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1. INTRODUCCIÓN
Mientras en Europa los dos ciclos están separados en 1700, siglo XVIII, en España el
ciclo moderno no se consolida hasta el siglo XX, con lo que la transición del ciclo
antiguo al moderno dura unos dos siglos.
Y esto por qué ocurre, entre otras cuestiones por la tardía Revolución Industrial debido
a la situación política, lo que retrasa la transformación social y económica que reduce
la mortalidad y aumenta la natalidad.
El ciclo antiguo se caracteriza, al igual que en el resto de Europa por una elevada
mortalidad agravada ocasionalmente por las guerras, epidemias, crisis de
subsistencia…, y una reducida natalidad con consecuencia del fallecimiento de
personas en edad de procrear.
Esta ciclo puede dividirse en dos etapas: el siglo XVI con tendencia al alza como
consecuencia de la expansión económica (Imperio de los Austrias mayores Carlos V y
Felipe II); y el siglo XVII con un gran descenso de los efectivos demográficos a
consecuencia de una grave crisis económica y política por el derrumbamiento del
imperio con el gobierno de los Austrias menores, con una afección distinta en
diferentes territorios, lo que hace que empiecen a darse y a acentuarse las diferencias
regionales.
En el caso del ciclo antiguo, habría que añadir fuentes como los de Quintanilla, el de
Millones, el de Campoflorida, el de Aranda, el de Floridablancaa, o el de Godoy.
En lo que se refiere al Istac, encontramos las cifras del padrón y censales circunscritas a
la Comunidad Autónoma Canaria, los censos de vivienda, nacimientos, defunciones y
crecimiento vegetativo, y los movimientos migratorios, a través de la estadística de
variaciones residenciales, como las más destacadas.
Esta situación se produce por diferentes y complejos motivos, no existe una sola causa.
Los expertos sociólogos apuntan a la emancipación de la mujer, el coste de la
educación y la crianza de los hijos o el comportamiento propio de una generación. La
crisis económica de 2008 ha tenido una gran influencia en el descenso de la natalidad
en los últimos años. La falta de empleo, los salarios precarios y las dificultades para
emanciparse de los más jóvenes ha hecho que cada vez se tengan menos hijos y más
tarde, tal y como señalan los expertos del INE.
Las causas de mortalidad han variado según las épocas. En los siglos pasados,
predominaba la mortalidad catastrófica. Epidemias, guerras y hambrunas, entre otros
acontecimientos, aparecían de forma cíclica y mantenían estancada la población. En la
actualidad, las causas de muerte se relacionan con enfermedades degenerativas y con
enfermedades sociales como las del aparato circulatorio, a lo que se suman las
muertes violentas, lo que se ha denominado las “tres ces” (corazón, cáncer y
carretera). Esta evolución ha sido posible gracias a una combinación de factores de
tipo sanitario, social y demográfico que ha mejorado la salud de la población.
Este descenso de la mortalidad es posterior al resto de Europa, pero con una velocidad
mayor.
En lo que respecta la estructura de la población española, desde hace años, las cifras
del INE ponen de manifiesto que determinadas zonas rurales se van despoblando de
forma inexorable. Es lo que ha dado en llamarse “la España vacía” o “vaciada”. Frente
a ella se encuentra la España “llena”, es decir la urbana, que concentra en los 63
municipios que tienen más de 100.000 habitantes, algo más del 40 % de sus 47
millones de habitantes.
En ese lapso, un gran número de personas se han desplazado del mundo rural al
urbano, que ha pasado de agrupar un 50 % de la población al 87 %, mientras que en las
zonas rurales solo ha permanecido el 13 % restante.
España tiene una población de 46.934.632 personas, por lo que puede considerarse un
país con un número significativo de habitantes. La población femenina es el 50,98% del
total, ligeramente superior a la masculina. Su saldo vegetativo es negativo, ya que
actualmente en España se producen 56.262 muertes más que nacimientos cada año,
por lo tanto, presenta una pirámide regresiva (o bulbo), con la base más estrecha que
la zona central y un porcentaje de personas mayores significativo. Es una pirámide
típica de países desarrollados, con tasas de natalidad y mortalidad bajas, y un
crecimiento natural muy bajo. Es por tanto una sociedad envejecida y con tendencia a
serlo más.
La crisis de 2008 aumentó los índices citados con una leve recuperación en los últimos
años, ahora frenada por una incipiente recesión.
Las razones que mueven a las personas a desplazarse son muy diversas, por lo que se
puede hablar de un contexto económico-social que lleva a las personas a emigrar,
aunque predomina la motivación económica como forma de conseguir una mejor
calidad de vida y bienestar social.
MIGRACIONES INTERIORES
Las migraciones interiores se producen como consecuencia de los desequilibrios
económicos, espaciales y demográficos entre unas regiones y otras suscitadas por la
industrialización, urbanización, mecanización del campo y demás cambios
socieconómicos. Estos movimientos han tenido diferentes momentos.
En el siglo XIX y hasta la primera mitad del XX, estos desplazamientos no fueron muy
numerosos y estuvieron marcados por la industrialización de Barcelona y el País Vasco
y las obras públicas iniciadas en otras grandes ciudades durante la dictadura de Primo
de Rivera. Estos no disminuyeron ni con la Guerra Civil ni en la posguerra. También
empieza el movimiento de las áreas rurales a las capitales de provincia.
En los años 60 y 70 continúan las migraciones interiores de forma importante hacia las
grandes ciudades. A Cataluña, Levante, País Vasco, Andalucía occidental y Madrid
como receptores se suman Zaragoza, Valladolid y Galicia debido a la extensión de la
industrialización y la expansión turística de las áreas litorales. Se calcula que entre
1960 y 1985, unos 12 millones de personas habrían emigrado de su lugar de origen,
una media de 360.000 personas anuales. Las regiones generadoras de inmigración
fueron Extremadura, Castilla-La Mancha y Andalucía.
A finales del siglo XX, las consecuencias de la crisis del 73, tardías en España, frenaron
las corrientes emigratorias y de estímulo para las inmigratorias de retorno. En 1981,
los retorno, planteados como una alternativa de subsistencia en un medio más barato,
el rural, superan al éxodo.
En la actualidad, se está produciendo el fenómeno inverso, lo que está produciendo, se
puso de manifiesto anteriormente, un problema con la España vaciada y una
concentración poblacional en las ciudades.
MIGRACIONES EXTERIORES
La emigración y la inmigración han pasado por diferentes etapas. En primer lugar
analizaremos la emigración en la que podemos distinguir tres grandes procesos:
La emigración a ultramar en la primera mitad del siglo XX. El destino fue Argentina,
Cuba, Brasil, México y Uruguay par más tarde llegar a Estados Unidos y Canadá. Eran
personas de Galicia, Asturias y Canarias con pocos recursos. En los años 30 sufre un
receso ya que la gran crisis hace que los países impongan restricciones a la entrada.
La emigración a Europa con una gran intensidad en los años 60. Esta emigración se
incrementó con la Guerra Civil y comenzó en Francia. El final de la Segunda Guerra
Mundial y la necesidad de mano de obra En Francia, Alemania o Suiza, junto al
excedente demográfico y las deficientes condiciones económicas y sociales en España,
fueron los factores que llevaron a esta salida de personas. Andalucía y Galicia fueron
las comunidades más afectadas. El final empezó sobre 1974
A finales del siglo XIX y principios del XX fueron muchos los canarios que emigraron a
Cuba y Venezuela, principalmente, ante la pobreza acuciante y la falta de salida laboral
en un Archipiélago eminentemente rural. Muchos de ellos hicieron allí fortuna y luego
se convirtieron en inversores en Canarias.
Sin embargo, a finales del XX y en este siglo, ligado al desarrollo del turismo, se ha
producido el fenómeno inverso y miles de personas llegan al archipiélago por varias
vías: un inmigración irregular a través de los aeropuertos con personas que América
Latina que vienen por un tiempo determinado y se quedan en las islas, y a través de la
ruta marítima con África de forma clandestina, con una crisis importante de llegada de
cayucos a finales del siglo pasado y principios de este, aunque estas son personas que
suelen salir hacia la Península. Y una segunda vía de mano de obra en el sector
turísticos y de la construcción de otras comunidades españolas, especialmente Galicia
en Fuerteventura y Lanzarote, y del resto de Europa, a lo que se suman los inmigrantes
retornados.
CONCLUSIÓN