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Capitalismo y Narcisismo
Capitalismo y Narcisismo
Capitalismo y narcisismo
El capitalismo fomenta el autoritarismo y el narcisismo que impiden que lo
superemos
Aurora Despierta
Publicado el Feb 6, 2020
Las secciones de este texto son: I.- El narcisismo ha llegado para quedarse y
Jappe sabe por qué. II.- Cómo el capitalismo promueve el narcisismo y su
impotencia para superar este sistema. III.- El capitalismo, su decadencia, sus
límites internos y externos, y la wertkritik. IV.- El autoritarismo sigue aquí y
también la naturaleza humana. Las dimensiones del narcisismo. V.- La pinza
entre el autoritarismo y el narcisismo, amenaza nuestra supervivencia. VI.-
Salir de esto ¿cómo? Notas extensas. Recomendados y enlaces (a muchos
artículos, videos, audios…).
GUARDA este TEXTO para LEERLO con la ATENCIÓN que
MERECE y PÁSALO
Por lo que he leído de Jappe y en los tratados de psiquiatría, ésta serían las
características del narcisista de alta intensidad:
mucho egocentrismo (adecuado para un mundo competitivo, explotador e
indiferente a la suerte de los perdedores), una autoestima frágil, pero inflada y
hambrienta de reconocimiento (vía consumismo de cosas que revelen estatus u
originalidad, relacionarse con personas que destacan, redes sociales con
muchos me gusta, etc.), el orgullo excesivo por los logros (perfecto para
promover el ―emprendimiento‖, el ―hombre hecho a sí mismo‖, justificar los
privilegios adquiridos como resultado merecido del esfuerzo propio,
etc.), dificultad para admitir errores pues tienden a creer que siempre lo hacen
todo perfecto (mal asunto si necesitamos cambiar nuestro modo de vida y el
mundo), empatía escasa o ausente (buena adaptación a un mundo de
explotación, dominación e indiferencia ante el sufrimiento ajeno), dificultad
para reconocer en los otros unas identidades realmente diferentes entre sí y
ante él, con sus propios sentimientos y necesidades y que no existen para
satisfacer las suyas (esta característica lo asocia con la igualación e
indistinción de lo cualitativo por parte del trabajo abstracto o genérico de la
mercancía, como se verá), no asumir sus responsabilidades en su plenitud (así
no hay manera de tener una orientación política que pueda salvar a nuestra
especie de lo que le vendrá encima con el capitalismo), fantasías de
satisfacción sin reconocer los límites reales (como el capitalismo, sus agentes
incapaces de reconocer sus límites internos y externos, que comentaré), cree
que le envidian y envidia a los demás, muestra comportamientos y actitudes
arrogantes, de superioridad y prepotencia (en las circunstancias adecuadas
esto puede explotarse por los populismos, xenofobia, agresiones imperialistas,
tanto más cuando el narcisismo suele estar mezclado en la misma persona con
otros trastornos más agresivos, en general con el autoritarismo), no ve la vida
como un camino para evolucionar, madurar y realizarse como ser humano, lo
que incluye la frustración, el sacrificio y el dolor emocional inevitables (la
pena del duelo es el coste de haber amado a quien ya no está), sino como la
ocasión para satisfacer sus apetitos y lograr el éxito en la promoción de su
yo (vivir a través de la conquista de estatus social, del aplauso, del consumo
de mercancías, de la industria del entretenimiento, y de drogas diversas –
legales o no-). Estos rasgos se pueden encontrar hoy con mayor o menor
intensidad en una parte muy importante de la población aquejada de un
narcisismo que no tiene por qué ser el pleno (―puro‖ total) y que afectaría a
menos del 1% de la población (según el Diagnostic and Statistical Manual of
Mental Disorders: DSM-IV, 1994)
―Los desafíos que nos esperan en los tiempos próximos necesitan ser
afrontados por personas en plena posesión de sus facultades humanas, no por
adultos que permanecen niños en el peor sentido de la palabra.‖ (―El gato, el
ratón, la cultura y la economía‖, Jappe, enlace al final)
Jappe no tiene por qué tener razón en todo lo que dice, ni falta que hace, pues
eso no debe exigírsele a nadie cuando lo que plantea es muy profundo, amplio
y novedoso, pues muchas veces, siendo demasiado críticos, se corre el riesgo
de aplastar una planta todavía emergente y débil, pero que si se la permite
crecer puede dar lugar una sequoia gigante, o como también se dice,
podríamos ―tirar al niño con el agua sucia‖. Considerar sus análisis, sin duda
nos ayudará a avanzar, gracias a él y a la vez superando las posibles
deficiencias de su planteamiento. Ocurre como con Marx: si ahora podríamos
subir más alto que él, es porque antes él nos ha llevado sobre sus hombros
hasta donde estamos.
Y digo esto porque seguro que los más entendidos podrían debatir durante
años lo que Jappe dice de Descartes, Kant, y las distintas corrientes del
psicoanálisis, la psiquiatría, y sus enfoques sobre el narcisismo secundario.
Todo eso es, ciertamente, muy interesante y hasta intelectualmente
apasionante, pero podríamos estar discutiendo sobre tal o cual detalle,
enfoque, precisión, mientras se nos viene encima una III Guerra Mundial o
cualquier otra catástrofe, como la climática. A mí lo que más me importa de
Jappe no es exactamente lo que dice, sino todo lo que
puede inspirarnos (aunque estuviese muy equivocado en tal o cual aspecto)
cara a reconocer los obstáculos a nuestra autoliberación y qué podríamos
hacer para superarlos. Es como en un diálogo que no sea un monólogo de
sordos, en el cuál la intervención de cada uno no expresa sólo su punto de
vista previo al debate sino, cada vez más según avanza, el que está
alcanzando gracias a la puesta en común de la reflexión, y así, a lo que se
llega puede ser algo que jamás habría conseguido cada uno por su cuenta.
Jappe, con su análisis del narcisismo, como podrá comprobar el lector/a, tiene
además el mérito de que, por esta vía, nos ayuda a comprender mejor las
implicaciones, no sólo económicas, sino psicológicas y antropológicas, de que
en una civilización, la faceta abstracta o genérica del trabajo y su
representación universal a través del dinero, y el automatismo de la
valorización de esa abstracción (capital-dinero-ganancia), adquieran
semejante prevalencia sobre el trabajo concreto y los valores de uso para
satisfacer las necesidades humanas. Tranquilas/os que lo iremos viendo. El
fundador de esta corriente crítica, Robert Kurz, en su análisis de 1991 sobre el
hundimiento del bloque del Este ―socialista‖ y sus implicaciones también
para todo el capitalismo (―El colapso de la modernización‖ datos al final) ya
demostraba la relación entre ese hundimiento y el papel de la faceta abstracta
del trabajo. Pero se comprendió mejor el análisis concreto de la ―chapuza‖
económica del Este, que sus fundamentos teóricos que afectaban al
capitalismo mundial. Por eso decía Kurz en una entrevista ―La teoría de la
crisis, en especial, fue denunciada sin más como «apocalíptica» [sin embargo
fue confirmada ya en gran parte por la crisis iniciada en 2007-8, cuando se
propalaba que el capitalismo florecería hasta el fin de los tiempos]. A mí, me
llamó la atención que tanto la recepción positiva como la negativa se habían
restringido casi exclusivamente al estadio analítico, mientras que los
fundamentos teóricos de la crítica al trabajo abstracto y a la forma-
mercancía no fueron reconocidos o fueron vistos como una especie de «OVNI
teórico».‖ (Entrevista a Robert Kurz: Nuevos y viejos combates, 2004,
enlace al final)
Procuraré exponerlo del modo más sencillo que soy capaz, aun a riesgo de
simplificar, sabiendo que quien quiera conocer la posición original de Jappe
puede acudir al libro y a artículos cuyo enlace aporto.
El dinero no es un bien concreto que sirva para trabajar o para consumir, pues
con el dinero no se puede hacer ningún trabajo (a nadie se le ocurre quemarlo
como sustituto de la leña para la cocina) y tampoco sirve como alimento
aunque tenga algunos minerales (moneda metálica) o fibra vegetal (papel
moneda). Cuando el zapatero hace un par de zapatos ha creado un valor de
uso o utilidad (para los pies de alguien) y un valor de cambio o valor (tantas
horas de trabajo, que suponen tanto trabajo-valor o valor-trabajo, equivalente
a otro igual, y ambos, traducido a tanto valor de cambio o dinero). Pero con el
dinero, tenemos algo cuyo valor de uso no es más que su valor de
cambio (equivalente universal). El mismo trabajo incorporado en un par de
zapatos manifiesta dos facetas: por un lado la faceta concreta del trabajo que
sirve al valor de uso, y por otro lado, la faceta general, genérica, universal o
abstracta del trabajo (la de las X horas de trabajo, intercambiables por X
horas de cualquier otro tipo de trabajo de cualquier campesino o artesano de
muy diferentes oficios), que sirve al valor de cambio, que se traduce en precio
(con un margen de variación dependiendo de la falta de equilibrio entre la
oferta y demanda, y de la tasa de ganancia media que ahora no viene a
cuento) a través del dinero.
Comprueba que el dinero lo puede casi todo, comprar todo lo que se ponga a
la venta (sean cosas o voluntades), y que no huele, nunca delata su origen, por
mucho que éste apeste moralmente, que es casi omnipotente y está por encima
del bien y del mal. El dinero es el mejor detergente de las reputaciones; los
trabajadores/as pueden ―acordarse‖ del patrón por las malas condiciones
laborales y bajos salarios, pero el dinero ganado le permite relacionarse de tú a
tú con la más alta sociedad burguesa, sus políticos y militares; se ufana de sus
―amistades‖ famosas que le dan ocasión para salir junto a ellas en los medios
de comunicación (aunque él no tenga oficio ni arte alguno), y los demás le
tratan con extraordinaria consideración a cuenta de su dinero y poder. No me
resisto a incluir aquí el contenido de la viñeta humorística de Malagón –
Derecho al pataleo en el diario El País del domingo 26-1-2020, cuadernillo
de Ideas. Se ve a un hombre trajeado, con corbata, que con una mano sujeta lo
que puede ser el portafolios, y con la otra, una cartera-maletín en la que se lee
―World Economic Forum‖. Con una sonrisa forzada (se dibujan los dientes
fieramente) nos dice ―Entre el dinero y el amor, elijo el amor…–…. El amor
al dinero‖.
Como no puede dar más uso privado a su dinero (puede satisfacer cualquier
capricho), y su dinero y sus propiedades en medios de producción se
desvalorizan si no son utilizados, incluso si simplemente se mantienen tal
cual, si no toma iniciativas que se adelanten a las de la competencia, para
desplazarla del mercado antes de que ella lo haga con él, y acabar
perdiendo, el destino de su dinero es ―hacer‖ más dinero y asegurarse de
que esto continúe así. Y por eso se interesa por comprar a políticos, medios de
comunicación, iglesias… para que se encarguen de velar por sus intereses ante
el ―populacho‖. Aunque tampoco le haría falta corromper directamente a
nadie para tener protegidos sus intereses generales, pues el Estado está para
asegurar la estabilidad y continuidad de la sociedad (evitar que sus tensiones
internas la rompan) y si ésta es capitalista no puede sino representar de una
forma u otra, en su propia estructura jerárquico-burocrática y funciones, los
intereses capitalistas, y por tanto se convierte en el administrador público de
los intereses comunes a los capitalistas, y en su ―brazo armado‖ (ejército,
policía, tribunales, cárceles…). Pero el busca un control añadido y que tenga
su ―toque personal‖.
Si los espíritus y dioses del indio/a no son reales, sin embargo tienen una
relación estrecha con lo que es real, transparente y directo como valor de
uso para el indio, y le invitan a preservarlo. Para la persona en el capitalismo,
toda su economía no es una actividad espontánea próxima a la supervivencia
de un animal. Esto en sí no es malo, sino bueno. Pero no considera la
economía directamente a través de los valores de uso y de un trabajo que tiene
una clarísima natural social, aunque sea indirecta (división técnica y social del
trabajo, división internacional del trabajo), sino todo a través del dinero, de la
abstracción del trabajo, de la dinámica imperativa del capital de continuar
creciendo (D-M-D´). Pues aunque la productividad reduzca el tiempo de
trabajo necesario, debe compensarse la plusvalía produciendo más aunque no
haga falta –ya se encargarán la publicidad y la obsolescencia programada de
que compremos-, consumiendo así más recursos naturales, como si no hubiese
límite, de modo que se aleja, olvida y agrede a la Naturaleza que es su sostén,
y sin embargo acaba por creerse totalmente liberado de sus raíces naturales,
cayendo en la fantasía de que ―la mano invisible‖ del mercado ya se encargará
de encauzar las cosas y resolverlas a tiempo (¿cómo con el cambio
climático?). La naturaleza tiene un valor concreto, de uso, pero al enfocar la
producción al valor de cambio, al trabajo abstracto, tienden a olvidarse
los límites naturales de lo concreto, y como el dinero es un recurso
que no depende directamente de la Naturaleza, no parece haber límite para él,
más que el de la inflación, y el endeudamiento que posterga el pago para el
futuro y permite prolongar el ciclo del capital, como si la riqueza real fuese la
reproducción ampliada del dinero, y no los bienes valores de uso. A la fantasía
capitalista contribuyen conceptos-―dioses‖ como el PIB, medido en términos
de dinero, no de valores de uso, del impacto medioambiental y de la
desigualdad social. De ahí la creencia en un crecimiento eterno, en la
impunidad de expoliar los bienes naturales o ver la naturaleza como un
basurero que lo admite todo, etc. Sin embargo el indio/a sabe perfectamente
que su recurso, el bisonte, o cualquier otro, tiene un límite en el número de
ejemplares y en su reproducción (todavía no sabe que cuando llegue el
hombre blanco exterminará a los bisontes al punto de que los indios/as pasen
hambre). El indio/a diría que los dioses del humano del capitalismo ―están
locos‖, dando tan malos consejos, o que directamente buscan la ruina de la
Humanidad.
El indio/a debe hacerlo él/ella todo, sabe del esfuerzo que cuesta recolectar
frutos silvestres, o pescar, y no digamos enfrentarse al peligro de una manada
de bisontes, hacerse su ropa y calzado; vive en una relación directa, corporal,
con la naturaleza; vive el mundo a través de su actividad (mejor no llamarlo
trabajo pues se diferencia mucho de lo que ahora entendemos por tal) y de los
valores de uso que obtiene. Sin embargo, el ―hijo de papá‖ capitalista, es
incapaz de apreciar nada, precisamente porque disfruta de cualquier capricho,
y porque su relación con el mundo no es a través de la actividad o del trabajo,
de la búsqueda del valor de uso de las cosas, sino del dinero generado a través
del trabajo genérico (abstracto) no pagado, dándole igual el proceso de trabajo
concreto y los valores de uso creados, que bien puede ser valores de uso
destructivos de la vida, como el armamento. El indio también ―fabrica‖ arcos
y flechas para combatir a sus enemigos y a veces saquearlos, pero el coste
personal de la guerra puede ser para él tan grande (la muerte) que, de ninguna
manera, constituye su modo de vida ni destina a ello importantes recursos;
además, él debe enfrentarse personalmente, generalmente cara a cara, en un
cuerpo a cuerpo con sus enemigos, en lugar de mover los hilos desde un
despacho para atizar la guerra a través de sus políticos y medios de creación
de opinión pública, y que sean otros los que vayan a jugarse la vida. En todo
caso, lo que busca el indio son valores de uso (mujeres, caballos…) y no una
abstracción como el dinero, que reduce a cifras (salario) a los seres humanos
que intervienen en el proceso.
Así que nos encontramos con este escenario: Un modo de producción que
no está enfocado a la producción de valores de uso para satisfacer las
necesidades humanas (como en el caso del indio), sino que ve en la
producción de valores de uso un medio para su finalidad, que es la de
generar valor de cambio (en forma de ganancia) a través del trabajo genérico
o abstracto no pagado. Ese valor de cambio o ganancia se expresa en la
mercancía universal que es el dinero. Al dinero le resulta indiferente el mundo
real de las cosas, y las necesidades, los valores de uso, no son para él más que
la circunstancia por la que circula en sus intercambios. La finalidad del
dinero-capital es la de generar más dinero-capital a través del trabajo abstracto
no pagado.
Esto sólo se superará de raíz si se acaba con las condiciones sociales que dan
prioridad al trabajo genérico y al beneficio. Esto quiere decir que la
transformación revolucionaria no consiste en poner la propiedad de los
medios de producción en manos del Estado, o de los sindicatos, o de las
cooperativas o ni siquiera de los Consejos Obreros, o de lo que sea, y que no
debe debatirse entre la planificación burocrática centralizada o la autogestión
de la empresa para el mercado (nuevamente el ciclo D-M-D´ el beneficio y el
trabajo abstracto), sino que debe conseguir que predomine el trabajo concreto
(y como satisface las necesidades) sobre el abstracto, tanto como objetivo (no
al beneficio, no a la producción para el mercado que se ―regula‖ por el
beneficio, sí a la producción para satisfacer las necesidades humanas)
como medio (gusto o en el peor de los casos –trabajo duro y desagradable
inevitablemente que debería turnarse- sentido de responsabilidad por las
implicaciones sociales de la tarea). Eso significa que la búsqueda de la
eficacia y eficiencia, de la productividad, no pueden llevar a adoptar sistemas
deshumanizados como el taylorismo y otros (es mejor producir menos con un
sistema de trabajo que no cause sufrimiento mental o físico, a otro que
produzca más pero te sientas como un robot y te acabe afectando psicológica
y físicamente). Que la economía se considera como un organismo social, no
como empresas particulares que compiten. Que está dirigida conscientemente
(no por la mano del beneficio y ―regulada‖ por el mercado) y a satisfacción de
los productores (no de una dirección tecno-burocrática) (NOTA 7).
En tanto, las personas cooperan, sí, pero bajo relaciones de dominación que
también les imponen que compitan entre ellas como individuos por el puesto
de trabajo o el ascenso en la empresa, o como parte de corporaciones
(competencia entre empresas) o como naciones y Estados (guerras
comerciales, guerras militares). Las relaciones de dominación, explotación,
desigualdad descarada, producen descontento, envidias, resentimiento, una
insatisfacción profunda ante la vida, pero difícil de verbalizar, que debe ser
calmada de alguna manera, y en auxilio de esto viene la sensación de poder
sobre la vida de otros, o el consumo por el consumo, con su gratificación
momentánea a base de ―tener‖ a falta de un ―ser‖ satisfactorio, confundiendo
la realización personal (maduración, expresión del ser), con el éxito en la
competencia o la autoexplotación, o con la ―felicidad‖ del ―pasarlo bien‖. La
―sociedad de consumo‖ real o no, o al menos sus valores y la aspiración a ella,
crean una demanda material y/o psicológica insaciable (sobre todo con la
obsolescencia programada, la publicidad, los productos fabricados ex profeso
para ser adictivos, etc.), una búsqueda de satisfacción que nunca puede
completarse, y a la vez un malestar difuso y poca tolerancia a la frustración,
tan propias del narcisismo. La vulnerabilidad real y la impotencia, al no saber
apuntar a sus causas profundas, se orienta hacia la falsa seguridad del sentido
de pertenencia ―tribal‖, en los forofos del fútbol, en la nación, en la búsqueda
de un líder fuerte, en el castigo de aquellos que se consideran una amenaza
(los inmigrantes, los de otro color de piel, o religión, etc.), tan propio del
autoritarismo.
Así que ya hemos podido comprobar que las categorías del capitalismo, el
trabajo abstracto convertido en plusvalía y ganancia, el trabajo abstracto
convertido en salario, la mercancía y su sociedad (no comunidad), la
fetichización de la mercancía y del dinero, el imperio de la mercancía y sus
crisis, el papel del Estado como guardián de todo esto (con su autoritarismo y
destructividad), crean las condiciones favorables para que surja un fenómeno
como el narcisismo y otros peores.
Pero aunque sepamos esto, las relaciones sociales establecidas a través del
mercado vuelven a imponerse espontáneamente una y otra vez a nuestra
conciencia que, si no hay un esfuerzo muy especial, analiza las cosas
superficialmente, empezando por lo que le dicen los sentidos, costándole
mucho ver más allá y tenerlo eso siempre presente. E incluso aunque lo
consiguiese, nada cambiaría si no acabase con las relaciones de producción
que generan el sujeto automático, el predominio del trabajo abstracto gracias a
la plusvalía. Por tanto no es una mera cuestión de confusión de la conciencia
que desaparecería con el conocimiento, sino el resultado de una dinámica
social objetiva que se impone a las prácticas sociales y también a la
conciencia. Es peor que si al indio, en el siglo XVIII, sin poderle aportar
pruebas sorprendentes como nuestra tecnología actual, se le dijese que la
Tierra no es plana sino una esfera enorme que gira sobre sí misma y alrededor
del Sol que también es una esfera de gas ardiente de un tamaño gigantesco
(muchísimas veces la Tierra) y que se encuentra a un distancia que ni andando
por el firmamento incontables vidas, podría alcanzar. Dada su relación con la
naturaleza, su pobreza tecnológica y nula ciencia, en su conciencia volvería a
imponerse de inmediato la creencia espontánea de lo ―evidente‖, que es el Sol
el que se mueve en el cielo y que es lo que parece, un disco de luz y calor, y
dada su dependencia de él, seguiría adorándolo, rogando su protección, para
que tras la noche vuelva a salir y traiga la luz, y tras el invierno vuelva alzarse,
calentar y derretir las nieves…
A esto se refiere Marx cuando dice (los subrayados son míos): ―El
descubrimiento científico ulterior de que los productos del trabajo, en la
medida en que son valores, constituyen meras expresiones, con el carácter de
cosas, del trabajo humano empleado en su producción, inaugura una época
en la historia de la evolución humana, pero en modo alguno desvanece la
apariencia de objetividad que envuelve a los atributos sociales del trabajo.
[…] así como la descomposición del aire en sus elementos, por parte de la
ciencia, deja incambiada la forma del aire en cuanto forma de un cuerpo
físico.‖ (Marx El Capital, Libro primero, cap. 1, Mercancía y dinero).
Quiero terminar esta sección con una reflexión sobre la crítica del valor. Cito
a Jappe que parafrasea al primer impulsor de la corriente de la crítica del
valor: ―Kurz afirma en su último libro, Geld ohne Wert, que no podemos
hablar de comercio, dinero o mercancías en sociedades precapitalistas y que
lo que podría parecérseles tenía funciones en verdad profundamente
diferentes‖ (página 28 de su Prefacio de 2106 en ―El colapso de la
modernización‖ de Robert Kurz, 1991).
Estoy de acuerdo, pero más bien en sentido inverso. Me parece que para
encajar una teoría, negar lo que quiere Kurz, es forzar demasiado los hechos.
El camino que hay que seguir es el inverso, y me explico. Al contrario de lo
que viene manteniendo la ortodoxia marxista, no hay continuidad de la ley del
valor (intercambio de valores iguales de trabajo abstracto) entre esas
sociedades con comercio, dinero y mercancías, y el capitalismo, ni
mediante realización de la ley del valor metamorfoseándose (como si fuese su
destino o lógica de desarrollo natural e interno), ni mediante salto cualitativo
dialéctico, triple salto mortal que valga (véase el estudio de Robert
Kurz ―Cañones y capitalismo. La revolución militar como origen de la
modernidad‖, enlace al final). Lo que caracteriza al capitalismo y hace que su
―ley del valor‖ sea otra cosa, es la plusvalía que no sólo da el predominio al
trabajo abstracto sobre el concreto, sino que echa abajo lo fundamental de la
ley del valor que es el intercambio de valores iguales. Pues como he
argumentado en mi estudio revisando la teoría de la plusvalía, no hay
intercambio de iguales entre fuerza de trabajo y salario, sino
intercambio desigual directamente entre el trabajo y el salario, y también hay
de hecho un intercambio desigual entre las ramas de la producción con muy
diferente composición orgánica del capital cuando se llega a la tasa media de
ganancia que implica una transferencia de plusvalía de las de menor a las de
mayor composición, y por tanto no pueden vender por un precio que refleje su
valor, sino por los llamados precios de producción (por debajo o por encima
del valor, y sólo las que promedian la composición orgánica de capital, por su
valor). Para no extenderme más remito a mi estudio, con enlace al final. Esto
quiere decir que para dejar de liarnos con conceptos chicle, puede que lo
mejor fuese reconocer lo siguiente: la ley de valor sí funcionó en las
sociedades precapitalistas en las que había, sobre todo, artesanos, pero lo que
funciona en la capitalista, es otra cosa, y tal vez mejor si la llamásemos la ley
del plusvalor, pues lo que se busca al final del ciclo no es mercancías (valores
de uso) por el mismo valor de lo vendido (M-D-M), sino una ganancia en la
mercancía universal o dinero. Popularmente podría llamarse la ley de la
ganancia, pero científicamente sería más correcto llamarla la ley del
plusvalor (no la ley del valor).
Puede ser verdad lo que dice Jappe de que un capitalismo ―puro‖ desplegado
sin fricciones (como la influencia de modos de producción previos todavía
presentes) hasta su final lógico, llevaría a cabo la expansión plena del
narcisismo, de por sí ya suficientemente negativo y destructivo. Pero el
capitalismo no es sólo una economía, con unas categorías como el trabajo
abstracto, el valor, la mercancía, el dinero (también presentes en una ideal y
armoniosa sociedad de artesanos, recordemos), y sus correspondiente
fetichismo de la mercancía e influencia en la psique humana, sino unas
relaciones sociales que implican una explotación (de ahí el trabajo abstracto
como plusvalía) y dominación de clase. Una forma social que también
necesita del Estado para poner cierto orden en el capitalismo (el Estado
burgués juega muchas veces el papel de la ―mano invisible‖, pues el mercado
puede volverse caótico, incapaz de regular nada), mantener bajo control el
conflicto social evitando que la sociedad se desgarre o una parte de ella se
vuelva contra el mismo capitalismo. Y el Estado es imprescindible al
capitalismo desde el principio (incluso para la acumulación originaria del
capital, con su violencia), hasta el final, cuando puede ser la última tabla de
salvación para la clase dominante, e incluso para la gente el único elemento
capaz de poner algo de orden (opresivo) al caos de la desintegración social de
una civilización en implosión que abriría la ―caja de Pandora‖ de todos los
males. El capitalismo (incluso bajo la forma de propiedad jurídica privada) es
inseparable del Estado. No analizaremos correctamente la realidad del sistema
si nos quedamos en las categorías económico-sociales del valor, mercancía,
dinero. Ni la sociedad capitalista más democrática puede convertir en
democrático el capitalismo y su Estado que por su naturaleza intrínseca son
relaciones de explotación y dominación de clase, y las relaciones de
cooperación sólo se dan bajo esa condiciones de explotación-dominación, la
competencia, y la violencia. En la empresa y en el Estado tenemos ya dos
elementos fundamentales de autoridad. Por tanto, el autoritarismo, aunque
suavizado o disfrazado, tiene que estar presente en el capitalismo.
Y ahora toca inducir en el ser humano, más que en otros tiempos, los rasgos
narcisistas de la personalidad, buena adaptación a los requerimientos del
capitalismo, sistema que ahora impera más que nunca al haber desaparecido o
reducido al máximo lo que antes persistía, con fuerza, de modos de
producción pre-capitalistas, con su correspondiente influencia en la psique
humana, y también en la resistencia a su ―formateo‖ por el capital (el origen
reciente campesino o artesano influyó de muchas maneras –algunas positivas-
en la lucha del proletariado). Pero con esto ocurre algo parecido a lo que
sucede con la religión. Las creencias religiosas influyen en la psique, pero
primero son creadas por los humanos. El capitalismo, feudalismo, esclavismo,
comunidades originarias igualitarias…, patriarcado y matriarcado… todas son
relaciones sociales humanas, creadas por los humanos porque su psique lo
permite, lo tolera y lo impulsa en determinadas condiciones históricas, aunque
luego sufra las consecuencias.
Aunque comparten una falta o escasez de empatía, hay más esperanzas con un
narcisista que con un psicópata, que es más duro, no tiene problema de
autoestima (necesidad de admiración) ni tendencia a caer en la depresión por
su falta, como el narcisista. Teniendo en cuenta que el narcisismo que anuncia
Jappe no tiene por qué llegar ni de lejos en la mayoría de la gente al grado
reconocido por la psiquiatría, las esperanzas de que quienes lo padecen
puedan superarlo son mayores.
Que en una persona se combinen los rasgos narcisistas y los autoritarios, me
parece posible cuando incluso ―es frecuente que los individuos presenten al
mismo tiempo varios trastornos de la personalidad pertenecientes a grupos
distintos‖ (página 646 del libro, 657 del pdf) ―Los trastornos de la
personalidad histriónico, límite, antisocial y paranoide pueden asociarse con
el trastorno narcisista de la personalidad.‖ (página 676 del libro, 687 del pdf,
del DSM IV)
Hay casos de personas cuyo cerebro apunta a la psicopatía, pero que jamás se
han comportado como tales. Lástima que no recuerde el título de una serie
documental emitida por televisión española, canal 2, en la que un científico
neurólogo que estaba investigando las señales de psicopatía en el cerebro, se
sorprendió al descubrir que esas eran las características del suyo, y sin
embargo, por haber recibido desde bebé tanto respeto, cuidados y amor en su
familia, vivido en un ambiente sin delincuencia y recibido una buena
educación (por eso era neurólogo) no había desarrollado pautas de
comportamiento antisocial y criminal, sino al contrario, por lo que era también
un buen esposo, padre, y médico con sus pacientes. Otro caso es el de quienes
no hayan sido tan afortunados en su infancia y entrado en esa vía criminal,
pues esto hace que se produzcan determinadas conexiones (o desconexiones)
en el cerebro, circuitos de reacción aprendida y espontánea de resentimiento,
ira y violencia, que ya resulta muy difícil o imposible de revertir.
Pues dice Jappe ―Pero ¿cuáles son las causas históricas de este auge del
narcisismo? Un retorno generalizado a formas psíquicas preedípicas
[complejo de Edipo; psicoanálisis] constituye una verdadera mutación
antropológica y tiene necesariamente causas muy importantes‖ (páginas 149-
50) ―A lo largo del siglo XX lo que se produjo en la sociedad fue más una
verdadera ―alza de la tasa de narcisismo‖ que un aumento del número de
personas completamente narcisistas‖ (página 153 de ―La sociedad autófaga‖).
Para empezar debemos tener muy en cuenta lo que el mismo Jappe nos
dice: ―El valor no es una estructura ―total‖. Es ―totalitario‖ en el sentido en
que aspira a transformar todo en mercancía, pero no podrá lograrlo porque
una sociedad de esas características sería completamente insoportable (por
ejemplo, no habría más amistad, amor; educación de los niños,
etc.).‖ (Prefacio a ―El colapso de la modernización‖, página 27). Es decir,
que tenemos una base objetiva, en las necesidades humanas, para poder seguir
resistiendo a la presión del valor. La naturaleza humana se adapta y somete en
gran parte al valor, pero no es mutada por el valor a su completa imagen y
semejanza, incluso pese a lo que llama Jappe, la mutación antropológica del
narcisismo. Pero la dinámica del valor puede acabar destruyéndonos por otra
vía, como la III Guerra Mundial, la catástrofe medioambiental con una subida
de las temperaturas imposible de controlar, apocalíptica, etc.
Jappe tiene más razón de la que parece a primera vista, y de lo que
generalmente los/as revolucionarios entendemos por intervención política. De
lo que he explicado en la NOTA 13, y de estas palabras de Jappe se puede
sacar la conclusión de que en esta lucha contra el narcisismo y el
autoritarismo, de su indiferencia ante la gente, contra la influencia del trabajo
abstracto y su indiferenciación de las cosas, destinándolas a un fin que no
debiera ser el suyo, la primera línea del frente de batalla no está en la lucha
en la empresa o en las calles, etc., sino en el hogar, en la crianza de las
criaturas. Ahí es donde con el amor a los bebés empezamos la primera
batalla contra el narcisismo, el autoritarismo, el formateo hacia el capital-
Estado. De ahí que el permiso de materinidad y paternidad, tal como lo he
planteado en la Nota 13, tenga una importancia estratégica que
normalmente no sabemos reconocer (sobre todo los hombres, y tampoco
muchas feministas, y en general los que no tienen hijos/as). Si alguien piensa
que esto es una cursilada de abuela, es que no conoce lo dura que puedo ser y,
sobre todo, todavía no ha entendido nada de las verdaderas fuerzas de la vida
contra el gran destructor de la vida que es el capitalismo, ni comprendido que
esa es ya su verdadera naturaleza pese a su fachada de ―progreso‖ y
―elevación del nivel de vida‖. ¿De dónde creéis que sacamos la fuerza y la
inspiración para resistirnos a toda la mierda que el sistema nos arroja encima a
diario, a nuestro condicionamiento a cuenta del fetichismo de la mercancía,
del trabajo abstracto, del culto a la mercancía y al dinero, a la autoridad
patronal, estatal, o de la presentadora de un falso concurso de televisión que
nos exija torturar a un presunto concursante (el experimento antes
mencionado), si no es del respeto, del amor a la vida, estrechamente
relacionado con el sentimiento de empatía, sin el cual es imposible la
solidaridad y no digamos el internacionalismo proletario, lo único que
podrá unir políticamente y salvar a esta Humanidad de su autodestrucción?
¿De dónde creéis que sacaremos las fuerzas y la inspiración para detener el
curso al colapso de la civilización, una III GM, los genocidios, la extinción
masiva de especies, o a la emergencia de una Inteligencia Artificial General
(IAG) psicópata que ya empieza a asomar la patita? (sí, reíros) ¿De dónde
creéis que sacaremos las fuerzas y la inspiración para acabar con el
capitalismo pero sin que levantemos en su lugar una mierda como el
estalinismo o vete a saber qué? ¿Del odio al capitalismo? Sí, el odio destruye,
arrasa, pero es incapaz de construir nada nuevo y mejor. Sólo del amor por la
vida auténtica, desarrollada, completa, y no de querer más (más dinero, mejor
posición social, etc.) es de donde sacaremos las fuerzas colosales y
la inspiración necesarias para acabar con esto y crear un mundo nuevo y
mejor. Debemos impedir que corrompan ese amor a la vida, o podemos darnos
por jodidos, queridos/as (merecéis que me dirija así a vosotros/as si habéis
sido capaces de llegar hasta aquí desde el principio). Ni con las mejores
condiciones objetivas podríamos lograrlo sin esa llama, y menos teniendo
tanto en nuestra contra.
Para elaborar este texto (pese a sus deficiencias), me he pegado una paliza
mayor de lo que podáis creer, y por eso me he ganado también alguna
regañina de la familia. Pero habrá valido la pena si en el corazón de un solo
lector/a he conseguido inspirar una llama con lo que acabo de deciros. Pues de
lo contrario, todo lo demás, miles de razonamientos y argumentos, por muy
profundos, radicales y anticapitalistas que sean, se asentarán en la arena, y a la
menor dificultad o revés se hundirán, y se los llevará el viento del olvido. No
tengo ni tiempo ni ganas para revisarlo, pero creo que vale la pena leer un
texto que publiqué hace años “Horizonte 2050: Socialismo o Mega-Crisis.
Recuperar nuestra vida y salvar la Tierra. Una propuesta de
Marco” (14/05/2011), que todavía se puede leer en ―Recopilación textos de
Aurora Despierta en el viejo old.kaos‖ (29-5-2017), enlace al final de éste.
Prosigo en el plano en el que estamos habituados.
Con esto no quiero decir que podemos estar tranquilos, cruzados de brazos,
confiando en que eso llegará seguro, pues puede que no (con el autoritarismo
y el narcisismo combinados nos lo estamos poniendo todavía más difícil de lo
que ya era antes). Debemos trabajar mucho para que ocurra y para que cuando
suceda nos coja lo más preparados posible para impulsar el movimiento, no se
eche (o lo echen) a perder, y llegar hasta donde convenga que lo haga
teniendo en cuenta las circunstancias, pues tampoco es cosa de precipitarse si
las condiciones no aconsejan tomar ya determinadas decisiones que suban la
apuesta. No será nada fácil, sino muy difícil dada la extrema debilidad de la
que partimos.
Por ejemplo, hay que hacer esto mismo. Dar a conocer un buen libro que al
menos nos ayude a identificar mejor los obstáculos a salvar, si no queremos
darnos de bruces una y otra vez. Con respeto al narcisismo y el autoritarismo,
debemos comprenderlos mejor, cómo se dan, cómo se combinan, cómo
podemos tratarlo cara a sus implicaciones sociales y políticas sin poder
recurrir a la terapia individual o de grupo con un psicólogo. Y revisar
principios, métodos y prácticas todo lo que haga falta.
Yo creo que quedan motivos para confiar todavía en que del proletariado
(clase trabajadora) pueda surgir esa fuerza social contra el capital y contra él
mismo en cuanto que clase como parte inseparable del capital. Pero no, si
seguimos con lo que generalmente se viene haciendo y proponiendo durante
casi dos siglos (sindicalismo, reformismo, Capitalismo de Estado,
cooperativismo, autogestión…). La constitución de los trabajadores/as
asalariados en fuerza social, como sujeto revolucionario empieza por su
recuperación de la teoría revisada de la plusvalía. Sin esto, no estará
preparada, y la reacción de los trabajadores/as ante las próximas enormes
turbulencias del capitalismo, de los shock materiales y psicológicos a los que
someterá a la gente, probablemente será una gran desorientación que puede
acabar en desesperación, impotencia, para terminar arrojándose en brazos de
cualquier alternativa que parezca ofrecerles un alivio o la solución, aunque sea
un moderno populismo-neofascista, o neo-capitalismo de estado, cualquier
cosa antes que el mayor esfuerzo que exige la comprensión de la verdadera
raíz de los problemas y saber contra qué obstáculos materiales y humanos hay
que enfrentarse, y combatir con todos los medios que las circunstancias
exijan.
Tras la experiencia de un siglo, creer que las masas trabajadoras serán capaces
de encontrar por sí mismas el camino a su autoliberación, como hacen el
recorrido hasta la reivindicación de aumento salarial, sin una importante
ayuda y orientación por quienes estamos en mejor posición política (no estoy
proponiendo una dirección-dominación partidista tipo leninista), es demasiado
fuerte y arriesgado, como confiar el futuro de uno mismo a que le toque el
gordo de la lotería: está dentro de lo posible, pero también de lo más
improbable. Y cuando llegue la gran tormenta, todas las fuerzas de la
confusión, la demagogia, la represión, se desatarán con una fuerza todavía
desconocida, y si previamente no se ha sembrado, no se cosechará. Y la
corriente de crítica del valor, debiera ser la más consciente de esto, pues para
ella, la espontaneidad e incluso las teorizaciones supuestamente más
revolucionarias, vienen siendo de siempre una forma de adaptación a lo
fundamental del capitalismo, por mucho que se alce en armas contra él, o lo
―revolucione‖.
Debemos hacer estudios de psicología social desde lo que más nos interesa
para hacer posible la transformación social y personal, reconocer los
obstáculos para saber cómo salvarlos. Por eso recomiendo el libro de Jappe,
también el de José María Chamorro “Capitalismo, izquierda y ciencia
social. Hacia una renovación del marxismo” (ver al final), y también he
escrito algo sobre eso, aunque todo ya no esté disponible en Kaos en la red.
Seguro que hay mucho, interesante y útil por descubrir y difundir entre
nosotros.
Por último, expresar un deseo. A ver si hay alguna editorial valiente que se
atreva a publicar lo que dice Jappe que es la principal obra de Kurz ―El libro
negro del capitalismo‖ (Schwarzbuch Kapitalismus. Ein Abgesang auf die
Marktwirtschaft ) de casi mil páginas (no confundir con otra obra del mismo
título y dos autores publicada por la editorial Txalaparta).
NOTA 1.- Mi intención desde hace tiempo era poder estudiar a fondo y de
forma sistemática la extensa obra de Anselm Jappe (pues es lo más accesible
en España de la corriente de la crítica del valor, a falta de conocimiento de
alemán o portugués) y poder hacer muchas consideraciones, pero no sé
cuando estaré en condiciones de hacerlo (ni si podré), y además en febrero de
2020, se cumple ya un año desde la publicación del libro en España. Por eso
he decidido que no conviene demorar más esta invitación a las personas que
puedan estar interesadas, pues lo que nos ofrece Jappe es muy relevante para
nuestro tiempo, lo cual no significa, por supuesto, que sea indiscutible. Corro
el riesgo de ―meter la pata‖ en alguna cosa por no haber podido hacer el
referido estudio, pero estoy convencida de que con este esfuerzo de
divulgación (de ahí también la cantidad de enlaces a textos, videos, audios)
haré más bien que mal, y los demás siempre podrán corregir mi criterio, pues
no tienen por qué atenerse a él, ni necesitan de una ―maestra‖. Muchas veces,
pretender lo mejor, es enemigo de lo bueno (o regular al menos) que ya es
factible y suficiente de momento. Sería presuntuoso, egoísta y tonto por mi
parte sacrificar esta tarea de divulgación (modesta pero importante
socialmente) a un posible posterior trabajo que tal vez no llegue nunca (ahora
disfruto de una cierta ―tregua‖ en mi estado de salud, pero las treguas siempre
acaban, a veces porque una de las partes la rompe unilateralmente y de modo
sorpresivo). Lo más interesante es que el mayor número de personas conozcan
los asuntos, reflexionen, debatan y gracias a esa labor colectiva saquen las
conclusiones más útiles para la lucha, y no esperar a que aparezca algún/a
genio que sepa del asunto a la perfección y lo resuelva. Una pieza de este
artículo formaba parte inicialmente de otro trabajo mucho más extenso
pendiente de terminar, y lo aprovecho ya para reducir su extensión (lo he
hecho también con otros temas como el colapso del capitalismo y curso
histórico, y la plusvalía) y completar esta presentación. Como siempre,
empiezo a escribir y me cuesta parar porque un asunto lleva a otro y ese a otro
más… Pero en algún punto hay que acotar el tema y terminar, y ya estoy
agotada.
Ya que cito un texto sobre decrecimiento, etc., aprovecho para publicitar una
vez más el libro de José Iglesias Fernández, ―La miseria del decrecimiento.
De cómo salvar el planeta con el capitalismo dentro‖ (Una lectura crítica
del libro de Carlos Taibo. En defensa del decrecimiento. Sobre capitalismo,
crisis y barbarie) que podéis encontrar
en http://rbis.coordinacionbaladre.org/docsfiles/archivos/lamiseriadeldecrecim
iento.pdf — También
en http://rentabasica.net/decrecimiento/decrecimiento/lamiseriadeldecrecimien
to.pdf
Y como no voy a ser menos ¡faltaría plus!, también mi texto «―La izquierda
ante el colapso de la civilización industrial‖ de M. Casal.
Debatiendo» (18-2-2017) — libro debatiendo el de Manuel Casal Lodeiro e
investigando por mi cuenta — http://kaosenlared.net/la-izquierda-ante-el-
colapso-de-la-civilizacion-industrial-de-m-casal-debatiendo/ — ERRATAS:
En la página 100 del documento en pdf, o punto 13 del capítulo XIX.- ¿QUÉ
SÍ HACER?‖, dice:―porque el pico del petróleo ya se habría alcanzado en
2015‖, y debe decir: ―porque el pico del petróleo ya se habría alcanzado en
2006‖. Y un poco más adelante, donde dice: ―la culpa al capitalismo (a la
gente por su consumismo, etc.)‖, debe decir: ―la culpa al capitalismo (no a la
gente por su consumismo, etc.)‖ — Para descargar directamente
el documento completo en archivo PDF — http://kaosenlared.net/wp-
content/uploads/2017/02/Colapso-libro-debatiendo-PDF.pdf
NOTA 5.- Por eso resulta confuso lo que dice Jappe muchas veces y expresa
también así: ―el valor y el dinero, la mercancía y el trabajo abstracto, como
datos negativos y destructores, típicos sólo del capitalismo‖ (―De lo que es el
fetichismo de la mercancía y sobre si podemos librarnos de él‖, enlace al
final). Si dijese: ―el valor y el dinero, la mercancía y el trabajo abstracto,
como datos negativos y destructores sólo son típicos del capitalismo‖ entonces
podría estar de acuerdo, aunque deberíamos analizar qué suponía para los
proveedores el comercio que daba ganancias a los mercaderes (como las
especias y otras). Pero esas categorías de Jappe no son sólo del capitalismo, y
fuera del capitalismo no tienen de por sí esos efectos destructores. Su
predomino sólo se da en el capitalismo, por mediación de la plusvalía, posible
por el monopolio por la burguesía de los medios de producción, o la falta de
dominio por los trabajadores/as de esos medios, y la producción ―regulada‖
por el mercado, vía el beneficio, en el ciclo D-M-D´, no en el ciclo M-D-M.
NOTA 6.- Mi supuesto del ―hijo de papá‖ narcisista me sirve para exponer el
caso es su mayor pureza, pues el capitalismo necesita ahora menos que nunca
de un propietario que sea un esforzado directivo entregado en cuerpo y alma a
la gestión de sus negocios y que viva austeramente con el objetivo de invertir
en la producción su capital acrecentado, cuando todavía no existía la llamada
sociedad de consumo. Lo que hace a una persona ser un capitalista es ser un
―funcionario‖ del capital y apropiarse de una parte de la plusvalía, como los
empleados asesores de nuestro ―hijo de papá‖ que le sirven sin ser los
propietarios y hacen el papel de directivos. Dadas las características de su
existencia (mero propietario del capital que no tiene ninguna relación personal
con el esfuerzo del trabajo, la creación de nada), es el candidato perfecto para
ser un narcisista, por su desinterés, desapego e indiferencia de la realidad
concreta pues no le importa de dónde provenga su ganancia con tal de que no
le cause graves problemas personales con la ley, su impotencia real (no tiene
oficio, otros le preparan hasta la comida) compensada por su sentimiento de
omnipotencia práctica (el dinero lo puede todo, y tiene dinero a paladas),
igualación de todo por el dinero (la pregunta es siempre ―cuánto cuesta‖,
―cuánto pides por ello‖, cualquier persona puede comprarse, es sólo cuestión
de un precio mayor o menor, por tanto también todas las mujeres son en el
fondo unas putas…), insatisfacción porque nada puede terminar de llenarle (el
amor de una compañera e hijos que no tiene y aunque los tuviese,
seguramente ―amigos‖ interesados, prostitutas…), actitudes arrogantes y
prepotentes, se siente superior, piensa que todo el mundo le envidia y envidia
a cualquiera que brille socialmente más que él, deseo de controlarlo todo
(comprar políticos, periodistas, etc.) y rabia si pierde el control en algo
(desprecio por el ―populacho‖ y sus protestas que le encantará se repriman con
mano dura).
En mis lecturas sobre la psicopatía, los autores sospechan que los llamados
psicópatas integrados (pasan por personas normales) tienen una especial
presencia en la élite del poder económico, político y militar. De ahí los pocos
o nulos escrúpulos morales con los que actúan muchas veces sirviendo sin
pestañear a los requerimiento impersonales de la lógica del capitalismo y su
Estado burgués, pese al sufrimiento que eso pueda causar a millones de seres
humanos.
Anseml Jappe dice ―(se sabe que el lugar por excelencia para encontrar
―perversos narcisistas‖ se encuentra en los niveles de dirección: ciertas
investigaciones empíricas han llegado incluso a demostrar que, entre los
dirigentes de las empresas, los narcisistas están ampliamente
sobrerrepresentados. Parece que ser un perverso narcisista ayuda mucho a
hacer carrera).‖ Pero también que ―La agresión deliberada contra el mundo,
los hombres y la naturaleza que caracteriza al capitalismo no es el resultado
de una inclinación por el mal por parte de los dirigentes –incluso si esto
puede añadirse en ocasiones-, sino que es en sí misma consecuencia de esa
indiferencia básica.‖ (páginas 159-62 de ―La sociedad autófaga‖). La
ejecución de la dinámica del capital, indiferente a la vida, tiene en los
psicópatas integrados y en los narcisistas, sus mejores ―funcionarios‖ que, si
pueden, también le darán su ―toque personal‖. Y el capitalismo, con la
dinámica social que crea, fomenta la existencia de estas personas y su
promoción social.
NOTA 7.- Ahora bien, aunque todavía no lo tengo claro, sospecho que, en
tanto no se consiga desarrollar y generalizar a todos los países, todas las
ramas de la actividad y todos los centros de trabajo relevantes, los métodos de
cálculo que vendrían de la mano de la digitalización, la informática o
inteligencia artificial, habría que seguir dándole al mercado una
función, limitada, sobre todo para conocer la relación entre la demanda y la
oferta de determinados bienes, establecer el tiempo de trabajo socialmente
necesario, y regular así la producción en su detalle. De lo contrario, me temo
que una planificación al detalle necesitaría de tal cantidad de trabajo contable
y administrativo que disminuiría las posibilidades de reducir el tiempo de
trabajo (tiempo libre necesario para muchas cosas, entre ellas, la participación
política) y repartir el existente entre más personas, generaría una gigantesca
burocracia con sus riesgos (quien administra y reparte, se puede llevar la
mejor parte), y entorpecería la producción de bienes para satisfacer las
necesidades de la gente (es más fácil calcular para la industria pesada que para
la ligera de bienes de consumo, como demostró la planificación de la URSS).
Hay un libro que no sé sí podré llegar a leer pero que me parece prometedor y
pudiera ser interesante para alguien y por eso lo menciono ―Ciber-
comunismo. Planificación económica, computadoras y democracia” Paul
Cockshott y Maxi Nieto (Editorial Trotta, 2017). Podría prometérnoslas muy
felices, pero debemos tenerse en cuenta el problema del agotamiento de
muchos recursos materiales, y los riegos de que emerja una Inteligencia
Artificial General psicópata o en el mejor de los casos hipócrita, en el
capitalismo sobre todo, pero también en el socialismo si no se trata el asunto
con el más estricto control y previsión de su evolución jamás imaginado para
garantizar que sea amistosa (no paternalista) con nuestra especie, y no una
amenaza.
NOTA 11.- Por si todavía no la conocéis, no podéis dejar este mundo sin ver
esta extraordinaria película (creo que en España nunca la han emitido por
televisión, ni en las cadenas públicas, así estamos todavía), fiel en todo su
horror a lo que sucedió, una lección del tipo de cosas que sin duda volverán a
ocurrir cuando este sistema entre en crisis y guerra generalizada, sobre todo en
su colapso, y de la mano de hombres henchidos de autoritarismo y narcisismo
(la raza superior, el sentimiento de omnipotencia, el resentimiento bestial,
etc.). La película ―Masacre. Ven y mira‖ director Elen Klimov, 1985, sobre
los sucesos en Bielorrusia durante la invasión nazi —
https://www.veoh.com/watch/v6591367XngY9PnD . También hay que ver
esta serie de documentales a base de entrevistas, Shoah (1985) de Claude
Lanzmann, que hace bastantes años emitieron por tve2 de madrugada —
https://zoowoman.website/wp/movies/shoah/. — También el documental en
dos partes ―Das Reich. Una división SS en Francia‖ (emitida varias veces
por tve2) que en documaniatv están con un título algo diferente
en https://www.documaniatv.com/historia/la-division-mortal-de-hitler-das-
reich-1-6-de-junio-de-1944-10-de-junio-de-1944-video_388209888.html —
https://www.documaniatv.com/historia/la-division-mortal-de-hitler-das-reich-
2-10-de-junio-de-1944-8-de-mayo-de-1945-video_4034bf1f6.html
NOTA 12.- ―Si algo demuestra tanto el experimento de Milgram como este
libro [el artículo está dedicado en su mayor parte a aprovechar lo que plantea
el ―Tratado de la servidumbre liberal. Análisis de la sumisión‖ del psicólogo
social Jean-Léon Beauvois] es que la sumisión de la clase trabajadora, aunque
con algunas similitudes, no es el resultado del fenómeno llamado indefensión
aprendida por Martin Seligman con su experimento con un perro sometido a
descargas eléctricas aleatorias que no podía evitar y que cuando
posteriormente se le ofrecía la oportunidad de escapar ya no sabía
aprovecharla (ver el artículo ―El mantra del “todos son iguales”:
indefensión aprendida, fatalismo y disonancia cognitiva” de Iria Meléndez y
otros en Diagonal https://www.diagonalperiodico.net/saberes/mantra-del-
todos-son-iguales-indefension-aprendida-fatalismo-y-disonancia-
cognitiva.html ) aunque sí tiene que ver con la llamada disonancia cognitiva,
y con lo que podríamos llamar resignación aprendida en la primera infancia.
Cierto que una clase trabajadora derrotada y aplastada por la
contrarrevolución puede sufrir también de indefensión aprendida, pero
el origen de la sumisión de la clase trabajadora no es ese, sino
una resignación aprendida y una servidumbre voluntaria con libertad de
elección, no del todo verdadera. Al menos es así desde que el capitalismo
echó sus raíces, se estableció firmemente, y ya no tenía que recurrir a los
métodos violentos, rapaces y brutales de lo que Marx describió como
la acumulación originaria del capital.‖. Esa servidumbre voluntaria con
libertad de elección es la que analiza Beauvois en su libro. Esta es una cita de
mi texto en pdf que ya no es accesible ―Sumisión de la clase trabajadora.
Psicología social. Estilos empresariales. Trabajo hoy. Alternativa PDF 28
páginas‖ (2/9/2013) PDF con imágenes, en color, 28 páginas ——
http://2014.kaosenlared.net/especiales/e2/indignacion-
globalizada/item/67164-sumisi%C3%B3n-de-la-clase-trabajadora-
psicolog%C3%ADa-social-estilos-empresariales-trabajo-hoy-alternativa-pdf-
28-p%C3%A1ginas.html
Durante los primeros meses después del parto debería ser ejercido por la
madre, por razones naturales biológicas y psicológicas que no debemos
ignorar y violar por el bien de ambas partes (sobre todo de la criatura, aunque
creamos que no pasa nada, sí pasa y se observará con el tiempo sobre todo).
La reclamación de igualdad económica, social y política, no puede ignorar
la diferencia natural y tratar a todos como si fuesen lo mismo. La maternidad
no es lo mismo que la paternidad, ni lo será nunca por mucho que el padre
participe desde el principio en el cuidado de los hijos/as, pues en el padre no
se producen los cambios biológicos y psicológicos de la madre en su relación
con la criatura, salvo que esté desnaturalizada por la represión sexual-afectiva
o el narcisismo, etc. Lo que debe hacerse en todo caso es compensar y corregir
las posibles consecuencias negativas de la diferencia, para que no haya
una desigualdad de recursos y de poder social. Y esto no debiera pasar
necesariamente por trabajar (eso es lo que el capital nos quiere hacer creer y
nosotras/os tragamos por el culto al trabajo –asalariado además-). La
independencia económica de la mujer-madre no pasa necesariamente por
trabajar, sino por tener recursos suficientes sin depender de nadie en
particular, sino de la comunidad (en nuestro caso, del Estado en tanto no lo
hagamos desaparecer). En la primera parte del permiso, debiera ser la madre
la que lo disfrute, y el padre participaría en su tiempo libre, y más tarde usará
el permiso, de lo contrario, quien sale perdiendo seguro, es la criatura, y al
final es toda la sociedad la que paga las consecuencias, aunque no se dé
cuenta de las causas. Y deben crearse las condiciones de facilitación y
compensación necesarias para que la maternidad no se retrase tanto, pues ya
es contra natura, y causa perjuicios a la larga, pues si la madre muere a los 85
años, el hijo/a puede tener sólo 55 años, y cuando se le muera la abuela, el
nieto/a puede tener 25-30 años.
Hay que tener cuidado con cómo manejamos el concepto del complejo de
Edipo. En la familia patriarcal, con la madre oprimida y reprimida ella en su
sexualidad y afectividad, se dificulta su relación espontanea y verdaderamente
amorosa con sus criaturas que quedan hambrientas de afecto, y por eso el
padre, desde el punto de vista de la criatura, se convierte en competidor de la
atención por la madre (también otros hermanos/as, de donde surgen los celos),
y el padre, para formatear a las criaturas en el autoritarismo para adaptarlas al
capitalismo, lucha contra los lazos que todavía unen a la criatura con su
madre, pues resultan demasiado ―blandos‖, ―femeninos‖, para la dureza e
insensibilización que exige el sistema. El resultado será que, el hijo sobre
todo, debiéndose identificar con la figura de autoridad, adoptándola como
muleta de fuerza aparente para una identidad real aplastada (la máscara o
coraza del yo), no habiéndose resuelto la carencia de amor, se buscará
compensarla con el poder sobre las cosas y las personas, a las que habrá de
controlar, y en el amor, ser celoso y posesivo, no sea que se vea privado ―otra
vez‖. Por tanto, el complejo de Edipo no es algo innato en el ser humano, sino
una reacción de defensa ante una carencia injusta. Lo ideal sería que no
hubiese esa carencia y por tanto tampoco esa reacción de defensa, no
apareciendo el complejo de Edipo. Pero que no se dé el complejo, no indica
necesariamente que no exista esa carencia, sino que la figura de la madre está
demasiado ausente como para crear ese vínculo, y también la figura del padre
como para verlo como un rival, o sea, mucho peor que cuando existe el
complejo. La ―superación‖ del complejo de Edipo, no es su resolución feliz y
madura, sino la renuncia definitiva y el acorazamiento, el endurecimiento por
el super-yo autoritario, o sea, peor. El narcisismo es pre-edípico, o sea, que ni
siquiera ha llegado a establecer el lazo con la madre que expresa el complejo
de Edipo, pues todavía tiene menos satisfecha su necesidad de afecto,
sustituida con la atención distanciada de los padres y la ofrecida a través de la
satisfacción oral y la reducción del estrés mediante el chupete y luego de las
mercancías (montones de juguetes, televisión, esmarfons ―niñera‖). De ahí
seguramente su búsqueda de ―compensación‖ del vacío interior provocado por
la carencia afectiva, a cuenta de una avidez sin límite (―pide cosas y se te
darán‖), y de ―compensación‖ de la sensación de fragilidad interna a cuenta de
la sensación de poder al acceder al ―mundo‖ y controlarlo con sólo apretar un
botón del mando a distancia o pasar el dedo por el esmarfon, y la satisfacción
de caprichos sobre cosas, sin aprender los límites realistas que aceptaría con
naturalidad si contase con la verdadera atención, amor y sensación de
protección y seguridad de los padres. El problema de la ―infantilización‖
narcisista no es que se haya ―pegado demasiado a las faldas de la madre‖ o
que ―la madre se lo consiente todo‖ y entonces deba intervenir la autoridad
paterna para poner las cosas en orden y permitir la maduración del niño/a, sino
que el niño/a ha recibo ―caricias de plástico‖ (como dirían en el Análisis
Transaccional), no verdadera atención y cariño y por eso sigue reclamando y
lo seguirá haciendo durante toda la vida, ―compensándose‖ con una imagen
inflada del yo, etc. El problema de nuestra especie desde hace algunos miles
de años no es ―demasiada madre‖, sino ―poca madre de buena calidad‖, no por
culpa de ellas, sino para empezar, del patriarcado, que necesita seres humanos
endurecidos para el mundo de la explotación, la dominación y la guerra.
Sin amor, no se puede apreciar realmente nada, nada es único y perfecto (pese
a sus defectos), ni puede emerger lo mejor de las personas; el primer gran
amor es (o debiera ser) el amor a la madre, y su amor hacia nosotros dura (si
nada lo estropea) hasta su muerte, y así el nuestro porque ella nos ha dado el
regalo más grande –y devaluado- del Universo, la vida; y si esto no existe,
aparecen los rasgos propios de los trastornos de personalidad (o como se los
quiera clasificar), con su escasa o nula empatía, no distinguir y valorar a los
seres humanos por lo que son, sino para lo que me sirven, etc. (léase en el
cuento “El principito” de Antoine de Saint Exupéry, el capítulo XXI de su
relación con el zorro y lo que éste le
enseña; http://bibliotecadigital.ilce.edu.mx/Colecciones/ObrasClasicas/_docs/
ElPrincipito.pdf ). Me contaba una enfermera veterana que había atendido
durante años a muchos enfermos/as próximos a la muerte que nunca había
oído que en sus lamentos llamasen al padre, siempre a la madre, y lo mismo
ocurre con los soldados heridos en combate, sobre todo si son jóvenes. Tal vez
empiece esto a cambiar con la mayor implicación del padre en el cuidado de
los niños/as. Dar a las criaturas todo el cariño y seguridad afectiva que
necesitan no las vuelve mal criadas, pues es natural en ellas responder al
cariño auténtico con cariño y fraternidad, aunque difieran en su expresividad
(véase, enlace antes, el video ―La revolución del altruismo‖).
Por eso, si queremos poner coto al desarrollo tanto del autoritarismo como del
narcisismo u otros trastornos de la personalidad debidos en gran parte a la
falta de amor, habría que asegurar cuatro cosas. Que la madre tenga una
sexualidad y afectividad maduras, no reprimidas, y que por tanto sea capaz de
dar mucho amor auténtico a su criatura. Que la madre no esté sometida a
nadie (para ello asegurar comunitariamente medios de vida suficientes para no
depender de un hombre ni de otra persona, lo que no quiere decir que no viva
con quien le parezca bien). Que se pueda dedicar de pleno a la maternidad
durante mucho tiempo (véase como orientativa la baja de maternidad en
Suecia). Que después se reintegre a una actividad fuera del hogar en la que no
haya explotación y dominación, pues esas relaciones condicionan la
personalidad y por tanto, el trato con las criaturas y la educación que se les da
para integrarse en ese mundo, por consiguiente, ésta sería en realidad la
primera condición.
Si no existiese una naturaleza humana psíquica, estable a través de los
tiempos, pese a sus diversas manifestaciones, no podríamos comunicarnos ni
entendernos hoy con personas de tribus de cazadores-recolectores que todavía
existen en África y sobre todo en el Amazonas, o nos resultarían
incomprensibles las obras de arte rupestre del Paleolítico, o del teatro griego,
o la Ilíada y la Odisea de Homero, la Biblia (sobre todo el Antiguo
Testamento), los escritos de los romanos, no podríamos admirar las esculturas
griegas y romanas, las pinturas romanas de Pompeya (lo de los egipcios, sus
gigantes de piedra y pirámides, ya es más especial, como los moái de la Isla
de Pascua), por corresponder a modos de producción tan alejados del
capitalismo.
Kurz en la parte final del libro hace unas previsiones que en buena parte se
cumplieron con la crisis de 2007-8 (la primera edición del libro, en alemán, es
de 1991), lo que ya tiene un gran mérito, y sabemos que el futuro tenderá a ser
en sus grandes líneas como lo describe. Pero no ofrece como alternativa más
que una revolución en la conciencia sin saberse en qué sector social o clase
social podría darse, y a partir de que reivindicaciones impulsarse. De ahí la
desvalorización del posible papel de la clase trabajadora y de la lucha de
clases, y la dificultad para ofrecer una táctica que parta de los conflictos
existentes para elevarlos hasta el cuestionamiento de raíz del capitalismo.
Sin llegar a los extremos de Kurz, hace muchos años, de mi cosecha, sin tener
ni idea de los planteamiento de Kurz, ni de su existencia ni la de su corriente,
ni nada, ya me plantee la cuestión de la fuerza social (no clase) proletaria que
se debía levantar incluso contra sí en cuanto que clase, ya antes de la
revolución, pues en tanto que clase sólo puede persistir en su existencia si lo
es para el capital, sea bajo la forma privada, autogestionada o estatalizada. Y
aunque la superación de la clase lleve su tiempo, el objetivo debe estar
siempre muy presente en la conciencia y en las prácticas, a riesgo de
estancarse en el supuesto ―dominio de clase‖ que sólo llevaría a retroceder.
Una primera formulación pública de la fuerza social ya está en el capítulo I.-
La crisis de la militancia y del sujeto revolucionario de mi libro “[LIBRO]
Militancia, la crisis de finales de los 70 en España. Unas lecciones y
orientaciones para hoy” (10-12-2007, pero ya no se puede descargar el pdf,
que es donde estaba completo). Insistí en textos posteriores, y ya más
desarrollado y explícito hasta en el título, en el texto ―Proletariado del siglo
XXI: contra la alienación, ―contra sí‖ como clase, para sí como seres
humanos‖ (16-5-2008), lo que en ese momento (en España al menos) sonaba
a absurdo o error garrafal. Esos textos ya pueden volverse a localizar en Old
Kaos en la red. Pero para poder leerlos enteros es imprescindible la
recopilación que publiqué cuando ya no podían verse. Ahí van los
enlaces https://kaosenlared.net/libro-militancia-la-crisis-de-finales-de-los-70-
en-espa-a-unas-lecciones-y-orientaciones-para-hoy/ —-
https://kaosenlared.net/proletariado-del-siglo-xxi-contra-la-alienaci-n-contra-
s-como-clase-para-s-como-seres-humanos/ — — ―Recopilación textos de
Aurora Despierta en el viejo old.kaos‖ (29-5-2017) —- Recopilación
selección documentos de diciembre 2007 a diciembre 2011 en el viejo Kaos
en la red, en archivo PDF — http://kaosenlared.net/recopilacion-textos-
aurora-despierta-viejo-old-kaos-2/ — y descarga directa del archivo PDF
en http://kaosenlared.net/wp-content/uploads/2017/05/Recopilacion-textos-de-
Aurora-Despierta-en-OLD-KAOS-PDF.pdf . Si dos cabezas, sin ninguna
relación entre sí, y partiendo en buena parte de razonamientos diferentes,
llegan a una conclusión muy parecida, quizás no se trate de dos
extravagancias.
Anselm Jappe ―Tesis sobre las raíces del mal‖ (un resumen de sus
posiciones) – – https://kaosenlared.net/tesis-sobre-las-raices-del-mal/ ——–
Anselm Jappe ―Cambiar de caballo‖ —
https://enelhorizontedelacrisis.files.wordpress.com/2013/01/cambiar-de-
caballo.pdf ——- Anselm Jappe ―Las sutilezas metafísicas de la
mercancía‖ — http://www.krisis.org/1998/las-sutilezas-metafisicas-de-la-
mercancia/
―El tablero aúreo. Consideraciones sobre la teoría del valor en Robert Kurz‖ –
Clara Navarro Ruiz — http://constelaciones-rtc.net/article/view/1161 –
http://constelaciones-rtc.net/article/view/1161/pdf
web que empezó con la crítica del valor, con Robert Kurz (fallecido en 2012,
el 18 de julio, día tan especial para los españoles): GRUPO KRISIS en
español — http://www.krisis.org/navi/espanol/
Una separación del grupo Krisis, y a donde se fue Kurz: Grupo Exit (Krise
und Kritik der Warengesellschaft ; Crisis y crítica de la sociedad mercantil )
Textos en español https://www.exit-
online.org/text1.php?tabelle=transnationales&index=4 — textos en portugués
y alguno en español — http://obeco.planetaclix.pt/ Muchas posibles entradas
organizadas por temas, autores, entrevistas, etc.
Cristina Ventura ―¿Es posible una acción política partiendo de la teoría del
valor-trabajo?‖ — https://capitalycrisis.wordpress.com/2016/06/18/es-
posible-una-accion-politica-partiendo-de-la-teoria-del-valor-trabajo/
In memoriam, fallece Moishe Postone (1942-2018) —
https://vientosur.info/spip.php?article13656 —- Artículos de Daniel Tanuro
sobre la obra de Postone: — https://vientosur.info/spip.php?article11804 el 1
y su pdf https://vientosur.info/IMG/article_PDF/La-actualidad-de-la-teor-a-
del-valor-de-Marx_a11804.pdf —
; https://vientosur.info/spip.php?article11806 el 2 y su pdf –
https://vientosur.info/IMG/article_PDF/Tiempo-trabajo-dominaci-n-social-y-
destrucci-n-ecol-gica_a11806.pdf