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Bueno, quizá a este ritmo, vamos a exonerar de la lectura a muchos que ya están

adquiriendo el libro, así que, no voy a hurgar mucho en su contenido, adelantando juicios o

sectores del libro. Voy a noticiar brevemente sobre las primeras impresiones que me causó

la lectura. El libro Pucamayan. Deidades panandinas del Perú antiguo en el callejón de

Huaylas del ilustre novelista, poeta, ensayista y etnohistoriador Marcos Yauri Montero, no

tiene parangón en la bibliografía que se ha publicado a la fecha sobre la memoria y la

tradición de los hombres de estos valles del Callejón de Huaylas. En términos estrictos no

existe académico que se dedique a reconstruir la historia prehispánica e incluso preincaica

sobre las etnias que habitaron estas zonas.

En ese sentido, el maestro Marcos Yauri nos ofrece un trabajo solitario sobre las

identidades locales a partir de un diálogo entre las fuentes escritas, orales, cartográficas,

hallazgos arqueológicos, lingüísticos, fuentes iconográficas, etnográficas, en fin, haciendo

gala de su sapiencia, talento e inteligencia nos ofrece una mirada amplia y profunda sobre

el centro ceremonial Pumacayan desde los mitos que le rodean, los ritos que alude el

testimonio, interpola con vestigios, tradición oral y muestra finalmente hallazgos

impresionantes, inéditos y que guardan estrecha relación con la memoria y los eventos.

El libro está dividido en 8 capítulos y podría señalar que perfectamente puede ser la

segunda parte de su maravilloso y dilucidador libro El señor de la Soledad de Huarás

discursos de la abundancia y carencia. Resistencia andina, publicado en 1993. Ahora el

interés se centra en hurgar el pasado más remoto de Huarás, incluso rastrea desde la época

en que se establecieron los primeros hombres y dejaron un testimonio intrigante en la

pintura rupestre ubicado en una peña gigantesca en la quebrada de Quelqueyhuanca, donde


aparece un puma erguido sobre sus patas traseras, y con los brazos extendidos hacia el

cielo, sobre su cabeza hay cuatro círculos, más arriba se mira una lengua de fuego.

Quizá este vestigio sea el detonante de todo el libro y que interpola talentosamente con

la voz “pumayacan”, “se parecen pumas” para terminar diciendo que el puma es una de las

representaciones del dios Guari que gravitó en la zona del callejón de Huaylas y que

Wilcahuain, el mismo Pumacayan y Póngor fueron los santuarios donde se rendía su culto y

se hacían sus ritos respectivos.

El libro expresa varias preocupaciones, despeja algunas dudas y ensaya diversas hipótesis

sobre las etnias de los llacuases y huaris que habitaron estas zonas, el dios Guari cuya voz

parece estar relacionada con la voz Huarás y que los españoles no pronunciaron

correctamente. Para eso parte explicando que guarax, guaray y guaraz son la posibles voces

que dieron origen al término Huarás. Sin embargo, al revisar los santuarios, los hirkas que

rodean a la ciudad, los ríos como Paria y Auqui que forman el río Killcay, y el mismo

pumacayan terminan abonando en favor de su hipótesis central: Huarás fue un lugar

exclusivo para rendir culto al dios Guari y lo prueban, los hirkas Rima-Rima, Jatun Punku o

Quellquehuanca en la cordillera blanca y Huayrahirka, Callan, Chocac, y Allkonakanka en

la cordillera negra. Finalmente plantea que todo el callejón de Huaylas fue clautro sagrado

que queda corroborado con el mito de Canchón donde aparecen héroes culturales como

Huascarán y Sutoc y que revelan que estos fueron líderes fundadores del callejon de

Huaylas que unificaron familias y también tradiciones y ritos.


Sobre Guari, señala que fue un Dios relacionado con la agricultura, el pastoreo y la lluvia.

Representado en el viento, la serpiente y el puma. Presumiblemente su veneración tuvo

vigencia desde 600 y 1000 años antes de Cristo y se prolongó hasta el siglo XVII. Hace un

rastreo de su presencia en Huarás a partir del templo de Pumacayan, cuyas primeras

noticias de su existencia se remontan a la crónica de Pedro Cieza de león en 1540 que lo

llama antigualla, se complementa con las descripciones de Antonio Raimondi, los aportes

de Manuel Reina Loli.

Como podemos observar, este libro tiene todos los elementos que convierten a su autor en

un consumado etnógrafo y etnohistoriador que ya nos había sorprendido gratamente con sus

ensayos anteriores. En este libro, la memoria y la tradición sobre el imaginario de nuestros

ancestros permitirán que los hombres actuales tengamos la posibilidad de reconstruir

nuestras identidades. Ahora que se habla mucho de homogenización de culturas y

destrucción de memoria, la lectura de este libro obligatorio para todo aquel que habite en el

Callejón de Huaylas, será un goce y una satisfacción, pues contiene valiosa información

que está relacionada finalmente con las interrogantes cruciales, de dónde venimos y hacia

dónde vamos. Pero de ninguna manera cierra etapas y completa sentidos, al contrario, el

libro que hoy presentamos compromete a cada uno de nosotros a seguir investigando,

buscando el sentido último de aquello que no conocemos y quizá nunca lo conozcamos

como el verdadero nombre del santuario Pumacayan.

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