Está en la página 1de 112

 

Xavier Laborda Gil


  Lingüística. Universidad
de Barcelona
 

ANALISIS CRITICO DEL DISCURSO POLITICO:

LAGRIMAS DE COCODRILO Y OTROS CONTRATOS COMUNICATIVOS

Xavier Laborda
 
 

Índice
 
1. Lágrimas y otros efectos de la comunicación
 
2. Promesas de sinceridad
 
3. La política como conversación
 
4. Malas noticias del Sur
 
5. Lágrimas de cocodrilo
 
6. Teatro del mundo
 
7. Conclusión: Contratos comunicativos
 
Fuentes
 
Bibliografía
 
 
 
 
1. Lágrimas y otros efectos de la comunicación
 
 
Este libro contiene cinco estudios de análisis del discurso público, en sus
vertientes política, periodística y científica. En sus páginas tratamos de
cuestiones como la sinceridad en la comunicación política y la persuasión que
ejerce el político cuando se presenta en clave personal. También nos
ocupamos del tratamiento de noticias internacionales sobre el Magreb y África
Central, como fuentes ambivalentes de información intercultural y de
estereotipos dominantes. Y consideramos en último lugar los rasgos
discursivos de un trabajo científico en cartografía, como muestra histórica de la
representación eurocéntrica del mundo. Son materiales de la comunicación
social y de la comunicación del conocimiento que nos brindan la oportunidad de
realizar un análisis crítico de sus discursos.
Habríamos de decir, en primer lugar, por qué analizamos discursos. Quitando
formalidad al seco término del análisis, podemos añadir que analizar un
discurso supone leerlo con atención, con la intención de distanciarse de sus
palabras. El distanciamiento y la atención permiten seguir su razonamiento y
considerar mejor cuál es la coherencia de sus sentidos, sus generalizaciones o
sus inferencias. Analizar, es decir, leer comporta sopesar términos, comparar
textos de una misma campaña informativa o publicística, relacionar formatos y
reparar en las pautas de los géneros. También significa “descubrir mentiras,
confusiones y generalizaciones exageradas, detectar malos usos de la lógica y
del sentido común”, como sentencia el teórico de la comunicación Neil Postman
(1985).
Los comentarios que proponemos surgen de una perspectiva interpretativa, la
del análisis crítico del discurso (Dijk 1993; Fairclough, Wodak 1997). Y tienen
por finalidad seguir el hilo de las argumentaciones que se divulgan en discursos
institucionales y en medios de comunicación social, para reconocer las
relaciones de poder, de desigualdad o de resistencia que se producen en tales
discursos. Aplicamos para ello conceptos de la retórica y de la pragmática, dos
disciplinas lingüísticas que estudian el uso del lenguaje y los principios que
regulan la comunicación. De este modo, el análisis crítico del discurso es
interdisciplinar, pues reúne aportaciones de diversas ciencias. Y también tiene
un carácter aplicado, es decir, que considera no ya la comunicación en
abstracto sino problemas sociales. Por ejemplo, considera cómo se presenta
desde la política los roles públicos del político o cómo se defiende y legitima
desde la prensa un proyecto ideológico. También puede tratar sobre cuestiones
interculturales y de los valores de grupos étnicos o de género, en especial
cuando se proyecta en los medios de comunicación una imagen alienante y
discriminatoria de éstos como otros, una imagen estereotipada y
empobrecedora.
Con estos ejemplos ya damos una noticia del contenido de los capítulos. Los
capítulos 2 y 3 tratan de la política y de su presentación en los medios
mediante la entrevista periodística. Son las declaraciones del diputado Baltasar
Garzón a la prensa en las que trata sobre el rol del político como sujeto
comunicativo. ¿Qué debe hacer el buen político cuando se dirige a los
ciudadanos? ¿Es lícito hacer promesas? ¿Puede hacer afirmaciones rotundas?
Al responder a estas preguntas, Garzón formula un código retórico del político,
el código de su responsabilidad discursiva ante los ciudadanos, y que
fundamenta en la obligación ética de la sinceridad. De ello tratamos en el
capítulo 2, “Promesas de sinceridad”, en el que realizamos unas observaciones
pragmáticas sobre la coherencia de la propuesta.
En el siguiente, “La política como conversación”, estudiamos una entrevista del
mismo político en que desarrolla una intensa labor ideológica. Defiende en ella
un modelo regeneracionista de la política, que ilustra con respuestas
reveladoras sobre su persona y su rica experiencia como ex juez y como
parlamentario recién llegado. De este interesante discurso de 1993 nos ha
interesado destacar tres planos, que enumeramos del más concreto al más
abstracto. Por una parte, está la personalidad del locutor y el contenido de sus
declaraciones, pues se da el caso de que reúne en su persona el conocimiento
de las dos facetas públicas ya indicadas, la judicial y la política, de las cuales
habla y compara provechosamente. Por otra parte, hallamos una muestra
extraordinaria del género de la entrevista periodística, que pone al político
Baltasar Garzón al habla con los lectores, y lo hace en un tono cercano, casi
susurrante, que revela la identidad de toda una celebridad en clave personal.
Finalmente, está la parte del análisis, pues la interpretación de la entrevista
permite describir los nueve principios del análisis crítico del discurso. Decimos
que son nueve los principios, aunque su número puede variar según la
presentación. Lo importante para nosotros en este caso es utilizar un material
discursivo interesante, por su contenido y por su representación del formato de
la entrevista, para explicar el sentido de los principios que orientan la
interpretación crítica. Estos principios vienen a sostener tres puntos:
 
primero— la realidad se construye discursivamente;
segundo— la intervención del discurso sobre lo real es mediata, es decir,
indirecta y compleja, pues inciden mediaciones instrumentales e
históricas;
tercero— la investigación discursiva tiene un compromiso crítico, que
implica el dominio de técnicas de análisis interdisciplinares, el estudio de
problemas sociales y la formación de una consciencia personal.
 
Los capítulos siguientes, 4 y 5, tratan de otro tipo de género discursivo, el de
las noticias de prensa, y tienen en común el problema de la interculturalidad o,
mejor dicho, el problema de su representación. En “Malas noticias del Sur”
tratamos de las noticias aparecidas en diarios españoles sobre el Magreb
durante un tercio de la década de los años noventa. Lo que se desprende de la
lectura de estos textos es una imagen de conflicto y de desconocimiento,
cuando no de rechazo, de los valores culturales de las comunidades del
Magreb. En el capítulo 5, “Lágrimas de cocodrilo”, nos ocupamos de las
noticias de un período mucho más corto, entre noviembre y diciembre de 1996,
en que se produce la crisis de los Grandes Lagos africanos, en Ruanda y el
antiguo Zaire, entre otros países, por el desplazamiento de un millón de
refugiados. De la campaña periodística sobre el conflicto, nos interesa
comentar el uso discursivo que se hace de las fotografías, en especial las de
niños. De las observaciones pragmáticas sobre la iconografía extrapolamos
algunos juicios sobre la campaña misma, en el sentido de que resulta confusa y
engañosa. Resulta así que la tragedia de los refugiados incita a las lágrimas de
cocodrilo y, a la vez, da una idea simplista del problema e implícitamente
reafirma un estereotipo eurocéntrico y discriminador.
A continuación, el capítulo 6, “Teatro del mundo”, expone una visión de la
ciencia como una retórica, como un gran instrumento social de conocimiento de
lo real a partir de unas reglas de construcción de sus discursos y de las
operaciones previas de exploración y comprobación. Tomamos como motivo de
estudio un material de la ciencia del siglo XVII, en concreto, un mapamundi y la
portada de un atlas o “teatro del mundo”, dos obras realizadas por el cartógrafo
holandés Willem Blaeu. Con esta aproximación historiográfica, reconocemos
las filiaciones retóricas de una cartografía esplendorosa en su tiempo y, a pesar
de las deficiencias detectadas con posterioridad, vigente todavía en diversos
usos y ámbitos de la comunicación. La iconografía de esas láminas expresa
una representación científica del mundo físico, y en su admirable gusto artístico
se aprecia el indicio de una función suntuaria. En cada uno de estas funciones,
la científica y la mundana, hallamos elementos de la ciencia como una
construcción retórica, como una construcción discursiva de la realidad, como
una tradición que descubre unas raíces históricas muy tenaces.
En las palabras de la “Conclusión: Contratos comunicativos” —capítulo 7—
seguimos un plan distinto al del resto de los capítulos, pero complementario.
Diseminamos las propuestas prácticas de análisis sobre discursos breves y que
corresponden a diferentes géneros, con el propósito de insistir en la convicción
de que el análisis es inacabable. Así lo pide la consciencia persuasiva del
receptor, que no puede permanecer desatenta ni indiferente a la acción social
que se ejerce en la comunicación.
Los ensayos que componen este volumen son la respuesta que he acertado a
dar en la docencia de la retórica, la pragmática y la historia de la ideas
lingüisticas, en las aulas de la Universidad de Barcelona. Analizan discursos
que tienen un evidente valor comunicativo sobre campos diversos, sean éstos
los de la política, la información de prensa y el conocimiento cientifico. Pero
esos discursos tienen para mi algo más que un interés objetivo, pues he de
reconocer que los he escogido impulsado por ciertos efectos de la
comunicación: curiosidad, desasosiego, compunción y embeleso. La curiosidad
irrefrenable por la celebridad me puso en las manos las entrevistas del
diputado Garzón, que guardé en una carpeta con la vaga idea de analizarlas en
otro momento. El desasosiego hasta el hastío y la laboriosa plática entre
colegas fue la causa del acopio de noticias sobre el Magreb y su seca
interpretación. Mis lágrimas de cocodrilo precedieron el trabajo sobre el
conflicto de los Grandes Lagos, que quiso ser una respuesta airada pero
meditada al descontento con los mensajeros y la compunción por el mensaje.
Las láminas de cartografía me fascinaron, en la visita que giré a una exposición
que reflejaba el esplendor científico de los Países Bajos en el siglo XVII, y creí
que eran un motivo fascinante para pensar en la ciencia como casa de la
retórica y como morada de la historiografía. Esos trabajos tomaron cuerpo
como artículos en revistas universitarias, como detalladamente consta en la
sección de Fuentes, y de algunos de los cuales hemos dado aquí una versión
acorde con el propósito de la obra, que es presentar el teatro de la política, de
la información y del conocimiento —tres vertientes de la comunicación pública
—, bajo el punto de vista del análisis crítico del discurso.
Quiero expresar mi agradecimiento a los atentos y bondadosos lectores de
aquellos artículos, pues con sus observaciones y su solicitud han fomentado
estas páginas. En primer lugar, la gratitud a los editores de las revistas en que
se publicaron los ensayos, Anna M. Mussons, Antonio M. Bañón, María Helena
Fernández Prat y Carles Duarte. La valiosa aportación de Anna Fernández
Planas, Josep Antoni Clua, Teresa Velázquez y Albert Bastardas permitió
enderezar el manuscrito. En último término, pero sin dudar el más importante,
deseo agradecer la cordial acogida dispensada a estos ensayos por Catherine
Geens, Jesús Tuson, Lourdes Lesteiro y también por los estudiantes e
investigadores con que en este tiempo he compartido controversias y afanes.
 
 
 
 
 

2. Promesas de sinceridad
 
 
 
2.1. Un mito romántico en la política
La sinceridad es un valor que está vigente en nuestra imaginación social. El
filósofo José María Valverde (1994) señala su raíz histórica y su sentido
equívoco. Sobre su origen, tal como concebimos hoy la sinceridad, Valverde
indica que es un mito del romanticismo que atribuye a la sinceridad un valor
supremo. Y añade algo más sobre su concepto, que considera engañoso.
“¿Hasta dónde tiene sentido preguntarse si los actos de alguien son sinceros, o
nacen de una presión social, de un hábito o de un tejido de conveniencias?”
Para Valverde, es improcedente que alguien afirme que es sincero, pues tales
promesas de sinceridad son idemostrables. Como afirma, lo que sí procede es
ser coherente. ¿Qué hemos de preferir entonces?, ¿la coherencia o la
sinceridad? Para formanos un juicio, vamos a comparar esta postura con unas
declaraciones de un político sobre la veracidad y la sinceridad en la política.
Este capítulo contiene un comentario pragmático de las manifestaciones
públicas de un político sobre el tópico de la veracidad discursiva. En ellas, el
emisor público que hemos escogido se pregunta qué es mentir y qué es ser
honesto. En las correspondientes respuestas se extiende sobre cómo se ha de
comportar un político ante su audiencia y cómo puede acogerse a algunas
reservas mentales sin que por ello se le trate de mendaz. El asunto es
apasionante, ya que en los argumentos esgrimidos se invoca la sinceridad, la
franqueza y la coherencia, tres conceptos sobre el comportamiento verbal muy
diferentes, que requieren una explicación apropiada. Nos brinda la explicación
el diputado Baltasar Garzón.1[1]
Hemos entresacado tales manifestaciones de dos entrevistas que mantuvo
Baltasar Garzón, a la sazón diputado por el PSOE, con periodistas de El País
en julio de 1993 y marzo de 1994, antes de volver a la función judicial en la
Audiencia Nacional2[2]. Son los enunciados de varios turnos de palabra que se

1[1]
Baltasar Garzón, en la actualidad reincorporado a la función judicial de la sala penal de la Audiencia
Nacional de Madrid, entró en política como número dos de la lista de Madrid del PSOE, en las elecciones
parlamentarias del 6 de junio de 1993. En la lista electoral le precedía Felipe González y le seguía Javier
Solana, quien pasó después a desempeñar el cargo de secretario general de la OTAN.
Una vez escogido diputado del Parlamento, Baltasar Garzón concedió la primera entrevista a El País
Semanal (25-07-93). Al poco, fue nombrado delegado del Plan Nacional sobre Drogas. Después de hacer
públicos diversos desacuerdos con la política de su Gobierno, en mayo de 1994 vuelve a la carrera
judicial, a la que se reintegra inmediatamente.
2[2]
La referencia de las publicaciones utilizadas es como sigue. Soledad Alameda: “Garzón, el último boy scout”, El
País Semanal, 25 de julio de 1993, pp. 10-19. José Yoldi, Mariló R. de Elvira: “Baltasar Garzón, delegado del
refieren a la verdad, el engaño o la promesa, y que le llevan a concluir con esta
proscripción de la mentira en política: “Lo único que la gente no perdona [al
político] es la mentira; perdona los errores si se le explican. (...) Nunca hay que
mentir, aunque cueste; y si eso es ser un ingenuo en política, voy a seguir
siéndolo.”
En el capítulo glosamos la totalidad de los enunciados metadiscursivos de las
dos entrevistas, es decir, las afirmaciones referidas al propio lenguaje y a los
usos que hacen de él los hablantes. También observamos por qué las
apreciaciones de Garzón son asimilables a la máxima de calidad discursiva,
aquella que indica que hay que ser veraz. Finalmente, registramos la distinción
que estable Garzón entre aseveraciones y promesas, para concluir nuestra
aportación con un análisis sobre la coherencia de las ideas que el político
expone sobre la comunicación veraz de los agentes públicos. En este sentido,
examinamos las definiciones de rol público que se pronuncian y se coteja con
lo que paradójicamente resulta un incumplimiento por parte del hablante de su
porpio código dialógico.
En conjunto, el objetivo del escrutinio es presentar las aseveraciones de una
celebridad, la figura política y judicial de Baltasar Garzón, para considerar la
complejidad que caracteriza la cuestión de la veracidad. La conclusión es que
Garzón incurre durante la entrevista en siete infracciones, que han de
entenderse no ya como indicio de hipocresía o mendacidad, sino como la
quiebra de un pensamiento superficial, confuso y reductivo. La indagación lleva
a formular las siguientes hipótesis. Por una parte, que el hecho de incurrir en
tales infracciones no está necesariamente reñido con la eficacia comunicativa,
probablement porque lo que cuenta es la persuasión en el lector de la honda
conciencia ética que mueve al orador. Y por la otra, que una causa de esta
contradictoria reunión de desacierto conceptual y fortuna comunicativa puede
surgir precisamente de la evocación de clichés orales y privados, esto es, de
tópicos acríticos e informales que resultan inconsistentes en un debate y
descuidados para un contexto público.
Procedemos de la siguiente manera. Pasamos a conocer y a glosar las
mencionadas manifestaciones metadiscursivas, asimilables a la máxima de
veracidad discursiva. Y a continuación, examinamos las definiciones de rol
público que se pronuncian —cómo ha de comportarse el político— y, lo más
importante de todo, el cumplimiento que el propio emisor observa de su código
en otros pasajes de las entrevistas. Transcribimos estos dos fragmentos. El de
la primera entrevista dice:
 
(P36)— Se le veía cortado [en su primer mitin], como si pensara tanto las
palabras que no le salían.
(R36)— Es la consecuencia de ser juez, estás acostumbrado a decir las
palabras justas y exactas para no pillarte los dedos. Hacer afirmaciones
políticas me daba un miedo terrible. Prometer es duro; si prometo algo,
Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas: Sigo estando más a la izquierda que el PSOE”, El País, 12 de marzo
de 1994, pp. 18-9. La notable extensión de la entrevistas —55 y 38 preguntas, respectivamente— obliga a reproducir
tan sólo los fragmentos alusivos a la cuestión. Las preguntas (P) y respuestas (R) de la primera entrevista van
acompañadas del número correlativo (la numeración es nuestra). Para distinguir las preguntas y respuestas de la
segunda entrevista, hemos añadido la referencia b, con lo que se indica que pertenecen al corpus b. Por ejemplo,
(P36) indica que se trata de la pregunta 36 de la primera entrevista; i (R9b), la respuesta 9 de la segunda entrevista.
quiero cumplirlo; y desde luego voy a tratar que se cumpla. Cuando veo a
tantas personas que cifran su ilusión en el cumplimiento de las propuestas
electorales siento que hay que dar la piel, si hace falta, para cumplir lo
que has prometido. Y siento la vergüenza que pasaría si me señalaran
con el dedo diciendo: me has engañado.
(P37)— ¿Piensa que la gente se cree a pies juntillas todo lo que escucha
en campaña electoral?
(R37)— Si no es así, habrá que cambiarlo. Yo he procurado decir aquello
a lo que podía comprometerme, ni un àpice más. He intentado transmitir
confianza; decir que la voluntad de cambio era cierta, que la regeneración
de la vida pública es posible.
 
Y el de la segunda entrevista añade lo siguiente
 
(P7b)— Se le ve ahora más suelto hablando en público.
(R7b)— Las circunstancias te obligan a ello. No es tanto que me vea más
suelto sino que quizá tengo más confianza política en la expresión y antes
me expresaba más con la racionalidad del juez.
(P8b)— ¿En la política se aprende a mentir con más facilidad?
(R8b)— No. Creo que no se debe mentir y menos aún en la política. Bajo
ningún concepto. Todo lo más puedes no decir la verdad.
(P9b)— Que es una forma de mentir.
(R9b)— Sí, es una forma de mentir. Yo soy de la opinión de que si no
quieres contestar a algo es mejor decir que no quieres contestar que dar
la impresión de que no lo sabes o enganar al interlocutor.
 
El motivo de nuestra elección es presentar las aseveraciones de una celebridad
para considerar la complejidad que caracteriza la cuestión, aparentemente
simple si nos atenemos a la prescrición de no mentir nunca. Sin embargo,
como tendremos ocasión de señalar, Garzón incurre durante la entrevista en
siete infracciones, lo cual no ha de interpretarse como indicio de hipocresía o
mendacidad, sino como la quiebra de un pensamiento superficial.
Precisamente, nos llamó la atención el presente material lingüístico por lo que
de confuso y reductivo tiene, aunque también puede ser un mérito de
persuasión política. Según nuestra hipótesis, la paradójica reunión de
desacierto conceptual y logro comunicativo surge de la evocación de clichés
orales y privados, esto es, de tópicos acríticos e informales que resultan
inconsistentes en un debate y descuidados para un contexto público.
2.2. Notas sobre pragmática del discurso político
Puestos a comparar los dos fragmentos, las coincidencias son notables. Éstos
arrancan con (i) la referencia a la actuación en público del político, pasan por
(ii) la definición de los roles discursivos de juez y político, y acaban con (iii) la
cuestión de fondo sobre la verdad y la mentira. La curiosa identidad del
esquema no sorprende cuando se coteja los dos discursos en su totalidad3[3],
actividad que arroja un saldo de similitudes. Anotamos los contenidos de las
tres secciones indicadas.
 
(i) Actuación en público del político
La calificación que merecen sus intervenciones mejora en la segunda ocasión:
“se le ve más suelto” que antes, en que “se le veía cortado”. Los términos
coloquiales “suelto” y “cortado” resultan chocantes en una entrevista con un
cargo de la Administración, a no ser que se entienda que el marco
conversacional acordado es revelatorio o franco, lo cual implica dos factores
dialógicos: la ficción de la paridad entre los interlocutores y el trato familiar con
la celebridad. A la vista está la incompatilibidad de los factores, puesto que la
presencia de la celebridad determina una diferencia de roles y la disparidad o
relación asimétrica entre los hablantes. No obstante ello, sucede que el político
se aviene al mencionado fingimiento, pues es una convención que incrementa
su capital persusivo ante el público4[4].
Importa también anotar que los adjetivos “suelto” y “cortado” están en relación
con un patrón de elocuencia específico, el del discurso epidíctico o
espectacular, como es el caso del mitin de campaña electoral o un
acontecimiento político y partidista. Como describió la retórica clásica, el
discurso epidíctico busca la adhesión del auditorio, para lo cual se vale de
recursos verbales canónicos o de repertorio. Así, en un mitin se considera
elocuente hablar con fluidez, vehemencia, claridad y progresión. Por todo ello
se entiende que, según los entrevistadores, el ex juez no ha tenido unas
actuaciones adecuadas a la situación, aunque este extremo personal sea banal
para nuestro comentario.
 
(ii) Roles de los agentes públicos
La explicación que ofrece Garzón de su laconismo involucra un segundo
género discursivo —forense—, al tiempo que apela a una circunstancia
personal. El género forense y, en concreto, el de la autoridad que da un
veredicto, es secundario e impersonal, es decir, opuesto al anterior. Decimos
que es secundario porque el magistrado dictamina después de que hablen las
partes, de modo que durante la mayor parte del tiempo es oyente y durante la
menor, representante. Y se predica la impersonalidad porque se juzga sobre
cosa ajena, con la obligada exhibición de maneras ponderadas y circunspectas.
Así, el patetismo del juez o su identificación y solidaridad con los presentes
invalidaría un proceso, por la misma razón que la parsimonia y la fría
argumentación puede arruinar un acto electoral por parecer inseguridad e
3[3]
Realizamos una interpretación extensa de la entrevista de Soledad Alameda (25.07.93) en el siguiente capítulo,
bajo el punto de vista de la crítica de la representación ideológica y de sus mecanismos públicos de control.
4[4]
La idea de fingimiento, aplicada a la construcción de los géneros discursivos y la prosa elaborada, procede de
Roland Barthes (1970): “La retórica antigua” (A.1.3), en Barthes, La aventura semiológica, Barcelona, Paidós, 1990,
p. 90. La expresión de “relación mediata entre texto y sociedad” aparece en Norman Fairclough y Ruth Wodak
(1997): “Critical Discourse Analysis”, en T. V. Dijk, ed., Discourse studies. Discourse as a social interaction,
Londres, Sage, Vol II, p. 258-284. Un ejemplo de relación mediata es el de la entrevista a la celebridad en clave
confesional o existencial, como indican Fairclough y Wodak (p. 278). El tono confesional o existencial es aquel que
sugiere una conversación franca y confidencial, entre los interlocutores, y contrasta con la entrevista oficial, de
carácter protocolario y con una mayor distancia simbólica entre los hablantes.
indiferencia, de lo que se extrae que la elocuencia de un género se trueca en
estolidez en el otro, si se aplica ciegamente.
Por otra parte, la circunstancia de su actuación es un homenaje a dichos
géneros, con la particularidad de que su torpeza podría ser una querencia, una
preferencia. Como reconoce, “antes me expresaba más con la racionalidad del
juez” (R7b), defecto que ha superado al conseguir “más confianza política en la
expresión” (aunque debería decir “más confianza en la expresión política”). La
justificación que ofrece Garzón no se ciñe a su caso sino que se vuelve sobre
los mismos géneros, para enjuiciarlos severamente. Sin denostar abiertamente
lo epidíctico, elogia las maneras judiciales. La racionalidad de éstas contrasta
implícitamente con la emotividad de lo político, y la precisión del veredicto (“las
palabras justas y exactas”, R36) con el capcioso instrumento epidíctico de la
promesa (“prometer es duro; si prometo algo, quiero cumplirlo”, R36). O sea, el
control de la razón frente al desorden del sentimiento, la fiabilidad de los
enunciados constativos frente a la precariedad de los enuncidados
compromisivos, todo lo cual reanima un esquema tópico que está reñido con la
perspicacia.
Releyendo las entrevistas se comprueba que Garzón hace extensivo su reparto
de elogios y reproches a los respectivos agentes. Sin embargo, es evidente
que los recursos del discurso judicial son inapropiados para lograr los fines de
adhesión e identificación política, como el de “transmitir confianza e ilusión” por
un movimiento de “regeneración de la vida política” (R37).
 
(iii) Máxima de cualidad o veracidad en política
El primer elemento de la cuestión es la mención que Garzón hace del engaño
(“me has engañado”, R36), como efecto o perlocución de una estrategia de la
mentira, la promesa electoral incumplida. A continuación, la periodista
ensancha el asunto con la referencia al escepticismo del público:
 
(P37)— ¿Piensa que la gente se cree a pies juntillas todo lo que escucha
en campaña electoral?
(R37)— Si no es así, habrá que cambiarlo. Yo he procurado decir aquello
a lo que podía comprometerme...
 
La argumentación del diálogo presupone la creencia de que los políticos
mienten a menudo, lo cual queda bien claro en la segunda entrevista (P8b). Sin
embargo, el lector ha de objetar algo a la resolución de Garzón de acabar con
la incredulidad del votante, y es que de la erradicación de la promesa mendaz
—como parece que propone— no se sigue necesariamente que los políticos
recuperen la credibilidad, por la simple razón de que una cosa es argumentar o
prometer con honradez y otra es convencer o persuadir, puesto que la
intención no asegura el efecto.
Y una objeción más. Es razonable que Garzón sugiera restringir las promesas
a aquello que es factible y cuyo cumplimiento está en el ánimo del político.
Pero esta noción de sentido común no sólo hace caso omiso de la naturaleza
compromisiva de toda campaña electoral, sino también de la inseparable
posibilidad de prevaricación, esto es, la capacidad de mentir o decir cosas sin
sentido. Vayamos por partes. Nuestra crítica general consiste en señalar la
superficialidad del razonamiento del entrevistado: asevera algo tan evidente
como gratuito. Más concretamente, si la prevaricación es un rasgo del lenguaje,
¿acaso justifica ello que el hablante reitere sus recelos sobre la veracidad en
todo acto comunicativo? Hemos de entender que la sospecha de Garzón recae
en la promesa y en las afirmaciones políticas (“hacer afirmaciones políticas me
daba un miedo terrible”, R36). Ahora bien, los lances de los comicios —de los
discursos en campo abierto, como calificaba Manuel Azaña, presidente de la II
República— se valen fundamentalmente de esos recursos: la promesa y la
aseveración sobre la realidad. En concreto, se promete cuando se propone
realizar futuras acciones de gobierno que serán de interés o en beneficio del
público. Y, también, se formula aseveraciones políticas cuando se esgrimen
unas razones legitimadoras y se promueve el sentimiento o la conciencia de
unas identidades colectivas.
Pero dejemos estas acotaciones críticas y pasemos a enunciar los elementos
de la máxima de verdad que extraemos de las respuestas del diputado Garzón
arriba reproducidas. Su propuesta se resume en no mentir, un mandamaiento
que admite ciertos matices, como el de la reserva mental (cláusula 1) y de la
prudencia ante los compromisos (cláusula 2). Lo que el político propone es
esto:
 
máxima: No mientas.
cláusula 1) Si no quieres decir toda la verdad, di que no quieres contestar.
cláusula 2) Si prometes o haces afirmaciones políticas, di aquello a lo que
puedas comprometerte, ni un ápice más.
 
El articulado de la máxima introduce una cláusula (1) contra la ambigüedad y
una especificación profesional (2) relativa a los actos de habla más frecuentes.
Esta última se corresponde con las submáximas de Grice que prescriben no
decir lo que se crea falso ni aquello de lo que no se tenga certeza. También
cabe destacar que Garzón adopta la enunciación negativa para la máxima (no
mientas), a diferencia de la tradición pragmática sobre la cooperación y la
cortesía, que presenta máximas positivas (sé veraz). La omisión de otras
máximas sobre orden, cantidad y relación comporta dos consecuencias.
Primera: la cualidad o verdad es el único contenido del principio de cooperación
dialógica. Y segunda, que con un principio tan estrecho las contradicciones son
flagrantes e inevitables, como pasamos a indicar en el siguiente epígrafe de
infracciones.
2.3. Ambigüedad y reticencia
La cláusula contra la ambigüedad (1) dispone que, si no quieres decir toda la
verdad, di que no quieres contestar, porque incluso callar da pie a equívocos,
pues “es una forma de mentir” (R9b). Así lo corrobora el entrevistado, con una
severidad que se ha de tornar contra él, si confrontamos su código con estos
cinco enunciados infractores.
 
Enunciado infractor 1
A la pregunta sobre su futuro destino en el Gobierno responde que carece de
información. De ser cierto lo que dice, se habrá sentido incómodo cuando,
cinco días después de publicarse la entrevista, es nombrado delegado del
Gobierno del Plan Nacional sobre Drogas. La situación parece inverosímil si se
tiene en cuenta que el organismo del Plan Nacional sobre Drogas se crea
según el proyecto de Garzón:
 
(P1)— ¿Se le destinará finalmente a ese organismo para la lucha contra la
criminalidad organizada del que se ha hablado?
(R1)— No tengo más indicios de que se creará dicho organismo que el
hecho de que aparezca en el programa del PSOE. Trabajo en la idea de lo
que puede ser su plasmación legislativa. Pero no sé si pedirán mi
colaboración.
 
Enunciado infractor 2
Interrogado sobre su posición respecto de la corrupción política, un asunto
principal en su campaña de regeneración política, se muestra reacio a aclarar
el sentido de sus palabrar y el rol desde el que habla:
 
(P54)— (...) Dígame, ¿qué se hace con Filesa [un caso de financiación ilegal
del PSOE]?
(R54)— Cada político sabe qué responsabilidad le corresponde en este
tema; hay una investigación judicial, y cuando se establezcan las
conclusiones, se podrá hacer valoraciones.
(P55)— ¿Está contestando sólo el juez?
(R55)— Estoy diciendo que cada político tendrá que asumir la parte de
responsabilidades que le competa en una situación como ésta. Y de ahí
saca las conclusiones que quieras.
 
Enunciado infractor 3
Los parlamentarios suelen votar lo que indica su partido, bajo una estricta
disciplina de sanciones y expulsión en el caso de no plegarse a esta práctica.
La periodista tantea con escasa fortuna el grado de independencia del
diputado:
 
(P34)— En el grupo parlamentario pueden pedir su voto para cosas que no
le gusten, ¿qué hará?
(R34)— Habrá que esperar que eso se produzca. He dicho que mantendré
mi independencia; pero será la mía, no la que quieran indicarme desde
fuera. Puede pasar que, siendo coherente conmigo mismo, algunos sectores
digan que estoy quebrantando mi independencia.
 
Enunciado infractor 4
Corrupción política y coherencia ideológica, una combinación de los asuntos de
los puntos 2 y 3 que merece por respuesta una adivinanza algo adusta:
 
(P34b)— ¿Qué opinión le merece el eventual indulto de los policías Amedo y
Domínguez condenados por su pertenencia a los GAL?
(R34b)— Es un tema que aún no se ha planteado. (...) Pero, personalmente,
creo que no se debe otorgar. En cualquier caso, si se produce esta
circunstancia, tendré que ser coherente con mis principios y mis
planteamientos.
(P35b)— ¿Quiere decir que dimitirá?
(R29b)— Que seré coherente.
 
Enunciado infractor 5
La entrega gratuita de droga o la forma de escamotear lo que momentos antes
ofecía:
 
(P14b)— ¿En qué está pensando?
(R14b)— Me estoy refiriendo al debate (...) sobre la entrega controlada y
gratuita de sustancias estupefacientes cuando fracasen los métodos de
recuperación tradicionales, de los programas libres de drogas.
(P15b)— ¿Es partidario de ellos?
(R15b)— No, no estoy diciendo esto, sino que es necesario abordar ese
problema para ver si es necesario adoptar medidas de este tipo.
 
En estos cinco pasajes hallamos causa para dudar de la veracidad del
entrevistado, a la luz de su código. No acepta los términos de las preguntas ni
tampoco manifiesta su deseo de no contestar. Sea por azar o por arte de la
periodista, los casos 1 y 2 corresponden a la primera y última priegunta de la
entrevista de julio de 1993, por lo que el lector bien puede apercibirse de una
simetría: la renuencia que muestra el político al inicio y al cierre de la
conversación. La ambigüedad del ejemplo 2, que se vale de un juicio obvio y a
la vez enigmático, nos brinda el dilema de si expresa la elocuencia de un
orador incisivo o el marasmo del interlocutor desorientado.
La tautología “mantendré mi independencia, pero será la mía” —ejemplo 3—
oscurece el concepto de independencia y siembra la zozobra en el lector
cuando advierte que, haga lo que haga, siempre habrá quien dude de su
integridad. En los fragmentos 4 y 5, extraídos de la entrevista de marzo de
1994, los periodistas dejan rastros de su sensación de estar hablando con un
político elusivo, esquivo; nos referimos a sus peticiones de aclaración: ¿Quiere
decir que dimitirá? / ¿En qué está pensando? / ¿Es partidario de ellos? No
obstante su insistencia, sería aventurado decir que le sonsacan alguna
respuesta cierta.
2.4. Afirmaciones y promesas
También suscita algunas observaciones la segunda cláusula de la máxima, que
reza así: si prometes o haces afirmaciones políticas, di aquello a lo que puedas
comprometerte, ni un ápice más. En realidad, las infracciones de los casos
precedentes se desvanecen cuando suprimimos la exigencia de la primera
cláusula y las recalificamos como negociaciones de asertos políticos. Serían,
por lo tanto, manifestaciones de prudencia política que proponen respuestas
abiertas —quizá titubeantes, si no timoratas— en asuntos de iniciativas
legislativas, depuración política y asistencia a drogadictos. El riesgo de la
precaución es que se la confunda con la astucia de politico artero. Pero cuesta
comprender, por señalar un ejemplo, cómo se arriesga a mencionar los
“programas libres de droga” si no puede precisar otra cosa que una tibia
hipótesis. La reconvención es oportuna si consideramos que el Delegado
gubernamental del Plan Nacional sobre Drogas bien podría tener un juicio
formado sobre una opción que no es una novedad.
Escogemos una muestra de cada tipo de acto de habla, una aseveración y una
promesa, para considerar si respetan la submáxima antedicha.
 
Enunciado infractor 6
Definición del concepto política:
 
(P38)— Usted ya sabe que la política es el arte de lo posible, que (sic) a
veces es difícil cumplir todo lo que se dice.
(R38)— Debemos aspirar a lo imposible. No siempre se obtienen todos los
objetivos, pero lo que no se puede es actuar dando por hecho desde el
principio que no se va a conseguir, y que por tanto no vas a luchar. Hay que
hacer lo contrario, y si no se llega a la meta, que no sea por falta de
voluntad.
 
En el primer epígrafe reproducimos las respuestas que preceden a ésta, de
cuya consulta se puede extraer un curioso encadenamiento de intervenciones.
El político acaba de exponer la submáxima 2 (R36) y de proclamar que él la
respeta escrupulosamente (R37), en el sentido de que no afirma o promete en
vano, como, por ejemplo, “que la regeneración de la vida política es posible”. A
continuación (P38), la periodista aprovecha el término “posible” para hacer una
réplica admirable, a pesar de la desmañada sintaxis de subordinación. El
calado de dicha réplica varía según consideremos que incluye todas o alguna
de los siguientes juicios:
 
(a) Usted no siempre podrá cumplir lo que promete.
(b) Que algo sea posible, como la regeneración política, no implica que
sea factible; y, si es legítimo aseverar que algo es posible o conveniente,
también es excusable no lograr todo lo propuesto.
(c) Por consiguiente, la submáxima segunda es inapropiada.
 
Deducimos, pues, que la crítica puede referirse a (a) la acción personal del
interlocutor , (b) las contingencias y límites de las acción colectiva o (c) el
enunciado metalingüístico o submáxima. De todos los puntos, el último tiene un
interés mayor, porque es resumen del conjunto y expresión de un grado
superior de abstracción. En efecto, si pretende desestimar o al menos revisar la
submáxima, la alusión contendrá una concesión y una impugnación. Sea la
concesión: es justo instar al cumplimiento de las obligaciones discursivas, para
no incurrir en la prevaricación y el infortunio. Y sea la impugnación: si bien las
afirmaciones y promesas pueden incurrir en tales infracciones, su
discernimiento en el discurso político no es inmediato ni preciso.
Es decir, que la crítica de la periodista podría rechazar la cláusula por su
futilidad. Para decirlo de otra manera, nos permitimos apelar al conocido refrán
“para este viaje no hace falta alforjas”, pues Garzón recuerda algo obvio —la
reprensión de la promesa irrealizable o sin intención de cumplir—, equipara
desacertadamente el discurso político al habla interpersonal y deja las cosas en
la confusión. Como menosprecia la complejidad de la producción del discurso
político, plantea un principio inaceptable, cosa que demuestra él mismo con
una reducción al absurdo de la que quizá no es consciente. Volvamos al
ejemplo 6. La periodista define la política: “es el arte de lo posible” (P38); y a
continuación el diputado Garzón afirma lo contrario: “debemos aspirar a lo
imposible” (R38) o, lo que viene a ser lo mismo, “la política ha de ser el arte de
lo imposible”. Cuando se asevera a y no a, sin que cunda la alarma, es que nos
hallamos ante una realidad ideológica, que se construye discursivamente y que
es una forma de acción social5[5]. Sin embargo, si nos atenemos al rpincipio de
Garzón, uno de los dos interlocutores está siendo irresponsable. ¿Qué hemos
de inferir?, ¿que la política es el pragmatismo de lo posible o la utopía de lo
imposible? ¿O bien se plantea elegir entre conformismo y ambición?, ¿entre
prudencia y atrevimiento?
Hay que notar una diferencia temporal entre ambas definiciones. La periodista
se refiere al presente y describe una tradición, mientras que el diputado indica
el deber de un futuro cambiante, todo lo cual, a la postre, no refleja sino la
diversidad de la realidad. Y comporta una consecuencia: nos disuade de
confiar en fórmulas simples pero ilusorias6[6]. Algo de este razonamiento es
aplicable al código que examinamos. Es más, si las afirmaciones políticas
están ligadas a un sistema de valores y a una concepción de la acción, las
promesas son su expresión canónica, es decir, de aplicación ordinaria, como
podemos apreciar en el siguiente ejemplo de Baltasar Garzón.
5[5]
Apuntamos en este pasaje principios del análisis crítico del discurso. Véase la obra de Fairclough y Wodak (citada
en la nota anterior) o la de R. Wodak (1995): “Critical lingüistics and critical discourse analysis”, en Verschuren y
Blommaert, eds., Handbook of pragmatics, Amsterdam, Benjamins, pp. 204-210.
6[6]
La definición de política es un ejercicio inagotable de propuestas y análisis, de ahí que no sea un disparate
entenderla como arte “de lo posible” (Sol Alameda), “de lo imposible” (Baltasar Garzón), “de la representación”
(Miquel Porta: La Vanguardia, 6 de junio de 1997, p. 45) o “el arte de dictar la moral y no cumplirla” (Eduardo Haro
Tecglen: El País, “Visto/oído”, junio de 1997).
 
Enunciado infractor 7
Sobre su iniciativa de lucha contra la droga ilegal:
 
(P4)— Ningún país acaba con las organizaciones [del narcotráfico]. Falcone
decía que a lo sumo podemos aspirar a tener un cierto control.
(R4)— Pero hay que intentarlo, el único modo de lograrlo es con una
coordinación firme y decidida. Y debemos saber que no vamos a acabar con
el problema de la droga, ni con el narcotráfico; pero que al menos lo
encauzaremos hacia unos límites que no nos desborden. Así tendremos
controlado al monstruo dentro de una jaula más o menos amplia. Otra
posibilidad, además de utópica, no se ajusta a la realidad.
 
Para enjuiciar el compromiso o promesa que encierra este turno de palabra
(R4), debemos recordar que Garzón propone durante la campaña electoral
crear un organismo estatal contra las drogas, que se hace realidad en el ya
mencionado Plan Nacional sobre Drogas, para atender a los
drogodependientes y atacar las mafias del narcotráfico. En ello se cifra su
principal interés político y su ofrecimiento como especialista en la persecución
penal de los narcos7[7]. Cerramos el comentario intertextual, afecto a la
dimensión histórica del discurso, y volvemos al texto reproducido, en el que
distinguimos dos tipos de actos, que son una afirmación política y una
promesa.
 
1. Afirmación: “Lo que hay que hacer es desmantelar las organizaciones” del
narcotráfico (R3).
1.2. Antítesis o réplica de la periodista: “Ningún país acaba con las
organizaciones” (P4).
1.3. Síntesis: “Pero hay que intentarlo” (R4).
1.4. Y concesión: “No vamos a acabar con el problema de la droga, ni del
narcotráfico” (R4).
 
2. Promesa: “Pero al menos lo encauzaremos [el problema] hacia unos
límites que no nos desborden”.
2.1. Confirmación: “Así tendremos controlado el monstruo dentro de una
jaula más o menos amplia”.
2.2. Desestimación: “Otra posibilidad, además de utópica, no se ajusta a la
realidad”.
 

7[7]
Revalida su papel de experto en el ensayo Narco (Editorial Germanía, 1997), del que son autores Eusebio Megías
y el propio Garzón.
Obsérvese en la desestimación (2.2) cómo, según el emisor, en la lucha contra
la droga ilegal no es pertinente vindicar una política utópica o que ambicione
conseguir lo que se cree imposible (R38). Esta flagrante contradicción deja al
lector en la ignorancia sobre qué significa “aspirar a lo imposible”, ya que
Garzón no da ninguna pista y, además, sólo trata a efectos prácticos del
narcotráfico. Trancurridos los meses, tantea un cambio de tal desestimación
con la idea del reparto de droga gratuita a sujetos con historial dedependencia
crónica (R14b).
 
Por su parte, la promesa expresa una voluntad y una capacidad.
Primero— Encauzaremos: voluntad de control del problema, lo cual
implica que en la actualidad el problema nos desborda o está a punto de
hacerlo.
Segundo— Límites: la capacidad de control es originalmente relativa a
unos límites, de cuya magnitud no tenemos más referencia que la
ambigua metáfora de “una jaula más o menos amplia” (2.1).
 
En definitiva, disponemos de dos metáforas como enunciados proposicionales
de la promesa, lo cual lleva la cuestión a un ámbito figurado que resulta tan
sugestivo como impreciso. Las imágenes de la riada que precisa ser
encauzada o de la del monstruo que ha de ser enjaulado presenta dos
fenómenos catastróficos, connotados de una naturalidad que incita a soslayar
la revisión de sus causas. Sea como fuere, esa discutible noción de estragos
por la furia del agua o de un ser anómalo no aclara qué podemos entender por
cauce y jaula, es decir, por límites aceptables. Sin dudar de la buena intención
del político, hemos de concluir que, si prometer significa “obligarse a hacer,
decir o dar alguna cosa”, su ofrecimiento no le obliga a nada determinado. Al
menos, a nada que tenga unas referencias precisas de comprobación.
Garzón podría refutar esta censura con una premisa verosímil, que figura en
sus declaraciones periodísticas: nuevas leyes y una mejor coordinación de
jueces y gobierno pueden comportar que el narcotráfico esté más controlado.
Pero la fuerza persuasora de esta nueva aseveración política dependerá de si
aceptamos antes todos los extremos de la otra afirmación (1) y la promesa (2),
lo cual podría ser mucho suponer. En todo caso, lo que importa es preguntarse
si la promesa de Garzón es un acto responsable, tal como predica en su
código, o bien se trata de un acto gratuito, en el que se confunden la
imposibilidad de cumplimiento y la de comprobación.
2.5. Aseveraciones, promesas y veracidad
Los siete ejemplos aducidos como infracciones del propio código discursivo nos
sugieren una explicación, necesariamente breve por razón de espacio. En
realidad, según criterios de la máxima de relevancia de cooperación dialógica,
tales ejemplos no merecerían ser censurados si se demuestra la propiedad o
relación de estas estrategias: ejemplo 1/ respeto de la confidencialidad; 2/
prudencia política ante un asunto judicial; 3 y 4/ suspensión del juicio ante un
futurible; 5/ coherencia con el contendio del ejemplo siete; 6/ afirmación del
regeneracionismo como recurso contra la corrupción política; 7/ prohibicionismo
y penalidad, como compromiso de acción.
Lo que se deduce es que Garzón no atenta contra las máximas usuales de
comunicación en política, pero si manifiesta falta de perspicacia cuando
prescribe normas dialógicas. Por la ingenuidad de la inexperiencia o por una
arrogancia redentorista, hace caso omiso de las reglas de los géneros y se
adentra en un campo inconsistente porque sus normas se reducen a la máxima
de veracidad e, implícitamente, remiten a los confusos tópicos de la franqueza
y la sinceridad, propios de una conversación desorientada. La paradoja está en
que mientras desdeña metadiscursivamente la tradición, con su irregular
actuación respeta los géneros epidíctico y deliberativo. En conclusión, tenemos
aquí las palabras de un político que exhibe suficiencia discursiva junto a
impericia metadiscursiva, fórmula sin duda descompensada que merma su
capital retórico.
Volvemos al punto de arranque del capítulo y al problema de la sinceridad
como mito del imaginario colectivo. Sobre ello hablaba el filósofo. Evocando el
pensamiento de José María Valverde (1994: 66), comprobamos la lucidez y
precisión de su crítica de la idea de sinceridad. Transcribimos sus palabras,
que nos brindan una lección sobre las promesas de sinceridad:
 
Ya era hora de que la crítica literaria (...) revisara el mito romántico de la
sinceridad como valor supremo del arte. Si se mira de cerca, la
sinceridad es algo de que no se debería hablar jamás: ¿cómo podemos
decir que un escritor es sincero si no sabemos lo que siente y piensa,
antes y al margen de su obra? Y da la casualidad de que su obra es el
único camino de que disponemos para asomarnos al interior de su
espíritu (aún dando por supuesto -que es lo más dudoso de todo- que el
escritor sea capaz de conocer plenamente su sentir).
En cualquier caso, nadie podrá asomarse a su fuero interno si no es a
través de lo que nos diga él mismo. Pero, ¿es eso lo que pedimos, la
sinceridad? ¿No es más bien una coherencia interna en el sentido de su
obra —y por tanto, una armónica estructura—, aunque él no lo sienta de
veras y no esté adherido a ello en el secreto de su personalidad moral, e
incluso, aunque él mismo se engañe y crea estar diciendo otra cosa?
De hecho, el problema acaba siendo el mismo en todos los hombres:
¿hasta dónde tiene sentido preguntarse si los actos de alguien son
sinceros, o nacen de una presión social, de un hábito o de un tejido de
conveniencias?
 
 
 
 
 

3. La política como conversación


 
 
 
3.1. Al habla con la celebridad
Hay declaraciones de políticos que, con independencia del peso institucional o
de la importancia ideológica que alcancen, algunos de nosotros leemos o
escuchamos con vivo interés. La razón es doble, por la forma que tienen de
expresarse y por las ideas que nos proponen. Sus palabras francas y algo
apasionadas despiertan nuestra atención. Y complacen un íntimo deseo
nuestro de comunicación con el proyecto público de aquellas celebridades. Esa
es la experiencia que tuve cuando leía una entrevista del entonces ex juez y
recién elegido diputado Baltasar Garzón (El País Semanal, 25-07-1993) y que
parcialmente hemos comentado en el capítulo anterior. La entrevista, que lleva
por título “Garzón: el último boy scout”, trata en un tono informal de la doble
faceta política y jurídica del entrevistado, quien aprovecha la oportunidad para
realizar una persuasiva justificación personal e ideológica.8[8]
Los aspectos principales de este capítulo son el material de análisis —la
entrevista— y el punto de vista interpretativo que guía nuestra exposición. En
efecto, por una parte, tenemos la entrevista, en la que los interlocutores hablan
de actividades políticas y de las relaciones con los medios de comunicación, de
la ley y el orden democrático. De su provechoso contenido llama en particular
la atención las didácticas explicaciones del diputado y jurista sobre la retórica
del discurso público y las relaciones dialógicas entre los agentes del poder y los
ciudadanos. Por otra parte, y considerando que un texto es un proceso
inacabado porque necesita de la participación del lector para alcanzar un
sentido, aplicamos en este trabajo las prácticas y principios del análisis crítico
del discurso. Dicho análisis es una rama interdisciplinar de la interpretación,
mediante la cual los investigadores clarifican el sentido de las prácticas
discursivas de políticos y otros agentes a través de los medios de
comunicación con el fin de avivar la conciencia de quienes soportan sus
efectos de presión y dominio.
Tras una introducción, el estudio se refiere a cada uno de los ocho principios
que orientan las actividades del análisis crítico del discurso, explicados en cada
apartado junto con los comentarios sobre la entrevista y sobre los
procedimientos retóricos utilizados en ella. Estos ocho principios son: el análisis
crítico trata de problemas sociales, las relaciones de poder son discursivas, el
discurso constituye la sociedad, el discurso realiza una tarea ideológica, el
discurso es histórico, la relación entre texto y sociedad es mediata, el análisis
del discurso es interpretativo y explicativo, y el discurso es una forma de acción
social.
8[8]
SOLEDAD ALAMEDA: “Entrevista. Garzón: el último boy scout”, El País Semanal [revista de fin
de semana del diario El País], domingo 25 de julio de 1993, p. 10-19. Fotografías de Chema Conesa. Si
bien habría sido muy útil incorporar a nuestro artículo un anexo con el texto íntegro de la entrevista, para
mayor comodidad e independencia de criterio del lector, no obstante ello, hay que añadir que solamente
los fragmentos que transcribimos para justificar nuestros comentarios suman 42 respuestas —cinco de
ellas, parcialmente—; hemos excluido 13 respuestas, en la mayoría de los casos breves y redundantes.
Para facilitar la identificación y la correlación de los fragmentos, hemos numerado las 55 preguntas y sus
correspondientes respuestas, de manera abreviada. Así, la pregunta 7 figurará como P7; de igual modo, la
respuesta 7 se indica mediante la forma R7.
Como se ha dicho, la entrevista aparecía a finales de julio de 1993, y Garzón había sido elegido diputado
por las listas del PSOE en las elecciones al Parlamento español del seis de junio. Valga esta indicación
como referencia histórica del momento de su carrera política.
3.2. El punto de vista del análisis crítico del discurso (ACD)
Por una larga tradición en la ciencia, que al menos se remonta al dualismo
cartesiano, se considera que hay elementos y propósitos que caen fuera de la
investigación y el conocimiento. Es decir, que son incompatibles con el espíritu
científico. Este es el caso del compromiso político y de los análisis dirigidos a
entender y superar luchas sociales, ya que no sería ortodoxo reunir propósitos
personales y valores sociales —que forman una dimensión vivencial del sujeto
— con la tarea cognoscitiva y neutra del descubrimiento de realidades
objetivas. Sin embargo, en la década de los años noventa una comunidad
creciente de investigadores, entre los cuales se cuentan sociólogos, lingüistas,
psicólogos y otros más, dedican sus capacidades intelectuales a la
consecución de objetivos como los que mencionábamos, y ello a pesar de que
pudieran parecer absurdos y ajenos al programa científico. Estos
investigadores se proponen estudiar enunciados y discursos, preferentemente
pronunciados por emisores públicos, para descubrir desigualdades o injusticias,
para desmitificar estructuras de poder y para desnaturalizar ideologías (Wodak
1995: 204). El estudio comporta interpretar y comprender los sentidos de
prácticas discursivas de políticos y otros agentes a través de los medios de
comunicación social, con el fin de avivar la consciencia de los que padecen sus
efectos de presión y dominio.
Como se podrá entender a continuación, la mención que hacemos de la línea
de investigación en análisis crítico del discurso o ACD9[9] tiene aquí una función
positiva y central, ya que permite delimitar el marco de nuestro estudio, al
tiempo que ejemplifica la naturaleza ideológica de la ciencia. Comenzando por
este último punto de la retoricidad de la ciencia —por el que nos interesamos
específicamente en el penúltimo capítulo—, comprobamos que los conceptos
de objetividad y de veritación, que hasta ahora exigían el desconocimiento del
contexto y de las convenciones que regulan la propia investigación, son
rebatibles o, como poco, revisables. En definitiva, lo que argumentamos es la
naturaleza retórica de toda disciplina científica, o sea, la reducción del saber a
un conjunto de instrumentos discursivos, los cuales generan los objetos de las
disciplinas y las reglas de verificación y validación. El debate que evocan las
líneas inmediatas quiebra la hegemonía epistemológica y sitúa el problema del
conocimiento en el campo de la construcción social y de la antropología
cultural.10[10]
9[9]
El acrónimo en inglés, por el cual se le conoce usualmente en la literatura estándar, es CDA. Los
trabajos en análisis crítico del discurso tienen un marcado carácter aplicado y son múltiples, según su
orientación. Indicamos aquí algunos de sus más reconocidos autores, con la mención de una obra. N.
FAIRCLOUGH (1995): Critical Discourse Analysis, Londres, Longman. N. FAIRCLOUGH y R.
WODAK (1997): “Critical Discourse Analysis”, en T. V. Dijk, ed., Discourse studies. Discourse as
social interaction, Londres, Sage, Vol II, p. 258-284. M. PÊCHEUX (1982): Language Semantics and
Ideology, Londres, Macmillan. T. VAN DIJK (1993): Discourse and Elite Racism, Londres, Sage. R.
WODAK (1995): “Critical lingüistics and critical discourse analysis”, a Verschuren & Blommaert, eds.,
Handbook of pragmatics, Amsterdam, Benjamin, p. 204-210.
10[10]
Para ilustrar este episodio mayéutico de la ciencia contemporánea, sugerimos la consulta de las
críticas a los modelos positivista y popperiano formuladas por la hermenéutica del derecho, la filosofía y
la historiografía, de entre cuyos autores nos complace destacar los siguientes nombres: H. G. GADAMER
(1960): Verdad y método, Slamanca, Ed. Sígueme, 1977. R. USHER, I. BRIANT (1989): La educación
de adultos como teoría, práctica e investigación, Madrid, Morata, 1992. E. LLEDÓ (1991, 1998): El
silencio de la escritura, Madrid, Austral. X. LABORDA (1997): “Hermenéutica de los lugares. Nueve
principios y un epílogo”, en Escavy y Hernández, eds., Homenaje al profesor A. Roldán Pérez, Murcia,
Universidad de Murcia, p. 753-765.
En segundo lugar, conviene delimitar las características de nuestro estudio,
encuadrado en el análisis crítico del discurso y sus principios interpretativos.
Según Fairclough y Wodak (1997: 271-280), los ocho principios que orientan
las actividades del análisis crítico del discurso presentan un programa de
investigación interdisciplinar y que está referido a problemas sociales. El
objetivo último de tal programa es una teoría crítica del lenguaje, que aspira
formular a partir de los estudios particulares. El enunciado de los principios es
como sigue:
 
1. El análisis crítico del discurso trata de problemas sociales.
2. Las relaciones de poder son discursivas.
3. El discurso constituye la sociedad y la cultura.
4. El discurso realiza una tarea ideológica.
5. El discurso es histórico.
6. La relación entre texto y sociedad es mediata.
7. El análisis crítico del discurso es interpretativo y explicativo.
8. El discurso es una forma de acción social.
 
Vamos a explicar el contenido de estos principios en este mismo orden de la
lista y, lo que nos parece más interesante, de una manera práctica, al hilo de la
lectura de la entrevista de Baltasar Garzón. No obstante ello, es oportuno en
este punto dar cuenta de su sentido global. Consideramos que tres rasgos
ofrecen una semblanza útil del conjunto. Son los rasgos de (i) la construcción,
(ii) las mediaciones y (iii) el compromiso, que definimos de manera sucinta.
 
(i) Construcción discursiva de la realidad
La realidad, que es una construcción en continuo proceso, se vale del
instrumento complejo del discurso. En otras palabras, el discurso es acción. Un
aspecto principal de esta producción social es la lucha política para abarcar y
controlar las fuentes públicas de comunicación y de creación ideológica.
(ii) Mediaciones discursivas
La intervención del discurso sobre el mundo es indirecta, ya que actúa en la
historicidad de las épocas y de los instrumentos comunicativos. Para entender
el poso temporal de las épocas se precisa de una perspectiva histórica. Y para
hacer otro tanto con los instrumentos hay que examinar los géneros discursivos
y los mas media, en los cuales se concentra la poderosa industria de la
conciencia.
(iii) Compromiso de la investigación
En tercer lugar, una vez configurado socialmente lo que nos circunda y sus
problemas —el objeto de estudio—, entra en escena la investigación y su
perspectiva científica, que definimos como comprometida, aplicada,
interdisciplinar y crítica. El compromiso comporta rechazar, per falaz, el tópico
de la neutralidad investigadora. Más aún, comporta la constitución de un nuevo
objeto científico: el estudio de relaciones de poder y de desigualdades en los
discursos. Por lo tanto, tiene una naturaleza aplicada, porque se orienta hacia
problemas sociales; y una naturaleza también interdisciplinar, porque orquesta
las aportaciones de gentes de diferentes campos de estudio. Finalmente,
quiere adquirir una función crítica puesto que, en su búsqueda de una teoría
holística del lenguaje,11[11] fusiona reflexivamente técnica y conciencia personal.
3.3. Discurso analizado: entrevista con el político franco
La periodista Soledad Alameda entrevista a Baltasar Garzón cuando éste
apenas se ha estrenado como diputado independiente, avalado por el Partido
Socialista Obrero Español (PSOE).12[12] Antes de las elecciones parlamentarias
el señor Garzón ya era un personaje público, per su tarea como juez de la
Audiencia Nacional y la difusión en los medios de comunicación de resonantes
sumarios que él había incoado sobre narcotráfico y terrorismo. Era un “juez
estrella”, según había sido bautizado por los media. Como el interés informativo
sobre su persona se mantiene en esta nueva etapa pública, ahora en las
funciones de político y legislador, la entrevistadora indaga sobre las actitudes y
los proyectos del ex juez Garzón, a la vez que le propone comparar las dos
vertientes que ha conocido en su persona, la judicial y la política, para hacer
con ello finalmente un balance profesional.
La entrevista consta de dos partes, la de la presentación y la del interrogatorio.
La presentación se vale de un encabezamiento o lead, a modo de resumen de
la situación, y de una pieza introductoria que describe en un tono elogioso la
figura del diputado Baltasar Garzón. A continuación siguen cincuenta y cinco
preguntas o intervenciones de la periodista, con las correspondientes
respuestas, esta vez sin comentarios al margen o sobrepuestos por Alameda.
Desde el punto de vista textual es, por lo tanto, una entrevista al uso, diríamos
que canónica, lo cual significa que hay una elaboración notable del discurso y
que tal elaboración puede pasar desapercibida tras el hábito inmemorial de la
conversación y bajo el manto de la autenticidad que teje dicho hábito.
Hallamos un indicio menor, pero no por ello menos significativo, de esta
elaboración en la presencia de tres tipos de material complementario, ya que la
entrevista se acompaña de dos fotografías de gran formato en las que aparece
11[11]
Sobre una defensa de una perspectiva sincrética y holística, véase A. BASTARDAS (1996):
Ecologia de les llengües, Barcelona, Edicions Proa.
12[12]
Como hemos indicado, fue elegido diputado del Parlamento español en los comicios del 6 de junio de
1993. La proximidad de esta fecha con la entrevista concedida a Soledad Alameda y publicada el 25 de
julio es obvia. Inmediatamente, el 30 de julio del mismo año, fue nombrado delegado del Plan Nacional
sobre Drogas, un cargo ésta que resulta perfectamente congruente con el contenido de las manifestaciones
hechas en la mencionada entrevista. En el mes de diciembre siguiente, sus competencias pasaron del
Ministerio de Asuntos Sociales al Ministerio del Interior, y su cargo adquirió el rango superior de
Secretario de Estado. Sin dolerle prendas en manifestar reiterados desacuerdos con la política del
Gobierno en que participaba, Garzón dejó en mayo de 1994 su cargo en el ejecutivo y su escaño, y
retornó a la Audiencia Nacional.
La experiencia de Garzón en la política parlamentaria duró un año escaso. Durante estos meses, entre
otras declaraciones públicas, firma el artículo “Lucha contra la droga: ¿y ahora, qué?” (El País, 11-10-
1993, p. 13) y concede la entrevista —que hemos examinado arriba— a José Yoldi y Marió R. de Elvira.
“Baltasar Garzón, delegado del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas” (El País, 12-03-1994).
Además del material precedente, hemos consultado las páginas en que Manuel Vázquez Montalbán
(1996) refleja las impresiones y palabras de un encuentro periodístico con Garzón, concretamente las del
capítulo “Pisar sobre cadáveres” (p- 288-300).
Garzón posando en solitario en el hemiciclo de los diputados, además de
diversos recortes de prensa —extraídos de la hemeroteca del diario— y de un
inserto o texto independiente sobre la corrupción política. Hay que desmentir,
en consecuencia, con tal relación de elementos semióticos, la impresión de
aparente simplicidad del mensaje a la que nos inducen una excelente
redacción y una compendiosa maquetación. Tanteando la envergadura de una
lectura crítica del material, tan sólo el análisis de las imágenes podría acaparar
disponible. Pero es prioritario el examen del texto a partir de los principios del
ACD, y en ese cometido nos centramos. Los epígrafes que siguen expresan el
contenido de tales principios, comenzando por el primero, referido a la relación
entre análisis crítico y los problemas sociales.
3.4. El análisis crítico trata de problemas sociales
Esta entrevista a una celebridad elogiada y también vituperada por los media
tiene una intención reveladora, ya que nos presenta al político en clave
personal. “El ex superjuez descubre sus inquietudes políticas”, leemos en el
esquemático resumen que figura en el índice de la revista. Así, la periodista
realiza una indagación existencial, es decir, una aproximación al verdadero
proyecto del diputado Garzón, y éste responde en un registro de conversación
y unos términos casi informales, lo cual produce la sensación de una
comunicación fluida y muy franca. Hallamos el anuncio de este guión de
confidencias en el encabezamiento o entradilla del texto:
 
Garzón: el último ‘boy scout’. Ha sido el ‘superjuez’. Puso al Gobierno
contra las cuerdas con el proceso contra los GAL., encabezó la mayor
operación contra el narcotráfico y despertó pasiones contradictorias por
formar parte de las listas electorales del PSOE. Ahora, desde el
Parlamento y con el Gobierno, le llega su otra hora de la verdad.
 
Las líneas precedentes, además de identificar el tenor que rezuma la
entrevista, son un meticuloso índice de los tres asuntos que se tratan, a saber,
la lucha contra la delincuencia organizada, los aspectos políticos del paso de
un juez al Parlamento y las críticas que ha recibido su persona por alguna de
estas actividades. Tales tópicos reciben un tratamiento temporal propio de la
demostración (el presente) y la deliberación (el futuro). Importa lo inmediato, lo
que sucede ahora o está a punto de suceder, y los interlocutores se
desinteresan del pasado y de lo que supera este contexto histórico tan próximo.
Y es comprensible que obren así, puesto que la acción política en curso de la
nueva legislatura resulta claramente noticiable. El gran cambio de rol político
del protagonista y su incorporación a las disputas partidistas de los grupos
parlamentarios son de por sí un asunto de actualidad. La incógnita que
probablemente quiere resolver la periodista es el futuro inmediato de Garzón.
Sin embargo, y a pesar de la concesión que hacen estas breves reflexiones, la
elección de ese presente inmediato no favorece una conversación crítica sobre
cosas mencionadas en la entradilla que acabamos de leer, por ejemplo,
respecto de los GAL y las acusaciones de corrupción y terrorismo contra el
Estado español.
Sabemos que una entrevista no es un debate, si bien la voz de la
entrevistadora puede hacer creer que adopta un punto de vista contradictorio e
inquisidor. Por una razón de género periodístico, entre Alameda y Garzón hay
un acuerdo dialógico previo, que consiste en delimitar un marco de discusión,
quizá también un tenor. En el caso que nos ocupa, el marco temático es el
futuro de un parlamentario destinado a asumir ciertas tareas en el poder
ejecutivo. Así pues, en el transcurso de la entrevista se combina presente y
futuro, es decir, que se habla sobre quién es Garzón y, también, qué quiere
hacer. Las manifestaciones que hablan de quién se vinculan al género
discursivo epidíctico o demostrativo, particularmente idóneo para el elogio o la
denostación.13[13] Dicho de otro modo, hablar de su perfil psicológico y de su
bagaje profesional es un procedimiento de presentación de una figura ética, ya
sea para considerarla digna de credibilidad (elogio) o indigna (denostación).
Las convenciones periodísticas prescriben la inhibición del periodista, en favor
del juicio independiente del lector, si bien se otorga a la primera la función de
proveedora de los medios retóricos convenientes para juzgar. Por un lado,
pues, la entrevista retara o describe un estado de cosas, actual y dinámico, que
se denomina la personalidad del emisor, el diputado Garzón. Por otro lado, y no
separadamente, se plantean aspectos de futuro, proyectos y razonamientos de
la acción, cosas todas ellas ligadas a la deliberación. Son las dos vertientes de
una misma realidad, la vertiente personal y la pública. La exposición de la
primera orienta y confiere credibilidad a los proyectos políticos de Baltasar
Garzón.
La presencia en clave personal del político personaliza la política, le atribuye
sentimientos, virtudes, voluntad y valores (Arfuch 1995: 117). Y la despoja de la
nefasta idea de pugna sorda entre facciones o de la opacidad que surge de la
concurrencia de aparatos de partido y de sistemas jurídicos. Es el simulacro de
la política de la persona, mejor dicho, de la personalidad, de esa celebridad que
se expresa llanamente, con la facilidad de los ejemplos cotidianos, las
expresiones populares y las imágenes familiares. Es la divulgación política, que
simplifica los términos, adelgaza las explicaciones y remite finalmente a la
persona el sentido del mensaje. La celebridad, además, se siente apeada de la
obligación del rigor y la coherencia, a cambio de la creación de efectos
espectaculares, de la complicidad en la fascinación mediática. Y ello, a pesar
de que paradójicamente se sienta utilizado por los medios de comunicación.
Hay también un punto que aglutina y trasciende estos aspectos particulares de
la personalidad y de los proyectos legislativos de un diputado. En efecto, contra
el trasfondo de la descripción psicológica y del programa político, se perfila la
representación de una ideología de Estado y, concretamente, de unos poderes
y de los agentes, de la jerarquía de problemas y de cómo resolver los conflictos
que amenazan dicho Estado. En consecuencia, el asunto global de la
entrevista no es tanto un perfil personal como la explicación concisa y práctica
que propone esta persona sobre qué significa impartir justicia, emprender
iniciativas legislaturas y ejecutar programas gubernamentales.
Según esta concepción de la entrevista concedida por el diputado Garzón, lo
que se vierte son valoraciones sobre la ley, el orden y un gobierno fuerte y
13[13]
Mas adelante, en el epígrafe sobre el principio número siete del ACD, substituimos esta
interpretación binaria de los géneros (epidíctico—deliberativo) por la clásica composición ternaria de la
retórica, que habla de los géneros judicial, epidíctico y deliberativo.
atento a los peligros que asedian el sistema democrático, de manera que se
proporciona una definición ideológica muy interesante. El interés de esta
propuesta ideológica yace en el hecho de que sobrepasa el ámbito personal de
quien lo esboza y sintoniza o evoca una concepción tan dilatada que resulta de
difícil catalogación. Es asumida por su grupo parlamentario, el socialista, pero
también podría encajar en el ideario de diferentes grupos políticos de centro y
conservadores. El hecho de que las afirmaciones de Garzón no parezcan
distintivas de su grupo parlamentario puede deberse a dos razones. La primera
consiste en el carácter independiente del diputado: no está afiliado al PSOE y,
además, declara que ejercerá su libertad de voto. La otra podría responder a
las limitaciones de la entrevista, en cuanto al espacio disponible y también al
orden discursivo que marcan las preguntas. Pero lo cierto es que el proyecto
resulta impreciso, carente como está de referencias y de un plan de desarrollo
de sus objetivos. Más allá de las proclama abstracta de una voluntad
regeneracionista, los objetivos se reducen a uno solo, el de la lucha contra el
narcotráfico.
Sin embargo, no hemos de pensar que la ambigüedad y la constricción del
discurso de Garzón sean un defecto sino, bien al contrario, su misma expresión
de la fuerza de un proyecto cuyo alcance es transparlamentario. Es decir, que
el rasgo más destacado del proyecto radica en su idoneidad para un gran arco
parlamentario de partidos. He aquí, pues, el sentido de una propuesta
ideológica que puede suscitar un amplio consenso y que se fundamenta en tres
líneas de argumentación implícitas: la conservadora, la romántica y la
populista. Se apela a la tradición conservadora cuando se pone el énfasis en la
ley y el gobierno fuerte como solución de los problemas sociales, sean los de la
drogodependencia y las mafias del tráfico de estupefacientes. Esta
razonamiento reafirma la preeminencia del circuito que se establece entre los
poderes legislativo, ejecutivo y judicial, y descarta o infravalora otras opciones,
a pesar de las observaciones que denuncian la ineficacia de la política
represiva. En segundo lugar, la proclama de la independencia del diputado
Garzón invoca el principio romántico de la independencia del individuo. Con
este argumento seductor —y sin embargo equívoco— basa el compromiso
ético de la campaña contra la corrupción. Y es equívoco porque fomenta un
ideal del liberalismo que se contradice con el modelo institucional del punto
precedente y con la práctica grupal que lo caracteriza, al votar los
parlamentarios según el criterio de su grupo. Finalmente, se puede observar en
las manifestaciones del entrevistado elementos de estilo, como por ejemplo
coloquialismos y referencias a la vida cotidiana que facilitan la identificación
popular con el personaje. En conjunto, el proyecto ideológico del diputado
Garzón es una pieza de un ideario neoliberal, que predica un reparto de
instancias estatales y de libre iniciativa personal y empresarial, según los
asuntos en cuestión.
3.5. Las relaciones de poder son discursivas
Las relaciones de poder no se dan en abstracto, sino que son negociadas y
ejercidas en el seno del discurso. Y, en la cultura de masas, el formato
discursivo más influyente es el mediático. Los políticos usan los media y a su
vez los media los usan a ellos, lo cual no quiere decir que haya una relación
transitiva sino que entre estos dos polos se establecen luchas y acuerdos para
fijar el poder de cada cual. No importa tanto saber si los políticos explotan a los
media o si por el contrario los media poseen el dominio efectivo; no importando
tanto ello —los hechos pueden ser más complejos y remitirnos a una invención
conjunta— como dilucidar los procesos de negociación entre las dos partes.
En una entrevista periodística destacan diversos aspectos relacionados con el
poder. En primer lugar, cuenta la accesibilidad al medio de comunicación. No
aparece en él quien quiere sino quien puede y esa capacidad de hacerse
presente, como cuerpo y diálogo, en unas páginas está relacionada con la
proyección pública del personaje político.14[14] En segundo lugar, “el poder sobre
el discurso es también una cuestión de capacidad para controlar y cambiar las
normas básicas de las prácticas discursivas” (Fairclough y Wodak 1997: 237),
lo cual significa que el orden y los elementos de la entrevista que mantienen la
periodista y el diputado son el resultado de la tradición periodística, pero
también de las relaciones de poder entre ellos dos, en el claustro específico del
encuentro. A la periodista y a la empresa editora les corresponde escoger la
extensión de la comunicación (cuánto), los asuntos (qué) y el tratamiento
(cómo). De todos estos, el tratamiento acoge el aspecto más hondo de la
autonomía mediática, puesto que el tono con que se presentan las
manifestaciones del político y la estrategia o el hilo que sigue la periodista en el
interrogatorio determinan el sentido global. Una muestra de los recursos de
tratamiento de la información se halla en el exordio que realiza Sol Alameda. Lo
forman tres párrafos de presentación, el primero de los cuales dice así:
 
Pasará tiempo antes de que la costumbre convierta al juez Garzón en el
diputado Garzón. Pero la osadía, la fortaleza y la capacidad de trabajo
que le hicieron más famoso que una estrella de rock, según escribió un
corresponsal extranjero, se pusieron en duda el mismo día (sic.) que se
anunció que quería ser diputado del PSOE. Él, que no cree que la buena
fe sea virtud de todo el mundo, a pesar de tener nombre de rey mago, se
sorprendió de la virulencia de la crítica. Tras ser estandarte de la
honradez y la independencia, la representación del cargo público
decente se transformó de la noche a la mañana en un Macbeth; el más
ambicioso y más traidor de los personajes literarios. (p. 13)
 
Es fácilmente interpretable el fragmento como una síntesis de los hechos
recientemente acaecidos, y que cumple con el requisito de informar sobre el
contexto, sin olvidar algo tan substancial como la estimulación del interés en el
lector, lo cual consigue al invocar dos cosas: la celebridad del personaje y los
conflictos en que se ve inmerso. El marco que abraza toda la información se
asemeja a una trama de suspense, que insufla el conflicto entre la bonanza o
plenitud del pasado y las dificultades del nuevo destino. No es, sin embargo,
una incertidumbre hiriente, ya que el personaje queda definido según unos
rasgos psicológicos fuertes y positivos. Posiblemente, como se lee en el lector
párrafo de la presentación —si continuamos con el texto—, su probidad y

14[14]
Si es evidente la diferente accesibilidad a los media entre un ciudadano anónimo y un político,
también hay grados entre personajes que comparten les misma circunstancias políticas. Es el caso de la
catedrática de ética Victòria Camps y del juez de la Audiencia Nacional Ventura Pérez Mariño, quienes
también concurrieron con éxito a las mismas elecciones legislativas de 1993 por el Partido Socialista pero
que, sin embargo, no tuvieron la notoriedad de Garzón.
determinación le conducirán con acierto en la “regeneración de la vida política”,
porque:
 
como creyente tibio piensa dejarse la piel en ello. Eso le salva de
cualquier tentación de vanidad, le redime de la ambición que,
seguramente, también anida en su corazón. Su cuerpo, sólido como una
proa de granito, anuncia lo intransigente que se puede poner el juez si lo
que él piensa que se prometió cumplir termina por no cumplirse.
 
La destacable solemnidad con que se describe la situación, en un tono épico,
puede resultar desmesurada y sospechosa a los ojos del lector. Para deshacer
esta posible sensación de desapego, la periodista inserta expresiones
coloquiales, que presentan un brusco contraste de registros. Es cuando escribe
que “le hicieron más famoso que una estrella de rock”, que era “el juez de
moda” y “un tipo que necesita retos”, y por ello Felipe González “le lanzó una
idea que era como un caramelo de fresa”. El cromatismo estilístico, por decirlo
de un modo benigno, va acompañado de discordancias semánticas, como
sucede en la primera frase del fragmento precedente: “como un creyente tibio
piensa dejarse la piel”; o bien esta otra, de una ingenuidad pragmática
sorprendente: “no cree que la buena fe sea virtud de todo el mundo, a pesar de
tener nombre de rey mago”. Como todos saben, es incoherente relacionar el
nombre de la persona con las cualidades del referente religioso, de la misma
manera que resulta irrelevante demostrar el compromiso de alguien (“dejarse la
piel”) aduciendo su condición no ya de creyente sino de creyente tibio. Sin
embargo, haríamos bien en descartar el examen aislado y meticuloso de los
enunciados, ya que su sentido se desprende del tono general o, como
queríamos ejemplificar, del tratamiento que se aplica a la información y al
personaje.
Si el tratamiento —elogioso y enfático, aquí— es un mecanismo de la
autonomía de la periodista, al entrevistado, por su parte, le corresponden otros
procedimientos de poder. Uno, de carácter infractor, consiste en la
desestimación de las pautas que propone la periodista; por ejemplo, no
cediendo la palabra o bien transformando una conversación en un discurso
político. Otro procedimiento, positivo esta vez o manifiestamente cooperativo,
se basará en el uso de la capacidad persuasiva, verdadero capital cultural
amasado por el hablante. Fácil es imaginar la necesidad de estos
procedimientos cuando el entrevistado se halle ante una pregunta
inconveniente —es decir, no prevista o cuya respuesta no ha sido
suficientemente preparada— o bien desee explayarse sobre un asunto que no
aparece en el cuestionario, dos situaciones corrientes, por cierto.
Curiosamente, la entrevista se abre y se cierra con una colisión de intereses
entre los interlocutores, a juzgar por las respuestas elusivas que leemos, lo
cual abunda en nuestra apreciación sobre la frecuencia de dichas clase de
situaciones. La primera se refiere a su futuro inmediato en el ejecutivo.
 
(Pregunta 1: P1)— ¿Se le destinará finalmente a ese organismo para la
lucha contra la criminalidad organizada del que se ha hablado?
(Respuesta 1: R1)— No tengo más indicios de que se creará dicho
organismo que el hecho de que aparezca en el programa del PSOE.
Trabajo en la idea de lo que puede ser su plasmación legislativa. Pero
no sé si pedirán mi colaboración.15[15]
 
Y la última intervención, en la que se le pide que especifique a partir de qué rol
público habla, clausura un conjunto de respuesta ambiguas sobre Filesa, un
proceso penal entonces en curso que, como se ha dicho, había sido incoado
por financiamiento ilegal de su partido.
 
(P55)— ¿Está contestando sólo el juez?
(R55)— Estoy diciendo que cada político tendrá que asumir la parte de
responsabilidades que le competa en una situación como ésta. Y de ahí
saca las conclusiones que quieras.
 
Garzón no acepta los términos de la pregunta y opta por proferir un anuncio en
el que se escucha resonancias de oráculo. Para conocer si este mensaje, al
tiempo obvio y enigmático, es la expresión de la elocuencia o el garabato de un
orador atrapado, es preciso examinar la totalidad del discurso.
3.6. El discurso constituye la sociedad
Así como hemos comprobado que una entrevista es el resultado de una
negociación interpersonal de roles y de significados, una negociación que
reafirma o modifica en cada momento los aspectos discursivos y las relaciones
de poder, desde una perspectiva social también observamos un proceso
equiparable de interacciones culturales. Lo que podemos extraer de las dos
posiciones es que las relaciones discursivas y de poder son dinámicas; utilizan
convenciones que no son permanentes ni monolíticas. “Cualquier caso de uso
lingüístico realiza una pequeña contribución a la reproducción o transformación
de la sociedad y la cultura, incluyendo los mecanismos de poder”, indican
Fairclough y Wodak (1997: 273).
Si clasificamos los discurso según los dominios sociales, diremos que
intervenimos en la reproducción y transformación de la realidad cuando a)
presentamos identidades de los individuos, b) definimos o calificamos las
relaciones de rol interpersonales y c) elaboramos representaciones del mundo.
En la entrevista entre Alameda y Garzón, hallamos enunciados que
corresponden a estos tres apartados, como apuntan los ejemplos siguientes:
 
a) Identidades personales
 
(P35)— Dígame cómo se sentía cuando subió a dar su primer mitin
(R35)— Estaba nervioso; no miento, no, lo estaba. Me impresionó ver
tanta gente allí, esperando, mientras yo, de pie, casi paralizado por la
15[15]
El 30 de julio de 1993, cinco días después de publicarse la entrevista, Garzón es nombrado delegado
del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas.
responsabilidad, siempre necesitaba variar el discurso que había
preparado. Sobre todo sentía la responsabilidad, porque la gente estaba
convencida de que el cambio del cambio era posible y yo sabía que de
alguna manera encarnaba a esa persona que podía traer algo nuevo a la
política.
 
b) Relaciones de rol interpersonales
 
(P36)— Se le veía cortado, como si pensara tanto las palabras que no le
salían.
(R36)— Es la consecuencia de ser juez, estás acostumbrado a decir las
palabras justas y exactas para no pillarte los dedos. Hacer afirmaciones
políticas me daba un miedo terrible. Prometer es duro; si prometo algo,
quiero cumplirlo; y desde luego voy a tratar que (sic) se cumpla. Cuando
veo a tantas personas que cifran su ilusión en el cumplimiento de las
propuestas electorales siento que hay que dar la piel, si hace falta, para
cumplir lo que has prometido. Y siento la vergüenza que pasaría si me
señalaran con el dedo diciendo: me has engañado.
 
c) Representaciones del mundo
 
(P38)— Usted ya sabe que la política es el arte de lo posible, que a
veces es difícil cumplir todo lo que se dice.
(R38)— Debemos aspirar a lo imposible. No siempre se obtienen todos
los objetivos, pero lo que no se puede es actuar dando por hecho desde
el principio que no se va a conseguir, y que por tanto no vas a luchar.
Hay que hacer lo contrario, y si no se llega a la meta, que no sea por
falta de voluntad.
 
En este pasaje, que abarca los turnos de palabra del 35 al 38 (exceptuando el
37, que hemos obviado por ser reiterativo), apreciamos y desgajamos tres
secuencias. La identidad del individuo se compone de elementos personales
(psicológicos y éticos) y sociales. En la primera de las intervenciones (R35), se
da la descripción de un estado de ánimo de nerviosismo, que define
explícitamente un rasgo ético del hablante, su responsabilidad, y implícitamente
la prudencia y sensatez con que concibe su deber. La misma respuesta
introduce también un elemento de identidad social del hablante, ya que su
sentimiento está en relación con un rol público. Precisamente, la
responsabilidad nace de una consciencia de conformidad. Garzón declara que
conocía lo que se esperaba de él y que aceptaba sus obligaciones.
La identifación del sujeto prepara las distinciones de rol del intercambio
siguiente (36). Por una parte está el político, que aparece en la tribuna y hace
un parlamento y, por la otra, está el público, que se manifiesta como un solo
sujeto, si bien un sujeto colectivo. El político y el público son agentes
diferentes, como diferentes son las normas de su acción discursiva. Cuando el
político habla a la audiencia, hace “declaraciones políticas”, lo cual significa
hacer promesas, aclara inmediatamente. Si las promesas tienen por objeto
“transmitir confianza e ilusión” (r37), como indica con acierto desde un punto de
vista pragmático, más tarde, cuando los votantes le pidan cuentas de su
cumplimiento, puede suceder que el político irresponsable haya de sentirse
profundamente avergonzado al ser objeto de la sentencia popular: “me has
engañado”.
Las relaciones sociales entre los individuos que figuran en la secuencia central
hacen una doble distinción. En un lado se hallan los ciudadanos y, en el otro,
que es el de las instancias públicas, están los políticos y los jueces. La
diferencia entre políticos y jueces estriba en que los primeros formulan
promesas y estos otros tienen por costumbre “decir las palabras justas y
exactas”. De la comparación se desprenden una ideas subyacentes —
implicaturas— muy ilustrativas, cuyo comentario reservamos para más abajo,
en el epígrafe sobre la historicidad del discurso. En definitiva, es obvio el juicio
que transmite Garzón del mundo político, marcado por un gran poder y también
un alto riesgo, en contraste con el juicio que le merece lo judicial, moderado y
ecuánime.
La muestra sobre representaciones del mundo, que figura como el intercambio
38, expresa opciones ideológicas de los hablantes. Cuando estos manifiestan
un compromiso con la verdad de sus palabras, es decir, que afirman saber o
creer que la realidad es tal como dicen, hacen lo que la pragmática denomina
un acto representativo. El asunto del que hablan es la política y, curiosamente,
aunque los interlocutores la definen de manera contradictoria, se sella un
acuerdo entre ellos: “la política es el arte de lo posible” (Alameda); “debemos
aspirar a lo imposible” (Garzón). ¿Por qué? Porque los enunciados
representativos cubren una amplia gama conceptual que va desde las
descripciones de lo que es (la política como un arte pragmático) hasta las
proclamas de lo que podría ser (la política como un arte utópico), lo cual
plantea la siguiente tesis radical de la pragmática lingüística: la representación
de la realidad es axiológica. Dicho en otros términos, la realidad es conformada
no ya por su descripción sino por las representaciones ideológicas que
producimos discursivamente. La cúpula o parte más llamativa de las
producciones ideológicas es la de las representaciones sobre el mundo, de las
cuales nos ocupamos en el epígrafe que sigue a éste. No obstante, también
hablan del mundo y cumplen una idéntica tarea constructiva las
manifestaciones de los otros dominios sociales, los de las relaciones de rol y de
las identidades de los individuos.
Para entender el papel de las tres clases de manifestación y de sus ligámenes
persuasivos, conviene recordar el principio argumentativo de la retórica.
Aseveraba Aristóteles que la fuerza de las palabras no radica tanto en las
cosas que demuestran o parecen demostrar como en el carácter o
personalidad del hablante. Y añadía que la forma de hablar que adopta el
orador puede constituir la prueba principal de su alegato, cuando lo expresa “de
manera que lo hace digno de fe” (I, 1365a), es decir, fiable por la autoridad
moral que inspira, merced al pensamiento prudente, a la aseveración veraz y la
expresión de sentimientos bondadosos.16[16] Es la fórmula de la probidad del
16[16]
Aristóteles, en Retórica (II, 1378a), habla de prudencia, virtud y benevolencia. Véase un análisis
pragmático de estos elementos de la demostración ética en Laborda (1996a), p. 34 y ss.
hablante, de composición ternaria, que tiene el valor de orientarnos sobre los
procedimientos de legitimación que utiliza el sujeto para merecer el crédito de
la audiencia.
En consecuencia, podemos considerar que la identidad de los individuos es la
fuente primaria de interacción entre el discurso, por un costado, y la sociedad y
la cultura, por el otro. ¿Quién es el que habla? ¿Qué piensa y qué quiere?
¿Como siente lo que dice? ¿Habla como juez o como político? Nos hacemos
estas preguntas para discernir si hay que escuchar y, después, creer a la
persona que responde las preguntas de la periodista, a pesar de que Garzón
ya sea un personaje. Es un procedimiento tan usual como lo son las muestras
o pistas “éticas” que se disponen en la entrevista, hasta el punto de que un
tercio de ésta se halla dedicada a la definición de la personalidad del diputado.
Digámoslo una vez más; es la visita al político en clave personal, por supuesto.
Y haríamos mal si creyéramos superfluo o irrelevante el elenco de
manifestaciones sobre las cualidades éticas del entrevistado, que resumimos
en los rasgos siguientes:
 
Valeroso o corajudo:
(P28)— El miedo físico ¿ha sido uno de los motivos para que dejara la
judicatura?
(R28)— (...) Cuando trabajas en el centro del huracán no te paras a
pensar que esos asuntos pueden traer problemas graves para ti o tu
familia. Me dan miedo las actitudes sectarias, la traición de los que dicen
que te apoyan.
 
Tenaz y fuerte:
(P39)— A los 31 años se encontró con los GAL. Luego le han pasado
muchas cosas, muchos sumarios. ¿Todavía conserva la ilusión?
(R39)— La misma ilusión, la misma tenacidad. Depende del carácter, y
soy de esos que se rehacen con los reveses; no soy depresivo. Ahora
tengo más experiencia, pero siempre he sido intransigente conmigo
mismo. Soy mi mayor y mejor censor.17[17]
 
Desconfiado pero prudente:
(P41)— Esta dureza, ¿hasta qué punto se ha convertido en una
deformación profesional que se prolonga fuera del trabajo?
(R41)— Sí. Me he vuelto progresivamente más retraído. Desconfío, me
cuesta abrirme a los demás por miedo a ser traicionado. En un test de
esos que hacen en el colegio decían que soy emotivo, activo, primario;
colérico puro. Y sigo siendo así, con el mismo carácter abierto. Pero
temo que el acercamiento no sea sincero.18[18]

17[17]
El término “intransigente” probablemente quiera significar aquí la cualidad de autoexigencia y
esfuerzo personales, y no la de quien rechaza hacer concesiones para llegar a acuerdos, ja que en política
la transigencia puede ser valiosa.
 
Idealista y prudente:
(R42)— (...) Mi mujer está ilusionada, como yo; pero es más radical. Le
preocupa que las cosas no sean como creemos que son. Es más
realista.
(P43)— Y le tacha a usted de idealista.
(R43)— Eso dice, pero tengo los pies en el suelo.
 
Y sincero:
(P51)— Desconfía, pero es muy transparente. Justo lo contrario que un
político profesional. Parece que necesita ser sincero.
(R51)— Lo único que la gente no perdona es la mentira; perdona los
errores si se le explican. Lo he visto, por ejemplo, con las imputaciones
que se hacen a los políticos. Lo que no aguantan es que digas que todas
las imputaciones son falsas. Nunca hay que mentir, aunque cueste; y si
eso es ser un ingenuo en política, voy a seguir siéndolo.
 
Además de los rasgos que el entrevistado ha predicado arriba de su persona,
también invoca la coherencia (“debes trabajar con respeto hacia la propia
coherencia y la forma de pensar”, r33), independencia (“he dicho que
mantendré mi independencia”, r34) y la responsabilidad (sobre todo sentía la
responsabilidad”, r35), tres elementos que perfilan la competencia con que
puede ejercer eficientemente un rol público.
Todas estas manifestaciones moldean la imagen del político Garzón o, en
palabras de la retórica, su carácter ético, que es lo que le vuelve creíble y que
constituye la cabeza de puente de la persuasión ideológica. El procedimiento
que siguen los interlocutores para producir el efecto ético no es precisamente
simple o directo, sino que se vale de a) confrontaciones, b) reiteraciones y c)
contrastes. No en vano la periodista evita hacer una petición tan superficial y
aburrida como la de “preséntese”, puesto que opta por proponer un juego de
confrontaciones. Alameda hace un reproche o un comentario desaprobatorio y,
como es previsible, Garzón convierte la invectiva en un elogio indirecto, fruto de
un obligado movimiento de defensa. Así, la afirmación de su coraje o valentía
aparta del camino la insinuación del miedo a sufrir un atentado; la tenacidad
desmiente la sospecha de deterioro o pérdida de la ilusión; la prudencia del
desconfiado responde al juicio negativo de la deformación profesional, o el
idealismo pragmático, al reproche de idealista soñador.
La confrontación como procedimiento retórico de legitimación, ya que sitúa al
interlocutor en un terreno de autodefensa contra imputaciones injustas, aparece
a lo largo de la entrevista. Una modalidad irónica de la confrontación, por débil
y inconsecuente porque puede permitir cualquier respuesta, consiste en
recordar opiniones adversas de otros. Como ésta:
18[18]
La contradicción entre el progresivo retraimiento y su carácter abierto, primario, pasa desapercibida a
los interlocutores, como no sea que signifique un grado superior de madurez personal y de diligencia
profesional, ya que combina la sinceridad personal con el celo o recelo del buen magistrado.
 
(P31)— Su primo dijo: “Baltasar es inmaduro”.
(R31)— Dice que soy inocente por creer que en política puedo cambiar
las cosas. El tiempo lo dirá. Mi primo habla con el corazón; no le gustaría
verme destrozado, tiene miedo de que, si me equivoco, eso me haga
sufrir.
 
La periodista ha recordado aquí la descalificación que hizo el primo de Garzón,
que lleva el mismo apellido y era parlamentario de otro grupo, Izquierda
Unida.19[19]. E insiste en este punto negativo (“es un ingenuo, dice también su
primo”, en la introducción), pero, como no aporta más argumentos, el reproche
psicológico puede mudarse en un motivo de vindicación de una política
ambiciosa y de un proyecto personal.
 
(P32)— Mucha gente lo ha pensado [“es inmaduro”].
(R32)— Sí, lo sé. Pero se puede reflexionar de otro modo: que tal vez
fuera bueno que la ingenuidad entrara de forma generalizada en la vida
pública.
 
La reiteración de la inmadurez propicia que el interrogado alegue dos razones
éticas en descargo de una acusación que sorprende al lector per su
inverosimilitud. En primer lugar (r31), justifica a su primo con la disculpa de que
a aquel le mueve una intención buena, pero parcial; ¿se puede pensar
solamente con el corazón?, parece preguntarse. A continuación, después de
mostrarse benevolente, apela a la prudencia para proponer un modelo político
inusual y de regeneración, en el cual cree fervientemente.
Hay otras reiteraciones, como cuando la periodista insiste en la capacidad
creativa del personaje (“es un tipo que necesita retos y que éstos varíen”), un
luchador vehemente (“cree que puede luchar por un cambio que le fascina, por
una regeneración de la vida pública”), pero todas se resumen en una sola
reincidencia, la abundante presencia de enunciados sobre las cualidades éticas
de Garzón.
Un tercer procedimiento imprime impulso dialéctico a la credibilidad del
individuo: el de los contrastes. En efecto, la presentación de contrastes otorga
dinamismo a una figura que, en un proceso de crecimiento, se debate entre
múltiples oposiciones o juegos de contrastes: las temporales, las personales y
las políticas.

19[19]
Las citaciones o voces de escucha son recursos de comunión, es decir, de identificación con el
contenido de la cita. Este efecto se ve reforzado en el caso del primo de Garzón porque es una voz que
aparece en cinco ocasiones, por ejemplo: (P23)— Su primo dijo: “Baltasar se equivoca, contra la
corrupción lucharía mejor como juez que como político. (P26)— Su primo también ha dicho que se iba
de la Audiencia porque estaba cansado.
Sin embargo, el uso de las citas es irónico ya que sirve para montar la defensa y el elogio del personaje,
que, como se ha anunciado reiteradamente, es motivo de una tempestuosa polémica en los medios de
comunicación.
En lo que se refiere a la secuenciación temporal, hay una tensión entre el
pasado de juez y el presente de diputado (“pasará tiempo antes de que la
costumbre convierta al juez Garzón en el diputado Garzón”), con la
particularidad de que el primero ha merecido elogios (“la osadía, la fortaleza y
la capacidad de trabajo que le hicieron más famoso que...”) y el segundo recibe
vituperios (“se transformó de la noche a la mañana en un Macbeth, el más
ambicioso y más traidor de los personajes literarios”). Sin embargo, el
planteamiento es asimétrico porque la periodista inserta las críticas en un plano
figurado, gracias a un analogía literaria, mientras que los elogios se depositan
sobre un plano real e incuestionable.
También su persona sostiene una dicotomía, la del carácter y la del cuerpo. El
espíritu y la corporeidad entran aquí en comparación y, a lo que se ve, en
armoniosa reunión. Si en lo que se refiere al carácter podemos imaginarlo
falible y humano —atribulado por la “tentación de vanidad” o la “ambición”, y sin
embargo nunca vencido por éstas—, su cuerpo es una cosa aparte,
misteriosamente mineral, como un recinto fortificado, según se lee en la
introducción:
 
Su cuerpo, sólido como una proa de granito, anuncia lo intransigente que
se puede poner el juez si lo que él piensa que se prometió cumplir
termina por no cumplirse. Su cuerpo avisa, sigue siendo el mismo,
aunque se haya convertido en diputado.
 
El sentido del pasaje es claro, aunque considerando una a una sus partes se
revelen incoherentes, tal como sucede con la metáfora de astillero, “proa de
granito”, porque no hay nada memos marinero que un piedra y tan poco
resistente como el duro granito. Además, el afán justiciero o el ardor guerrero
implícitos, que podrían asociarse a la tarea de instructor penal cuando estaba
en al Audiencia Nacional, difícilmente pueden extrapolarse fuera de la esfera
judicial, cuando menos mientras el incumplimiento de las promesas no sea
tipificada como una figura delictiva.
El innegable empuje del discurso disuelve las objeciones de esta clase puesto
que supera las oposiciones precedentes para proponer otras nuevas. Así, la
dicotomía entre el carácter y el cuerpo aminora la incertidumbre del presente
político, porque proyecta una continuidad física y moral, pero deja la incógnita
de los instrumentos de los que se valdrá para llevar a buen puerto su notable
proyecto. Para resolver este punto se introduce en el discurso otro contraste:
frente al político profesional puede oponerse el político moral e independiente,
guiado por su conciencia y liberado de los dictados del grupo parlamentaria:
 
(P34)— En el grupo parlamentario pueden pedir su voto para cosas que
no le gusten, ¿qué hará?
(R34)— Habrá que esperar que eso se produzca. He dicho que
mantendré mi independencia; pero será la mía, no la que quieran
indicarme desde fuera. Puede pasar que, siendo coherente conmigo
mismo, algunos sectores digan que estoy quebrantando mi
independencia.
 
La idea de superar individualmente las limitaciones del político usual, no tanto
partícipe de una tarea como instrumento cautivo de su grupo, nos conduce a
una cuestión mediática, que la que puede explicar el alcance de una alabanza
romántica de la política. A este respecto, nos podemos preguntar sobre qué
poder tienen los mass media para fomentar el personalismo, para crear
personalidades con carisma y para propalar tópicos neoliberales.
Precisamente, la definición de la figura del propio Garzón tiene una vertiente
mediática, además de la personal y la profesional, y a la cual se hace
referencia muchas veces a lo largo de la conversación. Son prueba de ello los
comentarios sobre su fama o el hecho de haberse convertido en el estandarte
de la honradez. Si públicamente es así y por esta razón Felipe González le
propuso ser diputado de su partido, tal como la periodista le sondea, ¿se siente
Garzón un mito, un símbolo? Y responde de este modo:
 
(P9)— Eso [entrar en política] es aceptar haberse convertido en un
símbolo de honradez.
(R9)— No soy partidario de los mitos. La honradez se presume en todos.
(P11)— Ser un símbolo, aceptarse como tal, ¿es molesto?
(R11)— Siempre lo ha sido, he criticado esta situación. Por otra parte,
entiendo que se produzca porque a las noticias hay que ponerlas un
apellido y un rostro. Pero de ese modo la noticia está más en la persona
que en los hechos, y a eso soy contrario.
(P13)— Y usted, ¿piensa que ha sido considerado un símbolo del
cambio en la carrera judicial más que como una excepción?
(R13)— Sí, lo creo. Pero no es verdad que yo pudiera cambiar un
sistema, aunque lo pareciera. (...) Lo que ocurre es que, en la rama del
crimen organizado, cualquier actuación se convierte en espectacular. Y
mientras que en cualquier juzgado sólo de vez en cuando hay algún
asunto que polariza la atención, en la Audiencia Nacional casi todos los
casos son importantes y atraen la atención social.
 
Realidad y mediaciones de los medios industriales de comunicación.
Didactismo, espectáculos y efectos hiperbólicos sobre la imagen de
personalidades. Después de tratar sobre esto, el entrevistado no puede
resistirse a aceptar las consecuencias.
 
(P14)— ¿Es consciente de que le convirtieron en mito porque servía
para lanzarlo contra el Gobierno?
(R14)— Probablemente es verdad. Pero será responsabilidad de
quienes lo hicieron.
(P15)— Ahora, ¿lo tiene claro?
(R15)— No me he puesto a analizarlo. Encontré unos asuntos en mi
juzgado y realicé un trabajo, mejor o peor. (...) Entonces, si, como
consecuencia de un asunto determinado, se inicia la proyección de mi
persona, como una especie de mito o de símbolo de honradez e
independencia, los que crearon la plataforma son quienes tienen que
responder. Luego, han tenido que sufrir la decepción de que se les haya
derrumbado su gigante. Pero el gigante nunca creyó serlo.
 
Garzón se ha convertido en un mito, un símbolo, un gigante, y estos atributos
suyos, a pesar de no ser existenciales o íntimos sino públicos, forman una
identidad edificada con rasgos personales y sociales. El conflicto se presenta
cuando los mismos mecanismos mediáticos, que han formado parte en la
promoción de esta identidad, la deshacen y zahieren la credibilidad adquirida,
como leemos en el intercambio siguiente:
 
(P16)— El director de El Mundo le escribió una carta para que no
aceptara la oferta de González. Él dijo que era la carta de un amigo a
otro amigo.
(R16)—No quiero hablar de eso. Pero mis amigos no me abandonan
(...).
(P17)— Pero usted conocía cuál iba a ser la reacción, ¿no?
(R17)— Sabía que sería un choque, socialmente hablando. Pero pensé
que, pasado el susto, se impondría el respeto a una decisión personal.
Cuando han tratado de destruir toda la obra de una persona, desde lo
más íntimo a lo profesional, y de destruir su credibilidad, algunos han
asumido una grave responsabilidad.
(P18)— ¿Ha sufrido por ello?
(R18)— No soy de piedra, me duelen las cosas, pero unas más que
otras. La crítica siempre me ha parecido positiva. Lo que me saca de
quicio es la intolerancia, que se niegue un derecho. Como dijo Bertolt
Brech: los intolerantes primero aniquilaron el pensamiento; después
enlodaron los adjetivos, secuestraron al verbo y, al fin, vinieron a por el
sujeto. Creo que refleja lo que se hizo conmigo.
 
La narración de la intensa actividad de los media alrededor de Garzón y, en
ciertos casos, contra su imagen aporta indicios sobre tres aspectos: a) la
dificultad de separar el componente social del propiamente personal en las
identidades individuales y de atribuir libremente a estos componentes las
propias decisiones; b) la vastedad de las operaciones discursivas que tienen
por objeto la credibilidad, directamente ligada a la identidad, hasta el punto de
que el sujeto puede experimentar con ansiedad e, inclusive, como una
amenaza de muerte civil las manifestaciones oprobiosas y alienantes; c) los
recursos discursivos de que dispone el individuo para definir prestigiosamente
su identidad e incrementar el crédito social, por ejemplo concediendo una
entrevista periodística centrada en los aspectos de autoridad moral. Eso es
precisamente lo que ha hecho Garzón.
3.7. El discurso realiza una tarea ideológica
Desde el análisis crítico del discurso se concibe las ideologías como
instrumentos dinámicos de representación que cohesionan identidades
sociales. “Las ideologías son instrumentos específicos de representación y
construcción sociales que reproducen relaciones desiguales de poder,
relaciones de dominio y explotación” (Fairclough y Wodak 1997: 275). La
naturaleza dinámica o de proceso es fundamental, puesto que permite
amalgamar representaciones e identidades particulares en torno a las
representaciones del mundo.
En la entrevista podemos destacar dos aspectos de la producción ideológica, el
temático y el formal. El temático reúne asuntos —la persecución del
narcotráfico y los poderes públicos— y el formal afecta a las modalidades
enunciativas de regulación, en particular las deónticas. Sobre este último
aspecto, conviene recordar que con la proferencia de enunciados los hablantes
realizan actos muy diversos y que ideológicamente resultan trascendentes. Ello
acontece, por ejemplo, cuando estos aseveran, suponen o deniegan, porque
realizan actos de representación de la realidad. Pero, también, cuando
solicitan, ordenan o preguntan, con lo que constituyen actos de habla directivos
o petitivos, destinados a la determinar la conducta de los receptores.
Ahora bien, si tomamos la proposición: “debemos aspirar a lo imposible”; no
está fuera de lugar preguntarnos sobre qué tipo de acto realiza. ¿Directivo,
porque prescribe una conducta? ¿Representativo, porque expresa el
compromiso del emisor con una verdad? Probablemente, los dos a la vez, ya
que interpretamos que lo imposible es alcanzable y que es preciso salir en su
búsqueda. Según esta observación pragmática, los siguientes enunciados de
Baltasar Garzón —las cursivas son nuestras, para identificar el núcleo deóntico
— responden a una función combinada de representación y petición:
 
(R23)— [...] Contra la corrupción tenemos que luchar todos.
(R25)— [...] Hay que dictar las normas que impiden (sic)
comportamientos de corrupción. La política debe ser limpia.
(R30)— Hay que ofrecer un frente común sin fisuras. El enemigo está
frente a nosotros, no entre nosotros. Y eso tiene que saberse. [...]
(R38)— Debemos aspirar a lo imposible. [...]
(R51)— [...] Nunca hay que mentir, aunque cueste. Y si eso es ser un
ingenuo en política, voy a seguir siéndolo.
 
Las perífrasis “tenemos que”, “hay que” o “debemos” —más infinitivo—
identifican enunciados deónticos o relativos a los deberes e imperativos
morales. Los deónticos, al tiempo que exhortan a observar ciertos
comportamientos o adoptar unas actitudes, invocan con convicción la validez
de las representaciones implicadas. Participan de la naturaleza axiomática, la
que arranca de una premisa indemostrada pero verosímil. Dicho de otro modo,
sostienen un razonamiento entimémico —o silogismo incompleto— que no tan
solo se resienten de la parcialidad proposicional sino que tienen una fuerza
primordial, como lo demuestra la determinante posición que ganan en el texto:
al principio (30, 38) o al final de la respuesta (23, 25, 51). En conclusión, los
enunciados deónticos asumen la función de obertura o cierre fuertes, de modo
que desarrollan un doble papel regulador sobre los contenidos y el
procedimiento de la discusión, sobre tema y forma.
En lo que se refiere a la parte temática de la ideología, destaca el asunto de la
lucha contra la “criminalidad organizada”, en el cual el político concentra su
programa como explica en el inicio de la entrevista:
 
(R2)— [...] Es verdad que la situación del país es difícil en otros ámbitos,
la crisis económica, el paro, pero el problema de la criminalidad
organizada se va extendiendo larvadamente. Es casi imperceptible hasta
que lo tienes encima y ya no hay solución. Geográficamente estamos en
una situación inmejorable para que se enraíce, para que se acomode.
No voy a decir que tengamos los problemas de otros países, pero desde
luego, hay signos de poder tenerlos. Insisto en plantear que, por una
vez, nos adelantemos a una situación que lamentaremos cuando
tengamos que ir poniendo parches. Se quiere ir por esta línea desde
ámbitos judiciales y policiales; lo que hace falta es que la legislación la
apoye.
 
Si bien el político aprecia problemas económicos y laborales, escoge la esfera
penal para su acción desde el poder legislativo. El hecho de que su campo sea
tan específico como la represión del narcotráfico no restringe la importancia
política por una razón compartida por una mayoría social y que evoca
elípticamente: las redes del narcotráfico no solamente corrompen a los
servidores públicos sino que también ponen en peligro el Estado de derecho. Si
miramos hacia aquellos “otros países” con problemas, podemos entrever las
convulsiones que provocan las mafias en Italia (y el mortal episodio del
atentado contra el juez Falcone, perseguidor y víctima) o los cárteles en
América Central y del Norte.
La periodista aduce una objeción a los instrumentos de dicha política cuando
recuerda los pobres resultados del tratamiento policial del problema, que
Garzón acepta para argumentar así la necesidad de una escalada penal. Los
enunciados deónticos —nuestras son las cursivas— salvan los puntos
delicados del razonamiento.
 
(P3)— Se calcula que sólo se captura el 10% de la droga que entra en
este país; si es verdad, tenemos droga hasta en los ojos.
(R3)— Es verdad. La proporción es un 10% o un 15%. Hay que
abandonar la cultura del alijo que tiene la sociedad. Es muy bonito decir
que se ha cogido el mayor alijo de cocaína de Europa, es una noticia
que genera confianza; pero lo que hay que hacer es desmantelar las
organizaciones.
(P4)— Ningún país acaba con las organizaciones. Falcone decía que a
lo sumo podemos aspirar a tener un cierto control.
(R4)— Pero hay que intentarlo, y el único modo de lograrlo es con una
coordinación firme y decidida. Y debemos saber que no vamos a acabar
con el problema de la droga, ni con el narcotráfico; pero que al menos lo
encauzaremos hacia unos límites que no nos desborden. Así tendremos
controlado el monstruo dentro de una jaula más o menos amplia. Otra
posibilidad, además de utópica, no se ajusta a la realidad.
 
Se produce una confrontación entre la ya comentada apología de un apolítica
que aspire a lo imposible y el presente llamamiento al principio de realidad en
la lucha contra la droga, con una frase redundante: “Otra posibilidad, además
de utópica, no se ajusta a la realidad”. La paradoja es que el diputado, si bien
en otro momento reivindica un ambiguo idealismo y voluntarismo, cuando trata
de un problema concreto desestima de plano lo que ha afirmado y, lo cual es
aún más llamativo, se desentiende así de la propuesta central de su programa
político. Al obviar toda aclaración sobre la otra posibilidad, que consiste en la
legalización de la venta de estupefacientes, está orillando un debate ideológico
sobre la indeterminación del concepto de droga y de los criterios
prohibicionistas, al mismo tiempo que se concede un beneficioso y sesgado
mandato en el que los objetivos específicos y los plazos para realizarlos no
están trazados. “Hay que intentarlo y el único medio es con una coordinación
firme y decidida”, declara como si tratase de una opción nueva, exceptuando
quizá el organismo ejecutivo de coordinación, para cuya dirección
implícitamente se postula.
Sin embargo, la objeción principal a la argumentación no recae en estos u otros
términos —por ejemplo, sobre cuáles son los límites tolerables, que significa un
buen control y qué se ha de entender por jaula— que depositan
inadvertidamente contenidos ideológicos. Ni tampoco importa tanto descubrir
que los augurios de un tiempo en que “tendremos el monstruo controlado”,
tienen la naturaleza expresiva de una promesa política, cuyo cumplimiento es
de difícil o imposible verificación. Porque lo que se escamotea en la
conversación es un debate que señale las opciones en su raíz, en vez de dejar
en la penumbra la tesis oponente, aquella que está de acuerdo con las
consecuencias (la democracia, en peligro), pero interpreta de modo diferente
las causas del mal político (el prohibicionismo) y el historial de los métodos (el
fracaso de la vía policial).
Los comentarios críticos sugiere el análisis del discurso, como los precedentes
sobre argumentaciones implícitas, pretenden no ya abarcar el debate social
sino desvelar procesos e instrumentos de legitimación ideológica. De continuar
en esta indagación, podríamos examinar por qué un programa de regeneración
política como el de Garzón justifica ignorar los asuntos de corrupción
política20[20] o también, preguntarnos sobre cómo incide el organismo de
coordinación penal que propone en las funciones de los poderes públicos y la
naturaleza del Estado.
20[20]
El programa brinda iniciativas penales aplicables al narcotráfico, pero no a causas de corrupción por
financiación ilegal de partidos —Filesa, Calvià— o terrorismo de Estado —GAL— porque son resolubles
dentro de las prácticas ordinarias del poder judicial. Las leemos en este pasaje:
 
(P23)— Su primo dijo: “Baltasar se equivoca, contra la corrupción lucharía mejor como
juez que como político”.
3.8. El discurso es histórico
Una razón más del dinamismo ideológico del discurso es su dimensión
histórica, que puede entenderse en los términos específicos del contexto o los
más amplios de la tradición o la intertextualidad. Todo ello nos remite a la
mediación histórica como fuente de influencia o de rupturas. Las referencias y
citas indican claramente esta vertiente relativizadora de todo discurso respecto
de muchos otros discursos, pero también términos y locuciones que piden
refrescar la memoria para captar su sentido. Así, el eslogan de campaña “el
cambio del cambio” remite a un antigua lema propagandístico ahora revisado,21
[21]
los nombres de sumarios de la Audiencia (Nécora, Gal, Filesa) evidencian
rasgos de la organización judicial o, por su parte, la comparación entre el juez y
el parlamentario divulga fragmentos de teoría política.
La periodista presenta la dualidad profesional del personaje como un detalle
enriquecedor, por la excepcional experiencia de éste en el seno de la
estructura del Estado. Y le interroga para que Garzón refleje su pericia.
 
(P5)— Ha cambiado de profesión: de juez a político. ¿Debe cambiar su
mentalidad?
(R5)— Sí, pero me cuesta trabajo. Un juez está acostumbrado a lo
concreto, su campo de visión es más particular que el de un político. El
juez se mueve dentro de los límites estrictos de la legalidad, mientras
que el político se mueve en el ámbito de la opinión, actúa de cara al
ciudadano. El juez se debe al cumplimiento de la norma, de los casos
concretos que le llegan; un político se debe a sus votantes. Luego hay
aspectos comunes, como que se trabaja dentro del respeto a la
democracia.
(P6)— Unos aplican la ley, otros la crean. ¿Qué le resulta más
complicado?

(R23)— En los asuntos que he tratado, ninguno se refería a temas de corrupción. Quizá
se me haga acreedor de eso por mi independencia, y por la creación del mito. Contra la
corrupción hemos de luchar todos.

(P24)— Los jueces italianos debatieron sobre qué sería mejor: si llevar los procesos
hasta el final, arriesgando el propio sistema, o apoyar una ley de perdón. ¿Cuál es su
opinión?

(R24)— El sistema democrático tiene capacidad para autorregenerarse y limpiarse las heridas. Si
se descomponen los partidos políticos, peligra el sistema; pero si ese comportamiento irregular
atañe a personas que viven dentro de los partidos, el sistema democrático, a través del poder
judicial, sólo tiene que aplicar los mecanismos legales.
21[21]
Cuando está haciendo una intervención constativa o descriptiva de unos hechos, el diputado inserta el
eslogan, expresivo y de promesa, de manera que, si la incongruente combinación pasa desapercibida,
produce un juego erístico muy eficaz: “[...] la gente estaba convencida de que el cambio del cambio era
posible y yo sabía que de alguna manera encarnaba a esa persona que podía traer algo nuevo a la política”
(r35). El oxímoron o juego de palabras del eslogan no deja perplejo al receptor que ha estado expuesto a
la propaganda, y esta familiaridad mediática —descoyuntadora de absurdos o petulancias publicitarias—
convierte la frase en una verdad sobre la que se encabalgan otras.
(R6)— Legislar; una norma se aplica a una generalidad de personas, a
todo un país, y tu parte de responsabilidad no puede diluirse por el
hecho de que sea el Parlamento quien la apruebe. Eres corresponsable,
puesto que has votado. En cambio, el juez analiza el caso concreto y,
aunque tiene que hacerlo de acuerdo con la situación social, se
encuentra inmerso dentro de los límites de la legalidad. La
responsabilidad del político es mayor, mucho más amplia.
 
Las respuestas recorren al constitucionalismo y al esquema de Montesquieu
sobre la tripartición de los poderes públicos. Aquí se contrapone al poder
jurisdiccional con el tándem político de parlamentario y miembro del gobierno:
el campo del primero es concreto y determinado, mientras que el otro comporta
una tarea abierta; el juez está limitado por la obligación de aplicar la legalidad a
los casos que se le presentan, a diferencia del parlamentario, que no tiene
límites definidos, y sus iniciativas han de responder al espíritu y aspiraciones
de los representados. En la conclusión, la naturaleza primaria y original del
legislador decanta su comparación hacia éste. Sin embargo, más adelante
habla admirativamente de la independencia personal y la prudencia discursiva
del juez, que contrastan con la sumisión grupal o la mendacidad a que
equivalen las promesas gratuitas de algunos políticos.22[22] “Ser juez te hace
enmudecer” (r41), asevera hiperbólicamente por mor del didactismo. Y, a la
pregunta sobre si un juez es más dueño de sí mismo, responde:
 
(R33)— Sí, dominas la situación y el asunto. En la política eres
dominado, estás dentro de un marasmo que no abarcas en su totalidad.
Pero en ambas actividades debes trabajar con respeto hacia la propia
coherencia y la forma de pensar.
(R34)— En el grupo parlamentario pueden pedir su voto para cosas que
no le gusten, ¿qué hará?
(R34)— Habrá que esperar que eso se produzca. He dicho que
mantendré mi independencia; pero será la mía, no la que quieran
indicarme desde fuera.
 
Por lo tanto, los límites de la jurisdicción no constriñen al juez sino que le
deparan una preciada independencia y un orden que ahuyenta el marasmo, la
disipación consuntiva de la política. El elogio de la discreción judicial, tanto en
sus palabras como en los hechos, trasluce las reservas profesionales del jurista
sobre la competencia de los políticos. Sin embargo, no todos comparten el
panegírico, como le recuerda la periodista con una crítica ad hominem:
 
(P30)— Últimamente han dicho que su sumario de Sito Miñanco era
demasiado largo y por tanto farragoso.
(R30)— Hay que ofrecer un frente común, sin fisuras. El enemigo está
frente a nosotros, no entre nosotros. Y eso tiene que saberse. Trabajar
contra la delincuencia organizada exige dedicación, y no me importa que
22[22]
Véase la respuesta 36, reproducida bajo el epígrafe 3.6, “El discurso constituye la sociedad”.
sean siete u ocho mil folios; son los que tienen que ser. Y las
organizaciones son las que son. Ni me las invento, ni las puedo partir. Lo
que hay que hacer es sistematizar el trabajo, aumentar, por ejemplo el
número de magistrados que enjuicien. Creo que las causas que he
instruido tienen sus justos límites y cuando se ha podido desgajar
alguna, como ésta en concreto, se ha desgajado de otro sumario más
amplio. Porque la causa del apodado Sito Miñanco está desgajada de la
llamada Operación Nécora, y sólo tenía 12 procesados.
 
La explicación de Garzón entra en dos puntos, el sumario y la Audiencia, es
decir, acción procesal y marco jurisdiccional. Sobre el primero, considera que el
mismo ha respetado los límites apropiados, a pesar de haber reconocido poco
antes una incertidumbre genérica: “En temas complejos, de criminalidad
organizada, el límite de la investigación siempre está por llegar, nunca
sabemos dónde está ese límite” (r15). Y sobre el segundo o marco, hace una
concesión menor al reconocer un déficit de funcionarios, lo cual le sirve para
dejar intacta la estructura de la Audiencia y destaca una doble trascendencia
jurídica y espectacular: “En la Audiencia Nacional casi todos los casos son
importantes y atraen la atención social” (r13). Pero no le parece deseable la
repercusión mediática de sus casos, que relaciona negativamente con la
cualidad de la justicia: “Yo digo que cuando los temas de la justicia no sean de
primera página, será que la justicia funciona mejor”.
En estos pasajes, los interlocutores no tan solo hablan de las cuestiones
indicadas, sino que también y por encima de todo tratan de las relaciones
sociales entre los individuos. Y de qué agentes sociales hay y qué roles
desarrollan. Unos ejercen los poderes públicos, pero mientras los jueces
padecen las interferencias de los medios de comunicación, los políticos se
benefician o, al menos en una época de personalismos, precisan materialmente
de dichos medios para constituirse en representantes de los depositarios de la
soberanía popular, los ciudadanos. Así, desde el pensamiento de Garzón,
políticos y audiencia pública forman un conjunto inseparable y, en algunos
casos reprobable, como sucede con las promesas arriesgadas o demagógicas.
La audiencia la constituye el público, a quien le corresponde un papel limitado
en los actos al uso; en campaña, puede asistir a los mítines y demostrar allí de
manera colectiva su atención, aprobación o rechazo. “Me impresionó ver tanta
gente allí, esperando”, dice Garzón en referencia a un discurso en campo
abierto, “mientras yo, de pie, casi paralizado por la responsabilidad, siempre
necesitaba variar el discurso que había preparado” (r35). Es lo que el orador
elocuente domina, la improvisación o la variación a partir de un guión conocido.
La faceta política del ex juez nos exhibe un orador impresionable e inquieto,
que siente la necesidad de hacer variaciones del guión pensado para persuadir
y provocar la adhesión. La situación completamente distinta en los tribunales,
donde el juez indaga y escucha reservadamente a los justiciables y los
testimonios, a quienes corresponde una parte principal de la acción discursiva.
Es cierto también que accede el público a la sala de sesiones cuando se
declara audiencia pública, pero no pasa de ser un elemento simbólico; en
efecto, el principio garantista de la publicidad de las causas, aplicado con
limitaciones severas, acoge trazos de la escenografía de plaza pública a la vez
que cierra el paso al ámbito participativo y priva al público de influir sobra la
cosa juzgable. En el caso del político, conviene el discurso que los rétores
llaman epidíctico, que comporta la censura de los adversarios y el elogio de los
compañeros de partido, del programa común y de la audiencia, hecho ello
según el sentido del espectáculo y del ritual bien ensayado. En el otro, se trata
del discurso forense, regulado por el derecho procesal y las convenciones
persuasivas de la tradición judicial. Y, si en aquel es legítimo transmitir
“confianza e ilusión” (r37) porque es inherente a su función cívica, en éste es
preceptivo “decir las palabras justas y exactas” (r36) ya que mediante
providencias, resoluciones o sentencias se declara y constituye un nuevo
estado de cosas.23[23]
Y sien embargo, no todo ha se ser un juego de oposiciones, puesto que la
eminente repercusión de la vida pública sobre la comunidad requiere de sus
agentes —jueces, parlamentarios y del ejecutivo— una cualificación y un ánimo
espléndidos, como modestamente predica de sí mismo el diputado:
 
(P40)— ¿Nunca le cansa tanta exigencia?
(R40)— Para mí [la autoexigencia] es una virtud, no quiero facilidades.
Creo que una persona dedicada a la vida pública, de cuya dedicación
dependen cosas tan importantes como la libertad, la hacienda, el
patrimonio, debe ser intransigente. Cuando tengo una idea fija, la
mantengo y casi nunca me relajo. Hay mucha tensión en mi trabajo.
 
Quien deseara negar a Garzón el reconocimiento de hombre competente y de
temple habría de aportar una información inédita y convincente. Pero ello, por
lo que llevamos leído, parece una posibilidad remota. En consecuencia, su
autor nos merece el juicio de hombre virtuoso.
3.9. La relación entre texto y sociedad es mediata
Lo que ya no resulta tan simple es explicar de qué manera habría llegado el
público a saber de los méritos de Baltasar Garzón y a concederle en tanto que
electores su confianza, si no perteneciese a la plantilla de la Audiencia
Nacional y si este tribunal no despertase un interés perturbador en los medios
de comunicación social. Hay jurisdicciones de mayor influencia en la vida
pública que la Audiencia Nacional, como el Tribunal Supremo o el
Constitucional, pero son sobrepasados por el precedente en casos noticiables.
El interés público —el que afecta a los ciudadanos y su comunidad— queda
superado por el interés del público —el que distrae a los espectadores— sobre
terrorismo, delitos monetarios, narcotráfico y otros sumarios que por
23[23]
El prontuario de retórica de Garzón no especifica las características de un tercer género público, el
deliberativo o parlamentario, probablemente por el influjo de la experiencia profesional como juez y la
más inmediata e intensa del candidato a las elecciones. La tripartición de la retórica clásica en discursos
epidíctico, judicial y deliberativo se debe a cinco diferencias: auditorio, tiempo, asunto tratado,
argumentos empleados y finalidad discursiva. Según esta pauta, la alocución epidíctica se dirige al
público (auditorio) para discurrir sobre lo que es (tiempo actual) hermoso o siniestro (asunto) mediante
ejemplos y amplificaciones temáticas (argumentos) para alabar o vituperar su motivo (finalidad). El
alegato judicial quiere convencer a los jueces sobre la justicia o la injusticia de una cosa acontecida, con
entimemas o argumentaciones verosímiles, para acusar o defender al justiciable. Finalmente, el
parlamento deliberativo tiene por audiencia la asamblea y trata a través de ejemplos de lo que será útil o
perjudicial, para aconsejar o desaconsejar alguna cosa, ley o acción (Laborda 1993: 49-68).
especialidad y territorialidad supraprovincial corresponden a la controvertida
jurisdicción de la Audiencia Nacional.
De la perversión de ciertos espejismos mediáticos es propiamente consciente
el ex juez, cuando por ejemplo denosta el culto a la personalidad y a los mitos:
 
(R11)— [...] Pero de este modo la noticia está más en la persona que en
los hechos, y a eso soy contrario. Porque un sistema, en este caso el
judicial, que base toda su posible efectividad en la existencia de dos o
tres personas que hagan bien las cosas, es un sistema que trata de
ocultar sus deficiencias. Sí, porque el ciudadano se queda en el umbral,
diciendo: si este hombre lo hace fenomenal, será que todo el conjunto
funciona muy bien.
(P12)— Pero la gente personaliza en todo; el PSOE también ha ganado
las elecciones porque ha personalizado en Felipe González.
(R12)— Eso es el ámbito de la política. Simbolizar no es bueno,
distorsiona la realidad, permite que la gente olvide la realidad.
 
Como indica el entrevistado, esta es precisamente la cuestión: ¿cómo se
puede conocer la realidad, sin que la deforme la producción discursiva de
agentes sociales y la reproducción mediante instrumentos industriales de
comunicación? De la misma reflexión de Garzón se extraen dos conclusiones.
La primera, que se da una relación, cuando menos de factum, entre discurso y
realidad social. Y esta relación es mediata, indirecta y compleja. La segunda,
que la influencia de los medios de comunicación sobre la representación de la
sociedad puede ser negativa y narcotizante. En este sentido, sostiene Garzón
que tal influencia “distorsiona la realidad, permite que la gente olvide la
realidad” (r12).
Mitos y símbolos, campañas de promoción y celebridades, agendas temáticas
de los medios y creación de opinión..., he aquí algunos de los procedimientos
de mediación sobre el imaginario colectivo, también de legitimación y de
prestigio ideológicos. La urdimbre de géneros, estilos y recursos expresivos
proporciona un gran juego de variaciones. La entrevista de Soledad Alameda a
Baltasar Garzón es un ejemplo de ello, que desmiente la idea ingenua de la
que la realidad puede ser transmitida de un amanera natural y transparente. La
comunicación entre la periodista y la celebridad política nos brinda los rasgos
de una conversación, más que de un interrogatorio, por la fluidez de unos
diálogos francos y reveladores, congruentemente sazonados de coloquialismos
como los que consignamos: “no soy, como se ha tratado de dar a entender, un
tipo con la espada flamígera en la mano” (r47); “siempre que no trates de
liquidar un problema por el artículo 33, la tolerancia y la comprensión de los
españoles es inmensa” (r52). Las preguntas sobre la vida cotidiana y el tuteo
en las respuestas acercan y envuelven a los interlocutores en una atmósfera de
camaradería.
 
(P49)— Cada mañana, cuando se mira al espejo, ¿tiene que gustarse?
(R49)— No necesariamente.
(P50)— No me refiero al aspecto físico.
(R50)— ¡Ah! Vaya, es terrible; pero, como te dije, siempre desconfío. Lo
siento. Procuro aguantar mi mirada.
 
Lo más destacable es que ese espíritu de sinceridad y de la expresión en el
personaje de su sentir existencial, perceptible a lo largo de toda la charla, no
sufre ni siquiera una interferencia discursiva como las del género de las
declaraciones políticas, en las que uno siente que asiste a la lectura de un
plúmbeo comunicado. Nada de ello, pues aquí habla la persona, en un diálogo
atento, sincero y fluido, y no el político que toma la pregunta como excusa para
proclamar tediosamente su doctrina. Sin embargo, las dos son modalidades
discursivas que, desarrolladas en el contexto apropiado, pueden alcanzar la
misma eficacia; y muestran facetas de la relación mediata entre texto y
sociedad.
3.10. El análisis del discurso es interpretativo y explicativo
La interpretación de un discurso es un proceso abierto y cambiante en busca
de su sentido, según el caudal informativo del receptor y de los objetivos que le
impelen. -El hecho es que la comprensión no puede ser estática ni definitiva
porque se deriva de las acciones de un interpretante así como del conocimiento
pragmático y del contexto que tiene presente. Se ha de convenir que cuando
afirmamos el relativismo y el dinamismo de toda interpretación —como la que
podamos extraer de la entrevista del diputado Garzón— no pensamos tanto en
la falibilidad o refutabilidad de la comprensión como en el silencio de la
escritura, expresión brillantísima del filósofo Emilio Lledó que define el estado
insuficiente o latente de cualquier discurso si no tiene un destinatario que le
confiera voz y sentido.24[24]
La presentación del nuevo diputado, a través del formato de la entrevista de
prensa, ante los lectores cuenta como: a) La legitimación de su identidad, tanto
psicológica como profesionalmente, para disipar la áspera polémica sobre su
persona y sobre su reciente partidismo político. b) El alegato del programa
político personal y personalista, decantado hacia la legislación penal y el orden
público contra el narcotráfico. c) El elogio del sistema de poderes públicos, en
particular el judicial, y la importancia de los agentes sociales en un modelo
democrático. Sin embargo, estas tres funciones de justificación personal e
ideológica son un recurso convincente, aunque también superficial —una vez
ganadas las elecciones—, para comparecer mediáticamente en el nuevo papel
público e inequívocamente dispuesto a ocupar un cargo ejecutivo.
El enunciado de las tres funciones indicadas no identifica las piezas separadas
—consta incompatible con el formato de la entrevista y el propósito confesional
que la anima— sino instancias del discurso, de manera que cada una recuerda
por su lado las características de un género público, de acuerdo con las
24[24]
Desde una posición hermenéutica, E. Lledó (1991) desestima el tópico de la objetividad y la
autonomía de los discursos, por la razón de que los discurso tienen significado, pero no sentido, que se
alcanza con la mediación del receptor. “La presunta objetividad del escrito —propone Lledó— fracasa
por esta elemental estructura de la soledad de un lenguaje que, para serlo, requiere convertir en buena
parte al receptor en emisor” (p. 52).
retórica clásica. La legitimación presenta el perfil del discurso judicial, por la
defensa moral de los móviles que le han hecho entrar en política e,
implícitamente, la denostación de los detractores (r16-18, r28-29). El alegato
sigue un esquema claramente deliberativo, ya que expone una situación de
emergencia a causa de les mafias (“pronto es demasiado tarde”, r2) y propone
acciones urgentes. En tercer lugar, en sintonía con el género epidíctico, el
elogio de los poderes públicos juzga con confianza un presente suficiente y
vigoroso. Conviene decir que hemos tomado las referencias temporales como
guía preferente para asignar género a las tres grandes acciones discursivas del
entrevistado: lo judicial es al pasado, como lo deliberativo al futuro y lo
epidíctico al presente, correlaciones estas ya sabidas.
Las mediaciones hacen del discurso de Garzón un material complejo: funciones
de legitimación, alegato y elogio; rasgos de los géneros judicial, deliberativo y
epidíctico; formato de entrevista reveladora. A este rico conjunto se ha de
sumar un nuevo elemento, las contradicciones, es decir, los efectos paradójicos
de las argumentaciones subyacentes o implícitas. Sobre ello, podemos señalar
el comportamiento contradictorio de las identificaciones colectivas —nosotros—
y las expulsiones y alienaciones sucesivas de este espacio cooperativo que
introduce el término yo.
El político, el personaje con carisma, tiene la capacidad de aglutinar en una
sola comunidad ideológica las identidades individuales del auditorio. Por ello
establece un nosotros, que significará diferentes realidades: los ciudadanos, los
votantes convencidos, los compañeros de partido, los jueces… Sin embargo,
en ocasiones un nosotros unanimista, el que se refiere a todos, puede tener un
efecto disolvente de la identidad, como cuando afirma que “contra la corrupción
hemos de luchar todos” (r23), de manera que la responsabilidad de perseguir
comportamientos ilícitos de la Administración es general, pero descoordinada y
voluntarista, a no ser que el espíritu cívico inspire con acierto a los ciudadanos.
Por contra, la lucha contra el narcotráfico, además de precisar acciones
parlamentarias, demanda “un frente común” contra “el enemigo”, que por
fortuna está “ante de nosotros, no entre nosotros” (r30). De resultas de las
identificaciones dispares que opera el término nosotros, curiosamente se
produce una misma consecuencia, la elusión del debate sobre al calificación
que hace Garzón de la corrupción y de la droga como problemas ordinario y
perentorio, respectivamente. Poco importa que para atajar la prevaricación o la
supuesta “guerra sucia” —eufemismo que utiliza en vez de la expresión de
“terrorismo de Estado”—, difícilmente demostrables y punibles judicialmente, se
recomiende el decepcionante remedio de desmigajar la tarea entre todos. Poco
importa que para detener lo estragos sociales del narcotráfico se diga que ese
es un combate de política judicial, a pesar de que haya “otra posibilidad”,
probablemente “utópica” porque pertenece a la política internacional; y a pesar
también de que el derecho procesal y la jurisdicción específica de la Audiencia
Nacional evidencian unas carencias quién sabe si estructurales. Por mera
curiosidad, se puede uno preguntar en qué lugar hemos de situar a los
drogadictos de substancias prohibidos, ¿con el enemigo o con nosotros?; ¿o
quizá no son ni una cosa ni otra, sino lo contrario?
Más arriba hemos mencionado otra contradicción, la que se produce entre el
continuismo en política de droga y un utopismo renovador predicado en
general. Se fundamenta este último principio en una idea ética del político,
caracterizado por la responsabilidad moral, preparación técnica, fortaleza
psicológica y voluntad de trabajo. Son valores que Garzón brinda a la
comunidad política con sentido cooperativo: “He aceptado dar mi colaboración,
no pretendo dar clases a nadie” (r10). No obstante ello, algunas iluminaciones
elitistas desmienten la idea del equipo corresponsable: independiente en las
listas del partido (r8), independiente en el Parlamento (r34), encarnación de la
“persona que trae algo nuevo a la política” (r35) y “revulsivo” de la renovación
(r48), a la vez que insiste en la necesidad de colaborar por la sencilla razón de
que él no es tan poderoso:
 
(R47)— El sistema se regenera desde dentro, pero una persona sola no
puede hacer mucho. Sólo aportar unas ideas, constituir el revulsivo en
un momento determinado para que algo comience a crecer y trabajar
con otros muchos. Porque si este cambio no cuenta con la decisión de
muchas personas no se generará nada. Yo sólo puedo colaborar; no
soy, como se ha tratado de dar a entender, un tipo con la espada
flamígera en la mano.
 
No precisamos de otros comentarios para glosar la experiencia que Garzón
tiene de los cometidos en la vida pública, en especial como funcionario judicial
(“trabajas en el centro del huracán” r28, “hay mucha tensión en mi trabajo” r40),
porque de las decisiones de las personas dedicadas a la vida pública
“dependen cosas tan importantes como la libertad, la hacienda y el patrimonio”
(r40). O lo que es lo mismo, la administración de cosas tan preciadas como el
orden democrático, los bienes materiales de la comunidad y de los particulares,
necesita de la autoridad y el dominio de los altos y selectos cuadros de la
Administración. Paradójicamente, la lastimosa separación o divorcio entre
sociedad y política, y por cuya superación abogaba el diputado (r8), queda otra
vez revalidada por principios burocráticos.
3.11. El discurso es una forma de acción social
Es inevitable que especulemos sobre la intención de la periodista al titular la
entrevista “Garzón: el último boy scout”, ya que igual puede contener un elogio
de la benevolencia del diputado como proponer una ironía sobre la inocencia
del neófito. Inocente es quien no conoce el mal o es fácil presa del engaño. Lo
peor que se puede decir de un mozo escolta —afecto al legado asociativo del
general Baden-Powel— que entra en liza con adultos es que no conoce ese
mundo; ingenuidad, voluntarismo, individualismo o anacronismo son términos
que en ocasiones se asocian al escultismo. ¿Garzón es todo eso? Según
Soledad Alameda, puede ser un ingenuo que desconoce que la disciplina de
partidos en el Parlamento asegura votaciones unánimes —la disidencia acaba
arrinconada en el grupo mixto—, estrategias en bloque y lemas de grupo.
Puede ser un voluntarista que aspira a mantener las organizaciones del
narcotráfico en el límite tolerable. Puede ser un político fuera de lugar y de su
tiempo que confía en la cualificación profesional y el prestigio mediático para
gestar una política personal.
Sin embargo, la leyenda “Garzón: el último boy scout” propone una metáfora
equívoca y gratuita. Si, como postula el análisis crítico, el discurso es una
forma de acción social, una forma de intervención en los dominios ideológicos,
el diputado Garzón no se comporta como un simple boy scout —entendido el
término como injusto tópico de desprecio—, sino que muy al contrario realiza a
conciencia una acción social. Es la suya una acción de lucha política en
defensa del proyecto personal y, subsidiariamente, del jefe del grupo socialista,
González Márquez. Por esta motivación, exhibe un modelo “regeneracionista”
(originario del siglo XIX), en el cual destaca un plan reformista en materia
antidroga y un prolífico marco general de apelaciones a la probidad individual.
Dentro de tal marco ético leemos el elogio de la voluntad de autoafirmación, el
espíritu de superación, el anhelo de perfección, el amor al trabajo y la fortaleza
ante las adversidades, virtudes todas ellas suficientemente reconocidas en las
culturas helénica y cristiana, e incorporadas plenamente en el ideario de la
tradición neoliberal. Lo más curioso de ello es que, si buscamos otras ideas
sobre la cosa pública que no sean la exaltación del individualismo, no podemos
registrar ninguna otra referencia política, a excepción del panegírico sobre los
poderes del Estado y de los actores. Se puede pensar que estas limitaciones
dependen del modelo de entrevista, pero también es razonable añadir que las
omisiones o los silencios —respecto de un programa o de las ideas del
adversario— resultan tan expresivas como la presencia de lo dicho. Así pues,
la exposición de Baltasar Garzón resulta tan inconcreta o fragmentada que no
parece creíble que haya negligido hasta ese extremo la difusión de su
pensamiento, por lo cual la descripción de su oferta remite a un proyecto
tecnócrata, selecto y conservador, envuelto de populismo mediante proclamas
como éstas: contra la corrupción, honradez; contra la incuria politiquera,
capacidad y voluntad de servicio; y contra o por encima de las luchas
ideológicas, la postmodernidad liberal.
3.12. Por una teoría crítica del lenguaje
Una vez examinadas las partes del discurso e inventariados los aspectos
relevantes, recomienza el análisis del conjunto, pero esta vez con un
conocimiento del detalle que ha de facilitar la comprensión de la argumentación
general. Nos movemos en un círculo interpretativo: la investigación de las
partes conduce a la interpretación del conjunto y, a su vez, la del conjunto, a
las partes. En verdad, el círculo —también, círculo hermenéutico— aspira a
relacionar los discursos y los juicios que éstos provocan en el lector, afirmando
la historicidad y el contexto de la producción ideológica. Para observar esta
tendencia podríamos avanzar por dos caminos, el de las nuevas o posteriores
manifestaciones de Baltasar Garzón y, también, el de las informaciones y
opiniones de prensa sobre los asuntos tratados más arriba. En efecto, la
recopilación y lectura de los dos fuentes de material suplementario, obviamente
relacionadas, nos permitirán insistir en el principio del discurso como acción, es
decir, en la fluencia de la realidad y en su causa como dialéctica de discursos.
Las cosas cambian porque los hablantes rehacen la realidad sin solución de
continuidad, porque se reafirman o modifican antiguas convicciones y se
configuran los dominios sociales.
Puede ser el caso del juez Garzón. No en vano, poco antes de dimitir del cargo
ejecutivo y de dejar el Parlamento, en la entrevista a J. Yoldi y M. R. de Elvira
que ya conocemos, proclama ser más de izquierdas que el PSOE. Más tarde,
en un esfuerzo por ser específico, critica por retrógrada la ley de asilo y por
dudosamente constitucional la ley antiterrorista conocido como ley Corcuera o
del “golpe-de-pie-en-la-puerta”, y denuncia la nula intención del presidente
González de investigar la corrupción política.25[25] Habla del poder político, de
las corruptelas instigadas por la política antiterrorista y sus fondos reservados,
de su disidencia parlamentaria y de asuntos relativos a sumarios de la
Audiencia.
Volvemos a la idea de que el discurso es un fruto de su tiempo y de los tiempos
pasados, por el camino que trazan los géneros y los tópicos. Y por ello
recordamos que no es autónomo el informante del periodista y escritor,
Vázquez Montalbán, ni tampoco son originales los tópicos de que trata. No lo
es Garzón, ni seria concebible otra cosa, cuando sugiere consecuencias de la
responsabilidad del poder ejecutivo, cuando avala la autonomía y la eficiencia
del poder judicial o cuando propone la perfectibilidad de la vía judicial en
política antidrogas. Pues todo ello remite a una multitud de referencias y de
cosas dichas, como las que detectaría el lector de prensa si decidiera fijarse
durante unas semanas en lo que le depara la actualidad y sometiera ese
material a un examen conjunto y libre del apremio de la noticia. En primer lugar,
su escrutinio le haría quizá más consciente de las estrategias de legitimación
discursivas, aquellas que hacen creíble e inclusive carismático a un mortal, o
esas otras que con rodeos sobre su persona le evitan justificar el meollo de su
posición. Y, en segundo lugar, podría ir anotando el detalle de los asuntos de la
contienda ideológica. Y, al respecto, hay una alta probabilidad de que diera con
polémicas sobre la Audiencia Nacional, con colisiones entre los poderes
judiciales y ejecutivos por razón de competencias y de lealtades, o con
argumentos para rebatir la falacia de la política antidroga. Para pergeñar un
comentario sobre la Audiencia, a modo de ejemplo de la lista, recordaremos la
notable complejidad del órgano judicial de la Audiencia Nacional, que fue
creado en 1977, según el modelo del franquista TOP (Tribunal de Orden
Público), y que vio ampliadas sus competencias en 1979. La Audiencia
Nacional ha tenido sus detractores y, en otra orden de cosas, una gran
repercusión en la prensa, ya sea por la gran concentración de poder judicial de
su jurisdicción —y de ahí, parte de las críticas—, sea por los graves sumarios
incoados (Filesa, Lasa y Zabala, Marey, Sogecable, como se les denomina
corrientemente) o por la consiguiente identidad estelar y controvertidas
decisiones de sus jueces instructores (Moreiras, Gómez de Liaño, García
Castellón o Garzón) y de sus fiscales (Márquez de Prado, Gordillo o
Fungairiño). Justo es decir que el prestigio, la polémica y la arbitrariedad son
tres factores que, aunque dispares, se han coaligado para poner de actualidad
una tarea que, cuando menos formalmente —como nos recordaba Garzón—,
debería realizarse en condiciones de serenidad y con la independencia que
proporciona estar al margen de la presión informativa.
Es preciso tener en consideración el contexto, esto es, lo dicho sobre los
asuntos y los agentes en controversia, una tarea nada simple, tampoco

25[25]
Son opiniones expresadas a M. Vázquez Montalbán (1996), como las que se aprecian en el siguiente
fragmento (p. 297):
Garzón— ¿Tú crees que González y los que le rodean son de izquierdas? [Pregunta retórica
dirigida a Vázquez Montalbán.] Ésos no son de izquierdas desde Suresnes. Es un grupo de gente
coaligada para llegar al poder y conservarlo todo el tiempo posible. Lo suyo es el poder. Hay
caso GAL hasta el año 2015, a juzgar por el ritmo de las instrucciones de más de veinte
sumarios posibles. Durante ese periodo van a salir más cosas. Damborenea ha abierto la caja
de Pandora..
inmediata, con el propósito de describir los datos que podamos extraer del
mundo periodístico (contexto) y de la actualidad (situación), para acceder así al
terreno de una teoría crítica del lenguaje. Con los instrumentos de la semiótica
social, la pragmática y la retórica de la argumentación, tal teoría crítica ha de
informar sobre relaciones lingüísticas de dominio y de intervención ideológica.
Con ese ánimo hemos intentado aplicar diversos instrumentos de interpretación
a la entrevista política de Garzón, de la cual evocamos, para concluir, algunas
de las observaciones que hemos esbozado. Las observaciones de síntesis
están agrupadas bajo los epígrafes de los ocho principios del análisis crítico del
discurso.
 
1. Problemas sociales
El proyecto ideológico defendido por Garzón, y dejando a un lado el reproche
de levedad, conjuga tres elementos: el progresismo moral, pues exalta la
soberanía de la conciencia individual y la participación de los sujetos; una
política conservadora, que se apoya en los pies de la acción judicial y la
policial; y un estilo verbal que estimula la identificación del receptor, mediante
expresiones coloquiales e hiperbólicas, junto con referencias a su persona y su
mundo cotidiano. La combinación de estos elementos parece una fórmula muy
efectiva, a pesar de las desventajas de ser usual y ambigua.
 
2. Relaciones de poder
La condición de celebridad es un hecho en el que se concentran las relaciones
de poder, que otorgan accesibilidad social al personaje y, sin embargo, lo
someten a una servidumbre mediática. La accesibilidad es la llave industrial
para explotar el capital retórico personal, mientras que la servidumbre respecto
de la exposición pública explica los riesgos de erosión ética, si se da el caso de
ser objeto de una campaña de acoso. De esto último se queja con dolido
sentimiento, sin prescindir sin embargo de los beneficios políticos de
celebridad, entre los que se cuentan la confianza de los electores, la
independencia personal una vez elegido diputado, y la confianza presidencial
al ser designado para un cargo ejecutivo.
 
3. Dominios sociales
En especial, observamos en la entrevista una magnífica operación de
restitución de prestigio a la identidad del entrevistado, en consonancia con la
modalidad existencial de la conversación en clave personal. La familiaridad con
las cualidades éticas de la prudencia, la honradez y las mejores intenciones,
presentan la faz de un orador creíble y lo arman de razones. No obstante ello,
la identidad de la celebridad no resulta tan regular como parece a primera vista
—de ahí nuestra duda sobre una postura irónica de la periodista—, ya que la
inocencia del neófito, la apetencia del burócrata y la vanidad del personaje
aclamado, enarbolan una segunda imagen, compleja y desproporcionada.26[26]
26[26]
Apreciamos un indicio de la doblez de personalidad, muy propio de las celebridades, en el
comportamiento social a que está obligado, tal como lo describe en una respuesta a Vázquez Montalbán
(1996: 289) cuando ya ha retornado a la judicatura. Están hablando a la mesa de un restaurante, escenario
que conocemos gracias a la brillante previsión descriptiva del escritor, y entre bocado y bocado se dicen
 
4. Tarea ideológica
El cometido de una política antidrogas reformista equivale a decir: “sí a lo
imposible, pero en la política diaria solamente el posibilismo”. El sí pero… es la
argumentación adversativa respecto de la proclama de utopismo. Más todavía;
como sucede que las aserciones limitadoras —el principio de realidad aplicado
a la droga— son más prolijas que el ideal político, este último se agosta por la
desatención de su propio autor.
Sobre la política de drogas se puede detectar algunas argumentaciones
indirectas, casi opacas, que tienen cierta importancia política. La entusiasta
disponibilidad para perfeccionar el control del narcotráfico comporta la defensa
de un modelo conservador y ampliamente ensayado. Pero decimos que es un
modelo conservador, no tanto por la opción prohibicionista que apadrina, sino
por la postergación del debate, por el silencio con que se envuelven las
razones aducibles. El entrevistado no quiere o no cree necesario justificar su
postura, y esta negligencia comporta algunos efectos graves en un debate
sesgado, por no decir un debate inexistente. Sin mencionarlo, se da entender el
argumento de que no se puede ser una isla permisiva en un mundo
prohibicionista; este imperativo internacionalista trae consigo un sofisma
grosero, que consiste en considerar tan solo los extremos, a saber,
prohibicionismo o legalización plena. Por otro lado, se nos ocurre que no sólo
hay implicados factores judiciales y protocolos internacionales, sino también de
alta política, que juegan un papel fundamental en el desarrollo de la tecnología
militar y la protección de la industria bélica (ligada a un nuevo marco de
guerra), pero también en la legitimación de acciones contrainsurgentes de
diversa condición, entre ellas, la desestabilización de democracias del tercer
mundo o la remoción de gobernantes inconvenientes, sobre lo cual la
actualidad depara múltiples ejemplos. Y aun descendiendo a la esfera de la
política interna de cada país, el programa antidroga al uso tiene a veces un
efecto perverso contra la democracia, cosa que también se silencia en la
entrevista, y tal efecto se puede traducir en corrupción política y financiera, de
la que no escapan bancos reputados, servicios de espionaje y mandos
policiales. La política antidrogas también es provechosa para demonizar la
inmigración, asociándola por una generalización absurda de algunos casos al
tráfico de drogas. La arbitrariedad policial es otro de los efectos perversos en la
vida cotidiana, así como la violación de los derechos de las minorías.27[27]
 
5. Historicidad

esto:
VÁZQUEZ MONTALBÁN— ¿Qué te dicen cuando pasas veloz a través de un pasillo de
curiosos y periodistas?
GARZÓN— Unos me preguntan, otros me aplauden, algunos me increpan. Es como un paisaje
en marcha del que ya no me doy ni cuenta.
27[27]
Evitamos hacer mención de hechos y sentencias judiciales que prueban estos extremos, pues su
conocimiento es público. Como una nota al respecto, sugerimos el artículo de M. Aguirre, “La droga,
excusa de Washington en América Latina”, en Le Monde Diplomatique, edición española, abril de 1997,
p. 4-5, que sostiene la tesis de que ante el fin de la guerra fría contra el comunismo se ha creado un
escenario nuevo de intervención militar, hecho a medida del imperialismo ultraliberal que lidera Estados
Unidos de América.
Los roles de los agentes sociales responden a patrones históricos y a los
cambios infligidos. Un Garzón descriptivo contrapone la discreción del juez a la
verbosidad del político en campaña. Y otro Garzón prescriptivo prudentemente
advierte contra las promesas gratuitas y las mentiras, sin dejar de mencionar
una tradición no muy responsable que historiográficamente se remonta hasta
Cicerón.28[28] Pero si, como ha escrito Eduardo Haro Tecglen, la política es el
arte de definir la moral y no cumplirla, Garzón se comporta como un maestro y
un purista de las inveteradas prácticas cuando solventa las dudas sobre el
problema de la droga con la promesa del control y la metáfora del
desbordamiento fluvial. El alivio de los colegas no habrá sido pequeño al
reconocer esta prestidigitación de las palabras y los principios. Y,
desgraciadamente, la metáfora de la prevención del desbordamiento fluvial es
refutada de plano por la tragedia de aquellos que pierden la dignidad, la salud o
la vida, cuando tan corrientemente se desborda el río devastador de los
narcóticos.29[29]
 
6- Mediaciones
Con respecto a las mediaciones discursivas, hemos apuntado diversas
manifestaciones de esa modulación de los enunciados, sea por el género
público, el formato, el tenor y la condición mediática. Sobre los géneros,
destacaba su perfil de discurso epidíctico o de adhesión al personaje, si bien
tenía también afinidades con los géneros judicial y deliberativo. El formato de la
entrevista supone una especialización del género epidíctico, rica y sugestiva,
que incluye tres polos, los de los interlocutores y el del público al que va
destinada su conversación, que es en definitiva para quien hablan. El tenor se
refiere al tratamiento en clave personal, que resulta cercano y revelador del
mundo interior o privado del personaje. A ello se suma el efecto multiplicador
del mensaje por la difusión periodística, condición incluida en los rasgos de
géneros ya dichos; y también, por publicarse en el medio en que se publica,
sea cual fuere, se atribuye al diálogo la eticidad o el prestigio del rotativo.
 
7. Interpretación y comprensión
La principal observación discursiva es el uso diverso, contradictorio, de las
identificaciones que promueve el pronombre nosotros, a momentos inclusivo de
las identidades de la audiencia, y otras veces alienante y selectivo, por lo que
establece una barrera entre la audiencia y el colectivo que enuncia. En
consecuencia, las manifestaciones de solidaridad e identidad son arrumbadas

28[28]
Quinto Tulio Cicerón (s. I aC.): Breviario de campaña electoral (Commentariolum petitionis),
Barcelona, Quaderns Crema, cap. XII. En esta amena e instructiva obra, Quinto dirige a su famoso
hermano Marco, notable rétor y político, una epístola con consejos y ardides políticos. Sea por los
provechosos consejos que recibe o por otras razones, es innegable que Cicerón conoció el éxito político,
además de una fama perdurable como orador.
29[29]
Permítaseme la expansión de apuntar la crueldad de este estado de cosas sobre la droga, al mencionar
el caso de Antoni G., a quien conocí siendo los dos niños, y de quien he sabido que murió en trágicas
circunstancias y cuyos detalles deseo omitir por respeto a su memoria. Cuando ello sucedió, su hermano
estaba preso por alguna causa relacionada con el problema público que tanto interesó al diputado Garzón.
He de añadir que mi duelo por la muerte de Antoni incluye el sentimiento egoísta ante la violencia de lo
que siega parte de la propia memoria, ni que sea ésta aparentemente circunstancial.
por otras de autoridad y segregación por mor del rol profesional y por las
notables cualidades del magistrado.
 
8. Acción social
En síntesis, la contienda del diputado Garzón cuenta como una propuesta de
superación del convulso trasfondo de la política, en una etapa calificada de
crispada y caracterizada por las causas penales y el firme acoso de la
oposición a la acción del gobierno del PSOE.
 
 
 
Para acabar este comentario, hay que añadir que la interesantísima entrevista
nos sugiere contemplar un aspecto irónico de la actuación discursiva del
diputado, relacionado con su ambivalente experiencia con los medios de
comunicación social. Y es que la comparecencia del diputado ante la prensa,
lejos de desmentir sus críticas a los media por la frivolidad con que mitifican o
desprestigian a los personajes, por ejemplo los jueces estrella, ilustra
elocuentemente el desplazamiento de la lucha de los idearios a la lucha de los
media. Aquellos se vacían o excusan su presentación a fondo, mientras que
éstos, los media y la industria de la conciencia que los pone en funcionamiento,
se convierten en el centro de la contienda y en un fin en sí mismos. Son, en
definitiva, el escenario inevitable al que una figura pública como la de Baltasar
Garzón no puede renunciar. Como tampoco puede escapar al tratamiento de
celebridad que se le otorga. Y ello, a pesar del riesgo, que con razón teme, de
ser interpretado erróneamente, y de que su osada disposición sea confundido
con la autocomplacencia o que su discreto programa político sea tenido por
circunstancial e inconsistente.
 
 
 
 
 

4. Malas noticias del Sur


 
 
 
4.1. Magreb en la prensa y la representación del conflicto
Los comentarios de este capítulo sobre las noticias de la prensa gráfica sobre
el Magreb suponen un desquite a la incómoda sensación que tengo como
lector de las noticias internacionales. Se trata de una confusa sensación de
incomprensión y de hastío por lo que leo. Pues, aunque duela reconocer esta
incapacidad personal, sucede que entiendo el texto de los escritos pero no el
sentido de los hechos narrados, ni su causa y sus consecuencias. Es como si
necesitara más piezas de las suministradas para descifrar los mensajes en su
conjunto. Y ello aumenta el aburrimiento y la extrañeza ante esas
informaciones de la sección internacional, sobre las que paso tan ligeramente
como puedo. El hecho de que en alguna ocasión haya confiado esta desazón a
personas que considero excelentes lectoras y que me hayan asegurado que les
sucede algo similar, no prueba otra cosa que tiene interés, mucho interés,
preguntarse qué es una noticia, para entender así cuál es su producción, sus
recursos discursivos y los efectos persuasivos que tiene en los destinatarios.
Las noticias del Magreb han merecido en la década de los años noventa una
notable atención para la comunidad de la Unión Europea y, en especial, para
Francia, España e Italia. Aportan un conocimiento intercultural en que el
conflicto resulta un aspecto central, que aparece relacionado con la acción
política del islamismo en la región, la sangrienta crisis argelina o los
movimientos migratorios hacia Europa.
Los antecedentes de esa actualidad informativa del Magreb en la década de los
años noventa requieren una meticulosa exposición, en la que no nos
detendremos aquí. A modo de trágico apunte, digamos que en ocho años de
guerra civil en Argelia (1992-1999) se calculaba que ha habido cien mil
muertos,30[30] con la ruina de las libertades públicas en prensa, las garantías
judiciales y el respeto de los derechos humanos tanto por los contendientes
institucionales como por las guerrillas.31[31] La suspensión en enero de 1992 de
las elecciones parlamentarias en Argelia es el punto de arranque de esta
espiral de barbarie y exterminio. Antes de ello, ya era un tópico informativo
poderoso en los medios el anuncio del avance del islamismo fundamentalista,
concebido como un agresivo frente opuesto al modelo occidental del laicismo,
la igualdad entre géneros y del orden democrático.
Por otra parte, la presión migratoria del Magreb hacia Europa ha creado en los
países de la frontera exterior el “efecto del gran foso”, que informativamente ha
aportado la metáfora de la oleada migratoria. Hay que reconocer que la crisis
social y económica de los países del sur del Mediterráneo influye en estos
problemas. Y también en los movimientos islamistas, que han cambiado el
escenario ideológico de la zona, como una respuesta al deterioro político y la
desestructuración social. Las causas de estos movimientos sociales aparecen
ya en los años ochenta, por la grave crisis económica mundial, con el severo
efecto en el Magreb de la caída de las economías nacionales y la penuria de
unas clases populares que han visto una provocación en la corrupción de la
burocracia y la opulencia de sus élites.32[32]
Una investigación que realizamos un grupo de periodistas y lingüistas sobre la
producción informativa y de opinión de los años 1994 a 1996 en un diario árabe
y seis más europeos, recopiló un material provechoso y aportó los resultados
que utilizamos aquí para decantar algunas conclusiones. Son conclusiones
referidas únicamente a la noticia como construcción del acontecimiento, a los
campos semánticos y el contexto con que se define y ahonda en los temas, los
personajes que aparecen como agentes de los hechos y, en último lugar, la
formidable persuasión que ejerce el relato de sucesos.33[33]

30[30]
Pepa Roma, “Argelia se agrieta. Los argelinos empiezan a pedir cuentas por los 100.000 muertos en
los últimos 8 años”, El País, 21-3-1999, “Domingo”, p. 1-4.
31[31]
“Argelia y los derechos humanos”, cuaderno de ocho artículos de Le Monde Diplomatique, marzo de
1996, edición española, p. 15-19.
32[32]
María Teresa de Borbón Parma, “La crisis en el Magreb”, El País, 16-4-1993, p. 10.
La cuestión que cierra esta propuesta de lectura crítica es la interculturalidad.
Se entiende por interculturalidad el conjunto de procesos discursivos que
ponen en relación diversas culturas. Es, pues, la interculturalidad una suerte de
diálogo o de puesta al habla entre diferentes. Dicho de otro modo, es la
comunicación que parte de la alteridad como presupuesto. Así, nuestro
interlocutor no es simplemente alguien diferente a mí sino un otro del que me
separan ámbitos mayores. Y, considerando en abstracto esta situación
comunicativa entre extraños, cabe pensar dos resultados extremos: un
entendimiento pleno o comunicación inclusiva —el otro es como yo, salvando
las diferencias circunstanciales— o, también, el desencuentro, es decir, la
alienación. Según esta concepción, los intercambios puedan arrojar resultados
múltiples dentro del segmento indicado. No obstante, suele suceder que de la
interculturalidad se deriven a menudo conflictos.
4.2. La noticia como creación del acontecimiento
Las páginas de política son una parte importante de los diarios, tanto por su
intención como por su extensión y por el lugar preferente que ocupan. De estas
páginas, la parte de política internacional destaca por ser una referencia
principal del rango del rotativo. Precisamente, los diarios denominados de
“élite” o de “referencia” obligada se distinguen por su capacidad para tratar
ampliamente las noticias de política internacional. Tales diarios presentan o
deberían presentar las noticias políticas con el rigor que exigen cinco acciones
informativas básicas: objetividad, interpretación, creación de opinión,
tematización y postura crítica.34[34] Sobre estas acciones, digamos en primer
lugar que los diarios han de recoger y presentar informaciones objetivas.
Luego, han de interpretar y explicar las informaciones. Deben, además,
contribuir a la formación de la opinión pública. Pueden ayudar a fijar
socialmente la agenda política de su país o de su comunidad; a ello se le llama
acción tematizadora. Y finalmente, han de facilitar o ejercer el control público
sobre el gobierno y las instituciones.
Según estos principios, los medios coordinan dos tareas. Una es la tarea
informativa, al informar y explicar el sentido de las noticias. Y la otra cumple
una función ideológica, que supone conformar la realidad política, cosa que
sucede al promover una opinión pública, al señalar unos contenidos del temario
político y al ejercer el papel de instrumento de control del poder político. La
visión global de las dos tareas nos permite concebir los medios de
comunicación como un ámbito que desarrolla una intensa actividad persuasiva,
una actividad que busca convencer de la veracidad de su mensaje y de la
legitimidad de su papel como medio y como agente social. Diremos, también e
indistintamente, que lo que se desempeña es una acción persuasiva o, lo que
es lo mismo, una acción ideológica, puesto que se selecciona lo noticiable y se
revela una manera coherente y duradera de ver el mundo. Y, si hubiéramos de
33[33]
La mencionada investigación ha versado sobre La identificación de los conflictos culturales: la UE y
el Magreb, tal era su título. En ella han participado Dolors Cinca, Pilar Esperanza, Michel Faber, Marcial
Murciano, Olga del Río, Amparo Tuñón y M. Mercedes Zamora, con la coordinación de Teresa
Velázquez, y ha contado con el patrocinio de la Dgcyt (PB93-902-C02). Véase el informe de T. Velázquez y
X. Laborda, “Magreb en la prensa: fingimiento de unos hechos”, presentado en el Congreso de la lengua
y los medios (Universidad Complutense de Madrid, marzo de 1996).
34[34]
Ángel Benito (1995): La invención de la actualidad. Técnicas, usos y abusos de la información,
Madrid, Fondo de Cultura Económica. Oza Bezunartea, Los límites de la información política, San
Sebastián, Universidad del País Vasco, 1991, p. 28-29.
destacar una acción comunicativa de entre las cinco apuntadas, señalaríamos
la de la tematización, esto es, la redacción de los temas de una agenda de
interés político para la comunidad de lectores y de ciudadanos. Y esa es la
elección que hemos tomado para leer las noticias sobre el Magreb en diarios
españoles de referencia.
La nuestra ha sido una lectura personal y una lectura de oficio, que se ha
centrado en períodos cortos de semanas o meses a lo largo de tres años, entre
1994 y 1996.35[35] Sorprendentemente, la primera impresión de este esfuerzo
continuado ha sido la de no saber comprender con la claridad necesaria los
acontecimientos políticos relatados, como si se diera el caso de que nuestra
lectura topaba con una opacidad informativa meticulosamente aplicada por los
medios. Esta impresión, que no resiste un examen crítico, se ha mantenido
hasta el final del trabajo. Y no resiste una prueba porque las noticias y los
artículos de opinión son muy diversos, y permiten, al menos sobre el papel,
tener una rica perspectiva de esta etapa política de los años noventa. Sin
embargo, podremos aducir algunas explicaciones de esta confusión. La
segunda impresión es que el sentido general de las informaciones relativas a
esta zona es negativo, pues viene asociado al conflicto, la quiebra de la
legalidad y la barbarie. Y esta impresión sí se confirma como certera en el
análisis de la tematización que hemos realizado.
Durante esos años que van de 1994 a 1996 —y aun antes, en especial desde
1991— en los diarios se ha dedicado muchas páginas a tratar del fenómeno del
islamismo, de su giro fundamentalista y de la situación en el Magreb. Es difícil
juzgar sobre el atractivo periodístico de estas noticias para la audiencia y sobre
un aspecto directamente relacionado con éste, que es la implicación de la
audiencia. Respecto de lo primero, los entendidos hablan de que un alto
porcentaje de la información publicada sobre política apenas tiene interés
periodístico, porque no se ejerce una selección en sus contenidos, quizá por
una combinación de factores, técnicos algunos, como la dependencia de
noticias de agencia, clientelares otros, y de presión política otros más. Por su
parte, la implicación del público con la noticia tiene que ver con la proximidad
del área geográfica y cultural de la que parte; así, nos resulta más cercana y
atractiva una información sobre nuestro entorno local o nuestra tradición
cultural que otras de diferente origen. La divulgación de otros dominios
culturales ajenos a nuestro mundo mental y la práctica de la interculturalidad
son méritos que a menudo los medios pueden exhibir justamente. Además, su
trabajo de creación de opinión y su compromiso con la publicación objetiva de
los hechos les obliga a acoger en sus pliegos muchas noticias internacionales y
35[35]
Los rotativos consultados han sido: Al Quds al-Arabi, diario en lengua árabe publicado en Chipre, de
difusión general y no oficialista; La Vanguardia, El País, Le Monde, La Reppublica, Frankfurter
Algemeine Zeitung, The Times. La opción tomada por la prensa diaria de cinco países de la UE y otro más
en lengua árabe se ha ajustado a criterios de independencia y de referencia o de élite, dentro de su ámbito
territorial o cultural.
El estudio consistía en un muestreo entre los años 1994 y 1996. Se ha recogido el material publicado en
los citados rotativos durante tres períodos aleatoriamente designados: noviembre y diciembre de 1994,
septiembre y octubre de 1995, y marzo y abril de 1996. Al tiempo que se elaboraban estos repertorios,
hemos observado que algunos de los diarios no respondían a las expectativas, en el sentido de que no
recogían noticias sobre el Magreb o tan sólo reflejaban algunos hechos violentos y luctuosos. Ese ha sido
el caso del Frankfurter Algemeine Zeitung, The Times y, en menor medida, La Reppublica, por lo que se
ha ampliado el seguimiento a otras cabeceras: Süddeutsche Zeitung, The Guardian y Corriere della Sera,
respectivamente.
de política, contando ya con que esa labor no es fácil y a veces tampoco
agradecida. Como es sabido, este trabajo no es sólo un reflejo de lo sucedido
ni la transcripción de unas cosas a un código de palabras, sino que supone una
elaboración notabilísima de lo real. Los periodistas convierten los hechos en
acontecimientos informativos, en noticias, y transforman lo privado en algo
social y objetivable.36[36] El proceso de tratamiento de las noticias no se detiene
aquí y elabora productos más complejos. Las noticias no son independientes
entre sí, a pesar de que su origen sea la imprevisibilidad y la originalidad, sino
que entretejen un amplio espectro de imágenes y valores que pretenden
representar y explicar el sentido de la realidad.
Estas pinceladas sobre la acción de los medios apuntan un escenario
fascinante, porque en él se construye las versiones de que es la realidad y
también se disputa por imponer una por encima de otras, es decir, que se lucha
por construir una ortoversión. “Los medios constituyen o reflejan —afirma
Venicio A. de Lima— los diferentes escenarios de representación en los que se
definen cuestiones de clase, raza —sic—, sexo, deseo, placer e identidad, por
consiguiente, reconstruyen la política”.37[37] La opinión de Lima reafirma nuestra
convicción sobre el rol político de los medios, que va más allá de la notificación
de los hechos y que se resume en la definición de qué es actual, es decir, qué
importa de la realidad que acontece. Se trata, en términos de Ángel Benito
(1995), de la “invención de la actualidad”.
Pues bien, cuando esa actualidad de los países del sur se mantiene durante
años, con sus momentos de letargo y sus momentos de paroxismo, y a pesar
de esa permanencia y esa familiaridad resulta confusa y se adhiere a un
sentido calamitoso de la vida, entonces nos preguntamos cómo es posible que
se produzcan estos efectos de sentido. Y si se deben a alguna deficiencia del
lector, a una incapacidad nuestra para comprender los mensajes, o bien se
trata de algo que obedece a la naturaleza de los propios mensajes. Nuestra
conclusión, que podemos adelantar, es que la opacidad se halla en los
mensajes publicados y la idea de conflicto que planea sobre ellos es un factor
premeditado. Las siguientes explicaciones están encaminadas a justificar cómo
hemos llegado a formarnos esa idea.
4.3. Tareas de la interpretación
Cuando se ha recopilado información de muchos días y se dispone de ella en
una carpeta, que forma un solo cuerpo —por algo se denomina corpus el
conjunto de textos recogidos—,38[38] con el inventario de los titulares y la
reproducción completa de los artículos y de las noticias…, cuando se dispone
de este material, suceden cosas distintas de las que depara la lectura diaria de
los medios de comunicación. La primera es su inactualidad, pues tratan de un
36[36]
Escribe al respecto Abraham Moles que “los periodistas o los emisarios de lo social que van al
encuentro de los acontecimientos, equipados de una serie de criterios de apreciación para transformarlos
en mensajes llamados noticias, juegan un papel considerable en la definición de lo que se llama un
acontecimiento”. (Notes pour une typologie des événements, París, Seuil, 1966.)
37[37]
Venicio A. de Lima, Medios de comunicación y democracia, Madrid, Fundesco, 1992, p. 124.
38[38]
El procedimiento que se sigue consiste en elaborar una relación de las noticias y del material de
opinión. La relación general contempla estos puntos, a modo de ficha de vaciado de cada diario: fecha;
título, con antetítulo, título -en negritas, si es de opinión- y subtítulo; página; fuente, sea agencia,
redacción o firma; procedencia o plaza; sección; género, según sea de opinión -editorial, artículo, cartas al
director, revista de prensa, tira humorística- o bien informativa, como la noticia, la crónica, el reportaje,
breves o sueltos.
tiempo pasado y de una actualidad que ha dejado de ser vigente. Ha perdido la
aspereza o la urgencia del presente, con sus vuelcos imprevisibles y originales;
es cosa hecha y cosa dicha. La segunda característica de la operación
recopilatoria es su carácter compacto, único, pues forma una sola pieza
discursiva, todo lo más dividida en días u otros períodos; con ello, deja de ser
fragmentaria, dispersa, discontinua, azarosa. Todo lo publicado está ahí, y lo
conocemos o lo podemos escrutar en el orden y con la intención que nos
convenga.
Lo más interesante de todo ello es que con la recopilación la lectura puede ser
más atenta, más perspicaz. Puede desentenderse del acontecimiento
anunciados y concentrarse en los recursos expresivos que se han utilizado. De
esta manera se pone el énfasis no ya en los hechos sino en las perspectivas
desde las que se contemplan y se enjuician. Veamos un ejemplo de ello,
extraído del repertorio de noticias de un diario árabe y seis europeos del mes
de noviembre de 1994. Se trata de una cata escogida al azar, sin atender a
ninguna característica especial del período. Consta de 245 entradas textuales,
sean noticias o escritos de opinión, el 61% de los cuales proceden de los
diarios europeos y el 39% restante aparece en el diario en árabe Al Quds al-
Arabi. Éste último concentra una proporción tan considerable, con 95 textos,
porque está tratando en ellos cuestiones que abarcan las secciones que en los
otros diarios serían de información internacional y nacional. Si separamos estas
dos fuentes, la europea y la escrita en lengua árabe para la ribera sur del
Mediterráneo, podemos establecer una clasificación cualitativa de los textos,
según unos descriptores temáticos del contenido y la frecuencia de su
ocurrencia (figura 1).
 
———————
Diarios europeos
Conflictos por terrorismo y sucesos 72
textos
Política negativa respecto del Sur
27
Política positiva respecto del Sur 26
Políticas bilaterales o trilaterales 12
Defensa europea frente al Sur 6
Arte, cultura, costumbres, deporte
5
Interés humanitario del Norte por el Sur 2

Diario Al Quds al-Arabi


Referencias a sucesos 22
textos
Visión negativa del Sur hacia el Norte 34
Visión negativa del Norte hacia ellos, denuncia
16
Opinión positiva sobre sus propios asuntos
9
Política interna positiva 7
Ayuda externa 5
Resistencia frente al exterior 2
 
Figura 1. Agrupación de las unidades textuales del período de noviembre de
1994 bajo descriptores temáticos.
————————
 
Es llamativo el hecho de que la mitad de los textos de los diarios europeos
correspondan a la representación de conflictos derivados del terrorismo y de
otra clase de sucesos (el 48% de los casos). Si a esta categoría temática se le
suma la que aparece en segundo lugar, referida a las repercusiones negativas
en la política europea con los países del Magreb, y otra más del mismo signo,
la de la defensa europea frene al Sur, se obtiene la amplia mayoría de un 70%
de temas que expresan el antagonismo entre los dos frentes interculturales.
Sus contenidos fomentan, por la razón de los hechos o por la que se quiera
aplicar, una visión alienante del Sur, de modo que sus miembros quedan
representados como los otros, los que no son como nosotros. Como
contrapartida, el resto de los tópicos caen en lado positivo e identifican
aspectos comunes o de diálogo, sean éstos la política positiva respecto del
Sur, que elogia iniciativas y valores de los países del Magreb, los acuerdos
bilaterales o multilaterales de cooperación, o el deferente interés del Norte
hacia el Sur, que expresa humanitarismo y neutralidad política. Sin embargo,
esta última categoría es una pura anécdota, como también lo es la que podría
aportar un mejor conocimiento intercultural, que es la referida al arte y cultura
de los países del Magreb, con un marginal porcentaje del 3% del total de
entradas textuales.
En la sección árabe destacan dos temas que, una vez sumados, arrojan la
cantidad porcentual de un 53%. Además de formar la mayoría, conviene
señalar que son temas complementarios y, algo aun más importante, que
reflejan un vivo conflicto identitario entre las dos comunidades culturales.
Veamos cuáles son. En primer lugar está la visión negativa que desde el Sur se
tiene de los países europeos, que supondría el retorno atenuado de las mismas
críticas que se reciben, o que también puede entenderse como un inventario de
diferencias disgregadoras. En un segundo orden de importancia se halla el
tema de la denuncia que formulan contra la visión negativa y prejuiciosa que se
tiene en el Norte de ellos. Vemos, pues, que estos dos tópicos proponen
cuestiones alienantes, porque critican las características negativas de los otros
del Norte y porque rechazan ciertos prejuicios culturales de aquellos. Ahora
bien, este bloque que contiene dos flujos de construcción negativa de las
identidades, está compensado por otros dos más, que suponen la otra mitad de
los textos, y que aportan aspectos positivos y de actualidad. Comenzando por
éste de la actualidad, las referencias a sucesos (23%) exhiben, al menos
formalmente, el carácter neutro de las informaciones, afectas a los hechos y
sus consecuencias inmediatas. Y luego está un conjunto de temas (24%), cuya
afinidad es su signo positivo y de auto afirmación, sea por la opinión positiva de
sus propios asuntos, de su política interior, de factores de resistencia identitaria
y, finalmente, de la lectura satisfactoria que merece la recepción de ayuda
exterior.
Y, ¿cuál es la implicación o el interés de cada diario con estos asuntos? Una
forma de responder a este interrogante es hacer una lista que indique el
número de textos que cada cabecera publica en este período estudiado, el de
noviembre de 1994. El cuadro cuantitativo (figura 2) está encabezado por Al
Quds al-Arabi, con 95 textos y lo cierra el diario inglés The Times. Tal como
habíamos observado, el que hace la mayor contribución es Al Quds al-Arabi,
con un 39% del total (95 unidades textuales). Y en segundo y último lugar,
respectivamente, están El País, con un substancioso 22% (53 textos), y The
Times, que tan sólo representa el 3% (7 textos). Merece una mención especial
el caso de La Vanguardia y de Le Monde, pues hay en esta muestra una
anormalidad. En efecto, si comparamos estas cifras con las de otros meses, se
observa algunas desviaciones a la baja en la presente cata de Le Monde y, de
manera sorprendente, en La Vanguardia, ya que sus 12 unidades son una
cantidad excepcionalmente baja. De todo ello el lector extrae claramente una
prueba más de la invención de la actualidad, y de que su creación ideológica es
relativa al grado de implicación de los destinatarios del periódico. Por razones
obvias, el grado máximo está en Al Quds al-Arabi y el mínimo en The Times. La
proximidad geográfica o del área de influencia y las consecuencias de lo
referido son dos factores del interés y relevancia de la noticia. La
especialización de intereses explica que la cabecera británica de The Times no
considere relevante la geopolítica magrebí —y sí la de Oriente Medio y del
subcontinente indio— y que la escala esté liderada por España y Francia, entre
los países europeos, con una historia colonial, una proximidad geográfica y
unas relaciones comerciales en el sector energético fundamentales.
 
—————
Al Quds al-Arabi 95
El País 53
Le Monde 34
Süddeutsche Zeitung 25
La Repubblica 19
La Vanguardia 12
The Times 7
 
Figura 2. Procedencia de las 245 unidades textuales.
—————
 
La implicación informativa de los países europeos con respecto del Magreb es
cierta, pero variable. Y al examinar los textos recogidos se deshace una
abstracción engañosa, la que dibuja un eje imaginario que atraviesa el
Mediterráneo de norte a sur y traza una conexión entre dos regiones, la
europea de la Unión Económica y la norteafricana del Magreb. Esta concepción
simplista de la política queda desmentida por el mapa de la actualidad
periodística, y también del sesgo que cada diario aplica a las noticias sobre
esta zona. Y anotamos diversos tratamientos: la indiferencia de The Times; el
tremendismo de La Repubblica, centrada en las facetas del conflicto —bajo las
ideas de crisis y de terrorismo— y de la alta política entre Estados; el interés
grande, constante y ponderado de Le Monde, por la política y otros aspectos
culturales; y, a semejanza de Le Monde, los rotativos El País y La Vanguardia,
si bien en éstos aparece más el conflicto que la vertiente cultural,
probablemente porque la inmigración magrebí en España es sensiblemente
menor que en Francia.
4.4. Una muestra española
Veamos ahora una muestra del diario El País, recogida en un período posterior
al comentado. Se trata de un período extenso y múltiple, pues se compone de
setenta y siete días consultados, en dos momentos de los años 1995 y 1996,
que ofrecen una visión del proceso informativo. La muestra abarca los meses
de septiembre y octubre de 1995 y, además, la primera quincena de marzo de
1996. En total, el inventario cubre 77 días, de los cuales sólo en 44 días
aparecen noticias y artículos sobre los temas consultados (figura 3). Hay que
decir que hemos incorporado a la temática los artículos que también se refieren
a la comunidad magrebí o a alguno de sus miembros en España.
De los resultados obtenidos se observa que en la mitad de los días de la
consulta, concretamente en un 57%, se publican noticias al respecto. El total de
unidades textuales u ocurrencias es de 89, es decir, un 1’2% por día del
período estudiado. Y su reparto temporal es muy diverso, ya que en septiembre
contabilizamos 47 textos, en octubre registramos 17 y en marzo de 1996 son
25, unas cifras que guardan relación con el número de días con entradas
efectivas de textos. La media es de dos textos por cada día en que se publica
algo relacionado con la cuestión.
 
——————
Días consultados 77
 
Días con entradas efectivas 44 (total)
septiembre 23
octubre 8
marzo 13
 
Unidades textuales 89 (total)
septiembre 47 (de ellas, 5 de opinión)
octubre 17 (de ellas, 4 de
opinión)
marzo 25 (de ellas, 1 de opinión)
 
Figura 3. Datos de la muestra de El País, de septiembre y octubre de 1995 y
del 1 al 16 de marzo de 1996.
———————
 
Algunos textos son genéricos, pues tratan de la región del Magreb o de otros
fenómenos, como la libertad de prensa o la inmigración hacia europea. Pero en
algo más de la mitad de los textos aparecidos se hace mención específica de
algún país de la zona o de sus naturales, de modo que visualiza ese origen o
esa designación nacional (figura 4). Y resulta curioso comprobar el orden de la
representación, que encabeza Argelia, con 34 menciones y una cuota del 59%,
seguida de Marruecos (37%), Túnez (2%) y Libia, a quien corresponde un
sorprendente 3% de cuota. Decimos que es sorprendente el caso de Libia
porque, por un embargo informativo, que es un efecto político del aislamiento
político decretado internacionalmente, resulta insólito que se haga alguna
mención a su situación interna.39[39] Además de estos países, constatamos que
permanecen informativamente sumergidos o ignorados Sáhara y Mauritania,
una lista que se ensancha ordinariamente con Libia y Túnez. Esta proporción
en la escala de la visibilidad informativa se compadece del conjunto de los
muestreos, de manera que Argelia es objeto del máximo interés de la prensa
española. Y Argelia y Marruecos resumen el espacio política y culturalmente
activo, y a su alrededor se extiende un desierto informativo casi infranqueable.
 
——————
Argelia 34 (58%)
Marruecos 22 (37%)
Libia 2 (3%)
Túnez 1 (2%)
Sahara 0
Mauritania 0
total de menciones 59
 
Figura 4. Menciones específicas a países o ciudadanos del Magreb.

39[39]
Es una rareza, pues, que se haga referencia a Libia, como sucede en estas dos noticias: “El integrismo
prende en Libia. El régimen de Mouammar el Gaddafi vive los primeros síntomas del desafío islamista”
(crónica de J. C. Gumucio, desde Ammán, El País, 11-9-1995). “Gaddafi inicia la expulsión de
palestinos. España no permitirá la presencia de Libia en la cumbre euromediterránea” (noticia de
agencias, El País, 30-9-1995). Además del evidente sentido negativo de los textos, el implícito anuncio de
acontecimientos graves que contienen no se corresponderá con las noticias o mejor, la ausencia de
noticias sobre Libia, en los meses y aun años posteriores.
 
———————
4.4.1. Campos semánticos
¿De qué hablan los textos recogidos? La respuesta es muy clara. Cuando
resumimos sus contenidos en unos términos clave, obtenemos cinco campos
semánticos, compuestos de una red de palabras afines que se ramifican en
diversos sentidos y matices.40[40] Por orden de importancia, son los campos
semánticos de la violencia, del islamismo radical, del orden policial, del difícil
ejercicio del periodismo y, en último lugar, de la inmigración hacia Europa.
 
1. Violencia y terror (39 ocurrencias)
El campo de la violencia, con las 39 ocurrencias o entradas de términos afines,
representa el contingente semántico más voluminoso: un 42% del total. Lo
constituyen palabras y expresiones como éstas: asesinados, muertos, bombas,
heridos, terror, terrorismo, terroristas, ataque, periodistas asesinados, mujeres
asesinadas, guerra, tiros, venganza. La relación, que sigue un orden
decreciente de apariciones, exhibe un terrible muestrario de violencia homicida,
con sus categorías de tipificación jurídica y unos estragos que destacan sobre
un fondo de guerra civil. De entre las víctimas, se selecciona en las noticias
que éstas son también mujeres y periodistas, con lo que expresan la crudeza
de una contienda que se ceba en la población civil, en razón de su género y de
su profesión informativa. Los periodistas vuelven a aparecer en otro campo
semántico más abajo.
 
2. Islamismo, integrismo (23 ocurrencias)
La religión islámica, asociada a la opción rigorista y explícitamente política del
integrismo, viene en segundo lugar, con múltiples variantes de los términos o
en asociación con otros de carácter bélico, que enlazan con el campo
precedente. Son las términos islamismo, islamistas, Islam, integristas,
radicales, comando integrista, guerrilla integrista, desafío integrista.
 
3. Orden, seguridad (14 ocurrencias)
El ámbito centrado en las acciones policiales de orden y seguridad consta de
las vocablos policía, detenidos, encarcelar, seguridad y redada. Tales términos
aparecen también en noticias procedentes de Europa concernientes al control

40[40]
La fase analítica de los campos semánticos consiste en delimitar los términos clave de las noticias y
los escritos de opinión. A tal fin se elabora para cada entrada una ficha de contenidos, que consta de una
pestaña de identificación (diario, fecha, página, fuente, procedencia y género) y dos registros de términos,
que se aplican al titular del escrito y al resto del texto. El registro del titular indaga sobre cuatro puntos:
las palabras clave, según su literalidad o bien su sentido implícito (en este último caso, diremos que es
una palabra extraída); su jerarquía (PC1, PC2, o palabras clave uno y dos); número de apariciones; y la
connotación (positiva, neutra, negativa, indiscernible). A su vez, se realiza la misma operación
terminológica con la parte central del texto, la parte de desarrollo (TXT1, TXT2 o palabras clave del texto
número uno y dos). En conjunto, la ficha de contenido tiene 49 variables o entradas codificadas, a tenor
de lo indicado. La confluencia de los datos de todos los registros y diarios arrojará una matriz en la que se
resumen los datos semánticos y se observan ciertas constantes.
de la inmigración y, en particular, a grupos extremistas o incursos en problemas
con la ley.
 
4. Periodismo (8 ocurrencias)
El periodismo gráfico vuelve a aparecer como campo específico. Mediante
diversos términos —periodistas asesinados, prensa, huelga— se notifica el
grave situación de la libertad de prensa, por mortal persecución de sus agentes
y las trabas de la censura. La palabra “huelga” procede de la noticia de una
huelga de periodistas en protesta contra esa mordaza legal y el acoso personal
que sufren aquellos.
 
5. Inmigración ( 8 ocurrencias)
Los términos del campo semántico —inmigrantes, integración, ilegales,
organización, oleada, abusos contra los inmigrantes— refieren el flujo de
trabajadores inmigrantes a Europa, vinculado a razones de pobreza, a
condiciones de ilegalidad, a la alarma por la oleada o desbordante llegada de
estos sujetos y, también, la debilidad de los inmigrados ante la policía o los
empresarios, que en ocasiones abusan de su precariedad.
4.4.2. El contexto
El estudio no puede concluir con el inventario de los principales campos
semánticos y sus términos, sino que ha de observar cuál es su contexto y,
dentro de él, qué sentido manifiestan. Volvemos al campo que titulamos
“islamismo, integrismo” y, ampliando nuestra observación, anotamos estos
enunciados, orientados todos, sin excepción, hacia un sentido negativo de los
términos implicados:
 
“El integrismo islámico…”
“Un ‘comando’ integrista asesina/degüella…”
“El integrismo prende en Libia.”
“Los integristas radicales condenan a muerte a los habitantes de la
ciudad x.”
“Los integristas atacan…”
“La guerrilla islámica mata…”
“Redada contra islamistas en Lyon.”
“Islamistas detenidos en Bélgica.”
“Un frente antiintegrista se moviliza para apoyar la elección de Zerual.”
 
Estos enunciados tienen un cariz netamente negativo, marcados como están
por ominosas acciones, como las amenazas de muerte —”condenan a
muerte”—, ataques, muertes, asesinatos y degollamientos; por colisiones con
la legalidad, en redadas y detenciones de la policía; o por la virulencia de su
propagación social, según la noticia —desmentida por un silencio total sobre
Libia, en los años sucesivos— de que la doctrina integrista “prendía” en el país.
Destaca una excepción, que figura en el último enunciado, referido no ya al
integrismo sino a su contrafigura política, un frente antiintegrista. De él se
predica la legítima e intachable acción de la movilización cívica en defensa del
candidato institucional del Estado argelino. En esta noticia sobre los sectores
pro gubernamentales, sin embargo, el ambiguo perfil de sus componentes
sociales y la idea de un bloque ideológico bien articulado resulta confusa e
informativamente inconsistente.
4.4.3. Los personajes
No sólo hay vocablos clave y agrupaciones de estos en unidades de
significación. No sólo hay términos en el contexto de su enunciado. Sino que
también podemos reconocer unos retazos discursivos mayores, que apuntan
una estructura narrativa, aun sin constituir propiamente un relato. De los
propios enunciados arriba transcritos —cuanto más de su contexto amplio— se
desprende que hay unos personajes o agentes que realizan unas acciones,
mediante el uso de instrumentos, para conseguir determinadas metas. Y todo
ello es referido por una voz o perspectiva periodística, para que el lector juzgue
según un canon o principio de conveniencia y normalidad.
Es preciso insistir en que el contenido de las siguientes observaciones depende
de la muestra recogida, lo cual conduce a afirma que no se puede generalizar
sus resultados. Otra cuestión es que el investigador tenga la intuición de que
hay una notable continuidad del tratamiento periodístico del tema en estos
últimos años, una opinión que no es pertinente retener. En suma, de la muestra
de El País de 77 días consultados en 1995 y 1996, identificamos tres grupos de
personajes, los religiosos, los profesionales y los de la población civil.
 
Religiosos.— Responden a un ideario cerrado y absoluto, y están dedicados a
la defensa de su religión. Reciben los nombres de islamistas, integristas y, en
algún raro caso, también aparecen mencionados los católicos
ultraconservadores. Las acciones de los primeros son, al menos, amenazantes
para el orden establecido, y frecuentemente llegan a la aniquilación de los
desafectos e incluso de manera arbitraria. La reiteración del detalle de la
degollación como procedimiento homicida usual deja tras de si una leyenda de
crueldad y proyecto en el imaginario colectivo un escenario de matadero.
 
Profesionales.— El trabajo define dos clases profesionales, la de los
periodistas y la de los policías. Los primeros, esencialmente los periodistas
argelinos, son víctimas de la sospecha y la violencia de los dos bandos, el
oficial y el de resistencia integrista. Por su parte, el personaje policial,
pertenezca al Magreb o a Europa, cumple un cometido de control y de policía
judicial.
 
Población civil.— En este grupo, los personajes no tienen rasgos doctrinales ni
profesionales; son población civil que padece las consecuencias directas o
indirectas del conflicto. Consta de dos clases, las mujeres que son víctimas de
la violencia en Argelia y los inmigrantes en Europa. El asesinato de las mujeres
o su secuestro para esclavizarlas como sirvientas y como objeto sexual de la
guerrilla, además de ser una nota de indigna crueldad contra personas no
combatientes, proclama la verdadera naturaleza de una guerra civil. A su vez,
los inmigrantes aparecen ligados al conflicto de su entrada ilegal en el territorio
de la Unión Europea, a la precariedad laboral y la falacia de su competencia
desleal con los trabajadores y desempleados europeos, a los chocantes
valores culturales que tienen, y a la desproporcionada metáfora de la oleada
migratoria hacia el paraíso europeo. Y decimos que la metáfora es
desproporcionada por la insolvente idea que da de avalancha y de riesgo
económico o social para los europeos.41[41]
Este último comentario nos conduce a planetarnos cuestiones canónicas sobre
los personajes, es decir, lo referente a la verdad y la normalidad de sus hechos
y sus circunstancias. Se echa de menos en esta galería de personajes aquellos
que representan las instituciones, los cargos militares o policiales, la voz de la
magistratura. Se echa de menos en las noticias y artículos en que aparecen los
actores que hemos indicado una continuidad expositiva que relacione los
hechos y ofrezca una versión consistente. Lo que se tiene, por contra, es un
conjunto casi anónimo de personajes en el paisaje sangriento del conflicto o de
áspera huida por causas económicas. Alguna influencia en tal estado de cosas
han de tener actitudes radicales, intransigentes y de acoso a la población,
puesto que se aducen en las informaciones. Y alguna causalidad han de tener,
también, los modelos teocráticos y autárquicos por los que luchan los
integristas. En esta punto, el lector no puede dejar de contrastar los términos
ordinarios de la paz con los de la guerra, la moderación con el radicalismo, el
diálogo con la intransigencia, el respeto con el exterminio civil, el laicismo con
el islamismo político, la democracia con la teocracia, la cooperación
internacional con la autarquía. Estos intensos contrastes revelan dos mundos
políticos y culturales o, al menos, lo que se considera que son Europa y el
proyecto político del islamismo militante. Probablemente son contraposiciones
simplistas y maniqueas, no en vano es un error grueso identificar el islamismo
con una intención y una estructura políticas. Pero, el juego de contrastes suele
ser didáctico y persuasivo.
4.5. Irresistible persuasión de la narración
Un procedimiento discursivo más complejo que la polarización ideológica y de
un efecto persuasivo inadvertido y más duradero es la narración, es la acción
de contar las cosas sucedidas.
En la producción periodística la narración tiene una gran fuerza demostrativa,
en parte porque se entiende que se atiene a los hechos —función referencial—,
por su naturaleza necesariamente concreta —quién, cuándo, dónde, qué, para
qué— y acabada. Y más común que la narración larga y unitaria son las
diversas narraciones que se siembran a lo largo del texto y de los textos. En
estas piezas podemos observar la presencia de estereotipos y ciertas
incoherencias pragmáticas en los discursos. Son relatos sobre la invisibilidad

41[41]
Sobre el lenguaje metafórico de los corpora que aquí tratamos, con abundantes construcciones, como
“noche de fuego” o “el polvorín magrebí”, es útil considerar la conocida propuesta de George Lakoff y
Mark Johnson (1980): Metáforas de la vida cotidiana, Madrid, Cátedra, 1991. En ella se sostiene que la
metáfora, más allá de ser un recurso lingüístico de figuración, aporta nuevos y substanciosos marcos de
representación de la realidad.
del inmigrante (el caso Fabián Cobos), la argumentación ni-ni (la matanza de
Setif) y la opacidad contextual
4.5.1. Invisibilidad del inmigrante
El caso ‘Fabián Cobos’, las agresiones a mujeres o el relato de los asesinatos
reflejan tres modalidades narrativas, por su contenido. El primero atiende al
comportamiento del nacional o europeo que, al afear la conducta abusiva de
unos policías españoles contra un inmigrante marroquí, es detenido en
comisaría durante dos días y denunciado por agresión a un agente. Los hechos
(Viladecans -Barcelona-, 25.12.94) dan lugar a noticias sobre el incidente y sus
primeros efectos sociales y judiciales, pero no informan sobre la conclusión del
conflicto —algo harto corriente— y, lo que es más llamativo, ignoran la
identidad y la suerte de aquel marroquí que en un día de Navidad:
 
...permanecía en el suelo con dos policías encima que intentaban
esposarle. “Oí como le decían ‘moro de mierda’”, asegura Fabián Cobos.
(...) “Uno de los agentes me dijo que si quería más datos que fuera a
comisaría”. Cobos se plantó en comisaría. Entonces, asegura, empezó
su calvario.
(El País, 12-01-95)
 
Pero este tipo de hechos, los hechos que suceden en España con inmigrantes
y en su caso con nacionales —como Fabián Cobos—, resultan infrecuentes, a
tenor de su escasa presencia en la prensa. Y lo que es peor, a tenor de su
tratamiento sesgado. Una muestra ello aparece en la noticia sobre lo que
parece un terrible sarcasmo del destino: la muerte accidental de un inmigrante
magrebí en una granja porcina. No recogeremos aquí tal noticia sino la crítica
que mereció de un lector, a través de una carta al director. Se trata de la carta
de protesta del escritor Juan Goytisolo a la prensa, “Morir en una granja de
cerdos” (El País, 21-5-1996), quien expresa su sentir por ese tratamiento
inadecuado de la información, aunque ello sólo sea un leve mal que se añade a
la penalidad del fatal accidente. Dice Goytisolo:
 
El diario valenciano Las Provincias del 24 de marzo de 1996 informaba
brevemente de la muerte accidental de un “hombre de origen magrebí”,
Kamal T. (su apellido es escamoteado a los lectores, así como su
nacionalidad marroquí y otras muchas cosas), al volcarse en un
barranco y caérsele encima el tractor-pala con el que realizaba tareas de
limpieza de excrementos en una granja situada en la partida de El
Campillo, de Cheste. Según la crónica del suceso, el dueño de la granja
(cuyo nombre y apellidos no se mencionan), testigo del lance, permitía
vivir muy generosamente a un grupo de magrebíes en su granja de
cerdos.
 
Revela Goytisolo que conoce a la digna familia de Kamal Tantoui —ese era el
apellido de la víctima— y se formula algunas de las preguntas escamoteadas
en la noticia sobre las bochornosas condiciones de explotación laboral, sobre
las responsabilidades civiles y penales, o sobre el curso de las investigaciones
policiales. Y concluye con la siguiente observación. “Kamal fue en busca de la
imagen de la España imaginaria expuesta en nuestras televisiones y murió en
la España real —colmo de sarcasmo para un musulmán—, limpiando estiércol
en una granja de cerdos.”
4.5.2. Argumentación ni-ni
Un tópico frecuente en las crónicas del larguísimo conflicto argelino es el de las
agresiones, raptos, violaciones y asesinatos de mujeres; un tópico frecuente,
quizá porque la desgracia de estas víctimas civiles, a pesar de representar una
pequeña parte de las víctimas, expresa con más fuerza la brutalidad del
conflicto argelino. No importa que sean hechos recientes o antiguos; su
crudeza narrativa no se corresponde con el tratamiento de otros sucesos entre
tropa y grupos armados. Un ejemplo de la última recopilación que estamos
elaborando es esta pieza narrativa que rememora la insurrección argelina del 8
de mayo de 1945 contra el colonialismo francés y narra un episodio de la
matanza de Setif.
 
Unos recuerdan cómo un grupo de musulmanes cortó los testículos a un
juez de paz y los introdujo en la boca de su mujer, violada delante de sus
hijos. Otros, cómo un grupo de soldados franceses ejecutó a sangre fría
a una docena larga de campesinos con chilaba. Nadie sabe con
exactitud cuántas fueron las víctimas mortales. Los cálculos más
verosímiles hablan de entre 100 y 300 colonos y de entre 1.500 y 20.000
musulmanes.
(El País, 13-03-96, p. 61, por Javier Valenzuela)
 
Los estereotipos narrativos no impiden que formulemos algunas preguntas
sobre tanta crueldad y sangre derramada. Por un lado está la sangre fría de los
soldados franceses y la disciplina que destila su acción ejecutoria. Por el otro,
la sangre caliente, sádica y sexual, de los nativos. Los soldados no tienen
entidad religiosa, los lugareños sí. Pero, ¿su comportamiento tiene algo que ver
con la fe musulmana? El término grupo, referida al “grupo de musulmanes”, da
una idea precisa de unidad e imprecisa de cantidad; ¿no se podría especificar
mejor? ¿Vestían chilaba cuando agredieron a la familia del juez de paz? ¿Murió
éste de resultas de la mutilación? (Cómo recuerda esto un pasaje de la novela
Germinal, de E. Zola, en que las mujeres de un poblado minero se vengan de
un rijoso comerciante.) ¿Respetó el grupo a los criados o criadas musulmanas
de la casa? ¿Cuál fue el desenlace del ataque a la familia? ¿Fue un hecho
aislado o común? La indicación de que las cifras de muertos recogidas son las
verosímiles, sin embargo da por buena una holgura muy desigual, según las
víctimas sean colonos o población autóctona.
La asimetría en el cálculo de víctimas de cada bando es comprensible por
razones de la política colonial, de modo que resulta escrupulosa con los
propios ciudadanos pero grosera, cuando no prevaricadora, con los
“musulmanes” muertos en la represión militar. Y, sin embargo, esa desigual
medida no se corresponde con el principio argumental “ni-ni” que emplea el
periodista, denominado así por Roland Barthes para designar una fórmula
aparentemente equitativa.42[42] La argumentación ni-ni es una falacia retórica,
pues propone la imagen de la balanza para justificar su equilibrado punto
medio. Viene a decir que ni las razones de un bando ni las del otro, colocadas
en los respectivos platillos de la balanza, son pertinentes, sino un punto medio,
donde se sitúa el fiel. De este modo, sin duda artificioso, el orador reclama para
sí una ecuanimidad que no está en los extremos de las cosas comparadas, lo
cual le permite excluirlos y sostener que su posición es la razonablemente
equidistante.
El procedimiento ni-ni es tan usual que se le tiene por una impecable fórmula
de objetividad. En especial, cuando hay dos frentes en litigio. Basta con aducir
algo sobre una y otro tanto sobre su antagónica, y el ponente o emisor se hace
digno ante la audiencia del compromiso de imparcialidad con la realidad. Así, el
periodista Javier Valenzuela zanja el episodio de la matanza de Setif en dos
frases, que hablan de que “unos recuerdan cómo un grupo de musulmanes…”
y que “otros, cómo un grupo de soldados franceses…”. Para mayor
abundamiento, las frases son simétricas sintáctica y semánticamente. Un
ejemplo perfecto de la retórica balanceada que impugna Barthes.
4.5.3. Opacidad contextual
El relato de los asesinatos puede incurrir en un estereotipo que destaca por
tres notas: la ejemplaridad informativa, la truculencia escenográfica —por
ejemplo, la escena de la crueldad innecesaria— y el esquivo y ambivalente
lenguaje del comunicado policial. Veamos el contenido de estas notas, para
examinar luego en un breve de prensa, “Tres mujeres degolladas en Argelia”, si
es pertinente hablar del estereotipo de la opacidad contextual a que nos
referimos. En primer lugar, es ejemplar lo que tiene un valor didáctico o
encierra una enseñanza sobre una realidad; en el caso de Argelia, son
ejemplares las noticias sobre asesinatos de mujeres o periodistas. En segundo
lugar, la escena usual de crueldad ilimitada es la de la vejación y muerte de
una mujer ante sus hijos. Finalmente, decimos aquí que es lenguaje policial ese
modo seco y desinformador, proclive a reseñar indicios fuera de contexto, con
que se da cuenta de una tragedia; en este último punto, la crítica no apunta
tanto a las fuentes institucionales como al uso literal y acomodaticio que de sus
comunicados hacen agencias de prensa y medios de comunicación.
Consideramos que en el siguiente breve o suelto se puede apreciar la
presencia de los tres rasgos indicados. A la vez, avanzamos que la opacidad
42[42]
Escribe Barthes en una de sus columnas de diario que, recopiladas, dieron lugar a su celebrado libro
Mitologías (1957):
 
Hemos podido leer, en uno de los primeros números de L’Express diario, una profesión
de fe crítica (anónima) que era un soberbio fragmento de retórica balanceada. La idea
que la sustentaba era que la crítica no debe ser “ni un juego de salón, ni un servicio
municipal”, lo que debe entenderse en el sentido de que no debe ser ni reaccionaria,
ni comunista, ni gratuita, ni política.

Se trata de una mecánica de doble exclusión que proviene en buena medida de esa pasión
numérica que hemos encontrado muchas veces y que intentaré definir como un rasgo
pequeñoburgués. Se hace la cuenta de los métodos con una balanza, cargando a voluntad los
platillos con esos métodos.
contextual, es decir, el olvido de lo que antecede y rodea los hechos de la
noticia, conforma un estereotipo informativo negativo y, además, usual.
Decimos redundantemente que es un estereotipo negativo porque incumple el
contrato de lectura que subscribe el medio con sus lectores y que le obliga a
atenerse a aquellas cinco acciones informativas de las que hablábamos, que
consisten en recoger la información, pero también en interpretarlas y en
contribuir sin sesgos a la formación de la opinión pública. La noticia, transcrita
íntegramente, dice así:
 
TRES MUJERES DEGOLLADAS EN ARGELIA
Tres mujeres fueron degolladas el miércoles en distintas localidades de
Argelia, informaba ayer el diario El Watan, que atribuye los crímenes a
presuntos guerrilleros integristas. Dos de los cadáveres fueron hallados
en un barrio de Argel, y el de la tercera mujer, que fue degollada delante
de sus hijos, en la ciudad de Tipaza.- Reuter
(El País, 04-02-96, internacional, p. 6)
 
Las mujeres quedan reflejadas como víctimas pasivas, en realidad, cadáveres
abandonados que son hallados por no se sabe quién cuando tropieza con ellos.
En el caso de la mujer de Tipaza, hay una ligera diferencia, pues la acción
comienza un poco antes, cuando estando en manos de sus victimarios los hijos
presencian la acción. Con todo, lo más tenebroso del cuadro es esa presencia
múltiple, anónima, intangible, impune y errática de los asesinos, un efecto que
de responder a la realidad se ahonda con la ablación del contexto, con la
opacidad del contexto. Y, examinada la noticia según el detalle de su tres
rasgos, observamos que lo ejemplar produce un efecto de asimilación o de
generalización de los hechos. Tal generalización incluye una escenografía
aterradora, algo que queda justificado en este y otros luctuosos casos, pero no
como un horizonte común. Y, también, ese lenguaje finalista, de cosas
sucedidas y sin continuidad informativa con su tiempo y su entorno, favorece la
conmoción y la perplejidad, sensaciones éstas que, como veremos en la
tragedia de los Grandes Lagos africanos, crean un estado de opinión
contradictorio y quizá estéril.43[43]
Este tipo de informaciones no es fortuito. Responde a un guión planeado y
propuesto en una circular gubernamental, que animaba a la prensa a “poner en
evidencia el carácter inhumano de las bárbaras prácticas del terrorismo para
43[43]
Los ejemplos sobre este estereotipo son tan corrientes que basta con repasar los ejemplares de pocos
días para dar con noticias como ésta, que reproduce fielmente la estructura descrita.
 
HALLADOS LOS CUERPOS DE 10 SECUESTRADOS EN ARGELIA
Argel.— Los servicios de seguridad argelinos hallaron 10 cadáveres el miércoles pasado en el
fondo de un pozo en la localidad de Sidi Moussa, a 30 kilómetros al sur de la capital argelina,
según informaba ayer la prensa. Las víctimas habían sido secuestradas hace meses en un falso
control de carreteras.—Efe (El Periódico, 22-12-1997)
 
El mismo rotativo informaba en términos similares, una semana después (29-12-1997), del luctuoso
asesinato de 22 personas a golpes de hacha en un pueblo argelino que había sido ya escenario de otras
matanzas. Y añadía que también se había producido en otra localidad el secuestro de siete niños por un
supuesto grupo terrorista.
llevar al reflejo colectivo el rechazo del terrorismo, machacando con el eslogan:
el terrorismo no vencerá”.44[44] Según las precedentes observaciones sobre el
estereotipo de la opacidad, esta estrategia comunicativa ha hecho mella en la
prensa internacional, que hace creíble un guión realista pero descoyuntado. Y
que puede tener en los lectores un efecto de confusión y de hastío,
contraproducentes no ya para formarse una opinión sobre la actualidad sino
para establecer un mejor diálogo entre culturas.
4.6. Discurso de la diferencia
¿Qué aprendemos de los otros en las noticias y artículos sobre el Magreb y sus
inmigrantes entre nosotros? ¿Qué sabemos de ellos, de su cultura y su
situación política? ¿Cómo dialogamos entre unos y otros? No es posible ni
deseable generalizar, y así como hay noticias informativamente
desafortunadas, por su opacidad contextual y por la dependencia de fuentes
institucionales, también hay una proporción de literatura analítica en los
escritos de opinión que merece ser valorada. Intuitivamente, sin embargo,
parece que es mayor la influencia en la opinión pública de las impresionantes
noticias de sucesos que las densas reflexiones de editorialistas y expertos.
Y es preocupante entrever, a lo largo de la lectura de los cuerpos de textos que
hemos recolectado, unas tendencias temáticas y unos recursos de
identificación (nosotros) y de alienación (ellos) que refuerzan una ideología de
la diferencia y del conflicto, en vez del diálogo o la relación intercultural. El otro
no deja de ser un extraño, por su religión, su guerra, su comercio de hachís,
sus regímenes dudosamente democráticos, su censura de prensa o su
emigración invasiva. O, sencillamente, su africanidad. Por supuesto, esta
agenda de tópicos no hace justicia a la prensa, a toda la prensa, ni tampoco su
contenido es un asunto privativo de la prensa, pero sí puede orientar, a partir
de este punto, nuestra lectura del discurso intercultural y del discurso de la
diferencia. 45[45]
Nuestro comentario se ha interesado por algunos aspectos estructurales en la
construcción del discurso de la diferencia y del mensaje del conflicto. Sin duda,
tales aspectos discursivos de la noticia tienen una gran repercusión cultural,
según su sentido disuelva o refuerce los estereotipos alienantes del imaginario
colectivo. La participación de los medios de comunicación en el proceso es
considerable, por la selección de asuntos y de tono, el filtrado de la información
o la fijación de las cuestiones de la actualidad dentro de los límites que se
consideran apropiados. En concreto, de la lectura de noticias sobre el Magreb
concluimos que la creación de opinión por los medios no está sujeta al azar de
los acontecimientos. Y ello porque la noticia y sus comentarios en artículos no
son una transposición de los hechos, sino la construcción de un sentido, un
sentido de conflicto entre ellos y de extrañeza entre nosotros, que procede
principalmente de los de criterios y premisas prefijados. Las cabeceras de
44[44]
Ghania Mouffok. “Atentados contra la libertad de pensa”, Le Monde Diplomatique (marzo de 1996,
ed. española, p.18-19). Esta periodista es también autora de Etre journaliste en Algérie (París, Reporteros
sin fronteras, 1996).
45[45]
Una muestra de otro tipo de prensa está en Le Monde diplomatique, con páginas valiosas “Sobre los
medios de comunicación” (Eduardo Galeano, enero de 1996, edición española) o acerca de la
“Insostenible situación en Argelia”, sección que contiene los artículos de Salima Ghezalai, “Una
insostenible demanda de paz”, y Bruno Callies, “Los espejismos de una victoria militar” (febrero de 1996,
ed. Española). Destaca la sección del mes de marzo de 1996, “Argelia y los derechos humanos”, con ocho
artículos críticos de la barbarie de los bandos y del feroz aparato de represión.
prensa coinciden en su postura con la política internacional de sus gobiernos.
Adoptan una línea oficialista, lo cual explica el escaso interés por difundir otra
información que no provenga de fuentes institucionales de Europa y del
Magreb. Además, la implicación de las noticias está acordada a los planes
geopolíticos de las cancillerías. De ahí que, desde la prensa española, durante
la década de los años noventa, su implicación informativa se haya centrado en
Argelia, por la larvada guerra civil, y secundariamente en Marruecos. En este
último país, el grueso informativo ha estado dedicado a la llegada de “espaldas
mojadas” y al efecto de la frontera cerrada, pero permeable, a la inmigración
ilegal. En lo que atañe a los dos países, la información tiene en común un móvil
de crisis.46[46] Y la implicación informativa con el resto de países del Magreb es
tan leve que resulta insignificante.
No ha de extrañar, pues, que un tratamiento tan desigual lleve a la conclusión,
en la que coinciden por otro camino los expertos en sociología política, de que
es errónea la idea de un Magreb unitario y comprensible como una región
cohesionada. Sin embargo, desde nuestra posición de destinatarios de la
información periodística, la metáfora del extraño parece válida para la región
entera, impregnada por el sino del conflicto. ¿Cuáles son las posibilidades,
entonces, de un diálogo cultural de la Europa mediterránea y los países del
Magreb?, ¿y cuáles las del diálogo en Europa entre grupos e identidades de
inmigrados? Quizá, mediante la recuperación de la memoria histórica, para
reconocernos cultural y políticamente diversos. En esta crítica cabe incluir el
modelo de democracia occidental, compañera indisociable del capitalismo
avanzado, que podría ser una suerte de fundamentalismo político si no se
atempera su idea impositiva de sistema supremo. Según el filósofo Josep
Ramoneda, el diálogo intercultural tiene un carácter político, pero se trata de un
debate que se genera en los medios de comunicación. “Ellos son el lugar
propio de este debate —sentencia Ramoneda sobre los medios— y, sin
embargo, cada vez tienen un carácter más sordo: hablan mucho pero escuchan
poco.”47[47]
 
 
 
 
 

5. Lágrimas de cocodrilo
 
 
 
Vi el rostro de una criatura -sucio de mocos y de pena-
que me miraba fijamente desde una fotografía.
(Josep Piera)
46[46]
Véase los artículos que, bajo el epígrafe del “fundamentalismo”, publicó María Teresa de Borbón
Parma, “Una quimera a nuestas puertas” y “La crisis en el Magreb” (El País, 15 y 16 de abril de 1993).
En el mismo rotativo, son imprescindibles las frecuentes reflexiones de Gema Martín Muñoz, como por
ejemplo “Violencia y negociación en Argelia” (3-10-1997). Sobre la metáfora del extraño, véase el
artículo casi homónimo “La metáfora del extranjero”, de Bernabé López García y Carlos Celaya (El País,
11-7-1995).
47[47]
Josep Ramoneda, “Diálogo”, La Vanguardia, 20-2-1996.
 

5.1. Falacias discursivas


En el capítulo examinamos el tratamiento que merecieron en la prensa los
penosos acontecimientos de la crisis política y el problema de los refugiados en
la zona africana de los Grandes Lagos, en el antiguo Zaire y Ruanda, a finales
de 1996. Aplicamos la metodología del análisis crítico del discurso, bajo la
consideración fundamental de que la producción discursiva está articulada por
instancias de poder y de ideología. Del análisis de las noticias e ilustraciones
de la campaña de prensa surge el convencimiento de que se propagan algunas
argumentaciones implícitas que resultan recusables porque reafirman
estereotipos de discriminación. Como síntesis de la gran producción informativa
sobre los refugiados ruandeses, una fotografía de un niño anónimo y desvalido
ofrece la posibilidad de indagar sobre la quiebra de normas pragmáticas, en lo
que afecta a la formalidad discursiva, y, llevando la prueba a la realidad social,
plantea dudas sobre la eticidad del tratamiento informativo de ciertas
campañas.
El desconocimiento que tenemos de los otros es un inconveniente considerable
para hacer algo en común o para compartir sentimientos positivos. El
conocimiento del otro, el plurilingüismo y el intercambio cultural son cosas de la
comunicación que construyen un mundo mejor. Los medios de información son
imprescindibles en esta empresa. Sin embargo, también sucede que su
cooperación en la ocultación de las causas y en la divulgación de hechos
resonantes, pero incomprensibles, son dos formas eficaces de ensordecer al
público.48[48]

5.2. Mirada al abismo


Una muestra de ello, que queremos exponer ahora, es la tragedia de los
Grandes Lagos africanos, acaecida a finales de 1996. En ella se vieron
envueltos centenares de millares de refugiados ruandeses huidos a los países
vecinos, principalmente al antiguo Zaire, que se sentían amenazados por la
comunidad tutsi y que en su huida arrostraban graves peligros. Poco antes, en
1994, Ruanda fue el escenario de un genocidio, con cerca de un millón de
muertos, por la cruel persecución de hutus contra tutsis, dos etnias
políticamente enfrentadas pero que habían convivido en paz hasta entonces.
Vamos a comentar el tono con que se trató esos acontecimientos en la prensa,
con el propósito de dilucidar si cumple con las máximas pragmáticas.
Adelantamos nuestra consideración de que la comunicación de determinados
sentidos implícitos y la sugestión de sentimientos muy intensos promovía un
efecto tal en el público que resultaba difícil saber cómo reaccionar. Una
reacción ante este fenómeno de noticias calamitosas y de fotografías

48[48]
A propósito de la guerra en Yugoslavia, el filósofo Emilio Lledó manifestaba la que es la gran falacia
comunicativa de los Estados dominantes. Asimilaba a ciertas prácticas usuales el caso del ataque de la
OTAN contra Serbia en abril de 1999 para detener un genocidio contra los kosobares de origen albanés.
“En el caso de esta intervención militar descubrimos que se repite el mismo esquema de manipulación de
otros centenares de casos que yacen en las hemerotecas, y que tienen que ver con cazas de brujas, con
persecuciones políticas —nazismo, fascismo, nacionalismos, fanatismos religiosos—. El principio que
rige en estos casos podría expresarse así: convierte usted en un ser perverso al enemigo y así podrá dormir
tranquilo cuando lo mate. Se nos ocultan, pues, datos importantes; no se explican suficientemente los
hechos, las razones o las sinrazones del conflicto”. (El País, 4-4-1999)
desgarradoras es la confidencia que el escritor Josep Piera hacía a sus
lectores.
 
Llovía. Paseaba yo bajo la lluvia, bajo un paraguas, uno más (…). De
repente, vi una enorme lazo negro que colgaba de la fachada de un
edificio. Escrito en letras verdes, el lazo portaba un nombre, Zaire. (…)
Vi el rostro de una criatura —sucio de mocos y de pena— que me
miraba fijamente desde una fotografía, en la primera página del diario.
No era yo quien lloraba mirándola. Era Barcelona, era la ciudad; era la
noche. Ellos sí. Y pensaba: ¿qué podemos hacer nosotros que no sea
llorar este drama? (Avui, “Llantos por Zaire”, 16-11-1996)
 
Como describe Piera, fue una penosa conmoción, compuesta de perplejidad e
impotencia, y que sin embargo movilizó a muchas personas en ayuda de los
refugiados. Estos indicios alertan sobre la dificultad de interpretar con lucidez la
información sobre el conflicto, por las dimensiones de la calamidad, por la
profusión de textos publicados y, en especial, por un tratamiento que
desprende patetismo, confusión y efectos discursivos muy espectaculares.
Bajo el título de “Tragedia en los Grandes Lagos africanos” como subsección
de internacional, los medios de comunicación trataron en noviembre y
diciembre de 1996 sobre un conflicto que estalló en Zaire y otros países
vecinos por la arribada de refugiados ruandeses. Formaban un multitud
cercada por el hambre y la guerra. Se hablaba de seiscientos mil refugiados
hutus y de la conveniencia de que intervenieran los organismos internacionales
y de carácter humanitario. A finales de noviembre, se presentó el retorno
masivo de los refugiados a Ruanda como el mejor desenlace posible de la
tragedia y la razón para desestimar el uso de una fuerza militar internacional.
Unas semanas después, la crisis perdió preferencia e intensidad
comunicativas. La alarma de una masacre se había disuelto y, con ella, la
súbita noticia de los Grandes Lagos, que irrumpió y luego se eclipsó sin
conocerse con claridad qué causas la habían producido.
Cuando describe Piera en la columna de prensa la impresionante fotografía de
un niño desamparado que llora con desconsuelo, nos hallamos en el momento
más alarmante del conflicto, en el que aparecen publicadas muchas fotografías
de niños para ilustrar la situación. ¿A cuál se refiere? Quizá, una fotografía que
presenta un niño sentado entre los despojos de un campo de refugiados, junto
a los cadáveres de dos familiares. O bien otra de portada, con una niña
ruandesa perdida en otro campo que llora sin consuelo. Hay otras, como la de
la niña que transporta carretera adelante un colchón excesivamente
voluminoso para su frágil cuerpo; la del niño que contempla a su madre, quien
yace en el suelo exhausta después de días de marcha de regreso a Ruanda; el
anuncio de dos cadenas de televisión, que ofrece un primer plano de un niño
negro que mira fijamente, para agradecer la solidaridad de los espectadores
por sus donativos en unos programas especiales. Otra fotografía más
reproduce la imagen de una niña harapienta, apoyada en un bastón, que mira
serenamente a la cámara, sobre un fondo desenfocado que deja adivinar la
presencia de soldados y refugiados adultos. Del contenido de esta última
imagen se ofrece algunos datos, cosa inusual en el conjunto gráfico, que
informan que la niña se llama Tuyizere Matibere, tiene seis años y espera en
Gisenyi, un punto fronterizo de ingreso en Ruanda donde los soldados registran
a los refugiados.49[49]

5.3. Niños
Son fotografías de criaturas, sucias de penas, que nos miran fijamente, pero
ninguna de ellas parece coincidir con la que alude el afligido escritor. Aparecen
bastantes más en estos días de crisis, y que ahora yacen en los fondos de las
hemerotecas. Dos niños se recuperan en un hospital de sus heridas en las
refriegas. O varios más que huyen de la ciudad ruandesa de Gisenyi sin
detener su marcha miran un cadáver en la cuneta. Pero he aquí que, entre
tantas criaturas fotografiadas, damos con un retrato en la portada de diferentes
cabeceras —la del 30 de octubre, en el inicio de la crisis— que coincide del
todo con el comentario que hemos leído. Es una imagen grande, pues ocupa
un tercio de la primera plana, con una escueta leyenda a su pie: “Un niño hutu
que ha perdido a su madre llora tras cruzar la frontera hacia Ruanda”. Como la
foto brinda un primer plano del anónimo niño, es posible observar todos los
detalles de su rostro, la profundidad de su mirada dirigida hacia nosotros o el
rastro que las lágrimas y los mocos dejan en sus mejillas y sus labios. La
composición fotográfica tiene una corrección de manual, pues capta el rostro
mayormente desde un costado, para destacar su volumen y su expresión.
Además, el enfoque presenta con nitidez la faz de la criatura, pero difumina
todo lo demás, incluso los trazos de la oreja visible y del irregular corte de
cabello; aun se adivina la silueta del cuello de una camisa clara, estampada
con motivo geométricos de hexágonos y estrellas. Y ya nada más se aprecia en
la imagen, pues el enfoque y el encuadre son tan selectivos que han eliminado
el fondo. No hay fondo que observar ni situación que considerar, sino un
rostro.
Podría ser, por lo tanto, que Josep Piera se refiera a ese niño cuando dice: “La
amarga luz de los ojos de una criatura me llegaba al corazón. La noche
lloraba.” Haremos, pues, algunos comentarios orientados a su función
comunicativa. Observamos en la fotografía una sinécdoque gráfica, una figura
retórica que consiste en extender o proyectar su significado mediante el
recurso de tomar la parte por el todo. Esta imagen es una sinécdoque de
múltiples objetos, del niño retratado, de los víctimas infantiles, de la situación
del conflicto y, si se quiere, del drama universal de la guerra. La primera
interpretación que se nos ocurre es que la imagen presenta una víctima civil en
representación de todas ellas, que no pueden ser captadas por el fotógrafo,
porque son muchas y se hallan por doquier. Probablemente, la foto de muchas
víctimas reunidas no alcanzaría la expresividad que tiene la el niño
desamparado, por la eficacia del principio de economía, que proclama que
poco es mucho y que aconseja utilizar parcos recursos. Por ejemplo, el recurso
de la sinécdoque, esto es, la parte en vez de la totalidad. Si la fotografía es el
parte, ¿qué o quien es el todo? El todo, según informa el cuerpo de la noticia
que ilustra esta foto, son seiscientos mil refugiados hutus perdidos en Zaire y
en peligro extremo, a los cuales hay que añadir cuatrocientos mil más que, aun
estando localizados, “viven desesperados por la falta de alimentos” y la
amenaza de epidemias.

49[49]
Las fotografías mencionadas aparecen en El País, entre otros medios, en los días que van del 16 al 25
de noviembre. Es obvio que, por las fechas, tales instantáneas no pueden ser la que menciona Piera.
5.4. Dos veces víctima
Hay que reconocer que la sinécdoque que aquí describimos es intensa, radical.
Y lo es porque no presenta un niño y su situación, sino un rostro arrasado por
la pena, sobre un fondo neutro. Si no fuera por el pie de foto, cabría pensar que
se trata de un niño cualquiera en llanto, quizá por una rabieta, fotografiado en
el parque un día de fiesta en el barrio alegre de una ciudad próspera de un país
en paz. Ninguna de estas suposiciones es válida, por supuesto, pero no por la
foto sino por el texto. Con el nos hacemos cuenta de que el niño simboliza la
noticia de una tragedia, bautizada por los medios de “bíblica” e “inaudita”, tal es
el sentido que en ellos se juzga pertinente divulgar. La figura del niño,
transformada en símbolo del flagelo que sufre un millón de refugiados, se ha
hecho abstracta. Y ésta es la dolorosa ironía: el triste huérfano es alguien
abstracto. No es nadie, salvo el símbolo del llanto y la impotencia. Pero, ¿de
qué impotencia hablamos? De la que acontece a la persona con la privación de
todo lo que tiene y es. No sabemos ni sabremos nada concreto de él —en la
noticia del día ni en las posteriores—, luego nada concreto es ni tiene. No tiene
identidad: sin nombre, sin edad ni filiación, solo podemos deducir alguna idea
de la parcialísima foto. No se halla en un lugar concreto, pues solo es un
transeúnte en el foso imaginario de una frontera, sin un entorno visualizable en
la imagen ni descrito en la noticia que sugiera si ese lugar está despoblado o si
es hostil. Tampoco se puede saber —en el caso de que uno tenga la absurda
curiosidad— si le acompaña algún familiar y si el niño puede tener esperanzas
de encontrar a su madre, porque ésta se haya extraviado y no haya muerto; la
expresión del pie de foto sobre la madre perdida es torpemente ambigua. Pero
sigamos con la relación de las privaciones que conducen a simbolizar con tanta
eficacia la impotencia. Desde el punto de vista físico, podemos preguntarnos si
el niño tiene un cuerpo y qué diría éste de su persona si lo pudiéramos
contemplar. Y, por señalar un elemento más, añadiríamos a las preguntas otra
casi anodina sobre un pañuelo. ¿No tiene un pañuelo para enjugarse las
lágrimas y para sonarse? ¿No tiene o es que no repara en él ni en la idea de
usarlo? Si no sabemos si está atendido, poco importará que insistamos en
indagar si llora, además de por la calamidad y el miedo, por otros motivos, sea
hambre, sea agotamiento… Podríamos dirigir estas preguntas al fotógrafo que
tomó la instantánea, pero la referencia del autor en el pie de foto es un
genérico de agencia (Apa/Efe). Podríamos escrutar alguna información en los
diarios de esas semanas para conocer qué ha sido de un-niño-hutu-que-ha-
perdido-a-su-madre pero, como hemos anticipado, absolutamente nada se dice
de él. Apareció un día llorando y moqueando, con la boca entreabierta y unos
ojos anegados de miedo y estupor, lo vieron muchos espectadores o leyeron
algo sobre él en la glosa de Josep Piera, y sin embargo desapareció por
siempre más del mismo modo anónimo y súbito.
La paradoja de la sinécdoque es que todo un símbolo de la catástrofe, un
afligido niño por la desgracia personal y general, resulta también una víctima de
un tratamiento informativo superficial e irresponsable. No sólo padece la
violencia de su entorno sino también de los medios, que a un tiempo lo
exponen mediáticamente y lo ocultan como persona con su identidad, su
memoria, su cuerpo, su circunstancia, su incierto mañana. Lo escogen para
proclamar su dolor, que es común a muchos, pero lo excluyen de las noticias y
lo devuelven a su abandono. Es conveniente aclarar que las observaciones
precedentes no pretenden anteponer una vida o el cuidado por una sola
persona (la parte que es el niño de la imagen) a la suerte de un pueblo de
refugiados (la totalidad), sino tan sólo ser coherentes con los recursos
expresivos utilizados. El fotógrafo de agencia y el diario mismo abandonan a
ese pequeño sin nombre, casi un niño irreal, a su aciaga circunstancia y a los
imprevisibles acontecimientos. Ese abandono no tiene por qué equivaler a
despreocupación, pues podría deberse a una imposible localización o por la
satisfactoria causa de que se sabe que hay quien se ocupa de él. No obstante,
sucede que el diario abandona a alguien más que al niño, y se trata del lector,
quien, una vez que se ha enfrentado a la fotografía, no sabe cómo superar su
desolación. Este lector es Josep Piera y muchos otros que deploran una
realidad más cruel que la soledad y el llanto del refugiado; deploran la
inapelable condición de una criatura olvidada y privada de tantas cosas, como
una identidad, el relato de su vida, una voz propia y una voluntad que le doten
de personalidad. En definitiva, deploran la ausencia en la noticia de esos
rasgos personales que presenten al niño como uno de nosotros. Un ser
singular, acongojado y desgraciado, pero similar a cualquier otro, y no sólo
hecho de sentimientos penosos o mutilaciones simbólicas.
Siguiendo esta línea de análisis, es razonable opinar que el uso mediático de
fotografías como la que comentamos incitan a malentendidos. Muestran pero
no argumentan ni tampoco demuestran nada. Y como lleguen a afectar al
lector, por el lacerante dolor que captan, ese lector no podrá replicar ni buscar
en el diálogo el consuelo que da comprender la razón del mal. Enfrentado al
muro mediático del dolor, se le ofrecen dos opciones, la de la indiferencia y la
de la confusión y abatimiento. “Los ojos humanos acaban por aceptar como
natural lo que es patológico, ante la inundación de crueldad de nuestro tiempo”,
afirma Emilio Lledó (1994: 150-4) a propósito de los usos de la imagen en los
medios de comunicación social. Su juicio explica nuestro desconcierto ante una
imagen cuyo mensaje, más allá de la anécdota, nos resulta incomprensible. ¿Y
ello por qué? Porque la selección de su contenido es una mutilación informativa
y porque esa noticia truncada, sin continuidad en lo que toca a la persona del
niño, supone una brutalidad comunicativa. Continúa diciendo el filósofo que, “a
pesar del falso tópico de que una imagen dice más que mil palabras, las
imágenes no dicen”. Y ¿qué es lo que hacen?, nos preguntaremos. A su
parecer, las imágenes “impresionan, desgarran, endulzan nuestra intimidad,
pero no dicen”, sólo sirven o tributan en el discurso con que se acompañan. No
hay una imagen comprensible sin una educación de la mirada, en lo cual se
resume la historia de la estética y de nuestras preferencias estéticas en pintura
y otros medios iconográficos. Cuando ese discurso que educa y orienta la
mirada resulta insuficiente, porque no sea coherente o no relaciona las
imágenes con el texto —que es lo que sucede en este caso del niño hutu—,
entonces solamente nos alimentamos de explosiones visuales, que animan a
los lectores a ser espectadores banales, espectadores sensibles a las
descargas de patetismo, espectadores que derraman lágrimas, pero lágrimas
de cocodrilo. De un magma informativamente incoherente principalmente
puede esperarse una respuesta incoherente y estéril, como esas lágrimas
insubstanciales.

5.5. Nuestra mirada sobre el discurso


De toda la campaña de prensa hemos considerado propiamente unas
fotografías de niños y, en particular, aquella que causó tanta impresión a los
espectadores, representados aquí por el escritor Piera. Y nos hemos centrado
en la información gráfica porque ésta es la sección más llamativa del magma
incoherente que pueden producir los medios de comunicación social. El uso de
los elementos gráficos resulta sesgado, incoherente e informativamente
irrelevante. Deseamos enumerar las pautas que nos han guiado la
interpretación hasta esa conclusión crítica.
 
1. El tópico social
La información que se ha publicado en el prensa diaria —el tratamiento en
algunas revistas es caso aparte— sobre este asunto de portada es abundante
y diversa. Ha sido producida por un aparato de corresponsales y agencias, así
como por articulistas de renombre y por lectores que envían cartas al director.
El asunto del conflicto en los Grandes Lagos ha tenido una prioridad clara y
una persistencia notable en la agenda de esos medios, lo cual lo ha convertido
en un tópico social importante.
 
2. Discurso gráfico y niños
Cuando por economía analítica nos fijamos en esa pequeña porción de las
imágenes de niños, reparamos en la gran influencia que ejerce su iconografía
en el mensaje que crea opinión pública. Como se observa, sucede que para
reflejar una situación de crisis como esa, el motivo preponderante es el de
niños captados en circunstancias muy penosas. Son circunstancias de un
esfuerzo físico agotador, en la huida a pie con un equipaje excesivo; la
proximidad de la muerte, presente en esos cadáveres que menudean a lo largo
del camino; o la pérdida sufrida en propia carne, por las heridas de guerra o la
desaparición de algún familiar. Y la reunión de estos elementos, a penas
orientados por unos escuálidos pies de foto, sirve de símbolo del conjunto.
 
3. La visibilidad de las víctimas
Lo que se presenta en las imágenes es un mundo de víctimas, a cuya cabeza
figuran los niños más cruelmente tocados por la calamidad. Con ser éstos los
más débiles, posiblemente no han de estar solos y, sin embargo, los adultos
raramente merecen la atención de la cámara, como no se hallen en grandes
grupos. El patetismo de la representación infantil es obvio y queda vinculado a
un concepto de urgencia, de inmediatez, sin relación alguna con un pasado
reciente.
Estas pautas iconográficas —selección del motivo infantil, exclusión de los
adultos y del contexto, olvido de otros tiempos y sus causas— se siguen en
otras imágenes de la campaña de los Grandes Lagos que no hemos podido
comentar aquí. Ofrecemos un nuevo y canónico ejemplo. La imagen lleva una
nota que dice que “un niño ruandés intenta alimentarse del pecho de su
madre”, mientras presenta una criatura de unos dos años que succiona
vanamente el pecho reseco de alguna mujer que cae fuera del encuadre.
Vemos nada más y nada menos que la lucha entre un niño y un pecho vacío,
quizá al final de una jornada de marcha, a juzgar por la luz artificial del flash.
Una connotación patética añade el hecho de que la proximidad de la cámara y
el fogonazo del foco no alteren la mirada ausente del niño.
 
4. Inexistencia de todo aquello que no es visible
La representación gráfica de otros sujetos que no sean las víctimas es
insignificante. Esta concentración en un tipo de agentes, la de las víctimas,
excluye o ignora los victimarios, las tropas en combate, las autoridades
gubernamentales o el personal de las organizaciones internacionales de ayuda.
La ausencia de victimarios induce a creer que se trata de una catástrofe natural
e inevitable, ante la cual lo único razonable en lo que cabe pensar es en
moderar sus efectos, ya que las causas, tan violentas como súbitas, caen fuera
de la previsión humana y de la responsabilidad de las naciones poderosas.
 
5. Pulsiòn de patetismo y su mensaje implícito
La insistencia en un tono patético, que se vale de muchos elementos enfáticos
y extremos, como la sinécdoque —la del niño que ha perdido a su madre o la
del que mama de un pecho sin cuerpo ni rostro— y los símbolos de males
bíblicos —guerra, éxodo, hambre, enfermedad y muerte— inducen a concebir
ciertas implicaciones, sin necesidad de argumentar sobre ellas. Entendemos
que éstas son las principales ideas del mensaje implícito:
 
a) la tragedia es injusta porque afecta especialmente a los niños;
b) las causas de la tragedia son tan confusas como las imágenes de
masas convulsas en éxodo o de individuos fulminados por un destino
irreparable que se denomina África;
c) se infiere también que en los países afectados no hay o no sirven sus
funcionarios y sus recursos, en virtud de su nula visibilidad en los media.
 

5.6. Tres ideas equívocas


Y, sin embargo, estas conclusiones son erróneas, si confrontamos la
información de la campaña con otras fuentes especializadas en política y ayuda
internacional.
 
1. Sin recursos
Comenzando por la última apreciación, sobre la nulidad de recursos propios
para resolver el conflicto, se ha destacado que la invisibilidad de funcionarios
autóctonos y de medios no se corresponde con la realidad, si bien estos
recursos y agentes son a todas luces insuficientes para resolver una problema
tan grave. En estas circunstancias, la ayuda internacional es necesaria. Pero,
como recuerdan algunos analistas, las aportaciones occidentales en socorro de
las víctimas pueden tener consecuencias negativas sobre esos mismos
servicios gubernamentales, que se ven ninguneados y disueltos por un tiempo
indeterminado a causa de la brusca suplantación por entidades humanitarias.
Estos efectos ambivalentes, que son a la vez de socorro efectivo a las víctimas
y de derribo del edificio asistencial propio, se corresponden con la particular
concepción en Occidente de que los países africanos carecen de todo y que
todo necesitan. Parece que la invisibilidad en los medios de un tejido social
autóctono que reaccione mal que bien a las crisis dista de la realidad. Los
informadores y editores prefieren hablar del problema y de los esfuerzos que
nosotros, los occidentales, realizamos en su ayuda. Los informadores y
editores aplican, así, una sinédocque similar a la de la foto del niño-hutu-que-
ha-perdido-a-su-madre, con unos efectos ideológicos idénticos: privación social
de cuerpo, de identidad, de personalidad y de voluntad como país. La idea que
nos formamos de la realidad comunicada es muy cercana a la de un objeto: el
mundo exterior o tercer mundo como objeto.
 
2. Sin causas conocidas
Si pasamos a la segunda inferencia sobre ausencia de causas determinadas,
reconocemos una continuidad argumental con lo precedente. Según ello, para
entender el conflicto bastará con pensar en una región desmembrada y en una
etnias con un odio tribal. Quizá el asesinato de más de las tres cuartas partes
de la minoría tutsi varios años antes, entre abril y junio de 1994, satisfaga
nuestra exigencia de una explicación. No obstante, hay voces que discrepan de
esta apreciación simplista, en el sentido de que las causas no se resumen en
los problemas de las gentes de la región, sino que se deriva también de
intereses occidentales. O también, que el genocidio de tutsis de 1994 y el
éxodo de hutus de 1997 no se producen de repente y espontáneamente, pues
se ha probado que estos conflictos eran previsibles y evitables mediante la
intervención de la comunidad internacional.50[50]
Un científico ruandés, hijo de hutu y tutsi, invitado por un fundación pacifista
española, ha afirmado claramente que en las causas del genocidio y del éxodo
hay una guerra económica entre Europa, en especial Francia, y los EUA, para
controlar el comercio del continente africano. Sea como fuere, en los medios sí
se aprecia en estas dos períodos de conflicto una pugna diplomática y
propagandísticas entre esas potencias, uno de cuyos puntos de choque es la
ONU y la designación de su secretario general. Y lo que algunos periodistas
han añadido sobre ello es que los medios de comunicación dan la impresión de
haberse puesto de acuerdo para esconder o distraer la atención sobre las
verdaderas causas de las tragedias en África central (Jaumà 1996). Es más,
como rezaba un editorial de The Washington Post (9-4-1999), en que el diario
norteamericano interpelaba a la Administración Clinton sobre Ruanda, han
transcurrido los años y no se sabe si ha habido una investigación al respecto ni
tampoco la opinión pública ha obtenido una explicación oficial sobre las raíces
del conflicto. Y, en efecto, es así pues no se conoce ninguna explicación veraz
de los Gobiernos sobre sus raíces y sus diversas responsabilidades. Como
ejemplificaba la sinécdoque de la comentada fotografía, la simplificación de los
motivos o elementos que se exhiben y la ocultación del contexto histórico e
internacional son un procedimiento común y desesperante de la información.
La información se ha convertido en propaganda.51[51]

50[50]
Merece la pena dejar la referencia también de una de las fotografías del genocidio de 1994, que
recoge la imagen de un grupo de huérfanos que hace cola para ser vacunados. Es conmovedora y,
curiosamente, sigue las pautas iconográficas ya indicadas, por la presencia de niños, la ausencia de
adultos y la anulación del contexto. La fotografía fue tomada en junio de 1994 por Jacqueline Arzt para la
agencia Associated Press (AP). Y de su interés habla el hecho de que fuera seleccionada para una
exposición que celebraba el siglo y medio de la agencia (1848-1998). La instantánea aparece reproducida
en La Vanguardia magazine (20-9-1998, p. 57) y en el libro conmemorativo de editorial Polígrafa.
51[51]
Josep M. Jaumà, “Llàgrimes de cocodril”, Els 4 Cantons (semanario de Sant Cugat del Vallès,
Barcelona), 29-11-1996; artículo reproducido también en una recopilación del mismo autor (Jaumà 1996-
1998). Es preciso declarar que debemos el título del capítulo a la agudeza de J. M. Jaumà.
Citamos otras fuentes consultadas. Colette Braeckman, “La difícil reconstrucción de Ruanda: bajo la
amenaza de una guerra regional”, Le Monde Diplomatique, julio-agosto de 1996, p. 13, ed. española.
Vicenç Fises, “La agenda del día después”, El País, 22-11-1996, p. 14. “Lecciones de Ruanda”, editorial
de The Washington Post (9-4-1999), reproducido en “Revista de Prensa” de El País (10-4-1999).
También, el monográfico “La última guerra del Zaire” de Apuntes Sur Norte, núm. 3, 1-12-1996 (revista
editada por La punta del Iceberg, desde el colegio de periodistas de Catalunya).
 
3. Sólo niños
La última inferencia por comentar es la de que los niños son las principales
víctimas del conflicto. Esta idea es cierta, los niños padecen de modo
implacable los estragos de la guerra, la hambruna, la enfermedad y la
orfandad. No obstante ello, el interés por la suerte de los niños se consume en
sentimentalismo y banalidad si no se considera conjuntamente con la suerte de
los adultos, con la suerte de la población civil. En esta campaña informativa de
los Grandes Lagos y en tantas otras similares, llama la atención la especial
delectación que muestran los medios de comunicación al insistir en los
infortunios de niños, no se sabe bien si porque la penalidad de un niño les
parece una doble penalidad o porque apenas es destacable el dolor de sus
mayores.52[52]
Pero los niños son, por estos usos periodísticos, la parte más visible de las
víctimas de guerra, que son toda la población civil. La población sufre en los
conflictos actuales mayor castigo y mortandad que los propios combatientes. A
finales del siglo XX, la gente que huye de las zonas de combate o de represión
en el mundo supera la cifra de setenta millones de refugiados. En guerra, ni los
mismos niños y adolescentes se libran de ser enrolados, y son especialmente
útiles en los frentes de mayor riesgo por su falta de miedo.53[53] Pero la
explotación del niño no concluye con la guerra, sino que se extiende a tiempos
de paz, bajo condiciones de miseria y de abandono en la calle, lo cual afecta a
ciento veinte millones de niños en el mundo y es causa de la muerte de trece
millones cada año.54[54] Y si se cuenta la población que pasa hambre, sin
distinción de edad, se supera la cifra de ochocientos millones, según una
estimación de la FAO. Como se sabe, el hambre es una estrategia de guerra
que se utiliza sobradamente en la paz, y que suele ir acompañada de otra
igualmente mortífera denominada “hambre oculta”, que se manifiesta por las
enfermedades que conlleva, así como por la carencia de sistemas sanitarios y
de medicinas, de higiene y de atención medioambiental, de educación y aun de
la técnica primaria para tener cura de sí.55[55]
Sirva este apunte de datos y de conceptos no ya como una información
suficiente sobre el problema sino como una prueba del llamativo desajuste
entre la información que dan algunos medios y los hechos. Y hemos querido
entresacar los contenidos del apunte de los mismos medios, para matizar que
52[52]
El sagaz periodista Gregorio Morán, de quien hemos parafraseado esta frase, habla de esta
desproporcionada preferencia por lo infantil refiriéndose a las crónicas de sucesos por asesinato. (G.
Morán, “Una cuestión de carácter”, La Vanguardia, 10-4-1999, p. 27.)
53[53]
Amnistía Internacional calcula que en 1999 había en el mundo unos trescientos mil niños
combatiendo en guerras cuya causa no entienden. Su destino como infantería dócil y fácil es sucumbir o
convertirse en poco tiempo en verdugos; en todo caso, el informe asevera que los niños soldados quedan
física o psicológicamente destruidos.
54[54]
Negu Gorriak y Ume Hilak, “Nens morts”, Tot Sant Cugat, 14-12-1996, p. 62. Sólo en los países
latinoamericanos, ochenta millones de pequeños sufren la miseria, muchos de ellos niños de la calle
(Begoña Piña, “Sanchís Sinisterra prepara una obra colectiva sobre los niños de la calle”, La Vanguardia,
21-12-1998, p. 44). Según la Unicef, la explotación laboral de niños entre 5 y 14 años es de doscientos
cincuenta millones (El País, 12-12-1996, p. 30).
55[55]
Eduardo Haro Tecglen, “Los señores del hambre”, El País, 14-11-1996, p. 61.
Sobre el uso devastador de la estrategia del hambre citamos un fragmento del editorial de The
Washington Post (28-12-1995): “Un estudio de la ONU revela que medio millón de niños iraquíes han
muerto a causa de las sanciones económicas internacionales desde la guerra del Golfo [marzo de 1991]. A
este terrible dato hay que añadir la malnutrición y las enfermedades que afectan a muchos otros iraquíes
aún vivos. Situación que podría ser considerada como una segunda guerra del Golfo.”
mucha información circula por ellos, pero no se difunde de igual manera ni con
una intención similar. Para recapitular, decíamos que el uso de las fotografías
en la campaña de los Grandes Lagos ilustra tales desproporciones y
equívocos. La construcción del acontecimiento a que sirven oculta unos
agentes institucionales e internacionales y destaca otros, que son los niños,
especialmente huérfanos y físicamente consumidos. El sufrimiento de éstos es
palpable, pero su suerte no debería desligarse de los adultos, ni de la región y
su delicado orden político, como tampoco de la causas de padecimiento en
tiempos de paz. Son fotografías que mueven a la compasión y a la lágrima
fácil, pero que por lo general no tienen una correspondencia con el contenido
de las noticias que supuestamente ilustran. En un corpus de noticias parcial y
aleatorio que hemos recogido de cinco diarios españoles en estos meses de
noviembre y diciembre de 1996, tan sólo aparecen dos noticias sobre los niños
refugiados.56[56] La razón entre ese desfase entre las numerosas y
especializadas fotografías que se exhiben y el cuerpo de las noticias puede
deberse a una razón de pedagogía visual de la tragedia, para compensar el
fárrago textual. Pedagogía o quizá espectáculo de la distracción, puesto que
los textos periodísticos pugnan, con más voluntad que acierto, por poner al día
al lector sobre los canviantes acontecimientos y las confusas gestiones desde
instancias internacionales.

5.7. El patetismo, por todo mensaje


Si bien es cierto que las fotografías suelen presentar motivos que no coinciden
con el cuerpo de las noticias, el conjunto de unas y otras tiene un sentido
común, que es el de referir cuestiones de política internacional con un tono
dramático y acorde a la situación. Así, las noticias tratan de esas cuestiones
tan abstractas como las instancias de los organismos plurinacionales y de los
Estados, de sus instrumentos de negociación diplomática y de intervención
militar, a la vez que evocan los principios de la soberanía nacional y sus límites
por razones humanitarias. Por su parte, las fotografías son los elementos
discursivos más eficaces para pulsar ese tono dramático y para referir todo a
un presente acuciante.
Vistos de modo global los discursos de la campaña informativa de la tragedia,
el mensaje que transmite más clara y fijamente es el del patetismo expresivo.
Su efecto palpable, y no es necesario remitirnos de nuevo a la confidencia de
Josep Piera, es la conmoción de un público inclinado a sentir una profunda
compasión por esos niños, por esas pobres gentes. La perspectiva que ofrecen
las fotografías presentan un elenco de prácticas impresivas o de impacto que
resultan provechosas para los medios de comunicación. Y ello porque operan
como refuerzo de su legitimidad, de su eticidad informativa; son vistos por la
audiencia como medios veraces y comprometidos en la solución del conflicto,
pues informan y además crean agenda política sobre la cual los ciudadanos
pueden debatir y los gobiernos intervenir de acuerdo con un cometido solidario.
Junto con esta mejora o sostenimiento de la buena imagen del medio, se ha de
contar con un aumento de la atención de los lectores, lo cual es fundamental si
se trata de crear opinión pública, algo que en nada estorba sino todo lo

56[56]
Los diarios son La Vanguardia, Avui, El Mundo, El Periódico y El País en edición digital. Y éstos
son los titulares de las dos noticias: “Cada día mueren 1.000 niños, denuncian Médicos sin Fronteras” (El
País, 14-11-1996). “Pequeña carne de cañón. Miles de niños ‘no acompañados’ esperan en lugares de
acogida a que el gobierno ruandés localice a sus familias” (La Vanguardia, 1-12-1996).
contrario a la preferencia y rentabilidad del rotativo. El proceso que marcan
estas prácticas de la conmoción, después de favorecer la imagen y la atención,
concluye con una interpretación parcial, pues se nutre preferentemente de
apelaciones inmediatas y de breves narraciones, como la del niño-hutu-que-ha-
perdido-a-su-madre, en vez de barajar aspectos argumentativos y relaciones,
como las causas del conflicto y su posible prevención.
La inversión mediática en emociones es muy golosa. Y quizá pocos lectores se
sentirán defraudados por un incumplimiento del “contrato” de edición de la
información, que de modo implícito rige las relaciones y la responsabilidad del
medio ante su público. Con todo, conviene anotar que la información sobre la
tragedia se resume en un mensaje engañoso: el conflicto de los Grandes Lagos
es un problema étnico cuya solución consiste en una ayuda humanitaria. El
mensaje parece aceptable, pero considerado con atención incurre en una
simplificación grosera, pues selecciona desordenadamente los términos —se
infringe la máxima de pertinencia— y burla la verdad de los hechos —conculca
la máxima de veracidad—. Según algunos expertos, ni la causa original del
conflicto es étnica ni su plena solución consiste en la ayuda humanitaria. Es
una simplificación hablar de esa tragedia como algo repentino y circunstancial.
Y desde el punto de vista comunicativo, añadiremos que es una simplificación
rehuir la comprensión de los hechos cuando se obvia el contexto y la
historicidad de la situación. Ello probablemente se deba a que la urgencia y el
sentimentalismo son motivos más fuertes de consumo mediático que el
desarrollo de los asuntos y el compromiso intelectual.
Un escritor ha calificado de mentira mediática una estrategia muy común que
consiste en construir un muro de hechos verídicos (Sánchez Ferlosio 1993). En
el caso que nos ocupa, apreciamos que un muro de hechos verdaderos, como
los que muestran las fotografías que inventariadas, otorgan una fuerza y una
credibilidad difícilmente rebatibles a la falsedad pública con que se ha tratado la
crisis de los refugiados ruandeses. La tragedia de los Grandes Lagos es cierta,
declaraba el admirado periodista polaco Kapuscinski, pero no así la mayor
parte de las cosas que se han dicho al respecto. Y la campaña de caridad
desencadenada, aun teniendo una finalidad altruista, padecía del serio defecto
de ignorar su longeva raíz política, una raíz compuesta de la conculcación de
derechos civiles en la región y de la pugna de Estados Unidos y Francia por su
suculento control. Para Claude Wauthier, el problema que estalló en la crisis no
tiene una solución humanitaria sino política y que sobrepasa el ámbito de la
región. Y lo sobrepasa puesto que las democracias africanas tienen las manos
esposadas por una doble moral de los gobiernos occidentales, que hacen
declaraciones retóricas de democracia pero actúan en la práctica de un modo
muy diferente.57[57]

5.8. Discurso y realidad


Se olvida o se desconoce estas razones del conflicto. Con el tiempo también se
olvidan otras cosas, como el rostro de aquella fotografía que reproducía un
niño-hutu-que-perdió-a-su-madre-y-lloraba, una fotografía cuya presencia fue
inevitable durante unas semanas. Si el niño ha sobrevivido, posiblemente sea

57[57]
Ryszard Kapuscinski (El País, 8-11-1996, p. 19; La Vanguardia, 15-11-1996, p. 43). Claude
Wauthier, “Duras pruebas para las democracias africanas”, Le Monde Diplomatique, edición española,
noviembre de 1996, p. 20. Alfons Quintà, “El Zaire, un paradigma”, Avui, 2-11-1996, p. 10. Alfonso
Armada, “Los pecados de la Iglesia en Ruanda”, El País, 12-1-1997, p. 12-3.
un “hijo del abismo” por causa de las atrocidades vistas. Parece ser que las
reflejará en su mirada, en una mirada especial que tienen los niños de la
guerra, según el informe para la ONU de Graça Machel. “La mirada de un niño
después de la guerra es un abismo —declara Machel—. Son como hijos del
abismo. Sobreviven, pero por dentro están rotos, y rotos todos sus vínculos
familiares y sociales.”58[58]
Esta dolorosa observación también tiene cierta semejanza con el tratamiento
informativo del conflicto. Ofrece mensajes troceados, como si las páginas nos
llegaran deshechas, a jirones. En concreto, la perspectiva que se aplica es
desproporcionada, deformante. También, se promociona o se atienden las
voces que proceden de fuentes institucionales, pero se mitiga la difusión de
voces críticas y divergentes; se propalan presuposiciones simplistas y
empobrecedoras. Y, finalmente, se pone en juego estímulos tan fuertes de la
sensibilidad como inhibidores de la crítica y de una opinión consistente. En la
enumeración de las mediaciones discursivas, es decir, del tratamiento de los
mensajes, hallamos una perspectiva deformante, un uso parcial de las fuentes,
la comunicación de implicaciones sesgadas y la sacudida emocional. De estos
elementos está hecho el tópico mediático de la tragedia de los Grandes Lagos,
convertido en un magma doloroso, incoherente y desmemoriado. Es
desmemoriado porque está destinado al olvido, a ser desechado en cuanto ya
ha sido usado, y así difícilmente ejerce una influencia en la creación de una
agenda de debate popular sobre política internacional, aunque en ello consista
una de las funciones de la noticia. Es incoherente porque no relaciona el texto y
la imagen, no ahonda en las causas ni en las referencias mundiales e
históricas, y por tanto sólo puede prestar una ayuda my débil a otro cometido
de la noticia, que es crear opinión pública. Finalmente, es dolorosa porque,
quizá sin pretenderlo, se reafirman los estereotipos simplificadores y
discriminatorios del Gran Sur, de esa África que simplistamente aparece como
lugar de pobreza, conflicto e impotencia. A nadie se le oculta que estos rasgos
definen el rol de inferioridad de una comunidad culturalmente diferente. Y, lo
que es más, acercan la representación de esta gran comunidad a la
cosificación y la naturalización (Silva: 1996). Se trata de la cosificación
psicológica, que atribuye a sus miembros pasividad, servidumbre e
incapacidad. También. la naturalización política de la pobreza y del conflicto, es
decir, la creencia en la inevitabilidad de estos males.59[59]
Es de sentido común acabar diciendo que los estereotipos de esta índole,
desgraciadamente reproducidos en la información general sobre la tragedia de
los Grandes Lagos, son fuerzas destructoras de una sociedad multicultural,
porque bajo el barniz humanitario transmiten tres productos que merecen el
calificativo de recusables. Transmiten una ideología de la desigualdad, una
subcultura de la discriminación, y una legitimidad que resulta eurocéntrica,
patriarcal y dominadora. Son malas noticias para la interculturalidad.
 
 
 
 

58[58]
Entrevista a Graça Machel (El País, 23-11-1996, contraportada).
59[59]
Una brillante y escueta crítica de las políticas informativas de discriminación cultural figura en
“África”, una carta al director de Juana-Mary Ribó y 29 firmas más (El País, 29-3-1999), que representa
una muestra lúcida de las muchas que podrían citarse.
 

6. Teatro del mundo


 
 
 
6.1. Cartografía barroca y retórica del discurso
Tanto el discurso como la ciencia construyen la realidad. La misma ciencia es
una construcción hecha de discursos, por ejemplo las normas sobre qué es
investigar, demostrar y teorizar sobre la realidad; es decir, un conjunto de
discursos sobre el estatuto de la ciencia. Así lo entiende la retórica, que es la
disciplina que trata de los discursos de un modo comprehensivo. Según esta
disciplina clásica, la ciencia es una retórica especializada. En el capítulo
exploramos los principios de esta posición y nos preguntamos sobre qué
afinidad hay entre el aparato científico y el modelo de la retórica. Y lo hacemos
tomando como objeto de estudio unas imágenes de la ciencia y de la
cartografía, producidas en los Países Bajos durante el siglo XVII por W. Blaeu,
en una época calificada de período dorado de la cartografía.60[60]
El impresor y editor Willem Blaeu fue un hombre de ciencia, versado en la
geografía y su representación cartográfica, e intervino decisivamente en la
difusión del modelo creado por Gerard Mercator; un modelo que ha perdurado
desde entonces como una referencia canónica, y ello a pesar de los cambios
de escala introducidos en la representación plana desde mediados del siglo
XX. Comentamos aquí su Mapamundi (1606) y el frontispicio de Le Theatre du
Monde ou Nouvel Atlas (1635).
La lección que se extrae del estudio de las láminas y del repaso de la historia
reciente de esta ciencia es que la nueva geografía, que emerge con el
Renacimiento y que se fortalece con las artes visuales del Barroco, es la
confirmación de los postulados retoricistas de la ciencia, incompatibles con el
pensamiento positivista de la ciencia como reflejo de la realidad, al tiempo que
muestra que algunos de los componentes de esa ciencia cartográfica eran y
son no sólo la tecnología sino también fuentes mitológicas y prejuicios de
diferente orden.
6.2. La geografía blaviana, edad de oro de la cartografía
Un brillante, esclarecedor, artículo de Paolo Fabbri y Bruno Latour 61[61] sobre la
retórica de la ciencia se inicia con la siguiente frase: “Con frecuencia se dice
que la ciencia es el conjunto de los enunciados verdaderos (Wittgenstein)”,
mediante la cual evocan la tesis formalista de un positivista lógico. La intención
de los semiólogos Fabbri y Latour es rebatir tal tesis de raíz. Para ello analizan
un escrito de endocrinología de frontera, es decir, de alta investigación, y
presentan esta muestra de ciencias naturales como un ejemplo estrictamente

60[60]
La redacción de este capítulo ha tenido el estímulo de la magnífica exposición cartográfica De
Mercator a Blaeu. España y la edad de oro de la cartografía en las diecisiete provincias de los Países
Bajos (Madrid, 1995; Barcelona, 1996) y del correspondiente catálogo, editado en castellano y catalán por
la Fundación Carlos de Amberes y el Institut Cartogràfic de Catalunya (AA.VV. 1995).
61[61]
Paolo Fabbri y Bruno Latour (1977): “La retórica de la ciencia: poder y deber en un artículo de
ciencia exacta”, Actes de la Recherche, París, nº 13. Artículo incluido en P. Fabbri, Tácticas de los
signos, Barcelona, Gedisa, 1995, pp. 265-279.
retórico, sometido a unas reglas discursivas. Como afirman, de las reglas de
discurso surge todo lo demás: la condición de realidad, la calidad de
experimentación, la capacidad de demostración, la consistencia de una teoría y
el crédito científico que se consigue.
Su exposición es afín a la hermenéutica, que distingue entre ciencias de la
naturaleza y ciencias del espíritu, para así separar objeto, método y criterios de
validación. Dilthey, Gadamer, Lledó o Rorty son representantes de esta
corriente hermenéutica, y están interesados en el problema de la interpretación
historiográfica y de las condiciones en que se construye el conocimiento.
Impugnan el tópico cientifista del conocimiento como representación, como
correspondencia directa de la idea con la cosa, como contacto inmediato con la
realidad física; o el tópico del lenguaje como mero descriptor o traductor de la
realidad, que se compondría de hechos y de juicios verdaderos o falsos acerca
de éstos.
Para expresar de un modo escueto la conocida controversia, de un lado están
los formalistas y del otro los retóricos. Los formalistas, con Platón a la cabeza y
Wittgenstein o Popper al final de la relación, presentan la ciencia y las obras de
los científicos como mensajeros de los hechos. Al respecto, Rafael Sánchez
Ferlosio (1993: 98) se siente intrigado por esa concepción y pregunta:
 
¿Por qué me suscita siempre la impresión de un actor que sobreactúa
quien declara no estar ejerciendo otro papel que el de objetivo expositor
de la realidad o imparcial mensajero de los hechos?
 
La posición retórica o hermenéutica propone para su objeto de estudio unas
reglas propias, que den sentido a su trabajo de comprensión de la historia, la
filosofía, las comunidades humanas y sus usos lingüísticos. Pero aspira a algo
más; aspira a rebatir el modelo de objetividad ahistórica y extrasocial del
neurobiólogo —como hacen Fabbri y Latour— físico, filólogo, geógrafo o
cualquier otro investigador.
Con estas referencias como trasfondo, deseamos comentar dos láminas
cartográficas del siglo XVII, época crucial para la geografía moderna, para así
examinar algunos rasgos de su constitución retórica y para rebatir el tópico de
la objetiva relación de los productos de la ciencia con los hechos. Es decir, lo
que se debate se resume en la tesis de que la cartografía es una edificación de
la realidad geográfica de acuerdo con unas elecciones históricas y unos
protocolos de presentación que, en el barroco, combinan técnica, mitología,
suntuosidad y eurocentrismo. Las láminas son obra de W. Blaeu y
corresponden al frontispicio del atlas y el mapamundi mencionados.
La edad de oro de la cartografía está afincada en los Países Bajos, desde
mediados del XVI a finales del XVII. Su figura principal es Gerardus Mercator
(1512-1594), con sus seguidores Jodocus Hondius y Willem J. Blaeu. Tal auge
técnico y empresarial se debe a una feliz conjunción de factores; entre ellos, la
reedición renacentista de obras clásicas y la función de las universidades,
como la de Lovaina, impulsores del conocimiento astronómico, astrológico y
geográfico; la creación de talleres de instrumentos matemáticos y de medición;
o la emergencia de empresas de primerísima calidad que reúnen investigación
geográfica, técnicas de impresión y edición. Además, hay otra razón política en
el interés estratégico para España de las diecisiete provincias de los Países
Bajos, por su dominación y la sublevación posterior de Guillermo de Orange. 62
[62]

La cartografía adquiere una importancia de Estado, con producciones secretas


para uso militar. Pero también la tiene para las empresas dedicadas al
transporte de cabotaje y el comercio de ultramar, en una época mercantil, de
exploración geográfica y asentamiento colonial. Y aún adquiere otro valor para
la burguesía, que es el suntuario, pues la posesión de globos terráqueos o
mapamundis les confiere un prestigio, por su carestía y vistosidad ornamental.
En este ambiente destacan las iniciativas científicas y técnicas de las casas
editoriales de Mercator, Hondius, Janssonius y Blaeu, empresas familiares que
se relevan en la supremacía del sector y mantienen una prolongada tradición.
La repercusión de este período es muy grande por su originalidad y vigencia.63
[63]

El perfil del cartógrafo de los Países Bajos es complejo: artesano y artista,


matemático e investigador de fuentes empíricas de información, editor y
humanista. Sus antecedentes inmediatos están en los trabajos de Peter von
Bienewitz o Apianus (1495-1552) y Gaspard van den Hayden (1496-1549),
quienes presentan un método que relaciona la longitud geográfica con la
posición de la luna y las estrellas fijas, y permite la triangulación y el
levantamiento cartográfico. De ellos, junto con Van Deventer y Reiner Gemma,
recibe el innovador Gerardus Mercator enseñanza y ayuda. Su nombre no
latinizado es Gerard Cremer. Este flamenco, un experto grabador,
instrumentista y científico, alcanza similar repercusión a la del alejandrino
Ptolomeo (s. II) con un mapamundi para la navegación publicado en 1569.
Roger-A. Blondeau define los rasgos técnicos de su mapa:
 
Mercator ideó el sistema de proyectar cilíndricamente el mapamundi en
dos dimensiones que hoy conocemos como proyección Mercator, en la
que los meridianos y paralelos se representan como líneas rectas, los
paralelos equidistan del Ecuador y los meridianos son perpendiculares a
ellos. En realidad los meridianos convergen hacia los polos y, por tanto,
en esta proyección las longitudes se dilatan a medida que nos alejamos
del Ecuador... Es cierto que la proyección Mercator puede ofrecer
imágenes distorsionadas de las superficies a medida que nos acercamos

62[62]
La cartografía fue una de las grandesy caras pasiones de la época. Felipe II tuvo una gran inclinación
por el coleccionismo cartográfico, algo que compartía con sus contemporáneos. De ello da cuenta el
católogo de la exposición extraordinaria, celebrada en Amsterdam en 1998 y 1999, bajo el título
Esplendor de España, 1598-1648. De Cervantes a Velázquez (en edición de la Fundación De Nieuwe
Kerk, los Ministerios españoles de Asuntos Exteriores y de Educación y Cultura, y Waanders Editores).
63[63]
Supone una refundación de la cartografía. Y hasta la actualidad se han mantenido vigentes los
principios de representación marcados por Mercator. Si consideramos que tan sólo la propuesta de Arno
Peters (1974: Die Länder der Erde in flächentreuer Darstellung) ha supuesto una modificación del
modelo de Mercator, y aún así no adoptada con carácter general por la fuerza de los hábitos visuales
adquiridos, se constata la magnitud de la obra de los cartógrafos del barroco. Ahora bien, precisamente
esa comparación -y su desfase- entre lo propuesto por la tradición y las reservas que se mantienen frente a
una innovación científicamente superior, como se demuestra en la nueva cartografía de Peters, apunta en
la dirección de la retoricidad del conocimiento y de los discursos textuales y gráficos de la ciencia. Véase
de A. Peters, La nueva cartografía (Barcelona, Vicens Vives, 1992).
a los polos; sin embargo, es muy útil para la navegación considerando
que las líneas de unión entre dos lugares (curvas loxodrómicas o líneas
de rumbo) cortarán los meridianos y paralelos siempre bajo el mismo
ángulo tal y como sucede en realidad. Con una brújula es fácil para un
navegante encontrar el rumbo correcto.64[64]
 
El procedimiento proyectivo de Mercator es gráfico, como ha sido tradición
hasta el siglo XVIII, en que éste se trasvasa a fórmulas matemáticas que
incorporan el cálculo integral y diferencial. Su mérito está en reducir una
realidad esférica como es la Tierra a una figuración plana y rectangular, si bien
incurre en distorsiones monumentales, que aumentan las tierras situadas en el
hemisferio norte y empequeñecen las del sur. Así, Groenlandia (2,1 millones de
km2) se ve similar a África (30 millones de km2) y bastante mayor que la India
(3,3 millones de km2), la península arábiga (3,5 millones de km2) o América del
Sur (17,8 millones de km2). Esto mismo sucede con otros territorios, como por
ejemplo Europa, que aparece mayor que América del Sur, aun cuando ésta es
doblemente extensa que aquella. “Como se sabe —escribe A. Peters—, el
ecuador divide la Tierra en dos partes iguales. No obstante, si se localiza éste
en la proyección de Mecator, entonces resulta claramente evidente que aquí se
han dedicado dos tercios de la superficie del mapa para representar el
hemisferio norte, mientras que el hemisferio sur ha de apretarse de un modo
exagerado en el tercio restante” (1992:56, referencia en la nota 4). Además de
la superficie, hay otras distorsiones de escala y proporción que colisionan con
el propósito de universalidad. Sin embargo, la imagen legada por Mercator ha
perdurado hasta nuestros días, con algunas correcciones aportadas por la
exploración marítima posterior. Originalmente no aparecían Australia ni las islas
de los mares del sur, la Antártida ni los polos, y la costa oeste de América del
norte era una fantasía.
El mejor instrumento de representación terrestre es el globo. Fuera de él, es
decir, mediante el planisferio la distorsión visual es inevitable, pero ello no
impide que se pueda representar la superfície de la Tierra con proporción y
fidelidad de ubicación, claridad y universalidad. Después de Mercator otros han
intentado superar su visión distorsionada y eurocénticra, con logros y
deficiencias que en la actualidad se siguen discutiendo; entre esos intentos se
cuentan los mapas de Sanson (1650), Bonne (1752), Lambert (1772),
Mollweide (1805), Hammer (1892), Eckert (1906), Googe (1923) o Peters
(1974), en los que se aplica toda la gama geométricamente imaginable de
meridianos: rectos, elípticos, circulares o sinusoidales.65[65] Pero el planisferio de
Mercator mantiene unas cualidades que justifican la preferencia mayoritaria por
él, como la fidelidad de ubicación relativa de los lugares (posición o correlación
horizontal entre dos puntos equidistantes del ecuador, y eje o correlación
vertical) y, sobre todo, su claridad de interpretación, que la ha convertido en
una imagen armónica y difícilmente sustituible.
64[64]
Roger A. Blondeau, “Mercator, de Rupelmonde a Lovaina y Duisburg”, en AAVV. (1995): De
Mercaator a Blaeu, p. 38.
65[65]
De todas estas propuestas destaca el modelo de Peters, que recoge la cuadrícula de Mercator pero
alarga verticalmente la silueta de los continentes del hemisferio sur. La estilizada figura que compone es
la llamativa apariencia de un trabajo de renovación cartográfica que se atiene por primera vez a la
fidelidad de superficie y de ubicación, escalado, proporcionalidad, universalidad, claridad y adaptabilidad
a una perspectiva no eurocentrista.
La exploración oceánica de Magallanes alrededor del mundo, que acabó en
1522 con el regreso de una de sus naves al puerto de Sevilla, puso fin a la
imagen cristiana, inspirada en la Bíblia, de una superficie plana y circular como
un plato u ovalada como una fuente. Había nacido el mapamundi moderno, que
recogía la esfericidad terráquea y la supremacía de la superficie marina. En
1538 Mercator trazó su primer planisferio, con forma cordiforme o de corazón,
que se hizo famoso porque llamaba América por primera vez al continente,
tanto en su parte sur como norte.66[66] La figura definitva de su trabajo llegó en
1569, en la que recoge la red ortoédrica de coordenadas: un rectángulo
apaisado es atravesado por meridianos y paralelos que se cortan
perpendicularmente, con la particularidad de que la distancia entre los paralelos
aumenta al acercase éstos a los polos. Los países europeos están
representados en el centro, en un tamaño mayor al real. Este es el paradigma
cartográfico que, con ligeras modificaciones, permanece vigente y alimenta
nuestro imaginario.
Tras la muerte de Mercator, las planchas de cobre y los mapas de Mercator
fueron adquiridos en subasta por Jodocus Hondius, un magnífico grabador
asentado en Amsterdam, quien completó el atlas del primero hasta formar un
total de 143 mapas y así editar, en 1606, el Atlas Mercator-Hondius.
Continuado por su hijo Henricus, la obra alcanzó los once tomos y unos 500
mapas, con abundantes reediciones. Un competidor de los Hondius y
continuador de Mercator es la familia Blaeu, con Willem Janszoon a la cabeza
de la saga, que edita nuevos planisferios y atlas, a partir de las planchas de
Mercator que compra en 1629. La producción de tres generaciones de Blaeu
adquiere unos rasgos singulares, hasta constituir quizá la mayor empresa
editorial de su época.67[67] En lo que se refiere a los materiales cartográficos,
suprimen toda mención a Mercator, pero completan su obra y la dotan de una
rica ornamentación y figuración. En definitiva, sus trabajos de edición
consolidan la cartografía moderna y, lo que no es menos importante, la asocian
a un giro estético propio del siglo XVII, en una relación inseparable. En efecto,
son trabajos que pertenecen al gusto estético del barroco, dotado de un
discurso iconográfico intenso, unas reminiscencias históricas eclécticas, un
despliegue plástico subyugante y una teatralidad que concilia técnica y
mitología. Éstos son los aspectos que nos interesa comentar a continuación,
atendiendo a un atlas y a un mapamundi.
Precisamente, tomando la teatralidad como resumen del conjunto, cabe
comentar que los atlas reciben el nombe de El teatro —más exactamente, las
imágenes— del mundo o Nuevo atlas, como el editado por Willem y Joan Blaeu
en 1635, que contiene unos mapas de gran belleza y cuidada tipografía y
presenta una portada maravillosa. Por su parte, su mapamundi de mayor éxito
es de 1648, a cargo de Joan con ocasión del fin de la guerra de los Treinta
años. Se trata de la reedición de un mapa de 1606 publicado por el padre,
Willem, que incorpora algunos descubrimientos, como el del estrecho de Le
Maire, y conserva una orla decorativa sumamente interesante. Esta última obra
66[66]
El bautizo con el nombre de América corresponde al cartógrafo Martin Waldseemüller, quien en
1507, un año después de la muerte de Colón, indica como un nuevo continente las tierras descubiertas por
Colón, pero que erróneamente atribuye a Américo Vespucio.
67[67]
La empresa tuvo proyección internacional y supuso un prodigio técnico, cultural y político para
Amsterdam. En su catálogo de 1659, por ejemplo, había más de doce mil títulos, entre los cuales
figuraban los más suntuosos del siglo.
mural, mucho más asequible y exhibible que el Atlas divulga e impone
definitivamente la proyección de Mercator.
6.3. Las imágenes o teatro del mundo
Los atlas que se editan en la casa Blaeu cubren una amplia gama: universales,
de países o de ciudades. Por ejemplo, la descripción gráfica de las ciudades de
una región es una forma imaginativa y laboriosísima de cartografía ilustrada,
distintiva del barroco en países protestantes. Con la colaboración de topógrafos
y dibujantes se reúne mapas, perspectivas de las poblaciones y vistas de
palacios y monumentos, en obras pioneras sobre las ciudades de los Países
Bajos o Italia. Su importancia y audacia radica no sólo en la destreza de los
trabajos sobre el terreno, sino en la calidad del arte tipográfico y de
estampación, en consonancia con el esplendor cultural que se vive en
Amsterdam. Espoleados por la competencia, los descubrimientos y la
demanda, confeccionan en sus talleres el atlas “más bello y más grande que
jamás se haya publicado” afirma Günter Schilder,68[68] aparecido en las
versiones neerlandesa, latina, francesa, alemana y española. Y añade con
convicción el mismo ensayista: “Joan Blaeu alcanzó la cima absoluta de la
producción de atlas en Amsterdam con la edición de su Atlas Maior, la obra de
su vida. Este atlas, encuadernado con todo lujo de detalle, con 600 mapas en
folio y 3.000 hojas de texto, era un auténtico símbolo de la riqueza cultural del
período, una obra que no podía faltar en las colecciones de comerciantes
prósperos, los mandatarios de los estados y todo tipo de coleccionistas.”
Los nombres pugnan a veces por apoderarse de la representación de un
mismo objeto, y durante ese tiempo de conflicto nominal se dirimen sentidos
que están despiertos y reconocibles por los espectadores. Luego esos matices
se erosionan y olvidan. Es el caso del atlas. Tradicionalmente recibían la
denominación de Theatrum Orbis Terrarum, el teatro o las imágenes de la
Tierra, pero en esto también fue un innovador Mercator al introducir la forma
que se ha de imponer: Atlas, no tanto por evocación del mitológico titán que
sostiene la bóveda celeste por castigo de Zeus, como se ha creído y se ha
justificado con ilustraciones alusivas, sino por la del no menos legendario rey
de Mauritania, estudioso de la astronomia y supuesto artífice del primer globo
terrestre. Así lo explica Mercator:
 
Me propuse consagrar todas mis capacidades y todas mis fuerzas a
contemplar la cosmografía como elevada atalaya del espíritu con el fin
de encontrar en las cosas todavía poco conocidas alguna verdad que
contribuya al progreso de la Filosofía, me propuse imitar al rey Atlas, tan
destacado por su erudición y su bondad como por su sabiduría.
 
A partir de entonces, es decir, a partir de 1602, en que Mercator publica el
Atlas sive Cosmographicae Meditationis de Fabrica Mundi et Fabrica Figura, el
término abandera la geografía nueva y designa un conjunto de mapas de
formato y estilo uniformes. Sin embargo, como en su red ortoédrica de
coordenadas, el neologismo tiene que compartir el frontispicio de las obras con
68[68]
Günter Schilder, “Los Blaeu, una familia de cartógrafos y editores de mapas en el Amsterdam del
siglo de oro”, en AAVV. (1995): De Mercator a Blaeu, opus cit., p. 88.
la denominación tradicional. Es una precaución redundante que perdura en las
publicaciones de los Blaeu, como se lee en la portada de una obra suya de
1635: Le Theatre du monde Ou Nouvel Atlas Contenant Les Chartes et
Descriptions de tous les Pais de la terre mis en lumiere Par Guillaume et Iean
Blaeu.
El título citado pertenece a la edición francesa, aunque también hubo otras del
mismo atlas en neerlandés, latín y alemán. Consta de dos volúmenes, de 500
por 330 milímetros, con un total de 208 mapas. La portada del segundo
volumen es una joya del grabado y una muestra de la calidad alcanzada en los
Países Bajos, sin duda, la primera en Europa. La técnica del aguafuerte y la
pericia del dibujo plasman una policromía muy atractiva, que crea ambientes
según los planos y las luces. Estamos describiendo rasgos de la ilustración del
atlas de Blaeu y, también, de la producción plástica de su época. Pero, antes
de profundizar en este punto, es peciso describir la ilustración del volumen
segundo. Es un monumental frontis en cuyo centro figura el título de la obra;
bajo éste, enmarcado en una cartela, el pie de imprenta; y a los lados y en la
parte superior, diversos personajes —hasta un total de doce—, animales,
esculturas, objetos geográficos y otros elementos simbólicos de poder y
cultura. En definitiva, un conjunto tan animado como abigarrrado, teatral y
dinámico, que exhibe una realidad pletórica, generosa, solar, y transmite un
sentimiento vivaz y reconfortante.
No hay tenebrismo ni inquietud. La exhuberancia de seres y objetos, servidos
en colores cálidos y bien iluminados, habla de un mundo que goza de la
seguridad de un edificio clásico y del estímulo de un crecimiento ilimitado, que
impulsa naturaleza, humanidad, ciencia y principios creadores. La feracidad de
la naturaleza se representa con guirnaldas de hojas verdes y frutos maduros,
animales imponentes, flores campaniformes y cintas rojas que flotan
ondulantes. La feracidad frutal sugiere la oculta presencia de la diosa Pomona,
y las silvestres guirnaldas atestiguan el entrelazamiento de todas las cosas que
forma el mundo. La diversidad humana arracima etnias y culturas que cubren
del oriente al poniente. La sapiencia de la ciencia geográfica se muestra en la
actividad sosegada pero ininterrumpida de equipos de doctores y amanuenses
que escrutan con el compás y la razón los globos terráqueo y celeste, y
traducen la totalidad de la creación a geometría aplicada. Los principios
originales del mundo, finalmente, regulan todo lo demás, pues son los cuatro
elementales del aire, fuego, agua y tierra; y, por encima de éstos, reina la
causa primera de la divinidad.
La importancia de las artes visuales queda perfectament reflejada en la portada
del atlas de Blaeu. El frontis recuerda una fachada clásica, pero su arquitectura
tiene la escenografía barroca de un altar, con su pesado zócalo, el esplendor
de las columnas jaspeadas, la fronda de los capiteles compuestos y el
detallismo de las molduras que decoran arquitrabe y cornisa. Es un escenario
ampuloso en que se dispone dos plantas: la principal y la superior. La principal
se eleva sobre un zócalo alto, atractivo por la perspectiva de sus partes
entrantes y salientes y por el simbolismo decorativo de los frisos más
adelantados. Está ocupada, en el centro, por el cartel de la obra, encuadrado
por una liana frutal, colorista y sabrosa. Y los laterales acogen la cabeza de dos
comitivas congregadas por los descubrimientos geográficos. Llegan por la
izquierda reyes asiáticos, de presencia exquisita por su vestimenta y atributos
culturales, simbolizados en el libro abierto y la dulzura del sahumerio. En la
derecha se ve a una pareja de indios, con la grandeza de lo primitivo, su
vistoso plumaje y un cuerpo rotundo. Unos y otros portan varas y palmas de
mando, y les siguen, respectivamente, un caballo y un elefante. Sobre ellos, en
dos hornacinas, se alberga sendas esculturas alusivas a la mitología clásica,
como Diana cazadora.
A su vez, en la planta superior, que corona el dificio, se desarrolla una alegoría
del saber y de su fundamento natural. Así pues, los niveles separan, por un
lado, al objeto del conocimiento: las Indias orientales y occidentales, y el
producto o discurso que las describe, esto es, El teatro del mundo o nuevo
Atlas; y por el otro lado, los sujetos legitimados para hablar: los geógrafos. El
semblante y la actitud de indios y asiáticos expresa esa pose de figurantes, de
testigos mudos que exhiben su realidad para corroborar lo fundamental, que se
cifra en lo que queda redactado y representado en los mapas del atlas, y a lo
cual deben finalmente su existencia y el tributo de sus mejores ofrendas. Todo
lo contrario sucede en el escenario superior, del que disponen enteramente los
personajes de la sintética alegoría, que son sujetos poseídos de afán científico
(los geógrafos) o de serena generación de la realidad (las musas del arjé). En
los laterales despachan los geógrafos sobre las cosas del cielo (izquierda) y de
la tierra (derecha). En un lugar central, formando el círculo de la creación de la
cosas, están los espíritus de los cuatro principios, aire, fuego, agua y tierra.
Con los cabellos revueltos aparece el Aire, y el Fuego es una fogata, allá en lo
alto, que prende con el pedernal. La Tierra es sedentaria y sus manos
dadivosas asen una canastilla de frutas y un ramo de flores. El Agua tiene dos
manifestaciones; aquella que fluye de los ubérrimos senos de una musa es el
agua que mana del cielo; y también está la de la cuenca de los mares,
identificada con el atributo del tridente. Una última y principal musa completa la
rueda de elementos y le da unidad: se representa con una cítara y el plector o
bara de punteo, puesto que la Música supone la armonía celestial. En el eje
vertical de la ilustración, con una preeminencia palmaria, se sitúan la esfera
armillar o armazón esferoidal con que la astronomía construye un modelo del
cosmos y, por encima de ésta, la simbolización de la divinidad creadora de
todo.
Los elementos que componen esta alegoría del mundo y su conocimiento son
tópicos recurrentes en la figuración de la época, pues son comunes los indios y
asiáticos o las escenas de los cuatro principios de la realidad. Pero las
ilustraciones del atlas blaviano superan el estereotipo y alcanzan la apoteosis
gráfica y escenográfica, por su cromatismo y sensualidad, el rico sentido del
espacio y de la acción dramática, el uso de imágenes populares y sugestivas o
la construcción de escenas claras y comprensibles.
6.4. Mapamundi
La pervivencia del mundo clásico queda explícita en las estatuas de las
hornacinas y las musas del Atlas, pero es discreta y algo fría. Este mismo
rasgo caracteriza el mapamundi de Willem Blaeu de 1606, que fue reeditado
posteriormente por sus descendientes y alcanzó una difusión tan notable que
se convirtió en la referencia principal de la nueva cartografía. En la parte
superior se lee la leyenda que le da nombre y acredita la autoría: Nova Totius
Terrarum Orbis Geographica ac Hydrographica Tabula auct: Guiljelmo
Blaeuw.69[69] Como se ha dicho más arriba, el editor omite la referencia a
Mercator, si bien su mapamundi en folio sigue la proyección ortogonal de éste.
De la comparación de la lámina de Blaeu con la de Mercator, publicada en
1569 en Duisburg, se extrae la fidelidad del modelo pero también destacan las
diferencias en la calidad gráfica y ornamental, notablemente mejorada por el
epígono. Tales cambios de presentación no son superficiales, en el sentido de
que no se pueden separar del auge y prestigio que adquiere la cartografía ni
tampoco de la retórica científica del barroco.
La sustitución de este mapa no se produjo hasta 1662, en que Joan Blaeu
introdujo un mapa diferente en la obra magna Atlas Maior, seguramente
forzado por la envergadura de las nuevas descripciones corográficas aportadas
por exploradores y navegantes que por cualquier otra razón de caducidad. Es
más, el valor técnico y discursivo de sus recursos gráficos y ornamentales no
resultó afectado durante ese tiempo.
El contenido del mapa ha embebido tan intensamente nuestra tradición cultural
que parece banal su descripción. No obstante, recordaremos que en la hoja,
atravesada por meridianos y paralelos, destacan dos ejes. El vertical es el
meridiano origen o línea de no variación, que corta el océano Atlántico por las
islas de Cabo Verde, y el horizontal, el Ecuador o Circulus Aequinoctialis. Lo
peculiar es que no se respeta la simetría del cuadro porque el ecuador está
desplazado hacia la parte inferior, de modo que el hemisferio norte ocupa dos
tercios del espacio. Esta elección ataca, además de la simetría, la proporción
de los territorios, pues los del norte se ven mayores de lo que les corresponde.
Las razones de esta deformación, que no pasaría desapercibida a Mercator, se
resumen en un eurocentrismo justificado, mal que bien, por la elección de no
seccionar contientes, encarar Europa y América o bien reflejar mejor la tierra
conocida que la inexplorada del hemisferio sur. En los extremos inferiores del
mapa se superponen dos hemisferios, que representan los lugares boreales y
australes situados por encima de la latitud de los 50 grados; para proyectarlos
con mayor precisión de la que permitía a Mercator la red ortogonal.
El mapa contiene tres leyendas, presentadas dentro de cartelas y distribuidas
por las zonas periféricas de las que se disponía poca o ninguna información.
Las leyendas se refieren al descubrimiento de América por Colón o a la
expedición magallánica, entre otras. Las cartelas tienen una bella
ornamentación, con filigranas geométricas, amorcillos, la estilizada silueta de
un apareja de indios y un escudo de armas. Pero la ornamentación más
llamativa está en la orla del mapa, que lo enmarca y lo complementa con
información gráfica. En algunos mapas era habitual incluir en esta parte vistas
de ciudades, monumentos y grupos de parejas engalanadas. En el mapamundi
de 1606 la orla contiene cuatro secciones, una por lado. Todas ellas tienen en
común la gran calidad de sus ilustraciones y, en lo que toca a su asunto, tienen
una misma fuente de inspiración en la antigüedad clásica. La franja superior
recoge el conjunto de los septem planeta, con siete medallones que
representan a los dioses planetarios de la mitología: Luna, Mercurio, Venus,
Sol, Marte, Júpiter y Saturno. En idéntica presentación figuran, en la franja
69[69]
Nueva carta geográfica e hidrográfica de todo el orbe de las tierras. El mapamundi de W. Blaeu se
editó en Amsterdam en 1606, en formato de folio de 410 por 545 mm., a escala 1/21.400.000. El grabado
calcográfico y el aguafuerte corresponden a J. van den Ende.
inferior, las septem mirabilia mundi: los jardines colgantes de Babilonia, el
Coloso de Rodas, las pirámides de Egipto, el mausoleo de Halicarnaso, el
templo de Diana en Éfeso, la estatua de Júpiter (o Zeus) en Olimpia y el faro de
Alejandría. Los lados están divididos en cuatro cuadros. A la izquierda están las
ilustraciones de los cuatro elementos o quatuor elementa, y a la izquierda las
cuatro estaciones del año o quatuor anni tempestates. Estas ilustraciones
tienen una gran sensualidad y una imaginación considerable, pues son
producciones artísticas que recrean imágenes y leyendas heredadas. La
autoría de las ilustraciones no es conocida ya que Blaeu aprovechó obras de
artistas neerlandeses de finales del siglo XVI.
La intención ornamental y suntuaria de la orla no es óbice para que cumpla
como perfecto compendio de los saberes arquetípicos que interesan a una
visión geográfica general y que proceden de varias ciencias. La astronomía
presenta el mundo estelar de los planetas, bajo la veladura artística de los
dioses mitológicos. La cosmografía y la física —originalmente, filosfía—
abarcan el mundo sublunar o terrestre, en lo tocante a las estaciones del año y
los principios de la materia, personificados con idéntico recurso. Finalmente, el
microcosmos humano tiene su representación en los hitos de una historia
ejemplar, es decir, las siete maravillas del mundo clásico. De este modo queda
atestiguada la correlación de la geografía con los tres orbes o esferas del
universo, el estelar, el sublunar y el microcósmico, según se gusta representar
en obras eruditas del barroco, como las de Athanasius Kircher. 70[70] Las ciencias
de la geometría y la perspectiva se incluyen indirectamente en el propio mapa,
no ya con imágenes alusivas sino por obra de la proyección cartográfica. Este
programa del conocimiento viene servido por unas ilustraciones tan atractivas
por sí mismas que pueden llevar a engaño sobre su sentido. Su apariencia
accesoria y un esteticismo claramente deudor del clasicismo y del mundo
antiguo, son un efecto engañoso de la teatralidad expresiva, lograda
plenamente. En realidad, se ha de entender que la imagen física del mundo
que se vierte en el mapa no es una realidad autónoma, sino aquella surgida de
unas fuentes precisas de la constitución e investigación astronómica, física,
cosmológica e histórica. Ahora bien, la personificación de los dominios —el
anciano invierno, el báquico otoño y el desnudo verano— hace placentera y
comprensible la contemplación de la ornamentación.
Conviene añadir alguna precisión más sobre las imágenes de la orla. No son
originales ni podían serlo. Pertenecen a una corriente cultural muy extendida y
responden a sus tópicos. Uno de ellos es la naturaleza no experimental de sus
modelos, porque éstos son puramente mitológicos. Este último aspecto tiene su
interés a la hora de examinar nuestra comprensión del fenómeno, pues es
sabido que el racionalismo del XVIII y el positivismo posterior han expulsado de
la ciencia las modalidades plásticas y narrativas de representación. Con la

70[70]
Athanasius Kircher (1602-1680), en Magnes sive de magnetica arte (La magnetita o el arte
magnético), de 1643, presenta gráficamente el árbol luliano de las ciencias , que conecta mediante
cadenas de anillos magnéticos las tres esferas del universo y los círculos del saber: teología, filosofía,
física, poesía, retórica, cosmografía, mecánica, perspectiva, astronomía, música, geometría, magia natural
y medicina. Sobre una banda del frontispicio de la obra se lee un texto latino que dice: “Todas las cosas
descansan conectadas con nudos arcanos”. Véase al respecto la estupenda edición de Ed. Siruela (Madrid,
1986, 2 vol.) de Athanasisu Kircher. Itinerario del éxtasis o las imágenes de un saber universal, que
contiene los comentarios de Ignacio Gómez de Liaño y una impresionante antología de ilustraciones de
las obras del erudito alemán y jesuita (ilustración y cita, p. 17, vol. I).
periclitación del barroco se arrinconará por inútil su aparatosidad escénica. De
ahí que el observador contemporáneo haya de saber cosas de su propia
mirada; en su condescendencia está el prejuicio que identifica como ingenuidad
decorativa y reminiscencia perturbadora la presencia de divinidades, musas y
estampas fantasiosas. El juicio del observador actual puede ser particularmente
negativo sobre esas vistas monumentales de las siete maravillas, pues las
galas de la imaginación parecen esterilizar un afán de saber universal y trocarlo
en el arrebato de un desvarío. ¿Cómo se puede calificar, si no, el atrevimiento
de pintar los pensiles de Babilonia, el Coloso de Rodas o el faro de Alejandría,
cuando son monumentos desaparecidos y de los que sólo se dispone de
inapropiadas descripciones? Las mismas pirámides de Egipto, aun teniendo la
ventaja de ser masas inamovibles y observables, son sorpendentemente
reproducidas como torres o coloristas estelas.Sin embargo, estas objecciones
son superficiales. No reparan en el alcance iconográfico del siglo XVII, que
constituye el núcleo del saber de la época. El afán gráfico no es un ornamento
sino un imperativo de su ciencia. Así lo atestigua la profusa labor investigadora
de Athanasius Kircher (1602-1680). Sus obras versan sobre todos los campos
imaginables: mecánica, arqueología, historia del arte, sinología, egiptología,
geología, cartografía, lingüística, magia visual , magnetismo o música. Y todas
tienen en común la matriz gráfica: el asunto tratado ha de ser presentado a la
vista, con perspectiva y en acción. En Torre de Babel (1679) el sabio hace
acopio de visiones, mejor que vistas —por la inventiva proyectada—, de esas
maravillas de la historia; la primera es, por supuesto, la torre de Babel, y luego
le siguen otras: la ciudad de Nínive, la tumba de Nino, los jardines colgantes de
la reina Semíramis de Babilonia, las pirámides de Egipto, el mausoleo de
Halicarnaso o el Coloso de Rodas.71[71] La mixtificación de estos grabados es
evidente; su arquitectura y urbanismo son generalmente las del barroco, como
se aprecia en el Coloso de Kircher y el de Blaeu, de gran parecido. La
ilustración del faro del Coloso de Rodas, construido por Cares de Lindros en el
siglo III aC. y destruido en el 223 aC., es un ejemplo del itinerario del éxtasis
barroco que podemos recorrer en la orla del mapamundi blaviano: la inmensa
estatua, erigida sobre los muelles circulares, sostiene en una mano una crátera
llameante, con la que baliza la bocana del puerto que se abre bajo sus pierna.
Anacronismo, fabulación, eclecticismo, mitología y metafísica. ¿Son virtudes o
deficiencias?
Para responder la interrogación habríamos de ser más específicos.
Recordemos escuetamente cuáles son las fuentes de información de que se
vale Mercator para establecer el mapa que luego reproduciría Blaeu. Se inspira
en Ptolomeo; el propio Mercator se encargó de recuperar y divulgar los mapas
de Ptolomeo en la edición de Geografía (1578). Y también se basa en relatos
medievales y documentos de su época, neerlandeses, ingleses, portugueses o
españoles, que le permitieron depurar la información alejandrina y perfilar Asia
y América. A este acopio de informaciones se suman las fuentes de Blaeu, “la

71[71]
Athanasius Kircher (1679): Turris Babel sive Archontología qua Primo: Priscorum post diluvium
hominum vita, mores rerumque gestarum magnitudo, Secundo: Turris fabrica civitatumque exstructio,
confusio linguarum, et inde gentium transmigrationis, cum principalium inde enatorum idiomatum
historia, multiplici eruditione describuntur et explicantur. Curiosamente, el pie de imprenta del libro -y
de la mayoría de títulos de Kircher- indica que la impresión se hizo en la casa de un duro competidor de
Blaeu, Johannes Janssonius (Waesbergiana). Reproducciones de figuras y comentarios en la obra citada
en la nota anterior, Atahanasius Kircher. Itinerario del éxtasis ( pp. 101-124, vol I).
ayuda de muchos navegantes experimentados, valientes patronos de barco y
hábiles pilotos”, que él mismo declara y agradece en un libro de cartas náuticas
de 1608. En conclusión, y traslandando lo precedente a la cuestión sobre el
valor de las ilustraciones, cabe aducir que las fuentes técnicas de Mercator y
Blaeu no distan del eclecticismo gráfico y teórico de la nueva geografía.
6.5. La ciencia, casa de la retórica
Aseveración a la manera de Wittgenstein: si la ciencia es el conjunto de los
enunciados verdaderos, la nueva geografía será el conjunto de descripciones y
representaciones verdaderas. Por extensión, su cartografía será verdadera si
se verifica su exactitud y su utilidad, por ejemplo, en la determinación del
rumbo y la orientación marítima. Según esto, el estilo científico se caracteriza
por enunciados impersonales tales como “la proyección de M representa la
realidad de T”. Sin embargo, los semiólogos Fabbri y Latour pretenden rebatir
en su totalidad dicha aseveración, tarea mayéutica que inician con la siguiente
observación: “Definir así [de impersonal] el estilo científico significa confundir la
ciencia tal como la presentan los manuales de enseñanza con los escritos
científicos que circulan en el interior del campo científico” (1995:265).
Los principales puntos retóricos que arguyen los semiólogos son éstos:
 
a) La generación de un nuevo campo de estudio o dominio comporta la
adquisición de una autoridad indiscutible sobre él por su autor.
b) La demostración de la validez del nuevo dominio se sustentan sobre
demostraciones o argumentaciones precedentes.
c) Parece imposible distinguir los datos, considerados duros, de las
hipótesis o elementos blandos.
d) Las pruebas que se aducen, en forma de gráficos, diagramas o
curvas, son juegos de escritura, es decir, variedades textuales.
 
Estos puntos (p. 281) desarrollan un programa opuesto a la epistemología o
teoría del conocimiento en abstracto. Y afirman la tesis de que la ciencia es un
desarrollo social que se fundamenta no tanto en el descubrimiento de hechos y
leyes como en la aplicaciónón de procedimientos y discursos preestablecidos.
De ahí que la ciencia no sea un ámbito impersonal que comercia
exclusivamente con los objetos de estudio y los enunciados que los definen,
como se pretende desde el positivismo lógico y experimental, sino que es una
producción sociológica, atravesada por fuerzas personales y colectivas y sujeta
a condiciones de verificación y de acumulación de autoridad. De acuerdo con
estas asunciones, consideramos que:
 
A) La generación de una nueva proyección cartográfica proporciona una
autoridad difícilmente discutible, no ya a Mercator porque su modelo
tardó en imponerse, sino a los continuadores inmediatos que tuvo en las
empresas editoriales de las familias Hondius y Blaeu.
B) La argumentación de Mercator para defender su propuesta se funda
en otros textos, otros discursos de origen diverso, pero ni son exclusivas
las observaciones empíricas —por ejemplo, las aportadas por los viajes
de circunvalación de Magallanes o Drake— ni tampoco son las
predominantes.
C) Pues es razonable sostener que los componentes teóricos o
hipotéticos sobre cómo ha de realizarse una proyección —y con qué
deformaciones hay que transigi— son fundamentales e inseparables de
los datos sobre cómo es en realidad el objeto de estudio.
D) En definitiva, el mapamundi de Mercator no es un reflejo directo de su
objeto, la Tierra, sino una modalidad convencional de escritura sobre él,
equivalente al texto de un artículo o de una encíclica, salvo que parece
más idónea que la de estos otros. El mismo término de proyección es
engañoso, si se toma por trazar sobre un papel el reflejo de una imagen
producido por una luz, puesto que toda proyección cartográfica es una
construcción.72[72]
 
El prestigio que en el siglo XVII obtiene la cartografía de los Países Bajos y la
aceptación general del modelo de Gerardus Mercator durante cuatro siglos
ponen en entredicho la concepción de que la ciencia es el conocimiento que se
impone por la autoridad de los hechos. Esa cadena de acontecimientos anima,
más bien, a discutir qué es el trabajo científico y cómo establecer una
diferencia discernible entre la retórica y la demostración. En el caso de la
cartografía moderna, descubrimos unas funciones de información geográfica
más amplias de lo que sugiere su definición técnica. Por una parte, las guias
marítimas dan cuenta de las novedades que aportan los viajes de
descubrimiento. Luego está la información política que daban los mapas sobre
guerras, asedios y expediciones militares, como las que ocurrían en la guerra
de España en los Países Bajos. Los cambios del paisaje interior, al desecar
marismas o crecer las ciudades, son otro motivo de expansión del comercio de
mapas. De este modo, al interés humanista de intelectuales se suma el de
índole práctica de navegantes, gobernantes, comerciantes y un público ávido
por tener noticia de los acontecimientos geográficos que se producían en un
mundo que se dilataba sin límites, al mismo tiempo que sus artes gráficas y
cartográficas daban prueba de una notable capacidad de adaptación a tales
necesidades. Lo dicho se refiere al prestigio social y auge técnico. En cuanto a
la aceptación y perviviencia, hasta nuestros días, del modelo de Mercator, cabe
recordar las razonadas críticas que ha recibido por la falta de fidelidad de
superficie, escala y proporcionalidad, además de la rigidez de su
eurocentrismo. No obstante ello, el paradigma de la geografia moderna lo es
también para la contemporánea, cuando menos en facetas divulgativas, como
se aprecia en la cartografía que aparece en enciclopedias o en medios masivos
de comunicación.
Retenemos en la imaginación el mapamundi que nos legó el barroco: sus
coordenadas de meridianos y paralelos, la asimetría de las partes cortadas por
72[72]
“Es engañosa una doctrina acerca de la proyección cartográfica que ejemplifica los diferentes
métodos de proyección por medio de una bombilla, puesto que en nuestra época los mapas ya no se
proyectan, sino que se construyen. Ni siquiera la proyección de Mercatot puede llegar a obtenerse por
semejante procedimiento(...). Lo que la cartografía necesita no es una exhaustiva teoría de la proyección,
sino un principio general claro.” (A. Peters, La nueva cartografía, Barcelona, Ed. Vicens Vives, 1992, p.
70s.)
el ecuador y los continentes. En ediciones posteriores ha sufrido retoques para
mejorar la figura de los continentes y el reparto de los hemisferios, pero
también se ha perdido por el camino la sugestiva iconografía. Hoy nos
parecería ésta una forma elegante y lujosa de acompañar una mercancía
preciada y una producción científica de frontera; y su supresión, una
consecuencia natural del despojamiento de una moda aparatosa. Sin embargo,
los recursos iconográficos de las dos muestras examinadas no son material
secundario en el momento de la constitución del domino de la geografía nueva.
Forman parte de la legitimidad a que aspiran sus artífices para asentar su
autoridad, y que argumentan invocando las fuentes clásicas en las que original,
pero no exclusivamente, beben. Invocan, pues, esas fuentes de un modo
placentero, con la amenidad de las imágenes y los símbolos, expuestos con
claridad y sin merma de la expresividad y de la sensualidad. Por la forma, su
lenguaje apela a los sentidos con unas artes visuales que arman la retórica del
discurso científico y, por el fondo, se somete al juicio de los humanistas,
comprometidos con el legado clásico.
Los cambios que luego se han operado sobre las láminas originales de los
mapas ha desdibujado, si no ha borrado casi por completo, esa intimidad entre
los gráficos y las imágenes barrocas en una etapa fundacional. Esta
depuración iconográfica ha jugado a favor de la concepción positivista, al
liberar los objetos de la ciencia de compañías vergonzantes y restituirlos a su
comunicación impersonal con los enunciados científicos. Pero se pierde una
dimensión crítica. La que trata de los procesos de acopio o pérdida del crédito
científico; y la que desenmascara la dominación que finge ser conocimiento. En
palabras del filósofo Michel Foucault: “lo que para el positivismo hará las veces
de objetividad no es más que la otra vertiente (del conocimiento), el resultado
de la dominación”.73[73]
 
 
 
 
 

7. Conclusión: Contratos comunicativos


 
 
 
7.1. Lingüística crítica y conformidad ideológica
La comunicación es una invención (Matelart 1994). Dicho de otro modo, la
comunicación es una construcción de naturaleza compleja, que combina dos
vertientes, la política y la técnica. La vertiente política se refiere a la
intencionalidad pública y la técnica afecta a los recursos. Y los cambios en una
modifican la otra. Muestras de esa precisa elaboración política y técnica son la
noticia, la entrevista periodística o la prosa científica. En efecto, hemos
observado cómo la noticia construye el acontecimiento o cómo, a su vez, la
entrevista en tono personal a una celebridad pone al habla la política con el
ciudadano; también, en el caso del ensayo científico, apreciamos cómo un
73[73]
M. Foucault (1972): Histoire de la folie à l’âge classique, Paris, Gallimard, p. 100.
género de especialidad produce nuevos enunciados que describen e
interpretetan la realidad.
La comunicación es una invención, una construcción política y técnica ligada a
proyectos ideológicos y a tendencias de poder. La lingüística y el análisis crítico
del discurso se aproximan a este fenómeno social de la comunicación con el
propósito —entre otros cometidos más formales— de desarrollar en el receptor
de los mensajes de los media una consciencia de los recursos pragmáticos que
utiliza esa invención y construcción. Ello significa que el estudio lingüístico de
los medios de comunicación se interesa en especial por el uso que se hace de
los elementos simbólicos. Entiende, además, este tipo de investigación que los
media constituyen unos sistemas industriales de comunicación y de
conformación de la conciencia.
7.2. Conciencia persuasiva y su ética
La vieja retórica es una respuesta lúcida, vigente hoy, a esta necesidad de
conocer los recursos técnicos y políticos de la comunicación (Laborda 1993,
1996). Es decir, la retórica es la respuesta de los clásicos para dilucidar los
procedimientos de confección de los discursos —vertiente técnica— y los
efectos públicos de sus mensajes —vertiente política—. En relación con esta
tradición, hay un modelo contemporáneo que plantea con sorprendente
claridad el problema de la conciencia sobre los efectos de la comunicación, el
problema de la conciencia persuasiva. Su autor, Olivier Reboul (1984), concibe
un esquema simple y elocuente que consta de cuatro tipos de relación entre el
emisor y el destinatario. Se trata de las variantes de una relación ética. Parte
de la idea de que el intercambio entre esas dos partes depende de la
conciencia o conocimiento que tengan éstas del alcance persuasivo del
mensaje. Esta conciencia incluye, además de la comprensión del enunciado, el
reconocimiento de las estrategias y de los móviles desplegados por el emisor.
Aquí entendemos por emisor un hablante o también el medio de comunicación.
Por ejemplo, en las entrevistas políticas a Baltasar Garzón, el emisor es la
periodista o periodistas, pero también el diario, que es una persona social.
Reboul distingue estas cuatro relaciones éticas en el discurso:
 
1) Conciencia compartida entre los hablantes respecto del mensaje
persuasivo. Por ejemplo, en la instrucción escolar, en la que maestro y
alumno comparten o han de compartir determinadas destrezas o
conocimientos. La comunicación didáctica se basa en un contrato
comunicativo simétrico.
2) Predominio del emisor, pues éste está advertido sobre la intención de
su mensaje, cosa que no se puede afirmar del destinatario. En
ocasiones, la comunicación publicitaria y la propagandística pulsan
estrategias de fascinación muy efectivas que pasan inadvertidas al
público. Un caso extremo, y por ello prohibido, es la publicidad
subliminal, aquella que actúa sin poder ser detectada.
3) Perspicacia o advertencia del receptor, e inadvertencia del emisor.
Ello se da en las entrevistas consultivas entre psicólogo y cliente o bien
en la lectura crítica de un discurso que hace una investigador.
4) Inadvertencia de los dos interlocutores, tanto emisor como
destinatario. Ello sucede en las manifestaciones ideológicas, cuando
expresan concepciones de la realidad, ya sean concepciones: a)
científicas, como las que proporciona la cartografía; b) explícitamente
ideológicas, según propone Garzón en un programa regeneracionista; c)
estereotipos de gentes y regiones mundiales, como los introducidos en
noticias del Gran Sur.
 
De estos cuatro tipos de relaciones dialógicas, según el conocimiento de los
interlocutores de la carga persuasiva que contienen los mensajes, retenemos
su esquema. Los interlocutores comparten una misma relación de conocimiento
(1) o de inadvertencia (4). En estos casos diremos que establecen una relación
simétrica, puesto que tienen posiciones dialógicamente equivalentes.
Establecen un contrato comunicativo entre iguales, aunque por supuesto no
entre idénticos. También se dan las relaciones de predominio del emisor (2) y
de perspicacia de tan solo el destinatario (3), en las cuales no hay simetría sino
complementariedad. Cada interlocutor tiene un rol, con un reparto desigual,
pues uno es dominante y otro es subsidiario o dominado. Será subsidiario el
del cliente que consulta con un especialista, al menos en una fase de la
entrevista. Sin embargo, en una emisión publicitaria engañosa o en una noticia
sesgada, la posición que tiene el receptor es de dominado.
Por relaciones de dominio como la señalada se interesa el análisis crítico del
discurso. Desde este tipo de análisis, en plena coincidencia con el esquema de
Reboul, se entiende que se establece una relación recusable o al menos una
relación que merece ser identificada y examinada, cuando el destinatario no es
consciente del calado persuasivo del mensaje. La razón de esta posición
científica se halla en que el emisor no suele ser un sujeto sino una fuente
industrial o institucional de la comunicación. Se trata, pues, de una persona
social, pertrechada de recursos técnicos y de especialistas, que puede alcanzar
una gran autoridad y una gran influencia social. Aquí, de nuevo, se aprecia una
atención específica a las dos vertientes ya apuntadas de la comunicación, la
más técnica de los recursos lingüísticos y de los géneros discursivos, y la de
carácter político, relacionada con la industria de la información y sus fines de
opinión pública y de agenda política.
7.3. El lector y el contrato de lectura
Si consideramos cómo se aplica el principio de la conciencia persuasiva en la
prensa escrita, observamos que se producen situaciones en que los
interlocutores comparten un conocimiento similar sobre el mensaje persuasivo,
es decir, un conocimiento de sus efectos comunicativos. Así sucede cuando el
diario o la revista despliega mecanismos de pedagogía de la información, de
manera que identifica las secciones de noticias y de opinión, establece unos
descriptores elementales y ordenados en todas las informaciones (quién, qué,
donde, cuando, cómo, por qué y con qué), y fomenta o simula el diálogo en las
cartas al director, comunicados, rectificaciones, concursos… Una segunda
modalidad de relación, desde la asimetría, como se ha dicho, consiste en que
tan sólo el emisor es consciente de la fuerza del mensaje. La propaganda y la
publicidad extraen buena parte de su influencia de esa relación engañosa,
inaparente, que por lo general está dispuesta en dos planos, el del mensaje
explícito y el del mensaje ulterior u oculto. En la prensa se aprecia este giro
asimétrico en las agendas temáticas de cada empresa editorial, cuando insiste
en ciertas cuestiones o bien brinda un tratamiento descuidado y sesgado de
ciertos asuntos.
Resume esa estrategia de la incuria o del sesgo mercenario la técnica que —
como habíamos sugerido en otro momento— Rafael Sánchez Ferlosio (1993)
denomina “muro de hechos ciertos que levanta una falsedad general”. Pero
también puede suceder que ni la misma empresa editora sea consciente de
toda la codificación inscrita en sus mensajes. Entramos en el supuesto de la
simetría de la inadvertencia. Resulta curioso, por no decir lamentable, observar
cómo se clasifican determinadas noticias y qué asociaciones mentales llevan
aparejadas. Así sucede con discursos racistas, sexistas o tecnólatras. En los
sucesos aparece la reseña de delitos cometidos por inmigrantes, los cuales son
identificados por su nacionalidad, como si tal dato tuviera alguna relevancia o el
suceso fuera asimilable al resto de sus compatriotas; a partir de estas
informaciones no ha de extrañar la asociación entre inmigrantes y una retahíla
de estigmas, como narcotráfico, marginación, ilegalidad, violencia y desórdenes
públicos, filias integristas o prácticas culturales aberrantes. La difusión del
racismo y el sexismo comparten procedimientos ideológicos, que se resumen
en la consideración de los otros no como seres simétricos sino
complementarios, esto es, inferiores y dominados. En las mismas páginas de
sucesos se puede leer crónicas de tribunales sobre delitos de violencia de
género, es decir, agresiones a mujeres y niños. Y es corriente que los relatos
del juicio, bajo un barniz de objetiva exposición, halaguen el gusto malicioso de
los lectores con guiones eróticos. En este caso, la vista judicial se toma más
como una excusa para satisfacer una lectura morbosa que como un motivo de
conocimiento de un problema social que debería incluirse en la agenda política
(Fernández Díaz: 1994). Los sucesos de agresiones a mujeres, tratados de ese
modo sensacionalista, solo tiene una explicación comercial, que es la de añadir
a la lectura un aliciente sexista para cierto público.
7.4. Tantas coincidencias
Veamos una muestra discursiva que ilustra cómo se divulgan los estereotipos
sexistas, bajo una supuesta fidelidad a los hechos acontecidos. Se trata de la
noticia que cerraba una larga investigación policial de un caso de asesinato.
Leemos el texto íntegro.
 
DETENIDO EL ASESINO DE LA PROSTITUTA DE INTERNET
 
Almería.— Un agricultor de 30 años ha sido detenido en Almería tras
inculparse del asesinado de la prostituta de lujo Patricia, que prestaba
sus servicios a través de la red Internet. El móvil del crimen fue pasional.
Patricia fue encontrada ocho días después de su muerte con 37
puñaladas en el cuerpo. La prostituta ofrecía servicios a través de
Internet, donde mostraba su cuerpo y la forma de contactar con ella. El
presunto asesino, José Luis Cruz López, se enamoró de la víctima pero
no podía pagar sus servicios.
R. Amores. (La Vanguardia, 7 de febrero de 1997)
 
Sobre los enunciados del texto conviene hacer algunas aclaraciones:
 
1— “Un agricultor de 30 años ha sido detenido tras inculparse del asesinato”.
La frase no quiere decir que el asesino se haya entregado a la justicia por
propia voluntad, sino que tras seis meses de pesquisas y después de ser
interrogado en varias ocasiones, se vio acorralado y confesó su culpabilidad.
La expresión “ha sido detenido tras inculparse” responde a una concepción de
policía judicial y manifiesta una secuencialidad causal: después de obtener la
confesión de un sospechoso se le declara detenido o, dicho de otro modo,
porque alguien confiesa pasa a la condición judicial de detenido.
 
2— “La prostituta de lujo Patricia”. La calificación de prostituta de lujo no
significa una vida suntuaria sino algo tan modesto como que tenía recursos
para ejercer su oficio: trabajaba en su casa, se anunciaba en algún sitio de
Internet y quizá era cara. Sin embargo, el lujo es muy relativo si consideramos
que vivía y trabajaba sola, como acertadamente da entender el hecho macabro
de que “fue encontrada ocho días después de su muerte” en su propia casa.
Ello sucedió cuando acudió su padre a visitarla extrañado por no tener entre
tanto noticias de ella, según amplía la información de otro diario, El Periódico.
Una soledad tan precaria se compadece mal del lujo.
 
3— “Prestaba sus servicios a través de Internet”. Los medios de comunicación
destacan la curiosidad de que Patricia se anunciara a través de Internet, que no
es lo mismo que prestar servicios virtuales. De ahí la denominación
sensacionalista de “la prostituta de Internet”, que no aclara si es un caso
original de visión comercial o si bien se trata de la primera prostituta asesinada
que se anunciaba por ese medio. Lo cierto es que el contacto entre el asesino y
la víctima no se produjo por Internet, como indican otras fuentes. Y, sin
embargo, en la noticia se insiste en ese escenario exótico de la red electrónica.
(Nótese que en 1997 la fascinación por Internet era grande y aún elitista.) Que
la prostituta “mostraba su cuerpo” es el trazo irrelevante que perfila una figura
de mujer provocativa y osada sobre el paisaje sugestivo del medio electrónico.
Pero es del todo irrelevante asociar la víctima a Internet, salvo que se busque
un juego capcioso de contrastes: el viejo oficio junto a la resplandeciente
técnica, el mundo de lo carnal frente al de la inmaterial virtualidad, el destino
casi insignificante de una muerte truculenta y el futuro prometedor de un foro
multitudinario…
 
4— “El móvil del crimen fue pasional”. A pesar de lo se pueda entender, esto
es, que la causa fue un arrebato pasional del asesino, la clave de este juicio
paradójico está en la fuente de la información, que es la policía. Se trata de
lenguaje policial y comunica más por lo que omite que por lo que dice. Lo que
dice es obviamente sexista. Comunica que un individuo toma a la persona que
le inspira amor por un objeto y, con un destructivo sentido patrimonial, la mata
antes que aceptar estas tres cosas:
a) que la relación entre ellos es profesional o de prestación de servicios;
b) que no hay una correspondencia sentimental de la mujer;
c) que la mujer es un ser igual en dignidad y derechos, y en ello nada
afecta la disposición de dinero.
Y decimos que el mensaje es sexista porque reproduce dos notas clarísimas
del estereotipo discriminatorio de la mujer: la cosificación de la mujer (se le
trata como objeto) y la presentación de la afectividad del asesino como
atenuante de su crimen. Esto último, la afectividad como atenuante, queda
patente en el delirante razonamiento que cierra la noticia: “El presunto asesino,
José Luis Cruz López, se enamoró de la víctima pero no podía pagar sus
servicios”. Y aun debería añadir lo que se sobreentiende: “Y por eso la mató”.
Ni que decir tiene que el razonamiento es un puro sarcasmo, pues se viene a
decir que el fatal desenlace se ha debido a la reunión de dos causas, la del
enamoramiento del agricultor y la de la falta de dinero para suplir la indiferencia
de la prostituta. El cinismo de mezclar dinero y amor es resonante, pero queda
empequeñecido por la afirmación lapidaria que resume el caso: “El móvil del
crimen fue pasional”.
Si consideramos el adjetivo pasional como todo lo referido u originado por los
sentimientos, habremos de conceder que no quedaría acción humana fuera de
esa lata acepción. Un robo se comete por un deseo o necesidad de bienes, y
un adelantamiento temerario en carretera por una contrariedad. Sin embargo,
no se comprende bien qué relación causal hay entre la inclinación vehemente
que el hombre pudiera sentir por la mujer y el hecho de asestar 37 puñaladas a
la víctima, huir del lugar y eludir la justicia en lo posible.
Pero hay otra manera de considerar la calificación de pasional, que es la de
mirar qué excluye. Y aquí entramos a considerar implicaciones del lenguaje
policial. Excluye un móvil de robo o de conflicto por otras causas delictivas —
eufemísticamente denominado “ajuste de cuentas”—, como podría ser
desavenencias con proxenetas o con una organización mafiosa dedicada al
comercio de drogas. Según ello, el adjetivo pasional designa una acción
individual, sin conexión alguna con otras causas delictivas u organizaciones, lo
cual significa para la policía judicial tres ideas sobre el estado de la
investigación, los móviles descartados y las conclusiones.
 
1) la investigación ha acabado pues el caso está resuelto con la
detención anunciada ya que no hay otros implicados;
2) implícitamente se da a entender que se ha descartado otros móviles
investigados, no sólo posibles sino supuestamente asociados en
ocasiones a la marginalidad de la prostitución;
3) finalmente, se llega la conclusión de que el crimen es “pasional” tanto
por exclusión de esos otros móviles como por elección de un estereotipo
sexista, con lo cual se expone un juicio empobrecedor de la realidad y
una coartada para el victimario.
 
Los estereotipos son muy activos en la formación del pensamiento
discriminatorio de la interculturalidad (racista) o los géneros (sexista). Operan
empobreciendo, simplificando la imagen de una colectividad, sea cultural o
genéricamente diferente. Y simplifica porque anula la complejidad de la
situación, de sus antecedentes y de sus desigualdades (Silva 1996). El
estereotipo actúa como barrera mental e impide ver los conflictos que, en el
caso del asesinato de la prostituta, son conflictos de género, de violencia
ordinaria y frecuentes de hombres contra mujeres (Fernández Garrido 1997)
Son conflictos de marginalidad y explotación. Son conflictos de asociación
mental y de exposición real a nichos delictivos, como los descartados en la
investigación.
Los estereotipos tienen difusión porque son provechosos para algún grupo, que
permite considerar como inferior o complementario a otro grupo. Esta definición
de roles de inferioridad (también de marginalidad, de posible trato con lo
delictivo, etc.) es una justificación ideológica que facilita la dominación de los
grupos superiores sobre los inferiores. No ha de extrañar, pues, que la
calificación de crimen pasional en las conclusiones de la pesquisa tengan un
doble componente, reduccionista por un lado —desestima la idea de crimen de
género— y moralmente atenuante de la conducta del asesino, por el otro.
Como motivo de reflexión, recordamos tan sólo la curiosa coincidencia de que
las ya indicadas confusiones a que induce el texto de la noticia benefician al
victimario (se ha inculpado, la mató porque se había enamorado) y enturbian la
memoria de la víctima (prostituta de lujo, osada anunciante desde Internet y
quizá provocadora de pasiones). Una coincidencia tan ordenada no puede ser
casual. Es más, las reseñas de la noticia de la detención del asesino de otros
diarios y escritas por otras manos son un calco de la nota de R. Amores. La
pregunta que nos hacemos es por qué todos los escritos del día reproducen
literal y acríticamente la información de la fuente policial. ¿Se trata de una torpe
coincidencia o de la “natural” reproducción de unos estereotipos dominantes?
Desconfiamos de la coincidencia, sobre todo cuando se convierte en una
coincidencia habitual, y suponemos que se transmite una ideología de la
desigualdad.74[74]
7.5. Ideal de la ilustración
La otra cara de estas noticias sórdidas e ideológicamente dominantes se refleja
en ciertas noticias sobre el progreso tecnológico, que tienen por objeto elogiar
de un modo acrítico el ideal tecnólatra. Hay magníficas informaciones de
tecnología, pero también hay adoración de lo técnico. Nos referimos sólo a esto
último, que representa otra fuente de estereotipos reducccionistas y abusivos.
Sin ir más lejos, la noticia de la detención del asesino de la prostituta de
Internet señala un tópico interesante: la incorporación social de la informática,
incluyendo en ello la publicidad de la prostitución. En algunos diarios, la
mencionada noticia compartía página con reportajes de Internet y una nota
sobre el magnate Bill Gates. Sin duda, el vínculo entre la desaparecida
prostituta y el desarrollo tecnológico es un capricho periodístico, pero sí hay

74[74]
Los ejemplos no escasean. Remitimos a uno más, próximo al ya mencionado en el tiempo, en la
truculencia de los hechos y en el estereotipo divulgado, que puede consultarse en la crónica de sucesos de
Voro Maroto, “La comprometedora agenda de Ewa Striniak. Una veintena de políticos, empresarios y
abogados declaran en comisaría tras el asesinato de una prostituta en Valencia” (El País, 2-5-1999, p. 31).
una razón para asociar esas noticias cuando consideramos la afinidad de dos
estereotipos de dominación, el sexista y el tecnólatra.
Para tener una perspectiva más clara de la difusión del tópico de Internet en la
prensa, es útil situarse en el momento en que circula la metáfora de las
“autopistas de la comunicación”, a mediados de los años noventa. Se trata de
un momento de esplendor publicístico y político de Internet. De lo publicístico da
una idea esa celebrada, pero a todas luces exagerada, metáfora de las
autopistas. Sobre lo político, cabe recordar que es un momento de acuerdos
sobre su regulación internacional, con la cumbre del G-7 o grupo de los siete
países más industrializados (Bruselas, 1996).
El mensaje que surge de esta actividad es que Internet es el instrumento de una
nueva etapa de la Ilustración. Por su parte, las instituciones divulgan una
suposición tecnológica razonable, la de que todo avance en comunicación trae
esperanzas de revolución social. Y los medios de comunicación auguran con
Internet un vuelco prodigioso en el trabajo, la educación, el conocimiento y los
valores democráticos. Si un mensaje con un contenido tan deslumbrante resulta
extraordinario, no lo es menos el tratamiento mediático que se le brinda. En
concreto, tiene un tratamiento intenso y homogéneo. La intensidad tiene que ver
con la cantidad de apariciones u ocurrencias en los medios de comunicación. Y la
homogeneidad, con la calidad, en el sentido de que hay prácticamente
unanimidad en la presentación elogiosa y en la manifestación de un ánimo
entusiasta por los comentaristas. El elogio habla de la bondad del objeto, “la
autopista de la comunicación”, y el entusiasmo refleja las marcas subjetivas del
emisor, con una actitud entregada. La descripción que hacemos puede parecer
trivial y, sin embargo, los en los medios se desarrolla una actividad ideológica
ingente. Tantos y tan idénticos discursos de la campaña sobre Internet implican
actos pragmáticos de tres tipos: representativos, expresivos y declarativos. Son
actos representativos, pues declaran un compromiso con la veracidad de la
realidad descrita; por ejemplo, se llega a afirmar que nos hallamos ante
autopistas no ya de la comunicación sino del conocimiento. Son expresivos ya
que manifiestan sin ambages sentimientos muy positivos. Y, también, son
declarativos, esto es, que introducen un cambio en el estado de cosas, al
manifestar que ha comenzado una nueva época. En realidad, al declararse de un
modo tan intenso y homogéneo la convicción de que se ha iniciado esa nueva
época para el conocimiento se le está dando estado de naturaleza: decir es
hacer.
Hay dos aspectos más de los media que podemos considerar sobre la creación
de un estereotipo tecnólatra. Los medios de comunicación ejercen un gran papel
pedagógico y directivo. Son pedagógicos pues facilitan la comprensión material o
técnica de Internet y también la comprensión social del fenómeno. Y son
directivos porque orientan al público con pautas de comportamiento; le enseñan
qué hacer en la red, por ejemplo qué sitios conviene visitar y cómo interactuar
socialmente en foros temáticos y tertulias de circunstancia.
Considerada en conjunto, la campaña sobre Internet de mediados de los años
noventa es una gran fuente tematizadora. Establece el tópico en la agenda de los
medios, en especial en los de élite o de referencia. Promueve su conocimiento
con un mensaje uniforme y admirativo. Y consigue una influencia social difícil de
calibrar, pero considerable. El lema de la campaña es que la tecnología de la
información supondrá un vuelco social. Y de su contenido extraemos el
enunciado de que las autopistas de la información brindan la posibilidad de una
sociedad cada vez más inteligente, más libre y más solidaria. Lo sorprendente de
esta predicción es su fiel coincidencia con el ideal de la Ilustración filosófica,
proclamado por Kant y por los enciclopedistas franceses. La Ilustración defendía
un proyecto de progreso racional y de emancipación personal, que se basaba y
se basa, pues es vigente, en los principios sociales de la educación, la
racionalidad y la igualdad. Pues bien, si comparamos este proyecto histórico con
el esquema ideológico de la campaña de Internet, apreciamos una coincidencia
pasmosa en los conceptos divulgados.
No es que digamos que ambos cuerpos ideológicos tengan la misma
envergadura, sino que la comparación destaca semejanzas superficiales. Y que
la campaña de Internet utiliza para su campaña de rendido elogio de la novedad
tecnológica las ideas del progreso cognitivo y de la emancipación de los
ciudadanos. Un nuevo nicho profesional y un modelo para el desarrollo ecológico
y sostenible. Recursos educativos inauditos y posibilidades de acceso al
conocimiento más igualitarias. Y unos instrumentos particularmente aptos para la
defensa y propagación de los valores democráticos. ¡Ahí es nada!
Qué duda cabe que es muy atractivo el estereotipo tecnológico que proyectan los
medios en la época a que nos referíamos. Ahora bien, con el mismo
convencimiento podemos añadir que su tratamiento publicístico no satisface las
condiciones para crear una conciencia crítica e independiente. Aquí no toca
pronunciarnos sobre si con los años transcurridos se ha confirmado la exactitud
de sus términos emancipadores o si se trataba de una campaña falaz y
mercantilista. Ahora bien, la campaña fue técnicamente soberbia e
ideológicamente tecnólatra. Y quizá ilustre a la perfección el esquema ético de la
conciencia persuasiva, porque tiene componentes de todo tipo.
7.6. Tareas de la lingüística crítica
Los estereotipos y clichés ideológicos pueden pasar desapercibidos, ya que se
tienen por el relato de la verdad misma. Así de natural parece el relato por la
fuerza de la costumbre. Una perspectiva científica que se interesa por estos
fenómenos es el análisis crítico del discurso, que definimos como: a) una
perspectiva interpretativa, b) sobre la interacción comunicativa, c) considerada
como producción ideológica, d) histórica, e) y mediata, es decir, con un gran
elenco de recursos discursivos, f) que establece relaciones de poder, sean de
dominación o de resistencia. Recordamos escuetamente el significado de estos
términos que definen el análisis crítico del discurso.
 
a) Es una perspectiva porque para el análisis y la interpretación acoge
instrumentos de diversas disciplinas: sociología, psicología o lingüística,
entre otras.
 
b) El análisis crítico del discurso entiende la comunicación como una
interacción, como un intercambio entre agentes sociales e individuales, y
como una concurrencia de sus roles y estrategias persuasivas.
 
c) El análisis crítico del discurso concibe la comunicación como un
espacio de producción ideológica, que resulta de factores
contemporáneos: agentes, roles y estrategias, argumentaciones y
sentidos implícitos.
 
d) La acción social del discurso también resulta de factores históricos,
pues los géneros discursivos son obra de la tradición, así como los
tópicos y los esquemas argumentativos.
 
e) Con su examen atento de los discursos, el análisis crítico busca
conocer los procedimientos pragmáticos y retóricos, entre otros recursos
discursivos, que intervienen en mediaciones sociales.
 
f) Y se interesa por desvelar e interpretar relaciones de poder, como por
ejemplo las de predominio del emisor industrial o de inadvertencia
ideológica de los interlocutores.
 
Podemos considerar estos términos como máximas de la interpretación crítica
del discurso, ya que cada cual concentra una intención analítica. Cumplen el
papel de orientar sobre una tarea abierta de búsqueda, en la que el
investigador ha de decidir qué es menester aplicar para su propósito. En estos
capítulos hemos desarrollado las máximas del principio del análisis crítico, con
la intención de comprender algunos asuntos y problemas sociales. Son asuntos
enmarcados en la comunicación pública que aporta la política, los medios de
información social y la ciencia. A su vez, en cada uno de estos ámbitos
públicos nos ha interesado un género: el de la entrevista, en el caso de la
política; la noticia, en el campo de la información internacional; y la monografía
cartográfica, una modalidad del ensayo, en el mundo de la ciencia.
También, como postula el análisis crítico del discurso, nos hemos centrado en
problemas sociales. El primero ha sido el de la veracidad en la política,
equívocamente denominada “sinceridad”. Las declaraciones de un agente
político han presentado aspectos de la interacción social, en concreto, la
obligación de veracidad discursiva que comporta su rol público. Otro problema
o asunto analizado ha sido la producción ideológica y la historicidad del
discurso, cosa que hemos hecho al leer la entrevista que concedía a la prensa
esa misma celebridad política. En este punto, hemos destacado que las
referencias éticas al propio emisor permiten soslayar la argumentación de los
conceptos y fortalecen el carisma del político. Un tercer problema centra los
capítulos sobre las noticias del Sur y del Gran Sur, en los que hemos
examinado las mediaciones que el género de la noticia establece entre el
mensaje y la sociedad. Tal mediación se conoce por construcción del
acontecimiento. Y si un acontecimiento no tiene gran influencia social, su
articulación como campaña o como tendencia sí proyecta una imagen
colectiva, sea ésta de conflicto o de naturalización de la tragedia. Como hemos
apuntado, esas imágenes simplificadoras pueden fomentar estereotipos de
inferioridad, que actúan como barreras en una sociedad que querría ser
multicultural. Finalmente, el cuarto asunto que hemos presentado es el de la
ciencia como una retórica que construye una concepción social de la realidad.
En el caso de la cartografía renacentista y barroca, la proyección cartográfica
ideada por Mercator supone un gran avance técnico, pero también fija una
imagen eurocéntrica y deformada que, a pesar de todo, es usual hoy y
permanece viva en nuestro imaginario colectivo. La selección geográfica que
hace la imagen del mapamundi es una forma de delimitación cultural que actúa
desde un plano persuasivo de inadvertencia ideológica y que, pensando ya en
términos más generales, ilustra los procesos retóricos de la ciencia, al
naturalizar su visión de la realidad.
Después de estos asuntos graves y amplios puede resultar una veleidad
proponer una noticia breve de sucesos. Por su envergadura, el suceso y, en
concreto, este suceso, ha de parecer un discurso menor y anecdótico. Y por su
tono frívolo e inconsecuente con los hechos descritos, puede percibirse como
una ocurrencia de dudoso gusto. En efecto, se trata de una noticia redactada
sarcásticamente, pero avanzamos nuestro convencimiento de que no es una
rareza ni un discurso anodino. Dice así:
 
PRISIÓN POR ARROJAR A SU HIJA POR LA VENTANA
Huelva— La Audiencia Provincial de Huelva ha condenado a cuatro
años de prisión, privación de patria potestad y 500.000 pesetas de
indemnización a una mujer que lanzó a su hija de 2 años por una
ventana. Los hechos sucedieron el 20 de noviembre de 1996 en Huelva,
cuando el padre pidió a la mujer que le echara el encendedor por la
ventana, momento en que la madre arrojó a la hija a la calle, quien salvó
la vida porque un toldo amortiguó la caída.
(El Periódico, 26-2-1998, p. 22 —sin firma ni fuente—.)
 
Aquí llama la atención una afirmación: “El padre pidió a la mujer que le echara
el encendedor por la ventana, momento en que la madre arrojó a la hija a la
calle”. Nos recuerda aquella otra de la noticia policial en que se razonaba de un
modo igualmente absurdo que “el asesino se enamoró de la víctima pero no
podía pagar sus servicios”. Es como si la noticia de tribunales quisiera decir
que la mujer aprovechó la petición del padre para echarle la hija. Pero no es
esa parte lo único destacable en un texto que nos parece inconcebible. Y es
inconcebible, salvo que apliquemos conceptos del análisis crítico sobre
estereotipos de género masculino y femenino, sobre el formato de la noticia
breve, sobre la opacidad del contexto, sobre la perspectiva de la fuente
informante y la razón de su gratuita fiabilidad, sobre una industria mediática
que sucumbe no solo al sensacionalismo sino además a una manera de
informar atroz. Atroz por absurda y por insensible, como muestra una noticia
que no es precisamente una rareza de hemeroteca.
Al señalar estos ejemplos, el del suceso y de los otros textos examinados,
estamos expresando la idea de que la realidad también se construye con el
discurso, pues éste es una forma de acción que crea la visión del mundo. La
intervención de los discursos sobre el mundo es indirecta, pues se vale del
tiempo para crear géneros y tradición tópica, así como de los instrumentos de
comunicación social para forjar conciencia. Y al enumerar estos principios se
define el programa científico que propone el análisis crítico del discurso,
aplicado al estudio de problemas sociales desde su vertiente comunicativa y
con el concurso de diversas disciplinas.
Hay que concluir. Y para cerrar este volumen, queremos recordar unas
palabras de Neil Postman (1985: 69), que insisten en la importancia de una
tarea nuestra como lectores y cómo destinatarios de información pública. La
tarea consiste en prestar atención a los medios de comunicación social y la de
leer sus mensajes de modo crítico, activo y creativo. Dice así:
 
Entender la palabra escrita quiere decir seguir un pensamiento, lo cual
requiere muchos capacidades de clasificación, de hacer inferencias y
razonamientos. Quiere decir descubrir mentiras, confusiones y
generalizaciones exageradas, detectar malos usos de la lógica y del
sentido común. También quiere decir pesar ideas, comparar y contrastar
afirmaciones, conectar una generalización a otra. Para hacer esto, se ha
de conseguir un cierto distanciamiento de las palabras en sí.
 
Postman describe así una lista de tareas para poder tratar con los discursos en
una época contradictoria y repleta de espejismos, que califica de época del
“show business”, del espectáculo, del golpe de efecto, de la campaña
estridente. Son ocupaciones que nos devuelven al espíritu de la Ilustración, con
su proyecto de progreso social y de emancipación personal. Y aun hace otra
cosa más Postman, pues con palabras precisas y sencillas ha resumido como
nadie la intención de nuestras páginas, que acaban aquí.
 
 
 
 
 

Fuentes
 
 
 
Las fuentes propias utilizadas en la confección del libro son como siguen.
 
 
Capítulo 2. “Promesas de sinceridad”
 
“Notas sobre pragmática del discurso político: aseveraciones,
promesas y veracidd”, Oralia. Análisis del discruso oral, 1 (1998)
199-211, Almería, Universidad de Almería/Arco Libros.
 
 
Capítulo 3. “La política como conversación”
 
“Discurs polític d’una celebritat i anàlisi crítica del discurs”,
Revista de Llengua i Dret, 28 (XII-1997) 7-44, Barcelona,
Generalitat de Catalunya.
“La política como conversación. Análisis de un discurso de
legitimación”, Revista digital Círculo. Ciencias de la Información.
Universidad Complutense de Madrid, 1999.
http://www.ucm.es/info/circulo/no2
 
 
Capítulo 5. “Lágrimas de cocodrilo”
 
“Fal·làcies discursives al conflicte dels Grans Llacs: mirades de
fills de l’abisme”, Anuari de Filologia, vol. XIX, G-7 (1996) 85-93,
Barcelona, Universitat de Barcelona.
“Lágrimas de cocodrilo. Noticias de una tragedia africana”, en la
Revista Tonos Digital (Universidad de Murcia), núm. 3, marzo de
2002; http://www.um.es/tonosdigital/znum3.
 
 
Capítulo 6. “Teatro del mundo”
 
“Cartografía barroca y la retórica del discurso”, en M. H.
Fernández Prat, ed. Teoría/Crítica: Ciencias del lenguaje y de las
lenguas naturales, 3 (1996) 353-370, Alicante, Universitat
d’Alacant-Editorial Verbum.
 
 
Capítulo 7. “Conclusión: Contratos comunicativos”
 
Versión revisada y ampliada de “Consum i producció a la
comunicació de masses”, Perspectiva Escolar, 207 (IX-1996) 2-8,
Barcelona, Rosa Sensat.
 
 
 
 
 

Bibliografía
 
 
 
AA.VV. (1995): De Mercator a Blaeu. España y la edad de oro de la cartografía
en las diecisiete provincias de los Países Bajos, Madrid—Barcelona,
Fundación Carlos de Amberes—Institut Cartogràfic de Catalunya.
ALAMEDA, S. (1993): “Entrevista. Garzón: el último boy scout”, El País
Semanal, 25-6-1993, p. 10-19.
ARFUCH, L (1995): La entrevista, una invención dialógica, Barcelona, Paidós.
BAÑÓN, A. (1996): Racismo, discurso periodístico y didáctica de la lengua,
Universidad de Almería.
BARTHES, R. (1970): “La retórica antigua”, en R. Barthes, La aventura
semiológica, Barcelona, Paidós, 1990.
BASTARDAS, A. (1996): Ecologia de les llengües, Barcelona, Proa.
BENITO, Á. (1995): La invención de la actualidad. Técnicas, usos y abusos de
la información, Madrid, Fondo de Cultura Económica.
CALSAMIGLIA, H.; TUSÓN, A (1999): Las cosas del decir. Manual de análisis
del discurso, Barcelona, Ariel.
CICERÓN, QUINTO TULIO (s. I aC.): Breviario de campaña electoral
(Commentariolum petitionis), Barcelona, Quaderns Crema, 1994.
DIJK, T. VAN (1980): La noticia como discurso, Barcelona, Paidós, 1990..
— (1993): Discourse and Elite Racism, Londres, Sage.
FABBRI, P.; LATOUR, B. (1977): “La retórica de la ciencia: poder y deber en un
artículo de ciencia exacta”, Actes de la Recherche, París, nº 13,
reproducido en P. FABBRI, Tácticas de los signos, Barcelona, Gedisa,
1995, p. 265-279.
FAIRCLOUGH, N. (1995): Critical Discourse Analysis, Londres, Longman.
FAIRCLOUGH. N.; WODAK, R. (1997): “Critical Discourse Analysis”, en T. V.
Dijk, ed., Discourse studies. Discourse as social interaction, Londres,
Sage, Vol II, p. 258-284.
FERNÁNDEZ DÍAZ, N. (1994): “Los medios bajo la lupa”, Fempress, enero de
1994.
FERNÁNDEZ GARRIDO, M.; ASSOCIACIÓ CATALANA DE DONES DE
CARRERES JURÍDIQUES (1997): “La discriminació femenina”, en
Federació Catalana d’Organitzacions no Guvernamentals pels Drets
Humans (1997): Anuari 1997, Barcelona, Federació Catalana d’ONGs; p.
41-58.
GADAMER, H. G.(1960): Verdad y método, Salamanca, Ed. Sígueme, 1977.
JAUMÀ, J. M. (1996-1998): Vistes de Sant Cugat, Sant Cugat del Vallès, Els 4
Cantons, 3 volúmenes.
LABORDA, X. (1993): De retòrica. La comunicació persuasiva, Barcelona,
Barcanova.
— (1996a): Retórica interpersonal. Discursos de presentación, dominio y
afecto, Barcelona, Octaedro.
— (1996b): “Cartografía barroca y la retórica del discurso”, en M. H. Fernández
Prat, ed. Teoría/Crítica: Ciencias del lenguaje y de las lenguas naturales,
3 (1996) 353-370, Alicante, Universitat d’Alacant/Editorial Verbum.
— (1996c): “Fal·làcies discursives al conflicte dels Grans Llacs: mirades de fills
de l’abisme”, Anuari de Filologia, vol. XIX, G-7(1996) 85-93, Barcelona,
Universitat de Barcelona.
— (1997a): “Hermenéutica de los lugares. Nueve principios y un epílogo”, en
Escavy y Hernández, eds., Homenaje al profesor A. Roldán Pérez,
Murcia, Universidad de Murcia, 1997, p. 753-765.
— (1997b): “Discurs polític d’una celebritat i anàlisi crítica del discurs”, Revista
de Llengua i Dret, 28 (XII-1997) 7-44, Barcelona, Generalitat de
Catalunya.
— (1998): “Notas sobre pragmática del discurso político: aseveraciones,
promesas y veracidd”, Oralia. Análisis del discurso oral, 1 (1998) 199-
211, Almería, Universidad de Almería/Arco Libros.
— (1999): “La política como conversación. Análisis de un discurso de
legitimación”, Revista digital Círculo. Ciencias de la Información.
Universidad Complutense de Madrid, 1999.
http://www.ucm.es/info/circulo/no2
— (2001): Comunicació institucional i literatura de paperera, València-
Barcelona, Editorial Tres i Quatre.
— (2002): “Lágrimas de cocodrilo. Noticias de una tragedia africana”, en la
Revista Tonos Digital (Universidad de Murcia), núm. 3, marzo de 2002;
http://www.um.es/tonosdigital/znum3.
LIMA,V. A. de (1992): Medios de comunicación y democracia, Madrid,
Fundesco.
LLEDÓ, E. (1991, 1998): El silencio de la escritura, Madrid, Austral.
— (1994): Días y libros, Valladolid, Junta de Castilla y León.
LO CASCIO, V. (1991): Gramática de la argumentación, Madrid, Alianza
Universidad, 1998.
MATELART, A (1993): La comunicaicón-mundo. Historia de las ideas y de las
estrategias, Madrid, Fundesco.
— (1994): La invención de la comunicación, Barcelona, Bosch, 1995.
PÊCHEUX, M. (1982): Language Semantics and Ideology, Londres, Macmillan.
POSTMAN, N. (1985): Divertim-nos fins a morir. El discurs a l’època del show-
business, Barcelona, Llibres de l’Índex. (Hay también edición en
castellano.)
REBOUL, O. (1984): La rhétorique, París, Presses Universitaires de France.
SÁNCHEZ FERLOSIO, R. (1993): Vendrán más años malos y nos harán más
ciegos, Barcelona, Destino.
SILVA GOMES, A. Mª DA (1996): “Educación anirracista e interculturalidad”, T.
E., Comisiones Obreras: Trabajadores de la enseñanza, 173 (V-1996).
USHER, R.; BRIANT, I. (1989): La educación de adultos como teoría, práctica
e investigación, Madrid, Morata, 1992.
VALVERDE, J. M. (1994): El arte del artículo: 1949-1993, Barcelona,
Universitat de Barcelona.
VÁZQUEZ MONTALBÁN, M. (1996): Un polaco en la corte del Rey Juan
Carlos, Madrid, Santillana-Alfaguara.
VELÁZQUEZ, T. (1992): Los políticos y la televisión, Barcelona, Ariel.
WODAK, R. (1995): “Critical lingüistics and critical discourse analysis”, en
Verschuren & Blommaert, eds., Handbook of pragmatics, Amsterdam,
Benjamin, p. 204-210.
YOLDI, J.; ELVIRA, M. R. DE (1994): “Baltasar Garzón, delegado del Gobierno
para el Plan Nacional sobre Drogas: Sigo estando más a la izquierda
que el PSOE”, El País, 12-3-1994, p. 18-9.
 
 

También podría gustarte