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78
China
La gran incógnita
Zhōngguó
Soledad Jiménez Tovar (coordinadora)
Andrés Alba Bajatta, Ivonne Virginia Campos Rico, Hanna Deikun,
ZHANG Fan, Andrea López Ortiz, Henri-Irénée Marrou, Jean Meyer,
Manuel de Jesús Rocha Pino, Guy Thuillier,
Alejandro Santistevan, Merle Schatz
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Zhōngguó
Portada: China en caracteres chinos (tradicional
y simplificado), por White Whirlwind (dominio
público) y en pinyin (chino en caracteres latinos).
Índice
Presentación
3 Soledad Jiménez Tovar, China: la gran incógnita
Dossier
7 Ivonne Virginia Campos Rico, Frontera étnica y parentesco en China imperial:
Etnicidad han durante la dinastía Qing (1644-1911)
23 ZHANG Fan, Descubriendo el tesoro occidental: El Tíbet en la historiografía
cosmopolita Qing
39 Soledad Jiménez Tovar, ¿Tienen los imperios una lengua nacional?
Visiones desde China
57 Merle Schatz, “¡Nosotros no comemos sus cosas!” Comida blanca e identidad en
Mongolia Interior
65 Manuel de Jesús Rocha Pino, La política exterior de China y el concepto “ruta de la
seda” (1994-2019)
Historia y literatura
121 Alejandro Santistevan, El Señor de la Historia, el Ángel de la Historia y el juicio
histórico a Alan García
Reseñas
133 Andrés Alba Bajatta, La “cultura” china o lo cultural como constructo político
Cajón de sastre
151 Jean Meyer
Presentación
3
Soledad Jiménez Tovar
primera instancia, las ambigüedades del término han como categoría étnico-racial.
Así, se tiende a hacer una identificación de lo han como lo chino; sin embargo,
esta identificación no necesariamente es tan transparente como un lector recién
iniciado en estos temas podría pensar. No se puede asumir una continuidad lin
güística, histórica y cultural de los han mantenida durante varios milenios.1 Esta
es una simplificación discutida, en este volumen, en el artículo de Merle Schatz
acerca del consumo de lácteos en Mongolia Interior y en mi propia contribución
sobre la lengua nacional en China. En lo tocante al parentesco, los han también se
han mezclado a lo largo del tiempo, y eso hace difícil pensar la nación china en
términos de pureza racial,2 lo cual conlleva también la duda sobre la pureza cul
tural, tal es el caso de la discusión de Ivonne Campos sobre los han en la dinastía
Qing (1644-1911), también en este dossier.
La mayoría étnica es muy difícil de definir claramente, lo cual dificulta, a su
vez, la delimitación de una categoría político-geográfica.3 La expansión y compre
sión de China a lo largo de la historia es tan compleja que no se puede hablar de
un territorio coherente, ni siquiera a lo largo del periodo considerado en las con
tribuciones de este número especial (siglos xviii-xx). Así, mientras en el siglo
xviii tenemos el inicio de la expansión territorial de la China de la dinastía Qing,
que llevaría el territorio chino a su máxima expresión hacia finales del siglo xix,4
a inicios del siglo xx, con la “independencia” de Mongolia Exterior, Tíbet y
Xinjiang tras la capitulación de la dinastía Qing (1911) y la fundación de la Repú
blica de China (1912), el territorio chino se vería enormemente disminuido; más
adelante, en 1949, Taiwán se convierte en una China “aparte” de la República
Popular China, que se ubicaría en la China continental. Al mismo tiempo, du
rante la década de 1950, vendría la “liberación pacífica” y la consiguiente rein
corporación a China del Tíbet (1951) y Xinjiang (1955). Todos estos cambios
geográficos, de un eminente carácter político, han sido discutidos en la (re)confi
guración del (de los) nacionalismo(s) chino(s) del siglo xx.5 Además de lo anterior,
1
T. Mullaney, Coming to Terms with the Nation: Ethnic Classification in Modern China, Berkeley, University of
California Press, 2011; “Critical Han Studies. Introduction and Prolegomenon”, en T. Mullaney, J.P.
Leibold, S. Gros, E.A. Vanden Bussche (eds.), Critical Han Studies. The History, Representation, and Identity of
China’s Majority, Berkeley, University of California Press, 2012, pp. 1-20.
2
F. Dikötter, The Discourse of Race in Modern China, Hong Kong, Hurst & Company, 1992.
3
U. Granados, “La frontera de China: Problemas actuales y perspectivas a futuro”, Istor, vol. VII, núm. 27,
2006, pp. 121-140.
4
P. Perdue, China Marches West: The Qing Conquest of Central Eurasia, Cambridge, Belknap Press of Harvard
University Press, 2005.
5
J. Leibold, “Competing Narratives of Racial Unity in Republican China: From the Yellow Emperor to
4
China: la gran incógnita
tenemos el imperialismo europeo del siglo xix que, después de dos Guerras del
Opio (1839-1842 y 1856-1860), permitió la concesión de los llamados “puertos
de tratado”, que permitirían la presencia europea en ciertos puertos de la costa
oriental de China; el retorno de Hong Kong a la República Popular China por
parte de los británicos, en 1997, puso fin a ese proceso.6 En este tenor, la contribu
ción de ZHANG Fan sobre la incorporación del Tíbet en la imaginación imperial
de la dinastía Qing es muy ilustrativa de los vericuetos identitarios que implica
el “occidente Chino” (xiyu, 西域) en la construcción de la China moderna.
Por último, parecerían existir más de dos Chinas, si se obvia la problemática
de dos países que reclaman la legitimidad de ser la “verdadera” China, o sea, la
República Popular y Taiwán. En este caso, me refiero a los “chinos de ultramar”
(hua qiao 华侨). Los huaqiao son aquellos descendientes de los chinos que migra
ron desde el siglo xix hacia todo el mundo. Según autores como Tu Wei-ming,7
donde quiera que vivan esos chinos, se puede hablar de una existencia de China,
de forma que tanto la República Popular China como Taiwán, como San F rancisco
(Estados Unidos), o Lima (Perú), podrían reclamar su “pedacito” de chineidad.
Tu Wei-ming define esto como la Gran China. Nos enfrentamos, en este caso, a
la manipulación de la historia para justificar las relaciones exteriores de China y
darles un muy conveniente tinte “cultural”.8 Esta compleja politización de la
historia se analiza en el artículo de Manuel Rocha Pino en su contribución sobre
el concepto de la “ruta de la seda” en las relaciones exteriores de la República
Popular China desde la década de 1970 hasta la actualidad.
De esta manera, el lector puede encontrar, en este número temático, varias
pinceladas que muestran las dificultades históricas, metodológicas y conceptuales
de definir “China”. Al no seguir esta definición un carácter unívoco, el lector
puede encontrar en las reseñas algunas lecturas específicas que complementan la
problematización aquí iniciada. Me refiero a las reseñas de los libros Sinophobia.
Anxiety, Violence and The Making of Mongolian Identity, de Franck Billé,9 reseñado
Peking Man”, Modern China, vol. 32, núm. 1, 2006, pp. 181-220; Reconfiguring Chinese Nationalism. How
the Qing Frontier and its Indigenes Became Chinese, Nueva York, Palgrave Macmillan, 2007; Marisela Connelly,
Historia de Taiwán, México, El Colegio de México, 2014.
6
J. Spence, The Search for Modern China, Nueva York, W.W. Norton & Company, 1990.
7
Tu Wei-ming (ed.) The Living Tree. The Changing Meaning of Being Chinese Today, Stanford, Stanford Uni
versity Press, 1994.
8
S. Jiménez-Tovar, M. Lavička, “Folklorized Politics: How Chinese Soft Power Works in Central Asia”,
Asian Ethnicity, 2019, disponible en: https://doi.org/10.1080/14631369.2019.1610355.
9
F. Billé, Sinophobia. Anxiety, Violence and The Making of Mongolian Identity, Hawái, University of Hawaii
Press, 2016.
5
Soledad Jiménez Tovar
por Andrea López Ortiz; Forget Chineseness: On the Geopolitics of Cultural Identifica-
tion, de Allen Chun,10 reseña salida de la pluma de Andrés Alba Bajatta, y el libro
de David Brophy, Uyghur Nation. Reform and Revolution on the Russia-China
Frontier,11 cuya reseña está a cargo de Hanna Deikun.
Quisiera cerrar esta presentación con algunos comentarios técnicos y agrade
cimientos. Primero, los tecnicismos: el sistema de transliteración del chino usado
en todos los artículos de este número especial es el sistema hanyu pinyin, que se
utiliza oficialmente para la transcripción fonética del putonghua, dialecto estándar
del idioma chino. Los nombres de los autores chinos se escriben en el orden normal,
es decir, el que usan ellos: primero aparece el apellido, después de nombre de pila.
En el caso de ZHANG Fan, autora de una de las contribuciones de este número
especial, y a petición de ella, se escribió con mayúsculas el apellido para efectos
de claridad para el lector. El motivo de esta decisión editorial es que, frente a la
falta de consenso en las publicaciones en lengua castellana, este número especial
quiere tomar una actitud anticolonial y no adaptar el nombre de los autores para
que corresponda con el orden impuesto por la hegemonía académica, es decir,
primero el nombre de pila y, después, el apellido.
Ahora los agradecimientos: Ingrid Ots me ayudó a hacer la última revisión de
la edición de este número, David Miklos siempre se mostró muy accesible y pa
ciente a lo largo de mi trabajo de compilación y me dio muy buenas sugerencias.
Quiero agradecer a ambos por su apoyo en el proceso técnico. Nora de la Cruz, la
traductora de uno de los artículos aparecidos en este volumen, fue de enorme
ayuda con su claridad editorial y su rapidez en el trabajo. Todos los autores se
mostraron entusiastas durante el tiempo que tomó la compilación de este núme
ro, quiero agradecerles por unirse a esta aventura.
10
A. Chun, Forget Chineseness: On the Geopolitics of Cultural Identification, Nueva York, Suny Press, 2017.
11
D. Brophy, Uyghur Nation. Reform and Revolution on the Russia-China Frontier, Cambridge, Harvard Univer
sity Press, 2016.
6
Dossier
* La primera versión del presente texto la elaboré como parte de la tesis de doctorado “Los Han en la sociedad
multiétnica de la dinastía Qing: Mecanismos de construcción-reconstrucción de la identidad étnica Han en
el siglo xix”, México, El Colegio de México, 2012.
** Ivonne Virginia Campos Rico es profesora-investigadora en estancia posdoctoral (Conacyt, 2017-2019),
Colegio de Antropología Social, Facultad de Filosofía y Letras, Benemérita Universidad Autónoma de
Puebla. Correo electrónico: pazcihuatl@gmail.com. orcid: 0002-6461-7849.
7
Ivonne Virginia Campos Rico
1
Se ha denominado Sinicization School a la corriente analítica que afirma que los manchúes adquirieron la
cultura china de manera íntegra, superponiéndola a su identidad manchú, y que esto les permitió controlar
el territorio chino durante 250 años. Esta corriente postula que la predominancia y aculturación hacia “lo
chino” (sinización) fue la marca civilizatoria que movilizó la historia imperial china. Véanse Ho Ping-ti,
“The Significance of the Ch’ing Period in Chinese History”, The Journal of Asian Studies, vol. 26, núm. 2,
1967, pp. 189-195; M.C. Wright, The Last Stand of Chinese Conservatism: The T’ung-chih Restoration 1862-
1874, Stanford, Stanford University Press, 1957.
8
Frontera étnica y parentesco en China imperial
2
F. Barth, Ethnic Groups and Boundaries: The Social Organization of Culture Difference, Londres, G. Allen and
Unwin, 1969.
3
La composición étnica de los booi era variada, ya que comprendía grupos de han, coreanos y rusos. Véase M.
Elliott, The Manchu Way: The Eight Banners and Ethnic Identity in Late Imperial China, California, Stanford
University Press, 2001, pp. 83-84.
4
P. Crossley, “The Conquest Elite of the Ch’ing Empire”, The Cambridge History of China, vol. 9, 1a. Parte,
Nueva York, Cambridge University Press, 2002, pp. 320-322.
9
Ivonne Virginia Campos Rico
10
Frontera étnica y parentesco en China imperial
11
Ivonne Virginia Campos Rico
12
Frontera étnica y parentesco en China imperial
de manera inequívoca, y los habilita para compartir los elementos que los unen
con su núcleo ancestral con otras familias pertenecientes a su grupo étnico.11
Observar el parentesco como un proceso en el cual interviene la interacción de
los miembros de la red en tiempos y espacios geográficos distintos, imparte a este
análisis una perspectiva diacrónica, que toma en cuenta la adscripción a la iden
tidad han a través de afinidades y relaciones, integradas en una intención narrati
va que ofrece arraigo en un periodo y territorio particulares. La creatividad de los
miembros de los grupos de parentesco y su manifestación en un tiempo y espacio
determinados nos invita a reconocer la existencia de particularidades. El contexto
etnográfico del Sistema de Ocho Banderas y sus factores históricos específicos
influyeron en gran medida en la conformación de las relaciones de parentesco han
durante la dinastía Qing.
Puede señalarse que los factores que intervienen en la conformación de la or
ganización de parentesco han para el periodo analizado (China imperial tardía),
incluyen la existencia de vínculos de parentesco agnaticio reales o ficticios, cuya
estructura está influida por factores políticos y económicos de organización local,
particularmente en los casos en los que el parentesco se enmarca en la organización
del linaje. El parentesco como vínculo étnico permitió a los han distinguir fron
teras étnicas en donde la adscripción está definida no sólo por los rasgos aparentes,
sino también por elementos de inclusión manifiesta en el discurso canónico, la
narrativa genealógica y la práctica ritual, mismos que se adaptaron a las determi
naciones ocupacionales dictadas por el Sistema de Ocho Banderas y que no desa
parecieron en virtud de la inclusión o exclusión en el mismo.
Dimensión étnica del parentesco han
Uno de los elementos de control social más comunes en la China imperial tardía
era la organización de parentesco denominada zongzu 宗族. Esta organización
constituye un grupo de descendencia patrilineal, iniciado a partir de un ancestro
común, y conformado por varios jia 家 o núcleos familiares básicos (padre, madre
e hijos).12 Zongzu es un término utilizado desde tiempos antiguos para referirse a
este tipo de organización social. Representa la forma de organización de paren
tesco común entre las personas de cultura han, y está íntimamente vinculado a los
11
M. Böck y A. Rao, op. cit., p. 21.
12
P. Ebrey y J.L. Watson (eds.), Kinship Organization in Late Imperial China (1000-1940), Berkeley, Univer
sity of California Press, 1986, pp. 4-6; T.S. Chen y J.K Shryock, “Chinese Relationship Terms”, American
Anthropologist, New Series, vol. 34, núm. 4, 1932, pp. 8-9.
13
Ivonne Virginia Campos Rico
14
Frontera étnica y parentesco en China imperial
15
Ivonne Virginia Campos Rico
16
Frontera étnica y parentesco en China imperial
22
K. Chow, The Rise of Confucian Ritualism in Late Imperial China. Ethics, Classics and Lineage Discourse, Stanford,
Stanford University Press, 1994, pp. 100-101; P.B. Ebrey, op. cit., pp. 56-64.
23
T. Brook, op. cit., p. 472.
24
K. Chow, op. cit., pp. 76-77.
17
Ivonne Virginia Campos Rico
25
P. Ebrey, “The Early Stages in the Development of Descent Group Organization”, en P. Ebrey y J.L. W
atson
(eds.), Kinship Organization in Late Imperial China (1000-1940), Berkeley, University of California Press,
1986, pp. 41-42.
26
T. Brook, op. cit., pp. 473, 482-485.
27
F.N. Pieke, “The Genealogical Mentality in Modern China”, The Journal of Asian Studies, vol. 62, núm. 1,
2003, pp. 101-128, p. 110.
18
Frontera étnica y parentesco en China imperial
19
Ivonne Virginia Campos Rico
Reflexiones finales
La etnicidad han durante la dinastía Qing encontró su espacio de vinculación
identitaria en la conservación de lazos familiares mediante el zongzu y su ritualidad
inherente. La dinamicidad de las relaciones de parentesco permitió a los han aco
modar su práctica ritual al esquema sociopolítico impuesto por el gobierno manchú,
32
P. Ebrey y J.L. Watson, op. cit., p. 49.
33
Chow, op. cit., p. 214.
20
Frontera étnica y parentesco en China imperial
21
Descubriendo el tesoro occidental
El Tíbet en la historiografía cosmopolita Qing*
ZHANG Fan**
Xizang fue llamada Tufan en las dinastías Tang y Song, y Wusizang en las dinastías
Yuan y Ming. En el séptimo año del emperador Chongde de Qing [1642], los lamas
tibetanos enviaron mensajeros a Qing. En el décimo año del emperador Shunzhi de
Qing, la corte Qing otorgó al Dalái Lama un certificado y un sello de oro, así como
el título de “Buddha de gran compasión en el oeste, líder de la fe budista bajo el
cielo, titular del vajra (Vajradhara)”. Convencionalmente, Xizang también se llamó
Tubote o Tanggute.1
Este pasaje es una cita del “Manual de administración Qing” del siglo xviii. En
este documento oficial, la tierra del Dalái Lama era llamada Xizang, literalmente
“el tesoro del oeste”.2 Sigue siendo el nombre oficial del Tíbet en chino hasta la
fecha. Tanto los nombres históricos de Tufan y Wusizang, usados por diferentes
dinastías, como los convencionales, Tubote y Tanggute, que aparecen en varias
fuentes, fueron reconocidos y documentados por la corte Qing. Comparado con la
nota del emperador Kangxi del siglo xvii, en la cual el emperador confundió el
Tíbet (Tubote) con Huihe, el imperio uigur;3 queda claro que el conocimiento de
23
ZHANG Fan
Qing acerca del Tíbet y la frontera al interior de Asia estaba muy desarrollado, y que
la historia del Tíbet fue incorporada a la narrativa imperial Qing en el siglo xviii.
Este artículo explora este proceso de transformación del Tíbet, de un territorio
desposeído a la tierra del tesoro occidental, a través del examen de los textos ofi
ciales y privados, históricos, geográficos y etnográficos, incluyendo el Diccionario
geográfico unificado del gran Qing (Da Qing Yitongzhi 大清一統志), las Ilustraciones
de los tributarios del Imperio Qing (Huang Qing Zhigongtu 皇清職貢圖), el Dicciona-
rio geográfico del Tíbet (Xizang Zhi 西藏志), la Descripción topográfica del Tíbet Central
(Weizang Tushi 衛藏圖識) y el Diccionario geográfico comprensivo del Tíbet Central
(Weizang Tongzhi 衛藏通志).
Al investigar estos textos, demuestro que la movilidad de personas e ideas
entre Europa y Asia, así como entre Beijing y Lhasa, en el siglo xviii creó con
ciencia en la dinastía Qing sobre el orden mundial emergente basado en la terri
torialidad y la soberanía, y también preparó el terreno para que gobernara un
imperio multiétnico en lugar de uno chino. El redescubrimiento del “tesoro oc
cidental” por parte del imperio Qing fue una pieza de este proceso.
Cartografiar el imperio
Desde el siglo xvii, con la expansión de los imperios euroasiáticos, se firmaron
acuerdos territoriales entre el imperio Qing y el Ruso, entre el imperio Otomano
y el Ruso, y entre el imperio Otomano y el de los Habsburgo.4 Cuando el imperio
Qing firmó con Rusia tres tratados territoriales que correspondían a la frontera
noreste, la de Mongolia exterior y la del noroeste a finales del siglo xvii y en el
xviii,5 un nuevo orden mundial, basado en las nociones de frontera y territorio,
4
Han Zhaoqing 韓昭慶, “Kangxi ‘Huangyu quanlan tu’ yu Xifang dui Zhongguo lishijiangyu renshi de
chengjian” 康熙《皇禦全覽圖》與西方對中國歷史疆域認識的成見 [Huangyu Quanlantu del reino de
Kangxiy su efecto en el reconocimiento occidental del territorio de la China Qing], Qinghua daxue xuebao
(Zhexue shehuikexue ban) 清華大學學報(哲學社會科學版), vol. 30, núm. 6, 2015, pp. 123-142, p. 125.
5
Tan temprano como 1711, Pedro el Grande (1672-1725) promulgó edictos para buscar oro en China, sobre
todo en el Tíbet. En 1727, después de la firma del Tratado de Kyakhta, la frontera norte entre los imperios
Ruso y Qing fue marcada claramente y los misioneros, comerciantes y enviados rusos fueron legalmente
admitidos durante sus viajes o para tener su residencia en China. La colección de manuscritos mongoles y
tibetanos de los rusos, así como la publicación de trabajos sobre el Tíbet debe haber llamado la atención del
gobierno y la intelectualidad Qing. Véase P.C. Perdue, “Boundaries, Maps, and Movement: Chinese, Rus
sian, and Mongolian Empires in Early Modern Central Eurasia”, The International History Review, vol. 20,
núm. 2, 1998, pp. 263-286; Zhao Gang, “Reinventing China: Imperial Qing Ideology and the Rise of
Modern Chinese National Identity in the Early Twentieth Century”, Modern China, vol. 32, núm. 1, 2006,
pp. 3-30, p. 13; Zhang Xiaomei 張曉梅, Eluosi dui zangwen shiji de fanyi jiqi zangxue yanjiu 俄羅斯對
藏文史籍的翻譯及其藏學研究 [La traducción y el estudio de los documentos históricos tibetanos en
Rusia], tesis de doctorado, Zhongyang minzu daxue, 2012, pp. 11-15.
24
Descubriendo el tesoro occidental
Hay cinco continentes bajo el Cielo. El primero se llama Asia, incluye cientos de Estados,
entre los cuales el Reino del Medio es el primero. El segundo se llama Europa, e incluye seten
ta Estados, entre los cuales Italia es el primero. El tercero se llama África, e igual incluye
cientos de Estados. El cuarto es América, cuya tierra es más grande, dividida en partes norte y
sur conectadas. El último es Australia, que es el final de la tierra. Algunos dicen que no existe.
Pero dado que el Reino del Medio está lleno de gente del continente, la tierra existe en realidad.6
La nueva visión del mundo influyó en la perspectiva Qing de China. Antes de que
los manchúes acabaran con el periodo Ming, tomaron China como un territorio
han. Por lo tanto, los archivos manchúes se refieren a China como “el Estado de
los Han (Man. nikan gurun)” o “el Estado del gran Ming de los Han (Man. nikan
i daming i gurun)”.7 Después de que los manchúes establecieran el Gran Imperio
Qing, concibieron China como un Estado multiétnico. Así, los archivos manchúes,
se refieren a China como “el Estado central (Man. dulimbai gurun)”8 y ponen énfa
sis en su centralidad geopolítica y su diversidad étnica.9 La corte Qing, en conse
cuencia, mandó hacer diccionarios geográficos de la recién adquirida región uigur
(Diccionario geográfico ilustrado de las regiones occidentales aprobado por el imperio, Qing-
ding Huanhyu Xiyu Tuzhi 欽定皇輿西域圖志), Mongolia (Origen de Mongolia
aprobado por el imperio, Qinding Menggu Yuanliu 欽定蒙古源流) y el área de Man
churia (Investigación del origen de Manchuria aprobado por el imperio, Qinding Manzhou
Yuanliu Kao 欽定滿洲源流考) como declaraciones de un imperio multiétnico.
La visión expandida del mundo se reflejó en las Ilustraciones de los tributarios del
imperio Qing, que aparecieron desde el siglo vi10 como información oficial ilustra
6
Zhang Tingyu et al. 張廷玉(等), Mingshi 明史 [Historia de Ming], Zhonghua shuju, 1974, p. 8459. Esta
cita proviene de la Historia de Ming (Mingshi 明史). La Historia de Ming fue completada por un comité
compilador compuesto por intelectuales han a mediados del siglo xviii (Chen Xunci 陳訓慈 y Fang Zuyou
方祖猷, Wan Sitong nianpu 萬斯同年譜 [El anuario de Wan Sitong], Zhongwen daxue chubanshe, 1991, p.
249) y fue estrictamente sancionada por el emperador Qianlong; véase R.K. Guy, The Emperor’s Four Trea-
suries: Scholars and the State in the Late Chʻien-lung Era, Cambridge, Council on East Asian Studies-Harvard
University, 1987, pp. 136-139.
7
Zhao, op. cit., p. 3.
8
Ibid., p. 9.
9
Ibid., p. 4.
10
L. Hostetler, Qing Colonial Enterprise: Ethnography and Cartography in Early Modern China, Chicago, Univer
sity of Chicago Press, 2005, p. 44.
25
ZHANG Fan
tiva de las relaciones “internacionales”. Después de eso, casi todas las dinastías
produjeron sus propias versiones de las ilustraciones. Estas ilustraciones mostraban
a los enviados que llevaban regalos y tributos para el emperador chino. La versión
Qing se inició en 1751 y se revisó constantemente hasta principios del siglo xix,
con nuevos territorios incluidos poco a poco.11
Aunque se llamaban “tributarios”, las entradas de las Ilustraciones cubrían a
los tributarios tradicionales y a más de veinte Estados extranjeros recién añadi
dos, principalmente socios comerciales,12 incluidos Italia, Inglaterra, Francia,
Holanda y Rusia. Comparadas con versiones anteriores, las ilustraciones Qing
estaban más cerca de la realidad y se parecían más a una colección etnográfica
del “espécimen humano”,13 en la cual cada entrada contenía un par de ejempla
res, masculino y femenino, junto con anotaciones bilingües en chino y manchú
para describir la ubicación de la gente, sus costumbres, su sustento, sus vesti
duras y su religión.14 Tal metodología, afirmaciones y formato de la versión
Qing, son diferentes de sus precedentes chinos, pero comparables a otros de
poderes imperiales contemporáneos,15 lo cual era un intento del imperio Qing
para “explicar el mundo del siglo xviii y su proclamación como un centro en
competencia”.16
La naturaleza multiétnica de China también se representó en las Ilustraciones.
Además de los países extranjeros del primer volumen, también incluyó el recién
incorporado territorio de los uigures y el Tíbet en el segundo volumen, así como
los “bárbaros en las cuatro direcciones” que fueron organizados de acuerdo con
sus unidades administrativas en los siguientes siete volúmenes. Laura Hostetler
sugiere que es una declaración simbólica del imperio Qing acerca de la creación
11
P. K. Crossley, A Translucent Mirror: History and Identity in Qing Imperial Ideology, Berkeley, Los Ángeles y
Londres, University of California Press, 1999, p. 332; Tong Ying 佟穎, “Qingdai qianqi chaogong guanxi
kaobian-cong Huangqing zhigongtu shuoqi” 清代前期朝貢關系考辨 - 從《皇清職貢圖》說起 [La relación
tributaria del periodo Qing temprano: de las ilustraciones de los tributarios del imperio Qing], Manyu
yanjiu 滿語研究, núm. 1, 2011, pp. 26-33; Lai Yuzhi 賴毓芝, “Tuxiang diguo: Qianlongchao Zhigongtu
de zhizuo yu didu chengxian 圖像帝國:乾隆朝《職貢圖》的製作與帝都呈現” [Dibujando el imperio:
Ilustraciones del “tributo oficial” en la corte de Qianlong y la creación de la capital imperial], Zhongyang
yanjiuyuan jindaishi yanjiu jikan 中央研究院近代史研究所集刊, núm. 75, 2012, pp. 1-76.
12
L. Hostetler, op. cit., p. 42.
13
Lai, op. cit., p. 9, ha señalado la coincidencia entre la compilación de un “Manual de aves” (niaopu 鳥譜) y la
de las Ilustraciones. Ambas siguieron procedimientos similares a través del mismo sistema burocrático de
recolectar especímenes y también fueron compiladas siguiendo el mismo formato con igual tipo de encabe
zados y retratos.
14
L. Hostetler, op. cit., p. 42.
15
Ibid., p. 45.
16
Ibid., p. 47.
26
Descubriendo el tesoro occidental
17
Ibid., p. 49.
18
Fuheng et al., 傅恒(等), Huangqing zhigongtu 皇清職貢圖 [Ilustraciones de los Tributarios del Imperio Qing] (9
vols.), Taibei, Huawen shuju, 1968, pp. 195-214.
19
Ibid., p. 197.
20
Ibid., pp. 199-214.
21
W.W. Rockhill, “Tíbet. A Geographical, Ethnographical, and Historical Sketch, Derived from Chinese
Sources”, Journal of the Royal Asiatic Society of Great Britain and Ireland, núm. 1, 1891, pp. 1-133, p. 6.
22
P. Crossley, op. cit., p. 332.
23
Hay solamente un lugar donde se usa “raza” hui (huizhong 回種) (Fuheng, op. cit., p. 245). En otros lugares
aparece “gente” hui (huimin 回民), o “persona” hui (huiren 回人), y con frecuencia en comparación con los
musulmanes han de China (neidi huimin 內地回民).
24
L. Hostetler, “Qing Connections to the Early Modern World: Ethnography and Cartography in Eighteenth-
Century China,” Modern Asian Studies, vol. 34, núm. 3, 2000, pp. 623-662, p. 639.
27
ZHANG Fan
28
Descubriendo el tesoro occidental
recuento del Tíbet no recibió ningún tratamiento especial, sino que siguió el
mismo formato, consistente con las otras regiones y provincias.28 La información
acerca del Tíbet contenía estadísticas oficiales al día en cuanto a población, im
puestos y rangos burocráticos en diferentes versiones,29 aparentemente sacadas de
los archivos del Ministerio de Gobierno de las Provincias Exteriores y la Oficina
de Amban. Estas estadísticas detalladas eran una declaración del control real de
Qing sobre el Tíbet, diferente de la información general de las interacciones co
merciales y religiosas sino-tibetanas de los recuentos anteriores.30
El analisis anterior señala la visión extendida del mundo, la comprensión del
nuevo orden mundial, la nueva concepción de China como un Estado multiétni
co y la moderna definición de Estado basado en el territorio de un gobierno sobe
rano, el imperio Qing. Ésta era la base del cosmopolitismo Qing y lo distinguía
del de los imperios Tang y Yuan. Frente a este contexto, el recuento del Tíbet del
imperio Qing no fue motivo de cosificación y alienación, sino de domesticación
y naturalización.
Redescubrir el Tíbet
Desde el reino de Yongzheng (1723-1735) hasta el de Xuantong (1909-1911),
hubo “Diccionarios geográficos” (zhi 志; shi 識; kao 考) del Tíbet y uno sobre la
ciudad de Lhasa; entre ellos, ya fuera como impresos o copias manuales, nueve
estuvieron en circulación en el siglo xviii entre estudiosos y oficiales.31 A diferen
cia de las Ilustraciones y el Diccionario geográfico unificado que contemplan situacio
nes imperiales y globales, estos textos se centraban sólo en el Tíbet.
El Diccionario geográfico de Tíbet fue una de las primeras obras de este tipo sobre
el Tíbet. Algunos estudiosos están de acuerdo en que el manuscrito fue compues
to, a más tardar, en 1742, y su influencia puede encontrarse en diccionarios geo
gráficos posteriores del Tíbet, como la Descripción topográfica del Tíbet central y el
reliquias (guji 古跡), pasos (guan’ai 關隘), puertos y puentes (jinliang 津梁), presas (diyan 堤堰), tumbas
(lingmu 陵墓), templos confucianos (cimiao 祠廟), monasterios budistas y taoístas (siguan 寺觀), oficiales
reputados (minghuan 名宦), celebridades (renwu 人物), fábulas (liuyu 流寓), virtudes femeninas (lienv 烈女),
monjes (xianshi 仙釋), recursos (tuchan 土產) (Muzhang’a et al., 穆彰阿(等), Jiaqing chongxiu yitongzhi 嘉慶
重修壹統誌 [Revisión del Diccionario geográfico unificado del Reino Jiaqing], Shangwu yinshuguan, 1934).
28
Muzhang’a, op. cit., vol. 547.
29
Ibid., pp. 5-8.
30
Por ejemplo, la Historia de Ming registró la relación tributaria entre la corte Ming y varios líderes religiosos
tibetanos y menciona brevemente a los comerciantes de té que viajaban a caballo a lo largo de la frontera
entre el Tíbet y Sichuan (Zhang et al., op. cit., pp. 8539-8549).
31
ZDLM Zhongguo difangzhi lianhe mulu 中國地方誌聯合目錄 [Catálogo de los Diccionarios geográficos chinos],
editado por Zhongguo shekeyuan Beijing tianwentai, Zhonghua shuju, 1985, pp. 849-852.
29
ZHANG Fan
Diccionario geográfico comprensivo del Tíbet central.32 En su prefacio está asentado que
el libro permaneció sin ver la luz hasta que el oficial mayor manchú, Hening 和
寧 (1741-1821), encontró la copia manuscrita en 1788 y la imprimió en 1792.33
Su publicación se ajustó al interés de Hening, ya que había servido como “amban”
o ministro Residente del Tíbet entre 1793 y 1800.
El Diccionario geográfico del Tíbet en un solo volumen estaba compuesto de 34
capítulos y una lista de rutas dentro y fuera del Tíbet. En general, hablaba del
clima, recursos locales, festivales, calendarios, vestimentas, cocina, matrimonio,
nacimiento, muerte, medicina, adivinación, etiqueta, festines, mercados, arqui
tectura y leyes. También incluía información postal y del sistema de transporte,
las rutas dentro y fuera del Tíbet, las inscripciones en estelas en piedra en el Tíbet
y una amplia colección de documentos oficiales.34 Por ejemplo, al presentar los
templos tibetanos, señalaba las estadísticas oficiales del número de templos y
monjes.35 A diferencia de los diccionarios geográficos estándar, no se involucraba
mucho en la fundación del Tíbet; en su lugar, se concentraba más en la situación
contemporánea y sus problemas fronterizos. Por ejemplo, detallaba el asesinato
de Khang chen nas (Kangjinai 康濟奈 ?-1727) desde la perspectiva de un testigo
y describía el paisaje de las regiones fronterizas del Tíbet.
Comparado con el Diccionario geográfico unificado y las Ilustraciones, que habían
sido escritos por intelectuales de la corte, en éste se aprecian los detalles locales,
la incorporación de palabras tibetanas, las citas frecuentes de datos oficiales y la
perspectiva de un testigo, que sugieren que el autor residió en el Tíbet y tuvo
acceso a los archivos locales. De acuerdo con el prefacio escrito por Hening, el
32
L. Petech, China and Tibet In the Early 18th Century: History of the Establishment of Chinese Protectorate in Tibet,
Leiden, Brill, 1972, p. 7; Wu Fengpei 吳豐培, “Qianyan” 前言 [Prefacio], en: Xizangzhi 西藏誌, Lhasa,
Xizang renmin chubanshe, 1982; Zhang Yuxin 張羽新, “Xizangzhi ji Xiao Tenglin suozhu Xizang jianw-
enlu kao”《西藏誌》即蕭騰麟所著《西藏見聞錄》考 [Investigación sobre el hecho de que el Diccionario
geográfico del Tíbet es el Registro del Tíbet de Xiao Tenglin], Wenxian 文獻, núm. 1, 1986, pp. 132-144; H.C.
Yang, “China’s Routes to Tibet during the Early Qing Dynasty: A Study of Travel Accounts”, tesis de
doctorado, University of Washington, 1994, pp. 182-184; Zhao Wu 趙伍, “Xizangzhi zhuzhe bian”《西
藏誌》著者辨 [Estudio sobre el autor del Diccionario geográfico del Tíbet], Xi’nan minzu xueyuan xuebao 西南
民族學院學報, núm. 3, 1998, pp. 110-114; Xie Hui 謝暉, “Qianlong Xizangzhi zuozhe xiaokao” 乾隆
《西藏誌》作者小考 [Investigación del Compendio geográfico del Tíbet del reino de Qianlong], Zhongyang
minzu daxue xuebao 中央民族大學學報, núm. 1, 2000, pp. 112-112; Deng Ruiling 鄧銳鈴, “Du Xizangzhi
zhaji” 讀《西藏誌》劄記 [Notas sobre el Diccionario geográfico del Tíbet], Zhongguo zangxue 中國藏學, núm.
2, 2005, pp. 18-25.
33
Hening 和寧 “Xu” 序 [Introducción], en Xizangzhi 西藏誌 [Diccionario geográfico del Tíbet]. Lhasa, Xizang
renmin chubanshe, 1982, p. 2.
34
xzz Xizangzhi 西藏誌 [Diccionario geográfico del Tíbet], editado por Xizang yaniu bianjibu《西藏研究》編
輯部, Lhasa, Xizang renmin chubanshe, 1982, pp. 47-48.
35
Ibid., p. 14.
30
Descubriendo el tesoro occidental
autor del Compendio geográfico del Tíbet fue el príncipe Yinli 胤禮 (1697-1738),36
quien estaba profundamente comprometido con el budismo tibetano. Con el
dominio de las lenguas manchú, tibetana, mongola y china, participó en la tra
ducción de varios cánones budistas tibetanos.37 En 1734 fue enviado al Tíbet por
la corte Qing para conocer al séptimo Dalái Lama.38
Aunque escrito por un príncipe manchú, revela cierto grado de ambivalencia
política ante la posición del Tíbet. Por otra parte, se asentó en la sección de “De
fensa fronteriza” (bianfang 邊防) que el “Tíbet es adyacente a Estados extranjeros”
(西藏接壤外蕃) y, por lo tanto, la corte Qing ordenó que hubiera “soldados de
bandera” (lvying guanbing 綠營官兵), “milicias tibetanas y soldados mongoles”
(menggu fanbing 蒙古蕃兵) bajo el liderazgo del “amban” Qing y oficiales tibeta
nos para proteger la frontera.39 Definir fronteras y enviar ministros y tropas eran
declaraciones de la relación de soberanía. Por otra parte, estaba escrito en la sección
de “Tributo” (chaogong 朝貢) que “la tierra del Tíbet central fue obsequiada al
Dalái Lama” (藏衛地方乃賞給達賴喇嘛采邑) y, en consecuencia, el Tíbet, no
estaba en el sistema de impuestos de Qing, sino en el sistema tributario.40 Mien
tras los impuestos se aplicaban en las regiones administrativas de Qing, los Esta
dos foráneos y las regiones, que se gobernaban de forma indirecta, daban tributos.
Aparentemente, el autor presentó una relación dual entre el imperio Qing y el
Tíbet, tanto una basada en la sobreanía de su frontera como una relación tributa
ria basada en los regalos.
Como budista tibetano manchú, el autor tenía un tono relativamente neutral
hacia las tradiciones tibetanas, como la poliandria y el entierro celestial,41 que no
estaban de acuerdo con la ética confucianista. Al mismo tiempo, como represen
tante de la corte Qing, el centro civilizador, en la introducción del diccionario42
36
En general, hay acuerdo en que el autor es Yinli; no obstante, quedan algunas dudas al respecto, sobre todo
porque registra algunos eventos que ocurrieron después de su muerte (Wu, op. cit.). Algunos académicos
arguyen que fue compuesto colectivamente bajo la dirección de Yinli y, por lo tanto, habría sido posible
agregar nueva información después de su fallecimiento (Zhao, op. cit., p. 4; Deng, op. cit., p. 21). La autoría
colectiva fue muy común en la literatura histórica china.
37
Narenchaogetu 那仁朝格圖, “Guoqingwang Yinli yiji mengyi fuzangjin” 果親王允禮以及蒙譯伏藏經
[El príncipe Yinli y la traducción mongola de los sutras secretos tibetanos], Qingshi yanjiu 清史研究, núm.
3, 2002, pp. 99-105, pp. 101-102.
38
Ibid., pp. 100-101.
39
xzz, op. cit., p. 35.
40
Ibid., p. 37.
41
Ibid., pp. 28-29.
42
Ibid., p. 1.
31
ZHANG Fan
43
Ibid., p. 23.
44
Ibid., p. 1.
45
Ma Shaoyun 馬少雲 y Sheng Meixi 盛梅西, Weizang tushi 衛藏圖識 [Descripción topográfica del Tíbet central],
editado por Shen Yunlong 沈雲龍, Taipei, Wenhai chubanshe, 1966, p. 14.
46
Fue descubierto muy pronto por el misionero ruso Nikita Yakovlevich Bichurin (1777-1853) durante su
estancia en Beijing en 1808-1822, quien publicó sus traducciones del texto al ruso en 1828, en donde se
agregó un mapa de las rutas de Chengdu a Lhasa como apéndice; Zhang, op. cit., 2012, p. 21; B. Pankratov,
“N.Y. Bichurin as a Translator”, Far Eastern Affairs, vol. 30, núm. 3, 2002, pp. 113-127. En 1831 y 1891
respectivamente, fue traducido al francés y al inglés; véanse Rockhill, op. cit., p. 2, y Z. Yamaguchi 佐藤長,
Qingdai Tangdai Qinghai Lasa jian de daocheng 清代唐代青海拉薩間的道程, Xining, Qinghai sheng bowu
guan choubei chu, 1983, p. 4.
47
Ma y Sheng, op. cit., p. 13.
48
La región en el norte del Tíbet cerca de las zonas altas del río Yangtsé, entre Qinghai y Sichuan.
32
Descubriendo el tesoro occidental
Nepal (balebu 巴勒布).49 Comparado con los cinco pares de retratos de las Ilustra-
ciones, las nueve representaciones comprenden regiones más grandes con fronteras
mejor demarcadas. Antes que nada, después de la guerra sino-nepalesa, Nepal era
considerado por la corte Qing como parte del Tíbet y, por lo tanto, hay represen
taciones de los nepaleses en las Ilustraciones. En segundo lugar, mencionaba a los
plebeyos de dar rtse mdo; la ciudad de dar rtse mdo en tibetano, o Kangding 康定
en chino, era la frontera de la región tibetana de Khams con la provincia de
Sichuan. En tercer lugar, comparado con la gente Menpa incluida en las Ilustra-
ciones, la gente de Lhopa, que se asentaban en la frontera sur del Tíbet, no practi
caba el budismo tibetano y estaba considerada bárbara por los budistas tibetanos.
A diferencia del Diccionario geográfico del Tíbet, mostraba simpatía e incluso
admiración por la gente del lugar y sus creencias. Por ejemplo, alababa a la gente
de Khams por su honestidad y lealtad.50 También describió el rol de la religión
en el Tíbet de una manera positiva: “Todos los legos siguen a la Secta Amarilla y
creen en lamas, como el Dalái Lama y el Panchen Lama, que son los lamas más
respetados […] Su doctrina está fundada en la meditación y el cultivo del espíti
tu y está basada en la caridad y el amor”.51
Asimismo, presentaba Lhasa como una tierra budista (fodi 佛地)52 y una ciudad
cosmopolita (daduhui 大都會).53 En el mapa de Lhasa incluía templos budistas
tibetanos, campos militares Qing (Zhashicheng 札什城) y el cementerio musulman
(Kaqi yuan 卡契園).54 Los autores atribuyeron la estabilidad y prosperidad de
Lhasa a la corte Qing, sus ministros y sus tropas en el Tíbet: “Todos los asuntos
tibetanos están gobernados por el ministro residente de Qing y el Dalái Lama, de
forma que el Tíbet es estable. Con los soldados de bandera acantonados a lo largo
de la frontera, toda la gente vive en paz; con los intercambios y mercados han-
tibetanos, Lhasa se convierte en una ciudad cosmopolita en el suroeste.55
Comparada con el Diccionario geográfico del Tíbet, la Descripción topográfica pre
sentaba el Tíbet como una tierra budista, pacífica y cosmopolita bien desarrolla
da, en lugar de una tierra bárbara con tradiciones exóticas.
49
Ma y Sheng, op. cit., pp. 181-226.
50
Ibidem, pp. 39-40.
51
Ibid., p. 127.
52
Ibid., p. 138.
53
Ibid., p. 134.
54
Ibid., pp. 136-137.
55
Ibid., pp. 133-134.
33
ZHANG Fan
wztz Weizang Tongzhi 衛藏通誌 [Diccionario geográfico comprensivo del Tíbet central], editado por Xizang yaniu
56
bianjibu 《西藏研究》編輯部, Lhasa, Xizang renmin chubanshe, 1982, p. 129.
57
Cao Haixia 曹海霞, “Weizang tongzhi zuozhe tanjiu《衛藏通誌》作者探究 [Investigación del autor del Dic-
cionario geográfico comprensivo del Tíbet central],” Manzu yanjiu 滿族研究, núm. 3, 2014, pp. 67-71, p. 67.
58
Zhang Yuxin 張羽新, “Weizang tongzhi de zuozhe shi Hening”《衛藏通誌》的作者是和寧 [El autor
del Diccionario geográfico comprensivo del Tíbet central es Hening], Xizang yanjiu 西藏研究, núm. 4,
1985, pp. 99-107; Sun Fuhai 孫福海, “Weizang tongzhi de bianzuan yu liuchuan”《衛藏通誌》的編纂與
流傳 [La compilación y circulación del Diccionario geográfico comprensivo del Tíbet central], Xizang minzu xueyuan
xuebao (zhexue shehui kexue ban) 西藏民族學院學報, vol. 29, núm. 6, 2008, pp. 60-73; Cao, op. cit.
59
wztz, op. cit., pp. 299-446.
34
Descubriendo el tesoro occidental
Desde el quincuagésimo séptimo año del reino de Qianlong [1792], cuando se establecieron
los programas de reforma, la joyería decorativa para los sombreros de los oficiales quedó ga
rantizada [para que los oficiales tibetanos mostraran sus rangos], las responsabilidades guber
namentales se dividieron entre ellos, su promoción fue decidida por los ministros residentes
y sus rangos, cualificación y procedimientos de selección fueron los mismos que los de China.60
Los soldados tibetanos se seleccionaron de entre los campesinos de cada aldea. Cuando hubie
ra un hecho militar, serían movilizados como un ejército. No había ni mandos ni entrenamien
tos adecuados. A pesar de que eran más de diez mil soldados, no eran de mucha utilidad.
Desde el año quincuagésimo séptimo del reinado de Qianlong, se estableció la cantidad de
soldados, su entrenamiento militar se sistematizó y fueron entrenados con los soldados de
bandera. Eso sería suficiente para resguardar el Tíbet.61
60
Ibid., p. 299.
61
Ibid., p. 303.
62
Ibid., p. 325.
63
Ibid., p. 330.
64
G. Tuttle, Tibetan Buddhists in the Making of Modern China, Nueva York, Columbia University Press,
2013, p. 29.
65
S. Dabringhaus, “The Ambans of Tibet. Imperial Rule at the Inner Asian Periphery”, en J. Duindam y S.
Dabringhaus (eds.), The Dynastic Centre and the Provinces: Agents and Interactions, Leiden, Brill, 2014, pp.
114-126, p. 120.
35
ZHANG Fan
66
wztz, op. cit., p. 495.
67
W.T. Rowe, Saving the World: Chen Hongmou and Elite Consciousness in Eighteenth-Century China, Stanford,
Stanford University Press, 2002.
68
wztz, op. cit., p. 496.
69
Ibid., pp. 496-502.
36
Descubriendo el tesoro occidental
70
B.A. Elman, From Philosophy to Philology: Intellectual and Social Aspects of Change in Late Imperial China, Cam
bridge, Havard University Press, 1985.
71
S. Roddy, “Toward a Buddhist Cosmopolitanism: The Pan-Asian Vision of Gong Zizhen”, en Minghui Hu
y Johan Elverskog (eds.), Cosmopolitanism in China, 1600-1950, Amherst, Cambria Press, 2016.
37
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
Visiones desde China
*
Soledad Jiménez Tovar es profesora-investigadora titular de la División de Historia del cide. Una versión
previa de este texto fue discutida en el marco del seminario del grupo Antropohistoria, a cuyos integrantes,
Mónica Acosta Carrillo, Rodrigo Callejas y Rodrigo Hernández, agradezco por sus sugerencias.
1
El propio Huntington señalaba el caso han como atípico de homogeneidad cultural cuando se refería a las
civilizaciones del mundo en El choque de civilizaciones y la reconfiguración del orden mundial, México, Paidós,
[1996] 2015.
2
Véase la discusión en B. Anderson, Comunidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y la difusión del naciona-
lismo, México, Fondo de Cultura Económica, [1983] 1993.
39
Soledad Jiménez Tovar
40
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
4
J. Norman, Chinese, Cambridge, Cambridge University Press, 1988.
5
V.H. Mair, “Buddhism and the Rise of the Written Vernacular in East Asia: The Making of National
Languages”, The Journal of Asian Studies, vol. 53, núm. 3, 1994, pp. 707-751.
6
J. Norman, op. cit.
41
Soledad Jiménez Tovar
42
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
precisa comunicarse entre sí a lo largo y ancho de todo el imperio. Para ese mo
mento, China habría alcanzado su máxima expansión territorial al comprender
no sólo la actual superficie de la República Popular China (incluidas las contro
vertidas Tíbet y Xinjiang), sino también Mongolia y Taiwán.10
La burocracia, uno de cuyos cargos era el de “mandarín”, había aprendido a
comunicarse, por escrito, en chino clásico, como había sido la usanza en anteriores
dinastías, y de manera oral, usando el dialecto hablado en la capital del imperio:
Beijing. De esta manera, el chino mandarín era la lengua hablada que unificaría,
no al imperio sino a su burocracia. Los europeos fueron quienes tomaron la pala
bra “mandarín” para referirse a este dialecto.11 A su vez Beijing, la capital funda
da por la dinastía Yuan (1271-1368), rama china del imperio mongol (1206-1368),
es una ciudad en el norte donde la corte imperial Qing llevaba sus asuntos en
varias lenguas oficiales, entre las cuales el chino mandarín era una más. Las otras
lenguas eran manchú (lengua de la casa imperial, que no era han), mongol, tibe
tano y uigur. Durante décadas se había pensado que los documentos de la corte
Qing, que se producían en las cinco lenguas oficiales, eran una mera traducción;
más aún, los historiadores del periodo imperial chino se basaban en la versión en
chino clásico para dar cuenta de la historia Qing. Esa tendencia historiográfica
reforzaba la teoría de la sinización.12
Como bien ha demostrado Ivonne Campos,13 la sinización o asimilación cul
tural al mundo chino es una noción culturalista que ha impregnado la historia
de China en la interpretación del pasado imperial a través de sus varias dinastías.
Hablar de culturalismo es hablar de la tendencia a pensar en esencias identitarias
con base en determinados rasgos culturales. En este sentido, creer en la historia
ininterrumpida de China, como sugiere la metáfora de Fei Xiaotong ya mencio
nada, es culturalista y, por lo tanto, esencialista. Si lo llevamos al terreno de la
lengua nacional, es como negar que la diglosia referida en el apartado anterior no
existió y que, a lo largo de cinco mil años, los chinos han escrito y hablado en una
lengua unificada. En relación con la sinización de los no chinos tras su contacto
10
P. Perdue, China Marches West: The Qing Conquest of Central Eurasia, Cambridge, Belknap Press of Harvard
University Press, 2005.
11
J. Norman, op. cit.
12
E. Rawski, “Presidential Address: Reenvisioning the Qing: The Significance of the Qing Period in Chine
se History”, The Journal of Asian Studies, vol. 55, núm. 4, 1996, pp. 829-850.
13
I. Campos, “Los Han en la sociedad multiétnica de la dinastía Qing: Mecanismos de construcción-recons
trucción de la identidad étnica Han en el siglo xix”, tesis de doctorado, México, El Colegio de México, 2012.
43
Soledad Jiménez Tovar
con los chinos en el pasado imperial, autores como Owen Lattimore14 han demos
trado, desde una etapa muy temprana de la sinología, que los mundos chino y
no chino han estado en contacto y ha habido una influencia mutua a lo largo de
la historia. Dicha influencia ha permeado ambos horizontes culturales de manera
diferenciada según la región y el periodo.
Después de 1978, sin embargo, cuando comenzó la apertura política de la
República Popular China bajo el liderazgo de Deng Xiaoping, una nueva ola de
historiadores comenzó a comparar las versiones de los documentos Qing, sobre
todo basándose en el original en manchú, del cual la versión en chino clásico era
una traducción y no al revés, como asumirían muchos historiadores en décadas
anteriores. Los trabajos de estos historiadores serían después clasificados como una
corriente historiográfica nueva conocida como la New Qing History.15 La principal
preocupación de esta corriente era mostrar que no habían sido sinizados los man
chúes, sino al contrario, que ellos habrían sentado las bases de un imperio con sabor
a Estado moderno. Más aún, la propia identidad han, base del nacionalismo chino
del siglo xx, según los historiadores de la New Qing History, fue forjada en la in
geniería étnica de la dinastía Qing. En otras palabras: no sólo es que los manchúes
no se habrían sinizado, sino que los han, en el momento de asumir incluso ese
etnónimo, se apropiaron de una identidad creada para ellos por los manchúes.16
La dimensión de esta nueva perspectiva historiográfica es que el mundo no chino,
a final de cuentas, fue el que inventó el mundo chino en su sentido moderno,
nacionalista. Este argumento, de suyo revolucionario, sería difuminado por las
corrientes nacionalistas han durante el siglo xx. Baste decir, por el momento, que
el chino mandarín, lengua de la burocracia imperial de la corte Qing, sería la base
sobre la cual se crearía la lengua nacional china y constituiría su primera expresión
real, aunque el chino mandarín era una lengua hablada y no se correspondía con
la lengua escrita, el chino clásico, que seguiría siendo, hasta el final de la dinastía,
la única variante escrita del chino oficialmente aceptada.
14
O. Lattimore, Inner Asian Frontiers of China, Boston, Beacon, 1940; T.J. Barfield, The Perilous Frontier: No-
madic Empires and China. (Studies in Social Discontinuity.), Cambridge, Basil Blackwell, 1989; N. Di Cosmo,
Ancient China and Its Enemies. The Rise of Nomadic Power in East Asian History, Cambridge, Cambridge
University Press, 2002.
15
J. Waley-Cohen, “The New Qing History”, Radical History Review, núm. 88, 2004, pp. 193-206.
16
P. Crossley, “Thinking About Ethnicity in Early Modern China”, Late Imperial China, vol. 11, núm. 1, 1990,
pp. 1-35; The Manchus, Cambridge, Blackwell, 1997; A Translucent Mirror: History and Identity in Qing
Imperial Ideology, Berkeley, University of California Press, 1999.
44
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
45
Soledad Jiménez Tovar
20
J. Liebold, Reconfiguring Chinese Nationalism: How the Qing Frontier and its Indigenes Became Chinese, Nueva
York y Hampshire, Springer, 2007; M. Connelly, Historia de Taiwán, México, El Colegio de México, 2014.
21
E.H. Carr, Twilight of the Comintern, 1930-1935, Nueva York, Pantheon Books, 1982; O. Hess Gankin y H.H.
Fisher, The Bolsheviks and the World War: The Origin of the Third International, Stanford, Stanford University
Press, 1940; D. Hallas, The Comintern: The History of the Third International, Londres, Bookmarks, 1985.
22
R. Cerdas Cruz, La hoz y el machete. La Internacional Comunista, América Latina y la revolución en América La-
tina, San José, Editorial Universidad Estatal a Distancia, 1986; S. Schram y H. Carrére D’Encause, op. cit.;
J. Guillermaz, A History of the Chinese Communist Party: 1921-1949, Londres, Methuen, 1972.
46
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
23
J. Norman, op. cit.; E. Kaske, The Politics of Language in Chinese Education, 1895-1919, Leiden y Boston, Brill,
2008.
24
E. Kaske, op. cit.; Yu Gao, op. cit.
47
Soledad Jiménez Tovar
25
Yu Gao, op. cit.; Chow Tse-Tsung, op. cit.; J.N. Wasserstrom, op. cit.; V. Schwarcz, The Chinese Enlightenment:
Intellectuals and the Legacy of the May Fourth Movement of 1919, Berkeley, University of California Press, 1986.
26
J. Guillermaz, op. cit.
27
Yu Gao, op. cit.; Chow Tse-Tsung, op. cit.
48
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
28
E. Kaske, op.cit.; V.H. Mair, “Implications of the Soviet Dungan Script for Chinese Language Reform”, en
Two Non-Tetragraphic Northern Sinitic Languages, Filadelfia, University of Pennsylvania, Sino-Platonic Papers
núm. 18: A1-A19, 1990.
29
Este sería sólo el primero de muchos comités que discutirían el tema en las siguientes décadas. Véase J.
Norman, op. cit.
30
S.R. Ramsey, The Languages of China, Nueva Jersey, Princeton University Press, 1989; J. Norman, op. cit.;
E. Kaske, op. cit.
49
Soledad Jiménez Tovar
nera, el putonghua sería una alternativa al guoyu, vista por Qu como un lenguaje
burocrático de clase alta y que, en tanto tal, no sería accesible a las masas.
En 1949, el debate putonghua vs. guoyu no estaba resuelto y siguieron varios
años de discusiones que llegarían a un tenso final en 1955. El chino estándar
oficial como lengua hablada se llamaría putonghua y consistiría en una combinación
de los dialectos del norte tomando la pronunciación de Beijing como la norma
oficial. Como el lector puede ver, el nombre del proyecto es el de Qu Qubai, pero,
en sí, como contenido, corresponde con la propuesta de la “lengua nacional”
(guoyu). Este proyecto fue el que se implementó tanto en la República Popular
China como en la República de China (Taiwán), sólo que en la primera tomó el
nuevo nombre de “lengua común” (putonghua), mientras que en Taiwán conservó
el de “lengua nacional” (guoyu). El epíteto “chino mandarín” es un término que
se usa fuera de China y, en última instancia, se emplea en la actualidad para de
signar el putonghua-guoyu.31
¿Alfabetos o caracteres?
Hasta aquí se ha hablado sobre la estandarización gramática y fonética del idioma
chino. Falta discutir un último aspecto, no menos politizado que los anteriores:
el sistema de escritura. El sistema de escritura chino, como se ha dicho, requirió
varios siglos para su composición. Si bien en un primer momento sí se puede
hablar de ideogramas para designar este sistema, es decir, que cada signo repre
senta una idea, con el tiempo el sistema se complicó para incluir una parte foné
tica y una conceptual. Hoy por hoy, las palabras en chino son mono o bisílabas,
en este último caso, los sentidos de cada signo por separado se complementan. La
manera más correcta para referirse a este sistema de escritura es el término
“caracter”.32 Los caracteres, a lo largo de la historia de la escritura china, fueron
objeto de “simplificaciones” en la práctica de la caligrafía. Dichas simplificaciones
consistían en la disminución de la cantidad de trazos necesarios para escribir los
caracteres. No obstante, esas modificaciones eran una concesión que los calígrafos
se permitían a nivel personal sin ninguna consecuencia para el estándar escrito.33
Ahora bien, al tiempo que se discutía sobre la creación del putonghua-guoyu,
también surgió la cuestión sobre si tomarse más en serio la simplificación de los
31
J. Norman, op. cit.
32
D- Keightley, op. cit.
33
L. Pan, “La reforma de la escritura china: La simplificación”, Estudios de Asia y África, vol. XL, núm. 2, 2005,
pp. 445-464.
50
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
caracteres. Desde 1919, cuando se creó la primera comisión, se publicó una pri
mera lista de caracteres que podrían simplificarse. Así comenzaría un proceso que
ha continuado durante el último siglo. Al igual que los otros temas, en la preser
vación de los caracteres tradicionales o su simplificación hay una dimensión po
lítica que acompaña las decisiones lingüísticas.34
La principal razón para promover la simplificación de los caracteres se ha
mantenido vigente desde la década de 1920 hasta la actualidad: facilitar la alfa
betización de la población en general. Uno de los temas comunes en el Movimien
to de la Nueva Cultura y en los intereses de las fuerzas políticas en pugna en los
primeros años de la República de China es que la escritura en el periodo imperial
había sido accesible sólo para una élite. A fin de construir la nueva nación china
era menester, por lo tanto, lograr que la mayor cantidad posible de gente apren
diera a leer y escribir.
Así, primero como un recurso didáctico y luego como una política de Estado,
la simplificación de los caracteres llegó para quedarse y, después de 1949, para
diferenciar políticamente las dos Chinas. De pronto, en la República Popular China,
los caracteres tradicionales, también conocidos como complejos, fueron vistos como
parte de una tendencia aristocratizante de la cultura escrita. De este modo, se optó
por simplificar de manera sistemática los caracteres y, así, contribuir al olvido del
pasado “atrasado” de China. Por su parte, los nacionalistas en Taiwán decidieron
ver los caracteres complejos como depositarios de la cultura tradicional china, per
cibida, en este caso, como un patrimonio cultural digno de ser preservado.35
Como puede apreciar el lector, las dos Chinas miraban de forma distinta el
pasado y lo manifestaban a través de la elección de los caracteres complejos o
simplificados. Por un lado, la República Popular China apostaba a la modificación
de los caracteres para iniciar una nueva etapa histórica que rompiera radicalmen
te con el pasado. Esta visión es coherente con el evolucionismo político-cultural
tan propio de los regímenes comunistas, para los cuales la etapa nacionalista es
una etapa más a superar en el camino hacia el comunismo. Por otro lado, la Re
pública China, al mantener los caracteres complejos y promover la supresión de
los caracteres simplificados se adhiere a la visión del pasado como el origen de la
nación china, que avanzaría como una bola de nieve hasta la actualidad.
34
J. Norman, op. cit.; V.H. Mair, op. cit., 1990.
35
L. Pan, op. cit.
51
Soledad Jiménez Tovar
Hoy por hoy, el putonghua se escribe con caracteres simplificados y el guoyu con
los complejos, aunque sintáctica y gramaticalmente, ambas lenguas son la misma.
De este modo, el putonghua-guoyu constituiría la nueva diglosia del siglo xxi en
el mundo sinófono a nivel de lengua hablada, pero con un sistema de escritura
diferenciado, situación similar, pero inversa, a la diglosia del chino clásico sobre
las lenguas vernáculas en el periodo imperial.
Además de los caracteres, hay que agregar un ingrediente a la pugna por la
escritura en lengua china: el uso de alfabetos. La primera transcripción del chino
que alguna vez se usó fue creada en la dinastía Yuan (1271-1368): era una adap
tación del sistema de escritura tibetano. Este alfabeto servía como herramienta
para que los mongoles pudieran aprender chino. A este experimento seguirían
otros sistemas, como el propuesto por Mateo Ricci en el siglo xvi para poder
enseñar chino a los europeos.36
El problema de los alfabetos es el que ya se había señalado respecto a las lenguas
vernáculas: la gran diversidad dialectal de la familia sino-tibetana hace muy d ifícil
elegir un dialecto para su adopción como estándar.37 Además, la gran cantidad
de homofonías en lengua china es la razón presentada como la principal para
seguir escribiendo caracteres, ya sea complejos o simplificados. No obstante, los
sistemas de transcripción fonética han sido usados, al menos, como una herra
mienta didáctica.
Resulta sugerente comparar dos de estos experimentos. El primero es el pinyin,
un alfabeto latino adoptado desde 1958 como el oficial para la enseñanza del chi
no, tanto entre los ciudadanos de la República Popular China, en donde el pinyin
es una herramienta para poder aprender los caracteres simplificados, como entre
los extranjeros. Tal ha sido la creciente importancia del uso del pinyin que, a pesar
de las separaciones políticas, en Taiwán ha comenzado a usarse también (en las
anteriores décadas se empleaba un sistema ideado en la China Qing del siglo xix).38
No obstante su uso generalizado, el pinyin no es visto sino como una herra
mienta en la enseñanza del chino, y no se contempla como una alternativa para el
sistema de escritura del chino; esto contrasta con el segundo experimento de
36
L. Pan, op. cit.
37
Esto ocurrió, por ejemplo, con el xiaoer’jing, una adaptación del alfabeto arábigo usado por musulmanes
sinófonos entre los siglos xvii y xix para escribir textos religiosos que no seguían las reglas del chino clásico,
sino que eran vernáculos (o sea que su consulta era muy limitada regionalmente). Sobre este sistema de es
critura, véase A. Forke, “Ein islamisches Tractat aus Turkistan. Chinesisch in arabischer Schrift”, T’oung
Pao, vol. 8, núm. 1, 1907, pp. 1-76.
38
L. Pan, op. cit.
52
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
transcripción fonética que quiero mencionar. Para hablar de él, es menester volver
a la conexión rusa. Mientras en la década de 1920 se usó de forma oficial un alfa
beto latino conocido como “romanización de la lengua nacional” (guoyu luomazi,
国语罗马字), en la de 1930 se conformó una comisión de lingüistas chinos y
soviéticos que creó el latinxua, un alfabeto latino en el cual escribirían las comu
nidades sinófonas habitantes del Extremo Oriente ruso.39
En la Unión Soviética, el latinxua se usó sólo un lustro. En China, sin embar
go, el latinxua se convirtió en un gran competidor del guoyu luomazi, sobre todo
gracias al apoyo de Qu Qubai y de Lu Xun. Tras la Segunda Guerra Mundial se
dejó el tema de la romanización en paz y no se retomó sino hasta que se inventó
el pinyin. En el lado soviético, sin embargo, la discusión continuó. Para entender
esta discusión y sus implicaciones, es necesario hacer un viaje del Extremo Orien
te ruso al Asia Central, en especial, la frontera entre Kazajistán y Kirguistán,
donde viven los dunganos, una minoría étnica de musulmanes sinófonos que
llegaron a esta zona hacia finales del siglo xix. En la década de 1920, los dunganos
escribían su lengua, dialectos norteños del chino, con caracteres arábigos. Recor
dará el lector que este tipo de escritura se conoce como xiao’erjing. Ahora bien, en
la década de 1930, estudiantes dunganos en Tashkent (Uzbekistán), empezaron
a usar un alfabeto latino distinto del latinxua. Después de la guerra, A. Dragunov,
un lingüista que había participado en el diseño del latinxua colaboró con intelec
tuales dunganos para proponer una adaptación del alfabeto cirílico para escribir,
no el putonghua-guoyu, sino uno de los dos dialectos principales del dungano: el
dialecto gansu. Este alfabeto, conocido como huizu zimu, fue oficialmente adop
tado para escribir el idioma dungano, un dialecto sinítico, desde 1955.40 Con esto,
el argumento de que no sería inteligible escribir en chino usando un alfabeto,
principal motivo para no dejar de lado los caracteres como sistema de escritura,
fue cuestionado de manera práctica.
Cabe destacar la dimensión étnica al comparar cómo se denominan los sistemas
de escritura. El alfabeto dungano, huizu zimu, traducido literalmente, significa
“alfabeto huizu”. Desde mediados de la década de 1950, huizu es una categoría
39
V.H. Mair, op. cit., 1990; J. Norman, op. cit.
40
I.S. Shisyr, “Fumu vynshué (rodnaya literatura): voprosy i zadachi”, en M. Vansvanova (ed.) Aktual’nye
problemy razvitiya dunganskogo yazyka i literatury: materialy mezhdunarodnoĭ nauchno-prakticheskoĭ konferentsii,
Almaty, Évero, 2001, pp. 41-46; M. Kh. Imazov, “Aktual’nye problem izucheniya i prepodavaniya dun
ganskogo yazyka”, en M. Vansvanova, op. cit., pp. 20-24; A. Kalimov, “Stanovlenie i razvitie dunganskogo
natsional’nogo yazyka i literatury”, en M. Vansvanova, op. cit. pp. 9-19.
53
Soledad Jiménez Tovar
étnica oficialmente usada para designar a los musulmanes de habla china. Por otro
lado, si bien putonghua-guoyu es el nombre oficial de la lengua china, también se
ha designado, en las últimas décadas, como hanyu (汉语), es decir, “lengua han”.
En otras palabras, el idioma chino estandarizado se nombra tomando como refe
rencia a la mayoría étnica en la China continental y en Taiwán, o sea, se ha con
vertido en su lengua nacional. Así, el huizu zimu sería un sistema de escritura
minoritario, no aplicable necesariamente a la colectividad han.
Comentarios finales
En este artículo se ha ofrecido un panorama general de la estandarización de la
lengua china como un camino que buscó crear la lengua nacional y, con ello,
sentar las bases para el surgimiento de la unidad nacional china. La identidad
china, como se ha mostrado en este texto, se ha visto permeada por factores múl
tiples, internos y externos, que han conducido a la simplificación de una multi
dimensionalidad que, en su diversidad, puede agrupar elementos aparentemente
irreconciliables.
La concatenación de estos factores, cuando se piensa en una lengua unificada,
hablada, escrita y estudiada en toda China, es muy compleja. En la existencia de
dos Chinas, es decir, la República Popular China y Taiwán, la unificación ha sido
bastante exitosa en lo tocante a la lengua hablada a pesar de la enorme diversidad
dialectal en ambos espacios. No obstante, a la hora de escribir, hoy por hoy, el
debate se divide en tres vertientes, cada una de ellas producto de circunstancias
histórico-políticas muy concretas. En primer lugar, Taiwán y su pugna por la
preservación de los caracteres complejos, también llamados tradicionales, símbo
lo de la continuidad cultural de China a lo largo de varios milenios. En segundo
lugar, la simplificación de caracteres en la República Popular China, que ha
constituido una nueva diglosia en la “modernización” y masificación de las capa
cidades de escritura de la población en general, a través de ingentes campañas de
alfabetización durante la segunda mitad del siglo xx. En tercer lugar, la escritu
ra dungana, muestra de la capacidad de entender la lengua china escrita con un
alfabeto —en este caso, el cirílico—, usado, no sólo como una herramienta didác
tica en el aprendizaje de la lengua china y los caracteres, sino como un fin en sí
mismo, como una herramienta de escritura por sí y para sí.
Estas tres vertientes, a su vez, son producto de procesos históricos coherentes
en sí mismos, pero también interrelacionados, que nos dan cuenta de cómo la
creación de la(s) lengua(s) nacional(es) y su difusión son actos eminentemente
54
¿Tienen los imperios una lengua nacional?
55
“¡Nosotros no comemos sus cosas!”
Comida blanca e identidad en Mongolia Interior*
Merle Schatz**
* Artículo publicado en su versión en inglés como: Merle Schatz, “‘We Do Not Eat Their Stuff!’ White Food
and Identity in Inner Mongolia”, en Aida Aaly Alymbaeva (ed.), Food and Identity in Central Asia, Halle (Saale),
Max Planck Institute for Social Anthropology, Field Notes and Research Projects XIX, Centre for Anthropo
logical Studies on Central Asia (casca) II, 2017, pp. 14-20. Traducción de Soledad Jiménez Tovar (cide).
** Instituto de Estudios de Asia del Este de la Universidad de Leipzig.
1
Censo de China, 2010, datos de Mongolia Interior (内蒙古自治区 2010 年第六次全国人口普查主要数
据公报), disponible en: http://www.stats.gov.cn/tjsj/tjgb/rkpcgb/dfrkpcgb/201202/t20120228_30397.
html [fecha de consulta: 15 de junio de 2017].
57
Merle Schatz
como los mongoles, deben infiltrarse para prevenir que reúnan fuerzas, junto con
otros grupos, contra el gobierno central. Sobre todo durante la dinastía Qing
(1644-1912) hubo una importante campaña de reubicación masiva de chinos han
en las áreas de Mongolia Interior y las zonas adyacentes que permanecieron ahí
hasta bien avanzado el siglo xx. Almaz Khan señala que, entre 1912 y 1949, la
población china en Mongolia Interior oscilaba entre 1.5 y 5.2 millones de perso
nas, debido precisamente a la reubicación territorial y los asentamientos masivos.2
Ha habido también movimientos poblacionales que no estuvieron controlados por
el gobierno, por ejemplo, aquellos resultantes de invasiones extranjeras, desastres
naturales o, simplemente, la búsqueda de mejor calidad de vida. Las migraciones
controladas por el gobierno y las “naturales” fueron los dos factores principales que
condujeron a la mezcla entre grupos. La situación vital de mongoles y chinos en
Mongolia Interior puede describirse con el concepto de vecindad cultural, desarro
llado por Gabbert y Thubauville.3 Gabbert sugiere que la
vecindad cultural denota una comunidad de lugar que es tanto un hecho espacial como un
modo de interacción. Los rasgos esenciales de la vecindad cultural son los patrones de organi
zación social y espacial, tales como hábitats, costumbres y modos de comunicación comunes,
así como el conocimiento sobre el “otro”: las vecindades culturales están conscientes e intere
sadas entre sí, se enfrentan, se acostumbran el uno al otro y desarrollan un contacto íntimo con
las diferencias y semejanzas del otro.4
2
A. Khan, “Who Are the Mongols? State, Ethnicity and the Politics of Representation in the People’s Republic
of China”, en M. Brown (ed.), Negotiating Ethnicities in China and Taiwan, Berkeley, Institute of East Asian
Studies, University of California, 1996, pp. 125-159, p. 130.
3
E. Gabbert y S. Thubauville, To Live with Others: Essays on Cultural Neighborhood in Southern Ethiopia, Colonia,
Köppe, 2010.
4
E. Gabbert, “The Global Neighbourhood Concept. A Chance for Cooperative Development or Festina Len
te”, en M.G. Berhe (ed.), A Delicate Balance. Land Use, Minority Rights and Social Stability in the Horn of Africa,
Adís Abeba, Institute for Peace and Security Studies, Addis Abeba University, 2014, pp. 14-37, p. 15.
58
“¡Nosotros no comemos sus cosas!”
restaurantes, van a las mismas tiendas, comparten música, libros, lenguas, etc.
Podría ser que la desaparición de la distinción obvia es la que crea una urgente
necesidad de expresar o inventar diferencias y barreras, lo que Gabbert llama “equi
librar las dinámicas de la vecindad cultural”.5 La vecindad cultural en Mongolia
Interior se observa no sólo en hábitos de vida o artículos compartidos, sino especial
mente en modos de diferenciación observables en la percepción de la comida, por
ejemplo. Parte de mis intereses de investigación es entender cómo el contacto entre
mongoles y chinos se conforma a través de negociaciones persistentes en ambos
lados. En lo tocante a reglas, opiniones, estilos de vida y sistemas económicos, deseos,
rituales o hábitos alimenticios, los miembros de ambos grupos se posicionan de
manera diferenciada, contradictoria e inconsistente. El objetivo es demarcarse cla
ramente a sí mismos a pesar de los hábitos compartidos y las similitudes. Este ar
tículo está basado en mis observaciones realizadas durante mi trabajo de campo en
la capital de Mongolia Interior, Huhhot, y pretende describir esta situación usando
la “comida blanca” (mongol: caghan idege) como ejemplo. La comida blanca se re
fiere a los productos elaborados con leche de vaca, yegua, camella y oveja.
El diccionario mongol-inglés de Ferdinand Lessing6 traduce caghan como
blanco, luminoso, puro, bueno, simple, noble y suave. El color blanco tiene un
significado positivo y, por lo tanto, la comida blanca es de gran importancia para
los mongoles. Como signo de hospitalidad se ofrece comida blanca: té con leche,
crema, requesón, galletas y dulces. Ingerir comida blanca significa comer algo
bueno. Hay muchos platillos blancos: nata de crema, nata de leche, requesón agrio,
requesón seco, yogurt, requesón de leche de soya, leche curtida, mantequilla, etc.,
todos preparados durante los meses veraniegos como parte de la vida nómada, y
algo de eso se almacena para los meses de invierno. En la actualidad, estos pro
ductos alimenticios blancos también son accesibles en un espacio urbano. Además
de la comida, hay varias bebidas blancas preparadas con leche: té con leche, leche
de yegua, leche fermentada de yegua, leche fermentada de camella, leche fermen
tada de vaca, nata de la leche fermentada de camella, cocteles de leche, etcétera.
Entre los mongoles7 se dice que la mantequilla, el requesón, el requesón seco
y la grasa de la leche son muy saludables y que incrementan la vitalidad física y
5
E. Gabbert y S. Thubauville, op. cit., p. 164.
6
F.D. Lessing, Mongolian-English Dictionary, Berkeley y Los Ángeles, University of California Press, 1960,
p. 158.
7
Cuando escribo “mongoles”, “mongoles interiores” o “chinos” me refiero a mis informantes y compañeros
de entrevistas en Mongolia Interior.
59
Merle Schatz
60
“¡Nosotros no comemos sus cosas!”
bárbaros. De acuerdo con Patricia Ebrey8 los xiongnu, hábiles jinetes nómadas, son
quienes mejor encarnaban al “otro”, porque, aparentemente, todo acerca de ellos
era opuesto a lo que los chinos consideraban de sí mismos y su ser. El historiador
Sima Qian (司馬遷, 145 o 135-86 a.C.) escribió sobre los xiongnu en los Registros
del gran historiador (Shiji, 史記) y dijo que no tenían un sistema de escritura ni
apellidos, tampoco sentimientos de respeto hacia la gente mayor, no tenían ciu
dades ni lugar de residencia permanente, no se involucraban en la agricultura. Sólo
su arte de la guerra era excelente. Respecto a los hábitos alimenticios, Sima Qian
anotaba que comían carne de su ganado, tomaban el jugo de ese mismo ganado y
se vestían con las pieles de sus rebaños.9 Es posible que el “jugo” aquí no se refie
ra a la leche sino a la sangre de los animales, que bebían los guerreros mongoles.
Este retrato de una dieta mongola más bien simple se mantiene estable. En su
bestseller, Tótem Lobo, Jiang Rong describe a los pastores mongoles que durante el
verano comen productos lácteos, como leche, leche agria, tofu, mantequilla y nata
de leche y que elaborar estos productos requiere mucho tiempo y esfuerzo.10
En mis entrevistas con informantes chinos noté que el consumo de productos
lácteos estaba asociado con los mongoles, quienes a su vez están considerados como
atrasados y simples debido a su estilo de vida nómada y “desarrollo cultural” bajo.
Los productos lácteos se relacionan con los hábitos alimenticios mongoles y, por
lo tanto, tienen una mala imagen entre los chinos. En este contexto, es interesan
te notar que ha habido un boom lácteo en China en los últimos quince años. En
1999 yo podía comprar queso y yogurt importados de Occidente muy sobreva
luados sólo en el Hotel Shangrila en Changchun, en el norte de China. Unos
pocos años después, los supermercados comenzaron a vender más y más productos
lácteos importados y las marcas chinas de productos lácteos llegaron al mercado.
Además, hubo campañas de promoción subsidiadas por el gobierno y los produc
tos lácteos chinos empezaron a estar disponibles en todo el país; su consumo ha
mostrado un gran incremento en la última década.
La suposición de que todos los chinos han sufren intolerancia a la lactosa no
puede generalizarse. No hay cifras que indiquen a cuántos de ellos les afecta y los
niños la padecen menos que los adultos. Los productores chinos de leche están
muy conscientes de este hecho y, en consecuencia, redujeron el contenido de
8
P. Ebrey, The Cambridge Illustrated History of China, Cambridge, Cambridge University Press, 1996, p. 67.
9
Xu Jialu y An Pingqiu, Complete Translation of 24 Histories: Shiji Volume 2 (二十四史全譯,史記,下),
Shanghái, Hanyu Da Cidian Chubanshe (上海: 韩语大詞出出版社), 2004, p. 1319.
10
Jiang Rong, Der Zorn der Wölfe, Berg am Laim, Goldmann Verlag, 2004, p. 441.
61
Merle Schatz
lactosa en la leche, así como el tamaño de los empaques, que a menudo no tienen
más de 250 ml. Tengo una amiga china que no sufre para nada, no importa qué
tipo de producto lácteo sea o cuánto consuma del mismo, su hermana, en cambio,
tiene problemas después de tomar leche. Otra de sus amigas no puede tomar leche,
pero no tiene problema al consumir yogurt. La intolerancia no afecta a todos y los
síntomas aparecen en un grado distinto dependiendo de la persona, su edad, el
producto y la cantidad consumida.
De hecho, hoy por hoy, no hay dificultad alguna en comprar cualquier tipo de
lácteo de diferentes calidades en cualquier supermercado en China. Por lo tanto,
los productos lácteos extranjeros y chinos están ahora disponibles en todos lados
en Huhhot. Las tiendas de comida mongolas venden productos alimenticios
blancos, como una variedad de quesos mongoles locales de varios grados de consis
tencia y distintos sabores, que van desde salado a dulce o incluso condimentado.
Cuando le pregunté a una señora china en el supermercado por qué más y más
consumidores compran productos lácteos para sus niños, me dijo: “la leche es
buena para el cerebro. Ustedes en el Occidente toman leche y comen queso, por
lo tanto sus países son desarrollados: ustedes son inteligentes, fuertes y saludables.
Esta es la razón por la que los chinos ahora toman leche y comen productos lácteos”.
Actualmente, la leche está en el pináculo de la agenda nutricional china: se ha
extendido la idea de que los productos lácteos son beneficiosos para la salud, que
fortalecen el cuerpo y promueven el bienestar. Cualquiera en China que quiere
ser moderno en términos de los hábitos alimenticios occidentales toma leche y
come productos lácteos.
Aunque en la práctica mongoles y chinos consumen lácteos, este consumo, así
como el significado simbólico adscrito a estos productos y los hábitos alimenticios,
lo perciben ambos grupos de forma distinta.
Los mongoles interiores consideran el consumo de la comida blanca como algo
típico de su grupo, porque ellos asumen que los chinos no comen estos productos,
al mismo tiempo, enfatizan su relación con la República de Mongolia y sus víncu
los cercanos con la cultura mongola, en la cual consumir comida blanca tiene un
alto valor cultural. Los chinos también consideran los productos lácteos como
comida típica mongola que no pueden comer y de la cual tienen que distanciarse,
pero cuando siguen las imágenes occidentales de una vida moderna, cultivada y
desarrollada, comer lácteos se considera algo deseable porque está relacionado con
el alto estándar de vida occidental. Señalar la comida blanca mongola y declarar
“no comemos sus cosas”, tal como hicieron muchos informantes chinos, implica
62
“¡Nosotros no comemos sus cosas!”
11
U. Bulag, Nationalism and Hybridity in Mongolia, Oxford, Clarendon Press, 1998, p. 172.
63
Merle Schatz
que las diferencias entre mongoles y chinos eran “percibidas”, diferencias “senti
das”, “una identidad en el corazón”. Entonces yo tuve que aprender a distinguir
entre lo que se decía sobre cultura e identidad y aquello que, en conexión con la
identidad, se sentía o esperaba, y lo que, en respuesta al ambiente, se performaba
hacia miembros del propio grupo, hacia la vecindad cultural e incluso hacia mí
como una forastera que quería obtener información. Cada vez fui más consciente
de que la negociación de la identidad, junto con categorías como la comida, pro
veen información acerca de las percepciones e interacciones del actor más que
proporcionar una evidencia real de la singularidad detectada por los actores.
El acceso a productos lácteos comunes, la negociación de la identidad respec
to a estos productos y la demarcación de diferentes hábitos respecto al consumo,
así como el énfasis en las características específicas, forman un sistema de relacio
nes en el que los diferentes actores clasifican la comida blanca. No es la categoría
(como la comida), la que sirve como significante de una identidad, sino su uso
dentro de un sistema de relaciones. El uso, compartido o no, del mismo producto,
y las características del producto en sí, pueden ignorarse, reinterpretarse o enfa
tizarse de manera diferente. Las pequeñas diferencias o las diferencias imaginadas
pueden llegar a ser muy importantes debido a que estas diferencias (reales o
imaginarias) son la base para el sentimiento de la propia diferencia (casi siempre
percibida como positiva), así como la base de la sensación de extrañeza de los otros
(en general percibida como negativa). Así es como se produce una percepción
exagerada en relación con el consumo de productos lácteos; este proceso permite
la construcción y el énfasis de las identidades mongola y china en Mongolia In
terior a pesar de la proximidad y la vecindad cultural.
64
La política exterior de China
y el concepto “ruta de la seda”
(1994-2019)*
Manuel de Jesús Rocha Pino**
* Este artículo es una nueva versión de una ponencia presentada en el Tercer Seminario Internacional “Amé
rica Latina y el Caribe y China: condiciones y retos en el siglo xxi”, el 30 de mayo de 2016 y publicada en
J.I. Martínez Cortés (coord.), América Latina y el Caribe y China. Relaciones políticas e internacionales 2017,
México, Unión de Universidades de América Latina y el Caribe, 2017.
** Manuel de Jesús Rocha Pino es becario del Programa de Becas Posdoctorales en la Universidad Nacional
Autónoma de México adscrito al Centro de Relaciones Internacionales de la Facultad de Ciencias Políticas
y Sociales. El autor agradece los comentarios de la doctora Marisela Connelly. Todos los errores y omisiones
corresponden al autor.
65
Manuel de Jesús Rocha Pino
1
Y. Kaplan, “China’s obor as a Geo-Functional Institutionalist Project”, Baltic Journal of European Studies,
vol. 7, núm. 1, 2017, p. 9.
66
La política exterior de China y el concepto “ruta de la seda” (1994-2019)
2
A. Wendt, Social Theory of International Politics, Cambridge, Cambridge University Press, 2003, pp. 336-337.
3
M. Thorsten, “Silk Road Nostalgia and Imagined Global Community”, Comparative American Studies: An
International Journal, vol. 3, núm. 3, 2005, p. 303. Por lo general se reconoce al geógrafo y explorador alemán
Ferdinand von Richthofen como el introductor del término “ruta de la seda” a mediados del siglo xix. Ri
chthofen organizó exploraciones a China entre 1864 y 1872. Para Shirin Akiner, el concepto de ruta de la
seda “encapsula brillantemente el misterio, la sensualidad y el exótico esplendor de las antiguas rutas co
merciales que cruzaban Europa y Asia”; S. Akiner, “Silk Roads, Great Games and Central Asia”, Asian
Affairs, vol. 42, núm. 3, 2011, p. 391.
4
H. Langenkamp, “Conflicting Dreams of Global Harmony in US-PRC Silk Road Diplomacy”, en R.
Ahrendt, M. Ferraguto y D. Mahiet (eds.), Music and Diplomacy from the Early Modern Era to the Present,
Nueva York, Palgrave Macmillan, 2014, p. 84.
5
R. Bhoothalingam, “The Silk Road as a Global Brand”, China Report, vol. 52, núm. 1, 2016, p. 47.
6
1) En 2004, el gobierno japonés denominó, de manera oficial, el Foro de Diálogo Japón-Asia central como
la “diplomacia de la ruta de seda”. Ministerio de Asuntos Exteriores de Japón, Joint Statement “Central Asia
+ Japan” Dialogue/Foreign Ministers’ Meeting. Relations between Japan and Central Asia as they enter a New Era,
Astana, 28 de agosto de 2004, p. 2, disponible en: http://www.mofa.go.jp/region/europe/dialogue/
joint0408.pdf 2) Desde la década de 1990, la Unión Europea ha denominado algunas de sus políticas de
cooperación con los países de Asia central como una “ruta de la seda”, aunque de una manera retórica. La
acción exterior europea ha tenido como prioridad la cooperación para el desarrollo (de una manera condicio
67
Manuel de Jesús Rocha Pino
68
La política exterior de China y el concepto “ruta de la seda” (1994-2019)
11
Idem.
12
Como menciona S. Akiner, además de la ruta de la seda, otra “metáfora” del siglo xix es el “gran juego”, un
concepto atribuido a Arthur Conolly, creado aproximadamente en 1840. El gran juego del siglo xix des
cribe “la intriga, la audacia y el heroísmo de la lucha ruso-británica por la supremacía en las tierras al norte
del Hindu Kush”; véase S. Akiner, op. cit., p. 391. Sin embargo, el proceso de competencia geopolítica entre
varias potencias en Asia central, descrito por el concepto del “nuevo gran juego” del siglo xxi, ha sido
puesto en duda por algunos autores. De esta forma, el “nuevo gran juego” se considera como un discurso
que justifica un proceso de competencia geopolítica. Para Igor Torbakov, el modelo del gran juego del siglo
xix “es una herramienta epistemológica inadecuada para la comprensión de las interacciones del siglo xxi”
en la región centroasiática; véase I. Torbakov, “The West, Russia, and China in Central Asia: What Kind
of Game Is Being Played in the Region?”, Transition Studies Review, vol. 14, núm. 1, 2007, p. 160. Hasta el
momento, ningún gobierno ha adoptado de forma oficial un discurso sobre el desarrollo de un “nuevo gran
juego” en Asia central. Véase S. Akiner, op. cit., p. 401.
13
K. Collins y W. Wohlforth, “Central Asia: Defying ‘Great Game’ Expectations”, en R.J. Ellings, A.L.
Friedberg y M. Wills (eds.), Strategic Asia 2003-2004: Fragility and Crisis, Seattle, The National Bureau of
Asian Research, 2003, pp. 292-293.
14
G.O. Tuathail, “Geopolitics @ Millennium: Paranoid Fantasies and Technological Fundamentalism Amidst
the Contradictions of Contemporary Modernity”, en A. Gosar (ed.), Political Geography in the 21st Century:
Understanding the Place, Looking Ahead, Liubliana, Geographica Slovenica, 2001, p. 19.
69
Manuel de Jesús Rocha Pino
15
M. Mayer, “China’s Historical Statecraft and the Return of History”, International Affairs, vol. 94, núm. 6,
2018, p. 1222.
16
S. Akiner, op. cit., p. 401.
70
La política exterior de China y el concepto “ruta de la seda” (1994-2019)
71
Manuel de Jesús Rocha Pino
21
Li Peng, op. cit. pp. 18-19.
22
H. Karrar, “The Resumption of Sino-Central Asian Trade, c. 1983-1994: Confidence Building and Reform
along a Cold War Fault Line”, Central Asian Survey, vol. 35, núm. 3, 2016, pp. 334-350.
23
Jiang Zemin, “Jiang arrives in Turkmenistan for State Visit”, News of the Communist Party of China, Asjabad,
5 de julio de 2002, disponible en: http://english.cpc.people.com.cn/69241/69249/4688305.html
72
La política exterior de China y el concepto “ruta de la seda” (1994-2019)
73
Manuel de Jesús Rocha Pino
74
La política exterior de China y el concepto “ruta de la seda” (1994-2019)
30
Ibid., p. 125.
31
T. Fallon, “The New Silk Road: Xi Jinping’s Grand Strategy for Eurasia”, American Foreign Policy Interests,
vol. 37, núm. 3, 2015, pp. 141-142.
32
Xi Jinping, President Xi Jinping delivers Important Speech and Proposes to Build a Silk Road Economic Belt with
Central Asian Countries, Ministerio de Asuntos Exteriores de la República Popular China, Astana, 7 de
septiembre de 2013, disponible en: http://www.fmprc.gov.cn/mfa_eng/topics_665678/xjpfwzysiesgjtfhs
hzzfh_665686/t1076334.shtml Como menciona David Arase, la infraestructura impulsada por los proyec
tos del cyr puede ser “dura” o “blanda”. Como infraestructura dura se encuentran los materiales de
construcción (acero y cemento), equipamiento de ferrocarriles, carreteras, puertos, oleoductos y gasoductos,
parques industriales, instalaciones aduaneras, servicios de cómputo, etc. La infraestructura “blanda” se re
fiere a la estructura institucional y jurídica para la promoción del comercio y las inversiones (como la diplo
macia, las instituciones financieras para el desarrollo, los acuerdos de cooperación económica, los foros de
cooperación multilateral, la investigación académica, el intercambio cultural, el turismo, etc). D. Arase,
“China’s two Silk Roads Initiative: What it means for Southeast Asia”, en D. Singh (ed.), Southeast Asian
Affairs 2015, Singapur, iseas, 2015, p. 25.
75
Manuel de Jesús Rocha Pino
33
M. Mayer, op. cit., p. 1228.
34
J.D. Sidawayy C. Y.Woon, “Chinese Narratives on ‘One Belt, One Road’ (一带一路) in Geopolitical and
Imperial Contexts”, The Professional Geographer, vol. 69, núm. 4, 2017, p. 3.
35
El cyr también posee múltiples riesgos, como problemas de seguridad e inestabilidad política en algunos
actores del espacio euroasiático, además de cuestiones ambientales; la posible oposición al proyecto por
parte de algunas grandes potencias, las dificultades por las que atraviesa la economía china y los conflictos
territoriales que enfrenta China en la actualidad (por las islas Diaoyu-Senkaku y en el Mar del Sur de China).
36
I. E. Anastasiadou, “Iron Silk Roads: The Geopolitics of Past and Present Initiatives for the Revival of
Eurasian Trade through Overland Transport Corridors”, Cambridge Journal of Regions, Economy and Society,
vol. 12, núm. 1, 2019, pp. 57-75.
37
M. Dunford y Liu Weidong, “Chinese Perspectives on the Belt and Road Initiative”, Cambridge Journal of
Regions, Economy and Society, vol. 12, núm. 1, 2019, pp. 145-167, p. 152.
38
R. Pomfret, op. cit., pp. 1-2; I.E. Anastasiadou, op. cit., p. 70.
76
La política exterior de China y el concepto “ruta de la seda” (1994-2019)
Al promover la construcción de nuevas rutas de transporte en Asia central y más allá, el cyr
aumentará la importancia de rutas alternativas hacia Occidente desde China, con el potencial
de evitar la retención en cualquier país de tránsito. Sin embargo, debe enfatizarse que la raíz
del fenómeno ha prosperado en gran medida como un proceso de abajo hacia arriba, impulsa
do por empresas ferroviarias estatales, otras empresas públicas o paraestatales, y una gran
cantidad de sectores privados participantes.41
Desde los primeros años de su instrumentación, el cyr demostró ser más amplio
en extensión, y más inclusivo que otros modelos de cooperación bajo la rúbrica
de una ruta de la seda: de esta manera, China aspiró a fortalecer su identidad como
una potencia global incluyente (euroasiática) mientras tenía como prioridad sus
programas de reforma económica.
39
J. Gaspers, “Germany and the ‘Belt and Road’ Initiative: Tackling Geopolitical Implications through
Multilateral Frameworks”, en F.P. van der Putten, J. Seaman, M. Huotari, A. Ekman y M. Otero-Iglesias
(eds.), Europe and China’s New Silk Roads, Berlín, European Think-tank Network on China, 2016, p. 25.
40
R. Pomfret, op. cit., pp. 6-9. Algunas de las rutas de ferrocarril del Puente Terrestre Euroasiático inaugura
das en el periodo 2011-2014 fueron: Wuhan-Melnik-República Checa (2012), Suzhou-Varsovia (2012),
Chengdu-Lodz (2013), Zhengzhou-Hamburgo (2013) y Yiwu-Madrid (2014).
41
Ibid., p. 7.
77
Manuel de Jesús Rocha Pino
entre sus socios en Asia central-ocs (2013), los miembros de la ansea (2013-
2014), la Unión Europea (2014), el sur de Asia (2014), los miembros del Foro de
Cooperación China-África (focac, por sus siglas en inglés) (2015), Irán (2016),
la cumbre China-Liga Árabe (2016) y el Foro China-Comunidad de Estados La
tinoamericanos y Caribeños (Foro China-celac) (2018). Los objetivos de esta
etapa han consistido en la invitación a los actores internacionales para su partici
pación en espacios institucionales y de cooperación como el baii y el Foro de la
Ruta de la Seda (que ha realizado dos reuniones, en 2017 y 2019).
La segunda etapa, que comenzó en 2016, se ha orientado al incremento de las
relaciones de interdependencia económica entre China y los participantes en los
proyectos del cyr: en particular en el caso de la integración euroasiática, esta
etapa se ha caracterizado por un aumento de las inversiones de las empresas de
capital chino en los países socios (incluyendo la compra de activos industriales en
la Unión Europea) y en una mayor integración de las cadenas de valor estructu
radas entre China y otras economías de Eurasia. En esta etapa, el caso de mayor
significación ha sido el aumento de las relaciones de interdependencia entre Chi
na y la Unión Europea:42 este incremento de las redes de conectividad entre
China y sus socios europeos ha originado la firma de Memorandos de Entendi
miento con algunos países (como Grecia, Hungría, Italia, Luxemburgo, Mónaco,
Polonia, Portugal y República Checa) con el objetivo de incrementar la interde
pendencia entre las cadenas de valor y la difusión de las tecnologías de China (como
la 5G) en un proceso que se denomina “la ruta de la seda digital” (un proceso que
ha provocado inquietud en las instituciones de la Unión Europea).43 Un ejemplo
de la expansión de esta ruta de la seda digital es el Memorando de Entendimien
to entre China y Mónaco de 2019.44
En el aspecto institucional, el cyr se caracteriza por su flexibilidad y su aper
tura como una fuente de su legitimidad (cualquier actor interesado puede adherirse
42
En 2018 el comercio China-Unión Europea alcanzó una cifra total récord de 604 604 millones de euros.
Véase Dirección General de Comercio de la Comisión Europea, European Union, Trade in Goods with China,
Bruselas, 29 de abril de 2019, disponible en: https://webgate.ec.europa.eu/isdb_results/factsheets/country/
details_china_en.pdf
43
Véase Comisión Europea y Alta Representante para Asuntos Exteriores y Política de Seguridad de la Unión
Europea, European Commission and HR/VP Contribution to the European Council. EU-China. A Strategic Outlook,
Estrasburgo, 12 de marzo de 2019, disponible en: https://ec.europa.eu/commission/sites/beta-political/files/
communication-eu-china-a-strategic-outlook.pdf
44
Monaco Telecom, Monaco Telecom et Huawei signent un nouvel accord stratégique sur l’Internet des objets (IoT) dans
le cadre du projet “5G Smart Nation” de la Principauté, Barcelona, 27 de febrero de 2019, disponible en: http://
corporate.monaco-telecom.mc/fr/mc-actualites/mc-news/5g-smart-nation.html
78
La política exterior de China y el concepto “ruta de la seda” (1994-2019)
Consideración final
En la investigación se elaboró una descripción de las diferentes etapas en las que
el gobierno chino ha utilizado el concepto ruta de la seda. Desde 1994 dicho
concepto ha sido instrumentalizado por el discurso oficial chino como un recurso
de aproximación a sus países vecinos, con la finalidad de suplementar algunos
mecanismos de cooperación económica, por lo menos hasta la formulación del
cyr. El proyecto cyr ha significado una apropiación del concepto “ruta de la seda”
para denominar un programa de gobierno, algo que se relaciona con: 1) la difusión
45
El Memorando de Entendimiento China-Italia de marzo de 2019 es un ejemplo de un acuerdo no vinculante
para la instrumentación de los proyectos del c yr-rsm-21. Véase “Via della Seta, il testo dell’intesa tra l’Italia
e la Cina: La versione inglese e la traduzione in italiano”, Corriere della Sera, Roma, 12 de marzo de 2019,
disponible en: https://www.corriere.it/economia/19_marzo_12/via-seta-testo-dell-intesa-l-italia-cina-
versione-inglese-traduzione-italiano-9ea09020-44c2-11e9-b3b0-2162e8762643.shtml?refresh_ce-cp
46
Heng Wang, “China’s Approach to the Belt and Road Initiative: Scope, Character and Sustainability”,
Journal of International Economic Law, vol. 22, núm. 1, 2019, pp. 29-55.
47
Ibid., pp. 14-15.
79
Manuel de Jesús Rocha Pino
80
Usos y abusos de la historia
El placer tiene mala fama: los goces antes inconfesables son hoy en día aceptados;
pero no otros, que a su vez se vuelven innombrables. Hablar sobre el placer de la
historia nos remuerde la conciencia: ¿quién podría pensar que la labor de un
científico genera placer? Y, sin embargo, lo que hace que la historia avance, lo que
mueve al científico es efectivamente la voluntad de placer: en el centro de toda
investigación, existe dicho deseo. Ciertamente, el placer es efímero, fugaz, nunca
está presente; sin embargo, el recuerdo de haberlo experimentado es muy real:
más tarde, recordamos la gran delectación que nos generó hacer tal cosa, o descu
brir aquella otra. Pero, ¿qué es el placer del historiador? ¿En qué consiste? ¿Por
qué está oculto, censurado? Uno es necesariamente torpe al hablar de placer, así
como prudente en el lenguaje que elige para hacerlo, pero ¿es ésta una razón su
ficiente para no hablar de ello, para omitir este hecho histórico?
***
Es fácil refutar el placer asociado con el proceso de investigación y, sin embargo,
¿quién no lo ha experimentado al descubrir una problemática, al plantearla co
rrectamente o al seguirle la pista? La emoción al comienzo de una investigación
es bien conocida: jugamos con nuestra imaginación, nos preparamos para ir de
caza, y la expectativa del descubrimiento, así como la incertidumbre de la bús
queda, se suman al placer propio de la indagación, que a veces se considera como
* Guy Thuiller (1932-2019) fue un historiador y un alto funcionario francés. La traducción de su texto estu
vo a cargo de Liliana Padilla.
81
Guy Thuillier
un fin en sí mismo.1 Surgen, también, placeres más sensatos, más razonables: los
pequeños placeres sumados hacen posible un placer intelectual: el de elaborar una
tesis, construir algo diferente y contradecir a los colegas (o incluso evidenciar sus
errores). Finalmente, el placer de escribir también juega un papel: el acto de es
cribir puede generar diversos goces, poner orden en las ideas, razonar, exponer,
conmover a una audiencia: un placer con múltiples facetas, “poliédrico”, constan
temente amenazado por la retórica, el escepticismo o el escrúpulo.
Pero esta descripción es demasiado simplista: el placer del historiador no se
relaciona únicamente con la investigación, puede también tener fuentes más suti
les o más complejas. Primero, tengamos en mente los elementos “negativos”: ¿no
es el fundamento mismo del placer del historiador el deseo y el placer de olvidar,
es decir de “dividirse en dos” al revivir el pasado? La historia puede ser, en efecto,
un refugio contra la mediocridad del momento presente. El historiador puede
además experimentar el placer de dominar el tiempo, de vivir y de comprender un
pasado dominado y simplificado; mientras que el presente es difícil de comprender
y de “aprehender”, y casi incomprensible: aquí encontramos fácilmente un senti
miento de superioridad, que explica algunos abusos de racionalización del pasado.
Por último, debemos hablar acerca de la inocencia del placer, de ese placer rústico
y apacible del descubrimiento, de la colección, de lo “bien hecho”: acumular fichas
permite experimentar de nuevo cierta inocencia pasada, crearse un mundo interior
para uno mismo, sin agresiones; encontrar un tipo de felicidad pacífica, duradera,
sin “historias”: un rousseaunismo instintivo domina al historiador.
Hay otras fuentes de placer para el historiador que hay que tener en cuenta.
El historiador es ante todo un escritor, que juega con las ideas, con los razona
mientos, que piensa por escrito y cuyo placer por escribir es primario (la historia
universitaria puede verse distorsionada por la necesidad de dar clases, lo que nos
hace olvidar el placer de escribir o nos conduce a la retórica): los juegos de la escri
tura, las sutilezas del razonamiento, son éstos una fuente primaria del placer del
historiador quien, por la naturaleza de las cosas, no es —contrariamente a lo que
quisiéramos pensar o hacer creer— un estadístico, un hombre de números, un
1
Recordemos a Sylvestre Bonnard, evocando “ese algo misterioso, ambiguo y sublime que calentaba mi en
tusiasmo. Pero durante sesenta años busqué ese algo. Aquellos que eran más valiosos que yo, los maestros
[…] murieron en la tarea sin haber descubierto tampoco ese algo, que al no tener cuerpo tampoco tiene
nombre, y sin el cual, sin embargo, ninguna obra del espíritu se hubiera comenzado en la tierra. Ahora que
ya no busco más que aquello que puedo razonablemente encontrar, ya no encuentro nada en absoluto”: toda
búsqueda, al tender al placer, debe ser, en cierta forma, irracional.
82
Sobre el placer del historiador
***
Claramente, la intensidad de estos diferentes matices del placer son muy diferen
tes según cada individuo: la edad tiene algo que ver (no tenemos el mismo placer
por “escribir la historia” a los treinta que a los sesenta años, el aspecto de los
sueños y de la imaginación disminuyen, al parecer, con la edad); también la pro
fesión: es cierto que la calidad del placer que experimentamos está relacionada con
lo que uno espera de una profesión o de un “pasatiempo”: de un oficio esperamos
obtener poder, experiencia y saber-hacer, una posibilidad de dominar dicho oficio,
de “hacer carrera”, y los cálculos de ambición brindan placeres muy particulares
83
Guy Thuillier
84
Sobre el placer del historiador
Se habla poco del placer del historiador: a la historia no le gusta expresar su pro
pio placer. La historia es, paradójicamente, un ejercicio solitario, con goces soli
tarios: el historiador habla poco sobre sí mismo, tanto de sus alegrías como de sus
penas.2 Uno puede preocuparse por este silencio que envuelve el placer del histo
riador (mientras que los epistemólogos insisten en el placer de la intuición y del
descubrimiento entre los científicos). Pero, ¿cuál podrá ser la razón de tal silencio?
Tres respuestas son posibles: o el historiador no siente placer, o lo siente cada vez
en menor medida, o hay una razón oculta para que no hable de ello. Es posible
que ciertos historiadores profesionales vean la historia simplemente “como un
oficio” que no les genera ningún tipo de placer, incluso el puramente profesional,
pero deben ser casos muy excepcionales. También podría ser que, tratándose de
una experiencia personal, el escepticismo, la modestia o la prudencia tengan algo
que ver con ello: y esto debido a que la conciencia del placer mata el placer, ¿no
es verdad? Sobre todo, la idea dominante de que la historia es una ciencia, una
ciencia “objetiva”, que utiliza dispositivos cifrados, e incluso un lenguaje mate
mático, puede hacer pensar a algunos que es incompatible con la noción de placer.
Sería una creencia común que ser un científico requiere cierta dignidad particular,
y que el placer —el de cazar, el de coleccionar, el de Sylvestre Bonnard o el del
“benedictino”— sería algo que debería desdeñar o incluso despreciar.3 De igual
manera, los historiadores disfrutan cada vez menos hablar del papel fundamental
de la intuición: son casi prisioneros de las ciencias auxiliares, creen en los números,
en la lingüística o en la sociología…
También es posible que el placer del historiador sea cada vez más mixto, que
se haya corrompido, que sea impuro: el placer puede estar escondido, oculto,
porque la historia se concibe como una vía de escape, como un refugio o un refu
gio a medias frente la vida, una forma de fracaso o preludio del fracaso. El placer
se disimula en y a causa del refugio. El placer también puede verse opacado por
la pasión partidista, que “desvía” el placer (tenemos el “placer” de confirmar sus
tesis políticas, sus compromisos): la pasión política puede provocar confusiones
extrañas, tanto en la izquierda como en la derecha. El placer, finalmente, podría
disimularse o incluso desvanecerse por la amenaza del fracaso, por el temor de
2
Debemos subrayar que no existe, desde hace cien años, un diario íntimo del historiador (desde Michelet),
que narre sus incertitudes, sus descubrimientos.
3
Los historiadores temen bastante que no se les crea que, en el origen de la historia, existe sólo, o principal
mente, la curiosidad del “anticuario”.
85
Guy Thuillier
***
Podemos admitir fácilmente que el placer no tenga buena fama, y que por ende
no nos atrevamos a hablar demasiado sobre él, pero, ¿podemos por eso llegar al
punto de negarlo por completo? Examinemos brevemente las consecuencias que
este hecho tiene en el “sistema de producción” de la historia. Las actitudes del
historiador pueden ser muy diferentes.
Podría ser que el historiador buscara maximizar su placer, y especialmente el
placer de la caza: que disfrute de divagar, con el riesgo de “distraerse” (crítica que
recibe a menudo de personas serias); de trabajar al margen de otras disciplinas,
corriendo el riesgo de “traicionar” a la historia.
O bien que tendiera, por el contrario, a amplificar el placer duradero, el placer
del jardinero o del benedictino, al tratar de cavar el mismo surco siempre, pro
fundizar la misma investigación: lo que conduce a la especialización, a la concen
tración de sus esfuerzos en el mismo recinto privado, lo que podría ser una forma
de aumentar la intensidad del placer (conocerlo todo sobre un ámbito muy limi
tado, ser el experto, el especialista reverenciado).
O podría ser que el historiador buscase principalmente el placer de las gran
des construcciones intelectuales, de los grandes proyectos o síntesis, de las inno
vaciones destacadas: aquello que está cerca de la acción y muestra el placer de
querer, de calcular y de tener éxito, es decir de “querer-querer”, muy distinto del
placer de la caza.
O quizá el historiador evalúa la historia en términos de placer, rechaza lo que
considera como la historia aburrida, conceptual, “objetiva” o incluso la llamada
historia comprometida, política, intolerante, apasionada, lo que necesariamente
cambia la calidad misma del placer. Podría ser que buscara aumentar su libertad
de juego, aflojar las restricciones, explorar con consecuencias novedosas, diferen
ciarse aún más de los otros historiadores, jugársela como jinete solitario: el histo
riador puede intentar jugar, ser arriesgado.
86
Sobre el placer del historiador
En última instancia, podemos concebir una racionalidad del placer del histo
riador: cada uno es responsable de su deseo —y partiendo de dicho placer, cada
quien lo “experimenta” donde quiere, donde puede, al mismo tiempo que busca,
por supuesto, dejar su huella en la historia y por ende, trascender.4 Hay una hi
giene del placer: consideramos que no es bueno trabajar demasiado en la historia,
escribir demasiado, o escribir demasiado sin reflexionar (hoy en día no “maximi
zamos” lo suficiente los placeres de la reflexión ni de la escritura,5 ¿por qué será?),
o evadir demasiado el mundo y la acción en el mundo, para refugiarse en una
historia “racional” y aséptica. El historiador también puede, para aumentar su
placer, interesarse por la vida real, no olvidar que él también es un ser vivo, con
sus pasiones, con sus pequeñas alegrías y sus desgracias: el placer del historiador
puede regresarlo a la vida, en vez de aislarlo con complacencia en su caparazón, o
encerrarlo en un presente sin profundidad, en busca de placeres mediocres o ima
ginarios.
4
Existe un voluntarismo del placer en el cual no creemos demasiado, erróneamente. El historiador local lo
entiende bien.
5
La historia es una droga y los efectos de la dependencia son muchas veces bastante notorios.
87
Tristeza del historiador
Henri-Irénée Marrou1
[Introducción al texto]
El documento que reproducimos aquí in extenso es un artículo publicado en Esprit,
el primero de abril de 1939, por Henri-Irénée Marrou bajo el seudónimo de
Henri Davenson.
El historiador de San Agustín y del supuesto fin de la cultura antigua (tema
de su tesis de 1937) colaboró, como es bien sabido, muy regularmente en la re
vista de Emmanuel Mounier desde 1935. Contribuyó con deslumbrantes crónicas
musicales, reportajes originales y varios artículos más bien políticos.* De esta
manera fustigará, desde el Otoño de Múnich hasta la declaración de la guerra, el
creciente racismo en la Italia de Mussolini, abogará por la elección de un papa
italiano tras la muerte de Pío XI y, sobre todo, recordará, en septiembre de 1939,
con motivo de la pálida conmemoración de la Gran Revolución, la fuerza de “la
libertad o la muerte” entre los verdaderos herederos del 89.
Desde ese momento, he aquí que rompe —gracias a su “Tristeza del historia
dor”— con el silencio de los mandarines de la historia que, con los Annales en
mente, no debieron pensar en tener que interesarse en la tesis defendida tan
enérgicamente por Raymond Aron, su compañero de la calle d’Ulm, el 26 de
marzo de 1938, unos días antes del Anschluss, y publicada por Gallimard. Un
“viejo señor”, de 35 años, ofrece a un joven discípulo “ansioso por descubrir lo
que puede ser la historia” sumergirse en el agua fresca de la Introducción a la filo-
1
Henri-Irénée Marrou (1904-1977) fue un historiador y un humanista cristiano francés. La traducción del
texto estuvo a cargo de Liliana Padilla. Este artículo se publicó en Vingtième Siècle. Revue d’histoire (Siglo XX.
Revista de historia). Número 45, enero-marzo de 1995, pp. 109-132.
* Véase Henri-Irénée Marrou, Crise de notre temps et réflexion chrétienne (de 1930 à 1975) [Crisis de nuestro tiempo
y reflexión cristiana de 1930 a 1975], París, Beauchesne, 1978, una recopilación de sus mejores textos com
prometidos, publicados con un prefacio de Charles Piétri y una introducción de Jean-Marie Mayeur.
89
Henri-Irénée Marrou
sofía de la historia,** e influido por esta corriente, discute felizmente sobre el pre
sente y el pasado, la ciencia y la amistad, sobre la historia magistra vitae.
No digamos más. Basta con dejarnos conquistar por esta brillante elocuencia
y estar dispuestos a considerar que, a casi sesenta años de distancia, muchas de las
preguntas aquí evocadas siguen sin resolverse, por lo que podría ser oportuno
recuperar parte del apoyo con el que Marrou las aborda, con la finalidad de devol
ver la “salvación a la tierra”.
Agradecemos a la señora Françoise Flamant, a su hija y a Olivier Mongin, el
actual director de Esprit, por permitirnos tan generosamente reproducir este pe
queño breviario de la época de la preguerra, que permitirá forjar nuevas genera
ciones de historiadores en este fin de siglo.
J.-P. R.
Elegiré, amigos míos, como texto para esta homilía familiar, el verso del profeta
Isaías (XXVI, 18): Concepimus, et quasi parturivimus, et peperimus spiritum... O mejor,
según el hebreo: “Hemos concebido en el dolor y dado a luz viento; no le hemos
brindado la salvación a la tierra”.
Ustedes son jóvenes, pero la historia para la que trabajarán ya no lo es, desa
fortunadamente. Ustedes caminan en una retaguardia: la historia es un concepto
extenuado. Hubo un tiempo, no tan lejano, cuando ocupábamos un lugar privi
legiado: toda la cultura se interrumpía en nuestras paradas, en nuestros oráculos.
Nos correspondía a nosotros decir si se debía creer en Dios, si la Ilíada era hermo
sa, si Bohemia era una nación, si el papa era infalible, si Marx tenía razón…
**
Ésta fue reeditada en 1986 por Sylvie Mesure (Gallimard). Sobre la tesis misma, y con la excepción de
Marrou, sólo Bernard Groethuysen la reconoció en la medida correcta, en La Nouvelle Revue française del 1
de octubre de 1939, véase Nicolas Bavez, Raymond Aron. Un moraliste au temps des idéologies, París, Flam
marion, 1993, capítulo 6.
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Tristeza del historiador
Esta obsesión con el pasado, esta tiranía que ejerció la historia sobre la cultura
moderna, ha sido descrita con frecuencia. Basta con pensar en el lugar descomunal
que se le terminó atribuyendo a la historia del arte en la vida artística, a expensas
de la experiencia estética propiamente dicha: ya no admiramos la curvatura de una
bóveda, la situamos en la evolución de tal escuela romana o gótica. Piensen, por
otra parte, en la política exterior: los tratados, Versalles o Trianón, plagados de evo
caciones eruditas, de trucos de cartistas, y los derechos milenarios de la corona de
San Esteban, la restauración del “imperio” en Roma, la del paganismo de los ger
manos de la cultura de La Tène (ésta es realmente el broche de oro: es en tal medida
historia que incluso nosotros, arqueólogos, no sabemos muy bien lo que era).
Se trata del punto de culminación de una larga evolución: al principio, como
saben, existieron los cristianos. Sus asombrosas nociones de revelación y encarna
ción basaban la legitimidad de su fe en una serie de hechos históricos; de ahí la
necesidad para ellos de examinar ansiosamente el pasado para encontrar en éste
los puntos de inserción de la trascendencia divina; de ahí, del viejo apologista
Teófilo de Antioquía a Eusebio de Cesárea, de Eusebio a San Agustín, a Pascal,
de Pascal al padre Lagrange,2 todas esas investigaciones históricas, cuyo alcance
apologético exigía, suponía haber alcanzado, una verdad objetiva.
Los más grandes no malinterpretaron el alcance de su trabajo; percibo muy
claramente en ellos un sentimiento confuso pero profundo de la ambigüedad
esencial del conocimiento histórico; ésta es para ellos, de hecho, providencial, ya
que la fe debe seguir siendo una gracia y una virtud. Todo lo que la historia pue
de hacer es establecer que la fe cristiana es posible, que no se enfrenta a una con
tradicción lógica o de facto.3
Pero todos los apologistas, y éstos fueron en cada época los más numerosos, cuyo
celo no estaba animado por cierto sentido filosófico, dieron el salto y buscaron
obtener de la historia una serie de proposiciones categóricas que basaran en la evi
dencia la legitimidad de los dogmas cristianos. De ser la ciencia auxiliar de la
apologética, la historia se transformó en una máquina para convertir a nuevos fieles.
Ustedes ya conocen las consecuencias de estas ingenuas imprudencias: la má
quina no funcionó sin errores; peor aún, funcionó de manera inversa; la esperanza
2
Al lector de formación protestante se le ruega gentilmente leer el siguiente texto por su cuenta: “De Lefèvre
d’Étaples à Hamack ou Maurice Goguel”.
3
Así Pascal: las profecías, los milagros mismos y las pruebas de nuestra religión no son de una naturaleza tal
que podamos decir que son absolutamente convincentes. Pero también son tales que no podemos decir que
no haya una razón para creer en ellos. Por lo tanto, hay evidencia y oscuridad, para iluminar a unos y oscu
recer a otros.
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Henri-Irénée Marrou
4
Nuestro amigo A. Dupront consagró un libro de juventud a uno de estos imbéciles simpáticos: Huet,
obispo de Avranches durante el siglo xviii, quien con total candidez pasó su vida en afilar armas de doble
filo de las cuales Voltaire, una generación más tarde, se apoderó para su contraataque.
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Tristeza del historiador
5
Éste es un recuento sumario y bastante parcial, pero existe sobre el tema un artículo excelente de H. Corbin
en las Recherches philosophiques, tomo 3 (1933-1934).
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8
Esta crítica, de la que derivo el resentimiento de un lector que pasó tres meses durante el verano para no
lograr leer más que dos veces este libro, se refiere en particular a la tesis complementaria de Aron: Essai sur
la théorie de l’histoire dans l’Allemagne contemporaine [Ensayo sobre la teoría de la historia en la Alemania
contemporánea] (Vrin). Demasiado breve, demasiado abstracto, cuando un análisis detallado, aterrizado, de
las teorías de Dilthey, Rickert, Simmel y Max Weber hubiera sido de gran servicio para el público francés.
Tengo actualmente en mis manos la breve tesis de un tal M. Weinreich, también sobre Max Weber (Presses
Modernes): evidentemente, comparado con Aron, es un texto superficial y mal redactado; pero un lector
francés aprende más cosas de ésta.
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Henri-Irénée Marrou
9
Cabe resaltar que este pobre progreso no está siempre garantizado, ya que asistimos a la eliminación de
grandes cantidades de documentos, reunidos bajo la influencia de una teoría que, una vez rechazada, los
deja inutilizables, tan inútiles como las observaciones alguna vez acumuladas por la astrología antigua.
Pienso en los hechos de mitología comparada congregados cuando en todos lados veíamos mitos solares; en
los estudios sobre el texto de Homero, ¿qué queda ya del esfuerzo realizado desde Wolf hasta Bérard? A la
crítica interna del Pentateuco, de Reuss, de Wellhausen, etcétera, cuyo postulado (ninguna documentación
escrita anterior a la época de los Reyes) se contradice con los descubrimientos de Ras-Shamra. ¿Qué sabemos
todavía?
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Tristeza del historiador
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Tristeza del historiador
Alejandro Magno murió en Babilonia, después de diez días de fiebre, la noche del
13 de junio del año 323 a.C. Constantino derrotó a Majencio en el Puente Milvio
el 28 de octubre del año 312. Pero tales hechos no son más que átomos obtenidos
por una división artificial (una “construcción”, como le llama Aron) que los aísla
del contexto histórico y los despoja de todo su contenido humano.
En última instancia, tales hechos son ciertos, pero se refieren únicamente a los
rastros materiales de los acontecimientos, los únicos susceptibles de poder cons
tatarse objetivamente y, por ende, no significan nada para la historia. Ya que lo
que importa nunca es el hecho en sí mismo, sino sus causas, sus consecuencias, su
importancia, el lugar que debe asignársele en la evolución, el papel que ha desem
peñado. Y esto, que es propiamente histórico, no puede ser conocido objetivamen
te, siendo sólo perceptible dentro de un sistema dado, dentro de una teoría.
Al leer a Aron y lo verán, él explica todo esto muy bien. Por hoy, conformémo
nos con pensar un poco en lo que se puede convertir en este contexto la noción de
causa. La historia no puede ceñirse a desplazar datos a lo largo de una línea de tiem
po; éstos deber ser comprendidos y explicados, para así poder aclarar sus causas…
Pero, ¿qué valor, qué utilidad puede conservar la noción científica de causa,
transportada lejos del campo fisicoquímico, hacia un terreno de una estructura
tan diferente? El lógico queda perplejo. Ya sea para explicar un fenómeno en su
conjunto (las causas de la guerra del Peloponeso) o un hecho particular (¿por qué
Mussolini emprendió la conquista de Etiopía?), el historiador debe enfrentarse
contra una realidad compleja que le ofrece medios versátiles de explicación o de
comprensión: siempre hay para cada acto varias redes causales, ocasionales o pro
fundas, de motivos conscientes (admitidos por el actor, explicados explícitamen
te por las fuentes o fáciles de conjeturar a partir de sus datos), o de móviles
inconscientes, ya sea nobles o sórdidos.
¿Cómo elegir? La elección es necesaria: una mente timorata, mecida por la es
peranza de mantenerse “positiva”, intentará no descuidar ningún elemento y tomar
en consideración cada una de las causas; pero al hacerlo, como lo habrán constata
do, vuelve a caer en el puro análisis, en la descripción del fenómeno y no explica
ya nada. Esta elección inevitable es necesariamente arbitraria y depende de una
“teoría” cuya verdad nunca será del orden científico, sino solamente filosófico.
Es ingenuo creer, como lo hacen los teóricos positivistas, que este inconve
niente se debe a la insuficiencia y a la imperfección de nuestras fuentes documen
tales. Hay, sin embargo, hechos sobre los que sabemos todo lo que podemos saber
sin ser los más avanzados: sus propias vidas, por ejemplo, para cada uno de ustedes.
101
Henri-Irénée Marrou
Existe una ambigüedad esencial, que se debe a la naturaleza misma del conoci
miento del hombre, una brecha inevitable entre el conocimiento y la vida. ¡Somos
hombres, por desgracia, y no simples relojes de péndulo!
Nos está prohibido recurrir a la experimentación; por lo tanto, para verificar
una hipótesis causal, debemos intentar demostrar que las cosas no podrían suceder
de otra manera, una demostración que obviamente es hipotética a su vez, o al
menos asociada a la verdad de la teoría que la apoya.
Ni siquiera podemos aislar un fenómeno, como el físico aísla la caída de los
cuerpos; la realidad histórica es una madeja compleja de la que no podemos des
entrañar los hilos sin cortarlos. Por lo tanto, la prueba en nuestras manos es sólo
un “cálculo de probabilidad retrospectivo”. En presencia de un hecho, y de sus
innumerables causas posibles, nos preguntamos qué podría haber sido, hacemos
variar a través del pensamiento estos diversos antecedentes, evaluamos su eficacia
y por último hacemos una elección entre estas diversas construcciones irreales.
De modo que esta retrospección (sigo todavía representando a Aron) implica,
y no sabría demostrar, la verdad de la “teoría”, de la filosofía, de la cual es solida
ria. La compleja estructura de la materia histórica hace que la libertad del histo
riador sea ilimitada; los hechos se prestan de manera complaciente a cualquier
demostración y se adaptan igualmente a cualquier sistema. El historiador elige a
voluntad: siempre puede exaltar o degradar a un personaje, atribuir su conducta
a motivos elevados o móviles inconfesables. Siempre puede descartar, en función
de su sistema preferido, una causa como superficial o insignificante o, por el con
trario, proclamarla decisiva o profunda… El historiador siempre encuentra lo que
busca —ya sean mitos solares, el tótem y el tabú, una sexualidad reprimida o
causas económicas—. Pero el éxito garantizado por el método no considera esto
y lo despoja de toda autoridad.
Siempre podemos explicar todo a partir de cualquier cosa: Fustel de Coulanges
“explicó” perfectamente la ciudad antigua a través del juego de las fuerzas reli
giosas; el primer marxista lo explicará quizás no igual de bien (ya que, en todo
análisis, el genio propiamente histórico de Fustel permanecerá intacto, la extensión
de sus conexiones, el arte de su construcción, la inteligencia, en fin, el sentido del
hombre y de la vida), pero seguramente de igual manera, a partir de las fuerzas
económicas y la evolución de los medios de producción.
Pero su triunfo será modesto: no arriesgará nada, ya que, por un lado, está
seguro de que la ciudad antigua, como todas las épocas de la vida humana, pre
senta un rostro económico y que nuestro hombre es partidario de la posesión. Una
102
Tristeza del historiador
doctrina que le asegura que, en el último análisis, las causas económicas son muy
determinantes, fundamentales, reales…
Todo esto tiene un objetivo esquemático: ustedes deberán encontrar por su
cuenta estas verdades, sus detalles, su efecto. Pero por ahora pueden dimensionar
el alcance de nuestra impotencia, la trágica vanidad de las esperanzas puestas todo
este tiempo en los resultados de nuestro esfuerzo: en solidaridad con una teoría,
la explicación histórica no aporta nada, excepto lo que le confiamos por adelante.
No le hemos brindado la salvación a la tierra: inútiles, inciertos.
Hasta aquí, Aron. No hay nada que restar de esta crítica tan pertinente, tan
fina, tan profunda. Sólo veo una cosa que reprocharle: tal vez sea precisamente
demasiado inteligente y, como tal, pase por encima de la mente del historiador
verdadero, del pobre historiador que somos. Aron descuida el análisis, todo el
trabajo en cierta forma material del desarrollo de los hechos y, de la síntesis mis
ma, no retiene más que la estructura lógica. Nos idealiza. Cuando lo escucho
definir la historia como “una intelectualización del paso del tiempo”, “la finaliza
ción de un esfuerzo por pensar la vida despejando y reconstruyendo la racionalidad
inmanente a ésta”, me maravillo primero, y más tarde me inquieto.
Temo que este joven Aron nos haya representado más astutos de lo que somos
en realidad. Comprender, explicar, poner en perspectiva, sistematización causal…
¿Somos realmente tan inteligentes? ¡Lo dudo mucho, hijos míos! Nosotros somos
técnicos, tekhnîtai, en el sentido grosero del griego original, artesanos con manos
callosas y con la mente entumecida. De tanto manejar una erudición estorbosa y
pesada, al querer perseguir una materia que huye entre nuestros dedos y se pul
veriza como una gota de mercurio, hemos contraído una miopía meticulosa, una
excesiva timidez con respecto a las ideas, con respecto a todo lo que nuestras
fuentes no implementan de inmediato. No nos atrevemos a levantar la cabeza por
encima de nuestras cartas.
El historiador promedio10 suele estar satisfecho con una narrativa en la que el
conocimiento de los hombres y de los eventos se extrae suficientemente de la
sucesión de los hechos, sin que haya necesidad de una confección especial. En
10
Yo lo sitúo entre dos casos extremos: uno, por desgracia frecuente, es el del erudito puro, delirante de obje
tividad, de positividad, entre las manos de quien la historia se derrumba en la analística, en un relato deta
llado, “exacto”, pero desprovisto de todo sentido de lo humano (como ejemplo, Histoire du Royaume de
Jérusalem de Rohricht). El otro es el del señor que habla sobre su tema favorito y “explica” de manera siste
mática todos los hechos a partir de un molde uniforme, una idea a la moda (el psicoanálisis, el materialismo
histórico) o una idea fija (por ejemplo, la tesis de Holleaux en la que se ve a los romanos conquistar el
Oriente griego sin quererlo, sin hacerlo a propósito, casi sin sospecharlo).
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11
L’expérience mystique et les modes de stylisation littéraire (La experiencia mística y las formas de estilización literaria),
en el cuarto número de Crónicas del Roseau d’Or (1927).
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12
No vuelvo a profundizar sobre el hecho de que, cuando existen, estos documentos son de una interpretación
lógicamente inagotable (vimos esto con Aron: al estudiar en la obra de Renouvin el desarrollo de la querella
con respecto al verdadero plan alemán para Verdún, la cual se ha convertido en una cuestión tan insoluble
como la de la táctica de Jerjes o de Aníbal.
106
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efecto tuvo una visión en la noche del 27 al 28 de octubre del año 312, y lo que
vio o pensó ver en ese momento, uno se pierde, ya que, para esos hechos, la docu
mentación es enseguida insuficiente.
Si las “ciencias auxiliares” son casi correctas (básicamente, sabemos cómo datar
un manuscrito a partir de su escritura, sabemos distinguir una inscripción falsa o
un mapa auténtico), se debe a que estudian los hechos en su conjunto y se basan en
la uniformidad objetiva de los modos y otros hábitos colectivos (datamos los sarcó
fagos romanos con base en los peinados de las mujeres). Pero éstas sólo son ciertas
de manera general (una provinciana podría estar retrasada respecto a la moda de la
capital; una anciana podría haberse mantenido obstinadamente fiel a la moda de sus
días de juventud) y dejan la puerta abierta a la excepción única (al redactar la teoría
del traje masculino del siglo xx, diremos: había dos sistemas de suspensión, cintu
rón o tirantes. Pero si los arqueólogos del futuro abren la tumba de nuestro amigo
C, ingenioso inventor de la camisa-porta-pantalón, ¡se verán en un aprieto!).
Sin embargo, en historia, refiriéndome a una historia un poco existencial, de
inmediato nos encontramos acorralados frente al concepto de lo único. Hay en el
Langlois-Seignobos un pasaje divertido, en el que nuestros buenos maestros acep
tan la posibilidad histórica de los estigmas, porque se han observado (objetiva
mente) en algunos santos (contemporáneos). Ya que, sin eso, los gloriosos estigmas
de San Francisco de Asís13 hubieran sido inadmisibles para la ciencia positiva,
enmarcados entre las fantasías de la maravilla medieval, por la única razón de que,
al ser únicas, como la encarnación o la resurrección, no habrían sido verificables.
Por lo tanto, hay una inmensa cantidad de preguntas, y de lo más esenciales,
que por falta de documentación, permanecen inaccesibles para la historia cientí
fica. Langlois-Seignobos concluyeron lógicamente: en tal caso, basta con confesar
nuestra ignorancia, “la única actitud correcta es el agnosticismo”.
¡Vaya alternativa más inhumana! El método positivista no sólo pretende garan
tizar cierta pureza del conocimiento, sin poder garantizar el alcance, el interés de lo
conocido que será accesible a éste. La historia, para mantenerse positiva, debía limi
tarse a los únicos problemas que los documentos conservados permitan resolver; lo
que quiere decir que debía renunciar a desempeñar un papel en la cultura y la vida.
Lo que los hombres querían saber sobre nosotros era, por ejemplo, si efectiva
mente Jesucristo nació en Belén de la Virgen María. Todo lo que nuestra ciencia,
13
Los únicos, lo digo de pasada, realmente válidos a los ojos de una teología mística un poco severa: consulten
a este respecto a P. De la Taille en las Recherches de sciences religieuses, 1928, p. 297-325.
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Consultar a este respecto, a P. Peeters en los Analecta Bollandiana de 1934 y a H. Grégoire en Bysantion de
1934 y 1937.
110
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sospechas: ¿sería falso, escrito por un judío occidental, entre los siglos xii y xvi, y
completado por otras falsificaciones de un caraíta del siglo xix, y así sucesivamente?
Quizá algún día el misterio se aclare a este respecto, ¡seamos optimistas! No
es por eso una impresión menos preocupante que en historia nada sea seguro;
incluso los hechos materiales pueden ser muy disputados e indefinidamente in
ciertos. En cuanto a los que no lo son, se debe admitir que sólo se admiten por
una especie de acuerdo tácito que, al primer intento, vemos derretirse de inme
diato como el hielo al sol.
Aquello que, en última instancia, tiende a ser considerado como “certero”, y
a ser promovido al famoso rango de “conocimiento válido para todos”, no es tan
to un hecho material bien comprobado, sino aquel acontecimiento que nadie
consideró útil disputar. Un hecho se establece de forma objetiva en la medida en
que se mantiene indiferente. Pero sólo hace falta que un historiador venga y,
movido por una profunda pasión, reclame los títulos de credibilidad y los exami
ne con una mirada sospechosa, para que todo se desmorone. Sin duda, sus argu
mentos serán respondidos, pero esta refutación, a su vez, será destruida, y la
discusión se prolongará al infinito, ya que, de acuerdo con las profundas palabras
del Eclesiastés latino, et mundum tradidit disputationibus eorum!
No existen ningún conocimiento histórico que sea realmente objetivo, uni
versalmente válido y vinculante. No hay ningún hecho que no pueda ser seria
mente disputado con buenas razones. Nunca he tenido el tiempo de demostrar,
como lo había prometido, que Descartes nunca existió, pero mientras tanto, te
nemos el famoso libro de Richard Whately, titulado Dudas históricas relativas a
Napoleón Bonaparte, Londres, 1819, donde se muestra, si recuerdo correctamente,
que Napoleón no es más que un mito solar.
Se trata sólo de una broma, dirán ustedes.15 Sin embargo, es necesario reflexio
nar acerca de la pobreza lógica de las razones que oponemos a tentativas similares
de negación.
¿Podemos decir, por ejemplo, que Girard realmente rechazó las dudas expre
sadas por Pais, y más tarde por Lambert, acerca de la autenticidad de la Ley de las
Doce Tablas? Invocamos el sentido común, que es la cosa más variable del mun
do. Desviamos la discusión declarando que “esta opinión es hipercrítica”; pero ¿es
15
A pesar de haber sido realizada con mucha seriedad, a título de experiencia, Whately no fue el primero, sino
un teólogo anglicano del entorno de los noéticos de Oxford, que tuvo una gran influencia en la formación
de Newman.
111
Henri-Irénée Marrou
esta una respuesta? Como el obispo Duchesne le habría dicho a un oponente: “¿Y
si yo le respondo que es usted el hipócrita?”
En realidad, si la historia se sostiene básicamente mediante un acuerdo tácito,
esto implica que somos lo bastante sabios como para tomar en consideración que
la crítica no puede ser sólo destructiva: aceptar el testimonio de los documentos
es quizá incierto, pero una vez rechazados, la incertidumbre no hará más que
aumentar con base en una progresión geométrica; entonces, ¿para qué ponerla en
marcha? Muchas querellas terminan por apagarse, ya sea por cansancio o porque
al final nadie se molesta más por alimentarlas.
Pero la dificultad lógica persiste en su totalidad: no se puede obligar a aceptar
la verdad de ningún hecho histórico. El físico no tiene dificultad en ser objetivo,
ya que comienza su trabajo con datos ya objetivados (a lo que él llama fenómenos
son observaciones que, en el análisis final, se refieren siempre ya sea a un pesaje, a
una foto o una película). Nosotros, por el contrario, nunca llegamos a la objetivi
dad sensible: nunca estamos en presencia de un hecho material, sino siempre de
un documento, es decir, del hecho refractado a través del testimonio de un hom
bre. Nunca salimos de lo humano.
La verdad histórica yace en definitiva en el valor atribuido a los testimonios,
en el grado de confianza que se les otorga. ¿Qué responder a aquel que los desafía?
Ya que siempre hay excelentes razones a disposición de cualquiera para desafiar
la validez de un testimonio. ¡Basta pensar en las infinitas discusiones provocadas
por el establecimiento de los hechos históricos que son la base del caso Dreyfus o
del caso Príncipe!
Es ahí donde se mide concretamente la imposibilidad lógica de restringir la
confianza. “Tener confianza”, en latín o griego, pisteuô, credo, es la misma palabra
que significa “tener fe”. Llegamos al fondo: la verdad histórica se basa en un acto
de fe y por eso dicha verdad histórica sólo es válida para aquellos que desean esta
verdad: el acto de fe es un acto libre.
Ustedes poseen ahora la razón profunda del fracaso de la ciencia histórica;
ahora saben por qué está destinada a un comienzo perpetuo, por qué progresa sólo
dentro de cierta escuela, mientras dura determinado dogma o cierta moda.
No conozco ninguna lectura más conmovedora que el prefacio que Renan
escribió alrededor de 1889 para El futuro de la ciencia: cuarenta años más tarde, el
anciano relee sus sueños de juventud; la muerte lo acecha y él busca darse valor:
“En resumen, tenía razón”. Pero hasta el final, esta hermosa inteligencia lúcida se
mantiene digna de sí misma y así es como lo escribe: “Las ciencias históricas […]
112
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Henri-Irénée Marrou
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Tristeza del historiador
minimizar este hecho que dejaremos de ser inútiles y volveremos a ser reales y
activos de nuevo. Es necesario vivir, mis amigos, vivir y pedir al conocimiento y a
la historia, de qué alimentar, armar y sostener esta vida. Dejemos a los espíritus
angélicos con su conocimiento “válido para todos”, con sus epítetos pre exílicos y
sus botones de calzón. ¿Qué importa que mi conocimiento no sea universal, siem
pre y cuando se conecte con mi realidad profunda, con mi vocación? Después de
todo, ¿sería ésta única? Mi vida también es única: nobis cum semel occidit brevis lux…
Aquí nuevamente los remitiré a Aron, ya que encontrarán en su obra, en con
trapartida a su crítica, los elementos de una teoría existencial de la historia, una
doctrina concreta, orientada a la vida, basada en una filosofía del compromiso y
de la vocación, una filosofía del esfuerzo creativo y consciente. En resumen, si se
me permite reunir en una antología sus mejores aforismos: antifatalismo: aceptar
la historia que nos hace reales, pero superarla, ya que puede ser creada. El hombre
tiene sólo una existencia efímera y precaria, la cual se degrada a una naturaleza si
tiene el coraje de consagrarse a un pasado histórico; éste trasciende el historicismo
por el absoluto de su decisión. El hombre vive en la historia, es un ser histórico,
pero el hombre también es una historia, y esta historia es libre, porque no está
escrita de antemano, es impredecible, como el hombre para sí mismo.
El trabajo del historiador se ubica en esta perspectiva puramente personalista.
El motor de nuestra investigación ya no será la vana curiosidad del erudito posi
tivista, este espectador puro; ya que la recuperación consciente del pasado es sólo
un aspecto de la dialéctica de nuestro conocimiento del hombre, indisolublemen
te ligada a los pasos más esenciales de la vida.
Cada época y cada hombre eligen un pasado extrayéndolo del tesoro de la
memoria colectiva; cada nueva existencia transfigura la imagen que ésta se hace
de dicho pasado por el significado que descubre, descubriéndose a sí misma, ella
y su futuro.
Esta doctrina, en mi opinión muy fructífera, surge de una inversión comple
tamente natural de la crítica misma de las ilusiones científicas. Habíamos inten
tado extraer de la experiencia de la historia una imagen necesaria de lo que sería
el futuro. Aron nos muestra que estas pretendidas lecciones de la historia (que, de
hecho, variaban para cada quien) sometían el futuro a una necesidad que no es
objetiva sino arbitraria, ya que “cualquier interpretación concreta del pasado
apoya una política, una actitud vital, girada hacia el futuro”. Cualquier filosofía
de la historia no es más que la proyección en el pasado de categorías y juicios
dictados por el ideal que uno busca alcanzar en el futuro; retomando la termino
115
Henri-Irénée Marrou
16
En su ensayo, tan meritorio para su época, (1927), “L’homme contre l’historire”.
17
Aron subraya justamente la pobreza lógica y la pretensión que esconde el uso de los historiadores del pos
tulado determinista. Una cosa es creer que cualquier suceso está determinado por causas naturales (o provi
denciales); otra es pretender que el sabio es empíricamente capaz, en el estado de su documentación, de
extraer para cada caso la causa real. La libertad de la historia que reivindicamos aquí, no pone en duda el
determinismo en sí (el estado del mundo en el instante t, está condicionado por el estado anterior t’): “ésta
implica solamente que las voluntades humanas (quizá determinadas en sí mismas) sean eficaces”.
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18
Completaré con mucho gusto en ese sentido los análisis que brinda Aron de la historia del arte y de la his
toria de las ciencias. En un sentido, ambas dependen estrechamente de la concepción presente de la expe
riencia estética y de la verdad positiva. Todo lo que no se integra en esta perspectiva es un dato inutilizable,
pura erudición. Sin embargo, el esfuerzo por incorporarse a un arte o una ciencia extranjeros no deja de su
poner un beneficio. Sin duda, existe un gran esnobismo en el gusto del público de hoy por la música antigua,
pero al menos algunos de entre nosotros adquirimos valores nuevos.
De la misma manera, una historia de la ciencia, que no es la genealogía de la ciencia positiva que des
perdicia un aspecto de ésta: ¿acaso no hay algo qué retomar de tales concepciones del mundo hoy superadas?
No estoy seguro de que las investigaciones que se disponen alrededor de la Bibliothek Warburg, o del Cata-
logus codicum astrologicorum no den resultados apreciables. Naturalmente, el problema de la objetividad
prevalece: cuando nuestro amigo Leibowitz se entusiasma por la polifonía de Guillaume de Machault, no
pretende comprenderla como ésta se comprendía en el siglo xiv, y nunca recuperaremos la imagen que
Heráclito o Platón se hacían del cosmos.
119
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19
Los hombres del periodo 1914-1918 también releían a Tucídides (consulten el bonito libro de Thibaudet),
y encontraban en él algo diferente: gracias a Tucídides, la guerra del Peloponeso se convirtió en la guerra
más inteligible de la historia, cualquier guerra puede encontrarse en ella.
120
Historia y literatura
El Señor de la Historia,
el Ángel de la Historia y
el juicio histórico a Alan García
Alejandro Santistevan*
Alan García Pérez (1949-2019) fue electo presidente del Perú dos veces como
candidato del Partido Aprista Peruano.1 Su primer gobierno, de 1985-1990, es
tuvo marcado por una brutal crisis económica en medio de la sangrienta guerra
contra la subversión comunista. Los viejos nos contaron traumados sobre la me
gahiperinflación y las bombas. Si naciste en el Perú en la década de 1990 como
yo, tu espíritu no se templó en la crisis del gobierno aprista. Sólo conoces las
sombras y las memorias de ese tiempo oscuro. En cambio, el segundo gobierno,
de 2006 a 2011 lo recordamos con más claridad. Fue un periodo macroeconómi
camente estable, a causa de un aumento en los precios de los minerales que ex
porta el Perú, pero socialmente mediocre.2 Repetido hasta la náusea, el lema de
ese gobierno fue “el Perú avanza”, la duda constante era, ¿hacia dónde?
La socialdemocracia,3 decía Walter Benjamin, suele confiar, aunque cínica
mente, en las virtudes del ser humano y en un progreso teleológico y casi dogmá
tico que se produce en un vacío sin condiciones histórico-sociales. El “progreso
en general”, en cambio, no existe en la sociedad de lucha de clases que preconiza
Benjamin. Son la barbarie, la interrupción y la contradicción los ladrillos con los
que se edifica la historia. Son los derrotados y los victoriosos los que medirán el
121
Alejandro Santistevan
progreso para qué o para quién. Al revés, en la historia fundada sobre los valores
de la socialdemocracia, el progreso articula una narrativa histórica que implica
ciertas omisiones y una posición política. De aquí quiero partir, planteando abier
tamente una crítica al tratamiento de la memoria de Alan García con base en lo
que escribía Walter Benjamin sobre la historia.4
4
Todas las citas en adelante vienen de la edición de Bolívar Echeverría de las “Tesis sobre la Historia”, Bo
gotá, Ediciones desde Abajo, 2010.
122
El Señor de la Historia, el Ángel de la Historia y el juicio histórico a Alan García
5
W. Benjamin, “Nueva Tesis B”, p. 42.
6
Véase http://peruesmas.com/biblioteca-jorge/Alan-Garcia-Perez-y-el-perro-del-hortelano.pdf. Aquí se
compila la trilogía de artículos sobre “El perro del hortelano”, un documento de cultura y de barbarie. Sobre
Bagua, a falta de trabajos historiográficos, lo mejor que puedo recomendar es el documental de Fernando
Vílchez, “La Espera: historias del baguazo” de 2015 y que se puede ver aquí: https://vimeo.com/70404070.
Documenta bien la responsabilidad de García en la masacre donde murieron 33 personas, entre policías e
indígenas awajún y wampis.
123
Alejandro Santistevan
este objetivo de mantener el statu quo. Lo mejor que tuvo para mostrar fueron cifras
macroeconómicas infladas por el aumento —coyuntural— del precio de las piedras
que exportamos. Lo otro “bueno” de su gobierno fueron las grandes obras de in
fraestructura: el tren eléctrico y la carretera interoceánica son las más notables.
Ahora sabemos que estas maravillas fueron producto de la estafa que armaron los
apristas y las empresas constructoras brasileñas, notablemente Odebrecht.
Hace unos meses esta inmoralidad corrupta cobró una materialidad dolorosa
y pestilente. El sistema de desagües sanitarios que corría debajo del tren eléctrico7
en San Juan de Lurigancho se colapsó y la mierda, literalmente, surgió a la super
ficie. Fueron varios días de materia fecal inundando casas y destrozando la vida de
varios centenares de peruanos, sin que el Estado ni nadie tenga una respuesta. La
obra de ingeniería, defectuosa al grado de la obscenidad, fue producto de los
tratos corruptos de García.8
La fiscalía anticorrupción peruana, conociendo las triquiñuelas de García y su
habilidad para librarse de la justicia, le pisaba los talones desde el final de su go
bierno en 2011. García, apenas terminó su periodo, argumentó que lo odiaban
por los éxitos que tuvo y que lo perseguían judicial y políticamente para dañar su
memoria gloriosa. Volvió a su acostumbrado exilio parisino y madrileño hasta el
año 2015, cuando volvió para tentar una tercera presidencia del Perú, algo que
nadie ha logrado. García forjó una alianza con el partido conservador llamado
Popular Cristiano y endureció su discurso de derecha. Su candidatura ya no tenía
ni la energía ni los millones de dólares de financiamiento que tuvo en 2006.
Cuando llegó al debate presidencial, con una intención de voto que rondaba 5 por
ciento y virtualmente derrotado, Alan tuvo una primera muerte en vida.
Uno de sus archienemigos, como tienen los archivillanos del calibre de García,
era el pintoresco Fernando Popy Olivera, eterno candidato a la presidencia del Perú
con un discurso anticorrupción tan excéntrico y altisonante como vacío. Él fue el
encargado de investigar a García en el Congreso peruano en 1990 y produjo un
grueso informe con los pecados de Alan en su primer gobierno. Cuando Alberto
7
El tren eléctrico es el primer tren moderno que se empezó a construir para Lima en 1985. La corrupción del
gobierno de Alan García y la crisis económica pararon la obra y sólo en 2006-2011 se concluyó. Con nueva
corrupción, la obra fue muy criticada, pero defendida por los apristas como el regalo de su líder al pueblo
peruano. Los testimonios del empresario italiano Sergio Siragusa incriminan directamente a Alan García,
véase http://utero.pe/2019/01/20/si-solo-vas-a-dar-un-click-hoy-que-sea-en-este-informe-de-las-coimas-
que-alan-recibio-por-el-tren-electrico-en-los-ochentas/
8
Véase https://larepublica.pe/politica/1395019-martin-vizcarra-tramo-aniego-metro-lima-hizo-durante-
gobierno-alan-garcia-video
124
El Señor de la Historia, el Ángel de la Historia y el juicio histórico a Alan García
125
Alejandro Santistevan
que venía lista para su arresto, acusado de lavado de activos y conformar una or
ganización criminal para delinquir. Alan cruzó algunas palabras con los oficiales
que venían por él, pero las explicaciones sobraban, había una orden que ejecutar.
Apenas García notó que uno de los agentes se acercaba a él para capturarlo, se
encerró en su recámara. A pesar de que los policías insistieron, García permaneció
encerrado hasta que se escuchó el estruendo mudo de un disparo.
Eran tan fuertes los “tambores” que resonaban alrededor de García que el
disparo casi no se escuchó. Como en el relato de Carpentier, tal cual: “La mano de
Christophe (García) soltó el arma, yendo a la sien abierta. Así, el cuerpo se levan
tó todavía, quedando como suspendido en el intento de un paso, antes de desplo
marse, de cara adelante, con todas sus condecoraciones”. A Christophe lo perseguía
su pueblo en rebelión, armado de maleficios vudús, mientras que a García, un
grupo de fiscales que actuaba en nombre de las leyes y de una moral republicana.
El terror de ambos reyes se materializaba en la antesala de su muerte, verse en
manos de sus enemigos era una idea insoportable. Por eso Christophe y García,
como lo dijo este último en su carta suicida, dejaron sus cadáveres como desprecio
para sus enemigos.
¿Fue la certeza de que tenía un “pequeño lugar en la historia” del Perú la que
le permitió a García volarse los sesos y acabar con su vida? Es una idea bastante
común entre quienes conocen a Alan y hay muchos testimonios de esa vocación
trascendental en García. Su carta de suicidio es el más claro de esos testimonios:
“No hubo ni habrá cuentas, ni sobornos, ni riquezas. La historia tiene más valor
que cualquier riqueza material”. En la misma línea, el secretario personal de Alan
García repetía en medio del éxtasis de la muerte de su líder y mirando a su cajón:
“Tu único objetivo era tener un lugar en la historia, ¡y lo lograste!” Las cuentas
en el extranjero, las casas que hemos visto y la vida de García no hablan de un
austero ex presidente preocupado más por la trascendencia que por lo material.
Pero el habla aguanta todo.
Una referencia interesante que hizo García a la historia fue en la antesala de
su victoria en 2006. El periodista Marcos Sifuentes insistió con mucho vigor para
que Alan respondiera la pregunta de si consideraba que tenía un lugar en la his
toria. En plena campaña y con el descrédito de su desastroso primer gobierno;
Alan es cuidadoso y dice que él cree en Dios y en la misión que les da a los hom
bres y que es natural que pensemos cuál será nuestro legado. El entrevistador
insistió y García ofreció una respuesta más clara. Para él la historia era la “peque
ña suma de hechos modestos y efímeros, suma algo que se llama historia y que es
126
El Señor de la Historia, el Ángel de la Historia y el juicio histórico a Alan García
9
Véase https://larepublica.pe/politica/1453811-evasion-imposible Sifuentes, más conocido por su nombre
de twitter: @ocram. Dentro del artículo está incrustado el video que usé.
10
Véase https://cnnespanol.cnn.com/2019/04/17/la-ultima-entrevista-a-alan-garcia-creo-en-la-vida-despues-
de-la-muerte/
11
Los memes sobre Alan García serían una fuente fascinante para estudiar la memoria sobre él.
127
Alejandro Santistevan
12
El Comercio es un diario de la élite limeña de derecha. Es el periódico más reconocido del Perú, aunque no
el más leído porque es de formato grande y es el más caro. Sobrevilla es catedrática en el Reino Unido.
Véase https://elcomercio.pe/opinion/columnistas/alan-garcia-juicio-historia-natalia-sobrevilla-perea-
noticia-631589
13
I. Jablonka, La historia es una literatura contemporánea: Manifiesto por las ciencias sociales, Buenos Aires, Fondo
de Cultura Económica, 2016, pp. 265-273: una discusión fascinante sobre la importancia del estilo en la
escritura histórica.
128
El Señor de la Historia, el Ángel de la Historia y el juicio histórico a Alan García
Ellos siempre acusarán a alguien que escriba en el tono que yo empleó de comu
nista o de enemigo del apra. Contra adversarios tan dogmáticos, no hay dema
siado lugar para la ciencia o la razón, sólo para el combate.
Me interesa criticar los dos ejemplos que presenté antes desde las reflexiones
de Benjamin. Yo realmente no creo que los historiadores a los que me he referido
sean apologéticos de Alan García y que usen la historia de forma cínica. Pero creo
que los límites de su formación y su posición política, también los medios desde
los que se pronuncian, los acercan al peligro del que advertía Benjamin: “entre
garse como instrumento de la clase dominante”. Nuestros discursos nos sobrepa
san, se nos hacen ajenos, y flotan en un mundo donde son reapropiados más allá
de nuestras intenciones. Hay que ser conscientes y cuidadosos de lo que decimos
y no, para ofrecer matices y contrastes, debemos dejar cabos sueltos que permitan
que nuestro trabajo sea apropiado por los enemigos.
Esto tiene sentido desde una lectura Bejaminiana, donde la labor del historiador
no es conocer el mundo sino “apoderarse de un recuerdo tal como éste relumbra en
un momento de peligro”.14 Es el momento actual el que dicta la lectura de la his
toria, son la urgencia y la necesidad de apoderarse del objeto las que diferencian
esta teoría crítica de la historia de la teoría de la historia conservadora y tradicional.
La ficción del rigor es a veces un freno para que las emociones aparezcan en la his
toria y, por lo tanto, convierte la historiografía en un instrumento para un proyec
to político donde sólo el progreso de la técnica es importante y donde existe un
único camino hacia el futuro; en cambio, se puede hacer una historia en la que
aflore a la superficie la voz humana del que escribe y en la que no sean las abstrac
ciones ni las estructuras lo que acapare la historia, sino la barbarie y su despliegue
diverso y complejo. Dice Benjamin que detrás de cada discurso de cultura, hay un
discurso de barbarie, y que hoy se recuerde a Alan García sobre todo como un
orador culto más que como un violador de derechos humanos y un enemigo de los
pobres es una muestra de que hoy domina una historiografía que prefiere sólo ver
la cultura y no el horror. El hecho de que en los dos ejemplos que presenté estén
ausentes las barbaries de García, el lado humano de sus desastrosas políticas, la
mierda que se desprende de sus acciones, es entregar la historia a los enemigos.
Apelar a lo divino, donde todo es áureo y coherente, siempre será el recurso de
los conservadores y de los enemigos. Así lo mostró el cardenal del Opus Dei, ex
arzobispo de Lima, Juan Luis Cipriani cuando dijo que García, adúltero y suicida
14
W. Bejamin, Tesis VI, p. 21.
129
Alejandro Santistevan
para más señas, iba a ser recibido en el reino del “Dios de la Historia”.15 Robán
dole el papel a San Pedro, el ilustre religioso decidió el pase al cielo del corrupto
presidente. Menos mal que las indulgencias ya no se compran ni se venden y el
arzobispo actual, Pedro Barreto, le recordó con mucho acierto los pecados de
García.16 Sinceramente no creo en el Dios de la Historia, ni que vaya a perdonar
a Alan García. Pero sí en el Ángel de la Historia de Benjamin. Ese no es un Dios
sereno y lejano, juzgando desde un trono. Es un ángel con los ojos desorbitados y
la boca abierta, impresionado por todo lo que vio, perturbado por la historia al
mismo tiempo que inmerso en ella, ya que tiene los pies posados en las ruinas de
todo. Intenta levantar a los muertos, pero hay un viento huracanado que no lo
deja, ese huracán se llama el “progreso”.17 El viento del “progreso” en abstracto,
que hemos dicho que es central en la socialdemocracia que es hegemónica como
modo de hacer política, lleva el pesado cadáver de García al más allá. Él no nece
sita que nadie lo levante ni lo lleve, el cortejo de la clase dominante lo conduce al
panteón de sus rancios líderes. Los que merecen atención y una voz son los cadá
veres que dejó Alan García, los muertos sin nombre, sin historia, sin lugar en el
camino del progreso.
La referencia de Benjamín de “recoger a los muertos” no es una metáfora ni es
poesía pura. Tanto en la Segunda Guerra Mundial como en el Conflicto Armado
Interno peruano,18 y en tantos otros episodios de barbarie, los muertos están tan
cerca de la superficie y sus cadáveres tan frescos que es imposible que el dicho de
Benjamin sea estrictamente figurado. Es un ejercicio real de historiografía, hay
que escribir las historias de la barbarie, documentarlas desde posiciones diferentes
de las del poder hegemónico, en dirección contraria a los vientos del progreso, y
no dejar en manos del enemigo la tarea de contar la historia.
Los episodios de violencia estatal, paramilitar, criminal y abusiva son una
constante del gobiernos de García. La Masacre de los Penales en 1986, la Masacre
de Molinos en 1989 o la Masacre de Bagua de 2009, son episodios que deberían
15
Véase https://www.aciprensa.com/noticias/cardenal-cipriani-expresa-su-pesame-por-muerte-de-expresiden
te-alan-garcia-44835
16
Pedro Barreto era obispo de Junín cuando ocurrió la masacre de Molinos en 1989, que fue avalada y encu
bierta por Alan García. Barreto es un comprometido defensor de los derechos humanos, por eso no le puede
abrir las puertas del cielo a García.
17
W. Benjamin, Tesis IX, p.24
18
Se conoce como cai el proceso de violencia política de 1980 a 2000. Hay un debate grande sobre las dimen
siones del conflicto que está plenamente abierto, la cifra aceptaba hasta ahora es de 70 000 muertos, repar
tidos casi en partes iguales entre organizaciones subversivas y las fuerzas estatales peruanas. La mayoría de
los muertos fueron campesinos pobres y quechua hablantes.
130
El Señor de la Historia, el Ángel de la Historia y el juicio histórico a Alan García
estar al centro del recuerdo. ¿Cómo vivieron los gobiernos de García los peruanos
sin nombre? ¿Cómo vivían los trabajadores en medio de la crisis? ¿Por qué el go
bierno de García asesinó al líder sindical minero Saúl Cantoral? Y así una serie de
preguntas ausentes en la historigrafía y en el recuerdo. En cambio, las preguntas
y las respuestas pasan por señalar las dotes de orador culto de Alan García o sus
éxitos macroeconómicos. Estas abstracciones, al dejar de lado la barbarie, son fá
cilmente apropiables por los enemigos y llevadas a un terreno donde el historiador,
que no tiene el dogma como arma, siempre va a perder. La historiografía peruana
tiene todavía una deuda al no contar la barbarie o, en todo caso, no hacerlo con
un tono que corresponda a la denuncia historiográfica. Y ésta tiene que ser, defi
nitivamente, sincrónica y actual. Los que perdieron madres, padres, hermanos,
hijos, a manos de los gobiernos de García no pueden esperar, merecen justicia y
reparación mientras vivan.
Esto puede molestar a quienes aún confían en el rigor y la objetividad quin
taesenciales de la labor historiográfica. Pero mi agnosticismo me impide suscribir
esa pretensión. Yo creo que lo que se ha hecho es articular la historia desde las
clases dominantes y sus visiones. De esta forma, la barbarie en el Perú parece
excepcional y atípica. Siempre es causada por un enemigo externo, sean los comu
nistas radicales o los indígenas panteístas-retrógrados, y siempre la barbarie es
una lamentable consecuencia de la acción civilizatoria y de progreso del Estado
sobre quienes la resisten. El trabajo del historiador, ojo, no es sólo el grito aislado
sino la comprensión sistémica de este dolor y de estas fracturas. Es notar que la
maldad de Alan García es estructural, que su desprecio por los enemigos políticos
y por los sujetos subalternos en el Perú es histórico y supera ampliamente a su
personaje. Que el sesgo de clase y de raza son hechos que atraviesan nuestra expe
riencia social y que deben ponerse al centro de nuestros problemas políticos, no
debajo de la alfombra como hasta ahora. Que hay que escribir con el corazón y
con un estilo transparente pero intenso, que la neutralidad es una desventaja si
queremos que nuestro trabajo tenga resonancia política. Si nos quedamos conten
tos con analizar el mundo, pero no transformarlo, entonces no hay problema y mi
pedido puede parecer una exageración.19 Si no es así, espero encontrar eco sobre
la necesidad de escribir de forma diferente la historia del Perú.
19
La onceava tesis sobre Feurbach de Marx sigue siendo una piedra en el zapato de todos los que somos “inte
lectuales”. “Los filósofos se han dedicado a interpretar el mundo, cuando de lo que se trata es de transfor
marlo.”
131
Reseñas
133
Andrés Alba Bajatta
134
La “cultura” China o lo cultural como constructo político
6
Ibid., p. 71.
7
Ibid., p. 78.
8
Ibid., p. 80.
9
Ibid., p. 100.
135
Andrés Alba Bajatta
10
Ibid., p. 108.
136
La “cultura” China o lo cultural como constructo político
Allen Chun, Forget Chineseness: On the Geopolitics of Cultural Identification, Nueva York,
Suny Press, 2017, 284 pp.
11
Ibid., p. 213.
12
Ibid., p. 241.
137
Un mundo distinto
en la frontera sino-rusa
Hanna Deikun*
En su libro Uyghur Nation: Reform and Revolution on the Russia-China Frontier (que
surge de su tesis doctoral, defendida en 2016), David Brophy pretende analizar
cómo, a principios del siglo xx, una comunidad de musulmanes turcoparlantes
extendida entre las fronteras de China y la Unión Soviética (antes Imperio Ruso),
empieza a imaginarse en términos de constituir una nación y se reinventa bajo un
único nombre: uigur. Si en la década de 1920 hablar de la nación uigur era una
innovación, ya en las próximas décadas esta minoría fue reconocida oficialmente,
tanto por China como por la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas (URSS),
y adoptada por la comunidad musulmana en ambos lados de la frontera. Por lo
tanto, los musulmanes reformistas que reidentificaron a sus pueblos en la termi
nología del nuevo imaginario político nacional lograron su objetivo: los múltiples
pueblos musulmanes, asentados en estepas y varios oasis, tanto en el Asia Central
soviética (hoy Kazajistán, Kirguistán y Uzbekistán) como en la región del noroes
te de China, en la provincia de Xinjiang, empezaron a pensarse en términos de
ser una única nación.
En su investigación, el autor rechaza la idea establecida en la historiografía
previa de que la identidad uigur fue impuesta desde arriba por los burócratas
soviéticos y pasivamente adoptada por estos sujetos. Brophy enseña que la idea
nacional de los uigures surge, primero, en el contexto del redescubrimiento del
pasado turco entre los intelectuales musulmanes de los territorios rusos que se
identificaron con las causas prerrevolucionarias: reformas educativas y la tradición
jadid. Segundo, en el contexto de la desestabilización creada por la revolución rusa
(1917), las nuevas ideas de pertenencia nacional dieron sentido y se mezclaron
139
Hanna Deikun
1
D. Brophy. Uyghur Nation: Reform and Revolution on the Russia-China Frontier, Cambridge, Harvard Univer
sity Press, 2016, pp. 1-3.
140
Un mundo distinto en la frontera sino-rusa
2
Ibid., p. 5.
3
Ibid., pp. 7-10.
141
Hanna Deikun
4
Ibid., pp. 11-12.
5
Ibid., p. 112.
142
Un mundo distinto en la frontera sino-rusa
El siguiente capítulo discute la influencia, a principios del siglo xx, del pen
samiento racial y la formación de la identidad turca. Entre 1911 y 1912, la revo
lución en Shanghái que llevó a la caída de la dinastía Qing y el establecimiento
de la República de China tuvo sus consecuencias para Xinjiang y su población
musulmana. En la cristalización del nuevo discurso racial chino, los musulmanes
eran declarados una de las cinco razas constituyentes de la República de China
(junto con manchúes, mongoles, tibetanos y chinos), eso prometía una nueva era
de wuzu gonghe (cinco razas en armonía). El pensamiento racial que venía de Oc
cidente “filtrado a través de la diáspora musulmana china tanto en Rusia como en
Estambul tuvo una influencia muy significativa”, empezó a servir como motivo
para el apoyo político o, incluso, la autonomía política.6
El redescubrimiento del “pasado glorioso” de los turcos surge al mismo tiem
po que el redescubrimiento romántico de la civilización uigur. El papel de los
uigures se vuelve crucial en esto porque los uigures empiezan a identificarse con
la “época de oro”, que era herencia común para todo el mundo turco. La idea del
legado de los uigures empezó a abstraerse del tiempo y el espacio y se volvió el
marco del turco civilizado. Los musulmanes de Xinjiang empezaron a construir
una narración específica de la genealogía común, en donde la figura uigur era la
más prominente. Aunque el nombre “uigur” todavía no se aplicaba para identi
ficarse, la genealogía mitologizada, con la figura del uigur como el antecesor,
ocupó un papel muy importante.7
En los siguientes capítulos, Brophy discute las transformaciones de las estruc
turas de la autoridad en las fronteras y el aumento de la radicalización de las re
formas educativas. Como las comunidades musulmanas del Asia Central
soviética —taranchíes y kashgaríes— adoptaron el nombre uigur en el sentido
del discurso nacional, los musulmanes de Xinjiang empezaron a hablar en térmi
nos de la nación uigur. La división del Turkestán soviético en dos repúblicas so
viéticas, en 1924, está considerado como el momento más importante de la
construcción nacional soviética en Asia Central. Según el autor, no podemos ig
norar el papel de la política soviética que estableció las formas ortodoxas de la
interacción entre el Estado y las naciones surgidas.8 Sin embargo, no podemos
decir que creó el proyecto nacional uigur, como asume la historiografía tradicio
nal, sino, más bien, que la Unión Soviética creó en las fronteras las condiciones
6
Ibid., pp. 114-115.
7
Ibid., p. 158.
8
Ibid., pp. 17-18.
143
Hanna Deikun
para tal proyecto al hablar de o implementar nuevas ideas del nuevo sistema po
lítico (Estado-nación) para los uigures.
El concepto “uigur” empezó a representar un término paraguas para cualquier
musulmán conectado con China, lo que podía tener un significado distinto para
cada comunidad: un legado político o la identificación propia contra la asimilación.
Podemos concluir que la nación uigur surge como una mezcla de la noción islá
mica, turca y soviética de la historia y la identidad nacionales. Según el autor, lo
que creó la nación uigur no fue el Estado y sus oficiales ni tampoco un movimien
to nacional bien organizado; en cambio, fue más un grupo pequeño de activistas,
divididos entre sí, que buscaban encontrar el mejor resultado del contexto polí
tico que estaba fuera de su control,9 reinventándose en términos de la nueva
“realidad” omnipresente de la imaginación y la identificación de nosotros mismos:
la nación.
David Brophy, Uyghur Nation: Reform and Revolution on the Russia-China Frontier, Cam
bridge, Harvard University Press, 2016, 368 pp.
9
Ibid., pp. 273-274.
144
Nacionalismo e identidad en el siglo xxi
Andrea López Ortiz*
Los estudios sobre la construcción de los nacionalismos hasta el presente son va
riados y numerosos. Desde diversas perspectivas el tema ha sido trabajado por
científicos sociales para comprender por qué y cuáles son los elementos que man
tienen a grupos humanos unidos y organizados. El caso más paradigmático en la
historiografía contemporánea que intentó responder esta cuestión es el de Comu-
nidades imaginadas: Reflexiones sobre el origen y difusión del nacionalismo, de Benedict
Anderson. Desde la década de 1980 se hizo célebre en los círculos académicos,
pues intentó ofrecer elementos para comprender la gestación de los nacionalismos
entre los siglos xviii y xx en América, Asia y África.
Los argumentos más relevantes que Anderson propone en su obra son pensar
la nación como una comunidad política imaginada, la cual tiene su origen en la
modernidad y va de la mano con las ideas de la Ilustración. La consolidación de
la nación para este autor se logró en el siglo xix y a lo largo del xx. Los elementos
que la integran, como la historia patria y los artefactos culturales —léanse museos,
la educación y los “frutos culturales”— sirvieron para la formación de los Estados
y se impusieron como lazos políticos de la nacionalidad.1 Los “frutos culturales”,
para Anderson, están representados por los poemas, la literatura y la música. En
esta línea cultural podemos establecer una continuidad y comunicación entre
Comunidades imaginadas y Sinophobia.
La obra de Frank Billé no persigue el mismo propósito que la de Anderson, ya
que su estudio no está inserto en tan largo periodo ni en regiones continentales
145
Andrea López Ortiz
146
Nacionalismo e identidad en el siglo xxi
chinos. El contacto con los chinos representa una suerte de impureza y degradación
de las raíces ancestrales mongolas.
Es evidente, pues, que existe un sentimiento de xenofobia manifiesto en los
mongoles hacia los chinos que sirve de sustento identitario. Éste no está matiza
do ni constituye una sorpresa, ya que, según Billé, está bastante internalizado y
asumido, y tiene que ver con el deseo manifiesto que tienen los mongoles de se
pararse —y diferenciarse— de China y del resto de Asia. Sin embargo, esta aspi
ración se interrumpe debido a que los mongoles poseen características físicas y
raciales que los hacen parecerse al resto de los países asiáticos.2 Se trata de una
lucha permanente por ser auténticos, pues los mongoles se empeñan en desmar
carse de estos estereotipos del “ser asiático” y han concentrado tal lucha contra los
chinos como la nación cuya presencia en el mundo define a Asia.
Para llegar a estas afirmaciones sobre la identidad de los mongoles, Billé llevó
a cabo una extensa investigación basada en la etnografía y en el uso de fuentes como
periódicos, grafitis, canciones y películas. La metodología que utilizó partió de la
antropología, la historia, la lingüística y los estudios culturales. Reitera el uso de
la etnografía como una herramienta para extraer los aspectos más importantes de
los grupos que conviven en el presente. Para el autor, la fusión investigador-grupo
de estudio fue imprescindible para así obtener mejores resultados en su observación
y análisis del nacionalismo mongol. Billé reconoce que, para obtener más detalles
y particularidades de la cultura que está analizando, el investigador debe estable
cer vínculos afectivos con los sujetos que estudia, por eso aplicó o se basó en el
método de Malinoswki, cuyo fundamento es el de observador-participante.
Asimismo, el autor aplicó el psicoanálisis lacaniano para poder adentrarse en
los discursos recabados, pues le sirvieron como complemento para sustraer piezas
lingüísticas que le permitieron rastrear los afectos antichinos que sustentan la
identidad nacional mongola. Billé incorporó el estudio del lenguaje para prestar
atención a todo aquello que está dicho, pero también a todo aquello que no se
dice. En el terreno de la historia, por ejemplo, es notable el acercamiento del
autor a esta disciplina, pues resalta las emociones para comprender el sentimien
to de odio de los mongoles hacia los chinos desde, al menos, el inicio del siglo xx.
A lo largo del libro podemos encontrar los componentes que dan forma al na
cionalismo mongol. Éste se ha construido, como ya mencionamos, en la diferencia
2
F. Billé, Sinophobia: Anxiety, Violence and The Making of Mongolian Identity, Hawái, University of Hawaii
Press, 2016, p. 3.
147
Andrea López Ortiz
148
Nacionalismo e identidad en el siglo xxi
ciones contra el vih tienen una referencia a que este virus se contagia o es adqui
rido por el contacto con otra nacionalidad, específicamente la china. Existe un
agente misógino que hace percibir a los hombres de Mongolia como los únicos
hombres con derecho a procrear con las mujeres de su nacionalidad. De ahí que
algunos mongoles supongan que los chinos tienen un plan organizado desde
Beijing para apoderarse de las mujeres mongolas y, así, que nazcan chinos en
territorio mongol y se propague el vih.
De este modo, el nacionalismo mongol se funda en sentimientos y emociones
que crean lazos de lealtad y unidad entre los individuos vinculadas al odio, la
referencia y la diferencia. La investigación de Billé parte de entidades patentes,
vivas, que dan cuenta de las transformaciones que sufren los nacionalismos a
lo largo del tiempo y que incorporan nuevas vías para expresarse. En el caso de
este libro, los grafitis, la prensa, los programas de televisión y la música popular
fueron las fuentes que analizó Franck Billé para dar cuenta de tales transforma
ciones en la identidad y la memoria. La convivencia y la permanencia de Billé en
Mongolia contribuyeron también, en gran medida, a la comprensión de este fe
nómeno nacionalista y xenófobo a través de charlas con ciudadanos mongoles
durante su estancia en aquel país.
A modo de conclusión, se puede hacer notar que Sinophobia tiene un acerca
miento a la obra de Benedict Anderson a través de los “frutos culturales”; sin
embargo, el libro de Franck Billé va más allá de las mismas fuentes históricas
escritas, para adentrarse en las fuentes producidas en una cultura viva. La etno
grafía le permite obtener otra visión de la construcción de la nacionalidad a través
de testimonios y manifestaciones culturales, que no son estáticas, ni se basan sólo
en decisiones y acciones orquestadas desde las élites políticas. La construcción de
la identidad mongola más reciente tiene que ver con la percepción que tienen los
mongoles de sí mismos, en relación con otros asiáticos, y especialmente con los
chinos. La manera en que trabajan y transmiten su identidad los mongoles es de
forma consciente e inconsciente, ya que el lenguaje muchas veces deja apreciar
cosas muy específicas y claras a través de las palabras, pero, en otros momentos,
las señas o los gestos permiten establecer una narrativa de cierta manera invisible,
que puede ser leída y asumida también como parte de una identidad que busca
permanentemente diferenciarse de otras nacionalidades del continente asiático.
Parecería que ser mongol es nacer, necesariamente, con un sentimiento anti-
chino. Ser de esta nacionalidad y diferenciarse de las otras es un aprendizaje social
y cultural que va implícito en el comportamiento. Para Billé, el origen de la si
149
Andrea López Ortiz
nofobia tiene que ver con la enorme ignorancia que existe sobre China en Mon
golia. Tal visión se ve nutrida por la promoción de estereotipos asumidos como
reales y de manifestaciones violentas que refuerzan el nacionalismo y que no se
pueden atribuir, exclusivamente, a las élites. Este libro permite analizar y com
prender los nacionalismos del siglo xxi y pone en evidencia la estrecha colabora
ción entre la antropología y la historia. Billé comprueba, además, la importancia
del nacionalismo y la forma en que se transforma a lo largo del tiempo, así como
las vías por las que éste se manifiesta a través de diversos “frutos culturales”.
Franck Billé, Sinophobia: Anxiety, Violence and The Making of Mongolian Identity, Hawái,
University of Hawaii Press, 2016, 256 pp.
150
Cajón de sastre
Jean Meyer
Un yacimiento con flores, plumas, iridio, agua dulce y salada y pequeños mamí
feros evidencia el final del Cretácico tras un tsunami en Dakota del Norte, hace
60 millones de años. ¿Evidencia? Hay dudas, porque, supuestamente, para esa
fecha había ocurrido la gran extinción de los dinosaurios. De todos modos, los
fósiles del yacimiento llamado Tanis son espectaculares. El investigador Robert
DePalma que trabaja Tanis desde 2012 declaró a la prensa que hay fósiles de di
nosaurios, pero no lo ha publicado en revistas científicas (Alberto González-Fairén,
El País, 8 de mayo de 2019).
“¿Era griego el primer Homo sapiens de Europa?” Los dos cráneos encontrados en
1976 en una gruta del Peloponeso son motivo de contradicciones. Para el equipo
de Katerina Harvati (universidades de Tübingen y Atenas) uno de los dos tiene
210 000 años y es Homo sapiens, mientras que para el equipo de Henry De Lumley
los dos pertenecen a “Homo erectus evolucionado en vías de neandertalización” (Le
Monde, 12 de julio de 2019).
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vivir a gran altitud. En China hay muchos fósiles humanos hasta ahora inclasifi
cables que bien podrían atribuirse a los denisovanos (descubiertos en 2010) con
las nuevas técnicas del adn antiguo (Nature, 1 de mayo de 2019). La genética
considera a los denisovanos como una especie hermana de los neandertales que
apareció hace 400 000 años en Eurasia.
Hace 1 500 años “la supererupción que alteró la vida de los mayas”. La explosión
de la caldera del volcán Ilopango, en El Salvador, fue la más fuerte de Centroamé
rica en los últimos 10 000 años. “Una catástrofe total”, declara el vulcanólogo
Gerardo J. Aguirre Díaz, coordinador de la investigación. Pudo haber causado la
migración hacia el norte y contribuir a los cambios políticos, como el ascenso de
Copán, en Honduras (Elías Camhaji, El País, 3 de septiembre de 2019).
Fotografías aéreas del ejército estadounidense, tomadas entre 1945 y 1957, com
binadas con tecnología satelital, sitúan tres cuarteles de las tropas de Augusto en
El Bierzo, en el límite de las comunidades de Castilla, León y Galicia. Fueron
levantados durante las guerras asturcántabras entre 29 y 19 a.C.; el más grande
podía alojar 6 000 legionarios y el más chico, 1 600. El resultado de los estudios
se encuentra en La presencia del ejército romano en las montañas de El Bierzo (León):
novedades arqueológicas (El País, 2 de julio de 2019).
“El soldado galo que perdió una moneda en Palencia”. La Universidad de Saboya,
Francia, halla una pieza del siglo i a.C. y restos de edificios que revelan los últimos
días de Dessobriga, cuando las tropas auxiliares del emperador Augusto llegaron
a las tierras del actual Osorno (Palencia). La hipótesis del soldado galo se debe al
hecho de que la moneda fue acuñada en el siglo i a.C. por Contutos, jefe de los
santoni, el primer pueblo vencido por Julio César en la guerra de las Galias (Vi
cente G. Olaya, El País, 27 de junio de 2019).
El miércoles 19 de junio, fue vendida en subasta una pistola que alcanzó el precio
de 180 000 dólares. ¿Por qué tanto? Una pistola Lefaucheux de 7 mm, encontra
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Cajón de sastre
“Cien años después de la masacre, India espera una disculpa.” Churchill dijo en
1920 que la masacre de manifestantes pacíficos en el jardín de Jallianwala Bagh
(Amritsar), el 13 de abril de 1919, fue “monstruoso”. La reina Elizabeth expresó,
en 1997, que era distressing y el primer ministro David Camerón, que era deeply
shameful (2013). Pero no se formuló nunca una solicitud de perdón, no se presen
tó disculpa alguna. Bajo el fuego de los soldados del general Reginald Dyer, ca
yeron mil personas. En febrero de 2019, cuando se acercaba la fecha de las
ceremonias del centenario de la tragedia, el Parlamento británico discutió la
oportunidad de presentar disculpas, pero la P.M. Theresa May se limitó a decir:
“We deeply regret what happened and the suffering caused” (The New York Times, 14 de
abril de 2019, Financial Times, 27 de abril).
Hermoso libro: Days in the Caucasus de Banine (Pushkin Press, 2019). Banine
(Umm-el-Banine-Assadulayev, 1905-1992), amiga de Ernst Jünger, a quien
consagró tres libros, era una azerí refugiada en Francia que publicó este texto, en
francés, en 1946: Jours caucasiens. Sus dos abuelos eran campesinos que se habían
vuelto millonarios de un día para otro por el petróleo; ella cuenta su infancia al
final del imperio zarista, la guerra, el exilio, la breve independencia de Azerbaiyán
(cuando su padre fue ministro), la llegada de los bolcheviques.
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Zuleikha, novela de la tártara Guzel Yakhina, traducida del ruso por Lisa C. Hay
den (Oneworld, 2019). La abuela de Guzel Yakhina sobrevivió al Gran Terror de
los años 1937-1938 que se llevó a casi un millón de soviéticos (entre 950 000 y
1 200 000). La novela, una historia de amor entre el comunista sincero Ignatov y
la deportada Zuleikha, está llena de la presencia de la abuela, de las historias que
la abuela contaba a su nieta.
Stalin preguntaba a sus visitantes: “—¿Por qué le tiemblan las manos? —Porque
lo estoy viendo a usted. —Pero, yo también lo veo a usted, y mis manos no tiem
blan”. Y todo el mundo se reía (Andrei Konchalovsky, Conversations avec Michel
Ciment, París, Institut Lumière/Actes Sud, 2019: 133).
En su diario, Ernst Jünger apunta, a propósito del señor Leers: “Ha estudiado a
fondo la historia y la lengua de los japoneses. Entre otras cosas, me ha contado que
el mismo día en que quedó aniquilada en Pearl Harbour la flota norteamericana,
acudió a su casa el embajador japonés en Roma para comunicarle inmediatamente
a él, en su calidad de prusiano, aquella agradable noticia. Lo hizo con estas palabras:
—C’est la vengeance pour 1789” (Radiaciones II, Tusquets, 2005: 588).
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”No le transmito nada al Führer. Para que no se irrite toda la noche. Le digo a
Heydrich que quiere dar un golpe muy fuerte: hay que hacerse el tonto e ignoran
te. Es (provisionalmente) la mejor solución. Luego presiones económicas, mejor
que arrestos. Prohibición de los periódicos confesionales que publican esta ofensa.
En lo demás: sangre fría y esperar hasta que llegue la hora de deshacerse de estos
provocadores. Discusiones y debates hasta las dos de la mañana. Luego a la cama,
furioso y lleno de rabia contenida.” (Joseph Goebbels, Journal, París, Tallandier,
2007: 403). La encíclica es una de las tres publicadas en la semana santa de 1937:
Mit brennender Sorge, condena el nacionalsocialismo; las otras están dedicadas, res
pectivamente, a condenar el comunismo y a la cuestión religiosa en México.
En 1971, Herman Wouk, autor del best-seller The Caine Mutiny, publicó, sobre
el tema de la Shoah, su novela The Winds of War (Back Bay Books, 2002, 896
pp.), seguida en 1978 por War and Remembrance. Uno de sus personajes, un gene
ral alemán, aristócrata, un “Junker”, para nada antisemita, plantea el “problema”
judío que, con las conquistas, ha tomado una dimensión terrible, desde el punto
de visto militar; señala que, después de haber perseguido a los judíos en Alemania
desde 1933, ahora el Reich tiene en su seno “once millones de personas que en
Europa hemos designado como los peores enemigos de nuestra nación”. Todos
potenciales enemigos. El general Armin von Roon dice que el Reich ha encerra
do a los judíos en guetos pensando que no tardarían en morir de hambre o enfer
medad. “El ritmo lento de bajas se volvió problemático. Las epidemias no
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jean meyer
distinguen entre los presos y los que los capturan. Los judíos débiles y enfermos
se han vuelto una amenaza para las poblaciones locales y nuestras fuerzas armadas.”
En este contexto, el general considera que la decisión de la “eutanasia” (la cámara
de gas) se entiende: “Esta gente estaba condenada a morir; una muerte rápida,
inesperada, sin dolor, ¿no la libera de largos sufrimientos?” (citado por Adelle
Waldman, “Defending the Indefensible”, The New York Times Review of Books, 23
de junio de 2019: 16).
Gustaw Herling, en su admirable Les Perles de Vermeer (París, Seuil, 1999), celebra
la existencia de “una banalidad del bien”. Es el título —La Banalitá del Bene— que
dio a su libro Enrico Deaglio. Su héroe es Giorgio Perlasca, un comerciante ita
liano y, lo que es curioso, combatiente en España del lado del general Franco. En
la vida civil era comerciante de ganado y por lo mismo viajaba con frecuencia a
Hungría. Estaba en Budapest en la última fase de la “solución final de la cuestión
judía”, cuando Eichmann subía el rendimiento de su fábrica de muerte, cuando
Raoul Wallenberg se esforzaba para salvar parte de la gente destinada a las cáma
ras de gas. Perlasca, que había aprendido español durante la Guerra Civil y tenía
a la mano una carta de recomendación de sus superiores franquistas, logró entrar
en el consulado español de Budapest y, cuando el cónsul dejó el puesto, ocupó su
lugar con el acuerdo de todo el personal. Falso cónsul, empezó a otorgar a los
judíos “cartas de garantía”, certificando que España los acogía en una acción de
“reunificación de las familias”. Así salvó a 5 000 personas (p. 208).
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pasó a Stalin los secretos nucleares anglosajones. Para bien y para mal. Descubier
to en 1950, pasó nueve años en la cárcel, antes de ir a la República Democrática
Alemana.
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Istor, año xx, número 78, otoño de 2019, se terminó de imprimir en el mes de octubre de 2019 en
los talleres de Impresión y Diseño, Suiza 23 bis, Colonia Portales Oriente, 03570, Ciudad de México. En
su formación se utilizaron tipos Garamond 3 Medium de 11.4 y 8.2 puntos.