Está en la página 1de 88

Fundamentos y propósitos; Equipo de

Bitácora (M-L), 2020

«Antes que nada, debemos hacer un preludio explicando el origen de esta


plataforma ideológica:

Como sabrá el lector: este blog inició como un blog de tipología personal de Pedro
Madrigal Reyes donde se albergaban temas políticos, no políticos, y hasta
personales. Con el devenir del tiempo ha ido evolucionando hasta llegar a ser una
plataforma ideológica dedicada exclusivamente a lo político y comandado por un
órgano ya no individual-personal, sino regido por un colectivo, un «equipo de
trabajo» basado en el fin de difundir análisis bajo la doctrina marxista-leninista,
a pesar de lo cual se mantuvo el nombre original del mismo. No obstante, y en
consecuencia al acuerdo reciente en el interior del «equipo de trabajo», para no
dar lugar a dudas, hemos decidido rebautizar el mismo para evitar confusiones
personalistas e ideológicas; así, el blog «Bitácora de un Nicaragüense» pasa a
llamarse «Bitácora Marxista-Leninista», nombre que paulatinamente iremos
sustituyendo en cada uno de nuestros documentos. Ante tal cambio, se hace
evidente que se eliminará todo contenido anterior de tipo personal, y todo
contenido político que no conjugue con la ideología marxista-leninista. El «equipo
de trabajo» no se hace responsable por tanto de las opiniones o trabajos
anteriormente emitidas por sus editores y colaboradores fuera de este medio,
inclusive cada artículo antiguo previo en este medio será revisado y tendrá una
anotación que acredite que es aprobado por la actual línea monolítica, de otra
forma el contenido será eliminado en breve para mantener la uniformidad
ideológica, y no animar a confusión. Esto supone un cambio cualitativo
fundamental para el medio». (Equipo de Bitácora (M-L); Comunicado sobre el
cambio de nombre a la plataforma, 4 de febrero de 2015) 

Aclarado esto, pasemos a aclarar algunos puntos clave sobre nuestros fundamentos
y propósitos.

I
¿Cuál es nuestro propósito?
Este espacio está íntegramente dedicado a hacer una lectura materialista dialéctica
de los hechos históricos y presentes, tanto generales como concretos. Nuestra
doctrina es el marxismo-leninismo. Esto significa que entendemos y asumimos que
la construcción de la sociedad sin clases, el comunismo, pasa necesariamente por
determinadas leyes generales descubiertas, aplicadas o enriquecidas por Marx,
Engels, Lenin, Stalin, Hoxha así como otros representantes históricos de la
doctrina.

Tenemos la idea de publicar online material marxista-leninista, lecturas clásicas,


pero sobre todo si es posible material inédito, tanto de autores marxista-leninistas
como nuestro, de temas pasados como actuales, puesto que si no seríamos simples
bibliotecarios que se dedican a recopilar obras. 

El objetivo de nuestros análisis y de la exposición de los textos clásicos es ayudar


tanto al simpatizante interesado en el marxismo-leninismo como al veterano
militante que desea reforzar sus conocimientos, ya que como sabemos esta
formación nunca termina. 

Expresar que el «Equipo de Bitácora (M-L)» en su conjunto siente un gran aprecio


por la documentación que hemos ido produciendo en medio de lecturas,
traducciones, análisis, discusiones, críticas, autocríticas, etc. Todo un conjunto de
esfuerzos que pretendemos sirva como punto de partida para un análisis histórico y
presente de los fenómenos desde el materialismo dialéctico, pero que a su vez sirva
para promover la reorganización de las fuerzas proletarias allá donde se
encuentren, es más, esperamos que el eco de nuestras obras nos pongan en
contacto –como ya ha venido ocurriendo–, con los individuos y organizaciones
marxista-leninistas que pretenden organizar al proletariado de cada país, para salir
de esta situación de confusión y desorganización general.

No por casualidad otro objetivo es contribuir de primera mano en todo lo posible


junto a los marxista-leninistas sin partido y las posibles las organizaciones
embriones que tienen como fin trabajar para que se den las condiciones para la
existencia de un verdadero partido marxista-leninista, que apoyado en las
enseñanzas de la historia, de los clásicos, así como en los aportes esclarecedores y
frescos de nuestra propia plataforma ideológica, pueda desarrollarse para organizar
a los elementos más avanzados y poder así hacer un verdadero trabajo de masas, de
concienciación y organización en el pueblo.

Por ello, nos parece absurdo intentar eludir cuestiones claves si realmente
compartimos un mínimo de rigor en esta clarificación histórica de lo que fue y es
marxismo-leninismo, y de lo que entendemos que debe de ser.

¿Es una fijación por la teoría? Más bien una necesidad:

«En nuestro país, los comunistas de hoy no pueden escapar de la realización de


este trabajo teórico, por difícil que sea. Siempre es fácil ser «antiteórico»: hoy,
más que nunca, políticamente irresponsable. Los marxista-leninistas no recurren
al trabajo teórico por gusto, sino por necesidad histórica y revolucionaria. Ahora
tenemos pruebas históricas de que el rechazo de la teoría está vinculado a la
negativa a luchar contra el revisionismo moderno». (L’Emancipation; El PCF en
el gobierno, Nº8, 1983)
Hay aquellos que piensan que nuestros escritos están basados en el placer que
presuntamente nos produce criticar por criticar, a esto les contestamos como
hiciera en su momento Larra:

«Hay quien supone que sólo una «pasión dominante» de criticar guía nuestra
pluma. (...) Somos satíricos porque queremos criticar abusos, porque quisiéramos
contribuir con nuestras débiles fuerzas a la perfección posible de la sociedad a que
tenemos la honra de pertenecer. Pero deslindando siempre lo lícito de lo que nos
es vedado, y estudiando sin cesar las costumbres de nuestra época, no escribimos
sin plan; no abrigamos una pasión dominante de criticarlo todo con razón o sin
ella; somos sumamente celosos de la opinión buena o mala que puedan formar
nuestros conciudadanos de nuestro carácter; y en medio de los disgustos a que
nos condena la dura obligación que nos hemos impuesto, cuyos peligros
arrostramos sin restricción, el mayor pesar que podemos sentir es el de haber de
lastimar a nadie con nuestras críticas y sátiras; ni buscamos ni evitamos la
polémica; pero siempre evitaremos cuidadosamente, como hasta aquí lo hicimos,
toda cuestión personal, toda alusión impropia del decoro del escritor público y del
respeto debido a los demás hombres, toda invasión en la vida privada, todo
cuanto no tenga relación con el interés general. Júzguennos ahora nuestros
lectores, y zumben en buena hora en derredor nuestro los tiros emponzoñados de
los que son en realidad más malignos que nosotros». (Mariano José de Larra; De
la sátira y de los satíricos, 2 de marzo de 1836)

Queda claro pues, que como diría Feuerbach:

«[Mis escritos] Bastan a aquellos para quienes escribo, porque yo no escribo para
los sobradamente conocidos «animales sin razón», sino para seres con razón, esto
es, seres que a través de la propia razón completan unos pensamientos con los
otros». (Ludwig Feuerbach; La esencia de la religión, 1845)

No estamos ante una tarea baladí ni pequeña, pero:

«Al principio, las ideas sólo conquistan a una pequeña minoría y, por regla
general, ésta se ridiculiza, difama y persigue. Pero si las nuevas ideas son buenas
y racionales, si se han derivado necesariamente de las condiciones existentes, se
irán extendiendo gradualmente, la minoría se convertirá, finalmente, en mayoría.
Así ha ocurrido hasta ahora con todas las nuevas ideas a lo largo de la historia».
(August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)

¿En que descansan los principios del marxista-leninismo? 

Esto es algo que se preguntan muchos, ¿Sobre qué descansan las bases del
marxismo-leninismo? Quizás... ¿en las reflexiones subjetivistas de un par de
filósofos como Marx y Engels que las convirtieron en algo eterno, en dogmas? Todo
lo contrario:

«El Sr. Heinzen se imagina que el comunismo es una doctrina que procede de un
principio teórico central y saca conclusiones a partir de aquí. El Sr. Heinzen está
muy equivocado. El comunismo no es una doctrina, sino un movimiento; no
procede de principios, sino de hechos. Los comunistas no parten de tal o cual
filosofía, sino de todo el curso de la historia anterior y particularmente de los
resultados reales a los que se ha llegado actualmente. (...) El comunismo, como
teoría, es la expresión teórica de la posición del proletariado en esta lucha y la
síntesis teórica de las condiciones para la liberación del proletariado». (Friedrich
Engels; Los comunistas y Karl Heizen, 1847)

Para entender entonces la necedad de la afirmación de que el marxismo no sirve


para nuestros días, primero, veamos qué es y en qué descansa el marxismo-
leninismo:

«El marxismo como ciencia no es un sistema de ideas congeladas inmutables, sino


un sistema de pensamiento que se desarrolla históricamente. Sin embargo,
mientras que la evolución continúa, el marxismo sigue siendo un sistema único y
autónomo, como resultado del cual tiene una única interpretación correcta, en
virtud de su esencia científica. De la misma manera los fenómenos de la
naturaleza y sus leyes de desarrollo son estudiados por tales ramas de las ciencias
naturales como la química, la biología, la física, etc., los fenómenos sociales son
estudiados e interpretados por la ciencia marxista. Por la misma razón por la que
sólo existe una posible interpretación científica de los fenómenos de la naturaleza,
existiendo una ciencia de la química, la biología, la física, y no dos o más ciencias
de la química, la biología y la física, sólo existe pues, un sistema científico único
que es capaz de estudiar e interpretar los fenómenos sociales. Los principios del
marxismo-leninismo no son postulados acerca de las leyes que rigen la sociedad y
la historia por los siglos de los siglos. Son el resultado de un esfuerzo titánico para
generalizar el conocimiento sobre los fenómenos sociales y que mejor reflejan su
esencia. Por tanto, estos principios no son verdades eternas, la quintaesencia del
pensamiento humano, concebido por las mentes de los genios. Los principios del
marxismo-leninismo no preceden a la historia propia; sino que son un producto
de la historia misma y que se derivan de esta última, son un reflejo de las leyes
objetivas que rigen la realidad. Los principios del marxismo-leninismo no son un
conocimiento místico de los ancianos, sino la mínima expresión de una ciencia en
toda regla, cuyo objetivo final es comprender los procesos sociales con el
propósito de cambiar la sociedad». (Rafael Martínez; Sobre el Manual de
Economía Política de Shanghái, 2004)

En conclusión, no importa que el marxismo tenga más de 100 ó 200 años, ni que
dentro de poco tenga 300 años, lo importante, es que su doctrina se mantenga
acorde a las leyes objetivas del desarrollo histórico, sino efectivamente sí que se le
podría denominar una doctrina o ideología dogmática y anticientífica:

«El materialismo histórico no es un sistema cerrado, coronado por una verdad


definitiva; es el método científico para la investigación del proceso de desarrollo
de la humanidad». (Franz Mehring; Sobre el materialismo histórico y otros
escritos filosóficos, 1893)

Está claro entonces, que la revisión de dichos planteamientos clásicos sin


justificación conduce a una creencia dogmática pero no científica:

«La revisión de los principios del marxismo, con independencia de su orientación


y la época histórica, subvierte las bases científicas del marxismo y se convierte
éste en un conjunto dogmático de pensamientos y citas de textos sagrados, es
decir, convierte a este sistema del pensamiento científico en una forma de
doctrina religiosa, que supera la superestructura del sistema revisionista. De ser
la ideología de las masas explotadas, este marxismo hueco se convierte en una
herramienta de explotación. Llegados a este punto, el marxismo revisionista,
antimarxista, en esencia, se puede dividir en diferentes herejías, en diferentes
interpretaciones de lo que se convirtió en una especie de sagradas escrituras, ya
que esas interpretaciones dejan de ser científicas y se moldea para adaptarse a
las necesidades e idiosincrasia de las nuevas clases dominantes o a los que sirven
a las viejas clases dominantes, de acuerdo con la situación histórica concreta».
(Rafael Martínez; Sobre el Manual de Economía Política de Shanghái, 2004)

Para que el lector conozca nuestras posturas en los temas fundamentales, hemos
habilitado las secciones: cuestión filosófica, económica, nacional, género, etc., así
como secciones específicas de lucha ideológica contra el anarquismo, el
reformismo, el trotskismo, el maoísmo, el titoísmo, el jruschovismo, etc.

¿Cómo se deben evaluar a los dirigentes históricos o presentes?

Algunos no aceptan como posible que un personaje veterano y experimentado


acabe siendo un traidor, que acabe reconciliándose con los jefes e ideas de las
corrientes revisionistas que antaño combatía, aunque ejemplos históricos los hay a
pares: Pablo Iglesias Posse, Plejanov, Kautsky, etc. 

Estimulados por el clásico sentimentalismo, creen que estas figuras por tener un
gran currículum revolucionario o por haber sufrido la represión de primera mano
pueden ser exoneradas de todos los errores que cometieron. Sin duda, sus
seguidores más fanáticos les han perdonado y les perdonan todo, pero nosotros no
evaluamos a las figuras con ese baremo tan condescendiente. 

No vamos a detenernos a explicar las causas generales y específicas que hacen


degenerar a una persona, pues depende tanto del ambiente como de la personalidad
del sujeto, solo decir que hay varios casos históricos que confirman que ese proceso
de degeneración puede ocurrir perfectamente y tenemos varios casos confirmados
como hemos visto. 

De manera que es necesario refutar de una vez por todas aquello de que «no se
puede criticar a X dirigente porque es un viejo revolucionario» que lleva luchando
desde tiempos «inmemorables» y ha hecho esto y ha hecho lo otro. La existencia de
una figura dirigente durante un período más o menos glorioso de un partido, sus
habilidades personales puestas a favor de una causa en el pasado no le exime de los
errores de entonces ni de las presentes desviaciones políticas que pueda
manifestar. 

Si siguiéramos esa máxima tan estúpidamente piadosa, no podríamos criticar a


Jruschov por haber militado en el Partido Bolchevique durante los años 30 y por
haber criticado al trotskismo y al bujarinismo que luego él mismo recuperaría, ni a
Ramiz Alia por haber militado en el Partido del Trabajo de Albania de los 70 y
haber criticado al titoísmo y el maoísmo que él mismo haría suyo, y así podríamos
citar una larga lista de ejemplos que todos sabemos o deberíamos saber. 

Así pues, que un elemento haya sido autor o coautor de artículos, tesis, programas
de un partido que estaban dentro de los marcos del marxismo-leninismo no supone
nada determinante para analizar cosas posteriores. 

Tampoco es determinante saber si sus posiciones pasadas fueron realizadas por una
férrea convicción de aquel entonces o por un oportunismo individual que
simplemente se atenía a la línea general de entonces por conveniencia, eso no
influye demasiado a la hora de discutir y criticar los errores posteriores que esa
figura encabezaría. 

Los grandes servicios prestados siempre deben de ser encuadrados sobre la base del
partido existente, y siendo conscientes de que la línea política no es obra de una
individualidad buena o mala, sino ante todo de la dirección colectiva, por tanto,
habrá figuras que por más que cosechen méritos en algunas posturas correctas del
pasado, eso no le hace estar libre en modo alguno de la responsabilidad de haberse
desviado políticamente después, mucho menos si ha ejercido altos cargos mientras
ha llevado al partido al desfiladero del revisionismo. Al contrario, hay que buscar en
los primeros errores del pasado el nexo para entender las desviaciones del futuro
como lección que nos impida volver a permitirlas.

Alguien que camina sin evaluar sus pasos, no puede llegar a su destino

«[Marx] se entregó al desarrollo intelectual de la clase obrera que, con casi total
seguridad, sería resultado de la acción combinada y la discusión mutua. Los
propios eventos y vicisitudes de la lucha contra el capital, las derrotas incluso más
que las victorias, no puedieron evitar recordar a los hombres la insuficiencia de
sus panaceas preferidas, y pavimentar el camino para una comprensión más
completa de las verdaderas condiciones de la emancipación de la clase
trabajadora». (Friedrich Engels; Prólogo a la edición rusa del Manifiesto
Comunista, 1882)

Si somos honestos, en las organizaciones políticas que han pasado a lo largo de la


historia en España, incluso la de los partidos proletarios, ha solido predominar ese
seguidismo ciego bien por oportunismo o fanatismo, arrastrándose formas de
organización y consciencia más propias de otros tiempos primitivos. Se asemejan a
los viejos patrones de clientela de los antiguos íberos, donde por ignorancia o
necesidad, el sujeto debía mantener una defensa a ultranza de los diversos jefes
como única forma de sobrevivir o ascender en el escalafón de una comunidad
dominada a base de figuras carismáticas o autoritarias. 

La diferencia entre un marxista y un revisionista, es que el primero no tiene miedo


a la verdad ni a la crítica de sus figuras, mientras el segundo parece haber jurado
una especie de «devotio ibérica», por lo que, aunque existan evidencias firmes de
que ha tomado un camino equivocado, estará dispuesto a seguir a su líder e incluso
a inmolar su vida por él, en un acto tan honorable como estúpido.

El alumno marxista siempre debe tratar de superar a su maestro con sus acciones, y
no aspirar a ser el mejor adulador de su recuerdo.

Como sabemos, uno, dos o tres dirigentes, por muy excelsos que sean en su
desempeño, no pueden dirigir un partido cuando adquiere un tamaño medio,
precisamente la sobrecarga de trabajo y responsabilidades hace que estos cuadros
sufran situaciones de bajo rendimiento, irritabilidad, desmoralización, gran fatiga e
incluso enfermedad. 

La falta de cuadros conduce al partido a su liquidación, cuando no puede reponer


las piezas clave que por la edad, enfermedad o muerte desaparecen, y si no son
remplazados debidamente finalmente desaparece también el partido, tan simple
como eso. De ahí la necesidad ininterrumpida de la formación de nuevos dirigentes,
de elevar el nivel ideológico general, llevar un control en base a las normas
colectivas del partido, ejercitar la crítica y la autocrítica para poner freno a las
tendencias regresivas y otras «leyes» del funcionamiento partidista que se conocen,
pero generalmente no se aplican. Si no se hace esto, que también es responsabilidad
de cada militante, no nos podemos quejar que elementos tan increíblemente
mediocres como oportunistas de la talla de Jruschov, Alia o Marco acaben
liderando tarde o temprano los respectivos partidos comunistas si el resto se lo
ponen tan fácil. Siendo justos, si estos partidos se convirtieron en mediocres, cierto
era que estaban liderados por hombres mediocres, pero no menos cierto es que
debía existir una base pasiva para que ellos se mantuvieran en el poder, pudiéndose
permitir el lujo de imponerse impunemente silenciando, expulsando y hasta
liquidando a los cuadros críticos con el revisionismo dirigente.

De hecho, podemos afirmar sin temor a equivocarnos, que sospechoso es aquel


marxista-leninista que no sabe extraer errores en la historia de los partidos
marxista-leninistas, pues estamos ante un ignorante o un exaltado. Es deber de los
marxista-leninistas de cada país, como mínimo, hacer una evaluación crítica de sus
referentes para no repetir los mismos errores. 

¿Debemos repetir los discursos del hegealismo de izquierda de Marx y Engels sobre
los pueblos sin historia y demás epítetos que ellos mismos acabaron corrigiendo?
¿No fue Lenin quien se autocrítico por promulgar el boicot al parlamentarismo
cuando no se daban las condiciones, no fue él quien teorizó un tránsito al pacífico al
socialismo en 1917 cuando reconocería que en aquel momento era ya imposible?
¿No fueron Lenin y Stalin quienes reconocieron haberse equivocado sobre la
utilidad de la federación para resolver la cuestión nacional y acercar a los pueblos?
¿No reconoció Dimitrov haberse dado cuenta tarde de la transcendencia y
superioridad de los bolcheviques en comparación con los socialistas intransigentes
búlgaros? ¿No fue el propio Hoxha quien reconoció no haber estado lo
sufrientemente rápido en detectar el carácter nocivo del titoísmo y otras corrientes
pese a ser luego uno de sus más firmes opositores? Como se ve, todas las figuras
magnas del marxismo-leninismo cometieron errores de calado, en muchas
ocasiones ellos mismos fueron capaces de detectar sus deficiencias y actuar en
consecuencia, en otros casos, es tarea de sus sucesores tratar de prestar atención a
sus limitaciones sin que ello signifique hacer de menos su gran obra

Por ejemplo, nosotros dejamos claro en nuestro estudio con la documentación


pertinente que en el Partido Comunista de España (marxista-leninista) de 1964-
1985, había mucha ilusión, mucho trabajo hasta la extenuación, mucha pasión, pero
faltaba una certera formación ideológica, los medios a disposición no eran como
ahora que existe una gran cantidad de acceso a la información, pero eso no era
excusable viendo otras experiencias partidistas donde con menos acceso cultural de
las masas consiguieron mayores logros. El seguidismo y el sentimentalismo fue la
marca y seña de la militancia durante muchos momentos, yendo a la zaga de los
acontecimientos, y eso conduce a que cuando las figuras clave van cayendo, el
partido sea manejado por elementos volubles, que claudican y cambian de línea
política constantemente, traicionando los principios. 

Este defecto, tan común hoy, explica entre otras cosas, que los supuestos marxista-
leninistas todavía crean que no existen errores en los viejos procesos socialistas ni
en las viejas figuras del movimiento, ven su desarrollo como una línea recta de
victorias, y de tal forma se convierten en seres tan nostálgicos como inocuos para el
enemigo. En otros casos, ante no poder refutar ciertas evidencias negativas de los
procesos históricos, simplemente achacan los errores a causas ridículas para librar
a sus partidos y figuras de la responsabilidad. Otros tantos tratan de minimizar la
transcendencia de dichos errores en pro de no emprender un arduo trabajo de
investigación para rectificarlos. De otro lado hay quienes cuando empiezan a
conocer los defectos de las viejas experiencias desertan y se convierten en
renegados, incluso en abiertos anticomunistas porque les parece muy complejo,
muy duro emocionalmente hablando, el tratar de estudiar y comprender de dónde
nacieron dichos errores y cómo remediarlos sin perder la compostura. Creen
místicamente que el «honor del movimiento está manchado» y ya nada puede
remediarlo.

Es más: no se puede consolidar la unión de los marxista-leninistas actuales si estos


no sacan las lecciones pertinentes de la caída de los viejos partidos y países de
referencia, extrayendo sus aspectos positivos y negativos, ya que habrá un vacío en
cuestiones de peso, que será el hueco perfecto para las luchas fraccionales e
ideológicas. En caso de omisión de tal deber histórico como es evaluar su propia
historia, los revolucionarios estarán condenados a repetir los mismos fallos que sus
predecesores de forma eterna.

Expliquemos una vez más la importancia cardinal de toda esta cuestión de la


necesidad de las investigaciones históricas del movimiento obrero:

Hoy nos encontramos con que la mayoría de partidos y autodenominados partidos


–que en realidad no pasan de ser muchas veces grupúsculos de clubs de amigos y/o
nostálgicos de algunas siglas– no se interesan por analizar las causas del flujo
descendente del movimiento marxista-leninista internacional.

1) A unos no les interesa el estudio las figuras y movimientos nacionales e


internacionales marxista-leninistas, es más, generalmente se cubren falsamente
bajo sus ideas y mitos, reivindicando su legado de manera formal, pero sin ser fieles
a sus lecciones, otras veces aceptando sus mismos errores por no analizarlos y en
algunas ocasiones directamente adoptando como referentes a falsos marxistas y a
experiencias revisionistas. No hablemos ya de cuestiones del movimiento marxista-
leninista de un pasado lejano porque los ignoran absolutamente, a veces su
indiferentismo es tal, que también alcanza hasta el punto de mirar hacia otro lado
en torno a fenómenos recientes de mayor o menor calado.

2) Existen otros que incluso si centran aunque sea un breve tiempo de su actividad
en analizar ciertos fenómenos sobre el revisionismo contemporáneo y las causas de
su triunfo, pero ha de hacerse un apunte: al no tener interés en cómo se ha llegado a
varios de los desastres que han posibilitado la hegemonía del revisionismo en el
movimiento obrero, los análisis y las conclusiones sobre los grupos antimarxistas
del presente tampoco son del todo correctos porque no saben detectar el origen de
estas desviaciones.

3) Luego hay quienes realmente si tocan temas del pasado y presente movimiento
marxista-leninista, pero muchos de estos se contentan con realizar breves análisis
de denuncia de que este u otro partido es revisionista, o esta u otra figura es
oportunista, pero sin explicar a sus militantes y simpatizantes el porqué de tal
afirmación, cayendo en análisis reduccionistas, doctrinarios y esquemáticos, que
poco menos que pretenden obligar a la militancia a seguir estas afirmaciones sin
tener conciencia real de porqué se dice tal cosa, esa incapacidad creativa es lo que
muchas veces lleva a copiar las opiniones de otros o directamente a caer en las
mismas desviaciones de las que se quejan de algunas corrientes revisionistas que
fustigan, el seguidismo a ciegas, el afirmar sin corroborar la veracidad de lo que se
pone sobre la mesa confiando en que ya antes lo ha pronunciado alguien.
Metodologías que nacen de la no comprensión real de lo que dicen denunciar y de
los métodos de concienciación que propone el marxismo.

¿Por qué la metodología del revisionismo no sirve para evaluar la


historia y extraer lecciones?

En este ámbito, incluso cuando los revisionistas pretenden defender una figura
clásica del marxismo-leninismo, lo hacen desde posiciones que demuestran que su
afinidad por dicha figura es más sentimental y circusntancial, que real y racional.
Cometen desviaciones de derecha, como presentar a sus figuras como liberales,
hasta desviaciones de izquierda, tratar de exonerar fanáticamente de cualquier
error a dichas figuras.

Personajes revisionistas como el hindú Vijay Sigh, piensan que todo lo producido
en los partidos comunistas del mundo bajo era de Lenin y Stalin era correcto. Creen
que porque fueron publicados en las «épocas doradas» del socialismo no tienen
réplica posible, como si idealistamente dijésemos que dichos períodos hubieran
sido un todo armonioso de desarrollo interno, ignorando de forma metafísica las
luchas desarrolladas en campos como: la economía, historia, filosofía, biología, arte
o lingüística dentro de la propia Unión Soviética. En el frente filosófico: ¿que fueron
entonces las luchas contra el «idealismo menchevizante» de Deborin y
posteriormente el «objetivismo burgués» y «eclecticismo» de autores como
Aleksándrov, Yudin o Mitin? En el campo de la historia: ¿no hubo una severa
condena tanto hacia el chovinismo como hacia el cosmopolitismo, no se combatió
tanto las distorsiones del «materialismo económico» de la Escuela de Pokrovsky
como los errores no menos grotescos de varios de sus opositores como Yakovlev y
Tarle? En el arte y la música: ¿qué fueron las luchas contra Prolekult y RAPP o
tiempo después contra el formalismo? En el frente económico; ¿no se llevó a cabo
una larga refutación de las teorías antimarxistas de Bujarin, Varga o Voznesensky?
En el frente político; ¿no podemos hablar de una cierta influencia de Zinoviev,
Trotski, Bujarin y muchos otros tanto en el Partido Bolchevique como en la
Internacional Comunista? En la biología y la lingüistica; ¿y qué hay de las críticas
que en sus últimos años recibieron figuras oficiales hasta entonces de suma
referencia, como Lysenko o Marr? ¿No es cierto que estas corrientes y sus cabecillas
dirigieron e incluso hegemonizaron sus respectivos campos durante años hasta que
se puso fin a su reinado? ¿No fueron criticados finalmente tanto por sus teorías
falsas como por su monopolio y censura hacia sus competidores? ¡¿Cómo se puede
defender que todo lo dicho y hecho en la URSS en cualquier momento y bajo
cualquier circunstancia es modelo a seguir sin más?! Si algo muestra la historia de
la URSS es que hubo un duro trabajo para desalojar de puestos de poder e
importancia a líderes que controlaban o deseaban introducir su mercancía
revisionista, situaciones complejas donde se tardó mucho tiempo en darse cuenta
del papel nefasto que cumplían o donde directamente no se tenía fuerza suficiente
en ese campo como para derribarlos con garantías.

Otra de las técnicas antimarxistas para evaluar los hechos históricos es aquella
de «El enemigo de mi enemigo es mi amigo», fórmula que acostumbró a introducir
en sus análisis autores como el alemán Bill Bland, y que hoy
reproducen pseudohistoriadores como Olarieta y Roberto Vaquero. Esta técnica se
reduce al absurdo metafísico de que si una figura es enemiga del villano principal
de la historia, debe de tratarse de un héroe, y viceversa, no se estudia nada más, ni
fuentes directas ni indirectas, todo se reduce a ese simplismo. Así, tienen el valor de
presentar a autores como Beria, una de las víctimas por las luchas de poder en 1953
como un «mártir de la lucha contra el revisionismo», misma evaluación se hace de
figuras como Malenkov o de Mólotov porque en 1957 intentaron destituir a
Jruschov y su grupo, pero se olvidan de comentar no solo las deficiencias que
arrastraban estas figuras, que habían sido criticadas en varias ocasiones, sino su
propia actuación antes de ser apartados por Jruschov. Muchos de ellos fueron los
que permitieron y colaboraron a partir de 1953 para crear tanto en la URSS como
fuera de ella el llamado «nuevo curso», alimentaron teorías y discursos claramente
antistalinistas, así como la rehabilitación de los desviacionistas, como demuestra la
documentación hoy existente. En el caso de Malenkov o Mólotov colaboraron
directamente en la línea del XXº Congreso del PCUS de 1956, pero insistimos, el
problema es que estos autores no se han molestado en leer lo más mínimo.
Considerar como «grandes marxistas» que siempre se mantuvieron «fieles al
marxismo» a estas figuras es una desfachatez, es ignorar toda su biografía y toda la
documentación que certifica que se habían convertido como bien dijo Enver hoxha,
en «cádáveres del bolchevismo».

Otra variante de esta forma burda de abordar la historia es la del revisionista


alemán Wolfgang Eggers, donde para él las figuras como Stalin o Hoxha son seres
mesiánicos, libres de todo error a sus espaldas, algo en lo que el propio Bill Bland
también caía con facilidad. Es más, cuando se reconoce algún error o política
dudosa de la URSS o Albania siempre lo reducen a conspiraciones reales o ficticias
contra sus héroes, dando a entender que estos líderes siempre estaban en minoría
en todos esos asuntos, viviendo casi secuestrados bajo los revisionistas, lo cual es
absurdo, ya que tuvieron una autoridad casi incontestable en la mayoría de
períodos. Este sendero nos conduce a tener mucha devoción pero poco aprendizaje.
Aquellos para quienes los clásicos del marxismo-leninismo siempre fueron
responsables de los méritos y las victorias del movimiento, pero nunca de los
errores o deficiencias, tienen un patrón de pensamiento que simplemente supone
aceptar una versión idealizada casi religiosa de ver la historia. Por ello
pseudomarxistas como Wolfgang Eggers no emiten una sola crítica razonable hacia
la URSS de Stalin (1924-1953) o la Albania de Enver Hoxha (1944-1985), motivo
por el cual son incapaces de comprender, explicar y convencer sobre las causas de la
degeneración de ambos sistemas, con lo que su relato se resume a simplificar todo a
la aparición de «maléficos personajes» como Jruschov o Ramiz Alia que chafan un
desarrollo presuntamente armónico con la desaparición de las figuras aduladas. Así
de simple y mecánico explica la historia esta gente. Héroes incomprendidos versus
oportunistas emboscados de fondo arribista, y en mitad de ellos una masa amorfa,
precisamente como el artista albanés Kadare presentaba la situación en sus
esquemas mentales, el cual resultó ser un intelectual y un anticomunista. Esta es la
misma razón por la que este tipo de sujetos no saben defender los méritos de estas
figuras ante los anticomunistas, ya que simplemente no procesan la información, la
absorben sin más discusión, y justifican las contradicciones que en otros casos
condenarían sin pensarlo. Se mueven por filias y fobias, no por un pensamiento
racional.

Otra serie de falsos eruditos serían los historiadores maoístas como Ludo Martens o
Grover Frurr, los cuales mantienen posiciones análogas. Ellos también están de
acuerdo con la teoría del «rey secuestrado en su propio palacio» para solventar los
posibles errores de la experiencia soviética, lo original de su verborrea es que tratan
de presentar que Stalin y sus compañeros mantuvieron posicionamientos
tan «democráticos» que los presentan como seres tan revisionistas como ellos.
Estos autores defienden ideas tan surrealistas como que Stalin y Zhdánov pensaban
disolver el partido y regirse solamente por los soviets, según el ideario anarquista;
que el partido en la etapa socialismo debía de ser solo un mero «orientador
ideológico-cultural» pero no inmiscuirse ni en la economía ni en la política, como
teorizaban los titoistas; o también, que deseaban la creación de otros partidos y un
multipartidismo en el socialismo, al gusto de maoístas y trotskistas. Falacias todas
ellas sin fundamentar y facilmente contrastables tanto en documentos oficiales
como no oficiales. La razón de estas diversas especulaciones sin respaldo alguno o
directamente invenciones, es pretender inocular su concepto de partido comunista
y el rol, que según ellos, debería tener en una sociedad socialista.

¿Por qué se arrastra hoy debilidad, disgregación y confusión en el


movimiento marxista-leninista?

No es nuestra intención repasar los méritos y logros de las experiencias de los


partidos comunistas, ya que para eso están disponibles los documentos
correspondientes, en cambio sí tenemos que detenernos aunque sea brevemente
para explicar las causas del estado actual de las cosas.

Si se puede hacer una analogía sobre la contrarrevolución en la URSS a partir de


1953 y sus consecuencias, la más acertada sería decir que dio como resultado abrir
la caja de pandora del revisionismo, la división y la confusión. Como el mundo
sabe, tras la irrupción del jruschovismo, se dio pie a que corrientes en decadencia
como el trotskismo y el titoísmo se reactivasen, otras nuevas como el castrismo-
guevarismo, y otras aún no destapadas como el maoísmo, también saldrían a flote
para competir tras romperse la unidad monolítica del antiguo movimiento
marxista-leninista. Fue entonces cuando los revolucionarios se vieron primero
sobrepasados, y finalmente abocados a dar combate el revisionismo y reorganizarse
durante los 60 y 70. Los intentos de establecer una unidad y coherencia ideológica
fueron varios, pero desde luego es imposible decir que el movimiento se
reconstruyó rápidamente o sobre bases sólidas.

En realidad varios de los defectos de los partidos comunistas venían de décadas


anteriores como hemos demostrado en diversos estudios. Tengamos en cuenta que
en su momento también se sufrió la irrupción de fenómenos como el trotskismo, el
bujarinismo, el browderismo o el ya comentado titoísmo, que aunque hicieron
mucho daño temporalmente, no tuvieron mucho recorrido y sí fueron frenados a
tiempo para extenderse por todos los partidos comunista, siendo rechazados al
unísono incluso donde habían logrado penetrar con cierta fortuna.

En España, al igual que en otros países, podemos ver una línea muy inestable de
desarrollo en los marxistas en sus diferentes organizaciones, con deficiencias
comunes en las organizaciones inexpertas. Al principio, con influencias marcadas
del anarco-sindicalismo, y poco después, bajo la presión de la hegemonía del
reformismo en el movimiento obrero. 

El marxismo se empezó a extender por la península ibérica en el siglo XIX justo en


un momento en que el reformismo estaba empezando a asomar la cabeza en todos
los partidos obreros europeos y dividiéndolos en su seno entre el ala revolucionaria
y el oportunista, la fundación del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) en 1879
evidenciaba tal carácter, y su desarrollo solo lo confirmó. 

Años después cuando ese equilibrio se rompió por influjo de la Revolución


Bolchevique de 1917 que demostraba la validez de las posiciones revolucionarias, se
daría la fundación del Partido Comunista de España (PCE) en 1921, como escisión
del PSOE. Precisamente los partidos comunistas de aquel entonces tuvieron que
hacer frente a la desviación reformista de entonces, pero también a los intentos de
contraponer ese reformismo con el anarquismo, que nada tenía que ver con el
bolchevismo de la revolución triunfante en la URSS.

La propia Internacional Comunista (IC) señalaría en más de una ocasión que el


partido reproducía todavía los errores que hicieron degenerar al PSOE: reproducía
la influencia de las teorías infantiles del anarquismo que en ese momento tenía la
hegemonía del movimiento obrero, dedicaba poco tiempo y mal enfocado a un
problema importante como la cuestión nacional, el nivel ideológico de los cuadros
era paupérrimo y en definitiva, sus líderes tampoco habían podido alejarse del
pensar y las metodologías reformistas. Los errores a izquierda y derecha fueron
comunes durante la historia del partido, incluso durante la Guerra Civil 1936-1939,
período en el que el partido obtuvo su mayor cuota de gloria y apoyo popular.

La creación del Partido Comunista de España (marxista-leninista) en 1964, como


tantos otros partidos, fue producto de la polémica a nivel general lanzada contra el
jruschovismo a partir del año 1960, pero los marxista-leninistas de cada país no
habían sido capaces de detectar el revisionismo, que en muchos casos, ya se había
hecho con el control de sus respectivos partidos como era el caso del Partido
Comunista de España (PCE), cuya degeneración es completa a partir de 1942 bajo
la pareja Ibárruri-Carrillo. 

El rebajar la importancia del partido comunista como dirigente de los procesos


revolucionarios, rebajar las exigencias para militar en ellos, el crear las ilusiones
sobre el carácter de los líderes de la socialdemocracia, realizar pactos y alianzas con
los cabecillas anticomunistas, las ilusiones sobre el papel de la burguesía nacional
en la revolución, el poner el tela de juicio la necesidad de la dictadura del
proletariado para asegurar su poder, hablar de la posibilidad de transitar
pacifícamente al socialismo mediante el parlamentarismo, las concesiones al
imperialismo para evitar nuevas guerras, etc. El jruschovismo se aprovechó de las
debilidades que rondaban o que se habían manifestado en muchos partidos, y
oficializó estas desviaciones como nueva ruta.

A nivel internacional, el tiempo que tardó la militancia y los revolucionarios


honestos en reacción costó muy caro: muchos de los que luego romperían con el
jruschovismo, habían tolerado estas teorías durante mucho tiempo. Finalmente,
salvo en algunos casos excepcionales donde los revolucionarios lograrían
expulsarían a los revisionistas de la dirección, la regla general fue lo contrario:
debido a la tardanza en contratacar, los revolucionarios se vieron abocados a la
escisión y la creación de una nueva organización. 

En la conformación de nuevos partidos, que se denominaron en su mayoría como


«marxista-leninistas», para así evitar ser confundidos con los viejos «partidos
comunistas» que habían sucumbido al revisionismo, un cambio terminológico
similar al de partido «socialdemócrata» por «comunista» a inicios del siglo XX.

Estos nuevos partidos marxista-leninistas eran vistos por los revolucionarios como
la forma de dar pie a las luchas económicas, antifascistas, antiimperialistas,
antirevisionistas, así como socialistas; como las únicas organizaciones que tenían el
valor de dar una herramienta al proletariado donde poder agrupar a su
destacamento más avanzado y donde poder dar combate al revisionismo moderno
como era en aquel entonces el revisionismo soviético, el jruschovismo, que por
entonces había desarticulado al movimiento marxista-leninista en tiempo récord. 

Quienes fundaron nuevos partidos marxista-leninistas a mediados de los 60, era


gente que buscaba escapar de los contornos partidistas sumisos a la traición de los
jruschovistas. No obstante, pese a romper orgánicamente con ellos, muchos de ellos
tampoco escapaban a la influencia de los métodos del viejo jruschovismo, otros, al
querer combatir el jruschovismo y sus resultados caían en desviaciones más a la
derecha, mientras que otros proponían fórmulas ultraizquierdistas más cercanas al
anarquismo. Esto se ve en la influencia que movimientos como el castro-
guevarismo o el maoísmo tuvieron en estos partidos al menos en un inicio, por lo
que las direcciones de estos partidos, aunque recuperaron parte la esencia del
marxismo-leninismo pisoteado por el jruschovismo, no es menos cierto que en
mayor o menor medida, siempre aplicaron en lo sucesivo conceptos y métodos
ajenos al marxismo-leninismo, lo que dificultaba notablemente su consolidación.

Realmente muchos partidos sí cumplían con sus principales objetivos, pero para
cumplir tal fin de forma correcta, cualquier partido marxista-leninista debía desde
sus inicios excluir o expulsar en caso de encontrárselos, a los elementos sin ningún
tipo de espíritu científico, a aquellos bañados en un apego sentimental hacia las
figuras históricas, o a aquellos que eran peones acríticos de las acciones de la
dirigencia. Todos estos elementos eran vectores de las viejas costumbres que
hicieron fracasar a las organizaciones proletarias en el pasado, por tanto, la
cuestión era que si no se deshacían de estos obstáculos, tarde o temprano, el partido
fracasaría. 

Esta cuestión de entonces es la misma a la que se siguen enfrentando hoy los


revolucionarios, ningún partido que mantenga entre sus filas a elementos de estas
características podrá cumplir sus objetivos generales, por mucha buena fe y
voluntarismo que se tenga.

El maoísmo supuso un grave problema para estos nuevos partidos, ya que los
partidos que no fueron capaces de librarse de este lastre y adoptaron los conceptos
y teorías del maoísmo como la «nueva democracia» en lo político-económico, la
«lucha de dos líneas» en el concepto partidista o la «Guerra Popular Prolongada
(GPP)» en lo militar, no fueron capaces de tomar una forma organizativa eficiente y
unida, una línea ideológica de pensamiento y acción coherente, dándose de bruces
con la realidad constantemente.

En muchas ocasiones tampoco llegaban a comprender y refutar a las expresiones


del revisionismo moderno de forma correcta y completa, ya que al seguir las recetas
de la doctrina revisionista china y seguir a ciegas directamente cada vaivén político
de Pekín, perdían toda estabilidad en su línea política, toda credibilidad, y
confundían a la militancia y a las masas simpatizantes. Y es que recordemos: al
basarse en otro revisionismo no se está en condiciones de tener un cuerpo teórico
sólido y científico para refutar a ninguna otra corriente revisionista, ni para
organizar un partido, ni para asegurar la unidad ideológica dentro del
mismo. Cuestión que todavía no han aprendido muchos: criticar a un revisionismo
desde una posición teórica y práctica alejada de los principios marxista-leninistas,
conduce a que puedas cometer esos mismos errores u otros de similar calado. 

La tardía exposición del maoísmo, hizo que cuando la polémica explotase en 1978,
como ya había ocurrido con los jruschovistas en 1960, los oportunistas maoístas se
habían hecho fuertes en algunos lados. Entre los marxista-leninistas que ahora se
desmaoizaban tampoco la autocrítica fue honesta y profunda, en muchos casos, los
partidos se quitaron los ropajes maoístas como si este hubiera sido un pequeño
obstáculo, o peor, como si dicha corriente nunca hubiera tenido influencia en su
línea política.

Estos partidos venían realizando promesas de estudio y reevaluación sobre los


errores en las experiencias históricas anteriores, pero se quedaron en eso, en
promesas, y muchos partidos nacieron y se desarrollaron con la peor herencia
anterior, mientras tampoco eran capaces de asimilar lo mejor.

Poco a poco los partidos fueron tomados por el liberalismo; una enfermedad basada
en la falta de vigilancia, la dejadez, la autocomplacencia, el descuido por la
formación de ideológica y la lucha por la preservación de los principios. También se
hizo notar el formalismo; otra enfermedad muy común del presente, que se basa en
el olvido del contenido y la preocupación excesiva o preferente por las formas,
donde el partido se convierte en el típico club de amigos donde una camarilla trafica
y hace apología nostálgica de la historia que arrastran las siglas del partido, pero no
hace nada para mantener su honor y aumentar su cuota histórica de logros, por lo
que el partido lejos de avanzar y consolidarse se aísla en la autocomplacencia.
También hizo aparición el clásico seguidismo, que consiste en dar la razón en temas
de importancia sin expresar una voz propia, algo muy clásico de personalidades
pusilánimes que temen importunar al aliado.

En los partidos marxista-leninistas que a finales de los 80 acabarían naufragando


en el revisionismo, podemos observar cómo tan solo unos pocos años antes, incluso
unos pocos meses antes de su debacle final, se atrevían a publicar toda una serie de
artículos efusivos y triunfalistas a más no poder sobre diversos temas, como si nada
demasiado importante pasara dentro del movimiento internacional, en unos
momentos en que precisamente todo se estaba resquebrajando, cuando el acuerdo y
la coordinación entre partidos en el ámbito internacional era casi nulo, cuando cada
partido estaban perdiendo toda su militancia e influencia entre las masas, cuando
caminaban directamente a su liquidación como organización.

Se demuestra que dichos partidos se durmieron en los laureles, quedaron lejos de lo


prometido al respecto de mantener la pureza ideológica en sus filas y ayudar al
resto de partidos hermanos. Lo cierto es que para entonces la ideología burguesa
había penetrado en su seno, que el formalismo y el burocratismo eran ya no
síntomas, sino unas graves enfermedades que padecían desde hacía tiempo. Esto,
efectivamente, les condujo al coma profundo del oportunismo, o directamente a la
muerte con la liquidación de las organizaciones partidarias. Durante años este
proceso se encubrió con teorías absurdas como la de «No presentar las divergencias
al público» para que «el enemigo no las aproveche», como si al marxista-leninista
le importarse lo que los lacayos del imperialismo digan cuando el destino de un
partido o un pueblo revolucionario está en juego. 

Hoy más que nunca se impone esta necesidad:

«A juicio nuestro, la crisis del socialismo obliga a los socialistas más o menos
serios a redoblar precisamente la atención por la teoría, a adaptar de modo más
resuelto y con rigor una posición determinada, deslindarse con mayor decisión de
los elementos vacilantes e inseguros». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Aventurerismo revolucionario, 1902)
Nosotros no pensamos que el movimiento marxista-leninista haya sido derrotado
porque sus teorías se hayan demostrado falsas, sino todo lo contrario. El
proletariado demostró tener capacidad para tomar el poder, para edificar el
socialismo, para competir e incluso superar a los países capitalistas en muchos
campos. No hay que tener complejos porque los hitos están ahí, tampoco vergüenza
porque encontremos errores.

Hablamos de esta manera no porque seamos derrotistas, sino precisamente porque


somos realistas y tenemos optimismo revolucionario de revertir la situación, por
tanto, lo primero que hay que hacer es reconocer que hoy el movimiento marxista-
leninista ha sido derrotado en las cuatro esquinas del globo. Eso es lo primero que
hay que decir sin miedo. ¿Qué significa esto exactamente? Lo que hoy existe y se
denomina como tal en su mayoría es un chiste. Por supuesto, el comunismo,
marxismo-leninismo, socialismo científico o como se quiera llamar, ha tenido tal
transcendencia que hoy se sigue utilizando como pretexto para debates políticos,
pero no está presente realmente, no tiene representantes con influencia, se ha
deformado, quienes lo portan lo han vuelto estéril, inocuo, con el tiempo se lo ha
convertido en una caricatura. Realmente no asusta al enemigo de clase como
antaño, sino que produce pena o risa. España no es una excepción en esto. Existen
varios partidos que se reclaman «marxista-leninistas», pero ninguno cumple con
los axiomas más básicos que se le presuponen, sus líderes no conocen su historia, y
mucho menos han sabido extraer lecciones de él.

El caso es que la historia ha mostrado más que de sobra que cuando los marxista-
leninistas han realizado un análisis apegado a la esencia científica, han realizado
grandes hazañas que han reconocido hasta sus acérrimos enemigos, pero en el
momento en que se han apartado de los principios de su doctrina, rápidamente sus
momentos de gloria pasaron de largo.

¿En qué basan los marxista-leninistas para posicionarse en los distintos


temas de actualidad o históricos?

¿Cómo resumiríamos el método del marxismo?:

«Ciertamente, el procedimiento de exposición debe diferenciarse, por la forma, del


de investigación. La investigación debe captar con todo detalle el material,
analizar sus diversas formas de desarrollo y descubrir la ligazón interna de éstas.
Sólo una vez cumplida esta tarea, se puede exponer adecuadamente el
movimiento real». (Karl Marx; Prólogo a la segunda edición de El Capital, 1873)

Bien, pues partiendo de que:

«Reconocemos solamente una ciencia, la ciencia de la historia. La historia,


considerada desde dos puntos de vista, puede dividirse en la historia de la
naturaleza y la historia de los hombres. Ambos aspectos, con todo, no son
separables: mientras existan hombres, la historia de la naturaleza y la historia de
los hombres se condicionarán recíprocamente». (Karl Marx y Friedrich Engels;
La ideología alemana, 1846)

Los marxistas no hacemos actos de fe con la doctrina, no la creemos por imposición


ni por argumentos de autoridad. Es menester que tengan un espíritu crítico a la
hora de enfrentarse a los textos de los clásicos, que analicen su sus escritos y sus
conclusiones, analicen si están vigentes en la actualidad, si son aplicables al
contexto de otros países y otros contextos, o si simplemente en esta parte se piensa
que existe este o aquel error –y no será negativo preguntar o discutir a otros
camaradas y autoenriquecerse mutuamente con las conclusiones–. Solo así puede
existir una asimilación real del marxismo-leninismo. No se trata de revisar a gusto
del lector lo que le gusta reivindicar, ni se puede basar en argumentos subjetivos
para rechazar los axiomas fundamentales de la doctrina, por tanto, toda «revisión»
que no sea argumentada científicamente estará invalidada automáticamente.

«Si, señores, somos también partidarios de las futuras formas del movimiento, y
no solo de las pasadas. Preferimos el largo y difícil trabajo en lo que tiene
porvenir y no la «fácil» repetición de lo que ha sido ya condenado por el pasado.
(...) Todo movimiento popular adquiere formas infinitamente diversas, elabora
sin cesar nuevas formas y abandona las viejas, creando variantes o nuevas
combinaciones de las formas viejas y nuevas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Aventurerismo revolucionario, 1902)

Comprendemos pues, que la preparación de la revolución comienza con la


necesaria formación político-ideológica de la militancia y de las masas. Esta es la
única garantía para alcanzar el partido del proletariado en cada país para posibilitar
el triunfo del socialismo y el comunismo. Que así mismo intentamos que el lector
pueda saber asimilar la doctrina para identificar de forma correcta conceptos como
lucha de clases, dictadura del proletariado, libertad, democracia, nación,
antiimperialismo, imperialismo, desde una óptica marxista y no desde posiciones
pseudomarxistas que le llevaran a conclusiones erróneas. Que estos puedan
diferenciar oportunamente entre una «revolución proletaria» y una, que por mucho
en que se insista, no pasa de ser una revolución burguesa o pequeño burguesa con
tintes idealistas-metafísicos.

Si tomamos al marxismo-leninismo como una ciencia, la famosa idea revisionista


que mantiene el renegado Raúl Marco sobre que «Ningún partido puede pretender
seriamente tener todas las verdades, la verdad absoluta», reafirma un relativismo
sobre la comprensión del marxismo, sobre su conocimiento sobre muchas
cuestiones de peso. Esto supone plantear indirectamente la necia idea de que los
diferentes grupos revisionistas de hoy, estarían en capacidad de estar en posesión
de la verdad objetiva sobre «algunas» cuestiones fundamentales desde una óptica
marxista, lo cual es una broma de mal gusto, no solo porque el revisionismo de
estas organizaciones se base precisamente en la distorsión del marxismo, sino
porque en los pocos puntos donde las direcciones revisionistas aciertan a plantear
una cuestión desde los axiomas marxistas, lo hacen sin un conocimiento profundo
del tema, por seguidismo a los clásicos o terceros, cuando no por mero azar, lo cual
tampoco es válido para asumir el puesto de vanguardia, porque no hay una mínima
comprensión global de los pilares básicos de la doctrina, y por ende, del mundo que
les rodea. Mucho más ridícula es plantear esta presunta «comprensión del
marxismo» de los grupos revisionistas con el ridículo nivel de formación de dichos
líderes, que normalmente resuelven su posición sobre diversos temas por lo que
diga la mayoría del mundillo revisionista, sin preocuparse de investigar y
fundamentar sus posiciones, cuando no creando nuevas teorías a cuál más
esperpéntica. Se entiende entonces, que:

«La dialéctica –como ya explicaba Hegel– comprende el elemento del relativismo,


de la negación, del escepticismo, pero no se reduce al relativismo. La dialéctica
materialista de Marx y Engels comprende ciertamente el relativismo, pero no se
reduce a él, es decir, reconoce la relatividad de todos nuestros conocimientos, no
en el sentido de la negación de la verdad objetiva, sino en el sentido de la
condicionalidad histórica de los límites de la aproximación de nuestros
conocimientos a esta verdad. (...) En realidad, el único planteamiento
teóricamente justo de la cuestión del relativismo es el hecho por la dialéctica
materialista de Marx y de Engels, y el desconocer ésta conducirá
indefectiblemente del relativismo al idealismo filosófico». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; Materialismo y empiriocriticismo, 1908)

Por consiguiente, los líderes revisionistas deberían reconocer su total


desconocimiento del materialismo dialéctico e histórico como para asumir la tarea
de aspirar a ser vanguardia del movimiento proletario. Deberían confesar como ya
hicieran otros jefes revisionistas como Anguita, que hace tiempo que no aspiran al
comunismo, sino a un humanismo de rostro socialdemócrata.

Ante los que acusan de tal visión de tomar al marxismo como ciencia como una
«postura dogmática», dejemos que Lenin responda nuevo:

«Bogdánov escribe y subraya: «El marxismo consecuente no admite una tal


dogmática y una tal estática «como son las verdades eternas (Empiriomonismo,
libro III, pág. IX). Esto es un embrollo. Si el mundo es –como piensan los
marxistas– la materia en movimiento y desarrollo perpetuos, que es reflejada por
la conciencia humana en desarrollo, ¿qué tiene que hacer aquí la «estática»? No
se trata, en modo alguno, de la esencia inmutable de las cosas, ni se trata de una
conciencia inmutable, sino de la correspondencia entre la conciencia que refleja la
naturaleza y la naturaleza reflejada por la conciencia. En esta cuestión –y
solamente en esta cuestión–, el término «dogmática» tiene un característico sabor
filosófico especial: es la palabreja preferida de los idealistas y agnósticos contra
los materialistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Materialismo y
empiriocriticismo, 1908)

¿Por qué es importante tener voz propia?

¿Qué hubiera sido del socialismo científico si Marx y Engels se hubieran detenido
en los marcos del hegealismo de izquierda o se hubieran conformado con repetir el
comunismo utópico de su época? ¿Qué hubiera sido de la revolución rusa si Lenin y
Stalin hubieran transigido con los decadentes métodos y las teorías oportunistas del
marxismo occidental de moda? ¿Qué hubiera sido del destino de muchos otros
partidos e individuos si hubieran agachado la cabeza frente a la hegemonía del
jruschovismo y el maoísmo? Todos ellos no serían conocidos por hacer lo que
hicieron, habrían sido otros más del montón de personalidades mediocres.

Tomemos un ejemplo político concreto, ¿qué posición deberían tener los marxista-
leninistas frente al feminismo, tan de moda hoy?

A la tesis absurda y antimarxista de que siempre ha habido un «feminismo


proletario» y un «feminismo burgués», hay que contraponer la verdad histórica con
documentación. Terminológicamente hablando, y haciendo honor a la propia
historia, el feminismo siempre ha sido un movimiento eminentemente burgués por
mucho que los revisionistas nos quieran rescribir la historia para ganar votos y
simpatías entre los círculos feministas, el marxismo siempre lo ha rechazado
frontalmente por sustituir la lucha de clases por la lucha de sexos.
Hoy bajo argumentos infantiles y formales, la misma «izquierda» domesticada que
ha retrocedido cobardemente ante todas las exigencias del poder burgués, se atreve
a atacar «valientemente» a quien rechaza sus ideas, alegando que «se coincide» o
«se hace el juego a Vox» porque se critica al feminismo. Esto es un sofista burdo
que solo hace retroceder a aquellos que no tienen un pensamiento autónomo. Los
marxista-leninistas normalmente estarán de acuerdo con las propuestas que tanto
la derecha como la supuesta izquierda cuando propongan cosas con raciocinio y que
vayan en interés de su causa, que es ajena a ambas. 

Cuando los marxistas apoyaron la introducción de la jornada laboral de ocho horas


en España, coincidían con muchos líderes del sindicalismo reformista y muchos
burgueses filantrópicos, sin creer que por ello hubiera que caer en el economicismo
que dichos jefes profesaban ni en las ideas utópicas de los segundos. Cuando el
Partido Comunista de España (PCE) apoyó la reforma agraria del gobierno
republicano-socialista, eso no le excluyó ser muy crítico con sus límites y la lentitud
en su implementación. 

Cuando, en los 80, el gobierno del Partido Socialista Obrero Español (PSOE) de
Felipe González propuso leyes que despenalizaban el aborto y legalizaba el divorcio,
no significaba que el Partido Comunista de España (marxista-leninista) no tuviera
profundas reservas en cuanto a las facilidades para garantizar dichos derechos. Del
mismo modo que cuando el PCE (m-l) votó NO a la Constitución de 1978, como
también hicieron agrupaciones fascistas como Fuerza Nueva, no significaba que
padeciera de una deriva falangista. 

Cuando la derecha del PP de Aznar propuso investigar en los 90 los diversos casos
de corrupción del PSOE de Felipe González, los comunistas estuvieron de acuerdo,
aún sabiendo que dichas propuestas de investigación y sus medidas punitivas no
tendrían un castigo adecuado ni servirían para paliar un problema endémico bajo el
capitalismo. 

Podríamos seguir con más ejemplos, pero creemos que es suficiente. En ninguno de
estos casos que los comunistas cayeron en una socialdemocratización ni en un
acercamiento a la derecha más reaccionaria. Se puede estar y se estará de acuerdo
superficialmente en determinadas propuestas cuando tengan sentido –como puede
ser en este caso una oposición actual a la enseñanza de la ideología feminista en los
centros educativos–, pero, normalmente, nunca se estará de acuerdo ni en las
causas del problema ni en las formas más adecuadas de solucionarlo. Y es aquí
donde los marxista-leninistas deben hacer valer su independencia ideológica que
ponga en evidencia al resto, que a la vez sirva de educación a las masas y que se
deslinde totalmente de la política burguesa.

Si los marxista-leninistas están de acuerdo con que no se introduzca de


contrabando el feminismo en los centros educativos no es porque coincidan con la
derecha –huelga decir que muchas agrupaciones de derechas, como PP o
Ciudadanos, se consideran feministas, justamente como el partido de izquierdas del
gran capital: el PSOE–, esto más bien denota el problema que tiene desde hace
décadas la presunta «izquierda» de IU, Podemos y diversos grupos republicanos,
los cuales han renunciado a toda línea ideología concreta, arrastrándose al
humanismo abstracto, de lo transversal, buscando la aprobación de todos los
llamados movimientos de luchas parciales: feministas, nacionalistas, antirracistas,
movimiento LGTB, ecologistas y otros.
Hace demasiado tiempo que estas agrupaciones se fusionaron con corrientes
antimarxistas, como el feminismo. Podemos e IU certificaron esta postura cuando
decidieron cambiar su nombre a Unidas Podemos; cuando, teniendo líderes
masculinos, decidieron hablar en las ruedas de prensa en femenino y utilizando el
llamado lenguaje inclusivo, causando estupor e incomprensión entre la mayoría de
asalariados. Esto es solo un detalle que demuestra hasta qué niveles de degradación
ha decidido rebajarse la llamada izquierda constitucional con tal de arañar un par
de votos a través de las corrientes de moda.

El triste hecho de que la lucha contra las teorías más absurdas del feminismo o el
Colectivo LGTB parezca hoy capitaneada por una formación aberrante y
ultrarreaccionaria como Vox, cuyos miembros, entre otras lindezas, tratan la
homosexualidad como una enfermedad –desoyendo las evidencias científicas– o
pretender abolir la posibilidad del aborto –considerándolo, además, pecado–,
indica en qué lugar ha quedado hoy la «izquierda» y, sobre todo, el retraso de las
fuerzas revolucionarias que antaño denunciaban al feminismo como un
movimiento burgués. Por ejemplo, delegar por omisión en manos de Vox un tema
tan delicado e importante como dar respuesta al feminismo en la cuestión de la
mujer significa que se van a combatir unas ideas pseudocientíficas, es decir las
feministas –que no aciertan a adivinar las causas de la desigualdad histórica entre
hombres y mujeres y mucho menos en las recetas para su solución–, con otras
todavía más idealistas y retrógradas: la de los fascistas –influidos, entre otras cosas,
por una educación católica–. Lo mismo supondría dejar esto en manos de nuestros
amigos revisionistas que, desorientados, sostienen los argumentos de una y otra
bancada, cayendo ora en argumentos homófobos ora en una idealización del
colectivo homosexual.

¿Qué tareas enfrenta realmente la revolución actual?

En la era de la globalización, todo país, incluso los países imperialistas, tienen


grandes vínculos económicos entre ellos, algunos incluso dependen de otras
potencias imperialistas de mayor peso o han delegado su soberanía en grandes
organismos supranacionales como la UE. Eso no implica plantear la ridiculez de
que en España las tareas de la revolución se centran gran parte en un
antiimperialismo casi tercermundista como aquí nos intentan plantear algunos. 

Actualmente España es el séptimo país del mundo en exportación de armas con


datos aproximados de 5.000 millones de euros. Del mismo modo es el segundo país
de Europa con mayor producción de vehículos, el noveno a nivel mundial con una
producción de tres millones. En cuanto a producción agrícola, España vendría a ser
el cuarto país de la UE, en torno a 50.600 millones de euros. Más allá que estos
datos cambien levemente año a año, esto demuestra el papel de España frente a la
UE, no precisamente como socio menor. El PIB anual de Rusia es de 1.518.813
euros en 2019, mientras que el de España fue 1.244.757 euros, una diferencia
mínima frente a otra potencial mundial. En un contexto en donde las
multinacionales españolas esquilman los recursos de América por doquier, tratar de
dar primacía en las tareas revolucionarias político-económicas del país, a rasgos
inexistentes de feudalismo o centrar todo en la influencia de otros imperialismos en
los manejos del país, sería poco menos que emular los peores posicionamientos
socialchovinistas.

España es un país imperialista y uno de los que más presencia tiene a lo largo del
globo, su problema no es ni puede ser la falta de desarrollo de fuerzas productivas,
no se enfrenta a problemas culturales de analfabetismo, tampoco se puede esperar
que la falta de libertades democráticas o la venta de la soberanía nacional sean
resueltas por la burguesía española de la cual conocemos su historial, pero tampoco
por los revisionistas que hablan de socialismo en términos marxistas pero no tienen
ni la más remota idea de qué es. La falta de conciencia socialista actual no reside en
la inexistencia material de proletariado como dicen algunos posmodernos, ni en
que la burguesía haya desarrollado herramientas de alineación que hagan imposible
la revolucionarización de los trabajadores como afirman los seguidores de la
Escuela de Frankfurt, simplemente la historia ha demostrado que aunque el nivel
de vida descienda y las contradicciones sociales se agudicen socialmente, si se sufre
la ausencia de un agente colectivo proletario que dé impulso a la verdadera
ideología revolucionaria, que es el marxismo, no habrá proceso alguno de
transformación, no se dará pie a emancipaciones sociales reales, a lo sumo conatos
de revolución, con suerte a pseudorevoluciones. Por consiguiente, en lo que se
refiere a este tipo de países, no hay medias tintas posibles, no hay otra alternativa
posible para las masas trabajadoras que el socialismo, para cuya consecución hace
falta la dirección del proletariado bajo el partido comunista, que debe organizarse y
concienciar a los trabajadores para lanzarse a la toma de poder cuando sea el
momento adecuado. 

La «lucha contra la penetración e injerencia del imperialismo», y en general la


lucha por la «independencia nacional» acaban siendo unas consignas de carácter
reformistas u oportunistas, en el más sentido más clásico y falso del liberalismo,
cuando el pretendido partido comunista lo hace apoyando al gobierno burgués o
pequeño burgués de turno que, como es normal, precisamente no hace nada en esta
cuestión o solo admite medidas tibias que desmoralizan a las masas. O en su
defecto, cuando los comunistas proponen un programa abstracto que no aspira al
socialismo. Pero estas cuestiones son tareas básicas que en muchos países
dependiendo el caso, el proletariado debe liderar con más o menos ahínco. Ahora,
sabemos que como en la cuestión del peligro de la guerra, la cuestión de género, la
lucha contra el idealismo religioso, la cuestión ecológica, una educación de calidad y
tantas otras, no podrá haber una solución definitiva en ese campo sin que haya una
completa revolución política, económica y cultural, sin la emancipación social del
proletariado, sin el establecimiento del socialismo como sistema social en dicho
país, y en algunos casos, incluso habrá que esperar al triunfo del socialismo en una
gran parte del planeta. De ahí que todo lo que no sea ligar las cuestiones concretas a
la cuestión global, será dar palos de ciegos, será poner una venda para una herida
que seguirá sangrando.

¿Y qué hay de los temas en boga hoy? Tomemos la cuestión ecológica. ¿Puede haber
una revolución ideológica que dé pie a una nueva base económica sin acabar con
ese poder político-económico? Tampoco porque el marxismo tipifica el modo de
producción de una sociedad –en este caso capitalista– es la que determina el
conjunto de creencias, valores e ideas dominantes en la cultura dominante. Algunos
ecologistas atacan abiertamente al marxismo bajo la acusación de que «el
pensamiento marxista es un modelo productivista que no tienen en cuenta la
cuestión medioambiental», a veces incluso ponen de ejemplo manifiesto a los
regímenes históricos o presentes capitalistas del revisionismo –lo que demuestra
hasta qué puntos ha hecho mella el triunfo del revisionismo en el ideario colectivo–.
Pero quién proclama todos estos ataques hacia el marxismo son los mismos
«movimientos unilateralistas» como el feminismo, el animalismo, el
tercermundismo y otras corrientes alejadas de la lucha de clases, que mienten por
desconocimiento o a conciencia alegando que «el marxismo no ha profundizado en
la cuestión de la mujer», que «no puede satisfacer y cuidar las vidas animales» o
que no se ha preocupado de conocer «las causas del atraso de los países
subdesarrollados y ponerles solución». Afirmaciones del todo ridículas ya que el
marxismo es la única corriente que ha dado una respuesta científica a las causas de
estos problemas y propuesto soluciones a las mismas.

El marxismo siempre ha concebido que el hombre a través del trabajo se


autorrealiza, que de esa forma socializa con sus homólogos y con la naturaleza, por
tanto, para los padres del marxismo la cuestión de la naturaleza no puede ser
obviada del desarrollo humano mismo, y así se reflejó en sus escritos. Solamente el
marxismo tiene en su seno una doctrina científica que puede dar solución a todos
estos temas como son: la cuestión nacional, la cuestión de género, la cuestión
ecológica, la antifascista o anticapitalista. Por ello el marxista considera estúpido
insistir a bombo y platillo que él o su partido es «ecologista» o «antifascista», pues
su doctrina cubre y da respuesta a todas las contradicciones nacidas de las
relaciones de producción capitalistas, y lo hace de una forma mucho más clara y
seria que los elementos que «solo» se centran en un tema en específico. El marxista
como tal, no satura sus mensajes de eslóganes ecologistas para «cumplir con la
causa», sino que da una explicación materialista de las causas del fenómeno y
propone soluciones reales, lucha por aplicarlas, y tiene conciencia que el principal
obstáculo para hacerlas cumplir son las clases explotadoras y parasitarias, a las
cuales sabe que debe eliminar o de otra manera no será posible aplicarlas.

¿Por qué el proletariado sigue siendo la clase revolucionaria?

En su día, la Escuela de Frankfurt niega al proletariado como clase ascendente de la


historia, como clase que debe hegemonizar la superación del capitalismo. Clamaban
que a causa de los medios masivos de información la alienación existente entre el
proletariado en los países de la «sociedad de consumo» era un obstáculo insalvable,
que dicha clase se había aburguesado, no pudiendo ser ya el sujeto determinante,
transformador. Así algunos autores finalizaron calificando que la intelectualidad o
incluso al lumpenproletariado como vanguardia, como capa social que cumplirían
las veces de «clase determinante o ascendente», una completa aberración teórica
por varias razones.

1) Gran parte de la intelectualidad en el capitalismo no puede sobrevivir sin prestar


servicio a disposición de quién le paga: la burguesía; además la intelectualidad es
una capa social que procede de varias clases sociales, gran parte de ella sale de las
capas acomodadas, sus miembros están muy alejados del peso del tipo de trabajo
físico, por lo que corre el riesgo de alejarse del proletariado sino asimila su teoría y
mantiene lazos cercanos con él. 

2) El lumpen por lo general es un elemento oportunista carente de todo principio


ideológico y moral, es el esquirol y matón por excelencia, sobrevive gracias a
cumplir los servicios de la burguesía, reúne en él los peores vicios de la sociedad
burguesa, no es casualidad que esta última se valga de su modo de pensar y actuar
para hacer degenerar a los trabajadores, en especial a los jóvenes, propagando la
cultura lumpen en los medios de comunicación como modelo a seguir para
desactivar el movimiento proletario revolucionario.

3) El proletariado es la única clase que por su lugar en la producción asegura su


reproducción conforme el capitalismo se expande, no se produce su
descomposición como ocurre con otras capas como la pequeña burguesía, su
carencia de cualquier medio de producción y su concentración en zonas de trabajo
hace proclive a su agrupamiento y solidaridad entre sus miembros, el rol que ocupa
en la producción le da una posición decisiva, suponiendo el mayor peligro para la
burguesía en caso de que decida levantarse, la condición de desposeída de toda
propiedad hace que a diferencia de otras viejas clases de la historia que pugnaban
por el poder, El proletariado no necesita tomar el poder para asegurar su poder y
propiedad, sino para liberar al ser humano de la explotación del hombre por el
hombre, eso sumado a que es la única clase social que cuenta con una doctrina
científica como es el marxismo-leninismo, hace que el proletariado moderno sea la
clase de vanguardia para destruir al capitalismo sin discusión.

4) La alienación no es un fenómeno exclusivo de la sociedad capitalista, ya estaba


presente en el feudalismo y en otros sistemas, solo que los medios por los que
ejercer esta alienación son diferentes, el proletariado puede repeler esta alienación
si se agrupa, difunde su doctrina, analiza y expone las causas de los problemas
candentes y les propone dar solución por la vía revolucionaria.

Pese al bajo nivel de concienciación política en muchos lugares, a la burguesía le es


muy difícil camuflar las contradicciones existentes en la sociedad de clases: un
proletario sabe distinguir que él está desposeído de los medios de producción y que
un burgués los posee.

a) Sabe de sobra que en caso de perder su puesto de trabajo depende de que otro
burgués le requiera para poder trabajar, que ni siquiera con una formación laboral
adecuada o una larga experiencia tiene garantizado el derecho al trabajo.

b) Es consciente que en las profesiones no se cobra acorde a su importancia, que él


por ejemplo cobra un salario ridículo para el tiempo que trabaja y el esfuerzo que
dedica y que otro de otra rama o incluso un superior cobra el triple.

c) Conoce de sobra que si comete una infracción la justicia no será la misma que
para alguien adinerado.

d) Se da cuenta perfectamente que los políticos que están en el poder y se postulan


para entrar en él, no son de su misma clase social. 

e) La experiencia le dice que las crisis no las pagan los ricos ni siquiera cuando la
han provocado por especulaciones y corruptelas manifiestas, que siempre terminan
siendo pagadas por los trabajadores, etc. 

Todo esto arrastra espontáneamente quiérase o no al proletariado hacia la lucha de


clases, y los que toman concienciación, hacia inclinaciones anticapitalistas. 

Otra cosa muy diferente es que a falta de un factor subjetivo como es la


organización del proletariado y el estudio de su doctrina marxista-leninista y bajo la
presión ideológica constante de la burguesía y sus agentes, no lleguen a buen puerto
y el proletariado se desvíe.

Por todo esto, la llamada Escuela de Frankfurt tuvo una influencia brutal en los
movimientos de mayo de 68, en la propia conformación del hipismo, del
eurocomunismo y del postmodernismo. La «Escuela de Frankfurt» ha hecho las
veces de «quinta columna» dentro del marxismo.
El capitalismo y su supuesto constante desarrollo «progresista»

Se demuestra que, si bien el régimen actual de monarquía parlamentaria no ha


podido resolver en España varios temas importantes como por ejemplo la cuestión
nacional, si es considerablemente más progresista que el régimen franquista en la
materia legislativa de estos temas civiles, pues salta a la vista que no presenta el
«corpus jurídico» de un régimen fascista, sino democrático-burgués moderno. Solo
un ignorante diría que un régimen fascista aprobaría leyes que intenten paliar,
aunque sea un poco la situación de la mujer, de los homosexuales, los
discapacitados, los inmigrantes, como las que se han institucionalizado en varios
países sobre todo de Europa durante las últimas décadas. 

Estas medidas progresistas también implementadas en algunos países con júbilo


durante las últimas décadas, no han supuesto «el triunfo definitivo y eterno de la
democracia burguesa y sus valores liberales» ni la «demostración de la validez del
sistema», pues el capitalismo lleve a cuestas la envoltura que lleve, democrático-
burguesa o fascista, no puede escapar a sus contradicciones inherentes, por ello
asistimos en la misma Europa o América a una abolición de este tipo de leyes
aprobadas previamente: se han ido perdiendo este tipo de derechos y libertades en
materia de expresión, asociación y reunión, se han ido endureciendo las
condiciones de vida y trabajo abaratando, los servicios públicos de sanidad y
educación se han vuelto precarios y cada vez se dificulta más el acceso a la
población, se han retirado los planes sociales para asistir a enfermos o ancianos, se
han ido tomando medidas en favor de políticas restrictivas de inmigración, se han
derogado algunos de los derechos efectivos de igualdad entre el hombre y la mujer,
se ha endurecido las medidas sobre el aborto, se han aplicado nuevas leyes
antiterroristas que criminalizan a diferentes movimientos político-sociales, se han
emitido amnistías fiscales a las empresas que no cotizaban en el país mientras se
subían los impuestos directos e indirectos a los trabajadores, se han promulgado
leyes y decretos que concentran los poderes judiciales en manos del ejecutivo, se ha
legislado a favor de financiar al clero y darle más poderes en la educación, se han
promovido la congelación de las pensiones o la estimulación de planes privados de
las mismas, se han creado leyes para que pagar el rescate de los bancos sea un
deber legal de la nación esquilmando aún más a los trabajadores, se han
implementado leyes sobre la inversión extranjera y se han dado luz verde a
proyectos empresariales extranjeros que dañan el medio ambiente e incluso violan
las propias constituciones burguesas de los países en cuanto a soberanía nacional. 

Y como esto, un innumerable etcétera de retrocesos que se han visto –más allá de
las variaciones entre sus sistemas políticos– en diversos países como Francia,
España, Rusia, Polonia, Hungría, Nicaragua, Brasil, Italia, Venezuela, Chile, y un
sinfín de países más. A su vez otros países han avanzado en estas materias bien por
las necesidades de las clases explotadoras de verse obligadas a remodelar sus leyes,
bien por las luchas populares y los intentos de la clase dominante de calmar la
situación, mezcla de ambas o por las razones que sean. Pero es claro que en el
capitalismo las libertades y derechos conquistados deben de ser defendidos con
uñas y dientes por los trabajadores pues la burguesía siempre tratará de
arrebatárselos o de no aplicarlos. Se debe presionar para conservarlos, pero sobre
todo para que una vez aprobados se apliquen, mostrando las contradicciones de un
sistema burgués que no quiere ni siquiera aplicar lo estipulado según sus reglas.
Todas estas luchas preparan a las masas en diversas movilizaciones, crea conciencia
sobre sus intereses propios, y prepara a los trabajadores para lanzarse a pelear por
sus intereses máximos, siendo la forma más elevada: la revolución.
Se suele argumentar que el marxismo está desfasado, bien, veamos una crítica
marxista del siglo XIX a la sociedad capitalista para comprobar si mantiene toda su
vigencia, o si, por el contrario, la sociedad actual ha dejado atrás cualquier parecido
con la realidad de entonces:

«La naturaleza del Estado clasista, sin embargo, condiciona no sólo el que las
clases explotadas se mantengan en la mayor carencia posible de derechos, sino
también que los costos y cargas para la conservación del Estado se echan en
primer lugar sobre los hombros de los explotados. Esto resulta tanto más fácil
cuando la manera de allegar las cargas y costos se efectúan bajo formas que
ocultan su verdadero carácter. Es evidente, que los impuestos directos elevados
para cubrir los gastos públicos deben incitar tanto más a la rebelión cuanto más
bajos sean los ingresos de la persona a quién se exigen. Por tanto, la astucia
ordena aquí a las clases dominantes guardar la medida y, en lugar de los
impuestos directos, imponer los indirectos, es decir, impuestos y tributos sobre los
artículos de primera necesidad, porque de este modo se efectúa una distribución
de las cargas sobre el consumo diario, que para la mayoría se expresan de modo
invisible en el precio de las mercancías y los engañan acerca de las cuotas
impositivas que pagan. La mayoría ignora, y le resulta difícil calcular, cuántos
impuestos o aranceles, etc. paga cada cual, sobre el pan, la sal, la carne, el azúcar,
el café, la cerveza, el petróleo; no sospechan hasta qué extremos los despluman. Y
estos tributos aumentan en proporción al número de miembros de su familia, esto
es, constituyen el modo de imposición más injusto que imaginarse pueda. Las
clases poseedoras, por el contrario, hacen gala de los impuestos directos que ellas
pagan y se atribuyen, de acuerdo con su monto, los derechos políticos que niega a
la clase no poseedora. A ello se suman las ayudas y subvenciones estatales que las
clases poseedoras se otorgan anualmente, a costa de las masas, por valor de
muchos cientos de millones, mediante primas estatales y aranceles sobre todos los
medios de vida posibles y mediante toda clase de ayudas. A ello se suman,
además, las gigantescas explotaciones efectuadas mediante la subida de los
precios de los más variados artículos de primera necesidad, subida que las
grandes organizaciones patronales capitalistas llevan a cabo a través de los
trusts y sindicatos y que el Estado fomenta con su política económica o tolera sin
replicar, si es que no los apoya con su propia participación. (...) Entre las distintas
naciones se ha formado gradualmente un estado enteramente antinatural de las
relaciones internacionales. Estas relaciones aumentan a medida que crece la
producción mercantil, a que el intercambio de mercancías resulta cada vez más
fácil con la ayuda de los medios de comunicación cada vez más perfectos y los
logros económicos y científicos se van convirtiendo en patrimonio general de
todos los pueblos. (...) La xenofobia y el chovinismo se fomenta artificialmente acá
y allá. En todas partes, las clases dominantes procuran mantener la fe de que son
los pueblos los que siendo mortalmente enemigos uno de otro, sólo esperan el
momento de poder lanzarse el uno contra el otro para aniquilarlo. La lucha
competitiva de la clase capitalista de los distintos países entre sí adopta, en el
terreno internacional, el carácter de una lucha de la clase capitalista de un país
contra la de otro y, apoyada por la ceguera política de las masas, produce una
carrera de armamento militar como el mundo no ha conocido jamás. Esta
carrera ha creado ejércitos de un tamaño inexistente antes, ha creado
instrumentos de muerte y destrucción de tal perfección para la guerra terrestre y
marítima como sólo es posible en una época de las más avanzada técnica como la
nuestra. Esta carrera produce un desarrollo de los medios de destrucción que
lleva, finalmente, a la autodestrucción. El mantenimiento de los ejércitos y flotas
de guerra exige sacrificios cada vez mayores, y que finalmente, arruinan al
pueblo más rico. (...) Mientras las clases explotadas pueden mantenerse
ignorantes de la naturaleza de todas estas medidas no encerrarán ningún peligro
para el Estado ni para la sociedad dominante. Pero tan pronto como lleguen a
conocimiento de las clases perjudicadas –y la creciente educación política de las
masas las va capacitando cada vez más para ello–, estas medidas, cuya injusticia
manifiesta es evidente, estimulan la animosidad e indignación de las masas. Se
extingue la última chispa de fe en el sentimiento de justicia de los poderes
dominantes, reconociéndose la naturaleza del Estado que aplica tales medios y el
carácter de la sociedad que las fomenta. La consecuencia es la lucha hasta la
destrucción de ambos». (August Bebel; La mujer y el socialismo, 1879)

¿Alguien puede negar que esto siga siendo el pan de cada día en el mundo
capitalista? Quizás un trabajador cualquiera, no entienda de economía política,
pero puede entender esto y reconocer la racionalidad del planteamiento marxista
acorde a la verdad que tiene ante sus ojos diariamente. He ahí donde los marxistas
deben aprovechar no solo el tener razón, sino el sacar rédito de tal verdad objetiva
con un lenguaje acorde a las masas, una asignatura pendiente.

Estamos seguros que las siguientes palabras serán entendidas por todos:

«La penuria y la inseguridad en que viven las amplias masas trabajadoras, así
como la política interior y exterior reaccionaria, antipopular, que siguen los
regímenes capitalistas y burgués-revisionistas, vienen aumentando
continuamente el descontento de las amplias capas populares. Esta grave
situación ha suscitado en estas capas una incontenible indignación que se
exterioriza por medio de huelgas, protestas, manifestaciones, choques con los
órganos represivos del régimen burgués y revisionista, y en muchos casos a
través de verdaderas rebeliones. Las masas populares sienten una creciente
hostilidad hacia los regímenes que las subyugan. Los gobiernos de los países
imperialistas, capitalistas y revisionistas, hacen todo tipo de promesas y
propuestas fraudulentas, esforzándose, también en esta situación de crisis, por
acaparar el máximo beneficio, por atenuar el descontento y la indignación de las
masas y desviarlas de la revolución. Mientras tanto, los pobres se empobrecen
cada vez más, los ricos se enriquecen mucho más, el abismo entre las capas
sociales pobres y las ricas, entre los países capitalistas desarrollados y los países
poco desarrollados se ahonda sin cesar. (…) La burguesía y las camarillas
dominantes se ven obligadas a cambiar más a menudo los caballos de los carros
gubernamentales, con el fin de engañar a los trabajadores y hacerles creer que los
nuevos serán mejores que los viejos, que los responsables de la crisis y de que ésta
prosiga son los anteriores, mientras que los substitutos mejorarán la situación, y
otras cosas por el estilo. (...) Al mismo tiempo la burguesía, en los países
capitalistas y revisionistas, refuerza sus salvajes armas de represión, el ejército,
la policía, los servicios secretos, los órganos judiciales; refuerza el control de su
dictadura sobre cualquier movimiento e intento de lucha del proletariado. (...) En
todos ellos se han intensificado la opresión y la explotación, todos padecen los
males del capitalismo, en las filas de los dirigentes y de las altas capas sociales
han estallado rencillas y pugnas por apoderarse del poder y obtener privilegios,
en todas partes bulle el descontento y la indignación de las masas populares. Así
pues, también en estos países existen grandes posibilidades para la revolución.
También en ellos la ley de la revolución actúa igual que en cualquier otro país
burgués. (...) Pero todos estos medios políticos y militares no son sino paliativos,
incapaces de curar al sistema capitalista-revisionista de la grave enfermedad que
padece». (Enver Hoxha; El imperialismo y la revolución, 1978)

¿Acaso los países revisionistas pueden escapar de sus contradicciones?

La situación es análoga en los países capitalistas de corte revisionista, o sea,


aquellos que se cubrieron bajo la apariencia de que allí tras la toma del poder se
construyó una sociedad «socialista», pero que en realidad como en otras cuestiones
fundamentales revisaron el marxismo-leninismo y no siguieron las pautas
ineludibles para construir una sociedad socialista quedándose estancados en un
capitalismo, en estos países, como países capitalistas no eluden sus leyes de
desarrollo. Por tal razón actualmente existen –en algunos con mayor medida que
otros– graves trastornos debido al gasto excesivo en el ejército, desempleo,
inflación, diferenciación social, desconcierto por el pago de la deuda, descontento
por la falta de abastecimientos de los productos básicos, decepción y enfado por la
política interior y exterior antirrevolucionaria del gobierno, apatía por la falta de
perspectivas de mejora del nivel de vida, y un largo etc., esto se reflejan a su vez en
hechos como huelgas económicas, absentismo laboral, choques de las masas
trabajadoras con los cuerpos y fuerzas del Estado, luchas por el poder en la
dirigencia, cambios repentinos de política económica, subida y caída de altos cargos
del gobierno. 

Allí, como países que guardan las relaciones de producción capitalistas de todo tipo
somos testigos de fenómenos y contradicciones entre el gobierno y las masas
trabajadoras, contradicciones que se ven agudizadas en momentos de gran
delicadeza y crisis para las dirigencias de estos gobiernos.

Las reformas que introducen actuales los gobiernos revisionistas no son más que
parches, la herida seguirá sangrando a borbotones, ya que estas reformas no tocan
la estructura capitalista y burguesa de sus sistemas.

Algunos vacilantes-oportunistas que se dicen «marxista-leninistas» reclaman


piedad y compasión para los regímenes burgueses y capitalistas de carácter
revisionista como podrían ser Cuba, Vietnam, China, Corea del Norte, y un largo
etc., piden a los marxista-leninistas y sus partidos que se apiaden de condenar en
sus escritos a estos gobiernos, a estos líderes, a estos partidos. Aquí encontramos
una serie de personajes y teorías que evidencian el antimarxismo de estos
variopintos abogados de los regímenes revisionistas:

1) Los que dicen que no hay que atacar estos regímenes ya que según ellos pese a su
revisionismo actual son países socialistas; es decir, son aquellos que creen que pese
a ser líderes revisionistas, tener un partido revisionista, se puede construir el
socialismo como antaño decían los pro revisionismo soviético en los 70 u 80;

2) Los que dicen que no hay que atacar a estos regímenes porque son una
alternativa al «capitalismo clásico» y que más bien habría que apoyarlos con
ahínco. Si siguiéramos este hilo de pensamiento habría que apoyar también al
«modelo escandinavo», al «socialismo del siglo XXI», o a otros movimientos
reformistas o anarquistas que también son alternativa del capitalismo más
«asesino» –por así decirlo– como podría ser el neoliberalismo, ¿dónde acabaría el
apoyo a estos modelos, en el último estadio de modelo económico capitalista más
reaccionario? ¿El corporativismo fascista? ¿El resto serían «aprovechables» y
«merecedores de apoyo»?;
3) Los que dicen que no hay que atacarlos porque son bastiones antiimperialistas.
No obstante, en su línea de pensamiento antiimperialista borran el contenido de
clase, niegan que el verdadero antiimperialismo sólo puede ser ejercido por la clase
obrera en el poder, desde el punto de vista marxista-leninista que sabe que el
genuino antiimperialismo de un Estado va unido y sólo puede ser garantizado a
través de la revolución social que es la revolución proletaria, y además, en tal
afirmación, ignoran, como si nada, la evidencia de que estos regímenes en el mejor
de los casos luchan contra un imperialismo u varios, pero están ligados a otro o a
muchos otros, y muchas veces, cambian de un bloque imperialista a otro según
convenga a la camarilla burguesa que detenta el poder;

4) Los que dicen que sería un golpe para el movimiento marxista-leninista la caída
dominó de estos regímenes; craso error, jamás puede ser perjudicial para la
ideología y objetivos marxista-leninistas la caída de gobiernos burgueses
capitalistas, que entre su política, economía y cultura trabajaban por perpetuar el
revisionismo. Al revés, estos gobernantes que se esfuerzan por disfrazar sus ideas
burguesas-capitalistas bajo ropajes proletarios-marxistas, logrando con sus
acciones desacreditar al verdadero comunismo; por el contrario, cuanto más tiempo
sigan existiendo estas sedes mundiales del revisionismo más tiempo, más
herramientas y más recursos tendrán para propagar el ideario revisionista-burgués
a nivel local e internacional, y por lo tanto más difícil se hará a los marxista-
leninistas rechazar estas mistificaciones que han sido inculcadas en las masas
trabajadoras de su país y de otros países, clichés que como hemos afirmado y
demostrado, han sido inoculados como si fueran inherentes a la teoría y práctica del
marxismo-leninismo.

Tampoco debe descartarse, viendo el destino histórico de los revisionismos, que la


clase obrera y las masas trabajadoras, desilusionadas por la idea del comunismo tan
pisada por estos farsantes, sean utilizadas para llevar cabo un cambio de régimen
hacia una democracia burguesa de estilo occidental.

Las condiciones objetivas para una revolución existen de forma tajante en muchos
de estos países y como vemos en muchos otros se están formando a prisa, pero el
factor subjetivo es de lo que más adolecen estos pueblos.

No somos pesimistas sobre la situación de los marxista-leninistas en estos países


sino empecinados realistas. Por eso no dejamos de insistir en la necesidad para
estos revolucionarios marxista-leninistas de organizarse. En estos países, por tanto,
la clase obrera y las masas trabajadoras no tienen y necesitan urgentemente un
partido comunista marxista-leninista que aproveche la coyuntura de los
acontecimientos y les comande en próxima revolución.

¿Ha finalizado la lucha entre capitalismo y comunismo?

Algunos creen que una vez acabada la Guerra Fría la metodología del tipo Gladio
pasó a mejor vida y reina la «paz social y la democracia». Pero no nos engañemos,
el teórico «fin de la guerra entre el capitalismo y comunismo» es una teoría
imperialista o una teoría derrotista, dependiendo quién sea el autor que la empuñe,
pero por encima de todo es falsa. Aunque no existan países dirigidos por partidos
marxista-leninistas que construyan el socialismo, esta lucha entre capitalismo y
comunismo existe en nuestro mundo actual, se ve en la lucha del capitalismo por
suprimir a las pocas iniciativas marxista-leninistas que intentan constituirse, se
nota claramente en los actos de censurar la única ideología realmente proletaria y
progresista –el marxismo-leninismo–, o en los intentos de deformarla hasta hacerla
inútil e inofensiva con toda una ristra de pseudomarxismos. La lucha de la que
hablamos es una lucha producida por las contradicciones propias del capitalismo,
en especial de la contradicción capital-trabajo –burguesía-proletariado–, eso
significa dicha pugna es completamente inexorable debido a la lucha de clases que
se desarrolla en medio de una sociedad dividida en clases. Su forma de producción
determina tales contradicciones; esto es así más allá de los deseos de algunos por
ocultar esta realidad y, aunque algunos pierdan el tiempo teorizando el fin del
proletariado con el «precariado» y hablando de las bondades de la «sociedad de
consumo», lo cierto es que como ha demostrado la última crisis global el
capitalismo su sistema económico no tiene solución, no puede ser reformado,
siempre reaparecen viejos problemas o se recrudecen otros, el proletariado como
tal sigue existiendo, y es con su ideología la única clase social que puede poner fin al
capitalismo, puesto que tampoco existen evidencias de otras experiencias históricas
donde otras pretendidas ideologías anticapitalistas haya logrado derrotar al
capitalismo y sostener su régimen mínimamente. 

Las fricciones que se crean diariamente dentro del mundo capitalista crean una
conciencia entre los trabajadores, la enérgica repulsa hacia los males de la sociedad
–aunque no sepan muy bien como procesar todo esto ni cómo actuar–, es algo que
puede ser aprovechado por los marxista-leninistas para dotarles de conciencia de
clase o puede ser aprovechada por la burguesía para mitigar estas inclinaciones a
través de diversas formas de alineación o a través del diversionismo político.
Entonces, varias de las manifestaciones de la lucha de clases, aunque no pongan
directamente en tela de juicio directamente el poder de la burguesía, aunque sean
movimientos con métodos arcaicos de lucha, mal organizados, eclécticos
ideológicamente y en definitiva, no netamente comunistas, la burguesía en más de
una ocasión debido a su fragilidad y a su pavor, se verá obligada a reprimir a los
trabajadores cuando no pueda engañarlos. Cuando no tenga medios para dar unas
concesiones que calmen los ánimos, tomara una actitud represiva que como hemos
visto a lo largo de siglos con varios ejemplos, se agudizará más en cuanto las formas
de actuación de las masas se vuelvan cada vez más sofisticadas, tomando conciencia
de sus actuaciones y de sus objetivos finales, adquiriendo su movimiento un
carácter realmente ofensivo y peligroso para el estatus político-económico
dominante. Pero para eso los marxista-leninistas deben encabezar tales luchas, y
viendo el panorama ahora eso no es posible ni remotamente, he ahí la gran labor
que hay por delante.

La burguesía cuando se ve con un pie en la tumba, recurre a todo como sabemos.


Insistimos: los métodos de la CIA y de todos los gobiernos burgueses, sus cuerpos
de espionaje y en general todos sus cuerpos represivos no han cambiado. Si nos
centramos en las conexiones estadounidenses, solo hay que ver los escándalos sobre
secuestros, desapariciones, experimentos, torturas, espionaje y demás casos que
cada día salen a la luz sobre viejos eventos en Chile, Argentina, Irak, Guantánamo,
Vietnam, Nicaragua, Salvador, Irán, Congo, Indonesia, Somalia, Libia y así un
sucesivo etc., la lista sería realmente interminable. En España la justicia ha
condenado a los dos partidos clásicos PP-PSOE por temas como corrupción o
terrorismo de Estado, ¿realmente se necesitan más ejemplos de la podredumbre
que es el capitalismo?

Cuando la documentación de los servicios secretos es desclasificada al público tras


variadas décadas o cuando varios agentes, ante la vejez y sin nada que perder,
confiesan los trapos sucios de sus organizaciones, la documentación nos recuerda la
realidad en la que vivimos. Claro está, que los medios de (in)comunicación masivos
no dedican ni la mitad del tiempo a mostrar estas revelaciones del que dedican a
otros temas estúpidos y banales, pero esto es normal, ¿acaso no es ella, la clase
burguesa, quién también controla el poder comunicacional-propagandístico de la
sociedad? Entonces a obviedades materiales debemos llegar a conclusiones obvias
de por qué todo esto no es realmente conocido entre la población. Sea como sea,
estos datos están ahí, y deben ser propagados y popularizados entre los
trabajadores, para que se quiten de encima cualquier ilusión sobre cómo se las
gasta la burguesía ante sus enemigos.

Les guste o no a los apologistas del capitalismo y de la flamante democracia


burguesa, poco a poco se siguen confirmando estos crímenes de Estado, y esto no va
a parar nunca, ni se podrá contrarrestar por mucho que se esfuercen por dejarse
millones en crear y difundir libros, películas y canciones de aspecto propagandístico
bajo mitos anticomunistas para intentar justificar sus pecados, o para convencer a
las masas que en el peor de los casos «todos son iguales».

¿Por qué sigue siendo necesaria el concepto de partido marxista-


leninista bajo el capitalismo?

«Los partidarios sinceros de la emancipación de los obreros del yugo del capital
de ningún modo pueden oponerse a la formación de un partido comunista, el
único que puede dar a las masas una educación no burguesa ni pequeño
burguesa, y el único que puede desenmascarar, avergonzar y ridiculizar
sinceramente a los «dirigentes». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a los
obreros ingleses, 1920)

En las condiciones del capitalismo:

«Cuando las masas obreras son sometidas a una incesante explotación y no


pueden desarrollar sus dotes humanas, lo más peculiar de los partidos políticos
obreros es justamente que sólo puedan abarcar a una minoría de su clase. El
partido político puede agrupar sólo a una minoría de su clase, puesto que los
obreros verdaderamente conscientes en toda sociedad capitalista no constituyen
sino la minoría de todos los obreros. (...) Si tales camaradas están a favor de que
exista una minoría que luche decididamente por la dictadura del proletariado y
que eduque en este sentido a las masas obreras, esa minoría no es, en esencia,
otra cosa que el partido». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Discurso en el IIº
Congreso de la Internacional Comunista, 1920)

En su día, Stalin hizo unas anotaciones sobre le necesidad de bolchevizar el Partido


Comunista de Alemania (PCA), un partido que había sufrido y habría de sufrir
todavía muchos procesos calamitosos, sus recomendaciones siguen totalmente
vigentes:

«Para la bolchevización se necesita crear, por lo menos, algunas condiciones


fundamentales, sin las que la bolchevización de los Partidos Comunistas es de
todo punto imposible.

1) Es necesario que el partido no se considere un apéndice del mecanismo electoral


parlamentario, como en realidad se considera la socialdemocracia, ni un
suplemento de los sindicatos, como afirman a veces ciertos elementos anarco-
sindicalistas, sino la forma superior de unión de clase del proletariado, llamada a
dirigir todas las demás formas de organizaciones proletarias, desde los sindicatos
hasta la minoría parlamentaria.

2) Es necesario que el partido, y de manera especial sus cuadros dirigentes,


dominen a fondo la teoría revolucionaria del marxismo, ligada con lazos
indestructibles a la labor práctica revolucionaria.

3) Es necesario que el partido no adopte las consignas y las directivas sobre la


base de fórmulas aprendidas de memoria y de paralelos históricos, sino como
resultado de un análisis minucioso de las condiciones concretas, interiores e
internacionales, del movimiento revolucionario, teniendo siempre en cuenta la
experiencia de las revoluciones de todos los países.

4) Es necesario que el partido contrasté la justeza de estas consignas y directivas


en el fuego de la lucha revolucionaria de las masas.

5) Es necesario que toda la labor del partido, particularmente si no se ha


desembarazado aún de las tradiciones socialdemócratas, se reconstruya sobre
una base nueva, revolucionaria, de modo que cada paso del partido y cada uno de
sus actos contribuyan de modo natural a revolucionarizar a las amplias masas, a
preparar a las amplias masas de la clase obrera en el espíritu de la de revolución.

6) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor la máxima fidelidad a los


principios –¡no confundir eso con el sectarismo!– con la máxima ligazón y el
máximo contacto con las masas –¡no confundir eso con el seguidismo!–, sin lo
cual al partido le será imposible, no sólo instruir a las masas, sino también
aprender de ellas, no sólo guiar a las masas y elevarlas hasta el nivel del partido,
sino también prestar oído a la voz de las masas y adivinar sus necesidades
apremiantes.

7) Es necesario que el partido sepa conjugar en su labor un espíritu


revolucionario intransigente –¡no confundir eso con el aventurerismo
revolucionario!– con la máxima flexibilidad y la máxima capacidad de maniobra
–¡no confundir eso con el espíritu de adaptación!–, sin lo cual al partido le será
imposible dominar todas las formas de lucha y de organización, ligar los intereses
cotidianos del proletariado con los intereses básicos de la revolución proletaria y
conjugar en su trabajo la lucha legal con la lucha clandestina.

8) Es necesario que el partido no oculte sus errores, que no tema la crítica, que
sepa capacitar y educar a sus cuadros analizando sus propios errores.

9) Es necesario que el partido sepa seleccionar para el grupo dirigente


fundamental a los mejores combatientes de vanguardia, a hombres lo bastante
fieles para ser intérpretes genuinos de las aspiraciones del proletariado
revolucionario, y lo bastante expertos para ser los verdaderos jefes de la
revolución proletaria, capaces de aplicar la táctica y la estrategia del leninismo.

10) Es necesario que el partido mejore sistemáticamente la composición social de


sus organizaciones y se depure de los disgregantes elementos oportunistas,
teniendo como objetivo el hacerse lo más monolítico posible.

11) Es necesario que el partido forje una disciplina proletaria de hierro, nacida de
la cohesión ideológica, de la claridad de objetivos del movimiento, de la unidad de
las acciones prácticas y de la actitud consciente hacia las tareas del partido por
parte de las amplias masas del mismo.

12) Es necesario que el partido compruebe sistemáticamente el cumplimiento de


sus propias decisiones y directivas, sin lo cual éstas corren el riesgo de convertirse
en promesas vacías, capaces únicamente de quebrantar la confianza de las
amplias masas proletarias en el partido.

Sin estas condiciones y otras semejantes, la bolchevización suena a hueco». (Iósif


Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Sobre las perspectivas del Partido
Comunista de Alemania y sobre la bolchevización, 3 de febrero de 1925)

No exageramos si decimos que los antiguos partidos perecieron por no cumplir los
puntos aquí anunciados por Stalin.

¿Con qué debe contar un partido marxista-leninista para considerarse


como tal?

Marx y Engels recomendaron como primer eslabón:

«Los comunistas deben primero entenderse entre sí, lo que no puede obtenerse en
un grado suficiente sin reuniones periódicas para la discusión de las cuestiones
comunistas. (...) Es preciso crear asociaciones de lectura y de discusión. (...) La
necesidad de difundir folletos de contenido comunista, comprensibles». (Marx,
Engels, Felipe Gogot y Fernando Wolf a Gustado Adolfo Kottgen, 15 de junio de
1846)

¿Cuándo se empezó a hablar en Rusia de constituir un partido? Veamos:

«Bajo la dirección de Lenin, la «Unión de lucha por la emancipación de la clase


obrera», combinaba la lucha de los obreros por sus reivindicaciones económicas,
mejoramiento de las condiciones de trabajo, limitación de la jornada de trabajo,
aumento de salario, etc., con la lucha política contra el zarismo. La «Unión de
lucha» educaba políticamente a los obreros. La «Unión de lucha por la
emancipación de la clase obrera» de Petersburgo fue, bajo la dirección de Lenin,
la primera organización de Rusia que llevó a cabo la fusión del socialismo con el
movimiento obrero. Cuando estallaba una huelga en cualquier fábrica,
la «Unión», que conocía magníficamente, a través de los obreros que tomaban
parte en sus círculos de estudios, la situación de cada empresa, reaccionaba
inmediatamente con la publicación de hojas y proclamas socialistas. En estas
hojas, se denunciaban los abusos de que los patronos hacían objeto a los obreros,
se explicaba cómo debían luchar éstos para defender sus intereses y se
reproducían sus reivindicaciones. (...) La «Unión de lucha» de Petersburgo
imprimió un poderoso impulso a la fusión de los círculos obreros en agrupaciones
análogas en otras ciudades y regiones de Rusia. A mediados de la década del 90,
aparecieron las primeras organizaciones marxistas en Transcaucasia. En 1894,
se formó en Moscú la «Unión obrera» de esta ciudad. A fines de siglo, se
constituyó la «Unión socialdemócrata» de Siberia. En la década del 90 surgieron
también grupos marxistas en Ivánovo-Vosnesensk, Yaroslavl y Kostromá, las
cuales se unieron después para formar la «Unión del Partido socialdemócrata del
Norte». En la segunda mitad de esta misma década, se crearon también
agrupaciones socialdemócratas en Rostov sobre el Don, Ekaterinoslav, Kiev,
Nikolaiev, Tula, Samara, Kazán, Oréjovo-Súievo y otras ciudades». (Historia del
Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, 1938)

¡Aquí se habla ya no solo de la fusión de los círculos comunistas de una ciudad, sino
de la creación de agrupaciones en varias ciudades, de que estos tuvieran la
capacidad de intervención rápida y precisa en conflictos sociales elevando la
conciencia socialista! Algo que cualquiera de nuestros revisionistas modernos con
sus «flamantes partidos» no pueden ni soñar.

Si vemos los documentos de partidos antiguos como el PCE o el PCE (m-l), un


partido marxista-leninista que se dispusiese a hacer trabajo de calle para
popularizar su línea, desplegaría a sus militantes yendo a las unidades de
producción, montando de forma sistemática células en sus respectivos sitios de
trabajo y estudio. En muchos casos eso no sería suficiente o eficiente, por lo que en
muchos casos mandaría a los «revolucionarios profesionales» a suplir sus
deficiencias, es decir, los especialistas en agitación y propaganda. Ningún partido
revisionista ha demostrado estar en condiciones de tener un contacto directo con
las unidades de producción del país... y menos de forma sistemática, la mayoría
también carecen de esos «revolucionarios profesionales» expertos en agitación,
propaganda ni hablemos ya de cuestiones de seguridad.

A la realidad hay que mirarla tal y como es, actualmente, bajo nuestro escaso
número de material humano y de capacidades, puesto que no nos engañamos
creyendo que somos un partido que pueda proporcionar tal despliegue ni contamos
con «revolucionarios profesionales», habría que comenzar como dicen Lenin,
tratando de «reunir a los representantes de vanguardia para que asimilen las ideas
del socialismo científico», para extraer las lecciones pertinentes a nivel presente y
pasado sobre cómo se ha llegado al estado deplorable para el movimiento
proletariado marxista-leninista, para ver cómo solucionarlo y tomar acción bajo
conciencia. 

Lo innegable que es ahora esta tarea no excluye, como algunos creen, que el
conjunto de los revolucionarios no profesionales deba dedicarse a la mera reflexión
y contemplación, sino que precisamente hay que evaluar las formas más proclives
para llevar a cabo esa reunión de los representantes de la vanguardia. Una de esas
formas, incluirá en algunos casos, que se deba tener presencia en sitios como el
sindicato de su centro de trabajo o estudio, asociaciones vecinales y otros frentes de
masas si allí el revolucionario puede tener vía libre para popularizar su línea
revolucionaria. En consecuencia, tanto él a nivel individual, o su organización, a
nivel grupal deberá evaluar  qué trabajo hace, cómo contribuye, si realmente es acto
para tal trabajo, si está logrando lo que se propone, o si habría que derivarle a otras
funciones por no cumplir por lo primero y lo segundo. Debimos esto, puesto que ese
activismo ciego, por muy voluntarioso que sea, no ha cosechado más que fracasos,
lejos de elevar la conciencia ha malgastado energías y desgastado a sus mejores
elementos por no tener un plan bien diseñado sobre cuáles son las tareas actuales
fundamentales.

Lo que está claro es que sin tal condición de «agrupar a los representantes de


vanguardia» no se puede cumplir aquello de que «sólo un partido dirigido por una
teoría de vanguardia puede cumplir su misión de combatiente de vanguardia». Ese
y no otro es el requisito previo para resolver la falta de capacidad práctica, así como
el bajo nivel ideológico general. Sino el círculo o el pretendido «partido» seguirá
dando palos de ciego.
Nuestra época lejos de parecerse a la época de las grandes eclosiones sociales y las
luchas del partido proletariado por dirigirlas, por desgracia más bien se parece a lo
que sigue:

«El grupo «Emancipación del Trabajo» realizó una gran labor en pro de la


difusión del marxismo en Rusia. Tradujo al ruso varias obras de Marx y Engels:
el «Manifiesto del Partido Comunista», «Trabajo asalariado y capital», «Del
socialismo utópico al socialismo científico» y otras, que imprimían en el
extranjero y hacían circular clandestinamente en Rusia. G. V. Plejanov, Sasulich,
Axelrod y otros miembros de este grupo escribieron también una serie de obras,
explicando la doctrina de Marx y Engels, las ideas del socialismo científico. (...) La
difusión de las ideas de Marx y Engels fue la tarea que se asignó el primer grupo
marxista ruso, el grupo «Emancipación del Trabajo», de Plejanov. Este grupo
levantó la bandera del marxismo en la prensa rusa del extranjero, cuando aún no
existía en Rusia un movimiento socialdemócrata. Era necesario, ante todo, abrir
el camino a este movimiento mediante una labor teórica, ideológica. El principal
obstáculo ideológico que se alzaba ante la difusión del marxismo y del
movimiento socialdemócrata en Rusia, en aquel tiempo, eran las ideas populistas
[hoy el revisionismo ecléctico] que, por aquel entonces, predominaban entre los
obreros avanzados y los intelectuales de tendencia revolucionaria». (Historia del
Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, 1938)

¿Qué condiciones se deben de dar hoy para la futura fundación de un partido?:

«La labor socialdemócrata local ya ha alcanzado en nuestro país un nivel de


desarrollo bastante elevado. La simiente de las ideas socialdemócratas está
sembrada ya en toda Rusia; los volantes obreros, esa primera forma de literatura
socialdemócrata, los conocen ya todos los obreros rusos, desde Petersburgo hasta
Krasnoyarsk, desde el Cáucaso hasta los Urales. Ahora nos falta precisamente
convertir toda esta labor local en labor de un solo partido». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; ¿Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los
socialdemócratas?, 1894)

Nosotros en cambio, podemos decir que en nuestra época las ideas del marxismo-
leninismo apenas son conocidas entre los trabajadores, lo que prima en él son los
sucedáneos y prejuicios hacia el marxismo que le ha vendido la burguesía.

Muchos hablan de revolución. ¿Pero qué se debe de dar previamente para llegar
hasta allí?

«Cuando sus representantes de vanguardia asimilen las ideas del socialismo


científico, la idea del papel histórico del obrero ruso, cuando estas ideas alcancen
una amplia difusión y entre los obreros se creen sólidas organizaciones que
trasformen la actual guerra económica esporádica de los obreros en una lucha
consciente de clases, entonces el obrero ruso, colocándose a la cabeza de todos los
elementos democráticos, derribará el absolutismo y conducirá al proletariado
ruso [a la revolución]». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; ¿Quiénes son los «amigos
del pueblo» y cómo luchan contra los socialdemócratas?, 1894)

Sobra explicar que las ideas marxista-leninistas no solo no dirigen al movimiento


proletario que está totalmente tomado por el revisionismo, sino que en general, sus
ideas no tienen una amplia difusión, mucho menos son capaces de «transformar la
guerra económica esporádica de los obreros en una lucha consciente de
clases», porque sus organizaciones carecen de autoridad, dirección y disciplina, y
como sabemos:

«El Partido no es solamente el destacamento de vanguardia, el destacamento


consciente de la clase obrera, sino que es, además, su destacamento organizado,
con su disciplina propia, obligatoria para todos sus miembros. Por eso, los
afiliados al Partido se hallan obligados a estar afiliados también a una de sus
organizaciones. Si el Partido no fuese un destacamento organizado de la clase
obrera, un sistema de organizaciones, sino una simple suma de individuos que se
consideran por sí mismos miembros del Partido, pero que no forman parte de
ninguna de sus organizaciones y que, por tanto, no están organizados, y, al no
estarlo, no se hallan sujetos a los acuerdos del Partido, éste no tendría jamás una
voluntad única, no podría conseguir jamás la unidad de acción de sus miembros
y, por consiguiente, no estaría en condiciones de dirigir la lucha de la clase
obrera. Para que el partido pueda dirigir prácticamente la lucha de la clase
obrera y encauzarla hacia una meta única, es indispensable que todos sus
miembros estén organizados en un gran destacamento único, soldado por una
voluntad única, por la unidad de acción y la unidad de disciplina». (Historia del
Partido Comunista (bolchevique) de la URSS, 1938)

Si algo caracterizó a los bolcheviques, es por evitar las frases grandilocuentes y los
pronósticos charlatanes, primando en ellos la honestidad y el trabajo metódico:

«La situación en Rusia es tal que ningún socialista más o menos reflexivo se
atreverá a hacer profecías. (...) La tarea de los socialdemócratas consiste en
lograr que las masas lleguen a comprender con claridad esa base económica de la
crisis en gestación y en forjar una seria organización de partido, capaz de ayudar
al pueblo a asimilar las valiosas enseñanzas de la revolución y de dirigirla en la
lucha cuando las fuerzas, hoy en proceso de maduración, estén listas para una
nueva «campaña» revolucionaria. Esta respuesta parecerá sin duda «vaga» a
quienes encaran las «consignas» no como deducción práctica de un análisis
clasista y habida cuenta de determinado momento histórico, sino como talismán
dado de una vez para siempre a un partido o a una tendencia. Esas personas no
entienden que la incapacidad para ajustar su táctica a distintas situaciones por
completo claras o todavía indefinidas, se debe a la falta de educación política y a
la estrechez de horizontes». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Algunos rasgos de la
disgregación actual, 1908)

Por último, es necesario aclarar que para poder hablar de partido con mayúsculas la
especialización ha de darse, tanto por motivos organizativos como de seguridad:

«Hacen falta hombres para actividades de todo género, y cuanto mayor sea el
rigor con que se especialicen los revolucionarios en diversas funciones de la
acción revolucionaria, cuanto mayor sea el rigor con que ideen métodos
clandestinos y medidas de protección de su labor, cuanto mayor sea la
abnegación con que se sumerjan en un trabajo modesto, anónimo y parcial, tanto
más asegurada estará toda la obra y tanto más difícil les será a los gendarmes y
espías descubrir a los revolucionarios. (...) Las diversas funciones de la labor
revolucionaria son infinitamente variadas: hacen falta agitadores legales que
sepan hablar entre los obreros de tal manera que sea imposible procesarlos por
ello, que sepan decir sólo a, dejando que otros digan b y c. Hacen falta
distribuidores de publicaciones y octavillas. Hacen falta organizadores de círculos
y grupos obreros. Hacen falta corresponsales en todas las fábricas y empresas,
que informen de cuanto, ocurra. Hacen falta hombres que vigilen a los espías y
provocadores. Hacen falta organizadores de domicilios clandestinos. Hacen falta
enlaces para la entrega de publicaciones, para la transmisión de encargos y para
establecer contactos de todo tipo. Hacen falta recaudadores de fondos. Hacen
falta agentes entre los intelectuales y funcionarios públicos que estén relacionados
con los obreros, con la vida de las fábricas, con la administración –con la policía,
la inspección fabril, etc.–. Hacen falta hombres para enlazar con distintas
ciudades de Rusia y de otros países. Hacen falta hombres para organizar
procedimientos diversos de reproducción mecánica de publicaciones de toda clase.
Hacen falta hombres para guardar publicaciones y otras cosas, etc., etc. Cuanto
más fraccionada y pequeña sea la función que asuma una persona o un grupo,
tanto mayores serán las probabilidades de que pueda organizarla de una manera
bien meditada y garantizarla al máximo contra el fracaso, de examinar todos los
pormenores de la clandestinidad, empleando todos los medios imaginables para
burlar la vigilancia de los gendarmes y desorientarlos; tanto más seguro será el
éxito de la obra; tanto más difícil les resultará a la policía y a los gendarmes
vigilar a un revolucionario y descubrir sus vínculos con la -organización; tanto
más fácil será para el partido revolucionario sustituir con otros, sin daño para la
causa, a los agentes y miembros caídos. Sabemos que esta especialización es una
cosa muy difícil; difícil, porque requiere del hombre la mayor firmeza y la mayor
abnegación, porque requiere consagrar todas las energías a un trabajo anónimo,
monótono, desligado de los camaradas y que subordina toda la vida del
revolucionario a una reglamentación seca y rigurosa. Pero sólo en estas
condiciones lograron los adalides de la práctica revolucionaria en Rusia ejecutar
las empresas más grandiosas. (...) Al proponer semejante esquema de actividad a
nuestros nuevos camaradas, exponemos unos preceptos a los que nos ha llevado
una larga experiencia, profundamente convencidos de que este sistema garantiza
al máximo el éxito de la labor revolucionaria». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
Las tareas de los socialdemócratas rusos, 1897)

Esta especialización, claro está, debe de estar dirigida por un núcleo, por un centro,
de otro modo, todos los esfuerzos, todas esas ramas caerán en la dispersión y las
luchas cantonalistas, siendo la única forma de elevar la eficacia del trabajo, y por
ende, el prestigio de dicha organización:

«Por otra parte, para agrupar en un todo único esas pequeñas fracciones, para
no fragmentar junto con las funciones del movimiento el propio movimiento y
para infundir al ejecutor de las funciones menudas la fe en la necesidad y la
importancia de su trabajo, sin la cual nunca trabajará, para todo esto hace falta
precisamente una fuerte organización de revolucionarios probados. Con una
organización así, la fe en la fuerza del partido se hará tanto más firme y tanto
más extensa cuanto más clandestina sea esta organización; y en la guerra, como
es sabido, lo más importante es no sólo infundir confianza en sus fuerzas al
ejército propio, sino hacer que crean en ello el enemigo y todos lo elementos
neutrales; una neutralidad amistosa puede, a veces, decidir la contienda. Con
semejante organización, erigida sobre una firme base teórica, y disponiendo de
un órgano de prensa socialdemócrata, no habrá que temer que el movimiento sea
desviado de su camino por los numerosos elementos «extraños» que se hayan
adherido a él (...). En una palabra, la especialización presupone necesariamente
la centralización y, a su vez, la exige en forma absoluta». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; ¿Qué hacer?, 1902)
Actualmente los grupos revisionistas pese que en algunos casos disponen de un
ingente caudal humano y material, incluso recibiendo subvenciones estatales, pero
por sus propias características y objetivos reales ya comentados, no son capaces de
destacar prácticamente en nada, no crean los suficientes cuadros válidos en todos
los campos que deberían ser necesarios como para crecer, por tanto, se conforman a
unos pocos campos donde se sienten cómodos y se estancan, allí normalmente,
coinciden en los mismos actos rutinarios con otros revisionistas de otras marcas,
por lo que la competencia se agudiza, haciendo más difícil el crecimiento de estas
sectas.

Lenin tuvo que contestar ante difamaciones que daban a entender, que «jugando a
la propaganda de sus ideas» los bolcheviques solo contribuían a ignorar al pueblo y
sus necesidades:

«En la creencia de que la disposición a promover esta propaganda debe ser una
consecuencia ineludible de las convicciones socialdemócratas, apelamos a todos
los que comparten las ideas del autor del presente folleto para que contribuyan
con todos los medios –sobre todo, naturalmente, con la reedición– a asegurar la
más amplia difusión posible, tanto de la presente obra como de todos los órganos
de la propaganda marxista en general. (…) Rússkoie Bogatstvo está adquiriendo
un tono cada vez más provocador con respecto a nosotros. En un esfuerzo por
paralizar la difusión de las ideas socialdemócratas en la sociedad, la revista llegó
a acusarnos directamente de indiferencia para con los intereses del proletariado y
de insistencia en perseguir la ruina de las masas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;
¿Quiénes son los «amigos del pueblo» y cómo luchan contra los
socialdemócratas?, 1894)

En conclusión, hay que asimilar que:

«La adopción de un programa comunista sólo es una manifestación del deseo de


convertirse en comunistas. Si a ello no se agregan acciones comunistas y si, en la
organización del trabajo político, se mantiene la pasividad de la masa de los
miembros, el partido no realiza la mínima parte de lo que prometió al
proletariado con la aceptación del programa comunista pues la primera
condición de una realización consciente de este programa es la movilización de
todos los afiliados en el trabajo cotidiano permanente. El arte de la organización
comunista consiste en utilizar todo y a todos para la lucha proletaria de clases, en
repartir racionalmente entre todos los miembros del partido el trabajo político y
en arrastrar por su intermedio a masas más vastas del proletariado al
movimiento revolucionario, en mantener firmemente en sus manos la dirección
del conjunto del movimiento, no por la fuerza del poder sino por la fuerza de la
autoridad. (...) Todo partido comunista debe, en sus esfuerzos por tener solamente
afiliados realmente activos, exigir de todos los que figuran en sus filas que pongan
a disposición del partido su fuerza y su tiempo en la medida en que pueda
disponer de él en las circunstancias dadas y que siempre consagren al partido lo
mejor de sí mismos». (Internacional Comunista; Tesis sobre la estructura,
métodos y acción de los partidos comunistas; IIIº Congreso de la IC, 1921)

¿A quién podemos considerar marxista-leninista hoy?

Los marxista-leninistas parecen olvidar constantemente que a diferencia del resto


de grupos como pueden ser los fascistas, liberales e incluso los revisionistas, ellos
deben cumplir con unos rasgos mucho más exigentes:
«Cualquiera puede ser un fascista y tener una gran afinidad entre sus distintas
expresiones y comportamientos, entre ellos rara vez existen enfrentamientos
insalvables salvo rivalidades personales, como las que ocurren entre los muchas
veces mal llamados comunistas. El problema principal está en el hombre mismo
siempre tiende a anteponer su idea, pensando que es la correcta interpretación
del marxismo, aunque sea con cero argumentos que lo demuestren. Dejando
siempre la puerta abierta al enriquecimiento de la doctrina, que nunca puede ser
cerrada, hay que ser «intransigentes» con lo que se ha llamado la ortodoxia
marxista, pero para ello hay que estudiar y contrastar las distintas opiniones
para poder sacar un análisis sobre lo que es ortodoxia, prescindiendo a priori de
verdades absolutas dadas por hecho. El fascista nunca tendrá problema en esto,
porque en lo fundamental todo consiste en seguir al jefe y unos «principios»
intrínsecos de racismo, nacionalismo vitalismo primitivo, los cuales sí que son
verdaderos dogmas de imposición a ultranza sin ninguna base racional para
creer en ellos. En cambio, para ser comunista hay que tener un grado cultural
mínimo, no ser seguidistas sino tener un criterio propio en base al estudio, aunque
sea el más básico. Dudas habrá muchas conforme se avance en ese conocimiento,
yo sigo teniendo hoy y seguramente el que me lee también. El mejor medio de
estudio para empezar es comenzar leyendo nuestro «Manifiesto Comunista», y a
partir de ahí ir tocando todos los palos en donde más flaqueemos. Tenemos que
leer, preguntar a los compañeros y volver a leer. Lo tenemos muy difícil, y siento
decirlo, pero el revisionismo y sus distintas tendencias estarán siempre a la orden
del día, su populismo y fácil asimilación tiene gran parecido a los movimientos
fascistas». (Comentarios y reflexiones de José Luis López Omedes a Bitácora (M-
L), 2019)

Ser marxista-leninista no es sinónimo de formar parte de una casta de elegidos que


albergan un conocimiento dificilísimo de adquirir para el resto de los mortales. El
problema más bien es que la mayoría de la gente que tiene un nivel ideológico, ya
sea bajo, medio o alto, ha adquirido un conocimiento que comprende en lo
fundamental pero no llega a ponerlo en práctica por cobardía, sentimentalismo,
pragmatismo o la razón que sea. De ahí lo inútil que es acumular montañas de
conocimiento ad infinitum sin atreverse a aplicar lo más básico a la hora de la
verdad.

No podemos considerar comunista a quien, bien sea a título colectivo de


organización, bien a título individual, emite un total desprecio por el estudio
profundo de la doctrina marxista y, a cambio, cree compensarlo ofreciendo un
activismo inconsciente, espontaneísta. No entra dentro del orden de cosas
«normales» aquél que se contenta con hacer acto de presencia en diversos actos,
pero evita, por miedo a crear antipatías, el mantener un discurso independiente
basado en un análisis marxista. Como tampoco se entiende que el sujeto esté
cumpliendo con el requisito de llevar a cabo una formación ideológica interna
efectiva si solo se pone a ello cuando el resto de compañeros insisten día y noche en
que dedique tiempo a elevar su deficiente nivel ideológico. No se puede considerar
comunista a quien no entienda que, en la cuestión del poder político y el Estado, el
proletariado debe valerse de todos los medios disponibles para llegar al poder,
luego afianzarlo y después prevenir la restauración del viejo orden. Es imposible
considerar aceptar como comunista a alguien que no entiende las leyes
fundamentales de la economía capitalista y su diferencia con las leyes
fundamentales del socialismo marxista, quien considera la construcción del
socialismo bajo un humanismo que trataría de mejorar los índices de calidad de
vida, pero manteniendo la extracción de plusvalía, la existencia de clases
parasitarias nacionales e incluso las inversiones de capital de los imperialistas. No
sería serio tomar como comunista a quien cree que en el arte y en el campo cultural
general no existe la influencia de la lucha de clases, de lo viejo contra lo nuevo. No
podemos considerar comunista a quien no ha entendido la importancia de la lucha
contra el oportunismo en el movimiento obrero, a quien no estudia la historia
presente y pasada del movimiento comunista nacional e internacional, a quien
acepta mitos y no investiga por cuenta propia, sino que acepta lo que otros le
afirman sin argumentaciones, a quien condena una rama revisionista, pero al
momento rehabilita otra diferente –sea esta corriente más apegada al reformismo o
al anarquismo–. No podemos considerar de los nuestros a quien se niega a asumir
sacrificios –según sus posibilidades– en el trabajo práctico para ligarse a las masas
y popularizar nuestra visión comunista, a quien hace de la disciplina un chiste. No
podemos dejar de mirar con sospecha a quien repite el eslogan de la «crítica y la
autocrítica», pero en cuanto las críticas de los compañeros apuntan hacia su
persona, hace gala de un orgullo personal mal entendido que lastra su propio
desarrollo, así como el de su grupo. Del mismo modo, está lejos de nosotros quien
confunde la visión marxista sobre la cuestión de género con el llamado feminismo –
aunque se le acompañe de la coletilla «de clase»–, o quien en la cuestión nacional
cae en el chovinismo de uno u otro nacionalismo y desea imponer soluciones por la
fuerza a los pueblos. Claro es, que no podemos considerar comunista a quien en sus
análisis internacionales cae de una forma u otra en tesis tercermundistas, apoyando
a un bloque imperialista o considerando «antiimperialista» a regímenes
nacionalistas-burgueses vinculados a uno o varios imperialismos. Podríamos seguir
recordando hasta el día del juicio final perogrulladas que distinguen a un comunista
de su caricatura, y seguir citando situaciones que resultan familiares a nuestros
lectores, pero creemos que es más que suficiente para que se haga una idea con los
vicios y mitos que debemos barrer de una vez.

Por ello es del todo estúpido teorizar que los comunistas deben absorber
automáticamente las escisiones que se dan y se seguirán dando en estas
agrupaciones. Todo lo contrario: se debe tener especial cuidado, ya que la mayoría
de sujetos que abandonan estas organizaciones lo hacen por cuestiones personales
o por cuestiones ideológicas mínimas que no le llevan a una ruptura plena con el
lugar de donde proceden. Por consiguiente, si esos sujetos son conscientes, o lo
acaban siendo pronto, del carácter reaccionario de la dirección de esos partidos y
organizaciones, no durarán mucho dentro de ellas, pero esto no quiere decir que
puedan estar «libres» de todo resquicio heredado durante largo tiempo allí. Esto
significa que, si realmente han roto con ellas por cuestiones de principios
ideológicos, tendrán que autocriticarse sin sentimentalismos que valgan y
adherirse, finalmente, a la línea comunista sin excusas de ningún tipo. Si no es así,
solo podemos decir que no pasarán nunca de ser, a lo sumo, meros simpatizantes y,
quizá, de aliados en alguna cuestión determinada de los comunistas, pero nada
más.

¿Es la lucha contra el oportunismo una opción o una obligación?

Marx y Engels se caracterizaron durante su vida por una lucha implacable contra el
viejo comunismo, también conocido como el viejo socialismo utópico. Tampoco
hubo piedad hacia variantes de este como el anarquismo, ni hacia intentos de un
liberalismo socializante, como el reformismo o socialismo cristiano. Esto quedó
reflejado en los artículos contra las ideas de Proudhon, Grun, Weitling, Lassalle,
Bakunin o Dühring que lo certifican. 
Pero también desataron una aguda lucha dentro de las organizaciones afines: ahí
están las famosas polémicas contra Most o Vollmar.

Es más, en varias ocasiones hicieron saber a estas organizaciones amigas que de no


corregir este camino y expulsar este oportunismo expondrían públicamente estos
puntos de vista e incluso romperían relaciones, importándoles bien poco las
consideraciones sentimentales y personales. 

Durante 1875 en medio de la fusión de los socialdemócratas y los lasselleanos,


advirtieron que en caso de formalizarse la unión por encima de los principios,
anunciarían su rechazo público a dicho nuevo partido e ideas:

«El caso es que, después de celebrado el Congreso de unificación, Engels y yo


haremos pública una breve declaración haciendo saber que nos es del todo ajeno
dicho programa de principios y que nada tenemos que ver con el». (Karl Marx;
Carta de Marx a W. Bracke, Londres, 5 de mayo de 1875)

En otra ocasión, ya en 1879, hablando sobre los efectos nocivos e inaceptables del
grupo de Höchberg los viejos revolucionarios acabaron advirtieron a los líderes
socialdemócratas alemanes lo siguiente:

«Estas gentes desde el punto de vista teórico son un cero a la izquierda e inútiles
en el sentido práctico, tratan de hacer más moderado el socialismo –del que sólo
tienen conceptos elaborados de acuerdo con la receta universitaria– y, sobre todo,
el Partido Socialdemócrata, e ilustrar a los obreros o, como dicen ellos, inculcarles
«elementos de instrucción», poseyendo ellos mismos sólo conocimientos a medias
y confusos, además de proponerse, ante todo, la tarea de elevar la importancia
del partido a los ojos de la pequeña burguesía. Sin embargo, no son ni más ni
menos que unos miserables charlatanes contrarrevolucionarios. (...) Por lo tanto,
los caballeros han sido advertidos de antemano, y nos conocen lo suficientemente
bien como para entender que esto significa: ¡agacharse o romper! Si quieren
comprometerse, ¡tanto peor para ellos! En ningún caso se les permitirá
comprometernos. (...) Sea como fuere, ya están tan afectados por el idiotismo
parlamentario que creen que están por encima de la crítica , y denuncian la
crítica como un crimen: lèse-majesté... (...) De hecho, las cosas pueden llegar al
punto en que Engels y yo nos veamos obligados a emitir una «declaración
pública» contra los Leipzigers y sus aliados de Zurich». (Carta de Karl Marx a
Friedrich Adolph Sorge, 19 de septiembre de 1879)

Bien, ¿Y qué decir de Lenin, el líder de los bolcheviques, y de su lucha contra el


oportunismo?:

«Cuando se habla de lucha contra el oportunismo, no hay que olvidar nunca un


rasgo característico de todo el oportunismo contemporáneo en todos los terrenos:
su carácter indefinido, difuso, inaprehensible. El oportunista, por su misma
naturaleza, esquiva siempre plantear los problemas de un modo preciso y
definido, busca la resultante, se arrastra como una culebra entre puntos de vista
que se excluyen mutuamente, esforzándose por «estar de acuerdo» con uno y otro,
reduciendo sus discrepancias a pequeñas enmiendas, a dudas, a buenos deseos
inocentes, etc». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Un paso adelante, dos pasos atrás,
1904)
Engels reflexionaría sobre el tono implacable de su lenguaje –siempre eso sí, a
diferencia de los oportunistas, bajo una solemne montaña de argumentaciones–,
advirtiendo que en las reediciones se podría moderar las expresiones impropias,
pero jamás el contenido de la crítica por razones muy obvias:

«A pesar de esto, he suprimido algunas expresiones y juicios duros sobre


personas, allí donde carecían de importancia objetiva, y los he sustituido por
puntos suspensivos. El propio Marx lo haría así, si hoy publicase el manuscrito.
(...) Marx y yo estábamos más estrechamente vinculados con el movimiento
alemán que con ningún otro; por eso, el decisivo retroceso que se manifestaba en
este proyecto de programa tenía por fuerza que irritarnos muy seriamente».
(Friedrich Engels; Introducción a la reedición de la obra de Karl Marx; Crítica
del Programa de Gotha de 1875, 1891)

Muchos hablan de revolución, de socialismo y de comunismo en nombre del


marxismo. Pero para tal fin, se sabe o se debería saber ya con las evidencias que
hay, que una de las prioridades es separar el marxismo-leninismo de su distorsión o
caricatura. Si indagamos en la historia el marxismo-leninismo históricamente,
observaremos que la lucha ideológica se mantenía como algo de suma importancia
no solo cuando el partido estaba asentado, sino incluso con más énfasis cuando la
organización estaba en un estado embrionario, lo cual es normal, porque es algo
cardinal para su desarrollo: 

«Para establecer y consolidar el partido, significa que debemos establecer y


consolidar la unidad entre todos los socialdemócratas rusos, y, por las razones
indicadas anteriormente, esa unidad no se decreta, no puede llevarse a cabo por
ejemplo mediante una reunión de representantes que se comprometen a firmar,
sino que debe de ser algo trabajado. En primer lugar, es necesario trabajar por la
unidad ideológica sólida que debe sin más dilación eliminar la discordancia y la
confusión, que –seamos francos– reina entre los socialdemócratas rusos en la
actualidad». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Declaración del Consejo de
Redacción de Iskra, 1900)

Esto, como decimos, no es una aspiración que nace porque nosotros seamos
simples tozudos, sino porque responde a la necesidad histórica que tiene cada país
de reunir en su organizar a los elementos conscientes más avanzados del
proletariado, a dominar teóricamente el marxismo-leninismo para poder así,
acceder y conseguir los futuros objetivos fijados dentro de la organización
revolucionaria. Y este tipo de organizaciones como decimos, comienzan desde el
inicio por lograr la unidad ideológica entre sus miembros:

«Sólo cuando una organización ha sido fundada, sólo cuando se ha establecido


dicho puesto socialista ruso, podrá el partido poseer una base sólida y podrá
convertirse en un hecho real, y, por tanto, una fuerza política poderosa. Tenemos
la intención de dedicar nuestros esfuerzos a la primera mitad de esta tarea, es
decir, a la creación de una literatura común, consistente en principio, capaz de
unir ideológicamente la socialdemocracia revolucionaria, ya que consideramos
esto como la apremiante demanda del movimiento de hoy y una condición
necesaria preliminar para la reanudación de la actividad del partido». (Vladimir
Ilich Uliánov, Lenin; Declaración del Consejo de Redacción de Iskra, 1900)

Cuando Lenin planteaba la discusión para fijar su línea y programa político, jamás
lo hizo con la idea de unir bajo él y su partido a todas las corrientes reinantes, sino
para pulir y demarcar las líneas divisorias entre marxismo, por un lado, y la
revisión del marxismo –fuera para acabar en el premarxismo, el anarquismo, el
liberalismo o el reformismo–.

Normalmente los oportunistas nos vienen afligidos sobre nuestra crítica hacia sus
ídolos de referencia, otros consideran que para nosotros todo es criticable y
desechable, mientras otros piden clemencia y armonía entre el marxismo y su
distorsión. Todos ellos, más allá de sus posturas ofensivas o defensivas, no están
sino postrándose ridículamente ante el revisionismo, rehuyendo el debate concreto
que se plantea. 

Lenin confesó y subrayó varias veces que el motivo de sus riñas ideológicas no fue
polemizar gratuitamente, sino que tenían un trasfondo claro:

«Debo señalar también, con motivo del artículo contra el señor Struve, que éste
fue escrito sobre la base de la disertación leída por mí el otoño de 1894 en un
pequeño círculo de marxistas de aquel tiempo. (...) La vieja polémica con Struve,
anticuada en muchos sentidos, reviste importancia por ser un ejemplo
aleccionador. Este ejemplo muestra el valor político-práctico de una polémica
teórica intransigente. Se ha reprochado infinidad de veces a los socialdemócratas
revolucionarios una excesiva inclinación a tales polémicas con los «economistas»,
con los bernsteinianos y con los mencheviques. Y ahora estos reproches están en
boga entre los «conciliadores» en el seno del Partido Socialdemócrata y entre los
semisocialistas «simpatizantes» fuera de él. (...) Se habla mucho entre nosotros de
que los rusos en general, los socialdemócratas en particular y de un modo especial
los bolcheviques sienten excesiva inclinación a la polémica y a las escisiones.
Entre nosotros se tiende también a olvidar que esa excesiva inclinación a saltar
del socialismo al liberalismo es engendrada por las condiciones de los países
capitalistas en general. (...) De un modo especial, por las condiciones de vida y de
actividad de nuestros intelectuales». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Prólogo a la
recopilación «12 años», 1908)

Normalmente la escoria revisionista se ofende al leer nuestras críticas, y aunque no


la puede refutar, como último recurso, espeta: «¡Estáis obsesionados con X!», como
queriendo decir que debemos repartir nuestra crítica a todos. Y así es, no hacemos
excepciones. No estamos obsesionados con nada ni nadie, la crítica a tu partido, a
tu ídolo de barro, a tu corriente, no es personal, es una cuestión de principios, del
desarrollo de la lucha de clases, es una necesidad histórica y presente, la cual
implica la apremiante tarea de barrer los falsos ídolos, los elementos corruptos, los
traidores, vividores, burócratas, teniendo que derribar el muro de las idealizaciones
y las mistificaciones construidas por la actual hegemonía del revisionismo, la cual
domina tanto a nivel nacional como internacional. El revisionismo ha construido
una imagen distorsionada pero sutil en torno a nociones como la «construcción
económica del socialismo», el «antiimperialismo» o el «centralismo
democrático»... con lo que para consolidar su hegemonía no ha tenido problema en
agrupar a las capas más atrasadas y jugar con sus esperanzas y prejuicios; pero el
problema fundamental no es ese, sino que también ha logrado confundir y desviar a
muchos revolucionarios honestos y válidos, en ocasiones porque estos no veían una
alternativa a dicha propuesta, considerándola la única verdad posible. 

La tarea pues, es proporcionarles el material formativo y ejemplos demostrativos


sobre a dónde conduce ese camino, para que reflexionen, para que finalmente
salgan del error y no se arrepientan de haber formado parte de algo tan mediocre y
sin perspectiva como son los movimientos eclécticos. Esto no lo hacemos por
altruismo y bajo tintes paternalistas, sino para que en definitiva se reagrupen y sean
útiles a la emancipación social de su clase, la cual necesita su ayuda. Se trata,
entonces, de aportar el granito de arena para construir un movimiento comunista,
que más allá de sus posibles defectos tenga coherencia, con principios que no se
queden en la enunciación teórica sino que se apliquen sin miramientos, un
movimiento del cual uno pueda sentirse orgulloso al luchar a su lado, no como
ocurre en los partidos revisionistas, donde militar supone dudar a cada paso con lo
que constatas en su seno, donde uno se pregunta continuamente si sirve para algo
estar perdiendo el tiempo ahí. Quien no entienda de la imperiosa necesidad de la
lucha contra el oportunismo en todo momento, es que no se puede considerar
marxista-leninista; no comprende que como dijo Lenin: «La lucha contra el
imperialismo es una frase vacía sin la lucha contra el oportunismo», quien no
comprenda el problema que ha supuesto el oportunismo en estos crudos días de
debacle del movimiento proletario, directamente vive en el limbo o forma parte del
problema.

El problema fundamental de los «leninistas» de hoy, es que el propio Lenin es un


desconocido para ellos, están más cercanos del Trotski, que con su ignorancia o
hipocresía habitual saltaba de una facción a otra, sin tener una opinión seria ni
formada sobre ningún tema fundamental, mientras a la vez se presentaba como el
más coherente ideológicamente hablando:

«Consideramos a Mártov como uno de los líderes del liquidacionismo, tanto o más
peligroso cuanto más «hábilmente» defiende con frases casi marxistas a los
liquidadores. Pero Mártov expone abiertamente las concepciones que
imprimieron su sello a las corrientes enteras del movimiento obrero de masas de
1903-1910. En cambio, Trotsky, representa únicamente sus vacilaciones
personales y nada más. En 1903 fue menchevique; abandonó el menchevismo en
1904; volvió al menchevismo en 1905, haciendo gala de una fraseología
ultrarrevolucionaria; en 1906, se apartó de nuevo; a finales de 1906 defendió los
acuerdos electorales con los kadetes –es decir, en los hechos estuvo otra vez con
los mencheiques–; y, en la primera de 1907 dijo en el Congreso de Londres que
divergía de Rosa Luxemburgo más sobre «matices individuales que ideas sobre
tendencias políticas». Trotski plagia hoy el bagaje ideológico de una fracción,
mañana de otra, y, como consecuencia, se proclama ubicado por encima de
ambas fracciones. En teoría Trotski no está de acuerdo en ningún punto con los
liquidadores y los otzovistas, pero en la práctica, está en un todo de acuerdo de los
Golos y lo de «Vperiod». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Sentido histórico de la
lucha interna del partido de Rusia, 1910)

«Trotski nunca ha tenido una opinión firme sobre ninguna cuestión importante
del marxismo». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; El derecho de las naciones a la
autodeterminación, 1914)

«Trotski no entiende el significado histórico de las discrepancias ideológicas entre


los grupos y tendencias marxistas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin;Rompimiento
de la unidad, 1914)

Graciosamente muchos de los revisionistas actuales, aunque se presentan como


serios «antitrotskistas», en realidad son sumamente trotskistas por el eclecticismo
ideológico que profesan. 
Esta incongruencia les lleva por ejemplo a cometer:

«Vacilaciones sin principios a la «izquierda» y la derecha, la unidad a veces con


los oportunistas de extrema derecha extrema y en otras ocasiones con los
elementos extremistas y aventureros de «izquierda», es también un rasgo
característico de los conceptos y actitudes de los trotskistas. Así, por ejemplo, por
un lado, que persiguen la política así llamada del «entrismo», es decir, la fusión
de los grupos trotskistas con otros partidos, entre ellos los partidos
socialdemócratas derecha, mientras que por otro lado se tiende furiosamente a
atacar la política antifascista de los frentes populares, describiéndolo como una
«política oportunista de colaboración de clases». Por un lado, los trotskistas
ponen por los cielos el uso de la violencia al azar, apoyan e incitan a los
anarquistas y los movimientos de «izquierda» que carecen de perspectiva y de un
programa revolucionario claro, trayendo una gran confusión y desilusión en el
movimiento revolucionario, como las revueltas caóticas de los grupos armados o
la guerra de guerrillas no basadas en un amplio movimiento de masas
organizado. Así, abogan por el aventurismo político y el golpismo, mientras que
también por otro lado recomiendan para el movimiento obrero unas
«estrategias» y «tácticas» en la lucha por el socialismo, que son idénticas a la
línea reformista de los revisionistas de derecha. Véase la obra de Pierre Frank:
«La Cuarta Internacional» de 1969 o la obra de Kostas Mavrakis: «Sobre el
trotskismo» de 1971. Estas vacilaciones, la mezcla ecléctica de conceptos más
derechistas con los de la extrema izquierda, no son solo una expresión de la
naturaleza esencialmente pequeño burguesa del movimiento trotskista, sino
también una manera de desintegrar y desorientar al movimiento obrero. Todo
esto demuestra que la característica fundamental de la política de hoy en día del
trotskismo es, al igual que en el pasado, la revolución en las palabras y el
debilitamiento y el sabotaje del movimiento revolucionario en la práctica». (Agim
Popa; El movimiento revolucionario actual y el trotskismo, 1972)

Muchos afirman que las luchas ideológicas contra el revisionismo no sirven de


nada, que aburren a la población porque solo ve luchas «fratricidas entre la
izquierda»... cuando oímos eso, más allá de la buena intención del autor, oímos el
sollozo de un menchevique, no de un bolchevique.

Es evidente que a Lenin no le agradaba tener que ponerse a rebatir las ideas de
los «marxistas legales», «empiriocriticistas», los «oztovistas», los «trotskistas», los
«economicistas, «populistas», «eseristas», «mencheviques» y tantas y tantas
corrientes a las que el bolchevismo se enfrentó. Algunas de estas corrientes ni
siquiera tenían un raigambre serio entre la mayoría de la población de la Rusia del
siglo XX, pero sí tuvieron cierto eco entre los pensadores y pretendidos grupos
revolucionarios de aquel entonces, por lo que por extensión, sí tenía cierta
influencia entre algunos trabajadores que seguían a estos líderes, razón clara por la
que el desenmascaramiento de estas corrientes era un trabajo necesario para los
bolcheviques... uno que de no haberse realizado nunca habrían podido encabezar la
revolución.

Otros dirán que pese a todo... al obrero medio y a la mayoría del campesinado les
importaban bien poco las «querellas ideológicas» de los grupos antizaristas, ¿y qué
esperan? Eso era del todo normal, es común cuando la sociedad se halla alienada,
por eso el objetivo del partido comunista empieza por conquistar ese puesto de
avanzadilla entre los obreros e intelectuales conscientes, que están formados y son
más revolucionarios ideológicamente hablando. Después, cuanto mayor sea el nivel
de influencia del partido proletario entre el resto de los trabajadores, más se
interesará el pueblo por esos debates. 

Se olvida el hecho de que muchos de estos debates siempre guardan una conexión
más o menos directa con los anhelos populares y la forma de conseguirlos. El
partido tiene la tarea de saber explicar por qué son necesarios esos debates, por qué
no son una discusión escolástica, estéril sobre el sexo de los ángeles o la santísima
trinidad, debe revelar el hilo que conecta dicho debate con sus intereses de clase,
tanto próximos como lejanos. Así, el hecho de que todavía el partido comunista no
haya podido ganar a la mayoría del proletariado, no significa que los debates sobre
organización, economía, filosofía, alianzas, religión o contra el revisionismo sean
estériles, adoptar tal postura es no solo negar la importancia de la teoría, sino que
es ir a la zaga de las masas más atrasadas, ¡es dejar que los elementos más
desorientados marquen con sus prejuicios las tareas y energías del partido de
vanguardia o que aspira a serlo!

¿Qué pasaba acaso con el declinante anarquismo en Rusia? Otro líder bolchevique,
Stalin, explicó que los marxistas de aquel entonces no debían despreciar la
refutación teórica de otras corrientes aunque no estén en auge, ni tampoco porque a
priori parezca ridícula, puesto que había que tener en cuenta todo lo anterior ya
comentado:

«No somos de aquellos que, al oír mencionar la palabra «anarquismo», se


vuelven con desprecio y exclaman displicentes: «¡Ganas tenéis de ocuparos de
eso; ni siquiera vale la pena hablar de ello!». Consideramos que esta «crítica»
barata es tan indigna como inútil. No somos tampoco de los que se consuelan
diciendo que los anarquistas «no cuentan con masas y por eso no son muy
peligrosos». La cuestión no está en saber a quién siguen hoy «masas» mayores o
menores; la cuestión está en la existencia de la doctrina. Si la «doctrina» de los
anarquistas expresa la verdad, entonces de por sí se comprende que se abrirá
paso indefectiblemente y agrupará en torno suyo a la masa. Pero si dicha
doctrina es inconsistente y se halla edificada sobre una base falsa, no subsistirá
largo tiempo y quedará en el aire. Ahora bien, la inconsistencia del anarquismo
debe ser demostrada. (...) Nosotros consideramos que los anarquistas son
verdaderos enemigos del marxismo. Por consiguiente, reconocemos que contra los
verdaderos enemigos hay que sostener una lucha también verdadera. Y por eso es
necesario analizar la «doctrina» de los anarquistas desde el comienzo hasta el fin
y sopesarla concienzudamente en todos sus aspectos. (...) La finalidad de nuestros
artículos es confrontar estos dos principios opuestos, comparar el marxismo y el
anarquismo y esclarecer así sus virtudes y defectos». (Iósif Vissariónovich
Dzhugashvili, Stalin; ¿Anarquismo o socialismo?, 1906)

El revisionismo se reivindica como marxista-leninista, pero tiende en realidad el


anarquismo o el reformismo, o una mezcla de ambas, si a las múltiples corrientes
revisionistas de la actualidad no son expuestas, aunque no sean útiles para el
proletariado, aunque sean falsas, a falta de una alternativa marxista-leninista
fuerte, pueden ganar perfectamente adeptos entre las masas. Esto no es una
exageración: es la razón fundamental por la cual el revisionismo ha ganado enteros
en la actualidad hasta dominarlo absolutamente todo, ya que en muchos países la
resistencia a él ha sido pequeña o nula.

¿Por qué la unidad formal no puede servir nunca para afianzar la


causa? 
Mientras los revisionistas se unen entre sí de modo formal y coyuntural sobre todo
para atacar a los marxista-leninistas, su unión nunca llega lejos por la disparidad de
planteamientos ideológicos, así como por su propia moral aburguesada, la cual solo
mirará por el interés personal. En cambio, la unidad de los marxista-leninistas es
sólida como el acero, ya que ellos parten del tronco de un sistema científico que
garantiza una unidad en calidad de voluntad, necesidad y comprensión en lo que se
unen, eso añadido a su moral proletaria que mira por el devenir del colectivo, acaba
sumando un todo mucho más armonioso en comparación con el imprevisible
pragmatismo oportunista.

Los revisionistas normalmente hablan de unidad y acercamientos con «otros


grupos comunistas» –que son igual de oportunistas y no tienen intención de
revaluar nada de su línea política–. Cada cierto tiempo realizan encuentros
conjuntos, a veces se intercambian ciertos mensajes con dureza cuando discuten
sobre sus desavenencias tácticas o entran en juego intereses personales, pero no
suelen llegar a grandes acuerdos. En cambio, si uno pone atención, sí que llegan al
mismo acuerdo en sus intervenciones: siempre se ponen de acuerdo en denigrar los
principios marxistas.

Estos deseos piadosos de unidad en general y a cualquier precio nunca se han


consumado ni se podrán consumar, no solamente porque los marxistas tengan
contradicciones antagónicas con los revisionistas y su unidad sea imposible, sino
porque entre los propios revisionistas tampoco es posible, pese a mantener
contradicciones no antagónicas, no son capaces de establecer dentro de su esfera
una línea clara, ya que sufren de un eclecticismo crónico, por tanto, los acuerdos a
los que llegan son siempre escuetos y endebles, al poco tiempo surgen nuevas riñas
y el mismo caos ideológico lo domina todo.

El ir con varias banderas no garantiza mayor influencia ni el éxito, a lo sumo una


ganancia mínima que no compensa con los quebraderos de cabeza de las luchas
fraccionales y las contradicciones ideológicas que se evidencian fácilmente en el
próximo desarrollo de los acontecimientos. La dialéctica no engaña, el tiempo le da
la razón a los marxista-leninistas, y como ya hemos repetido mil veces... el
revisionismo es disolvente, es garantía de riñas y fracasos, de nada más.

En el caso actual, a la hora de crear una estructura política, el deseo que nace en
una persona o grupo de querer alzar la bandera de la dichosa «unión» sin
condiciones con otros elementos que tienen evidentes contradicciones ideológicas,
normalmente va unido al deseo de aglutinar en un mismo seno a personas que
aceptan su discurso sin hacer preguntas ni poner peros, y utilizar a estos aduladores
o sentimentalistas para imponer sobre otros grupos e individuos su línea general
bajo la bandera de la unidad, ello pese a ser conscientes de las discrepancias
existentes no están resueltas pero bajo la falsa creencia de que la cantidad hace la
fuerza, lo que finalmente, y hablando de un partido, crearía una camarilla sobre el
partido, pero jamás una unidad. También, podría ocurrir que se rebajen las
exigencias mínimas para que los oportunistas acepten formalmente una misma
línea, lo que crearía una organización ecléctica abierta a cualquier elemento, pero
crearía contradicciones irresolubles en lo ideológico.

En ambos casos expresados de ejecución oportunista de un partido, la organización


debido a su eclecticismo nadará en un mar de contradicciones donde muchas veces
no se pondrán sus miembros de acuerdo tanto en objetivos cercanos; como tomar el
poder –por ver diferentes maneras de ejecutar la acción, ver diferentes fuerzas
motrices o aliados–, como en los objetivos lejanos; como implantar el socialismo –
por ver diferentes tipos de socialismo o medios para llegar a este–. Lo mismo que
estamos diciendo para el partido, podría decirse para cualquier tipo de
coordinación que pretenda realizarse: de tales intentos saldrían las mismas
consecuencias a causa de su ecleticismo ideológico. Veamos como lo expresa Lenin:

«Como hemos dicho, la unidad ideológica de los socialdemócratas rusos está aún
por crear, y para ello es, en nuestra opinión, necesario tener una discusión
abierta y global de las cuestiones fundamentales de principios y tácticas
planteadas por los «economistas», bernsteinianos y «críticos» de hoy en día.
Antes de que podamos unir, y con el fin de que podamos unirnos, debemos en
primer lugar, trazar líneas firmes y definidas de demarcación. De lo contrario,
nuestra unidad será puramente ficticia, la cual ocultará la confusión reinante,
por ello es necesario aglutinarnos para su eliminación radical. Es comprensible,
por tanto, que no tenemos la intención de hacer nuestra publicación un mero
almacén de diversos puntos de vista. Por el contrario, vamos a llevar a cabo esta
labor en el espíritu de la tendencia estrictamente definida anteriormente. Esta
tendencia puede ser expresada por la palabra marxismo, y no hace falta añadir
que defendemos el desarrollo coherente de las ideas de Marx y Engels y
enfáticamente rechazamos las equivocadas, imprecisas, y oportunistas
«correcciones» que Eduard Bernstein, Peter Struve, y muchos otros han puesto de
moda». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Declaración del Consejo de Redacción de
Iskra, 1900)

Esas «correcciones» del marxismo-leninismo, son las mismas que se han visto
históricamente en figuras que querían alterar las bases pretendiendo creando una
amalgama de ideas contrapuestas a la doctrina donde solamente se tomase del
marxismo lo que le era de interés para el autor, o su táctica paralela, creer que el
autor había creado una nueva doctrina donde reconocía la influencia de ciertas
ideas del marxismo-leninismo pero afirmando que era su superación.

Ahí radica la importancia de demarcar seriamente las limitaciones de las doctrinas


del revisionismo moderno como paradigma a tomar en nuestro pensamiento,
aunque sean sólo esbozos:

«Una actitud «tolerante» hacia dichas desviaciones teóricas hace que lograr la
genuina bolchevización sea algo imposible. El dominio de la teoría del leninismo
es esencial para lograr el éxito de la bolchevización de los partidos».
(Internacional Comunista; Tesis sobre la bolchevización de los partidos
comunistas adoptadas en el Vº Pleno de la Comisión Ejecutiva del Comité Central
de la IC, 1925) 

Por este motivo, si uno quiere ser consecuentes a la hora de «bolchevizar» cualquier
estructura partidista no puede eludir responsabilidades ideológicas. Llega a ser
ridículo querer eclécticamente unir figuras tan dispares como Marx y Bakunin,
Engels y Lassalle, Lenin y Rosa Luxemburgo, Iósif Stalin y León Trotsky, o Enver
Hoxha y Mao Zedong, y ponerlos a todos sobre la misma base, alegando que «todos
eran grandes revolucionarios» de los que «se pueden extraer cosas buenas». No se
puede partir de falacias como «todos tuvieron errores» para equiparar los
presuntos errores cometidos por los primeros con los de los segundos, que
obviamente no fueron casuales, sino errores graves y continuos que violaban los
principios más elementales de la teoría y praxis de nuestra doctrina. 
El comunista que acepta el materialismo dialéctico como tal, debe tener un
pensamiento crítico, científico, y a consecuencia de ello, tampoco debe cubrir los
errores de las figuras y movimientos a estudiar; sean estas marxistas o no, no debe
de hacer esto por más que guarde un sentimentalismo hacia estos entes, si no,
jamás llegará al núcleo de la verdad histórica y objetiva. Es por ello que quién
realiza tal acción de idealizar a las figuras que tiene en simpatía mientras disimula u
oculta sus errores, cae en un método pseudomarxista de tratar los fenómenos
históricos. Quién hace esto cae en el idealismo, pues idealiza positivamente a esa
figura o movimiento que está endiosado en su cabeza, menosprecia indirectamente
al resto. Así se acaba evitando siempre poner en tela de juicio lo que se da por
bueno, aunque se tenga la información pertinente. Se cae en la metafísica; pues si a
la hora de deber «separar el grano de la paja», se trata de ocultar lo erróneo y se
evita contrastarlo con los axiomas del marxismo-leninismo, no hay autocrítica
posible, el movimiento jamás se fortalecerá y avanzará, sino que se estará siendo
cómplice para que se atrofie por sus reiterados fallos. 

No hace falta mencionar tampoco a ese tipo de pretendidos marxistas que bajo el
relativismo y el escepticismo dicen que el marxismo-leninismo –con la andadura
que tiene a estas alturas– no tiene paradigma a seguir, que no puede diferenciarse
lo que es o no es marxista, que tesis que está dentro de sus patrones o cuáles no, en
consecuencia de este tipo de pensamiento, este tipo de marxistas-leninistas, no
consideran al marxismo-leninismo como una ciencia: ellos no pueden ser marxista-
leninistas.

Los revisionistas siempre han intentado tomar ventaja de la llamada «unidad» en


abstracto:

«Ya es sabido que el objetivo del revisionismo moderno es asegurar su unidad en


la diversidad, para liquidar la unidad de los marxista-leninistas». (Enver Hoxha;
Las manifestaciones de los partidos marxista-leninistas y la actitud de China;
Reflexiones sobre China, Tomo II, 28 de abril de 1977)

Rebajarse a las declaraciones formales sobre la unión de todas las «corrientes


comunistas» es la forma más descarada de oportunismo, ya que corriente solo hay
una; marxismo-leninismo, comunismo, socialismo científico, o como quiera
decorarse a la hora de nombrarse, y estipula claramente con su teoría y práctica,
que figuras y movimientos están y cuales no están dentro de esta línea, que
principios conforman la doctrina y cuáles no. Otro caso diferente sería, que el
individuo no encuentre patrón a seguir dentro de la teoría marxista-leninista sobre
un caso concreto, ni sepa descifrarlo con las herramientas que el marxismo-
leninista proporciona gracias al materialismo-dialéctico, en este tipo de casos los
errores que pueden emanar de una situación extraordinaria pueden ser
perdonables, ya que la dialéctica de los fenómenos nos pone ante nuevos retos y nos
pondrá ante otros inimaginables. En cambio, otra cosa muy diferente es como
decimos, errar en cosas básicas bajo teorizaciones conscientes, es decir, conociendo
la información pertinente y quebrantando axiomas conocidos sin aportar prueba de
porqué se atenta contra ellos. Mucho más imperdonable es cuando se hace esto
cargando a cuestas con la fanfarronería que la «neoteoría» creada es mejora y
superior a cualquier exposición del marxismo-leninismo en dicho tema.

Esto ya fue comentado en varias ocasiones por el propio Stalin como advertencia:
«Puede decirse sin exageración que la historia de nuestro partido es la historia de
la lucha de las contradicciones en su seno, la historia de la superación de esas
contradicciones y del fortalecimiento gradual de nuestro partido sobre la base de
la superación de esas contradicciones. (...) Las contradicciones, sólo pueden ser
superadas mediante la lucha, por unos u otros métodos de la lucha que conduce a
un determinado objetivo. Se puede y se debe llegar a toda clase de acuerdos con
los que piensan de otro modo dentro del partido, cuando se tratan de cuestiones
de la política diaria, de cuestiones de carácter puramente práctico. Pero si esas
cuestiones van ligadas a discrepancias de principio, ningún acuerdo, ninguna
línea intermedia» puede salvar la situación. No hay ni puede haber línea
«intermedia» en las cuestiones de principio. El trabajo del partido debe basarse
en unos principios o en otros. La línea «intermedia» en cuestiones de principio es
la alinea de la confusión, la «línea» de velar las discreparías, la «línea» de la
degeneración ideológica del partido, la «línea» de la muerte ideológica del
partido. (...) ¿Cómo viven y se desarrollan hoy día los partidos socialdemócratas
de Occidente? ¿Hay dentro de ellos contradicciones, discrepancias de principio?
Claro que sí. ¿Sacan a la superficie esas contradicciones y tratan de superarlas
honrada y abiertamente? ¡Claro que no! La labor práctica de la socialdemocracia
consiste en hacer de sus conferencias y congresos una vacía mascarada de
bonanza de relumbrón, encubriendo y velando celosamente las discprencias
internas. Pero eso no puede llevar más que a la confusión y al empobrecimiento
ideológico del partido». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Una vez más
sobre las desviaciones socialdemócratas en nuestro partido; Discurso en el Pleno
ampliado del CC de la Internacional Comunista, 1926)

La incomprensión de las condiciones objetivas y subjetivas

«Es la lógica de los intelectuales exaltados e histéricos, incapaces de realizar una


labor persistente y tenaz y que no saben aplicar los principios fundamentales de
la teoría y la táctica a las circunstancias que han cambiado, no saben efectuar
una labor de propaganda, agitación y organización en condiciones que se
diferencian mucho de las que hemos vivido hace poco. En vez de centrar todos los
esfuerzos en la lucha contra la desorganización filistea, que penetra tanto en las
clases altas como en las bajas; en lugar de unir más estrechamente las fuerzas
dispersas del partido para defender los principios revolucionarios probados; en
lugar de eso, gente desequilibrada, que carece de todo sostén de clase en las
masas, arroja por la borda todo lo que aprendió y proclama la «revisión», es
decir, el retorno a los trastos viejos, a los métodos artesanales en la labor
revolucionaria, a la actividad dispersa de pequeños cenáculos. Ningún heroísmo
de estos grupitos e individuos en la lucha terrorista podrá cambiar nada en el
hecho de que su actividad como miembros del partido es una expresión de
disgregación. Tiene extraordinaria importancia comprender la verdad –
confirmada por la experiencia de todos los países que han sufrido las derrotas de
la revolución– de que tanto el abatimiento del oportunista como la desesperación
del terrorista revelan la misma mentalidad, la misma particularidad de clase, por
ejemplo, de la pequeña burguesía. (...) Por lo visto, esa gente jamás se ha parado
a pensar en las condiciones objetivas que originan primero una amplia crisis
política y después, al agravarse esa crisis, la guerra civil. Esa gente aprendió de
memoria la «consigna» de la insurrección armada, sin comprender su significado
ni las condiciones en que puede ser aplicada. Por eso reniega con tanta facilidad,
ante los primeros reveses de la revolución, de las consignas adoptadas sin
reflexionar, a ciegas. Pero si esa: gente apreciase el marxismo como la única
teoría revolucionaria del siglo XX, si aprendiese de la historia del movimiento
revolucionario ruso, percibiría la diferencia que existe entre la fraseología y el
desarrollo de las consignas verdaderamente revolucionarias». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Algunos rasgos de la disgregación actual, 1908)

La primera obligación de un partido que aspira a ser la vanguardia proletaria  es la


organización del proletariado; así el objetivo estratégico fundamental en ese fin –y
que pasa por la acumulación de fuerzas– no es aunar un buen número de votantes
fieles para un mero «contraataque» electoral ni una política de «resistencia»
armada como preconizan algunos románticos del guerrillerismo-terrorismo con sus
atentados, pues ni ese reformismo ni ese terrorismo llevan al partido a la
acumulación real de fuerzas ni a la revolución, sino que nos referimos a trabajar
para hacer coincidir las «condiciones objetivas» –que no dependen de nuestra
voluntad– con las «subjetivas» para un proceso revolucionario al socialismo; y
estas son el fruto de un partido marxista-leninista sólido en pensamiento y acción,
con una línea política correcta, que mediante un trabajo de trabajo de masas, logre
el aumento del nivel ideológico de las masas y llegue hasta el punto de lograr el
autoconvencimiento de esas masas por su propia experiencia de la correcta línea
del partido y sus acciones, se vaya viendo una mayor promoción de cuadros
probados cada vez con más experiencia y formación, se acumulen y encabecen
luchas y experiencias contra las instituciones y sus fuerzas, choques de carácter
violento y no violento, y en resumidas cuentas toda una serie de condiciones que
puedan hacer desencadenar finalmente la toma de poder y la revolución. Vale decir
que el desarrollo de las condiciones subjetivas, por tanto, ha de darse también
cuando las condiciones objetivas no son propicias, y así estar preparados
organizativamente hablando para cuando las condiciones objetivas acaben
dándose. 

Este retraso en la acumulación de fuerzas, esa desorganización del proletariado, es


lo que hace que no se avance ni siquiera en luchas menores, lo que ha permitido al
capital en crisis, desarrollar todo un enjambre de políticas encaminadas a vaciar de
contenido el derecho laboral. Es por ello, que aislando al partido de estos sucesos
no puede cumplir la misión de vanguardia, que como organizador de los elementos
obreros más conscientes debe ocupar, y se acaba zozobrando en una
autosatisfacción de meras consignas que jamás transcienden. Estos requisitos
indispensables actualmente no lo cumplen ni uno solo de los autoproclamados
«partidos comunistas».

«Lanzar frases sonoras es una propiedad de los intelectuales pequeño burgueses


desclasados. Los proletarios comunistas organizados castigarán por
esas «maneras», seguramente, con burlas y con la expulsión de todo puesto de
responsabilidad, por lo menos. Hay que decir a las masas la amarga verdad con
sencillez y claridad, francamente». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Acerca del
infantilismo «izquierdista» y del espíritu pequeño burgués, 1918)

La construcción del socialismo y el comunismo es imposible sin una


dirección consciente

«Había que exponer públicamente la idea de que el movimiento obrero


espontáneo sin socialismo equivale a un vagar en las tinieblas, que si conduce
algún día al objetivo, nadie sabe cuándo será ni a costa de qué sufrimientos, y
que, por consiguiente, la conciencia socialista tiene una importancia muy grande
para el movimiento obrero. Había que decir también que la portadora de esta
conciencia, la socialdemocracia, está obligada a introducir la conciencia
socialista en el movimiento obrero, a marchar siempre a la cabeza del
movimiento y no contemplar el movimiento obrero espontáneo al margen de él,
no ir a la zaga». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; Brevemente sobre las
discrepancias en el partido, 1905) 

Pese a lo que nos dice la historia sobre a dónde acaban los grupos eclécticos y
espontaneístas… todavía hay necios que piensan que, si todos los autodenominados
«comunistas» se uniesen, automáticamente se tendría más de media revolución
hecha. Es más, en el supuesto de que milagrosamente mañana llegasen al poder,
piensan que perfectamente podrían «construir el socialismo», así lo creen, aunque
en su fuero interno sepan de su total desconocimiento en cuestiones como la
economía política o filosofía marxista, sin contar el hecho de que desconocen que la
gran mayoría de autores en que se han educado, son revisionistas. 

Pero ellos son profundamente optimistas, o mejor dicho, cándidos, en una especie
de ilusa «fe en la humanidad», creen que podrán ponerse de acuerdo en el
«momento oportuno», y que a las malas, a base de experimentación y bandazos se
podrá solventar estos obstáculos, es decir, a base de voluntarismo. Con ello se toma
al marxismo como una caricatura, no como una ciencia.

«Sobre todo los jefes deberán instruirse cada vez más en todas las cuestiones
teóricas, desembarazarse cada vez más de la influencia de la fraseología
tradicional, propia de la vieja concepción del mundo, y tener siempre presente
que el socialismo, desde que se ha hecho ciencia, exige que se le trate como tal, es
decir, que se le estudie. La conciencia así lograda y cada vez más lúcida, debe ser
difundida entre las masas obreras con celo cada vez mayor, y se debe cimentar
cada vez más fuertemente la organización del partido, así como la de los
sindicatos». (Friedrich Engels; La guerra de los campesinos en Alemania, 1850)

O resumido de forma breve:

«Es imposible dirigir la edificación de la sociedad socialista sin haber dominado


la ciencia». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; A la primera Conferencia
de estudiantes proletarios, 1925) 

Se debe comprender entonces, que:

«Las premisas objetivas y subjetivas del modo de producción socialista se crean


en las profundidades del capitalismo. En las profundidades del capitalismo, las
fuerzas productivas necesarias para crear un modo de producción socialista
maduran espontáneamente. (...) Como enseña el leninismo y como lo confirma la
experiencia de los trabajadores de la URSS y de los países de la democracia
popular, la revolución proletaria, la conquista de la dictadura del proletariado, es
un requisito previo necesario para el surgimiento de un modo de producción
socialista. (...) Las relaciones de producción del socialismo no se forman
espontáneamente, como fue el caso en las sociedades que precedieron al
socialismo, sino como resultado de la actividad consciente y sistemática de los
trabajadores liderados por el Estado proletario y el partido comunista».
(Academia de las Ciencias de la URSS; Materialismo histórico, 1950)

III
Notas para los marxista-leninistas y sus organizaciones del futuro
Para que el marxismo-leninismo pueda resurgir necesita construir lo que se ha
venido a denominar el «partido de vanguardia», y para tal fin es menester subrayar
la importancia que también tiene en el colectivo marxista-leninista la correcta
disposición en la cuestión organizativa, el estilo de trabajo, el cumplimiento de las
tareas, la crítica y autocrítica… 

Hay que empezar a comprender y aplicar algunas máximas que se han ido
perdiendo con el tiempo o en las que nunca se han llegado a insistir debidamente
en las organizaciones revolucionarias.

La crítica y la autocrítica no es un eslogan, debe aplicarse sin


contemplaciones

Sin un regular ejercicio de crítica y autocrítica es imposible el funcionamiento de


cualquier organización marxista-leninista bajo las reglas del centralismo
democrático, y es imposible que triunfen las tareas de trabajo propuestas. En la
crítica hacia otro compañero, debe tratarse de «llegar hasta el final», para ver qué
motivaron dichas actuaciones. Pero no por ello uno debe rechazar una crítica de un
compañero porque sea incompleta –es decir, no contemple todos los errores o a la
esencia fundamental del error del camarada–, del mismo modo, no debe tomarse la
crítica como una herramienta que desnuda el honor del criticado, sino como
herramienta para que el compañero no siga en un error que compromete el
funcionamiento de toda la estructura colectiva. Quien no entiende esto es un simple
ególatra.

El control y la supervisión de las tareas

Un buen diagnóstico es la mitad del trabajo realizado para solventar un problema.


Pero el otro es cumplir con la solución acordada. No basta con emitir resoluciones
justas sobre las tareas a seguir y los problemas candentes, sino que hay que
supervisar que se cumplan, exigir que los camaradas rindan cuenta de cómo va su
trabajo, y castigar el incumplimiento de las tareas. Jamás se debe permitir el no
cumplir las tareas si no hay una excusa debidamente argumentada –pese a ello se
debe advertir en el momento en que se conozca tal impedimento para que otro
compañero acabe la tarea y no quede sin realizar–. 

Hay que seleccionar las tareas no en juicio subjetivo de unas cuantas personas, sino
en pro de qué es lo que más benefician al grupo y al desarrollo general de la lucha
de clases. Los comunistas no cuentan con tiempo o material humano ilimitado para
cumplir con sus objetivos, por lo tanto, si no saben seleccionar sabiamente las
tareas prioritarias y administrar bien los recursos disponibles, estarán
construyendo castillos en el aire.

Por supuesto, es menester evaluar el propio nivel de iniciativa de los compañeros;


por ejemplo, a la hora de rendir ellos mismos cuentas sobre su trabajo, de realizar
autocrítica, y de no necesitar siempre el influjo externo, para que sean operantes,
proactivos. De hecho, hay que prestar vigilancia cuando en un compañero hay
errores y defectos, cuando en el descubrimiento y crítica de ellos siempre vienen
desde el exterior, esto es una evidencia de que el sujeto no ha aprendido a detectar y
descubrir sus propios defectos, es un sujeto dependiente del partido, incapacitado
para asumir grandes puestos por el momento.

¿Cómo debate el marxista-leninista?


El comunista que no debate bajo argumentos contrastables no es un comunista, es
un charlatán, un sofista. Quien busca que le sigan sin molestarse en aportar
razones, no busca militantes, busca borregos. En la posición a tomar en una
cuestión ideológica, en un debate sobre algo que concierne al destino de todos,
debemos huir del sentimentalismo, y centrarnos en realidades contrastables, no en
ilusiones o deseos personales. Esto también incluye las valoraciones sobre el nivel
de fuerzas del movimiento, su número, la calidad de sus miembros y sus
capacidades de actuación. 

Cómo entender la solidaridad entre los compañeros

La solidaridad e incluso la amistad entre compañeros políticos, aunque no se podrá


lograr nunca en igual grado entre todos sus miembros, será algo que se forjará no
obligadamente sino como resultado inevitable de aunar esfuerzos en una causa
común y como resultado también de la mayor afinidad entre las distintas
personalidades. 

Uno de los mayores peligros que se corre es el llamado «espíritu de círculo», es


decir, el tratar exclusivamente con los viejos compañeros de tu lugar de procedencia
o con los compañeros con los que además se ha establecido una amistad,
cerrándote en banda a prestar atención al resto de compañeros y sus necesidades,
creyendo que esto es simplemente un club de amigos. De ahí parten rasgos
desastrosos como el compadrazgo, que generalmente ocultan o justifican los errores
del compañero y amigo.

La cuestión educativa en la organización marxista-leninista

En el tema educativo un compañero no debe de tener miedo a aprender de otro


compañero –pues mañana puede ser al revés en el mismo campo u otro diferente–.
Toda la organización debe de ser una gran escuela colectiva. 

En cuanto a las formaciones ideológicas, como ya hemos subrayado en varias


ocasiones, esta no debe de constar de un «plan único general» aplicable a cada
nuevo militante –como si todos viniesen del mismo punto y pretendiesen alcanzar
el mismo nivel de profundidad en todo–, sino que se deberá adecuar el plan de
formación a las exigencias del sujeto. Por eso, en vez de recetar al aspirante una
lista interminable de «obras clásicas», se deberá evaluar con precisión de cirujano
sus conocimientos, para que así se pueda adecuar su formación con el fin de
satisfacer las carencias específicas que tenga en campos como la historia, economía,
filosofía, arte, organización, etc., así como para explotar los campos donde pretenda
especializarse. El «feedback» aquí es clave, cuanto más sincera y honesta sea la
exposición del sujeto, mejor se le podrá asignar un papel acorde a sus carencias y
habilidades. En resumen, el marxismo exige una formación holística, pero bajo un
razonable equilibrio. Esto es sumamente importante ya que lejos de lo que se
propaga a veces, el saber sí ocupa lugar, sin dejarnos el hecho de que la causa
exigirá una especialización para atender a las multifacéticas tareas que saldrán al
paso.

Cómo evaluar a las personas

Hay que acercarse y estimular la ayuda educativa entre compañeros. Desconfiar de


quienes nunca tienen dudas sobre absolutamente nada, quien no tiene nunca nada
que proponer, quien nunca matiza nada de lo que escucha o lee. Estos elementos,
por lo general, con su silencio, demuestran un claro desinterés, un pasotismo, una
actitud que no aporta al grupo, que obstaculiza la vida normal en él, que rebaja el
nivel general. 

A veces los marxista-leninistas olvidan que los militantes son personas, no robots.
Debido a circunstancias personales muy específicas tienen distintas edades, forjan
distintas personalidades, tienen diferentes emociones, unos arrastran más o menos
carencias ideológicas, otros cargan con pesadas responsabilidades en su vida
cotidiana, y eso hace sumamente importante el saber acoplar a cada militante en el
grupo y extraer lo mejor de cada uno. De ahí la enorme tarea del partido de adaptar
las exigencias del militante a su vida y cualidades.

El compromiso político no es un hobby, demanda seriedad

Eso no implica ser condescendiente con los pusilánimes, y por desgracia, lo que hoy
prima en nuestra época son los presuntos «revolucionarios» que albergan un fuerte
liberalismo reflejado en conatos de indisciplina a causa de su inestabilidad
emocional. Su volubilidad no es tanto el reflejo del «capitalismo y sus
consecuencias» como excusan a cada tropiezo, sino más bien el resultado de años
de una hegemonía absoluta de la ideología pequeño burguesa entre los «grupos y
corrientes revolucionarias» en los cuales ha militado o ha sido afín.

Estos seres sufren una distorsión de lo que supone ser marxista-leninista en el


sentido completo de la palabra, rechazando todo concepto de sacrificio y
anteponiendo sus problemas personales reales o ficticios al deber colectivo, por eso
ante el primer escollo personal o colectivo abandonan el barco. Y normalmente se
aventuran fácilmente a subirse a otro barco sin saber qué ideología lleva su timón.

Compatibilizar la vida personal con la política

Si damos por hecho que en un grupo marxista-leninista existe un ambiente


colectivo correcto para manifestar y aportar libremente, tales actitudes
mencionadas anteriormente, una vez conocidas, no deben ser admitidas bajo
ningún concepto. Debido a la gran carga de tareas y funciones, no corresponde al
colectivo invertir sus energías y su material humano en ponerse a investigar las
razones de los comportamientos y actitudes nefastas de un sujeto que se ha
mostrado poco productivo en sus deberes, no compete a la organización investigar
por él de dónde nacen sus presuntos problemas familiares, laborales o emocionales.
El colectivo solo puede tratar de ayudar a dicha persona cuando ella, que es la
principal interesada, haya hecho un esfuerzo por averiguar previamente las razones
que le hacen ser así y las exponga a sus compañeros con honestidad, en cuyo caso el
partido podrá prestar su apoyo debidamente para corregirse, pero es inconcebible
que las reuniones del presunto partido marxista-leninista se conviertan en una sala
de terapia emocional para personas psicológicamente inestables, los cuales muchas
veces utilizan la política para evadirse de su vida personal o simplemente para
intentar cumplir con su ansiado deseo de pertenencia a un grupo. De consentir este
tipo de perfiles y actitudes, el partido estaría no solo descuidando sus funciones y
consintiendo a un indigno militante, sino también seguramente, desatendiendo a
los compañeros que realmente necesiten la ayuda del partido en el ámbito
económico o emocional. 
El militante marxista-leninista debe mantener una relación sana en ambos campos
ya que siempre estarán interconectados. En muchas ocasiones hay sujetos que no
logran sobreponerse a sus problemas personales ni siquiera con la ayuda de sus
compañeros, su desánimo, desmoralización y apatía acaban o acabarán afectando al
colectivo. Si ese elemento no comprende que sus problemas personales están
interfiriendo seriamente en sus obligaciones políticas, si no entiende que ha
adquirido un compromiso y no puede dejar en la estacada a los compañeros cuando
guste, ese sujeto debe de ser delegado a un puesto auxiliar o ser directamente
expulsado del grupo si no da muestras de estar dispuesto a cambiar. El propio Marx
fue descrito por Mehring como alguien que jamás permitió que sus «miserias
privadas» eclipsaran los «problemas de la humanidad».

La autoeducación y el autodinamismo es la base para un militante

Por el lado contrario, a la hora de tratar con las dudas y cuestiones, también es fácil
encontrarse con sujetos muy activos, incluso con algunos que abusan de la
paciencia de los compañeros y no entienden este rol colectivo de autoeducación.
Aquí también ha de tenerse en cuenta ciertas directrices. El sujeto que pregunta,
por supuesto, siempre debe de hacerlo sin miedo, exponiendo con detalle su
conocimiento sobre el tema y las dudas o reticencias que la cuestión le plantea.
Algunos acostumbran a lanzar preguntas generales y abstractas, sin concretizar y
sin haber reflexionado previamente ellos mismos en un tema que seguramente
podrían haberlo solucionado ellos solos. Con ello esperan obtener una rápida
respuesta, una receta para cada tema. Sin duda una actitud muy común pero que
demuestra que el sujeto es muy poco operativo y resolutivo, lo que significa caer en
el seguidismo. Permitir esto es mal acostumbrar a los compañeros, que seguirán
siendo dependientes de terceros. Por tanto, la cronología a seguir, debe ser que uno
expone su posición detalladamente, el compañero le da su visión o la completa y/o
matiza. A partir de entonces, el sujeto que andaba con dudas debe tomar en cuenta
los comentarios del compañero, aceptar su desarrollo demostrando haberlo
entendido o «batirse contra él» argumentando en ciertos aspectos. 

Saber aprovechar las cualidades de cada uno

Hay que adaptarse a las cualidades de cada uno, aprovecharlas para hacerle crecer
como militante y si es posible como dirigente; no desechar a la gente como inútil sin
más, ni tampoco otorgar puestos para los que el individuo aún no está preparado,
pues repercutiría negativamente tanto para el partido como para quien lo
desempeña. Los grupos marxista-leninistas franceses de los 80 criticaban la idea
tan impregnada en el maoísmo de que todo militante debe de aprender a hacer de
todo. Esto claramente es una idea fantasmagórica, que desperdicia energía y
cualidades. Ciertamente, aunque es cierto que debemos esforzarnos en cubrir
cuantas más facetas mejor, tener unos conocimientos mínimos, pero si se sigue esa
máxima hasta sus últimas consecuencias, seremos como dice el refranero:
«aprendices de todo y maestros de nada», reflejándose a su vez en una mediocridad
a nivel general. Claro que hay que estimular a que el marxista-leninista salga de su
zona de confort, pero no podemos pretender que uno sea igual de experto en arte,
economía, historia, filosofía, etc. No es lo mismo un escritor que sabe polemizar que
un orador que es especialista en exponer, pero no a polemizar. No es lo mismo un
tesorero o el responsable de distribuir los recursos y materiales del partido, que un
organizador y distribuidor de cuadros que debe de tener una especial sensibilidad y
habilidades sociales para conocer los pros y contras de las personas a su cargo. 
Este tipo de cuestiones son importantísimas al desarrollarnos en una sociedad
donde la burguesía trata por todos los medios de desviarnos en cuanto al plano
organizativo e ideológico. No hace falta insistir en las ideas mojigatas de los
«antiautoritarios» que ponen en tela de juicio el modelo de partido bolchevique.
Los propios bolcheviques confesaron y recordaron una y otra vez a los
revolucionarios de todo el mundo que sin dicha unidad monolítica ideológica y de
acción no hubieran ni tomado el poder en 1917 ni ganado la Guerra Civil de 1918-
1921. Todo lo demás es palabrería.

La personalidad del sujeto revolucionario

Por último, ¿qué personalidad debe de tener un comunista? ¿Qué influencia tiene
en el grupo comunista?

Sabemos de sobra los condicionantes que pueden llevar a un elemento


autodenominado comunista a desviarse de lo que presuntamente dice defender –
como la presión ideológica que se irradia desde la superestructura burguesa o el no
haberse despegado de las costumbres arraigadas en otras militancias previas–.
Pero... ¿qué personalidad se espera de un comunista? Estamos hablando de los
rasgos personales que forjan a cada uno como sujeto, y que luego tienen
transcendencia en el trabajo de grupo. Entendemos que un comunista debe
caracterizarse por su honestidad hacia los camaradas –en sus defectos, en sus
pretensiones, en sus tareas realizadas o no realizadas–; por su dedicación a la causa
como mejor pueda aportar –demostrando verdadero compromiso y pasión–; por su
autocontrol emocional –no dejándose vencer ante el primer escollo de la vida–; por
lograr una disciplina en el trabajo y el estudio –siendo puntual, detallista, creativo,
curioso–; y su estilo de vida –sano de cuerpo y mente–. Por tanto, dentro de la
imperfección debe ser ejemplar, o lo más cercano posible. Para que estos defectos
arriba enumerados no se reproduzcan es menester que el comunista adquiera poco
a poco estas cualidades, o insistimos, que en medida de sus posibilidades se acerque
a esto. Estamos hablando sin rodeos de los defectos personales, los cuales inciden
en el desempeño del trabajo grupal comunista. Ya que alguien pesimista o
demasiado optimista nunca va a medir la realidad tal y como es y no puede
solucionar ningún problema que le salga al paso; alguien desorganizado nunca va a
ordenar como debería las cosas procurando ahorrar tiempo, incluso va a hacer
perder tiempo y energías al grupo con sus rutinas y manías; alguien descuidado,
que no planifica nada cuando tiene una tarea por delante, está planificando su
fracaso y seguramente el nuestro; alguien que deje sus tareas encomendadas por
«líos» sexuales esporádicos, muy seguramente vendería a su madre por un plato de
lentejas y no es de confiar; alguien que tiene el ego por las nubes y no asume la
autocrítica, pese a sus cualidades positivas, nunca va a mejorar porque cree que
reconocer un error suyo es peor que la muerte; alguien que desprecie el estudio va a
ser un ignorante y juguete en manos del primer demagogo revisionista,
abandonando a la primera ocasión, incluso siendo posible que pronto venga a
intentar vendernos su mercancía revisionista; alguien zángano que le dé pereza
ganarse el pan con su sudor, no puede mantener cualquier otro tipo de disciplina y
mucho menos una partidista; alguien que no pretenda tener independencia en su
vida personal: económica, psicológica o de valores propios, nunca va a ser
autónomo, y va a desarrollar rasgos seguidistas y dependientes hacia los camaradas
también en las decisiones políticas; alguien que no es capaz de cuidar su salud, que
sabe perfectamente que afecta a sus facultades mentales, refleja que teme el
esfuerzo, ¿cómo pedirle entonces la asignación de cualquier tarea de
responsabilidad? Y así podríamos seguir.
Muchos de estos rasgos, en caso de ser pronunciados, y sobre todo de sumar varios
de ellos y muchos otros que existen, significa que, quiérase o no, no se está listo
para asumir un puesto como comunista, y siempre va a reproducir tarde o
temprano problemas ideológicos, psicológicos, emocionales, de salud, que van a
repercutir en sus aptitudes y actitudes como presunto comunista. Por ello hay que
llamar la atención a la solidaridad y comprensión mutua en los rasgos de cada
camarada, para explotar sus virtudes y ayudar a superar sus defectos, pero siempre
que el sujeto responda con honestidad y compromiso. Sin olvidar tampoco, que esta
presión colectiva no puede ser el vehículo principal sino un complemento para su
crecimiento, siendo la autodisciplina el factor decisivo.

Si nos llamamos comunistas, tomemos la causa de la emancipación social con la


seriedad que la tomaron nuestros referentes.

¿Por qué el marxista-leninista está convencido de su causa?

El comunista que realmente esté convencido de su propósito tanto racional como


emocionalmente, sabe que del resultado de su trabajo quizás no llegue a ver
recogido todos los frutos que ansía, quizás no llegue nunca a ver la revolución en su
tierra, pero al expirar su último aliento debe estar convencido de que ha allanado el
camino a las próximas generaciones. Debe finalizar su vida convencido de que ha
hecho todo lo posible en medida de sus posibilidades.

IV
La importancia de barrer las teorías, métodos y mitos del revisionismo
para construir algo de transcendencia

Declarar al lector que jamás apelaremos a los sentimientos pretendiendo tener


razón desde el amarillismo, nuestro argumento se basa exclusivamente en la teoría
y praxis materialista, en tanto, nuestro análisis se ciñe absolutamente a lo objetivo.

¿Cuál es el panorama de los grupos e individuos del mundo


revisionista?

Hoy nos encontramos con países donde desaparecieron sus partidos marxista-
leninistas, otros donde degeneraron y hoy continúan siendo la sombra de lo que en
un día fueron, y en otros países donde tal partido ni siquiera se llegó a construir, no
pasando de círculos y grupos de estudio.

Debido a la progresiva descomposición de los antiguos partidos revolucionarios, lo


que hoy caracteriza a la gente que se interesa por esa doctrina es la desorientación
ideológica, el no saber bien dónde elegir entre la sopa de letras de las
organizaciones existentes, la gran mayoría revisionistas de los pies a la cabeza. 

Una vez empiezan a militar y cosechar decepciones, la sensación es que más allá de
diferencias, todos actúan del mismo modo y tienen los mismos defectos insalvables.
Algunos aplican la teoría del «mal menor» para contentarse: «Este es mejor que
aquél, por tanto, es suficiente, al menos hago algo»… como si las revoluciones se
hubieran hecho a base de aportar a la «causa» desde organizaciones oportunistas.
La mayoría de militantes están militando no por convencimiento, sino que
recuerdan a aquella mujer infeliz que está en su matrimonio a falta de encontrar
todavía un hombre mejor, no pierden la esperanza, pero tampoco buscan nada,
simplemente están en esa situación a falta de algo más estimulante que en realidad
desean. Triste pero cierto. 

A otros el problema es que les produce suma pereza o miedo salirse de su


organización sin que exista otra más sólida, como si fuera más importante el
número que la calidad. Les aterra la idea de tener que partir de cero, de arrimar el
hombro en algo que le quite el tiempo que le dedica a sus banalidades. ¡Eso es
demasiado engorroso! 

Muchos, nada más salirse del insoportable ambiente que reina en estas
organizaciones, creen de forma ingenua que una vez fuera se van a comer el mundo,
que la cacareada «reorganización» será «pan comido», pero «Roma no se
construyó en un día». No conscientes de esta obviedad, pasan de la euforia a la
desmoralización de forma meteórica cuando se empiezan a dar cuenta que las
previsiones que habían hecho en su mente fantasiosa, eran tan sumamente
infantiles como subjetivistas, y que, en realidad, todo lo querían resolver con el
necio voluntarismo. Simplemente, sus cerebros hicieron mal los cálculos sobre lo
que suponía recomponer el deplorable estado del movimiento marxista-leninista. 

También existe otra gama de sujetos que se autodenominan «marxista-leninistas» y


que militaron en el pasado en organizaciones revisionistas, pero una vez fuera de
ellas ni siquiera aportan su pequeño grano de arena para solventar dicho problema
del cual ayudaron a crear. La razón de esto es que son individuos que han acabado
entregados al hedonismo, otros arrastran un pesimismo o un miedo casi traumático
a causa de sus experiencias previas. Los primeros han concluido que la vida es
demasiado corta como para contraer cualquier compromiso que les quite tiempo de
ocio, aunque a ratos sufren de una insatisfacción vital al darse cuenta que su vida es
intranscendente dentro de su quehacer frívolo. Los segundos, en cambio, están tan
paralizados por el temor al fracaso con lo que no pasan de estar cruzados de brazos,
no mantienen una regularidad sobre absolutamente nada, y su fe en la causa, es
como las mareas, sube y baja.

Sin despreciar lo difícil que es para estos sujetos pasar por estas etapas por la cual
todos hemos pasado en mayor o menor medida, hay que tratar de frenar en seco
estas tendencias, hacerles entender que hay que mantener el temple y ser
conscientes de la realidad circundante, sin caer en aventurerismos ni
hipercriticismos por la izquierda, ni en derrotismos ni inmovilismos hacia la
derecha.

Todos los revisionistas hablan del partido comunista, pero todos portan
una caricatura del mismo

Pensamos que junto con la tendencia a rebajar las exigencias ideológicas del
partido, existe otro problema fundamental. Hoy, estamos acostumbrados a que los
revisionistas utilicen la palabra «partido» con mucha soltura, pero no tienen ni idea
de lo que eso significa. 

Las formas de organización y actividades de los partidos revisionistas responden a


la conexión que tienen con su nivel ideológico, por desconocimiento u oportunismo
se adecuan a unas formas de actuar y agruparse no solo insanas, sino que hacen
imposible cualquier progreso serio.

El no construir o mantener a una organización sobre las reglas del centralismo


democrático como exige el marxismo-leninismo, supone animar a que la
organización sea tomada tarde o temprano por sentimentalistas, oportunistas o
provocadores. 

Una de las tácticas históricas de los revisionistas para negar el centralismo


democrático y sus normas, ha sido evitar la cuestión de tipificar unas normas claras
y detalladas, o en su defecto, jugar con párrafos ambiguos en las normas para poder
zafarse del castigo llegado el momento. La evasión de responsabilidades de la
dirección bajo la excusa de que es «exceso de democracia», incluso una «desviación
burócrata», tiene el fin de evitar rendir cuentas regularmente a la militancia. Pero si
el liderazgo no rinde cuentas, ni desde la aletargada militancia se piden
responsabilidades, el colapso de la organización llega por sí solo. Esto lo estamos
viendo día a día en este tipo de organizaciones. 

La otra táctica ha sido el apelar a «la unidad y la disciplina» de forma mecánica,


intentando silenciar a la militancia y sus objeciones alegando «falta de tiempo»
para el debate. A través de conversaciones privadas, la dirección utiliza la
rumorología y la calumnia para intentar poner a la militancia en contra de ese
individuo o grupo crítico que se ha atrevido a dudar o contra en tela de juicio algo.
Si el problema continua, la dirección puede llegar a saltarse los reglamentos
internos establecidos: como el número de personas para convocar una reunión o un
congreso, todo lo que sea menester con tal de enfrentar la «amenaza». Todo este
tipo de procedimientos que pueden atestiguar quien haya militado unos meses en
estos sitios, ya evidencia la necia idea de tratar de «reconducir» a estas
organizaciones revisionistas desde este tipo de estructuras caciquiles.

No es raro ver que las direcciones de los partidos revisionistas, usan una de las dos
versiones contrarias al centralismo democrático, a veces combinando las dos. Es
sabido que muchos partidos por ejemplo usan métodos de descentralización en el
partido, que no somete a los órganos superiores o inferiores a ninguna supervisión
ni crítica, y a la vez usan métodos de expulsión a quién ejerza su derecho de crítica
sobre la dirigencia, por lo general pues, estos síntomas de degeneración de una
variante u otra suelen estar interconectados y suelen ser visibles en los partidos
revisionistas. El fin de estas formas de organización no marxista es legitimar a la
dirigencia. 

El carácter de miembros que reclutan los partidos revisionistas, por lo general, dista
bastante de ser miembros del proletariado ni que alberguen su moral, las exigencias
para ser aceptados y mantenerse dentro del mismo no versan sobre la fidelidad a
una doctrina, sino sobre la fidelidad a una dirección. De hecho, no hay un criterio
selectivo a la hora de reclutar miembros, sino que se recluta simplemente para
engordar las filas, no es que se prime la cantidad sobre la calidad, sino que
prácticamente todo el mundo es bienvenido, siendo una de las características
reconocibles la facilidad con la que otorga el carnet a sus militantes. Otra
peculiaridad que indica lo poco que les importa la preparación de sus militantes
para los cargos que asumen, es que a falta de gente disponible, a veces se usa la
técnica basada en el trasvase de militantes de las juventudes hacia el partido. De
hecho muchos de estos partidos evidencian la falta de popularización de la línea de
la organización entre los adultos, cuando no el rechazo mismo de las masas,
teniendo que basarse en capas más fáciles de persuadir como la juventud.

Por último y más importante: los miembros de la organización revisionista no


dedican la mayor parte del tiempo a elevar el nivel de conciencia general del pueblo,
sino que gastan las energías de la militancia en actos rutinarios, burocráticos,
aburridos y carecen de sentido. Gran parte de ellos están destinados a favorecer ese
espíritu endogámico, ese culto a la autosatisfacción dentro de su círculo de
adeptos. 

Todo el que haya militado allí sabrá que esto es verdad. Bien conocidos son los
titánicos esfuerzos de elaboración y propagación impuestos a la militancia. Carteles
que, tras ser colocados, duran menos de un día. Obviamente, esta agitación visual
está tan inspirada como sus plagios, basándose en mensajes manidos y en una
estética que, en el mejor de los casos, causa una profunda indiferencia entre los
trabajadores; en el peor, logran transmitir la imagen de ser un puñado de
fanáticos.  

También se programan manifestaciones en días señalados para hacer acto de


presencia. No sin razón los jefes creen que «enseñar musculo» en público es una de
las principales tareas del partido. Así, ordenan a la militancia publicar en sus
perfiles personales en redes sociales las «labores de la militancia» realizadas, todo
sin ningún tipo de preocupación por la seguridad de la organización y facilitando la
identificación de sus integrantes a amigos y enemigos. 

Otro activismo «rompedor» consiste en engalanar las paredes de universidades y


barrios con sus pintadas, que, para variar, constan de eslóganes que no
corresponden a las tareas reales del momento o que, directamente, son ridículos en
su esencia, pues lejos de remover conciencias instan a la mofa. 

En cuanto a la cacareada «formación ideológica» consiste, generalmente, en charlas


para su propia e insulsa parroquia. En lugar de tratar en profundidad las tareas
importantes para el movimiento obrero, éstas giran en torno a obviedades que
cualquiera puede saber, en repasar los supuestos «éxitos del partido», siempre
adornados por las arengas de los líderes, como «¡Antes morir que claudicar!»,
«¡Cuanto más nos golpeen con más fuerza se lo devolveremos!», «¡Nos atacan
porque somos los únicos que hablamos en consecuencia!», «¡¿Dónde se va a sentir
un camarada mejor que aquí, entre nosotros?» Todas ellas frases vacías repetidas
hasta la náusea y que son más cercanas a rituales de autoconvencimiento de una
comunidad religiosa o a un taller de coaching motivacional.

La cúpula del partido se esfuerza por organizar fiestas y


vender «merchandising» entre conocidos y simpatizantes, supuestamente para
«aumentar las arcas del partido», aunque en realidad lo recaudado se dilapide en
tonterías o acabe en el bolsillo de los jefes.

En internet, las «arduas labores» a las que se enfrenta la radican en publicar –de
vez en cuando, que tampoco quieren desgastarse– breves comunicados políticos
que nada aportan en lo ideológico, pues no se diferencian en nada a los de la
competencia. Mientras, la mayor ocupación de la plana mayor es ordenar a la
militancia «responder en masa» los «peligrosos ataques» que recibe el partido en
redes sociales, iniciando grandes debates a base de memes o insultos, pero sin
entrar nunca en la cuestión ideológica, ni mucho menos adjuntando documentación
que argumente su apoyo a una línea determinada.

En todas estas tareas, incluso en cuestiones que podrían ser positivas si se les diera
un enfoque serio y profesional, pierden todo valor cuando revisamos que la línea
ideológica de estas organizaciones sobre las cuestiones fundamentales brilla por su
ausencia, siendo altamente contradictoria, incumpliendo en la práctica lo
anunciado en la teoría, o siendo abiertamente revisionistas hasta en sus
planteamientos teóricos.

¿Realiza dicha organización algún tipo de trabajo en frentes de masas? ¡Sí, por
supuesto! Por lo general participan en aquellos «frentes de masas» donde solo
militan sus propios militantes, tal y como suena. Otros partidos temiendo la
competencia de otras marcas o por mero afán de aparentar, sí se atreven a mandar
a algunos de sus militantes hacia los frentes de masas no conocidos y dominados
por el partido, pero generalmente se hace sin un estudio cabal de los medios y las
posibilidades, es así que son lanzados como cristianos a los leones, por lo que no es
difícil ver aparecer a estos seres desorientados, los cuales confiesan estar ahí por
dirección de arriba, pero no tienen preparación alguna para las tareas asignadas
ni para reaccionar ante cualquier eventualidad, en otros casos, directamente no hay
directrices salvo hacer acto de presencia, y tampoco es de extrañar que las
perspectivas de la dirección fuesen irreales del todo desde un principio.

¿Para qué sirven los famosos actos conjuntos de las organizaciones revisionistas
que son anunciados con gran entusiasmo? Para darse a conocer y convencer a algún
incauto que todavía no les conoce; para que vendan sus libros revisionistas y todo
tipo de artículos, intentando de paso equilibrar el precario estado de las cuentas
financieras de la organización; para que los jefes de cada partido hagan su discurso
y se puedan poner la medalla delante de su militancia de que «luchan por la causa»,
acordando un pacto de no agresión respecto al resto de partidos asistentes; para
que los cabecillas amplíen entre bastidores sus alianzas y acuerden coordinarse en
proyectos más ambiciosos.

Cada comité regional, incluso cada célula de estos partidos revisionistas «barre


para su parcela», muchas veces compiten entre sí, la vocación de sus líderes por
buscar reconocimiento e independencia de las directrices superiores con las que no
concuerdan recuerda al espíritu de las sectas políticas y es un reflejo del
individualismo pequeño burgués que se respira. Bajo esta estructura gremial, la
constitución o consideración del estatus de partido comunista como tal es
imposible. 

Siempre hemos criticado las clásicas actitudes triunfalistas de creer que por tener
unas pocas células con militantes y unos pocos simpatizantes se puede autocalificar
a la organización como «partido» o se puede considerar que es una organización
con una influencia consolidada. Esta forma de pensar irreal lleva a la
autocomplacencia y a mantenerse en mundos de fantasía, cuando la propia realidad
en cuanto a medios materiales y humanos te dice que sigue habiendo mucho
trabajo que hacer. Siempre se ha de partir de la realidad y a partir de ahí, ir
proponiendo objetivos realistas, «no poner el carro delante de los caballos».
Cuando una organización por motivos de orgullo se niega a reconocer su debilidad y
a aceptar humildemente los puntos en que deben mejorar, de ahí salen ejemplos
como la creación de células fantasma o endebles destinadas a fracasar. 

Nuestros revisionistas modernos y su actitud liberal en materia de seguridad es casi


suicida. Si algo es característico de todos estos grupos revisionistas sean del tipo
que sean, es su nula preparación en materia de seguridad. Paradójicamente suelen
ser partidos que se autodenominan «perseguidos por el Estado» –aunque muchos
de ellos los únicos litigios legales que tienen es por cuestiones de terrorismo, peleas
callejeras o venganzas frente a competidores revisionistas–. Muchos incluso
declaran que viven en «países fascistas» como PCE (r)/PCOE o en un periodo de
«aguda fascistización» como RC, pero a la vez, acostumbran a publicitar la vida
política y personal de sus militantes, algo que solo hacen los que se toman la
política como un pasatiempo más, o quien no es consciente de las posibles
consecuencias para ellos, camaradas, familiares, y amigos.

Muchos de los líderes de estas organizaciones, pese a no realizar labores de


transcendencia ni de relación con la lucha de clases –inclusive siendo conocidos por
dedicar la mayor parte del tiempo a idioteces–, se autoperciben como
«revolucionarios profesionales», pero lo cierto es que «viven a cuerpo de rey»
gracias a sus cándidos militantes de base. Tampoco son ejemplo por su respeto a la
seguridad de la estructura del partido, dado que sus errores han causado más de un
disgusto. Para sostener esta estafa se barniza el parasitismo de los líderes máximos
con la creación de un relato ficticio que ensalza sus méritos, algo de lo que se
encargan sus amigos de camarilla, que no por casualidad son los que se benefician,
justo detrás del líder, de la pirámide jerárquica de este ladrocinio enmascarado
como «partido».

Por el tipo de actividades que desarrollan y la seriedad que ponen en su activismo


podemos decir abiertamente que los líderes revisionistas no solo jamás podrán
aspirar a dirigir el movimiento proletario, sino que no pueden siquiera controlar su
chiringuito sin problema; es por ello que sufren de abandonos constantes y
denuncias sobre lo supone realmente militar para ellos. 

En su mayoría, estas organizaciones responden a los designios personales y


caprichos de sus dirigentes. Por eso nos acostumbran a dar volantazos ideológicos
si su bolsillo y prestigio creen que serán recompensados.

Todos ellos son fenómenos comunes en el concepto caricaturesco de militancia de


estos grupos.

Estas descripciones hacen bastante justicia a varios partidos oportunistas de la


actualidad, aun así no debemos subestimar el tipo de perfil en que se fija cada
dirección revisionista para reclutar «savia nueva» y mantener su chiringuito a flote,
que siempre es distinto en cada caso. Mientras desde RC se fijan en jóvenes
lumpenizados o de clase alta que buscan una nueva y excitante aventura ideológica,
en otros casos es diferente.

Desde el PCE (m-l) explotan las siglas del mismo y la historia antifranquista y
antirevisionista que arrastró, por tanto, en este el perfil suele responder a la
intención de atraer a viejos exmilitantes del PCE (m-l) o republicanos de avanzada
edad, a familiares jóvenes seducidos por la épica historia real o ficticia de sus
familiares. 

Como hemos dicho siempre, la disparidad de perfiles y rasgos en cada grupo


revisionista siempre será así, cada corriente centra en unos rasgos que le
benefician. Más ejemplos: el viejo PCE (r) se basaba en perfiles semianarquistas y
de grupos nacionalistas, el PCPE o el PCOE siempre han buscado en grupos afines
al viejo revisionismo prosoviético y el actual PCE busca dentro de grupos afines al
socialismo del siglo XXI, más feministas y ecologistas. 

Obviamente según avanza el tiempo, caen algunos regímenes en el poder como


ocurrió con el bloque de la URSS socialimperialista y sus aliados, también
desaparecieron ciertos partidos revisionistas que jamás llegaron a tener especial
relevancia como el MCE, ORT-PTE, pero por contra, siempre van surgiendo nuevas
corrientes ideológicas y se fundan nuevos partidos mientras sigue girando la rueda
centrífuga del revisionismo, que parece que cada día quebranta más y más la
confusión ideológica y organizativa. 

Todo esto es normal, porque recordemos, el revisionismo nace y vive de la división,


es la traición a los marxista-leninistas basado siempre en un pensamiento
pseudocientífico y subjetivo, fenómenos como el arribismo o el personalismo, es tan
solo el perejil de todas estas situaciones de traición y división, y responde
generalmente a las propias condiciones sociales degeneradas de estos líderes. En
España, podemos ver como al final casi todos estos grupos han hecho piña en el
apoyo a corrientes revisionistas jruschovismo, maoísmo, juche, castrismo,
tercermundismo, también se han prestado a ser en alguna de sus épocas
propagandistas pagados o no del imperialismo estadounidense, ruso, chino y otros,
pero esta unidad es a la vez una lucha recrudecida por tratar de captar a perfiles
afines en un mercado con varios competidores.

¿Cuál es la mentalidad habitual de los vacilantes, centristas y


oportunistas de nuestros días?

Las décadas de hegemonía del revisionismo no han podido sino dejar un poso muy
hondo en la mentalidad de las personas que se interesan por el marxismo.

Lo normal es la vacilación y las posiciones negacionistas de algunos (1), las


fluctuaciones de personas que actúan en sus posiciones como «hombre-veleta» (2)
y los simples «enamorados de las siglas» y sus posiciones seguidistas (3). En
realidad, lo raro es que estas posturas causen sorpresa hoy en día, pues a la vista
está el bajo nivel de formación ideológica no solo de las masas, sino de los
miembros con claras inclinaciones revolucionarias, e incluso entre los abundantes
autodenominados «marxista-leninistas», un triste hecho objetivo que irremediable
ayuda a alimentar estas posturas antimarxistas aunque no explica todo pues
también influyen la psicología de cada individuo, el factor del ambiente en que se
rodea, etc. 

Expliquemos un poco cada una de esas tres posiciones...

Primer caso: resulta fácil ser testigo de cómo gente que condena unas tesis o
actuaciones oportunistas de un revisionismo o un individuo en particular, pero no
se hace lo propio con otra rama revisionista u otro individuo diferente.

Segundo caso: otro tipo de gente mantiene una correcta posición sobre X tema, y al
poco tiempo, al conectar con cualquier charlatán barato «de tres al cuarto», este es
capaz de voltear su correcta posición; «de jure» se acepta algo o a alguien como
contrarrevolucionario, pero en la praxis no se lucha contra él e incluso se llevan a
cabo las mismas teorizaciones y prácticas contrarrevolucionarias que se perjura
combatir.

Tercer caso: otros, con tal de «salvar los muebles» llegan a formular todo tipo de
patéticas excusas, e incluso se llega a perdonar a sus organizaciones las mismas
actuaciones que se señalan en otras y por las que se escandalizan.

Generalmente estas tres posturas, casos o tendencias, por llamarlas de alguna


manera, tienen sus particulares para intentar afrontar los problemas de sus
contradicciones.

El revisionista del tipo (1) argumenta que las tesis y acciones del hipotético
revisionismo (A) y del hipotético revisionismo (B) no pueden ser comparados ni son
de la misma naturaleza –cuando la aplastante evidencia demuestra lo contrario: sus
conexiones y similitudes–. Con ello intenta cerrar la crítica al revisionismo (B) sin
mucho más debate, o en su defecto se pide paciencia para evitar condenar las
ultraevidentes desviaciones. Aquí se forma un curioso panorama: las mismas
desviaciones del revisionismo (A), suponen, según él, un oprobio para el
comunismo, una traición y dichas distorsiones deben ser combatidas, mientras que
las mismas o parecidas aplicadas en el caso del revisionismo (B), son desviaciones
que piden que sean entendidas en el contexto, y que se defienden como poco
importantes pese a todo, subsanables y temporales, eso sí, jamás se produce una
iniciativa en subsanarlas. Esto recuerda al nacionalista que ve un peligroso
nacionalismo en las actuaciones ajenas, pero considera su chovinismo de referencia
como sano patriotismo.

Es bastante normal que los revisionistas tengan que defender a otra corriente
revisionista y la colmen de flores y la tomen como una corriente revolucionaria, esto
se hace porque: (a) generalmente los revisionistas simplemente buscan defender a
todo aquél que también acepte su línea; (b) porque se depende de la financiación de
esa otra rama revisionista; (c) porque las desviaciones del otro revisionismo se
comparten y apoyan; (d) porque se cree que si se hace bandera del otro
revisionismo puede ser un buen «gancho» para engañar a las masas, porque en este
caso en lo fundamental está muy asentado en gran parte del público revisionista.
Como se ve aquí, para el revisionismo no priman los principios, sino el
pragmatismo y el qué dirán.

El revisionista del tipo (2) lo mismo se solidariza con las críticas al oportunismo
que participa en la propagación del mismo oportunismo, e incluso puede realizar
las dos actividades a la vez, triste pero cierto. Estos elementos pese a tener a su
alcance el material disponible de estudio, incluso pese a haberse formado lo
suficiente como para no cometer errores de bulto, son de espíritu voluble y
realmente deberíamos preguntarnos si realmente beneficia o perjudica que estas
personas pasen por nuestras filas y sean representantes de nuestros movimientos. 

El revisionista de este tipo practica por naturaleza lo que Enver Hoxha denominaba
la «lucha desde el seto», esto es, que de vez en cuando lanza un par de «flechas»
desde el «seto» a los oportunistas –una crítica incompleta y a veces incluso
indirecta–, pero luego sale del «seto» manda sus mejores deseos a los revisionistas
mientras los llama «camaradas». Estos se suelen caracterizar con frases vacuas
para justificar su no combate al revisionismo como «ellos no son el enemigo real» o
su variante más audaz «ahora no hay que criticarlos». ¡Preciosos sofismas! Temen
la exposición de ideas, les entra pánico por el debate puro y duro, y también se
preocupan por el qué dirán sus amistades políticas si se posiciona demasiado a un
lado u otro. Incluso piensan que es preferible evitar el debate ya que de exponer
según que opiniones se perderían militantes y simpatizantes. Como se ve, este
elemento opera como si la revolución en vez de necesitar un partido pertrechado de
una unidad de pensamiento y acción, necesitara de un club de amigos, y en lugar de
la clarificación ideológica la «paz y armonía de diferentes ideas».

El revisionista de tipo (3) se vanagloria de militar o simpatizar con una


organización con supuestamente «más años en la lucha» que ninguna, algunos
incluso sacan pecho de haber participado en enfrentamientos armados. Pero salta a
la vista que no puede realizar análisis propios, sino solo reproducir la burda
propaganda que le inyecta ese partido y que le anima a propagar sin reflexión, pero
se evade el hecho de que su organización o nunca tuvo un carácter marxista-
leninista, o si lo tuvo, «hace largo tiempo que ese barco zarpó», habiendo
degenerado y siendo una caricatura de lo que en un día fue. En este último caso, a
estos revisionistas les gusta «vivir de las rentas», es decir, vivir de los logros
históricos del partido como si esos logros –en los que muchas veces ni siquiera
estaban presentes–, equilibraran las presentes desviaciones y actos traicioneros de
la organización y les eximiera de toda responsabilidad. Para estos tipos toda
exposición y crítica de la teoría y práctica revisionista de la organización presente,
siempre es desechada por un «amor ciego» hacia las siglas, una mezcolanza de
folclorismo y sentimentalismo casi religioso, aunque tampoco se debe dejar de
prestar atención al hecho de que muchos elementos burocratizados de estas
organizaciones incluso sacan beneficio económico de estas organizaciones o su
situación personal depende de mantener el chiringuito, por lo que bajo este cóctel,
no solo es normal su estoica defensa de una mentira, sino que se ven abocados a
ello, pero en el caso de sus militantes de base y simpatizantes es más dramático,
llegando a pedir «respeto por la trayectoria de sus líderes». Un verdadero
comunista, si de verdad respetara las siglas, si quisiera defender el partido del
proletariado de su patria, a su líder predilecto o a su sindicato de clase, no ocultaría,
sino que expondría y espolearía toda desviación y vicio de su organización y figuras
para procurar ayudarle, en cambio le entraría una repulsa casi violenta al ver como
se intenta bajo fraseología y simbología traficar con los intereses de clase bajo
monsergas pequeño burguesas sentimentales.

El cretinismo parlamentario y el abstencionismo permanente

Aquí condensaremos algunas losas que pesan sobre muchos por influencia de sus
organizaciones revisionistas.

«En las últimas Elecciones Generales las candidaturas del PCPE, que han contado
con el apoyo de UP, a pesar de todas las trabas impuestas para evitar la
presencia de la opción comunista, han incrementado significativamente sus votos
allá donde conseguimos vencer las barreras impuestas, lo cual es una primera
expresión de un cambio en la conciencia de clase obrera. Se crean así nuevas
condiciones para la lucha política revolucionaria». (Partido Comunista de los
Pueblos de España y Unión Proletaria; La lucha del pueblo por el socialismo
arrasará con la monarquía y el capitalismo, 5 de diciembre de 2011)

Pese a la alianza temporal de los viejos brezhnevistas del Partido Comunista de los
Pueblos de España (PCPE) con los viejos maoístas del Unión Proletaria (UP), los
irrelevantes 24.000 votos del PCPE en las elecciones de 2011 respecto a los 12.000
de 2008 «no reforzaron» nada, tampoco «creó nuevas condiciones» para nada
relevante para el movimiento obrero como anuncia orgullosamente Carmelo
Suarez, esto no es posible porque incluso con los esfuerzos por converger con otras
formaciones en las elecciones, el PCPE no tiene influencia real en la clase obrera
para desatar una leve inquietud en el desarrollo político y en la conciencia general
de las masas, en cambio esta maniobra de alianzas y este concepto de las elecciones
ayudó crear mayor confusión entre sus propios militantes sobre el cretinismo
parlamentario y el eclecticismo ideológico.
Como partido netamente electoralista, por supuesto participa en las elecciones,
pero un partido así no tiene capacidad para perjudicar o no a la conciencia de los
trabajadores, porque carece de una influencia real entre los trabajadores y menos
ante la clase obrera como para tener ese poder de trastocar nada. Si el PCPE
opinase A o B sobre las elecciones y su rol realmente no importaría demasiado pues
su discurso no es elaborado, original ni tiene una influencia como para transcender,
ya les gustaría a ellos que les prestase atención alguien más allá de su parroquia
insulsa de nostálgicos del brezhnevismo. Lo único que han hecho hasta ahora es lo
contrario del PCE (r), si éste se pone eufórico por el número de abstenciones que a
las próximas elecciones baja, el PCPE en cambio se emociona por cosechar unos
pocos votos más. 

En el extremo opuesto, tenemos a quienes dicen que:

«Las masas hace tiempo que han perdido la fe, la esperanza y hasta la caridad en
el sistema electoral y en el parlamentarismo burgués». (Partido Comunista de
España (Reconstituido); Antorcha, número 6, 1999) 

¿Ha perdido el pueblo trabajador su fe y esperanza en el sistema electoral


parlamentario actual? Centrémonos solo en los dos grandes partidos del capital y
en la participación electoral de 2000-2016 para bajar de las nubes a estos astros del
análisis político. 

En las elecciones del año 2000 participaron un 68,71% de la población lo que


significaba una bajada del 6% respecto a las últimas elecciones generales, hubo el
44% de votos para el Partido Popular (PP) y un 34% para el Partido Socialista
Obrero Español (PSOE). Ya entonces Don Quijote Arenas proclamaba orgulloso su
épica victoria:

«Diez millones de trabajadores boicotean. (...) [Una] de las más importantes


victorias, como la principal derrota que ha sufrido el régimen fascista español en
muchos años». (Partido Comunista de España (Reconstituido); Resistencia, nº50,
2000)

Este personaje bañado en la metafísica más insultante a la inteligencia se


adjudicaba poco menos que el mérito de esos 10 millones de votos en varias
publicaciones como ésta, y como buen anarquista creía que esa parcial abstención
electoral era una «victoria aplastante», abstrayéndose de toda realidad sobre los
factores de ese descenso, solamente pensando como si automáticamente toda
abstención fuese un rechazo consciente y revolucionario al régimen, cuando bien
sabemos que hay variadas casos. Puede existir un individuo que sufre una simple
indiferencia hacia la política mientras que otro emite abstencionismo de castigo
pero que sigue creyendo en la democracia burguesa y el capitalismo. Se comentan
los resultados como si las elecciones no demostrasen que con ese más del 65% de
participación el alto grado de alienación de los trabajadores, que emitiron en torno
al 78% de los votos hacia los dos grandes partidos. Además, se clamaba tal
estupidez tan exageradamente optimista con un PCE (r)/GRAPO que llevaba años
en decadencia y su cúpula escondida en el exilio, siendo en breve desmantelada de
forma definitiva, lo cual lo hace todo más increíblemente ridículo visto con la
perspectiva de los años. Pero después de descorchar las botellas de champagne
francés en París tras los resultados electorales, la cúpula del PCE (r) se volvió a dar
de bruces con la realidad, demostrándose en las próximas elecciones que estos
resultados solamente se trataban de un leve descenso esporádico, algo normal
dentro de las crisis pasajeras que se dan en el sistema, pero al fin y al cabo siendo
un dato sin demasiada importancia ya que ese aumento de la abstención no podía
ser capitalizados por una organización revolucionaria con peso entre las masas, en
breve palabras: fue una ilusión estúpida.

En 2004, la participación en las elecciones generales fue del 75%, con un aumento
del 7% respecto a las elecciones del año 2000, la distribución de votos fue del
42,59% hacia el PSOE y del 37,71% hacia el PP. La participación más baja hasta
nuestros días fue en 2016 donde hay que entender que viene precedido de un
período de votación en elecciones generales den 2015 y el hartazgo general a la
incapacidad de los políticos de cerrar un nuevo gobierno, pese a las posibilidades de
coalición entre las diferentes formaciones burguesas. Pese a este clima de cansancio
y hartazgo generalizado, se tuvo el 66,48% de participación, donde el PP mantuvo el
33% y el PSOE un 22,63%, Podemos/Izquierda Unida un 13,42% y Ciudadanos un
10,6%. Esto deja bastante claro, que tras la brutal crisis político-económica iniciada
en 2008, los trabajadores ha repartido sus votos entre las dos nuevas formaciones
con la esperanza de revertir la situación: el nuevo socialdemocratismo de Podemos
y el nuevo neoliberalismo de Ciudadanos, pero igualmente siguen teniendo grandes
ilusiones en el parlamento y sobre todo en los partidos capitalistas de siempre, los
cuales todavía lideran las listas de votos; y quien niegue esta evidencia es que es un
iluso o un demagogo profesional.

Lenin mofándose de los semianarquistas comentaba en una de sus obras clásicas:

«¿Ha «caducado políticamente» el parlamentarismo? Esto es ya otra cuestión. Si


fuese cierto, la posición de los «izquierdistas» sería sólida. Pero hay que probarlo
por medio de un análisis serio, y los «izquierdistas» ni siquiera saben abordarlo.
(...) En primer lugar, los comunistas «de izquierda» alemanes, como se sabe, ya
en enero de 1919 consideraban el parlamentarismo como «políticamente caduco».
(...) Como es sabido, los «izquierdistas» se equivocaron. Este hecho basta para
destruir de golpe y radicalmente la tesis según la cual el parlamentarismo «ha
caducado políticamente». Los «izquierdistas» tienen el deber de demostrar por
qué ese error indiscutible de entonces ha dejado de serlo hoy. Pero no aportan la
menor sombra de prueba, ni pueden aportarla. La actitud de un partido político
ante sus errores es una de las pruebas más importantes y más fieles de la seriedad
de ese partido y del cumplimiento efectivo de sus deberes hacia su clase y hacia las
masas trabajadoras. Reconocer abiertamente los errores, poner al descubierto
sus causas, analizar la situación que los ha engendrado y examinar atentamente
los medios de corregirlos: esto es lo que caracteriza a un partido serio, en esto es
en lo que consiste el cumplimiento de sus deberes, esto es educar e instruir a la
clase, primero, y, después, a las masas. (...) La crítica –la más violenta, más
implacable, más intransigente– debe dirigirse no contra el parlamentarismo o la
acción parlamentaria, sino contra los jefes que no saben –y aún más contra los
que no quieren– utilizar las elecciones parlamentarias y la tribuna parlamentaria
a la manera revolucionaria, a la manera comunista». (Vladimir Ilich Uliánov,
Lenin; La enfermedad infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

El grupo escindido del PCE (r) en 1994, los maoístas de la reconstitución, sin duda
criticaba mucho a su antigua organización, pero no dejaba de tener su misma
postula electoral:

«La única sombra que se ha ceñido sobre el arrollador triunfo derechista ha sido
la abstención. Opinión que propugnaba el PCR en un comunicado que
adjuntamos. Algunos partidos revisionistas –pequeño burgueses el fondo, aunque
pretendan representar a la clase obrera–, como el PCPE, decidieron avalar la
farsa pseudodemocrática con su participación en ella. (...) Actualmente, la mejor
contribución a la causa obrera en el terreno electoral es la táctica del boicot:
hacer un llamamiento rechazar la dictadura del capital deslegitimando su
representación popular mediante la abstención, dirigiéndoos al mismo tiempo a
la masa creciente de abstencionistas con propaga de que eleve su conciencia
política hasta la comprensión de la necesidad de negar la sociedad actual
mediante la Revolución Socialista Proletaria». (Partido Comunista
Revolucionario (Estado Español); La Forja, Nº31, 2000)

Los maoístas de tipo reconstitucionalista, al igual que el PCE (r) o RC, hablan
constantemente de unas elecciones que sí, efectivamente, son pseudodemocráticas,
pero como lo son en cualquier país democrático-burgués, en las cuales los partidos
proletarios parten con franca desventaja por los motivos que ya sabemos, por tanto
no están diseñadas para que el proletariado se haga con el poder, sino para obstruir
su expresión a través de los mecanismos de la democracia burguesa como lo son la
ley electoral, la división de poderes o las comisiones que supervisan la legalidad y
transparencia en la financiación de partidos. ¿Pero por qué pese a todo ponérselo
tan fácil a la burguesía? ¿Por qué los comunistas se iban a negar a explicar a las
masas dentro del propio parlamento la financiación ilegal de partidos como el PP o
el PSOE? ¿Por qué no explicar que partidos como el PCPE o el PCE desde que son
financiados por el Estado burgués son más mansos? ¿Por qué no explicar cómo los
medios de comunicación embellecen un sistema podrido precisamente porque
pertenecen a los grandes empresarios y banqueros que financian a todas estas
organizaciones? ¿Por qué no explicar los mecanismos burocráticos y las trampas de
la propia legislación electoral burguesa? ¿Por qué no denunciar como se oponen los
presuntos partidos de «izquierda» a las medidas progresistas más básicas de
vivienda, desempleo o salario o antifascismo? ¿Por qué no denunciar el propio
incumplimiento del programa electoral del partido del gobierno a cada paso en
falso? ¿Por qué negarse a que los trabajadores oigan desde el parlamento los
privilegios y desmanes de la Iglesia como hizo el propio PCE de José Díaz durante
años? ¿Por qué no clamar contra la monarquía como hizo Julien Lahaut? ¿Por qué
no luchar contra la represión contra el movimiento obrero y obtener mejores
condiciones para su nivel de vida y su libertad de organización, como hizo Bebel
toda su vida? Simplemente no lo hacen porque no quieren ensuciarse las manos,
porque son unos charlatanes, unos señoritos, unos abstencionistas políticos ajenos
a cualquier entendimiento marxista de lo que necesita la clase obrera para elevar su
conciencia política. Las elecciones burguesas tiene su parte de falsedad democrática
por estos motivos que hemos hablado, pero ellos también son unos farsantes
haciéndonos creer que un comunista no tiene nada que hacer en ellas, sobre todo,
cuando varios de estos grupos se autodenominan partido, cuyo deber aumenta ante
este tipo de cuestiones, ya que es lógico que un círculo o un grupo de estudio no
tiene tal responsabilidad que cubrir, pero no podemos decir lo mismo del presunto
partido aspirante a ser la vanguardia organizada de su clase.

Para los amantes del boicot permanente, les preguntamos, ¿es la posición del boicot
permanente una posición marxista?:

«Tiene el boicot un rasgo que, de pronto y a primera vista, hace que cualquier
marxista sienta hacia él una repulsa voluntaria. Boicotear unas elecciones es
marginarse del parlamentarismo, es algo que no puede por menos de parecer una
renuncia pasiva, una abstención, un intento de escurrir el bulto». (Vladimir Ilich
Uliánov, Lenin; Contra el boicot, 1907)

¿Por qué se decía esto?:

«Mientras no podamos disolver el parlamento burgués, debemos actuar contra él


desde fuera y desde dentro. Mientras un número más o menos apreciable de
trabajadores –no sólo proletarios, sino también semiproletarios y pequeños
campesinos– tengan fe en los medios democráticos burgueses de que se sirve la
burguesía para engañar a los obreros, debemos denunciar este engaño
precisamente desde la tribuna que los sectores atrasados de los obreros y, en
particular, de las masas trabajadoras no proletarias consideran como más
importante y más autorizada». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Carta a los
comunistas austriacos, 1920)

Queda demostrado que el boicot es un instrumento útil cuando existe un partido


comunista con influencia, que puede arrastrar a las masas a la desobediencia del
poder legal burgués, a crear formas de poder populares que rebasen ese propio
poder existente, que preparen la revolución mediante la insurrección. Que un
partido que siempre ha sido marginal como el PCE (r) intentase hacernos creer, al
igual que otras organizaciones, que ellos llaman al boicot porque en España existe
una situación casi revolucionaria y que ellos son la vanguardia que la impulsa,
produce vergüenza ajena.

Los comunistas de ahora que de comunistas tienen bastante poco, deben mirar
como durante el zarismo, bajo unos niveles de represión inimaginables ahora,
trabajaban los miembros de la facción parlamentaria del Partido Bolchevique en la
Duma, es decir, el parlamento ruso. 

¿Qué diría Lenin de estos personajes que hablan una y otra vez de no participar en
las elecciones porque significa «legitimar al régimen»? Pues que a lo sumo que son
herederos de los oztovistas, quienes eran, anarquistas cubiertos de marxistas.

El oportunismo en el trabajo sindical

«Si no hay problema de la vida obrera, en el terreno económico, que no pueda ser
utilizado con fines de agitación económica, tampoco hay en el campo político
problema que no deba ser objeto de agitación política. Estas dos formas de
agitación se encuentran tan indisolublemente ligadas en la actividad de los
socialdemócratas como lo están entre sí las dos caras de una medalla. Tanto la
agitación política como la económica son igualmente indispensables para el
desarrollo de la conciencia de clase del proletariado; tanto la agitación política
como la económica son igualmente indispensables como orientación de la lucha de
clase de los obreros rusos, pues toda lucha de clase es lucha política. Uno y otro
tipo de agitación, al despertar la conciencia de los obreros, al organizarlos,
disciplinarlos y educarlos para la actividad solidaria y para la lucha por los
ideales socialdemócratas, les permitirán probar sus fuerzas en los problemas y
necesidades inmediatos, lograr concesiones parciales del enemigo, mejorar su
situación económica, obligarán a los capitalistas a tener en cuenta la fuerza de los
obreros organizados y al gobierno a ampliar los derechos de los obreros, a
atender sus reivindicaciones, manteniendo a ambos en constante temor anta la
hostilidad de las masas obreras dirigidas por una sólida organización
socialdemócrata». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; Las tareas de los
socialdemócratas rusos, 1879)
Sobre el tema sindical hay que decir que más allá de las características del
movimiento obrero de cada país, algunos no entienden o no quieren entender que
los trabajadores salvo honrosas excepciones no se autoconciencian solos. La lucha
económica del sindicalismo les da ciertamente una cierta conciencia que Lenin
llamó conciencia tradeunionista, pero no toda la necesaria para asimilar la ciencia
del proletariado que es el marxismo-leninismo, no son conscientes completamente
de su rol como clase ni de las luchas más elevadas que pueden llevar fuera del
ámbito sindical. De ahí la necesidad del factor subjetivo del partido comunista que
da clarividencia en los sindicatos para que los trabajadores eleven la madurez de
concienciación. Pero obviamente si directamente el pretendido «partido
comunista» abandona el trabajo en los sindicatos, los trabajadores por muy
honestos y versados que estén en la lucha sindical caerán presos del anarco-
sindicalismo, del reformismo socialdemócrata, del pragmatismo y el gremialismo,
cuando no degenerarán y pasaran a formar parte de los esquiroles y del peor
amarillismo sindical.

El PCE (r) con sus actitudes ha sido reacio de participar en los sindicatos
reformistas y entender la importancia de alejar a los obreros de la influencia de la
aristocracia obrera. Esto no es casual, ya que alaban la obra de Thälmann y como
sabemos él mismo abogaba por el mismo camino, hasta que cuando se dio cuenta
del error Hitler estaba en el poder y él en la cárcel. En España la reivindicación de
estas teorías fueron patrimonio del PCE (r) casi sin rival, hasta que recientemente
se vislumbró la aparición de RC y los también maoístas de tipo
«reconstitucionalista» que tratan de copiarle la metodología anarcoide. Dentro del
PCE (r) hemos visto que se preguntan de forma retórica que qué pintaría un
comunista en un sindicato de masas tomado por la reacción, dando a entender que
no pinta nada. 

¿Vosotros que creéis lectores qué papel debe tener allí? ¿Qué opinaban los maestros
de la lucha de clases sobre la cuestión sindical?

La historia de la Internacional Comunista –Internacional Comunista– dejó más que


patente la necesidad de luchar contra esta desviación, subrayando la necesidad de
acabar por una vez por todas:

«Contra las desviaciones oportunistas de «izquierda» que se expresan en la


«teoría» izquierdista de que los obreros organizados en los sindicatos reformistas
representan una masa uniforme reaccionaria, contra la subestimación
izquierdista-sectaria de la táctica del frente único, contra el establecimiento de la
idea de que los sindicatos reformistas son «escuelas del capitalismo», contra la
actitud sectaria al trabajo dentro de los sindicatos reformistas». (Internacional
Comunista; Extractos de la resolución del XIIº Pleno del Comité Ejecutivo de la
Internacional Comunista, 1932)

En sus propias obras Lenin gastó no poca tinta contra estas teorías burdas de
líderes que se hacían pasar por comunistas:

«Los comunistas «de izquierda» alemanes creen que pueden responder


resueltamente a esta cuestión con la negativa. En su opinión el vocerío y los gritos
de cólera contra los sindicatos «reaccionarios» y «contrarrevolucionarios». (...)
Pero por convencidos que estén los comunistas «de izquierda» alemanes del
carácter revolucionario de semejante táctica, ésta es radicalmente errónea y no
contiene más que frases vacías. (…) Tampoco pueden no parecernos ridículas,
pueriles y absurdas las muy sabias, importantes y terriblemente revolucionarias
disquisiciones de los comunistas de izquierda alemanes sobre este tema, a saber:
que los comunistas no pueden ni deben militar en los sindicatos reaccionarios, que
es lícito renunciar a semejante acción, que hay que salir de los sindicatos y
organizar sin falta «uniones obreras» nuevecitas, completamente puras,
inventadas por comunistas muy simpáticos –y en la mayoría de los casos,
probablemente muy jóvenes–, etc., etc. Los sindicatos representaban un progreso
gigantesco de la clase obrera en los primeros tiempos del desarrollo del
capitalismo, por cuanto significaban el paso de la división y de la impotencia de
los obreros a los embriones de unión de clase. Cuando empezó a desarrollarse la
forma superior de unión de clase de los proletarios, el partido revolucionario del
proletariado –que no merecerá este nombre mientras no sepa ligar a los líderes
con la clase y las masas en un todo único, indisoluble–, los sindicatos empezaron
a manifestar fatalmente ciertos rasgos reaccionarios, cierta estrechez
corporativa, cierta tendencia al apoliticismo, cierto espíritu rutinario, etc. Pero el
desarrollo del proletariado no se ha efectuado ni ha podido efectuarse en ningún
país de otro modo que por los sindicatos y por su acción concertada con el partido
de la clase obrera. (…) Temer este «espíritu reaccionario», esforzarse por
prescindir de él, por saltar por encima de él, es una inmensa tontería, pues
equivale a temer el papel de vanguardia del proletariado, que consiste en educar,
instruir, preparar, traer a una vida nueva a los sectores más atrasados de las
masas obreras y campesinas». (Vladimir Ilich Uliánov, Lenin; La enfermedad
infantil del «izquierdismo» en el comunismo, 1920)

La creencia que «cualquier crisis es la tumba del sistema»

Lo primero que hay que condenar es la ridiculez de profetizar la próxima «crisis sin
precedentes» del sistema, y es que un rasgo definitorio de los charlatanes es su
profetización de crisis y colapso del sistema imperante.

El PCE (r) proclamó en 1984 que:

«Pero en contra de lo que dicen los voceros de los monopolistas, ésta no es una
crisis cíclica más, sino la última del capitalismo, porque ya no tiene ninguna
posibilidad de recuperación, sino que se irá agravando y pudriendo e irá
generando una lucha de clases cada vez más aguda que necesariamente acabará
en la revolución socialista». (Partido Comunista de España (Reconstituido);
Declaración del Comité Central del PCE (r), 1984)

El PCE (m-l) planteaba hace poco en su último congreso de 2019 que: 


«El régimen surgido de la transición hecha para evitar una ruptura
revolucionaria con el franquismo, se descompone a ojos vista. En medio de una
crisis imperialista sin precedentes». (Partido Comunista de España (marxista-
leninista); Informe general, 2019)

En 2020 nuestros simpáticos reconstitucionalistas, se sumaban al coro de profetas


del revisionismo que anunciaban el fin del sistema tal y como lo conocemos: 

«Otra vez, España se hunde. El orden constitucional de 1978, sobre el que las
clases poseedoras de este país fijaron un renovado y democrático reparto de la
explotación de los oprimidos, ya no resulta ni útil ni satisfactorio para sus
progenitores. El Estado español viene enfrentando, desde la institución de su
actual Carta Magna, un proceso de reconstrucción, descomposición y ruptura que
presiente hoy sus días finales». (Revista Aurora; Revista por la Reconstitución del
Comunismo, Nº0, 2020)

Podríamos citar múltiples ejemplos de esta mentalidad.

¡He aquí un clásico de la palabrería que hace que nadie tome en serio a los
«comunistas»! ¿Cuántas veces hemos oído de los grupos y partidos pregonar que
«el régimen del 78 se descompone», que «nos enfrentamos a una crisis sin
precedentes»? Nos faltarían dedos de las manos y los pies para contarlas. Bien, y si
tales condiciones se han dado una y otra vez, y España ni siquiera ha salido del
bipartidismo político, ¿qué demuestra eso? ¿Su inutilidad? ¿Su exageración?
¿Ambas?

Uno de los rasgos históricos del trotskismo, fue profetizar eventos políticos
catastróficos que nunca sucedieron. Efectivamente las sucesivas crisis capitalistas
agudizan la lucha de clases, eso es un hecho, pero a falta de un factor subjetivo
como es un partido marxista-leninista, la lucha de clases siempre será redirigida
hacia otros cauces: echar la culpa a una fracción de la burguesía en el poder, crear
un chivo espiratorio hacia una etnia o religión, entrar en guerra para desviar la
atención pública, así como otras estratagemas. En general lo que sea necesario para
pasar la crisis sin que sus cimientos se muevan.

Proclamar que debido al desarrollo del capitalismo esa iba la última crisis del
sistema y que la revolución estaba a la vuelta de la esquina sin más, es muy
parecido a la necia idea antimarxista que propulsaba Rosa Luxemburgo en su obra
«La acumulación del capital» de 1913; aquello de que la sociedad capitalista sólo
podría resolver el problema de la acumulación de capital sólo por la expansión en
las economías precapitalistas, y que cuando se han absorbido estas áreas, a no
mucho tardar según ella, el capitalismo se derrumbaría como un castillo de naipes.

Este es un discurso clásico de un populista pero no de un marxista serio. Lo cierto


es que el capitalismo si tiene «salida» a sus crisis como ya hemos afirmado, lo
hemos visto históricamente en las últimas crisis capitalistas: rescatar a la banca
privada con dinero público, cargar sobre los hombros de los trabajadores mayores
horas de producción y mayores impuestos, flexibilizar los contratos laborales en
beneficio del fácil despido y abaratar la indemnización, recortes en campos públicos
sensibles para los trabajadores –sanidad, educación–, petición de nuevos créditos y
renegociación de la deuda ya existente, devaluación de la moneda, búsqueda de
nuevos mercados –incluso a costa de poder iniciar una guerra–, y muchísimas
variables más que dependen del tipo de país que sea y de donde se produzcan los
déficits a tratar. Estas fórmulas las que podríamos llamar las «válvulas de escape»
de las que se vale la burguesía para evitar que su sistema se autodestruya por sus
crisis cíclicas. Otra cosa muy diferente son los cambios de gobierno, o los cambios
en las formas de dominación política. 

Recetas a derecha e izquierda que no alterarán el elemento indispensable que da luz


a las crisis: leyes económicas fundamentales del capitalismo –como la extracción de
plusvalía, la ley del valor, el buscar asegurar los máximos beneficios posibles–. 

Mientras el nivel de concienciación y organización de la clase obrera sea bajo, estas


medidas serán fácilmente aplicables para la burguesía. Las futuras crisis que
aguardan sin un partido marxista-leninista sólido y sin una influencia en las
organizaciones de masas, no presupondrán una revolución, ni siquiera para evitar
la ofensiva del capital que pretende cargar sobre los hombros de los trabajadores la
crisis, ello será así porque los trabajadores desorganizados no tienen posibilidades
de defenderse ni de atacar eficazmente. Por ello, estas crisis siempre les serán
dolorosas y en todo caso serán aprovechadas por distintas capas burguesas ajenas
al proletariado en sus luchas de poder contra la burguesía gubernamental.

La teoría de «la monarquía como base del sistema capitalista» y el


republicanismo pequeño burgués

Los miembros y simpatizantes del PCE (r) y del actual PCE (m-l) –no confundir con
el antiguo–, a la vez que se afanan por calificar a todo de fascista, tienden a
idealizar y embellecer la república democrático-burguesa en sus discursos,
postulando que en España el fin de la monarquía sería el fin del sistema capitalista
en sí:

«El Estado no es un meccano, es decir tú no puedes coger una pieza de Estado y


poner otra. Que es lo piensa, mucha gente se cree bueno claro quitas al Rey pones
a una República y todo continua igual. Es que eso no existe, eso no funciona así.
Esto es un castillo de naipes, si tu quitas una pieza todo se viene abajo». (¿Es
posible otra república burguesa en España? Respuesta de Olarieta y Rebeca
Quintans, 20 de abril de 2017)

¿Cómo un presunto comunista –que domina el materialismo dialéctico e histórico–


se puede atrever a decir que en caso de que la burguesía pierda al Rey su sistema
político se viene abajo? ¿No ha habido casos de transiciones convulsas o
relativamente pacíficas en que la monarquía se ha abolido en favor de un
republicanismo y el capitalismo se ha consolidado? ¿No es la Revolución Francesa
del siglo XVIII el mejor ejemplo de ello? ¿No lo fue la instauración de la II
República (1848-1852), la III (1870-1940), la IV (1946-1958) o la actual V
República Francesa (1958-actualidad) en dicho país, la corroboración de que dicho
axioma no ha cambiado y se repite una y otra vez? Cualquier Estado burgués
cuando se vea forzado por motivos económicos de crisis, por la fuerza de la clase
obrera o por el motivo determinante que sea, sacrificará a su Rey si es necesario con
tal de darle un lavado de cara a su dominación política. Cuando Olarieta piensa que
el Estado burgués está atado al Rey, y que su caída sería la caída de todo el sistema
político-económico, reproduce el mismo pensamiento idealista que cuando
pensaban los GRAPO que «hacían la revolución» por intentar asesinar a las figuras
clave del régimen, no entendiendo en ambos casos, que para hacer la revolución,
para que haya una verdadera transformación de un sistema político-económico, la
cuestión no depende de quitar a ciertas personalidades, por muy influyentes o
famosas que sean, pues dichas figuras no dejan de ser representantes de un sistema
sustentado por unas clases explotadoras.

Esta es una tesis que curiosamente el PCE (m-l) de 1989 repetía cuando había
degenerado y se había metido en el cenagal de un republicanismo pequeño burgués:

«Se pude objetar que la forma del Estado republicano no determina el carácter de
clase de dicho Estado, que existen infinidad de repúblicas reaccionarias, etc. (…)
Pero de lo que se trata aquí y ahora, es de quebrar el poder político de la
oligarquía española, y para lograrlo hay que destruir la forma concreta en que
ese poder se organiza a escala estatal. En cuanto al carácter de la futura
república los comunistas la queremos Popular y Federativa, que abra paso a la
edificación del socialismo. Mas, en estos momentos y en aras del logro de unas
alianzas lo más amplias posibles contra el régimen monárquico actual, no
hacemos una condición sine qua non de ello». (Revolución Española; Revista
ideológica del Partido Comunista de España (marxista-leninista), Nº18, 1989)

Con ello el PCE (m-l) reconocía que la lucha por una República Popular y
Federativa «que abra paso a la edificación del socialismo», una frase ambigua que
hoy utilizan muchos oportunistas que desean dejar la revolución y la edificación del
socialismo para las calendas griegas, es decir para nunca; se renunciaba como
partido de vanguardia del proletariado a popularizar su programa y a ganarse a las
masas para una visión y sistema republicano de democracia proletaria. No es
casualidad que por entonces empezase a coquetear con una especie de híbrido entre
ideas y medidas socialistas en mitad de una república liberal democrático-burguesa,
satisfaciendo los sueños de los pequeño burgueses que creen que esto es posible.
Para colofón el PCE (m-l) de 1989 confesaba que siendo, según él, la lucha contra la
monarquía la prioridad del momento, se sacrificará todo «en aras del logro de unas
alianzas lo más amplias posibles». Y así es como un partido que sobre el plano se
autodenomina comunista y representante del proletariado, se acaba fundiendo
finalmente con un republicanismo abstracto y amorfo, se vuelve el furgón de cola de
causas idealizadas y románticas que no conducen a ningún lado. Pues como
sabemos, este tipo de republicanismo cuando llega al poder, no resuelve los
problemas de la clase obrera y los trabajadores, e incluso el republicanismo de este
tipo, puede ser utilizado por la burguesía para acometer un lavado de cara y salvar
su poder, como denunciaba el viejo PCE (m-l) de los 70. Es un republicanismo que
puede ser utilizado por distintas clases y capas sociales, así como sus agrupaciones,
y donde normalmente los revisionistas al confundirse con otras organizaciones no
logran la hegemonía y acaban simplemente cumpliendo un papel testimonial de
comparsa de dichas ilusiones. 

La renuncia a la construcción del papel de vanguardia para ir a la zaga


de las capas atrasadas

«En lugar de dirigir el movimiento espontáneo, de inculcar a las masas los ideales
socialdemócratas y orientarlas hacia nuestro objetivo final, esta parte de los
socialdemócratas rusos se había convertido en un instrumento ciego del propio
movimiento; y seguía ciegamente al sector de los obreros poco desarrollados,
limitándose a exponer las necesidades y las exigencias de que tenían conciencia en
aquel momento las masas obreras. En una palabra, permanecían inmóvil,
llamando a una puerta abierta, sin atreverse a entrar en la casa. Esta parte de la
socialdemocracia rusa se mostró incapaz de explicar a las masas obreras el
objetivo final, el socialismo. (...) Consideraba todo esto como algo inútil y hasta
perjudicial. Para ella el obrero ruso era un niño pequeño, al que temía asustar con
ideas tan audaces». (Iósif Vissariónovich Dzhugashvili, Stalin; El partido
socialdemócrata ruso y sus tareas inmediatas, 1901)

Cuando el actual PCE (m-l), el PCE (r) o RC hablan de que no consideran el


socialismo como objetivo inmediato porque las masas o parte de ellas «no perciben,
ni entienden, como tales necesidades», es exactamente el mismo argumento que los
jefes de Podemos esgrimen cuando la gente honesta pide que se realice agitación y
propaganda para expulsar a la monarquía, bien, y si así fuese. ¿No se supone que
deben de ser los propios partidos de «izquierda», y sobre todo, los
autodenominados «marxistas» los que pongan en la agenda política cuestiones
como el republicanismo o el anticapitalismo consecuente y combativo? ¿No deben
de ser su programa y acción los que traten de inyectar y elevar la conciencia de
clase? ¿Acaso esperan que lo hagan otros? Desde el punto de vista de la izquierda,
¿acaso esperan que lo haga la derecha? Desde el punto de vista de los marxistas,
¿acaso esperan que lo haga el revisionismo? ¿No son estas posturas la muestra más
evidente de que no solo sufren una falta de hegemonía, sino que van a zaga de las
capas atrasadas, siendo el hazmerreír para la burguesía?

En conclusión:

«No hay duda de que la creación de una situación revolucionaria depende ante
todo de las condiciones objetivas, de que las revoluciones no se hacen según el
deseo y el querer de tal o cual persona. El hecho de perder de vista esto puede
conducir al aventurismo y a errores graves. Pero al mismo tiempo no hay que
olvidar que el papel del factor subjetivo en la revolución. Dar al factor objetivo un
papel absoluto y dejar de lado el factor subjetivo, es dejar de hecho la causa de la
revolución a la espontaneidad y causa un gran daño a la clase obrera. Para la
preparación de las condiciones para la revolución, además de los factores
objetivos, depende en gran medida, la cuestión de cómo el partido revolucionario
de la clase obrera prepara a las masas para la revolución, en qué sentido educa a
las masas: en el espíritu de una lucha resuelta revolucionaria o bien en el espíritu
reformista. (…) Dirigir no quiere decir de ningún modo dictar e imponer su
voluntad a otros, dirigir quiere decir convencer, organizar y movilizar a las
masas, dirigir sus propios esfuerzos y el de sus organizaciones sociales hacia un
solo fin mostrándoles claramente los objetivos y las vías que hay que seguir para
alcanzarlos». (Zëri i Popullit; A propósito de las tesis concernientes al Xº
Congreso del Partido Comunista Italiano, 18 de noviembre de 1962)

Imaginemos en un esfuerzo de imaginación que en un futuro se diera el gran


milagro de que un grupo como el actual PCE (m-l), junto a sus aliados revisionistas,
lograse llegar al poder y tratasen de llevar a cabo su «república popular y
federativa». Una vez hecho esto, ¿qué harían estos grupos? ¿Le explicaría de cero a
las masas que tras años de propaganda por un vago concepto de república y un
proceso constituyente, promover un capitalismo de «rostro humano» y cultura
bañada en un humanismo abstracto, de repente ahora deben de hacer una
revolución de tipo socialista, cuando precisamente se le ha ocultado lo que significa
la dictadura del proletariado, la economía socialista o la cultura proletaria? Esto
sería cómico y nefasto para sus intereses, pues lógicamente las masas no aceptarían
que el partido haya estado durante años proponiendo una república que no
sobrepasa el régimen burgués, posteriormente les intente convencer
repentinamente que esa república por la que han luchado no es suficiente. Sin duda
no conocemos un proceso así salvo en las mentes soñadoras de los oportunistas.
Los marxista-leninistas, incluso cuando han cometido errores, siempre han tenido
que acabar diciéndole al pueblo la verdad tarde o temprano para avanzar hacia la
revolución, y en algunos casos haciendo autocrítica precisamente por saber
explicarlo debidamente. Por el contrario, las experiencias que empezaron y
continuaron con esa nebulosa terminología, nunca sobrepasaron el capitalismo,
siguieron siendo regímenes dependientes del imperialismo o se convirtieron en
propias potencias imperialistas.

Claro está que sin mejoras inmediatas, sin liderar las luchas más básicas, no se
puede tener ni credibilidad ni fuerza para acometer luchas mayores. Pero dejar de
presentar la necesidad de conquistar esas tareas mayores para cuando se consigan
todas y cada una de las victorias más básicas, sería drenar de contenido e intención
revolucionarias de esas luchas menores, sería no asumir la necesidad de
concienciación y radicalización del pueblo, y finalmente, sería hacer imposible
encadenar los objetivos menores con los mayores. Pero ante lo que estamos aquí es
una renuncia abierta del rol de concienciación de las masas.

Hay que acabar de una vez con conceptos distorsionados sobre lo que
implica el internacionalismo

«El internacionalismo proletario es un componente del marxismo-leninismo y


está indisolublemente ligado a él. Por lo tanto, no puede haber internacionalismo
proletario fuera del combate para la defensa de la precisa aplicación del
marxismo-leninismo. El marxismo-leninismo enseña a evaluar correctamente
desde las posiciones marxista-leninistas las enseñanzas sobre las clases y la lucha
de clases de nuestra época, a determinar correctamente cuales son las fuerzas y
contradicciones principales del presente, cual es el enemigo principal, los aliados
a los cuales debe unirse, a mantener la doctrina sobre el rol dirigente del partido
revolucionario del proletariado, a preparar el proletariado y las demás masas
trabajadoras para la revolución proletaria y el establecimiento de la dictadura
del proletariado, a movilizar y conducirla a luchar por la construcción del
socialismo y el comunismo, a apoyar a los verdaderos partidos marxistas-
leninistas y la lucha revolucionaria del proletariado de las naciones oprimidas
contra el imperialismo, el socialimperialismo y la reacción nacional e
internacional. Cualquiera que se abstenga de todo esto, niega el
internacionalismo proletario». (Radio Tirana; El internacionalismo proletario es
la ideología y el arma del proletariado mundial para la victoria del socialismo y
el comunismo, 1977)

Hay renegados como Raúl Marco que acuñarían la teoría de «mantener las
divergencias en silencio», la cual fue una de las características ideológicas del PCE
(m-l) mientras se sucedían eventos de importancia mientras el partido se mantenía
en silencio o llegaba tarde a la polémica. Esta postura siempre es beneficiosa para
los elementos oportunistas que desean eludir el debate y la confrontación de ideas,
porque supone mostrar su bajo nivel teórico, perder reconocimiento, militantes o
posibles aliados, y como sabemos, los revisionistas anteponen la cantidad a la
calidad. Esta es una política antimarxista disfrazada de cordialidades y respeto
entre organizaciones, cuando el movimiento marxista-leninista ha visto demasiadas
veces como delante de sus narices como se destruían partidos y se frustraban
revoluciones, todo porque diversos líderes no se aclaraban si era el momento
oportuno para plantear las críticas a los camaradas o porque confiaban que dichos
oportunistas se diesen cuenta de sus errores pronto. No hay tiempo de titubeos, y el
llamado honor del partido y de las personas está muy por debajo de la causa general
que incumbe al comunista como tal. Los partidos no deben ser tertulias ni clubs de
amigos, hay que entender de una vez que el honor de unas siglas se pierde en el
momento en que dicha organización se desvía. Por lo tanto, el no realizar una
crítica a tiempo, cuando se cree que el partido se está desviando de los principios
ideológicos, es eludir el cumplimiento de los propios estatutos del partido que
manifiesta guardar la pureza de la doctrina revolucionaria. Y en el ámbito de
relaciones internacionales, cometer esto mismo, el no señalar los errores
conscientes o inconscientes a otros camaradas, es una falta de internacionalismo
proletario manifiesta. En ambos casos no dejar prueba pública del desacuerdo
ayuda al infractor a proseguir su camino desviacionista mientras parte de su
militancia vive en la inopia o sencillamente en engañada y manipulada. Por
supuesto la crítica debe de ser en términos camaraderiles con una exposición bien
agrupada y argumentada.

Viendo cómo les fue a más de uno con esta táctica negacionista, muchos
seguramente alegaran ahora a «toro pasado», que sí tenían ciertas reservas hacia la
propia línea del PTA cuando se estaba dando la degeneración del socialismo
albanés, pero que prefirieron guardarlas dentro de la cúpula dirigente… o que se
dieron debates internos, pero se decidió mantener en secretos sus conclusiones.
Seguramente sea un falso argumento de estos líderes para justificarse después de
ser partícipes de la hecatombe del movimiento internacional con su seguidismo.
Pero en caso contrario, sería una confirmación de que visto una y otra vez los
resultados, no sirve de nada el mantener el «criticismo» en círculos cerrados. Así no
se ayuda a nadie, no es una muestra de internacionalismo proletario, sino de todo lo
contrario. Ese criticismo hay que constarlo en público para que no haya excusas ni
malentendidos a posteriori, y hay que tener informada a la militancia y hacerla
partícipe de los mismos debates, de otro modo se juega el rol del «pastor y el
rebaño pasivo», tan común de organizaciones que acaban burocratizadas y que
venden más pronto que tarde sus principios por capricho precisamente de
dirigencias oportunistas y militancia de base sin espíritu revolucionario.

El tercermundismo como bandera en materia internacional del


revisionismo

Algunos debido a sus escasos conocimientos en materia geopolítica, económica y


sobre todo en líneas generales de desconocimiento del marxismo-leninismo, no solo
confunden y niegan el peligro de las relaciones neocoloniales, sino que también
olvidan que los países imperialistas de la actualidad siguen ejerciendo una opresión
nacional y/o colonial, ante lo cual guardan un silencio o emiten declaraciones
nauseabundas negando el estatus colonial que todavía existen en varios territorios,
teorizando diversas tesis sobre que esos territorios «han sido asimilados e
igualados» al de las metrópolis que en su día les colonizó, y que entonces, estas
zonas «ya no son colonias», dando carpetazo al tema, negando la cuestión nacional
y colonial en nuestra época. Esto viene de no comprender para nada el
funcionamiento del sistema imperialista en estos territorios y las vicisitudes que se
pueden presentar, así las maniobras y la propaganda de los gobiernos imperialistas
sobre estos territorios, a los cuales niegan el derecho de autodeterminación, son
seguidos a pies puntilla por estas gentes.

Otros pretenden demostrar que como en algunas ocasiones el imperialismo ha


concedido la soberanía estatal y ha dejado configurarse como Estado independiente
a sus viejas colonias se habría demostrado que el imperialismo ha mutado e incluso
que se ha vuelto altruista hacia los países subdesarrollados. No reconocen que esta
independencia estatal se ha ganado a base de lucha y sangre en la mayoría de
ocasiones, y que en otras los propios imperialistas no han visto rentable el continuo
gasto de la presencia militar y todo el material destinado a mantener la colonia bajo
sus manos, siendo estas las causas principales de los nuevos Estados neocoloniales.
Pero todavía algunos cometen otro error más vulgar, el creer que con la
consecución de la independencia estatal estos países han alcanzado soberanía
político-económica, proclaman automáticamente que son estandartes del
antiimperialismo sin pararse a ver el desarrollo de dichos gobiernos una vez
alcanzada la independencia estatal. La gran mayoría de ellos una vez adquirido la
soberanía estatal han caído en la dependencia económica de los imperialistas e
incluso a veces de sus mismos viejos amos coloniales, convirtiéndose así de colonias
a neocolonias; independientes estatalmente, pero dependientes económicamente y
por extensión políticamente. Acabaron enredados a través de deudas, pactos
comerciales, invasión de capital extranjero y pactos militares que les inmovilizan.

Sin duda todos arrastran una visión tercermundista. Los herederos del titoísmo y el
maoísmo, reclaman que: «Las contradicciones fundamentales del mundo actual» se
debaten «entre naciones oprimidas, por una parte, y superpotencias y potencias
imperialistas, por otra». 

Otros proclaman que la principal contradicción reside en las pugnas


interimperialistas, algo que bien podría firmar cualquier líder tercermundista. No
señores, la principal contradicción de nuestro tiempo es la contradicción capital-
trabajo en cada país, es decir, burguesía vs proletariado:

«El análisis de clase marxista-leninista y los hechos demuestran que la existencia


de las contradicciones y las discrepancias entre las potencias y las agrupaciones
imperialistas no elimina en absoluto ni relega a segundo plano las
contradicciones entre el trabajo y el capital en los países capitalistas e
imperialistas o las contradicciones entre los pueblos oprimidos y sus opresores
imperialistas. Precisamente las contradicciones entre el proletariado y la
burguesía, entre los pueblos oprimidos y el imperialismo, entre el socialismo y el
capitalismo son las más profundas, son constantes, irreductibles. De ahí que el
aprovechamiento de las contradicciones interimperialistas o entre los Estados
capitalistas y revisionistas sólo tenga sentido cuando sirve para crear las
condiciones lo más favorables posible para el poderoso desarrollo del movimiento
revolucionario y de liberación contra la burguesía, el imperialismo y la reacción.
Por eso, estas contradicciones deben ser explotadas sin crear ilusiones en el
proletariado y los pueblos acerca del imperialismo y la burguesía. Es
indispensable esclarecer las enseñanzas de Lenin a los trabajadores y a los
pueblos, hacerles conscientes de que sólo una actitud intransigente hacia los
opresores y los explotadores, de que sólo la lucha resuelta contra el imperialismo
y la burguesía, de que sólo la revolución, les asegurará la verdadera liberación
social y nacional. La explotación de las contradicciones entre los enemigos no
puede constituir la tarea fundamental de la revolución ni puede ser contrapuesta
a la lucha por derrocar a la burguesía». (Enver Hoxha; Imperialismo y
revolución, 1978)

La creencia de que «hay que focalizar el trabajo en las organizaciones


revisionistas»

En nuestros tiempos, con la inmensa lista de tareas pendientes a realizar, proponer


que los marxista-leninistas deben priorizar su trabajo en «establecer puentes con
todas las fuerzas» para intentar «ganarse a los elementos descontentos», cuando no
existe ni siquiera una estructura seria que actúe bajo el centralismo democrático a
la que derivarlos, es ilusorio, es empezar la casa por el tejado. Plantear en abstracto
la «búsqueda de la unidad de todas las fuerzas que se digan marxistas» suele ser
reflejo de que no se ha comprendido la necesidad del combate ideológico contra el
oportunismo, y eso marca la diferencia entre un marxista consecuente y un
charlatán. Pues dicho «proceso de unidad», según lo conciben estas mentes, jamás
se ha dado en la historia, es más, lo que nos muestra la experiencia pasada ha sido
que siempre hay una lucha implacable del marxismo contra el revisionismo; en caso
del triunfo del primero sobre el segundo, hemos sido testigos de las mayores
epopeyas revolucionarias del proletariado durante el siglo XX... en caso de que el
segundo le gane la partida al primero, la automática pérdida del espíritu combativo
de las organizaciones proletarias, y lamentablemente es en ese punto donde
estamos ahora. Hemos visto una y otra vez como los grupos que defienden tales
teorías a lo máximo que suelen llegar es a una unidad forzada con otros grupúsculos
del mismo carácter difuso, pero tal fusión no resuelve las tareas generales
acuciantes del proletariado, ni tampoco las carencias internas de estos grupos como
organización, sino que se añaden problemas nuevos, ya que esta asociación ahonda
la mezcolanza ideológica y la lucha de egos entre los jefes, de ahí que pronto veamos
como sus caminos se separan o como no han avanzado en absolutamente nada.
Creer que la revolución se hará a base de alianzas y uniones formales entre las
distintas siglas, como si solo les separasen el nombre, es una idea tan cándida como
peligrosa. 

Aunque hoy existiese la deseada organización proletaria con suficientes medios


como para desplegar a sus militantes en cada frente de masas, incluso contando con
esos «revolucionarios profesionales» que viven y actúan a cuenta del partido, cosa
que no abunda o es inexistente en la mayoría de organizaciones, esta idea de
centrar el trabajo y los esfuerzos de los marxista-leninistas en el mundillo
revisionista y sus focos de actuación es un pensamiento acomplejado, que
claramente sobrestima lo que es el revisionismo en cuanto a influencia real, por lo
que en muchas situaciones concretas supondría una pérdida de recursos y tiempo.
Es más, todo este patrón táctico supone reconocer tácitamente que aún no se
comprende que la mayoría de fuerzas que se autodenominan «marxistas» no solo
son fuerzas oportunistas que obstaculizan la revolución, sino que no abarcan en su
militancia ni en su radio de acción ni siquiera a un tercio de la población
trabajadora, en algunos casos, ¡ni siquiera cuentan con los elementos más
avanzados ideológicamente hablando, sino con los más retardatarios! 

Todo esto, al fin y al cabo, son formas de procesar los problemas y las tareas que
provienen de experiencias revisionistas no superadas. Si utilizamos la misma
mentalidad y métodos que el revisionismo, conseguiremos los mismos resultados.
De ahí que sea totalmente estúpido buscar la «reorganización y revitalización del
movimiento marxista-leninista» enfocando las pocas fuerzas y tiempo de los
revolucionarios en «tender puentes» hacia unas organizaciones, que, hablando con
franqueza, llevan décadas estancados, sin hacer nada en ningún campo que se
demuestre trascendente, sin representar a nadie salvo a su grupo de amigos. En
resumidas cuentas, claro que la organización marxista-leninista tendrá que abrirse
paso entre los elementos honestos de las organizaciones revisionistas, pero se
tiende a infravalorar al público que no se ha incorporado a la política o lo ha hecho
de forma sumamente vaga, el cual supone hoy la amplia mayoría, la cual es muchos
casos, está libre de ciertas tendencias y manías malsanas. 

Las tácticas entristas para solventar las carencias del grupo

Algunos en un intento de cosechar alianzas con fines oportunistas, sacan a relucir


sin venir a cuento experiencias históricas como el frente popular de 1936-1939 y
proponen también la reedición de otros frentes antifascistas. Por supuesto no citan
los errores y deficiencias de los comunistas en las experiencias de dichos frentes,
pero olvidan algo aún más importante: la existencia de un partido comunista como
tal y con una influencia arraigada, sin el cual es imposible ejercer una influencia
sobre el resto de organizaciones –ni siquiera sobre el papel–. 

También hay que dejar claro que los comunistas no aspiran –como propone el
anecdótico Partido del Trabajo Democrático (PTD)– a mantener la independencia
organizativa, y al mismo tiempo ceder el programa y el discurso para convertirse en
el furgón de cola permanente de un partido socialdemócrata –Podemos–, para
bendecir todas sus decisiones bajo la excusa de que es el «mal menor». El
considerarse «críticos» pero no criticar ni contradecir ninguna de las decisiones de
mayor calado de la organización socialdemócrata o republicana de turno, conduce a
los presuntos comunistas a un callejón sin salida. Es la misma desastrosa táctica
que ha hecho el Partido Comunista de Venezuela (PCE) con el chavismo durante
dos décadas, cuyos resultados ya sabemos todos.

Tampoco es lícito adoptar la famosa táctica trotskista del «entrismo» en los


grupúsculos revisionistas del montón manteniendo una doble militancia y
permitiéndose el lujo de no criticar a la dirección «para no ser expulsados y no
perder el contacto con las masas». Históricamente hemos visto como cuando estos
«posibilistas» desarrollan esta táctica como fue en su día la Organización
Revolucionaria de los Trabajadores (ORT) y el Partido del Trabajo de España
(PTA), que pronto acabaron disolviéndose en estas organizaciones inmundas sin
pena ni gloría, fenómeno que siempre ha sucedido a multitud de formaciones
trotskistas y maoístas en el Partido Socialista Obrero Español (PSOE) o Izquierda
Unida (IU), sin olvidar los fallidos intentos de los trotskistas Anticapitalistas de
hegemonizar Podemos. Esto pierde aún más sentido cuando el entrismo se realiza
en grupúsculos marginales.

Para los comunistas su propósito es otro, es aspirar a mantener una posición


independiente, clara y científica en todas y cada una de las cuestiones básicas,
exista o no el partido comunista. El objetivo siempre debe de ser diferenciarse de
los pseudocomunistas, para precisamente poder aunar fuerzas con los verdaderos
comunistas, para estrechar lazos y superar el primitivismo organizativo existente en
todos los países en la actualidad. 

El chovinismo en cuestión nacional

La cuestión nacional parece otra de las asignaturas pendientes de nuestros


revisionistas.

La eclosión de un movimiento nacional, si se quiere llamar así, no solo se dio en


España con las Guerras Napoleónicas (1803-1815), se dio en Polonia, se dio en
Suecia, en Rusia y en otros lugares, pero eso no significa que estas zonas estuvieran
completamente desarrolladas una identidad nacional según como lo entendemos
hoy. Incluso aunque dicha hipótesis pudiera ser correcta, existe algo mucho más
importante que algunos olvidan: la posterior formación y reivindicación nacional de
los lituanos, alemanes o ucranianos en Polonia; de los noruegos en Suecia; de los
bielorrusos, georgianos kazajos, y otros en Rusia, de los catalanes o vascos en
España. ¡He ahí lo ridículo de retrotraerse de forma estéril una y otra vez a la Edad
Media y a la Edad Moderna de forma unilateral!

¿Alguien pretende hablarnos de la cuestión nacional con artículos de Larra de la


década 30 del siglo XIX? ¿Alguien pretende en serio fundamentar la cuestión
nacional de hoy con los artículos de Marx sobre España de 1854 cuando los
movimientos nacionales como el vasco o el catalán no habían echado a andar? Si
alguien pretende negar la nación vasca o catalana con las críticas de Larra o Marx al
carlismo de los vascos como hace Pedro Ínsua o Santiago Armesilla, significa que su
dominio del materialismo histórico es ínfimo, y que en cambio son grandes
maestros del sofismo, como el «gran mentor» Gustavo Bueno. Esto sería como
querer comparar críticamente el bajo nivel productivo del campo y la falta de
industria en España que anotaba Marx, con los problemas que afronta hoy como la
cuestión de la tercerización de la economía y el fenómeno del turismo, es decir,
nada que ver y temas de un carácter diferente del problema que estamos hablando,
un mecanicismo de manual. 

Efectivamente hoy, si un pretendido marxista en España después de estudiar la


historia, no reconoce y defiende el derecho de autodeterminación –y es tan ridículo
como para proclamar que después de siglos enquistada la problemática nacional, es
un tema meramente artificial–, no puede esperar que nosotros ni las masas se
tomen en serio su «política socialista» en otros campos.

Todo el pensamiento sobre cuestión nacional de los revisionistas se basa en


distorsionar una verdad histórica: que el marxismo saluda y prefiere encontrarse
cuando el proletariado llega al poder un Estado grande y centralizado, no un Estado
con varios problemas nacionales, descentralización económica y fragmentación
legislativa y territorial. El primero facilita las tareas de socialización y coordinación
de las fuerzas productivas. Pero el marxismo no actúa acorde a deseos sino a
hechos, y como hemos visto antes, no es el caso de España cuando desarrolló el
capitalismo. Si un marxista no reconoce el problema nacional que existe en su país,
sus soluciones no irán más allá de una imposición subjetivista, que como han
demostrado todos los gobiernos recientes, no sirve para frenar a los movimientos
nacionales de la periferia, sino al revés, aviva sus pretensiones secesionistas que
cada vez calan más entre la gente, y de paso también los rencores y trifulcas
nacionales. Sobra comentar que adornar con cierto halo místico los mitos
nacionales del chovinismo patrio y tachar de progreso en favor de la humanidad
todo acto que conduzca a que el Estado mantenga o engulla por la fuerza a otros
pueblos que no quieren formar parte del Estado, no solo es un nacionalismo
ramplón imposible de camuflar, sino que es un mecanicismo antidialéctico ya
refutado por la historia. Este nacionalismo, para justificar su expansionismo
imperialista, cae con facilidad en la teoría menchevique que da prioridad absoluta
al desarrollo técnico de las fuerzas productivas, pero no se presta demasiada
atención a las relaciones de producción que imperan, ni a la lucha de clases. Lo
cierto es que la historia ha demostrado que pueblos como el ruso o albanés, mucho
más atrasados en relación con otras potencias imperialistas de la época, pudieron
hacer la revolución proletaria y lograr un vertiginoso avance de las fuerzas
productivas e incluso abanderar el progreso técnico y productivo en algunos
campos como ocurrió con la URSS. Este defecto nacionalista se refleja fácilmente
en personajes trasnochados como Armesilla, el cual nunca es capaz de analizar
críticamente las relaciones de producción de los regímenes capitalistas-
revisionistas que publicita, de los cuales incluso saluda su fuerte contenido
nacionalista e incluso religioso como ocurre con el maoísmo de China, el castrismo
en Cuba o el juche en Corea. Esto recuerda a los viejos falangistas españoles
saludando los progresos del fascismo europeo a la hora de avivar el veneno
nacionalista y el fanatismo religioso y presentarlo como un avance progresivo para
la humanidad.

El chovinismo utiliza varios sofismas.

Primero. El engaño inicial se centra en hacer entender que el reconocimiento de la


cuestión nacional por los marxistas, implica que los pueblos cuando sean libres de
elegir –y esto solo puede ser de forma completa en el socialismo–, serán dirigidos
por el nacionalismo elegirán automáticamente romper sus vínculos, lo cual es una
incongruencia con la construcción del socialismo que implica la dirección de la
vanguardia del partido del proletariado, que es per se internacionalista. Esto en el
mejor de los casos una tesis derrotista, en el peor, una estafa argumental y
consciente de un chovinista retorcido.

Segundo. La idea metafísica de que si una nación no se conforma como Estado


propio perece, y que mientras no exista como Estado no existe como nación ni
puede desarrollar mínimamente su idioma, su cultura, cuotas de representación
poder o materia legislativa, autonomía económica.

Tercero. La falsa idea de que el reconocimiento de los derechos a una nación


implica automáticamente su secesión.

Negar el auge de la conciencia nacional de los pueblos, pero querer adjudicar a tu


partido como «la única organización consecuente a la hora de defender el derecho
de autodeterminación» es una broma, sobre todo mientras se trata de imponer un
federalismo acompañado de campañas que hieren el orgullo nacional de otros
pueblos, como justamente hace RC. Ello supone tratar de imponer un federalismo
unitario, forzoso, que nunca calará en los pueblos. 

De la misma forma que negar la federación como posible respuesta de los pueblos
en la ejecución del derecho de autodeterminación como hacen organizaciones
revisionistas como hace la Escuela de Gustavo Bueno, es negar tal derecho de
autodeterminación en sí. No digamos ya, de aquellos que como él, directamente se
niegan a celebrar un futuro referéndum donde los pueblos elijan la libre federación,
secesión o la fórmula que crean precisa. No existe mayor chovinismo.

No hay que confundir propagar y convencer a la mayoría, con decretar y exigir,


incluso pese a tener razón. En la cuestión nacional y todos sus resortes como la
forma del Estado que debe adquirir, debe de ser decidido de «forma democrática» y
teniendo en cuenta, las «simpatías de la población», como decía Lenin. Su solución
debe partir de la evidencia material y de un trabajo entre las masas para
popularizar la conclusión que se ha estudiado como solución, de ahí lo absurdo de
tratar de imponer los grandes y fantásticos planes de los intelectuales de poca
monta. Sería olvidar conjugar el factor objetivo y subjetivo, y quedarse con una de
las partes.

No menos peligroso es el seguidismo hacia los nacionalismos periféricos y sus mitos


como ha hecho históricamente el PCE (r). 

Aquí hay que decir que el revolucionario catalán, gallego o vasco que se niega a
hacer propaganda para estrechar los lazos y luchas de su pueblo con los otros del
Estado, aquel que simplemente combate el chovinismo castellano y aboga
mecánicamente por la separación de su territorio, muy seguramente estará
combatiendo la opresión nacional desde otro nacionalismo, pero no como un
internacionalista, por tanto, no puede autodenominarse seriamente como marxista-
leninsita. 

Es más, si dicha situación se prolonga cuando ya la clase obrera tome el poder y el


régimen socialista ha suprimido la vieja opresión nacional que impedía a su nación
desarrollarse, dicha demanda separatista estará fuera de lugar y será objetivamente
hablando contrarrevolucionaria.
El llamado «feminismo de clase» 

Ahora está de moda eso de presentar un «feminismo marxista», como dicen


muchos tinglados revisionistas en España:

«Es el momento de que el feminismo recupere la tradición de lucha que hace


décadas perdió, alejándose de posiciones interclasistas, integrándolo en la lucha
de clases e intrínsecamente ligado a la emancipación del proletariado».
(Reconstrucción Comunista; 8 de marzo: por un feminismo de clase y combativo,
2013)

Algo que han venido haciendo con su eslogan revisionista «¡Por un feminismo de
clase!». Un eslogan que a su vez es copiado del brézhnevista PCPE que proclama
«¡Por un feminismo de clase y combativo»! 

«Por todo ello, y entendiendo el feminismo de clase como una parte orgánica
integrante del resto de movimiento obrero». (Partido Comunista de los Pueblos de
España; Qué diferencia al feminismo de clase del feminismo burgués, 13 de
noviembre de 2013) 

De nuevo una vez más nos encontramos con la falsedad histórica del llamado
«feminismo marxista», diciendo que «los comunistas necesitan el feminismo»
como si los comunistas no tuviesen una postura propia en la cuestión de género o
directamente manipulando la historia diciendo que «los comunistas siempre han
sido feministas» cuando salta a la vista histórica que los comunistas siempre han
estado en contra de las explicaciones idealistas del feminismo sobre la cuestión de
género. 

Y la tesis absurda y antimarxista de que siempre ha habido un «feminismo


proletario» y un «feminismo burgués», lo cierto es que terminológicamente
hablando, y haciendo honor a la propia historia, el feminismo siempre ha sido un
movimiento eminentemente burgués por mucho que los revisionistas nos quieran
rescribir la historia para ganar votos y simpatías entre los círculos feministas:

«¿Cuál es el objetivo de las feministas burguesas? Conseguir las mismas ventajas,


el mismo poder, los mismos derechos en la sociedad capitalista que poseen ahora
sus maridos, padres y hermanos. ¿Cuál es el objetivo de las obreras socialistas?
Abolir todo tipo de privilegios que deriven del nacimiento o de la riqueza. A la
mujer obrera le es indiferente si su patrón es hombre o mujer.

Las feministas burguesas demandan la igualdad de derechos siempre y en


cualquier lugar. Las mujeres trabajadoras responden: demandamos derechos
para todos los ciudadanos, hombres y mujeres, pero nosotras no sólo somos
mujeres y trabajadoras, también somos madres. Y como madres, como mujeres
que tendremos hijos en el futuro, demandamos un cuidado especial del gobierno,
protección especial del Estado y de la sociedad.

Las feministas burguesas están luchando para conseguir derechos políticos:


también aquí nuestros caminos se separan: para las mujeres burguesas, los
derechos políticos son simplemente un medio para conseguir sus objetivos más
cómodamente y más seguramente en este mundo basado en la explotación de los
trabajadores. Para las mujeres obreras, los derechos políticos son un paso en el
camino empedrado y difícil que lleva al deseado reino del trabajo.
Los caminos seguidos por las mujeres trabajadoras y las sufragistas burguesas se
han separado hace tiempo. Hay una gran diferencia entre sus objetivos. Hay
también una gran contradicción entre los intereses de una mujer obrera y las
damas propietarias, entre la sirvienta y su señora». (Aleksandra Kolontái; El Día
de la Mujer, 1913)

Clara Zetkin diría sobre esto mismo:

«El comunismo, el gran emancipador del sexo femenino, no puede ser solamente
el resultado de la lucha común de las mujeres de todas las clases por la reforma
del sistema burgués en la dirección indicada por las reivindicaciones feministas,
no puede ser solamente el resultado de una lucha contra la posición social
privilegiada del sexo masculino. El comunismo sólo y únicamente puede ser
realizado mediante la lucha común de las mujeres y hombres del proletariado
explotado contra los privilegios, el poder de los hombres y mujeres de las clases
poseedoras y explotadoras». (Clara Zetkin; Directrices para el movimiento
comunista femenino, 1920)

Salvo que seas un idealista y manipulador histórico no le puedes pedir al feminismo


que se abstraiga de su visión de clase burguesa y que luche por el socialismo.

Es más, incluso las figuras feministas que han tenido alguna simpatía por el
proletariado, sino adoptan el marxismo, acaban naufragando en propuestas que no
pasan de ser «parche» reformistas, irreales para los problemas verdaderos de los
trabajadores. Pero claro, si eres un oportunista político, por supuesto que puedes
proclamar que hasta los movimientos feministas luchan en pro del socialismo, ¿no
existe gente que proclama que hasta el Papa lo hace? ¿Dónde está el límite? Pues
depende de la graduación de las lentes revisionistas que uses. 

El marxismo por tanto siempre ha estado en contra del feminismo por sus
consignas sexistas y enfocadas a la autosatisfacción de un núcleo reducido de la
población –las burguesas–.

Se olvida que feminismo y marxismo son irreconciliables, aunque intenten apellidar


al feminismo con los eufemismos de «clase» que quieran. Los intentos de apellidar
al ecologismo, al nacionalismo, o al feminismo de «marxista», no es sino un intento
de intentar pasar la mercancía revisionista. No nos detendremos en explicar esto,
ya que está disponible toda una documentación de como autores como August
Bebel, Karl Marx, Friedrich Engels o Eleonor Marx, Aleksandra Kolontái o Clara
Zetkin criticaron teorías de su época hoy de moda, como la «sororidad», el
proponer «organizaciones exclusivas de mujeres», subrayar la importancia de lucha
por superar el «techo de cristal» o implementar «cuotas de paridad».

El problema de la «cultura lumpen» 

«El lumpemproletariado también llamado subproletariado es la población obrera


situada socialmente por debajo del proletariado y fuera de los procesos de
producción, y socialmente marginados desde el punto de vista de su realidad
político-económica. Supone un ejército industrial de reserva creado por el
capitalismo e íntimamente ligado a la pauperización de la población; crece
directamente proporcional a la concentración de capitales; o lo que es lo mismo,
lo que en un polo es acumulación de riqueza, en el polo contrario, significa
acumulación de miseria, de ignorancia, degradación moral, etc. Este margen
funcionará como elemento indispensable para el sistema, para evitar el colapso
del sistema, pues estos «obreros» al verse incapaces de vender su fuerza de
trabajo son empujados a aceptar condiciones laborales que en otras condiciones
no aceptarían, convirtiéndose de facto en enemigos de su clase y de sus propios
intereses, cuando dedicándose a trabajos moralmente repudiables para
sobrevivir como son los sicarios, rateros, estafadores, matones, timadores,
traficantes, chivatos, dueños de burdeles, etc. En tanto no son prescindibles o una
secuela indeseada como el sistema hace suponer, sino una pieza fundamental en el
engranaje funcional del sistema productivo capitalista y de hecho son los que
permite mantener las relaciones sociales inamovibles. La marginalidad es
consustancial a la sociedad capitalista. Los hechos anteriores aunado a la
alienación de este sector social mediante la cultura, la caridad, la beneficencia, los
servicios sociales, etc; hacen que el lumpemproletariado adolezca de conciencia de
clases, en tanto vulnerable a los dictados del sistema, y es esa la razón de que los
vemos defendiendo el sistema económico que les explota y posicionados en contra
del proletariado. Debe de comprenderse que este sector no se caracteriza por su
inadaptación como se cree comúnmente, sino por lo contrario, una adaptación
absoluta al sistema que le hace aceptar las contradicciones existentes como
inherentes a la condición humana». (Equipo de Bitácora (M-L); Terminológico,
2013)

No por casualidad en los actuales tiempos los jefes de las sectas y mafias también se
rodean de elementos lumpens para cubrirse las espaldas y para ejecutar trabajos
sucios. Pero también ocurre lo mismo o al menos muy parecido en organizaciones
revisionistas, sobre todo en las de carácter semianarquista. En muchas ocasiones,
los líderes de las organizaciones como RC y Podemos, ni siquiera disimular su gusto
y defensa de esta «cultura lumpen». 

Hay que aclarar que a veces un sujeto que no entraría en la definición social de
lumpemproletariado adopta igualmente sus mismos rasgos; esto es del todo normal
y puede verse en las capas de la pequeña burguesía, la intelectualidad o incluso la
propia clase obrera cuando por influencia de la presión de la clase dominante se
«aburguesa» y adopta ciertos rasgos de la burguesía cuando no un lineamiento
ideológico completo aún sin ser de esa misma clase social. 

En la juventud de la sociedad capitalista contemporánea esto es mucho más común


de lo que se cree, ya que la burguesía se ha valido de la llamada «cultura lumpen»
para hacer degenerar a los miembros más susceptibles de ser influenciados,
inutilizando a un sector que por sus características siempre ha sido activo y
combativo. 

La burguesía mediante la presión ideológica que ejerce a través de la


superestructura mediante la literatura, la música, el cine, la televisión, los medios
de comunicación y otros canales, proyecta –a veces directamente y otras de forma
solapada– una forma de pensar y actuar que encaja con la del lumpemproletariado.
Consigue así que muchos deseen emular las actitudes gansteriles de los «héroes»
marginales de estas historias, formar pandillas callejeras, vanagloriarse del estilo de
vestir y jerga acorde al de la pandilla que pertenecen, para ello se tatúan símbolos
radicales e identificativos con el del grupo, se vuelven insensibles a la crueldad en
incluso desarrollan tendencias sádicas, rinden culto a la violencia irracional y
manifiestan claras expresiones patriarcales, quedan con el resto de miembros para
irse de juerga a desfasarse totalmente consumiendo ingentes cantidades de alcohol
y drogas duras, montar orgías o buscar gresca con otras bandas, entre tanto, viven
de forma parasitaria aprovechándose de terceros o sobreviven a base de trabajos
moralmente repudiables. 

Esta es una forma muy más sencilla para las clases explotadoras de desviar al
proletariado y el resto de trabajadores hacia su repulsa hacia los fenómenos diarios
del capitalismo, de asegurarse de que, si alguno de estos miembros tenía un mínimo
de inclinaciones revolucionarias, castrarlas sin más compasión inmiscuyéndolos en
un juego en que incluso creen que están yendo a contracorriente del poder, cuando
son sus títeres. Muchos de los casos en que el sujeto acaba lumpenizandose son
porque muchos incautos, para desligarse del conservadurismo más rancio acuden a
referentes ideológicos que lejos de ser una contracultura al capitalismo y la
burguesía, son un subproducto de ella, o son un intento fracasado de superarla. Al
igual que la forma de pensar y las actitudes lumpen como la forma de vestir
extravagante, el llevar una vida sexual promiscua y el narcotizarse para evadirse de
la realidad, son actitudes que no salen de la nada, sino que se apoyan en viejas
corrientes de décadas y siglos pasados como: el decadentismo, el modernismo, el
romanticismo, el anarquismo, el existencialismo, el hippismo, el freudismo, y un
infinito etcétera. Corrientes en muchas ocasiones de la antigua intelectualidad
burguesa aburrida e inconformista, de la pequeña burguesía desesperada y
radicalizada, en la cual muchos de sus principios conjugan perfectamente con lo del
lumpemproletariado actual, corrientes en las que a veces no se acaba sabiendo
quién es el portador original de estos principios y quién los ha adoptado.

Precisamente muchos de estos elementos creen que el postureo que hacen –pues no
es un compromiso real– sobre alguna causa revolucionaria les salva de que sean
calificados como lumpens, pero no es así.

Es muy claro que los marxistas debemos combatir a estos grupos lumpes que de
tanto en tanto se intentan instalar como organizaciones político-sociales, sobre todo
aquellos que basan su reclutamiento entre los jóvenes más ilusos y desorientados,
que ante falta de referencias para formarse ideológicamente, y ante la falta de
perspectivas personales, entran en estos grupos.

¿Por qué los revisionistas son, pese a todo, débiles?

Lo anterior ya debería convencer al lector de que las agrupaciones revisionistas


tienen un techo de crecimiento más que evidente.

Los revisionistas, pese a su nivel de financiación y pese a que algunos hayan llegado
a tener grandes militancias, objetivamente son sumamente débiles porque no
pueden sostener un discurso y una línea coherente en el tiempo, lo que hace que
entre sus filas siempre prime más la cantidad que la calidad, cuando en otros casos
esa incoherencia hace que no pasen de ser grupúsculos sin importancia porque ya
hay otros impostores ocupando su lugar.

Los nuevos grupos oportunistas como RC o los antiguos como el PCE (r), son
aquellos que se dedica a responder a las críticas del adversario lanzando
acusaciones sin pruebas, diciendo que son espías, provocadores, y diversos
enemigos infiltrados, esto lo hace tanto las direcciones como las militantes
manipuladas por ella. Ridículo y patético a partes iguales. Precisamente Marx fue
acusado de espía y de mil cosas más por Herr Vogt. Lenin fue tachado de agente
alemán y traidor de la nación por los eseristas y mencheviques en el momento de
mayor auge de los bolcheviques. Durante los debates de Stalin con los trotskistas
estos últimos hicieron circular el rumor de que Stalin era un viejo agente de la
Ojrana, la policía secreta zarista. En España Elena Ódena como líder del PCE (m-l)
sería acusada tanto por los enemigos de dentro del partido como de fuera de ser
una agente provocadora, como así hicieron los hermanos Diz de la fracción de 1976
o los jefecillos del PCE (r). 

Como se ve, más allá de rumores y acusaciones sin fundamento, los oportunistas a
lo largo de la historia se han caracterizado por intentar difamar a sus adversarios
para eludir el debate político, pero la historia no les ha recordado nunca como los
vencedores de la polémica ni tampoco por ser figuras de relevancia para el
movimiento obrero, incluso a la postre se ha revelado que quienes tenían contactos
de dudosa moral con el enemigo de clase eran ellos, en cambio sus opositores, los
marxistas, sí han transcendido en la historia por llevar razón en dichas polémicas y
por confirmar la mayoría de sus previsiones. 

Para fortuna nuestra, el transcurrir histórico destapa las carencias de los


revisionistas poco a poco viendo como exige el método marxista-leninista del
conocimiento de la verdad, que la teoría llevada a la práctica es donde se
comprueba si realmente las teorías de los supuestos «marxista-leninistas» son
ciertas, por ello el tiempo y la actividad práctica de los revisionistas van dando
muestras y pruebas evidentes a las masas de su propia falsedad e inconsistencia.

Esto no puede dejar de ser así, ya que los revisionistas solamente responden a las
críticas externas con rumorología y acusaciones sin respaldo, pretendiendo ignorar
la montaña de críticas argumentadas de sus rivales, al final los simpatizantes y
militantes de la propia organización dudan de la capacidad de sus líderes, de sus
debilidades en el debate, es entonces cuando su halo mitificado de líderes infalibles
sufre una brecha, y al tiempo, el mito cae por sí solo. Poco a poco se van dando
cuenta que para la dirección no es importante solventar los errores de la
organización que se denuncian y se van acumulando, sino que todo es un teatro
donde lo importante es la apariencia, donde el show, la farsa debe continuar pase lo
que pase para que los jefes siempre puedan seguir sintiéndose importantes en su
pequeño mundo, pero sobre todo porque quieren seguir aprovechándose del rédito
que sacan a esta estafa que han montado, de la cual se aprovechan de las cuotas y
de todos los ingresos extra que cobran a la militancia. 

Cuando este punto de inflexión ocurre –y tarde o temprano siempre ocurre entre
los más avanzados–, algunos elementos empiezan a ver que las críticas externas no
son tan descabelladas, y cuando finalmente abandonan la organización, son
conscientes de que lo que advirtieron en su momento, tanto las críticas internas
como externas, eran del todo razonables, arrepintiéndose de no haberlas hecho caso
antes. Ya hemos visto casos históricos donde muchos elementos por culpa de no
querer ver la realidad y de sus vacilaciones, cuando la evidencia ha superado todo lo
soportable para ellos y han querido desmarcarse de formar parte de un movimiento
degenerado y contrarrevolucionario, ha sido demasiado tarde como para no haber
sido cómplices absolutos y conscientes, algo que incluso les deja secuelas por su
cobardía y problemas en que se han metido. He por ello que los marxistas cuando
se dirigen a las organizaciones revisionistas, deben realizar las críticas y promover
el esfuerzo de autocrítica entre los militantes de base para que se den cuenta de
que, si se consideran a sí mismos revolucionarios honestos, no tienen nada que
hacer en estos lugares donde no van a poder lograr sus propósitos. Decimos esto ya
que, por supuesto, los jefes de estos movimientos no ejecutarán este ejercicio
autocrítico, porque no está en su mentalidad, para ellos la crítica solo sirve de
herramienta para deshacer rivales y competidores internos o externos, y la
autocrítica solo se recuerda como eslogan, pero jamás se aplica en la praxis.
Normalmente el militante podrá ser testigo como de la primera, la crítica, es
utilizada indiscriminadamente sin atenerse en la realidad, simplemente todo se
reduce a desacreditar a sus rivales internos y externos de la organización con
cuestiones secundarias. La segunda, la autocrítica, si por alguna razón
extraordinaria la cúpula se ve obligada a tener que usarla, será en alguna ocasión
excepcional de crisis para intentar salir del paso sin sufrir muchos daños ante la
militancia, eludiendo asumir la mayoría de las responsabilidades fundamentales y
negándose a investigar las causas reales de los errores.

¿Qué actitud debe tenerse entonces con los militantes de los partidos
oportunistas?

Celso, filósofo del siglo II, ya describió así el pensamiento dogmático y anticientífico
de la religión cristiana:

«Los que creen sin examen todo lo que se les dice se parecen a esos infelices,
presas de los charlatanes, que corren detrás de los metragirtos, los sacerdotes de
Mitra, o de los sabacios y los devotos de Hécate o de otras divinidades semejantes,
con las cabezas impregnadas de sus extravagancias y fraudes. Lo mismo acontece
con los cristianos. Ninguno de ellos quiere ofrecer o escrutar las razones de las
creencias adoptadas. Dicen generalmente: «No examinéis, creed solamente,
vuestra fe os salvará». (Celso; Discurso verdadero contra los cristianos, siglo II)

El propio Engels repetiría:

«Los primeros cristianos eran de una credulidad inaudita en relación con todo lo
que parecía convenirles». (Friedrich Engels; Contribución a la historia del
cristianismo primitivo, 1894)

Esto es aplicable no solo a los seres religiosos sino a gran parte de todo el mundillo
revisionista y sus sectas de seguidistas, fanáticos, crédulos y sentimentalistas. 

Pero como siempre decimos, nuestros documentos no están destinados para los


jefes recalcitrantes de esas organizaciones ni para los hooligans amantes de las
siglas y de la historia ficticia de secta a la cual rinden culto, sino para la gente con
un espíritu crítico se pueda replantear según qué cosas aceptadas por falta de
información o sentimentalismo, por tanto, si sirve para hacer reflexionar, aunque
sea a una sola persona, el trabajo ya habrá valido la pena.

No debemos escatimar en paciencia para desmitificar muchas cosas tomadas por


normales dentro del comunismo por las masas, debemos abrazar a cada
simpatizante que se quiera informar por nuestra doctrina y explicarle en palabras
comprensibles para él todo lo necesario, lo mismo decimos para los militantes de
otros partidos antimarxistas que quieran indagar y se cuestionen verdaderamente
su pensamiento en pro de la objetividad científica:

Tenemos como ejemplo la explicación del búlgaro Georgi Dimitrov sobre el apoyo
que los marxista-leninistas y su partido deben otorgar a los elementos apolíticos o
incluso a los elementos de partidos revisionistas, anarquistas o reformistas que se
replantean la validez de sus posiciones y las de sus partidos. Él comenta que este
sostén debe nacer de la experiencia de las propias masas de los baches de la
dirigencia, y de la persuasión que los marxista-leninistas ejercen demostrando que
dichos tropiezos no son casualidad, sino que nacen de una política irradiada por su
política burguesa, que su línea limita a las masas trabajadoras de toda posibilidad
de triunfar hasta en cualquier tema de segundo orden. De igual forma comentaba
que ha de entenderse el grado de velocidad en miembros de tal calibre a la hora de
mudarse a posiciones revolucionarias, lo que no implica ser condescendientes o
consentir los vicios y manías que los militantes o simpatizantes arrastran por
razones varias. De hecho, cuando más se rebaje el nivel, más proclive será la
organización a sufrir los defectos de los partidos revisionistas, por lo que debe de
haber un equilibrio para exigir acorde a la situación concreta del individuo.

Clamar que «Hay que hacer una diferenciación entre dirigencia y base» es una
obviedad, típica arenga correcta pero que no sirve para resolver el problema cuando
se tiene delante.

Hoy en diferentes agrupaciones revisionistas algunos de sus militantes simpatizan


con nosotros y nuestra línea, ya que notan una honda diferencia entre nuestros
argumentos y los de su organización. Algunos dirán que no pueden alegar nada en
contra de nuestras críticas hacia sus organizaciones, que la mayoría de nuestras
exposiciones son ciertamente irrefutables y que nuestro nivel de clarificación
ideológica ciertamente es muy necesario en estos tiempos de suma confusión. 

A continuación, apelando al sentimentalismo tradicional, añadirán el pero de que


«También hay gente válida y honesta» en estos sitios. Nos dirán que eso se puede
ver si echamos un vistazo a las filas de los actuales partidos revisionistas: como el
actual PCE (m-l), PCOE, PCTE, PCE (r), PCE, RC y muchos otros nuevos y viejos,
aseguran que lo mismo se puede decir de organizaciones republicanas: como Rps o
REM, incluso juran que lo mismo cabe decir de reformistas: como Podemos o IU.
Bien, ¿qué responder a esto? Lo que hemos dicho siempre. ¿Que existen militantes
honestos y válidos en todos estos sitios? No lo negamos. Seguramente algunos
estarán ahora mismo en un proceso interno de fuertes contradicciones ideológicas a
resolver, mostrando claras discrepancias con su dirección regional o nacional, y
replanteándose ciertas cosas de importancia sobre la línea de estos partidos, la cual
no se corresponde con su propia visión de la realidad. ¿Que incluso algunos
simpatizan con el comunismo? Tampoco lo dudamos. Esto es posible, como ocurre
en muchos partidos, sindicatos y asociaciones que ni siquiera se reivindican como
comunistas. Ahora, la «honestidad» de estos militantes, su «comunismo», se
demuestra y se demostrará más adelante con su actitud hacia las críticas marxistas,
hacia los axiomas de la doctrina y, al final, la coherencia de su pensamiento honesto
y comunista se medirá observando si rompen o no con las teorías y prácticas de
estas organizaciones, en ver si, finalmente, dan el paso cualitativo de abandonarlas
cuando vean que son irrecuperables. Seguramente muchos de ellos ahora mismo
saben que, en el fondo, pertenecen a grupos sumamente débiles, no tanto por su
número de seguidores, sino por sus planteamientos incoherentes que no conducen
más que a una zozobra de desilusiones y fracasos anunciados. Más tarde, su plena
consecuencia se comprobará, como la de tantos otros comunistas sin partido o
elementos que vienen de otras organizaciones fallidas, en observar si están
dispuestos a unirse con otros comunistas desorganizados, en renegar de cualquier
resquicio pasado, en aceptar las normas del centralismo democrático y ayudar a
crear un partido comunista que sea coherente con sus axiomas hasta las últimas
consecuencias». (Equipo de Bitácora (M-L); Filosofía y propósitos, 2013)

También podría gustarte