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~~~ I
J. l. MARROQUÍ
.APP ETO :J C~
EDITORES
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
.. La Guardia Blanca.-Es el título de una novel n. escritl\ en
glés por onan Doyle y publicada en espaflol por la ca~a de Appleton
Nueva York, que acabamos ue lecr con toda complacencia. una vez
r une ii. su ingenio y f<Í.cil 1 nguaje. un tema muy bien ur<1ido y (
cione' sumamente intere ·ante~. En h\ GUllnlia Blullca ellcolltramos
dio. históricos de IEl }i~dacl Media trazuuo con uua. lllltlll'filidau pn:m
de tal modo bien pintado lo cuadros, de tal lllan m de:crittls h ~ CO'tUI
b .. (' .... CJ.lle I parece tí uno encontrn,r:e en aCJ.uelltL edll.u y tmbnl' conocillliet
eOIl los pCI'~onll.jeL' 'omienza. In ncción en un convento de monj<',. 11
>ntndo eOIl todo' . ns a.dminículos d ma.no ma' tra y hlPgo
el' ciente inter'.. d ~eollnndo ell
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EL MORO
POR
Neo DE LA REPUBLlCA
BA ...r.rA LU'S _ ANG(l ~RA .. <30
61SUO,~
CA-rALOG CION
NUEVA YORK
D. APPLETON Y COMPAÑÍA
EDITORES
1897.
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CoPYRIGHT, 1896,
!:SY D. APPLETON AND COMPANY.
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EL MORO
e PíTUL 1
;\fARIO.-lÍi primer mal pa o en la carrera de la viull..-Lo caro
que me cue ta. mi sal vaeión.-Cambio oc domicilio.-Ernpiezn. á
rayar mi mala e trelln.-Buena soci uau.-Ln. r 'cogidu.-.. . 1 hl1-
cen la lirnpi zn.-Competeneia entre natllrale:s y fora t ro .-Me
doy á filo ofar.
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rendirse á su destino. La tuadre, con las orejas aguza
das, sacudiéndo e los costado con la cola, udorosa y a~i
tada, corre ya para un lado, ya para otro, relincha, trat
de penetrar ha ta. el paraje en que su cria va á perecer,
huele el suelo, r trocede y vuelve cien vece á los mi m 8
puntos por donde inútilmente ha procurado entrar. Pero
aunque lo con iguiese, i qué auxilio podría prestar al ob-
jeto de sus an ia ~ É te ren ueva sus esfuerzos para :~l
varse, pero cada uno de los que hace sirve para ahondar
má 1 hoyo en que agoniza.
De repente se oyen pisada de eaballos; la ye ua de'"'
cubre que e acerca el mayordomo de la hacienda y que lo
acompaña un alnansador. En su pecho angu tiaao bata-
llan la e peranza de que vengan á alvar á su hijo y la i
nata e quiv z que la o liga á huir iempre que la rrente e
le acerca; la e quivez triunfa y la yegua ,leja, no in
detener~e de vez en cuando á relinchar y á mirar hacia el
sitio fune too
Lo dos jinetes II gan ha ta la: orilla. del pantano·
nada ' n, porque unos juncos les ocultan la cabecita de
potro que es lo único que lo queda fuera del fan 0, y se
al jan rápidamente. n mozo que llega á la márgen
opue ta del río y que ha visto 10 que e tá pasando, 108
llama á grandes gritos que hacen renacer la confianza en
el acongojado pech de la madre; pero corre el viento en
la dirección meno avorable, y nadie oye aquell voces.
¡ Pobre potrico! 1Pobre madre!
El amansador, que e tá enseñando á revolver al po-
tro en qne cabalga, le hace dar una vuelta que lo deja
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LLEGO Á ESTE MUNDO 7
mirando hacia el río, columbra al mozo que grita y hace
señas; llama al mayordomo; ambos se enteran de lo que
ha sucedido; corren al lugar de la desgracia, se desmon-
tan y sacan al· potro del atolladeroJll_.
P ro é te no puede saborear el placer de verse en
sal vo: para sacarlo, le tiran de las orejas y de la cola con
toda la fuerza necesaria para vencer el peso de su cuerpo
y para desp garIo del lodo glutinoso en que estaba sepul-.
tado. ieute que se le arrancan aq nelIos miembros y
sabe de una vez todo lo que es el dolor.
Aquel potrico era yo.
Ya antes de haberme abismado, andaba titubeante y
haciendo pinitos sobre las pernezuelas, que no podían
con el cuerpo. i C6mo quedaría de descuajaringado des-
ués del truculento ajetreo! i Y qué grima no pondría
el mirarme el cuerpo embadurnado y el ver destilár de
mis costados el fluido cenagoso! La crin se había pegado
al cuello, y éste parecía visiblemente grácil y endeble. ~'-
Hízoseme sufrir un lavatorio que miré, no como favor,
sino como nuevo tormento con que, por pura maldad, se
me marti rizaba.
Por la tarde vino á verme con el mayordomo el due-
¡fío de la hacienda en qlj..e vÍ la luz, es decir, la luz de las
estrellas, pues yo nací á media noche. Á esa hora ví es-
rellas; pero ví más cuando me sacaron del pantano.
La hacienda está situada en la Sabana de Bogotá. y se
llama" Utramar." ) Su dueño, D. Pr6spero Quiñones, había
aguardado con sumo interés mi venida al mundo, pues
fincaba grandes esperanzas en 10,que había de nacer de la
ama, que así llamaban á mi madre.
Oí la con versaci6n que tuvieron, y de ella inferí que
1i amo e§taba vivamente desazonado por lo que había su-
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EL MORO
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LLEGO Á ESTE MUNDO ~
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LU:GO .Á ESTE MUNDO 11
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12 EL MORO
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'E~TE ~UEV.A. 17
a orilla. de é te, vol vÍamo á tomar la del río y repetíamo
ta trnhan ría ha ta que un jinete, apostado de antellla-
10 on punto c nveniente, nos impedía egu··. ntr tenién-
]onos con ella. Otra veces, corríam s dirigi6ucJ n s
n toda formalidad hacia la corraleja; y, cuando íbamos
legando COl'rÍamos en otra dirección y fa tidiábamo de
linao á 1 recogedOJ'e.
r no e ' tolluerme d ma iad no hablo de lo último
ad cÍllli nto que nfrí en la hacienda en que 1 aMa na-
-id, ntr 1 cual bien pudiera hallar alguno cuya
intnJ'u erí. harto apaz do 'nm v r t entraña de
(Iue 1 an ta r la ión. J E e fué 1 tielll} o d la
'ri j '. E ·o fué D quo compr ndí 1
dcl ofi rí obro 1 el'.. u
i e pe le. En d \-arlo juv lliles habí y uiíado
uo, n un p rvenir r m to, iba á r Ollar mi n mbre
om actualm nte re onaban 1 d uainr y Fundama,
r 11C , de n ble raza. ¡ Vana ilu:'l.i' n . a no ~ ora
ad a:pil'ar ino á lucir pa ajeram nte y bajo el g bi rno
un jinet , las prendas que pudieran hac rme reputar
nen ervidor d 1 hombre.
en hacendado, D. Oe áreo, vecino de mi amo, pro-
u á é te que le vendiera alguno de sus mejores p tros;
, á fin de que el comprador pudie e e cojer, fuimos to-
llevado á la c rra] ja. Allí p rmaneci ron gran rato
, dos hacendad mirándonos y di cuti nd al principio
bre las cualidade que parecíamos t ner algunos do no -
tro y luego s bre el precio de aquel que fuera e cogi-
o Al cabo el c mprador, no sin titubear mucho, se in-
inó á tomar un alazán de muy buena apal'iencia; y se
raenó que lo en 1a 7. aran ; casi e trangulado por el rejo se
jó el alazán enjaquimar; D. Oe áreo quiso verlo pues-
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1 EL M
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omprarme :fué el de que yo irviera de reclamo para los
m prador que á él ocurrieran.
El gran conocimiento del mnndo que me precio de
ner, se lo debo en gran parte á l~ electa sociedad en
n viví mientras estuve en p der de mi amo D. e ál'
IantenÍans conmigo en el potrero caballos, yegua, mu-
l machos y ha ta burros de todas edade y de todn
lHliciones. Ilabía ntr ello benémeritos vet rall s
lne llevaban en la cruz ó n el 10m, ó n amba parte,
1 h ja de rvi io , bajo 1<1. forma de peladura mó ó
n lustro a, que, por di po i ·i' 11 del amo, e obaban
~a i t uos lo días con ungüento que diz que tenían la
irtud de hac r alir el pI.
Pe ra negociar 1 s aniI ale que no echaban pelo, ('1
o cuidaba de que 10 c mprad res no 1 vieran de n-
liado. Á los mu fia'o 7 e le daba a éllic, con' lo
u c p r alguno días, parecían má lucios. Á 10 pa-
one ~. se les aplica a y do en lo menudillos y las Cllar-
illas para que e le enjuta n; á los sarno o se le
l,adurnaba de aznfre y á t do e le adminl traban
urO'a y e 1 acaba el haba 'uand inO're~aban en aqu 1
pital; y se les almohaceaba, c pillaba y p inaba ca i
iariamente. Á nn caballo muy bueno que estaba allí le
Haba la mitad de cada oreja. El mi mo, e ~plicando
011 qué ro tivo adolecia de tan O'rave de:formidad~ n
onta a que había pertenecido al cura de un pu blo cuy
que eran díscolos y mal acondicionado, abolT '-
"n á u párroco, y una noche habían de fogado en 11
hallo las malas pklsi0ne que contra aquél abrigaban.
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D. Cesáreo, para dar á este animal el valor que tendrí'
si hubiera conservado la integridad de ns mier lbro
acordó de orejarlo por entero y fabricarle con piel de ter
nero nonato unas orejas que, adheridas á la jáquima po
medio de uno de los ingenioso artificio n que D.
re era tan fecundo, r tituyeran al caballo su prístina ga
llal'día.
e t4 ba pre ente el día que mi amo lo vendió
ca i me ahogó la. 1'i a cuando vi el empeno que tumab:
en regalarle al comprador la jáquima e n que le habí·
pre en.tado 1 cabal!. El comprador, que era un In
cito de TI gotá muy delicad y ncojido, rehll aba ob
tinadamcnt admitir el b equio' per en.r o por
fi' tanto, e gUl'ándole que tenía. el mayor placer el
que u ara la já uima en nOlll brc 'a yo, <}n , poni6ndos
muy col rad , el joven e d hizo en agradecimiento
tomó el p rtante II vándose el caballo c n la jáquima
la reja.
Á 'otl' bogotanito intonso, hacendado novicio, 1
vendió 1 patr' n una y gua de veinte año baciéndol
paIpaI' que t davfa no ]e hauía alido el colmillo, y a egn
l'ándole que, i]a veía sin diente, era porque los e tal>
mudando.
nando lo defectos de que adolecían las be tia
tinadas á aquel comercio fraudulento no eran fí icos
sino nlorales, D. Cesáreo hacía las montaran jinete que
por medio violento, la obligaban á enmendar e; p r
]a enmienda no aprovechaba ino por el tiempo indispen
sable para engañar á nn comprar:lOl\ 'nles es sabido qu
lo vicios Ó resabios que adquiere un individuo de mi
pecie ó de la especie mular, rara vez se curan radicalment
sino es con la muerte.
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GENTE NUEV.A. 21
Que los hombre ean de una naturaleza superior á la
e lo brntos no puedo dudarlo; pero llunca entenderé
a superioridad d 1 hombre con su di posición á enga-
l~r. T o me enorgnll zco intiendo que no puedo ha-
edo; y creo que aunque pudiera, me contendría ]a
Tergüenza. n hombre e sonroja de que otros epan
lue ha mentido y no BOllroja de abar]o él mi mo.
ué conf ión tan probiosa de que u propi jui·í 110
ale nada!
D. esáreo, que se e timaba ba tante para no sufrir
u e le tuvi e p l' ladrón, por borra -ho, p l' ]ibe1'-
ino ó p r hla f mo, no e e timaba ba tante para huir
n vilecere á su propio ojo mintiendo y enga-
ando.
Yo había cumplido tres año, y D. e"ú,1'eo di pu 'o
no e me empezara á amansar juntamente con un piro
rvuno de la misma edau. Yo debía sor qu oralltauo
r Geroncio, aman ad r de fuera de ]a hacienda, q ne
zaba n la comarca de bastante fama; y á mi compa-
l' tocaba habérsela con amián, el mozo de la hacien-
a de que ya he hecho mención. "Aunque éste se pre-
jaba de jaque y forzud y era tan zafio como podía serlo
In rú tieo de su estofa mi compañero se tuvo por afortu-
lado al saber que no iba ~í caer en manos de GOl' nei ;
)ues é te era aún má ordinario qne amián, y ademá
Damián respetaba al patr' n y podía por con ideración á
1, tratar con algún miramiento al potro que le mandaba
mansar.
El día del quebl'antamiento se nos enlazó y se no en-
quimó poco más ó menos de la manera que arriba queda
scrita e no taparon los ojos con el tapaojos ó ante jera
le la jáquima y además se nos envolvió toda la parte su-
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22 EL llORO
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GENTE KCEYA 23
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24 EL MORO
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UEYA 25
allo nuevo, para arrendado, para arreglarle el paso y
a,'a sllca'r le bJ'1-rJ, como él decía, C011 i tía únicalnente en
1 empleo de medios violentos y bárbaros. Á mí me ha-
í" trabajar in medida y in miramiento; hacía sobre mi
10 j rnada larga ~ me dejaba sin de can o hasta una
mana ntera' y, 10 que ra por, d montaba al an -
·h l' á la puerta de la. venta de que 1'a parroquiano, me
baja. atad á una de las columnas 1 la ramada (c VCl-tizo
n 'o ,í la ca a), y pa aba tr ó cuatro horas b 1>i nd ,
uganu ,con rsaudo y, n re ras veces, rin nd. Durante
h ra ,mortal ' para lnÍ lía y distra r el tedio con-
r and e II lo 'aball de otro parroquiano.
4 n una. J la oca 'ion ' n qu hallaban allí 111uchoo
aballo erl. 1<1. no he d un dorningo e itlliIn' la convel'-
ación y í con gu. to la que trabaron tr ' cuatro de ]0
ná gúrrul ~ y .' p rim ntad , obre la cír 'un #tancias
ue hacen más peno. a nn stra u rt. t n que hahía
l'vido á ciertos j' v nes ricos, hij s d un campe ino
u.y connotado 80 tení que n ha ía caballo má inf Hz
ti E'l que sirve á per onas, como sus antiguos amo, que
~ifran toda su vanidad en hacer jOl'nada en breví hno
i mpo. Una vez había llevado á uno de 106 j'venes de -
un extremo de Ja abana ])asta el otro, recorriendo
ona di tancia de cosa de veinte legua, en cuatro horas y
1 dia. Yo no sé si diría la verdad, ' si el ejemplo Je
¡os amo ~] habría aco tum brado á mentir; pues es cons-
nte que lo que tienen la afición quc á ésto dominaba,
tán iempr Ji pue . . tos á sacrificar la verdad á u ri lí-
ula pre unci' n; pero, por cxpcriencia pr pía, sé también
ue 108 que e tán dominado p r el1a í abusan erue]men-
de las fuerzas de su ca algaduras solamente para pro-
urarse la sati facción de referir que se han trasladado de
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2G EL Mono
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GEXTE 'UEVA 27~
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CAPíTULO 111
S )[.ARIO.-Mélodo de en afianza. ompl ado por mi pr c ptor.-Mi mala.
e trolla so U 'ja ver sobre el borizont . - oncurro á unas fiesta. y
am nizo un e pectáculo.-Qué e lómago le hacen stas CO.5as á D.
'c~ñreo.
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larga produzcan las sentadas: lo que sé es que á mí me
hacían eO'uir andando con mi do, de uerte que me iba
deteniend de cnando en cuaud , pues ya me par cía que
iba á. entir 1 sofrenazo, sobre todo al p rcibir cualqui r
movimi nto del jinete.
Mi amable in titutor dió en qu , para ens ñarme á ir
sobre la rj nda, debía u ar e puela , y con ella 111e lac ra-
ba los ijar la timo am nt. P r lo e mún, d ~ pué de
dos' tre violentos esp lazo, v nía una sentada.
Á mi e.·celente di po iciones natural e hubo de
d b l' que yo hubiera v nido n lo nce ivo á. ten r buena
oca y que no hubi ra p rdido 1 pa o que h, bía hel' da-
o de mi mayor. i he d jnzo-ar p r 1 que yo n-
ía, tod 1 que rOllC ac stumbraba hac r c nmig
ra lo m j r y lo n1/ eficaz que e podía e coger para
despojarme de mi bu ua cualidad s y para llenarme de
ici .
Me he detenido de pr p' íto contando esta" co a..c;, por-
que no el' ía que llegara nun a 1 punt n que había de
aIpar 1 má fUI1e t de lo re ultad que tuvo la tor-
eza de mi amansador. T o puedo habhr de o III 1-
quiera recordarlo, in llenarme de vero-üenza y de de pe-
ho. Pen al' en ello es pen~ar que mi suerte, que pudo
el' <.le la má envidiable, vino á ser de las más n gras;
que mi carrera quedó truncada y p rdído mi porv nir.
Aquel dia ólico abu o de la e puela y aquel maIde-
-ido bozal de hierro me hicieron . . . me bici r n . . .
l me atreveré á decirlo 1 . . . i me hicieron coleador!
Este infortunio parecerá in ignificante á muchos que
ignoren qué cosa es hacerse coleador un caballo. Hacer e
coleador ignifica incapacitarse para lucir las prendas más
recomendables; significa no poder el' u ado ni comprado
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por algún hombre rico y aficionado inteligente que sepa
cuidar y man jal' los caballo, que no nece ite agobiarlos
con el trabajo abu ando de su aliento, que tenO'a pinO'ües
potrcros y pesebreras bien aba t cidas; ignifi a vel e
condenado p r toda la vida á ser bj to <le zumba y di-
characho. Que el 10m bre que mire mi de gracia como
de poca m nta e figure hab l' e perado en u adole cencia
pertenecer á la má el vada de las clas s ocial s, brillar
p r 11 tal llt y nadar II comodidad ,y que un r vés
d f !'tuna ó una enfermedad cerebral 1 ha c ndenado á
n el' má ue p rtero de oficina Ó r particJ r 1 p ri' di-
e s: así podrá tener una id a, aunqne imp docta, de 10
qn fn' la ruina de t da mi p ranza".
ca pI' O'untal'á algún uri o: 'i Y qu', tenía que
ver el b zal d hierro on el coleo 1"
i h 1 ~ e infernal in, trum nto me la timaua la na-
riz ha ta el punto de d jar de cubierto el hue . El do-
lor y cierta desazón n I'viosa que 1110 hacía ntir exci-
taba en mí un violent deo, una necesidad Íl'r i tiblc,
el 30'it31'ru de alguna manera; . como el ú ie de mis
miembro que e taba en libertad de mov }'C'e era la cola,
no p día d jar de a udirla. L e p laz y más que
lo polazo, l mi do de experim ntar al~n , contri-
buían p derosamente á hacerme eutir aquella fatal ne-
ce ü]ad.
] pe r y lo má tri te que, una vez ad 11111'100 el
hábito d colear, n hay nada que pneda de ,rraigarlo.
Geroncio, no bien not' que yo empezaha á contraerlo, y
que e o l de acreditaría á él Y le valdría amargo repro-
che de D. Ce"áreo, e aplicó á apalearme la e la con el
guayacán d u znrriago cada vez que yo la movía;
pero ,i e remedio acrecentaba mi mortificaciones,
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o produjo el efecto de corregirme del maldecido re-
al io.
~Incha semanas hacía ya que me encontraba en po-
r de GeronC'io y D. Cesáreo le había mandado de ir
petidas vece q ne le llevara el p tro porque quería ver-
el'oncio le mandaba re ponder q u el p tI' ba bía
muy bueno; pero que 110 había a abado de arre-
nt raIn nt ; que acabaría en uno ua t dí Y
u iría á llcvár 1 muy Ironto.
] 1'0 lnel' ed :.í. bab r e cuchad cierta con el' a -io-
abía muy i n cuá le l'an lo d . igni que abri-
l muy bellaco' y a. í no me orpr >ndí uand, n
¡na madrugada montó otro cahall e l' unl n d s
'mpinche uyos y, 11 v<Índome del die. tro t IllÓ ,1 'ami-
d eí rta población alg o di tante n qu iban:i cole-
rar e una 11 ta. Debo 'onf sal' ue, á fin de tenerme
~r pUl'ud< para. aquella xpedición, me había d jado des-
an al' y me ha ía cuidado un p (' durm.t \ alguno día ;
, mo también que, n la po uda. del pu bIo á quc no
ra ladamos me di r n muy bu DO píen. o y !.'iempre
admini trar n á tiempo, no ob tunt qu' (j-cl'oncio
r
(. el ver muy rara veces en su al jamient y pa ' las
)rim r:¡ v intieuatro h ras que iguieron á nu tra Ilega-
l" n una ca. a donde se jugaba.
Alnan -i' el día en que d bían empezar la fie ~ ta y
D su prinleras horas me atnrdió el repique d la cam-
mna y 1 tra neo de los cohete con q ne se solemnizó la
¡ ta de igl ia.
Á medi día salí llevando á cuestas á Geroncio, quien,
uniéndose con unos cien jinete, partió para. el po-
r ro en qne e taban recogidos los toros que ba Ían de
idiar e en la plaza. Al entrar en ella lo toros y la
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enredado en el rejo. Me levanté loco y ciego y corrí
nétieam nte ba tu e tl'ellarm con una de las barrera,
ea una de las cerca, de los ángulos de la plaza, por
bre las cuales y por entre cuyos inter ticios miraban mi-
are " de p r 'onas el tUlnultuo o e pectáculo. Deteni o
llí pero aguijado por la illa que aún no e me había
pI' ndido, eguí mi v rtigínosa carrera por el rededor
la plaza, timulado, aplaudido, ilbad y má y má::;
n] )<] lIecido por toda la tu 1'ba que era te tigo de mi de '-
Jntnra. -r a yo haoía d jado ~parcid ]0 mí " r frag-
nto de la lllOntura, cuando sin abe!' óm me entí
t nido, agal'l'otado . acado d la. plaza. En la po ac1a
lcallc' á oir ] qu jido" y] r lliego d ronci ,que
había qu dad ,por fortuna para mí, en e tado de se-
uir tomanu parte en]a malhadadas ñe tu .
Á lla concurrí' el mayordorn de mi antigu amo
. Prú pero y tuvo ca . i n s s orada de YQ!:.!!!Q y de
OIloccr que yo era el potr vendido á e áreo.
'te supo de boca del mayord 1110 ]a hi toría de lo
cnrrid n la fíe ta, con lo lue tomó uu berrinche
ue hizo d r;::aparecer por un día entero la plácida ex-
re í'n de u fisonomía. Luego puso en movimiento á
do ]0 muchacho y peones de la hacienda á fin de que
e averiguase mi paradero y uno I ello. di' conmigo en
na po a la que e halla a á mitad lel camino del pueol
le la fiesta en la qne Geroncio todo contu o y maltre-
~llO e taba bizmándo e de cansando y trata~do de reco-
rar fuerzas para continuar el viaje.
l,Ii amo me recibi' de tan perver o talante como si
. , en vez de ser víctima, ,hubiera sido autor de las barra-
)U adas de Geroncio. Por fortuna con todo su mal hu-
or, viendo mi extenuación y las seflales que llevaba en
3
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la nariz, en los ijares y n t do el cuerpo, no pudo toma
otra det rminaci' n que la que t m', e t e ]a de bacerm
s Itar en el potrero más abundante n p st , ordenand
en ton en' rcrico que no e me toca e ni e ln inq ui tn
e n ningún pretesto ha ta que me hallara en el mi mo e
tado en que me hall ha antes de ir á mano del villall
aman ad r.
E8te desvcrgonzado, según ]0 sup de b a de un ca
marada que fué te tigo de ello, vino algun s día d 1 ué
á p dir 1 pe g de mi amansamient. r ntó ele á D
Ce ár o con la ab za entrapajada, con un Lraz
trill , c. bizb' jo y con air d lient v c ntrit .
nv n( ~ iÓll le c nt t' á mi ~ >fí r n mucho
. dánd 1 1 tratarni ent de 'lll ¿ (1 mo / p er
om > ár o vi ' que había dad n bIan
á levantar Illá la v z y á emllear
injuriosa, con 10 que r ncio e ulfurú de 1 bn no
ill'lllt' á áI', 1 vo, eó y 1 tr3 t' u
mi rabI, ha ta que lui amo, de 1 u',
lo má ,agrad que no le daría un havo am naz' al pa
tán con d man larIo por lo daño qu había can ad á u
p tI' de tanta e timaeión c mo y , y vo)vién 1 le la e
paldas se retiró á 1 interior de la casa.
"
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OAPíT LO IV
·~lAR.IO.-nine tnr mat rial y mal star moral.-Melan ólica. l' n ,'io-
n : y propó ito de cab llauo.-Adqui ro do bu no amigo y iO'o
un exc 1'uto ons jo.- ualidad s d mi nuevo amigos.- lercn-
gu du. principio á. u bitorü .-Alarmante int rrllpción d
htto.
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36 EL MORO
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stada con su odio a pre encía. . Yo soy ba tante ágil
ara altar lo vallado y la zanja que en uentre en mi
amino y ba tante fuerte para alvar montaña y para
trav al' río. En el viaje únic y bastante cort qne he
Icho en mi vida, he vi to pr entárseme uce ivam nte
ucha llanura dilatadas y muchas y muy 1 janas sie-
I'a ; Y á varios de TIlis Sel jant s le h oído hablar de
i r1'a á d nde no han II O'ad ÜlO de pué d camin r
)01' emana ent ra al travé <.l terreno d poblado : el
und in duda ba tantc e pacio ara brindar mora-
a y u t nto á los animal 8 qu quieran vi ir libr é in-
ep ndí llt .'
1 principio no admití ta id a má qu e m una de
Inta que pued n er ir para dar ejercicio á la fantasía y
ntr tenimiento al ánimo; p r á fuerza de rumiarla
ine á familiarizarme c n lla y á formar el proyecto de
asar á nado el río que por un co tado cerraba el potr r ,
de em} ezar á caminar con con tancia y siempre en ut
i ma direcci' n hasta que diese con la que para mí d bía
e s r patria ad ptiva.
al e ios i yo habría pue to por obra mi de cabella-
da resolue;i' n, y cuántos trabaj me habría apar jad mi
t meridad, i durante el ti mpo que yo había re uelto
lejar tran currir ante de cometerla, á fin de recobrar el
vigor que eroncÍo me había h cho perder, no me hubie-
ra deparado la nerte un amigo prudente y experto que
e apartara de mi loco de ignio.
ierto día, cuando meno lo esperaba, vinieron á sa-
carme de mi melancó1iea abstracción d s relinches que
onaron nmy cerca del punto en que yo staba. Le anté
la cabeza y qu dé agradablemente sorprendido al yer que
se me acercaban dos caballos, grande el uno, zaino y de
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EL lORO
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;;-.
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30
no podemos vivü·
ue e tá en man
p c rbitante que le
n p r ella úuicalll nt p r q n 1 ha cobrado cariiio
1 han co ra II mujer y u hijos. Ir vi to tam-
hi' n y tú v'erá tal ~ez en las haci nda caball VlCJ s é
inutilizados á quien s jubilan y mantienen desintere ada-
111 !lte n atención á 11 antiguo. servici Por último,
i 'e hubie ra r alizado tu sueñ ,habría ido á pasar en
a] o'ún d siert trabaj s más Cl'Uele que los que has p a-
l en mano de G r ncio.
nec ito afirmar que antes de lue Iorgante aC'a-
bnra de di cnrr1r, me tenía supera bundantemente cou-
encido y aún medio a ,'ergonzado de mi falta de se o.
El roanito que COll MOl·gante había venido al potrero,
ra jovial, vivaracho y bullicios ; varia veces babía in-
terrumpí]o á su com pañer con ob erva iones pr pias
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M 1
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y cuyos moradores son en u mayor parte leñadores y car-
bon ro. Ello mismo trasportan á la capital 1 ,. pro-
d uct de 11 indu tria y lo ha en en be tias de carO'a de
la peor calidad la cuale se crían y pacen en lo llli. mos
montes de donde sacan la 1 ña. Por de c nta ,entre
ella nunca e ha vi t una s la que e t' O'orda y lucida.
Lo vecino de la a1era que van á B g tá con sn re-
na e reunen n cara ana para vol r á 11 ti rl'a.
d. va a á la ciudad y lo hagan alir p r el ca-
min d l orta, t ndrá oorada c ione e ver aqu 11as
alegre artida de viaj r : V u. v rú mucho 11 mbre
y mucha mujer s cabalgand
La muj r) ' van J)tada ~ bre la tiznada nj, lrnac, in
trib y in ap y ningull. Lo h ll1 re van á h }'ca-
jada, c n 1 pi rna. xc . i al ent a i rta , gl'a ias á lo
abultad d la njalma y dejando o eilar 10 pi . Lle-
van 1 01Jl urer s c n fu nda de cuer d terner qne
u an c 1110 precau ·i' n indj pen able (' ntra la lluYla .Y
llovizna (]n n fr 11 ntí ima en la húmeda r gión en
qu tienen 'u d mi ·ili En las do primera 1 gua ]el
camino van á toda la carrera d la be ti.. a1'r ando con
gritos y c n cha qui 1 d 1 s zurriago á las qu van de
va ÍO; y , 1 e detienen en una que otra venta en que
aIO'un de 1 d la partida co vida á tomar un r frigerio
á 1 que ya lo han oh equiado ' á u partí nIare a11liO'os
.Y a11 O'ftd . . cuando alen de la venta aO'uijan con O1á
abinc á BU cabalgaduras para alcanzar á 1 que van
adelante. í llegan al pie de la erranÍa que ti ~en que
tra montar, y el viaje e hace d de ese punto e n menos
precipitación y menos bllUa i bien no cesan la conversa-
ción, 1 gritos y las carcajadas.
Yo nací en la Calera de una yegua de mi minmo color,
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42 EL ~IORO
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AMIGO NUEVOS 43
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unos bejucos repugnantes y medio podridos que estaba
enredado al pie del e'pino; halléle al rna ticarlo cim'to
sabor que no le había hallado la otra veee que lo había:
probado, y era. un abor ill á e a alada que no me pare-
ció le agr¿ dable; incitado p l' él ma qu ~ mu ho rato,
ha t u f rmé un bocad qu, no sin r puo-nan ia, pude
trao-ar, La quijaua me dolían y no qni ' p r 1 pronto
Seo-I11r nla ticando aquel aliment , ino que me dirigí, tam-
bi ~n por la milé ima vez, hacia una mata de bu na y rba
que m había ro ocado nluch y que e taba d dedos
má allá del punt á d n e l nd nado a tI' lne per-
mitía II o-ar; , ta z ntí con orpre a que p ía p al'
de límite mordí la me ta n licie in .. lli a l , dí
nn pa o, y do , y tl'e y omp é á, tr tal' par ·i "nd . mo
un ntirm duefi (le mi m vimicnto .
d. habrá aído n qu aClu na e a al da que y
ba ía ma cad y triturad ra 1 luz de mi cab zal que
se ha í, confundid con 1 E laz tal a muy
sncio y a id a mugre e salada, 'uale niera
qu "n u orig n y u natural z~.
La libertad que babía l' cobr] era bi n dulce; pero
ella no mitiga a 1 hambre y la 'd que me 1 v raban;
e ta última nece ¡dad era la que má me apretaba y l ins-
tinto y la memoria me advjrtieron que como podí ati-
fac rla pront era bajando al camin d 1 rt, n 1 que
babía d hallar un arroyo de agua abundant y cri tali-
nas que lo atrav aba. Un cuart de b ra haría que e ta-
ba yo como el vado en me io del arroyo bebiend á lar-
go trag s y levantando la ca eza de cuan lo en cuando
para aborear el fre co y regalado líquido, cuando me ví
enrollado en una nuro rOBa partida de be tia njalmadas
y sin carga que much s arrieros iban aguijando con
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.AMIGOS NUEVOS
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Sabana pal'a a<Yuijar á lo cabanos cuando e e ·ha la reco-
gida, no intÍtuuron quc debíarno ir á la c 1'ra1 ja. D b
advertir que 11 rgllnt e no había r unid un mo-
mentos aot . y ne fn'., lo mi mo lue 1 hi luitÍn, t stig
de un acto lnÍ que me llenó de v rgüenzc v d \ de pe-
cho: n bi n ví caball s Ds:il1ado y montad , · leó lllU-
q 11 inalr ente.
Aqu na ida á la corral ja me cau Ó [llO'una z zobl'u:
y e taba muy bien hallado con luí p tI' r
na c mpauí. de <in n ',} di frutaba, y no ría. In. ravilla
1 qn) el amo hubi e {] terminad 1 rivarmc de una y
otra co a, y a puner punt á mi' vacacion ti.
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CAPíTULO V
UMARIO.-Gracio o engafío qu suCre D. CcsÚreo.-l\f1i dato Robre la
vida lle Ierengue.-D fecto ele que adolece y disertación d \ l\I 1'-
gant nc rca de él.-l\Ierengu ,continuando II hi toría, pinta una
e cena de familia.
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EL MORO
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ner paso; ln refirió que en cí rto viaje de unas tres
O"nas que había hecho con Eduardito (el mayor de los
iüo) é te se había estr peado tanto, que el al borozo
Hl que había principiado la jornada se había trocado en
anto much ante d terminarla; que 1 calzones se )e
abían l' cogido, que la pi rna y otr part s del cuerpo
~ le habían excoriado hasta 01 punto de que arle p gadas
la l' pa y aún :i la illn, y f:inalm nte que el Dr. Banalltos
había vi to f rzado á llcvar al ni.ü en la d lantera de
l ¡Ila.Y á bus 'al' un llluchach que, montándo e en Ie-
110'11 ,1 'ondujera á la oasa.
-Lo qu calla, probabl mont p r m d tia, le dijo
q nc tion' ) rabio do re istirto, cl13ndo
otra be tia :i edil' d ,1 itio n (] no te 111011-
n y de tl'O iti n que e te ant ja J < rarte encabri-
in lot , andan lo hacia atrá y levantando la anea enan-
te' azotan. E te d fecto de luce todao tu buon.. pren-
a y uno de 1 que dc pojan á un caballo de tudo el
al r qne pudiera t n 'l'.
quí dí y un u pir ., jr á ser p ible me hubiera
ue to colorad. Pero, . admíl'e e el lect r t, con \"'e1'-
Ü liza y todo, dí un par le e le ; y para di imular, hi e
demán de ID rderrne el co tado, como ara e pantar UIlO.
quito que no había.
-T ng una excelente excn~a, dijo Merengue: ese do-
cto 10 tienen t do lo chiquirritines como yo.
-Cana, mentecato, replic' el otro: el que peqnen lo'
má no s excu a del pecado: tú mi ' mo confie a que
1 re abio es un defecto, y a í no puede di culparte ni aun
ignorancia.
-¿ y por qué, pre~nnté, es esa nulid~d tan común en
caballito pequ ño ?
4'
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50 EL MORO
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~ '(JIJ.ELA Y
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tratante en caballo, no se distingnÍa mucho por su amor
á. la v rdad, tenía por si tema, el decir de CUt ndo en
cuando, alguna que viniese en abono de sus demá a. evera-
cioue '.
Pretendielld t ntar 1 vad qlli o también que yo,
montad por D. Antero, fuera pr sentado en la calle de
la capital, así como lo padre d una muchacha que la
pres ntan á la sociedaJ cuando gui ren salir de lla y dar
á ent ndel' con dü,imulo que está á. di -'posición de quien
qui ra. llevár ela.
n Rog tá h, y Qi \mpre an ei nad s que paran la aten-
ci.ón en los nu vos ab,11 s que se presentan: 10. inteli-
ent tún en ac cho d ca in . para ]Jac r un bu en
n g cio, como 11 len ha erlo i lo dn i1 1 10 caball o
qu 1 l1am n la atención no son muy .' p l't : l . afi-
i llad . 1 gos andan i mpr t \ntad s del ant jo de t n r
un llcn caballo n u se pu lan lncir; y, aun lue jamá
bayan le ati facer tal antojo e regodean c llt mplando
una be tia herm ' y di tinguida rumiand la ilu i' n de
ue son duefío de ella y la de ql1 i no adquieren esa
bestia, e porque aguardan hacerse con otra m joro
ontaba D. Anter que en toda. su vi la no e había
vi . . to en aprieto como l que lo lnartirizó, mientra estuvo
exbibiénd me por lo' paraje públicos de la capital. Yo
e taba ba tante bien adestrado I ara que á. m} jinete no le
fuera n ce ario ir In vi 'ndom la rienda ni timulán-
dome de ninguna manera; pero como yo no había visto
nunca una población como B O' tá; como en la calles me
sentí aturdido por el e truendo de lo carro, p r la voces
y 1 andar de la nluchedumbre que iba, y venía y e cru-
zaba por donde quiera; como ntre los o deto que iba
viendo por entre una e pecie de nie1:>]a que ca"i me cega-
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E CUELA Y BAUTIZO 65
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ESCUELA Y BAUTIZO
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CAPíTULO VII
SUMARTo.-Auto-bosquejo del autor interpolado con teorías muy meta-
fí ica .-Pintura del Tu rto Garmcndía.-Vi ' ita qu hace á mi
amo.-Cómo mi amo salió de sus perplejidadc cuando m no lo
pen aba.
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70 EL MORO
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76 EL MORO
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MERENGUE Y SU CITARLA
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ESCUELA Y BA "'0
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EL MORO
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]0, no tendría más atractivo que un coche 6 que otro ina-
nimado aparato de los que facilitan la locomoción. El
principal hechizo que tiene el caballo para el hombre,
con iste en que éste, cuando va montado, se ufana y se en-
vanece, sintiéndose á la par má vigoro o y más gallardo,
y se figura su persona embellecida con ]0 q ue embellece á
su cabalgadura; goza tanto o tentando lo atractivos de
que cree adornada u propia per ona como ost ntando Jos
ajenos que temporalmente ba e sUyOE!. Y es de notarse
que el caballo que antes de ser montado 10 parecía á su
jinete desprovisto de perfecciones, suele par cerle más 6
menos elegante cuando vá obre él.
El cabano, á n vez, i nte la propia elación qu po-
see á su jin te; y puede d Cll' e que, en ciertos momen-
to', el espÍl·itu que anima al jinete y el que anima al car
allo no son sino un s lo y mi mo e píritu. El jinete y
1 ca allo compenetran.
Cuando conozco que mi jinete es torpe y desgarbado;
cuando ecbo de ver que e trata oe jornada larga y labo-
no a, me contengo dentro de ciertos límit , i bien me
suelo complacer en a u tal' al jinete á quien cobro se-
ñalada antipatía; cuando me monta una muje!', procu-
r~ convertirme on una máquina, pero en máquina
inteligente y obsequiosa que sabe servir al pensa-
miento.
Cuando considero cuál es el ascendiente que ejerce la
mujer sobre el caballo; cuando recuerdo que he visto ca-
minar con sosiego y con aire pacífico, con tal que lleven á
una mujer sobre sus lomos, á varios caballos que sólo los
jinetes consumados podían montar sin peligro, me con-
venzo de que no hay exageración en nada de lo qne dicen
los hombres, cuando encarecen el poder y el prestigio que,
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en cada uno de ello y en u sociedad, ejerce ]0 que ellos
llaman la hermo a mitad del linaje humano.
Fuera d 1 brío genuino, hay tro, falo y artificial, que
es el de lo~ caballo in rte y apático p r naturaleza, á
los cuales han enseí1ado lo picador á t In r 1 pu la, el
azote y los ruido y movimjent súbito 'apaces de a ns-
tarlos. Las be tia s que ti nen ese brí e animan cuando
la aguija, dan un repelón y en eguida van acortando
gradl1ahnent 1 pa o y ntregán o e á su :fl jedad nativa,
ha ta qu, timulada de nu \'0 se agitan e turdi amente
e n de ord nado movimiento, para v Iv r p e de pué
á r ·lam r 1 e tigo. Tales b tias af tan r r que
u jinet ti ne a unto ue tratar n 'uanta per-
ona encn ntra, pu si mpr \le v n venir alguna,
aflojan 1 pe ,y al fin e paran i no han entido
1 efectos del enojo que u tor eza ex ita si mpre en
el jinet .
racio o lan es curren cuando en un camino se D-
cuentran d in ividuos que cabalgucn en b tia de las
que creen que n todo n uentro e de rigor parar e y dar
lugar á UD coloq lIio. ada uno pien a que el otro ti ne
alg que d cirle; e salndan con tibi za; se preguntan
mutuamente con lo oj s qué e ofrece; ntre atufados y
corrido, no hallan qué decirse, y al cabo igu n de mal
talante u camino, sosp chando cada cual ue el otro ha
querido bromear con él.
Protesto que no ha sido la vanidad quien me ha dic-
tado te mi O/Uto-bo q1.ujo. Para formarlo no he tenido
que hacer otra cosa que repetir 10 que acerca de mis cuali-
dades he ído r petir infinitas vece á lo conoc dores que
han tenido oca ión de con iderarla . eo lue al alabar
algunas, me he quedado corto si comparo 10 que he dicho
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con lo que la han decantado mis dueños cuando han tra-
tado de venderl e.
é que no e. toy, como los hombres, moralmente obli-
gado á. guardar mode tia; pero é también ue el mundo,
gran patrono le vicio y de de órdenes morales, confun-
diendo por única vez sus máximas con las que emanan de
lo principio más elevados cond na á los vanido os y lo
castiga con el azote má duro que tiene en sus manos, que
s la burla. ontemplando e ta co as yo no me habría
atrevid(J á d jar de el' mod too
En 1 capítulo anterior habíam dejad á mi amo D.
ár ind Ci80 en rd n al d tin qne babía darme.
AllOra v y á r f ru eÓ111 in uc él hubi J'a salí 1 de u
p rpl ji ad, vine á pasar á mano de otro du ñ , ' para
ha lar c n propiedad, de otro t nedo!'. Pero para que se
mpr nd bien lo gra e y 1 terrible de e ta cr1 i, s in-
di pen abIe que yo presente á 1 s 1 ctores un retrato del
Tuerto Ga'l'mendía.
El Tu rto armendía, por una irrisión de la suerte,
había recibido en la fuentes bauti male el nombre de
Era hijo úni o de cierto campe ino acomodado
que residía en uno de lo pu bl s comarcano, y andaría
en la época á que me refiero n los treinta y d s años.
e había tratado de educarlo, pero e fugó del primer co-
legio n que se le colocó y fué e Tpulsado d 1 s gundo.
Apenas i saMa leer lo iropre o y garrapatear su nombre.
us razonami ntos iban siempre puntuado con vizcaíno.,
empedrados de voce iDdecent s y salpicados de oh ceni-
dades. Si quería declarar una idea q ne pudiera expre-
sarse de más de un modo, él escogía, sin equivocarse
nunca en la elección, el modo más grosero y má vulgar;
y, si uno de tales modos era obsceno, seguro estaba que
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dejare de preferirlo. Era un mozallón fo'nido y n1uy
e forzado. Le atravesaba la frente, de la sbn izquierda
á la ceja derecha, un mechón de pelo. Su <jo izquierdo
ra reventón y parecía que sobre la pupila b había caído
una gota de sebo. Su carnes el' n abund tes y flojas,
su color, el del pergamino. Su tez parecía a mpre sudo-
sa ó má bien, erubad urnada de gra a. LOE pelos de la
barba se le podían contar desde l j El ah de su enor-
me som br ro se desmayaba y formaba un pi< por el lado
del' cho, merced á la t quedad C011 que lo tntaba. ada
vez que u aba de una de BUS co ,la mantjaba como si
e a fuera la última en que babía de servil' e ( Ha. ~ ,-
tapaba la b tollas d brandy, y de c rv za egol1án] ]al3
de un revé de su euchillo. e 1 r ciaba mwho e jinete
y de aquer, y efectivamente sobr salia con tal en todo
lo que exigi ra fu rza y brutal atrevimimto. saba
zalnarros * xc ival ente anchos y re ba< ,de cuero
de p lo muy largo; y puelas en que se balía gastado el
hi 1'1' de que pudi 1'a hacerse un buena larra. uau-
do iba á caballo, lo zamarros pendían ,obresaliendo
del estribo más de un palmo. Su znrria~o ra hecho
de un disforme garrote de guaya án. N Ul a dejaba su
cuchillo, que le pendía de un cinturón btrnizad por
la mugre y lustrado por el uso c ntin~(). También te-
nía un trabuco, pero ólo lo llevaba coruiO'o en oca-
sione solemnes. Su padre ]0 había habiltado más de
una docena de veces; pero él babía disipalo el dinero
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EL TUERTO GARMENDÍA 77
-Es que es muy manso; ya ]0 ha montado muchas
veces.
- ada, D. Cesáreo, yo me llevo el moro: me gusta
y se ]0 pago bien.
-No puede ser; no puede ser; nunca he pensado
venderlo.
-Vd. nunca ha querido hacer un negocio con migo.
-Tendría el mayor gusto en que hoy hiciéramo
uno; pero ya le digo. . . .
- i E que Vd. está pen ando que mi plata no vale lo
que vale la de cnalquiera otro?
- o e lne amo tace, mi D. Lucio ; Vd. debe e tar
seguro que y le tengo aprecio. . . .
-Qué aprecio, ni qué . . . (aquí dijo una expresión
que por respeto á los lectore tengo que omitir).
-Mire, mire, por Dio, mi amigo, lo que le digo es
la pura verdad. Si Vd. quisiera más bien uno do los ca-
allos q uc están en el potrero. . . .
- i No dice que son ajenos?
-Pero . . . pero . . . pero es que . . . que tengo
recomendación de vender algunos de esos.
-N o me haga tan cotudo. Yo estoy cansado de
saber que esos on los mochos viejos y dañados que Vd.
bace convalecer para metérselos á los p . . . (aquí tam-
bién omito una palabl'a). Pero yo no soy de los que se
dejan clavar por un viejo miserable. i Ya lo oye? _
D. Cesáreo se requemaba de ira. Se le babía enron-
quecido la voz, y la cara s.e le ponía alternativamente muy
pálida y muy encendida. Se echaba de vel' que, de mil
amores, habría pateado y echado de su casa á aquel bella-
co; pero mi dueño amaba sobre todas las cosas la tran-
quilidad; y, como todos los que aspiran únicamente á ese
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78 EL MORO
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EL TUERTO GARME~DÍA 79
hizo por mí el sacrificio, que nunca olvidaré, de decirle
á Garmendía. que ellos también podían venir á almorzar.
Por fortuna esta amable invitación no fué aceptada.
-No se puede; no se pued. Mire, D. Oesáreo, Vd.
no me emboda. Vd. no me d ja el caballo porque cree
que soy un tramposo; y á mí nadie me trata de tralD
poso. i Ya lo oye ~
El miedo, la indignación y la angustia me habían re·
ducido á tal estado, quc ya me fué imposible seguir oyen-
do el diálogo. N o volví á oir ni á ver na.da ha ta en el
momento maldecido en que sentí que el odio o Tu rto
me echaba encima su sina sin poner sobre el asiento los
estribos ni la cincha y dejándomela caer so re los lomos
desde muy alto.
Montó, me dió un rasgón * con las espuelas, me dejó
andar un corto trecho, me dió una sentada que estuvo á
punto de hacerme ir de espaldas; y despidiéndose de D.
esáreo le dijo: "Por sus quimientos morlacos (pesos)
no tenga cuidas, que una noche de esta los gano, y . . ."
El ruido de un zurriagazo con que, para hacerlo seguir
delante, envolvió al caballejo en que había venido, im-
pidió oír el fin de la frase. Poco se perdió, porque era
bien sabido que de la promesa que ella encerraba nunca
había de vol ver á acordarse. ~
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CAPíTULO VIII
SUMARIO.-Prendido al pecho.-Urgencia de marchamo .-IIacemo
lune.- o vamo, pero . . . no qu damos.-No. vamos, no
vamo , pero volvemo tí. quedarnos.-l\Ie hacen acar íuerzn~ u
flaqu za.-El grande a unto que apremiaba tí. nl'm ndía.-Que-
branto el ayuno.- onozco tierra nueva y nu va' a"'uas.-Yiílje
por agun.-¡ Ti 1'1'a !-En mie aj na.- igo un diálogo alarmanl .
-Continúo mi viaje.-Dulc afecto y 1'i ueñas e peranzas.-En
la pu rta do IIatonuevo.
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sobre un empedrado escabro í imo, que había de mal-
ratarmc cruelmente los ca co , por estar yo entonce sin
1 rrad uras. El Tuerto des a pareció y no volví á verlo
la ta cerca del anochecer; villo á 1110 trarIes á uno ami-
os que lo acompañaban la que él llamaba reciente com-
ra. Propu o á uno d e11 que me monta e ara pro- í
arme, y él, que no deseaba otra cosa, estuvo al punto
obre mi l mo.
- i Á que no le prendes al p cbo ~ le dijo al jinete
no de los circunstante.
-¿ no n? Ah ra verá. Y me abrazó con la
ierna , clavándome la e puela en el pecho e n todas
us fu rz .._.
Mi !>rimer movimiento fué el de mirar con el rabo
1 jo 1 instrumento del martirio qne se me ha ·ía su-
ir· pero sentí a lnel1a c ntracci' n e 1 asm6dica que
ompaña y pt'oduce la brincada. La que yo e('hé en
IU Ha oca. ión fué violenta y prolongada; pero el pí aro
ue me había prendido, e mantuvo firme como i hubie-
echado raÍc en la il1a.
Me volvieron á atar y tornaron á de aparecor, y yo
tu ve clavado en el sitio en que me dejaron, ha ta cerca
la me ian che, padeciend los tormento de la rabia
potente, el can ancí, 1 hambre la ed y, en las últi·
a horas, el frío. Ademá me dolían las patas, las heri-
a de lijare, la boca y la nariz ]e pedazados por el
• no y el bozaL
uando hube llevado á armendía á otra casa del
·smo pueblo, en la que iba á pasar el re to de la noche,
soltaron en una manga repelada, en la que no había
ás agua que la de un cañ n que dos cerdos habían
cho varios hoyo para revolcarse en enos.
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Oí que Garmendía di' or len de que á la mañana i-
gui nte me e gie en y en illa en muy temprano, porqne
tenía mucho que hacer.
Pa é la noche bnscand hierba en 10 mi mos lngare
en que ya otras mucha L tia la habían u cado inútil-
mente, y acudiendo al arr yo á hacer e fuerzo por ven-
cer la repugnacia que me in piraba el cenago o líquido.
11e en illaron y me pu ieron el freno p o de pué d 1
amane er, y me dejaron atado á la puerta le la ca a, n
s ore un empedrad, como 1 día anteri r 1110 obre un
fangal, en el que permanecieron hundido mi pi s. fil
D. Lucio tardó cinc horas '11 1 vantar e. El mal sta
qll y u tía 1'a tan into] 'rab1e ne ca i me a1(,O"1'6 d
v '1'10, pues e pcra a quc, c lIlO tenía 'n11Jclw que lwar, m
m ntaría y si luiera mc haría variar dc suplici .
Pero él alió ha ta 1 extr mo d la can; puso
conver ar con un s polizones y con do de u amigo qn
encontró allí; luego anduv g-andul and on e1l po
otra call y t m' aguardiente n d ti nda. R petí
ue tenía qu irse y que se 1 había h eh tard p l' Il
11eO'a1 a á de prender e de los c mpañero. IJegó á p
nerse los zamarro y á Itar el cabe tro, p ro nt' nce
uno de lo camaradas le dijo qne i iba con ~l al billa
él 10 acompañaría luego. Fnéron al billar y yo e tuv
oyendo por co a de do horas los gol p s de la bola,
nan o volvieron ca. 'eron en la cuellta de que no había
almorzado di cutieron largamente obr si alm rzarían
no en el pu blo, re Ivi l' n el punto afirmativamente
¡;:e encaminaron á la ca a en que habían de almorzar.
eso de las dos de la tarde, parecía que ya e iba á empre
del' la jornada; pero el vagabundo que debía acompañar
Tuerto había olvidado hacer traer su caballo y hubo q
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sperar á lue se 10 trajeran. POI' fin montaron. 1i abo-
recido jinete me dió el rasgón y la entada de ordenanza;
ne dejó andar un poquito, y e volvió hacia la. plaza, en la
ne topó con otro virotes qne andaban también á calJaJl .
irigiéronse todos á una tienda, tomaron eerveza y ell-
endieron cigarro ; m ntar n y picaron en ademán de ir
mprender el iaj ; pero al pasar por otra tienda, e
e montaron, volvieron á beber, y salieron con aire de
ni n tá ya expedito y 1i to para marchar ' . Ya mon-
ad ~,empezaron á altercar: uno in taban para que toda
a compar a tomara 1 camino d cierta vellta di tante en
nele la chicha e taba muy bu na; tro in itaban á 1
C1l1ÚS á eguir para un pu ' lJlo inmediato n que vivían
é qué muchacha ; el punto 110 lleo-ó á deeidil" e; la
i cu 'Íón, que se bahía acalorado, l e ecó 1 ' gaznat ~, y
uh que yol ver á una de la tienda á l' fre ~ cár~ el .
n s guida se di 01 vió el grup ,el apar cí 'nd algunos
tomando vario . . la direcci' n de la venta y vario la del
ucbl de uc haoían hablado. arm ndía e q ued' t da-
ía e n sólo un cqmpañcl'o, anduvo y desanduvo muchas
al1es buscando á no é cuál de lo ' que e habían dcsapar -
id ; 10 encontró, pero mientra c nver aha con él le
rdió aquél con quien lo había bu cado. En esto se apa-
c1eron inopinadamente trcs de los que habían partido
ara el pueblo en que iban á ver mm'hacha ; el Tuerto
reconvino gr 'eramente increpándole el que, con el
n de separar e de él y de cabullírsele, habían fingido la
tención de irse á aquel pueol ; uno de los tres entró
explicaciones con ánimo pacífico; armendía no las
eptó ; di vidiéronse todo lo de la pandilla en do par-
a]jdade~ c engrescaron y armaron una chamusquina de
dos lo. demonios_
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Anocheció. Garmendla re ... o 1 i ~ quedarse en el pue-
blo. Me desensillaron y fuí á dar á la mi ma manga qua
la. noche anterior. Allí habría yo muerto de ed, pero llo-
vió copio amente, se recogió alguna aO'ua limpia en las
partes má bajas de la manga y pude b bor á. contento.
Si la relacióll que acabo de hacer de lo que me suce
dió en 1 s dos primero días que pasé en poder del Tuer
to, ha sido tan monótona y tan enojo a como ha visto e
lector, t cómo serían para mí e os dos días y otras d
noches en que se repitieron las mismas e cena y en q u
apuré la propias amarguras?
El ju 'ves sigui nte á aquel domingo aciago en qll
caí n las uña de larmendla, como á é te e le 1mbj
ag tado 1 dinero que había traído y c m e bubi el
au entado 1 cuartos e t e , l c mpañer
con taha para 1 jue o, d clal'~ de nuevo qn
qn hacer y empr ndjó la jornada. En
riguro o ayun y de forzado r po o sobr empcdra]o
fangale ,yo había rerdido el viO' r y la salud· los pie
ro dolían aglldam nte y no podía pon rlo en el suel
sin xpm-i mentar e tremecimi ntos que me hacían colea
freuéticarnente. El Tuerto se empeñ' en curarme y e
restituirme el aliento á fuerza. de ra gones y de latigazos
y, r negando como nn condenado contra el viejo D. Oes(,
reo, que le había metido carísimo un caballo, sin ad vertirl
que era col ador, me magulló el rabo y el anca á garr
tazo~.
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DE TODO UN POCO 85
on quien aquel holgazán había contraído amistad en las
aUeras de la comarca.
En hablar ociosidades y nadería sobre gallos, y en
urmuraciones contra medio género humano, pasó Gar-
nendía ese j neves, y e fué á d rmir en una ven ta illl e-
iata á la casa del viejo gallero. E a n che me soltaron
n una manga en que había tan poca hierba como en la de
as noehes anteriores. Yo, que ca i no había pa ad un b -
ado de de la madruO'ada del ábado, estaba c ro enloque-
ido por el hambre; hallé un pa80 en la zanja que media-
a entre la manga y un buen potrero; me aproveC'hé de él
me pu e á comer de esperadamente. La hierba era de
a n1 jor calidad~ pero muy e ca a; y, bu cand iti n
ue abundara, me alejé mu ho de la manga. En el 'xtre-
o opu to del potrero, encontré portillo; pa é p r él y e-
uí andand y comiendo alt rnativamente. uando rayó
1 dla, me hallé en una e peci e de p nín nla: y había
certado, no é cómo, durante la noche, que había ido oh -
urísima, á tomar el único camino seco que cOlTIunicaha
quel punto con 1 s terreno que había recorrido. o T"
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86 EL MORO
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8
tado, dí con uno en que el pi o era inclinado y resba-
ladizo y en que no Ille ra dable '0 tenerme ino con
esfuerzos constantes que me iban d jando oin aliento;
mas, por dese perados que fuer, n aquell s e fuerzos, no
torbauan que yo perdí e t rreno gradualmente. En
medio de esta agouía, divisé una garza que se abati6 so-
bre un punto no muy di tant , y que e puso á pe cal',
dando sefial s de t n r la patas 'obre 1 su lo. rroJf.-
me á nado hacia donde tab aquella av , y, má fácil-
tDente y en m no tiempo de lo que yo babía peu8ado,
11 O'ué á de"al jarla. eglú u vu 1 con la vi ta, e p -
ranuo In Hle O'uia.ra á otl'O pun t má cercano á la orilla
d 1 uO'ua 1 l' mi perauza qn dó burlada: el a e giró
r Dei llIa UD rato y fllé 1ueg á perder e en el horizon-
L< prueua que babía hecbo me di6 á conocer que
yo pouía nadar por bastante tiempo, y e to calm6 mi
turbación. irigí una intensa mira a en contorno y co-
lmnuré la parte superior de una cerca de pi dra que las
aO'ua habían cubierto ca i enteramente. Entonce di cu-
rrí: en donde hay asiento para una cerca debe haberlo
ara un caballo; me dí algún de canso y echándome re-
ueltamente al agua, gané el bajío y me coloqué jnnto á
la cerca. Encima de é ta vegetaban el liquen que llaman
arba de piedra * y otra planta compne ta de hoja y tallos
m'nosos y mollare, ue llaman ch1tpahuevo 6 Echeverría.
El hambre me oblig6 á pr bar de entramba. La prime-
;'a me pareci6 un pa to excelente para lo'" caballos de
ronce que, según dicen, adornan las plaza de ciertas
iudadcs mu.v remotas; la segunda, con su jugo vi coso,
e habría hecho vomitar i huhiera algo capaz de hacer
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EL ?lIORO
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DE TODO UN POCO 89
- i Ah malhaya un rejo, para cogerlo y ganarle á D.
Lucío una buenas albricias!
-¡ Á D. Lucio sí que le cogería Vd. albricias! M
las como en . . .
Como yo había apretado el pa ,aunque di imulada-
mente, de de que empecé á oir la conveI ación, no p r-
cibí el fin d la fra e. Fingiéndome muy espantado por
la presencia de un gozque que salió de la venta á ladrar-
e, tomé el O'alope, y, pasada una revuelta d 1 camino,
1 galope se e nvirtió en carrera. P r una v r da, vol í
1 camino que había s O'l1id primer y COlnen ·é ú andar
01' 61 en dir cción opue tu á. la anterior; y, palpitándo-
ne vio1ellt mente el pecho, de mi do y de ati facción,
legué á un punto 1ue con el' n 'Ío hahía fr cnentado
nucho, y de d nde 1 odía ir en dere 'hura á IJatonuevo.
Me apr uro, II g á una enlinencia, y me detengo á
spil'ar. Allí está la casa. . . . Ahí stará mi amo, mi
u n amo, que e tuvo di pu to á acrificar e por mí, ex-
oniéndose á almorzar c n una piara de patane inmun-
1 . . . . Má allá está el Pai. aje . . . . Columbro unos
nItos. . . . Si serán unos bueyes. . . . Si s rán nlÍ Mor-
ante y mi Merengue . . . . Siento como un aire fres-
o y sabro o que me llena los pnlmone ,que e difunde
01' todo mi cuerpo y ]0 llena de vida nueva. . . .
i Pero ué veo por este otro lado? . . . Vi nen tres
ombres á caballo. . . . ¡ Si uno de ellos fuera el Mal-
ito! . . . No; dos son má pequeño, el otro es como
1, pero ese no es su sombrerote gacho . . . . Sin embargo
creo que me miran mucho . . . . i Ah! el uno es Canta-
. cío, su satélite inseparable. . . . ¡ Maldición! ¡ Es el
uerto con un sombrero de ca~tor! . . .
Corro, y corro, y corro. Me detengo un instante para
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90 EL MORO
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CAPíTULO IX
UlIIARIO.-Último · brocha7.o· en un retrato ya !>bozado.-Agnante.-
D. l'{tr o n nguanLn..-Jui<:io umario y . nl ncia.-Qniebrn. la
oga por lo mú ' d 19nc1o.-La e tI' lla. d 1 Tu no mpi za It pa-
liel e r.-T n bro 'l. maquina ión.-L gran trtlg djn.-''''ul'lta al
hogar.
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ci le hizo devorar. D. esáreo tenía sobt e do amor pro-
pio y dcma iado afecto á su co as para que le fue e dab!
tragar e el l' UO y lo in ulto.... Así fue qne para ver d
qu le enderezaran el tuerto que sc le babía becho, habló
con el Alcalde y con los J uece á quiene correspondía re-
primir las dema ías de Garmendía; p ro e funcionario
nada se atrevieron á intentar contra el Tu rto, y come-
tier n la indiscreción de divulgar la pecie de que D.
e áreo había ido á acu arlo.
E,t dió lugar á que GUl'mendía convoca e á los de su
cuadrilla á una se ión extraordinaria, en la que: p l' unani-
midad. d vot , e condenó á D. e~áre á recibir una
paliza. Para quc la enten ia pudienl 'jecutar c á man-
a1 va, e D cesitaba determinar día, hora y itío con vc-
nicntl ..
Entre l08 de la gavilla babía un tal Cupcrtino, que era
1 d' más dad cntre tod ; y quc ntre tod e di -
tin QUia p r u pI' nda física y In re: 1 . Lle\'a ba siem-
pre af itada. toda la barba, y la cabeza con tantelll nte
inclinada hacia el lado derech y hacia abajo. Lo. párpa-
d s no 1 d jaban de cubiertos lo ojos sino lo muy pre-
ci para que pudi ra mirar al suelo con una mode tia la
má edificativa. Su voz era meliflua y jamá afirmaha
naJa rotundamente. Á éste, como al má redomad,
tocó la comí ión de a\Terígnar, á la disl mulada, por medi
de lo criados y peones de Hatonuevo, qué oca i' n s ría
la má propicia para pillar á D. Cesáreo sol indefehso y
de .. apercihido; y la de empeñó sati factoriamente. La
sent ncia había sido dictada un lun s y el miércole si-
guient , por la tarde, debía D. Ce áreo ir á la hacienda
de i rto amigo cuya ca a di taba una legua de lIato-
nuevo. El camino que había de llevar no era público:
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ra una vereda que atravesaba potreros desiert03, y val'ios
em brados y lnatorrale. Mi señor montaría. en e a oca-
ión una yegua de pa o d do Y dos que todo el mundo
onocía perfectamente. n c to dat s, se decidió que
1 golpe se daría (', por mejor d cir, que e darían 10
Ipe ) cllando D. esár o regre ara á 'u a a, lo cual no
odía dejar de suceder á hora muy favorable para la em-
re a.
Llegó la tarde del miércoles. U n espía di' avi o de
~ne D. Cesáreo había emprendido d proy ctada excur-
ión, y entónee los que Labían de jeülltal' la ntencia
mb SC:lrOll n una pe",ura. inm c1iata á cierto ltlO en
~ue la ende TI an baba con iderabl ment .
a el 01 había d clinado mucho cuando mp zó nna
luvia do;:,heeha que 1 em oseados r putaron muy opor-
una, pues acr centaba las probabili lades de que 110 e
re ~e ntal'a ningún importuno testigo.
Se iba ha i nd dema iado tal' e; ya mCTIzaban á
[ pacicntar::-e, y ya repetida vece había algun alido
1 matorral á ver si se alcanzaba á p rcihir alguna co a.
e g<;>lpe dij uno: "Como qne lento alg." Todos
uardaron profundo sil ncio y aplicaron el oíd. Á los
oco instantes percibieron distintamente ruído de pa os de
na bestia y un <.lijo en voz muy queda : .( E el viejo:
1 paso de la y gua no deja duda." Oíase en efecto el
mpás duro y hocante del pa o de la yeO'ua. que venía
hapoteando por entre los lagunajo que había formado
1 aguacero. A po táronse entonces como 10 tenían acor-
ado, 'Y cuando la yegua y su jinete e tuvieron entre los
la gavilla, uno de ello se apoderó del cabe tro y detu-
o al animal, y 1 ~ demá. cayeron obre el jinete vomi-
'lndo denue tos y descargándole garrotazo.
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- i Y esto qué es 1 i Á mí por qué me peO'un~, c1a
mó una voz rou . difel' nte á la de D. e ár
-1 laldit can todo lo dia 1 1 bl'Ulll'
armendía. i E te no e el vi'j e cbino!
Hubo nt'nces maldicione y hla femía qu
el mi t 1'1. 1 qn montaba la y gua, 11e era un IDU
hacho y qn había sufrido la ] rimicia e la paliza, 1
p gar n aln'o má y le d jaron guir u camin .
El duello de la Lacieuua donde había 1 agu
cero á áreo, se hal ía emp liado n ue' ste pa ar
la noche n u a a, tanto para u n fu '1'. á 1110j, rs
CUIno para que tuvieran una i'n de tre ill ; Y c m
mi aUlO obj tara qu su mnj r pn aría gran nidado si n
1 v ía II 'gar, e le ofr ci' nviar un u(' ha 11 á dut
d ~ ue no e le d ía aO'uardar a 11 he. on i-I
e ár ; y, á fin d ahorrar ole tia al l, equi
o, recab' que 1 ro n aj l' fu á Ilat nuevo mon-
tad en la y gua en que él mi m 11 bía v nid .
1 aquí c' 1110 alQ'Uno d l pal d tinad para mi
í1 r, \ ini r fi á ca l' bre co tillas muy dif rente d
la uyas.
Entere: do D. Ce ár o del ca y cedí ndo á in tan i·
d su lnuj l' r 01 ió tra ladar e p r alO'ún ti mp á B
gotá, mientras hallaba medio de pI' veer á u guridad.
Tna v z en la capital, le expu o 11 cuita al Dr. Ba-
rrantes, u abogado, 1 ual era homLr le influencia y
diputado al ngre o. Á é te n 1 fué difícil xcitar
favor de u cliente 1 interés de las autoridade , ni con
eguir que á los empl ad s municipale que tan cobar le
mente fe habían con ucido e les conmina e y e les apr
mia e para que proc dieran ontra Garm ndía y c ntr
su cómplice. Ha,Ja obtuvo 1 Dr. arrantes la pro
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i TlJ.I!.anV L UVI
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.EL VI
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spl1elas y, á pie, se enC~lm in' sigilosamente al tea-
n ut ntado. Do allí volví' al cub de mucho
e v ía
u a 1110, c id uñuladas; 1 cuchillo
q ne él, c II harta zoz 1>1'a, }¡abí. ya
ID UI)" había apar eid en 1 nel0 y e tu a.
r ntndo. El extraño que e habín. introducid e ncon-
. ba b rido y nluy aq 11 jado y alt l'nati vam nte se q llO-
h :l y cha ba Il1aldiciones y alllenazas contra (xarm ndL
u paní. O'llado . .
El Tu rto andaba tan m hino y tan atarantado qne
e a ordó el atann. trá de la a a s xtendía
pradito, y yo me pus á pa r n él y á hu cal' agua;
, rienda cayeron al snelo y yo metí p r entr ellas una
~ la man Entre lo p rcanc de menor u. ntÍ. ue
ued n acaec 1'1 á un caball , ningun má enfado o
1 é te y nillO'uno más difí il de r mediar; 10 fuerzo
. le y ba ín. pe 1'a librarme de e a incomodidad no tenían
ro ef ct qn el de la timarr e y ro l'tjfi arme más.
ra pací n 10 ora dando a Ito para des m barazarme del
torb de la ri nda, me alejé de la casa, e í n un hoyo
le habían abierto á fin de acar barro para un tejar; ,
mo el fondo era de gr pa pcO'ajo a, y yo n 11 aba 11-
'emente de mis brazo, no pnde salir. La cabeza me
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100 EL lORO
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situación cn que me hallaba, sinti ndo ]a cabeza libre y
de nu a, al mismo ti mpo que entÍa la silla s r lo lo-
mos. Naturalmente t rné el camino más ancbo y ás
trillado, y é te acertó á ser el d 1 pueblo. Mi llegada á
la plaza oca ionó gran bulla y c nmoción: p rece que,
nterada la aut ridade de lo uc os de la piZlllienta
noche se taban ocupando con celo y eficacia en bu ",car
arm ndía, uno de cuyo c lega e taba ya en la cárcel;
yo era nluy conocid corno caba110 del Tuert , y mi pre-
en ia e tu por in iClo d que él e halla1 a en la in-
mediacion d la población; y ha ~ ta nceJi' qu , en
vi ta dIe tado en qu y me pre cnta a f J'marOll
di \'el a onjetura 1n , pn aud d bo a n h ea toma-
r n proporci n e de notí ia. nabla n el pu blo qlli n
egnra e q llC armendía, huy nd á caball por ciert
ender , había caído y se babía quebrad una pi rna.
As guraban tr qu e el ribóll había tratad d atrav-
al' el río por un punt en que era invad abl0· que se
había ahogado y que yo había aUdo á la orina c n m ncho
trabajo: la gr da de que estaba embadurnad ba~ta las
r jas, n d jaba duda ninguna en cuanto á] a ertado
de esta ver iÓll.
ToJo mi cu rpo y todo los ar1' o que llevaba fueron
bj tI) de prolijo examen, y de tod lo que en mí e pud
b erval' e acaron con ocuencias má ó menos descabel1a-
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fe acerc má y relinch , la e fera vuelve hacIa mí una
ab cita que la adornaba, relincha también y m sale al
ncucntro: es Mer ngue, que merc d á la vida r galona
que ha llevado por nI uch meses, ha tomado una forma
pw se asemeja má á la de una e f ra que á cualquiera
tra. 11 rengue me hu le, me palpa, parece como i
Iui iera besarme; nota en mí cierta inquietud; me adi-
iua y eclla á andar ha iénuOlne una s fía como para
ue 10 10'a. Lo sig , y i oh delicia! me efiala á Mor-
ante, que taba oculto tra un morro.
l
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CAPíTULO X
SUMARIO.-Forzado silencio.-Fastidiome de contar mi' trabajos y
propongo nuevo tcma.-E peculaciones obre la vaqllcría.- i 1
B, tuche.-l\1á.s especulacione .-Gordura y flaeura.- e levanta 1
sesión.-La juventud aspira á instruir c.-El Mohíno tiene la p -
labra.-Preámbulos y requilorios.-Un oyente meno.
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robado. Escuchaban mi relaciones horrorizados y sns-
p n o y tr ID cían di cnrri ndo q ne á ello podía
haberles tocado ó podía t carIe n lo sucsi o su rte tan
negra omo la que á. mí 111 había cabido.
E te t ma de c nver a ión llevaba trazas de no ago-
tar e Ill1nea, pues á ninguno de mi oyentes d jaban de
'urríl"'ele todos los días nuevas pregunta y nne 'o c-
ment rios.
Yo me fa tidié al cabo de tánto r petir y rumiar lo
que má olvidado quisi ra tener; y, para que variú emos
d a unto, expn e la ob erva i' n qu había hecho d qn
1 caballo d uno dc l amigo d arm ndía, c n ser de
1, Z 01' linari f o y r eh ll·h , n ~ 11 "ao, ventaja á los
que con él solíamos andar en xcur ione larga y lab -
riosa, iem pI' que e trata e d mo trar a ilioa 1 vi O'oro-
so e fuerzo, alient infatiO'abl, firm za para tener e en
lo n r r aladiz ., o edi neia perf etí ima á la
rienda rapidez en la carrera y le pr cÍ de los peligros.
- i no e toy engafiado, dijo un alazán tostado, caba-
n muy vleJ y de tanta e peri ncia como Iorgant, e
animal ha sido educado en alguna de aquella antigua y
grande haciendas de undinamarca ó de Boyaeá en que
hay crías de ganado bravo ó ari. co y de yeguas cerreras;
en una palabra, creo que ha ido caba.llo de vaquería.
-¿ Cómo era el caballo? pr gllntó un pajizo que for-
maba. parte de la tertulia. Era, dije, un caballo bayo
mono * careto y tre albo, tan grande como-v:d.
- ' Acabáramos !, repuso el Pajizo. i o e~tá marcado
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en la pierna izquierda c n un fierro que repre enta. algo
como una cale 1'a d ca alJo ~
- í, eñ r; esas ña le c rr<: ponden.
-Ellt6nces lo conozco, y ha ta fui c m pañ ro suy
hace a1gun s año ; recuerdo qu e llamaba 1 E tuch .
Como dice el s ñor C.r ñal6 al lazn.n to tado), e ba ' 0
ID no na 'lO y ir' 6 a1b uno año en la ha ienda de
X, donde e m pI aban siempre m ncha b tia en la va-
quería, y uonde nllnca había llinguna qu , ,. continua-
ro nt ,ó n la oca i ne en que ra m n ·ter, no traba.-
jar, n la yaquería.
T ur alía en feoto p r l· s cualid de qnc le he
atribuíd
or saH:: n tI' 1
P rq 11 ca i t d era n t d a vía m .i r <] n
obre alir ntre otr que no hayan t ni 1
plina.
-En la vaquería continu" 1 Pajizo
los mú culo y toda la facultad
fuerza en 1 1 010 Y n 1 cuatr l' mo
andar p l' U Jos escabrosos y re baladizo
cias desfavorable, como cuand , pi ando 0bre ellos, u-
j ta 6 arra"tra á la arci6n á un animal ind' mit con]
cual 1 andar por fragosidades 6 por ladera de gr da hu-
med cida vi ne á er para "1 cosa de ju 0'0. iente la
aeci'" n de la. rienda tan á menudo y en tal variedad de
oc ion y de actitudes, que aprende á obed cerle como
una máquina b de ce al impul d u m toro El oficio
que de empeña ]0 aco tumbra á correr, éÍo altar, á atro-
p llar lo ob táculo y á arr0 trar los peligro que se 1
pre cntan de improvi O. IIasta u vista se hace má
perspicaz y penetrante.
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-En los Llanos de Ca anare, oh ervó 1Iorgante, vi que
las be tias 11 gan á adquirir en la aquería tanta inteligen-
cia, que el jillete pa ele dejar al ca ano 010 njetán]o la
res qu ba nlazado, mi ntra él e d monta y e ocupa
en otro mene ter.
- íO'anme Vd . ahora, int rvino el Alazán t stado, si
con un caballo doctrinado en la. vaquería, podl'á c mpa-
ra)"e un á quien e ba nseilado úni amente á andul' á
pa moderado, iempre iguiendo un camino má ó me-
no r ct ,trillau y liso, in tcn r u l' v lver in p as
. ces y todas é ta con pan a y COlll idad; in ha r u o
de su fuerzas má que para r i tir el pe o del jinete, ni
lne cor1' r ' altar in 11 oca i n s rarÍ '1ma .Y nun 'a in
prec ucionc y cuidado. 1 pe r qu mielltl'a más
digllo ue timación ea un potro, mád 1 ah 1'1':1 to o
j reicio fuerte ó xtraordinario, y má pronto c ex 1u. i-
valllente uestinad para el rvicio de 11 dueñ ó] tras
pcr ona que no pu en ó n sab n hacer con él otra co a
que dejarlo andar hacia adelante.
- Toes extraño, no con luyó l Pajizo, qu muchos
arup ino prácticos á quiene he oído di curri)' ohre la
mat ría. profesen la opinión de qu , conforme van u bdi-
idiénd e las hacienda antigna, y consignient m nte re-
uci ndose las cría de O'anado y de yeguas y o upando
las raza de animales mansos y de fá il manej el lugar
ne ante ocupaban los cerriles y bravíos, vayan desapare-
-iendo los caballos recomendables por las cualidade , tan
petecida por lo jinete de nuestra tierra, que, egún se
os dice, di tinguían al E tuche.
-Pero las ventajas de la vaquería prorrumpió un rucio
ordifión y apoltronado que no babía llegado á terciar en
a conversación, serán pura nuestros jinetes; que, lo que
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es para nosotros, el sistema que modernamente se ha intro-
ducido es infinitamente pr ferible. uando me aman a-
ron á mí, el principal cuidado d mi dueño no era el d
que yo re ultara capaz de servir bien en cualqui r géner
de trabajo: todo el punto fincaba en que yo me nlantn-
viera iempre gordo; y desde que salí de mano del pica-
dor, tampoco se ha atendido sino á que no me nflaqnezca;
cosa que creo hará que todos los circunstantes envidien 1.
suerte que me ha tocado.
- Te la envidianamo grandísimo remol' n, le dijo 1
Alazán to tado, que lo trataba con mucha llaneza, i no
sintiéram de tinado á pasar una vida mu He y reo-alon.
COIll la d 1 cerdo, y á. DO el'v1r en el mund má t.lll
para cl'iar carne y grasa; pero los caball d raza nobl
no sentimos llamado á fine más altos y participam
del orgullo que in pira al hombre el d o de sohre alir
entre sus emejantes por a]o-o más que por 1 pe o y el
volumen del cuerpo.
- ,á propó ito, int rrumpi' Morgante, he oído á al~
gouno hombre, y yo también he ob ervado, qne lOA ani~
males de tinad á la acti vidad y á la lucha, señaladamente
el hom br , el caballo y el p rr , no están aptos para ej r
cer cumplidamente las funciones á que u naturaleza lo
llama, ni pueden aprovechar todas la fuerza y toda la
facultade de que los ha dotado, cuando están cargados d
carnes y de grasa. He oído también que, por allá en re
gi nes muy remotas, hay uno hombres que se llaman l(
árabes y lo tártaros, para cada uno de Jos cuales el caball
es como una parte de su propio ser; y en cuya vida des
empeña el cabano papel tan importante, que sin él no
podría ni imaginar. Y, dicho sea de paso nosotros de cen
demos de los caballos árabes, y naturalmente, deberno
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participar de su condición. Pues bien, en los países que
habitan esos hombre, nunca se alimenta el caballo má que
lo preciso para no perecer de hambre, y sól por rareza se
e una be tia gorda. Sin embargo, en cuanto á vigor, lige-
l'eza, agilidad y aliento, no hay en nuestra tierra caballos
ue puedan competir con aquellos.
-Eso lo dice Vd., le respondió el amarranado Rucio,
orque Vd. siempre está flaco y no tiene e p ranza de en-
Ol'dar.
De esta sandez nadie hizo caso; y, como ya el palique
e hnbie e prolongado má de lo que á lo e tómago les
m'ecía razon ble, no di persamo , dirigi6n 10 e cuál al
bed ro, cuál á 1 itio en qu blanqu aban] flore del
arr tón y amarilleaban la de la chisacá, * cuál á otr s ya
. pelados y aparentem nte árido en que abían que ha-
ían de hallar pastos m no lozanos pero má JUCTO os.
Día e pu ~, n t rtulia compue ta de 10 mi mos ca-
allo que habíamos platicado br la vaquería, v Ivi' e e
unto á estar sobre el tapete. Tre ó cuatro caballos nue-
, que conocían muy poco mundo confe aron que ellos
así no habían vi to vaqueros funcionando.
- o, dijo uno, estaba cierto día en la plaza de un
ueblo de los de abajo de la abana, y vi que un hombre
ontado y acompañado de dos de á pie, trajo á la plaza,
nlazado, un novillo que debían matar al día siguiente;
1 pueblo se veía desierto; pero no bien se hubo el no-
1110 dejado ver n la plaza, pareció que la tierra brotaba
01' donde quiera mozos y chicuelos, los que en alegres
rupos y metiendo gran bulla, dieron á la soHtaria pobla-
..ión el más animado aspecto. Todos se quitaron las rua-
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nas para servirse de el]as como de capas de torear; y to-
do corrían hacia el no illo, pero gua.rdando re petllo. a
di tan cia. ólo dos de ]os concurrentes lo llamaron y lo
ortearon de vera , arl'O trando el p ligI'o de la c rnada
y 1 que parecía mayor, de s r cogido por el rej. En-
tretanto, el que había traído el novillo seguía lIS movi-
miento ; y, al' iouan lo, 1 detenía cuando intcntalJa a-
lir de la pIe za, ó lo arra traba hacia el centro en ndo e
ob tinaba n pcrman ccr arrimado á una pared,] mism
qn cuando hacía ad mán ti met l' e n alguna ti nrla.
o me admiré de que el cahall del vaqu l' tuviera tanta
fuerza c mo ra mene trI ara ont ner al novillo ó par,
hacer! andal' á p . al' 11y .
E ta 1m id la única vez que he vi to función d va-
quería.
-Pue yo prOrrllm} i' tro de 1 s no atos, ni aún o
h vi t y juzg qa alglln de mi compañ '1' e hallan
n 1 mi. Ifl ca que y ; p l' lo ual le qu darfam . muy.
r c n ido á aq uel d 1 cir 'un tante que qni i ra y pt~- '
di ra ha "ernos el favor de oirec rno nna pintura d la
grand funCIones en que na tro congén re lucen u
11abilidad en campo va too
Todos los caballos machuchos e mirar n uno n. otros,
y alguno de ellos carra 1 e' como i, en el acto d ir á ha-
blar, le bnbi e pare id que el hacerl era pr'~uncl n y
petulancia y se huhi ra tragado las palabra y;1, m dio for-
mada.
Tras un ilencio em arazo o, el Alazán t , tado mostró
con ciert ademán di creto un caba1lo ID bino que, en
tiempos para él más pI" per ,había sido morcil1 , y que
para di imular la emoci' n que le cau aba el pre r que e
le había de in dtar á tomar la palabra, estaba con la pierna
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derecha muy e tirada y con el hocico sobre el anca izqui 1'-
da, fillgienllo 1'<1 cal' e c n lo dientes des p rudamente
una arIla que creo no t nía. o sé cuál otr aclaró]
que con aquella eña haMa querido igniticar el Alazán
to tado, y e formó un c Dci rto de in tancía enc:amill:\-
da á recabar d ·l Mohino que C(lDtal'a tod 1 que uI ie"e
r peet de la grandes funeion n que caball y \'aque-
hac n 1 rucua de s u d treza.
- ~ , dijo lllod estam nt 1 Mobin ,me el' ~ ] mú
indigllo de ocupar la at 'nción de e te auuit
eo corre ponder á]a b n vol encia con que
.' bablar, y t ngo nte ndiclo qu pu de hallar
que ign r \ ,"aria " par ti lllal'idade d e ne y · tu, ' al
ant ,gra ia. á mi extl' t a v j ' Z y á h b l' íd la tradi-
ie ne que ficlment e ban 'on servado en la haci nda en
lllc nud. en que pa é ]0 mej r d mi YÍ a.
nimado el fohino p r t da la tertulia á d e. embuchar
in cm pa 110] qu de u b ca e p raba ir, manife tó
nc a te todo, qu rrÍa hae r una de cripei' n par ial el 1
atr de 1 h ho qll , e proponía relatar y qn dcsde
lucg r nUllciaha al aplau. o á que podría par eer acree-
or, pue. t do 10 qu iba á el eir s lo había oído leer á
II primer duefl .
--tn dín, e nr]uyó en qn mi amo d jándome atado
, un ár 1, sent' obre la hi r a en un sitio amení imo
n que d bía hacer una mida camp t1'e e n u famiHa I
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idea y muy poco en qué pensar, concentra en ocasión de-
terminada to as sus facultad e en un solo pun too
Ruego á los que van á favorecerme con su atenci' n
no pierdan de vi ta que mucha expr sion de que voy á
valerme, que pueden paree r un poco af ctauas n boca
de un caballo, no son mías sino d mi amo.
n potrieo, moro como yo, vivaracho, impaciente y
nervio o, fa tiJiado c 11 1 larg del preámbul v lvió las
anc , e retiró un p co y . . . . en fin, e pll. o á mord r
hierba y al cabo se alejó y no oyó ni una 1 alabra. ¡.Allá
se las haya 1
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GAPfTULO 1
U:l1ARTo.-De cripción que hace el Mohino ue la hacienda en que nació,
ue lo roueo y de otra .runcione~ .-Punto apa,rt .-R In 'ión de T
* Frailejón. Eypelelia.
113
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4:
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CONTINUA LA SESIO.l. 115
casquijo, las sementeras y los tallares que dan á su aspecto
pint re ca variedad.
El ganad que en su mayor parte era bravo, dividido
en hatajos, pacía ó ramoneaba diseminado en el Páramo.
Estaba hecho á tomar sal en los salegares, itios en que
había piedras aparejadas para que las reses lamieran en
ellas la al. Á esto parajes concurría el ganado siempre
que se le llamaba gritándole toy, toy, toy. Estos gritos
llevaban un aire tri te y prolongado, y un ritmo lento, y
los eco de los montes los multiplicaban r pitiéndolos
lne]anc" licam ute. Las vacas apene s lo oían, bramaban
llamando á ]0 be erro, y é tos con las vaca y 1 toros
se reunía.n n el salegar inmediato á su querel ias.
e ordinario se le dejaba re ire rse so egadamente, ó
sólo se le inqnietaba para enlazar alguna vaca vi .ia que
debía bajar e á pa al' su penúltimos días en un potrero
de ceba, ó un s toros que se habían vendido para ,:"U.e
fue en á solemnizar unas fie tas luciendo en ellas su
fiereza.
P ro cuando había llegado el tiempo de l08 rodeo'?, la
cosa terminaba de mny diverso modo.
Lo rodeos eran una función clá ica y solemne que se
celebraba anualmente en las hacienda ' de C1'ía., l' uniendo
tvdo el ganado para herrar y eñalar los terneros que hu-
bieran nacido en el cnr o de los últimos doce me e .
Herrar los animales es aplicarles un hierro candente
que deja marcado en su piel el fierro de la hacienda; y
eñalarl08 es hacerles alguna cortad ura, con la que, Ó se
es cercena cierta parte de las orejas, ó se les hace una
erruga ó col uajo en alguna parte determinada del cuerpo.
Señalado día para los rodeos e congregaban y se aper-
ibían para la solemnidad, no foÓ]O]O vaquero de la ha-
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116 EL MORO
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117
habían caído en la recogida general. Para tal operación,
digna de ocupar á lo vaquero más afamado, e echaba
mano de los mejores caballos. En e ta y en otras faena
semejantes, no era raro que hubie e que lajear -x- á un toro
furioso y pujante, andando por una torrent ra dc la mu-
cha que rvÍan de trochas, en que el pi o e c mponía de
dos planos inclinados con vergen tes en una línea, y de orui-
nano tan re buladizos como si estuvieran cuoierto de ja-
, n. También ocurría que, para escapar de la acometida
de una re , fuera preci o corr l' p l' nda com la que
acabo de pint l' y por asperezas horrible, teniend muchas
vece que romper malez tupid. a d aber e que un
va uero tillC. ba u h nra n u It, r 1 l'ej , uc diera lo
que sucediera. Yo vi amarrar 8eco á tre pa 0 ]e un
preci picio, sin que el vaquero hiciese ca o de que él y el
toro iban cue ta abaj , ni de que u caballo pi aoa sobre
un gre lal hum decido p l' la II u vía .
- ero e o hombr debían ser uno matl'oce8 t in-
terrumpió no é cuál d los oyentes.
- . JJ.Iatroce? i ué! si yo lo ví llorar como chi-
quillo y temblar como azogado una v z que se vie-
ron en peligro de ser reclutados: la vista de un soldado
ó la d una arma de fuego los ponía á punto de desma-
yar. e.
Repetidas las maniobras de la rebusca cuanto era me-
nester para reducir todo el ganado del Páramo á uno ó
dos potreros, podía dar... e comienzo á las tareas de contar-
lo, de apartar lo becerros que hubieran de ser marcados
con el fierro y seiíalados, y de apartar tam bién los toretes
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118 EL MORO
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CONTlNÚ A LA SESI6N 119
-Temo, dijo después de una breve pausa, haber fasti-
diado á Vds., y por otra parte, creo que será bueno que
tomemos un piscolabis. Ya saben Vds. que yo no puedo
comer sino muy despacio, gracias á los portillos que se
han abierto en mis encía, y lo que hoy he comido no ha
sido lo que reclaman mi flaqueza y mis achaques.
El Pajizo miró al cielo como para ver qué alto esta-
ban el sol, y declaró que era hora de tornar las once, con
lo que, inclinando la cabeza, más para empezar á esco-
jer hierbecitas que para manifestar nuestro asentimiento,
principiamos á esparcirnos por el potrero.
Aquella tarde me sentí triste, y para ver de espantar
la murria, renové las instancias con que en vano había
importunado otras veces á Morgante á fin de que me refi-
riera las campañas en que se había encontrado. E ta vez
condescendió mi amigo, pero exigió de mí formal promesa
de que gnardaría ecreto obre lo que me iba á contar.
Mediante la palabra que empellé de no oltar ninguna
acerca de eJIo, me hizo una interesante relación que siento
no poder repro lucir para entretenimiento y solaz del lec-
tor. Morgant había hecho sus campañas sirviéndole á
un jefe, circunstancia que le había sido favorable para po-
der hacer detenidas ob ervacione sobre la suerte de la'
bestias que en e ta tierra llaman de brigada. Dicha rela-
ción me tu \ ' 0 su pen o, pero cuando hubo conc]uído, noté
que, lej s de di ipar e con ella mi me]ancolla ésta se ba-
bía b eho más negra. Lo que í en aquella oca ión me
hacía temblar con iderando que yo podía alguna vez ser
declarado elemento de guerra, como están expuestos á
serlo todos 10 cabanos paisanos mío, ha ta lo que perte-
necen á ministro diplomáticos. Desde aquel día me do-
minó un horror por la milicia y por la guerra, comparable
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12 EL MORO
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CONTIK ÚA LA SESIÓN 121
ralmente deseaba seguir saboreándolo, pero que era mo-
de to y nada petulante, no osaba poner de manifiesto sus
deseos; pero andaba inquieto y se acercaba, ya á un grupo
de caballos, ya á otro; dirigía miradas intelTogadoras; y,
en fin, dejaba adivinar que e taba que no se le cocía el pan
por despotricar 10 que faltaba de su r lato.
Así pasó el día, y durante la noche MOl'gante yel Ala-
zán tostado recorrieron el potrero, y con fino di imulo para
no ir á ofender al Mohino, hicieron entender que al día
siguiente era preci o que todos nos reuniésemos y que in-
, vitá emos al venerable narrador á con ti nuar su relaciones.
Has pueden, me dijer n á Ini, er Ó no el' int re antes;
pero no hay que d jar d airado á nuestro pobre compañe-
ro; y, en fin, e nece ario salir de eso.
Dicho y hecho. 1 otro día, después del desayuno, se
reunió la tertulia, yel M hino, conciliándose nue tra aten-
ción con un exordio que, á no dudarlo, tenía pre ?enido
desde la anteví ra, y sin encubrir la satisfacción que,
IDO autor, no podia dejar de sentir al 1 grar un audito-
rio, pro iguió su razonamiento en los términos que verá el
lector en el capítulo siguiente.
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OAPíTULO XII
SUMARIO.-El Mohíno pro ¡gue y termina u rolación.-Mirada hacia
01 orvenir.- oy llamado al ervicio ac!,h·o.-Do cómo, por una
sentencia el! cau , a civil, e me impu o una grave pena.-La 01 -
dad y la sociabilidad.- ale á la e cena un nue\·o personaje.-Pin-
tura de un tipo.
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UN NUEVO TIPO 123
J
ueño, ó metiéndola por entre las piernas y sacándola por
n lado, la mantiene sobre el ijar. Otros dos, con sendos
ejos, sujetan las patas traseras y las delanteras.
El hierro viene de la hoguera y pasa á manos del pa-
trón; si al aplicarlo éste sobre la parte del animal, que
deba ser mal'cada se levanta instantáneamente una nnbe
de humo espesa y blanca, la operación queda bien ejecu-
tada, y es breve, pues no se da tiempo al becerro de pata-
lear y sacudirse; si sale poco humo, y éste es obscuro, lleva
u regaño el peón encargado de calentar los fierros; el ani-
al pugna por soltarse, y sus movimientos, comunicados
al fierro, ponen al que lo maneja en la necesidad de apli-
carlo má de una vez; y como es muy raro que acierte á
01 ver á colocarlo en donde lo aplicó la primera, el ternero
queda mal herrado.
Lts vaqueros que lo tienen, impacientes por ir á enla-
zar otro, llaman á gritos y con installcias al que ha de ha-
, erle la señal y al que ha de echarle un poco de sal en la
oca, aga ajo con que se consuela al maltratado becerrillo.
Cada ternero es traído al itio en que debe sufrir las
peraciones descritas, enlazado con uno ó c n muchos re-
jos; él Y los que ]0 traen penetran sin ceremonia y sin
iramiento por entre cualquier grupo qne se halle cerea
de la hogn fa; el t roero y el r jo hacen venir á tierra á
las per onas con quiene topan; á la sazón se están levan-
tando, ya despachados, dos ó tre terneros que, ciegos de
dolor y de coraje, cierran con qnien pueden; quién rueda
n el polvo; quién cae sobre la hoguera; quién hace una
nerte; quién sale arrastrando enredado en un pegnjón de
rejos llevado por un becerro que se levantó sin que lo hu-
bieran soltado bien; quién, finalmente, habiendo traído
n becerro á la aroión en un caballo cosquilloso, propor-
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124 EL MORO
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UN ~UE
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.l!;L .M.Vl\U
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~-----------------~~~urO-II-~~~------'-
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12
y á tal grado llega. la sociabilidad del caballo, que
lo confieso con rubor) admite gusto o, y tal vez bu ca, ]
compañía del asno y (lo que c n más ru b r confieso),
falta de otra, hasta la de la mula.
En cierta ocasión, vi perecer entre crueles agonías
un caballo, víctima de u adhe ión á otro cuyo pesehr
era. contiguo al que él ocupaba. Lle\'áron e á e te otr
y aquél, que e taba atado á una viga del techo, empezó
agitarse violentamente. La verja de la entrada era alta
estaba formada de balan tr s 1 untiagudos. El caball
quiso saltarla, y detenido por el cabestro en medio de
salto, fué recibido por las puntas de los balaustre, la qn
se le intl'Odujeron en la parte inferior del vientre. L
sacudimientos del infeliz y el peso de su cu rpo, que ten
día á d scolgar e hacia atrás, hicieron que aquello in tru
mento de su martirio, fuesen p netnlndole hacia el p
eho. desgarrándole todas las entrañas.
El vínculo que á mí me ligaba con ~Iorgante y c r
Merengue no era simplementc la instintiva. simpatía qU(
nace de la convivencia; era aquel sentimiento que 1
hombre llaman ami tad, y que, entre 11 ,al decir ti
ellos mi m6 , es tan raras vec s pura y duradera.
Desde que se hiz frecuente el que me montas n mi
amos, tuve roce casi diario c n Emigdio, muchacho
un trece años, á qni n 10 rú. tiC' , uprintl ndo 11na
que le par cía redundante y ., ' ti ca, llame ban Enl'idio,
y como ólo a í se le llamaba a í lo llamaré yo también.
Entre mis memorias aO'radablo, o 'oña1a tanto la qn
bago de aquel muchacho, á qlúen tomé m1lcha 1 y q u
no puedo dejar de decir algo acerca de él.
Los hombros no se can an do repetir que para ell s TI
hay en este mundo felicidad cumplida· por y sé de v~
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U~ NUEVO TIPO 129
·os que, á lo menos por algunos afios, gozan de la vida
on plena frlución. Esto son los muchachos (vulgo, cIli-
os) de Jas haciendas de la Sabana de Bogotá que están
estinados á ervir directamente á las pers nas de lo pa-
trones, in formar parte de la ser idumbre domé tica pro-
iamente dicha, y teniendo por arma suya la caballería,
omo diríamos i se tratara de militares.
Las convicciones que en orden á esto ad luid rozándo-
e con Emidio, se han robustecido mediante 10 que p -
ré Hamar nli trato con otros mil arrapiezos de la propia
alea, de toda la cual se formará el lector idea cabal i lo-
ro retratar á Emidio.
Emidio dormía en la vivienda de sus padres, rancho
ue no di taba. do tiros de fusil de la. casa de D. Ce",áreo.
lmorzaba y comía en é ta ó en la paterna, ó n una ven-
ta, s gún la naturaleza de las ocupaciones del día; y era
)' cuentl imo que comi ra ó almorzara, en uno mismo, en
,oda tres part . En la faltri lleras jamás le faltaba
na pr vi i' n d pan y panela, que allí repo aba en amor
compaña con un bolsillo (vulgo porta'lnMl edas) de bo-
nil1ado' con la cacha d una navaja que había perdi-
"lo la cuchillas; y con otros cachivach de menor uti-
lidad.
E taban d tinada. á u s rVlcl Ó eran de su 171a,
oda la be. tia de ínfima at goría esto eR toda la. qt e,
01' u vejez Ó p r alguno ajes incllrabl se hallaban
inutilizade para el Rervicio de 1 patrone y aún ara
1 de lo va nero. Per entre tale be tia había algu-
as que con ervaban el brío y los buenos pa o , cualida-
es que lu 'ían en prove -ho de Emidio, el cnal hacia en
llas us bizarría, coro pudi 1'a el jinete má galán. Á
e le daban dos pit de que n caballería se le can-
9
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130 EL MORO
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UN NUEVO TIP O 131
n las manos los matices caract rí ticos de las dos castas;
a frente, iempre protegida por el sombrero, era mucho
más clara que el r to del emblante. Era feo, y sin em-
bargo su fisonomía lo hacía amable á cuantos lo trataban .
Sus arreos de montar eran los de desecho que había
."n ]a hacienda, y siern pre se veían cbafallados á fuerza
:le añadiduras y costuras hechas con cabuyas * 6 con co-
rreitas de cuero crudo.
En su traje de entre semana, no había á veces una
; la pieza que él mismo bu biera estrenado. Para]a octa-
a t de la parroquia 6 para alguna otra solemne ocasión,
ataviaba, mediante los esfuerzos combinado de la ma-
:ire, de la patrona yaun de él mismo, con camisa limpia y
i m brero, ruana, pantalones y alpargatas nueva , y es de
lvertil' que lo flamante pantalones de manta,:t: siendo
3iempre dema iado largos para sus pierna, estaban arre-
mangado , del pr pío mod qne los descchado por D .
("e ál'e que v nÍan á ser de su uso. En tales dí de
ala, contrastaban la piezas nuevas de su traje, y obre
t do la limpia camisa, c:on ]a cara y las ruan chafarrina-
, a ; pues lo que era para lavarse, no bahía fe tividad
ne 1 pareciera bastante solemne.
E te uadro d la dichosa vida de El1lidio tenía su
mbra. i C6mo no ha ía de tenerla? nand cometía
na. tunantada i la e a II O'aba inmediatc mente á eono-
~imieTlto d' n patrón ó de us padr ', llevaba una tanda
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132 EL MORO
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CAPíTULO XIII
Ul\IARIO.-Anuncios de mi enajenación.-Con,iértome en caballo
urbano.-l\1i primera impresiones.-La pe rcra .-Pa eos te-
rapéutico .-Revolcal e es una nece idad.-Viua euentaria.-
ómo algo de la inacción.-Lo caro que costó una lecci6n sobre
el modo do atar una be tia.
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134 EL MORO
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AMU l\U.ti U 135
el dominio de un sujeto acaudalado y respetable, estaba
yo más asegurado contra cualquier tentati va del Tuerto
Garmendía. .
Pero por otra parte, el vel'lne encerrado entre paredes
y pisando empedrado, yo que estaba habituado á enseño-
rearme con la vista de todo el horjzonte; á reputar mío
un espacio amplio y abierto alrededor del sitio que ocu-
para; á respirar el aire libre, puro y em balsamado de las
praderas; y á recrearme en compañía de amigos ó de
emejantes míos, su piraba por la vida que, tal vez para
iempre, había dejado.
No podía perdonarle á D. Oesáreo el que, dando mues-
tras de insensibilidad, me hubiera, por decirlo así, echado
de su ca a, por conseguir en cambio unas monedas. En-
tonces más que nunca, me sentí maravillado de que los
hombres estimen tánto el dinero, cuya utilidad no poc1e-
mo comprender los animales; y entonces n1lás que nunca
ponderé la ventaja que ] s 11e amos á los hombres no
viéndonos agitados, atormentados y divididos por el an-
helo de la riqueza.
Sin embargo de e to, yo gemía en mi interior acordán-
dome de mi antiguo amo,'y mncho má de la eñora Doña
Macaria, que había llorado á lágrima viva al verme salir
de Raton uevo. Á Emidio y á otras per onas de la ha-
cienda, a í COlno á vari s de mis compañeros, les consa-
gré también muchos suspiros.
Las pesebreras en que fuÍ colocado no eran de las me-
jores. Su dueño afectaba creer que lo mejor para que
la b stias se mantengan gordos es el método y la sobrie-
dad: sólo á horas determinada se llenaban las pesebre-
ra , aunque á otras aquejase el hambre á los parroquianos;
y digo mal cuando digo que se llenaban, pues nunca las
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vi llenas. La escasa hierba fresca y sabro a que se n
daba iba revuelta con paja ó tamo de trigo, alimento
que los caballo de la abana somos muy poco aficionado
Lo escaso del crédito de que gozaba el establecimient
hacía que ninguna bestia permaneciera en él por much
tiempo, de que resultó que, mientras estuve aHí, no tuvie
ra sino relaciones pasajera con algunos caballos. Par
colmo de males, faltaba el aseo, y los malos olores y lo
mosquitos me atormentaban.
Mi nuevo amo principi' con mucho fervor á poner en
práctica el con ejo de 1 s facultativo. Todas las maña-
na , lloviera ó tronara, era yo llevado á la ca a por el mu-
chacho que cn ella servía, que se Hamaba Juan Luí, uno
de los marrulleros má in ignc que he con cido, per aun
más simpático y de pabilado que marrullero.
Del primer pa eo que dió el Señor Á Ha qu el' tan
hechizado, que al apear ~ e dijo á su mujcr qne nunca ha-
bía. de dejar pasar un día sin salir á caballo· que, mm·ce
á e te paseo y al viaje quc babía hecho á llatonue o, e
sentía vigorizado; que tenía muy buena gana de almorzar;
que no c lnprendía cómo tantas per ODas que pneiJen dar
tales pa cos se priven de ello ; y, ·finalment , que era
pr ·i o nviar algún rcO'alo á D. Cesáreo, pue no]e qu -
daba duda d que s'l á la benev 1 ncia y ob equio ida
de a IU 1 eIl sujet d bía el hab r e becho p r un pr -
cio, r 'lativamente mod ra í im con un caballo qn, n
concepto uy , era el cúmulo d la perfeccione qne pue-
den adornar tÍ. un individuo de u e pecie.
E t 1 gi ,lejo de halagarme, me avergonzó: pen é '
en el condenado coleo, y al acordarme d '1 c Ieé, com
había colead cien mil veces sin que mi amo se percatara
de ello ó de que él colear era un feo vicio.
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A
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138 EL MORO
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AMO NUEVO 139
uede negarEe que hacer todo los días un viaje largo ó
orto in ir á otra co a que á vol er, agotaría la paciencia
e un anto; y todo el mundo ha experimentado que lo
ue se hace y se repite por obligación, aunque sea en sí
osa placentera y sabro a, viene á producir ha tío y fas ti-
io invencible.
Pero el Señor Á vila, abrigando uno dc sos propósi-
os que nunca se cumplen, aguardaua halla e alguna vez
n d' p) ición de contüluar haciendo ejercicio á caballo,
quería cons rvarme en u poder. Entre tanto y me
a tidíaba ub rallanlente y exp rimen taba 11 mi cuerpo
o abominables efectos do la inacción. l~l dueño y el
dmíni trador de las p ebreras iO'noraban que á un ea-
allo que no se monta hay que dejarlo 'ada día por algu-
a ó alguna horas en libertad de llacer ejercicio. Mila-
ro fné que á mí no me hubieran acometido las mi mas
olen ia que aqll jaban á mi amo, que eran eí cto de la
ida seu 'ntaría y que habían dado oca ión á que él me
omprara.
En muoha s mana, ól una vez Se lí del í rzado re-
o o, y esto fné del mod <Iu voy á XlIi aro Juan
uis e pirraba poI' montarm. En lo días n que el
oñor Ávila oaualgaba, 'mo sacaba lo la pesebrera ó de la
casa lle\áncl ID del die tro y apenas dohla la ulla c qui-
na e d tenía para encaramár eme. Las primera veces
que 10 intent' yo lne ponÍ< á aquella truhanada y me
r huía do man ra que, haciend centr en mi cal> za d ,-
ribía 'írcnl s on el anca. Pel'o la be tia, que ha sido
hecha para vivir 'ujeta á 10 hombres, tarde' t >mprano
es upeditada por la porfía c n que cllalql1i ra de elJo~,
sea grande ó pequeño, p dero o y forzado ó d valido
yencl nque, trata de acostumbrarla á hacer algo que le
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E MORO
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AMO NUEVO 141
El higiénico paseo le excitó á Juan Luis el apetito y
e detuvo á la puerta de una venta de las del
arrio de Las Oruce , en la que había gran concurrencia
un jaleo infernal. Me ató á una columna dejando el
abestro tan largo que rozaba el piso, y echando un mal
ndo. Mientras él se refocilaba en la tienda, varios mo-
os maleantes que, ya más que refocilado , se baIlaban á
a puerta, me espantaron y me hicieron dar una vuelta,
on lo que el cabe tro se me enredó en las pata. obre-
xcitado por 1 s c s :¡uilla que me hacía el lazo y por la
ambra que armaron aquello tuno, me encabrité, salté,
. é del lazo y, al tirar, apreté la manea que ya me ligaba
s brazos; me agité y sacu<.lí de ap deramente, Lasta
ue caí con vi lencia. Juan Luis, lleno de afán y de es-
anto, pugnaba por J satarme, pero ni 61n1 nadie babrÍa
ido capaz de de hacer el perver o nudo. Ya, atraídos
or la bulla, habían salido y me rodeaban todo 10 parro-
uianos de la venta, y uno de en acó su cnehillo y cor-
, el lazo. Yo me levanté magullado y atnrdido y, iem-
re aguijado 1 r el trozo de cabe tro que había quedado
que lne tocaba la ' p' ta , c rrÍ in aber á <.l'no '. Va-
ias de las pOl nas c n quiene me encontraba trataban
e atajarme, p ro yo no p día contenel'lll '.
Divao-ué, no é cuánto ti mpo por calles y encrncija-
as, y al cerrar la n ch , habiendo sid guiado por nn
tint ci go, llegué á la puerta de mi p 8cbr ras. 1n-
rodujér nme en mi departamento, no in ob ervar que
o llegaba harto asend reado.
Juan Luis, t;eO"Úll lo upe mú tarde por hab l' oído
iertas con ver aciones, pen ó no volver á la casa del
eñ r Á vila; pero, con iderando que, si se fugaba no
odría aear su ropa; y esperando que alguna casuali-
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dad 10 librara de reconvenci nes y castigos, volvió á 1
casa..
Al dJa siguiente, el dueño de las pesebreras man
avi ar al Sefior Á vila que yo, de pué de ha er ido ac'
do por Juan Luis, me había aparecido sólo y llcll<
de turnore y excoriacione. Interrogado Juan
negó que él me 11l1biera sacado y peIjuró que
pa ado la tarde del domingo en el Ro pital.
pendiente de mi amo verificó un careo entre J ua.n Lui
y lo mozos de las pe ebreras, en el que aquél e VIO
compelido á confe al' que él era quien me había saca-
do. l{,econvenido por su amo, explicó el suceso di-
ciendo que, al salir del IIospital, se había encontraGo con
unos parient ' S que habían venido de n pueblo; que ésto
tenían vehom nte deseo de c nocerllle porque habían oíd
que yo era un caball hermo í iIno; qne mo había acad
basta la call , in al jHr e de la puerta. de las pe 001' ra ;
que allí habían formado tumulto unos paseante que iban
borracho. lo que adr de me habían e pantado; que y
hahía huíd < 1'1'e atándol 1 abe tI' y que to las la
lilicrencia q ne habían h cho 61 y su 'ompañ ros por al-
cammrme, y luego para lescubrir mi paradero habían ido
infructuo
I~oquerido en s O'uida para que explicara por qué n
había dad portunamente avi o de 1 ue había cu-
rrid ,dij (in él lo iba á dar el lnnes pero que, cuand
había alido á. comprar la lech se había ncontra lo co
uno d su compañ ro de la ví pera, y por él había sabí
do q ne yo había vuelto á las p ebreras.
E ta explicación pareció poco plausible. El
" vila fluctll' entre ca tigar él mismo al gal pín
en manos de la policía ó simplemonte echarlo de
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AMO NUEVO 143
s vacilaciones dieron tiempo para que la cosa e enfria-
y para que e calmara todo enojo; de que re nltó que
abrazase el más benigno y menos enfado o de los tres
ictámenes; e to e , el de expulsar á Juan Lui .
Así aprendió (ó debió aprender) éste, entre otras co-
s, que á un caballo se le debe atar alto y en COI'tO y de
1 suerte qne, al tirar del cabo suelto del cabestro, el
udo se deshaga fácil y totalmente.
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CAPíTULO XIV
SUl\IARIO.-Cometo algo como un sacrilegio.-M6ntamo mi ama y
<liablo hace que no pueda port. rme bien con lla.-Me veo ree
plazado por un mal rocín.-En un potrero.-E 'pecLáculo la~
mo o y tristes reil xioncs.-Un jinete tÍ pedir de boca.-Bello p
yecto y mú bella realizaci6n.-El dín más glorio. o.-Blanuo ' ar
110 .-Por qué no obsequio al lector con una de cripci6n <lel al
de Tequendama.
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atar de tranquilizarla; el haberme alcanzado el caballo
mi amo me avi vó má ; en esto un largo rosario lleno
e cruces y medallas que pendía de la cintura de la re-
aiosa, empezó á hacer ruído y aún á darme golpecitos;
reté lnás el paso y el miedo de la señora llegó á lo
mo. Extendió la mano buscando la de D. Ce áreo,
, éste se la alargó; así asidos, siguieron por un rato; al
11, al dar los dos caballos un salto muy corto y ligero
,ra pasar una zanjita, la religiosa, por apoyarse más en la
ano que tellía agarrada que en la silla, cayó al enelo y
dó un poco, con lo que su blanco hábito quedó á trechos
n manchas de color de la hiel'ba y de color de tierra.
Un jinete que se apoya en algo que esté fuera de la
stia en que va montado, pierde el equilibrio; y, si no
ede afirmarse en la silla apretando las piernas (como no
lede hacerlo quien va á mujeriega ), viene al uelo inde-
ctiblemente.
Dc pués de la barraba ada de Juan Luí, volví á aquel
poso que me era tan antipátie. 1:-'" a hacía ti mp que
1 mi cuerpo había desaparecido todo ve tigi de los ma-
llamientos y la timadura , cuando lañora Doña Paz,
ujer de mi amo, determinó ir con su marido, con
s hija may re , Mercedes y Matild , y con lo nifl S y
ifia, ú una hacienda en que re.jdía una hermana de
lLlIa eiiora. El eñor Á ila d cIar' que D ña Paz no
día hacer el viaje de ninguna manera más e' ro da y
eO'ura que yendo en mí; I señora, que había na iu y
habia criado en una de las comarcns de olombia n
e las nmj r R n aprend n á m ntar y que úlo ha.bía
algad para ubir dell-[a dalena á la abana, lo rehu-
a porfiadamente y aseguraba qne se moriría de miedo
¡ llegaba á v rse sobre un cahall ; pero la p rtinaci. de
10
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su marido fué mayor que la de el1a, y quedó acordado q
yo llevaría á la dama sobre mi lomo.
Llegó el día eñalado para la expedici' n. Las seño
no qni "ieron montar en la ca a, para no dar en las call
un espectáculo que habría llamado demasiadamentc
atención; y los caballos fuim trasladados á una quint
en cuyo patio se efectuó la laboriosa operación de hac
montar á las señora. Doña paz quiso que me pa ea
para ver si yo era bien 'lnan ito, y me mont' á mujeri
gas uno de los mozos que nos había llevado, el cual se e
brió las pierna con una ruana grande que debía hacer 1
veces de amazona. Yo me reí para adentro de estas pI'
canciones, é hice todo lo posible por in pirar confianza
mi señora. En otra la de ayudarle á rnontar tomar
parte todos lo pre entes: uuo tenía el taburete que d bj
servir de e calón, otro o tenía el galápago por mi la
derecho, tros dos me tenían de la rienda; tro guarda1=:
1 s guantes, el pañuelo y el latiO'nillo para entr garIo.
Doña Paz cuando estuvi ra ya bien aconlOdada. Uua p
sona apretó las cincha después que hubo subido; otr
haciendo que previamente le pu lera ]a mano izqui re
en el hombro y que con la derecha se ap yara en el gal
pago, le arregló las faldas; otro, finalm llte, alargó
acortó el e tribo hasta que mi señora, que ignoraba CÓl
le convenía lIevarlo, declaró de puro fa tidiada, que
e taba en el pnnto debido.
Durante esta e c na, Doña Paz respiraba nora y
gu tio amente, temblaba un poco hacía exclamacion '.'
e encomendaba fervor am nte á los . antos.
Partimos. Al principio, todo anduvo tan á pedir
deseo, qu mi ama rnpezó á cobrar ánimo y á alabar
lnansedumbre y la suavidad de mi In vimi nt s; pe
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VIDA. NUEVA 147
os vino de cara un:t ráfaga que le arrebató el soro brero
Matilde y me lo echó á los pies. Yo, espantado, me
aré un instante, puse la barba contra el pecbo y agucé
orejas. Doña Paz no cayó, pero volvió á ponerse
nerviosa. Más adelante, vi una casa que quedaba á la
rilla del camino y á cuya puerta había caballos, y pro ce-
iendo (lo confieso) como un caballo vulgar y mal nacido
dando por sentado que debíamos entrar á aquella vivien-
a, empecé á saborear el bocado y acercarme á ella an-
ando de lado, cosa con que nli señora se creyó perdida.
na trataba de encaminarme bien, pero no acertaba á ba-
rIo.
Las mujeres, y aún los hombres, cuando no han apren-
ido á montar, manejan la brida desmañadamente, sepa-
ndo el codo del cuerpo y levantándolo, y llevando las
.endas altas y flojas.
Finalmente, Doña Paz pudo seguir; pero estaba de
io que, en aquel viaje, perdiera yo para con mi señora
1 buen crédito de que no sin jn ticia di~frutaba. Ella
bía exigido como condici6n para ir á caballo que un
ozo campesino que hacía de 1 aje fuera constantemente
• su lado. Yo me amadriné al cab;;¡]!o en que él iba; y,
mo el mozo e hubiera adelantado para cumplir cierta
den que se le di', yo l' linché, y mi relin h puso má
panto en 1 p cho de mi ama, qne hubiera p elido P -
r]e el rugido de una fiera: ella creía que el relincho
'a s ñal de rebeldía y de irritación contra el jin te.
y no fué éste el último percance: ya tal vez iba la-
• ndo con regularidad. 1 corazón de mi s ñora, cuando
maldito in 'ecto penetró en uno de mis oídos y mpe-
á hacerme entir un cosquilleo intolerable; arrisqué la
ja y me puse á saducir muy á menudo la cabeza, en lo
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148 EL MORO
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aban el trébol y la chisacá en primaveral y lujosa
orescencia.
Algnnos árboles, esparcidos en desorden, ofrecían su
ombra á los huéspedes de la deh a.
Oerrábala por uno de sus costados el río, que á la
ón estaba de bordado y se en enaba en los sitios más
ajos de sus márgenes. Por la citerior, corría una hilera
e sauces llle, fornidos y podero os, como árboles que are-
en al borde de la8 agua8, habían vencido con su pe o á
tierra que los sustentaba y se inclinaban atrevidamenté
obre el río.
Por entre su ramaje, se veía recbispear inquieta la luz
el sol, reverberando en las ondas menudas y movedizas
ne el viento levantaba.
Mientras estuve en e ta hacienda, tuve oca ión de ver
aballo desempeñando una de las tareas más penosas á que
los b mbres han podido sujetar á mis semejante. lIabía
una máquina no ~ i de aventar trigo ó de trillarlo á la
que se da a movimiento por medio de un lllecani rn que,
más bien que para un fin industrial, parecía inventado
ara e tigar y martirizar á. los infelic animales. El
abano, ncerrado en un r cinto d que no puco alir, e
e forzado á dar eternamente un pa ° ob1' una tabla que
aja con el pe o de la b tia' é ta da otro pa o bre una
lueva. tabla que, e le pI' nta' ql1e baja c m la prime-
nera, atrayendo á la que le igue; pi a la é tao baja y
hace v nir otra sohre la cual tiene l caballo qn poner
las manos. quel movimi nto, que sem ja una ru 1
esa iUa, y que e. jgual al que hace un cahaJlo que va
ubiendo, no pu de suspenderlo in caer. Un caballero
111e e 11a11nb. de visita en la hacienda y qne e tuvo con-
templando aquel suplicio, dijo que se parecía al de un tal
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-150 EL MORO
: ' . , .~ . J j "
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VIDA NUEVA 151
lantaba por largos trecho, aguardaba á los demás de la
comitiva, y volvía á ad lantar e. Tan pagada quedó de
mí, que, á fin de vol verme á montar, y antes de que llegá-
ramos á la ciudad, propuso á su padre que, dentro de
breve término y convidando á algunas personas, encabe-
za e un pa eo al Salto de Tequendama. El Senor Ávila,
que era hombre campechano, y que mimaba á su hija
cuanto el1a m recía ser mimada, que parece no era poco,
convino en ello; y así fué que, de de que llegamos á Bo- .
gotá, se hicieron los preparativos y la invitaciones para
el paseo.
El día fijado partimos por la tarde para el pueblo de
Soncha, en el que debíamo pernoctar. Formaban la co-
mitiva del eñor Ávila sus hijas y sus hijos y seis ó siete
per nas extrañas. No me sorprendió que Da. Paz no
fue e de la comparsa, pues bi n eabido me tenía que el
montar á cabano no era su pasi' n dominante.
o n habíam s alejad gran cosa de la ciudad cuan-
do empecé á oir caluros s el gios de la figura que hacía-
In s M I'ccde y yo. Ya yo estaba enterado de que, á
juici de lo hornbres, n hay para una mujer ocasión de
o tentar sus atractivos y de extremar su gentileza, como
la de ir bien montada. Por tro lado, también me c n -
taba que ]0 que má l' alza la 11 rmo ura y las bu na
parte d nn cabaBo, e 11e al' sobre í á una mujer bella
que monte con .oltura y gallardía. r tanto a uellos
logi me inflaron obre man 1'a y tant má cuanto
t nía para í que eran m r cidí irnos. Yo no pu o juz-
g. l' de la belleza de la muj res; pero, s gún lo que en
aquella y en otras mucha oca i ne oí á los hombres
ere d s era una de las muchachas más garridas de su
ti mpo.
_PUBLICA
f. . ... "JI':";í
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152 EL MORO
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VIDA. NUEVA 153
nudísimos agravios y desdenes. Bnrbujeaban preguntas
tales como i me quieres 1 i me adoras? i me idolatras?
y lloviznaban respuestas sazonadas con mi am(Yl', m'b
lucero, ángel mío, mi cielo, mi enccvnto, mi gloria.
y cuenta, que los enamorados no eran ningunos pa-
lurdos ni ningunos cursis: él era doctor y mucho más;
ella sabía discurrir sobre literatura y sobre artes por modo
tan encumbrado y tan por lo fino, que, cuando hablaba de
eso, yo no podía entender una jota.
Enajenados los dos amantes, repitieron que aquel ha-
bía sido el más dichoso día de su vida; protestaron que
jamá se olvidarían de ninguno de los objetos que, en lo
sucesivo, pudieran recordárselo; y ncarecieron el afecto
que siempre me habían de profesar á mí que tanto babía
contribuído á hacerlo delicioso.
Ni fué sólo el amartelado galán qnien declaró que,
montado sobre mí, Mercedes se había mostrado en la ple-
nitud de su deslumbradora belleza. Ya en unos térmi-
nos, ya en otros, todos los de la comiti.va expresaron e e
lni mo concepto. Rubo quien propusiera que e nos re-
trat< ra, y la propo ic:ión fllé acogida· con aplau.o y entll-
ia mo.
Pocos días despué se puso por obra el sacar el re-
trato; yo no 10 vi, porqu ,cuando se hizo, el fotógrafo
nos dcj' ir sin mo trárno lo, pero upe que de él había
r ultado un cuadrito pr cioso, y que M rcedes, no que-
:r1endo que u imag n compl ta fuera á andar en mano
xtrañas, volvió la cab za y di pu o los pliegues d 1 v 10
e m::tnera que no quedas n retratada su fac -ione .
Entre 10 placere d aquel pas o no puedo contar el
ue m habría pr curado la vi ta del Tequcndama: de de
1 paraje en que quedarnos atados los caballos mientras
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154 EL :M RO
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OAPíTULO XV
UMARIO.-Entre soldado . - il'VO si Cupido antes ele servir si Marte.-
Mal de muchos . . . .- j Fuego!- e alTiva mi instinto antimar-
cial.-Mudanza ele domicilio.-Cuasi-discurso sobre la nece idad
ce echar e.- e abre el hipódromo.-Sueños de gloria.-Nueva pa-
sada que me juega mi eola.-Primeras impresiones en el Circo.-
Seguudas impresiones.-Yo tambi>n corro.- 6rdidos misterios
que se me revolan.
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157
Por fin hizo rumbo á donde su deber lo llamaba y be
detuvo á la pu rta de un diticio en que e taban ya renni-
dos lo lnás de 10 militares que, junto con los altos ma-
gistrado, habían de encab zar la tiesta. La cabalgata
transitó por buena parte de la ciudad, deteniéndose en
algunos itios en que se pronunciaron discursos.
Ya en la plaza mayor, y mientras los cuerpo hacían
evoluciones y vi tosos jercicios, los de á caballo staban,
ya parados en torllO de los jefes, teniendo para el público
las apariencias de estar r cibiendo importantes órden s,
ya andando á buen pa o con aire de quien va á hacer algo
muy indispensable.
Yo había vi to que el oficial te calzaba bota con e~po
lines, y aunque él no se atrevió á. emplearlos, la ola id a
de que los tenía tan cerca de mi vientr , me hizo colear
de",aforadam nte. Tuve, si el con uelo de notar que los
má de los caballos de los otros militares coleaban poco
memos que yo.
La prim ra d c:lrga cerrada que hiz la tropa me sor-
prendió y azoró ba tan te, con ]0 que mi jiu te 8 vió un
poc>o apurado y tuvo quo echar mano á mis crines; en las
otra, logré In strar algo de serenidad. Cuando todo los
cuerpos, á una, omp zar n á hac r fu g gran ado, mi
a ro ro, mi turbo ci'n, mi an nadat iento me dominaron
de mod qu no tuve ánim para otra cosa que para se-
guir maqnjnalmento n pos do los tro caballo . y todo
ermanecim. n tanto que 1. repitaci'n ti rdndora, los
torr nte de fueO' y la nn be de humo n tenían atorto-
lados, describi nd ,dentro del cuadr que formaban 1 .
hatanones, un círculo por el que corríamo con nu' tros
jinetes, en una fuga 11 e nunca. 110 alejaba. del objeto que
pr ducía nlle~tro sobr alt.
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En las últimas horas de aquel día, mi jinete pa ó otl'
docenita de veces por la con abida ventana; y má vece
habría pa ado i yo no le hubiera hecho sufrir un SODI'Oj
que debió de retraerlo por mucho tiempo de ponerse de
lante de los bellos ojos que lo fascinaban. Fué el cas
que, babiéndose encontrado con un con cido frente á la
ventana, 10 detuvo y lo movió conversación á fin de goz
por más tiempo de la presencia de la ninfa. Yo, que
no había estado en reposo hacía no sé cuántas horas, di
allí una muestra de lo que es la debilidad de la naturaleza
caballuna.
Las impre ioues que dejó en mí el servicio pre tad
al oficial, estuvieron muy 1 jos de mitigar mi odio á la
milicia y á la guerra. o no ignoraba que el fuego de
ese día era de mojiganga, ruído, y humo vano; pero ima-
giné lo pavoroso que debía ser áquel e trnendo cuando en
una batana cada una de la cien mil d tonaciones puede
ser anuncio de la 1 nerte de a trad'l. de un hombr ó de
la de un caballo. Y si, de la condllcta que b er ' con-
migo el oficial, hubiera de a al' indicio s ure el roo 1
de trat r los militare á la caballería, podía. quedar B -
guro de que, si alguna vez mi mala um'te m 11 vaba e
servir en el jél'cito, mi ida, ya. de guarnici' n, ya on
campaña, no había de ser de las más II vad rus.
r este tiempo aca ió un suco o que r puté com
de los má pró pero de mi vida. Mi am ,ign ro por qué,
me hiz mudar de 11 ebrera ; y en la que vine á hahi-
tar e acostumbraba hac r pa ar la noche á las he tia sne1-
tas en un potrero. o era é te grand ni muy pinO'üe;
T
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lb~
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160
ciasl á ella, pude tener, como se verá adelante, la
agradable de las sorpre as y pasar unos días placent ros.
Á los que iban á ser compañero. míos, los encontr
enfrascados en animadísima conversación sobre unas ca
rreras de caballos que se staban preparando. Ya vario
de los interlocutores habían sido en ayado , y otros ha
bían presenciado los ensayos. Todos e taban impuesto
de los detalles del asunto, asunto que absorLía su aten
ción y que excitaba en ellos ardiente ntusiasmo. TI
cÍanse pronóstico" y conjeturas á granel sobre el éxito d
cada una de las carreras y de las apuestas que estabal
ya anunciadas, y se disputaba con calor soure el mérito d
los caballos que habían de correr. Yo lo scuchaba tod
.Y Fentía nacer en mí el entusia mo. Com los lectores 1
habrán ob ervado, mis virtudes favoritas
mildad y la modestia, ni 1 ncogimiento y el amor á l·
honrada medianía mis hábito más arraigados. En TI1"
ardimiento, me puse á fanta ear triunfos hipoc1rómi o .
á e cuchar y saborear con mi imaginación el estrepit d
enloquecedores aplausos.
Bien e me alcanza a que yo no podía ac:pirar á g l
rias de aquel linaj : nI mi ed uca ión ni el géncr
vida qne llUbía lle\rad me LacÍan apto para competir e
la carrera on otros caballos adestrad s para tal ej rciei
pero so no e oponía á que yo me regodease C011 aqu II
('a tillos en el aire. i e qué erviría la imaO'inación
n sirviera para hac \rn s gozar de l que no t nemo'?
Yo me alampaba p r ver las ca!'!' r as y m dejaba h
lagar por la esperanza d s r m ntado 1 or allrono (p
qui lera con urrir á ella á caballo· 11 g' el lía 'n (ll
el bían verificar e · y tu \'e b. sati facci{ n de s r llevad
ca a del novio de Mer 'ccles á quien 1 enor Ádla haL
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¡FUEGO! 161
ofrecido mis servicios para aquella ocasión. Estaban vién-
dome ensillar mi futuro jinete, y unos amigos suyos muy
currutacos que lo acompañaban; montó aquél para exa-
minar si las aciones estaban en el punto conveniente; yo
coleé apenas sentí encima al jinete; y los amigos, escan-
dalizados de que él fuera á dejarse ver en un caballo co-
eador, lo persuadieron, no sin gra.n trabajo, á que desistie-
a de exponerse á las zumbas de todo el público. U no
e 105 amigos le ofreció puesto en el coche en que pensu-
a ir al h1 pód romo; él aceptó el con vite y yo fuÍ ver-
onzosamento despedido.
IJas pe ebreras qnedaron casi desocupadas, y tri tes
omo dos cementerios: sus inquilinos, ya conducidos del
iestro, ya llevando bizarros jinetes, ya cargando gente
obretona y pelafustanes á quieIles no se les daba un pi-
oche de exhibirse mal montados con tal de que pudiesen
el' l'ls carreras, estaban asistiendo á ellas, y aun tomando
TI ellas parte activa, pues en nuestra pesebreras estaban
lojados tres de los caballos que debían correr.
Ha ta se hallal'on i caso pasmoso! hasta se hallaron
os sujetos bastante de preciadores (le la pompas y vani-
ades del mundo para sacar dos de la mulas que estaban
on nosotros, á fin de concurrir montados en ellas al in-
.... tanto espectáculo. i Podréis conten r la risa?
Yo devoré, desesp rado é iracundo, el nltraje que se
e había hecho snfrir y maldije de todo coraz' D Y. P r la
. cnmilloné ¡ma vez á mi torpe aman adore 1
}fi despecho subió de punto cuando, al anochecer,
stituídos los camarad:ls á sus pesebres, y libres má.s
rde en el potrero, soltaron ]as lenguas para referir lo
o habían vi to para hacer comentarios sohre los lances
habían presenciado; para enmendar UDOS las rela-
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162 EL MORO
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¡FU
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164 EL MORO
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¡FUEGO! 165
los pasos. on los sacudimientos, Ernesto saltaba del
galáI ago; y fué mucha fortuna qne siempre hubiera vuel-
to á caer sobre él.
Ya había cerrado la noche cuando vol ví á mis pese-
breras, y fuÍ soltado inmediatamente al potrero. Allí se
charlaba y se altercaba con más calor que nunca. La no-
velería me llevó á un corro en que se hallaba Orión, uno
de los caballos que habían corrido aquella tarde. Éste
dialogaba con un alazanito que alardeaba de muy conoce-
dor en materia de carrera , y los demás del grnpo escu-
chaban en sUencio.
- l y cntónces por qué, estaha diciendo el Alazanito,
recon vino su amo de Vd. al jookey ?
-Pues porque me aguijó demasiado, contestó non,
al fin de la carrera, y corno el otro caballo iba aflojando,
udo la cosa salirle muy mal.
Yo entonces, echando mi cuarto á espadas, pensaría, ]e
dije, su amo de Vd. que su jockey habría debido reservar
1 aliento de Vd. para lo últimos momento.
- j Qné rcserva ni qué cuerno! r plicó Orión.
-Entónces no comprendo ..
-Pues es claro: de lo que se tratal,a era de evitar
ue yo gana e la carrera.
- hora c01nprendo menos. iNo habla Vd. de su
1110, del qne debía tener el más vivo interós en que Vd.
a ganara?
- Pucs no que no. i Y de quién sino de él e toy ha-
lando?
-E que Vd. no está en autos, intervino el AIaza-
amo de Orión lo que le interesaba era que su
aballo 1 erdie e la carrera, porque babía ap stado bajo
ano á 1avor del de su adversario, arrie gando fuertes
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166 EL MORO
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¡FUE
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CAPíTULO XVI
SUMARtO.-Un amigo de la infancia.-También tiene su defecto.-
Di ·ertación freno-Iógica.-¡ Yo conozco esa '10Z /-Otro amigo.-
Nuevas de l\ferengue.-Actual destino del otro amigo.-La colo-
nia penitenciaria.-Un adiós tal vez eterno.
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170 EL MORO
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PALI
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172 EL TiIT~'-------------------~
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PALIQUE 173
precioso caballito de paso, y nuestro pobre amignito estu-
vo ya de más.
- i y Vd. pertenece todavía al Dr. Barrantes 1
-No. Visto ue yo me iba volviendo demasiado yie-
jo y que pocas ó ningunas veces le servia, se deshizo de mÍ.
Compróme un cura de cierta parroquia de la Sabana'
que es al fin y al cabo aficionado á los buenos caballos.
Todo u contento y toda su vanidad se cifran n tener en
u cuadra tres ó cuatro bestias e cogidas, y e ]e llena la
boca cuando dice: mis caballos. Bien echó de ver que
yo era viejo; pero, de pu' s de cerciorarse de que mis
diente se hallaban en buen estado, decla.ró que yo podía
servir aún por algunos años, y me coro pró por un precio
muy moderado.
-¿ y qué vida lleva Vd. en la parroquia?
-La má envidiable. lIis compañeros y yo somos
mirados por la ervidumbre del Seilor Cura y por la gene-
ralidad de su. feligre es eorno cosas ca ·j agradas; los
piensos son abundantes y el servicio es má que lleva-
d ro.
-Vd. es el caballo más afortunado que h cono ido.
-N o lo niego. Sin embarg ,n todas la época de
mi vida han ido tan felices como la preseute. 1: n tú
abes que estuve en campañas y . . .
- i Ah ! hora que me aeu rdo . . . . También e tn-
YO Vd. en no 'é qué tierra qne llaman el innerno dIos
caballo.
en 10 Llanos de Ca anare.
d. lne pI' metió referirme lo que había yi to
por allá. Ahora es tiempo de que me cumpla a pro-
me .. a, por u . quién no asegura que é ta no ha de ser
la última v z que e terno reunidos 1
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4 EL MORO
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J:'ALH.lU.hi 1'(5
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con gusaneras y para apartar' cojer las que han de ven-
der e, n una palabra, para sabanear, como allá e dice,
nece ita diariamente de lo s r icío de mucho vaqueros
de á caballo y consiguientemente ha mene ter gran nú-
. mero de b stias.
Pero nue~tra e pecie no Inedra como no medra tam-
poco la humana ni la canina en aquella comar a.
Yo he oído en mi vida mucha", con el' aciones doctas,
y alguna de ellas me han informado de que cierta lla-
cione tienen colonia penit ncíaría á donde deportan á
1 s reos de algunos delito para qne en ellas 10 purguen.
Una de la secciones dv Colombia. tiene tarn bién u colo-
nia p nitencíaria para caballo , y á ella van 111 ncllos á x-
piar el de~ito de no valer lo que valen los caballos de bue-
na raza.
En efecto, del Tolima se envían á 10 Llano mana-
das de ca aUos condenad s á ser ir para la vaquería, á
padecer y á morir pr cozluente en esas ti rras jnho pita-
laria y esquivas. s' porqué, ya que lo hombre de-
c] man tanto contra la trata de n gro, no alzan tam ién
su v Z c ntra la d cabanos.
L s vaqu ro le un hato andan siempre y 1 bacen
tod á. cahano; y com para el rn ne r mil in" 10'1l íiL
cante ti 11 n que rocorr r en un dfa ó 11 alo'unas hora'
e paci ('a i inc nm n ürable jamá ('an inan ino á r -
vi nta cincha, de mod que, el
xij á un {'abalIo d
de d s mínut ,e]
por ]arg y nJortale hora. Y tnn ac tmnurado tán
aqu 11 s jinote á 11 v:\r In. ca algadura arrera abler'ta, a
q ne á can ra abierta los hac n andar ha ta n las ulle
de la p blacione , aunque sólo tengan que recorrer un
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distancia de cien pasos. Y no hay para qué decir que los
vaquer s siempre paran de tenazón, maltratándoles la
hoca á los pobres caballos.
Estos tienen que aprender á correr por sobre aquellos
terreno agrietados de que te hablé al principio, so pena
de introducir las patas en las hendeduras y de rompér-
selas.
Ni 'iquiera la sombras bienhechora de la noche pro-
curan siempre al caballo que trabaja en los Llano el
alivio que ofrecen á los demá. En los interminables me-
ses de Hu ia é inundaciones, vienen masas inmensas de
mo quitos y zancudo que envuelven á 1 otros animales
como en una nueva y maléfica atmó fera. Esos voraces
in ecto atormentan con BUS picaduras hasta tal extremo,
que las bestias, en lugar de aprovechar la noche, paciendo
y de can ando, la pasan defendiéndose de aquellos enemi-
gos y corriendo inútilmente en busca de repo o contra
ellos.
-¿ En los Llanos, interrumpí, se usa del rejo de enla-
zar d 1 mi mo m do que en nuestra 8abana?
-Para el act de nlazar á la re, e procede como
aquí; pero una vez enlazada, se la sujeta, no n la cabeza
de la i11a il10 á la cola del cabano, ya] é::ste iem-
pre resiste lo tirones y arrastra á la re volviéndole la
grupa .
.Al oir e to experimenté una impresi'n que me hizo
col ~U' con fuI' r: CIlla e la lúe m lin te y c n lIa me
discipliné ha ta que me quedó adolorida y como de co-
yuntada.
-Tod s los trabajos, prosiguió M rgante, todo los
trabaj y f, tiga. del caballo que sirve en 1 JJan se
podrían quizá conll ar, i el clima enervant ,1 sole
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abrasadores y lo ruin del alimento, no agotasen la vitali
dad y no mantuviesen postradas las fuerzas. Por dich
sos pueden tenerse los caballos que sucumben más presto
sin que la muerte dé tiempo á que los atormenten las eu
ferrnedades, que allí son abundantes y variadas, y los mé
todos curativos, tan crueles de ordinario como las dolen-
cias mismas. .
Cuando Morgante hubo terminado su razonamiento
concerniente á los Llanos, clar aba ya.-IIoy, me dijo,
es sábado, y mi dueño, el Sr. Cura, d be irse á la parro-
quia á decir misa mañana. Así es que vamos á sepa-
rarnos.
- i y cuándo volveremos á vernos ~ le pregunté.
-Quién sabe. Mi amo viene con alguna frecuencia;
pero es muy fácil que en sus próximas vi itas á la capital
venga en otros caballos.
-De suerte que, si cuando Vd. vuelva, yo, por cnal-
quier evento, no estuviera en estas pesebreras, no podre-
mos vernos.
-Por desgracia, eso es muy po ibIe.
Nos pusimo á p star, pero sin apartarnos uno de otr .
Cuando vimos venir al mozo que debía llevarnos á nue -
tros pesebres, nos dijimos adiós. i Este adiós, pensé, será
acaso el último ~
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CAPíTULO XVII
SUMARIO.-Casi mudo de dllefío.-Á tierra calicntc~-EnIcrmeelad y
curación.-Dos po adas contigua .-Alarma.-Un baflo.-E tu-
dios sobre los caballo ele ti rrn. caliente.-lnsecto maléficos y
ave benéfica .-Tomo una ave por otra.-EIl\lagdnlena.-Un pa-
saje.-En todas partes se cuecen haba .
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CAMBIO DE CLIMA. 181
que estaba como comprimida, se escapa de golpe y co-
lumbra regocijnda un sector del inmenso horizonte del
valle, cuyos remotos confines están casi siempre borrados
por brumas que se levantan de un suelo abrasado por
el sol.
El camino sigue en ziszás; la soberbia perspectiva
vuel ve á perderse y el viajero acelera el paso para tornar
á recrearse en ella.
Habríamos ido bajando dos ó tres horas, cuando em-
pecé á ver una vegetación, nueva para mí, y á cono-
cer el plátano y la caña de azúcar. El canto de la chi-
charra taladraba los oídos y, mezclado con el de muchas
a ves y con el zumbido de miles de insectos, daba idea
de aquella exuberancia de vida y de la inagotable fe-
cundidad que, según lo que yo había oído, son distin-
tivos de la tierra caliente. El aire estaba embalsamado,
no por tal ó cual flor, por tal ó cual planta, sino por
una amalgama de infinitas fragancias quc subían de las
tierras más bajas.
Yo iba embelesado con todo esto, y figurándome que
todo el monte era orég{JjJU), cuando cm pecé á sentir cierta
incomodidad en lo cuartos traseros. Má adelante, esta
incomodidad se fué convirtiendo en dolor y en envara-
miento en dicha parte; y al cabo me sentí inútil para
seguir con mi jinet . no de Jos de la comparsa declaró
qne yo e taba encalambrado, como su 1 n estarlo las bes-
tias sabaneras que bajan á tierra caliente sin estar acos-
tumbradas á hacerlo, y me recetó un baño. Este remedio
me fué admini trado en 1 primer arroyo que hal1amos, y
montando el ñor D. achito en una bestia de carga que
tomó en alquiler á uno arrieros, seguimos nuestro camino.
En el primer pueblo á que llegamos me derramaron en
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182 EL MORO
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CAMBIO DE CLIMA 183
nunca faltaba un arriero ó paje que, á znrriagazos, nos
hiciera respetar la propiedad ajena.
En aquel lugar debía yo experimentar el más cruel
sobresalto, y entrar en un cuidado que había de amar-
ar mi existencia. Jamás había yo dejado de temer el
contratiempo que allí me sobrevino; pero siempre me
babía halagado con la idea de que tal temor fuera pura
aprensión hija de mi temperamento.
El corral en que yo e taba confinaba con el patio de
una casa en que admitían hué pedes de condición inferior
á la de mi poseedor actual; y los dos recintos estaban
dividido por una muy rala cerca de palos. Ya yo ha-
bía ad ertido y hecho notar á mis compañeros que la
tal ca a contigua era un belén de día y de noche. De día
metían, sacaban, ensillaban y desensillaban bestias; la
patrona de la posada repartía órdenes, regl-lIios y tornisco-
nes entre 10 criados y los chiquillos; é tos se desgañi-
taban chillando; los huéspedes pedían á todas horas
almuerzos y comidas, hablaban á gritos, tocaban tiple,
cautaban, reñían, retozaban y se reían e n carcajadas atro-
nad ra ; un a no, los marranos, las gallinas, los ganso,
10 pavos y los perros contribuían cuanto les ra dable
para hac l' aquel somatén más estrepito o. De noche, sin
que ce asen del to o la baraúnda y la jarana taban to-
cando á la puerta de la ca a y á la de la ti nda anexa á
l1a lo. hu~. p d qu v nían d cor1' r la tuna, y tros
p.rr luie n q ne ]a e taban corrí ndo.
". e o de la siete de ]a tercera noche que pa amos en
aqnel lugar por sobre t do el alboroto habitual, se hicie-
ron entir las oces y las pi adas de]a cabalgaduras de
unos viandantes qu II gaban á hospedar e en aquel pan-
demonium. Entráronse atropelladamente al patio atrave-
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1 4 EL MORO
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CAMBIO DE LIMA 1 5
or el otro lado, estaba de pachando su pienso la mula coja
que Garmendía había llegado. Venciendo mi habitual
pugnancia á tratar con mulas, le movi conversación á
uélla, y de e te modo pude enterarme de que el Tuerto,
"pué de haber ido per eguido in excesiva 8aña en la
marca que había sido teatro de sus últimas fechorías, y
e haber e retraído por algún tiempo, osaba ya mostrar e
muchos lugares, como seguro de la impunidad. Por
pronto yo no tenía gran riesgo de ser descubierto por
, pue , según mi interlocutora, en el viaje actual lleva-
a rumbo contrario al de D. Pachito.
e n todo, cuando al día siguiente me montó éste
ara continuar su expedición y me sacó á la calle, no me
gaba el sudadero al cuerpo, y en todas la persona que
>ía creía reconocer al aborto del infierno.
Seguimos de cendiendo. Por el sitio en que terminó
uena jornada pasaba un río, y allí gocé por primera vez
la d licí d 1 baño en tierra caliente. or la rnafia-
la unos muchacho de la ca a en quc habíamos p ado,
s 11 varon á mí y á mis compañeros al río, dc nudáron-
á la orilla, entraron n el agua con no tro llevándo-
d 1 dic tro y se pu ieron á echarnos por el cuerpo
lbos de agua, interrumpiendo á menudo e :1 tarea para
afiar ello mi m , dando ch apuzo n e , nadando y
hándose aO"ua unos á tro.
no d )0 a allo dió un ej mplo que] él má de-
ríamos haber eguid, echándo e dentro d 1 río. ~ P r
ué no e tamo aco tumbrado todo 1 caball á bañar- .
le te m do siempre que e nos pre nta una co-
'ient capaz de cubrirn el cu rp ?
.En aquella excul'sÍ' n iba yo hacien o e tu ios sobre
condición y la suerte de los caballos en la tierra calicn-
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1 6 EL MORO
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CAMBIO DE CLIMA 1 7
jaro se posara en su cuello, y allí eneal'amado, le picara
orejas. Manue téle mi asombro, y él, riéndo e ue mi
orancia, me explicó que hay pájaro que prestan á las
tias 1 servicio de limpiarlas de garrapata, por lo cual
das cUas, no sólo 110 los e pantan, sino que los reciben
n gu to y con agradecimiento.
Á la noche siguiente vi sobre una mula algo como un
jaro que hacía no sé qué movimiento, ml ntr s ella
recía adormilada. Tuve la mala intención de e pan tal'
animalito para que la mula siguiera padeciendo con sus
rrapatas; pero al punto pen é que esa acción era pro-
a dd Tuerto Garmendía, y me retiré muy quedo. Al
1'0 día vi que á la mula le fluía un hilo de sangre del
io en que yo había vi to al pájaro, y le dije :-IIola,
n que el pájaro que anoche te estaba quitanuo Jas garra-
tus también te sangró.
-Va 'a d. á hacer mofa de su abuela, me conte t ~ .
lalquiera otro que hubi l'a vi to que un mUI'ciélag me
taba hupand, habría hecho la buena obra de e pan-
'lo ' de de pertarme.
V 1viendo á mi a unt , aíiauiré qu, i los cab l10s
lelltanos no le deben mucho á la naturaleza, todavía le
b n ID no á la educación. La. clave, 1 fundamento, el
áutern d 11a e tá II la. b ca y]as be tia calentana
1 en muy poco de freno. ~ i todas 11a re ponden á
t qn d 1 bocad flulando 1 ci 1 e n 1 ho ·ico.
on indecible júhilo l1 crué á la rilla. del fag lal na,
con cí, y hasta me di cn su ao-na un remojón. [e
rdé de nue tro humilde Funza y III par 'ió, cot jado
n el majestuoso y soberbio río como una. misera11e
e(luÍa.
En una hanienda <]u visitam y P l' la cual a 'a
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1 8 EL MORO
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CAMBIO DE CLIMA
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1 O EL MORO
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CAPíTULO XVIII
~rARIO . -Interrogatorio á la mula coja.-Regreso.-Torno á vivir en
1 campo.- tro nuevo amigo.-G1·acia : no siento comezÓn.-
'abaJl de ro 'dico.-Infau ta noticia.-E condi<lo.-Fune to !';u-
.-Mi último a ilo.-En campaña.-Bauti roo de fu go.-En-
tu ia mo b 'lico.-.. . oble hazaña '.-1, Dónde está la gloria j
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- i Y ha dado á entender que conoce su paradero?
-Allá en la nobana, le he oído que, en no sé q
lance, se le había perdido y que tenía por seguro que'
lo había robado un señor de cuyo nombre no me acuer
y contra quien se deslengua en improperios cuantas vec
le mienta.
- i Será un D. Cesáreo?
-El mismito. e me antoja que ese caballo
es Vd.
-N o te engañas. i Y á tí cómo te adquirió?
-No sé más ino que un día me sacó de los potrer
de su padre.
- i y cómo te trata?
- Oomo lo trata todo; como si me tuviera en u p
d r, no para aprovecharse de mis servicios sino para m
tarme.
Quedé, pues enterado de que el Señor D. Lucio n
perdería ocasión de ecbarme la garra; y de de aquella n
che fueron mis recelos má vivo y má acerbos.
~legado que hubimos á B gotá, D. Pachito mc envi
á mi pe ebreras. o é i con el eñor Á vila e di cu
p' del abuso que tan desverg nzadamente hizo de la COI
fianza que en él tuvo cuando me puso en sus manos.
Mi amo, con aquel escarmi nto, no qui o volver á ro
terse á tratante de cabal/os y me confió á un amigo uy
ncargándole que m venui ra. Por gran a ualidad e
amiO'o del eñor" iIa ra dncñ de la ha i n4a que á 1
Y á otros caball n había de rito aqu 1 lazán t sta
de marra. o tuve O'ran placer en ir á a ha ien
que ya miraba con simpatía. En ella empecé á hallal
tan á mi sabor com n Hat nn v , y hasta tuve la f
tuna de dar con un compaíiero que muy pronto vino á s
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NUEVA CAMPANA 193
migo mío de toda mi satisfacción. Llamábase Gul1iver
reunía en su individuo algo de la sensatez y la exp~
iencia de Morgante, con algo de la jovialidad y travesu-
a de Merengue.
Recuerdo el lance que dió ocasión para que comen-
áramos á tratarnos con familiaridad. Estábamos una
arde reunidos á tiempo que un ca.ballejo muy desmirria-
o que habían abandonado en el camino y que fraudulen-
amente se había metido en el potrero, se nos acercó en ade-
án de querer alternar con nosotros en la conversación.
i compañero, como caballo benévolo y urbano, no ~e
trevió á mostrarle desprecio, y yo no quise manifestarme
enos bien criado que él. Con esto, el pobre rocín co-
ró confianza y se me fué arrimando hasta que, levan-
ando la cabeza, se puso á rascarme fuertemente la cruz
on los dientes. Yo me retiré un poco, y él volvió á la
arga; torné á retirarme, y él ¡dale gue le darás! Por
n le dije: "gracias: no siento comezón."
Gulliver se rió entonces para adentro, y cuando la
isa le dejó libre la voz, me dijo: " No ve Vd. que le
uiere dar á entender que espera que Vd. tenga la bon-
ad de rascarle la misma parte que él ]e rasca á Vd. ? "
~Iiré entonces hacia la cruz del jamelgo, y vi quo en
lla tenía. una cal va Pl'oducida por la sarna. Una de las
entajas que lo caballos les llevamos á los hombres (y no
de las menore) con lste en no conocer la sen aci' n
Jne ellos llaman a8CO. Sin embargo, en aquella coyun-
ura, pude formar cabal idea de lo que es esa sensación.
Mi nuevo amigo pertenecía al dueño de la hacienda;
éste, por temporadas y para que en él hiciese sus visitas,
e 10 enviaba á un cuñado suyo muy querido, que era
no de los má insignes médicos de la capital.
13
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194 EL MORO
* Gh1lsq1¿e. }i~ p cíe el hel cho, ele tall largo, fu erte y nneloso.
t T embladera. Insecto de la familia de los fasmidos.
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198 EL MORO
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NUEVA CAMPANA 199
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200 EL MORO
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NUEV A CAMPAN A 203~
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204 EL llORO
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NUEVA CAMPANA 205
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206 EL MORO
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CAPíTULO XIX
UMARlo.-Un héroe en ciernes.-Cómo debe ser un jinete.-ITazaffa
glorio a debida á mi cobardía.-Carga de caballería que se malo-
gra.- oy botín de guerra.-Noticias de la campaffa.-Mi nuevo
amo y su íamilia.- oy bautizado y pue. to en soga.-La calma en
pos de la tempestad.-Algo sobre patología y terapéutica.
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208 EL MORO
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E LA PELEA 209
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211
Camilo iba acompañado de un húsar negro, de
tatura procer sa, de aspecto tan fiero y de mirada tan
rva cuanto él era valiente, fiel y abnegado. El negro
nía orden de ir por dondequiera cosido con Oan'lilo y de
otegerlo en toda coyuntura, en cnanto el bien par cer
comportase. E ta había sido la única medida á que el
neral había podido apelar para proveer á la seguridad
u hijo sin lastimar su quisquilloso pundonor.
Llega el momento en que mi jinete ha de acometer la
rmidable aventura; me da de la e puela; se inclina
ure mi cuello y arranca, seguido del húsar. Pasamos
'ólumes por delante de una de la ventana que vomi-
ban fuego; en el frente de la que sigue están hacinados
cuerpos de tres caballos y los de varios hombres:
ueno es una barrera de carne sangrienta erizada de
iembros convulsos, que obstruye la calle; veo allí la
uerte, la muerte de mi jinete y la mía; me sobrecoge
spanto súbito, y me ci ga y se hace dueño de mis
vimientos. La puerta de la ca a á que pertenece la
tal ventana se hana veinte paso más acá, J la veo fran-
y e paciosa; revolviéndome bruscamente, la tomo y
e veo en un corredor; el negro nos ha eguido, ve por
la puerta á los soldados que debían habernos matado, y
grita con voz de tempe tad: "i Ríndanse, cananas!"
Los soldado que, gracia al estrépito que nosotro
bíamo cansado al entrar, debieron de er er e atacad s
r la espalda por un regí miento entero, se quedaron sus-
nso y atónito ; p ro cuando vieron que el aH rez y
húsar entraban en la pieza, sable en mano, d jaron
r los rifles de las suya ó volví ron hacia arriba la u-
ta. R cuerdo que uno de ello le dCeJa á Oamil , con
re contrito y suplicante, que él estaba sirviendo por la
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212
fuerza y que babía abrigado la intención de pasarse
nuestras filas.
Pronto tuvimos alIado varios de los nuestros y pro!
to tocaron diana nuestras cornetas y nuestras cajas en 1
plaza del pueblo.
¡ Lo que e~ la gloria, lo que son los honores, lo que e
el mundo! Oamilo fué ascendido á alférez primero,
debió su ascenso á un acto de cobardía de su caball
Eso y mucho más merecía el denodado mancebo; pero
honor que en esta jornada le procuró la ciega fortun
pudo habérselo procurado á un cobarde.
Las vicisitudes de la guerra me separaron de m
incomparable alférez, de quien no volví á tener noticia,
lne llevaron á un cuerpo de caballería diferente de aqu
á que primero había pertenecido.
Después de muchas malas noches y de muchos peore
días asistí al hecho de armas con que había de cerrarse
carrera.
Debía combatirse en un campo medio montuoso e
que, según reconocimientos hechos previamente, podí
obrar la caballería.
Esta fué colocada á retaguardia y debía e peral' .0r<1e
de dar una carga. Ya se había estado oyendo por u
buen rato el fuego de fusilería y algunos tiros de cañól
cuando llegó aquella orden. Yo obedecí á la espu 1
porque no podía hacer otra co a; pero i cuán lejos estnv
r de experimentar aquel ardimiento que, en mi estren
me j ncitó á la pelea 1
Or o que ya estábamos á medio tiro de fu il del en
migo cuando nos vimos detenidos por una gran torrenter
absolutamente insal vable por los caballos. Debía
urgir el reforzar á los combatientes que peleaban p
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EN LA PELEA 213
quel lado, pues se mandó á los jinetes desmontarse y
n"ojarse por el barranco para ir á tomar parte en la re-
riega. Los caballos quedamos bajo la custodia de unos
OC08 lanceros.
Al cabo de mucho tiempo vino un oficial y reconvino
uramente á nuestros guardias por no haber ido á pelear,
, sin hacer caso de la legítima excusa que alegaron, los
chó delante de sí á cintarazos.
Los caballos huímos á la desbandada y yo vine á ha-
Iarme solo en una vereda, en cuyas orillas trataba de pa-
er, no obstante el estorbo del freno. Si nosotros éramos
encedores ó vencidos, no lo sabía, ni lo supe nunca, ni
e importaba saberlo. Ya iba anocheciendo cuando vi
enir hacia IDl, montado en un jaco muy mal trazado, á
1l hombre de ruana y zamarros, con lanza y con una
inta de color vivo en el sombrero. Apoderóse de mí,
esensilló y soltó la bestia que lo traía, me desensilló, de-
ando tirados los arreos que yo llevaba, me puso los suyos
montó en mí. Siguió por la vereda y, después de ha-
er dejado atrás dos ó tres recodos, tiró entre un matorral
divisa que traía en el sombrero y el asta de la
nza, guardándose el hierro entre el bolsillo de los za-
larros.
Oaminamos toda la noche, y á e o de las eis de la
afiana hicimos alto en una casa. El ama, que ra cono-
ida de mi jinete, lo saludó llamándolo D. Bcrnabé ; y lo
bseqnió con un buen desayuno, como á mí con un regular
ienso de hierba fresca.
En aquella casa habían pa ado la noche varias perso-
as, las que, con mn stras de vivo interés, pidieron á D.
rnabé noticias de la guerra.-Según han asegurado,
ijo uno de 108 curioso", ayer se estaban batiendo por
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214 EL MORO
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CAPITULO XX
SUl'tIARIO.-Qué será mejor entre servir tí caballeros 6 servir á gente
rústica.-La. paz.-Acto de nobleza. con que me capto el afecto de
mi amo.-Cómo celebraron unos fieles el Vierne Santo.-Felices
pascuas.-Abu os de un depositario y su castigo.-Vuelvo al ho-
gar.-La casa. de D. Bernabé.-Idilio.
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mado con un trabajo mayor que el que tiene que sobrelle-
var el caballo de un rico."
"Los ricos, se le contestaba, cuidan con prolijidad y
alimentan profusamente á sus caballos lo más del tiempo;
pero fácilmente incurren en descuidos que á éstos les
cuestan muy caro; los ricos están asediados por aten-
ciones que les hacen olvidar frecuentemente la de cuidar
de sus bestias; y sucede que éstas, después de haberse es-
tado hartando por años, tengan que ayunar al traspaso por
días ó por semanas . . Descansan largamente, y el día me-
nos pensado se ven sujetas á una tarea desproporcionada
á su aliento.
Su caballo le representa al labriego un valor que él
estima tanto como el de su labranza, y no ahorra esfuerzo
para conservarlo en buen estado, en lo cual casi siempre
le ayudan su famiHa y su servidumbre.
Á todo esto se agrega que el caballo no se siente de
ordinario ligado por el afecto con un amo que está muy
arriba; mientras que con facilidad cobra cariDo á los
hombres que están más cerca de la naturaleza, y se mues-
tra más dócil para con ellos. De esto dan pruebas todos
los animales que, estando sueltos en un potrero, se entre-
gan más fácilmente á cualquier rapazuelo campesino que
á personas de condición más elevada."
Con todas estas cosas andaba yo á vueltas en mi jnte-
rior, y discurría que en breve había de poder formar jui-
cio completo acerca de la cnestión.
Aquello de que con los pobres podamos congeniar y
avenirnos mejor, me hacía recordar la observación que le
oí á no sé qué cabano extranjero, de que allá en esos paí-
ses adelantadísimos (no me acuerdo cómo se llaman), el
tener bestias de silla y el montarlas es lujo y regalo que
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J!.L JUU.tl.U
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II gamos á la cumbre de la colina, ya el zorro y sus pers
guidor s la babían traspue to y se habían metido entre
malczas, al pie dc la eminencia.
Descendiendo desatentadamente en eguimiento de 1
cazadores, doy en un hoyo disimulado con hierba tupi-
das, y sin saber c6mo, me siento volcado, de cansando en
el suelo sobre la silla. ~Ie levanto azoradí imo, y
Bernabé queda suspendido de la montura. orpr ndid
y conturbado, voy á huir á carrera, y aun llego á mover-
lTIC para disparar; pero, viendo que mi amo no sc de -
prende de mí, me contengo y me pongo á temblar. B.
Bernabé, en un paroxismo de miedo y de congoja, ora
levanta fervientes deprecacionc , ora me habla con ac uto
blando y suplicante, in; iéndose de cariño os diminutivo,
para que, calmándome, lo libre de la desastrosa ron rte
que tan de cerca 10 amcnaza.
Pasa tiempo. Yo no quiero arrastrar á mi amo; no
quicro, no; pero me estremezco y me angusti como él,
porque a10'0 que es más p dero. o que mi quercr me i ITI-
pul a á emprender la carrera, y m parece que mi volun-
tad va á quedar ojuzga a.
Por fin llega álguien. ?, Pero quién ~ Una chica de
c sa de doce años que ha ido atraída por la bulla de lo
cazadores, y que quién abe i ",erá capaz de ayudar á mi
pobre dueflo. Este le pide anxili . ella me acer <, y
yo retrocedo y bufo. Por fin m toma el cab tro, y
B rnabé le manda qne me baje 1 tapa j . Per aun a. í
n fácil qu 10 f'alve porque tien el pie engargantad
en 1 e tribo y la pi rna cefiida con la ación qu di' una
vuelta en c ntorno de ella cuand yo di la que originó t
catá tr fe.
La vocería de los cazadore se ac rca otra vez, y si lle-
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DILEMAS Y FIE TA 225
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DILEMAS Y FillSTAS: 227
lado por donde debíamos salir, y aislada de las demás
abHaciones, se veía una bestia blanca, que estaba dicien-
o cogedme. Prosiguióse la marcha con gran cautela, y
ando hubimos llegado á un costado del corral susodicho,
os detuvimos mien tras uno de los bergantes abría un por-
°110 para sacar por él la blanca bestia . .
Pero el hombre pone y Dios dispone. Los hombres,
decir, los ladrones, habían puesto que á esa hora estu-
ieran todos los habitantes del lugar sumidos en profun-
o sueño; y Dios había dispuesto que en la ca 'a del
calde, que era mismitamente la que se asaltaba, la se-
ora .Alcaldesa y sus hijas estu viesen vistiendo una ima-
n que debía figurar en la procesión del Sábado Santo.
Los ladrones que de liturgia habían sabido lo bastante
ra elegir la hora en que todos los habitantes de la casa
e D. Bernabé debían hallarse en la iglesia de la parro-
uia, y que acaso habían hecho aquella elección tomando
cuenta que el Viernes Santo es el día de su patJ'ono
estas, no supieron lo bastante para advertir que la ma-
rugada del Sábado Santo es una hora abominable para
ejecución de una em presa como la que ellos traían en-
e manos.
La cautela empleada para sacar la bestia, habría bas-
do y sobrado para que el gatuperio pudiera con umarse,
i la familia alcaldesca hubiera estado entregada á las
ulzuras del sueño; pero hallándose, como se hallaba en
i, la, no pudo faltar quien percibiese el ruido, ni menos
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22 EL MORO
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230 EL MORO
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232 EL Mono
culos, de rótulos pintarrajeados, de oraciones impresas
de plumas de pavo real. De estacas clavada en la par
des, pendían rejos de enlazar, un arnero, un tiple y lo
som breros y las ruanas domingueras. Adornaban tam
bién las paredes algunos hacecillos de espigas de-trigo
unas mazorcas de maíz, muestras de la última cosecha.
Las puertas de las alcobas no tenían madera sino delga-
das cortinas.
En las columnas del corredor estaban aseguradas algu-
nas patas de venado que servían de ganchos para colgar
zamarros, zurriagos y aparejos de bestias de carga.
En un tramo que formaba escuadra con el de la sala,
estaba la cocina, delante de cuya puerta se vela el pati
humedecido por el agua que muy á menudo derramaba
Resura d una olla y de una artesa que lavaba allí mu-
cha vec s cada día.
En otro lado del patio se hallaba gran parte del año
una tosca mesa, sentadas delante de la cual, en taburete
enn grecidos por la vejez, dos indias jornalera, sin di-
traerse nunca de su ocupación, estaban escogí ndo trigo,
valiéndose, ya del arn l' ,ya de las manos, á gui a de
quien cuenta plata.
erraba el pati , por los dos co tado en que no habÍc.
edificio, una hilera de arboloco8 * interpolado con ro a-
les ilve tres que e enredaban y aun se enmarañaban en
una cer a f rmada de cañas de m.úz e rea que p l' su
innata. d bilidad y p r hallarse siempre d teriorada, daba
luQ'ftr á] frecuentí imos regafio de la 8eñá Pioquinta
á las dos sirvienta porquo dejaban que]o marrano y el
burro invadieran el patio.
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DILEMAS Y FIESTAS 233
En ciertas épocas del afio nos era permitido á los cua-
rupedos que habitábamos la estancia vagar por casi toda
lla, y arrimado yo á la casa, me entretenía observando
as costumbres de los compañeros de diversas especies que
llí tenía.
Los cerdos, atentos en todos los instantes de BU des-
ansada vida á las cuestiones del condumio y del regalo,
, apretados siern pre por la necesidad del baño, lo toma-
an á la continua; pero, como no hallaban un pozo de
gua pura, e revolcaban ó se tendían voluptuo amente
ntre el barro; sin dejar, eso sÍ, de gruñir, como si nunca
es pareciese bien ni la comida que Re ura les ecbaba ni
1 nido de fanO'o que ellos mismos se aparejaban.
Los perros, Corbatín y Oonfianza, se echaban al sol en
1 patio; dc golpe, con ademán de quien se acnerda de
ue tiene una diligencia que de empeñar, se levantaban
1 al'tÍan á tr te hasta cualquier punt ; se volvían al
ismo que habían dejado, en el que, con los ojo y con
s narices, buscaban sitio adecuado para colocar la ca-
za; y, como hallaban que todos eran iguale, se deci-
ían por cualquiera, se echaban y se enroscaban, sirvién-
oles 10 brazo de almohada. Pero las moscas venían á
urbar n r po 0, y ello, con rápido volv r de cabeza con
á rápid c a quido de lengua y con ligerÍ imo abrir y
rrar de boca, trataban de cazarlos. Otras v ce se vol-
Ían panza arriba dando unos gruñi Hos de ati facción
ue e citaban la envidia de los que los oían. i percibían
19ún rumor extraño, sacudían la per za en un santiamén,
acudían á ver i era llegada la oca ión de cumplir con
u el ber do defender la casa.
1 pavo 11 pendía ]a eterna faena de recoger y alargar
1 cueHo y de andar mirando bacia todos lados, para bacer
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234 EL MORO
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DILEM . A.S y FIESTAS 235
e asechanzas, y á buscar, en el gallinero ó en un cerezo
e fuera del patio, el sitio en que habían de pasar ]a
oche; ya parecía que habían dado con el que buscaban,
uando emprendían nuevos paseos y vueltas. Una y diez
eces se paraban, tendían el cuello hacia un lado ,inmó-
ile , ponían el oíQO como para percibir bien un rumor
ejano y sospechoso; hacían ademán de ir á dar un pa o
permanecían con la pata levantada, temerosas de hacer
ui o; al fin, muy quedito, ponían la pata en el uelo y,
n aire de maliciosa cautela, miraban con un solo ojo,
ue parecía estar descubriendo señales (vi ibles ÚDica-
ente para ella) de la aproximación de un enemigo.
1 cabo lavaban la vista en el lugar que habían elegid ,
ncogían la zancas, y con estrepitoso aleteo, ganaban el
iti n q n habían determinado pernoctar.
Ese itio elegido por cada gallina de pué s de tan pro-
ijo examen y de tan maduras deliberaciones, venía á r
1 mismo, ni má ni menos, en qu había pasado ]a noche
nter' or y aca o t das las del año, Allí solían refunfuñar
. armar reyertas unas c n tras s bre d r cbos al goce de
al ó cual parte del gallinero ó de las ramas del cel' ZO.
Do de una colina c 'rcana se dilataba á veces por 1 s
mhitos de la campiña la voz son ra, pura y rou i al de
n mucha ho que les gritaba á otros dici 'ndol que
mo cerdos e habían entl'ado á la labranza; , qu , cuan-
u i r:m llevaran 1 azadón que s 1 había que lad
Jlfano P dr junto al e 1vio; , que no flleran á dejar
bjerta la puerta del rastr jo.
V nía luego 1 alto . Hencio de la noeh ,interrumpid
'] por el er al' de laEl ranas por ladrid El ] jano , por
1 canto d lo de ela o gall . y por]o gorjeos de
na avecilla que, engañada por recplandores fugitivos
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236 EL MORO
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CAPíTULO XXI
UMARIO.-Alquilado.-Vuelvo á fiestas.-Di quisición sobre la em-
briaguez y sobre los borrachos.-Peligro en que me veo de pa al'
una noche toledana.-l\1atado.-Sobre las romerías en general.-
Proyecto de una romería particular.-En un potrero.-Lastimoso
e pectá.culo.-Lo que es un caba.llo puntero.
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3 EL MORO
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xhibirse en las fiesta. Fiábanse en que el primero no
ndaba sino á altito, haciendo e carceos y fingiendo que
o e dejaba sujetar por la brida sino merced á la destre-
a del ji nete. Buen cha co se llevaron, pues desd lo
onlienzos de la jornada, ya fueron objeto de las zum bas
de los gracejos de todos los de la compar¡;:a.
Cuando llegamos al pueblo de las fiestas, ya ha1ían
a ado lo encierro, y mientras llegaba la hora de l08
"08, tu ve má que suficiente tiempo para hacer ob erva-
ione. Á la entrada del lugar, por ambos lados del ca-
ino, y en un solar que formaba parte de uno de los cos-
ados de la plaza, se habían levantado toldos ó tienda de
ampaña y se habían colocado me as de juego. En aqué-
la se ervían alm n rzos y se de pachaban, amén del
icor nacional, alma y vida, alfa y omega de toda aquella
arana, mistela, guarrú , masato"* dulces y bizcocho .
En las me8as de juego, dominaba obre los otros el de
a lotería; y por obre la algazara que por toda parte se
vantaba, prevalecían la voces de lo pill tes que la can-
aban.
En torno de cada toldo y aun d ntro de él, e jun-
aba la rústica J' bullid ra turba. De entre ella br taba
na nlO'arabJa compue ta de voces simultáneas, la más
e la cuale n eran at ndidas ni entendida por nadie.
e ntre la palabra que fluían á rau ales, s']o do se
li tinguían de cuando n cuando: la chicha y el el/ar-
illo.
rr ahía allí muchos mozo camelando á las muchachc ,
r lnilgadas y v rgonzo ica ,admitían el único obse-
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quio que sus desmañados galanes acertaban á hacerles, e
cual consistía en brindarles bebidas y en apurar la qu
babía sido brindada, de pué que, ligeramente y (!omo po
DO hacer desaire, los rojos (ó DO rojo) labios de las enco
gidas beldades habían tocado el borde del vaso ó de 1
tolullla.
Á intervalos, se suscitaba entre la plebe que, en expec
tación de novedades, vagueaba por la plaza, alegre voce-
ría y silbidos penetrante. Era que un galopín había em-
pezado con gentil denuedo á trepar por la cucaña (vulgo,
va1'a de premio), había hallado el empeño superior á su
fuerzas, y descendía rápidamente.
Mi jinete, seguido de u compañero, maripo eaba
por donde quiera, iempre á pa o largo, envueltos todos
en nubes de polvo y abrasados por un sol de fuego. El
D. Pepe entraba á una tienda á caballo, llegaba al m -
trador, pedía brandy ó ani:ado para í.y para sus compin-
ches; bebían, salían, encendían cigarrillo y segtúan corre
que te corr , hasta qu alguno proponía nueva libaci' n.
El que tomaba la delantera r pena la hazaña de penetrar
á caballo en la tienda, y . . . da capo.
Cada vez que se ene ndían los cigarrillos y se con-
tinuaba el movimi nto, parecía que ya los de la compar a
iban á ejecutar alo-ún nuevo y formal de ignio; pero
nada: vuelta á las carrera, y á los giro y á las tienda
y á 10 cigarrillos. . Cómo me acordaba yo de los tiem-
pos d 1 Tu rto Garmendía!
i T ro, t ro!
Al oir e ta aclamación conmovedora, huye mucha
parte del gentío y se apre ura á buscar en las barreras y
junto á las puertas y á las ventana, sitios en que, in
riesgo, se pueda gozar del e pectáculo. La plaza queda
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DI QUISICIONES y OTRAS ME~UDENCIAS 241
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244: EL MORO
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1 !ClONES Y OTRAS MENUDENCIAS 247
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24:8 EL MORO
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DISQUISICIONES Y OTRAS MENUDENCIAS 249
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250 r EL MORO
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CAPíTULO XXII
UMARlo.-Prevenciones para la romería.-Cupido las facilita.-Parti-
mos.-La naturaleza no no acompaña en nuestro regocijo.-Pri-
mer contratiempo.-Segundo y t ercero.-No juntamos con un
religioso y con un laico.-Cuarto percance.-Percance quinto.
-Encuentro alarmante.-Entl'evi ta fraternal.-Alarma superla-
tivo.-Quieren comprarme.-Un caballo jubilado.-Ull despena-
miento.
compon
tapa.
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DE MAL EN PEOR 253
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254 EL MORO
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
aire estaba diáfano, y al través de él y en el confín
ptentrional del horizonte, se divisaban las sierras azules
ue habíamos de trasponer. Este espectáculo renovó el
19ocijo en los pechos de los sencillos peregrinos; y,
omo para expre al' ese afecto, los rústicos instrumentos
hacían oír con aires cada vez más vivos.
Aun no clareaba el segundo día, cuando D. Bel'nabé,
on la o:fic~osa ayuda de los músicus, se puso á recoger
lS bestias en la manga en que habíamo pasado la noche.
a Alcancía, yo y el jumento, fuimos fácilmente hallados
cogidos, á pesar de que la madrugada estaba obscura;
ero el caballo de Rosita no pareció, ni aun después que
uoo amanecido. Hiciéronsele reclamaciones al dueño
, e la po ada, y él perjuró que la manga era segura y
ue jamás por jamás se había escapado de ella animal al-
uno. Montado en mí D: Bernahé, y en la yegua el
ermano de Jeremías, salieron á buscar al rucio melado
01' todos los potreros y sembrados circunvednos, hasta
ue lo columbraron e1'\ cierto potrero; trataron de entrar,
ro hallaron la puerta cerrada con canda.do. Bu caron
1 portillo por donde el prófugo debía haberse entrado y
o encontraron ninguno: la cerc:1, que era de piedra, e8-
ba recién reparada y en estado floreciente. i Cómo ha-
ía ido á dar allí el demonio del rucio melado ~ Esto fné
) que mi amo no pudo averiguar. Yo sí tu ve exp1ica-
·ón del fenómeno la noche siguiente, en la que 1 mismo
cío me d cIaró que él no e dejaba encerrar en ninguna
arte; que el pa to era de todos; que él no comprenuía
r qué 10 habían de obligar á roer pelambreras, cuando
abía terrenos cubiertos de hierba, y que él sabía saltar
rcas y zanjas como un p 1'1'0.
Yo me acordé entónces de otros caballos conocidos
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EL MORO
He
1 ha en fiado á aO'uardar.
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DE MAL EN PEOR 257
Este castigo, pensaba yo, además de ser inconducente,
injusto, dado que ni las bestias ni los hombres tropie-
n ni se asustan porque quieren tropezar ó asustarse.
tas son cosas que á uno le suceden: no son cosas que
o hace.
En la tarde de aquel mismo día, que fué calurosísima,
parejaron con nosotros un religioso que nevaba para-
las abierto, y un músico que 10 acompañaba; y entram-
s trabaron conversación con D. Bernabé.
Oomo el acompañante hubiese manüestado extrañeza
observar que Jeremías y su hermano tocaban con tesón,
n curarse de la fatiga, el religioso le hizo saber que la
tumbre de llevar música en las romerías de nuestro
cmpo, es piadosa memoria que se hace de las más an-
guas, las cuales diz que se solemnizaban, no sólo con
strumentos músicos, sino también con el canto de him-
B sagrados.
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DE MAL EN l>EOR 259
esmontarse; que el caballo se había azorado al sentir el
eno en la rodillas, que había. di parado y lo habla der-
cado en un pedregal.
, Bucna lección, discurrí yo en mis adentro, para les
ue acostumbran cometer la animalada que ha cometido
e pobre hombre."
Llegamos á Ohiquinquirá en época que lo era de
rande afluencia de gente de diver as regiones. Yo me
i en un potrero inmediato á la ciudad, mezclado con
ultitud incontable de bestias de todas la procedencias,
za , condiciones y cataduras imaginable. Entre ellas
lumbré cierto caballo que había visto en poder de uno
los virotes de la pandilla de Garmendía, y esta fatal
rcunstancia me hizo tener como fácil y probable que el
uerto e hallara entre la turba de holgazanes y gente de
ronce que había yo visto hormiguear en la población.
or una vereda que atra ve aba el p trero, vi luégo pa ar al
ueno de la bestia sospech a, y con ell se apoderó de
Í gran obre alto, aunque discurría que quizás aquel be-
tre no habría caído en que yo era el 1rloro de marras,
11 s en lo últimos tiempo yo había perdido casi todo el
lo negro y era ya rucio blanco.
En tod caso yo nada podía hacer para proveer á mi
guridad y me puse á aguardar 1 que la uerte me tu-
·era r servado.
D mi negra cavilacion s vino n. diRtraerme un inci-
nte de agradable. ndaba yo cabiz ajo y apartado de
das las otras bestia , cuando se me acercó un macho ru-
o que no había vi to antes; el cual, dirigiéndo cm con
. rt air )cillo de gazmoñería, me dijo con acento muy
1zarr' n :
-Lo alcancé á ver, hermanito, y vine á saludarlo.
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260 EL MORO
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DE MAL EN PEOR 261
e toda su vida; pero al mismo tiempo renegue, lmpa-
ien te, de la vergonzosa debilidad que me hacía vi vil'
tormentado por el temor de un peligro tal vez imagi- .
ario. En 10 sucesivo debía yo experimen.tar si mis rece-
os carecían ó no de fundamento.
Apercibidos estábalnos ya para tomar ]a vuelta de
uestra casa y aguardábamos el momento de partir en el .
atio de la casa en que D. Bernabé y su familia se habían
ospedado, cuando el dueño de aquélla, que había simpa-
izado con el mío y que le daba el tratamiento de tocayo,
e dijo señalándome:
--i Ouánto vale el rucito ~
-Quién sabe, tocayo: me han estado ofreciendo por
locho cargas de trigo y ciento cincuenta pesos, y no he
luorido darlo.
- i Quiere vendérmelo por doscientos pesos?
*-Tal vez no, tocayo: ya le digo 10 qne me han ofro-
ido por él.
-Pero e que ya está un pooo viejo.
y entónces me dió un pellizco en un cachete y aguar-
ó á ver cuánto tardaba en deshacerse el pliegue que me
abía hecho en el pellejo.
-Nueve aílos) dijo mi amo, nueve años es lo má que
uede tener.
Entónces el tocayo me abrió la boca y 1110 examinó los
ientes.
- ada, tocayo, repuso; mÍrele los dientes y los colmi-
los. Do ciento pe it s le doy, porque me ha gustado;
ero no me alcanza á servir do años.
- y que es el del sillón de Pioquinta.
-¿ Sab , tocayo? Le doy aquella muleta parda y
chenta pesos.
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262 EL MORO
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DE MAL EN PEOR 263
os dientes; tenía hinchadas y entOl'pecirlas las coyuntu-
a ; permanecía echado lo má del día, y cuando el ha m-
re y la sed lo compelían á levantarse, lo hacía pujando
quejándose. Gracias á la generosidad de su amo, su
ida e habla prolongado más allá del término ordinario
e la de su semejantes. En la época á que me voy refi-
iendo, hacía diez años que no trabajaba.
No: yo no me atreVÍa á esperar tan buena suerte, por
ás que la gratitud obliga e á mi amo para conmigo, y
nsideraba que acaso habría oe tener que bendecir la
ano que me quitara la vida para abreviar las penas que
abían de amargar sus postrimerías.
Acordábame de varias bestias que había visto d spe-
a?'; y, con suma viveza, se me representaba la imagen
e una pobre yegua que despenaron en Hatonuevo. Se
e había qucbrado una pierna y se la veía padecer atroz-
mente; le dier n una puñalada en el pecho, pero fué tan
nal dirigida, ue no hizo mas que encrudecer sus tortu-
ras; entónces D. Cesár o mandó traer su escopeta y se la
de cerrajó en la nuca; la yegua, en una convulsión supre-
ma, se levant' obre las tres patas que le quedaban yense-
guida se desplomó inanimada.
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OAPíTULO XXIII
SUMARIO.-Regreso.-Un compañero.-Incidente de unacampaña.-L
caja militar.-Al que de lo ajeno se viste . . . .-El e ero.-Cóm
un recluta hubiera podido ser l'escatado.-Suerte de la bestias d
carga.-En calle ango tao
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NUEVOS APRIETOS 265
ente ]a retirada. Conducían una . carga de dinero en
ro; y, como se tratase de escoger en la brigada la bestia
ue pareciera más vigorosa, para que la llevase, pusieron
os ojos en mí, que, como recién alistado, estaba más lucio
• fortachón.
Tomando en cuenta que se nos había de perseguir con
layor empelio si la fuerza vencedora ú otras enemigas se
m'cataban de que, entre el bagaje, iba cosa tan llamativa
n todo tiempo, pero más apetitosa aún en el de guerra,
e acordó que los sacos que contenían el oro, bien en vuel-
os en encer~dos, fueran escondidos dentro de unos tercios
le cal que pOl' acaso se hallaron en el lugar; y que yo,
011 mi carga de cal, siguiese por atajos y custodiado por
ln piquete de soldados disfrazados de arrieros, hacia un
araje en que estaba acampada una fuerza respetable y
miga. Emprendióse el movimiento. Mis copductores,
erced al descalabro de la vi pera y á la idea que se les
ncajó en la cabeza de que todo el mundo babía de adivi-
al' que lo que conducían era un te oro, iban po~eídos de
ledo cerval. Yendo nosotros por la falda de una SieJTa,
1 recodar uno de sus contrafuertes, quedamos inopinada-
nente á ]a vista de la columlla venc dora, que iba desfi-
ando por la cre ta de ]a misma sierra. Mi conductores
e creyeron perdidos, se dispersaron y me dejaron solo.
o me puse á pacer y fuÍ a vnnzando insensiblemente
lasta que llcgu; á cierta explanada en que había una
-hoza; los hahitant., de ésta me cstuvjeron mirando
omo picados de curiosidad; r gi traron los alrededores
ratando d descu bri r quién me babía llevado por allí; y,
labiendo caído la tarde sin que tal cosa se descubriera,
novidos por la compasión que les causaba el ver que yo
'ba á pasar la noche con mi carga, me tomaron del ronzal,
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266 EL :llORO
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NUEVO APRIETOS 267
o estaba en el orden natural el que me reelamasen, ni el
r. Ávila que se acordaría de mí como de las nubes de
ntaño; ni la entidad á la cual había rvido en la guerra,
ado que ésta, al no hallarme en las brigadas, me debió
e llorar por muerto.
- i y Vd. supo, pregunté al Rosado, en qué vino á
arar la carga de cal?
- h, respondió, lo que ha pa ado con la carga de cal
muy curioso. D. Tadeo quiso ser depositario de los
o tale, mientras se averiguaba á quién pertenecíamos
no , los aparejo y yo. Desocupáronlo derramando 11
ontenido en el uelo del cobertizo, sin que nadie hiciese
lto en que entre la cal v nían unos lío muy pe",ad s.
ampoco hicieron ea o de ello, si acaso los vieron, unos
eones que llevaron parte de la cal, con la que D. Tadeo
uvo el buen pen amiento de blanquear su ca a, sin duda
ientras se averiO'uaba á quién pertenecíamo In cal, los
o tal ,1 s aparejo y yo.
Sobro la cal r tante y sobre 10 que ella encubría fue-
on cayend p lvo tierra que e de prendía de la pared,
]l1e ' 0 iba d on band , y paja que de e ndía del techo,
1u se iba 1n11)(1i ndo. Las gallinas carhaban obre
tquel 111 nt' 11 de d p jo. , p ro nunca ah ndahan mucho
) rqn ' la cal no p rmitía ne allí ubsistieran ins ctos de
que aquella · ave bu caban.
r, aco de r e tahan al pie d un dclgad tabique,
. la cama 1 1 vi jo dn fio le la hoza, al pie d 1 mi m :
ólo 1 tabi ne e int rponía entre la cah za del vi.i y
as pinO'ü talegas; á nn palmo de ella P¡.l aba el inf liz
a larO'as noche d \ \-TeIado á cau. a d los achaqnes .',
un má ,d la mi. eria. Él y u mujer no r eibían otr
uxilio qn el muy mezquino ne les podía procurar un
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268 EL MORO
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~TUEVOS APRIETOS 269
ación como cuando nos hallamos ociosos; y aun en 108
ás de lo caso, lo e tamos mucho peor cuando hacemos
·ajes con carga, pues los potreros Ó las mangas que, en las
osadas de los caminos y en las inmediaciones de lo pue-
los, se de tinan para nosotros, están siempre mondos y
pelados; mientras que, en los pocos días de de.,callso
ue se nos conceden, pacemos á veces en rastrojos ó en
rillas de los terrenos sembrados en que abunda la hierba.
-Pero á mí me parece, le ob ervé, que e preferible
evar una carga que nunca se impacienta con quien la
eva y que no maneja brida, espuela ni látigo, á ir mon-
ado por un sér viviente que da sofreuada , e polazos y
zotes, y que de foga en su cabalgadura el lnal humor
casionado por la fatiga y por los sinsabores que son ine-
itables en casi todos los viajes.
-Preferible sería en realidad, repuso el Ro ado, si la
arga fuera colocada sobre nue tro lomos de modo que
o nos catrara más incomodidad que la de aguantar su
o; pero á ésta, que rccrularm nte es la meno en ible,
agregan otra que son verdaderos martirios. Para que
a carga n e ladee, no 8e sabe hacer otra c a que apl'e-
al' las cinchas y las cuerdas que la n eguran; y de modo
an bárbar la aprietan, que a i les penetran en las ca1'-
1 ,y á menudo se la dilaceran. Por otra part , la b -
ia a Í ceñida a p nas puede re pirar. El pe o de la carga
iende á ha el' bnjar 1 do como cojines que componen
( enjalma, y por con jouiente la burda tela qne lo une
primp y roza el e pinazo, :le donde pI' vi nen las mata-
uras que en e a parte n s aflig n. i la paja con que e
a rellenado la enjalma no e tá repartida. con perfecta
o'ualdad y bien mullida ó i uno de los dos t ~rcios p a
ás que el otro, resultan las mataduras en los lomos. Y
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270 EL MORO
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NUEVOS APRIETOS 271
-Iba, me dijo, con una carga muy voluminosa y con-
ucido por un arriero, hacia uno de los pueblos más dis-
antes de los del Oriente de Cnndinamarca.
Por entre olitarias y dilatadas montañas, serpentea
ol'izontalmcnte un ang tísimo camino. Es una corni a,
n eterno e calón formado artificialmente en las estriba-
iones de la serranía y que sigue las sinuosidades de é tao
or esta vía va el viajero, poseído de vértigo, rozándo .. e
r un lado con la peña tajada; y por otro, viendo, in
der apartar de él los ojos, el hambriento abismo que 10
melHlza y l atrae. ada vez que el camino que tiene
"lante recoda hacia una cañada, le parece que allí va á
altar suelo y que allí va á recibirlo el espacio vacío lue
desvanece.
Tan estrecha e aquella senda que si en ella un jinete
encuentra con otro, á malí imas penas puede seguir su
iaje. Si el encuentr de d b tías cargadas, nin-
una pucde pasar adelante. Para evitar conflictos, los
rrier08 que fr cuentan esa vía, aco tumbran gritar de
i nlpo en tiempo á fin d que lo. que vi nen 8e detengan
1l algún itio de los muy es ca o en que 1 ender e
n"ancha \ln poco.
En la CH i6n á que me refiero, y iQ'Ui nd e e cami-
, mi condu t r, que 1'. inexperto, no gritó, ni tampoco
) hiz otro arriero que venía hacia no otr ,ó si dió O'ri-
. , é ,to no fn ron oíd Dich [l1'r1e)' traía delunt
a mula con carO'a no men s abnltada que la mía. El
cnentro se verificó cn una de la p or s ang 'huas; la
HIla y yo n . paralTIOS T iránd n con cl rto e tupor;
' d arriero arr ~aron á la vez un exprp i vo viz aíno;
da uno tOUl' este natural é inocente d ,ahog c UlO
lsulto asestado á su persona. i era mene~ter tanto
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272 EL MORO
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NUEVO APRIETOS 273
El mío, mucho más marchito y acardenalado que el
ro, se echó en el suelo, de allogando en denuestos la
bia que lo sofocaba, profirielld juramentos de venganza
ncareciendo lo apretado del trance en que lo ponía el
poder, perdido ya un tercio, cargarme con el que se
bía salvado.
i Quién podrá creerlo? i Quién que no haya observa-
con cuánta presteza y facilidad se apagan los rencores
aquellos hombres en quienes el amor propio no se ha
ndrado en las altas esferas en que reina una cultura re-
ada? El arriero de la mula, que sin duda se había per-
aclo de lo riguroso del conflicto en que había puesto al
o, desanduvo un buen trozo de camino y vino á propo-
le que, si le pagaba una peseta, le ayudaría á salir del
-ieto. El otro, no sin refunfuñar mucho, aceptó el auxi-
, y ambos acometieron la empre a de cargarme con 1
cio. Para ello el arriero extraño excogitó el expediente
olocar y afianzar sobre cada co tado de la enjalma un
de rama , y de poner el tercio encima de ellos sin que
can ara obre mi espinazo.
j uando llegamos al poblado, la gente se admiraba del
año de mi conduct r, y 1mb qui n exclamara: " j Pero
arrierG í que a'r dilo o! a í sl aunque uno se tope
otras bestias en 1 volador, siempre puede pasar."
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C PfTULO XXIV
SUMARIO.-Una boda.-La trata de be tia.- ómo de<::cubrí cuándo
lícito mentir y quitar lo ajeno.- ambio de profc.i6n.-Digre i
retrospectiva.-l\Ii nueva carrera de e tudios termina á la carre
- oy rebautizado.-Mi compaílero oficial.-E tá en un tri. q
me cure del c01eo.-L na de mis prendas e trueca en defecto.
Dos tragedia '.-Comienzo á decaer.-Né tor (alia , el Mocho).
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DE APA CAÍDA 281
El caballero tuvo que sustituir á las persuasiones
landas con que al principio había procurado animar á
as señorat:i á que montasen, otras expre iones más con-
orme con el humor que lo dominaba; y cuando al cabo
ubo montado la familia, las señoras, con voz temblona,
ogaban á los vecino que las encomendaran á Dios, é 1n-
ocaban ellas mismas á toda la corte celestial.
El arranque no fné muy á propósito para tranquilizar-
a. CLlando el cochero movió las rienda para hacernos
artir, salí con demasiada viveza, y cuando me contuvo,
e levanté de man os. N obstante el mal resultado de la
rimera prueba, el viaje se hizo felizmente, y con éste y
tro do en que a1'r tré nn coche, vin á quedar graduado
e caballo de tiro. Entónces pensó el aIDO en pon rme
ombre y en señalarme compañero. E ta vez fuí bauti-
ado c n el de el Oheque ,. mi eompaflero debía ser en lo
ucesi vo un rucio blanco llamado el Álbu1n. ran for-
lna habría sido para mí que e te colega e hubiera mos-
ado capaz de compI' ndeI' las ventajas y lo encantos de
ami tad, y al propio ti mpo, die tro y laborío . La
oluntad de nue tro dueño n s ligaba materialment en
s horas de trabajo, y el hábito en la ele libertad: en
quél1a, icndo bueno amigo, n - hahrÍamos ayudado
no á tI' ~ Y nne tra tarea habría id mt llevadera; en
-ta , ya que cierto in tinto nos hacía insepaI'abl \ , nos
bda . 'riJo de solaz una eonv l' _ación franca y am na.
ro el tal Álbum era nn taimad haragán quc, cuando
mm enganchados, no cogía el tiro, trotaha e n garbo
ca cceaba fingiendo pedir rienda p ro euida.ndo n
alidad d dejarme á mí tocIo 1 trahaj. nando el co-
lel'O era. inteligente no p erezos 1 castigaba con la
sta y lo obligaba á tomar en la faena la parte lue le
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2 2 EL MORO
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2 6 EL MORO
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DE CAPA CA DA 287
éstor (alias, el .Mooho) no empuñó el rejo de enlazar
se encaramó sobre una bestia ha ta de pués que, impul-
do por noble ambición y enamorado de la vida carrua-
ra, por haber hecho viajes ha ta de doscientos metros
arra do á la zaga ó al e tribo de un carruaje, se le había
eselltado á . Borja solicitando colocación y declarán-
le que estaba dispuesto á desempeñar cualquier oficio á
e q ui iera destinado.
Fué a mitido, y tres días de pués del de su admisión,
ra a el rejo so bre un grupo de b tias acorralada y arre-
olinadas en un ángulo del potrero, y dejaba enlazada
que quería; montaba en el0 agarrándo e de las crines
1 caballo, abrazándole el cuerp con la pierna y su-
iendo á pujo ha ta quedar caballero.
Al priucipio funcionaba en el traje en que había ve-
id , que se omponía de tres piezas: sombrero redon-
de fieltro, qu agujereado por la c pa, podía er ir in-
i tintamente e rnhrer ó d g lilla; lo r stos de un
bretodo de paño color d tabaco, que, i alguna vez ha-
ía ido nuevo, lo había si o en poder de un indí viduo
má q ne D1cdiana tatura; y unos pautal ne n los
ale u e di tinguía cuál era remiendo y cuál t la or1-
inal.
acrificando II primeros ah 1'1'0 , Y mediante varios
ambios ó permuta pI' vey' mejor u O'uanlarropa que
ra 11 pI' 1 ia per ona; y cuando hu o anad la con-
nz de D. rja tuvo á u di. p ieí' n una illa de
utar que ha ía ervid á -in gen ra in . d mu-
hachos de su mi ma categoría, y unos zamarros coetáneos
le iHa.
~ e veía á é tor en pI no jercicio de su atribu-
iones y tal COlno debería retratár ele si se le retratara,
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288 EL MORO
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
CAPfT LO XXV
MARIO.-Con alas de cucaracha.-Maravilloso encadenamiento de
cau as y efecto .-De caballo de regalo á 1'ocín de molinero.-Ali-
mentaci6n mutua.-Cómo expío todos mi pecados de vanaglo-
ria.-Veo á. Merengue.-Un remedio peor que la enfermedad.-
Em pre a de tra portes.
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SE ACERCA. EL FIN 291
di posición que tuvieran para el desempeño del
io. Sucedía que un caballo de algún brío que había
pezado bien, era enganchado con otro que no quería ó
odía tirar; entónce venía sobre entrambos la grani-
a de azote, de que re ultaba q.ue el menos malo se
iera tan malo corno el peor.
Apenas se efectuaba una correría por la ciudad ó un
je fuera de ella, sin que los caballos asu taran y desazo-
an bravamente á los que iban en el carruaje y diver-
ran á los ociosos, resistiéndo e á caminar, acudiéndose
aciendo de atinos) si el cochero lo va.puleaba.
Cuando el viaje era largo, D. Alipio de pachaba con
arruaje un muchacho montado en alguno de los peores
a11os, el cual muchacho arcionaba cuando la pareja se
i tía á arrancar ó á seguir andando. E ta operación se
cticaba enganchando el rejo de enlazar en ]a lanza y
ando á la al>ción hasta que el carruaje empujaba á 108
allos, los cuales, no sintiendo la re istencia del ,ehÍ-
y sí los azote que arreciaban, olían p !lor e en mo-
iento, y siempre lo hacían á salto y con ímpetu des-
nado.
Cuando sobrevenían adversidades como las que nevo
has, Jos viajeros la tomaban con el cochero; y éste, ó
neerraba en una diplomática re erva ó grufiÍa excu a
el aire de la mayor displicencia. llacínn, ademá ,
ne prop' ito de bu cal' á Maravilla para d cirIc lo
mbres de la pa eua ; p ro él, com no sentía tran-
ila la c nciencia tenía buen cuidado de no pOllé) clcs
ante á]o agraviados hasta que ya e les hubiera
porado la c rajina.
Muchas zurribandas tuve que sufrir yo mi mo, y pasé
1 veces por el sonrojo de ser tenido por caballo resabia-
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292 EL MORO
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
E ACERCA EL FI 293
r con otras bestias, á las que dejaban de la vista de
as. Por supuesto que muchas de las tra quiladoras
á su vez trasquiladas.
Ahora ad vierto, dije entre mí, qué es lo que signi-
un dicho que oí repetir hace tiempo y que atribuyen
n señor de mucho ingenio: La El. tanzuela es un esta-
imiento de alimentación mutua.
Ahora vuelvo á tomar el roto hilo de mi narración.
En el fementido carruaje, mi astroso compañero y yo,
amos del campo una familia compuesta de do viejas,
señor lnuy feo y una señora coloradota, exuberante y
a. de cintajos y arrequiv ,quien, desde que entramos
ciudad, se e 'tal a esforzando desesp radam nte por
el' callar á un chiquillo que traía, y qu chillaba como
endemoniado. En el pe cante, acompafíaba al c cllel'o
criarla que traía dos pajaritos enjaulados.
En ese mismo día y á e a hora mi ma j coinci leucia
l! se verificaba por las call ~s qne condnc n á la Plaza
yor, por la má principale y pública, nn aparato o
file de coches, con que se olemnizaba la entrada de un
naje de mucho viso. Los balcones e taban engala-
s y r hosaban de gente, y por donde quiera bullía la
h lumbre, que apenas dejab pa o á la o ten tosa
El aire e taba lleno de aclamaciones y de alegre
i u.
Ahora bien, ó por m jor d ir, ahora mal, el zop n o
cochero, sin pensar en otra cosa qu en ajn tal' á las
rucciones que había recibido acerca del ru In bo que de-
seguir, nos llevó á de m oear en una de las cnlles
odichas; en ntró la bocacalle at tada de gente y ~m-
, á pedir permi o para que 10 d juran pa aro ucl10s
lo que aHí taban apiñados, eran gente truhán y ma-
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294 EL MORO
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SE ACERCA EL FIN 297
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Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.
AP~ DICE
ESCRITO POR EL EDITOR
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íNDICE
1
1
XII.-UN NUEVO TIPO 1
XII 1.-A)lO • UEVO 1
XIV.-Vm l' EVA 1
XV.-¡ F EOO! . 1
VI.-PALrQ E • 1
¿ VIl.- A . ml DE CLDtA 1
XVIlI.-NUEY MPA~A '
2
2
ME.' D E. lA 2
2
2
2
2
2
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1 DICE DE LAS LÁMINAS
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LAS AVENTURAS D~L
~ICARIO DE WAKEFIELD.
Por OLIVERIO GOLDSMITH .
APPLETON y COMPAÑÍA,
EDITORES,
N EV 1 K.
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Nuevo Tesoro de Chistes,
Máximas, Proverbios, Reflexiones Morales, Historias, Ct
tos, Leyenda , extractadas de las Obras de BYRON, W AL
SOOTT, WASHINGTON IRV1N G, PRESCOTT, MOORE, FRANKl
A. . . . DI80N, COOPER, GrBBON, PALEY, GOLDSMITIl, HAWTHOI
:"~OBERTSON, STORY, MAR8HALL, Wy E, DIOKENS, BULV.
Hoox, MAOAULAY, BRYANT, POPE, DRYDEN, ETO., ETO., I
Nue'lJa Edición.
La 1 en el Desierto.
Aventuras de una Familia perdida en las SoJedades dE
América del Norte.
Por el Capitan MAYNE REID.
Traducida del Inglés por SIMÓN OAMACIlO y ANTONIO r
NANDEZ. Oon Doce Láminas por WILLIAM HARVEY.
Digitalizado por la Biblioteca Luis Ángel Arango del Banco de la República, Colombia.