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2. LA TAREA EDUCATIVA DE LOS PADRES.

“La tarea de tener hijos es la más creadora de todas las tareas humanas, porque supone crear otros
‘yos’, y eso es una largo y amoroso trabajo de educación, enseñanza y ayuda: todos los actos del
amor se cumplen en ella de modo eminente”

Ricardo Yepes Stork1

2.1. Introducción.

Educar a los hijos es un arte y una ciencia. “Como arte no existen reglas fijas, ya que cada caso es
diferente; pero como ciencia, es necesario conocerla, estudiar y dedicarle tiempo” 2. Es una respon-
sabilidad de ambos padres que exige del varón y la mujer una educación integral de los hijos. Es
una tarea continua que demanda el perfeccionamiento diario, con el fin de brindar una formación
integral que les permita a los hijos ser felices.

2.2. Formación y educación.

La formación y la educación son dos términos diferentes para efectos de estudio de la presente uni-
dad, ya que la formación incluye a la persona en su dimensión corpórea y espiritual, su inteligencia
y su voluntad. Cada una de estas expresiones contiene procesos diferentes que se interrelacionan
formando la unidad de la persona, y donde intervienen tanto la parte genética como el aprendizaje
de las influencias externas, y que se refieren a: adiestrar, instruir y educar. De esta forma, la palabra
educación se considera como la formación de la voluntad. “Educar a una persona será, por tanto,
enseñarle a usar bien su libertad y a ser responsable de sus actos”.

En el siguiente cuadro se sintetizan los conceptos anteriores3:

TENDENCIA
NIVEL PERSONA FORMAR EJEMPLOS DE ACCIONES
NATURAL
1 Cuerpo Adiestrar Satisfacer los sentidos Practicar deporte (ejercicios físicos)

2 Inteligencia Instruir Buscar la verdad Aprender: matemáticas, literatura, idiomas


(conocimientos)

3 Voluntad Educar Hacer el bien Querer ser: ordenado, responsable, gene-


roso, etc. (ayudar a los demás)

1 Ricardo Yepes Stork. Fundamentos de Antropología. Eunsa. Navarra. 2009. Pág. 217
2 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996 Pág. 160
3 Fernando Corominas. Cita Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 162

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La gran tarea de los padres en la formación de los hijos está en ayudarles a educar su voluntad, a
instruir su inteligencia y a dominar sus tendencias.

Instruir la inteligencia en los hijos es enseñarlos a buscar la verdad, a pensar para tomar decisio-
nes con criterio y a actuar de acuerdo con la verdad. “Se debe enseñarlos a analizar, profundizar
y argumentar con razones, para que sepan aplicar criterios verdaderos a las situaciones de la
vida diaria”4. La educación de la voluntad permite que los hijos sean personas de voluntad fuerte y
aprendan a querer de verdad y a luchar por alcanzar el bien.

2.3. Criterios aplicables a la educación de los hijos.

• La primera cosa de la que el hijo tiene necesidad es que sus padres se quieran.

La necesidad más apremiante para los hijos, antes que los regalos, diversión o vacaciones, es
que sus padres se quieran y estén unidos. Por el amor de los padres es que se ha hecho que
el hijo venga al mundo. Los padres deben tener siempre presente que no deben descuidar su
relación conyugal poniendo primero a los hijos. “El que los padres vivan ese amor conyugal in-
condicional es el mejor regalo, el mejor ejemplo y la mejor educación que les pueden entregar a
sus hijos. Es el amor que ellos deberán aprender a vivir”.

• Amar incondicionalmente.

“La principal misión de los padres es llevar a la perfección a sus hijos. No hay mayor fuerza que
el amor y que amarlos incondicionalmente”5. Amar incondicionalmente es querer y aceptar a pe-
sar de las carencias. El amor de los padres es absoluto a pesar de los errores. Los hijos deben
tener claro que lo que se desaprueba son sus faltas, pero se les ama a pesar de sus errores. Se
rechaza el “hacer” y se ama el “ser”.

Amar sin condición es personalizar la relación con cada hijo, valorarlo como único e irrepetible;
es personalizar el amor: una relación única para una persona única.

• El padre y la madre en la educación.

El crecimiento equilibrado de los hijos requiere la presencia tanto del padre como de la madre
en la educación. Cuando alguno de los dos se ausenta, o se inhibe, se retrasa el desarrollo
óptimo de la personalidad de los hijos.

4 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 222
5 Arturo Cattaneo, Tomas Melendo, Lourdes Millán Puelles. Y vivieron felices. Libros MC. Madrid. 1998. Pág. 127

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• El mejor educador es el ejemplo.

Los hijos imitan a sus padres, observan aun cuando estén ocupados. “Poseen una especie de
radar que intercepta todos los actos y las palabras de los padres, sobre todo cuando estos se
equivocan. El ejemplo posee un insustituible valor pedagógico, de confirmación y de ánimo” .
Estudios demuestran que “la influencia de los padres se da en esta proporción: 10% palabras,
90% actos” 6; lo que vean los hijos es lo que queda en su memoria. No se pretende que los
padres sean perfectos, ya que, por supuesto, cometen errores. Lo importante es reconocer la
equivocación, saber rectificar y, si es necesario, pedir perdón. Antes de que los padres exijan a
sus hijos, deben comenzar por exigirse ellos mismos. El buen ejemplo permite ir transmitiendo
los valores y las virtudes en el diario vivir. La educación, mediante el ejemplo, permea el interior
de la persona humana y le permite buscar el bien y actuar consecuentemente.

• No malcriar a los niños.

Elogiar en exceso, ser condescendiente a los caprichos, hacer de ellos el centro de atención y
dejarlos que determinen las decisiones familiares, es sencillamente malcriarlos. “Un pequeño
circundando de excesiva atención y de concesiones indulgentes, si se posee un temperamento
débil, se tornará (una vez fuera del ámbito de la familia) una persona tímida e incapaz. Si, por
el contrario, tiene un fuerte temperamento, se transformará en un egoísta capaz de servirse de
los otros o de llevárselos por delante” 7.

• Animar y recompensar.

Los padres deben hacer que el niño tenga confianza en sí mismo. Ante una equivocación se
debe brindar una palabra de ánimo; y no se deben recalcar los defectos, sino animarlo y mos-
trar confianza en él y en sus grandes posibilidades. Al animar se debe recompensar en función
del esfuerzo y no del resultado. Asimismo, no se debe gratificar por el éxito: “Un regalo por las
buenas calificaciones es deformante. Las buenas calificaciones deberían ser, en sí, un premio
que diera satisfacción al niño” 8.

• Educar en el uso de las tecnologías.

Es conveniente que los padres estén conscientes del uso moderado, por parte de ellos, de la
tecnología. Por tanto, como lo mencionamos anteriormente, de la moderación de los padres los
hijos aprenden. Es necesario aprovechar el uso del tiempo libre desarrollando la imaginación y
la creatividad. Es importante establecer tiempos y horarios de uso de las diferentes tecnologías.

6 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México. 1996. Pág. 146
7 Arturo Cattaneo, Tomas Melendo, Lourdes Millán Puelles. Y vivieron felices. Libros MC. Madrid. 1998. Pág. 128
8 Arturo Cattaneo, Tomas Melendo, Lourdes Millán Puelles. Y vivieron felices. Libros MC. Madrid. 1998. Pág. 129

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• Formar la conciencia.

Es necesario educar a los hijos para que puedan determinar la moralidad de un acto, y ayudar-
los a que se pregunten el porqué de un comportamiento específico. Dar acompañamiento en la
valoración de la moralidad de la acciones es de vital importancia. A medida que los hijos crecen
debe permitírseles tomar con libertad y responsabilidad sus propias decisiones.

• Educar la libertad.

Los padres tienen la tarea de que los hijos, poco a poco, tomen conciencia de su libertad, así
como enseñarles a cómo ejercerla correctamente. “No es fácil entender a fondo qué es la li-
bertad y su estrecha relación con el bien y con el amor. Tal vez pudiera definirse así: es libre el
que hace el bien porque quiere hacerlo, por amor a lo bueno. A lo que habría que añadir que,
en su sentido más propio, va dejando de ser libre quien obra mal. Educar la libertad significa,
por tanto, ayudar a reconocer lo que es bueno (para los demás y, como consecuencia, para la
propia felicidad), y animar a realizar las elecciones consiguientes siempre por amor. Conceder
con prudencia cierta libertas a los hijos contribuye a tornarlos responsables” 9.

“El éxito o fracaso de un ser humano dependerá, en gran parte, de qué tanto le hayan educado para
la libertad. En cada familia, los hijos llegarán a ser personas íntegras si los padres viven verdade-
ramente su libertad personal, y aceptan y promueven la libertad responsable en cada uno de sus
hijos. Cada hijo necesita aprender a vivir la propia libertad, a dominar las cosas y las situaciones por
el saber; a tomar decisiones y llevarlas a cabo; a autodominarse y a servir a los demás por amor” 10.

Libertad y responsabilidad es un binomio inseparable. A la pregunta “¿Cuánta libertad se debe con-


ceder a los hijos?” La respuesta es que la libertad se concede de forma gradual, en la medida que
el hijo va demostrando su responsabilidad.

2.4. Manejo de la autoridad.

En la educación de los hijos no es suficiente aplicar los criterios vistos anteriormente, es necesario
además que los padres ejerzan la autoridad. “La autoridad, de acuerdo con su raíz etimológica
autoritas, es la fuerza que sirve para sostener y acrecentar; mientras que auctor es quien sostiene
una cosa y la desarrolla. Así pues, la autoridad es la fuerza que sostiene y acrecienta la educación
familiar en su conjunto, y la de cada hijo en particular, dentro de un proceso educativo dirigido” 11.

9 Arturo Cattaneo, Tomas Melendo, Lourdes Millán Puelles. Y vivieron felices. Libros MC. Madrid. 1998. Pág. 132-133
10 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 216
11 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 150
Juan Valls Juliá. Cita:

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Los padres, como primeros educadores de los hijos, tienen el derecho natural de la autoridad, en-
tendida esta no como imposición, sino como un servicio con amor por el bien de los hijos. Es así
como los padres concretan, en el ejercicio de la autoridad, reglas o normas que constituyen la disci-
plina a ser cumplida. Dicha disciplina se entiende como “el sistema de normas con las que se debe
regular la conducta, para lograr la formación de unos criterios y reglas que son aceptadas como
buenas” 12. La disciplina se verifica mediante el control, y ante el incumplimiento de las normas o
reglas, se establecen ciertos correctivos. Lo que pretende la disciplina es interiorizar los valores
que ayudarán poco a poco a la maduración personal, permitiendo el desarrollo de la libertad y la
autonomía de los hijos. Contrario a la autoridad está el autoritarismo, que provoca rebeldía y deseo
de evitar las normas a toda costa.

Sin embargo, para que la disciplina resulte eficaz, debe estar acompañada de la confianza. Por
eso, los padres necesitan, con ayuda de la confianza, buscar que el hijo pueda asumir libremente
una disciplina propia; es decir, que sean autores de su propia disciplina. “La autoridad se concreta
en la disciplina, se refuerza con la confianza; se desarrolla dando pequeñas responsabilidades” 13.

Otros aspectos referentes a la educación, y no menos importantes, son: que los padres aprendan
a saber decir “no”, a regañar, a castigar y a tener firmeza en sus decisiones. Muchas veces es ne-
cesario decir “no” a los hijos, ya que estos, cuando están muy pequeños, no saben ponerse límites.
Animar y recomenzar no es suficiente para la educación, un regaño o un castigo adecuado contri-
buyen a formar el criterio moral de los hijos. Hay que ayudarles a educar su voluntad y su criterio
para reconocer lo bueno y saber rechazar lo malo. Cuando se habla de firmeza es esencial que los
padres tengan ciertos razonamientos y no los varíen; se debe exigir en las cosas importantes y en
lo demás pueden darse concesiones y ceder, pero siempre apuntando al bien de los hijos.

2.5. Educación de la afectividad y la sexualidad.

El brindar, de forma adecuada, una educación de la afectividad y la sexualidad al nivel psicosexual


de los hijos permite formar en ellos un criterio que respalde la toma de decisiones, prevenga situa-
ciones de riesgo y fomente actitudes responsables.

Todo lo anterior debe lograrse mediante una educación que no solo se centre en la genitalidad y
la técnica, sino que vaya más allá; que permita una educación integral de la afectividad humana.

La educación de la afectividad y la sexualidad comienza en la familia desde los primeros meses


de vida y es un proceso que requiere la enseñanza del autogobierno en los niños, el respecto a sí
mismos y a los demás. Los padres son los primeros educadores de sus hijos, son quienes tienen
el derecho-deber de brindar, de manera natural y con amor, los conocimientos adecuados en cada
etapa de la vida de ellos.

12 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 151
13 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 151

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2.6. La tarea de saber motivar.

Motivar es mover a la acción. La tarea de motivar a los hijos es incentivarlos para que ellos tomen
sus propias decisiones. Asumiremos, a continuación, la clasificación que hace Fernando Coromi-
nas14 sobre las razones por las cuales el ser humano decide actuar:

• Porque recibe algo como consecuencia directa de sus actos (motivación extrínseca).

• Por la satisfacción interna que siente al efectuar una acción (motivación intrínseca).

• Por la necesidad que tienen otros de que él actúe (motivación trascendente).

En la persona humana entran en juego, al mismo tiempo, estas tres motivaciones, pero con dife-
rente intensidad. Lo que en últimas mueve a actuar a la persona humana es la sumatoria de estas
motivaciones, las cuales se describen a continuación15:

MOTIVACIONES HUMANAS16

COMPONENTES
NIVELES NECESIDADES OBJETIVOS CUBIERTOS
DE LA PERSONA

1 Tener Comer Cuerpo


Extrínseco Vestir
Casa…

2 Saber Cultura Inteligencia


Intrínseco Ciencia
Arte…

3 Dar Amistad Voluntad


Trascendente Lealtad
Amor

2.6.1. Motivación extrínseca.17

Lo que mueve es la necesidad de tener más en el campo de lo material. Por ejemplo, cuando
los padres, en su labor educativa, utilizan el sistema de premios y castigos materiales (“si es-
tudias, te compro un juguete; si te portas bien, te llevo al cine”, etc.). El límite negativo en esta
motivación es cuando a la larga se tiende a sobrestimar las cosas materiales y, como conse-
cuencia, se da un valor relevante a la satisfacción de los sentidos.

14 Fernando Corominas. Cita: Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 146
15 Tomado textual. Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 146
16 Fernando Corominas. Cita. Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 154
17 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 155

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2.6.2. Motivación intrínseca. 18

Lo que mueve es la necesidad de saber, de aumentar los conocimientos, de desarrollar la in-


teligencia, o bien, la satisfacción personal de realizar algo. Esta motivación está dominada por
el “yo” o ego. El esfuerzo ejecutado se ve compensado con la satisfacción de “yo soy más”, es
el agrado de hacer o de lograr algo, sin necesidad de recibir un objeto material a cambio. Un
ejemplo es cuando los hijos estudian por aprender o por sobresalir, o practican algún deporte
por el entusiasmo que sienten de realizarlo. El límite negativo es cuando se ponen los intere-
ses propios por encima de los demás, y fácilmente se pueden caer en actitudes de egoísmo
o soberbia.

2.6.3. Motivación trascendente.19

Se refiere a la necesidad de toda persona de tener amistades, de amar, de servir, de ser leal,
etc. Para ello, se requiere dar, o más bien, “darse”; que la persona se dé a ella misma. En este
nivel se cubren las necesidades de la voluntad, ya que todo acto de entrega o ayuda requiere
de un episodio previo del querer. Una de las razones por las cuales cuesta tanto ayudar a los
demás es por la fuerza de la voluntad que se necesita para ello. He aquí la importancia de
educar la voluntad.

Es importante destacar que para motivar de manera adecuada, los premios y castigos deben
ser ajustados al mismo nivel del comportamiento que se quiere estimular.

Una educación integral consiste en enseñar a los hijos a valorar los tres niveles de motivación.
Sin embargo, sus decisiones serán más personales cuando sepan ubicar las motivaciones
trascendentales por encima de las otras dos.

2.7. Educación para el amor.

El objetivo educativo más importante de los padres es educar la voluntad, y la máxima prioridad es
enseñar a amar como un acto propio de la voluntad. En sentido estricto, sin amor la vida no tiene
sentido debido a que la vocación propia del hombre es el amor, y solo crecerá como persona en la
medida en que desenvuelva esa capacidad de darse: amando y siendo amado. “El núcleo de todos
los seres (humanos) no es otro que el querer, y la voluntad es la más poderosa y dominadora fuerza
de las almas. Queda dicho que el amor como un acto primordial de la voluntad es también el punto
de arranque y el centro de la existencia” 20.

18 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 155
19 Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 155
20 Joseph Pieper. Cita Mujer y Familia. El amor como proceso vital. Editorial Trillas. Volumen V. México.1996. Pág. 220

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2.8. Educación para la felicidad.

Si realizamos la siguiente pregunta a los padres “¿Qué es lo que más quiere para su hijo(a)?”,
la respuesta es contundente “¡Qué sea feliz! La felicidad es, por tanto, el fin tan anhelado de los
padres para sus hijos. Las respuestas pueden también oscilar entre aprender un deporte, ser una
persona de bien, estudiar una carrera, viajar por el mundo, etc., pero en definitiva no son más que
metas para llegar a alcanzar la felicidad.

El fin de la educación debe apuntar a la felicidad y al perfeccionamiento de los hijos. Se logra


cuando sus motivaciones no se quedan solo en el nivel extrínseco (tener) e intrínseco (saber), sino
cuando consiguen el nivel trascendente (dar), debido a que con la educación de la voluntad aspiran
a los bienes más altos, entre ellos, el amor.

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