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“NINGÚN
VIENTO ES
FAVORABLE PARA QUIEN
NO SABE A DÓNDE
VA” SÉNECA
Ordenación lógica.
Por eso, a la hora de definir los objetivos, es bueno recordar que deberíamos:
1
Centrarnos en lo que el alumnado logrará, y no, en lo que nosotros/as como docentes
hacemos para que lo logre. Así, una frase que puede ayudarnos a formularlos será: “Que
al finalizar esta acción formativa/ módulo/ clase, el alumnado sea capaz de…..”
2
Hacer referencia al resultado esperado y no al proceso, actividades o tareas para
lograrlo. Intentaremos evitar términos tan ambiguos como “conocer”, “comprender”,
“desarrollar”, “aprender” Serán acciones más “visibles” y concretas “definir”, “analizar”
“distinguir”, “clasificar” ” “demostrar”, etc. En cualquier caso también sería bueno
proponer una acción por objetivo formulado, evitando así diversificar mucho las
conductas esperadas.
3
Plantear un CAMBIO, un reto para el alumnado… Ese cambio será evaluable, medible,
visible.
4
Redactarlos mediante un verbo en infinitivo (la mayoría terminarán en “ar”, “er”, “ir”);
aportando criterios y condiciones de realización que nos permitan dar por válido o
“cumplido satisfactoriamente” (o no) el objetivo formulado.
Blomm definía tres ámbitos en los que deben ubicarse los objetivos de enseñanza-
aprendizaje:
Ámbito cognitivo.
Ámbito psicomotor.
Ámbito afectivo.
Son muchos los autores que han seguido trabajando en la línea que propuso Bloom, inclusive, se han hecho
ya, adaptaciones de su propuesta a la era digital. Es el caso del planteamiento de Andrew Churches que
recogen desde la página de Eduteka.
Por su parte, en las webs de Edudemic y Ticsyformación encontramos una imagen bastante atractiva que
recoge los 6 niveles de complejidad creciente que plantea este pedagogo nacido en 1913.
También desde el modelo pedagógico The Flipped Classroom se le otorga especial interés a este tema
fundamental en formación: la formulación de objetivos.
Realizar actividades formativas que respondan a objetivos pedagógicos bien formulados, sin dudas también
parte de tener “claro” que pretendemos que nuestro alumnado logre. Con más razón se podría decir que
a “mayor claridad de lo que esperamos o se espera de nosotros/as como profesores/as o alumnos/as
mayor transparencia en la evaluación”; claro, si ésta es coherente con esos objetivos planteados en la
programación inicial realizada a partir del diagnóstico de necesidades e intereses formativos.
Ejemplos de tareas hay muchos. También desde el modelo The Flipped Classroom nos aportan “luz” a esta
cuestión.
Lo importante, bajo mi opinión, es plasmar objetivos que no den lugar a malos entendidos, que permitan a
profesorado y alumnado saber perfectamente cuales son las metas a conseguir. Listados de verbos que
pueden ayudarnos a definir mejor los objetivos pedagógicos hay muchos, pero creo que lo primordial es
que esas metas de aprendizaje sean compartidas tanto desde la “claridad de lo esperado”, como desde el
“trabajo colaborativo discente-docente” por conseguir los resultados esperados.
Creo que hay mucha reflexión y acción por delante… ¿Vosotros/as qué pensáis?