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Como sabrá el lector: este blog inició como un blog de tipología personal de Pedro
Madrigal Reyes donde se albergaban temas políticos, no políticos, y hasta
personales. Con el devenir del tiempo ha ido evolucionando hasta llegar a ser una
plataforma ideológica dedicada exclusivamente a lo político y comandado por un
órgano ya no individual-personal, sino regido por un colectivo, un «equipo de
trabajo» basado en el fin de difundir análisis bajo la doctrina marxista-leninista,
a pesar de lo cual se mantuvo el nombre original del mismo. No obstante, y en
consecuencia al acuerdo reciente en el interior del «equipo de trabajo», para no
dar lugar a dudas, hemos decidido rebautizar el mismo para evitar confusiones
personalistas e ideológicas; así, el blog «Bitácora de un Nicaragüense» pasa a
llamarse «Bitácora Marxista-Leninista», nombre que paulatinamente iremos
sustituyendo en cada uno de nuestros documentos. Ante tal cambio, se hace
evidente que se eliminará todo contenido anterior de tipo personal, y todo
contenido político que no conjugue con la ideología marxista-leninista. El «equipo
de trabajo» no se hace responsable por tanto de las opiniones o trabajos
anteriormente emitidas por sus editores y colaboradores fuera de este medio,
inclusive cada artículo antiguo previo en este medio será revisado y tendrá una
anotación que acredite que es aprobado por la actual línea monolítica, de otra
forma el contenido será eliminado en breve para mantener la uniformidad
ideológica, y no animar a confusión. Esto supone un cambio cualitativo
fundamental para el medio». (Equipo de Bitácora (M-L); Comunicado sobre el
cambio de nombre a la plataforma, 4 de febrero de 2015)
Aclarado esto, pasemos a aclarar algunos puntos clave sobre nuestros fundamentos
y propósitos.
I
¿Cuál es nuestro propósito?
Este espacio está íntegramente dedicado a hacer una lectura materialista dialéctica
de los hechos históricos y presentes, tanto generales como concretos. Nuestra
doctrina es el marxismo-leninismo. Esto significa que entendemos y asumimos que
la construcción de la sociedad sin clases, el comunismo, pasa necesariamente por
determinadas leyes generales descubiertas, aplicadas o enriquecidas por Marx,
Engels, Lenin, Stalin, Hoxha así como otros representantes históricos de la
doctrina.
Por ello, nos parece absurdo intentar eludir cuestiones claves si realmente
compartimos un mínimo de rigor en esta clarificación histórica de lo que fue y es
marxismo-leninismo, y de lo que entendemos que debe de ser.
«Hay quien supone que sólo una «pasión dominante» de criticar guía nuestra
pluma. (...) Somos satíricos porque queremos criticar abusos, porque quisiéramos
contribuir con nuestras débiles fuerzas a la perfección posible de la sociedad a que
tenemos la honra de pertenecer. Pero deslindando siempre lo lícito de lo que nos
es vedado, y estudiando sin cesar las costumbres de nuestra época, no escribimos
sin plan; no abrigamos una pasión dominante de criticarlo todo con razón o sin
ella; somos sumamente celosos de la opinión buena o mala que puedan formar
nuestros conciudadanos de nuestro carácter; y en medio de los disgustos a que
nos condena la dura obligación que nos hemos impuesto, cuyos peligros
arrostramos sin restricción, el mayor pesar que podemos sentir es el de haber de
lastimar a nadie con nuestras críticas y sátiras; ni buscamos ni evitamos la
polémica; pero siempre evitaremos cuidadosamente, como hasta aquí lo hicimos,
toda cuestión personal, toda alusión impropia del decoro del escritor público y del
respeto debido a los demás hombres, toda invasión en la vida privada, todo
cuanto no tenga relación con el interés general. Júzguennos ahora nuestros
lectores, y zumben en buena hora en derredor nuestro los tiros emponzoñados de
los que son en realidad más malignos que nosotros». (Mariano José de Larra; De
la sátira y de los satíricos, 2 de marzo de 1836)
«[Mis escritos] Bastan a aquellos para quienes escribo, porque yo no escribo para
los sobradamente conocidos «animales sin razón», sino para seres con razón, esto
es, seres que a través de la propia razón completan unos pensamientos con los
otros». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión, 1845)
«Al principio, las ideas sólo conquistan a una pequeña minoría y, por regla
general, ésta se ridiculiza, difama y persigue. Pero si las nuevas ideas son buenas
y racionales, si se han derivado necesariamente de las condiciones existentes, se
irán extendiendo gradualmente, la minoría se convertirá, finalmente, en mayoría.
Así ha ocurrido hasta ahora con todas las nuevas ideas a lo largo de la historia».
(August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)
Esto es algo que se preguntan muchos, ¿Sobre qué descansan las bases del
marxismo-leninismo? Quizás... ¿en las reflexiones subjetivistas de un par de
filósofos como Marx y Engels que las convirtieron en algo eterno, en dogmas? Todo
lo contrario:
«El Sr. Heinzen se imagina que el comunismo es una doctrina que procede de un
principio teórico central y saca conclusiones a partir de aquí. El Sr. Heinzen está
muy equivocado. El comunismo no es una doctrina, sino un movimiento; no
procede de principios, sino de hechos. Los comunistas no parten de tal o cual
filosofía, sino de todo el curso de la historia anterior y particularmente de los
resultados reales a los que se ha llegado actualmente. (...) El comunismo, como
teoría, es la expresión teórica de la posición del proletariado en esta lucha y la
síntesis teórica de las condiciones para la liberación del proletariado». (Friedrich
Engels; Los comunistas y Karl Heizen, 1847)
En conclusión, no importa que el marxismo tenga más de 100 ó 200 años, ni que
dentro de poco tenga 300 años, lo importante, es que su doctrina se mantenga
acorde a las leyes objetivas del desarrollo histórico, sino efectivamente sí que se le
podría denominar una doctrina o ideología dogmática y anticientífica:
Para que el lector conozca nuestras posturas en los temas fundamentales, hemos
habilitado las secciones: cuestión filosófica, económica, nacional, género, etc., así
como secciones específicas de lucha ideológica contra el anarquismo, el
reformismo, el trotskismo, el maoísmo, el titoísmo, el jruschovismo, etc.
Estimulados por el clásico sentimentalismo, creen que estas figuras por tener un
gran currículum revolucionario o por haber sufrido la represión de primera mano
pueden ser exoneradas de todos los errores que cometieron. Sin duda, sus
seguidores más fanáticos les han perdonado y les perdonan todo, pero nosotros no
evaluamos a las figuras con ese baremo tan condescendiente.
De manera que es necesario refutar de una vez por todas aquello de que «no se
puede criticar a X dirigente porque es un viejo revolucionario» que lleva luchando
desde tiempos «inmemorables» y ha hecho esto y ha hecho lo otro. La existencia de
una figura dirigente durante un período más o menos glorioso de un partido, sus
habilidades personales puestas a favor de una causa en el pasado no le exime de los
errores de entonces ni de las presentes desviaciones políticas que pueda
manifestar.
Así pues, que un elemento haya sido autor o coautor de artículos, tesis, programas
de un partido que estaban dentro de los marcos del marxismo-leninismo no supone
nada determinante para analizar cosas posteriores.
Tampoco es determinante saber si sus posiciones pasadas fueron realizadas por una
férrea convicción de aquel entonces o por un oportunismo individual que
simplemente se atenía a la línea general de entonces por conveniencia, eso no
influye demasiado a la hora de discutir y criticar los errores posteriores que esa
figura encabezaría.
Los grandes servicios prestados siempre deben de ser encuadrados sobre la base del
partido existente, y siendo conscientes de que la línea política no es obra de una
individualidad buena o mala, sino ante todo de la dirección colectiva, por tanto,
habrá figuras que por más que cosechen méritos en algunas posturas correctas del
pasado, eso no le hace estar libre en modo alguno de la responsabilidad de haberse
desviado políticamente después, mucho menos si ha ejercido altos cargos mientras
ha llevado al partido al desfiladero del revisionismo. Al contrario, hay que buscar en
los primeros errores del pasado el nexo para entender las desviaciones del futuro
como lección que nos impida volver a permitirlas.
Alguien que camina sin evaluar sus pasos, no puede llegar a su destino
«[Marx] se entregó al desarrollo intelectual de la clase obrera que, con casi total
seguridad, sería resultado de la acción combinada y la discusión mutua. Los
propios eventos y vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas incluso más
que las victorias, no puedieron evitar recordar a los hombres la insuficiencia de
sus panaceas preferidas, y pavimentar el camino para una comprensión más
completa de las verdaderas condiciones de la emancipación de la clase
trabajadora». (Friedrich Engels; Prólogo a la edición rusa del Manifiesto
Comunista, 1882)
El alumno marxista siempre debe tratar de superar a su maestro con sus acciones, y
no aspirar a ser el mejor adulador de su recuerdo.
Como sabemos, uno, dos o tres dirigentes, por muy excelsos que sean en su
desempeño, no pueden dirigir un partido cuando adquiere un tamaño medio,
precisamente la sobrecarga de trabajo y responsabilidades hace que estos cuadros
sufran situaciones de bajo rendimiento, irritabilidad, desmoralización, gran fatiga e
incluso enfermedad.
¿Debemos repetir los discursos del hegealismo de izquierda de Marx y Engels sobre
los pueblos sin historia y demás epítetos que ellos mismos acabaron corrigiendo?
¿No fue Lenin quien se autocrítico por promulgar el boicot al parlamentarismo
cuando no se daban las condiciones, no fue él quien teorizó un tránsito al pacífico al
socialismo en 1917 cuando reconocería que en aquel momento era ya imposible?
¿No fueron Lenin y Stalin quienes reconocieron haberse equivocado sobre la
utilidad de la federación para resolver la cuestión nacional y acercar a los pueblos?
¿No reconoció Dimitrov haberse dado cuenta tarde de la transcendencia y
superioridad de los bolcheviques en comparación con los socialistas intransigentes
búlgaros? ¿No fue el propio Hoxha quien reconoció no haber estado lo
sufrientemente rápido en detectar el carácter nocivo del titoísmo y otras corrientes
pese a ser luego uno de sus más firmes opositores? Como se ve, todas las figuras
magnas del marxismo-leninismo cometieron errores de calado, en muchas
ocasiones ellos mismos fueron capaces de detectar sus deficiencias y actuar en
consecuencia, en otros casos, es tarea de sus sucesores tratar de prestar atención a
sus limitaciones sin que ello signifique hacer de menos su gran obra
Este defecto, tan común hoy, explica entre otras cosas, que los supuestos marxista-
leninistas todavía crean que no existen errores en los viejos procesos socialistas ni
en las viejas figuras del movimiento, ven su desarrollo como una línea recta de
victorias, y de tal forma se convierten en seres tan nostálgicos como inocuos para el
enemigo. En otros casos, ante no poder refutar ciertas evidencias negativas de los
procesos históricos, simplemente achacan los errores a causas ridículas para librar
a sus partidos y figuras de la responsabilidad. Otros tantos tratan de minimizar la
transcendencia de dichos errores en pro de no emprender un arduo trabajo de
investigación para rectificarlos. De otro lado hay quienes cuando empiezan a
conocer los defectos de las viejas experiencias desertan y se convierten en
renegados, incluso en abiertos anticomunistas porque les parece muy complejo,
muy duro emocionalmente hablando, el tratar de estudiar y comprender de dónde
nacieron dichos errores y cómo remediarlos sin perder la compostura. Creen
místicamente que el «honor del movimiento está manchado» y ya nada puede
remediarlo.
2) Existen otros que incluso si centran aunque sea un breve tiempo de su actividad
en analizar ciertos fenómenos sobre el revisionismo contemporáneo y las causas de
su triunfo, pero ha de hacerse un apunte: al no tener interés en cómo se ha llegado a
varios de los desastres que han posibilitado la hegemonía del revisionismo en el
movimiento obrero, los análisis y las conclusiones sobre los grupos antimarxistas
del presente tampoco son del todo correctos porque no saben detectar el origen de
estas desviaciones.
3) Luego hay quienes realmente si tocan temas del pasado y presente movimiento
marxista-leninista, pero muchos de estos se contentan con realizar breves análisis
de denuncia de que este u otro partido es revisionista, o esta u otra figura es
oportunista, pero sin explicar a sus militantes y simpatizantes el porqué de tal
afirmación, cayendo en análisis reduccionistas, doctrinarios y esquemáticos, que
poco menos que pretenden obligar a la militancia a seguir estas afirmaciones sin
tener conciencia real de porqué se dice tal cosa, esa incapacidad creativa es lo que
muchas veces lleva a copiar las opiniones de otros o directamente a caer en las
mismas desviaciones de las que se quejan de algunas corrientes revisionistas que
fustigan, el seguidismo a ciegas, el afirmar sin corroborar la veracidad de lo que se
pone sobre la mesa confiando en que ya antes lo ha pronunciado alguien.
Metodologías que nacen de la no comprensión real de lo que dicen denunciar y de
los métodos de concienciación que propone el marxismo.
En este ámbito, incluso cuando los revisionistas pretenden defender una figura
clásica del marxismo-leninismo, lo hacen desde posiciones que demuestran que su
afinidad por dicha figura es más sentimental y circusntancial, que real y racional.
Cometen desviaciones de derecha, como presentar a sus figuras como liberales,
hasta desviaciones de izquierda, tratar de exonerar fanáticamente de cualquier
error a dichas figuras.
Personajes revisionistas como el hindú Vijay Sigh, piensan que todo lo producido
en los partidos comunistas del mundo bajo era de Lenin y Stalin era correcto. Creen
que porque fueron publicados en las «épocas doradas» del socialismo no tienen
réplica posible, como si idealistamente dijésemos que dichos períodos hubieran
sido un todo armonioso de desarrollo interno, ignorando de forma metafísica las
luchas desarrolladas en campos como: la economía, historia, filosofía, biología, arte
o lingüística dentro de la propia Unión Soviética. En el frente filosófico: ¿que fueron
entonces las luchas contra el «idealismo menchevizante» de Deborin y
posteriormente el «objetivismo burgués» y «eclecticismo» de autores como
Aleksándrov, Yudin o Mitin? En el campo de la historia: ¿no hubo una severa
condena tanto hacia el chovinismo como hacia el cosmopolitismo, no se combatió
tanto las distorsiones del «materialismo económico» de la Escuela de Pokrovsky
como los errores no menos grotescos de varios de sus opositores como Yakovlev y
Tarle? En el arte y la música: ¿qué fueron las luchas contra Prolekult y RAPP o
tiempo después contra el formalismo? En el frente económico; ¿no se llevó a cabo
una larga refutación de las teorías antimarxistas de Bujarin, Varga o Voznesensky?
En el frente político; ¿no podemos hablar de una cierta influencia de Zinoviev,
Trotski, Bujarin y muchos otros tanto en el Partido Bolchevique como en la
Internacional Comunista? En la biología y la lingüistica; ¿y qué hay de las críticas
que en sus últimos años recibieron figuras oficiales hasta entonces de suma
referencia, como Lysenko o Marr? ¿No es cierto que estas corrientes y sus cabecillas
dirigieron e incluso hegemonizaron sus respectivos campos durante años hasta que
se puso fin a su reinado? ¿No fueron criticados finalmente tanto por sus teorías
falsas como por su monopolio y censura hacia sus competidores? ¡¿Cómo se puede
defender que todo lo dicho y hecho en la URSS en cualquier momento y bajo
cualquier circunstancia es modelo a seguir sin más?! Si algo muestra la historia de
la URSS es que hubo un duro trabajo para desalojar de puestos de poder e
importancia a líderes que controlaban o deseaban introducir su mercancía
revisionista, situaciones complejas donde se tardó mucho tiempo en darse cuenta
del papel nefasto que cumplían o donde directamente no se tenía fuerza suficiente
en ese campo como para derribarlos con garantías.
Otra de las técnicas antimarxistas para evaluar los hechos históricos es aquella
de «El enemigo de mi enemigo es mi amigo», fórmula que acostumbró a introducir
en sus análisis autores como el alemán Bill Bland, y que hoy
reproducen pseudohistoriadores como Olarieta y Roberto Vaquero. Esta técnica se
reduce al absurdo metafísico de que si una figura es enemiga del villano principal
de la historia, debe de tratarse de un héroe, y viceversa, no se estudia nada más, ni
fuentes directas ni indirectas, todo se reduce a ese simplismo. Así, tienen el valor de
presentar a autores como Beria, una de las víctimas por las luchas de poder en 1953
como un «mártir de la lucha contra el revisionismo», misma evaluación se hace de
figuras como Malenkov o de Mólotov porque en 1957 intentaron destituir a
Jruschov y su grupo, pero se olvidan de comentar no solo las deficiencias que
arrastraban estas figuras, que habían sido criticadas en varias ocasiones, sino su
propia actuación antes de ser apartados por Jruschov. Muchos de ellos fueron los
que permitieron y colaboraron a partir de 1953 para crear tanto en la URSS como
fuera de ella el llamado «nuevo curso», alimentaron teorías y discursos claramente
antistalinistas, así como la rehabilitación de los desviacionistas, como demuestra la
documentación hoy existente. En el caso de Malenkov o Mólotov colaboraron
directamente en la línea del XXº Congreso del PCUS de 1956, pero insistimos, el
problema es que estos autores no se han molestado en leer lo más mínimo.
Considerar como «grandes marxistas» que siempre se mantuvieron «fieles al
marxismo» a estas figuras es una desfachatez, es ignorar toda su biografía y toda la
documentación que certifica que se habían convertido como bien dijo Enver hoxha,
en «cádáveres del bolchevismo».
Otra serie de falsos eruditos serían los historiadores maoístas como Ludo Martens o
Grover Frurr, los cuales mantienen posiciones análogas. Ellos también están de
acuerdo con la teoría del «rey secuestrado en su propio palacio» para solventar los
posibles errores de la experiencia soviética, lo original de su verborrea es que tratan
de presentar que Stalin y sus compañeros mantuvieron posicionamientos
tan «democráticos» que los presentan como seres tan revisionistas como ellos.
Estos autores defienden ideas tan surrealistas como que Stalin y Zhdánov pensaban
disolver el partido y regirse solamente por los soviets, según el ideario anarquista;
que el partido en la etapa socialismo debía de ser solo un mero «orientador
ideológico-cultural» pero no inmiscuirse ni en la economía ni en la política, como
teorizaban los titoistas; o también, que deseaban la creación de otros partidos y un
multipartidismo en el socialismo, al gusto de maoístas y trotskistas. Falacias todas
ellas sin fundamentar y facilmente contrastables tanto en documentos oficiales
como no oficiales. La razón de estas diversas especulaciones sin respaldo alguno o
directamente invenciones, es pretender inocular su concepto de partido comunista
y el rol, que según ellos, debería tener en una sociedad socialista.
En España, al igual que en otros países, podemos ver una línea muy inestable de
desarrollo en los marxistas en sus diferentes organizaciones, con deficiencias
comunes en las organizaciones inexpertas. Al principio, con influencias marcadas
del anarco-sindicalismo, y poco después, bajo la presión de la hegemonía del
reformismo en el movimiento obrero.
Estos nuevos partidos marxista-leninistas eran vistos por los revolucionarios como
la forma de dar pie a las luchas económicas, antifascistas, antiimperialistas,
antirevisionistas, así como socialistas; como las únicas organizaciones que tenían el
valor de dar una herramienta al proletariado donde poder agrupar a su
destacamento más avanzado y donde poder dar combate al revisionismo moderno
como era en aquel entonces el revisionismo soviético, el jruschovismo, que por
entonces había desarticulado al movimiento marxista-leninista en tiempo récord.
Realmente muchos partidos sí cumplían con sus principales objetivos, pero para
cumplir tal fin de forma correcta, cualquier partido marxista-leninista debía desde
sus inicios excluir o expulsar en caso de encontrárselos, a los elementos sin ningún
tipo de espíritu científico, a aquellos bañados en un apego sentimental hacia las
figuras históricas, o a aquellos que eran peones acríticos de las acciones de la
dirigencia. Todos estos elementos eran vectores de las viejas costumbres que
hicieron fracasar a las organizaciones proletarias en el pasado, por tanto, la
cuestión era que si no se deshacían de estos obstáculos, tarde o temprano, el partido
fracasaría.
El maoísmo supuso un grave problema para estos nuevos partidos, ya que los
partidos que no fueron capaces de librarse de este lastre y adoptaron los conceptos
y teorías del maoísmo como la «nueva democracia» en lo político-económico, la
«lucha de dos líneas» en el concepto partidista o la «Guerra Popular Prolongada
(GPP)» en lo militar, no fueron capaces de tomar una forma organizativa eficiente y
unida, una línea ideológica de pensamiento y acción coherente, dándose de bruces
con la realidad constantemente.
La tardía exposición del maoísmo, hizo que cuando la polémica explotase en 1978,
como ya había ocurrido con los jruschovistas en 1960, los oportunistas maoístas se
habían hecho fuertes en algunos lados. Entre los marxista-leninistas que ahora se
desmaoizaban tampoco la autocrítica fue honesta y profunda, en muchos casos, los
partidos se quitaron los ropajes maoístas como si este hubiera sido un pequeño
obstáculo, o peor, como si dicha corriente nunca hubiera tenido influencia en su
línea política.
Poco a poco los partidos fueron tomados por el liberalismo; una enfermedad basada
en la falta de vigilancia, la dejadez, la autocomplacencia, el descuido por la
formación de ideológica y la lucha por la preservación de los principios. También se
hizo notar el formalismo; otra enfermedad muy común del presente, que se basa en
el olvido del contenido y la preocupación excesiva o preferente por las formas,
donde el partido se convierte en el típico club de amigos donde una camarilla trafica
y hace apología nostálgica de la historia que arrastran las siglas del partido, pero no
hace nada para mantener su honor y aumentar su cuota histórica de logros, por lo
que el partido lejos de avanzar y consolidarse se aísla en la autocomplacencia.
También hizo aparición el clásico seguidismo, que consiste en dar la razón en temas
de importancia sin expresar una voz propia, algo muy clásico de personalidades
pusilánimes que temen importunar al aliado.
«A juicio nuestro, la crisis del socialismo obliga a los socialistas más o menos
serios a redoblar precisamente la atención por la teoría, a adaptar de modo más
resuelto y con rigor una posición determinada, deslindarse con mayor decisión de
los elementos vacilantes e inseguros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Aventurerismo revolucionario, 1902)
Nosotros no pensamos que el movimiento marxista-leninista haya sido derrotado
porque sus teorías se hayan demostrado falsas, sino todo lo contrario. El
proletariado demostró tener capacidad para tomar el poder, para edificar el
socialismo, para competir e incluso superar a los países capitalistas en muchos
campos. No hay que tener complejos porque los hitos están ahí, tampoco vergüenza
porque encontremos errores.
El caso es que la historia ha mostrado más que de sobra que cuando los marxista-
leninistas han realizado un análisis apegado a la esencia científica, han realizado
grandes hazañas que han reconocido hasta sus acérrimos enemigos, pero en el
momento en que se han apartado de los principios de su doctrina, rápidamente sus
momentos de gloria pasaron de largo.
«Si, señores, somos también partidarios de las futuras formas del movimiento, y
no solo de las pasadas. Preferimos el largo y difícil trabajo en lo que tiene
porvenir y no la «fácil» repetición de lo que ha sido ya condenado por el pasado.
(...) Todo movimiento popular adquiere formas infinitamente diversas, elabora
sin cesar nuevas formas y abandona las viejas, creando variantes o nuevas
combinaciones de las formas viejas y nuevas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Aventurerismo revolucionario, 1902)
Ante los que acusan de tal visión de tomar al marxismo como ciencia como una
«postura dogmática», dejemos que Lenin responda nuevo:
¿Qué hubiera sido del socialismo científico si Marx y Engels se hubieran detenido
en los marcos del hegealismo de izquierda o se hubieran conformado con repetir el
comunismo utópico de su época? ¿Qué hubiera sido de la revolución rusa si Lenin y
Stalin hubieran transigido con los decadentes métodos y las teorías oportunistas del
marxismo occidental de moda? ¿Qué hubiera sido del destino de muchos otros
partidos e individuos si hubieran agachado la cabeza frente a la hegemonía del
jruschovismo y el maoísmo? Todos ellos no serían conocidos por hacer lo que
hicieron, habrían sido otros más del montón de personalidades mediocres.
Tomemos un ejemplo político concreto, ¿qué posición deberían tener los marxista-
leninistas frente al feminismo, tan de moda hoy?
Cuando, en los 80, el gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de
Felipe González propuso leyes que despenalizaban el aborto y legalizaba el divorcio,
no significaba que el Partido Comunista de España (marxista-leninista) no tuviera
profundas reservas en cuanto a las facilidades para garantizar dichos derechos. Del
mismo modo que cuando el PCE (m-l) votó NO a la Constitución de 1978, como
también hicieron agrupaciones fascistas como Fuerza Nueva, no significaba que
padeciera de una deriva falangista.
Cuando la derecha del PP de Aznar propuso investigar en los 90 los diversos casos
de corrupción del PSOE de Felipe González, los comunistas estuvieron de acuerdo,
aún sabiendo que dichas propuestas de investigación y sus medidas punitivas no
tendrían un castigo adecuado ni servirían para paliar un problema endémico bajo el
capitalismo.
Podríamos seguir con más ejemplos, pero creemos que es suficiente. En ninguno de
estos casos que los comunistas cayeron en una socialdemocratización ni en un
acercamiento a la derecha más reaccionaria. Se puede estar y se estará de acuerdo
superficialmente en determinadas propuestas cuando tengan sentido –como puede
ser en este caso una oposición actual a la enseñanza de la ideología feminista en los
centros educativos–, pero, normalmente, nunca se estará de acuerdo ni en las
causas del problema ni en las formas más adecuadas de solucionarlo. Y es aquí
donde los marxista-leninistas deben hacer valer su independencia ideológica que
ponga en evidencia al resto, que a la vez sirva de educación a las masas y que se
deslinde totalmente de la política burguesa.
El triste hecho de que la lucha contra las teorías más absurdas del feminismo o el
Colectivo LGTB parezca hoy capitaneada por una formación aberrante y
ultrarreaccionaria como Vox, cuyos miembros, entre otras lindezas, tratan la
homosexualidad como una enfermedad –desoyendo las evidencias científicas– o
pretender abolir la posibilidad del aborto –considerándolo, además, pecado–,
indica en qué lugar ha quedado hoy la «izquierda» y, sobre todo, el retraso de las
fuerzas revolucionarias que antaño denunciaban al feminismo como un
movimiento burgués. Por ejemplo, delegar por omisión en manos de Vox un tema
tan delicado e importante como dar respuesta al feminismo en la cuestión de la
mujer significa que se van a combatir unas ideas pseudocientíficas, es decir las
feministas –que no aciertan a adivinar las causas de la desigualdad histórica entre
hombres y mujeres y mucho menos en las recetas para su solución–, con otras
todavía más idealistas y retrógradas: la de los fascistas –influidos, entre otras cosas,
por una educación católica–. Lo mismo supondría dejar esto en manos de nuestros
amigos revisionistas que, desorientados, sostienen los argumentos de una y otra
bancada, cayendo ora en argumentos homófobos ora en una idealización del
colectivo homosexual.
España es un país imperialista y uno de los que más presencia tiene a lo largo del
globo, su problema no es ni puede ser la falta de desarrollo de fuerzas productivas,
no se enfrenta a problemas culturales de analfabetismo, tampoco se puede esperar
que la falta de libertades democráticas o la venta de la soberanía nacional sean
resueltas por la burguesía española de la cual conocemos su historial, pero tampoco
por los revisionistas que hablan de socialismo en términos marxistas pero no tienen
ni la más remota idea de qué es. La falta de conciencia socialista actual no reside en
la inexistencia material de proletariado como dicen algunos posmodernos, ni en
que la burguesía haya desarrollado herramientas de alineación que hagan imposible
la revolucionarización de los trabajadores como afirman los seguidores de la
Escuela de Frankfurt, simplemente la historia ha demostrado que aunque el nivel
de vida descienda y las contradicciones sociales se agudicen socialmente, si se sufre
la ausencia de un agente colectivo proletario que dé impulso a la verdadera
ideología revolucionaria, que es el marxismo, no habrá proceso alguno de
transformación, no se dará pie a emancipaciones sociales reales, a lo sumo conatos
de revolución, con suerte a pseudorevoluciones. Por consiguiente, en lo que se
refiere a este tipo de países, no hay medias tintas posibles, no hay otra alternativa
posible para las masas trabajadoras que el socialismo, para cuya consecución hace
falta la dirección del proletariado bajo el partido comunista, que debe organizarse y
concienciar a los trabajadores para lanzarse a la toma de poder cuando sea el
momento adecuado.
¿Y qué hay de los temas en boga hoy? Tomemos la cuestión ecológica. ¿Puede haber
una revolución ideológica que dé pie a una nueva base económica sin acabar con
ese poder político-económico? Tampoco porque el marxismo tipifica el modo de
producción de una sociedad –en este caso capitalista– es la que determina el
conjunto de creencias, valores e ideas dominantes en la cultura dominante. Algunos
ecologistas atacan abiertamente al marxismo bajo la acusación de que «el
pensamiento marxista es un modelo productivista que no tienen en cuenta la
cuestión medioambiental», a veces incluso ponen de ejemplo manifiesto a los
regímenes históricos o presentes capitalistas del revisionismo –lo que demuestra
hasta qué puntos ha hecho mella el triunfo del revisionismo en el ideario colectivo–.
Pero quién proclama todos estos ataques hacia el marxismo son los mismos
«movimientos unilateralistas» como el feminismo, el animalismo, el
tercermundismo y otras corrientes alejadas de la lucha de clases, que mienten por
desconocimiento o a conciencia alegando que «el marxismo no ha profundizado en
la cuestión de la mujer», que «no puede satisfacer y cuidar las vidas animales» o
que no se ha preocupado de conocer «las causas del atraso de los países
subdesarrollados y ponerles solución». Afirmaciones del todo ridículas ya que el
marxismo es la única corriente que ha dado una respuesta científica a las causas de
estos problemas y propuesto soluciones a las mismas.
a) Sabe de sobra que en caso de perder su puesto de trabajo depende de que otro
burgués le requiera para poder trabajar, que ni siquiera con una formación laboral
adecuada o una larga experiencia tiene garantizado el derecho al trabajo.
c) Conoce de sobra que si comete una infracción la justicia no será la misma que
para alguien adinerado.
e) La experiencia le dice que las crisis no las pagan los ricos ni siquiera cuando la
han provocado por especulaciones y corruptelas manifiestas, que siempre terminan
siendo pagadas por los trabajadores, etc.
Por todo esto, la llamada Escuela de Frankfurt tuvo una influencia brutal en los
movimientos de mayo de 68, en la propia conformación del hipismo, del
eurocomunismo y del postmodernismo. La «Escuela de Frankfurt» ha hecho las
veces de «quinta columna» dentro del marxismo.
El capitalismo y su supuesto constante desarrollo «progresista»
Y como esto, un innumerable etcétera de retrocesos que se han visto –más allá de
las variaciones entre sus sistemas políticos– en diversos países como Francia,
España, Rusia, Polonia, Hungría, Nicaragua, Brasil, Italia, Venezuela, Chile, y un
sinfín de países más. A su vez otros países han avanzado en estas materias bien por
las necesidades de las clases explotadoras de verse obligadas a remodelar sus leyes,
bien por las luchas populares y los intentos de la clase dominante de calmar la
situación, mezcla de ambas o por las razones que sean. Pero es claro que en el
capitalismo las libertades y derechos conquistados deben de ser defendidos con
uñas y dientes por los trabajadores pues la burguesía siempre tratará de
arrebatárselos o de no aplicarlos. Se debe presionar para conservarlos, pero sobre
todo para que una vez aprobados se apliquen, mostrando las contradicciones de un
sistema burgués que no quiere ni siquiera aplicar lo estipulado según sus reglas.
Todas estas luchas preparan a las masas en diversas movilizaciones, crea conciencia
sobre sus intereses propios, y prepara a los trabajadores para lanzarse a pelear por
sus intereses máximos, siendo la forma más elevada: la revolución.
Se suele argumentar que el marxismo está desfasado, bien, veamos una crítica
marxista del siglo XIX a la sociedad capitalista para comprobar si mantiene toda su
vigencia, o si, por el contrario, la sociedad actual ha dejado atrás cualquier parecido
con la realidad de entonces:
«La naturaleza del Estado clasista, sin embargo, condiciona no sólo el que las
clases explotadas se mantengan en la mayor carencia posible de derechos, sino
también que los costos y cargas para la conservación del Estado se echan en
primer lugar sobre los hombros de los explotados. Esto resulta tanto más fácil
cuando la manera de allegar las cargas y costos se efectúan bajo formas que
ocultan su verdadero carácter. Es evidente, que los impuestos directos elevados
para cubrir los gastos públicos deben incitar tanto más a la rebelión cuanto más
bajos sean los ingresos de la persona a quién se exigen. Por tanto, la astucia
ordena aquí a las clases dominantes guardar la medida y, en lugar de los
impuestos directos, imponer los indirectos, es decir, impuestos y tributos sobre los
artículos de primera necesidad, porque de este modo se efectúa una distribución
de las cargas sobre el consumo diario, que para la mayoría se expresan de modo
invisible en el precio de las mercancías y los engañan acerca de las cuotas
impositivas que pagan. La mayoría ignora, y le resulta difícil calcular, cuántos
impuestos o aranceles, etc. paga cada cual, sobre el pan, la sal, la carne, el azúcar,
el café, la cerveza, el petróleo; no sospechan hasta qué extremos los despluman. Y
estos tributos aumentan en proporción al número de miembros de su familia, esto
es, constituyen el modo de imposición más injusto que imaginarse pueda. Las
clases poseedoras, por el contrario, hacen gala de los impuestos directos que ellas
pagan y se atribuyen, de acuerdo con su monto, los derechos políticos que niega a
la clase no poseedora. A ello se suman las ayudas y subvenciones estatales que las
clases poseedoras se otorgan anualmente, a costa de las masas, por valor de
muchos cientos de millones, mediante primas estatales y aranceles sobre todos los
medios de vida posibles y mediante toda clase de ayudas. A ello se suman,
además, las gigantescas explotaciones efectuadas mediante la subida de los
precios de los más variados artículos de primera necesidad, subida que las
grandes organizaciones patronales capitalistas llevan a cabo a través de los
trusts y sindicatos y que el Estado fomenta con su política económica o tolera sin
replicar, si es que no los apoya con su propia participación. (...) Entre las distintas
naciones se ha formado gradualmente un estado enteramente antinatural de las
relaciones internacionales. Estas relaciones aumentan a medida que crece la
producción mercantil, a que el intercambio de mercancías resulta cada vez más
fácil con la ayuda de los medios de comunicación cada vez más perfectos y los
logros económicos y científicos se van convirtiendo en patrimonio general de
todos los pueblos. (...) La xenofobia y el chovinismo se fomenta artificialmente acá
y allá. En todas partes, las clases dominantes procuran mantener la fe de que son
los pueblos los que siendo mortalmente enemigos uno de otro, sólo esperan el
momento de poder lanzarse el uno contra el otro para aniquilarlo. La lucha
competitiva de la clase capitalista de los distintos países entre sí adopta, en el
terreno internacional, el carácter de una lucha de la clase capitalista de un país
contra la de otro y, apoyada por la ceguera política de las masas, produce una
carrera de armamento militar como el mundo no ha conocido jamás. Esta
carrera ha creado ejércitos de un tamaño inexistente antes, ha creado
instrumentos de muerte y destrucción de tal perfección para la guerra terrestre y
marítima como sólo es posible en una época de las más avanzada técnica como la
nuestra. Esta carrera produce un desarrollo de los medios de destrucción que
lleva, finalmente, a la autodestrucción. El mantenimiento de los ejércitos y flotas
de guerra exige sacrificios cada vez mayores, y que finalmente, arruinan al
pueblo más rico. (...) Mientras las clases explotadas pueden mantenerse
ignorantes de la naturaleza de todas estas medidas no encerrarán ningún peligro
para el Estado ni para la sociedad dominante. Pero tan pronto como lleguen a
conocimiento de las clases perjudicadas –y la creciente educación política de las
masas las va capacitando cada vez más para ello–, estas medidas, cuya injusticia
manifiesta es evidente, estimulan la animosidad e indignación de las masas. Se
extingue la última chispa de fe en el sentimiento de justicia de los poderes
dominantes, reconociéndose la naturaleza del Estado que aplica tales medios y el
carácter de la sociedad que las fomenta. La consecuencia es la lucha hasta la
destrucción de ambos». (August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)
¿Alguien puede negar que esto siga siendo el pan de cada día en el mundo
capitalista? Quizás un trabajador cualquiera, no entienda de economía política,
pero puede entender esto y reconocer la racionalidad del planteamiento marxista
acorde a la verdad que tiene ante sus ojos diariamente. He ahí donde los marxistas
deben aprovechar no solo el tener razón, sino el sacar rédito de tal verdad objetiva
con un lenguaje acorde a las masas, una asignatura pendiente.
Estamos seguros que las siguientes palabras serán entendidas por todos:
«La penuria y la inseguridad en que viven las amplias masas trabajadoras, así
como la política interior y exterior reaccionaria, antipopular, que siguen los
regímenes capitalistas y burgués-revisionistas, vienen aumentando
continuamente el descontento de las amplias capas populares. Esta grave
situación ha suscitado en estas capas una incontenible indignación que se
exterioriza por medio de huelgas, protestas, manifestaciones, choques con los
órganos represivos del régimen burgués y revisionista, y en muchos casos a
través de verdaderas rebeliones. Las masas populares sienten una creciente
hostilidad hacia los regímenes que las subyugan. Los gobiernos de los países
imperialistas, capitalistas y revisionistas, hacen todo tipo de promesas y
propuestas fraudulentas, esforzándose, también en esta situación de crisis, por
acaparar el máximo beneficio, por atenuar el descontento y la indignación de las
masas y desviarlas de la revolución. Mientras tanto, los pobres se empobrecen
cada vez más, los ricos se enriquecen mucho más, el abismo entre las capas
sociales pobres y las ricas, entre los países capitalistas desarrollados y los países
poco desarrollados se ahonda sin cesar. (…) La burguesía y las camarillas
dominantes se ven obligadas a cambiar más a menudo los caballos de los carros
gubernamentales, con el fin de engañar a los trabajadores y hacerles creer que los
nuevos serán mejores que los viejos, que los responsables de la crisis y de que ésta
prosiga son los anteriores, mientras que los substitutos mejorarán la situación, y
otras cosas por el estilo. (...) Al mismo tiempo la burguesía, en los países
capitalistas y revisionistas, refuerza sus salvajes armas de represión, el ejército,
la policía, los servicios secretos, los órganos judiciales; refuerza el control de su
dictadura sobre cualquier movimiento e intento de lucha del proletariado. (...) En
todos ellos se han intensificado la opresión y la explotación, todos padecen los
males del capitalismo, en las filas de los dirigentes y de las altas capas sociales
han estallado rencillas y pugnas por apoderarse del poder y obtener privilegios,
en todas partes bulle el descontento y la indignación de las masas populares. Así
pues, también en estos países existen grandes posibilidades para la revolución.
También en ellos la ley de la revolución actúa igual que en cualquier otro país
burgués. (...) Pero todos estos medios políticos y militares no son sino paliativos,
incapaces de curar al sistema capitalista-revisionista de la grave enfermedad que
padece». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)
Allí, como países que guardan las relaciones de producción capitalistas de todo tipo
somos testigos de fenómenos y contradicciones entre el gobierno y las masas
trabajadoras, contradicciones que se ven agudizadas en momentos de gran
delicadeza y crisis para las dirigencias de estos gobiernos.
Las reformas que introducen actuales los gobiernos revisionistas no son más que
parches, la herida seguirá sangrando a borbotones, ya que estas reformas no tocan
la estructura capitalista y burguesa de sus sistemas.
1) Los que dicen que no hay que atacar estos regímenes ya que según ellos pese a su
revisionismo actual son países socialistas; es decir, son aquellos que creen que pese
a ser líderes revisionistas, tener un partido revisionista, se puede construir el
socialismo como antaño decían los pro revisionismo soviético en los 70 u 80;
2) Los que dicen que no hay que atacar a estos regímenes porque son una
alternativa al «capitalismo clásico» y que más bien habría que apoyarlos con
ahínco. Si siguiéramos este hilo de pensamiento habría que apoyar también al
«modelo escandinavo», al «socialismo del siglo XXI», o a otros movimientos
reformistas o anarquistas que también son alternativa del capitalismo más
«asesino» –por así decirlo– como podría ser el neoliberalismo, ¿dónde acabaría el
apoyo a estos modelos, en el último estadio de modelo económico capitalista más
reaccionario? ¿El corporativismo fascista? ¿El resto serían «aprovechables» y
«merecedores de apoyo»?;
3) Los que dicen que no hay que atacarlos porque son bastiones antiimperialistas.
No obstante, en su línea de pensamiento antiimperialista borran el contenido de
clase, niegan que el verdadero antiimperialismo sólo puede ser ejercido por la clase
obrera en el poder, desde el punto de vista marxista-leninista que sabe que el
genuino antiimperialismo de un Estado va unido y sólo puede ser garantizado a
través de la revolución social que es la revolución proletaria, y además, en tal
afirmación, ignoran, como si nada, la evidencia de que estos regímenes en el mejor
de los casos luchan contra un imperialismo u varios, pero están ligados a otro o a
muchos otros, y muchas veces, cambian de un bloque imperialista a otro según
convenga a la camarilla burguesa que detenta el poder;
4) Los que dicen que sería un golpe para el movimiento marxista-leninista la caída
dominó de estos regímenes; craso error, jamás puede ser perjudicial para la
ideología y objetivos marxista-leninistas la caída de gobiernos burgueses
capitalistas, que entre su política, economía y cultura trabajaban por perpetuar el
revisionismo. Al revés, estos gobernantes que se esfuerzan por disfrazar sus ideas
burguesas-capitalistas bajo ropajes proletarios-marxistas, logrando con sus
acciones desacreditar al verdadero comunismo; por el contrario, cuanto más tiempo
sigan existiendo estas sedes mundiales del revisionismo más tiempo, más
herramientas y más recursos tendrán para propagar el ideario revisionista-burgués
a nivel local e internacional, y por lo tanto más difícil se hará a los marxista-
leninistas rechazar estas mistificaciones que han sido inculcadas en las masas
trabajadoras de su país y de otros países, clichés que como hemos afirmado y
demostrado, han sido inoculados como si fueran inherentes a la teoría y práctica del
marxismo-leninismo.
Las condiciones objetivas para una revolución existen de forma tajante en muchos
de estos países y como vemos en muchos otros se están formando a prisa, pero el
factor subjetivo es de lo que más adolecen estos pueblos.
Algunos creen que una vez acabada la Guerra Fría la metodología del tipo Gladio
pasó a mejor vida y reina la «paz social y la democracia». Pero no nos engañemos,
el teórico «fin de la guerra entre el capitalismo y comunismo» es una teoría
imperialista o una teoría derrotista, dependiendo quién sea el autor que la empuñe,
pero por encima de todo es falsa. Aunque no existan países dirigidos por partidos
marxista-leninistas que construyan el socialismo, esta lucha entre capitalismo y
comunismo existe en nuestro mundo actual, se ve en la lucha del capitalismo por
suprimir a las pocas iniciativas marxista-leninistas que intentan constituirse, se
nota claramente en los actos de censurar la única ideología realmente proletaria y
progresista –el marxismo-leninismo–, o en los intentos de deformarla hasta hacerla
inútil e inofensiva con toda una ristra de pseudomarxismos. La lucha de la que
hablamos es una lucha producida por las contradicciones propias del capitalismo,
en especial de la contradicción capital-trabajo –burguesía-proletariado–, eso
significa dicha pugna es completamente inexorable debido a la lucha de clases que
se desarrolla en medio de una sociedad dividida en clases. Su forma de producción
determina tales contradicciones; esto es así más allá de los deseos de algunos por
ocultar esta realidad y, aunque algunos pierdan el tiempo teorizando el fin del
proletariado con el «precariado» y hablando de las bondades de la «sociedad de
consumo», lo cierto es que como ha demostrado la última crisis global el
capitalismo su sistema económico no tiene solución, no puede ser reformado,
siempre reaparecen viejos problemas o se recrudecen otros, el proletariado como
tal sigue existiendo, y es con su ideología la única clase social que puede poner fin al
capitalismo, puesto que tampoco existen evidencias de otras experiencias históricas
donde otras pretendidas ideologías anticapitalistas haya logrado derrotar al
capitalismo y sostener su régimen mínimamente.
Las fricciones que se crean diariamente dentro del mundo capitalista crean una
conciencia entre los trabajadores, la enérgica repulsa hacia los males de la sociedad
–aunque no sepan muy bien como procesar todo esto ni cómo actuar–, es algo que
puede ser aprovechado por los marxista-leninistas para dotarles de conciencia de
clase o puede ser aprovechada por la burguesía para mitigar estas inclinaciones a
través de diversas formas de alineación o a través del diversionismo político.
Entonces, varias de las manifestaciones de la lucha de clases, aunque no pongan
directamente en tela de juicio directamente el poder de la burguesía, aunque sean
movimientos con métodos arcaicos de lucha, mal organizados, eclécticos
ideológicamente y en definitiva, no netamente comunistas, la burguesía en más de
una ocasión debido a su fragilidad y a su pavor, se verá obligada a reprimir a los
trabajadores cuando no pueda engañarlos. Cuando no tenga medios para dar unas
concesiones que calmen los ánimos, tomara una actitud represiva que como hemos
visto a lo largo de siglos con varios ejemplos, se agudizará más en cuanto las formas
de actuación de las masas se vuelvan cada vez más sofisticadas, tomando conciencia
de sus actuaciones y de sus objetivos finales, adquiriendo su movimiento un
carácter realmente ofensivo y peligroso para el estatus político-económico
dominante. Pero para eso los marxista-leninistas deben encabezar tales luchas, y
viendo el panorama ahora eso no es posible ni remotamente, he ahí la gran labor
que hay por delante.
«Los partidarios sinceros de la emancipación de los obreros del yugo del capital
de ningún modo pueden oponerse a la formación de un partido comunista, el
único que puede dar a las masas una educación no burguesa ni pequeño
burguesa, y el único que puede desenmascarar, avergonzar y ridiculizar
sinceramente a los «dirigentes». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a los
obreros ingleses, 1920)
8) Es necesario que el partido no oculte sus errores, que no tema la crítica, que
sepa capacitar y educar a sus cuadros analizando sus propios errores.
11) Es necesario que el partido forje una disciplina proletaria de hierro, nacida de
la cohesión ideológica, de la claridad de objetivos del movimiento, de la unidad de
las acciones prácticas y de la actitud consciente hacia las tareas del partido por
parte de las amplias masas del mismo.
No exageramos si decimos que los antiguos partidos perecieron por no cumplir los
puntos aquí anunciados por Stalin.
«Los comunistas deben primero entenderse entre sí, lo que no puede obtenerse en
un grado suficiente sin reuniones periódicas para la discusión de las cuestiones
comunistas. (...) Es preciso crear asociaciones de lectura y de discusión. (...) La
necesidad de difundir folletos de contenido comunista, comprensibles». (Marx,
Engels, Felipe Gogot y Fernando Wolf a Gustado Adolfo Kottgen, 15 de junio de
1846)
¡Aquí se habla ya no solo de la fusión de los círculos comunistas de una ciudad, sino
de la creación de agrupaciones en varias ciudades, de que estos tuvieran la
capacidad de intervención rápida y precisa en conflictos sociales elevando la
conciencia socialista! Algo que cualquiera de nuestros revisionistas modernos con
sus «flamantes partidos» no pueden ni soñar.
A la realidad hay que mirarla tal y como es, actualmente, bajo nuestro escaso
número de material humano y de capacidades, puesto que no nos engañamos
creyendo que somos un partido que pueda proporcionar tal despliegue ni contamos
con «revolucionarios profesionales», habría que comenzar como dicen Lenin,
tratando de «reunir a los representantes de vanguardia para que asimilen las ideas
del socialismo científico», para extraer las lecciones pertinentes a nivel presente y
pasado sobre cómo se ha llegado al estado deplorable para el movimiento
proletariado marxista-leninista, para ver cómo solucionarlo y tomar acción bajo
conciencia.
Lo innegable que es ahora esta tarea no excluye, como algunos creen, que el
conjunto de los revolucionarios no profesionales deba dedicarse a la mera reflexión
y contemplación, sino que precisamente hay que evaluar las formas más proclives
para llevar a cabo esa reunión de los representantes de la vanguardia. Una de esas
formas, incluirá en algunos casos, que se deba tener presencia en sitios como el
sindicato de su centro de trabajo o estudio, asociaciones vecinales y otros frentes de
masas si allí el revolucionario puede tener vía libre para popularizar su línea
revolucionaria. En consecuencia, tanto él a nivel individual, o su organización, a
nivel grupal deberá evaluar qué trabajo hace, cómo contribuye, si realmente es acto
para tal trabajo, si está logrando lo que se propone, o si habría que derivarle a otras
funciones por no cumplir por lo primero y lo segundo. Debimos esto, puesto que ese
activismo ciego, por muy voluntarioso que sea, no ha cosechado más que fracasos,
lejos de elevar la conciencia ha malgastado energías y desgastado a sus mejores
elementos por no tener un plan bien diseñado sobre cuáles son las tareas actuales
fundamentales.
Nosotros en cambio, podemos decir que en nuestra época las ideas del marxismo-
leninismo apenas son conocidas entre los trabajadores, lo que prima en él son los
sucedáneos y prejuicios hacia el marxismo que le ha vendido la burguesía.
Muchos hablan de revolución. ¿Pero qué se debe de dar previamente para llegar
hasta allí?
Si algo caracterizó a los bolcheviques, es por evitar las frases grandilocuentes y los
pronósticos charlatanes, primando en ellos la honestidad y el trabajo metódico:
«La situación en Rusia es tal que ningún socialista más o menos reflexivo se
atreverá a hacer profecías. (...) La tarea de los socialdemócratas consiste en
lograr que las masas lleguen a comprender con claridad esa base económica de la
crisis en gestación y en forjar una seria organización de partido, capaz de ayudar
al pueblo a asimilar las valiosas enseñanzas de la revolución y de dirigirla en la
lucha cuando las fuerzas, hoy en proceso de maduración, estén listas para una
nueva «campaña» revolucionaria. Esta respuesta parecerá sin duda «vaga» a
quienes encaran las «consignas» no como deducción práctica de un análisis
clasista y habida cuenta de determinado momento histórico, sino como talismán
dado de una vez para siempre a un partido o a una tendencia. Esas personas no
entienden que la incapacidad para ajustar su táctica a distintas situaciones por
completo claras o todavía indefinidas, se debe a la falta de educación política y a
la estrechez de horizontes». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Algunos rasgos de la
disgregación actual, 1908)
Por último, es necesario aclarar que para poder hablar de partido con mayúsculas la
especialización ha de darse, tanto por motivos organizativos como de seguridad:
«Hacen falta hombres para actividades de todo género, y cuanto mayor sea el
rigor con que se especialicen los revolucionarios en diversas funciones de la
acción revolucionaria, cuanto mayor sea el rigor con que ideen métodos
clandestinos y medidas de protección de su labor, cuanto mayor sea la
abnegación con que se sumerjan en un trabajo modesto, anónimo y parcial, tanto
más asegurada estará toda la obra y tanto más difícil les será a los gendarmes y
espías descubrir a los revolucionarios. (...) Las diversas funciones de la labor
revolucionaria son infinitamente variadas: hacen falta agitadores legales que
sepan hablar entre los obreros de tal manera que sea imposible procesarlos por
ello, que sepan decir sólo a, dejando que otros digan b y c. Hacen falta
distribuidores de publicaciones y octavillas. Hacen falta organizadores de círculos
y grupos obreros. Hacen falta corresponsales en todas las fábricas y empresas,
que informen de cuanto, ocurra. Hacen falta hombres que vigilen a los espías y
provocadores. Hacen falta organizadores de domicilios clandestinos. Hacen falta
enlaces para la entrega de publicaciones, para la transmisión de encargos y para
establecer contactos de todo tipo. Hacen falta recaudadores de fondos. Hacen
falta agentes entre los intelectuales y funcionarios públicos que estén relacionados
con los obreros, con la vida de las fábricas, con la administración –con la policía,
la inspección fabril, etc.–. Hacen falta hombres para enlazar con distintas
ciudades de Rusia y de otros países. Hacen falta hombres para organizar
procedimientos diversos de reproducción mecánica de publicaciones de toda clase.
Hacen falta hombres para guardar publicaciones y otras cosas, etc., etc. Cuanto
más fraccionada y pequeña sea la función que asuma una persona o un grupo,
tanto mayores serán las probabilidades de que pueda organizarla de una manera
bien meditada y garantizarla al máximo contra el fracaso, de examinar todos los
pormenores de la clandestinidad, empleando todos los medios imaginables para
burlar la vigilancia de los gendarmes y desorientarlos; tanto más seguro será el
éxito de la obra; tanto más difícil les resultará a la policía y a los gendarmes
vigilar a un revolucionario y descubrir sus vínculos con la -organización; tanto
más fácil será para el partido revolucionario sustituir con otros, sin daño para la
causa, a los agentes y miembros caídos. Sabemos que esta especialización es una
cosa muy difícil; difícil, porque requiere del hombre la mayor firmeza y la mayor
abnegación, porque requiere consagrar todas las energías a un trabajo anónimo,
monótono, desligado de los camaradas y que subordina toda la vida del
revolucionario a una reglamentación seca y rigurosa. Pero sólo en estas
condiciones lograron los adalides de la práctica revolucionaria en Rusia ejecutar
las empresas más grandiosas. (...) Al proponer semejante esquema de actividad a
nuestros nuevos camaradas, exponemos unos preceptos a los que nos ha llevado
una larga experiencia, profundamente convencidos de que este sistema garantiza
al máximo el éxito de la labor revolucionaria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Las tareas de los socialdemócratas rusos, 1897)
Esta especialización, claro está, debe de estar dirigida por un núcleo, por un centro,
de otro modo, todos los esfuerzos, todas esas ramas caerán en la dispersión y las
luchas cantonalistas, siendo la única forma de elevar la eficacia del trabajo, y por
ende, el prestigio de dicha organización:
«Por otra parte, para agrupar en un todo único esas pequeñas fracciones, para
no fragmentar junto con las funciones del movimiento el propio movimiento y
para infundir al ejecutor de las funciones menudas la fe en la necesidad y la
importancia de su trabajo, sin la cual nunca trabajará, para todo esto hace falta
precisamente una fuerte organización de revolucionarios probados. Con una
organización así, la fe en la fuerza del partido se hará tanto más firme y tanto
más extensa cuanto más clandestina sea esta organización; y en la guerra, como
es sabido, lo más importante es no sólo infundir confianza en sus fuerzas al
ejército propio, sino hacer que crean en ello el enemigo y todos lo elementos
neutrales; una neutralidad amistosa puede, a veces, decidir la contienda. Con
semejante organización, erigida sobre una firme base teórica, y disponiendo de
un órgano de prensa socialdemócrata, no habrá que temer que el movimiento sea
desviado de su camino por los numerosos elementos «extraños» que se hayan
adherido a él (...). En una palabra, la especialización presupone necesariamente
la centralización y, a su vez, la exige en forma absoluta». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)
Actualmente los grupos revisionistas pese que en algunos casos disponen de un
ingente caudal humano y material, incluso recibiendo subvenciones estatales, pero
por sus propias características y objetivos reales ya comentados, no son capaces de
destacar prácticamente en nada, no crean los suficientes cuadros válidos en todos
los campos que deberían ser necesarios como para crecer, por tanto, se conforman a
unos pocos campos donde se sienten cómodos y se estancan, allí normalmente,
coinciden en los mismos actos rutinarios con otros revisionistas de otras marcas,
por lo que la competencia se agudiza, haciendo más difícil el crecimiento de estas
sectas.
Lenin tuvo que contestar ante difamaciones que daban a entender, que «jugando a
la propaganda de sus ideas» los bolcheviques solo contribuían a ignorar al pueblo y
sus necesidades:
«En la creencia de que la disposición a promover esta propaganda debe ser una
consecuencia ineludible de las convicciones socialdemócratas, apelamos a todos
los que comparten las ideas del autor del presente folleto para que contribuyan
con todos los medios –sobre todo, naturalmente, con la reedición– a asegurar la
más amplia difusión posible, tanto de la presente obra como de todos los órganos
de la propaganda marxista en general. (…) Rússkoie Bogatstvo está adquiriendo
un tono cada vez más provocador con respecto a nosotros. En un esfuerzo por
paralizar la difusión de las ideas socialdemócratas en la sociedad, la revista llegó
a acusarnos directamente de indiferencia para con los intereses del proletariado y
de insistencia en perseguir la ruina de las masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
¿Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los
socialdemócratas?, 1894)
Por ello es del todo estúpido teorizar que los comunistas deben absorber
automáticamente las escisiones que se dan y se seguirán dando en estas
agrupaciones. Todo lo contrario: se debe tener especial cuidado, ya que la mayoría
de sujetos que abandonan estas organizaciones lo hacen por cuestiones personales
o por cuestiones ideológicas mínimas que no le llevan a una ruptura plena con el
lugar de donde proceden. Por consiguiente, si esos sujetos son conscientes, o lo
acaban siendo pronto, del carácter reaccionario de la dirección de esos partidos y
organizaciones, no durarán mucho dentro de ellas, pero esto no quiere decir que
puedan estar «libres» de todo resquicio heredado durante largo tiempo allí. Esto
significa que, si realmente han roto con ellas por cuestiones de principios
ideológicos, tendrán que autocriticarse sin sentimentalismos que valgan y
adherirse, finalmente, a la línea comunista sin excusas de ningún tipo. Si no es así,
solo podemos decir que no pasarán nunca de ser, a lo sumo, meros simpatizantes y,
quizá, de aliados en alguna cuestión determinada de los comunistas, pero nada
más.
Marx y Engels se caracterizaron durante su vida por una lucha implacable contra el
viejo comunismo, también conocido como el viejo socialismo utópico. Tampoco
hubo piedad hacia variantes de este como el anarquismo, ni hacia intentos de un
liberalismo socializante, como el reformismo o socialismo cristiano. Esto quedó
reflejado en los artículos contra las ideas de Proudhon, Grun, Weitling, Lassalle,
Bakunin o Dühring que lo certifican.
Pero también desataron una aguda lucha dentro de las organizaciones afines: ahí
están las famosas polémicas contra Most o Vollmar.
En otra ocasión, ya en 1879, hablando sobre los efectos nocivos e inaceptables del
grupo de Höchberg los viejos revolucionarios acabaron advirtieron a los líderes
socialdemócratas alemanes lo siguiente:
«Estas gentes desde el punto de vista teórico son un cero a la izquierda e inútiles
en el sentido práctico, tratan de hacer más moderado el socialismo –del que sólo
tienen conceptos elaborados de acuerdo con la receta universitaria– y, sobre todo,
el Partido Socialdemócrata, e ilustrar a los obreros o, como dicen ellos, inculcarles
«elementos de instrucción», poseyendo ellos mismos sólo conocimientos a medias
y confusos, además de proponerse, ante todo, la tarea de elevar la importancia
del partido a los ojos de la pequeña burguesía. Sin embargo, no son ni más ni
menos que unos miserables charlatanes contrarrevolucionarios. (...) Por lo tanto,
los caballeros han sido advertidos de antemano, y nos conocen lo suficientemente
bien como para entender que esto significa: ¡agacharse o romper! Si quieren
comprometerse, ¡tanto peor para ellos! En ningún caso se les permitirá
comprometernos. (...) Sea como fuere, ya están tan afectados por el idiotismo
parlamentario que creen que están por encima de la crítica , y denuncian la
crítica como un crimen: lèse-majesté... (...) De hecho, las cosas pueden llegar al
punto en que Engels y yo nos veamos obligados a emitir una «declaración
pública» contra los Leipzigers y sus aliados de Zurich». (Carta de Karl Marx a
Friedrich Adolph Sorge, 19 de septiembre de 1879)
Esto, como decimos, no es una aspiración que nace porque nosotros seamos
simples tozudos, sino porque responde a la necesidad histórica que tiene cada país
de reunir en su organizar a los elementos conscientes más avanzados del
proletariado, a dominar teóricamente el marxismo-leninismo para poder así,
acceder y conseguir los futuros objetivos fijados dentro de la organización
revolucionaria. Y este tipo de organizaciones como decimos, comienzan desde el
inicio por lograr la unidad ideológica entre sus miembros:
Cuando Lenin planteaba la discusión para fijar su línea y programa político, jamás
lo hizo con la idea de unir bajo él y su partido a todas las corrientes reinantes, sino
para pulir y demarcar las líneas divisorias entre marxismo, por un lado, y la
revisión del marxismo –fuera para acabar en el premarxismo, el anarquismo, el
liberalismo o el reformismo–.
Normalmente los oportunistas nos vienen afligidos sobre nuestra crítica hacia sus
ídolos de referencia, otros consideran que para nosotros todo es criticable y
desechable, mientras otros piden clemencia y armonía entre el marxismo y su
distorsión. Todos ellos, más allá de sus posturas ofensivas o defensivas, no están
sino postrándose ridículamente ante el revisionismo, rehuyendo el debate concreto
que se plantea.
Lenin confesó y subrayó varias veces que el motivo de sus riñas ideológicas no fue
polemizar gratuitamente, sino que tenían un trasfondo claro:
«Debo señalar también, con motivo del artículo contra el señor Struve, que éste
fue escrito sobre la base de la disertación leída por mí el otoño de 1894 en un
pequeño círculo de marxistas de aquel tiempo. (...) La vieja polémica con Struve,
anticuada en muchos sentidos, reviste importancia por ser un ejemplo
aleccionador. Este ejemplo muestra el valor político-práctico de una polémica
teórica intransigente. Se ha reprochado infinidad de veces a los socialdemócratas
revolucionarios una excesiva inclinación a tales polémicas con los «economistas»,
con los bernsteinianos y con los mencheviques. Y ahora estos reproches están en
boga entre los «conciliadores» en el seno del Partido Socialdemócrata y entre los
semisocialistas «simpatizantes» fuera de él. (...) Se habla mucho entre nosotros de
que los rusos en general, los socialdemócratas en particular y de un modo especial
los bolcheviques sienten excesiva inclinación a la polémica y a las escisiones.
Entre nosotros se tiende también a olvidar que esa excesiva inclinación a saltar
del socialismo al liberalismo es engendrada por las condiciones de los países
capitalistas en general. (...) De un modo especial, por las condiciones de vida y de
actividad de nuestros intelectuales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Prólogo a la
recopilación «12 años», 1908)
«Consideramos a Mártov como uno de los líderes del liquidacionismo, tanto o más
peligroso cuanto más «hábilmente» defiende con frases casi marxistas a los
liquidadores. Pero Mártov expone abiertamente las concepciones que
imprimieron su sello a las corrientes enteras del movimiento obrero de masas de
1903-1910. En cambio, Trotsky, representa únicamente sus vacilaciones
personales y nada más. En 1903 fue menchevique; abandonó el menchevismo en
1904; volvió al menchevismo en 1905, haciendo gala de una fraseología
ultrarrevolucionaria; en 1906, se apartó de nuevo; a finales de 1906 defendió los
acuerdos electorales con los kadetes –es decir, en los hechos estuvo otra vez con
los mencheiques–; y, en la primera de 1907 dijo en el Congreso de Londres que
divergía de Rosa Luxemburgo más sobre «matices individuales que ideas sobre
tendencias políticas». Trotski plagia hoy el bagaje ideológico de una fracción,
mañana de otra, y, como consecuencia, se proclama ubicado por encima de
ambas fracciones. En teoría Trotski no está de acuerdo en ningún punto con los
liquidadores y los otzovistas, pero en la práctica, está en un todo de acuerdo de los
Golos y lo de «Vperiod». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sentido histórico de la
lucha interna del partido de Rusia, 1910)
«Trotski nunca ha tenido una opinión firme sobre ninguna cuestión importante
del marxismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El derecho de las naciones a la
autodeterminación, 1914)
Es evidente que a Lenin no le agradaba tener que ponerse a rebatir las ideas de
los «marxistas legales», «empiriocriticistas», los «oztovistas», los «trotskistas», los
«economicistas, «populistas», «eseristas», «mencheviques» y tantas y tantas
corrientes a las que el bolchevismo se enfrentó. Algunas de estas corrientes ni
siquiera tenían un raigambre serio entre la mayoría de la población de la Rusia del
siglo XX, pero sí tuvieron cierto eco entre los pensadores y pretendidos grupos
revolucionarios de aquel entonces, por lo que por extensión, sí tenía cierta
influencia entre algunos trabajadores que seguían a estos líderes, razón clara por la
que el desenmascaramiento de estas corrientes era un trabajo necesario para los
bolcheviques... uno que de no haberse realizado nunca habrían podido encabezar la
revolución.
Otros dirán que pese a todo... al obrero medio y a la mayoría del campesinado les
importaban bien poco las «querellas ideológicas» de los grupos antizaristas, ¿y qué
esperan? Eso era del todo normal, es común cuando la sociedad se halla alienada,
por eso el objetivo del partido comunista empieza por conquistar ese puesto de
avanzadilla entre los obreros e intelectuales conscientes, que están formados y son
más revolucionarios ideológicamente hablando. Después, cuanto mayor sea el nivel
de influencia del partido proletario entre el resto de los trabajadores, más se
interesará el pueblo por esos debates.
Se olvida el hecho de que muchos de estos debates siempre guardan una conexión
más o menos directa con los anhelos populares y la forma de conseguirlos. El
partido tiene la tarea de saber explicar por qué son necesarios esos debates, por qué
no son una discusión escolástica, estéril sobre el sexo de los ángeles o la santísima
trinidad, debe revelar el hilo que conecta dicho debate con sus intereses de clase,
tanto próximos como lejanos. Así, el hecho de que todavía el partido comunista no
haya podido ganar a la mayoría del proletariado, no significa que los debates sobre
organización, economía, filosofía, alianzas, religión o contra el revisionismo sean
estériles, adoptar tal postura es no solo negar la importancia de la teoría, sino que
es ir a la zaga de las masas más atrasadas, ¡es dejar que los elementos más
desorientados marquen con sus prejuicios las tareas y energías del partido de
vanguardia o que aspira a serlo!
¿Qué pasaba acaso con el declinante anarquismo en Rusia? Otro líder bolchevique,
Stalin, explicó que los marxistas de aquel entonces no debían despreciar la
refutación teórica de otras corrientes aunque no estén en auge, ni tampoco porque a
priori parezca ridícula, puesto que había que tener en cuenta todo lo anterior ya
comentado:
En el caso actual, a la hora de crear una estructura política, el deseo que nace en
una persona o grupo de querer alzar la bandera de la dichosa «unión» sin
condiciones con otros elementos que tienen evidentes contradicciones ideológicas,
normalmente va unido al deseo de aglutinar en un mismo seno a personas que
aceptan su discurso sin hacer preguntas ni poner peros, y utilizar a estos aduladores
o sentimentalistas para imponer sobre otros grupos e individuos su línea general
bajo la bandera de la unidad, ello pese a ser conscientes de las discrepancias
existentes no están resueltas pero bajo la falsa creencia de que la cantidad hace la
fuerza, lo que finalmente, y hablando de un partido, crearía una camarilla sobre el
partido, pero jamás una unidad. También, podría ocurrir que se rebajen las
exigencias mínimas para que los oportunistas acepten formalmente una misma
línea, lo que crearía una organización ecléctica abierta a cualquier elemento, pero
crearía contradicciones irresolubles en lo ideológico.
«Como hemos dicho, la unidad ideológica de los socialdemócratas rusos está aún
por crear, y para ello es, en nuestra opinión, necesario tener una discusión
abierta y global de las cuestiones fundamentales de principios y tácticas
planteadas por los «economistas», bernsteinianos y «críticos» de hoy en día.
Antes de que podamos unir, y con el fin de que podamos unirnos, debemos en
primer lugar, trazar líneas firmes y definidas de demarcación. De lo contrario,
nuestra unidad será puramente ficticia, la cual ocultará la confusión reinante,
por ello es necesario aglutinarnos para su eliminación radical. Es comprensible,
por tanto, que no tenemos la intención de hacer nuestra publicación un mero
almacén de diversos puntos de vista. Por el contrario, vamos a llevar a cabo esta
labor en el espíritu de la tendencia estrictamente definida anteriormente. Esta
tendencia puede ser expresada por la palabra marxismo, y no hace falta añadir
que defendemos el desarrollo coherente de las ideas de Marx y Engels y
enfáticamente rechazamos las equivocadas, imprecisas, y oportunistas
«correcciones» que Eduard Bernstein, Peter Struve, y muchos otros han puesto de
moda». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Declaración del Consejo de Redacción de
Iskra, 1900)
Esas «correcciones» del marxismo-leninismo, son las mismas que se han visto
históricamente en figuras que querían alterar las bases pretendiendo creando una
amalgama de ideas contrapuestas a la doctrina donde solamente se tomase del
marxismo lo que le era de interés para el autor, o su táctica paralela, creer que el
autor había creado una nueva doctrina donde reconocía la influencia de ciertas
ideas del marxismo-leninismo pero afirmando que era su superación.
«Una actitud «tolerante» hacia dichas desviaciones teóricas hace que lograr la
genuina bolchevización sea algo imposible. El dominio de la teoría del leninismo
es esencial para lograr el éxito de la bolchevización de los partidos».
(Internacional Comunista; Tesis sobre la bolchevización de los partidos
comunistas adoptadas en el Vº Pleno de la Comisión Ejecutiva del Comité Central
de la IC, 1925)
Por este motivo, si uno quiere ser consecuentes a la hora de «bolchevizar» cualquier
estructura partidista no puede eludir responsabilidades ideológicas. Llega a ser
ridículo querer eclécticamente unir figuras tan dispares como Marx y Bakunin,
Engels y Lassalle, Lenin y Rosa Luxemburgo, Iósif Stalin y León Trotsky, o Enver
Hoxha y Mao Zedong, y ponerlos a todos sobre la misma base, alegando que «todos
eran grandes revolucionarios» de los que «se pueden extraer cosas buenas». No se
puede partir de falacias como «todos tuvieron errores» para equiparar los
presuntos errores cometidos por los primeros con los de los segundos, que
obviamente no fueron casuales, sino errores graves y continuos que violaban los
principios más elementales de la teoría y praxis de nuestra doctrina.
El comunista que acepta el materialismo dialéctico como tal, debe tener un
pensamiento crítico, científico, y a consecuencia de ello, tampoco debe cubrir los
errores de las figuras y movimientos a estudiar; sean estas marxistas o no, no debe
de hacer esto por más que guarde un sentimentalismo hacia estos entes, si no,
jamás llegará al núcleo de la verdad histórica y objetiva. Es por ello que quién
realiza tal acción de idealizar a las figuras que tiene en simpatía mientras disimula u
oculta sus errores, cae en un método pseudomarxista de tratar los fenómenos
históricos. Quién hace esto cae en el idealismo, pues idealiza positivamente a esa
figura o movimiento que está endiosado en su cabeza, menosprecia indirectamente
al resto. Así se acaba evitando siempre poner en tela de juicio lo que se da por
bueno, aunque se tenga la información pertinente. Se cae en la metafísica; pues si a
la hora de deber «separar el grano de la paja», se trata de ocultar lo erróneo y se
evita contrastarlo con los axiomas del marxismo-leninismo, no hay autocrítica
posible, el movimiento jamás se fortalecerá y avanzará, sino que se estará siendo
cómplice para que se atrofie por sus reiterados fallos.
No hace falta mencionar tampoco a ese tipo de pretendidos marxistas que bajo el
relativismo y el escepticismo dicen que el marxismo-leninismo –con la andadura
que tiene a estas alturas– no tiene paradigma a seguir, que no puede diferenciarse
lo que es o no es marxista, que tesis que está dentro de sus patrones o cuáles no, en
consecuencia de este tipo de pensamiento, este tipo de marxistas-leninistas, no
consideran al marxismo-leninismo como una ciencia: ellos no pueden ser marxista-
leninistas.
Esto ya fue comentado en varias ocasiones por el propio Stalin como advertencia:
«Puede decirse sin exageración que la historia de nuestro partido es la historia de
la lucha de las contradicciones en su seno, la historia de la superación de esas
contradicciones y del fortalecimiento gradual de nuestro partido sobre la base de
la superación de esas contradicciones. (...) Las contradicciones, sólo pueden ser
superadas mediante la lucha, por unos u otros métodos de la lucha que conduce a
un determinado objetivo. Se puede y se debe llegar a toda clase de acuerdos con
los que piensan de otro modo dentro del partido, cuando se tratan de cuestiones
de la política diaria, de cuestiones de carácter puramente práctico. Pero si esas
cuestiones van ligadas a discrepancias de principio, ningún acuerdo, ninguna
línea intermedia» puede salvar la situación. No hay ni puede haber línea
«intermedia» en las cuestiones de principio. El trabajo del partido debe basarse
en unos principios o en otros. La línea «intermedia» en cuestiones de principio es
la alinea de la confusión, la «línea» de velar las discreparías, la «línea» de la
degeneración ideológica del partido, la «línea» de la muerte ideológica del
partido. (...) ¿Cómo viven y se desarrollan hoy día los partidos socialdemócratas
de Occidente? ¿Hay dentro de ellos contradicciones, discrepancias de principio?
Claro que sí. ¿Sacan a la superficie esas contradicciones y tratan de superarlas
honrada y abiertamente? ¡Claro que no! La labor práctica de la socialdemocracia
consiste en hacer de sus conferencias y congresos una vacía mascarada de
bonanza de relumbrón, encubriendo y velando celosamente las discprencias
internas. Pero eso no puede llevar más que a la confusión y al empobrecimiento
ideológico del partido». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Una vez más
sobre las desviaciones socialdemócratas en nuestro partido; Discurso en el Pleno
ampliado del CC de la Internacional Comunista, 1926)
Pese a lo que nos dice la historia sobre a dónde acaban los grupos eclécticos y
espontaneístas… todavía hay necios que piensan que, si todos los autodenominados
«comunistas» se uniesen, automáticamente se tendría más de media revolución
hecha. Es más, en el supuesto de que milagrosamente mañana llegasen al poder,
piensan que perfectamente podrían «construir el socialismo», así lo creen, aunque
en su fuero interno sepan de su total desconocimiento en cuestiones como la
economía política o filosofía marxista, sin contar el hecho de que desconocen que la
gran mayoría de autores en que se han educado, son revisionistas.
Pero ellos son profundamente optimistas, o mejor dicho, cándidos, en una especie
de ilusa «fe en la humanidad», creen que podrán ponerse de acuerdo en el
«momento oportuno», y que a las malas, a base de experimentación y bandazos se
podrá solventar estos obstáculos, es decir, a base de voluntarismo. Con ello se toma
al marxismo como una caricatura, no como una ciencia.
«Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones
teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología
tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente
que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es
decir, que se le estudie. La conciencia así lograda y cada vez más lúcida, debe ser
difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y se debe cimentar
cada vez más fuertemente la organización del partido, así como la de los
sindicatos». (Friedrich Engels; La guerra de los campesinos en Alemania, 1850)
III
Notas para los marxista-leninistas y sus organizaciones del futuro
Para que el marxismo-leninismo pueda resurgir necesita construir lo que se ha
venido a denominar el «partido de vanguardia», y para tal fin es menester subrayar
la importancia que también tiene en el colectivo marxista-leninista la correcta
disposición en la cuestión organizativa, el estilo de trabajo, el cumplimiento de las
tareas, la crítica y autocrítica…
Hay que empezar a comprender y aplicar algunas máximas que se han ido
perdiendo con el tiempo o en las que nunca se han llegado a insistir debidamente
en las organizaciones revolucionarias.
Hay que seleccionar las tareas no en juicio subjetivo de unas cuantas personas, sino
en pro de qué es lo que más benefician al grupo y al desarrollo general de la lucha
de clases. Los comunistas no cuentan con tiempo o material humano ilimitado para
cumplir con sus objetivos, por lo tanto, si no saben seleccionar sabiamente las
tareas prioritarias y administrar bien los recursos disponibles, estarán
construyendo castillos en el aire.
A veces los marxista-leninistas olvidan que los militantes son personas, no robots.
Debido a circunstancias personales muy específicas tienen distintas edades, forjan
distintas personalidades, tienen diferentes emociones, unos arrastran más o menos
carencias ideológicas, otros cargan con pesadas responsabilidades en su vida
cotidiana, y eso hace sumamente importante el saber acoplar a cada militante en el
grupo y extraer lo mejor de cada uno. De ahí la enorme tarea del partido de adaptar
las exigencias del militante a su vida y cualidades.
Eso no implica ser condescendiente con los pusilánimes, y por desgracia, lo que hoy
prima en nuestra época son los presuntos «revolucionarios» que albergan un fuerte
liberalismo reflejado en conatos de indisciplina a causa de su inestabilidad
emocional. Su volubilidad no es tanto el reflejo del «capitalismo y sus
consecuencias» como excusan a cada tropiezo, sino más bien el resultado de años
de una hegemonía absoluta de la ideología pequeño burguesa entre los «grupos y
corrientes revolucionarias» en los cuales ha militado o ha sido afín.
Por el lado contrario, a la hora de tratar con las dudas y cuestiones, también es fácil
encontrarse con sujetos muy activos, incluso con algunos que abusan de la
paciencia de los compañeros y no entienden este rol colectivo de autoeducación.
Aquí también ha de tenerse en cuenta ciertas directrices. El sujeto que pregunta,
por supuesto, siempre debe de hacerlo sin miedo, exponiendo con detalle su
conocimiento sobre el tema y las dudas o reticencias que la cuestión le plantea.
Algunos acostumbran a lanzar preguntas generales y abstractas, sin concretizar y
sin haber reflexionado previamente ellos mismos en un tema que seguramente
podrían haberlo solucionado ellos solos. Con ello esperan obtener una rápida
respuesta, una receta para cada tema. Sin duda una actitud muy común pero que
demuestra que el sujeto es muy poco operativo y resolutivo, lo que significa caer en
el seguidismo. Permitir esto es mal acostumbrar a los compañeros, que seguirán
siendo dependientes de terceros. Por tanto, la cronología a seguir, debe ser que uno
expone su posición detalladamente, el compañero le da su visión o la completa y/o
matiza. A partir de entonces, el sujeto que andaba con dudas debe tomar en cuenta
los comentarios del compañero, aceptar su desarrollo demostrando haberlo
entendido o «batirse contra él» argumentando en ciertos aspectos.
Hay que adaptarse a las cualidades de cada uno, aprovecharlas para hacerle crecer
como militante y si es posible como dirigente; no desechar a la gente como inútil sin
más, ni tampoco otorgar puestos para los que el individuo aún no está preparado,
pues repercutiría negativamente tanto para el partido como para quien lo
desempeña. Los grupos marxista-leninistas franceses de los 80 criticaban la idea
tan impregnada en el maoísmo de que todo militante debe de aprender a hacer de
todo. Esto claramente es una idea fantasmagórica, que desperdicia energía y
cualidades. Ciertamente, aunque es cierto que debemos esforzarnos en cubrir
cuantas más facetas mejor, tener unos conocimientos mínimos, pero si se sigue esa
máxima hasta sus últimas consecuencias, seremos como dice el refranero:
«aprendices de todo y maestros de nada», reflejándose a su vez en una mediocridad
a nivel general. Claro que hay que estimular a que el marxista-leninista salga de su
zona de confort, pero no podemos pretender que uno sea igual de experto en arte,
economía, historia, filosofía, etc. No es lo mismo un escritor que sabe polemizar que
un orador que es especialista en exponer, pero no a polemizar. No es lo mismo un
tesorero o el responsable de distribuir los recursos y materiales del partido, que un
organizador y distribuidor de cuadros que debe de tener una especial sensibilidad y
habilidades sociales para conocer los pros y contras de las personas a su cargo.
Este tipo de cuestiones son importantísimas al desarrollarnos en una sociedad
donde la burguesía trata por todos los medios de desviarnos en cuanto al plano
organizativo e ideológico. No hace falta insistir en las ideas mojigatas de los
«antiautoritarios» que ponen en tela de juicio el modelo de partido bolchevique.
Los propios bolcheviques confesaron y recordaron una y otra vez a los
revolucionarios de todo el mundo que sin dicha unidad monolítica ideológica y de
acción no hubieran ni tomado el poder en 1917 ni ganado la Guerra Civil de 1918-
1921. Todo lo demás es palabrería.
Por último, ¿qué personalidad debe de tener un comunista? ¿Qué influencia tiene
en el grupo comunista?
IV
La importancia de barrer las teorías, métodos y mitos del revisionismo
para construir algo de transcendencia
Hoy nos encontramos con países donde desaparecieron sus partidos marxista-
leninistas, otros donde degeneraron y hoy continúan siendo la sombra de lo que en
un día fueron, y en otros países donde tal partido ni siquiera se llegó a construir, no
pasando de círculos y grupos de estudio.
Una vez empiezan a militar y cosechar decepciones, la sensación es que más allá de
diferencias, todos actúan del mismo modo y tienen los mismos defectos insalvables.
Algunos aplican la teoría del «mal menor» para contentarse: «Este es mejor que
aquél, por tanto, es suficiente, al menos hago algo»… como si las revoluciones se
hubieran hecho a base de aportar a la «causa» desde organizaciones oportunistas.
La mayoría de militantes están militando no por convencimiento, sino que
recuerdan a aquella mujer infeliz que está en su matrimonio a falta de encontrar
todavía un hombre mejor, no pierden la esperanza, pero tampoco buscan nada,
simplemente están en esa situación a falta de algo más estimulante que en realidad
desean. Triste pero cierto.
Muchos, nada más salirse del insoportable ambiente que reina en estas
organizaciones, creen de forma ingenua que una vez fuera se van a comer el mundo,
que la cacareada «reorganización» será «pan comido», pero «Roma no se
construyó en un día». No conscientes de esta obviedad, pasan de la euforia a la
desmoralización de forma meteórica cuando se empiezan a dar cuenta que las
previsiones que habían hecho en su mente fantasiosa, eran tan sumamente
infantiles como subjetivistas, y que, en realidad, todo lo querían resolver con el
necio voluntarismo. Simplemente, sus cerebros hicieron mal los cálculos sobre lo
que suponía recomponer el deplorable estado del movimiento marxista-leninista.
Sin despreciar lo difícil que es para estos sujetos pasar por estas etapas por la cual
todos hemos pasado en mayor o menor medida, hay que tratar de frenar en seco
estas tendencias, hacerles entender que hay que mantener el temple y ser
conscientes de la realidad circundante, sin caer en aventurerismos ni
hipercriticismos por la izquierda, ni en derrotismos ni inmovilismos hacia la
derecha.
Todos los revisionistas hablan del partido comunista, pero todos portan
una caricatura del mismo
Pensamos que junto con la tendencia a rebajar las exigencias ideológicas del
partido, existe otro problema fundamental. Hoy, estamos acostumbrados a que los
revisionistas utilicen la palabra «partido» con mucha soltura, pero no tienen ni idea
de lo que eso significa.
No es raro ver que las direcciones de los partidos revisionistas, usan una de las dos
versiones contrarias al centralismo democrático, a veces combinando las dos. Es
sabido que muchos partidos por ejemplo usan métodos de descentralización en el
partido, que no somete a los órganos superiores o inferiores a ninguna supervisión
ni crítica, y a la vez usan métodos de expulsión a quién ejerza su derecho de crítica
sobre la dirigencia, por lo general pues, estos síntomas de degeneración de una
variante u otra suelen estar interconectados y suelen ser visibles en los partidos
revisionistas. El fin de estas formas de organización no marxista es legitimar a la
dirigencia.
El carácter de miembros que reclutan los partidos revisionistas, por lo general, dista
bastante de ser miembros del proletariado ni que alberguen su moral, las exigencias
para ser aceptados y mantenerse dentro del mismo no versan sobre la fidelidad a
una doctrina, sino sobre la fidelidad a una dirección. De hecho, no hay un criterio
selectivo a la hora de reclutar miembros, sino que se recluta simplemente para
engordar las filas, no es que se prime la cantidad sobre la calidad, sino que
prácticamente todo el mundo es bienvenido, siendo una de las características
reconocibles la facilidad con la que otorga el carnet a sus militantes. Otra
peculiaridad que indica lo poco que les importa la preparación de sus militantes
para los cargos que asumen, es que a falta de gente disponible, a veces se usa la
técnica basada en el trasvase de militantes de las juventudes hacia el partido. De
hecho muchos de estos partidos evidencian la falta de popularización de la línea de
la organización entre los adultos, cuando no el rechazo mismo de las masas,
teniendo que basarse en capas más fáciles de persuadir como la juventud.
Todo el que haya militado allí sabrá que esto es verdad. Bien conocidos son los
titánicos esfuerzos de elaboración y propagación impuestos a la militancia. Carteles
que, tras ser colocados, duran menos de un día. Obviamente, esta agitación visual
está tan inspirada como sus plagios, basándose en mensajes manidos y en una
estética que, en el mejor de los casos, causa una profunda indiferencia entre los
trabajadores; en el peor, logran transmitir la imagen de ser un puñado de
fanáticos.
En internet, las «arduas labores» a las que se enfrenta la radican en publicar –de
vez en cuando, que tampoco quieren desgastarse– breves comunicados políticos
que nada aportan en lo ideológico, pues no se diferencian en nada a los de la
competencia. Mientras, la mayor ocupación de la plana mayor es ordenar a la
militancia «responder en masa» los «peligrosos ataques» que recibe el partido en
redes sociales, iniciando grandes debates a base de memes o insultos, pero sin
entrar nunca en la cuestión ideológica, ni mucho menos adjuntando documentación
que argumente su apoyo a una línea determinada.
En todas estas tareas, incluso en cuestiones que podrían ser positivas si se les diera
un enfoque serio y profesional, pierden todo valor cuando revisamos que la línea
ideológica de estas organizaciones sobre las cuestiones fundamentales brilla por su
ausencia, siendo altamente contradictoria, incumpliendo en la práctica lo
anunciado en la teoría, o siendo abiertamente revisionistas hasta en sus
planteamientos teóricos.
¿Realiza dicha organización algún tipo de trabajo en frentes de masas? ¡Sí, por
supuesto! Por lo general participan en aquellos «frentes de masas» donde solo
militan sus propios militantes, tal y como suena. Otros partidos temiendo la
competencia de otras marcas o por mero afán de aparentar, sí se atreven a mandar
a algunos de sus militantes hacia los frentes de masas no conocidos y dominados
por el partido, pero generalmente se hace sin un estudio cabal de los medios y las
posibilidades, es así que son lanzados como cristianos a los leones, por lo que no es
difícil ver aparecer a estos seres desorientados, los cuales confiesan estar ahí por
dirección de arriba, pero no tienen preparación alguna para las tareas asignadas
ni para reaccionar ante cualquier eventualidad, en otros casos, directamente no hay
directrices salvo hacer acto de presencia, y tampoco es de extrañar que las
perspectivas de la dirección fuesen irreales del todo desde un principio.
¿Para qué sirven los famosos actos conjuntos de las organizaciones revisionistas
que son anunciados con gran entusiasmo? Para darse a conocer y convencer a algún
incauto que todavía no les conoce; para que vendan sus libros revisionistas y todo
tipo de artículos, intentando de paso equilibrar el precario estado de las cuentas
financieras de la organización; para que los jefes de cada partido hagan su discurso
y se puedan poner la medalla delante de su militancia de que «luchan por la causa»,
acordando un pacto de no agresión respecto al resto de partidos asistentes; para
que los cabecillas amplíen entre bastidores sus alianzas y acuerden coordinarse en
proyectos más ambiciosos.
Siempre hemos criticado las clásicas actitudes triunfalistas de creer que por tener
unas pocas células con militantes y unos pocos simpatizantes se puede autocalificar
a la organización como «partido» o se puede considerar que es una organización
con una influencia consolidada. Esta forma de pensar irreal lleva a la
autocomplacencia y a mantenerse en mundos de fantasía, cuando la propia realidad
en cuanto a medios materiales y humanos te dice que sigue habiendo mucho
trabajo que hacer. Siempre se ha de partir de la realidad y a partir de ahí, ir
proponiendo objetivos realistas, «no poner el carro delante de los caballos».
Cuando una organización por motivos de orgullo se niega a reconocer su debilidad y
a aceptar humildemente los puntos en que deben mejorar, de ahí salen ejemplos
como la creación de células fantasma o endebles destinadas a fracasar.
Desde el PCE (m-l) explotan las siglas del mismo y la historia antifranquista y
antirevisionista que arrastró, por tanto, en este el perfil suele responder a la
intención de atraer a viejos exmilitantes del PCE (m-l) o republicanos de avanzada
edad, a familiares jóvenes seducidos por la épica historia real o ficticia de sus
familiares.
Las décadas de hegemonía del revisionismo no han podido sino dejar un poso muy
hondo en la mentalidad de las personas que se interesan por el marxismo.
Primer caso: resulta fácil ser testigo de cómo gente que condena unas tesis o
actuaciones oportunistas de un revisionismo o un individuo en particular, pero no
se hace lo propio con otra rama revisionista u otro individuo diferente.
Segundo caso: otro tipo de gente mantiene una correcta posición sobre X tema, y al
poco tiempo, al conectar con cualquier charlatán barato «de tres al cuarto», este es
capaz de voltear su correcta posición; «de jure» se acepta algo o a alguien como
contrarrevolucionario, pero en la praxis no se lucha contra él e incluso se llevan a
cabo las mismas teorizaciones y prácticas contrarrevolucionarias que se perjura
combatir.
Tercer caso: otros, con tal de «salvar los muebles» llegan a formular todo tipo de
patéticas excusas, e incluso se llega a perdonar a sus organizaciones las mismas
actuaciones que se señalan en otras y por las que se escandalizan.
El revisionista del tipo (1) argumenta que las tesis y acciones del hipotético
revisionismo (A) y del hipotético revisionismo (B) no pueden ser comparados ni son
de la misma naturaleza –cuando la aplastante evidencia demuestra lo contrario: sus
conexiones y similitudes–. Con ello intenta cerrar la crítica al revisionismo (B) sin
mucho más debate, o en su defecto se pide paciencia para evitar condenar las
ultraevidentes desviaciones. Aquí se forma un curioso panorama: las mismas
desviaciones del revisionismo (A), suponen, según él, un oprobio para el
comunismo, una traición y dichas distorsiones deben ser combatidas, mientras que
las mismas o parecidas aplicadas en el caso del revisionismo (B), son desviaciones
que piden que sean entendidas en el contexto, y que se defienden como poco
importantes pese a todo, subsanables y temporales, eso sí, jamás se produce una
iniciativa en subsanarlas. Esto recuerda al nacionalista que ve un peligroso
nacionalismo en las actuaciones ajenas, pero considera su chovinismo de referencia
como sano patriotismo.
Es bastante normal que los revisionistas tengan que defender a otra corriente
revisionista y la colmen de flores y la tomen como una corriente revolucionaria, esto
se hace porque: (a) generalmente los revisionistas simplemente buscan defender a
todo aquél que también acepte su línea; (b) porque se depende de la financiación de
esa otra rama revisionista; (c) porque las desviaciones del otro revisionismo se
comparten y apoyan; (d) porque se cree que si se hace bandera del otro
revisionismo puede ser un buen «gancho» para engañar a las masas, porque en este
caso en lo fundamental está muy asentado en gran parte del público revisionista.
Como se ve aquí, para el revisionismo no priman los principios, sino el
pragmatismo y el qué dirán.
El revisionista del tipo (2) lo mismo se solidariza con las críticas al oportunismo
que participa en la propagación del mismo oportunismo, e incluso puede realizar
las dos actividades a la vez, triste pero cierto. Estos elementos pese a tener a su
alcance el material disponible de estudio, incluso pese a haberse formado lo
suficiente como para no cometer errores de bulto, son de espíritu voluble y
realmente deberíamos preguntarnos si realmente beneficia o perjudica que estas
personas pasen por nuestras filas y sean representantes de nuestros movimientos.
El revisionista de este tipo practica por naturaleza lo que Enver Hoxha denominaba
la «lucha desde el seto», esto es, que de vez en cuando lanza un par de «flechas»
desde el «seto» a los oportunistas –una crítica incompleta y a veces incluso
indirecta–, pero luego sale del «seto» manda sus mejores deseos a los revisionistas
mientras los llama «camaradas». Estos se suelen caracterizar con frases vacuas
para justificar su no combate al revisionismo como «ellos no son el enemigo real» o
su variante más audaz «ahora no hay que criticarlos». ¡Preciosos sofismas! Temen
la exposición de ideas, les entra pánico por el debate puro y duro, y también se
preocupan por el qué dirán sus amistades políticas si se posiciona demasiado a un
lado u otro. Incluso piensan que es preferible evitar el debate ya que de exponer
según que opiniones se perderían militantes y simpatizantes. Como se ve, este
elemento opera como si la revolución en vez de necesitar un partido pertrechado de
una unidad de pensamiento y acción, necesitara de un club de amigos, y en lugar de
la clarificación ideológica la «paz y armonía de diferentes ideas».
Aquí condensaremos algunas losas que pesan sobre muchos por influencia de sus
organizaciones revisionistas.
«En las últimas Elecciones Generales las candidaturas del PCPE, que han contado
con el apoyo de UP, a pesar de todas las trabas impuestas para evitar la
presencia de la opción comunista, han incrementado significativamente sus votos
allá donde conseguimos vencer las barreras impuestas, lo cual es una primera
expresión de un cambio en la conciencia de clase obrera. Se crean así nuevas
condiciones para la lucha política revolucionaria». (Partido Comunista de los
Pueblos de España y Unión Proletaria; La lucha del pueblo por el socialismo
arrasará con la monarquía y el capitalismo, 5 de diciembre de 2011)
Pese a la alianza temporal de los viejos brezhnevistas del Partido Comunista de los
Pueblos de España (PCPE) con los viejos maoístas del Unión Proletaria (UP), los
irrelevantes 24.000 votos del PCPE en las elecciones de 2011 respecto a los 12.000
de 2008 «no reforzaron» nada, tampoco «creó nuevas condiciones» para nada
relevante para el movimiento obrero como anuncia orgullosamente Carmelo
Suarez, esto no es posible porque incluso con los esfuerzos por converger con otras
formaciones en las elecciones, el PCPE no tiene influencia real en la clase obrera
para desatar una leve inquietud en el desarrollo político y en la conciencia general
de las masas, en cambio esta maniobra de alianzas y este concepto de las elecciones
ayudó crear mayor confusión entre sus propios militantes sobre el cretinismo
parlamentario y el eclecticismo ideológico.
Como partido netamente electoralista, por supuesto participa en las elecciones,
pero un partido así no tiene capacidad para perjudicar o no a la conciencia de los
trabajadores, porque carece de una influencia real entre los trabajadores y menos
ante la clase obrera como para tener ese poder de trastocar nada. Si el PCPE
opinase A o B sobre las elecciones y su rol realmente no importaría demasiado pues
su discurso no es elaborado, original ni tiene una influencia como para transcender,
ya les gustaría a ellos que les prestase atención alguien más allá de su parroquia
insulsa de nostálgicos del brezhnevismo. Lo único que han hecho hasta ahora es lo
contrario del PCE (r), si éste se pone eufórico por el número de abstenciones que a
las próximas elecciones baja, el PCPE en cambio se emociona por cosechar unos
pocos votos más.
«Las masas hace tiempo que han perdido la fe, la esperanza y hasta la caridad en
el sistema electoral y en el parlamentarismo burgués». (Partido Comunista de
España (Reconstituido); Antorcha, número 6, 1999)
En 2004, la participación en las elecciones generales fue del 75%, con un aumento
del 7% respecto a las elecciones del año 2000, la distribución de votos fue del
42,59% hacia el PSOE y del 37,71% hacia el PP. La participación más baja hasta
nuestros días fue en 2016 donde hay que entender que viene precedido de un
período de votación en elecciones generales den 2015 y el hartazgo general a la
incapacidad de los políticos de cerrar un nuevo gobierno, pese a las posibilidades de
coalición entre las diferentes formaciones burguesas. Pese a este clima de cansancio
y hartazgo generalizado, se tuvo el 66,48% de participación, donde el PP mantuvo el
33% y el PSOE un 22,63%, Podemos/Izquierda Unida un 13,42% y Ciudadanos un
10,6%. Esto deja bastante claro, que tras la brutal crisis político-económica iniciada
en 2008, los trabajadores ha repartido sus votos entre las dos nuevas formaciones
con la esperanza de revertir la situación: el nuevo socialdemocratismo de Podemos
y el nuevo neoliberalismo de Ciudadanos, pero igualmente siguen teniendo grandes
ilusiones en el parlamento y sobre todo en los partidos capitalistas de siempre, los
cuales todavía lideran las listas de votos; y quien niegue esta evidencia es que es un
iluso o un demagogo profesional.
El grupo escindido del PCE (r) en 1994, los maoístas de la reconstitución, sin duda
criticaba mucho a su antigua organización, pero no dejaba de tener su misma
postula electoral:
«La única sombra que se ha ceñido sobre el arrollador triunfo derechista ha sido
la abstención. Opinión que propugnaba el PCR en un comunicado que
adjuntamos. Algunos partidos revisionistas –pequeño burgueses el fondo, aunque
pretendan representar a la clase obrera–, como el PCPE, decidieron avalar la
farsa pseudodemocrática con su participación en ella. (...) Actualmente, la mejor
contribución a la causa obrera en el terreno electoral es la táctica del boicot:
hacer un llamamiento rechazar la dictadura del capital deslegitimando su
representación popular mediante la abstención, dirigiéndoos al mismo tiempo a
la masa creciente de abstencionistas con propaga de que eleve su conciencia
política hasta la comprensión de la necesidad de negar la sociedad actual
mediante la Revolución Socialista Proletaria». (Partido Comunista
Revolucionario (Estado Español); La Forja, Nº31, 2000)
Los maoístas de tipo reconstitucionalista, al igual que el PCE (r) o RC, hablan
constantemente de unas elecciones que sí, efectivamente, son pseudodemocráticas,
pero como lo son en cualquier país democrático-burgués, en las cuales los partidos
proletarios parten con franca desventaja por los motivos que ya sabemos, por tanto
no están diseñadas para que el proletariado se haga con el poder, sino para obstruir
su expresión a través de los mecanismos de la democracia burguesa como lo son la
ley electoral, la división de poderes o las comisiones que supervisan la legalidad y
transparencia en la financiación de partidos. ¿Pero por qué pese a todo ponérselo
tan fácil a la burguesía? ¿Por qué los comunistas se iban a negar a explicar a las
masas dentro del propio parlamento la financiación ilegal de partidos como el PP o
el PSOE? ¿Por qué no explicar que partidos como el PCPE o el PCE desde que son
financiados por el Estado burgués son más mansos? ¿Por qué no explicar cómo los
medios de comunicación embellecen un sistema podrido precisamente porque
pertenecen a los grandes empresarios y banqueros que financian a todas estas
organizaciones? ¿Por qué no explicar los mecanismos burocráticos y las trampas de
la propia legislación electoral burguesa? ¿Por qué no denunciar como se oponen los
presuntos partidos de «izquierda» a las medidas progresistas más básicas de
vivienda, desempleo o salario o antifascismo? ¿Por qué no denunciar el propio
incumplimiento del programa electoral del partido del gobierno a cada paso en
falso? ¿Por qué negarse a que los trabajadores oigan desde el parlamento los
privilegios y desmanes de la Iglesia como hizo el propio PCE de José Díaz durante
años? ¿Por qué no clamar contra la monarquía como hizo Julien Lahaut? ¿Por qué
no luchar contra la represión contra el movimiento obrero y obtener mejores
condiciones para su nivel de vida y su libertad de organización, como hizo Bebel
toda su vida? Simplemente no lo hacen porque no quieren ensuciarse las manos,
porque son unos charlatanes, unos señoritos, unos abstencionistas políticos ajenos
a cualquier entendimiento marxista de lo que necesita la clase obrera para elevar su
conciencia política. Las elecciones burguesas tiene su parte de falsedad democrática
por estos motivos que hemos hablado, pero ellos también son unos farsantes
haciéndonos creer que un comunista no tiene nada que hacer en ellas, sobre todo,
cuando varios de estos grupos se autodenominan partido, cuyo deber aumenta ante
este tipo de cuestiones, ya que es lógico que un círculo o un grupo de estudio no
tiene tal responsabilidad que cubrir, pero no podemos decir lo mismo del presunto
partido aspirante a ser la vanguardia organizada de su clase.
Para los amantes del boicot permanente, les preguntamos, ¿es la posición del boicot
permanente una posición marxista?:
«Tiene el boicot un rasgo que, de pronto y a primera vista, hace que cualquier
marxista sienta hacia él una repulsa voluntaria. Boicotear unas elecciones es
marginarse del parlamentarismo, es algo que no puede por menos de parecer una
renuncia pasiva, una abstención, un intento de escurrir el bulto». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Contra el boicot, 1907)
Los comunistas de ahora que de comunistas tienen bastante poco, deben mirar
como durante el zarismo, bajo unos niveles de represión inimaginables ahora,
trabajaban los miembros de la facción parlamentaria del Partido Bolchevique en la
Duma, es decir, el parlamento ruso.
¿Qué diría Lenin de estos personajes que hablan una y otra vez de no participar en
las elecciones porque significa «legitimar al régimen»? Pues que a lo sumo que son
herederos de los oztovistas, quienes eran, anarquistas cubiertos de marxistas.
«Si no hay problema de la vida obrera, en el terreno económico, que no pueda ser
utilizado con fines de agitación económica, tampoco hay en el campo político
problema que no deba ser objeto de agitación política. Estas dos formas de
agitación se encuentran tan indisolublemente ligadas en la actividad de los
socialdemócratas como lo están entre sí las dos caras de una medalla. Tanto la
agitación política como la económica son igualmente indispensables para el
desarrollo de la conciencia de clase del proletariado; tanto la agitación política
como la económica son igualmente indispensables como orientación de la lucha de
clase de los obreros rusos, pues toda lucha de clase es lucha política. Uno y otro
tipo de agitación, al despertar la conciencia de los obreros, al organizarlos,
disciplinarlos y educarlos para la actividad solidaria y para la lucha por los
ideales socialdemócratas, les permitirán probar sus fuerzas en los problemas y
necesidades inmediatos, lograr concesiones parciales del enemigo, mejorar su
situación económica, obligarán a los capitalistas a tener en cuenta la fuerza de los
obreros organizados y al gobierno a ampliar los derechos de los obreros, a
atender sus reivindicaciones, manteniendo a ambos en constante temor anta la
hostilidad de las masas obreras dirigidas por una sólida organización
socialdemócrata». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas de los
socialdemócratas rusos, 1879)
Sobre el tema sindical hay que decir que más allá de las características del
movimiento obrero de cada país, algunos no entienden o no quieren entender que
los trabajadores salvo honrosas excepciones no se autoconciencian solos. La lucha
económica del sindicalismo les da ciertamente una cierta conciencia que Lenin
llamó conciencia tradeunionista, pero no toda la necesaria para asimilar la ciencia
del proletariado que es el marxismo-leninismo, no son conscientes completamente
de su rol como clase ni de las luchas más elevadas que pueden llevar fuera del
ámbito sindical. De ahí la necesidad del factor subjetivo del partido comunista que
da clarividencia en los sindicatos para que los trabajadores eleven la madurez de
concienciación. Pero obviamente si directamente el pretendido «partido
comunista» abandona el trabajo en los sindicatos, los trabajadores por muy
honestos y versados que estén en la lucha sindical caerán presos del anarco-
sindicalismo, del reformismo socialdemócrata, del pragmatismo y el gremialismo,
cuando no degenerarán y pasaran a formar parte de los esquiroles y del peor
amarillismo sindical.
El PCE (r) con sus actitudes ha sido reacio de participar en los sindicatos
reformistas y entender la importancia de alejar a los obreros de la influencia de la
aristocracia obrera. Esto no es casual, ya que alaban la obra de Thälmann y como
sabemos él mismo abogaba por el mismo camino, hasta que cuando se dio cuenta
del error Hitler estaba en el poder y él en la cárcel. En España la reivindicación de
estas teorías fueron patrimonio del PCE (r) casi sin rival, hasta que recientemente
se vislumbró la aparición de RC y los también maoístas de tipo
«reconstitucionalista» que tratan de copiarle la metodología anarcoide. Dentro del
PCE (r) hemos visto que se preguntan de forma retórica que qué pintaría un
comunista en un sindicato de masas tomado por la reacción, dando a entender que
no pinta nada.
¿Vosotros que creéis lectores qué papel debe tener allí? ¿Qué opinaban los maestros
de la lucha de clases sobre la cuestión sindical?
En sus propias obras Lenin gastó no poca tinta contra estas teorías burdas de
líderes que se hacían pasar por comunistas:
Lo primero que hay que condenar es la ridiculez de profetizar la próxima «crisis sin
precedentes» del sistema, y es que un rasgo definitorio de los charlatanes es su
profetización de crisis y colapso del sistema imperante.
«Pero en contra de lo que dicen los voceros de los monopolistas, ésta no es una
crisis cíclica más, sino la última del capitalismo, porque ya no tiene ninguna
posibilidad de recuperación, sino que se irá agravando y pudriendo e irá
generando una lucha de clases cada vez más aguda que necesariamente acabará
en la revolución socialista». (Partido Comunista de España (Reconstituido);
Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984)
«Otra vez, España se hunde. El orden constitucional de 1978, sobre el que las
clases poseedoras de este país fijaron un renovado y democrático reparto de la
explotación de los oprimidos, ya no resulta ni útil ni satisfactorio para sus
progenitores. El Estado español viene enfrentando, desde la institución de su
actual Carta Magna, un proceso de reconstrucción, descomposición y ruptura que
presiente hoy sus días finales». (Revista Aurora; Revista por la Reconstitución del
Comunismo, Nº0, 2020)
¡He aquí un clásico de la palabrería que hace que nadie tome en serio a los
«comunistas»! ¿Cuántas veces hemos oído de los grupos y partidos pregonar que
«el régimen del 78 se descompone», que «nos enfrentamos a una crisis sin
precedentes»? Nos faltarían dedos de las manos y los pies para contarlas. Bien, y si
tales condiciones se han dado una y otra vez, y España ni siquiera ha salido del
bipartidismo político, ¿qué demuestra eso? ¿Su inutilidad? ¿Su exageración?
¿Ambas?
Uno de los rasgos históricos del trotskismo, fue profetizar eventos políticos
catastróficos que nunca sucedieron. Efectivamente las sucesivas crisis capitalistas
agudizan la lucha de clases, eso es un hecho, pero a falta de un factor subjetivo
como es un partido marxista-leninista, la lucha de clases siempre será redirigida
hacia otros cauces: echar la culpa a una fracción de la burguesía en el poder, crear
un chivo espiratorio hacia una etnia o religión, entrar en guerra para desviar la
atención pública, así como otras estratagemas. En general lo que sea necesario para
pasar la crisis sin que sus cimientos se muevan.
Proclamar que debido al desarrollo del capitalismo esa iba la última crisis del
sistema y que la revolución estaba a la vuelta de la esquina sin más, es muy
parecido a la necia idea antimarxista que propulsaba Rosa Luxemburgo en su obra
«La acumulación del capital» de 1913; aquello de que la sociedad capitalista sólo
podría resolver el problema de la acumulación de capital sólo por la expansión en
las economías precapitalistas, y que cuando se han absorbido estas áreas, a no
mucho tardar según ella, el capitalismo se derrumbaría como un castillo de naipes.
Los miembros y simpatizantes del PCE (r) y del actual PCE (m-l) –no confundir con
el antiguo–, a la vez que se afanan por calificar a todo de fascista, tienden a
idealizar y embellecer la república democrático-burguesa en sus discursos,
postulando que en España el fin de la monarquía sería el fin del sistema capitalista
en sí:
Esta es una tesis que curiosamente el PCE (m-l) de 1989 repetía cuando había
degenerado y se había metido en el cenagal de un republicanismo pequeño burgués:
«Se pude objetar que la forma del Estado republicano no determina el carácter de
clase de dicho Estado, que existen infinidad de repúblicas reaccionarias, etc. (…)
Pero de lo que se trata aquí y ahora, es de quebrar el poder político de la
oligarquía española, y para lograrlo hay que destruir la forma concreta en que
ese poder se organiza a escala estatal. En cuanto al carácter de la futura
república los comunistas la queremos Popular y Federativa, que abra paso a la
edificación del socialismo. Mas, en estos momentos y en aras del logro de unas
alianzas lo más amplias posibles contra el régimen monárquico actual, no
hacemos una condición sine qua non de ello». (Revolución Española; Revista
ideológica del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº18, 1989)
Con ello el PCE (m-l) reconocía que la lucha por una República Popular y
Federativa «que abra paso a la edificación del socialismo», una frase ambigua que
hoy utilizan muchos oportunistas que desean dejar la revolución y la edificación del
socialismo para las calendas griegas, es decir para nunca; se renunciaba como
partido de vanguardia del proletariado a popularizar su programa y a ganarse a las
masas para una visión y sistema republicano de democracia proletaria. No es
casualidad que por entonces empezase a coquetear con una especie de híbrido entre
ideas y medidas socialistas en mitad de una república liberal democrático-burguesa,
satisfaciendo los sueños de los pequeño burgueses que creen que esto es posible.
Para colofón el PCE (m-l) de 1989 confesaba que siendo, según él, la lucha contra la
monarquía la prioridad del momento, se sacrificará todo «en aras del logro de unas
alianzas lo más amplias posibles». Y así es como un partido que sobre el plano se
autodenomina comunista y representante del proletariado, se acaba fundiendo
finalmente con un republicanismo abstracto y amorfo, se vuelve el furgón de cola de
causas idealizadas y románticas que no conducen a ningún lado. Pues como
sabemos, este tipo de republicanismo cuando llega al poder, no resuelve los
problemas de la clase obrera y los trabajadores, e incluso el republicanismo de este
tipo, puede ser utilizado por la burguesía para acometer un lavado de cara y salvar
su poder, como denunciaba el viejo PCE (m-l) de los 70. Es un republicanismo que
puede ser utilizado por distintas clases y capas sociales, así como sus agrupaciones,
y donde normalmente los revisionistas al confundirse con otras organizaciones no
logran la hegemonía y acaban simplemente cumpliendo un papel testimonial de
comparsa de dichas ilusiones.
«En lugar de dirigir el movimiento espontáneo, de inculcar a las masas los ideales
socialdemócratas y orientarlas hacia nuestro objetivo final, esta parte de los
socialdemócratas rusos se había convertido en un instrumento ciego del propio
movimiento; y seguía ciegamente al sector de los obreros poco desarrollados,
limitándose a exponer las necesidades y las exigencias de que tenían conciencia en
aquel momento las masas obreras. En una palabra, permanecían inmóvil,
llamando a una puerta abierta, sin atreverse a entrar en la casa. Esta parte de la
socialdemocracia rusa se mostró incapaz de explicar a las masas obreras el
objetivo final, el socialismo. (...) Consideraba todo esto como algo inútil y hasta
perjudicial. Para ella el obrero ruso era un niño pequeño, al que temía asustar con
ideas tan audaces». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El partido
socialdemócrata ruso y sus tareas inmediatas, 1901)
En conclusión:
«No hay duda de que la creación de una situación revolucionaria depende ante
todo de las condiciones objetivas, de que las revoluciones no se hacen según el
deseo y el querer de tal o cual persona. El hecho de perder de vista esto puede
conducir al aventurismo y a errores graves. Pero al mismo tiempo no hay que
olvidar que el papel del factor subjetivo en la revolución. Dar al factor objetivo un
papel absoluto y dejar de lado el factor subjetivo, es dejar de hecho la causa de la
revolución a la espontaneidad y causa un gran daño a la clase obrera. Para la
preparación de las condiciones para la revolución, además de los factores
objetivos, depende en gran medida, la cuestión de cómo el partido revolucionario
de la clase obrera prepara a las masas para la revolución, en qué sentido educa a
las masas: en el espíritu de una lucha resuelta revolucionaria o bien en el espíritu
reformista. (…) Dirigir no quiere decir de ningún modo dictar e imponer su
voluntad a otros, dirigir quiere decir convencer, organizar y movilizar a las
masas, dirigir sus propios esfuerzos y el de sus organizaciones sociales hacia un
solo fin mostrándoles claramente los objetivos y las vías que hay que seguir para
alcanzarlos». (Zëri i Popullit; A propósito de las tesis concernientes al Xº
Congreso del Partido Comunista Italiano, 18 de noviembre de 1962)
Claro está que sin mejoras inmediatas, sin liderar las luchas más básicas, no se
puede tener ni credibilidad ni fuerza para acometer luchas mayores. Pero dejar de
presentar la necesidad de conquistar esas tareas mayores para cuando se consigan
todas y cada una de las victorias más básicas, sería drenar de contenido e intención
revolucionarias de esas luchas menores, sería no asumir la necesidad de
concienciación y radicalización del pueblo, y finalmente, sería hacer imposible
encadenar los objetivos menores con los mayores. Pero ante lo que estamos aquí es
una renuncia abierta del rol de concienciación de las masas.
Hay que acabar de una vez con conceptos distorsionados sobre lo que
implica el internacionalismo
Hay renegados como Raúl Marco que acuñarían la teoría de «mantener las
divergencias en silencio», la cual fue una de las características ideológicas del PCE
(m-l) mientras se sucedían eventos de importancia mientras el partido se mantenía
en silencio o llegaba tarde a la polémica. Esta postura siempre es beneficiosa para
los elementos oportunistas que desean eludir el debate y la confrontación de ideas,
porque supone mostrar su bajo nivel teórico, perder reconocimiento, militantes o
posibles aliados, y como sabemos, los revisionistas anteponen la cantidad a la
calidad. Esta es una política antimarxista disfrazada de cordialidades y respeto
entre organizaciones, cuando el movimiento marxista-leninista ha visto demasiadas
veces como delante de sus narices como se destruían partidos y se frustraban
revoluciones, todo porque diversos líderes no se aclaraban si era el momento
oportuno para plantear las críticas a los camaradas o porque confiaban que dichos
oportunistas se diesen cuenta de sus errores pronto. No hay tiempo de titubeos, y el
llamado honor del partido y de las personas está muy por debajo de la causa general
que incumbe al comunista como tal. Los partidos no deben ser tertulias ni clubs de
amigos, hay que entender de una vez que el honor de unas siglas se pierde en el
momento en que dicha organización se desvía. Por lo tanto, el no realizar una
crítica a tiempo, cuando se cree que el partido se está desviando de los principios
ideológicos, es eludir el cumplimiento de los propios estatutos del partido que
manifiesta guardar la pureza de la doctrina revolucionaria. Y en el ámbito de
relaciones internacionales, cometer esto mismo, el no señalar los errores
conscientes o inconscientes a otros camaradas, es una falta de internacionalismo
proletario manifiesta. En ambos casos no dejar prueba pública del desacuerdo
ayuda al infractor a proseguir su camino desviacionista mientras parte de su
militancia vive en la inopia o sencillamente en engañada y manipulada. Por
supuesto la crítica debe de ser en términos camaraderiles con una exposición bien
agrupada y argumentada.
Viendo cómo les fue a más de uno con esta táctica negacionista, muchos
seguramente alegaran ahora a «toro pasado», que sí tenían ciertas reservas hacia la
propia línea del PTA cuando se estaba dando la degeneración del socialismo
albanés, pero que prefirieron guardarlas dentro de la cúpula dirigente… o que se
dieron debates internos, pero se decidió mantener en secretos sus conclusiones.
Seguramente sea un falso argumento de estos líderes para justificarse después de
ser partícipes de la hecatombe del movimiento internacional con su seguidismo.
Pero en caso contrario, sería una confirmación de que visto una y otra vez los
resultados, no sirve de nada el mantener el «criticismo» en círculos cerrados. Así no
se ayuda a nadie, no es una muestra de internacionalismo proletario, sino de todo lo
contrario. Ese criticismo hay que constarlo en público para que no haya excusas ni
malentendidos a posteriori, y hay que tener informada a la militancia y hacerla
partícipe de los mismos debates, de otro modo se juega el rol del «pastor y el
rebaño pasivo», tan común de organizaciones que acaban burocratizadas y que
venden más pronto que tarde sus principios por capricho precisamente de
dirigencias oportunistas y militancia de base sin espíritu revolucionario.
Sin duda todos arrastran una visión tercermundista. Los herederos del titoísmo y el
maoísmo, reclaman que: «Las contradicciones fundamentales del mundo actual» se
debaten «entre naciones oprimidas, por una parte, y superpotencias y potencias
imperialistas, por otra».
Todo esto, al fin y al cabo, son formas de procesar los problemas y las tareas que
provienen de experiencias revisionistas no superadas. Si utilizamos la misma
mentalidad y métodos que el revisionismo, conseguiremos los mismos resultados.
De ahí que sea totalmente estúpido buscar la «reorganización y revitalización del
movimiento marxista-leninista» enfocando las pocas fuerzas y tiempo de los
revolucionarios en «tender puentes» hacia unas organizaciones, que, hablando con
franqueza, llevan décadas estancados, sin hacer nada en ningún campo que se
demuestre trascendente, sin representar a nadie salvo a su grupo de amigos. En
resumidas cuentas, claro que la organización marxista-leninista tendrá que abrirse
paso entre los elementos honestos de las organizaciones revisionistas, pero se
tiende a infravalorar al público que no se ha incorporado a la política o lo ha hecho
de forma sumamente vaga, el cual supone hoy la amplia mayoría, la cual es muchos
casos, está libre de ciertas tendencias y manías malsanas.
También hay que dejar claro que los comunistas no aspiran –como propone el
anecdótico Partido del Trabajo Democrático (PTD)– a mantener la independencia
organizativa, y al mismo tiempo ceder el programa y el discurso para convertirse en
el furgón de cola permanente de un partido socialdemócrata –Podemos–, para
bendecir todas sus decisiones bajo la excusa de que es el «mal menor». El
considerarse «críticos» pero no criticar ni contradecir ninguna de las decisiones de
mayor calado de la organización socialdemócrata o republicana de turno, conduce a
los presuntos comunistas a un callejón sin salida. Es la misma desastrosa táctica
que ha hecho el Partido Comunista de Venezuela (PCE) con el chavismo durante
dos décadas, cuyos resultados ya sabemos todos.
De la misma forma que negar la federación como posible respuesta de los pueblos
en la ejecución del derecho de autodeterminación como hacen organizaciones
revisionistas como hace la Escuela de Gustavo Bueno, es negar tal derecho de
autodeterminación en sí. No digamos ya, de aquellos que como él, directamente se
niegan a celebrar un futuro referéndum donde los pueblos elijan la libre federación,
secesión o la fórmula que crean precisa. No existe mayor chovinismo.
Aquí hay que decir que el revolucionario catalán, gallego o vasco que se niega a
hacer propaganda para estrechar los lazos y luchas de su pueblo con los otros del
Estado, aquel que simplemente combate el chovinismo castellano y aboga
mecánicamente por la separación de su territorio, muy seguramente estará
combatiendo la opresión nacional desde otro nacionalismo, pero no como un
internacionalista, por tanto, no puede autodenominarse seriamente como marxista-
leninsita.
Algo que han venido haciendo con su eslogan revisionista «¡Por un feminismo de
clase!». Un eslogan que a su vez es copiado del brézhnevista PCPE que proclama
«¡Por un feminismo de clase y combativo»!
«Por todo ello, y entendiendo el feminismo de clase como una parte orgánica
integrante del resto de movimiento obrero». (Partido Comunista de los Pueblos de
España; Qué diferencia al feminismo de clase del feminismo burgués, 13 de
noviembre de 2013)
De nuevo una vez más nos encontramos con la falsedad histórica del llamado
«feminismo marxista», diciendo que «los comunistas necesitan el feminismo»
como si los comunistas no tuviesen una postura propia en la cuestión de género o
directamente manipulando la historia diciendo que «los comunistas siempre han
sido feministas» cuando salta a la vista histórica que los comunistas siempre han
estado en contra de las explicaciones idealistas del feminismo sobre la cuestión de
género.
«El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser solamente
el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma
del sistema burgués en la dirección indicada por las reivindicaciones feministas,
no puede ser solamente el resultado de una lucha contra la posición social
privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y únicamente puede ser
realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado
explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases
poseedoras y explotadoras». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento
comunista femenino, 1920)
Es más, incluso las figuras feministas que han tenido alguna simpatía por el
proletariado, sino adoptan el marxismo, acaban naufragando en propuestas que no
pasan de ser «parche» reformistas, irreales para los problemas verdaderos de los
trabajadores. Pero claro, si eres un oportunista político, por supuesto que puedes
proclamar que hasta los movimientos feministas luchan en pro del socialismo, ¿no
existe gente que proclama que hasta el Papa lo hace? ¿Dónde está el límite? Pues
depende de la graduación de las lentes revisionistas que uses.
El marxismo por tanto siempre ha estado en contra del feminismo por sus
consignas sexistas y enfocadas a la autosatisfacción de un núcleo reducido de la
población –las burguesas–.
No por casualidad en los actuales tiempos los jefes de las sectas y mafias también se
rodean de elementos lumpens para cubrirse las espaldas y para ejecutar trabajos
sucios. Pero también ocurre lo mismo o al menos muy parecido en organizaciones
revisionistas, sobre todo en las de carácter semianarquista. En muchas ocasiones,
los líderes de las organizaciones como RC y Podemos, ni siquiera disimular su gusto
y defensa de esta «cultura lumpen».
Hay que aclarar que a veces un sujeto que no entraría en la definición social de
lumpemproletariado adopta igualmente sus mismos rasgos; esto es del todo normal
y puede verse en las capas de la pequeña burguesía, la intelectualidad o incluso la
propia clase obrera cuando por influencia de la presión de la clase dominante se
«aburguesa» y adopta ciertos rasgos de la burguesía cuando no un lineamiento
ideológico completo aún sin ser de esa misma clase social.
Esta es una forma muy más sencilla para las clases explotadoras de desviar al
proletariado y el resto de trabajadores hacia su repulsa hacia los fenómenos diarios
del capitalismo, de asegurarse de que, si alguno de estos miembros tenía un mínimo
de inclinaciones revolucionarias, castrarlas sin más compasión inmiscuyéndolos en
un juego en que incluso creen que están yendo a contracorriente del poder, cuando
son sus títeres. Muchos de los casos en que el sujeto acaba lumpenizandose son
porque muchos incautos, para desligarse del conservadurismo más rancio acuden a
referentes ideológicos que lejos de ser una contracultura al capitalismo y la
burguesía, son un subproducto de ella, o son un intento fracasado de superarla. Al
igual que la forma de pensar y las actitudes lumpen como la forma de vestir
extravagante, el llevar una vida sexual promiscua y el narcotizarse para evadirse de
la realidad, son actitudes que no salen de la nada, sino que se apoyan en viejas
corrientes de décadas y siglos pasados como: el decadentismo, el modernismo, el
romanticismo, el anarquismo, el existencialismo, el hippismo, el freudismo, y un
infinito etcétera. Corrientes en muchas ocasiones de la antigua intelectualidad
burguesa aburrida e inconformista, de la pequeña burguesía desesperada y
radicalizada, en la cual muchos de sus principios conjugan perfectamente con lo del
lumpemproletariado actual, corrientes en las que a veces no se acaba sabiendo
quién es el portador original de estos principios y quién los ha adoptado.
Precisamente muchos de estos elementos creen que el postureo que hacen –pues no
es un compromiso real– sobre alguna causa revolucionaria les salva de que sean
calificados como lumpens, pero no es así.
Es muy claro que los marxistas debemos combatir a estos grupos lumpes que de
tanto en tanto se intentan instalar como organizaciones político-sociales, sobre todo
aquellos que basan su reclutamiento entre los jóvenes más ilusos y desorientados,
que ante falta de referencias para formarse ideológicamente, y ante la falta de
perspectivas personales, entran en estos grupos.
Los revisionistas, pese a su nivel de financiación y pese a que algunos hayan llegado
a tener grandes militancias, objetivamente son sumamente débiles porque no
pueden sostener un discurso y una línea coherente en el tiempo, lo que hace que
entre sus filas siempre prime más la cantidad que la calidad, cuando en otros casos
esa incoherencia hace que no pasen de ser grupúsculos sin importancia porque ya
hay otros impostores ocupando su lugar.
Los nuevos grupos oportunistas como RC o los antiguos como el PCE (r), son
aquellos que se dedica a responder a las críticas del adversario lanzando
acusaciones sin pruebas, diciendo que son espías, provocadores, y diversos
enemigos infiltrados, esto lo hace tanto las direcciones como las militantes
manipuladas por ella. Ridículo y patético a partes iguales. Precisamente Marx fue
acusado de espía y de mil cosas más por Herr Vogt. Lenin fue tachado de agente
alemán y traidor de la nación por los eseristas y mencheviques en el momento de
mayor auge de los bolcheviques. Durante los debates de Stalin con los trotskistas
estos últimos hicieron circular el rumor de que Stalin era un viejo agente de la
Ojrana, la policía secreta zarista. En España Elena Ódena como líder del PCE (m-l)
sería acusada tanto por los enemigos de dentro del partido como de fuera de ser
una agente provocadora, como así hicieron los hermanos Diz de la fracción de 1976
o los jefecillos del PCE (r).
Como se ve, más allá de rumores y acusaciones sin fundamento, los oportunistas a
lo largo de la historia se han caracterizado por intentar difamar a sus adversarios
para eludir el debate político, pero la historia no les ha recordado nunca como los
vencedores de la polémica ni tampoco por ser figuras de relevancia para el
movimiento obrero, incluso a la postre se ha revelado que quienes tenían contactos
de dudosa moral con el enemigo de clase eran ellos, en cambio sus opositores, los
marxistas, sí han transcendido en la historia por llevar razón en dichas polémicas y
por confirmar la mayoría de sus previsiones.
Esto no puede dejar de ser así, ya que los revisionistas solamente responden a las
críticas externas con rumorología y acusaciones sin respaldo, pretendiendo ignorar
la montaña de críticas argumentadas de sus rivales, al final los simpatizantes y
militantes de la propia organización dudan de la capacidad de sus líderes, de sus
debilidades en el debate, es entonces cuando su halo mitificado de líderes infalibles
sufre una brecha, y al tiempo, el mito cae por sí solo. Poco a poco se van dando
cuenta que para la dirección no es importante solventar los errores de la
organización que se denuncian y se van acumulando, sino que todo es un teatro
donde lo importante es la apariencia, donde el show, la farsa debe continuar pase lo
que pase para que los jefes siempre puedan seguir sintiéndose importantes en su
pequeño mundo, pero sobre todo porque quieren seguir aprovechándose del rédito
que sacan a esta estafa que han montado, de la cual se aprovechan de las cuotas y
de todos los ingresos extra que cobran a la militancia.
Cuando este punto de inflexión ocurre –y tarde o temprano siempre ocurre entre
los más avanzados–, algunos elementos empiezan a ver que las críticas externas no
son tan descabelladas, y cuando finalmente abandonan la organización, son
conscientes de que lo que advirtieron en su momento, tanto las críticas internas
como externas, eran del todo razonables, arrepintiéndose de no haberlas hecho caso
antes. Ya hemos visto casos históricos donde muchos elementos por culpa de no
querer ver la realidad y de sus vacilaciones, cuando la evidencia ha superado todo lo
soportable para ellos y han querido desmarcarse de formar parte de un movimiento
degenerado y contrarrevolucionario, ha sido demasiado tarde como para no haber
sido cómplices absolutos y conscientes, algo que incluso les deja secuelas por su
cobardía y problemas en que se han metido. He por ello que los marxistas cuando
se dirigen a las organizaciones revisionistas, deben realizar las críticas y promover
el esfuerzo de autocrítica entre los militantes de base para que se den cuenta de
que, si se consideran a sí mismos revolucionarios honestos, no tienen nada que
hacer en estos lugares donde no van a poder lograr sus propósitos. Decimos esto ya
que, por supuesto, los jefes de estos movimientos no ejecutarán este ejercicio
autocrítico, porque no está en su mentalidad, para ellos la crítica solo sirve de
herramienta para deshacer rivales y competidores internos o externos, y la
autocrítica solo se recuerda como eslogan, pero jamás se aplica en la praxis.
Normalmente el militante podrá ser testigo como de la primera, la crítica, es
utilizada indiscriminadamente sin atenerse en la realidad, simplemente todo se
reduce a desacreditar a sus rivales internos y externos de la organización con
cuestiones secundarias. La segunda, la autocrítica, si por alguna razón
extraordinaria la cúpula se ve obligada a tener que usarla, será en alguna ocasión
excepcional de crisis para intentar salir del paso sin sufrir muchos daños ante la
militancia, eludiendo asumir la mayoría de las responsabilidades fundamentales y
negándose a investigar las causas reales de los errores.
¿Qué actitud debe tenerse entonces con los militantes de los partidos
oportunistas?
Celso, filósofo del siglo II, ya describió así el pensamiento dogmático y anticientífico
de la religión cristiana:
«Los que creen sin examen todo lo que se les dice se parecen a esos infelices,
presas de los charlatanes, que corren detrás de los metragirtos, los sacerdotes de
Mitra, o de los sabacios y los devotos de Hécate o de otras divinidades semejantes,
con las cabezas impregnadas de sus extravagancias y fraudes. Lo mismo acontece
con los cristianos. Ninguno de ellos quiere ofrecer o escrutar las razones de las
creencias adoptadas. Dicen generalmente: «No examinéis, creed solamente,
vuestra fe os salvará». (Celso; Discurso verdadero contra los cristianos, siglo II)
«Los primeros cristianos eran de una credulidad inaudita en relación con todo lo
que parecía convenirles». (Friedrich Engels; Contribución a la historia del
cristianismo primitivo, 1894)
Esto es aplicable no solo a los seres religiosos sino a gran parte de todo el mundillo
revisionista y sus sectas de seguidistas, fanáticos, crédulos y sentimentalistas.
Tenemos como ejemplo la explicación del búlgaro Georgi Dimitrov sobre el apoyo
que los marxista-leninistas y su partido deben otorgar a los elementos apolíticos o
incluso a los elementos de partidos revisionistas, anarquistas o reformistas que se
replantean la validez de sus posiciones y las de sus partidos. Él comenta que este
sostén debe nacer de la experiencia de las propias masas de los baches de la
dirigencia, y de la persuasión que los marxista-leninistas ejercen demostrando que
dichos tropiezos no son casualidad, sino que nacen de una política irradiada por su
política burguesa, que su línea limita a las masas trabajadoras de toda posibilidad
de triunfar hasta en cualquier tema de segundo orden. De igual forma comentaba
que ha de entenderse el grado de velocidad en miembros de tal calibre a la hora de
mudarse a posiciones revolucionarias, lo que no implica ser condescendientes o
consentir los vicios y manías que los militantes o simpatizantes arrastran por
razones varias. De hecho, cuando más se rebaje el nivel, más proclive será la
organización a sufrir los defectos de los partidos revisionistas, por lo que debe de
haber un equilibrio para exigir acorde a la situación concreta del individuo.
Clamar que «Hay que hacer una diferenciación entre dirigencia y base» es una
obviedad, típica arenga correcta pero que no sirve para resolver el problema cuando
se tiene delante.