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La peste: Colombia está enferma de corrupción.

En Colombia a menudo repudiamos las diferentes actuaciones y decisiones de nuestros dirigentes


los cuales nosotros mismos escogemos por voto popular; los mismo que han socavado y destruido
los principios éticos y morales de nuestra sociedad, los cuales han permitido sumergirnos en un
oscuro pantano, donde la injusticia, corrupción y desigualdad social han hecho eco e internado en
cuidados intensivos en noches de pandemia a esta gran nación .

Es normal indignarnos cuando se destapa un gran escándalo de corrupción; Condenamos con


dureza estos actos abominables donde empresas y/o personas inescrupulosas se apropian de
recursos públicos, acabando las posibilidades de mejorar nuestras condiciones de vida y garantizar
nuestro bienestar y el progreso de los diferentes municipios, ciudades y departamentos de
nuestro inmenso país; pero transcurrido el tiempo nos olvidamos de lo ocurrido, justificamos y
consentimos lo sucedido depositando nuestro voto y eligiendo a quienes ejercieron estas prácticas
nefastas; porque muchas veces nos venden “sangre joven” políticos con nuevas ideas pero
simplemente son “cuerpo ajeno” convirtiéndose en títeres de los clanes que por décadas han
desangrado y sumergido a la nación en la peste de corrupción que vivimos hoy; nos hacemos los
de los oídos sordos y vista ciega ante la creciente muerte de niños por desnutrición, el pésimo
sistema de salud, la mala calidad educativa, deficiencia habitacional, vulneración de nuestras
libertades e imposición de políticas de autoritarismos.

Reprobamos la crisis en la justicia y los casos de corrupción de magistrados, jueces, fiscales y


litigantes, lo que ha permitido que la sociedad pierda la confiabilidad y credibilidad en su aparato
judicial, si es fundamental hacer un frente común para recuperar la confianza de las instituciones,
pero de la teoría a la práctica hay mucho techo, ya que dichas entidades como la Fiscalía,
Procuraduría y Contraloría deberían actuar en calidad de veedores pero hoy en día vemos que son
“amigos” del gobierno obviando ciertas investigaciones y haciendo más favores que
investigaciones.

No obstante, estamos consumidos en un sueño profundo, ciegos y mansos antes las iniciativas de
propender por una verdadera reforma a la justicia que permita acabar con la congestión judicial
extingan su politización, impunidad, brinde celeridad de los procesos y la búsqueda de un
instrumento que garantice el acceso a la misma por mérito y conocimiento proporcionando una
administración de justicia fortalecida, transparente y eficiente.

La corrupción es una peste para el crecimiento, el desarrollo económico y la equidad. Se ha


convertido en un obstáculo para la economía colombiana, y ha sido uno de los factores más
problemáticos para hacer negocios en el país durante los últimos años, pues desestimula la
inversión y el crecimiento económico, al tiempo que aumenta los niveles de desigualdad, e incluso
distorsiona los incentivos del sector público, reduciendo su eficiencia y eficacia.

Es hora de hacer un alto en el camino, detenernos a meditar y analizar qué país queremos
construir para nosotros y nuestros hijos: si seguir llevándolo a la cultura del todo vale, que nos ha
degenerado como sociedad y conllevado a una grave crisis política, social y económica o cambiar y
renacer de las cenizas para impulsar una nación más equitativa y justa, donde nosotros como
habitantes reconozcamos los valores éticos y morales que permitan un actuar transparente y
honesto en cada proceder de nuestras vidas.

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