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CULTURA DE LA DIETA

Y LA RELACIÓN CON LA
COMIDA
ORRAJIUG AERDNA - ELBADULAS BULC

Texto proporcionado por Carlota,


Nutricionista del Club Saludable
¿Llevas toda tu vida a dieta pretendiendo encajar en un cuerpo que no es el
tuyo? ¿Has tenido conductas compensatorias después de una ingesta grande y
has sentido culpabilidad? ¿Te hieren profundamente los comentarios sobre tu
aspecto físico, especialmente los que tienen que ver con la forma de tu cuerpo?
¿Te sientes mal cada vez que vas a comprarte ropa? ¿Sufres ansiedad por la
comida? ¿Te cuesta parar de comer ciertos alimentos ¿Hay algún alimento que
tengas “miedo” de comer porque sientas que “no es sano”? ¿Sientes cierta
obsesión por comer solamente “comida real”? ¿Te cuesta mirar o sientes
incomodidad hacia la visión de cuerpos diversos (de todos los tamaños y
formas)? ¿Sientes que cada año antes del verano empieza la operación bikini
para ti? ¿Varía tu estado de ánimo en función de si “te has portado mal o bien”?
¿Crees que hay alimentos “buenos” y alimentos “malos”?

Si te sientes identificadx con las preguntas planteadas, entonces muy


probablemente tú también eres víctima de la cultura de la dieta. No te
preocupes, toda la sociedad lo es.A menudo vienen a consulta personas que
quieren bajar de peso y realmente no lo necesitan.

No pasa nada porque quieras cambiar tu aspecto físico, pero hay que pensar
muy, muy bien desde dónde lo vas a hacer. Pues te contaré un secreto:Es
peligroso centrarnos en mejorar composición corporal cuando hay una evidente
mala relación con la comida detrás, o incluso cuando dicha relación tormentosa
no es tan evidente y simplemente vivamos con la mentalidad-dieta.

Es peligroso porque esto, no solamente no funcionará (ya que no seremos


capaces de regular nuestra hambre emocional), sino que además puede
empeorar nuestro proceso de sanación mental.

Corremos el riesgo de entrar en un bucle de confusión de conceptos: podemos


entrar mentalmente en la cultura de la dieta incluso aunque nuestro
nutricionista no esté a favor de la misma, entender los términos solamente en su
dicotomía y extremos (bueno-malo, sano-insano, prohibido-permitido), y
perjudicar aún más nuestra relación con la comida al introducirnos en un
camino de supuesta mejora física.
Si primero no tenemos atendido el plano mental-emocional, no entenderemos
el proceso de tratamiento nutricional como una mejora de salud, sino como una
obligación de autocontrol forzado, un castigo por nuestra dejadez, un
autocuidado impuesto.

Lo peor es que podríamos pensar que solamente obtendremos validación


externa (e interna) una vez hayamos "curado" o "arreglado" nuestra situación
física. Y esto no será así. Ya que no podemos permitir que nuestra felicidad
dependa de nuestra salud física o nuestra apariencia, esto es algo
absolutamente insostenible.Por lo tanto, si hay una mala relación con la
alimentación y/o un autoconcepto dañado,

PRIMERO hay que enfocarse en mejorar ese aspecto, a no ser que se trate de un
tratamiento nutricional urgente para alguna patología concreta.Para esto, un
nutricionista está muy limitado y corre riesgo de incurrir en una intrusión
profesional. Podemos empezar a conectarte con una alimentación emocional
saludable, pero es posible y probable que debas acompañarte de un
psicoterapeuta especializado, especialmente si tus miedos son profundos y la
relación con la comida está muy dañada. Sé consciente, reconoce el problema y
ya tienes la mitad del camino hecho.

¿Qué podemos hacer para sanar nuestra relación con

la comida y salir de la cultura de la dieta?

Todo empieza por reconocerlo y, seguramente, pedir ayuda profesional. Tendrás


que desaprender mucho y reaprender otro tanto, y lo siguiente puede ayudarte:
Deberás reformular lo que significa la salud para ti. ¿Encajar en un cuerpo
ideal o en cambio ser ágil, tener energía, ausencia de enfermedades,
digestiones aceptables y salud mental? Existe, de hecho, la persona
diagnosticada con sobrepeso que es metabólicamente más saludable que
cualquier persona con bajo porcentaje de grasa corporal que no se cuide
adecuadamente.

Practicar la atención plena mientras comes o el mindful-eating para


recuperar el placer por comer sin un propósito y reconectar con las
sensaciones reales de hambre y saciedad.

Evitar conductas compensatorias (aquí importa mucho el DESDE DÓNDE lo


hago) como el ejercicio intenso, los ayunos intermitentes, saltarse comidas,
etc., ya que lo que nos transmiten es el pensamiento de que hemos obrado
mal y debemos castigar nuestra mala conducta mediante una
compensación.

Entender que la comida es cultura, gastronomía, placer y emoción. Y


permitirnos eso.Conocer los distintos tipos de hambre y atender todos y cada
uno de ellos: hambre física, emocional, visual, auditiva, etc.

Aprender educación nutricional básica basada en ciencia y olvidar todos los


mitos que nos han generado miedo (“la fruta por la noche engorda”) o falsas
esperanzas (“agua tibia con limón en ayunas es quemagrasas”). Mucho
cuidado con esto.
Apoyarse de terapia psicológica para trabajar autoestima, amor propio y
autocuidado.

Hacer limpieza de redes sociales que te generen mala energía: si estás


constantemente viendo la vida perfecta de los influencers, al final tu mente
acaba creyendo que eso es verdad y que tú no lo tienes.

Salir a la calle y consumir diversidad corporal real: fíjate que la normalidad


son los cuerpos de todas las formas y tamaños.

Háblate bien. Empieza por atenderte y comprender todas las necesidades


de las diferentes partes que hay dentro de ti.

Puedes cuidar tu salud física y eso no te convierte en una persona


superficial, pero por favor, hazlo siempre preguntándote por qué y cómo
lo haces.

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