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Resumen de Obligaciones Catedra 2 PDF
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La cooperación se dirige siempre al interés de que otro sujeto, pero en definitivo en interés
de todo el grupo social. La garantiza los bienes del deudor, ya que es principio universal
aquel que los bienes del deudor constituyen la garantía común de los acreedores.
Siempre la relación jurídica, de la clase que sea (real u obligacional), constituye una
situación instrumental de intereses sociales que tiene como finalidad la convivencia entre
las personas. Mengoni sostiene que la relación real tiene un fin en sí misma, ya que se
brinda en su propio goce; mientras que la relación personal se da en una función
instrumental para el logro de esa satisfacción en forma mediata.
Asimismo, su impacto social y económico va más allá de la ciencia jurídica. Sin duda a ello
se debe la frase atribuida al jurista francés Louis Josserand, en el sentido de que "Las
obligaciones obran en el Derecho, como las venas en el cuerpo humano, ya que lo recorren
y riegan para brindar soluciones y bregar por la paz social".
2. Definiciones de obligaciones
• Legales.
Esta definición esta desactualizada y discordante con una diferente realidad social. Ya que
no hay vinculo de constreñimiento ya que la mayoría de las obligaciones se cumplen
voluntaria y espontáneamente sin necesidad del uso de la fuerza, Galli coincide.
Esta definición solo tiene en mira el lado pasivo, no se tiene en cuenta el lado activo.
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• Código de Vélez: no definía a las obligaciones. El articulo 495 solo mencionaba las
clases de obligaciones “dar hacer o no hacer “. La nota de este articulo sostenía “en un
trabajo legislativo solo pueden admitirse aquellas definiciones que estrictamente contengan
una regla de conducta”, y agregaba, “nos abstenemos a definir porque las definiciones son
impropias de los códigos”.
• Código civil y comercial:” es una relación jurídica en virtud de la cual el acreedor tiene
el derecho a exigir del deudor una prestación destinada a satisfacer un interés lícito y, ante
el incumplimiento, a obtener forzadamente la satisfacción de dicho interés” (artículo 724).
Esta definición tiene dos etapas: la primera es el cumplimiento “normal” por ejemplo voy a
un bar pido un café y lo pago y la segunda etapa es aquella en la que el incumplimiento me
lleva a la ejecución forzada para lograr cumplir. Esta definición se relaciona con la teoría
del debito.
• Definiciones doctrinarias.
Notas: 1) determinación de los sujetos; 2) conducta del deudor como contenido sustantivo
de la prestación y 3) necesaria patrimonialidad.
Entra en la corriente subjetivista, porque tiene como base de apoyo el comportamiento del
deudor, es decir, su conducta.
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En el nuevo CCyC casi toda la materia se encuentra prevista en el libro III (tercero) que se
titulo “Derechos Personales”. Título I “Obligaciones en general” (artículo 724 al 1881), título
II, III y IV “contratos en general”, “contratos de consumo” y “contratos en particular” ; y el
título V “ Otras fuentes de las obligaciones” ( artículo 1708 al 1881).
En la obra de Vélez, todo o casi todo se encontraba en el Libro II “De los derechos
personales en las relaciones civiles” (artículo 945 al 2310), que a su vez estaba dividido en
3 secciones. Si bien la primera tenía como contenido a las obligaciones en general en la
segunda sección, el codificador habría agrupado la materia referida a los “hechos y actos
jurídicos”, pero en esta sección también estaba aquello que correspondía a los hechos
ilícitos, es decir, a la “responsabilidad civil extracontractual”.
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• El interés del acreedor: el interés que debe satisfacer el deudor queda dentro de la
órbita de los deberes jurídicos y se integra a ella. Este es uno de los caracteres que dan
fisonomía a la obligación y la distinguen del bien jurídico. La ley admite que un sujeto se
encuentre en una posición de deber con respecto a otro, y que con ello se dirija a satisfacer
un interés ajeno. Cuando el interés se halla individualizado se trata de una verdadera
obligación. Es necesario que siempre el acreedor tenga interés en la prestación.
Binder y Brunetti han considerado que las obligaciones civiles de ninguna manera
constituye una subespecie del deber jurídico sino un “deber libre”.
Binder dice que las normas jurídicas no se dirigen hacia las personas, sino a los órganos
estatales y solamente a estos (jueces) les carga con el deber de castigar a quienes no obran
con conformidad con ella. Brunetti , según este autor, hay que diferenciar entre las
“normas jurídicas absolutas” que limitan la actividad de los individuos, constriñendo a
estos a la realización de una determinada conducta, de aquellas otras que imponen “
simples deberes libres”, es decir, que solo imponen un comportamiento cuando el sujeto
quiera evitar un resultado perjudicial ante su actitud.
5. Evolución histórica
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• Derecho canónico: se vio imbuido por la moral cristiana, lo cual lleva a la aplicación del
principio de la equidad y consecuentemente a la protección de la figura del deudor. Hay
principios que adquieren preeminencia como el de la buena fe. Nace el juramento como
manera de hacer obligatoria una promesa, la deuda era con Dios, no solo dirigida al
acreedor. También la creación de la teoría de la causa fue de utilidad para mitigar los
efectos del formalismo, ya que la causa es la razón de porque debe cumplirse la palabra
empeñada. La idea de causa dio origen a ciertos institutos que llegan a nuestros días: la
exceptio non adimpleti contractus, la resolución tacita por incumplimiento, la figura del
negocio usurario, con las derivaciones de la teoría de la lesión; y la teoría de la imprevisión.
Algunos no figuran en nuestra ley como, la teoría del justo precio y la prohibición del
préstamo a interés.
Etapa de codificación:
• Código francés: se divide en tres libros: El primero trata sobre las personas; el segundo
sobre los bienes y las diferentes modificaciones de la propiedad y el tercero sobre las
diferentes maneras como se adquiere la propiedad.
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• Código italiano de 1942: dividido en seis libros: El primero dedicado a las personas y la
familia; el segundo a las sucesiones; el tercero a la propiedad y otros derechos reales; el
cuarto a las obligaciones; el quinto al derecho del trabajo y las sociedades; el sexto a la
tutela del derecho y del crédito. Legisla sobre la prueba, los privilegios, la prenda, la
hipoteca, la ejecución forzada y la prescripción.
En abril de 1987 una comisión de relevantes juristas elaboro un proyecto de código civil
que tuvo como finalidad unificar la legislación civil y comercial. Se derogaba el código
comercial, se incluía parte de su materia civil y otras cuestiones que mantenían leyes
especiales, como en los casos de seguros, sociedades, concursos y quiebras, etc. Dicho
proyecto fue sancionado por ambas cámaras del congreso nacional, pero más luego resulto
vetado por el poder ejecutivo.
• Socialización de los riesgos: la culpa del obligado fue durante más de 20 siglos el
elemento indispensable para reparar el perjuicio sufrido. La tesis del riesgo, que trata de
prescindir de ese elemento, también ha sido fundamento de la responsabilidad en algunos
ámbitos. Coexisten cada uno en su ámbito propio. En países más adelantados se intenta la
reparación de las víctimas, especialmente cuando han sufrido daños personales, mediante
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Teorías:
• Teoría clásica: postula una diferencia esencial entre ambos derechos por la relación
jurídica que los vincula y las consecuencias que ahondan ese distingo. Los derechos reales
constituyen siempre un vínculo jurídico directo e inmediato entre una persona y una cosa.
Son absolutos porque se ejercitan erga omnes, e importan siempre un tener. Son limitados,
de número cerrado, y los particulares deben estarse a los creados por la ley. La
prescripción obra como medio de adquisición. Se exige para su nacimiento acuerdo y
tradición. Algunos derechos reales deben ser inscriptos en registros. Los derechos
personales relacionan a dos personas o más, son relativos porque en principio carecen de
efectos frente a terceros e implican un deber tener. Pueden ser creados por las partes casi
ilimitadamente. La prescripción obra como medio de extinción. Para su nacimiento basta
con el consentimiento.
• Tesis monista
• Obligacional: algunos autores dicen que todos los derechos son personales
porque las relaciones jurídicas solamente pueden entablarse entre personas, ya que las
cosas no pueden ser sujetos ni objeto de derecho.
• Tesis intermedias: son posiciones críticas en cuanto a la tesis clásica y también con
relación a las soluciones monistas.
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• Se trata de un cierto tipo de derechos reales donde la obligación constituye una especie
de lado pasivo.
Régimen legal • Código civil: el art. 497 (hoy no está) refiriéndose expresamente a las
obligaciones reales, niega su inclusión en la legislación civil. Sin embargo los art. 3266 y
3268 (hoy no están) vienen a dar base para sostener la existencia de estas obligaciones
reales en el Código Civil.
• El derecho del condominio a hacer pagar los gastos que demanda el condominio.
Son: 1) vinculo jurídico; 2) objeto o prestación; 3) sujetos (hacen a la esencia del concepto
de obligación) y 4) causa.
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• Vinculo Jurídico.
Es aquello que una a las partes y que encierra una situación de poder y a la vez, de deber.
Lo primero es la facultad del acreedor de exigir y el segundo el deber del deudor de tener
que cumplir la prestación.
SUBJETIVA
• Derecho Romano: entienden que el objeto del vínculo se apoya en la persona del
deudor. En principio, estaba dirigido a la persona física quien estaba sometido con su
cuerpo al poder del acreedor. Cuando hablamos de vínculo en el derecho romano nos
referimos al nexum y que responde al cumplimiento de la relación jurídica con la misma
persona.
• Savigny: para este jurista alemán, el vínculo jurídico obligatorio tiene como
contenido un derecho de señorío del acreedor sobre la persona del deudor. Según el, tanto
las cosas como las personas quedan sujetas al dominio de nuestra voluntad y sometidos a
ese poder. Cuando el dominio es absoluto la persona pierde su libertad y personalidad y se
convierte en un esclavo; de esa manera y por dicha razón, solo tiene poder absoluto sobre
las cosas. En cambio, en relación de obligación, el dominio no se ejerce nunca sobre la
totalidad de la persona, sino solamente sobre alguno de sus actos. Para esta tesis, el
deudor se encuentra en un Estado de sujeción y constreñimiento, siendo su situación la
que hace a la esencia del vínculo por la transcendencia que adquiere la obligación.
• Tesis Neoclásica: sostiene que el objeto del vínculo esta dado por la “conducta”
del deudor, es decir, su comportamiento y actividad. Dicha conducta obra como medio
instrumental para el cumplimiento de la obligación.
OBJETIVA
El vínculo debe considerarse no con relación a los sujetos, sino al objeto de la prestación.
La obligación es siempre una relación entre patrimonios sin negar que la obligación sean
los sujetos.
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• Prestación
Como el comportamiento del deudor tendiente a satisfacer el interés del acreedor, en otras
palabras la prestación la definía como Objeto, es la actividad que puede exigir el acreedor y
que debe cumplir el deudor. Esa actividad en el código de Vélez denominada habitualmente
prestación puede consistir en dar alguna cosa (dinero o especie), en hacer algo o en no
hacer algo (conf. art. 495 C.C.)
Alterini sostiene que el objeto y la prestación son dos conceptos distintos, considera que el
objeto es aquello sobre lo cual recae la obligación jurídica y la prestación es el
comportamiento del deudor tendiente a satisfacer el interés del acreedor.
Contenido
• Conducta del deudor / tesis subjetiva: la prestación se integra con lo que debe
cumplir el deudor y ello es generalmente su conducta o comportamiento. El deudor es el
centro de la relación jurídica.
• Bien debido / tesis objetiva: es aquel bien útil de la vida que puede satisfacer
el interés del acreedor. Tiene etapas: En la primera etapa tanto el acreedor como el deudor
se encuentran en un estado de interinidad, existe un deber jurídico para el deudor y una
situación de expectativa para el acreedor. Producido el incumplimiento, se pasa a la
segunda etapa, donde la situación del acreedor se transforma en una expectativa de
satisfacción y en la tercera etapa, se hace efectiva la responsabilidad y el acreedor busca la
satisfacción de un interés privado, generalmente, patrimonial.
Requisitos.
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• Material: que no vaya contra del orden natural. Por ejemplo: tocar el cielo con
las manos.
• Licito: las leyes no pueden aceptar obligaciones cuyo objeto sea ilícito, es decir,
prohibido por la ley, contrario a la moral, a las buenas costumbres, ni lesivo a la dignidad
humana.
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• Interés del acreedor: se advierte entonces que el interés puede ser patrimonial al
igual que la prestación o que, a diferencia de la prestación, puede ser extrapatrimonial.
• Sujetos.
Son sujetos de las obligaciones las personas que integran la relación jurídica. Un vínculo
requiere al menos de dos sujetos: Sujeto activo y sujeto pasivo.
Puede ser singular o plural, esto por esto que la mejor denominación es “parte”. La
pluralidad puede darse al comienzo o más tarde, por ejemplo cuando el deudor fallece.
• Un acreedor y un deudor.
En la obligación unilateral cada parte asume un papel preciso, por ejemplo, contrato
mutuo, donde el mutuante entrega en propiedad una cantidad de cosa fungible y el
mutuario se obliga a devolver igual cantidad de cosas de la misma especie y calidad. En
cambio, en las obligaciones bilaterales ambas partes son a su vez deudor y acreedor
recíprocos. Por ejemplo, la compraventa, el vendedor es deudor de la cosa y acreedor del
precio, mientras que el comprador es deudor del precio y acreedor de la cosa.
Requisitos
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nulidad relativa, porque actúa por medios de sus representantes, padre, tutor o curador.
Articulo 24 CCyC: incapaces de ejercicio: personas por nacer, personas que no tienen la
edad y grado de madurez suficiente y por último las personas que son declaradas incapaz
por sentencia judicial. Articulo 25 CCyC: mayoría de edad 18 años.
• Distintos: el acreedor y el deudor deben ser personas distintas entre si, ya que
debe existir dos patrimonios diferentes. Cuando tal situación ocurre la obligación se
extingue por confusión.
Casos de indeterminación
➢ Título al portador: tiene como acreedor al poseedor del instrumento crediticio, este
crédito se trasmite por tradición y se desconoce durante la vida del mismo quien es el
acreedor. Articulo1837 CCyC
➢ Oferta al público: se realiza hacia una persona determinada, ya sea entre presentes o
ausentes que, en principio, deja obligado al emisor de la oferta. Compagnucci entiende que
en las ofertas al público en general no pueden ser ubicadas como un supuesto de sujeto
activo indeterminado.
➢ Contrato por cuenta de quien corresponda: son supuestos en los cuales las personas
que no resultan titulares de derechos sobre ciertas cosas convienen con otras en un
periodo posterior designar al sujeto que será beneficiario y reemplazara al proponente (art.
1030 C.C y C)
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Las fuentes de las obligaciones son los hechos. En la teoría general del derecho y muy
especialmente en los actos o negocios jurídicos, los hechos, los derechos, los derechos
fácticos normativos (fattispecie ), los que tienen los efectos en la ley, cuando la norma da el
hecho, la jerarquía de la fuente de la obligación lleva a producir dicha parte. Toda esta
temática, al igual que otras, tiene una importante evolución que se inicia en el derecho
romano, y llega hasta nuestros tiempos. Cómo puedo decir que hay fuentes "clásicas" que
son: el contrato, el cuasicontrato, el delito, el cuasidelito y la ley. En los dos últimos siglos
se han agregado: el enriquecimiento sin causa, la voluntad unilateral, y el abuso del
derecho, que han sido calificadas como "fuentes modernas".
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• Causa.
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Se habla de ella como elemento del negocio jurídico. Hay dos causas: fuente y fin.
Articulo 726 CCyC: “no hay obligación sin causa, es decir, sin que derive de algún hecho
idóneo para producirla de conformidad con el ordenamiento jurídico”.
➢ Teoría subjetiva: Henri Capitant es quien desarrolla mejor esta teoría. Se apoya en la
idea del fin el cual los sujetos intervinientes dirigen su intención, esto quiere decir que la
causa va estar conformada por dos elementos la voluntad y el fin.
➢ Teoría objetiva: según Betti, una de los autores de esta tesitura, va a decir que la
naturaleza jurídica de la causa va está conformada por un fin que va a ser práctico, común
y abstracto de los negocios jurídicos.
Derecho Francés
El artículo 1108 al fijar los requisitos de validez de los contratos, exige la existencia de una
“causa licita” en la obligación.
El artículo 1131 indica que tanto la obligación sin causa como la fundada en una causa
ilícita, hacen ineficaz a la obligación.
El artículo 1132 dispone que la obligación resulte igualmente valida, aunque la causa no se
encuentre expresa.
El artículo 1133 dice que habla de causa ilícita cuando resulta prohibida por la ley o
contraria a las buenas costumbres o al orden público.
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Código de Vélez.
Artículo 500: dispone que la causa, aunque no aparezca de manera expresa, la ley
presume de su existencia. Dicha presunción admite prueba en contrario.
Artículo 501: la causa es falsa cuando el acto jurídico es nulo, salvo que se funde de una
verdadera.
Artículo 502: ordenaba que ante una “causa ilícita” la obligación era nula y por ello no
podía producir efecto alguno.
CCYC.
b) ambas partes lo han concluido por un motivo ilícito o inmoral común. Si sólo una de
ellas ha obrado por un motivo ilícito o inmoral, no tiene derecho a invocar el contrato frente
a la otra, pero ésta puede reclamar lo que ha dado, sin obligación de cumplir lo que ha
ofrecido.
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Es el acto jurídico bilateral, con acuerdo de voluntades, que tiene por fin regular los
derechos patrimoniales de las partes.
El contrato puede tener como finalidad el constituir, regular o disolver relaciones jurídicas
patrimoniales.
Cuasicontrato: nociones
• Spota: acto licito que se diferencia del contrato en que falta la concurrencia de voluntad.
• Wolf: consentimiento tácito o presunto o que debe ser identificados en sus efectos a los
contratos que sean más parecidos, o bien se justifican en la equidad, o en principio de
justicia.
• Código civil español (art. 1887): son los hechos lícitos y puramente voluntarios de los que
resulta obligado su autor para con un tercero y a veces una obligación recíproca entre los
interesados.
Delito
Cuasidelito
Acto ilícito, pero a diferencia del delito, el agente obra con culpa o negligente y no de dolo
(culpa).
La ley
Es una fuente de obligaciones por creación legislativa. Se trata de una fuente residual, es
decir, todo lo que no está comprendido en las ya enumeradas, cae bajo la egida de la ley.
La obligación en estos casos no nace de un acto voluntario del deudor, ni de los deseos del
acreedor sino de la directa ley
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La diferencia con el contrato radicaría en que este hace nacer la obligación en el momento
de la aceptación de la oferta, mientras que en la declaración unilateral de la voluntad
surgirá la obligación cuando se emita la declaración o manifestación de la voluntad.
Controversia doctrinaria.
• Autores clasicos :están en contra de la tesis ya expuesta. Sostiene que en el contrato las
voluntades son simultáneas, pues el acreedor al aceptar impide la retractación, y desde ese
momento nace la obligación.
Antecedentes históricos
Hay otros autores que en algunos casos, las declaraciones unilaterales, generaban
obligaciones como por ejemplo:
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• Pollicitatio: era también una promesa en favor de un municipio para pagar el haber sido
discernido para un puesto público o esperar serlo ( ob honorum decretum vel
decernendum).
Y para ello dedica el código en el capítulo V del título V del libre III, están divididos en 4
secciones que van del articulo 1800 al 1814. La primera sección habla de disipaciones
generales, la segunda sección habla de la promesa pública de recompensa, la tercera se
ocupa de todo lo vinculado al concurso público y la última sección se ocupa a lo que se
denomina las garantías unilaterales.
Casos
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Si la promesa fue hecha con plazo (expreso o tacito) caduca al vencer el plazo y puede ser
revocada con justa causa antes de que venza el mismo. Si fue hecha sin plazo, caduca a los
6 meses del ultimo acto de publicidad y puede ser revocada en cualquier momento.
La revocacion para que surta efectos debe ser dada a publicidad por medio de publicidad
identico o equivalente al utilizado para hacer la promesa.
En caso de que varias personas por separado acrediten haber cumplido los requisitos para
cobrar la recompensa, el CCyC en el articulo 1806 establece una orden de prelacion :
El dictamen del jurado designado en los anuncios obliga a los interesados. A falta de
designación, se entiende que la adjudicación queda reservada al promitente.
El promitente no puede exigir la cesión de los derechos pecuniarios sobre la obra premiada
si esa transmisión no fue prevista en las bases del concurso.
ARTICULO 1809.-Decisión del jurado. El dictamen del jurado obliga a los interesados. Si el
jurado decide que todos o varios de los concursantes tienen el mismo mérito, el premio es
distribuido en partes iguales entre los designados. Si el premio es indivisible, se adjudica
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por sorteo. El jurado puede declarar desierto cualquiera de los premios llamados a
concurso.
En caso de fraude o abuso manifiestos del beneficiario que surjan de prueba instrumental
u otra de fácil y rápido examen, el garante o el ordenante puede requerir que el juez fije
una caución adecuada que el beneficiario debe satisfacer antes del cobro.
b) las personas jurídicas privadas en las que sus socios, fundadores o integrantes no
responden ilimitadamente;
Una vez ocurrido el hecho o vencido el plazo que habilita ese reclamo, los derechos del
beneficiario pueden ser cedidos independientemente de cualquier otra relación. Sin
perjuicio de ello, el cesionario queda vinculado a las eventuales acciones de repetición que
puedan corresponder contra el beneficiario según la garantía.
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Es un principio jurídico que impide y prohíbe enriquecerse en la costa de otro sin razones
fundadas. La acción que se otorga a quien ha disminuido o empobrecido, es una
consecuencia de la aplicación del principio y tiene como finalidad restituir el equilibrio
patrimonial alterado.
Evolución histórica
Las condictios que desarrolla el Derecho Romano y aun mantienen su vigencia un hijo,
las Siguientes: a) condictio ob Causam; b) causa datos causa no secuta; c) "causa finita";
d) indebiti; e) "sin causa", y vinculado a todas ellas y dando su nombre a la moderna
acción derivada del enriquecimiento sin causa, la acción en el reverso.
○ Derecho francés del siglo XIX: El gran desarrollo de la teoría del enriquecimiento sin
causa, tiene su centro en el siglo XIX en Francia. Tanto en la doctrina como en la obra de
los juristas Charles Aubry y Charles Rau, y en los orígenes de la Corte de Casación, llevan
a esta figura en una verdadera fuente de las obligaciones. El más Importante antecedente
FUE EL arrêt Boudier, o Como lo señalan los Mazeaud el de "los abonos" ( Sentencia y
suspensión des engrains ), contenido en la ONU fallo de la Corte de Casación del día 15
de junio de 1892. Se trató de la ONU caso de unos vendedores de abonos que enajenaron
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Derecho comparado:
En el derecho comparado se pueden observar dos tendencias bien definidas, una que no
tiene un principio general que brinde un método definido a la institución, y otra que se
puede ver en los países de influencia germánica, donde se organiza y define a la figura.
Carecen de regulación específica los Códigos francés, italiano de 1865, español, portugués
(derogado), uruguayo, y el argentino hoy derogado. Todo lo concretado al respecto se debe
a la labor de la doctrina y la jurisprudencia. En el otro sector, el Cód. Civil alemán (BGB)
en el parágrafo 812 dispone: "Quien por prestación de otro, o de cualquiera otra manera a
costa de este obtiene algo sin una causa jurídica está obligado a la restitución frente a él".
Por su parte el Cód. Federal suizo de las obligaciones, en el art. 62 preceptúa: "El que sin
causa legítima se enriquece a costa de otro, está obligado a la restitución. La restitución
se debe en particular de aquello que se ha recibido sin causa válida, en virtud de una
causa que no se ha realizado o de una causa que ha dejado de existir". Normas similares
se hallan en los Códigos civiles: italiano de 1942 (art. 2041), portugués de 1966 (art. 473),
ruso (art. 399), mejicano (art. 1822), venezolano (art. 1184), egipcio (art. 144), etc. El
anteproyecto del Dr. Bibiloni (art. 1365), y los proyectos nacionales de 1936 (art. 852), el
proyecto de 1954 (art. 1059), el proyecto de unificación de 1987 (art. 2309), el proyecto de
1998 (arts. 1721 a 1724).
El nuevo Cód. Civ. y Com. Argentino sigue esta corriente, y regula al enriquecimiento sin
causa en los arts. 1794 y 1795.
Naturaleza jurídica:
• La confusa figura del cuasicontrato: en otros tiempos englobaba todos los supuestos
que restaban fuera de los hechos ilícitos y los contratos, incluyéndose casos de los
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siguientes tipos: el pago de lo indebido, la gestión de negocios ajenos, el empleo útil, las
relaciones que generaba la tutela y la curatela, etc. Hoy se descarta encasillar al
"enriquecimiento", entre los cuasicontratos, pues ambos se oponen y autoexcluyen.
•Fuente autónoma de obligaciones: De esta manera y bajo ese aspecto es como se ha
estudiado en los últimos tiempos al enriquecimiento sin causa. De allí la ubicación
propiciada por la doctrina francesa, y entre los más conspicuos autores: Aubry et Rau,
Mazeaud, Planiol, Flour et Aubert, Colin, Capitant, Terré-Simler-Lequette, Fabre Magnan,
y muchos más, dan razones y describen el deber que tienen quienes se enriquecen de esa
manera, como una verdadera obligación, y de allí se da a la figura la caracterización de
resultar una "fuente autónoma" de dichos deberes jurídicos. Entender que es solo causa
eficiente o fuente de las obligaciones, ha recibido algunas objeciones y rechazo de parte de
la doctrina. Y ello fundamentalmente porque de ese modo se elude un concepto propio y
no se logra una definición adecuada. Es una forma de eludir y desviar el estudio de su
esencia, como si fuera posible pensar que la naturaleza del contrato resulta su condición
de fuente de las obligaciones.
• Principio general del derecho: En los últimos tiempos se ha desarrollado la idea de
que el enriquecimiento sin causa o injusto, tiene la jerarquía jurídica de ser uno de los
principios generales del derecho. Tiene su punto de apoyo en las primarias ideas sobre la
figura, incluso en el texto de Pomponio a que se hizo cita anteriormente, parece confirmar
ese pensamiento. Si bien se anotan diferentes posturas para entender en qué consisten
estos "principios generales del derecho", es posible sostener que son reglas que resultan
de una derivación de la justicia tal como es entendida por el ordenamiento jurídico,
acogidas por el mismo y de allí deducidas (De Castro, O'Callaghan Muñoz). De allí que la
regla que prohíbe enriquecerse sin causa y en perjuicio de otro, integra parte de dichos
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Como síntesis de todo este desarrollo de cierta complejidad, no es desechable pensar que
el "enriquecimiento sin causa" vale como tópica o regla de derecho, o doctrina general,
pero considerando la necesidad de adecuarla a los casos típicos previstos expresamente o
no, de los que se pueda inferir los requisitos imprescindibles para su aplicación (Díez-
Picazo, De la Cámara Álvarez).
El enriquecimiento se puede producir por actos del propio enriquecido, como en los actos
dañosos involuntarios (conf. arts. 261 y 1750, Cód. Civ. y Com.), o del empobrecido en el
caso del "empleo útil" (art. 1785, Cód. Civ. y Com.) o el pago por tercero previsto en el art.
882 inc. c); o bien por el hecho de un tercero que, conforme al ejemplo de Gerota al que
refieren muchos autores, es el caso en que un insano que con semillas que no le
pertenecen siembra en terreno ajeno, o por obra de la misma naturaleza, como en los
supuestos de "aluvión" (art. 1959, Cód. Civ. y Com.), o de la "avulsión" (art. 1961, Cód.
Civ. y Com.), y finalmente por transformación y accesión de bienes muebles (arts. 1957 y
1958, Cód. Civ. y Com.).
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La vinculación material entre uno y otro hecho: Resulta de toda necesidad probar que
entre el empobrecimiento y el enriquecimiento medió un nexo, es decir que uno es
consecuencia de lo otro. Como bien lo ha expresado Trigo Represas: "un concepto
admitido por los tratadistas es que debe existir una relación de causalidad entre el
empobrecimiento y el enriquecimiento, en el sentido de que este último es el efecto de
aquel, que entre ambos fenómenos debe mediar una correlación, una correspondencia". Si
bien algunos juristas prescinden de este requisito entendiendo que resulta en origen y
razón del enriquecimiento, es importante señalar que el vínculo entre una situación y otra
aclara y da mayor nitidez a la situación de aquel que debe reclamar. Asimismo es
importante aclarar que el actor tiene a su exclusivo cargo la prueba de la conexión entre
el empobrecimiento y el enriquecimiento.
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Esta acción se encuentra sostenida por lo que dispone el art. 1794 en su primera parte
que, si bien indica los efectos del enriquecimiento indebido, determina la posibilidad de
ejercicio de la pretensión.
Es una acción "personal", y "genérica" que puede ejercitar todo aquel que se ve
perjudicado por un desplazamiento patrimonial acausado, por ello es que se otorga al
empobrecido y a sus sucesores. Incluso se permite su ejercicio a los acreedores mediante
el uso de la acción subrogatoria (conf. arts. 733 a 742).
Su finalidad es lograr la reintegración del equivalente de los derechos o cosas salidas del
patrimonio del acreedor, y tal como sostiene Díez-Picazo, es siempre una acción de
reembolso en busca de una condena pecuniaria.
Fundamentos:
♦Abuso del derecho: La teoría del abuso del derecho, receptada en el Cód. Civil anterior
por la reforma de 1968 en el art. 1071, y en el actual en el art. 10, ha sido un principio
general que tiene un importante campo de aplicación. Pero y, a pesar de ello, no encaja ni
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puede ser fundamento de la acción por el enriquecimiento, ya que no hay presencia del
ejercicio antifuncional de un derecho, sino de una situación anormal que da base a un
reclamo.
♦Gestión de negocios anormal: Para algunos autores como Demolombe y Laurent que
integraron la escuela de la exégesis, el enriquecimiento sin justificación, tiene un cercano
parentesco con los cuasicontratos, y fundamentalmente con la figura de la "gestión de
negocios ajenos". Como ambos fenómenos jurídicos no son coincidentes, desviaron a la
actio de in rem verso, hacia la situación de una especial gestión, es decir aquella que
resulta anormal, pues había ausencia de elementos identificatorios. Pero claro está las
críticas que merecen los cuasicontratos, y pretender pensar que se trataba de una
"gestión imperfecta o anormal", impide identificar a los casos de enriquecimiento
indebido, con la curiosa situación de la gestión de negocios ajena.
♦ Filosofía social, la regla moral y la equidad: Estas ideas son seguidas por celebres
juristas nacionales como Llambías, Borda, y Salvat, en el derecho francés se distingue la
opinión definitiva de Georges Ripert difundida en su obra La règle moral dans les
obligations civils. Todos consideran y entienden que la actio de in rem verso se funda en
la filosofía social, o en la regla moral, o en fin por el principio de equidad que reina en
todo el derecho. Con el debido respeto a la jerarquía y alto nivel científico e intelectual de
los autores referidos, pareciera que los argumentos, nada desechables por cierto, son
demasiado generales y amplios para ubicarlos dando fundamento a la acción que analizo.
De esa manera se diluye la naturaleza de la figura en estudio.
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hay casos de hechos lícitos que pueden dar causa al reclamo mediante la actio de in rem
verso.
♦Ausencia de causa retentionis: De lo visto hasta aquí es posible afirmar que, cuando
una persona obtiene un beneficio patrimonial y se halla en situación jurídica de tener que
restituir (valores o bienes), es otra persona la que posee el derecho a recuperar, y todo se
desarrolla en función de la pretensión de in rem verso. De lo indicado se puede subrayar
la "ausencia de causa" para retener, y la correlativa responsabilidad restitutoria, siendo
ello el fundamento de la actio de in rem verso (Roca Sastre, Díez-Picazo, Lacruz Berdejo).
Es la tesis a la que adhiero pues me parece la que mejor explica el fenómeno jurídico, y
resulta más correcta y ajustada a la esencia de la acción.
Carácter subsidiario.
Afirmar que la acción ante el enriquecimiento es "subsidiaria" significa que si existe otra
vía o pretensión para reclamar no es posible ejercer la actio de in rem verso. Es decir, esta
pretensión específica no puede suplir a otra acción que se encuentre prescripta o haya
sido rechazada la demanda mediante una sentencia pasada en la autoridad de la cosa
juzgada, o bien se halle en la imposibilidad de probar, etc. En síntesis, habiendo otra
acción —según esta idea central— no resulta viable promover la acción derivada del
empobrecimiento sin causa. Reafirmando el criterio indicado, el art. 1795 del Código
dispone: "Improcedencia de la acción.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Es decir, conforme a esta disposición la acción personal se convierte en una real, y admite
que se ejerza para recuperar la posesión del bien o cosa corpórea en poder del demandado
deudor. Se ha dicho que se trata de una "restitución" del bien que de ninguna manera se
adecua a los reclamos por acciones reales, y solamente corresponde su ejercitación entre
las partes —deudor y acreedor—, que convierte la pretensión en una simple acción
personal. Hay que tener en consideración y muy en cuenta la importancia de la
prescripción ante el reclamo por una u otra vía.
Código civil: carecía de una norma o principio general que consagrara al enriquecimiento
sin causa o injusto, como fuente que da origen a una obligación, aunque en muchas de
sus normas aparecía aplicado el principio. Y ello era posible observar en: el régimen del
pago de lo indebido (arts. 784 a 795), en el pago por tercero contra la voluntad del deudor
(art. 728), en el "empleo útil" (arts. 2306 a 2310), en los efectos dañosos de los actos
voluntarios (art. 907), la indemnización debida por mejoras hechas en inmuebles ajenos
(arts. 589, 2427, 2440 y 2441), los casos de adjudicación y siembra (arts. 2587 y 2591), o
los de mezcla o confusión (art. 2594 y ss.), etc. El principio del enriquecimiento ha sido
reconocido y aplicado en números fallos de la jurisprudencia de los tribunales, si bien no
siempre con la justeza que se expone en la doctrina de los autores, pero la más de ellas
con un sentido concreto de justicia.
I. Art.1794: La primera de las normas indica cuáles son los efectos del
enriquecimiento y allí se dispone que el deber del deudor queda limitado en la
medida de su aprovechamiento. En los párrafos anteriores señalé que en el
pensamiento de parte de la doctrina y la jurisprudencia de los tribunales
nacionales, para resolver el valor del reclamo y su procedencia, debía considerarse
la procedencia por el importe "menor". Sin embargo, el artículo citado determina
que el resarcimiento debe juzgarse "en la medida del beneficio que reciba el
enriquecido", lo cual modifica el concepto anterior, pues dicho aprovechamiento
puede ser mayor al perjuicio que sufra el empobrecido. Debo dejar constancia que
el tema ha suscitado una cierta polémica entre los modernos comentaristas del
reciente Cód. Civ. y Com. El párr. 2º del art. 1794 refiere a la recepción de un bien
determinado (cosa) que se encuentre en poder del demandado al momento del
reclamo, y en ese supuesto la ley permite o dispone que el acreedor (empobrecido)
puede reclamar su entrega y restitución.
II. Art.1795: Esta norma consagra de manera enfática el principio de la
"subsidiariedad" de la actio de in rem verso. Establece que ante la existencia de
cualquier otra pretensión para el logro del resarcimiento, no es posible acudir al
principio del enriquecimiento sin causa. Por razones de brevedad remito al punto
donde se hizo referencia a la acción y el tema de la "subsidiariedad".
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esta corriente, el concepto de "sin causa" debe ser reemplazado por el comportamiento
"antijurídico" que legitima al empobrecido a reclamar el retorno al equilibrio económico
perdido.
La tesis fue sostenida por el jurista alemán Wilburg, quien considera que un
enriquecimiento es injustificado y genera una obligación restitutoria cuando contradice el
contenido atributivo que tiene el derecho lesionado.
Supuestos de aplicación de la condictio por intromisión.
1) El uso de bienes ajenos: es el caso en que alguien sin autorización ni conformidad del
titular, usa o disfruta de bienes que no le pertenecen, y lo hace sin alterar ni modificar su
objeto material. Los ejemplos que tiene la ley civil sobre la relación entre los poseedores y
los titulares de dominio del bien, son claros al respecto, donde se toma como ingrediente
de juzgamiento a la buena o mala fe del poseedor (arts. 1932, 1933, 1934 y ss., Cód. Civ.
y Com.). Todo tiene una vinculación muy cercana con el destino de los frutos, que la ley a
veces ordena restituir, o en otros casos retener. Ello se une a la conducta de las partes, y
el carácter de "pendientes o percibidos". También el uso de la cosa ajena para
incorporarla a otra propia, o bien solamente utilizarla en beneficio sin alterarla ni
deteriorarla, conforme al ejemplo de Sacco que se hiciera antes, debe producir —y así se
propicia— y permitir el ejercicio de la acción de enriquecimiento.
2) La disposición de bienes ajenos: es un supuesto a tener en cuenta. Este caso se da
cuando una persona utiliza el ius disponendi de bienes ajenos sin tener facultades para
ello, es decir, el supuesto bastante difundido de las enajenaciones o transmisiones a non
domino. Se trata de casos donde alguien transfiere un bien mueble no registrable, carece
de derecho suficiente para hacerlo, y lo traslada a un sujeto que, como adquirente a título
oneroso y obrando de buena fe, la ley le protege de cualquier acción reivindicatoria del
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verus domino (propietario; ver art. 2260, Cód. Civ. y Com.). En este caso, el que dispuso
del bien mueble es deudor del propietario todo aquello que obtuvo con la transferencia de
la cosa. Como enseña Díez-Picazo "es una obligación de restitución por enriquecimiento
injustificado por intromisión en el valor económico del derecho en el círculo de intereses
especialmente reservados a su titular".
Antecedentes históricos.
De ese modo se mencionan a la condictio ob causa datorum o causa data causa non
secuta, que permite su ejercicio cuando se entrega algo en función de un fin lícito que no
se concretaba, o luego cesaba en su existencia; la condictio ob causa finita permitía la
repetición cuando una causa dejaba de ser eficaz; la condictio indebiti que hacía viable la
repetición del pago indebido por error; la condictio ob turpem vel injustam causa, dada
ante el pago apoyado en una causa inmoral o ilícita"; y también se otorgó la condictio
furtiva o per furtum, que aparecía para los casos de hurtos o robos a fin de permitir
recuperar los bienes.
En el Bajo Imperio y con Justiniano aparece, como una especie de síntesis, la llamada
condictio sine causa con el fin de poder reclamar y repetir todo pago que carecía de
justificación suficiente, como si se tratase de un supuesto de enriquecimiento sin causa.
Hubo más remedios para casos especiales y destinados a lograr equilibrios patrimoniales
ante los enriquecimientos injustos o indebidos, pero como soluciones ante el pago de lo
indebido las condictios citadas son las que tienen un parentesco más cercano con los
regímenes modernos.
El pago de lo indebido se encuentra legislado en los arts. 1796 a 1799, en el Libro III,
Título V, Capítulo IV, Sección 2ª del nuevo ordenamiento privado. Es importante
considerar que el Capítulo IV, se titula "Enriquecimiento sin causa" y trata en la Sección
1ª sobre el tema del epígrafe, y en la Sección 2ª, del pago de lo indebido. Por dicho método
elegido es de toda evidencia que la novel legislación ha optado por considerar que el pago
indebido es una especie derivada del principio del "enriquecimiento sin causa".
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Naturaleza jurídica.
En la doctrina autoral se han planteado varias hipótesis sobre la naturaleza jurídica del
pago de lo indebido y ellas se pueden resumir en las siguientes: a) es una aplicación y
derivación del principio del enriquecimiento sin causa; b) un supuesto de pago anormal; c)
una fuente autónoma de las obligaciones; y d) un ejemplo más de los "cuasicontratos".
En cuanto a lo primero, son muchos los autores que entienden que se trata ni más ni
menos que de la aplicación del principio del enriquecimiento sin causa, ya que el
accipiens recibe algo que no le corresponde y consecuentemente se produce un
empobrecimiento y enriquecimientos correspectivos sin razón jurídica que los justifique.
También se ha juzgado que es una figura que resta centrada en el capítulo del pago, pues
se trata de una forma de cumplimiento muy particular. Incluso en el Cód. Civil anterior,
el tema aparecía entre los artículos del título correspondiente al pago, lo cual daba cierta
razón para pensar que era una especie de cumplimiento anormal o defectuos.
Como fuente de las obligaciones, diferente del enriquecimiento injustificado, es la idea que
desarrollan los Mazeaud en Francia. Se considera que, por su importancia y entidad, el
pago indebido tiene las características particulares que lo separan de otras fuentes; a más
se hace saber que en el supuesto de accipiens de mala fe, la obligación restitutoria excede
las barreras del enriquecimiento.
Y, por último, se ubica a este fenómeno como un ejemplo de "cuasicontrato", cuestión que
no ha recibido el beneplácito de la doctrina. Es de notoriedad que ya la misma figura del
cuasicontrato aparece muy desdibujada y en cierta medida abandonada en el derecho
moderno. Es más, todas las objeciones que se hicieran anteriormente, se reeditan para
este supuesto. A modo de síntesis es posible sostener que de acuerdo con la actual
legislación y su ubicación metodológica, se está en presencia de una figura derivada del
principio del enriquecimiento sin causa, aunque no es posible desecharla como un modo
sub-típico de fuente de las obligaciones.
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arts. 792 y 793 del Cód. Civil, y allí se agotan los casos. Y ello porque el Codificador en
todo esto siguió a las ideas de Aubry y Rau, y que lo restante corresponde al "pago por
error".
Otro criterio seguido por Spota, Galli, Alterini y Trigo Represas, afirma que hay pago sin
causa cuando el solvens no es el deudor y el accipiens no resulta acreedor, es decir, las
partes que toman intervención no están investidos de los papeles de los sujetos de la
obligación, en cambio en el pago por error siempre las partes actuantes reúnen dichas
calidades, con las variantes previstas en los arts. 784, 790 y 791, especialmente los casos
traídos en el art. 790. Dentro de esta corriente Llambías siempre sostuvo que lo
importante para que haya pago sin causa es que el accipiens no posea la calidad de
acreedor.
Por último, la tesis extrema que difundió Borda afirma que el pago indebido se debe
asimilar a un "pago sin causa" ya que desinteresa o no la existencia del error, sino que la
identificación de la figura se brindan cuando alguien paga algo que no debe.
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El primero es una especie de regla general que se aplica a todos los supuestos, ya que
alguien paga y no hay razón ni fundamento legal para sostener dicho acto por inexistencia
de causa. Ese negocio de disposición pudo ser hecho por error o no, lo cual desinteresa; lo
importante es que si el accipiens pretende retener lo oblado deberá demostrar que hubo
"causa" válida y suficiente que lo justifique.
El segundo supuesto se identifica con la regla romana de la causa data causa non secuta
que daba lugar a la condictio ex causa finita, es decir, en su origen existe causa suficiente
que da sustento al negocio, pero más adelante deja de tener vigencia y virtualidad,
permitiendo la repetición de lo pagado.
Los autores citan un ejemplo que prevé el Cód. Civil anterior, y está en el art. 2275, en el
contrato de comodato. Se trata del supuesto en que el comodatario, en virtud de su propia
culpa, pierde la cosa objeto del contrato y efectúa el pago de su valor al comodante. Como
con posterioridad recupera el bien y lo entrega y restituye al comodante, tiene derecho a
repetir el precio pagado.
El tercer caso es el del pago de una obligación en espera del cumplimiento de una causa
futura, que no se producirá por un obstáculo legal o imposibilidad de hecho. El ejemplo
clásico es el de entrega de algo como "dote" y el matrimonio no se puede concretar en
razón de un impedimento dirimente (art. 403, Cód. Civ. y Com.). Y, para concluir, lo
previsto en el inc. c) que antes de la reforma se lo considera un clásico caso de "pago sin
causa", cuando el que recibe la prestación no es acreedor. La ley debió decir "no se
encuentra legitimado para recibirlo", y allí juega el derecho del solvens a reclamar la
repetición. El agregado al inciso de que "a menos que se entregue como liberalidad",
carece de sentido y complica la significación.
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Esta clase de pago indebido se encuentra en el último inciso del art. 1796 (inc. e]), y ya
estaba previsto en el art. 792 del Cód. Civil anterior. Vélez Sarsfield se inspiró en el Cours
de droit civil francais de Aubry y Rau, y tiene su fuente en el derecho romano en la
condictio ob injustam causam. No se ocupan de ello ni Freitas ni Bibiloni, y tampoco es
atendido en los comentarios al Cód. Civil que hicieran Segovia y Llerena. El ejemplo
clásico es el de un acreedor que mediante dolo o violencia física o moral, obliga a su
deudor a pagar; se trata de un acto delictivo que precede a la entrega de dinero u otro
objeto. En el hipotético caso que exista el crédito en estado de cumplimiento que obligue
al verdadero deudor, y el acreedor tenga derecho a exigirlo, y se cumpla con la prestación,
el pago resulta "irrepetible", ya que se brindan todas las condiciones necesarias de la
relación jurídica. Ahora bien, ello no impide que el deudor coaccionado, pueda reclamar
los daños patrimoniales o extrapatrimoniales sufridos por las circunstancias
mencionadas.
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condición (arts. 1614 y 1616), y se la puede ejercer por los acreedores mediante la acción
subrogatoria (art. 739).
En cuanto a la legitimación pasiva implica que la acción debe ser dirigida hacia quien
recibió el pago (accipiens). Si el pago fue hecho a un representante, igualmente la
pretensión tendrá como destinatario al representado (conf. arts. 356 y 366, Cód. Civ. y
Com.). Si el cumplimiento se hizo a un tercero quien carecía de la representación del
acreedor ni estaba autorizado, la acción tiene que dirigirse hacia dicho tercero. Tiene
excepción el supuesto en el cual el titular del crédito ratifica la gestión y, de ese modo,
otorga plena autorización (art. 369).
Antes de la reforma al régimen legal del derecho privado, el Cód. Civil contemplaba los
efectos que producía la sentencia que ordena la restitución. Distinguiendo la relación
entre las partes y con relación a los terceros, y contemplando la situación diversa entre
accipiens de buena o mala fe. El art. 1798 del nuevo Código dispone que ante el decisorio
que obliga a la devolución deban aplicarse las normas correspondientes a las
"obligaciones de dar para restituir". Esta normativa está prevista en los arts. 759 a 761,
correspondiente al parágrafo 3º de la Sección 1ª del Capítulo 3º del Libro III. Y distingue el
efecto entre partes (art. 759), del que corresponde a los terceros, aclarando diferencias
cuando se trata de bienes no registrables (art. 760) de los bienes registrables (art. 761).
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Los requisitos para que se produzcan los efectos son los siguientes: a) que se trate de un
pago sin causa; b) que el accipiens no sea acreedor del solvens, sino de otra persona; c) que
sea de "buena fe"; d) que por diversas razones se encuentre impedido de ejercer su propia
acción contra su deudor originario; y e) que el solvens mediante dicho pago pueda
subrogarse legalmente contra el deudor del accipiens.
Haciendo una especie de síntesis es necesario señalar que este pago es sin causa pues el
solvens hace entrega del contenido de prestación a quien no es su acreedor, y su
conducta encuadra en los supuestos de "subrogación legal", contra el verdadero deudor
(conf. arts. 914 y 915, Cód. Civ. y Com.). Que el accipiens no tiene vínculo obligatorio con
la otra parte, sino que es acreedor de un tercero que le debe esa prestación. Pero quizá la
clave de esta problemática está en que el acreedor se ve perjudicado e impedido de poder
reclamar a su propio deudor, y ello puede acaecer por diversos motivos.
El inc. b) del art. 1799 se refiere a dos supuestos, y son de "privarse de su título" o de
"renunciar a las garantías". En lo primero se agrupan varios casos ejemplificadores, tales
como: la destrucción material del instrumento de crédito, o su entrega manual al deudor,
o haber dejado pasar el tiempo y consecuentemente haberse producido la prescripción
liberatoria del deudor; y para lo segundo, se indican los casos de dejar de reinscribir una
prenda o una hipoteca, o entregar el objeto dado en caución, etc. Y, por último, que el
acreedor debe ser de "buena fe", es decir, obrar con corrección, siendo su conducta
confiable y leal. El reclamo de lo contrario y su prueba le corresponden al solvens que
pretenda dar viabilidad a la acción de recuperar, del resto de los requisitos al accipiens.
Los efectos son las consecuencias a través de las cuales el sistema jurídico procura dotar
de eficacia a la relación de obligación y con ello lograr la tutela jurídica del crédito.
Estudiar los efectos implica realizar un análisis sobre la faz dinámica de la obligación,
esta faz comprende todas las posibilidades, facultades, medios de coerción y de
conservación que el ordenamiento jurídico provee para lograr la satisfacción de su interés,
lo cual permite distinguir por un lado de tutela preventiva ( referida a cuestiones cuya
relevancia verdadera opera antes del vencimiento de la obligación ) y por otro la defesa
sucesiva al incumplimiento denominada como tutela represiva.
Entre algunos juristas se distinguen 4 especies relativas a la tutela jurídica del crédito:
1. Satisfactiva: que comprende las acciones y derechos que versan sobre el
cumplimiento específico de la obligación y ante su insatisfacción, los medios de
ejecución forzada.
2. Resarcitoria: cobra virtualidad frente al incumplimiento definitivo, o ante el
cumplimiento defectuoso del deudor que causa daños al acreedor y que da derecho
a este a ser resarcido.
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El artículo 1021 establece como regla general que “el contrato solo tiene efecto entre las
partes contratantes no lo tiene con respecto a terceros, excepto en los casos previsto por
la ley”.
El articulo 1023 nos brinda el concepto de parte el contrato: “se considera parte del
contrato a quien: a) lo otorga a nombre propio, aunque lo haga en interés ajeno ; b) es
representado por un otorgante que actúa en su nombre e interés y c) manifiesta la
voluntad contractual, aunque esta sea transmitida por un corredor o por un agente sin
representación .
Finalmente, se aborda la situación de los terceros: “el contrato no hace surgir obligaciones
a cargo de terceros, ni a los terceros tienen derecho a invocarlo para hacer recaer sobre
las partes obligaciones que están no han convenido, excepto disposición en contrario
“(artículo 1022).
En el código se recogen 5 supuestos en los cuales los terceros se pueden incorporar a una
relación jurídica, tales son:
La regla general es que quien contrata a nombre de otro solo obliga a este si ejerce su
representación. Dicha representación puede ser voluntaria, legal u orgánica, de acuerdo a lo
establecido en el art. 358 CC y C y, de conformidad con lo dispuesto en el art. 359 CC y C,
los actos celebrados por el representante en nombre del representado y en los límites de las
facultades conferidas por la ley o por el acto de apoderamiento, producen efecto
directamente para aquel. De ahí que, ante la ausencia de representación, solo resulta eficaz
si se cumple con el requisito de la ratificación de las relaciones entre el "falso procurador" y
el dueño del negocio se regirán por las normas de la gestión de negocios ajenos. La figura del
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ARTICULO 1028.- Relaciones entre las partes. El promitente puede oponer al tercero las
defensas derivadas del contrato básico y las fundadas en otras relaciones con él. El
estipulante puede: a) exigir al promitente el cumplimiento de la prestación, sea a favor del
tercer beneficiario aceptante, sea a su favor si el tercero no la aceptó o el estipulante la
revocó; b) resolver el contrato en caso de incumplimiento, sin perjuicio de los derechos del
tercero beneficiario.
Se trata de la figura conocida como “promesa del hecho ajeno” o “contrato a cargo de
tercero”.
La promesa del hecho de tercero supone asumir una obligación a cargo del obligado, cuyo
contenido puede ser moldeado con diferentes alcances dentro del ejercicio de la
autonomía de la voluntad de los contratantes. Si el tercero acepta la promesa formulada,
produce efectos liberatorios para el obligado, salvo que este hubiera asumido la garantía
de cumplimiento.
Se dice que hay contrato o estipulación a favor de un tercero cuando una de las partes del
contrato (llamada estipulante) conviene en su propio nombre y a mérito de un interés
digno de tutela que la contraparte (llamada promitente) quede obligada hacia un tercero
(llamado beneficiario) a cumplir una prestación. El tercero puede aceptar o rechazar el
beneficio otorgado y, por su lado, el promitente puede revocarlo antes de que se produzca
la aceptación.
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ARTICULO 1028.- Relaciones entre las partes. El promitente puede oponer al tercero las
defensas derivadas del contrato básico y las fundadas en otras relaciones con él. El
estipulante puede: a) exigir al promitente el cumplimiento de la prestación, sea a favor del
tercer beneficiario aceptante, sea a su favor si el tercero no la aceptó o el estipulante la
revocó; b) resolver el contrato en caso de incumplimiento, sin perjuicio de los derechos del
tercero beneficiario.
El Código dispone que "la asunción de la posición contractual se produce con efectos
retroactivos a la fecha del contrato, cuando el tercero acepta la nominación y su
aceptación es comunicada a la parte que no hizo la reserva. Esta comunicación debe
revestir la misma forma que el contrato, y ser efectuada dentro del plazo estipulado o, en
su defecto, dentro de los quince días desde su celebración. Mientras no haya una
aceptación del tercero, el contrato produce efectos entre las partes". De esta manera, se
prevé una importante modalidad contractual frecuente en el ámbito inmobiliario. En
efecto, a través de esta figura se facilita la intermediación, porque quien se reserva el
derecho de designación puede celebrar el contrato y luego encontrar la persona a quien
cederá todos los derechos y obligaciones del mismo, evitando dos transferencias sucesivas
(Nicolau).
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Art.1030 El contrato celebrado por cuenta de quien corresponda queda sujeto a las reglas
de la condición suspensiva. El tercero asume la posición contractual cuando se produce el
hecho que lo determina como beneficiario del contrato.
El Código ha previsto también una modalidad de gran utilidad práctica para los contratos
de seguros y de transporte.
El contrato por cuenta de quien corresponda supone que una de las partes lo celebra a
nombre propio, pero por cuenta de otro, que no se indica o individualiza al tiempo del
perfeccionamiento, quedando su determinación sujeta a hechos posteriores al contrato. El
acaecimiento del hecho considerado en el contrato como desencadenante de los efectos
pactados tendrá por cumplida a la condición suspensiva prevista (art. 348) y, en tal caso,
el tercero asumirá la posición contractual, con todas sus implicancias prácticas. Es de
destacar que no se trata de un supuesto de cesión de posición contractual (art. 1636),
sino de individualización de una de las partes —a partir del suceso acaecido—, quien a
partir de allí ostentará ese rol a todos sus efectos (Hernández).
Desde el punto de vista subjetivo, se juzga que ciertos terceros se pueden beneficiar con el
cumplimiento, y con ello las relaciones de cooperación social y económica.
No obstante, la legitimación que pueda tener un tercero, el art. 881 establece dos
limitaciones: 1) cuando se trata de una obligación intuitu personae (art. 776), y 2) cuando
media oposición conjunta del acreedor y del deudor. Sin embargo, aun cuando mediare
oposición conjunta, si se trata de un tercero interesado, puede pagar tal como también lo
preveía el art. 728del Cód. Civil, en atención al menoscabo que puede llegar a sufrir.
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El incumplimiento implicaría, así considerado, una lesión al derecho del acreedor, fruto
de la contravención a la conducta debida o, lo que es lo mismo, a la desviación del
"programa prestacional" (Bueres).
Al respecto, Díez-Picazo enseña que el deudor incumple cada vez que violenta el deber
jurídico que se le impuso; pero también desde el punto de vista del acreedor se lesiona el
derecho creditorio (a lo cual los alemanes llaman "perturbación de la prestación"). Las
posibilidades son: a) la no prestación; b) la prestación defectuosa y c) la prestación
retardada. En el primer caso nada hace el deudor para satisfacer el derecho de crédito; en
el segundo, la prestación no coincide con la prevista o bien es deficiente (se trata aquí de
un "mal cumplimiento" que se traduce en incumplimiento); y, por último, el retardo en la
prestación, que da origen a la morosidad del deudor.
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Medios de ejecución.
Ante la lesión al derecho de crédito, en la mayoría de los casos a través del incumplimiento
de la obligación, el acreedor dispone de vías legales de ejecución para satisfacer su interés
violado: es el denominado cumplimiento "forzoso" que regulan los arts. 730, 731 y 777 del
Cód. Civ. y Com. y el art. 10 bis de la ley 24.240, lo cual implica recurrir a los órganos
jurisdiccionales del Estado para el logro de tal finalidad.
Se la llama también ejecución in natura y consiste en lograr que el acreedor vea satisfecho
su crédito exactamente igual que si el deudor hubiera cumplido voluntariamente. Así, el inc.
a) del art. 730 dispone la obligación de derecho al acreedor a "emplear los medios legales
para que el deudor le procure aquello a que se ha obligado".
En las obligaciones de dar para lograr el cumplimiento forzado específico, el acreedor puede
solicitar medidas cautelares como el embargo o el secuestro.
Dice Llambias que son necesarios 3 requisitos para hacer efectivo el cumplimiento in
natura : 1) la existencia de la cosa; 2) que se encuentre en el poder del deudor y 3) que el
deudor sea el poseedor de la cosa.
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deudor, por ejemplo, la obligación de escriturar ante la negativa del deudor, el juez suscribe
el instrumento público.
El incumplimiento del deudor puede ser, total, temporal o defectuoso. En este último
supuesto, el articulo 775 dispone que lo mal hecho se puede tener por no realizado, y es
posible demandar su destrucción. En la parte final el articulo indica que el acreedor podrá
solicitar la “destrucción de lo mal hecho”.
En las obligaciones de no hacer la solución varía según como sean las obligaciones.
Si son intuitu personae se le aplican las mismas reglas que las obligaciones de hacer; si es
posible su ejecución sin violentar la persona del deudor, la ley admite el empleo de la fuerza
(artículo 778).
En caso de estas últimas, por ejemplo, si el deudor se obliga a construir un muro de una
determinada altura, e incumple es posible destruir lo mal hecho. En cambio tratándose de
las primeras, por ejemplo, se revela el secreto de una formula química, solo es posible el
pago de los daños y perjuicios.
La ley admite que el cumplimiento forzoso sea hecho por un tercero, es decir, por aquel que
no es parte en la relación de obligación (arts. 730 inc. b] y 777 inc. b], Cód. Civ. y Com.). Se
debe diferenciar esta figura de la del "cumplimiento voluntario" o "pago por tercero", ya que
en el caso que analizamos el tercero cumplirá, no es espontáneamente, sino como
consecuencia del pedido del acreedor que, como dice el Código, hace ejecutar la prestación
por otro (tercero) a costa del deudor. Ejecución forzada indirecta. Conocida también como
"medio anormal o accidental de la obligación", "satisfacción del interés secundario del
acreedor", "indemnización del daño contractual" o, más simplemente, como "responsabilidad
civil contractual", se tiende a satisfacer el interés del acreedor mediante el pago de la
indemnización correspondiente (arts. 730 inc. c] y 777 inc. c], Cód. Civ. y Com.).
Los medios de ejecución forzada individual indirectos son aquellos que la ley le otorga al
acreedor una vía mas para satisfacer el interés vulnerado, cuando el deudor no cumpla
voluntariamente la obligación. Y no es posible el cumplimiento forzoso en forma directa; ese
medio legal es denominado por el código como el derecho a: “obtener del deudor las
indemnizaciones correspondientes” (artículo 730 inc C) o el “ derecho a reclamar los daños y
perjuicios” ( artículo 777 inc C)
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Se integra con el llamado "proceso concursal" y más específicamente con la quiebra, que es
un juicio de característica universal donde se afecta todo el patrimonio del deudor y son
convocados todos los acreedores, pues deben someterse al procedimiento impuesto por la ley
(arts. 1º y 125, ley 24.522). Se vincula a la insolvencia o estado de "cesación de pagos", como
un estado de impotencia patrimonial para hacer frente —cumplir "regularmente"— a las
obligaciones exigibles (doct. art. 78, ley 24.522).
Es una situación fáctica que puede llegar a convertirse en una situación jurídica mediante la
sentencia de quiebra. De ahí que para su declaración se requiera la comprobación de
algunos de los llamados "hechos reveladores" del estado de cesación de pagos (p. ej., el
reconocimiento judicial, mora en el cumplimiento de una obligación, ausencia del deudor,
clausura de la sede de la administración, venta a precio vil, etc.; cfr. art. 79, ley 24.522).
•Realización de bienes. La quiebra tiene por finalidad la liquidación de los bienes del
deudor, la cual es llevada a cabo por el síndico de la forma más conveniente para el
concurso. La realización debe comenzarse de inmediato con la sentencia de declaración de
quiebra firme (arts. 88, inc. 9º, 203, 204 y 217, ley 24.522).Con el producido de los bienes,
se realiza un informe final con el resultado de las enajenaciones y créditos percibidos por el
síndico, y se proyecta una distribución del dinero obtenido a favor de los acreedores
verificados, teniendo en cuenta la graduación de los créditos (privilegios).
El proyecto determina cómo participa cada acreedor sobre los fondos existentes en el
concurso luego de liquidados los bienes y satisfechos los gastos prededucibles (honorarios,
gastos, etc.; arts. 218 y 240, ley 24.522). Una vez notificado el informe final y el proyecto de
distribución, si se considera ajustado a derecho, el juez los aprueba y dispone el pago del
"dividendo concursal" que corresponda a cada acreedor (la atribución de un porcentaje en
función del monto de su crédito con relación al pasivo total).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
pauliana) o de alguna de las ineficacias falenciales (arts. 109, 118, 119 y concs., ley 24.522;
Rouillón).
Quedan excluidos del desapoderamiento —entre otros— los derechos no patrimoniales, los
bienes inembargables, el usufructo de los bienes de los hijos menores del fallido, la
indemnización por daños a la persona, etc. (art. 108, ley 24.522). La administración le
corresponde al síndico, y puede disponer de los bienes en la medida en que la ley lo autorice
para ello (art. 109, ley 24.522), continúa la actuación en juicio en lugar del fallido
(legitimación procesal), y puede aceptar o repudiar herencias, donaciones, etc. (arts. 111 a
113).
•Intereses. Con el decreto de quiebra se suspende el curso de todo tipo de intereses. Sin
embargo, los compensatorios devengados con posterioridad que correspondan a créditos
amparados con garantías reales pueden ser percibidos hasta el límite del producido del bien
gravado después de pagadas las costas, los intereses preferidos anteriores a la quiebra y el
capital. Asimismo, tampoco se suspenden los intereses compensatorios devengados con
posterioridad que correspondan a créditos laborales (art. 129, ley 24.522).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
vencimiento debe deducir los intereses que eventualmente puede rendirle el capital por ese
lapso.
El incumplimiento se presenta como una conducta del sujeto que contraviene, altera,
modifica la naturaleza del vínculo jurídico que toda obligación comporta, o bien que lesiona
el crédito, impidiendo la satisfacción del acreedor y, por ende, la extinción natural de la
obligación.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
724, 730 inc. c] y 1716). En este sentido, Díez-Picazo propone "cargar el acento" en la
perspectiva de la satisfacción o de la violación del derecho de crédito, analizándose en qué
medida el acreedor ha quedado o no satisfecho, lo que, en línea de principio, es
independiente de la valoración que deba atribuirse al comportamiento del deudor y en sí
mismo un hecho perfectamente objetivo, ya que lo que se trata de saber —afirma— es en
qué medida los hechos se han ajustado o no al ideal programa o plan de prestación. De esta
manera, el autor español intenta evitar la noción que pretende englobar el incumplimiento
dentro de la noción del ilícito civil, pues, para una concepción (que también estimo errada)
la ilicitud se integraría con la antijuridicidad y la culpabilidad. Sin embargo, aclara y
sostiene que la investigación sobre la "valoración de la conducta del deudor" puede ser
importante (id est, necesaria cuando se trata de un factor subjetivo de imputabilidad) para
determinar la responsabilidad por el incumplimiento, pero no lo es para definir el
incumplimiento. Al respecto, entendemos que una cosa es el "concepto" mismo de
incumplimiento — al que hemos aludido antes, intentando delimitar su figura— y otra cosa
diferente es desentrañar su esencia.
El incumplimiento debe ser entendido pues, como una noción amplia y objetiva, unitaria y
articulada del incumplimiento, constitutiva del presupuesto jurídico del conjunto de
remedios que dispone el acreedor, y que desempeña una tarea organizadora.
Es una noción que debe comprender toda forma de inejecución o desviación del plan
prestacional, sin importar que el deudor se encuentre o no exonerado de responsabilidad, es
decir, que el incumplimiento de una obligación esté o no justificado; es una noción que exige
su vinculación con el concepto moderno de obligación, su cumplimiento y la extensión del
contenido del contrato: la obligación impone al deudor el deber de realizar la prestación de
modo que satisfaga el interés del acreedor, alcanzando no solo lo expresamente pactado sino
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
también a todas aquellas consecuencias que sean una derivación de la naturaleza del
contrato, la buena fe y la costumbre.
Clases de incumplimiento
Absoluto o Relativo: En la actualidad, muchos autores prefieren clasificar el
incumplimiento —en un primer momento— en "absoluto" y "relativo", ya que, de esta
manera, si son consideradas estas dos situaciones en sí mismas y sin analizar aún la
responsabilidad de los intervinientes, se llega a la conclusión de que pueden existir
solo dos clases o supuestos: el incumplimiento absoluto o el relativo, según sea o no
una frustración definitiva e irreversible del interés del acreedor (Bustamante Alsina,
Bueres). En el primer caso, la inejecución absoluta de la obligación, puede haber
responsabilidad o no del deudor (arts. 730, 886, 955 y concs.).
En el segundo caso, la inejecución relativa, pueden presentarse a su vez tres
modalidades: cumplimiento tardío (mora), cumplimiento imperfecto y cumplimiento
parcial (ambos defectuosos; Díez-Picazo, Wayar). Cazeaux entiende que la inejecución
absoluta se da cuando el incumplimiento es total y definitivo. En cambio, la
inejecución relativa se da cuando: a) la obligación se incumple pero el tipo obligacional
admite un cumplimiento posterior; b) la prestación que se ejecuta pero se lo hace mal,
o sea, en forma imperfecta o defectuosa; y c) la obligación se cumple solamente en
parte.
Parcial: Concurre este supuesto cuando la obligación se cumple solo en parte —o
solo algunas de las obligaciones convenidas—, lesionando el principio de integridad
del pago (arts. 867 y 869, Cód. Civ. y Com.).
Defectuosa: La ejecución inexacta se configura cuando la prestación se ejecuta
mal o en forma imperfecta. Si bien en este caso se cumple con el plan prestacional, se
lo hace de modo inexacto ("violación positiva del crédito"), ya sea porque se vulnera el
principio de identidad o el relativo a la localización (arts. 867 y ss., Cód. Civ. y Com.).
En virtud del principio de la identidad, el objeto del pago —bien o utilidad que se
obtiene como resultado de la prestación cumplida por el deudor o tercero— debe
coincidir exactamente con el que correspondía que se prestara según la fuente
constitutiva de la obligación (Wayar).
Imputable o inimputable: Desde otro punto de vista, el incumplimiento puede
ser "imputable" o "inimputable", según sea atribuible al deudor o extraño al mismo,
ajeno a él, la inejecución del contrato (Llambías, Bueres). En principio, cuando se
habla de imputabilidad del deudor se piensa en su culpa o dolo. Empero, con un
sentido más amplio de este vocablo, alude también a la causa que da origen al
incumplimiento (Larenz). El incumplimiento es imputable cuando concurren ciertas
cualidades de la persona y propiedades en el acto realizado que permiten atribuir las
consecuencias del daño ocasionado por la lesión del crédito, esto es, la aplicación de
la sanción legal (el resarcimiento), sin perjuicio de la necesidad de que concurran
otros elementos o presupuestos (relación de causalidad, daño resarcible). Las razones
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
jurídicas por las que se puede atribuir las consecuencias del incumplimiento
imputable son variadas. Por un lado, la negligencia, impericia o imprudencia, o bien el
desinterés frente a los intereses ajenos o la intención de causar un daño (ambos
factores subjetivos; art. 1724), y por otro, la promesa del resultado garantizado, la
equidad, etc. (ambos ejemplos de factores objetivos; arts. 774 incs. b] y c], y 1723).
La responsabilidad por factores objetivos es llamada "imputabilidad objetiva" o bien
"responsabilidad objetiva" o más comúnmente como "responsabilidad contractual
objetiva" y se refiere —en el ámbito obligacional o contractual— a los supuestos de
obligaciones de resultado o determinadas (Agoglia, Boragina y Meza; Pizarro, Trigo
Represas y López Mesa), tal como se establece en el art. 1723 del Código titulado
"Responsabilidad objetiva": cuando de las circunstancias de la obligación, o de lo
convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado determinado,
su responsabilidad es objetiva. En cambio, el incumplimiento resulta inimputable
cuando se configura el casus o la imposibilidad de cumplimiento (arts. 1730 y 1732),
a menos que concurra algunas de las hipótesis que inhabilita su invocación (v.gr., la
mora del deudor; art. 1733). El incumplimiento que provoca daño en el acreedor —
antijurídico— tampoco genera responsabilidad si se encuentra justificado, esto es, por
la concurrencia de alguna causal justificatoria (arts. 1717 a 1719; v.gr., el ejercicio
regular de un derecho).
Las consecuencias que se derivan de una categoría u otra ya la hemos visto en el
punto anterior cuando se abordó el incumplimiento absoluto y relativo.
Son condenaciones dinerarias impuestas por los jueces para obligar a cumplir órdenes
judiciales a fin de vencer la resistencia infundada o acausada del obligado.
Se han indicado varias características que hacen a la función de esta penalidad judicial, y
son: a) pena civil o sanción; b) conminatoria; c) accesoria; d) discrecional; e) dineraria y f)
provisional.
En cuanto a que se trata de una pena, hace más a su naturaleza que a una de sus
características, pues hace a la propia esencia de la figura. Quizá en ello se anota la
diferencia con la cláusula penal.
El carácter de conminatorio surge de la misma cualificación que da el art. 804: "Los jueces
pueden imponer en beneficio del titular del derecho, condenaciones conminatorias de
carácter pecuniario a quienes no cumplen deberes jurídicos impuestos en una resolución
judicial". Y ello porque, a más del castigo que importa su sanción, viene aneja una presión
para que el condenado a ello cumpla la orden judicial.
La accesoriedad implica que siempre están vinculadas a la cuestión principal que dispone
algún tipo de condena, de allí que siguen su suerte y destino.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Naturaleza jurídica.
La astreinte es un medio para que el deudor cumpla in natura la prestación prometida, por
esta razón debe ser tratada dentro de los "efectos de las obligaciones", y no como lo hace el
Código en el capítulo relativo a la clasificación de las obligaciones. Existe consenso en
sostener que la astreinte no constituye una indemnización de daños y perjuicios, ni es una
cláusula penal, ni una pena civil impuesta por lo pasado (Colmo, Salvat, Cazeaux y Trigo
Represas, Llambías, Borda, Alterini, Ameal y López Cabana). Para Llambías es un "medio de
compulsión". Cazeaux considera, siguiendo a Carnelutti, que es una "medida procesal de
ejecución". Según nuestro criterio consiste en una pena civil discrecional, provisoria y
futura, que tiene como fin lograr el cumplimiento de una sentencia judicial.
Condición.
Se anotan dos condiciones que supeditan su aplicación: a) el hecho que impone la penalidad
debe ser de cumplimiento posible; y b) la conducta injustificada, obstinada y caprichosa del
deudor. La posibilidad de cumplimiento del deber impuesto es un elemento fundamental
para seguir adelante con la penalidad; y ello por una razón de todo peso, "nadie puede ser
obligado a lo imposible" (ad imposibilitam nemo tenetur). Y segundo que la conducta del
deudor debe tener las características particulares de ser injustificada, obstinada y
caprichosa, es decir no tener ninguna base o elemento que la apoye o justifique. Ello deberá
ser apreciado por los jueces de manera estricta y apreciando los antecedentes y efectos del
caso concreto.
Beneficiario.
La ley proyecta que el beneficiario sea quien tiene derecho al cumplimiento, en la
generalidad, pero no siempre, será el acreedor. Es por ello posible que después que reste
firme su imposición, el titular del derecho las ejecute judicialmente, al igual que cualquier
crédito reconocido en una sentencia judicial.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Cesación.
Si el deudor justifica su comportamiento, o bien desiste de la resistencia opuesta a la orden
judicial, los jueces "pueden" dejarlas sin efecto o disminuirlas. Si bien esto hace al carácter
provisional de las astreintes considero que hay que hacer alguna distinción. En principio
será el obligado en el decurso del proceso que deberá alegar y probar que su
comportamiento no ameritaba la imposición de la condena, o bien que ella estaba justificada
por diversas causas. También deberá sumar su arrepentimiento oportuno y el estar
dispuesto a cumplir con lo ordenado. Ello tiene un tiempo límite que, si bien la ley no lo
dice, debe considerarse.
Cuando en una primera etapa las astreintes se imponen como amenaza para conminar al
deudor, pueden ser dejadas sin efecto o cambiadas por el juez; pero más luego, en el
momento en que restan firmes, como cualquier resolución judicial, pasan a integrar el
patrimonio del acreedor y resultan inmodificables.
Autoridades públicas.
Ley aplicable. Al final y en el Proyecto enviado al Congreso Nacional, el Poder Ejecutivo
agregó un párrafo al art. 804 que dispone que las órdenes judiciales dirigidas a las
"autoridades públicas" deban regirse por el derecho administrativo. La exclusión del derecho
común nos resulta a todas luces improcedentes y fuera de lugar. En principio porque
desconoce la unidad del plexo normativo, y segundo porque pareciera crear una especie de
ius singulare para las que se denominan "autoridades públicas", que considero que serán
los funcionarios públicos a cargo de dependencias administrativas o algo similar. A más que
la aplicación de una u otra rama del derecho no puede impedir que ante la reticencia o la
desobediencia a la orden judicial, sea quien fuere, no se le puede impedir al órgano judicial
buscar el camino para el cumplimiento y de ese modo vencer la resistencia injustificada
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El Código no define a la mora del deudor ni determinar —de forma sistemática— sus
consecuencias (cfr. arts. 886 a 888, 768, 1747 y concs., Cód. Civ. y Com.). Solamente, la
ley establece que la mora del deudor se produce —como regla general— por el solo
transcurso del tiempo fijado para su cumplimiento (mora ex re), consagrando algunas
excepciones y la forma en que estas se configuran (cfr. art. 887, Cód. Civ. y Com.).
Según la opinión del profesor Cano Martínez, "el retardo por sí solo (sin culpabilidad del
que se retrasa sin ofrecimiento, o intimación), tiene poca significación jurídica y no crea
una situación de mora. El deudor, en virtud de aquel, infringe su deber jurídico, pero no
surge la mora. Mora y retardo son conceptos que no coinciden automáticamente, y por
ello se ha dicho que la mora es un retardo 'cualificado'".
Con base en ello, la mora puede ser definida como "un estado de incumplimiento relativo
por retraso culpable"; a esto se agrega la necesidad de la constitución en mora y la
posibilidad de cumplimiento posterior de la prestación.
Clases de mora.
Según el sujeto a quien se atribuye la morosidad, hay mora del deudor y mora del
acreedor. Otra clasificación es la de mora ex persona, cuando es necesaria la interpelación
para su configuración; y mora ex re, cuando se puede prescindir de dicho requisito.
También se diferencia la mora legal, que la ley regula para supuestos concretos (arts.
1529, 1555, 1569-1570) de la mora convencional, que resulta del contenido de una
cláusula contractual.
Elementos.
Para su configuración, la mora del deudor requiere, en primer lugar, la transitoriedad del
retardo, o también llamado el elemento objetivo y material de la mora. La idea de "retardo"
se encuentra intrínsecamente relacionada con la demora, circunstancia que presupone la
exigibilidad de la prestación, ya sea por el vencimiento del plazo o por el cumplimiento de
la condición suspensiva.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Ahora bien, ese retardo se caracteriza por su transitoriedad en la medida en que puede
ser cumplida para satisfacer el interés del acreedor.
Sobre el particular existen dos posturas. Por un lado, la sostenida por Puig Brutau,
Borda, Miquel y otros, quienes consideran que la mora es el "simple retardo", desprovisto
de toda connotación subjetiva, pues que la misma es concebida como un concepto
objetivo (y que en algunos casos requiere de interpelación) y, por otro, la tradicional que
diferencia la simple "demora" o "retardo" de la situación de morosidad, tal como hemos
apuntado ut supra: la primera es el contenido material y de temporalidad, en cambio la
mora se basa en un criterio valorativo estrictamente jurídico.
Sin embargo, dentro de la postura tradicional, algunos autores entienden que la "causa
imputable" al deudor es únicamente la culpa o el dolo (Llambías, Trigo Represas). Se dice
que la morosidad incluye en sí un comportamiento culposo o doloso del deudor, el que se
adiciona al retardo para definir a la figura. Ello se vería corroborado por la reforma
introducida por la ley 17.711 a la última parte del art. 509 del Cód. Civil de Vélez (Wayar,
Alterini, Padilla, Morello, Salvat - Galli, Cazeaux - Trigo Represas) y que se mantiene en el
actual art. 888 del Cód. Civ. y Com. (Compagnucci de Caso).
Para otros, en cambio, coexisten de factores subjetivos (culpa, dolo) y objetivos (riesgo
creado, garantía, etc.), ya sea asimilando la mora automática con el factor objetivo
(Mosset Iturraspe) o bien, con base en la diferenciación de las obligaciones de medios y de
resultado, operando en el primer caso el factor subjetivo mientras que en el segundo el
objetivo (cfr. art. 774; Bueres, Pizarro, Agoglia, Boragina, Meza, Negri).
En tercer lugar, se exige la constitución en mora, la que puede operar por medio de la
interpelación del acreedor (mora ex persona) o por el mero transcurso del tiempo (mora ex
re). Nuestro criterio ha adoptado, como regla general, la mora ex re o automática y, como
excepción, la mora por interpelación (cfr. arts. 886 y 887).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En cuarto lugar, finalmente, es necesario que la obligación pueda ser cumplida en interés
y a satisfacción del acreedor, con posterioridad a la mora del deudor (p. ej., el pago del
canon locativo). Y allí surge el distingo necesario entre mora e incumplimiento absoluto,
ya que en este último supuesto el deudor no puede cumplir la prestación pues ella ya ha
dejado de interesar al acreedor. Esto ocurre nítidamente en las obligaciones sometidas a
un plazo "esencial", como en el clásico ejemplo de la entrega de la torta de bodas: si no se
cumple en el día de la fiesta, más adelante no puede el deudor liberarse entregando el
objeto de la prestación.
El texto del art. 888 del Código dice que la mora del deudor se produce "por el solo
transcurso del tiempo fijado para el cumplimiento de la obligación". Antes de seguir
analizando esta norma se debe hacer notar que el vocablo "transcurrir" es inadecuado,
aunque todos podamos entender qué quiere significar. Debió decir al "vencimiento del
plazo fijado para su cumplimiento", que indicaría con mayor precisión que no se trata del
"transcurrir" sino del "fenecer".
Lo primero, referido al plazo expreso, no resulta una cuestión esencial, porque como se
indica, es posible deducirlo por lo reglado en el artículo siguiente, pero es dable
considerar que la ley deber ser lo más clara y concisa posible a los fines que su
interpretación posterior no arroje dudas o genere controversias (Betti, Terré, Carbonnier).
El Código también contempla los casos de mora ex persona, es decir, aquellas excepciones
a la regla de la mora automática y que, por ende, requieren de la interpelación. El art. 887
dispone que las excepciones son: las obligaciones a plazo tácito de cumplimiento y las de
plazo indeterminado propiamente dicho.
La ley da por sobreentendido que el acreedor para constituir en mora al deudor deberá
"interpelarlo", ya sea judicial o extrajudicialmente. Se trata de una omisión subrayable ya
que, a nuestro juicio, el artículo debió ser más asertivo y consagrar dicha circunstancia y
requisito.
Las obligaciones con plazo tácito son aquellas cuyo plazo surge de la propia naturaleza de
la prestación. Las obligaciones con plazo indeterminado pueden clasificarse en genérico y
en indeterminado propiamente dicho. El primero, se apoya en un hecho potestativo del
deudor y no es necesario solicitar la fijación del término sino directamente reclamar el
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Las obligaciones con plazo indeterminado sin término son pues aquellas en que no se
encuentra determinado ni definido en su origen, ya bien porque las partes lo dejan sujeto
a un acontecimiento posterior, o a un hecho potestativo del deudor, o a otras diligencias o
conductas que serán apreciadas más adelante. Como ejemplos aparecen el pago a mejor
fortuna (arts. 889 a 891); el supuesto del cargo o modo, cuando no se fijó plazo de
cumplimiento (arts. 355 y 871 inc. d]), o ante cualquier cláusula como "cuando se expidan
los certificados", "a partir del momento que le otorguen el préstamo", etcétera.
Efectos de la mora.
Cesación.
La mora se prolonga hasta que ocurra algún hecho que la haga cesar, con lo cual se
produce la llamada "purga de la mora". Ello se produce mediante: a) el pago; b) la
imposibilidad de cumplimiento; c) la renuncia del acreedor; d) la constitución en mora del
acreedor, y e) para algunos, la caducidad de la instancia judicial.
En el caso del pago, puede ser voluntario o coactivo mediante la consignación judicial (art.
904). A lo debido deberá adicionar lo que corresponda por los daños moratorios (art. 768).
En virtud de lo dispuesto por el art. 955 del Código, los hechos impeditivos producidos
con posterioridad al estado de mora hacen que concluya dicha situación. Aunque, como
bien señala Llambías, libera al deudor para el futuro pero no lo exime de las
responsabilidades hasta ese momento.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La constitución en mora del acreedor tiene lugar cuando el deudor, mediante una oferta
real de pago, logra transferir el estado de incumplimiento temporario a la otra parte de la
obligación.
Otros juristas piensan que la perención se produce el cese de la mora, pues se estaría en
presencia de una renuncia tácita a los derechos del acreedor que dejó transcurrir el
tiempo sin activar el proceso judicial (Salvat, Busso, Galli, Rezzónico y Cazeaux).
Prescripción.
Cuando es mora automática por seis meses se suspende pero si es una mora por
interpelación o ex personae tiene que ser fehaciente para que prescriba.
2. Clausula Penal.
El art. 790 del Cód. Civ. y Com. Define la cláusula penal de la siguiente manera: "es
aquella por la cual una persona, para asegurar el cumplimiento de una obligación, se
sujeta a una pena o multa en caso de retardar o de no ejecutar la obligación".
Funciones.
•Compulsiva: implica que su contenido gravoso ejerce una especie de presión
psicológica sobre el deudor para que este cumpla de manera voluntaria la obligación.
•Resarcitoria: importa una forma práctica de determinar a priori el importe de los
daños y perjuicios que derivan del incumplimiento.
Clases.
•Moratoria: supone un incumplimiento relativo de la obligación y viene a compensar el
daño moratorio, y su virtualidad surge ante ese estado jurídico del deudor (art. 886).
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Tiene una característica especial: el acreedor puede reclamar la penalidad más los daños
que surjan del incumplimiento.
•Resarcitoria: presupone un incumplimiento definitivo de la obligación y, en principio,
por imposibilidad lógica, no hay acumulación del objeto debido con el importe de
sustitución de un bien por otro (art. 793).
La cláusula penal compensatoria sustituye los daños ocasionados por el incumplimiento
de la obligación (Borda, Lafaille).
Metodología
Las distintas funciones y clases de cláusula penal han generado una diversidad de
opiniones acerca de la ubicación de la cláusula penal en la legislación y en el tratamiento
dentro de los tratados. Para una primera opinión, la cláusula penal es considerada una
"modalidad" distinta de la condición, el plazo y el cargo.
Para otros autores constituye un "negocio jurídico accesorio" (como la fianza, el acto
constitutivo de la hipoteca, etc.), estructurado con sujetos, objeto y causa distintos de la
obligación principal a la que accede (Trimarchi, Kemelmajer de Carlucci).
Una tercera tesis entiende que las partes convienen una liquidación anticipada de los
daños para el caso de que no se cumpla la obligación; siendo así, se propone que se la
estudie en el capítulo destinado a tratar los "efectos del incumplimiento" (Boffi Boggero).
Una cuarta opinión estima que debería ubicarse dentro de la teoría del contrato, por
considerar que su fuente es la convención de las partes (Colmo).
Por último, se dice que si la función de la cláusula penal es la constricción debe ser
ubicada entre los medios de garantías (por su carácter compulsorio) que tienden a
reforzar el cumplimiento (Peirano Facio, Trabucchi). Pizzarro y Vallespinos la ubican
dentro de la "tutela resarcitoria del crédito" por cuanto se vincula con cuestiones
vinculadas con la prevención, la reparación y punición del daño que deriva del
incumplimiento obligacional, en cualquiera de sus manifestaciones (absoluto o relativo,
total o parcial, temporario o definitivo, etc.).
El Cód. Civil de Vélez y el Cód. Civ. y Com. han previsto esta institución como una clase
diferente de obligaciones, que tendría la característica de "accesoria", y por ello la incluyó
entre otras clasificaciones. La metodología elegida no es apropiada, por cuanto no se
corresponde con ninguna de sus funciones: la compulsiva y la resarcitoria, que deberían
ser las que permitan determinar su lugar en el ordenamiento privado.
Caracteres.
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En forma liminar, debe ponerse de relieve que es voluntaria, habida cuenta que surge de
la autonomía privada. Generalmente, incluida en los contratos, aunque nada impide su
inserción en actos jurídicos unilaterales, como en el testamento o en la partición de
herencias (Borda, Galli, Boffi Boggero, Kemelmajer, Pizarro - Vallespinos).
Es aleatoria, porque los daños a producirse por la inejecución de la obligación pueden ser
superiores o inferiores o inexistentes a los que se hubieran convenido (Busso,
Kemelmajer).
Es subsidiaria, por cuanto ingresa en lugar de la prestación principal (art. 793).
Efectos.
La cláusula penal extiende sus efectos hacia ambas partes de la relación contractual.
En relación con el deudor resulta un medio de coerción que le impone el cumplimiento y,
además, le permite conocer anticipadamente cuál es el importe de los daños (art. 790).
Por una razón estrictamente jurídica el deudor, aunque se haya pactado una cláusula
penal compensatoria accesoria, está obligado a cumplir la prestación principal; y —en
principio— no puede pretender sustituir dicho cumplimiento con lo accesorio (Lafaille,
Llambías, Busso). Como cuestión excepcional, y fundada en el principio de autonomía de
la voluntad, ante el pacto "expreso" el deudor puede tener la facultad de optar y pagar con
el objeto de la cláusula penal (cfr. art. 796; Cazeaux - Trigo Represas, Salvat - Galli,
Colmo, Rezzónico).
Por su parte, el acreedor puede optar entre exigir la prestación principal o la penalidad,
cuando esta es compensatoria, lo cual lleva a pensar que están ante una obligación
alternativa impropia, pues la elección le corresponde al titular activo de la relación. Si la
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pena es moratoria, o el acreedor hizo reserva para reclamar ambas, puede acumular la
prestación debida y la cláusula (arts. 793 y 797). El acreedor no necesita probar la
existencia de daño alguno para hacer efectivo su derecho; por su parte el deudor no se
exime del pago de la pena, aun probando que no existió ningún perjuicio (art. 794).
Contenido.
De acuerdo con lo indicado por el art. 791 del Cód. Civ. y Com., el contenido de la
prestación se integra con todo aquello que se admita constituya el objeto de una
obligación. De allí que debe sumar los requisitos ya vistos, en cuanto a licitud,
determinabilidad, cosas que estén en el comercio y su patrimonialidad (Kemelmajer de
Carlucci, Machado).
En cuanto a las cosas que lo integran, pueden ser sumas de dinero y, en general, los
objetos materiales. Pareciera que todo merece una respuesta positiva. En relación con las
sumas de dinero y demás cosas materiales no hay duda.
En cuanto a lo demás, sostiene Lobato que el contenido también es posible que se integre
por una acción o abstención del obligado. Pareciera que todo merece una respuesta
positiva.
En relación con las sumas de dinero y demás cosas materiales no hay duda.
En cuanto a lo demás, sostiene Lobato que el contenido también es posible que se integre
por una acción o abstención del obligado.
Destino.
El art. 791 en su texto final, igual que lo que dispone el art. 653 del Cód. Civil, indica que
la cláusula penal puede ser constituida a favor del acreedor que es instituyente de la
misma, o bien de un tercero (Cazeaux y Trigo Represas, Roca Sastre y Puig Brutau,
Enneccerus y Lehmann). Lo corriente es que sea el acreedor, damnificado por el
incumplimiento temporal o definitivo, quien vea resarcido el daño con el contenido de la
cláusula penal, pero no se observa vallado alguno para que ese papel lo asuma alguien
que no fue parte en la relación jurídica.
La pena y el incumplimiento.
Respecto del supuesto de incumplimiento, el nuevo Código en su art. 792 dispone que "el
deudor que no cumple la obligación en el tiempo convenido debe la pena, si no prueba la
causa extraña que suprime la relación causal. La eximente del caso fortuito debe ser
interpretada y aplicada restrictivamente”.
El art. 792 se inclina por dar una solución ya consagrada en la mayoría de la doctrina y
jurisprudencia, así que se vuelve exigible a partir del incumplimiento imputable del
deudor. Considero que para ello es necesario que se encuentre en mora, ya que el solo
retardo, a veces, no le puede atribuir dicho carácter.
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En relación con la indemnización, el art. 793 del Código nos dice: "La pena o multa
impuesta en la obligación suple la indemnización de los daños cuando el deudor se
constituyó en mora; y el acreedor no tiene derecho a otra indemnización, aunque pruebe
que la pena no es reparación suficiente".
El primer aspecto que determina el art. 793 es el carácter de la cláusula penal cuando es
"compensatoria"
En ese caso viene a sustituir la indemnización de los daños y, como consecuencia de ello,
el acreedor tiene limitado su reclamo al importe o valor de la cláusula penal.
Se justifica la solución legal en razón de que de esa forma se fijan convencionalmente los
daños y se da garantía suficiente del importe debido ante el incumplimiento.
Atenuación de la pena.
El art. 794 en su segundo párrafo permite a los jueces disminuir las cláusulas penales
excesivas. Tiene su fundamento en el abuso del derecho, la moral y las buenas
costumbres (Kemelmajer de Carlucci, Sassot). Para ello dispone diferentes pautas a tener
en consideración: a) la gravedad de la falta sancionada; b) el valor de las prestaciones, y c)
las demás circunstancias que configuren un "abusivo aprovechamiento de la situación del
deudor" (Llambías, Rezzónico, Alterini - Ameal - López Cabana).
Modificación la cláusula.
Se ha controvertido si la alteración del importe de la cláusula penal puede ser hecha de
oficio o bien requiere petición de parte interesada. Por la primera idea se inclina gran
parte de la doctrina y la jurisprudencia, y ello porque la sanción tiene su fundamento en
principios de orden público y afectación a la moral y las buenas costumbres. Por otra
parte, se sostiene que el juez no puede actuar de oficio y solo a petición y requerimiento
de parte interesada.
Y ello en razón de que hay que invocar y acreditar hechos que justifiquen el requerimiento
y, además, que la sanción constituye una nulidad relativa y por ello solamente argüible
por parte interesada.
Obligaciones de no hacer: Conforme lo estipulado en el art. 795 "en las
obligaciones de no hacer el deudor incurre en la pena desde el momento que
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Nulidad.
El art. 801 expresa claramente: "La nulidad de la obligación con cláusula penal no causa
la de la principal. La nulidad de la principal causa la de la cláusula penal, excepto si la
obligación con cláusula penal fue contraída por otra persona, para el caso que la principal
fuese nula por falta de capacidad del deudor".
Nulidad de la cláusula penal: En su primera parte el art. 801 plantea la
siguiente solución: la nulidad de la cláusula penal, que es lo accesorio, no afecta a
la validez de la prestación principal.
Nulidad de la obligación principal: Si la ineficacia estructural afecta a la
obligación principal, la cláusula penal por el propio carácter y efecto de lo
accesorio, también es nula.
Excepción: está prevista al final del art. 801 dispone: "...excepto si la obligación
con cláusula penal fue contraída por otra persona, para el caso que la principal
fuese nula por falta de capacidad del deudor". Es decir, cuando un tercero sin
vinculación con la obligación originaria asume de manera autónoma el pago de una
cláusula penal, si la originaria resulta nula por ausencia de capacidad del deudor,
la cláusula penal es válida. En mi entender no es esta una excepción a la regla,
porque el deber de cumplir resulta propio y directo del tercero que establece una
especie de garantía de la validez del acto.
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Para este supuesto el caso fortuito o la fuerza mayor que afecta a la prestación principal
lleva su efecto a la cláusula penal.
El texto del art. 666del Cód. Civil derogado hacía esta referencia muy vinculada con las
denominadas "obligaciones naturales" previstas en el art. 515 de ese cuerpo legal. El
cambio producido en el nuevo Código en el art. 728, incluyendo a los deberes morales en
lugar de las obligaciones naturales, impone pensar que son dichos deberes lo que no
pueden reclamarse judicialmente los que están aludidos en el art. 803.
Aclarándose bien en este artículo que cuando se convino la cláusula penal la principal ya
no era exigible y, por ello, y por ser posterior, lo accesorio mantiene su vigor. Debo señalar
que la solución no difiere de lo dispuesto en el Cód. Civil de Vélez, porque en ambos
supuestos que la principal no es exigible sí lo es la cláusula penal. Se trata de una
excepción más al carácter de accesorio, ya que mientras una tiene un sesgo ajurídico, la
otra surte todos los efectos de un vínculo obligatorio.
El caso fortuito es, por definición, el suceso extraño al presuponer responsable, que no
pudo preverlo ni evitarlo. También se lo puede definir al caso fortuito y a la fuerza mayor
como acontecimiento que interrumpe y desvían la cadena causal de tal manera que el
resultado dañoso no puede ser imputado al deudor.
El en art. 1730 asimila del código asimila la noción y los efectos del caso de fortuita y la
fuerza mayor: se considera caso fortuito o fuerza mayor al hecho que no ha podido ser
previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podía ser evitado.
El caso fortuito o fuerza mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en
contrario. Este Código emplea los términos caso fortuito o fuerza mayor como sinónimos.
Requisitos:
Inevitable: es el acontecimiento que el hombre no puede resistir. La imposibilidad debe
darse con un criterio generalizado, es decir, para todos aquellos que se puedan encontrar
en circunstancias similares.
Imprevisible: es el hecho que no ha podido preverse. Lo previsible es lo que se puede ver
con antelación.
Actual: el hecho debe ocurrir contemporáneamente al momento al momento del
cumplimiento.
Inimputable: significa que no se pueda atribuir al del deudor.
Extraordinario: el hecho excede el orden natural.
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Casos:
Hechos de la naturaleza caso fortuito
Hechos del hombre fuerza mayor.
Ordinarias: estaría dado por aquellos hechos que resulten poco acostumbrados; o que
depende de condiciones temporales; o que no se sepa bien cuando se producirán, etc.
Extraordinarios: son las consecuencias imprevisible, anormales, las fuera del orden
natural de las cosas.
Externo e Interno (teoría de Exner): Exner en su teoría distingue la fuerza mayor y caso
fortuito, considerando que el primero es la única que puede ser causa de liberación del
deudor, debiéndose darse en ella dos elementos: uno cualitativo (es el que hace a la
exterioridad del hecho) y otro cuantitativo (hace a la notoriedad y publicidad del
acontecimiento).
(Teoría de Josserand): lo que habla en la tesitura en donde se habla de una íntima
conexidad entre el hecho (causus) y la actividad (riesgo), en donde se prescinde de toda
idea de culpa, que lo obliga a responder.
Efectos.
Culpa y mora del deudor. En el art. 1733 en el ins. c) y d) establece que aunque ocurra
el caso fortuito el deudor es responsable si esta en mora o sobreviene por su culpa. Lo
importante que dice este artículo es que la culpa o el estado de morosidad son juzgados
como supuestos de excepción a la regla porque el incumplimiento o el hecho dañoso son
consecuencia del comportamiento del deudor.
Prueba del caso fortuito. Hay una regla en el derecho procesal civil que indica que el
actor tiene la carga de probar los hechos "constitutivos" que integran los presupuestos
normativos, y el demandado los "impeditivos" y "extintivos".
El casus configura un típico hecho que impide atribuir la consecuencia al deudor y, por
ende, corresponde que sea este quien cargue con la prueba respectiva Si se trata de un
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hecho notorio sería innecesaria su probanza por aquello de que notoria non egent
probatione.
El Cód. Civ. y Com. Dispone que las eximentes de responsabilidad deben ser demostradas
—tiene la carga procesal de hacerlo—por quien las alega, excepto disposición legal en
contrario (art. 1374).
Requisitos.
o La existencia de una obligación que para su cumplimiento requiera un
comportamiento del acreedor (en las obligaciones de no hacer no se puede suscitar
la mora del acreedor; el deudor debe limitarse a una abstención).
o La existencia de una obligación válida en estado de efectivización (p. ej., si la
obligación era a plazo, el mismo debe estar vencido).
o La falta de cooperación del acreedor.
o La oferta real de pago.
o La ausencia de justificación que autorice la negativa a recibir el pago.
Efectos:
o Impone al acreedor el deber de resarcir los daños y perjuicios.
o El deudor queda liberado de los riesgos derivados de la obligación
o Tratándose de obligaciones dinerarias se suspende el curso de los intereses.
o Impide la constitución en mora del deudor.
o Autoriza a formular la consignación del pago.
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(arts. 904 a 907) o, incluso, con el nuevo Código mediante la "consignación extrajudicial"
mediante la intervención de un escribano público (arts. 910 a 913).
La consignación es procedente en las obligaciones de dar, pues en las de hacer, a las que
se une la necesaria cooperación del acreedor, se concluye mediante la resolución (arts.
1083 y ss.).
Caracteres.
a) Es facultativo (el deudor no está obligado a efectuar la consignación judicial cuando el
acreedor se niegue a recibir el pago o existan obstáculos que imposibiliten el pago directo);
b) Es una manera excepcional de cumplimiento, porque lo corriente es que el pago se
realice con la sola actuaciónde las partes, de manera que el procedimiento judicial o
extrajudicial se torna viable cuando el deudor aparece coartado en el ejercicio de su
derecho de pagar, por la existencia de un obstáculo efectivo al cumplimiento directo y
eficaz (Busso, Llambías, Trigo Represas);
c) Exige la intervención de un juez o de un escribano público.
De ahí que los que puedan pagar, pueden consignar (el deudor o terceros interesados); el
sujeto pasivo del pago (el accipiens, generalmente el acreedor); el objeto tenga que
coincidir en cuanto a la identidad, integridad, la temporalidad y la localización, es decir,
todos los elementos necesarios en cuanto a las personas, el objeto y el modo del pago
deben concurrir y ser cumplidos.
Forma.
En el Código se han previsto tres supuestos, teniendo en cuenta las distintas clases de
obligaciones en la que procede, sobre el pago por consignación: En el caso de las
obligaciones dinerarias, el pago se realiza mediante el depósito
En un banco donde las jurisdicciones locales de cada provincia, o de la Ciudad de
Buenos Aires, dispongan que se encuentra autorizado para recibir "depósitos judiciales".
Dicho depósito debe ser hecho por el deudor, o por el tercero legitimado para pagar, en
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una cuenta especial, a la orden del juez que tiene intervención en el proceso judicial. En
las obligaciones de dar cosas indeterminadas, cuya elección correspondía en un
Principio al acreedor, la ley revierte dicha potestad a favor del deudor y es este quien
elige. Lo posterior es considerar que se trata de una consignación de dar cosas ciertas, y
basta con un reclamo intimidatorio que haga el deudor al acreedor para la recepción del
objeto. En las obligaciones que tengan por objeto dar cosas perecederas o que exigen
Altos costos en su conservación, una vez probadas estas circunstancias, el juez puede
ordenar la veta en subasta pública y, con el dinero obtenido, seguirse como si fuera un
pago por consignación de obligaciones dinerarias.
Las consecuencias del proceso judicial del pago por consignación dependerán de la
actitud que asuma el acreedor demandado y la consiguiente resolución judicial, la que
establecerá si se opera o no la extinción de la obligación mediante el pago. Si el acreedor
se presenta a juicio y se allana a la demanda aceptando en todos los términos la
pretensión, constituye un verdadero reconocimiento de los derechos del demandante.
Como consecuencia, la consignación debe ser declarada procedente y el pago válido. Para
el caso de que el acreedor no se presente al juicio, después de haber sido notificado
fehacientemente y declarada su rebeldía, la solución debe ser estimada de conformidad
con las reglas del proceso civil.
Deudor moroso.
El art. 908 del Código establece la posibilidad de que sea un deudor moroso quien realice
el pago por consignación. Ello puede ocurrir, tal vez, porque habiendo vencido el plazo
para realizar el pago el acreedor se niegue a recibírselo, pretendiendo alegar con
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Desistimiento de la acción.
El art. 909 del Código dispone que mientras el acreedor no hubiese aceptado la
consignación, o no hubiese recaído declaración judicial teniéndola por válida, el deudor
pueda desistir de la consignación. Pero también puede hacerlo con posterioridad a la
aceptación del acreedor o a la declaración judicial de validez de la consignación.
Según Calvo Costa, en esta disposición se abordan dos supuestos diferentes, a saber:
1) Cuando la consignación ha sido realizada por el deudor, y esta no ha sido aceptada por
el acreedor, es indudable que lo consignado no ha salido todavía del patrimonio del
deudor, razón por la cual lo dado en pago de tal modo le sigue perteneciendo. En virtud
de ello, siendo hasta ese momento un acto unilateral, resulta lógico que quien ha
consignado pueda revocar su voluntad y desistir del pago judicial realizado. Dicho
desistimiento por parte del solvens implica también la facultad de retirar los bienes dados
en consignación (p. ej.: retirar las sumas de dinero depositadas).
2) Si, en cambio, la consignación ha sido ya aceptada por el acreedor o declarada válida
por sentencia judicial, solo podrá el deudor desistir —y retirar— lo consignado, con la
conformidad expresa del acreedor, ya que lo consignado adquiere el carácter de pago y,
por ende, sería irrevocable de manera unilateral por el solvens. Queda claro que una vez
que esto ocurre, los bienes consignados pasan a integrar el patrimonio del accipiens,
razón por la cual solo con la conformidad de este podrá el deudor retrotraer su voluntad.
Entre las novedades del Cód. Civ. y Com. Se encuentra la "consignación extrajudicial". Se
trata de una figura jurídica con muy pocos antecedentes en la legislación nacional, y
también podría afirmarse que lo mismo ocurre en el derecho comparado. Surge al influjo
de nuevas ideas que contienen cierta similitud con la mediación, como una etapa previa
fuera del litigio, y al contrato de arbitraje, que se muestra como un modo de sustraer el
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Es un principio indiscutido que la parte activa del patrimonio, o sea, los "bienes",
constituye la garantía común de los acreedores, es decir, el patrimonio del deudor está
afectado y responde por el cumplimiento de sus obligaciones (las deudas) con todos sus
bienes presentes y futuros; la responsabilidad del deudor es, pues, estrictamente
patrimonial.
Evolución.
Régimen del Código Civil Argentino y del Código civil y comercial de la Nación.
Régimen del Código Civil Argentino Régimen del Código civil y comercial
de la Nación.
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•El art. 505 que consagraba los •Se ocupa de la cuestión en el Libro III,
derechos del acreedor para reclamar el Título I, Sección 3ª "Garantía común de
cumplimiento de la obligación; los los acreedores", arts. 743, 744 y 745.
arts. 955 a 960 que se ocupaban de la •El art. 743 dispone en forma expresa:
acción de simulación; los arts. 961 a "Los bienes presentes y futuros del
972 que regulaban deudor constituyen la garantía común de
•la acción revocatoria; el 1196 para la los acreedores. El acreedor puede exigir la
acción subrogatoria o indirecta, entre venta judicial de los bienes del deudor,
otros. pero solo en la medida necesaria para
•Creación pretoriana. satisfacer su crédito. Todos los acreedores
pueden ejecutar estos bienes en posición
igualitaria, excepto que exista una causa
legal de preferencia".
•La consagración de un"patrimonio
general" en las personas humanas y
jurídicas; y la posibilidad de que tengan
además "patrimonios especiales".
•El patrimonio es el conjunto de bienes
materiales e inmateriales de titularidad de
una persona (art. 16, Cód. Civ. y Com.)
susceptibles de apreciación económica.
El principio general no es absoluto, tiene limitaciones: en relación con los bienes del
deudor, no todos los bienes están sujetos a la garantía patrimonial; y respeto a los
acreedores, no todos concurren en igualdad de condiciones. Ciertos bienes del deudor no
pueden ser objeto de embargo o ejecución del acreedor. Y la razón de ello, es que se
consideran indispensables para que la persona pueda llevar una vida digna.
El art. 744 del Cód. Civ. y Com. Enumera los bienes excluidos de la garantía prevista en
ella art. 743 y dice: "Quedan excluidos de la garantía prevista en el art. 743:
b) los instrumentos necesarios para el ejercicio profesional de la profesión, arte u oficio del
deudor
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e) los derechos de usufructo, uso y habitación, así como las servidumbres prediales, que
solo pueden ejecutarse en los términos de los arts. 2144, 2157 y 2178
f) las indemnizaciones que corresponde al deudor por daño moral y por daño material
derivado de lesiones a su integridad psicofísica
La regla es que los acreedores se hallan en posición igualitaria (par conditio creditorum).
Está previsto en el art. 743 del Código. Pero la igualdad cede, cuando el crédito tiene un
"privilegio", es decir, la calidad del crédito que le confiere a su titular el derecho a ser
pagado con preferencia a otro. La preferencia al cobro debe surgir de la ley.
Cobra importancia determinar los derechos de preferencia cuando el patrimonio del deudor
no alcanza a cubrir todas sus deudas.
Los acreedores privilegiados son los que tienen por ley, derecho a cobrar con preferencia a
otros. Y quirografarios o comunes los que no gozan de preferencia alguna para el cobro y
cobran del remanente, una vez satisfechos los privilegiados, a prorrata.
Es un medio preventivo de actuación que la ley otorga a los acreedores para mantener la
incolumidad del patrimonio del deudor. Tiene lugar cuando el deudor no ejerce los
derechos que tiene contra sus deudores e imposibilita a su acreedor el cobro del crédito
que a él le adeuda. El deudor se encuentra en una situación de inercia o desidia y carece
de interés en percibir sus créditos; el principal motivo por el que se mantiene en ese estado
es la convicción que posee en cuanto a que si esos bienes ingresan a su patrimonio serán
objeto de medidas cautelares o acciones del acreedor.
Los sujetos que se encuentran vinculados con la acción subrogatoria son: a) el acreedor
subrogante, que es quien promueve la acción para ejercer los derechos del deudor contra
terceros deudores de este; b) el deudor subrogado que es el deudor del acreedor subrogante
y que permanece en estado de inactividad; c) el tercero demandado que es el deudor del
deudor subrogado.
Antecedentes históricos.
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El Cód. Civil francés contempla esta acción en el art. 1166, y tiene como fuente el
Anteproyecto de Bigot de Premeneu que tuvo en consideración a la Costumbre de
Normandía.jercer las acciones del deudor en beneficio de los acreedores.
Régimen del Código Civil Argentino Régimen del Código Civil y comercial
de la Nación
o El art. 1196 era la única norma el libro III, "Acciones y de la garantía
sustantiva que hacía referencia a común de los acreedores", Título I,
ella, e indicaba solamente la "Obligaciones en general",
posibilidad de los acreedores de Capítulo 2, arts. 739 a 742.
promover las acciones de sus El art. 739 caracteriza la acción
deudores con la excepción del subrogatoria: "El acreedor de un crédito
ejercicio de los derechos inherentes cierto, exigible o no, puede ejercer
a las personas. judicialmente los derechos patrimoniales
o La doctrina cuestionaba, además, de su deudor,
la ubicación metodológica en el si este es remiso en hacerlo y esa omisión
Código del tratamiento de la acción afecta el cobro de su acreencia.
subrogatoria, ya que estaba El acreedor no goza de preferencia alguna
incluida dentro de los "efectos de sobre los bienes obtenidos por ese medio".
los contratos".
Reside en el principio general de que "el patrimonio del deudor es la garantía común de los
acreedores" y es lo que permite a los acreedores accionar ante la inactividad del deudor
para percibir los créditos que a este le corresponden. Para un sector doctrinario es
conservatoria. Con la acción subrogatoria, el acreedor de un deudor inactivo ejerce los
derechos de este para cobrar los créditos que tiene a su favor; y de esa forma busca
integrar el patrimonio del deudor para luego poder cobrarse de él.
Para otro sector doctrinario, la acción subrogatoria posee carácter ejecutivo, ya que no se
limita a obtener el ingreso de bienes al patrimonio del deudor, sino también a la realización
directa e inmediata del crédito del acreedor subrogante contra el subrogado.
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Otros doctrinarios afirman que la acción tiene un carácter "mixto", ya que persigue la
integración del patrimonio (conservatoria), pero con la finalidad de posibilitar luego la
ejecución del crédito.
Caracteres
Personal. Es una acción de carácter personal; el acreedor carece de todo
derecho real sobre los bienes que se obtengan como consecuencia del ejercicio de la
acción subrogatoria.
Individual. Es una acción individual, que puede ser ejercida por cualquier
acreedor. Ello siempre y cuando el deudor no se halle concursado o declarado en
quiebra, pues en este caso estamos en presencia de un proceso colectivo que obsta al
inicio de la acción particular del deudor.
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Facultativa. Es potestiva del acreedor pues este puede optar por iniciarla o no
según su voluntad.
Oblicua. Es también indirecta ya que el acreedor subrogante actúa en lugar del
deudor y los bienes que obtiene ingresan al patrimonio del deudor subrogado.
Disponible. No es una acción de orden público por lo cual del acreedor y el
deudor pueden convenir la no ejercitación de la acción en el futuro.
El art. 1196 del Cód. de Vélez mencionaba a los "acreedores quirografarios", lo que llevó a
la doctrina a plantear si los "privilegiados" estaban excluidos de la acción subrogatoria El
consenso doctrinario fue que ambas categorías quedaban comprendidas, criterio que se ha
reafirmado con el texto actual del art. 739 del Cód. Civ. y Com. que no hace distinción
alguna.
Condiciones de la acción.
•El interés legítimo para accionar: El acreedor subrogante debe acreditar también su
interés legítimo para accionar. La doctrina entiende que el acreedor que acredita su
condición de tal, y además prueba la inactividad del deudor para integrar su patrimonio,
cuenta con una presunción sobre la existencia y legitimidad de su interés legítimo.
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•La citación del deudor al proceso: El Cód. Civ. y Com. en el art. 740 dice: "Citación del
deudor. El deudor debe ser citado para que tome intervención en el juicio respectivo".
Este requisito también está contemplado, aunque con mayor amplitud en el art. 112 del
Cód. Proc. Civ. y Com.: "Antes de conferirse traslado al demandado se citará al deudor por
el plazo de diez días, durante el cual este podrá: 1) formular oposición, fundada en que ya
ha interpuesto la demanda o en la manifiesta improcedencia de la subrogación, 2)
Interponer la demanda, en cuyo caso se le considerará como actor y el juicio proseguirá
con el demandado".
Efectos.
Entre el acreedor subrogante y el deudor subrogado: El acreedor se pone en
lugar del deudor con facultades para obtener el resultado de la acción judicial que
realiza. Sin embargo, hemos estudiado que el deudor subrogado continúa siendo el
titular del derecho y de los bienes.
Entre el acreedor subrogante y el tercero demandado: El tercero, deudor del
deudor subrogado, una vez demandado por el acreedor subrogante puede oponer
todas las defensas y excepciones que hubiera podido hacer valer frente al deudor
subrogado su acreedor). En este sentido el art. 742 dice: "Defensas oponibles.
Pueden oponerse al acreedor todas las excepciones y causa de extinción de su
crédito, aun cuando provengan de hechos del deudor posteriores a la demanda,
siempre que estos no sean en fraude de los derechos del acreedor". El acreedor no
puede disponer del resultado del ejercicio del derecho de crédito, ni haciendo
transacciones ni remisiones de deuda ni recibir pagos: solo puede hacerlo el deudor
subrogado que es el titular del derecho.
Efectos entre el deudor subrogado y el tercero demandado: Entre estos
sujetos existe una relación jurídica que no se ve alterada por la acción subrogatoria.
El deudor subrogado puede recibir pagos de su deudor y efectuar actos de
disposición de su crédito. Sin embargo, el deudor subrogado es citado al juicio
iniciado por el subrogante de modo que los efectos de la sentencia que allí se dicte
tendrán efecto de cosa juzgada para aquel.
Efectos entre el acreedor subrogante y los restantes acreedores del deudor
subrogado: El acreedor subrogante que inicia la acción no tiene ninguna ventaja ni
preferencia con relación a los restantes acreedores del deudor subrogado. Y eso es
así porque lo obtenido con la acción subrogatoria ingresa al patrimonio del deudor
subrogado, de modo que forma parte de la garantía común de todos los acreedores.
El art. 739 del Código, en su última parte, dice "El acreedor no goza de preferencia
alguna sobre los bienes obtenidos por ese medio".
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Metodología.
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de la acción. En el art. 961 solo indicaba que los acreedores podían "demandar la
revocación de los actos celebrados por el deudor en perjuicio o en fraude de sus derechos"
Código civil y comercial: La acción de declaración de inoponibilidad es otra vía legal por
medio de la cual los acreedores pueden proteger sus créditos y está prevista en el Cód. Civ.
y Com., dentro del Libro I ("Parte General"), en el Título IV "Hechos y actos jurídicos",
Sección 3ª "Fraude" (arts. 338 a 342).
Evolución histórica.
En Roma, el primer remedio fue el interdictum fraudatorium, medida de tipo posesoria que
permitía accionar contra el adquirente cómplice del deudor que enajenaba cosas. También
se admitió una actio de restitutio in integrum of fraudem que tenía como efecto rescindir
los actos de enajenación en fraude a los acreedores. Con Justiniano se unifican las
acciones en una que tiene carácter revocatorio e indemnizatorio. La denominación de
"pauliana" responde a sus antecedentes romanos, ya que fue el pretor Paulo quien la
introdujo en el derecho romano.
Fundamento.
Naturaleza jurídica.
Es una acción personal de inoponibilidad. No se trata de una acción real pues no persigue
reconocer un derecho de propiedad a favor de quien ejerce la acción ni tampoco del deudor.
Una parte de nuestra doctrina ha considerado que estamos frente a una acción de nulidad
(Machado, Salvat) y otros, que se trata de una acción indemnizatoria (Acuña Anzorena).
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Sin embargo, el Cód. Civ. y Com. despeja las controversias, dándole el carácter de acción
de inoponibilidad. También se ha discutido el carácter de acción conservatoria o ejecutiva.
Conservatoria, para quienes dicen que constituye un prius de la ejecución, y se concede a
los acreedores que aún no pueden reclamar el cumplimiento (Compagnucci de Caso).
Ejecutiva para quienes entienden que quien la ejerce lo hace para satisfacer su crédito ya
que los bienes que se obtienen ingresan directamente al patrimonio del acreedor
accionante (Calvo Costa).
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El art. 338 agrega otros casos de actos alcanzados por la acción: las renuncias al ejercicio
de derechos o de facultades con los que el deudor podría haber mejorado su situación
patrimonial o evitada empeorar su estado de fortuna.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Plazo de prescripción.
La acción declaración de inoponibilidad que nace del fraude prescribe a los dos años (art.
2562: "Prescriben a los dos años:... f) el pedido de declaración de inoponibilidad nacido del
fraude"). El plazo de prescripción comienza a contarse "desde que se conoció o pudo
conocer el vicio del acto" (art. 2563).
Extinción de la acción.
Se produce cuando el adquirente de los bienes transmitidos por el deudor desinteresa a los
acreedores (el acreedor percibe su crédito y su interés se ve satisfecho) o les da garantías
suficientes (asegura que percibirán sus créditos en el futuro). Así lo dispone el art. 341 del
Código.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Esta vía legal se encuentra prevista en el Libro III de los "Derechos Personales", Título I
"Obligaciones en general", Capítulo 2, arts. 736 a 738 del Cód. Civ. y Com.
El art. 736 caracteriza a la acción directa: "es la que compete al acreedor para percibir lo
que un tercero debe a su deudor, hasta el importe del propio crédito. El acreedor la ejerce
por derecho propio y en su exclusivo beneficio. Tiene carácter excepcional, es de
interpretación restrictiva, y solo procede en los casos expresamente previstos en la ley".
Es una acción disponible en ciertos casos, donde el acreedor reclama en nombre propio al
deudor de su deudor y busca así obtener la satisfacción de su crédito.
La acción del acreedor se dirige contra "el deudor de su deudor", es por ello que tiene
carácter excepcional y procede solo para las situaciones en las que la ley la prevé
expresamente.
Tiene ventajas frente a la acción subrogatoria, ya que no busca integrar el patrimonio del
deudor, sino que le permite al acreedor demandante ingresar directamente en su
patrimonio los valores que obtenga y hasta el monto de su crédito. Esta acción redunda en
beneficio solo del acreedor que la interpone.
Régimen del Código Civil Argentino y del Código Civil y Comercial de la Nación.
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Esta vía legal se encuentra prevista en el Libro III de los "Derechos Personales", Título I
"Obligaciones en general", Capítulo 2, arts. 736 a 738 del Cód. Civ. y Com.
El art. 736 caracteriza a la acción directa: "es la que compete al acreedor para percibir lo
que un tercero debe a su deudor, hasta el importe del propio crédito. El acreedor la ejerce
por derecho propio y en su exclusivo beneficio. Tiene carácter excepcional, es de
interpretación restrictiva, y solo procede en los casos expresamente previstos en la ley".
Caracteres
Es una acción excepcional, pues procede solo en aquellos casos en los cuales la ley
expresamente la autoriza. Además, es de interpretación restrictiva. Significa que en caso de
duda sobre la procedencia o improcedencia de la acción, habrá que estarse por la negativa.
Requisitos de la acción.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El tercero demandado puede oponer al progreso de la acción todas las defensas que tenga
contra su acreedor (deudor del acreedor accionante) y también todas las defensas que
tenga directamente contra el acreedor accionante (p. ej., la compensación). El monto que
obtiene el acreedor como consecuencia de la acción ingresa directamente a su patrimonio
y no va al patrimonio del deudor principal. Por ello es una acción ejecutiva y no
conservatoria.
El deudor principal se libera frente a su acreedor accionante, en la medida del pago que
se logró obtener por la acción al tercero demando. Es decir, si quedara un remanente no
percibido por el acreedor, se mantiene vigente la obligación del deudor principal por esa
porción no percibida del crédito.
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La ley procesal brinda al acreedor herramientas para hacer efectivo el principio de que "el
patrimonio del deudor es la garantía común de los acreedores". Además de las acciones
subrogatoria, de inoponibilidad y directa que hemos analizado, el acreedor cuenta con las
"medidas cautelares" para conservar el derecho de crédito, impedir que el deudor se
insolvente y de ese modo poder hacer efectivo el crédito.
Son medidas de protección anticipada del crédito, ya que se hacen efectivas con
anterioridad a que el deudor evada algún bien de su patrimonio. Son, además, medidas
instrumentales, pues no constituyen un fin en sí mismas sino que tienden a garantizar el
resultado de un proceso (Calamandrei, Morello, Palacio).
Tienen carácter urgente por ello la brevedad de los plazos procesales para su dictado, su
tramitación y concreción. Todo esto es necesario para asegurar la efectividad de la medida
en la protección de los derechos del peticionante.
Con la solicitud de la medida cautelar surge una actividad preventiva ante la posibilidad
objetiva de frustración, riesgo o estado de peligro de cobro del crédito (periculum in mora);
con base en una razonable probabilidad de existencia del derecho invocado por el acreedor
(bonis fumus iuris); y exigiéndole a este garantías suficientes para el caso en que la
petición no reciba finalmente auspicio; anticipa los efectos de la decisión de fondo
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Embargo preventivo.
Es una de las medidas cautelares que regula los Códigos Procesales civiles y comerciales de
la Nación y de las provincias. Consiste en la afectación de un bien o bienes del deudor para
asegurar la eventual ejecución futura, individualizándolos y limitando las facultades de
disposición y de goce de aquellos, hasta tanto se dicte la sentencia de condena o se
desestime la demanda (Podetti).
Existen distintas clases de embargo, según la índole del proceso y la etapa en que es
ordenado. Así pues, existe el embargo preventivo, el ejecutivo y el ejecutorio.
El preventivo es aquel que se puede ordenar en un proceso de conocimiento (ordinario,
sumario o sumarísimo), cuando se cumplen los requisitos antes mencionados
(verosimilitud en el derecho, peligro en la demora y contracautela).
Con el embargo se individualizan los bienes del deudor, afectándolos al pago de la
obligación que se encuentre sujeta al proceso judicial donde se debate la procedencia del
derecho creditorio reclamado y se espera el dictado de la sentencia que declare su
legitimidad (art. 209, Cód. Proc. Civ. y Com.).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Anotación de litis.
Es una medida cautelar judicial que consiste en la inscripción en el registro del bien
correspondiente y que da a conocer acerca de la existencia de un litigio determinado. Con
ello el acreedor logra dar publicidad a la situación judicial y puede oponer los derechos
alegados en el juicio a los terceros que adquieran derechos reales o personales sobre
inmuebles del deudor. Dichos terceros adquirentes deberán soportar las consecuencias de
la sentencia judicial que recaiga en el juicio, sin poder alegar el desconocimiento de su
existencia.
La regulación legal de la medida se encuentra en el art. 229 del Cód. Proc. Civ. y Com. y
dice: "Procederá la anotación de litis cuando se dedujere una pretensión que pudiere tener
como consecuencia la modificación de una inscripción en el Registro correspondiente y el
derecho fuere verosímil. Cuando la demanda hubiere sido desestimada, esta medida se
extinguirá con la terminación del juicio. Si la demanda hubiere sido admitida, se
mantendrá hasta que la sentencia haya sido cumplida".
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Intervención judicial.
La figura del interventor está prevista en leyes sustanciales (ley 19.550 de Sociedades y en
el Fideicomiso art. 1679 del Cód. Civ. y Com.) y también en las normas procesales. Puede
tratarse de una "interventor informante" o de un "interventor recaudador", dependiendo de
las condiciones de excepción que establecen las normas que lo regulan. Así lo prevé el art.
222 del Cód. Proc. de la Nación: "Además de las medidas cautelares de intervención o
administración judiciales autorizadas por las leyes sustanciales, que quedan sujetas al
régimen establecido por ellas, podrán disponerse las que se regulan en los artículos
siguientes".
El interventor recaudador es un tercero designado por el juez para recaudar una suma de
dinero determinada por el magistrado,sobre el producido de rentas o frutos de
determinados bienes.
Un interventor informante que se encarga de informar al juez sobre el estado de los bienes
que son objeto del juicio, o bien, sobre las operaciones o actividades que realiza el deudor.
El art. 224 del Cód. Procesal dice: "De oficio o a petición de parte, el juez podrá designar un
interventor informante para que dé noticia acerca del estado de los bienes objeto del juicio
o de las operaciones o actividades, con la periodicidad que se establezca en la providencia
que lo designe".
Secuestro.
El secuestro de los bienes del deudor es una medida judicial autónoma que se concede
cuando el embargo no asegure el derecho invocado por el peticionante de la medida. Tiende
a preservar los bienes del deudor que están en litigio, desapoderando al demandado de
ellos, hasta tanto se dicte la sentencia.
La medida está prevista en el art. 221 del Cód. Procesal: "Procederá el secuestro de los
bienes muebles o semovientes objeto del juicio, cuando el embargo no asegurare por el
derecho invocado por el solicitante, siempre que se presenten instrumentos que hagan
verosímil el derecho cuya efectividad se quiere garantizar. El juez designará depositario a la
institución oficial o persona que mejor convenga; fijará su remuneración y ordenará el
inventario si fuese indispensable"
Prohibición de innovar
Es una medida cautelar que tiene por finalidad mantener el estado de una situación de
hecho o de derecho existente al momento en que se decreta. Se trata de impedir
modificaciones a la situación durante la permanencia del proceso, para evitar que las
partes puedan realizar actos que tornen ilusoria o ineficaz la sentencia que se dicte.
El art. 230 del Cód. Procesal se refiere a esta medida de mantenimiento de la situación de
hecho o de derecho existente, cuando "existiere el peligro de que si se mantuviera o
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Prohibición de contratar.
El juez ordena con esta medida, la prohibición de contratar sobre determinados bienes,
sean muebles o inmuebles. Restringe de ese modo la posibilidad de realizar actos de
disposición o de enajenación, y su finalidad es asegurar la eventual ejecución forzada de la
sentencia que se dicte en el juicio respecto de dichos bienes.
Está prevista en el art. 231 del Cód. Procesal dice: "Cuando por ley o contrato o para
asegurar la ejecución forzada de los bienes objeto del juicio, procediese la prohibición de
contratar sobre determinados bienes, el juez ordenará la medida. Individualizará lo que sea
objeto de la prohibición, disponiendo se inscriba en los registros correspondientes y se
notifique a los interesados y a los terceros que mencione el solicitante. La medida quedará
sin efecto si quien la obtuvo no dedujere la demanda dentro del plazo de cinco días de
haber sido dispuesta, y en cualquier momento en que se demuestre su improcedencia".
El Cód. Proc. Civ. y Com. contiene una norma en la que faculta a solicitar judicialmente
otras medidas distintas a las ya mencionadas, siempre que el peticionante tuviere motivos
fundados y se trate de situaciones que requieren medidas urgentes y más aptas. Son las
llamadas "medidas cautelares genéricas" y surgen de lo dispuesto en el art. 232 del Código
citado, que dice "Fuera de los casos previstos en los artículos precedentes, quien tuviere
fundado motivo para temer que durante el tiempo anterior al reconocimiento judicial de su
derecho, este pudiere sufrir un perjuicio inminente o irreparable podrá solicitar las
medidas urgentes que, según las circunstancias, fueren más aptas para asegurar
provisionalmente el cumplimiento de la sentencia".
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La ley consagra el principio del patrimonio del deudor como garantía común de los
acreedores, y permite que estos puedan ejercitar las acciones para mantenerlo íntegro e
incólume a fin de poder efectivizar sus créditos. La regla es que concurren en pie de
igualdad frente al deudor común (par conditio creditorum), excepto que exista una "causa
legal de preferencia".
Concepto
Los privilegios están definidos en el art. 2573 del Cód. Civ. y Com., que dice "Privilegio es la
calidad que corresponde a un crédito de ser pagado con preferencia a otro. Puede
ejercitarse mientras la cosa afectada al privilegio permanece en el patrimonio del deudor
excepto disposición legal en contrario y el supuesto de subrogación real en los casos que la
ley admite. El privilegio no puede ser ejercido sobre cosas inembargables declaradas tales
por la ley".
Caracteres.
Es legal: Únicamente la ley puede crearlos, así lo dispone el art. 2574 del
Código. El acreedor no puede conceder voluntariamente una preferencia a favor de
uno de los acreedores. Es una característica que los diferencia con las garantías
reales, que son de fuente voluntaria (p. ej., la prenda).
Son excepcionales: Y eso es así en tanto el principio general que rige en
nuestro derecho es el de la par conditio creditorum, vale decir, la igualdad de todos
los acreedores. La excepción de los privilegios se funda siempre en alguna razón que
lo justifique.
Son de interpretación restrictiva: Son preferencias que solamente puede
disponer la ley y no cabe, por ende, aplicar la analogía para otras situaciones no
contempladas expresamente. En caso de duda, debe interpretarse que no hay
privilegios.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Clase.
Comunes o quirografarios: concurren en un pie de igualdad al cobro de sus
créditos. Se da solo en los créditos.
Privilegios generales: solo pueden ser invocados en los procesos universales
(art. 2580). No pueden invocarse en los procesos individuales. Es por ello que el
tratamiento legal de los privilegios generales corresponde a la Ley de Concursos y
Quiebras y al derecho de las sucesiones. Cesan de producir intereses desde la
apertura del concurso o quiebra del deudor.
Privilegios especiales: pueden ser invocados y hechos valer tanto en procesos
individuales como colectivos. Continúan generando intereses compensatorios; la
subrogación real solo puede darse en los privilegios especiales porque recaen sobre
un bien determinado; y el crédito con privilegio especial tiene un rango superior al
que tiene un privilegio general, por eso el acreedor cuyo crédito tenga un privilegio
especial cobra antes que el que tiene privilegio general.
Sobre bienes muebles e inmuebles: Esta clasificación no está contemplada en el
Cód. Civ. y Com. La doctrina le concede una escasa atención ya que no hay
diferencias de tratamiento legal entre ambas categorías, sino que tienen el mismo
régimen.
Créditos subordinados: Además de estas dos categorías clásicas (créditos
comunes y privilegiados), el Cód. Civ. y Com. incluye a los "créditos subordinados"
que son aquellos cuyos titulares han convenido postergar sus derechos de cobro
hasta el pago total de otras deudas presentes o futuras del deudor (art. 2575).
Fundamentos.
Se da solo en los créditos Los fundamentos que acepta la doctrina en general son variados:
razones de justicia y equidad (como es el caso de los créditos laborales y los previsionales),
el fomento de ciertas actividades industriales (créditos originados en la construcción o
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En el caso en que el bien sobre el que se asienta el privilegio sea enajenado con
anterioridad al momento en que el cobro del crédito pueda ser efectivizado, se aplica la
regla legal de la subrogación real mediante lo cual el privilegio se extenderá sobre los
nuevos bienes que se encuentren o ingresen posteriormente al patrimonio del deudor en
reemplazo del bien enajenado. Se utiliza esta postura.
La subrogación real está prevista en el art. 2584 y dice: "El privilegio especial se traslada de
pleno derecho sobre los importes que sustituyen los bienes sobre los que recae, sea por
indemnización, precio o cualquier otro concepto que permite la subrogación real".
En sentido coincidente la Ley de Concursos y Quiebras también prevé que el privilegio
especial se traslada de pleno derecho sobre los importes que sustituyan los bienes sobre
los que recaía, sea por indemnización, precio o cualquier otro concepto que permita la
subrogación real.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Esta postura restrictiva también prevalece en el ámbito de los concursos y quiebras. Así lo
dispone el art. 242 de la ley 24.522: "Los privilegios se extienden exclusivamente al capital
del crédito, salvo en los casos que a continuación se enumeran en que quedan amparados
por el privilegio: 1) los intereses por dos años contados a partir de la mora de los créditos
enumerados en el inc. 2º del art. 241; 2) las costas, todos los intereses por dos años
anteriores a la quiebra y los compensatorios posteriores a ella hasta el efectivo pago con la
limitación establecida por el art. 126, cuando se trate de los créditos enumerados en el inc.
4º del art. 241. En este caso se percibirán las costas, los intereses anteriores a la quiebra,
el capital y los intereses compensatorios posteriores a la quiebra, en ese orden. El privilegio
reconocido a los créditos previstos en el inc. 6º del art. 241 tienen la extensión prevista en
los respectivos ordenamientos".
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
2. Derecho de retención.
Antecedentes
Los antecedentes históricos ubican el instituto en el derecho romano, en el ejercicio de la
exceptio doli mali. Esta defensa se otorgaba para amortiguar la rigidez del procedimiento
formulario cuando se ejercía una acción real y se pretendía la reivindicación sobre
inmuebles en los que el demandado, poseedor de buena fe, había realizado mejoras. Así se
le permitía paralizar la pretensión y retener la cosa hasta ser indemnizado de las mejoras,
ejercitando la exceptio doli.
Concepto.
Se denomina derecho de retención a la facultad que en determinados casos concede la ley
al tenedor de una cosa ajena, para que continúe con su situación de detentación r aun
cuando ha decaído el título que la justificaba; y ello en razón de un crédito del tenedor
frente al dueño de la cosa, crédito relacionado unas veces con la cosa (gastos de
conservación o mejora) y otras veces sin más relación que la puramente ocasional de la
tenencia preexistente de la cosa por el acreedor.
Está previsto en el art. 2587 del Cód. Civ. y Com. que dice: "Todo acreedor de una
obligación cierta y exigible, puede conservar en su poder la cosa que debe restituir al
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
deudor, hasta el pago de lo que este le adeude en razón de la cosa. Tiene esa facultad solo
quien obtiene la detentación de la cosa por medios que no sean ilícitos. Carece de ella
quien la recibe en virtud de una relación contractual a título gratuito, excepto que sea en el
interés del otro contratante".
Metodología.
Código civil: El Cód. Civil de Vélez legislaba sobre el derecho de retención en el libro IV
(arts. 3939 a 3946) y daba una metodología certera y precisa del instituto, mejorando el
sistema del derecho francés y español, que vinculaban la figura con el ejercicio de la acción
de incumplimiento. Los Códigos alemán y portugués, en cambio, adoptaban un método
similar al Cód. Civil argentino.
Código civil y comercial: regula el derecho de retención en el Libro VI "Disposiciones
comunes a los derechos personales y reales", Título III (después de tratar los privilegios),
desde el art. 2587 al 2593.
Fundamentos.
Se han dado razones de equidad, ya que se evita que el deudor se enriquezca a costa del
acreedor. También se sustenta en una voluntad presunta de las partes. Cuando una
persona efectúa una prestación a favor de otra teniendo en su poder una cosa
perteneciente a esta, se presume que nace un crédito y que las partes han pactado que este
podrá retener la cosa hasta tanto dicho crédito no sea satisfecho por el deudor destinatario
de la cosa (Díez-Picazo).
También se funda en el principio del patrimonio del deudor como garantía de los
acreedores. Los bienes del deudor están destinados a satisfacer el interés del acreedor. El
derecho le permite la retención de los bienes del deudor en los casos y las condiciones que
establece la ley.
Naturaleza jurídica.
Derecho real: en virtud de que la relación jurídica se establece entre una
persona y una cosa, y es un derecho que puede oponerse erga omnes. Además,
brinda acción al retenedor para recuperar la cosa cuando ha sido privado de ella en
forma arbitraria.(no se utiliza)
Derecho personal: la relación se da entre personas, no otorga ningún derecho a
perseguir la cosa y además solo puede ejercitarse contra el deudor y sus sucesores.
Es la tesis mayoritaria en nuestro país y en el extranjero atributo del crédito: pues
no tiene autonomía, y emerge solo cuando se dan los requisitos legales.
Una excepción procesal dilatoria de derecho sustantivo: ya que su ejercicio se
lleva a cabo en el proceso judicial, donde el retenedor hace oposición al reclamo de la
cosa hasta tanto se cumpla con el pago. Se trata de una opinión valiosa, tanto por la
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autoridad jurídica que tienen los que la defienden como por el fuerte fundamento que
encierra.
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•Los derechos:
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Se mantiene el derecho de propiedad del deudor con las limitaciones que impone
el derecho de retención. Por ello el deudor puede ejercer las facultades de
administración o de disposición de la cosa. Si la transmite, el derecho de retención se
mantiene.
Tiene derecho a exigir la restitución de la cosa cuando el crédito se extingue por
cualquier causa (p. ej., pago), o cuando el retenedor abusa de su derecho y usa la
cosa, o incumple su deber de conservación.
El deudor también puede apropiarse de los frutos que generó la cosa, salvo lo
dispuesto en el art. 2590 inc. c), vale decir, salvo cuando el acreedor se hubiere
apropiado de los frutos naturales y rinda cuentas de ello al deudor. El juez puede
autorizar al deudor a que sustituya el derecho de retención sobre la cosa, con una
garantía suficiente (art. 2589).
Deberes:
Efectos:
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La suspensión del derecho de retención por la quiebra, no implica su extinción, sino que el
derecho se mantendrá hasta que la cosa sea subastada o bien cese la quiebra y deberá ser
restituida al acreedor para que reanude el ejercicio de su derecho. Es más, en el orden que
prevé la ley 24.522 (quinto lugar) prevalece sobre los créditos que están antes con un
privilegio preferente, si la retención hubiera comenzado a ejercerse antes de nacer estos
otros créditos privilegiados.
Prescripción.
El derecho de retención, mientras subsiste, interrumpe el curso de la prescripción extintiva
del crédito al cual accede (art. 2592 inc. e]). La tolerancia del deudor al derecho de
retención importa un reconocimiento de deuda (art. 2545) que es continuo, y cuyo efecto
cesa cuando se extingue el derecho de retención si el crédito no ha sido pagado. En tal
caso, comienza a correr un nuevo término prescriptivo del crédito principal (art. 2544).
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Casos legislados
Como pauta general, si se dan los requisitos y las condiciones que establece la ley, el
acreedor tiene la facultad de ejercer el derecho de retención. En cuanto a la casuística, se
ha eliminado la que contenía el Cód. Civil de Vélez. El Cód. Civ. y Com. Solo ce
expresamente el derecho de retención en el contrato de locación (art. 1226).
Así, según el objeto puede hablarse de obligaciones de dar, hacer y no hacer, según la
naturaleza de la prestación; o bien, considerando su determinación, podemos clasificarlas
en obligaciones de dar cosas ciertas, facultativas, alternativas, de dar cosas inciertas no
fungibles o de género, de dar cantidades de cosas y de dar sumas de dinero; o bien,
teniendo en cuenta la finalidad económica y jurídica perseguida en obligaciones para
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
transferir o constituir derechos reales, para restituir cosas a su dueño o para transferir
solamente el uso o la tenencia de la cosa.
Obligación de dar es aquella cuya prestación consiste en la entrega de una cosa (art. 747).
Se diferencia de la obligación de hacer en que esta última tiene por objeto la realización de
una actividad, que se concreta en un hecho o en un servicio (art. 773), y de la obligación de
no hacer en que consiste en una abstención o en tolerar una actividad ajena (art. 778).
Para determinar si se trata de obligaciones de dar o de hacer (y, en su caso, para emplazar
la cuestión en el campo de la compraventa de cosa futura o de la locación de obra), habrá
que tener muy en cuenta el contenido principal del objeto. Si este es fundamentalmente
una cosa, la obligación será —en principio— de dar, aunque su entrega suponga la
realización de ciertos encaminados a hacer efectiva dicha entrega. Si, en cambio, importa
sustancialmente la realización de un hecho o de un servicio, aunque pueda suponer la
entrega de una cosa como consecuencia de la actividad desplegada, la obligación es de
hacer (Llambías, Alterini - Ameal - López Cabana). Para diferenciar el contrato de obra y el
de servicios, el Código ha receptado como criterio distintivo la distinción entre las
obligaciones de medios y de resultado (cfr. arts. 774 y 1252).
Este último artículo dispone: "Si hay duda sobre la calificación del contrato, se entiende
que hay contrato de servicios cuando la obligación de hacer consiste en realizar cierta
actividad independiente de su eficacia. Se considera que el contrato es de obra cuando se
promete un resultado eficaz, reproducible o susceptible de entrega".
Clases.
En el Código se contemplan las de dar cosas ciertas, de género, de dar bienes que no son
cosas y de dar sumas de dinero.
A diferencia del antiguo régimen (arts. 606 y ss., Cód. Civil), conforme sugería parte de la
doctrina moderna (Llambías, Niel Puig), las "obligaciones de dar obligaciones de dar
obligaciones de dar cosa cierta -para constituir derecho reales -para restituir a su dueño
-para transferir el uso o tenencia obligaciones de género obligaciones de dar bienes que no
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
son cosas obligaciones de dar dinero cantidades de cosas" (o, simplemente, de cantidad)
han sido suprimidas y quedan subsumidas en la clase más amplia de las obligaciones de
género.
La obligación de dar una cosa cierta tiene como objeto una cosa individualizada, precisa,
concreta y carente de fungibilidad. El acreedor y el deudor saben, desde el nacimiento de la
obligación, qué es lo que deberá entregarse, por ejemplo: "me obligo a dar el automotor
marca Ford, patente HFC 504”. Y ese vehículo es el único en el mundo con dichas
características, y así se lo puede identificar. No es posible que el deudor pretenda
desobligarse entregando otro automotor, aunque fuere de la misma marca y de mayor
valor.
El objeto es siempre una cosa mueble o inmueble. En cuanto a los muebles, Busso
sostenía con la antigua legislación que los muebles representativos, como los instrumentos
públicos o privados, también quedaban incluidos, con lo cual la obligación de dar abarcaba
también a las cosas inmateriales o derechos.
Con el nuevo Código, Ossola considera que la obligación de dar es aquella cuya prestación
consiste en la entrega, por el deudor, de una o varias cosas, o de bienes que no son cosas
(art. 764), pero siempre con valor económico (art. 724).
Deberes comunes.
Artículo 746: “el deudor de una cosa cierta está obligado a conservarla en el mismo estado
en que se encontraba cuando contrajo la obligación y entregarla junto con sus accesorios
aunque hayan sido momentáneamente separados de ella “.
Artículo 747: “ambas partes tiene derecho a inspeccionar. Esta inspección le permite al
deudor dejar constancia de que la cosa se entrega en buenas condiciones y sin vicios
aparentes y al acreedor dejar constancia de sus reclamos acerca de la cosa entregada. “
Artículo 748: “cuando se entrega una cosa mueble bajo cubierta y sin inspeccionar al
tiempo de la tradición el acreedor tiene un plazo de caducidad de 3 días desde la recepción
para reclamar por defectos de cantidad, calidad o vicios aparentes”.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
3) Restituir la cosa.
Concepto.
Cuando alguien se obliga a trasmitir un derecho real a favor de otro está permitiendo un
cambio de sujeto en la relación jurídica: esto es, se produce una adquisición derivativa de
derechos. El transmitente dispone del derecho, el adquirente es sucesor del acto de
adquisición derivada y el derecho se recibe en la misma situación jurídica en que se
encontraba anteriormente (art. 399).
La constitución del derecho real se da en etapas sucesivas, que van desde el acuerdo de
partes o relación personal convencional hasta el acto que produce la transferencia (cfr. art.
1892). Y de ello se puede extraer dos sistemas: el que da por suficiente la convención para
la transmisión del derecho real y el que exige, además, otros requisitos, como la tradición o
las inscripciones registrales.
Sistemas:
Romanista: En el derecho romano imperó en materia de transmisión de derechos reales la
característica de la formalidad rígida, lo cual hizo que fuera necesaria la tradición para la
constitución y transmisión del dominio. Por otro lado, la regla del solo consensus non
obliga creó la exigencia de actos investidos de formas solemnes que hacían a su propia
sustancia.
Francés: Sin ingresar en los antecedentes del "Ancien Droit", es posible observar que el
Cód. Civil francés (arts. 711 y 1138) disponía que la propiedad en general se adquiría y se
transmitía por el solo efecto de las convenciones (Ghestin). El solo consenso produce los
efectos de trasmitir la propiedad, sea la cosa mueble o inmueble. Aunque debe señalarse
que con el devenir del tiempo, se crearon registros de hipotecas y de inscripción de
derechos reales (Cazeaux - Trigo Represas, Llambías, Salvat - Galli, Busso, Planiol, Ripert -
Boulanger).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
a) la idea de la investidura, es decir que a más del acuerdo entre las partes, el Estado es el
que inviste al acreedor del derecho real
b) el acto de abstracción que permite aislarlo de la causa y, de esa manera, protege a las
partes y a los terceros de vicios y defectos anteriores
c) de la fe pública, donde se afirma la intervención estatal que garantiza el título (Cazeaux -
Trigo Represas, De Gásperi - Morello, Alsina Atienza).
Tanto el Cód. Civil derogado como el nuevo Código se atienen y consagran al régimen de la
"tradición" para la constitución del derecho real en general (cfr. arts. 750 y 1892). Ello rige
tanto para los bienes muebles como los inmuebles. Exige para su concreción y como regla
que se realicen actos materiales de entrega o de recepción (art. 1892, párr. 3º y,
especialmente, art. 1924 del nuevo Código), resultando insuficiente la mera declaración
verbal de uno u otro sujeto.
Se trata de una forma de publicidad que, en remotas épocas, tenía cierta virtualidad, hoy
resta como una forma tradicional con efectos más prácticos y significativos entre las partes
que en relación con los terceros. Para los bienes inmuebles y algunos muebles, se exige la
inscripción en registros públicos. Sus detalles deben ser estudiados en el libro sobre los
derechos reales.
Efectos:
a) Mejoras naturales: El art. 751 del Código prevé igual solución que la contemplada
en el art. 582 del Cód. Civil derogado. Si después de celebrado el convenio entre las
partes, previo a la tradición, se produce una mejora natural en el objeto de prestación,
el deudor favorecido por el incremento puede pretender un mayor valor; pero se le
permite al acreedor que no está dispuesto a pagar más a rescindir la obligación (Lafaille,
Salvat - Galli, Llambías, Calvo Costa). De ese modo se concilian ambos intereses, el
deudor puede reclamar más ante el mayor valor de la cosa, pero a su vez el acreedor
tiene derecho de rescindir unilateralmente el vínculo
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
b) Mejoras artificiales: Las necesarias son aquellas que hacen a la conservación de la cosa
(p. ej., la pintura o reparación de techos); las útiles las que resultan de provecho para
cualquier poseedor de la cosa aunque apunten a su conservación (p. ej. la instalación de
gas natural o calefacción central); y las voluntarias, o también llamadas suntuarias,
resultan las de mero lujo o recreación, que solo aprovechan quien las hizo (p. ej. construir
una piscina u ornar un jardín). En cuanto a la reparación por las mejoras artificiales, la
cuestión no es tan sencilla. Se han planteado varios interrogantes.
En relación con las "mejoras necesarias", para autores como Busso y Galli, no deben ser
indemnizadas porque el deudor se encuentra obligado a su realización. En cambio,
Machado, Salvat y Colmo entienden que la concreción de estas mejoras constituye más un
derecho que una obligación y, por lo tanto, el deudor tiene facultad suficiente para su
cobro (Machado, Salvat - Galli, Colmo, Rezzónico). Otros autores distinguen entre mejoras
necesarias obligatorias o expensas y mejoras simplemente necesarias.
Frutos: El Código nos brinda el concepto de frutos en su art. 754: "Frutos son los objetos
que un bien produce, de modo renovable, sin que se altere o disminuya su sustancia
Las remuneraciones del trabajo se asimilan a los frutos civiles. Productos son los objetos
no renovables que separados o sacados de la cosa alteran o disminuyen su sustancia. Los
frutos naturales e industriales y los productos forman un todo con la cosa, si no son
separados".
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Se perciben cuando están separados de la cosa Le pertenecen al deudor, para ser tales
deben haber sido efectivamente cobrados Le pertenecen al acreedor, motivo por el cual
cabría concluir que los devengados con anterioridad a la tradición, pero que no han sido
cobrados, por revestir la calidad de pendientes, pasan a ser de propiedad del acreedor En
general, riesgo es toda contingencia o probabilidad de producirse un daño y, en un sentido
más específico, estar una cosa "expuesta a perderse o no verificarse" (Mayo).El riesgo
siempre implica un estado de incertidumbre, de inseguridad (Pizarro - Vallespinos).
La obligación de dar lleva ínsito el riesgo de que la cosa a cuya entrega se ha comprometido
el deudor pueda experimentar contingencias, tales como la pérdida o el deterioro. A tales
fines, el período que se tiene en cuenta para la eventual producción de dicho riesgo es el
que transcurre desde el nacimiento de la obligación hasta el de su extinción. Suele
distinguirse entre el "riesgo de la cosa" y el llamado "riesgo del contrato" (Busso, Alterini -
Ameal - López Cabana, Mayo, Pizarro - Vallespinos).
El "riesgo de la cosa" está dado por la contingencia de que la cosa pueda perderse o
destruirse y se traduce en la correlativa aniquilación de su valor económico y en la
extinción de los derechos reales sobre ellas constituidos. Así concebida, la noción de riesgo
comprende todos los posibles accidentes fortuitos que afecten la existencia material de la
cosa, sean ellos intrínsecos o extrínsecos, y que produzcan como efecto su pérdida o
deterioro.
La noción de "riesgo del contrato" tiene un sentido más amplio y comprende el valor de la
cosa dentro del contrato y el valor económico de los derechos y facultades que cada parte
ha adquirido en virtud del mismo. De tal modo, el riesgo de la cosa (pérdida o deterioro)
puede incidir decisivamente como un riesgo del contrato determinando su disolución o el
pago de una indemnización o, en algunos casos, ambos a la vez. "Esta distinción —dice
Mayo— está basada en que la pérdida de la cosa surte dos tipos de efectos dañosos: unos
alcanzan al propietario, y otros alcanzan a quienes contrataron con relación a la cosa,
prescindiendo de que sean o no dueños de ella".
El riesgo de la cosa incide sobre su valor económico intrínseco y sobre la titularidad misma
del derecho real; el riesgo del contrato se conecta con las ventajas contractuales que
pueden verse frustradas. En los contratos unilaterales, el riesgo de la cosa es soportado por
el deudor y el riesgo del contrato por el acreedor. En los contratos bilaterales o
sinalagmáticos, en cambio, el riesgo de la cosa es soportado por el deudor pero el del
contrato es repartido entre ambas partes (Busso).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El art. 755 establece que todos los efectos que corresponden a los "riesgos de la cosa" se
regirán por lo dispuesto sobre la imposibilidad de cumplimiento (arts. 955 y 956).
La base del problema radica, principalmente, en el sistema de adquisición del derecho real
en materia de inmuebles: entre partes, título en debida forma (art. 1017, inc. a]) y modo
(arts. 1892 y 570); respecto de terceros, además de los dos anteriores, la inscripción
registral, en materia de inmuebles continúa siendo declarativa. En todos los casos la buena
fe es necesaria para poder invocar la protección que la norma concede.
Pues bien, el problema está dado en determinar quién tiene mejor derecho a la cosa, por lo
que en rigor de verdad la cuestión esencial transita por determinar la oponibilidad entre
ellos de las distintas situaciones (art. 396). Los que quedan relegados, si son de buena fe,
tienen derecho a reclamar los daños derivados del incumplimiento obligacional (art. 758),
sin perjuicio de la eventual comisión del delito de estafa por parte del deudor infiel.
Si bien se excluyen de las reglas que resuelven el conflicto las adquisiciones a título
gratuito que, en principio, quedan relegadas, la cuestión debe ser analizada en el caso
concreto a la luz del principio de buena fe, con los alcances indicados (Ossola).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Grado de preferencia
Se debe cumplir cuatros requisitos:
Al que tiene emplazamiento registral y recibió la tradición de la cosa. Es decir, su
título está inscripto en el registro de la propiedad e ingresó por la vía legal en la posesión
del bien; sobre este grado de prioridad no hay disidencias en la doctrina.
Por último, la ley se atiene al principio romano prior in tempo potior in iure, otorgando
un mejor derecho a la cosa, a quien tenga título de fecha anterior. Si los acreedores en
pugna presentan instrumentos públicos constitutivos de sus créditos, la aplicación de
aquel principio no suscita ninguna dificultad, porque tales documentos prueban contra
todos, la fecha que presentan. Si presentan instrumentos privados, como la fecha que
indican no vale para el adversario, vence el acreedor que haya hecho adquirir al documento
constitutivo de su crédito una fecha cierta más antigua (Busso, Machado, Llambías).
El art. 757 del nuevo Código tiene un diferente orden de prelación que el que regía en el
Cód. Civil anterior. La norma referida distingue entre bienes muebles registrables y no
registrables. Ello se corresponde con la diferente situación jurídica de esa clase de bienes,
ya que algunos deben ser inscriptos en registros especiales para constituir el derecho real
respectivo, como por ejemplo los automotores, las aeronaves, etc.
Bienes registrables: Para esta clase de bienes prevalece siempre el acreedor cuyo título
se encuentra inscripto en el registro respectivo. Para ello desinteresa que otro haya recibido
el bien mediante tradición, o se encuentre en posesión (algunos autores señalan que en el
caso de bienes registrables, siempre prevalecerá aquel acreedor que inscribió el título del
bien mueble, desinteresando que haya recibido o no la posesión; cfr. Cazeaux - Trigo
Represas, Niel Puig). Es importante señalar que la ley exige, a más de la inscripción, que se
trate de una adquisición a título oneroso y el acreedor sea de buena fe.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Acreedor frustrado.
El acreedor de buena fe que adquirió a título oneroso, y resultó burlado en razón de la
prioridad jurídica de otro, queda frustrado en la obtención del bien prometido. El art. 758
del actual Cód. Civ. y Com. Le otorga la facultad de reclamar la indemnización de los
perjuicios sufridos; acción que tiene contra el deudor responsable (este reclamo se rige por
lo dispuesto en los arts. 1737 y ss. del nuevo Código). El nuevo ordenamiento elimina la
expresión "cosa equivalente" siguiendo una idea más precisa que no genera dificultades
interpretativas.
Otra de las finalidades de la obligación de dar cosa cierta conforme el art. 759 es la de
devolverla o restituirla a su dueño. La norma establece como "regla general" que "en la
obligación de dar para restituir, el deudor debe entregar la cosa al acreedor, quien por su
parte puede exigirla. Si quien debe restituir se obligó a entregar la cosa a más de un
acreedor, el deudor debe entregarla al dueño, previa citación fehaciente a los otros que la
hayan pretendido".
Es de hacer notar que el artículo exige que el deudor, previo a la entrega, debe realizar una
notificación ("citación fehaciente" dice) al resto de los acreedores que pretendan la cosa.
Sinceramente no encuentro razón alguna que justifique este tipo de manifestación de
voluntad, ya que si se plantea el conflicto judicial, allí se dirimirá el mejor de derecho de los
reclamantes, citados antes o no.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Establecida la regla general para estas obligaciones, analizaremos los supuestos de entrega
de la cosa a quien no es propietario, en los casos de bienes no registrales y de bienes
registrables.
Se dividen en:
Bienes registrables: El art. 761 del nuevo Código establece un único régimen para todos
los bienes registrables y le da acción reivindicatoria a quien aparece y consta como titular
inscripto en los respectivos registros, sea la cosa mueble o inmueble. Esta pretensión
procede contra los terceros que hayan aparentemente adquirido derechos reales (Salvat -
Galli, Rezzónico, Colmo, Busso, Alterini - Ameal - López Cabana). También extiende esta
posibilidad hacia quienes hubieran contratado y por dicha relación tengan la cosa en su
poder. Es decir, en todos los casos prevalece el derecho del titular inscripto sobre los
supuestos derechos de los terceros, sean o no de buena fe, desinteresando que la
adquisición tenga o no onerosidad en su título (Cazeaux - Trigo Represas).
Bienes no registrables: El art. 760 plantea el caso en que el deudor se obliga a restituir
una cosa mueble (no registrable) y la entrega a un tercero que no es el propietario. Es
decir, le hace tradición a quien no es el dueño. El art. 760 del Cód. Civ. y Com. se refiere a
todas las cosas que no sean registrables, es decir los bienes muebles que no deben ser
inscriptos en registros públicos. El supuesto previsto (que protege al tercer adquirente) es
el de la entrega mediante tradición a un tercero acreedor de buena fe, quien lo haga a título
oneroso. Ello impone que dicho acreedor desconozca que el deudor carecía del derecho a
enajenar o constituir prenda. Para poder rechazar la acción reivindicatoria que pueda
incoar el propietario, la cosa no debe ser ni robada ni perdida. De ese modo coincide con lo
previsto en el art. 2260 del nuevo Código. La acción reivindicatoria del propietario
defraudado resulta procedente contra los adquirentes de mala fe, o también cuando se
trata de cosas robadas o perdidas, o la adquisición lo fue a título lucrativo (Busso, Cazeaux
- Trigo Represas, Salvat - Galli, Llambías).
Obligaciones de dar cosas ciertas parapara transferir el uso o la tenencia. Regla general.
El art. 749 del Código tiene un contenido similar al anterior art. 600del Cód. Civil, pero
omite la referencia a contratos específicos. Efectúa una remisión valiosa, indica que deben
aplicarse "las normas contenidas en los títulos especiales". Es decir, de los contratos que
regulan los efectos de este tipo de finalidad (la función de cambio), como por ejemplo el
contrato de locación de cosas (arts. 1187, 1210 y concs.), el comodato (arts. 1533, 1536
inc. e] y concs.), etc. Si bien la regulación no presenta modificaciones sustantivas, es
evidente que la solución propuesta recoge las críticas al art. 600del Cód. Civil de Vélez y, de
esa manera, evita referir a tipos contractuales determinados (Lafaille, Cazeaux - Trigo
Represas, Llambías, Busso)
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En el Cód. Civ. y Com. ambas categorías se subsumen en una categoría única, las
obligaciones de dar cosas inciertas, fungibles o no fungibles: las obligaciones de género
(arts. 762 y 763).
Obligaciones de género.
Concepto de género.
La expresión "género" se utiliza para designar, con cierta precisión, cualquier categoría de
cosas, integrada por una pluralidad de objetos que reúnen determinadas características y
condiciones; de manera tal que el interés del acreedor quede satisfecho mediante la entrega
de cualquiera de las cosas que pertenecen al género, sin necesidad de que queden
determinados inicialmente cuáles son esos objetos.
El género constituye siempre un concepto, y no una realidad tangible: con esto queremos
aclarar que su significación es arbitraria y relativa. Se dice también que las cosas
pertenecen a un mismo género cuando tienen caracteres que les son comunes. Así, por
ejemplo, un automóvil pertenece al género vehículos automotores, en el cual también hay
camiones, camionetas, ómnibus, etcétera. Lo mismo si alguien se obliga a entregar un
caballo que es un objeto genérico, pues corresponde al género "animal". Para su
determinación es muy importante analizar la intención de los contratantes.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Elección.
La elección es el acto por medio del cual el sujeto facultado para realizarlo individualiza el o
los ejemplares dentro del género debido (Tripoli - Silva).
El art. 763 propicia que "antes de la individualización de la cosa debida, el caso fortuito no
libera al deudor. Después de hecha la elección, se aplican las reglas sobre la obligación de
dar cosas ciertas".
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Por último, el Código dispone que los objetos a elegir deben ser de "calidad media" (art.
762). De todos modos, la cuestión no queda zanjada en su totalidad, y siguiendo algunos
buenos consejos, sería conveniente que el juzgador tenga en cuenta el precio o
contraprestación, las condiciones personales de los contratantes, y las demás
circunstancias que rodean al vínculo contractual (Salvat - Galli, Rezzónico).
Obligaciones de cantidad.
Son obligaciones de dar cantidades de cosas las que versan sobre cosas fungibles,
entendiéndose por tales aquellas en que todo individuo de la especie equivale a otro
individuo de la misma especie, y que pueden sustituirse las unas por las otras de la misma
calidad y en igual cantidad (art. 232). Son cosas intercambiables entre sí, por lo que es
indiferente recibir esta cosa o aquella otra: res vice alterius
El Cód. Civil derogado las definía a estas obligaciones en el art. 606: "La obligación de dar
cantidades de cosas es la obligación de dar cosas que consten de número, peso o medida".
El concepto legal —refiere Llambías— es la traducción literal de la vieja definición romana:
res quae pondere numero mensurave constant (Girard, Savigny). Son cosas que carecen de
toda nota particularizante y, por ello, solo se determinan por el número, el peso o la
medida (p. ej., cien kilos de arroz, mil litros de vino o diez toneladas de trigo).
Estas diferencias se proyectan en el campo de las relaciones jurídicas, pues los intereses
que regulan pasan a adoptar las más variadas especies.
Coincidimos con la opinión en cuanto a que el art. 764 se orienta a brindar soluciones a los
problemas que puedan plantearse con motivo de la transmisión de bienes inmateriales con
valor económico, como es el caso de los créditos en cuanto objeto de una obligación, que
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
naturalmente integran el derecho de propiedad (art. 17, CN) y pueden ser transferidos, por
ejemplo, mediante un contrato de cesión de derechos (arts. 1614 y ss.; Trigo Represas,
Ossola).
Así pues, la norma establece: "Las normas de los parágrafos 1º, 2º, 3º y 4º de esta Sección
se aplican, en lo pertinente, a los casos en que la prestación debida consiste en transmitir,
o poner a disposición del acreedor, un bien que no es cosa".
Sin embargo, para Ossola, existen deberes jurídicos (y derechos correlativos) en los cuales
la prestación carece de valor económico y, por tal razón, no pueden quedar emplazados en
la categoría de obligación. Empero, y con las aclaraciones y adaptaciones del caso, puede
también extenderse en forma supletoria la solución del art. 765 para el caso en que deba
entregarse un bien sin valor económico (aun cuando técnicamente no hay una
"obligación"), pues existen interesantes puntos de confluencia entre algunas situaciones,
sin perjuicio de las notables diferencias que presentan. Ossola cita como ejemplo la
donación de órganos.
La situación del cadáver también presenta casos análogos, ya que se prevé la posibilidad de
disponer de él "con fines terapéuticos, científicos, pedagógicos o de índole similar" (art. 61,
Cód. Civ. y Com.).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El actual Cód. Civ. y Com. define la obligación de dar dinero en el art. 765: "La obligación
es de dar dinero si el deudor debe cierta cantidad de moneda, determinada o determinable,
al momento de constitución de la obligación...". En otras palabras, la obligación pecuniaria
es aquella que tiene por objeto la entrega de una cantidad de moneda; lo debido es dinero
nacional o circulante, por lo que el deudor se libera entregando la suma de dinero
nominalmente adeudada.
Concepto de dinero.
Desde el punto de vista jurídico, el dinero debe ser considerado como un medio de pago; y
de ahí el tratamiento de las deudas de dinero, o también llamadas obligaciones
pecuniarias. El dinero importa en la medida en que sea objeto de la obligación o prestación
de la relación jurídica.
Las obligaciones de dar sumas de dinero suponen un vínculo de unión entre la economía y
el derecho y, exagerando un poco la situación, algunos autores han comenzado a hablar
del derecho económico, en virtud de las fuertes influencias de la economía sobre el
derecho. Lo cierto es que el dinero es un producto social, por naturaleza cultural, que
interesa no por sus características físicas o formales, sino por lo que el mismo representa.
Del dinero se han dado definiciones como las siguientes: "es un poder patrimonial
abstracto que se materializa en un objeto simbólico que es una moneda" (Enneccerus); "es
una cosa que se entrega y se recibe en el comercio, no como lo que físicamente es sino
como fracción, equivalente o múltiplo de la unidad ideal" (Nussbaum); "conforma un
capital, siendo un instrumento ideal para el cambio" (Savigny). También ha sido definida,
más sintéticamente, como "una mera función" (Veit). Creemos que, tal como lo sostiene
Bonet Correa en la doctrina española, el dinero es "un valor normativo de abstracción"; y
esto en virtud de lo ya dicho, pues se funda en la ley y tiene un carácter estrictamente
ideal.
Naturaleza jurídica.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
ideal, ya que constituye un poder patrimonial abstracto. Una corriente intermedia, que
siguen algunos autores españoles (Castán Tobeñas, Espín Cánovas y Beltrán de Heredia) y
Borda entre nosotros, entiende que el dinero puede tener una aceptación amplia, como
"cosa que se usa como medida de valor" y, a la vez, un sentido más estricto, "como cosa a
ser admitida y reconocida en las transacciones".
Genérico: Siempre aparece identificado mediante una cantidad y ello indica este
carácter. Los romanos decían: in pecunia non corpore quis sogiat ser quantitatem.
De todos modos, no se confunde con las obligaciones de género, ya que no es posible
aquí efectuar el distingo de que cuando elige el acreedor no puede hacerlo sobre la
cosa de la mejor calidad, ni cuando lo hace el deudor puede optar sobre las de peor
(art. 762, párr. 2º).
Fungible: La fungibilidad del dinero no coincide exactamente con lo que dispone
el art. 232 del Cód. Civ. y Com. En estos casos es necesario relacionarlo con las
especies monetarias de diferentes signos, pues se vinculan con la unidad de valor. Y
si el dinero es común denominador de los bienes de la vida, hace que el carácter sea,
como dice Bonet Correa, de "ultra fungible".
Consumible: Se considera que el dinero pertenece al género de las cosas
consumibles, con una característica: el verdadero uso consiste en el gasto. No se
trata del agotamiento físico, tal como se describe en el art. 231, sino que su extinción
se produce por el traslado mediante un cambio en la tenencia de las especies
monetarias.
Divisible: No es una divisibilidad física, ya que no se trata de romper una
moneda o un billete en dos pedazos para conseguir así la mitad de su valor, sino de
una divisibilidad ideal o abstracta, apoyada en un sistema decimal referido a
unidades máximas o mínimas
Funciones
Clases
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I. Moneda metálica: es una moneda acuñada en metales nobles (oro y plata) cuyo
valor debería equivaler a la cantidad o peso del metal. (Roma y Edad Media). Hacia el
año 3000 A.c en la Mesopotamia comenzó a utilizarse como bienes para los
intercambios barras de oro y plata. También se utilizaron otros metales como el
cobre, el bronce o el hierro. Sin embargo se preferían los 2 primeros (oro y plata) ya
que se tenían algunas ventajas sobre otros: 1) su escasez lo que los hacía valiosos y
2) incorruptibilidad. Esto último se refiere a que es difícil falsificarlos.
II. Moneda de papel: Es aquella moneda expresada en un título representativo de la
cantidad de oro depositada en el banco emisor, o por lo menos un porcentaje de ello,
que califica a la moneda como "representativa o fiduciaria". La característica más
destacada de esta moneda reside en que se puede exigir al emisor su equivalente en
oro.
III. Papel Moneda: Históricamente, es la última moneda en aparecer, y podría
afirmarse que corresponde al siglo XX. Se trata de una moneda sin respaldo, que no
es convertible, y que tiene el poder adquisitivo y cancelatorio que el Estado emisor le
imprime. Los habitantes y residentes de un determinado país están obligados a su
recepción, lo que la caracteriza como de "curso legal"
IV. Moneda electrónica : Actualmente se ha avanzado en el estudio de la materia,
incorporando los cambios registrados alrededor del "formato digital" de la moneda,
los cuales han surgido a causa de los grandes avances tecnológicos y de la irrupción
de internet en nuestra sociedad actual (Ossola). Es sabido que desde hace algunos
años han comenzado a surgir las "criptodivisas" o "criptomonedas", siendo la primera
el "Bitcoin" (hoy en día coexisten otras como el Ether, Altcoin, Digitalcash, etc.). Es
un nuevo tipo de dinero creado en formato digital, descentralizado (no está emitido
por Estado. Las monedas electrónicas están siendo cada vez más utilizadas en todo
el mundo, incluyendo la Argentina. Supone una nueva problemática, muy compleja,
ya que los Estados pierden aquí el monopolio —y su soberanía— en la emisión de la
moneda, con todo lo que ello implica. En nuestro país no existe regulación alguna al
respecto, y es claro que en ningún caso se trata de "moneda" oficial por más que su
uso sea similar; y somos de la opinión que, en principio, transacciones como las aquí
descriptas (sean con monedas alternativas o criptomonedas) deberán entenderse
como contratos atípicos, en tanto y en cuanto no vulneren el orden público (Ossola).
El curso legal no debe confundirse con el curso forzoso; este último significa "la calidad de
curso legal aplicada al papel moneda inconvertible", por lo que contiene dos elementos: "la
regla del curso legal, vinculada a la relación deudor-acreedor, y la regla de la
inconvertibilidad, vinculada a la relación del emisor del billete y su tenedor" (Rivera,
Alegria, Villegas, Schujman, Pizarro, Vallespinos).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La diferencia entre curso legal y curso forzoso es perceptible: en tanto el primero determina
que la moneda se convierta en instrumento de pago irrecusable, el segundo dispensa al
emisor del dinero de efectuar reembolso alguno de los billetes a la vista. Esto último es
propio de un esquema de inconvertibilidad monetaria, como el que rigió durante años en
nuestro país, hasta la sanción de la Ley de Convertibilidad (ley 23.928).
Hoy en día, la moneda argentina actual —el peso— tiene curso legal y curso forzoso (por no
ser convertible; leyes 23.928 y 25.561).
Valor de la moneda.
Nominal: que es el que el Estado le atribuye y el que consta en su impresión.
Real: que es el que indica su poder adquisitivo en relación con los demás bienes.
Cambio: que es el valor bursátil o comercial que le corresponde en su relación
con otras monedas.
Teorías
I. Metalismo: La doctrina metalista se desinteresa por el valor que le pueda dar
quien produce la moneda, ya que esta vale por lo que contiene. La moneda es una
mercancía y su mayor vigencia se encuentra en la Edad Media
II. Nominalismo: afirma que el dinero debe darse y recibirse en la cantidad
establecida con relación a la unidad ideal, sin comprobación de las demás
cualidades. Se prescinde de las variaciones de valor de la moneda (bonitas intrínseca)
y debe entenderse que una unidad es siempre igual a la misma: se insiste con la
ejemplificación de que un peso es igual a un peso; un dólar es igual a un dólar; un
euro es igual a un euro, etcétera. Los antecedentes históricos del nominalismo se
hallan en Francia, con el edicto del 16 de septiembre de 1602, durante el reinado de
Enrique IV, por el cual se estableció que en los contratos era obligatorio usar la
moneda con el valor que había creado el rey, y no por el valor de su peso o metal
acuñado. Era la tesis de Dumoulin que, estudiando los textos romanos, entendió que
debía aplicarse el criterio del valor impositus, es decir, el que impone la ley, con lo
que se consagraba el principio nominalista. Pothier, que vivió y desarrolló su obra en
el siglo XVIII, sostenía que el pago de las deudas de dinero debía ser hecho por su
valor nominal, que es el señalado por la autoridad del Estado, y son nulas las
cláusulas de los particulares que deroguen o intenten derogar el principio, porque el
nominalismo "constituye el uso constante en la jurisprudencia".
III. Valorismo: Es la teoría que, a su vez, se opone al nominalismo. Para esta tesis el
contenido de la prestación está dado, no por una suma nominal, sino por el valor
intrínseco de la moneda. Lo importante resulta el valor adquisitivo o valor real, es
decir, que el deudor debe cumplir la obligación haciendo entrega del mismo valor
intrínseco, sin que interese lo prometido numéricamente. El problema que subyace
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
tras todas estas posturas es reiterado y muy conocido entre nosotros: "la inflación".
Es lo que altera el valor nominal con relación al t e o r i a s metalismo (1)
nominalismo (2) valorismo (3) valor real, distorsionando todo tipo de relación jurídica
patrimonial, especialmente cuando dicha relación se prolonga en el tiempo.
En cuanto a las de dar sumas de dinero nacional estaban previstas en el art. 619
originario, y allí se indicaba que el deudor debía pagar en la moneda convenida o bien en
otra especie de moneda nacional al valor de cambio al día del vencimiento.
El deudor podía ejercer una opción, siendo una especie de obligación alternativa en su
favor. De ese modo tenía derecho a pagar en la especie y cantidad convenida o bien
sustituirla por otra moneda nacional al valor de la fecha del vencimiento.
La ley 23.928 (Convertibilidad del Austral) modificó el art. 619, que fuera mantenido sin
alteración por la ley 25.561, estableciendo que si el deudor promete una determinada
cantidad o calidad de moneda, cumple —solamente— entregando la especie designada. En
el Código vigente establece que "...la obligación es dineraria cuando el deudor se obliga a
entregar una cierta cantidad de moneda determinada o determinable" (art. 765) y el
siguiente art. 766, concluye en que en ese caso el obligado debe dar "la cantidad en la
especie designada". Para ser más explícito, es posible afirmar que el deudor puede
prometer moneda nacional ("pesos") y en este caso no puede cambiar el tipo de moneda.
El Cód. Civil, en su redacción original, preveía en el art. 617 que cuando la obligación se
hubiere constituido en moneda "que no tenga curso legal en la República" se considerará
como de "dar cantidades de cosas" (este antiguo texto adquiere singular relevancia ante lo
proyectado en el actual art. 765, parte segunda).
La ley 23.928 modificó la letra del art. 617, estableciendo que "la obligación pactada en
moneda que no sea de curso legal", debe entenderse como de dar sumas de dinero.
El Cód. Civil, en su redacción original, preveía en el art. 617 que cuando la obligación se
hubiere constituido en moneda "que no tenga curso legal en la República" se considerará
como de "dar cantidades de cosas" (este antiguo texto adquiere singular relevancia ante lo
proyectado en el actual art. 765, parte segunda).
La ley 23.928 modificó la letra del art. 617, estableciendo que "la obligación pactada en
moneda que no sea de curso legal", debe entenderse como de dar sumas de dinero.
Mediante ello se brindaba coherencia a lo previsto sobre las obligaciones en moneda
nacional. De allí que, y a manera de síntesis, era posible afirmar que las obligaciones
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
convenidas en moneda extranjera debían pagarse y ser cumplidas en esa especie y calidad
de dinero, no pudiendo el deudor sustituirlo por otra especie sea de moneda nacional o
extranjera (Trigo Represas, Rivera, Pizarro - Vallespinos).
Sin embargo, el régimen fue modificado por el Cód. Civ. y Com. El actual art. 765 —en su
segunda parte— dispone que si se acuerda el pago en moneda "que no tenga curso legal"
(dinero extranjero) debe considerarse como "obligación de dar cantidades de cosas".
Previo a toda consideración es importante recordar que el nuevo Código no regula ni trae
disposición alguna sobre las llamadas "obligaciones de cantidad" o de "dar cantidades de
cosas", es decir, aquellas que para su cumplimiento exigen la operación de contar, pesar o
medir (arts. 606 a 615, Cód. Civil derogado). Ello genera una cierta perplejidad, pues
aparentemente se admite la validez del pacto en moneda que no tenga curso legal y,
además, en cuanto a su régimen legal, se hace una remisión al vacío. Algunos autores
entienden que debería aplicarse el régimen de las obligaciones de género, dado que las
obligaciones de cantidad han quedado subsumidas en dicha categoría, tal como era
propuesto por calificada doctrina (Llambías) y en el derecho comparado.
Sin perjuicio de dicha observación, es posible advertir que el nuevo Código tiene una cierta
similitud con lo que disponía el originario art. 617 del Cód. Civil, puesto que el régimen de
Vélez preveía una opción como el régimen actual: si las partes convinieron en la entrega de
una moneda que no es de curso legal, el deudor puede cumplir entregando moneda
nacional de acuerdo con el tipo de cambio al tiempo de la obligación.
Sin embargo, la segunda parte del art. 765 dispone que "Si por el acto por el que se ha
constituido la obligación, se estipuló dar moneda que no sea de curso legal en la República,
la obligación debe considerarse como de dar cantidades de cosas y el deudor puede
liberarse dando el equivalente en moneda de curso legal"; es decir, la ley faculta al deudor
a entregar —en lugar de la moneda convenida— moneda de curso legal, vale decir, en
pesos.
Cláusulas de estabilización.
Los particulares han imaginado ciertos mecanismos correctivos del objeto debido
tendientes a su reajuste en función de distintos factores, con la finalidad de mantener el
inicial valor económico de la prestación son las llamadas "cláusulas de estabilización".
124
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Estas cláusulas suelen disponer el reajuste conforme a los estándares más variados: el
valor del oro; o de una moneda extranjera reputada estable, como el dólar; o según el
precio de ciertos productos básicos como el carbón, el trigo o el hierro; o en función del
nivel general de precios que indica, según las estadísticas, el costo de la vida (Indec). Todas
esas cláusulas tienen de común que persiguen el mantenimiento de la ecuación económica
inicial, existente entre las partes, procurando que el acreedor reciba y el deudor entregue
un valor real, y no nominal, que sea equivalente al originario, lo cual se logra por su
comparación con los demás bienes.
A principio de la década de los 90' del siglo XX, ante el continuo desgaste que la inflación
venía provocando en los créditos de dinero, agravada luego con la crisis financiera que
atravesó el país a fines de los años 80', se dictó la ley 23.928 que consagró no solo el
nominalismo y la convertibilidad con el dólar estadounidense para paliar tal fenómeno
nocivo de la inflación para la economía y la sociedad en general, sino que se dispuso,
además, la prohibición del uso de cualquier mecanismo de actualización monetaria o de
indexación: "El deudor de una obligación de dar una suma determinada de pesos cumple
su obligación dando el día de su vencimiento la cantidad nominalmente expresada. En
ningún caso se admitirá actualización monetaria, indexación por precios, variación de
costos o repotenciación de deudas, cualquiera sea su causa, haya o no mora del deudor,
con las salvedades previstas en la presente ley".
Esta prohibición ha sido mantenida por el art. 7º de la ley 25.561 luego del default y crisis
financiera de los años 2001-2002.
Cuantificación de un valor. Distingo: obligaciones dinerarias y de valor.
El art. 772 establece la forma o el modo en que debe cuantificarse la prestación: "el monto
resultante debe referirse al valor real" que corresponda a la cosa; el que, en la mayoría de
los casos, será el precio de mercado del bien de que se trata.
125
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La alusión al "valor real" permite mantener actualizada y vigente, desde una perspectiva
económica, a la prestación debida desde su origen, con lo que queda de obligaciones
dinerarias cuyo objeto es la entrega de una suma de dinero. el dinero es expresado
mediante una suma determinada o determinable al momento del nacimiento de la
obligación. obligaciones de valor aquella en que el objeto es un bien, que es medido por el
dinero. a posteriori, cuando es precisa la cuantificación lado el peligro de la depreciación
monetaria o de la necesidad de recurrir a un mecanismo de desindexación. Por otra parte,
no se violenta la regla de la reparación integral (art. 1740), en cuanto se refiere a una cosa
o un bien, por lo que es posible mantener su valor mediante informes o pericias, al tiempo
más cercano a la sentencia judicial o a su liquidación y, de esa manera, cumplir con este
requisito de equidad.
Queda claro, además, que no es posible aplicar índices de reajuste (precios minoristas,
mayoristas, canasta familiar, cláusula oro, etc.), aunque algunos autores propiciaron
utilizar la evolución de alguna moneda extranjera como el dólar norteamericano o el euro
europeo (Alterini - Ameal - López Cabana).
Intereses. Concepto.
Los intereses son los "aumentos que las deudas pecuniarias devengan en forma paulatina
durante un tiempo dado, sea como precio por el uso de un dinero ajeno o como
indemnización por el retardo en el cumplimiento".
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Intereses moratorios: son aquellos que se originan por la morosidad del deudor,
es decir, ante el retraso imputable en el cumplimiento temporal de la obligación (art.
886) y representan la indemnización de los daños ocasionados por tal circunstancia
Intereses punitorios: el art. 769 del Código establece que "los intereses
punitorios convencionales se rigen por las normas que regulan la cláusula penal".
Anatocismo. Noción.
En la Roma antigua, efectivamente, cuando se hacía referencia a los intereses —p. ej., en el
contrato de mutuo— se hablaba de usurae, y como los mismos no resultaban
naturalmente de la esencia del mutuo (solo se debía devolver la cantidad prestada; el
mutuo era considerado como un contrato gratuito; tal como el criterio receptado en el Cód.
Civil de Vélez; cfr. arts. 2243 y 2248), se requería celebrar una stipulatio especial
(stipulatio usurarum) o un mutuo con una stipulatio que abarque el capital (sors) y los
intereses (usurae), para que se pudiera reclamar ambos importes en forma conjunta. Más
allá de ello, en relación con la admisibilidad del anatocismo, en Roma estaba prohibido, y
con el paso del tiempo la interdicción se volvió todavía más rígida.
127
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El inc. a) contempla como primera concesión: "el acuerdo de las partes", resultando
coincidente con el texto del Cód. Civil. Dicho convenio puede ser realizado al momento del
nacimiento de la obligación, o en un tiempo posterior. Pero es de aclarar que el art. 770del
nuevo Código sujeta la periodicidad a un término no menor a 6 meses.
El inc. c) tiene un similar alcance que el que preveía Vélez en el viejo art. 623. La deuda es
liquidada en juicio y se incluyen intereses; luego de ser aprobada, se manda a pagar y el
deudor es moroso en cumplir, por lo que los intereses ya liquidados se "capitalizan" ante la
mora del deudor en el pago de la deuda liquidada judicialmente.
Facultades judiciales.
La evolución de las facultades de los jueces para modificar la tasa de intereses por
considerárselos abusivos o usurarios puede ser descripta en cuatro etapas. La primera que
llega hasta el año 1920, donde la jurisprudencia aceptó el convenio de las partes, con
fundamento en el principio de autonomía de la voluntad. Más adelante y con fundamento
en los arts. 502 y 953 del Cód. Civil, los fallos de los tribunales se inclinaron por sostener
que, por ser contrarios a la moral y las buenas costumbres, ese acuerdo debía ser
sancionado con la nulidad absoluta. La tercera, a partir de 1940 y hasta la sanción del
Cód. Civ. y Com., se juzga que si bien el acuerdo es válido, puede objetarse la tasa
acordada, cuanto esta resulte abusiva; en ese caso los jueces estaban facultados a
morigerarla disminuyéndola, lo que importaba una sanción de nulidad parcial del acto.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Por último, en la cuarta etapa que ha comenzado ahora con el nuevo Código, se faculta sin
más y de oficio a los jueces a morigerar los intereses convenidos o su capitalización,
"cuando la tasa fijada o el resultado que provoque la capitalización de intereses excede, sin
justificación y desproporcionadamente, el costo medio del dinero para deudores y
operaciones similares en el lugar donde se contrajo la obligación" (art. 771, Cód. Civ. y
Com.).
Como se puede observar, la ley establece un criterio para determinar el carácter excesivo
de los intereses: el costo "medio" del dinero para operaciones similares en el lugar donde se
originó la obligación (p. ej., la tasa activa promedio en los bancos comerciales de la Ciudad
de Buenos Aires).
El art. 773 nos brinda el siguiente concepto: "la obligación de hacer es aquella cuyo objeto
consiste en la prestación de un servicio o en la realización de un hecho, en el tiempo, lugar
y modo acordados por las partes".
"fungibles": pueden ser cumplidas efectivamente por otra persona que no sea el
deudor, ya que lo que se tiene en cuenta es el aspecto objetivo del contenido de la
obligación, desinteresado de las condiciones o cualidades personales del obligado.
Obligaciones de hacer "no fungibles" o intuitu personae: son las opuestas, ya
que la ley o las partes exigen que sea la actividad personal del deudor, por sus
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El art. 772 explica bien en qué consiste la prestación, e indica que puede ser la "realización
de un hecho" o la "prestación de un servicio".
Modo de cumplimiento.
El art. 772 se completa disponiendo la forma y manera de cumplimiento de la obligación de
hacer, es decir, que sea en tiempo, lugar y modo pactados. Ello se ajusta a los
requerimientos que el mismo nuevo Código prevé como objeto del pago (arts. 867 y ss.).
La distinción ha tenido una notable evolución. Fue esbozada en el derecho romano donde
había contratos en los que la obligación era precisamente determinada, y otros que
únicamente exigían la actuación de buena fe del deudor.
El antiguo derecho francés también tuvo en cuenta ese distingo, especialmente a través del
pensamiento de Domat. No obstante, la teoría solo alcanzó publicidad en razón de las
discusiones doctrinarias acerca de la prueba de la culpa en los campos contractual y
extracontractual (Aubry-Rau y Laurent). Demogue —en 1925— fue su primer expositor
integral y quien empleó las expresiones "obligaciones de medios" y "obligaciones de
resultado".
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En el derecho alemán fue perfilada por Bernhoft, quien puso en evidencia la necesidad de
diferenciar las relaciones obligatorias según la mayor o menor correspondencia del objeto
con el resultado final esperado por el acreedor. Más tarde, Fischer le dio un impulso
relevante.
También en Italia, a principios del siglo XX, juristas como Osti advirtieron la utilidad de
distinguir ambos tipos de obligaciones.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
1) Obligaciones de medios ordinarias: obligan al deudor a obrar con diligencia, sin culpa.
La carga de la prueba de que el deudor incurrió en culpa incumbe al acreedor, sin perjuicio
de la carga probatoria dinámica;
2) Obligaciones de medios reforzadas: obligan a una diligencia particular, como en los
casos de culpa levísima previstos en el art. 1725 del Código, que es aplicable a la
responsabilidad profesional. La carga de la prueba de que el deudor incurrió en esa especie
de culpa también incumbe al acreedor, también sin perjuicio de la aplicación de la doctrina
de la carga dinámica.
Bueres piensa que en rigor no existen las llamas obligaciones de resultado "atenuadas" o
"aligeradas".En las obligaciones en las que hay culpa a probar y en las que la culpa se
presume iuris tantum, el incumplimiento funcional es la culpa, no constituyen pues un
tertum genus, una tercera categoría, sino que son tan obligaciones de medios como
aquellas en las que el onus probandi recae en cabeza del pretensor.
Importancia de la distinción
La clasificación de las obligaciones de medios y de resultado presenta un interés especial
en la determinación del factor de atribución aplicable (subjetivo u objetivos), en la esfera de
la responsabilidad por incumplimiento obligacional (arts. 774, 1716 y 1723). Así pues, en
este último artículo, el Código dispone: "Cuando de las circunstancias de la obligación, o de
lo convenido por las partes, surge que el deudor debe obtener un resultado determinado,
su responsabilidad es objetiva".
En efecto, en las obligaciones de resultado, la prueba del incumplimiento por el acreedor
descarta la culpa del solvens, la deja fuera de cuestión. Por lo tanto, el susodicho deudor
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El hecho antijurídico objetivo —no dar, no hacer o hacer cuando se prometió abstenerse—
conlleva la atribución al obligado. Otros se refieren al riesgo creado por el negocio
contractual, pues él crea el riesgo de poder o no cumplir con las prestaciones a cargo de
una de las partes; ese riesgo de causar un daño con la inejecución es asumido por el
deudor de la prestación (v.gr., garantías de evicción y vicios redhibitorios).
133
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El art. 778 dispone que la obligación de no hacer "es aquella que tiene por objeto una
abstención del deudor o tolerar una actividad ajena. Su incumplimiento imputable permite
reclamar la destrucción física de lo hecho, y los daños y perjuicios". Las obligaciones de "no
hacer" se corresponden con el género de las obligaciones negativas y consisten en
abstenciones. Están impuestas por la voluntad de las partes o por la ley.
Entre las diferentes clases se distinguen: a) las de no realizar un hecho o no dar una cosa;
b) las convencionales y las legales, según la fuente de cada una; c) las de simplemente "no
hacer", y las de "tolerar". A esta última clasificación alude el art. 778 del Código. Calvo
Costa aclara que las obligaciones puras de abstención (in non facendo) consisten en una
conducta negativa, es decir, la no realización de determinada actividad. En cambio, en las
de tolerancia (in patiendo) el deudor se obliga a soportar o tolerar que otro realice una
actividad determinada.
Efectos
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Ante el incumplimiento, el art. 778 del Código permite el ejercicio de la acción del acreedor
con dos finalidades: la destrucción de lo hecho, y el pago de los daños y perjuicios. Esta
consecuencia, a su vez, da dos posibilidades: poder exigir que lo haga el deudor o que
judicialmente se le autorice a ello, a costa del deudor. En cuanto a lo primero se está en el
terreno de la ejecución forzada específica, ya que de esa forma se llega al cumplimiento de
lo acordado (art. 730 inc. a]). Tiene una limitación en la imposibilidad de ejercer violencia
física sobre la persona del deudor, pero no impide solicitar la fuerza pública para su
efectivización. La otra forma es mediante la autorización judicial que le permita al mismo
acreedor destruir lo realizado.
El Código, en el art. 779, nos brinda el siguiente concepto: "La obligación alternativa tiene
por objeto una prestación entre varias que son independientes y distintas entre sí. El
deudor está obligado a cumplir una sola de ellas".
Utilidad práctica.
Las obligaciones alternativas tienen una enorme utilidad práctica, ya descubierta por los
romanos que las mencionan en numerosos textos. Las ventajas para ambas partes de la
relación son la siguientes: a) el deudor puede elegir una entre varias prestaciones y
extinguir la obligación, y b) el acreedor, cuando conserva el derecho de elección, ve
disminuido el riesgo por perecimiento no imputable, ya que le quedan los demás sujetos
que subsisten. A pesar de todo no hay muchas referencias en las legislaciones modernas.
Algunos autores dicen que ello se debe a que en el momento de la codificación (siglo XIX)
estas obligaciones alternativas no tenían mucho predicamento. Nuestro codificador,
siguiendo las enseñanzas romanas y lo desarrollado por Savigny, le dio un alcance más
razonable.
135
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
1) Objeto único indeterminado. Pareciera que es la que el Cód. Civ. y Com. ha receptado
en la definición del art. 779, ya que se trataría de "un solo objeto" cuya indeterminación
cesa al producirse la elección.
2) Objeto plural. Los glosadores tenían una máxima que decía: Duæ res sunt in
obligatione, una autem tantum solutione, que significa que varias prestaciones están en la
obligación, y una sola en el cumplimiento. Con ello se llegó a sostener que hay más de un
objeto en la obligación, y si el deudor la extingue cumpliendo cualquiera de ellas, es que
existe una verdadera pluralidad. Para algunos habría una especie de "condición
resolutoria" que se efectiviza con la elección, haciendo la aclaración de que no es una
verdadera obligación condicional, puesto que no hay incertidumbre que afecte el vínculo
jurídico.
1) Esta corriente, encabezada por Pescatore, considera que es necesario diferenciar los
casos en que la elección le corresponde al deudor, de los que le compete al acreedor. Si es
el acreedor quien tiene la potestad de elegir, habría una coexistencia alternativa de varias
obligaciones, porque se equipararía al concurso electivo de acciones que posee en ciertos
casos el acreedor, como cuando ante los vicios redhibitorios puede pedir la aminoración del
precio o la resolución de la venta. En cambio, cuando la elección es facultativa del deudor
la obligación es única.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La pluralidad de vínculos llevaría a hacer pensar que hay más de una obligación. En
cuando a la pluralidad de objeto, también resulta terreno sujeto a polémicas. Pareciera que
el artículo en comentario se decide por esta idea, aunque es noble reconocer que
importantes autores entienden que el objeto es "único pero indeterminado en su origen".
Los objetos tienen que ser distintos, lo que significa que uno no puede absorber al otro; por
ejemplo, no es posible pactar que Juan le pagará a Pedro cien pesos o ciento diez pesos.
Además, deben ser independientes, pues la imposibilidad de una prestación no impide el
cumplimiento con alguna de las restantes. El principio de concentración domina los efectos
de este tipo de obligación, cuestión que se verá más adelante (cfr. arts. 791 y 792). Y, por
último, que para llegar a la extinción de estas relaciones jurídicas aparece como
imprescindible que sean elegidas (cfr. art. 780).
Elección.
Elección por el deudor: Como lo dispone el art. 780, y haciendo valer el principio del favor
debitoris, el derecho potestativo de elegir le corresponde al deudor. De acuerdo con el párr.
3º de dicha norma se consagran dos circunstancias que tienen efectos jurídicos; una que
indica que la elección (dice "opción") puede ser hecha en forma expresa o tácita, y la otra
que dicha elección es "irrevocable".
137
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Elección por el acreedor y por los terceros: Cuando la elección ha quedado en las
facultades del acreedor o de un tercero, no ofrece mayores diferencias que con la que le
corresponde al deudor. La forma será la indicada para el primer caso, es decir, una
manifestación de voluntad, expresa o tácita, de la que el deudor tome debido conocimiento.
Mora en la elección.
La elección debe ser realizada en el plazo acordado para ello, o hasta el término que se fijó
para el pago, o bien fijarse un término para el cumplimiento. En caso de que se eligiera, la
contraparte debe intimar y constituir en mora a quien debe cumplir con ese deber de
elección. Si el moroso es el acreedor, la facultad de elección recaerá sobre el deudor, y a la
inversa si el moroso es el deudor dicha potestad le corresponderá al deudor. La solución de
la ley proyectada es atinada y razonable, ya que tiene en consideración el interés de ambas
partes para que se llegue a buen fin mediante la determinación de la prestación que tiene
como etapa previa necesaria la elección. Y para completar si el reticente fuera el tercero
autorizado para elegir, dicho derecho va al deudor, que es quien decidirá cuál de las
prestaciones hará efectiva.
El Código se refiere a las prestaciones "anuales", mientras que el nuevo Código hace
mención a las "periódicas", y si bien la caracterización tiene mayor precisión en este último
supuesto, la solución es idéntica. La elección hecha para un período no obliga para los
restantes. Es de toda razón que, sea el deudor o el acreedor, en un determinado momento
puede estar más interesado en una prestación que en otra; cuestión variable de acuerdo
con el momento y circunstancias. Y ello se justifica porque en cada período hay una
especie de derecho renovado a elegir.
Efectos
El acto de la elección reviste tamaña importancia, pues a partir de ese tiempo las diferentes
prestaciones quedan concentradas en una de ellas. Además, por la retroactividad que
impone la ley, debe entenderse a la obligación como si siempre hubiera sido de: dar cosas
ciertas, de hacer o de no hacer, conforme al contenido del objeto escogido.
138
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
1) Imposibilidad de una de las prestaciones por caso fortuito o responsabilidad del deudor:
en este caso se tornan operativos los principios señalados supra (independencia y
concentración), de ahí que corresponda cumplir la prestación posible, sin perjuicio alguno
para el acreedor.
d) Pérdida de todas las prestaciones por caso fortuito o fuerza mayor: importa la
extinción de la obligación. El art. 782 CC yC, por su lado, contempla los supuestos de
imposibilidad en las obligaciones alternativas irregulares, cuando la elección recae en el
acreedor.
139
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Es esta una calificación que procede del derecho romano que las denominaba obligationem
incertum ex certis o unum de certis y consisten en la obligación que asume el deudor de
entregar una cosa cierta que se encuentra en un número de cosas inciertas.
Generalmente se las estudia como una especie de las obligaciones de género, estas últimas
conocidas e identificadas en el Cód. Civil, como las de "dar cosas inciertas fungibles".
En el nuevo Código se las lleva a ser regidas por las normas de las obligaciones
alternativas, y ello en razón de su similitud y efectos antes y después de la elección.
140
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El art 786 da el siguiente concepto: "La obligación facultativa tiene una prestación
principal y otra accesoria. El acreedor solo puede exigir la principal, pero el deudor puede
liberarse cumpliendo la accesoria. El deudor dispone hasta el momento del pago para
ejercitar la facultad de optar".
Si bien no se lo indica con toda precisión, es evidente que el deudor tiene derecho a pagar
con la prestación principal, pero puede elegir y cumplir con la accesoria. Y esta es una
facultad que solamente le corresponde a él, pues el acreedor ve limitada su potestad
(Cazeaux - Trigo Represas, Rezzónico).
El Código aclara una cuestión que había generado polémica, tal el momento en que el
deudor podía hacer opción por pagar con la prestación accesoria. La nueva normativa no
genera duda alguna, pues dispone que el deudor debe hacerlo al tiempo del pago. Se trata
de una solución razonable y aceptada por buena parte de la doctrina, al considerarse que
de ese modo se protege el derecho del acreedor, ante la eventualidad que trae una elección
previa por la accesoria y su extinción ante un caso fortuito.
El art. 786 reitera un principio propio de este tipo de obligaciones: el acreedor solo tiene
derecho de reclamar la prestación principal. La sustitución es solo facultativa del deudor.
Imposibilidad de la prestación principal El art. 782 dispone que la imposibilidad de
cumplimiento de la prestación principal, que está en la obligación, lleva inexorablemente a
la extinción de toda la relación jurídica. Ello cuando obedece a la ausencia de culpa del
deudor, o al caso fortuito o la fuerza mayor, resulta razonable, ya que de esa manera se
aplican los principios que guían la relación jurídica (art. 1730). Sin embargo, la norma
agrega que —en los casos que corresponda— serán los que hacen responsable al deudor
por el incumplimiento, también llevarían a igual destino. Creo que esto último no se ajusta
a los principios que gobiernan la responsabilidad que deviene de un no cumplimiento en la
relación contractual. La imposibilidad del cumplimiento imputable al deudor, por diversos
factores de atribución, con el objeto de prestación originaria, puede llevar al acreedor a
requerir el cumplimiento por tercero, un bien que subrogue a lo prometido, o los daños y
perjuicios. Cualquiera de esas soluciones integra el contenido de prestación (art. 730).
La disposición prevista en el art. 788 del Código resulta coincidente con lo previsto en el
art. 651 del Cód. Civil. Allí se prevé que ante una situación jurídica dudosa, si se está en
presencia de una obligación alternativa o facultativa, el intérprete debe inclinarse por la
primera (Cazeaux - Trigo Represas). Tanto el Cód. Civil, como el Cód. Civ. y Com., brindan
141
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
una igual solución al caso de dificultad interpretativa: entre decir que una obligación es
facultativa o alternativa, ambos se inclinan por la "alternativa".
El cambio que trae el nuevo Código, respecto del derogado, está en que las obligaciones
mancomunadas son tratadas mediante remisión a las obligaciones divisibles e indivisibles.
Así, establece en el art. 826 que los efectos de las obligaciones simplemente
mancomunadas se rigen por lo dispuesto en la Sección 6ª, según su objeto sea divisible o
indivisible.
142
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Requisitos
Ser materialmente fraccionable, de modo que cada una de sus partes tenga la
misma calidad del todo (art. 806 inc. a).
No quedar afectado significativamente el valor del objeto, ni ser antieconómico su
uso y goce, por efecto de la división (art. 806 inc. b).
DOS FACTORES
VALOR ECONOMICO.
HOMOGENEIDAD
Principio de la división.
Conforme lo estipulado por el art. 808, la cuota de división del crédito o de la deuda entre
varios acreedores o deudores se define en función del principio de igualdad, en tanto no se
haya convenido nada en contrario. Obviamente, se trata de una norma de carácter
dispositiva por lo que las partes pueden dejarla de lado por aplicación del principio de la
autonomía privada (cfr. arts. 957 y 958).
La solución brindada en la última parte del art. 808 (la insolvencia de uno de los
codeudores) es consecuencia del fraccionamiento e independencia de los distintos vínculos
143
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
que se integran en la obligación divisible con sujetos plurales. Es lógico pues que la
insolvencia de uno o varios de los codeudores deba soportarla el acreedor (Trigo Represas).
Límites de la divisibilidad.
En relación con lo previsto por el art. 809, la limitación a la divisibilidad es una solución
lógica a causa de que el codeudor se ha auto-obligado a responder por el todo y, como se
trata de un tema en que no se encuentra en juego el orden público, nada impide que uno
de los codeudores asuma el pago total de la deuda, en cuyo caso la división de la obligación
no puede ser invocada (Silvestre).
Derecho al reintegro.
El art. 810 concede al deudor que ha tomado a su cargo el pago íntegro o mayor a la parte
que le correspondía la acción recursoria o de reembolso contra sus codeudores, por las
partes que a estos les toca en la obligación cumplida.
Supuestos:
3) Varios acreedores y varios deudores: si uno de los codeudores paga a uno de los
coacreedores una suma mayor a la debida, tal circunstancia no libera a los demás
codeudores frente a los restantes coacreedores, ni tampoco al deudor que pagó en exceso
144
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
frente a los restantes coacreedores, a menos que el acreedor que recibió dicho pago hubiese
efectuado la distribución pertinente con los demás coacreedores.
Participación.
En atención a lo que dispone el art. 811, la participación entre los acreedores de lo que uno
de ellos percibe de más está regulada por las reglas de la solidaridad (art. 841), donde se
determina la "cuota de contribución". En primer lugar, de acuerdo con el principio de la
autonomía privada, debe estarse a lo pactado por las partes (cfr. arts. 957 y 958); en
segundo lugar, de acuerdo con lo que surja de la fuente y finalidad de la obligación (o
causa de la responsabilidad); en tercer lugar, según las relaciones de los interesados entre
sí y, finalmente, según las demás circunstancias. Tal como se puede advertir, el régimen
establecido por la ley es supletorio a lo acordado entre las partes.
Caso de solidaridad.
Conforme lo estipulado por el art. 812, "si la obligación divisible es además solidaria, se
aplican las reglas de las obligaciones solidarias, y la solidaridad activa o pasiva, según
corresponda". No obstante ello, cabe señalar que la divisibilidad no debe ser confundida
con la solidaridad. Ambas son calidades de la obligación que responden a una concepción
diferente y suscitan un régimen con peculiaridades propias.
En el nuevo régimen legal, las obligaciones solidarias son tratadas en la Sección 7ª, en el
parág. 2, a partir del art. 827. En el parág. 3 se aborda la solidaridad pasiva y en el 4 la
activa.
Ello surge de la definición esbozada conforme el art. 813 que dice "Son indivisibles las
obligaciones no susceptibles de cumplimiento parcial".
Casos de indivisibilidad.
145
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Prestaciones indivisibles:
En los incisos correspondientes al art. 815 del Código se establecen las obligaciones que se
consideran con prestaciones indivisibles: a) de dar una cosa cierta: b) de hacer, excepto si
han sido convenidas por unidad de medida y el deudor tiene derecho a la liberación
parcial; c) de no hacer; d) accesorias, si la principal es indivisible.
Las obligaciones indivisibles presentan como característica fundamental que cada uno de
los codeudores está obligado al pago íntegro de la deuda y cada uno de los coacreedores
tiene derecho al cobro total del crédito. Las características que se derivan de la
imposibilidad de fraccionar la prestación producen como consecuencia la concentración de
los efectos del vínculo obligacional en cada uno de los acreedores y cada uno de los
deudores.
Cabe señalar, no obstante, que si bien la indivisibilidad del crédito deriva de que la
prestación debida no admite fraccionamiento, lo cierto es que si tal obligación no es
cumplida, la indemnización por responsabilidad por daños que deben los deudores al
acreedor común conforma una obligación divisible, porque es pagadera en dinero.
Modos extintivos
Respecto a los medios extintivos el nuevo cuerpo normativo en su art. 818 exige lo
siguiente: "la unanimidad de los acreedores es requerida para extinguir el crédito por
146
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
transacción, novación, dación en pago y remisión. Igual recaudo exige la cesión del crédito,
no así la compensación".
El art. 819 establece claramente que "la mora de uno de los deudores o de uno de los
acreedores, y los factores de atribución de responsabilidad de uno u otro, no perjudican a
los demás".
Contribución.
El art. 841 establece como prioridad, a los fines de determinar la cuota, el respeto por la
autonomía privada, por lo que habrá que estarse a lo que las partes hubieran pactado (cfr.
arts. 957 y 958). Subsidiariamente, el intérprete habrá de atenerse a lo que surja de la
fuente y finalidad de la obligación (o causa de la responsabilidad); luego habrá de estarse a
las relaciones de los interesados entre sí y, finalmente, a las demás circunstancias del
caso.
Ahora bien, el art. 821 nos aclara cómo proceder ante la "participación", en cuanto a la
parte activa de la relación obligacional. En este caso, la cuota de distribución del beneficio
entre los co-acreedores que no percibieron el crédito está determinada por las reglas que
rigen en la solidaridad activa (art. 841), supuesto en el cual se confiere prioridad a la
autonomía privada, es decir, a lo acordado por las partes (cfr. arts. 957 y 958).
Prescripción.
La prescripción actúa masivamente con respecto a todos y cada uno de los integrantes del
frente de deudores o acreedores: el curso de la prescripción arranca, se detiene por
suspensión o se inutiliza por interrupción, para todos (bajo este aspecto, aclara, la
obligación indivisible funciona, por el imperativo legal, de una manera aún más
concentrada que las obligaciones solidarias).
Indivisibilidad impropia.
En otras palabras, son obligaciones indivisibles irregulares o impropias aquellas que solo
pueden ser satisfechas por entero (por eso son indivisibles) a través de una actuación
conjunta de las partes (de allí su irregularidad; Pizarro - Vallespinos), como por ejemplo en
la llamada "obligación de escriturar" que surge del cumplimiento de un boleto de
compraventa suscripto por varios vendedores; no es posible exigir a uno solo el
cumplimiento pleno, ya que para transferir el bien es necesaria la integración de la
escritura con todos los enajenantes.
147
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En suma, como señala Trigo Represas, las obligaciones indivisibles impropias son aquellas
cuyo cumplimiento requiere de la colaboración organizada de todos los deudores y, en
consecuencia, solo puede demandarse a todos ellos en conjunto.
148
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Efectos.
De todos modos, el efecto en la mancomunación es que cada acreedor solo tiene derecho de
exigir el pago de su parte y, por otro lado, cada deudor solamente se encuentra obligado a
cumplir la porción que le corresponde. A su vez, conforme lo dispone el art. 826, "los
efectos de la obligación simplemente mancomunada se rigen por lo dispuesto en la Sección
6ª de este Capítulo (Obligaciones divisibles e indivisibles), según que su objeto sea divisible
o indivisible". Esta remisión a las normas que regulan los efectos de las obligaciones de
sujeto plural con objeto divisible e indivisible importa una extensión y aplicación normativa
de otro tipo de relaciones jurídicas.
Antecedentes.
En Roma se diferenció la obligación correal (existían tantos vínculos como sujetos la
integraban, para no alterar la unidad del objeto; la prestación le correspondía a cualquiera
de los acreedores e indistintamente debían cumplirla los deudores) y las in solidum (fueron
de creación pretoriana —ajena a la voluntad de las partes— contra los autores de delitos y
por incumplimiento contractual, e imponían el deber común y total de reparación de los
perjuicios). En ambas, los deudores carecían de acción recursoria contra los demás.
Elementos.
La estructura de las obligaciones comprende el análisis de los elementos; en el caso de las
solidarias se indican como tales a: pluralidad de sujetos, unidad de prestación, unidad de
causa, y aparece controvertida la unidad o pluralidad de vínculos (Ameal, Boffi Boggero,
Ripert - Boulanger, Colmo). Para una corriente de opinión este tipo de obligación posee una
unidad y dirección que hace que cada uno deba cumplir la totalidad, aunque haya matices
circunstanciales que diferencian a cada uno de los sujetos.
Para otros, habría una serie plural de vínculos coligados por una variedad de relaciones
unidas. Se apoya en lo que disponía el art. 702 del Cód. Civil derogado que permitía variar
la situación de los sujetos, para uno puede tratarse de una obligación pura y simple, y para
otro condicional o a término.
Clases de solidaridad
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Fuentes.
Hay que diferenciar las fuentes según se trate de solidaridad activa o pasiva. Si bien el
nuevo Código de manera genérica da dos causas eficientes como son la voluntad y la ley, es
verdad sabida que la solidaridad activa tiene como única fuente a la voluntad. En ese
sentir, el art. 828 del nuevo Código aclara bien que las únicas fuentes son la voluntad
volcada en los contratos o en el testamento, y la ley.
Presunción.
El art. 828 dispone que la solidaridad no se presume, lo cual significa que, existiendo más
de un acreedor o más de un deudor, la obligación es mancomunada. Las declaraciones
presuntas están dadas en razón de la imposición legal que otorga valor de declaración
efectiva, aun cuando la conducta del sujeto no se dirija a esos fines.
El art. 831 contempla las defensas con las que cuentan los deudores. Las defensas o
excepciones que les corresponden y pueden usar tanto los acreedores como los deudores se
distinguen entre las comunes y las particulares.
Las defensas comunes: tienen la cualidad que cualquier persona que integra
uno de los grupos del frente común (acreedor o deudor) indistintamente las puede
utilizar. Se indica que entre las defensas comunes se cuentan: la mayoría de las
causas de extinción de las obligaciones; las de nulidad de los actos; las modalidades
que integren la totalidad de la obligación (plazo, condición, etc.); y la imposibilidad de
cumplimiento derivada del caso fortuito o la fuerza mayor.
Defensas particulares: por su parte, las defensas particulares tienen la
cualidad que solamente benefician a la persona que las tiene. De ese modo se
indican: la ausencia de capacidad de hecho, o un vicio de la voluntad que lleve a la
nulidad del acto (error, dolo o violencia), o una modalidad que le corresponde a uno
solo (plazo, cargo, etc.). En estos casos solamente la pueden invocar aquellos que se
benefician, pero no los demás integrantes del grupo. Aunque es posible distinguir
entre las defensas que no tienen ningún efecto sobre el resto, y las que producen una
disminución del objeto debido. La última parte del art. 831 se refiere a este supuesto,
cuando indica que se "pueden expandir ilimitadamente sus efectos hacia los demás
codeudores y posibilitar una reducción del monto total de la deuda". En este caso se
cuentan: la confusión que solo beneficia al deudor-acreedor que tienen intervención y
150
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
lleva sus efectos al resto (cfr. art. 835 inc. c]), y la renuncia parcial a la solidaridad
(art. 837), que va a disminuir el importe total de la obligación.
Cosa juzgada
Art. 832 ``la sentencia dictada contra uno de los codeudores no es oponible a los demás,
pero éstos pueden invocarla cuando no se funda en circunstancias personales del codeudor
demandado. El deudor no puede oponer a los demás coacreedores la sentencia obtenida
contra uno de ellos; pero los coacreedores pueden oponerla al deudor, sin perjuicio de las
excepciones personales que éste tenga frente a cada uno de ellos”.
El art. 832 CC y C resulta claro en referencia a los efectos de la cosa juzgada en las
obligaciones solidarias, y revalida el principio de que quien no participó en el juicio no
puede ser perjudicado con la invocación de la sentencia dictada, pero puede alegarla si le
es conveniente.
Es por ello que se aplica la regla de que la cosa juzgada tiene efectos secundum eventum
litis, por lo que a quien no fue parte en el juicio no se le puede aplicar las consecuencias
del pronunciamiento judicial, pero ello no impide que éste la alegue contra quien intervino
en el proceso.
La regla referida tiene dos excepciones. Una de ellas, que había sido hecha notar por
Salvat, Lafaille y Busso, limita la invocación de la cosa juzgada cuando la sentencia que
favorece al deudor demandado se basó en defensas estrictamente personales.
Por ello, al final del primer párrafo del art. 832, se hace mención a que los codeudores que
no tuvieron intervención en el juicio, no pueden invocar la cosa juzgada que se sustentó en
circunstancias personales del demandado.
La otra está al final del artículo y establece que si bien los acreedores (que no intervinieron)
le pueden oponer al deudor (que intervino) la cosa juzgada, este tiene derecho de alegar
otras defensas. Estas deben estar sustentadas en cuestiones personales entre ambos, como
por ejemplo una nulidad relativa fundada en un vicio de la voluntad.
En el art. 833 se hace efectiva la naturaleza de la obligación solidaria en sus efectos con
relación a los deudores (solidaridad pasiva). Por ello, se admite expresamente que el
acreedor de varios deudores que aparecen obligados solidariamente (solidaridad pasiva)
posee el derecho de reclamar el cumplimiento íntegro a uno de los deudores, o a varios, o a
todos.
Tal como lo consigna el art. 834, el deudor tiene la potestad de pagarle al acreedor que
desee la totalidad del importe de la prestación. Como se verá más adelante, este derecho se
encuentra limitado por el principio de prevención que está dispuesto en el art. 845 del
151
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Código, lo cual significa que la facultad de uno de los deudores señalada, se ejerce en
plenitud mientras un acreedor no haya promovido demanda judicial y notificado de la
misma al deudor.
Aparentemente, el art. 836 reitera el antecedente del Cód. Civil, exigiendo que la renuncia a
la solidaridad sea "expresa", es decir, mediante términos positivos e inequívocos que lleven
a considerar que permite que cada deudor extinga la obligación pagando su parte.
No participo de esa idea. Entiendo que cuando el artículo dispone que lo sea expresamente
no se refiere a la forma de exteriorización de la voluntad, sino que indica que la renuncia
tienda y apunte a abandonar la solidaridad. Es importante considerar que la voluntad se
puede exteriorizar en forma expresa o tácita, con igual grado de eficacia.
El art. 835 trata sobre los medios de extinción de la obligación solidaria y distingue entre
aquellos que concluyen la obligación para todos los sujetos que la integran y los que
solamente producen efectos parciales relativos.
152
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Los otros son supuestos en que la obligación solamente se extingue entre los sujetos que
tienen intervención, de allí su carácter de "relativos".
El nuevo Código sigue igual sendero y le concede a esta forma solamente una consecuencia
de extinción entre los sujetos que llegan a confundir la obligación en uno solo. Los demás
mantienen la solidaridad.
La transacción siempre fue un tema un poco más debatido, en razón de la poca claridad
del art. 853. El nuevo Código resuelve de manera sencilla y práctica la cuestión. Establece
que la transacción —como todo contrato— surte efectos relativos entre quienes acordaron,
con la salvedad de que aprovecha a quienes no tuvieron intervención y pueden adherir,
pero le impide al acreedor oponerles el acuerdo derivado de ese contrato. Y ello lo explicaba
muy bien Vélez en la nota del antiguo art. 853, cuando dice: "el deudor solidario puede
mejorar la situación de los cointeresados, pero no puede agravarla".
Entre los efectos secundarios de las obligaciones solidarias se cuentan: la mora del deudor
o el incumplimiento absoluto de la prestación imputable. Esto último puede tener causa en
la culpa o el dolo del deudor.
En este sentido, el art. 838, clarifica esta cuestión y brinda solución —discutible o no—
mediante una respuesta concreta al debatido tema.
De acuerdo con el art. 838, si uno de los deudores ingresa en estado de morosidad, sea
mediante interpelación del acreedor, o de manera automática, ese estado contagia a los
demás y los hace responsables.
Por ello, en este caso el deudor moroso y los demás deben cumplir con el contenido de
prestación y afrontar los demás daños que produjo la mora. Si se produce el
incumplimiento absoluto y la prestación deviene imposible por culpa o dolo de uno de los
deudores, el artículo bajo análisis adopta una solución destacable. Proyecta el estado de
culpabilidad pero limita las consecuencias del dolo.
En el caso del incumplimiento culposo, todos los deudores responden del valor de la
prestación más los daños que corresponden a ese tipo de falta.
153
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Acción de contribución.
El codeudor que paga toda la deuda tiene acción de contribución, o también llamada
recursoria, contra el resto de los deudores. Si bien en algún lejano tiempo se controvirtió
esta facultad, hoy no se plantea como interrogante y se considera legítimo y viable ese
derecho.
Para conocer qué tipo de acción puede promover es posible hacer un distingo previo, parece
necesario saber cuál es la relación jurídica que vincula a los que integran el grupo pasivo, o
bien si el que cumple quiere optar por la vía de la subrogación legal mediante el pago (art.
915).
El art. 841 mediante el desarrollo de cuatro incisos da una buena guía para determinar las
cuotas que le corresponde contribuir a cada uno de los deudores que no pagó:
El primero, inc. a), indica que hay que estarse a lo convenido o pactado, es decir
a lo que surge del contrato o acuerdo celebrado entre ellos donde rige el principio de
autonomía de la voluntad en plenitud.
El inc. b) indica tres pautas: la fuente, el fin de la obligación y la causa de la
responsabilidad. Lo cual merece alguna explicación. A mi juicio no se trata de un
orden de prelación, sino de algunas pautas a seguir para determinar lo que le
corresponde como deber a cada uno. En el análisis de dichos elementos, como puede
154
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
ser el origen o la finalidad que tuvieron para estar unidos o, en fin, la causa o el por
qué se encuentran en dicha situación, sirve para llevar a ese descubrimiento.
También se toma en cuenta la relación de los interesados entre sí (inc. c]), que
también lo indica el art. 689 del Cód. Civil derogado. Ello importa analizar qué
vínculo une a los codeudores, ya sea de orden fáctico o jurídico. Hay que tener
cuidado en no confundir el título de la obligación, a la relación que puedan tener
entre los deudores.
Y para concluir y de manera residual se indica en el inc. d) que hay que
considerar las demás circunstancias. Así está en el art. 689, pero en general se lo ha
juzgado como reiterativo o sobreabundante pues en cierta medida remite a todo lo
anterior.
El art. 840, en su segunda parte, decide que cuando la obligación se extingue porque el
acreedor "remitió" o renunció al crédito a favor de un deudor y, de ese modo, extinguió la
obligación, el directamente beneficiado carece de acción recursoria contra los demás
obligados originarios.
Es esa una solución a la que la doctrina había prestado asentimiento hace bastante tiempo
y con razones valederas. No es posible que aquel que se vio beneficiado con un acto
abdicativo gratuito y, de ese modo, haya concluido la obligación, se le atribuya un derecho
a recibir un resarcimiento económico que, por otra parte, carece de causa.
Insolvencia de un deudor.
El art. 842 dispone que "la cuota correspondiente a los codeudores insolventes es cubierta
por todos los obligados". La solución propiciada ante la insolvencia de uno de los
codeudores es bienvenida y condice con la opinión mayoritaria.
La solución propuesta es la más razonable y justa, ya que permite que sean todos los
deudores que restan con solvencia los que contribuyan por la parte del insolvente.
A más, como lo sostiene buena doctrina, poco importa que quien pagó haya cumplido antes
que se declarara el estado de incapacidad económica, pues si bien a ese momento ya podía
entenderse que estaba parcializada y dividida la deuda, ello no impone una carga adicional
sobre el que cumplió la prestación en integridad.
155
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Al igual que en la solidaridad pasiva, se pueden diferenciar los efectos principales y los
secundarios. Entre uno de los principales, y quizá el más importante es que cualquiera de
los acreedores, o todos o algunos, pueden requerir el pago total al deudor.
Se ha planteado como interrogante el caso del acreedor que recibe un pago parcial, y la
cuestión es saber si esa prestación será para satisfacer el interés común o solamente el
individual del accipiens. Como dicho acreedor siempre actúa en interés del grupo activo
que representa, es posible señalar que dicho cumplimiento incompleto beneficia a la
totalidad.
Principio de prevención.
El art. 845 se ocupa del "Derecho de prevención o principio de prevención", lo cual implica
una limitación al derecho del deudor de poder elegir a algunos de los acreedores para
efectuar el pago.
En efecto, a través de este principio, se establece que si uno de los acreedores solidarios
promueve una demanda judicial y notifica a uno de los deudores, el pago debe ser hecho a
dicho acreedor.
Este derecho de prevención no solamente surte efecto en cuanto a la obligación del deudor
de pagar a ese acreedor, sino que produce como sanción que, si el deudor demandado le
hace efectivo el cumplimiento a otro acreedor, ese pago no lo libera y sigue obligado.
En cuanto a los medios de extinción, el Código actual reúne a muchos de los medios de
extinción que el Código enumera en el art. 724, pero no a todos (art. 846).
Aquí el nuevo cuerpo normativo hace un distingo importante, algunos medios de extinción
que satisfacen el interés de la totalidad de los acreedores terminan con la relación jurídica,
mientras otros solamente producen consecuencias relativas.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Participación.
El art. 847 se ocupa no solo de las relaciones internas entre los acreedores, también
llamada "cuestión de la distribución o haz horizontal", sino también de los efectos que
produjeran otros medios de extinción, e incluso gastos que hiciera el acreedor en interés
común de los demás.
La norma se divide en tres incisos, el primero determina cómo se resuelve la acción de los
demás cuando uno recibe el pago de todo el crédito; el segundo se remite a lo que dispone
el inc. b) del art. 846, sobre las consecuencias de otros medios de extinción; y, por último,
el inciso tercero refiere a los derechos del acreedor que hizo gastos necesarios en interés
común.
Pago o cumplimiento: el inc. a) del art. 847 dice que si el acreedor solidario
recibe "la totalidad del crédito", o "de la reparación del daño", o "más de la cuota",
con lo cual es posible ver que se plantean tres cuestiones que en realidad son dos. El
pago total o la reparación del daño es lo mismo, ya que se trata del cobro de un
crédito pleno. El otro supuesto es el del pago "parcial", ya que el accipiens recibe
"más de la cuota"; ello implica que lo que percibió que excede su porción es de
pertenencia de todos y, por ello, debe ser repartido.
Medios de extinción: el inc. b) resulta prolífico en la enumeración de medios
extintivos y distinciones. Se refiere a la renuncia, compensación legal por la cuota de
cada uno, compensación convencional o facultativa, novación, dación en pago o
transacción. Ante todos esos tan variados casos de muerte de la obligación solidaria,
aquellos que no tuvieron participación le pueden reclamar al actor de esos actos. En
cambio, si se trata de la compensación o dación en pago, el acreedor demandante
puede ejercer una opción entre lo que originariamente le correspondía, o bien el
importe que resulte del acto extintivo, en el caso de la compensación o de la dación
en pago. La solución es ingeniosa y lleva a resultados justos en la distribución del
crédito.
Gastos: cuando el acreedor debió realizar gastos, erogaciones o expensas en
interés de la totalidad del grupo, la ley le reconoce el derecho a su reclamo. Esta es
una cuestión un poco ajena a la finalidad del artículo, pero hace a la relación interna
entre los acreedores. Creo que para dilucidar estos reclamos será el juez quien
determine lo que puede corresponderle y pruebe el acreedor que actuó a favor de los
demás beneficiarios.
157
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Cuotas de participación: el art. 848 del nuevo Código, tal como lo hace el art.
717del Cód. Civil, establece que las diferentes cuotas de participación que le puede
corresponder a cada acreedor, se determinan —al igual que lo que corresponde
contribuir a los deudores— por lo dispuesto en el art. 841.
Muerte de un acreedor.
La muerte de uno de los acreedores solidarios produce un extraño fenómeno en este tipo de
obligaciones. La relación se afecta en su parte estructural, ya que, si el acreedor tiene
varios herederos, cada uno de ellos pierde la solidaridad y solo puede reclamar la parte que
en proporción le corresponde en la herencia.
Por ejemplo, si la obligación es de $ 1.000,00, y son dos los acreedores solidarios, ante la
muerte de uno de ellos, a quien le suceden dos herederos con partes iguales, cada heredero
tiene derecho de reclamar por $ 500,00.
Es por ello que se aconseja que para mantener la solidaridad del grupo acreedor es
conveniente que todos los herederos promuevan la demanda en forma conjunta a los
efectos de no dividir el crédito.
3. Obligaciones concurrentes: concepto.
Aquellas en las que dos o más sujetos están indistintamente obligados frente al mismo
acreedor por idéntica prestación. Estas obligaciones se diferencian de las solidarias en
razón de que cada débito proviene de una fuente distinta, de forma tal que las deudas son
independientes entre sí pese a que entre ellas hay una conexión resultante de estar
referidas a un mismo objeto.
Efectos.
En relación con los efectos de las obligaciones concurrentes, el art. 851 determina que,
excepto disposición especial en contrario, las obligaciones concurrentes se rigen por las
reglas dispuestas en el desarrollo de sus incisos y clarifica, así, los efectos para cada uno
de los supuestos contemplados en dicha norma, a saber: el derecho al cobro del acreedor;
el pago realizado por uno de los deudores; la dación en pago, la transacción, la novación y
la compensación realizadas con uno de los deudores concurrentes; la confusión entre el
acreedor y uno de los deudores concurrentes; la renuncia al crédito a favor de uno de los
deudores; la prescripción cumplida y la interrupción y suspensión; la mora de uno de los
deudores; la sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada dictada contra uno de los
codeudores; y, finalmente, la acción de contribución del deudor que paga la deuda contra
los otros obligados concurrentes.
En relación con la propagación de efectos en el caso de existir una dación en pago, una
transacción, novación o compensación, la doctrina más tradicional se manifestaba en
contra (Borda, Llambías) en relación con la novación y la compensación.
158
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En cuanto a los efectos de la sentencia pasada en autoridad de cosa juzgada contra uno de
los deudores de la obligación concurrente, no es oponible al resto de los codeudores, pero
estos pueden invocarla cuando no se funden en circunstancias personales del codeudor
demandado.
En el art. 1753, cuando trata la responsabilidad objetiva del principal o comitente por
los daños que causen los que están bajo su dependencia o las personas de las que se
sirve, cuando el hecho dañoso acaece en ejercicio o con ocasión de las funciones
encomendadas. En forma expresa, contempla en el último párrafo la responsabilidad
concurrente del principal con la del dependiente.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En los arts. 1757 y 1758, cuando se hace referencia a la responsabilidad objetiva por el
daño causado por riesgo o vicio de las cosas o de las actividades riesgosas o peligrosas. Y
agrega que el dueño y guardián son responsables concurrentes del daño causado por las
cosas.
La alternatividad o disyunción puede ser, entonces, activa o pasiva. Los arts. 853 y 854
tratan las obligaciones disyuntivas: en el primer caso a las disyuntivas del lado pasivo y
en el segundo caso a las disyuntivas del lado activo
Caracteres
Elección.
Es posible que exista un acuerdo entre los acreedores donde decidirán entre ellos a
quién el deudor le efectuará el pago.
En los casos de disyunción pasiva (art. 853), corresponde al acreedor elegir a qué deudor
habrá de exigirle el cumplimiento de la prestación.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Una vez operada la elección del acreedor o del deudor, según el caso, estaremos ante
una obligación de sujeto singular.
Resulta clara la definición que brinda el nuevo Código en el art. 856: "Obligaciones
principales son aquellas cuya existencia, régimen jurídico, eficacia y desarrollo funcional
son autónomos e independientes de cualquier otro vínculo obligacional.
Derechos Accesorios.
Que pueden ser constituidos por el propio deudor o por terceros, como en el caso de la
prenda y de la hipoteca.
Efectos.
161
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El Código contempla en forma expresa los supuestos en los cuales se altera el principio de
que lo accesorio sigue la suerte de lo principal:
162
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Teniendo en cuenta el momento a partir del cual la prestación debe ejecutarse, las
prestaciones se clasifican en de ejecución inmediata y de ejecución diferida. Cuando la
prestación debe ejecutarse desde el mismo nacimiento del crédito, la obligación es de
ejecución inmediata (p. ej., la entrega de la cosa y del dinero en la compraventa manual). Si
la prestación, en cambio, debe ejecutarse al cabo de un cierto tiempo, por mediar, por
ejemplo, un plazo suspensivo, la obligación será de ejecución diferida (p. ej., la restitución
del inmueble en la locación de cosas).
a) Las obligaciones continuas o de ejecución continuada, que son aquellas en las que su
prestación es única e ininterrumpida, dándose sin solución de continuidad, como afirma
Cazeaux (como, p. ej., la obligación del locador de garantizar o mantener al locatario en el
uso y goce pacífico de la cosa dada en locación).
b) Las llamadas periódicas propiamente dichas, que son las que se cumplimentan,
nacen prorrata temporis, es decir, por períodos ya previstos y donde cada prestación
tiene vida propia (p. ej. cada período de alquiler, o el término donde nace el derecho a
percibir intereses). Hay otras, que se clasifican como cuotizadas, que son producto de
163
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El nuevo Código no da una definición del instituto y únicamente brinda sus efectos y
diferentes circunstancias en el art. 1031.
Es que en las obligaciones bilaterales cada contratante solo está obligado a cumplir en la
medida en que lo haga el otro, y ello le permite solicitar el rechazo de la petición a aquel
que ya hizo efectiva su prestación o prueba que tiene en su favor un plazo suspensivo.
condiciones de ejercicio
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Efectos:
Las obligaciones perfectas son las "civiles", que contienen en sí mismas todos sus
elementos y fundamentalmente permiten al acreedor exigir el cumplimiento. En cambio, las
imperfectas o "naturales" carecen de eficacia con el derecho positivo, y no dan acción.
Algunos autores, en clasificación ya superada, hablaron de obligaciones naturales, civiles y
mixtas. Considerando que las primeras son las que carecen de sanción completa, las civiles
están en relación con el derecho escrito, y las mixtas, que tienen la doble sanción, del
derecho escrito y natural. Hoy cuando se habla de las civiles se está haciendo referencia a
las "mixtas" de esta desactualizada categorización.
Antecedentes históricos
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Es posible observar la evidente similitud con lo previsto por el codificador argentino Vélez
Sarsfield en el Cód. Civil anterior en su art. 515
Derecho Comparado.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
tipología. El
codificador
justificaba
al final de la
extensa
nota al art.
515, con la
cita de
Duranton,
el desarrollo
dado a las
obligaciones
naturales.
Naturaleza jurídica:
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El nuevo Código en el art. 728 al incluir a los deberes morales, en lugar de las obligaciones
naturales, impone pensar que son dichos deberes lo que no pueden reclamarse
judicialmente. Entre ellos se hallan los que están aludidos en el art. 803, aunque valga
aclarar esta última norma que, cuando se convino la cláusula penal, la principal ya no era
exigible, y por ello y por ser posterior, lo accesorio mantiene su vigor. Ahora bien, el art. 728
que nos ocupa dispone que "lo entregado en cumplimiento de deberes morales o de
conciencia es irrepetible".
En materia civil, la rendición de cuentas es una obligación que nace exclusivamente del
contrato o cuasi-contrato (mandato, gestión de negocios, etc.). El cumplimiento de tal
obligación afecta solo el interés privado y, por consiguiente, puede relevarse de dicho
cumplimiento al mandatario o gestor. En materia comercial, si bien la rendición de cuentas
se forma también en un contrato, es además una obligación inherente al ejercicio del
comercio y, por lo tanto, una obligación legal a la vez (Siburu).
168
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En el caso particular del derecho de los contratos, se señala que la rendición de cuentas es
una manifestación de la obligación de informar relacionada con la La norma dispuesta en
el art. 860 trata los sujetos obligados a rendir cuentas. Los casos previstos alcanzan a
todas las personas que realizan una gestión o administración en interés total o
parcialmente ajeno, con independencia de la calificación jurídica del negocio en virtud del
cual se realizó.
Naturaleza jurídica.
Requisitos
El art. 859 establece los requisitos que la rendición de cuentas debe reunir: ser hecha de
modo descriptivo y documentado incluir las referencias y explicaciones razonablemente
necesarias para su comprensión acompañar los comprobantes de los ingresos y de los
169
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
egresos, excepto que sea de uso no extenderlos concordar con los libros que lleve quien
las rinda.
Oportunidad de la rendición.
El art. 861 dispone que las cuentas deben ser rendidas en la oportunidad en que estipulen
las partes, o disponga la ley. En su defecto, debe ser practicada al concluirse el negocio o,
si el mismo es de condición continuada, al concluirse cada período o al final del año
calendario. Se trata de una norma supletoria. Se trata, pues, al igual que el antiguo art. 69
del Cód. Com. derogado, de una norma de naturaleza dispositiva y que, como tal, puede ser
modificada por acuerdo de partes (Anaya, Rouillón).
Aprobación
Las obligaciones puras, en contraposición a las obligaciones modales, son aquellas que no
presentan elementos accidentales que afecten su existencia o eficacia y su cumplimiento
puede, por lo tanto, ser requerido desde el mismo momento de su nacimiento;
entendiéndose que ellas pueden entonces ser satisfechas en cualquier momento: cuando el
acreedor lo pida, o en su caso cuando el deudor desee liberarse, aun no mediando ningún
requerimiento por parte del titular del crédito.
Las modalidades, en rigor de verdad, son aspectos de los actos jurídicos en general y no,
únicamente, de las obligaciones. Así, pues, en la teoría del acto jurídico encontramos,
dentro de las distintas clases de elementos (esenciales, naturales, etc.); los llamados
elementos accidentales son aquellos que pueden o no existir según la voluntad de las
partes, los que conforman la categoría de modalidades de los negocios jurídicos. Estas
modalidades son —entre otras— el plazo, la condición y el cargo.
Llambías expone que las modalidades de los actos jurídicos son ciertos elementos
accidentales que alteran los efectos normales de dichos actos, ya tornando incierta la
existencia de los derechos respectivos, ya postergando su ejercicio, ya gravando con
170
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La doctrina había criticado la metodología adoptada por Vélez al tratar las modalidades
dentro de la clasificación de las obligaciones puras y modales (arts. 527 y ss., Cód. Civil).
Ahora, en el nuevo Código las modalidades (condición, plazo y cargo) son reguladas dentro
de las "modalidades de los actos jurídicos", en el Capítulo 7 del Título IV, "Hechos y actos
jurídicos" (arts. 344 a 357), lo cual resulta ser más acertado.
Caracteres.
Clases de condición.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Efectos.
En el Cód. Civ. y Com. se consagra la regla de la irretroactividad. Ello es así toda vez que
en el art. 346 se dispone que "la condición no opera retroactivamente, excepto pacto en
contrario".
172
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Pendiente: dado que la obligación existe y resulta plenamente válida y eficaz, el adquirente
del derecho puede ejercerlo, y así exigir el cumplimiento de la prestación como si se tratara
de una obligación pura y simple, transmitir su derecho entre vivos o mortis causa, etc. Pero
su coobligado puede solicitar medidas conservatorias (art. 347 CCyCN), hasta tanto cese la
situación de incertidumbre. También en este caso se exige un obrar de buena fe, de tal
modo de no perjudicar a la contraparte.
Cumplida: en este supuesto los derechos se extinguen, debiendo las partes entregarse o
restituirse, recíprocamente, las prestaciones convenidas, aplicándose los efectos
correspondientes a la naturaleza del acto concertado, a sus fines y objeto (conf. art. 348
CCyCN). Si se hubiese determinado el efecto retroactivo de la condición (que en el nuevo
régimen, debe pactarse pues no es la regla, conf. art. 346 CCyCN), su cumplimiento obliga
a la entrega recíproca de lo que a las partes habría correspondido al tiempo de la
celebración del acto, pero subsisten los actos de administración y los frutos quedan a favor
de la parte que los ha percibido.
Permitidas: son las autorizadas por la ley y admitidas por las buenas costumbres.
Prohibidas
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
ejemplo de quien se obliga a "tocar el cielo con las manos". El hecho deber ser
objetivamente imposible al nacer el acto. La condición de "no hacer" algo
imposible no afecta a la obligación, que queda como pura y simple.
II. Ilícitas: Cuando el hecho condicionante es contrario a ley; por ejemplo: "Si
robas el Banco del Atlántico te regalaré mi automotor". Para ello no interesa
que se trate de un hecho positivo o negativo, pues la condición quedará sin
efecto. Solamente puede ser válida si el hecho es una circunstancia de las
calificadas como "causales". Si se acuerda que alguien pagará una suma
indemnizatoria si al acreedor le hurtan en su finca, se está en presencia de un
contrato seguro con plena eficacia.
III. Contrarias a las buenas costumbres: Son las que el Código prevé en el art.
344. Se trata de hechos que en sí mismos son ilícitos y permitidos por las
leyes, pero que puestos en una cláusula condicional, siendo potestativos y a
cumplir por las partes, tornan inválida a la obligación. La enumeración del
Código es meramente ejemplificativa, ya que en los casos que se afecte a la
libertad, la honra o el honor de las personas no se puede validar la obligación.
Potestativas: cuando su cumplimiento se vincula con la realización del hecho por alguna
de las partes.
Mixtas
Conditio iuris.
La conditio iuris consiste en uno o varios hechos que cumplimentan los requisitos legales
presupuestos normativos, a fin de dar validez o eficacia a los actos jurídicos. Tienen
siempre su origen en la ley y las partes carecen de potestad para intervenir en su creación.
Son siempre objetivas y tácitas y la mayor diferencia con las "condiciones de hecho" es que
estas últimas se configuran siempre por la discrecionalidad de las partes, mientras que a
las de derecho las impone la ley.
Veamos algunos ejemplos: el nasciturus, es decir, la necesidad de que se nazca con vida
para que adquiera derechos; la compensación legal como medio de extinción, siendo
necesario que quien la oponga sea acreedor; la vigencia de la fianza que exige una
obligación principal válida; entre otros.
174
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Otra definición indica que el plazo es un acontecimiento futuro pero cierto, desde el cual
comienza o hasta el cual dura la eficacia de un negocio jurídico. En el art. 350 se dispone
que "la exigibilidad o la extinción de un acto jurídico pueden quedar diferidas al
vencimiento de un plazo".
Clases
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En los supuestos de plazo final pendiente, la obligación debe considerarse como pura y el
acreedor puede pedir el cumplimiento y el deudor se encuentra obligado a cumplir;
asimismo, puede realizar todos los actos que se le faculta realizar al acreedor en el caso
anterior. Vencido el término cesa el derecho a exigir. (Plazo resolutorio)
En el art. 570 del Cód. Civil de Vélez se establecía la presunción de que el plazo se
establecía a favor de ambas partes, salvo que resultare (por diversas circunstancias) que
fue puesto a favor del deudor o del acreedor. En el nuevo Código se ha producido una
modificación de importancia; en el art. 351 se dispone que "el plazo se presume establecido
en beneficio del obligado a cumplir o a restituir a su vencimiento, a no ser que, por la
naturaleza del acto, o por las otras circunstancias, resulte que ha sido previsto a favor del
acreedor o de ambas partes".
El tema reviste enorme importancia práctica, ya que si el plazo está puesto a favor del
deudor, este tiene el derecho de pagar anticipadamente (e incluso de constituir en mora al
acreedor en su caso); si lo es a favor del acreedor, puede exigir el cumplimiento anticipado
(y también acudir a las vías de ejecución forzada); y si es a favor de ambas partes deben
esperar al vencimiento para cumplir o exigir, según el caso (Ossola).
Caducidad legal:
En el Cód. Civ. y Com. se elimina el casuismo "cerrado" del Cód. Civil derogado y se
dispone con carácter general que "el obligado a cumplir no puede invocar la pendencia del
plazo si se ha declarado su quiebra, si disminuye por acto propio las seguridades otorgadas
al acreedor para el cumplimiento de la obligación, o si no ha constituido las garantías
prometidas, entre otros supuestos relevantes. La apertura del concurso del obligado al
pago no hace caducar el plazo, sin perjuicio del derecho del acreedor a verificar su crédito,
y a todas las consecuencias previstas en la legislación concursal" (art. 353).
176
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Conceptualmente puede afirmarse que en tanto el beneficiario del plazo perjudique o ponga
en riesgo de alguna manera, con su accionar imputable (salvo el caso de la quiebra), los
derechos de la otra parte, podrá esta invocar la caducidad de los plazos: porque menoscaba
la garantía patrimonial, porque no cumple con sus deberes accesorios de conducta
poniendo en riesgo el cumplimiento, porque su actitud vulnera la confianza
razonablemente desplegada en la otra parte.
Caducidad convencional:
Las partes pueden también pactar la caducidad de los plazos, situación que es de lo más
usual. Entran aquí a jugar, entonces, los límites a la autonomía de la voluntad, el ejercicio
regular de los derechos y la buena fe, en especial en el marco de los contratos por adhesión
y los de consumo (arts. 1º a 3º, 37 y concs., ley 24.240). En ciertos casos se establecen
cláusulas sumamente gravosas para el deudor, respecto a los efectos de la caducidad de
los plazos (p. ej., el pago de intereses aún no devengados, o cláusulas penales exorbitantes
para estos supuestos).
Clases:
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Transmisión.
El cargo debe ser cumplido por el adquirente del derecho, pero cuando no se trata de una
obligación inherente a su persona puede ser ejecutado por un tercero, o transmitido a sus
herederos, de ahí que —en este último caso— la obligación de cumplir los cargos, al igual
que los demás derechos y obligaciones, se transmite a los herederos (art. 356). Si el cargo
se impone teniendo en cuenta especialmente la persona del deudor, el art. 356 le brinda un
régimen especial de reversión. Si el obligado muere sin cumplir el cargo, la adquisición del
derecho queda sin ningún efecto, volviendo los bienes al imponente o a sus herederos
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
legítimos. Es decir, estos cargos intuito personæ no se trasladan y solo pueden ser
cumplidos por el obligado.
El objeto del cargo puede ser una obligación de dar hacer o no hacer. Sin embargo, el art.
357 establece que "la estipulación como cargo en los actos jurídicos de hechos que no
pueden serlo como condición, se tiene por no escrita, pero no provoca la nulidad del acto".
El Código no establece ninguna causal de nulidad de los cargos sino que se remite a los
supuestos en que es nula la condición. Por tanto, corresponde tener por reproducido lo
expuesto en el comentario al art. 344. El acto jurídico que contiene un cargo prohibido no
es inválido.
Tiempo de cumplimiento.
Hay que distinguir si se fijó o no plazo para su cumplimiento. Por ello, el art. 355 de
manera expresa remite a la aplicación de los arts. 350 y concs. junto con las facultades que
allí se prevén para efectivizar el cargo. El CCyC prevé que la prescripción de la acción para
exigir el cumplimiento se rige por lo dispuesto en su art. 2559.
Efectos.
Los efectos del cargo surgen del doble carácter: constituye una obligación y es, al propio
tiempo, de carácter accesorio. Por tratarse de una obligación, el incumplimiento del cargo
faculta al acreedor que puede ser la misma persona que transmite un derecho, o bien un
tercero a ejercer las medidas compulsivas pertinentes. Sin embargo, como el cargo cuando
es simple es coercitivo, no afecta la adquisición del derecho sino que dará lugar a la acción
para hacer efectivo el cumplimiento. Por supuesto, esta solución no se aplica cuando ha
sido impuesto como condición suspensiva o resolutoria.
En el primer caso cargo impuesto como condición suspensiva el sujeto pasivo no podrá
exigir el cumplimiento de la prestación principal mientras no cumpla con el cargo.
179
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En tal caso esto es, si en el acto se hubiere establecido que la inejecución de los cargos
afecta la adquisición del derecho, se trataría estrictamente de una condición. Sin embargo,
existe una diferencia importante con la condición resolutoria, pues, en este caso, sus
efectos operan de pleno derecho; en cambio, en el caso de incumplimiento de los cargos, es
preciso que el juez verifique dicha circunstancia y dicte sentencia condenatoria. Esta no
será constitutiva sino declarativa.
Transmisión, deriva del latín transmittere, significa trasladar, transferir, enajenar, ceder o
dejar a otro un derecho o una cosa.
Clases.
Transmisión convencional: para transmitir un derecho personal (arts. 398, 957, 2280 y
concs., Cód. Civ. y Com.).
Evolución.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Su origen se vincula a dos elementos extraños: las necesidades del culto y la ficción de
continuación de las personas (Arangio-Ruíz, Schultz, Windscheid). La evolución no fue
abrupta, sino gradual: primero se aceptó la sucesión en los derechos creditorios y luego en
las deudas. La idea de continuar la persona del difunto estaba tan arraigada y tenía tanta
fuerza que fue trasladándose a la normativa de varias leyes civiles, entre las que se cuenta
el Cód. Civil argentino (art. 3417 derogado; cfr. art. 2280, Cód. Civ. y Com.).
Para el Derecho Romano el continuador de la persona del fallecido recibía los derechos que
a aquel le habían correspondido y, además, continuaba como sacerdote en el culto familiar
(hereditas nihil aliud est quam sucessio in universum ius quod defuntus abuit).
En el Título V del Libro I del Cód. Civ. y Com. se regula la "transmisión de los derechos".
Allí se asienta, en primer lugar, la regla de la "transmisibilidad" de todos los derechos, con
excepción de las disposiciones legales en contrario, o que resulten contrarios a la buena fe,
a la moral o a las buenas costumbres (art. 398). En segundo lugar, se establece la regla
según la cual nadie puede transmitir un mejor derecho o más extenso que el que tiene (art.
399; nemo plus iuris) y, en tercer lugar, el concepto de sucesor universal y singular: el
universal es el que recibe todo o una parte indivisa del patrimonio de otro, mientras que el
particular es el que recibe un derecho un derecho particular (art. 400).
En el Título I del Libro V del mismo cuerpo se trata la transmisión de los derechos por
causa de muerte y, en especial, de las "sucesiones". El art. 2277 prevé la apertura del
proceso sucesorio por "la muerte real o presunta de una persona" y la "transmisión de su
herencia a las personas llamadas a sucederle por el testamento por la ley".
Entre las prohibiciones también el artículo 1616 prevé el convenio de las partes que
impida la cedibilidad. Es lo que comúnmente se denomina “pactum de non cedendo”, en el
caso en que los contratantes en ejercicio del principio de autonomía privada y ante
derechos cedibles, acuerdan e impiden su transferencia
181
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Y también son intransmisibles según el art. 1617 los derechos inherentes a la persona y
según el art. 1616 por la naturaleza del derecho.
Está regulado en el art. 1614 se define al contrato: "Hay contrato de cesión cuando una de
las partes transfiere a la otra un derecho. Se aplican a la cesión de derechos las reglas de
la compraventa, de la permuta o de la donación, según que se haya realizado con la
contraprestación de un precio en dinero, de la transmisión de la propiedad de un bien, o
sin contraprestación, respectivamente, en tanto no estén modificadas por las de este
Capítulo".
Intransmisibles
De lo dicho se infiere la diferencia entre las trasferencias a título particular de las que se
producen a título universal. En las primeras siempre el contenido está dado por un
derecho singular vinculado a un objeto particular; mientras que la sucesión a título
universal, se brinda cuando se recibe todo un patrimonio a una parte alícuota del mismo
(artículo 400 del Código Civil y Comercial).
Naturaleza jurídica.
La cesión de créditos es un contrato (art. 957), con función de cambio en las cesiones
típicas y de garantía u otras finalidades p. ej., de colaboraciónen las cesiones impropias.
Metodología del Código Civil y Comercial
Características:
Forma de la cesión
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En el art. 1618 del Código se dispone que "la cesión debe hacerse por escrito..." y más
tarde consagra una serie de excepciones. Ahora bien, es dable observar que no existe
coincidencia entre el texto anterior del Cód. Civil derogado (art. 1454, que establecía la
pena de nulidad ante la falta de observancia de la forma escrita) y el actual. Sin embargo,
resulta bien asertivo el art. 1618 cuando afirma sin más que "debe ser hecha por escrito".
El art. 1618 establece además que "la cesión debe hacerse por escrito, sin perjuicio de los
casos en que se admite la transmisión del título por endoso o por entrega manual".
El primero constituye una declaración del portador de un título (es un acto jurídico
cambiario, unilateral, completo, formalmente accesorio y sustancialmente autónomo) a
través de la cual se transmite la titularidad del derecho emergente del mismo (Gómez Leo);
se diferencia esta figura de la cesión por cuanto el endosatario adquiere un título
autónomo, mientras que el endosante responde por la insolvencia de todos los obligados
(cfr. art. 1839, Cód. Civ. y Com.). Por su parte, la entrega manual del título por el cedente
a favor del cesionario es una obligación inherente a la existencia del mismo, conforme a la
legislación vigente.
Las cesiones "propias" en las que se transmite la titularidad del crédito y su función es la
transmisión del derecho creditorio. De esta manera se diferencian de las cesiones
"impropias" en las que la finalidad del contrato no es traslativa de derechos, sino otra (p.
ej., la garantía, la fiducia, la procuración, etc.).
183
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
2) la cesión en garantía
3) la prenda de créditos
4) el usufructo de créditos.
Cesión en pago: El cedente resulta ser deudor del cesionario y paga el crédito debido
mediante la cesión. Pro solutio: se transmite la propiedad del crédito, y junto con ello el
riesgo de la cobrabilidad. (extingue la obligación) pro solvendo: no hay una transmisión de
la propiedad del crédito ni se asume el riesgo de incobrabilidad, puesto que se ceden
facultades para ejecutar, cobrar del tercero, cobrarse extinguiendo la deuda o devolver el
crédito si es incobrable.(no se extingue la obligación hasta el cobro)
Prenda de créditos: El art. 2219 admite, expresamente, la prenda de créditos. Para ello se
exige que el crédito se encuentre documentado y que se haga entrega del mismo al
acreedor prendario, así como el anoticiamiento al deudor cedido para que tome
conocimiento de que se ha constituido una prenda; este último para que no haga el pago
al acreedor originario (arts. 2232, 2233, 2234 y concs., Cód. Civ. y Com.).
Usufructo de créditos: El usufructo también puede recaer sobre créditos (cfr. art. 2129,
inc. b], Cód. Civ. y Com.), como por ejemplo sobre una "marca". Consideramos que el
crédito debe constar por escrito, dado que el título debe ser entregado al usufructuario y,
además, debe hacerse saber al deudor.
El beneficiario (usufructuario) tiene derecho a percibir los frutos (intereses; cfr. art. 2141).
Sujetos: capacidad.
El Código de Vélez Sarsfield contaba con profusa normativa referida a las incapacidades de
hecho y de derecho en materia de cesión de créditos. Así, por ejemplo, en materia de
incapacidades de hecho, su art. 1440 establecía que los menores emancipados no podían
sin autorización judicial, ceder inscripciones de la deuda pública nacional o provincial,
acciones de compañía e industria, y créditos que pasaran de quinientos pesos. Luego,
contaba con variadas disposiciones referidas a incapacidades de derecho, que por ejemplo
afectaban a los padres (art. 1451); a los tutores, curadores o administradores, albaceas y
mandatarios (art. 1452) y a los administradores de establecimientos públicos, de
corporaciones civiles o religiosas (art. 1442), con relación a créditos de sus representados o
administrados.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Objeto de la cesión.
Tanto en el sistema del Código derogado como en el actual se permite y ello con gran
amplitud que casi todos los derechos sean objeto del contrato de cesión. De ese modo el
artículo 1444 del Viejo Código afirma: “(...) Todo objeto incorporal, todo derecho y toda
acción que se encuentra en el comercio” pueden ser cedidos.
Hoy el artículo 1616 establece: “Todo derecho puede ser cedido, excepto que lo contrario
resulte de la ley, de la convención que lo origina, o de la naturaleza del derecho”.
Y por último resta destacar lo dispuesto en el artículo 1617 que dispone: “Prohibición. No
pueden cederse los derechos inherentes a la persona humana”. El Código anterior en el
artículo 1445 tenía un precepto similar, decía: “Las acciones fundadas sobre derechos
inherentes a las personas, o que comprendan derechos de igual naturaleza, no pueden ser
cedidos”.
Efectos
Entre las partes: Se transmite el crédito con sus accesorios: como principio general
(fianza, hipoteca, privilegios). Sin embargo, la cesión de un crédito garantizado con una
prenda, no autoriza al cedente o a quien tenga la cosa prendada en su poder a entregarla
al cesionario (art. 1625 CCyCN).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
I. Pago: Se debe siempre que la cesión sea onerosa, caso en el cual el cesionario
debe hacer efectiva la contraprestación a su cargo. Nada se debe, en cambio, si el
derecho transmitido tuvo lugar en virtud de la cesión gratuita.
II. Garantía de evicción (art. 1628 CCyCN): Si la cesión es onerosa, el cedente
garantiza la existencia y legitimidad del derecho al tiempo de la cesión, excepto que
se trate de un derecho litigioso o que se lo ceda como dudoso.
III. Casos de derechos inexistentes al tiempo de la cesión: en estos supuestos, los
efectos son diferentes según si el cedente obró de buena o de mala fe. En el primer
caso, el cedente deberestituir al cesionario el precio recibido, con sus intereses. Pero
si aquél obró de mala fe, debe además la diferencia entre el valor real del derecho
cedido y el precio de la cesión (art. 1629 CCyCN), regla que sin duda tiende a
desalentar este tipo de ilícitos.
IV. Actos conservatorios: toda vez que entre cedente y cesionario se haya celebrado
un acuerdo que importe transmisión del derecho, pero éste no se encuentre aún
notificado al deudor cedido, existirá un interés común a los contratantes de proteger
el crédito en cuestión.
El artículo 1625 se ocupa de indicar cuáles son los efectos de la cesión de un crédito que
se encuentra garantizado por un derecho real de prenda; dicha norma dispone: “Cesión de
crédito prendario.
La cesión de un crédito garantizado con una prenda no autoriza al cedente o a quién tenga
la cosa prendada en su poder a entregarla al cesionario”. Debo aclarar que no se trata de la
“prenda de créditos” o también llamada “cesión de un crédito en prenda”, figura que está
regulada en los artículos 2232 a 2237 del Código Civil y Comercial, donde se constituye un
derecho real de prenda sobre un crédito que consta en un instrumento, sino de la
transferencia de un crédito que está reforzado por un derecho real de prenda de una cosa
material. El supuesto es una verdadera cesión de créditos.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Tiene como particular característica que asegura el cobro con derecho real de prenda sobre
un bien mueble o sobre un crédito. Es necesario no confundirlo con la “prenda de créditos”
donde el objeto del derecho real recae sobre un derecho personal. Es por ello que el nuevo
titular del derecho puede hacerlo efectivo como cualquier acreedor, llevando a la subasta
judicial el bien prendado, pero no puede pretender — como bien indica el artículo citado—,
que le sea entregada la cosa pignorada
La transmisión del crédito importa siempre la transferencia del derecho del acreedor
situado en el lado activo de la obligación, mientras que la transferencia de la deuda se
concreta en la del obligado hacia un tercero.
A la figura bajo estudio se le han dado diferentes denominaciones, tales como: "Transporte
de deudas", o "cesión en las deudas", o "transmisión de deudas", o "asunción de deudas", o
"cesión de deudas": siendo esta última la elegida por el nuevo Cód. Civ. y Com. Es una
manera de sustituir al sujeto pasivo, y de ese modo incorporar a un nuevo deudor, sin que
se alteren los demás elementos de la relación jurídica.
Antecedentes históricos.
Los antecedentes históricos dan razón para sostener el rígido criterio sobre la figura de la
transferencia de deudas, y la imposibilidad de su concreción como forma de transmisión a
título particular del sector pasivo de la obligación.
En su origen la obligatio: voz que deriva de los vocablos latinos obligare: es decir, atar
alrededor, significó que se estaba en presencia de un ligamen forzoso y estrictamente
personal
Es así que el primitivo derecho romano negó la posibilidad tanto de la cesión del crédito,
como de la transferencia de las deudas. El propio carácter formalista, como el contenido
subjetivo, impidieron dar curso a la idea de modificación o cambio de uno de los sujetos y
que además se mantuviera el vínculo obligatorio intacto.
En el antiguo derecho germánico, una persona que no era deudor podía asumir una deuda
de otro, prometiendo solemnemente al acreedor el cumplimiento. De esa forma surgía una
obligación del "asumente" que tenía carácter originario. De todos modos, no había sucesión
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
en las deudas, pues todo quedaba concluido con la obligación creada que tenía cierta
independencia de la anterior (Planitz).
Es recién a mediados del siglo XIX que autores como Delbruck y Windscheid introdujeron
la figura de la "a unción de deuda a título particular", separándola notablemente de lo
indicado anteriormente y de la novación subjetiva por cambio de deudor.
Teorías.
Teoría de la Singularssussesion in Schulden (Delbruck): identificándola con el
negocio jurídico que tiene como finalidad un acuerdo interno entre el primitivo
deudor y el nuevo "asumente" de deuda, por el cual se considera que el segundo
tomará el lugar del primero. No hay novación, y en su desarrollo originario no surge
ni se exige la participación del acreedor (Adame Martínez, Gaudemet, Saleilles). En
virtud de ese criterio y otros elementos que le dan base, se comenzó integrar lo que
se denominó la Obernahme o Schuldubernahme, y de allí surge la teoría de la
Singularssussesion in Schulden, lo que llevó a cambiar los principios romanos y
elaborar una nueva concepción de la figura con asombroso dinamismo. Según
Adame Martínez, para arribar a ese resultado confluyeron diferentes elementos
básicos que permitieron una nueva concepción a la transferencia de las deudas.
Ellos son: a) la admisibilidad de la sucesión en las deudas, utilizando el concepto
teórico de "sucesión"; b) el profundo estudio crítico que hicieran los Pandectistas de
los textos romanos, donde se descubrieron ciertas contradicciones en la concepción
de la novatio; c) el nuevo concepto que se hiciera de la sucesión de la deuda a título
particular, y por último, d) el auge e impulso que tuvo en la pandectística alemana,
la concepción del "acto abstracto" incorporado a la teoría general de las obligaciones
(Rescigno, Greco, Torrente, Schlesinger, Alpa). En cuanto a incorporar el concepto de
"sucesión" en las deudas, tuvo su origen en las ideas de Savigny, y como finalidad
encontrar una forma de transmisión de los elementos subjetivos de la obligación.
Tiene alguna vinculación con los derechos subjetivos y su transferencia, mediante la
sucesión constitutiva o adquisición derivativa. Esto es lo que algunos autores,
especialmente en la doctrina italiana, denominan "vicisitudes modificatorias", que
consisten en el caso bajo estudio en la modificación subjetiva pasiva o sucesión en el
deber jurídico.
Teoría de los actos abstractos: es justo señalar que, si bien existieron en el
derecho romano, su concreción y desarrollo técnico brillan en la Pandectística
alemana. Por ello se sostiene que la stipulatio o "promesa verbal solemne" es el
antecedente del dinglige vertraj. Sobre este tipo de negocios, y ya hace algunos años,
señalé que el negocio abstracto es el que carece de causa presente; la causa no
aparece visible en su estructura y, en principio, no influye en la validez y eficacia del
acto. Emilio Betti, con precisa síntesis, enseña: "La cuestión del carácter causal o
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En caracterización más precisa y con mayor rigidez conceptual, es una forma de transferir
derechos y obligaciones en sentido unitario.
Es importante señalar que la posición del sujeto en un contrato, sea este unilateral o
bilateral, tiene un variado contenido de derechos, facultades, deudas, deberes de conducta,
obligaciones accesorias o secundarias, expectativas de elementos que se agrupan en ese
sector, etc. Todo eso es lo que se traslada del sujeto cedente al sujeto posterior o cesionario
que viene a ocupar su lugar. Es necesario asegurar que el área que será objeto de
ocupación utilizando la vía jurídica, comprenda todo lo que lo integra teniendo para sí un
contenido de unidad.
Requisitos
1) la necesidad de un contrato con prestaciones recíprocas o contrato bilateral.
2) que algunas de las referidas prestaciones se encuentre pendiente.
3) el asentimiento o conformidad de las partes.
4) la "forma de la cesión".
Naturaleza jurídica
Tesis atomística: Esta tesis considera que cuando se transmite la posición
contractual, se cede la parte activa (crédito) que tiene el cedente contra el cesionario,
y también se traspasa la porción pasiva (deuda). Lo primero obraría y tiene su apoyo
legal en la "cesión de derechos", y lo segundo en la "transferencia de deudas".
Tesis unitaria: Para la otra idea nunca hay diversificación de los elementos
integrativos de las posiciones contractuales, ni una variedad de declaraciones
singulares. Siempre aparece como necesaria la unidad negocial y la transferencia
integral de ambos componentes. La cesión de contrato es un negocio unitario de
disposición sobre la posición contractual. Como bien señala Betti, se trata siempre
de un negocio único en el que intervienen tres sujetos y se monopoliza la causa.
191
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Ahora bien, es dable observar que previo a todo ello —cuestión sobre la que hubo
indicación— se prevé la necesaria existencia de un contrato básico sometido a una
negociación, a lo que se adiciona el contrato de transmisión de la posición contractual.
Es lo que impone el art. 1637, cuando indica: "Desde la cesión, o en su caso, desde la
notificación a las otras partes, el cedente se aparta de los derechos y obligaciones, los que
son asumidos por el cesionario".
Por otro lado, el tercero que cumple la prestación satisface el interés que lo motiva a
interceder de ese modo, como podría ser el de evitar un posible empobrecimiento indirecto
en su patrimonio. Y alcanza la misma posición del acreedor subrogado, lo cual lo legitima
para recuperar la erogación efectuada.
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Clases.
Subrogación legal: la transmisión del crédito al tercero opera, como su nombre lo indica,
al cumplirse los presupuestos previstos por la ley. El nuevo Código Civil y Comercial de la
Nación reconoce algunos supuestos de subrogación legal, en una enumeración que puede
seguir considerándose no taxativa (art. 915 C.C y C.N). En ese sentido, se establece que la
subrogación legal tiene lugar a favor de las siguientes personas (art. 915 C.C y C.N)
a) Del que paga una deuda a la que estaba obligado con otros, o por otros: se contempla
así la subrogación legal en los casos de deudores de obligaciones solidarias, indivisibles o
concurrentes, cuando se refiere al "obligado con otros" (ej.: pago de una indemnización por
el vendedor de un alimento vicioso, cuando éste se halla obligado solidariamente junto con
el fabricante, el distribuidor y otros integrantes de la cadena de comercialización, ley
24.240/1993, art. 40). Asimismo, se consideran los casos de deudores subsidiarios,
cuando se menciona al obligado "por otros" (ej., pago por un fiador, o bien por los sujetos
obligados al pago de una cláusula penal en caso que el deudor principal no pague).
b) Del tercero, interesado o no, que paga con asentimiento del deudor o en su ignorancia: la
subrogación procede ante el asentimiento expreso, tácito y aun ante la ignorancia del
deudor (ej., pago por el gestor de negocios), no así, si éste se opone al pago, no siendo el
solvens un tercero interesado.
c) Del tercero interesado que paga aun con la oposición del deudor: cuando existe oposición
del deudor al pago, sólo opera la subrogación si el tercero tiene un interés relevante en el
pago (ej., garante que puede ver afectado su propio patrimonio en el supuesto de falta de
pago).
d) Del heredero con responsabilidad limitada que paga con fondos propios una deuda del
causante: al pagar con fondos propios, este heredero puede luego reclamar el reintegro de
lo abonado a la masa hereditaria. En el texto del Anteproyecto 2012, se hacía referencia al
"heredero aceptante con beneficio de inventario que paga con fondos propios...".
Subrogación convencional: se produce por acuerdo celebrado por el tercero, ya sea con el
acreedor subrogado o con el deudor de la obligación
193
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Tanto el préstamo como el pago deben constar en instrumentos con fecha cierta anterior:
puede tratarse de instrumentos públicos o privados, pero la fecha cierta será necesaria
para su oponibilidad frente a otros acreedores del deudor; * Que en el recibo conste que los
fondos pertenecen al subrogado; * Que en el instrumento del préstamo conste que con ese
dinero se cumplirá la obligación del deudor.
Efectos de la Subrogación.
a) Límites en función del valor de lo pagado: el acreedor subrogado sólo puede ejercer el
derecho transferido hasta el valor de lo pagado. Sin embargo, se ha considerado que puede
este acreedor cobrar intereses por la suma desembolsada. El presente límite resulta
aplicable tanto a la subrogación legal, como convencional.
b) Límites aplicables al caso de obligaciones de sujeto plural: la ley sólo admite que el
subrogado reclame a los codeudores plurales la parte que a cada uno de ellos les
corresponde cumplir. Cabe entender que dicha parte se vincula con las relaciones de
194
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
contribución que los codeudores plurales tienen entre sí, una vez satisfecho el interés del
acreedor.
El art. 733 define a este instituto del siguiente modo: "El reconocimiento consiste en una
manifestación de voluntad, expresa o tácita, por la que el deudor admite estar obligado al
cumplimiento de una prestación". Trigo Represas considera que el reconocimiento es un
acto jurídico unilateral, por el cual alguien admite que es deudor de otra persona.
Antecedentes históricos.
195
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Clasificó a unos como ex certa sciencia, en que el título original viene reproducido y relevan
al acreedor de la prueba de la obligación primitiva, pudiendo exigir el cumplimiento al
deudor o a sus sucesores; y otros, llamados in forma comunii, solo confirman el original si
son verdaderos, pero no prueban su existencia y el acreedor debe presentar el título
primordial. Ambos interrumpen la prescripción. Según Pothier, en caso de discordancia, ha
de estarse siempre al título de origen, y el reconocimiento no es más que una prueba de la
deuda anterior y no una nueva obligación.
El francés, o del ate récognitif, que sigue de cerca los antecedentes reseñados; el alemán,
con una concepción moderna y ágil consagra la denominada "promesa abstracta de deuda";
y el del Código derogado de Vélez, con resabios del primero, que utilizaba la figura como un
elemento probatorio de la obligación.
Naturaleza jurídica.
Por último, una opinión que me parece más acertada, importantes autores juzgan que el
reconocimiento es una mera declaración de ciencia o de conciencia, ya que solo expresa
una idea o un concepto. En la doctrina moderna se lo identifica con el "acto jurídico
voluntario no negocial".
Caracteres
a) Es unilateral, pues para su realización basta con la sola voluntad del deudor.
196
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Clases
197
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Además de los indicados, la doctrina ha señalado otros como: la resolución del contrato por
incumplimiento o también denominado ejercicio del pacto comisorio, la “rescisión bilateral”
donde ambos contratantes acuerdan extinguir el contrato, o la revocación que se concreta
mediante una declaración unilateral y termina con la relación, como en el caso del
mandato, o de la donación, algunos supuestos de rescisión unilateral acausada, la muerte
de una de las partes en el contrato de franquicia y la del agente en el de agencia (y
cualquier relación de carácter intuitu personae).
198
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Metodología del Código Civil y Comercial: el pago está legislado en los arts. 865 a 885 y en
los arts. 889 a 920. Se ocupa de las secciones generales, del “pago a mejor fortuna”, del
“beneficio de competencia”, de la “prueba del pago”, de “la imputación del pago”, el “pago
por consignación” y “el pago con subrogación”. En la segunda sección está regulado la
“mora del deudor y acreedor” pero no corresponde.
Naturaleza jurídica:
➔ Acto o negocio jurídico: hay cierta identidad y coincidencia entre el pago y los
elementos del acto jurídico enunciados en el art. 259 del CCyC, la voluntariedad, la licitud,
y los fines de adquisición, modificación y extinción de relaciones o situaciones jurídicas.
Dentro de esta corriente se encuentran quienes sostienen que se trata de un acto o negocio
bilateral que exige el concurso de dos voluntades, mientras que para otros es suficiente la
voluntad de quien hace efectivo el pago a fin de que se produzcan los efectos.
➔ Acto debido: estos actos según la doctrina moderna civilista son actos jurídicos que no
llegan a la categoría de objeto negocial. Esa valoración tiene en cuenta la voluntad del
sujeto y la conciencia que la determina. Entre ellos se diferencian a los actos libres de los
obligados o debidos. En los actos libres predomina el pleno ejercicio de la acción de los
sujetos, mientras que los debidos representan un deber o una carga. Algunos autores
sostuvieron que el pago era un acto debido, porque el deudor carece de libertad para obrar,
ya que se encuentra obligado a cumplir. Dentro de esta postura el cumplimiento realizado
por un tercero debe ser entendido como un verdadero pago, ya que de ese modo también se
satisface el interés del acreedor. Ello hace concordar con la tesis que juzga que el objeto de
la obligación se ubica en el denominado “bien debido”.
199
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
➔ Hecho jurídico: el pago es un hecho jurídico ya que no se exige que el solvens tenga
capacidad para contratar, ni que la actividad de cumplimiento sea voluntaria, es decir, que
se exija animus solvendi a lo que se suma la innecesaridad de lograr la extinción de la
obligación, lo que se caracteriza como animus praestandi. Para esta idea solo interesa el
comportamiento del deudor y que dicha conducta sea adecuada al objeto de prestación.
Legitimación activa:
Estar legitimado significa que una persona se encuentra autorizada por la ley para obrar y
sus efectos tienen los efectos que la misma norma establece. Resulta necesario determinar
quién o quiénes pueden válidamente efectuar el pago de la prestación adeudada. Los arts.
879 y 881 del CCyC refieren a ello, el primero dice: “El deudor tiene el derecho de pagar…”,
y el segundo indica: “La prestación también puede ser ejecutada por un tercero, excepto
que se hayan tenido en cuenta las condiciones especiales del deudor, o hubiese oposición
conjunta del acreedor y del deudor...”. En las obligaciones donde hay un sujeto singular el
pago se puede realizar por el propio deudor, o sus sucesores o representantes. En las
obligaciones de sujeto plural y de carácter mancomunadas (arts. 825) es necesario
diferenciar si: a. resultan de sujeto divisible, el deudor cumple dando la porción que
adeuda y b. si son de objeto indivisible y cumple pagando la totalidad de la prestación. El
mismo efecto se aplica en las solidarias.
El deudor es el primer legitimado para pagar. El art. 880: “El pago realizado por el deudor
que satisface el interés del acreedor extingue el crédito, y lo libera”. De todo se puede
deducir que el cumplimiento del objeto de la obligación por el deudor extingue la relación
jurídica que unía las partes y, consecuentemente, deja libre al sujeto obligado. En cuanto a
la capacidad, el solvens debe ser capaz para disponer, es decir debe tener la suficiente
capacidad de hecho o que configura la aptitud de obrar. El pago hecho por un incapaz,
resulta nulo de nulidad relativa. Ello arrastra como consecuencia que las partes deben
restituirse todos los bienes entregados. Esta regla tiene alguna limitación en los casos de
cumplimiento de las obligaciones de hacer que consisten en un servicio, o en las de no
hacer que se hacen efectivas mediante la abstención. Es importante señalar que la acción
de repetición aparece viable cuando el incapaz pagó más de lo debido, o antes del
vencimiento del término o plazo, o hizo entrega de una cosa distinta.
Pago por representante: el pago también puede ser hecho por un representante del deudor,
salvo que se tratare de una obligación de hacer de carácter intuitu personae. En la
representación voluntaria prevista en los arts. 362 a 381 del CCyC, el representante solo
puede cumplir pagos que importen actos de administración, cuando se trate de actos de
disposición se exige “poder o facultad especial”.
200
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Pago por tercero: en el art. 881 admite que el pago puede ser realizado por tercero. Pero la
misma norma establece dos supuestos en que ello no es posible: el primero es que para el
cumplimiento las partes hayan tenido especialmente en cuenta alguna cualidad o aptitud
personal del deudor, y el segundo se da en el caso de oposición conjunta del acreedor y del
deudor a fin de impedir el cumplimiento del tercero. El tercero debe tener ánimos de estar
pagando deuda ajena, sino hay pago por error (indebido). Tercero interesado y no
interesado: el tercero resulta “interesado” cuando éste puede verse perjudicado
patrimonialmente ante el incumplimiento del deudor. El art. 881 le permite al tercero
interesado pagar, contra la voluntad de ambas partes de la obligación, lo que le abre el
camino al “pago por consignación”. Y al tercero “no interesado” la ley le asegura subrogarse
en los derechos del acreedor.
➔ Se sostiene que el pago tiene como objetivo y destino la satisfacción del interés del
acreedor, y de allí que desinteresa quién lo concreta o realiza.
➔ Otros autores agregan que no solo se contempla la situación del acreedor, sino que
también se beneficia el propio deudor, pues queda fuera de la relación originaria.
Efectos del pago por tercero: para que produzca efectos resulta necesario que el tercero sea
persona con capacidad plena para pagar, que se cumplimenten debidamente los objetos del
pago, y que lo haga como un verdadero “tercero” sin pretender asumir el papel del deudor
obligado. En estos casos el acreedor tiene facultad para dejar constancia en el recibo que
quien paga es el tercero, y la finalidad de dicho cumplimiento. El deudor queda liberado ya
que se ha efectuado un verdadero pago.
Acciones que surgen a favor del tercero: el art. 882 refiere a los efectos que produce el
cumplimiento de la prestación por tercero.
➔ Pago con asentimiento del deudor: a quien paga con asentimiento del deudor, el CCyC
le otorga al tercero dos acciones: una es la pretensión que surge del contrato de mandato
en el caso en que el representante cumple, y la otra es la del pago con subrogación prevista
en el art. 915 inc. b. En el primer caso el solvens puede reclamar al deudor todo lo que le
correspondería si hubiera ido mandatario más los gastos irrogados, y los intereses. La otra
acción emerge de la ley que ordena la subrogación mediante el pago en el vínculo citado.
➔ Pago contra la voluntad del deudor: el pago por el tercero también puede ser hecho
contra la voluntad del deudor. En ese caso la ley le otorga la acción de in rem verso que
201
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
gobierna y es propia de la figura del “enriquecimiento sin causa” Podría darse el supuesto
en que el reclamante tercero hubiera dispuesto menos que el importe del enriquecimiento
del demandado y, en ese caso, se altera la ecuación que diera la doctrina y jurisprudencia
anterior.
➔ Que el solvens tenga capacidad suficiente: el art. 875 exige que el solvens debe tener
suficiente poder para disponer.
➔ Que el crédito se encuentre libre o expedito: el art. 877 indica “El crédito debe
encontrarse expedito. El pago de un crédito embargado o prendado es inoponible al
acreedor prendario o embargante”.
➔ Que se realice sin fraude a los derechos de los acreedores: art. 876: “el pago debe
hacerse sin fraude a los acreedores. En este supuesto se aplica la normativa de la acción
revocatoria, y en su caso la ley concursal”. Se trata de un acto inoponible, que solo llega a
determinados sujetos y produce efectos normales con respecto a las partes intervinientes y
a los terceros.
➔ Que quien paga sea propietario de la cosa: art.878. Ser propietario de la cosa objeto de
prestación es un requisito en el único caso en que el deudor debe cumplir con una
obligación de dar para constituir derechos reales. El cumplimiento de una obligación de
dar cosas ciertas para constituir derechos reales requiere que el deudor sea propietario de
la cosa.
202
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
donde consta el título. Lo mismo cuando el título de crédito que aparece a favor de
una persona nominada, esta lo transmite mediante un endoso en blanco donde no
consta el nombre del beneficiario. Dicha transferencia se realiza mediante una firma
al dorso del documento, la sola acreditación por quien lo presenta es suficiente para
admitirle su legitimación.
Pago al acreedor aparente: art. 883 inc. e, pago al denominado “acreedor
aparente”. Se trata de un supuesto de “pago a un tercero” que no es ni el verdadero
acreedor ni representante de este. No se trata de un verdadero “acreedor”, resulta
simulado, fingido, o real. Sin embargo, a veces, la ley brinda casos de personas a
quienes se les concede un derecho que verdaderamente no tienen. Es necesario
reunir cuatro elementos: que el sujeto se comporte como si fuera acreedor, que esa
situación tenga cierta permanencia en el tiempo, que se trate de una posesión no
controvertida y pacífica, que no sea oculta. Si es de buena fe, el pago al acreedor
aparente libera al deudor que cumple su obligación.
Pago al incapaz y a terceros no legitimados: art. 885. Dicho acto resulta inválido, nulo. Las
personas que carecen de capacidad suficiente para ejercer sus derechos enumerados en el
art. 24 del CCyC, no pueden recibir pagos, y en caso que se concrete el acto es ineficaz.
Para aquellos que tienen “capacidad restringida” en los arts. 31 y 32, los efectos resultan
asimilables a lo anterior, salvo que tuvieren una autorización especial para referir pagos.
En cuanto al pago realizado a un tercero no autorizado, el acto aparece como inoponible al
verdadero acreedor y no libera al deudor.
Dicho artículo establece dos excepciones: dará eficacia al cumpimiento cuando el acreedor
verdadero ratifique la gestión del tercero y la segunda en caso en que el cumplimiento haya
beneficiado al acreedor en alguna dimensión.
Objeto del pago: el art. 867 refiere a ciertos requisitos que integran su esencia para que el
cumplimiento surta los debidos efectos extintivos. Los requisitos son: identidad e
integridad (sustantivos), puntualidad y localización (circunstanciales). Los dos primeros
hacen a la esencia del acto y los restantes aparecen como necesarios pero pueden tener
alguna variedad en su contenido.
➔ Identidad: art. 868. El acreedor no está obligado a recibir y el deudor no tiene derecho a
cumplir una prestación distinta a la debida, cualquiera sea su valor. Entre lo previsto y
prometido y lo que se va a cumplir no debe mediar diferencia.
203
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
➔ Integridad. art. 869, es requisito que el objeto del pago se cumpla de manera completa o
íntegra. El acreedor no está obligado a recibir pagos parciales. Las excepciones a este
principio son los casos en que los sujetos de la obligación han acordado el pago “cuotizado”
o si la obligación es de cumplimiento periódico, o la ley autoriza pagos parciales, o se trata
de cantidad líquida e ilíquida. Además, cuando entre las partes existe más de una
obligación el acreedor puede exigir todos los créditos, pero el deudor puede hacer efectiva
una obligación y no el resto.
➔ Localización o lugar de pago: el lugar de pago está previsto en los arts. 873 y 874, y se
distingue si el mismo está o no designado por las partes. Si los contratantes expresa o
tácitamente han fijado un lugar para su cumplimiento deben atenerse a lo allí pactado. El
art. 874 regula los supuestos en que el lugar de pago no está designado y da como
principio y regla general el “domicilio del deudor”. Si el deudor muda de domicilio, se le da
al acreedor un derecho facultativo a exigir el cumplimiento en el domicilio originario o en el
actual.
➔ Puntualidad o tiempo del pago: el art. 871 dispone: “El pago debe hacerse: a. si la
obligación es de exigibilidad inmediata, en el momento de su nacimiento. b. si hay un plazo
determinado, cierto o incierto, el día de su vencimiento, c. si el plazo es tácito, en el tiempo
en que, se gún la naturaleza de la obligación, debe cumplirse, d. si el plazo es
indeterminado en el momento que fije el juez. Cuando la obligación es pura y carece de la
modalidad del plazo, se denomina de ejecución inmediata.
Efectos del pago: lo principal es que extingue la obligación y de todos sus accesorios, y
consecuentemente libera al deudor. Los efectos accesorios complementarios son: el
reconocimiento y la confirmación del acto nulo. El reconocimiento previsto en los arts. 733
y 734, el pago total o parcial de la obligación importará una aceptación tácita de la calidad
de deudor, que sirve como demostración de la existencia de la obligación e interrupción del
curso de la prescripción. Los actos nulos relativos pueden ser saneados mediante la
confirmación o prescripción.
Prueba del pago: el deudor tiene la carga de probar que ha cumplido de conformidad a los
términos y condiciones de la obligación.
Carga de la prueba: art. 894: “La carga de la prueba incumbe: a. en las obligaciones de dar
y de hacer, sobre quién invoca el pago; b. en las obligaciones de no hacer, sobre el acreedor
que invoca el incumplimiento”. El primer inciso dispone que cuando se invocan hechos
extintivos, como el pago, le corresponde al deudor su demostración, lo que acaece con
204
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Medios de prueba: art. 895 “el pago puede ser probado por cualquier medio”, con dos
excepciones “el acuerdo de las partes” y que “una disposición legal dispusiere otra cosa”.
Forma: el art. 896, el recibo debe ser hecho por escrito, mediante instrumento público o
privado.
➔ La fecha de cumplimiento.
Exigibilidad: quien paga tiene derecho a exigir que se le otorgue un recibo, que como dice el
art. 897 es “su constancia de su liberación”. Si el acreedor se niega a otorgar, el camino es
negarse a cumplir, constituir en mora accipiendi y recurrir al pago por consignación.
Contra recibo: el art. 897 dispone que el acreedor tiene igual derecho, y puede exigir que el
deudor suscriba un “contra recibo” donde se deje constancia de la recepción del
instrumento principal.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La ley admite la consignación de algunas reservas, aunque se inhibe todo aquello que
perjudique los derechos del acreedor.
Presunciones vinculadas al pago: el art. 899 indica que ante el pago la ley concreta
presunciones, que permiten prueba en contrario para su destrucción:
a. Si en el acto del recibo se firma que es por el “saldo” la ley presume que la obligación ha
sido cumplida en su integridad.
b. “Si se recibe el pago correspondiente a uno de los períodos, están cancelados los
anteriores”. En las obligaciones cuotizadas y en las obligaciones periódicas, por ejemplo, el
último de los recibos viene a presumir el pago de las anteriores.
c. Obligaciones principales y accesorias. El recibo por capital sin hacer reserva para el
cobro de los intereses extingue la prestación accesoria. El recibo que hace constar el pago
de la principal, sin reserva alguna, extingue la deuda en su totalidad.
Imputación del pago: arts. 900 a 903. Para que la imputación del pago sea válida y tenga
efectos resulta imprescindible que entre el acreedor y el deudor existan varias obligaciones
con objeto de similar naturaleza.
Para que esté planteada la cuestión sobre la imputación, se exige la existencia de varios
requisitos: a. la existencia de más de una obligación de igual naturaleza. b. que sean las
mismas partes. c. que el importe entregado no llegue a solventar la totalidad de las
obligaciones. En dichos arts. se da la solución a la imputación hecha por el deudor, por el
acreedor y por la ley. En ese orden debe ordenarse la atribución del pago.
➔ Imputación por el deudor: art. 900. El deudor al momento de pagar tiene el derecho de
elegir a cuál de las obligaciones debe ser atribuido el pago. Si se hubiere realizado alguna
manifestación anterior a dicha fecha, la misma puede ser cambiada a al tiempo de pagar, o
bien ratificada a dicho momento.
➔ Imputación por el acreedor: art. 901. Si el deudor al tiempo del pago no realiza la
imputación, esa facultad se revierte a favor del acreedor quien puede hacerse uso del
derecho. La imputación que hace el acreedor debe ser notificada al deudor. Para concluir,
si el deudor hubiere entregado una suma mayor a la de la obligación, el saldo resultante
debe ser atribuído a otra de las obligaciones existentes.
206
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
➔ Imputación legal: art. 902. Si el deudor o acreedor no hacen imputación del pago, se lo
imputa:
b. Cuando las deudas son igualmente onerosas, el pago se imputa a prorrata. Será el juez
el que en último término decida sobre cuál de las obligaciones exigibles y líquidas debe
considerarse el pago y consiguiente extinción de la obligación.
Deuda con intereses: el supuesto de la existencia de una única obligación que tiene como
objeto principal un capital, y como accesorio los intereses. El art. 903 refiere a ello, la
cuestión es decidir cómo se debe atribuir un “pago parcial”, y dicho artículo indica que
ante un pago parcial aceptado por el acreedor, debe imputarse primero a los “intereses” y el
saldo al “capital”.
La compensación es otro de los medios por los que se extinguen las obligaciones que se
encuentra regulada en los arts. 921 a 930 del Código. Su misma denominación
"compensar" viene del latín cumpensare y significa poner en la balanza simultáneamente a
dos obligaciones y extinguirlas en la medida en que una se integre con la otra.
El art. 921 del Cód. Civ. y Com. nos da una definición: "La compensación de las
obligaciones tiene lugar cuando dos personas por derecho propio, reúnen la calidad de
acreedor y deudor recíprocamente, cualesquiera que sean las causas de una y otra deuda.
Extingue con fuerza de pago las dos deudas, hasta el monto de la menor, desde el tiempo
en que ambas obligaciones comenzaron a coexistir, en condiciones de ser compensables" y
seguidamente establece en el art. 922 las clases: la compensación puede ser legal,
convencional, facultativa o judicial.
Nuestro Cód. Civ. y Com. legisla sobre la compensación en los arts. 921 al 930 (Título I,
"Obligaciones en general", Capítulo V, "Otros medios de extinción"), cuya ubicación y
metodología es correcta
Antecedentes históricos.
207
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En la etapa del derecho romano clásico solo se aceptaba la compensación derivada del
acuerdo y conformidad de partes (convencional). Si el deudor era ejecutado no podía
oponer como defensa la compensación, y cada crédito mantenía su independencia.
Es recién en la época de Marco Aurelio que se dispone que si alguien reclama el cobro de
un crédito que a su vez adeuda, el demandado puede oponer la excepción de dolo (exceptio
doli), por aquello de que dolo facit qui petit quod rediturus est (comete dolo quien reclama
lo que está obligado a pagar). Así se daba el ejemplo del banquero (argentarius) que
demandaba el cobro de un cliente que se encontraba obligado a debitar los depósitos que
este tenía en el banco. En la fórmula no estaba habilitado a poner más que el saldo de
dicha compensación.
El Cód. Civil francés es el cuerpo normativo que lleva a su máximo desarrollo del principio
de la compensación legal. Si se cumplen sus requisitos opera en forma automática, sin
necesidad de declaración judicial, ni ser objeto de defensa y alegación de parte.
Este sistema, de no mucha precisión y desechado por las legislaciones modernas, es el del
Código argentino, aunque es posible adelantar que en nuestra legislación tiene alguna
diferenciación, ya que es necesaria la invocación de parte y la declaración judicial, aunque
sus efectos, al igual que en el derecho galo, se remontan al momento de la coexistencia de
ambas deudas.
Derecho comparado
208
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Naturaleza jurídica.
Sobre su naturaleza se han brindado tres opiniones muy precisas.
La tesis clásica o tradicional, que sostiene que se trata de una forma ficticia del pago o, a
mejor decir, un doble pago ficticio, en razón de que pareciera que cada uno de los
intervinientes hubiera entregado al otro en la irrealidad el objeto de su prestación, cuando
en verdad, nada dio. No es posible asimilarla al pago, ya que no existe acto de
cumplimiento. Muy pocos autores consideran que se asimila a una dación en pago, porque
se modifica el objeto y cada acreedor-deudor da para pagar su propio crédito.
Otra postura, a la que adherimos, indica que la compensación es un supuesto de
recíprocas abstenciones que tienen equivalencias económicas con el pago.
Funciones y utilidad.
La compensación cumple una importante y útil función. En la esfera del derecho mercantil,
se la observa en las cuentas corrientes bancarias donde las operaciones comerciales entre
el banco y el cliente quedan reducidas a un saldo que es producto de la compensación.
También y dentro de ese ámbito, en las cámaras compensadoras (clearing houses) donde se
compensan los créditos y débitos de cada banco, que corresponden a los depósitos y
acreditación de cheques de los particulares.
Clases de compensación
Legal: este tipo es básico y es el que con mayor amplitud regula la ley civil. Se la
define en el art. 921 y se establecen sus requisitos en el art. 923. Es la que desarrolló
el derecho francés con influencias en todos los Códigos dictados en el pasado siglo;
209
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Automática o por imperio de la ley: el Cód. Civ. y Com. suprimió esta clase. Se
entendía que era aquella en la que no concurrían los requisitos de la legal ni
producía todos sus efectos, citándose como ejemplo el caso del derogado art. 1053
que ordenaba la compensación de intereses devengados con los frutos percibidos
hasta el día de la demanda, cuando se decidía la anulación de un acto viciado que
había dado origen a obligaciones bilaterales correlativas, entre otros.
Reciprocidad: Esta exigencia se halla prevista en los arts. 921 y 923 del Código
cuando dice "tiene lugar cuando dos personas, por derecho propio, reúnen la calidad
de acreedor y deudor recíprocamente" y "ambas partes deben ser deudoras de
prestaciones de dar". Esta condición jurídica debe ser por sí y no como representante
o apoderado de otra persona, y no interesa la causa fuente de la obligación.
210
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Créditos libres: se exige que ambos créditos estén libres o expeditos, es decir,
que no se encuentren embargados o prendados. Así el art. 923 inc. c) dispone: "los
créditos deben ser exigibles y disponibles libremente, sin que resulte afectado el
derecho de terceros".La indisponibilidad de su titular para poder pagar (art. 877) le
impide la compensabilidad.
211
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
de pago propiamente dicha. Es cierto que arrastre con ello la imposibilidad de revocar la
compensación ya efectuada.
Esto permite concluir que con la compensación: a) ambas deudas fenecen en su totalidad
de ser iguales o hasta la de menor cuantía, subsistiendo en el remanente de ser de
diferente monto; b) dejan de correr los intereses desde el momento de la coexistencia en
condición de compensabilidad; c) se extinguen todos los accesorios, a excepción de aquellos
que revisten carácter de indivisibles en una extinción parcial, como la hipoteca, la prenda,
los privilegios y la cláusula penal, los que subsistirán hasta la cancelación total de la
obligación; d) desde que opera la compensación, ya no se puede oponer la prescripción de
ninguna de las dos obligaciones; e) ninguno de los deudores podrá ser ya constituido en
mora, porque ambas deudas están extinguidas.
Pluralidad de deuda.
El actual Código contempla en el art. 926 que si un deudor tuviera varias obligaciones con
un mismo acreedor (que a su vez es su deudor), se podrán compensar aplicándose en este
caso las reglas de la imputación del pago. Entonces, tendrá el deudor que hacer saber a
cuál de todas las deudas que tiene imputa esa compensación, en tanto el monto así lo
permita; ante su silencio lo podrá imputar el acreedor o, caso contrario, la ley a la más
onerosa o —de ser todas de idéntica naturaleza— a prorrata (nos remitimos al estudio de
este instituto en el capítulo del pago, ya tratado).
Fianza.
El art. 925 nos dice que "el fiador puede oponer la compensación de lo que el acreedor le
deba a él o al deudor principal. Pero este no puede oponer al acreedor la compensación de
su deuda con la deuda del acreedor al fiador". El Código establece que el fiador, simple o
solidario, puede oponer al acreedor todas las excepciones y defensas que tiene el deudor
principal, aun contra la voluntad de este último. Esta norma permite que por el crédito del
afianzado invoque la compensación, aun por el propio crédito. En este último supuesto
pareciera que la ley se aparte del requisito de la reciprocidad; sin embargo, es dable
sostener que el fiador es un verdadero deudor y por ello queda colocado en el mismo lugar
que el afianzado. La norma impide que el deudor principal invoque el crédito que pudiera
tener el fiador, porque aquí sí faltaría el recaudo de la reciprocidad. Créditos no
compensables.
El art. 930 reza: "No son compensables: a) las deudas por alimentos; b) las obligaciones de
hacer o no hacer; c) la obligación de pagar daños e intereses por no poderse restituir la
cosa de que el propietario o poseedor legítimo fue despojado; d) las deudas que el legatario
tenga con el causante si los bienes de la herencia son insuficientes para satisfacer las
obligaciones y los legados restantes; e) las deudas y créditos entre los particulares y el
Estado nacional, provincial o municipal cuando: las deudas de los particulares provienen
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
No contamos en el actual Código con una norma equivalente al derogado art. 830 del
Código de Vélez que establecía que como efecto de la solidaridad pasiva, el deudor podía
invocar la compensación del crédito del acreedor con el crédito de él o de otro de sus
codeudores solidarios.
En el derecho francés (art. 1294) se prohíbe al deudor solidario oponer al acreedor la
compensación por un crédito que tuviere otro deudor.
Vélez en la nota al art. 830 explicaba que, siguiendo las enseñanzas de Marcadé, se había
apartado de la solución del codificador francés, por lo que en nuestra legislación el deudor
podía oponer la compensación a un acreedor, apoyado en el crédito que tiene otro deudor
solidario. La cuestión había recibido opiniones opuestas. Para algunos autores la solución
del Código argentino era inadecuada y excedía las facultades y derechos del deudor
demandado.
Sostenía Bibiloni que la solidaridad vincula, pero con el acreedor, ya que cada deudor es y
sigue siendo dueño de sus bienes. Con la cita de Dernburg se hizo famosa la frase "admitir
la compensación con lo ajeno es como pagar con el bolsillo de los otros".
Otros relevantes juristas aceptaban como valiosa la solución de Vélez entendiendo que el
riguroso vínculo que tiene la relación solidaria hace que se pueda ver como si todos los
deudores se fundieran en un solo sujeto, y de ahí la posibilidad de trasladar el derecho a
oponer la extinción del crédito por este medio. En el texto actual no está expresamente
contemplado este supuesto.
2. Novación. Concepto.
El art. 933 nos dice que la novación "es la extinción de una obligación por la creación de
otra nueva, destinada a reemplazarla". La novación es otro de los medios de extinción de
las obligaciones. Significa cambiar y, en el campo específico obligacional, es la sustitución
de una obligación anterior que se extingue y sirve de causa a una nueva.
Evolución histórica
213
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En los tiempos del emperador Justiniano se impone la necesidad del animus novandi, es
decir, la declaración de las partes de su intención de novar, y de esa forma se la llamó de
novationibus et delegationibus, y con ese título se mantuvo durante todo el derecho
intermedio. En los tiempos de la codificación se comienza a admitir la existencia de un tipo
de novación tácita mediante la presunción del animus en los casos de incompatibilidad. En
algunos derechos, como en el español, se habla de la "novación modificatoria", donde se
altera el crédito sin mutación de la relación jurídica básica. En ese sentido García Goyena
define a la novación como "modificación de una obligación preexistente o su destrucción".
En ciertas legislaciones modernas, como el Cód. Civil alemán (BGB), la novación ha sido
sustituida por otras instituciones que cumplen sus fines. Así, la cesión de los créditos o la
transferencia de deudas, la dación en pago, etc.
En cambio, en los Códigos brasileño (1916), italiano (1942) y portugués (1966) ha sido
mantenida en todo aquello que se refiere a la novación objetiva, sin perjuicio de permitir
que sus elementos, especialmente los subjetivos, puedan cambiar sin que se extinga la
obligación, habiéndose incorporado la "cesión de créditos" y la "transmisión de las deudas"
para producir esos efectos. Nuestra doctrina viene resaltando el papel importante de la
novación, ya que los supuestos de dación en pago no agotan la posibilidad de novar
objetivamente a la obligación, pues la dación es un medio de realización inmediata, además
de que los supuestos de novación por cambio de causa y alteraciones importantes en el
nexo obligacional, no han sido suplidos por otros cauces. Sin perjuicio de ello, no es
posible dejar de señalar la importancia de la legislación civil germana al haber introducido
el sistema de transferencia de deuda mediante la "asunción" (schuldubernahme), y la
cesión en los créditos con carácter de acto de abstracción.
Clases
Objetiva: Es la que se integra por el cambio en el objeto de la prestación (p. ej. si una
persona debe una determinada cantidad de cereal y la cambia por ganado vacuno) o en la
causa de la obligación (cuando alguien que es locatario de una casa, acuerda con el locador
propietario en comprarle la misma finca); o, finalmente, algunos supuestos de alteración
importante en la primitiva obligación que la cambien sensiblemente (p. ej. introducir una
condición suspensiva a una obligación pura y simple
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Elementos:
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
voluntad puede manifestarse en forma expresa o tácita, pero debe ser inequívoca. El
art. 934 expresamente exige que haya voluntad de novar, la que consiste en un
"requisito esencial de la novación. En caso de duda, se presume que la nueva
obligación contraída para cumplir la anterior no causa su extinción", por ende, la
intención debe estar expresada claramente y no generar dudas, a fin de evitar
ambiguas interpretaciones; su carácter es restrictivo y deberá ser expresa o, en caso
de resultar tácita, en forma inequívoca, admitiéndose cualquier medio probatorio
para su acreditación. A quien pretenda alegar el acto novatorio le corresponderá
demostrar la existencia de la intención de novar y los medios de prueba estarán
limitados a los que el Código dispone en consideración a la de los contratos (art.
1019). Si bien la ley no presume la novación, ello no resulta ser un impedimento
para su demostración.
Capacidad y representante: En el derogado art. 805 del Cód. Civil resolvía la
cuestión acumulando ambas capacidades y teniendo en consideración los dos
sistemas: decía "solo pueden hacer novación en las obligaciones los que pueden
pagar y los que tienen capacidad para contratar". Claro está que bastaba con
enunciar que era necesaria la capacidad para contratar, donde se encuentra incluida
la de pagar. Si bien el actual Cód. Civ. y Com. nada dice respecto a la capacidad, se
mantiene esta exigencia. El representante voluntario (mandatario), sea del acreedor o
del deudor, debe tener poder especial para poder novar; en cambio, los
representantes legales necesitan autorización judicial cuando se les exige dicho
requisito para cumplir la anterior obligación
Novación objetiva.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Litis contestatio y sentencia judicial: Una cuestión que viene desde los
antecedentes romanos era que la litis contestatio, es decir, la traba de la litis en el
proceso judicial, modificaba o alteraba totalmente la relación sustancial que quedaba
reducida a lo que las partes integraban en el juicio. Hoy nadie afirma que la litis
contestatio cambia la causa de la vinculación anterior y, por ende, no puede novar la
obligación. Con la sentencia judicial, la cuestión que también arrastra antecedentes
romanísticos resulta un poco más dificultosa. Después del fallo se cambia el tiempo
de prescripción, pues, por ejemplo, si el de la obligación era de dos o tres años, con
la sentencia pasa a ser de cinco años (plazo genérico establecido en el art. 2560), el
crédito se vuelve líquido, cierto, a veces comienza el curso de los intereses, etc. De
allí que algún antiguo fallo ha considerado el efecto novatorio de la sentencia. Desde
hace bastante tiempo, doctrina y jurisprudencia entienden que la sentencia no puede
ser novatoria, pues es una consecuencia natural de la obligación demandada que no
hace más que darle efectividad jurisdiccional.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Novación subjetiva
Delegación pasiva: El art. 936 establece: "La novación por cambio de deudor requiere el
consentimiento del acreedor". El texto actual ya no habla de delegación ni tampoco se
refiere a los distintos supuestos respecto de quién puede nacer la iniciativa de cambio de
sujeto pasivo, aunque igualmente la doctrina considera que —tal como se expresara en el
derogado Código— puede emanar del propio deudor primitivo al ofrecer un nuevo deudor
(delegación) o por iniciativa de un tercero (ex expromisión). En toda esta temática la ley
argentina —hasta el actual Cód. Civ. y Com.— tuvo un desarrollo arcaico y superado por
las legislaciones modernas. El tema se vincula muy estrechamente con la llamada "cesión
de deudas" (actualmente legislada en los arts. 1632 al 1635).(
Delegación activa: El art. 937 dice: "La novación por cambio de acreedor requiere el
consentimiento del deudor. Si ese consentimiento no es prestado, hay cesión de crédito".
Esta norma prevé el acuerdo entre el acreedor precedente y el que lo sustituye para la
transmisión del derecho creditorio y, para que exista novación, exige la conformidad
expresa o tácita del deudor. Esta exigencia es lógica, ya que de no haber consentimiento
del deudor, estaríamos frente a una cesión de crédito (contrato entre cedente y cesionario),
sin que el deudor cedido participe o acepte (art. 1614). Este tipo de delegación novatoria
era muy propia del derecho romano, que impedía la cesión de los créditos, pero en nuestra
legislación, ante la posibilidad de celebrar el contrato de cesión de créditos, carece de
practicidad. La necesidad de considerar la voluntad del deudor para integrar el acto es
siempre un escollo, que se evita con la otra figura.
Delegación pasiva:
-Perfecta: Existe "delegación pasiva perfecta" (art. 936) cuando el acreedor declara
expresamente su voluntad de exonerar al deudor primitivo, se extingue la obligación
originaria y nace una nueva con el deudor delegado. Si bien el art. 936 dice "la novación
por cambio de deudor requiere el consentimiento del acreedor" y se refiere a la voluntad
expresa, consideramos que la manifestada en forma tácita también puede producir iguales
consecuencias; por ejemplo, algunos fallos han juzgado que la incorporación por parte del
acreedor en un libro de comercio del cambio de deudor importa aceptación de la
delegación.
-Imperfecta: En la "delegación pasiva imperfecta", que era la antigua ad promissio
romana, el acreedor no libera al primigenio deudor, pasa a tener dos deudores y ambos
quedan obligados por el todo. Puede dirigir su acción contra cualquiera de ellos, y para
algunos autores (Llambías, Bibiloni) tiene que reclamar primeramente al delegado para no
agravar la situación del delegante. La obligación no se transforma en solidaria, ya que los
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La sucesión particular en las deudas implica la sustitución del deudor originario por uno
nuevo y la consiguiente liberación del primero. En la cesión de deuda se transmite el
carácter de deudor a un sujeto que toma a su cargo ese deber, quedando intacta la
estructura de la obligación.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Asunción privativa de deuda: Existe otra figura que los italianos llaman accollo
(art. 1273, Codice) y los alemanes "asunción privativa de deudas" (arts. 414 y 415,
BGB), donde el deudor originario contrata con un tercero para que este tome sobre sí
la deuda. En este primer momento no aparece la figura del acreedor y los sujetos
quedan obligados en forma disyuntiva. El acreedor mantiene su pretensión
solamente contra el deudor originario. En el caso del actual Cód. Civ. y Com.
argentino, en los arts. 1632 a 1635, exige que el acreedor, el deudor y un tercero
acuerden que este último pague la deuda, sin que haya novación y, en caso de no
mediar conformidad del acreedor para la liberación del deudor, el tercero entonces
queda como codeudor subsidiario (art. 1632), estableciendo que "hay asunción de
deuda si un tercero acuerda con el deudor pagar la deuda de su deudor, sin que
haya novación. Si el acreedor no presta conformidad para la liberación del deudor, la
asunción se tiene por rechazada". Nuestra actual regulación establece que el deudor
solo queda liberado si el acreedor lo admite expresamente, conformidad que puede
ser anterior, simultánea o posterior a la cesión; pero será ineficaz si ha sido prestada
en un contrato celebrado por adhesión, habiendo promesa de liberación si el tercero
se obliga frente al deudor a cumplir la deuda en su lugar. Esta promesa solo vincula
al tercero con el deudor, excepto que haya sido pactada como estipulación a favor de
terceros (arts. 1634 y 1635).
Efectos de la novación
Extinción de la obligación: El art. 940 nos dice que "la novación extingue la
obligación originaria con sus accesorios. El acreedor puede impedir la extinción de
las garantías personales o reales del antiguo crédito mediante reserva; en tal caso,
las garantías pasan a la nueva obligación solo si quien las constituyó participó en el
acuerdo novatorio". Esta regla tiene dos limitaciones previstas por la ley: una cuando
la nueva obligación está sometida a una condición suspensiva que no se cumple, o a
una resolutoria que se hace efectiva; y la otra prevista en el art. 940 a que ya hicimos
referencia en el parágrafo anterior.
220
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El art. 942 dice "la obligación se extingue cuando el acreedor voluntariamente acepta en
pago una prestación diversa de la adeudada".
La dación en pago es un acto por el cual el deudor, voluntariamente, hace efectiva una
prestación diversa de la prometida originariamente y este último consiente en recibirla.
Este medio de extinción es regulado en los arts. 942 y 943 del Código, en el Título I de las
Obligaciones en general, Capítulo 5 "Otros modos de extinción", Sección 4ª; su ubicación
metodológica es correcta, ya que está tratado dentro de los medios extintivos y no dentro
del pago como en la normativa anterior.
Naturaleza jurídica.
221
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Otra opinión entiende estar en presencia de una verdadera "convención liberatoria", pues
sería una especie de acto bilateral con fines de extinción de la obligación (Borda, Trigo
Represas). Esta idea no es opuesta a la anterior, sino que obra como su continente o
género; se le podría objetar ser generalizadora y omnicomprensiva de otros supuestos, lo
que oscurece el concepto y le da demasiada latitud.
Finalmente, otros autores (Lorenzetti) la conciben como una figura compleja, en donde
coexisten elementos de la novación y del pago, con rasgos propios y con ciertas diferencias
con ambas figuras; Alterini, en cambio, le da rasgos de atipicidad, resultando un negocio
jurídico bilateral oneroso que requiere el mutuo consentimiento para extinguir la relación.
Requisitos.
Capacidad y representación. Si bien el actual Cód. Civ. y Com. nada indica en este
capítulo, la capacidad de hecho y de derecho exigidas son las que se requieren para
"disponer", y ello queda regulado por lo dispuesto para los contratos de compraventa y
cesión de créditos. En cuanto a los representantes voluntarios, se exigirá que tengan un
poder especial para actuar y respecto a los representantes legales, se requerirá
autorización judicial, extensivo tanto a representantes del acreedor como del deudor.
222
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La dación en pago extingue la obligación principal con todos sus accesorios (art. 857 CC y
C y concs.). Esto incluye hipotecas, fianzas, prendas, cláusulas penales, privilegios,
intereses, etc. A diferencia de la novación, en que se reemplaza una obligación por otra, en
la dación en pago se extingue la obligación pactada sin que subsista una nueva. A su vez, a
diferencia del pago en el que se cumple con la prestación que hace al objeto de la
obligación a través de un acto jurídico unilateral, en la dación se ejecuta una prestación
disímil mediante un acto jurídico bilateral que exige el consentimiento de ambas partes.
Reglas supletorias.
La ley dispone que se apliquen a la dación en pago las reglas del contrato con el que tenga
mayor afinidad. En esta inteligencia, por ejemplo, se proyectarán las normas previstas para
la cesión de créditos (art. 1614 CC y C y ss.) cuando lo que se da en pago es un crédito
constituido a favor del deudor, que intenta por ese medio liberarse de una obligación previa
con su acreedor.
Por otro lado, se aplicarán las reglas de la compraventa (art. 1123 CC y C) si este modo
extintivo importa la entrega de una cosa. En este escenario, el deudor revestirá la calidad
de vendedor, al par que el acreedor, el carácter de comprador que paga el precio,
compensándolo con su crédito. Ahora bien, la evicción o los vicios redhibitorios de la cosa
no afectan la extinción de la obligación primitiva, que asume carácter definitivo. En efecto,
el acreedor desposeído por quien reivindica la cosa dada en pago tiene derecho a ser
indemnizado como comprador, aunque no puede hacer revivir la obligación.
El acreedor deberá rendir cuentas del resultado, actuar diligentemente y entregar al deudor
el saldo remanente. Dice von Tuhr que en caso de duda de si se trata de una dación en
pago o de una datio pro solvendo, debe interpretarse que es la última, salvo que se
entienda que se trató de extinguir inmediatamente el crédito.
223
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
causados. En otras palabras, una obligación que nace como posible (que tiene existencia y
eficacia jurídica), pero cuyo objeto deviene de cumplimiento imposible por caso fortuito o
fuerza mayor.
Algunos autores han cuestionado la autonomía conceptual de este instituto por considerar
que se trata de una derivación de las disposiciones referidas a las figuras del caso fortuito o
fuerza mayor.
Características.
Régimen legal.
224
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Hay causas que hacen que el incumplimiento de la obligación no sea imputable al deudor,
ya sea porque se rompe la cadena causal, como en el caso fortuito o la fuerza mayor, o
porque la prestación se vuelve excesivamente onerosa, o bien porque haya existido legítima
defensa, estado de necesidad, etcétera. Son siempre supuestos de imposibilidad
sobreviniente de la prestación, ya que cuando la imposibilidad es genética u originaria la
obligación carece de efectos, tal como lo estudiamos al analizar los requisitos del objeto de
prestación.
No todos los supuestos de inimputabilidad producen iguales efectos, pues algunos de ellos
permiten su recomposición jurídica —como la imprevisión— y otros admiten algún tipo de
reparación —como el estado de necesidad— pero es posible afirmar que se identifican en
que, en principio, no hacen atribuible al deudor el daño ocurrido
Así lo establece el art. 956: "La imposibilidad sobrevenida, objetiva, absoluta y temporaria
de la prestación tiene efecto extintivo cuando el plazo es esencial, o cuando su duración
frustra el interés del acreedor de modo irreversible". Larenz dice que hay casos de
obstáculo temporal donde puede no existir ya la imposibilidad, porque aparece el objeto
perdido, o se deroga la ley que impedía cumplir. Distingue entre contratos unilaterales y
bilaterales; si son unilaterales se deben cumplir, pero si son bilaterales a cada parte debe
darse la oportunidad de disolver la obligación, siempre aplicando el principio de la buena fe
contractual.
Si la imposibilidad es parcial (p. ej., se incendia solo una parte de la cosecha), el deudor
queda obligado a la entrega de lo restante. Aunque en nuestro derecho, se prevé opciones
en favor del acreedor, por ejemplo, lo dispuesto en el art. 755 del Código.
5. Confusión. Concepto
En el derecho el vocablo "confusión" tiene una pluralidad de significados: así —en materia
de derechos reales— se puede hablar de "confusión de límites" cuando se poseen terrenos
colindantes y no se conocen con exactitud sus dimensiones (art. 2266), o en el caso de la
adjunción mediante la "confusión o mezcla" (art. 1958) cuando se combinan cosas que
resultan inseparables; o bien, el que nos ocupa, como medio de extinción de las
obligaciones, cuando se reúnen en la misma persona las calidades de acreedor y deudor
(art. 931).
El art. 931 establece: "La obligación se extingue por confusión cuando las calidades de
acreedor y de deudor se reúnen en una misma persona y en un mismo patrimonio".
225
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Antecedentes históricos.
En el derecho romano se llamaba confusión a la mezcla de cosas líquidas que una vez
fundidas alcanzaban estado sólido, mientras que a la mezcla de sólidos se la denominaba
commixtio. Era una forma de adquirir la propiedad y si se trataba de propietarios distintos
daba lugar a la communio, que concedía a cada propietario la actio communi dividendo,
además de la reivindicación pro parte indivisa.
En la Edad Moderna, Cujacius la define como "confusio est concursus debiti et crediti in
eandem personam ex quo sequitur interitus utriusque, quia ídem homo non potest ese
actor et reus, creditor et debitor"; y Donelli, siguiendo a Alciato, considera que dicho
fenómeno impide que subsista la obligación y que no constituye un mero impedimento
para reclamar. En la legislación de Partidas no aparece como un medio de extinción
autónomo, y solo se lo menciona para establecer que la confusión no produce sus efectos
en la aceptación de la herencia con responsabilidad limitada (beneficio de inventario).
Los Códigos del siglo XIX dieron diferente regulación a la confusión: así, el Code francés
(art. 1300) se refiere a la "reunión de las cualidades de acreedor y deudor en la misma
persona" como una confusión de derecho que extingue los dos créditos; el Cód. Civil
español (arts. 1192 a 1194), en una terminología inadecuada habla de la "confusión de
derechos" (art. 1156).
En cambio, en los Códigos más actualizados como el italiano de 1942 (arts. 1252 a 1255)
se refieren a los efectos de la figura frente a los intereses de los terceros acreedores,
especialmente en la confusión entre el deudor principal y el fiador.
En el actual Cód. Civ. y Com. se observa que hay un tratamiento al instituto mucho más
concentrado y sintético, a diferencia del Código anterior, donde se aludía a los casos
concretos en los cuales no se producía confusión (v.gr., el heredero que aceptaba la
herencia con beneficio de inventario o la confusión entre fiador-acreedor que no extinguía
la obligación en relación con el deudor principal), omitiéndose en el texto actual referencias
casuísticas.
Naturaleza jurídica.
Hay quienes sostienen que se trata de un verdadero hecho jurídico. Cuando la confusión
ocurre, se produce una imposibilidad o un obstáculo de cumplimiento, ya que nadie puede
exigirse a sí mismo la realización de la prestación debida. Para esta postura, que indica que
226
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Son varias las causas que pueden dar lugar a la confusión. Así del texto del art. 932 es
posible extraer que se produce por causa de muerte (ya sea la sucesión a título universal o
singular) y entre vivos por cesión del crédito o transferencia de la deuda.
Mediante la cesión del crédito el deudor puede confundir ambas partes de la obligación;
con la transferencia de la deuda el acreedor reúne asimismo las dos calidades. En estas
formas se controvierte si la confusión opera como medio legal o voluntario, ya que en
ambos incide la conformidad de las partes para el logro de dichas finalidades.
Consideramos que no interesa la vía instrumental para que se confundan ambas calidades;
lo importante es que se trate en todos los casos de un hecho que impida el mantenimiento
de la relación jurídica.
Efectos
Sujetos plurales.
227
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
acreedor y uno de los deudores impide que se mantenga la obligación con respecto a ese
deudor, aunque el resto de los deudores sigue obligado por el total hacia el nuevo acreedor.
Para las obligaciones solidarias el Código tenía dos normas contradictorias (arts. 707 y
866).
El art. 707 establecía una forma de extinción de toda la obligación mientras que el art. 866
disponía una confusión parcial de la obligación. La ley 17.711 excluyó del art. 707 a la
confusión con lo cual quedó vigente en plenitud lo dispuesto en el art. 866. Actualmente, el
art. 932 mantiene ese mismo criterio al sostener que la obligación queda extinguida, total o
parcialmente, en la parte de la deuda en que se produce la confusión.
Cese de la confusión
El Código derogado contemplaba —en el ex art. 867— la posibilidad de que la causa que
había motivado la confusión cesara, lo que permitía reanudar el vínculo obligacional
anterior. Se daba como ejemplo el testamento que luego era declarado nulo, o igual
declaración en una aceptación de herencia, o el heredero que a posteriori era declarado
indigno y perdía su vocación hereditaria (todas causales necesarias).
También podía acontecer que el acreedor heredara al deudor, pero luego cediera su crédito
a un tercero (causal voluntaria), lo que era perfectamente posible en atención al principio
de la autonomía de la voluntad, sosteniéndose en este supuesto que una vez desaparecida
la confusión por voluntad de las partes, ella seguía sin ningún valor frente a terceros
perjudicados, como los fiadores.
El art. 1641 dispone: "La transacción es un contrato por el cual las partes, para evitar un
litigio, o ponerle fin, haciéndose concesiones recíprocas, extinguen obligaciones dudosas o
litigiosas".
228
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Causa y fines
Timor Litis: ¿Es que la transacción tiene como razón el evitar el pleito judicial?
Algunos juristas han entendido que ello constituye, la mayoría de las veces, el
porqué de la transacción. Es dicho popular aquello de que "vale más un mal arreglo
que un buen pleito", aunque entre nosotros Colombo señaló que eso no es verdad, ya
que se trata de una de esas frases hechas que resultan ser producto de la repetición
inconsciente.
Autocomposición del litigio: son los propios interesados quienes asumen la
solución de la contienda por su voluntad. Decía Carnelutti que la causa de la
transacción es la "composición de la litis mediante una parcial renuncia a las propias
pretensiones". También Luna Serrano considera que de esa manera se compone el
conflicto de intereses ante una controversia previa entre las partes, quienes evitan el
pleito o concluyen con uno que se había iniciado. Añade que esto tiene como base las
recíprocas concesiones, ya sea dando, prometiendo o reteniendo cada una de ellas
alguna cosa. No es aceptable Esto significa en cierta medida vincular a la transacción
siempre con la litis, lo que importa atomizar la figura en un solo presupuesto, que
sería la relación litigiosa, y la llevaría a constituirse en un simple subrogado del
juicio.
Negocio de fijación: El autor alemán Liebman y el profesor italiano Furno
entienden que el negocio de fijación tiene como objetivo establecer una determinada
situación jurídica que existía antes y aparecía incierta, sea en relación con su propia
existencia o su forma de ser. Y la transacción sería para algunos autores (Messineo y
Giorgianni) un típico negocio de fijación extrajudicial, ya que lo incierto deviene
certero por voluntad de los propios interesados. Es un tema muy unido al derecho
procesal y especialmente al acto jurisdiccional que es la sentencia (Furno). De ahí las
similitudes que el mismo Cód. Civ. y Com. (art. 1642) brinda al tratar de vincularla
con los efectos de la cosa juzgada. Así se indica e insiste en el carácter declarativo,
tal como la sentencia, ya que se basa en una situación anterior que declara y fija sin
crear una situación nueva. Mediante la transacción solamente se trata de eliminar el
estado de duda.
Necesidad de concluir con la controversia: Con una elaboración más sencilla
pero también más precisa, algunos autores consideran que la razón fundante de la
transacción radica en la necesidad que se tiene a veces de concluir con una
controversia cuya fuente es una duda (res dubia). Es un estado de duda objetivado,
producto no de discordancias estrictamente jurídicas o de derecho puro, sino de las
229
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Naturaleza jurídica.
Acto jurídico bilateral y oneroso: Ya no hay duda alguna que se está frente a
un contrato, criterio que ya compartía buena parte de la doctrina (Llambías, Segovia,
Borda, López Cabana, Ameal, Alterini, Bibiloni, Rezzónico, Salvat, entre otros) y el
actual legislador al ubicarla metodológicamente en el Título IV de los "Contratos en
particular", considerando a la transacción propiamente un contrato destinado a
reglar los derechos de las partes, siendo como tal consensual, bilateral, oneroso y
formal, lo que también ha sido aceptado por la jurisprudencia; pero no es posible
centrar la figura del contrato en la sola función de dar génesis a las obligaciones, ya
que sus efectos tienen una mayor expansión y así puede crear, modificar o extinguir
relaciones jurídicas.
Carácter: Respecto al interrogante de establecer si se trata de un contrato de
carácter declarativo o atributivo, ello se relaciona con los efectos de la transacción.
En la anterior regulación, Vélez se había ocupado de disponer en el ex art. 836 que
"por la transacción no se transmiten sino que se declaran o reconocen derechos que
hacen el objeto de las diferencias sobre que ella interviene". Ahora no contamos con
una norma que taxativamente establezca el efecto declarativo, sin perjuicio de
mantenerse esta postura. Otra corriente también opuesta al efecto declarativo
entiende que la transacción tiene eficacia constitutiva, ya que como todo negocio
modifica o extingue una relación, creando una nueva. Ello se vincula con la
afirmación de que las partes no pueden fijar o declarar sus relaciones, es decir, que
nadie puede expresar juicios vinculantes con sus propios intereses, ya que sería
siempre un sujeto extraño (el juez o árbitro) el facultado para componer el litigio.
Opinamos que la transacción es un contrato o negocio jurídico declarativo, ya que los
derechos se fijan por obra y facultad de las mismas partes, quienes tienen soberanía
absoluta en sus propios intereses. De ese modo, se afirma y aclara la situación
jurídica incierta, que aflora con nitidez mediante la transacción. Es que, como afirma
Moxo Ruano, en la transacción siempre habrá "vino viejo en odre nuevo".
Caracteres
230
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Capacidad y representación.
El Cód. Civ. y Com. no incluyó de manera específica el requisito de la capacidad ni de la
representación, como sí estaba antes regulado expresamente en los derogados arts.
839/841.
No obstante, y teniendo en cuenta que, como decían los romanos, transigere est alienare,
quienes pueden celebrar contratos y disponer de sus bienes se encuentran facultados para
transigir. En cuanto a la capacidad de hecho, resultan ser incapaces los sujetos
enumerados en el art. 24. Los menores de edad (art. 25 y 26) ejercen sus derechos a través
de sus representantes legales y los menores emancipados por matrimonio (art. 27) tienen
casi plena disponibilidad de los bienes, ya que se requiere en algunos casos autorización
judicial (art. 29) y, salvo el impedimento de esa norma y la del art. 28 inc. c) que prohíbe
"afianzar obligaciones", los emancipados pueden realizar transacciones, máxime ante el
supuesto contemplado en el art. 30 que le confiere al menor de edad con título profesional
habilitante.
El art. 1646 prohíbe hacer transacciones a: "a) las personas que no puedan enajenar el
derecho respectivo; b) los padres, tutores, o curadores respecto de las cuentas de su
gestión, ni siquiera con autorización judicial; c) los albaceas en cuanto a los derechos y
obligaciones que confiere el testamento, sin la autorización del juez de la sucesión".
También la prohibición alcanza a los albaceas respecto a los derechos y obligaciones que
confiere el testamento, a excepción que cuenten con autorización judicial y previa vista a
los herederos o legatarios, que son los interesados en el proceso. De hacerse la transacción
sin autorización judicial, la misma sería inoponible a los legatarios. Transacción y acción
subrogatoria. El interrogante es si el acreedor subrogante (art. 739) que promueve acciones
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
de su propio deudor está legitimado para acordar transacciones con la persona contra la
cual se dirige la controversia. Pareciera que la respuesta afirmativa se impone, ya que si
puede válidamente colocarse en el lugar de su propio deudor, puede hacer ejercicio amplio
de ese derecho. La oposición de la defensa de transacción al deudor subrogado se dará al
igual que en la sentencia judicial, si este último pudo o no tomar intervención en esos
asuntos.
Objeto de la transacción
El objeto de la transacción coincide con el objeto de los contratos y con el de los actos
jurídicos en general (arts. 279, 725, 1129), por lo que es posible afirmar que pueden ser
motivo de transacción toda clase de derechos, personales, reales e intelectuales, a
excepción de los expresamente prohibidos en el art. 1644. Se excluyen los derechos en los
que está comprometido el orden público y aquellos que son irrenunciables. Tampoco
pueden ser objeto de transacción los derechos sobre las relaciones de familia o estado de
las personas, excepto que se trate de derechos patrimoniales derivados de aquellos, o de
otros derechos sobre los que, expresamente, el Cód. Civ. y Com. admita pactar.
Forma y prueba
Efectos
Obligatoriedad: La transacción, como cualquier otro contrato, obliga a las partes
a sujetarse a sus condiciones y produce sus efectos (fuerza obligatoria o carácter
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
vinculante), tanto entre las partes como con relación a terceros (arts. 959, 1021 y
1022).
Autoridad de cosa juzgada: El art. 1642 establece que produce los efectos de la
cosa juzgada, lo que algunos autores señalaron que era equiparable a la sentencia
firme y producía equivalentes consecuencias; vale decir, su inmutabilidad.
Declarativo: su carácter declarativo impide pretender que el otro contratante de
la transacción quede obligado a garantizar la evicción. En cuanto a la prescripción
adquisitiva, la transacción no es título suficiente invocable para pretender una
adquisición por usucapio, ya que el carácter declarativo así lo impone.
Extintivo: El art. 1641 establece que con la transacción se extinguen
obligaciones dudosas o litigiosas que las partes hubieren renunciado y ello importa
un efecto extintivo relativo, ya que los derechos reconocidos quedan con plena
eficacia.
Obligaciones solidarias.
Los efectos principales en relación con la solidaridad activa son: a) el derecho al reclamo
pleno de la prestación y b) los que se producen en relación con algunos medios de
extinción, entre ellos la transacción. Al respecto, el art. 846 establece que los modos
extintivos inciden sobre la obligación o sobre la cuota de algún acreedor solidario,
disponiendo en el inc. d) que la transacción hecha por uno de los coacreedores solidarios
con el deudor no es oponible a los otros acreedores, excepto que estos quieran
aprovecharse de esta. Ello significa que la transacción importa siempre el reconocimiento
de una parte de un derecho esgrimido, y una consiguiente renuncia de ese mismo derecho,
en favor del deudor. De ahí que la ley solo establece efectos relativos, es decir, con respecto
al acreedor que intervino e impide su extensión a los acreedores que no transaron. A su
vez, en la solidaridad pasiva, se preceptúa en el art. 835 inc. d) que la transacción hecha
con uno de los codeudores solidarios, aprovecha a los otros, pero no puede serles opuesta.
La situación es la misma que para la solidaridad activa.
Excepción de transacción.
El Cód. Proc. Civ. y Com. estipula que la defensa o excepción de transacción, denominada
exceptio litis per transactionem fintae puede ser opuesta, tanto en los procesos de
conocimiento (art. 347, inc. 7º) como en los ejecutivos (arts. 544, inc. 8º). Se trata de una
excepción de tipo perentorio, que decide el pleito y tiene carácter sustantivo. Aquel que
pretenda oponer esta defensa debe demostrar —al igual que para la de cosa juzgada— que
se dan los requisitos de las tres identidades: objeto, sujetos y causa. En cuanto al objeto,
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
debe entenderse que solo se ha transado sobre los derechos que obran en el acuerdo, y no
es posible extender el entendimiento a situaciones análogas o similares. Los sujetos
también deben coincidir y juega el principio del efecto relativo de los contratos (arts. 1021-
1022). Por último, la causa debe ser idéntica, es decir, estar fundada en los mismos hechos
que fueron la fuente de las pretensiones reclamadas (art. 1013).
Ineficacia.
La transacción será ineficaz cuando no pueda producir sus propios efectos. Aquí solo
analizamos la ineficacia genética, es decir, la que se produce en el origen del negocio, lo
que generalmente se denomina nulidad. Si la transacción, como ha quedado demostrado,
es un contrato, todos los supuestos de nulidad que rigen con relación a los actos jurídicos
(arts. 386 a 395) resultan ser aplicables, sin perjuicio que los arts. 1645 y 1647 regulan
específicamente los casos de nulidad de la obligación transada.
El art. 1645 establece: "Si la obligación transada adolece de un vicio que causa su nulidad
absoluta, la transacción es inválida. Si es de nulidad relativa, las partes conocen el vicio y
tratan sobre la nulidad, la transacción es válida".
El art. 1647 agrega: "Sin perjuicio de lo dispuesto en el Capítulo 9 del Título IV del Libro
Primero respecto de los actos jurídicos, la transacción es nula: a) si alguna de las partes
invoca títulos total o parcialmente inexistentes, o ineficaces; b) si, al celebrarla, una de las
partes ignora que el derecho que transa tiene otro título mejor; c) si versa sobre un pleito
ya resuelto por sentencia firme, siempre que la parte que la impugna lo haya ignorado".
Aplicando las reglas generales, la transacción puede anularse por actos que afecten el
orden público, la moral o las buenas costumbres, por incapacidad de hecho o de derecho
de los sujetos, vicios de la voluntad (arts. 265 a 278), objeto prohibido (art. 279),
simulación o fraude presumidos por la ley (arts. 333 a 342), etc.; de ahí que algunos
relevantes autores (Colmo) han considerado redundantes esas normas.
La nulidad puede ser absoluta o relativa. En el primer caso traerá aparejada la invalidez
del contrato transaccional, siendo insaneables los vicios que presente. La relativa, en
cambio, podrá ser confirmada si las partes conocían de la anulabilidad del acto y a
sabiendas de ello celebraron el contrato, con lo cual cabe entender que hubo confirmación
tácita sobre la nulidad relativa, extinguiendo la controversia. Hay que señalar que, tanto el
error como el dolo y la violencia, hacen nulo al acto y siempre se trata de una nulidad
"relativa".
Errores aritméticos
El Cód. Civ. y Com. actual en el art. 1648 contempla que "Los errores aritméticos no
obstan a la validez de la transacción, pero las partes tienen derecho a obtener la
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Fundamentos.
La prescripción lleva como fundamento el interés general, que debe prevalecer sobre el
particular, y tiene como finalidad dar certeza a las relaciones humanas. Además, que se
trata de una cuestión donde está interesado el orden público, pues la misma ley así lo
indica impidiendo la renuncia anticipada de los términos (art. 2535).
Naturaleza jurídica.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En nuestro criterio, y tal como lo informa destacada doctrina (Messineo, Pugliatti, Santoro
Passarelli), nunca puede ser una situación jurídica procesal, ya que sus efectos hacen
concluir con el derecho sustantivo. Claro está que se hace valer en juicio, como sucede con
otros tantos institutos (p. ej., novación, compensación, remisión, etc.). Ocurre que la ley
respeta la voluntad privada y el derecho de los particulares a oponer o no la prescripción
que, como defensa, tiene en su favor el demandado. Si es una excepción tal como lo definía
el ex art. 3949, lo es de derecho sustantivo (art. 2551).
Antecedentes históricos.
En la época del emperador Teodosio II (424 d. de C.) se someten todas las acciones a la
prescripción veinteñal, salvo que tuvieran un 'término menor, y su evolución concluye en el
derecho justinianeo que establece la regla que enseña que comienza a correr el tiempo de la
prescripción con la acción (actio non natae non praescribitur), y se agregan los medios de
suspensión e interrupción de su curso. Estos institutos han trascendido a la codificación y,
salvo los detalles y mutaciones que corresponden al tiempo transcurrido, mantienen sus
rasgos esenciales en casi todas las legislaciones modernas.
El Cód. Civil argentino antes de la reforma, siguiendo la tradición del derecho francés (arts.
2219 a 2281) y austríaco (arts. 1451 al 1502) ha legislado conjuntamente la prescripción
adquisitiva y la extintiva en el Libro IV, Sección III bajo el título "De la adquisición y
pérdida de los derechos reales y personales por el transcurso del tiempo", manteniéndose
en la actual legislación similar metodología, como se refiriera precedentemente (arts. 2532
al 2565).
Las codificaciones modernas, como el Cód. Civil alemán y el italiano de 1942, han legislado
a la prescripción extintiva en la parte general, y la adquisitiva dentro de los derechos reales
o también denominados derechos de cosas. Así lo hace el Anteproyecto de Bibiloni, el
Proyecto de 1936, el de 1954, y pareciera ser el método más adecuado. Los proyectos
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Objeto.
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Acciones imprescriptibles.
El art. 2536 establece que "la prescripción puede ser invocada en todos los casos, con
excepción de los supuestos previstos por ley". Los supuestos de imprescriptibilidad de las
acciones están de manera dispersa consagrados en diferentes normas, a saber: acción de
nulidad absoluta (art. 387), acción de filiación o impugnación de la misma (art. 576),
acción de estado de familia (art. 712); acción de división de condominio (art. 1997), acción
para reclamar una servidumbre forzosa (art. 2166), las acciones reales reivindicatoria,
confesoria, negatoria y de deslinde (art. 2247), la acción de petición de herencia (art. 2311),
la acción de partición de herencia (art. 2368), dejando a salvo los derechos patrimoniales
que pudieren ser consecuencia del derecho de familia que sí son prescriptibles, como así lo
dispuesto en materia de prescripción adquisitiva.
El art. 2554 dispone que "el transcurso del plazo de prescripción comienza el día en que la
prestación es exigible". En el caso de la obligación de rendir cuentas, hay que diferenciar
dos momentos: uno el de la propia obligación de rendir cuentas y el otro el de pagar los
saldos adeudados. En cuanto al primero, la prescripción se inicia con el cese en la
actividad ajena (art. 2555) y el segundo (pagar los saldos) desde la sentencia judicial que lo
ordena, o el acuerdo de partes.
También para el caso de las prestaciones periódicas (art. 2556), el cómputo comienza a
partir de que cada retribución se hace exigible; en servicios de corredores, comisionistas o
intermediarios a cuenta, desde que concluye la actividad (art. 2557); en reclamos por
honorarios, la prescripción comienza a correr desde que venció el plazo fijado en la
resolución firme que los regula o desde que adquirió firmeza el fallo (art. 2558) y,
finalmente, si existe un plazo indeterminado, el plazo de prescripción para deducir la
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
acción de fijación judicial del plazo se computará desde la celebración del acto (art. 2559),
lo que demuestra en todos los casos que el plazo corre desde que nace la acción.
Así está enunciado en el art. 2539: "La suspensión de la prescripción detiene el cómputo
del tiempo por el lapso que dura pero aprovecha el período transcurrido hasta que ella
comenzó".
Como sostenían Aubry y Rau, en quienes se fundó la norma "La suspensión no tiene otro
efecto que el de tornar inútil para la prescripción el tiempo durante el cual ha durado...
Resulta de ello que se permite contar como útil para la prescripción, no solamente el
tiempo posterior a la cesación de la suspensión, sino también el tiempo anterior al a época
en la cual se produjo". Todo lo referente a la suspensión del curso de la prescripción está
legislado en los arts. 2539 a 2543. Para fundamentar la suspensión se han dado diversas
opiniones.
En el antiguo derecho se difundió un adagio creado por los canonistas: Contra non
valentem agere non currit praescriptio, que significaba que cuando no se puede accionar o
existe alguna imposibilidad, la prescripción se paraliza y no corre. De ahí que el Cód. Civil
francés, previendo estas excepciones, estableció: "la prescripción corre contra todas las
personas, a menos que ellas se encuentren en alguna excepción establecida por la ley". Si
bien ese texto no tuvo símil en nuestro Código, hay previstas determinadas circunstancias
que paralizan la prescripción.
También se cuentan razones de orden práctico para justificar la suspensión, como, por
ejemplo, la imposibilidad de accionar, que obra como un obstáculo con las características
del caso fortuito o la fuerza mayor. También hay cuestiones de moral, en virtud de las
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
relaciones que unen a las partes, que hacen que no sea conveniente permitir que corra el
tiempo prescriptivo.
Mas a estas causales, la ley 17.711 agregó dos más: la constitución en mora debitoris y la
deducción de la querella criminal. El Cód. Civ. y Com. mantiene la suspensión por mora
debitoris (art. 2541), por pedido de mediación (art. 2542) y casos especiales, en los cuales
contempla: la suspensión entre cónyuges durante el matrimonio, entre convivientes si
media unión convivencial, en personas incapaces o con capacidades restringidas y padres,
tutores, curadores y apoyos, durante la responsabilidad parental, la tutela, la curatela o la
medida de apoyo, en personas jurídicas y sus administradores o integrantes de los órganos
de fiscalización mientras ejerzan sus cargos y el heredero con responsabilidad limitada
frente a reclamos que provengan de la defensa de derechos sobre bienes integrantes del
acervo hereditario (art. 2543).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
desde su celebración hasta su disolución, tanto por divorcio como por fallecimiento.
A partir de ese momento se reanudará el plazo prescriptivo.
Convivientes durante la unión convivencial: en el inc. b) se contempla esta
causal, regulando expresamente el Cód. Civ. y Com. a las uniones convivenciales en
el Libro Segundo "Relaciones de Familia", Título III, suspendiéndose el curso de la
prescripción entre convivientes aunque la norma no establezca desde cuándo opera
el cómputo. Para algunos nace desde el inicio de la convivencia, otros opinan que se
computa desde el día de la inscripción en el Registro de las Personas y para otros a
partir de los dos años de convivencia (Alterini, Franchini), fundamentándolo en que
debiera alcanzarse cierto nivel de estabilidad y paz convivencial a partir de ese
período. El cese, en cambio, lo marcaría cualquiera de los supuestos del art. 523 en
sus siete incisos (muerte, sentencia firme de ausencia con presunción de
fallecimiento, matrimonio o nueva unión de uno de ellos, matrimonio de los
convivientes, mutuo acuerdo, voluntad unilateral notificada fehacientemente o cese
de convivencia mantenida), a partir de lo cual se produciría la reanudación del plazo
prescriptivo.
Incapaces o con capacidad restringida: la suspensión de la prescripción entre
incapaces o con capacidad restringida y sus padres, tutores, curadores o apoyos
durante la responsabilidad parental, tutela, curatela o medida de apoyo es una
causal que ha sufrido una importante evolución. Antes de la reforma de la ley 17.711
se había dispuesto que la prescripción no corría contra los incapaces, estuvieran o
no emancipados, ni los sujetos a curatela. La actual normativa en forma clara
mantiene ese mismo criterio, estableciendo que la prescripción se verá suspendida
entre personas incapaces o con capacidad restringida y sus representantes legales
mientras estén bajo la responsabilidad parental, tutela, curatela o medida de apoyo.
Ahora, en el caso de carecer de representantes legales y haber operado la
prescripción, puede solicitarse al juez la dispensa de la prescripción ya cumplida,
con el alcance del art. 2550 segundo párrafo que reza: "En el caso de personas
incapaces sin representantes el plazo de seis meses se computa desde la cesación de
la incapacidad o la aceptación del cargo por el representante".
Personas jurídicas: La suspensión entre las personas jurídicas y sus
administradores o integrantes de los órganos de fiscalización, mientras continúen en
el ejercicio de sus cargos tiene sustento en la incompatibilidad que nacería de la
relación entre la persona jurídica en sí con alguno de sus miembros que ejerce
funciones de administrador o integrante de algún órgano fiscalizador, mientras dure
en el ejercicio del cargo, lo que resulta lógico.
Heredero con responsabilidad limitada: se produce también la suspensión del
curso de la prescripción cuando el heredero acepta la herencia con responsabilidad
limitada respecto a reclamos vinculados a bienes del sucesorio, tanto a favor como en
su contra. Al hablarse de "acervo hereditario" en general (y suprimirse la limitación
del derogado art. 3972 que solo mencionaba "derechos creditorios"), la doctrina es
241
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Así lo preceptúa el art. 2544 que dice: "El efecto de la interrupción de la prescripción es
tener por no sucedido el lapso que la precede e iniciar un nuevo plazo". Los actos de
interrupción solo producen efecto mientras corre la prescripción (adquisitiva o liberatoria);
como dijimos, su consecuencia es aniquilar el tiempo anterior (art. 2544). Si la interrupción
se hiciera mediante una petición judicial civil y se llega a la sentencia que favorece al actor
(de condena, el nuevo plazo arranca desde esa resolución judicial, y será de cinco años; art.
2560), que es el término genérico que impone el legislador.
La interrupción tiene un efecto relativo pues solo es invocable por quienes son beneficiarios
y oponibles a quienes perjudica; no es alegable, ni en favor ni en contra de los
cointeresados. Si se trata de una obligación mancomunada ese es el efecto
correspondiente, y el Código se refiere a ello en el art. 2549: "La interrupción de la
prescripción no se extiende a favor ni en contra de los interesados, excepto que se trate de
obligaciones solidarias o indivisibles".
242
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
243
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
seis meses para los juicios ordinarios en primera instancia, conf. art.
310CPCCN). También en este supuesto el acreedor podrá interponer una
nueva acción judicial por igual obligación, si la acción no hubiere prescripto.
La solicitud de arbitraje: el curso de la prescripción se interrumpe por la
solicitud de arbitraje. Es que al someterse a un proceso arbitral, se entiende que el
acreedor está obrando como si iniciara una demanda, y por su parte el deudor
efectúa un reconocimiento de deuda. Se aplican a los efectos de esta causal las
reglas previstas para la interrupción por petición judicial, en cuanto fueren
pertinentes (art. 2548 CCyCN). Así las cosas, la interrupción se mantendrá hasta el
dictado del laudo o sentencia arbitral, luego de lo cual comenzará a correr un nuevo
plazo de prescripción. Finalmente cabe mencionar que si bien el Anteproyecto del
nuevo Código Civil y Comercial preveía la interrupción de la prescripción también en
el supuesto de reclamos administrativos (conf. art. 2548), tal causal fue suprimida
del texto sancionado. Sin duda, ello tuvo lugar ante la decisión de juzgar la
responsabilidad del Estado y de los funcionarios públicos en el contexto del Derecho
Público
El art. 2547 última parte dice: "La interrupción del curso de la prescripción se tiene por no
sucedida si se desiste del proceso o caduca la instancia".
Arbitraje: El art. 2548 reza: "El curso de la prescripción se interrumpe por la solicitud de
arbitraje. Los efectos de esta causal se rigen por lo dispuesto para la interrupción de la
prescripción por petición judicial, en cuanto sea aplicable". Por su parte, el contrato de
arbitraje se encuentra regulado entre los arts. 1649 a 1665, consistente en un acuerdo de
partes por el cual se decide dirimir la controversia de derecho privado patrimonial a un
tribunal arbitral, el que puede ser unipersonal o colegiado. Dicho acuerdo es formal, por
escrito, por instrumento público o privado. Conforme con lo establecido en el art. 2548 es
dable afirmar que la sola solicitud de arbitraje es suficientemente interruptiva del curso de
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
la prescripción, aunque este aspecto está discutido en doctrina, ya que para algunos
autores la interrupción opera desde la obtención del compromiso arbitral. Entendemos que
si las partes deciden someter la cuestión a la decisión de árbitros iuris y ponen en
funcionamiento el andamiaje arbitral, el acreedor casi promueve una petición judicial y el
deudor efectúa un reconocimiento. El art. 2548 también extiende los efectos de la
interrupción por petición judicial al arbitraje, comenzando a correr un nuevo término de la
prescripción.
El actual Cód. Civ. y Com. dio mayor claridad a esta cuestión que presentaba —en la
anterior redacción— muchos interrogantes, dándole tratamiento en tres artículos, desde el
2551 al 2553. El art. 2551 establece que "la prescripción puede ser articulada por vía de
acción o de excepción". Seguidamente, en el art. 2552 se dispone: "El Juez no puede
declarar de oficio la prescripción" y, por último, en el art. 2553 dice "La prescripción debe
oponerse dentro del plazo para contestar la demanda en los procesos de conocimiento y
para oponer excepciones en los procesos de ejecución.
Los terceros interesados que comparecen al juicio vencidos los términos aplicables a las
partes, deben hacerlo en su primera presentación". Si la primera presentación al juicio
había sido con la contestación de la demanda, no había dudas que allí debía hacerse valer
la prescripción. Los interrogantes aparecían en los supuestos en que la ley procesal
otorgaba diez días para oponer excepciones y quince para contestar demanda, o cuando el
demandado era declarado rebelde y más tarde acudía al pleito haciendo cesar el estado de
rebeldía.
Consideramos que el texto del art. 2553 vino a despejar toda duda, imponiendo el deber de
oponer la prescripción al contestar la demanda en cualquier proceso de conocimiento o
bien al deducirse las excepciones si se tratara de un proceso ejecutivo, resultando
extemporánea toda presentación en otro instante procesal.
El art. 2552 prevé que "el juez no puede declarar de oficio la prescripción”. El art. 2552 CC
yC mantiene el principio que ya se encontraba establecido en el art. 3964 CC, por lo que la
cuestión de la prescripción debe ser introducida en el proceso judicial por el interesado en
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
su declaración y, en defecto de ello, no puede ser declarada de oficio por el juez, aunque
sea evidente.
Se diferencia en ello de la caducidad establecida por ley, que sí puede ser declarada de
oficio, según se establece en el art. 2572 CC y C. Las razones de esta solución estaban
dadas en la nota al artículo citado donde se hablaba del "deber de conciencia" que a veces
impedía oponer la excepción o la necesidad de demostrar ciertos hechos que el juez no
podía suplir; además, el proceso civil de tipo dispositivo le impedía al juzgador avanzar
sobre las facultades de las partes. Creemos, siguiendo una opinión que no es mayoritaria,
que mientras el juzgador no lesione el derecho de defensa del demandado o supla prueba
no aportada al expediente, puede declarar la prescripción que corresponda.
El resto de los autores se atiene a un criterio amplio que posibilita que siempre se declare
la prescripción, aun apartándose del dicho del excepcionante. Claramente, a la luz del
actual texto trascripto, el juez no puede suplir a la parte en la interposición de la excepción
de prescripción, pero una vez articulada, se vería facultado como director del proceso a
pronunciarse acerca de su aplicación o interpretación. Acción declarativa de prescripción.
El art. 2551 establece que la prescripción se puede articular por vía de acción o excepción.
Ello significa que puede interponerse una acción declarativa cuando hay un verdadero
"interés legítimo" de quien así lo reclama ante un juez.
Dispensa de la prescripción.
El término "dispensa" sugiere un perdón, una excepción benevolente respecto del régimen
general de la prescripción, para casos en que ésta se hallaría cumplida. En rigor de verdad,
la figura bajo estudio no supone la alteración del curso de la prescripción, sino que la
obligación evoluciona hasta su fin y, luego de ello, por determinadas circunstancias
previstas en la ley, se admite que un juez pueda eximir al acreedor de la pérdida de su
derecho, rehabilitando su facultad de accionar por un término acotado, que también fija la
ley. En otros términos, la dispensa supone un perdón judicial respecto de la extinción
obligacional ya ocurrida. Su aplicación es restrictiva y se sigue un criterio de máxima
prudencia en su concesión por los jueces.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
sujeto titular del derecho, lo que la doctrina italiana ubica como "circunstancias objetivas o
subjetivas".
Las maniobras dolosas: por parte del deudor que tuvieron como finalidad dilatar la
interrupción de la prescripción. Es decir, son las actitudes que configuran un ejercicio
abusivo de la confianza, sus comportamientos maliciosos, contrarios a la buena fe, etc., los
que permiten ser invocados como réplica del dolo (replicatio dolus), contra la excepción de
prescripción.
Sucesiones vacantes sin curador: se trata de herencias para las que no hubiere herederos
aceptantes, ni hubiere el causante distribuido la totalidad de los bienes mediante legados
(art. 2441 CCyCN). En estos casos, el plazo de seis meses para accionar se computa desde
la aceptación del cargo por parte del curador.
El art. 2535 establece que la prescripción ya ganada puede ser renunciada por las
personas que pueden otorgar actos de disposición. Esta situación importa un derecho en
cabeza de su titular quien ostenta su potestad abdicativa. Distinto es la renuncia
anticipada a la prescripción ya que aquí estaría en juego el interés público que excede el
marco individual; caso contrario importaría que la prescripción quede borrada de las
relaciones convencionales, especialmente en las contrataciones con cláusulas
predispuestas (contratos de adhesión).
b. Modificación convencional de los plazos: el art. 2533 dice: "Las normas relativas a la
prescripción no pueden ser modificadas por convención". Así como no se puede renunciar
anticipadamente a la prescripción, tampoco se pueden modificar los plazos. Cualquier
cláusula en este sentido ya sea abreviando o ampliando los términos, es nula. Algunos
importantes autores entendieron que la disminución convencional de los plazos que
beneficiaba a los deudores y no afectaba el orden público podía ser una condición
247
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Uno y otro supuesto configuraban el fruto de la imposición de alguna de las partes y era
digno de considerarse aquello sobre lo que sabiamente alertaba Spota: no siempre el
deudor es la parte débil del contrato. Hoy el art. 2533 ya despeja toda duda al respecto
estableciendo con claridad la prohibición de modificar convencionalmente los plazos
prescriptivos. Plazos de prescripción.
Plazos generales
El Código ha regulado también la extinción de los derechos reales por el no uso durante un
lapso. Sobre el particular, establece que el derecho real de usufructo se extingue por el no
uso durante diez años (art. 2152, inc. c, CC yC) como así también el de servidumbre (art.
2182, inc. b, CC yC), lo cual guarda similitud con los arts. 2924, 2969 y 3059 CC.
Asimismo, en el caso del derecho de superficie, el derecho a construir se extingue por el no
uso durante diez años y el derecho a plantar y forestar, cuando transcurren cinco años
(art. 2124 CC yC); cabe señalar que en este último caso, amplió el plazo de tres años
establecido por el art. 8° de la ley 25.509.
Plazos especiales.
a) Plazo de diez años (art. 2561 CCyCN): prescriben a los diez años los reclamos por
daños por agresiones sexuales infligidas a personas incapaces (art. 2561 CCyCN).
Evidentemente, se ha consagrado el plazo más extenso para el supuesto de un acto
aberrante, cuya naturaleza, sumada a la condición de la víctima podrán determinar un
aplazamiento en la decisión de demandar.
b) Plazo de dos años (art. 2562 CCyCN): Prescriben a los dos años:
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El art. 944 establece que "toda persona puede renunciar a los derechos conferidos por la
ley cuando la renuncia no está prohibida y solo afecta intereses privados. No se admite la
renuncia anticipada de las defensas que puedan hacerse valer en juicio".
La renuncia y la remisión de deuda son dos actos que llevan a la pérdida del derecho por
voluntad de su titular. Ambos aparecían en la enumeración que daba el art. 724 de los
medios de extinción de las obligaciones, uno como "la renuncia de los derechos del
acreedor" y el otro como "la remisión de la deuda", sin darse tratamiento específico a la
renuncia de los derechos en general.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En cambio, en sentido restrictivo, se puede renunciar a los derechos del acreedor, es decir,
al crédito o a alguno de los aspectos del derecho creditorio. Sobre ello existen pronunciadas
diferencias en la opinión de los autores; por ejemplo, Llambías sostuvo siempre que la
expresión "renuncia a los derechos del acreedor" significaba que el acreedor se despojaba
de alguna facultad relativa a su crédito, como, por ejemplo, permitir la purga de la mora
del deudor, dándole un nuevo plazo para el pago, lo que significaba renunciar a valerse del
estado de mora.
O la tesis de Alterini, Ameal y López Cabana, quienes entienden que en este caso la
renuncia es la declaración del acreedor de que no cobrará su crédito.
La mayoría de los autores han sostenido que la renuncia solo tiene un sentido amplio, es
decir, se extiende a todo tipo de derechos, mientras que la remisión queda circunscripta a
los derechos de crédito, criterio que es el que ha adoptado nuestro actual Cód. Civ. y Com.
argentino.
Para Lafaille, la remisión solo se configura mediante la entrega del instrumento donde
consta el crédito; los demás supuestos son de renuncia.
A nuestro juicio, renuncia en sentido limitado (a los derechos del acreedor) y remisión son
nociones que significan intrínsecamente lo mismo. Lo importante que puede extraerse es
que el instituto de la renuncia se aplica analógicamente a todo tipo de abdicación de
derechos; en cambio, la remisión se refiere solamente a los derechos creditorios o
personales.
Renuncia: caracteres
250
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Objeto.
Sobre el objeto de la renuncia, se expide el art. 944 que dice: "Toda persona puede
renunciar a los derechos conferidos por la ley cuando la renuncia no está prohibida y solo
afecta interese privados. No se admite la renuncia anticipada de las defensas que puedan
hacerse valer en juicio". Como regla puede afirmarse que son renunciables los derechos
patrimoniales conferidos en el interés individual y no son renunciables los derechos que
tienen en mira el orden público, es decir, el interés general.
Entre los derechos patrimoniales, no son renunciables: el derecho a alimentos futuros (art.
539), a la herencia futura (art. 2286), a solicitar la división del condominio en cualquier
tiempo; los beneficios de las leyes laborales o previsionales, etcétera. Tampoco son
renunciables aquellos derechos donde esté interesado el orden público, referidos a la
capacidad de las personas, las que derivan del derecho de familia, la porción legítima de los
herederos forzosos (art. 2449), los que surgen de la patria potestad, etcétera.
Capacidad.
251
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El texto anterior establecía en los arts. 868 y 869 que para la renuncia se exigía capacidad
necesaria del renunciante y del eventualmente favorecido con la renuncia, más el Cód. Civ.
y Com. actualmente no contiene artículo alguno referido a la capacidad. Ya nos expedimos
en contra de calificar a la renuncia como onerosa o gratuita, conforme las razones dadas.
De todos modos, por la clase de acto que implica la renuncia debe siempre aplicársele la
capacidad necesaria para los actos a título gratuito, es decir, la capacidad para donar, por
tratarse del clásico acto de liberalidad (arts. 1548 y 1549).
Forma y prueba
En cuanto a la forma, puede decirse que la ley no exige una especial; por ello es posible
afirmar que hay libertad en la formalidad de elegir. Así lo dispone el art. 949, habiendo el
legislador mejorado la redacción del ex art. 873 que mereció críticas. Se infiere del texto
legal que no se exige una formalidad determinada y el sujeto puede utilizar los medios que
más le convengan; aun de manera tácita es posible renunciar.
Para algunos supuestos el Cód. Civil exige forma expresa: así para la renuncia absoluta de
la solidaridad (art. 836); renuncia a la garantía de evicción en la partición (art. 2406);
renuncia a la herencia con relación a los acreedores y legatarios (art. 2299), etc. Algunos
autores (Cano Martínez, Ranieri) han sostenido que cuando la abdicación es el resultado
del abandono material de una cosa, por ejemplo, renuncia al derecho real de dominio de
una cosa mueble por dejación, la renuncia no tiene forma sino una exteriorización, pues no
se manifiesta mediante declaración. En cuanto a su prueba, si la renuncia tiene como
naturaleza la de ser un acto jurídico no negocial, se aplicarán las reglas que regulan la
prueba de los actos y, más específicamente, las de los contratos (arts. 284, 287 y 1019).
Efectos de la renuncia.
Resulta importante establecer desde qué momento produce sus efectos la renuncia, ya que
a partir de allí el renunciante pierde el derecho; cuestión que se vincula también con la
"irrevocabilidad" del acto. Si bien el art. 946 habla de la necesidad de aceptación, ya
sostuvimos que por ser un acto unilateral es innecesario el acto de aceptación, y basta con
la manifestación de voluntad, o el acto de abandono, para que se perfeccione y produzca
efectos la renuncia. Sus efectos son ex nunc (hacia el futuro), y se extienden a los
accesorios (arts. 856 y 857).
Retractación
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
libertad para renunciar y retractarse, teniendo como límites la posible vulnerabilidad del
derecho de otro. La aceptación tiene como fin la protección del derecho de ciertos terceros
que se pueden ver perjudicados por revocación de la renuncia; por ello, y para fijar la
irrevocabilidad, es que se exige la aceptación, la que puede ser tácita, tal como cuando se le
hace saber al tercero del acto de abdicación mediante una comunicación recepticia. Si en el
interregno entre la renuncia y la retractación alguien adquiere un derecho, este no puede
verse alterado por el acto de arrepentimiento y no produce efectos la revocación (art. 947 in
fine).
El art. 950 del Código dice: "Se considera remitida la deuda, excepto prueba en contrario,
cuando el acreedor entrega voluntariamente al deudor el documento original en que consta
la deuda. Si el documento es un instrumento protocolizado y su testimonio o copia se halla
en poder del deudor sin anotación del pago o remisión, y tampoco consta el pago o la
remisión en el documento original, el deudor debe probar que el acreedor le entregó el
testimonio de la copia como remisión de deuda". La remisión de la deuda es la renuncia al
derecho de crédito que tiene el acreedor contra su deudor.
Puede ser expresa o tácita. Es expresa cuando la voluntad se manifiesta de esa manera. La
ley no exige términos sacramentales y puede exteriorizarse con diferentes significaciones,
tal como decir que "perdono la deuda", o "doy por extinguida la obligación", o "satisfecho el
cumplimiento", o directamente "remito el derecho creditorio", etcétera. También puede
manifestarse, como cualquier expresión de voluntad, en forma tácita, cuando es inferible
de la conducta del acreedor que quiso declinar el derecho creditorio. Entrega del título
original. La entrega al deudor del documento original del crédito es una de las formas
típicas de remisión, pero también, y esto lo brinda la experiencia diaria, cuando el deudor
paga le es dado el instrumento donde consta formalmente la obligación. La segunda parte
del art. 950 ha contemplado esta situación estableciendo una presunción legal que originó
ciertas críticas. El texto legal dice: "...Si el documento es un instrumento protocolizado y su
testimonio o copia se halla en poder del deudor sin anotación del pago o remisión, y
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tampoco consta el pago o la remisión en el documento original, el deudor debe probar que
el acreedor le entregó el testimonio de la copia como remisión de deuda".
Puede inferirse de esta norma las siguientes condiciones para que haya remisión tácita:
a) La entrega debe ser del instrumento original, ya que la tenencia de copias, testimonios o
fotocopias legalizadas o certificadas, etc. no presume nada en favor del deudor. Es tal así
que el art. 950 establece que si se trata de un documento protocolizado el deudor tuviere
de ello una "copia legalizada" no existe presunción alguna, y el deudor que pretende alegar
remisión o pago debe probarlo como en cualquier otro supuesto.
b) El acreedor debe obrar con absoluta libertad y el acto debe ser "voluntario" (art. 260); de
ello se infiere el deseo de liberar a su deudor. En consonancia con este criterio el art. 950
reafirma la necesidad de probar si se trató de una remisión o un pago.
c) La entrega debe ser hecha por el acreedor, ya que la que haga un tercero no autorizado o
facultado para renunciar en su nombre carece de efectos. Y al mismo deudor, pues si se lo
hace a otro, por ejemplo, a un notario para que lo tenga en depósito, no tiene ningún
efecto. Efectos.
Extinción de la obligación:
Sujetos plurales
En las obligaciones solidarias la remisión hecha por el acreedor a uno de los deudores
extingue toda la obligación extendiendo sus efectos al resto de los obligados (art. 846 inc.
b]). Si la obligación es mancomunada y dividida entre los acreedores y deudores, la
remisión hecha a un deudor extingue solamente esa porción de la obligación. Salvo que se
trate de un caso de mancomunación de objeto indivisible, donde se exige la unanimidad de
los acreedores para que tenga efecto pleno la remisión.
Entrega de la cosa dada en prenda: el art. 954 prevé que la restitución de la cosa dada en
prenda al deudor causa solo la remisión de la prenda, pero no la remisión de la deuda. Y
ello es lógico ya que si el deudor había constituido en garantía de su obligación una prenda
con desplazamiento de una cosa mueble y luego el acreedor se la entrega, la devolución
voluntaria de esa cosa presume solamente que se ha remitido el derecho real de garantía,
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pero no se ha renunciado al crédito. Tal entrega de la cosa dada en prenda, que presume la
remisión, admite prueba en contrario; por lo tanto, el deudor podrá alegar que se trató de
un cumplimiento y no de una remisión.
Geneviève Viney dice que la expresión "responsabilidad" es de un uso tan constante, tan
cotidiano, tan universal, que cuesta creer que su origen sea relativamente reciente;
efectivamente, aunque sus raíces son antiguas y figuran en los textos romanos (spondere,
respondere), en el diccionario de la lengua francesa la palabra responsabilidad festejó su
bicentenario no hace demasiado (se la incorporó en 1789); poco antes, en 1780, apareció a
ambos lados del Atlántico, bajo la pluma de dos hombres políticos, Jacques Necker y
Alexander Hamilton, que hablaron de la responsabilidad del gobernante. Con la acepción
que hoy se le da, comenzó a difundirse a mediados del siglo XIX, cuando los libros
comenzaron a abandonar el método exegético, lo sustituyeron por un plan lógico y
pedagógico y, consecuentemente, surgió la necesidad de forjar conceptos generales
expresados con palabras simples alrededor de las cuales se puedan reagrupar diversas
soluciones del derecho positivo (Kemelmajer de Carlucci).
Al respecto, Mayo y Prevot observan que la responsabilidad civil desde una visión
dogmática, además de ser considerada una institución jurídica del derecho privado, es
entendida como una obligación de resarcir, o como imputación de un hecho dañoso a un
sujeto, o bien, más profundamente, como una situación jurídica objetiva o como una forma
de sanción. En este último sentido, juristas destacados, reflexionando sobre este fenómeno,
consideran que la noción de responsabilidad "solo encuentra su justificación a través de la
idea previa de deber jurídico. Se es responsable porque se debe o se ha debido algo. La
responsabilidad es pues una forma de sanción del incumplimiento del débito, que es un
acto antijurídico.
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De ahí entonces que dentro de este contexto es que la responsabilidad civil sea definida, de
modo abstracto y general, "como la posición creada a un sujeto por la necesidad jurídica de
sufrir la pérdida de un bien a título de sanción (reparación o pena) dependiente de un
suceso determinado y, sobre todo, en razón de un daño que se le imputa a él" (Betti).
Finalmente, cabe apuntar que en la práctica "ser responsable" importa afrontar una
indemnización de contenido económico a favor de otra persona. Tiene, pues, una concreta
finalidad de satisfacción de la víctima por el victimario, a través de una prestación
patrimonial, que se impone a este último a favor de aquella (Alterini).
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trabajo (ley 9688 de 1915); en el Cód. Aeronáutico (ley 14.307de 1954); en la ley
17.048 de responsabilidad por daños nucleares y en la aplicación jurisprudencial
como obligación de garantía o seguridad. En rigor de verdad, tal como lo ha
destacado Messina Estrella de Gutiérrez, la teoría del riesgo creado (típico producto
jurídico de la era industrial), tuvo su primera recepción legal en el Cód. Com. de
1862, en los arts. 162 y 184, y en el Cód. Minería de 1886 en su art. 58. Con la
reforma al Cód. Civil de la ley 17.711 del año 1968, se incorporó en la segunda parte
del art. 1113, la teoría de la responsabilidad objetiva por el riesgo creado, en los
daños causados por el riesgo o vicio de las cosas, la que tuvo un alcance general (p.
ej., los daños causados por automotores en accidentes de tránsito). Además, fue
aplicada a la responsabilidad que causan los animales, prevista en los arts. 1124 y
ss. En lo que respecta a la teoría de la garantía, la misma fue elaborada por Boris
Starck, al considerar que en esta idea radica el fundamento total de la
responsabilidad civil. El jurista de origen rumano y formado en la Sorbona, parte de
la premisa según la cual debe tomarse en consideración el punto de vista del
damnificado, su seguridad y su propio derecho a la libertad, haciendo expresa
referencia a la imposibilidad corriente de la mayoría de las víctimas de encontrar y
demostrar la culpa del agente causante del hecho dañoso. Asimismo, da como
principio de la garantía el reconocimiento de un derecho individual a la seguridad,
donde toda violación ilegítima a un derecho constituye una injusticia por sí,
independientemente del estado psíquico de quien lo ocasiona. Zavala de González
sostiene que la garantía como factor de atribución implica la seguridad que alguien
brinda a terceros de que, si se produce un daño en determinadas circunstancias,
afrontará su resarcimiento. La garantía puede tener diferente origen; en la
responsabilidad por incumplimiento obligacional, la garantía se exterioriza a través
de una "obligación de seguridad", que puede ser principal o accesoria a lo que
constituye el objeto directo del convenio. En síntesis, nuestro derecho ha aceptado el
sistema de la culpa como elemento indispensable de la responsabilidad, sin perjuicio
de adoptar para algunos sectores la tendencia opuesta; la responsabilidad sin
culpabilidad aparece como un sistema de excepción que abarca quizá la mayor
cantidad de casos prácticos. En los últimos tiempos la doctrina y la jurisprudencia
nacionales se encuentran contestes en cuanto a que el objeto perseguido por el
derecho de daños no se limita al resarcimiento del perjuicio ocasionado, sino que
comprende otros fines, y en particular, la prevención del daño antes de que se
produzca (faz preventiva). En cambio, es más debatido si ese sector del derecho tiene
también una faz punitiva. El art. 1708 CC y C culmina todo debate al respecto, pues
por un lado amplía el ámbito del derecho de daños también a la prevención de
perjuicios futuros o en curso de producción, y por el otro descarta la supuesta
función punitiva.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La Corte Suprema de Justicia ha dicho que el alterum non laedere deriva directamente del
art. 19 de la CN. Tal axioma ha sido receptado en tres fallos dictados el día 5 agosto de
1986, recaídos en los autos "Santa Coloma c. Ferrocarriles Argentinos" (Fallos 308:1160),
"Gunther c. Estado Nacional" (Fallos 308:1118) y "Luján c. Nación Argentina" (Fallos
308:1109).
Con posterioridad ha precisado el Máximo Tribunal que tal principio exige que se coloque a
los damnificados en las mismas condiciones en que habrían estado de no haberse
producido el hecho ilícito ("Freddy c. Ferrocarriles Argentinos", de fecha 24/8/1995) y más
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
recientemente que ha precisado que "es la violación del deber de no dañar a otro lo que
genera la obligación de reparar el menoscabo causado y tal noción comprende todo
perjuicio susceptible de apreciación pecuniaria que afecte en forma cierta a otro en su
persona, en su patrimonio y/o en sus derechos o facultades (...) el principio de la
reparación integral es un principio basal del sistema de reparación civil que encuentra su
fundamento en la CN" ("Ontiveros, Stella Maris c. Prevención ART SA y otros s/accidente",
sent. del 10/8/2017).
Cabe destacar que tiempo antes la Corte Suprema había reconocido, en el caso "Aquino
Isacio", la íntima vinculación existente entre el derecho a la reparación integral y el deber
de no dañar a los demás consagrado en el art. 19de la CN ("Aquino, Isacio c. Cargo
Servicios Industriales", sent. del 21/9/2004, Fallos 327:3753, LL 2004-F-95). Vale decir, el
Tribunal Superior del país ha participado en el "proceso de constitucionalización" del
derecho de daños, al sostener en orden a una tarifación irrazonable de la indemnización
por accidentes laborales: que "es inconstitucional el art. 39 inc. 1º de la Ley de Riesgos del
Trabajo que exime de responsabilidad civil al empleador mediante la prestación del art. 15
inc. 2º de aquella, en cuanto importa un franco retroceso de la reparación integral y es
contrario al principio constitucional que prohíbe a los hombres dañar los derechos de un
tercero, a la justicia social y a la dignidad humana".
El art. 1740 del Cód. Civ. y Com. dice: "Reparación plena. La reparación del daño debe ser
plena. Consiste en la restitución de la situación del damnificado al estado anterior al hecho
dañoso, sea por el pago en dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro
específico, excepto que sea parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o
abusivo, en cuyo caso se debe fijar en dinero. En el caso de daños derivados de la lesión al
honor, la intimidad o la identidad personal, el juez puede, a pedido de parte, ordenar la
publicación de la sentencia, o de sus partes pertinentes, a costa del responsable".
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El principio de reparación plena que expresa el Cód. Civ. y Com., impone a los operadores
jurídicos y, en especial, a los jueces, hacer una estimación en el caso concreto, lo más
exacta posible de cada tipo de perjuicios, alcanzando de tal modo una aproximación
rigurosa, jurídica, que permita determinar la indemnización (Calvo Costa). Este principio se
hallaba en el Cód. Civil de Vélez (arts. 1068, 1069, 1077, 1079, 1082 y concs.). Es preciso
entender que este principio no implica que el responsable deba reparar todo daño material
ocasionado con su acto. Solo son reparables aquellos daños que prevé la ley y que tengan
conexión causal adecuada con ese acto. Hablamos de causalidad jurídica y no material
(Atilio Alterini)
El art. 1740 señala que la reparación plena consiste en la restitución de la situación del
damnificado al estado anterior al hecho dañoso. Volver las cosas al estado anterior, implica
borrar los efectos nocivos del acto dañoso. No mejora la situación de la víctima, sino que
pretende colocarla en la situación concreta en la que se encontraba antes del suceso.
Pueden existir limitaciones razonables; una muestra de ellos son algunas disposiciones que
se hallan dentro del Código: 1) Las indemnizaciones limitadas por razones de equidad (art.
1742); 2) la dispensa anticipada de responsabilidad (art. 1743); 3) El art. 10 de la ley
21.499 de Expropiación: la indemnización solo comprende el valor objetivo del bien y los
daños que sean consecuencia directa e inmediata de la expropiación. No se comprende el
lucro cesante; 4) El "daño directo" al consumidor indemnizable en sede administrativa,
previsto en el art. 40 de la ley 24.240 de Defensa del Consumidor; 5) La indemnización en
la responsabilidad del Estado por actividad legítima, según lo dispuesto en el art. 5º de la
ley 26.944. Comprende el valor objetivo del bien y los daños que sean consecuencia directa
e inmediata de la actividad estatal, sin que se tomen en cuenta circunstancias de carácter
personal, valores afectivos ni ganancias hipotéticas. No incluye tampoco la reparación del
lucro cesante.
262
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Se denomina así a los casos en que la ley cuantifica los daños y esa es la indemnización
que procede: la prevista por la ley, generalmente, a través de una fórmula o procedimiento
(indemnización tarifada). En otros casos la ley dispone "topes indemnizatorios", es decir,
límites en sumas de dinero o de valores económicos, por encima de los cuales el sistema no
reconoce valor jurídico a la obligación de resarcir (Alterini, Pizarro-Vallespinos).
Ello acontece, por ejemplo, en la Ley de Riesgos del Trabajo (ley 24.557) o en la ratificación
del Convenio de Roma sobre daños causados a terceros en la superficie por aeronaves
extranjeras (art. 11), que consagran sistemas de indemnización tarifada. En el primer caso,
para el daño que derive de incapacidad o muerte del trabajador durante el tiempo de
prestación de servicios, por el hecho o en ocasión del trabajo.
También hay tarifaciones en los arts. 155 y 183 del Cód. Aeronáutico; en el art. 364 de la
Ley de Navegación (ley 20.094) y en la Convención de Viena sobre Responsabilidad por
Daños Nucleares (ley 17.048).
Así, el art. 1740 del Cód. Civ. y Com. establece que la reparación consiste en "la restitución
de la situación del damnificado al estado anterior al hecho dañoso, sea por el pago en
dinero o en especie. La víctima puede optar por el reintegro específico excepto que sea
parcial o totalmente imposible, excesivamente oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar
en dinero. En el caso de daños derivados de la lesión del honor, la intimidad o la identidad
personal, el juez puede, a pedido de parte, ordenar la publicación de la sentencia o de sus
partes pertinentes, a costa del responsable".
En relación con la reparación y el modo en que debe realizarse, Zannoni enseña que
mientras la reparación "natural o en especie" tiende a reponer ut singuli el bien dañado
(sin tales daños); la reparación por equivalente toma en cuenta su valor patrimonial
mensurable a través del común denominador: el dinero; o en algunos casos con la
reposición de un bien similar que equivale al dañado (esto último es posible cuando hay
fungibilidad entre el bien dañado y el que se pretende entregar a cambio).
En la mayoría de los casos, en especial cuando los daños versan sobre la integridad
psicosomática de las personas, la indemnización de los menoscabos patrimoniales y los no
patrimoniales será efectuada con una suma de dinero compensatoria. Lo mismo ocurre en
los daños derivados del homicidio cuando los damnificados reclaman iure propio como lo
prevé el art. 1745. La norma permite la "opción" entre: la reparación "en especie o en
dinero". Pero ello siempre que no sea total o parcialmente imposible, excesivamente
oneroso o abusivo, en cuyo caso se debe fijar en dinero.
263
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
También está previsto, para los casos de daños al honor, a la intimidad o a la identidad de
la persona, que el resarcimiento en dinero del perjuicio se complemente con la publicación
total o de las partes pertinentes de la sentencia a costa del responsable de ocasionar el
menoscabo, con lo cual se procura brindar una mejor forma de procurar el resarcimiento
de la víctima o damnificado de acuerdo con las particularidades de cada caso
Las pautas sentadas por la doctrina para aplicar la "compensación del daño con el lucro"
son: 1) tanto el daño como el lucro, deben provenir del mismo hecho; 2) para apreciar los
lucros obtenidos, así como los daños ocasionados, se atiende a las consecuencias
inmediatas y mediatas de la relación causal; 3) el beneficio obtenido debe tener "certeza" tal
como se requiere del daño; 4) la compensación del daño con el lucro no se admite cuando
el autor del ilícito obró con "dolo" (Alterini, Jorge), aspecto concreto sobre el que no se ha
expedido la mayoría de la doctrina, al menos cuando la responsabilidad deriva del
incumplimiento contractual. La existencia del dolo obstaría la aplicación de la compensatio
en razón de que existe otro principio superior: que ante el dolo del autor del daño, hay un
agravamiento de la responsabilidad por lo que el responsable deberá afrontar la totalidad
de la indemnización del perjuicio que ha causado
264
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El tema de la prevención fue discutido en variados Congresos y Jornadas. Así, por ejemplo,
en las IX Jornadas Nacionales de Derecho Civil (Mar del Plata, 1983), se sostuvo que
"según el caso, podrá solicitarse la prevención del daño, su cesación o su reparación"; en
las XXIII Jornadas Nacionales de Derecho Civil (San Miguel de Tucumán, 2011), la
Comisión nro. 8 sobre Daños afirmó que "La función preventiva es prioritaria en el derecho
de daños", que "Los principios de prevención y precaución se inscriben dentro de esa
función" y que "Dichos principios proyectan su operatividad en el campo sustancial y
procesal"; y en las III Jornadas Marplatenses de Responsabilidad Civil y Seguros (Mar del
Plata, 2012), se dijo que "La Comisión considera apropiada la recepción por el Proyecto de
Código Civil y Comercial de la Nación (en adelante Proyecto 2012) de la función tripartita
de la responsabilidad civil y el reconocimiento de idéntica jerarquía a cada una de ellas, ya
que se tutela el patrimonio, la persona y los derechos de incidencia colectiva".
Por su parte, en los Fundamentos del Anteproyecto del nuevo Código se expresa que "La
necesidad de una diversidad de finalidades se aprecia si... no sólo se tutela el patrimonio,
sino también la persona y los derechos de incidencia colectiva, poniéndose de relieve la
función preventiva de la responsabilidad civil en materia de derechos personalísimos al
expresar: "Cuando se trata de la persona, hay resarcimiento pero también prevención, y en
muchos aspectos, como el honor, la privacidad, la identidad, esta última es mucho más
eficaz". Con relación a los derechos de incidencia colectiva, se afirma: "...surge con claridad
que la prevención es prioritaria y precede a la reparación, sobre todo cuando se trata de
bienes que no se pueden recomponer fácilmente".
Nuevas funciones
265
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Hemos anticipado que el actual derecho de daños presenta una función preventiva, es
decir, la posibilidad de que el sistema jurídico actúe ex ante de que el daño ocurra, a fin de
evitar de que el perjuicio suceda o se agrave (art. 1710). Se dice que el principio alterum
non laedere se inspira, en primer lugar, en la idea de no dañar al otro, significación que
permite colegir "actuar antes de que se dañe" (López Herrera).
La prevención del daño no es una tarea que resulte extraña al derecho en general, ni al
derecho civil en particular. El sistema jurídico debe indudablemente mantener una función
preventiva y disuasiva. Que otras ramas del derecho tengan por función la prevención del
266
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
daño no quiere decir que el derecho de la responsabilidad civil no sirva como instrumento
preventivo o, lo que es peor, que no deba aspirar a serlo.
López Herrera entiende que, si de indemnizar se trata, la responsabilidad civil como puro
mecanismo reparatorio es bastante insuficiente y costosa. Por eso es que las leyes
modernas buscan sustituir o complementar la reparación con sistemas de seguridad social
o seguros de responsabilidad civil obligatorios.
Al respecto, Aciarri cita el derecho de daños norteamericano, en el que se distingue el
general deterrence (la prevención general) y el specific deterrence (la prevención específica).
La noción de "prevención general", implica que en ciertas circunstancias las personas
toman decisiones y actúan de un modo tendiente a situarse en un estado que consideran
más beneficioso. Esta premisa ha sido estudiada en el ámbito económico del derecho. En
términos técnicos esa es la idea subyacente en el término "costo". La perspectiva de
afrontar una indemnización o una sanción genera incentivos para actuar de cierto modo.
Se evalúa la magnitud y la probabilidad de sufrir consecuencias jurídicas.
Esta noción de prevención general se refiere a los casos en los que la prevención surge de
la decisión del propio autor de la conducta potencialmente riesgosa: ante la posibilidad de
enfrentarse al pago de una indemnización, cada persona puede decidir si prefiere colocarse
en esa situación, o adoptar las medidas que reduzcan la probabilidad de causar un daño y
quedar condenado al pago de una indemnización.
Este tipo de prevención fue reconocida por la Corte Suprema cuando consideró que "las
consecuencias económicas que podrían derivarse de juicios de responsabilidad civil de los
asistentes a espectáculos deportivos están en manos de los propios organizadores. En la
medida en que sean rigurosos con la seguridad, sancionen a quienes ponen en riesgo,
tendrán menos reclamos. Ello constituye un poderoso incentivo económico para el
cumplimiento efectivo de sus obligaciones" (CS, "Mosca, Hugo Arnaldo c. Provincia de
Buenos Aires", LL 2007-B-261, con nota de Atilio A. Alterini en RCyS, 2007-344 y de Félix
A. Trigo Represas en DJ 2007-II-10).
267
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En el análisis del Proyecto de 2012, analizaba que si bien la tutela preventiva (o inhibitoria)
acciones para evitar que un daño se produzca ha sido disciplinada con acierto, ponía de
resalto que tutela siempre ha existido, desde tiempos pretéritos (Trigo Represas), y que bien
podría ubicarse en el campo de un genérico derecho de daños (Llamas Pombo), a menos
que se pretendiera que, conceptualmente, la responsabilidad civil no es la obligación de
reparar el daño, si no el deber de evitarlo a más del de repararlo. Entiende que este es el
sentido de los arts. 1711 y 1712.
Al margen de ello considera que "la prevención no puede erigirse en función normativa de
la responsabilidad civil, debido a que un sujeto piense ex ante que si daña tendrá que
pagar una indemnización; ni tampoco porque ex post una sentencia judicial le imponga la
obligación resarcitoria. En todo caso, esas conductas que deberían asumir
espontáneamente las personas en sociedades civilizadas y respetuosas del prójimo y de la
ley, y que muchísimas veces no observan, son actitudes psicológicas de hecho que carecen
de alcance normativo; son como bien destaca Pantaleón Prieto un subproducto fáctico de la
compensación (la doctrina española apoyó muchas veces este temperamento, como se
advierte en trabajos de Pena López, M. Medina Alcoz, Yzquierdo Tolsada, Llamas Pombo,
Díez-Picazo y otros). Esta idea se atisba en el art. 1º.100 de los Principios de Derecho
Europeo de la Responsabilidad Civil (PELT)".
A lo expuesto, añade que "tampoco la prevención puede admitirse sobre la base del castigo,
pues la culpa, hoy día ensombrecida por la responsabilidad objetiva, no posee un carácter
retributivo sino otro que apunta a adjudicar el daño al culpable por ser ello justo.
Asimismo, el daño moral es resarcitorio y las penas que se impongan frente a la comisión
de determinados daños típicos, aunque pueden ser perfectamente admisibles —quede bien
entendido—, no deberían ir a parar a manos de las víctimas sino a manos de la comunidad
(o del tesoro), como se ha dicho, vale decir, de la sociedad, que es la verdadera perjudicada.
Prueba de ello es que la responsabilidad civil está sujeta al principio dispositivo (o
rogatorio) —no puede establecerse de oficio—, que para graduar la indemnización se
atiende de forma objetiva a la entidad del daño y no a la gravedad de la falta, que es posible
cubrir con un seguro dicha responsabilidad y, que, en general, la indemnización es
transmisible iure hereditatis. Estas premisas están muy bien contempladas en los arts.
1738, 1739 y 1740 del Proyecto".
268
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Com. El ordenamiento reconoce como fuente el art. 1585 del Proyecto de Cód. Civil de
1998, el principio preventivo previsto en el art. 1227del Cód. Civil italiano, el art. 7º.4.8.
sobre atenuación del daño de los principios Unidroit sobre Contratos Comerciales
Internacionales de 2010 y los principios del Derecho Europeo de Contratos en su art. 9505.
Acción Preventiva.
Requisitos y sentencia judicial. Análisis de los supuestos previstos en los arts. 1708 a
1715.
Son presupuestos de la acción:
o La autoría de quien omite cumplir con el deber de prevención;
o La antijuridicidad, en tanto hay violación del mentado deber de prevención.
Entiendo que no resulta aplicable lo dispuesto en ella art. 1717 que prevé la
"antijuridicidad de la acción u omisión que causa un daño", dado que en el supuesto
que comentamos, no se ha producido aún el perjuicio. De allí que cabe recurrir a los
fundamentos del Proyecto de Cód. Civ. y Com. para comprender que la
antijuridicidad es en el caso, la que emerge de la violación al deber de prevención que
establece el art. 1710.
o La relación de causalidad, porque la amenaza de daño debe ser previsible de
acuerdo con las disposiciones sobre el tema en el art. 1726 del Código.
El art. 1712 dispone sobre la legitimación: "Están legitimados para reclamar quienes
acreditan un interés razonable en la prevención del daño". La norma es amplia, se trata de
juzgar cuando existe un interés razonable para pedir judicialmente la cesación de una
actividad. Puede tratarse de la posible víctima del daño aún no acaecido.
269
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Finalmente, el art. 1713 prevé: "La sentencia que admite la acción preventiva debe
disponer, a pedido de parte o de oficio, en forma definitiva o provisoria, obligaciones de dar,
hacer o no hacer, según corresponda; debe ponderar los criterios de menor restricción
posible y de medio más idóneo para asegurar la eficacia en la obtención de la finalidad".
El juez está facultado "a pedido de parte o de oficio" a ordenar obligaciones a las partes.
Las características de las obligaciones referidas y su carácter provisorio o definitivo
dependerán de cada caso concreto. Implica que no necesariamente el juez se ciñe al pedido
del legitimado para la acción, sino que evaluará la medida más eficaz dentro de los
parámetros que la ley le impone.
La sentencia puede establecer una obligación de dar, de hacer o de no hacer: bien puede
disponer el cese de una actividad, o bien la realización de acciones concretas. Así, p. ej., en
el caso de la aplicación de la prevención para solicitar el cese de actos discriminatorios, o el
cese de la afectación al medio ambiente, o bien, accionar para el otorgamiento de
tratamientos o beneficios necesarios para la salud del peticionante.
270
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La figura de los daños punitivos resulta extraña a la tradición jurídica en el campo del
derecho civil. Son indemnizaciones que surgieron en el ámbito del derecho anglosajón y
quedan reservadas a los casos en los cuales el jurado considera que el demandado causó el
daño con malicia, intencionalidad. La conducta del demandado pone de manifiesto una
desconsideración consciente, indiferente, maliciosa u opresiva de los derechos e intereses
del actor. Se conceden para castigar y prevenir, funciones casi del derecho criminal, que se
ventilan en juicio por jurados y en un proceso que dista del aplicado en el derecho
continental europeo.
271
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El sistema de los daños punitivos, tal como ha sido concebido y aplicado en el derecho
anglosajón, ha recibido fuertes críticas en el derecho continental europeo y en nuestro
país.
En los casos de daños causados a una pluralidad de personas, como ocurre en los daños
masivos, los primeros en pleitear podrían quedarse con una parte desproporcionada de
recursos del demandado, o con todos, si este tras el pleito se vuelve insolvente.
El art. 1715 completa al anterior con las facultades del juez: "En el supuesto previsto en el
art. 1714 el juez puede dejar sin efecto, total o parcialmente, la medida". Se sabe que este
artículo fue desgajado del artículo originario para mantener la numeración original del
articulado, puesto que claramente esta norma pudo haber sido incluida en el art. 1714. Al
respecto, López Herrera dice que el art. 1714 no tiene mayor sentido y solo se explica
porque en el Senado no se quiso directamente suprimirlo y renumerar todos los demás
artículos del Código. Con relación al art. 1715 sostiene que se trata de un artículo
superfluo como el anterior.
Puede inferirse que la finalidad de los actuales arts. 1714 y 1715 se emplaza en la
reafirmación de las facultades judiciales de morigeración o reducción de obligaciones
excesivas o abusivas, de fuente legal o convencional. Su campo de aplicación, como se
desprende de los fundamentos del dictamen de la Comisión Bicameral, corresponde a los
272
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Ahora bien, como ejemplos de personas que pueden sufrir un daño patrimonial, ante el
fallecimiento de un allegado como consecuencia de un ilícito, cabe mencionar:
273
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
* El cónyuge supérstite, los hijos menores de edad y otros convivientes: queda claro
que estas personas podrán sufrir un daño patrimonial derivado de la muerte de quien fuera
su esposo o esposa, conviviente o progenitor y sostén económico del hogar. Bien podrá
presumirse este perjuicio, aunque su cuantía deberá demostrarse. La regla del nuevo art.
1741 CCyCN, referido a los daños no patrimoniales, sin duda brinda una pauta con
relación a eventuales legitimados activos por daño patrimonial.
* Los padres del causante menor de edad: cuando quien fallece es menor de edad, podrá
presumirse el daño patrimonial sufrido por los padres convivientes, que de acuerdo a la
experiencia, consistirá en la pérdida de chance de apoyo económico futuro por parte del
hijo fallecido.
Se legitima así el reclamo por personas cercanas en el afecto del damnificado, cuando fuere
o hubiere sido manifiesta su convivencia, en casos de grave incapacidad o fallecimiento de
aquél, como producto del daño. Y de este modo, se recogen los resultados de una extensa
experiencia jurisprudencial y de las propuestas de un sector vasto de la doctrina, que
reclamaba un giro en la política legislativa, con ampliación de los legitimados para estos
casos.
Finalmente, y con especial relación a los daños causados a las cosas o bienes, el nuevo
Código Civil y Comercial dispone que serán legitimados activos (conf. art. 1772 CCyCN):
* El titular de un derecho real sobre la cosa o bien: queda aquí comprendido el dueño, el
usufructuario, el usuario, cada uno con relación a los propios derechos que pudieren
resultar perjudicados.
274
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
lucro cesante, por ser esos daños suyos, no así la reparación del inmueble, cuya reclamo
corresponderá a su dueño.
Legitimación pasiva este supuesto interesan las figuras del responsable directo e indirecto
del daño. El nuevo Código, al referirse a los sujetos responsables expresa: "Es responsable
directo quien incumple una obligación u ocasiona un daño injustificado por acción u
omisión" (art. 1749 CCyCN). Una lectura literal de la disposición, sugiere su referencia a la
actuación personal del agente Parece así indiscutible que el abogado a quien se ha
encomendado la contestación de una demanda y no actúa en tal sentido, incumple con su
obligación; que quien propina un puñetazo a otro cometerá una acción injustificada que lo
hará responsable; y que quien omite llamar al servicio de emergencias, ante la hemorragia
sufrida por una persona que está a su lado, sin otra compañía, pudiendo hacerlo, se
hallará obligado directamente por su omisión injustificada. Claro está, que todo ello será
así, en la medida en que se ocasione un daño.
La doctrina ha postulado que este tipo de responsabilidad no sólo será "directa" para quien
personalmente ha incumplido, sino también para el obligado contractual de la prestación y
de la protección. Este último, se habrá valido de un tercero para la ejecución material de la
prestación a su cargo, pero su rol permanecerá invariable (Boragina; Lorenzetti).
Así, por ejemplo, si quien omitió contestar la demanda fue Mauro (abogado joven), pero
José (cliente) en realidad contrató a Raúl (titular del estudio jurídico) para que llevara
adelante su caso, desde esta posición doctrinaria, Raúl también será responsable directo, y
consecuentemente, legitimado pasivo, pues él habrá sido deudor directo de la prestación,
como contratante principal. Ahora bien, similares disquisiciones podrán presentarse en
cuanto a la responsabilidad por el hecho de terceros (arts. 1753 a 1756 CCyCN); y en
ciertos casos que involucran la responsabilidad derivada de la intervención de cosas y de
ciertas actividades (art. 1757 a 1759 CCyCN); la responsabilidad colectiva o anónima (arts.
1760 a 1762 CCyCN) y los supuestos especiales de responsabilidad (arts. 1763 a 1771
CCyCN). De allí la importancia de la norma que habilita el ejercicio de acciones contra los
responsables directos e indirectos del daño (art. 1773 CCyCN).
Transmisión de la acción.
La acción indemnizatoria por daño patrimonial es transmisible tanto por actos entre vivos,
como por causa de muerte (conf. arts. 1616 y 2277 CCyCN). En cuanto a la transmisión de
la acción indemnizatoria por el daño extrapatrimonial, cabe distinguir: Si se trata de actos
entre vivos: si bien el art. 1616 CCyCN citado admite la cesión de derechos en forma
amplia, el art. 1617 CCyCN prohíbe expresamente la cesión de derechos inherentes a la
persona.
La doctrina clásica entendió que la acción por daño moral era intransferible (Brebbia,
Orgaz), mientras que en la actualidad la mayoría de los autores interpreta lo contrario, al
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
asumir que la acción nacida del daño a un interés espiritual tiene carácter patrimonial
(Boragina, Bueres, Calvo Costa, Mosset Iturraspe, Pizarro-Vallespinos y Zavala de
González, entre otros). Si se trata de actos mortis causa: sólo puede ser transmitida la
acción a los sucesores universales del legitimado si es interpuesta por éste (conf. art.
1741, inc. 2º, CCyCN).
Extinción.
La acción civil para reclamar el daño se extingue por ciertos modos tradicionales de
finalización de las obligaciones previstos en la ley de fondo. Asimismo, puede incidir en su
terminación, el efecto de algunos institutos regulados por el derecho procesal, como
mencionaremos a continuación:
Relaciones entre las acciones civil y penal: régimen del Código Civil y Comercial y del
Código Penal: acción civil en sede penal; condiciones y características. Acción
indemnizatoria en sede civil. Prejudicialidad. Concepto, casos y excepciones.
En este sentido, la acción civil centra su atención en la reparación de los daños sufridos
por la víctima y se inicia a instancia del interesado, mientras que la acción criminal centra
su atención en el interés público y atiende a la figura del ofensor, juzgando si le
corresponde una pena y, en su caso, cuáles son sus alcances. Ello implica que ante la
276
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Tales procesos podrán tramitar en sede penal y civil, respectivamente (como es habitual), o
bien reclamarse también la indemnización en sede penal, supuesto en el cual todo el
procedimiento se dirimirá en tal sede. Sobre el particular, el nuevo Código Civil y Comercial
es explícito, al disponer: "La acción civil y la acción penal resultantes del mismo hecho
pueden ser ejercidas independientemente.
En los casos en que el hecho dañoso configure al mismo tiempo un delito del derecho
criminal, la acción civil puede interponerse ante los jueces penales, conforme a las
disposiciones de los códigos procesales o las leyes especiales" (art. 1774 CCyCN). Por su
parte, el Código Penal permite que los jueces fijen en sus sentencias la indemnización del
daño material o moral causado a la víctima (conf. art. 29 del Código Penal).
La opción entre uno u otro tipo de proceso, a los efectos del resarcimiento, es siempre de la
víctima del daño. Resulta necesario mencionar que con independencia del carácter que
asuma la víctima en el proceso penal (ej., denunciante, querellante), y del impulso que
pueda ella dar a esa acción, ésta procede de oficio en función del interés público
comprometido, salvo excepciones (ej., delitos de instancia privada y delitos de acción
privada, en los términos de los arts. 72 y 73 del Código Penal). Ello no es así en el caso de
la acción civil indemnizatoria: en este caso, la parte actora tiene la carga de impulsar su
reclamo, pudiendo caducar la instancia e inclusive extinguirse la obligación —en las
condiciones previstas por la ley de fondo—, si no cumple con tal carga.
Dispone el art. 1775 del nuevo Código Civil y Comercial de la Nación, que "Si la acción
penal precede a la acción civil, o es intentada durante su curso, el dictado de la sentencia
definitiva debe suspenderse en el proceso civil hasta la conclusión del proceso penal, con
excepción de los siguientes casos: a) si median causas de extinción de la acción penal; b) si
la dilación del procedimiento penal provoca, en los hechos, una frustración efectiva del
derecho a ser indemnizado; c) si la acción civil por reparación del daño está fundada en un
factor objetivo de responsabilidad".
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De otro lado, de acuerdo al nuevo art. 1776 del Código Civil y Comercial: "La sentencia
penal condenatoria produce efectos de cosa juzgada en el proceso civil respecto de la
existencia del hecho principal que constituye el delito y de la culpa del condenado".
Por su parte, de acuerdo al nuevo art. 1778 CCyCN: "Las excusas absolutorias penales no
afectan a la acción civil, excepto disposición legal expresa en contrario". Se aclara además
en este texto legal que "Si la sentencia penal decide que el hecho no existió o que el
sindicado como responsable no participó, estas circunstancias no pueden ser discutidas en
el proceso civil. Si la sentencia penal decide que un hecho no constituye delito penal o que
no compromete la responsabilidad penal del agente, en el proceso civil puede discutirse
279
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
libremente ese mismo hecho en cuanto generador de responsabilidad civil" (conf. art. 1777
CCyCN).
En este sentido:
Cabe advertir que aquello que no resulta susceptible de ser revisado se refiere a
circunstancias fácticas. Concretamente, si un tribunal ya dijo que algo no sucedió o que
alguien no participó, resultaría contradictorio que otro tribunal interpretara lo contrario.
En este sentido, se dice que impiden la reparación del daño (art. 1779 CCyCN):
280
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
De acuerdo al art. 1780 del nuevo Código Civil y Comercial, la sentencia penal posterior a
una sentencia civil no produce ningún efecto sobre ella, salvo los casos de revisión. Éstos
proceden en los supuestos enunciados a continuación, siempre que medie petición de la
parte interesada:
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
condena penal previa a la sentencia civil pasada en autoridad de cosa juzgada (conf.
art. 1104 del Código Civil de Vélez Sarsfield).
Si bien algunos de esos supuestos han perdido vigencia y el nuevo Código no cuenta con
una regulación tan explícita sobre estos casos, pensamos que puede considerarse
subsumida dentro de los "otros casos previstos por la ley" la situación del presunto bígamo.
En este sentido, para que se configure el delito de matrimonio ilegal por bigamia, no deben
quedar dudas acerca del alcance del vínculo matrimonial correspondiente. Así, por ejemplo,
si el acusado por este delito demandó civilmente la nulidad del primer matrimonio, el juez
penal deberá aguardar el dictado del fallo civil para poder dictar sentencia. La validez o
nulidad del matrimonio condicionará la decisión del juez penal.
Los presupuestos de la responsabilidad civil son los elementos que conforman el supuesto
de hecho para que proceda el deber de resarcir.
Existe una discusión sobre el número de los elementos que conforman tales presupuestos,
así como también su significado y alcance. Mayo y Prevot exponen que "la doctrina, en un
intento de conceptualización y ordenación de la materia que supere el tratamiento
casuístico y disperso de las soluciones jurisprudenciales, ha tratado de definir los
elementos técnicos de base que han de conducir al operador jurídico a un diagnóstico
sobre la presencia, en el caso, de un daño resarcible y de un sujeto responsable, así como a
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En nuestra opinión, para que exista responsabilidad civil deben reunirse los siguientes
presupuestos: 1) la antijuridicidad; 2) el factor de atribución subjetivo u objetivo; 3) la
relación causal adecuada; y 4) el daño resarcible, de acuerdo con las disposiciones
consagradas en el Cód. Civ. y Com. (arts. 1716 a 1748).
Los presupuestos son comunes para las dos órbitas de la responsabilidad, sea por el
incumplimiento obligacional ("responsabilidad contractual") o por la violación al deber de
no dañar a otro ("responsabilidad extracontractual" o "aquiliana"). No obstante ello, y aun
cuando asistimos a la unificación de las normas de responsabilidad en el Cód. Civ. y Com.,
cada órbita tiene normas de aplicación específicas, dada las particularidades que
presentan cada una de ellas.
2. Antijuridicidad: concepto.
Distintos criterios.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
exista una disposición legal que imponga una conducta u omisión se está en
presencia de una ilicitud formal. Esta tesis encuentra fundamento en el principio
constitucional de que nadie está obligado a hacer lo que la ley no manda, ni privado
de lo que ella no prohíbe. Se identifica antijuridicidad con ilegalidad.
Material: Desde otro punto de vista, el criterio de antijuridicidad material amplía
el horizonte y se extiende más allá del concepto de ilegalidad. Antijurídica en la
conducta contraria a la ley, al orden público y a las buenas costumbres, incluyendo
para algunos autores, la creación de riesgo con peligro de daño a terceros. También
incluyen dentro del contexto de la totalidad normativa a las relaciones contractuales;
por lo que el incumplimiento del deudor de la obligación impuesta en la relación
contractual es también un presupuesto de actividad antijurídica.(recepta esta teoría
el nuevo código
Subjetiva: Durante la vigencia del Cód. Civil de Vélez Sarsfield, algunos autores
sostenían que la ilicitud tenía un carácter subjetivo: pues interpretaban que los arts.
1066 y 1067 exigían la voluntariedad del sujeto que realizaba el accionar.
Objetiva: la antijuridicidad es un concepto objetivo, pues evalúa la mera
contradicción de la conducta con el ordenamiento jurídico, sin entrar en valoraciones
subjetivas, es decir, sin importar si la conducta, además de contraria a derecho,
puede ser calificada de culpable o dolosa.(recepta esta teoría el nuevo código)
El contrato es ley para las partes, y ante su incumplimiento se viola no solo la norma
individual que surge del mismo, sino también el ordenamiento jurídico en general en
cuanto le da fuerza vinculante al acuerdo de las partes. Ante la violación del contrato o el
incumplimiento de una obligación nace también un ilícito configurado por una conducta
contraria en forma inmediata a la convención y mediata a la ley positiva.
La noción de ilicitud está configurada por la violación del derecho en general, expresada en
el principio alterum non laedere (no causar daño a los demás), que integra el ordenamiento
jurídico a nivel constitucional; ello siempre y cuando no exista una causa de justificación
para causar el daño (arts. 1717 y 1718). El principio de "no dañar a otro" es un principio
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general que como tal constituye una norma jurídica en sentido sustancial, pues suministra
pautas o modelos de conducta.
285
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Se entiende que la acción u omisión dañosa es antijurídica, a menos que su causa sea
justificada. Nos detendremos seguidamente en una serie de supuestos en los cuales, si
bien se observa un incumplimiento u obrar antijurídico por parte del deudor, éste le
resulta inimputable. Por ello, en estos casos puede no resultar aplicable el criterio de
acuerdo al cual el daño causado al acreedor debe ser reparado en forma integral, al no ser
responsable el deudor por las consecuencias del acto, o serlo en una medida diferente.
Legítima defensa: La ley sigue, en general, los lineamientos previstos en el Cód. Penal:
cuando el medio utilizado es racionalmente empleado, frente a una agresión actual o
inminente, lícita y no provocada. Y hace mención expresa al derecho del tercero que no fue
agresor ilegítimo y sufre daños como consecuencia del hecho realizado en legítima defensa.
Este tercero tiene derecho a reclamar una indemnización plena. La norma fija una serie de
criterios para poder evaluar más adecuadamente cuándo es legítima la defensa, entre los
que se destacan:
Una agresión ilegítima: el ataque perpetrado o bien inminente debe ser contrario
a la ley. Si quien comete la agresión, lo hace en ejercicio regular de un derecho, no
cabe la aplicación de la legítima defensa. Por ejemplo, si el oficial de justicia, en
cumplimiento de una orden judicial, ejecuta una orden de desahucio de una
vivienda, el desalojado que agrede al oficial de justicia no podrá oponer la legítima
defensa. Se acepta que la agresión se halle dirigida, no sólo contra la persona o los
bienes del defendido, sino también de sus allegados (cónyuge, hijos, padres, amigos)
o aun de personas desconocidas, a las cuales el deudor se haya sentido con el deber
de ayudar.
Racionalidad del medio empleado: este requisito se refiere al comportamiento
de quien se defiende. La racionalidad hace a la proporción entre el ataque, los
derechos llamados a proteger y los medios utilizados para la defensa y supone un
doble análisis referido a la necesidad de la defensa misma y al medio empleado
(Orgaz). La falta de racionalidad de los medios empleados, en relación con los
utilizados para la agresión, dan lugar al "exceso en la legítima defensa" (conf. art. 35
del Código Penal). En materia civil, se entiende que, en este supuesto, el agresor y el
agredido deben asumir la carga de reparar los daños ocasionados, según la
incidencia causal de sus conductas y las respectivas culpas en el resultado.
Falta de provocación suficiente: por último, para la existencia de una legítima
defensa deben analizarse los comportamientos de las partes y verificarse que la
actitud del defendido no haya sido causa adecuada de la agresión. Si se tratare de un
supuesto en el que la provocación fuere insuficiente, el planteo de legítima defensa
podrá no acogerse, o bien responsabilizarse en forma conjunta a los involucrados en
el suceso, según las circunstancias. Finalmente, la norma reconoce el derecho a una
reparación integral por el tercero damnificado por una acción de legítima defensa, si
él no fuera el agresor ilegítimo. Así redactada, la disposición es sugerente de que si el
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perjuicio lo sufre directamente quien realizó tal acción, como mínimo, la reparación
podrá no ser plena.
Requiere de:
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En sentido amplio, solemos asociar el daño con el detrimento de valores económicos (daño
patrimonial), y asimismo con la lesión al honor, a las afecciones legítimas y a los derechos
inherentes a la personalidad (daño extrapatrimonial, antes denominado daño "moral"). Sin
embargo, han existido en nuestros países arduas discusiones doctrinarias relativas al
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
alcance de este concepto, favorecidos por el hecho de no haberse definido éste en el Código
de Vélez Sarsfield.
Claro está, en cualquier caso, que el daño que aquí nos interesa, es aquel que además de
constituir un fenómeno físico, constituye un concepto de interés para los juristas.
El nuevo Código Civil y Comercial dedica una Sección al daño resarcible (Secc. 4ª, Cap. 1,
Tít. V) y lo define en los siguientes términos: "Hay daño cuando se lesiona un derecho o un
interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la persona, el
patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva" (art. 1737).
Sigue así, en esencia, la idea moderna de que el daño objeto de resarcimiento es aquel que
consiste en la lesión a un derecho o a un interés merecedor de protección conforme al
ordenamiento jurídico, si no está justificado (Cód. Italiano 1942, Proyecto 1998, Calvo
Costa, Galdós). Tal criterio debe entenderse en el contexto de un sistema de
responsabilidad civil preocupado por las víctimas de daños, que no requiere ya
necesariamente de la configuración de un ilícito típico y en el cual la indemnización sólo
puede ser entendida en términos de reparación y no de sanción, importando más la
imputación patrimonial que personal (Calvo Costa). Se ha afirmado incluso, que la
responsabilidad civil en su función resarcitoria, supone la equivalencia entre el daño y la
indemnización con la cual se lo enjuga.
b) El daño como lesión a un interés jurídico: el daño sería la lesión a intereses jurídicos
patrimoniales y extrapatrimoniales ajenos (Carnelutti, De Cupis y en nuestro medio,
289
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Boragina- Meza, Bueres, Calvo Costa, Zannoni). El "interés" consiste en la relación entre el
sujeto que experimenta una necesidad y el bien apto para satisfacerla. Así, el perjuicio
sería patrimonial o moral, según cual fuere la índole del interés afectado. Desde esta
postura, se admite incluso el resarcimiento de un interés simple, en la medida en que no
sea ilegítimo y revista cierta seriedad. El objeto de la tutela jurídica será así siempre un
interés humano.
c) El daño definido por sus trascendidos, repercusiones o resultados: según esta teoría,
el daño es el menoscabo derivado de la lesión a un derecho patrimonial o extrapatrimonial.
Entre la lesión y el perjuicio existiría una relación de causa-efecto. El daño sólo debe
admitirse jurídicamente cuando es resarcible, y es resarcible cuando produce una
repercusión disvaliosa en el patrimonio del acreedor (daño patrimonial) o en sus afecciones
legítimas (daño extrapatrimonial). Estas dos últimas posturas coinciden en un aspecto
esencial: si el interés afectado es patrimonial, la consecuencia debe ser patrimonial y, si es
extrapatrimonial, también lo será su consecuencia. El art. 1737 del nuevo Código recoge la
esencia de estas nuevas concepciones, al definir el daño resarcible.
Finalmente, se impone recordar que el Anteproyecto del nuevo Código Civil y Comercial, en
su redacción original, no sólo se dedicaba a los derechos de incidencia individual, sino que
también contenía una Sección especial dedicada a los derechos de incidencia colectiva
(Secc. 5ª, Cap. 1, Tít. V). Tal sección trataba los daños a los derechos de incidencia
colectiva y los derechos individuales homogéneos.
Los derechos de incidencia colectiva son aquellos que tutelan bienes colectivos, no
susceptibles de apropiación individual excluyente, indivisibles y que pueden ser
disfrutados por varias personas sin ser alterados. En ellos, lo prioritario es la reposición de
los bienes al estado anterior al hecho generador. En el Anteproyecto se fijaron a su
respecto las formas de reparación principales y subsidiarias y una legitimación para
accionar amplia, acorde a lo establecido en el art. 43 de la Constitución Nacional (conf. art.
1745 del Anteproyecto). Estos daños pueden consistir en la contaminación de las aguas
que bañan las costas de una ciudad, la destrucción de un monumento de gran valor
simbólico para un pueblo, etcétera.
Por su parte, los derechos individuales homogéneos resultan propios de una pluralidad de
damnificados individuales con daños comunes pero divisibles o diferenciados, generados
en forma indirecta por la lesión a un derecho colectivo, o provenientes de una causa
común, fáctica o jurídica. También en este caso se preveía una legitimación amplia para
accionar acorde con lo dispuesto por el art. 43 de la norma fundamental, además de los
presupuestos de admisibilidad, no sólo de fondo sino de orden procesal. Asimismo, se
disponía sobre los alcances de la sentencia, que venían a precisar un poco más las líneas
fundamentales para el ejercicio de las llamadas acciones de clase (conf. art. 1747 del
Anteproyecto citado). Pueden ser ejemplos de esta categoría los derechos de un colectivo de
usuarios de cualquier tipo de servicios (telefónicos, de luz, de gas, de tarjetas de crédito u
290
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
otros) a reclamar por un incremento ilegítimo de una tarifa, por la aplicación de una tasa
de interés excesiva, etcétera.
Esta sección fue suprimida por el Poder Ejecutivo nacional junto con otras pocas pero
sustanciales modificaciones, seguramente por el impacto que pudo haber tenido en la
Responsabilidad del Estado, cuyo tratamiento se asignó al Derecho Público. La doctrina
civil ha sido muy crítica con tal modificación.
El Cód. Civ. y Com. trata el daño en el art. 1737 y dice: "Hay daño cuando se lesiona un
derecho o un interés no reprobado por el ordenamiento jurídico, que tenga por objeto la
persona, el patrimonio, o un derecho de incidencia colectiva". No se trata de una definición,
sino más bien de una referencia a la causa que lo origina: la violación de un derecho o
interés jurídico, el cual puede tener por objeto la protección de la persona, su patrimonio o
un derecho de incidente colectiva
Certeza del daño: Para ser indemnizable el daño debe ser cierto. Debe existir
certidumbre sobre su existencia misma y no ser meramente posible, conjetural o
hipotético. Como dice Orgaz, no basta el simple peligro o la sola amenaza de daño.
No obstante ello, la certeza del daño admite distintos niveles: desde una plena
seguridad de su existencia, a la probabilidad objetiva del mismo.
Personalidad del daño: En palabras de los Mazeaud "tan solo puede reclamar la
reparación del daño aquel que lo haya sufrido". Orgaz enseña que el daño debe ser
personal del accionante, se trate de una persona física o jurídica, sea el daño directo
o indirecto. El daño debe haberlo sufrido el propio accionante, ya que nadie puede
pretender sino la reparación de un perjuicio que le es propio, no pudiendo incluir en
su pretensión resarcitoria el sufrido por otros aunque fuesen derivados del mismo
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Clasificación:
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El art. 1738 del Cód. Civ. y Com. establece el alcance y contenido de la indemnización. En
su primer párrafo dice: "la indemnización comprende la pérdida o disminución del
patrimonio de la víctima, el lucro cesante en el beneficio económico esperado de acuerdo
con la probabilidad objetiva de su obtención, y las pérdidas de chance".
La primera parte del art. 1738 del Código menciona al daño patrimonial cuando se refiere a
la pérdida o disminución del patrimonio y al lucro cesante.
En el segundo párrafo, el art. 1738 dice que la indemnización incluye especialmente "las
consecuencias de la violación de los derechos personalísimos de la víctima, de su
integridad personal, su salud psicofísica, sus afecciones espirituales legítimas y las que
resulten de la interferencia en su proyecto de vida".
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Este tipo de daño a la "interferencia al proyecto de vida" refleja una problemática propia de
los "nuevos daños", porque surge la necesidad de identificarlo, categorizarlo y cuantificarlo.
La cuestión reside en que ningún perjuicio quede satisfecho, y que tampoco exista una
superposición de rubros indemnizatorios.
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Los requisitos del daño resarcible son su certeza, personalidad y subsistencia, y, como
tales, deben ser probados por quien los alega (art. 1744).
El damnificado debe probar que el daño existe y cuál es su extensión. Algunos destacados
autores (Llambías, Pizarro - Vallespinos, Calvo Costa) consideran que la prueba necesaria
es la relativa a la demostración de la existencia del daño. En cuanto a la magnitud y
extensión, si bien el damnificado debe procurar acreditar estos extremos con los medios a
su alcance, la tarea puede ser suplida por el prudente criterio judicial, en concordancia con
lo dispuesto en los Códigos Procesales en nuestro país (arts. 165, Cód. Proc. Civ. y Com.;
165, Cód. Proc. Civ. y Com. Buenos Aires).
Existen en el Código vigente algunas normas excepcionales donde el daño se presume iure
et de iure y entonces no resulta necesaria la prueba. Así ocurre en el caso de los intereses
moratorios (art. 768) y lo dispuesto en la cláusula penal (art. 794).
El Cód. Civ. y Com. incluye también la llamada "carga de las pruebas dinámicas" en el art.
1735. No obstante ello, la regla de la carga probatoria que establece el art. 1744 y que
recae sobre quien alega el perjuicio sufrido, el juez interviniente en el caso tiene la facultad
de atribuir la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida ponderando
cuál de las partes se halla en mejor situación para aportarla. Así, en el caso de la
responsabilidad por culpa médica es el paciente damnificado quien tiene la carga de probar
la culpa del profesional.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Una importante doctrina sostuvo que el daño extrapatrimonial es el que produce la lesión a
un derecho personalísimo o de la personalidad. Se trata de la lesión a los derechos que
garantizan al sujeto un señorío sobre una parte esencial de su personalidad (Brebbia, Trigo
Represas). Serán daño moral las lesiones a la salud, a la integridad física o psíquica, la
privacidad, la vida íntima, la paz, la honra, la libertad.
También están quienes consideran al daño moral según los resultados o consecuencias del
hecho dañoso. Deben considerarse los efectos legales de la lesión más que la naturaleza de
los derechos lesionados (Orgaz, Zavala de González, Compagnucci de Caso).
En sus orígenes la indemnización del daño moral fue mirada con reticencia. El sufrimiento,
como se lo concebía, era visto como una contingencia de la vida a la que había que
resignarse. La dificultad de su prueba era señalada también como un obstáculo, a veces,
insuperable. La circunstancia de poner un "precio al dolor" se consideraba moralmente
reprochable.
La evolución legislativa en el Cód. Civil argentino fue cambiando las cosas. En su origen,
previsto en el art. 1078 del Cód. Civil de Vélez, el agravio moral solo era resarcible si
mediaba delito de derecho criminal. La reforma de la ley 17.711 de 1968 amplió sus
confines, concediendouna reparación plena del daño moral, aunque limitando la cadena de
legitimados activos para el reclamo. En materia contractual se dispuso que el juez "podrá"
condenar al responsable a la reparación del agravio moral de acuerdo con la índole del
hecho generador y las circunstancias del caso (Ossola).
Veremos las posturas doctrinarias que demuestran la evolución del resarcimiento del daño
extrapatrimonial a través del tiempo:
2) Otros autores eran partidarios de una tesis negatoria relativa. Aubry y Rau afirmaban
que la reparación por daño extrapatrimonial era procedente en la medida en que se tratara
de un hecho grave con sentencia penal condenatoria. Esta es la tesis que siguió Vélez
Sarsfield en el art. 1078 del Cód. Civil. Esmein y Meynal consideraban procedente el
resarcimiento moral cuando hubiese ocurrido, además, un daño material. En la doctrina
argentina se destacó la opinión de Llambías, para quien el daño moral debía repararse
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
cuando el sujeto demandado hubiese obrado dolosamente. El "agravio moral" del art. 1078
lo interpretaba como el resultado de la actitud de pretender el perjuicio del otro.
El art. 1741 prevé la indemnización de las "consecuencias no patrimoniales" del acto lesivo.
Adopta la concepción amplia del daño moral, cuyo contenido excede el concepto de dolor o
sufrimiento. El daño moral comprende todas las consecuencias perjudiciales en las
capacidades de entender, querer y sentir, derivadas de la lesión a intereses no
patrimoniales, y que se traducen en un modo de estar diferente de aquel en el que se
hallaba el damnificado antes del hecho, como consecuencia de este, y anímicamente
perjudicial.
El concepto es tan amplio que, en tanto y en cuanto exista una lesión a un interés
extrapatrimonial, y ella tenga una proyección concreta, se estará en presencia de un daño
moral, inclusive en el caso de pérdida de chances afectivas, que deben entenderse
resarcibles como tales (Ossola).
El daño moral se manifiesta de las más diversas maneras: con dolor físico, tristeza,
angustia, secuelas psicológicas, dificultades en la vida cotidiana y de relación, entre otras.
El carácter de la indemnización es compensatorio y procedente la ponderación de
"satisfacciones sustitutivas" (p. ej., el valor de un inmueble, el costo de un viaje, etc.).
La acción solo se transmite a los sucesores universales si la acción fue entablada en vida
de la víctima.
301
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En este caso hay que precisar las limitaciones que se imponen: debe tratarse de
"convivientes al momento del suceso dañoso". Convivencia implica vida en común, en
compañía. Y debe existir un trato familiar ostensible. Por lo que quedarían excluidos
convivientes ocasionales, compañero de pensión de estudiantes, empleada doméstica que
vive en el hogar.
De conformidad con el art. 1744, el daño no se presume, debe ser acreditado por quien lo
invoca.
No hay presunciones legales de la existencia del daño moral. Pero sí existen presunciones
hominis y la regla res ipsa loquitur (las cosas hablan por sí mismas). Por reglas de la
experiencia cabe concluir que ciertos padecimientos y afecciones naturalmente se derivan
de determinados hechos acreditados, como ocurre ante la muerte o grave incapacidad de
un ser querido. En otros supuestos la cuestión es más dificultosa y requiere de la
producción de prueba.
Se trata del enlace que existe entre un hecho antecedente y otro consecuente, y que
permite establecer a quién debe ser imputado un hecho determinado y sus consecuencias.
302
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La causalidad ubica así la autoría del daño, permite individualizar al sujeto a quien debe
imputarse el resultado del daño acaecido. El juez debe examinar si el daño era previsible.
Es la que adoptó el CCyC en el art. 1726 cuando dispone: “Relación causal. Son reparables
las consecuencias dañosas que tiene nexo adecuado de causalidad con el hecho productor
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del daño…” Esta teoría que considera que no todas las condiciones concurrentes pueden
ser equiparadas, debiendo restringirse entre la “causa” y la “mera condición”.
➔ La causa es, entonces, una condición, pero no cualquier condición, sino una de la que
pueda predicarse una probabilidad calificada de haber desencadenado el resultado.
El art. 1727 habla de los tipos de consecuencias: inmediatas, mediatas y causales. Las
mediatas previsibles suponen la conexión entre un hecho imputable al autor y otro
previsible que se enlaza con aquel. Las consecuencias causales son las mediatas que no
pueden preverse. La existencia del nexo adecuado de causalidad con el hecho productor del
daño llevará a que el autor deba asumir las consecuencias inmediatas y mediatas
previsibles.
El art. 1728 refiere a la previsibilidad contractual: “En los contratos se responde por las
consecuencias que las partes previeron o pudieron haber previsto al momento de su
celebración. Cuando existe dolo del deudor, la responsabilidad se fija tomando en cuenta
estas consecuencias también al momento del incumplimiento”. En el ámbito contractual se
distingue según el incumplimiento sea culposo o doloso. Cuando es culposo, se responde
por las consecuencias previsibles al tiempo de la celebración o nacimiento del contrato. En
tanto el dolo se extiende por su responsabilidad a las consecuencias previsibles al tiempo
del incumplimeinto contractual.
➔ Valoración de la conducta: art. 1725 del CCyC: “Cuanto mayor sea el deber de obrar
con prudencia y pleno conocimiento de las cosas, mayor es la diligencia exigible al agente.
304
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Cuando existe una confianza especial, se debe tener en cuenta la naturaleza del acto y las
condiciones particulares”.
➔ Interrupción del nexo de causalidad: ocurre cuando un factor extraño al accionar del
sujeto suprime los efectos del hecho realizado por el mismo. Impiden la posibilidad de
imputar el resultado al sujeto denominado. Son causas de exención de responsabilidad por
no existir un nexo de causalidad adecuado entre el hecho del agente y el resultado dañoso
En los arts. 1729, 1730 y 1731 están legisladas las causales que pueden operar
interfiriendo o interrumpiendo el nexo causal, sea excluyendo o limitando su
responsabilidad. El art. 1729 se refiere al “hecho del damnificado”. EL 1730 al “caso
fortuito o fuerza mayor” y el 171 refiere al “hecho del tercero”: para eximir de
responsabilidad total o parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe
responder debe reunir los caracteres del caso fortuito”. Puede agregarse una causal más
contemplada en el art. 1732, por imposibilidad de cumplimiento objetiva y absoluta no
imputable al obligado.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Factores de atribución, concepto: son las razones que justifican la responsabilidad. Desde
el plano fáctico, la imputación a un sujeto del resultado dañoso entra en la órbita de la
relación de causalidad. Pero, una vez establecido el nexo causal, el ordenamiento jurídico a
través de los factores de atribución subjetivos y objetivos, da los fundamentos o las razones
de justicia por los que determinado sujeto tiene la obligación de reparar el daño causado.
Orígenes y evolución de los factores de atribución de responsabilidad: en el derecho
romano la responsabilidad surgía en razón de haberse cometido conductas de índole penal.
En nuestro país, la teoría del riesgo se incorporó primero en algunas leyes especiales
(accidentes laborales, minería, transporte) y después de muchos años en la legislación civil
a través de la reforma de la ley 17.711 en 1968. La protección a las víctimas de los daños
injustos, la aparición de la defensa de los derechos del consumidor, la tutela de los
derechos de la personalidad, los daños de incidencia colectiva llevaron a la formulación de
otros fundamentos de corte objetivo, además de la teoría del riesgo. Aparece la garantía, la
equidad y el abuso del derecho.
El CCyC contempla los factores de atribución subjetivos (arts. 1724) y objetivos (art. 1722).
De modo residual, el art. 1721 dice: “En ausencia de normativa, el factor de atribución es
la culpa.” Factores de atribución subjetivos: los fundamentos subjetivos del deber de
responder surgen de un juicio de reproche en la conducta del ofensor, en función de
pautas valorativa de tipo ético.
Culpa:
306
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
1771 y 1867. Se trata de una culpa que tiene los mismos efectos del dolo, hay un reproche
de la conducta cualitativamente superior al del obrar culposo.
➔ Apreciación de la culpa: valorar la culpa es considerar la forma en que debe ser juzgado
el comportamiento del agente. Hay dos sistemas: en abstracto y en concreto. Cuando se
aprecia en abstracto, se compara el comportamiento del sujeto con un modelo. Cuando es
en concreto, se valora la conducta propia del sujeto y sus circunstancias. Es típicamente
subjetiva: su psiquis, su comportamiento social y las circunstancias particulares del caso.
En el CCyC la apreciación de la culpa resulta de una previsibilidad común o media. Es
decir, así como se evalúa el comportamiento en concreto, se debe efectuar la comparación
con la conducta debida por un hombre común diligente. De modo que también el sistema
de apreciación es mixto en este código. Salvo algunas excepciones, como la del gestor de
negocios, en este caso se aprecia solo en concreto. Es necesario destacar que en el CCyC
las condiciones personales del sujeto son esenciales cuando existe un mayor deber de
diligencia en concreto. Si bien se ha postulado que se trata de una norma que contiene una
regla aplicable en la relación de causalidad en función de la previsibilidad de las
consecuencias, otros destacados juristas afirman que es también una pauta para valorar la
culpa del sujeto en concreto. Las condiciones personales, entonces, solo pueden ser
valoradas para establecer la culpa cuando agravan el deber de diligencia en concreto.
➔ Culpa civil y culpa penal: la doctrina entiende que son conceptos equiparables. Las
diferencias están en la valoración y apreciación que se realiza. En el ámbito penal es
necesario que la culpa esté probada. En el ámbito de la reparación civil, la valoración es
más flexible y se tienen en cuenta las presunciones hominis. En cuanto a la apreciación de
la conducta, en el derecho penal se indaga el comportamiento subjetivo del agente. En lo
civil, además de la conducta subjetiva, se toma la comparación con un modelo de persona
diligente con un obrar común u ordinario.
➔ Prueba de la culpa: como principio, la carga de la culpabilidad pesa sobre quien la alega.
La culpa no se presume, aun cuando el acto sea antijurídico. En el art. 1735 se prevé las
facultades judiciales para la distribución de la carga probatoria: “el juez puede distribuir la
carga de la prueba de la culpa o de haber actuado con la diligencia debida, ponderando
cuál de las partes se halla en mejor situación para aportarla”. Consiste en la aplicación de
la denominada “teoría de las cargas probatorias dinámicas”: en el marco del proceso
judicial, quien está en mejor situación de aportar una prueba, no tiene derecho a
permanecer pasivo.
307
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
➔ Dispensa de la culpa: la tesis clásica aceptó la validez de las cláusulas que dispensaban
la culpa, con la salvedad de los casos de culpa grave o dolo. La doctrina actual también
diferencia la dispensa en casos de dolo, culpa grave o culpa común. La dispensa de la
culpa grave, así como la dispensa del dolo, inserta en cualquier contrato, atenta contra el
principio de la buena fe y de las buenas costumbres. La culpa no grave o culpa común
puede ser disputada en el contrato siempre que no importa un proceder contrarios la
buena fe. En los contratos de consumo, la dispensa no resulta admisible.
➔ Diversas acepciones: durante la vigencia del código derogado, el dolo tenía tres
acepciones: - Como vicio de la voluntad - Como dolo delictual - Como dolo obligacional El
CCyC mantiene al dolo como vicio de la voluntad. Se diferencia el dolo esencial del
incidental en los arts. 272 y 273. El dolo esencial es el grave, determinante de la voluntad y
que causa un daño importante. Tiene como efecto la nulidad del acto jurídico. El dolo como
factor de atribución subjetivo de la responsabilidad civil está previsto en el art. 1724 y dice:
“el dolo se configura por la producción de un daño de manera intencional o con manifiesta
indiferencia por los intereses ajenos”. Se ha previsto tanto el dolo delictual como el
obligacional en la misma norma, producto de la unificación de los ámbitos de
responsabilidad contractual y extracontractual.
En segundo lugar, las cláusulas de dispensa anticipada de responsabilidad por dolo, son
inválidas.
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Tesis del riesgo: todo aquel que con su actividad crea riesgos y recibe beneficios, debe
indemnizar a quienes se perjudican por dicha actividad. A quien domina la fuente del
riesgo permitida en interés propio, se le imponen las consecuencias derivadas de la
inminencia de producción o causación de daños. Logra facilitar que las víctimas reciban un
resarcimiento adecuado, aun cuando no puedan demostrar culpas. Mira más al daño que a
su autor.
El CCyC la regula en el art. 1757: “Hecho de las cosas y actividades riesgosas. Toda
persona responde por el daño causado por el riesgo o vicio de las cosas, o de las
actividades que sean riesgosas o peligrosas por su naturaleza.(...) La responsabilidad es
objetiva”. Las cosas son “riesgosas” cuando sin ser defectuosas, generan la posibilidad de
causar un daño, en tanto son “viciosas” cuando tienen un defecto de fabricación, montaje,
diseño o información. En ambos casos existe “riesgo” y la responsabilidad surge cuando la
cosa intervino con un nexo de causalidad con la producción del daño escapando del control
del dueño o del guardián.
Garantía: la garantía como factor de atribución implica la seguridad que alguien brinda a
terceros de que, si se produce un daño en determinadas circunstancias, afrontará su
resarcimiento. La garantía, en definitiva, se cimenta en una situación dañosa que se
considera riesgosa o en una situación jurídica del responsable que le impone, porque el
ordenamiento así lo dispone, velar por el comportamiento del otro, y en última instancia,
responder por lo que este último haya cometido, no reviste importancia la diligencia
empleada en la evitación del daño. Obligación de seguridad: el deber de restituir al otro
contratante, o sus bienes, sanos y salvos a la expiración del contrato, o más precisamente,
una obligación accesoria en virtud de la cual el deudor debe, además de la prestación
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
➔ Accesoria.
3. En el contrato de transporte.
Abuso del derecho: la teoría del abuso del derecho considera que toda institución tiene un
destino, que constituye su razón de ser y contra el cual no es lícito rebelarse. Cada derecho
está llamado a seguir una determinada dirección y los particulares no pueden cambiarla a
su antojo por otra diferente, ya que de lo contrario habría no uso sino abuso de ese
derecho. Se indica que quien obra en forma abusiva debe ser evaluado no en orden a su
intención en el obrar, sino con una perspectiva finalista, con prescindencia de algún
reproche de su conducta, ya que es posible que se causen daños por abuso del derecho sin
dolo ni culpa.
310
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
equidad funciona como factor de atribución, en aquellas situaciones en las que otras
razones relevantes para asignar responsabilidad resultan insuficientes.
El art. 1750 dice expresamente: “Daño causados por actos involuntarios. El autor de un
daño causado por un acto involuntario responde por razones de equidad. Se aplica lo
dispuesto en el art. 1742”.
El art. 1742 dice: “el juez al fijar la indemnización, puede atenuarse si es equitativo en
función del patrimonio del deudor, la situación personal de la víctima y las circunstancias
del hecho. Esta facultad no es aplicable en caso de dolo del responsable.” De manera que la
equidad funciona en dos aspectos: es el fundamento de la atribución de responsabilidad de
daños causados por actos involuntarios, y también es un fundamento para que el juez
pueda atenuar la indemnización bajo los parámetros que indica la norma.
Otro supuesto donde la equidad opera, es la responsabilidad por daños causados cuando
media “estado de necesidad, es decir, cuando el hecho está justificado porque e mal que se
evita es mayor que el que se causa. Igualdad ante las cargas públicas: funciona como
fundamento de responsabilidad de Estado por actos lícitos dañosos. El principio se funda
en la igualdad que surge del art. 16 de la CN.
La ley de Responsabilidad del Estado enuncia los requisitos necesarios para atribuir
responsabilidad al Estado por actos lícitos o legítimos dañosos: un daño cierto y actual,
imputable materialmente a un órgano estatal, causalidad adecuada, ausencia del deber
jurídico de soportar el daño, sacrificio especial (o igualdad de cargas).
El art. 1765 dice: “la responsabilidad el Estado se rige por las normas y principios del
derecho administrativo nacional y local según corresponda”. La responsabilidad estatal
queda fuera de la órbita del CCyC.
311
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
No hay una eximente genérica de responsabilidad, las hay específicas respecto de cada uno
de los presupuestos mencionados.
Orgaz señala que en toda exposición que quiera ajustarse a un método correcto,
corresponde distinguir entre: 1) causas que excluyen la ilicitud o causales de justificación
(legítima defensa, consentimiento del damnificado, cumplimiento de una obligación legal,
estado de necesidad); 2) causas que excluyen la relación causal (caso fortuito y fuerza
mayor, hecho de la víctima o de un tercero ajeno); 3) causas excluyentes de la
imputabilidad (minoridad, falta de discernimiento); y 4) causas excluyentes de
inculpabilidad (error, violencia, intimidación o temor reverencial).
Hay imputabilidad cuando el acto procede de una libre voluntad, de un obrar inteligente y
libre, dado que no se podría reprochar una conducta como éticamente disvaliosa si el
agente obró involuntariamente (Trigo Represas). De ahí que para considerar una conducta
como culpable o dolosa, es necesario que sea consecuencia de un deliberado
comportamiento del sujeto de actuación.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
1) La niñez: el art. 261 del Código considera inimputables para los actos ilícitos a las
personas menores de edad que no hayan cumplido diez años. Ello no quita que se juzguen
los actos de ilicitud material y objetiva, más aún, puede la víctima reclamar por los daños
derivados de actos involuntarios con fundamento en la equidad, o que el reclamo se dirija
contra los representantes legales en su carácter de obligados indirectos (padres y tutores,
arts. 1750, 1754 y 1756).
2) Los incapaces o con capacidad restringida: No son imputables los actos de las
personas privadas de razón o con capacidad restringida (arts. 32, 44, 45, 261 y concs.,
Cód. Civ. y Com.). Es necesario diferenciar si los actos son anteriores o posteriores a la
sentencia de inscripción de la declaración judicial de incapacidad (arts. 32, 44 y 45).
Autores como Alterini, Ameal, López Cabana, Trigo Represas, Pizarro y Vallespinos refieren
a las causales de inculpabilidad y las distinguen de las causas de justificación de los actos
ilícitos.
Los vicios de error, dolo y violencia en el acto afectan los elementos de la voluntad
(intención y libertad).
El error y el dolo vician la intención, en tanto que la violencia — física o moral— lo hace
con la libertad.
El error es el falso conocimiento que se tiene de una cosa. Puede ser de hecho o de
derecho. El primero tiene que ser esencial, el segundo en principio no resulta excusable.
El error esencial que excluye la voluntad es el que recae sobre la naturaleza del acto
jurídico cumplido o sobre la identidad del objeto (arts. 265 y 267, Cód. Civ. y Com.).
En estos casos el error hace que el acto ilícito se considere jurídicamente ineficaz, por
defecto de voluntad, en cuanto a la responsabilidad (Orgaz).
313
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
demás términos —intimidación, fuerza, violencia— aluden a los medios exteriores con que
se puede causar miedo.
El Cód. Civ. y Com. no define las causas de justificación. Simplemente las menciona y
caracteriza algunas de ellas, estableciendo cuál es su consecuencia jurídica, esto es, que el
hecho dañoso está justificado.
314
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
cuando el daño se causa "para evitar un mal, actual o inminente, de otro modo
inevitable, que amenaza al agente o a un tercero, si el peligro no se origina en un
hecho suyo; el hecho se halla justificado únicamente si el mal que se evita es mayor
que el que se causa. En este caso, el damnificado tiene derecho a ser indemnizado en
la medida en que el juez lo considere equitativo". Vemos que el estado de necesidad
es un caso de interés prevaleciente o de sacrificio de un bien menor por uno mayor. Y
como dice Cazeaux "se configura por la existencia de una situación fáctica de peligro
grave e inminente, que amenaza a una persona o a sus bienes, y que solo puede ser
conjurada para salvaguardar los mismos, ocasionando un daño a otro".
Consentimiento de la víctima: En principio, este supuesto excluye la
antijuridicidad de la conducta del dañador, salvo cuando es contrario a la ley, a la
moral, a las buenas costumbres y al orden público. El consentimiento informado
implica un acuerdo contractual. El damnificado puede haber acordado previamente
con quien resulta ser luego el causante del perjuicio, que los daños que surjan de la
relación no serán indemnizados o que la compensación será limitada. El Código dice:
"el consentimiento libre e informado del damnificado, en la medida que no constituya
una cláusula abusiva, libera de responsabilidad por daños derivados de la lesión de
bienes disponibles" (art. 1720). Es una norma residual. Primero se aplicarán las
reglas especiales sobre el consentimiento informado que surjan de la legislación
especial. Así ocurre en el caso de actos médicos. Si no existe una regulación especial,
se aplica el art. 1720: para que el consentimiento libere de responsabilidad es
necesario que sea libre e informado. Que sea libre implica que la voluntad del
contratante no esté viciada; que no exista una imposición de la parte fuerte sobre la
débil; y que sea informado significa que debe conocer los riesgos, en cuanto a su
magnitud, probabilidad de ocurrencia, alternativas, etc.
La asunción de riesgos: es definida como aquella situación en que la
víctima,consciente o inconscientemente, asume un peligro extraordinario o anormal,
lo que le provoca un daño (Zavala de González) y, por lo tanto, pierde el derecho a ser
indemnizado. Caracteriza a la figura que una persona plenamente consciente se
expone a un riesgo conocido de sufrir un daño, sabiendo que de suceder el mismo,
no tendrá derecho a ser indemnizado. El Cód. Civ. y Com. dice que la "exposición
voluntaria por parte de la víctima a una situación de peligro no justifica el hecho
dañoso ni exime de responsabilidad a menos que, por las circunstancias del caso,
ella pueda calificarse como un hecho del damnificado que interrumpe total o
parcialmente el nexo causal" (art. 1719). El Cód. Civ. y Com. no admite la asunción
de riesgos como una causal que borre la antijuridicidad del acto, a menos que se
constituya en el "hecho de la víctima", que funcione como ruptura total o parcial del
nexo adecuado de causalidad.
Autoayuda o justicia personal: Es una forma que tiene cercanía conceptual con
el estado de necesidad y la legítima defensa. Se ubica en la protección de los
derechos propios y se diferencia de la legítima defensa en que siempre se muestra
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Son acontecimientos que interrumpen y desvían la cadena causal, de tal manera que el
resultado dañoso no puede ser imputado al deudor. Por ello, se los define como supuestos
de interrupción e interferencia de la cadena de condiciones. Se trata de un suceso extraño
al presunto responsable, que no pudo preverlo ni evitarlo.
Durante la vigencia del Cód. Civil derogado se controvertía si el caso fortuito y la fuerza
mayor constituían conceptos sinónimos o diferentes. Un distingo de base romanista
indicaba que el caso fortuito era lo que la prudencia humana no podía prever. Mientras que
la fuerza mayor resultaba a aquello imposible de resistir. En cuanto a los efectos, se
consideró que el caso fortuito no era eximente de responsabilidad (teoría de Exner).
Se los analizaba también desde distintos ángulos, para algunos el caso fortuito provenía
del azar, la suerte o la casualidad; la fuerza mayor presuponía una potencialidad extraña
que impedía la actuación voluntaria.
La doctrina mayoritaria consideró en las últimas décadas que ambos términos eran
intercambiables; que ello derivaba de la definición que daba Vélez Sarsfield en el art. 514
del Cód. Civil y en la indiscriminada aplicación hecha en otras normas.
La unidad conceptual y en los efectos se consolida en el Cód. Civ. y Com., que en el art.
1730 dispone: "Se considera caso fortuito o fuerza mayor al hecho que no ha podido ser
previsto o que, habiendo sido previsto, no ha podido ser evitado. El caso fortuito o fuerza
mayor exime de responsabilidad, excepto disposición en contrario. Este Código emplea los
términos 'caso fortuito' y 'fuerza mayor' como sinónimos".
316
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El caso fortuito ordinario está dado por aquellos hechos que resultan poco acostumbrados,
que dependen de condiciones temporales, que no se sabe bien cuándo se producirán. En
cambio, los acontecimientos sorpresivos o insólitamente desacostumbrados, o que
racionalmente no se pueden prever, adquieren el carácter de extraordinarios (p. ej. una
tormenta de nieve en la ciudad de Buenos Aires). El distingo es de utilidad para admitir la
cláusula de responsabilidad o de garantía, por las cuales el deudor puede asumir las
consecuencias del caso fortuito. Se entiende que solo son admisibles las cláusulas que
deriven de asumir las consecuencias de hechos ordinarios.
Caso fortuito interno y externo. Esta distinción tuvo sus orígenes en la teoría del jurista
vienés Exner (1905), quien distinguía la fuerza mayor del caso fortuito considerando que
solo la primera es causal de liberación del deudor: debe tratarse de un hecho exterior,
ajeno a la actividad empresarial, notorio y público (así p. ej. un terremoto). En cambio, el
caso fortuito no libera al deudor por tratarse de un suceso "interno", aun cuando adquiera
el carácter de imprevisible e inevitable (p. ej. la rotura de la pieza de una máquina que
lesiona al operario). Su tesis tuvo tal difusión que fue base de las ideas para la aplicación
de las leyes de accidentes de trabajo y en los casos de responsabilidad objetiva por el hecho
de cosas inanimadas. Josserand, siguiendo las ideas de Exner desarrolladas por Saleiles y
Bourgoin, sostuvo que solamente la fuerza mayor exonera de responder. El distingo lo
apoyó en la exterioridad del hecho, pero no en una mera exterioridad material, sino en una
exterioridad intelectualizada: la circunstancia ajena y extraña al riesgo creado. El caso
fortuito por ser interior, se halla dentro del campo del riesgo creado por el mismo ofensor y
no libera. Las ideas de Josserand se reflejaron en el art. 1113 del Cód. Civil, base de la
responsabilidad objetiva por el riesgo creado.
c) actual: el hecho debe ocurrir al mismo tiempo en que debe cumplirse la obligación. Es
menester que se trate de un hecho presente y no de una simple amenaza o una
imposibilidad eventual
317
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Las eximentes de responsabilidad deben ser demostradas por quien las alega. Es quien
tiene la carga procesal de hacerlo, con excepción de disposición legal en contrario. De igual
forma, ocurre con los factores de atribución. Así lo prevé el art. 1734 del Cód. Civ. y Com.:
"Excepto disposición legal, la carga de la prueba de los factores de atribución y de las
circunstancias eximentes corresponde a quien los alega". La norma en análisis se
corresponde con las reglas del onus probandi del Cód. Proc. Civ. y Com. (art. 377). Aunque
si se tratara de un hecho notorio, sería innecesaria la probanza.
b) cuando de una disposición legal resulta que no se libera por caso fortuito o por
imposibilidad de cumplimiento
c) cuando el deudor está en mora, a no ser que esta sea indiferente para la producción del
caso fortuito o de la imposibilidad de cumplimiento
Hecho de la víctima
La ruptura total o parcial del nexo causal puede darse por el accionar de la propia víctima
que produce el resultado dañoso. En este caso la ley le hace cargar con las consecuencias.
Cuando el accionar de la víctima concurre con el accionar del ofensor, es necesario efectuar
la distribución de la reparación y determinar el grado de las condiciones —causas
adecuadas — del resultado. Esto último es lo que se ha denominado "concausa".
318
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El hecho de la víctima se configura cuando el presunto agente o causante del daño aporta
la prueba sobre la causa del perjuicio en el hecho propio de la víctima. Es, en
consecuencia, una exoneración relacionada con la autoría, cuya determinación se lleva a
cabo a través de la relación causal (Mosset Iturraspe). En tal supuesto no parece razonable
trasladar las consecuencias a un tercero, habida cuenta de la ausencia de la concatenación
causal entre su conducta y el menoscabo. No es necesaria la prueba de la culpa del obrar
la víctima; lo que interesa es el quiebre del nexo de causalidad
Hecho de un tercero
El hecho del tercero, cuando su obrar no es responsable indirecto o reflejo del agente o
autor presunto, vale decir de un "tercero extraño", es también una eximente de
responsabilidad. Tiene tal carácter porque el daño no es causado por aquella persona a
quien se atribuía, sino por otra, "el tercero ajeno". Borra la autoría y, por ende, la
imputabilidad. La atribución material del menoscabo se desplaza hacia el tercero, que es el
sujeto en relación con el cual se podrá efectuar la imputación subjetiva (culpa o dolo) u
objetiva (riesgo, garantía, equidad) según el caso (Pizarro - Vallespinos). En el Cód. Civil
estaba regulado en el art. 1113 como "hecho del tercero por el que no se debe responder".
En el Cód. Civ. y Com. está previsto en el art. 1731 que dice: "Para eximir de
responsabilidad total o parcialmente, el hecho de un tercero por quien no se debe
responder debe reunir los caracteres del caso fortuito".
La doctrina entiende que el hecho del tercero debe reunir los siguientes requisitos: 1) debe
ser un hecho de una persona por la cual no se responde ni directa ni indirectamente; 2) el
hecho no debe haber sido previsto o evitado por el presunto ofensor; 3) el hecho ha de
ocurrir sin mediar culpa del deudor; y 4) tener los caracteres propios del caso fortuito que
hemos analizado con anterioridad: imprevisible, inevitable, etc.
319
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
humana y que si un acontecimiento futuro rompe el equilibrio que debe suponerse ínsito
en toda convención, desaparece uno de los elementos que le da fuerza obligatoria
(Fornieles). El contrato obliga para lo previsible, no para lo imprevisible.
Requisitos
a) solo es aplicable a los actos jurídicos, no a los hechos ilícitos del ámbito extracontractual
e) es menester que se trate de actos jurídicos a largo plazo o de cumplimiento periódico (no
inmediatos)
La teoría nació a principios del siglo XX en la jurisprudencia inglesa con los conocidos
como "Casos de la Coronación", aunque el tema empezó a desarrollarse varios siglos antes,
en las causas "Paradine vs. Jane" del año 1647 y "Taylor vs. Caldwell" de 1863 (Leiva
Fernández).
320
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En el segundo caso —"Krell vs. Henry"— se había alquilado una ventana sobre Pall Mall. El
locador exigía el pago del saldo de las 2/3 partes del precio adeudado que deberían haberse
pagado el mismo día en que se anunció la suspensión del desfile, mientras que el locatario
reconvino por restitución del tercio pagado anteriormente. Pero la solución de la Corte de
Apelaciones, al rechazar la demanda del locador y acoger la reconvención de restitución del
locatario, fue diametralmente opuesta. Se concluyó que para llegar a establecer el sentido
del contrato debía analizarse que ya en el mismo anuncio puesto por el locador en la
ventana ofrecida en alquiler, surgía la finalidad del arriendo consistente en observar el
desfile real. Esa era su consideration que formaba parte de "la base del contrato", pues
siendo común, quedó incorporada explícitamente para ambas partes al contexto
contractual, y la no realización del desfile la frustró (Stiglitz).
La teoría de la frustración de la finalidad ha sido receptada en el art. 1090 del Cód. Civ. y
Com.: "Frustración de la finalidad. La frustración definitiva de la finalidad del contrato
autoriza a la parte perjudicada a declarar su resolución, si tiene su causa en una
alteración de carácter extraordinario de las circunstancias existentes al tiempo de su
celebración, ajena a las partes y que supera el riesgo asumido por la que es afectada.
En primer lugar, daremos una noción que define a la causa fin a la que nos hemos referido.
La causa fin de los contratos "es el fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico
que ha sido determinante de la voluntad. También integran la causa, los motivos
exteriorizados cuando sean lícitos y hayan sido incorporados al acto en forma expresa, o
tácitamente si son esenciales para ambas partes". De esta manera el art. 281 del Cód. Civ.
y Com., en el Libro I, Parte General, caracteriza a la causa fin de los actos jurídicos.
La doctrina actual considera que el primer párrafo del art. 281 sienta el aspecto objetivo de
la causa fin: el "fin inmediato autorizado por el ordenamiento jurídico que ha sido
determinante de la voluntad". El segundo párrafo del art. 281 se refiere al aspecto
subjetivo: cuando los motivos de las partes, reunidos los requisitos legales exigidos, pasan
a integrar también la causa fin.
321
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El art. 1090 del Código distingue entre suspensión definitiva y la temporaria. Con ello se
sigue un criterio ampliamente reconocido en cuanto que "cuando la frustración de la
finalidad es temporaria se aplican las reglas de la suspensión del cumplimiento" (Alterini).
Cabe, por tanto, hacer aquí aplicación de los efectos previstos en el art. 1031 del Código.
Tal unidad encuentra sustento también en la unidad del ordenamiento jurídico por entero,
ya que la responsabilidad no es más que una visión de todo el derecho en el momento de
su realización (Brebbia). Hay que aclarar que destacados juristas abordan este tema a
partir del concepto unitario de culpa (Llambías, Cazeaux). Al respecto, Boffi Boggero señaló
agudamente que el problema integral debe plantearse — en rigor de verdad— con
anterioridad, al examinarse los diversos elementos que llevan a la indemnizabilidad.
Ocurre que cuando tiempo atrás se planteó la cuestión en Francia, el famoso jurista
Saintelette (1884) decía que había una dualidad de sistemas (el contractual y el
322
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Hoy en día, en nuestro país, existe una tendencia doctrinal generalizada que insta la
unidad de la responsabilidad, aunque se trata en realidad de una "unificación" y no de una
"identidad" de sistemas, porque las diferencias ontológicas antes apuntadas —sobre todo la
presencia de un deber específico en la órbita contractual— no pueden ser eliminadas
(Alterini-Ameal-López Cabana, Mayo, Picasso).
Teorías aplicables:
Tesis de la unidad: La tesis dualista, seguida hasta fines del siglo XIX por la
mayoría de la doctrina francesa, fue refutada a partir del trabajo publicado en 1886
por Lefèvre. Poco después, en 1892, Grandmoulin también la criticó alegando que la
idea de culpas diferentes es falsa. De ahí nació la denominada "teoría de la unidad de
las culpas", por la cual se sostiene que la responsabilidad solamente tenía
virtualidad en lo delictual o extracontractual, puesto que únicamente cabe en la
esfera de los delitos y cuasidelitos. Se sostiene que la ley y el contrato, y por lo tanto
las obligaciones que de ellos nacen, no tienen una esencia diferente. Se insiste en el
hecho de que la obligación inicial nacida del contrato se extingue por la pérdida o
imposibilidad del objeto por culpa del deudor, y que la obligación de pagar daños y
perjuicios no es por lo tanto la obligación primitiva nacida del contrato, sino una
obligación nueva nacida de la ley. Por lo tanto, la fuente de esta obligación legal no
puede ser más que el art. 1382 del Cód. Civil francés (Boffi Boggero, Bustamante
Alsina). Posteriormente Planiol, partiendo del concepto unitario de la culpa, que
define como violación de una obligación preexistente, expone también una
concepción unitaria en punto a la responsabilidad civil, ya sea que ella se origine en
el incumplimiento de un contrato o en la violación genérica legal de no dañar. En
ambos casos, dice el autor, siempre hay la violación de una obligación preexistente,
que será la concreta y precisa definida por el contrato o la genérica de obrar con
diligencia y prudencia que contempla y sanciona la ley. En ambos casos la culpa es
la causa o fuente de la obligación de indemnizar el daño causado, pues aun cuando
se trate de la llamada culpa contractual, la obligación resarcitoria que de ella nace no
se confunde con la primitiva derivada del contrato. En cuanto al régimen en uno y
otro caso, considera Planiol que hay en las dos situaciones una sola diferencia,
referente a la extensión del resarcimiento, y que esa diferencia desaparece casi en la
práctica a causa del poder soberano que tienen los jueces de los hechos para
apreciar el monto de los daños (Bustamante Alsina). Si bien esta teoría es acertada
en sus resultados, refiriéndose a las ideas de Grandmoulin, no parece correcta en
sus planteos. De ninguna manera — sostiene— el incumplimiento contractual
323
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
deviene en una obligación de reparar que sea una especie de situación nueva por
imperio de un tipo novatorio.
Tesis de la dualidad: En 1884, como se ha indicado ut supra, aparece la obra
de Charles Saintelette titulada "De la Responsabilité et de la Garantie", donde
sostiene la tesis dualista al extremo de reservar la expresión responsabilidad para
aquella que tiene carácter delictual y a la que emerge del contrato la llamada
garantía. Este criterio —acota Compagnucci— es defendido también por Demolombe,
Aubry y Rau, Colment de Santerre, Laurent, Colin y Capitant, Huc, Baudry
Lacantinerie y Barde, Saintelette, y algunos autores italianos como: De Ruggiero,
Chironi, Stolfi, y otros. El punto de partida de su tesis se halla en la afirmación de
una oposición radical entre el contrato y la ley, presentados como las dos únicas
fuentes de las obligaciones. "El vínculo de derecho que constriñe a una persona
frente a otra a dar, a hacer o no hacer alguna cosa, emana necesariamente de una u
otra de estas dos fuerzas: la sociedad o los individuos, la voluntad pública o el
acuerdo de las voluntades privadas, expresadas una por la ley y la otra por los
contratos". Esta dualidad de fuentes no puede, según Saintelette, dejar de implicar
dos regímenes radicalmente distintos. "La responsabilidad, dice el autor, tiene por
función asegurar el respeto de las leyes, obra de la voluntad pública; la garantía
tiene por fin asegurar el respeto de los contratos, obra de las voluntades privadas.
Toda cuestión de responsabilidad es de orden público y no puede ser resuelta sino
conforme a las leyes. Toda cuestión de garantía no es más que de intereses privados
y puede ser resuelta a gusto de las personas a quienes concierne". Para Saintelette
hay de la garantía a la responsabilidad la diferencia de l´obligation a l´engagement,
del contrato a la ley de orden público, de las voluntades privadas a la voluntad
pública (Bustamante Alsina).
Tesis intermedias: Hacia 1930 varios autores ensayaron una síntesis de las
tesis antes mencionadas —dualista y monista—, tratando de conciliar ambas
posiciones. Estas "tesis intermedias" sostuvieron que en sus orígenes ambos tipos de
responsabilidad son distinguibles y que esta diferenciación no se puede controvertir,
aunque tal dualidad no tiene un carácter esencial u ontológico, ya que ambos
sistemas son coincidentes en sus consecuencias, es decir, en la reparación de los
daños. Y cita la opinión de Brun: "Científicamente no hay dos responsabilidades pero
sí dos regímenes de responsabilidad". Tal es la opinión de Llambías. Se pronuncian,
pues, en favor del principio dualista de la responsabilidad, no considerándolo, tan
importante como lo habían sostenido los autores de aquella doctrina ya clásica sobre
la dualidad fundamental del sistema de la responsabilidad civil. Se considera que la
responsabilidad contractual no es simplemente un efecto del contrato, y que la
responsabilidad delictual no es la única fuente autónoma de la obligación de reparar
los daños. En suma, para estas tesis intermedias, tanto la responsabilidad
contractual como la extracontractual mantienen un paralelismo se encuentran en un
plano de igualdad, dado que la violación de deberes en uno y otro produce el mismo
324
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En este sentido, se reivindica una "teoría general de la responsabilidad civil" con criterio
unitario, teniendo en cuenta que los elementos o presupuestos del deber de indemnizar el
daño que se le ocasiona al acreedor por el incumplimiento de la obligación impuesta al
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
deudor en un contrato, son los mismos del deber resarcitorio que incumbe al autor de un
acto ilícito por el daño causado a la víctima; de allí también que las reglas legales
aplicables son fundamentalmente iguales. Lo relevante de ambas situaciones jurídicas es la
necesidad de reparar el daño que sufre el damnificado. Esta exigencia de justicia es el
punto de partida de la responsabilidad civil, y ello explica que las bases sobre las que se
erige el sistema sean las mismas cualquiera sea el ámbito en que se origina.
Todo esquema de responsabilidad civil —afirma Bustamante Alsina— se integra con los
siguientes elementos esenciales: antijuridicidad, daño, relación de causalidad entre el
hecho antijurídico y su consecuencia dañosa y un factor atributivo de responsabilidad que
le sirve de justificación ético-jurídica, ya sea subjetivo u objetivo. Ello, obviamente, sin
soslayar los aspectos inherentes a la relación obligacional (contractual o no) que deben ser
evaluados para comprender en su justa medida el hecho generador del daño, lo cual no
resulta obstáculo para elaborar una teoría general de la responsabilidad civil (los
elementos, el fundamento y la función son los mismos), más allá de la necesidad de que el
examen y configuración de cada uno de los presupuestos presenta características propias
en cada ámbito, pues (como asevera Bustamante Alsina) el daño causado por el
incumplimiento de un vínculo preexistente tiene peculiaridades propias que lo tipifican
como tal.
Finalmente, debe repararse en que el Cód. Civil de Vélez y el nuevo Cód. Civ. y Com.
existen todavía diferencias de reglamentación (causales de justificación o eximentes de
responsabilidad; factores de atribución; cláusulas de reducción o ampliación de la
indemnización, etc.), que son del caso concreto ponderar (Bueres).
326
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El período que comprende tal campo de negoción es aquel durante el cual las partes
intercambian información, se ilustran y se cercioran de las cualidades y condiciones de los
bienes y servicios sobre los cuales una de ellas se interesa, y la otra opera, pero estos actos
no constituyen oferta ni aceptación, ni obligan a contratar (Gregorini Clusellas). Son los
actos que los interesados y sus auxiliares llevan a cabo con el fin de elaborar, discutir y
concertar el contrato (Díez-Picazo).
Gráficamente, se puede establecer los límites temporales del período precontractual en tres
etapas: 1) el momento anterior a la emisión a la oferta; 2) el posterior a la emisión de la
oferta; y 3) el momento mismo del perfeccionamiento del contrato. A la primera etapa se la
llama la de las "tratativas preliminares propiamente dichas"; a la segunda, "etapa de la
oferta"; y a la tercera, momento del "perfeccionamiento del contrato" (Brebbia).
Empero, como señala Díez-Picazo: "La cuestión clave que suscita la fase preparatoria del
contrato consiste en dilucidar si, como consecuencia del comportamiento que en ella
adoptan las personas entre las cuales los tratos discurren, puede o no derivarse una
determinada responsabilidad (responsabilidad precontractual o culpa in contrahendo).
Prima facie, la respuesta parece ser negativa. Toda vez que no existe ninguna relación
jurídica entre los sujetos, estos son libres para apartarse de las negociaciones o para
comportarse en ellas según convenga a sus intereses. Sin embargo, a finales del siglo XIX,
Ihering demostró que, como consecuencia del comportamiento observado por las partes en
las negociaciones que preceden al contrato, puede surgir para ellas una determinada
responsabilidad, que este autor denomino como culpa in contrahendo" (Díez-Picazo).
Ihering fue, en efecto, el primero en advertir este problema y quien elaboró la tesis de la
culpa in contrahendo, analizando los distintos supuestos de invalidez contractual y la
responsabilidad generada en consecuencia (Brebbia, Cazeaux-Trigo Represas, Gregorini
Clusellas).
327
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
En razón de ello, para esta tesis amplia, ya no se admite la distinción entre la llamada
culpa in contrahendo y la "culpa precontractual", considerando que se trata de dos
denominaciones que vendrían a significar, en el fondo, lo mismo: "un comportamiento que
defrauda la legítima expectativa de otra persona en orden a la conclusión de un negocio"
(Llambías, Cazeaux-Trigo Represas).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Para una mejor "visualización" de la problemática presentaré una síntesis de los diversos
fundamentos brindados por los autores a fin de encuadrar este supuesto en uno u otro
instituto.
Con la sanción del nuevo Cód. Civ. y Com., la controversia relativa a los fundamentos de la
responsabilidad precontractual ha quedado zanjada, toda vez que ahora existe una norma
expresa que aborda el tratamiento de este supuesto y nos brinda cuál es su fundamento: la
buena fe.
De este modo, cuando se encuentre dentro del ámbito de las "tratativas contractuales", sin
necesidad de que haya habido oferta, si una de las partes frustra injustificadamente la
celebración del contrato incurre en responsabilidad por los daños ocasionados respecto de
quien ha confiado en tales tratativas, aunque no haya mediado culpa.
La expresión empleada por esta norma, en cuanto a que las partes deben obrar de buena fe
para "no frustrar injustificadamente" las negociaciones, ha sido criticada por Rivera puesto
que parecería que quien se ha retirado de las negociaciones debería dar un motivo o
justificación de su conducta, lo cual aparece contradictorio con lo expuesto en el art. 990
que establece la libertad para abandonarlas en cualquier momento. De ahí que este autor
considere que la violación al principio de buena fe se produce cuando la parte ha ejercido
abusivamente ese derecho a retirarse de las negociaciones previas, tal como prevén los
Principios Unidroit cuando dicen: "En especial, se considera mala fe el entrar en
negociaciones o continuarlas con la intención de no llegar a un acuerdo" (art. 2º.1.15;
Rivera)
Con relación a la carga de la prueba, la demostración de que una de las partes negoció de
mala fe y por ende incurrió en responsabilidad civil, corre a cargo de quien la invoca. De
todos modos en esta, como en otras materias, puede aplicarse el criterio de las cargas
dinámicas que exige a cada parte proveer la prueba de que dispone, con lo que el
demandado debería allegar los elementos con que cuente para demostrar que no entró en o
continuó una negociación que no pensaba concretar (Rivera).
Daños resarcibles
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El nuevo Código solo indica que el incumplimiento del deber de buena fe o del deber de
fidelidad genera la obligación de resarcir el daño ocasionado, mas no indica cuál o cuáles
son los menoscabos que deben ser resarcidos (cfr. arts. 991 y 992 citados). Al respecto,
entendemos —tal como fuera considerado por la doctrina y la jurisprudencia— que es
resarcible el daño al interés negativo, ante la pérdida de la probabilidad de celebrar el
contrato y obtener las utilidades que el mismo habría irrogado a la parte dañada (art.
1738).
En cuanto a los alcances del daño al interés negativo, cabe recordar que —a diferencia del
"positivo", que incluye todo aquello con lo que contaba el acreedor para el caso de que el
deudor cumpliera su obligación (interés de cumplimiento) — se constituye como aquel daño
que el acreedor no habría sufrido si se hubiese creado la obligación. En cambio, en el daño
al interés positivo el resarcimiento consistirá "en la restitución de la situación del
damnificado al estado anterior al hecho dañoso, sea por el pago en dinero o en especie"
(art. 1740), o sea en la situación lo más semejante posible a aquella en que se hubiese
encontrado si el contrato se hubiera cumplido y no se hubiese producido el hecho dañoso
y, en caso de ser ello imposible o a conveniencia del damnificado, la indemnización en
dinero (Gregorini Clusellas).
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
después del contrato, sino dentro del contrato, de lo cual se sigue que la responsabilidad
emergente debe ser calificada como contractual.
En el mismo sentido se expide Mosset Iturraspe diciendo que quienes durante un tiempo
estuvieron relacionados por un contrato, al cual arribaron luego de las tratativas y en el
que permanecieron tal vez por un tiempo extenso o prolongado, han recibido, como
consecuencia natural de esa vinculación, informaciones, datos, conocimientos variados,
acerca de los cuales es ajustado a derecho guardar la reserva, el secreto o la
confidencialidad y, por ende, es contrario a derecho, divulgar, hacer saber a terceros,
comunicarlos indiscretamente.
El Cód. Civ. y Com. contempla este supuesto en el contrato de franquicia cuando enumera
las obligaciones del franquiciado. En el art. 1515 dispone que durante el contrato debe
mantener la confidencialidad de la información reservada que integra el conjunto de
conocimientos técnicos transmitidos y asegurar esa confidencialidad respecto de las
personas, dependientes o no, a las que deban comunicarse para el desarrollo de las
actividades y al final de este inciso aclara que esta "obligación subsiste después de la
expiración del contrato" (art. 1515, inc. d]).
Más allá de las consideraciones expuestas, en la teoría se han planteado los siguientes
interrogantes que resultan de sumo interés:
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Se asevera que son efectos negociales "fuera del contrato", pero "al lado del mismo"; es
decir, "deberes secundarios que emergen de la buena fe, para esta etapa postcontractual".
El nuevo Código no aborda este supuesto específico, por lo que resultarán aplicables las
normas del art. 1716 y ss., de acuerdo con las características del caso planteado.
Es aquella que se configura por el accionar humano cuando es llevado a cabo sin la
intervención de fuerzas extrañas al ejecutante, ni la colaboración de terceros.
Picasso dice que es la que se origina por el deber de reparar impuesto a quien causó un
daño por el hecho propio culposo o doloso, o bien al deudor de una obligación incumplida,
ya sea que ese incumplimiento haya sido materializado por él mismo o por terceros. Este
autor entiende que la intervención de un tercero no modifica el carácter de la manifestación
de la responsabilidad, en que sigue siendo directa (cfr. arts. 732 y 1753).
La responsabilidad directa está regulada en el art. 1749: "es responsable directo quien
incumple una obligación u ocasiona un daño injustificado por acción u omisión". Quedó
pues eliminada la distinción de "delitos y cuasidelitos" que se efectuaba durante la vigencia
del Cód. Civil argentino.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Cabe señalar, de todos modos, la diferencia que plantea el Cód. Civ. y Com. vigente cuando
trata las consecuencias por las que se responde en la relación de causalidad. Allí trata de
modo diferente la extensión en la órbita contractual y extracontractual. Lo que interesa
destacar en este punto, es la diferenciación de acto culposo y doloso para determinar las
consecuencias indemnizables en materia de incumplimiento obligacional (art. 1728).
El daño injusto puede haber sido causado por acción u omisión del autor del hecho. Vale
decir, mediante hechos positivos o negativos.
En orden a los alcances de la responsabilidad por hecho propio, cuando existe pluralidad
de obligados el art. 1751 del Código dispone que "si varias personas participan en la
producción de un daño que tiene una causa única, se aplican las reglas de las obligaciones
solidarias; si la pluralidad deriva de causas distintas, se aplican las reglas de las
obligaciones concurrentes".
Si se trata de daños que provienen del incumplimiento de un contrato, de acuerdo con las
reglas de obligaciones de sujeto múltiple, si la obligación de sujeto plural incumplida es
simplemente mancomunada, así será también la obligación indemnizatoria, ya que la
solidaridad no se presume (art. 828). Si es indivisible o solidaria, el acreedor podrá exigir el
total de la indemnización a cualquiera de los codeudores. Luego entre ellos se entablarán
las respectivas acciones de contribución (art. 841). La novedad es que se ha eliminado la
norma que prohibía acciones de contribución entre autores de delitos civiles. De todos
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
modos, debe interpretarse que la regla es que, si el hecho dañoso fuese doloso o
intencional, no podrán los coautores exigirse la parte del daño que hubiesen pagado (López
Herrera).
Supuestos legales:
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Otra de las formas en que se manifiesta la responsabilidad civil es a través del hecho de las
cosas y de las actividades riesgosas y peligrosas. Se trata de casos en que los daños son
ocasionados por la intervención activa de las cosas, sea por su riesgo o vicio; es un
supuesto de responsabilidad que ha cobrado protagonismo con la revolución industrial; el
proceso de transformación económica, social y tecnológica que se inició en la segunda
mitad del siglo XVIII en el Reino Unido y que se extendió a gran parte de Europa occidental
y Norteamérica. La responsabilidad derivada del hecho de las cosas es atribuida al dueño o
guardián de la cosa; el factor de atribución es objetivo y, cuantitativamente, importan el
mayor número de casos que se presentan en la realidad (p. ej., daños causados por
productos industriales, accidentes de tránsito).
Al "hecho de las cosas" se ha añadido —en los últimos años— el "hecho de las actividades"
riesgosas y peligrosas, el que ha tenido recepción legislativa en el Cód. Civ. y Com.,
presentando un régimen jurídico similar (arts. 1757 y 1758); la responsabilidad es objetiva
y la misma es atribuida al titular de la actividad que ocasiona el daño resarcible. Se dice
que la "actividad riesgosa" es una expresión que tiende a superar el rígido marco de la
exigencia de una "cosa" como presupuesto necesario para la configuración de la
responsabilidad objetiva (Goldenberg).
Supuestos de hecho.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
perjuicio es producido por el hecho de la cosa, en los que esta interviene activamente
en la producción del resultado. Así las cosas, resulta de aplicación la disposición en
comentario cuando el daño sea ocasionado por una cosa que, por su naturaleza,
estado o modo de utilización engendra daños para terceros. Por otra parte, y cómo
surge del artículo en comentario, la responsabilidad es, en estos casos, objetiva, es
decir que la conducta subjetivamente reprochable del agente es irrelevante a los fines
de imputarle responsabilidad. El factor de atribución aplicable es el riesgo. Por ende,
para eximirse de responsabilidad el sindicado como responsable deberá acreditar la
causa ajena, es decir, el hecho de la víctima, de un tercero por el cual no debe
responder o el caso fortuito o fuerza mayor (arts. 1722, 1729, 1730 y 1731 CCyC).
Partiendo de esa premisa, a la víctima le bastará con acreditar el contacto material
entre el hecho de la cosa y el daño, para que surja la presunción de adecuación
causal, es decir, que el accionar de la cosa viciosa o riesgosa fue la que, conforme el
curso normal y ordinario de los acontecimientos, produjo el resultado.
Los daños ocasionados por las actividades peligrosas: La disposición en
análisis prevé también la responsabilidad objetiva por el daño ocasionado por las
actividades riesgosas. Cabe recordar, sobre este último aspecto, que una actividad es
riesgosa cuando, por su propia naturaleza o por las circunstancias de su realización,
genera un riesgo o peligro para terceros. No es relevante la intervención de cosas en
la realización de la actividad. Con anterioridad a la reforma, estos supuestos eran
considerados comprendidos en el supuesto previsto —por analogía— en el art. 1113,
in fine, CC. En estos casos, quien realiza la actividad, se sirve u obtiene un provecho
de ella (art. 1758 CCyC) debe resarcir el daño ocasionado.
Régimen aplicable
En la segunda de ellas se prevén los legitimados pasivos: "El dueño y el guardián son
responsables concurrentes del daño causado por las cosas. Se considera guardián a quien
ejerce, por sí o por terceros, el uso, la dirección y el control de la cosa, o a quien obtiene un
provecho de ella. El dueño y el guardián no responden si prueban que la cosa fue usada en
contra de su voluntad expresa o presunta.
338
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
"En caso de actividad riesgosa o peligrosa responde quien la realiza, se sirve u obtiene
provecho de ella, por sí o por terceros, excepto lo dispuesto por la legislación especial".
Sujetos responsables.
El propietario responde por ser el titular de dominio y, por ende, queda obligado como tal
por los daños que la cosa cause o pueda causar. La calidad de propietario dependerá de la
índole de la cosa (inmueble, automotor, etc.), y si es registrable y con qué carácter —
declarativa o constitutiva— (cfr. art. 1892 y concs., Cód. Civ. y Com.).
En cuanto a la figura del "guardián", el art. 1758 da un concepto amplio que incluye a
quien "usa, utiliza, se sirve de la cosa u obtiene provecho de ella", tomando como las
distintas caracterizaciones que daban los autores.
Guarda material: Implica tener la cosa bajo una simple relación fáctica. Una
vinculación de poder, de hecho, que hace del detentador el guardián de la cosa. Los
Mazeaud ejemplificaban diciendo: "el pastor es el guardián del rebaño". Algunos
fallos, en nuestro país, han aplicado esta noción en los casos de hurtos o robo de
automotores, considerando que el propietario había perdido la guarda en el hecho
delictivo. 6. Guarda jurídica: Significa que el titular tiene sobre la cosa una facultad
de derecho o bien, fundada en la ley. Mediante ese poder nace a su favor el señorío
efectivo de poder, mando, contralor y dirección. Por ello quien utiliza la cosa a través
de representantes o auxiliares, o la entrega a otra persona para un disfrute
temporario, continúa siempre siendo el guardián. En este sentido e propietario es el
primero en el orden de la guarda jurídica, aunque cuando transmite el derecho y la
obligación de dirección, vigilancia y contralor, p. ej. dando el bien en comodato, o en
locación, o en depósito, convierte a los últimos sujetos en "guardianes".
Guarda intelectual: Este criterio no ha tenido gran difusión ni atención en la
doctrina y jurisprudencia nacionales. Se trata de una noción sutil de autores
franceses que profundizaron el criterio de "dirección de la cosa": podía entenderse en
el sentido material o intelectual. Si es intelectual, el sujeto dispone según su volición
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
interna y, de ese modo, determina la conducta del bien. Los Mazeaud ejemplificaban
así: "quien conduce un automotor tiene en ese momento un poder de mando de
hecho; cuando se detiene cesa dicha facultad pero el sujeto puede por su propia
voluntad reiniciar la marcha ya que la cosa está siempre sous sa main". Esta última
posibilidad configura una especie de intelectualización de la guarda, donde no
interfiere la relación que une al sujeto con la cosa.
Guarda provecho: Para esta idea, muy vinculada con los fundamentos objetivos
de la responsabilidad, es guardián aquel que obtiene de la cosa beneficios
económicos o personales de placer o salvaguarda de sus intereses. Este criterio tiene
buena aceptación en la doctrina argentina; muchos autores han puesto el acento en
el aprovechamiento económico de la cosa (Spota, Salas, Mosset Iturraspe). Por
último, en relación con la "actividad riesgosa" en cuanto a los responsables, se indica
que son quienes "la realizan, se sirven u obtienen provecho". Un criterio de cierta
amplitud permite que la víctima tenga acción contra todos los sujetos a los que se le
puede atribuir alguno de esos efectos; pensamos que si son varios quienes realizan la
actividad la responsabilidad es solidaria; en cambio, si fueran distintos, quien la
realiza y quien la aprovecha, el efecto de tal responsabilidad sería concurrente.
Eximentes
Siendo una responsabilidad objetiva, las eximentes aplicables son las previstas en el art.
1722 del Cód. Civ. y Com. (La ruptura del nexo causal), a saber:
1) Hecho del damnificado (art. 1729) que puede ser total o parcial. No se exige la culpa ni el
dolo del damnificado, sino que debe darse un hecho dañoso y la adecuada relación causal.
No hace falta en este caso que asuma las características propias del caso fortuito (López
Herrera).
2) Caso fortuito (art. 1730) extraño o ajeno al riesgo o vicio propio de la cosa.
3) Hecho del tercero por quien no se debe responder (art. 1731) en este caso sí debe reunir
los caracteres propios del caso fortuito: extraordinario, imprevisible, inevitable, irresistible
y ajeno.
340
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La carga de la prueba que la cosa o la actividad es riesgosa o viciosa, recae sobre quien la
invoca (art. 1734). La carga de la prueba de la existencia de eximentes (hecho de la víctima,
caso fortuito, etc.), recae sobre quien pretende exonerarse de responsabilidad.
El art. 1759 CC yC simplifica el régimen de responsabilidad por los daños ocasionados por
animales, al equipararlo al de la responsabilidad por el daño ocasionado por cosas viciosas
o riesgosas. Ello es consecuencia de que, en puridad, los animales revisten la categoría de
cosas muebles (art. 227 CC yC), por lo que en el sistema del nuevo ordenamiento civil y
comercial no resulta pertinente efectuar una diferenciación respecto de los daños que
pueden ocasionar el accionar de las cosas en general.
Los legitimados pasivos son el dueño y guardián del animal. Es dueño quien tiene la
posesión de aquel, salvo que se trate de un supuesto en que la legislación específica
requiera la registración de la cosa (art. 1895 CC yC). En cuanto al guardián, y siguiendo la
regla sentada al respecto por el art. 1758 CC yC, es quien ostenta un poder de dirección,
control y uso independiente del animal, como quien se sirve de él, o percibe un beneficio
económico de su utilización.
Para eximirse de responder el sindicado como responsable debe acreditar la ruptura del
nexo causal o la pérdida no voluntaria de la cosa (arts. 1757 y 1758 CC yC), con lo que la
regla del anterior ordenamiento civil, conforme a la cual el guardián se exime cuando el
animal haya sido excitado por un tercero, deja de existir
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
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343
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En la Sección 9ª, dentro del capítulo de la responsabilidad civil, el Cód. Civ. y Com. Regula
los llamados "supuestos especiales". Se trata de casos que la doctrina y la jurisprudencia
han abordado y desarrollado de forma particular por su importancia e interés práctico (cfr.
Fundamentos del Anteproyecto).
La tesis adoptada por el legislador importa una modificación sustancial con el antiguo
régimen del Cód. Civil, dado que no discriminaba la naturaleza pública o privada del sujeto
dañador (cfr. arts. 1112y 1113, Cód. Civil), no obstante que parte de la doctrina y de la
jurisprudencia habían seguido esa postura antes de la sanción del nuevo Código, al
sostener que los casos de responsabilidad patrimonial del Estado —por actividad lícita o
ilícita— eran de derecho público-administrativo, aun cuando luego se aplicaran por
analogía normas del derecho privado, en atención al vacío normativo.
Sin embargo, con el nuevo Código y la sanción de la ley 26.944, los casos de
responsabilidad estatal, como los derivados de los hospitales; fuerzas de seguridad;
establecimientos educativos; etc., son alcanzados por las normas y principios del derecho
público (CS, "Vadell", 1984, Fallos 306:2030; "Hotelera Río de la Plata SA", 1985, LL 1986-
B-108; "Zacarías", Fallos 321:1124; "Barreto", 2006, Fallos 329:759; entre otros; SC
Buenos Aires, "Castillo", Ac. 79.514, sent. del 13/8/2003; "Blasco", Ac. 86.949, sent. del
8/9/2004; etc.).
Pues bien, los "supuestos especiales" comprendidos y regulados por el Código son los
siguientes: 1) la responsabilidad derivada de las personas jurídicas —no estatales— (art.
1763); 2) la responsabilidad de los establecimientos educativos — tampoco estatales— (art.
1767); 3) la responsabilidad de los profesionales liberales (art. 1768); 4) la responsabilidad
derivada de accidentes de tránsito (art. 1769); 5) la protección de la vida privada (art.
1770), y 6) la acusación calumniosa (art. 1771).
344
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Para las teorías negatorias, que niegan la personalidad de los entes ideales, la opinión de
los autores no era unánime, pues mientras que algunos negaban la responsabilidad por
cuanto no puede responder quien no existe (Bekker), otros consideraban que eran
responsables por los actos ilícitos de sus representantes (Windscheid).
Para la teoría de la realidad, que según Busso hay diferentes posturas (basadas en la
voluntad: organicista, la de Ziterlmann y Jellinek; o en el interés: Michoud, Saleilles,
Ferrara) hay responsabilidad refleja del ente porque asimilan a estas personas en el orden
jurídico con las personas físicas; se considera que la persona jurídica responde a la
realidad de los fenómenos sociales que indica una "vida" de la entidad diversa de sus
miembros. Para la teoría normativa, las personas jurídicas al igual que las personas físicas
constituyen el término de imputación de las normas jurídicas, por lo que no cabe hacer
ninguna diferenciación al respecto; las normas permitirán determinar el sujeto cuya
conducta hace referencia la ley (Kelsen), por lo que será una tarea del intérprete saber
quién y cómo deberá hacer efectiva esa responsabilidad (Arauz Castex).
Para la teoría de la institución, el ente es una idea de obra o de empresa que se realiza y
dura jurídicamente en un medio social, y que sujeta a su servicio voluntades
indefinidamente renovadas (Hauriou, Renard, Busso, López Olaciregui, Borda, Llambías).
El debate doctrinario quedó zanjado —en gran medida— por la reforma incorporada por la
ley 17.711 al art. 43 del Cód. Civil cuando estableció: "Las personas jurídicas responden
por los daños que causen quienes las dirijan o administren, en ejercicio o con ocasión de
sus funciones. Responden también por los daños que causen sus dependientes o las cosas,
en las condiciones establecidas en el Título: 'De las obligaciones que nacen de los hechos
ilícitos que no son delitos'". No obstante el adelanto legislativo producido, la jurisprudencia
debió precisar el alcance de la reforma. En particular, si la normativa comprendía a las
personas privadas y a las públicas, y a las "simples asociaciones" (art. 46, Cód. Civil).
Responsabilidad civil.
345
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Si, en cambio, los administradores no actúan fuera de los límites de su poder, realizando
actos que son extraños al objeto social, la persona jurídica no responde y solo estos últimos
resultaran alcanzados en forma personal frente a los terceros de buena fe.
El art. 1763 dispone que "la persona jurídica responde por los daños que causen quienes
las dirigen o administran en ejercicio o con ocasión de sus funciones". Como se puede
advertir, el régimen se mantiene casi idéntico al previsto por el art. 43 del Código derogado,
al emplear no solo la misma terminología, sino la misma regulación. Las personas jurídicas
responden por los actos o hechos de sus administradores o directores que causen daños a
terceros en el ejercicio o con ocasión de sus funciones.
El primero comprende a las responsabilidades que pueden sufrir la sociedad o los socios
por parte de sus propios organismos (en sus diferentes funciones y roles): la asamblea; el
directorio, y el síndico o consejo de vigilancia (el art. 160 del Código responsabiliza a los
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El segundo abarca a los daños que la sociedad puede causar a terceros y de daños que los
terceros pueden causar a la sociedad. En cuanto a los daños de la sociedad a terceros
pueden ser efectuados por la sociedad (v.gr., al insolventarse; Richard), sus representantes
(art. 1763) o dependientes (art. 1753), por las cosas riesgosas o viciosas que les pertenece o
tiene su guarda, o por las actividades que desarrolla y que presentan riesgos o peligros
hacia terceros (art. 1757). En estos supuestos se atribuyen los daños a la sociedad y en
determinados supuestos a los autores materiales (p. ej., el director).
En cuanto a la exigencia a que el daño sea causado por "quienes las dirigen o administran
en ejercicio o con ocasión de sus funciones", la expresión significa que solamente
comprende a aquellos hechos que puedan ser realizados por quienes invistan tal calidad y
que no habrían podido realizarse de no mediar tal función o calidad dentro de la persona
jurídica (Orgaz, Trigo Represas). Se considera que con el "ejercicio regular" de la función se
alcanza también al mal ejercicio, al supuesto de abuso y al ejercicio aparente. El mal
ejercicio se da cuando se realiza de manera indebida, ya que sea porque el director,
administrador o representante obra irregularmente, o con torpeza, o utilizando medios
inadecuados, dolosa, culposa o riesgosamente.
En el siglo XIX, cuando fue sancionado el Cód. Civil, la educación era impartida de forma
personal y directa por los directores, maestros y artesanos.
La responsabilidad subjetiva en que podían llegar a incurrir —por inobservancia del deber
de vigilancia— era considerada de manera restringida, principalmente, en razón de la
importancia de la actividad y de la función que desarrollaban en la sociedad. Sin embargo,
la enseñanza personalizada, doméstica, comenzó a desarrollarse en circunstancias muy
diversas, que prontamente dieron lugar a una educación caracterizada por la masividad
(Andrada), aspecto que hizo dificultoso hacer valer aquel fundamento subjetivo (la
posibilidad de vigilancia), situación que tornaba excesiva e injusta la presunción de culpa
347
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
consagrada por el primitivo texto del art. 1117 del Cód. Civil (Borda, Bustamante Alsina,
Llambías, Trigo Represas).
En la redacción originaria del Cód. Civil Vélez —que siguió el Cód. francés y el Esbozo de
Freitas— previó una presunción de culpa en contra de los directores de colegios y maestros
artesanos por los daños causados por sus alumnos o aprendices mayores de 10 años, los
que podían liberarse de responsabilidad si probaban que no pudieron impedir el daño (art.
1117)
Sobre los fundamentos de esta norma, la doctrina no era pacífica; algunos autores
entendían que tal responsabilidad derivaba de la delegación de la patria potestad del
progenitor en el director escolar; otros consideraban que cuando el menor era puesto en un
instituto de enseñanza de cualquier clase, sus directivos asumían un deber de vigilancia.
En cualquier caso, los directores de establecimientos educativos generalmente respondían
por actos de terceros que no podían supervisar y en circunstancias en las que les era
imposible impedir el daño. Estos fenómenos fueron agravándose, en la medida en que se
incrementó el número de alumnos y docentes en las escuelas, y que la organización de la
empresa educativa se volvió más compleja.
348
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Además, dado que la redacción del antiguo art. 1117 resultaba algo confusa, los tribunales
solían aplicar los arts. 1109 y 1113, párr. 1º, del Cód. Civil, para juzgar la responsabilidad
por daños ocurridos en el ámbito escolar. Todo ello, sumado a los cambios económicos y
sociales, motivó la reforma legislativa que, tomando como antecedentes los nuevos textos
del derecho francés y español, eliminó la responsabilidad subjetiva presunta de los
directivos, consagrando un sistema más claro que impone la responsabilidad objetiva de
los dueños (titulares) de establecimientos educativos, conforme fuera establecido por la ley
24.830 (BO del 7/7/1997), con la instauración de un seguro obligatorio.
El art. 1767 Cód. Civ. y Com. Establece: "El titular de un establecimiento educativo
responde por el daño causado o sufrido por sus alumnos menores de edad cuando se
hallen o deban hallarse bajo el control de la autoridad escolar. La responsabilidad es
objetiva y se exime solo con la prueba del caso fortuito.
Para que la responsabilidad del titular del establecimiento educativo resulte comprometida
es menester que el alumno haya causado o sufrido el daño cuando se hallen o deba
hallarse bajo el control de la autoridad educativa. No es posible exigir una responsabilidad
a quien no está en condiciones externas de afrontarla; para ello es necesario que haya
estado en la posibilidad de rectificar la conducta dañosa, es decir que el daño obrado por el
alumno haya ocurrido en una circunstancia de tiempo y lugar, en el cual correspondía
ejercer la autoridad educativa. Se ha señalado que la autoridad educativa "se refiere a las
situaciones en que el alumno se encuentra bajo la custodia o vigilancia tanto del personal
docente como no docente (preceptores, bibliotecarios, porteros, etc.)" (Loizaga). Será
entonces necesario analizar en cada caso concreto si el alumno debió estar bajo el control
de la autoridad educativa, sin importar si el hecho dañoso ocurrió dentro o fuera del
establecimiento educativo. La calidad de alumno se adquiere cuando el representante legal
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
del menor suscribe con el titular (o encargado del área) del establecimiento educativo el
pertinente contrato de enseñanza.
El nuevo precepto, al igual que el anterior, establece una responsabilidad civil de fuente
legal, aunque puede ser directa, indirecta —por el hecho de un tercero— o derivada de la
intervención de cosas o de ciertas actividades (arts. 1749, 1753 y 1757), comprendiendo
tanto los daños que causen los alumnos menores de edad o que sufren ellos mismos
"cuando se hallen o deban hallarse bajo el control de la autoridad escolar" (art. 1767). La
ley parte de una premisa: que los alumnos menores de edad han sido dados bajo el control
de los establecimientos educativos por parte de los progenitores, tutores o guardadores. De
ahí que sea una responsabilidad objetiva, fundada en la garantía legal cuando los daños
son sufridos por los alumnos o en el riesgo empresarial cuando los daños son causados por
los alumnos a terceros (arts. 1721 y 1722).
Los presupuestos para que se configure esta responsabilidad son los siguientes: a) debe
tratarse de un establecimiento educativo; b) no debe ser un establecimiento de educación
superior o universitaria; c) el daño sufrido por el alumno o el ocasionado a otro o a un
tercero debe haberse producido en el ámbito de control de la autoridad escolar; y d) debe
ser un alumno menor de edad (18 años; art. 25, Cód. Civ. y Com.). Como se puede advertir,
las hipótesis comprendidas en los supuestos establecidos en el art. 1767 del Código son
diversas. En efecto, la responsabilidad del establecimiento educativo puede obedecer: a)
daños sufridos por un alumno a causa del incumplimiento de alguna obligación (art. 1716);
b) daños sufridos por el hecho de otros alumnos, dependientes (directores, maestros,
profesores, preceptores, etc.) o terceros; c) daños sufridos por un alumno por cosas —de la
que es dueño o guardián el establecimiento— o derivadas de actividades peligrosas o
riesgosas desarrolladas por la organización educativa; d) daños sufridos por un alumno a
causa de un animal (art. 1759); e) daños causados por un alumno a otro o a dependientes
del mismo establecimiento o a terceros y f) daños sufridos por un alumno por un miembro
no identificado de un grupo determinado (arts. 1753 a 1762).
Asimismo, puede darse una responsabilidad solidaria o concurrente, según sea el caso,
como en el supuesto que medie también una responsabilidad directa de los directores,
maestros, preceptores, profesores, etc., por los daños causados a los alumnos, cuyo factor
de atribución es subjetivo; o en los casos en que la persona del dueño y guardián de la cosa
dañosa sean diferentes (arts. 1749, 1751, 1753 y 1758).
Eximentes
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
imprevisible, es decir, cuando supera la aptitud normal de previsión que sea dable exigirle
al deudor en función de la naturaleza de la obligación y de sus condiciones personales.
Se entiende que el hecho es inevitable cuando acaece no obstante toda acción contraria del
deudor, aclarando que la inevitabilidad del hecho es una noción relativa que depende de
las condiciones personales del deudor: lo que es ineludible para este puede no serlo para
este otro.
Además, el hecho invocado debe originarse en una causa exterior al deudor; así ocurre con
el acto emanado de una persona extraña al deudor, que puede estar identificado o ser
ignorado. En cambio, si el acto proviene de un tercero por el que debe responder el deudor,
no hay casus, ya que estaría en juego la responsabilidad de este que la ley presume sin
admitir prueba en contrario. Incumbe al deudor que aduce el caso fortuito eximente de su
responsabilidad probar la existencia de ese hecho y que reúne todos los caracteres del
casus. En caso de duda sobre las características del caso fortuito, debe mantenerse la
responsabilidad del deudor. Esto se explica porque el casusimplica un supuesto de
excepción, y las excepciones deben interpretarse estrictamente (SC Buenos Aires, C.
117.533, sent. del 11/12/2013; ídem, C. 118.054, sent. del 4/3/2015).
Seguro obligatorio
Se llama "profesional" a la persona física que ejerce una profesión, es decir, una actividad
lícita desarrollada en forma habitual, con autonomía técnica, que constituye su principal
modo de vida y fuente de ingresos (Le Torneau, Trigo Represas). En los congresos de
juristas se han apuntado las siguientes características: habitualidad en su ejercicio,
actividad reglamentada, necesidad de previa habilitación, presunción de onerosidad,
autonomía técnica, sujeción a colegiación, sumisión a principios éticos (Primeras Jornadas
Provinciales de Derecho Civil de Mercedes, provincia de Buenos Aires, de agosto de 1981 y
el Segundo Encuentro de Abogados Civilistas de Santa Fe, de julio de 1988).
351
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
El Cód. Civil de Vélez no previó una regulación específica de la materia; solo había unas
pocas normas en el capítulo del contrato de locación de servicios y algunas otras referidas
a los profesionales de la construcción en el contrato de locación de obra material,
habiéndose mejorado en alguna esta última normativa con la reforma introducida por la ley
17.711 (arts. 1646 a 1647 bis, Cód. Civil). Ante la ausencia de normas particulares, la
doctrina y la jurisprudencia aplicaban las mismas reglas de la responsabilidad en general,
sean las derivadas del incumplimiento contractual o del sistema aquiliano.
Régimen vigente
El art. 2º de la ley 24.240 (modif. por la ley 26.361) dispone, expresamente, que "no están
comprendidos en esta ley los servicios de profesionales liberales que requieran para su
ejercicio título universitario y matrícula otorgada por colegios profesionales reconocidos
oficialmente o autoridad facultada para ello, pero sí la publicidad que se haga de su
ofrecimiento. Ante la presentación de denuncias, que no se vincularen con la publicidad de
los servicios, presentadas por los usuarios y consumidores, la autoridad de aplicación de
esta ley informará al denunciante sobre el ente que controle la respectiva matrícula a los
efectos de su tramitación".
El Cód. Civ. y Com., que ha considerado conveniente regular la actividad profesional, trata
a la responsabilidad profesional como un supuesto especial, consagrando una regla
general, con algunas excepciones.
El art. 1768 dispone: "La actividad del profesional liberal está sujeta a las reglas de las
obligaciones de hacer. La responsabilidad es subjetiva, excepto que se haya comprometido
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Las excepciones a dicha regla, que son los supuestos abarcados por los factores objetivos
de responsabilidad (arts. 1722 y 1723), son dos: 1) que la obligación de hacer sea de
resultado, en las distintas modalidades previstas por el Código (art. 774 incs. b] y c]), y 2)
que la obligación de hacer se preste con cosas y que ellas causen un daño derivado de su
vicio (arts. 1757 y 1768). Como el mismo art. 1768 establece, la responsabilidad
profesional debe ser integrada coherentemente (art. 2º), con las reglas de las obligaciones
de hacer (art. 773 y ss.) y, asimismo, con las disposiciones de los contratos de servicios y
de obra (art. 1251 y ss.) o, en su caso, con las del mandato, corretaje, etc. (arts. 1319 y ss.;
1345 y ss.).
353
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
deducirán las reglas de conducta que rigen la actuación profesional y que, en caso de
inobservancia, revelará la culpa (arts. 1721, 1724 y 1725)
Según el art. 774 del Código, la prestación de un servicio puede consistir en: 1) "realizar
cierta actividad, con la diligencia apropiada, independientemente de su éxito. Las cláusulas
que comprometen a los buenos oficios, o a aplicar los mejores esfuerzos están
comprendidas en este inciso" (inc. a]); 2) "en procurar al acreedor cierto resultado concreto,
con independencia de su eficacia" (inc. b]), y 3) "en procurar al acreedor el resultado eficaz
prometido. La cláusula llave en mano o producto en mano está comprendida en este inciso"
(inc. c]). Este artículo recepta la clasificación de las obligaciones de medios y de resultado
concebida —con estas subcategorías, de forma flexible y relativa— por la doctrina francesa
y que fuera seguida en nuestro país por Atilio Alterini, López Cabana y Ameal.El inc. a) del
art. 774 contempla el supuesto clásico de las obligaciones de medios. El inc. b) prevé la
"obligación de medios reforzada" o de "resultado atenuado", o bien de "garantía" o
"seguridad intermedia". Y el inc. c) la hipótesis también clásica de las obligaciones de
resultado.
En cambio, si la obligación es del inc. b) del art. 774 la culpa se presume, la víctima solo
necesita probar el incumplimiento pero no la culpa, aunque el profesional puede eximirse
demostrando que actuó con diligencia (art. 1724). Finalmente, si la obligación es del inc. c)
del art. 774, basta la prueba del incumplimiento, pero la prueba de la diligencia no alcanza
para eximir de responsabilidad y el profesional que no quiere responder por daños debe
probar la ruptura del nexo causal (arts. 1722, 1723 1730 y ss.).
No obstante esas situaciones, deberá tenerse en cuenta las siguientes variables que
modifican el cuadro recién presentado, a saber: 1) la teoría de las cargas probatorias
dinámicas, que impone el onus probando a quién está en mejores condiciones de probar; 2)
la regla del res ipsa loquitur (las cosas hablan por sí mismas), en particular en aquellos
casos en los que el daño no puede explicarse sino por la existencia de una culpa
profesional, atento a que el resultado producido no es una consecuencia normal de
acuerdo con el curso natural y ordinario de los acontecimientos; 3) el rol atribuido a la
prueba de presunciones; 4) la más rigurosa apreciación de la culpa profesional y, en
general, de la valoración de la conducta del supuesto responsable (cfr. art. 1725), y 5)
apartamiento de la división de las obligaciones de medios y de resultado, pues el logro del
resultado integra el objeto de la obligación de manera mediata, atento que —en el caso de
354
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Abogados
Asimismo, pueden integrar un estudio jurídico formando parte de una integración más o
menos compleja, compuesta por abogados dueños o directores y por un cuerpo de
profesionales que prestan servicios que aquellos consiguen de manera subordinada aunque
sin relación de dependencia. Al margen de estos roles y modalidades que puedan darse en
la realidad, se puede definir la responsabilidad civil del abogado como aquella en la que
pueden incurrir quienes ejercen la abogacía al faltar a los deberes especiales que tal
profesión les impone; es decir, aquella que emerge de infracciones típicas a ciertos deberes
propios de esa concreta actividad profesional.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Los deberes propios son, básicamente, los siguientes: 1) prestar juramento; 2) ejercer con
diligencia el patrocinio y defensa del cliente; 3) guardar secreto profesional; 4) obtener el
consentimiento informado, y 5) desempeñarse con lealtad, probidad y buena fe, etc. (cfr. ley
23.187 en el ámbito nacional; ley 5177en la Pcia. de Buenos Aires). Más allá de ello, la
responsabilidad del abogado se manifiesta en el ámbito de la responsabilidad directa o por
el hecho propio (art. 1749, Cód. Civ. y Com.), siendo de aplicación el factor de atribución
subjetivo: culpa o dolo (arts. 1721 y 1724), porque la obligación de hacer es, generalmente,
de medios (art. 774, inc. a]), aunque pueden presentarse casos de obligaciones de resultado
cuando se conviene, p. ej., la redacción de contratos o la creación de una sociedad
determinada, o bien cuando —en el ámbito judicial— opera la perención de la instancia; la
caducidad de medidas cautelares; prescripción de la acción; la falta de ratificación de lo
actuado como gestor; la no presentación de escritos, como la interposición de recursos;
etcétera.
La actividad de los profesionales en ciencias económicas está regulada por la ley 20.488
(también existen regulaciones provinciales, como —p. ej. — la ley 10.620 y sus
modificaciones de la Pcia. de Buenos Aires). En este ámbito profesional se puede ocupar
diferentes roles, ya sea ejerciendo la actividad de forma autónoma o asociados a otros
colegas, y también como dependientes de una organización prestadora de servicios
contables o financieros (estudios de auditoría, contables, etc.). La prestación de servicios a
clientes puede ser en carácter de profesionales firmantes, asesores, auditores
independientes o síndicos societarios.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Las auditorias se realizan para dar credibilidad a los estados contables, proporcionando
seguridad sobre su preparación de conformidad con las normas contables vigentes. Los
informes también pueden tener otros fines: obtención de créditos, fijación del precio de
venta de empresas, etcétera.
El síndico societario, como órgano de la empresa (unipersonal o no), puede ser un contador
público o un abogado. Su actividad consiste en ejercer el control interno de las sociedades
y su responsabilidad se halla regulada en la ley 19.550. Básicamente su función consiste
en revisar y controlar las cuentas anuales para que sean sinceras y regulares, de forma tal
que reflejen, fielmente, el resultado del ejercicio económico y la situación financiera y
patrimonial de la sociedad. Pues bien, el profesional de ciencias económicas (contadores,
licenciados en economía o en administración de empresas, actuarios) tiene importantes
deberes cuyo incumplimiento genera la obligación de reparar. Entre ellos podemos citar: a)
deber de confidencialidad; b) deber de fidelidad y honestidad; c) deber de información; d)
deber de consejo; e) deber de diligencia; f) deber de actualización y perfeccionamiento
profesional; g) deber de reducir riesgos del cliente.
Médicos: generalidades; contrato médico; derechos del paciente; reglas aplicables y factor
de atribución.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
vinculación con el paciente se lleva a cabo con un profesional que se encuentra obligado a
prestar el servicio médico solicitado en atención a una obligación anterior que tiene con
una empresa médica de cualquier índole y naturaleza (obra social, hospital público,
sanatorio, etc.; Lorenzetti, Pizarro, Vallespinos).
El contrato médico presenta características propias que impiden ubicarlo dentro de alguna
de las figuras típicas reguladas por la ley (art. 970, Cód. Civ. y Com.). Se trataría de un
contrato profesional atípico, innominado y multiforme (Bueres, Pizarro).
La ley que regula el "arte de curar" considera que el ejercicio de la medicina comprende las
siguientes actividades: anunciar, prescribir, indicar o aplicar cualquier procedimiento
directo o indirecto de uso en el diagnóstico, pronóstico y/o tratamiento de las
enfermedades de las personas o a la recuperación, conservación y preservación de la salud
de las mismas; el asesoramiento público o privado y las pericias que practiquen los
profesionales (art. 2º, inc. a], ley 17.132). Al respecto, cabe poner de relieve que el derecho
a la salud constituye un derecho fundamental (arts. 42 y 43, CN), por lo que los casos de
responsabilidad deben ser interpretados de forma tal que dicha prerrogativa tenga
operatividad (arts. 1º y 2º, Cód. Civ. y Com.).
Además, la prestación del servicio de salud tiene un régimen legal especial (ley 26.529) que
regula temas vinculados con los derechos del paciente, la historia clínica y el
consentimiento informado.
Los derechos del paciente consagradas en esta ley, en relación con los profesionales de la
salud (art. 2º, ley 26.529), son los siguientes: 1) asistencia (no discriminatoria); 2) trato
digno y respetuoso; 3) intimidad (toda actividad médicoasistencial tendiente a obtener,
clasificar, utilizar, administrar, custodiar y transmitir información y documentación clínica
del paciente debe observar el estricto respeto por la dignidad humana y la autonomía de la
voluntad, así como el debido resguardo de la intimidad del mismo y la confidencialidad de
sus datos sensibles, sin perjuicio de las previsiones contenidas en la ley 25.326); 4)
confidencialidad; 5) autonomía de la voluntad (el paciente tiene derecho a aceptar o
rechazar determinadas terapias o procedimientos médicos o biológicos, con o sin expresión
de causa, como así también a revocar posteriormente su manifestación de la voluntad); 6)
información sanitaria (es aquella que, de manera clara, suficiente y adecuada a la
capacidad de comprensión del paciente, informe sobre su estado de salud, los estudios y
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Por ello, también en este ámbito se exige la producción de un daño que tenga por
antecedente y causa adecuada una conducta antijurídica (daño no justificado; arts. 1717 y
1718) y un factor de atribución como requisitos para que un profesional de la salud (y, en
su caso, el establecimiento y/u organización médica) se vea obligado a reparar el perjuicio
sufrido por un paciente o por sus derechos-habientes (art. 1716), como consecuencia de la
prestación de un servicio de salud. Para determinar el factor de atribución aplicable (arts.
1721 y ss.), corresponde distinguir dos modalidades de la medicina: la curativa o
asistencial que procura curar o mejorar la salud del paciente y la llamada voluntaria o de
satisfacción que intenta mejorar el aspecto estético del cuerpo, esté sano o no. En el primer
caso, la obligación de hacer del médico —en su modalidad curativa o asistencial— es de
medios (art. 773 inc. a], Cód. Civ. y Com.), puesto que no asegura el resultado exitoso de
su servicio, dado que su actividad se realiza en un marco de indefinición e incertidumbre
dentro de la ciencia (Bustamante Alsina, Trigo Represas, Bueres, etc.).
359
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
estéticas o para determinadas prácticas que no admiten error y en los que resulta posible y
necesario asegurar un resultado (v.gr., análisis de sangre, transfusión de sangre, etc.).
La ley procura delimitar los deberes y obligaciones emergentes de esta convención, así
como sus derivaciones sociales. En principio, el responsable por los daños derivados de la
inejecución de alguna prestación es quien se halla obligado en el contrato (arts. 1021, 1256
y 1716). Sin embargo, en la construcción inmobiliaria pueden intervenir diferentes
profesionales, particularmente arquitectos e ingenieros, quienes desempeñan distintas
funciones: constructor, proyectista, director de la obra, conductor técnico, representante
técnico, etcétera.
1) Ejecución por terceros El art. 1254 dispone que el contratista o prestador de servicios
pueden valerse de terceros para ejecutar el servicio (excepto que se trate de una obligación
intuitu personae). Sin embargo, el contratista o prestador —reza la norma— conserva la
dirección y la responsabilidad de la ejecución. El desenvolvimiento del mercado demuestra
que este tipo de contrataciones necesita de otras personas que colaboren en su ejecución
—tercerización, dependientes, etc. —. Empero ello no modifica la responsabilidad del
deudor, en lo que respecta al debido cumplimiento de las obligaciones convenidas. De ahí
pues que si de la ejecución del contrato por terceros se deriva algún daño, el contratista o
prestador deban hacerse cargo de las reparaciones correspondientes (arts. 1716 y ss.).
Deberá, eso sí, determinarse si el tercero actuó como un mero auxiliar o como un
dependiente para discernir la índole y extensión de la responsabilidad (arts. 732 y 1753).
360
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
4) Vicios aparentes Los vicios aparentes son aquellos que se pueden descubrir con un
examen minucioso y profundo, practicado en la forma usual, según el tipo de obra de que
se trate, o aquellos que son fácilmente perceptibles o visibles, que pueden ser descubiertos
con diligencia ordinaria, o que pueden ser conocidos por el dueño conforme con las reglas
del arbitrum boni viri (Molina Quiroga, Moeremans). El nuevo Código asimila los vicios o
defectos a las "diferencias de calidad" (art. 1271). En la doctrina se aclara que al producirse
la entrega de la obra (la llamada "recepción" de la cosa), el dueño puede aceptarla o no; la
aceptación es una manifestación de la conformidad del dueño con la obra realizada, en
tanto que la recepción es la toma voluntaria de la obra de manos del empresario. Alterini
criticaba a quienes confundían la entrega material y la recepción, con la aceptación de la
obra, siendo que solo esta última tiene efectos jurídicos respecto de los vicios aparentes
El art. 1270 del Código establece que la obra se considera aceptada cuando concurren las
circunstancias del art. 747. Este último artículo dispone a su vez que la "recepción de la
cosa por el acreedor hace presumir la inexistencia de vicios aparentes y la calidad
adecuada de la cosa, sin perjuicio de lo dispuesto sobre la obligación de saneamiento en la
Sección 4ª, Capítulo 9, Título II, Libro Tercero".
361
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
comprueba su funcionamiento. A partir de ello, puede afirmarse que la ley presume que
hay "aceptación" de la obra cuando existe recepción sin oposición o cuando no hay "plazo
de garantía".
5)Vicios ocultos Los vicios ocultos son los defectos o las imperfecciones de la obra que no
se exteriorizan y, por ende, no pueden percibirse o apreciarse al momento de la recepción,
o a través de una investigación cuidadosa y atenta, sino que se ponen de manifiesto tiempo
después y cuya causa sea imputable al empresario, como la mala construcción, o la mala
calidad de los materiales empleados (Molina Quiroga, Moeremans). Al igual que en los
vicios aparentes, debe tenerse presente que el nuevo Código asimila los vicios o defectos a
las "diferencias de calidad" (art. 1271). La última parte del art. 1272 (el inc. b]) del Código
prescribe que el contratista "responde por los vicios o defectos no ostensibles al momento
de la recepción, con la extensión y en los plazos previstos para la garantía por vicios
ocultos previstos en los arts. 1054 y concs."
El art. 1054 prevé el "ejercicio de la responsabilidad por defectos ocultos" y establece que el
"adquirente tiene la carga de denunciar expresamente la existencia del defecto oculto al
garante dentro de los sesenta días de haberse manifestado. Si el defecto se manifiesta
gradualmente, el plazo se cuenta desde que el adquirente pudo advertirlo.
Asimismo, el art. 1055 contempla los supuestos de "caducidad de la garantía por defectos
ocultos". La "responsabilidad por defectos ocultos caduca: a) si la cosa es inmueble,
cuando transcurren tres años desde que la recibió; b) si la cosa es mueble, cuando
transcurren seis meses desde que la recibió o puso en funcionamiento. Estos plazos
pueden ser aumentados convencionalmente. La prescripción de la acción está sujeta a lo
dispuesto en el Libro Sexto".
6) Ruina en obras destinadas a larga duración Como una subespecie de vicio o defecto
oculto se presenta el caso especial de la obra en "ruina" (es decir, aquella en que se halla
comprometida la solidez) u obra realizada de manera "impropia para su destino" (supuesto
nuevo), en cosas inmuebles, con destino por su naturaleza para tener larga duración (art.
1273). La concepción de ruina es amplia y engloba aquellos deterioros que impidan el
aprovechamiento de la obra o la hagan impropia para su destino, bastando entonces para
que pueda hablarse de ruina con que las deficiencias afecten el normal uso y goce de la
obra, dificulten su aprovechamiento adecuado o la hagan inapropiada para el destino
previsto (Molina Quiroga, Lovece, Moeremans). Para estas hipótesis la ley prevé la
responsabilidad del constructor por los daños ocasionados al comitente o adquirente de la
obra.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Así pues, el art. 1273 establece: "El constructor de una obra realizada en inmueble
destinada por su naturaleza a tener larga duración responde al comitente y al adquirente
de la obra por los daños que comprometen su solidez y por los que la hacen impropia para
su destino".
7) Daños causados por la violación de normas administrativas El art. 1277 dispone que
el constructor, los subcontratistas y los profesionales que intervienen en una construcción
están obligados a observar las normas administrativas y son responsable frente a terceros,
de cualquier daño producido por el incumplimiento de tales disposiciones.
Los profesionales mencionados, junto con las personas con carácter técnico que
intervienen en la obra, en las distintas etapas (proyecto, ejecución, dirección técnica) tiene
la obligación de respetar y observar la normativa administrativa que regula la actividad de
la construcción.
Como observa Moeremans, dichas normas emanan normalmente del órgano con
competencia en materia edilicia, que en general son las municipalidades. Estas normas son
las que regulan los aspectos técnicos del anteproyecto, proyecto, ejecución de la obra,
aprobación del final de obra, usos permitidos según la delimitación de las zonas, etc.,
exigiendo normalmente la presencia de un profesional responsable (arquitecto o ingeniero).
El texto se aplica también a la normativa con incidencia en la construcción, dictadas por la
Nación, las provincias, las comunas, etc. (p. ej., sobre informe de impacto ambiental, sobre
monumentos históricos o arqueológicos, etc.).
Los daños ocasionados por la utilización de automotores han concitado una particular
atención en el siglo pasado, por ser una de las causales más importantes de muerte y de
lesiones, y, además, por generar un sinnúmero de conflictos.
363
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En primer lugar, están los países como el nuestro o Brasil que no han previsto de manera
expresa un régimen especial, quedando comprendidos por las reglas generales de la
responsabilidad del Cód. Civil. En segundo lugar aparecen los países que han regulado los
daños causados por automotores en normas específicas dentro de los códigos civiles (Italia,
Portugal). Y, por último, están los que regulan los daños causados por la circulación de
vehículos en leyes especiales (Alemania, Francia, España). El Cód. Civ. y Com.,
modificando la metodología seguida por Vélez Sarsfield, ha previsto una norma especial
dentro de los supuestos especiales de responsabilidad.
El mismo art. 64 de la Ley de Tránsito establece además dos presunciones que tienen
efectos para evaluar la responsabilidad. Por un lado, respecto de las prioridades de paso y
demás reglas de tránsito (v. art. 41, ley 24.449) señala que "se presume responsable de un
accidente al que carecía de prioridad de paso o cometió una infracción relacionada con la
causa del mismo, sin perjuicio de la responsabilidad que pueda corresponderles a los que,
aun respetando las disposiciones, pudiendo haberlo evitado voluntariamente, no lo
hicieron". Y, por otro, en cuanto a las víctimas del accidente, prevé que "el peatón goza del
beneficio de la duda y presunciones en su favor en tanto no incurra en graves violaciones a
las reglas del tránsito".
Daños a peatones.
Cuando los daños ocasionados por un rodado son sufridos por un peatón, se aplica las
mismas normas de la responsabilidad civil para accidentes de tránsito (arts. 1757, 1758 y
1769, Cód. Civ. y Com.). No obstante ello, el régimen de eximentes de responsabilidad debe
ser juzgado de forma más estricto, puesto que la víctima se encuentra en inferioridad de
condiciones. De ahí las presunciones legales que juegan en contra del responsable (art. 64,
ley 24.449). En este sentido, la SC Buenos Aires ha elaborado la doctrina conocida como el
"peatón distraído", según la cual quien tiene a su cargo la conducción de un vehículo,
asume sobre sí la posibilidad cierta de la ocurrencia de sucesos que, en el curso ordinario
del tránsito, pueden presentarse de manera más o menos imprevista.
364
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
5/8/1986, "Artime", AyS, 1986-II-300; ídem, Ac. 37.661, 22/12/1987, "Ramos Acosta",
AyS 1987-V-398 y DJBA 1988-134, p. 118; Ac. 76.764, 18/12/2002, "Corso"). Colisión
entre vehículos En el caso de colisión entre dos o más vehículos se aplican también las
mismas reglas generales de responsabilidad (arts. 1757 y 1758, Cód. Civ. y Com.).
Al respecto, la jurisprudencia tiene dicho que la colisión de coches en movimiento debe ser
considerada y analizada a la luz de teoría del riesgo, debiendo cada uno de los partícipes
responder por los daños causados al otro, o, para eximirse, probar la incidencia de las
eximentes que pudieran tener lugar en cada caso (SC Buenos Aires, "Sacaba de Larrosa",
8/4/1986, LL 1988-D-479; CS, "Empresa Nacional de Telecomunicaciones", 22/12/1987,
LL 1988-D-296, Fallos 310:2804).
Sujetos responsables
En relación con el dueño, en atención a las características que presenta el dominio sobre
automotores (el carácter constitutivo de la inscripción registral; art. 1º, dec.-ley
6852/1958), el titular registral es quien resulta responsable por los daños ocasionados por
la cosa.
Así lo establece el art. 27 con la excepción de la conocida "denuncia de venta": "Hasta tanto
se inscriba la transferencia el transmitente será civilmente responsable por los daños y
perjuicios que se produzcan con el automotor, en su carácter de dueño de la cosa. No
obstante, si con anterioridad al hecho que motive su responsabilidad, el transmitente
hubiere comunicado al Registro que hizo tradición del automotor, se reputará que el
adquirente o quienes de este último hubiesen recibido el uso, la tenencia o la posesión de
aquel, revisten con relación al transmitente el carácter de terceros por quienes él no debe
responder, y que el automotor fue usado en contra de su voluntad").
Empero, actualmente la jurisprudencia ha ido aún más lejos admitiendo que el titular
registral que no hizo la transferencia ni la "denuncia de venta" pueda probar mediante
otros medios que se desvinculó de la guarda, comprometiendo en venta la unidad y
365
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Daños resarcibles
Finalmente, en orden a la "pérdida del valor venal", se entiende que la misma está dada por
la diferencia de precio estimable entre el automóvil siniestrado con posterioridad a su
reparación y uno incólume de igual marca, modelo y estado de conservación a aquel antes
del evento dañoso, debiendo establecerse esa diferencia de precio antes y después,
adoptándose criterios realistas, objetivos, medios y no puramente circunstanciales,
partiendo de las características de la unidad y valores corrientes en plaza de un vehículo
similar.
Constituye, pues, la pretensión dirigida a enjugar la pérdida de parte del valor venal de
reventa del automotor en el mercado de unidades usadas que, no obstante su arreglo, sufre
todo vehículo por las consecuencias de un choque.
Seguro obligatorio
El seguro de responsabilidad civil, previsto en el art. 109 de la Ley de Seguros (ley 17.418),
es de contratación obligatoria a partir de la sanción de la ley 24.449 (art. 68). La finalidad
del seguro obligatorio es proteger a las eventuales víctimas de accidentes de tránsito,
garantizándoles la efectiva reparación de los daños. La insolvencia del eventual responsable
dejaría de ser un riesgo, puesto que siempre existiría un asegurador para reparar el daño.
Sin embargo, la falta de regulación de una acción directa contra el asegurador del
responsable impide al damnificado demandar exclusivamente al asegurador. La demanda
debe entablarse contra el responsable, citando en garantía a la compañía aseguradora,
quien asume el carácter de parte en el proceso (art. 118, ley 17.418).
366
Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La cuestión se ubica dentro de una problemática todavía más amplia que abarca a
múltiples circunstancias que generan accidentes de tránsito en rutas o autopistas, a saber:
1) defectos y/o desperfectos materiales inherentes a la carretera, falta de señalización o
iluminación; 2) defectos en el diseño geométrico o construcción de la autovía; 3) deficiente
servicio de asistencia médica y/o mecánica; 4) obstáculos inertes o fijos extraños a la
materialidad de la vía (en estado sólido, líquido o gaseoso); 5) obstáculos móviles extraños a
la materialidad de la vía (peatones); 6) hechos vandálicos (objetos arrojados desde lugares
cercanos a la carretera); 7) obstáculos móviles extraños a la materialidad de la vía
("animales sueltos"; cfr. Pirota).
Solamente nos detendremos en relación con la discusión habida respecto del último
supuesto: los accidentes producidos por la colisión de vehículos con animales sueltos en
autopistas concesionadas. Para una primera opinión, la naturaleza de la relación entre el
concesionario de obras y servicios públicos y el usuario es de carácter administrativo
(Badeni, López del Carril). Esta tesis fue adoptada —en un principio— por la Corte
Suprema en los casos "Colavita" (7/3/2000; LL 2000-B-766) y "Bertinat" (4/10/1994, LL
2000-B-376). Se dice que el peaje tiene naturaleza tributaria para la Administración y para
el administrado (usuario), en tanto que para el concesionario solo es un medio para
percibir el precio de su gestión.
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El art. 1770 del Código dispone: "El que arbitrariamente se entromete en la vida ajena y
publica retratos, difunde correspondencia, mortifica a otros en sus costumbres o
sentimientos, o perturba de cualquier modo su intimidad, debe ser obligado a cesar en
tales actividades, si antes no cesaron, y a pagar una indemnización que debe fijar el juez,
de acuerdo con las circunstancias. Además, a pedido del agraviado, puede ordenarse la
publicación de la sentencia en un diario o periódico del lugar, si esta medida es procedente
para una adecuada reparación".
El artículo reitera, con algunas modificaciones, el art. 1071 bis del Código anterior
reformado por la ley 17.711, y protege el derecho a la privacidad, o también llamado a la
intimidad, a la vida privada, a la esfera privada o esfera íntima. La norma prohíbe dos
clases de acciones: la intromisión arbitraria y la perturbación de la intimidad, enumerando
—de forma no taxativa— diversas formas o modalidades de ofensas: publicación de fotos,
imágenes o retratos, difusión de correspondencia, mortificación en las costumbres o
sentimientos. Y en tales casos las acciones judiciales son dos: el cese e indemnización del
daño en curso, y la indemnización y publicación de la sentencia si el daño se consumó. De
esta manera se recepta la función preventiva de la responsabilidad civil (arts. 1708 y 1710)
y se procura la reparación plena mediante la publicidad de la sentencia, además de la
indemnización de los daños ocasionados (art. 1740), a diferencia del anterior régimen que
era una indemnización de equidad.
Por otra parte, el art. 1770 del Código se relaciona directamente con el art. 52, que dice:
"La persona humana afectada en su intimidad personal o familiar, honra o reputación,
imagen o identidad, o que de cualquier modo resulte menoscabada en su dignidad
personal, puede reclamar la prevención y reparación de los daños sufridos, conforme a lo
dispuesto en el Libro Tercero, Título V, Capítulo 1". En cuanto a la caracterización del
supuesto de hecho contemplado en esta norma, se considera que la violación a la intimidad
se diferencia de los daños al honor como la calumnia o la injuria, en que en estos últimos
el hecho normalmente es falso o es insultante. Además, si el demandado prueba la verdad
del hecho calumnioso no hay reparación.
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La acusación calumniosa estaba prevista en el viejo art. 1090 del Cód. Civil derogado, se
corresponde con los arts. 109 y ss. del Cód. Penal. El nuevo art. 1771 prescribe que "en los
daños causados por una acusación calumniosa solo se responde por dolo o culpa grave".
La norma contempla el supuesto de acusación calumniosa, en cuyo caso el responsable
responderá si concurre un factor de atribución más acentuado: dolo o culpa grave, no
siendo suficiente la culpa genérica del art. 1724 del Código. Además, y para que se
configure el hecho ilícito resarcible, el denunciado debe probar que el autor de la falsa
denuncia o querella actuó sin razones justificantes para creer que el denunciado estaba
implicado.
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
La diferencia, que es lo que hace más dañina la acusación calumniosa es que pone en
marcha el aparato represivo al haberse iniciado un proceso penal (v.gr., mediante una
denuncia). El falsamente denunciado no tiene otra opción que comparecer a un tribunal a
defenderse (López Herrera).
Los requisitos para que se configure el supuesto de hecho son los siguientes: i) la
existencia de una denuncia o acusación; ii) la imputación de un delito de acción pública;
iii) la acusación ante la autoridad competente; iv) la falsedad del acto denunciado; v)
dirigida a una persona determinada; vi) con conocimiento de la falsedad por parte del
acusador que actúa con dolo o culpa grave.
Evolución del régimen jurídico: antes de la sanción de la ley 24.240 de Defensa del
Consumidor, la responsabilidad por productos se regía por el Código Civil de Vélez. La
responsabilidad podía ser contractual o extracontractual. En el año 1998, se sancionó la
ley 24.999 que da vigencia al art. 40 en los siguientes términos: “si el daño al consumidor
resulta del vicio o riesgo de la cosa o de la prestación del servicio, responderán el
productor, el fabricante, el importador, el distribuidor, el proveedor, el vendedor y quien
haya puesto su marca en la cosa o servicio. (...) La responsabilidad es solidaria. (...) Solo se
liberará total o parcialmente quien demuestre que la causa del daño no le ha sido ajena”.
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Supuestos:
2. Responsabilidad “contractual” por daños a la persona o en sus bienes: las cosas cuya
utilización puede generar un riesgo para la salud o la integridad física de los consumidores
o usuarios requieren ser comercializadas observando los rigurosos mecanismos,
instrucciones y normas establecidas que garanticen con su seguridad. Se impone una
obligación de seguridad, de resultado, de mantener a la persona y bienes del adquirente en
condiciones de indemnidad.
Legitimación: los legitimados activos de la acción resarcitoria son, en primer lugar, la parte
contratante (adquirente), el damnificado o, en su caso, el consumidor dañado. En la
relación de consumo, cuando se trata de la responsabilidad por riesgo o vicio, los
legitimados pasivos -en forma solidaria o concurrente- son todos los sujetos que
intervienen en la cadena de producción, comercialización, distribución, e inclusive,
transporte cuando los daños por la cosa son con motivo o en ocasión del traslado de la
misma de un lugar a otro.
Presupuestos de responsabilidad:
Daño: el daño ocasionado debe ser resarcible y cumplir con los requisitos legales.
Empero, además, con la ley de defensa del consumidor, la víctima puede reclamar el
llamado “daño directo” como rubro que permite una reparación rápida y tarifada por
la autoridad administrativa, deducible de la indemnización plena que pueda
reconocer un juez ulteriormente. El art. 52 bis de la ley 24.240 dispone el daño
punitivo. El presupuesto de hecho para que los daños punitivos resulten aplicables
es que el proveedor no cumpla con sus obligaciones legales o contractuales para el
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consumidor. Sin embargo, cabe interpretar que no todo incumplimiento puede dar
lugar a la fijación de daños punitivos, se requiere dolo eventual o culpa grave.
Antijuricidad: la ilicitud o antijuricidad e presenta en la relación de consumo
cuando se contraviene lo pactado entre proveedor y usuario, o bien cuando de
cualquier modo el proveedor comete una infracción. Agustina Ranieri. Obligaciones,
cát. 2. Unidades 16 - 22.
Relación causal: rige en este ámbito la teoría de la causalidad adecuada (del art.
1726 CCyC). Es que la ley admite que el presunto responsable del daño se exima del
deber de reparar, en total (en caso de interrupción del nexo causal) o parcial (cuando
actúa una concausa).
Factor de atribución de responsabilidad: la responsabilidad es típicamente
objetiva. En el supuesto de incumplimiento contractual de la obligación principal que
genera daño, se trata de una obligación de resultado. Cuando se trata de la violación
a la obligación de seguridad en el ámbito de la relación consumo que consiste en
garantizar que los bienes suministrados no importen peligro para la salud de los
consumidores, el factor de atribución también es objetivo, en el deber de “garantía”.
2. Responsabilidad deportiva y espectáculos públicos: introducción;
responsabilidad del deportista con relación a otros participantes del juego;
responsabilidad del deportista frente al público espectador o tercero;
responsabilidad del organizador de espectáculos públicos y deportivos;
responsabilidad del empresario u organizador ante el propio deportista que sufre
un menoscabo en su persona o bienes.
Responsabilidad del deportista con relación a otros participantes del juego: si el deportista
obra de acuerdo con las reglas no puede tener responsabilidad por tratarse de una
actividad lícita y los contendientes conocen sus consecuencias. Cuando infringen los
reglamentos, para algunos autores el actuar culposo solo genera una mera infracción
deportiva y, si es doloso, responsabilidad.
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Daños causados por buscadores de internet: este apartado analiza la responsabilidad civil
por daños ocasionados por los buscadores y su vinculación con los derechos
fundamentales de libertad de expresión, honor, imagen, integridad psico-físico, intimidad,
etc. Al respecto cabe señalar que la ley 26.032 establece que “la búsqueda, recepción y
difusión de información e ideas de toda índole, a través del servicio de internet, se
considera comprendido dentro de la garantía constitucional que ampara la libertad de
expresión”, lo cual genera una clara tensión con las garantías antes mencionadas (honor,
intimidad, imagen, etc), lo que debe ser resuelto con equidad y razonabilidad, sobre todo
por la necesidad de brindar operatividad y tutela a los derechos fundamentales en conflicto
cuando media daños a las personas o en sus bienes.
➔ Para una primera tesis, los buscadores no responden por daños derivados de
información de información o imágenes indebidamente publicadas, por cuanto no son
generadores de los contenidos, sino meros intermediarios.
➔ Para una segunda tesis, si bien los motores de búsqueda no son asimilables a los
editores o distribuidores de las publicaciones tradicionales, en cuanto no controlan ni
modifican los contenidos de la información, los cierto es que deben adoptar ciertos deberes
de cuidado, cuya infracción puede generar responsabilidad con base en algún factor
subjetivo.
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➔ Para una tercera tesis los buscadores son objetivamente responsables por el riesgo o
peligrosidad de la actividad que desarrollan.
El art. 1770 del CCyC prevé dos acciones: una dirigida a obtener el cese o suspensión de la
perturbación del daño en curso frenando su continuación, con más el agregado de la
indemnización correspondiente, y otra tendiente a reclamar la indemnización del daño
consumado y la publicación de la sentencia como modalidad complementaria de la
reparación plena. Son reparables las consecuencias patrimoniales y las no patrimoniales,
siempre que guarden una relación de causalidad adecuada o que en el ámbito contractual
sean previsibles.
El art. 41 de la CN establece: “Todos los habitantes gozan del derecho a un ambiente sano,
equilibrado, apto para el desarrollo humano y para que las actividades productivas
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
satisfagan las necesidades presentes sin comprometer las de las generaciones futuras, y
tienen el deber de preservarlo.
Los caracteres que presenta el derecho ambiental son los siguientes: interdisciplinario,
supranacional, preventivo, técnico, sistemático, colectivo y redistributivo. El CCyC
contempla principios y normas vinculadas con el derecho ambiental. En primer lugar,
cuando en los arts. 1 y 2 cuando alude a la interpretación del derecho, que debe ser
realizada de un modo acorde con los tratados de derechos humanos.
Después, el art. 14 cuando refiere a los derechos individuales y de incidencia colectiva: “la
ley no ampara el ejercicio abusivo de los derechos individuales cuando pueda afectar al
ambiente y a los derechos de incidencia colectiva”, en igual sentido el art. 240 cuando
regula los límites al ejercicio de los derechos individuales, establece que “...no debe afectar
el funcionamiento ni la sustentabilidad de los ecosistemas…”.
El de incidencia colectiva: aquel que el perjuicio recae sobre el patrimonio que es común
a toda una comunidad. Se encuentre tratado por el art. 1737 del CCyC cuando define el
daño resarcible y se refiere a la lesión de un derecho de incidencia colectiva.
376
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Semprini Sofia- Civil II- Catedra II
Daños causados por aeronaves: las normas que rigen esa actividad en encuentran en
conexidad inmediata con tratados y convenios internacionales, por ende, sus principios y
soluciones se apartan de las legislaciones locales.
Daños a tercero o cosas en la superficie: para que se les apliquen las reglas del derecho
aeronáutico es necesario que se den una serie de circunstancias:
1. que se trate de una “aeronave en vuelo”: se entiende que se encuntra en vuelo desde que
se aplica la fuerza motriz para despegar hasta que termina el recorrido del aterrizaje.
3. que el daño sea una consecuencia directa de: - que la aeronave impacte en vuelo o caiga
- de la persona o cosa arrojada o caída de una aeronave en vuelo - que provenga del ruido
anormal producido
Los daños indemnizables son aquellos que resultan consecuencia directa del hecho, nunca
se indemnizan los hechos que resultan conectados en doble lazo de causalidad con el
antecedente.
Régimen indemnizatorio: el art. 155 de la ley 17.285, tal como se observó, extiende la
reparación al daño directo, lo que podríamos traducir como consecuencia inmediata. Se
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debe indemnizar solo el daño que surge en virtud de la conexidad causal directa con el
antecedente fáctico. El art. 160 fija límites de importes máximos indemnizatorios, pero
estas ceden ante el “dolo del explotador o de su dependientes”. La acción dolosa debe
ocurrir cuando el dependiente se encuentra en la órbita de su incumbencia, ya sea en el
estricto ejercicio o en el exceso o abuso de su actividad.
➔ El hecho del tercero usurpador, cuando no hubo culpa en el explotador porque tomó las
medidas necesarias para que no hubiera apropiación ilegítima de la aeronave. El caso
fortuito y la fuerza mayor no exoneran.
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