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En ​Otro panorama de libertad​, al igual que en gran parte de la obra de Guillermo Iuso, él es

su propio protagonista, su propio personaje. El libro plantea reflexión, provocación,


autoficción y documentación. También aparecen sus típicos temas de niño rico malcriado,
sus consumos desmedidos y su cancherismo; pero este libro es más dramático. Se
presentan tres subtemas nuevos: experiencias homosexuales, lógicas abusivas y la
sensación de un clima no democrático.

El homoerotismo o “la camaradería”, como diría “El Joven Rami”, surge en las primeras
experiencias sexuales, donde Guillermo se besa con su súper mejor amigo a modo de
aprendizaje. O en el momento de que ellos terminan teniendo relaciones con otro
adolescente en un campamento escolar. Pero esas experiencias no la sienten como un
debut o un “desvirgamiento”.

Los desmanes (lógica abusiva) aparecen en el primer capítulo, ejecutados por un


coleccionista. Luego se manifiestan en una golpiza sufrida por el protagonista en plaza San
Martín y finalmente se presenta en una relación sexual entre adolescentes en una carpa. El
hecho de la golpiza termina con un acto de moral cristiana, donde Guillermo tiene piedad
por el joven que lo golpeó; decide perdonarlo y confesar que no es el culpable.

El clima autoritario, al igual que los otros temas, también aparece en la adolescencia,
mediante ciertos comentarios que dejan intuir su contexto. El hecho de saber que hoy G.I.
ronda los 50 años deja en claro que su pubertad fue durante la dictadura. Este clima se ve
reforzado en el momento en que la tía de Guillermo le compra una casa que da la sensación
de haber sido un centro clandestino de detención.

Estos temas no son directamente concebidos por el protagonista en el libro, son hechos que
van sucediendo mientras la prosa de Iuso va creciendo e interpelan al lector. O quizás me
interpeló a mí.

Sinceramente, me encapriché con uno de esos tres temas: la no aceptación de la


homosexualidad. Al principio pensé: “bueno es obvio que es de otra generación y quizás
nunca se replanteo su sexualidad y siempre se concibió como hombre cis”. Pero me
indignaba que Guillermo, el protagonista, dijese que no sentía como un desvirgamiento la
vivencia de la escena en la carpa. Luego, meditando sobre el tema, me di cuenta que era
algo más personal lo que me pasaba: mi problema era la necesidad de tener que catalogar
o etiquetar las experiencias.

Últimamente las posibilidades de etiquetar el todo me hacen pensar que todo se vuelve más
limitado. Como si las cosas solo pudieran ser blancas o negras y no estuviese permitido
incursionar en las distintas variantes de grises que existen.

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