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MIENTRAS TANTO...

EL MÁS GRANDE REGALO POSIBLE

A Florencia, mi hija amada.

“Nada se pierde con vivir, ensaya: /aquí tienes un cuerpo a tu medida, / lo hemos hecho en la sombra
por amor a las artes de la carne / pero también en serio, pensando en tu visita / para ti o para nadie.”

Enrique Lihn

Aparece tu voz en mi horizonte artificial


escribo estas líneas desgarbadas, plomizas.
Encorvado sobre las hojas escarbo, tanteo
palabras elegidas entre el descalabro dejado por tu risa
ya muda en mis estantes y mi faro.
¿Recuerdas cómo alumbraban tus juegos, tu poema corto del Caballo Azul aquel
convertido en canción y danza plena por tu niñez tan pajarística(*), tan de nuestro ayer?
Tu inexorable, pequeña voz arrimada a mis brazos
colgada de mis dedos y mi mano ― tal la noche del mundo en tu llegada:
por más de una hora tu palma diminuta aferró fuerte mi dedo,
mi brazo se entumeció y yo temblaba como un sótano en el puerperio helado
solamente consciente de las hojas blancas en tus nacientes estornudos,
tu intento de asumir el aire grueso y firme de la aurora.
Para esperarte anoto ruidos y me mantengo en vela
desgañito mi voz muda y mi blancura puesta en la página misma del ocaso.

Ya sabes del tiempo, ya hemos hablado de la muerte, del sol.


Sabes con precisión un día no estaré para pronunciarte.
Los caballos repartieron su piafada entre mis textos
― mis blancos poemas interdictos y cegados ―
en medio de tu voz áurea y celeste
tu voz de temblores infantiles ya idos
tu voz de mi sonido redoblado: escribo para asirte de los dientes
tomarte de las manos, besarte el cabello ensortijado,
aplanar las calles en búsqueda de las mejores colecciones de libros
para tus blancas manos iguales a las mías ya tan solas.

Redacto vocablos al arrastre como quien pesca silencios en la orilla.


Encumbro los volcanes y las siestas mientras atisbo el horizonte inexistente
a la espera de tu vuelta: supongo llegarás con mil canciones
blanquecinas y llenas de coloquios, de razones y heroísmos. Llenas de tiempo.
Aquí te espero: a la sombra de este árbol firme de mis horas
en medio de la noche enarbolada por mis versos cortos, sistemáticos.
Escarbo como un potro solitario la blanca lámina dejada por tus ojos verde claro
y en el intertanto transcribo una rapsodia sobre un padre
a la espera del sol verde de todos tus caballos.

Escribo para darte tiempo y me puedas leer azul en todo el firmamento.

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(*) Nota: alusión al idioma llamado “Pajarístico” creado por el poeta chileno Juan Luis Martínez.

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