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Visión de Anáhuac, centauro mexicano

Partiremos del supuesto de que Visión de Anáhuac es un ensayo: otra


cosa no podría ser. Este texto polifónico despliega frente al lector un popurrí
de imágenes que convergen para dar vida a Anáhuac.
La identidad de un pueblo fragmentado por sus múltiples orígenes étnicos
está en juego, y el autor, usando esa misma fragmentación en sus hojas,
parece demostrar que las escisiones pueden salvarse y surgir una unidad
heterogénea, dinámica y única.
Si el ensayo nació en un mundo por primera vez dividido, donde el hombre
no encuentra el centro ni la medida de las cosas, Reyes parece situarse en
esa misma descomposición de la unidad para hacerla valer: toma las
herencias étnicas y la historia compartida, la naturaleza común y las culturas
diversas y las hace confluir en un conjunto que no se postula ya cerrado
sino, por el contrario, donde se exalta su apertura al porvenir.
En esa búsqueda realizada en los libros, en ese Anáhuac libresco, se resaltan
cuatro funciones: “las energías subjetivas (…), la narración de sucesos
pasados (…), la narración de sucesos presentes” 1 y la proyección al futuro.
Estas cuatro funciones están representadas en cada una de las partes del
texto, siendo las tres tradicionales insuficientes para plasmar un mundo que
ha dejado de ser unívoco y cerrado. Casi podría decirse que esa cuarta
función, insospechada en la Antigüedad, es la representada por esta fusión
de los géneros que es el ensayo.
Desde que se ha categorizado al ensayo como tal, muchos han sido los
subtipos que se han aplicado a cada texto particular. Creemos que aquellos
que, como el de Reyes, apuntan a la “percepción” de la esencia o del alma
nacional, merecen capítulo aparte. Si bien es cierto que estos escritos
poseen una fuerte carga histórica, tampoco es mentira su sólida
construcción estética que es fundamental en la construcción del objeto.
¿Texto histórico o estético? Ambos y ninguno: en este tipo de ensayo que
daremos en llamar “sobre el alma nacional” se construye una identidad
colectiva a partir de la historia compartida. A pesar de todo, no es la historia
el eje central del texto de Reyes. Muy por el contrario, la historia es un
punto vago en su discurrir que sirve para demostrar que la esencia emana d
la naturaleza y se proyecta en la acción humana que desencadena la
historia. Por lo tanto, no es la historia la que determina el objeto (la
identidad nacional), sino el objeto el que crea la historia: no son los
acontecimientos históricos los que forman el carácter nacional, sino el
carácter nacional el que imprime la distinción en el discurrir histórico a partir
de la mancomunidad frente la naturaleza de la cual obtiene su esencia. Es
esa constante interacción del hombre con la naturaleza del valle la que
proporciona esa esencia que emana de todas las cosas, es por eso, que
todos los demás acontecimientos históricos se ven reducidos a un recuento
cíclico del tiempo, como una más de las características de esa esencia que
se encuentra ya en la naturaleza: tantas veces como el hombre combata el
agua, ésta volverá. Es por esto que no se puede en este texto aspirar a la
objetividad de los historiadores (porque no es un texto histórico) ni al
sensacionalismo del puro esteticismo (porque no es un constructo ocioso).
Estos textos que se construyen en el discurrir de la pluma que al mismo
tiempo va creando esa identidad que busca, usan la historia como una
fuente de la cual seleccionar las partes que sirven a su creación. Es por eso
que el texto de Reyes se aparta de las diferencias que distancian a los
habitantes del valle, y se enfoca en aquello que los une: su propósito es
encontrar aquello que los hace una sola cosa, lo que los hace mexicanos.
Diremos que Visión de Anáhuac es un ensayo siguiendo, en primer
término, la definición del propio Reyes:

“…el ensayo: este centauro de los géneros, donde hay de todo


y cabe todo, propio hijo caprichoso de una cultura que no
puede ya responder al orbe circular y cerrado de los antiguos,
sino a la curva abierta, al proceso en marcha, al “Etcétera”
cantado ya por un poeta contemporáneo preocupado de
filosofía.”2

Lo primero que notamos es la pluralidad que lo caracteriza en cuanto a


procedimientos y la unidad otorgada por el propósito al cual se abre.
Según Sarlo3, una de las características de este género es la búsqueda que
se da en el mismo acto de la escritura. Es de esa inquisición de la cual
nacerá el objeto mismo como criatura del texto. En Visión de Anáhuac la
búsqueda se despliega hacia atrás y hacia adelante en la historia (quebrando
la unidad de tiempo aristotélica) usando fuentes literarias como “medio de
transporte” en el tiempo que articulan los diferentes elementos de la esencia
del valle salvando los conflictos y los enfrentamientos en una circularidad
mítica que le da, a esa alternancia, la fuerza de definir el carácter de esa
identidad en vez de romperlo en mil pedazos.
Es propia del ensayo la fragmentación del mundo sobre el cual inquiere o del
hombre que se reconoce descentrado en un mundo que ha perdido las
certezas. Una característica del “ensayo sobre el alma nacional” es la
tentativa de unidad a partir de la pluralidad, la búsqueda del elemento
unificador que ordene el caos, que se vuelve aparente. No hay, aquí, un
pensamiento nuevo sobre algo que se creía definido para siempre y que se
descubierto falso (o inexacto), sino la creación de algo que se percibe
inmanente en cada uno de los elementos de la pluralidad. Es así que Reyes,
en el texto que nos ocupa, devela a los ojos del “viajero” la esencia del valle
que se desprende de cada una de sus características: la naturaleza, la
historia y el carácter de su pueblo (que a su vez está íntimamente ligada a
las características de sus habitantes y éste por la naturaleza con la que
deben lidiar).
Otra de las características del ensayo, según Sarlo, es su incompletud. En
Visión de Anáhuac esa incompletud no es una falta, sino una apertura ¿cómo
podría definirse para siempre una esencia de la cual participa la historia?
Obviamente es necesario abrir la definición para abarcar el futuro y es en
esa apertura a lo que vendrá donde está el quiebre de la finitud.
1 “las nuevas artes”, 402
2 “Las nuevas artes”, p. 403
3 “Del otro lado del horizonte”, UBA

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