pena de muerte es inconstitucional para un homicida
convicto que haya tenido 17 años al cometer el crimen (Mears, 2005). Anteriormente, este
tribunal había permitido la pena de muerte para jóvenes de 16 y 17 años, pero no para
individuos menores.

La nueva decisión invalidó las leyes de 19 estados de Estados Unidos de América que permitían
la ejecución de delincuentes que tuvieran 16 y 17 años al momento de los crímenes y ajusta la
política de delincuencia juvenil del país a la de casi todas las demás naciones del mundo. La
ejecución de delincuentes juveniles está expresamente prohibida por el Pacto Internacional de
Derechos Civiles y Políticos, la American Convention on Human Rights (Convención
estadounidense de derechos humanos) y la Convención de Ginebra en relación con la
protección de civiles en tiempos de guerra y por la Convención de Naciones Unidas sobre los
Derechos del Niño (Montaldo, 2005). Quienes se oponen a la exención de la pena de muerte
para delincuentes adolescentes afirman que la decisión debería tomarse según cada caso y
dependiendo de la naturaleza del crimen y de la madurez del infractor. Sin embargo, la
mayoría de los jueces de la Suprema Corte dieron precedencia a la investigación publicada que
sugiere que los adolescentes como grupo no deberían estar sujetos a las mismas normas
criminales que los adultos porque son menos maduros en un sentido del desarrollo.

Laurence Steinberg, un psicólogo de la Universidad Temple que se especializa en


comportamiento adolescente, y Elizabeth S. Scott, profesora de la Facultad de Derecho de la
Universidad de Virginia, ofrecen tres razones por las que la adolescencia debería considerarse
como atenuante, ya sea en acusaciones que ameritan la pena capital o en juicios para delitos
menores: 1) los adolescentes tienen deficiencias en capacidad de toma de decisiones; 2) son
especialmente vulnerables a las circunstancias coercitivas, como la presión de sus pares y 3) su
carácter, o personalidad, aún no están formados por completo (Steinberg y Scott, 2003).
Deficiencias en la capacidad de toma de decisiones, Aunque los adolescentes tengan capacidad
de razonamiento lógico (que en muchos casos no es así), no siempre lo utilizan para tomar
decisiones. Esto es especialmente cierto en situaciones con alto nivel emocional. Los
adolescentes están propensos a las conductas de riesgo; ya sea debido a limitaciones
cognitivas o a poca experiencia vital, piensan menos en consecuencias hipotéticas a futuro que
en las recompensas inmediatas. Además, los adolescentes son más impulsivos que los adultos
y tienen más dificultad para regular sus estados de ánimo y comportamiento.

Algunas de estas diferencias bien conocidas entre la toma de decisiones de adolescentes y


adultos parecen tener una base neurológica. Las regiones cerebrales implicadas en la
planeación a largo plazo, regulación de emociones, control de impulsos y evaluación de riesgos
y recompensas se encuentran aún en desarrollo durante la adolescencia. Los cambios en el
sistema límbico que suceden cerca de la pubertad quizá conduzcan a los adolescentes a buscar
la novedad y a asumir riesgos, y es posible que contribuyan a una mayor emocionalidad y
vulnerabilidad al estrés. Es posible que la corteza prefrontal, que participa en la planeación a
largo plazo, juicio y toma de decisiones, se encuentre inmadura hasta el final de la
adolescencia o hasta la adultez.

Steinberg y Scott afirman que, debido al juicio inmaduro, los adolescentes no deberían
considerarse más plenamente responsables de sus actos que las personas adultas con retraso
mental. Vulnerabilidad a la influencia de pares Debido a su inmadurez, es posible que los
adolescentes cedan ante presiones que los adultos son capaces de resistir. La influencia de los
pares aumenta en la adolescencia a medida que los jóvenes buscan independizarse del control
paterno. El deseo de los jóvenes por lograr la aprobación de sus pares y el temor al rechazo
social afecta sus decisiones, incluso en ausencia de una coacción explícita. Los pares populares
sirven como modelos para el comportamiento del adolescente.

Es común que los tribunales permitan atenuantes para el delito con base en evidencias,
proporcionadas por testigos del carácter, sobre el buen carácter o conducta cívica de un
acusado. Steinberg y Scott afirman que el carácter, identidad y valores de los adolescentes
todavía no están completamente formados. La delincuencia juvenil a menudo representa una
fase temporal de experimentación y toma de riesgos, no una deficiencia moral profunda y
duradera. La mayoría de los infractores adolescentes maduran para convertirse en ciudadanos
cumplidos. Steinberg y Scott demandan más investigación que: a) vincule los cambios del
desarrollo en la toma de decisiones con los cambios en estructuras cerebrales y b) examine las
diferencias de edad en la toma de decisiones en circunstancias reales.

Hasta que esté disponible un conocimiento más definitivo, instan a los tribunales a que, en
todo caso, fallen hacia el lado de la vida en el caso de los delincuentes juveniles, como lo ha
hecho ahora la Suprema Corte.

Los adolescentes mayores, como los adultos, tenían mayor probabilidad de utilizar los lóbulos
frontales, que manejan la planificación, razonamiento, juicio, regulación emocional y control
de impulsos y que, en consecuencia, permiten juicios más precisos y razonados. Esto sugiere
una posible razón por la que algunos adolescentes jóvenes toman decisiones poco prudentes,
como el abuso de sustancias o los riesgos en conducta sexual: es posible que el desarrollo
cerebral inmaduro permita que los sentimientos superen a la razón y que impida que algunos
adolescentes escuchen advertencias que parecen lógicas y persuasivas para los adultos (Baird
et al., 1999; Yurgelon-Todd, 2002). El subdesarrollo de los sistemas corticales frontales
asociados con la motivación, impulsividad y adicción puede ayudar a explicar la búsqueda de
emociones y novedad de los adolescentes y también puede explicar por qué para algunos
adolescentes resulta difícil enfocarse en metas a largo plazo (Bjork et al., 2004; Chambers,
Taylor y Potenza, 2003).

Para comprender la inmadurez del cerebro adolescente, necesitamos examinar los cambios en
la estructura y composición de la corteza frontal. En el capítulo 12 resumimos dos importantes
desarrollos en el cerebro durante la niñez. Primero, un aumento constante en materia blanca
(fibras nerviosas que conectan partes distantes del cerebro), que permite la transmisión más
rápida de información. En la adolescencia, este proceso continúa en los lóbulos frontales (ACT
for Youth, 2002; Blakemore y Choudhury, 2006; Kuhn, 2006; NIMH, 2001b). Segundo, la poda
de conexiones dendríticas que no se utilizaron durante la niñez da por resultado una reducción
en la densidad de la materia gris (células nerviosas), lo cual aumenta la eficiencia del cerebro.
Este proceso comienza en las porciones traseras del cerebro y avanza hacia delante. Sin
embargo, en la mayoría no ha alcanzado aún a los lóbulos frontales.

Un crecimiento rápido importante en la producción de materia gris en los lóbulos frontales


comienza alrededor de la pubertad. Después del crecimiento rápido, la densidad de materia
gris declina en gran medida, principalmente en la corteza prefrontal, a medida que se podan
las sinapsis (conexiones entre neuronas) que no se utilizan y se fortalecen las que sí
permanecen (ACT for Youth, 2002; Blakemore y Choudhury, 2006; Kuhn, 2006;

NIMH, 2001b). De este modo, de la mitad a finales de la adolescencia, los jóvenes tienen

un menor número de conexiones neuronales, pero éstas son más fuertes, uniformes y
efectivas, lo cual hace que el procesamiento cognitivo sea más eficiente (Kuhn, 2006).

La estimulación cognitiva en la adolescencia crea una diferencia esencial en el desarrollo del


cerebro. El proceso es bidireccional: las actividades y experiencias de una persona joven
determinan qué conexiones neuronales se conservarán y fortalecerán y esto, a su vez, da
apoyo a un crecimiento cognitivo adicional en esas áreas (Kuhn, 2006). “Los adolescentes que
‘ejercitan’ su cerebro aprendiendo a ordenar sus pensamientos, a comprender conceptos
abstractos y a controlar sus impulsos, están creando las bases neurales que les servirán
durante el resto de sus vidas” (ACT for Youth, 2002, p. 1).

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