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José María Aroguedas

y la nueva Novela Indígena Hel

NUMERO ESPECIAL DE LX REVISTA


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1

EDICION
ESPECIAL
DE LA
REVISTA ''CORAL''

José María Arguedas y


la Nueva Novela Indígena
del Perú
PATROCINADA POR:

e EDITORIAL UNIVERSITARIA, S. A.
ALAMEDA B. O'HIGGINS 1058 - STOO.

e RAMOS Y CIA. LTDA.


EX LIBRERIA ATENEA
MAC-IVER 177 - SANTIAGO

e LIBRERIA ORELLANA
ESMERALDA 1148 - VALPARAIBO

EDICION ESPECIAL pr~parada por JULIO FLORES V.


CORAL
REVISTA DE TURISMO, ARTE,
CULTURA

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Valparaíso - Chile

CORAL NC? 13 OCTUBRE 1970


8';1 mensaje es simple y claro: los ·Intelectuales, en las circunstancias de hoy,


tienen que aer actores y no espectadores de la descomunal lucha del hombre ...

Señales

Vienen del hueso quechua sumergidas sangres,


furias, fúnebre.s himnos, dolores, muertes.
Caen las piedras del Cuzco, látigos pegados

illa carne; ternura camina profundos ríos,


wakchas -"los que no tienen casa ni tierra"-
Todos los fuegos, vientos, mareas del hombre traes
en los antiguos nudos del canto, Josemaría
Arguedas, hermano errante ahora y siempre.

E:clmundo Herrera.
(ch1lwno)

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l:s el año 1914. Un nmo, huérfa-
José María no de madre, va con su padre, un
abogado de cierta posición, camino a
Arguedas, San Juan de Lucanas, pueblo ubica-
do en el macizo an<:lino al sur del
Perú. Sin saberlo, ese viaje será pa-
una experiencia 'ra él el comienzo de una extraordi -
nana y dolorosa e~periencia que vi-
sin paralelo virá por espacio de diez años. El
trasla.do a esa región de los Andes,
donde habita un grupo étnico dife-
rente al resto del pueblo peruano ·d e
Lima y la costa, como son los indios
"quechuas", abrirá al niño un mun -
do nuevo. Un mundo lleno de sorpre-
sas que no olvidará jamás.
El padre contrae segundas nupcias
con una mujer muy rica . Ella no
siente cariño por el hijo ajeno. Una
vida difícil empieza para el pequeño.
La madre política extrema el recha-
zo, hasta desplazarlo del seno del
hogar, y l,o envía a convivir con los
"pongas" fempleados indígenas) . La
infancia de José María se hizo dura;
debió soportar im<Jumérables castigos.
Sólo encontró consuelo en el cariño
que le ofrecieron los indígenas. De
este modo, por circunstancias "ad-
versas" -como dirá posteriormente
Arguedas al recordar aquel tiempO-
incorporó su vida, sin darse cuenta,
con la existencia de los indios que-
chuas. Conoció su lengua, sus cos-
tumbres, sus mitos, su vida íntima;
una vida llena de honda y bravía
ternura, de odios profundos. Cono-
ció en carne propia, y .a una edad en
la que los recuerdos se graban con
fuego en el corazón del hombre, la
injusticia radical de que es víctima'
el indígena.
La estrecha convivencia de José
María , A rguedas con los indígenas
influyó en él, a tal extremo que des-
pués definiría su vocación de escritor.
Más tarde él mismo reconoce: "Creo
que, al escuchar los cuentos quechuas
Julio Flores V . que eran narrados por algunas muje-
VALPARAISO - CHIT..E res y hombres muy queridos en los
pueblos de Sañ Juan de Lucanas y
Puquio, influyó en mí especialmente
la belleza de las canciones quechuas
que aprendí durante la niñez. Debí
tener 6 a 7 años cuando ya cantaba
en "huaynos".

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Cansado ·e 1 muchachito de su- servirán de argumentos para sus futu-
frir castigos injustos en su casa, hu- ras obras; de temático para dar a co-
yó a la sierra peruana, refug-iándose nocer ese mundo, pero no con un sen-
en las comunidades indígenas e in- t ido fptográfico sobre el mundo indí-
corporándose def initivamente a su gena, sino paro instalar al lector en
cultura milenaria . De esta estrecha su intimidad . No volver a caer en un
existencia con los indios, é l ha dicho: abstracto indigenismo, sino hacer del
" En las noches escuchaba sus proble- indio un ser real, gracias a que logró
mas, captaba sus vidas; llegué a te- encontrar, después de cinco años de
ner sangre indígena a través de ellos. estud io, un estilo propio.
Comprendí por qué el indígena se A los quince o.ños de edad, José
siente superior al blanco : porque se María Arguedas es rescatado del
da cuenta de que es él quien trabaja; mundo indígena paro volver o la so-
el blanco enfermizo, perezoso, sólo ciedad de los "blancos" . Es éste un
recoge el fruto de su labor. ¿Qué sería momento crucial en el umbral de la
del hdmbre blanco sin el indio? De adolescencia del muchacho. Porque,
ahí la fuerza de su protesta y la fe de quizá, aquí estribo uno de los facto-
su rebelión" . res explicativos de su trágico desti-
Su adolescencia transcurre entre los no: parece que no logran plasmar una
comuneros indígenas, recorriendo el síntesis armoniosa, dentro de sus vi-
desolado paraje de los Andes en dis- vencias psicológicos, las vertientes
tintas direcciones. Impregnado del do- ancestrales que lo unían a los indios
lor y del desamparo de los indios se- y mestizos peruanos con los llamados
rranos, logra una identificación total occidentalistas de su país, a los cuales
con ellos, que no perderá jamás. To- también se debía por su origen. No
dos sus trabajos literarios poste- cabe dudo que José María Arguedas
riores y actos fundamentales de su sentíase mucho más unido a los indí-
vida muestran su poderosa acultura- genas, a quienes consideraba como
ción indígena . Un crítico acotó con entrañables hermanos.
respecto a esto : " Su amor por los in- En 1929 llega a Lima, hablan-
dios exhibió d imensiones y autentici- do con dif icultad español, debiendo
dad verdaderamente cósmicas" . sufrir mucho para asimilar totalmen-
Cuando, en una entrevista efec- te la lengua y costumbres del hombre
tuada al escritor ya consagrado, le de la costo . Tras valerosos esfuerzos,
preguntaron sobre su historia perso- logra el objetivo. Puede leer perfec-
nal, su infancia, la adolescenc ia, su tamente la lengua de los "mistis".
formación, é l respondió : " ¿M i histo- Gran desilusión se produce en él cuan-
ria persona l? Por circunstancias "ad- do se da cuento de que los escritores
versos" fui obligado o vivir eón los do- de la época mostraban a ·los indíge-
mésticos indios, hacer algunos de sus nas cqmo seres miserables y deca-
trabajos. Recorrí los campos e hice las dentes. El mismo Arguedas confiesa:
faenas de· los campesinos bajo el in- "Una gran decep_ción tuve por las
finito desamparo de los comuneros obras más famosas, al ver cómo mos-
quechuas . La más hondo y bravía ter- traban a los indígenas. Una gran in-
nura, el ódio más profundo, se vertían dignación sentí, una agudo necesidad
en el lenguaje de mis protectores; el de revelar la verdadera realidad hu-
amor más puro, que hace de quien lo mana del indio, totalmente diferen-
ha recibido un ind ividuo absoluto- te a aquella literatura imperante" . Y
mente inmune al escepticismo. No co- empezó a escribir.
nocí gente más sabia y fuerte. Y los Primero un cuento, luego otro.
describían como degenerados, torpes Así nació el volumen de relatos que
e impenetrables. Así son para quienes titulo : "Agua". Arguedos mismo ha
los trotaron como a animales durante dicho después al referirse a este pri-
siglos". . mer libro : "Aguo" fue escrito con
Todo esta experiencia será el ma- odio, con el arrebato de un odio puro;
ravilloso tesoro del cual extraerá sus aquel que brota de los amores univer-
temas, las h istorias, las vivencias que sales, all.í, en las regiones del mundo

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-
donde existen dos bandos enfilentados pertó en él la inquietud de seguir es-
con implacab le crueldad, uno que es.:. tudiando el mundo indígena, escribir
qu ilma y otro que sangra . Porque los sobre él; viajar a Europa, por Améri-
relatos de "Agua" cont ienen la vida ca, dando a conocer ese extraño y
de una aldea andina del Perú en que fascinante mundo, tantas veces dis-
los personajes de las facciones tradi- torsionado por otros escritores.
cionales se reducen, muestran y en- Con excepción de su novela "El
frentan nítidamente . Allí no viven si- Sexto", casi todos los 1ibros de Ar-
no dos clases de gente que represen- guedas están dedicados a los Andes.
tan dos mundos irreductibles, impla - Lo princ ipal en su obra son sus libros
cables y esencialmente distintos : el de ficción. En sus novelas y cuentos
terraten iente convencido hasta la mé- consigue reemplazar los indios abs-
dula, por la acción de los siglos, de su tractos y subjetivos de los modernis-
superioridad humana sobre los indios, tas por personajes reales, concretos,
y los indios, que han conservado con objetivos, situados social e histórica-
más ahínco la unidad de su cultura mente. La obra literaria de José Ma-
por el mismo hecho de estar someti- ría Arguedas lo hizo acreedor al Pre-
dos y enfrentados a una tan fanática mio Nacional de Literatura del Perú
y bárbara fuerza" . y al Premio Inca Garcilaso de la Ve-
Mas si bien Arguedas pudo escri- ga, los más apreciados galardones in-
bir estos relatos, como dice él : "en el telectuales del país hermano.
castellano más correcto y "literario" Pero una crisis nerviosa le fue afec-
de que podía dispone r" , no estuvo con- tando progresivamente. Quebrantada
forme . Al releer las páginas pudo la salud, el escritor se siente consumir
comprobar que no eran así ni el hom- lentamente, sin remedio. Flaquean sus
bre, ni el pueblo, ni el paisaje que de- fuerzas, pierde el ánimo de terminar
seaba describir. No bastaba conocer una gran y ambiciosa obra : "El Zorro
de cerca al hombre de los Andes y ha- de Arriba y el Zorro de Abajo", ba-
blar su lengua. Era necesario encon- sada en el gr:an hervidero humano que
trar una forma, un estilo que le permi- es el puerto pesquero más grande del
tiera reconstituir, en español, un mun- mundo, Chimbote, deseando expresar
do de raíces profundas y diferentes. en este libro su experiencia del hervi-
El indio habla y piensa en quechua; dero que es el Perú actual.
había que encontrar en español .el es- Con un gran sentido nacionalista
tilo que diera por su sintaxis, su rit- perua·no, comprendía, anhelaba para
mo y aun su vocabulario, el "equi- . el Perú un mejor porvenir. Era partí·
valente" del idi oma indio . Fue leyen- dorio de terminar con los gobiernos
do "Tungsteno", de Vallejo, y "Don oligarcas y la explotación . De ahí
Segundo Sombra " , de Gü iraldes, que que en sus últimos meses de vida lu-
se alumbró su camino. chaba a brazo abierto por escribir con
Larga y angustiosa fue la búsque- excesiva rapidez, como desconfiando
da de ese estilo, hasta que po.r fin lo- del tiempo. Parecía empeñado en una
gró encontrarlo. De este modo Argue- carrera con algo o alguien, que ahora
das pudo recrear en español el mun- sabemos qué era. Fue en julio, ante
do íntimo del indio, su sensibilidad, la caída del gobierno de Belaúnde,
su mítica . que escribió aquel artículo sobre el
Pasaron los años. José María Ar- Ejercito peruano, que constituye un
guedas fue acumulando sabiduría y verdadero testamento político, pbrque
dolor. La vida lo llevó a tener que contiene su esperanza en el nuevo
trabajar en diferentes cargos : emplea- régimen del Perú. "General -le dice a
do de correos, funcionario, 'p reso po- Velasco Alvarado-.-, lo estamos es-
lítico, profesor de liceo, hasta que en perándo; ·lo estamos escuchando, esta-
este escalonar logra coQstituirse en mos siguiendo sus pasos con ansiedad
cate,q rático universitario. Mas aquella y esperanza. Si usted y los oficiales del
experiencia sin paralelo, vivida entre Ejército no temen y desprec ian a la ju-
los indios quechuas del macizo andi- ventud, si no temen ni desprecian al
no, no fue olvidada; al contrario, des- pueblo como en su verdadero cielo in-

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terno les temían y despreciaban Bela- había retirado del interior de la Uni-
únde y Haya, usted, el Ejército, pue- versidad Nacional de Agronomía, don- ·
.den haber lanzado al Perú al gran de ejercía docencia, se disparó un tiro
vuelo; acaso podamos ver esa flecha en la sien, falle-c iendo luego de pro-
lanzada antes de morir. Puede usted longada agonía.
confiar en los indios (y no le tenga La muerte de Arguedas es una irre-
prevención a esta palabra, se le pue- parable pérdida para las letras hispa-
de reivindicar aún)." noamericanas, fue uno de los prime-
A Gonzalo Losado, que iba a edi- ros que incorporó al indio a la litera-
tor su libro sobre los "Zorros", le di- tura peruana y continental con gran
ce en uno corto, o pocos días de su sentido humano y estético. La obra de
final: "Yo no voy o sobrevivir al li- Arguedas es pura en el sentido
bro. Como estoy seguro que mis fa- clásico, constituye una búsqueda de la
cultades y armas de creador, profesor, belleza y la verdad. Es una -obra ínti-
estudioso e incitador se han debilita- mamente vinculada a una vida; su
do hasta quedar casi nulas y sólo me significación moral parece una prolon-
quedan las que me relegarían a la gación espontáneo de la propia bio-
condición de espectador pasivo e im- grafía del niño que se aculturó al
potente de la formidable lucha que la mundo quechua.
humanidad está librando en el Perú
y en todas partes, no me serta posible La experiencia sin paralelo de Jo-
tolerar ese destino. O actor como he sé Moría Arguedas nos permitió aus-
sido desde que ingresé a lo escuela cultar, conocer la intimidad milenaria
secundaria, hace cuarenta y tres años, de los indios quechuas, revelándonos
o nada". la riqueza y compléjidad anímica del
En estas palabras, Arguedas resu- indio.
me toda su gran tragedia. El 28 · de La vida de éste escritor, uno de los
noviembre de 1969, un sábado por la más puros y originales que han nacido
tarde, cuando casi todo el personal se en América, es en sí una novela ...

IndigenM de la sierra peruana:

10
Voz, grabada en un disco de Ed. Ünivet-
sitaria, que acompaña el texto de un
cuento y unas canciones quechuas, can-
tadas por él con tan pura y sencilla pa-
sión. Nri entrevista ni grabación son
homenajes póstumos : ambas hubieran
Cuantos aparecido de todas maneras en estos
días, que por desgracia son los días de
de José María su muerte.

Arguadas Releyendo su imperfecta y prodigio-


sa obra, es en un pequeño volumen de
cuentos titulado "Amor Mundo" donde
encuentro la expresión más directa, más
inmediata de su grandeza y de sus des-
cuidos. Allí brota en estado puro esa :qo-
ta lírica maravillosa que él hizo vibrar
como nadie en América latina, con las
fibras del corazón indígena, con las re-
sonancias del universo andino, con la
'encantada vü¡ión del mundo que logran
los ojos de un indiecito. Allí que:dan tam-
bién atestiguadas sus despreocupaciones
formales, su libertad frente a cualquier
retórica e incluso frente a deseables exi-
gencias técnicas de unidad, lenguaje y
ritmo narrativo.

Recuerdo a este propósito nuestra


última conversación sobre "Los Ríos Pro-
fundos", esa gran novela. Me decía: si
consigo expresarme, dar forma a esa vi-
sión, ¿para qué más técnica? Era su idea
pura y casi ingenua de la literatura; con
Ignacio Valentc frecuencia advirtió a los lectores que su
obra "podra acaso desencantar a los
DIARIO ''EL :UERCURIO" (ENIIRO 1970)
muy amantes de las grandes conquistas
SANTIAGO Dli: CHILli:
formafes de la novelística moderna";
por su parte, él entendía su propia ta-
rea como la revelación del universo an-
dino por los medios que fuera,
artísticamente correctos o no, mucho
más que como la forja de un lenguaje
o el despliegue de algún virtuosismo. Por
eso, también, sus quiebras · formales
-sobre todo la tentación del ensayo
antropológico en mitad del r.elato- se
disuelven casi en la avasalladora since-
Por muchos caminos se nos hace ridad de su palabra.
presente José María Arguedas después
de su desaparición trágica. Leo en . el Los primeros cuentos de "Amor
último número de la revista "Trilce" una Mundo" son cuentos de iniciación sexual,
entrevista excelente, donde A•rguedas protagonizados por un niño indígena.
se explica con esa modestia y a la vez · Nunca he visto un arte más lacónico y
con esa franqueza directa, que fueron a la vez más lírico para descubrir la
el sello de su tr!ltO humano. He oído fascinación del sexo -atracción y vér-
también con emoción en estos días su tigo-, el terror y el gozo del compor-

11
tamiento primitivo, ias esencias de lo ia espontaneidad de un testimonio puro,
terrible y de lo puro anudadas en un que no interpreta ni propone planes,
alma limpia como esas cumbres nevadas sino que canta simplemente la belleza
del monte Araya, donde acude el indita y el dolor del mundo, y levanta su voz
a limpiar sus culpas como a un sacra- airada contra una dominación bestial,
mento de la naturaleza. contra un "equilibrio" social que lleva
siglos de sufrimiento en su entraña
Estos cuentos y los siguientes, de horrible.
ardorosa protesta social -"Agua", "Los
Escoleros"-, despliegan ese sentimiento Donde sí se altera su lenguaje na-
de ternura y comunión universal con el rrativo para dar paso a explicaciones
hombre, los animales, las cosas todas, casi pedagógicas es en el dominio folkló-
que Arguedas ha formulado así: "No me rico. En "La Agonía de Rasu Ñiti", por
podré despojar quizás nunca -Y esto es ejemplo, hay descripciones de bailes y
una limitación- de la pervivencia de costumbres que están sólo débilmente
mi 'concepción primera del universo. animadas por intuición narrativa. Pero
Para el hombre quechua monolingüe, el aun estas intromisiones se salvan por la
mundo está vivo ; no hay mucha dife- unidad del lenguaje -me refiero en
rencia, en cuanto se es ser vivo, entre este caso al idioma mismo de Argue-
una montaña, un insecto, una piedra das-, un castellano hábilmente distor-
inmensa y el ser humano. No hay, por sionado y transido por las milenarias
tanto, muchos límites entre lo maravi- esencias del quechua. En este sentido,
lloso y lo real". es Arguedas el precursor de una difícil
empresa verbal, y sus continuadores han
Pero este sentimiento líriCO' no des- heredado de él esta gran conquista li-
dibuja, en la prosa directa de Arguedas, teraria, esta laboriosa mixtura: "un
la honda experiencia social de humilla- instrumento de expresión suficiente y
ción y prepotencia que él vivió también libre para reflejar las hazañas, el pensa-
desde la niñez, en aquellas aldeas donde miento, los amores y odios del pueb_lo
hay quinientos indios por cada terra- andino de ascendencia hispanp-india".
teniente. y donde chocan "dos mundos Finalmente quiero reproducir un
irreductibles, implacables y esencialmen- maravilloso texto donde Arguedas se
te distintos". "Agua" sí fue escrito con define en la intersección de estos dos
el arrebato de un odio puro ; aquel que mundos. Nada de cuanto se diga sobre
brota de los amores universales, allí, en él superará la claridad de esta hermosa
las regiones del mundo donde existen dos confesión: "En el valle del Mantaro com-
bandos enfrentados con implacable probé, con el más intenso regocijo, que
crueldad, uno que esquilma y otro que yo mismo era bastante como los comu-
sangra", dice Arguedas en el notabilí- neros de la región, donde los indios no
simo prólogo escrito para "Yawar Fies- fueron despojados de sus tierras; entien-
ta". " ¡Describir la vida de aquelh~s do y he asimilado la cultura llamada
aldeas, describirla de tal modo que su occidental hasta un gra;do relativamen-
palpitación no fuera olvidada jamás, que te alto: admiro a Bach y a Prokofiev,
golpeara como un río en la conciencia a Shakespeare, Sófocles y Rimbaud, a
del lector!" Camus y Eliot, pero más plenamente
gozo con las canciones tradiciom~.les de
Y sin embargo nada hay en estos mi pueblo; puedo cantar, con la pureza
relatos que huela a ideología programá- auténtica de un indio chanka, un hara-
tica, a un esquema previo ; en la entre- wi de cosecha. ¿Qué soy? Un hombre
vista de "Trilce", el propio a\}tor civilizado que no ha dejado de ser, en la
desestima los cuadros de "novela mar- médula, un indígena del Perú ; indígena,
xista" y de "realismo socialista" como no indio. Y así, he caminado por las
ajenos a su propósito y a su mundo. En calles de París y de Roma, de Berlín y
estos cuentos, el hecho mismo de mirar de Buenos Aires. Y quienes me oyeron
y de narrar por los ojos de un niño cantar, han escuchado melodías abso-
confiere a su visión, a la vez que esa lutamente desconocidas, de gran belle-
ternura universal de pura cepa andina, za y con un mensaje original».

12
''Los .Ríos Profundos."
Novela por José María Arguedas
(Editorial Universitaria)

H ernán Díaz A. ( Alone)


DIARIO "EL MERCURIO" (AGOSTO DE 1967)
SANTIAGO DE CHILE

Un muchacho de 14 años va por los caminos acompañado de su padre.


Se dirigen al Cu~co. El ¡padre se proponía visitar a un pariente suyo, no se sa-
be en qué grado, al que aborrecía, ignoramos por qué. "Mi padre -la novela
está en primera persona- iba escondiéndose junto a las paredes, en la som-
bra. El Cuzco era su dudad nativa y no quería que lo reconocieran. Debíamos
de tener apariencia de fugitivos, pero no veníamos derrotados sino a realizar
un gran proyecto." ¿Qué proyecto? Tampoco se dice. Mal ·n arrador, José María
Arguedas pone simplemente a la vista las cosas y a las personas, como si las
conociéramos, sin dar expUcaciones, omitiendo a veces hasta los nombres. El
pariente que van a visitar se llama "El Viejo". Este viejo incógnito: "Infundía
respeto a pesar de su anticuada y sucia rupariencia". No era, sin embargo, un
pobre ni menos un vagabundo, como parecen lo.s visitantes. "Las personas
principales del Cuzco lo saludaban seriamente. Llevaba siempre un bastón con
puño de oro; su sombrero, de rungosta ala, le daba un poco de sombra sobre la
frente. Era incómodo acompañarlo, porque se arrodillaba frente a todas las
iglesias y rcapillas y se quitaba el sombrero en forma llamativa cuando saludaba
a los frailes." El padre había trabajado como escribiente en las haciendas del
Viejo, que, además de poseer varias haciendas, habitaba en el Cuzco el palacio
de un inca, donde el padre y el hijo, que llamaba tío al Viejo, reciben aloja-
miento. Un alojamiento miserable, en el tercer patio, el patio de las bestias,
donde está la cocina de los arrieros. Un árbol de cedrón perfumaba el primer
patio, rodeado de un corredor de columnas y arcos de piedra que sostenían el
segundo piso, también de arcos, pero más delgados. Un mestizo bajó por una
escalinata, llevando una lámpara, y los condujo al segundo patio, que tenía
un corredor de columnas de madera. Se veían lámparas en el interior de algu-
nos cuartos y se oían conversaciones en voz alta. Algunas personas salieron a
verlos :pasar. La cocina del tercer patio que los alojara estaba manchada de
hollín; pero habían puesto para la ocasión un catre de madera tallada con
una especie de techo, de tela roja, y la cama estaba cubierta por una manta de
seda vel'de sin mancha.

13
He ahí el ambiente de la novela, que vagamente evoc-a el de algunas
novelas de Walter Scott y de Valle Incláin, una atmósfera pretérita, arcaica,
misteriosa y señorial, matizada de rasgos realistas y detalles indios.
Según todas las apariencias, el argumento va a desarrollarse entre esos
dos personajes extraños, el padre y el Viejo; vistos por el muchacho; y ta:I vez
habrá luchas, probablemente algún asesinato por venganza. El padre casi 10
anuncia y el Viejo, sin casi, lo merece.
Pero nada de eso ocurre.
El padre, poseído de manía ambulatoria, con cievto delirio de persecu-
ción, por Jo demá.<:, no del todo infundado, pues se tra:nsparentan intrigas po-
líti•cas, no llega a arraigar en parte alguna y, apenas in~talado, después de sa-
car de su modesto equi¡paje su plancha profesional y cuando empiezan a acu-
dir los litigantes -es abogado-, lía sus bártulos y emprende otra vez su pere-
grinación de pueblo en pueblo. Al revés de él su h'ijo ama los árboles, las aguas,
las flores y los animalillos hasta querer convertirse en uno de ellos, y no bien
ha empezado a familiarizarse con ellos, con el paisaje, con la va$ta natur.al~za
de la montaña, sufre nuevamente su tp erenne exilio y echa a trotar, po sin de~­
garramien tos.
Pero es necesario que el •Chico entre al colegio, colócalo el padre en un
establecimiento 'religioso y en seguida desaparece, conviértese en un recuerdo,
en una nostalgia del mozuelo que "!anameilte anhelará reunírsele.
El verdadero tema, si de tal puede hablarse en esta sucesión de escenas
y cuadros, viene a ser la vida estudiantil del mozo, tan singular como el resto,
a menudo lindante con la inverosimilitud, aunque no traspasa sus límites.
Se le ha negado a "Los Ríos Profundos" la categoría de novela. En rea-
lidad, 'Carece de intriga, es más bien un relato autobiográfico, trozos de me-
morias juveniles escritas por un adolescente en la edad mágica, mitad realismo
crudo, mitad sueño, en una atmósfera primitiva, trasparente, que episodios de
pesadilia tremenda no logran empañar. '
Es otra de las originalidades inesperadas del -libro, so~rendentes en la
época y más toda vía para el que haya leido antes las pági~as soeces ha.sta lo
nauseabundo de otta novela de Arguedas donde se aborda el problema sexual
de los penados en una cárcel, de Lima_ En ésta no hay indecencia alguna y aún
las cosas peores se h!allan tratada~ con pincel tan puro que no alcanzan
a herir.
¿Dónde está el inter és, de qué procede la especie de encantamiento
con que el lector avanza por estas páginas?
Se tiene como dogma , que las descripciones de la naturaleza producen
aburrimiento. Más de la mitad de la obra está compuesta de ellas y, sin embar-
go, ni un instante pesan o decaen .. Es u na ver'Cladera brujería; uri halo de epope-
ya candorosa anima los espectáculos naturales y les infunde su· vibración; los
personajes, aún los más durO.s, parecen como soñados. El muchachito vagabundo
y colegial vive en una perpetua exaltación; pero esta exaltación no suena a fal-
so, no parece ~orzada , exhala una poesía pura que conmueve.
Véase este pasaje:
"Te digo, Hermano Miguel, que una vez, en Huamanga., la señora
donde quien estuve alojado me obseq:Úió una Virgen como ésta que preside
tu cuarto. Tenía un marquito de vidrio. La guardé en el bolsilo de mi sáco
durante los días que estu"le en Huamanga. Por las noches, colgaba el cuadrito
de la pared, cerca de mi cabecera. Mi padre se fue primero a Cangallo. Me hizo
llamar a la semana siguiente con unos ar:t;-ieros. Envió un lindo 1 burro azulejo
para mí. Pero los arrieros tuvieron más carga; me rogaron que les prestara el
burro, que ellos me llevarían en el anca de un .mulo orejón, con cara de abu-
rrido, porque era manso. Me dio pena el mulo y preferí ir a pie, Hermano. Sali-
mos a las tres de la mañana de Ayacucho para subir la grim cuesta, amanecer
en la 'c umbre y pasar la ¡pamp~ de los morochucos de día. Tú sabes, Hermano,
,que esos caballistas barbones son bandidos. Con el apuro y la confusión de la par-

14
tida olv~dé a mi Virgen, la dejé en la pared. Me acordé de ella cerca de la
cumbre, cuando el sol a,pare:cía, •·•¡-Los alcanzo, sehuro!", dije a los arrieros. Y
regresé a la dudad; dos leguas de distancia. ll;ntré a carrera al patio y al
cuarto donde me habían alojado. Estaba la Virgen. La descolgué; era peque-
frita, pero con su mar,co de vidrio. La dueña de casa me besó al verme salir
con la imagen y me regaló una naranja para el camino. ¡Alcancé a los
arrieros, Hermano, en plena pampa, al mediodía! Iban rápid o, arreando la
piara de mulas. Me subieron al anca del mulo. Me fe.s tejaron cuando les mos-
tré la imagen de la VIrgen. Podía protegernos ,c ontra los bandoleros. Tres
años después, un maldito, en mi pueblo, rompió el marco y me tiró la estam-
pa a la cara. Tú debes saber quién fue , Hermano. Que una víbora entre a su
cama y le eche veneno a los ojos. Ciego que marche al infierno, cayéndose y
levantándose, sin encontrarlo en años de años. Quizá para él sea eso peor
que arde,r en el fuego. ¡Yo lo conozco! "
No posee Arguedas el genio de la narración, pero posee el genio <j.e
los detalles. Se escapa, no existe un ~oríjunto por el cual se avanza gradual-
mente, con principio, medio y fin, dentro de ciertas (proporciones; pero no
hace falta, cada chispa de cada J)iedra la hace brillar y uno va de un deslum-
bramiento en otro 1por ese mundo de hormigas encantadas.
En el fondo está el carácter del muchachito y, dentro de éste, el
autor, su poesía, su atracción simpática, su facultad de concentrar en un punto
~1 espectáculo inmenso de las montañas, los ríos, los árboles, los pe·ces, los .
pájaros, que tanto ama y hace amar.
Su compañía es una fiesta de fr.e scura embelesante, no necesita
.suspensos ni artificios, casi diríamos que no necesita arte.
Tiene algo de milagroso.
Véase y óigase esta ~etret.a de una banda musical en un parque.
"Formó la banda en la glorieta del parque. Yo estaba con "Palacitos"
y el Chipro. Los clarinetes negros y sus piezas de metal, tan intrincadas, nos
cautivaron: yo miraba funcionar los delgados brazos de :plata que movían
los tapones, cómo descubrían y cerraban los huecos del instrumento, cómo ,
dejaban escapar el aire y los sonidos tan distintos. Los saxofones brillaban
í:ntegramente; los soldados los levantaban diÍ'lgiéndolos hacia nosotros. Can-
taban con voz de seres humanos estos instrumentos plateados en los que no sé
veía ni un trozo de madera ni de metal amarillo. Sostenían un tono larga-
mente, con dulzura; la voz grave inundaba mi alma. No era como la del gran
"pinkuyllu" del sur ni como la .del "wak'rapuku chanka". En esa plaza cal-
dead~, el saxofón tan intensamente plateado cantaba como si fuera el
heraldo del sol; sí, porque ningún instrumento que vi en los pueblos de los
Andes, ningún instrumento que in:dios y mestizos fabrican tiene relación con
el sol. Son ·como la nieve, como la luz 'n octurna, como la voz del agua, , del
viento o de los seres humanos. Sólo el canto de los saxofones y de las trom-
petas metálicas qu e los soldados elevaban jubilosamente me parecía que iba al
sol y venía de él. Uno de los músicos, que tocaba el trombón, hacía funcionar
el émbolo como un héroe de circo. Los tamboriles y el tocador del platillo pa-
recían. brujos o duendes benéficos; veíamos en el aire algún percutor de
redoblante girando. Al instante callaban los bajos y escuchábamos la melo-
día de los clarinetes y saxofones ; y luego, como un río sonoro, dominado, que
llegara de repente con todo su caudal a un bosque donde cantaran calandrdas,
elevaban su voz sacudiendo las barandas y el techo de la glorieta, los instru-
mentos metálicos, los trombones y los dfscos que marcaban el compás. Un sol-
dado en cuyo ,pecho 'r esaltaban los botones dorados del unifor.me golpeaba los
discos. Yo no sabía que tenían un nombre tan escaso, "platillos". Los chocaba
a veces con furia ; los hacía estallar y me parecía· extraño que no. saltaran de
esos golpes, ¡por el filo de los discos, culebrillas de f·uego. Los miraba, a ratos
atentamente, esperando. No sólo la plaza, la fachada del templo, cubierta de cal,
las torres, los balcones, las montañas y los bosques ralos que · .e scalaban por

15
las faldas de la cordillera, hasta cerca de la regwn helada; el cielo despejado
en que el sol resplandecía; todo estaba encantado por la música de la banda
del regimiento, por la armonía impuesta a tantos instrumentos misteriosos.
El director no nos miraba. A cada instante que 1pasaba nos parecía más pode-
roso, de mayor estatura; su maJestuosa barriga debía cumplir alguna misión
indispensable en la forma cómo él hacía callar a unos músicos, apaciguaba con
las manos los sonidos o, repentinamente, ponía en marcha Ías trompetas."
Muchos se preguntan si tienen algún objeto las cada vez más frecuen-
tes y airadas reuniones de los novelistas <Chilenos para maldecir de los críticos
nacionales. Celebrémoslas. De ellas ha nacido el mayor interés hacia la literatu-
ra circundante, la próxima, venida de la Argentina, el Perú o Méxi<co, para pre-
sentarlas como punto de comparación, y el descubrimiento ante el vasto públi-
co de una fuente de bellezas y emociones que permanecía ha,sta ahora un poco
distante de la mayoría.
He aquí este al({mirable José María Arguedas con un tono de voz y un
fulgor de pupila que aquí no conocíamos y que nos llena de alegría poética,
más intensa tal vez aquí que allá por lo que tiene de inédito para nosotros por
la perspectiva indecisa, el trasfondo incaico, insondable, que a nuestros oídos
los prolonga, deleitosamente.

La nueva
novela indícena
peruana
Andrés Sorel
''CUADERNOS HISPANOAMERICANOS" (1969)
MADRID - ESPARA

Esto obro, de un escritor fundamental poro el Perú contemporáneo, de


uno de sus más completos investigadores, intérpretes, creadores, fue pu-
blicado en el año 1958, y supuso un impacto poro la literatura de dicho
país, de la que pronto habrían de sacarse positivas continuaciones y resul-
tados fecundos.
Los Ríos Profundos se obre con uno visión mítico- realista del Cuzco,
de las ciudades y caminos del Perú, en un lenguaje seco, cortado, en el que
se profundiza, o diferencio de Ciro Alegría, lo bellá transcripción del idioma
quechua al castellano, realizada por el escritor. Este estilo, tan apretado y
denso, que pretende recoger en un presente estremecedor toda la esencia,
lo visión del pasado, que pretende explicar al indio de hoy por la historio
del ayer, que analizo lo mítico siempre en determinado entronque con lo
sociológico, puede muy bien ejemplificorse en el siguiente ejemplo:

16
"'En los pueblos trigueros se arma, a los niños con hondas y latas va-
cías; los niños caminan por las sendas que cruzan los trigales; ha-
cen tronar sus hondas, cantan y agitan el badajo en las latas. Rue-
gan a los pájaros en sus canciones, les avisan : "¡Está envenenado · el
trigo! ¡Idos, idos! ¡Volad, volad! Es del señor Cura . ¡Salid! ¡Buscad
otros campos!" En el pueblo de que hablo, todos los niños estaban
armados con hondas de jebe; cazaban a los pájaros como a enemigos
de guerra; reunían los cadáveres a la salida de las huert9s, en el ca-
mino, y los contaban: veinte tuyas;, cuarenta chihuacos, diez viuda-
piskos" .
Son unas líneas solamente, y en ellas una historia, un momento en
la vida de los pueblos, que pasan, como en un espe jo, por la mente y los
recuerdos de este niño que cuenta y relata su historia, en un largo pe-
regrinaje en busca de las ciudades y los antepasados -ausentes y pre-
sentes- de su padre, en un modelo de quehacer literario. Porque raras
veces uno literatura, envolviendo en el misterio, ha logrado una tan pro-
fundo transcripción del presente. ·
Leyendo, por otra parte, esta obra, repasando la trágica, increíble,
historia que comienza en el capítulo V, Puente sobre el mundo, puede
juzgarse o comprenderse mejor la novela de Va rgas Llosa La ciudad y
los perros. Al hablar de ésta, siempre será necesar ia una apoyatu ra en es-
ta novela antecesora. En contadas ocasiones se lee una visión más
descarnada, más cruel, más amarga, más increíble, que a lo largo de
las páginas transcurridas en un internado religioso. Personajes como el
Lleras y el Añuco -Jaguar y Boa de Llosa-, Palacios y Romero, Ante-
ro, el Candela, Valle el Ateo, o la demente por cuyo cu¡¡¡rpo se armaban
las más encarnizadas peleas de aquel internado en el que la violencia era
la asignatura maestra, pasarán a la historia de la literatura de nuestro Nue-
vo Mundo. Tomemos un ejemplo que cierra el capítulo V de Los ríos pro-
fundos:

"Y podía ir al pat io obscuro, dar vueltas en su suelo polvoriento,


aproximarse a los tabiques de madera, y volver más altivo y sereno
a la luz del patio principal. L.,a propia demente me causaba una gran
lástima . Me apenaba recordar la sacudida, disputada con implacable
brutalidad; su cabeza golpeada, con las divisiones de madera, con-
tra la base de los excusados, y su huida por el callejón, en que corría
como un oso perseguido. Y los pobres jóvenes que la acosaban y que
después se profanaban, hasta sentir el ansk:: de flagelarse y llorar ba-
jo el peso del arrepentimiento" .

El capítulo VIII abre una nueva d imensión a la novela : es el motín,


ese estallido rebelde de las pobres mujeres del Abankal, en busca de la
sal que les roban, descrito como toda la obra, ~on multicolores tonos, en
vertiginoso crescendo que hace al lector devorar las palabras. Es así co-
mo la historia descr ita en el ambiente de un colegio religioso de la Puna
-luego veremos cómo Vargas Llosa transplanta a un colegio militar de
la capital su narración, sin que esto suponga ningún desdoro para la gran
novela del segundo, y debemos apuntar aquí que Vargas Llosa es precisa-
mente uno de los mayores admiradores de Arguedas y quien también pro-
loga su libro-, esta historia se complementa, pues, halla una mayor fuer-
za en esa acción que corre casi paralela a la anterior, esa acción lleva-
da a cabo en la vida del pueblo: comunidad rebelde, miserable, castigada
con la peste más tarde, y en la que las clases sociales se deslindan en una
fuerte descripción que sitúa a los personajes dentro de su ~ontexto social,
Y a esto no escapa ni podía escapar el director del internado jesuítico~ n i,

17
naturalmente, el protagonista, que se identifica, pese a su corta edad, más
que emocionalmente con los indios de su pueblo.
La novela continúa con el castigo del joven protagonista, azotado
hasta la sangre por el director del colegio, y el sermón que éste da a las
mujeres de la hacienda Patibamba, a las que los guardias nuevamente
han quitado la sal. La precisión del lenguaje alcanza aquí una belleza y
una profunda denuncia, difícilmente reproducible en elogios.
El desenlace de la novela se precipita : la violencia no puede sino en-
gendrar la violencia. Lo tragedia del subdesarrollo cruzo, con el tifus, el pue-
blo y el colegio: lo muerte arranco a los más débiles, y el niño conoce al
fin la libertad, aunque nunca en lo vida volverá a olvidar sus años perdi-
dos y las escenas trágicas vividas, el esfuerzo de un pueblo sojuzgado y
ansioso de vida.
¿Quién podrá olvidar estas escenas finales, donde la peste se aúna a
la superstición, a la vieja y antigua, y a la que se impone para encubrir la
moderna explotación del pueblo, a la larga marcha hacia la muerte del indio
en escenas tan impresionantes como la carrera del protagonista por el
pueblo abandonado y su detención ante esa choza en que dos hermanos
se motan, en su miseria y soledad, los miles de piojos que han minado sus
cuerpos?
Realmente, son pálidos los adjetivos para mostrar toda la grandeza de
esto novela, la gran novela del indio latinoamericano: indios que son se-
res de carne y hueso, no mitos, seres encarnizados en unas coordenadas so-
cio-sicológicas que les explican, les dan validez, realismo. El indio no es al-
go estático, el indio vive en uno determinada sociedad y para expresar sus
problemas. Arguedas traduce su propio idioma al castellano, conservando
del quechua todos sus valores, procurando respetar la belleza potencial de'
este lenguaje desconocido para nosotros, traducirlo y ofrecerlo de forma
admirable en una novela que es para mí una de las mejores de la literatu-
ra de nuestros días.
Para dar noticia de José María Arguedas, sigamos a su contemporá-
neo y compatriota Vargas Llosa en un resumen de su artículo a él dedi-
cado:
" ... Arguedas nació en Andahuaylas en 1911; muy niño quedó huér-
fano de madre y fue obligado a vivir en el pequeño puebfo de San
Juan de Lucanas, donde por circunstancias crueles tuvo que compar-
tir la vida de los sirvientes indígenas. Aprendió a hablar en quechua
y su infancia fue tan dura como la de cualquier indio. Conoció en
carne propia, y a una edad en que los recuerdos se graban con fuego
en el corazón del hombre, la injusticia radical de que es víctima el
indígena. Su adolescencia transcurrió entre indios, en el desolado pai-
saje de los Andes, que recorrió durante años en todas direcciones.
Cuando llegó en 1929 a Lima, hablaba dificultosamente el español...,
leyó algo de literdtura peruana y sufrió, según sus propias palabras,
"una gran decepción, porque las obras más famosas de la época mos-
traban a los indígenas como seres decadentes. Entonces sentí una
gran indignación y una aguda necesidad de revelar la verdadera rea-
lidad humana del indio, totalmente diferente a la presentada por la
literatura imperante".

Fue cuando Arguedas comenzó a escribir. Etnólogo y novelista, su


obra principal es:
Canciones y cuentos del pueblo quechua ( 1948) , Cuentos mágica
realistas y Canciones de fiestas tradicionales en el Valle del Montara
( 1953), Yawar fiesta ( 1940). Los ríos profundos ( 1958), El Sexto
( 1961) y Todas las sangres ( 1964).

18
Ensoñación

y ~nag1a en
José María Arguedas

Mario Vargas Llosa


REVISTA "CASA DE LAS AMERICAS" (1966)

LA HABANA - CUBA

El hilo conductor entre los episodios, de este libro traspasado de nostal-


gia y, a ratos, de pásión, es un niño desgarrado por una doble filiación que
simultáneamente lo enraíza en dos mundos hostiles. Hijo de blancos, criado
entre indios, vuelto al mundo de los blancos, Ernesto, el narrador de "LJs
ríos profundos", es un desadaptado, un solitario. Y también un testigo que
goza de una situación de privilegio para evocar la trágica oposición de dos
mundos que se desconocen, rechazan y ni siquiera en su propia persona co-
existen sin dolor.

Al comenzar la novela, a la sombra de esas piedras cuzqueñas en las que,


al igual que en Ernesto (y en José María .Arguedas), ásperamente se to·
can lo indio y lo español, lia suerte del niño está sellada. El no cambiará ya
y, a l'o largo de toda la historia, será una simple presencia aturdida por la
violencia con que chocan a cada instante, en mil formas sutiles o arteras, dos
razas, dos culturas, dos clases, en d grave escenario de los Andes. Subjetiva-
mente solidario de los indios que lo criaron ("Me criaron los indios; otros,
más hombres que éstos'') y que .para él, ya lo veremos, representan el pa-
raíso perdido, pero lejos de ellos por su posición social que, objetivamente,
lo hace solidario de esos blancos de Abancay que lo indignan o entristecen
por su actitud injusta, torpe o simplemente ciega hacia los indios, d mundo
de los hombres es para Ernesto una contradicción imposible. No es raro que
los sentimientos que le inspire sean el desconcierto y, a veces, un horror tan
profundo que llega a no sentirse entre sus prójimos en ese mundo, a ima-
ginar que procede de una especie distinta a la humana, a preguntarse si el
canto de la cal'andria es "la materia de que estoy hecho, la difusa región de
~e donde me arrancaron para lanzarme entre los hombres". Hay que vivir,
sm embargo, y Ernesto, que no puede escapar a su condición, debe buscar la
~an:ra de soportarla. Para ello tiene dos armas: la primera es el refugio
l~ten.~r, la ensoñación. La segunda, una desesperada voluntad de comu-
mcacton con lo que queda del mundo, excluidos los hombres: la naturale-

19
za. Estas dos actitudes conforman la personalidad de Ernesto y se proyec-
tan curiosamente en la estructura del libro.

¿Por qué ese repliegue interior, qué fuerzas lleva en sí Ernesto que lo
ayudan a vivir? Ocurre que hubo un tiempo en que todavía no tenía con-
ciencia de esa dualidad que malogra su destino y vivía en complicidad ino-
cente con los hombres, dichoso sin duda, al amparo de ese "ayllu que sem-
braba maíz en la más pequeña y alegre quebrada que he conocido", donde
las "mamakunas de la ·comunidad me protegieron y me infundieron la im-
pagable ternura en que vivo".

Y los dos alcaVdes de esa comunidad india, Pablo Maywa y Víctor Pu-
sa, son las sombras protectoras que el niño convoca secretamente, en d in-
ternado de Abancay, para conjurar sus sufrimientos. La corriente nostálgic<!;
que fluye por la novela proviene de la continua evocación melancólica de
esa época en que Ernesto ignoraba la fuerza ''poderosa y triste que golpea
a l'os niños, cuando deben enfrentarse solos a un mundo cargado de mons-
truos y de fuego". Ese enfrentamiento con el "mundo cargado de m ms-
truos" coincide con su llegada a Abancay y su ingreso al colegio donde se
educan los jóvenes acomodados de. la ciudad. Ante ellos, Ernesto descubre
las diferencias abisales que lo separan de los demás, su soledad, su condición
de exiliado: ''Mis zapatos de hule, los puños largos de mi camisa, mi corba-
ta, me cohibían, me trastornaban". "No podía acomodarme. ¿Junto a quién,
en dónde?'' Ya no puede volver atrás, retornar al ayllu: ahora sabe que él
tampoco es indio. No puede, pero, a pesar suyo, sin darse cuenta, tratará
locamente de hacerlo y vivirá como hechizado por el espectáculo de su ''ino-
cencia" perdida. Este estado de añoranza y solicitación tenaz del pasado ha-
ce que la realidad más vívidamente reflejada en "Los r-íos profundos'' no sea
nunca la inmediata, es decir, aquel'la que Ernesto encara durante el transcur-
so de la intriga central de la novela (situada en Abancay), sino una realidad
pretérita, decantada, diluida, enriquecida por la memoria. Esto determina
también ciertas características formales: el lirismo acendrado de la escritura,
su tono poético y reminiscente y la . idealización constante de objetos y de
seres que nos son dados tal <;:omo el propio Ernesto los rescata_ del pasado, a
través de recuerdos.

En el último capítulo de "Los dos profundos" Ernesto se pasea por el


patio del colegio "más atento a los recuerdos que a las cosas externas". En
verdad, ésta es una actitud casi permanente en él; ·incluso cuando su aten-
ción recae en algo inmediato que parece absorberlo, su conciencia está con-
frontando la experiencia presente con otra pasada, apoyándose en lo actual
para impulsarse hacia atrás. Ya desde las primeras páginas de la novela, el
niño lamenta melancólicamente que su padre decidiera ''irse siempre de un
pueblo a otro, cuando las montañas, los caminos, lbs campos de juego, el lu-
gar donde duermen los pájaros, cuando los detalles del pueblo empezaban
a formar parte de la memoria''. Es fácil suponer que desde ,entonces hay ya en
el una determinación voraz: capturar esa realidad fugitiva. conservar en su
espíritu las imágenes de esos paisajes y pueblos donde nunca se queda. Más

20
tarde, vivir~ de esas im~genes. Los recuerdos afloran en la mente de Ernesto
ante cualquiera circunstancia, como si se tratara de un viejo, y con una preci-
sión desconcertante (''el charango formaba un torbellino que grababa en la
memoria la letra y la música de los cantos") ocurre que es un ser enteramen-
te consagrado a la tarea de recordar, pues el pasado es su mejor estímulo para
vivir. En el colegio (es significativo que el Padre Director lo llame "loco",
"tonto vagabundo", por no ser como los otros) sueña con huir para reunirse
con su padre. Pero no lo hace y espera, "contemplándolo todo, fijándoro en
la memoria". En una novela tan visiblemente autobiográfica, se puede de-
cir que Arguedas ha trgnsplantado de manera simbólica a la narración su
propia tentativa. Ese niño que el autor evoca y extrae del pasado, en función
de una experiencia anterior de su vida, está representado en una actitud
idéntica: viviendo también del pasado. Como 'en esas cajas chinas que en-
cierran, cada una, una caja más pequeña, en "Los ríos profundos" la ma-
teria que da origen al libro es la memoria del autor: de ella surge esa
ficción en la que d protagonista, a su vez, vive alimentado por una realidad
caduca, viva sólo en su propia memoria.

Tras esa constante operación de rescate del pasado, Ernesto descubre


su añoranza de una realidad no mejor que la presente, sino vivida en la
inocencia, en la inconsciencia incluso, cuando todavía ignoraba (aunque es-
tuviera sumergido en él y fuera su víctima) el mal. En Abancay, los días
de salida, el niño merodea .por las chicherías, oye la música y allí ''me acor-
daba de los campos y de las piedras, de las plazas y los templos, de los pe-
queños ríos adonde fui feliz". La idea de felicidad aparece ya, en esta evo-
cación, asociada más a un orden natural que social: habla de campos, piedras
y pequeños ríos. Porque ésta es la otra vertiente de su espíritu, el vínculo
más sólido con la realidad del presente.

En cierta forma, Ernesto es consciente de esa naturaleza suya refracta-


ria a lo actual, pasadista, y a menudo intuye su futuro condicionado por
ella. Los domingos, sus compañeros de colegio cortejan a las muchacha~ en
la Plaza de Armas de Abancay, pero él prefiere vagar por el campo, recor-
dando a esa joven alta "de hermoso rostro, que vivía en aquel pueblo sal-
vaje de las huertas de capullí". Sueña entonces con merecer algún día el
amor de una mujer que ''pudiera adivinar y tomar para sí mis sueños, la
memoria de mis viajes, de los ríos y montañas que había visto". Habla de
sí mismo en pasado, como se habla de los muertos, porque él es tina especie
de muerto: vive entre fantasmas y aspira a que su compañera futura se ins-
tale, con él, entre esas sombras idas familiares. ·

Un muerto, pero sólo a medias, pues aunque una invisible muralla lo


aísla de los hombres con quienes se codea, hay algo que lo retiene todavía,
como un cordón umbilical, en la ovida presente: el paisaje. Esa "impagable
ternura" que él niño se resiste a volcar en sus condiscípulos crueles o en los
religiosos hipócritas o fanáticos del internado, y que no tiene ocasión de en-
trega: efe~tivamente ar indio, prisionero como está de una clase social ·que
practl~a, sm decirlo, una severa segregación racial, la verterá en las plantas,
los ammales y el aire de los Andes.

21
1 A ello se debe que el paisaje andino desempeñe, en este libro, un pa-
pel primordial y sea el protagonista de mayor relieve de la novda.

¿No es sintomático que el título, "Los ríos profundos", aluda exdusi·


vamente al orden natural? Pero este orden no aparece, en la novela, contra-
puesto al humano y reivindicado en tal sentido. Todo lo contrario: se halla
humanizado hasta un límite que va más allá de simple metáfora e invade
el dominio de la magia. De una manera instintiva, oscura, Ernesto tiende
a sustituir un orden por otro, a desplazar hacia esa zona del mundo que
no lo rechaza, los valores privativos de lo humano. Ya hemos visto que a
veces concibe una filiación entre él' y el canto de un ave; en otra ocasión
protestará con vehemencia contra los hombres que matan con hondas a los
pájaros y a los loros, y en el primer capítulo de la novela se conduele amar-
gamente por un árbol de cedrón "martirizado" por los niños cuzqueños.
Furioso clama más tarde contra aquellos que matan al grillo "que es un
mensajero, un visitante venido de la superficíe encantada de la tierra", y _en
Abancay, una noche se dedica a apartar los grillos de las aceras "donde co-
rrían tant-o peligro". En el capítulo titulado "Zumbayllu" hay una extensa,
bellísima y tierna elegía por el "tankayllu", ese tábano de ''cuerpo afelpado"
que desaparece en la luz y cuya miel pe,rdura en aquellos que la beben como
"un aliento tibio que los protege contra el rencor y la melancolía". Siempre
que describe flores, insectos, piedras, riachuelos, el lenguaje de Arguedas
adquiere su temperatura mejor, su ritmo más logrado, el vocabulario pierde
toda su aspereza, reúne los vocablos más delicados y frágiles, discurre con
animación, se musicaliza, endulza y exalta de imágenes pasionales: ''El li·
món abanquino, grande, de cáscara gruesa y comestible por dentro, fácil de
pelar, contiene un jugo que mezclado con la chancaca negra forma el manjar
más delicado y poderoso del mundo. Arde y endulza. Infunde al~gría. Es co-
mo si se bebiera la luz del sol". Este entusiasmo desmedido por la naturaleza,
de raíz compensatoria, colinda con el embeleso místico. El espectáculo de la
aparición del sol en medio de lluvias dispares deja al niño "indeciso" y anula
en él la facultad de razonar. Ese arrobo contiene en sí una verdadera aliena-
ción, entraña en germen una concepción animista del m~ndo. Su sensibi-
lidad, exacerbada hasta el ensimismamiento por la realidad natural, llevará
a Ernesto a idealizar paganamente plantas, objetos y animales y a atribuirles
propiedades no sólo humanas, también divinas: a sacralizarlas. Muchas de las
supersticiones de Ernesto proceden de su infancia, son como un legado de su
mitad espiritual india, y el niño se aferra a ellas en una subconsciente mani-
festación de solidaridad con esa cultura; pero, además, su propia situación ex-
plica y favorece esa inclinación a renegar de la razón como vínculo con la
realidad y a preferirle oscuras intuiciones y devociones mágicas.

Desde su condición particular, Ernesto reproduce un proceso que el indio


ha cumplido colectivamente y es por ello un personaje simbólico. Así como
para el comunero explotado, vejado y humillado en todos los instantes de su
vida, sin defensas contra la enfermedad y la miseria, la realidad difícilmente
puede ser "lógica", para el niño paria, sin arraigo entre los hombres, exiliado
para siempre, el mundo no es racional sino esencialmente absurdo: de ahí su

22
irracionalismo fatalista, su animismo y ese solapado fetichismo que lo lleva
.-
a venerar con unción religiosa los objetos más diversos. Uno, sobre todo, que
ejerce una función totémica a lo largo de la novela: el zumbayllu, ese trompo
silbador que es para él "un ser nuevo, una aparición en el mundo hostil, un
lazo que me unía a ese patio odiado, a ese valle doliente, al col'egio''.
1
La Cfndición de desamparo alimenta las supersticiones de Ernesto. El
mundo e~ para él un escenario donde oscuras fuerzas batallan contra el hom-
bre indef1nso y atemorizado que ve por doquier la presencia de la muerte. Es-
ta es anu.fciada por el ''chirinka'', una mosca azul que zumba aun en la os-
curidad " que siente al que ha de ser cadáver, horas antes, y ronda cerca".
Y además hay la peste que en cualquier momento puede venir "subiendo la
cuesta'', 'disfrazada de vieja, a pie o a caballo. Frente a tales amenazas, el
hombre solo puede recurrir a deleznables exorcismos mágico-religiosos que
humillan odavía más su condición: los indios "repugnan del piojo" y sin em-
bargo les 1puelen la cabeza con los dientes, ''pero es contra }:a muerte que ha-
cen eso". uando muere la opa, Ernesto corta las flores del patio del colegio,
donde los lumnos venían a copular con la infeliz, porque creía que ''arran-
cada esa anta, echadas al agua sus raíces y la tierra que la alimentaba, que-
flores, el único testigo vivo de la brutalidad humana que la opa
ó, por orden de Dios, había desaparecido".

tario a los otros, Ernesto lo es también a aquello que los otros creen
y adoran su fe no es la de ellos, su Dios no es el de él. En el interior de
ese mun o cristiano en el que está inmerso, el niño solitario entroniza una
religión ersonal, un culto sobrepticio, una divinidad propia. De ahí su hos-
tilidad cia los ministros de la fe ''adversaria'': el Padre Director dd in-
ternado, 1 "santo" de Abancay, es presentado ante el lector como encarna-
ción de a duplicidad humana y cómplice de la injusticia. Una ola de fu-
ror irru pe en "Los ríos profundos" cuando asoma este personaje. El discur-
so mas uista que el Padre Director pronuncia ante los indios de Patibamba
y su al ución untuosa y falaz para aplacar a las mujeres sublevadas rozan
la carica ura. Ni el gamonal que explota al indio, ni el soldado que lo re-
prime, n tan duramente retratados en "Los ríos profundos'' como el cura
que le i culea la resignación y combate su rebeldía esporádica con dogmas.
Esto se mprende: el asiento de la novela, ya lo dijimos, es la realidad "in-
terior'', quella donde el elemento religioso despliega sus sutiles y eficaces
poderes. :1 gamonal no ap ... rece sino de paso, aunque ei probl'e ma del feuda-
lismo a ino sí es mencionado con frecuencia e incluso alegóricamente re-
presenta o en la ciudad de Abancay, "pueblo cautivo, levantado en la tierra
ajena d una hacienda".

su refugio interior, Ernesto participa emocionalmente en la pug-


na terri e que opone al indio y a sus amos. Dos episodios fundamentales
de la n ela dan testimonio de esta guerra secular que nadie nombra: el
motín d las placeras, l'os estragos de la peste. Son los dos momentos de ma-
yor inte sidad, dos radiadores que desplazan una corriente de energía vio-
lenta h ia el resto del libro, dinamizando los otros episodios, concebidos

23
tasi sl.empré córrió cuadros est~dcos e independientes. Y es como ,si esa iavá
quemante que mana de esos dos focos anegara incluso al narrador, ese niño
cohibido y retraído, y lo convierte en otro hombre: son los momentos en que
la nostalgia es sumergida por la pasión. Cuando las placeras de A~ancay se
rebelan y los vecinos de la ciudad se parapetan en sus casas, acopardados,
Ernesto se lanza a la calle y corre, regocijado y excitado, entre la polleras
multicolores de las indias, cantando igua}: que ellas en quechua. Y ~ás .tarde,
con esa propensión suya a sacralizar lo vivido y proyectar su exper' ncia del
mundo en mitos, Ernesto hace de Felipa, la chichera caudillo, u símbolo
de redención: "Tú eres como el río, señora. No te alcanzarán. ¡J;:t aillas! Y
volverás. Miraré tu rostro que es poderoso como el sol del medio ía. ¡Que-
maremos, incendiaremos!'' Es curioso cómo un libro volcado haci .el mun-
do interior, que extrae su materia primordial de la contemplación de la na-
turaleza y de la doliente soledad de un niño, puede de pronto e rgarse de
una violencia insoportable. Arguedas no parece muy preocupado or el as-
pecto técnico de la novela e incurre, a veces, en defectos .de co strucción
como en el capítulo "Cal y Canto", donde el punto de vista del rel o se tras-
lada, sin razón, de la primera a la tercera persona, pero a pe r de ello
su. intuición suele guiarlo certeramente en la distribución de us mate-
riales. Esos pequeños coágulos de violencia cruda, por ejemplo, e tratégica-
mente insertados en el cuerpo sereno y moderado de la narració son una
auténtica proeza formal. Desde la primera vez que leí "Los ríos pr fundos",
hace seis años, he conservado viva la terrible impresión que deja u de esos
, coágulos que iluminan el relato con una luz de incendio: la ima en de la
niña, en el pueblo apestado, con "el sexo pequeñito de bolsas bl ncas, de
granos enormes de piques''. Estos minúsculos cráteres activos que salpican
l'a lisa superficie de la novela crean un sistema circulatorio de e ociones,
tensiones y vivencias que enriquecen su belleza con incontenible fl o de vi-
da. ·
¿Una conciencia atormentada? ¿Un niño al que contradiccion s impo-
sibles aíslan de los demás y enclaustran en una realidad pasada cuy soporte
es ·la memoria ? ¿Un predominio del orden natural sobre e orden
social? No faltarán quienes digan que se trata de un testimonio ali ado so-
bre los Andes, que Arguedas falsea el problema al transponer en u
las mistificaciones de una realidad en vez de denunciarlas. Reproch
cado: es lícito exigir a cualqui,er escritor que hable de los Andes d cuenta
de la injusticia en que se funda allí la vida, pero no exigirle "una
de hacerlo. Todo el horror de las alturas serranas está en "Los río
dos'', es la realidad anterior, d supuesto sin el cual el desgarra
Ernesto sería incomprensible. La tragedia singular de este niño es n testi-
monio indirecto, pero inequívoco, de aquel horror: es su product. En su
confusión, en su soledad, en su miedo, en su ingenua aproximació mágica
a las plantas y a los insectos, se transparentan las raíces profundas el mal'.
La literatura atestigua así sobre la realidad social y económica por re-
fracción, registrando las repercusiones de los acontecimientos histór os y de
los grandes problemas sociales a un nivel "individual": es la únic manera
de que el testimonio literario sea "viviente" y no cristalice en un squema
muerto.

24
Josa María Arguedas,
novelista
del
Perú
profundo

César Levano
REVISTA ''CARETAS" (1962)

LIMA - PERU

General Juan Velasco Alvarado

Cuando en 1937 el general Camarotta, enviado por la policía musso-


liniana para ayudar a la reorganización de sus cofrades peruanos, partió de su
alojamiento con destino a la Universidad de San Marcos, no podía imaginar
lo que allí le esperaba. Quienes, sin saber quién era, le vieron llegar, en me-
dio de un séquito oficial, pudieron quizá reflexionar en cuán terribles auto-
ridad y poder debía de tener ese señor tan orondo. Pero, de repente, un grupo
de estudjantes se lanzó con furia contra el alto jefe, lo prendieron y lo arro-
jaron a la pileta, donde su físico, su uniforme y su severidad se zambulleron.
E;ntre los sanmarquinos que así hicieron patalear al general estaban José María
Arguedas, joven autor entonces de "Agua"; José Antonio Encinas, hijo, hoy
director de "Expreso", y el poeta Manuel Moreno Jimeno.
El incidente erizó a las autoridades de turno y condujo a la detención
de 15 jórenes de diversas creencias políticas. Preguntados para qué habían co-
metido el atentado, los jóvenes respondieron: en protesta por los bombardeos
de la aviación italiana a ciudades de la República española.
Del año que, de resultas del hecho, pasó entre rejas, José María Argue:-
das extrajo materia prima para "El Sexto", la formidable novela que acaba de
editar Mejía Baca y que está llamada, sin duda, a convertirse en una Obra clá-
sica de la literatura peruana, junto con las novelas de Ciro Alegría, y "Agua",
"Yawar Fiesta", "Diamantes y Pedernales" y "Los Ríos Profundos", del propio
Arguedas.
Todos los diarios, desde "El Comercio" hasta "La Tribuna", y casi todos
los semanarios y magazines de Lima han saludado con elogios la a;parición del
último lipro arguediano. El escritor que con más profundidad ha escrito sobre
lo que él mismo llama "el mundo peruano de los Andes", vuelve así a colocarse
bajo los reflectores de la atención pública, aunque esos reflectores no siempre
hayan iluminado su figura literaria integra y cabalmente como hubiera sido
menester para la toma de conciencia y la renovación de sentimientos que el
Perú necesita y está en trance de cumplir en el proceso de su transformación
histórica.

25
ENTRE COMUNEROS
Decía Goe.the que su obra estaba sólo constitu~da por fragmentos de
una vasta confesión. Arguedas podría suscribir también la frase. Quien conozca
sus páginas puede encontrar fácilmente eslabones que, unidos, revelan su biogra-
fía.
Expresa en ''Los Ríos Profundos": "Mi padre no pudo encontrar nunca
dónde fijar su residencia; fue un abogado de provincias, inestable y errante.
Con él conocí más de doscientos pueblos". En mesa redonda con periodistas y
críticos, el cronista preguntó al escritor sobre la causa de la trashumancia pa.-
ternal. He aquí la respuesta: "Mi padre era pardista y cuando subió Leguía le
aplicaron la Ley de Ratificación de Jueces. Entonces se dedicó a ejercer su pro-
fesión de pueblo en pueblo. Conocí en esa época ocho provincias, viajando a
menudo grandes distancias. Una vez fui desde Nazca hasta Cuzco a caballo
(unos 700 kilómetros)".
En la dedicatoria de "Agua" se lee: "A los comuneros y lacayos de la
hacienda Viseca, con quienes temblé de frío en los regadíos nocturnos y bailé
en carnavales, borracho de alegría, al compás de la tinya y de la flauta. A los
comuneros de los cuatro ayllus de Puquio: K'ayau, Pichk'achuri, Chaupi y Ka-
llana. A los comuneros de San Juan, Ak'ola, Utek', Andamai:ca, Sondpn~o. Au-
cará, Chaviña y Larcay". ·
¿Cómo fue a parar el pequeño mestizo, hijo de abogado, al seno de los
"comunkuna"? 1·

Arguedas, nacido en 1911, en Andahuaylas, perdió tempranamente a su


madre. Su padre contrajo segundo matrimonio, y el niño tuvo entonces que vi-
vir una época en Lucanas, tierra de la madrastra. La señora tenía unl carácter
terrible, que se descargaba sobre el niño en la forma de comisiones dttras: cor-
tar alfalfa en la madrugada fría; regar de noche los campos. Los indios y las
viejas campesinas dieron entonces ayuda y ternura ("esta impagabl~ ternura
en que vivo") al huérfano. Con nuestros campesinos serranos aprendió el que-
chua, escuchó leyendas maravillosas que vienen de viejos tiempos; coh los ni-
ños "endios" jugó los juegos rudos, viriles, que suscita una geografía retadora.
Y aprendió a amar la tierra, los ríos, las plantas y las aves del Ande.j Y sobre
todo a los humildes trabajadores del campo. Cuando tenía 14 años, f ue a la
hacienda Huaripata, de Abancay. Allí descubrió una biblioteca, en cutos ana-
queles estaba "Los Miserables" de Víctor Hugo. Fue esa una revelaciól Cuan-
do, poco después, ingresó al Colegio "Santa Isabel", de Huancayo, llafaba ya
la atención su aire meditabundo y solitario. "En el colegio lo llamábamos
"locq", que es una manera indirecta de reconocer el talento", escrib ó Jorge
Prialé en la revista huancaína "Verdad y Esfuerzo", allá por 1935, ppco des-
pués de la aparición de "Agua". En las revistas juveniles de Huancayo "Antor-
cha" e "Inti" 'pubUcó Arguedas, en 1928, unas consideraciones sobre La Des-
humanización del Arte" y "El presente y el pasado del Indio".
Más tarde viajó a Lima, donde vino a estudiar y trabajar. Fu en una
época empleado subalterno de la oficina de Correos. La ciudad, como todo el
país vivía una volcáni<ca inquietud social y política. La gran crisis ~e se a-
batió sobre los Estados Unidos y se extendió por sobre la faz de la Tierra; la
quiebra de un orden interno anticuado; todo concurría a suscitar entre las
mejores inteligencias y sensibilidades peruanas un deseo de cambios. La pré-
dica socialista de Mariátegui, el vuelco vernacular introducido por el indige-
nismo, señalaban para los artistas de la época un camino que Arg edas no
tardaría en tomar. "En esa época -recuerda éste- leí parado en el patio de la
Universidad, de un tirón, el "Tungsteno" de Vallejo".
De sus recuerdos de infancia y de las emociones e ideas suscitadas por
los nuevos tiempos nacieron los primeros cuentos de Arguedas. El semanario
"La Calle", de Lima, publicó en abril y mayo de 1935 "Los Comuneros de Akola"

26
y .'1Los Comuneros de t.l'tej Pampa';, narraciones cortas que no han sido recogi-
das en ningún libro del autor y que .p refiguran ya su primer trabajo, "Agua",
publicwdo a mediados del mismo año.
EN RUSO Y EN FRANCES
De pocos escritores peruanos se puede decir que nos ofrecen, en sus
páginas, un mundo, una atmósfera inconfundible. Pues bien: ya en "Agua",
colección de narraciones escrita a los 23 años, puede advertirse ese aire único
que circula en la creación arguediana. El libro llamó la atención de los críticos.
Luis E. Valcárcel, Alberto Tauro, Augusto Tamayo Vargas, entre otros, reco-
nocieron de inmediato la calidad artística y ei significado histórico de la obra.
El primero escribió, en artículo sobre "La Novela Indoamericana" publi-
cado en "La Crónica" en enero de 1936 (antes de que Ciro Alegría editara su
obra primigenia en Chile): "nunca percibimos mejor al indio que en estaa
páginas de brava rebeldía literaria". Y conste que Valcárcel conocía bien y
comentaba en el mismo artículo la obra del ecuatoriano !caza. Aunque, como
la de casi todos los libros de Arguedas, la circulación peruana de "Agua" fue
exigua, en el exterior se le brindó acogida favorable. La "Revista Americana"
de Buenos Aires le concedió el segundo premio en un concurso internacional
por ella promovido. La revista soviética "Literatura Internacional" la publicó
en ruso, chino, alemán, inglés y francés.
Nunca antes en nuestra literatura se había tenido una imagen artística
tan viva y poderosa del pueblo quechua, del campesinado peruano, como en
"Agua". Los propios "Cuentos Andinos" de López Albújar habían constituido
un panorama externo de nuestros indígenas. Y he aquí que un joven autor po-
nía ante todos los ojos la visión del Perú profundo, hasta entonces ignorado por
la mayoría y menospreciado casi en absoluto por nuestros escritores.
E~ drama social violento, la lucha del comunero contra el gamonal que
incluso le priva de agua, el despertar de la masa anónima y el descollar en ella
de algunos luchadores, están allí; pero también están el hurgar profundo en el
alma de un pueblo, de una nación, un amor como panteísta por la naturaleza
poderosa de la sierra. Y todo ello con un lenguaje y un tratamiénto narrativo,
con un estilo, que nada tienen de declamación o de panfleto, sino que encie-
rran, incluso en sus novísimos léxico y sintaxis hispanoquechuas, honda univer-
salidad.
Luego, en 1941, vino "Yawar Fiesta" (Fiesta de Sangre), relato en que
se plantea el conflicto entre los indios (aliados con un hacendado) que defien-
den el viejo estilo de corrida serrana, colectivo rito en que el "indio" encuentra
el orgullo de ser protagonista de algo terrible, por un lado, y las autoridades
centrales, los vecinos notables y los revolucionarios hijos de comuneros residen-
tes en Lima, por otro.
Escribió el extinto don Mariano Latorre, el gran novelista chileno, en
el diario "La Nación", de su patria, en 1942: "El mismo año en que apareció
"Yawar Fiesta" se publicó en Santiago "El Mundo es Ancho y Ajeno" de Ciro
Alegría. Me inclino definitivamente por "Yawar Fiesta". Posee Arguedas el
arte de novelar, la observación aguda y, por eso mismo, la profundidad. Hay
en "El Mundo es Ancho y Ajeno" atisbos de caracteres, paisajes logrados, pero
ni los caracteres se realizan literariamente ni la técnica se perfecciona. Es un
poeta que narra y pinta, en un estilo coruscante, escenas y paisajes. Es una
técnica de superficie, no de profundidad".
Juicio discutible, desde luego, pero que sirve aquí para señalar cuán
importante es la contribución del novelista a la literatura peruana.
Más tarde publicáronse "Diamantes y Pedernales" y "Los Ríos Profun-
dos". Esta última, considerada toda la producción literaria arguedlana, se ha
dicho que es la obra maestra de nuestro autor. En todo caso, en ella se encuen-
tran en todo su esplendor artístico los temas y motivos que circulan por la
creación de Arguedas.

27
''EL SEXTO''
En el Perú, las cárceles son, claro está, una prolongación de la miseria
social y moral que por todas partes reina; pero son una prolongación infecta,
una prolongaJCión monstruosa.
Sin embargo, no es quizá eso lo sustancial del libro. Lo principal es la
pintura de algunos presos políticos o independientes acusados injustamente (pa-
ra quitarles la mujer o el dinero) de pertenecer a uno u otro partido. A los diá--
logos de esos personajes, diálogos llenos de humanidad, es decir, de pasión, de
amor y de odio~ tendrán que volver una y otra vez quienes meditan o actúan en
el proceso de la historia viva peruana.
Como ha sido subrayado por los críticos, Arguedas ha salido airoso de
una prueba doblemente difícil. Ha pintado los horrores que se dan en la vida
de los presos comunes sin concesiones a la grosería ("He querido, dijo a los crí-
ticos y periodistas, que la denuncia no aparezca como un documento en contra
del hombre, sino en favor del hombre"). Y ha presentado actores de nuestra vi-
da política colocándose en un plano de objeti'Vidad, en el plano de un intelectual
humanista sin filiación p~rtidaria, que escucha, mira y padece criterios y ac-
titudes que pesaron y pesan en la balanza de nuestro destino como país. Todo
ello transfigurado, cristalizado, en un estilo supremamente parco y expresivo.
Pocos escritores peruanos han dado tan altas y constantes muestras de
calidades éticas y. estéticas al mismo tiempo, como Argueda.s. Puede dl'!cirse que
gracias a su afán de alcanzar esa universalidad que ya Heine recomendaba a los
poetas de tendencia, su obra permanecerá por encima de debilidades intrínsecas
que puedan hallársele. Toda una época del Perú ha sido grabada en su obra,
como el clima de la naturaleza se graba en el árbol; la opresión y la crueldad de
los latifundistas; las alianzas de éste con los subprefectos y aun con algunos
malos sacerdotes; la vitalidad superviviente de los comuneros; el reb jamiento
moral a que han sido <conducidos muchos colonos, es decir, muchos de esos sier-
vos que han perditdo, con la tierra, la inde¡pendencia y la altivez; 'os nexos
crecientes entre la sierra y la costa; la gradual adquisición por el campesinado
de una conciencia de su destino histórico. Y el amor terrígeno y telúrico por el
paisaje, sin que ello lo lleve a preferir la naturaleza al hombre. Nadie ha resu-
mido mejor que él mismo "su mundo", el mundo peruano de los Andes:
"noble torbellino en que espíritus diferentes, como forjados en estrel as antí-
podas, luchan, se atraen, se rechazan y se mezclan, entre las más altas mon-
tañas, los ríos más hondos, entre nieves y lagos silenciosos, la helada y el fuego."

Indígenas peruanos con sus vestimentas ceremoniales. Durante el


sepelio acompañaron al gran escritor como a uno de los suyos.

28
Los milos
quechuas
post-hispánicos

José María Arguedas


REVISTA "CASA DE LAS AMERICAS" (1968)

LA HABANA - CUBA

En tres comunidades, muy distantes una de la otra, se han descubierto


recientemente mitos quechuas sobre el origen del hombre. En dos de éstos
aparecen elementos de la religión prehispánica y de la católica. Las tres
versiones son distintas, pero d personaje central es el mismo: Inkarrí, nom-
bre mixto que proviene de la contracción de la palabra quechua Inka y de
la castellana rey.
El mito descubierto en la comunidad más proxima al Cuzco, pero al
mismo tiempo la más aislada de 1os centros urbanos, la hacienda Q'ero, no
está tocado por ningún elemento posthispánico: en los mitos de las otras
dos comunidades, Puquio y Quinua, del departamento de Ayacucho, figu-
ran personajes bíblicos e hispánicos, implícita o explícitamente. Estos dos
últimos explican el origen del orden social impllantado por la domin.ación
española y profetizan acerca del destino final de la humanidad.
En 1963 se descubrió otro mito quechua en un área mucho más lejana
dd Cuzco, la hacienda Vicos, de la provincia de Carhuaz. E·ste relato no tie-
ne ninguna relación formal con los mitos prehispánicos; todos sus elementos
son bíblicos y, como los de Puquio y Quinua, ofrecen una explicación del
orden social impuesto por la Colonia.
Los mitos de Q'ero y Puquio han sido publicados y comentados aunque
no . debidamente estudiados; el de Vicos fue tema de una ponencia presenta-
da en un congreso organizado por el Instituto de Altos Estudios de América
Latina, de París, en octubre de 1965.1 El de Quinua, recogido en 1965, per-
manece inédito y será motivo de un primer análisis en el presente artículo.
Cori el objeto de que el análisis pueda ser mejor entendido, ofrecemos una
síntesis de los otros mitos citados y, en nota marginal, de los mitos prehis-
pánicos recogidos por los cronistas sobre el origen del Imperio Incaico.2

1 José María Arguedas y Alejandro Ortiz Rescaniere.

2 Manco Capac y Mama Ocllo. Garcilaso es quien transcribe la versión más de-
tallada y difundida de este mito. Fueron creados por el sol. El mundo estaba
poblado por hombres salvajes. La pareja es enviada como héroes civilizado-
res. Aparecen en el lago Titicaca. Ma>nco Capac lleva una vara de oro en la
mano. Debía fundar la capital del Imperio, la ciudad del Cuzco, en el sitio

29
EL INKARRI DE PUQUIO Y EL DE Q'ERO

Se conocen dos versiones muy distintas del mito de Jnkarrí: la de Q'ero


y tres de Puquio. La primera fue descubierta en la comunidad de hacienda
de Q'ero, en 1955, por l~a expedición etnológica que dirigiera el doctor 'Oscar
Núñez del Prado. Se han publicado dos transcripciones en castellano de ese
mito.3 No se ha publicado el original quechua. En 1956, Josefat Rocl Pineda,
que me acompañaba como colaborador en un trabajo de campo, obtuvo la
primera versión de otro mito de Inkarrí en la pequeña ciudad de Puquio;
yo recogí dos variantes más del mismo relato. Las tres se publicaron en 1a
revista del Museo Nacional. 4

El mito de Puquio, donde la población monolingüe quechua era cierno-


gráficamente dominante en el momento en que hicimos el estudio -unos
4,800 frente a 500 mestizos y "mistis" de habla castellana-, explica el origen
y destino de la étnicamente dividida sociedad actual peruana. He aquí la
versión del mito:

Los wamanis (montañas) son los segundos dioses. Ellos protegen al


hombre. De ellos nace el agua que hace posible la vida. El primer dios
es Inkarrí. Fue hijo del sol en una mujer salvaje. El hizo cuanto existe
sobre la tierra. Amarró al sol en la cima del cerro Osqonta y encerró

donde la vara se hundiera con un solo golpe. La pareja se dirige hacia el


norte hi•ncando la vara de oro. Llega a PacaTec Tampu (lugar de descanso
donde se produce el amanecer). Se detiene en el cerro Hua.nacaure, donde
la va:·a se hunde. Allí levanta un templo dedicado al sol y convoca a la gente.
Manco Capac enseña a los hombres las artes de la agricultura y la ganade-
ría, la construcción de casas y ciudades, funda el Cuzco y gobierna con leyes
justas y clementes.
Los hermanos Ayar. Betanzos, Cieza y Sarmiento de Gamboa recogen muy
detalladamente el mito. Los motivos principales son los siguientes: los her-
manos Ayar son cuatro, con sus respectivas esposas. Salen de una ventana.
en Pacarec Tampu, vestidos con sus trajes e imignias de jefes. Llegan a
Huanaca.ure. De lo alto del cerro Ayar Cachi lanza piedras con su honda y
convierte las montañas en valles. Temerosos de su poder, los otros tres her-
manos encierran a Ayar C,a chi en la cueva de donde aparecieron: se valen de.
un ardid para engañarlo. Vuelven a Huanacaure. Ayar Uchu se transforma
. en ave y vuela, da 'instrucciones a sus hermanos y se convierte en piedra.
Una de sus alas se rompe. Ese ídolo recibirá el culto de las incas. Ayar Man-
co y Ayar Auca avanzan hacia el Cuzco donde hay una tribu cuyo jefe
Alcavisa. Manco lleva una estaca de oro para probar la tierra. Llegan a un
valle donde los hombres cultivan ají y coca. Mama Guaco -mujer de Ayar
Cachi- ataca a uno de estos hombres; le abre el (pecho, le arranca los bo-
fes y el corazón, los hincha soplándolos y aterra a la gente. Alcavlsa y otros
jefes de tribus que pueblan el valle son derrotados. Manco Capac siembra
el primer maíz en la tierra y levanta el templo del sol.
Los dos mitos se refieren a la existencia de una humanidad inculta. El fun-
dador del Imperio es un héroe civilizador. Pero en el mito de Viracocha re-
cogido por Betanzos se asegura que antes de la creación de la luz y del
hombre formado para vivir en la luz, Viracocha había creado otra gene-
ración al mismo tiempo que hizo el cielo y la tierra. Esa humanidad fue
convertida en piedra en castigo de un "deservicio" que cometió contra su
creador.

a Efraín Morote Best, en la Revista del Instituto Americano de Arte, N9 8


Cuzco, 1958. O. Muñoz del Prado, en la Revista de la Universidad del Cuzco'
N9 114, 1958. '
• Tomo XXV, 1956, Lima.

30
al viento para concluir su obra de creación. Luego decidió fundar la
ciudad del · Cuzco y lanzó una barreta de oro desde la cima de una
montaña. Donde cayera la barreta construiría la ciudad (Puquio está a
seiscientos kilómetros del Cuzco, a siete días de camino antes de la aper·
tura de la carretera). Inkarrí fue apresado por el rey español; fue mar-
tirizado y decapitado. La cabeza del dios fue llevada al Cuzco. La cabeza
de Inkarrí está viva y el cuerpo del dios se está reconstituyendo hacia
abajo de la tierra. Pero como ya no tiene poder sus leyes no se cum-
plen ni su voluntad se acata. Cuando el cuerpo de Inkarrí esté completo,
él volverá y ese día se hará el juicio final. Como prueba de que Inkarrí
está en el Cuzco, los pájaros de la costa cantan: "En d Cuzco el rey",
"Al Cuzco id".

Q'ero es una comunidad de hacienda que se encuentra en la provincia


cuzqueña de Paucartambo, a dos días de camino de la ciudad capital de la
provincia. Los q'eros viven lejos de la residencia del patrón y en un estado
de gran aislamiento con respecto a otras comunidades y a todos los centros
urbanos más próximos. El mito de Inkarrí, de Q'ero, revela con precisión
que hubo dos humanidades:

Primero fueron los ñawpa (antiguos). No se dice quién los creó. Los
ñawpa vivieron en la penumbra, bajo la luz de la luna, y tenían una
fuerza descomunal. Podían convertir las montañas en llanuras con tiros
de honda. El dios Roal los secó y los convirtió en soqa (momia) me-
diante la ardiente luz del sol. Así el sol no es presentado como dios sino
como instrumento de un dios, Roal, para extinguir a los ñawpa. lnkarrí
y Qollarí, hombre y mujer creados por el! dios Roal, son los padres, no los
creadores, de la actual humanidad india. Luego de una aventura infaus-
ta, Inkarrí se retira al Collao, vuelve hacia el norte y lanza una barreta
de oro desde una montaña. Funda d Cuzco donde la barra se hunde;
puebla después el mundo con una humanidad sabia. Los q'eros son des-
cendientes del hijo primogénito de lnkarrí. El héroe, y no dios, Inkarrí,
visita Q'ero al final de su paso por la tierra y desaparece internándose
en la gran sellva considerada hoy por las canciones folklóricas de la zo-
na como la región de la muerte. Este mito no hace referencia alguna 'a
la llegada 1de los españoles ni a los dioses cristianos. Proclama la pura
ascendencia divina de los q'eros, e integrada con elementos locales
guarda el mito prehispánico de la aparición de los fundadores del impe-
rio incaico. El singular aislamiento en que vivieron siempre los q'eros
puede explicar en parte esta incontaminación hispánica del mito y la
muy específica y circunscrítica función a la que parece que estuvo des-
tinado.

EL MITO DE ADANEVA DE VICOS

Fue descubierto por Alejandro Ortiz Rescaniere en la hacienda Vicos,


del distrito de Marcará, Ancash, 1,520 Km. del Cuzco, en 1963. V amos a
ofrecer un resumen tan escueto pero suficiente, como el de los anteriores,

31
con el objeto de que nos sea posible analizar mejor el que será motivo de
comentario en este artículo.
La hacienda Vicos, como Q'ero, tenía colonos, es decir, indios siervos.
Está ubicada en la zona marginal de un valle muy poblado y vinculado con
ciudades importante~ de la sierra y de la costa, como Huaraz y Chimbote.
Sin embargo, hasta hace unos treinta años, Vicos era considerado como un
reducto de indios "muy atrasados" y despreciables, no sólo por su condición
de siervos sino por sus "costumbres extrañas". No estaba tan aislada la ha-
cienda y debió de haber sido motivo de visitas frecuentes y bien organizadas
de .misioneros católicos, como lo fueron todas las haciendas dotadas de colo-
nos. Es fama cómo en esta hacienda se desarroHó recientemente el plan
Perú-Cornell de antropología social aplicada.
Ortiz tuvo la fortuna de encontrar un buen informante, de 17 años,
Juan Caleto. Caleto le ofreció una versión morosa, entrecortada, reiterada,
del mito. La circunstancia de que Ortiz no conoce el quechua hizo, como en
el caso de Núñez, en Quinua, que el relato aparezca con las características
de las narraciones orales pero aún más entretejido de detalles, inconexiones
y reiteraciones a lo largo de los extensos diálogos grabados. He aquí una sín-
tesis, una especie de índice de motivos:

Adaneva creó la humanidad antigua. El hombre antiguo hacía cami-


nar a las piedras con azotes; como los i1awpas de Q'eros, fueron hom-
bres de fuerza descomunaF. El dios Adaneva logró tener relaciones con
la Virgen de las Mercedes (Mamacha Mercedes) y la abandonó cuando
ésta quedó encililta. El hijo de Adaneva y la Virgen fue Téete Mañuco
(Padre Manuel). Téete Mañuco, cuando llegó a ser mayor, destruyó a la
humanidad antigua haciendo caer sobre el mundo una lluvia de fuego.
Pero esa humanidad no está completamente muerta; cuando allguien
pretende cazar pumas o zorros, que fueron el ganado del hombre anti-
guo, se oyen en el campo grandes voces que protest~n. Extinguida la
primera humanidad, Téete Mañuco hizo la actual y la dividió en dos
clases: indios y mistis ("blancos", la casta dominante). Los indios, para
el servicio obligado de los mistis. Creó también el infierno y el cielo. No
hay hombre exento de pecado. El cielo es exactamente igual que este
mundo, con una sola diferencia: allí los indios se convierten en mistis
y hacen trabajar por la fuerza y hasta azotándolos a quienes en este
mundo fueron mistis. La división de la humanidad en dos cliases fue es-
tablecida por Dios y será eterna, porque Téete Mañuco es inmortal,
puesto que todos los años muere un día viernes y resucita el sábado. Se
renueva año tras año.

Todos los elementos formales de este mito son bíbl~cos y también su fa-
talismo. No se encuentra en él influencia específica alguna ni restos de los
mitos prehispánicos. Aparece como la obra de resignados colonos cercados
y segregados por la servidumbre y la hábil prédica colonial católica. Pero,
como en los anteriores mitos, se establece claramente la sucesión de dos hu-
manidades, siendo la primera imperfecta.

32
EL MITO DE INKARRI RECOGIDO EN QUINUA

Quinua es una pequeña y famosa población predominantemente bilin-


güe, ubicada en la provincia de Huamanga. Se encuentra a 27 Km. de la ciu-
dad de Ayacucho, hacia el NE, y a 609 del Cuzco. Es famoso por los objetos
de cerámica mágica o utilit~ria y de consumo rural hasta hace unos treinta
años, ornamental, de gran prestigio en Lima y en los centros urbanos impor-
tantes, en la actualidad. Todos los habitantes de Quinua -unos 700- hablan
quechua; la mayor parte habla al mismo tiempo castellano. El castelliano es
la segunda lengua. Hernando Núñez y Javier Montori, estudiantes de la
Universidad de San Marcos, llegaron a Quinua, en viaje de estudios, en 1965.
Núñez había seguido con mucho interés un curso de quechua, pero no ha-
blaba el idioma y no lb podía entender cuando su interlocutor era nativo.
Hernando Núñez anhelaba recoger literatura oral, y estaba bajo la influencia
dd reciente hallazgo del mito de Adaneva, hecho por su compañero de clase,
Ortiz Rescaniere, y sentía un interés muy especial por l'os mitos mesiánicos.
Cuando descubrió que don Moisés Aparicio, un viejo alfarero quechua, co-
nocía una "historia" de Inkarrí, grabó la entrevista que le hizo.
Según el mito de Quinua, Inkarrí creó las montañas, el agua, este mun-
do. Hizo al hombre. Amarraba al sol en una piedra si deseaba que el día
durara más tiempo. Las grandes piedras le obedecían. Era, como el de Pu-
quio, munayniyoq, es decir, que tenía la potencia de desear y crear lo que
deseaba, "igual que Dios". Pero d mito ofrece algunos moti·.ros propios que
vamos a especificar:

No se sabe de quién fue hijo.


El sol no es sino la fuente de la luz que Inkarrí puede detener a vo~
Juntad.
No construyó el Cuzco ni ninguna otra ciudad.
Fue Dios (el católico) quien ordenó a las tropas del rey-estado la cap-
tura y decapitación de Ink¡1rrÍ. No fue di rey español quien lo derrotó
y le hizo cortar la cabeza.
Hubo entre los dioses un intercambio previo de mensajes mutuamen-
te incomprensibles.
La cabeza de Inkarrí está en el Palacio de Lima y permanece viva.
Pero no tiene poder alguno porque está separada del cuerpo.
En tanto se mantenga la posibilidad de la reintegración del cuerpo
del dios, la humanidad por él creada (los indios) continuará subyugada.
Si la cabeza del dios queda· en libertad y se reintegra con el cuerpo po-
drá enfrentarse nuevamente al dios católico y competir con él. Pero si
no logra reconstituirse y recobrar su potencia sobrenatural, "quizás mo-
riremos todos" (los indios).

Este mito es la creación de un pueblo quechua con mayores el'ementos


de "aculturación" que el de Puquio; se refiere en castellano ·a dios y a las
tropas del rey-estado. La relación entre el ejército, el estado y Dios (la reli-
gión) aparece muy claramente observada. Esta observación y la referencia a
la e15critura y al quipu no pueden haber sido posibles sino mediante una in-

33
formación oral o escolar acerca de la historia de la conquista. En el acto de
captura de Atahualpa y en el mantenimiento del estado de servidumbre a
que fue sometido desde entonces el pueblo quechua, fa relación entre la Bi-
blia (la IgYesia) y la acción del Estado y de su ejército se presenta tal como
es recogida en este mito. Finalmente, la relación que se establece entre la
cabeza viviente, cautiva, de Inkarrí, y d cautiverio de la humanidad por él
creada, es, asimismo, muy dialéctica. Si la cabeza es arrojada sin posibilidad
alguna de recuperar su potencia creadora y de lucha, el pueblo que de ella
depende podrá perecer; si, en cambio, queda libre y reconstituye la integri-
dad de su naturaleza, se abrirá un nuevo período de competencia con el otro ·
dios y sus creyentes. H dualismo social y cultural, y puede hablarse de anta-
gonismo, entre el indio y el español, que continúa con el indio y el misti,
término este último que domina no ya la raza blanca sino la clase dominan-
te, queda en este mito de Inkarrí de Quinua tan nítidamente planteado
como en el de Puquio. EL de Q'ero representa la continuación del antiguo
mito incaico de Manco Capac, contaminado de elementos locales nativos.
Así, Q'ero-Puquio-Quinua contienen la adaptación de un mito prehispánico
a la interpretación del destino de un pueblo vencido y a la concepción que,
según el grado de su comunicación y relación con ell pueblo vencedor, tiene
de su porvenir: el de Puquio es mesiánico, el de Quinua es condicional; se
abre la posibilidad de una derrota definitiva, de la extinción o de la reini-
ciación de la lucha.
Pero las mismas causas culturales y sociales que dan en Quinua una ma-
yor complejidad al mito de Inkarrí hacen que el creador de este mito esté
armado de una concepción mucho más vasta sobre el origen y destino de la
humanidad en su conjunto, concepción reelaborada con la visión bíblica que
el pueblo dominante ha trasmitido acerca de este problema capital. Vamos a
tratar de exponerlo y anallizarlo:

LAS TRES HUMANIDADES

El estilo con que el alfarero Moisés Aparicio habla de este tema alcanza
el grado que prodríamos llamar trascendental o bíblico.
La audacia, en cierta forma "inadmisible'' en un investigador universita-
rio, con que Hernando Nuñez pregunta en castellano a su informante sobre
asuntos tan complejos, se hace posible y da buenos resultados gracias a dos
circunstancias: por la forma rica en contenido con que el alfarero responde
a sus primeras interrogaciones sobre el mito de Inkarrí y por la inquietud del
joven estudiante de sacar todo el jugo a la oportunidad que se le presenta;
esta inquietud está alimentada por el recuerdo constante de lbs mitos de In-
karrí, de Puquio y de Adaneva de Vicos. Y Nuñez inquiere a su informante,
que entiende muy limitadamente el español, acerca de todas las materias que
ambos mitos contienen; luego, las propias respuestas le inspiran otras más
audaces aún. Al final, en una entrevista grabada cuya transcripción cubre
apenas cuatro páginas, el alfarero de Quinua, Moisés Aparicio, ofrece al an-
helante joven recopilador, que apenas entiende el quechua, un relato denso
en que está bien reflejada, aunque sin la suficiente confirmación, toda la con-
cepción mítica de un pueblo acerca del tema que hemos expuesto en los títu-
los de este ensayo.

La primera humanidad de los gentiles5 y la humanidad actual.

"No tenía conocimiento Dios (de ellos), eran separados... El Padre


Eterno" (R. 11).
"Se multiplicaron, ¡tanta gente!" "No alcanzaba a alimentarlos lo que
sembraban".
''Se devoraban entre ellos". "No cabían ya en la tierra porque se olvida-
ron de Dios" (R. 11).
"Y cuando Dios los castigó, desaparecieron. No sabemos cómo fueron"
(R. 11).
"El Padre Eterno es el Dios de los gentiles". "Ese ya no es nuestro Dios"
(R. 19).
"Cuando se extinguieron }os gentiles aparecimos nosotros" (R. 19).
("¿Quién es Dios de ahora ?") "Dios hijo" (R. 20).
"Nuestro Dios señaló a Inkarrí. Dios Hijo" (R.19).

Los gentiles representan la humanidad de Adaneva de Vicos. La huma-


nidad imperfecta, inculta. Adaneva es también el Dios Padre, porque Téete
Mañuco es el Dios Hijo. ''Nuestro Dios", Dios Hijo, "señaló'' a Inkarrí; así
mantiene la separación o subseparación de la humanidad creada por Inkarrí.
No se afirma que "nuestro Dios" también hizo a Inkarrí sino que lo señaló.
E·sto puede interpretarse -puesto que el recopilador no intentó que el pro-
pio informante lo hiciera- como que fue "nuestro Dios'' quien lo señaló para
el cautiverio y el del hombre por él creado. En esa condición queda incorpo-
rado al reino del Dios actual.

La revelación de la Tercera Humanidad.

Hernando Núñez pregunta audazmente:


-"¿Y cuándo será el mundo del Espíritu Santo?" (R. 21).
El alfarero contesta en forma cautelosa. Primero niega y !luego dice:
-''E.l tiempo del Espíritu Santo acaso venga cuando nosotros nos haya-
mos extinguido'' (R. 21).

Y sobre la base de la segunda extinción de la humanidad actual, el alfare-


ro de Quinua expone toda la posible teoría mítica de la comunidad. La expo-
ne en una sucesión logica muy singular en sus respuestas 22 y 24.
"Estamos cargados de culpa. Estamos sentenciados, aunque no sabemos
de aquí a cuántos miles de años se habrá de cumplir la sentencia".

5 Llaman así a aquella cuyos restos aparecen en las tumbas prehispánlcas.

35
"Hay tres dioses. Padre Eterno, Dios Hijo, Espíritu Santo".
Los tres plenos, "enteros". Los dos primeros se han realizado. Crearon lo
que les correspondía. "Pero cuando se extingan, nosotros también desaparece-
remos". (¿Quiénes de nosotros? Don Moisés Aparicio lo esclarece enseguida.)
"Entonces aparecerá el Espíritu Santo; han de ser tres dioses, tres herma·
nos". (''El Espíritu Santo será Dios, hermano pleno de los otros dos, cuando
también él' haya hecho su obra".)
"El Espíritu Santo ha de hacer caer en culpa a nuestro Dios actual".
"Entonces sobre la punta de aquella montaña ha de estar la ciudad del
Espíritu Santo. Sí, pues".
"Y cuando ya no haya nadie, y como ya no existe nadie, con sus alas (los
hombres nuevos) están pasando sus alas por encima de la culpa. Han de ca-
minar ... Viajero, muy alado''.
La tercera humanidad será alada, como la paloma que representa al Dios
que ha de crearla, y no podrá ser alcanzada por el pecado.
Toda la literatura oral hasta ahora recopilada demuestra que el pueblo
quechua no ha admitido la existencia del ''cieUo'', de otro mundo que esté
ubicado fuera de la tierra, y que sea distinto de ella y en el cual el hombre
reciba compensaciones que reparen las "injusticias" recibidas en este mundo.
Escribimos un breve ensayo sobre este tema al analizar los cuentos mágicos
de Lucanamarca. 6 Toda reparación, castigo o premio se realiza en este mundo.
Para los indios de Puquio, l'os muertos construyen sobre la cima del Qoropu·
na, una torre que no concluyen jamás y están contentos; los que fueron pe·
cadores vagan en la tierra en forma de "condenados''. Según el mito de Ada-
neva de Vicos, el cielo es exactamente igual que la tierra. Según la concepción
mítica del alfarero de Quinua las humanidades se suceden en turnos ascenden-
tes hacia la perfección. La humanidad del Espíritu Santo será alada, como el
símbolo del Dios, y sus alas le permitirán volar por encima del pecado. Y
como el pecado es la causa no de la muerte de los individuos sino de la ex-
tinción de lla humanidad, la tercera, la del Espíritu Santo, será inmortal por·
que no podrá ser alcanzada por el mal que trasmite la posibilidad de desa-
parición. "El Espíritu Santo ha de hacer caer en culpa a nuestro Dios actual";
el Dios Hijo no aparece exento o inmune a la causa que Jetermina b muer·
te. El último Dios, en cambio, será verdaderamente el último y se reaNzará
cuando haya creado ''su'' humanidad. Estará formado de "espíritu": ''como
ya no existe nadie, con sus alas están pasando por encima de la culpa. Han
de caminar ... Viajero, muy alado. "Ese será una especie de 'cielo' pero sin
mundo, sin purgatorio y sin infierno, sin previo juicio final. He aquí el
sueño mítico de un alfarero quechua actual de la famosa aldea mestiza de
Quinua",7

6 Folklore Americano, Nos. 8 y 9, Lima, Perú.


7 Desventuradamente no existen posibilidades de que pueda realizarse un plan
de recopilación de otros mitos quechuas post-hispánicos; ninguna institu-
ción o universidad nacional está en aptitud de apoyar un proyecto que res-
cate este valiosísimo material de la irremisible condena de desaparición a
que está sentenciado. En cinco o diez años más se habrán perdido ya y no
podremos recuperar un caudal tan importante y tan bello para el estudio y
la permanencia de nuestra tradición.

36
de la exploración de las minas se yer-
gue con virilidad; las valoraciones ele-
mentales unifican los personajes mag-
níficamente diseñados y conseguidos
con realismo brutal y también con
poesía.
La narración es maestra, de corte
''Todas social y recio.
Desde la primera página a la últi-
ma, el lector queda aprisionado entre
1as redes de inmenso interés. "Todas las
Sangres" cautiva por el argumento
Sangres'' que inquieta constantemente, con a-
ventura auténticamente "novelesca",
pero en la cual los personajes repre-
sentan mundos; mundos diversos, sím-
bolos que se entrecruzan con drama-
tismo. Van apareciendo, poco a poco,
los contrastes de protagonistas altos
y medianos, y los que surgen subjeti-
vamente dejan la inundación de sen-
timientos complejos como el drama
americano que José María Arguedas
desarrolla sin estridencias ni teatra-
lidad. Sí, con una tremenda congoja
de la existencia yacente del indígena
y del mestizo. El escritor ausculta lo
Matilde Ladrón de Guevara inextricable del ser humano, exhibien-
do la superficie y definiendo el fondo.
DIARIO ''LA NACION" (1966)
Perfila a sus personajes el sentido de
SANTIAGO DE CHILE fanatismo ciego, la ignorancia, la in-
genuidad, la inteligencia y el instinto
primario. Los hace jugar a plena luz
y entre sombras. Se ven todos los con-
tornos del alma y sus vaivenes. Ellos
Esta obra nos muestra a un artista viven en el Ande, en la entraña ame-
que va más allá de lo explorado has- ricana, en sus hondonadas y en su
ta ahora en la raíz de nuestra Amé- tragedia infinita. Vacilan entre altu-
rica latina. Aquí, en Perú, José Ma- ras poéticas y descienden hasta la sor-
ría Arguedas es el escritor más sobre- didez de la subvida que los arrastra
saliente. Nació en Andahuaylas (Apu- en el torbellino de los ultrajes que su-
rimac) y posee la lengua quechua, fren y soportan. Hombres y mujeres
pero ha convertido al castellano en su deben aceptar la cobardía con resig-
idioma, con mucho arte. Su obra pro- nación; también el heroísmo, las rebe-
funda y trascendente dibuja, ascendra, liones, el amor, la mezquindad, el odio
cincela, descubre, cierne y analiza y la muerte. José María Arguedas, sin
los temas candentes que socavan los alardes de discurso político, presenta
problemas del continente. Estudia la la realidad social y la explotación del
cultura, la idiosincrasia, los contra- pueblo con hechos objetivos. Se desli-
puntos raciales con prolijidad abis- za sobre el paisaje dramático y subli-
mante. me de la tierra quechua y penetra lo
En "Todas las Sangres", densa no·· humano en cada paso. Se hunde en la
vela de Editorial Losada, se llega a co- profundidad de la veta de oro y plata
nocer el Perú integralmente; apare- y en ella va dejando un reguero de
cen la herencia de la filosofía del Im- sangre y huesos. No hay demagogia.
perio Incaico y los caminos de la mi- No persigue un impacto ideológico di-
gración de su cultura. El conflicto recto sino que exhibe la verdad ori-

37
ginol y ·agria. Verdad de injusticias que estremece al lector y trasunta el
y atropellos que ha abonado la vida drama que todos conocemos y no po-
del pueblo latinoamericano. Sañuda, demos disgregar en su hondor para
cruel y desolada. rebelarnos apasionadamente contra
Todo fluye profundo en la pluma él .
del gran escritor peruano y, sobre la José Moría Arguedos consigue to-
densidad del pensamiento, despliega car con su magia toda mente alerto
su estilo ágil y poético. Aparecen en al despertar americano, porque su
algunas páginas cantos del pueblo corazón expresa con sinceridad y
quechua con su traducción al caste- valentía la tragedia que todavía vive
llano; enternecedores, porque ema- nuestro continente.
nan del pueblo y de sus almas, en los Es hora de que países con estilos
cuales el candor es fruto de resonan- de vida tan diversos como Perú y
cias muy antiguas. Y, por lo mismo, Chile, Argentino, Venezuela, Brasil,
están cargados de su ti le zas y miste- Ecuador, Bolivia o Uruguay, se co-
rio. Todo es hermosura, y completa nozcan más a través de sus escrito-
el clima ríspido uno prosa que vigila res, porque en ellos se puede descu-
los conflictos sociales, políticos, mo - brir lo fuente de inspiración y de
rales y religiosos del Perú . Más aún: creación todavía originales, dando así
los hondos problemas culturales entre a las relaciones continentales uno
lo occidental y lo aborígen que emer- sustentación que se basa más en lo
ge con invencible energía. naturaleza de los hombres y los co-
Si cabe alguno comparación en lo sos que en los intereses circunstan-
novelístico de Arguedas, sería su ve- ciales y, por lo mismo, transitorios.
cindad a la de Miguel Angel Astu- Es decir, lo auténtico integración
rias, Eduardo Molleo, Eustasio Rivera . latinoamericano .
Juntos poseen uno virilidad matizado

Vasto Cuadro del Perú feudal

José Miguel Oviedo


SEMANARIO "MARCHAN (1965)

M ONTEVIDEO - URUGUAY

Después de la aparición de Los Ríos Profundos (1958), la novela cumbre


a la que José María Arguedas había accedido después de más de veinte años de
oficio literario, la crítica pudo llegar a una serie tde conclusiones importantes
sobre su obra, calificada desde entonces como la más trascendente en la narra-
tiva indigenista peruana. Según esas conclusiones, Arguedas era un narrador
bajo cuya objetividad de enfoque -el indio o el mestizo en su concretísima
situación histórico-cultural- se descubría un entrañable amor por el medio
andino, una ferviente identificación con la cultura quechua.
El suyo era un indigenismo sin clamores reivindi,c atorios explícitos, sin
prédica ideológica, preocupaldo más bien en describir la doliente psicología del
campesino trasplantado, los símbolos mágicos y deslumbrantes extraí<lp¡s de
ciertos datos del folklore (fiestas, bailes, cree·nrcias) y, sobre todo, el sordo cho-
que de culturas, los desajustes comunitarios que padece la masa indígena
peruana, llevada y traída por fuerzas extrañas que la desarraigan de sus mi-
lenarios ritmos etnológicos.
Su comprensión de todos estos aspectos del Perú andino era el fruto
de un profundo conocimiento de ese mundo, en el que el a.utor había vivido,

38
comportándose por_largos años como uno de sus integrantes: sus relatos tenían
siempre un irrecusable sabor autobiográfico y su perspectiva era, por lo tanto,
cerrada; el mundo de Arguedas era la aldea, la comunidad que lo acogió de
niño. Finalmente, el autor se nos aparecía, al pasar los materiales socioló-
gicos por los filtros de la evocación y la ternura, como un prosista lírico, en
bucólica comunión con el paisaje y solida-riza,do con el hombre quechua, cuyas
inflexiones limgüísticas eran vaciadas en el molde de un español peculia,r que
traía el encanto, la autenticidad, el aliento a la vez humilide y poético del ha-
bla oral. Justamente seis años después, cuando a¡parece Todas las Sangres
(Buenos Aires, Losada, 1964), estas afirmaciones quedan desbordadas -siguen
siendo ciertas, pero ahora resultan estrechas- y aJdvertimos que Arguedas ha
alzado , una nueva cima que no estaba prevista, si es que no ha encontrado
también una distinta vía para su novelística por la que recién comienza a an-
dar. Creemos que Todas las Sangres no sólo es el trabajo más ambicioso de
Arguedas, sino que resulta una de las mayores tareas de creación literaria
que se hayan cumplido entre nosotros. Ya se verá, sin embargo, que no pocos
extremos del proposito se han quedado sin satisfacer, que el aliento se eclipsa
o se frustra aquí y allá. Pero el tamaño de la empresa es tal, que haberla inten-
tado ya es admirable y hasta alecdonador.

UNA LITERATURA SOCIAL


Con Todas las Sangres Arguedas cruza resueltamente una zona por la
que antes_sólo había transi.tado en busca de otros intereses literarios y nos da
su primera gran novela de directa intención social. Ese elemento sociológico no
es 1a mera resonancia de una anécdota -como suele ocurrir en muchas nove-
las indigenistas- que tiene por protagonistas a terratenientes, mestizos e indios:
está en la raíz misma del enroque, en la inteligencia central que rige los múl-
tiples puntos de vista .desde los que se contempla la ancha realidad que confi-
gura la ima.gina.ción, la memoria y la total adhesión espiritual. Arguedas, pues,
ha tenido que crear todo un ámbito humano, amplio, integral, para ofrecernos
un caudaloso relato -470 páginas- que vale como el vasto cuadro de uno de
los rostros más dolorosos y reveladores del país en que vivimos: el Perú feudal
de la sierra. El bello capítulo inicial de la novela no parece anunciar eso: muy
en el tono de Los Río& Profundos (que se abre también con una escena en la que
aparece un viejo señor, lleno de poder y de misterio), el libro comienza cuando
el "viejo loco", el "gran señor", el "patrón gra,nde" don Andrés anuncia, desde
la torre de la iglesia .de San Pedro de Lahuaymarca, su próxima muerte y repar-
te sus ya escasos bienes entre los indios y los caballeros pobres de la comunidad.
Es una escena cuya sugestión se hace más fuerte al av!llnzar la novela, porque
se vuelve casi simbólica: la muerte de don Andrés, señor arruinado que alimen-
ta su soberbia y sus delirios •con el mismo crepúsculo de su grandeza, señala
tanto el fin tempestuoso de su imperio desfalleciente como el comienzo de las
ambiciones "malditas" de sus descendientes; es decir, su epílogo genera un pro-
ceso que agita !profundamente la estructura que sirve de soporte a ese poder
feudal.
En efecto, don Fermín y don Bruno Aragón de Peralta, los hijos del
viejo señor, aspiran a desmentir su mala fama de "caínes" -don Fermín se
apoderó del ganado y las tierras de su padre, don Bruno es un señor licencioso
que hasta ha violaJdo a una tullida, la kurku Gertrwdis-, a demostrar que cuan-
do su padre los maldijo estaba borracho y a convertirse en los hombres más
respetados de la región. En la pugna del primero por conseguir los trescientos
indios del segwndo para explotar su mina "Aparkora", se irán perfilando sus
recias personalidades: el primero tiene una feroz conciencia del poder del di-
nero y sabe que sólo los millones lo salvarán; quiere el progreso de su clase,
porque entiende que acarrea el ¡progreso de todos los demás; es astuto, frío,
calculador. Don Bruno es un ser infinitamente más complejo: en su alma verda-
deramente dostoievskiana obran los impulsos contr!lidictorios de la soosualidad
y la inocencia, el amor y el desprecio supremo por sus indios, el instinto de su-
perioridad clasista y los remordimientos por la abyección moral en la que ha
caído; no quiere el dinero ni el poder material como quiere la seguridad de sa-
ber que sus pecados han sido perdon!lldos y que, dentro de él, Dios ha derrotado
al demonio. "Padre (reza don Bruno): le daré mis indios que me dejaste. Esa
mestiza que no se ha atrevido a entrar a tu casa ... ¡Ahí está afuera! Será la
última. Le daré mis indios a Fermín. ¿No los envenenará? ¿No me los hará ir a
la costa? ¡Tú has de vagar por años de años en este pueblo, en tus ha<Cieru:las; has
de venir a llorar al pie de los árboles de mi huerta! Fermín tiene una podre-
dumbre, apesta su cuerpo más que el mío. ¡Ayúdame a hacer pasar a los ino-
centes bajo ese arco sin que se malogren! ¡Acuérdate, acuerdate! ¡Dios Hijo,
Dios Espíritu Santo, Dios Eterno ... !"

39
FF!UDALISMO Y CÁPITALISMÓ

Lo que, al comienzo, sólo parece una pugna familiar, la descripeión


particular de dos señores terratenientes ;psicológicamente opuestos, se abre
pronto en una nueva y má.s sustancial dimensión: las suyas son dos formas de
detentar (y engrandecer) el poder feudal que han heredado, dos formas de ex-
plotación que tratan de adaptarse a nuevas circunstancias. Don Bruno, más
fielmente afinca.do en las tradiciones según las cuales ha sLdo educado -se-
ñores omnipotentes, orgullo de ca.sta, servilismo "raiCional" del indígena, tierras
ociosas-, represenca una especie de feudalismo paternalista, pues tiene una
concepción vertical de la sociedad, según la cual amos y siervos no tienen por
qué odiarse: como lo dice el i:ngeniero Cabrejos, don Bruno es "un católico feu-
dal fanático cuya perturbación emocional y mental lo ha llevado ahora a
"amar" a sus indio.s. Los flagela, pero los ama y es amado". Don IPermín, en cam-
bio, es (y cada vez con mayor firmeza) una mentalidad capitalista burguesa y
nacionalista, que cree que el indio debe ser redimido de su colectivismo agra-
rio para convertirse en trabajador proletario, a¡ servicio de grandes empresas
peruanas que le darán mejores sueldos, vivienda, seguridad sociru: "El Perú da
vergüenza (confieza a su esposa): indios ~dólatra.s; analfabetos, de ternura
salvaje y despreciable; gente que habla una lengua que no sirve para expresar
el raciocinio sino únicamente el llanto o el amor inferior. Hay que hacer de
ellos lúcidos obreros de las fábrtcas y, muy regularmente, abrir una puerta me-
dida para que ascienda.n a técnicos. El mundo futuro no es ni será de amor, de
la "fraternidad", sino del ;poder de unos, de los más serenos y limpios de pasio-
nes, sobre los inferiores que deben trabajar: La "fraternidad'' es el camino de
retroceso a la barbarie. Dios creó al hombre desigual en facultades. Eso no tiene
remedio. Hay que respetar y perfeccionar la obra de Dios. La desigualdad como
motor de lucha y de ascenso".

MAS ESTRATOS SOCIALES


Estas dos concepciones de dominio social, políttco y económico son el
nervio central que sostiene la acción de la novela, ,pero ella arra.stra una masa
narrativa todavía más rica que enreda tantas vidas, ta.ntos ámbitos, tantos
intereses y angustias que ,c erca del final de las casi quinientas páginas de la
novela, la tensión de la trama sigue elevándose. Gracias a su generosa ampli-
tud estructural, que se reajusta a sí misma y alberga sin cesar nuevos
elementos que amplifica.n los ya dados, la novela excava una interpretación
plural de los diferentes estratos que conforman una socieda.d. Así lo ha obser-:-
vado certeramente Albe-rto Escobar: "Según avanza la novela y se i:ncluyen en
ella distintas perspectivas personales, ideológicas, económicas, sociales, el con-
flicto total, es decir, el nudo novelesco, padece modificadones que, sin desvir-
tuarlo, lo enriquecen y trasladan hasta nuevos ángulos, y acumulan su intensidad
de acuerdo con la mudanza de la perspectiva que corresponde al sujeto. En este
respecto, y aunque pudiera señalarse un asunto genérico que subyace en la obra,
ésta es más bien el resultado de la exposición de una serie de estratos y cortes
pel'lpendiculares que proceden de la problemática encarnada y revivida en cada
uno de los personajes dominantes".
Alrededor de don Fermín y don Bruno bullen otras gentes trabadas en
otras implacables batallas, un submundo observado con devoción y veracidad,
lleno de seres dolidos, arrogantes, brutales, expoliados, honrados, ciegos, valero-
sos: todas las sangres que se confunden para formar las líneas del rostro na-
cional. Allí .está ese indio -culturalmente mestizado-- macizo y majestuoso que
se llama Demetrio Rendón Willka (el mejor ¡personaje de la novela después de
don Bruno), comunero libre de Lahuaymarca que ha hecho el duro aprendizaje
de las costumbres "blancas" ("Yo sufriendo siete años en barriadas de Lima,
comiendo basuras con perros y criaturitas, oyendo a políti,co.s, yendo a la escue-
la. Cuidando mi alma, señor, para ti") y que ha vuelto a su pueblo pa:ra ser-
vir a sus patrones, pero con un oculto designio que nadie alcanza a desentrañar;
allí están los rencorosos "señores pobres" de San Pedro -doña Adelaida,
Brañes, "El Gálico", De la Torre- que viven humillados por el recuerdo de su
antiguo esplendor, tramando intrigas contra los Aragón de Peralta; alli está el
·r ústico mestizo Ctsneros, de quien los indios se burlan porque quiere ser señor
por su dinero, sin tener las maneras ni el abolengo; allí están la dulce señorita
Asunta, que al final realiza un acto heroi,co e inútil, la misera jorobada Ger-
trudis, el fiel siervo Anto, lo.s sobrios varayok y tantos otros. Y sobre todos ellos
flotan otras presencias ajenas, poderes que ni siquiera estos personajes co-
nocen bien y que sacan a la novela de sus estrictos limites andinos: hay im-
portantes y conmovedoras escenas que muestran cómo la grandeza o decaden-
cia de los señores feudales se articula con la vida de los provincianos que se

40
refugian en los barrios pobres de Lima, con los ajetreos imperialistas de Ío3
grandes consorcios norteamericanos, con las miserias de la política criolla, con
el .servilismo de empresarios y autoridades ante el capital extranjero, etc.; y
como a todo esto se agrega el caudal del folklore (Arguedas ha insertado en
la novela docenas de huaynos y otros cantos indígenas, inventados a medias
por él sobre los esquemas musicales tradicionales, cuya deslumbrante belleza
formal no es menos importante que su valor testimonial de los múltiples des-
garramientos que sufre el hombre andino), la extraordinaria caracterización
lingüística !de los personaJes indígenas o mestizos, la precisión con que el autor
fija los distintos sistemas de vida en los gestos, las fórmulas de tratamiento
o los modos de vestir, el conjunto que el lector tiene ante los ojos asume las
proporciones de una interpretación totalizadora del ámbito peruano en un de-
terminado momento de su proceso histórico: el paso !del feudalismo tradicio-
nal al capitalismo moderno, con todas las contradicciones y desarmonías que
esa transición acarrea en una composición sociológica que tiene raíces se-cu-
lares.

HISTORIA Y NOVELA
Es éste uno de los aspectos fundamentales que contribuyen a la tras-
cendencia social y estética de la novela: por estar centrada en la década del
50 al 60, es decir, en el tránsito del militarismo primario y deshonesto del Ge-
neral Odría al régimen frívolo y decid~damente oligárquico del Presidente
Prado, cuya comprensión meramente poHcial del problema indígena coincidió
con la aparición masil\'a de "barriadas" en la capital y una indudable agudiza.-
ción de las crisis social y económica del pa1s, 'l'odas las Sangres señala el vór-
tice de un instante de la v1da peruana que imprimió el sentido que nos ha lle-
vado a la situación presente. La novela de Arguedas echa abundante luz sobre
ese instante; mejor dicho, lo muestra por primera vez en forma completa, co-
mo nunca antes se lo había visto: gran poder sintetizador y universalizador de
esta forma de realismo indigenista. El amplio conocimiento de la realidad que
.soporta una narración de tantos akances facilita o aclara también el propio
conocimiento del lector: leer estas páginas es sumergirse en un mundo "apar-
te", sostenido por principios y fuerzas que no .pertenecen a la "cultura occi-
dental", que no nos incluyen, pero que sin embargo configuran los basamentos
del país e imponen su peso a la cole·ctividad. La multiplicidad de móviles de
acción, de razas, de creencias, de organizaciones sociales, de mitos, sugiere ya
la imagen convulsa de un Perú que, en realidad, es un compuesto de muchos
países que colindan, que se ignoran y hasta se odian. Eso conduce a una ¡revela-
ción todavía mayor : en el fondo subyaJce una constitución rígidamente cla-
s~sta -los antiguos señores no se rozan con los nuevos propietarios, los mes-
tizos enriquecidos son los peores enemigos de los indios, un indio "colono" se
comporta <;ie un modo diferente a run comunero, un peón recela del vecino po-
bre, etc.- que petrifica los estratos de nuestra sociedad profunda. Así, la mo-
vilidad social es escasa, el progreso se dificulta y la riq'ueza se empoza en las
misma manos; al final, son los grandes ,p ropietarios los que ocupan el vértice
de la pirámide, los dueños reales del país y los que sellan con su poder el siste-
ma de castas cerradas. La novela refleja continuamente esa situación: el
"mandón" (el que trasmite las órdenes del señor) Carhuamayo teme los cam-
bios de su patrón don Bruno porque eso puede repercutir en su ¡propia autoridad
("era bueno, pero alguna vez tenía que darles de 1\'ergazos en la cara a los co-
lonos, con razón o sin razón, porque •Convenía que sintieran su mano, que no lo
olvidaran"); Bruno, con sorna, hace notar al torpe Cisneros que no sabe cumplir
su papel de nuevo rico, porque "un gran señor se baja primero de la bestia en
que está montado para saludar a un caballero y las autoridades de un pueblo.
Si su mula hablara se lo habría aconsejado, porque ella se ve que es de buena
casta"; y Cisneros declara orgulloso: "¡Yo hice desfilar a todos mis indios cuan-
do iba a haber guerra con Colombia! Mi paJdre murió mald1ciendo a Chile. Ten-
go patria, bandera _peruana, aunque es verdad que hago llorar a los indios y
les doy menos que a mis perros. Pero no es mi culpa. Eso viene de antiguo . .. . "

PREDOMINIO DEL DIALOGO


Seguramente, ésta es la primera vez que Arguedas maneja tan copioso
material narrativo y la primera vez que lo organiza de un modo tan auténtica-
mente novelístico. Ya se sabe que Arguedas no es un escritor que domine las
técnicas más audaces o revolucionarias de la novela; hasta ahora sus relatos
han estado a~pegados a la lmea de na¡;ración semiautobiográfica, sin complica-
ciones temporales ni vaivenes espaciales demasia~do exigentes; ¡pero es, si, un
narraJdor profundamente intuitivo, sutil en la captación de situaciones o carac-

41
teres aptos para su encarnación novelística, un artífice en la difícil alquimia
de verter el quechua en un español vivo y directo, un temperamento de gran
sensibilidad para capturar en página.s simples, tiernas, emocionadas, esa indu-
dable presencia de la vida. Esta obra ha debido significar para él un esfuerzo
desusado; hay secuencias en las que el a.utor parece a punto de ser absorbido
por la esta.t ura que van cobrando sus personajes, o que están a punto de esca-
pársele de las manos. La novela avanza, por eso, entre caídas y tensas eleva-
ciones del ritmo narrativo, salvándose por el mismo impulso que trae, por la
fuerza humana que suman los seres que la pueblan. Otro esfuerzo no menor
es la subordinación de su lirismo descriptivo a la confrontación de variados
conflictos interpersonales en una acción muy sostenida. La novela está inten-
samente dialoga-da (varios capítulos están básicamente escritos en esa forma)
y las visiones del paisaje -sobre todo de la luz purísima y transparente que lo
enciende con el fulgor de lo sagrado- son apenas toques o motivos que cierran
o dulcifican un encuentro verbal, un cruce de insultos, un diálogo de intrigan-
tes. Cuando Arguedas hace hablar a indios, mestizos o peones logra .un tono
perfecto de veracidad, que no consigue cuando hablan personajes "blancos";
los diálogos del ingeniero Cabrejos con don Fermín, o de éste con su mujer
Matilde, son fofos, irreales; también lo son las escenas que obligan a Arguedas
a introducirse en el ambiente de las grandes empresas, en una sesión de di-
rectorio, en la antesala de un político de Lima, y casi todos los monólogos con
los que, rudimentariamente, el autor quiere bucear en el interior de sus perso-
najes.
LOS "BUENOS" Y LOS "MALOS"
En la composición misma de algunos personajes hay también defectos;
el primero es el de su excesiva lucidez. Los protagonistas -sobre todo Fermín y
Rendón Willka- son demasiado conscientes de sus actos: los elaboran, los decla-
ran, los pesan una y otra vez; además, todos mantienen un doble juego, una in-
tención oculta cuando hablan u obran, viven quizá demasiado tiempo "en situa-
ción" y fuera de ella pierden consistencia, se empequeñecen. Por otra parte,
Arguedas, que ha creado personajes sumamente complejos, tiende a una peli-
grosa simplificación cuando los opone entre sí: aparecen como alineados en dos
bandos, los "buenos" (que lo son ·hasta el candor) y los "malos" (que llegan a
lo abyecto y de-spreciable) . Creemos que todo esto es consecuencia de una in-
sensible "idealización" que los protagonistas han ido sufriendo, fuera del
control de Arguedas, a lo largo de la novela; el que más la experimenta es
Rendón, que hacia el final más que un "comunero" concreto parece el para-
digma que resume todas sus virtudes, el protot~po heroico. Eso, en verda.d, no
lo descompone como personaje -su dignidad, su entereza moral lo hacen
memorable-, pero sí desborda las leyes del realismo, según las cuales esta no-
vela debe juzgarse.
En fin, entendemos que Todas las Sangres es una obra menos perfecta,
menos proporcionada que Los Ríos Profundos, pero muchísimo más novelística
que ésta, más importante y decisiva para el autor y para el género en el Pe-r ú.
Evidentemente, no está pulida ni desbastada en todas sus páginas: la red3Jcción
apresurada, las incertidumbres de la escritura, se sienten en muchas frases
sueltas, en imágenes no completadas, en ciertas notas aclaratorias de voces
quechuas que ya se han explicado, en el uso innecesario o sencillamente inco-
rrecto de las comillas para destacar palabras, en la intromisión cruda del dato
antropológi<co, y hasta en los sorpresivos cambios de la tercera persona a la
primera (por ejemplo, en la pág. 256) . Pese a ello, el valor documental de la
obra es, sin duda, gigantesco: no hay novela peruana que haya reflejado
tan bien los abismos que .separan a la sociedad peruana actual, el multifacetis..,
mo de su drama y, sobre todo, la falta de soiuciones ciertas que rompan el fé-
rreo anillo feudal. La terrible incapacidad de Lima para comprender los movi-
mientos indígenas y la amenaza de que ellos se produzcan a sus espaldas es la
lección más sobrecogedora de estas páginas en las que, por último, no encon-
tramos más que la fe, dictada por la desesperación, en la marcha irreversible
de la historia hacia la redención de los e~plotados; es sintomático que en la
novela no veamos un solo hombre con una concepción revolucionaria y eficaz
de la situación que sufre (ni siquiera el propio Rendón, que se sarerifica por su
comunidad pero sin dejar de pertenecer a la estructura feudal en la que fue
criaido) y que su fin sólo se presienta, simbólicamente, en "un sonido de gran-
des torrentes que sacudían el subsuelo, como si las montañas comenzaran a
caminar". Entre el sistema de ca.stas congeladas que en el Perú humillado to-
davía impera y este tímido sonido de esperanza que vibra para el corazón de
unos cuantos, entre los extremos de la piedad y la protesta, la vida y la muer-
te, Arguedas ha coloca.do su sóltda novela como una atalaya desde la que se
pueden otear los vastos horizontes que abarcan todas nuestras sangres . . .

42
l. -Su novela ''Todas las Sangres" mé
parece ser una extraordinaria muestra
de una novela marxista, que va más
allá de los planteamientos tradicionales
del realismo socialista. ¿Está usted de
acuerdo con este juicio? ¿Es usted mar-
xista? ¿Cuál es su visión sobre el escri-
tor comprometido?
-No me creo autorizado para seña-
lar hasta qué punto una novela es o no
marxista. Tampoco conozco el caso de
alguna obra que haya sido considerada,
especialmente en Latinoamérica, como
típica o muy representativa del realismo
socialista. Nlo conozco bien el marxismo.
Estoy relativamente informado acerca
Conversación de sus principales fundamentos. Soy
partidario de una sociedad en que los
con hombres no estén sojuzgados por otros
hombres, de una sociedad en que cada
individuo ofrezca a los demás todo lo
José María que le sea posible dar y que aquello que
dé sea respetado y recibido ·con la mis-
Arguadas ma gratitud y alegría, sea un objeto de
madera o barro o un poema o una es-
cultura. Estoy comprometido con ese
ideal. Pero estimo a los creadores que
enriquecen nuestro mundo con alguna
obra realmente bella y nueva, sin preo-
cuparme de modo excluyente por su
ideología.
2. -En "Todas las Sangres" usted
parecía propiciar una especie de resis-
tencia pacífica de parte de los indígenas.
¿Puede dar resultado político esta ac-
titud en el Perú actual? ¿Cuál es su
visión sobre las guerrillas en su país?
-En "Los Ríos Profundos" los sier-
vos de hacienda marchan sin temor
contra las balas, movidos por un poder
de orden mágico. El siervo, más humilde
que el perro, se convierte en un indivi-
duo de valentía insuperable. Algunos
años después de la publicación de esta
obra, millares de siervos invadieron pa-
cíficamente decenas de haciendas. No
fue posible desalojarlos con los métodos
tradicionales que habían sido tan efica-
ces: matar a algunos de ellos, hacer oír
el tronar de la metralla. Tuvieron que
Ariel Dorfman
dictar una ley de reforma agraria espe-
REVISTA "TRILCE" (AGOSTO 1969) cíficamente destinada a dar posesión
V ALDIVIA - CHILE legal de esas tierras a quienes, con la
evidencia de que eran suyas, las toma-
ron. La realidad del Perú es sumamente
compleja y variada. No me siento capaz
de dictaminar nada concreto acerca de

43
como hay que actuar en ella. :Pero la musica, las faenas comunales, las dan-
historia de ''Todas las Sangres" tiene zas, el dominio de los instrumentos
antecedentes concretos. Mi opinión acer- europeos que han sido puestos al servi-
ca de las guerrillas es que fueron un cio de la interpretación de la música
acto de desesperación ciega y, aparen- quechua, sino que sintiendo un autén-
temente, dictado por gente que desco- tico orgullo de llamarse "cholos" y de
nocía increíblemente la realidad del proclamarlo. En el valle del Mantaro
país y, mucho más, la de la región en comprobé, con el más intenso regocijo,
que estas guerrillas fueron puestas en que yo mismo era bastante como los
marcha. Este acto de arrojo ciego fa- comuneros de la región, -donde los in-
voreció directamente a las fuerzas que dios no fueron despojados de sus tie-
sostienen el imperio del latifundio y de rras: entiendo y he asimilado la cultura
todo lo que el latifundio significa como llamada occidental hasta un grado re-
injusticia y como barrera hacia la jus- lativamente alto; admiro a Bach y a
ticia. Prokofiev, a Shakespeare, Sófocles y
3. -Cuando yo estuve en Lima, en y Rimbaud, a Camus y Eliot, pero más
enero de 1965, Washington Delgado me plenamente gozo con las canciones tra-
manifestó que era imposible e inverosí- dicionales de mi pueblo; ¡puedo cantar,
mil que un comunero como Rendón con la pureza auténtica de un indio
Wilka se aliara con un industrial na- chanka, un harawi de cosecha. ¿Qué
cionalista como don Fermín contra el soy? Un hombre civilizado que no ha
consorcio inte rnacional. ¿Cómo respon- dejado de ser, en la médula, un indí-
dería usted ¡¡¡. esta afirmación de Del- gena del Perú; indígena, no indio. Y
gado? así he caminado por las calles de París
-Washington Delgado es uno de y de Roma, de Berlín y de Buenos Ai-
los ,p oetas y ¡¡¡.migos a quienes más esti- res. Y quienes me oyeron cantar, han
mo. Pero Washington no conoce el escuchado melodías absolutamente des-
mundo anidino. Rendón Wilka aparece conocfdas, de gran belleza y con un
como un comunero que 'Vivió muchos mensaje original. La barbarie es una
-años en Lim¡¡¡. dedicado a aprender de palabra que inventaron los europeos
todo, especial mente de cuanto escuchó cuando estaban muy seguros de que
a los políUcos de izquierda. Aprendió que ellos eran superiores a los hombres
Dios no existe , ningún dios. ¿Por qué no de otras razas y de otros continentes
podia haber descubierto que lo natural "recién descubiertos".
para un comunero es apoyar a un em- 5. -Para mí, su obra representa un
presario peru¡¡¡.no contra un consorcio paso en la interiorización y existencia-
extranjero? :Este es un caso claro y lización de la violenta realidad social
simple, quizá bastante más para la
americana, ¿está usted de acuerdo?
mentalidad de un comunero que en su
¿Por qué, o por qué no?
niñez fue azotado por haberse atrevido
a asistir a un ~ escuela oficial, que para -Es posible. Creo ser un narrador
un altísimo pOJeta urbano pleno de amor más intuitivo que erudito. Mi niñez
hacia los que sufren. fue atroz en cuanto a sufrimiento e
4. -Usted ha planteado varias veces ilimitada en cuanto a dicha; me dieron,
la posibilidad de industrializamos y de- entonces, acaso con exceso, de lo bueno
sarrollarnos sin perder nuestra origina- y de lo malo que hay en el hombre tan
lidad america na. ¿Podría explicar lo antiguo y tan complejamente contami-
esencial del p.ensamiento suyo con res- nado de lo que llamamos "moderno".
pecto a los t an trillados términos de Fui actor víctima de un sistema social
civilización y barbarie? en que la servidumbre estaba consagra-
-Escribí m i primera tesis univer- da por la Iglesia que había logrado
sitaria sobre el caso sobresaliente de las ofrecer como máxima compensación al
comunidades del valle del Mantaro que dolor y al desprecio, el llanto.
han logrado "e ivilizarse", no sólo habien- 6. -¿Qué importancia le asigna usted
do conservado al mismo tiempo algunos a su propia obra en Perú y América la-
rasgos muy e aracteristicos de lo que tina? ¿En qué otros autores encuentra
podríamos llalJllar cultura quechua: la similitudes?

44
-En el Perú, contribuyó a revelar -En la respuesta a la pregunta
creo que no sólo cómo es el indio, sino anterior se ha contestado a esta inte-
el hombre andino en todos sus estratos; rrogación. Tampoco hay mucha dife-
creo que también contribuyó a descu- rencia entre lo religioso, lo mágico y
brir cuán bello es el mundo cuando es lo objetivo. Una montaña es dios , un
sentido como parte de uno mismo y no río es dios, el ciempiés tiene virtudes
como algo objetivo. Nada hay, para sobrenaturales. A trrovés de mi infan-
quien aprendió a hablar en quechua, cia, sólo aprendí a temer o a adorar
que no forme parte de uno mismo. La a la mujer.
difusión de los relatos en que se mues-
tra este modo de vida, que tiene rasgos 9. -¿Hay algún rasgo autobiográfico
originales e iluminadores, y la potencia en el libro "El Sexto"?
que guarda para suponer formas nuevas -"El Sexto" es . una novela muy
de conducta, ha inquietado, supongo, autobiográfica. Las noticias policiales
a lectores no peruanos, como usted, por que ofrecieron los diarios de Lima sobre
ejemplo. esa prisión, años después de la publica-
~Admiro y estimo especialmente ción del libro, aportaron testimonios
a Juan Rulfo. Admiro muchísimo a Ma- aún más espantosos que los que se des-
rio Vargas Llosa. Acaso no sea posible criben en la novela. Las predicciones
ser más lúcido e ilustrado y más sensi- políticas de los principales personajes
ble que él. Creo que Mario representa se ha,n cumplido casi al pie de la letra.
la culminación del proceso, no tan ex- 10. -¿Cree usted que Lima es solamen-
tenso pero' no exento de profundidad, te "la horrible" o también hay algo de
de la narrativa peruana, y de la con- perdurable en ella?
junción de cuanto la narración ha des-
cubierto en el Perú y cuanto puede -Lima es la ciudad más cautivan-
ofrecer, como iluminación y como mé- te, en cuanto a demostración de la ha-
todo, la literatura universal. bilidad y de la fortaleza humana para
sortear lo inesperado y terrible y ven-
7. -¿Qué importancia tiene el rea- cerlo, de todas las ciudades que conoz-
lismo mágico o lo real maravilloso en co. No siento horrible esta ciudad; qui-
sus obras? zá cruel, informe y poderosa. Es un
magma. Hay en ella 500 mal anal-
-Yo tuve la fortuna de pasar mi
fabetos, según una cifra que leí en una
niñez en aldeas y pueblos con una muy
estadística especializada. Miles de clu-
densa población quechua. Fui quechua
bes, en que están organizados los emi-
casi puro hasta la adolescencia. No me
grantes de miles de pueblos andinos,
podré despojar quizás nunca -Y esto
celebran sus fiestas típicas, en algunos
es una limitación- de la pervivencia
casos con más esplendor que en sus al-
de mi concepción primera del universo.
deas de origen. Algún novelista nos
Para el hombre quechua monolingüe,
ofrecerá la imagen de ese universo apa-
el mundo está vivo; no hay mucha di-
rentemente indescriptible.
ferencia, en cuanto se es ser vivo, en-
tre una montaña, un insecto, una piedra 11. -¿Qué puede adelantarme sobre
inmensa y el ser humano. No hay, por su próxima novela?
tanto, muchos límites entre lo maravi-
lloso y lo real. ¿Ha habido de veras esos -Hace dos años empecé a escri-
limites para los "cautivos" de la belle- bir una novela sobre los puertos en que
za? se fabrica la harina de pescado. Esta
industria ha revuelto a un gran sectoz
8. -¿Por qué tienen tanta importan- del pueblo peruano. Indios nacidos y
cia para usted la religión y los niños? criados a cuatro mil metros de aJtura
¿Por qué su ·actitud literaria frente a se convierten en hombres de mar, lu-
las mujeres es siempre la de idealizarlas chando contra el espanto y derrotán-
(un poco como en la Beatriz, de Dante, dolo. Pero muchos han muerto. asfixia-
o en El gran Mea ulnes) ? dos entre la pestilencia de las bodegas

45
o ahogados en el mar. Y. . . ¡hay tanto táneo. Aquí están Nicanor y su hermano
que hablar sobre ese universo! Temo de Roberto, que es también mi hermano.
veras no poder vencer las dificultades ¿Es posible encontrar un hombre más
y ser menos que esos emigrantes que- cordial, más fraterno, más generoso y
chuas que han contribuido a convertir más verdadera y terriblemente civilizado
al Perú en el primer productor del mun- y amansador de la civilización que este
do en una industria que hace veinte Nicanor Parra y sus hermanos? Por e:sa
años era absolutamente desconocida. razón pretendo contribuir a mantener
12. -Sabemos que Chile en estos últi- -un intercambio real, cotidiano, entre el
mos años ha tenido una importancia Perú y Chile, pues no creo que se dé el
decisiva en su vida. ¿Cuáles son sus pla- caso de países limítrofes que puedan o-
nes futuros con respecto a Chile? frecerse más fácil e inmediatamente va-
-Ruego a los amigos de "Trilce' 1 lores diferentes y tan necesarios para la
recibir estas confesiones como un pe- educación y el descubrimiento del infi-
queño homenaje a Chile y a sus jóvenes nito universo de lo creado por el hom-
escritores. Después de mi propia tierra bre. Tal intercambio no debe circuns-
nada ni nadie hizo más por mí que este cribirse sólo al círculo de los intelectua-
maravilloso país en que la civilización les, sino al más vasto de los estudiantes
no ha aniquilado lo fraternal, lo espon- y de los propios obreros.

Hombre y llama penul.noe

46
La Literatura
Peruana

Conferencia ofrecida por José María


Arguedas en la Casa de las Américas
REVISTA " BOHEMIA" (MAYO 1970)
LA HABANA - C U BA

La relación que hay entre la narrativa y la composlCwn social del país


y su evolución podríamos decir que es todavía mucho más directa, como no
puede ser de otro modo, que la de la poesía. Hay un hecho capital que decide
el destino del país en todos los aspectos de la actividad humana en el Perú: la
división del país en dos universos, dos mundos totalmente diferent es: el mundo
de los indios y el mundo de los criollos, que así les llamamos a las personas
que están mucho más influidas por la cultura llamada occidental.
Tengo la impresión de que la significación y la importancia de esta
división., si no es bien entendida en nuestro propio país, menos lo ha de ser en
países un tanto lejanos como Cuba. Por eso me voy a ver precisado a dar unos
cuantos datos, a través de los cuales ustedes se den cuenta de hasta qué punto
es profunda y verdaderamente total esa división, y cómo es que empieza ahora
a romperse la barrera que dividía al Perú en esos dos. universos.
Cuando los españoles conquistan el Perú, el imperio había logrado la
unificación cultural, espécialmente la unificación lingüística del país. Todo el
imperio . incaico hablaba una sola lengua, era el quechua. La conquista instituye
un grupo de dominadores que, sumergidos en este universo, se ven obligados a
aprender el quechua en la zona donde la cultura andina t ien e una sustentación
casi indestructible ; me refiero a la zona montañosa.
La división del país en esos dos universos es, al mismo tiempo, cultural
y geográfica. Geográfica, en el sentido de que la zona con mayor facilidad de
comunicación con la cultura occidental, o sea, la costa, es rápidamente acrio-
llada: los indios aprenden.. el castellano, se acriollan tant o que pierden tradi-
ción local, sus costumbres muy características son pene trad as por la cultura
criolla.
Pero en la zona andina toda la población habla el quechua y allí sí hay
una división mucho más neta, y la cultura en la zona de la costa se unifica un
tanto a la criolla, mientras que en la zona de los Andes la división es mucho
más neta. Entonces hay, por un lado, la división de la sierra resp ecto de la cos-
ta y una división dentro de la misma zona de la sierra.
En la sierra, los dominadores, los colonizadores y sus continuadores, que
no se diferencian en gran cosa hasta prácticamente entrado este siglo, tienen
una cultura enteramente distinta que la de la población indígena, y la pro-
porción cuantitativa es verdaderamente impresionante. Vamos a poner unos
cuantos ejemplos cuantitativos, y después algunos datos interesantes que les van
a dar a ·ustedes la idea muy clara de hasta qué punto era verdaderamente
profunda esta división en dos mundos. Se hizo un censo general en 1940: según
el mismo, las dos terceras partes de las sierras del Perú eran totalmente, o casi
totalmente, quechuas; aun la clase, el grupo dominante, los criollos, los terra-
tenientes hablan el quechua; no se puede vivir en la sierra sin hablar el que-
chua. Por ejemplo, las cifras del censo daban este resultado : de 115 mil habitan-
tes, sólo 25 personas no hablaba.n quechua; de esa cantidad de gente, un 95 %
hablaban el quechua y un 75 % eran monolingües.

47
Ahora, ¿cuál era el concepto, la idea, que tenían los que no hablaban
quechua respecto de los que lo hablaban? ¿La opinión que tenían los indios de
los no indios y al revés? En la revista que fue el órgano de los liberales durante
la independencia, "El Mercurio Peruano", hay un famoso articulo publicado
hacia fines del siglo XVIII, en el que se hace una descripción del indio, exac-
tamente como si ·fuere un animal. Desgraciadamente no tengo aquí el texto,
que es verdaderamente impresionante, porque describe al indio como un ani-
mal y se pide que se le trate como a un animal; dice que a los indios se les
puede reconocer como los podencos reconocen a los moros: por el hedor. Se
describe primero su figura física , que se corresponde exactamente a la de un
imbécil, un subdotado irremediablemente perdido.
Por otra parte, los primeros narradores, incluso los llamados indigenis-
tas, consideran al indio como un personaje totalmente perdido para el porvenir,
sin ningún remedio.
Ahora, ¿qué es lo que piensan los indios respecto a los "señores"? Se
'han descubierto últimamente algunos mitos, que son la expresión más cabal
de lo que loo indios piensan respecto de los "señores". La mayor parte de las
haciendas de la zona andina del país tienen siervos, es decir, que trabajan
gratuitamente para el hacendado. En una hacienda se descubrió un mito creado
por los indios, en el cual se asegura que hubo dos humanidades: una humanidad
muy antigua, que fue creada por el Dios Adán-Eva. El Dios Adán-Eva creó una
humanidaid formada por gentes que eran muy fuertes , que hacían caminar las.
piedras con azotes y que construyeron grandes edificios mediante ese poder
descomunal que tenían; el defecto que tenían es que eran relativamente esca-
sos de inteligencia. El Dios Aidán-Eva se prendó de una mujer hermosa, pero
ella no aceptó los requerimientos del Dios y entonces el Dios la llevó por la vio-
lencia a su casa y cuando la mujer estuvo encinta la arrojó de su casa. Esta
mujer era la Virgen de las Mercedes.
La Virgen de las Mercedes dio a luz un niño, que es Teete Mañoco;
cul!lndo fue hombre destruyó la humanidad creada por su padre, haciendo caer
una lluvia de fuego. Como quedaban algunos todavía vi,vos, con el hueso de
una canilla acabó de matar a los últimos que quedaban de la humanidad
creada por su padre y creó luego a la humanidad actual, pero dividió a la
humanidad en dos gentes: los indios y los blancso. (Pero no les llamaban blan-
cos, sino "mistis", porque la división es mucho más cultural que racial.) · Divi-
dió a la humanidad en indios que debían trabajar para los mistis, y los mllitis
que tenían el privilegio de gozar del fruto del trabajo de los indios, a los cua-
les se les podía hacer trabajar por la fuerza y azotándolos. Pero también creó
al mismo tiempo el Infierno y el Cielo.
Todos van al infierno, porque nadie está exento de pecado; luego todos
van al Cielo. Pero el cielo es exactamente igual que la tierra; la única diferen-
cia que hay es que, en el Cielo, los que fueron indios en la tierra tse convierten
en blancos señores y hacen trabajar a los que en este mundo los hicieron tra-
bajar a ellos. Y así como los blancos o mistis los consideraban a ellos como una
humanidad aparte, los indios también consideran a los otros como una huma-
nidad enteramente aparte.
Hay otro mito que ceincibe dos grupos de haciendas, creado por indios
de una comunidad libre, una comunidad en la cual los indios no fueron total-
mente despojados de sus tierras. Según ellos, la humanidad fue creada por un
Dios que se llama Inkarrí. Inkarrí creó a loo segundos dioses, o sea las mon-
tañas, que protegen al hombre porque de ellas brota el agua y son, al mismo
tiempo, los dioses de la fecundidad. Luego de crear las montañas, creó al hom-
bre y todo lo que sobre la tierra existe, y finalmente lanzó una barreta de oro
y allí donde cayó la barreta de oro fundó la ciudad de El Cuzco, que era la ciu-
dad donde él, Inkarrí, debía vivir. Después vino el rey español y entró en gue-
rra con Inkarrí. El rey español era mucho más astuto y tenía armas más
poderosas: venció a Inkarrí y le cortó la cabeza. La cabeza está enterrada en
El Cuzco, pero Inkarrí no está muerto. El cuerpo del Dios se está reconstru-
yendo de la cabeza hacia abajo, hacia abajo de las piernas; cuando el cuerpo
del dios esté enteramente reconstruido, entonces dará un salto sobre el mundo
e Inkal'rí hará el juicio final. Esta división es total y hasta hace nada más que
unos treinta años era absolutamente irreconciliable.
Vamos a citar otro caso. No en todas las zonas de la sierra del Perú el
color de los señores es tan absoluto, hay ciertas diferenci~ según las zonas.
PQr ejemplo, en la zona de El Cuzco ·y de Apurimac es donde el poder de los
señores es mucho más fuerte, porque casi todas las tierras están divididas
en haciendas con siervos. Hace relativamente poco, alrededor de 1958, un señor

48
cuyo nombre podemos citar: Julio Romanville, fue a visitar su hacienda, una
inmensa hacienda del valle de la Convención, donde se produjeron las pri-
meras invasiones de indios a las tierras, bajo la inspira:ción y dirección de Hu-
go Blanco. Fue a visitar esa gran hacienda el señor Romanville, y los indios se
prosternaron y le besaron las manos, como es tradicional en los siervos. Pero
una mujer no acató esa tradición y Romanville ordenó que le cortaran el brazo.
Después se descubrió que la mujer no había besado las manos del señor porque
era idiota. Esta información fue publicada en los periódicos, en un diario de
mucha circulaéión, "El Expreso": la mujer apare~!ió con el brazo mutilado. Les
estoy hablando de 1957 ó 1958.
La novelística de este siglo comienza con un tema que se refiere a esta
zona del país, a la Sierra, en donde hay una tremenda y absoluta división en-
tre indios y no indioo. Los mistis consideran a los indios 'como bestias, de los
cuales no hay nada que esperar más allá de lo que es una bestia de carga.
Los primeros narradores que tienen cierta importancia en la literatura
internacional tocan este tema y son conocidos por todos los estudiantes de
literatura; son: López Albújar y Ventura García Calderón. ¿Cómo describen al
indio? Los dos describen al indio como un ser de expresión pétrea, misteriosa,
inescrutable, feroz, comedor de piojos. Es 'curioso cómo estos dos narradores es-
cribieron al mismo tiempo libros sobre las zonas de las cuales ellos son oriundos,
porque los dos son costeños: López Albújar es :de la costa norte del país, de
Piura, y García Calderón es limeño y ¡pasó casi toda su vida en París. Ellos es-
cribieron libros y narraciones sobre los temas de la costa; sin embargo, estos
libros o estas narraciones sobre temas de la costa no tuvieron mayor trascen-
dencia; se hicieron famosos por sus libros en los cuales describen el mundo de
los indios, el mundo de la sierra.
Luego de estos narradores surgen los de nuestra generación, formada
princilpalmente por dos autores: Ciro Alegría y yo. Los dos nacimos en zonas
de la sierra, bastante distintas la una de la otra. Ciro nace como hijo de un pe-
queño hacendado, en la zona de la sierra norte del país, donde ya no hay indios
desde el punto de vista cultural, porque los indios de la zona norte no hablan
quechua, perdieron muchas de sus tradiciones comunitarias, perdieron sus reli-
giones locales y fueron convertidos a la servidumbre. Pero entre los indios, hay
menos elementos de cohesión, porque no hay identidad de tipo cultural.
Los indios de la zona central y del sur tienen una religión local muy
activa, tienen costumbres comunitarias que los i<;lentifi.can de una manera muy
sólida. En cambio, en la zona norte han sido casi todos catequizados, tienen un
catolicismo muy elemental y han perdido vínculos culturales.
De modo que hay un error cuando se considera que en las narraciones
que esc1ibí yo es donde se descubre por primera vez al indio. No es cierto. Lo
que ocurre es que en las novelas de Ciro Alegría aparece un indio, que es tal
desde el punto de vista social, pero no lo es desde el punto de vista cultural;
entonces no tiene todas estas características, tan distintas, tan originales como
las del indio del sur.
En los libros que escribí se revela la población indígena, que conserva
much<;> más que todas las demás regiones sus antiguas tradiciones. En estas
zonas, como les dije, todos hablan el quechua, no hay una persona que pueda vi-
vir en esta región sin dominar el ~dioma. El que yo haya aprendido a hablar el
quechua no es ninguna excepción, casi todos los nifios aprenden a hablar el
quechua; por circunstancias muy especiales yo hablé exclusivamente el quechua
más o menos hasta los nueve afios. Viví en casa de una madrastra que era bas-
tante dura -de estas madrastras tradicionales-, y tuve la fortuna de que me
hiciera vivir con la población, con la servidumbre indígena.
Entonces cuando llegué a la Universidad leí los libros en los cuales se
intentaba describir a la población indígena: los libros de Léipez Albújar y de
Ventura García Calderón. Me sentí tan indigna;do, tan extrañado, tan defrauda-
do, que consideré que era indispensable hacer un esfuerzo por describir al
hombre andino tal como era y tal como yo lo había conocido a través de una
convivencia muy directa. Con algunos datos se puede ilustrar mejor esta ilu-
sión-: la pequefia población donde yo pasé mi infancia estaba totalmente domi-
nada por un terrateniente que, entre otras cosas, hacía morir de hambre y :le
estrechez a los animales que encontraba en sus pertenencias, y por los cuales
el dueño no pagaba el precio que el terrateniente consideraba necesario para
pagar la reparación de los daños; entonces los hacía matar, los hacía morir de
hambre y estrechez.

49
Luego, a mí no me permitían ir a la escuela; me hacían levantar a las
cinco de la mañana para traer leña, para hacer todos los trabajos que hace un
ill!dio. Pero como no era indio, como era hijo de un abogado -mi padre era
Juez de Primera Instancia en un pueblo que estaba un poco lejos de la aldea-,
entonces la población indígena me tomó prácticamente bajo su protección. En-
tonces yo viví íntimamente con esa gente, y apreoJdí a hablar el quechua, apren-
dí sus ca.nciones, y me identifiqué enteramente con ellos .
A medida que fui aprendiendo la l'iteratura occidental, y leyendo los
clásicos, especialmente españoles y rusos, deddí escribir, no con el propósito
muy expreso de publicar, sino de desahogar mi estado de amargura, de descon-
tento, casi de irritación contra esta descripción totalmente falsa que se hacía
de la población indígena. El primer problema que tuve fue que el castellano
no me servía para la interpretación de todas estas vivencias. Yo había apren-
dido todo este mundo en quechua, y el castellano me resultaba un instrumento
bastante ajeno, ineficaz. El primer relato lo escribí varias veces, a pesar de que
las primeras versiones fueron consideradas como buenas por mis compañeros
dedicaJdos a la literatura (algunos de ellos tienen obras bastante prestigiosas).
Entonces escribí en un tipo de castellano que es una espede no de mezcla .pe-
ro sí de estilo, en el cual el espíritu del quechua, las características del quechua,
están bastante vibrantes, están muy claras en el estilo castellruno.
Este primer librito, que es la interpreta·ción de la vida de una aldea,
fue recibido con mucho entusiasmo, porque todos los lectores re•conocieron que
a través de ese libro se describía por primera vez la población indígena, pero
no solamente a los indios sino a quienes hacían que el indio fuera tal como es.
Por otro !rudo, también se reconoció en este libro la a,¡parición de una
especie de nuevo estilo. Y es que los nuevos estilos no aparecen 1por lo general
con una búsqueda carebral. Generalmente un nuevo estilo aparece porque hay
un nuevo mundo que revelar. Y yo demoré mucho tiempo en llegar a dominar
el castellano a fin de que me sirviera como un instrumento verdaderamente
legítimo de expresión. Pero ese castellano resulta siendo totalmeñte distinto al
castellano de toda la literatura anterior peruana, y es muy característico. En
este ¡pequeño libro de ·r elatos están descritos dos elementos del mundo andino:
el odio y la ternura. El indio odia, odia con todas sus fuerzas a los que lo ex-
plotan y a los que lo odian a su vez, pe'ro hay un hecho que es muy importan-
te: en los indios el odio no es más grande que la ternura, porque entre ellos se
aman intensamente, y esto hace que el odio sea verdaderamente un odio de
tipo fecundo y no un odio perturbador.
Luego escribí una novela sobre la vida de una provincia, en la cual
también pasé parte de mi infancia. En esta provincia fui testigo de hazañas
verdaderamente extraordinarias realizadas por los indios. Por ejemplo: las co-
rridas de toros, que se celebran un poco a la manera de los españoles, pero con
unas circunstancias muy especiales: en lugar rde banderillas se ponía un cón-
dor encima del toro, para que el •c óndor picara el lomo del toro y lo enfureciera.
Los cóndores eran atraprudos en las montañas y luego se les hacía pasear por
las calles al son de una música especial, se les hacía danzar en la puerta de
la iglesia una danza religiosa, y luego se les encerraba. Al día siguiente se ama-
rraba un ·c óndor en el lomo del toro, se lanzaba el toro a la plaza, y los que lo
toreaban eran los indios; en cambio, los espectadores eran los señores. Pero
entonces el indio tenía la oportunidad de demostrar que no tenía temor, que
podía enfrentar a una fiera de igual a igual en cuanto a coraje, y había algu-
nos detalles verdaderamente heroicos. Para que el deseo de lucha del indio con
el toro fuera más intenso, se solía poner a los toros un trapo, que generalmente
era de seda, y se ponía en cada esquina del trapo una moneda de oro. El indio
que llegaba a arrancar el trapo del lomo del toro, naturalmente se apoderaba
de las monedas de oro.
Por lo general las corridas de toros terminaban con varias muertes,
pero aquí se daba la posibilidad de hacer volar al toro con dinamita. Desde una
barrera, a la edad de seis o siete años, he visto a indios a quienes tenía un
gran amor, acercarse con un medio cartucho de dinamita, con una mecha muy
pequeñita, y en el momento en que el toro iba ya a llegar al destino, lanzarle
al toro la dinamita y hacer volar al toro por los aires.
Luego, a los cóndores se les despedía con cantos muy antiguos, a la
orilla del pueblo en el Andén lde la Despedida. Se rudornaba al cóndor con cin-
tas, luego se le soltaba, y entonces se cantaban canciones muy tristes y muy agu-
das, Y los cóndores se levantaban muy lenta y dolorosamente, y subían al cielo
mientras toda la población cantaba. Yo he visto una vez a uno de esos cóndores,
a los pocos días de la corriida, volando por encima de las nierves, en las mon-
tañas.

50
Esos mismos indios construyeron en ventiocho días una carretera de la
capital de la provincia hasta la costa, en una carga en que participaron diez
mil i~dios trabajando casi las veintkuatro horas del día, para demostrarles a
l_os. senores del puebl~ que ellos eran capaces de realizar hazañas que, sin duda,
umcamente ellos podian cumplir. En el momento de la entrega de la carretera,
llegaron cuatro alcaldes de las comunidades del pueblo de Puquio, y al tiempo
de entregar la carretera le dijeron en quechua a las autorLdrudes del pueblo:
"Aquí está el camión, ya hemos construido la carretera. Si la comunidad lo
decide, podrá hacer un socavón por debajo de las montañas, de aquí hasta el
mar".
De modo que en el pueblo de San Juan de Lucano, donde pasé mi niñez,
aprendí un odio y una ternura inextinguibles; en este otro pueblo tuve la
impresión indestructible de todo lo que podía ser 'c apaz la población indígena
si así lo decidía.
En el tercer relato, que abarca ya una región del país, se muestra y se
interpreta otro sector y otro problema del Perú como país. El personaje princi-
pal son los indios de hacienda, estos siervos de hacienda a los cuales los propios
indios de las comunidades les tienen inmenso desprecio.
A un indio que encontré en una chicheria de la ciudad capital del de-
partamento le pregunté si era indio de hacienda, porque tenía un aspecto de
gran humildad y sumamente pobre de vestido, tal como un mendigo; le pregun-
té si era un indio de hacienda y me contestó con gran indignación que él no
era un indio de hacienda porque esos eran unos miserables a quienes si el due-
ño de la hacienda les decía: "dale tu lengua al perro", sin duda le daban la len-
gua al perro.
Sin embargo, estos indios realizaron también otra hazaña que está
descrita en "Los Ríos Profundos", que ustedes conocen: los siervos de hacienda,
cuando cunde una peste, deciden tomar la capital de la provincia para obligar
a¡ cura a decir una misa para que muera la madre de la peste. Y a pesar de
que tratan de impedir el avance de los indios con ametralladoras y con :fusiles,
los indios desafían la muerte, toman la ciudad y obligan al padre predicador a
que diga la misa, y luego regresan a las haciendas de las cuales son siervos,
cantando himnos triunfales.
Yo estaba sumamente desolado cuando en los comentarios del libro,
que eran por lo general muy elogiosos, no se descubría la intención de la obra,
hasta que uno de ellos lo dijo expresamente -!pre-cisamente en una revista que
dirigía Romualdo, "Tareas del pensamiento peruano"-, un comentarista que se
llama Lóbano: "Si los indios toman una ciudad, a pesar de que se les trata de
impedir el 1paso con ametralladoras y fusiles, por una causa de orden religioso
y mágico, ¿no sería posible que tomaran el mismo valor y aun mucho más si
fueran impulsados por una razón de tipo social mucho más violenta?" Siete
años después de publicado el libro, los siervos de las haciendas del valle de la
Convención toman las haciendas de la Convención, y va la policía y no los pueden
desalojar porque los indios notifican a los policías que van a quedarse en el si-
tio y que prefieren morir en el sitio, antes de volverse a las miserables tierras
que ocupabrun desde muchos siglos antes, que siempre son las más pobres de
las haciendas. Luego va el ejército y tampoco puede desalojar a los indios que
han tomado las haciendas, hasta queJa Junta Militar se ve obligada a dar una
ley de reforma agraria exclusiva para esta provincia, y esos indios siervos si-
guen siendo ahora dueños de las haciendas que tomaron.
En mi último libro, que se llama "Todas las Sangres", se trata de de-
mostrar la descomposición que en ese momento estaba ocurriendo en la zona
más atrasada del país, como consecuencia de la apertura de las carreteras, de
mayor vinculación a las regiones más industrializadas; las poblaciones de las
comunidades y de las haciendas invaden las haciendas o se vienen a las ciu-
dades. Y esta descomposición de la sociedad andina peruana yo creo que obe-
dece a un plan muy meditado, muy inteligentemente meditado por las clases
dominantes del Perú. Se ha tratado de demostrar en este libro la relación de
poderes y de los mecanismos de dominación, que va desde las potencias que
dominan el mundo, hasta cómo esas potencias, por intermedio de los grupos
dominantes del 1país, aceleran esa descomposición de la sierra peruana. La for-
ma de explotación de las tierras mediante siervos, que fue buena hasta hace
treinta años, ahora ya no lo es. Hay la intención planificada de acabar con ese
tipo de explotación de la tierra, y los indios están siendo desalojados, o ellos
mismos están abandonando los feudos y se están convirtiendo en obreros o en
sirvientes en las ciudades.

51
Unas cuantas cifras, unos cuantos datos les pueden dar a ustedes una
idea muy clara: en la ciudad de Lima hay ahora setecientas mil personas
de habla quechua, y hay tres mil organizruciones, clubes, de residentes de los
pequeños pueblos de la Sierra. Es a partir de este momento, hacia 1945, que co-
mienza la narrativa que ipterpreta y muestra los problemas de las ciudades, y
aprurecen tres autores que muestran esta nueva realidad del país e inte1:1pretan,
ya no el mundo andino sino el mundo de las ciudades. Hay más, pero nos va-
mos a referir solamente a estos tres, que son muy representativos: Enrique
Congrains, Julio Ramón Ribeyro y Mario Vargas Llosa.
Enrique Congrains es un joven esc.r itor que interpreta este mundo de los
barrios de Lima, en donde las poblaciones andinas que han bajado de todas es-
tas aldeas y haciendas se tncorporan a la ciudad, pero en un proceso muy difícil
y muy duro; son gente que habla muy poco el castellano, que por eso mismo se
organizan en pequeños clubes que son verdaderos me-canismos de defensa frente
a ese monstruo de la ciudad que conocen poco. Y van así incorporándose a
la ciudad en un proceso muy lento, primero de automenosprecio de sus pro-
pias tradiciones culturales, de su música, de sus danzas, y luego, una vez orga-
nizados en estos pequeños clubes, bailan a escondidas sus danzas antiguas,
celebran sus fiestas y son una cantidad tan grande que han empezado a indige-
nizar estas capitales, que eran antes tan coloniales y ahora están tan podero-
samente influidas por la cultura norteamericana.
Enrique Congrains ha escrito varios cuentos excelentes, que describen
este tipo de nombre emergente de un tipo de cultura todavía muy amorfa, muy
confusa. Los ciudadanos pretenden dejar de ser campesinos, pretenden dejar
de ser indios, y no lo consiguen; en sus fiestas 'c omienzan por bailar danzas de
moda (las bailan en una forma bastante grotesca) y al final, cuando ya están
muy ebrios, se olvidan, echan a un lado esas danzas y se ponen a bailar sus bai-
les y a cantar en quechua. Este tipo de hombre confuso vive en barriadas sin
agua, sin luz, que son inmensas (hay, como les digo, una población de unos seis-
cientos o setecientos mil habitantes). Congrains, con una gran autenticidad, ha
logrado escribir dos o tres cuentos excelentes sobre ese mundo.
Ribeyro ha escrito unos relatos sobre la clase media de Lima, y tiene
también mucho sobre este mundo de las barriadas. Tiene un cuento que es
muy famoso, que se llama ''Gallinazos sin Plumas", que es una imagen atroz
de la vida inenarrablemente cruel en que viven muchas de estas gentes. Los
"Gallinazos sin Plumas" son la gente que vive de la basura; los cerdos acaban
por comerse a los hijos de las personas que crían los cerdos.
Es un autor con muy buena información de la literatura de occidente,
en especial de las lenguas francesa e inglesa, pero Ribeyro describe un mundo
sombrío, escéptico. Todos sus relatos dejan una sensa,ción de impotencia fren-
te a las fuerzas que determinan esa situación de gran i:nferioridad y de gran
crueldad en que vive esta sección de la población, especialmente de Lima.
Bueno, casi todos ustedes deben conocer dos libros de Mario Vargas
Llosa. Mario Vargas Llosa ha recogido todo el material de la narrativa peruana,
de la narrativa latinoamericana, y lo ha tratado luego con conocimiento legíti-
mo, intimo, de todas las técnicas de la literatura occidental. Y con esos instru-
mentos ha tratado primero el mundo de la ciudad en "La Ciudad y los Pe-
rros", Y ha hecho un friso general del país en "La Casa Verde". Su obra ofrece
los materiales ¡peruanos: el mundo del hombre peruano y el paisaje peruano en
símbolo y en personajes de tipo mucho más univensal, más sublimado y, por lo
mismo, mucho más accesible a un público internacional.
Pero algunos tenemos la impresión de que •·•La Ciudad y los Perros" y
"La Casa Verde" tienen un tono un poco sombrío y un poco escéptico.
Los libros anteriores a los de Vargas Llosa están cargados de la mate-
ria del paisaje y del hombre ¡peruano, emocionales, directos, quizás en una
forma que podríamos llamar un rpoco más bruta. Ni Ciro Alegría ni yo sabe-
mos lenguas extranjeras; no somos hombres tan entendidos en la técnica de
la narración; hemos descrito este mundo de la mejor manera que hemos podi-
do hacerlo, pero lo hemos hecho de una manera enteramente directa, quizás
sin intención de gloria, con el propósito de revelar un mundo múltiple, quizás
lo más complejo del mundo, en cuanto a la divensidad de elementos, de cargas
espirituales que hay en cada uno de lo individuos de este país, en el cual hay
diez mil años de ejercicio de la inteligencia y de la habilidad manual del hom-
bre antiguo; diez mil años de historia, influidos ¡por una cultura con una tra-
dición tan antigua como la nativa, pero que ha tenido la ventaja de descubrir
elementos mucho más poderosos. Sin embargo, la interinfluencia de estos dos

52
materiales forma una diversidad infinita de mezclas, de grados de mezclas,
entre las dos culturas: todo esto moviéndose en un paisaje en que la población
mayor está entre los 2.500 y 4.500 metros de altura, donde seguramente hay
abismos como seguramente no existen sino en la zona de las grandes monta-
ñas de Asia.
La cuestión es que uno se mete en una quebrada en el Perú, levanta la
cabeza, domina dos mil metros de altura, y a lo largo de los dos mil metros de
altura hay centenares de andenes, algunos abandonados por la cultura actual,
pero que estuvieron totalmente cultivados en la época antigua, y donde se en-
cuentran poblaciones, árboles y cultivos.
Nosotros tenemos en el Perú todos los climas del mundo y, por eso
mismo, tenemos frutas y frutos de todos estos 'c limas durante todo el año: te-
nemos tomates todo el año, naranjas todo el año y choclos todo el año. No ne-
cesitamos esperar de la rotación de las estaciones, porque tenemos todas las es-
taciones funcionando al mismo tiempo.
Pero también, por lo mismo, vivimos de diversidades verdaderamente
infinitas. Estas diversidades las pueden encontrar en los relatos de Ciro Ale-
gría y en los libros que yo he escrito de una manera muy directa, tal como
pasó con las canciones de gesta, de una manera no diría exactamente bárba-
ra sino con referencia a cómo hiere cuanto enseña lo bárbaro, y <Cómo uno pue-
de contaminarse de la materia de ese lenguaje bárbaro. Todo ese material es
elevado a un nivel distinto, a un nivel internacional, por Vargas Llosa. Pero por
lo mismo ese material se ha adelgazado.
Y para terminar, una última referencia. Nosotros empezamos a escribir
hacia 1934, cuando creíamos que la justicia social estaba a la vuelta de la esqui-
na. Teníamos una fe formidable en que la justicia social la iba a conquistar el
hombre en muy poco tiempo.
Ciro Alegría estuvo ¡preso y se escapó de ser fusilado por milagro, des-
pués de haber sido perseguido como una fiera durante tres días por las monta-
ñas. Yo también estuve preso unos tres meses, y escribí un relato de la prisión, al
cual me he olvidado de referirme. Es un buen relato. ¿Y saben ustedes por qué?
Porque en las prisiones estaba lo peor y lo mejor del Perú: estaban las gentes
más depravadas, las más castigadas por la maquinaria de opresión social, por la
miseria y también por las torturas de tipo policial; pero estaban también los
lideres de los movimientos obreros, de los movimientos políticos, las personas
más puras que yo he conocido en este mundo; las depravaciones sexuales más
monstruosas; y los espíritus que creían de una manera verdaderamente con-
tagiosa (y contagiosa para siempre) que el hombre será •capaz de vencer todas
las cosas que ahora lo hacen imperfecto, aunque el hombre enteramente per-
fecto no dejamos de reconocer que debe ser algo aburrido.
En cambio, los narradores actuales, los jóvenes actuales no están movi-
dos por una convicción tan profunda, tan sólida, de que la victoria del bien so-
bre el mal es tan inmediata. Ahora se tiene la impresión de que esa lucha va a
ser muy larga y va a ser muy dura. En el mismo Vargas Llosa, en "La Ciudad y
los Perros", el triunfador es militar, es el militar el hombre que sale allí como el
hombre más positivo. Los otros son destrozados. Entonces los narradores jóve-
nes, a diferencia de los poetas, ven la realidad social del país quizás de una ma-
'llera más real, más directa, más íntima; están llenos de esperanza, pero al mis-
mo tiempo están un poco desesperados.

53
''José M. Arguedas se fue muriendo de Perú..."

Francisco lgartúa
REVISTA "OIGA" (1969)
iLIMA - PERU

Entre lágrimas y cánticos quechuas fue conducido al cementerio


de Lima...

De un balazo en la sien, frente a un social y espiritual. ¡A él sí que le do-


espejo para que su maltrecha mano no lía, y mucho, el Perú! ¡Me consta des-
errara el disparo, se fue de entre los de tiempo atrás! Desde hace muchos
vivos José María Arguedas, novelista meses, cuando a pesar de nuestra
insigne y peruono cabal. Este acro, que relativamente escasa relación de amis-
concluyó días después en un Jecho de tad me hizo confidente de sus inquie-
hospital y que nunca dejará de asom- tudes por el destino de esta patria a
brar a sus espectadores, quiso que se la que quiso tanto. Tanto que no
produjera en los claustros de La Moli- sería exageración decir que José Ma-
no, porque entre sus amores en la ría Arguedas se fue muriendo de
vida tuvo lugar preferente la universi-
Perú. Su actitud no se debió, sin
dad. A ella, a profesores y alumnos,
embargo, al pesimismo. Todo lo
le ha dejado un hermoso mensaje de
contrario: Arguedas tenía fe, enorme
aliento que los diarios del miércole-s
confianza en el futuro peruano, y no
han publicado, contrariando los temo-
res de José Moría . A mí, a esta redac- tuvo temor en expresar hace algunos
ción de c:OIGA», me escribe una car- meses, en un artículo publicado en
ta de despedida y me confía otros do- c:Oiga>>, su esperanzada simpatía por
cumentos que trasmiten la angustio- las medidas revolucionarias de nuestra
sa y angustiante preocupación que tu- Fuerza Armada y por aquellos oficia-
vo siempre por su adorado Perú y por les a los que en años idos miraba con
la lucha del hombre, aquí y en todas desconfianza «serrana», que él creía
partes, hacia su perfeccionamiento invencible. Como lo explica en sus car-

54
tos póstumas, él no se va de la vida literarios de su última novela -qué
porque no encuentra horizonte para concluye precisamente con su suici-
los ideales de los hombres que pien- dio- y algunas consideraciones so-
san como él, sino porque se sien- bre los derechos de sus obras. El ca-
te incapaz de participar en la lucha, pítulo final de su «detenida» novela,
de ser actor de la revolución que se donde se repite y extiende el mensa-
está gestando en todos los rincones je, son las últimas palabras de un al-
del mundo. «Como estoy seguro -le ma tremendamente atormentada, cu-
dice a cpnzalo Losada- que mis fa- ya trágica y conmovedora muerte fue
cultodef y armas de creador, pro- minuciosamente planeada, como se
fesor, ~studioso e incitador, se han ve en los documentos que dejó. Po-
debilitddo hasta quedar casi nulos y día preverse en las líneas que me es-
sólo ~e quedan las que me relegarían cribió desde Santiago de Chile. Están
a lo condición de espectador pasivo e fechadas el 7 de julio de este año
impotente de la formidable lucho que y dicen así:«Querido Paco: luego de
la hu¡nanidod está librando en el Pe- revisor los dos últimos números de
rú y en todas partes, no me sería po- «Oiga», que acabo de recibir, he es-
sible tblerar ese destino. O actor, como crito especialmente para tu revista
he sido desde que ingresé a lo escue- ese artículo sobre el Ejército perua-
la secLndaria, hace cuarenta y tres no. Ojalá te parezca bien. Pocas ve-
1
años, o nada.» ces he escrito algo con tanto esfuerzo
En los páginas siguientes, que me para mantener el temple. Estaba al-
dejó Jos~ María para ser publicados go débil porque venía soliendo de una
en «Oiga», podrán los lectores apre- bronquitis con sinusitis y siete días de
ciar el le~odo político de un escritor cama. Tú bien sabes cuánto admiro
que se ddstrozó lo vida de tonto amar y aprecio tu trabajo y los de la redac-
a su país 1 Es un mensaje simple, no de ción de la revista. Te lo he dicho mu-
político sino de literato, que ofrece chas veces. Si ello no existiera, acaso
dificultades de lectura por estar en- ni hubiera tenido la verdadera feli-
tremezclado -en lo que respecta a cidad de escribir con libertad y ener-
la corta dirigida al famoso publi- gía este artículo. ¡Que todo seo por
cista argentino Gonzalo Losada- con nuestro Perú amado! La vida por él,
largas explicaciones sobre los valores Paco. Te abraza, José María".

55
Documentos póstumos da
José María Arcuadas \
1
Carta a la Universidad Agraria del Perú

"La Malina, 27 de noviembre de 1969.


\\
Señor Rector de la Universidad Agraria. Jóvenes estudiantes:
Les dejo un sobre que contiene documentos que explican las causas de
la decisión que he tomado.
Profesores y estudiantes tenemos un vínculo común que no puede ser ~n­
validado por negación unilateral de ninguno de nosotros. Este vínculo ef is-
te incluso cuando se le niega: somos miembros de una corporación creada
para la enseñanza superior y la investigación. Yo invoco este vínculo J lo
tomo en cuenta para hacer aquí algo considerado como atroz: el suicidio.
Alumnos y profesores guardan conmigo un vínculo de tipo intelectual que se
supone y se concibe debe ser generoso y no entrañable. De ese modo re1'birán
mi cuerpo como si él hubiera caído en un campo amigo que le perte ece, y
sabrán soportar sin agudezas de sentimiento y con indulgencia este echo.
Me acogerán en la casa nuestra, atenderán mi cuerpo y lo acomp~arán
hasta el sitio en que deba quedar definitivamente. Este acto considera!:lo a-
troz yo no lo puedo ni debo hacer en mi casa particular. Mi casa de todas
mis edades es ésta: la UNIVERSIDAD. Todo cuanto he hecho mientras tu-
ve energías pertenece al campo ilimitado de la Universidad y, sobre todo, el
desinterés, la devoción por el Perú y el ser humano que me impulsaron ¡¡ tra-
bajar. Nombro por única vez este argumento. Lo hago para que me dispen-
sen y me acompañen sin congoja ninguna sino con la mayor fe posible en
nuestro país y su gente, en la UNIVERSIDAD, que estoy seguro anima nues-
tras pasiones, pero sobre todo nuestra decisión de TRABAJAR por la libe-
ración de las limitaciones artificiales que impiden aún el libre vuelo de la
capacidad humana, especialmente la del hombre peruano.
Creo haber cumplido mis obligaciones con cierto sentido de responsabi-
lidad, ya como empleado, como funcionario, docente y como escritor. Me re-
tiro ahora porque siento, he comprobado que ya no tengo energía e ilumi-
naci6n para seguir trabajando, es decir, para justificar la vida. Con el: acre-
centamiento de la edad y el prestigio, las responsabilidades, la importancia de
estas responsabilidades crecen y si el fuego del ánimo no se mantiene y la lu-
cidez empieza, por el contrario, a debilitarse, creo personalmente que no hay
otro camino que el'egir honestamente que el retiro. Y muchos, ojalá todos
los colegas y alumnos, justifiquen y comprendan que para algunos el retiro
a la casa es peor que la muerte. ·

56
He dedicado este mes de noviembre a calcular mis tuerzas para descU-
brir si las dos últimas tareas que comprometían mi vida podían ser realiza-
das, dado el agotamiento que padezco desde hace algunos años. No. No ten-
go fuerzas para dirigir la recopilación de la literatura oral quechua ni menos
para emprenderla, pero con el Dr. Valle Riestra, Director de Investigaciones,
se convino en que esa tarea la podía realizar conforme al plan que he pre-
sentado. Voy a escribir a la Editoriat Einaudi, de Turín, que aceptó mi pro-
puesta de editar un volumen de 600 páginas de mitos y narraciones que-
chuas. Nuestra Universidad puede emprender y ampliar esta urgente y casi
agónica tarea. Lo puede hacer si contrata, primero, con mi sueldo que ha
de quedar disponible y está en el presupuesto, a Alejandro Ortiz Rescaniere,
mi ex discípulo y alumno distinguido de Levi-Strauss durante cuatro años
y lo nombra después. El se ha preparado lo más seriamente que es posible pa-
ra este trabajo y puede formar, con el Dr. Alfredo Torero, un equipo del
más alto nivél. Creo que la Editorial Einaudi aceptará mi sustitución por
este equipo que representaría a la Universidad. En cuanto a lo demás, está
expuesto en mi carta a Losada y en el "Ultimo Diario'' de mi casi inconclusa
novela "E.t zorro de arriba y el zorro de abajo". Documentos que acompaño
a este manuscrito.
Dedaro haber sido tratado con generosidad en la Universidad Agra-
ria y lamento que haya sido la institución a la que más limitadamente he
servido por ajenas circunstancias. Aquí, en la Agraria, fui miembro de un
Consejo de Facultad y pude comprobar cuán fecunda y necesaria es la in-
tervención de los alumnos en el gobierno de la Universidad. Fui testigo de
cómo delegados estudiantes fanatizados y algo brutales fueron siendo gana-
dos por el sentido común y el ESPIRITU UNIVERSITARIO cuando los
profesores en lugar de reaccionar sólo con la indignación lo hacían con la
mayor serenidad, energía e inteligencia. Yo no tengo ya desventuradamente
experiencia personal sobre lo ocurrido durante los trece meses últimos que
he estado ausente, pero creo que acaso los cambios no hayan sido tan radi-
cales. Espero, creo, que la Universidad no será destruida jamás; que de la
actual crisis se alzará más perfeccionada y con mayor lucidez y energía
para cumplir su misión.
Las crisis se resuelven mejorando la salud de los vivientes y nunca an-
tes la Universidad ha representado más ni tan profundamente la vida del
Perú. Un pueblo no es mortal, y el Perú es un cuerpo cargado de poderosa
sabia ardiente de vida impaciente por realizarse; la Universidad debe
orientarla con lucidez, "sin rabia'', como habría dicho Inkarri, y los estu-
diantes no están atacados de rabia en ninguna parte, sino de generosidad
impaciente, y los maestros verdaderos obran con generosidad sabia y pa-
ciente. ¡La rabia no!
Dispensadme estas póstumas reflexiones. He vivido atento a los latidos
de nuestro país.
Dispensadme que haya elegido esta casa para pasar, algo desagrada-
blemente, a la cesantía. Y, si es posible, acompañadme en armonía de fuer··
zas, que por muy contrarias que sean, en la Universidad y acaso sólo en ella
pueden alimentar d conocimiento.

57
AL RECTOR Y ALUMNOS

P. D. Si a pesar de la forma en que muero ha de haber ceremonia y


discursos, les ruego no tomar en cuenta el pedido que hago en el "Ultimo
Diario'' con respecto a los músicos, mis amigos, Jaime Durand o Damián
Huamani, pero sí el de Alberto Escobar. Es el profesor universitario a quien
más quiero y admiro, él y Alfredo Torero. Anhelaría que Escobar leyera
el "Ultimo Diario". Digo que no se tome en cuenta lo de los músicos no
por otra razón que los inconvenientes de cualquier índole que pueda haber.
Además, ese "Diario" es más que un pedido, expresión final de anhelos y
pensamientos. También, sí, confirmo mi deseo de que, si ha de haber dis-
cursos, que sea un estudiante de La Malina. Dispensadme.
P. D. Espero que mi esposa Sybila Arredondo no tenga inconveniente
en cobrar lo que me corresponda de haber por este mes. Ha de necesitarlo.

J. M. A.

e artaa 1a Editorial Losada


de Buenos Aires (Argentina)

Santiago de Chile, 29 de agosto de 1969.


(Corregido y reafirmado a mi vuelta, en Lima, el 5 de noviembre)
Señor Don
Gonzalo Losada
Buenos Aires.
Querido don Gonzalo:
Uno de estos días me voy definitivamente a Lima. Esta carta se la en-
tregarán junto con el ¿Ultimo Diario? de los ''Zorros'', documento que aca-
so pueda, como pretende, aliviar la novela de su verdadero aunque parcial
truncamiento. Tendencias y personajes ya definidos -el proyecto era ama-
rrar y atizar en la Segunda Parte- y símbolos apenas esbozados que em-
pezaban a mostrar su entraña han quedado detenidos. Así los capítulos de
la Primera Parte y los episodios de la Segunda llegan, creo, a formar una
novela algo inconexa que contiene el germen de otra más vasta. Veo aho-
ra que los Diarios fueron impulsados por la progresión de la muerte.
¿Se acuerda usted que le escribí -me parece que fue en junio-
anunciándole que en dos o tres meses más concluiría el primer borrador de
los Hervores que me faltaban de la Segunda Parte? Si hubiera podido se-
guir trabajando al ritmo con que lo hacía entonces quizá lo habría conse-
guido. Pero me cayó un repentino huayco que enterró el camino y no pude
levantar, por mucho que hice, el lodo y las piedras que forman esas ava-
lanchas que son más pesadas cuando caen dentro del pecho. Quiero de-
jar constancia que el huayco fue repentino pero no completamente ines-
perado. Hace muchos años que mi ánimo funciona como los caminos que
van de la costa a la sierra peruana, subiendo por abismos y laderas geo-

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lógicamente aún inestables. ¿Quién puede saber qué día o qué noche ha
de caer un huayco o un derrumbe seco sobre esos caminos? La novela ha
quedado, pues, lo repito, no creo que absolutamente trunca sino conteni-
da, un cuerpo medio ciego y deforme pero que acaso sea capaz de andar.
Allí están, por ejemplo, cuatro hombres indo-hablantes que por la di-
ferencia de sus orígenes y destinos se expresan y llegan a ser en la ciudad
puerto industrial (ese retorcido pulpo fosforescente) distintos castellanos
aunque de procreación semejante; y se encaminan, claro, a puntos o estre-
llas unos más definidos que otros. Y andan a pasos de otra laya, cada uno.
Y están, también, dos ciudadanos criollos, porteños, muy contrapuestos:
"libre" el uno, Moneada; amancornado el otro, Chaucato. Así es ... Y
hay unos cuantos más, a medio hacer; aparte de los Zorros, sus andanzas
y palabras. Unos símbolos, una trompeadura, atajados en el momento eri
que ya todo empezaba a encenderse.
Por eso, si a juicio de sus asesores y de usted mismo, don Gonzalo,
el relato aparece como insuficiente, deje a mi viuda que lo ofrezca a cual-
quier editor peruano o de otro país. Yo no dudo del valor de algunos ca-
pítulos (he alcanzado a recomponer el primero en estos días) y de la
importancia documental del conjunto. No puedo aventurar un juicio de-
finitivo, tengo dudas y entusiasmos. Ha sido escrito a sobresaltos en una
verdadera lucha - a medias triunfal- contra la muerte. Yo no voy a so-
brevivir al libro. Como estoy seguro que mis facultades y armas de crea-
dor, profesor, estudioso e incitador, se han debilitado hasta quedar casi
nulas y sólo me quedan las que me relegarían a la condición de especta-
dor pasivo e impotente de la formidable lucha que la humanidad está li-
brando en el Perú y en todas partes, no me sería posible tolerar ese
destino. O actor, como he sido desde que ingresé a la escuela secundaria,
hace cuarenta y tres años, o nada. Debo al auxilio de la doctora Hoff-
mann el haber escrito trece óe los catorce capítulos de "Todas las Sangres"
hasta el último hervor.
De usted he recibido, con motivo del proyecto de redacción de los
"Zorros" y mientras escribía el libro, las más nobles, las más generosas
cartas. Le estoy agradecido, y teniendo en cuenta su buena voluntad le
hago un último pedido: una edición popular de "Todas las Sangres" pa-
ra el Perú y el relato sobre Chimbote, si alcanzara a tener demanda. Al-
gún día los libros y todo lo útil no serán motivo de comercio lucrativo en
ninguna parte. Yo sé que usted está de acuerdo, en el fondo, con esta
conveniencia y que no ha sido el lucro el estímulo principal de su empre-
sa de editor. Mi viuda estará absolutamente de acuerdo con el pedido que
le hago. Ella tiene derecho sobre esos dos libros (x). Además, si acep-
ta usted "El zorro de abajo y el zorro de arriba" así como está y man-
tiene su decisión de disponer la edición inmediata, le pido insertar a ma-
nera de prólogo el breve discurso que pronuncié cuando me entregaron el
premio "Inca Garcilaso de la Vega", y que mi viuda, Sybila (acero y pa-
loma), y mi amigo Emilio Adolfo Wesphalen se encarguen de revisar las
pruebas y le aconsejen respecto de la edición. Emilio Adolfo es mi amigo
desde 1933; no ha hecho concesiones interesadas nunca y creo que es el
poeta y ensayista que más profundamente conocía y conoce la 1iteratura
occ 'dental y quien muy severa y jubilosamente apreció y difundió la lite-
ratura peruana, oral y escrita, desde las revistas que ha dirigido y dirige.
A él y al violinista Máximo Damián Huamani, de San Diego de lshua, les
dedico, temeroso, este lisiado y desigual relato.
Reciba usted un abrazo de despedida de su amigo,

José María Arguedas.

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Me voy de la vzda sin mds agobio
v~rdadero que el dejarte y dejar a Ca-
rolina (hija de Sybila). Pero verdade-
ramente tengo un cansancio incurable.
Has de comprender que la cesantía
es peor que la muerte para mí. Me
asusta algo la congestión de cuestio-
Cartas nes que mi desaparición ha de causar-
te, pero tengo fe en tu fortaleza y tu
a su generosidad para con nuestros seme-
jantes, en tu decisión de realizar tu vi-
da como yo la he realizado, con me-
esposa nos temple, pero quizá con algo de
1
mas amor.
Sybila Arredondo Comprende y cree en esto: Sin ti
seguramente me habría extinguido an-
tes. Te siento inocente y pura. Te pido
L. de Guevara algunas cosas en nombre no sólo de
nuestro amor, sino de nuestros ideales.
Cuida la edición de los "Zorros". Si.
Losada no lo aceptara oomo está, ofré-
celo a Siglo XX o quizá a una edito-
rial peruana. Ustedes con E. A. decidan
si debe ir en el libro la carta a Losada.
Acepta los derechos de ''Todas las
Sangres", de "Los Dioses y Hombres'';
te corresponden. Gestiona tu montepío
con Julio Salas. De inmediato te darán
el 80%. Creo que tienes derecho a
otros pequeños de la Universidad de
San Marcos.
Guarda el zorrito de plata para Ca-
rolina. No sé cómo harás para que en-
tienda mi desaparición.
Envíale a Celia (su ex mujer) la co-
rrespondencia con Forum, y si llega el
anticipo, envíaselo también, y el con-
trato con la Universidad ·de Chile.
Molina, 27 de noviembre de 1%9. "Todas las Sangres", que queda pa-
ra ti, es mi mejor obra. No la recha-
Sybi, amor:
ces. ¡No me rechaces! Creo que produ-
He dejado en la Universidad un je todo lo que de mí podía esperarse.
documento de tres hojas de éstas, di- Ojalá te quedes en Lima y te cases só-
rigidas al Rector y a los estudiantes. lo cuando estés muy segura. Te ruego
Y copia de la carta a Losada, del seguir llevando mi apellido, cosa que
''Ultimo Diario". Te dejo copia de mi anhelo con orgullo. Te admiro y te
especie de testamento y fotocopia del amo, tú sabes bien con cuánta hon·
documento al Rector y alumnos. dura te he amado, quizá con demasía·

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da sujeción o dependencia. Pero así me Molina, 28 de noviembre de 1%9.
formé. En cambio, tú eres un espíritu
redondo, indcpendient~ y con una sa- Sybi, amor querido, amor:
nidad y autodefensa excepcionales.
¡Perdóname! Desde 1943 me han
Con los fondos de la Mutual puedes visto muchos médicos peruanos, y des-
comprarte un departamento en el año de 1%2, Lola de Santiago; y antes
entrante o lo más pronto. también padecí mucho con los insom-
nios y decaimientos. Pero ahora en
Cobra mi sueldo de la Universidad estos últimos años, tú lo sabes, ya casi
Agraria, de noviembre, y de mi pen- no puedo leer, no me es posible escri-
sión. No ha de haber inconveniente. bir a saltos, con temor. No puedo
En fin, creo que no tendrás angustias dictar dases porque me fatigo. No
económicas por algún tiempo. Si deci- puedo subir la sierra porque me causa
des irte a Chile tendrías ciertas pers- trastornos. ¡Y sabes que luchar y con-
pectivas económicas inmediatas, pero tribuir es para mí la vida! No hacer
el porvenir a largo plazo está aquí nada es peor que la muerte y tú has
creo, amor mío, para ti: el. . . (pala- de comprender y, finalmente, aprobar
bra ininteligible), el huaylas, los cam- lo que hago. ¡Quédate en el Perú!
pesinos a quienes has aprendido a Nuestro amor es uno solo con el amor
amar. Ellos son ahora mi imagen, mi a este país tan encantado y algo te·
compañía, la continuación de nuestra rrible, de tanto poder y cadenas que
tarea. tiene. A través mío aprendiste a amar
Las cartas con Hugo no sé cómo las su música y danzas, su campesinado
publicarás. Ojalá él no se avergüence quechua, tan dulce, tan puro e inque-
de mí ni tú tampoco. He vivido y tra- brantablemente fuerte. Amar la Para-
bajado fuerte. En ti conocí el amor, da, los coliseos, los clubes de los pue-
el ve1'dadero, pero no pudo florecer blos; a Máximo, a Jaime, a Alfredo
bien a causa de mis dolencias y acaso Tudero, a Emilio, a Adolfo, a Alberto,
un poco por la diferencia de sensibili- a Racina, Mariano y sus hijos; a Nelly
dades y de la edad. No he poJido de- que ha de necesitarte. ¡Y perdóname,
serranizarme. Pero alcancé un estado dispénsame, compréndeme! Y encien-
de felicidad que, a instantes, como un de el acero de tus nervios y de tu
insensato, lo consideraba inmerecido. ánimo.
Te amo, lo sabes, como no es posi-
Amor, sé que me comprenderás, que ble, acaso, hacerlo más pura e intensa-
te elevarás por sobre todo y harás las mente. Y quedaré en ti tal cual soy y
cosas de modo que quedes firme y al no en la inacción, inválido. Acabo lue-
servicio de nuestro pueblo. Te beso en go de haber cumplido con el país y
tus ojos que tanto he amado y que por él con los pueblos; he dado hasta
tanto he querido y que llegaron a ser donde me era posible.
parte de m~ mismo. Te besa en los ojos para siempre,

1 O Sé. 1 O Sé.

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Sumario

* SEl'íiALES
Edmundo Herrera

* JOSE MARIA ARGUEDAS, UNA


EXPERIENCIA SIN PARALELO
Julio Flores V .

* CUENTOS DE JOSE MARIA ARGUEDAS


Ignacio Valente

* "LOS RIOS PROFUNDOS"


Hernán Diaz A. (Alone)

LA NUEVA NOVELA INDIOENA


* PERUANA
Andrés Sorel

ENSOl'íiACION Y MAGIA EN JOSE MARIA


* ARGUEDAS
Mario Vargas Llosa.

JOSE MARIA ARGUEDAS, NOVELISTA


* DEL PERU PROFUNDO
César Levano

LOS MITOS QUECHUAS


* POST-HISPANICOS
José Maria. Arguedas

"TODAS LAS SANGRES"


* Matilde Ladrón de Guevara

* VASTO CUADRO DEL PERU FEUDAL


José Miguel Oviedo

* CONVERSACION CON JOSE MARIA


ARGUEDAS
Ariel Dorfman

* LA LITERATURA PERUANA
José Maria Arguedas

* "JOSE MARIA ARGUEDAS SE FUE


MURIENDO DE PERU ... '•
Francisco Igartúa

* DOCUMENTOS POSTUMOS DE JOSE


MARIA ARGUEDAS
OBRAS DE JOSE MARIA ARGUEDAS

Agua, cuentos, 1935.


Yawar Fiesta, novela, 1941.
Canciones y Cantos del Pueblo Quechua, 1948.
Cuentos Mágico-Realistas
y Canciones de Fiestas Tradicionalu
en el valle del Mantaro, 1953.
Diamantes y Pedernales, novela, 1954.
Los Ríos Profundos, novda, 1959.
El Sexto, novela, 1%1.
Todas las Sangres, novela, 1964.
Amor Mundo, cuentos, 1967.
Dioses y Hombres de Huarochiri.
El Zorro de Arriba y el Zorro de Abaio, novela
póstuma.

'1

.,.

ESCUELA INDUSTRIAL SUPERIOR DE ARTES GRAFICAS

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