Está en la página 1de 2

La paz no es un regalo que viene del cielo empaquetado, es un don

y un ofrecimiento del señor pero es conquista humana; tiene que


ser resultado corresponsable de nuestra conducta. Donde quiera
que nuestra actitud sea discriminatoria, prepotente, dominadora,
injusta, se acumula potencialmente una violencia de respuesta a
esta violencia primera que se infringe a la gente.

Obispo Samuel Ruiz, Mediador en el conflicto Zapatista.

Una de las primeros ensayos que publiqué en este blog trata acerca de mi intención de delinear
una Antropología del pecado. En dicho ensayo sostengo una hipótesis específica “tanto en el
catolicismo como en la otras vertientes del cristianismo es nuestra calidad de pecadores”. Eta
hipótesis se apoya en una cita del Eclesiastés que dice lo siguiente: “Todo está oído. Teme a Dios y
cumple con sus mandamientos, porque en esto consiste ser hombre. (Ecl 12:13).

Si bien en ese escrito se comprende el pecado como algo exclusivamente personal,


reservé para esta ocasión una especie de pecado que toma distancia de esa concepción,
obligándonos a reestructurar nuestra interpretación del hombre, en tanto pecador. Si es
posible una antropología del pecado, ésta debe considerar los llamados pecados sociales.

¿Qué son los pecados sociales?

Siguiendo el mismo lineamiento del escrito anterior defino pecado como la transgresión
voluntaria de preceptos religiosos; lo que para los hebreos (‫ )חטא‬tiene una acepción parecida al
acto de errar, ofendiendo con ello a Dios mismo. El pecado cobra objetividad frente al acto. En el
escrito anterior conluyo lo siguiente: “Un hombre se conforma a través de sus actos; estos actos
no son sólo morales sino inclusive psicológicos, lingüísticos o simplemente conforme a su
naturaleza.” Asumiento que si es posible una antropología del pecado, ésta tendría un corte
teleológico; contrario a las antropologías que se han hecho en los últimos años (partiendo del
evolucionismo hasta el estructuralismo).

Dejaremos la cuestión de si es posible una antropología teleológica para después y los


inconvenientes que ésta acarrea para los estudios antropológicos hoy en día. Aquel pecado que
lleva por nombre “que clama al cielo”, entendiendo por ello el homicidio involuntario, el pecado
carnal contra la naturaleza (sodomía), el oprimir al pobre, el defraudar al obrero de su jornal,
basado en el catecismo de la Iglesia, guardan ciertarelación con los llamados “pecados sociales”.
Pero me temo que no es suficiente, ni aclara nada al respecto.

El pecado social viene a colación con el advenimiento de las llamadas «ciencias sociales» cuya
fundación se debe a pensadores como Auguste Comte, Karl Marx, Max Weber, Émile
Durkheim, etc. En un ensayo homónimo, Augusto Sarmiento profundiza con mayor rigor el
contexto canónico previo que le da origen y validez a esta idea de pecado Social. Uno de
los antecedentes más significativos se basa en la exhortación apostólica Reconciliatio et
Paenitentia, del que ahora es Santo, Papa Juan Pablo II. El documento está fechado el 2
de diciembre de 1984, de modo que había pasado seis años después de haber sido Papa,
habrá tenido unos 64 años (aprox. ).
En el documento el Santo Papa intenta dar razón al respecto de la reconciliación y la
penitencia en la misión de la Iglesia de su tiempo y se encuentra dirigido al Episcopado, al
Clero y a los Fieles. Comienza aludiendo un pasaje del Evangelio según San Marcos que
dicta: «arrepentíos, y creed en el evangelio.»(Mr. 1:15). Lo que propiamente significa es
acoger la impronta de Cristo, de la adopción como hijo de Dios y, en consecuencia, de la
fraternidad.

Habíamos hablado al respecto de que el concepto de pecado obedece a la disposición


que dicta la “Ley” mosaica en los diez mandamientos; pero con el advenimiento de Cristo “la
Ley” queda desplazada por “la Fe”. Según esto antes que llegara la fe –por la fe se refiere a Cristo-,
éramos prisioneros de la ley y esperábamos encarcelados que se manifestara la fe. La ley nos sirvió
de acompañante para conducirnos a Cristo y así poder recibir la salvación por medio de la fe. Pero
al llegar la fe, ya no necesitamos acompañante. (Gal 3:23-25). Frente a ello Cristo contesta:
Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, con toda tu alama, con toda tu mente y con todas
tus fuerzas […] y segundo: Amarás a tu prójimo como a ti mismo (Mc 12:30). El amor a Cristo
incluye al prójimo, de allí la importancia del amor fraternal.

El llamado de San Juan Pablo II es un llamado a la unión fraternal, contrario a la división que se ha
propiciado. Recordemos que estamos a cinco años de que la Guerra Fría, una guerra que si bien no
merece tal apelativo puesto que no existe un conflicto bélico evidente, sí dividió al mundo en dos
bloques: el comunista, representado principalmente por la Unión de Repúblicas Socialistas
Soviéticas y el capitalista, representado principalmente por Estados Unidos. Las preguntas que
están en el aire son ¿Qué debemos hacer los católicos en este clima de división ideológica?
¿Debemos intervenir o debemos tomar una postura neutral frente al conflicto ideológico?
También recordemos las duras críticas que se le hicieron a la Iglesia por su tibieza frente al
exterminio judía en la Alemania Nazi.1

Sumado a ello se encuentra la desigualdad de grupos, clases sociales, países; la discriminación por
motivos religiosos, económicos, políticos, étnicos, etc. Por lo que no es muy difícil adivinar que en
el seno de la misma iglesia se gesten este tipo de divisiones que hieren su propia unidad. La raíz de
dichas divisiones se encuentra contenida en el concepto mismo de pecado. Para aliviar el pecado
es necesario una Penitencia y ésta será necesaria sólo si el penitente la ve necesaria para la
reconciliación entre él y sus hermanos; con motivo de la absolución de sus pecados, labor que cae
en Cristo, pues sólo Cristo es redentor. Sólo así la herida ha de cicatrizar.

1
Ampliamente recomendable es la película dirigida por Costa-Gavras, Amén (2002) en donde se narra la
historia de Kurt Gerstein en sus intentos por denunciar ante el Vaticano las atrocidades que el partido Nazi
realiza con el gas Zyklon B en los campos de concentración.

También podría gustarte