Está en la página 1de 9

Káñina, Rev. Artes y Letras, Univ. Costa Rica. Vol. XXVIII (2), pág.

87-95, 2004

SIRENAS, PIÉRIDES Y MUSAS EN EL MITO DE ORFEO

Jorge A. Brenes Morales*

ABSTRACT

This work sketches a reading on Orpheus’ myth from three elements whose identity has remained unnoticed in the
West, the Muses, the Pierides and the Sirens, as they represent a triple manifestation of the same mythic group.
Key words: music, harmony of the spheres, myth, interpretation, version, Orphism, religion.

RESUMEN

En este trabajo se esboza una lectura del mito de Orfeo a partir de tres elementos cuya identidad ha pasado inadverti-
da en Occidente. Tal es el caso de las Musas, las Piérides y las Sirenas en tanto representan una triple manifestación
de un mismo conjunto mítico.
Palabras clave: música, armonía de las esferas, mito, interpretación, versión, orfismo, religión.

En 1589, con motivo de las bodas de Fer- con los novios. El segundo intermedio, La con-
nando de Medici y Cristina de Lorena, fue com- tienda entre las Musas y las Piérides, ofrece el
puesta una serie de seis intermedios musicales. La enfrentamiento musical de las diosas y las hijas
obra que, en conjunto, se conoce como La Pelle- de Píero, decidido en favor de las Musas por las
grina, debe su nombre al desplazamiento o «pere- Ninfas. El tercer intermedio se denomina El
grinaje» de Cristina, princesa de Francia, a Flo- combate de Apolo con Pitón, y cuenta cómo los
rencia, donde debían realizarse las bodas. Cada habitantes de Delfos, viéndose constantemente
intermedio está basado en un episodio de la mito- asediados por la serpiente Pitón, piden ayuda a
logía griega y logra unidad en la diversidad por- Apolo, quien desciende del cielo y destruye al
que los textos, tanto en lo que respecta a los mi- monstruo luego de un terrible combate. En el in-
tos como en lo que corresponde a la música, son termedio cuarto, La región de los demonios, una
de autores diferentes. Los músicos son Emilio de’ hechicera solicita a los espíritus que aparezcan y
Cavalieri, Cristofano Malvezzi, Luca Marenzio, brinden su augurio acerca de las bodas. (Éstos
Matthias Werrecore, Giulio Caccini y Jacopo Pe- anuncian una Edad de Oro y la escena se trasla-
ri; los poetas, Ottavio Rinuccini, Giovambattisto da inmediatamente al mundo subterráneo, donde
Strozzi y Laura Lucchesini; Giovanni de’ Bardi las Furias, al saber que no tendrán más almas
funge simultáneamente como compositor y re- que atormentar, entonan un canto lastimero)
creador de mitos. En La armonía de las esferas, También Anfitrite, la esposa de Poseidón, asiste
primer intermedio, la diosa Armonía desciende a a las bodas de Fernando y Cristina en el interme-
la Tierra con acompañamiento de Sirenas, Parcas dio quinto, El canto de Arión, donde emerge de
y Planetas, y los mortales son invitados a festejar las profundidades oceánicas en compañía de las

* Profesor de la Escuela de Filología, Lingüística, y Literatura, Universidad de Costa Rica.


88 KÁÑINA

Ninfas y de Tritón, su hijo. El nombre de este in- sus versos aspectos del mito favorables a las Sire-
termedio no se debe, sin embargo, al episodio nas con otros que no lo son, tal vez deba buscarse
inicial de Anfitrite, sino a un segundo episodio: en las especulaciones de orden escatológico según
el de Arión cautivo en un barco, cantando triste- las cuales las Sirenas, independientemente de la
mente porque unos marineros lo amenazan de derrota sufrida ante las Musas, tienen a su cargo
muerte, sin saber todavía que un delfín escucha la armonía de las esferas celestes. En el antiguo
su canto y lo sigue de cerca para rescatarlo cuan- arte funerario, en parte como divinidades del más
do sea arrojado a las olas. Finalmente el interme- allá encargadas de velar por el tránsito de las al-
dio sexto, denominado El descenso de Apolo y mas al inframundo, las Sirenas representan la ar-
Baco acompañados del Ritmo y de Armonía, en monía celeste. La muerte, desde luego, no es un
que los dioses y los mortales cantan una oda en tema que resulte apropiado destacar en unas bo-
honor de Fernando y de Cristina. das, pero puede ser tratado con cierta discreción.
Tales son los intermedios decididamente En La Pellegrina, el cortejo de Armonía no lo
míticos que conforman La Pellegrina. De los conforman únicamente las Sirenas: Rinuccini
seis, los dos primeros tienen una especial impor- también otorga un lugar en el descenso celestial
tancia por la mención de las Sirenas y de las Pié- a las Parcas.
rides. Las Sirenas descendiendo melodiosamente Ricamente diversa, La Pellegrina ofrece la
al lado de Armonía; las Piérides siendo vencidas convivencia paradójica de Musas, Piérides, Par-
en el canto por las Musas. La curiosidad de estos cas y Sirenas; conviven también Apolo y Dioniso,
textos radica en que ofrecen un estado del mito al que se da el nombre de Baco. Es necesario in-
que no es el habitual: por un lado, estamos acos- cluir ahora en la lista a Orfeo, aunque no haya
tumbrados a pensar en las Sirenas de manera ne- mención alguna del cantor tracio en La Pellegri-
gativa, de acuerdo con las versiones del mito en na, e indicar que su nombre no se suma por razo-
que se enfatiza el peligro de su canto; por otra nes secretas: todas las personalidades míticas
parte, sabemos que las Sirenas también disputa- mencionadas hasta ahora, seres fantásticos sobre
ron con las Musas, y que corrieron una suerte si- los cuales tendremos que volver más adelante,
milar a la de las Piérides. Esto quiere decir que, están relacionadas a fondo con el musical Orfeo,
bajo la consideración de los intermedios con que de quien se dice que, como las Musas, enfrentó y
da inicio La Pellegrina, las Sirenas ocupan un lu- venció a las Sirenas, cuando participó en el viaje
gar contradictorio: a pesar del destino paralelo de los argonautas. Pero el vínculo de Orfeo y las
que existe entre Piérides y Sirenas, éstas apare- Sirenas es tan estrecho y significativo, de una ín-
cen al lado de Armonía con un esplendor inusita- dole tan diferente de lo que supone semejante en-
do. Los textos de los dos primeros intermedios, frentamiento, que muy poco es lo que se puede
con excepción de un pasaje de Giovanni de’ Bar- avanzar en la comprensión del mito de Orfeo si
di, son de Ottavio Rinuccini, por lo que no cabría antes no se toma distancia de las opiniones difun-
aducir que el contraste señalado obedece a la va- didas con más celo en torno a las Sirenas.
riedad de autores. El dato más bien complica las Del mito de Orfeo no sólo se suele afirmar
cosas, pues Rinuccini se muestra como un buen que es uno de los más antiguos: la tradición lo
conocedor de la poesía griega. Tomando en cuen- considera también como uno de los más obscuros
ta solamente los relatos proporcionados por la y difíciles de interpretar, en parte porque se com-
mitografía, relatos que el renacimiento abordara pone de un número considerable de versiones.
con singular apasionamiento, resulta evidente Cuando se trabaja con un mito en su pluralidad
que no sienta bien a quien conoce el certamen de no resulta fácil ni conveniente acoger una versión
Musas y Sirenas desconocer el que entablaron y olvidarse de las otras, sobre todo si la versión
con las Musas las Piérides, e incurrir en la exal- escogida coincide con la que defiende la oficiali-
tación de las Sirenas insistiendo al mismo tiempo dad del discurso mitológico. Esto no quiere decir,
en la derrota musical de las Piérides. Sin embar- por otra parte, que uno deba hacerse cargo de to-
go, el motivo por el cual Rinuccini conjuga en das las versiones que le lleguen a las manos. Se
Sirenas, Piérides y Musas en el mito de Orfeo 89

puede tener la seguridad —cosa que siempre lado el habitual desenfreno del dios —las Musas
confirma el trabajo de los poetas— de que nunca son nueve porque fue nueve el número de noches
se estará en posesión de todas las potencialidades que Zeus yació al lado de Mnemosine—, el dato
de un mito. Si esto no se consigue sometiendo a dice muy poco si antes no se aclara el sentido poé-
análisis el más elevado número de versiones que tico que daban los antiguos a la verdad. La lengua
seamos capaces de reunir, mucho menos es lo griega ofrece para este concepto varios términos,
que se logra al considerar únicamente las reduc- pero el que aquí interesa es alétheia. El significado
ciones canónicas consistentes en confundir una de esta palabra remite directamente al recuerdo. El
sola versión con el mito mismo. De manera que lago infernal cuyas aguas poseían la virtud de sus-
la interpretación de cualquier mito no debe de- pender la memoria se llamó, precisamente, Leteo.
pender de una sola versión ni de todas las que se La alétheia es, entonces, una suerte de prevención
posean, pues ambas cosas marcan una tendencia contra el olvido. La invocación a las Musas, tal y
al dogmatismo por parte del intérprete. La lectu- como puede apreciarse en la tradición poética des-
ra es un arte que no rinde sus frutos por ser re- de Homero, es una petición de verdad apoyada en
ductista o más o menos abarcador, sino por poner la fidelidad del recuerdo. Mnemosine, madre de las
en juego los fragmentos de saber necesarios para Musas, pero también un nombre griego que signi-
que una nueva producción de saber se muestre fica «memoria». Al lado del Leteo se encontraba
firme en sus consecuencias, elaboración acaso otra fuente: la de Mnemosine.
menos dispersiva que los fragmentos que le sir- Bajo la advocación de las Musas se articu-
vieron de punto de partida. Es en este sentido, la el saber y la verdad. Para ver de qué modo am-
que a continuación se ofrece una lectura del mito bas cosas se relacionan con la memoria, basta con
de Orfeo, tras haber escogido con cierta minucia pensar en la teoría platónica del conocimiento. Se-
las variantes míticas en las que el mito vuelve gún Platón, y desde el marco de una concepción
constantemente sobre sí, del mismo modo que aqué- dualista del mundo, se conoce en la medida en que
llas en las que el mito conduce al desencuentro. se recuerda. Como descendientes de Mnemosine,
las Musas son las diosas del conocimiento sobre
todo en sentido platónico. Igualmente puede decir-
I. se que Platón concibió su teoría del conocimiento
de manera «musical».
Los comienzos míticos de la música que- Desde un punto de vista cosmológico, el
dan declarados por el vínculo de ésta con las Mu- universo se mantiene como tal por obra de las
sas, divinidades que Hesíodo situó en el Helicón Musas. En este sentido conviene destacar la ver-
y Apolo trasladó al Parnaso. En efecto, la músi- sión del mito que hace de estas diosas hijas de
ca, en los albores míticos, no es otra cosa que el Armonía. Nuevamente el desenfreno: Ares y
quehacer de las Musas, su actividad prolífica, y Afrodita consumando el amor en reiteradas oca-
esto, de entrada, da ya una idea de la amplitud de siones, siempre a espaldas de Hefesto, esposo le-
cosas que los griegos entendían por «música». gítimo de la diosa del Deseo. El resultado de ta-
Una vez que el número de diosas quedó fijado en les amores adúlteros —resultado que, en cierto
nueve, el ámbito de la «música» llegó a abarcar modo, no deja de sorprender, dada la fogosidad
el canto épico, la danza, la astronomía, la histo- de los progenitores— es nada menos que Armo-
ria, la tragedia, la comedia, la poesía lírica, la nía, la madre mesurada de las Musas. Es bajo el
pantomima y la música propiamente dicha, cada signo de Armonía que las Musas ejercen un ca-
una de estas disciplinas a cargo de una diosa y ca- dencioso dominio sobre todas las cosas. Conce-
da diosa, a su vez, regida por Apolo. De todas las bido posteriormente como un conjunto concén-
Musas, Calíope es la primera en dignidad; ella trico de esferas, al universo no le queda otro
custodia la poesía épica. destino que regirse, forzosamente, por la «músi-
Según la versión más conocida del mito, las ca», la llamada música de las esferas. El conoci-
Musas son hijas de Mnemosine y Zeus. Dejando de miento de sí se proclama como el más importante
90 KÁÑINA

de los conocimientos cuando Apolo, de acuerdo poner en movimiento rocas y árboles, de amansar
con esta concepción armonizada del mundo, se toda clase de bestias, de desviar el curso de los
convierte en el dios del comedimiento. ríos y de disipar las tempestades.
Las Musas que Apolo dirige habitaron, Siguiendo el consejo de Quirón, el centau-
primeramente, en Beocia. Su monte predilecto ro que por su sabiduría estuvo a cargo de la edu-
fue el Helicón hasta que Apolo, después de ven- cación de los héroes más destacados de Grecia,
cer a la serpiente Pitón, se apoderó del oráculo de Jasón solicitó a Orfeo que lo acompañara en la
Delfos. Siguiendo los pasos de Apolo, las Musas expedición de los argonautas. De camino a la
abandonaron Beocia y se apropiaron de un mon- Cólquide, y también de regreso, la música de Or-
te de las cercanías de Delfos: el Parnaso. Pero an- feo intervino en varias ocasiones. La situación
tes de realizar este viaje, viviendo todavía en más apremiante no fue otra que la aparición en el
Beocia, las Musas tuvieron que luchar con las horizonte de la isla en que habitaron las Sirenas.
Piérides. Estas doncellas, del mismo modo que Por el borde de la isla en que éstas aparecían ha-
Píero, su padre, deben su nombre al lugar en que bía un gran número de escollos, y era hacia esa
vivían: la Pieria, una región de Tracia. Como las parte, en extremo peligrosa, que su canto dirigía
Musas, las Piérides eran sumamente hábiles en el a los navegantes incautos. Los argonautas ha-
canto; como las Musas, eran nueve. Enardecidas brían sucumbido inevitablemente ante la amena-
por su propia habilidad, las Piérides deciden ir al za de las Sirenas de no ser porque Orfeo se en-
Helicón en busca de las Musas. Al llegar ante las contraba a bordo, dispuesto a contrarrestar el
diosas, les solicitan que se entable de inmediato canto de las Sirenas con un canto no menos fas-
una competición. Las Musas aceptan y derrotan a cinante. La voz y la lira del hijo de Calíope aca-
las Piérides. Finalmente el castigo: las Piérides baron por imponerse sobre las Sirenas, como an-
son convertidas en aves. tes lo hicieron las Musas. Llenas de indignación
Este no es el único certamen en que parti- por la derrota que les infligiera Orfeo, las Sirenas
ciparon las Musas. Sabemos también que midie- decidieron suicidarse. Armado de maña y curio-
ron las propiedades de su canto con las Sirenas y sidad, Odiseo las enfrentará una generación más
que éstas, al igual que las Piérides y que las Mu- tarde. De manera póstuma el público esperaba ta-
sas, eran nueve. El desenlace de la contienda, sin les énfasis, y Homero se muestra complaciente.
embargo, no podía ser el mismo, a pesar del En los últimos días de su vida, Orfeo se
triunfo de las Musas; no podía ser el mismo en había convertido en sacerdote de Apolo. Encon-
cuanto al castigo porque las Sirenas, como seres tró la muerte al ofrecer resistencia al ingreso del
fabulosos que participaban a medias de la natura- dionisismo en Tracia. Contra Orfeo, Dioniso en-
leza de las aves, no podían ser convertidas en lo vío a un grupo de ménades. Orfeo murió destro-
que ya eran. Y tuvieron que contentarse las Mu- zado por éstas.
sas con desplumar a las Sirenas y confeccionar Basta con lo dicho para plantear un par de
con tales despojos sus coronas de la victoria. cuestiones decisivas. Recuérdese ahora el texto
De la unión de Apolo y una de las Musas, de los dos primeros intermedios de La Pellegrina
la muy renombrada Calíope, nace Orfeo, el can- y repárese otra vez en el lugar que ocupan las Si-
tor tracio, el músico más celebrado de la Anti- renas, al lado de Armonía. He aquí la primera
güedad y, quizás, de todos los tiempos. Cuando cuestión: ¿Por qué si las Musas son hijas de Ar-
no se lo considera el inventor de la lira, se dice monía, ésta desciende a la Tierra en compañía
que ésta le fue entregada directamente por Apolo más bien de las Sirenas? En el intermedio segun-
y que fueron las Musas quienes le enseñaron a to- do de La Pellegrina las Musas vencen a las Pié-
carla, razón por la cual cambió el número de sus rides y no hay razón aparente para pensar que las
cuerdas de siete a nueve. De nadie se ha ponde- Sirenas aventajan a las Musas, sobre todo porque
rado tanto como de Orfeo, ni de manera tan enfá- existe la versión del mito que confirma lo contra-
tica, el efecto avasallador de la música. Acompa- rio: que son las Musas las que vencen a las Sire-
ñándose siempre de su lira, Orfeo era capaz de nas, directamente o a través de Orfeo. ¿Cómo se
Sirenas, Piérides y Musas en el mito de Orfeo 91

explica entonces que Armonía descienda llevan- que le imponen los dioses e inicia el viaje de re-
do en su cortejo a las Sirenas y no a las Musas? greso, a sabiendas de que no puede volverse pa-
La otra cuestión es ésta: sobre Tracia ha predomi- ra ver si Eurídice lo acompaña. El avance se
nado una consideración negativa; se ha visto en torna cada vez más inquietante, pues Orfeo no
esta región el prototipo de la tierra salvaje. Ya di- sabe si los dioses lo han engañado. Finalmente
jimos que las Piérides habitaban en Tracia; tal el héroe se vuelve y constata que Eurídice lo ha
vez bajo este estigma fueron vencidas por las venido siguiendo, pero la distancia que los sepa-
Musas. Ahora bien, siendo Orfeo un héroe civili- ra es tal que solamente él se encuentra fuera de
zador, el hijo y sacerdote del dios de la mesura y las regiones subterráneas. La condición ha sido
la razón, ¿cómo se explica su origen tracio? quebrantada y Eurídice se desvanece esta vez
ante la desesperación de Orfeo.
Del descenso de Orfeo a la región de los
II. muertos conviene señalar tres aspectos: en pri-
mer lugar, la nueva prueba de fuerza musical,
La comprensión del mito de Orfeo no se pues Orfeo tiene ocasión de mostrar una vez más
alcanza sin una consideración paradójica de sus los portentos de su música, y otro tanto puede de-
elementos. Esto, a su vez, depende del traslado cirse de los poetas que miden su capacidad para
que se haga de las coordenadas de lectura del mi- ver quien expone con mejores acentos el efecto
to. El abordaje que venimos efectuando, al tomar de la música de Orfeo sobre las fuerzas averna-
como punto de referencia a las Sirenas y a las les; en segundo lugar, la desafortunada historia
Piérides y al enfatizar la contradicción que mana de amor, que culmina con la separación definiti-
del origen tracio de Orfeo, obedece a este princi- va de los amantes; en tercer lugar, los orígenes
pio. Sin embargo, antes de responder las cuestio- míticos de la religión órfica, pues es de este via-
nes planteadas en torno a estos aspectos del mito, je al mundo subterráneo, en que Orfeo hace valer
conviene avanzar un poco más en nuestras consi- sus recursos musicales de manera contundente,
deraciones y demostrar que también el descenso de de donde se desprende la idea de que el alma de-
Orfeo al inframundo debe ser tomado con reservas. be seguir los pasos de Orfeo si de algún modo
Según la versión más difundida del mito, quiere enfrentar con éxito el dilema de la vida
la que llegó a su apogeo en manos de Virgilio, después de la muerte.
Orfeo desciende a la morada de Hades, el dios de No todo se pierde con el desenlace fatídi-
los muertos, desesperado por la muerte de su es- co de la pasión que lo ata a Eurídice: el retorno
posa. La bella Eurídice había salido a dar un pa- de Orfeo a la superficie terrestre, luego de vencer
seo por un bosque cuando el pastor Aristeo, al a las fuerzas más inhóspitas, lo acredita en un
verla, se enamora de ella y decide violarla. Eurí- sentido místico. La historia de amor pasa a un pla-
dice huye, pero de camino pisa una serpiente y no secundario puesto que Eurídice es sacrificada
muere a causa de la mordedura. Abatido por el dos veces en aras de la religión. En efecto, puede
sufrimiento y el desconsuelo, Orfeo baja al infra- decirse que el orfismo depende de la doble muer-
mundo en busca de Eurídice. Con su música te de Eurídice: primero, como causa del viaje al
duerme al terrible Cancerbero, apacigua a las reino de Perséfone, en que Orfeo aprende a vencer
Furias, conmueve a las almas de los muertos y las adversidades del inframundo; segundo, como
suspende los castigos del Tártaro. El poderoso causa definitiva del regreso de Orfeo a Tracia, gra-
Hades y su esposa Perséfone se compadecen del cias a lo cual se suele afirmar que procede del hé-
dolor de Orfeo y le conceden volver con Eurídi- roe mismo el impulso que dio origen a una reli-
ce a la superficie terrestre siempre y cuando esté gión. Adelantemos que ésto bien pudo ser falso,
dispuesto a cumplir con una condición: que bajo dado que había razones de sobra para ampararse
ninguna circunstancia ha de mirar el rostro de su en el nombre de Orfeo con fines religiosos.
amada, hasta que ambos consigan abandonar el Durante el siglo VI a. C. se procede, en al-
mundo subterráneo. Orfeo acepta la condición gunas ciudades estado de Grecia, a la oficialización
92 KÁÑINA

del culto de Dioniso. En el caso de Atenas, esta órfica no se conforma con sacrificar únicamente a
tarea estuvo a cargo del tirano Pisístrato. Me- Eurídice: también Orfeo perece al verse obligado
diante arduos procedimientos, la religión dioni- a tomar partido por Dioniso o Apolo. Vieja dicoto-
síaca ganaba en formalismo y reglamentación. mía de ecos recientes: Nietzsche abre uno de sus
Al margen de semejante institucionalización se libros, El origen de la tragedia, con una distinción
encontraban las llamadas religiones báquicas. A entre los elementos que considera apolíneos, por
diferencia del dionisismo oficializado, las reli- un lado, y los que considera dionisíacos, por otro.
giones báquicas respetaban la iniciativa indivi- Y dice, además, que la comprensión del arte resul-
dual de los adeptos, fomentaban las especula- ta incompleta e irremediablemente inútil si ambas
ciones teológicas y convidaban al bullicio y a clases de elementos no se conjugan. Dicho con po-
las experiencias extáticas (es en este ámbito cas palabras: la distinción nietzscheana entre Apo-
donde aparecen las ménades y las bacantes). Sin lo y Dioniso se presta al juego de la estética y es,
embargo, dentro del grupo de religiones báqui- por lo tanto, moralista, como sucede con la reli-
cas sobrevino el orfismo de manera discordante, gión órfica. El dato resulta curioso porque Nietzs-
pues predicaba lo contrario de las religiones bá- che, a quien debemos el método genealógico, se
quicas, a saber: la pureza de la vida, la gravedad convertirá con los años en el gran teórico de la
y el recato como preparación para la muerte. En moral. Aplicando este método a la distinción en-
este punto debe notarse el uso religioso que se tre Apolo y Dioniso se descubre que Nietzsche
hizo del nombre de Orfeo, pues fue amparándo- no fue el primero en plantearla, sino que apare-
se en este nombre que se dio un proceso de mo- ció por primera vez en el dominio religioso. La
ralización donde aún no la había: en las religio- planteó el orfismo con fines moralistas: diferen-
nes báquicas. Bien puede ser éste el sentido de ciar entre la razón luminosa y las sombras de la
la muerte de Orfeo en la versión del mito que ya sinrazón. Para los griegos anteriores al siglo VI,
hemos mencionado, aquella en que el héroe tra- la distinción entre Apolo y Dioniso no sólo fue
cio perece a causa de la furia menádica que Dio- débil: muchos son los indicios que apuntan hacia
niso ha enviado en su contra. la supresión de la diferencia entre ambos dioses.
Esta versión del mito se perfila con mayor Pero a partir del siglo VI surge en Grecia una es-
claridad hacia el ámbito de la regulación y el or- pecie de epidemia moralista de la que el orfismo
den. Como dios de la medida y de la razón, es formó parte, junto con la filosofía presocrática.
Apolo quien rige este ámbito, de manera que la Tal es la procedencia de la distinción entre Apo-
intervención del orfismo en el proceso que trans- lo y Dioniso que heredara Nietzsche; distinción
forma las religiones báquicas en religiones regla- que anteriormente o había sido inoperante o del
mentadas, en religiones con vocación de oficiali- todo inexistente.
dad, redunda en beneficio de Apolo. El lugar de Este breve análisis y, a la vez, recuento de la
Orfeo al lado de Apolo, en el mismo sentido en religión órfica sirve sobre todo para ilustrar los
que presupone la apropiación del héroe por parte procedimientos por medio de los cuales una reli-
del orfismo, también es delineado con precisión gión, cualquier religión, surte efectos moralizantes.
en la misma versión del mito: Orfeo es hijo y sa- Puesto que el orfismo arranca de un mito al que no
cerdote de Apolo. Y el hecho de que el orfismo se puede acercar sin distorsionarlo, conviene ver
no haya podido moralizar por completo el domi- ahora de qué forma también el mito termina su-
nio de las religiones báquicas queda al descubier- friendo los efectos de la moral. Con esto retoma-
to en otro aspecto mítico de la misma versión: el mos las cuestiones anteriormente planteadas, la
rechazo, por parte de Orfeo, de tales religiones; primera acerca de la preferencia de Armonía por
su negativa ante la amenaza de irrupción de los las Sirenas, cuando no hay motivo aparente para
misterios báquicos en Tracia. que no sean las Musas las que deciendan a su lado;
Apolo o Dioniso, tal es el dilema que el or- la segunda, en torno al origen tracio de Orfeo,
fismo tiende a Orfeo a modo de trampa; la tensión aspecto contradictorio que no pudo borrar la vin-
bajo la cual el héroe tracio sucumbe. La religión culación del héroe con Apolo.
Sirenas, Piérides y Musas en el mito de Orfeo 93

Retomemos la idea de que antes del siglo muerte a los armeros de Zeus, los Cíclopes; y hu-
VI la distinción entre Dioniso y Apolo era inefi- biera sido lanzado por Zeus a las profundidades
caz. Esto equivale a decir que el dualismo no ha- del Tártaro, de no ser por la intervención de Le-
bía suprimido del todo el carácter unitario de am- to, madre de Apolo. Queda todavía el caso de
bos dioses y acaso no lo suspendiera nunca. Pues, Marsias el sátiro, hábil flautista. Al escuchar los
en efecto, no importa que hayan subsistido dos pastores los sonidos emitidos por la flauta de
nombres, las designaciones de Apolo y Dioniso Marsias, llegaron al extremo de afirmar que na-
tal y como aparecen, por ejemplo, en los Himnos die, ni siquiera Apolo, era capaz de producir una
atribuidos a Homero: lo cierto es que Apolo fue música tan deliciosa. El crimen de Marsias con-
conocido por los antiguos con el nombre de Pria- sistió en no contradecir este dictamen. Al enterar-
peo y que Príapo, el dios itifálico, permanente y se de esto, las Musas van con el cuento a Apolo,
desmesuradamente erecto, no es otra cosa que y éste decide entablar un certamen con el sátiro.
una personificación de la virilidad de Dioniso. A pesar de que las Musas juzgaron aquella com-
Prueba de esto es que las Musas de Beocia, cuan- petición, no pudieron decidirse ni por la lira de
do danzaban en el monte Helicón, lo hacían en Apolo ni por la flauta de Marsias hasta que el
torno a un pilar fálico, emblema de Apolo Pria- dios retó al sátiro nuevamente y le dijo que toca-
peo. Desde luego, semejante hecho no tardó en ran invirtiendo la postura del instrumento. Desde
herir la sensibilidad de los primeros mitólogos, luego, sólo la lira de Apolo se prestaba para lle-
razón por la cual Apolo y las Musas tuvieron que var a cabo semejantes acrobacias musicales. La
abandonar el Helicón y dirigirse al Parnaso. música de Apolo, con la lira invertida, no fue me-
No es necesario, sin embargo, valerse de nos hermosa que antes, cuando tocaba en la pos-
los antecedentes priápicos de Apolo para derribar tura correcta, y las Musas le concedieron la vic-
la pretendida racionalidad que sobre este dios ha toria. Pero no contento con esto, Apolo se vengó
levantado la tradición de Occidente. Basta con de Marsias: el sátiro murió desollado. Considére-
repasar los mitos en que Apolo se muestra por se, con tales antecedentes, al dios que habría de
completo irreflexivo: el de la rebelión contra convertirse en el símbolo de la razón.
Zeus, junto con Hera y Poseidón; el de la muerte La tradición contrapone a las Musas con
de los Cíclopes, armeros de Zeus; y el del certa- las Piérides. De estas doncellas señalamos que
men musical en que participan el dios y Marsias. eran hijas de Píero y que tanto ellas como su pa-
Descontento ante la forma en que Zeus ejerce su dre debían su nombre a la región en que habita-
poderío, Apolo se pone de acuerdo con Hera y ban: la Pieria. Por otra parte mencionamos su ha-
Poseidón para obligar al resto de los dioses a to- bilidad musical y la contienda entablada en este
mar parte en una rebelión. Cuando se restablece ámbito con las Musas. Las Piérides viajaron a
el poder de Zeus, el castigo no se hace esperar: Beocia para enfrentarse a las hijas de Mnemosi-
Hera padece colgada lastimeramente del cielo, ne, según una versión del mito, o de Armonía, se-
llevando en cada uno de sus pies un yunque, co- gún otra versión. Finalmente dijimos que como
mo peso adicional; Apolo y Poseidón, por su par- resultado de la derrota sufrida en el certamen, las
te, deben servir al rey Laomedonte en la cons- Piérides fueron convertidas en aves.
trucción de Troya. También conviene recordar Para los griegos, del mismo modo que pa-
que Apolo no dejó pasar sin venganza la muerte ra los romanos, no existe animal alguno que re-
de uno de sus hijos, importándole muy poco que presente mejor la lascivia que las aves. Esta es
el responsable de dicha muerte fuera el mismo una idea tan generalizada en el ámbito antiguo,
Zeus; tal es el caso de Asclepio, ese hijo de Apo- que no vamos a desarrollarla aquí. Apuntemos
lo en el cual el arte de la medicina llegó al extre- solamente el siguiente dato: las Piérides no po-
mo de resucitar a los muertos. Evidentemente, dían ser convertidas en aves, como pretende la
Hades hubo de reclamar sus derechos; y Zeus, tradición que las hace sucumbir ante las Musas,
para dirimir el problema, decidió fulminar a As- porque ya eran aves antes del enfrentamiento mu-
clepio con un rayo. Inmediatamente Apolo dio sical, eran precisamente las Sirenas. Y no podían
94 KÁÑINA

sucumbir ante las Musas porque ellas mismas Para hacer prevalecer la idea de que las
eran las Musas. Son sobre todo los poetas latinos diosas del pensamiento debían ser virginales
los que no se cansan de utilizar la denominación fueron urdidas las Musas como diosas de Beocia
de «Piérides» como un epíteto de carácter local o del Parnaso y en completa ruptura con las Pié-
con que se hace referencia a las Musas; pero no rides y las Sirenas. De este modo, cualquier rasgo
faltan testimonios griegos tan admirables como de sensualismo inmediatamente sería trasladado a
los que ofrece Pausanias cuando afirma que el las «Musas de Tracia», como también se llama a
nombre de cada una de las Musas corresponde, las Piérides para enfatizar que en la versión no
uno a uno, con el de las Piérides o que entre éstas moralista del mito es Dioniso quien conduce a las
debía buscarse a la madre de Orfeo. De tal mane- Musas.
ra, que también resulta sospechoso el enfrenta- A la versión de la muerte de Orfeo que ha-
miento del cantor tracio con las Sirenas. A fin de ce sucumbir al héroe a causa de la furia de Dio-
cuentas, el mito preserva la concordia entre am- niso y sus ménades cabe contraponer una versión
bos: las Sirenas acompañaban a Orfeo en el can- del mito más acorde con la red de relaciones en
to que era ofrecido a los bienaventurados en las que quedan apresadas las Musas bajo el nombre
Islas Afortunadas. En cuanto a la música de las de Piérides. Se debe entonces recurrir a Afrodita
esferas digamos que la tradición no pudo mante- en lugar de Dioniso y recordar la disputa que por
nerla por mucho tiempo bajo la custodia de las Adonis sostuvo la diosa del Deseo con Perséfo-
Musas, pues las Sirenas no tardaron en retomar ne. Afrodita había dado a Perséfone la posesión
su lugar al ser consideradas, ellas mismas, como de Adonis, siendo éste todavía un niño; lo había
las representantes de la armonía celeste. entregado secretamente, pues la diosa del mundo
El problema fundamental de las Musas subterráneo lo recibió en un cofre, junto con la
nunca fue otro que la constancia de sus aventuras prohibición de ver lo que el cofre escondía. Des-
amorosas. La dificultad radica en que de pronto de luego, esta prohibición sirvió únicamente pa-
comenzó a difundirse la idea de que las custodias ra que Perséfone abriera el cofre con mayor pron-
del saber, las diosas del pensamiento, debían ser, titud. Una vez abierto, la diosa de los muertos se
como Atenea, virginales. La conversión de las enamoró perdidamente de Adonis y lo hizo su
Piérides en Sirenas está intimamente relacionada amante. Al enterarse de esto, Afrodita sintió los
con una venganza: enojada porque las Piérides celos más terribles y descendió inmediatamente
despreciaban los placeres del amor, Afrodita las al inframundo por Adonis. Pero Perséfone no es-
convirtió en aves, sin que sufriera menoscabo al- taba dispuesta a cederlo bajo ninguna circunstan-
guno la habilidad musical que las caracterizaba. cia, por lo que no quedó más remedio a Afrodita
Las Sirenas son, pues, el resultado de esta inter- que llevar la disputa ante Zeus, quien a su vez de-
vención de Afrodita: se trata de una metamorfo- legó en Calíope la resolución del conflicto. La
sis de las Piérides en seres lascivos, para que re- piéride decidió que Afrodita y Perséfone tenían
nuncien por fin a su comedimiento sexual. No es los mismos derechos sobre Adonis, por lo que és-
otro el peligro que encierra el canto de las Sire- te quedaba obligado a pasar un tercio del año con
nas entre los griegos ni radica en otra cosa el po- Afrodita, otro tercio con Perséfone y el último
derío del canto Orfeo sobre los elementos, como tercio descansando de la exigencia de las diosas.
hijo que era de las Sirenas. La región de Tracia en Sobra decir que Afrodita no estuvo conforme con
que Orfeo había nacido era, de acuerdo con una la repartición y que más tarde, luego de perder
variante no canónica del mito, efectivamente, definitivamente a Adonis, se vengó de todas las
Pieria. Se entiende, pues, perfectamente que en- Piérides y, en particular, de la descendencia de
tre las Piérides estuviera la madre de Orfeo. En Calíope. La virginidad de las Piérides no entra en
favor de la identificación establecida entre Piéri- contradicción con la postulación de descendencia,
des y Musas considérese, como dato adicional, dado que las diosas griegas tienen acceso a fuentes
que fue en la Pieria donde Zeus y Mnemosine se mágicas en las que pueden renovar periódicamen-
unieron. te su virginidad. Las virginales Piérides fueron,
Sirenas, Piérides y Musas en el mito de Orfeo 95

pues, convertidas en Sirenas y Orfeo murió por el siguió los pasos de Eurídice más como víctima
exceso de amor que Afrodita infundió en las del orfismo que como enamorado.
mujeres de Tracia. En efecto, la muerte de Or-
feo es similar a la de Adonis: las mujeres que
acaban destrozando su cuerpo padecen un arre- Bibliografía
bato similar al que encendiera la disputa entre
Perséfone y Afrodita. Apolonio. 1987. El viaje de los argonautas. Ma-
El descenso de Orfeo a la morada de Ha- drid: Alianza Editorial.
des debe ser tomado con reservas por sus deri-
vaciones religiosas, pero también por sus impli- Bricout, B. 2002. La mirada de Orfeo. Barcelo-
caciones en el terreno del amor. Cuando el rey na: Ediciones Paidós Ibérica, S. A.
Admeto de Feras recibe la noticia de que su
muerte se aproxima, Apolo le dice que puede Colli, Giorgio. 1998. La sabiduría griega. Ma-
continuar con vida si encuentra a alguien que drid: Editorial Trotta.
muera por él, y únicamente Alcestes, su esposa,
acepta. En medio del dolor, Admeto envidia el ta- Detienne, Marcel. 1990. La escritura de Orfeo.
lento de Orfeo, pues de poseer tales destrezas se- Barcelona: Ediciones Península.
ría capaz de descender al averno y traer de vuel-
ta a su esposa. Sin embargo, Platón nos recuerda Graves, Robert. 1999. Dioses y héroes de la an-
en el Banquete el motivo por el cual Orfeo no tigua Grecia. Madrid: Unidad Editorial.
pudo retornar con Eurídice: los dioses del mun-
do subterráneo consideraron que si Orfeo ama- Himnos órficos. 1987. Madrid: Editorial Gre-
ba tanto a Eurídice como daba a entender por el dos, S. A.
son lastimero de su música, debía ser en grado
sumo cobarde para no haberse dado muerte en el Virgilio. 1994. Geórgicas. Madrid: Ediciones
momento de perder a su esposa. Sin duda Orfeo Cátedra, S. A.

También podría gustarte