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Taller de Sociedad y naturaleza en América

Latina

Módulo 3

DEL AMBIENTE DE LOS PRIMEROS AÑOS DE VIDA


INDEPENDIENTE A LA EUROPEIZACIÓN

Objetivos
• Analizar los relatos de viajeros europeos del siglo XIX acerca de la vida salvaje
en América.
• Describir las ideas ecologistas de los próceres de la Independencia
latinoamericana.
• Ejemplificar la contaminación y destrucción ambiental en relación con las
guerras de la Independencia.
• Explicar la relación entre la explotación de los recursos naturales, la
transformación del ambiente y el surgimiento de las epidemias y
enfermedades ambientales.
• Analizar los aspectos negativos que trajo la Revolución industrial en el estado
de salud de la población y del ambiente.
• Explicar las principales consecuencias ambientales de la europeización del
continente.
• Analizar críticamente el manejo de la fauna y de la flora por parte de los
colonizadores europeos.
• Explicar los conceptos de latifundio y monocultivo.
• Describir el impacto de la colonización europea y la expansión industrial sobre
diferentes regiones de América latina.
• Analizar un mapa sobre principales recursos económicos explotados en
América latina en relación con la fauna y la flora locales.

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Contenidos
✓ Los viajeros europeos y las tierras salvajes de América.

✓ Actitud ecológica en los próceres de la Independencia.

✓ Contaminación causada por las guerras de la Independencia.

✓ Concepto de enfermedades ambientales.

✓ Las enfermedades y epidemias en relación con la alteración ambiental.

✓ Revolución industrial y condiciones de salud pública.

✓ La europeización del continente: características y consecuencias.

✓ La alteración del ambiente y la extinción de la flora y de la fauna.

✓ La expansión de las epidemias, como el cólera.

✓ Repercusión de la apropiación de las tierras de los pueblos originarios.

✓ Latifundio y expansión agrícola en América latina.

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CONDICIONES POLÍTICAS Y ECONÓMICAS RELACIONADAS CON LA
DEGRADACIÓN AMBIENTAL.

La Independencia representó nuevas maneras de relación de los hombres entre sí y


con los recursos naturales de sus tierras respectivas. A pesar de los grandes enunciados
igualitarios, esa promesa no llegó a cumplirse. Formas degradantes de explotación
humana, como la esclavitud, subsistieron en forma abierta durante mucho tiempo y, de un
modo encubierto, continua en la actualidad.
Lo que hubo fue una apertura a nuevas formas de utilización de recursos naturales.
El modelo productivo colonial, al basarse en el monopolio comercial, actuó como un
bloqueo al desarrollo de muchas actividades y al empleo productivo de recursos que no
interesaban a las respectivas metrópolis.
La utilización social de los recursos naturales tiene dos movimientos diferentes
después de la Independencia. En primer término, hay una búsqueda y puesta en valor de
esos recursos. Desde el tiempo de los jesuitas no había habido exploraciones geográficas.
Pero el siglo XIX es el siglo de los viajes. Los gobiernos los estimulan. A veces los realizan
los científicos locales y otras son extranjeros que buscan el modo de integrar esos recursos
a los mercados internacionales en expansión.
El pionero de estos movimientos es Alexander von Humboldt, que influye decisivamente en
viajeros posteriores como Alcides D`Orbigny y Charles Darwin, y también en americanos
como el colombiano Caldas o dirigentes políticos como Simón Bolívar, Manuel Belgrano,
José Gervasio Artigas y Domingo Faustino Sarmiento.
Al tiempo que nuevos recursos se ponen en producción, la Independencia representó el
comercio libre en la mayor parte de las nuevas naciones. Se produjo una penetración
comercial europea (principalmente británica) que en muchas zonas reemplazó las
artesanías locales por productos industriales importados.

A. EL SUELO ECOLÓGICO DE SIMÓN BOLÍVAR

La antigua escuela nos enseñó a tener una imagen estereotipada de nuestros grandes
hombres. Así, tendemos a imaginarlos tal como los vemos en las estatuas: los militares de
a caballo, los civiles de a pie. Unos revistando sus tropas, los otros con el brazo levantado
en medio de una actitud oratoria.
Y así como nos cuesta verlos como seres humanos -con sus pasiones y sufrimientos-
tampoco los sacamos de ese encuadre en que la historia escolar los ha puesto: los
generales ganan batallas, los civiles fundan escuelas y plantan árboles. Por eso, para
romper un poco esos esquemas tan ordenados, queremos mostrar un aspecto poco
conocido de uno de ellos: el interés de Simón Bolívar por la protección ecológica.
Estamos en 1825, poco después de las victorias que terminaron con el dominio realista en
América. En muchos países es época de anarquía y de guerras civiles. Pero también es el
tiempo del sueño y de la utopía. América Latina está llena de reformadores que proponen
distintas variantes de sociedades copiadas de lo que dicen los autores europeos. Por todas
partes se escriben borradores de Constituciones y pareciera que el futuro puede diseñarse
con una pluma. San Martín pide leyes justas, con la esperanza de que bastarán para crear
una sociedad mejor.

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En ese contexto, Bolívar lanza un sueño ecologista. El 19 de diciembre, desde su palacio
de gobierno en Bolivia, decreta la protección de las aguas y los bosques. En los
considerandos afirma que "una gran parte del territorio de la república carece de aguas y
por consiguiente de vegetales para el uso común de la vida". Agrega que "la esterilidad del
suelo se opone al aumento de la población y priva entretanto a la generación presente de
muchas comodidades".
Afirma también "que por falta de combustible no puede hacerse o se hace inexactamente o
con imperfección la extracción de metales y la confección de productos minerales que por
ahora hacen casi la sola riqueza del suelo".
Basándose en estos criterios decreta: "Que se visiten las vertientes de los ríos, se observe
el curso de ellos y se determinen los lugares por donde puedan conducirse aguas a los
terrenos que están privados de ellas".
"Que en todos los puntos en que el terreno prometa hacer prosperar alguna especie de
planta mayor cualquiera, se emprenda una plantación regulada a costa del estado, hasta el
número de un millón de árboles, prefiriendo los lugares donde haya más necesidad de
ellos".
"Que el Director General de Agricultura proponga al Gobierno las ordenanzas que juzgue
convenientes a la creación, prosperidad y destinos de los bosques en el territorio de la
República".
Sabemos lo que pasó después. La ola de la guerra civil pasó por encima de las propuestas
ecologistas y también del sueño bolivariano de integración latinoamericana. Bolivia sigue
siendo un país sin bosques y sin agua, con el agravante de que ahora tampoco tiene el mar
que tenía en tiempos de Bolívar.
En las pendientes de los Andes, el suelo se escapa después de cada cosecha, sin que
haya formas eficientes de detener la erosión. Bolivia es uno de los países en que la
desertificación avanza a mayor velocidad. En amplias zonas no hay árboles y la gente de
pocos recursos necesita leña para calentarse y cocinar, por lo que terminan con los pocos
arbustos que quedan. Sin vegetación, tampoco habrá nutrientes en el suelo. Sin suelo y sin
árboles, la lluvia se transforma en torrentes que destruyen todo a su paso para dejar,
nuevamente, la tierra seca y desierta.
Una realidad muy distinta de la soñada por el Libertador, en una época en la que los
hombres prefirieron los cañones a los árboles.

Artigas intenta repartir las tierras entre los pobres.

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En sintonía con las propuestas de Bolívar, José Gervasio Artigas, en la banda Oriental,
proyecta la distribución de las tierras en pequeñas propiedades, con obligación de
habitarlas y trabajarlas para evitar su uso especulativo y la formación de latifundios. Debía
darse prioridad a las familias pobres. Previsiblemente, no se llevó a la práctica, y sucesivos
Gobiernos que hablaron en nombre de Artigas no intentaron llevar a la práctica sus ideas.

B. LA PEOR FORMA DE CONTAMINACIÓN ES LA GUERRA

Los aspectos más críticos de las guerras de la Independencia y las guerras civiles e
internacionales posteriores no se vinculan con los caídos en las batallas, sino con la
enorme mortandad de población civil por las consecuencias ambientales de los conflictos
bélicos. El impacto ambiental y sanitario de la Guerra de la Independencia es lo
suficientemente profundo como para que debamos analizarlo, aún con la incompleta
información disponible.
Habitualmente, las pérdidas de vidas humanas causadas por las guerras son casi
imposibles de estimari. No es objeto de esta investigación hacer ese cálculo, pero sí
señalar algunas de sus implicancias ambientales. Al respecto, es sugestiva la comparación
de las víctimas totales de las guerras con las cifras de los hombres realmente caídos en las
batallas. Las cifras de bajas de estos encuentros son inciertas, pero su orden de magnitud
no lo es. En el combate de San Lorenzo (primera victoria de San Martín en América), el
parte oficial menciona 54 muertos. La batalla de Maipú, que culmina con la Independencia
de Chile, produjo 3.000 muertos en ambos bandosii. La de Ayacucho, que terminó con el
dominio español en América, unos 2 mil muertos.
Ésta es la parte de la guerra que habitualmente se ve en la mayor parte de las crónicas y la
que recoge casi siempre el cine. Analicemos un poco la que queda oculta. Veamos un
análisis demográfico sobre lo ocurrido con la población española durante la invasión
napoleónica, que puede servirnos de aproximación metodológica, ya que no conocemos un
estudio equivalente sobre las guerras americanas del mismo período. Las muertes que
afectaron a los ejércitos se debieron principalmente a enfermedades infecciosas (82 por
ciento de las muertes) provocadas por las malas condiciones ambientales y en mucha
menor medida (14 por ciento de las muertes) a heridas producidas en el campo de batallaiii.
La guerra repercute de manera muy importante sobre la población civil, sobre la que se
abaten desalojos, requisas, sitios, represalias, epidemias y hambres. Entre estos factores la
guerra ocupa un puesto destacado como desencadenante o agravante de la crisis: las
pérdidas de cosecha por destrucciones, requisas o huida de la población, las penalidades
que ésta sufre cuando su territorio se convierte en escenario de la contienda, las epidemias
que ven facilitada su difusión por los movimientos de tropas y civiles son elementos que
están detrás de las fuertes alzas de mortalidad. También es frecuente la destrucción de
cultivos y el corte de las líneas normales de suministro de alimentos. El resultado de la
escasez son niveles tan altos de carestía que suelen provocar mortalidad por hambre.
Pero además de morir, en las guerras la gente deja de nacer. Por la separación o
disolución de las familias, por abortos provocados por episodios de violencia o por
desnutrición, hay muchos motivos para que una guerra provoque situaciones de
despoblamiento en gran escala. Habíamos hablado de la pérdida de población de América
al comienzo de la conquista. Sugestivamente, al comienzo y al final del período colonial se
producen situaciones de despoblamiento masivo.

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Las guerras también causan epidemias. En la guerra por la liberación de Haití, las
condiciones ambientales jugaron un rol decisivo, al derrotar a los ejércitos europeos. Los
ejércitos franceses enviados por Napoleón lucharon con refuerzos masivos hasta 1803,
cuando decidieron evacuar lo que quedaba del ejército. Diez mil hombres lograron regresar
a Francia y 55.000 quedaron enterrados en la ex colonia, muertos en su mayor parte por la
fiebre amarilla.
Pero las guerras generan problemas ambientales y sanitarios con independencia del sitio
en que sucedan. Al terminar el sitio de Montevideo (1812-1814) la ciudad sólo tenía 10.000
habitantes, habiendo muerto 20.000; como resultados de combates sólo 818, con 531
heridos que quedaron mutiladosiv. En otras palabras, que el 4 por ciento de los muertos
cayó en los combates y el 96 por ciento por las enfermedades ambientales asociadas a la
guerra.
En los casos en los que la Guerra de la Independencia tuvo las características de una
guerra social, el encarnizamiento fue mucho mayor y lo mismo ocurrió con el impacto social
y ambiental, ya que hubo estrategias de exterminio mutuo, antes que de toma del poder o
de ocupación de determinadas posiciones estratégicas.
En la actual Venezuela, "los presos de ambos bandos eran lanceados o degollados en el
lugar en que se echaban en tierra agotados por el cansancio y los sufrimientos; el país era
recorrido en toda su extensión por partidas que no respetaban ni vidas, ni bienes, ni
hogares, ni templos; en las familias divididas por la guerra la madre lloraba al hijo que
moría en el lado republicano y a la vez rezaba por la vida de otro de sus hijos que se
hallaba en el campo realista. En las ciudades de la cordillera de la costa norte -la que da al
Caribe- las poblaciones se habían alimentado tradicionalmente de los productos sacados
de los pequeños valles, pero la guerra social echó de esos valles a los que los cultivaban,
de manera que en 1814 el hambre se generalizó en Caracas a tal punto que hay
descripciones de esos días en que se cuenta cómo iban las mujeres de familias linajudas
buscando por las calles desperdicios con que alimentar a sus deudos. Los niños tiernos
morían de consunción, los ancianos enloquecían de hambre, los hombres iban a combatir,
y todos lloraban de cólera", dice Juan Bosch v. "Nadie podría decir cuántas fueron las
víctimas de la guerra social venezolana, pero no se exageraría si se dijera que debieron
llegar a 100.000”.
En Costa Rica, un invasor, “dejó tras sí algo más mortal que las balas de sus filibusteros:
fue el cólera, que hizo su aparición en Rivas una semana después de la batalla y mató
tantos soldados y oficiales costarricenses que el presidente Mora Fernández tuvo que
abandonar la ciudad y dirigirse a su país”vi. En Dominicana, después de un intento español
de volver a apoderarse del país, en 1864, “los soldados españoles sufrieron mucho en esa
guerra. El país no tenía ni puertos, ni caminos, ni ferrocarriles; las intensas lluvias tropicales
se alternaban con los fuertes calores de la zona; la malaria, la buba y las enfermedades
intestinales causaban miles de bajas en sus filas”vii.
Durante la guerra de la Independencia de Cuba existieron situaciones de mortandad
masiva por hambre. El jefe español “ordenó la concentración de los campesinos en los
sitios donde hubiera guarniciones españolas, con lo cual quedó virtualmente liquidada la
producción de viandas y animales de carne y comenzó a generalizarse el hambre y la
muerte por inanición. Los cubanos, por su parte, estaban llevando a cabo la llamada
"campaña de la tea", esto es, la destrucción, por medio del fuego, de todos los ingenios y

los cañaverales”viii. En 1897, el ejército español tuvo 30.000 bajas, sólo por enfermedades.
Es sugestivo que en casi todos los casos las enfermedades ambientales sorprenden a los
militares de todos los bandos, cuya preparación profesional los hace pensar sólo en
enemigos humanos. La ausencia de prevenciones ambientales es una constante en todos
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los casos. Los riesgos, sin embargo, son conocidos desde la Antigüedad: leemos en la
Biblia una serie de indicaciones de higiene militar para los ejércitos judíos, que les
ayudaron en sus luchas contra enemigos más poderosos pero menos prevenidos en este
aspectoix.
Al mismo tiempo, la guerra llevó a modificar los perfiles productivos de muchas zonas. En
áreas como la pampa y el Río de la Plata, la inseguridad generalizada llevó a disminuir aún
más el interés por la agricultura y reforzar la actividad ganadera, por la movilidad del
ganado en caso de conflicto. En el valle de Caracas, esto llevó a los grandes terratenientes
a desviarse del cultivo del cacao al del café, ya que el fruto de este último puede
conservarse durante más tiempo. En condiciones de guerras en el mar, bloqueos y eventos
semejantes, era sustancial disponer de una mercancía que pudiera esperar las condiciones
políticas y económicas favorables sin arruinarse.
Recíprocamente, la ausencia de guerra permitió dedicar mayores recursos al crecimiento
económico en aquellos países que atravesaron la Independencia con niveles más bajos de
conflictividad. Es significativo el caso del Paraguay, cuya independencia fue el resultado de
las guerras efectuadas por sus vecinos, y el de Brasil, que se separó de Portugal por
decisiones palaciegas que no se reflejaron en cruentas batallas.

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C. LAS ENFERMEDADES AMBIENTALES DEL SIGLO XIX

En todas partes, el interés por el ambiente urbano se origina en los aspectos sanitarios.
Desde que aparecen las ciudades, hace varios miles de años, los hombres descubren que
juntar a muchas personas aumenta los riesgos de que unos se contagien a otros. Por el
aire o por el agua, por estornudos o por besos, la mayor proximidad ayuda a que bacterias
y virus encuentren su camino.
Sólo que, en ausencia de información científica -y a veces, también con ella- se trata de
evitar las epidemias con medidas que tienen más de ideológicas que se sanitarias. A
principios del siglo XIX, un enfrentamiento entre ateos y beatos sirve para esconder los
problemas más serios del ambiente urbano.
En Buenos Aires, la Asamblea del Año XIII considera que las prácticas religiosas son la
causa principal de la mortalidad infantil. Reunidos en sesión especial, los diputados de
1813 dictaminan que los niños mueren por "un espasmo que entre otras cosas lo origina el
agua fría en que son bautizados". En consecuencia, ordenan que solamente se los bautice
con agua tibia.
Del otro lado les contestan que la gente no se enferma porque se enfríe cuando la bautizan
sino porque se debilita por los pecados cometidos. El diario "El Censor", dice que "un
sujeto está con disposiciones a contagiarse cuando está muy debilitado por la vida austera,
la falta o exceso de alimento, la destemplanza en la bebida o en los placeres de Venus, las
grandes fatigas o una evacuación considerable. Cuando se ha expuesto al frío cargado de
humedad, y, lo que es más que todo, cuando está poseído de un miedo y un terror
excesivo".
Y durante los primeros años de vida independiente, se sigue girando en esta polémica
estéril, sobre si la gente se enferma por la religión o por el erotismo. Hasta que el
periodismo vuelve la mirada sobre las condiciones de higiene urbana. "Tal vez -vuelve a
decir "El Censor"- ocupan el primer lugar entre estas causas funestas el sepultarse los
cadáveres dentro de la misma población; el desaseo de las calles; el podrirse animales
muertos dentro de la misma población; los lodazales y aguas corrompidas".
Aclaremos: cuando se habla de animales muertos abandonados en la calle, no se refieren
a perros ni a gatos. Testimonia el diario "La Abeja Argentina", en 1823 que en San José de
Flores: "Se mata casi diariamente un número considerable de yeguas para la fabricación de
su aceite: extraído éste, se abandonan todos los demás despojos en el campo, los que,
pudriéndose libremente, despiden un hedor nauseabundo e intolerable, que se deja sentir a
distancias considerables, y tal es a su juicio, la causa de la epidemia".
Estos antecedentes explican la preocupación del gobierno de Rivadavia por la salud
pública y la mejora del ambiente urbano. Se establecen controles sobre el agua del río
utilizada por las lavanderas, sobre el desagote de los baños públicos y un sistema de
inspección a los alimentos ingresados a la ciudad. Un bando policial prohíbe arrojar aguas
sucias a la calle, no sabemos con qué grado de éxito.
El plan de trabajo de la Academia de Medicina (fundada en 1822 y cerrada en 1824) pone
el acento en los aspectos ecológicos y ambientales. Los médicos se ponen a estudiar el
clima, el suelo, las aguas, la geología y las enfermedades del país, para establecer la
higiene pública y privada. Consideran que las enfermedades de una región serán las
mismas que las prevalecientes donde hubiera iguales condiciones ecológicas. Francisco
Javier Muñiz desarrolla una eficaz vacuna antivariólica, y se la declara obligatoria en las
escuelas públicas. La ciencia se pone al servicio del ambiente urbano.

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D. LOS COMIENZOS DE LA EUROPEIZACIÓN

A partir de mediados del siglo XIX, con grandes diferencias entre unos países y otros, se
produce su integración a los mercados internacionales. Pero la economía nunca va sola
sino que suele estar acompañada por la cultura. La europeización permea las distintas
actividades de las sociedades americanas.
Se adoptan vestimentas e instituciones, modas literarias y estilos arquitectónicos. Del frac a
los techos de pizarra, lo importante era copiar el modelo del mejor modo posible. La idea de
una identidad nacional propia, diferente de la de las culturas europeas, aparece
simplemente como anticuada. Sarmiento lo dijo con todas las letras, pero estaba en el
ambiente: la cultura europea representaba la civilización. Todo lo demás era la barbarie.
Paradójicamente, el avance de la civilización se realiza en condiciones de capitalismo
salvaje. En Inglaterra los terratenientes cercan los campos para desplazar población a las
ciudades para abastecer de mano de obra a la industria. Allí vivirán y trabajarán en
condiciones de insalubridad, respirando el humo del carbón, oyendo los ruidos de las
máquinas que trabajan día y noche, y bebiendo agua contaminada con excretas y residuos
industriales. En los inquilinatos hay que hacer cola por la letrina y el dueño utiliza el patio
para criar cerdos. La jornada de labor es muy extensa, tanto para adultos como para niños
pequeños. Los accidentes de trabajo son frecuentes y llevan a la miseria a heridos y
mutilados.
El poeta judeo-alemán Enrique Heine pone en boca de los tejedores de Silesia estos
versos:

“Días y noches son cesar tejemos,


vieja Alemania tu sudario helado.
Ya tejen en la sombra nuestros dedos,
Ya mezclan al tejido
de maldición y cólera los ecos.
¡Tejemos! ¡Tejemos!”x

De este modo, grandes oleadas de inmigrantes llegarán a América, huyendo de las infames
condiciones ambientales que les ofrece la civilización.
La unificación del mundo tiene como soporte material la máquina de vapor. Los barcos de
vapor, con cascos acero multiplican la capacidad de carga y transporte y acortan las
distancias Grandes tendidos ferroviarios permiten llevar las materias primas hacia los
puertos e ingresar manufacturas europeas a los mercados del interior de los países.
El ferrocarril causará el primero de los grandes impactos ambientales de esta etapa. En las
zonas tropicales cada obra de envergadura debe computar una alta mortalidad de los
trabajadores por los accidentes o por las enfermedades características del lugar, como la
malaria o la fiebre amarilla. En algunos casos, como el del ferrocarril Madeira-Mamoré,
mueren tantos hombres que la obra debe ser abandonada. De allí nos viene la expresión
“durmientes” para referirse a las traviesas que soportan los rieles. La tradición dice que
cada durmiente representa el cuerpo de un trabajador que no resistió las condiciones
ambientales de la obra.

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Pero estas condiciones socioambientales no son exclusivas de las obras ferroviarias. La
construcción del Canal de Panamá debió ser interrumpida por la mortandad de los
trabajadores. Para completarlo se importaron chinos, muchos de ellos forzados, en
condiciones equivalentes a la esclavitud. Cuando la compañía del Canal les quitó la cuota
de opio que les daban, aduciendo “razones morales”, los chinos se suicidaron en masa.
Pero además de afectar a los hombres, el ferrocarril afecta a los bosques. Allí donde han
caído los durmientes humanos, también cayeron los durmientes vegetales, los árboles de
madera dura, capaces de soportar el peso de locomotoras y vagones y de resistir muchos
años a la intemperie.
Los troncos sostienen los rieles y las ramas se queman en las calderas. A menudo, en la
temporada seca, las chispas de las locomotoras causan incendios de campos. Después de
todo eso, el pastoreo con vacunos impedirá la reconstrucción del bosque.
En esta etapa, las relaciones sociales se mantienen por medio de la violencia, que es, en
todo el continente, la respuesta ante pedidos de mejoramiento de las condiciones sociales.
En Colombia, los trabajadores de la United Fruit son ametrallados por el ejército. En Santa
María de Iquique (Chile), ocurre lo mismo con los mineros. En Argentina se fusila a los
obreros urbanos (Semana Trágica de 1919), los trabajadores patagónicos de la lana y a los
indígenas chaqueños. En México, el régimen de Profirio Díaz también practica la mano
dura sobre los trabajadores.

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D. LA SOBREABUNDANCIA DE FAUNA DURÓ POCO

Destacamos la sorpresa de la mayor parte de los extranjeros que visitan el continente en


esta época ante la abundancia de fauna. Continuamente reiteran que esa densidad de
ejemplares es absolutamente imposible de imaginar y describen anécdotas vinculadas con
ello, en un esfuerzo para convencer a lectores incrédulos.
“Vi en la playa una bandada de lo más numerosa de ánades de la especie llamada
specutirí; estaban en la arena. Creí poder sorprenderlos, y en efecto, avanzando por detrás
de los árboles, me acerqué lo suficiente como para arrojarles provechosamente un tiro,
mientras estaban posados, preparando el segundo para el instante en que volaran. Lance
mis dos tiros como lo había proyectado; la playa y la orilla de las aguas quedaron cubiertas
de ánades. Levanté veintisiete, lo que podrá parecer asombroso, si no hubieran estado
colocados sobre la playa, donde cada grano de plomo debía rebotar en la arena y podía ser
doblemente mortífero. He visto a menudo tiros más brillantes todavía, logrados en el
invierno por los cazadores en los pantanos de los alrededores de Buenos Aires”xi.
En México, “es abundantísima la caza en las riberas del Goatzacoalco, donde se ven
millares de aves cuyas formas airosas se engalanan con lo colores más vistosos. El
hermosísimo guacamayo colorado de alas azules y amarillas y la garzota blanca de
plumaje tan rico, servían para hacer la sopa de la gente, al paso que el faisán real con su
copete ribeteado de blanco daba crueles vueltas en mi asador”xii.
Además de las anécdotas, a veces aparecen estadísticas. En la provincia argentina de
Corrientes en el primer semestre de 1828 se vendieron 1.800.000 cueros de coipo (nutria
criolla)xiii. Como comparación diremos que la cuota de exportación de cueros de la misma
especie para la misma provincia durante la temporada de caza abril 2005-marzo 2006 fue
de apenas 35.000 ejemplaresxiv, lo que nos da una idea de cómo fue utilizado el recurso en
los años intermedios.
La concepción extractiva de la época llevó a poner en producción diversos recursos de
fauna y explotarlos hasta su agotamiento. Señalemos que agotamiento económico no es lo
mismo que extinción. Una especie está extinguida cuando simplemente no existe más.
Pero está económicamente agotada cuando sus poblaciones están tan mermadas que ya
no resulta rentable explotarlas. Se trata, claramente, de una relación beneficio-costo, lo que
significa que no depende de la cantidad de ejemplares que existan sino de lo que cuesta
obtenerlos y los precios que pueden obtenerse por sus despojos. Ante cualquier cambio en
los precios de venta de los productos de fauna, la ecuación podrá cambiar y se podrá
retornar a sacar más. En ausencia de información sistemática, sólo tenemos indicios de
cómo pudieron haber ocurrido las cosas. Pero en muchos casos, son más que suficientes.
Veamos, por ejemplo, algunos altibajos de la presión de extracción sobre las perlas.
Hay testimonios sobre la pesca de perlas en las costas de Colombia en 1812 y en 1817. A
pesar de las guerras, la extracción se mantuvo con cierta regularidad en el golfo de
Panamá y en la Guajira. En 1824, un inglés viajó a Colombia el privilegio para la pesca de
perlas. El Congreso dio en ese año una concesión exclusiva a una empresa inglesa medio
fantasma, que desapareció poco después.
Las perlas fueron un factor de tensión política entre la provincia de Panamá y las
autoridades de Bogotá. En 1823, a través del senador del istmo, piden que se libere el
buceo de perlas de los impuestos que los gravaban, junto a otras medidas económicas
para superar el atraso de la regiónxv. Se siguieron exportando, pero sólo durante los años
1843-1845. Se sacaban hacia 1866; pero hacia 1878 se había suspendido la extracción,
por agotamiento del molusco. El laboreo se reanudó más tarde, pues a fines del siglo XIX
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todavía se pescaban en la isla Coibita. En cuanto a la Guajira, y para no desmentir a los
westerns, los indígenas seguían cambiándolas al finalizar la guerra de Independencia, por
alcohol, municiones y baratijasxvi.
En una descripción sobre los pescadores de perlas del golfo de California, un viajero inglés
destaca que existen zonas abandonadas, suponemos que por agotamiento del recurso: “A
más de Loreto hay otro placer en la Paz en la Ensenada de Muleje donde se buscaba
antiguamente y en las playas de esta costa en frente de la isla del Tiburón se encuentran
muchos teneros de conchas, y ruinas de pilas en donde lavaban los antiguos”xvii.
La tortuga de carey figura entre las exportaciones colombianas con relativa regularidad,
desde 1838-1839 hasta 1865. En la costa norte de Panamá su extracción duró hasta fin del
siglo XIX. Se extraía en el archipiélago de San Andrés y Providencia, y en La Guajira se
extraía carey. En Cartagena llegó a haber una industria de peines de carey, así como de
bastones de mando, cubiertos, cajuelas, cigarrilleras, etc. Industria que fue desapareciendo
con la especie que le servía de materia prima.
Lo mismo ocurrió con las tortugas que dieron nombre a las famosas islas Galápagos. Los
barcos llegaban hasta las islas exclusivamente para cazar las tortugas gigantes y lo
hicieron a escala industrial. La grasa era recogida y fundida para obtener entre 4 y 11 litros
de aceite por animal. Después de 1830, los barcos norteamericanos capturaron más de
100 mil ejemplares. Sin embargo, se calcula que desde el descubrimiento de las islas,
fueron cazadas unos 10 millones de tortugasxviii.
Nos quedan algunas reservas de lobos y elefantes marinos en la costa patagónica,
cuidadosamente protegidas, y que hoy son una importante atracción turística. Al verlos allí,
nos cuesta percibir la magnitud de la depredación que sufrieron en otros tiempos. Para
comprenderlo, tenemos que tener en cuenta que la apropiación directa de los recursos de
fauna tuvo un peso enorme en la economía internacional durante los siglos XVIII y parte del
XIX.
La importancia de las pieles de animales salvajes en la vestimenta de la población durante
el crudo invierno europeo era muy superior a la actual. Y, además, el clima del siglo pasado
era bastante más frío que el que hoy tenemos. Pero también había una gran demanda de
grasas animales, antes que se extendiera el uso del petróleo. Buenos Aires se iluminaba
con aceite de potro y velas de sebo y toda Europa usaba aceite de ballena y velas
fabricadas con la grasa extraída de la cabeza de ballenas y cachalotes.
Después de varios siglos de explotación intensiva, la fauna europea y la de los mares del
Norte comenzó a decrecer, desapareciendo numerosas especies. Esto impulsó a buscar
sus equivalentes en los mares del Sur. Los barcos balleneros y loberos de diversos países
se dirigieron a nuestras costas, y muchos usaron como base de operaciones las islas
Malvinas, aún después de haber disminuido completamente las poblaciones de los
animales que cazaban. Las actividades de caza de lobos marinos aumentaron
notablemente a partir de 1819, con el descubrimiento de las islas Shetland del Sur. Entre
1820 y 1822, solamente en las Shetland, se registra la presencia de 91 barcos de caza.
Esos barcos de varios países compitieron por la destrucción del recurso natural: entre 1815
y 1820, la extracción de "aceite de foca" era del orden de las 2.000 toneladas anuales, lo
que equivale a unos 40 mil elefantes marinos muertos por temporada.
Las técnicas de caza eran extremadamente destructivas, ya que atacaban las colonias con
lanzas, garrotes y armas de fuego durante la época de parición, que era cuando los
animales permanecían en tierra. Se mataban las crías muy pequeñas, aunque su
rendimiento en aceite era muy bajo. Sólo se aprovechaba la grasa del vientre del animal
pero no la de sus vísceras, lo que significaba desperdiciar la mitad del aceite disponible.

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A esto se unió el que los elefantes marinos carecían de enemigos naturales en tierra, por lo
cual no habían desarrollado ninguna defensa ante ataques efectuados fuera del agua. A
punto tal que las hembras podían continuar dormidas al sol, aún después de la masacre de
sus congéneres, sin que las despertaran ni siquiera los balazos. Sólo despertaban cuando
los marineros, creyéndolas muertas, les clavaban los cuchillos para extraerles la grasa.
Con estas prácticas, no sorprende saber que en 1828 sólo se obtuvieron 18 toneladas de
"aceite de foca": casi no quedaban animales cuya distribución alcanzaba anteriormente
hasta la entrada del Río de la Plata.
Y no es que se hubieran ido más hacia el sur para escapar de la persecución. En esas
remotas islas también estaban desapareciendo. Por esos años, cuando el Nautilus pasó
frente a las costas patagónicas, Julio Verne recogió las palabras del capitán Nemo: "El 15
de marzo dejamos atrás la latitud de la islas Shetland y Orcadas del Sur, y allí me dijo el
capitán (Nemo) que antiguamente numerosas tribus de focas habitaban aquellas tierras;
pero los balleneros ingleses y norteamericanos, en su genio de destrucción, sacrificando
los adultos y las hembras preñadas, habían conseguido dejar el silencio de la muerte
donde antes existía la animación de la vida".

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E. LA EUROPEIZACIÓN DE LA FAUNA

Un aspecto sugestivo es la ideología de europeizar el territorio también a través de la


fauna: se trajeron especies exóticas, como el ciervo colorado y el ciervo dama, para
europeizar los bosques del sur chileno y argentino, algunos de los cuales ya se parecían
bastante a los de allá. De esta misma época data también la introducción de una especie
de jabalí europeo por su valor cinegético, que a partir de núcleos iniciales en San Luis se
expandió hasta ocupar áreas del sur de la provincia de Buenos Aires y fue trasladado
también a Uruguay. Extrañamente, Sarmiento saludó los intentos de introducir avestruces
africanos, en un intento de africanizar lo que no podía ser europeizadoxix.
Entre los animales introducidos, el ciervo colorado compitió por el mismo nicho ecológico
con los cérvidos autóctonos. Es decir, comía las mismas plantas, que crecían en terrenos
semejantes. Por ejemplo, en los bosques subantárticos (es decir, los de los Parques
Nacionales patagónicos), compitió con el huemul. En esos casos, los ecólogos advierten
que habitualmente una sola de las dos especies tiene chances de sobrevivir. De hecho,
cada vez que se introduce exitosamente una especie exótica, hay una especie local que
corre el peligro de desaparecer.
La ventaja del ciervo colorado para los cazadores es que tiene mayor alzada y cuernos
más grandes, lo que representará un trofeo más espectacular cuando su cabeza esté
colgada en la pared. Pero la mayor talla y cornamenta del ciervo colorado le permitieron
desplazar a los ciervos locales de las áreas de pastoreo. Fueron a áreas de pasturas
naturales más escasas, que permitían sostener poblaciones menores de huemules. A esto
se agrega que el desplazamiento se hizo hacia zonas de mayor actividad de pumas. Todo
esto precipitó la extinción del huemul por hambre y por mayor predación. Si a ello
agregamos que los cazadores deportivos buscaban ciervos colorados pero no dejaban de
disparar contra los huemules, vemos que la introducción de los ciervos europeos creó las
condiciones para la desaparición de los ciervos locales xx, xxi.

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F. EL TIEMPO DEL CÓLERA

Los avances en el conocimiento no siempre se traducen en avances en la gestión


ambiental y sanitaria. En el siglo XIX, como en la actualidad, existen sectores científicos
dispuestos a sostener puntos de vista indefendibles, si se trata de respaldar determinados
intereses económicos. El caso del cólera es uno de los más ilustrativos.
El siglo XIX es el siglo del cólera. Hay más años con epidemias en algún lugar del mundo
que sin ellas. Las causas tienen que ver con los procesos ambientales desencadenados a
partir de la Revolución Industrial iniciada en el siglo XVIII en Inglaterra con la introducción
de la máquina de vapor.
A partir de ese momento tenemos en casi todo el mundo migraciones masivas del campo a
las ciudades. Las barriadas de trabajadores tienen las peores condiciones de hacinamiento
y de falta de saneamiento que puedan imaginarse. Las autoridades que administran las
ciudades a menudo se no se ocupan de las cuestiones de higiene y saneamiento, lo que
potencia los riesgos de epidemias.
Lo interesante es que son muchos los científicos que evitan hablar de las condiciones
ambientales, cuando hay algún interés político, económico o militar en juego. En la Guerra
de la Triple Alianza (de Argentina, Brasil y Uruguay contra Paraguay, 1864-1870) la única
profilaxis al alcance de los soldados de ambos bandos fue el consumo de mate, ya que el
agua caliente ayudaba a matar los gérmenes del agua que sacaban de los pantanos que
recibían las excretas de hombres y animales y donde su pudrían sus cadáveres.
Sin embargo, un médico militar explica de este modo las causas de las enfermedades que
diezmaban a las tropas: “Yo creo que la presión atmosférica, el calor, la humedad y la
electricidad cuya acción es tan poderosa en las afinidades químicas y que aquí son
llevadas a un grado muy alto, determinan, muy probablemente los principios constituyentes
del aire y en las emanaciones extrañas de que se carga la atmósfera, modificaciones,
combinaciones y descomposiciones que deben ejercer una gran influencia tanto sobre el
hombre fisiológico como patológico”xxii. Es uso de una terminología complicada suele
ayudar a eludir el tratamiento de un problema.
En los esfuerzos por echarle la culpa a otro, sorprende encontrar que, para otro autor, el
Islam es culpable del cólera. “Tres son los grandes agentes de esta diseminación por el
hombre: la guerra, el comercio y la religión; el último, por medio de las peregrinaciones que
verifican periódicamente de la Arabia a1 Ganges innumerables caravanas de
mahometanos, es el que con más frecuencia acerca el cólera a Europa; los dos primeros
son los que se encargan enseguida de distribuirlo a todo el mundo” xxiii. Lo sugestivo es que
estas peregrinaciones (en realidad, del Ganges hacia la Meca y no al revés) venían
realizándose durante siglos, sin efectos sanitarios perceptibles sobre los países
occidentales. Por un razonamiento análogo, el autor podría haber considerado como
difusoras del cólera a las peregrinaciones católicas a Roma o a Santiago de Compostela,
las que, sin embargo, no tiene en cuenta.
En todas partes encontramos abundante literatura científica que evita hablar de las
cuestiones obvias de saneamiento. Ante una epidemia de cólera, la Municipalidad de la
Ciudad de Buenos Aires recomienda evitar el sexo y el alcohol: “el que desprecia los
consejos de la ciencia, vive en el desorden, abusa de la bebida y de los placeres que
debilitan, respira atmósferas insalubres y descuida los primeros síntomas del mal, está muy
expuesto a contraer el cólera confirmado”xxiv. También se recomendaba no cambiarse la

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ropa con frecuencia ni leer libros de medicina. En Santiago de Chile se elaboran
instrucciones semejantes.
Durante casi un siglo se discutió, contra todas las evidencias disponibles, si el. cólera era o
no una enfermedad contagiosa. Fueron científicos muy prestigiosos quienes lo negaron
sistemáticamente. Esto no es sólo un muestrario de argumentos ridículos. Es la expresión
de la conducta de determinados científicos que prefirieron defender intereses creados
antes que buscar el conocimiento.
En efecto, aceptar el carácter contagioso del cólera, asociarlo a las condiciones de higiene
y de pobreza, implica la responsabilidad de actuar. Especialmente, de realizar inversiones
para mejorar la situación ambiental de los más necesitados. Se comprende, entonces, la
necesidad de atribuir el cólera al sexo y el alcohol. En el mismo sentido, la estrategia de
echarle la culpa a la víctima asumirá diversas variantes y continuará hasta la actualidad.
Después de muchas epidemias, los sectores dominantes aceptan que las enfermedades de
los pobres también los amenazan a ellos y comienzas a financiar sistemas de agua potable
y saneamiento. Esto cambia la prevalencia de las enfermedades ambientales. Si en el siglo
XIX domina el cólera, el siglo XX será, en sus primeras décadas, el tiempo de la
tuberculosis.

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G. LA INTEGRACIÓN DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS

En todo el continente hubo dos estrategias bien diferenciadas en relación con las tribus
indígenas, en función de las características de sus respectivas sociedades:
• Los pueblos indígenas de culturas sedentarias fueron sometidos e incorporados a las
sociedades nacionales en el lugar más bajo de la pirámide social. En muchos casos, ya en
la época colonial se había realizado un proceso de sedentarización obligatoria, para hacer
más fácil su control político y militar.
• En cambio, los pueblos indígenas de culturas nómades fueron atacados militarmente y
expulsados de las tierras que habitaban o exterminados.
De los araucanos a los sioux por una parte (incluyendo las tribus amazónicas), y de los
quechuas a los anasazi por la otra, es sugestivo encontrar que el tipo de tratamiento dado a
los pueblos originarios en los distintos países tuvo mucho que ver con la relación de esos
pueblos con la tierra.
Es probable que las comunidades con culturas agrícolas hayan sido más fáciles de asimilar
a sistemas en los cuales hacían trabajos semejantes a los anteriores, pero ya no para el
autoconsumo sino para la producción de excedentes. Los nómades, en cambio,
mantuvieron su sentimiento de autonomía económica y política. Un dato importante para
marcar estas diferencias es que en los pueblos sedentarios existen mecanismos de
apropiación y control de los recursos naturales, mientras que los nómades actúan sobre
recursos naturales que son libres, o que ellos tratan como tales. Es el caso de los bisontes
de las grandes llanuras norteamericanas y los vacunos de la región pampeana.
En ambos casos, la apropiación de las tierras utilizadas por estos pueblos combinó la
acción militar con un sopote ideológico basado en los principios del darwinismo social. La
idea de progreso suponía como inevitable la supervivencia del más apto, que, en este caso,
eran los civilizados.
El sistema escolar colaboró activamente en difundir esas concepciones. En fecha tan tardía
como 1933, en Argentina todavía se incluía a los indígenas en los libros de zoología:
“Fauna Argentina: el Indio: Indicador de una época de atraso y resto de población primitiva,
no tiene ningún papel que jugar en nuestra sociedad, por lo que no interesa su
conservación. Eso sí debe respetársele y dejar que por obra del tiempo desaparezca
lentamente”xxv.

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H. LATIFUNDIO Y MONOCULTIVO

El modelo productivo se orienta hacia la producción de productos agropecuarios


exportables en grandes establecimientos. En ecosistemas muy distintos, con tecnologías
que van variando a lo largo de los últimos años del siglo XIX hasta el siglo XXI, se generan,
sin embargo enfoques comunes.
En todas partes la política tiende a la concentración de tierras. En países que no habían
tenido una importante acumulación de capitales, el capital por excelencia es la tierra y el
poder es una herramienta para acumularla. En Venezuela, José Antonio Páez aprovecha
su lugar junto a Simón Bolívar para convertirse en uno de los principales latifundistas del
país. En Argentina, el 3 de febrero de 1852 se enfrentan en la batalla de Caseros el mayor
propietario de la Provincia de Buenos Aires (Juan Manuel de Rosas) con el mayor
propietario de tierras de la Provincia de Entre Ríos (Justo José de Urquiza).
Es frecuente que cada latifundio esté rodeado por un cinturón de minifundios. De un modo
semejante a las tierras asignadas a los siervos de la gleba en la Edad Media, los
latifundistas otorgan algunas tierras de inferior calidad a los trabajadores, como una forma
de permitir su subsistencia en el período estacional en el que no trabajan en la hacienda.
Se trata de personas que complementan sus ingresos con producciones de
autosubsistencia y trabajos que realizan en la gran hacienda. En la medida de que
disponen de una superficie muy pequeña, lo habitual es que se expandan a costa de la
vegetación natural.
Se produce para los mercados internacionales, lo que significa que se pasa de una
producción diversificada para autoconsumo a una producción restringida a los pocos
productos que son más rentables. El monocultivo implica extraer siempre los mismos
nutrientes de la tierra, ya que los requerimientos de cada especie vegetal son diferentes. El
resultado es el descenso de los rendimientos por agotamiento del suelo.

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Actividades

1. Explique brevemente en qué consistía el sueño ecologista de Simón Bolívar y


cómo repercutió, por ejemplo, en las ideas de Artigas.

2. Ejemplifique en diferentes países de América latina la expansión de las epidemias


y las deficiencias de la salud pública durante el siglo XIX.

3. Describa los aspectos principales de la influencia de la europeización sobre la


salud y sostenibilidad del ambiente. ¿Qué significa sostenibilidad?

4. Analice las principales características de las epidemias de cólera y tuberculosis y


relaciónelas con la guerra y la degradación ambiental.

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i Nadal, Jordi: "La población española", Barcelona, Ariel, 1986.
ii Fuente: “Campañas del Libertador General D. José de San Martín. Instituto Nacional
Sanmartiniano, en el año del bicentenario del nacimiento del General”. Talleres Gráficos del
Instituto Geográfico Militar. Buenos Aires, 1978.
iii Canales, Esteban:" El impacto demográfico de la Guerra de la Independencia" (de España),

versión preliminar, Ávila, XII Cursos de Verano de la UNED, julio 2001.


iv Praderi, Raúl y Bergalli, Luis: “Notas para una historia de la cirugía uruguaya”, Montevideo,

1981
v Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, Madrid, Alfaguara, 1970.
vi Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, op. cit.
vii Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, op. cit.
viii Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, op. cit.
ix Brailovsky, Antonio Elio: “La ecología en la Biblia”, Buenos Aires, Ed. Milá 2005 y Planeta

1995.
x Cit. en: Palacios, Alfredo L. : “La fatiga y sus proyecciones sociales”, Buenos Aires, Claridad,

1956.
xi D´Orbigny, Alcides: “Viaje a la América Meridional”, Buenos Aires, Emecé, 1955.

xii de Fossey, Mathieu: “Viaje a México, 1831”, en: “Cien viajeros en Veracruz”, op. cit.
xiii D´Orbigny, Alcides: “Viaje a la América Meridional”, op. cit.
xivResolución 204/05, Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable del Ministerio de Salud
y Ambiente, Argentina, Bs. As., 03/02/05; B.O: 08/02/05.
xv Suárez Fernández, Luis: “Historia general de España y América”.
xvi Patiño, Víctor Manuel: “Historia de la Cultura Material en la America Equinoccial”.
xviiHardy, Robert William Hale: “Travels in the Interior of Mexico, in 1825, 1826, 1827, &
1828”, Ed. Henry Colburn and Richard Bentley, New Burlington Street, 1829.
xviii Dorst, Jean: “Antes de que la naturaleza muera”, Barcelona, Ed. Omega, 1972.
xix
Sarmiento, Domingo Faustino: "Costumbres, progresos", XLII, Buenos Aires, Editorial Luz del Día, 1953.
xx
. Llanos, Augusto C.: "Los mamíferos de la Patagonia", en: Natura, Administración General de Parques
Nacionales, Tomo I, No 2. Buenos Aires, 1955.
xxi
. Para una versión novelada, véase: Murillo, José y Ramb, Ana María: "Renancó y los últimos huemules",
Buenos Aires, Ed. Pespir, 1976.
xxii Damianovich, cit en: Rodríguez, Marcelo Gabriel: “La Sanidad Militar Argentina, durante
la Guerra de la Triple Alianza”. Buenos Aires, Hospital Militar Central. 2004.
xxiii Puga Borne, F: “Cómo se evita el cólera. Estudio de hijiene popular”. Santiago de Chile,

1886. Suponemos que el autor se refiere al retorno de las peregrinaciones a la Meca.


xxiv “Instrucciones precaucionales dictadas durante la epidemia de cólera”. Tomado de:

Ordenanza Municipal de la Ciudad de Buenos Aires, 20/12/ 1886.


xxv Ricotti, Ricardo: “Cartilla elemental de zoología”, Cespillo Editor, Buenos Aires, 1933.

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