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En ese marco, la religión en las escuelas fue el nudo del debate. Finalmente, la
ley aprobada no hizo mención al carácter laico de la educación pero la instrucción
religiosa quedó en calidad de optativa, con autorización de los padres, y dictada
fuera del horario escolar.
Por último, los padres estaban obligados a dar educación a sus hijos y la
formación de maestros, el financiamiento de las escuelas públicas y el control de
la educación –privada o pública- quedó en manos del Estado. No obstante, la
sociedad tenía a través de los llamados distritos escolares en los que
participaban padres de familia (elegidos por el Consejo Nacional de Educación),
la facultad de inspeccionar la calidad, higiene y cumplimiento de las leyes en las
escuelas.
El 8 de julio de 1884 fue promulgada por el Gobierno del Gral. Roca, la ley 1420
de educación universal, gratuita, obligatoria, gradual y neutra, con el objetivo de
formar un espíritu hegemónico nacional conforme a los ideales del laicismo
positivista.
Fuertes debates anteriores, tanto en el Congreso Nacional, como a través de la
prensa, fueron los antecedentes de una ley que a partir de contenidos ideológicos
llegó a dividir a la generación del ochenta.
El presidente Roca, mediante decreto de diciembre de 1882, convocó a
“profesores y personas competentes en temas educativos a reuniones para tratar
cuestiones relativas a la enseñanza y a la educación”, a los efectos de lograr
mejoras en ella.
Las sesiones del Congreso Pedagógico comenzaron en abril de 1882 y culminaron
en mayo de ese mismo año. Las conclusiones de dicho congreso se vieron
reflejadas en los posteriores debates hasta la sanción y promulgación de la Ley
1420, dos años después.
Si bien el Congreso comenzó a debatir una iniciativa presentada por Mariano De
María y apoyada por los católicos, el proyecto fue aprobado con modificaciones
por la mayoría liberal.
Finalizaba la década del ‘80 y la economía del país ya se encontraba consolidada.
Argentina se insertaba en los mercados internacionales a través del modelo agro
exportador, pero había un serio inconveniente: en el extenso territorio no había
suficiente población como para emprender una empresa de esa magnitud.
Incorporar al proyecto modernizador la población nativa del interior significaba un
esfuerzo costoso y a largo plazo. El territorio no estaba integrado y la dispersión
poblacional era notoria.
La solución a esto sería el flujo inmigratorio europeo. Los inmigrantes aportarían
nuevas costumbres democráticas y liberales, como también técnicas de
producción que acá no se conocían. Pero los extranjeros, provenientes de
diversos países, comenzaron a revelar problemas de asimilación y contención
social. Ello dio pie a la necesidad de contar con un sistema nacional de educación,
dado que Argentina no contaba con un régimen escolar único. La escuela
elemental tenía amplia difusión, pero la acción del Estado era limitada.
Con la Ley aprobada, y estableciendo la obligatoriedad, los padres debían dar
educación a sus hijos y estaban facultados a participar de los distritos escolares
para lo cual era elegidos por el Consejo Nacional de Educación.
En lo referido a la obligatoriedad, se fija un aspecto interesante y no menos
importante. Esta no implicaba la concurrencia del niño a la escuela, ya que podía
ser cumplida en las escuelas públicas como en las particulares, como también en
el hogar. Su cumplimiento debía comprobarse por medio de certificados o
exámenes. El no acatamiento de la obligatoriedad hacía pasible a los
responsables de amonestaciones que podían llegar, incluso, a multas.
La Ley 1420 constituyó la más completa legislación de la educación primaria que a
lo largo de casi cien años de vigencia, aseguró la unificación del país en el
aspecto educativo y permitió que los hijos de inmigrantes se incorporaran a la
República.
El punto más controvertido de la norma fue la neutralidad en materia de religión.
La instrucción religiosa debía dictarse por ministros autorizados de los distintos
credos, fuera de los horarios de clases.
Hace 136 años nacía una ley que logró armonizar la educación pública con las
instituciones de la Nación, conforme con los progresos de la verdadera civilización.
Si bien se convirtió en una divisoria de enfrentamientos ideológicos, a lo largo de
más de un siglo, su significado social varió en sintonía con los sucesivos cambios
ideológicos y políticos que marcaron la historia nacional de los últimos cien años.
Otras Características