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Mi cuerpo no es mío

¿O ignoráis que vuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo, el cual está en vosotros, el
cual tenéis de Dios, y que no sois vuestros? Porque habéis sido comprados por precio,
glorificad, pues, a Dios en vuestro cuerpo y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios.
1 Corintios 6: 19-20.

Comentario bíblico adventista

Templo.
Gr. naós (ver com. cap. 3: 16). Este es el quinto argumento contra la inmoralidad (cf.
com. cap. 6: 13-15, 18). Si los cuerpos de los creyentes son santuarios sagrados del
Espíritu Santo, no deben ser contaminados por este pecado. Como nuestros cuerpos
"son miembros de Cristo" (vers. 15) y "templos del Espíritu Santo" que Dios nos dio
(Juan 14: 16-17), cada pecado que es cometido contra nuestro cuerpo es un pecado
contra nuestro Hacedor y contra el
Espíritu Santo.

No sois vuestros.
Este es el sexto argumento contra la fornicación (cf. com. vers. 13-15, 18-19).
El hombre no es dueño de sí mismo; no tiene derecho a usar sus facultades de acuerdo
con los deseos e impulsos de su cuerpo pervertido. Él es propiedad de
Dios por creación y redención. El hombre está obligado a vivir mental, física y
espiritualmente como Dios ordenara para la gloria del nombre divino y no para la
complacencia de los deseos carnales. El hombre convertido es, ciertamente, un esclavo
voluntario de Jesucristo (ver com. Rom. 1: 1; 6:18); solo vive para complacer a su
maestro.

Precio.
Dios asigna a la raza humana un valor muy alto, según se deduce del precio infinito que
pagó por la redención del hombre. Ese hecho revela la importancia de cada ser humano.
Jesús habría venido a la tierra y dado su vida si hubiera habido sólo un pecador (ver
Mat. 18: 12-14; MB 261). El pecador redimido, comprado por un valor infinito, está
moralmente obligado a vivir solamente para
Dios, a obedecer todas sus órdenes y a "huir" de toda forma de libertinaje (ver
3JT 339; CS 528).

En vuestro cuerpo.
Debido a que los hombres han sido redimidos de la muerte eterna, su deber es hacer
todo lo que puedan para mantener su cuerpo en la mejor condición, de modo que
puedan glorificar a Dios hasta el máximo sirviéndole en forma aceptable (ver CH 40-
41, 73-74). Si se quiere cuidar inteligentemente el cuerpo es necesario tener una
comprensión de la fisiología, de la anatomía y de las leyes de la salud (ver CH 38; FE
321; PVGM 282). Los seguidores de Cristo no permitirán que sus apetitos y deseos
carnales los dominen, sino que harán que sus cuerpos sirvan a mentes regeneradas que
constantemente están dirigidas por la sabiduría divina (ver Rom. 6: 13; 12: 1; 1 Cor. 9:
25, 27; HAp 250; MC 92;
CH 622).

Espíritu.
La evidencia textual (cf. p. 10) tiende a confirmar la omisión de las palabras
"y en vuestro espíritu, los cuales son de Dios". Las omiten la BJ, BC y NC. El énfasis
de Pablo en este capítulo recae especialmente sobre la consagración del cuerpo.

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