Está en la página 1de 7

Poema Son Cuatro

Inviernos… de Roberto Armijo

Son cuatro inviernos de agonía hermana.


De amanecer el corazón abierto.
Quisiera ser, pero el futuro incierto
me ensombrece la senda del mañana.
Cuatro años de penumbra cotidiana.
De presentir vivir, viviendo muerto.
De abrir el corazón, sentirlo yerto,
sin escuchar su musical campana.
El dolor es espina en mi sonrisa.
Aunque nací para cantar, presiento
ser un gorrión fugaz hacia la brisa.
Esta acerba dolencia me acongoja.
Soy un árbol que lento se deshoja
y voy de paso con mi hermano el viento.
(1957)

Poema Promesa de Manlio Argueta

Juro no alzar la voz. No sublevarme.


No decir la verdad cuando nos duela.
Ofrecer la mejilla cada vez
que me ofendan. A los pobres
daré limosnas. Comeré pan duro
para ser bueno con todos.
Sólo dinero (pues no tengo nada)
no habré de repartir… Después morir
tranquilamente libre de pecados,
de bronconeumonía o de un callo
en el pie
o de un catarro en el alma.
1966.
Poema Cancioncilla de Italo López
Vallecillos
Qué clara paz interior
qué dulce y grata
la sombra del naranjo,
sus amarillos y sus pájaros,
todo tiene un aire provinciano.
Recuerdo la infancia,
el rezo,
el ángelus
de mi alma. Estoy así, tan
íntimo y tan pleno,
que soy uno más del pueblo,
de este pueblecito apartado del
mundo
donde todos los días
el cura repica las campanas,
el cartero reparte las cartas
atrasadas,
y los músicos vienen a tocar,
a falta de otra cosa,
una cancioncilla,
tan íntima y tan plena
como el agua.

Retorno de la ausencia Vienes


desde la ausencia,
taciturna, Traes islas de
humo entre las manos, Tu
pupila como una flor
nocturna Aroma mis
dolores más lejanos. Vienes
desde la ausencia y sin
embargo Parece que jamás
te hubieres ido, Has estado
conmigo en este amargo
Dolor que nunca me quitó
el olvido. Vienes desde la
ausencia, ah viajera
Agitando tu negra cabellera
En una fuga luminosa y
loca. Vienes desde la
ausencia y tu regreso Trae
la lejanía de aquel beso Que tembló sobre el trébol de tu boca.
Poema El Ojo De Agua de
Salvador Salazar Arrué - (Sala
Entre cañas,
entre yerbas,
abrazando furtivo la paloma del cielo…
Escondido,
tembloroso,
ambicioso,
lúbrico…
Agua pechuga;
agua pluma;
agua…
¡Ladrón de luz, niño malo,
devuelve al aire
la mensajera luminosa,
la mensajera de amor,
la cristófora-colomba
que escondes contra el pecho!

SIGNOS DEL PAÍS


 
¿Se me pide el distintivo
Del país en que yo vivo?
Cielos, y estrellas y flores
Que forman constelaciones,
              Y jardines,
              Y balcones,
Y casas de serafines,
Con voces de ruiseñores…
Son constante distintivo
Del país en que yo vivo.
 
La búsqueda
 
Yo no encuentro la letra
deseada
Para mi canción,
Ni encuentro los ojos que
llevo
En el corazón.
 
Cuando escucho un canto
me digo:
Esa es mi canción.
Cuando veo unos ojos
exclamo:
Los del corazón.
 
Pero pasa el canto y se
van los ojos
Y aún siento en el alma
vibrar la canción
Y siento como arden dos
negras estrellas
En el corazón.
Poema Sonetos De La Palabra
(poeta) de Serafín Quiteño

¡Oh, tú!, el abandonado entre puñales,


entre densos fantasmas, en perdidos
mares de sombra, selva de gemidos
y ausentes golondrinas y rosales.
¡Oh, tú!, el ciego, el confiado entre fanales
hoscos de noche y muertos sumergidos…
confiado entre lebreles contenidos
y solo ante los dioses inmortales.
Con todo, sosegado en la agonía,
Fuerte en el llanto, casto en la alegría
Resurrecta de oscuros manantiales.
Ahí un rodar de lágrimas te guía
Y una palabra pura frente al día
Alza sus infantiles catedrales.
Poema A Gabriela Mistral de Claudia Lars
Una rosa de angustias -mar y viento-
y la estrella que gime en tierra oscura;
una secreta herida de ternura
y el camino interior del pensamiento.
Tu nombre fijo, tu divino intento,
la suelta voz que llega, larga y pura;
este compás de sangre, que asegura
tus cantos recogidos en mi acento.
Dulce don invisible para el día
de la flor y la erguida melodía,
con el pájaro leve y la campana.
Lo diste sin saber, pero se advierte
que te sigue, imantado hasta la muerte,
el paso fiel de tu pequeña hermana.

Alfredo espino
Poema Árbol De Fuego de Alfredo Espino
Son tan vivos los rubores
de tus flores, raro amigo,
que yo a tus flores les digo:
“Corazones hechos flores”.
Y a pensar a veces llego:
Si este árbol labios se hiciera…
¡ah, cuánto beso naciera
de tantos labios de fuego…!
Amigo: qué lindos trajes
te ha regalado el Señor;
te prefirió con su amor
vistiendo de celajes…
Qué bueno el cielo contigo,
árbol de la tierra mía…
Con el alma te bendigo,
porque me das tu poesía…
Bajo un jardín de celajes,
al verte estuve creyendo
que ya el sol se estaba hundiendo
adentro de tus ramajes.

También podría gustarte