Está en la página 1de 9

2.

- TRADICIONES MELUSINIANAS

En estas tradiciones veremos que el tabú que más se repite es el que le


ocurrió a su protagonista Melusina, cual fue la revelación de su auténtica
naturaleza por su marido. A modo de representación teatral podemos escenificar
el mito de Melusina en tres partes o actos: la madre de Melusina, hada igual que
ella, el relativo a la propia protagonista y la descendencia de ésta. Se abre el
telón.

Primer acto: Presina, su madre

A este ser femenino, de importancia capital en las tradiciones mitológicas


de Europa, se le suele llamar vulgarmente como el "hada Melusina".

Su leyenda explica que era originaria de Albión - la tierra Blanca: Escocia-


e hija de otra hada llamada Presina y del rey Elinás que gobernaba aquél
territorio. Elinás se había prendado del hada Presina cuando ésta le ofreció agua
de una fuente prodigiosa. La pidió en matrimonio y el hada consintió, siempre que
el rey prometiera que jamás intentaría verla mientras diese a luz y mientras criase
a sus hijos. De aquel matrimonio nacieron sucesivamente tres hijas. La mayor
sería Melusina y a ella seguirían Melior y Palestina. Pero su padre apenas llegaría
a conocerlas, pues a través de Matacás, hijo de un matrimonio anterior de Elinás
y enemigo de su madrastra, sugiere a su padre que visite a las recién nacidas
mientras su mujer las está bañando. Al ser descubierto, las cuatro desaparecen
para siempre del castillo, instalándose en Avalón, la Isla Perdida (lugar mítico que
llegó a convertirse en la residencia del rey Arturo).

Años después las tres jóvenes deciden vengarse de su padre y,


valiéndose de sus artes mágicas, le encierran para el resto de su vida en la
montaña de Brumbloremlión. Al enterarse, Presina maldice y castiga a sus tres
hijas: Melior guardaría hasta el fin de los tiempos un gavilán prodigioso en un
castillo de Armenia; Palestina quedaría encerrada en una cueva situada en las
faldas del monte Canigó, en territorio del antiguo condado de Barcelona,
separado actualmente por la frontera francesa, guardando eternamente los
tesoros fabulosos de las hadas; Melusina será la encargada, lo mismo que su
madre, de cuidar de la fuente sagrada, llamada "Fuente de la sed" o "Fuente
hechizada", y además se convertirá todos los sábados en una serpiente, de
ombligo para abajo. Para poder vivir y morir como una mortal deberá casarse y su
futuro esposo no la verá nunca en ese estado y si lo hiciere no podrá decírselo a
nadie, de lo contrario permanecerá así hasta el día de Juicio Final.

Segundo acto: Melusina y el caballero Raimondin

Por esa fuente hechizada pasó, años más tarde, el caballero Raimondin
(que más tarde sería el conde Raimundo de Poitiers, jefe de la familia de
Lusignan). La escena del encuentro es como sigue. Intentando aquél cazar un
gran jabalí en el bosque de Coulombiers, mata accidentalmente a su tío, el conde
de Poitiers, y con gran desconsuelo se deja guiar por su caballo que se adentra
por el interior del bosque, conduciéndole hacia esa fuente donde se solazaban
tres damas. Una de ellas, Melusina, demuestra tener conocimiento de su crimen y
le brinda su protección si el caballero se casa con ella. Raimondin, enamorado,
acepta la propuesta de Melusina. Previamente le hizo prometer algo que, sí era
incumplido, haría que ella desapareciera para siempre. La promesa, ya sabemos
en que consistía. Raimondin, no obstante, accedió, se casaron y la misma
Melusina, ayudada por hadas y genios, logró levantar en un tiempo
increíblemente corto el castillo de Lusignan que habría de convertirse en su casa
solariega.

Así vivieron felices durante años. Y fueron llegando los hijos: Antoine,
Renaud, Geofroy, Urian, Guion... Todos ellos llevaban una u otra marca de
nacimiento que les distinguía de los demás mortales: uno sólo tendría un ojo; otro
tendría uno rojo y el otro azul; otro, una pata de león marcada en la mejilla; otro,
un colmillo de jabalí saliéndole de entre los labios...

Una de las versiones más completas de la leyenda dice que Raimundo,


instigado por su hermano el Conde Forêt, quien le hizo creer que o bien su mujer
le engañaba o que era un espíritu encantado, la siguió hasta una de las torres del
castillo y allí la sorprendió un sábado en el baño observándola por un agujero
hecho en el muro. A pesar de su asombro, no dice nada a nadie y Melusina finge
desconocer el suceso. En esos días, su hijo Jofré el del Gran Diente, incendia la
abadía de Maillezais y deja morir abrasados a cien monjes, entre ellos a su
hermano Fromonte. Raimondin al enterarse, fuera de sus casillas, reprocha a su
esposa, ante un grupo de nobles y damas, ser la culpable del crimen y revela a
todos el secreto de su doble naturaleza. Melusina, al ser descubierta, desata una
fuerte tempestad y huye de allí trasformada en serpiente, volando literalmente y
saliendo por una ventana del palacio tras dejar la huella de su pie en la piedra del
alféizar donde se apoyó. El asombro de todos es fácil de imaginar. Oficialmente
no se supo nada más de esta extraña mujer, sin embargo, hasta que sus hijos
fueron mayores, acudió todos los sábados, cuando nadie podía verla, para
alimentarlos y pasar unas horas en su compañía.

Fuera como fuese, lo cierto es que nunca se la volvió a ver más que
esporádicamente, en forma de espectro, apareciendo enlutada en las torres de la
fortaleza que ella construyó, tres días antes de que cambie de señor o dueño.
También sería vista cuando algún descencediente de su estirpe fuera a morir. En
España este papel de augures de muerte está reservado a las "Damas Blancas"
vistas generalmente en Cataluña y Baleares, pues en otras zonas los emisarios
suelen ser animales de diverso signo (sobre todo aves y raposas).

Esta leyenda sirvió de tema principal a una novela de Jean d'Arras (1387)
titulada "El libro de Melusina o la noble historia de los Lusignan", escrita por
encargo del duque Jean de Berry, tercer hijo de Juan II el Bueno de Francia, a
quien se la dedicó, el cual acababa de hacerse dueño de la propiedad del castillo
solariego de la familia de Lusignan en 1369, en el Poitu. En esta obra, sin
embargo, Melusina aparece en forma de sirena. Llegó a ser uno de los libros más
populares de Alemania, aunque cuando realmente se expandió el mito fue con la
famosa obra de Rabelais titulada "Pantagruel" que en su libro II hace referencia a
él. La leyenda de Melusina recuerda el mito clásico de Eros y Psique,
simbolizando el asesinato del amor por la falta de confianza.

En Francia también existe otro mito, muy parecido al de Melusina, cual es


el de la "Tante Arie", ser femenino y mítico del Jura, que en los días de verano iba
a refrescarse al agua de las cavernas de Milandre y, antes de bañarse,
depositaba la corona de diamantes que ceñía su frente, transformándose así en
serpiente.

Tercer acto: sus descendientes

La descendencia de Melusina fue numerosa y se dice que los habitantes


de la isla de Chipre proceden de este fabuloso linaje. Dicha leyenda tiene sus
orígenes en que la familia Lusignan realmente empieza a ser conocida con el
inicio de la primera cruzada, ocupando en el año 1185 el trono de Jerusalén un tal
Guy de Lusignan (el Guyot del que más tarde hablaría en su obra Jean d'Arras),
como sucesor del rey Balbuino V. En el año 1195, Ricardo Corazón de León se
apodera de la isla de Chipre y después de cederla como feudo a los Caballeros
Templarios, la entrega en calidad de reino a Guy de Lusignan convirtiéndose éste
en rey de Chipre y Jerusalén, conservando durante años la corona chipriota,
cuando ya Jerusalén había caído en manos de los musulmanes. Estos serían los
precedentes históricos que hicieron apostillar alegremente a Sinistrari que todos
los habitantes de la isla de Chipre tenían un origen diabólico.

Aparentemente, la leyenda de Melusina parece que poco o nada tiene que


ver con el folclore y las tradiciones de nuestro país, pero ciertamente tiene
muchas más vinculaciones de las que nos podemos imaginar, al menos en tres
aspectos concretos: Uno.-el lugar que eligió para morir Raimondin: Dos.- el
reinado de un nieto de Melusina en Madrid: León de Lusignan y Tres.- la
influencia del mito melusiniano en otros relatos de parecida factura que se
encuentran en España.

La tumba de Raimondin

Pasemos a comentar el primero de los aspectos reseñados. Como dato


interesante aportado por García Atienza, decir que Antoine de Lalaing, que
acompañó a Felipe el Hermoso en su primer viaje en 1501, cuando aún no era
rey de Castilla, escribió una "Crónica" donde cuenta, en su libro segundo, que en
una visita del Archiduque al monasterio de Montserrat y a las ermitas que le
rodean, le explicaron que "en una de ellas está sepultado Raimondin, marido de
Melusina, que allí hizo su penitencia como el mayor desierto del mundo". Esto
tiene cierta explicación si echamos mano de nuevo de la leyenda referida, la cual
acaba diciendo que los dos últimos hijos del matrimonio, Ramón y Thierry,
continuaron recibiendo los cuidados nocturnos de su madre Melusina, sin ser
vista por nadie. El compungido Raimondin, después de haber intentado en vano
recuperar a su esposa, se retirará al cenobio de Montserrat donde pronto morirá
santamente, alcanzando su descendencia, no obstante, gran prestigio y poder.

Un nieto de Melusina, rey de Madrid

Respecto a la otra de las vinculaciones del linaje de Lusignan con España,


tenemos que recordar que Jean d'Arras cuenta que los hijos de Melusina
cumplieron con el destino que se les reservaba, convirtiéndose, cada uno de
ellos, en reyes: Renaud, en Rey de Bohemia; Urian, en rey de Chipre; Guion, en
rey de Armenia -donde su tía Melior guardaría eternamente el halcón sagrado en
su castillo fabuloso-; Antoine, duque de Luxemburgo.

García Atienza, con información suministrada por Pero López de Ayala


(1332-1407), consejero de Juan I, y de algunos cronistas de Madrid que luego la
repitieron con más o menos detalle (el padre Mariana, González Dávila y José
Amador de los Ríos, entre otros), indaga en la historia de la dinastía de los
Lusignan armenios, que duró apenas treinta y cuatro años. En 1375, el reino de la
Pequeña Armenia era conquistado por las tropas egipcias y su rey, León V (el rey
con nombre de fiera al que se refiere la supuesta profecía de Melior en el libro de
Jean d'Arras) era hecho prisionero y llevado a El Cairo, junto con su mujer y su
hija, donde tendría que esperar casi seis años a que un soberano como Juan I de
Castilla (1358-1390), que nada tenía que ver con su familia ni con la patria de sus
antepasados, acudiera en su ayuda por compasión y le rescatara a cambio de
entregar al sultán piedras preciosas- que no había en su tierra- sedas y halcones.
Una vez libre, llegó a Medina del Campo enfermo y sin recursos económicos. El
rey castellano le dio de por vida un nuevo reino consistente en el señorío de
Madrid, Ciudad Real y la ciudad de Andujar, de las que tomaría posesión con el
nombre de León I de Madrid en el año 1383 ("e dióle para toda la vida la villa de
Madrid, é la villa-real, é la de Andújar, con todos sus pechos e derechos e rentas
que en ellas avía; é dióle a más en cada año en toda su vida ciento e cinquenta
mil maravedís"), pero esta generosa donación sólo era válida mientras el rey
armenio viviera, porque a su muerte volvería a pertenecer a la Corona.

El rey León Lusignan de Armenia permaneció en el poder durante siete


años, gobernando a sus súbditos en paz y armonía, aunque para ciertos cronistas
se preocupó muy poco de Madrid. Durante ese tiempo mandó reedificar las torres
del Alcazar Real. Cuando murió su protector, el rey Juan I en 1390, se marchó de
Castilla y pasó a Francia, según nos cuenta el padre Mariana, pero murió al año
siguiente en Paris.

Con la muerte de León V desapareció definitivamente la estirpe de los


Lusignan, justo cuando ésta empezaba a adquirir una fama inusitada gracias a la
publicación del libro sobre Melusina de Jean d'Arras.

El heredero de Juan I, Enrique III, vivió siempre en Madrid e inició la


construcción del Palacio de El Pardo (lugar donde pasó sus últimos años al lado
de su hermosa manceba, doña María de Castilla, que era la esposa de don
Enrique de Villena), por una real cédula de 1391, y para que no volvieran a ocurrir
casos como el de León V, ordenó categóricamente que desde ese momento y
para siempre, Madrid sería patrimonio inalienable de la Corona de Castilla.

Griselda, reina de las Encantadas del Canigó


Anteriormente he hecho referencia a una de las tres hijas del hada
Presina, llamada Palestina (hermana de Melusina) que era muy fina... Pero
dejémonos de ripios baratos y al grano. Esta hada fue castigada a permanecer en
una cueva situada al pie del monte Canigó, guardando en su fabuloso castillo los
tesoros de las hadas. En España, se da la circunstancia de que existe una
curiosa leyenda que ubica a un hada legendaria, llamada Griselda, en este
macizo y que está relacionada con la fundación del Monasterio de Sant Martí del
Canigó, cuya gesta fue recogida y cantada magistralmente por el poeta catalán y
mosén Jacint Verdaguer, publicada en 1886. En este largo poema, un coro de
hadas repiten, a modo de "leiv motiv", la siguiente estrofa:

-Montañas deleitosas
son las del Canigó
todo el año florecen
luciendo su verdor.

Posteriormente, esta leyenda ha sido recogida por otros autores, dándola


más o menos retoques, como Joan Llarch en su "Historia de la Cataluña
Mágica"a la cual, básicamente me ciño en la exposición de la misma. El gran
interés de esta leyenda pirenaica de los tiempos de la Reconquista radica
precisamente en esta posible vinculación a la tradición melusiniana -más bien
palestiniana- que tendría en tierras catalanas, la cual nos adentra en el "Reino de
las Hadas" con su reina, llamada Griselda, de protagonista.

El Monasterio de Sant Martí del Canigó fue fundado, según la tradición,


por el conde Guifré, hermano de Bernard Tallaferro y nieto, como su hermano, de
Guifré el Pelós.

Cuando su hijo Gentil alcanzó la edad para ser armado caballero recibió el
beneplácito y espaldarazo de su tío, el conde Guifré. Asistieron al acto caballeros
del más alto linaje y damas de buen ver, pero tampoco faltaron los pastores que
cuidaban de los grandes rebaños. Refiere la leyenda que entre las pastorcillas
había una de tan candorosa belleza, que Gentil se enamoró de ella sólo al
cruzarse sus miradas y de inmediato se sintió correspondido. Terminada la
ceremonia, bajo la advocación de San Martín, que como San Jorge, es protector
de los caballeros, comenzó la música y el jolgorio. La pastorcilla y el joven
caballero, buscando intimidad, desaparecieron en los jardines.
Fue durante la ausencia de Gentil cuando llegó al castillo un mensajero. A
grandes voces dio la alarma de que los sarracenos, formando poderoso ejército,
habían llegado con sus galeras y desembarcado en tierras catalanas. Los dos
hermanos, Guifré y Tallaferro, airados por esta invasión, llamaron a todos los
hombres disponibles a las armas.

En tanto, el caballero Gentil, conducido por la hermosa pastorcilla se había


alejado del castillo e ignoraba todo lo sucedido. Habían llegado al pie del
majestuoso y mágico monte del Canigó, sorprendiéndoles a ambos el anochecer
y el caballero quedóse dormido en brazos de la pastorcilla.

Cuando abrió de nuevo los ojos, asombrado, vio que se encontraba en un


mundo extraño, irreal, pero de esplendorosa belleza. Todo el agreste paisaje
anterior se había transformado. La pastora también se había transformado: ya no
vestía sus humildes prendas, sino galas de fulgurante riqueza. En palabras
castellanizadas de Verdaguer, la visión sería así:

En un prado, en la cumbre de aquel monte,


vio Gentil a su reina, coronada
por un corro de vírgenes que giran
tejiendo en derredor mística danza
con sus brazos y pies, como la espuma
que juega entre las conchas de la playa.

Era la reina Griselda, señora de todas las encantadas del Canigó. De


pronto surgieron no se sabía de donde, todas las hadas de su reino maravilloso y
le formaron sumiso cortejo. Colmaron de atenciones a la pareja. Gentil fue
conducido por maravillosas salas de múltiples colores de un gran castillo. Las
salas eras "avencs" (grutas subterráneas) todas ellas alumbradas con luces que
se ignoraba de dónde procedían. Sonaban arpas invisibles y todo contribuía al
propósito de hacer más agradable la estancia de Gentil.

Cuando salieron del palacio real les aguardaba una deslumbrante carroza
guarnecida toda ella de perlas y diamantes. En vez de caballos eran siete ciervos
blancos que tiraban de la carroza, y así desde los aires el caballero Gentil y la
reina Griselda recorrieron desde la cima del Canigó todo el Rosselló, Foix y la
Bigorra.

¡Asómate!-dice ella-y en verde panorama


del Rosellón el mágico pensil abrirse vio
por entre cortinajes de nieblas de oro y llama,
y se encuentra, cual sueño de amor,
junto a su dama y sobre el Canigó.

Gentil, encantado por tantas maravillas y por el amor que sentía, había
olvidado totalmente a los suyos. Ignoraba que los sarracenos habían
desembarcado en Alger y que avanzaban peligrosamente.

Guifré y Tallaferro esperaban encontrarse con las huestes del caballero


Gentil, y, uniéndose a ellos, frenar juntos a los sarracenos. Pero al llegar al punto
donde esperaban encontrar la ayuda de Gentil éste no dio señales de vida. El
conde Guifré, que había captado las miradas intercambiadas entre el caballero
Gentil y la pastorcilla, adivinó lo que había sucedido. Enfurecido por lo que
imaginaba, espoleó su caballo y a la carrera fue ascendiendo hasta la cima del
Canigó.

La leyenda no es explícita en este detalle, pero llegó en el preciso


momento en que la pareja de enamorados se disponía a contraer matrimonio.
Lleno de ira al comprobar cómo el caballero Gentil se había dejado seducir por la
bella pastora en los momentos en que la patria catalana peligraba, se lanzó sobre
su sobrino y lo despeñó por el precipicio. A una señal de su reina, las hadas
rápidamente ascendieron del abismo al infortunado caballero Gentil y en silencio
lo depositaron muerto junto a los pies de la reina. Enloquecida de amor y de
dolor, Griselda emprendió el vuelo, seguida de su corte de hadas y ciervos alados
y desapareció en las alturas del Canigó sin que jamás se volviera a saber de ella.

Guifré ordenó que sonaran los cuernos de guerra reclamando más


hombres para la lucha contra los sarracenos. Hasta los niños se armaron con las
guadañas, hoces y horcas de sus padres y seguidos de los perros de sus masías,
quisieron defender la tierra y sus frutos.

Mientras Guifré había partido en busca de Gentil, el caballero Tallaferro,


conde de Cerdanya y señor del Rosselló, había contraatacado, venciendo a los
sarracenos y logrando acabar con todos ellos. Algunos de sus valientes se
habían adelantado al enemigo y habían prendido fuego a sus galeras,
imposibilitándoles las huida, por lo que todos los sarracenos fueron aniquilados,
sin que ninguno de ellos salvara la vida.
Reencontrados, después de la victoria, los dos hermanos, Tallaferro le
preguntó a Guifré por su hijo, el caballero Gentil. Con inmenso dolor reveló a
Tallaferro cómo, dejándose llevar de la ira, había despeñado a Gentil.

El caballero Tallaferro, con los ojos arrasados de lágrimas abrazó a su


también dolorido hermano, comprendiendo todo lo que había sucedido. Guifré,
arrepentido de su acción abandonó las armas y, deseando expiar su culpa, se
retiró a la cima del Canigó, donde hizo construir el famoso Monasterio de Sant
Martí, patrón de los caballeros.

Desde entonces, perdura en el majestuoso macizo del Canigó la oquedad


de la tumba que Guifré labró con sus manos en la roca viva y en la que sólo cabía
la longitud de su cuerpo.

Aparte de esta hermosa leyenda, existen otras muchas en España donde


de forma indirecta se aprecia claramente la influencia de la tradición melusiniana
en nuestro folclore, sobre todo cuando se hace mención de encuentros carnales
de un mortal con una lamia o una dama de agua.

También podría gustarte