Documentos de Académico
Documentos de Profesional
Documentos de Cultura
Módulo 3 - Taller de Sociedad y Naturaleza en América Latina
Módulo 3 - Taller de Sociedad y Naturaleza en América Latina
Latina
Módulo 3
Objetivos
• Analizar los relatos de viajeros europeos del siglo XIX acerca de la vida salvaje
en América.
• Describir las ideas ecologistas de los próceres de la Independencia
latinoamericana.
• Ejemplificar la contaminación y destrucción ambiental en relación con las
guerras de la Independencia.
• Explicar la relación entre la explotación de los recursos naturales, la
transformación del ambiente y el surgimiento de las epidemias y
enfermedades ambientales.
• Analizar los aspectos negativos que trajo la Revolución industrial en el estado
de salud de la población y del ambiente.
• Explicar las principales consecuencias ambientales de la europeización del
continente.
• Analizar críticamente el manejo de la fauna y de la flora por parte de los
colonizadores europeos.
• Explicar los conceptos de latifundio y monocultivo.
• Describir el impacto de la colonización europea y la expansión industrial sobre
diferentes regiones de América latina.
• Analizar un mapa sobre principales recursos económicos explotados en
América latina en relación con la fauna y la flora locales.
Página 1 de 20
Contenidos
✓ Los viajeros europeos y las tierras salvajes de América.
Página 2 de 20
CONDICIONES POLÍTICAS Y ECONÓMICAS RELACIONADAS CON LA
DEGRADACIÓN AMBIENTAL.
La antigua escuela nos enseñó a tener una imagen estereotipada de nuestros grandes
hombres. Así, tendemos a imaginarlos tal como los vemos en las estatuas: los militares de
a caballo, los civiles de a pie. Unos revistando sus tropas, los otros con el brazo levantado
en medio de una actitud oratoria.
Y así como nos cuesta verlos como seres humanos -con sus pasiones y sufrimientos-
tampoco los sacamos de ese encuadre en que la historia escolar los ha puesto: los
generales ganan batallas, los civiles fundan escuelas y plantan árboles. Por eso, para
romper un poco esos esquemas tan ordenados, queremos mostrar un aspecto poco
conocido de uno de ellos: el interés de Simón Bolívar por la protección ecológica.
Estamos en 1825, poco después de las victorias que terminaron con el dominio realista en
América. En muchos países es época de anarquía y de guerras civiles. Pero también es el
tiempo del sueño y de la utopía. América Latina está llena de reformadores que proponen
distintas variantes de sociedades copiadas de lo que dicen los autores europeos. Por todas
partes se escriben borradores de Constituciones y pareciera que el futuro puede diseñarse
con una pluma. San Martín pide leyes justas, con la esperanza de que bastarán para crear
una sociedad mejor.
Página 3 de 20
En ese contexto, Bolívar lanza un sueño ecologista. El 19 de diciembre, desde su palacio
de gobierno en Bolivia, decreta la protección de las aguas y los bosques. En los
considerandos afirma que "una gran parte del territorio de la república carece de aguas y
por consiguiente de vegetales para el uso común de la vida". Agrega que "la esterilidad del
suelo se opone al aumento de la población y priva entretanto a la generación presente de
muchas comodidades".
Afirma también "que por falta de combustible no puede hacerse o se hace inexactamente o
con imperfección la extracción de metales y la confección de productos minerales que por
ahora hacen casi la sola riqueza del suelo".
Basándose en estos criterios decreta: "Que se visiten las vertientes de los ríos, se observe
el curso de ellos y se determinen los lugares por donde puedan conducirse aguas a los
terrenos que están privados de ellas".
"Que en todos los puntos en que el terreno prometa hacer prosperar alguna especie de
planta mayor cualquiera, se emprenda una plantación regulada a costa del estado, hasta el
número de un millón de árboles, prefiriendo los lugares donde haya más necesidad de
ellos".
"Que el Director General de Agricultura proponga al Gobierno las ordenanzas que juzgue
convenientes a la creación, prosperidad y destinos de los bosques en el territorio de la
República".
Sabemos lo que pasó después. La ola de la guerra civil pasó por encima de las propuestas
ecologistas y también del sueño bolivariano de integración latinoamericana. Bolivia sigue
siendo un país sin bosques y sin agua, con el agravante de que ahora tampoco tiene el mar
que tenía en tiempos de Bolívar.
En las pendientes de los Andes, el suelo se escapa después de cada cosecha, sin que
haya formas eficientes de detener la erosión. Bolivia es uno de los países en que la
desertificación avanza a mayor velocidad. En amplias zonas no hay árboles y la gente de
pocos recursos necesita leña para calentarse y cocinar, por lo que terminan con los pocos
arbustos que quedan. Sin vegetación, tampoco habrá nutrientes en el suelo. Sin suelo y sin
árboles, la lluvia se transforma en torrentes que destruyen todo a su paso para dejar,
nuevamente, la tierra seca y desierta.
Una realidad muy distinta de la soñada por el Libertador, en una época en la que los
hombres prefirieron los cañones a los árboles.
Página 4 de 20
En sintonía con las propuestas de Bolívar, José Gervasio Artigas, en la banda Oriental,
proyecta la distribución de las tierras en pequeñas propiedades, con obligación de
habitarlas y trabajarlas para evitar su uso especulativo y la formación de latifundios. Debía
darse prioridad a las familias pobres. Previsiblemente, no se llevó a la práctica, y sucesivos
Gobiernos que hablaron en nombre de Artigas no intentaron llevar a la práctica sus ideas.
Los aspectos más críticos de las guerras de la Independencia y las guerras civiles e
internacionales posteriores no se vinculan con los caídos en las batallas, sino con la
enorme mortandad de población civil por las consecuencias ambientales de los conflictos
bélicos. El impacto ambiental y sanitario de la Guerra de la Independencia es lo
suficientemente profundo como para que debamos analizarlo, aún con la incompleta
información disponible.
Habitualmente, las pérdidas de vidas humanas causadas por las guerras son casi
imposibles de estimari. No es objeto de esta investigación hacer ese cálculo, pero sí
señalar algunas de sus implicancias ambientales. Al respecto, es sugestiva la comparación
de las víctimas totales de las guerras con las cifras de los hombres realmente caídos en las
batallas. Las cifras de bajas de estos encuentros son inciertas, pero su orden de magnitud
no lo es. En el combate de San Lorenzo (primera victoria de San Martín en América), el
parte oficial menciona 54 muertos. La batalla de Maipú, que culmina con la Independencia
de Chile, produjo 3.000 muertos en ambos bandosii. La de Ayacucho, que terminó con el
dominio español en América, unos 2 mil muertos.
Ésta es la parte de la guerra que habitualmente se ve en la mayor parte de las crónicas y la
que recoge casi siempre el cine. Analicemos un poco la que queda oculta. Veamos un
análisis demográfico sobre lo ocurrido con la población española durante la invasión
napoleónica, que puede servirnos de aproximación metodológica, ya que no conocemos un
estudio equivalente sobre las guerras americanas del mismo período. Las muertes que
afectaron a los ejércitos se debieron principalmente a enfermedades infecciosas (82 por
ciento de las muertes) provocadas por las malas condiciones ambientales y en mucha
menor medida (14 por ciento de las muertes) a heridas producidas en el campo de batallaiii.
La guerra repercute de manera muy importante sobre la población civil, sobre la que se
abaten desalojos, requisas, sitios, represalias, epidemias y hambres. Entre estos factores la
guerra ocupa un puesto destacado como desencadenante o agravante de la crisis: las
pérdidas de cosecha por destrucciones, requisas o huida de la población, las penalidades
que ésta sufre cuando su territorio se convierte en escenario de la contienda, las epidemias
que ven facilitada su difusión por los movimientos de tropas y civiles son elementos que
están detrás de las fuertes alzas de mortalidad. También es frecuente la destrucción de
cultivos y el corte de las líneas normales de suministro de alimentos. El resultado de la
escasez son niveles tan altos de carestía que suelen provocar mortalidad por hambre.
Pero además de morir, en las guerras la gente deja de nacer. Por la separación o
disolución de las familias, por abortos provocados por episodios de violencia o por
desnutrición, hay muchos motivos para que una guerra provoque situaciones de
despoblamiento en gran escala. Habíamos hablado de la pérdida de población de América
al comienzo de la conquista. Sugestivamente, al comienzo y al final del período colonial se
producen situaciones de despoblamiento masivo.
Página 5 de 20
Las guerras también causan epidemias. En la guerra por la liberación de Haití, las
condiciones ambientales jugaron un rol decisivo, al derrotar a los ejércitos europeos. Los
ejércitos franceses enviados por Napoleón lucharon con refuerzos masivos hasta 1803,
cuando decidieron evacuar lo que quedaba del ejército. Diez mil hombres lograron regresar
a Francia y 55.000 quedaron enterrados en la ex colonia, muertos en su mayor parte por la
fiebre amarilla.
Pero las guerras generan problemas ambientales y sanitarios con independencia del sitio
en que sucedan. Al terminar el sitio de Montevideo (1812-1814) la ciudad sólo tenía 10.000
habitantes, habiendo muerto 20.000; como resultados de combates sólo 818, con 531
heridos que quedaron mutiladosiv. En otras palabras, que el 4 por ciento de los muertos
cayó en los combates y el 96 por ciento por las enfermedades ambientales asociadas a la
guerra.
En los casos en los que la Guerra de la Independencia tuvo las características de una
guerra social, el encarnizamiento fue mucho mayor y lo mismo ocurrió con el impacto social
y ambiental, ya que hubo estrategias de exterminio mutuo, antes que de toma del poder o
de ocupación de determinadas posiciones estratégicas.
En la actual Venezuela, "los presos de ambos bandos eran lanceados o degollados en el
lugar en que se echaban en tierra agotados por el cansancio y los sufrimientos; el país era
recorrido en toda su extensión por partidas que no respetaban ni vidas, ni bienes, ni
hogares, ni templos; en las familias divididas por la guerra la madre lloraba al hijo que
moría en el lado republicano y a la vez rezaba por la vida de otro de sus hijos que se
hallaba en el campo realista. En las ciudades de la cordillera de la costa norte -la que da al
Caribe- las poblaciones se habían alimentado tradicionalmente de los productos sacados
de los pequeños valles, pero la guerra social echó de esos valles a los que los cultivaban,
de manera que en 1814 el hambre se generalizó en Caracas a tal punto que hay
descripciones de esos días en que se cuenta cómo iban las mujeres de familias linajudas
buscando por las calles desperdicios con que alimentar a sus deudos. Los niños tiernos
morían de consunción, los ancianos enloquecían de hambre, los hombres iban a combatir,
y todos lloraban de cólera", dice Juan Bosch v. "Nadie podría decir cuántas fueron las
víctimas de la guerra social venezolana, pero no se exageraría si se dijera que debieron
llegar a 100.000”.
En Costa Rica, un invasor, “dejó tras sí algo más mortal que las balas de sus filibusteros:
fue el cólera, que hizo su aparición en Rivas una semana después de la batalla y mató
tantos soldados y oficiales costarricenses que el presidente Mora Fernández tuvo que
abandonar la ciudad y dirigirse a su país”vi. En Dominicana, después de un intento español
de volver a apoderarse del país, en 1864, “los soldados españoles sufrieron mucho en esa
guerra. El país no tenía ni puertos, ni caminos, ni ferrocarriles; las intensas lluvias tropicales
se alternaban con los fuertes calores de la zona; la malaria, la buba y las enfermedades
intestinales causaban miles de bajas en sus filas”vii.
Durante la guerra de la Independencia de Cuba existieron situaciones de mortandad
masiva por hambre. El jefe español “ordenó la concentración de los campesinos en los
sitios donde hubiera guarniciones españolas, con lo cual quedó virtualmente liquidada la
producción de viandas y animales de carne y comenzó a generalizarse el hambre y la
muerte por inanición. Los cubanos, por su parte, estaban llevando a cabo la llamada
"campaña de la tea", esto es, la destrucción, por medio del fuego, de todos los ingenios y
los cañaverales”viii. En 1897, el ejército español tuvo 30.000 bajas, sólo por enfermedades.
Es sugestivo que en casi todos los casos las enfermedades ambientales sorprenden a los
militares de todos los bandos, cuya preparación profesional los hace pensar sólo en
enemigos humanos. La ausencia de prevenciones ambientales es una constante en todos
Página 6 de 20
los casos. Los riesgos, sin embargo, son conocidos desde la Antigüedad: leemos en la
Biblia una serie de indicaciones de higiene militar para los ejércitos judíos, que les
ayudaron en sus luchas contra enemigos más poderosos pero menos prevenidos en este
aspectoix.
Al mismo tiempo, la guerra llevó a modificar los perfiles productivos de muchas zonas. En
áreas como la pampa y el Río de la Plata, la inseguridad generalizada llevó a disminuir aún
más el interés por la agricultura y reforzar la actividad ganadera, por la movilidad del
ganado en caso de conflicto. En el valle de Caracas, esto llevó a los grandes terratenientes
a desviarse del cultivo del cacao al del café, ya que el fruto de este último puede
conservarse durante más tiempo. En condiciones de guerras en el mar, bloqueos y eventos
semejantes, era sustancial disponer de una mercancía que pudiera esperar las condiciones
políticas y económicas favorables sin arruinarse.
Recíprocamente, la ausencia de guerra permitió dedicar mayores recursos al crecimiento
económico en aquellos países que atravesaron la Independencia con niveles más bajos de
conflictividad. Es significativo el caso del Paraguay, cuya independencia fue el resultado de
las guerras efectuadas por sus vecinos, y el de Brasil, que se separó de Portugal por
decisiones palaciegas que no se reflejaron en cruentas batallas.
Página 7 de 20
C. LAS ENFERMEDADES AMBIENTALES DEL SIGLO XIX
En todas partes, el interés por el ambiente urbano se origina en los aspectos sanitarios.
Desde que aparecen las ciudades, hace varios miles de años, los hombres descubren que
juntar a muchas personas aumenta los riesgos de que unos se contagien a otros. Por el
aire o por el agua, por estornudos o por besos, la mayor proximidad ayuda a que bacterias
y virus encuentren su camino.
Sólo que, en ausencia de información científica -y a veces, también con ella- se trata de
evitar las epidemias con medidas que tienen más de ideológicas que se sanitarias. A
principios del siglo XIX, un enfrentamiento entre ateos y beatos sirve para esconder los
problemas más serios del ambiente urbano.
En Buenos Aires, la Asamblea del Año XIII considera que las prácticas religiosas son la
causa principal de la mortalidad infantil. Reunidos en sesión especial, los diputados de
1813 dictaminan que los niños mueren por "un espasmo que entre otras cosas lo origina el
agua fría en que son bautizados". En consecuencia, ordenan que solamente se los bautice
con agua tibia.
Del otro lado les contestan que la gente no se enferma porque se enfríe cuando la bautizan
sino porque se debilita por los pecados cometidos. El diario "El Censor", dice que "un
sujeto está con disposiciones a contagiarse cuando está muy debilitado por la vida austera,
la falta o exceso de alimento, la destemplanza en la bebida o en los placeres de Venus, las
grandes fatigas o una evacuación considerable. Cuando se ha expuesto al frío cargado de
humedad, y, lo que es más que todo, cuando está poseído de un miedo y un terror
excesivo".
Y durante los primeros años de vida independiente, se sigue girando en esta polémica
estéril, sobre si la gente se enferma por la religión o por el erotismo. Hasta que el
periodismo vuelve la mirada sobre las condiciones de higiene urbana. "Tal vez -vuelve a
decir "El Censor"- ocupan el primer lugar entre estas causas funestas el sepultarse los
cadáveres dentro de la misma población; el desaseo de las calles; el podrirse animales
muertos dentro de la misma población; los lodazales y aguas corrompidas".
Aclaremos: cuando se habla de animales muertos abandonados en la calle, no se refieren
a perros ni a gatos. Testimonia el diario "La Abeja Argentina", en 1823 que en San José de
Flores: "Se mata casi diariamente un número considerable de yeguas para la fabricación de
su aceite: extraído éste, se abandonan todos los demás despojos en el campo, los que,
pudriéndose libremente, despiden un hedor nauseabundo e intolerable, que se deja sentir a
distancias considerables, y tal es a su juicio, la causa de la epidemia".
Estos antecedentes explican la preocupación del gobierno de Rivadavia por la salud
pública y la mejora del ambiente urbano. Se establecen controles sobre el agua del río
utilizada por las lavanderas, sobre el desagote de los baños públicos y un sistema de
inspección a los alimentos ingresados a la ciudad. Un bando policial prohíbe arrojar aguas
sucias a la calle, no sabemos con qué grado de éxito.
El plan de trabajo de la Academia de Medicina (fundada en 1822 y cerrada en 1824) pone
el acento en los aspectos ecológicos y ambientales. Los médicos se ponen a estudiar el
clima, el suelo, las aguas, la geología y las enfermedades del país, para establecer la
higiene pública y privada. Consideran que las enfermedades de una región serán las
mismas que las prevalecientes donde hubiera iguales condiciones ecológicas. Francisco
Javier Muñiz desarrolla una eficaz vacuna antivariólica, y se la declara obligatoria en las
escuelas públicas. La ciencia se pone al servicio del ambiente urbano.
Página 8 de 20
D. LOS COMIENZOS DE LA EUROPEIZACIÓN
A partir de mediados del siglo XIX, con grandes diferencias entre unos países y otros, se
produce su integración a los mercados internacionales. Pero la economía nunca va sola
sino que suele estar acompañada por la cultura. La europeización permea las distintas
actividades de las sociedades americanas.
Se adoptan vestimentas e instituciones, modas literarias y estilos arquitectónicos. Del frac a
los techos de pizarra, lo importante era copiar el modelo del mejor modo posible. La idea de
una identidad nacional propia, diferente de la de las culturas europeas, aparece
simplemente como anticuada. Sarmiento lo dijo con todas las letras, pero estaba en el
ambiente: la cultura europea representaba la civilización. Todo lo demás era la barbarie.
Paradójicamente, el avance de la civilización se realiza en condiciones de capitalismo
salvaje. En Inglaterra los terratenientes cercan los campos para desplazar población a las
ciudades para abastecer de mano de obra a la industria. Allí vivirán y trabajarán en
condiciones de insalubridad, respirando el humo del carbón, oyendo los ruidos de las
máquinas que trabajan día y noche, y bebiendo agua contaminada con excretas y residuos
industriales. En los inquilinatos hay que hacer cola por la letrina y el dueño utiliza el patio
para criar cerdos. La jornada de labor es muy extensa, tanto para adultos como para niños
pequeños. Los accidentes de trabajo son frecuentes y llevan a la miseria a heridos y
mutilados.
El poeta judeo-alemán Enrique Heine pone en boca de los tejedores de Silesia estos
versos:
De este modo, grandes oleadas de inmigrantes llegarán a América, huyendo de las infames
condiciones ambientales que les ofrece la civilización.
La unificación del mundo tiene como soporte material la máquina de vapor. Los barcos de
vapor, con cascos acero multiplican la capacidad de carga y transporte y acortan las
distancias Grandes tendidos ferroviarios permiten llevar las materias primas hacia los
puertos e ingresar manufacturas europeas a los mercados del interior de los países.
El ferrocarril causará el primero de los grandes impactos ambientales de esta etapa. En las
zonas tropicales cada obra de envergadura debe computar una alta mortalidad de los
trabajadores por los accidentes o por las enfermedades características del lugar, como la
malaria o la fiebre amarilla. En algunos casos, como el del ferrocarril Madeira-Mamoré,
mueren tantos hombres que la obra debe ser abandonada. De allí nos viene la expresión
“durmientes” para referirse a las traviesas que soportan los rieles. La tradición dice que
cada durmiente representa el cuerpo de un trabajador que no resistió las condiciones
ambientales de la obra.
Página 9 de 20
Pero estas condiciones socioambientales no son exclusivas de las obras ferroviarias. La
construcción del Canal de Panamá debió ser interrumpida por la mortandad de los
trabajadores. Para completarlo se importaron chinos, muchos de ellos forzados, en
condiciones equivalentes a la esclavitud. Cuando la compañía del Canal les quitó la cuota
de opio que les daban, aduciendo “razones morales”, los chinos se suicidaron en masa.
Pero además de afectar a los hombres, el ferrocarril afecta a los bosques. Allí donde han
caído los durmientes humanos, también cayeron los durmientes vegetales, los árboles de
madera dura, capaces de soportar el peso de locomotoras y vagones y de resistir muchos
años a la intemperie.
Los troncos sostienen los rieles y las ramas se queman en las calderas. A menudo, en la
temporada seca, las chispas de las locomotoras causan incendios de campos. Después de
todo eso, el pastoreo con vacunos impedirá la reconstrucción del bosque.
En esta etapa, las relaciones sociales se mantienen por medio de la violencia, que es, en
todo el continente, la respuesta ante pedidos de mejoramiento de las condiciones sociales.
En Colombia, los trabajadores de la United Fruit son ametrallados por el ejército. En Santa
María de Iquique (Chile), ocurre lo mismo con los mineros. En Argentina se fusila a los
obreros urbanos (Semana Trágica de 1919), los trabajadores patagónicos de la lana y a los
indígenas chaqueños. En México, el régimen de Profirio Díaz también practica la mano
dura sobre los trabajadores.
Página 10 de 20
D. LA SOBREABUNDANCIA DE FAUNA DURÓ POCO
Página 12 de 20
A esto se unió el que los elefantes marinos carecían de enemigos naturales en tierra, por lo
cual no habían desarrollado ninguna defensa ante ataques efectuados fuera del agua. A
punto tal que las hembras podían continuar dormidas al sol, aún después de la masacre de
sus congéneres, sin que las despertaran ni siquiera los balazos. Sólo despertaban cuando
los marineros, creyéndolas muertas, les clavaban los cuchillos para extraerles la grasa.
Con estas prácticas, no sorprende saber que en 1828 sólo se obtuvieron 18 toneladas de
"aceite de foca": casi no quedaban animales cuya distribución alcanzaba anteriormente
hasta la entrada del Río de la Plata.
Y no es que se hubieran ido más hacia el sur para escapar de la persecución. En esas
remotas islas también estaban desapareciendo. Por esos años, cuando el Nautilus pasó
frente a las costas patagónicas, Julio Verne recogió las palabras del capitán Nemo: "El 15
de marzo dejamos atrás la latitud de la islas Shetland y Orcadas del Sur, y allí me dijo el
capitán (Nemo) que antiguamente numerosas tribus de focas habitaban aquellas tierras;
pero los balleneros ingleses y norteamericanos, en su genio de destrucción, sacrificando
los adultos y las hembras preñadas, habían conseguido dejar el silencio de la muerte
donde antes existía la animación de la vida".
Página 13 de 20
E. LA EUROPEIZACIÓN DE LA FAUNA
Página 14 de 20
F. EL TIEMPO DEL CÓLERA
Página 15 de 20
ropa con frecuencia ni leer libros de medicina. En Santiago de Chile se elaboran
instrucciones semejantes.
Durante casi un siglo se discutió, contra todas las evidencias disponibles, si el. cólera era o
no una enfermedad contagiosa. Fueron científicos muy prestigiosos quienes lo negaron
sistemáticamente. Esto no es sólo un muestrario de argumentos ridículos. Es la expresión
de la conducta de determinados científicos que prefirieron defender intereses creados
antes que buscar el conocimiento.
En efecto, aceptar el carácter contagioso del cólera, asociarlo a las condiciones de higiene
y de pobreza, implica la responsabilidad de actuar. Especialmente, de realizar inversiones
para mejorar la situación ambiental de los más necesitados. Se comprende, entonces, la
necesidad de atribuir el cólera al sexo y el alcohol. En el mismo sentido, la estrategia de
echarle la culpa a la víctima asumirá diversas variantes y continuará hasta la actualidad.
Después de muchas epidemias, los sectores dominantes aceptan que las enfermedades de
los pobres también los amenazan a ellos y comienzas a financiar sistemas de agua potable
y saneamiento. Esto cambia la prevalencia de las enfermedades ambientales. Si en el siglo
XIX domina el cólera, el siglo XX será, en sus primeras décadas, el tiempo de la
tuberculosis.
Página 16 de 20
G. LA INTEGRACIÓN DE LOS PUEBLOS INDÍGENAS
En todo el continente hubo dos estrategias bien diferenciadas en relación con las tribus
indígenas, en función de las características de sus respectivas sociedades:
• Los pueblos indígenas de culturas sedentarias fueron sometidos e incorporados a las
sociedades nacionales en el lugar más bajo de la pirámide social. En muchos casos, ya en
la época colonial se había realizado un proceso de sedentarización obligatoria, para hacer
más fácil su control político y militar.
• En cambio, los pueblos indígenas de culturas nómades fueron atacados militarmente y
expulsados de las tierras que habitaban o exterminados.
De los araucanos a los sioux por una parte (incluyendo las tribus amazónicas), y de los
quechuas a los anasazi por la otra, es sugestivo encontrar que el tipo de tratamiento dado a
los pueblos originarios en los distintos países tuvo mucho que ver con la relación de esos
pueblos con la tierra.
Es probable que las comunidades con culturas agrícolas hayan sido más fáciles de asimilar
a sistemas en los cuales hacían trabajos semejantes a los anteriores, pero ya no para el
autoconsumo sino para la producción de excedentes. Los nómades, en cambio,
mantuvieron su sentimiento de autonomía económica y política. Un dato importante para
marcar estas diferencias es que en los pueblos sedentarios existen mecanismos de
apropiación y control de los recursos naturales, mientras que los nómades actúan sobre
recursos naturales que son libres, o que ellos tratan como tales. Es el caso de los bisontes
de las grandes llanuras norteamericanas y los vacunos de la región pampeana.
En ambos casos, la apropiación de las tierras utilizadas por estos pueblos combinó la
acción militar con un sopote ideológico basado en los principios del darwinismo social. La
idea de progreso suponía como inevitable la supervivencia del más apto, que, en este caso,
eran los civilizados.
El sistema escolar colaboró activamente en difundir esas concepciones. En fecha tan tardía
como 1933, en Argentina todavía se incluía a los indígenas en los libros de zoología:
“Fauna Argentina: el Indio: Indicador de una época de atraso y resto de población primitiva,
no tiene ningún papel que jugar en nuestra sociedad, por lo que no interesa su
conservación. Eso sí debe respetársele y dejar que por obra del tiempo desaparezca
lentamente”xxv.
Página 17 de 20
H. LATIFUNDIO Y MONOCULTIVO
Página 18 de 20
Actividades
Página 19 de 20
i Nadal, Jordi: "La población española", Barcelona, Ariel, 1986.
ii Fuente: “Campañas del Libertador General D. José de San Martín. Instituto Nacional
Sanmartiniano, en el año del bicentenario del nacimiento del General”. Talleres Gráficos del
Instituto Geográfico Militar. Buenos Aires, 1978.
iii Canales, Esteban:" El impacto demográfico de la Guerra de la Independencia" (de España),
1981
v Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, Madrid, Alfaguara, 1970.
vi Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, op. cit.
vii Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, op. cit.
viii Bosch, Juan: “De Cristóbal Colón a Fidel Castro”, op. cit.
ix Brailovsky, Antonio Elio: “La ecología en la Biblia”, Buenos Aires, Ed. Milá 2005 y Planeta
1995.
x Cit. en: Palacios, Alfredo L. : “La fatiga y sus proyecciones sociales”, Buenos Aires, Claridad,
1956.
xi D´Orbigny, Alcides: “Viaje a la América Meridional”, Buenos Aires, Emecé, 1955.
xii de Fossey, Mathieu: “Viaje a México, 1831”, en: “Cien viajeros en Veracruz”, op. cit.
xiii D´Orbigny, Alcides: “Viaje a la América Meridional”, op. cit.
xivResolución 204/05, Secretaria de Ambiente y Desarrollo Sustentable del Ministerio de Salud
y Ambiente, Argentina, Bs. As., 03/02/05; B.O: 08/02/05.
xv Suárez Fernández, Luis: “Historia general de España y América”.
xvi Patiño, Víctor Manuel: “Historia de la Cultura Material en la America Equinoccial”.
xviiHardy, Robert William Hale: “Travels in the Interior of Mexico, in 1825, 1826, 1827, &
1828”, Ed. Henry Colburn and Richard Bentley, New Burlington Street, 1829.
xviii Dorst, Jean: “Antes de que la naturaleza muera”, Barcelona, Ed. Omega, 1972.
xix
Sarmiento, Domingo Faustino: "Costumbres, progresos", XLII, Buenos Aires, Editorial Luz del Día, 1953.
xx
. Llanos, Augusto C.: "Los mamíferos de la Patagonia", en: Natura, Administración General de Parques
Nacionales, Tomo I, No 2. Buenos Aires, 1955.
xxi
. Para una versión novelada, véase: Murillo, José y Ramb, Ana María: "Renancó y los últimos huemules",
Buenos Aires, Ed. Pespir, 1976.
xxii Damianovich, cit en: Rodríguez, Marcelo Gabriel: “La Sanidad Militar Argentina, durante
la Guerra de la Triple Alianza”. Buenos Aires, Hospital Militar Central. 2004.
xxiii Puga Borne, F: “Cómo se evita el cólera. Estudio de hijiene popular”. Santiago de Chile,
Página 20 de 20