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Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que
pasaba, dice: « He ahí el Cordero de Dios. »
Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: « ¿Qué buscan? »
Ellos le respondieron: « Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives? »
Les respondió: « Vengan y lo verán. »
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la
hora décima.
La Palabra de Dios: Sin una relación profunda con la Palabra de Dios no hay una
auténtica espiritualidad; Jesús nos dice: “si permanecen en mi Palabra serán
verdaderamente mis discípulos” (Jn 8,31). Cuando un joven se acerca con disposición a
la Palabra, ella lo atrae, cautiva, hace arder su corazón (Lc 24,32); ella crea y
transforma interiormente (Gn 1,1ss / Jn 1,1ss), actúa por sí sola (Is 55,10-11), pues es
viva y eficaz (Heb 4,12). Pero además, le exige tomar partido, lo desafía… ella es el
primer y mejor alimento (Jn 6, 66-68). No se trata de utilizar la Palabra en las
actividades; sino que la Palabra de Dios sea nuestra brújula, como decía Carlo Acutis.
Los sacramentos: Jesucristo confió a su Iglesia los sacramentos (Mt 28,19; Jn 22-23;
“hagan esto…” (Lc 22,19)). La Iglesia, que ha recibido como don el Espíritu Santo (Hch
2,1-4), lo invoca para que actúe de manera eficaz al administrar los sacramentos. Por
lo tanto, es el mismo Jesucristo quien actúa en cada sacramento a través de su Iglesia.
Por eso la vivencia de los sacramentos es un contacto auténtico con Jesucristo. Una
confesión bien hecha, o la eucaristía bien vivida son momentos fuertes de encuentro
con Jesucristo. Recordamos de nuevo a Carlo Acutis que decía “la eucaristía es mi
autopista al Cielo”
Desde estos fundamentos, el Espíritu Santo suscita una gran diversidad y matices, que
son los carismas. Estos aspectos son necesarios para que todo discípulo pueda
profundizar su relación con Jesucristo. Evidentemente, los discípulos jóvenes, asumen
estos aspectos desde los colores de su juventud; porque para relacionarnos con el
Señor sólo podemos hacerlo auténticamente siendo nosotros mismos. Podríamos
mencionar algunos rasgos comunes de la espiritualidad juvenil: