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“En algún lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme no a mucho tiempo

que vivía un hidalgo”, así comienza la primera novela moderna de la lengua castellana,
escrita hace más de cuatrocientos años por Miguel de Cervantes un escritor español que
jamás pensó que su obra transcendería el tiempo y espacio. Y el caballero andante Don
Quijote de la Mancha cabalgaría en rocinante por los siglos de los siglos llevando su
ejemplo, enseñándonos que a pesar, que el mundo vuelque su maldad contra nosotros
siempre hay espacio para el bien y nunca dejar de soñar, aunque suene utópico en un
mundo más justo, donde se deshagan los agravios, enmienden sinrazones, se termine la
injusticia y se satisfagan las deudas. Este clásico de la literatura universal denuncia la
sociedad tal cual es, y propone a través de la idealización e imaginación y el crecimiento
espiritual alimentado por valores, como debe ser.

Todos lo creían loco, por entregarse de lleno a la lectura y desprenderse de sus


posesiones materiales para comprar más libros en detrimento de su situación económica y
descenso en su posición social, pero más allá de esto obtuvo un crecimiento intelectual y
elevación del espíritu que lo alejo del materialismo. De esta circunstancia nace el deseo de
convertiré en caballero, y con la fuerza de su brazo empuñar las armas y luchar, contra los
poderosos gigantes, menos por las riquezas y el poder que por la fama y el honor que ellas
dan. Es decir, sin recibir nada a cambio, solo la satisfacción de defender una causa, un ideal
un sueño coronado con la hermosa dulcinea.

Haciendo un paralelismo con la situación de Venezuela, podemos darnos cuenta que la


mayoría estamos en los zapatos de Alonso Quijano, salimos todos los días con lanza en
mano a cabalgar las calles en el lomo de Rocinante, luchando por transformar la sociedad,
hacerla más humana, y liberarnos de los gigantes llenos de vicios que nos oprimen. Sin
olvidar la situación económica, política y social que enfrentamos, que afecta
negativamente nuestra calidad de vida, no dejamos de soñar en un nuevo amanecer, distinto
a nuestra realidad donde nuestro reino alcance su grandeza. Un nuevo orden de las cosas.
El ciudadano común en su acción quijotesca se levanta muy temprano a cumplir su
tarea, sonriendo con un poco de ilusión, sabiendo la falta que en el país hace. Es necesario
para superar esta coyuntura, desprendernos del mundo material, llenarnos de conocimientos
y valores que nos eleven el alma y permitan superar los viejos vicios de esta sociedad
rancia. Y crear una nueva que no tenga como centro de gravedad el dinero, sino el ser
humano. Donde todos cultivemos valores, nos entreayudemos y trabajemos en función del
bien común, logrando la mayor suma de felicidad posible, sin temor a los molinos de
viento. Aunque esta historia en su época fue interpretada por sus lectores como una novela
burlesca, hoy tiene otro sentido, y es precisamente, el poder crear una nueva realidad mejor.

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