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Dossier: 20 años de historia intelectual

Oscar Terán, en busca de la ideología argentina y latinoamericana

Positivismo y cultura científica.


Escenarios, hombres e ideas

Paula Bruno
conicet / Universidad de Buenos Aires

Presentación 1970 a la de 1980 y América Latina: positi-


vismo y nación;3 2) fines de los ochenta y Po-
La obra de Oscar Terán sobre el cambio del sitivismo y nación en la Argentina;4 3) inicios
siglo xix al xx puede ser descripta, en líneas del 2000 y Vida intelectual en el Buenos Aires
generales, como un estudio del mundo inte- fin-de-siglo (1880-1910). Derivas de la “cul-
lectual signado por el ideario positivista y sus tura científica”.5
manifestaciones. Se trata de toda una línea En cada estación centro la mirada en los
historiográfica que lleva su sello personal.1 siguientes puntos –no siempre ordenados de
Aunque en sus trabajos más tardíos puso en idéntica forma–: cómo se define el positi-
juego el rótulo de “cultura científica”, no des- vismo; con qué corrientes compite o convive
cartó la noción de positivismo. Este hecho en la escena cultural; qué rol tienen las ideas
permite sostener que, en lugar de tratarse de en los proyectos estatales y nacionales; cuál
un simple reemplazo de categorías, fueron es el perfil de los intelectuales que propulsan
cambios interpretativos los que habilitaron la un ideario positivista.
convivencia de términos para describir la es-
cena cultural de la época.
Presento y analizo aquí una lectura que Primera estación
muestra esos deslizamientos. Propongo una
periodización que se detiene en tres estacio- En este primer momento, la obra ordenadora
nes signadas por un momento y una obra cen- es América Latina: Positivismo y nación (1983).
tral de Terán:2 1) el pasaje de la década de Desde el título, el escenario elegido por Terán
para analizar el positivismo tiene dimensión
regional; sin embargo, el recorte de tipo geo-
1
Por razones de espacio no contextualizo historiográfi-
camente aquí los momentos que describo. Sobre este
particular escribí un artículo al que me permito remitir:
Paula Bruno, “Notas sobre la historia intelectual argen- 3
Oscar Terán, América Latina: positivismo y nación,
tina entre 1983 y la actualidad”, en Cercles. Revista México, Editorial Katún, colección “Antología de Amé-
d’Història Cultural, Universitat de Barcelona, nº 13, rica Latina”,1983.
2010, pp. 113-133. 4
Oscar Terán, Positivismo y nación en la Argentina,
2
Estas obras funcionan como ordenadoras de las obser- Buenos Aires, Puntosur, 1987.
vaciones presentadas, pero consideré también contribu- 5
Oscar Terán, Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-
ciones afines temática o temporalmente para proponer siglo (1880-1910). Derivas de la “cultura científica”,
esta cronología. Buenos Aires, Fondo de Cultura Económica, 2000.

Prismas, Revista de historia intelectual, Nº 19, 2015, pp. 193-200


gráfico se encuentra un tanto matizado por la dicalizar los males sociales, de disciplinar y
clave interpretativa de lo nacional. Esta grieta matrizar conductas.6
potencial, como se verá, se profundiza en los Terán señala que el positivismo, especial-
argumentos y la propuesta del libro. mente de inspiración comteana, estuvo capaci-
La contribución de Terán al volumen oficia tado en América Latina para articular temas y
de “Presentación” a una selección de textos legitimaciones de estados centralizadores y te-
de autores de distintos países (Gabino Ba- ñir ideológicamente a toda una época. No pa-
rreda, Eugenio María de Hostos, Luis Pereira rece haber encontrado, entonces, sistemas de
Barreto, Valentín Letelier, José Gil Fortoul, ideas con los que entrar en colisión; tanto el
Javier Prado, José Ingenieros, Enrique José liberalismo –caracterizado como fuerte en la
Varona y Alcides Arguedas). Estas figuras etapa anterior– como la religión parecían más
son consideradas representantes del positi- bien ideologías con escaso eco que presenta-
vismo, descripto como una corriente ideoló- ban desafíos limitados.
gica dominante en América Latina. De hecho, Hasta aquí las ideas generales del estudio
se adjetivan varios términos signados por la preliminar de América Latina… que caracteri-
misma, entre ellos: pensamiento positivista, zan al “positivismo latinoamericano”. Ahora
filosofía positivista, dispositivo conceptual bien, en el mismo desarrollo del texto, la idea
positivista, cuadrícula clasificadora positi- de América Latina y la concepción de un posi-
vista. A su vez, se propone caracterizar toda tivismo adoptado en la región de manera hege-
una época teñida por una ideología: la “edad mónica y casi exclusiva se tensiona. Por un
positivista”. lado, Terán considera simplista considerar la
La definición de positivismo –y las expre- “eficacia de las ideologías” y asumir la exis-
siones afines– puede sintetizarse en los si- tencia de una perfecta alianza entre positivismo
guientes términos: se trata de un sistema de y necesidades de los estados latinoamericanos;
ideas –o una ideología– que, por medio de la propone, en cambio, problematizar e historizar
producción de saberes –médicos, criminoló- los acompasamientos entre la formación del
gicos, jurídicos, pedagógicos–, se encuentra Estado y la nación con las derivas del ideario
al servicio de los aparatos estatales latinoa- positivista en circunstancias nacionales
mericanos en pleno proceso de centraliza- Con estos llamamientos, la idea de América
ción. Con este objetivo, desde las institucio- Latina se resquebraja –o, al menos, se sus-
nes estatales esos saberes se tradujeron en pende como categoría de análisis–. De hecho,
mecanismos clasificadores del mundo social Terán no duda en subrayar que la unidad lati-
con el fin de ordenarlo, controlarlo y discipli- noamericanista existe solamente “en el regis-
narlo. De este modo, el positivismo habría
funcionado para los estados como ideología
hegemónica de centralización y coerción. Por 6
Los referentes teóricos que se mencionan en este libro
su parte, las instituciones estatales, ahora sa- son Claude Lefort (y sus ideas sobre la descorporización
del poder en la sociedad secularizada y la necesidad de
cralizadas, operaron como corporalizaciones sacralizar las instituciones y generar una religión esta-
del poder para garantizar la gobernabilidad y tal), Michel Foucault (en varios testimonios Terán des-
mantener el lazo social. Para ver cómo el “sis- tacó un uso temprano de foucaultismo excesivo en sus
escritos de fines de la década de 1970 y comienzos de la
tema de ideas” positivista se asoció de manera de 1980 sobre todo visible en el uso de las ideas ligadas
estrecha con toda una gama de saberes socia- al tratamiento de los dispositivos de control social) y An-
les bastaría con observar el peso central de la tonio Gramsci (mencionado a la hora de dar cuenta de
cómo los aparatos de coerción estatal garantizaban la
medicina, la psiquiatría, la criminología y el disciplina de quienes no podían ser incluidos por el ca-
derecho penal a la hora de diagnosticar y me- mino del consenso).

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tro de lo imaginario”.7 Puntualizada esta idea, incorporación al mercado mundial, organiza-
entran también en jaque las nociones de “filo- ción de los países como exportadores de mate-
sofía latinoamericana” e “historia de las ideas rias primas y alimentos, entre otros), desde las
latinoamericana”. El autor expresa, de hecho, líneas sociales y culturales es preciso atender a
la urgencia en abandonar algunos principios: las modulaciones nacionales. Solo la histori-
zación de los casos podría dar cuenta, efectiva-
Latinoamérica como un objeto unitario, el mente, de las distintas miradas y las respuestas
positivismo como una filosofía homogé- que el positivismo pudo dar ante distintas rea-
nea, y la filosofía misma como un espacio lidades de la región.
privilegiado entre las ideologías latinoame- El segundo frente con el que Terán rompe
ricanas. Será necesario desprenderse, en cuenta en sus filas con aquellos estudios so-
este sentido, de la imagen monárquica de bre el positivismo que lo trataban solo en sus
los saberes que sigue reconociendo en cier- expresiones teóricas y que, por lo tanto, se
tas disciplinas el papel central que tuvieron dedicaban a “medir” con la vara doctrinaria
en otras latitudes, pero que no fue el mismo –o de una filosofía de la historia– las deriva-
que desempeñaron en este continente.8 ciones, adaptaciones, errores de “traducción”,
desvíos y caricaturizaciones de una vertiente
Al hacer este llamamiento, Terán señala que de ideas–.11 Estas contribuciones, además, no
los estudiosos latinoamericanos, de alguna anclaban al positivismo en un momento histó-
manera, se han manejado con principios fala- rico concreto. Se presumía como un sistema de
ces. Así, aunque la lista bibliográfica que ideas ahistórico –o, por lo menos, extendido a
ofrece es copiosa,9 sugiere que el positivismo lo largo de todo el siglo xix y comienzos del
había sido estudiado hasta el momento de ma- xx–. Así, en algunas contribuciones podían
nera abstracta, doctrinaria y alejado de condi- enumerarse figuras del positivismo de todo
ciones históricas concretas. De este modo, hay tipo: positivistas avant la lettre, precursores del
dos tradiciones con las que marca una distan- positivismo, semipositivistas, positivistas com-
cia. Por un lado, se aparta de la idea de “uni- pletos, tímidos positivistas, positivistas ex­­­­
dad latinoamericana” como un bloque homo- tremos, inconscientes positivistas.12
géneo pasible de ser estudiado y comprendido Terán propone, en cambio, un recorte cro-
desde una “filosofía latinoamericana” o “his- nológico, el pasaje del siglo xix al xx, y un
toria de las ideas latinoame­ricana”.10 Declara anclaje en casos nacionales. Así, pese a com-
que, aunque desde las coordenadas políticas y partir un contexto, el de la creación de “dispo-
económicas podría ser posible estudiar proce- sitivos productores de saberes” propulsados
sos latinoamericanos (centralización estatal,

11
En la Argentina se puede rastrear una tradición conso-
lidada en este sentido que incluye a Alejandro Korn, Co-
7
Oscar Terán, América Latina…, op. cit., p. 8. riolano Alberini, Luis Farre, Juan Carlos Torchia Es-
8
Ibid., p. 20. trada, Francisco Romero, Diego Pró y otros. Para un
9
En la bibliografía se cuentan las siguientes contribucio- desarrollo al respecto me permito remitir a Paula Bruno,
nes: 2 sobre Argentina, 1 sobre Guatemala, 2 sobre Uru- “Lecturas sobre la vida intelectual en la Argentina de
guay, 4 sobre Brasil; 5 sobre Venezuela; 1 sobre Chile, 3 entre-siglos”, Documento de Trabajo nº 49, Buenos Ai-
sobre México, 2 más generales: 1 sobre Iberoamérica y res, Universidad de San Andrés/Departamento de Hu-
1 sobre pensamiento positivista latinoamericano. manidades.
10
Véase sobre estos temas y para una crítica de estas 12
Basta como muestra de esta tendencia la siguiente
tendencias del pensamiento o la filosofía latinoamerica- obra: Leopoldo Zea (compilación, prólogo y cronología
nista: Elías Palti, El tiempo de la política. Lenguaje e a cargo de), Pensamiento positivista latinoamericano,
historia en el siglo xix, Buenos Aires, Siglo xxi, 2007. Caracas, Biblioteca Ayacucho, 1980.

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por las clases dominantes para diseñar un mo- rán “argentiniza” decididamente su análisis
delo nacional en el que las instituciones esta- sobre el positivismo y estudia las particulari-
tales trazaran los límites entre lo integrable y dades nacionales –aunque sin perder la pers-
lo excluible, no todos los proyectos ligados a pectiva latinoamericana a la hora de las com-
alguna forma del positivismo eran idénticos. paraciones–. Se lleva a la práctica la propuesta
Por ejemplo, las naciones cuyos legados colo- de pensar articulada e históricamente la forma-
niales eran omnipresentes presentaban desa- ción de un Estado-nación concreto y la suerte
fíos diferentes a las que no contaban con esas del ideario positivista en ese devenir. Paralela-
huellas. Tampoco eran idénticos los retos ge- mente, se renuncia a tratamientos abstractos de
nerados por estructuras sociales que habían una corriente filosófica y se rechaza también la
recibido inmigración europea que los de idea de un “original” y sus “copias”.
aquellas que contaban con un mosaico de po- Puestas en funcionamiento estas líneas, se
blaciones originarias. Distintas sociedades trata ahora de estudiar al “positivismo argen-
emplazaban a los intelectuales con miradas tino”, y los intelectuales lejos están de ser vis-
positivistas a “decir”, interpretar y diseñar tos como meros receptores que caricaturizan o
respuestas diferenciadas frente a exigencias distorsionan ideologías foráneas o exóticas.
varias de homogeneización. Con estos desplazamientos se dibuja una inter-
Como conclusiones de estas propuestas te- pretación menos rígida que en la estación an-
ranianas, entonces, el positivismo servía para terior respecto de la relación eficiente y bien
estudiar un período concreto, y debía estu- aceitada entre instituciones estatales y los inte-
diarse como una ideología hegemónica, pero lectuales a su servicio. Quizás estos matices se
atendiendo a las especificidades nacionales. Al deben a que el positivismo, aunque dominante,
desplegarse en naciones de reciente formación, pasa a ser considerado parte de un campo cul-
por su parte, era un sistema de ideas lo sufi- tural en el que conviven varias corrientes de
cientemente plástico como para ser definido en ideas, entre ellas: vitalismo, espiritualismo,
varios sentidos: un positivismo en acción –o decadentismo, modernismo, liberalismo. No
performativo– que generaba saberes y proyec- hay una única ideología pasible de teñir las ex-
tos, un positivismo de derecha, y hasta un posi- presiones intelectuales, sino varias. En este
tivismo histórico, cuya única intención era pen- escenario variopinto, sin embargo, el positi-
sar de manera pesimista los legados del pasado. vismo se plantea como la intervención discur-
Estos postulados recortaban, a su vez, la siva más exitosa para explicar los efectos no
categoría de “intelectual positivista”. No to- deseados de la modernización.13 Este éxito y
dos aquellos pensadores o políticos que ha- el uso de la “caja de herramientas” del posi-
bían usado grillas interpretativas o términos tivismo se traduce en la definición de un gé-
propuestos por esta corriente de ideas podían nero: el ensayo positivista, aquel que roman-
encasillarse en el mismo rótulo. El ideario po- tiza su concepción de la ciencia como dadora
sitivista era, entonces, una “caja de herra- de explicaciones para los males sociales.14
mientas”. La agenda de investigación futura
quedaba definida.
13
Las ideas ligadas a los procesos de modernización y sus
efectos no deseados desplegadas en estos años por Terán
Segunda estación pueden haber tenido su origen en la lectura de la obra de
Marshall Berman, que no se encuentra citado en sus li-
bros. Agradezco esta observación a Carlos Altamirano.
Esa agenda se desplegó en Positivismo y na- 14
Es posible que esta elección de adjetivar un género
ción en la Argentina (1987). En esta obra, Te- como positivista se base en la comprobación de que en la

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Terán considera, entonces, que los intelec- menos ecos a la hora de diseñar políticas de
tuales que intervinieron desde el ensayo positi- homogeneización o integración/exclusión. De
vista supieron aplicar una retícula ideológica este modo, predominantemente, los positivis-
que les permitió tematizar la “invención de la tas argentinos no solo no aplicaban teorías sin
nación”.15 Lo hicieron desde el diseño de insti- brújula y por capricho; pensaban un país en
tuciones y saberes; se sirvieron de la teoría y de particular cuyo proceso de modernización era
la retórica del positivismo para pensar en una diferente a los demás; generaban lo que Terán
problemática nacional concreta y evaluar los denomina el “mito originario del argentino-
desfasajes y los desafíos de la relación entre el centrismo”.
Estado y las masas. Estos intelectuales –José El triunfo de la vertiente optimista/integra-
María Ramos Mejía es el arquetipo de este per- cionista es especialmente subrayado cuando
fil– depositaron su confianza en el progreso en se aborda en particular el caso de José Inge-
el marco de un clima optimista y diseñaron una nieros –el intelectual-guía que Terán estudió
variable performativa del positivismo. En esta en el largo plazo para pensar el período–. Se
línea, denominada integracionista, podía ras- lee en Positivismo y nación…:
trearse una continuidad con tradiciones y siste-
mas de ideas en auge en la etapa anterior. Por [U]na interpretación canónica de la histo-
ejemplo, respecto de la educación y su doble ria de las ideas argentinas se autocomplace
función (disciplinadora e integradora) se podía en presentar a Ingenieros como a un po-
trazar una continuidad con los padres fundado- sitivista sin fisuras, y al positivismo como
res: una combinación de la mirada de Sar- un bloque ideológico incapaz de pensar el
miento con la de Alberdi sintetizada en la con- problema de la nación, como efecto seguro
fianza en la “nacionalización pedagógica y de su carácter exógeno y de su europeísmo
compulsivamente institucionalizada”. Datos no menos recalcitrante. La actual presen-
de este tipo llevan a Terán a concluir que algu- tación y la selección de textos que prologa
nos pensadores positivistas también eran libe- habrán de cumplir su objetivo si estas cer-
rales, pero realistas. Con apreciaciones como tezas tenaces ceden su lugar a una lectura
esta, el positivismo, al menos en su versión más compleja de ambos fenómenos.16
integracionista, no es considerado meramente
como una ideología al servicio de la coerción El positivismo argentino, pensado en circuns-
estatal, el disciplinamiento y el control social. tancias locales específicas, se convierte en
Esta línea optimista del positivismo convi- esta obra en un repertorio del que podían sur-
vió en la Argentina con una variable pesimista gir: propuestas para promover la moderniza-
–denominada coercitiva–, encarnada por ción e intervenir en la invención de la nación
Agustín Álvarez y Carlos Octavio Bunge. –línea predominante–; explicaciones pesimis-
Tendencia pesimista que, sin embargo, tuvo tas de los males argentinos; proyectos para
normalizar los vínculos entre el aparato esta-
tal y la sociedad; interpretaciones del pasado
Argentina, a diferencia de países como México y Brasil, nacional. El positivismo permitía así, en sus
es difícil hablar de “instituciones positivistas”. múltiples posibilidades y lejos de la homoge-
15
Aunque sin mencionarlas, es posible que las renova-
ciones historiográficas ligadas a la “invención de la na-
neidad, ver la articulación entre principios fi-
ción” muy difundidas en la década de 1980 hayan tenido losóficos gestados en otros circuitos de pro-
un peso en estas apreciaciones de Terán. Véase Elías
Palti, La nación como problema. Los historiadores y “la
cuestión nacional”, Buenos Aires, Fondo de Cultura
Económica, 2003. 16
Oscar Terán, Positivismo y nación…, op. cit., p. 7.

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ducción de ideas y circunstancias, escenarios les de nacionalización, no aparecen sometidos
y figuras nacionales. a las demandas de las elites gobernantes. El
Dos desplazamientos más se sugieren para abanico de posibles intelectuales positivistas,
pensar el positivismo en clave nacional. El a su vez, se diversifica cuando se presta aten-
primero es que en la Argentina las lecturas de ción particular a las curvas vitales de las figu-
Comte fueron remplazadas rápidamente por ras seleccionadas. Si en la primera estación
las de Spencer –ligadas al marxismo econo- era frecuente subrayar la idea de que los posi-
micista en el caso de Ingenieros– y que esto tivistas hablaban desde las instituciones y con
habilitó nuevas coordenadas para interpretar voces articuladas con las clases dirigentes, la
el agitado mundo social de la modernización. profundización en los rasgos de la biografía
El segundo cambio se observa en la segmen- de Ingenieros permite pensar que ciertas in-
tación de la cronología para el pasaje del siglo tervenciones no encuentran en su lugar polí-
xix al xx. Al posar ahora la mirada en las di- tico ni en su linaje una fuente de legitimidad
námicas nacionales la periodización se com- –como sí sucede en el caso de Ramos Mejía–.
plejiza: 1880 es descripto como el año en el
que se desencadenaron procesos ligados a la
modernización; 1890 es definido como un Tercera estación
momento bisagra en el que se expresaron las
voces que criticaron sistemáticamente los En este tercer momento la obra ordenadora es
efectos de esos procesos y en el que la elite Vida intelectual en Buenos Aires fin-de-siglo.
gobernante sufrió una crisis de legitimidad Derivas de la “cultura científica” (2000). Si
que abrió las puertas a los diagnósticos filia- para la primera estación era América Latina y
dos con el espiritualismo; en el 900 empieza a para la segunda la Argentina, en esta ocasión el
desplegarse con fuerza el espiritualismo; el escenario es Buenos Aires. Además, este libro
Centenario marca el final de una época en la de Terán se diferencia de los anteriores porque
que el ensayo positivista deja de estar en auge el tratamiento de los temas es más extenso, ya
a la hora de explicar fenómenos acuciantes. que no se trata de una presentación o estudio
En suma, en este texto puede verse un giro preliminar. Esto permite, por ejemplo, que la
interpretativo en el que se deja de presentar al descripción de las trayectorias biográficas de
positivismo como una ideología coercitiva al los intelectuales estudiados tenga más informa-
servicio del Estado y se pasa a considerarlo, ción y peso en las definiciones de sus perfiles.
al menos en su vertiente exitosa en la Argen- El libro se define como una obra de historia
tina, en términos de una grilla al servicio de intelectual que estudia los discursos de figuras
intelectuales argentinos para pensar la nación conspicuas de la cultura intelectual. Dentro de
por medio de mecanismos numerosas veces este campo cultural, se privilegia la denomi-
integradores. El positivismo continúa siendo nada cultura científica,17 encarnada en una se-
caracterizado como matriz mental dominante, rie de intervenciones que se amparan en el
pero está menos subrayado su rol hegemónico
y el rótulo mismo se flexibiliza en nociones
como oferta positivista, archivo positivista o 17
Es posible que esta idea de “cultura científica” derive
caja de herramientas positivista. de las lecturas de Charles Percy Snow y Wolf Lepenies.
En un sentido complementario, los intelec- En 1999, en una clase teórica de la materia “Pensa-
tuales son considerados como receptores acti- miento Argentino y Latinoamericano” –un año antes de
la publicación de Vida intelectual...– Terán mencionó la
vos de una corriente ideológica y, aunque sus obra de Lepenies e introdujo el concepto equiparándolo
ideas son convergentes con proyectos estata- al de positivismo y/o cientificismo.

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prestigio de la ciencia para dotar de legitimi- las filas de la “cultura científica” y, como el
dad a sus argumentos. Terán señala que esta subtítulo de la obra destaca, pondrían de
denominación le resultó preferible al término manifiesto los caminos múltiples de esta
“positivismo” por ser más abarcativa, lo que propuesta cultural que difícilmente res-
se debería no solamente a las distancias exis- ponde a un proceso unívoco u homogéneo.
tentes entre Comte, Spencer y sus lectores Así, la cultura científica (mencionada a lo
argentinos, sino también a que se considera largo de la obra varias veces como positi-
al “movimiento positivista” como un espacio vismo y/o cientificismo) es descripta como un
en el que convivieron distintas tendencias. movimiento plural, polifacético, una corriente
A su vez, se considera que los intelectuales de ideas modernizadora frente a la “cultura
pertenecientes a la cultura científica –quienes estética clásica”. El auge de la cultura cientí-
respondían a un perfil, el de “intelectual-cien- fica habría llegado a su fin, desde la perspec-
tífico”– conformaron una fracción intelectual tiva de Terán, cuando las disputas por la defi-
de la elite y que tuvieron una función domi- nición de la nación fueron encauzadas por
nante. Estos intelectuales podían contar, se- una propuesta “culturalista y criollista”, en-
gún retrata Terán, con rasgos biográficos di- carnada por Leopoldo Lugones.
ferentes (la oposición se señala, sobre todo, El marco de comparación o puesta en pers-
en las figuras de Ramos Mejía –considerado pectiva de la cultura científica local no es ya
de linaje patricio y miembro de una familia América Latina. Se encuentran referencias en
con lugares predominantes en la vida política general ligadas al contexto europeo. De he-
y en la cultura– y la de Ingenieros –con un cho, se marca claramente que frente a una
perfil más cercano al de la carrera abierta al pérdida de prestigio en Europa del ideario po-
talento–), pero que compartían rasgos en sus sitivista, en la Argentina funcionaba como
formas de intervención pública. una ideología vigorosa.
Junto con la reducción de la escala de ob- También es Europa el escenario que se
servación a Buenos Aires se produce una piensa para ponderar el ocaso de la cultura
ampliación en la definición del campo cul- científica. Terán destaca que la Primera Gue-
tural que se estudia. El escenario en el que rra Mundial corroería definitivamente los ci-
se despliega la cultura científica es para Te- mientos y los valores sobre los que esta se
rán un espacio en el que convivían diferen- había forjado. Las concepciones derivadas del
tes expresiones, entre las que asumía un Iluminismo, desde el Liberalismo a la Demo-
marcado protagonismo el “espiritualismo cracia pasando por las ideas ligadas a la Ra-
estetizante”. Estas tendencias se habrían zón y la Ciencia como fuerzas emancipado-
disputado un terreno, el de la construcción ras, habían sido condenadas como valores y
de imaginarios sociales y nacionales alter- desechadas luego de la guerra. La cultura
nativos, en detrimento de una “cultura reli- científica perdía así su legitimidad para arti-
giosa” en evidente retroceso. Para dar cuenta cular la realidad y los ideales en el marco de
de estas cuestiones, se presenta una obra un completo quiebre civilizatorio.
compuesta por cinco capítulos. En cada uno Pese a este ocaso, sin embargo, Terán seña-
de ellos se rastrea y analiza el itinerario in- laba una perspectiva más optimista para pen-
telectual de un personaje. A excepción del sar las proyecciones de la “cultura científica”:
primer referente, Miguel Cané –propuesto “fuere porque las ideologías son cárceles de
como arquetipo de una tendencia anterior y larga duración, fuere porque el culto a la cien-
en retirada, la “cultura estética–, el resto de cia había penetrado con firmeza en ámbitos
los intelectuales elegidos se inscribirían en más amplios que los estrictamente intelectua-

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les, aquel estrato de la cultura científica per- rrido desde la filosofía a la historia, que Te-
sistirá a la defensiva en los entresijos de las rán subrayó en varias miradas retrospectivas;
nuevas formaciones simbólicas en ascenso”. es posible también que el itinerario descripto
Esta resistencia se haría presente, según pun- oficie como muestra de la maduración de
tualiza el autor, en las expresiones de fraccio- pensamientos. Elijo pensar que responden a
nes del “progresismo argentino” que harían de la conjugación de estos aspectos; a la que,
la razón y la ciencia sus estandartes para pro- quizá, se suman las cavilaciones derivadas
clamar que “los sueños de la razón y la ciencia de asumir que ciertas ideas pueden alimen-
aplicados a la organización de las sociedades tar utopías, catástrofes o esperanzas. o
no necesariamente producen monstruos”.18
Terán cierra con estas palabras un com-
pleto periplo intelectual dedicado a estudiar Obras de Oscar Terán citadas
el mundo de las ideas del cambio de siglo. A (Introducción, compilación y notas a cargo de) Antimpe-
lo largo de más de veinte años pensó las for- rialismo y nación, México, Siglo xxi, 1979.
mas posibles en las que una ideología, co- América Latina: positivismo y nación, México, Editorial
rriente de ideas o movimiento intelectual se Katún, 1983.
desplegó en un escenario que varió en sus En busca de la ideología argentina, Buenos Aires, Ca-
dimensiones: América Latina, la Argentina tálogos, 1986.
y Buenos Aires. Esas referencias espaciales, José Ingenieros: pensar la nación, Buenos Aires, Alian-
como propuse en estas páginas, no traducen za, 1986.
simples cambios en la escala de análisis, Positivismo y nación, Buenos Aires, Puntosur, 1987.
sino que son marcas que permiten rastrear “Ernesto Quesada o cómo mezclar sin mezclarse”, en
corrimientos interpretativos. Al observar en Prismas. Revista de Historia Intelectual, nº 3, noviem-
particular las circunstancias locales y cerrar bre de 1999.
el ciclo con Buenos Aires, las ideas iniciales Vida intelectual en el Buenos Aires fin-de-siglo (1880-
sobre el positivismo como una ideología 1910). Derivas de la “cultura científica”, Buenos Aires,
Fondo de Cultura Económica, 2000.
coercitiva al servicio del Estado cedieron
“El pensamiento finisecular (1880-1916)”, en Lobato,
frente a consideraciones que ligan de ma- Mirta (dir.), Nueva Historia Argentina. El progreso, la
nera estrecha el positivismo con el progre- modernización y sus límites (1880-1916), vol. v, Buenos
sismo intelectual. Puede aventurarse que Aires, Sudamericana, 2000.
estos deslizamientos respondieron a un “Ideas e intelectuales en la Argentina, 1880-1980”, en
cambio de referencias teóricas, que habilitó Oscar Terán (coord.), Ideas en el siglo. Intelectuales y
cultura en el siglo xx latinoamericano, Buenos Aires,
una matización en las apreciaciones del pa- Siglo xxi, 2004.
sado; o quizá se debieron al camino reco-
De utopías, catástrofes y esperanzas. Un camino inte-
lectual, Buenos Aires, Siglo xxi, 2006.
Historia de las ideas en Argentina, Buenos Aires, Siglo
18
Oscar Terán, Vida intelectual…, op. cit., p. 306. xxi, 2007.

200 Prismas, Nº 19, 2015

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