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Las personas somos seres vivos e inteligentes, y tenemos deseos y necesidades que
intentamos satisfacer.
Necesidades de Supervivencia
Cada especie animal, incluida la especie humana, pone la supervivencia por encima de
cualquier otra necesidad, aunque hay especies en las que un individuo, ante la necesidad
de elegir entre: Yo, mi Familia o mi Tribu, pueden elegir una u otra opción, según la
estrategia que en su especie haya dado mejor resultado.
Necesidades de Protección
Una persona, para sentirse segura, debe ser capaz de defenderse de las inclemencias del
tiempo, de los ataques de otros animales y de personas de la misma o de otras tribus.
Conforme la sociedad se ha ido haciendo más compleja estos mecanismos se han ido
adaptando pero básicamente seguimos siendo primates que nos vemos compelidos a
formar parte de un grupo (llámese sociedad, manada o tribu) y, dentro del mismo, intentar
ocupar el lugar más alto que podamos dentro de la jerarquía social.
Necesidades de Estima
Intentamos ser queridos por nuestra familia, pero también intentamos ser queridos por los
demás. En cuanto al amor propio, intentamos ganar nuestro propio respeto, y como a
nosotros mismos no podemos engañarnos, eso hace que intentemos ser buenas
personas, merecedoras de ese respeto.
Necesidades de Estabilidad
Todas las personas necesitan tener la sensación de que mañana vamos a estar al menos
tan bien como hoy, que si hoy tenemos alimento, mañana también lo tendremos.
La especie humana, así como otras muchas especies, recurren al ahorro para conseguir
que nuestra supervivencia quede asegurada no solo en el momento actual o para superar
el invierno, sino también a lo largo de muchos años.
Necesidades Humanas
Todas las necesidades mencionadas hasta ahora son necesidades que las personas
compartimos con otras especies animales. Todas las especies animales tienen
necesidades de supervivencia y seguridad. Muchas intentan también ahorrar para el
futuro y en muchas especies, especialmente los grandes mamíferos y los primates, la
necesidad de afecto es muy acusada.
La evolución nos ha hecho así, y nos sigue cambiando. Hace varios millones de años las
especies humanas desarrollaron otras características, otros comportamientos y deseos
que nos han separado en gran medida de las demás especies animales.
En un grado muy reducido, otros animales tienen estas mismas necesidades, pero en la
especie humana es donde más se han desarrollado y convertido en poderosos
motivadores de la conducta.
La diversión incluye todo tipo de actividades lúdicas y el ejercicio de aficiones, entre ellas
los juegos y deportes y el cultivo de las artes, actividades todas sin aparente utilidad pero
sumamente gratificantes para las personas que ya tienen satisfechas el resto de sus
necesidades.
Una persona que alcanza a satisfacer todas sus necesidades podemos considerar que es
feliz.
Necesidades y Deseos
Las personas tratan de satisfacer en primer lugar sus necesidades más prioritarias, que
casi siempre suelen ser la supervivencia y la protección, y una vez satisfechas pueden
pasar a necesidades menos prioritarias.
Pero dentro de estas necesidades menos prioritarias surgen también los deseos.
Necesitamos una vivienda donde cobijarnos, pero una vez que la tenemos deseamos una
vivienda más cómoda, mejor situada, más amplia o más hermosa.
Necesitamos ropas para abrigarnos, y una vez que las tenemos deseamos que sean
elegantes y atractivas para poder vestir de formas diferentes según dónde vayamos a ir o
a quién vayamos a ver.
Las necesidades son importantes y con más o menos esfuerzo, algunas personas pueden
llegar a satisfacerlas.
Pero los deseos..., ¡Ah, los deseos!. Los deseos de las personas no tienen límites.
Todo lo que vemos lo deseamos, todo aquello que imaginamos lo queremos conseguir.
El deseo de las personas no tiene límites, pero los recursos son limitados.
La naturaleza impone la dura realidad de que no se pueden satisfacer todos los deseos,
sino que tenemos que elegir. Para adquirir unos bienes o satisfacer unos deseos
debemos renunciar a otros bienes o deseos.
Y eso nos obliga a seguir una estrategia que, desarrollada durante más de mil millones de
años por todos los seres vivos que en la Tierra han existido, es lo que se conoce como
Economía.
Etapas, no clases
Pero tengamos una cosa en cuenta, el hecho de que hablemos de expertos e inexpertos
no significa que hubiera dos clases de personas. No estamos diferenciando a las
personas en clases, sino en tipo de actividad.
La vida no es estática, sino dinámica: No podemos comprender un ser vivo a partir de una
fotografía, tenemos que ver todo su desarrollo, desde el nacimiento hasta la muerte.
Con la vida de una persona en la sociedad pasa lo mismo: No podemos suponer que una
persona está en una categoría y se queda en ella para siempre.
Normalmente todas las personas empiezan su vida como inexpertos. Son jóvenes,
fuertes, audaces, irresponsables y estúpidos. Corren riesgos, prueban, experimentan.
Durante varios años realizan diversas actividades sin ser capaz de decidirse por una
profesión. Con el tiempo van madurando. De las diversas actividades que ha intentado
alguna le atrae más que otras, y entonces se convierte en un buen profesional de esa
actividad y al final llega a convertirse en un experto.
Para entonces ya es más responsable, no hace las locuras que solía en su juventud. En
algún momento empezará a ser cada vez menos fuerte, pero su destreza habrá mejorado
y esto permitirá que siga produciendo bienes sumamente útiles para su prójimo.
Incluso cuando por la edad ya no pueda seguir produciendo los bienes y herramientas
que ha fabricado durante años, aún podrá ser útil a su tribu realizando una tarea para la
que sigue siendo el más indicado: Enseñar a otros más jóvenes los secretos del oficio que
haya aprendido a lo largo de su larga carrera.