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El paso de la terapia familiar practicada por el equipo de De Shazer, centrada en el problema como
sus colegas del MRI, hacia un enfoque más colaborativo y centrado en las excepciones y la
solución, ocurrió de una manera totalmente fortuita. Eve Lipchik recuerda en su libro “Terapia
Centrada en la Solución. Más allá de la técnica”, que varios miembros del equipo se encontraban
detrás del espejo formulando un mensaje de intervención (lo que ahora reconocemos como
Mensaje Final de Recapitulación y Sugerencia) para una familia que había acudido a consulta con
su hija adolescente con una actitud muy rebelde, y que al final de la tercera sesión no informaba
progreso alguno respecto a las metas. Los padres estaban saturados del problema: contaban
únicamente lo que la hija hacía muy mal, eludiendo cualquier pregunta sobre las excepciones.
Ese día, a una de las personas detrás del espejo se le ocurrió lo siguiente: “¿Por qué no les
pedimos que la próxima vez traigan una lista de lo que no quieren que cambie?”
Todo el equipo se mostró de acuerdo y la siguiente semana recibieron una enorme sorpresa
cuando la familia volvió con una lista muy extensa acerca de las cosas que apreciaban el uno del
otro. Lo que más asombró al equipo, cuenta Lipchik, fueron los cambios positivos que cada uno de
los tres estaba informando. Todos estaban de acuerdo que la tensión en el hogar había
disminuido. Los padres consideraban que la actitud de la hija había mejorado muchísimo, mientras
la hija sostenía que sus padres habían dejado de estar encima suyo criticándola.
Esta noticia fue el germen de una investigación realizada por el equipo: empezaron por asignar
esta misma tarea a otras familias con resultados semejantes. Los resultados indicaron que los
cambios concretos logrados por cada familia poco tenían que ver con su descripción del problema
y las quejas presentadas durante la primera sesión, lo que permitió el desarrollo de otra semilla
muy importante para el enfoque centrado en soluciones: la primera entrevista como lugar de
intervención y posteriormente la atención en el mensaje final y la tarea, reforzando el proceso
generado. El énfasis en la forma en que los clientes podían cooperar con el terapeuta fue
marcando cada vez más la actitud colaborativa del equipo, definido por Steve de Shazer de esta
manera:
“Cada familia, o individuo o pareja, muestra un modo singular de tratar de cooperar, y la tarea del
terapeuta consiste, primero, en describirse ese modo particular exhibido por la familia y, luego, en
cooperar con él.”