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- TRADICIONES MELUSINIANAS
Por esa fuente hechizada pasó, años más tarde, el caballero Raimondin
(que más tarde sería el conde Raimundo de Poitiers, jefe de la familia de
Lusignan). La escena del encuentro es como sigue. Intentando aquél cazar un
gran jabalí en el bosque de Coulombiers, mata accidentalmente a su tío, el conde
de Poitiers, y con gran desconsuelo se deja guiar por su caballo que se adentra
por el interior del bosque, conduciéndole hacia esa fuente donde se solazaban
tres damas. Una de ellas, Melusina, demuestra tener conocimiento de su crimen y
le brinda su protección si el caballero se casa con ella. Raimondin, enamorado,
acepta la propuesta de Melusina. Previamente le hizo prometer algo que, sí era
incumplido, haría que ella desapareciera para siempre. La promesa, ya sabemos
en que consistía. Raimondin, no obstante, accedió, se casaron y la misma
Melusina, ayudada por hadas y genios, logró levantar en un tiempo
increíblemente corto el castillo de Lusignan que habría de convertirse en su casa
solariega.
Así vivieron felices durante años. Y fueron llegando los hijos: Antoine,
Renaud, Geofroy, Urian, Guion... Todos ellos llevaban una u otra marca de
nacimiento que les distinguía de los demás mortales: uno sólo tendría un ojo; otro
tendría uno rojo y el otro azul; otro, una pata de león marcada en la mejilla; otro,
un colmillo de jabalí saliéndole de entre los labios...
Fuera como fuese, lo cierto es que nunca se la volvió a ver más que
esporádicamente, en forma de espectro, apareciendo enlutada en las torres de la
fortaleza que ella construyó, tres días antes de que cambie de señor o dueño.
También sería vista cuando algún descencediente de su estirpe fuera a morir. En
España este papel de augures de muerte está reservado a las "Damas Blancas"
vistas generalmente en Cataluña y Baleares, pues en otras zonas los emisarios
suelen ser animales de diverso signo (sobre todo aves y raposas).
Esta leyenda sirvió de tema principal a una novela de Jean d'Arras (1387)
titulada "El libro de Melusina o la noble historia de los Lusignan", escrita por
encargo del duque Jean de Berry, tercer hijo de Juan II el Bueno de Francia, a
quien se la dedicó, el cual acababa de hacerse dueño de la propiedad del castillo
solariego de la familia de Lusignan en 1369, en el Poitu. En esta obra, sin
embargo, Melusina aparece en forma de sirena. Llegó a ser uno de los libros más
populares de Alemania, aunque cuando realmente se expandió el mito fue con la
famosa obra de Rabelais titulada "Pantagruel" que en su libro II hace referencia a
él. La leyenda de Melusina recuerda el mito clásico de Eros y Psique,
simbolizando el asesinato del amor por la falta de confianza.
La tumba de Raimondin
-Montañas deleitosas
son las del Canigó
todo el año florecen
luciendo su verdor.
Cuando su hijo Gentil alcanzó la edad para ser armado caballero recibió el
beneplácito y espaldarazo de su tío, el conde Guifré. Asistieron al acto caballeros
del más alto linaje y damas de buen ver, pero tampoco faltaron los pastores que
cuidaban de los grandes rebaños. Refiere la leyenda que entre las pastorcillas
había una de tan candorosa belleza, que Gentil se enamoró de ella sólo al
cruzarse sus miradas y de inmediato se sintió correspondido. Terminada la
ceremonia, bajo la advocación de San Martín, que como San Jorge, es protector
de los caballeros, comenzó la música y el jolgorio. La pastorcilla y el joven
caballero, buscando intimidad, desaparecieron en los jardines.
Fue durante la ausencia de Gentil cuando llegó al castillo un mensajero. A
grandes voces dio la alarma de que los sarracenos, formando poderoso ejército,
habían llegado con sus galeras y desembarcado en tierras catalanas. Los dos
hermanos, Guifré y Tallaferro, airados por esta invasión, llamaron a todos los
hombres disponibles a las armas.
Cuando salieron del palacio real les aguardaba una deslumbrante carroza
guarnecida toda ella de perlas y diamantes. En vez de caballos eran siete ciervos
blancos que tiraban de la carroza, y así desde los aires el caballero Gentil y la
reina Griselda recorrieron desde la cima del Canigó todo el Rosselló, Foix y la
Bigorra.
Gentil, encantado por tantas maravillas y por el amor que sentía, había
olvidado totalmente a los suyos. Ignoraba que los sarracenos habían
desembarcado en Alger y que avanzaban peligrosamente.