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PROCESO DEL CEREBRO DURANTE LAS DIFERENTES ETAPAS DEL CICLO

VITAL

1. EL CEREBRO DEL ADOLESCENTE

Los adolescentes enfrentan desafíos, presiones, estrés, tentaciones e indagan en cerebros


que aún no están del todo desarrollados. No es que los adolescentes no hayan tenido el
tiempo ni la experiencia para adquirir un sentido amplio del mundo; simplemente, sus
cerebros aún no han madurado físicamente. Lidiar con la presión y el estrés no es asunto
menor para un cerebro completamente maduro, así que menos para uno que está en la
transición de la niñez a la edad adulta y en la transición del pensamiento concreto al
abstracto.

Los adolescentes son diferentes a los adultos en la manera en que se comportan, resuelven
problemas y toman decisiones. Hay una explicación biológica para esta diferencia. Estudios
han demostrado que el cerebro continúa madurándose y desarrollándose durante la niñez, la
adolescencia y hasta principios de la edad adulta.

1.1. CAMBIOS BIOLÓGICOS AL CEREBRO

Los científicos han identificado una región específica del cerebro llamada la
amígdala, la cual es responsable de las reacciones instintivas incluyendo el temor y
el comportamiento agresivo. Esta región se desarrolla temprano. Sin embargo, la
corteza frontal, el área del cerebro que controla el razonamiento y nos ayuda a
pensar antes de actuar, se desarrolla más tarde. Esta parte del cerebro va cambiando
y madurando hasta bien entrada la edad adulta.

Otros cambios específicos en el cerebro durante la adolescencia incluyen un rápido


aumento en las conexiones entre las células del cerebro y el podar (refinamiento) de
las vías del cerebro. Las células nerviosas desarrollan mielina, una capa insuladora
que ayuda a las células a comunicarse. Todos estos cambios son esenciales para el
desarrollo coordinado de pensamiento, acción y comportamiento.

1.2. CAMBIOS SOCIALES


No todo es biología y genética, los seres humanos estamos continuamente expuestos
a influencias culturales y educativas, a la relación con los otros y a nuestras propias
decisiones; nuestra experiencia vital deja una huella en nuestros circuitos
neuronales, una huella única e irrepetible que convierte esos circuitos en específicos
para cada uno de nosotros.
El cerebro adolescente es más vulnerable a las experiencias externas debido a la
inestabilidad que tienen sus circuitos, que están en cambio constante. Debe afrontar
cambios muy importantes y a veces se encuentra pendiente de un hilo, o mejor
«pendiente de un circuito» que está por consolidar.
Se espera del adolescente la transición desde la dependencia familiar a la
independencia social, y ello lo aprende a través de las relaciones interpersonales y
de grupo. Pero sus iguales están en las mismas condiciones.
Todo es nuevo y por estrenar, todo son cambios, impulsos, emociones… sin olvidar
el interés creciente por la actividad sexual.
La integración entre emociones y decisiones racionales aún no ha terminado de
madurar, la búsqueda de la identidad propia como: ¿Quién soy yo? ¿Cómo soy?
¿Qué quiero hacer?, etc.
1.2.1. EN EL CEREBRO FEMENINO

En general, el cerebro femenino es más sensible a los matices emocionales y


busca la aprobación social. Su prioridad es ser aceptada, a través de las
relaciones de grupo busca agradar y gustar. Los estrógenos activan la
liberación de dopamina (placer) y de oxitocina (apego), las conversaciones
íntimas con sus amigas fortifican estas relaciones sociales y la liberación de
ambas sustancias en el cerebro.

1.2.2. EN EL CEREBRO MASCULINO


Por su parte, los chicos en general buscan el trato social sobre todo por el
sexo y el deporte. La testosterona favorece la liberación de la serotonina, que
tiene un papel importante en la regulación de la agresividad, y estimula la
competitividad y la independencia. Los chicos suelen ser también más
temerarios porque confían más en su capacidad de éxito que temen el riesgo
de determinadas conductas.

1.3. CAMBIOS CEREBRALES EN LOS ADOLESCENTES DIFERENTE A


LA ADULTA
Retratos del cerebro en acción muestran que los cerebros de los adolescentes
funcionan de manera diferente a los de los adultos cuando toman decisiones y
resuelven problemas. Sus acciones son guiadas más por la amígdala y menos por la
corteza frontal. Investigaciones también han demostrado que la exposición a drogas
y alcohol antes del nacimiento, trauma a la cabeza u otros tipos de lesiones
cerebrales pueden interferir con el desarrollo normal del cerebro durante la
adolescencia.

Basado en el estado de desarrollo del cerebro, los adolescentes tienden a:

 Actuar impulsivamente.
 Leer mal o malinterpretar las señales sociales y emocionales.
 Envolverse en toda clase de accidentes.
 Envolverse en peleas.
 Participar en comportamiento peligroso y arriesgado.

Los adolescentes tienden a no:

 Pensar antes de actuar.


 Hacer una pausa para considerar las consecuencias potenciales de sus
acciones.
 Modificar sus comportamientos peligrosos o inapropiados.

Estas diferencias en el cerebro no quieren decir que la gente joven no pueda tomar
decisiones buenas o sepa diferenciar entre lo correcto y lo incorrecto. Ello también
no quiere decir que ellos no deben de ser responsables por sus acciones. Pero, el
estar conscientes de estas diferencias puede ayudar a los padres, maestros, abogados
y a los que establecen la política, a entender, anticipar y manejar el comportamiento
de los adolescentes.

1.3.1. ADOLESCENCIA, DE NIÑOS A ADULTOS

En los años de la adolescencia se desarrolla la identidad y la autonomía


personal. Su mayor capacidad y autonomía confieren al niño la sensación de
que es adulto, pero los adultos siguen viendo solo al niño y aquí surge el
conflicto. En esta etapa crucial el cerebro sufre cambios muy importantes en
su estructura. Cambios que van a estar marcados por el momento biológico
de su neurodesarrollo y por las experiencias personales del adolescente.

Conocer mejor la naturaleza de estos cambios puede facilitar la comprensión


de esta etapa, a veces difícil, tanto al adolescente como a sus padres. Al
menos esa es la impresión que tengo tras haber explicado el contenido de
esta entrada en consulta en múltiples ocasiones.

El paso de la infancia a la edad adulta no pasa desapercibido. Podríamos


decir que los cambios son igual de llamativos que los que suceden en los tres
primeros años de vida, durante los cuales un bebé recién nacido y
completamente dependiente, pasa a ser un niño autónomo que camina, habla
y no lleva pañal. En ambas etapas los cambios vienen dados por el rápido
crecimiento y cambios corporales, que se corresponden con profundos
cambios en la estructura cerebral.

En los 3 primeros años de vida, para poder alcanzar la autonomía física, el


cerebro aumenta de volumen engrosando su corteza a expensas de la
formación de redes neuronales. Esto incrementa el perímetro craneal que
crece a más velocidad que nunca.

En los años posteriores, de los 3 a los 10 años, el volumen cerebral sigue


aumentando, pero a menor velocidad, al final de la infancia el cerebro ha
alcanzado casi su máximo tamaño. Aún crecerá un poco más en la
adolescencia, pero ahora los cambios son debidos a otros fenómenos que van
a modificar radicalmente su estructura. El cerebro adolescente sufre una
reorganización. Mientras unas áreas aumentan de tamaño, otras lo reducen.

1.4. EL RETO EDUCATIVO DE LA ADOLESCENCIA

Como en las demás etapas del neurodesarrollo, el establecimiento y consolidación


de los circuitos cerebrales se modela con la experiencia, la educación y la propia
conducta. Y es aquí donde volvemos a tener una nueva oportunidad educativa.

La adolescencia es un período de la vida en el que el cerebro tiene una gran


plasticidad. Una oportunidad para el aprendizaje y para fomentar la creatividad.

El amor por el riesgo, el mal control de los impulsos, la falta de autoconciencia, la


búsqueda de aceptación social, todo eso que caracteriza la adolescencia es un reflejo
de los cambios que está sufriendo el cerebro de los jóvenes. Bien entendido puede
ser una excelente oportunidad para su educación y para su desarrollo social.
BIBLIOGRAFÍA

 Sara B. Johnson et al. – Adolescent Maturity and the Brain: The Promise and Pitfalls
of Neuroscience Research in Adolescent Health Policy.J Adolesc Health. 2009 Sep;
45(3): 216–221.

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