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Espiritualidad de los Jóvenes Discípulos

¿Espiritualidad?, las definiciones comunes apuntan al conjunto de ideas y practicas


con referencia a lo trascendente; en palabras más sencillas, podríamos decir que
cuando hablamos de espiritualidad nos referimos al modo, y la calidad, de nuestra
relación con Dios. Esto da por supuesto que somos seres con una dimensión
espiritual, que busca el contacto con algo o alguien más allá de lo perceptible.

Nuestra espiritualidad cristiana, es en su contenido trinitaria: creemos en el Padre, el


Hijo y el Espíritu Santo; pero a la vez cristocéntrica, es decir, Cristo es el centro de
orbita de toda espiritualidad cristiana. “De muchas maneras habló Dios a nuestros
padres por medio de los profetas. En esta etapa final nos ha hablado por medio de su
Hijo” (Hb 1,1-2); Jesucristo es la revelación máxima de Dios, además “hay un solo
mediador entre Dios y los hombres, Cristo Jesús, hombre también” (1Tm 2,5);
entonces, para relacionarnos con Dios, lo hacemos por medio de Jesús, que es el
Camino (Jn 14,6).

Para continuar esta reflexión, leamos Jn 1,35-39:

Juan se encontraba de nuevo allí con dos de sus discípulos. Fijándose en Jesús que
pasaba, dice: « He ahí el Cordero de Dios. »
Los dos discípulos le oyeron hablar así y siguieron a Jesús.
Jesús se volvió, y al ver que le seguían les dice: « ¿Qué buscan? »
Ellos le respondieron: « Rabbí - que quiere decir, "Maestro" - ¿dónde vives? »
Les respondió: « Vengan y lo verán. »
Fueron, pues, vieron dónde vivía y se quedaron con él aquel día. Era más o menos la
hora décima.

Jesús cuestiona a quienes le siguen: “¿qué buscan?”, cuestiona nuestra manera de


relacionarnos con Él, no quiere cualquier tipo de seguimiento o acercamiento, nos
quiere como sus discípulos. Este es el término que utiliza la Biblia para referirse a los
auténticos creyentes; desde la Conferencia de Aparecida, luego remarcada por el Papa
en la Evangelii Gaudium, ser cristiano significa ser discípulos de Jesucristo. Nos toca a
nosotros reproducir la experiencia que originó la Iglesia, el discipulado. Esto implica
asumir a Jesús como mi Maestro; profundizar en la relación hasta… “a ustedes ya no
los llamo siervos sino amigos” (Jn 15,15).

Podemos resumir hasta ahora, cuando hablamos de espiritualidad, hablamos de


relación con Jesús; los discípulos buscan esa relación cercana, por eso le dicen: “Rabí,
¿dónde vives?”, Jesús no les explica dónde, les dice: “vengan y lo verán”, los invita a
vivenciarlo, al contacto a través de experiencias vitales. ¿Dónde podemos vivir con
Jesús?, hay muchas formas de encuentro; pero los medios fundamentales donde los
discípulos entran en contacto con Jesús, podríamos decir que son las fuentes
esenciales de toda espiritualidad cristiana, son los mismos de siempre que van
adquiriendo nuevos matices según las circunstancias.

La Palabra de Dios: Sin una relación profunda con la Palabra de Dios no hay una
auténtica espiritualidad; Jesús nos dice: “si permanecen en mi Palabra serán
verdaderamente mis discípulos” (Jn 8,31). Cuando un joven se acerca con disposición a
la Palabra, ella lo atrae, cautiva, hace arder su corazón (Lc 24,32); ella crea y
transforma interiormente (Gn 1,1ss / Jn 1,1ss), actúa por sí sola (Is 55,10-11), pues es
viva y eficaz (Heb 4,12). Pero además, le exige tomar partido, lo desafía… ella es el
primer y mejor alimento (Jn 6, 66-68). No se trata de utilizar la Palabra en las
actividades; sino que la Palabra de Dios sea nuestra brújula, como decía Carlo Acutis.

La oración: No se puede avanzar en una relación sin diálogo, la oración es


precisamente un “diálogo desde la fe”. Los primeros discípulos de Jesús se dieron
cuenta de esto, y sabiendo que Él era un hombre de oración, le dicen “Señor,
enséñanos a orar” (Lc 11,1). Es una de las expresiones más genuinas espiritualidad. Se
aprende a orar orando. La misma oración estimula la fe y viceversa. No comparto la
opinión difundida de que los jóvenes no son capaces de orar, claro que lo son; hay que
procurar los espacios y las maneras, no como un requisito, sino como un espacio para
encontrarnos con Jesús.

La fraternidad: nuestra espiritualidad es relacional, no podemos vivirla sin los otros;


pues “en esto conocerán todos que son discípulos míos: si se aman unos a otros.” (Jn
13,35); “El que no ama no conoce a Dios” (1Jn 4,8). La amistad es un aspecto
importantísimo para los jóvenes; además, es un lugar donde encontramos a Jesús;
muchos jóvenes entrar a las comunidades juveniles buscando amigos, y además de
encontrar amigos encuentran a Jesús. La contacto con otros, acompañantes, o los
santos; es decir, la experiencia de comunidad es tierra fértil donde se desarrolla la
relación con Jesús.

Los sacramentos: Jesucristo confió a su Iglesia los sacramentos (Mt 28,19; Jn 22-23;
“hagan esto…” (Lc 22,19)). La Iglesia, que ha recibido como don el Espíritu Santo (Hch
2,1-4), lo invoca para que actúe de manera eficaz al administrar los sacramentos. Por
lo tanto, es el mismo Jesucristo quien actúa en cada sacramento a través de su Iglesia.
Por eso la vivencia de los sacramentos es un contacto auténtico con Jesucristo. Una
confesión bien hecha, o la eucaristía bien vivida son momentos fuertes de encuentro
con Jesucristo. Recordamos de nuevo a Carlo Acutis que decía “la eucaristía es mi
autopista al Cielo”

La misión/servicio: acercarse a otro para transmitirle la Buena Noticia de Jesucristo o


servirle, es un lugar de encuentro con Jesús, en especial con los últimos, pues “lo que
hiciste con ellos, mis pequeños, conmigo lo hiciste” (Mt 25,40). Los jóvenes, por lo
general, son sensibles a las necesidades cuando se topan con ellas, las experiencias de
servicios los marcan, y capaces de mucha generosidad.

Desde estos fundamentos, el Espíritu Santo suscita una gran diversidad y matices, que
son los carismas. Estos aspectos son necesarios para que todo discípulo pueda
profundizar su relación con Jesucristo. Evidentemente, los discípulos jóvenes, asumen
estos aspectos desde los colores de su juventud; porque para relacionarnos con el
Señor sólo podemos hacerlo auténticamente siendo nosotros mismos. Podríamos
mencionar algunos rasgos comunes de la espiritualidad juvenil:

 Alegre. El ambiente alegre y festivo, es propio de la juventud; las ocurrencias y


bromas, la espontaneidad. Bien orientada es una fuerza refrescante.
 Dinámica. Los jóvenes tienen apertura y disposición a la novedad, se sienten
bien cuando están en movimiento y temen lo estático; se apasionan en abrir
caminos.
 Afectiva. La afectividad, por lo general, tiene mucho peso en los jóvenes; se
valora mucho la amistad; incluso el trato con el Señor se llena de afectos, que
son muy valiosos. Es propio de los jóvenes apasionarse. Aunque se vayan
madurando en los afectos, y no sea este la medida de la espiritualidad; es un
elemento que favorece mucho la profundización.
 Estética. Se conectan con facilidad con lo bello, el arte, la música; se convierte
en un medio de reflexión, oración, expresión. Los signos visuales, los cantos,
son recursos claves que ayudan al joven a relacionarse con Dios.
 Énfasis en las experiencias. Los jóvenes dan prioridad a las experiencias;
recuerdan, sobre todo, las vivencias que los marcaron. No buscan tanto saber
sobre Dios sino probarlo ellos mismos.

Para nosotros los cristianos, la espiritualidad es vivir en el Espíritu Santo; porque es Él


realmente quien guía, dispone, anima; es quien inspiró e ilumina para captar la
Palabra, quien nos enseña a orar como conviene (Rm 8,26), el Espíritu que nos hace
hijos de Dios y hermanos entre nosotros, el mismo que actúa en los sacramentos, el
que nos mueve a servir a los demás. La espiritualidad no es solo una dimensión de los
jóvenes; sino que tratándose de la relación con Jesús, podemos decir claramente, que
es el motor de toda nuestra actividad.

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